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ALFREDO CORREA LOSADA

HIJOS DE LA LLUVIA Y EL DESIERTO

LOS WAYUU
Recopilación de saberes ancestrales

BOGOTÁ
2018

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CONTENIDO

PRÓLOGO ……………………………………………………………….. 9

I. Donde se cuentan los maravillosos comienzos de nuestro territorio,


como también la singular y descarnada realidad contemporánea…….. 17

II. De cómo Maleiwa creó el mundo wayuu, las plantas, los animales, los
humanos y los diversos clanes. También la historia de La Guajira
vista por los alíjunas, desde tiempos inmemoriales hasta hoy…………. 33

III. Ahora se narra cómo los wayuu conciben y aprecian el espacio y las
múltiples actividades que allí desarrollan………………....................... 49

IV. Se explica a continuación cómo nuestro pueblo está organizado tanto


social como políticamente. Además las normas y leyes que nos rigen…. 75

V. Donde se cuenta el poder de los sueños y la interpretación de ellos por


las piaches y chamanes, expertos en medicina tradicional………………. 95

VI. Aquí se consignan las bases de nuestra espiritualidad: mitos, leyendas,


historias, cuentos, creencias, adivinanzas, juegos y pasatiempos……… 119

VII. Recorremos los principales lugares sagrados, fiestas, ceremonias, música


y cantos que allí se practican……………………………….…………….. 159

VIII. Esta vez se cuentan las bases de nuestra cultura, patrimonio y esencia
de nuestra espiritualidad, la lengua wayuunaiki……………………… 179

IX. Aludimos a la lucha entre la tradición y la modernidad: educación


ancestral y nuevas visiones para comprender el mundo. Conflictos
que vivimos: contrabando, corrupción oficial, conflicto armado entre
guerrilla y ejército nacional, paramilitares y narco-traficantes. Y
coronando el todo: la voracidad de las multinacionales……………… 189

X. El camino a seguir. Los grandes retos presentes y futuros que debe afrontar
la comunidad: defensa, conservación y mejora del territorio; rescate y lucha
por los valores materiales y espirituales; afianzamiento de la identidad
wayuu en el medio nacional amerindio………………………………………. 207

- APÉNDICE………………………………………………………………. 221
- GLOSARIO……………………………………………………………… 247
- NOTAS....................................................................................................... 251

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PRÓLOGO

La historia latinoamericana no es solamente la


historia del saqueo de sus recursos materiales:
el oro y la plata, el cobre y el salitre, el petróleo,
es también la historia de la usurpación de la
memoria. Hay un secuestro del pasado. (…)
Cualquier acto de cultura que cumpla una
función reveladora de la realidad, está
cumpliendo también una función liberadora.

Eduardo Galeano

Acercarse, aventurarse más allá del entorno familiar o parroquial, otear nuevos horizontes
y sobre todo, descubrir y comprender al Otro, a nuestro semejante, se revela empresa
laboriosa, acompañada con frecuencia de temores, desconfianzas y prejuicios. Se lanzan
apreciaciones sin previa y serena observación, huérfanas de ponderación y
discernimiento. El Otro: persona que ha adoptado formas de alimentarse, vestirse, habitar,
comportarse y particularmente asumir ideas diferentes o contrarias a las nuestras.
Considerado más como rival, como enemigo que como un igual. ¿Resultado? Triunfo de
la intolerancia, de la mezquindad, acompañada de sus hermanos bastardos: el racismo y
el fanatismo. Tal ha sido la conducta de los hombres, desde el principio de los tiempos.
Situación que perdura en los nuestros. ¿Hasta cuándo persistirá tal situación?,
preguntamos.

Heródoto de Halicarnaso, hijo de la antigua Grecia (484-425 antes de nuestra era),


considerado el Padre de la Historia, fue un apasionado viajero, de curiosidad insaciable.
De los lugares que visitaba dejó numerosos testimonios escritos, con apreciaciones de
asombro y perplejidad de cuanto le rodeaba, ante todo aquello que contradecía sus
individuales, y en consecuencia, parciales visiones sobre los Otros. A él se atribuye la
palabra bárbaro (del lat. barbarus y éste del gr. barbarós, extranjero), para designar a
quienes no hablaban la lengua griega. Con el tiempo el término ha sufrido deslizamientos
azarosos, para englobar finalmente todo y a todos aquellos que se apartan de nuestras
propias y particulares apreciaciones del mundo. Los prejuicios en este campo cuentan
entonces con un ancestro prestigioso.

Dos grandes orientaciones han predominado frente a la percepción del Otro: la china o
asiática y la de los países tributarios, de herencia greco-romana. Aún en la Enciclopedia

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china del siglo XVII, se presentaba a los habitantes de la Isla de Java como seres
fantásticos, provistos de cola, cuerpos peludos de simio y rostro humano. Paralelamente,
los manuscritos occidentales daban detalladas referencias sobre los hombres con cara de
perro (los cinófilos), o los hombres sin cabeza (acéfalos), de ojos, nariz y boca dispuestos
en el pecho. Otros humanoides como los trogloditas (habitantes de las cavernas) o los
pigmeos, pueblo de la selva ecuatorial de África Central, los hombres más pequeños del
planeta, tradicionalmente hábiles cazadores y acuciosos recolectores, todos mostrados
como bestias salvajes, no como seres racionales.

La mitología greco-romana ha contribuido a la creación de seres fabulosos como los


centauros, con cuerpos de caballo, tronco y cabeza humanos; las sirenas, mujeres de
espléndida belleza, de cuerpos femeninos y extremidades de pescado que seducían con
sus encantos y cantos, a los marinos incautos. Engalanan esta galería surrealista los
cíclopes, tremendos gigantes con un solo ojo en la frente, o los monstruosos ogros, todos
ellos devoradores de hombres. En fin, los rijosos sátiros y los bucólicos faunos. Los
primeros, temidos seres mitológicos de cuerpo humano, con la frente provista de cuernos
y extremidades con pezuñas de chivo, asociados a personajes lúbricos y obscenos,
fisgones morbosos que trataban bestialmente a las mujeres, a más de exhibicionistas
desvergonzados. Los faunos en cambio, habitantes de los bosques, eran seres apacibles y
discretos que protegían a los rebaños y pastores, deleitando a unos y otros con los
melodiosos acordes de su flauta encantadora. (1) En todas estas imágenes e invenciones
estrafalarias y maravillosas, posiblemente se condensen todos los temores, angustias,
asombros, sueños, interrogantes sin respuestas, fantasmas y miedos que todos los
hombres acumulamos, en uno u otro momento de la existencia.

La Edad Media europea, dominada por el pensamiento escolástico de la iglesia católica,


no sólo aceptó las alucinantes visiones sobre el Otro, provenientes de la antigüedad
clásica; ella también aportó su cuota obscurantista, negando el derecho de la alteridad en
los seres humanos, desconociendo el hecho natural de cada persona a ser Otro. Sucedió
con la población negra asociada a las tinieblas, a lo execrable y al desprecio, como castigo
por el pecado de Cam, uno de los hijos de Noé, quien se burló ante el cuerpo desnudo y
ebrio del padre. Recordemos las terribles palabras del patriarca:

“¡Maldito sea Canaán! / ¡Siervo de siervos / sea para sus hermanos!”


Y después dijo: / “!Bendito sea Yahvé, el Dios de Sem, / y sea Canaán
esclavo suyo!” / “¡Haga Dios dilatado a Jafet; / habite en la misma tienda
de Sem, / y sea Canaán esclavo suyo!”

leemos en el Génesis, primer libro de la Biblia (9, vers. 25-28). Fue así como el texto
sagrado, justificó la bochornosa práctica de la esclavitud, extendida a través de los
tiempos, por todos los rincones del planeta. Algo similar ocurrió con la leyenda del Judío
errante, condenado a vagar por el mundo sin sosiego, como expiación por haber
entregado a Cristo al sacrificio supremo. De esta manera, durante siglos y el paso de
generaciones se estigmatizó, excluyó y persiguió al pueblo de Israel.

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Llegamos así a los albores del Renacimiento. Este abrumador lastre ideológico, tuvo
nefandas consecuencias para los habitantes del Nuevo Mundo que, en 1492 acababa de
hacer su entrada oficial a la Historia universal. Gobernaban por aquel entonces los Reyes
Católicos, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla. En ese año memorable, dos hechos
no menos importantes, marcarían con fuego la historia de España: la expulsión de los
árabes (los “moros”, como los llamaban despectivamente) y de los judíos. Dos pueblos
que durante casi siete siglos contribuyeron a la grandeza ibérica. Bastaría recordar la
deslumbrante civilización que se estaba gestando en los califatos de Córdoba y Granada,
faros culturales que abrieron los caminos al Renacimiento europeo. Con una pléyade de
matemáticos, astrónomos, geógrafos, arquitectos, filósofos, médicos, escritores, poetas y
sabios de conocimientos enciclopédicos como dos ilustres cordobeses, el filósofo
Averroes y el galeno Maimónides, por citar apenas dos de los genios más reconocidos.

Para infortunio de España, de Europa y del mundo los Reyes Católicos abortaron la
singular, como brillante aventura cultural y espiritual que se gestaba. Decretaron el
catolicismo como la única religión practicada y permitida en el reino. El Corán y la Torah,
los libros sagrados de dos prestigiosas religiones monoteístas, fueron prohibidos. Sólo la
Biblia tenía validez. Y por si quedaran dudas, bajo el gobierno de estos reyes se creó la
temible y odiosa Inquisición, pretextando frenar todo intento de rebelión y herejía en
materia religiosa. También se prohibieron lenguas milenarias como el vascuence o
eúskaro, el gallego y el catalán, todas con un brillante pasado cultural. Decretaron el
castellano como la única lengua de la Península. Finalmente, los pequeños reinos que
existían por entonces, pasaron a ser tributarios de Castilla y Aragón.

Férrea unidad lingüística, religiosa y política, entonces. Tales fueron las bases de
intolerancia y exclusión, fundamentos del imperio español. Inicios imperiales minados
por los gérmenes de su futura y precoz destrucción. En este contexto histórico llegaron
los primeros conquistadores y colonizadores a nuestros territorios. En una primera etapa,
y ante las maravillas de la naturaleza deslumbrante de América, espacios geográficos de
soberbia belleza -llanuras, valles, ríos, montañas, páramos y selvas lujuriantes- poblados
de animales exóticos, arboles, plantas, flores y deliciosos frutos, nunca degustados ni
vistos antes por ojos europeos, abrieron los caminos a la imaginación delirante. Nacía el
continente de lo real maravilloso.

En la desembocadura del río Orinoco, los alucinados peninsulares creyeron encontrar el


Paraíso terrenal, como lo consignó el mismísimo Cristóbal Colón en su Diario. En las
costas de la Florida, otros expedicionarios afirmaron haber llegado a la Fuente de la
eterna juventud. No de otra manera se podía explicar la lozanía, fuerza y destreza de las
mujeres y hombres longevos que poblaban estos parajes. Más lejos, en el país de los
muiscas, moscas o chibchas escucharon de una extraña ceremonia, celebrada en noches
de luna, en las que un hombre dorado, ofrecía cantidades de oro y joyas preciosas, a una
no menos misteriosa diosa. Así nació el Dorado, quizá una de las leyendas más suicidas
creadas por la mente humana, generadora de expediciones esquizofrénicas que
culminaron con la locura, la destrucción y la muerte.

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El fraile dominicano Gaspar de Carvajal, quien recorrió los seis mil cuatrocientos
kilómetros del río más poderoso de la tierra, integrante de la expedición de otro iluso,
Francisco de Orellana, escribió haber sostenido batallas con unas apuestas, gigantes y
fieras guerreras, que para mejor apoyar el arco y tensar las mortíferas flechas, se habían
cercenado el seno derecho: las Amazonas. De la expedición de Fernando de Magallanes
por el sur del continente, el amanuense Antonio Pigafetta describe el encuentro con los
gigantes de Patagonia, bien formados, de grandes y armoniosos rasgos, las caras pintadas
de rojo, vestidos y calzados con piel de guanaco, tan altos que los españoles apenas les
llegaban a la cintura. En un grabado de Teodoro Bry quien ilustró el paso por el Estrecho
de Magallanes, se aprecia el fabuloso pájaro rock, de fuerza y talla descomunales, que
porta en sus garras… un elefante! También sirenas y un gigante que, según Pigafetta, se
introducía una flecha en la garganta para provocar vómitos profilácticos. (2)

Con el paso del tiempo, la visión del Otro pasó de lo pintoresco a lo trágico. No olvidemos
que con la conquista y la colonización del Nuevo Mundo, se inauguran los tiempos
modernos. Conquista y colonización que significaron saqueo, despojo, lágrimas,
destrucción y muerte para los pobladores amerindios. En otras palabras, el nacimiento del
capitalismo, bajo la forma de acumulación primaria o salvaje del trabajo humano y la
explotación de los recursos naturales. Todo impuesto por la violencia de la espada, de la
cruz, y de la Biblia, emblemas de civilización.

Abramos un pequeño espacio a la memoria. Para consignar testimonios de los cronistas


de la época, muchos de ellos ejecutores de la política imperial de la Corona y por otra, las
voces desgarradoras e impotentes de las víctimas: los pueblos indígenas. Empecemos con
Pedro Cieza de León, quien recorrió los territorios que hoy pertenecen a Colombia,
Ecuador, Perú y Bolivia. Por su vasta obra se le ha llamado Príncipe de los cronistas de
Indias. Refiriéndose a los indígenas de Urabá, al nororiente de Colombia, se expresa de
la siguiente manera:
(…) No tienen casa ni templo de adoración alguna, ni hasta agora se les ha
hallado más de que ciertamente hablan con el diablo los que para ellos
señalan, y le hacen la honra que pueden, teniéndolo en gran veneración;
el cual se les aparece (según yo he oído de algunos de ellos) en visiones
espantables y terribles, que les pone su vista gran temor.

Y a propósito de los indígenas próximos a la villa de Anserma (Caldas), afirma fríamente


y sin rodeos:
(…) Son grandes carniceros de comer carne humana. (…) (3)

Una de las páginas más dolorosas de la historia de nuestro continente, la protagonizó el


franciscano Diego de Landa quien, como obispo de Yucatán ordenó torturas, prisiones y
destrucción de obras de incalculable valor testimonial. En la introducción a su obra,
Relación de las cosas de Yucatán, Miguel Rivero Dorado nos informa que el 11 de junio
de 1562, Landa mandó apresar a treinta indígenas prominentes mayas. (…) Pero más
doloroso quizá que las torturas o cualquier otro padecimiento físico, fue para los
indígenas el tener que presenciar con estupor la destrucción de sus objetos religiosos

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(…). Como si se tratara de un proceso inquisitorial, en aquella lamentable ocasión se
rompieron o quemaron 5000 ídolos de diferentes formas y dimensiones, 13 grandes
piedras utilizadas como altares, 27 piedras pequeñas labradas, 27 rollos con signos y
jeroglíficos, y 197 vasijas de todos los tamaños.

Los herederos de la antigua civilización mesoamericana, presenciaban consternados el


espectáculo inaudito de insensatez y barbarie. He aquí como justificó Landa su
abominable conducta:

Hallámosles gran número de libros de estas sus letras, y porque no tenían cosa en
que no hubiese superstición y falsedades del demonio, se los quemamos todos, lo
cual sentían a maravilla y les daba pena. La demencia depredadora de los francis-
canos llegó a tal extremo en Yucatán que, (…) algunos indígenas como temiesen el
rigor de los religiosos y por no dar sus ídolos, se iban a ahorcar a los montes, y estos
fueron hasta seis y dos se dieron con piedras en la garganta. (4)

Detrás de toda conquista siempre están presentes el atropello, el despojo y la posesión de


riquezas humanas y materiales, bases efímeras de poder. Escuchemos ahora las voces de
los vencidos y cómo describen la reacción de los conquistadores al recibir el oro y los
presentes que les ofrecía el Emperador Moctezuma. Esto ocurrió en las proximidades del
volcán Popocatépetl, en el sitio denominado “Tajón del águila”. Corría el año de 1519.

Les dieron a los españoles banderas de oro, banderas de plumas de quetzal, y


collares de oro. Y cuando les hubieron dado esto, se les puso risueña la cara,
se alegraron mucho (los españoles), estaban deleitándose. Como si fueran monos
levantaban el oro, como que se sentaban en ademán de gusto, como que se les
renovaba y se les iluminaba el corazón. Como que cierto es que eso anhelan con
gran sed. Se les ensancha el cuerpo por esto, tienen hambre furiosa de eso. Como
unos puercos de la tierra ansían el oro. Y las banderas de oro las arrebatan ansio-
sos, las agitan a un lado y a otro [subrayado nuestro] las ven de una parte y de otra.
Están como quien habla lengua salvaje; todo lo que dicen, en lengua salvaje es. (5)

En otro libro sagrado, el Chilam Balam de Chumayel, redactado por los sabios mayas,
uno de los pocos que se logró salvar de la hecatombe y oprobio conquistadores, leemos
las lamentaciones del katún 11 Abau:

Solamente por el tiempo loco, por los locos sacerdotes fue que entró en nosotros la
tristeza, que entró en nosotros el “Cristianismo”. Porque los muy cristianos
llegaron aquí con el verdadero Dios; pero ese fue el principio de la miseria nuestra,
el principio del tributo, el principio de la limosna, la causa de que saliera la
discordia oculta, el principio de las peleas con armas de fuego, el principio de los
atropellos, el principio de los despojos de todo, el principio de la esclavitud por las
deudas, el principio de las deudas pegadas a las espaldas, el principio de la
continua reyerta, el principio del padecimiento. Fue el principio de la obra de los

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españoles y de los “padres”, el principio de los caciques, los maestros de escuela y
los fiscales.
¡Que eran niños pequeños los muchachos de los pueblos, y mientras, se les martiri-
zaba! ¡Infelices los pobrecitos! Los pobrecitos no protestaban contra el que a su
sabor los esclavizaba, el Anticristo sobre la tierra, puma de los pueblos, gato
montés de los pueblos, chupador del pobre indio. Pero llegará el día en que lleguen
hasta Dios las lágrimas de sus ojos y baje la justicia de Dios de un golpe sobre el
mundo. (6)

Visiones diametralmente opuestas en torno al Otro, según el observador se encontrara en


el campo de las víctimas o de los victimarios. Esto ha ocurrido en todos los tiempos y
latitudes.

*********

No olvidemos que el colonialismo -palabra derivada de Colón, dicho sea de paso-, a partir
del siglo XVI se impuso a sangre y fuego en la América india. Estas edificantes palabras
las escribía el Almirante en su Diario: Que cosa maravillosa es el oro, que el Señor me
guíe en su misericordia para que yo encuentre el oro, quien tiene oro es dueño de cuanto
apetece, con él se alcanza el perdón de los pecados, la salvación de las almas y se abren
las puertas de los cielos. He aquí el secreto del poder, desde remotos tiempos hasta el día
de hoy. Dominación que ha crecido y se ha desarrollado hasta adquirir la forma y la
esencia de globalización o neoliberalismo contemporáneo. Forma: crueldad, violencia,
esclavitud y muerte. Esencia: explotación sin límites y desprecio por el trabajo del
hombre, saqueo y depredación de la naturaleza. Con diferencias considerables de
intensidad y celeridad, entre el pasado y el presente. Pues los prodigiosos avances técnicos
y científicos de hoy, han colocado a la humanidad ante una dramática y decisiva
disyuntiva: la desaparición o la sobrevivencia de la misma especie. Según prosigamos por
el camino del caos y la nada o bien, decidamos adoptar saberes y prácticas que nos
permitan construir un mundo más amable, donde todos, sin discriminación alguna,
podamos beneficiarnos de las maravillas de nuestro planeta. Un mundo en el que quepan
muchos mundos y no la ambición, la imposición, el desenfreno y la insania de unos pocos.

Estamos convencidos de que nuestros antepasados, nuestros mayores poseen las claves
que nos permitan reencontrarnos con la Madre Naturaleza y en consecuencia,
reencontrarnos con nosotros mismos. Y volver a caminar por el sendero correcto. En
suma: optar por la que consideramos certera visión del Otro (respeto a nuestro semejante)
y de la Otra (respecto a la Madre Tierra), heredada de nuestros mayores. Sólo entonces
podremos superar el tormentoso y desastrado mundo por el que atravesamos.

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En esta perspectiva, se ha enfocado el presente trabajo. Intento acercarme al mundo
indígena de La Guajira, al pueblo wayuu, no con los ojos del alijuna, ni del frío
racionalismo del investigador, sino con la calidez y humanidad del corazón. Ojalá que
este anhelo íntimo se cumpla: ser fiel intérprete de la cultura de este noble y sufrido
pueblo. Que los espíritus tutelares que gobiernan al mundo wayuu, -en la Makuira,
Akuwalu´u, Caparraipía, Itojoro, el Cerro de la Teta o Manaure- me ayuden e iluminen
en el caminar por estas ásperas como luminosas tierras guajiras, de estremecedora, como
inquietante y alucinante belleza.

Cabo de la Vela A.C.L.

JIMATUUI

La vida florece en la calma…y

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escuchamos nuestra ira

bajo los trupillos,

cerca a las hormigas,

cerca al silencio de las madres,

cerca a los pies de los ancianos,

junto a los latidos de las piedras,

junto al sueño de los niños

…y la savia del mundo se entreteje en nuestra sangre.

VITO APÜSHANA, MiguelAngel López. 2011. Herederos del canto circular. Bogotá:
Universidad Externado de Colombia.

Por tierras de Juya y Pulowi A.C.L.

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