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VALORACIÓN ECONÓMICA
DE ECOSISTEMAS, CON
É N F A S I S E N B O S Q U E S
Módulo I
ECONOMÍA Y AMBIENTE
M
Ó
D
U
L
O
Por:
Equipo Docente
I
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Introducción
A menudo se perciben la economía y el medio ambiente como dos realidades incompatibles, con lo
que el estudio de la economía ambiental parecería tener poco sentido. Sin embargo la economía y el
medio ambiente son elementos mutuamente dependientes. Sin una calidad mínima del entorno no
existiría la economía. Las personas y, por tanto, economía, depende fundamentalmente de los
procesos naturales de sostenimiento de la vida que proveen los ecosistemas. Al mismo tiempo las
condiciones de nuestro entorno y el uso de los recursos naturales dependen del desarrollo
económico, etimológicamente, la palabra economía significa administración de las cosas de la casa.
Más concretamente, la economía estudia la administración cuando hay escasez de recursos. La
finalidad de gestionar es obtener el mayor bienestar de estos recursos limitados. Cualquier sociedad
debe decidir cómo usar sus recursos de la mejor manera posible. Son recursos el capital humano
(trabajo), el capital (máquinas, ordenadores, edificios, etc.) y los recursos naturales, como la tierra,
los bosques, los minerales o el agua. La sociedad puede utilizar estos recursos de distintas formas y,
por tanto, afectar al bienestar de sus ciudadanos en mayor o menor grado. Si nuestros recursos (y
nuestra capacidad de producir y consumir) no fueran escasos, no habría problemas de utilización de
los recursos, de decidir a qué actividad concreta los asignamos. Podríamos construir universidades,
centros de salud, infraestructuras de transporte, tener más vacaciones, etc.. sin tener que renunciar
a otras cosas. En economía ambiental nos centramos particularmente en los recursos ambientales, y
pensamos en cómo utilizarlos para beneficio de las generaciones presentes y futuras. Partimos de la
base de que los recursos naturales y ambientales son escasos. La capacidad del medio ambiente para
absorber la polución es limitada y, por lo tanto, tenemos que usarlos sensatamente.
En las últimas décadas la economía ambiental se ha desarrollado muy rápidamente como disciplina
científica. Ello se debe fundamentalmente a que las relaciones entre medio ambiente y economía se
han hecho más patentes en los últimos años. A menudo observamos conflictos entre la actividad
económica y la preservación de la calidad ambiental. Al mismo tiempo ha mejorado nuestro
conocimiento sobre las complejas relaciones que se dan entre la economía y el entorno, y aparece
como más necesario el análisis de esta interrelación. Además, el mayor conocimiento acerca de los
impactos ambientales sobre las actividades humanas y de las actividades humanas sobre el medio
ambiente ha contribuido al desarrollo de la economía ambiental. Por ejemplo, ahora sabemos que la
combustión de combustibles fósiles incrementa la concentración de carbono en la atmósfera, lo cual
a su vez puede contribuir al cambio climático. El uso de combustibles fósiles también comporta otros
tipos de contaminación. como por ejemplo la del dióxido de azufre, el cual perjudica tanto a las
personas y otros seres vivos, como a los edificio.
Otro caso podría ser el de la tala de bosques. En áreas donde habitan muchas especies, ésta puede
llevar a la extinción de algunas de ellas, quizás muy valiosas para las personas, por ejemplo por
razones médicas. Dos medicinas contra sendos tipos de cáncer, en concreto la enfermedad de
Hodgkins y la leucemia infantil, se obtienen de la selva tropical de Madagascar. Un problema
seguramente igual de preocupante es la pérdida de funciones de distintas especies en un sistema
ecológico complejo. De acuerdo con algunos ecólogos que estudian esta cuestión, la biodiversidad o
riqueza en especies es importante para garantizar la estabilidad y flexibilidad de un sistema
ecológico. La combinación de nuevos conocimientos junto con la creciente generación de residuos y
los límites de la naturaleza en la provisión y renovación de los bienes incrementa la necesidad de
hallar principios útiles que contemplen el hecho de que los recursos de la tierra forman parte de un
sistema más o menos cerrado. El desarrollo económico combinado con el crecimiento de la
población hace que debamos tomar decisiones cada vez más complicadas, con efectos tanto
presentes como futuros. Así, las decisiones que tomamos hoy van a afectar a las generaciones
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futuras y a sus posibilidades de disfrutar de una buena calidad de vida. La economía ambiental
supone una buena oportunidad para discutir principios útiles aplicables al uso de los recursos
naturales.
Competencias
Tienen el concepto claro de economía ambiental.
Entienden la relación que existe entre economía y el medio ambiente.
Ubican a la economía ambiental y su formulación conceptual dentro del fundamento de la
teoría económica.
Objetivos
Al finalizar el Módulo, el participante será capaz de entender la relación existente entre economía y
ambiente, teniendo claro el concepto de economía ambiental y como el problema del ambiente se
enfoca con los fundamentos teóricos de la economía.
Objetivos específicos:
Tener claro el concepto de economía ambiental.
Conocer la relación existente entre economía y ambiente.
Conocer el enfoque económico a los problemas ambientales.
Contenidos
1. Economía y Ambiente
1.1. La racionalidad en economía
2. Economía Ambiental
2.1. El problema ambiental desde un punto de vista económico
2.1.1 Mercado y satisfacción de necesidades
2.1.2 Biosfera y mercado
2.1.3 Externalidades
2.1.4 Bienes Públicos
2.1.5. Recursos comunes
3. Economía del Medio Ambiente y Política Ambiental
4. La economía Ambiental y la Economía
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5. Cuestiones Importantes en Economía Ambiental
Tarea. Resuelva el caso práctico: Como influye la economía en el deterioro del medio ambiente y
como deberían ser abordados estos problemas ambientales desde un punto de vista económico.
Bibliografía
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Barrantes, G. y González, R. (2000). Capacitación y sostenibilidad de activos naturales y sus servicios
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Izko Xavier y Burneo Diego (2003). Herramientas para la Valoración y Manejo Forestal Sostenible de
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Sitios Web de Interés
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http://observatorio.medioambiente.gloobal.net/pdf/folleto‐2.pdf
http://www.ciberconta.unizar.es/LECCION/medio11/INICIO.HTML
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Módulo I
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Economía y Ambiente
Introducción
Las relaciones entre economía y ambiente no han sido suficientemente equilibradas, en especial en
los últimos dos siglos. De hecho, el crecimiento económico se ha conseguido, en gran medida, a costa
del entorno ambiental. Al analizar los principales problemas económicos que una sociedad enfrenta,
sin duda se debería mencionar en los primeros lugares a la mala asignación de los recursos (capital,
trabajo, recursos naturales, etc.). Ésta puede explicarse, en gran medida, por la presencia de
distorsiones ocasionadas por un amplio espectro de formas de competencia imperfecta, tales como
monopolios, oligopolios, monopsonios, problemas de información, externalidades, intervención del
gobierno a través de impuestos, subsidios directos y cruzados, controles de precios, cuotas o listas
para la importación, etc. Todos estos factores afectan el normal funcionamiento de la economía y,
por tanto, los mecanismos de distribución de los factores de producción y de la renta.
Muchos recursos naturales y bienes ambientales carecen de precio, ya que no se han formado
mercados específicos para su intercambio. Una explicación posible para este fenómeno puede ser la
ausencia de derechos de propiedad bien definidos y protegidos. Sólo aquello sobre lo que se tiene un
derecho de exclusión puede ser objeto de compraventa (Barrantes y González, 2000).
Existe todo un conjunto de bienes que, por carecer de mercados para intercambiarse, carecen por
tanto de precios. Este es el caso de los bienes públicos y de los recursos o bienes comunes o, en
términos más generales, de las llamadas externalidades. Es importante, por lo tanto, intentar
establecer indicadores monetarios o de cualquier tipo para esta clase de bienes y servicios, que
permitan dar cuenta de su importancia en la sociedad.
Marco Teórico – Conceptual
1. Economía y ambiente
Enmarcada en el ámbito de las ciencias sociales. la economía ambiental forma parte del
estudio económico, y es esencialmente una parte de la llamada microeconomía. Esta parte de
la teoría estudia las unidades pequeñas de la economía. es decir, los hogares y las empresas,
así como la interacción entre ellos. Un supuesto crucial en microeconomía es que los actores. o
sea los individuos (familias y empresas). se comportan racionalmente en sentido económico.
Procurando obtener e1 mayor bienestar o beneficio en sus decisiones. Ello no necesariamente
significa que los individuos sean egoístas y que sólo se preocupen de su propio bienestar o
beneficio. puesto que las labores altruistas pueden incrementar su propio bienestar. En el
marco de la microeconomía podemos explicar y entender el llamado valor de existencia de los
recursos naturales.
El punto de partida del análisis económico ambiental suele ser la economía de libre
mercado perfectamente competitivo y se suele dirigir hacia el estudio de los problemas
relacionados con el buen funcionamiento de los mercados. La teoría muestra cómo la
economía y los sistemas ecológicos están mutuamente conectados y por qué ambos
constituyen importantes componentes de nuestro bienestar. La disciplina muy cercana es la de
la economía ecológica y el lector quizás se pregunte cuál es 1a diferencia entre economía
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ambiental y economía ecológica. Una diferencia es que la economía ecológica es una disciplina
con menos tradición que la economía ambiental. Hay diversas posturas sobre cuáles son los
componentes clave de la economía ecológica. La Sociedad internacional para la economía
ecológica (ISEE) proporciona la siguiente definición: «La economía ecológica va más allá de las
concepciones convencionales de las disciplinas científicas y pretende integrar y sintetizar muy
distintas perspectivas disciplinares para lograr un mundo ecológica y económicamente
sostenible». De acuerdo con algunos conocidos autores como Robert Constanza, Herman Daly y
Joy Bartholomew, los economistas ecológicos son muy escépticos sobre el progreso tecnológico,
mientras los economistas ambientales son más «optimistas». También consideran a la economía
ambiental como una materia donde los problemas se estudian bien a muy corto plazo, bien a
muy largo plazo. Según estos autores, el horizonte temporal en la economía ambiental, tal y
como lo interpretan los economistas neoclásicos, no pasa de los cincuenta años. Sin embargo,
buena parte de la investigación reciente en economía ambiental trata del problema de la
asignación de recursos en un horizonte temporal muy largo. De lo que se trataría en cualquier
caso es de elegir el horizonte temporal que sea relevante para el problema que se estudia.
1.1 La Racionalidad en Economía
En argot económico, se dice que los actores o agentes económicos (consumidores o productores) se
comportan racionalmente cuando al tomar una decisión lo hacen de acuerdo con los supuestos
habituales de la teoría económica, reflejen o no comportamientos reales concretos. Ello implica que
cada agente conoce mejor que nadie lo que le conviene, y actúa en consecuencia, procurando el
mayor bienestar para sí mismo. Así, dados unos precios de compra¬ venta, los consumidores
adquieren la cantidad de cada bien que mayor satisfacción creen que les va a procurar, mientras que
los productores sacan al mercado la cantidad de cada bien que creen les reportará mayores
beneficios. Es decir, saben discriminar entre dos opciones cuál es la mejor para ellos y actúan en
consecuencia. Un sinónimo habitualmente utilizado en economía para referirse a la satisfacción a
bienestar que los bienes nos procuran es «utilidad». Si por ejemplo nos hace feliz (nos da utilidad)
que otras personas, presentes o futuras, disfruten de un bien ambiental, aunque nosotros no lo
hagamos, este altruismo nos puede llevar a tomar la decisión «racional» de contribuir con nuestro
dinero a la conservación de dicho bien. En toda el curso supondremos que los agentes económicos
nos comportamos racionalmente.
2. Economía ambiental
Si comenta con alguien que usted estudia economía ambiental, la respuesta que obtiene es una
mirada de azoro y la pregunta: "¿qué es eso?" Se trata de una reacción natural, particularmente si
tomamos en cuenta la creencia común que existe en algunos círculos respecto a que la economía es
la causa del "problema ambiental".
La economía ambiental trata precisamente del efecto que tiene la economía en el medio ambiente,
la importancia del entorno ambiental para la economía y la forma apropiada de regular la actividad
económica, de tal manera que se logre un equilibrio entre los objetivos ambientales, económicos y
otros de tipo social. Lo que distingue un producto químico moralmente neutro, como el dióxido
sulfúrico del dióxido sulfúrico como un contaminante, es la economía. Los contaminadores que
emiten dióxido sulfúrico lo hacen porque ése es el resultado de producir algún bien asociado con el
dióxido sulfúrico pero, al mismo tiempo, obtienen una pérdida en utilidad (daños) derivada de la
contaminación que ocasiona dicha sustancia. La esencia del problema ambiental radica en la
economía: el comportamiento del productor y los deseos del consumidor pero, sin la economía, la
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mayor parte de los temas ambientales son simplemente cuestiones de investigación que preocupan
a los químicos o biólogos y carecen de importancia política.
Para la mayoría de los bienes y servicios de una economía moderna, nos apoyamos en los mercados
para equiparar los costos del productor con las demandas del consumidor, a fin de obtener la
cantidad "correcta" de contaminación (y, por tanto, de consumo). El problema con la contaminación
radica en que los mercados fallan en la asignación de la cantidad de contaminación socialmente
deseable, lo cual ilustra la amplitud de los problemas que necesitan respuestas: ¿cuáles son los
incentivos vinculados a la generación de la contaminación? ¿Cuáles son los costos de limpiar la
contaminación? ¿Qué ganancias sociales se obtienen si se controla? ¿Cuál es el equilibrio adecuado
correcto entre los costos del control y los beneficios del mismo? ¿Qué mecanismos de regulación
pueden diseñarse para garantizar este equilibrio entre costos y beneficios? Algunas veces, estos
asuntos son sencillos; otras veces resultan exageradamente complejos.
En la actualidad, los permisos transferibles para el control de la contaminación son ampliamente
apoyados, los métodos de evaluación forman parte integral de la prevención ambiental, la
evaluación ambiental se está utilizando para tomar decisiones respecto al impacto ambiental de
proyectos públicos importantes, y la economía ambiental desempeña una función trascendental en
el debate actual sobre el cambio climático.
2.1. El problema ambiental desde un punto de vista económico
Los problemas ambientales se producen por una multitud de causas, algunas de las cuales son
naturales (una erupción volcánica. por ejemplo) y otras, la mayoría, producto de la intervención de la
especie humana. Esta, sin embargo, lleva ya unos cuantos miles de años conviviendo con las demás
en este planeta, y nunca hasta ahora, aparentemente, habían revestido tal magnitud los problemas
ambientales: nunca habían alcanzado tal gravedad. Trataremos de explicar qué es lo que ha
cambiado a lo largo de la historia para que las cosas se hayan precipitado de esta manera.
Trataremos de mostrar que no sólo es que somos más y es difícil hacernos sitio, sino que, además, la
forma como resolvemos algunos de nuestros principales problemas es la que está trayendo como
consecuencia el grado actual de degradación ambiental. Cualquier explicación teórica con
aspiraciones de generalidad ha de trabajar con modelos. Estos, por su propia naturaleza, se ven
obligados a simplificar la realidad, prescindiendo de muchos de sus componentes, para poder centrar
la atención del analista sobre los que se consideran más relevantes. Se pierde con ello matiz y
realismo, pero a cambio no sólo se hace más manejable el objeto de estudio, sino que las variables
relevantes ocupan el centro de la imagen, relegando los detalles a la periferia. Supondremos, en
efecto, que la degradación ambiental no es producto de la ignorancia (aunque en ocasiones lo sea),
ni de la mala fe o las ganas de perjudicar a alguien, sino que es el producto, generalmente
desconocido y no deseado. de una conducta racional que trata de resolver determinados problemas,
en un marco institucional concreto. El principal problema al que se enfrentan las personas, y la
sociedad, es el de satisfacer sus necesidades más básicas. Utilizan para ello los medios de que
disponen, tanto los que les ofrece la propia naturaleza como los que a lo largo del tiempo han sido
capaces de producir, adquirir y heredar (trabajo, bienes de capital, tecnología, etc.). El acceso a estos
bienes, lo que se puede y no se puede hacer con ellos, está regulado por el marco institucional que
rige las relaciones entre unas personas y otras, y el catálogo de derechos y deberes que se reconocen
entre sí, y para con los demás. Pues bien, el supuesto básico del que se parte es el de que la
degradación ambiental es el resultado de un proceso en el que las personas, y en ocasiones la
sociedad tratan de resolver racionalmente un problema de maximización condicionada, en el que la
información procesada no es la correcta, y no se cuenta con los incentivos necesarios para actuar en
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consecuencia: el problema de maximizar el valor de las necesidades que se satisfacen con el acceso a
una serie de recursos limitados, en el marco de una economía de mercado.
Empezaremos por tanto, con una introducción al análisis del mercado como sistema de resolución
del problema mencionado: el problema de la asignación de recursos. Luego en el segundo epígrafe se
introduce la biosfera como un recurso más en este proceso de satisfacción de necesidades: a
sabiendas de que la biosfera es algo más que un recurso, pero sin perder de vista que también es un
recurso. En este epígrafe se analizan las deficiencias del sistema de mercado como mecanismo de
asignación de valor en el caso de muchos de los servicios que proporciona la biosfera y cómo, en
consecuencia, las personas resuelven sus problemas sin darle ala naturaleza el valor que tiene, y
degradándola.
El cuarto epígrafe introduce un concepto ciertamente controvertido, el nivel de contaminación
óptimo que, simplemente, plantea un hecho aparentemente poco discutible: es difícil, llegados a
este punta, satisfacer las necesidades humanas sin agredir de una u otra forma a la biosfera y a su
capacidad de proporcionar una serie de servicios. Por ello se hace necesario buscar un equilibrio
entre el valor que la sociedad concede al hecho de satisfacer las necesidades de algunos de sus
miembros, y el que le cía u la degradación ambiental que ello lleva consigo, El siguiente epígrafe
aborda el análisis de una propuesta de solución de los problemas ambientales que ha gozado de gran
predicamento en los últimos años: la extensión (le] mercado a los servicios de la biosfera de la mano
de su privatización. A la vista de las limitaciones que ofrece esta solución, basada en el Teorema de
Coase y el llamado paradigma de los derechos (le propiedad, el sexto epígrafe introduce los
conceptos básicos que pueden ayudar al analista a centrar mejor el objetivo social perseguido, en
función del que se justifica un comportamiento más equilibrado y menos agresivo con el medio
natural. El capítulo se cierra, finalmente, con un resumen y una nota para consultas adicionales
2.1.1 Mercado y satisfacción de necesidades
La especie humana, organizada en distintos niveles, tiene que resolver muchos problemas, algunos
de los cuales tienen un contenido marcadamente económico, entre éstos cabría destacar el de
satisfacer una serie de necesidades de sus miembros, desde las más básicas (la propia supervivencia)
hasta las que muchos observadores considerarían superfluas, tanto individuales como colectivas.
Cuenta para ello con una sede de recursos: tierra, mano de obra, maquinaria, infraestructuras,
tecnología, recursos naturales, etc. Cómo organizar estos recursos para obtener de ellos el máximo
bienestar, en función de las necesidades satisfechas, es uno de los principales problemas de los que
se ocupa la economía. En una sociedad como la nuestra, el mercado juega un papel fundamental en
la resolución de este problema: de hecho vivimos en una sociedad regida por el sistema de mercado.
Su funcionamiento es conceptualmente sencillo. El mercado es como una inmensa cámara de
compensación en la que se procesa toda la información que las personas proporcionarnos con
respecto a nuestras preferencias y a nuestras posibilidades, y de la que surgen unas señales sobre el
valor de las cosas: los precios. Estos precios, que informan sobre el valor que el mercado otorga a los
distintos bienes y servicios, son los que contienen la información necesaria para que las personas
organicen su comportamiento tanto en su papel de consumidores como en su papel de productores.
Vale la pena detenerse un instante en este último punto y tratar de interpretar el significado de este
valor que el mercado otorga. En principio, este valor, reflejado en un precio, contiene una triple
información:
‐ Obsérvese el comportamiento de una persona que adquiere voluntariamente un objeto cuyo precio
es conocido: un libro, por ejemplo. La relación que esta persona establece con el libro, y que hace
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que el libro tenga para ella valor, es algo perfectamente subjetivo, que difícilmente nos será dado
conocer. Se ignora incluso para qué adquiere el libro, si para leerlo, regalarlo, rellenar un hueco de la
librería o calzar un mueble. Ahora bien, dado que se parte del supuesto de que la persona es racional
y está actuando voluntariamente, puede deducirse que el valor que le concede a la necesidad que
satisface con la adquisición de ese bien, y que es estrictamente subjetivo, es, como poco, igual al que
le concede a la posesión del dinero que se ha gastado: es decir, a lo que hubiera podido hacer con
esa cantidad de dinero. En otras palabras: el precio, algo objetivo en tanto que observable,
mensurable y comparable, sirve como indicador del valor que las personas otorgan a la posesión de
las cosas: de la importancia que le dan a la necesidad que satisfacen con el acceso a su uso y disfrute.
‐ En el otro extremo, alguien puso el libro al alcance del comprador: el vendedor. Cuando realiza su
venta, se quedará con un margen que considerara compensa los recursos que ha dedicado a ello (su
tiempo, el local, etc.), y con el resto pagará a la editorial que se lo proporcionó. Esta, a su vez,
recuperará lo que invirtió en producirlo (trabajo, papel, instalaciones, derechos de autor), y se
quedará con otro margen de beneficios. Si aceptamos que estos márgenes netos que se han quedado
tanto vendedor como editor remuneran su trabajo, entonces el precio del libro es la suma de todos
los pagos que han recibido los recursos necesarios para ponerlo a disposición del lector potencial. En
otras palabras, el valor de lo que la sociedad ha necesitado para producirlo.
‐ Analicemos, por último, el precio de un factor de producción: por ejemplo, el trabajo. Supongamos
que una persona le ofrece a otra una remuneración determinada, a cambio de que le pinte una
habitación de su casa. Si la respuesta es afirmativa, se pueden deducir varias cosas. En principio, que
esta propuesta es, al menos, tan atractiva como cualquier otra que tuviera la persona contratada
para ese tiempo, y por eso la acepta. Alternativamente, si no tenía ninguna oferta, pero necesita
trabajar, la cantidad de dinero ofrecida le compensa, al menos, por lo que se gasta al hacerlo
(transporte, herramientas, material): supera al llamado salario de reserva. Finalmente, si no
contemplaba la posibilidad de trabajar esa tarde, y lo hace, ello quiere decir que la cantidad recibida
a cambio del trabajo le compensa por el valor de una tarde dedicada al ocio. En cualquier caso, el
dinero ganado proporciona un bienestar (gracias a lo que se puede hacer con él) al menos igual al
valor que la persona le da al coste de oportunidad de dedicar una tarde a pintar esa habitación: no
trabajar en otra cosa, dedicar la tarde al ocio o una combinación de ambas. Lo mismo es cierto de
quien le contrata. Si éste es un empresario, y lo quiere para que colabore en el proceso de
producción (para que le ayude a recoger la cosecha, pongamos por caso), lo hará siempre y cuando
lo que el trabajo de esta persona le aporta (el valor de la producción que añada), durante el tiempo
que está contratada, sea, al menos, igual a lo que le paga. De otra forma, no le saldrían las cuentas. El
valor de lo que la persona aporta al proceso de producción durante el tiempo que está trabajando es
lo que, en economía, se denomina su productividad marginal: no lo que hace (que es su
productividad media), sino lo que contribuye a hacer. En definitiva, el precio del trabajo (el salario)
iguala el valor que la persona que lo desempeña le da a aquello a lo que renuncia por trabajar, con el
que le da a lo que hace, quien le contrata.
Los precios de mercado, por tanto, en esta representación idealizada de su funcionamiento,
encierran una doble información sobre el valor de las cosas: la prioridad que la persona le da a la
necesidad que satisface con su ayuda, y el de los recursos que se necesitan para proporcionársela.
2.1.2 Biosfera y mercado
La biosfera tiene un valor indudable, incluso en el sentido en el que se está empleando el
término en este capítulo: un valor económico. Éste le viene dado por el hecho de que
proporciona una serie de servicios que permiten satisfacer necesidades humanas y. por tanto,
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aumentar el bienestar de las personas. Convencionalmente se han agrupado estos servicios
alrededor de cuatro grandes tipos de funciones que la biosfera cumple:
‐ En primer lugar, la biosfera es para la especie humana el sustento de la vida y de su diversidad.
Es difícil decir algo más contundente en favor de la idea de que la biosfera tiene indudablemente
valor.
‐ En segundo lugar, los recursos de la biosfera forman parte de la función de producción de
innumerables bienes y servicios. No se trata únicamente de que utilicemos los recursos naturales
para la elaboración de bienes y servicios: madera para producir muebles. La calidad del aire, por
ejemplo, determina la productividad con la que los factores de producción convencional, tierra,
trabajo, agua, energía, etc., combinados de acuerdo a una tecnología determinada, son capaces
de proporcionar maíz. Una concentración excesiva de ozono en superficie, un deterioro en la
calidad del aire, puede tirar al traste con los esfuerzos del agricultor.
‐ En tercer lugar‐, la biosfera, gracias a su capacidad de asimilación, funciona como un sumidero
para muchos de los residuos y desperdicios que genera la actividad económica, y que la sociedad
quisiera eliminar. La humanidad en efecto, no sólo extrae recursos de la biosfera en su proceso
de producción, distribución y consumo de bienes y servicios, sino que le devuelve una serie de
residuos con las que ya no cuenta y de los que quiere desprenderse. Si no se supera la capacidad
de absorción de los distintos medios (agua, aire y suelo), la biosfera no sólo absorbe estos
desechos, sino que, en ocasiones, los transforma de nuevo en productos que vuelven a tener un
valor económico.
‐ Finalmente, los recursos de la biosfera entran a formar parte de la función de producción de
utilidad de las economías domésticas, como cualquier otro insumo productivo. Pongamos un
ejemplo. Las personas tienen su propia función de producción de salud: a la vista de sus
restricciones, deciden el nivel de salud que desean tener. Para ello utilizan una serie de recursos
que pueden englobarse en tres grandes grupos. El primero está constituido por aquellos bienes y
servicios que se adquieren en el mercado, pagando un precio por ellos, directa o indirectamente:
medicina preventiva, alimentos más sanos, ejercicio físico en instalaciones adecuadas, etc. El
segundo grupo está compuesto por todos aquellos recursos que no se tienen que adquirir porque
la persona es dueña de ellos, pero que tienen un coste de oportunidad: el tiempo dedicado al
deporte o al sueño, los hábitos alimenticias, el no fumar. Finalmente, la eficacia con la que esta
inversión en salud consigue sus objetivos depende de un tercer grupo de bienes que ni se compran,
ni son propiedad de la persona, pero que influyen, a veces de forma decisiva, sobre su salud: la
calidad del aire que se respira, del agua que se consume o del suelo en el que se vive. Lo mismo
podría decirse de la función de producción de bienestar a partir del disfrute de la naturaleza: la
utilidad que una familia obtiene de una tarde en el campo depende de una serie de bienes que
adquirió pagando un precio por ellos (el automóvil, la gasolina, el equipo de fotografía); del tiempo
que le ha dedicado a la excursión y a prepararlo (leyendo, documentándose, entrenándose); de la
calidad de las carreteras que utilizó para llegar allí; y del estado del sitio en cuestión (limpieza, con‐
servación, diversidad, congestión).
Una perspectiva muy interesante de clasificar los servicios que proporciona la biosfera es la que
introduce el Millennium Ecosysten Assessment (2003) y que aparece reflejada en la Tabla 2.1.
Tabla 2.1. Clasificación de los servicios de los ecosistemas de acuerdo con el Millenium
Ecosysten Assessment
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‐ Recursos genéticos ‐ Polinización
SERVICIOS DE SOPORTE
Servicios necesarios para la producción del resto de servicios del ecosistema
‐ Formación de suelo ‐ Ciclo de nutrientes ‐ Producción primaria
Fuente MEA (2003)
Resulta evidente, por tanto, que la biosfera proporciona una serie de servicios que tienen un
indudable valor para la especie humana, ya que le permiten satisfacer toda una serie de
necesidades, comenzando por las más básicas.
Desgraciadamente, el sistema que la sociedad ha escogido para resolver un problema tan
importante como el de la asignación de recursos, el sistema de mercado, es incapaz de poner un
precio a estas funciones, que refleje su valor económico. De esta forma, quien utiliza las funciones
de la biosfera en su propio provecho no toma en cuenta al tomar sus decisiones la pérdida de
bienestar de quienes se ven privados por ello de estos servicios, ya que no tiene que pagar el
montante de este perjuicio. Carece por tanto de los incentivos necesarios para introducir el valor
de los servicios naturales que utiliza en su función de decisión. No quiere esto decir que la
ausencia de precio sea la única responsable de la degradación ambiental, pero si una de las más
importantes. Esta carencia de precio aparece en tres contextos.
2.1.2.1 Externalidades
Cuando un empresario productor de aceite de oliva contrata a un trabajador para que le ayude en
la recogida de la aceituna, tiene que pagarle un salario que refleja el coste que para el resto de la
sociedad supone que él utilice ese factor de producción: la productividad marginal del trabajador
contratado (lo que hubiera contribuido a producir en otro sitio), o el valor del ocio. De esa forma,
tendrá buen cuidado en no utilizar mayor cantidad de mano de obra de la estrictamente necesaria,
ya que cualquier error al respecto será él quien lo pague. Cuando ese mismo empresario
«contrata» al arroyo que pasa por las proximidades de su trujal para que se lleve los residuos de la
molturación de la aceituna, los alpechines que él no quiere, no paga nada por ello, a pesar del
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perjuicio que causa a todos los demás. Utiliza libremente los servicios de un recurso ambiental,
degradándolo de tal forma que se reduce el disfrute que otras personas hubieran podido obtener
del mismo, sin pagar por ello.
En la terminología del análisis económico, cuando esto ocurre se dice que el empresario que vierte
sus residuos al cauce está generando una externalidad, en este caso negativa, al resto de los
usuarios del río. Las externalidades aparecen cuando el comportamiento de un agente cualquiera
(consumidor o empresa), afecta al bienestar de otro (su función de producción o su función de
producción de utilidad), sin que este último haya elegido esa modificación y sin que exista un
precio, una contraparte monetaria, que lo compense. Como es natural, las externalidades pueden
ser tanto positivas (cuando una persona mantiene bien cuidada su finca, y los paseantes
disfrutan con su contemplación), como negativas (cuando el ruido generado por el paso de una
motocicleta impide oír la radio). A veces las externalidades aparecen no como resultado de
una conducta consciente por parte de quien las genera, sino por simple desconocimiento: qué
duda cabe de que la utilización de los CFC (loro flúor carbonado) genera una externalidad
negativa que repercute en perjuicio de toda la humanidad. Sin embargo, cuando fueron
descubiertos, y durante algún tiempo, se consideró que constituían una forma particularmente
poco dañina de resolver el problema de la refrigeración. Es importante finalmente, no perder
de vista que para que exista una externalidad negativa debe haber alguien que causa el
perjuicio, y alguien que lo recibe. Corregir esta situación requiere tomar en cuenta este hecho
y obrar en consecuencia. La presunción de que el causante de una externalidad negativa ha de
ser penalizado requiere de algunas matizaciones. La afirmación de que las personas tienen
derecho a disfrutar de la naturaleza sin intromisiones, por ejemplo ruidos. a pesar de su
indudable vaguedad, o quizá por ello, despierta un elevado grado de consenso. Suponga, sin
embargo, que está usted solo en una inmensa playa desierta. Extiende su toalla sobre la arena
y se dispone a leer un buen libro acompañado de la música que le proporciona su radiocasete,
y que usted ha seleccionado para la ocasión. A los cinco minutos aparece una segunda persona,
extiende su toalla a dos metros de la suya (a lo que tiene todo el derecho del mundo), y le pide
que apague la música ya que le molesta. Visto así, ¿quién está generando una externalidad
negativa a quién?, ¿usted forzando a su vecino a escuchar una música que no desea'?, ¿o su
vecino a usted obligándola a apagar su aparato? La respuesta no es en absoluto sencilla: el
ejemplo ha escogido un caso extremo sólo para sembrar la duda. La solución al problema
económicamente más eficiente dependerá del coste que a cada una de las partes le suponga
evitar esta interrelación, si es que se puede: a su vecino seleccionar un emplazamiento más
alejado, y a usted apagar la radio, o irse con ella a otra parte. Es de esperar que la sociedad
haya definido de tal forma el derecho al disfrute del medio ambiente que la identificación de
quién es el causante de la externalidad, y quién el perjudicado, sea inmediata. A veces esta
definición de los derechos de propiedad sobre el medio legitima para recibir las
compensaciones correspondientes, a veces no. El dueño de una parcela de tierra puede
impedir que se edifique por encima de ella, aun cuando no se toque el suelo de su propiedad,
pero no puede impedir que un avión la sobrevuele si lo hace a una determinada altura, por
mucho que le moleste (Frank, 2001, página 525).
2.1.2.2 Bienes Públicos
En muchas ciudades del mundo, el transporte colectivo está operado por compañías
autónomas públicas municipales o privadas. Estos autobuses, debido al combustible utilizado,
son una de las fuentes principales de la contaminación atmosférica. El problema podría
resolverse, en parte, si las compañías hicieran la inversión necesaria para modernizar sus flotas
y reconvertirlas, por ejemplo, a la utilización de gas natural. Al hacerlo beneficiarían a todos
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los habitantes, y visitantes, de la ciudad. Supongamos que todos los habitantes de la ciudad
son conscientes del problema, y todos tienen un gran deseo de solucionarlo (su demanda de
aire limpio es muy alta). Dado el indudable beneficio que todos los vecinos recibirían de una
medida de esta naturaleza, la municipalidad podría invitarles a contribuir a un fondo que
financiara esta reconversión. ¿Cuánto pagaría cada uno de ellos para conseguir esta mejora?
La respuesta más probable es que nada. Y ello a pesar de que algunas de estas mismas
personas se están gastando una cantidad de dinero superior a la que les tocaría pagar si se
hiciera un reparto proporcional de las cargas, para conseguir una calidad del aire inferior a la
que la medida propuesta les supondría (saliendo al campo a «oxigenarse», o instalando filtros
de aire en sus casas). Una posible explicación para este comportamiento, aparentemente
irracional, es la derivada del hecho de que la calidad del aire es un bien público.
Los bienes públicos están en las antípodas de los llamados bienes privados (que se adquieren
en el mercado), y están caracterizados por dos propiedades:
‐ La primera es la de que si ese bien se ofrece a una persona cualquiera, se ofrece a todas las
demás. El alcalde que obliga a los transportistas a cambiar su flota para limpiar el aire, puede
estar preocupado exclusivamente por la salud de los miembros de su familia. Puede incluso
que en su municipio viva también un grupo opositor al que le gustaría ver, es un ejemplo,
pudriéndose en el infierno. El hecho es que, cualquiera que sea el motivo que le ha impulsado
a tomar la medida, no puede impedir que todo el mundo, incluidos sus peores enemigos, se
beneficien de ella. Ésta es la llamada propiedad de no exclusión.
‐ En segundo lugar, si una persona consume el bien público en cuestión, no impide por ello que
otra también lo consuma. El hecho de que yo escuche un programa de radio, circule con mi
bicicleta por una «vía verde» (antiguos trazados ferroviarios abandonados que han sido
rehabilitados para su uso por ciclistas o paseantes) o contemple una puesta de sol, no le
impide a usted hacer lo mismo, a no ser que yo congestione el acceso (cosa imposible en la
radio, pero que a lo mejor ocurre con la bicicleta o con la puesta de sol en un escenario
determinado). Ésta es la llamada propiedad de la no rivalidad en el consumo.
Cuando un bien cualquiera tiene estas dos propiedades, se dice; que es un bien público puro.
En estas condiciones, los incentivos que una persona pudiera tener para pagar por garantizarse
el acceso al mismo, son más bien escasos, sabe que si ella paga, todos los demás se van a
beneficiar igualmente, y que si otro lo hace, nadie podrá impedirle su disfrute. Por eso estos
bienes no pueden racionarse, como los privados, a través de los precios, y tienen que
proporcionarse libremente. Que sean públicos no quiere decir, sin embargo, que sean
gratuitos: quiere decir que no puede cobrarse directamente por su consumo, pero como
tienen un coste de producción equivalente al de cualquier bien privado, tendrán que pagarse
indirectamente, a través de los impuestos o de cualquier otra vía. Que sean públicos tampoco
quiere decir que tengan que ser producidos por el sector público, de hecho muchos de ellos son
producidos por el sector privado (programas de radio y de televisión no codificados). Lo que sí es
cierto es que quien los produce genera un valor, pero no se ve directamente recompensado por
ello a través de un ingreso. Reviste gran importancia, en el análisis económico de los problemas
ambientales, no perder de vista el hecho de que, así como existen bienes públicos globales (la
capa de ozono), también existen bienes públicos locales (la calidad del aire en una ciudad).
Los vecinos de una ciudad contaminada por el humo de los autobuses probablemente no
contribuirán a financiar la reconversión de la flota. El hecho de que la calidad del aire sea un bien
público puede explicar este comportamiento. Existe, sin embargo, una segunda posible causa
para esta conducta que, aunque ya no tiene que ver con el caso de los bienes públicos, vale la
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pena mencionar por el tipo de cuestiones que plantea. Esta segunda causa no es otra que el
convencimiento de que el problema tiene que arreglarlo quien lo crea, no quien lo sufre. Esta
afirmación, sin embargo, es más compleja de lo que parece. Permítasenos una breve disquisición
para ilustrar la dificultad apuntada. El transporte colectivo es un servicio público que las
empresas ofrecen de acuerdo a las condiciones que les habrá impuesto la municipalidad. Al
hacerlo, contaminan directamente con las emisiones de sus autobuses, pero también reducen la
contaminación indirectamente, disminuyendo la utilización del vehículo privado, y haciendo más
fluido el tráfico para los restantes. Las compañías de transporte público podrían repercutir el
coste de la inversión necesaria para la reconversión de su flota en el precio de los pasajes, pero
esto supondría cargar sobre los usuarios el coste de una medida que favorece a todos, lo que no
sería justo. Además, ello reduciría la eficacia de la medida, ya que ante el aumento del coste del
pasaje, desviaría parte de la demanda de nuevo hacia el transporte privado.
2.1.2.3 Recursos comunes
El fabricante de muebles que, paseando por el campo, ve en una finca un árbol idóneo para sus
propósitos, puede intentar comprárselo a su dueño. Éste sopesará lo que el árbol le significa (la
sombra que le da, su belleza, los frutos, el hecho de que fuera un ser querido quien lo plantara) y,
si la oferta le compensa por la pérdida de estos valores, accederá a la transacción. En cualquier
caso, quien se hace con este recurso tiene que pagar el valor que éste tiene para su dueño. Por
el contrario, el pescador que lanza sus redes en alta mar, fuera de las aguas jurisdiccionales de
cualquier país, no paga nada por la cantidad de pescado que captura, salvo el coste mismo de
capturarlo, a pesar de que esos peces también tenían un valor para los demás. Lo mismo puede
decirse de quien extrae agua de un acuífero, o petróleo de un yacimiento, cuando éstos no están
controlados. Hardin (1963), en un conocido texto, caracterizó hace ya bastantes años este
problema como el de la tragedia de los recursos comunes («The Tragedy of the Commons»). Los
recursos comunes, es decir, propiedad de un colectivo, pueden estar caracterizados por el
acceso restringido, o por la libertad de acceso. En el primer caso tendríamos, por ejemplo, los
montes del común, o los cotos sociales de caza. El acceso está restringido a los miembros del
«club» propietario del recurso, y éste suele estar gestionado como cualquier bien privado, aun
cuando en ocasiones sea difícil poner de acuerdo a todos sus miembros con respecto a las
modalidades de su disfrute. La evidencia histórica, y la propia experiencia, muestran que son
muy abundantes los casos de colectivos que han cuidado sus recursos comunes sin llevarlos, ni
mucho menos, a la degradación y al agotamiento. Como señalaron Dasgupta y Mäler (1991), la
caracterización de Hardin fue ciertamente desafortunada, y los ejemplos mencionados por él
(pastizales, bosques) hacen referencia en la mayor parte de las ocasiones a recursos mantenidos
durante siglos por sus dueños comunales. El problema aparece con aquellos recursos comunes
caracterizados por el libre acceso: es decir, por el hecho de que cualquiera puede apropiarse de
los mismos o de sus servicios. Los ejemplos mencionados unas líneas más arriba caían dentro de
esta categoría: caladeros en aguas internacionales, acuíferos no regulados, bosques abiertos, etc.
En este caso, hace su aparición la llamada ley de captura, que lleva a su degradación y
desaparición como tal recurso económico. Es ésta una versión muy sencilla de la paradoja del
aislamiento o del dilema del prisionero. Podría ocurrir, en efecto, que todos los pescadores que
faenan en un determinado caladero fueran conscientes de que con el nivel de capturas promedio
existente, el banco no puede mantenerse, y está llamado a desaparecer. Estaría en el interés de
todos restringir la pesca y mantener las capturas en el nivel que, dada la ecuación de
comportamiento dinámico del sistema, garantizara la sostenibilidad del banco y permitiera una
tasa de capturas constante en el tiempo. Sin embargo, el hecho de que cualquiera pueda acceder
al lugar y lanzar sus redes, impide llegar a un acuerdo de este tipo. Lo que un barco cualquiera
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deja de capturar para ayudar a la conservación del banco es difícil que permanezca allí mucho
tiempo: probablemente otro vendrá y se lo llevará. Como es natural, antes de que eso ocurra,
cada barco capturará todo lo que pueda, y el caladero se degradará sin remedio. No es, por
tanto, la propiedad colectiva la que ha condenado a este activo a la desaparición, sino el libre
acceso. Únicamente una autoridad, supranacional en este caso, que tenga la facultad de hacerse
respetar y poner un poco de orden, puede evitar un resultado que a todos perjudica:
introduciendo, por ejemplo, un sistema de cuotas, de licencias o una serie de paradas biológicas.
Repasando lo anterior mencionado:
Los bienes públicos tienen dos características fundamentales:
No exclusión, es decir que, cuando el bien en cuestión se ofrece a una persona, se ofrece a todas. En
otras palabras, no puede excluirse a nadie de su disfrute, aunque no pague por ello. Por lo tanto, los
bienes públicos no pueden ser racionados a través de un sistema de precios.
No rivalidad en el consumo, es decir que cuando alguien consume el bien o lo disfruta, no reduce el
consumo potencial de los demás. En otras palabras, el hecho de consumir el bien no reduce su
disponibilidad (por ejemplo, las emisiones de televisión no codificadas, o las de radio, la información
meteorológica, la protección de los parques nacionales y playas, la señalización de calles y carreteras,
etc.).
Por otra parte los recursos o bienes comunes, están caracterizados por la libertad de acceso. Ello
implica que su uso tampoco tiene ningún coste pero, a diferencia de lo que ocurre con los bienes
públicos, existe la “rivalidad” en el consumo. Es probable que cuando un agricultor utiliza el agua de
una vertiente, esta acción pueda impedir que otro agricultor lo haga.
Una externalidad se presenta cuando la actividad de una persona o empresa afecta el bienestar de
otra, sin que se pueda cobrar un precio/compensación por ello. El ruido, por ejemplo, disminuye el
bienestar de todos los que están en los alrededores, sin que (en ausencia de una reglamentación
gubernamental) puedan exigir al causante una compensación (precio) por la externalidad negativa
recibida. Lo contrario podría ocurrir cuando alguien protege un bosque, una playa o un páramo, y
permite el deleite o satisfacción del resto de las personas, sin que estas últimas paguen por ello. Lo
esencial, en un sistema tradicional de mercado, es que quien genera una externalidad negativa no
tiene que pagar por ello a pesar del perjuicio que causa, así como quien produce una externalidad
positiva no se ve recompensado monetariamente. En términos microeconómicos, esto podría
explicarse debido a que el coste marginal de ofrecérselo a una persona adicional es cero.
Casos similares ocurren, por ejemplo, entre recolectores de frutos silvestres o entre cazadores.
Además, es necesario distinguir entre aquellos recursos comunes globales, cuya gestión y regulación
requerirían de un acuerdo internacional, y los recursos comunes locales, sustancialmente más fáciles
de gestionar y regular.
El problema con los recursos comunes es que, en ausencia de una regulación con respecto a su
utilización, opera la ley de captura, con un alto riesgo de agotamiento o desaparición. El medio
ambiente y en general muchos de sus recursos naturales comparten esta característica. El sistema de
mercado tradicional generalmente no proporciona ninguna indicación con respecto al valor de los
mismos, lo que lleva a que en muchos casos se los considere como gratuitos, o que su uso o consumo
no tenga coste, coadyugando a su sobreexplotación y a una mala asignación de los recursos.
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La toma de conciencia sobre las repercusiones ambientales que trae la actividad humana ha puesto
de manifiesto la necesidad de considerar, en el marco de la toma de decisiones económicas, toda la
problemática derivada de las fuertes relaciones entre economía y ambiente, más aún si se analiza el
hecho de que la actividad económica no podría existir si no existiera un medio ambiente en donde
desenvolverse. De hecho, el interés de la economía por los problemas ecológicos es reciente.
El Convenio de Diversidad Biológica, suscrito en 1992, propone integrar la conservación y el uso
sostenible de la diversidad biológica, tanto en los sectores relevantes de la economía, como en los
programas y políticas sectoriales e intersectoriales. Este convenio propone a la economía como un
eje transversal de gran importancia.
Como sostiene Emerton (1998), la incorporación de los asuntos de la biodiversidad dentro de la
economía implica introducir conceptos de sostenibilidad dentro de la escasez. Las actividades
económicas son una causa importante para la degradación y pérdida de la biodiversidad, ya que
impactan sobre los recursos biológicos, los ecosistemas y su diversidad. Esto es de especial
importancia cuando se analizan los ecosistemas boscosos.
La degradación y la pérdida de la biodiversidad también están vinculadas con la equidad y la
distribución del ingreso. La gente afectada por los costos relacionados con la pérdida de la
biodiversidad no es necesariamente la misma que la causa, ni espacial ni temporalmente. Muchas de
las pérdidas de producción y consumo sufridas por la degradación ambiental se reflejarán a mediano
y largo plazo en una declinación de los indicadores económicos, tales como caídas del nivel de
empleo, decrecimiento de las ganancias por el intercambio externo, pérdida de la seguridad
alimentaria e inflación, entre muchas otras.
El mayor problema de degradación y pérdida de biodiversidad y de otros recursos naturales se
presenta cuando no se ve con claridad la necesidad de mantener un balance en el uso de los recursos.
Pero aun cuando esta necesidad se hace presente, todavía existen limitaciones (técnicas,
metodológicas, de conocimiento, etc.) que impiden alcanzar dicho equilibrio.
3. Economía del Medio Ambiente y Política Ambiental
La preocupación por el medio ambiente no es una moda pasajera, sino una inquietud
profundamente arraigada, causada en gran parte por la coincidencia de los altos ingresos y la alta
densidad de población. Si hubiera pocas personas en el mundo, el medio ambiente del planeta sería
benévolo y capaz de absorber casi todo lo que los humanos le arrojamos, limpiándose de manera
automática. Pero ya quedó atrás la época en que la Tierra contaba con pocos habitantes; el número
de personas que habitan en el planeta y, particularmente, la densidad de población en algunas partes
del mismo magnifican el tamaño de los impactos ambientales y sobrecargan la capacidad de la Tierra
para autor regenerarse. El ingreso también es un factor importante, no sólo porque las personas
ricas tienden a consumir más y, por tanto, a generar más contaminación, sino también porque el
medio ambiente a menudo se considera un bien de lujo. Para los pobres que luchan por llevar
alimentos a su mesa, las cuestiones ambientales con frecuencia ocupan un lugar secundario ante
otras necesidades más apremiantes relacionadas con la sobrevivencia. A medida que las personas
tienen mejores ingresos prestan más atención a la calidad del ambiente en el que habitan que,
finalmente, es el planeta. Por ello, si continúan las tendencias recientes hacia el mejoramiento de la
riqueza de los habitantes de la Tierra, podemos esperar que con el paso del tiempo aumente la preo‐
cupación por el medio ambiente.
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¿Cuáles son los problemas que tradicionalmente enfrentan la mayoría de los países en relación con la
política ambiental? En las naciones desarrolladas, la contaminación y la conservación del medio
ambiente natural (como las áreas naturales) son las preocupaciones principales. Normalmente, los
problemas de la contaminación se vincularon a dos cuestiones prioritarias: ¿cuál es la cantidad
correcta de contaminación y cómo podemos hacer que los contaminadores controlen sus emisiones?
Determinar la cantidad correcta de contaminación no es tarea fácil. La contaminación se genera
como un subproducto de la producción de bienes. Para determinar los costos del control de la
contaminación es necesario entender la estructura de la producción de bienes y la manera en que
variarán los costos, de acuerdo con los diferentes niveles de contaminación. Contrario a lo que
muchas personas creen, ésta no es una pregunta de ingeniería. Aunque resulta sencillo saber cuánto
costaría una pieza de equipo que se coloca en una chimenea para reducir los contaminantes del
humo (un "limpiador"), para un economista esto representa apenas la punta de lanza de los costos.
Al enfrentar la perspectiva de tener que reducir los niveles de contaminación, las empresas tienen
muchas opciones. Entre ellas se incluyen: las soluciones de "fin del tubo", la modificación de los
procesos de producción y de las características del producto, la reubicación de la actividad
productiva a fin de reducir el daño, y la inversión en rubros tales como investigación y desarrollo para
encontrar nuevas formas de controlar la contaminación. Los consumidores, por su parte, también
pueden reducir el consumo de bienes contaminantes. Por ello, la caracterización conceptual de los
costos, así como la medición empírica de los mismos, es una cuestión compleja que no tiene
respuestas sencillas. Éste también es el ámbito de estudio de los economistas ambientales.
Determinar la cantidad correcta de contaminación implica asimismo especificar los daños que
ocasiona. Las palabras daños derivados de la contaminación sugieren simplemente que ésta es una
cuestión de las ciencias naturales, como por ejemplo contabilizar los peces muertos en un lago
contaminado, o precisar el nivel de contaminación a partir del cual las personas comienzan a sufrir
efectos en la salud. Ésta es una simplificación excesiva de las múltiples formas en las que la
contaminación afecta a las personas, y la relativa gravedad de dichos efectos sobre los seres
humanos. La contaminación del aire en una zona urbana puede ocasionar irritación física (ojos
irritados, goteo nasal), visibilidad reducida o degradada, ropas sucias, disminución en la capacidad
pulmonar, preocupación por los efectos adversos, mayor susceptibilidad a trastornos de la salud y,
por supuesto, la enfermedad misma. Algunos de estos efectos son palpables; otros, totalmente
intangibles. En la economía esta variedad de efectos están condensados en una sola medida: la
disposición a pagar por reducir la contaminación, pues si ésta es considerada un mal, las personas
estarán dispuestas a dedicar parte de sus ingresos a eliminarla. Haciendo a un lado el hecho de que la
mayoría de las personas creen que el contaminador debe pagar, una manera de medir la magnitud o
importancia total de reducir la contaminación en el nivel del individuo es a través de la disposición a
intercambiar algo valioso por una mejora en la calidad ambiental personal. Medir esta disposición a
pagar no es fácil y constituye un tema de mucha investigación en el ámbito de la economía ambiental.
Una vez caracterizada la importancia que tiene la reducción de la contaminación en el plano
individual (la disposición a pagar), es posible sumar las preferencias individuales para obtener la
disposición social a pagar por la disminución en la contaminación. De este modo, es sencillo
combinar dicha medición con el costo del control de la contaminación para determinar la cantidad
de reducción socialmente óptima. Pero, ¿cómo lograrlo? El gobierno podría indicar a cada
contaminador cuánto puede emitir; pero esto sería similar a la planeación centralizada de la antigua
Unión Soviética: sabemos que funciona hasta cierto punto, pero representa graves problemas,
particularmente cuando hay muchas empresas y contaminadores involucrados. Resulta difícil, por
tanto, precisar la mejor forma de intervención del gobierno en la economía (la regulación) a fin de
obtener la cantidad correcta de control sobre la contaminación sin excesivos costos administrativos
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o costos de monitoreo y, al mismo tiempo, otorgar los incentivos apropiados para que se hagan
investigaciones que ayuden a reducir costos en el futuro.
Así, la "simple" tarea de solucionar el problema de la contaminación no es tan sencilla en el plano
de la política y puede implicar problemas difíciles de resolver, muchos de los cuales pertenecen al
campo de la economía ambiental. Los ejemplos que hemos utilizado provienen de economías
desarrolladas, pero puede hacerse un análisis muy parecido para los países en desarrollo, pues la
contaminación atmosférica es un gran problema en muchas de sus ciudades. Igualmente, la
contaminación del agua probablemente sea el problema ambiental más grave en muchos países en
vías de desarrollo; el agua contaminada por los desechos humanos anualmente genera millones de
muertes. Los mismos asuntos sobre costos demandan por un ambiente más limpio y por regulación
ambiental se aplican a esta cuestión.
Otro problema fundamental de política es la conservación de áreas naturales, genéricamente
definidas. Esto comprende aspectos como la conservación de paisajes y panorámicas del desarrollo,
o la protección de especies de flora y fauna silvestre de ser extintas. Aquí, el asunto principal radica
en lograr un equilibrio entre las fuerzas del desarrollo, que amenazan a estos recursos ambientales,
y el valor que la sociedad asigna a la conservación. ¿De qué modo pueden cuantificarse ambos lados
de esta ecuación para ayudar a los analistas de política a tomar decisiones específicas (tales como
cuándo permitir la tala forestal en un bosque virgen)?
Podríamos continuar de manera indefinida con ejemplos de este tipo. Lo importante es que la
protección ambiental normalmente implica la intervención de los gobiernos en la economía y, con
frecuencia, resulta difícil decidir sobre el grado y la naturaleza adecuada de dicha intervención.
Como la economía ambiental se aplica a problemas ambientales reales, puede ser de gran valor
para los procesos de toma de decisiones de este tipo.
4. La economía Ambiental y la Economía
La economía es una disciplina muy bien desarrollada que cuenta con un extenso cuerpo teórico, un
paradigma asociado con la forma en que funciona el mundo económico, y varias ramas o campos de
estudios asociados con las piezas que la integran.
Los fundamentos de la economía se ubican en la microeconomía: la teoría del consumidor, la
teoría de la empresa y la teoría de la interacción del mercado; lo cual constituye la base de casi
toda la economía. Vinculada directamente a la microeconomía, está la rama de la estadística que
se aplica a los fenómenos económicos, o econometría. Así como la microeconomía influye sobre
toda la teoría económica, la econometría impregna toda la economía aplicada. Además, de la
teoría microeconómica básica se derivan los diversos campos fundamentales de la economía.
Entre ellos se incluye la macroeconomía (el estudio de lo agregado en oposición a los fenómenos
individuales), las finanzas públicas (el análisis de los bienes que no son suministrados por el
mercado y de los impuestos), la organización industrial (el estudio profundo de la forma como
las empresas interactúan entre sí y con los consumidores y cómo se organizan en industrias) y el
comercio internacional (relacionado con la interacción de economías distintas e independientes).
Cada uno de estos campos está relacionado con facetas importantes de la actividad económica, y
cada uno, también, contribuye de manera especial al estudio general de la economía.
Existen varias áreas aplicadas de la economía que emanan tanto de las áreas básicas como de la
microeconomía, y entre ellas se incluye a la economía laboral, la economía de la salud, la
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economía monetaria, la economía experimental, la economía del desarrollo, la de las finanzas
internacionales, el derecho y la economía, y la economía ambiental. Cada uno de estos campos
aplicados se apoya en la microeconomía y en las áreas básicas de la economía y, en su mayoría,
cada uno de estos campos ha contribuido, en cierto modo, a que se entienda la economía fuera
de su estrecho campo de intereses. Por ejemplo, la economía laboral ha sido el origen de
muchas innovaciones en la econometría que se aplican en toda la economía. La contribución
principal de la economía ambiental ha sido en el área de valuaciones no monetarias, por ejemplo,
los métodos para medir curvas de demanda de bienes que no tienen mercados. Otros
componentes importantes de la economía ambiental incluyen la adaptación de instrumentos
desarrollados en otras partes de la economía para utilizarlos en cuestiones relacionadas con el
medio ambiente.
Las categorías antes citadas de ningún modo son inequívocas. De hecho, podría esperarse que
muchos economistas pertenecientes a uno u otro de los campos mencionados discutan por qué
su campo ha sido clasificado y ubicado de tal manera en relación con los demás, y hasta cierto
punto estarían en lo correcto: hay muchas formas de resumir los diferentes campos de la
economía. Gran parte de la economía ambiental implica la adaptación de conceptos
desarrollados en otras ramas de la economía (particularmente, la de finanzas públicas y la de
organización industrial) y su aplicación en los problemas ambientales. Algunos aspectos de la
economía ambiental son únicos en su campo (como la evaluación antes citada) y tienen un uso
potencial en la economía, aparte del propio campo de la economía ambiental.
5. Cuestiones Importantes en Economía Ambiental
Es indudable que ésta es una época emocionante en el campo de la economía ambiental, y aunque
hay relativamente pocos economistas que puedan considerarse como economistas ambientales, en
la actualidad existen muchos problemas básicos que deben ser atendidos. Aquí sugerimos unos
cuantos.
Una de las contribuciones más importantes de la economía ambiental a la economía en general ha
sido en el área de la medición de bienes que no provee el mercado. La medición de esta demanda ha
sido un tema central en muchos debates públicos sobre la calidad ambiental; sin embargo, algunos
métodos para medir dicha demanda han sido motivo de gran controversia. Los métodos de
preferencias declaradas implican preguntar directamente a las personas de qué manera valoran el
medio ambiente. Dichos métodos han sido fuertemente atacados por algunos debido a que, en el
mejor de los casos son parciales y, en el peor, vacuos. Otros argumentan que son válidos y que
tienen enorme relevancia. Un área muy activa de investigación actual es la teoría que pone énfasis
tanto en los métodos teóricos para medir la demanda de bienes ambientales, como los métodos
empíricos para hacerlo.
Hay otra serie de cuestiones en torno a la regulación de los bienes ambientales donde el problema
fundamental reside en si los incentivos económicos necesitan perfeccionarse antes de que podamos
apoyarnos en ellos para resolver muchos problemas reales del medio ambiente. Estas dificultades
tienen que ver con los incentivos, las diferentes cantidades de información que poseen tanto los
contaminadores como el gobierno, y el papel que desempeña el cambio tecnológico en la deter‐
minación de los futuros niveles de control de la contaminación. Este trabajo se realiza en diferentes
niveles, incluidos el diseño institucional, la determinación de las propiedades empíricas de los
distintos mecanismos regulatorios y las cuestiones teóricas del diseño de la regulación.
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También hay varios asuntos de regulación ambiental internacional que no se resuelven por completo.
Un asunto importante es comprender de qué manera interactúan las regulaciones ambientales con
las restricciones al comercio (o la falta de ellas). ¿Son compatibles las regulaciones ambientales
diferenciales con el libre comercio? ¿Las regulaciones ambientales pueden ser utilizadas como
barreras al comercio? ¿El libre comercio tiende a explotar el medio ambiente de los países en vías de
desarrollo debido a que éstos cuentan con instituciones menos desarrolladas para la protección
ambiental?.
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