Sunteți pe pagina 1din 11

BIBLIA - HISTORIA DE LAS PERSONAS DESPLAZADAS

31-10-2006

Helen Mendonça, fmm

El Dios de la Biblia es un Dios que se compromete en la vida de la historia de su pueblo. El libro del
Génesis en el capítulo 3 testimonia el desplazamiento de Adán y Eva y el Apocalipsis termina con el
exilio de Juan en la isla de Patmos. En medio de estos dos acontecimientos, el pueblo de Dios
desarraigado va en busca de seguridad, de un asilo y de un refugio, y el Dios vivo le enseña cómo
hay que acoger al extranjero.

La Biblia comienza “el Espíritu aleteaba sobre las aguas”, ordenado por Dios que, después de crear a los
pájaros, los peces y los animales (todos los que emigraron), se vuelve hacia la creación en busca de un
guardián para el mundo. No encontrándolo, dijo Dios, “Hagamos al hombre a imagen nuestra, hombre y
mujer los creó” Gn 1,26, 27). Y creó Dios a Adán y Eva a imagen suya , los bendijo y les dijo dominad la
tierra, multiplicaos y llenad la tierra”. Para hacerlo, ellos tenían que comenzar la historia de la emigración
humana. Esta breve historia a través de toda la Biblia sigue hasta hoy por el movimiento del pueblo de
Dios peregrino y emigrante, que continúa cambiando de lugar para multiplicarse y mantener la tierra.

Todos somos parte del gran plan de Dios. La mayoría de las personas han vivido la historia de la
inmigración donde pueden descubrir sus raíces e incluso a los antepasados que viajaron de una región a
otra. De hecho, si consideramos a Adán y Eva como nuestros primeros antepasados, todas somos
emigrantes en un país desconocido, y lejos de nuestra patria.

(Toma un momento y reflexiona en tu emigración personal. ¿Vives donde has nacido?


¿Has cambiado de lugar, y si es así, por qué razón? ¿Cuántas veces has cambiado de
lugar? Muchas de nosotras nos movemos porque lo hemos escogido, otras por necesidad,
y otras por fuerza. La historia de la humanidad es una historia de emigración)

Dios, Creador dio la existencia a Adán y Eva. Hay dos relatos de la creación en la Biblia. El primero es
todo el capítulo del Gn 1-2, 3, en el que Dios creó el mundo y todas las cosas en seis días. “Y vio Dios
que lo que había hecho era bueno y el séptimo día descansó” . En Gn 2, 4-25, Dios crea primero a Adán
y luego a Eva, y les da instrucciones para vivir en el jardín. Adán y Eva no las cumplen y a causa de su
desobediencia, son expulsados (Gn 3,22-24), pero antes, Dios hizo túnicas de piel y los vistió. Allí
comienza el cuidado de Dios por los extranjeros que se desplazan por el mundo y continúa a través
de la Biblia.

Acoger al extranjero es el tema central de la hospitalidad bíblica. Es una hospitalidad que no excluye
a nadie y siempre encuentra lugar para el extranjero. Así, muestra que nadie es excluido. El primer
ejemplo de hospitalidad que no excluye se ve cuando Caín, hijo de Adán y Eva mata a su hermano Abel
(Gn 4, 8-16). Como castigo Dios le hace andar vagabundo y errante por la tierra. Pero antes de
expulsarlo, le puso a Caín una señal de protección para que nadie que lo encontrara lo matase. El
emigrante criminal fue protegido para que nadie atacara al vagabundo.

(Hoy, muy pocos inmigrantes - criminales o no - son protegidos. Si están indocumentados, son
arrestados y deportados. Los que buscan asilo perseguidos por su país, en general son detenidos
como inmigrantes y tienen que defenderse detrás de los barrotes, o buscar una ayuda legal para ello)
Cuando los hombres se multiplicaron, la población de la tierra siguió aumentando hasta que la maldad y
violencia del hombre cundió la tierra. En el plan de Dios estaba enviar el diluvio para exterminar a la
humanidad, excepto a un pequeño resto. Noé fue escogido para continuar la raza humana. Con la ayuda
de su mujer, de sus hijos y de sus mujeres, construyó un arca e hizo entrar en él una pareja de cada
especie de todas las que habitaban la tierra.
(Gn 6, 5-8; 22). Noé se vio obligado a huir de su país a causa del diluvio, que probablemente fue una las
mayores catástrofes naturales de la historia bíblica.

Noé y su familia se convirtieron en emigrantes sin saber su destino. Finalmente el arca encalló a varias
millas de la Isla de Ellis , y los habitantes fueron bendecidos por Dios que les dijo: “Sed fecundos,
multiplicaos y llenad la tierra” (Gen 9, 1). Seguidamente la Escritura nos dice que a partir de los tres
hijos de Noé, Sem, Cam y Jafet se llenó toda la tierra. (Gen 9,19).

(Es importante hacer notar, que en el mundo de hoy, las víctimas de una catástrofe natural no son
consideradas con derecho a reinstalarse como refugiados. La mayoría pasan el resto de sus vidas
encallados en un país desconocido o desplazados en su propia patria).

Génesis 10 anota el número de hijos de Noé y de sus descendientes después de la emigración: “Y a partir
de ellos se dispersaron los pueblos por la tierra después del diluvio”. Entonces tenían libertad de
movimiento.

(Según una teoría, si las personas tuvieran la libertad de emigrar por todo el mundo, la
población mundial se equilibraría y cada uno podría ser capaz de satisfacer sus necesidades
psíquicas según el plan de Dios. Una gran parte del mundo padece hambre; por lo tanto el mundo
podría alimentarnos a todos si los productos que se producen en el mundo fueran compartidos
más equitativamente. La hospitalidad que no excluye a nadie por su parte quisiera compartir lo
que tenemos con los que no tienen.)

Todos tenían un mismo lenguaje e idénticas palabras durante la emigración de Noé. (Gn 11). “Entonces
se dijeron el uno al otro: Vamos a edificarnos una torre hasta el cielo”; esto no agradó a Dios y “los
desperdigó por toda la faz de la tierra... Por eso se la llamó torre de Babel”. La historia de la emigración
continúa con una multiplicidad de lenguas que se van desarrollando con el desplazamiento de las
personas, y han creado las culturas.

En la tierra continúan las generaciones, y la historia bíblica se detiene en Terah (padre de Abram) ;
Abram, su mujer Sara y su sobrino Lot, que se establecen en Harán. Allí Dios habla a Abram y le dice:
“Vete de tu tierra, y de tu patria, y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré” (Gn 12,1).
Abram, Sara y Lot se convirtieron en emigrantes, en sus idas y venidas al país de Canaán, “de allí pasó a
la montaña, al oriente de Betel”. Luego fue desplazándose por acampada hacia el Négueb. “Hubo
hambre en el país, y Abram bajó a Egipto a pasar allí una temporada como extranjero (Gn 12,10)
“Salieron de Egipto y finalmente se separaron uno del otro: Lot se estableció en Sodoma en la planicie
del Jordán, y Abram vino a establecerse en el encinar de Mambré que está en Hebrón. (cf. Gn 13).

(El Dios de Abram le pide que emigre, exactamente como la voz de Dios que sigue hoy dirigiendo
a las personas en caminos de emigración e inmigración. En todo grupo basado en la fe, siempre
se pueden encontrar a muchas personas que se han embarcado en un viaje, apoyadas por la fe
han sido conducidas a países extranjeros, porque escucharon la voz de Dios para emigrar hacia
una nueva ocupación o a un ministerio específico.)

2
En Gn 14, vemos la primera de las innumerables batallas bíblicas. Durante la guerra, apresaron a Lot
obligándole a dejar su territorio. Abrám terminó por liberarle y pudo regresar. Es importante recordar que
donde hay guerra hay refugiados y personas desplazadas. Una guerra no empieza nunca sin que el pueblo
llegue a ella a causa de la violencia.

(Notad también, que en los tiempos bíblicos, como en siglos pasados, la mayoría de las víctimas
eran guerreros. En los siglos XX y XXI, la mayor parte de las víctimas son civiles, y en esa
mayoría, mujeres y niños. Ochenta por ciento de refugiados en el mundo son mujeres y niños. Se
estima que el 90% de víctimas asesinadas en los conflictos actuales del año 2005 son mujeres y
niños. A menudo se habla de ello como algo secundario.)

En Gn 15, Dios habla a Abram de su rol en la historia de la emigración, de esta manera: “Has de saber
que tus descendientes serán forasteros en tierra extraña. Los esclavizarán y oprimirán durante
cuatrocientos años” (Gn 15,13). Y Dios continúa diciendo a Abram que sus descendientes volverán a ese
país a la cuarta generación.

La historia continúa con el deseo de Abram y de Sara de tener un hijo. Ante la insistencia de Sara, Hagar,
su esclava egipcia, la extranjera, da a Abram un hijo, Ismael. Finalmente fueron exiliados al desierto y
Dios prometió hacer de Ismael un gran pueblo – la misma promesa hecha más tarde a Isaac (Gn 21).

(Los descendientes de Ismael se hicieron musulmanes y poblaron gran parte del Medio Oriente,
de África y Asia, extendiéndose por el mundo. Es importante recordar la situación geográfica de
la historia bíblica y ver las etnias de los patriarcas que fundaron la fe cristiana. Eran personas
del Medio Oriente y actualmente su descendientes son utilizados como blanco para encarcelarlos
a causa de su etnia).

Después del nacimiento de Ismael y antes del de Isaac, se nos revela el mandato bíblico de cuidar al
extranjero, puesto que nunca se sabe si el extranjero es Dios. En Gn 18, 1-8, Dios se aparece a Abraham
bajo el aspecto de tres extranjeros, cerca de la encina de Mambré. Abraham ofrece hospitalidad a los tres
hombres y dirigiéndose a ellos les dice: “Señor mío, si he hallado gracia a tus ojos, te ruego no pases de
largo...y aderezó para ellos todo lo mejor”. Es la primera descripción bíblica de la hospitalidad ideal –
dar lo mejor a los extranjeros – que en ese caso muestra ser Dios.

El concepto bíblico de hospitalidad se basa en el hecho de ofrecer hospitalidad al desconocido, al


residente, al extranjero, al emigrante. Se puede verificar esto en Deuteronomio 6, que dice lo que hay que
hacer cuando el Señor introduce a una persona en un a nueva región. Este pasaje como otros del
Deuteronomio insisten en la importancia de ser uno con los extranjeros de la región.

(El concepto bíblico de hospitalidad, es la hospitalidad hacia el extranjero. Recibir a amigos o


parientes es una forma diferente de hospitalidad contemporánea. Como discípulas de Cristo es
importante que nos preguntemos cuántos extranjeros han gozado de nuestra hospitalidad. ¿Cómo
acogemos al extranjero?)

La importancia de este concepto se ve en la historia de Sodoma y Gomorra. Lot acoge a los ángeles, pero
los habitantes no fueron acogidos. Su falta de hospitalidad hacia el extranjero fue la causa de su
destrucción. “Tal fue el delito de Sodoma y sus hijas; no socorrieron al pobre y al indigente” (Ez 16,49).
Esta historia no solamente está indicada en el Nuevo Testamento en Mateo 25, sino que muestra también
la importancia de escuchar a Dios y de partir, cuando te dicen – sin mirar hacia atrás. La mujer de Lot se
volvió y se convirtió en estatua de sal.
3
La historia del refugiado es la del que no puede mirar hacia atrás, porque detrás de él no hay mas que
muerte y destrucción. Los refugiados buscan refugio, seguridad y asilo. En medio de nosotras viven
seguros, son acreditados y bendecidos cuando son acogidos con los brazos abiertos. La acogida a los
refugiados, a los emigrantes, y a los que buscan asilo, es un ejemplo de hospitalidad que no excluye a
nadie.

(Construir una barrera protectora a lo largo de las fronteras de un país para impedir la entrada
a los extranjeros que tienen necesidad , no ha parado ni parará la Inmigración. En lugar de esto,
el muro no deja entrar a Cristo ni a las bendiciones que recibimos cuando acogemos a los
extranjeros.)

La historia de la emigración bíblica sigue con el hambre, obligando a Isaac a establecerse en el país
extranjero de Gerar (Génesis 26,2). Luego, relata el viaje de Jacob a otro país para escoger mujer. Y se
vio obligado a huir a causa de la violencia de su hermano. Dios le conduce a Betel. Sabemos finalmente
que Jacob permaneció “en el país donde su padre había residido: en Canaán” (Génesis 37,1).

La exclavitud y tráfico humano se ven cuando José fue vendido como esclavo por sus hermanos, y
llevado a Egipto.

( La esclavitud sigue existiendo hoy recubierta por el tráfico. Hombres, mujeres y niños son
víctimas de él llevados a países de todo el mundo, condenados a trabajos forzados, al servicio
doméstico y a la esclavitud sexual.)

José ha triunfado de las circunstancias que le habían reducido a la esclavitud. El esclavo cautivo llega al
poder integrándose en el gobierno egipcio. Tenía la posibilidad de vengarse por haber sido vendido como
esclavo. En lugar de usar represalias, José sigue el mandato de Dios de cuidar a los extranjeros,
ofreciéndoles hospitalidad inclusiva, acogiéndoles aunque sean extranjeros (de hecho fingía al tratarles
como extranjeros); les dio grano y les envió. Por fin, el grupo estuvo completo cuando el padre de José,
sus hermanos y sus familias, con sus rebaños y todo lo que poseían, dejaron Canaán y emigraron a Gosén,
donde había víveres, y fueron acogidos por José. (cf. Gn 47)

(Ni la carestía ni el hambre permiten pedir asilo, tener un estatus de refugiado, o la inmigración.
Las leyes de Inmigración de los Estados Unidos no permiten entrar en el país sólo por el hecho de que la
gente se muere de hambre y tiene que alimentar a sus familias. Este sistema económico necesita
trabajadores emigrantes que vienen para sostener a sus familias, pero que les obligan a vivir sin
documento de identidad, y a trabajar en condiciones inferiores a las normales.)

El libro del Éxodo, es la historia del Éxodo, del desplazamiento del pueblo de Dios para salir de la
esclavitud y de la injusticia hacia la libertad de una vida nueva. Esta puede ser la historia mayor y más
célebre del mundo de la emigración. El éxodo comenzó con la opresión que los jefes de la cordada daban
a los hebreos. Su persecución aumentó cuando el rey de Egipto ordenó matar a todos los hijos recién
nacidos. No obstante, uno de ellos fue protegido y escondido durante tres meses, colocado en un cesto y
depositado entre los juncos a la orilla del río. En el lenguaje de hoy, se le consideraría un “niño extranjero
no acompañado”. El niño fue recogido por la hija del faraón, que escogió ignorar las órdenes de su padre
de matar a los niños varones. Le llamó Moisés, y lo crió en el palacio del Faraón.

(Los niños no acompañados, detenidos en una frontera de los Estados Unidos, si no son
reexpedidos a su país de origen, son colocados en centros de detención juvenil. Si tienen mucha

4
suerte, son adoptados por alguna familia hasta que lleguen a una decisión sobre su estado de
inmigración.)

Cuando Moisés fue mayor, comprobó la opresión de los hebreos por parte de los egipcios. Ante esta
injusticia, mató a un egipcio, y se convirtió en un extranjero criminal; tuvo que huir a un país desconocido
para salvar su vida. Fue acogido y encontró asilo en Madian.

En Madián, Moisés se casó con Séfora y fue llamado por Dios a volver a Egipto. Dios le dijo: “ el clamor
de los hijos de Israel ha llegado hasta mi y he visto además la opresión con que los egipcios los oprimen.
Ahora, pues, ve; yo te envío... para que saques a mi pueblo, los hijos de Israel, de Egipto”. Ante la
sorpresa de Moisés por la tarea que tenía que cumplir, Dios respondió: “Yo estaré contigo” (Éxodo 3,1 –
3,12). La frase clave es: “Yo estaré contigo”. En el Éxodo, Dios camina con los Hebreos para
acompañarles.

( ¡Dios muestra que camina con su pueblo! A lo largo del libro del Éxodo, Dios camina con el
pueblo y sigue caminando hoy para acompañar a los emigrantes.)

De regreso a Egipto, Moisés ayudó al éxodo de los hebreos; y cuando finalmente estos fueron autorizados
a partir, se fueron como la mayoría de los refugiados, sin tiempo para hacer sus equipajes, pero con Dios
que les conducía. Como todos los refugiados, los Hebreos tuvieron que partir precipitadamente y para
siempre, hacia una tierra prometida pero desconocida.

(Preguntaos, ¿ qué equipaje podríais preparar si tuvierais menos de un cuarto de hora antes de
tener que dejar la casa para siempre? Es una decisión que los refugiados modernos
frecuentemente se sienten forzados a tomar.)

En Éxodo 13,17 leemos : “Cuando Faraón dejó salir al pueblo, Dios no los llevó por el camino de la
tierra de los filisteos...Hizo Dios dar un rodeo al pueblo por el camino del desierto hacia el mar de las
Cañas... Yahvé iba al frente de ellos, de día en columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche
en columna de fuego para alumbrarlos, de modo que pudiesen marchar de día y de noche. La columna...
no se apartó del pueblo”. Dios acompañaba al pueblo. Dios estaba allí, y será el acompañante de los
emigrantes que van por el mundo, procurando protegerles y encontrar un cobijo seguro para ellos. Es
importante recordar que esta actitud hacia los emigrantes incluye el cuidado de los refugiados. Dios
abasteció de maná y agua al pueblo para que pudiera sobrevivir.

Los hebreos finalmente llegaron a la tierra de Canaán y se prepararon a entrar en la Tierra Prometida:
entraron y tomaron posesión de la tierra de los cananeos, los cuales quedaron como refugiados y
desplazados en su tierra. La alegría de los hebreos provenía de la destrucción y desplazamiento de los
cananeos: no puede haber vencedores sin víctimas.

(Un ejemplo moderno de hoy es el de los indígenas de América del Norte, americanos autóctonos
que han sido diezmados por la enfermedad y la violencia, y puestos en la reserva. Se les ha
quitado su tierra de origen y otros la reivindican como su tierra prometida.)

Al mismo tiempo que detalla la entrada en la Tierra Prometida, la Biblia contiene también instrucciones
para el pueblo sobre la manera de actuar en el país; una de las primeras se encuentra en Deuteronomio
10, 17-19 : “Porque el Señor vuestro Dios es el Dios de dioses y el Señor de los señores, el Dios grande,
poderoso y terrible, que no hace acepción de personas y no admite soborno; que hace justicia al

5
huérfano y a la viuda, y ama al forastero a quien da pan y vestido. Ama, pues, al forastero, porque
forasteros fuisteis vosotros en el país de Egipto.”

(¿Cuántas iglesias tienen ministerios para los extranjeros y emigrantes residentes? El mandato de
Dios insiste a menudo en la Biblia hebraica sobre el cuidado de la viuda, del huérfano, y del
extranjero. Y aunque no es muy corriente encontrar en las iglesias ministerios para las viudas y
los huérfanos, es todavía más extraño encontrarlos para los extranjeros en el país.
Preguntémonos : ¿Cuáles son los tres grupos de personas a las cuales Dios nos pide que
atendamos según la Biblia hebraica?”)

El Deuteronomio comprende numerosas enseñanzas sobre la manera debe cómo debe cuidar el pueblo de
Dios al extranjero. En Deuteronomio 14,29, leemos : “Vendrá entonces a comer el levita – ya que él no
tiene parte ni herencia contigo – el forastero, el huérfano y la viuda que están en tus ciudades, y se
saciarán. Y Yahvéh tu Dios te bendecirá en todas las obras de tus manos.”

(Las bendiciones de Dios dependen directamente de nuestra acogida al extranjero. Dios nos
bendice por su gracia y espera que nosotros respondamos a sus bendiciones bendiciendo a los
demás.)

He aquí otros pasajes del Deuteronomio :


• 23,8 : “No considerarás como abominable al idumeo, porque es tu hermano ; tampoco al
egipcio, porque fuiste forastero en su país.”
• 24,17 : “No torcerás el derecho del forastero ni del huérfano, ni tomarás en prenda el vestido
de la viuda.”
• 24,19 : “Cuando siegues la mies en tu campo, si dejas en él olvidada una gavilla, no volverás a
buscarla, será para el forastero, el huérfano y la viuda, a fin de que Yahvéh tu Dios te bendiga
en todas tus empresas.”

Todo el capítulo 26 del Deuteronomio es importante, porque muestra la relación de cada uno con sus
antepasados y la responsabilidad que el pueblo de Dios tiene de cuidar al extranjero. Tenemos un ejemplo
en Deuteronomio 26,5b : “Mi padre era un arameo errante que bajó a Egipto y fue a refugiarse allí
siendo pocos aún...” Esto nos recuerda que somos en la tierra descendientes de nómadas.

(¿Cómo te dirías a ti misma : “Mi padre era un...... errante. ¿Qué nacionalidad o que grupo
étnico pondrías en el punteado? ¿Hasta dónde puedes descubrir tus raíces?)

En efecto, cuidar al extranjero es tan importante que el Deuteronomio 27,19 declara : “Maldito aquél
que tuerce el derecho del forastero, el huérfano o la viuda. Y todo el pueblo dirá: Amén.”.

(Una traducción dice : “Maldita sea la nación...” Puede que sea una advertencia profética para
que los gobiernos la consideren con atención.)

Los Salmos hablan igualmente de los refugiados y extranjeros. Un salmo que se recita con frecuencia es
el Salmo 91, comienza así : “Tu que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del
Omnipotente, di al Señor: “Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en ti.”. El te librará de la red del
cazador, de la peste funesta, de la epidemia que devasta a mediodía. Te cubrirá con sus plumas, bajo sus
alas te refugiarás...”

6
De la misma manera que dan esperanza a los desarraigados desde los tiempos bíblicos, los Salmos
manifiestan también la experiencia de los refugiados. En el Salmo 137 podemos verlo mejor: “Junto a
los canales de Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión; en los sauces de las orillas
colgábamos nuestras cítaras. Allí los que nos deportaron nos invitaban a cantar; nuestros opresores, a
divertirlos; “Cantadnos un cantar de Sión.” ¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera!”

(Esta pregunta se puede aplicar a todos los desarraigados de este siglo. ¿Cómo pueden cantar en
una tierra extranjera, sobre todo si no les acogen y tratan de expulsarles, tratándoles como
ciudadanos de segunda clase?)

La historia de los desarraigados continúa a lo largo de la historia de la Biblia hebraica, porque los hebreos
reivindican la Tierra prometida y terminan enviándoles al exilio haciéndoles volver después. Este
esquema se encuentra en el libro de los Reyes, las Crónicas, Ester, Jeremías, Isaías, Ezequiel y Amós.

Los profetas Ezequiel e Isaías también fueron exiliados. Y en el exilio Isaías profetizó la venida de Cristo.

(En Amós 5, 24 el profeta pide” ¡Que fluya el juicio como agua, la justicia como un torrente
inagotable”. En la economía de Dios todos son hermanos y hermanas, tienen la misma igualdad y
son acogidos. El extranjero es amado y acogido.)

La historia de la emigración continúa en el libro de Rut, el centro es una familia. Comienza con Elimelek,
su mujer Noemí y sus dos hijos Mahlon y Kilyon, estos se casaron con mujeres moabitas. Como hubo
hambre en el país, tuvieron que dejar Judá y se fueron a residir a los campos de Moab. Todos los hombres
murieron y quedaron las mujeres solas. Noemí era una extranjera en tierra extranjera. Sabiendo que el
hambre había cesado en Judá, decidió regresar, pero no volvió sola. Ruth, su nuera moabita le dijo: Rut
1,16 : “No insistas en que te abandone y me separe de ti, porque donde tú vayas, yo iré, donde habites,
habitaré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios”. Lo que sigue es la historia de Booz que
actualiza de cerca la exigencia de Dios hacia la hospitalidad del extranjero. Permitió a Rut espigar, la
protegió y finalmente se casó con ella, haciendo entrar en el redil a la residente sin papeles que se
convirtió en miembro de la familia.

(Ella era una emigrante sin papeles y Booz se casó con ella, dándole residencia en el país.
Felizmente para ellos, no había que firmar peticiones familiares, ni necesidad de regularizar
documentos de emigración que hacen la vida difícil. Tampoco tenía que dejar el país durante un
periodo de tres a diez años para poder volver a vivir como su esposa. Se podría decir que era
matrimonio de conveniencia.)

La historia de Job sin embargo, recuerda la historia de un hombre íntegro y recto, rico, ‘un personaje
entre todos los hijos de Oriente’ (Job 1, 3b) que de pronto se siente aniquilado, pierde su salud y todo lo
que posee. Queda excluido y desposeído, sus amigos continúan desposeyéndole con sus razonamientos
teológicos. A pesar de ello Job pudo decir: “El forastero no pernoctará nunca a la intemperie, porque mi
puerta estará siempre abierta al caminante.” Job 31,32

(¿Cuántas de nosotras podríamos decir lo mismo? Sin embargo, tenemos la posibilidad de hacerlo.
El miedo que hoy se tiene al extranjero y el hecho de que se tome como tiro al blanco a los
trabajadores sin papeles, los inmigrantes y los que de distintos grupos étnicos piden asilo, ofrecen
a las iglesias una oportunidad de renovar y de actualizar el concepto bíblico de hospitalidad que no
excluye a nadie.)

7
La Biblia hebraica termina por una admonición de Dios a través del profeta Malaquías, en M 3,5: repite
las palabras del Señor Todopoderoso: “Yo me acercaré a vosotros para el juicio, y seré un testigo
expeditivo contra los hechiceros y contra los adúlteros, contra los que juran con mentira, contra los que
oprimen al jornalero, a la viuda y al huérfano, contra los que hacen agravio al forastero sin ningún
temor de mí, dice Yahvéh Sebaot.”

(Es una declaración muy fuerte contra la explotación de los trabajadores sin papeles y de los
jornaleros, y contra las personas y gobernantes que maltratan a los extranjeros en nuestro país.
Es un anuncio apropiado del Nuevo Testamento y del ministerio de Jesús.)

La historia del pueblo de Israel es una historia de exclusión, de huída, de desplazamiento, de desposesión,
de privación de derechos; fueron expuestos al racismo, a la persecución religiosa, al exilio, al miedo, al
terror, a las lamentaciones, y aspiraban a un lugar que les perteneciera donde poder vivir en paz y
tranquilidad. Hoy, esta lucha de los israelitas y Palestinos por encontrar una paz mutua de gran
envergadura y habitable, continúa. Persecución, exilio, deportación, soledad, abandono, aislamiento y
poca esperanza, son experimentados por el pueblo de Israel. No es sorprendente que celebren el gran
momento de la salida de Egipto, cuando iban errantes por el mundo como refugiados desplazados para
alcanzar su tierra prometida hace mucho tiempo a Abrahám.

El Nuevo Testamento comienza con el rebajamiento de Dios que desciende del cielo y toma la condición
humana para hacerse por nosotros el Cristo Refugiado. La realidad es que todos los cristianos deben su
salvación a un refugiado.

Jesús nació en Belén, porque sus padres tuvieron que viajar para ir a empadronarse. La Tradición dice que
el Niño Jesús nació en un establo y lo acostó en un pesebre; en un refugio como muchos niños de
emigrantes de hoy, que nacen en el camino mientras sus padres buscan trabajo y un lugar que puedan
llamar hogar, para vivir. La noticia del nacimiento de Jesús fue anunciada primero a los pastores, el grupo
más bajo en la escala social de aquel tiempo. Eran también un grupo de emigrantes, que se desplazaban y
vivían con sus rebaños en un trabajo temporal. “Cuando nació Jesús, unos “Magos” que venían de
Oriente se presentaron en Jerusalén; probablemente eran hechiceros astrólogos de Persia, Babilonia o
de Arabia, iban en busca del niño diciendo: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?”. Según
San Lucas, Jesús, María y José quedaron en Belén hasta la presentación de Jesús en el Templo, luego
regresaron a Nazaret. Según San Mateo, permanecieron en Jerusalén hasta la visita de los Magos: Se
piensa que Jesús tenía entonces aproximadamente dos años. “Después que los Magos se marcharon, el
ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma contigo al niño y a su madre y
huye a Egipto; y estate allí hasta que te avise. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.” El se
levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y allí estuvo hasta la muerte de
Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo.”
(Mt 2, 1-2; 13-15)

Jesús, María y José piden asilo en Egipto. Sin papeles, atraviesan la frontera en busca de seguridad y
asilo. Y aunque son extranjeros les reciben. Alguien les acoge y protege.

(A causa de su etnia, para poder ocultarse en Egipto, la Sagrada Familia debía parecerse mucho
a las gentes de ese país, lo cual nos hace ver que eran muy diferentes a las imágenes modernas
que tenemos de ellos.)

Muerto Herodes, la familia se retiró a la región de Galilea, y fue a vivir en una ciudad llamada Nazaret.
Mt 2,22. Este no fue el último desplazamiento de Jesús. Mateo 4,12 explica que finalmente ‘dejando
8
Nazaret, vino a residir en Cafarnaúm junto al mar. De allí comenzó a llamar a sus discípulos para que le
siguieran..
Más tarde, en Lc 9,58, Jesús dijo: “Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del
hombre no tiene donde reclinar la cabeza.”

(Es la historia de los emigrantes. Como Jesús que tenía un hogar en Cafarnaum, pero en muchas
ocasiones durante sus viajes no tenía un lugar donde reclinar su cabeza. Los emigrantes de hoy,
también ellos tienen una casa en su país, pero no tienen un lugar donde reclinar la cabeza en el
país donde han emigrado.)

Jesús pasó toda su vida desplazándose. Llamó a sus discípulos y les pidió que dejaran lo que estaban
haciendo y le siguieran.

(Eran personas de Medio Oriente. No tenían un hogar determinado. Se desplazaban de un lugar


a otro y a menudo se encontraban con comunidades traumatizadas. Iban a las montañas y
atravesaban los lagos. Les tomaron por sospechosos que querían soliviantar a las masas contra el
gobierno. No se sabe como satisfacían sus necesidades y, algunas veces se reunían en salas
alquiladas. Una gran muchedumbre les seguían y las comunidades religiosas y políticas creían
que suscitaban el levantamiento de las masas de los más pobres de entre los pobres.)

Jesús trabajó activamente para apoyar a los más necesitados. Reconoció fácilmente la situación crítica de
los jornaleros y se hizo eco de su deseo de ganar su vida. Está muy claro en Mt 20, 1-16, ‘El Reino de los
Cielos es semejante a un propietario, que salió a contratar obreros para su viña. Habiéndose ajustado
con ellos en un denario al día, los envió a su viña. Trabajaron durante el día y a todos les pagó el mismo
salario, y como los primeros protestaban, añadió: “los últimos serán primeros y los primeros últimos”.
Jesús comprende la situación difícil de los trabajadores y se hace eco del mandato de la Biblia hebraica de
tratar con justicia a los trabajadores.

La importancia del justo salario se ve en Malaquias 3,5 cuando Dios dice: “Yo seré un testigo expeditivo
contra...los que oprimen al jornalero, a la viuda y al huérfano, contra los que hacen agravio al forastero
sin ningún temor de mí, dice Yahvéh Sebaot.”. Y en Levítico 19, 13,: “No oprimirás a tu prójimo, ni lo
despojarás. No retendrás el salario del jornalero hasta el día siguiente.”

(Jesús conocía perfectamente las Escrituras. No es difícil imaginarle, de pié en la calle de una
ciudad, entre los obreros que buscan trabajo y acogida. Los cristianos que contratan jornaleros y
trabajadores sin papeles deben acordarse del mandato bíblico de cuidar al extranjero porque
Cristo puede estar bajo su apariencia.)

El razonamiento más convincente que Cristo da para cuidar al extranjero se puede encontrar en Mateo 25,
35-41.
Allí, él da en herencia el Reino a los que se han cuidado de él y dice: “ ... porque tuve hambre, y me
distéis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero y me acogisteis; estaba desnudo, y me
vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme...En verdad os digo que cuanto
hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.”

(Todo lo que sigue es una respuesta al mandato de ofrecer hospitalidad al extranjero. Comida a
los refugiados – de aquí o de lejos; agua a los emigrantes que atraviesan el desierto; una iglesia
abierta al extranjero que no sabe a dónde ir; vestidos a los emigrantes recién llegados al norte o
a los refugiados que han sido alojados en tu ciudad; cuidados médicos a los trabajadores
9
emigrantes e inmigrantes, a los refugiados, a los que piden asilo; visitar las cárceles donde están
detenidos los que piden asilo y los inmigrantes. Responder a estas necesidades puede llevarnos a
crear en nuestras comunidades y en nuestra región un nuevo ministerio para los extranjeros, lo
que sería un medio de practicar la hospitalidad. inclusiva.)

En Mateo 25, 40, Jesús dice abiertamente que todos, comprendidos los que podrían considerarse los
“últimos de todos”, son miembros de la familia. Así como nosotras nos consideramos miembros de su
familia, es evidente que estemos allí todas juntas para cuidar los unos de otros. A la pregunta: “¿Quién es
mi prójimo?” Jesús responde con la parábola del Buen Samaritano, Lc 10,33. “Este samaritano que iba
de camino, vio a un hombre, que sin duda no le hablaría porque no era samaritano, golpeado y que tenía
necesidad de ayuda. Al verle tuvo compasión; y acercándose, cuidó de él”. Al samaritano se le
consideraba extranjero, “no de los nuestros”, ni ciudadano del país; las gentes del lugar no deseaban su
presencia, y sin embargo, él, el extranjero es el que ayuda al hombre caído en manos de los ladrones. Se
muestra compasivo y responde con amor al que podría considerar su enemigo. Y por esto en la historia se
le conoce por “Buen Samaritano”.

La vida de Jesús es una vida de servicio a los demás, sin tener en cuenta su nacionalidad. Se puede ver
este servicio a los extranjeros en Lc 17, 11-19, en la curación de los leprosos. Diez fueron curados, pero
uno solo volvió glorificando a Dios. En los versículos 17-18, el extranjero es el único que vuelve “y
Jesús dice: “¿No quedaron limpios los diez?” ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este
extranjero?” Jesús ha ofrecido a todos su amor que cura. Y nosotras estamos llamadas a hacer lo mismo.
Jesús no fue sólo un refugiado y un emigrante. Fue también un ‘sin papeles’ desde su infancia hasta el
final de su vida. Sabemos que fue crucificado “ fuera de las puertas” de la ciudad porque no era
ciudadano de allí (Hebreos 13,12). Como cristianas sabemos que murió por los pecados del mundo, pero
en aquel tiempo las implicaciones teológicas de su muerte no se tenían en consideración cuando le
condenaron. Jesús fue crucificado porque defendía a los oprimidos y marginados de su tiempo, y los
poderes religiosos y políticos temían que suscitase levantamientos entre los pobres. Los Romanos creían
que Jesús quería derribar a los poderosos. Él estaba junto al extranjero, al residente, al emigrante, al
jornalero, al más pequeño, al último, al perdido. No gozaba derechos de ciudadanía (era como un
emigrante del mundo, indocumentado). Y porque no tenía este derecho, tuvo que ser crucificado a las
puertas de la ciudad. Sufrió para que otros no tuvieran que padecer lo mismo.

(La próxima vez que oigáis hablar de la muerte de uno ‘sin papeles’, deteneos un momento a
pensar en Cristo sin papeles y recordad que nosotras no sabemos nunca si la persona que
tenemos delante es un Cristo disfrazado...)

Reforzando la hospitalidad bíblica, el Nuevo Testamento estimula a reconocer oficialmente a cada


persona. Hebreos 13, 1-3 insiste : “Permaneced en el amor fraterno. No os olvidéis de la hospitalidad,
gracias a ella hospedaron algunos, sin saberlo, a ángeles. Acordaos de los presos, como si estuvierais
con ellos encarcelados, y de los maltratados, pensando que también vosotros tenéis un cuerpo.” La
palabra griega para la hospitalidad es “philoxenos”, que significa amor por el extranjero; era considerada
como la característica fundamental de los primeros discípulos de Cristo. El mandato ya existía, y quedará
claro : incluir en su vida la hospitalidad que no excluye a nadie, reconocer que Cristo viene a nosotros
bajo forma de extranjero; estar con los presos, los perseguidos, los sin papeles, los refugiados, los
emigrantes, los inmigrantes , los extranjeros. A lo largo del Nuevo Testamento, vemos a personas que se
desplazan libremente, sin fronteras, y vemos una vida nueva, porque su vida ha cambiado al estar en
contacto con Cristo o con sus discípulos. Pablo refuerza esta enseñanza en Romanos 12, 13 :
“...compartiendo las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad.”

10
El último mensaje de Jesús a sus discípulos fue sobre la emigración-inmigración. Es una declaración que
no sólo llama a la migración, sino que insiste en ella. Mateo 28, 18-19 es la gran delegación, donde Jesús
dice: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las
gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar
todo lo que yo os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.”

Pero la historia no se termina allí. Continúa, porque los discípulos de Cristo se han hecho mensajeros de
los emigrantes, llevando su enseñanza al mundo entero conocido hasta entonces. Reconocían que las
divisiones entre los hombres habían sido destruidas. Gálatas 3, 28 : “...ya no hay judío ni griego; ni
esclavo ni libre; ni hombre ni mujer; ya que todos vosotros sois de Cristo.” Han tomado consigo este
mensaje y convicción y se han desplazado como inmigrantes, como refugiados y como emigrantes. Han
sido prisioneros y siguen siéndolo todavía, les han perseguido y están siendo exiliados.

(La persecución religiosa permite aún hoy pedir asilo.)

Los primeros discípulos creían que estaban en esta vida como extranjeros en marcha hacia el Reino
celestial. En la 1 Pedro 2, 11-13 , les recuerda que son extranjeros y forasteros en este mundo. Son el
origen de una larga fila de peregrinos y forman parte del ciclo migratorio permanente de la Biblia, como
respuesta al mandato de Dios, las enseñanzas de Cristo y la dirección de Espíritu Santo. El Nuevo
Testamento termina con el Apocalipsis, escrito por San Juan en el exilio en la isla de Patmos. La historia
bíblica que había comenzado con la emigración termina con la emigración y el exilio, y aún continúa
porque Dios acompaña a cada emigrante en su camino de esperanza. Y prosigue lejos, hacia el futuro de
la nueva Jerusalén, la ciudad de Dios, que llega, viniendo de los cielos a la tierra. Cuando llegue esto, el
círculo de la emigración habrá terminado y el mundo será nuevo.

Mirando la Biblia desde el punto de vista de Dios y de la persona desplazada, es evidente que Dios
está del lado del pobre y del oprimido, y que acompaña a su pueblo emigrante en su camino de
esperanza. En seguimiento de Cristo que fue El mismo desplazado, somos estimuladas a tomar esta ruta
menos frecuente a fin de realizar nuestra vocación de constructoras del Reino de Dios.

Trabajando para las personas desplazadas, afirmamos:

 el carácter sagrado de toda vida humana, sin distinción de edad, competencias, etnias, género,
clase, nacionalidad, raza y religión; y el de la creación.

 Los valores bíblicos de amor, justicia y paz por los marginados y las personas desplazadas,
contribuyen a la visión de Dios por un mundo justo, unido y abierto por una comunidad
alternativa de comunión donde todos serán hermanos y hermanas.

 El desafío bíblico de construir una comunidad inclusiva trabajando con personas desplazadas.

 La llamada bíblica a la hospitalidad a favor del extranjero compartiendo el pan con él, etc.

Presentación de Hna. Helen Mendonça, fmm para el programa de formación de las hermanas
comprometidas en el ministerio de personas desplazadas.

P.D. Gran parte de la documentación de esta conferencia ha sido tomada de “Church World Service
Immigration and Refugee Program Washington Representative”, Rev. Joan M.Maruskin.

11

S-ar putea să vă placă și