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UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN ANTONIO

ABAD DEL CUSCO

CUENTOS ANDINOS DE LA PROVINCIA DE CANAS Y SUS COMUNIDADES.

 PROFESOR (a) : Mg. Isabel, VÁSQUEZ MAITA


 ESTUDIANTE : Max, BOLAÑOS PALOMINO

2019
“La escritura es la pintura de la voz” ANTONYTO.
UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN ANTONIO
ABAD DEL CUSCO

EL LOBO Y LA OVEJA

Había una vez un lobo hambriento. Llegó a un mercado de un pueblo y comenzó a robar fruta, salchichas,
se metió un queso en el bolsillo y también unas verduras.

Al verlo el guardia tocó el pito y gritó: ¡alto, alto!

Pero el lobo corrió muy deprisa tirando todo lo que llevaba encima. Los mozos del pueblo lo siguieron
tirándole piedras.

El pobre animal gemía ¡ay, ay!

El lobo se hizo a la idea de comer hierba. Pero vio una oveja en el riachuelo.

Con voz lastimera, le dijo, -estoy sediento y no puedo agacharme para beber. Por favor, dame un poco de
agua para cal mar mi ser.

La oveja, aunque joven, no era tonta.

-señor lobo, usted quiere el agua para limpiar sus dientes y poder comerme mejor lo dejo que tome su
agua. dijo la oveja, y rápidamente se alejó de allí.

“La escritura es la pintura de la voz” ANTONYTO.


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EL ZORRO Y EL CONDOR

Había una vez un zorro y un cóndor, estos se hicieron compadres, el zorro se llamaba Antonio y el cóndor
se llamaba Mallku, de tal modo que eran amigos y compadres. Entonces el zorro le había dicho:

- Compadre hagamos una apuesta - ¿Qué apuesta podemos hacer? - Le contesto el cóndor.

Allá en la punta del cerro, en la punta nevada, haber si tú y yo vamos a aguantar...

- Si tú mueres yo te voy a comer, si yo muero luego tú me vas a comer,

- ¡ah! ¿Sí? Dijo el zorro.

- ¡ah, ah, ah! Está bien, le dijo el cóndor

Luego una noche salieron los dos, allá en la punta nevada mientras aguantaban...

- Compadre le dijo:

- Antonio respondió ¡chulululu!

Después de mucho rato... ¡¡Mallkuuu!! dijo el zorro, el cóndor le respondió - ¡Kuuuuuuuu!

Más adelante le volvió a decir:

- Antoniooooo, y respondió ¡ chulululu!

Cada vez más respondía débilmente

Entonces ¡Mallkuuuu! le grito Antonio, y el cóndor todavía se encontraba en buenas condiciones y


respondía con energía

Antonio le grito al cóndor nuevamente y el zorro contesto... ¡chulululu!

Ya escuchaba muy poco, ya estaba amaneciendo, cada vez hacía más frío, estaba congelado y estaba
haciéndose de día.

Finalmente Antonio había muerto. Así el cóndor había ganado la apuesta, tenía que comer a su compadre.

Sobrevoló los cerros y luego encontró a su compadre todo congelado y muerto. Le rompió el estómago, se
lo comió bien comido. Sobrevoló nuevamente y después se fue a dormir, una vez comido a su compadre
zorro. Fin...

“La escritura es la pintura de la voz” ANTONYTO.


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EL ZORRO Y EL CONDOR

Cierto día el zorro estaba caminando, cuando en eso se encontró con el cóndor y le dijo:

¡Hola sobrino! ¿Cómo estás?

Muy bien tío- contestó el cóndor.

Entonces se pusieron a conversar un largo rato y el zorro le decía al cóndor:

Tú, cuál gozarás volando por el aire, recorriendo las montañas y comiendo de lo mejor, porque tienes tus
alas fuertes que te ayudan a trasladarte rápidamente de un sitio a otro. Mientras que yo, no puedo;
además cuando hace verano y cae hielo mis patas se rajan y a veces me siento a gritar de dolor. El cóndor le
contestó:

Oiga tío, si Ud. quiere le hago sus alas, volaremos juntos y gozaremos de todo lo que desea.

Muy contento, el zorro le dijo:

Ya sobrino, hazme mis alas.

Entonces, consiga dos lapas o mates grandes, un cordel y una guatopa.

El zorro consiguio el material y el condor empezó a coser los mates en cada costilla.

– ayayauuuuuuuuuuu, ayayauuuuuuuuuuuu – gritaba el zorro.

Aguante tío, aguante tío.

El condor termino de coser y le dijo al zorro:

Listo tío, ahora maneje las alas. Pero como ya tenemos hambre y para irnos más rápido, súbase a mi
espalda.

– Ya sobrino, llévame hasta medio aire, ahí será más fácil manejar mis alas.

Se fueron, cuando ya estaban bien alto, le dijo el zorro:

Basta, aquí no más sobrino, déjame, ahora si podre volar. ¡Qué lindo! El cóndor lo soltó y le decía:

Maneje las alas tío, maneje las alas. El pesado zorro, lo que hacia era manejar las patas desesperadamente,
que las grandes alas no le servian de nada, sino de más peso para caerse con más rapidez. Cuando ya
estaba bastante cerca del suelo, el zorro empezó a gritar:

¡Tiendan colchones!, ¡tiendan colchones!

El pobre zorro, al caer al suelo se reventó. Allí terminó la ambición del pobre zorro, mientras el cóndor
venia volando detrás, muerto de hambre de todo el día y dijo:

¡Ahora me desayunaré este rico zorro.

“La escritura es la pintura de la voz” ANTONYTO.


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EL LOBO Y EL PASTOR

Érase una vez un pequeño pastor que se pasaba la mayor parte de su tiempo paseando y cuidando de
sus ovejas en el campo de un pueblito. Todas las mañanas, muy tempranito, él hacía siempre lo mismo.
Salía a la pradera con su rebaño, y así pasaba su tiempo.

Muchas veces, mientras veía pastar a sus ovejas, él pensaba en las cosas que podía hacer para divertirse.

Como muchas veces se aburría, un día, mientras descansaba debajo de un árbol, tuvo una idea. Decidió que
pasaría un buen rato divirtiéndose a costa de la gente del pueblo que vivía por allí cerca. Se acercó y
empezó a gritar:

- ¡Socorro, el lobo! ¡Que viene el lobo!

La gente del pueblo cogió lo que tenía a mano, y se fue a auxiliar al pobre pastorcito que pedía auxilio, pero
cuando llegaron allí, descubrieron que todo había sido una broma pesada del pastor, que se deshacía en
risas por el suelo.

Los aldeanos se enfadaron y decidieron volver a sus casas. Cuando se habían ido, al pastor le hizo tanta
gracia la broma que se puso a repetirla. Y cuando vio a la gente suficientemente lejos, volvió a gritar:

- ¡Socorro, el lobo! ¡Que viene el lobo!

La gente, volviendo a oír, empezó a correr a toda prisa, pensando que esta vez sí que se había presentado
el lobo feroz, y que realmente el pastor necesitaba de su ayuda.

Pero al llegar donde estaba el pastor, se lo encontraron por los suelos, riendo de ver como los aldeanos
habían vuelto a auxiliarlo.

Esta vez los aldeanos se enfadaron aún más, y se marcharon terriblemente enfadados con la mala actitud
del pastor, y se fueron enojados con aquella situación.

A la mañana siguiente, mientras el pastor pastaba con sus ovejas por el mismo lugar, aún se reía cuando
recordaba lo que había ocurrido el día anterior, y no se sentía arrepentido de ninguna forma.

Pero no se dio cuenta de que, esa misma mañana se le acercaba un lobo. Cuando se dio media vuelta y lo
vio, el miedo le invadió el cuerpo.

Al ver que el animal se le acercaba más y más, empezó a gritar desesperadamente:

- ¡Socorro, el lobo! ¡Que viene el lobo! ¡Que va a devorar todas mis ovejas! ¡Auxilio!

Pero sus gritos han sido en vano. Ya era bastante tarde para convencer a los aldeanos de que lo que decía
era verdad.

Los aldeanos, habiendo aprendido de las mentiras del pastor, esta vez hicieron oídos sordos. ¿Y lo qué
ocurrió? Pues que el pastor vio como el lobo se abalanzaba sobre sus ovejas, mientras él intentaba pedir
auxilio, una y otra vez: - ¡Socorro, el lobo! ¡El lobo!

Pero los aldeanos siguieron sin hacerle caso, mientras el pastor vio como el lobo se comía unas cuantas
ovejas y se llevaba otras tantas para la cena, sin poder hacer nada, absolutamente.

Y fue así que el pastor reconoció que había sido muy injusto con la gente del pueblo, y aunque ya era
tarde, se arrepintió profundamente, y nunca más volvió burlarse ni a mentir a la gente.

“La escritura es la pintura de la voz” ANTONYTO.


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EL CONDOR Y EL ZORRO

Ciento dia -¡Compadre, nos vamos de fiesta! -dijo el cóndor.


-Nos vamos -repuso el zorro.

El cóndor alista bien su poncho negro, arregló su bufanda blanca y, echándose al zorro sobre el lomo,
emprendió el vuelo.

En el cielo se casaba un tuquito y todas las aves le hacían fiesta. Los kullkus tocaban flautas; las gaviotas, las
tinyas y los gallinazos barrían el piso... En fin, era un festejo de tono mayor.

Cuando llegó el zorro se quedó pasmado. Arriba todo era igual que en la tierra. Había árboles de todas
clases, abismos, robles, ríos. Nada faltaba.

A las bodas habían llegado todas las aves de la tierra. Allí estaba el lorito de la selva con su caperuza verde,
el pichibilín colorado, las parihuanas, el guarda caballo. De ver tanto pajarito suelto, agüita se le hacía el
hocico al zorro.

Como el zorro era el único animal de cuatro patas, llamó mucho la atención. Una gavilana le trajo chicha y
el muy comelon se hizo dueño de la fiesta. Bailó en una pata y toco tambor.

Al terminar la boda, todos volvieron a sus casas. En un perdido rincón, roncaba borracho el zorro. Su fiel
amigo, el cóndor, lo sacudió fuertemente. El dormilón se despertó airado; dando grandes voces insultó al
cóndor y volvió a rodar por el suelo, soplando como un bendito. El cóndor bajó solo.

Con el frío del alba, despertó el zorro. "Ay, me han abandonado!", lloraba. Juntó hojas de maguey, tejió una
soga muy larga, la amarró a un quishuar y comenzó a descender.

La soga bailaba en el aire que daba miedo. A dos manos y dos patas, el zorro bajaba. Parecía que no tenía
cuando llegar. En eso, pasó por allí un gavilán. "Buenos días, atoj", saludó. "No vayas a picar la soga,
maligno", gruño el zorro.

Bastó la indicación para que el gavilán sintiera grandes deseos de picar la cuerda. Subió alto, allí donde el
zorro no alcanzaba a ver, y picó a su gusto.

El zorro bajaba a dos manos y a dos patas. Cantaba: "¡Ay qué rápido bajo!". Cuando, de pronto, divisó la
tierra, que a prisa se le acercaba. Recién se dio cuenta de su desgracia. Gritaba con todas sus fuerzas:
"¡Buena gente! ¡Tiendan toldos y pajas, que caigo!"

-¡Zorro!, esta vez has tenido suerte -dijo la gente-. ¡Huye y escóndete!

“La escritura es la pintura de la voz” ANTONYTO.


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EL ZORRO Y SU COMPADRE CONEJO

Había una vez un conejo que estaba guareciéndose debajo de una roca mientras llovía.

El zorro que por ahí pasaba lo vio y pensó ahora lo voy a comer, y se dirigió a él y le dijo: - compadre conejo
esta vez si te cómo, el conejo le increpo diciéndole pero compadre zorro como usted me va a comer si yo
acá estoy cargando esta piedra que si cae destruirá vidas así como de nosotros, el zorro le dice, y que igual
te voy a comer ,el conejo le contesta, que no sabe compadre, si yo llegara a soltar esta roca el mundo se
destruiría y todos moriríamos.

El ingenuo zorro le creyó entonces el conejo le dijo, compadre quiero que me ayude, mire compadre
quédese cargando la roca yo iré en busca de algo que pueda sostener como una cuña debajo de ella y
regresare compadre. el zorro convencido de que el mundo corría peligro acepto cargar la gran roca, el
conejo se fue prometiéndole que regresaría pronto, paso una semana y el conejo no regresaba, el zorro
comprendió que su compadre una vez más lo había engañado.

Entonces soltó la roca pero esta ni siquiera se movió de su lugar ni menos el mundo sufrió daño alguno. Así
de esta manera el conejo unas ves más gracias a su astucia lograba engañar al ingenuo zorro.

“La escritura es la pintura de la voz” ANTONYTO.


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LA HUALLATA Y LA ZORRA

Érase una vez en las alturas de estas tierras; se encontraba la huallata paseando con sus hijitos; y de
repente apareció la zorra:

— Buenos días amiga huallata, tus hijitos están hermosos—, saludó la zorra,
— Gracias amiga — Contestó la huallata.
— Y ¿Por qué tus hijitos tienen esas patitas rojitas tan bonitas y los míos no? —Preguntó la zorra— Ah! es
porque yo metí a mis hijitos en un horno caliente y así salieron con las patitas rojas —contestó la huallata.
— Y ¿Yo podría hacer lo mismo con los míos? —Replicó la zorra— Claro, los metes al horno y cada vez que
oigas un ¡bum! gritas: "pintapatita", "pintapatita" —agregó la huallata.

Y así hizo la zorra, armó un horno colocó leña y cuando estuvo al rojo vivo metió a sus hijitos cerrando la
puerta; pasados unos minutos comenzó la explosión; y la zorra con cada ¡bum! gritaba: ¡pintapatita!,
¡pintapatita!; grande fue su sorpresa cuando al abrir el horno sólo encontró a sus pequeños carbonizados.

Furiosa la zorra, corrió a buscar a la huallata; pero la huallata con sus hijitos ya se encontraba en la laguna.

La zorra preguntó:
— ¿Cómo es posible que me hayas engañado?
La huallata respondió:
— Tú tienes la culpa por ingenua.

En venganza la zorra dijo: Ya verás me tomaré toda el agua de la laguna y te atraparé a ti y a tus hijitos; En
el acto la zorra empezó a beber y beber el agua; pero a la vez que el agua iba bajando, la barriga de la zorra
iba hinchándose más y más, hasta que reventó.

Y así la huallata y sus hijitos quedaron a salvo de la zorra.

“La escritura es la pintura de la voz” ANTONYTO.


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EL ZORRO Y EL CUY

Esto sucedió hace mucho tiempo.

Las plantas amanecían rotas y a medio comer. Entonces, el dueño de la chacra construyó una trampa, la
puso en el lugar adecuado y esperó atento, sin cerrar los ojos en ningún momento. A la media noche
escuchó unos gritos; alguien había caído en la trampa.

Era un cuy grande y gordo. El dueño lo amarró a una estaca y regresó a su casa.

-Mañana temprano hiervan agua para pelar un cuy.


Almorzaremos cuyecito - les dijo a sus tres hijas, antes de irse a acostar.
El cuy, amarrado a la estaca, forcejeaba y mordía inútilmente la soga.
Y, así lo encontró un zorro que pasaba por allí.

- Compadre - le dijo el zorro - ¿Qué has hecho para que te tengan así?
-Ay, compadre, si supieras mi suerte -le dijo el cuy -.
Yo enamoraba a la hija más gorda del dueño de esta chacra y ahora él quiere que me case con ella. Pero esa
joven ya no me gusta.
También quiere que aprenda a comer carne de gallina que a mí me da asco. Así le mintió el cuy. Después,
haciéndose el sonso, exclamó el muy ladino: - Creo que a ti sí te gusta la carne de gallina. - A veces, le dijo el
Zorro, también haciéndose el sonso.

-¿Por qué entonces no me desatas y te pones en mi lugar? Así te casarás con una joven gorda y comerás
carne de gallina todos los días. -Te haré ese favor, compadre - le dijo el zorro.

Al día siguiente, muy temprano, cuando el dueño de la chacra vino a llevarse al cuy, encontró al zorro.

- ¡Desgraciado! ¡Anoche eras cuy y ahora eres zorro! Igual te voy a zurrar - dijo el dueño dándole latigazos.

- ¡Sí me voy a casar con tu hija! ¡Te lo prometo! También te prometo que comeré carne de gallina todos los
días- gritaba el zorro.

Al oír este atrevimiento, el dueño lo azotaba con más fuerza, hasta que en una tregua de la tunda, el zorro
le explicó toda la mentira del cuy.

El dueño se puso a reír y después lo soltó, un tanto arrepentido de haber descargado su ira en otra
persona. Desde ese día, el zorro comenzó a buscar al cuy. Quería cobrarse la revancha de todos los
latigazos que recibió del chacarero.

Un día se topó con él y pensó que había llegado la hora de la venganza. El cuy, viendo que ya no podía huir
se puso a empujar una enorme roca y el zorro se le acercó para cumplir su cometido; pero, el cuy
reaccionó:

- Compadre zorro - le dijo - a tiempo has venido. Tienes que ayudarme a sostener esta roca.
La santa tierra se va a voltear y esta roca puede aplastarnos a todos. Al comienzo el zorro dudaba, pero la
cara de asustado que ponía el cuy terminó por convencerlo.

“La escritura es la pintura de la voz” ANTONYTO.


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Y empezó a ayudarlo, es decir, a sostener la gigantesca roca. Después de un rato, el cuy le dijo: - Compadre,

Mientras tú empujas yo voy a buscar una piedra grande o un palo para acuñar esta roca.

Paso un día, dos días, y el cuy no volvía con la cuña. El zorro ya no podía más. "Soltaré la roca aunque me
mate", pensó. Dio un salto hacia atrás, pero la roca ni se movió.

- Otra vez me ha engañado- dijo-. Pero, ésta será la última porque lo voy a matar. Día y noche le siguió el
rastro hasta que lo encontró junto a un corral abandonado. El cuy lo vio de reojo, calculó que ya no podía
escapar. Entonces se puso a escarbar el suelo.

- Rápido, rápido -decía como hablando para sí mismo -. Ya viene el juicio final, va a caer lluvia de fuego.

- Bueno, compadre mentiroso, hasta aquí has llegado - le dijo el zorro-. Te voy a comer.
- Está bien, compadre - le dijo el cuy- pero ahora hay que hacer algo más importante.
Ayúdame a hacer un hueco porque va a llover fuego. El zorro se puso a ayudar. Cuando el hueco ya estuvo
hondo, el cuy saltó dentro de él.
- Échame tierra, compadre zorro - le rogaba el cuy-. Tápame por favor, no quiero que me queme la lluvia de
fuego.
El zorro, asustado, le contestó: - Viendo bien las cosas, tú eres menos pecador que yo. A ti no te castigará
demasiado la lluvia de fuego. Mejor entiérrame tú.
- Tienes razón compadre. Cambiemos, pues, de lugar - le dijo el cuy, saliendo del hueco. El cuy no
solamente le echó tierra, sino también, ortigas y espinas.
Y mientras lo tapaba iba diciendo:
-¡Achacau, achacau, ya empezó la lluvia de fuego! Cuando terminó, se limpió las manos y se fue riendo.
Pasaron los días y dentro del hueco el zorro empezó a sentir hambre.
Quiso sacar una mano y se topó con las ortigas.

- Achacau- dijo-. Deben ser las brasas de la lluvia de fuego Guardó su mano y esperó. Días después, el
hambre le hizo arriesgarse: salió entre el ardor de las ortigas y los pinchos de las espinas. Vio que afuera
todo seguía igual.

"Ya se habrá enfriado el fuego ", pensó. Estaba más flaco que una paja. Finalmente, se convenció de que
había sido burlado, nuevamente.
Lo buscó, entonces, sin descanso, día tras día y noche tras noche. Una noche que andaba buscando comida,
encontró al cuy al borde de un pozo de agua. El cuy, al verlo, se puso a lloriquear.
-¡Qué mala suerte tienes, compadre! - le dijo -. Yo estaba llevando un queso grande, pero se me ha caído
en este pozo. El zorro se asomó al pozo y vio en el fondo el reflejo redondo de la luna.
- Ése es el queso - le dijo el cuy. - Tenemos que sacarlo - dijo el zorro. - Hagamos esto, compadre: Usted
entra de cabeza y yo lo sujeto de los pies. - Y así lo hicieron por un buen rato. El cuy, sosteniéndolo, le
decía:
- Es usted muy pesado, compadre. Ya casi no puedo sostenerlo. Dicho esto, lo soltó. El zorro, gritando, cayó
de cabeza al fondo del pozo. Así dicen que murió.
“La escritura es la pintura de la voz” ANTONYTO.
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EL ZORRO Y EL CONEJO

Cierta vez una anciana, tenía una huerta que era víctima de daños diariamente. La señora, incomoda por
tanto mal, decidió poner una trampa.

Al día siguiente en horas de la noche cayó un Conejo, y lamentándose de su estado se dijo:

"Cielos, ahora seré presa fácil para la anciana que tiene un horrible carácter. Quien sabe que me hará.
Quizás hará conmigo estofado."

Al poco rato pasó un Zorro, y viendo al Conejo, le dijo en tono de risa:

"Hola amigo conejo, ¿qué le sucedió?"

"Nada interesante, solo que la Anciana busca marido para su hija y ha puesto esta trampa. Bueno, he caído
pero la verdad es que no quiero casarme. Dime, ¿te gustaría ocupar mi lugar? la hija es muy bella."

El Zorro se quedó pensando un ratito y dijo:

"Bueno, tiene bastantes gallinas. Lo haré."

Y sin mucha demora, soltó al conejo que rápidamente se fue, y se puso en la trampa. Al poco rato, salió la
anciana de su casa y fue a ver en las trampas. Al ver al Zorro dijo:

"¡¡Aja!!, ¡con que tu eras!" - Dio la vuelta y regresó a su casa.

El Zorro mientras tanto se decía:

"Que bien, de seguro fue por su Hija para casarnos."

Sin embargo, al rato vino la anciana con un fierro caliente, y el Zorro pensando que era para amenazarlo
con el fin de que acepte a la fuerza casarse con su hija dijo:

"¡No, no por favor! ¡Sí me caso con su hija! ¡Sí me caso con su hija!"

La anciana muy molesta castigó al Zorro y al mismo tiempo le decia:

"¿Con qué eso quieres verdad? ¡Toma esto y esto!, ¡te comiste mi gallina, destrozaste mi huerta y encima
quieres casarte con mi hija??!!... ¡toma, toma!"

La hija de la anciana apareció al poco rato de oír el alboroto hecho por su madre, y al verla en "acción", se
puso a reír por lo que pasaba. Cuando el fierro se enfrió, la anciana soltó al Zorro, luego le dijo:

"Ojala hayas aprendido la lección y jamás vuelvas."

El Zorro muy adolorido e indignado dijo:

"Quien no va volver más será el Conejo." - Y se fue todo dolido y desaliñado.

“La escritura es la pintura de la voz” ANTONYTO.


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EL RATON Y EL AGUILA

Dicen que un día, muy de madrugada, en la cumbre de un cerro un águila se encontró con un ratón.

Y dicen que el águila preguntó al ratón:

¿Qué estás haciendo?

Y el ratón le respondió así:

Yo estoy llevando comida para mis hijos.

El águila le dijo:

¡Estoy hambriento! Te voy a comer.

El ratón muy asustado le dijo:

Por favor no me comas, te daré a mis hijos.

El águila, creyendo que era cierto, dejó libre al ratón.

De pronto, el ratón, le dice al águila:

Vamos te daré a mis crías.

De esta manera, hizo el ratón que el águila caminara junto a él. De repente el ratón, se metió a un hueco y
el águila se dijo:

¡Me dará a sus crías!.

Y muy contento se puso a esperar al ratón. Dicen que el ratón no apareció, ya que éste logró, escapar del
águila por otro agujero. Dice que el águila espera a la salida del agujero. Cuando no apareció el ratón, dijo:

Hubiese comido al ratón.

Donde sea lo hallaré, dijo. Me mintió diciendo que me daría a sus crías. Diciendo eso el águila se fue
volando por las alturas.

“La escritura es la pintura de la voz” ANTONYTO.


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EL PERRO Y EL RATON

Un perro y un ratón vivían en una vieja casa habitada por una anciana. Aunque la anciana no tenía mucho,
siempre guardaba algo de comer para el perro. El ratón se las tenía que ingeniar para comer las sobras que
dejaba el perro o para recoger las migajas que caían al suelo.

-¿Por qué no me guardas algo de comer para mí? -le dijo un día el ratón-. Vivimos en la misma casa.
Pero el perro lo miró con desprecio y le dijo:
-Si no estás a gusto, vete. Ya sabes dónde está la puerta.
Pasó el tiempo y la anciana murió. Pero nadie se fue a vivir a la vieja casa, así que el perro y el ratón
tuvieron que irse de allí, a buscarse la vida.
-¿Por qué me sigues? -preguntó el perro al ratón.

-Para comer las sobras de lo que dejes -le respondió el ratón.


-Eres un incordio -le dijo el perro-. Cualquier día echo a correr y te quedas solo.
Pasaron los días y el perro y el ratón seguían juntos. En el fondo, el perro no quería quedarse solo. Así
recorrieron el país, en busca de comida y cobijo.
-¿Ya somos amigos? -le dijo un día el ratón al perro.
-Que te deje seguir a mi lado no significa que seamos amigos -le dijo un día el perro.
-Eres un desagradable -le dijo el ratón.
-He sido siempre así, y lo sabes -le dijo el perro-. Tú no me aportas nada. Te dejo venir conmigo porque me
das pena.
El ratón se sintió muy miserable con esas palabras. Esa noche, el ratón se fue y dejó solo al perro. Cuando, a
la mañana siguiente, el perro se encontró solo, se disgustó. Pero luego se recompuso y dijo:
-No necesito una compañía tan insignificante como esa.
En eso estaba cuando oyó a lo lejos un ruido tremendo. El perro se acercó y vio un circo arder y a los
animales correr despavoridos huyendo de las llamas.
-Seguro que entre todos esos animales hay alguno que quiera ser mi amigo -pensó el perro, mientras se
acercaba.
Pero en ese momento vio que un enorme elefante se le acercaba.

El perro salió corriendo, pues el elefante era muy grande y no quería acabar aplastado bajo una de sus
enormes patas. Pero el elefante corría más rápido. Entonces, cuando estaba a punto de alcanzar al perro,
salió el ratón. El elefante, al verlo, paró en seco y barritó como un loco.
-Deja a mi amigo -gritó el ratón-. Déjalo en paz, vete.
El elefante se subió a una gran piedra que había por allí cerca y se quedó petrificado, esperando a que el
ratón se fuera.
-Gracias, ratón -dijo el perro-. Resulta que, además de ser útil, eres un amigo.
-Vamos, tengo una idea -dijo el ratón-. Vamos a agrupar a estos animales para que los recojan. Seguro que
algo conseguimos.

El perro y el ratón agruparon a los animales hasta que la protectora de animales llegó para recogerlos y
llevarlos a un lugar seguro. También se llevaron al perro y al ratón y les dieron un hogar y un trabajo. Desde
entonces, el perro y el ratón son grandes amigos, trabajan en equipo y siempre se protegen el uno al otro.
Porque no siempre el más pequeño es el que siempre necesita ayuda.

“La escritura es la pintura de la voz” ANTONYTO.

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