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SAN ALBERTO MAGNO

(1206 – 1280)
Juan David Martínez

[FECHA]
[NOMBRE DE LA COMPAÑÍA]
[Dirección de la compañía]
1. Vida y Obras: Nació en Lauingen (Suabia, Baviera), de la noble familia de los
condes de Bollstaedt. Con tan solo 16 años ingresó en la orden de Predicadores; al adquirir
grados en teología en 1240, tuvo como discípulo principal al gran Santo Tomás de Aquino,
y entre 1245 y 1250 compuso la Summa de creaturis y sus comentarios a las sentencias que
son sus primeras obras teológicas; y más adelante en 1256 compareció ante la curia
pontificia en Anagni para defender las órdenes mendicantes contra Guillermo de Saint
Amour. Asistió al concilio de Lyon en 1274. Murió en Colonia el 1 de Noviembre de 1280.
Fue canonizado y declarado doctor de la Iglesia por Pío XI el 16 de Diciembre de 1931.

2. Carácter: El rasgo característico de la personalidad Albertina es la universalidad.


Tiene un temperamento de erudito, ávido de saber que recoge infinidad de datos; este
personaje depura y transforma muchas doctrinas aristotélicas, neoplatónicas y musulmanas,
imprimiéndoles un sello de originalidad. La admiración de sus contemporáneos como
Raimundo Martí y muchos otros que en 1278 le da el calificativo de “Magno”, quedando
así como el gran “San Alberto Magno”.

3. Asimilación de la ciencia griega y musulmana: San Alberto pudo comprender


el valor de las riquezas que aportaba al Occidente la recuperación de la filosofía
aristotélica, que llegaba acompañada de la musulmana y la judía, por consiguiente se dio
cuenta de lo que aquella masa de saber podía significar para la cultura cristiana. San
Alberto logró su propósito de iniciar a la masa escolar en las nuevas aportaciones
científicas. Aunque sus preferencias van hacia Aristóteles, no por eso desdeña a Platón,
aunque de este probablemente no conoció más que el fragmento del Timeo traducido por
Calcidio.

4. Filosofía y Teología: Para San Alberto, filosofía y teología son dos campos del
saber, con objetos, fines y métodos propios; pero no llega a la íntima compenetración entre
la fe y la razón, que será la característica de la teología elaborada por su discípulo Santo
Tomás.

5. El Ser: San Alberto afirma que los seres se escalonan en tres grandes planos: el
Supraceleste en el cual solamente se halla Dios como ser supremo y perfectísimo, el celeste
en el cual pertenecen todos los seres incorruptibles como los ángeles, arcángeles y
querubines, y por último se encuentra el terrestre donde hacen parte las formas corpóreas
como los minerales, los animales, las plantas y el hombre.

6. División de la filosofía: La filosofía tiene tres partes: racional, real y moral. La


primera (lógica) trata del ente de razón, la segunda (real) de las cosas que tienen ser in
rerum natura, y la tercera (ética) de lo que se debe hacer. La filosofía real tiene tres
divisiones fundamentales: física, matemáticas y metafísica.

7. Existencia de Dios: San Alberto se inclina a las pruebas a posteriori, dado que no
tenemos ninguna idea directa ni innata de Dios, y, por lo tanto, su existencia no puede
demostrarse por un simple análisis de conceptos. Dios es absolutamente simple frente a los
demás seres que son compuestos, es la verdad suprema, omnisciente y omnipotente.
Dios ha creado el mundo directamente y sin intermediarios; y lo ha creado movido
solamente por su bondad. Así, Dios es la causa eficiente, final y ejemplar de todas las
cosas. La filosofía no puede demostrar por razones necesarias una cosa que depende de la
libre y voluntad de Dios.

8. Esencia y Existencia: San Alberto expresa la distinción real entre esencia y


existencia con términos que toma de Boecio y de Avicena. Con el primero distingue entre
el quod est que es la sustancia concreta existente y el quo est que es la forma universal. Con
el segundo se aproxima más a lo que será la distinción tomista, distinguiendo entre la
esencia y la existencia.

9. Ejemplarismo divino: En la inteligencia divina se hallan las ideas ejemplares, que


son la causa de todas las cosas, y la fuente primordial de las criaturas. Son el ejemplar y el
paradigma de la verdad de todas las cosas. De Dios se deriva toda la luz inteligible, que se
difunde a través de todas las criaturas.

10. Materia y forma: San Alberto adopta la teoría hilemórfica para explicar la
composición de los seres corpóreos, todos ellos están integrados por un doble principio,
materia y forma, en el cual la materia es esencialmente potencial y da orden a la forma que
es el coprincipio que le da el ser y la determina. San Alberto interpreta la potencialidad de
la materia en sentido de privación, que es una aptitud para recibir las formas más diversas,
hacia las cuales tiene una tendencia natural.

11. Unidad de forma sustancial: San Alberto rechaza decididamente el


hilemorfismo universal de Ibn Gabirol, y en cuanto a la pluralidad de formas, si bien es
menos terminante que Santo Tomás, su discípulo. Ningún ser puede tener muchas formas
sustanciales, no obstante; en algunos pasajes menciona la forma de corporeidad como
unidad inseparable a la materia prima.

12. Principio de individuación: Este principio de individuación en los seres


corpóreos consiste en la materia, que hace posible la multiplicación numérica de los
individuos dentro de la misma especie. Pero no en cuanto tal, sino como sujeto receptivo de
una perfección determinada.

13. Antropología: El hombre es un ser compuesto de cuerpo y alma, el alma es


absolutamente simple y ejerce tres funciones a través del cuerpo: la nutritiva, la
aumentativa y la generativa. El alma está dotada de virtud cognoscitiva, que ejerce
mediante los sentidos y el entendimiento. Dios es la causa primera del ser y de la luz
intelectiva. Así, el entendimiento humano necesita ser iluminado por una luz superior, que
es la de los ángeles, y éstos por Dios. Las teorías Albertinas del conocimiento y de la
abstracción no podían menos de reflejarse en su concepto de la formación universal que
puede considerarse de tres maneras: ante rem, in re y post rem.
14. Las ciencias naturales: Un rasgo esencial en San Alberto es su afición al cultivo
de las ciencias naturales. Su reiterada proclamación del método experimental, como el
propio de las ciencias naturales, no pasa de lo que podía ser en su tiempo un procedimiento
de observación atenta, puesto al servicio de una insaciable curiosidad de saber y de un tesón
pocas veces igualados para el estudio.

15. Discípulos de San Alberto: Sus discípulos como Juan de Freiberg, Juan de
Lichtenberg, Egidio de lessines, Hugo Ripelin de Estrasburgo y Ulrico Engelberto de
Esraburgo, disgregan el conjunto heterogéneo de doctrinas albertinas, dividiéndose en dos
direcciones distintas; unos siguen la orientación neoplatónica como Ulrico de Estrasburgo y
otros la aristotélica como Santo Tomás de Aquino.

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