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Frente a un

hombre desnudo
Adriana Rosas

Frente a un
hombre desnudo
A los invitados

Frente a un hombre desnudo


© 2014 Adriana Rosas
© 2014 Collage Editores

Carrera 8 No. 127C - 20. Bogotá


Diagramación y portada: Rossana Vergara
Collage Editores SAS.
Colaborador: Gustavo E. Agudelo Viña

ISBN:

Impresión y encuadernación:
Alen Impresores LTDA.

Ninguna parte de esta publicación, incluido


el diseño de la cubierta, puede ser reproducida,
almacenada o transmitida de manera alguna,
ni por ningun medio sin permiso previo
del autor o del editor.

Bogotá, Colombia
A un sagrado estremecimiento ante lo inexplicablemente
extraño de todo lo que a los demás, por lo visto, nunca les
ha parecido extraño y a lo que uno tendría que haberse
acostumbrado ya.

Cees Nooteboom, El día de todas las almas


Índice
Prólogo ...................................................................................... 13
LA ABUELA ELOÍSA .................................................................. 17
LAS ACACIAS FLORECEN EN ROJO .......................................... 21
A LOS 13 .................................................................................... 27
SIEMPRE A LAS CINCO ............................................................. 31
Mientras camino ............................................................ 36
WALSH ...................................................................................... 37
Despedida ....................................................................... 42
MAGALI ..................................................................................... 43
La ciudad de Marvel ...................................................... 47
OCHO PISOS .............................................................................. 51
LUNA DE CUCARACHAS ....................................................... 57
RATA, HOJA, MOTA DE PELO, VIRGEN ................................... 60
ROBERTICO ............................................................................... 61
VARIAS SOMBRAS SE ASOMAN ............................................... 65
Voy en la búsqueda ....................................................... 68
Dime ................................................................................ 71
Un gato entre el peladero ............................................. 74
Los pliegues de las ventanas mal cerradas ............. 75
EMBAJADOR .............................................................................. 77
Lo mismo, a pesar de .................................................... 81
Revelación ...................................................................... 82
Juntos por siempre ........................................................ 83
CLAVADA ................................................................................... 85
Las mujeres también tienen eyaculaciones ................ 88
Boca ardiente ................................................................. 89
MANRIQUE ............................................................................... 91
Guillotina ........................................................................ 95
El abrazo de Merche ...................................................... 96
Pesadillas ....................................................................... 98
Margarita no habla ....................................................... 99
TRES COLOMBIANOS ............................................................... 103 Prólogo
CON SU AMOR, A PESAR DE TODO ........................................ 109
PARA SEGUIR BESÁNDONOS .................................................. 113 Ahí donde la palabra alude y no evidencia; allí donde el
FRENTE A UN HOMBRE DESNUDO ........................................ 119 verbo indica y no define; aquí donde la anécdota traza y no dibuja,
MATILDELINA LA GRAN REINA .............................................. 123 reside Adriana Rosas poeta-testiga y trashumante del reino del
MIRADA BESTIAL ..................................................................... 129 hombre. Y para devenir texto escrito, filmado o danzado gusta
ENTRE TRES ............................................................................. 135 pasiones y desenfados, palpa encuentros y derrotas, sonoriza
Tedio ............................................................................... 137 alegrías y abandonos.
Cristina ........................................................................... 141
Merce .............................................................................. 143 Ahí, Adriana-adolescente, aprehende el vértigo de eros y
Cuando se corren las cortinas ..................................... 146 la materia de thanatos; allí, Adriana-adulta y Caribe deviene
GOL-ERO ................................................................................... 149 Mediterránea y Atlántica; aquí, Adriana-mujer, se renueva
A TRAVÉS DE LA VENTANA .................................................... 159 políglota y polifónica. Y, en la madurez, (re) conoce el alma
Los dioses ...................................................................... 164 de la improbable especie humana, la más alucinada y diáfana
¿A dónde va la basura que no se traga el mar? ........ 168 creatura de la creación.
II ...................................................................................... 170
La droga de las cucarachas es el jabón ...................... 172 En Frente a un hombre desnudo, el cuento, a través de la imagen
AMOR ........................................................................................ 175 se trueca en conocimiento. El relato, con la palabra medida, se
La vida ............................................................................ 178 esparce y estremece. Mas son la ternura y la desesperanza con
Movimientos .................................................................. 180 los cuales la historia se desdibuja para propiciar el milagro: lo
VIII .................................................................................. 181 vital se trasiega en ficción. No con el mito sino con saber mítico.
AUSENCIA ................................................................................. 183 No con la historia sino en la historia.
Los abuelos .................................................................... 185
La brisa que mece el patio ........................................... 186 Al incorporar al lector en su universo fragmentario y
Mi tía .............................................................................. 188 fragmentado, sublime y procaz, la escritora incita con trazos
Mi abuela y sus gafas alargadas de actriz de cine .... 190 ora ligeros, ora graves a cuestionar la moral y la ética e induce
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a pensar el amor, vivir el erotismo y atizar el sexo. Al mismo
tiempo desborda la vida y se codea con la muerte: en espacios
sin tiempo, donde los ámbitos se desmaterializan y los instantes
se eternizan.

Los cuentos y relatos de este libro son a su autora lo que la


instantánea es al fotógrafo: átimos, años, siglos agolpados al
Adriana Rosas surge en la literatura colombiana
contemporánea con una voz muy personal, haciendo gala en
azar en el cuaderno de bitácora de una leal, perspicaz e inédita
estos cuentos de un estimulante dominio del oficio, basado en
juglar. Con este primer esbozo de novela Adriana Rosas irrumpe
su pasión por todo lo que tiene que ver  con el arte de narrar,
en las geografías literarias de ese semillero artístico que es
con la poesía, con el cine.
Barranquilla; de este laboratorio vivencial que es Colombia; de
la única patria mistérica y cierta que, al igual de la existencia,
Los temas de sus cuentos son la infancia, la violencia
es el idioma.
en nuestras ciudades, la soledad, el erotismo, la crisis de la
pareja, la droga, el miedo... sus diálogos suenan justo,  es muy
Fabio Rodríguez Amaya
precisa en sus observaciones, tiene mucho sentido del humor y
distanciamiento, es elíptica, sabe ir a lo esencial, quizás gracias
a las incursiones que ha hecho en la escritura de guiones para
el cine.

Ella cuenta sus historias con desparpajo, con economía de


medios, con fluidez.  Y sabe ser “absolutamente moderna”, como
decía Rimbaud que debe ser el poeta, exhibiendo muestras de
su sensibilidad, su versatilidad. Sus cuentos nacen también de
sus viajes, de su vocación de “mochilera”. En su estilo aflora su
gran curiosidad por el ser humano, su ternura, su compasión,
su ira ante la injusticia.

Es tan libre y audaz que teje su propia mitología, como en el


cuento “Los dioses”, o en “Mirada bestial”, el perro que cuenta
su historia. Lo divino y lo humano, lo animal, la naturaleza,

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Adriana Rosas

nada le es ajeno, todo le es pretexto para expresar su particular


visión del mundo actual.

La siento cercana a maestras como Fanny Buitrago, Marvel


Moreno y Helena Araújo, pero sé que su literatura es omnívora,
que su arte de contar se nutre de cineastas como Kiarostami y
LA ABUELA ELOÍSA
Lars Von Trier, de escritores como Junot Díaz y Gao Xingjian.

Ella se la juega en estos cuentos, es desafiante,


permitiéndonos entrar en alcobas de ardientes mujeres, de
viejas prostitutas. Su pasión por los detalles y paradojas de
la vida cotidiana es balanceada por su poética, su filosofía, su
meditación, su desprendimiento.

Nuestro país aparece con pelos y señales, gritos y susurros.


Este libro es fruto de su pasión por el arte de contar,
reflejo de sus posturas --teóricas y prácticas-- en los talleres de
escritura creativa que anima en la Universidad del Norte y entre
los jóvenes de los corregimientos y barrios de la Costa.

Adriana Rosas sabe contar, darse, sorprendernos. ¡Leerla es


un gozo!

Julio Olaciregui

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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

Si para regañarlos, eso era lo único que no le gustaba a mi papá:


“Se reunían papá Felipe y papá Gustavo y la reprimenda iba por
dos”.

Todo iba muy bien, pero a mi abuela se le ocurrió un tercero,


Las tres gallinas entran en la cocina, amarradas por las se enamoró del camionero de la gaseosa que venía dos veces por
patas. Mi tío Juan las correteó por el patio. Y fue él quien quedó semana al pueblo. Allí todo se trastocó. El hombre no entendía
sudado, chorreando por todos lados. Me daba risa mi tío, su que la familia de dos papás era ideal. El hombre no entendía que
cara de cerdito enrojecido, exhalando fuerte, agitando las tres la abuela Eloísa no se quería ir para ninguna ciudad, no quería
gallinas como un trofeo. abandonar a sus dos maridos. Sin sus hijos no se iba en ningún
camión rojo. Se tendría que ir con sus dos maridos y sus cinco
Yo creía que le iba a dar algo, tan lindo mi tío, su barriga hijos, todos juntos en el camión. Y además, quién ha dicho que
le subía y le bajaba. Mi abuela se reía de él. Todos nos reíamos. ella se quería marchar del pueblo.
Parecía feliz y a la vez triste. Había ganado la carrera, pero Que se fuera él solo, ella no se iba para ningún lado.
odiaba retorcer el cuello de las gallinas. Ese trabajo se lo dejaba De la infidelidad de la abuela, se olvidaron mis abuelos
a mi abuela Eloísa. Ella no tenía escrúpulos para nada, y si te Gustavo y Felipe.
digo para nada no es una exageración, es para nada.
El tío Juan sacude su barrigota, niño grande tierno. Mi abuela
“De joven fue mujer de vida alegre”, como dice mi mamá. coge el cuello de la gallina lo retuerce de un solo tirón. Hoy es
A los treinta tuvo dos maridos al mismo tiempo y no sabía domingo, hay sancocho. Abuelo Gustavo y abuelo Felipe llegan
de quién eran sus hijos. Pero a mi abuelita Eloísa siempre la riendo a la cocina que está en el patio, se miran, se abrazan.
amaron: “de puta, de casquivana”, como decían las vecinas de Cada uno, por un lado diferente, se acerca a la abuela Eloísa, y
la esquina. Siempre la amaron. Por eso, a sus dos maridos no les sólo con una mirada, agarran al mismo tiempo el cuello de la
importaba que ella tuviera otro y que no supieran quiénes eran abuela, lo giran a la izquierda y a la derecha.
sus hijos. Silencio.
La abuela cae.
Los domingos se reunían en el patio de mi abuela para el Todos callan.
sancocho. Todos amaban a mi abuelita Eloísa. Mi papá Luis
decía “que así era mejor, que tenía dos papás”. Si alguno de los Abuelo Felipe y abuelo Gustavo se miran con complicidad,
hermanos se enfermaban Felipe y Gustavo los cuidaban. Si para la abuela se levanta como si tuviera cinco años. Y se une a la risa
pagar el colegio. Si para consentir a la abuela. Si para la comida. comunitaria.
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LAS ACACIAS FLORECEN EN ROJO

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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

momento, con detenimiento, Jesús David abre la puerta y dirige


su mirada en dirección al poste.

-¡Espérame!- le grito.

Salimos los dos. Miramos para todos lados. Por primera vez
Las acacias están florecidas, rojas con puntos amarillos. veo a Jesús David nervioso. Se detiene, me coge por el brazo y
Digamos que fui el primero que vi al muerto. Después de me dice:
que sonaran tres disparos secos, como queriendo alejarse sin - Señor Roberto, no se mueve y está en un charco de sangre
ser escuchados. enorme. A mí, me dan miedo los muertos.
- Camina, hombre, no seas tonto –lo agarro fuerte y lo jalo
Me asomo por el balcón, miro hacia abajo. Nada se mueve. para que crucemos la calle.
Nadie suspira. Un silencio oscuro sube. Debajo del poste, la
luz alumbra un hombre recostado con su barriga enorme y su Entonces, me entra el susto a mí.
cabeza gacha. Parece un borracho durmiendo sus alcoholes. Mientras nos acercamos siento que esa barriga me es
Miro mejor y en su barriga alcanzo a ver manchas de sangre. familiar. Disminuimos el paso a medida que el cuerpo se hace
más nítido.
Marco el número de la policía.
Llamo al vigilante por el intercomunicador: -¿Escuchaste los - Señor Roberto, y si esperamos a que llegue primero la
tiros? ¿Viste algo raro desde la portería? policía. A mí me suena que ese hombre está frito. ¿Y si vuelven
Con su parsimonia característica, Jesús David sólo atina a a aparecer los que lo mataron y nos rematan a nosotros por
decir con lentitud: mirones?
-Oí unos ruidos extraños, pensé que eran petardos, señor - Vamos, Jesús David, no seas tan cagado. Y eso que tú eres
Roberto. - Aquí acelera su hablar- Voy a asomarme enseguida. el vigilante del edificio y estás que te meas encima.
- Señor Roberto, tampoco exagere. Yo soy tronco de man
No espero. Cuelgo rápido y bajo las escaleras de dos en dos. echao pa’ lante, el diablo me tiene es miedo a mí. Lo que pasa
Quiero llegar al poste antes que Jesús David. En su ignorancia o es que nos pueden echar la culpa de esa muerte. Y por aquí no
en su complicidad podría cambiar algunas cosas. se ve a nadie más.

Se me enredan los pies. Me tropiezo. Caigo en cuatro. Me Justo en eso, volteamos los dos al edificio, como llevados
levanto de inmediato y miro hacia la puerta de la calle. En ese por un hilo y vemos que se corre una cortina del cuarto piso.
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

-Señor Roberto, esa es la loca de la chismosa de doña Raque, A ver, Jesús David, yo la subo y tú con la linterna de este
la del 402. Tome una foto con su celular, para que la cosa quede celular le iluminas la cara.
registrada con hora, y no sea que esa vieja cacatúa nos eche la
culpa. Nos quedamos callados, meditando. Una risita nerviosa nos
cae a los dos.
Nos miramos a los ojos. La parsimonia, creo que ahora me
está invadiendo a mí. Me detengo a pensar. Y de repente, vuelve Cuando ya vamos a ejecutar nuestra misión, se siente el
la adrenalina: sonido fuerte de una moto que viene muy rápido.
- ¡Jesús David! Ahora te vas a hacer el huevón. Camina, pues.
Me mira. Saca pecho. Y lanza un suspiro: - Dele, doctorcito, Jesús David y yo saltamos mirando a la calle. Ya sentimos
yo lo acompaño. cómo nos van quemando los tiros, cómo nuestros cuerpos van
cayendo.
Nos acercamos con pasos lentos. Jesús David mira arriba y
abajo de la calle, no sea que aparezcan los que mataron a este La imaginación no me ha faltado. Pero antes de que estos
hombre y acaben con nosotros por metidos. pensamientos se hagan realidad, la moto nos encandila con sus
- Don Roberto, esa barriga me es conocida. Pero tiene la cara luces. Unas botas se bajan. De rapidez miro la cara de Jesús David
cubierta por la gorra. Esos zapatos los he visto entrar al edificio. y veo su boca abierta como esperando un trueno de disparos.
Don Roberto, este man me suena. Se apaga la luz de la moto. Y una voz gruesa nos pregunta:
Yo creo que es el marido de la cacatúa del 402. «¿Aquí qué pasó?»
- Y esa vieja se asomó y no dijo nada. Será que es medio
cegatona y no lo reconoció, o fue ella quién lo mandó a matar, Nos miramos otra vez Jesús David y yo. En ese momento
o hasta le pudo disparar desde allá arriba, y por eso, después parece que su cara me dijera: «Tranquilo, señor Roberto, que son
de los disparos no escuché ningún ruido, ni gente corriendo, ni policías. No son ningunos sicarios».
moto, ni carro.
- Don Roberto, ¿Si voy al edificio y por el intercomunicador Explicamos todo y le suben la gorra. Me han eliminado el
llamo al 402 y pregunto por el señor Nicanor? Así sabremos si temor ante la revelación.
es el muerto o no. Los cachetes del muerto no dejan ver bien su rostro.
- Espera, no te vayas. Yo creo que es más fácil subirle la El policía le sube la barbilla.
gorra y mirarle la cara al hombre. - Don Roberto, ese es don Nicanor. El del 402.
- Don Roberto, dele usted que es más macho. - ¿Usted lo conoce?- pregunta el policía.
- De eso no queda duda. - Sí. Vive en el edificio de al frente. Yo soy el vigilante. –Y
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Adriana Rosas

señalándome a mí- Don Roberto vive en el tercer piso.

Es de noche. La noche siguiente a la muerte de don Nicanor.


Todavía no se sabe quién lo mató, quién lo mandó a matar. No se
sabe en este país de no saberse quién hace las muertes. Quiénes
conjugan matar en todas las formas con puntos rojos.
A LOS 13

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a mi puerta. Se quedó congelada sin decirme palabra. La jalé


con suavidad por el brazo, cerré la puerta, la abracé, acaricié su
espalda, sentí un leve temblor, le subí la barbilla y le comencé a
dar pequeños besos en sus mejillas hasta acercarme a su boca.
Se dejaba toda, lo quería todo.
Anoche soñé con la puta con la que me acosté el mes
pasado. Me fui descontrolando. Tocaba sus senos duros, sus pezones
Las putas siempre me agradaron. A Juana le palpita, se le parados. Gemía. La rozaba con cariño, con dulzura. Bajé mis
hincha más y mucho más que a Martina. A Martina le pago. dedos a su falda, la frotaba con mi verga parada; saltó en un
Juana me dejó por Esteban. A Juana no le importó que la hiciera inicio, regresó, se me juntó. Sobaba sus nalgas con mis grandes
llegar varias veces en una misma noche, la verga de Esteban la manos, subí su falda, bajé su panti ya húmedo, mis dedos la
arrechó más. hicieron estremecer, su pubis mojado, hinchado, su clítoris
Mis continuos deslices la fueron separando de mí. Decía que parado, y mis movimientos continuos la llevaron a un grito, a
los cachos le entorpecían su caminar y que sólo el equilibrio gemidos entrecortados, a pedirme que volviera a hacerlo.
de meterlos ella, también, le devolverían su bello contoneo.
Acordamos aquello de lo abierto. Y en una de esas, Esteban Vi su curiosidad por mi verga parada, la tocaba desde
la conquistó, prometiéndole dedicación exclusiva por algunos fuera. Una gota apareció en mi pantalón y bajó su boquita para
años. probar mi humedad. Mis manos se desplazaron para quitarme
Desde entonces, sólo las putas se fijan en mí. Estoy por el cinturón, bajar la cremallera y dejar caer mi pantalón en el
creer que alguna brujería aleja las otras mujeres. suelo de baldosas blancas y negras. Mi pantaloncillo se abría
por arriba, me la saqué, se la quedó mirando sorprendida; me
Magali me contó que la trajeron desde una ranchería de la la cogí, se la acerqué a sus labios abiertos y suavemente me la
Guajira, su intercambio costó tres chivos. besó.
Magali cuida a una niña de dos años, ella tiene trece. No me aguanté, le quité su blusa, le chupé sus tetas, bajé a
Trato de disimular mi morbo mientras le veo sus teticas su pubis de tiernos vellos, la preparé con cariño, esperé a que
recién nacidas. Intento ganarme su confianza, dármelas de volviera a estar bien húmeda y se la metí poco a poco, de gozo
padre protector, de confidente, de auxiliar de sus lágrimas, de en gozo, hasta que me vine dentro de ella, tapándole un poco su
abrazos que nos acerquen, de caricias para consolarla; siento boca para que sus gritos no se escucharan más allá de la puerta
cómo se sonroja, cómo se eriza. de este apartamento.
Debajo de nosotros, de nuestras espaldas, de nuestros sexos,
Esa tarde se escapó mientras la niña hacía su siesta. Tocó se mezclaban en las sábanas semen, sangre y líquidos viscosos.
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Adriana Rosas

Desde entonces, todas las tardes Magali viene mientras la


niña duerme la siesta.

SIEMPRE A LAS CINCO

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¡Pringada total!

Veo unos ojos que la están mirando. Una risa burlona y


estruendosa sale de su interior. La chica toca los pedacitos
marrones que están regados por todo su cuerpo. Se acerca la
«A las cinco de la tarde llegaba a casa. Siempre a las cinco. mano a su nariz. Se va en una arcada y el vómito sale disparado,
Ese día se me dio por meter la llave en la cerradura a las tres y fuerte, blanco, hacia delante, justo en la cara del que se venía
media. burlando, uno de los chicos de los árboles.
Ese día enloquecí».
*
Ya no hubo más ‘nuestra casa’.
Recorro las calles con una carretilla. A Juancho, lo despidieron un día que vinieron sus patrones del
Juancho, el viejito de la esquina, el que cuida la casa blanca en interior del país. Lo vimos irse en el carro de mula que contrató
construcción, me deja entrar para dormir en las noches y no para llevarse sus cosas: una mesita de noche, una mecedora
seguir en el parque sobre cartones. remendada en el espaldar, un colchón, cajas con su ropa...
Nos tomamos los traguitos, hasta nos la fumamos. Nos sentamos Llevaba una sonrisa hacia afuera, una tristeza interna. Siempre
a charlar, a reírnos en el bordillo. le ladrábamos. No nos gustaba.
Cuidamos el parque de la esquina, le quitamos el monte, lo Esa tarde guardamos silencio. Él sonreía para disimular el dolor
limpiamos. Renegamos de los muchachos que cuelgan en los de la buena vida que llevaba. Ahora tendría que volver a su
árboles bolsas plásticas. barrio de carromuleros, barrigas grandes y borracheras.
Se encaraman en los árboles para hacer sus necesidades y
guardan su resultado en bolsas con que adornan las ramas. *
Hasta parecen arbolitos de navidad.
Saben lo que hacen, las bolsas no están bien amarradas. Se fue Juancho, perdí mi casa temporal.
Montaron una llantería cerca y la cuido en las noches. Hasta soy
Debajo de esos árboles con adornos colgados, una muchacha llantero. He pasado por varios oficios: arreglar bicicletas, radios,
va caminando. Yo con la mente la quiero apurar. En cámara televisores, cuidar carros. Ninguno de por aquí diría que tengo
lenta, veo su pierna cruzarse con la otra, mueve su cabello muy mi propia casa, mi gran equipo de sonido. Pero no puedo estar
despacio de izquierda a derecha. allí cuando se van acercando las cinco. Desde las cuatro de la
Y desde arriba la bolsa comienza su descenso. Va con fuerza en tarde me cae el desespero, todo me pica. No me hallo. Tengo que
cámara rápida y cae justo sobre su cabeza. salir rápido.
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He llevado a Matilde algún domingo a mi casa. Cocinamos. antes de cinco a mi casa. Desde ese día todo me pica cuando se
Tenemos sexo y hasta nos queremos. Va entrando la tarde, el acerca la hora y estoy en mi casa.
sol ya no cae tan fuerte, baja el calor y nos sentimos más a
gusto. En esas, me viene la angustia desde dentro, me late más Ese día me volví como loco. Ese día cuando metí la llave en la
el corazón. Los recuerdos llegan. Hablo más rápido. Matilde dice cerradura a las tres y media, y abrí la puerta: encontré a mi
que me siente distante. Miro al patio y digo: ‘Nos tenemos que mujer acompañada.
ir. Ya es tarde’.

Mis dos hijos han venido algunas navidades. Mis hermanos me


buscan, me aconsejan. Quieren que vaya a su iglesia. Me dicen
que un exorcismo me quitaría todo ese miedo, que volvería a
vivir en mi casa y no seguiría rodando por las calles, como lo
hago desde hace trece años. Me les zafo, les busco excusas. No
creo que nadie, ni su dios, ni su iglesia me librarían de lo que me
saca de mi casa cuando van llegando las cinco.

Antes de ese día, tenía mi propio negocio de reparación de


electrodomésticos: “Micke, el propio”. “Se arreglan equipos de
sonido, televisores”. Me iba bien. Me hacía muchos pesos. Tenía
la platica para las cervezas.

Antes, tenía mi familia, mis hijos, mi mujer. Ahora mis hijos


están en el interior. Se los llevó su abuela. Yo intenté cuidarlos
en un principio. Estaba borracho todo el tiempo. Borracheras-
guayabo, o lo uno o lo otro. Con el tiempo los guayabos se
disminuyeron y el tiempo de las borracheras era más largo.
Llegó la abuela y me convenció que no podía cuidarlos, que no
era ejemplo para ellos, y dije un sí, para que se los llevara a su
finca metida en el monte.

Algo pasó el día que salí antes de tiempo de mi negocio y llegué


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Adriana Rosas

Mientras camino WALSH

Me asomo a la puerta de la casa. Atrás el patio.


Atrás la falda de cumbiambera se mueve. La blusa de la niña
juega con la brisa mientras se seca colgada por dos ganchos de
madera.

Así estoy yo, colgada mientras camino las calles de mi barrio


que ya no me ve.

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golpe abrieron la puerta y una mujer con su cabeza cubierta


por un pasamontañas, me tomó del cuello, me agarró las manos
por detrás y me gritó tan cerca de la cara que sentí su aliento de
bilis revuelta: “Lárgate, perra imunda, deja todo tal como está.
La próxima te tomaremos cuando menos te lo imaginas y será
Vine aquí con un propósito. A veces creo que me extravío. mierda lo que cagarás del miedo antes de morir”.
La búsqueda del señor Walsh está vacía. Nadie sabe de él, nadie
ha escuchado su nombre. Quise infiltrarme entre sus cercanos. Me empujó fuerte y tuve que aguantarme con los brazos en
Me fue imposible. Pertenecen a esa clase donde sólo caben los las paredes para no caer. Del susto paré de mear. A esa mujer
blancos, mujeres de pelos lisos y alisados, delgadas casi en se le escapó un mechón rubio entre los huecos de los ojos del
anorexia, hombres deportistas, cuerpos sin grasa e inglés en las pasamontañas. Sus dientes se me quedaron grabados, sé que
conversaciones. donde viera esa boca la podría identificar. Dientes blancos,
perfectos, trabajo de algún ortodoncista.
Una francesa de origen albanés y argelino. Lo que predomina
en mí es el negro de mi padre. Aunque me hiciera el alisado Decidí dejar esa zona de la Patagonia. Por un tiempo sería
‘permanente’, nunca me vería como ellas. Y una morocha no ha bueno perderme. En los pueblos pequeños se sabe la vida de los
sabido entrar en esos círculos. demás, y más si no es temporada de turistas y siempre están los
mismos. He pensado volver en julio, tiempo de esquiar. Con más
¿Por qué Walsh es tan importante? Lo fue en su momento, ropa que me cubra será más fácil su búsqueda.
considerando que no es su nombre verdadero. Dejó de existir
hace tiempo en Francia y desapareció a muchos. Creían que mi Mientras tanto, vuelvo a la ciudad. Los de la capital tienen
aspecto los despistaría, pero creo que los ha inquietado y están ‘un espíritu dramático’: diría mi psiquiatra.
más recelosos. Tal vez a Walsh ya lo escondieron en alguna parte ‘Saber adaptarse’: yo me lo repetía una y otra vez.
de estas montañas y sus múltiples caminos. Para mí, una incógnita: cómo se había generado esta
ciudad. Brota la infidelidad, las ansías descontroladas de sexo.
Ahora no sé si parar, anoche me hicieron un atentado. Estaba Países tropicales no son y tienen más sexo que los caribeños. La
en el baño del Restaurant Gogol, un poco mareada después de envidia generalizada. Y como diría el francés que me encontré
una botella de vino, eso de vivir sola trae sus desventajas y el en la terraza al aire libre del café Proa: ‘cargan una rabia interna’.
alcohol se me va uniendo. Justo cuando estaba tirando la gran
meada sentí unos golpes fuertes en la puerta del retrete. No Tal vez, Walsh desembarcó primero aquí, antes de bajar a
había alcanzado a gritar que estaba ocupado, cuando de un tierras con paisajes parecidos de donde había venido. En algún
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

registro debe aparecer con su nombre verdadero o el falso que sido una mujer de conformismos y también sé convencer, en
supimos que utilizó por un tiempo, antes de cambiarlo al que especial a mi jefe que dice estarme esperando ansioso.
tiene ahora.

Me hospedo en un típico hostel de mochileros y me hago


pasar por la sexy francesita que está recorriendo Sur América.
Me tomaré unos días de licencia. Necesito hablar con gente
joven de lugares por recorrer, tener fiestas y tal vez follar, porque
desde que llegué hace un mes, lo tengo en blanco.

Mi jefe todo lo estropea. Una llamada: ‘te estamos pagando


para que averigües, no para que estés de vacaciones’. Le explico
la amenaza que tuve, que necesito dos días, tan sólo dos días
para relajarme y así podré trabajar mejor. Al fin acepta y cambia
su tono regañón por uno de ternura, me pregunta cómo estoy,
me manda alguna frase cariñosa. Eso de involucrarse con un
jefe, bastante mayor y casado, dije que jamás lo haría, y por ahí
pasé, o paso, no lo sé. Mi último polvo en Francia fue con él. Y
puede tener 50 años y lo sabe hacer con mucha pasión, hasta
diría que mejor que otros en donde tocarme y qué hacer para
que tenga un orgasmo más rápido y con mayor placer.

Han pasado tres meses: Walsh no aparece, volví a la


Patagonia, ni siquiera otra amenaza. Me aburro. Mi jefe me
llama, me dice que vuelva.

En el avión de vuelta, a mi lado está un hombre que bien


podría ser Walsh. Su nariz respingada, sus ojos, analicé su iris
en varias fotos aumentadas, sus años, su acento, mi intuición.
La misión está cancelada, ya no puedo continuar investigando
‘oficialmente’, mi jefe me dio un “No” bien rotundo. Nunca he
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Adriana Rosas

Despedida MAGALI

En la noche: Mi rito: Me baño antes de irme a dormir:


Dejo la toalla en el balcón para que se meza con la brisa: Entro
a mi habitación, cierro la puerta: Ni siquiera los espantos que
acechan por la ranura de la entrada pueden espiarme: Me quedo
sin ropa: Me acuesto en mi grande cama de suaves sábanas, me
muevo un rato entre ellas, nos acariciamos mi piel y su tela:
Acerco una, la meto entre mis piernas: Cojo una almohada y la
pongo debajo de mi cabeza: Me inclino: Busco en la mesita de
noche, elijo el que más me llame esa noche: Vuelve mi cabeza
a la almohada, la subo un poco, me pongo a soñar con el libro
escogido de esa noche: Me transporto y alterno mi mirada entre
el techo, las uñas naranjas de mis pies que se suben a la pared
y el libro que me regaló Michael como despedida de amantes en
el Hotel Anges.

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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

Día a día sacaba una píldora de cada droga y sentía un placer


extraño cuando tiraba de la cadena del inodoro y veía cómo se
movían las cuatro pastillas blancas, en apariencia inofensivas, y
desaparecían en ese torbellino de agua que se las tragaba.

Magali a través de la ventana grande de la sala se despide Fase I ejecutada y cumplida a cabalidad en un mes.
de sus hijos y de Gustavo. Tan pronto como baja la mano y el
carro sale por el portón, una sonrisa se desliza en sus labios. Fase II a ejecutarse en un solo día. La precisión es requerida.
Tiene la libertad. No volverán antes de las ocho de la noche y en El tiempo pasa. En realidad son menos de 12 horas.
ese tiempo Magali alcanzará a emerger como el volcán que hizo
erupción hace veinte años. Volcán que exhala el hilo de humo Magali sale a correr. Llega con energías. Se da una ducha. Se
al que todos están acostumbrados. Volcán que podría estar a cambia rápido. Saca dos maletas. Las llena con prisa. Mira por la
punto de estallar. ventana hacia el volcán que vigila a todos. Siempre dominando
casi desde cualquier lugar. Fuerte. Imponente. Más alto que
Gustavo sale con los niños como si nada hubiera hecho. todos. Así como los ojos de Gustavo durante sus quince años
Como si Magali sólo tuviera una de las jaquecas que aludía su de casados.
madre. Gustavo siempre estuvo rodeado de mujeres tristes,
hombres machos y niños obedientes que no debían analizar el De un solo tirón, Magali corre las cortinas. Ya no es vista por
comportamiento de sus padres. ese blanco alto enorme, el volcán de Yurucay. Ya no es vista por
el rubio de su marido.
A Magali le suena su celular, Gustavo le informa que ya
llegaron. Informe militar, expresiones de cariño anuladas. Los En su bolso asegura el dinero, su pasaporte, sus diarios, los
niños pasan. Sólo hablan de la cola que harán. Esperar dos horas retratos de sus fríos hijos.
hasta poder esquiar. Ellos, con el carácter frío de su padre. No
hay besos, los machos no los dan, eso es de maricas. Saca las llaves del auto, sube las dos maletas con rapidez.
Con decisión.
Magali apaga el celular, no más interrupciones para su Dirige su mirada a la casa, le da su bendición y cierra la
propósito. No más machos militares. No más esa supuesta puerta con una sonrisa amplia, sin barbitúricos. Libre, feliz.
vida de casa grande. Hace un mes dejó de tomar sus pastillas
antidepresivas y las otras que sirven para atontarla. Seguía Va en el carro, le tiemblan las manos. Lo nuevo también
simulando sus efectos. hace estremecer. Debe llegar en dos horas al aeropuerto de la
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

otra ciudad. Va una hora y media de camino. No sólo sus manos


tiemblan; se estremece de forma extraña el carro, la carretera.
Se orilla. Se baja. La tierra se sacude, se escucha un bramido
fuerte. Trata de relajarse. Estar lejos de los árboles.

Regresa la calma. No ha pasado ningún carro. Los pájaros La ciudad de Marvel


tienen un canto desentonado. No hay viento. Magali voltea
hacia atrás. En el cielo hay una nube grande, negra.
C
¿ ómo nace un psicópata? Marvel siempre los esquivó.
Vuelve, abre la puerta, alarga su brazo para encender Las películas sobre ellos, las conversaciones. Hasta que se dio
la radio, busca una emisora de noticias: “Hace poco entró en de tope con uno.
erupción el volcán de Yurucay. Se registró una fuerte explosión
y una columna de humo alcanza varios metros de altura. Se Sobra decir que en un inicio era un hombre adorable. Su
produjo un sismo de grandes magnitudes…”. abuelita le hubiera dicho: “De las aguas mansas líbreme Dios,
que de las turbulentas me libro yo”. Le hubiera olido la locura de
Magali apaga la radio. Gira las llaves del carro, suena el lejos y le hubiera advertido. Pero su abuelita ya no está.
motor. Y sigue su camino con determinación. A su mamá le falló la intuición. Le dijo: “Es un hombre que
sostiene la mirada mientras habla. Es de fiar”. Se equivocó,
todos nos equivocamos.

Martín la persiguió, y perseguirla no es un decir. La vio


caminando por la calle, se detuvo. Le gustó su caminar, después
le dijo que le sorprendió la rapidez y seguridad con que lo hacía.
La siguió, le habló. Desde ese instante ella olió su energía sexual.
Lo vio como el chico exótico que serviría para un polvo y pasarla
bien.

Marvel acababa de llegar de París donde había vivido por


veinte años. Y volvía casi como una extraña. En una mezcla
de diversos pensamientos por la ciudad. La monotonía de una
regularidad de expresiones la asfixiaba. Extrañaba sus amigos
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

diversos. Los polvos con diferentes hombres sin pensarlo, sin corrupto por no servir para adorar a dioses; sino para comprar
que la sociedad le recordara que podría ser tildada de zorra. Le droga, dolor, narcotráfico, exiliados, desplazados.
sorprendía lo abierta que había llegado a ser.
Por nostalgia volvió. Por nostalgia estoy aquí contándote
Volvió a ese lugar de sometimientos a las mujeres. De esta historia.
machismo cuidado en extremo por hombres y mujeres. Muchas
ni siquiera cuenta se dan. Sin reflexionar el por qué la cantidad La nostalgia te hace suya, te cambia las ideas, y luego, te
de diferencias establecidas. Catalogándola de marimacha, deja en la oscuridad de la realidad.
amargada, lesbiana, fracasada, puta, porque les mostraba las
diferencias en las que están metidas. Estaba en la tramposa realidad, aún embelesada por los
destellos de luz de la nostalgia, sin darse cuenta del psicópata
Ella luchando con la mayoría de la sociedad desde que tenía que conoció. ¿Quieres más descripciones?
uso de razón. En una familia y amigos anticuados, con quienes
peleaba aun cuando fuera en silencio, por no criticar, por no Martín tenía el poder de atraer con el pensamiento,
censurar. Seguir repitiendo esquemas, modelos, sin cuestionar, yo también. Nos volvimos a encontrar en la oscuridad. Yo,
sin pensar. Loros llevados por el reloj que les da el clic clac y normalmente, no me dejaba atrapar de esa manera. El atractivo
deben moverse a la derecha y a la izquierda. Y tener hijos, y con él existió desde ese momento. A veces se me vienen pequeñas
casarse, y aguantar infidelidades, y sufrir, y echar chismes, y imágenes del pasado de las personas, a él lo visualicé llorando.
estar a la moda.
Me dejé llevar por el ‘ay, niña, tan triste que se ve’. Era parte
Desde siempre quería irse y se fue. Estuvo lejos desde los de su teatro para atraer a mujeres como yo. Me jodió, como
17 hasta los 37. Veinte años lejos. Sólo las vacaciones la traían. decirte que no. Sí, lo hizo. Perdí la facilidad del goce. Podrían
Y no sabe por qué razón, le entró aquello que llaman nostalgia: ser muchas cosas juntas. Y tal vez es la patología que me ha
extrañar los acentos, los sabores, las risas, los colores de la piel, dicho la psicóloga que se me ha venido desarrollando. O el irme
los pómulos, los pelos ensortijados, diríamos que hasta echar de acordando lo que pasó antes de que cumpliera tres años. Lo
menos el desorden, la gritería, la mamadera de gallo. olvidado por el tiempo, oculto, semi-enterrado, floreciendo por
un inconsciente que sustrae de la realidad trazos que parecen
La nostalgia es un sentimiento misterioso: Te distorsiona insignificantes y que no dan tranquilidad.
la realidad, se une con la memoria: Alteran: Se encasillan en
recuerdos acomodados: Te hacen ver el pasado con arabescos La intranquilidad me sobreviene y no sé el por qué.
azules, y mentiras, que son amarillos y dorados, podridos de oro Escucho una canción de Janis Joplin, me recargo y me vienen
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Adriana Rosas

sentimientos ocultos, tristes, con ganas de abandonar todo y


buscar lo perdido no sé dónde. Donde la sangre no llegue más.
Donde deje de gritar en la oscuridad y pare por instantes. Donde
los pensamientos dejen de venir y lanzar y estrellarme contra
las paredes blancas que recogen la grasa de mi cabello sin lavar
por tres semanas.
OCHO PISOS
Bob Dylan y la vida desordenada sin las reglas que impone
esta ciudad, que se dice alegre, abierta: Mentiras. Cielos azules
que ocultan depresiones por las represiones sin manifestar.
Hombres viejos con chiquillas de dientes llenos de frenillos.
A la inversa, todos censuran. Si volteas la arepa te cae la mierda
de la sociedad. Para ellos, sí. Para ellas, no. Podríamos seguir y
no parar. Mirar a lo alto y ser felices. Mirar para abajo y saber
que la mierda de esta ciudad no se la llevan las lluvias. Siguen
anquilosados en forma de cáncer, cánceres que llegan por todos
lados, a todos los estratos. Antenas parabólicas de celulares, de
televisores, de matones que espían. Con sus ondas nos matan y
nadie protesta, no protestan por los muertos inocentes. Nadie es
inocente, se cagan en la misma mierda de esta sociedad, que en
su nostalgia me hizo volver. Me quiero largar. No aguantar esta
puta ciudad y su gente marica, de apariencias, de maniqueísmos,
de voces fingidas.

De hombres que quieren volver frígidas a sus mujeres, las


quieren ver llorando; mujeres y hombres de la escritora que
lleva mi mismo nombre. De Martín y sus putas locuras: Así
va naciendo un psicópata. Y todavía no les he dicho de dónde
viene su locura, pero sí, la de su ciudad. Su ciudad anquilosada.
Ciudad psicópata. Martín psicópata. Yo me liberé. Me les escapé
a todos y volví a esa otra ciudad.
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

durmió con ella. La manosea sin importarle si medio barrio


tiene el cuello paralizado mirando para arriba, si medio barrio
se esconde detrás de las cortinas para mirar al balcón de la
batica roja semitransparente, en el que a las 7:30 de la mañana,
como un relojito, sale la niña para mostrarnos que sí tiró con
El del 4° piso: Respiro fuerte, más lento. Me concentro. el semental que tiene al lado y es capaz de escurrirle todo el
Siento el aire que me recorre. Llevo 10 minutos en éstas y la chorro hasta que le goteen los pies.
tranquilidad no viene sino que desaparece por completo.
Escucho los mantras y parecen enturbiar más mi mente. Me Vuelvo a meter el maldito perro al edificio. El celador se
tomo la infusión especial para relajar, y sólo me pone a mear más queja que en su salida a la calle el hijueputa perro que sufre de
de la cuenta. Intento. No puedo. No puedo más. Y lo saco. Saco incontinencia urinaria, va dejando una estela de gotitas de orín
el cacho de marihuana que había hecho en la mañana, lo miro, mientras corre a la grama para echarse la gran meada. Me mira
lo huelo. Y al final y, por fin, lo prendo. Lo aspiro lentamente. El de reojo con cara de cabreado, mientras pasa un papel periódico
aire, entra, sube y, ahora sí, ahora sí que me tranquilizo. Son casi para secar las huellas del perro viejo que está haciendo que
las 7:30 de la mañana. piense mandarlo a dormir por la eternidad con el veterinario,
que me ha dicho que la jugadita me costaría un millón de pesos,
El maniático del 8°: Surge la luz del amanecer. Cierro todo. y sobre todo, la discreción y el certificado oficial de muerte
Convierto mi apartamento en un cajón oscuro. He creado un natural, desde que al gobierno se le ha dado por controlar la
buen sistema: pongo el seguro de las ventanas de madera, bajo eutanasia hasta en los animales.
las persianas, paso las cortinas antiluz. Puedo dormir tranquilo.
No importa si son las 7:30 a.m. Así no veo a mi vecina que me La nena del 2°: Se me corrió el rímel de las pestañas, esta
quita la tranquilidad, mientras sale a su balcón con su babydoll nueva marca no funciona. Y eso que la revista decía “a prueba
rojo semitransparente. de agua”. Los labios sin el rojo no me van bien. Saco el espejito
y me doy mis retoques, antes de que oiga el pito original de su
El divorciado del 6°: Saco a pasear el perro. Allí está la carro: una vaca que muge. Tan lindo mi bombón de chocolate
vecina en su balcón, la muy perra sale en las mañanas con su que todos los días me viene a recoger para llevarme a la U. Salgo
batica roja para arrechar a medio barrio. Es tan transparente a la puerta, porque a él no le gusta esperar ni un minuto. Y
ese rojo que podríamos decir que hasta vemos cómo se le va mientras, para matar el aburrimiento y sin que lo noten mucho,
escurriendo entre las piernas el semen del polvo matutino. miro con disimulo al balcón del séptimo piso. Antes veo el reloj:
todavía son las y 27. No ha salido.
Para morbosearnos todavía más, sale el hombre que
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

El viejito del 1°: Me trae otra vez al edificio que tengo por esquina hablo con el de los minutos. Acordamos que será esta
cárcel. La enfermera con sus grandes tetas, en un escote que está noche, antes de que entre.
más abierto que el de la vecina del séptimo a las 7:30, me dice
muy cerquita, inclinándose, casi rozándome: “señor, si quiere El del 6° y su perrito: Son las 7:30 a.m. Sale la del séptimo.
damos otra vueltica”. Como si no supiera que la otra vueltica ¿Será que no tiene otra batica? Siempre la roja con manchas
es porque en la primera no apareció el hombre que vende los blancas. Hoy no ríe. Nada le escurre. No es manoseada. El
minutos en la esquina. Se creen que por no poder hablar ni guachimancito no sale.
caminar como que no los escucho. Y sé lo que dicen, lo que están Está llorando. Me da lástima.
planeando. Y no he encontrado la forma de contárselo, al menos Y este perro que me jala y no me deja ver sin mover la
al vigilante con cara de tonto que tenemos en este edificio que escena. Hoy sí que lo llevo al veterinario. Mientras: lo amarro
tiene la pintura tan blanca por fuera, pero por dentro, escurre a la palmera de la puerta del edificio para que no me joda. Ya
pestilencia. se ha metido la vecina de la batica roja. Se ve abatida, diría que
hasta temblaba.
La ejecutiva del 3°:
“No, mija. No vino a dormir anoche. No he visto pasar al de la silla de ruedas. Me quedo
Claro, mi amor. Yo le dije al chismoso del vigilante, que el observando todo. No me gusta lo que pasa. Son las 8 y el de los
señor estaba en viaje de negocios. minutos no ha llegado, siempre está desde las 7. El vigilante
Ante todo la dignidad, nena. no me miró feo cuando el perro goteaba todo el pasillo. Y en la
Mi amor, después te llamo, que ya llegó el chofer. entrada del edificio, mientras limpia, se ríe.
Sí, ese que te conté. El que me mira así como extraño, como
con ganitas. La nena del cuarto y su pote de maquillaje de máscara
El nuevo que contrataron en la Fiscalía. espera frente al edificio desde hace media hora. Y el carro de
Sí, nena. Tal vez será otro que caiga. vidrios polarizados que siempre la viene a buscar a las 7:35, no
¿Será que me volveré especialista en choferes, y mi marido, ha llegado.
en secretarias?
Ay, sí, mi amor, nada que ver. Si él por allá está, yo también, Son las 8:05. Baja cambiada la de la batica roja. Lleva lentes
aquí. oscuros. Le pregunto si le pido un taxi. Sólo asiente con la
Te dejo, ahora sí, nena, que ya me voy a subir. Bye, bye”. cabeza. Mientras espera afuera del edificio le pregunto qué le
ha pasado. Únicamente me dice: “Lo secuestraron anoche antes
El obsesivo de la luz del 8°: Cuelgo el teléfono. No entra de llegar al edificio”.
ni una línea de luz al apartamento. Salgo en la noche. En la
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LUNA DE CUCARACHAS

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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

Martín, vuelves mientras sueño los aguardientes, mientras


escucho los ronquidos de éste a mi lado.
Abro mis ojos, ya hay luz, y tres cucarachas caminan
agarradas de la mano, en la pared de al frente.
Y tú, Martín, tú no estás aquí.
Las cucarachas trepan el bordillo. Vienen de tres en tres.
Quieren atacar el piso que hace de tablero de ajedrez.
Baldosas Negras Blancas.

En esta luna, las cucarachas salen a pasear.

Veinte años aumentados por los tacones, el maquillaje y


el pelo tinturado de color claro. Resolución en su caminar, en
mover su mano para indicar un no al hombre que le ha tocado
sus brazos.
Cada tanto se sube el jean, se le pinta más, toma sorbos de
cerveza. Ha empezado a las seis de la tarde y termina a las tres
de la mañana. Abre la botella de aguardiente, antes de servir
tira un chorrrito al suelo (pa’ las ánimas). El de camisa morada
le mueve su pelo. El de cachucha le da besos en la mejilla. Una
sonrisa para todos Una cierta coqueteadera para algunos.
Los que juegan son hombres. Sus barrigas sobresalen.
Algunos con guantes verdes y negros. Tiza azul. Palos. Ella se
mueve al ritmo de la música.

Suena un alabao y pienso en ti, Martín. Vuelves, vuelves.

Sube una cucaracha a la pared. Se le nota nerviosa. Su


concentración en mantener el equilibrio.

Se cierra el billar, el de la cachucha ganó.


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Adriana Rosas

Rata, hoja, mota de pelo, virgen ROBERTICO

Una mota de pelo se esconde debajo del sofá para vivir unos
días más.

Una rata de laboratorio se esconde cuando ve acercarse el


científico que experimenta en su cuerpo inyecciones de colores
chillones.

Una hoja del árbol vuela debajo de las otras, mientras cae el
Monzón.

Chicas vírgenes se esconden de los marineros que acaban de


desembarcar en el puerto, después de tres meses de viaje sin
escala.

Martina: rata de laboratorio, hoja de árbol, mota de pelo, chica


virgen.

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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

Llaman a la flaca de gafas desde el colegio de su hijo. Es una


emergencia.

- Hijueputa, que me van a estrellar – grita Martín cagado del


susto desde su carro Chevrolet azul. Y voltea a mirar rápidamente
S
- iempre hemos sido sólo los dos. Mi hijo y yo. Por él he al asiento de atrás, donde está su hija privada después de que
hecho muchas cosas –dice la flaca de gafas. rodara por las escaleras de su casa.

- Este maldito perro se volvió a cagar en la mitad del andén - No joda, otro chirriar de llantas. Siempre ocurren accidentes
y no llevo bolsas –piensa el enguayabado de gafas oscuras estilo por aquí cada vez que no llevo la bolsa del condenado perro que
John Lennon. se le da por cagar en todos lados.

- Oríllese. El malparido paró el carro en la mitad de la calle Llega la ambulancia. De la puerta trasera del carro azul
y no le importa –grita el iracundo de Martín, mientras lleva su sacan un cuerpo que cubren con una manta blanca y lo montan
hija al hospital. en una camilla. Desde afuera de la puerta delantera del carro
azul se ve un hombre tirado sobre la cabrilla, los enfermeros
- Que vengas a bañarte. ¡No joda!, que ya vas tarde y sigues dicen que también está muerto.
mamando gallo. Pelaito de mierda, cuando te coja vas a saber
lo que es bueno –la flaca de gafas sale desesperada del baño En el bus de colegio se cambió la gritería por el silencio y
buscando a Robertico. los llantos de miedo. Han sacado al niño que venía caminando
por el pasillo justo cuando ocurrió el accidente. Otra camilla
Robertico espera en la puerta de su casa el bus del colegio. cubierta con tela blanca.
Está peinado de medio lado, como a él no le gusta. «Ese peinadito
de marica», como le dice.
Frena el bus, se sube y va directo a la última fila donde se
forman los desórdenes que tanto le gustan. Mientras camina
por el pasillo se pasa la mano por la cabeza y se desordena el
peinadito que le hace su mamá. Hoy también lo correteó media
hora por la casa para que se diera un baño rápido sin que lo
tocara mucho el agua.

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VARIAS SOMBRAS SE ASOMAN

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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

se reunieran los pocos habitantes de este pueblo pequeño. Me


siguen con sus miradas. Cuchichean entre sí. Detienen su hablar
para fijarse sin disimulo en mí.
Se preguntan a qué he venido, a dónde voy, a quién visito.
Podría ser de alguno de los bandos.
En el puerto de embarque, donde se ve el río grande Cada vez que llega un extraño desconfiamos de él. El pueblo
se esconde.
deslizando tarullas, me encontré con un jefe y su séquito de
hombres: Uno le compraba las cervezas: El otro me miraba con
cara de guardaespaldas: Los demás le festejaban sus chistes sin Suena un celular, los del embarcadero paran sus bigotes, se
encanto. ponen de pie después de la llamada. Se llevan la mano derecha
a la cintura. Caminan resueltos, se olvidan de mí y se adentran
El jefe tenía hasta mirada de no tan matón. Tenía hasta por la calle vacía.
mirada de que juego a que me gustas de una forma tierna, así
como conquistó hace ya mucho tiempo, a su primera novia. Mientras coloco la cerveza vacía en la barra se escucha
Antes de usar una ruana doblada en el hombro. Antes de usar casi como en susurros unas ráfagas. Los del kiosko se miran
un sombrero blanco. Antes de usar una mirada de yo tengo el entre sí en silencio, se mueven rápido con la calma que da la
poder. Antes de matar a unos cuantos por encargo y también, certidumbre. Uno se me acerca y bien bajo me dice: “Mijita,
por placer. mejor salga enseguida, coja esa lancha que ya está a punto de
salir”.
Escuché que a ese jefe lo llamaban don Juan. Me olvido de Bajo con el corazón latiendo más sobre mi blusa blanca. Ya
don Juan y sigo hablando con el del kiosko que me vende las el motor de la lancha suena, salto adentro, me siento entre dos
cervezas que yo también me tomo para perplejidad de uno del hombres con caras desencajadas. Arrancamos y cuando el sol
séquito: viene en su atardecer rojizo sobre olas suaves que se iluminan:
-¿Y tú tomas todos los días? ¿Y tomas sola? más ráfagas cercanas se escuchan y justo en ese momento,
Su actitud no me gusta. Desde niña me huelo las energías. varias sombras se asoman en el embarcadero.
Pero debo tolerarlo en este pueblo al lado del río Largo.
En este pueblo de calles limpias, de buenas casas y de casi
nadie en la calle.
Sólo un hombre sentado en un taburete en el frente de
una casa, con su hablar sin dientes responde a mi saludo. Paso
frente a la notaria Única, frente a la alcaldía, donde parece que
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

como si con este rito volviera a un pasado, mientras Pachito, con


sus tres años, todavía corría, todavía me sacaba la lengua cada
vez que me veía.

Ahora vuelvo y sólo miro aquello que no hubiera querido


Voy en la búsqueda nunca encontrar, aquello que no pensé que podía pasar, aquello
de trozos regados en el suelo, en los techos, en los árboles.
Todavía un olor a sangre fresca. Todavía a punto de levantarse
Voy en la búsqueda. Chigorodó estaba allí. Hace dos y unir sus partes desmembradas. Todavía creyendo que había
noches salí. bebido algún brebaje de hongos alucinógenos. Todavía sin
En un día los descuartizaron. Mamá alcanzó a esconderse digerir la ausencia de las voces en el pueblo. Sólo zumbidos,
en el túnel que le cavé por si ocurría lo que temíamos, mientras zumbidos de moscas verdes brillantes arriba de cada trozo de
yo estaba fuera. carne.
Estuvieron tres horas. En tres horas los mataron. En tres
horas ni siquiera juicio hicieron, en tres horas borraron los Un tigrillo llevándose deprisa una mano. Mi tío con su ojo
apellidos de mi pueblo, en tres horas los bebés pararon de llorar. mirándome desde el árbol de arriba. María y su rostro sobre un
Persiguieron a Pachito en el monte, lo cazaron como a un animal. charco de sangre. Manuel, Manuel y su larga cabellera negra.
Felipe y su pecho musculoso. Marleny con su falda roja.
No comprendo. Busco mi búsqueda. Quedé allí tendido
cuando volví hoy a las seis de la mañana. Llegar gritando y no Nadie sale a recibirme. Todos pululan en el espacio, no han
encontrar respuesta. Desde la noche anterior lo presentí y por dejado aún la tierra. Están esparcidos y ellos mismos se asombran
eso decidí volver antes de tiempo. de ver sus cuerpos ahí tirados. Grito con una esperanza. Grito
para ahuyentar la muerte. Grito por si queda alguno de ellos para
A la entrada, la cabeza de Pachito con un letrero que decía: que me mate a mí también. Grito porque salí a buscar ayuda,
“Muertos por guerrilleros. Bajamos para quedarnos aquí, y no querían venir. Grito porque lo presentí y debía estar con
masacre y muerte a la guerrilla”. ellos. Grito porque necesito ahuyentar el suicidio. Grito porque
Después de que llegaran los goleros, los zorros, los gusanos, la locura me sobreviene. Grito porque pronto vendrán sobre mí,
y la carroña desapareciera, ellos volverían para reinar. Para me exigirán la ayuda que prometí y no traje a tiempo. Grito
ocupar nuestras tierras. porque qué más puedo hacer, si la impotencia ya mojó la tierra
que me recoge. Grito porque llamo a los dioses que teníamos.
Sigo mirando entre mis dedos, tapando parte de mis ojos, Grito porque quiero que un tornado se lleve todo esto y vuelva
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

a unir lo que está esparcido. Grito porque una lluvia borraría los
gritos de ellos que todavía guardan los árboles. Grito porque
los pájaros no están hoy al amanecer. Grito porque la lechuza
me mira desde su árbol de la noche y sólo siento culpabilidad.
Siento que yo también debería estar allí. Grito porque la tristeza
exige un canal de liberación. La liberación que me daría la Dime
muerte, la liberación de no estar aquí unido sino desperdigado,
con mi mano agarrada a una silla, mientras mi tronco está a tres
metros, de medio lado. Antes de que nos mataran…
Antes de que el pueblo estuviera lleno de goleros modernos,
Grito invocando los espíritus que no los protegieron. Grito con metrallas, helicópteros, granadas, minas y motosierras para
porque me dejaron solo, lleno de culpas, de incertidumbres. volvernos pedazos:
Los herederos de la violencia moderna.
Escucho un grito. Un grito que no es de ellos. Es dulce en
su miedo. Un vestido negro blanco se arrastra y viene hacia mí. Dime
Unos ojos unidos a un tronco a unas piernas. Un abrazo que está ¿De qué hablan cuando no hablan de desamor?
por venir. Un llanto descontrolado que me enloquece, me tira al ¿De qué hablan cuando no hablan del vecino?
suelo y me hace besar la tierra. Un rostro que besa mi rostro ¿De qué hablan si no me escuchan?
mojado. Un rostro lleno con más arrugas que hace tres días. ¿De qué hablan mientras paso por sus casas?
Un rostro moreno que hoy está amarillo. Un corazón a punto ¿De qué hablan mientras intento comer algo desde hace dos
de reventar con tantos latidos. Reunió los latidos de los demás días?
en ese único corazón. Llena de tierra, pero enterita. Enteros los ¿De qué hablan mientras grito en un silencio de mirada oscura?
dos salimos, enteros para fuera, porque allí dentro no hay pieza ¿De qué hablan mientras juego a que me acomodo a esta ciudad?
que se pueda armar, allí dentro, la luz se apagó y se oscureció de ¿De qué hablan mientras llevan colgados de un bolso anti… y
tanta sangre negra que vimos mientras salíamos. de sus cuellos un anti-desplazados?
¿De qué hablan? ¿De qué hablan mientras lloramos en estas
casas de plástico?
¿De qué hablan mientras lloran el robo de un celular y nosotros
el robo de nuestras casas, nuestras tierras, nuestro lugar de
donde no queríamos salir?
¿De qué hablan mientras brindan con champagne, mientras la
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

tierra recibe la sangre de mi tía desmembrada porque dicen que ¿De qué hablas mientras te haces el que no ves?
pertenece al otro bando? ¿De qué hablas, Fanny, de qué hablas, mientras juegas al bridge?
¿De qué hablan mientras toman un whiskey 18 años frente ¿De qué hablas mientras juegas con mis tierras?
al mar, mientras nosotros gritamos tratando de ahuyentar la ¿De qué hablas mientras no te importa dónde estoy, ni mis
muerte de los 20 decapitados en la plaza central? familiares que mataste?
¿De qué hablan mientras comen langostas en el yate de alquiler, ¿De qué hablas hoy en tus sueños? ¿Sueñas con mis muertos?
mientras nosotros corremos despavoridos en la noche huyendo ¿Sueñas con los tuyos? ¿Sueñas con los que mandaste a matar?
de esos que nos amenazaron al atardecer? ¿Dime de qué hablas mientras recorres con tus ojos de sapo
¿De qué hablan mientras pagan con una master gold card, gordo tus muertos?
mientras el de la tienda me amenaza no volverme a fiar? Tus muertos hinchados, llenos de huecos, con ojos de terror,
tiesos, cagados en sus pantalones, meados en chorros por el
¿De qué hablan mientras ríen en su traba de coca y marihuana, miedo de no querer dejar esta vida, de no querer morir por tiros,
mientras nosotros estamos desperdigados en los tugurios de por motosierras, por machetes, por minas, por ti.
ciudades que nos aborrecen? ¿Dime de qué hablas entre sueños mientras tus sacos llenos
¿De qué hablan mientras el cielo es azul, en una playa de la de muertos sacan sus gusanos y te quieren comer /consumir/
Costa Azul, mientras las aguas negras recorren las calles de devorar?
estas chabolas que se quieren desarmar bajo la tempestad que Dime, ¿Aún piensas en mí?
vomita sapos hediondos de la carga del desplazamiento? ¿Ya no me recuerdas?
¿Cómo quieres que te diga? ¿De qué hablan?, dime, ¿De qué ¿Nunca me viste directamente a los ojos?
hablan mientras nunca fuimos olvidados, nunca nos llegaron a ¿O tu mirada tiesa, cubierta por lápidas, no te dejaba
recordar? verme en mi totalidad?
¿De qué hablan mientras lloras por un hijo que no tuviste, Dime, ¿Aún duermes tranquilo?
mientras nuestros tres hijos adolescentes los decapitaron ¿No has comenzado a delirar?
frente a nosotros, y por miedo de que no mataran a los dos que En este país de violencia que no se quiere ver
quedaban, callamos; y nos pesa, nos remuerde, y tal vez habría En este país que se escuda en su violencia pasada para
sido mejor que nos hubieran matado a todos y no seguir en esta continuarla.
vida que parece escurrir la sangre de nuestros hijos cada vez
que recorremos las calles de esta ciudad para pedir limosna?
¿De qué hablan mientras lloran por una materia perdida,
mientras nosotros lloramos sin lágrimas y navegamos perdidos
en el miedo del exilio obligado?
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

Un gato entre el peladero Los pliegues de las ventanas mal cerradas

Pasa el gato merodeando. Estoy amenazado. No les importa una familia. Su brazo,
Mueve su cola con lentitud. Con su punta acaricia la hoja de su mano que me toca mientras compramos en el supermercado.
toronjil que brotó de la tierra sin que nadie lo sembrara. Una sonrisa cómplice mientras escogemos un champú. Nos
vigila o los vigila uno cargado de pistolas, una radio. Atrás en
El hombre tiende la ropa o la destiende, el perro lo acompaña, su chaleco antibalas: POLICIA.
una mujer lo espera.
Mi investigación: descubrir irregularidades. La regularidad
La rabia la tengo dentro. Sé varias cosas sin la certidumbre. de la violencia colándose por entre los pliegues de las ventanas
Él lo sabe. Ahora quiere hacerme creer lo contrario. Ahora mal cerradas. La regularidad de acabar a los denunciantes de las
intenta hacerse el dormido allí dentro. Ahora yo intento que irregularidades de corrupción y sus misceláneas.
lleguen las seis para ir a desayunar.
Soy el del chaleco verde caqui, verde militar. Vigilar,
Él quiere decir esta tierra es mía, yo corto sus árboles. El hacer que miro todo. Sin acercarme tanto, para no escuchar
peladero entre cercas siempre le ha gustado. Las chicharras se sus intimidades. Aburrido de vigilar. Miedoso de un posible
escuchan a lo lejos. La montaña de la derecha la barrieron casi, encuentro con sicarios que lo quieran matar. Ellos hacen que
casi sin árboles, casi como la del frente. No casas, no vacas, sólo no me ven. Yo noto sus incomodidades. Siento haberme metido
cercas blancas y árboles matados, para decir esta tierra es mía. aquí. Siento no haber buscado más. Siento siento y siento que
no quiero estar así, así: vigilando.

Obligado por un trabajo que no salía. Salida fácil. Unas


armas que debería utilizar. Un atento todo el tiempo. Un
atentado. Un posible atentado. Es sencillo. Saber que detrás del
mostrador una mujer de cara limpia bajo su supuesta barriga de
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Adriana Rosas

embarazada esconde una pistola con silenciador. Saber que a la


vuelta del mostrador un niño de quince años con sus braquets
en los dientes lo mira y le dispara tres veces. Saber que tras
ese estante un hombre de saco y corbata esconde una granada.
Saber… saber… que tal vez mañana no existo o él deja de ser
vigilado.
EMBAJADOR
Saber que mientras recoge a su hija Liliana al salir del
colegio, una moto cruza y le disparan. Saber que podría ser
su hija, y no él, y no yo. Saber que mientras huye en el vuelo
internacional algo-alguien acabaría con la huida. Saber que
desde afuera denuncia. Desde afuera no es lo mismo que allí
dentro. Desde afuera extraña los acentos, las caras. Desde
fuera paró las amenazas. Desde fuera la nostalgia no tiene voz
verdadera. Desde fuera nos encontramos los salidos. Desde
fuera añoramos el retorno.

Tocan a la puerta. Abro con calma: debe ser Liliana desde el


colegio. Rio. Mi cara cambia. Se oscurece todo. Un ruido fuerte
atrás. Una luz me enceguece. Caigo. Él Corre. Baja las escaleras
rápido, saltándolas casi. El ruido del ascensor que llega. Liliana.
Sus ojos. Mis ojos que se cierran. Sus gritos. Su dolor. Sin poder
volver. Sin poder consolarla. Desde arriba veo mi cabeza cargada
en los brazos de Liliana. Llamándome. Y yo sin poder volver.

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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

**
Margarita enfrenta mis infidelidades. Margarita podría
ser que viniera el próximo mes a este país rey del software
emergente. Tal vez la trasladan por seis meses. Creo que otra
vez Rhatna me va a mirar con sus ojos incrédulos que hablan
* mientras su voz calla. Con sus ojos me dirá «Sí, otra vez de
Y dice que ella viene, que viene de su país. Él es el embajador». Por momentos me entusiasmo pensando que
embajador no-oficial en esta ciudad de Oriente, a la que muchos Rhatna se pone celosa y querrá acostarse conmigo, me dirá que
quieren venir. Cada tanto hacerme la desentendida, como si eso no vaya, que me ofrece toda su humedad.
no fuera conmigo, como si no me importara. Y es que cada vez Pero no, Rhatna ya no propone ni se opone. Rhatna podría
menos. Cada vez menos y con más frecuencia ya no. ser que también tenga amantes.

** ***
Mi amiga me dijo de la frialdad de la foto. Muchos la El paseo por el palacio más grande que se hizo por amor
tildaron de “que bellos que se ven”, “hermosa foto”. Margarita estuvo oscuro. Para las fotos trato de no expresar mi desilusión.
se detuvo en la rigidez de mis brazos. Las sonrisas que no nos Pensé que podría conquistar al antiguo novio de mi tía. Pero él
salían a ninguno de los dos. Los ojos grandes de Margarita. estaba distante, como pensando en algo que no era yo.
Observadores. Se pierden por instantes y se deleitan fuera
del círculo. El poeta Khateeb dijo que sus ojos eran como si *
tuvieran sueño, como perdidos en otros planetas. Mi amiga Llegó temprano. No huele a alcohol. No huele a sexo. Me
Margarita me embruja por momentos. Yo la hechizo con mi voz, mira con detenimiento. Me besa la frente y se va al computador.
con mis comentarios y la hago reír. «Y te ríes», le digo. Y ella se
ríe todavía más. **
Llevarla a otro palacio, a comer, a tomar té. Me despido
* de Rhatna con un beso en la frente. Quisiera que ella también
Anoche me dijo que iría al palacio a llevar a una amiga. A fuera, pero no me atrevo a preguntarle: La distancia.
ejercer las veces de embajador. Con el tiempo me confiesa sus
aventuras. Hace unos años tuvo algo con la tía de esta ahora
amiga. Podría ser que tuviera algo con la sobrina. En estos días Se diluye el tiempo. Oscurece pronto. Nos despedimos.
de exhibiciones mejor me voy con mi grupo de kathak. No pasa nada. Nada ocurre. Nada diferente. La despedida.

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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

La vuelta a dormir en una cama juntos, semiabrazados. Sin


sexo. Con esporádicas funciones de embajador. Con esporádicos
encuentros sexuales y con ganas de volver a sentir el amor. Un
je t’aime… moi non plus. Profundo. Correspondido.

Margarita confirmó que viene. Lo mismo, a pesar de

Nos conocimos en Montpellier, la rutina nos está matando.


Él vino, montamos un negocio dulce para el dinero. Sin embargo,
y tal vez por eso mismo: la rutina nos está matando.

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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

Revelación Juntos por siempre

Te he visto al levantarme: llegando borracho a tu casa (más En la cama juntos en la madrugada. Llevaba tiempo durmiendo
que a menudo). antes de que él se acostara. Tarde, como es su costumbre.
Ellos te llevan de brazos para que no caigas.
Hoy has hablado de aquello que guardabas. Te lo ha sabido sacar. Sentí cuando se estaba metiendo en la cama. Creo que me
Mujer preguntadora ha cumplido su propósito. despertó que no me abrazara. Estaba lejos de mí. Sentí unos
Tal vez mañana no te acuerdes todo lo que alcanzaste a soltar. sollozos, sus sollozos. Me volteé un poco, pude ver cómo pasaba
Ella no. su mano por su mejilla. Restregaba su ojo. Me dio dolor. ¿Quién
Tú duermes desparramado en la cama: con ropa. lo estará haciendo sufrir?
Ella, con los ojos abiertos mira la oscuridad.
La reciente revelación no deja que su mirada se cierre. «Yo siempre estaré a tu lado».
Su cerebro y corazón bombean más de lo que ella está
acostumbrada.
Una mano la rodea y le susurra con suavidad: ‘duérmete’.

A él no lo quiere interrogar.
Todavía no. Algún día sí.
Porque él se parece a ese que acaban de acostar.
Lo escogió parecido.

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CLAVADA

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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

la decisión que divisaba desde hacía días.

Margarita espera a que Martin cierre la puerta. Lo invita


a sentarse a su lado. Saca una de sus sonrisas maliciosas,
determinativas y racionales. Él intuye lo que se viene. Para
Margarita llega a su casa. Se tira en el sofá. Se quita la tratar de disuadirla, acaricia sus pies, soba sus dedos, los alarga
ropa. Le gusta verse desnuda. Le excita creer que él podría abrir en masajes. La besa por su cuello, pasa su lengua con ritmo por
la puerta y encontrarla masturbándose. su oreja y le chupa su lóbulo hasta hacerle escapar suspiros;
bien sabe de los puntos en la sensualidad de Margarita.
Hoy está cansada. Se comienza a tocar. No siente casi. Todo es inútil. Ve crecer los colmillos de Margarita y acepta
Con su mano soba su teta derecha, su pezón se para, quisiera que debe exponerse a ella, ofrecérselas.
besarlo. Si se sabe inclinar y ponerse en la posición adecuada, a
veces alcanza a chupar sus tetas. Ver el orificio de sus senos la Siente cómo lo acaricia con su lengua, tanteando la mejor,
excita y se inventa la forma de cómo acariciarlos con su lengua. la más dura. La vena más palpitante. Y lo peor, esa búsqueda lo
Juan la encontraba así y se enfadaba con ella. No comprendía excita. Tiene la mejor de las erecciones. Inconscientemente su
que necesitaba de sus propios orgasmos. músculo sube y baja. Bombea más sangre, no sólo a la vena, no
sólo a su pene, sino a sus manos que se mueven para buscar
Martín sí que la entiende, sí que se excita, y mientras va la teta izquierda de Margarita, bajarle su camisa, quitarle su
a la casa de Margarita en sus días de arrecho desea que ella sostén y chupársela, mientras ella le clava los colmillos en su
esté en el sofá con una pierna subida en la pared y con su boca cuello.
chupando su teta izquierda. La izquierda lo excita más que la Los dos se revuelven, sus sexos tiemblan, se hinchan.
derecha. Ver su boca sobre su seno izquierdo es su sueño. Esa
es la imagen que desea encontrar. Martín con sus labios anchos Se quitan la ropa deprisa, el desespero llega y saben que
y no por sangre negra. Ojos azules en grande y algún pequeño tienen que ser rápidos para penetrarse, para llegar, para tener
punto marrón. Labios suaves carnosos de besos entrecortados, el mejor clímax.
de besos de lengua de pequeños roces.
Después de ese rito se estiran en el sofá con los sexos abiertos,
Esta noche la imagen no es esa. Margarita está sobre el sofá, felices y con una semisonrisa a pesar de estar dormidos.
sí, pero sentada y con ropa. Tiene cara de circunstancia. Y antes
de cerrar la puerta tras de sí, Martín entiende que tal vez esta
noche no dormirá en esa casa, que tal vez Margarita ha tomado
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

Las mujeres también tienen eyaculaciones Boca ardiente


hoja titilante
Él era un negro, jugador de fútbol. Me ponía en cuatro y por
detrás, suas, suas, quedaba suspendida en el aire, las piernas Tus lengüeteadas para quitarme el agua del mar donde se me
volando, sólo se agarraba de mí. Me excitaba cuando lo veía así. acumula más salada

Él era un mono de ojos azules, lindo, marinero. Y tenía amantes. Lengüeteadas para intentar sacar mi salado permanente que se
Esa vaina desgasta, le baja a uno la autoestima. diluye con el roce de tu lengua, de tu sexo.

Después de 10 años ya no hay sexo. La energía de una persona


se pasa a la otra y ya cada quien tiene la energía del otro.

Después que tuve mi hija no me dieron más ganas de estar con


él.

̶ ¿Se te quitaron las ganas de tener sexo?, exclamó Anareth


alarmada.

̶ Con él sí, pero con otros no.

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MANRIQUE

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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

Manrique era amado por su mamita bella. Manrique tenía una


cunita toda blanca como su piel. Manrique era amamantado con
todo el amor. Pero su padre, su padre, se incrementaba en celos
cada vez que sus bellos labios se acercaban a los pezones de su
madre para alimentarse.
Él me acostumbró a tenerle miedo.
Gritaba que era mi padre y tenía que obedecerle al pie de la Manrique estaba loco y no por azar. Nadie se vuelve loco
letra mientras viviera en su casa. por azar. Nadie entra en esta cárcel de barrotes negros sin antes
Mi padre: un hombre oscuro, de voz gruesa, mirada haber pasado por la locura de una vida. Desde el nacimiento se
penetrante y altura que me daba terror. Desterrarlo de mis va trazando el camino en zigzag de cómo llegar a ser loco y no
pesadillas, todavía es una osadía, sigue batallando, tratando de perder la hombría. Esa nunca la perdió Manrique, ni siquiera en
hacerse un camino en estas noches de somnolencia, barbitúricos sus momentos más extraños de viajes intersiderales, cambiando
y drogas celestes. las calles sucias de su ciudad por pastos sembrados de amapolas
en altas montañas, con jeringas amarradas por cinticas blancas
Los habitantes de este hospital pretenden que me en una mesa adornada. Hasta en esos momentos Manrique le
entusiasme cuando él viene a visitarme. Están equivocados, respondía a la loca Micaela. Micaela nunca dudó de que estaba
siempre lo estuvieron. Gozar no es lo mismo que pasarla bien con el man, el propio.
en medio de sus golpizas. Un padre arrepentido, mientras su
hijo agoniza en esta cloaca de mierda que llaman hospital y es Ahora en este puto hospital de mierda Manrique extraña a
sólo una cárcel de locos para los que no pueden vivir libres en Micaela. A ella no la trajeron. Le dicen que afuera lo espera a que
las calles. salga recuperado. Triquiñuelas. Engatusarlo es lo que quieren.
El negro de su padre la mandó a matar tan pronto encerraron a
Manrique: así me llaman aquí dentro. Allá en la calle: el loco Manrique en esta cárcel blanca de rejas negras.
Manrique: “Abran paso que viene el loco Manrique. Hoy está
más trabado que nunca. Mírenle los ojos. Lleva sangre en los Manrique aguanta las chapuceadas en agua fría,
dedos de su mano derecha. ¿Será suya o de la loca Micaela que los escalofríos de la noche con sus baldosas blancas, los
anda con él?”. electrochoques que todavía siguen siendo usados aquí.
Persevera por Micaela. Micaela es su motor, lo sabe el psiquiatra
Manrique era un bello bebé, ojitos azules, rizos dorados, de mirada fría y perdida que lo ve dos veces por semana.
como los más bellos comerciales de pañales Johnson para
Latinoamérica, donde abundan el negro, el indio y sus mezclas. Manrique. Manrique. Él está aquí. No te abandona en tus
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

pesadillas. Él, el responsable. El que hizo desaparecer a tu mami,


mientras los celos lo carcomían porque con tus labios devorabas
su leche. A ese eterno degenerado que viste cogerla por los pelos
mientras comías. Mientras ella te trataba de salvar y gritaba y te
ponía en la cuna. Mientras él la agarraba y hacía que lo mirara a
los ojos para mostrarle que estaba celoso del chino mocoso que Guillotina
te tocaba donde sólo él podía. Tus ojos pequeñitos, Manrique,
vieron cómo el negro asqueroso subió su mano para cachetearla
y tirarla al suelo, y desenfundar la pistola de cacha blanca y Esperar a que llegaras. Una venganza se preveía. No apareciste
saber dar dos disparos en la cabeza, esos que dan los que sólo Me tocó irte a buscar.
están acostumbrados a sacrificar animales en los mataderos
públicos. La cabeza rodó.

Tú, Manrique. Manrique. Despierta. Olvídate de ese Nada que hacer. Esperar otras vidas.
hijueputa. Acuérdate de Micaela. Reacciona, Manrique. No te
dejes matar el cerebro por los electrochoques. No te quieras Dar poco a poco. No soltar todo de un solo.
escapar esta noche para encontrarte con Micaela. Allá afuera
están los vigilantes de esta cárcel blanca de barrotes negros que
disparan a quemarropa a cualquiera que intente salir de sus
muros. Despierta Manrique. No salgas de este cuarto. Quédate
dentro. Manrique estás muy débil. Te matarán. Manrique no te
vayas. ¡Manrique!

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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

a caer.
Mire, niño, usted ya está muy grande pa seguir así. Venga y
le preparo un café pa’ que se le quite esa cara de apesadumbrado
que tiene usted. Venga pa’acá. Venga donde la negra Merche,
venga que yo lo abrazo a usted y todo se le quita.
El abrazo de Merche Ay, mi niño, ¿pero qué tiene? ¿por qué esas gotas en el
suelo?
Ay, no me diga que…
V
“ a siendo tiempo de que te marches”. Venga pa’ca, venga donde la negra merche, venga no’má
Fueron las palabras de mi padre.
Ese abrazo me puso a llorar como el niño que fui con la
No había nada que añadir, ni yo que replicar. Merche. La Merche siempre me salvó de las palabras de mi
padre. Sus abrazos me limpiaban de aquello que él me dejaba.
Algún día fui yo quien había ayudado. Muchos años sin Merche, mi vieja Merche, cómo pude pensar que sería bueno si
trabajo no daban para más. En esos momentos me acordé te reemplazara. Ay, mi Merche, perdóname, perdóname.
de Esteban, nunca daba motivos para que alguien tuviera
agresividad con él. Decidí callar y apenas moví la cabeza para Me temblaba el caparazón que me ponía con mi padre. Con
darle un sí. Merche se escapaban mis llantos, moqueaba y me pasaba su
delantal. ¿Y si dormía con ella en su cuarto del patio? ¿Y si me
En la cocina, sentado en el taburete de la pequeña mesa, me escondía de él para que no me viera?
dediqué a observar las baldosas blancas y negras. No sé el tiempo
que pasó, pero cuando mi padre me dictó su resolución era aún
tiempo de desayuno y ahora entraba Mercedes arrastrando sus
chancletas para preparar el almuerzo.

Dudé de todo, de mí, de mi situación, que si tal vez


reemplazaba a Mercedes me podría quedar. ¿Y Mercedes? ¿Para
dónde cogería Mercedes? Mejor seguir así meditando en mi piso
de ajedrez. Alguna jugada maestra se me podría ocurrir.

-Niño Juan, no mire tanto pal suelo que el pescuezo se le va


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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

Pesadillas Margarita no habla

Los sueños rozan las etapas de Cristina. Vuelve a ser niña, Margarita no habla. Nadie sabe por qué no utiliza su
vuelve a gritar en las oscuridades. Vuelve a temerle a su padre, lengua para sacar palabras.
vuelve a rozar la locura con sus pestañas oscuras que se cierran Se conforma con saborear la comida, sacar su lengua a
y se abren intermitentes, como relámpagos brillantes después personas que no le gustan y lamer con su lengua los conos de
de los rugidos que producen sus truenos. Los truenos de la vainilla que le compra religiosamente su padre cada tarde.
locura, de las pesadillas y sus gritos y su desespero y su querer
despertar y seguir pegada a las escenas que la retornan a su ¿Tú sabes qué le ocurre a Margarita?
niñez, a los rigores de su padre, a las amenazas de su madre, a Margarita tiene quince años y nadie sabe lo que piensa
las caricias espaciadas, alejadas, lejanas. desde que tiene nueve.

Cristina despierta. Su padre ya no duerme en la habitación Algunos le preguntaban si el ratón le había comido la lengua.
de al lado para salvarla de las pesadillas. La casa es grande es Y ella con sus ojos que sí seguían hablando, los fulminaba con
vacía. El agua del sudor moja su pijama. Moja sus sábanas de su mirada.
flores. Las cambia. Se sienta al borde de la cama. Se arrodilla y Tres psicólogos no han logrado sacarla de su mutismo, y a
reza como niña. Regresa a su infancia. Maity, su niñera, ya no la mierda los ha mandado Margarita.
le pasa la mano por sus cabellos, por su espalda; para sacarla y
convencerla que ya llegó, que no está en sus pesadillas, que no Dicen que podría ser brujería. Su mamá le ha echado agua
está del otro lado. Vuelve: no vuelve. Va y no va. Cuesta volver. bendita, la ha llevado al Lourdes, han subido las escaleras de
Montserrate.
La ausencia de Maity.
La pregunta de Cristina: «¿Quedarme en las pesadillas?». Creo que ya todos se han acostumbrado al silencio de
Margarita.
Dime, ¿qué le ha pasado Margarita?
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

Las chismosas del pueblo dicen que la pretensión de esa Cabreada como nunca había estado en sus nueve
mococita fue castigada por Dios al dejarla sin habla. Pero tú insignificantes años de vida, donde todo había sido color de
también sabes que ella era sencilla, a pesar del dinero que rosa, Barbies y Klark Kents.
acumula su familia. Decidió volver a gritar, a emputarse con el mundo y jurar
y perjurar que si nadie le decía lo que estaba ocurriendo no
Ahora recibimos una carta de Margarita, al fin se ha decidido volvería a hablar en su puta vida. Y efectivamente: El silencio
a utilizar ese lenguaje. Nos escribe porque sabe que somos los no dijo nada.
espíritus que habitan esta casa y nos podríamos comunicar con
el más allá para vengarnos del ‘malparido que le hizo lo que le
hizo’: son sus frases textuales, las hemos copiado tal cual como
están en su carta.

Para resumirles y no hacer tan extenso este cuento que no


da para mucho: Margarita iba una tarde estival, como esas que
describen los cuentos cursis de hadas, saltando y oliendo las
flores en el extenso campo de su padre.

De repente, escuchó unos pasos como si la persiguieran.


Miró hacia atrás y no había nadie.

De repente, sintió un viento helado en su espalda.


Miró hacia atrás y no había nadie.

De repente, el sol se fue tapando por unas nubes oscuras.


Miró hacia arriba y no había ningún pájaro de alas negras
sobrevolando el cielo.

Entonces, cansada de tanta huevonada, a Margarita se le


dio por gritar: “¿Quién coño está ahí?”.
Y nadie contestó nada.

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TRES COLOMBIANOS

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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

llamaba la mujer, Juan era el mayor y Pietro, el más joven.


Todos en casa teníamos un entusiasmo como sólo se tiene
cuando la realeza hace sus recorridos entre el vulgo. Mi abuela,
la inglesa, nos decía que ella recordaba cuando de niña la
llevaban los domingos al Palacio de Buckingham para ver a la
Tres colombianos en un pueblo perdido de la Patagonia. reina saludar al pueblo con su brazo derecho. La emoción no la
No sabemos por qué han llegado, no son de los pocos turistas dejaba dormir esa noche.
que por despiste vienen a parar a este pueblo que lo azota el
viento casi todo el año. Creíamos que eran narcotraficantes. Su Abigail, Juan y Pietro entraron juntos. La más decidida
sencillez nos ha demostrado lo contrario. era la mujer. Tenía unos ojos verdes que brillaban y encima
unas pestañas negras que me embrujaban sin poder dejar de
Mi abuela decía que huían de un pasado ‘criminalístico’, así, mirarla. Deben tener en cuenta que yo sólo tenía trece años y se
bajo estas palabras los encasilló. Y le insistió tanto a mi padre, convirtió en mi amor platónico. Comía con calma, se llevaba la
que hicieron traer la policía del pueblo grande del lado para que tarta de chocolate a la boca, degustándola como si esos placeres
les revisaran sus papeles. le hubieran sido vedados por mucho tiempo. Yo veía en cámara
Nada, no estaban perseguidos por la Interpol, no tenían lenta esa cucharada llena de chocolate que se metía en su boca
antecedentes penales ni aquí ni en otro país. y luego salía limpia. Me hubiera gustado que tratara así a mis
labios.
Veíamos que sus dientes iban creciendo cada vez que
alguien del pueblo se empecinaba en preguntarles por qué Supongo que mi mamá se dio cuenta de mis intenciones
habían escogido vivir aquídes, si los propios jóvenes del pueblo porque me mandó llevar los platos sucios a la cocina con una
huían tan pronto podían. Desde entonces, su color bronceado se mirada fulminante cargada de una orden tácita: ¡Contrólate!
fue perdiendo. Vivían en una casa semidestruida que alquilaron Lucía, mi hermana, se reía, y no podía disimular su burla a pesar
a las afueras del pueblo. Decían que eran hermanos. de taparse con las dos manos su boca.

Mi mamá se fue haciendo amiga de ellos. Les llevaba algún No sé qué ocurrió mientras estuve en la cocina, tengo que
postre, alguna jalea de frutas del último verano. Juraba que aceptar que a lo sumo fueron dos minutos. Pero cuando hice mi
llegaría a averiguar quiénes eran, pero la verdad es que les fue aparición de nuevo en el living, un ambiente tenso hizo que me
tomando cariño. detuviera en la puerta de la cocina, para tratar de descifrar qué
estaba ocurriendo.
Una tarde vinieron a visitarnos para unos mates. Abigail se
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

Mi mamá que siempre estaba bien peinada, podría decirse todos y se detiene cuando ve sus caras.
que la encontré con los pelos de punta, y no es una frase de
cajón. Mi hermana Lucía tenía los ojos más abiertos que nunca, Mamá se va al cuarto con papá. Cierran la puerta con llave.
ella que de por sí es ojona. Y los tres hermanos tenían sus Busco a Lucía para que me explique y sólo hace un gesto de
miradas idas por la ventana que daba a la montaña. fastidio, de ahora no. Entonces, lo único que me queda es correr
tras los tres hermanos para que me expliquen. Los alcanzo en
Lucía que movía sus dedos sobre la bombilla del mate, de lo alto de la calle, toco la gabardina de Abigail, ella se voltea
repente, me miró. Lanzó un suspiro y se puso a llorar. Mamá con calma y me dice: “Ella sabía que vendríamos. Ella dejó algo
dejó su letargo, desplazó su mirada hacia Lucía y tras un grito pendiente en su pueblo antes de venir aquí. Nunca se imaginó
la mandó a callar. Los tres hermanos se acomodaron en el sofá que éramos nosotros. Ninguno se parece a ella. Nos adoptaron
e hicieron un gesto de ‘ya era hora de irse’. Mamá como una unos colombianos”.
zombi, sólo atinó a decir: ‘Gracias por haber venido’. Frase
trillada que mi mamá no solía usar ni en los momentos más
protocolarios con sus suegros. ¿Qué diablos estaba pasando?

Los tres hermanos comenzaron a tomar algo del color con el


que habían llegado al pueblo. Sus dientes se empequeñecieron, se
los vi mientras lanzaban su sonrisa hipócrita de agradecimiento.
Mamá tan pronto les cerró la puerta se puso a llorar con Lucía.
Las dos lloraban desconsoladas y yo no sabía por qué. Cómo así
que en dos minutos alguien puede cambiar de repente.

Salí a la puerta para ver caminar a los tres hermanos.


Intentaba descifrar lo que había ocurrido. Caminaban con un
cierto orgullo que no les había visto durante el largo año que
habían pasado en el pueblo. Tengo que aceptar que me dio
envidia esa resolución que llevaban. La chica hasta movía las
caderas con alegría. Quedé extasiado.

Entré en la casa. Ya no lloraban ni mamá ni Lucía. De


repente, se abre la puerta, papá llega con algarabía saludando a
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CON SU AMOR, A PESAR DE TODO

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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

repetir esa sensación y no ha vuelto. Sergi me acompañaba en


mis viajes. Nos acompañábamos.

He vuelto después de chutarme por tres años y medio sin


descanso. Las pastillas de metadona me sostienen. Sergi ya no
Martina está en blanco. No es la amnesia a la que recurren es Sergi, ni Sergio, ni una puta mierda. Sergi se fue. Siempre le
una y otra vez en Hollywood. A veces Martina olvida alguna de echan la culpa a la sobredosis, yo creo que son los chingados
sus vidas para ocuparse de las otras. policías que nos meten unos pinchazos extras para no vernos
Ahora vuelve a pensar en Joe y Martin. tirados por allí.
Ellos tienen 23 y 22 años. Martina, 46.
No ve a sus hijos desde hace cuatro años, desde que decidió Sergi se fue. Me quedé sola pinchándome. Ya no era lo
que no podía seguir así. mismo sino viajábamos juntos. Poco a poco, entre metadonas
A los 18 ya podrían defenderse solos. y los consejos del padre Estaban fui cediendo. Estoy aquí con
Martina necesitaba estar sola, sin pensar que siempre ‘debía cuatro dientes menos y una sexualidad disminuida.
ser correcta y ejemplo para sus hijos’.
El padre Esteban ha creado una reunión obligada para el
Una casa de locos, una suciedad acumulada. Martina grita próximo sábado entre mis hijos y yo. El polvo de estas montañas
por los platos que se acumulan en la piqueta. Nadie la escucha. altas, de estas montañas peladas no me gusta. El ser pobre
No hay nadie. Los platos son de ella. Lleva tiempo viviendo sola. sin pinchazos me aterroriza. La pobreza en la villa, el viento
Una pequeña crisis, como Martina le llama. Un pequeño desliz que silba entre sus calles y la ausencia de Sergi me llevan a la
temporal, sin saber cómo salir. melancolía.

Mi libertad. Me acuerdo de esos primeros días: Volver a ser Es jueves. Desayuno, almuerzo y ceno metadona. No hay
adolescente. para nada más. El padre Esteban no alcanza a alimentar tal
De fiesta con Sergi, que apareció después de haberse cantidad pobres todos los días.
esfumado. Hoy es viernes, mañana llegarán.
Sergi ya no era el chico tierno con quien me besé por No quiero que me vean así: Arrugas como de sesenta y no
primera vez. Sergi estaba metido con un juguete que hace que en los cuarenta. Una boca estrellada sin los cuatro dientes del
nos perdamos en el tiempo. tren delantero. Una delgadez de piel pegada. Un cierto temblor
de manos por momentos, y en otros, la lentitud.
El primer pinchazo me llevó más lejos. Después he querido
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PARA SEGUIR BESÁNDONOS

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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

hondo y de nada han servido cuarenta años.

Marie, la única niña de los cinco amigos, aparece detrás


de la reja de la casa. Debe ser ella. Sus piernas largas, sus pies
descalzos. No me reconoce. Mi calvicie Mi barriga. Grita: “¿Quién
Timbré. Nadie salía. Hacía cuarenta años que no veía a es?”. No me sale palabra. Vuelve a gritar, con más fuerza. «La que
Marie. Desde la reja trataba de recordar los tiempos en que debí tener ese día». Desde entonces, la voz alta se me escurre.
nos sentábamos con los amigos en la terraza mirando hacia la
calle, antes de que pasara aquello que me mantuvo alejado por - Soy yo, Marie. Natael. Natael Ordoñez –Marie no dice nada.
años de este barrio, de la ciudad que habíamos jurado nunca Estática. Pasan los segundos.
dejar, esas promesas de niñez cuando aún la maldad no enhebra - No joda, no me mames gallo, ¿quién eres? –Grita.
nuestros cerebros. - Soy Nata, mi niña Marie. No me reconoces. Cuando
teníamos 14 años.
Ese día hizo que nos desperdigáramos. Los familiares que
vivían en el extranjero nos recibieron a sabiendas de que estaban Marie sale corriendo, baja las escaleras rápido. Los dedos
en contra de la ley. Marie siguió en la casa grande blanca, no de su pie derecho aún siguen torcidos. El segundo montado
podía huir. sobre el dedo gordo. Aún tiene el mismo brillo en los ojos. Me
mira intranquila, alegre y a la vez indecisa sin saber si soy
Éramos cinco los vecinos. Mostrábamos nuestras rodillas yo o no. Me dice que hable, que le diga quién soy. Marie, la
raspadas debajo de las pantalonetas color beige, nuestras consentida de todos los niños de la cuadra. De subirnos a los
piernas llenas de picadas de mosquitos, con rallones, con golpes árboles y escondernos. De besarnos a escondidas en las ramas.
por subir a los árboles, jugar a la lleva y tropezarnos con los De querernos a poquitos. De meternos en los cuartos sellados.
muebles mientras corríamos. Reíamos, nos burlábamos de todo. De saber que no aprobarían lo que hacíamos.

A media tarde, todos sentados en las escaleras de la Mi niña Marie, tú y yo. Y los cuarenta años que nos separaron,
entrada de la casa de Marie, tomábamos el jugo de tamarindo, porque teníamos que callar una boca que nos delataría. Tuvimos
de guayaba, de corozo, con los pudines que hacía mi mamá. que huir para que no me echaran la culpa a mí. Los cuatro
Sudados y sucios, pero felices. Ahora somos limpios, vivimos en grandes amigos que seguimos en el exilio.
países de nieves perpetúas y el hielo se ha ido metiendo dentro, Después de una reunión en alguna de esas tierras frías
profundo. Ya no reímos a carcajadas, ya no nos tiramos en el decidimos que debía volver, que ya se había muerto el que
suelo para calmar el calor. Ahora el remordimiento pesa, cala nunca nos olvidaría.
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

Marie me abre la reja de la calle, me deja entrar. Le beso su La puerta abierta nos dejó ver hacia dentro con un poco de
mano como lo hacíamos en nuestros juegos. Me inclino y le digo luz. Era una cabeza blanca, una vieja con el rostro desfigurado,
que el miedo nunca nos dejó volver. quemado. De su cabeza salía una mancha roja y no se movía.
Entramos en la casa. Me dice que vive sola, sus padres Llegaron tus familiares, salí corriendo hacia el patio. Salté la
murieron hace un año. Cierra la puerta, me lleva a la sala. No paredilla de tu casa, de la otra, de la otra. Me metí en la mía. Me
atinamos a hablar. Sólo nos miramos. Sus grandes ojos tienen bañé rápido. Me acosté para hacerme el dormido.
más brillo ahora que cuando me abrió. Mis manos tiemblan. No
articulo palabra, al igual que aquel día. Mandé a Juancho a que averiguara por ti. Tus papás
Inicio la conversación: Ya no estoy casado, me divorcié. No dijeron que estabas haciendo la siesta, que todo estaba bien.
podía volver. ¿Marie, ese cuarto todavía sigue sellado? Lo que Le preguntaron, quién era ese muchacho de camisa blanca y
hicimos no fue adrede. No podían echarnos la culpa. Creímos que pantalón crema que estuvo en la casa. Juancho me protegió, dijo
era un espanto, siempre nos dijeron que ese cuarto estaba con que todos nos habíamos vestido igual ese día porque habíamos
llave porque se revolverían las cenizas del abuelo muerto por ido a jugar fútbol.
tu abuela. Si nos encerramos allí era para seguir besándonos,
acariciarnos. Ya nada nos paraba, queríamos continuar, no Vinieron las amenazas, no nos dejaban ir a tu casa. Un
sabíamos dónde. Sabíamos que la humedad de tu panti y la empleado susurró el gran secreto. En el cuarto cerrado vivía tu
rigidez de mi pantalón al frente, sólo se podían solucionar en abuela, la que había matado a su esposo después de que él le
un lugar oscuro donde nos pudiéramos tocar. tirara aceite hirviendo en la cara en medio de una pelea. Para
protegerla, sus hijos la escondieron, se había vuelto loca. Y
Logramos abrir la puerta y meternos dentro. Alcancé a tocar nadie podía saber de ella porque la llevarían a la cárcel.
tu humedad, a probarla con mis labios. Mi pantalón fue bajado
por tus manos que me acariciaban. Dentro era negro total. No Nos tuvimos que ir, Marie. Tu papá nos interrogaba cada
entraba la luz. No nos importaba. Sentí un roce en mis cabellos, vez que nos veía sentados en la puerta de alguna casa. Nos iba a
pensé que eran tus manos. Me rozaron la oreja, era carrasposo visitar. Comenzaron a llegar cartas amenazándonos. Decían que
el tacto, entonces, supe que no eras tú. Sentimos unos sonidos él sabía quién había sido y pagaría de la misma manera.
guturales, nos subimos a prisa los pantalones. No podíamos
gritar, nos delataríamos. Ahora esa mano te tocaba a ti, trataba Nos reunimos los cuatro en la casa de Juancho con nuestros
de quitarla y no podía. Te jalaba. Tanteaba en la oscuridad papás. La decisión estaba tomada: nos debíamos ir. Ninguno de
buscaba algo, seguía agarrado a tu mano. Sólo sé, que le tiré los cuatro delataría al otro. Nunca pude despedirme de ti, no te
con todas mis fuerzas lo que encontré y salimos corriendo. dejaron volver a salir mientras estuvimos aquí.
Afuera nos volvimos a reunir y decidimos regresar.
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

Marie, ¿podríamos seguir probando por donde lo dejamos?


Abre la puerta del primer cuarto, el que tiene mucha luz y da a
la calle.

Marie cierra la puerta. Nos volvemos a besar como cuando


teníamos catorce. La humedad no es tan fuerte; la protuberancia, FRENTE A UN HOMBRE DESNUDO
tampoco. El deseo más intenso, de un amor retenido por cuarenta
años, se da paso a la luz de un cuarto.

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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

Salen del baño, escucho sus alegrías. Es domingo, no hay


prisas. Vienen hacia la cocina envueltos en sus batas amarilla y
naranja. Los dos colores me recuerdan los baños con manguera
en el patio de la casa de mi niñez. Poncheras de colores llenas
de agua que simulaban piscinas. Simulabas, yo sigo simulando.
Está por acabarse. Lo otro está por acabarse y puede ser
que empiece. Se cierra. Se abre. No rio. Desde hace días no me ven los dientes sino cuando
empiezo a comer y abro mi gran boca para engullir y tragar la
El lente de la cámara en 1/320 va lento. Se oye un clic, hay comida. Una boca que no muestra sus dientes para reír.
que esperar. Va el otro clic. Buen pulso, captar la luz. Esperar
que Valentina capte todo. Entran, se sientan a la mesa. Ella, en su silla especial. Él se
Valentina grita tres veces antes de caer al suelo, dormir y levanta, se acerca, me pregunta en qué puede ayudar. Yo sólo
reír en sueños. muevo la cabeza de izquierda a derecha. Me pone su mano en
Mariluz grita una vez, bosteza y no sueña, tan sólo duerme. mi hombro. Valentina ríe desde su silla. Me acerca a su cuerpo,
me abraza. Valentina ríe más.
Hay dos ojos que las miran, es el loco de Juan mientras se
saca los mocos. No está loco, está enamorado de dos mujeres. Él me dice cerquita al oído: nuestro último desayuno, los
Cada una con estilo diferente. Anoche no vino a dormir, hoy tres viviendo juntos. Me besa en la frente. Me mira. Mis ojos se
llega a su casa a las seis, mira a Valentina y a Mariluz durmiendo cierran cerca de su mirada. Seco con mis dos manos sus lágrimas
juntas. que resbalan. Nos abrazamos. Valentina ríe aún más.

Me ducho. Simulo que llegué en la madrugada y no en la Desayunamos. Juan saca su maleta, se despide de nosotras.
mañana. Mariluz abre la puerta del baño, corre la cortina, me Valentina ahora no ríe. Valentina mueve su manita de niña de
ve desnudo, me la quedo mirando y pienso: aún es bella con seis años y dice adiós a su papito que se va.
lagañas en los ojos. Mariluz no sueña, no ríe desde hace días. Mariluz y Juan se estrechan. Juan avanza fuera de la casa.
Atrás llega Valentina feliz, gritando, aparta más la cortina, se
quita la ropa y se baña conmigo.
Mariluz sigue seria. Corre la cortina y sale sin cerrar la
puerta. Escucha desde la cocina las risas, los juegos, los cantos
de Juan y Valentina. Una lágrima cae con lentitud en los huevos
revueltos que hace para los tres.
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MATILDELINA LA GRAN REINA

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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

muy cabrón estaba feliz, creía que se iba a quedar con mi plata
ahorrada con tanto trabajo, que se quedaría con el negocio y
con sus niñas. Ya se imaginaba cada noche con dos o con tres
diferentes: tríos, orgías, el gran rey de mi negocio.

Contrariarme, si siempre fui reina. En mi negocio lo era. Todo se le vino a pique. Tan pronto salí del hospital, llevé
Si no estaban de acuerdo conmigo que se fueran a trabajar al pie de la letra las recomendaciones de los médicos: nadie la
a la calle, que no se quejaran. Al menos aquí, si había algún puede contrariar. Me fui directo al negocio. Con la calma que
problema, llamaban a los gorilas que protegían mi negocio y al da una hospitalización de un mes, le dije a mi gorila preferido
cliente lo mandábamos de patitas a la calle, no sin antes darle que le daría una prima extra por coger a mi maridito de turno,
una pequeña amonestación, porque a las niñas de Matildelina darle una paliza - que tampoco lo dejara cuadrapléjico - pero sí
nadie las trataba mal. Ante todo, el respeto. Entonces, si ellas no con unas cuantas costillas partidas y varios moretones en su
aceptaban las otras reglas, si se atrevían a estar en desacuerdo cara y, sobre todo, sobre todo, la boca bien partida por jetón,
con las tarifas y comportamientos: la bella calle las estaba y en especial varias patadas en sus zonas nobles, por huevón,
esperando. por cabrón, por arrimado, por querer verme muerta, por meter
su verga en todos lados y descuidar sus funciones maritales
El corazón se me fue dañando. Mis ahorros se están conmigo: Yo, La Gran Reina.
dilapidando en pagar médicos y medicinas. Trabajar durante
toda la vida para que mi dinero se lo lleven doctores que no me Cuando saldé a mi tercer maridito, no me quedaron más
terminan de curar. Sólo para saber que no puedo coger rabias. ganas de conseguirme alguno que viviera conmigo para que me
No me deben contrariar. Debo llevar una vida tranquila. Y en el explotara la platica tan bien habida y trabajada. Entonces, me
fondo: las rabias siempre me habitaron. acordé de la bruja cuando me recalcaba que lo mío era mandar
Desterrarlas ahora sería una maldad. en mi negocio y en mis tres hijos hombres. Con los maridos
tendría para un rato, pero no para mucho. Ni siquiera al papá de
Una bruja que me leyó la suerte cuando tenía treinta años, mis tres hijos, mi primer marido, le toleraría sus imprudencias.
me dijo que mi salud dependía de las rabias que cogiera. Tendría A él se la canté desde que teníamos cinco años juntos y se le
tres maridos: a uno lo mataría, al otro le tiraría toda su ropa daba por desaparecer dos noches seguidas. Lo mandé a vigilar.
a la calle y al último lo amaría increíblemente, pero él estaría Ya tenía mi negocio, y otro de mis orangutanes, bajo la premisa
compartiendo entre las niñas de mi negocio. Fue allí, donde de una super prima extra y una recompensa con tres de mis
cogí la rabia más grande. Sería la que me mandaría al hospital pimpollos, las que él quisiera, se prestó para hacer de detective.
con mi primer infarto y cuidados intensivos por quince días. El
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

Y lo encontró en otro negocio similar al mío, pero dedicado a gratis el polvo, pero que se fueran rapidito. En media hora, sólo
hombres que se especializaban en los menesteres del chiquitico. estábamos mi orangután y yo planeando cómo mataríamos al
Destinado a los que las tetas no los entusiasmaban, sino unas hijueputa que de noche metía su verga en el culo de un tipo y
voces varoniles que simulaban ser femeninas, unas piernas bien a la mañana siguiente la metía en mi coño. Esto, no daba para
firmes, unas nalgas turgentes y barba en la cara. Cada miércoles, menos. No importaba que fuera el padre de mis tres hijos y los
mientras me quedaba dormida con los niños leyéndoles cuentos, dejara huérfanos de papá.
el señor se escapaba y se metía en esos burdeles.
Para no alargarles la historia, por arte de magia el tipo
Mi orangután, cuando comenzó la historia, no sabía cómo desapareció de la noche a la mañana. Mandé llamar a la policía.
decírmelo, se puso rojo, no me miraba a los ojos, me preguntaba Lloraba, gritaba. Pasaron diez días y lo encontraron tirado en
si realmente quería saber la verdad, tenía fotos que podían el monte, lo habían torturado. Tenía en los huevos quemones
alterarme bastante. Hasta me dio un sermón estilo consejero de cigarrillo. El pene cortado en pedacitos. Y en el culo una
personal, que si entender a las personas, que todos tenían sus manzana roja atravesada por una flecha que terminaba en un
deslices, que no siempre la verdad ayudaba, que somos humanos corazón rojo de icopor. Decían que era una venganza por no
y tenemos nuestras debilidades. Y lo mandé a callar de un solo querer pagar la vacuna que pedían por este tipo de negocios,
tajo: “A ver, desembucha, dónde es que se mete ese hijueputa que le dieron por donde se da duro al orgullo de un verdadero
todos los miércoles en la noche. Dímelo rapidito, que la espera hombre, padre de tres hijos pequeños y una esposa respetable
me pone nerviosa. No te dé miedo decirme lo que sea. Si tiene dueña de un negocio rentable.
tres, cinco viejas. Estoy preparada para lo que sea”.
Se cerró el caso. Y mi conciencia libre y feliz por haber
Mentiras. Para esa gran verdad, se detuvo todo. Paró la finiquitado como tenía que hacerse con un marido redondo y
música de mi negocio. Las niñas dejaron de contonearse. Las mentiroso.
luces rojas se volvieron blancas. Cuando regresé, giraban las
luces estridentes, la música se subió de volumen, todos iban Tengo 82 años, mis tres hijos y mis nietos me adoran. El
rápido saltando. Las niñas y sus tetas al aire volaban borrachas corazón me sigue molestando, pero soy feliz. Mi conciencia está
y me miraban desde arriba burlándose de mí. Yo, la Gran Reina, tranquila porque siempre hice lo que debía ejecutar. Cumplí con
estaba con un maridito marica. Un gran maricón. el deber. Nunca me quedé con nada guardado.

Mandé detener el circo que se me montó en la mente, los


juegos de colores, las acrobacias de mis clientes con las niñas.
Ordené parar la música, día libre para todos, a los clientes
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MIRADA BESTIAL

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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

perro y que no fuera de los que ladran y me huelen los huevos.


Los mayores ya andan un poco más tranquilos y sólo me huelen
el hocico. Los cachorros como yo, jugamos y en medio de ello
hablamos y nos contamos cosas. Si es que nos dejan estar un
rato juntos, porque siempre están deprisa, hasta para mear
Me llaman Cesc, me sacan a pasear todos los días entre las tenemos que hacerlo rápido porque nos jalan de las cuerdas
siete y las nueve de la noche. Tengo nueve meses y no conozco que llevamos en el cuello, como a Kunta Kinte, que lo vi por
mucho de la vida. Esta semana ha ocurrido algo diferente. televisión.

Maiti me saca a la calle. Debo esperarme todo un día para Creo que están preparando una gran red para apresarnos
que esto ocurra. He de decirte que a veces no aguanto y cuando a todos los perros que vayamos por la calle. En la televisión vi
ella llega me insulta por el reguero que encuentra. Ya quisiera que hacían trampas similares para atrapar jaguares en la selva.
que ella estuviera todo un día sin entrar a esa habitación de Esa cajetilla negra es mi comunicación con el mundo. Al menos,
baldosas blancas sin tirar de la cadena. Maiti tiene un gesto perruno y se entera que todo el día en la
casa sin ver a nadie sería muy aburrido. Ahora me parezco al
Al final de la tarde, se me baja la temperatura de la nariz viejito del edificio de al frente que todo el día tiene enchufado
y sólo deseo que ella llegue para sacarme. Maiti cree que me ese aparato.
pongo feliz porque ha llegado, pero no se entera que es porque
ando que me hago encima. El martes Maiti me saca. De las cuerdas de arriba están
colgando cosas. Creo que son imágenes que se parecen a carne,
Maiti me sacó el lunes de la semana pasada, el ambiente para que saltemos y nos quedemos allí pegados. Pero están muy
estaba diferente, había mesas en las calles, creí que sería para altas las cuerdas, entonces eso no podría ser.
comer, me entusiasmé pensando que me tirarían algo. Siempre
me dicen: “Tan mono”. Y yo, muevo la cola, muevo toda mi Miércoles. Por fortuna veo en la calle a Princesa. Nuestros
pelambre, pongo mis ojos tiernos, los desplazo de su cara a la amos-dueños se detienen a hablar. Puedo verla a los ojos y
comida y entienden que quiero comer. preguntarle qué es lo que hacen en la calle, que ni siquiera casi
coches hay. Princesa es pequeña como yo, tampoco lo sabe.
El desfile de comidas que pasaron por mi mente, se
desvanecieron con velocidad. En las mesas hacían figuras con Jueves. De arriba cuelgan flores de plásticos, en otras calles,
papeles y plásticos. En la mitad de la calle, en el cielo, habían colas de sirenas. Sigo sin entender.
puesto hilos. No entendía. Tendría que esperar que pasara otro
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

Viernes. La calle tiene más movimiento, más cosas yo los he visto. A veces, sí sirve estar por debajo de la altura de
enganchadas de arriba. Hoy Maiti me sacó más tarde, me dijo los demás. Al menos, el cotillar me divierte un rato. Los dos del
que tenía mucha hambre y primero cenaríamos. otro lado de la mesa se han quitado las sandalias y se rozan los
A aguantar las ganas de hacer pis, pero no hay que pies: Escenas de amor.
quejarse, al menos hubo comida natural y no esas pepitas de
olor desagradable. Maiti se olvida de mí, me deja atado a la pata de una mesa
Lo bueno de salir más tarde fue que en las mesas sí comían y se va con Francesc a mirar lo que cuelga del aire. Se sientan
y como puse mi mirada de perro tierno me tiraron comida. Hoy en otra mesa y hacen lo mismo que los otros, unen plásticos,
la panza la tengo grande. El detenernos para que Maiti hablara pintan.
con sus amigas, me sirvió para enterarme que esas máquinas
de metal con un logo rojo son cervezas. Un día la probé de una Me duermo y cuando despierto, veo a Maiti riendo con
botella rota en la calle y estaba amarga, pero después me sentí Francesc. Maiti se me acerca y me dice que va a tomar un café en
no tan pensativo y un poco más volador. el bar de la esquina, que ya vuelve. Se van y enseguida aparecen
niños de todas las edades que me miran con ganas de volverme
Sábado. Paseamos por más tiempo. Hoy Maiti no trabaja. un juguete más. Veo sus intenciones y les muestro mis dientes. Se
Y yo soy su única distracción, aparte del teléfono. No recibe siguen acercando y les gruño. Algunos se alejan, otros se hacen
visitas. Sus hijos viven fuera. La familia está como apartada. Y los valientes. Entonces, empleo mi táctica: gruño, muestro los
los amigos no sé si los ve en otras partes. Por eso me compró a dientes y me abalanzo hacia delante como si los fuera a morder.
mí, para ‘alejar su soledad’: esas son las palabras que Maiti usa. Todos salen corriendo.
Me da tristeza la Maiti. Se sienta frente al aparato de colores Entonces, me tiro de nuevo con cara de aburrido, sobre el
y su mirada se pierde como la del viejito del otro edificio. Yo pavimento.
he visto que le salen lágrimas. Y entonces, me llama para
acariciarme. Habla conmigo, me cuenta sus cosas. Hoy duramos aquí hasta muy tarde. Tengo mucho sueño. Es
de noche, todo está oscuro. Maiti me trae comida en un plato.
Domingo. Maiti sale más temprano, va arreglada. Se ha Me acaricia sólo un rato y vuelve con su Francesc. Me vuelvo a
maquillado y un olor de sus perfumes se ha puesto. A mí me dormir hasta que me jala de la cadena para irnos a casa. Nos
irritan, estornudo y Maiti se ríe. acompaña este hombre. Creo que en la casa seremos tres esta
Es medio día. Nos sentamos en las mesas de la calle. Dicen noche.
que es un sopar de veïns. Me dan comida, yo ando feliz.
Al lado de Maiti se ha sentado un hombre de canas, bigotes Lunes. Mucho ruido en la calle. Llega más pronto Maiti
y ojos que brillan. Se han tocado las manos debajo de la mesa, del trabajo, me dice que debemos salir antes de que se llene
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Adriana Rosas

la calle. Beben en vasos de plásticos. Hay música. Gritan que


son las fiestas de Gracia. Y por primera vez me doy cuenta de
lo que está pasando. Me pregunta si quiero quedarme abajo o
subir. Con los ojos le digo que en las fiestas. Maiti entiende. Se
encuentra con Francesc, se toman de la mano y se dan un beso
en la boca. ENTRE TRES

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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

Mientras la miro están los ojos de él en los míos. Me Tedio


imagino cómo él la detallaba, lo que le gustaba. Su pelo ondulado
alborotado cae natural. Se levanta su pelo para mostrar su
rapado. Siento cosquillas. La otra mujer le acaricia con sus Estoy demasiado cerca, demasiado cerca para que él
dedos donde crece el pelo largo, donde están sus pelos cortos. sueñe conmigo.
Ella tiene la dualidad. Dulce-Loca-Inteligente-Sensual-Fotógrafa- Saco mi brazo que está debajo de su cabeza dormida,
Amante. mi brazo dormido, lleno de agujas imaginarias.
Recuerdo sus movimientos rápidos para subir para bajarse En la punta de cada una de ellas, para su recuento,
del carro. Su abrir de piernas natural. Su color bronceado, sus se han sentado ángeles caídos.
músculos.
Wislawa Zsymborska, Estoy demasiado cerca
En el inicio de la noche ella es tranquilidad. Lo que lleva en
la botella de plástico sube sus impulsos. Gana en entusiasmos.
El humo del cigarrillo lo vuelca hacia arriba, sube su barbilla,
abre un poco sus labios rojos. La detallo. Intento que los otros El silencio estaba.
no se den cuenta. La que antes estaba con él me mira de reojo. Atrás se escuchaba un salir de gas de la estufa mientras se
Ella me ha descubierto. calentaba el pan del desayuno. Ese sonido me servía de relajación
mientras estaba sentada con la puerta abierta del baño.
Ella se sabe hermosa y segura. Ríe a carcajadas. Está llena de Más tarde, el chorro de la manguera que regaba las plantas
vida. Huyo de sus ojos. Tiene mirada fuerte y trata de meterse del jardín de abajo me servía para ahuyentar los ruidos de los
dentro de mí. Sé que es amable, tiene una cierta ternura en sus coches del otro lado de la calle: sus frenos, sus pitos, sus motores.
movimientos en su cadencia al hablar. Se nota que aguanta
poco. Es temperamental y no se ahoga en un vaso de agua. Él El loro de la vecina de atrás se levantaba a hablar en la
la podría desear hasta amarla. Así como él se detiene en ese mañana, luego cesaba su verborrea. Juan era igual. Lo escuchaba
triángulo que inicia las piernas, en una de sus subidas rápidas sólo en la mañana, se iba a su trabajo, volvía cansado y cenaba
al carro mi mirada se detiene allí. con monosílabos:
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

– ¿Cómo te fue en el trabajo? – Bien. en la mía.


– ¿Vendiste muchos repuestos hoy? – Tres. Unos besos nos ayudarían para calibrar la tarde. A veces,
– ¿Cómo estuvo el almuerzo? – Normal. nos íbamos caminando a su casa para hacer el amor, leer lo
– ¿Me extrañaste? – Sí. que habíamos escrito y soñar sólo un poco, antes de que la
–Cuéntame algo interesante que – Todo igual. parsimonia volviera a mi casa.
pasó en la oficina.
Cuando llegué a las seis me sorprendió verlo allí en el sillón,
Juan con parsimonia iba a la cocina lavaba los platos con nunca estaba antes de ocho de lunes a viernes; los sábados, no
tranquilidad, se ponía su piyama, prendía la televisión y se antes de tres; y los domingos, no antes de cinco, porque iba a
acostaba en la cama a cambiar canales con su cara somnolienta visitar a su madre poco después del desayuno y hacía la siesta
de estupidez. Se dormía, le apagaba el aparato. Al día siguiente: en la que fuera su cama de niño soltero.
la repetición. Con él, sí. Con los demás, no.
Tenía cara de felicidad, reía –algo extraño en él-, y me
-Sí, un café cargado, un expreso doble por favor. ¿Qué mostraba unos papeles que movía en su mano de niño grande.
quieres tú, Lino? Pensé en un ascenso, en algún tiquete de compras como regalo
- Una bola de helado de vainilla y un expreso. –Lino me para su madre. Había muchos colores en esos papeles, cambié
miraba con ternura. de idea. Nada sorprendente podía esperar de él. Debo aceptar
que lo hizo: Eran dos tiquetes por una semana en las Islas
Con Lino me veía para dispersar la monotonía de los días, Seychelles. A nombre de Juan Alcocer y María José Montes.
mientras hallaba un tiempo para descansar de la novela que –Tenemos que cambiar un poco, era una sorpresa que te
tenía un año en escritura. Nos citábamos en el Café Don Angelo tenía. En el plan están incluidas bebidas y comidas ilimitadas.
de la Plaza Manuela Beltrán. Teníamos nuestra mesa en la Podremos darnos un gran banquete y estar medio borrachos los
esquina derecha y podíamos ver la plaza desde la gran ventana, siete días.
con su desfile de niños jugando, novios besándose, militares
cazando muchachas, viejos leyendo periódicos en sus bancas, Moví la cabeza de arriba a abajo, con una amplia sonrisa
palomas tratando de comer lo que dejan los turistas, mujeres hipócrita. Yo no bebía alcohol ni comía mucho. La gran barriga
solas con su coches de bebés, los punks y sus cabellos verdes, de Juan sí agradecería lo que venía. Saldríamos mañana. Y antes
hombres y mujeres caminando de prisa. quería verme con Lino. Debía prepararme.
–Tengo que salir a comprar el bañador, el que tengo ya no
Lino y yo nos citábamos a las tres, después de la siesta. Un me queda. Vuelvo enseguida. –Salí de prisa tirando la puerta de
café nos despertaría para seguir escribiendo. Él, en su casa; yo, la casa.
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

Llamé a Lino, nos vimos en su casa. Le entregué en papel y


en un CD, mi novela: Tedio. Quería que la tuviera por si algo me
pasaba en las aguas de ese océano. Juan era la excusa de Tedio y
afuera estaba la incertidumbre.

Cristina

Salí en la noche, tan pronto dieron las ocho, después de la


llamada de mi marido que estaba de viaje y la de mis dos hijos
que estudiaban en el exterior. Les dije que el calor me tenía
atontada, que no me volvieran a llamar en la noche porque me
acostaría a dormir de inmediato.

Coger el Mercedes rojo me delataría, alguno de los amigos


de la casa me podría reconocer con facilidad. Entonces, me
decidí por los taxis del 5777777. Los de la estación cerca de casa
no podían ser, me cogerían infraganti.

Llegué a las 8:30, me estaba esperando en la puerta de su


casa. Me hizo entrar, me acomodó en el sofá. Me besó y sentí
la suavidad de sus labios. Lo tenía todo preparado. Una mesa
decorada para una cena íntima. Gustavo estaba enamorado.
Pedía que me separara. Yo no podía. No sabía si en verdad lo
amaba. A Pedro, de todas formas lo seguía queriendo. No estaba
preparada para enfrentar públicamente que tenía un novio
quince años menor que yo.

Pedro vuelve y me trae su regalo de viajes, el perfume que


quería. Pedro me acaricia la espalda, dice que me extrañó en
esas dos semanas, que lo tengo arrecho: “Te quiero ver con la
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

ropita interior que te traje. Mamita, échate el perfume. ¿Sí?


Me excitaba pensando que te lo echarías en el pliegue de tus
senos. Cris, siempre pienso en tu sexo, en tu olor. Y ahora que
los muchachos no están podemos hacerlo en cualquier parte de
la casa. ¿Qué tal en la sala?”.
Merce
Estamos adormecidos encima de los cojines tirados en el
suelo de la sala. Suena el teléfono a las doce de la noche. Mi
marido salta. Cogo el teléfono, me pregunta si ocurre algo malo. Se subió al bus. En la oscuridad parecía un hombre. Alta,
Es Gustavo y lo quiero estrellar contra la pared, él sabía que mi fornida, fuerza en sus brazos para levantar la palangana pesada.
esposo llegaría hoy y habíamos acordado no llamadas. “Cris, te Se sentó en la primera silla. Llevaba todas las monedas
extraño, perdóname que te llame a estas horas, pero no aguanto contadas en su mano, sólo la abrió para entregárselas al chofer.
el pensar que estés con tu esposo. En estas dos semanas me
enamoré todavía más de ti”. La pude detallar más. Tenía trencitas entrelazadas en sus
cabellos blancos. Mostraba seguridad en sus movimientos.
– No, Gloria. Estaba dormida. Estás borracha otra vez. Se acomodaba en su silla, cerrando a la fuerza las piernas del
¿Qué pasó ahora? Ya verás que mañana todo lo ves diferente hombre que tenía a su lado.
y ni siquiera te acordarás que hiciste esta llamada. Tranquila,
duérmete y ya nos veremos mañana para tomar un café y hablar. Su mente estaba tranquila, se iba de la calle 93. Comenzaba
Ve, duérmete. Tranqui. Tranqui. a llover y tal vez le iría mejor abajo, donde no estaba lloviendo.
Cruzó sus manos. Tenía las uñas como las del Dr. Howard.
- Sí, otra vez, Gloria borracha. Vámonos a la cama a dormir, De niña pensaba que por el oficio de médicos cirujanos, la
mi amor. forma cuadrada de las uñas denotaban la certeza del trazo con
el bisturí. Ella no era doctora. Él era delgado. Ella, gruesa. Los
dedos de Merce como los del Dr. Howard. Los dos eran negros.
Con sangre cargada de Senegal.

Yo sabía que pocas noches serían como ésta. Tendría


que vender hasta más tarde. Pero había valido la pena. Mis
encuentros, una vez por mes, me relajan. Me distraen de una
monotonía cargada de gritos. Me encontré con Cástulo esta
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

mañana, una escapada en el viaje al mercado para comprar el son 30, sino 29 días los que faltan.
maíz. Los dos somos de San Basilio de Palenque.
Se baja del bus. Firmes sus piernas. Baja sola su palangana.
Dejé de querer a Martín hace unos años. Nos vinimos cuando Se la pone en la cabeza. Sonríe. Ríe sola. Dirían que está loca.
los niños eran pequeños. En ese entonces las escapadas no las Merce y su caminado sexi con su palangana arriba. Merce con
necesitaba. No las pensaba. Martín y yo todavía nos amábamos. sus pensamientos de esta mañana. Sin querer llegar a su casa.
Todavía el rencor no estaba dentro de mí. Mi primer intento ni
siquiera se había acercado. Desde la cuesta baja un carro negro de vidrios oscuros. Le
pita a Merce. Ella se ríe y muestra sus dientes blancos. Los que
Martín comenzó a llegar tarde, a oler a trago. Su cara se se cruzaron con la boca carnuda de Cástulo esta mañana.
contorsionaba, sus arrugas se profundizaban. Su lengua blanca, El Dr. Howard grita: - Negri, espérame. Voy a comprarte
oscura al final. Gritando y mandándome a la mierda. Los niños bollos.
y sus llantos. Mi histeria controlada para no recibir insultos. Los El Dr. Howard lleva hacia atrás su mano derecha y busca su
ojitos de los niños desde abajo tratando de calmarlo. billetera.
- ¡Merce!, estás más buena que nunca - le dice con picardia.
Todos ya tienen más de dieciocho. Martín sigue en la casa. - Usted sabe, hoy fue el día, el día del mes.
Sus gritos han bajado, su voz, no. Mi escape una vez al mes. El Dr. Howard saca un billete, sus dedos delgados se rozan
El mercado: la excusa. Cástulo viene a la ciudad. Sus ojos son con los de Merce. Allí están los mismos dedos. Él viene de San
tiernos, sus pestañas alargadas me miran, me seducen. Una Andrés con sangre cargada de Senegal. Faltan 29 días. Los dos
mañana en que estoy perdida para los demás. Cástulo trae en se ríen a carcajadas que salen desde el centro de la barriga. Sus
su piel el olor de mi pueblo. Ese que perdió Martín desde que el hermosos dientes blancos, venidos de África.
alcohol se lo tragó.

Cástulo me mira y sabemos que el motel de la esquina


está esperándonos. No quiero que él entre allí, que pierda la
naturalidad que extraño de mi tierra. Su boca sigue oliendo al
café endulzado con panela. La carretera no alcanzó a borrarle
el olor de su verga: a tierra: al arroyo que ha disminuido desde
que me vine. Cástulo con su verga que se le pinta en el pantalón
mientras tomamos limonada en la esquina. Mis tetas que se
paran con ganas de chupársela. Comenzar a contar que ya no
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

grande. Sus ojos no paran, siguen la línea del mar y en su


ventana de cristales mira sin mirar. Su gran trofeo: su conquista:
este apartamento. Una gran pared roja rompe el blanco de todas
las otras blancas. Ahora se sueña en sus contradicciones: Querer
ocupar el apartamento con mujeres de por días: Querer ocuparlo
Cuando se corren las cortinas con una mujer que dure meses, años: Querer una familia: Querer
amantes, la emoción, el misterio: Querer que todo gire en torno
suyo.
Maritza le dio un adiós a Ricardo hace dos meses.
Hace tres meses Maity tuvo su hija. Un año antes fueron trío. Maritza ignoraba, lo sospechaba
Ricardo se retorcía en su narcisismo. Un trío en algún y le preguntaba. Él lo negaba. Su silencio, su mal genio, su
momento. Una pregunta sin responder. no querer dormir con ella, su continuo y metódico rechazo.
Ahora cada uno en su rincón amarillo, rosa y rojo en extremo. Sus infidelidades le impedían besarla y dormir a su lado. Sus
mentiras.
Maritza trata de organizar su vida. Corre las cortinas de
su habitación amarilla para masturbarse frente a la pantalla Me metía en internet, para ver lo que ella sospechaba. Me
del computador. Cierra las ventanas para que los vecinos no metía para sentir lo diferente. Me cansé de lo mismo. Había
escuchen los jadeos: los que salen de la pantalla, y luego los de durado mucho. Ella me rechazó y busqué la venganza. No la
ella. confrontaba. Mi cobardía tan contraria a la de ella.

Maity cierra la ventana, para que no se escuche el ruido de Maity y su gordura me coqueteaban. La cantidad siempre me
afuera. Baja las persianas que ahora son de color rosa. Prende ha llamado: sus tetas grandes, su culo gigantesco. Su coqueteo
el aire acondicionado. Pone a rodar el móvil que cuelga del no paraba. Hasta que al final logró lo que siempre se proponía.
techo. Se escucha una canción de cuna, unas lucecitas suaves «La verdad nunca desprecié a las gordas; seamos sinceros, a las
se asoman entre las figuras huecas de colores. Apaga la luz del flacas tampoco».
techo. Se asoma a la cuna donde aparece el rostro sonriente de
su hija. De la repisa saca un cuento y con su voz intenta dormir Quería que él estuviera conmigo. Me lo quería comer. Quería
a Lucy, que la mira con sus ojos que todo lo preguntan, y su gran que me la metiera por el culo, como a él le enloquecía. Decía
pregunta nadie la escucha. que lo amaba. Sexo. No sólo sexo. Se comenzó a encarretar. Y la
pregunta se la veo en los ojos de Lucy. Sus ojitos que se cierran
Ricardo recorre con sus ojos de mastodonte su apartamento mientras mi voz en este cuento la duerme. Mientras las hadas
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Adriana Rosas

madrinas sacan su varita mágica y le dicen que pronto verá la


respuesta.

La incertidumbre de saber dar una sola respuesta. La miro


y trato de descifrar de cuál de los dos será. Hago cuentas, sumo
días, los quito. Miro sus ojos, su cabello, su nariz, sus labios, su
GOL-ERO
color: Se parece más a mí. No me la pone fácil.

Le pido un examen de ADN, al fin me atreví a proponérselo.


Mis cagaderas continuas. Maity lo rechazó en un inicio. Fuimos
al laboratorio. Lucy lloró con el pinchazo. La jeringa llenándose
de sangre mientras agitaba su bracito delgado de niña de seis
meses. Sequé sus lágrimas con mi boca.
¿Y si no lo es y ya me encariñé?

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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

Empe con su coronador, el delgado tipo de oscura piel. Su


mirada no se atrevía a acechar a su Reina, sus tiernas promesas
ahora estrelladas contra una mole de tierra y árboles de siglos
en el mismo lugar cortaban de un tajo esos rieles que prometían
caminos más allá del escape en el que estaban metidos, como
Se deslizaban los vagones uno a uno en sucesión otros tantos en esa región.
inmediata. Lars von Trier con sus rieles en Europa que se siguen
unos a otros. Éste, sin embargo, era más lento. Otros pasajeros Empezaron a escalar la montaña. Querían vislumbrar eso
volaban en su interior. A Emperatriz le extrañaba el tipo que detrás, lo del más allá, para correr antes de que llegaran sus
había contribuido a la ebullición de la barriga que cargaba. perseguidores dejados días atrás cuando la locomotora avanzaba
más rápido que sus pies llenos de callos por las caminatas con
Escapaban en su viaje, de lo que les precedía, otro tanto de botas pantaneras.
los tantos escapes a los que se veían convocados sus coterráneos.
Creían que llegarían lejos: Se equivocaron. De pronto, paró el El oscuro cielo sin nubes: sólo negro solo: Solo el cielo:
movimiento su continuo deslizamiento. Cabezas afuera Montaña sin aves que distrajeran la mirada. El vacío cielo invadía
enfrente Rieles terminados Fin sin haber llegado a un destino, los miembros entumecidos de los escaladores: ningún buen
el que fuera, pero fuera de esos límites. La incertidumbre los vaticinio tranquilizaba la subida.
abrazaba una y otra y otra vez, sin la tregua.
Y ella, la Empe seguía al lado de ese tipo oscuro de piel,
El coronador de la Emperatriz, un tipo delgado Oscuro de sin mediarse una mirada ni tierna ni maligna: sin signos: con
Piel: De piel oscura: Jeans limpios de un azul claro bordeando jadeos cada vez más asfixiantes: con un abultamiento cada vez
sus fuertes piernas: sobretodo, extrañado del repentino frenazo. mayor: con una cara de desconcierto por la incertidumbre.
De la repentina montaña cortando las hileras paralelas de los
rieles. Yo, a quien me han llamado el tipo de piel oscura, tengo
No sabía qué pensar. A quién culpar del engaño en el que un nombre, yo también tengo la confusión por cara. Ahora,
estaban embarcados por el embaucador. Por el timador oriental cargamos uno con otro. Con preguntas, sin valentías para
de ojos rasgados, por los sudores que escurría por las puntas de hacerlas. Sé que la coroné entre sueños. Sin palabras andamos el
los pelos de su frente para caer finalmente entre las miniaturas otro con el uno. Las miradas nos rozan, esquivando un encuentro
de las bolas que se movían para mirar en acecho a sus taimados fijo delimitado.
clientes que creían sin pestañear en todo lo que les prometía: El
Escape Final. Estaba en el pueblo, ese pueblo de casitas desdibujadas, por
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

los polvorines que se armaban de tanto en tanto: después de Un día pararon las mortuorias corrientes con pedazos de
día en día. Sus techos de zinc dirigían en direcciones diversas humanos desmembrados, de su rojo que tiñeron por algún
la tonalidad del sol con su destructiva fuerza recalcitrante. tiempo el río, para volver a su curso negruzco.
Las palmas extinguidas extinguieron los techos de palma, sus
frescos dieron paso al aplastante zinc de ondas calientes. Un día llegó el rojo a la tierra del pueblo de hojas de zinc,
para puertas para techos para paredes para luego tapar los
Su ancho río, como el cielo triste que nos alumbra la escalada, muertos de las calles: para luego tirarlos también por el agua.
pasaba por el lado izquierdo de nuestro pueblo. Vimos deslizar Los vimos deslizar. Se fueron ellos por ahí casi todos. Nosotros,
amplios buques turísticos y un día sin avisarnos con un adiós los otros, vinimos: No sabemos si engañados. Los del tren,
de manos: dejamos de ver sus amplias burbujas y turbulencias ahora, escalamos una mole de tierra que simula no tener fin y
de agua. escarba nuestros últimos anhelos.

Vimos deslizar gigantes biombos orientales sobre bambús Antes del rojo, Empe y yo nos conocimos en la última fiesta
alineados: mágicas barcas iluminadas con sombras movibles en del pueblo. La misma noche que el primer golero se posó sobre el
un espacio reducido, con kimonos envueltos en movimientos primer ojo a la deriva del río: Nadie se fijó en el primer augurio
aprendidos: con rituales de té de jóvenes concubinas. Una de la primera noche.
vez vírgenes Una vez geishas Una vez emperatrices de viejos El bobo del pueblo que arrastraba su pierna derecha dejando
hombres con dinero en sus travesías por las noches oscuras de una X en la arena, aullaba lo visto en sus exploraciones nocturnas
un cielo abierto a una luna escondida sin dejarse ver. del puerto. Nadie puso atención a sus gritos, le llenaron el buche
Sin ceremonias de adiós, se desplegaron por otros pueblos: de ron para callar sus profecías. El bobo durmió por los días que
Y un día dejamos de ver sus rastros luminosos con olores a duraron las fiestas. Para así sepultar al que dañara la alegría,
jazmín. para continuar con la felicidad enmascarada.

Vimos deslizar amplias chalupas de remos con varias De la noche del primer golero en el primer ojo:
astas. Luego, los remos por motores de varios caballos. Luego, Empe y yo sólo recordamos los disparos de la pólvora lanzada
desaparecieron un día Sin un adiós verbal Sin la mano. por los aires el muñeco disfrazado de serpientes de colores que
salían por el aire, después del inicio de su quemazón.
Vimos deslizar cuerpos inflados con orificios en las sienes. Empe y yo, sólo recordamos: los ojos rojos en medio de la
Sin vida, con unos ojos abiertos, vivos llamadores de goleros borrachera de todos los de la caseta de la plaza central. Decían
devoradores. después, que dizque: licor adulterado, que dizque mucho trago,
que dizque mucho cigarrillo, que dizque más nada, que por
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

aquí los otros males nunca alcanzaron a meterse, máximo esas sus juegos: después de media hora, el agua empezó a entrar:
amarillentas chichas fermentadas: que ya por esos tiempos no mojados sus cuerpos sintieron las garras de un gavilán nocturno:
se veían. mojados sus cuerpos saltaron al agua para esconderse de la
Empe y yo, sólo recordamos: que hasta allí nomás llegaron rapacidad: sintieron un cuerpo hinchado que los acolchaba en
los recuerdos, que para qué más. Lo que viene se nos olvidó, se su caída: la luna llena hizo que brillara el único ojo que quedaba
nos borró de la tapa dura. del hombre que flotaba con un tiro en la sien y que estaba
encallado en la última chalupa. Para huir de la muerte corrieron
Martha antes de que cantara el primer gallo, se aproximó a por las calles con botellas tiradas: después de la última fiesta
la tienda de campaña que había hecho de alcoba para la Empe, del pueblo.
para los dos. Martha hablaba muy rápido, no le entendíamos.
Martha sudaba grandes gotas líquidas saladas: su ropa Ron para calmar las ánimas Para calmar el desencajado
empapada: su pecho hundido se sacudía tratando de salir guayabo Ron para calmar la memoria que trata de brotar y hay
por tantos impulsos bombeados por su sangre: hablaba sin que callar.
entenderla, rojas sus carnes blandas se movían en gelatinosos
movimientos: como si hubiera visto al fantasma del tenientes Con más Ron volvimos al puerto: el cuerpo había rodado: no
Pringis quien ya no aparecía desde nuestra infancia: desde lo encontramos. Sentimos gritos por abajo del puerto: con más
que pasó sin duda alguna al otro allá a terminar de purgar sus Ron nos movimos, allá estaba, lo atizaron allá, lo miramos: sin
deudas. sus dos ojos: con sus cavernas peladas lo encontramos: el gavilán
seguro le sacó el último. A grito pelao su madre lo llamaba sin
Desenfundamos otro trago de ron de los alambiques de mi poderlo devolver a este mundo: A grito pelao continúo la última
padre, el padre de un cuarto del pueblo. Se lo hicimos tragar fiesta del pueblo que con cada nueva noche veía atravesar más
a Martha para que aterrizara en este mundo y desembuchara muertos de su mismo pueblo, vaciándolo, pero siguiendo la
lo que le atragantaba el alma. Se le desaceleraron los motores fiesta de cinco días que no podía parar.
lingüísticos. En medio de unos desorbitados ojos pueblerinos
inocentes se escurrieron tres lágrimas espaciadas. Excomulgó Ron para calmar las ánimas Para calmar el desencajado
el griterío con que llegó, con lentitud y con unos ojos clavados guayabo Ron para calmar la memoria que trata de brotar y hay
en la ventana de la tienda color militar, sin mirarnos: nos lanzó que callar.
su confesión:
Ron para las fuerzas para enterrar tanto muerto Ron para
Estaba con el sobrino del teniente Pringis, querían probar aguar las lágrimas atascadas por tanto golero revoloteando
la última chalupa anclada en el puerto vacío, como escondite a Ron para olvidar que éramos menos los enterradores que los
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Adriana Rosas

enterrados Ron para adivinar lo que pasaba Ron para escuchar cruzar palabra.
al Chamán con sus presagios ya advertidos por Román, el bobo Mi pie derecho se mueve hacia arriba, mi cabeza gira
del pueblo. hacia atrás. Me tropiezo con el dardo que sale de la mirada de
Emperatriz, regreso mi cabeza al frente: por última vez doy un
Román, ahora entre nosotros pocos, escala la montaña vistazo al cielo inmóvil: mi pie hace posesión de esta piedra que
tratando de mirar adelante. Huimos sin saber ni de quiénes, ni dispara una carga explosiva: Volando por los aires en nuestro
porqué el carmesí suplantó al siempre color carbón de nuestro aterrizaje volvimos a soñar.
río.
Ahora nuestro río corre cristalino entre nuestros pies.
Emperatriz tuvo su último sueño antes de la primera noche
de la última fiesta del pueblo: nunca más volvió a soñar, ni nadie
voló en su imaginación, ni imaginó otros mundos mientras
dormía. Nos negaron el juego preferido de los habitantes
de nuestro pueblo: Los hilos colgantes de la ensoñación en
nuestras manos al dormir: Desplegar marionetas humanas con
voluntades ajenas: Propagar ideales no expresados por miedos a
represalias: Vivir sin que nadie nos afectara: Sin desamores: Sin
torturas: Sin sueños frustrados. Maniobrábamos velas olvidadas
por nuestros antepasados Llegábamos a puertos sin temores
reprimidos: Todo abierto Nada oculto.

En el último sueño de la Emperatriz su Imperio cayó


en cenizas: Sepultados por metros de piedras voladoras
Por terremotos mitad tierra mitad rasgaduras Sus ciudades
fallecieron bajo el temblor subterráneo bajo el viento
desestabilizador: En fracciones desapareció su Creación.

Desde este aquí, en esta procesión invocamos un oráculo,


y sigue cerrado el cielo arriba. Nuestros pies están a punto de
tocar la cima: el cielo se abre y regala una luz débil a nuestras
húmedas frentes. Y todavía me pregunto por qué distantes sin
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A TRAVÉS DE LA VENTANA

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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

no metido en este lío. Fuera del ring creo que se opina mejor.
Olga y yo nos conocimos a los dieciocho. En esas fechas de
idealización. De amor ingenuo. Veinte años después, la dulzura
se ha ido.

Olga mira a través de la ventana: Afuera oscuridad. Una “Olgui, estaba donde Juan. Huéleme. Ven te doy un besito.
que otra luz titila. Ella espera que se abra la puerta. Es más tarde Déjame rozarte con mis dedos”. Olga mueve su pierna con
que de costumbre. Se ha dado cuenta: entre más tarde llega, los nerviosismo, con golpes rápidos cortos en el suelo. Mario le
ojos más rojos. manda un beso al aire. Mueve sus labios, los junta, pone la
bemba linda y ella, la Olguita, anda bien amargada, ni bolas le
“Si se discute mucho, el amor se va acabando”, Olga abre los para y voltea la cara para seguir mirando a través de la ventana.
ojos a Mario y le dice con su mirada: “O más bien, si se acaba el
amor se discute mucho”. Aquí estoy de narradora omnisciente, imparcial, pero creo
que me estoy enamorando de Mario. Quisiera ser alguno de
Mario abre sus labios en forma de O y tira el espeso humo esos ángeles caídos que vemos en Hollywood imitando El cielo
a las pocas nubes que revolotean arriba. Lo relaja estar en la sobre Berlín. Pero ni Wenders, ni una mierda, ni Nada. No puedo
terraza de la casa que da al tranquilo mar. Mario hoy fuma más. ayudar a Mario para que no se convierta en un punto en el mar,
La desesperación está incrementada. Peleas en su casa. Los gritos sino en un ser feliz, sin la ansiedad de tener siempre una mujer
de Olga ya están a punto de convertirlo en un punto en el mar. al lado. Y eso que le dejé abierto el I Ching en la página 437
Querer tirarse al mar y nadar y nadar para no escucharla más. donde dice: “Así el noble cuando permanece solo no se aflige, y
si debe renunciar al mundo no desespera. Serenidad”.
Se refugia donde Juan, prefiere llegar fumado a su casa. Así
duerme a pesar de sus gritos, de sus reproches. Mario no está Él lo leyó en la noche con sus ojitos hinchados por la
con otra. Mario tan sólo dejó de amarla. Los años, lo mismo. fumadera. Yo cruzaba los dedos para que no lo cerrara. No
La voz de Olga subiendo el volumen, él la manda a callar, que lo hizo. Volvió a leerlo en la mañana. Cogió el libro. Se fue a
baje los decibeles. Y ella más para arriba. Entonces, le propuso la ventana. Miró al mar. Se vio a sí mismo en ese punto en el
divorcio, separación de bienes, casas diferentes. Y Olga subió mar. Y yo, mirándolo. El amor es ciego. Pero estoy por creer
más el volumen. Desde entonces, cada noche en casa de Juan que el desamor, también. “Mario, no seas marica”: le gritaba.
antes de ir a dormir. Pero nada, no escuchaba. A los narradores omniscientes nos
silenciaron para los humanos. No podemos intervenir. De nada
Juan me aconseja. Juan hombre mayor que yo, más sabio y nos sirve saberlo todo.
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

Mario cierra el libro. No quiere que Olgui se despierte. Desde casa a dormir. Y encuentra este teatro montado y no sabe qué
hace dos meses duermen en cuartos separados, por sugerencia responder. Mejor dicho, no entiende nada. Su mirada de perdido
de su amigo Juan. Al menos no pelearían en medio del sueño. como que hace que Olgui sea más explícita y quiera terminar
con esta pantomima de una vez por todas:
Para resumirte esta historia que se repite y se repite con “Mira, Mario, estos son los papeles. Creo que así estaríamos
pocos cambios: En la misma tonalidad duraron Mario y Olgui mejor. Sin peleas”.
por tres años más. Ya hasta se habían acostumbrado a sus Mario empieza a entender. Se queda mirando al hombre de
frialdades y discusiones. Pero tranqui, no vino ningún Tsunami bigotes, al tal Gustavo del que no sabe nada. Pero al mirar su
y se llevó la casa frente al mar para cumplir el deseo de Mario y risa de tonto, entiende que no es el abogado de su mujer, sino
convertirlo en un punto de sus aguas. su nuevo marido.

Como en las historias de princesas, Olgui conoció a su Entonces, se acomoda en su silla para sentarse con la
príncipe azul en su agencia de viajes. Poco a poco dejó de pelear espalda recta. Y con una sonrisa amplia y sin querer ser más
con Mario. Él creía que de algo servía su mirada de bandera nunca un punto en el mar, pide un bolígrafo.
blanca. Pero repetimos: el desamor es ciego.

Un día en la noche después de poner rojos sus ojos. Encontró


un carro no conocido en su garaje. Todas las luces encendidas.
Una música romántica. Y en el balcón que da al mar, una botella
de champaña sin destapar en una cubeta con hielo, velas
encendidas y tres sillas. Dos ocupadas y una vacía esperándolo.
Entonces, unas manos de tacto suave lo condujeron. Salió el
corcho y su ruido disparador. Las burbujas en la copa. Un brindis
entre tres. Y él sonreía. No sabía por qué. Cuatro cigarrillos
hacen su efecto. Y la sonrisa. Y otra copa más de champaña. Y
la cara de ese hombre que no conocía. Hasta que Olgui ya con
el efecto se le suelta la lengua y por fin: “Mario, te presento a
Gustavo. Queríamos saber si te gustaría firmar el papel del que
hemos hablado algunas veces, desde que todo esto empezó”.

Mario trata de cuadrar sus neuronas. Él sólo quería llegar a


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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

en el techo.
Las intimidades corporales de los humanos no les afectan.
Hiromi tiene el estómago revuelto. Se sienta en el inodoro. Abre
su chorro anal con olores que tampoco le llegan a los dioses en
su olimpo de otra dimensión.
Los dioses Hiromi tira de la cadena. Coge la ducha y la lleva al inodoro
para lavarse y quedar perfumada antes de salir a la noche
Hay melancolía en sus palabras –dijo Güevain. de discotecas en el fin de año. Aromatizar sus sentimientos,
¡Es milenaria! –Gerard chasqueó los dedos como si fuera la adormecerlos para que no salgan.
última revelación. Se encontrarán con otros amigos. Salen a la calle. El frío les
Quiere ser amada, pero no se deja –Una voz grave de dónde pega. “Este frío está que pela”: dice Hiromi mientras se sube
no se sabe se escuchó. la bufanda hasta la nariz. Sus pelos negros lisos les cubren las
Tiene miedo, le volvió el miedo –Exclamó una mujer con orejas y un viento se los quita por momentos para que se las
ternura y preocupación. hiele, se pongan rojas y dentro de la discoteca cojan un calor
intenso.
Los dioses están reunidos, desde arriba miran a Hiromi
sentada en la mesa de la celebración del año nuevo. A su lado El encuentro: Gritos agudos. Abrazos. Dos besos en las
izquierdo está Miyuki y a la derecha Naoto. mejillas. Risitas sin profundidades. Algo dentro del corazón de
Hiromi mira a través de la ventana de su nuevo apartamento Hiromi se achica. Es casi físico, no es poético. Siente la falta.
en Barcelona. Los tres están borrachos. Naoto aprovecha para Hacen cola de media hora y por fin logran entrar después
abrazarla, ella se suelta. Miyuki ante su espejo detalla su de pagar treinta euros de cover por ser las fiestas de fin de año.
maquillaje bien puesto, debe estar preparada para las fotos que El cambio les favorece. Hiromi sube su ánimo con las luces, las
subirán a la red. nubes del hielo seco, la música electrónica y una copa de cava.
Naoto la vuelve encontrar con la mirada allá al final del pasillo.
Hiromi se levanta con pasos inseguros que la hacen Se acerca, chocan sus copas, Hiromi fuerza su sonrisa. Naoto no
tambalear. La lentitud del alcohol. Va al baño. Las ganas de mear lo percibe. El amor es ciego, lo saben los dioses que los miran
son fuertes y las ganas de llorar también. El espejo de luces la desde arriba.
espera para ver correr un rímel, limpiarlo y hacer que aquí no
pasa nada, “debo aprovechar mi año para aprender español”. Otra copa para Hiromi. Bailan en una rueda grande.
Movimientos de música ligera. Noato está a su lado. La abraza
Los dioses desde arriba miran el baño a través de un hueco fuerte. Le baja su mano a la cintura, la aprieta suave. Ella gira su
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

cabeza, lo mira y se ríe con ternura en medio de lo que el alcohol Los dioses no entienden. Güevain y Gerard se miran tratando
le deja. Poco a poco los dos se alejan del grupo. Se miran a los de encontrar respuestas.
ojos. Naoto roza sus dedos sobre el rostro suave de Hiromi. Se Hiromi camina las diez calles con pasos rápidos. Verifica la
le acerca al oído y le recuerda lo que ya tantas veces le ha dicho: hora en su reloj. Se sienta en una mesa que da a la calle. Le traen
“Te amo”. Ella, esta vez no lo hace callar: “Repítelo”. Y él no se lo la carta y sabe que Jordi no llegará. No habían quedado para
cree, su corazón bombea sangre rápida. Él se lo repite. comer en este restaurante ni en ningún otro. Jordi no existe.
Naoto ya dejó de existir para ella. Jey es el único que realmente
Los dioses miran desde arriba y saben que pasará lo que estuvo, pero ella no existió para él.
tiene que pasar.
Discúlpame por romperte la escena anterior, pero es obvio
lo que vendrá: besos, caricias, caminar hasta el piso de Hiromi,
besarse en la calle, tocarse por algunas partes y luego: se abre la
puerta de su cuarto: pasión. ropas en el suelo. calefacción alta.
un condón puesto. unos gritos. caer dormidos. olor a alcohol, a
sexo.
En la mañana un estoy desnuda. y quién es este. qué he
hecho.
Una voz que escuchan los dioses que volvieron a abrir otro
hueco en el techo:
-Naoto, despierta. Seguimos siendo sólo amigos. Tengo que
salir a comer con Jordi.
Naoto pasa su brazo para acariciarla y ella no se deja, se
desliza con delicadeza de la cama. Abre la puerta del baño y
se escucha la ducha. Naoto empieza a vestirse. Su mirada está
perdida en el suelo. Los pantalones suben por sus piernas y se
queda mirando la cama.

Los dos bajan con rapidez las escaleras. Ella lo despide con
un beso rápido en la mejilla: “Te llamaré para estudiar español
esta semana”. Naoto reacciona con una sonrisa forzada que
oculta lo que lleva por dentro.
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

oído que éramos los dos, que ahora sí éramos los dos.

Quedó aplazado nuestro encuentro en el mar.


Quedó para un después nuestro amor nunca recibido, nunca
dado, nunca sentido.
¿A dónde va la basura que no se traga el mar?
¿ A dónde va tu amor no recibido por mí?
¿Dónde encontrarnos para realizar nuestro amor, nuestro
diferente amor?

Jugamos a decirnos nuestros otros amores,


a entreverarnos en celos ocultos,
los provocamos para huir, para esquivarnos, para evitarnos
para decir al final que no nos amamos.

Y abajo, abajo ese teatro de máscaras descascaradas sin reflejos


de ojos.

Tan rápido dejamos de amarnos


tal vez no fue amor
tal vez no fue nada, mi amor. Tal vez sólo un destello de nuestras
miradas a la vez tiernas a la vez eróticas.

Tal vez la suerte que andaba volando aburrida sin saber a quién
tocar, nos acarició por pocos días
apenas un roce
luego se arrepintió, nos dejó
Y yo, yo negándolo,
inmune a la suerte ida, que se olvidó de los dos juntos sin
habernos estremecido, sin habernos dicho con un susurro al
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

- Con sucursales, pero con respeto: Alberto lo dice con amor


enfático.

- Las relaciones me aburren Y quiero salir pronto de ellas:


Margarita alarga un bostezo.
- Algún trauma debe tener la muchachita: La abuelita que teje.
II
- ¿Quieres ser mi novia?
¿H asta dónde decir
- Niño grande, quijote tierno.
Si se alarga la pita?
El atragantamiento acartona corazones.
¿Fantasías
Juegos de palabras
La mujer no es compleja, sino complicada: dicho popular.
o Algarabías del corazón?
Más bien: compleja.
El silencio habla con engaños
Dice y desdice
Se intuye Se contradice después.

Foto de hotel en Grande Ciudad: Tráfico Pitos Puteadas Risas


falsas Envidias
Tina, albornoz: disfrutar con él.

En el cuarto, un afiche de una palenquera está bocabajo.


En el Tarot, un Colgado:
Actuar. Ir al futuro. Fluir sin importar opinión de otros.

En el favor de los tiempos: Coexisten lo sensual y lo espiritual

Se sana al amanecer
Desaparece el hedor.

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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

largos que me abrazan. Mis senos reposan en su pecho. Corre


más suave la piel debajo del agua. Mi humedad se confunde con
el eterno mojado del mar. No hay promesas. No hay eternidades.
Está el momento. Estamos los dos.

La droga de las cucarachas es el jabón Las cucarachas caen en el baño con su hocico lleno de espuma.

El caimán está abierto por la mitad: un corte lo atraviesa a lo


Las cucarachas trepan el bordillo. Vienen de tres en tres. largo.
Quieren Atacar el tablero de ajedrez que hace de piso: baldosas
blancas y negras. Los dos bañistas flotan boca arriba.
Sus manos están unidas.
La droga de las cucarachas es el jabón. Como no lo tienen casi Descansan del ajetreo. Se preparan para la orilla.
nunca, cuando comen con sus tenazas que se alargan ante el
vicio: comen en exceso, se revientan y desangran.

Soy el caimán que escapó del criadero de babillas desbordado por


la inundación. Ahora nadamos en estas aguas rotas del Dique. El
agua cubre las vacas, llega al techo de las casas. Nosotros felices
en libertad nadando aguas abajo, antes que nos cacen y nos
quiten la vida como a los tigres que antes había por aquí.

Voy nadando en Taganga. Me interno en sus aguas, al lado de


una amistad amorosa.
El atardecer: sol rojo en el fondo: espuma colorada de brazadas
en el agua.
Nos internamos en la bahía. Adentro ya y con el rojo del sol que
colorea lo que deja ver el agua: nuestras caras y hombros se
vuelven resbalosos, nuestros labios se juntan, nuestras manos
se bajan, rodean las espaldas. La cercanía.
Nuestros cuerpos se atraen. La fuerza de sus manos. Sus brazos
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AMOR

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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

tierna llega a mi cara. La ternura que me acerca por instantes al


roce de alas.

Pasa el tiempo. Vienen de regreso caminando el niño y


la madre. Escucho en mis recuerdos la canción silbada por el
Voy a cruzar la calle y escucho una voz gruesa de hombre payaso de puntiagudo sombrero rojo en su bicicleta amarilla.
que dice: Ahora el niño tiene movimientos que lo inclinan hacia la
“Oye, Julio” derecha. Con una mano come su manzana. Sus ojos ríen, hay
Mientras espero que la calle se limpie de carros en deleite en su comer. Su madre lo lleva por la otra mano. Él cojea.
movimiento, de pitos; me viene la canción: “Julio, abre el ojo, el Bajo con disimulo mi mirada: es su pie derecho hacia dentro,
cachaco se conoce a tu mujer”. casi queriendo mirar hacia atrás. Su ojo derecho también gravita
hacia la izquierda. El centro perdió su eje. Su cara, de niño aún,
Del otro lado de la calle pasa una bicicleta amarilla, de es felicidad. Por arriba del bolso de su madre la revista se alcanza
manubrios grandes como los cachos de una vaca de la India. La a ver. Van cogidos de la mano. La energía de la complicidad corre
pedalea un payaso de puntiagudo sombrero rojo. entre sus manos unidas.

Comienzo a cruzar la calle y escucho lo que silba el payaso


de la bicicleta. Es la canción que me había acordado. Pongo
más atención a mi oído (persiste la incredulidad). Y se repite el
mismo estribillo en silbidos.

Me siento en el café abierto a la calle. Una mujer lleva


cargado un niño grande de diez años. Camina rápido, con
determinación. (El amor de haberlo llevado dentro, llevar su
peso. Él tiene algo en su pierna).
La mitad del cuerpo del niño reposa en la mujer. Él va con
sus dos brazos y su cara mirando hacia atrás. No mira el cielo,
no mira el pavimento. Va leyendo una revista, feliz, entretenido,
sus labios se mueven en su lectura al compás del caminar de
su madre, hacia un lado, hacia el otro, arriba, abajo. Siguen
caminando hasta que desaparecen de mi visión. Y la sonrisa
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

Mi hombre no es sólo un macho.


Goza mi cuerpo, vino para quedarse, llora con una historia triste
Y Ríe a carcajadas mientras hacemos el amor
Mi hombre macho lava, cocina, juguetea con mi ombligo,
introduce movimientos mágicos a mi barriga
La vida y acaricia mis tetas crecidas.
Sabe amarme, sabe hacerme gozar, sabe cómo soy.

La vida con arte, la vida con amor. Mi hombre apoya lo que tengo dentro
Amar sin recelo. Amar sin abstinencia. Está cano y aún estamos juntos
La borrachera del amor podría provocarme un guayabo de Aún estamos juntos mi hombre macho, nuestros hijos mágicos
orgasmos continuos: Querer y tener miedo en dos instantes y yo.
seguidos. Él recoge su mano en la mía, recoge su ternura y me sostiene
Está aquí a mi lado y guarda en sus ojos lo que siente por mí
Me abro al amor sin continencias. No busca por fuera.
Viene… le acaricio sus patillas de hombre. Me ayuda a llegar arriba.
Siento su olor y su verga tiesa de macho, Mi hombre macho y yo, juntos nos exigimos reír, llorar,
Su fuerza, músculos, vellos y voz gruesa. amarnos y entrar en años.
Un hombre. No sólo de amante, no sólo de amor.
Viene ese hombruno tierno.
Aguardo sus besos, sus caricias sobre mis pezones,
dentro de mi vagina.
Un succionador de mis tetas, de mi coño.
Mi hombre macho sabe hacerme llegar, sabe acariciar lentamente
mi cuerpo,
comérselo por trozos pequeños y hacerme correr.
Rozar mi piel: suave, fuerte, arrecho, rápido.
Penetrarme mientras acaricia mi cabello y mira mis ojos.
Subir con sus manos mi cadera y sentirlo más adentro.
Mi hombre macho sabe hacerme llegar varias veces en pocos
minutos ante sus ojos.
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

Movimientos VIII

Van llegando. Poco a poco se cubren los cuadrados del Llegar a tiempo a los istmos de la vida.
tablero de ajedrez. Margarita no lo pidió, Margarita los va Arriban los puntos suspensivos por el tiempo dilatado.
llenando. Los personajes predestinados hacen su aparición sin ocultarse
detrás del palo de matarratón.
Se acerca, interrumpe, cree que volverá a ser como antes, El telón del teatro se sube mientras suenan los aplausos.
cree que volverá a desplazarle una pareja. El nuevo amor de
Margarita se incomoda, reacciona rápido, la detiene y Enriqueta
queda en desconcierto. Ficha ganada para Margarita. Enriqueta Acciones-Hábitos-Carácter-Destino: Lao Tzu
es barrida y absorbida por la aspiradora del tablero. Hábito: Aristóteles

Enriqueta se pavonea. Cree que por haber compartido algo


más allá con un anterior de Margarita, le da cierto desdén a El hábito de llegar tarde, ¿en cuánto tiempo se vuelve carácter?
mirarla como si valiera menos. ¿Cómo se deshace el hábito?
El nuevo amor de Margarita le da besos tiernos que atraen Destino: Suena a Grave, a Irreversible.
con suavidad sus cuerpos. Nada a propósito. Enriqueta la mira,
desearía estar en su puesto despertando la ternura del amor.
En Ceremonia de Tao se cambia el propio destino. Lo escrito.
Ficha vuelta a correr. Enriqueta cae y Margarita ocupa el ¿Destino no sería irreversible si se cambia hábito y el carácter se
puesto. devuelve a su estado de equilibrio? ¿Y si la ceremonia?
Margarita se pregunta cuál será la nueva jugada. Toca
esperar sin esperar. Poco a poco ellas van apareciendo sin El equilibrio de juntar las piezas y no caer del tablao flamenco
pedirlas. Poco a poco los cuadrados los va llenando Margarita. El zapateo en su ritmo del Kathak
Armonía con el click clack
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Adriana Rosas

Romper el cristal de la tardía rebeldía después de la represión


Tintineo de cristales sobre la ventana, por la lluvia de época.

AUSENCIA

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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

Afuera en el deseo de repetir el círculo alrededor del árbol. Los abuelos


Si dentro por mucho tiempo el ritmo gana la monotonía, la
repetición. Los abuelos cuentan las historias de otra forma.
El aguacatero baila, sus maracas incorporadas con las brisas me
La costumbre cansa La distancia añora traen la Barranquilla de las navidades.
¿Dónde el término medio?
¿Dónde cantar con las mismas fuerzas los estribillos de Se escucha una tranquilidad: no hay gritos, no hay reproches,
infancia? no hay tensiones.
¿Dónde la natilla de Guille, el único whisky del año del
abuelito, el cabello blanco de las abuelas, las maletas alrededor Los abuelos están callados.
de la cuadra, los abrazos con los vecinos?
Ya no están los abuelos.
Ahora, las nuevas voces, las nuevas manitas, las nuevas
risas
Y sin embargo se extrañan los viejos que ya no están,
con su amor me salvaron todavía no sé de qué, no sé de qué
aquellos que comenzaron a desaparecer de uno en uno
Los que si juntos son grandes huecos en el pesebre, que
fueron pocos en aquella nuestra casa.
Nuestra casa que ahora son varias y una sola en la noche de
abrazos, de besos, de entregas, de miradas
donde reunimos fuerzas para un año.
Volver a estar juntos.

Y por ahora, la novedad por la anterior ausencia.

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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

Mataron sus árboles para construir en ese espacio de mi infancia.


En ese patio de ver subir el agua de lluvia desde la ventana de
mi cuarto.
En ese patio de moverse las sombras de sus árboles, en las
noches oscuras de miedo de mi infancia.
La brisa que mece el patio
Querer cambiar de casa. Insistir que la vendieran, que otra
construyeran.
La casa de la infancia quedó allí En esa otra de no patios de arena, de no árboles.
Regreso a ella, a su patio.
Entonces, arrepentirme.
La batea llena de agua con mi cabeza dentro Cambió la casa, cambiaron nuestras vidas.
Simulo nadar en su mar. Las olas mueven mis cabellos La adolescencia tiene deseos intranquilos, influenciados.
ondulantes. La madurez reacomoda, decanta o aumenta la nostalgia.

El árbol de mango y sus muchos años. Sus brazos entremezclan


sombras de hojas y luz sobre los libros que leo sentada en la
mecedora, cerca de su gordo tronco.

Ya no están los dos palos de guayaba. Ya no están los perros


cuidadores de los patios. Ya no están las babosas del palo de
limón. Ya no está el palo de icaco con sus frutos rosados.

Mi payaso hecho a mano por la antigua dueña de la casa Ya no


está.
La antigua dueña, su pelo liso, su baja estatura, su mirarme con
ternura.
Su antigua casa que era bien cuidada por mis padres Ya no sigue
bien cuidada.
Llegaron los otros. Pelearon con sus árboles.
Mataron sus gigantes ventanas de madera.
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

a este mar a pedir su perdón.

Mi tía

Mi tía: la de las vacaciones, la de los puentes, la de


estadías sin permanencias: Llega con su risa loca, trae el aire de
pies descalzos, su pelo desordenado y un aliento a alcohol en la
madrugada.

Ella no pretende en los sentimientos. Pasa, Vive.


Desconfía del amor. Le pone cordeles, sin embargo: cae. Le
estremece volver a creer y vuelve a disfrutarlo. Vuela, mi tía
vuela. Mi tía intenta la libertad. Corta las cuerdas, sale a pasear
y nos deja para saber de su regreso. Marchará de nuevo. Volverá
y así: así.
Vuelve-volverá.

Mi tía llega a la playa. Se mete en el mar. Nada de una línea a la


otra. Saca sus acalambrados pensamientos. Flota boca arriba. Se
traga las montañas que la miran. Las aguas que ruedan abajo le
susurran pequeños secretos. La corriente fría se la lleva. Ella se
deja para no pensar y despierta en medio de la basura que no
se traga el mar.
Mi tía mira el cielo rojo en atardecer. Patalea para no hundirse.
Flota en vertical. Y si algún día los de blanco le dicen de la
muerte, caería con un gran peso en la mitad de este mar. Y si
algún día dejo de recordar a mi tía por la culpabilidad, volvería
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Adriana Rosas Frente a un hombre desnudo

su mirar a la calle, mientras el rito de sacar con suavidad un


cigarrillo de la cajetilla, encender con determinación un fósforo
y soltar el humo con melancolía, con su mirada hacia allá, hacia
la calle, hacia donde tal vez podría haber estado y nunca estaría.
El hijo del que nunca me habló. Su muerte alguna vez alguien
Mi abuela y sus gafas alargadas de actriz de cine me la contó como en un secreto, como que de eso no se habla.

Los gritos de su hija que no fue mi tía, ahora tienen voz


Las imágenes no se han detenido, yo sí. Me traslado para tierna. Antes, en la silla de la cocina mientras esperaba mi cucayo,
verlos desde arriba y el teatro de abajo tiene una historia que mis piernas colgaban, se movían; mi vista se iba a la puerta del
tal vez podría interesar. Yo sé de ellos Yo estuve entre ellos Sigo patio para ver si había algún níspero tirado en el suelo. El palo
estándolo a mi acomodo. que tumbaron para ampliar el negocio. Tumbaron mi árbol y
no me pidieron disculpas No le preguntaron si ya quería dejar
Ella grita, siempre ha gritado. De niña eran las peleas. Él de vivir No nos preguntaron si estábamos de acuerdo con su
también gritaba, se le estallaba la garganta y botaba su bufido muerte antes de tiempo No se dieron cuenta que nos llevarían
de olores de entrañas podridas. Ahora él se ha calmado. en la vida sin su dulce sabor No se dieron cuenta que ya no nos
veríamos y no me dijeron a tiempo para irme a despedir de él
“Los años calman”, escuchaba en mi infancia en la cocina No se dieron cuenta No se dan cuenta de tantas cosas No se dan
de mi abuela mientras esperaba el cucayo que me servirían. El cuenta de tantos gritos desperdiciados para qué.
cucayo de la casa de mi abuela ya no está. Ella tampoco. Las
baldosas blancas de cuatro líneas negras para unirse en un “Alegría… Alegría con coco y anís”, escuchábamos. Salíamos
punto dejaron de existir para mí. Debería pasar por esa casa, corriendo para ver a la calle, gritarle a mi abuela que la alegría
pedir permiso para entrar, recorrerla y acordarme de mi abuela venía, y ella con su calma y su sonrisa Se metía la mano en el
sentada en su mecedora de líneas verdes plásticas. bolsillo Sacaba su monedero Se levantaba de su mecedor con
su gran cuerpo Y gritaba: “Negri, ven, que estos niños quieren
Mi abuela grande ya no está. Mi abuela grande y los dos alegría”. Alegría con coco y anís. Alegría sería volver a estar
bolsillos en sus vestidos de luto. Los Bolsillos De una peinilla allí. Volver para verte con tus gafas negras alargadas de actriz
De una cajetilla de Piel Roja sin filtro Del monedero que nos de cine. Para llevarte cogida de mi mano y hacerte entrar en mi
llevaba a la tienda a comprar galletas de limón. Los bolsillos de cumpleaños mientras todos reunidos. Para que no te escondieras
la nostalgia. La nostalgia que llevaba mi abuela en su mirada mi abuelita Para que yo hubiera podido entender a tiempo qué
de grandes ojos color miel. Bellos los ojos de mi abuela. Bello ocurría Por qué no estabas con nosotros mientras rompía la
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Adriana Rosas

piñata Por qué no estabas para las fotos Por qué tu altura grande
estaba prohibida en nuestras reuniones familiares.

Porque yo debí imponerme a tiempo, a pesar de mis años y


hacer que te dejaran entrar Que no te escondieras en un cuarto
de servicio la vez que él llegó en la tarde sin avisar. Mi abuela
grande era como una niña cogida en su travesura y se reía y te
acompañé un rato en ese cuarto oscuro a esperar que él se fuera
Dos niñas aguardando la salida del colegio Tú y tu cabecita a la
que nunca pude entrar.

Si él era tierno Si él me cargaba en sus piernas Si él me


contaba historias de cocodrilos en el río Si él… Si él. Entonces,
por qué esconderse y no verse y no encontrarse.

Si ya no están ustedes, si ya no está la casa grande, si ya


todo es una obra de teatro sin final sin resolverse, repitiéndose
en ese cada tanto que mi mente lo permite.

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© 2014 Adriana Rosas
© 2014 Collage Editores
Impresión y encuadernación: Alen Impresores LTDA
Bogotá, Colombia

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