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UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE COMILLAS

INSTITUTO DE ESTUDIOS SOBRE MIGRACIONES


DOCTORADO EN MIGRACIONES INTERNACIONALES Y COOPERACIÓN
INTERNACIONAL AL DESARROLLO

EL PAPEL DE LA MEMORIA
COLECTIVA EN EL
EMPODERAMIENTO COLECTIVO

Directores: Dr. CARLOS MARTIN BERISTAIN


Dra. CRISTINA GORTÁZAR ROTAECHE
Autor: JUAN DAVID VILLA GÓMEZ

MADRID – 2012
CONSTANCIA REGISTRAL DEL TRIBUNAL DEL ACTO DE LA DEFENSA DE
TESIS DOCTORAL

TÍTULO: EL PAPEL DE LA MEMORIA COLECTIVA EN EL EMPODERAMIENTO


COLECTIVO

AUTOR: JUAN DAVID VILLA GÓMEZ

DIRECTORES: Dr. CARLOS MARTIN BERISTAIN


Dra. CRISTINA GORTÁZAR ROTAECHE

TUTOR-PONENTE:

DEPARTAMENTO: INSTITUTO DE ESTUDIOS SOBRE MIGRACIONES

FACULTAD O ESCUELA: DOCTORADO EN MIGRACIONES INTERNACIONALES


Y COOPERACIÓN INTERNACIONAL AL
DESARROLLO

Miembros del Tribunal Calificador:

PRESIDENTE: Firma:

VOCAL: Firma:

VOCAL: Firma:

VOCAL: Firma:

SECRETARIO: Firma:

Fecha de lectura:

Calificación:
AGRADECIMIENTO

La vida me ha bendecido y me ha permitido vivir esta experiencia apasionante


de trabajar, acompañar, investigar y aprender de comunidades
que me han enseñado la fuerza de la resistencia, la incansable lucha por la dignidad
y la grandeza del espíritu humano que se niega a fenecer, aún en medio de las peores
circunstancias;
va mi agradecimiento para los hombres y mujeres sobrevivientes y resistentes que me
regalaron pedazos de su vida que son lo sustancial de esta investigación.

Carlos gracias por tu paciencia y por decidirte a acompañarme en esta aventura investigativa,
tanto en el máster, como en el doctorado, has sido mentor y maestro durante toda mi carrera.
Cristina, gracias por tu apoyo incondicional y por estar siempre ahí para darme apoyo y guía
en momentos en que algunas cosas se hicieron más complicadas.

Mi reconocimiento y agradecimiento para Jorge Julio Mejía, s.j., Higinio Pi Pérez, s.j., Daniel
Izuzquiza, s.j. y a la Compañía de Jesús por creer en mí y apoyarme con la beca que posibilitó,
de alguna manera esta investigación.

A mi padre y a mi madre porque de ellos he recibido la vida y me permitieron estar en este


mundo para aportar un grano de arena, creyendo que hay otra realidad posible. A mis
hermanas porque su solidaridad fue importante durante mi estadía en España.

A ti Liliana, porque has sido compañera y amiga, tu amor ha estado ahí y me moviliza para
seguir hacia delante en mis y nuestros proyectos vitales. Tu apoyo, tus sugerencias y tus
aportes también fueron muy importantes para mí.

Finalmente, Dios Padre/Madre, aunque no sé nada de ti, siempre sé que has estado ahí y me
has movido desde lo profundo a trabajar en la solidaridad y en la esperanza de un mundo
mejor
.
TABLA DE CONTENIDO

0. INTRODUCCIÓN 15
1. MÉTODO 19
1.1.1. Relevancia social 19
1.1.2. Relevancia teórica 24
1.2. Objetivos: 28
1.2.1. Objetivo general: 28
1.2.2. Objetivos específicos: 28
1.3. Hipótesis: 28
1.4. Diseño y metodología: 28
1.4.1.2. Grupos de discusión: 31
1.4.1.3. Otras técnicas de recolección de información utilizadas: 33
1.4.2. Datos recogidos: 34
1.4.3. Esquema del diseño y definición de categorías: 35
1.4.3.1. Objetivo específico No. 3: 35
1.4.3.2. Objetivo específico No.4: 36
1.4.3.3. Objetivos específicos No. 5 y 6: 36
1.4.4. Instrumentos de recolección de información: 39
1.4.4.1. Guión para entrevistas en profundidad y relatos de vida: 39
1.4.4.2. Guiones para los grupos de discusión: 40
1.4.4.3. Cuestionario a expertos sobre logros y dificultades del proceso de apoyo mutuo y
memoria compartida, a través del proyecto PROVISAME: 40
1.4.5. Participantes: 41
1.4.5.1. Muestra para la investigación de campo fundamentada en relatos de vida y
entrevistas en profundidad (2011): 41
1.4.5.2. Participantes en los procesos investigativos para la contrastación: 42
1.5. Análisis de Resultados: 43
1.5.1. Análisis de Coherencia (Intratextual): 43
1.5.2. Análisis Intertextual: 45
1.5.3. Codificación Teórica: 46
1.5.4. Teorización (Primer Nivel): 46
1.5.5. Teorización (segundo nivel): 47
1.6. Criterios de Calidad: 47
2. CONFLICTO ARMADO Y DESESTRUCTURACIÓN SOCIAL EN COLOMBIA 49
2.1. Historia del conflicto armado en Colombia 49
2.1.1. Análisis estructural y socio-historico: 49
2.1.2. La violencia de los años 50 (La Violencia): 54
2.1.3. Las Fases del conflicto armado: 57
2.1.3.1. Fase de la lucha guerrillera contra el Estado: 58
2.1.3.2. Cuarta Fase: Finales de la Década de los 80 – 2002 60
2.1.3.3. La expansión de los principales grupos armados ilegales: 60
2.1.3.4. ¿Es el paramilitarismo el tercer actor armado del conflicto colombiano? 63
2.1.3.5. La hipótesis “estratégica” de Collier, aplicada al conflicto colombiano: 65
2.1.4. Breve Referencia a los intentos de procesos de paz: 67
2.1.5. El gobierno de Álvaro Uribe Vélez y su sucesor Juan Manuel Santos: 69
2.1.5.1. Negociación política con los grupos paramilitares: 71
2.1.5.2. De Uribe a Santos: 73
2.2. El conflicto armado en las regiones estudiadas: 74
2.2.1 El conflicto armado en el Oriente Antioqueño: 75
2.2.2. El conflicto armado en la ciudad de Medellín: 77
2.2.3. El conflicto armado en el departamento de Córdoba: 82
2.3. Caracterización de las víctimas participantes en esta investigación: 85
3. CONCEPTO DE MEMORIA COLECTIVA 89
3.1. Un concepto polisémico 89
3.2. Memoria como facultad mental 90
3.2.1. Memoria individual y memoria autobiográfica. La perspectiva cognitiva 90
3.2.2. Problema en la concepción cognitiva de la memoria: 92
3.3. La memoria como narrativa social del pasado 96
3.4. Una perspectiva dialéctica de la concepción de la memoria: 98
4. ESTADO DE LA CUESTIÓN: REGISTRO IDENTITARIO Y REGISTRO RESISTENTE 103
4.1. La memoria como problema multi, inter y transdisciplinar 103
4.2 Identidad y memoria. 107
4.3. Función o registro resistente 109
4.3.1. Sobre el uso de las memorias y representaciones (narrativas) del pasado en los
movimientos sociales: 110
4.3.2. Sobre los movimientos sociales de memoria: 113
4.3.3. Lugares de memoria en el registro resistente y en las luchas por la memoria: 118
4.3.4. Sobre Acciones de memorias performativas: 124
4.4. Los usos de la memoria en conflictos políticos y armados: 126
4.4.1. Memorias, refuerzo de las identidades y el conflicto 126
4.4.2. Del abuso de la memoria 127
4.4.3. Papel de la educación y debate democrático: memorias incluyentes de grupos
enfrentados: 130
5. EL PAPEL DE LA MEMORIA COMO REGISTRO TERAPÉUTICO 135
5.1. La discusión sobre el trauma y el impacto psicosocial de la violencia política: 135
5.1.1. A nivel individual: el Trastorno de estrés postraumático 135
5.1.2. Perspectivas psicosociales: trauma colectivo y transmisión intergeneracional 137
5.2. Consecuencias psicosociales de la violencia política 142
5.2.1. Efectos Individuales 142
5.2.2. Efectos Familiares y colectivos: 143
5.3. La cura a través de la palabra: del psicoanálisis al “debriefing” y las terapias narrativas:
146
5.3.1. La mirada psicoanalítica: 146
5.3.2. El “debriefing”: 148
5.3.3. Terapia basada en el testimonio narrativo 150
5.3.4. Sobre el compartir emocional 151
5.4. Reparación desde abajo a través de la acción grupal de memoria (Un enfoque
psicosocial): 155
5.4.1. La función del silencio y el olvido 160
5.4.2. Una discusión con las ciencias sociales y el derecho: 162
5.5. El papel terapéutico del testimonio: 164
5.6 El grupo de apoyo mutuo y otras formas de trabajo psicosocial con comunidades: 168
5.6.1. Memoria compartida y grupos de apoyo mutuo: 168
5.6.2. Reparación desde abajo a través de la acción colectiva y la memoria performativa: 171
5.7. Marco sociopolítico: Políticas de la memoria y Transición. A medio camino entre la
función resistente y la función terapéutica 179
5.7.1. El papel de la verdad en procesos de reconstrucción del tejido social: 181
5.7.1.1. Efectos psicosociales de los procesos oficiales y no oficiales de verdad: 181
5.7.1.2. Paradojas en los efectos psicosociales de los procesos de verdad. 184
5.7.2. La acción jurídica, la justicia y su relación con la memoria. 192
5.7.3. Reparaciones y memoria: 198
II PARTE 205
LA MEMORIA EN CONTEXTOS DE CONFLICTO ARMADO EN COLOMBIA 205
6. CONSECUENCIAS PSICOSOCIALES DE LA VIOLENCIA POLÍTICA 205
6.1. ¿Cómo era la vida antes...? 206
6.1.1. “El que diga que no ha vivido en guerra, eso es mentira”: El conflicto armado como
constante histórica 206
6.1.2 “Usted viera la vida que yo me daba por allá”: Idealización del pasado 208
6.1.3. “Las historias mías comenzaron en 1995...” 210
6.2. Situación emocional subjetiva: 212
6.2.1. “Uno ya no se da cuenta de nada”: El shock inicial 212
6.2.2. “A mí no me mató la guerra por fuera, me mato por dentro”: Tristeza y dolor 213
6.2.3. “¡Dios mío llévame!”: Tristeza profunda y pérdida de sentido vital 215
6.2.4. “Uno tenerlos que ver todos los días y sentir la impotencia”: rabia e impotencia ante
la injusticia vivida 217
6.2.5. “Me parecía que ya venían a tumbar la puerta”: Miedo y terror 218
6.3 Aspectos cognitivos/comportamentales: 220
6.3.1. “Yo me mantenía era como consumida en un solo pensamiento…”. Ideas,
pensamientos obsesivos y recuerdos invasivos 220
6.3.2. “Yo estaba como en otro mundo”: Confusión existencial, inhibición y limitación del
contacto social 224
6.4. Percepción del clima emocional: 227
6.4.1. “Aquí en cada esquina mataban una persona”: Clima de violencia, incertidumbre y
desconfianza 228
6.4.2. “Eso es como dantesco, como terrorífico”: Clima de miedo, zozobra y terror: 230
6.5. Organización de creencias sociales: 233
6.5.1. “Después... se oscureció el mundo”: Sobre el mundo como lugar seguro 233
6.5.2. “Uno jamás se imagina que lo va a tocar a uno”: La invulnerabilidad del yo 234
6.5.3. “De Dios sentía como un desamparo...”: Sobre Dios 236
6.6 Roles y relaciones de género: 237
6.6.1. “La muerte de él se me convirtió como en un calvario para mí”: Pérdida de la figura
proveedora 238
6.6.2. “Podía sostener a mis hijos, yo me sentía una héroe…”: Cambio de Roles 239
6.7. Relaciones Familiares: 241
6.8. Participación e integración social: 243
6.9. Estigmatización, cohesión social, identidad y pertenencia: 244
6.10. “Nos desintegramos totalmente, quedó un pueblo fantasma...”: Otras consecuencias
sociales y comunitarias 246
6.11. Estrategias de Afrontamiento 248
6.11.1. “Tuve que hacer, como dicen por ahí, de tripas corazón”: Estrategias emocionales y
vinculares 249
6.11.2. “Dios vino empanadas”: Estrategias cognitivas e ideológicas 250
6.11.3. “Yo veía que estaban pisoteando nuestra dignidad”: Estrategias directas y de
confrontación 251
6.11.4. “Éramos indiferentes a lo que pasaba”: Estrategias de autocontrol y evitación 252
6.11.5. “En dónde sería que yo no busqué”: Estrategias de comunicación y búsqueda de
información 253
6.11.6. “Me ayudó mucho a mi…. las palabras de ese señor”: Estrategias de apoyo social e
instrumentales colectivas 254
6.12. Discusión y conclusión: 255
7. SENTIDO Y PROPÓSITO DE LAS ACCIONES DE MEMORIA 257
7.1. Acciones Públicas de memoria 259
7.1.1. “Abrir esos caminos que se cerraron por el conflicto”: Abriendo Trochas por la vida,
la paz y la reconciliación 260
7.1.2. “Cuando la prendo, siento que es un consuelo para mí” 261
7.1.3. Lugares, símbolos y monumentos: 262
7.1.4. “Nos hemos tomado todo el parque”: Plantones y marchas 265
7.1.5. “Vamos escribir nuestra historia”: De la memoria performativa a la memoria
documento 267
7.2. Recuerdo y dignificación de las víctimas: 268
7.2.1. “Cuando tú recuerdas tu ser querido, lo tienes presente”: Recordar para no olvidar 268
7.2.2. “La muerte del hijo mío no va a estar como la muerte de un perro” 270
7.3. El dolor compartido y público: 273
7.4. Afirmación y resistencia, el valor y el coraje de la gente 275
7.4.1. “Es cómo mantener viva esa fuerza para poder seguir esta lucha” 275
7.4.2. “Cuando el testimonio es de alguien que sufre el dolor, no hay discurso victorioso
que tenga validez” 277
7.5. Inserción de la historia individual en la historia colectiva 278
7.6. Memoria pública y reconocimiento social 281
7.6.1. “Las estropeadas de la guerra, que estábamos escondidas, pero que ya estamos
saliendo”: Visibilización de las víctimas 281
7.6.2. “Así digan que somos unas locas”: Buscar el reconocimiento en medio de múltiples
oposiciones 283
7.6.3. A manera de síntesis: 287
7.7. Búsqueda de no repetición: 288
7.8. Formación de las nuevas generaciones 291
7.9. Fortalecimiento organizativo 293
7.10. Incidencia política y reivindicación de derechos 295
7.10.1. “Porque la memoria sin la verdad de nosotros no tiene validez”: La memoria camino
a la verdad y a la reivindicación de los derechos 299
7.10.2. “La justicia en Colombia está muy mal...”: Búsqueda de la justicia 301
7.11. Reconciliación y desmovilización 308
7.11.1 “Es necesario reclamar los derechos... y yo creo que sin eso es difícil alcanzarla...”:
Reconciliación y derechos de las víctimas 310
7.11.2. “Juegan un partido de fútbol los desplazados y los desmovilizados y ya... como si
eso fuera reconciliación”: Las falacias del discurso de reconciliación en Colombia 312
7.11.3. “Ellos no se han desmovilizado nunca”: La falacia de la desmovilización 314
7.12. Una memoria incluyente 317
7.13. El papel de la cooperación internacional: 322
7.14 Discusión y conclusiones: 325
7.14.1. Sobre el Agente: 326
7.14.2. Sobre las memorias incluyentes y excluyentes 333
7.14.3. Memoria e Impunidad: 337
7.14.4. Sobre la Reconciliación: 339
7.14.5. Conclusión: 343
8. EFECTOS Y PROCESOS PSICOSOCIALES ALREDEDOR DE LA MEMORIA
COMPARTIDA (DIMENSIÓN INTERPERSONAL Y GRUPAL DE LA MEMORIA) 345
8.1. Transformación subjetiva: 347
8.1.1. “Ya uno ve que el dolor no es mío sino de todos, entonces, es un dolor compartido, es
un dolor solidario…”: Dimensión emocional 348
8.1.2. “Porque nosotras mismas aquí, a nivel de grupo, nos fortalecemos contándonos
nuestras historias”: Trabajo de duelo y trabajo de memoria, narrar y contar 354
8.1.3 “Como si me hubiera vuelto a activar, volví otra vez al ser mío, volví al ser...”:
Transformación subjetiva, dimensión cognitivo/comportamental 359
8.1.4. Algunos límites y dificultades de la experiencia: 367
8.2. Reconstrucción de la familia y transformación de roles y relaciones de género: 369
8.2.1. “Y ahora siento que podemos conversar y compartir... para mí eso es una ganancia
muy grande”: Transformaciones en las relaciones familiares 371
8.2.2. “Ver que ya uno no es la mujer que se deja golpear del marido”: Transformación de
roles y relaciones de género: 372
8.3. Escenarios de participación, integración y cohesión social: 375
8.3.1. Del aislamiento a la participación e integración social 376
8.3.2. Recuperación y fortalecimiento de la cohesión social 378
8.4. El enfoque psicosocial 383
8.4.1. “Les cuenta uno la historia, y ellas le aumentan a uno la dosis de droga”: Mirada a
algunas intervenciones psicológicas y psiquiátricas en los escenarios estudiados 384
8.4.2. “Cuando se pone como igual es cuando ayuda, y cuando se pone arriba no ayuda, no
sirve”: La relación de ayuda entre el saber/poder y la horizontalidad 393
8.4.3. “Pero por qué primero no cuentan con la gente y le preguntan qué necesita”: Algunas
reflexiones sobre la ayuda humanitaria y psicológica: 397
8.5 Discusión y conclusiones: 401
8.5.1. Sobre las acciones psicosociales: 402
8.5.2. Sobre el trabajo de memoria en víctimas de desaparición forzada: 404
9. EFECTOS Y PROCESOS PSICOSOCIALES ALREDEDOR DE LA ACCIÓN PÚBLICA DE
MEMORIA Y LA MEMORIA COLECTIVA 407
9.1 Transformación subjetiva, dimensión emocional: 408
9.1.1. “Me siento como libre al expresar lo que sentimos nosotras del dolor”: De la catarsis
a la recuperación emocional 409
9.1.2. “Esto no es de 8 o 15 días ni un proyecto de una ONG”: Ampliando el marco del
análisis 414
9.1.3. “A nosotros nos tocó hacer esos actos con los desmovilizados”: Cuando la acción
pública de memoria colectiva no posibilita la recuperación emocional 416
9.2. Transformación subjetiva, dimensión cognitivo/comportamental: 419
9.3. Cohesión social y participación: 422
9.3.1. “Las acciones de memoria son uno de los pilares, de los métodos que ha ayudado a
que nos mantengamos unidas”: Cohesión social, identidad y pertenencia 423
9.3.2. Participación e integración social 428
9.4. Estrategias de afrontamiento 432
9.4.1. “Yo soy de las que pienso, es mejor morir de pie, que no vivir de rodillas”:
Estrategias de afrontamiento directo 432
9.4.2. Otras estrategias de afrontamiento 436
9.5. Construcción de una ciudadanía de derechos 437
9.5.1. Ciudadanía de derechos y la relación con el Estado en 2009 (Oriente Antioqueño) 438
9.5.2. “Yo pienso que seguir movilizándonos, seguir estorbando, seguir haciendo plantones,
incidiendo en el tema político” 440
9.6. Consecuencias psicosociales de la participación en escenarios de verdad, justicia y
reparación 449
9.6.1. “Yo como que estaba comiéndome a mi propia hija...”: Contradicciones de la
reparación sin verdad ni justicia 450
9.6.2. “Hemos sabido algo de la verdad, pero a medias”: Reparaciones y versiones libres sin
verdad 458
9.6.3. Intentando hacer justicia en contextos de impunidad 461
9.7. Discusión final y conclusiones 469
9.7.1. Discusión sobre la ciudadanía de derechos y la ciudadanía participativa 472
9.7.2. El Testimonio como una acción de resistencia y justicia anamnética: 474
10. HISTORIAS DE VIDA: VIOLENCIA, MEMORIA Y RESISTENCIA 477
10. 1. “Creo que soy una mujer resistente”: la historia de O. 479
10.1.1. Una familia numerosa y pobre 479
10.1.2. La civilización llegó con la violencia 480
10.1.3. Ruptura y desestructuración del tejido familiar y de las subjetividades: 481
10.1.4. Apoyo mutuo, memoria compartida y procesos de transformación personal y
colectiva: 485
10.1.5. Y nos fuimos organizando... 489
10.1.6. Nuestras acciones de memoria 491
10.1.7. Ante la Revictimización... Resistencia 494
10.2. “¡Se iba aflojando ese nudo que teníamos dentro!”: La Historia de M. 496
10.2.1. Antes que llegara la violencia... 496
10.2.2. Afrontamiento y resistencia: los primeros años... 498
10.2.3. El papel de la memoria: reconstrucción de tejido social y resistencia... 503
10.3. Los dilemas de la memoria y el olvido: La historia de D. 509
10.3.1. Antes... Todo era felicidad... 509
10.3.2. Pero llegó la guerra... 510
10.3.3. ¿Por qué no hicimos más resistencia? 514
10.3.4. Y también soy víctima 515
10.3.5. El dilema entre hacer memoria o dejar en el olvido lo sucedido 518
10.4. “Soy una mujer afortunada”: Una vida resistiendo a todas las formas de violencia, la
historia de R. 521
10.4.1. Una familia campesina 521
10.4.2. El destino de la mujer: madre y esposa... sometimiento y frustración 522
10.4.3. Reiniciando en otra tierra: madre, cabeza de familia, resistiendo y luchando 525
10.4.4. Se desmoronó la vida porque nos tocó la violencia 527
10.4.5. Las Madres de la Candelaria: una opción para buscar y resistir 528
10.4.6. Transformación subjetiva: el proceso de PROVISAME 533
10.4.7. Resistiendo hasta el final: la revictimización 535
10.4.8. ¿Por qué hacer memoria? 536
10.4.9. Como si fuera una sabia: seguir resistiendo en el presente 538
10.5. Discusión y conclusiones 539
10.5.1. Sobre el conflicto armado colombiano 539
10.5.2. El problema de la escucha en las sociedades modernas 543
11. DISCUSIÓN FINAL Y CONCLUSIONES 549
11.1. Transformaciones subjetivas 551
11.2. Transformaciones en roles / relaciones de género y en relaciones familiares 553
11.3. Transformaciones en dimensiones comunitarias y colectivas 556
11.4. Proceso de construcción de una ciudadanía de derechos 559
11.5. Hacia una mirada transdisciplinar de la acción de memoria: el enfoque psicosocial 562
11.6. Conclusiones finales: 566
12. REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS 569
12.1. LIBROS: 569
12. 2. ARTICULOS DE LIBRO: 581
12.3. ARTICULOS DE REVISTA CIENTIFICA: 601
12.4. TESIS DOCTORALES: 633
12.5. PONENCIAS EN EVENTOS CIENTIFICOS: 635
12.6. OTRAS REFERENCIAS: 638
13. ANEXOS 643
0. INTRODUCCIÓN

Cuando me acerqué por primera vez al trabajo con las víctimas en la región del Oriente
Antioqueño, Colombia, en el año 2003, jamás pensé que las aguas del río en donde empezaba
a navegar me iban a llevar a producir un trabajo de la envergadura de una tesis doctoral. Un
proceso que partió del interés de unas mujeres por desarrollar habilidades para poder apoyar,
acoger y escuchar a otras en su territorio, que buscaban que los dolores y sufrimientos de las
compañeras fueran acogidos de alguna manera, para poder mantener un proceso y un trabajo
que intentaba reivindicar los derechos de las mujeres en una sociedad marcada por el
machismo, la exclusión histórica de la mujer y, en general, las formas culturales del
patriarcado.

Esta experiencia permitió ir construyendo con estas mujeres, reunidas en la Asociación de


Mujeres del Oriente Antioqueño (AMOR), un trabajo de formación que abrió las puertas para
que mujeres de la organización se dispusieran a apoyar, con la metodología de los grupos de
apoyo, a otras mujeres. Resultó de allí, el proyecto de promotoras de vida y salud mental
(PROVISAME) para acompañar a las víctimas de la violencia política. Ninguna de ellas, ni
quienes las acompañábamos, pensábamos en ese momento que a partir de esa experiencia
inicial se iba a operar un proceso de transformación en la vida de estas mujeres, que derivaría
en una dinámica de organización social de víctimas que se empoderó y alcanzó un nivel de
autonomía, que llevó a la organización a constituirse en un actor social en la región, el
departamento de Antioquia e, incluso, a nivel nacional.

Estas mujeres empezaron a generar transformaciones en su subjetividad y emergieron como


actoras de su propio destino. Conformaron nuevos grupos de apoyo, con el acompañamiento
de algunas ONG (Programa por la Paz – CINEP y Conciudadanía) 1 y luego, el programa fue
llevado a otras regiones (Sur de Córdoba, Magdalena Medio, Suroeste Antioqueño, Cartagena,
entre otras), con procesos culturales, históricos, sociales y organizativos diferentes, generando
también procesos muy interesantes en esos sujetos sociales que se identifican como víctimas
del conflicto armado colombiano. Esta investigación da cuenta de ese proceso y de las
dinámicas que se establecieron a partir de allí, donde la memoria compartida (grupal) y la
memoria colectiva (pública y social) 2 tuvieron un papel preponderante para desarrollar algunos
de estos cambios.

Por lo tanto, el presente trabajo aborda un hecho de la realidad de una porción de población:
las víctimas3 de unas regiones, donde realicé un trabajo concreto de acompañamiento,
formación y apoyo. Por lo tanto, es necesario afirmar que esta investigación está atravesada
por mi subjetividad. Lo cual en la ciencia contemporánea ha dejado de considerarse un
problema, para verse como una posibilidad, siempre y cuando se puedan reconocer las
vicisitudes, límites y sesgos que pueden presentarse, pero teniendo claro, con Montero (2007)
y Hamber (2011), que la construcción del conocimiento estriba no solamente en el sujeto que
investiga, sino también en los sujetos participantes de la investigación, y que el conocimiento
social se teje en las relaciones que se establecen, de tal manera que emerge fruto de las
relaciones entabladas y las confianzas construidas.

1
El Programa por la Paz – CINEP es una obra de la Compañía de Jesús en Colombia que trabaja en pro de la
construcción de la paz, la resolución noviolenta de los conflictos, la defensa de los derechos humanos y se propone
hacerlo desde un horizonte de reconciliación con verdad, justicia y reparación. De otro lado Conciudadanía es una ONG
de la ciudad de Medellín que trabaja en procesos de fortalecimiento de la democracia local a través de la formación de las
comunidades para la participación ciudadana
2
Cfr. Capítulo 3, donde desarrollo las especificidades del concepto de memoria.
3
Puede denominarse víctimas a todas las personas que han sufrido graves daños a raíz de violaciones al derecho
internacional humanitario y el derecho internacional de los derechos humanos en el marco del conflicto armado
colombiano.
15
De otro lado, me uno a una serie de investigadores que en España, por lo menos desde el
campo de lo psicosocial (cfr. Pipper, 2004; Cabrera, 2004; Martín Beristain, 2005), y también
desde la historia (cfr. Jensen, 2004), han desarrollado su tesis doctoral a partir de una mirada
analítica, crítica e investigativa sobre los procesos de acompañamiento, intervención y acción
social que han desarrollado en campo; dando cuenta, no solamente de unos datos y unos
relatos, sino también de unos procesos, una experiencia personal, relacional y también analítica
Así pues suscribo con Hamber (2011) que la investigación que aquí desarrollo es fruto de la
participación activa en los procesos que se estudian: “fui un observador, un participante, un
investigador, un activista y un investigador de acción” (Hamber, 2011, p. 34), que a partir de
trabajos investigativos previos en 2006/2007 y 2008/2009, pude darle cuerpo a una pregunta
importante en torno al papel de las acciones, grupales o públicas, de memoria colectiva de las
organizaciones de víctimas en los procesos de empoderamiento 4 colectivo y resistencia ante las
dinámicas del conflicto armado y la impunidad; y las implicaciones de estas acciones en la
transformación de sus subjetividades, desde la perspectiva de la recuperación emocional, la
redignificación de las víctimas y la reconstrucción del tejido social.

El texto general lo he dividido en dos partes: la primera parte tiene cinco capítulos y se centra
en los marcos de la investigación principal y el estado de la cuestión. En primer lugar el marco
metodológico, donde se presenta y se justifica el método utilizado, que incluye la revisión de
fuentes secundarias y la investigación documental. También incluye el trabajo de la
investigación de campo que implicó la mirada sobre los procesos de memoria de las víctimas
del Oriente Antioqueño, contrastados con los procesos de memoria de las Madres de la
Candelaria y los procesos de los colectivos en el sur de Córdoba 5.

El capítulo 2 tiene como eje una revisión documental e histórica sobre el conflicto armado
colombiano que permita al lector una visión exhaustiva de su complejidad: un conflicto
armado donde las víctimas son de todos los bandos (guerrillas, paramilitares, fuerza pública del
Estado) y donde no es posible un análisis simple entre buenos y malos. Al final del capítulo
realizo una caracterización de las víctimas que han participado en esta investigación.

El capítulo 3 presenta el marco conceptual. La forma en la que desde la psicología social, en


particular, y en las ciencias sociales en general se ha construido el concepto de memoria
colectiva. El enfoque psicosocial y transdisciplinar con el que trabajo, también se hace
evidente en esta fundamentación, que permite mirar de forma dialéctica y compleja el concepto
y la manera como será utilizado a lo largo de toda la investigación. Resalto los conceptos de
memoria compartida (memoria grupal) y memoria colectiva (pública y social), por ser los ejes
centrales de la investigación de campo.

En el capítulo 4 me centro en los estudios de memoria en su registro resistente, es decir, donde


se reivindican identidades alternativas y formas de la memoria que surgen de contrapoderes al

4
El empoderamiento es un concepto de la psicología social, que se debe a Julian Rapapport (1981, 1994) que implica el
proceso por el cual se potencian y se fortalecen los recursos y habilidades con las que cuentan los sujetos y las
comunidades para superar situaciones de exclusión, violencia, injusticia o desigualdad. En el caso que se analiza en esta
investigación, se trata de procesos y acciones públicas de memoria realizadas por las organizaciones de víctimas en sus
regiones, que han implicado afrontar las lógicas del conflicto armado, la represión y la violencia, como una forma de
reivindicar sus subjetividades, su derecho a la vida, su participación y sus posibilidades de reclamar verdad, justicia y
reparación.
5
Las Madres de la Candelaria son una organización de víctimas de la ciudad de Medellín que nacieron en el año 1999
reclamando por los desaparecidos en medio del conflicto armado colombiano. También aglutinan a víctimas de
secuestro. Se paran todos los viernes al mediodía con las fotos de sus seres queridos reclamando que sean devueltos
“vivos, libres y en paz”. Se inspiran en las Madres de Plaza de Mayo, aunque sus reclamos y marcos políticos difieren.
De otro lado los colectivos estudiados en Córdoba no son organizaciones de víctimas formales, sino grupos que se han
ido encontrando luego de haber participado en el proyecto “PROVISAME”, para mantener lazos de apoyo, afecto,
contención y solidaridad. Aunque tienen en su horizonte constituirse como organizaciones, el contexto político y de
conflicto armado en la región hace que haya serias dificultades para dar este paso, tal como se verá y analizará más
adelante.
16
poder establecido por el Estado o un colectivo dominante. Se profundiza en la memoria, tal y
como la abordan y la trabajan los movimientos sociales, tanto cuando hacen memoria de sus
propios procesos, como cuando la memoria es la bandera de las reivindicaciones sociales y
políticas frente a una historia oficial6.

Finalmente, concluyendo esta parte, abordo el registro terapéutico de la memoria (capítulo 5),
que implica una mirada sobre los espacios sociales y políticos donde la memoria, además de
ser utilizada como marco de resistencia ante los discursos de poder y de la historia oficial,
también se analiza o se conceptualiza como una mediación que posibilita la “sanación” o la
“curación” desde el punto de vista individual y colectivo. La mirada se centra en escenarios de
justicia transicional y en procesos donde las comunidades, desde abajo, hacen de la memoria
una forma de resistencia, que fortalece sus dinámicas personales y aporta a la reconstrucción
del tejido social y la recuperación emocional.

La segunda parte de esta investigación es quizás la más relevante a la hora de la producción de


hallazgos y conclusiones como aporte a la tradición científica sobre memoria colectiva. Los
trabajos sobre el registro resistente y el registro terapéutico analizados en la primera parte, son
los principales interlocutores del trabajo investigativo en el campo, donde me acerco a las
experiencias de memoria en tres subregiones de Colombia: el Oriente Antioqueño, el sur de
Córdoba y la ciudad de Medellín; con colectivos de víctimas que han desarrollado, en
diferentes contextos, procesos de memoria colectiva que han tenido implicaciones en la vida de
estos sujetos y en los mismos colectivos. Esta parte consta de los siguientes capítulos:

En el capítulo 6 se abordan las consecuencias psicosociales de la violencia política, de las


violaciones de los derechos humanos y del conflicto armado en general. Es una mirada desde
el enfoque psicosocial, que intenta ir más allá de la mirada tradicional de la psicología. Este
análisis lo realizo desde categorías construidas en la investigación que permitirán realizar la
contrastación entre las experiencias vividas después de la experiencia victimizante y lo que
sucedió más adelante en el proceso de participación en procesos de memoria compartida y
colectiva.

El capítulo 7 se pregunta por los sentidos, intereses, motivaciones y propósitos que tiene la
gente, pero también las organizaciones de víctimas (como sujeto colectivo), a partir de las
personas que participaron en el proceso; cuando se realizan acciones públicas de memoria
colectiva, en donde se ponen a circular sus relatos sobre las experiencias y vivencias en torno a
las violaciones de derechos humanos y de violencia política que se han padecido. Estas
expresiones han permitido situar en el centro el nombre, la historia y la dignidad de sus seres
queridos, como contrapeso a la historia oficial, como una forma de resistencia a los actores
armados y como búsqueda para reivindicar los derechos a la verdad, la justicia y la reparación.
Aquí el énfasis estriba en el sujeto colectivo que hace memoria y que como emprendedores de
memoria (Jelin, 2002) se convierte en actor social y político para construir memoria colectiva y
generar un aporte a la memoria histórica.

En el capítulo 8 se abordan los procesos de memoria compartida y apoyo mutuo. Los


colectivos que se han estudiado han contado con espacios formales e informales para compartir
las memorias y las historias entre los miembros de los colectivos. Estos espacios, que en
Oriente Antiqueño y sur de Córdoba configuraron grupos de apoyo mutuo, dan cuenta de un
proceso donde el enfoque psicosocial de la memoria fue parte vital y estructural de la dinámica
de recuperación emocional de los sujetos.

6
La utilización del concepto de los registros identitario, resistente y terapéutico de la memoria, la tomo de la historiadora
Nora Rabotnikof (2010).
17
En el capítulo 9 se recogen los efectos que la acción pública de memoria colectiva ha tenido
sobre los sujetos individuales y colectivos que participan y ejecutan estas acciones. En efecto,
las historias compartidas en los procesos grupales de memoria colectiva se van constituyendo
como esquemas narrativos que pasan al terreno de lo público. En este momento, la memoria
asume un marco colectivo y se enuncia en espacios donde entrará a competir con otros
discursos y relatos, tanto de la sociedad local, como de la sociedad nacional y el Estado. En
este escenario se constituye como alternativa a la historia oficial y al encubrimiento de las
experiencias vividas por ellas para un proceso de reconocimiento de la verdad.

Finalmente el capítulo 10 recoge cuatro historias de vida, que por sus múltiples facetas, por la
complejidad de lo vivido, son representativas de los procesos de violación de sus derechos.
También por su implicación en diversos procesos sociales de violencia y de organización y por
capacidad de análisis de lo vivido, constituyen ejemplos paradigmáticos del proceso que he
estado estudiando en el trabajo de campo. En estas historias puede verse de qué manera la
violencia impacta y quiebra a la persona, a su familia y a su tejido social. Pero también el
modo cómo la memoria: el compartir las historias personales en espacios con contención
emocional (formales como los GAM o informales), el hacer pública y colectiva esa memoria,
buscando lugares en el escenario social y político y en la construcción de una mirada histórica
colectiva; todo ello, implica una influencia que va de un lado a otro, entre memoria y
reconstrucción personal, entre organización social y acción de memoria. De tal manera que al
final, se puede entrever una relación entre memoria y resistencia, afrontamiento y resiliencia de
las personas que comparten su historia de vida en esta investigación.

Por último se presentan las conclusiones de este estudio. En primer lugar, una síntesis de los
efectos que tiene la memoria compartida y la memoria colectiva sobre algunas de las
consecuencias psicosociales enunciadas. Pero también se propone un esquema de acción e
intervención que puede ser útil en contextos de cooperación al desarrollo y en otros marcos de
intervención con víctimas de la violencia política.

En los anexos se complementan algunos elementos de la investigación: el anexo 1 son los


instrumentos de recolección de información de investigaciones previas que son un insumo para
esta tesis doctoral (Cfr. 1.4.1.2), el anexo 2 es la matriz descriptiva de cada participante en las
entrevistas en profundidad, el anexo 3 son las matrices de coherencia donde se sintetiza,
categoriza y codifica la información de cada sujeto (cfr. 1.5.1), el anexo 4 son las matrices
intertextuales donde se categoriza, codifica y comparan los relatos de los sujetos participantes,
según las categorías de análisis y las categorías emergentes (cfr. 1.5.2) el anexo 5 presenta la
revisión del estado de la cuestión en relación con las investigaciones de memoria colectiva en
las ciencias sociales y en la psicología social, además de las investigaciones en torno al registro
identitario de memoria y sobre las relaciones entre olvido e impunidad. Finalmente el anexo 6
son breves relatos de los hechos vividos en torno a la violencia por algunos y algunas de los y
las participantes. Todos estos anexos se adjuntan en un CD. para su revisión y consulta.

Para finalizar esta introducción es necesario afirmar que en este proceso investigativo he
contado con el acompañamiento, orientación y dirección del doctor Carlos Martín Beristain,
uno de los más reconocidos expertos en el mundo en este tema; y de la doctora Cristina
Gortázar Rotaeche, quien desde la Universidad Pontificia de Comillas y el Instituto de
Estudios sobre las Migraciones (IEM) ha sido mentora y un apoyo permanente.

18
1. MÉTODO

1.1. Planteamiento del Problema

1.1.1. Relevancia social

Desde la mitad del siglo XX, Colombia ha estado atravesada por dinámicas socioculturales,
políticas y económicas, que han generado procesos de polarización que están a la base de las
diferentes expresiones de violencia, constituyendo un marco de relaciones sociales y políticas
que sostienen el conflicto armado colombiano. Dentro de estas dinámicas pueden observarse:
el bipartidismo cerrado entre liberales y conservadores; la influencia permanente de la
institución eclesial en la vida política del país y en favor del partido conservador; la
politización de las fuerzas armadas, que han sido un instrumento de las élites (especialmente de
las ligadas a la posesión de la tierra) para mantener el poder de forma hegemónica; además de
prácticas políticas clientelares que tienen por objetivo desestructurar las instituciones
democráticas del Estado para ponerlas al servicio de intereses privados, impidiendo así las
posibilidades de ascenso socioeconómico y político a otros sectores de la sociedad (Ortiz,
2001).

En el año 2002 el gobierno del presidente Álvaro Uribe Vélez inició un proceso de negociación
con los grupos paramilitares que implicó un presunto ejercicio de desmovilización escalonada
entre noviembre de 2003 y marzo de 2006. Aunque la negociación favoreció principalmente a
los victimarios, las víctimas han aprovechado los pocos espacios que se han abierto y por allí
han encontrado la oportunidad para irse organizando y presionar para la reivindicación de sus
derechos. Algunas organizaciones de víctimas existían desde los 80, cercanas a los partidos de
izquierda, perseguidos, diezmados y, prácticamente, eliminados del escenario político nacional
por fuerzas paramilitares y militares ligadas a la extrema derecha, que no toleraba expresiones
democráticas con vocación de poder desde la izquierda, y a las élites regionales, que han
fundamentado su poder, desde el siglo XIX, en la posesión y expropiación de la tierra (Ortiz,
2001). Otras expresiones organizativas de las víctimas se fueron configurando a partir de este
espacio político que posibilitó la “aparente desmovilización paramilitar” y que abrió la
discusión sobre los modelos de justicia transicional que podrían desarrollarse en Colombia, en
un contexto en el que el conflicto armado se mantenía vigente (Villa et al, 2007).

El debate público sobre el tema, la necesidad del gobierno y de los paramilitares de pasar
rápido la página de la historia generó un pulso con las organizaciones de la sociedad civil,
sectores de la altas Cortes del país y partidos políticos comprometidos con un Estado legítimo
de Derecho. De ese proceso se redactó y aprobó la Ley de Justicia y Paz (ley 975 de 2005),
que en sus comienzos tenía todos los visos de convertirse en un marco jurídico que a la postre
generara una amnistía, en una lógica que invitaba al perdón y el olvido. Es claro que el
gobierno del presidente Uribe pretendió algo que se ha logrado en buena medida: una amnistía
encubierta para miles de paramilitares y condenas simbólicas para los jefes (que a esta altura –
enero de 2012- apenas sí se han presentado en unos cuantos casos); por ello se llamó
inicialmente Ley de Alternatividad Penal. Pero luego de su revisión por la Corte
Constitucional en el año 2006 y los cambios que ésta regula, se generó una jurisprudencia que
abrió algunos caminos para no pasar la página de la historia sin procesos judiciales, aún
cuando el poder real de la justicia para desarrollarlos sea mínimo.

La realidad de las víctimas hasta ese momento, salvo algunas experiencias como ASFADDES
(Asociación de familiares de detenidos desaparecidos), Comunidades de Paz y en resistencia,
Hijos e Hijas de la Memoria (hijos e hijas de las víctimas de la UP 7), víctimas del Palacio de

7
Uno de los partidos políticos exterminados por el establecimiento, después de la negociación que realizó el presidente
Belisario Betancur con las FARC en 1984, para crear un espacio político que le abriera un escenario de participación con
19
Justicia, quedaba en el anonimato de su propia ruptura y desestructuración. En efecto, las
consecuencias de la guerra y de la represión por parte de los grupos armados en las
comunidades han generado aislamiento, ruptura del sentido vital, anomia, pérdida de referentes
de identidad, retiro de los espacios de participación, síntomas físicos, psicosomáticos,
trastornos de su vida cotidiana, afección de su salud mental. Y ruptura del tejido social que
implica pérdida de las confianzas básicas, ruptura de lazos familiares, de amistad, vecindad,
miedo personal y colectivo, retiro de los espacios políticos, desestructuración de las
organizaciones (Martín Beristain, 1999; Gómez, 2005).

Esta realidad de las víctimas en Colombia desborda cualquier cálculo: las principales
organizaciones no gubernamentales de derechos humanos, creen que la cifra de desaparecidos
en Colombia podría superar a los 50.000 (ASFADES, 2010) o los 69.000, según la Comisión
Nacional de Búsqueda (2011), pues según Salazar (1999), en un país donde reina el miedo,
mucha gente, especialmente en las zonas rurales ni siquiera denuncia los casos. Si esa cifra es
cierta se superaría con creces la sumatoria de los desaparecidos en los países del cono sur:
Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay y Brasil durante las dictaduras militares de los años 70 y
principios de los 80.

Según CODHES (Consultoría de los Derechos Humanos para los Desplazados, 2011) hay en
Colombia 5,1 millones de desplazados (entre 1985 y 2010), de éstos el 49% se presentó
durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez quien funge ante el mundo como el “pacificador”
de Colombia; porque, según la versión oficial, fue quien logró detener el conflicto armado
colombiano. Ahora bien, la cifra varía a 3.875.987 si se miran las fuentes estatales (Acción
Social de la Presidencia de la República, 2012) 8. Se trata de personas que han huido de sus
hogares por amenazas, hechos violentos en su contra o para tratar de encontrar la seguridad en
las grandes ciudades o en otras regiones del país. Según esta cifra, Colombia sería el segundo
país más afectado por este flagelo en el mundo, después de Sudán; según CODHES (2009,
2011) nada más en el año 2007 se reportaron 340.000 casos, en el 2008, 380.000; en 2009,
286.389; y en el 2010, 280.041. Por su parte Acción Social (2012) reportó en estos mismos
períodos las siguientes cifras: 337.938 casos para 2007; 294.666, para 2008; 175.849 para
2009; 129.338 para 2010 y 102.956 para 2011. 9 Lo que es claro en ambos registros es que en
el período de gobierno de Álvaro Uribe Vélez estas cifras se mantuvieron en niveles muy
elevados, por encima incluso de los datos de los años 90, mientras el discurso oficial de ese
gobierno se centraba en negar la realidad del conflicto armado y en llamar a los desplazados
“migrantes internos”.

Se han reportado, además, cerca de 25.000 secuestros entre 1996 y 2008, según la Fundación
País Libre (2009), de los cuales cerca del 50% son atribuidos a las guerrillas de las FARC y el
ELN. De otro lado, las víctimas de homicidios por causa del conflicto no se han logrado
definir claramente, porque puede estar entre los 250.000, según las organizaciones de derechos
humanos y el banco de datos del CINEP, y los 850.000, según las diferentes fuentes, y si se
incluyen los homicidios ligados a la violencia social y del narcotráfico (Valencia, 2011).

Según el Centro de Investigación y Educación Popular la tasa de homicidios sigue siendo


bastante elevada y se estima que entre 3500 y 4000 personas mueren anualmente por los

vocación de poder a la izquierda y lograr dirimir y transformar el conflicto armado colombiano por la vía política. Este
partido contó con la participación de militantes políticos de diversos sectores de la izquierda y desmovilizados de la
guerrilla que fueron una avanzada hacia la vida civil y política. El proceso y el destino de este partido es recogido de
forma patente por el documental: El Baile Rojo: memoria de los silenciados, del director Yesid Campos Zornosa.
8
Oficina de la presidencia de la República de Colombia que atiende a los desplazados y a las víctimas de la violencia
política, quien además inició sus cuentas a partir de 1997, con la institucionalización de la ley 387 de 1997 para la
atención a la población desplazada.
9
Las cifras de Acción Social están basadas en el registro que realiza cuando las personas desplazadas denuncian su
situación. Es claro que es una cifra inferior, teniendo en cuenta que una buena parte de la población no denuncia su
situación o la que es desplazada por dos o más ocasiones no se registra nuevamente, sino que se mantiene en la base de
datos del Estado. De allí que las cifras de CODHES sean significativamente superiores.
20
efectos directos de la violencia política asociada al conflicto armado, a lo cual habría que
agregar los generados por la violencia social ligada a este conflicto; todo ello produce el
rompimiento del tejido social, y a la vez múltiples consecuencias psicológicas, culturales,
morales, económicas, etc. (CINEP, 2005, 2009). Además, según esta misma fuente, se han
reportado más de 2.000 casos de ejecuciones extrajudiciales por parte de la fuerza pública en
los años de gobierno del presidente Uribe. Lo cierto es que según la fiscalía, a enero de 2011,
174.618 víctimas de homicidio, y 34.750 casos de desaparición forzada (CODHES, 2011) han
solicitado ser reparadas en el marco de la ley de justicia y paz 10.

El conflicto ha generado en términos económicos, sociales y humanos, consecuencias que han


sido devastadoras para una inmensa mayoría de los colombianos; impidiendo el desarrollo del
país como su potencial lo permitiría en una situación de paz: 77.189 comunidades rurales
desplazadas completamente (CODHES, 2011) y la expropiación de cerca de 6.638.195
millones de hectáreas de las zonas rurales del país, según la comisión de seguimiento al
desplazamiento forzado (CODHES, 2011), que han pasado de manos de los campesinos a
manos de las élites regionales y paramilitares: “desde 2002 se acentúa la tendencia de
desaparición del campesinado colombiano como consecuencia de la concentración de la tierra
en medio del conflicto armado, la violencia, el desplazamiento y las políticas de desarrollo
rural” (CODHES, 2010, p. 2). Además de ello, en los últimos años se ha incrementado el
desplazamiento en zonas de explotación minera, puesto que la expropiación de la tierra se está
asociando a los procesos de inversión y explotación en este campo de la economía, donde
diferentes actores sociales, políticos y armados han puesto sus intereses para la explotación
(CODHES, 2011).

Esto ha incrementado la desigualdad desbordante del país y pone a Colombia entre los más
prominentes del mundo: el 10% más desfavorecido recibe apenas el 0.8% del producto
nacional, mientras que el 10% más favorecido controla el 46.5% del ingreso nacional
(Springer, 2005), con un índice de Gini del 0.59 (PNUD, 2011), el segundo más alto de
América Latina, y el tercero en el mundo, detrás de Haití y Angola; y muy por encima de la
media del subcontinente que es de 0,49 (Cepal, 2005). De otro lado el índice de Gini de
concentración de la tierra, ubica al país como uno de los más desiguales del mundo y de
América Latina, con un 0,87 el de propietarios y 0.86 el de tierras (PNUD, 2011). Este índice
ha venido aumentando con la contrarreforma agraria ejecutada de forma sangrienta por el
paramilitarismo y el desplazamiento forzado de millones de personas.

De acuerdo con el informe de desarrollo humano (2011) el modelo de desarrollo rural en


Colombia no promueve el desarrollo humano y hace más vulnerable a la población rural, es
inequitativo y no favorece la convergencia, invisibiliza las diferencias de género y discrimina
a las mujeres; es excluyente, no promueve la sostenibilidad ambiental, concentra la propiedad
rural y crea condiciones para el surgimiento de conflictos; es poco democrático y no afianza la
institucionalidad rural. Todo un caldo de cultivo para el inicio y mantenimiento del conflicto
armado.

De otro lado, y de acuerdo con Daniel Pécaut (2003), Colombia es un país donde la violencia
se ha convertido en una entidad mítica y tópica que es principio y término de múltiples
explicaciones. Para este autor, tanto en los relatos cotidianos de la gente, como en los
elaborados por historiadores y sociólogos, se observa la omnipresencia de este mito que no
permite una forma diferente de dilucidar los procesos de violencia actual, enmarcados en
dinámicas propias del conflicto armado. Pero también entrecruzados con múltiples formas de
violencia social, familiar, delincuencial que atraviesan la vida cotidiana de la población y que

10
Según fuentes gubernamentales a abril de 2012 414.000 víctimas han solicitado reparación administrativa en el marco
de la ley 1448 de 2011, conocida como ley de víctimas, promulgada por el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y
que pretende ser un instrumento jurídico para ofrecer reparación integral a las víctimas y restitución de la tierra a los
despojados de la misma.
21
hacen de ésta un espectro que lo habita todo y que a su vez justifica todo: “es que somos así”,
“tenemos una cultura de la violencia”, “la violencia es un mal genético de los colombianos”.
Todas estas expresiones populares, y a veces académicas, inducen a la construcción de una
memoria mítica de la violencia, en donde el pasado se repite en un eterno retorno y donde es
imposible diferenciar lo actual de lo anterior. Este relato mítico, dificulta una visión histórica y
social, que permita comprender el conflicto colombiano y desde allí posibilitar propuestas que
contribuyan a su transformación11.

En Colombia la imagen mítica de la Violencia, que se ha ido construyendo, le da el carácter en


el imaginario colectivo, de un ente impersonal, incomprensible e inabarcable; vivido por las
víctimas y por los relatos colectivos, como una catástrofe natural frente a la cual poco o nada
puede hacerse, más allá de salir corriendo y salvar la vida, como en un terremoto o en una
inundación. A veces, ni siquiera se toman en cuenta los mecanismos de prevención como las
alertas tempranas y otras medidas de prevención y protección que han intentado tomarse desde
diversas entidades públicas nacionales e internacionales como Defensoría del Pueblo,
ACNUR, etc. Esta imagen dificulta una visión histórica y también los momentos históricos de
paz relativa que permitirían ampliar la mirada y el análisis (Cfr. Uribe, 2010).

Cabe añadir que la construcción de este relato y esta representación de la realidad, que se ha
convertido en discurso dominante en el país, es adecuado y funcional a los intereses de las
élites regionales y nacionales, quienes han ostentado el poder político y económico y lo han
mantenido, de cierta manera, al tener el control de estas representaciones que se han realizado
en torno a la visión del país: una violencia mítica sin responsables, donde ellos no son
culpables de nada; una “catástrofe” donde la gente es víctima sin remedio. Nada más simple y
perfecto para que a pesar del continuo dolor, del continuo sufrimiento, de la barbarie, de la
exclusión y victimización de grandes sectores de población, todo siga igual y nada cambie.

Así pues, los relatos individuales no pudieron inscribirse en un relato más amplio, los relatos
de conjunto, de carácter explicativo asumieron la forma del mito y se sustrajeron a la historia, a
través de un principio de repetición: la Violencia 12 que siempre vuelve, donde los hechos
tienen un estatuto de “real” que no les permite insertarse en una narración explicativa con
significado, quedándose marginados en la experiencia individual, muchas veces inenarrable:

“Si el mito es la única representación posible de la violencia y la historia de conjunto


es imposible, los hechos son los llamados a establecer la confluencia, bajo la forma de
un real insuperable, entre el mito y la experiencia, y a reemplazar finalmente la
historia… La generalización de la violencia (en el relato y en la cotidianidad) se
acompaña en efecto de la disolución de una opinión pública capaz de decidir acerca
de su alcance y su origen… (Pécaut, 2003, p. 27).

Se llega, entonces, a una memoria atemporal. Como en “Crónica de una muerte anunciada” de
Gabriel García Márquez: hay una convicción clara sobre lo que ha sucedido y sobre lo que va a
suceder. Sin embargo, nadie hace nada, porque es como si se tratara de un destino ineludible.
Es la tragedia de Colombia que García Márquez novela de una manera tan gráfica. Pero es el
mito, el mito de un pueblo sin memoria. Donde la violencia es un destino ineludible, es un
hecho natural, naturalizado, que define la historia y el ser, la memoria y la identidad de un
pueblo. “Lo que sucede ahora es lo mismo que sucedía en la violencia de los 50 y de los 60 y
lo de esta violencia es lo mismo de la guerra de los mil días y de la violencia del siglo XIX…
11
Ignatief (1999) para el conflicto de los Balcanes; Malouf (2001) y Bar-Tal, et. al. (2010) para el conflicto árabe –
Israelí, identifican este problema de las memorias míticas como una forma de explicar los conflictos, que al final
terminan justificándolos y perpetuándolos. De allí se ha producido en ciencia política el concepto de “conflicto
intratable”, porque por sus rasgos pareciera imposible de resolverse de una forma diferente a la del ejercicio de la
violencia directa.
12
Estoy utilizando la palabra “Violencia” con mayúscula para darle la connotación del carácter superlativo y mítico que
toma en los relatos de la gente en Colombia.
22
Prevalece la convicción de que siempre está presente la misma violencia que no está
relacionada con actores específicos, sino que toma el aspecto de una fuerza bárbara que escapa
al control de todo el mundo” (Pécaut, 2003, p. 121).

Por todo esto se hace necesario construir una mirada histórica y analítica que permita
identificar las bases del conflicto armado en Colombia, que posibilite una comprensión a las
víctimas de lo que sucede para que desde allí se puedan pensar estrategias de acción para la
superación del mismo. Pero no sólo a las víctimas, sino también a toda la sociedad.

Estos esfuerzos explicativos e históricos se vienen desarrollando en Colombia en el último


decenio, con el fin de buscar salidas a un conflicto que parece no tener salidas, puesto que se
ha oscilado periódicamente entre opciones de negociación de paz y propuestas militares como
la del expresidente Uribe (García Durán, 2006), que después de 8 años de gobierno no lograron
visibilizar un final del conflicto armado. “Podría decirse que la tendencia al olvido hace que
éste sea un país con amnistías permanentes y guerras sin concluir. La falta de memoria
histórica, parecería ser uno de nuestros males crónicos, al lado de la pobreza y la desigualdad
social”. (Sánchez, Tejada, Téllez y Villa, 2006). Por lo demás no deja de ser similar a los
ciclos de otros países de América Latina, tal como lo refiere Lira, et. al. (1999, 2001) para el
caso de Chile refiriéndose al pasado de conflictos y violencia política en el siglo XIX.

Por lo tanto, la aparición a lo largo y ancho del país de organizaciones de víctimas se ha


constituido en un símbolo de la esperanza, de la lucha y de la resistencia de las personas y
comunidades afectadas por el conflicto armado. A partir de la búsqueda de la reivindicación
de sus derechos, de las posibilidades e imposibilidades para que les sean reconocidos y
reparados, de empezar a ocupar lugares en el imaginario público; estas organizaciones se han
movilizado de múltiples maneras para hacer visible su realidad y para generar una conciencia
ética en el país, que permita superar la impunidad que retroalimenta los ciclos de violencia, la
amnesia histórica que favorece a las élites en el poder y la reconstrucción de un Estado social
de Derecho legítimo y democrático.

Un ejemplo de ello es la Asociación de mujeres del Oriente Antioqueño (AMOR), conformada


en 1996, organización que en 2003 se planteó la necesidad de ofrecer un acompañamiento
psicosocial a las mujeres socias que habían sufrido en su familia la acción directa de la
violencia y que por lo tanto eran víctimas, puesto que habían perdido a un familiar: esposo,
hermano, padre, madre, hijo o hija. Esta propuesta generó, entre 2004 y 2009, un proyecto de
apoyo psicosocial llamado: Promotoras de Vida y Salud Mental (PROVISAME) (Cfr. Villa,
2007b). En el mismo se formaron 100 mujeres como promotoras de vida y salud mental,
quienes a su vez realizaron grupos de apoyo mutuo con cerca de 3.000 mujeres y hombres de
la región, con el propósito de trabajar en la recuperación de su dignidad, el mejoramiento de su
salud mental, la reconstrucción de los espacios de relación comunitaria, de las confianzas y de
la vida cotidiana; y la construcción de espacios de participación, que generaron organizaciones
de víctimas en 21 de los 23 municipios de la región, quienes además se asociaron en una
confederación denominada APROVIACI (Asociación provincial de víctimas a ciudadanas).

Estas organizaciones han venido creciendo y fortaleciéndose por la participación de nuevas


personas que han hecho pública su condición de víctimas y por las nuevas fases que se han
ejecutado del proyecto PROVISAME. Una de las formas que estas organizaciones tienen para
manifestarse públicamente, reivindicar sus derechos, afirmar su dignidad, reconstruir sus
sentidos de vida y resistir a las fuerzas implicadas en el conflicto armado son las acciones
públicas de memoria que vienen desarrollando en las diversas localidades. Estas acciones
implican movilización pública, marchas, recuperación de testimonios, exposiciones
fotográficas, construcción de salas de la memoria, mapas de la memoria y otras expresiones
colectivas en sus municipios, que han abierto la conciencia local y regional sobre una realidad
que se negaba y se escondía (Cfr. Villa, 2009; Uribe, 2010).
23
Desde 2007 el proyecto PROVISAME se ha desarrollado también en otras regiones del país,
(sur de Córdoba, algunos municipios de la región del Magdalena Medio, y con organizaciones
de víctimas de las ciudades de Medellín y Cartagena). Dentro de este proceso en estas otras
regiones, no siempre se han podido constituir organizaciones de víctimas; y las acciones
públicas de memoria, en algunos casos, han estado restringidas por el miedo de las
comunidades en medio de un contexto de control absoluto de grupos de carácter paramilitar,
que siguen actuando en estas regiones del país, a pesar de las “negociaciones” que
desarrollaron con el gobierno anterior y su presunta “desmovilización” entre los años 2003 -
2007.

En síntesis: falta de memoria histórica y, más que olvido, memoria selectiva y mitificada por
ausencia de relatos que la integren a la historia del país. Relatos construidos a la medida de
quienes han ostentado el poder. Esta investigación trata de insertarse en la corriente que
despierta en Colombia para construir una memoria histórica del conflicto, a partir de los
procesos de organización y acciones públicas de las víctimas, con el fin de insertarse en las
conversaciones y diálogos públicos que posibiliten una versión que pueda ir más allá de la
historia oficial y del mito social que no posibilita otra mirada y salidas creativas hacia la paz.
Con lo cual, esta investigación pretende analizarlas, evidenciar los efectos que tiene en la
subjetividad individual y colectiva; reconociendo sus implicaciones en las transformaciones
subjetivas, en la recuperación de la dignidad de las víctimas y en la reconstrucción del tejido
social.

Se inserta además dentro de las líneas de cooperación al desarrollo, que en Colombia apuestan
a la reconstrucción, la rehabilitación y la reconciliación, como una perspectiva de superación
del conflicto armado hacia un desarrollo sostenible. Pretende, además, ser un acercamiento a
los sentidos, los impactos y las transformaciones que han generado las acciones colectivas de
memoria, públicas o grupales, en la vida de las víctimas y en la vida de las sociedades locales
donde se han desplegado estas acciones; con el fin de comprender sus aportes al
empoderamiento colectivo y a la resistencia comunitaria ante las dinámicas del conflicto
armado y la impunidad en Colombia.

En la presente investigación se aborda la experiencia vital de personas participantes en


organizaciones de víctimas o simplemente víctimas de la violencia política en Colombia, cuya
trayectoria vital ha estado atravesada por hechos de violencia que han afectado su vida en
algún momento; y a partir de los cuales han tenido que redefinir su propia historia. La mayoría
de los y las participantes han encontrado en procesos de memoria compartida (grupal y no
pública) y en acciones públicas de memoria colectiva espacios para resignificar la experiencia
violenta padecida. Esta investigación intenta acercarse a estas vivencias, a las formas como se
han afrontado, a los significados construidos sobre su acción pública de memoria y a las
consecuencias que los y las participantes le atribuyen a este proceso dentro de sus propias
trayectorias vitales.

1.1.2. Relevancia teórica

Abordar como problema de estudio, en la actualidad, la memoria colectiva es una actividad


ardua y compleja, puesto que es un tema vasto y amplio que implica a múltiples
investigadores y múltiples investigaciones que abordan este campo desde las diversas ramas de
las ciencias sociales. 13 La mirada que quiero proponer la realizo desde la psicología como
ciencia social, en un enfoque psicosocial, sistémico y transdisciplinar del problema; intenta
evidenciar un panorama de la investigación sobre memoria social, colectiva, memoria
histórica, en fin, la memoria en contextos sociopolíticos que implican la construcción de

13
Ricoeur, 2003; Halbwachs, 1950/2008; Aróstegui, 2004; Roudometof, 2003; Olick, 2007; Jedlowski, 2001; Zelizer,
1995, Vásquez, 2003, Wertsch & Roediger III, 2008, Till, 2008; Brown, 2008; Reyes Mate, 2006, 2008.
24
identidades colectivas, construcción de relaciones sociales y sus transformaciones,
especialmente en contextos de conflicto político, que puede derivar, pero no necesariamente,
en conflicto armado. Este abordaje es problemático en tres sentidos: ontológico,
epistemológico y político. A nivel ontológico, cuando se habla de memoria no se tiene claro el
referente ni a qué objeto, proceso o dinámica de la realidad hace alusión el concepto. Este
punto lo abordo, en profundidad, en el capítulo 3.

Desde la perspectiva epistemológica la memoria es un problema y un objeto de estudio que


abordan múltiples disciplinas de las ciencias sociales y humanas (Olick & Robbins, 1998;
Rosa, Belleli y Bakhurst, 2000; Wertsch & Roediger III, 2008) 14, aunque en realidad, como
concepto y como referente de estudio tuvo poca atención hasta la década de los 80 (Olick &
Robbins, 1998, Jensen, 2004, Erice, 2006). Hasta ese momento parecía un patrimonio
exclusivo de la psicología, sin su calificativo de “colectiva”. Los estudios de memoria, eran
básicamente los desarrollados por la psicología cognitiva y la neurociencia. Sin embargo, a
partir de finales de los 70 y principios de los 80 empiezan a aparecer, cada vez más, estudios
de memoria (colectiva, social, pública, cultural, comunicativa, histórica, entre otros
calificativos); hasta llegar, a finales del siglo XX y en la primera década del siglo XXI, a lo
que algunos autores llaman saturación o exceso (excedente) de memoria: Santos Juliá (2003)
en España; Huyssen (2002) en Alemania; Duncan Bell (2003) en Gran Bretaña; Norá (1998)
en Francia; Rabotnikof (2010) en América Latina; también llamada “boom de memoria”
(Traverso, 1997; Winter, 2006; Miztal, 2010), “crisis de memoria” (Aróstegui, 2004), ‘tropo
metateórico’ (Bell, 2003), ‘memorial manía’ (Dross, 2008) ‘inflación cuantitativa y deflación
cualitativa de la memoria (Colmeiro, 2005); Augé (1998) afirmará que donde hay un exceso de
memoria, hay un exceso de olvido.

Algunos autores afirman que existen razones objetivas para esta explosión de los estudios de
memoria en los últimos 30 años, pero tampoco hay acuerdo al respecto: algunos le atribuyen
causalidad al multiculturalismo de las sociedades posmodernas, donde la memoria sería una
forma de anclarse en las propias culturas, recuperar los propios valores y tradiciones en medio
de sociedades complejas, habitadas por personas de múltiples procedencias, con altos flujos
migratorios (Kammen, 1995; Schwartz, 1996, 1997).

Otros autores, a su vez, hablan de saturación posmoderna, que implica la pérdida de referentes
futuros (utopías), un tiempo desbordado por la velocidad y aceleración, donde se vive
frenéticamente sin detenerse y sin tener tiempo para pensar; la crisis del modelo de historia
lineal y la mentalidad de progreso, exacerbada a partir de la caída del muro de Berlín y el
comunismo en los países de Europa del Este; y un exceso de conciencia histórica que desborda
las posibilidades de los sujetos (Nora, 1984 / 1997; Le Goff, 1991; Huyssen, 2002; Koselleck,
1983; Yerushalmi, 1982, Jensen, 2004).

Rabotnikof (2010) considera que también se trata de una crisis de la modernidad en cuanto al
agotamiento de los paradigmas utópicos y la construcción del futuro. Con lo cual se revaloriza
el pasado, para construir, reconstruir o inventar futuros desde el pasado, como identidad, clima
y esperanza. Así la memoria se presenta como un rasgo presentista en una época de
aceleración, discontinuidad con el pasado y ruptura con los proyectos futuros. Jensen (2004)
por su parte afirmará que “estamos viviendo una época de culto al pasado, en el contexto de un

14
Desde la psicología (Middleton y Edwards, 1990; Pennebaker, Páez y Rime, 1997, Martín Beristain, 2000, 2007, 2008;
Vásquez, 2003; Lira, 1990, 1998, 2007), pasando por la sociología (Zerubavel, 2003; Schwartz, 2000; Jelin, 2002, 2003);
la antropología (Cole, 2001; Castillo, 2000, Theidon, 2006); la historia (Yerushalmi, 1982, Vidal-Naquet, 1996; Erice,
2006, Aróstegui, 2007), la crítica literaria (Campos Sánchez, 2001; Colmeiro, 2005; Cohen, 2006), la filosofía (Reyes
Mate, 2003, 2009; Todorov, 1995, 2001; Agamben, 2009) e incluso la arquitectura y los estudios de espacio público
(Jacobs, 2001; Mellon, 2008; Cienrojas y Paz Silva, 2009; Guggenheim, 2009), la epistemología, analizando la
investigación científica como institución de saber y poder (Zelizer, 2008; Kitch, 2008), la tecnología y los sistemas
informáticos (Van House & Churchill, 2008) y la culinaria (Sutton, 2008), la memoria es un referente que, además ha
estado en ebullición en los últimos dos decenios del siglo XX y en el primero del siglo XXI.
25
futuro incierto que ha provocado una explosión de identidades locales, sexuales, étnicas,
sociales que reclaman un lugar en la historia frente a las viejas pretensiones hegemónicas y
unificadas de los discursos estatales” (P. 18).

Otros autores 15 consideran que el origen de este boom se localiza en la disputa entre los
historiadores alemanes en la década de los 80 en torno al holocausto. Fue el negacionismo de
algunos historiadores conservadores como Nolte (1983, en Moreno Luzón, 1999), quien ubicó
al nacionalsocialismo, simplemente como una ideología autoritaria centrada en sueños de
grandeza, pero incapaz del horror de la cámara de gas y el holocausto. Afirmando además, que
no existe la evidencia empírica (archivística y documental) para decir que existieron campos de
exterminio, lo que disparó, desde Habermas (1986), una ola de trabajo sobre la memoria y la
profusión de literatura testimonial, investigaciones desde varias disciplinas en torno a la
memoria y la historia del holocausto; ante el temor que una nueva historiografía pudiera borrar
las huellas de lo que había sucedido.

Esta ola memorística fue asumida en América Latina en el proceso de transición de las
dictaduras hacia la democracia en los países del cono sur, en el plano de un deber ser colectivo,
como una forma de afrontar la impunidad de los crímenes de las dictaduras, como una forma
de luchar por la justicia y el castigo a las violaciones de derechos humanos; de rehabilitar a las
víctimas, afirmar su identidad y legitimar el proyecto político que defendían. Es decir, la
gestión de un pasado traumático, a partir de cuyos legados se debería construir un orden
político (Jensen, 2004; Jelin et. al., 2002, 2003, 2004, 2005, 2006; Lira, 1998, 2002, 2008,
2010; Oberti, 2006, 2008; etc.)

Este boom puede tener elementos tan pintorescos como la alusión que hace Olick (2007 b)
sobre las referencias en Google sobre el tema: en el año 1998, eran menos de 500.000;
1.070.000 referencias en el año 2007; pero a 2010, podemos encontrar 2.720.000 en el tema de
memoria colectiva; 1.540.000 para memoria histórica y 7.350.000 para memoria cultural; sólo
para referir los tres términos más comunes que son utilizados para abordar este objeto de
estudio. Según este autor (Olick, 2007 b,c) los estudios se han abierto a referentes y
disciplinas de forma tan amplia que pueden incluir el abordaje de temáticas como: la
conmemoración, la nostalgia, la historia en contextos de consumo, la cultura popular, el diseño
interior y exterior del espacio público, las reparaciones, peticiones de perdón, otras formas de
política transicional, la identidad nacional y colectiva, el multiculturalismo; además otros
espacios actuales de estudios de memoria: los nacionalismos, la segunda guerra mundial y el
holocausto; la crítica a la linealidad de la historia, la historia de las memorias resistentes, la
memoria en contextos de conflicto, posconflicto o de transición entre la dictadura y la
democracia, la memoria y el poder en Foucault, las historias orales trabajadas por el grupo de
memoria popular (Thompson, 1978 / 1988; Passerini, 1987); las memorias folklóricas, etc.

Olick (1998, 2008), Olick & Robbins (1998), Wertsch y Roediger III (2008) Jansen (2008),
Campbell (2008) y Wang (2008) identifican varios problemas: 1) Hay una enorme riqueza de
materiales ligados a contextos particulares que no permiten su estudio o hay estudios
marginales, en muchos países del tercer mundo que no son conocidos, ni difundidos ni
reconocidos en espacios académicos de los países del norte. 2) Es un problema
multidisciplinar, pero aún no se logran encontrar elementos comunes entre las disciplinas que
posibiliten mayor cantidad de estudios interdisciplinarios o transdisciplinares. Entre otras
cosas el concepto surgió de manera independiente y con sus propias determinaciones en varias
disciplinas: Halbwachs (sociología), Bartlett y Blondel (psicología) y Ernst Bloch (historia).
3.) La polisemia del concepto, como ya he indicado, hace que muchos utilicen el término
memoria y memoria colectiva refiriéndose a múltiples cosas de la realidad, que en muchos

15
(Goldhagen, 1997; Moreno Luzón, 1999; Bischoping & Kalmin, 1999; Rodríguez Jiménez, 2000; Reyes Mate, 2003,
2008, 2009; Ricoeur, 1999, 2003; Vidal-Naquet, 1987, 2005; Bauman, 1988; López Alonso, 2003; entre otros)
26
casos no tienen el mismo referente ontológico ni el mismo estatuto epistemológico. 4) No hay
acuerdos en las líneas de investigación ni en la tradición del campo de estudio.

En el nivel político, Susana Radstone (2008) afirma que los límites entre academia, política y
ética, en los trabajos sobre memoria, no son muy claros; y Jelin (2003) reafirma que surgen
tensiones entre la urgencia de rememorar y recordar hechos dolorosos y traumáticos y heridas
abiertas, que son objeto de movilización social y política y de reivindicaciones legítimas de
grupos sociales subalternos, excluidos u oprimidos; y que, a la vez, son tema de investigación,
viendo en ello, uno de los mayores obstáculos para su propio estudio.

Por su parte Rosa, Bellelli y Bakhurst (2000) afirman que: “historia, identidad y memoria
llevan ya algún tiempo en el candelero del interés público. Se trata de cuestiones que no se
limitan al mero interés académico, sino que invaden demasiadas veces con imágenes de
pesadilla, la actualidad de las noticias. Se trata de cuestiones que preocupan a juristas,
políticos, educadores y comunicadores, con indudables componentes morales, pero que
reclaman, también, la atención de los científicos sociales, desde la ciencia política hasta la
psicología, pasando por la sociología, la crítica literaria o el estudio de los medios de
comunicación” (p. 19).

Uno de los problemas más importantes a la hora de abordar el objeto de la ‘memoria’ es el


cruce entre un estudio teórico y la acción social y la movilización: la memoria como objeto de
estudio de las ciencias sociales y como acción política de un movimiento social. Y esto porque
hay mucha producción, difusión e información de procesos de memoria en una perspectiva de
movilización y acción política, que también complejizan el panorama de estudio; y, en algunos
casos, la militancia y la acción social se relacionan con el trabajo académico, lo cual desde una
perspectiva emancipadora de la ciencia es muy importante 16, pero en ocasiones puede carecer
de rigor y profundidad y se confunde el discurso político con un discurso de conocimiento. Y
si bien no es en absoluto criticable esta militancia e incluso hacer trabajo académico desde esta
militancia, en una perspectiva emancipadora y crítico social de las ciencias sociales
(Habermas, 1968 / 1982; Vasco, 1990), es fundamental no perder el rigor y la conciencia del
tipo de escenario, para que la investigación no se confunda con demagogia o discurso político.

Otro espacio es el que vincula memoria y derechos humanos, a través de las experiencias de
comisiones de la verdad en muchos países, Hayner (2008a) y López (2003) documentan más
de 40 escenarios en todo el mundo (cfr. 5.7.1). Además de múltiples comisiones no oficiales
de verdad y procesos de construcción de memoria histórica como el REMHI en Guatemala
(ODHAG, 1998; Martín Beristain, 2005), los proyectos de Nunca Más en Brasil y Uruguay,
desarrallados por la Iglesia Católica, entre muchos otros. Todos ellos como espacios para crear
una memoria compartida y un espacio para las historias de las víctimas y su reconocimiento
social, político y jurídico.

Los límites no son claros. En algunos momentos, sin embargo, desde esta perspectiva
sociopolítica pueden identificarse también una gran cantidad de investigaciones rigurosas que
dan cuenta del papel de la memoria en los escenarios de construcción de identidades,
discursos, justificaciones y proyectos de tipo político. En estos casos los estudios se centran en
la memoria como discurso y acción social y política, que para muchos puede ser portadora del
estatus quo o del poder (Anderson, 1983 / 1993; Lowenthal, 1988; Hobsbawm & Ranger,
1983; Wittlinger and Larose, 2007); fundamento de los nacionalismos (Rosa, Belleli y
Bakhurst, 2000; Gross, 2002; Sen, 2007; Garagazov, 2008; Yurma, 2008, entre otros) e
incluso uno de los elementos centrales que mantiene y alimenta los conflictos (Todorov, 1995,
2001; Ignatieff, 1999; Malouf, 1999; Bar-Tal, 2000, 2003, 2008; Blanco, 2007, 2012). Pero
también es portadora de resistencias, cambios, luchas por la justicia, expresión de minorías;
16
Tengo en cuenta aquí la perspectiva de Jürgen Habermas (1968 / 1982) sobre las tres perspectivas o intereses del
conocimiento científico; retomado y adaptado para América Latina por Carlos Eduardo Vasco (1990).
27
portadora de un sentido ético-político que devela lo oculto y permite la emergencia pública de
los vencidos, las víctimas, los oprimidos y los excluidos en el marco de luchas sociales y
políticas (Jelin, 2002, 2006; Reyes Mate, 2003, 2009; Lira, 1998, 2007; Martín Beristain, 2000,
2003, 2007, 2008; Amstrong & Crage, 2006; Foridevaux, 2008, etc.). Es precisamente en este
marco epistémico y político que se ubica la presente investigación.

1.2. Objetivos:
1.2.1. Objetivo general:

Comprender el papel de la memoria colectiva como proceso psicosocial y sociopolítico para el


afrontamiento de la violencia, la recuperación de la dignidad de las víctimas, la reconstrucción
del tejido social, el empoderamiento de los colectivos y la generación de acciones de
resistencia ante las dinámicas del conflicto armado y la impunidad.

1.2.2. Objetivos específicos:

1. Realizar una mirada panorámica al conflicto armado colombiano para contar con un marco
contextual que posibilite el análisis de la situación de las víctimas dentro del mismo y
comprender el papel de la memoria colectiva de las víctimas en el marco de este conflicto.
2. Profundizar en las investigaciones que se han realizado sobre la memoria colectiva en
contextos políticos de transición, superación de los conflictos armados y construcción de
referentes de identidad y resistencia.
3. Analizar las consecuencias psicosociales de la violencia política, la represión y el conflicto
armado en las víctimas de las regiones estudiadas como base para analizar las
transformaciones que operan en estos aspectos a partir de las acciones de memoria.
4. Comprender por qué y para qué las víctimas han desarrollado acciones públicas de
memoria, en contextos de impunidad, denegación de la justicia y mantenimiento del
conflicto armado.
5. Reconocer y comprender los efectos que en la vida personal y colectiva (en su
recuperación emocional, en la recuperación de su dignidad y en la reconstrucción del tejido
social) están teniendo las acciones, grupales y públicas, de memoria colectiva realizadas
por las víctimas en las tres regiones estudiadas.
6. Establecer diferencias cualitativas entre los procesos de víctimas de la región del Oriente
Antioqueño, donde se han realizado acciones y movilizaciones públicas, y otros procesos
de acompañamiento a víctimas de la violencia en otra región, donde no ha sido posible la
movilización pública (sur de Córdoba) y en la ciudad de Medellín donde una organización
ya formada (Madres de la Candelaria) han realizado acciones de memoria en un contexto
de ciudad.

1.3. Hipótesis:

Las acciones de memoria son expresiones públicas que ponen en evidencia una realidad que se
niega desde la historia oficial. Implican la afirmación y denuncia de hechos que se
desconocen, se niegan o se justifican culpando a las víctimas, con lo cual estas acciones
implican la afirmación de una identidad y la manifestación de resistencias frente al poder
político, económico y armado, por lo que se traducen en acciones de empoderamiento que
facilitan la recuperación emocional, la cohesión social, la reivindicación de los derechos y la
construcción de una ciudadanía activa. Por lo tanto, las acciones de memoria contribuyen al
paso de una identidad de víctimas, a una de ciudadanos y ciudadanas.

1.4. Diseño y metodología:

28
La presente investigación se enmarca dentro de la psicología social como disciplina “bisagra”,
que está a medio camino entre la psicología y la sociología, y que aborda la interacción entre
las estructuras de los sujetos individuales con las estructuras de la sociedad y la cultura
(Martín-Baró, 1983). Desde una mirada transdisciplinar pretendo acercarme a la complejidad
del problema, trabajando en una perspectiva holística, fenomenológica y hermenéutica; lo que
implica un análisis cualitativo de los hechos, recogidos como vivencias, experiencias a través
de las narraciones que los y las participantes realizan y que serán recogidas a través de
entrevistas en profundidad, historias de vida, grupos de discusión, cuestionarios a expertos,
observación e investigación de fuentes documentales. De tal manera que se ponen en juego
métodos combinados, que implican una cierta mirada ecléctica, que según Hamber (2011; cfr.
Burton & Keagan, 2005) es parte del pragmatismo metodológico necesario para abordar
problemas psicosociales complejos que implican múltiples narraciones y relatos, más que
datos, para tener un acercamiento comprehensivo de esa realidad.

Según Taylor y Bogdan (1986) desde la década de los 70 en las ciencias sociales se ha
incrementado el uso de métodos cualitativos por el “creciente interés en el lado subjetivo de la
vida social, es decir, en el modo en que las personas se ven a sí mismas y a su mundo” (p. 11).
De esta manera, se pone en evidencia la manera como los investigadores se acercan y
comprenden la problemática que se pretende abordar desde el mismo individuo y sus formas
de interpretar el mundo (Bonilla-Castro y Rodríguez, 1997).

Se entiende, por tanto, que esta forma de investigación parte del supuesto básico de que el
mundo social está construido de significados y símbolos, haciendo de la intersubjetividad una
pieza clave para acceder a los significados sociales. La realidad social, así vista, está hecha de
significados compartidos, y lo que se busca es percibir escenarios y personas de manera
holística, es decir no se reducen a variables particulares, sino que se contextualizan como
históricos y en interacción con otros (Taylor y Bogdan, 1986). Por lo tanto, se analizan y se
estudian relatos, más que datos; puestos que son las narraciones y los textos la fuente
primordial a partir de la cual se extraen conclusiones y se interpreta la realidad.

Teniendo en cuenta las múltiples orientaciones desde las cuales se puede abordar la
investigación cualitativa (Valles, 2000), se hace importante esclarecer que el problema de
investigación aquí planteado enfatiza en este método puesto que “la naturaleza de la
construcción del significado, su conformación cultural y el papel esencial que desempeña en la
acción humana” se aleja de las ciencias positivistas y sus enunciados de reduccionismo,
predicción, control y explicación causal (Bruner, 1991 p. 13).

En esta investigación busco rescatar los diversos relatos, discursos, creencias y, en sí,
construcciones de las personas participantes, asumiéndolas como creadoras de su propia
realidad social, la cual se puede comprender a través de los significados que estas mismas dan
a sus actos (Pourtois y Desmet, 1992). Según Bonilla (2005), el principal interés de la
perspectiva cualitativa, como se ha venido desarrollando, es conocer la realidad social, a través
de los ojos de quienes la componen. Esta forma de investigación, pone de relieve que el mundo
social está construido de significados y símbolos, haciendo de la intersubjetividad una pieza
clave para acceder a los significados sociales; siendo entonces la realidad social, un armazón
de significados compartidos (Wainwright, 1997).

Como lo menciona Geertz (1995, p.20) “el análisis de los discursos ha de ser por tanto, no una
ciencia experimental que busca leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de significados”.
Según Bruner (1991), la nueva revolución cognitiva de la que es participe esta orientación, se
basa en un enfoque de tipo interpretativo del conocimiento, en el que aparece como interés
central la construcción de los significados, en los que interfiere de manera primordial el papel
constitutivo de la cultura humana.

29
Es importante mencionar que el trabajo sobre memoria implica la construcción de significados,
narraciones y representaciones sociales del pasado, por lo que se suelen desarrollar
investigaciones de tipo cualitativo para indagar sobre aspectos múltiples de la memoria
colectiva. Pueden citarse algunas investigaciones: en Guatemala con comunidades mayas,
sobre procesos de reconstrucción de tejido social, clima emocional y efectos de la impunidad
(Lykes, Martin Beristain y Cabrera, 2007), sobre significados de memoria en las víctimas de la
dictadura en Chile (Piper Sharif, 2005), sobre significados de memoria y efectos de la
dictadura en Chile (Zapata-Sepúlveda P.; López Sánchez, F.; Sánchez-Gómez, M.C., 2009), en
Israel con grupos sociales que abordan el tema de las memorias a partir del asesinato del
primer ministro Isaac Rabin (Vinitzky-Sroussi, 2010), en Portugal con excombatientes de las
guerras coloniales en la década del 70, (Campos, 2006), sobre la represión cotidiana en un
barrio de Río de Janerio (Cavalcanti, 2003) y un largo etcétera que será referenciado en el
estado de la cuestión.

En esta investigación las narraciones, relatos y discursos de los y las participantes en las
diferentes técnicas implementadas, serán el insumo central del análisis. De tal manera que la
construcción de los textos finales será un tejido que se irá encadenando, partiendo de los
relatos de los y las participantes, enlazados con los comentarios, descripciones, análisis e
interpretaciones que como investigador vaya construyendo a medida que se teje el texto, en un
proceso artesanal que constituye una urdimbre que posibilita una “descripción densa” de la
realidad (Geertz, 1995).

1.4.1. Técnicas de recolección de información:

1.4.1.1. Entrevista en profundidad:

Para los objetivos 3, 4, 5 y 6 de esta investigación se acudirá, en primer lugar, a una técnica
cualitativa de narración: la entrevista cualitativa en profundidad no estructurada. Según
Bonilla-Castro y Rodríguez (1997) la entrevista puede definirse como “una conversación o
intercambio verbal cara a cara, que tiene como propósito conocer en detalle lo que piensa o
siente una persona con respecto a un tema o situación particular” (p. 93).

Otros autores como Vallés (2000), afirman que la entrevista es un interrogatorio cualificado a
un testigo relevante sobre hechos de experiencia personal; pero su principal utilidad consiste en
averiguar la visión que sobre los hechos tienen las personas entrevistadas, permiten la
obtención de descripciones densas (Geertz, 1991) para un enfoque interpretativo o crítico.

La entrevista no estructurada puede ser más útil en situaciones en las que pueden surgir
barreras de comunicación difíciles de salvar si se utiliza una entrevista estructurada en sentido
estricto (es el caso de las víctimas). Además cuando se pueden dar problemas de memoria,
confusión cronológica, confusión inferencial y pueden surgir datos de la experiencia
inconsciente, como en el caso de esta investigación (Ulick, 2004) Aunque, como lo he
afirmado, voy a optar por la entrevista no estructurada, pero con un guión centrado en
categorías, subcategorias e indicadores de análisis, en la medida en que posibilita una mejor
comparación entre los sujetos (Martín Beristain, 1999, 2007; ODHAG, 1998)

Por esta razón la entrevista en profundidad aparece como una técnica adecuada para la
recolección de la información. Desde la perspectiva de Taylor y Bogdan (1986) es útil esta
técnica cuando se dan acontecimientos o actividades que no se pueden observar directamente
(como la experiencia de violencia sufrida y parte de la trayectoria vital alrededor de esta
experiencia); cuando se quieren analizar hechos del pasado (como los procesos de memoria
compartida en los grupos de apoyo mutuo), cuando se quiere tener un cuadro amplio en una
gama de escenarios, situaciones y personas (tres espacios sociales, víctimas en diversas
situaciones vitales), cuando se tocan aspectos de la vida y relatos de la vida de los sujetos que
30
exigen el relato de los y las participantes y se buscan las significaciones que éstos dan a estas
experiencias (experiencias vitales de acciones de memoria).

Cuando además, los intereses de la investigación están claros y bien definidos y el investigador
quiere esclarecer experiencias humanas subjetivas (un estudio sobre el papel de las acciones de
memoria en el marco de un proceso social de víctimas de la violencia política que se ha
acompañado durante varios años); y cuando sus acciones son públicas y sociales y no se
pueden reducir a una investigación “conductual” en el marco de la psicología, o estructuras
sociales en el marco de la sociología, es pertinente un estudio cualitativo basado en entrevistas
en profundidad enmarcadas en el método autobiográfico.

De acuerdo con Bertaux (1993) el marco desde el cual abordaría en esta investigación las
entrevistas, sería el del relato de vida, porque implica relatos múltiples que permiten acercarse
a una dimensión contextual y estructural acerca de un problema de investigación, en este caso
las acciones grupales y/o públicas de memoria de grupos de víctimas. Con lo cual me pretendo
acercar a la acción entendida como praxis, objeto de un proceso científico de tipo
hermenéutico o crítico social (Habermas, 1968 / 1982; Vasco, 1990) que busca identificar
relaciones socioestructurales (que exigirían gran cantidad de relatos breves, 58 entrevistas en
total) y sociosimbólicas (que exigen pocos relatos profundos, 4 historias de vida completas).
Finalmente, Ferraroti (1993) Considera que para una investigación que pretende mirar la
realidad desde abajo, este método es ideal.

Ahora bien, siempre se tiene que mantener la mirada en lo estructural y recoger, tanto en la
entrevista en profundidad, como en los relatos de vida, estos elementos, sin los cuales los
resultados y las narraciones obtenidas se quedarían en la anécdota. Es decir, ha sido mi tarea
como investigador encontrar algunos de los hilos que tejen la realidad abordada y desarrollar la
descripción densa de la misma desde un lugar hermenéutico y crítico social (Habermas,
1968/1982; Vasco, 1990), puesto que al mismo tiempo he sido participante de los procesos que
se describen, se analizan y se interpretan.

En el desarrollo de la escritura de los capítulos 7, 8 y 9 también se vio la necesidad de hacer


uso de las entrevistas semiestructuradas que realicé en 2009 a personas de la administración
pública de los municipios del Oriente Antioqueño, en torno a los sentidos, propósitos,
intereses, motivaciones e impactos que estaban teniendo estas acciones en sus localidades.
Esta información era pertinente para contrastarla con la obtenida en las entrevistas en
profundidad realizadas en 2011. Para dichas entrevistas se utilizó el mismo formato que se
desarrolló en los grupos de discusión de ese trabajo, que presentaré a continuación.

1.4.1.2. Grupos de discusión:

Complementario al trabajo de entrevistas en profundidad, a partir del método autobiográfico,


en esta investigación utilizo los grupos focales o de discusión. Estos grupos focales recogen
información en tres momentos diferentes: en el año 2006/2007 cuando realicé junto con otros
colegas, un trabajo de investigación sobre los procesos de apoyo mutuo que se estaban
suscitando a partir del proyecto PROVISAME. Los relatos de estos grupos de discusión
fueron útiles en el contraste de las narraciones hechas por los participantes en las entrevistas en
profundidad, en relación con las consecuencias psicosociales de la violencia política y en los
procesos de recuperación emocional desarrollados en los espacios de memoria compartida y
apoyo mutuo.

Cuando en el 2008/2009 desarrollé grupos de discusión con las organizaciones de víctimas


para analizar los significados y sentidos que se atribuían a las acciones de memoria por parte
de ellas mismas, pudo analizarse los por qué y los para qué de estas acciones de memoria.
Estas preguntas fueron retomadas en la presente investigación y una buena parte de la
31
entrevista en profundidad retomó algunos de estos elementos y las categorías que emergieron
en dicho trabajo, son utilizadas aquí como base del análisis de los relatos. Este análisis dio pie
a la construcción del capítulo 7, sobre los propósitos, intereses y motivaciones de las víctimas
para realizar acciones públicas de memoria.

En 2011 realicé grupos de discusión con promotoras de vida y salud mental en Oriente
Antioqueño y Córdoba, y con víctimas participantes de los grupos de apoyo mutuo (Abrazos)
también en ambas regiones, con el fin de contrastar y analizar este proceso de apoyo mutuo y
memoria compartida, realizando un análisis crítico de los logros y las dificultades y límites que
se tuvieron en el proceso de acompañamiento a las víctimas. Este proceso complementario de
investigación emerge ante la necesidad de poner en consideración los resultados y relatos
iniciales que obtuve en las entrevistas en profundidad con las víctimas que habían participado
en este espacio, donde de manera abrumadora dieron una valoración positiva a su participación
y definieron logros significativos y transformaciones importantes en sus vidas, tanto en el nivel
emocional, como en términos de recuperación de la propia dignidad y en la reconstrucción del
tejido social.

En este punto emergió una pregunta por el sesgo del investigador. Visto en dos perspectivas:
en primer lugar, por haber participado, apoyado y acompañado este proceso, es probable que
llegara a un punto ciego que no permitía ver los límites que tenía el dispositivo. Pero por otro
lado, por estas mismas razones, los y las participantes en las entrevistas, se abstenían de narrar
sus dificultades en el proceso, porque se las estaban contando a una de las personas que apoyó
y coordinó algunas de las actividades del proyecto. Por lo tanto, el grupo de discusión tuvo
como eje la pregunta por los logros, pero también por los límites del proceso, de tal manera
que pudieran presentarse de forma crítica en la exposición. Este trabajo fue fundamental para
la realización del capítulo 8.

Ahora bien, el grupo es una entidad en sí misma, por lo que los significados y representaciones
que surgen de allí están más influenciados por las interacciones sociales, que por el carácter
individual (Bonilla, 2005). Su visión complementaria permite recoger sentidos que habían ido
emergiendo en anteriores investigaciones, que se contrastaron, se profundizaron y se
analizaron con mayor detalle en las entrevistas en profundidad. Por eso, al mismo tiempo,
estos grupos de discusión, sirvieron para contrastar la experiencia abrumadoramente positiva
de los grupos de apoyo en la vida de las víctimas participantes en esta investigación, desde una
mirada más analítica y crítica, tal como se verá en el capítulo 8.

Esta técnica de investigación social también trabaja con el habla, con el relato, con la
narración, donde lo que alguien dice en determinadas condiciones de enunciación, se toma
como un punto crítico en el que lo social se reproduce y se transforma, concluyendo entonces
que en todo acto discursivo se articula el orden social y la subjetividad (Canales y Peinado,
1999). De allí que pueda complementar los relatos y narraciones emergidos en los relatos de
vida constituidos a partir de las entrevistas en profundidad.

Entre las ventajas de utilizar esta técnica, se rescata que la interacción grupal, da la posibilidad
de explorar y generar material cualitativo que proviene de la presencia de otros. Para Vallés
(2000) la situación de grupo, hace que las intervenciones de los presentes, surjan como
reacción a las respuestas o intervenciones de otros/as. Este proceso se denomina el "efecto
sinergia", que posibilita la evocación de material que posiblemente no es asequible con la
entrevista personal. De allí su carácter complementario en los diversos niveles enunciados.
Alonso (1998) señala la importancia de la intertextualidad, consistente en la producción de
discursos a partir del diálogo y encuentro con otras producciones discursivas. El uso de grupos
focales permite ir más allá del lenguaje como tal, para acceder a las maneras como las personas
construyen una realidad social compartida, además en el marco de esta investigación, es claro
que los hechos analizados corresponden también a vivencias colectivas.
32
Por su parte, Delgado & Gutiérrez (1998) analizan como en la entrevista en profundidad se
pierden las posibilidades de la interacción social, en la medida que el contacto solamente se da
entre entrevistado/a y entrevistador/a, donde este último no puede traer su pensamiento
quedando en emergencia solamente una perspectiva, un punto de vista, la del/a entrevistado/a.
Evidenciando también el punto ciego del entrevistador, que puede complementarse y abrirse de
manera significativa con los relatos y narraciones que emergen en la interacción grupal.

1.4.1.3. Otras técnicas de recolección de información utilizadas:

Dentro de diseño del trabajo de campo y teniendo en cuenta algunos antecedentes en la


academia española (Pipper Sharif, 2005; Cabrera, 2004; Martin Beristain, 2007) creo que es
importante puntualizar que la trayectoria profesional y algunos elementos de investigaciones
pasadas pueden ser tenidos en cuenta como base para la investigación de campo que enmarca
la investigación doctoral.

La experiencia de 13 años en trabajo con víctimas de la violencia, y el proceso de


acompañamiento durante 8 años a estas víctimas en la región del Oriente Antioqueño, se
convierte en una fuente de información importante que será tenida en cuenta en el desarrollo
del proceso investigativo.

Además, como ya se ha dicho en el punto anterior, se han tenido en cuenta datos recogidos en
dos procesos investigativos realizados anteriormente, que se hicieron en el marco del proyecto:
Reconciliación desde la perspectiva de las Víctimas, en el que participé como coordinador de
proyecto y de investigación. La primera investigación sobre significados de reconciliación en
víctimas de la violencia política, se realizó entre los años 2006 y 2007, donde realizamos 11
grupos de discusión sobre significados de reconciliación de las víctimas (Organizaciones de
víctimas de los municipios de Sonsón, Argelia, Nariño, La Unión, Granada, San Francisco,
Concepción, Rionegro, Guarne, San Rafael, El Peñol y Marinilla) cuya primera parte recogía
las consecuencias psicosociales (a nivel individual, familiar y comunitario de la violencia
política). La segunda parte, la dimensión psicosocial de la reconciliación y la tercera su
dimensión sociopolítica. El proceso de análisis y discusión dio la base para la publicación del
texto: “Nombrar lo Innombrable: Reconciliación desde la perspectiva de las Víctimas” (Villa,
et al., 2007; Sánchez, et. al., 2006).

La segunda investigación realizada en 2008 - 2009, a través de grupos de discusión sobre


significados de las organizaciones de víctimas sobre las acciones públicas de memoria, que
fueron la base para la tesina de máster en “Cooperación Internacional al Desarrollo” 17 que
realicé en ese año. En esta ocasión realicé 6 Grupos de Discusión con organizaciones de
víctimas de seis municipios de la región del Oriente Antioqueño: Sonsón, Argelia, La Unión,
Granada, Concepción y El Peñol. Y 6 Entrevistas Semiestructuradas: con 6 participantes,
actores externos clave, pertenecientes a los mismos municipios.

De otro lado la investigación de fuentes secundarias para la construcción de la mirada


contextual del conflicto armado, la construcción de un concepto de memoria colectiva que se
enmarca en el enfoque desde el cual estoy trabajando y que permitió analizar el proceso de las
víctimas en las tres regiones estudiadas; y el desarrollo de una mirada profunda del estado de la
cuestión sobre los procesos de memoria colectiva en situaciones de conflicto social, político o
armado, desde el marco de las ciencias sociales en general y de la psicología social en
particular.

17
Tesina del Máster Universitario en Cooperación Interancional al Desarrollo, impartido por el Instituto de Estudios
sobre Migraciones de la Universidad Pontificia de Comillas en Madrid España. Tesis presentada y evaluada por un
tribunal de tres doctores en septiembre de 2009.
33
Finalmente, como complemento a la información obtenida en los relatos que emergieron en las
entrevistas en profundidad, especialmente en la valoración de los logros y límites del proceso
de apoyo mutuo y memoria compartida, se desarrolló un breve cuestionario de 5 preguntas que
se envió vía correo electrónico a 8 expertos que han estado trabajando en otros proyectos y
procesos en las regiones estudiadas (Oriente Antioqueño y Córdoba) con el fin de contrastar
los relatos y las valoraciones positivas de los y las participantes en los grupos de apoyo mutuo
y en los procesos de contar las historias; puesto que por mi inmersión en medio de las
dinámicas que se estudian (Hamber, 2011, Burman, 2003), podían darse puntos ciegos que
necesitaban hacerse visibles desde otras miradas complementarias.

1.4.2. Datos recogidos:

La utilización de varias técnicas de recolección de información dan cuenta de un proceso que


se acerca a la complejidad de una realidad, en un marco donde los datos son relatos. Este
marco de investigación implica la necesidad de desarrollar algunos elementos de contrastación
de la información para alcanzar un mejor nivel de validez. Este proceso se ha efectuado según
los objetivos de investigación:

En primer lugar y para el objetivo específico No. 1 realicé un trabajo de investigación


documental, que junto con el conocimiento que tengo de las tres regiones permitió la
construcción del marco contextual. De otro lado, retomando los relatos de vida y los hechos
narrados por los participantes construí una tabla de caracterización de los hechos vividos y las
experiencias de violencia sufridas por los y las participantes en la investigación de campo.
Finalmente, retomé 12 relatos de la experiencia de violencia vivida por las víctimas
sobrevivientes, como referentes paradigmáticos de la forma como se ha tejido la violencia en
Colombia, que ilustran de manera clara el análisis documental y la forma como se analizó el
contexto del conflicto colombiano y en las regiones estudiadas. Estos relatos los presento en el
anexo 6.

Para el objetivo específico No. 2 el trabajo de investigación fue netamente documental y


consistió en revisar la bibliografía disponible en libros, revistas científicas, ponencias en
eventos científicos, tesis doctorales y fuentes electrónicas de la internet, que permitieran
construir un marco de comprensión del estado de la cuestión en el mundo sobre el tema de la
memoria colectiva en contextos políticos que han implicado conflicto, violencia y transiciones
de la dictadura a la democracia o de la guerra a la paz. Para este estudio recorrí las bases de
datos: Teseo, SAGE publications, Wiley Interscience, Scribd, Psycoinfo, Academic search
complete, Dialnet, Eric, M.E. Sharp INC., S. Karger & A.G. Basel y Oxford. Revisando la
información pertinente a las categorías: memoria colectiva, memoria pública, memoria
histórica, memoria cultural, memoria social, políticas de memoria, memoria y derechos
humanos. El estado de la cuestión que se presenta es un panorama amplio de la investigación
en memoria colectiva, que en círculos concéntricos va profundizando en dos aspectos de
interés para la presente investigación: las memorias resistentes y la función terapéutica de la
memoria.

Para el objetivo específico No. 3 el trabajo de campo permitió contrastar los resultados de la
investigación sobre significados de reconciliación en víctimas de la violencia política en el año
2007, retomando las transcripciones y matrices de los grupos de discusión, reanalizándolos a
la luz de algunas de las categorías que se definieron en el punto “análisis de resultados” de esta
investigación. Para luego, a través del método de análisis intertextual comparar los relatos y
narraciones colectivas obtenidas en aquella ocasión, con los que se produjeron en las
entrevistas a profundidad (relatos de vida) con los y las participantes del presente estudio de
campo.

34
Para el objetivo No. 4, se contrastaron los relatos de las entrevistas en profundidad con los
relatos y descripciones obtenidas en la segunda investigación realizada en 2009 sobre
significados de las acciones de memoria trabajada con los grupos de discusión y entrevistas a
actores clave no pertenecientes a los procesos de organización de víctimas. De la misma
manera se analizaron los relatos a la luz de las categorías propuestas en la presente
investigación.

Los objetivos No.5 y No. 6 tuvieron como fuente, la información recogida en el trabajo de
campo propuesto, a través de las entrevistas en profundidad y los relatos de vida. Contrastadas
con los grupos de discusión realizados en 2011 con PROVISAME y víctimas participantes que
permitieron analizar logros y límites del proceso; además del análisis de los textos de los 8
participantes expertos que respondieron al cuestionario de 5 preguntas cualitativas, donde se
valoraba el proceso de apoyo mutuo, memoria compartida y memoria colectiva desarrollado en
el Sur de Córdoba y Oriente Antioqueño.

Finalmente, para estos dos y para los demás objetivos he tenido en cuenta mi experiencia como
acompañante de estos procesos durante 8 años. La cual puede ser definida como observación
participante fundamentada en la trayectoria profesional respaldada con informes, memorias y
evaluaciones institucionales. Este tipo de contrastación ha sido desarrollado en la academia
española y recogido en algunas tesis doctorales sobre memoria con víctimas de violencia
política en Guatemala y Chile (Cabrera, 2004; Martín Beristaín, 2007; Pipper Sahrif, 2005) y
también en la macro investigación sobre aspectos psicosociales de la comisión de la verdad y
otras herramientas de justicia transicional desarrollada en Sudáfrica por Brandon Hamber
(2011).

1.4.3. Esquema del diseño y definición de categorías:

Las categorías seleccionadas para el análisis y como base para la indagación en las entrevistas,
han sido construidas con base en la revisión conceptual que se ha realizado hasta el momento
sobre el tema, los marcos teóricos que abordan el trabajo de construcción de memorias por
víctimas de violaciones de derechos humanos y violencia política. Además recoge las
categorías emergentes de las investigaciones anteriores reseñadas en este texto.

Para la construcción del análisis de contexto, el marco conceptual y el estado de la cuestión


(objetivos No. 1 y 2) se desarrolló una investigación documental, tal como se ha referenciado
anteriormente. Sin embargo, para el objetivo No. 1 se contará con un anexo de 12 relatos de
los y las participantes, donde se narran las experiencias vividas en medio del conflicto armado
y los hechos violentos padecidos (anexo 6). Para los demás objetivos presento una pequeña
matriz que permite visualizar: las categorías de análisis que he tenido en cuenta, la aplicación
de la técnica de investigación utilizada en el trabajo de campo en 2011, y la contrastación con
otros datos (relatos) obtenidos en investigaciones anteriores (2007 y 2009) o en las técnicas
complementarias utilizadas en 2011.

1.4.3.1. Objetivo específico No. 3:

Analizar las consecuencias psicosociales de la violencia política, la represión y el conflicto armado en las
víctimas de las regiones estudiadas.
Categorías de Análisis Técnica de investigación Contrastación
1. Consecuencias a nivel Entrevistas en profundidad no Grupos de discusión sobre
individual estructurada, enmarcada en el consecuencias psicosociales de la
2. Consecuencias a nivel método autobiográfico. Que sería violencia sociopolítica realizados
familiar la segunda parte de la entrevista en 12 municipios del Oriente
3. Consecuencias a nivel por cada participante, que se Antioqueño en 2007.
Comunitario complementaría con la indagación

35
4. Consecuencias a nivel de los otros dos objetivos.
social.
(Villa et. al., 2007) (Martin
Beristain, 2007)

1.4.3.2. Objetivo específico No.4:

Este análisis busca comprender desde una perspectiva hermenéutica los sentidos,
motivaciones, intereses y propósitos que han desarrollado las personan en el marco de sus
organizaciones de víctimas para realizar acciones públicas de memoria. Más que analizar los
impactos, efectos y procesos que se han generado a partir de hacer procesos de memoria
colectiva, se trata de comprehender a profundidad las razones que les llevan a poner en escena
sus experiencias de dolor, victimización, resistencia y dignidad en un contexto de impunidad,
en el que el conflicto armado sigue vigente. Las categorías de análisis emergieron de la
investigación realizada en 2009 con 6 grupos de discusión de seis municipios del Oriente
Antioqueño y con participantes externos de las administraciones municipales de dichos
municipios, a los que se les realizó una entrevista semi-estructurada. Además he tenido en
cuenta los principales sentidos que desarrolla la gente sobre la memoria colectiva, recogidos a
lo largo de la investigación documental.

Comprender por qué y para qué las víctimas han desarrollado acciones públicas de memoria, en contextos
de impunidad, denegación de la justicia y mantenimiento del conflicto armado.
Categorías de Análisis Técnica de Contrastación
Investigación
Significados de las acciones de Memoria. Entrevista en Grupos de discusión sobre
Aspectos a indagar: profundidad no significados de acciones
1. Dignificación de las víctimas (Muertos y estructurada, públicas de memoria de las
desaparecidos) enmarcada en el organizaciones de víctimas en 6
2. Resistencia Activa al trauma y a la violencia método municipios del Oriente
3. Reconocimiento social y político autobiográfico. Antioqueño.
4. Formación de las Nuevas Generaciones Que sería la
5. Búsqueda de la No-repetición primera parte de la Entrevistas semiestructuradas
6. Búsqueda de verdad, justicia y reparación entrevista por cada con actores externos a los
7. Acciones conjuntas entre víctimas de la participante, que se procesos de víctimas en estos
guerrilla, del ejército y del paramilitarismo. complementaría mismos municipios.
8. Lugar y papel del Estado. con la indagación
9. Papel de la cooperación internacional como de los otros dos
apoyo a las acciones de memoria objetivos.

1.4.3.3. Objetivos específicos No. 5 y 6:

Estos objetivos son centrales para el desarrollo de la investigación. Por lo tanto, la definición
de categorías y aspectos a indagar la separo, en el cuadro, de la metodología y el trabajo de
contrastación de información. De otro lado, las categorías enunciadas son analizadas en dos
momentos distintos: en primer lugar en relación con los procesos de apoyo mutuo y memoria
compartida que se dieron en el acompañamiento psicosocial de las PROVISAME en el marco
de los grupos de apoyo mutuo (abrazos) y en segundo lugar en relación con los procesos de
acción pública de memoria, que han implicado la puesta en escena de una memoria colectiva.

O.E. 5: Reconocer y comprender los efectos que en la vida personal y colectiva (en su recuperación
emocional, en la recuperación de su dignidad y en la reconstrucción del tejido social) están teniendo las
acciones, grupales y públicas, de memoria colectiva realizadas por las víctimas en las tres regiones
estudiadas.
O.E. 6: Establecer diferencias cualitativas entre los procesos de víctimas de la región del Oriente
Antioqueño, donde se han realizado acciones y movilizaciones públicas, y otros procesos de
acompañamiento a víctimas de la violencia en otra región, donde ha sido muy poco posible la movilización
pública (sur de Córdoba) y en la ciudad de Medellín donde una organización ya formada (Madres de la
36
Candelaria) han realizado acciones de memoria en un contexto de ciudad
Categorías Definición Aspectos a Indagar
Transformación y Se trata de la experiencia personal de  Autoevaluación de situaciones
situación cada sujeto en relación con la vivencia personales de tristeza, dolor, miedo,
Subjetiva que se ha generado a partir de la ansiedad, rabia, impotencia.
Páez, et al (2004, victimización y en el proceso de
2007) participación en los procesos de memoria
colectiva. Incluye los aspectos
emocionales, cognitivos y
comportamentales.
Percepción del Es la forma como las víctimas perciben su Percepción social de los y las
clima emocional entorno colectivo desde una perspectiva participantes de:
(Rimé, B.; Páez, emocional. Es decir, el marco emocional  Clima de miedo, inseguridad,
D.; Basabe, N.; de la región o el municipio a partir de sus desconfianza vs. clima de seguridad,
Martínez, F., acciones colectivas de memoria. Implica confianza.
2009) (De Rivera, una visión general de la sociedad y de las  Clima de esperanza y perspectiva de
J. & Páez, D., instituciones en una perspectiva futuro vs. clima de incertidumbre
2007) emocional.  Clima de conflictividad vs clima de
solidaridad
Estrategias de Se trata de mecanismos psicosociales a  Estrategias de autocontrol y evitación
Afrontamiento través de los cuales la gente enfrenta las  Estrategias directas y de
individuales y situaciones límite que les permite resistir, confrontación
colectivas adaptarse y/o transformar la situación; y  Estrategias emocionales y de
(Martin Beristain, permiten una lectura no victimizante de comunicación
2007; Cabrera, esta experiencia.  De carácter cognitivo e ideológico
2004)  De apoyo social e instrumentales
colectivas.
Estructuración y Los seres humanos tenemos una serie de  Sobre el Mundo Social
organización de creencias que nos permiten acercarnos al  Sobre el Mundo como lugar seguro
creencias mundo, comprenderlo, ubicarlo como un  Sobre Si mismos
sociales. lugar estable, predecible, lo cual  Sobre la ley, la justicia y la norma
(Janoff- Bulman, determina nuestra acción cotidiana.
1992)
Participación Son las formas a través de las cuales la Tipos de participación:
colectiva e gente actúa en el espacio público, como  En escenarios religiosos
integración social se organiza y como va reconstruyendo su  En escenarios social / comunitarios
(Martín Beristain, tejido social, a partir de, o en relación  En escenarios políticos
1994, 1997, 2005, con, los procesos de memoria.  Otros escenarios
2007)
Cohesión Social Se refiere a dos aspectos: al proceso de  Compartir emocional y reparto social
(Martin Beristain, fortalecer el vínculo social, que implica el  Sentido de colectividad
1997, 2005, 2007) hacer parte de algo y sentirse parte de eso  Construcción de identidad desde la
mismo. Y al mismo tiempo la organización.
recuperación de espacios colectivos y  Sentido de pertenencia
organizacionales.
Construcción de Proceso por el cual la persona se hace  Conciencia de Persona / Conciencia
Ciudadanía activa partícipe de la vida social y política de su de Víctima
y subjetividad de Estado, y por el cual asume el rol activo  Ciudadanía participativa
derechos de ciudadano, sujeto de derechos.  Ciudadanía de derechos
Relaciones y Posiciones y papeles que ocupan las  Contexto familiar
Roles de Género personas en el proceso de relaciones  Concepto de sí mismas
familiares y sociales, en la construcción  Contextos sociales, políticos
del entramado social
Categorías Emergentes
Discusión entre Surge de los relatos de los y las  Modelos de intervención
psicología clínica e participantes en torno a experiencias de  Patologización vs.
intervención atención e intervención desde modelos Comprehensión
psicosocial clínicos, inspirados en el módelo médico.
Participación en Las víctimas entrevistadas han estado  Experiencias frente a la
procesos de verdad, participando en escenarios de reparación, reparación administrativa.
justicia y verdad y justicia, muy limitados, abiertos  Lucha por la justicia en contextos

37
reparación en por el Estado Colombiano. Estas de impunidad.
contextos de experiencias tienen una clara relación con  Versiones libres, verdades a
impunidad las acciones de memoria y tienen medias y búsqueda de
consecuencias psicosociales en los y las desaparecidos.
participantes.
Relaciones Los cambios en las relaciones de género y 
familiares la los procesos vividos, también han
implicado cambios en las relaciones
familiares.

Técnica de Recolección de Contrastación y Triangulación


Información
Entrevista en profundidad no Relatos de vida con 4 participantes según los contextos sociales
estructurada, en el marco del método que se analizan: una del Oriente Antioqueño, otra de Medellín,
autobiográfico, donde los diferentes otra del sur de Córdoba y una de víctimas que no participan en
aspectos (categorías e indicadores) ningún proceso.
pueden ser abordados en la
conversación con los y las 4 grupos de discusión (2 con Provísame y 2 con grupos de
participantes. participantes de los GAM) para contrastar las experiencias
positivas y los límites y dificultades de los procesos de apoyo
mutuo y memoria compartida (ver capítulo 9).

8 Entrevistas / cuestionarios, por escrito a expertos que trabajan


en dos regiones (Sur de Córdoba y Oriente Antioqueño) para
contrastar las experiencias positivas y los límites y dificultades de
los procesos de apoyo mutuo y memoria compartida (ver capítulo
9).

La idea es poder indagar cada una de estas categorías de análisis en tres momentos: Antes y
después de la experiencia de victimización, durante el proceso de conformación de las
organizaciones y en el marco del proyecto de grupos de apoyo mutuo y finalmente en el marco
de las acciones públicas de memoria con el fin de poder analizar las relaciones que existen
entre el proceso de hacer pública la memoria y las transformaciones que se han suscitado. Este
esquema de investigación cualitativa intenta suplir, en un marco de complejidad, los vacíos que
puedan señalarse en torno a relaciones de causa – efecto que implicarían una investigación más
cuantitativa de tipo estadístico. Esto se puede ejemplificar de la siguiente manera:

Categoría Antes del proceso Durante el proceso Durante la organización


(en la de GAM y la acción Pública
victimización) (Memoria que se (Memoria colectiva)
Para el Objetivo 3 comparte - grupal) Para objetivo 5 y 6
Para objetivo 5 y 6
Situación emocional Subjetiva
Percepción del clima emocional
Estrategias de Afrontamiento
individuales y colectivas
Estructuración y Organización de
creencias sociales
Participación colectiva e
integración social
Cohesión Social: identidad y
pertenencia
Construcción de Ciudadanía
activa y subjetividad de derechos
Roles de Género
Relaciones familiares
Categorías Emergentes…
Dentro de los espacios de la tabla los relatos pertinentes a cada categoría, se ubican tanto en el
análisis de coherencia, como en el análisis intertextual, como se verá más adelante. Además,
esta matriz, también será una guía para la realización de posibles preguntas en el momento de
38
la entrevista, si algunos de estos aspectos no emergen en los relatos de vida de los y las
participantes. Y en el espacio de categorías emergentes, se ubica la posibilidad de encontrar
nuevos elementos no presupuestados, pero que pueden ser claves para la investigación. Dentro
de estas categorías emergentes surgieron: a) discusión entre psicología clínica e intervención
psicosocial y b) consecuencias de participación en procesos de verdad, justicia y reparación.

Los relatos de vida tendrán en cuenta las categorías y los tópicos sobre los cuales se abordarán
las entrevistas en profundidad; pero en un marco de conversación más amplio y profundo que
permita desde el relato de vida reconocer elementos socio-estructurales y socio-simbólicos
(Bertaux, 1993) que se ubiquen en el análisis del material de las entrevistas y los grupos de
discusión.

1.4.4. Instrumentos de recolección de información:

En los diversos momentos de la investigación se desarrollaron diversos guiones, según la


técnica aplicada.

1.4.4.1. Guión para entrevistas en profundidad y relatos de vida:


Para las entrevistas en profundidad, que tenían un carácter no estructurado se construyó un
guión, a través del cual se fue analizando cada etapa del proceso. En cada uno de los puntos
del guión podrían desarrollarse preguntas y contra preguntas, entablando diálogos con los y las
participantes, de acuerdo con la forma como emergían los relatos. Los principales puntos que
guiaron las conversaciones fueron los siguientes:

1. ¿Cómo era la vida antes haber sido víctima de la violencia?


Lo que permitió el desarrollo de conversaciones sobre la vida personal, familiar y
comunitaria. En este punto se posibilitó el análisis de creencias sobre el mundo, la vida,
los otros, se preguntó por los espacios de participación en los que estaban vinculados los
participantes y su concepción de ciudadanía.

2. ¿Qué pasó durante y después de los hechos violentos?


Se construyeron relatos en torno a los hechos, los responsables, las consecuencias
psicosociales (personales, familiares y comunitarias), las formas de afrontamiento
desarrolladas en este momento, las creencias sobre el mundo, la vida, los otros y las
afectaciones en la participación y en la concepción de la ciudadanía.

3. ¿Cómo fue la experiencia vivida en los grupos de apoyo mutuo?


Se desarrollaron preguntas en torno a las transformaciones vividas, de qué manera sirvió
este proceso en la vida de los y las participantes, qué cambios observó en su experiencia y
en su forma cotidiana de vivir. Además se analizaron las creencias sociales sobre mundo,
y los otros. Se profundizó en el tema de contar las historias y hacer memoria en espacios
grupales de contención.

4. ¿Cómo se desarrolló el proceso de organización y que aportes ha hecho a tu vida?


En este punto se trabajó todo el proceso organizativo, las significaciones que se le
atribuyen, la experiencia vivida en la organización, los objetivos que tienen al participar en
este espacio colectivo, los cambios que se han generado, las formas de participación, la
cohesión social que se ha generado y las apuestas personales en términos de derechos.
5. Sobre las acciones públicas de memoria colectiva
Se abordaron conversaciones en primer lugar sobre los por qué y los para qué de estas
acciones, es decir, las motivaciones, los intereses y los propósitos de su realización. Qué
buscan los y las participantes al estar involucrados en estas acciones. En un segundo
momento se abordaron los cambios y transformaciones subjetivas y colectivas que se han

39
presentado a partir de la vinculación en estas acciones públicas. Ahondando sobre su
eficacia en la transformación de las emociones, la dignificación, el ejercicio de la
resistencia y el afrontamiento, la reconstrucción del tejido social y el empoderamiento
personal y colectivo que se traduciría en un ejercicio de una ciudadanía activa. En un
tercer momento se profundizó la relación entre las acciones de memoria y la reivindicación
activa de los derechos a la verdad, la justicia y la reparación en el contexto colombiano, a
partir de las propias experiencias, personales y colectivas. Con lo que se abrió un
panorama de reflexión sobre estos derechos, el papel del Estado, la reconciliación y la
cooperación internacional.

6. ¿Qué se necesita para que estés mejor?


Se profundizó sobre los vacíos, límites y dificultades que se han vivido en los procesos de
memoria colectiva. Además un análisis de la situación personal y colectiva (de la
organización) en relación con la sociedad y el Estado. De allí la pregunta por el papel del
Estado en la realización de estos procesos.

7. ¿Qué tiene que hacerse para que no vuelva a suceder?


Que entronca también la conversación sobre la necesidad de profundizar en los derechos a
la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición.

Este mismo guión, pero ahondando más en cada uno de los puntos, fue el que sirvió como guía
para la construcción de las cuatros historias de vida que se presentan en el capítulo 10.
1.4.4.2. Guiones para los grupos de discusión:

Los guiones de los grupos de discusión estuvieron orientados por entrevistas semi-
estructuradas, con preguntas más concretas y específicas según categorías de análisis
previamente diseñadas en esa investigación. Los guiones de los grupos focales de 2006/2007 y
los de 2008/2009 los incluyo como anexo 1. Finalmente el guión de los grupos realizados en
2011 tuvo simplemente dos grandes temas de discusión: los aciertos y logros alcanzados en el
proceso, y los límites, dificultades y fracasos que se vivieron en el proceso.

1.4.4.3. Cuestionario a expertos sobre logros y dificultades del proceso de apoyo mutuo y
memoria compartida, a través del proyecto PROVISAME:

El formato enviado a personas expertas contaba con una introducción y cinco preguntas claves.
La idea era obtener una respuesta por escrito, cualificada que permitiera contrastar la
información recibida por los y las participantes, que al vivir una experiencia de transformación
vital la valoran desde sus cambios y su crecimiento personal y postraumático. Sin embargo,
otros agentes de la región pueden dar información sobre aspectos negativos, límites y
dificultades que pueden evaluarse desde un lugar que contrasta la subjetividad, tanto de los y
las participantes, como la del investigador, que como en mi caso, ha estado inmerso en la
realidad que se estudia. Este es el texto del instrumento trabajado:

Dentro del marco de mi investigación doctoral sobre los procesos de memoria de las
organizaciones de víctimas del Oriente Antioqueño y Córdoba, el proceso de grupos de apoyo
mutuo (abrazos) y el trabajo de las PROVÍSAME ha sido un punto muy importante de análisis
e indagación. En mi trabajo he realizado entrevistas en profundidad con base en relatos de
vida de 45 víctimas de ambas regiones; sin embargo, me parece importante acudir a personas
expertas, que han tenido una presencia relevante en la región, para obtener sus percepciones y
puntos de vista en torno al proceso que se ha vivido en el trabajo de acompañamiento
psicosocial a víctimas de la violencia política a través de esta metodología. Por eso solicito su
colaboración al responder de forma analítica y por escrito este cuestionario (5 preguntas) en un
plazo no mayor a 8 días para poder incorporar este material al trabajo de investigación de esta

40
tesis doctoral, que permitirá profundizar sobre el papel que la memoria compartida en grupos
de apoyo y la acción pública de memoria, tienen en los procesos de reconstrucción del tejido
social y la recuperación de la dignidad de las víctimas de la violencia política en Colombia:

1. ¿Cuál es la valoración y percepción general que tiene del proceso de acompañamiento


psicosocial a las víctimas, a través de la formación de promotores/as de vida y salud
mental y de los grupos de apoyo mutuo (abrazos)? Relacionar aspectos positivos o
negativos, desafíos…
2. ¿Si las ha observado, qué transformaciones percibe en las víctimas que han sido
acompañadas dentro de este proceso? ¿Y si existen diferencias entre ellas cuales
serian?
3. ¿Si los ha observado, cuáles son los principales vacíos, dificultades y/o límites de este
proceso?
4. ¿Si los hay, cuáles son los aportes que este proceso de acompañamiento psicosocial le
ha realizado a la región o a la localidad donde usted se desempeña? Valoración del
impacto social o local.
5. ¿Cuál es la percepción general que tiene de las acciones de memoria que realizan los
colectivos y organizaciones de víctimas en la localidad o en la región?

1.4.5. Participantes:

Es importante definir que el análisis de la información y de los relatos responde a tres


momentos de recolección de la misma. En primer lugar presentaré los criterios para la
selección de la muestra para las entrevistas en profundidad y los relatos de vida, que
constituyen el núcleo central de la investigación. Luego presentaré los participantes en las
investigaciones anteriores, cuyos relatos sirven como medio de contraste para los que se
realizan en 2011.

1.4.5.1. Muestra para la investigación de campo fundamentada en relatos de vida y


entrevistas en profundidad (2011):

Los criterios de selección de esta muestra, intentan recoger algunos de los aspectos
fundamentales que se deben tener en cuenta en una investigación cualitativa. Estos son los
criterios que he desarrollado:

a) Competencia Narrativa atribuida al sujeto (Vallés, 2002)


b) Muestreo con un grupo social definido de antemano: Víctimas de la violencia sociopolítica
en las regiones y procesos sociales indicados (Flick, 2004)
c) Amplitud (Flick, 2004): se ha indagado en una experiencia fundamental, la del Oriente
Antioqueño, que se contrasta con otros dos contextos y espacios sociales: procesos de
víctimas en el sur de Córdoba y en la ciudad de Medellín.
d) Profundidad (Flick, 2004): Se ha avanzado en una experiencia investigativa que sobre el
mismo fondo y la misma población amplía la pregunta y el rango de indagación.
e) Por representación tipológica que posibilitó profundizar en los objetivos del estudio
(Vallés, 2002, Flick, 2004), en este caso se tendrán los siguientes criterios: la intensidad en
la vivencia de la experiencia, género y casos críticos. Además se intentará incluir un
criterio sociodemográfico: por tipos de victimización (Víctimas de Homicidio, Víctimas de
desaparición). Se trata de buscar criterios que faciliten la saturación al realizar el proceso
de investigación. No se pudo desarrollar el contraste por edad, puesto que la mayoría de
los y las participantes en los procesos de víctimas analizados son adultos y adultas mayores
de 30 años.
f) Los participantes del Oriente Antioqueño fueron seleccionados de los municipios en los
que había desarrollado las investigaciones previas, para facilitar le complementariedad, el

41
contraste y una visión de proceso. Por lo tanto, fueron personas de los municipios de: La
Unión, Guarne, Marinilla, Granada, San Francisco, Sonsón, Argelia, Nariño, Cocorná, San
Rafael.
g) Todos estos criterios posibilitan la siguiente tipología:

Oriente Antioqueño Medellín Sur de Códoba


Líderes Participantes
Mujeres 13 15 11 12
Hombres18 2 2 2 1
Total por género 15 17 13 13
Total por región 32 26

Total de Entrevistas: 58
Relatos de Vida: 4 (uno por tipología)
Total: 62 participantes

Es importante acotar que si bien el proyecto indicaba la entrevista a víctimas que no


participaran en ningún proceso, este procedimiento fue, en la práctica, imposible de realizar,
puesto que precisamente este tipo de víctimas no quiere hablar del tema, prefiere pasarlo de
largo y no permite la realización de entrevistas al respecto. De todas las personas que estaban
en esta condición y que me acerqué para realizar la entrevista, sólo una accedió a hacerlo, que
es la que desarrollo como una de las historias de vida propuestas (cfr. Capítulo 10). Las
demás, aún con aquéllas que tenía un cierto nivel de confianza, se negaron a una entrevista
formal sobre el tema que indagara sobre las experiencias vividas, que prefieren mantener en el
silencio.

Para finalizar, es necesario aclarar que, a pesar de su definición, el diseño ha sido flexible,
tanto en la construcción del instrumento, las categorías a indagar y el número de participantes.
Todo esto cambió respecto a la propuesta inicial de investigación de campo, puesto que se
aumentó la cifra de participantes de las tres regiones estudiadas, mientras no se pudo realizar el
trabajo con víctimas no participantes en ningún proceso. Esto implicó que si bien no se estaba
desarrollando un modelo teórico ni secuencial conceptualmente dirigido (Flick, 2004; Vallés,
2002), sí se le prestó atención al proceso, utilizando como trasfondo el principio de saturación.

1.4.5.2. Participantes en los procesos investigativos para la contrastación:

En la investigación realizada en 2006/2007 se trabajó con 166 mujeres y 2 hombres víctimas


de la violencia socio-política, en 11 grupos de discusión de las organizaciones de víctimas de
los municipios de Rionegro, Concepción, Marinilla, Cocorná, San Rafael, Granada, Sonson,
Argelia, Nariño, San Francisco y el corregimiento de Mesopotamia en el municipio de La
Unión. El criterio de selección estuvo guiado por la participación en los grupos de apoyo
mutuo (abrazos) del proyecto PROVISAME. No hubo selección según tipo de victimización,
ni grupo de edad, ni nivel de vinculación al proceso (líderes y participantes de base)

En la investigación realizada en 2008/2009 se trabajó con 15 personas por cada una de las 6
Organizaciones de víctimas (90 personas; 80 mujeres y 10 hombres) de los municipios de
Argelia, Concepción, San Francisco, Sonsón, La Unión y Granada. Y 6 participantes
individuales, miembros de la administración municipal, la iglesia o estamentos sociales que no
participan directamente en las organizaciones de víctimas y que han tenido información de las
acciones públicas de memoria de estas organizaciones.

18
El número de hombres es significativamente inferior, porque los procesos de organización de víctimas que se están
investigando tienen una cuota de participación masculina muy pequeña. Su inclusión responde al interés de analizar los
cambios en los roles de género, categoría de análisis en el tercer objetivo,
42
Los grupos de discusión con PROVISAME y participantes de los GAM, contaron con la
participación de: 15 PROVISAME del Oriente Antioqueño (13 mujeres y 2 hombres); 12
PROVISAME del Sur de Córdoba (2 hombres y 10 mujeres). Y 20 participantes de los GAM
en cada una de estas dos regiones (40 personas). En total 67 personas.

Finalmente, 8 expertos (4 del sur de Córdoba y 4 del Oriente Antioqueño) que respondieron el
cuestionario para analizar logros, dificultades y límites de los procesos de apoyo mutuo y
memoria compartida.

1.5. Análisis de Resultados:

La información que se recoge de forma primaria en los grupos de discusión, en las entrevistas
semiestructuradas, en los cuestionarios a expertos y en las entrevistas en profundidad será
analizada según el método de análisis categorial por matrices, inspirado en el trabajo del
antropólogo norteamericano Clifford Geertz (1989); que brinda la posibilidad de describir de
forma densa e interpretar los datos comprensivamente. Este método de análisis ha sido
utilizado por múltiples investigaciones en Colombia, en el marco de la Facultad de Psicología
de la Pontificia Universidad Javeriana, el Instituto de Estudios Políticos de la Universidad
Nacional (IEPRI) y el Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Antioquia, además del
Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP).

Es un método que procede de manera analítica: partiendo de un primer nivel deductivo, se va


avanzando en la interpretación de forma interactiva entre procesos inductivos y deductivos
hasta llegar a la construcción de interpretaciones que posibilitan la construcción de los
resultados de la investigación. Para proceder posteriormente de forma sintética e inductiva, en
la construcción de un orden teórico que entra a dialogar con las teorías que ha desarrollado la
tradición, de una disciplina o de las ciencias sociales en general, sobre un tema específico.

De acuerdo con Flick (2004), uno de los rasgos del análisis de contenido cualitativo es el uso
de categorías, que se derivan a menudo de modelos teóricos: “las categorías se llevan al
material empírico y no se desarrollan a partir de éste, aunque se evalúan repetidamente frente a
él y se modifican si es necesario” (p. 203), permitiendo además, la generación de categorías
emergentes desde los relatos y narraciones de la gente que posibilitan el enriquecimiento del
análisis.

Una de las características principales del método es la utilización de matrices de análisis, que
son el instrumento metodológico para darle orden y claridad a la información recogida; de
manera tal que el investigador pueda visualizar de modo general las narraciones recogidas en
entrevistas, grupos discusión, etc., favoreciendo entonces el hallazgo de relaciones entre las
categorías de análisis y los discursos. Además de esto, permiten dar paso a la visibilización de
categorías emergentes. Los pasos que se van dando en el proceso de análisis son los
siguientes.

1.5.1. Análisis de Coherencia (Intratextual):

En este paso, cada relato, cada entrevista, cada grupo de discusión, cada transcripción se
analizó independientemente con base en las categorías previamente construidas a partir de la
investigación documental, de la tradición teórica sobre el problema de estudio y de
investigaciones previas sobre este problema (Mayring, 1983; en Flick, 2004). De acuerdo con
Martin Beristain (1999, 2007) este procedimiento posibilita que el material tenga mejores
posibilidades de comparación y análisis, que abra las puertas a conclusiones de tipo general.

El procedimiento ha sido el siguiente: se tomó cada texto y se fue realizando un primer nivel

43
de selección, oración por oración o párrafo por párrafo. Cada sección de texto se asignó, en la
matriz, a cada una de las categorías que se trabajaban y se definían previamente. Con lo cual,
cada categoría reconfiguró un nuevo texto, aún no ordenado, ni codificado, pero que implicaba
un primer nivel de interpretación por parte del investigador. Puede afirmarse que en este
primer nivel de análisis se procedió de manera deductiva a partir de las categorías, recogiendo
los elementos significativos de cada texto, de cada sujeto (participante, individual o grupal)
hasta agotar el texto completamente. El material narrativo que no logró ordenarse y
clasificarse de acuerdo con las categorías previamente construidas, se analizó de forma
inductiva, y permitió la construcción de categorías emergentes. A su vez, algunas categorías
construidas previamente se modificaron, según el material que emergió en los procesos de
recolección de los datos (Flick, 2004). Presento a continuación un modelo de la matriz de
coherencia que permitió el análisis de los relatos (Para análisis de estas matrices ver anexo 3):

Matriz de coherencia para el objetivo No. 4


Categorías de Análisis
Significados de las acciones de Memoria
Acciones de Memoria
Recuerdo y dignificación de las víctimas (Muertos y desaparecidos)
Fortalecimiento organizativo
Resistencia Activa al trauma y a la violencia
Sensibilización y Reconocimiento social
Incidencia Política y Reivindicación de DESC
Insertar la historia individual dentro de la historia colectiva (Sí pasó)
Formación de las Nuevas Generaciones
Búsqueda de la No-repetición
Búsqueda de sanción moral y enunciación pública de lo injusto
Auto-reparación simbólica (desde abajo)
Búsqueda de la verdad, Justicia y reparación
Acciones conjuntas entre víctimas de la guerrilla, del ejército y del
paramilitarismo.
Papel de la cooperación internacional como apoyo a las acciones de memoria
Reconciliación y desmovilización
Papel del Estado ante las acciones de memoria
Lo que hace falta para estar mejor

Matriz de coherencia para objetivos 3, 5 y 6


Categoría Antes del Durante el proceso Durante la
proceso (en la de GAM organización y la
victimización) (Memoria que se acción Pública
Para el comparte - grupal) (Memoria colectiva)
Objetivo 3 Para objetivo 5 y 6 Para objetivo 5 y 6
Situación emocional Subjetiva
Físico / Emociones
Aspectos Cognitivos
Aspectos Comporta-mentales
Y de la acción
Otros Impactos en la vida personal
y colectiva
Discusión Psicología Clínica
intervención Psicosocial
Percepción del clima emocional y
percepción del país.
Estrategias de Afrontamiento
individuales y colectivas
Organización de creencias sociales:
Mundo, sí mismo, vida, Dios
(Janoff Bulman)
Participación colectiva e

44
integración social
Cohesión Social: identidad y
pertenencia
Construcción de Ciudadanía activa
y subjetividad de derechos
Percepción y participación en
procesos de Verdad, justicia y
reparación
Roles y relaciones de Género
Relaciones familiares y vida
familiar

Matriz de coherencia para análisis de los hechos (objetivos 1 y 3)


Categorías
Como era la vida antes
Hechos
Actores responsables
Tipos de victimización

1.5.2. Análisis Intertextual:

Este segundo ordenamiento de la información consistió en comprehender los contenidos que


aparecían de manera reiterativa en los relatos descritos y organizados previamente,
disponiendo la información de acuerdo con los elementos compartidos por todos los relatos, así
como lo particular y variable entre cada uno de estos. Todo ello con el fin de realizar un
análisis exhaustivo de la totalidad de relatos.

Si el primer análisis se centraba en los participantes, este segundo análisis interpretativo se


centró en cada una de las categorías. Se abordaron los textos clasificados en cada categoría de
un sujeto, y se comparó con los textos de los demás sujetos, hasta revisar la totalidad de los
textos intrasujeto de cada categoría. En este proceso se realizó una diferenciación de los
relatos según el grupo y la región de referencia: Oriente Antioqueño, Sur de Córdoba y Madres
de la Candelaria, de tal manera que se pudieran visibilizar las coincidencias y diferencias entre
los tres espacios y contextos.

Además de lo anterior se desarrollaron cuatro tipos de análisis, de acuerdo con los cuatro
objetivos relacionados con la investigación de campo. Un primer paquete de matrices
intertextuales para las consecuencias psicosociales del conflicto armado (objetivo 3), un
segundo bloque para los procesos de memoria compartida y apoyo mutuo (objetivos 5 y 6); un
tercer grupo de análisis para los efectos de la memoria colectiva en la vida de la gente
(objetivos 5 y 6); y, finalmente, un paquete de matrices para los sentidos, motivaciones,
intereses y propósitos de las acciones de memoria (objetivo 4).

En este procedimiento se realizó la codificación del material, de acuerdo con elementos


textuales, conceptos, y marcos comprehensivos de primer nivel. En primer lugar se aplicó una
codificación abierta, donde se clasificaban las expresiones por sus unidades de significado
(conceptos / códigos), en un proceso oración por oración o párrafo por párrafo (Flick, 2004).
Siempre con el fin de descomponer y comprender el texto, asignando un nuevo nivel categorial
que se iba ordenando en el marco de la categoría central que se analizaba.

Para analizar la información según el tipo de victimización y según el lugar de participación de


los sujetos (líderes y participantes de la base) se llevó a cabo un cruce analítico entre la
información que se desprendía de las matrices intertextuales con la surgida en las matrices de
coherencia, con lo cual se pudo hacer la distinción entre los participantes ubicándolos en
diferentes categorías según fueran familiares de personas asesinadas o desaparecidas, o si eran
45
líderes o personas de la base. Para tener una imagen de la matriz intertextual que permitió esta
mirada analítica, se presenta a continuación el modelo de la misma, que está basado en la
categoría emergente: “participación en procesos de verdad, justicia y reparación” con sus
respectivas claves de codificación19 (para mirar todas las variantes remito al anexo no. 4):

MATRIZ INTERTEXTUAL MEMORIA COLECTIVA Y ACCIÓN PÚBLICA


ORIENTE ANTIOQUEÑO SUR DE MADRES DE LA
CÓRDOBA CANDELARIA
Testimonio y memoria como base de la verdad
La verdad es un alivio
La verdad COMPLETA, el caso de los desaparecidos:
búsqueda, exhumaciones y pruebas de ADN
Participación en procesos de justicia
Hacer justicia en contextos de impunidad
Si se hizo o si se hiciera justicia, si hay verdad y reparación
Los que están buscando la reparación administrativa
Percepciones y expectativas sobre la reparación
Consecuencias psicosociales de la reparación administrativa
Cuando el Estado no repara ni restituye: Reparación como una
promesa inconclusa que no acaba de cumplirse
¿Qué se necesita para estar mejor? ¿Con qué se sentiría mejor?
Reparación desde abajo
Nos hacemos investigadoras
Impunidad
Participación en versiones libres de la ley de justicia y paz (la
búsqueda de los desaparecidos)

1.5.3. Codificación Teórica:

En este punto, que es previo a la escritura del informe de investigación y la presentación de los
resultados, se realizó una codificación que se organizó según un procedimiento axial, que
implicó una “depuración y diferenciación de las categorías (conceptos) derivadas” (Flick,
2004), en una relación que fue de lo general a lo particular, de los conceptos centrales a los
conceptos derivados y marginales; de lo que tenía mayor poder explicativo hacia lo que era
ejemplo o desarrollo teórico. También de las diferentes tipologías que pueden darse en
algunos de los códigos. Ha sido un proceso inductivo y deductivo, donde además se incluyen
elementos teóricos de interpretación del investigador, que se recogen en los relatos. Est e
trabajo se realizó al interior de la matriz intertextual, como se ejemplificó en el punto anterior y es
parte del proceso de construcción del análisis y la interpretación comprehensiva que se realizó.
Este paso ha sido la base sobre la cual se construyó el texto del primer nivel de teorización, que
en la presentación de la investigación coincidirá con el momento descriptivo en la presentación
del grueso de los capítulos 6 al 10.

1.5.4. Teorización (Primer Nivel):

Teniendo el análisis en la matriz intratextual por categorías. Tenemos el material codificado y


disponible para entrar a un nivel de teorización. Este proceso tiene dos fases. En primer lugar
se elabora un texto, en el cual se hace visible mi voz como investigador, y hay un nivel mayor
de participación en la construcción del texto, puesto que voy proponiendo hipótesis,
intuiciones, desarrollos conceptuales, que a la vez se ilustran con los relatos de los y las
participantes.

19
Es evidente que las claves de codificación son diferentes de acuerdo con cada categoría analizada. Estos códigos son
emergentes, pero son construidos a partir del marco conceptual previo, la tradición y las investigaciones en la disciplina y
la información emergente en los relatos de los y las participantes.
46
Se da un proceso de selección de relatos que puedan dar cuenta de los principales constructos
teóricos e interpretativos que se han ido construyendo. Este proceso coincide con la
presentación general de los capítulos 6 al 10.

1.5.5. Teorización (segundo nivel):

Este nivel implicó un proceso de abstracción mayor, donde se trabajaron teorías, hipótesis,
constructos conceptuales de carácter más genérico, con los cuales se entraó a dialogar, apoyar,
reforzar, refutar y discutir otros marcos conceptuales dentro de la disciplina, otras conclusiones
teóricas, otras investigaciones. Se trata del momento en el que el proceso investigativo ha
aportado al marco teórico de la disciplina desde la cual se realizó la investigación; allí se ha
convertido en un aporte al estado de la cuestión, al desarrollo del problema en la ciencia; pero
también ha sido útil para encontrar alternativas, soluciones, caminos, procesos, rutas de acción
para la resolución de procesos sociales en marcos de intervención social, política, etc.

En el texto construido se correspondió con el momento de discusión y conclusiones en cada


uno de los capítulos de la investigación; pero también el momento de la conclusión final que
definió, en limpio, los aportes que está realizando esta investigación a la discusión sobre el
tema: el producto final del proceso.

1.6. Criterios de Calidad:

Dentro de estos criterios se realizaron básicamente las siguientes acciones:

1. Se realizó triangulación de los datos, en el sentido que se buscan diferentes fuentes: gente
de otras regiones (Sur de Córdoba y Medellín), experiencias semirurales y de ciudad.
Reflexiones de Expertos, otros y otras participantes.
2. También, triangulación en el método: grupos de discusión para los datos recogidos en las
investigaciones previas, y para analizar logros y dificultades de los procesos de apoyo
mutuo y memoria compartida. Entrevistas en profundidad y relatos de vida para el
presente trabajo de campo. Historias de vida como mirada profunda sobre experiencias
vitales de víctimas. Y consulta a Expertos con cuestionario por escrito.
3. Además de lo anterior, también se tuvo en cuenta como método complementario, la
observación, fundamentada en la experiencia previa que he tenido en el trabajo en la
región, y sustentada en informes, memorias y otros documentos; en este punto puede
afirmarse que se contó con una mejor comprensión del contexto y el fenómeno de estudio;
lo cual favorece la interpretación, al darse en un contexto de inmersión (Hamber, 2011).
4. Frente a algunos sesgos que emergieron en la recogida de los datos. En primer lugar se
había tenido un criterio de contrastación y triangulación de los datos con otras experiencias
en otra región y en ciudad, lo cual ayudó a compensar esta situación. Y en segundo lugar
se realizaron, además, los grupos de discusión con PROVISAME y participantes en GAM,
y los cuestionarios aplicados a expertos desde una perspectiva de valoración que
complementaron más claramente estas limitaciones y dificultades.
5. En síntesis puede afirmarse que en términos de credibilidad y autenticidad se han aportado
fundamentos a través de la triangulación y la contrastación de los datos. También a través
de la amplitud de criterios para la selección de la muestra. Sobre transferibilidad, ayudó la
amplitud de la muestra, y la propuesta de análisis en perspectiva de descripción densa
(Geertz, 1989, 1992); aunque es claro que las conclusiones son remitidas al espacio
analizado. Sin embargo, pueden contrastarse algunos resultados con los obtenidos en
investigaciones en Guatemala: María Luisa Cabrera (2004) y Carlos Martín Beristain
(2005). Y con algunas cuantitativas de Darío Páez y su grupo (1993, 1996, 1998, 2003,
2004, 2007, 2008, 2009), Brandon Hamber y su grupo (1995, 1998, 2000, 2001, 2002,
2008 y 2011). Pero estos criterios se determinaron mejor al final de la investigación.
47
6. En relación con la fiabilidad: según Martin Beristain (2007), Nurhan Er (2003) y Páez et.
al. (1998); en el tema de la memoria, la respuesta será más fiable, si tiene que ver con un
hecho que suscite el interés de la persona participante. Esto es precisamente lo que sucedió
en la investigación con las víctimas, que han sido las directamente afectadas.
7. Según Martín Beristaín (2007), la construcción de un instrumento de investigación con
categorías e indicadores de observación, abre la posibilidad para realizar un análisis
riguroso que posibilite comparar unos sujetos con otros y construir interpretaciones y
conclusiones más fiables. De esta forma, las investigaciones anteriores y la revisión
bibliográfica han jugado un rol importante para definición de categorías y códigos de
análisis para este trabajo. Además que sus relatos también se reanalizaron en comparación
con las entrevistas, intentando confrontar significaciones emergentes en espacios grupales
y significaciones desde un marco más individual como el de la entrevista.
8. Finalmente, es importante garantizar la confidencialidad de las y los participantes. Su
presentación ha sido anónima, y por esta razón, se han codificado las entrevistas de
acuerdo a un número en serie y al lugar o proceso al que pertenece. Además se utilizó
solamente la inicial mayúscula para referirse a los nombres propios cuando estos fueron
utilizados como testimonios en el marco del relato.

48
2. CONFLICTO ARMADO Y DESESTRUCTURACIÓN SOCIAL EN COLOMBIA

En este capítulo se ofrece un panorama global que permita un acercamiento a la complejidad


del conflicto armado colombiano. Es una tarea que no es fácil y sobre la cual no existen
acuerdos entre los diversos analistas, puesto que sobre este conflicto existen interpretaciones
que van desde una mirada centrada en el terrorismo de Estado, a la manera de las dictaduras
del Cono Sur, pasando por análisis que lo asemejan a conflictos como los centroamericanos de
los años 70 y 80; pasando por análisis como los de Collier (2001) que se centran solamente en
una mirada economicista y desde una visión centrada en el interés de los actores en los
recursos económicos y en el caso colombiano centrado en la riqueza producida por el
narcotráfico; hasta análisis complejos que reconocen e incluyen todos los anteriores puntos de
vista, mirando las relaciones entre unos y otros niveles, para tener una visión más holística que
incluye lo histórico, lo político, lo sociocultural y lo económico.

Al ser un trabajo de revisión de fuentes secundarias, intento acercarme a diferentes visiones y


enmarco el conflicto colombiano dentro de un horizonte de complejidad que permita una
comprensión más amplia orientada al contraste y contextualización de la investigación de
campo. Pero también como trabajador de los derechos humanos en Colombia, en una
institución que ha realizado múltiples análisis y producciones colectivas, investigaciones y
otros procesos para comprender la realidad colombiana, tengo una visión propia construida
luego de 13 años de trabajo en diferentes regiones del país y luego de haber realizado múltiples
análisis de coyuntura y estructurales con las comunidades y con las instituciones, como en el
caso de las regiones que presento en esta investigación.

La estructura del capítulo está montada sobre tres grandes ejes: en primer lugar una visión
histórica y estructural, que permite identificar el marco sociohistórico del conflicto
colombiano, aterrizando una caracterización de las fases que ha tenido a partir de la década de
1950, conocida como época de “La Violencia”, pasando por diversas fases para aterrizar en el
gobierno de Álvaro Uribe Vélez hasta 2010. Es necesario que se haga una breve mención al
actual gobierno de Juan Manuel Santos para analizar posibles horizontes y posibilidades,
especialmente para las víctimas, actoras fundamentales y sujetos principales de esta
investigación.

Finalmente analizo brevemente los procesos del conflicto armado en las regiones particulares
que se estudian en esta investigación. Más desde una mirada descriptiva que analítica. Sin
embargo, para complementar esta mirada sobre estas regiones. Al final presento una tabla con
la caracterización de las víctimas participantes en la investigación y con algunos datos
relevantes que surgen de la misma, que también pueden ilustrar las complejidades del conflicto
colombiano.

2.1. Historia del conflicto armado en Colombia

2.1.1. Análisis estructural y socio-historico:

Comienzo este análisis con una mirada histórica y estructural del conflicto colombiano, para
poder comprenderlo en su complejidad. Parto, por lo tanto, de identificar tres temporalidades
coexistentes en el conflicto armado colombiano (Pécaut, 2001), que evidencian un primer nivel
de complejidad. Porque cada temporalidad define un conflicto diferente; pero al mismo tiempo
cada uno de esos tiempos y de esos conflictos, hacen parte del momento actual del conflicto,
son parte de su presente:

1. Una violencia premoderna, donde lo relevante es el problema agrario y campesino.

49
2. Una violencia moderna donde prima una visión de la reivindicación social marxista, una
idea revolucionaria centrada en la lucha de clases.
3. Una violencia posmoderna que implica la inserción de los actores en el mundo global por
la economía del narcotráfico. Y en el último quinquenio ha tomado fuerza esta inserción, a
través de la economía ligada a la explotación minera.

Precisamente, porque estas temporalidades y formas del conflicto coexisten, se puede


encontrar la diferencia entre el conflicto colombiano y las denominadas “nuevas guerras”
(Duffield, 2004; Kaldor, 2001, 2005; Münkler, 2002; Collier, 2001; entre otros). Por lo pronto
interesa mirar las bases agrarias y campesinas del conflicto armado, puesto que éste hunde sus
raíces en el problema agrario, relacionado con los procesos de colonización de espacios y
territorios que se han ido integrando lentamente a la geografía política del país. Según
González, Bolívar & Vásquez (2002) el conflicto tiene dos lógicas paralelas: una centrífuga
que lo lleva a la periferia, pues es en estos espacios de colonización, donde los campesinos,
expulsados por presión armada o económica, abren frontera agrícola y construyen una
economía precaria.

Esta economía campesina, a partir de finales de los 70 se mueve en paralelo o en consonancia


con la economía del narcotráfico, trayendo consigo una serie de bonanzas económicas en las
que se ha insertado la lógica armada (guerrillera o paramilitar); puesto que se han dado en
lugares donde el Estado no logra regular las relaciones sociales y ser el cimiento para la
construcción de un tejido social. Por lo tanto, este espacio ha sido ocupado por los grupos
armados (especialmente las guerrillas). Pero también se constata otra fuerza centrípeta que
lleva a estos grupos de guerrillas a ocupar espacios en zonas integradas a la vida política y
económica del país (González, et. al, 2002; Ortiz, 2001).

Este movimiento tiene su contracara en el despliegue de la otra parte, una fuerza centrífuga
violenta, que se origina en la respuesta de parte de las élites políticas y económicas a través de
una estrategia paramilitar que sigue el proceso inverso, moviéndose del centro a la periferia
para ocupar espacios y controlar territorios. Pero a su vez, intentando integrarse a la vida
política y económica del país, retomando las dinámicas de control social y político del
gamonalismo y el clientelismo armado en las diversas regiones, proceso que se ha fortalecido
en la última década a través de la denominada “Parapolítica”, alianza entre políticos, élites
regionales y paramilitares para alcanzar el control de regiones específicas (López, 2007;
Romero, 2004, 2005, 2007).

Hay un hecho central defendido por varios autores (Pécaut, 2001, 2003; González, 2002;
Palacios, 2003; Ortiz, 2001; PNUD, 2003) y es que Colombia no ha logrado construir un
discurso nacional ni ha logrado constituir las bases para identificarse plenamente como un
Estado nación. En este sentido es importante anotar que se trata de un país de regiones,
débilmente integradas, con una geografía difícil, atravesada por tres cordilleras, selvas
tropicales al occidente y al oriente de las mismas y valles y sábanas tórridas en los valles del
Cauca y el Magdalena (entre cordilleras), en la Costa Atlántica y en los Llanos Orientales, lo
que hace que el país no haya desarrollado ni en el siglo XIX ni en el XX espacios de
comunicación, interacción permanente y construcción de un metarrelato nacionalista, tal como
se ha hecho en otros países de América Latina.

Es decir: Colombia es un país de regiones, cada una con sus identidades, sus historias, sus
referentes culturales, su folklore y su historia, con un nivel de fragmentación muy alto y donde
los intereses regionales, que en muchas ocasiones son intereses particulares de élites que tienen
el poder efectivo en las mismas, priman sobre los intereses de una sociedad y un Estado
nacional. Para el siglo XIX las relaciones de poder estaban marcadas por el caciquismo y el
gamonalismo, es decir, relaciones de servidumbre entre una buena parte de la población, en su

50
mayoría rural o urbana (en pequeños municipios) y algunas familias que tenían el control de lo
social, lo político, lo económico y lo religioso (Ortiz, 2001).
Este sistema premoderno o semifeudal, basado en los privilegios, fue el que se desarrolló desde
la Colonia; puesto que el poder efectivo no se realizaba ni en Madrid ni en Santafé de Bogotá,
sino en la región, donde el encomendero tenía la delegación de parte del poder central. Este se
comportaba como un “señor” en su territorio (poseedor de las mejores tierras y más tarde
propietario), mientras los demás pobladores tenían un mejor o peor nivel de vida según, no
solamente sus condiciones sociales, sino también en función de sus relaciones con este
“cacique” (Rizo, 2002).

Cuando sobrevino la república (1821) se quiso yuxtaponer sobre esta estructura de relación
social un sistema político democrático, de ideas republicanas y un sistema económico liberal;
así han coexistido en paralelo, desde entonces, estas prácticas tradicionales fundamentadas en
los privilegios, la dominación, y la exclusión de una parte de población y la inclusión de otra
(la red clientelar del cacique), con un sistema formal democrático, que apenas sí toca la vida
cotidiana de la sociedad regional y de la población en general (Rizo, 2002).

Este es quizás uno de los argumentos más fuertes para explicar la denominada vocación
democrática colombiana a lo largo del siglo XX, especialmente, y de forma particular entre los
años 60 y 80, donde en el resto de América Latina se fueron imponiendo dictaduras militares.
Colombia no necesitó siquiera estos experimentos, porque en la práctica el ejercicio del poder
desde las élites en las regiones, ejercido de forma autoritaria, excluyente y opresora, pero a su
vez paternal, clientelar y fundamentado en principios “trascendentes” que se sustentaban,
incluso, en la tradición y la religión, fue suficiente para mantener un control de las relaciones
sociales, políticas y económicas.

Esta estructura social y política se mantiene hasta nuestros días en las diferentes regiones. De
tal manera que se constituyen élites locales y regionales que actúan como poder efectivo y real
en una localidad y en una región, que lo ejercen según sus propios intereses y que tienen sus
propias tradiciones y “normas”, las cuales, en muchas ocasiones entran en oposición con el
poder central o con las leyes y normas del Estado nacional (González, et. al., 2002).

Estas dinámicas han estado acompañadas de prácticas de relación que han sido mediadas por la
sectorización local y regional (Ortiz, 2001), unidas al antagonismo partidista en el que el otro
es visto como enemigo. Así pues a mediados del siglo XX encontramos un país que no ha
logrado construirse como nación, segmentado en regiones que son “manejadas” por élites de la
tierra, muy poderosas, que controlan la vida política y social. Pero al mismo tiempo, emergió
un nuevo sector dirigente dentro del partido liberal que disputaba los espacios de control del
Estado y de la política. Lo cual va llevando a un nivel de polarización que va dividiendo a la
población en segmentos irreconciliables, que posibilitan un escenario en el que la violencia se
convierte en instrumento por medio del cual se pueden llegar a legitimar prácticas políticas y
sociales (Uribe, 2003).

Las élites regionales tienen un dominio y un control fuerte sobre territorios de mayor o menor
tamaño. Este dominio se traduce en un control del Estado local, la economía de la región y la
vida social y cultural. Quienes no se ajusten a este sistema tendrán que emigrar o
sencillamente serán eliminados, puesto que también cuentan con poderes armados que se
disputan el monopolio de la fuerza con los actores legítimos estatales, o también disponen de
estos actores legítimos (policía y ejército principalmente), según sus necesidades y designios, a
su arbitrio y en defensa de sus intereses. Por lo tanto, en la estructura de las relaciones sociales
y políticas en Colombia se instala este sistema paralelo de dominación que hasta ahora no ha
logrado ser permeado plenamente por el sistema democrático ni por las estructuras
republicanas (González y Cols, 2002).

51
Este poder local, a su vez, accede al poder nacional, no para fortalecer la nación; sino para
defender los intereses de la élite de cada región. Este proceso se realiza a través del Congreso
de la República que es el escenario de la transacción por excelencia entre los poderes
regionales y el poder central, generalmente identificado con el gobierno y el poder ejecutivo,
que en algunas ocasiones intenta situarse en un discurso de gobernabilidad democrática y en
otras, o bien articula e interpreta el querer de los poderes locales, porque se ha constituido con
su apoyo, o bien, para tener gobernabilidad, transa con estos poderes de facto, y en ambos
casos, les refuerza sus privilegios y mantiene un status quo que le permiten un margen de
acción.

Esta fotografía estructural que aborda lo social y lo político se entrecruza con las lógicas de la
violencia. En una dinámica que puede esclarecer algunos elementos de la forma como se ha
desarrollado el conflicto armado en Colombia. Lo grave, según el Informe de Desarrollo
Humano: “El Conflicto callejón con salida”, desarrollado por el PNUD (2003), es que las élites
regionales en Colombia no han logrado construir una “clase dirigente nacional” que posibilite
o amplíe los márgenes de inclusión ciudadana (tal como sucedió en la construcción del Estado
/ Nación en Europa, según Charles Tilly o en otros países de América Latina). Las élites tiran
para su propio lado, donde el Estado central es botín o estorbo.

La movilidad social se da por ascenso individual hasta llegar a la cumbre de estas élites por
vías legales e ilegales, lo cual proporciona un poder económico y en algún caso coercitivo, sin
que se concrete en un poder social o político. Pero en la mayoría de los casos en la segunda o
tercera generación el “descendiente” del nuevo rico se integra a esta aristocracia criolla y
empieza a compartir también el poder político. Pero estas élites son “inconexas, formadas por
personas que sólo tienen en común el club”. Por lo tanto, les vincula la defensa de sus
intereses, pero no ningún proyecto colectivo, en el cual no están interesadas (PNUD, 2003).
Estos son según el los autores del informe de desarrollo humano: El conflicto callejón con
salida, (PNUD, 2003) los problemas fundamentales de estas élites:

1. Falta de perspectiva: no ven más allá de sus intereses particulares, que son cortoplacistas.
De allí que frente al conflicto armado sus respuestas sean fáciles y simplistas, es decir: la
lógica militar y el exterminio del enemigo. Mucho más cuando en la práctica tradicional la
violencia se legitimó como forma de resolver “los problemas”.
2. Hay un débil sentido de lo público. La política se lleva por la vía del clientelismo y la
administración de empresas electorales. Además de patrimonialismo (reparto de puestos) y
mercantilismo político (reparto de contratos), con la consiguiente exclusión de quienes no
hacen parte de la clientela.
3. Desentendimiento frente a los problemas del país, la situación social, acompañados de una
altísima cuota de evasión fiscal.
4. Poca inclusión en los problemas de orden nacional. Los congresistas que representan estos
intereses, lo hacen sólo a título de beneficios para “su región”, que se traduce en “su
clientela”.
5. Maltrato de la otra Colombia. Es decir de las otras clases sociales (campesinos, obreros,
etc.), las otras etnias (indígenas y afrodescendientes), en un régimen de “Colonia interna”
que replica los modelos coloniales.
6. Degradación de los poderes regionales, donde se ha dado una paulatina privatización del
Estado, exacerbada por el conflicto armado. Donde las relaciones de lealtad / traición y la
administración de lo público tienen connotaciones mafiosas (patronazgo y padrinazgo), en
las cuales la lógica del narcotráfico se va a insertar a finales de los 70.
7. Repartición del Estado y sus acciones según intereses.
8. De allí que todo este proceso, según este informe, posibilita la constitución de formas
mafiosas de apropiación del Estado que son reforzadas por dinámicas paramilitares:

52
ejércitos privados, bandas de pájaros y chulavitas 20 en los años 50, patrullas de
autodefensa legal en los años 60 y 70 (apoyadas por el ejército) y bandas paramilitares, en
algunos casos asociadas al narcotráfico, a partir de los años 80.

“Más que por una ciudadanía vigorosa, podría decirse que la democracia colombiana existe por
empate: ningún sector de la elite logra imponerse sobre el resto. Esto corresponde al carácter
transaccional y gradualista que a menudo se aplaude en nuestra vida política… en estas
circunstancias la extrema derecha tiene un gran poder, y desde allí ha actuado, financiando y
promoviendo grupos paramilitares, que más que una política de Estado –en una visión
simplista – es el ejercicio de facto de un poder de sectores de la élite, empeñados en mantener
el status quo a toda costa” (PNUD, 2003, p. 38).

Así pues, nos encontramos ante una república “oligárquica” con élites cerradas a las que no les
interesa un estado central fuerte ni en lo fiscal, ni en la aplicación de justicia ni en la regulación
económica (Palacios, 2003), que se autoperpetúan en el control del Estado desde las regiones.
Sobre esta base estructural se pueden introducir los elementos para mostrar las
discontinuidades, las diferencias, las continuidades y similitudes entre la Violencia política de
los años 50 y el conflicto armado actual. La tabla 2.1 permite una síntesis y una mirada
panorámica de esta realidad estructural de las relaciones sociales, políticas, económicas y
culturales entre las élites regionales y el nivel nacional; entre las sociedades locales y la
sociedad nacional en Colombia:

Tabla 2.1. Análisis de relaciones políticas nivel regional y nacional Colombia


Sociedad Local / Estado Municipal / Estado Central / Sociedad Civil
Regional Departamental Nacional Nacional
Ejercicio Marco relacional y Bajo control y tutela de Fundamentado en las No existe, más allá de
del Poder de poder concreto, los patrones, instituciones, las organizaciones
centrado en la gamonales y caciques leyes, la constitución. sociales y ONG que
posesión de la que cuentan con un Poder formal. Pero no logran permear
tierra, la riqueza y poder de facto. sin poder efectivo en plenamente la vida de
el poder político. las regiones. la gente.

Relaciones Personalizadas, Redes clientelares que Relaciones formales Sociedad


sociales marcadas por la acceden a la burocracia fundamentadas en la fragmentada, sin
jerarquía y el local. Quienes están al ley, que pretende ser conciencia de
patronazgo. lado de la propuesta del igual para todos. ciudadanía, sin una
Fundamentadas en poder tradicional (del El congreso de la conciencia de lo
la lealtad y la patrón) aseguran república es el lugar público.
traición. privilegios para el de la transacción Su mayor capacidad
desarrollo de su vida entre poder local y de acción se da a
personal, social y poder central través de la
económica. denominada
“opinión”.
Dinámicas Marcadas por el Se hace lo que el jefe o Aunque puede haber Se replican las
sociopolíti autoritarismo, la el patrón quiere. No gobiernos con prácticas autoritarias
cas subordinación y la hay posibilidad de voluntad y de subordinación.
servidumbre. réplica, de democrática, el poder
“El que manda, movilización o de de las regiones se Intentos de
manda, aunque protesta. ejerce desde el construcción de una
mande mal”. congreso con quien ciudadanía activa por
El Estado es un botín o se debe negociar: esto algunos movimientos
No hay conciencia una “torta” que se implica apoyo sociales (campesino,
de derechos ni de reparte entre los electoral, apoyo a sindical y de
ciudadanía. miembros de la red proyectos, a cambio derechos humanos)
clientelar. Se gobierna de puestos y
para la clientela. burocracia.
Coerción Pacto Hobbesiano: La policía y el ejército No hay un monopolio No hay confianza en

20
Nombre con el que se conoce a bandas de corte paramilitar, de tinte conservador, durante la violencia de los años 50.
53
los actores ceden su al servicio de estos efectivo de la fuerza, las instituciones de la
poder al más fuerte. poderes locales. más allá de lo fuerza pública.
En zonas de En muchos casos nominal.
colonización un pueden contar con Prima el criterio del
grupo armado ilegal gente armada a su orden y la seguridad,
“garantiza” servicio. sobre la defensa y
seguridad. garantía de los
derechos.
Conflictos Se resuelven en la El Estado a nivel local El ejercicio de la No existe una
lógica del más no logra ser un justicia, el recaudo conciencia general de
fuerte. legítimo componedor o fiscal son ciudadanía desde los
Por lo tanto, el regulador. Se acude al formalidades que se derechos. A pesar de
patrón impone su patrón o al grupo desarrollan en el los esfuerzos de
voluntad. armado que tenga el centro, pero que formación y
poder efectivo en la tienen poca movilización en este
región. incidencia en las sentido.
regiones.
Relaciones El patrón, la élite El Estado local, al estar El nivel de regulación El Estado es leído
Económica del pueblo o de la en manos de la misma económica del Estado como un perturbador
s región controlan los red clientelar, no tutela colombiano ha sido de la actividad
mercados, los los derechos de la mínimo. Su económica privada.
precios, la población, por el capacidad fiscal Además por los altos
comercialización de contrario favorece los también. Las élites niveles de corrupción
los productos. intereses de la élite y han funcionado con no existe una
La gente debe reprime cualquier un alto grado de conciencia ciudadana
amoldarse a estas intento de protesta. autonomía y en para su
circunstancias, algunos casos han fortalecimiento.
cualquier intento de Para sancionar los suplido al mismo La lógica es la de
autonomía es movimientos hacia la Estado (como la evadir al máximo el
“penalizado” de autonomía y el Federación de fisco y buscar un
forma violenta. desarrollo de la gente Cafeteros en las enriquecimiento
se suelen utilizar, zonas productoras de rápido.
también, mecanismos Café hasta los años
de fuerza de carácter 70).
privado.

Es este contexto estructural el que enmarca la formación, mantenimiento y agudización del


conflicto armado colombiano, con sus altibajos. De tal manera que se perpetúa, siendo uno de
los conflictos armados más antiguos del mundo.

2.1.2. La violencia de los años 50 (La Violencia):

En primer lugar, la violencia de los años 50 puede describirse realmente como una guerra civil,
por la alta implicación de la población. Porque las élites que la promovieron involucraron de
plano a todas las bases de los partidos, porque se desarrolló en vastos territorios del país. Sin
embargo, la explicación de la polarización política de los partidos en la lógica amigo / enemigo
no explica, por sí sola, la realidad de esta violencia (Pécaut, 2003).

Estaban en juego otros factores. Molano (1998), Ortiz (2001), Rizo (2002), González y cols
(2002), entre otros, identifican que la lucha por la tierra es un factor central en el desarrollo de
esta violencia. En efecto, los gobiernos liberales que se desarrollaron entre 1930 y 1946
intentaron traer una modernización al país que posibilitó el desarrollo de los sindicatos, alentó
las luchas campesinas y se intentó desarrollar una reforma agraria a través de la ley de tierras.
Algunas de estas reformas promovidas por el Estado central, entraron en pugna con los
intereses regionales, especialmente los ligados a la tierra, más cercanos al partido conservador.
Este conflicto, articulado a la oposición absoluta en los discursos de los dos partidos y
avivados por el clima político, que se empezó a desarrollar en 1946 por parte del líder del
Partido Liberal Jorge Eliécer Gaitán y el conservador Laureano Gómez (Pécaut, 2003) llevaron

54
a un clima de polarización tal, que la violencia empezó a desarrollarse entre 1946 y 1948.
Insuasty (2010) presenta las cifras de muertos por la violencia entre 1947 y 1950: 16,968 para
1947; 43.557 para 1948; 18.519 para 1949 y 50.253 para 1950. En total 126.297 víctimas
fatales en estos años, lo que indica cifras escandalosas para una población como la colombiana
que estaba cercana a los 15 millones de habitantes.

De todas formas las luchas por la tierra databan de los años 20 y 30. Este conflicto llevaba casi
siempre implicada una reivindicación de los campesinos por el acceso a la tierra, por una
comercialización más justa de sus productos y por el mejoramiento de sus condiciones de vida.
Es precisamente en este marco donde se ubica la denominada masacre de las bananeras en
1928, donde la fuerza pública asesinó a más de 1.500 personas campesinas que trabajaban en
grandes extensiones de tierra, y que reclamaban mejores condiciones laborales frente a la
United Fruit Company, propietaria de las mismas. Este hecho se ha convertido en un signo
incontrovertible de la manera como las diferentes instituciones del Estado en general y de las
Fuerzas Armadas en particular han actuado, de forma más o menos sistemática, para defender
los intereses privados (políticos o económicos), y no como garantes de los derechos
ciudadanos (Ortiz, 2001).

Además de esto, se fue desarrollando la ampliación de las grandes propiedades y la expulsión


del campesino minifundista, en un proceso en contravía a la ley de tierras promulgada por el
gobierno nacional de Alfonso López Pumarejo (1934 – 1938). Esta violencia silenciosa llevó a
muchos campesinos a comenzar a desplazarse hacia zonas y territorios que no tenían “dueño”
ni ocupación (González y cols, 2003; Molano, 1998). Fenómeno que se hizo dramático
durante la Violencia de los años 50.

Así pues, en este marco, el 9 de abril de 1948 es asesinado Jorge Eliécer Gaitán y se abre una
era conocida como la Violencia; que marcó el curso del país y que al no poderse cerrar de
manera efectiva sigue teniendo efectos en la confrontación actual, tanto por la memoria mítica
que se ha construido a su alrededor, como lo afirma Pécaut (2003); como también porque los
conflictos que no se resolvieron allí pasaron de manera similar o transformada al conflicto
armado actual que se empezó a gestar en los años 60, como lo afirman, por ejemplo, Rizo
(2002) y Molano (1998).

Es importante anotar, además, que el asesinato de Gaitán, cumplió un papel en lo real y lo


simbólico: el cierre de posibilidades de transformaciones sociales y estructurales que requerían
las mayorías en el país, la involución de reformas que se habían alcanzado y el afianzamiento
del poder, tanto de las élites regionales, como de élites nacionales, ligadas en mayor medida al
partido conservador, en relación con la posesión de la tierra y el control social y político en lo
local. Lo cierto es que la violencia de los años 50 fue utilizada por las élites tradicionales para
fortalecer y ampliar el latifundio. Pero también como una forma de expulsión de los
campesinos del campo a la ciudad, con lo cual se tuvo una corriente de gente disponible como
mano de obra barata para la incipiente industria nacional (Cfr. Insausty, 2010).

Ahora bien, esta lógica se va configurando con una necesidad de ampliación de la frontera
agrícola y de la tierra productiva. Aquí se inserta la otra dinámica estructural necesaria para la
comprensión del conflicto armado actual. Muchos campesinos iban abriendo territorio
agrícola, al margen de este sistema y por fuera del control del terrateniente. En muchos casos
la “necesidad” del terrateniente de ampliar sus terrenos para sus herederos le llevaban a invadir
territorios y esquilmar a los campesinos. Así pues, el sistema de exclusión creado por las élites
en las zonas integradas al centro del país, tiene un juego dialéctico permanente, en el que
campesinos y otros excluidos se movilizan hacia zonas de “frontera” interna, generando un
“sistema de colonización” permanente, a donde la gente pretende escapar del control de las
élites, pero donde termina reproduciendo el modelo de exclusiones que se desarrollaba en el
centro (Palacios, 2003).
55
“Pájaros” y “chulavitas”, entre otros, fueron los ejércitos utilizados por los terratenientes para
expulsar a los campesinos, especialmente los de partido contrario o los que no se ajustaban al
régimen tradicional. Estos campesinos a su vez se fueron ubicando en zonas marginales, de
colonización. Se convertían en fundadores de un territorio. Estos territorios, donde llegaban
campesinos que huían de diferentes escenarios de la geografía nacional, al margen del Estado y
las instituciones, fueron generando formas de relación, tramitación de conflictos, impartición
de justicia que tenían similitudes estructurales con las otras regiones más integradas: imperaba
la lógica hobbesiana del más fuerte, las pocas funciones del Estado eran asumidas por quienes
habían llegado primero o por quienes tenían mayor poder, expresado en tierras y poder
adquisitivo, no había estructuras de justicia.

Se fueron configurando nuevas élites que reproducían los modelos de las élites tradicionales
que sustentaban su poder por la fuerza y por el ejercicio de una violencia privada (González, y
Cols, 2002). Pero en la mayoría de las ocasiones estos grupos campesinos ya venían
organizados y contaban con fuerzas de autodefensa campesina (las guerrillas de los años 50, la
mayoría de adscripción liberal). En estos casos, fueron estas guerrillas las que asumieron el
papel de proto-estado y las que tuvieron el papel de regulación de la vida social.

En el proceso de integración de estas regiones y ante la demanda de los campesinos de


atención por parte del Estado central, éste se empieza a hacer presente. Se conforman
municipios, se da una incipiente salud y educación, se constituyen puestos de policía y se
constituyen las instituciones primarias de la vida municipal. Pero nuevamente estas estructuras
estatales se yuxtaponen de manera formal a la dinámica particular de estas regiones, donde a
partir de los años 60 las guerrillas, especialmente las FARC van a constituirse en los legítimos
reguladores sociales frente a la población. Así pues las guerrillas comienzan a asumir el papel
del “Patrón” tradicional, mueven los hilos de lo político, lo económico y lo social, se
“apropian” del Estado local y desde allí construyen bases para su acción social y política
(González y Cols, 2002)21.

“Los mismos campesinos que sufren la violencia ejercida por gamonales, fonderos y jefes
políticos, continúan a pesar de todo, interiorizando una relación de dependencia frente a éstos.
No solamente porque se conservan fieles a la tradición partidista con todo lo que esto implica,
sino también porque se mantiene dentro de las relaciones de dominación pre-existentes… Es
allí donde se insertan las guerrillas.” (Pécaut, 2003, p.43)

Así pues, la violencia encarnizada, cargada de rituales de muerte y tortura, de desplazamiento


de familias enteras, marcada por el signo del horror y el terror generó una movilización de
población sin precedentes en la vida del país: del campo a la ciudad y del campo a nuevas
zonas de colonización. Según Molano (1988), las guerrillas introdujeron un orden y una
organización en medio de ese caos hobbesiano.

En síntesis, los años 50 fueron testigos de una sangrienta violencia que confrontó a liberales y
conservadores, proceso que surgió después del asesinato del líder populista liberal Jorge
Eliécer Gaitán en 1948. Ahora bien, este proceso de violencia se saldó en 1957 con la creación
del Frente Nacional, alianza entre ambos partidos tradicionales para repartirse el poder hasta
1974, excluyendo del escenario político a otros movimientos sociales y políticos, a
campesinos y bases sociales que habían combatido por uno y otro partido, que en muchos
casos entraron a engrosar los cinturones de miseria en las grandes ciudades y que en otros
huyeron hacia regiones marginales, de difícil acceso y que bajo la tutela de guerrillas
constituyeron nuevos escenarios y territorios.

21
En el capítulo 11, la historia de D (cfr. 11.3) presenta de manera clara y significativa este fenómeno en el cual las
guerrillas actúan como Protoestado en territorios aislados o no controlados por los poderes centrales.
56
Otros actores políticos, a su vez, como el partico comunista y otros movimientos populistas o
de izquierda, vieron cerradas las puertas de acceso al poder para desarrollar reformas
importantes en materia económica, campesina, social, urbana y política. Las élites nuevamente
se repartieron “la torta” del poder y mantuvieron la dualidad de sistemas: el democrático
formal y el ejercicio del poder tradicional.

Así pues, la paz firmada, sin memoria, sin responsables, fundamentada en la amnistía, la
carencia de revisión histórica y reflexión social y política, constituyó el Frente Nacional. Este
hecho estuvo en la base de la conformación de las diferentes guerrillas: FARC en 1964, ELN
en 1966 y EPL, en 1967. En 1974 nacería el M-19, enarbolando las banderas de la Alianza
Nacional Popular, partido que se había configurado como contrapropuesta al bipartidismo
tradicional y que perdió las elecciones de forma fraudulenta en el año de 1970 (Programa por
la Paz, 2003).

2.1.3. Las Fases del conflicto armado:

Hasta mediados de los años 70 las guerrillas no tienen un poder real y efectivo de intimidación
del Estado. Pero su acción se limita a sostener esta base social, que en las FARC estuvo
marcada totalmente por su base campesina. Y aunque el ELN y el EPL surgieron como una
propuesta de acción más radical y en confrontación más abierta con el Estado para acceder a l
poder por la vía de la revolución, las condiciones objetivas del país no eran propicias para un
respaldo popular masivo a sus propuestas, lo que llevó también a su inserción en zonas
campesinas marginales y a un accionar limitado.

Por esta razón Marco Palacios (2003) intenta ubicar unas fases de desarrollo del conflicto
armado en Colombia que permitan sostener la línea de continuidad entre la violencia de los
años 50 con el conflicto armado actual, pero también, en la línea de Pécaut (2001) poder
evidenciar las discontinuidades y diferencias entre uno y otro conflicto.

Una primera fase la ubica este autor entre 1946 y 1953, que correspondería propiamente a la
época de la Violencia. Pécaut (2003) afirma que esta fase se debería extender hasta 1957
cuando se constituye el Frente Nacional y Molano (1988) defiende la tesis que se debe ir,
incluso hasta 1964 año de nacimiento de las FARC. Pero el análisis de Palacios (2003) intenta
romper con la visión mítica de la Violencia como única matriz explicativa y trascendente de
todo lo que sucede en Colombia, mostrando diferencias y similitudes. Así pues, esta etapa es
definida propiamente como la guerra civil entre liberales y conservadores, marcada por la
lógica polarizada de amigo / enemigo que había permeado las relaciones entre ambos partidos
durante la primera mitad del siglo XX, y que a su vez, articuló una “reorganización” en la
propiedad de la tierra. Esta guerra, según Palacios (2003) dejó un saldo aproximado de
159.000 víctimas mortales 22 hasta 1953 y un número no cuantificado de desplazados.

Una segunda fase entre 1954 y 1964 donde la violencia partidista se reduce
significativamente. El general Rojas Pinilla toma el poder entre 1953 y 1957 y, a través de
acuerdos y amnistías, logra la desmovilización de los ejércitos armados por uno y otro bando,
especialmente de las guerrillas liberales. Según el autor, prima la anarquía en los campos, y la
violencia rural está más marcada por el conflicto de tierras. Algunas guerrillas liberales no
desmovilizadas se quedan en el campo y se organizan junto a autodefensas campesinas para
evitar la expropiación de sus tierras; de parte del Estado se empiezan a desarrollar operaciones
contrainsurgentes. Palacios informa que en este período se pueden contabilizar
aproximadamente 35.000 muertos. En este proceso se dio el Frente Nacional, que según
Springer (2005) “pese a ser un intento de resolución a la violencia de la época, se configuró de
manera tal que propugnaba un sistema inequitativo tradicionalista, que negaba otro tipo de

22
Molano en su periodización hasta 1964, habla de 196.603 víctimas mortales.
57
posiciones y partidos políticos, y a su vez, expresaba una crisis gubernamental y del sistema
democrático” (p. 28).

2.1.3.1. Fase de la lucha guerrillera contra el Estado:

Palacios la ubica entre 1964 y finales de la década de los 80. Reconoce el surgimiento de las
FARC en tres fuentes: los resquicios de las guerrillas liberales, las autodefensas campesinas y
el Partido Comunista. Este período se inauguraría con el bombardeo a Marquetalia por parte
del Gobierno de Guillermo León Valencia en 1964, que daría origen al bloque Sur, que en
1966 pasaría a llamarse: Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que en 1982
agregó Ejército del Pueblo (EP).

El ELN 23 surgió entre 1964 y 1966 a partir de grupos de estudiantes de izquierda que tuvieron
una profunda relación con la revolución cubana y que tenían una ideología foquista y
guevarista, donde la consigna era la lucha guerrillera apoyada por las masas para la toma del
poder. Sin embargo, su inserción real en el conflicto se dio en zonas rurales del Magdalena
Medio Santandereano y luego en el antioqueño. En el año 1973 esta guerrilla fue
prácticamente aniquilada por el ejército, en la operación Anorí. Sin embargo, algunos de sus
comandantes, que sobrevivieron, lograron reconstituir el grupo, que se empezó a ubicar en
zonas cercanas a la producción petrolífera.

El EPL24 surge en 1967, de manera similar, con una ideología maoísta y tuvo su nicho de
inserción en las regiones de Córdoba y Urabá. Finalmente el M-19 nace en otro contexto,
como una forma de réplica de sectores populistas y de izquierda al fraude electoral de 1970 por
parte del frente nacional y se ubica como una guerrilla urbana que realiza acciones
espectaculares tipo comando, pero que cuenta con muy pocos efectivos, sin embargo, su lógica
era la de llevar el conflicto de la periferia al centro del país.

Hasta 1975 “las guerrillas colombianas, como sus homólogas en otros países, no significan una
amenaza para el régimen; disponen ciertamente de bases de apoyo en algunas franjas del
campesinado que les confiere una cierta originalidad” (Pécaut, 2003, p. 45); pero su
radicalidad proviene mucho más de la ideología y las utopías de sus ideólogos, que de un
movimiento social fortalecido para la lucha armada. La base social real de todos estos grupos
es débil, salvo la simpatía nacional que despierta el M-19 por sus acciones, tipo Robin Hood,
con el fin de ganar apoyo popular 25.

Entre 1975 y 1990 se empezó a desarrollar el viaje de la guerrilla de la periferia al centro, en el


movimiento centrípeto referenciado anteriormente. El informe de desarrollo humano para
Colombia (PNUD, 2003) afirma que una motivación estructural para realizar este viro fue la
frustración del movimiento campesino por la imposibilidad de lograr la reforma agraria en el
año 1972, lo cual le dio un piso y un soporte a la lucha guerrillera en algunas áreas campesinas.
Y la forma de hacerlo según González y cols (2002) es a través de un movimiento desde las
zonas tradicionales de frontera agrícola, hacia nuevas zonas de expansión económica, tanto
nuevas regiones que generaron nuevas riquezas (Urabá con la industria bananera y maderera,
Arauca y Norte de Santader con la producción petrolera, zonas de producción aurífera, etc.),
como zonas tradicionales de producción de riqueza (Zonas Ganaderas en Córdoba, la costa
Atlántica y el Magdalena Medio; zona cafetera y región petrolera del Magdalena Medio).

23
Ejército de Liberación Nacional.
24
Ejército Popular de Liberación
25
Movimiento 19 de abril. En conmemoración a la fecha del Fraude Electoral que, según este grupo cerró los espacios
para una transformación democrática de las estructuras. Sus acciones, tales como el robo de carros de leche o
supermercados, cuyos “botines” eran repartidos en los barrios populares les implicó una simpatía por diferentes sectores
sociales.
58
Este movimiento para acceder a centros de producción económica les permite ganar un
protagonismo importante, pero a su vez les hace perder base social que tengan una condición
militante. La búsqueda de la riqueza, tanto para expoliar a los “oligarcas” y terratenientes,
como para fortalecer su potencial militar, lleva a las guerrillas a un viaje sin regreso en el que
la dinámica estructural dará paso a la estratégica, en términos militares, inicialmente, para
convertirse en un fin en sí misma, en un círculo vicioso: donde se busca la riqueza para
fortalecer los aparatos militares, pero estos a su vez se convierten en un fin en sí mismo,
perdiendo norte ideológico, y al final utilizar la riqueza para auto perpetuarse como actor
armado y político (González y Cols, 2002); de tal manera que esta dinámica económica se
convierte también en un fin, en sí misma. Sin embargo esto no sucederá hasta la cuarta fase.

Ahora bien, esta dinámica de la guerrilla de movilizarse hacia el centro desde la periferia,
genera el movimiento inverso por parte de las élites, que a su vez están en la base del
surgimiento del fenómeno paramilitar, que según el PNUD (2003) hunde sus raíces en las
bandas de pájaros y chulavitas de los años 50 26. La inserción guerrillera en zonas de riqueza
ganadera, petrolera y agroindustrial en el Magdalena Medio, que ponían en riesgo la
dominación de las élites económicas y políticas, el afán de estas élites por recuperar espacios
perdidos ante movimientos cívicos y partidos de izquierda, la necesidad de los agroindustriales
de mantener sus márgenes de rentabilidad frente a las demandas laborales de los sindicatos del
campo; el cansancio del pago del impuesto del Gramaje por parte de los narcotraficantes a las
guerrillas y los comienzos de la industria del secuestro, además de la necesidad de consolidar
dominios territoriales y ampliarlos; lleva a que a finales de los 70 y principios de los 80 se
constituya una alianza de intereses entre élites políticas locales tradicionales, hacendados,
(ganaderos, agroindustriales y terratenientes en general), narcotraficantes (que habían
adquirido vastos territorios en zonas ricas del país) y algunas esferas e instancias del Estado
central, principalmente las Fuerzas Armadas en sus niveles regionales y locales. Alianza que
está a la base del proyecto y el ejército paramilitar (Romero, 2005).

Esta experiencia en el Magdalena Medio, entre los municipios de Puerto Berrío, Puerto Boyacá
y La Dorada, resultó macabramente exitosa, dentro de sus propósitos y logró un repliegue de
las FARC en esta región, pero al costo de una guerra de terror que implicó la muerte, la tortura,
el desplazamiento y la victimización de miles de personas. Se desarrolló en un marco
ideológico dentro de los dispositivos de guerra contrainsurgente, siguiendo los manuales
norteamericanos y desarrollados por la Contra Nicaragüense, los Escuadrones de la muerte en
El Salvador, la UNITA en Angola y los Muyahidines en Afganistán (Pizarro, 1998), permitió
que esta alianza se fuera expandiendo a otras regiones del país, con características y conflictos

26
Hay que anotar que ya en 1965 hay un decreto del gobierno nacional (artículo 33 del decreto 3398) de 1965 que
habilitaba a las Fuerzas Armadas para entrenar a grupos de seguridad privada en las zonas de grandes extensiones de
tierra en manos de élites del campo. La ideología que lo inspiraba, basada en los manuales de doctrina de la seguridad
nacional, hablaban de las patrullas de autodefensa campesina, que eran más, una forma de legalización de formas de
seguridad privada y la legalización de ejércitos privados con los que habían contado los patrones y caciques desde el
pasado, tal como se enuncia en torno a la Violencia con los Pájaros y Chulavitas. Además, durante el gobierno de Carlos
Lleras Restrepo, en el año de 1967 esta norma toma cariz de ley, con la ley 48 de 1968. Así pues, el paramilitarismo en
Colombia fue legal hasta el año 1989, cuando el gobierno de Virgilio Barco Vargas lo tipificó como delito con los
decretos 813, 814, 1194, de 1989; puesto que al irse demostrando los vínculos de estos grupos con narcotraficantes
vinculados al cartel de Medellín (especialmente Gonzalo Rodríguez Gacha) y con esmeralderos del occidente de Boyacá,
liderados por Víctor Carranza, habrían perdido el control por parte de las élites tradicionales, en la región del Magdalena
Medio que fue donde se llevó a cabo de forma sistemática y eficaz este experimento. Más adelante en 1994, al final del
gobierno de César Gaviria Trujillo, se vuelven a legalizar estas formas de seguridad privada, que han generado grupos
paramilitares, con el decreto 356 de 1994, dándole la forma de cooperativas de seguridad privada “convivir”, que
contaron con el apoyo, promoción y defensa del entonces gobernador de Antioquia, Álvaro Uribe Vélez, que consideraba
este mecanismo como el más útil para vencer a la “subversión”, dándoles vía libre y multiplicándolas a lo largo y ancho
del departamento bajo su mando. Nuevamente, en 1997, bajo el gobierno de Ernesto Samper Pizano, la corte
constitucional declaró inconstitucional el decreto 356 de 1994, y ante la evidente acción de barbarie, crímenes de lesa
humanidad cometidos por los grupos paramilitares, al amparo de la forma legal de las CONVIVIR, de nuevo esta forma
de seguridad y justicia privada y ejercicio de la fuerza irregular, se ilegaliza y se hace imposible ocultar sus altos nivele s
de criminalidad. Aún así, Álvaro Uribe Vélez siguió defendiendo las CONVIVIR hasta que finalizara su mandato en el
departamento de Antioquia el 31 de diciembre de 1997.
59
similares: Córdoba y Urabá, la Costa Atlántica (Sábanas de Sucre, Magdalena, Bolívar,
Atlántico y César), Bajo Cauca, Sur de Bolívar y resto del Magdalena Medio); y finalmente en
zonas más tradicionales como Oriente y Suroeste Antioqueño, Eje Cafetero y Valle del Cauca.

La lógica estuvo marcada por la misma dinámica: se adelantaron operativos de represión


contra la población civil en una lógica de horror y terror que minó por completo no sólo los
apoyos reales o imaginarios a las guerrillas, sino cualquier otro tipo de expresión y
manifestación de protesta social; rompiendo el tejido social y sembrando de dolor y sangre el
suelo nacional.

2.1.3.2. Cuarta Fase: Finales de la Década de los 80 – 2002

Está marcada por varios hechos significativos (Palacios, 2003; González, et. al. 2003):

 Escalamiento del conflicto armado en Colombia. La guerra se empieza a movilizar de la


periferia al centro.
 Caída del muro de Berlín, derrumbamiento del bloque soviético y con ello pérdida de
respaldos políticos y económicos de carácter internacional para las guerrillas que deben
aumentar sus niveles de financiación interna.
 Comienza a fortalecerse la industria del secuestro y la extorsión por parte de las guerrillas.
Que si bien ya se desarrollaban en la fase anterior, se convierten en un medio lucrativo de
financiación, más que en arma política.
 Se presenta la eliminación de la Unión Patriótica (UP), partido político que pretendía
generar transformaciones al conflicto armado a través de la participación política y
electoral, y que surgió de las experiencias de diálogos de paz entre el gobierno de Belisario
Betancur y la guerrilla de las FARC, en 1984. Por tanto, se da un endurecimiento de las
FARC, donde comienza a dominar el ala militarista.
 Consolidación y extensión del proyecto paramilitar que llevó al nacimiento de las AUC 27.
La experiencia del Magdalena Medio es llevada a finales de los 80 a Córdoba y Urabá,
donde logran un control absoluto en 1996, y extenderse al resto de la Costa Atlántica,;
Chocó y a todo el departamento de Antioquia entre 1995 y 1997.Esto conlleva una mayor
intensidad del conflicto entre 1996 y 2002, tanto por el número de víctimas, desplazados y
nivel de degradación y ruptura del tejido social, como por el crecimiento y el control de los
municipios y subregiones por parte de estos grupos. Luego se extendieron al Valle y
Tolima o Cundinamarca entre 1997 y 1999. Además de su exportación y/o surgimiento de
otros grupos en la zona de los Llanos Orientales (Meta, Casanare y Arauca) durante el
mismo período, constituyendo un modelo de organización que mantenía poderes locales y
regionales, pero que tenía incidencia nacional por un proceso de federalización, a través de
un mando central.
 Introducción del narcotráfico en la dinámica de los diferentes actores armados. Las FARC,
que anteriormente sólo cobraban el impuesto del Gramaje a los narcotraficantes, empiezan
a regular el negocio en todas sus instancias. Dentro de los grupos paramilitares, el
narcotráfico se convierte en su mayor fuente de financiación y los narcotraficantes
comienzan a tener un papel más relevante que las mismas élites tradicionales en el mando
de este proyecto político militar.
 Finalmente, todo este proceso fue generando un crecimiento exponencial de los actores
armados, tanto de las guerrillas como los paramilitares: las FARC llegan a 16.500
combatientes, el ELN a 4.000 y las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) a 12.000.
2.1.3.3. La expansión de los principales grupos armados ilegales:

27
Autodefensas Unidas de Colombia
60
En este punto se hace necesario abordar dos temas: el proceso de expansión de las FARC, el
proceso posterior de las otras guerrillas, y un “excurso” para discutir las diferentes versiones
explicativas en torno al fenómeno paramilitar.

Las FARC, que habían nacido como autodefensa campesina, dentro de su proyecto de
expansión, realizaron su VII conferencia en el año 1982 cuando se autodenominaron Ejército
del Pueblo. Allí tomaron la decisión de combinar todas las formas de lucha para acceder al
poder. En este contexto entraron a la negociación con el presidente Belisario Betancur, con
quien firman una tregua en 1984 y acceden a una desmovilización parcial de efectivos, dentro
de los cuales están cuadros políticos, que en alianza con el partido comunista y otras
agrupaciones de izquierda fundan la Unión Patriótica (UP) (Vásquez, 2003).

Este partido político participó en las elecciones de 1986, las primeras en las que se realizó
elección popular de Alcaldes y gobernadores, y acceden a una votación significativa que les
permitió acceder a algunas alcaldías, concejales, diputados y congresistas. Además de una
votación histórica por el candidato a la presidencia por esta colectividad, Jaime Pardo Leal
(Vásquez, 2003). Ahora bien, este proyecto político fue exterminado entre el año 86 y el año
93 por parte del paramilitarismo, la extrema derecha política, sectores de las fuerzas armadas,
en un crimen de Estado que se ha tipificado como genocidio político (Reiniciar, 2007).

Este hecho, unido a las dificultades y continuas violaciones de la tregua entre gobierno y
grupos insurgentes, llevaron a que la guerrilla de las FARC, se radicalizara y empezara
predominar su ala militar, preocupándose además por crecer militarmente para acceder al
poder por esta vía, al considerar que la vía política estaba cerrada. El paso de los 80 a los 90
llevó a ese crecimiento exponencial de las FARC, marcado por la novedosa inserción en el
negocio del narcotráfico que ofrece los recursos necesarios para crecer.

De tal manera que se logra una “combinación exitosa de una ideología marxista leninista, en lo
político; con las reivindicaciones rurales y campesinas que se articulaban desde los años 40, en
lo social y subjetivo; y por último, en lo económico, con su capacidad de inserción, en una
inesperada flexibilidad del discurso político, en las economías de la coca y amapola”
(González, Bolívar y Vásquez, 2002, p. 52).

Por su parte el ELN, en los años 80 logra una inserción en las economías ligadas al petróleo, de
donde extrae las finanzas, por la vía del secuestro y la extorsión, para fortalecerse y lograr un
crecimiento que en 1998 les permitía contar con 4.000 personas armadas. Ahora bien, por
realizar su inserción en zonas de economía legal, de carácter extractivo, que tocaban intereses
nacionales e internacionales de gran envergadura, este grupo armado ha sido fuertemente
golpeado por el proyecto paramilitar que defiende este tipo de intereses.

Del otro lado, está la expansión del proyecto paramilitar. Para poder entender más a fondo el
conflicto colombiano es importante acercarse a algunas posiciones teóricas que intentan
descifrar este fenómeno en Colombia. La primera de ellas es la que lo define como la
expresión más evidente del terrorismo de Estado en Colombia y la práctica de la guerra sucia.
Si bien esto es cierto, una explicación que se decante solamente por esta figura, pierde de vista
muchas de las complejidades que tiene este fenómeno, que hace que tenga tantas dificultades
en ser superado.

Como se ha expresado anteriormente, en el nacimiento de este fenómeno estuvo una estrategia


militar vinculada a la doctrina de seguridad nacional. Fue un fenómeno legal, bajo la tutela de
los militares (González y cols, 2002), con el apoyo de los Estados Unidos en el marco de la
doctrina de seguridad nacional. Pero también, como ya se expresó, incluso en sus orígenes y
en la misma estructura sociopolítica del país, más que una acción del Estado Central, este
fenómeno intentó “regularizar” prácticas anteriores de las élites regionales, desde una
61
normativa del Estado que permitiera algún nivel de control de parte de las Fuerzas Armadas y
el gobierno nacional. Sin embargo, como otras prácticas en Colombia, las normas centrales, se
quedan en el nivel formal y no permean las prácticas en el poder local y regional, que es el
poder de facto, por lo que este fenómeno fue tomando su propia dinámica, al margen de la
regulación del Estado.

Por eso a finales de los años 70 y principios de los años 80, la boyante clase de nuevos ricos
que aparece en el escenario nacional y regional, que se suma a las élites económicas y empieza
a hacer esfuerzos por sumarse a las élites políticas, es decir, los narcotraficantes, comienzan a
ser actores de primer nivel dentro del fenómeno. Esto es lo que les da una fuerza significativa
y un gran poder militar en el Magdalena Medio a comienzos de los 80, siempre en connivencia
con la Fuerza Pública. Es importante aclarar que en ese momento aún este fenómeno está
protegido por la ley.

En 1984 con el asesinato del, entonces, ministro de justicia, Rodrigo Lara Bonilla, por parte del
Cartel de Medellín, y ante los crímenes sistemáticos que se venían cometiendo en la región del
Magdalena Medio, se empieza a identificar la relación entre los denominados “grupos de
autodefensa”, con ejércitos privados del narcotráfico y sale a la luz pública el paramilitarismo
como un actor ofensivo en el marco del conflicto armado colombiano. Comienza entonces una
lucha política de parte de las diferentes organizaciones democráticas y de derechos humanos,
incluyendo sectores progresistas y demócratas del gobierno nacional, del Congreso de la
República, por la ilegalización de los grupos de autodefensa y por la tipificación del delito de
paramilitarismo (Romero, 2005).

Esto se logra en 1989. En un momento donde estos grupos, tanto por su carácter regional,
como por insertarse dentro de la lógica “autonómica y autártica” de las regiones, como por su
vinculación y financiación con dineros del narcotráfico, van tomando su propio destino y
comienzan a expandirse, sin que su ilegalización y tipificación como delito, afecte su
andamiaje (Romero, 2005). Entre otras cosas, porque muchos sectores de la fuerza pública
siguen considerándolos aliados estratégicos dentro de la lucha contrainsurgente. Hay vínculos
entre oficiales y estos grupos que datan de años anteriores y de procesos anteriores, que no se
rompen con la ilegalización. Simplemente estos grupos pasan a un nivel de clandestinidad.

Esto no implica que desaparezca el terrorismo de Estado, puesto que la estrategia se sigue
utilizando, y es claro que algunas acciones paramilitares como las de Pueblo Bello, la Rochela
y otras grandes masacres a finales de los 80 y principios de los 90, o el genocidio de los
militantes de la UP, se siguió realizando con la complacencia de sectores militares y civiles del
Estado. Pero también es cierto, que el problema se empieza a complejizar por la evolución del
fenómeno.

En síntesis: desde sus comienzos, aún al amparo de la legislación, los grupos de justicia
privada, autodefensa o paramilitares, funcionaban de facto, por fuera del control estatal. Y si
bien, para la Fuerza Pública fue una estrategia funcional, muy temprano, desde 1989, esta
práctica es ilegalizada y deja de ser política de Estado, por lo menos en el discurso oficial;
aunque hasta el día de hoy se sigan evidenciando vínculos, niveles mayores o menores de
connivencia entre fuerza pública, élites regionales, políticos y niveles de Estado, especialmente
en las regiones. Realidad que ha sido desenmascarada con toda la investigación que realizó la
Corporación Nuevo Arco Iris (2007) en torno al fenómeno de la parapolítica, del cual se
hablará más adelante.

El problema, al igual que otros problemas de la vida nacional, en lo económico, lo político y lo


social, es que las élites regionales siguieron apelando a este sistema de “justicia, fuerza,
defensa o ataque”, de privatizar la coerción y el poder estatal en lo local, con lo cual el

62
fenómeno se enmarca mucho más en un proceso social e histórico de larga data, en la
dominación de unas élites sobre las mayorías (González y Cols, 2002).

Aún cuando hayan y aún existan sectores en el Estado, en la Fuerza Pública, en la clase
dirigente nacional que no solamente cuestionen este procedimiento, sino que además lo han
combatido y perseguido en diversos momentos de la historia reciente del país, el proceso de
facto ha implicado un crecimiento y extensión del fenómeno y una complicidad, amparo,
tutelaje de parte de las élites regionales, en connivencia con la Fuerza Pública en muchas
regiones del país, que le ha creado un nicho para su expansión (PNUD, 2003).

2.1.3.4. ¿Es el paramilitarismo el tercer actor armado del conflicto colombiano?

La segunda tesis, que se esgrime en el escenario académico y político, es la del paramilitarismo


como un tercer actor armado en el conflicto. Donde se intenta mostrar que el conflicto armado
es un asunto de actores armados ilegales, en una lucha por el control de economías legales e
ilegales, ligadas a bonanzas productivas del petróleo, el oro, el banano, la palma aceitera, o el
narcotráfico; en la cual el Estado es una víctima que no tiene ningún poder y que, por lo tanto,
la ausencia de Estado y la falta de un monopolio de la fuerza por parte de éste, estarían en la
base del conflicto armado. Esta tesis, que es también parcialmente cierta en el sentido de
ausencia del Estado protector, es más lo que deja sin explicar y lo que logra encubrir, que lo
que permite aclarar.Así que el Estado Central, democrático y formal, en Colombia ha sido muy
débil. Pero no sobra decir, que esta situación no deja de ser funcional y útil para el ejercicio
del poder de facto por parte de las élites.

Tanto el sistema de dominación por intermediación de los caciques y gamonales, como el


sistema constituido en los diferentes procesos de colonización interna han mostrado que el
poder efectivo no se ejerce en el centro, sino en las regiones, puesto que además allí en ambos
espacios se han insertado los diferentes grupos armados: las guerrillas en su nicho de las zonas
de colonización, y los paramilitares en las zonas más integradas a los centros económicos y
políticos y en zonas de gran riqueza bajo control de élites, nuevas o antiguas, que se hacen con
el control de su producción y comercialización. La yuxtaposición de la ley, la constitución y
las normas formales, sobre una “ley” del monte en las regiones, un poder de facto en las
localidades, confirmado por poderes armados, permitiría afirmar que en realidad el Estado
Colombiano ha sido un Estado débil o un Estado fallido, no logrado aún (González et. al.,
2002).

Así pues, la tensión centro periferia en el nivel político se ha resuelto por una transacción que
hace que el poder del Estado central siempre esté frenado por las regiones, pero a su vez, las
regiones son las que articulan el poder real del Estado central, en un “empate”, muy
conveniente por lo demás, como se afirmaba más arriba, entre élites que necesitan un Estado
débil, para ejercer un poder fuerte y autoritario en las regiones, lo cual incluye para-ejércitos
(PNUD, 2003) que puedan hacer el “trabajo”, que las Fuerzas Armadas, reguladas por la
constitución y las leyes, no pueden realizar para “limpiar” los territorios de “sujetos
indeseables”; es decir, de cualquier acción individual o colectiva que se oponga a los poderes
de facto, sin que siquiera tengan un vínculo con la insurgencia.

Resta decir, que la tesis del Estado débil o fallido, y el paramilitarismo como un tercero en
discordia, teniendo fundamentos y premisas reales, lleva a conclusiones erróneas. Puesto que
sirve para ocultar las relaciones sociales, políticas y económicas que se dan en la realidad y que
implican exclusión, opresión, explotación y expropiación de grandes masas de población en el
país durante varias décadas (Romero et als., 2007).

63
Así que ni terrorismo de Estado28, ni tercero en discordia donde el Estado es víctima. Puesto
que en uno y otro nivel el Estado también es un actor dentro del conflicto armado y ha sido
utilizado por las élites regionales para mantener privilegios y controles, sin por ello impedir
que haya un funcionamiento formal de la democracia y las leyes. Por tanto, como lo afirman
González y cols (2002): “el fenómeno paramilitar es un proyecto político, social y económico
con alcances nacionales y diversidades regionales… fundado sobre irregularidades del Estado
con una modalidad de dominación regional por medio del gamonalismo armado. Se propone
suplir las funciones estatales, apuntalar el orden social –tradicional- amenazado y actuar de
forma paralela a las instituciones vigentes contra quienes las atacan, así sea infringiendo la
propia legalidad que dicen defender” (p. 60).

Un paso más: en la alianza con los narcotraficantes desde los 80, estos últimos, por la bonanza
del negocio y por la cantidad de dinero que les permitía fortalecer sus ejércitos privados,
fueron teniendo un lugar central dentro del desarrollo del paramilitarismo. Lo cual no se vivió
sin conflicto, lo que implicó las guerras internas dentro del mismo proyecto paramilitar, como
la vivida en Antioquia entre el Bloque Metro al mando de Rodrigo Franco, alias doble Cero, y
el Bloque Cacique Nutibara al mando de Diego Fernando Murillo, alias don Berna. El primero
decía defender los “ideales puros” de la contrainsurgencia paramilitar, el segundo, ligado a la
evolución del narcotráfico después de la muerte de Pablo Escobar. Este conflicto,
emblemático, porque hubo otros en otras regiones 29, implicó el control del proyecto paramilitar
por parte de los comandantes militares y los ligados al narcotráfico, y un sometimiento en el
poder de la clase política y las élites tradicionales, que tuvieron que someterse a los dictámenes
del aparato armado, puesto que habían perdido el control del mismo en el lapso entre 1998 y
2002.

Este proceso se concretó en el pacto de Santa Fe de Ralito, departamento de Córdoba, firmado


en 2001, entre paramilitares y políticos de varias zonas de la Costa Atlántica, donde unos y
otros se comprometían a “refundar” la nueva Colombia, de acuerdo con sus propósitos y su
modelo de desarrollo (Romero et als, 2007). En este pacto, que incluye un proyecto
contrainsurgente, un proceso de acceder al poder central, de afianzar el poder regional en lo
político, lo económico y lo militar, ha sido una de las pruebas centrales de la complicidad de
amplios sectores del Estado y de la oligarquía colombiana dentro de la creación y
fortalecimiento del proyecto paramilitar. Pero también da cuenta de cómo el poder alcanzado
por los comandantes militares, ponen en entredicho los poderes tradicionales de las élites, que
fueron las creadoras y generadoras de estos ejércitos, que se salieron de sus manos, por el
poder alcanzado en el plano militar, afianzado a su vez, por los dineros obtenidos vía
narcotráfico.

Este pacto se concretó en el proceso electoral de 2002, donde el aparato armado del proyecto,
ejerció un control absoluto en las elecciones, distribuyendo “distritos electorales” entre los
diferentes políticos de los diferentes partidos cercanos al proyecto; negando la posibilidad de la
campaña a políticos que no estaban vinculados al mismo y logrando una fuerza electoral que
les dio un poder incomparable. En ese año, el comandante paramilitar Salvatore Mancuso 30,
declaró ante diferentes medios de comunicación, que el proyecto paramilitar contaba con el

28
Es claro que en Colombia las lecturas de los procesos del conflicto y especialmente de la situación de las víctimas
dentro del marco definitorio de Terrorismo de Estado se quedan cortas, aunque tienen un nivel de asidero en la realidad.
Pero no pueden utilizarse los códigos de lectura desarrollados para entender este fenómeno en las dictaduras de los 70 en
el cono Sur. Tampoco cabe aquí una lectura de confrontación entre una insurgencia con altos niveles de legitimidad
popular, que encarnó los valores de un movimiento social nacional fortalecido, que fue brutalmente reprimido, por ese
terrorismo de Estado con el método de la guerra sucia, como en Centroamérica; que, aunque tiene algunos elementos
comunes es también insuficiente. Ni aún en los años 70 la guerrilla colombiana logró contar con un respaldo de masas y
una base social altamente significativa, entre otras cosas por las huellas dejadas por la violencia de los 50 en la población.
Por tanto, esta lectura también puede quedarse corta.
29
Como el conflicto en los Llanos Orientales entre el bloque comandado por Alias Martín Llanos y el Bloque centauros
comandado por Miguel Arroyave, a la postre asesinado por su segundo al mando: alias “Cuchillo”.
30
Para entonces era el segundo al mando de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC.
64
35% del Congreso Nacional. Cifra que resultó casi exacta, cuando se destapó el proceso de la
parapolítica31, en el cual han sido acusados 83 congresistas (Corporación Nuevo Arco Iris,
2009), entre 242, de tener vínculos directos con los grupos paramilitares y haber tenido una
alianza con ellos para triunfar en las elecciones del 2002, lo que luego se repetiría en el 2006.

De acuerdo con la investigación de la Corporación Nuevo Arco Iris (2007) este proceso
permitió que en cerca de 300 municipios del país se dieran votaciones atípicas que llevaron al
parlamento (senado y cámara de representantes) a políticos vinculados al proyecto paramilitar.
Pero además, al estudiar las elecciones presidenciales para 2002, se detectó que esta votación
atípica implicó el millón de votos, de más, que Álvaro Uribe necesitó para ganar las elecciones
presidenciales en la primera vuelta en ese año. Si bien, 33 congresistas están en la cárcel por
estas irregularidades (Corporación Nuevo Arco Iris, 2009), aún no se abre una investigación
sobre las elecciones presidenciales de ese año.

2.1.3.5. La hipótesis “estratégica” de Collier, aplicada al conflicto colombiano:

Desde los años 80 hasta la actualidad, el conflicto armado colombiano no ha dejado de tener un
sustrato en el tema de la tierra. Este sustrato, unido al problema de lo sociopolítico en la
configuración del Estado nación son elementos estructurales para entenderlo. Pero, también y
tal como se ha venido enunciando hasta ahora, éstos no son los únicos factores para que se siga
prolongando. También se debe tener en cuenta la explicación estratégica (Collier, Hoeffler y
Söderbom, 2001), es decir la explicación centrada en los intereses económicos de los actores
armados y su inserción dentro de las dinámicas de generación de riqueza en el país, que han
hecho de la violencia, no un medio para conseguir objetivos políticos, sino también
económicos, con lo cual la violencia, al final, termina siendo un fin en sí misma, porque se
busca el poder económico para seguir manteniendo poder armado.

Ahora bien, manteniendo estas dos dinámicas, el conflicto sigue implicando la expulsión de
campesinos de sus tierras y la consiguiente concentración de la misma 32, especialmente de las
más aptas para la agricultura y la ganadería en manos de élites tradicionales y nuevas élites que
se han forjado al amparo del narcotráfico y el proyecto paramilitar. En los años 80 esto

31
La parapolítica es el nombre que se le ha dado al proceso de investigación judicial que viene realizando la Corte
Suprema de Justicia en contra de congresistas a los que se les ha demostrado un vínculo con el paramilitarismo y que
utilizaron ese vínculo para llegar al parlamento y reforzar sus poderes políticos y regionales. En términos de la prueba
judicial, no es fácil determinar qué fue primero, “si el huevo o la gallina”; es decir, si los políticos constituyeron los
grupos paramilitares o si éstos actores armados ejercieron un poder sobre las regiones coartando a los políticos; aunque
ambas premisas son verdaderas, porque si bien es cierto que primero las alianzas anteriormente mencionadas entre élites
regionales, narcotraficantes, militares dieron origen a los grupos paramilitares, también es cierto que el poder de los
narcotraficantes y del ala militar del mismo grupo, pusieron en entredicho el poder de éstas élites, hacia el año 2002. En
la resolución de este conflicto interno dentro del proyecto paramilitar tendrá un papel fundamental el gobierno de Álvaro
Uribe Vélez como se mostrará más adelante. Ahora bien, en términos judiciales era mucho más claro identificar las
votaciones atípicas, configurar la prueba y con ello evidenciar ante el país esta relación. Aunque la identificación de la
autoría intelectual de la creación de estos grupos y de sus crímenes será mucho más difícil de ser probada, se espera que
en una futura comisión de la verdad y ante la justicia, se puedan esclarecer más adelante este tipo de responsabilidades
frente a los crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad y violaciones del DIH y los DDHH por parte de los
paramilitares en Colombia.
32
Uprimmy (2009) presenta las cifras de esta expropiación y concentración de la tierra: En Colombia desde 1990 se han
robado, tras el velo del conflicto armado, cerca de 5.5 millones de héctareas. Esto supone el 11% de las tierras
cultivables del país. Es decir, de cada 10 hectáreas de tierra cultivable en Colombia, 1 es robada. Citando a CODHES
Uprimmy afirma que en Colombia hay 4.5 millones de desplazados entre 1985 y 2008, de los cuales 380.000 se
produjeron en este último año, aunque el gobierno afirma que no hay conflicto armado y que los grupos paramilitares se
han desmontado. En 1984 el 0.5% de los propietarios poseía el 33% de la superficie agraria, mientras un 85% de éstos
tenía sólo el 15% de la tierra. En 2003, esta cifra era del 63% de tierra para el 0.5% de propietarios, con tendencia a
subir, teniendo en cuenta que bajo el gobierno Uribe se han desplazado cerca de 1.500.000 personas, según CODHES; y
sólo un 9% en manos del 85% de los propietarios. Por esta razón Colombia tiene uno de los índices GINI más altos en el
tema de distribución de tierras: que lo ubica como uno de los más desiguales del mundo y el segundo de América Latina,
por debajo de Perú y por encima incluso de Brasil, con un 0,66, pero según datos de los años 90 (Fuente: FAO). Es muy
probable que después de la contrarreforma agraria ejecutada por el paramilitarismo y el desplazamiento forzado de
millones de personas, estos datos se hayan superado con creces.
65
implicó que una buena parte de los campesinos emigrara hacia regiones selváticas, y en pleno
auge cocalero, puesto que, con la fumigación de cultivos en Perú y Bolivia, por parte de la
DEA, la siembra de la coca se trasladó a Colombia, y el tema de la colonización, tradicional en
la historia del país, se ligó ahora a la ilegalidad de la coca. Es en este espacio donde se
insertaron las FARC para crecer en los 90. Y con ello el problema agrario estructural, se liga
con la dinámica económica de inserción en el mercado global, que sustenta la hipótesis
explicativa desde lo estratégico. De allí la complejidad del conflicto.

Por tanto, según González et. al. (2002) el problema no está solamente en la precaria
redistribución de la tierra, ni en que en Colombia no haya existido reforma agraria, ni
solamente por la expulsión de campesinos hacia zonas de colonización, sino también en que en
las zonas de frontera se dieron los mismos vicios de las zonas integradas, esta vez articuladas
por las guerrillas, quienes no lograron promover las demandas de la población, embebidas en
sus objetivos políticos y militares. Todo esto generó mayor desarrollo “inequitativo”, mayor
exclusión y desigualdad que incrementó, paradójicamente, la percepción de la vía armada
como solución.

Así pues, “el conflicto armado colombiano ha sido la expresión de la disputa económica,
social, política de dos modelos de desarrollo rural, contradictorios y mutuamente excluyentes,
resultado de la alianza de intereses entre actores sociales rurales y actores armados y de la
interacción entre causas estructurales de la violencia y acciones colectivas violentas de carácter
estratégico que se refuerzan mutuamente… La no resolución del problema agrario en
Colombia, tanto por parte del Estado como de la sociedad, ha posibilitado que haya conexión
entre bases sociales campesinas y actores armados” (González et. al., 2002, p. 43).

Esto ha implicado que la violencia se constituya en un referente normal y “naturalizado” para


la resolución del conflicto. Así pues, la ley real de las regiones, sobre la que se desea
yuxtaponer la ley formal democrática, es la ley del monte, la ley del más fuerte. Es la ley
aceptada por una buena base de la población colombiana, que tiene una raigambre que toca la
cultura (expresada en canciones, pinturas, relatos épicos, etc.) que sustentan esta vía, incluso
como único medio de ascenso personal. Por lo tanto toca lo ético y las bases sobre las cuales
se fundamentan las relaciones sociales en la cotidianidad, de tal manera que como lo afirma
Martín-Baró (1990) la violencia se generaliza, se normaliza, se militariza la mente y la vida
cotidiana y se acepta como normal la eliminación del otro, del adversario; lo cual se transfiere
a otro tipo de conflictos.

Así por la vía de la violencia social, el conflicto llega a las ciudades donde se entrecruzan las
motivaciones políticas con las económicas, la lucha armada con la delincuencia, los conflictos
de convivencia con los conflictos armados, la ideología política, con la única idea de sobrevivir
en la cotidianidad a cualquier precio; la búsqueda del lucro personal con la necesidad de salir
de la pobreza. Y de nuevo estas lógicas propias de la ciudad vuelven a las regiones, en una
espiral que va degradando cada vez más el conflicto y lo lleva a un nivel de complejidad
semejante al que se aborda por los teóricos de las nuevas guerras (Kaldor, 2001, 2005;
Duffield, 2004; Münkler, 2003, entre otros).

Para corroborar esta afirmación baste decir lo siguiente: en 1985 los homicidios causados por
la violencia política correspondían a sólo el 7.5% del total (Comisión de Estudios Sobre la
violencia, 2007). Jorge Mejía (2009), en un artículo en El Espectador, afirma que sólo el 13%
de los crímenes cometidos en Colombia es producto de la violencia entre actores armados, el
resto corresponde a la violencia social y cotidiana. Y en los años 90, cuando el conflicto
armado arreciaba, la proporción era del 20% aproximadamente (CINEP, 2000). Así pues, en
Colombia, además del conflicto armado, el problema de la violencia debe ser abordado de una
manera compleja, que vaya más allá de explicaciones simplistas que permitan también
soluciones complejas.
66
2.1.4. Breve Referencia a los intentos de procesos de paz:

Según el PNUD (2003), González et. al. (2002), García Durán (2006), Pécaut (2003) y otros
autores, Colombia ha oscilado de manera altamente emotiva entre dos tipos de opciones
simplistas para intentar solucionar el conflicto armado. La búsqueda de la “anhelada paz” o la
guerra total. De forma eufórica se expresa el deseo de paz y se moviliza la población en su
búsqueda. Pero esta movilización nunca se ha transformado en acciones políticas de largo
plazo y compromisos concretos que compelan a los gobiernos y a los grupos armados para
generar una negociación real y un acuerdo posible. Por lo tanto, estas negociaciones que han
solido tener poco respaldo de las élites regionales, tienden a chocarse con este poder de facto y
con la variabilidad de la opinión pública frente al tema. Por lo tanto, luego de cada negociación
fallida, el país opta por las campanas de la guerra y el ciclo vuelve a comenzar.

Como se ha dicho anteriormente, en el año de 1982 el gobierno del presidente conservador


Belisario Betancur inició un proceso de negociación con los grupos guerrilleros, en el cual
participaron el M-19, las FARC y el EPL, el ELN se marginó. Dentro de los acuerdos de paz,
se dio una desmovilización parcial de las FARC, quienes en alianza con el partido comunista y
otros sectores de izquierda crearon el partido político “Unión Patriótica” (UP) que participó en
las elecciones de 1986 con una altísima votación para la izquierda y que ganó varias alcaldías y
tuvo concejales y diputados elegidos por primera vez para un grupo de izquierda en Colombia.
Sin embargo, después de esta experiencia, entre 1986 y 1993 este grupo político fue
prácticamente exterminado, muriendo varios miles de militantes, según la Corporación
Reiniciar (Reiniciar, 2009).

El proceso de paz de Belisario Betancur, resultó fallido. En primer lugar ni las fuerzas
militares, ni la derecha política, ni las élites económicas respaldaron a Bentancur en el proceso,
de allí que el M-19 alegando la ruptura de la tregua por parte de las Fuerzas Militares, reinició
operaciones ofensivas y en noviembre de 1985 se toma el Palacio de Justicia, hecho que marca
la vida del país: en el proceso de negociación los militares asumen el control de facto, pasan
por encima del presidente de la República, y en la retoma arrasan con toda la gente,
guerrilleros y civiles, magistrados y gente común. Hasta hoy y a pesar de una comisión de la
verdad sobre los hechos, los crímenes cometidos allí siguen en la impunidad, sólo se ha
condenado al comandante en terreno del operativo: coronel Alfonso Plazas Vega.

Pero de otro lado, tanto las FARC como el EPL y el M-19 habían aprovechado la tregua para
reclutar nuevos efectivos. Mientras las fuerzas militares mantuvieron operativos contra las
guerrillas. Todo eso degeneró en una escalada del conflicto y en la unidad de los cuatro grupos
guerrilleros en lo que se llamó “Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar”. Este hecho le dio al
conflicto armado un realce mayor y lo puso en el centro de la problemática nacional. Sin
embargo, la caída del muro de Berlín, el fin de la Unión Soviética, los cambios políticos
internacionales, el movimiento ciudadano que originó la asamblea constituyente de 1991 y la
pérdida de apoyos económicos y políticos internacionales de parte del bloque soviético, rompió
esta unidad y llevó al M-19 y al EPL a una negociación política con el gobierno de los
presidentes Virgilio Barco (M-19 en 1990) y César Gaviria (EPL en 1991) que los llevó a
participar en el proceso de la Asamblea Nacional Constituyente que generó la actual
constitución del país en 1991.

Fue un momento de euforia nacional, en torno a la paz, el péndulo osciló hacia este lado
nuevamente. El movimiento que generó la Asamblea Nacional Constituyente partió de una
iniciativa ciudadana y estudiantil para cambiar la constitución y adaptarla a las necesidades de
la sociedad. En efecto se logró un texto con un marco de garantía de derechos, participación
ciudadana y controles a los poderes, que fue muy importante en términos de la construcción de
un Estado democrático. Sin embargo, los continuos gobiernos que le han sucedido y en
particular el gobierno de Uribe, se han empeñado en llevar hacia atrás algunas de las reformas
67
más importantes en relación con el control político, la garantía de derechos y el contrapeso de
poderes frente al ejecutivo, especialmente en el proceso fraudulento 33 que llevó a cambiar la
constitución y lograr la reelección presidencial.

En este marco de una nueva constitución y de una opinión pública favorable a la paz, se inició
con las FARC y el ELN, quienes intentaron una negociación conjunta, en un nuevo proceso en
Caracas y Tlaxcala (México) entre 1991 y 1992, para llegar a un acuerdo con el gobierno de
César Gaviria; negociación que se vio frustrada por la toma del ejército colombiano de “Casa
Verde” centro operativo del secretariado de las FARC, lo cual lanzó a esta guerrilla en una
dinámica bélica, que junto con el exterminio de la unión patriótica les minó la confianza en la
posibilidad de una salida negociada al conflicto armado colombiano y la radicalizó,
predominando en sus dinámicas la línea militarista, hasta la actualidad, a pesar del intento de
negociación con el gobierno de Andrés Pastrana entre los años 1998 y 2002 (García Durán,
2001).

En 1997 se desarrolló una movilización ciudadana sin precedentes, donde cerca de 10.000.000
de personas se manifestaron con el voto ciudadano por la paz. Esto dio origen al mandato
ciudadano por la paz, que fue recogido por las banderas del entonces candidato Andrés
Pastrana Arango, a la postre presidente de la república. Esto permitió que el candidato se
reuniera con la comandancia de las FARC y que lanzara una propuesta de un proceso de
negociación con este grupo armado. Negociación que se desarrolló en el marco de la guerra,
con una zona de despeje en 5 municipios del país y que tuvo varios inconvenientes:

1. Nunca se pasó a una negociación sustantiva, siempre se limitó a la forma, a acuerdos sobre
el uso de la zona desmilitarizada (González et. al., 2002).
2. El gobierno no contaba con el apoyo de las élites para una negociación sustantiva en
términos de reforma política, reforma agraria, reformas económicas. El establecimiento y
las élites esperaban una rápida desmovilización de las guerrillas.
3. Ambas partes se empeñaron en mostrar su fortaleza militar para ganar ventajas en la mesa
de negociación, lo que a la postre llevó al desgaste del proceso. En efecto las FARC
realizaron operaciones militares de alta envergadura durante el año 1999, y el gobierno
contó con el apoyo de los Estados Unidos, a través del denominado Plan Colombia, que
permitió la modernización y el crecimiento de las Fuerzas Militares.
4. La zona despejada se convirtió en un lugar donde las FARC desarrollaron múltiples
actividades de tipo militar y también delincuencial: zona para esconder secuestrados,
realización de actividades ligadas al narcotráfico, etc.
5. Durante ese periodo de gobierno el control del paramilitarismo, que era uno de los
requisitos que ponían las FARC para entrar a la negociación sustantiva, no se dio.

Finalmente la negociación se rompió y se llegó a la siguiente fase: el ascenso mediático del


discurso de Álvaro Uribe Vélez, apoyado por las élites regionales tradicionales, por las élites
económicas, por los paramilitares, por los militares, por la derecha política (partido
conservador y neoliberales), por un buen segmento de la opinión pública y con un apoyo
incondicional de los medios de comunicación masiva. Esta dinámica lo llevó al poder en 2002
y le permitió sostenerse en el poder por dos períodos presidenciales, manteniendo por un ciclo
más amplio el respaldo, en la opinión pública 34, a la opción armada. Este fenómeno puede

33
En este momento tanto los congresistas que participaron en el cohecho (ya condenados: Teodolindo Avendaño y Yidis
Medina), como ministros del gabinete del expresidente Uribe (llamados a Juicio por la Corte Suprema de Justicia: Diego
Palacios, ministro de Protección Social y Sabas Pretelt de la Vega, ministro del Interior) han sido investigados y
judicializados por la acción delictiva que condujo a la reelección del presidente Uribe.
34
Una opinión pública que como se vio en el cuadro de análisis estructural de la relación de poderes, no tiene una
formación y una conciencia ciudadana, ni en las formas de participación pública ni en el marco de la construcción de una
subjetividad de derechos. Por tanto, está a merced de la información sesgada y manipulada que ofrecen los medios de
comunicación, que hacen parte de conglomerados económicos de las élites tradicionales, tanto a nivel nacional, como a
nivel regional.
68
explicarse por varias razones: la manipulación en la información por parte de los medios de
comunicación, los éxitos reales y aparentes en la lucha contra la guerrilla, la percepción de
seguridad representada en el poder movilizarse por el país, algo que la guerrilla había logrado
bloquear; y unas prácticas sociales y políticas que encajan perfectamente en las relaciones
tradicionales de patronazgo, que hacen sentir al presidente como el “patrón” que es cercano y
se “preocupa” por todo lo que sucede en su “hacienda”.

Hay que tener en cuenta que en ninguno de estos escenarios de negociación, ni tampoco en el
que desarrollará Uribe con los paramilitares, el tema de las víctimas fue sustancial. Nunca se
consideraron sus derechos, nunca se les llamó para escuchar sus voces. Siempre han sido
consideradas como “daño colateral” del conflicto, el “producto” de la guerra. Quizás porque
nadie quiere asumir la responsabilidad concreta de lo que la violencia ha ido dejando a lo largo
de tantos años. Y sin embargo, ¿Cómo hablar de paz y reconciliación sin asumir estas
responsabilidades y sin tener en cuenta a las víctimas?

2.1.5. El gobierno de Álvaro Uribe Vélez y su sucesor Juan Manuel Santos:

Uribe Vélez llega al poder con la consigna de eliminar a las FARC. Dentro de las promesas de
gobierno y en sus discursos iniciales como presidente le puso un plazo de dos años a la derrota
de la guerrilla. Cumplió 8 en el poder, abandonó la presidencia el 7 de agosto de 2010, y
aunque el presidente Juan Manuel Santos asumió las banderas de la política de “seguridad
democrática”, y a pesar de la muerte de 4 de los miembros del secretariado de las FARC en
operativos militares, el conflicto armado sigue vivo y esta guerrilla sigue teniendo poder
militar considerable.

Cuando Uribe sube al poder en 2002, implementa lo que denomina la política de “seguridad
democrática”, que recoge los fundamentos de la doctrina de seguridad nacional dentro de una
lucha contrainsurgente (Springer, 2005). Niega cualquier tipo de acercamiento de la sociedad
civil a los actores armados para realizar acuerdos humanitarios, ofrece a las FARC negociación
para desmovilizarse o guerra total. Y empieza todo un proceso de propaganda, en el marco de
la denominada guerra psicológica (Martín-Baró, 1990) que buscaba crear una corriente de
opinión y en la práctica una línea de apoyo que pusiera a la población civil como colaboradora
de las fuerzas estatales.

En esta línea se entienden los llamados a conformar una red de un millón de informantes,
construir la imagen de los soldados como héroes de la patria, el plan “Vive Colombia viaja por
ella”, para recuperar la movilidad por las carreteras; el programa de reinserción y la
propaganda dirigida a los combatientes de la guerrilla para dejar las filas y desmoralizar al
enemigo, ofrecer recompensas por información que condujera a la captura de los comandantes
de las guerrillas y corrupción de mandos medios de unas guerrillas, ya de por sí, atravesadas
por la corrupción de los dineros del narcotráfico que han llevado a deserciones, delaciones,
asesinato de uno de los líderes del secretariado de las FARC o incluso crear el ambiente
propicio para la promocionada operación Jaque, que permitió la liberación de 14 secuestrados.

Además de ello se fue construyendo la imagen de enemigo único y absoluto, cuya eliminación
traería al país la paz, la prosperidad, “la confianza inversionista” 35. De tal manera que se
buscaba “ganar la mente y el corazón” de la población civil (Martín-Baró, 1990) como
estrategia fundamental; identificando como único problema del país al grupo guerrillero, y
aplazando las transformaciones sociales y políticas para después de la derrota de este enemigo.
Aún hoy, durante el gobierno de Juan Manuel Santos, este discurso sigue siendo rentable,
máxime cuando en 2008 se logró abatir a dos comandantes del secretariado de las FARC (Raúl

35
Esta es una expresión frecuente del presidente Álvaro Uribe, quien afirma que con la seguridad, habrá confianza para
que la inversión extranjera llegue a Colombia a “generar empleo” y “traer desarrollo” al país.
69
Reyes e Iván Ríos), murió su líder (Manuel Marulanda Vélez, alias “Tirofijo”) y cayeron
comandantes guerrilleros de amplia trayectoria, en 2010 cayó otro de los líderes históricos de
esta guerrilla (Alias, el mono Jojoy) y en 2012 fue muerto en combate el máximo dirigente de
las FARC, que sobrevivió a los anteriores líderes, el comandante Alfonso Cano. El discurso
que se empezó a acuñar por parte del gobierno y que se sigue esgrimiendo era que había
comenzado “el fin del fin de las FARC”.

Sin embargo, CINEP (2008) y otras organizaciones sociales han demostrado ante la opinión
pública que estas afirmaciones son inexactas, que la derrota de las guerrillas está aún lejana y
que el problema de crisis humanitaria, aún se mantiene, así el gobierno de Álvaro Uribe haya
intentado cambiar, nombrando las cosas de otra manera, las realidades que tercamente siguen
existiendo. Así pues, en un análisis que se ubica desde los años 80 hasta el año 2007, Mauricio
García Durán (2008) ubica una serie de hechos que generaban disonancia en el discurso de ese
gobierno en particular. Veamos:

1. El nivel de acciones bélicas que se vivía en los 90 era aproximadamente de 500 por año,
éstas comienzan a subir hacia el año 96 llegando a su tope en 2002. Para luego tener un
descenso y mantenerse en el nivel de comienzos de los años 90. Lo mismo sucede con las
violaciones a los derechos humanos y de violaciones al DIH, registradas en el banco de
datos de CINEP (2007). Sin embargo, el gobierno Uribe se empeñaba en decir que en
Colombia no había conflicto armado, sino una “amenaza terrorista” frente a la cual toda la
sociedad debe unirse para luchar.
2. El número de desplazados durante el gobierno de Uribe fue cercana a los 2.5 millones de
personas (CODHES, 2011). Según esta misma ONG, en el 2008 hubo 380.000
desplazados (Uprimmy, 2009), uno de los años de mayor desplazamiento en Colombia, aún
cuando se aseguraba haber desmantelado los grupos paramilitares. Pero según el gobierno
son migrantes y no desplazados, Aún así la oficina de acción social reconoce que en
Colombia hay 3.875.987 desplazados.
3. El nivel de desestructuración del tejido social y la ruptura de redes sociales de construcción
de paz y derechos humanos se rompieron con mayor asiduidad durante el gobierno Uribe,
más que en otros momentos del conflicto armado; entre otras cosas porque se deslegetimó
la labor de organizaciones de la sociedad civil con acusaciones de enemigos del Estado o
sustentadores de la guerrilla y a través de la creación de ONG paralelas ligadas a los
paramilitares y a la clase política tradicional, que han entrado a competir por los recursos
estatales y de cooperación internacional,desde una lógica asistencialista que ha favorecido
la ruptura de las redes sociales de base. Además de esto, se mantuvo la persecución
sindical, lo que le costó a ese gobierno el cierre de puertas para la aprobación del TLC por
el congreso demócrata de los Estados Unidos. Tratado que fue aprobado posteriormente
bajo el gobierno de Juan Manuel Santos, que llegó al poder con las banderas de Uribe, pero
que ha matizado su discurso en temas como los derechos humanos, el conflicto armado y la
apertura de la atención del Estado a las víctimas.
4. Finalmente, la Comisión Colombiana de juristas (2006) reportó 2.750 homicidios por parte
de los grupos paramilitares entre diciembre de 2002, luego de que se anunciara el proceso
de negociación con el gobierno, hasta diciembre de 2005; y aunque 2005 y 2006 muestran
un descenso de sus acciones, 2007 muestra un leve ascenso y en el 2008 se da un
incremento significativo de las acciones paramilitares en todo el país (CINEP, 2008). Al
punto que se habla actualmente de una tercera generación paramilitar que tiene diversos
ejércitos, que el Estado llama de forma eufemística “BACRIM” (Bandas criminales), pero
que en muchos casos siguen articulando poderes locales y regionales de élites tradicionales
y nuevas élites ligadas al narcotráfico. Sin embargo, el discurso del gobierno anterior y del
actual, se empeñan en afirmar que en Colombia se ha acabado con el paramilitarismo.
5. Torres (2009) afirma que según CINEP se han documentado 646 casos de ejecuciones
extrajudiciales por parte de las Fuerzas Militares, en todo el país, mientras el

70
MOVICE36habla de más de 2.000 casos de este tipo de violación de los Derechos
Humanos. El gobierno habla de “falsos positivos” 37 y de unas cuantas manzanas podridas,
cuando los hechos se han documentado a lo largo y ancho del territorio nacional, lo que
indica una política general.
6. Finalmente se crearon otros “falsos positivos”: atentados terroristas que se le atribuyeron a
las guerrillas y que se comprobó y denunció que fueron “creados” por las Fuerzas Armadas
para mantener un clima de terror que permitiera mantener la estrategia. Aunque esto ha
sido denunciado, al final todo queda cubierto por un manto de olvido.

De esta manera se intenta mostrar que la resolución del conflicto por la vía simplista de la
guerra abierta tampoco ha encontrado su final y que se hace necesario encontrar otros caminos
para acceder a una paz estable y duradera. Ahora bien, el gobierno de Uribe, se empeñó en
mostrar su “generosidad” a la hora de negociar con grupos armados, enarbolando el proceso
sostenido con los grupos paramilitares, federados en las AUC.

2.1.5.1. Negociación política con los grupos paramilitares:

En el año 2002 el gobierno del presidente Álvaro Uribe inició un proceso de negociación con
los grupos paramilitares que implicó su “presunta” desmovilización escalonada entre
noviembre de 2003 y marzo de 2006. Esta negociación, que según analistas ha sido más un
proceso de reingeniería paramilitar (Giraldo, 2009) ha permitido la consolidación social,
económica y política del proyecto paramilitar en las diferentes regiones del país, incluyendo la
región sobre la cual se realiza esta investigación, el Oriente Antioqueño, que ha implicado la
apropiación de las instituciones locales (políticas, económicas y sociales) en las diferentes
regiones por parte de este proyecto y la reafirmación de un modelo de Estado autoritario,
centrado en una democracia formal clientelista y apoyada por aparatos armados paralelos y un
modelo mafioso de la gestión pública.

De acuerdo con las cifras de la oficina del Alto Comisionado para la Paz, se desmovilizaron
31.000 paramilitares (Sánchez, Tejada, Téllez y Villa, 2007). Lo cual parece extraño, porque a
comienzos de la negociación y según las cifras dadas por los mismos paramilitares y que son
recogidas en esta investigación sobre la expansión paramilitar, la cifra de combatientes estaba
alrededor de los 12 o 13 mil. Sin embargo, gobierno y AUC afirmaron que se trataba de los
civiles y milicianos que respaldaban la organización. Lo cierto es que las cifras se inflaron y a
última hora, antes de las desmovilizaciones, los paramilitares en varias regiones del país,
reclutaron a miles de jóvenes con la propuesta de ganarse un “sueldo” si se iban a “parar” allí.
Son muchas las fuentes periodísticas, sociales (ONG) y académicas que han dado cuenta de
este hecho, sin embargo, en la región del Oriente Antioqueño y en la ciudad de Medellín,
donde desde el Programa por la Paz realizábamos un trabajo permanente, se pudieron constatar
algunos hechos como estos. Algunas de estas desmovilizaciones, como la del Bloque Cacique
Nutibara en la ciudad de Medellín, están siendo investigadas por la fiscalía, puesto que se ha
denunciado su falsedad.

De todas maneras, se ha verificado además, desde diferentes estudios, que no se dio un


desarme total de los grupos paramilitares (Romero, 2007). Los analistas especializados hablan
de un 20%, aproximadamente, de combatientes que quedaron como retaguardia armada, como
mecanismo de presión al gobierno para fortalecer su posición en la negociación, pero también
para mantener el control social y político en las zonas controladas, en mayor o menor medida

36
Movimiento Nacional de Víctimas de Estado.
37
Este es un nombre eufemístico que se le daba a las ejecuciones extrajudiciales en la jerga militar. Resulta que la
política del gobierno de Uribe se centró en medir el éxito militar a través del número de bajas. Y los soldados y oficiales
fueron premiados con recompensas, vacaciones, ascensos y otras prebendas cuando reportaban un cierto número de bajas
(positivos). Esto estimuló en la tropa la conducta de matar campesinos y jóvenes, camuflarlos de guerrilleros y luego
reportarlos como bajas en combate, de allí el nombre de falsos positivos.
71
por estos grupos. Este grupo ha sido la base para la configuración de las llamadas, por el
Estado, “bandas criminales” (BACRIM), paramilitares de tercera generación, que mantienen
control sobre rutas de narcotráfico, median las relaciones sociales, políticas y económicas en
algunas regiones (Costa Atlántica, Urabá, Magdalena Medio, Antioquia, Llanos Orientales,
entre otras), aliados, en muchos casos, con élites económicas o políticas de estas regiones.

En la actualidad se presenta un fenómeno de dispersión en términos de los grupos y sus


nombres (águilas negras, rastrojos, paisas, urabeños, etc.), pero mantienen dinámicas
estructurales similares. Por lo tanto, la retaguardia que nunca se desmovilizó ha actuado entre
2005 y 2011 de forma clandestina, y ha aparecido de forma pública con múltiples nombres,
como los citados anteriormente, con el ingrediente del rearme de muchos desmovilizados, que
siempre fueron ejército de reserva o que en algunos casos son reclutados de forma forzada,
puesto que se cuenta con toda la información sobre sus lugares de vivienda, sus familias, lo
que los hace vulnerables a los requerimientos de jefes y estructuras de rearme. En diferentes
informes la MAPP OEA38 (2009), afirma que por lo menos 7.000 combatientes de las AUC no
están participando en programas de reinserción, y en reiteradas ocasiones el jefe paramilitar
Salvatore Mancuso, antes de ser extraditado, por diferentes medios de comunicación afirmó
que podía haber 5.000 hombres en armas.

Es decir, se desmontaron estructuras militares y se le quitó poder paulatino a los grandes


comandantes. En un proceso, que estos mismos, luego de su extradición en el año 2008, han
leído como una traición de parte del gobierno Uribe, que no les permitió mantener los poderes
alcanzados. Los comandantes paramilitares al sentirse traicionados por el establecimiento
político que les prometía “impunidad total” empezaron, en el marco de las versiones libres
consideradas en la ley de justicia y paz (Ley 975 de 2005), a realizar confesiones sobre los
vínculos de la clase política y empresarial con sus estructuras, poniendo en riesgo incluso la
estabilidad y la popularidad del gobierno de Uribe. Con lo que la solución del gobierno fue la
extradición a los Estados Unidos de los comandantes para mantener el velo del silencio, la no
verdad y la no justicia, es decir la impunidad. De todas formas es necesario afirmar que esta
ley es incompleta, porque más allá de un tratamiento nominal de las víctimas, las ha dejado, en
términos reales, casi por fuera de los procesos, como espectadoras y con muy poco margen de
acción (Celis, 2009).

La ausencia de los comandantes generó una serie de luchas y disputas internas en estos
ejércitos, puesto que los subalternos han heredado el poder económico y político que dejaron
los grandes jefes, con lo que se ha generado un aumento de la violencia ligada al conflicto
interno a partir del año 2009. Uno de los principales conflictos de este orden fue el que se dio
entre 2009 y 2011 en la ciudad de Medellín entre alias “Sebastián” y alias “Valenciano” por el
control militar de la ciudad, de forma paralela al control del estado local.

De otro lado, en un análisis más allá de los datos estadísticos, se puede afirmar que se ha
reforzado el sistema tradicional de poder basado en el clientelismo armado regional, el
gamonalismo, la defensa de las grandes extensiones de tierra y el mantenimiento de los
privilegios a las élites regionales y nacionales. Es claro que la legitimidad y la alta popularidad
que registró el presidente Uribe, tiene que ver con este hecho: su gobierno central logró
recoger con claridad las aspiraciones de las élites regionales, respetando sus feudos,
fortaleciendo sus redes clientelares, desarrollando la estrategia antisubversiva y finalmente
desmontando las estructuras del paramilitarismo que se habían salido de su cauce (Corporación
Arco Iris, 2009).

Es importante anotar que parte del buen funcionamiento de esta estrategia estriba en el nivel de
“legitimación” que ha alcanzado esta forma de “justicia y seguridad privada” en varias
38
Oficina de la Organización de Estados Americanos que ha estado a cargo del seguimiento y monitoreo del proceso de
desmovilización de los grupos paramilitares.
72
regiones del país (Costa Atlántica, Antioquia, Eje Cafetero, Tolima, Valle del Cauca,
Magdalena Medio, Urabá, entre otras). De allí que los reportes de su presencia o no desmonte
no son un problema para muchos sectores de la población, que los prefieren activos, con el
bajo perfil que han asumido, pero controlando la seguridad. Las administraciones municipales,
en muchas regiones, incluyendo el Oriente Antioqueño y sur de Córdoba, se ubican dentro de
este esquema y no le prestan mayor atención a los hechos violentos que protagonizan, porque
al final se justifica como una “acción de seguridad”; mientras las cifras no sean escandalosas.
Además se entroncan dentro de una forma tradicional de tramitar los conflictos y el poder en
las regiones, tal como se ha esbozado a lo largo de este texto. Puesto que al fin y al cabo su
accionar se ha vuelto a enmarcar dentro de las lógicas y dinámicas tradicionales de poder y
dominación.

2.1.5.2. De Uribe a Santos:

Frente a este orden mafioso que ha intentado cooptar el Estado Colombiano, también se han
tejido desde las mismas instituciones fuerzas de resistencia que pretenden luchar para
fortalecer el Estado central y, desde una vocación democrática, mantener una institucionalidad
que permita la gobernabilidad y la garantía de los derechos a la ciudadanía. Cabe mencionar el
trabajo de las altas cortes: la Corte Suprema de Justicia que ha sostenido, incluso en contra de
amenazas y señalamientos de parte del gobierno de Uribe, el proceso de investigación, juicio y
sanción de los políticos ligados al paramilitarismo, en el proceso denominado de la
parapolítica. El trabajo de la Corte Constitucional regulando algunas acciones del gobierno
Uribe en su intención de desmontar los valores democráticos y de defensa de derechos de la
constitución de 1991, incluso cerrando la vía a una segunda reelección. Algunas fuerzas en el
congreso (partido liberal, partido verde, polo democrático) que lucharon por sacar adelante una
ley de víctimas, que el gobierno Uribe bloqueó, pero que logró salir adelante bajo el gobierno
de Juan Manuel Santos. Lo cual mantiene la tensión entre este nivel central y democrático, y
las formas como las élites regionales pretenden hacerse con el poder.

Precisamente, el equilibrio alcanzado en esa tensión, con el gobierno Uribe, en 2010 se ha ido
diluyendo bajo el gobierno de Juan Manuel Santos, quien representa menos a las élites
regionales y sus intereses, y más a las élites de orden nacional, ligadas a la burguesía industrial,
a los políticos centrales y sorpresivamente ha logrado representar intereses y propuestas de los
demócratas de corte liberal, de centro y en algunos casos, de la izquierda moderada. De allí
que se haya retomado un discurso de institucionalización del Estado, fortalecimiento del
Estado de derecho y las instituciones, reconsideración de medios para poner en orden las
lógicas regionales, en una vocación más democrática de carácter liberal. Este discurso, más
conciliador con la oposición y que pretende tener una vocación de “unidad nacional” para
lograr la “reconstrucción” del país, ha incluido dentro del equipo de gobierno a personas de
partidos que ejercieron una oposición abierta al gobierno de Uribe, de tal manera que partidos
como el Liberal y el Verde, además de Cambio Radical, están colaborando activamente con las
propuestas de un gobierno que ha tomado matices progresistas, en contraposición a las
propuestas conservadoras y cerradas del gobierno anterior.

Es sorprendente para el país y para los analistas que incluso el discurso, en relación con el
conflicto armado y las víctimas del mismo haya cambiado: ahora se acepta nuevamente que
hay conflicto armado en Colombia, que este conflicto ha producido víctimas y desplazados, lo
que ha permitido la emisión de la ley 1448 de 2011 (ley de víctimas) con el fin de “garantizar”
sus derechos. Uno de los escenarios donde se ha visto con mayor fuerza la diferencia entre
uno y otro mandatario estriba en el cambio de tono ante la insurgencia. Santos, al reconocer la
existencia del conflicto armado en Colombia, al que su antecesor llamaba “amenaza terrorista”,
ha abierto las puertas para tener acercamientos con la guerrilla, llamando nuevamente a las
negociaciones de paz, sin perder la contundencia de la acción militar. Ha cambiado el discurso

73
frente a los países vecinos, especialmente Venezuela y Ecuador, con lo cual ha distensionado
el tema de las fronteras y le ha abierto un margen de acción a las víctimas.

Estos y otros discursos del actual gobierno nacional vuelven a mostrar la brecha entre los
discursos de vocación democrática liberal en el nivel central, con las prácticas de las élites
regionales centradas en un poder conservador y en el mantenimiento de unos privilegios, que
incluso defiende, adula y promueve el modelo paramilitar.

Ahora bien, este cambio de discurso, se ve muy poco reflejado en la práctica, especialmente en
el ámbito local y regional. Como ya se ha dicho hay una brecha entre este orden central y el
orden regional, lo que ha dispuesto incluso, que el expresidente Alvaro Uribe Vélez, que
enmarcaba más los intereses de las élites regionales ligadas al latifundio, se haga más cercano
a una oposición al actual gobierno, que a su apoyo. Puesto que los discursos liberales y
democráticos que intentan construir el Estado nación en Colombia, como el esgrimido por
Santos, va en contravía con los discursos conservadores que mantienen los privilegios y que
han legitimado la expropiación de la tierra de millones de campesinos desplazados, intereses
que son representados más cercanamente por Uribe.

De otro lado, si bien la ley de víctimas (ley 1448 de 2011) no asume todavía procesos de
verdad y de justicia, se plantea la reparación como una responsabilidad del Estado (aunque ésta
termine circunscribiéndose a una precaria indemnización y a la denominada atención
psicosocial) y sobre todo abre canales para la restitución de la tierra a los campesinos. Aspecto
que por lo menos, en el nivel discursivo, parece ser una apuesta del gobierno de Santos, sobre
todo al irse comprobando la manera cómo el paramilitarismo se “tomó” algunas instituciones
del Estado para legalizar la usurpación de la tierra que ejerció a sangre y fuego. Por lo tanto, la
promulgación de la ley, si bien tiene muchas limitaciones es un paso adelante en la lucha que
han hecho las víctimas para lograr el reconocimiento de sus derechos fundamentales.

Ahora bien, el tema de la restitución de la tierra es precisamente el que sacude y afecta los
intereses de las élites regionales y del proyecto paramilitar que fueron los que respaldaron de
manera decidida al anterior gobierno, puesto que el mismo expresidente Uribe es portador de
intereses de esta índole. Precisamente este grupo social de inmenso poder en Colombia siente
que el gobierno Santos va en contravía de sus intereses, y aunque respaldó su elección y
parecía hacer parte de la coalición de gobierno, lentamente transita hacia una oposición al
actual mandatario. Es muy probable que en los marcos judiciales e institucionales las víctimas
puedan alcanzar algunos logros en términos de restitución frente al despojo de las tierras. Sin
embargo, estos alcances en términos de legalidad, pueden verse obstruidos en la realidad
concreta de las regiones, porque los intereses de quienes han usurpado la tierra, se defienden,
además por la vía armada.

En efecto, se han asesinado más de 51 líderes que reclaman sus tierras ante el Estado, desde
2008 hasta 2011 (Asociación Tierra y Vida, 2011). Pero por lo menos se abrieron nuevos
caminos de acción y de resistencia que las víctimas pueden acoger, sabiendo que la lucha
también está en las formas de cohesión y resistencia que puedan establecerse en lo local,
puesto que es allí donde está el poder de facto; y si bien, se pueden lograr restituciones en los
tribunales, de nada servirá si no se encuentran las garantías de seguridad y protección en lo
local, lo cual implicará una depuración de las fuerzas militares y de policía, para que también
se deslinden del modelo paramilitar y para que dejen de ser funcionales estrictamente a los
poderes de las élites locales y regionales.
2.2. El conflicto armado en las regiones estudiadas:

Puesto que se ha hecho un análisis del conflicto armado en Colombia, me limitaré en este
punto a ubicar algunos elementos centrales de la experiencia del conflicto armado en las
regiones que competen al presente estudio.
74
2.2.1 El conflicto armado en el Oriente Antioqueño:

Esta región, al Oriente de la ciudad de Medellín, capital del departamento de Antioquia, al


noroccidente de Colombia, está conformada por 23 municipios. Se encuentra dividida en
cuatro subregiones: Páramo (Sonsón, Argelia, Nariño y Abejorral), Embalses (San Carlos, San
Rafael, El Peñol, Guatapé, Alejandría y Concepción), Bosques (Cocorná, San Luis, San
Francisco y Granada) Y finalmente la subregión más rica, polo de desarrollo por su cercanía y
vecindad con la ciudad de Medellín, el altiplano (La Unión, La Ceja, Rionegro, El Carmen,
Marinilla, Guarne, Santuario, El Retiro y San Vicente).

“Es una región con múltiples y diversivas riquezas naturales y de producción industrial como
bienes manufacturados, textiles y exportaciones de flores (Los cultivos de flores de corte bajo
invernadero, representan el 99% del total cultivado en el departamento y el 10% de la
producción nacional, del total producido el 80% es para exportar). Se destaca además esta
región por su potencial turístico y desarrollo inmobiliario. En ella se han desarrollado
macroproyectos como la autopista Medellín-Bogotá, corredor vial que une las dos principales
ciudades del país; un aeropuerto internacional, un sistema eléctrico y energético (seis embalses
y cinco centrales hidroeléctricas que generan el 33% de la energía nacional y más del 70% de
la energía departamental.), proyectos todos que han traído desarrollo, pero a su vez, problemas
para sus habitantes, a los que se suma una disputa por el territorio por parte de distintos actores
armados, que ha dejado a la población civil como la principal víctima”. (Londoño et als, 2008).

En el censo de 1993 contaba con cerca de 481.940 habitantes, en el censo de 2005, registró
529.977 (DANE, 2005), lo cual nos puede dar una idea del impacto del conflicto armado:
mientras el país creció a un ritmo del 17%, el Oriente Antioqueño lo hizo a un 8%. El
municipio de San Carlos disminuyó su población en el 53%, Granada en el 50%, Alejandría en
el 41%, San Rafael en el 40%, Cocorná en el 34%, San Francisco en el 33%, San Luís en el
30%, Argelia en el 25%, Nariño en el 25%, Abejorral en el 24% y Concepción en el 16%.
Mientras los municipios más afectados por la violencia decrecieron, el crecimiento de los
municipios del altiplano, superó con creces el porcentaje nacional, el departamental y el de
Medellín, al rondar el 50%, siendo el más elevado el de Guarne con un 68%, seguido de La
Ceja con un 66%, La unión 64%, Rionegro el 53%, Marinilla 46% y El Retiro 45%. (Marín
Carvajal , 2009).

Este importante análisis nos ubica en la matriz de dos hechos que marcan la irrupción del
conflicto en la región. Antes de los 80 esta región fue considerada por el imaginario nacional
como “un remanso de paz”. Dentro de la tradicional división de zonas integradas y zonas
periféricas esta región se contabilizaba como una de las integradas a la dinámica nacional, con
una población instalada allí desde finales del siglo XVIII y durante todo el siglo XIX. Aunque
esto no fue obstáculo para que algunos de sus municipios (Argelia, Nariño, San Francisco,
Sonsón, Granada) vivieran una experiencia de exclusión y marginación, que aún puede
identificarse. Por lo demás, así fuera una zona integrada y considerada de gran riqueza, la
apropiación de los recursos, los índices de pobreza y desigualdad son similares a los de la
media nacional y en algunos municipios como Argelia, Nariño o San Francisco, duplicar esta
media.

En los años 80 se dieron dos hechos que incluyeron por primera vez en el mapa de la guerra a
esta región:
1. La derrota de las FARC en el Magdalena Medio sur, entre Puerto Berrío y La Dorada llevó
a esta guerrilla a replegarse hacia el ala oriental de la cordillera central (donde coinciden
algunos de los municipios de la región de la zona de embalses, bosques y páramo) propicia
para refugiarse por su carácter boscoso y en algunos puntos inaccesible, y desde allí

75
acceder a algunas regiones productivas, esto coincidió con la construcción de los grandes
embalses en esta zona del país.
2. La construcción de los embalses contó con un movimiento de oposición, que buscaba el
respeto a los territorios de los campesinos que perderían sus tierras en estos proyectos, el
pago justo de las mismas, una reubicación integral que no se limitara al pago de
indemnizaciones y el olvido de la población autóctona, y más adelante el pago justo de
servicios públicos de agua y electricidad para una región que la producía en altísima
proporción. Este movimiento fue exterminado por grupos armados no identificados
(escuadrones de la muerte, paramilitares o simplemente como se ha evidenciado en este
discurso por grupos militares privatizados a las órdenes de élites regionales) (García y
Sarmiento, 2002). Este hecho fue el pretexto para la creación de dos frentes del ELN en la
región: el Carlos Alirio Buitrago y el Bernardo López Arroyabe.

Estos frentes guerrilleros, los de las FARC y el ELN se insertaron, en la dinámica de


producción de riqueza en la región, tal como se ha evidenciado en la primera parte, a través de
la extorsión, el secuestro y el cobro de la vacuna 39, Además tuvieron como núcleo de acción y
hostigamiento durante los 90: el ataque a municipios, la voladura de torres de energía, los
cierres y los secuestros en la carretera Medellín – Bogotá. Este accionar tuvo como
consecuencia una reacción paramilitar, bloques Metro y José Luis Zuluaga, de las AUC, de
gran envergadura en el año 1997, que se extendió hasta el 2003. Durante estos años, la
violencia se incrementó de una manera exponencial, se vivieron grandes desplazamientos de
población y algunos territorios, incluyendo la vía Medellín – Bogotá quedaron totalmente
abandonados por sus pobladores.

Según el Instituto Popular de Capacitación (IPC) entre 2000 y 2004 se cometieron en Medellín
y el Oriente antioqueño 5.315 crímenes de lesa humanidad. Según Acción social hubo 54.791
personas registradas como desplazadas procedentes de esta región. Además de presentarse en
2005, 100 casos de ejecuciones extrajudiciales (El Colombiano, mayo 9 de 2006). Las cifras
de homicidios en la región no se han establecido pero algunas ONG hablan de
aproximadamente 3.000 y cerca de 1.000 desaparecidos. De todas formas, el tema pasa por
una crisis humanitaria de grandes proporciones marcado por una confrontación que tuvo
acciones bélicas abiertas, pero que se jugó, como en el resto del país, golpeando a la población
civil.

En el año 2005 se dio la desmovilización del Bloque Héroes de Granada de las AUC, 2.033
combatientes, y en febrero el bloque José Luis Zuluaga con 1.800 combatientes. Este proceso
que se vivió inicialmente con esperanza, marcó, como en el resto del país un cambio de
estrategia dentro del proyecto paramilitar y permitió el reforzamiento del control de la región
por parte de esta estrategia, con base en un control social, fundamentado en el terror pasado y
en el ejercicio de un poder autoritario instalado en los marcos culturales de la región. Esto ha
sido evidente en la región, que ha sido uno de los “laboratorios” más eficientes de acción
contrainsurgente en el país y en el momento actual, denominada por el gobierno de Santos
como “zona de consolidación”, es decir una región donde el Estado considera que ha triunfado
sobre la insurgencia en el marco del conflicto armado. Lo paradójico es que la violencia y las
violaciones a los derechos humanos, aunque sea en niveles inferiores a los registrados entre
1997 y 2003, siguen siendo significativos y evidentes (Informe de derechos humanos Oriente
Antioqueño, 2011).40

39
Se trata de un “impuesto revolucionario” en el cual los grupos guerrilleros cobran a toda actividad productiva un
porcentaje sobre la producción. Esta cuota es periódica y su no pago, implica una amenaza contra la vida.
40
Este informe lo conozco por una comunicación interna con algunas personas que trabajaron en el mismo. Sin embargo,
al ser un informe institucional que ha comprometido a la Iglesia y algunas empresas de la región, no ha sido publicado
porque sus datos afectan la visión que el Estado y las élites de la región y el departamento han querido vender: de una
región donde el conflicto armado ya no existe.
76
En las elecciones de 2007 y 2011, los grupos “desmovilizados” apoyaron abiertamente
candidaturas a alcaldías y concejos, y en algunos casos lograron el control político de algunos
municipios. Así pues, la dinámica de afianzamiento y control, de fortalecer un poder vertical,
clientelista y excluyente, se refuerza en la región, donde algunos municipios están bajo la
“tutela” de sectores desmovilizados, con todo lo que ello implica. Puesto que el ejercicio del
poder, montado siempre en el esquema gamonalista y clientelista, tiene un respaldo en el terror
pasado, pero también en el ejercicio de una coacción presente, que puede estar velada, pero que
todo el mundo reconoce. “Los muchachos” como suele decir la gente, están allí, en la plaza
central del municipio, sin hacer nada, “ganándose un sueldo” por estar ahí. Pero están ahí y
cumplen un papel, siguen siendo funcionales a la estrategia.

Y es en este marco donde han emergido las organizaciones de víctimas que se estudian en esta
investigación, y también donde se le ofrecen propuestas de reconciliación y reconstrucción,
desde el Estado y algunas organizaciones de la sociedad civil, sin apenas hacer procesos de
memoria, sin apenas atender a sus derechos. Pero es también en este contexto, donde las
organizaciones de víctimas que se han constituido han desarrollado las acciones públicas de
memoria colectiva que son objeto de estudio en la presente investigación.

2.2.2. El conflicto armado en la ciudad de Medellín:

La dinámica del conflicto en Medellín es compleja por sus múltiples actores, por el cambio de
orientación de estructuras enteras, por las múltiples desmovilizaciones de estructuras armadas
que se reencauchan nuevamente en la dinámica de la guerra, por la variable del narcotráfico y
la delincuencia organizada.

La ciudad de Medellín es la segunda ciudad del país, capital del departamento de Antioquia,
que genera el mayor aporte al producto interno bruto de Colombia. Es una ciudad rica, con
vocación comercial e industrial que cuenta con una población de 2.368.282 habitantes,
aproximadamente (Alcaldía de Medellín, 2012) y se caracteriza por ser un centro urbano que
es un polo de desarrollo para el noroccidente de Colombia y para todo el país. Junto con el
Area Metropolitana, que incluye los municipios de Bello, Sabaneta, Itagüí, Envigado,
Copacabana y Girardota, suma cerca de 3.500.000 habitantes.

A finales del siglo XIX Medellín era una pequeña villa, situada en el Valle de Aburrá41, sólo
hasta este siglo fue considerada capital de provincia (departamento). A principios del siglo XX
seguía siendo una población pequeña que para 1905 contaba con tan solo 59.815 habitantes.
Para 1950 tenía poco más de 350.000 (Suramericana de Seguros, 1988). El verdadero
crecimiento de Medellín se experimentó a partir de la segunda mitad del siglo XX y está
profundamente relacionado con la historia de violencia y conflicto armado que se ha vivido en
Colombia y particularmente en el departamento de Antioquia, desde entonces.

En efecto, a partir de la segunda mitad de los 50 y de la década del 60 la ciudad vivió una
explosión demográfica sin precedentes que duplicó y casi triplicó su población en menos de 20
años. Este fenómeno trajo consigo problemáticas sociales graves como el aumento de los
niveles de pobreza, la falta de acceso a servicios sanitarios, carencia de agua potable,
alcantarillado y deficiencias en educación. Los múltiples desplazados y emigrantes que iban
llegando desde las diferentes subregiones del departamento y de otras partes del país, tuvieron

41
Un pequeño valle en medio de la cordillera central, perteneciente a los Andes Colombianos, en el noroccidente del
país. Esta configuración geográfica hace que el espacio de la ciudad se vea reducido por grandes montañas a oriente y a
occidente. Montañas que con la explosión demográfica acaecida después de los años 50 se hayan sobrepoblado y
generado una división social, económica y geográfica en la ciudad: en las laderas del norte viven las personas
pertenecientes a estratos sociales bajos, emigrantes de otras regiones, pobres históricos y desplazados. Entre más alto se
vive en Medellín, más tarde se ha ocupado ese espacio y más posibilidades hay de ser desplazado y víctima de la
violencia. En el valle y en el sur se ubican las clases medias y la oligarquía tradicional.
77
muy poco tiempo para generar formas estables y no-violentas de convivencia. En estos años se
fueron incrementando los fenómenos de violencia social, violencia intrafamiliar y de género,
además de la instauración y el fortalecimiento de fenómenos delincuenciales como robo,
homicidios, secuestros y un largo etcétera. De otro lado este fenómeno social fue un caldo de
cultivo propicio para que las guerrillas empezaran a realizar labor social, trabajo de
concientización y formación, intentando constituir una base social urbana (Insuasty, 2010).

En un primer momento el fenómeno delincuencial que se originó en la ciudad era desarticulado


y respondía más a procesos de delincuencia común, que se fueron articulando inicialmente en
bandas dedicadas a algunas actividades ilegales y delictivas. Pero en la década del 70, con el
comienzo del fenómeno del narcotráfico, estas bandas comenzaron a ser cooptadas por los
primeros capos, que iniciaron con la producción, transporte y exportación de marihuana, en la
conocida bonanza marimbera. Los narcotraficantes por arriba empezaron a permear la alta
sociedad de la ciudad: ingresaron a los clubes de élite y a otros espacios de la oligarquía
tradicional; aportaron nuevos capitales a los negocios y empezaron a incursionar en la política
local y nacional, amparados en su riqueza, y en el desconocimiento que aún existía sobre el
fenómeno del tráfico de estupefacientes. Pero al mismo tiempo permearon las capas bajas de
la sociedad, poniendo al servicio de sus intereses las incipientes bandas delincuenciales que
emergían en los barrios de las laderas de Medellín (Jaramillo & Melguizo, 1998).

A finales de los 70 las guerrillas, que venían haciendo un trabajo social en la ciudad,
empezaron a dar el paso para conformar estructuras armadas, milicianos y comandos, con el
objetivo de avanzar en su lucha insurgente. Este poder de las guerrillas en los barrios se vio
atravesado, confrontado y en muchos casos asociado con las bandas delincuenciales al servicio
del narcotráfico. Lo que implicó en muchos momentos trabajos conjuntos, disputas, guerras
entre bandas y combos42, que se iban autorregulando en el tiempo. Además de ello, los
narcotraficantes empezaron a realizar “populismo social” dentro de su aspiración a ocupar
lugares significativos en la vida pública de la ciudad, con lo cual también ganaron simpatía y
legitimidad en los estratos sociales bajos de la ciudad (Insuasty, 2010). Dentro de los
narcotraficantes que habían logrado mayor ascendencia en todos estos niveles de la ciudad
(clases altas, clases bajas y bajos mundos delincuenciales) destacaba de forma superlativa:
Pablo Escobar Gaviria, quien había logrado hacer parte del partido liberal, lideraba una
campaña municipal para dotar de vivienda a las familias en condiciones de chabolismo, con el
lema: “Medellín sin tugurios”, apoyada incluso por la iglesia católica, y estaba ad portas de
convertirse en representante a la cámara por el partido liberal.

Fue en los años 80 donde este caldo de cultivo “estalló”. Bajo el gobierno de Belisario
Betancur, el tema del narcotráfico se hizo insostenible en la sociedad colombiana y los grandes
capos comenzaron a ser perseguidos por la justicia. Pablo Escobar fue identificado como
narcotraficante, perdió su curul en el parlamento y empezó a ser señalado y hostigado. Sin
embargo, el nivel de penetración en las instituciones y en la vida social de la ciudad, que había
tejido durante tantos años, hizo que su estructura se plantara frente al Estado de manera firme,
amenazante, violenta y delirante. Su gran cooptación de las estructuras de bandas y combos de
la ciudad, la conformación de una estructura jerárquica del crimen organizado, 43 que infiltró
sectores públicos y privados y que generó por su penetración una cultura mafiosa en todos los
estratos de la sociedad (Jaramillo & Melguizo, 1998).

En los 80 durante la negociación de Belisario Betancur con las FARC, el EPL y el M-19. Se
hizo una tregua, que ambas partes aprovecharon para fortalecerse militarmente (García Durán,
42
Se conoce con el nombre de “Combos” a bandas más pequeñas, con una estructura menos jerárquica, conformada
principalmente por jóvenes y que tienen un radio de acción menor, normalmente con un radio de operación ligado al
barrio o al sector.
43
Surgieron las llamadas “oficinas” lugares donde los “señores”, pertenecientes a las estructuras del cartel de Medellín,
empezaron a darle una “manejo” administrativo a la delincuencia, el sicariato y demás acciones delincuenciales en la
ciudad.
78
2005). En la ciudad de Medellín, esto tuvo efectos perversos: la tregua sirvió para que
guerrilleros de las tres estructuras vinieran a la ciudad, se instalaran en los barrios y
comenzaran un adoctrinamiento y entrenamiento militar de cientos de jóvenes, que
conformaron las denominadas milicias bolivarianas. Ahora bien, con el fin de la tregua en el
año 1985, de estas estructuras, algunas se incorporaron directamente a las guerrillas, pero otras
fueron cooptadas por el cartel de Medellín (Salazar, 1993). Así pues, las estructuras armadas
del narcotráfico se fortalecieron y se comenzó una guerra entre el cartel y la policía que
desangró a la ciudad durante la segunda mitad de la década de los 80 y hasta la muerte de
Pablo Escobar en 1993. Fue la primera gran “guerra” que vivió la ciudad, acompañada de
expresiones de violencia de carácter terrorista: bombas, combates en los barrios y una guerra
sucia de lado y lado que afectó la vida de todos los habitantes de la ciudad.

La historia de G. (cfr. Anexo 6.2.3) y la historia de O. y R. (cfr. 10.1 y 10.4) pueden ilustrar de
alguna manera estos hechos. Muchos jóvenes perdieron la vida en estos enfrentamientos. En
su tiempo Pablo Escobar pagaba 2 millones de pesos por la cabeza de un policía. Mientras se
decía en las calles de Medellín, que por cada policía que moría, los comandos policiales y
parapoliciales asesinaban a 10 jóvenes de los barrios de Medellín. Esta guerra incrementó los
números de homicidios en la ciudad, otorgándole el triste título de “ciudad más peligrosa del
mundo”, otorgado por diferentes medios de comunicación a nivel mundial (Insuasty, 2010)

Un fenómeno que se incrementó de forma dramática fue el del sicariato. Es decir, muchos
jóvenes de los barrios de estratos bajos de la ciudad, que ante su experiencia de no futuro ni
horizonte vital, al ver cómo se les cerraban las puertas del mercado laboral, del estudio y de
una mejor vida, optaron por armarse y acceder a los bienes que la sociedad de consumo
ofrecía. “No nacimos pa’ semilla”, era el lema de estos jóvenes, que vivían sinnúmero de
experiencias en sus cortas vidas, sabiendo que en cualquier momento morirían... Pero antes de
hacerlo, habían acabado con la vida de muchas personas. Se instauró una especie de cultura de
la muerte, donde la vida valía muy poco y estaba al servicio de un bienestar efímero y la
consecución de dinero fácil, todo ello estimulado y promovido, instaurado y permeado por la
estructura del narcotráfico (Salazar, 1993; Jaramillo & Melguizo, 1998; Insuasty, 2010).

Este fenómeno hizo que las pequeñas estructuras delincuenciales “bandas y combos”
empezaran a tener un poder intimidatorio, que la única manera de controlar era por un poder
muy fuerte en una estructura jerárquica muy delimitada. Es decir, una especie de “señor
feudal”, señor de la guerra, que podía de alguna manera a través de la coerción y el poder
económico darle un orden a las relaciones, redes y acciones de las múltiples bandas de la
ciudad. Esa función la cumplió en su momento Pablo Escobar. Pero con su muerte en 1993, y
desde su debilitamiento, después de su “sometimiento” a la justicia en 1991, estas estructuras
quedaron sin “patrón”44 lo que incrementó las disputas entre ellas por el poder territorial, por el
control de los corredores de comercialización y transporte de la droga y por los expendios de
droga en la ciudad, conocidos como “plazas”. Además, los índices de delincuencia común
aumentaron en la ciudad. En muchos casos estas bandas atacaron a los habitantes de los
mismos barrios.

Este proceso fue paralelo al del fortalecimiento de las milicias en los barrios. Conocidas como
“milicias populares”, muchas veces con vínculos con las guerrillas, se convirtieron a la vez en
una estrategia de “seguridad” y autodefensa en los barrios, frente a las bandas. Crecieron de
manera significativa a finales de los 80 y principios de los 90. Y ejercían la labor de
seguridad, control y regulación de la vida en diferentes sectores periféricos de la ciudad. Así
pues, son un actor armado más en el conflicto urbano. En algunos momentos fueron
respaldados por las guerrillas, e incluso, en otros momentos fueron respaldadas por el Estado,

44
Es la palabra que se utiliza en el bajo mundo para referirse a “quien manda” en un territorio. Los patrones tiene
gradaciones. Siempre hay un gran patrón al que los demás deben someterse. Cuando este cae, los demás se disputan su
lugar, surgen guerras intestinas en la estructura, hasta que se vuelve a dar un “nuevo orden”, un nuevo equilibrio.
79
porque cumplieron funciones de seguridad que el Estado no podía o no quería garantizar
(Arcos Rivas, 2005).

Algunas de estas milicias negociaron con el Estado y se desmovilizaron a mediados de los 90.
Pero muchos de sus integrantes fueron a parar en otras estructuras de violencia en la ciudad o
ingresaron a milicias no desmovilizadas ligadas a las FARC y el ELN. De otro lado, algunos
de estos desmovilizados fueron cooptados por un nuevo actor que entraba a “terciar” en la
disputa por el control de la ciudad: el paramilitarismo (Restrepo, 2009). En efecto, en el año
1995 se creó el Bloque Metro, brazo de las llamadas Autodefensas Campesinas de Córdoba y
Urabá, liderado por Mauricio García Fernández, Alias Rodrigo Franco doble cero, bajo la
tutela de Carlos Castaño Gil. Este brazo armado de los paramilitares realizó alianzas con
bandas de Medellín de gran envergadura como: Los Triana o la Terraza y cooptó muchas de
las estructuras armadas de la ciudad y entró en una guerra por la disputa de los barrios, los
territorios y el control de las economías legales e ilegales del Área Metropolitana, frente a las
milicias de las FARC y el ELN, con la anuencia de la Fuerza Pública (Giraldo, Alonso y
Sierra, 2007).

Así pues, las estructuras desmovilizadas de las milicias populares, las bandas y los combos
existentes se fueron reorganizando según un nuevo marco de confrontación. La segunda gran
guerra de la ciudad: entre milicias adscritas a la guerrilla y los grupos paramilitares. Esta
guerra incrementó nuevamente el número de homicidios en la ciudad, cercanas a las cifras de
finales de los 80 en la guerra con Pablo Escobar. Para el año 2000, esta guerra estaba siendo
ganada por el Bloque Metro y los reductos de guerrilla quedaban solamente en la comuna 1,
comuna 8, comuna 13 y comuna 16; dejando un saldo aproximado de 25.000 muertos durante
los años que se desarrolló, llegando en el año 98 a tener una tasa de homicidios de 196 y en
2008, de 207 por 100.000 habitantes, una de las más altas del mundo en ese momento. Pero en
ese momento se presenta una fractura al interior de las Autodefensas Unidas de Colombia
(Insuasty, 2010)45.

En la ciudad de Medellín se vivió de manera dramática la lucha entre el Bloque Metro y el


Bloque Cacique Nutibara, éste último a manos de Diego Fernando Murillo, alias “Don Berna”,
antiguo subalterno de Pablo Escobar, quien había logrado un ascenso vertiginoso en la
estructura del cartel de Medellín y la denominada Oficina de Envigado, heredera del poder de
Escobar, y que como comandante de esta estructura logró unificar todas las bandas
delincuenciales de la ciudad, y derrotar en el año 2002 al Bloque Metro, cuyos combatientes
terminaron “pasando” a engrosar el nuevo bloque Cacique Nutibara, que a su vez, en
operativos conjuntos con la Fuerza Pública, a través de las operaciones Orión y Mariscal,
siendo ya presidente de la República Álvaro Uribe Vélez lograron derrotar a las milicias de las
FARC y el ELN en las comunas 8 y 13 de la ciudad, logrando un control absoluto sobre la gran
mayoría de las estructuras armadas de Medellín y el área metropolitana. Así pues, un nuevo
“señor”, un nuevo “patrón” tuvo el control armado de la ciudad (Giraldo, Alonso & Sierra,
2007).

En este contexto de la ciudad, se vivió el proceso de negociación del gobierno Uribe, con las
Autodefensas Unidas de Colombia. El primer bloque en desmovilizarse fue el “Cacique
Nutibara” con 828 hombres, que no eran ni el 30% de los hombres realmente armados. Pero
los paramilitares utilizaron la estrategia de crear un nuevo bloque: “Héroes de Granada”,
unificando personal que estaba asentado en el Oriente Antioqueño. De esta forma se hizo una
desmovilización “ficticia”, tal como consta en la denuncia que existe en la Fiscalía general de
la Nación; que permitió mantener control armado, pero al mismo tiempo, empezar a abrir
“camino” a la presunta desmovilización de los paramilitares (Pineda, 2010).

45
El número de muertos en Medellín, cada año, oscilaba entre los 4.000 y los 5.000 durante buena parte de la década de
los 90.
80
Después en 2005 vino la desmovilización del Bloque “Héroes de Granada” y la del propio don
Berna46, que participó en la negociación con el Estado, como comandante paramilitar,
intentando borrar su pasado narcotraficante. Aún así, era el “señor” de todas las estructuras de
narcotráfico y crimen organizado en la ciudad. La desmovilización trajo consigo un tiempo de
aparente calma. Entre 2003 y 2007 el número de homicidios en la ciudad disminuyó
significativamente y, aparentemente, se había alcanzado un tiempo de paz y prosperidad para
la ciudad. El gobierno colombiano, en cabeza de Uribe, atribuyó los hechos a la política de
seguridad democrática implementada, a la desmovilización de los grupos paramilitares y a la
derrota de las guerrillas en la ciudad. La alcaldía lo atribuía al programa de reinserción que
venía desarrollando, que se presentaba como modelo al país y al mundo. Sin embargo, nadie
contó que sobre todas las otras variables primaba un hecho: el poder de don “Berna” y el
control sobre las estructuras delincuenciales en la ciudad, a través de sus redes mafiosas y de
poder, intentando mantener la violencia en límites “aceptables”, en el marco del compromiso
de la desmovilización. Esta fue quizás la variable principal que llevó a los ciudadanos de
Medellín, por unos pocos años, a pensar que la violencia era asunto del pasado (Cfr. Pineda,
2010).

Sin embargo, los hechos posteriores demostraron la falsedad de todas las presunciones. En
efecto, más que desmovilización se había operado una forma de control por parte de las
estructuras paramilitares que tuvieron a raya a las bandas, pero que también ejercieron un
control férreo sobre las organizaciones sociales de la ciudad. Se intentó desarrollar un
proyecto político en la que estos grupos intentaron acercarse al control del gobierno de la
ciudad, todo bajo el mando de Don Berna. La situación comenzó a cambiar cuando el capo fue
internado en la cárcel de máxima seguridad de Itagüí, cuando empezó a perder algún poder, y
algunos de sus subalternos empezaron a “rebelarse”; algunos de ellos fueron brutalmente
asesinados entre 2006 y 2007. Pero la situación para el capo y su estructura más leal se hizo
más difícil cuando fue llevado a la cárcel de Cómbita (Boyacá) y se le alejó de su territorio de
influencia y, posteriormente, cuando fue extraditado. Sus subalternos empezaron a disputar la
sucesión y lentamente, desde 2007, las cifras de homicidios y los hechos violentos comenzaron
a incrementarse, al punto que en 2010 las cifras de homicidio superaron la barrera de las 2.000
personas y se mantienen en ascenso (Pineda, 2010).

La extradición de don Berna, desató luchas intestinas por el poder que se han concentrado en
tres grandes estructuras, las primeras ligadas al antiguo Bloque Central Bolívar, las segundas
ligadas al antiguo bloque Cacique Nutibara, y finalmente las terceras ligadas al antiguo bloque
Metro y bloque Helmer Cárdenas de las Autodefensas. Todas estas estructuras de corte
mafioso y en vínculos con el narcotráfico, dieron emergencia a bandas criminales conocidas
como: “los rastrojos”, “los paisas” y “los urabeños”, respectivamente; todas ellas en disputas
en la ciudad y en otras regiones del país, tanto por las rutas del narcotráfico, el contrabando, la
extorsión y la delincuencia organizada; como también por negocios legales como la venta de
lotería, transporte y la salud. Esta guerra se mantiene en la ciudad y como todas las anteriores
sigue dejando grandes cantidades de víctimas, desplazamientos y rupturas de un tejido social
que no ha logrado recomponerse y que ha hecho de la violencia una parte de su vida (Pineda,
2010).

Estas estructuras paramilitares, narcotraficantes, delincuenciales siguen operando. El gobierno


de Juan Manuel Santos y la alcaldía de Alonso Salazar (1998 – 2011) han intentado
combatirlas. Pero el nivel de permeabilidad que han alcanzado dentro de la población, su
camuflaje en múltiples estructuras barriales, combos, bandas; su participación en múltiples

46
Don Berna fungía además como “comandante” del denominado bloque “Héroes de Tolová” con incidencia en la zona
de Urabá y Córdoba. Estructura armada que estuvo en tensión con el bloque Helmer Cárdenas, sin que se desatara la
confrontación armada. De otro lado también don Berna fungía como “comandante” de estructuras paramilitares en el
Valle del Cauca. El sistema que se implementó, fue la compra de Bloques por parte de los narcotraficantes, quienes se
filtraron en la negociación con el Estado para limpiar su prontuario narcotraficante.
81
negocios de carácter legal, su poder intimidatorio y sobre todo, la pérdida de todo referente
político de su acción, las convierte en fuerzas militares con una gran autonomía y un gran
poder sobre la población, cuyos móviles son exclusivamente económicos y territoriales, más
cercanas a la descripción de las “nuevas guerras” y el dominio de “señores / condotieros” que a
un marco de conflicto tradicional.

El panorama no es claro y no se ven salidas en el corto ni en el mediano plazo, puesto que las
nuevas generaciones de niños y jóvenes en los barrios siguen considerando, como en los 80 y
los 90, estar vinculados a estas estructuras, que les dan riqueza, poder y acceso a estatus y
bienes de consumo en corto tiempo y con dinero fácil, que hacer el largo rodeo de educarse y
luchar en un mercado laboral y educativo, que por lo demás les sigue cerrando y tirando las
puertas; de tal manera que siguen siendo jóvenes del no-futuro. Con lo cual el conflicto en la
ciudad se perpetúa y no se vislumbran salidas, a menos que se hagan cambios realmente
estructurales en el país y en la ciudad (Insuasty, 2010).47

2.2.3. El conflicto armado en el departamento de Córdoba:

El departamento de Córdoba, al norte del país, es uno de los 7 departamentos que forma parte
de la región Caribe. Sin embargo, el departamento está rodeado al sur, al oeste y al este por el
departamento de Antioquia, con el que limita en estas tres direcciones cardinales. Al oeste del
departamento, y separado por la serranía de Abibe (estribación de la cordillera occidental, de
los Andes colombianos) está la región del Urabá antioqueño. Al sur está el Nudo de Paramillo,
lugar de nacimiento de los ríos San Jorge y Sinú que atraviesan el departamento, caracterizado
por sus bosques y sus dificultades topográficas. Y al Oriente, está toda la región del bajo
Cauca antioqueño. Todas estas tres regiones, han sido históricamente regiones de presencia
guerrillera y de posterior manifestación del conflicto armado. Y esta cercanía con Antioquia ha
determinado que buena parte del departamento sea controlada por familias de origen paisa. 48

La capital del departamento es la ciudad de Montería con 409.476 habitantes (Dane, 2010).
Una pequeña ciudad a orillas del río Sinú, que ha recibido todo el impacto del desplazamiento
forzado en el departamento, y en sus zonas limítrofes. Esta tierra es conocida por sus grandes
latifundios y la presencia de grandes propietarios de la tierra que han sido promotores y
forjadores del proyecto paramilitar en Colombia.

En la época de la llamada “Violencia”, en los años 50, los terratenientes de la región


aprovecharon la circunstancia para ampliar sus posesiones y se dio un primer gran éxodo de
campesinos de la región especialmente hacia las regiones del Bajo Cauca Antioqueño, el Urabá
Antioqueño y el norte del Chocó. Las grandes extensiones de tierra, que se observan a lado y
lado de las vías que atraviesan el departamento, expresan una colosal riqueza, que no se
compadece con los niveles de pobreza de la mayoría de la población.
En la década de los 70, este departamento fue el sitio privilegiado, junto con el Urabá
antioqueño de la acción político-militar del Ejército Popular de Liberación (EPL), donde apoyó
y respaldó sindicatos agropecuarios y desarrolló procesos de formación foquista a los
campesinos, con una ideología maoísta. Este radio de influencia entró en conflicto con los
intereses de los finqueros y terratenientes, que desde épocas anteriores contaban con pequeños
ejércitos de seguridad privada.

47
El cine ha producido películas que permiten acercarse a la realidad de Medellín: Rodrigo D. No futuro, La vendedora
de Rosas, Sumas y Restas de Víctor Gaviria. O La Virgen de los Sicarios, basada en la novela del mismo nombre del
escritor Fernando Vallejo. También producciones de televisión como “Sin Tetas no hay Paraíso” o “El Cartel de los
Sapos”, dan cuenta de la compleja realidad del narcotráfico. Una realidad similar, en términos de lucha armada entre
pandillas en los barrios de Medellín es la reflejada en las películas “Ciudad de Dios” y “Ciudad de los hombres” sobre las
favelas en Río de Janeiro, del director Fernando Meirelles.
48
Paisa es el apelativo con el que se conoce a las personas de de origen antioqueño.
82
Los primeros atisbos de paramilitarismo en la región se desarrollaron a mediados y finales de
los años 80, en disputa precisamente con la guerrilla del EPL, pero también como expresión
armada de la derecha social y política y de las Fuerzas Militares para eliminar a los militantes
del Unión Patriótica (partido político con un nivel aceptable de incidencia en el sur del
departamento). La historia de M. (Cfr. Capítulo 10.3) da cuenta, en buena medida, de estas
primeras confrontaciones, en las que la población civil, fue siempre la más afectada.

Desde esta época municipios como Tierralta, Valencia y Montería (en su zona rural) se vieron
fuertemente afectados por las disputas entre paramilitares, con el amparo de la fuerza pública y
las élites gobernantes, los terratenientes y los inversores agroindustriales, y la guerrilla del
EPL, y posteriormente de las FARC. En esta época comienzan los primeros desplazamientos
forzados masivos de los que se tiene noticia en el departamento, que engrosaron los cinturones
de miseria de la ciudad de Montería. El objetivo era exterminar toda manifestación de
organización social de base, campesina o ciudadana, que luchara por la reivindicación de
derechos, la posesión de la tierra o la autonomía campesina en la producción y
comercialización de productos, a través de cooperativas y otras formas de economía solidaria.
Puede decirse que a finales de los 90 el objetivo estaba prácticamente cumplido.

En el año 1991 el EPL entra en negociaciones de paz con el gobierno del entonces presidente,
César Gaviria Trujillo, logra la desmovilización de 2.635 combatientes y accede a la vida
política fundando el partido “Esperanza, paz y libertad”, teniendo una incidencia importante en
las elecciones locales de 1992 en los municipios de Córdoba y Urabá, donde logra consolidar
algunas alcaldías.

Este es un momento clave en la agudización del conflicto en la región. Las FARC ocuparon
los espacios de acción del EPL, y empezaron a tener una fuerte influencia en el sur del
departamento. Uno de los puntos clave y estratégicos era el control del nudo de Paramillo, en
donde nacían las estribaciones de Abibe, San Jerónimo y Ayapel y los ríos Sinú y San Jorge,
de cuyo control dependía el control del corredor estratégico que comunicaba a Urabá y el
Darién, con el sur de Bolívar y los Santanderes. Corredor rico en oro y otros minerales y que
ostenta una gran riqueza para la economía del país, y que además es clave para el tráfico de
drogas y de armas. Así pues, las FARC toman posesión de este corredor y asumen el control
de esta zona.

De la misma forma los hacendados y terratenientes, ante el reto que planteaba el crecimiento
de la influencia de las FARC en la región de Córdoba, Bajo Cauca y Urabá, y atendiendo al
“éxito” que tuvieron los proyectos paramilitares de autodefensa en el Magdalena Medio,
asumen la idea, con la ayuda de las fuerzas militares, las élites políticas del departamento y el
apoyo de dineros del narcotráfico, de conformar hacia 1992 las Autodefensas Campesinas de
Córdoba y Urabá; al mando de Carlos Castaño Gil, hermano de Fidel Castaño Gil, conocido
narcotraficante, quien había participado en el proceso paramilitar del Magdalena Medio y en la
lucha contra Pablo Escobar y el Cartel de Medellín (Cfr. Romero, 2004, 2005, 2007).

De otro lado, las FARC comenzaron en el sur de Córdoba y en el Urabá antioqueño con el
asesinato sistemático de líderes de “Esperanza, paz y libertad”, desmovilizados del EPL, que
llevó a algunos de los excombatientes a aliarse con los grupos paramilitares y a tomar
nuevamente las armas como parte de los ejércitos de las Autodefensas de Córdoba y Urabá.
Con lo cual trajeron a este grupo, no solamente la experiencia militar, sino toda la experiencia
de trabajo comunitario que les permitió realizar, después de los asesinatos de líderes
campesinos, el desplazamiento de grandes capas de población simpatizantes (reales o ficticios)
de las guerrillas, el repoblamiento de estas regiones y la consolidación de un proyecto que
asumió un ala político social para consolidar los dominios alcanzados (Vásquez, 2003).

83
Este ejército paramilitar desde entonces tuvo su asiento y su fortín en la región del sur de
Córdoba, particularmente en tierras de los municipios de Valencia y Tierralta. Desde allí se
promovieron las operaciones que realizaron la ofensiva “contrainsurgente” que penetró al
Urabá antioqueño, el norte del Chocó, el occidente del departamento de Antioquia, hasta tocar
en 1995, con la fundación del bloque Metro, la ciudad de Medellín y el Oriente Antioqueño.
Durante este período de tiempo, 1993 – 1998 las regiones de Córdoba y Urabá vivieron una
guerra sangrienta, en la que cientos de campesinos perdieron la vida y miles fueron
desplazados por la acción de uno y otro grupo. Logrando exterminar prácticamente toda la
organización social y comunitaria, de izquierda o sin vínculos políticos; en un proceso que
acabó, minó y arrinconó las expresiones de resistencia civil.

Para el año 2000, los paramilitares dominaban el territorio y tenían su zona de retaguardia en la
jurisdicción de esos municipios del sur de Córdoba, habían logrado el control sobre el Nudo de
Paramillo y dominan en la región de Urabá y el norte del Chocó. Mientras las FARC se habían
replegado y sus acciones eran menos contundentes y efectivas en toda la región. Sin embargo,
desde entonces, y hasta el día de hoy no han dejado de tener presencia en el sur de Córdoba y
en las estribaciones de la cordillera Occidental.

Entre tanto, la ciudad de Montería y los cascos urbanos de los municipios de Valencia,
Tierralta, Puerto Libertador, Montelíbano, entre otros, se acostumbraron a la convivencia con
los comandantes, mandos medios y soldados rasos del ejército paramilitar, quienes controlaban
a su antojo la región. Y desde allí se coordinó entre 1996 y 1997 la creación de la federación
paramilitar conocida como Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) bajo la comandancia de
Carlos Castaño Gil y Salvatore Mancuso, quienes hacían presencia permanente en
inmediaciones de Tierralta, en los corregimientos de Caramelo, Santa Fe de Ralito y en el
Nudo de Paramillo. Y fue precisamente en este territorio donde se asentaron para comenzar
las conversaciones con el gobierno de Álvaro Uribe Vélez.

Mientras los comandantes paramilitares estuvieron concentrados y mientras se dieron las


negociaciones y las desmovilizaciones, el índice de violencia y de homicidios en la región
disminuyó. Sin embargo, el control social y militar siguió a cargo de los mismos grupos.
Presentándose el mismo fenómeno denunciado en Antioquia: muchos de los desmovilizados
fueron reclutados a última hora, mientras las piezas claves de la estructura militar de estos
grupos permanecieron activos, aún después de terminadas las negociaciones y las
desmovilizaciones.

El proceso de negociación entre el gobierno nacional tuvo como epicentro el municipio de


Tierralta. Donde se asentaron una gran cantidad de desmovilizados. Los cuales desbordaron
las posibilidades de atención del municipio y donde quedó claro como en ningún otro sitio,
salvo el descrito anteriormente en la ciudad de Medellín, que los grupos paramilitares, si bien
respondían a intereses de las fuerzas militares y de la oligarquía de las regiones, no constituían
una unidad jerárquica ni una estructura monolítica. Y que además habían dejado de ser
funcionales a los intereses de las élites.

Así, después de las negociaciones, cuando los grandes comandantes son llevados a las cárceles
de máxima seguridad y luego de su extradición, los mandos medios empezaron a disputar el
poder, para controlar, rutas de tráfico de drogas y de armas; además del control sobre la
extorsión, y los negocios legales que se habían constituido. De esta manera, en el marco del
municipio del Tierralta y el sur de Córdoba emergieron estas disputas y se hicieron presentes
algunos de los grupos paramilitares de tercera generación conocidos como bandas criminales
(Bacrim).

Los paisas (provenientes de las estructuras de don Berna, bloque Héroes de Tolová), los
urabeños (provenientes de las estructuras de “El Alemán”, bloque Helmer Cárdenas), las
84
águilas negras (provenientes de las estructuras del bloque Caribe, de Salvatore Mancuso) y los
Rastrojos (provenientes de las estructuras del bloque Central Bolívar y el bloque Mineros) se
siguen disputando el control sobre este territorio. Y aunque aparentemente hay una operación
desde el año 201049 en el departamento de Córdoba, de parte de la Fuerza Pública, para luchar
contra esta nueva generación paramilitar, lo cierto es que mantienen su poder de influencia
social, político y militar, incluso, algunos de los alcaldes del departamento elegidos en las
elecciones del 2011 responden a sus intereses. Controlan la vida económica, social y civil de
los municipios, al punto que al inicio del 2012 ante la muerte en combate del comandante de
“Los Urabeños”, alias Giovanny, a manos de la Fuerza Pública, estos grupos decretaron un
paro armado por dos días, que paralizó casi todos los municipios del departamento y la región
de Urabá.

En medio de estas disputas y la presencia de estos grupos, las élites de la región siguen
haciendo uso de estrategias y formatos paramilitares para mantener control social y político.
Pero al mismo tiempo la población civil es la afectada, y las expresiones y acciones de
víctimas han sido señaladas, hostigadas y perseguidas en todo el departamento. En el año
2007, estos grupos asesinaron a la líder María Izquierdo, líder de las asociaciones de víctimas
reclamantes de restitución de la tierra en el departamento. Y prácticamente todas las
organizaciones de víctimas o los colectivos que han emergido se encuentran trabajando en
medio de condiciones adversas y de amenaza, tal como se verá en los capítulos 7 al 11, cuando
se aborde el tema de las víctimas y sus acciones de memoria en este departamento.

En síntesis: la expresión del conflicto armado en Córdoba, que ha tenido fases diferentes,
también muestra la complejidad del conflicto colombiano. El paso de una guerra
contrainsurgente, marcado por la guerra sucia, hasta el control absoluto del proyecto
paramilitar, y el fraccionamiento del mismo, luego de la extradición de los comandantes
paramilitares; lo que mantiene disputas internas entre la nueva generación de estos grupos, y la
amenaza permanente a la población civil y a las agrupaciones de víctimas que ven el espacio
completamente reducido para realizar su labor.

Y en medio de todo, las fuerzas del Estado en algunos casos combaten a estos grupos y en
otros se alían con los mismos, bien sea contra las FARC, que siguen teniendo presencia en la
zona montañosa del sur del departamento, en la zona de Paramillo; o también en las disputas
con otros grupos. Pero a su vez, estos grupos paramilitares han realizado alianzas coyunturales
con las FARC, tanto para combatir a la fuerza pública, cuando ésta los persigue, o para
fortalecer el negocio del narcotráfico. En este panorama no se pueden identificar claramente
los actores, ni los enemigos, con lo que la acción de resistencia y organización de las víctimas
y la sociedad civil se ve muy limitada, porque cuesta identificar autores, responsables,
dinámicas y demás marcos de comprensión que les permita actuar y moverse. Como lo
afirmaba una mujer en uno de los relatos de esta investigación: “nadie sabe quién es quién y
todos saben quiénes son”. Lo que genera una confusión que no permite una acción social y
política de la sociedad civil ni una respuesta de las víctimas que posibilite la lucha por la
memoria, la verdad, la justicia y la reparación.

2.3. Caracterización de las víctimas participantes en esta investigación:

Quiero ubicar la discusión sobre el tipo de hechos que ha padecido la gente por parte de los
diferentes actores armados. Porque no se trata de hechos fortuitos, ni de una catástrofe natural,
ni de un poder “mítico” incontrolable, como describe Pécaut (2003), la imagen mítica que se
ha construido sobre la violencia en Colombia. Se trata de delitos de lesa humanidad, crímenes
de guerra y otras violaciones a los derechos humanos. Estas acciones no son “daños

49
Operación Troya.
85
colaterales” de un conflicto armado, ni son las consecuencias “nefastas” de acciones
subversivas. Tampoco son simplemente los efectos del “terrorismo”.

En la definición de estos crímenes está claramente marcada la intencionalidad, la alevosía. Y


en efecto como lo afirman Martin-Baró (1989), Beristain y Rieira (1994), Lira (1998), Gómez
(2006) y otros autores, hay una intencionalidad de romper la subjetividad individual y
colectiva, minar cualquier acción social y política que implique una oposición o resistencia a
los actores de poder, estatales, paraestatales o contra estatales.

Si bien las personas participantes en esta investigación, en términos estadísticos no constituyen


una muestra significativa, ni del universo de las víctimas en las regiones estudiadas y mucho
menos de las víctimas en todo el país, el tipo de violaciones a los derechos humanos y al
derecho internacional humanitario padecidas, la descripción de los hechos, incluso la
distribución de los casos y los responsables, las constituyen como una muestra significativa en
términos de la relevancia de sus vivencias y narrativas en el contexto en el que han sido
víctimas y pueden ofrecer algunas pistas sobre la realidad del conflicto colombiano, por lo
menos en las tres regiones estudiadas. Por lo tanto, una perspectiva de derechos es fundamental
como consustancial del análisis de los procesos de memoria colectiva de las víctimas.

Estos son alguno de los hechos y datos más significativos. Estos datos son tomados
exclusivamente de las entrevistas en profundidad, porque en los grupos de discusión no se
realizó una identificación de los hechos vividos por cada persona, ni de los responsables. Así
que el siguiente análisis se fundamenta en los datos de 62 participantes (58 entrevistas en
profundidad y 4 historias de vida). De las 62 personas entrevistadas, se registraron 46 casos
de desplazamiento forzado: 9 responsabilidad de la guerrilla (21,4%), 3 responsabilidad
compartida guerrilla y paramilitares, 2 responsabilidad de ejército y paramilitares, 32
responsabilidad de los paramilitares (76,2%).

97 casos de homicidio50 (asesinato selectivo – ejecución extrajudicial): 11 responsabilidad de


la guerrilla de las FARC (11,3%), 3 responsabilidad de la guerrilla del ELN (3,1%), total de la
guerrilla: 14,4%; 5 responsabilidad del ejército (5,2%), 2 de la Policía (2,1%), total Fuerza
Pública: 7,3%. Tres acaecieron en hechos confusos o con un actor indeterminado (3,1%); el
resto de casos se le atribuye a los paramilitares: 75,1%, un total de 73 casos. Además de los
homicidios, cuatro personas presentaron igual número de casos de hijos muertos como
combatientes, en enfrentamientos entre los diferentes grupos. Es decir, 3,96% del total de
muertes violentas que reportan las personas entrevistadas.

Uno de los criterios de selección de la muestra fue el de entrevistar personas con familiares en
situación de desaparición forzada. De las 62 personas, 24 tuvieron casos de desaparición
forzada: 2 son atribuidos a la guerrilla (8,3%), 1 es un hecho confuso (4,2%), el resto son
atribuidos a los paramilitares (87,5%). Pero, además, de forma aleatoria surgieron 3 casos de
secuestro, seguidos del asesinato de la persona, todos atribuidos a las FARC. Y 4 casos de
reclutamiento forzado o bajo engaño: 2 atribuidos a las FARC, 2 atribuidos a los paramilitares.

17 casos de amenazas que comprometen la vida de las personas: 3 se le atribuyen a la guerrilla


(17,6), 2 se atribuyen al ejército (11,8%), 3 a la acción conjunta de ejército y paramilitares
(17,6%) y 9 a los paramilitares exclusivamente (53%). De las 62 personas entrevistadas en
total, 44 han sufrido por lo menos dos formas de victimización o dos hechos de violencia en
contra de su familia o persona, es decir, el 71% de las personas participantes de esta
investigación.

50
Lo que implica que una buena cantidad de víctimas tuvieron que experimentar más de una vez esta experiencia violenta
en el marco de su familia.
86
Finalmente de los y las participantes 77,5% no estaba vinculado ni participaban en ninguna
actividad comunitaria, social o política antes de los hechos de violencia sufridos. 9,7%
participaban en juntas de acción comunal o programas del Estado. Y sólo 9,7% eran líderes o
lideresas antes del conflicto armado. Este dato es fundamental para el análisis posterior del
proceso de acciones de memoria, tal como se destacará en los capítulos 8, 9 y 10. Finalmente,
habria que decir que aunque no es una muestra estadistica, es una muestra cualitativa bastante
representativa de la dinámica de la violencia en el país y en las regiones estudiadas.

En el anexo 2, se presentará una tabla con los hechos delimitados por persona, género,
municipio, tipo de victimización y presuntos responsables que permitirá al lector observar más
de cerca la caracterización de los y las participantes en esta investigación. Pero además, como
aporte a la caracterización y a la ilustración de los hechos violatorios de sus derechos y de
violencia padecida por los y las participantes, he escogido 12 relatos breves de la experiencia
narrada por las mismas personas, que permitirán al lector construir un mapa más completo de
los hechos, y también le permitirán dimensionar más adelante, la fuerza del proceso
desarrollado por los colectivos de víctimas, estos relatos podrán ser leídos en el anexo 6.

87
3. CONCEPTO DE MEMORIA COLECTIVA

Este capítulo incluye una discusión sobre la visión de la memoria en el marco de la psicología
y de las ciencias sociales como referente teórico en el proceso investigativo. En primer lugar
presento la visión cognitiva de la memoria individual, para pasar a una discusión sobre esta
perspectiva y las perspectivas más sociales.

Así pues, a lo largo del capítulo voy fundamentando un enfoque psicosocial de la memoria que
la define como acción social, en un marco relacional y de interacción de los sujetos y de los
grupos sociales, que constituyen relatos y narrativas, marcos sociales, culturales e históricos
que preceden a los sujetos y los constituyen. Desde este punto de vista, y en el marco de un
paradigma sistémico, las acciones públicas de memoria colectiva, realizadas por los grupos y
colectivos que se van a estudiar en la presente investigación, son expresiones que tienen
niveles individuales, interpersonales, grupales y colectivos que pueden ser abordados según las
narrativas, conversaciones y relatos de los y las participantes; analizando tanto su dimensión
compartida e interpersonal en los grupos de apoyo, como su dimensión colectiva, expresada en
las acciones públicas de memoria.

3.1. Un concepto polisémico

Sobre el concepto de memoria colectiva hay muchas definiciones. Y sólo existe acuerdo en
que la memoria colectiva es una forma de memoria que trasciende lo individual y es
compartida por un grupo. Wertsch & Roediger III (2008) consideran que aún se da un estado
fragmentario de la discusión, no se ha construido una definición clara; por eso, en muchos
trabajos, se puede intercambiar con memoria pública y memoria cultural.

En muchos casos se confunde, memoria en general y memoria colectiva en particular, con


mito, tradición, costumbre o conciencia histórica (Olick, 1998). Sin embargo, se podría
afirmar que la definición de Halbwachs (1950 / 2008), que ubica la memoria colectiva como
un proceso de recuerdo dentro de unos marcos sociales (familia, clase social, religión,
institución, espacio y tiempo) y contextos de interacción que moldean la identidad de los
sujetos y de los grupos, marcando su comprensión del mundo y sus actuaciones en él, sigue
siendo válida aún hoy.

Para Erice (2006) y Brown (2008) es un vocablo polisémico y plagado de sinuosidades que por
su ambigüedad, como ha señalado Norá (1998), tiene la ventaja de funcionar como una noción
genérica estratégica que abre nuevos campos de investigación. Por su parte Roediger III &
Wertsch (2008) identifican el problema del concepto “memoria” y, en particular, “memoria
colectiva”, como un término frecuentemente usado y pobremente entendido. Para estos
autores es un concepto emergente entre las actividades interdisciplinares, llamadas “estudios
de memoria”.

De otro lado, es necesario diferenciar “memoria” y “memoria colectiva” como conceptos de


“sensibilización” (Olick, 1998; Schwartz, 1997) que se expresan de manera genérica y en el
lenguaje coloquial o en la movilización social y política, que pueden abarcar todo lo referente a
los procesos, los relatos y representaciones del pasado que se construyen en escenarios sociales
y políticos; pero que no se pueden operacionalizar como conceptos teóricos, objeto de un
proceso de investigación. Y estos mismos conceptos definidos como series de prácticas
sociales mnemónicas, que implican a la memoria como objeto de estudio para las ciencias
sociales, en cuanto productos culturales, narrativas, acciones públicas, símbolos susceptibles
de análisis científico, que permiten darle una dimensión operativa.

Ahora bien, como problema teórico la memoria colectiva puede ser abordado desde dos
horizontes ontológicos, que a su vez definen marcos epistemológicos de estudio diferentes.
89
Una primera posición, trabajada desde ciertas escuelas de la psicología, considera la memoria
como una facultad individual, un proceso mental, que no puede ser abordado como dimensión
social.

3.2. Memoria como facultad mental

Wertsch (2002, 2008) y Wang (2008), afirman que el concepto de ‘memoria colectiva’ hace
alusión a tantos referentes de la realidad que pareciera imposible abordarlo científicamente.
Para otros autores, desde la psicología, la sociología y la historia (Ruiz Vargas, 2002; Olick,
1999, 2007; Aróstegui, 2003; etc.), los conceptos de ‘memoria colectiva’ o de ‘memoria
histórica’ pueden presentar el problema de estar invocando la existencia de una mente
colectiva o a una instancia metafísica social, que sería la que recordaría, lo cual consideran un
exabrupto.

Ruiz Vargas (2008) desde la psicología y Rodrigo (2006), Ortiz Heras (2006) y Ruiz Torres
(2006), desde la historia, hacen una distinción similar con el término ‘memoria histórica’,
cuando afirman que el concepto de memoria histórica no es operacional científicamente,
puesto que es una metáfora, que refiere a un movimiento social que legítimamente busca
recuperar las voces y los relatos de los vencidos y víctimas de la represión, pero que se hace
imposible de objetivar desde las ciencias sociales.

Por lo tanto, desde este punto de vista, no habría un estatuto epistemológico para los estudios
de memoria colectiva, los cuales, en psicología, deberían circunscribirse en términos empíricos
a los estudios de memoria autobiográfica, particularmente a los estudios de memoria episódica
(Ruiz Vargas, 2006, 2008). Este punto de vista desde la psicología, implica un reduccionismo
que invalidaría buena parte de la investigación que se viene realizando en el mundo sobre el
tema. Y se limitaría a un estudio de la memoria colectiva, como un estudio de memorias
agregadas de individuos (Olick, 1999, Roudomotof, 2003) y el campo se restringiría al estudio
de la psicología cognitiva y la neurociencia. Además, desde la mirada de ciertos enfoques de
la historia, la memoria colectiva y la memoria histórica se reducirían, o bien a un objeto de
estudio de la disciplina, o bien, a relatos que no tienen que ver con la historia, sino más con el
mito.

Por esta razón, Kansteiner (2008), desde la psicología, considera que los métodos
individualistas de esta disciplina y del psicoanálisis no se pueden extender a los estudios de
memoria colectiva, tal como se ha pretendido hacer hasta ahora desde algunos enfoques de
estudio; puesto que ubica a la memoria colectiva como simple agregado de memorias
individuales; pero a su vez, cuestiona la visión sociologista en la cual la memoria es vista
simplemente como un fenómeno colectivo.

La misma neurociencia ha permitido desarrollar una teoría de la memoria en la que ésta, más
que ser un proceso de recuperación de imágenes y huellas mnémicas, es un proceso activo y
reconstructivo en los que el cerebro reconstituye, siempre de manera diferente, la
representación del recuerdo (Ruiz-Vargas, 2002; Schacter, 2003).

3.2.1. Memoria individual y memoria autobiográfica. La perspectiva cognitiva

Para los psicólogos cognitivos la memoria sólo es posible en los individuos. La memoria
necesita, para ser producida, una mente-cerebro, un sujeto. Es una facultad de propiedad
individual. No es posible una memoria de las sociedades o de los grupos, salvo como una
metáfora de la facultad, estrictamente ligada al funcionamiento neurocognitivo (Ruiz-Vargas,
2002). Como mecanismo neurofisiológico la memoria es fundamental para que haya
cualquier tipo de aprendizaje. Desde los experimentos con ratones y palomas de Skinner

90
(1974), hasta los experimentos más complejos en humanos, el supuesto fundamental para que
se pueda aprender es que haya memoria: de los estímulos, de los refuerzos, de las asociaciones
entre unos y otros; de tal manera que el animal, el organismo humano puedan identificar
procesos comunes que les lleven a actuar de acuerdo a lo que se espera según las situaciones
que se han procesado.

En los experimentos de laberinto con ratones, cuando éstos aprenden a encontrar salidas a los
mismos, con el fin de recibir comida o un estímulo gratificante o evitar un castigo, la memoria
juega un papel fundamental. Si se realizan procesos de alteración de genes o neuronas
cerebrales relacionadas con la memoria, el mismo ratón o ratones de la misma especie
mostrarán deficiencias para la búsqueda de soluciones que podrían implicar, incluso, su
supervivencia (Hall, 2008).

Este nivel de la memoria ha sido reconocido en la psicología cognitiva como memoria


procedimental. En la cual los humanos y los animales tienen elementos en común, puesto que,
a través de la misma, se logran desarrollar hábitos, costumbres, asociaciones, reacciones,
aprendizajes reforzados, etc. La base biológica de esta memoria es innegable y es fundamental
para la sobrevivencia (Ruiz-Vargas, 2002).

A nivel psíquico, en los seres humanos, la memoria cumple un papel central en el


reconocimiento del sí mismo. Por esta razón puede afirmarse que el yo de cada quien, es, en
últimas, el sistema de narraciones que cada uno tiene de sí mismo; que se interrelaciona y se
activa de acuerdo a los momentos y circunstancias por las que atraviesa la persona (Gergen,
1996). Finalmente podría decirse que la memoria es la base sobre la cual se asienta la
identidad de cada persona.

En síntesis, las ciencias cognitivas en general consideran que hay tres tipos de memoria: la
procedimental, que es básica para el funcionamiento cotidiano de los seres vivos, incluyendo
los seres humanos. Tiene que ver con los hábitos y funciones básicas para la sobrevivencia.
De otro lado, la memoria semántica es una memoria que se refiere al conocimiento que
tenemos del mundo, tiene un carácter representacional y se constituye por las huellas
mnémicas que la realidad imprime en el sistema neural, y su recuerdo funciona como
recuperación de un conocimiento adquirido. En términos de los griegos es la “mneme o
némesis” (Ricoeur, 2003).

Finalmente, la memoria episódica, de carácter autobiográfico, que liga esos conocimientos


adquiridos a una representación de la propia vida y de la propia historia, que puede tener un
carácter narrativo o en imágenes, cercano a lo que los griegos llamaron “anamnesis” (Ricoeur,
2003). Y ésta entra en relación con todos los aspectos relacionales y sociales que constituyen
al sujeto. Pero en definitiva, el único que puede recordar es el sujeto individual (Neisser, 1982;
Nachson y Zelig, 2003).

De otro lado, Schacter (2003) define tres niveles estructurales de memoria en el individuo: el
físico-biológico, fundamentado en la estructura neurobiológica, que es primordial como base
fisiológica del funcionamiento de la memoria. Un nivel computacional/funcional que hace
referencia a la estructura cognitiva del funcionamiento de la memoria. Es la dimensión
funcional. Finalmente un nivel simbólico/algorítmico, que tiene que ver con las
representaciones establecidas, los contenidos; que está referido a la conducta y al
comportamiento del sujeto en lo intencional y experiencial. En este nivel, los psicólogos
cognitivos aceptan la influencia del medio ambiente, del contexto (externo e interno), de la
conciencia; puesto que el recuerdo es una acción propositiva del sujeto y la memoria está al
servicio de sus funciones sociales.

91
Para Katherine Nelson, (2007) la primera función, y evolutivamente la más primordial, de la
memoria es organizar nuestro conocimiento sobre la realidad para formar modelos funcionales
que puedan ser utilizados para interpretar y predecir los eventos futuros… pero también para
organizar y predecir el conocimiento sobre la propia persona en la configuración del sentido
del yo. Esto requiere necesariamente una interacción con el medio, que en los seres humanos
es social y cultural, esto es fundamental para determinar la acción humana.

Por debajo de estos niveles está el de la memoria genética de la especie, que también es
información que se transmite con el objetivo de la sobrevivencia. Y por encima el nivel social
y político, donde estos autores, más que hablar de memoria, hablan de costumbres, tradiciones,
historia. Estos ámbitos, según Ruiz-Vargas (2008) son objeto de la biología y las ciencias
genéticas por un lado; y de las ciencias sociales (antropología, sociología, historia, ciencia
política, etc.) por el otro lado. Pero no de la psicología.

Este modelo de estudio nos lleva a un esquema en el cual, la memoria como variable
dependiente, estaría influida por factores biológicos, sociales, culturales, históricos,
estructurales y cognitivos. Con lo cual, se reafirmaría que la memoria es una facultad
netamente individual y asunto exclusivo de la psicología (Wershct, 1998, 2008). Este modelo,
de tipo funcionalista, más o menos puede ser representado en el esquema 3.1:

Esquema 3.1.

Factores
estructurales y
cognitivos

Factores
biológicos y
genéticos
MEMORIA Factores
FACULTAD sociohistóricos
MENTAL

Factores Factores
socioculturales sociopolíticos

3.2.2. Problema en la concepción cognitiva de la memoria:

El problema de Ruiz Vargas (2008) y otros autores de corte cognitivo, desde la psicología,
pero que también plantean los historiadores españoles (Rodrigo, 2006; Ortiz Heras, 2006; etc.)
es que en el fondo no logran despojarse de la tesis mentalista: la memoria como una facultad
mental. Otros autores como Félix Vásquez (2001), Bruner (1994), Gergen (1996), Middleton y
Edwards (1990) desde la psicología; Yerushalmi (1982 / 2002), Vidal-Naquet (1987), Cuesta
(1998), desde la historia; Olick (1998, 2007 b) o Jelin (2002, 2003) desde la sociología; la
consideran como acción social y como narrativa. Pero incluso desde las representaciones
sociales de Moscovici (1984), Paéz, et. al. (1993, 1996, 1998, 1999, 2003, 2007, 2009) afirman
que hay una visión más amplia, como producción social de un orden sistémico superior al del
recuerdo individual, en tanto representación que circula socialmente.

92
Esta reflexión conduce al concepto de “Yo narrativo” (Bruner, 1991, 1994, 1996; Gergen
1994, 1996; Barclay, 1994; Vásquez, 2001), que indica que la subjetividad de una persona no
está marcada por una estructura mental dentro del sujeto, sino por la forma como ese sujeto se
narra a sí mismo, cuenta su historia. Y en esta construcción tiene un lugar preponderante la
memoria, también como narrativa. Cuando un sujeto se afirma a sí mismo, cuando se le
pregunta quién es, cuenta historias, relata vivencias (Bruner, 1994), que más allá de su estatuto
de verdad o existencia suponen una interpretación del sujeto sobre sí mismo.

Según Edwards & Potter (1992) en la narrativa de los hechos vividos no puede considerarse
cuál fue el “hecho original”, puesto que su estatuto epistemológico es problemático y, para
ellos, en realidad, este evento nunca puede ser establecido en cuanto tal; por lo cual, debe ser
asimilado como una narrativa. Para estos autores no hay recuerdos objetivos y, aún cuando el
recuerdo es de un hecho existente, rara vez hay una sola versión del mismo; por lo tanto, el
recuerdo es también conversacional y surge de un proceso comunicativo que construye una
versión de lo acontecido.

Yendo más lejos: estas historias de sí mismo, que se cuentan a otros, que pueden constituir un
“nosotros”, pueden variar según los oyentes, según ese nosotros; por lo tanto, ese “yo
narrativo” es también dialógico, juega roles según múltiples juegos o escenas (Bruner, 1994;
Goffman, 1993; Mead, 1929; Gergen, 1992). Este proceso se da en un marco de interacción
que define las acciones y las representaciones que se construyen en los grupos concretos; de tal
manera que el recuerdo, en este caso, deja de ser recuerdo individual, para convertirse en
recuerdo compartido. Y es la interacción la que define las formas, las normas, los esquemas y
los marcos para el recuerdo y para la memoria.

Neisser (1994) desde un horizonte más sociocognitivo argumenta que precisamente las
narrativas se corresponden con las características de la memoria episódica autobiográfica, que
es la base de una identidad personal. Y estas narrativas, aún cuando no se correspondan con
los hechos vividos y no tengan un estatuto de verdad como correspondencia con la experiencia,
sí deben pasar varios filtros: en primer lugar el hecho en sí, no son inventadas, tienen sustento
en vivencias; luego, la experiencia es leída por el sujeto y vivida por éste de forma diferente a
como otro la vive, el recuerdo que se forma del hecho también es diferente, y, finalmente, la
versión que se forma de este hecho.

Ahora bien, de acuerdo con Barclay (1994), Neisser sobredimensiona lo cognitivo y lo


afectivo, ignorando las relaciones de estos con los significados construidos socialmente, que
remarcan el pensar y el sentir; que se van generando y transformando en la interacción
cotidiana con otros, lo cual, a su vez implica la cultura, la historia y los diferentes marcos
relacionales en diferentes niveles sistémicos.

No puede negarse que estos niveles sistémicos entran en relación, partiendo de la dimensión
estructural y cerebral, pasando por el proceso de recuperación y reconstrucción del recuerdo en
el sujeto; pero todo este proceso es redefinido y re-enmarcado en un proceso de ‘co-re-
construir’ el pasado a través de un recuerdo colectivo en el marco de una comunidad de
significación y sentido (Barclay & Smith, 1992); en un marco contextual que es la cultura, que
actúa como un almacén de narrativas, para ese “yo”, que es siempre una historia
permanentemente re-escrita (Gergen, 1992; Bruner, 1994; Marco & Sánchez, 2008).

Por lo tanto para Badeley (1990), Barclay (1994), Bruner (1994), Gergen (1994, 1996),
Vásquez (2001), Van Oers (2004), Mendoza (2005) y Wertsch (2008) la memoria
autobiográfica y el recuerdo no son acciones de recuperación, almacenamiento y codificación
de información de una mente/cerebro, producto de los diversos factores (variables) que
operarían sobre ésta; sino una acción que se hace con otros, a partir de experiencias
compartidas en un marco de significación social, histórica y cultural; así, el recuerdo es
93
formado por prácticas asociadas con lo cultural y con las instituciones que permiten la
convencionalización de las memorias. Esta forma de comprensión podría ser esquematizada
de la siguiente manera:

Esquema 3.2:

Memoria Individual: Memoria grupal, memoria


Interacción comunicativa
narrativas del yo y y simbólica
compartida: Conversación
memoria autobiográfica cotidiana.

El esquema 3.2 implica que cualquier estudio que quiera abordar la memoria individual debe
tener en cuenta los procesos de interacción simbólica que retroalimentan la estructura narrativa
del yo y de la memoria. De tal manera que un escenario privilegiado para abordar la memoria
(individual y colectiva) son los espacios grupales inmediatos, las conversaciones cotidianas,
los grupos primarios donde se actualizan mecanismos simbólicos de la cultura y se construye
también el anclaje en el sujeto de estos relatos culturales en la construcción de su subjetividad
(Cfr. Fivush, 1994).

En contrapunto a esta perspectiva, Neisser (1994) y Ruiz-Vargas (2002, 2008) plantean que
todo esto sufre el proceso de reconstrucción del recuerdo que plantea Bartlett (1932), y que,
aún así, es la memoria de un sujeto, una memoria autobiográfica, una memoria episódica. Sin
embargo, también es una narrativa del hecho. Esto le permite a Neisser (1994) intentar
construir puentes entre los enfoques sociocognitivos y los enfoques socioconstruccionistas.
Porque, que el pasado sea construido, no quiere decir que sea inventado, es decir hay algún
nivel de referencia a los hechos, de allí que todas las narrativas no tengan el mismo estatuto de
verdad, es importante que se refiera al hecho, y aún cuando sea una interpretación de la
experiencia, hay memorias que pueden acercarse a ese hecho y hay memorias que falsean con
alevosía, interés o en juegos de poder, ese hecho. Los experimentos de instalación de falsos
recuerdos en procesos de construcción de memorias grupales (Loftus & Doyle, 1992; Loftus &
Ketchman, 1994), son para este autor una prueba de la necesidad de encontrar un enfoque que
vaya más allá de la radicalidad de ambos modelos, para una investigación que permita
comprender la memoria en complejidad.

Mazzara (2000), por su parte, presenta una diferencia irreconciliable entre la visión cognitiva y
la socioconstruccionista, puesto que para este autor el recuerdo no tiene un contenido de
correspondencia con “lo real”, sino que tiene unas contingencias discursivas y pragmáticas. La
memoria de hecho es un proceso social, donde los símbolos emergen de la dinámica social.
Los procesos psicológicos, más que dinámicas intra-mentales, son procesos de interacción
entre los niveles interaccionales y comunicativos con los procesos individuales.

Para Wertsch (1988, 1998) es un error de las psicologías cognitivas pretender explicar los
procesos superiores, donde los factores sociales, culturales, de interacción, históricos tienen un
papel determinante, desde funciones básicas que explican los procesos inferiores. Esto es
evidente en la memoria, donde distingue una memoria natural, formada de huellas mnémicas,
cercanas a la percepción, que permiten definir imágenes desde la inmediatez del objeto; en este
sentido el perro y el elefante tienen memoria. Pero una memoria con signos, está más allá de
la mente, puesto que lo que distingue a los humanos de los animales es la significación, y está
acompañada de herramientas culturales, tales como las narrativas, las historias, los relatos, los
símbolos, los monumentos y otras formas simbólicas de expresarla; de tal manera que, para
decirlo en palabras de Bateson (1972, 1993), la mente estaría más allá de la piel del sujeto (Cfr.
Cole, 1990; Eyerman, 2004; Wessel & Mouds, 2008).

94
Además de esto, Wertsch (1988), Cole (1990), Gergen (1996) afirman que uno de los
problemas, de esta mirada cognitiva, estriba en que ha estado encerrada en su propio campo; en
un escenario de no diálogo entre escuelas al interior de la disciplina; y de la psicología con
otras ciencias sociales, por la separación de los estudios dedicados a lo individual y los que se
han dedicado a considerar lo sociocultural. “En psicología se tiende a considerar lo
sociocultural como una variable a ser incorporada a los modelos de funcionamiento individual.
Esto da pie a un tipo de reduccionismo que da por supuesto que los fenómenos socioculturales
pueden ser explicados a partir de los procesos psicológicos” (Wertsch, 1988, p. 19); pero de
manera inversa sucede con los teóricos sociales, que pretenden explicar lo individual,
exclusivamente desde los niveles socioculturales.

Según Gergen (1994, 1996) el problema puede ser más amplio, se trata de la discusión de dos
marcos epistemológicos: el esencialismo psicológico para quien la memoria es
fundamentalmente un proceso mental. Que se mueve en un marco ontológico dualista que
divide mente / mundo, sujeto / objeto. De tal manera que lo mental e interno es objeto de la
psicología, y lo externo de las otras ciencias sociales. De otro lado el textualismo, que se
centra sólo en lo textual de la narrativa, en el discurso y su estructura interna que da cuenta de
la estructura social. Pero no tiene en cuenta ni al sujeto ni al contexto.

De allí que pueda decirse con Gergen (1994, 1996) que se deben tejer puntos intermedios
entre los extremos de la dicotomía (individuo – sociedad) y en la compartimentalización del
objeto (la memoria humana), que se plantea en las ciencias sociales, recogiendo la narrativa
como elemento central de la acción humana, puesto que cualquier facultad mental se da en el
lenguaje y éste puede ser estudiado, pero no solamente en sí mismo, en cuanto producción
discursiva, sino también porque habla del sujeto que lo produce y del marco contextual
(sociohistórico y cultural) donde se da esa narrativa.

Así pues, se trataría de focalizar la memoria en su carácter social, analizarla en escenarios


comunicativos, teniendo en cuenta las estructuras narrativas de la cultura, utilizando la
metáfora del teatro o de los juegos del lenguaje, pero reconociendo el contexto, el significado
como algo referencial, es decir, referido al mundo y no sólo en relación intrínseca con el texto,
pero no como una esencia, sino en un marco pragmático que refiere necesariamente al contexto
(Gergen, 1994, 1996).

Esta perspectiva tiene una consecuencia epistemológica clave: se abre la puerta para una
ciencia social que pueda estudiar lo humano en su complejidad (Morín, 1990) y en las
relaciones entre lo individual y lo social. Middleton y Edwards (1990), Edwards y Potter
(1992), Vásquez-Sixto (2001), Kansteiner (2008) recuperan esta tradición de la memoria como
acción social. Lo que da cuenta del giro epistemológico que se da, particularmente, en la
psicología y en la psicología social al introducir la visión sociohistórica (Gergen, 1971, 1994,
1996; Bakhurst, 1990; Van Oers, 2004), derivada de la escuela rusa de Vigotsky. En la que la
mente se forma en un proceso de interacción social del niño, mediado por el lenguaje, de tal
manera que pensamiento y memoria, son posteriores al proceso comunicativo.

No hay un comportamiento natural del ser humano, los signos son internalizados por cada
sujeto humano, en su proceso de constituirse como tal, pero esto es un proceso social. De allí
que la primera función de la palabra sea la función social y comunicativa, es decir, el nivel
pragmático y que el uso del lenguaje está en primer lugar sobre su función representacional,
semántica y su estructura gramatical o sintaxis (Cole, 1990; Bakhurst, 1990, Vásquez-Sixto,
2001). Desde este enfoque la memoria deja de ser un dato (medible, cuantificable,
computable) para ser un relato, una narración (interpretable, manipulable y objeto de crítica
social); se pasa de un estudio de la conservación a un estudio de la conversación: la memoria
como construcción social (Vásquez-Sixto, 2001).

95
3.3. La memoria como narrativa social del pasado

Así pues, algunos autores51 proponen abandonar la perspectiva individualista psicologista, pero
también la estructuralista sociologista, para abordar un enfoque relacional (Wertsch, 2002,
2008; Paolicchi, 2000, Bakhurts, 2000, Páez, et, al. 2008), o psicosocial (Martín- Baró, 1983,
1990, 1991; Martin Beristain 1994, 1997, 1999; 2000, Vásquez, 2001; Piper, 2004): la
memoria como producción social sobre el pasado que surge en situaciones relacionales
diversas, lo cual permite reconocer las relaciones de poder que se tejen al interior de la
sociedad y la forma como éstas se tejen en las conversaciones cotidianas y en el mundo social
y político. Lo cual permite reconocer las diferentes perspectivas de quienes recuerdan en el
escenario público (Margalit, 2002). Así pues, el énfasis de Campbell (2008), es en el proceso
de memoria compartida, de construcción de memorias colectivas y relatos comunes, porque
antes de serlo, se juegan en el escenario de lo social y lo político. Esta mirada podría ser
esquematizada de la siguiente manera:

Esquema 3.3.:
Memoria episódica y
autobiográfica
(individual)

Memoria como
Memoria grupal y
acción y compartida, dentro de
Memoria colectiva y
social: narrativas práctica social marcos sociales y
circulando en la discursiva culturales
sociedad.

Las memorias colectivas son, entonces, narrativas sociales del pasado que son portadas por
diferentes grupos al interior de una sociedad, que son actualizadas por el sujeto individual que
es constituido en ese marco sociocultural, no en abstracto, sino también en lo concreto de las
relaciones intergrupales: una clase social, un género, un lugar de participación política, ser
víctima o ser victimario, etc. En este sentido empata con todo el análisis que hace Martin-Baró
(1983) de lo psicosocial como un enfoque bisagra que enlaza el sujeto concreto con la
estructura social; y deconstruye hipótesis como las de personalidad de base (Kardiner, 1955) o
mente colectiva, utilizadas anteriormente.

Este esquema (3.3) implica dar un paso más en el proceso. Ya no solamente se considera la
memoria en el marco de la interacción en grupos concretos, sino que se hace objeto de estudio
en cuanto narrativa social que está en un nivel sistémico superior al orden individual e
interpersonal (grupal), para constituir relatos, símbolos, herramientas culturales que se
construyen en el marco de la interacción entre diferentes grupos sociales, que son portadores
de diversos sentidos e interpretaciones de la realidad. Estos relatos constituyen memorias que
“compiten” entre sí para constituirse en representaciones válidas de la realidad, o en narrativas
instituidas que pueden dar sentido e identidad a esa comunidad, a esa sociedad (Cfr. Jelin,
2002a; Todorov, 1995, 2002).

Sintetizando los diferentes niveles de análisis, este esquema partiría de la memoria individual,
con sus diferentes matices, que sería objeto de la psicología cognitiva y de las neurociencias.
En un segundo nivel estaría la memoria grupal o memoria compartida, que se constituye a
partir de las conversaciones cotidianas entre grupos primarios (familia, amigos) (Cfr. Fivus &
51
Middleton y Edwards (1990), Bruner (1994), Gergen (1994, 1996), Ibáñez, (1998), Olick (1998, 1999, 2007), Werstch
(1998, 2002, 2008), Campbell (2008), entre otros
96
Reese, 1992; Miller, 1994; Melzer, 2010; etc.); trabajada también en investigaciones de
psicología cognitiva en torno al recuerdo colaborativo y el proceso grupal de recuerdo (Wessel
& Hauer, 2006; Barnier & Sutton, 2008; Maclaed & Macrae, 2001; Laney & Loftus, 2008;
entre otros).

En un tercer nivel, se puede estudiar la memoria colectiva y social, que implica, que las
memorias compartidas en las conversaciones cotidianas de los grupos primarios comienzan a
circular por toda la sociedad. Incluye la acción pública de memoria, los performances y actos
de memoria de grupos sociales, las expresiones artísticas y los testimonios públicos. Puesto
que está implicado el anclaje de relatos sociales que se instauran en espacios colectivos más
amplios, que posibilitan explicaciones sobre los hechos y acontecimientos de un grupo;
interpretaciones en torno a la vida y las experiencias que tiene un colectivo (Cfr. Halbwachs,
1925, 1950; Olick, 1998, 1999, 2007; Werscht, 2002, 2008; Jelin, 2002a, 2003; Cava Mesa,
2006; Assman, 2002; etc.). Esta memoria implica la instauración de narrativas colectivas,
expresiones performativas y acciones de una memoria pública que no es monolítica, puesto
que en la sociedad circulan múltiples relatos e interpretaciones de la realidad (Jelin, 2002a) que
luchan por emerger como interpretaciones de hechos y procesos.

Finalmente, en un cuarto nivel, puede encontrarse la memoria histórica (Fouce, 2006, 2008;
Erice, 2006, 2008; Arostegui, 2003, 2007; Oberti, 2006, 2008; Lira, 1999, 2006, 2007, 2009; y
un largo etcétera), que implica la construcción y cristalización de relatos que implican una
forma de leer los hechos, los procesos y los acontecimientos históricos, que circulan en una
sociedad, pero que pueden transmitirse de generación en generación. Se convierten en formas
y relatos, representaciones y narraciones que constituyen un colectivo y se convierten en
referentes fundamentales de la construcción de la identidad.

Assmann (2008), irá más allá cuando afirma que esta memoria puede ser, a su vez, memoria
cultural, es decir, un marco, esquema de representación y de lenguaje que trasciende las
generaciones y posibilita interpretaciones de la realidad, que se instauran, anclan y cristalizan
en un cultura, incluso a través de siglos y milenios. Por lo tanto, la memoria histórica y la
memoria cultural incluirían la historia como relato, y son la base de la educación de las nuevas
generaciones, además de hacer parte de los relatos de socialización de los miembros más
jóvenes de un grupo social. Toda esta reflexión puede recogerse en el siguiente esquema:

Esquema 3.4.
Memoria Individual - Memoria autobiográfica:
Narrativas de los recuerdos personales (Yo
narrativo)

Memoria Histórica – memoria Interacció Memoria grupal - Memoria


cultural: cristalización de narrativas n continúa compartida: conversaciones cotidianas
y relatos que pasan de generación en entre los en espacios familiares, grupos
diversos
generación. niveles primarios.

Memoria Colectiva – Memoria social:


narrativas sociales que permean la sociedad
y las instituciones

97
En el escenario conversacional de los grupos primarios, Fivush (1994) afirma que también se
están reproduciendo los esquemas, marcos normativos, y formas que configuran la forma de
narrarse el sujeto a sí mismo, de tener memoria de algunos hechos y de sí mismo, pero también
de su propio colectivo (Gergen, 1996). Lo mismo sucede con la memoria colectiva y social,
con las acciones públicas donde se porta una memoria, las expresiones performativas de la
memoria que circulan en la sociedad, parten de conversaciones y escenarios grupales, pero se
hacen en un contexto histórico y cultural delimitado; pero buscando emerger como relatos que
sean considerados por el resto de la sociedad como relatos válidos en los que pueda mirarse
históricamente. Por lo tanto, el esquema propuesto conduce a un marco circular, semejante al
del círculo hermenéutico, en el que cada nuevo nivel se retroalimenta con el anterior, pero, a su
vez, retroalimenta con los otros.

Ahora bien, el esquema tiene aún un inconveniente. Y es que se sigue manteniendo una visión
compartimentalizada de las diferentes formas de memoria, que a su vez implicaría estudios y
abordajes disciplinares desde cada una de las disciplinas, en muchos casos sin necesidad de
entrar en relación con las otras. Así pues, la memoria individual sería objeto de la psicología,
la memoria grupal se convertiría en objeto de la psicología social y/o comunitaria; la memoria
colectiva y social serían más objeto de la sociología, y en los casos de conflicto político, de la
ciencia política; y finalmente la memoria histórica sería objeto de la historia y la memoria
cultural objeto de la antropología cultural y de la arqueología. Esto mantendría una mirada
segmentada, que a lo sumo permitiría estudios interdisciplinares. Pero no implica
necesariamente una mirada sistémica que conduzca a una visión transdisciplinar, en la que el
objeto de estudio, en este caso la memoria humana, pueda ser abordada por una disciplina en
diálogo con otras, y en un abordaje en complejidad (Morin, 1990). Por esta razón autores
como Paolichi (2000), Leone (2000) y Vásquez Sixto (2001) prefieren hablar de memoria en
genérico y de niveles individuales, grupales, colectivos e histórico culturales de la memoria.

3.4. Una perspectiva dialéctica de la concepción de la memoria:

Esta mirada posibilita un enfoque transdisciplinar, en la cual, ubicados en una disciplina (en
este caso la psicología social) se puede entrar en diálogo con otras disciplinas y se pueden
abordar diversos niveles sistémicos de un fenómeno (en este caso la memoria). Por esta
razón, Olick (1999, 2007) desde la sociología y Wertsch (2002, 2008) y Vásquez (2001) desde
la psicología, junto a una pléyade de investigadores de las ciencias sociales, sugieren que el
campo de análisis de la memoria colectiva debe ser el de la dimensión social de las prácticas
mnemónicas de colectividades y grupos, lo cual abriría el campo de investigación a estudios
multidisciplinares o desde cada disciplina con un enfoque transdisciplinar. Estos autores
plantean que los estudios de memoria social y colectiva implican, también, trabajar con
productos o herramientas culturales y prácticas mnemónicas en espacios relacionales y de
interacción; tales como las acciones públicas, las expresiones performativas, los testimonios
colectivos y otras formas de acción de memoria, desarrolladas por actores sociales en el
escenario societal. Ya que esto permite un objeto visible y susceptible de ser abordado
metodológicamente, tanto con métodos cuantitativos como cualitativos, lo cual permite romper
la visión esencialista de la memoria como facultad de la mente, por lo tanto con el mentalismo
y la teoría representacional; y abre las posibilidades de estudio a múltiples disciplinas y
espacios (Shotter, 1990, Gergen, 1994).

Y viceversa, contra la mirada del construccionismo radical y la perspectiva histórico-cultural,


las actividades mnémicas pueden iniciarse en el nivel individual y expandirse al nivel social o
viceversa, desde el nivel social y colectivo, configurar el nivel individual. Y en ambos sentidos
lo social, lo cultural, lo político y lo histórico están interactuando. Esto nos lleva a

98
investigaciones narrativas donde emerge el sujeto, su contexto personal, familiar, grupal, que a
su vez porta los valores, normas de su sociedad y su cultura. 52

Desde este horizonte y en el marco de esta discusión, Paolicchi (2000) propone un enfoque
dialéctico para las ciencias sociales: “precisamente por el carácter semiótico e histórico que los
distingue, los hechos humanos son, en una palabra, esencialmente sociales y esencialmente
individuales” (P. 282). Así la psicología se presentaría como disciplina histórico/social
(Bakhurst, 2000; Gergen, 1971 / 1994); y desde un enfoque psicosocial permitiría hacer que
las ciencias sociales no estudien sólo el proceso mental o la actividad externa de un grupo, sino
que integre el análisis de la complejidad, histórica y cultural, de los trabajos, productos y
acciones de los seres humanos, encarnados en instituciones, reglas, invenciones, acciones
públicas, obras de arte, artesanías, etc. Y esto mismo son las memorias (ya en plural).

Ahora bien, este autor (Paolicchi, 2000), junto con Vásquez-Sixto (2001) y Wang (2008)
piensan que al poner el énfasis en las memorias como producciones histórico sociales de
carácter narrativo, pueden estudiarse en varios niveles; según los cuales, pueden entrar a
trabajar las diversas disciplinas, de tal manera que estas producciones fluyen de un nivel al
otro: así una narrativa histórica puede estudiarse en el momento de apropiación del sujeto
individual y esto sería tarea de la psicología, pero también se puede estudiar en sus procesos de
transmisión institucional en la escuela y sería objeto de la sociología, o bien como producto
histórico al que se le puede hacer una “arqueología” y sería objeto de la historia. Es decir,
cada nivel es un sistema de mayor amplitud y complejidad, pero interconectado con los
anteriores. Esto posibilita investigaciones más complejas que permitan identificar factores
culturales (tradiciones, normas, esquemas narrativos) de la dinámica grupal concreta o familiar
o individual. O aspectos individuales que inciden en las formaciones colectivas.

Y esto es fundamental para romper, también, la dicotomía entre el realismo ingenuo


cognitivista y el idealismo relativista del socioconstruccionismo radical. Además de empatar
con la visión de Martín- Baró (1983) que afirma que lo psicosocial es un lugar bisagra en
donde confluye de forma dialéctica la estructura individual y la estructura social, de tal manera
que pueden identificarse, tanto las determinaciones sociales e ideológicas, culturales y
sociohistóricas donde se constituye una subjetividad concreta; pero también las acciones que el
sujeto desarrolla y que van más allá de una “conducta observable, medible y cuantificable”,
puesto que la acción como objeto de estudio implica la intencionalidad y el significado de lo
que se hace. Al punto que afirma que el objeto de la psicología social es “la acción en cuanto
ideológica”; dentro de la cual, la memoria, como acción humana es susceptible de un estudio
complejo que va más allá de las determinaciones neurales y cognitivas, y la observa, la estudia
en su contexto histórico, social y cultural de construcción, interacción y desarrollo (Billig,
1990; Shotter, 1990; Eyerman, 2004; Wessel & Moulds, 2008).

Kenneth Burke (1984; en Wertsch, 1998) reafirma esta visión ontológica y epistemológica,
tomando la “acción humana” como fenómeno básico de análisis. Este concepto es
diferente al de conducta (clásico en la psicología experimental), estructura (clásico en
sociología) y actitudes (clásico en psicología social); además está ligado a motivos e
intereses. El análisis desde la acción implica una mirada sobre: el agente (el quién actúa),
la escena (dónde y cuándo se ejecuta), el acto (el hecho, la experiencia), la agencia (el
cómo se hizo) y el propósito (el por qué); coordinar estos elementos es una tarea esencial
en cualquier investigación en ciencias sociales, lo cual no es fácil con un método analítico
e hipotético deductivo de la ciencia tradicional, y de la psicología experimental; ni en la
investigación tradicional del cognitivismo (Burke, 1984, en Wertsch, 1998; Bell, 2003).

52
Shotter, 1990; Billig, 1990; Paolicchi, 2000; Wang, 2008; Olick 1998, 2008; Wertsch y Roediger III 2008, Wertsch
2002, Vásquez, 2001).

99
Es decir, se hace necesario romper con el individualismo metodológico de la psicología,
comprendiendo que la acción humana, es por tanto, mediada por herramientas culturales y
ejecutada por un agente que se construye a sí mismo en un contexto histórico y
sociocultural; finalmente esta acción, incluye la acción comunicativa que implica romper
con una visión centrada exclusivamente en el agente (individual) y analizar al sujeto
siempre en interacción con otros, por la vía del lenguaje. Esto no anula la necesidad de
analizar la dimensión individual, pero éste es un momento de la acción, que
dialécticamente interactúa con el nivel sociocultural e histórico. Esta mirada exigirá
métodos holísticos, más amplios, menos centrados en variables, y más abiertos a
comprender, interpretar y analizar en complejidad, tal como se propone en el método de la
presente investigación.

En este sentido, Giovanna Leone (2000)53 afirma: “Desde esta nueva consideración los
estudios de memoria escapan del peligro del realismo ingenuo o de ser reducidos a una
mera convención subjetivista, para convertirse en una responsabilidad compartida dentro
de un proceso en el que se van alternando la toma de decisión, la acción y finalmente, la
verificación de las consecuencias de la acción” (p. 152). Esto también implica el tema de
la responsabilidad, y una visión que permita reconocer los intereses ético-políticos en la
acción, pero también en la investigación: la memoria, en cuanto acción, y la investigación
sobre las memorias, como actos de responsabilidad hacia el pasado.

Arribando a este punto, puede afirmarse que esta perspectiva holística y compleja, implica
una mirada que no es excluyente, sino incluyente, que deriva en un análisis de la memoria
en todas sus dimensiones: individual, compartida o grupal, colectiva o social; e histórica y
cultural. Siempre en una continua interacción entre los diversos niveles tal y como lo han
desarrollado Leone (2000) y Paolichi (2000), que implica un cambio incluso en la forma de
nombrar la memoria. Puesto que ésta deja de calificarse en la oposición individual vs.
colectiva, para ser asumida simplemente como memoria, según diversas dimensiones, sin
una separación taxativa de las disciplinas que se acercan a este problema de estudio.

Así pues, habrá una dimensión individual de la memoria, que en un nivel sistémico se podrá
abordar de forma transdisciplinar desde diferentes disciplinas (psicología, psicología social,
antropología, etc.). Luego una dimensión interpersonal de la memoria, donde se pone en
evidencia el mundo de la interacción cotidiana, las construcciones grupales y el compartir
social en lo cotidiano. Una dimensión colectiva de la memoria que abordará las narrativas y
acciones que implican las comunidades y las sociedades en tanto estructuras que desarrollan
productos simbólicos, herramientas comunicativas y culturales que están en un orden sistémico
diferente al individual y al grupal. Finalmente un nivel cultural e histórico, que recoge las
narrativas, símbolos y herramientas culturales que se transmiten de generación en generación.

El estudio de memoria que se va a desarrollar, recogerá básicamente relatos de vida que dan
cuenta de una memoria individual y autobiográfica. Es decir son relatos que son contados por
sujetos individuales. Ahora bien, estos relatos serán contrastados con relatos constituidos a
partir de grupos de discusión. Esto implica que hay un nivel de memoria compartida, memoria
grupal que será analizado.

Así pues, en términos teóricos, y siguiendo el esquema 3.5, la memoria individual y


autobiográfica, cuando es compartida en un espacio grupal, toma la dimensión de una memoria
compartida. Estas memorias compartidas se constituyen en las conversaciones cotidianas que

53
También Félix Vásquez (2001) retoma este enfoque, abordando la mirada de autores como Billig (1990), Badeley
(1990), Bakhurst (1990), Cole (1990), Schwartz (1990), Barclay (1994), Gergen (1971, 1994, 1996).
100
se dan en los grupos familiares, grupos primarios, donde se da el compartir social de las
diversas experiencias. Este proceso es el que se ha dado también en los grupos de apoyo
mutuo (GAM) o abrazos que se posibilitaron en el proyecto PROVISAME. Lo grupal, a su
vez, cuando entra al escenario de lo público, se convierte en proceso colectivo y social, que
tiene, a su vez, una dimensión política; que si logra cristalizarse en un discurso de transmisión
en esa sociedad, pasa a tener una dimensión histórica y cultural.

Esquema 3.5.
Dimensión Individual de la memoria:
narrativas, símbolos, recuerdos que hacen
parte del yo narrativo, que el individuo
actualiza en su existencia.

Interacción
Socialización

Memoria
como Dimensión interpersonal de la memoria:
Dimensión Histórica y cultural de la acción construida en espacios conversacionales
memoria: narración estructurada en social e un
marco de cotidianos, narrativas grupales,
la historiografía, mitos y interacción familiares.
tradiciones. simbólica y
comunicativ

Participación
a
Educación

Dimensión colectiva de la memoria:


recuerdo y narrativas enmarcadas en
cuadros sociales de memoria: clase social,
religión, instituciones. (Halbwachs).
Acción pública de memoria.

Sin embargo, el hecho que se recojan relatos de vida no significa que se trabaje con memorias
individuales, puesto que se parte de esta mirada conceptual compleja, en la cual cada relato
está construido dentro de marcos sociales e interactivos de memoria, tal como se ha esbozado
anteriormente. Pero a su vez, estas memorias compartidas en espacios grupales (GAM) por la
vía de la acción y la participación pública se han constituido en memorias colectivas, en
narrativas sobre hechos históricos, sobre experiencias vividas que constituyen una
interpretación de la vivencia de la propia victimización, pero también de la experiencia
particular del conflicto armado colombiano, sobre el cual, la gente puede construir sus propios
relatos, según su propia experiencia. Este es el escenario de las acciones públicas de memoria,
que son portadoras de sentidos y significados sociales que entran al escenario societal y
disputan con otros discursos de indolencia, indiferencia o negación, otras narrativas que desde
otros intereses y experiencias tienen perspectivas diversas e interpretaciones alternativas a las
expresadas por los sujetos de esta investigación, tal como se desarrolla la llamada historia
oficial (Schmuchler, 1986; Martin-Baró, 1990, Gaborit, 2006, Pastoriza, 2009; entre otros).

En este escenario las víctimas, sujetos de esta investigación, se esfuerzan para que sus relatos
sean oídos, escuchados y constituyan referentes válidos para la cristalización de su mirada
como una perspectiva, que busca, a partir de los testimonios, las acciones performativas, los
museos comunitarios, las marchas y otras acciones públicas que se dé un proceso de
“educación” de la sociedad para que no se vuelvan a repetir los hechos, y para que las nuevas
generaciones puedan vivir en un país diferente. Ahora bien, este proceso pasa por un nivel que
101
implica la transmisión social intergeneracional y que implica escenarios que cuenten con un
aval institucional y social de mayor alcance (como una comisión de la verdad, por ejemplo) en
el que pueda realmente convertirse esta memoria, en memoria histórica: es decir, en relatos de
hechos históricos que reconocen lo sucedido y tienen el poder de confrontar una historia oficial
y un marco interpretativo dictado desde el poder.

Finalmente, la dimensión histórica y cultural de la memoria, que cristaliza en una sociedad


concreta, se convierte a su vez en referente de construcción de un sujeto. Es decir, comienza a
interactuar con las experiencias y recuerdos de un sujeto individual, se convierte en marco de
interpretación de la realidad de ese sujeto, que es introducido en esa cultura o sociedad, en las
conversaciones y relaciones interpersonales y grupales. Es un proceso dialéctico que se da
permanentemente y que permite, tanto el mantenimiento de esas narrativas, como la
actualización de las mismas en cada nuevo círculo, en el que el sujeto se va apropiando de sus
determinaciones culturales, pero también con el poder de irlas transformando en su propia
acción.

Así pues, arribamos a un concepto de memoria abierto, en el cual ésta, como acción humana,
es portadora de significados, sentidos, marcos y esquemas de interpretación de la realidad de
un sujeto humano, cuando se refiere al pasado y cuando intenta construir, a partir de estos
referentes una visión del presente y del futuro; con el fin de contar con esquemas que le
permitan dirigir su acción en esa realidad, en esa sociedad. Estos marcos y esquemas
interpretativos se encarnan en narrativas, símbolos, herramientas culturales, representaciones,
obras de arte, discursos, conmemoraciones, acciones públicas, relatos que circulan en el mundo
social y que están disponibles, tanto en el habla y la historia contada por los sujetos, como en
la interacción comunicativa en sus grupos de referencia y en las producciones sociales,
políticas y culturales que se convierten en discurso y acción pública que también puede ser
analizada, evaluada y estudiada.

Este proceso de construcción de memoria es el que será estudiado, analizado y evaluado en el


marco de la presente investigación, en un escenario particular: procesos de organización social
de víctimas de la violencia política, que han hecho uso de la memoria como forma de
reconstrucción del tejido social, transformación de las consecuencias psicosociales a nivel
emocional, familiar y colectivo, afrontamiento y resistencia a la violencia y la impunidad,
afirmación de sus identidades y estrechamiento de la cohesión social.

102
4. ESTADO DE LA CUESTIÓN: REGISTRO IDENTITARIO Y REGISTRO
RESISTENTE

La revisión del estado de la cuestión ha permitido acercarse a una visión panorámica de los
estudios de memoria en las ciencias sociales donde se abordó, en primer lugar el problema de
la memoria colectiva como objeto de las ciencias sociales, con la propuesta de fundamentar el
enfoque psicosocial sistémico con una mirada transdisciplinar (Cfr. Anexo 5) 54. Más que un
meta-análisis, como inventario de investigaciones sobre el tema, es una mirada panorámica que
permite otear sobre los principales problemas, preguntas, discusiones y líneas de investigación.
Así pues, partiendo de la disciplina (psicología social) se profundiza en una perspectiva
transdisciplinar para dialogar con las demás ciencias sociales, hasta proponer un marco de
referencia para abordar las líneas de investigación sobre la memoria de acuerdo con tres
registros (Nabotnikof, 2010): el identitario, el resistente y el terapéutico (4.1). Luego se pasa a
profundizar en los diversos registros: enunciando solamente el identitario (4.2), cuya
profundización se complementa en el anexo 5, pasando al resgistro resistente (4.3) y
finalmente profundizando en el registro terapéutico (cap. 5) que es el que más se relaciona con
las preguntas y los objetivos de esta investigación.

4.1. La memoria como problema multi, inter y transdisciplinar

Los diversos autores estudiados (cfr. Capítulo 3 y Anexo 5), reconocen que la memoria
colectiva es un problema multidisciplinar, en el que pueden identificarse múltiples líneas de
investigación. Por lo tanto, es un tema que requiere: o bien, investigaciones interdisciplinares
(Jelin, 2002, 2003; Wang, 2008; Jansen, 2007; Campbell, 2008; Rigney, 2008, Brown, 2008;
Grupo de memoria histórica, 2008, 2009, 2010; entre otros) en las que se construyen equipos
de investigación desde diferentes disciplinas que abordan el problema de una manera compleja
y dialógica; o bien, investigaciones transdisciplinares (Morín, 1993; Olick & Robin, 1998;
Cuesta, 1998; Vásquez, 2001; Olick, 2007; Till, 2008) en las que el investigador o los
investigadores, desde un marco disciplinar, abordan el problema de manera compleja y entran
en diálogo con investigaciones, marcos conceptuales y enfoques teóricos de otras disciplinas.
Sin embargo, y a pesar de esta claridad epistémica, las investigaciones siguen realizándose, en
su gran mayoría, de manera separada en cada disciplina de las ciencias sociales.

Un ejemplo, del primer tipo de investigaciones, en este campo, es el trabajo sobre las
memorias de las dictaduras en el cono sur, coordinado por Elizabeth Jelin (2002, 2003, 2004,
2005, 2006), que posibilitaron un estudio de investigadores de la sociología, la ciencia política,
la historia, la psicología social y la antropología, en el cual se abordaron diversos capítulos y
temáticas dentro de los estudios de memoria colectiva (lugares de memoria, conmemoraciones,
relatos, testimonios, experiencias locales, formas de resistencia, juicios, etc.). Del segundo
grupo, pueden destacarse algunos trabajos de Wertsch (2002, 2008), Wang (2008), Radstone
(2008), Páez et. al. (1993, 1996, 1997, 1998, 2000, 2003, 2004, 2007, 2009, 2010).55
Otro problema, en una perspectiva ontológica, es el de la persistencia y la maleabilidad de
las memorias: Olick y Robbins (1998) abordan el problema de la maleabilidad del pasado,

54
Este proceso me ha permitido desarrollar una breve historia de “la memoria” como objeto de las ciencias sociales,
haciendo particular énfasis en la historia (Anexo 5.1), recogiendo el proceso de estudio de este objeto en España y
América Latina (Anexo 5.2). Luego abordé la memoria como objeto de la psicología social, en primer lugar desde la
perspectiva sociocognitiva (Anexo 5.3), y luego desde la perspectiva socioconstruccionista (Anexo 5.4).
55
Los estudios de memoria social son, por tanto, y según Olick, una empresa no-paradigmática, transdisciplinar. La
actualidad de los estudios de memoria y su carácter inter, multi y transdisciplinar también puede observarse en las
publicaciones de múltiples revistas científicas a lo largo del mundo en diferentes disciplinas, que abordan algunos de sus
números, de forma monográfica, para este tema; muchas de las cuales están referenciadas en el presente trabajo. Sin
embargo cabe resaltar dos publicaciones fundamentales: La revista MEMORY, desde el año 1992, y Memory Studies,
desde el año 2008; ambas con vocación multidisciplinar y abiertas al debate entre disciplinas, donde se ha producido una
reflexión de suma importancia para definir mejor el concepto, algunas líneas de investigación y la discusión
interdisciplinar sobre el problema de la memoria social y colectiva.
103
como una discusión central en el problema de los estudios de memoria. Quienes le
atribuyen una maleabilidad total, según los principios del construccionismo social o una
visión posmoderna56 afirman que las memorias son útiles a intereses de poder, a una visión
del mundo o de la sociedad en un momento determinado de la historia; por eso los grupos
de poder se inventan tradiciones, relatos, representaciones que permitan “modelar” el
pasado a la luz del presente. Esto implica, que las representaciones del pasado, las
herramientas culturales, los símbolos, las narrativas y los relatos, siempre se están
renovando y reconstruyendo en función de las necesidades (políticas, sociales, culturales)
del presente.

A este enfoque, Jansen (2007) lo denomina una visión instrumental de los usos de la
memoria; puesto que es la base para la construcción de tradiciones que pueden mantener o
cuestionar el estatus-quo, legitimando acciones e instituciones, construyendo cohesión
social a través del sentido de nación o de una historia común. Autores como Todorov
(1995, 2002), Ignatieff (1999), Malouf (2001), Sen (2007), Huyssen (2002), Bar-Tal (2000,
2003, 2010) consideran que estos usos de la memoria pueden, incluso, encender, afianzar o
impedir la resolución de conflictos sociales o políticos de orden violento o armado.

Pero quienes afirman que las representaciones del pasado son altamente persistentes y
resistentes, aunque no totalmente impermeables: (Schudson, 1989 a, b, Assmann, 1992;
Rosa, Bellelli & Bakhurst, 2000; Olick, 2003; y Centeno, 2002); dicen que la estructura del
pasado disponible en el presente es limitada, así el cambio, la modificación, la
manipulación, la invención o la creación, la construcción o reconstrucción no pueden ser
infinitas, que la relación no es lineal y que hay interjuegos donde también entran los
sujetos individuales o colectivos; la estructura de los sujetos hace que no todas las opciones
de “pasado” sean escogibles, la estructura del conflicto social sobre el pasado, implica que
no siempre se puede decidir sobre cuál pasado recordar y cual olvidar.

Por esto Jansen (2007), Olick (1999, 2003, 2007 b, c) y Zelizer (1995) optan por una
perspectiva dialéctica, que Muñoz Barrutia (2006) llama, una visión en complejidad de la
memoria: el pasado puede ser leído o construido desde el presente, pero también los
hechos del pasado constriñen el presente. Y en la construcción de memorias se dan juegos
y luchas de poder entre subgrupos de una sociedad que buscan hacer valer su propia
perspectiva (Jelin, 2002, 2003, 2006; Erice, 2006, 2008; Jansen, 2007, Wang, 2008,
Kasteiner, 2002). Pero a su vez, una memoria colectiva cultural no es la sumatoria de
culturas privadas individuales o grupales, sino una narrativa de orden superior, que pasa de
generación en generación (Olick, 1999; Assmann, 2002; Wang & Brockmeier, 2002;
Wang, 2008) o una representación social que no se correspondería con la sumatoria de las
representaciones individuales, puesto que tiene un nivel sistémico propio y autónomo, que
adquiere independencia de los sujetos particulares y que también los puede constituir
(Páez, et al., 2007, 2009, 2010).

Algunos autores57, desde este enfoque dialéctico dirán que la memoria se estudia en el sujeto
que habla y actúa, un sujeto que es producido por estructuras sociales, culturales, históricas,
pero que también actúa y produce estas estructuras, una memoria que es producida por
relaciones de poder e interjuego de fuerzas en la sociedad, pero que también está delimitada
por los hechos históricos. Es decir, el lugar bisagra entre el individuo y la sociedad, entre la

56
(Hobsbawm y Ranger, 1983; Mead, 1929, Schwartz, 1991, 1996; Schuman y Scott, 1989; Middleton y Edwards, 1990;
Fentres y Wickham, 1992 / 2003; Connerton, 1989 / 2009; Vásquez-Sixto, 2001)
57
Por su parte, Leone (2000), Paolicchi (2000), Rosa, Belleli y Bakhurst (2000), Jansen (2007), Campbell (2008), Olick
(2008) Roediger III y Wertsch (2008); pero también Martín-Baró (1983, 1991), Muné (1991)
104
invención o la reconstrucción y la recuperación o la reproducción: un enfoque psicosocial con
mirada transdisciplinar. Este es el enfoque que asumo en esta investigación.

Varios autores intentan definir algunas líneas mayores de investigación. Roudometof


(2003) plantea que existen dos grandes líneas de trabajo e investigación en ciencias
sociales: la que se ocupa de los procesos de identidad colectiva y nacional, haciendo
énfasis en rituales, conmemoraciones, y brinda interpretaciones específicas del pasado; y la
que aborda los recuerdos en contextos de violencia extrema, partiendo de los trabajos sobre
el holocausto. De otro lado, Olick (1998, 2007b) identifica cuatro campos posibles de
estudios de memoria: estudios sobre identidad en la sociología del discurso,
aproximaciones procesuales y narrativas a la historia: narrativas históricas; aproximación
a los conflictos entre memoria oficial y memorias emergentes; y estudios sobre prácticas,
lugares, procesos y su lugar central en la vida moderna y posmoderna.

Jansen (2007), por su parte, propone tres grandes líneas de investigación:


1. Estudios sobre la memoria en la vida cotidiana, centrados en las relaciones entre
memoria colectiva y memoria individual, en la vida de comunidades, localidades o
colectivos concretos.
2. Sobre el desarrollo de las memorias nacionales, que se preocupa por los orígenes,
funciones, texturas semióticas de la memoria identitaria nacional.
3. Y los trabajos sobre las políticas de la memoria: que se preocupan por las formas en las
cuales los grupos sociales usan la memoria para definir procesos sociopolíticos y
finalidades y objetivos propios. Esta línea permite hacer seguimiento a los usos de la
memoria en los movimientos sociales y políticos. Y dentro de la misma identifica
algunos subtemas: estudios de monumentos, memoriales y museos, estudios sobre
conmemoraciones y rituales; recuerdo de eventos significativos para el grupo social,
reputación de figuras públicas: héroes y personajes relevantes para el grupo social.

Todos estos estudios suelen argumentar que la memoria es un objeto cultural cuyos sujetos
realizan los trabajos de memoria, como agentes (Schwartz, 1996; Zelizer, 1995; Vinitzky-
Seroussi, 2002) o emprendedores (Jelin, 2002, 2003), gente con la habilidad para
reconstruir el pasado, que participan con frecuencia en las “batallas por la memoria” sobre
cómo interpretar el pasado, quiénes podrían ser recordados y la forma como pueden
constituirse las narrativas históricas. Por tanto, el interés no estriba solamente en que el
pasado dependa de alguna forma del presente, sino en una construcción específica del
pasado que es usado, valorado de cierta forma por actores del presente que pueden estar en
conflicto por sus visiones legítimas o no, por sus programas, por sus agendas y por sus
intereses (Jansen, 2007; Jelin, 2002, 2003).

De todas formas los “agentes” o “emprendedores” de memoria desarrollan proyectos de


memoria con sus estructuras y narrativas, esto incide en la vida social y política de un
colectivo. Para Jansen (2007) y Schwartz (2001) esto justifica la investigación sobre este
tipo de proyectos; puesto que pueden ser la base para la construcción de tradiciones,
relatos, narrativas que pueden confirmar o cuestionar el status-quo; legitimar o poner en
entredicho instituciones, construir cohesión social y delimitar escenarios de identidad.

Finalmente, y también desde un enfoque dialéctico, sistémico, transdisciplinar e interaccional,


Rabotnikof (2010) diferencia tres grandes líneas de trabajo e investigación sobre memoria
colectiva, que identifican tres funciones o registros macrosociales de la misma: el registro o
función identitaria, coincidente con las dos primeras líneas que propone Jansen (2007) y con
las dos primeras que propone Olick (1998, 2007 b). Una segunda gran línea de investigación,
que define un marco de intervención se centra en la función o registro resistente de la memoria,

105
que coincide con la tercera línea que propone Jansen (2007) y la tercera y la cuarta de Olick
(1998, 2007 b).

Estas dos líneas de investigación y las propuestas por Jansen (2007) y Olick (2007b) se centran
mucho más en los contenidos y procesos sociales de memoria: qué se hace, cómo se hace,
quién lo hace, por qué lo hace y para qué lo hace. Sin embargo, no tienen en cuenta lo qué le
pasa a los colectivos y a los individuos cuando hacen memoria, las consecuencias del trabajo
de memoria. En el capítulo 7, cuando se aborden los sentidos, los por qués y para qués de las
acciones de memoria de las víctimas de la violencia en Colombia (en las tres regiones
analizadas), se tendrá una mirada enmarcada en la memoria como función resistente en
contextos de trauma social y político, de reconstrucción del tejido social y de transición de
dictaduras o conflictos armados hacia la democracia.

Esta mirada se complementa con el trabajo realizado en los capítulos 8, 9 y 10 sobre las
consecuencias que supone en los sujetos participar en procesos de memoria grupal y colectiva.
Los estudios de este tipo son recogidos por Rabotnikof (2010) en la tercera línea de
investigación y función de la memoria que se centra en la función o registro terapéutico
(Rabotnikof, 2010). (Ver Tabla 4.1)

TABLA 4.1. TRES LÍNEAS / REGISTROS DE INVESTIGACIÓN SOBRE MEMORIA


COLECTIVA (Nabotnikof, 2010)
Registro  Prácticas conmemorativas
identitario  Lugares de memoria
 Textos y relatos narrativos sobre el pasado en perspectiva de construcción de una
identidad colectiva o nacional.
 Discusiones entre memoria e historia.
 Diferenciación entre recuerdos históricos y apropiación mitológica del pasado.
Registro  Acciones de los movimientos sociales y de derechos humanos que involucran sus
resistente prácticas conmemorativas, lugares de memoria, textos, relatos, historias alternativas.
 Trabajos sobre impactos de la justicia transicional, comisiones de verdad y de memoria
histórica en diferentes países en el mundo.
Registro  Investigaciones sobre consecuencias sociales y psicosociales de un pasado violento
Terapéutico. (Holocausto, II guerra mundial, conflictos armados, violaciones de DDHH, etc.)
 Acciones de reconstrucción, reparación y rehabilitación desde abajo.
 Transformación psicosocial de víctimas de la violencia, donde se abordan los estudios
sobre testimonios, memoria y recuperación psicológica, los reportes sobre memorias
performativas y el papel de la memoria en la reconstrucción de tejido social y en la
recuperación de las víctimas.
 Efectos de la verdad, la justicia y la reparación en la subjetividad de las víctimas.

Así pues, es en estos marcos y líneas de investigación (la función resistente y la función
terapéutica), donde se enmarca el presente trabajo de investigación sobre los sentidos (porqués
y paraqués) de la acción pública de memoria, y las consecuencias en los sujetos de las acciones
de memoria grupal (compartida) y la memoria colectiva en víctimas de la violencia en
Colombia, que tienen efectos en su recuperación emocional, la reconstrucción del tejido social
y la recuperación de su dignidad, tal como se tratará de mostrar en los capítulos respectivos.

Una perspectiva desde la psicología social, con un enfoque psicosocial sistémico 58 y con
mirada transdisciplinar, tal y como se ha constituido hasta este punto, permite concretar un
acercamiento a la investigación actual sobre el tema de la memoria (colectiva, social, pública,
histórica) en el campo de las ciencias sociales. Los procesos de construcción,
desestructuración, transposición, luchas y reconstrucción de memorias van mezcladas de
múltiples formas, siempre en un marco de juegos de poder (Jelin, 2002, 2003), juegos de
58
Es decir, una mirada que ubica el objeto en la confluencia dialéctica, en la bisagra, entre el sistema o estructura
individual y el sistema o estructura social/histórica/política/cultural; en el lugar de la interacción comunicativa,
enfatizando la “acción en cuanto ideológica” como objetivo de la mirada y de la investigación.
106
lenguaje (Gergen, 1994, 1996; Vásquez-Sixto, 2001; Werscht 1998, 2002, 2008) e interacción
social comunicativa (Middleton & Edwards, 1990; Edwards & Potter, 1992; Olick, 1998, 2007
a,b).

Para abordar cada uno de los registros de la memoria en lo macrosocial, partiré de las
reflexiones que ligan identidad y memoria (4.2). 59 Después de esta reflexión, se desarrollan las
memorias resistentes (4.3); tanto desde la perspectiva de los movimientos sociales (4.3.1.)
como en la construcción de sus referentes en lugares, archivos y acciones performativas (4.3.2
– 4.3.4). Finalmente el capítulo es cerrado con la discusión de las disputas sobre la memoria
en contextos de conflictos, especialmente aquéllos de larga duración o intratables (4.4). Puesto
que en este contexto, tanto las memorias resistentes, como las memorias identitarias
contribuyen a la permanencia de la violencia y su no resolución.

4.2 Identidad y memoria.

La memoria colectiva se define “como el proceso de transmisión oral o informal del pasado del
grupo de pertenencia de los sujetos… ésta hace referencia a los hechos relevantes para el
grupo, que aunque no hayan sido vividos por las personas, éstas poseen representaciones – y
narrativas- compartidas sobre estos hechos… la cual constituye una fuente de la identidad
social…” (Páez, et. al, 1998, p. 31 – 32; Páez, et. al., 1998; Páez, 2000), que sirve para
diferenciarse de otros grupos cumpliendo una función de cohesión social, lección moral y
orientación de la acción colectiva; entonces, sus relaciones con la identidad nacional son claras
y evidentes.

Desde una visión sistémica, que parte del sujeto al colectivo y retorna del colectivo al sujeto,
Rosa, Belleli & Bakhurst (2000) reconocen que la identidad es un constructo narrativo, en el
cual el sujeto se cuenta a sí mismo en un proceso, que también es un proceso de memoria.
Ahora bien, esto que se recuerda y se narra, no son solamente sus experiencias individuales, ya
que éste pertenece a una cultura, a una sociedad, a un colectivo, en donde ha constituido su
psiquismo, ha cimentado sus creencias, sus formas de ver el mundo y por tanto los contenidos
de sus recuerdos.

Es en este contexto en el que este sujeto puede construir una identidad grupal o nacional,
puesto que dicha identidad está constituida por múltiples representaciones, símbolos,
narrativas, etc. que dan cuenta de una pertenencia, de una historia de la visión de un colectivo.
Y allí la memoria porta significados que son construidos social e históricamente, los cuales,
son relatos culturales que mantienen la cohesión del grupo y le dan su identidad, por lo que son
relatos resistentes al cambio y difíciles de modificar cuando han logrado anclarse en la
colectividad. Intentar contradecir, refutar o cuestionar estos relatos, es un problema, porque
cuestiona la identidad de ese sujeto que se narra a sí mismo; puesto que éste hace parte de este
colectivo y está vinculado y ligado por sentimientos y emociones (Rosa, Bellelli & Bakhurst,
2000; Marco & Sánchez, 2008).

Bakhurst (2000) afirma que esta memoria se da en el individuo, pero éste para hacerlo retoma
las narrativas y significados de su sociedad y su cultura, lo que implica que hay una estrecha
relación entre memoria e identidad, puesto que al recordar estoy reconociendo quién soy. Así,
sitúa la experiencia subjetiva en la experiencia del continuo temporal. Al final retoma a
Bruner (1991, 1994, 1996), para decir que lo importante no es el hecho o el dato, sino el
significado, puesto que el yo que se narra a sí mismo, es un actor que produce y es producido
por significados, en íntima relación con los recuerdos, la memoria autobiográfica y la cultura
(Brockmeier, 2002; Wang & Brockmeier, 2002).

59
Para profundizar en las investigaciones que en diferentes países y contextos vinculan a la memoria con la construcción
de la identidad nacional y la edificación de lugares de memoria donde se condensa (5.2 y 5.3).
107
En esta misma línea, Fivush (1994) parte del concepto de las historias que se cuentan en la
vida cotidiana, como una función importante en nuestra autodefinición personal, puesto que
informan sobre lo que somos. Las narrativas dan una estructura peculiar a los relatos de
nuestro pasado, puesto que posibilitan una organización, convencionalización y
secuencialización de las mismas. Estos marcos de interpretación nos permiten comprender las
experiencias vitales, incluirlas en un proceso narrativo que define también nuestra identidad.

De acuerdo con Wang & Brockmeier (2002) y Wang (2008) la forma como la gente conecta su
identidad colectiva en su propia autoconcepción (sí mismo / identidad individual) se conecta
con la forma como la gente comprende el pasado comunitario y como lo conecta con su propia
memoria autobiográfica. En sus investigaciones transculturales, puede afirmar que es un
fenómeno que aparece en varias culturas; sin embargo, culturas occidentales hacen más énfasis
en los valores y procesos individuales, mientras las asiáticas en los contextos y procesos
sociales 60.

Los grupos al igual que los individuos utilizan los recuerdos para fines identitarios, algunas
veces los distorsionarán gradualmente de manera sistemática. Esto hace que se distorsione la
memoria hacia una buena imagen de sí mismos, lo que al final puede ser una herramienta
potente de autoengaño donde se van construyendo sus propios relatos sobre unos hechos
históricos a través de mecanismos de selección del recuerdo. Al final, es claro que todas las
memorias portan un discurso político, son una acción política y promueven intereses, visiones
del mundo, ideologías (Jelin, 2002, 2003). La cuestión pasa al plano de la ética, como se verá
un poco más adelante cuando se aborde el tema de las luchas políticas por la memoria y las
investigaciones que dan cuenta de este problema. La tabla 4.2 muestra algunos de las
estrategias utilizadas por los grupos sociales y por las instancias de poder para distorsionar
relatos o construir memorias que pueden condensarse en la búsqueda de fines políticos o en la
construcción de identidades colectivas movidas desde lugares de poder o desde procesos de
resistencia al mismo.

TABLA 4.2. ALGUNAS DE LAS FORMAS DE DISTORSIÓN DE LAS NARRATIVAS DE


MEMORIA
Baumaster y Hastings Rosa, Bellelli y Bakhurst (2000) Connerton (2008)
(1998)
 Omisión selectiva.  Autoengaño: que es más o menos  Borrado (borrón)
 Invención de intencional. Por ejemplo el negacionismo represivo.
historias y hechos. del holocausto.  Olvido prescriptivo.
 Exageración y  Los hechos donde la imagen del grupo no  Olvido que es
embellecimiento. queda bien representada, tienden a ser constitutivo en la
 Enlace y separación olvidados. formación de una
de hechos y relatos  Invención de acontecimientos míticos sin nueva identidad.

60
Algunas investigaciones dan cuenta de ese proceso de construcción de identidad individual, en diferentes contextos
sociales, políticos y culturales: Susana Castillo (2000) realiza una revisión sobre la construcción de identidad en la
memoria autobiográfica de los niños exiliados en la guerra civil española que fueron llevados a la Unión Soviética. Y
Londoño y Molano (2000) revisan el proceso de construcción de identidades en Colombia, a partir de historias orales que
dan cuenta de las formas de vida, visión de hechos históricos del país y costumbres propias, que posibilitan la definición
de identidades individuales, locales/regionales. En otro sentido de las identidades, Bellelli & Amatulli (1998) realizan
una investigación con inmigrantes en Italia, y reconocen la fuerza de la nostalgia por el país de origen y las memorias y
relatos que se tejen en torno a sus países como un referente que le da sentido de vida a estos inmigrantes y es importante
en la construcción de sus identidades. Y Kristof Van Asche, et. al (2009) trabajan en Sulina, en el delta del Danubio en
Rumanía, en la construcción de la memoria y el olvido social y la relación con la construcción de subjetividad en
contextos locales. Ross Poole (2008) afirma que la memoria como relato es una historia de carácter normativo, que se
convierte en relato compartido a partir del cual los sujetos de una localidad construyen su identidad, puesto que se
convierten en referente normativo y cognitivo en la estructuración de los sujetos. Por su parte, Kontopodis (2009) en un
estudio etnográfico con estudiantes de secundaria analiza la manera como los relatos de memoria tienen un valor y una
forma de transmisión en las minorías socioculturales en Alemania, lo cual aporta a la construcción de subjetividad de los
y las jóvenes.

108
para reconstruir el base histórica  Amnesia estructural.
relato.  Retazos de verdad y construir el hecho, con  Olvido como
 Culpar al enemigo. el fin de buscar, en el mismo, referentes anulación.
 Manipulación de identitarios.  Olvido como
asociaciones.  Manipulación en la asociación entre obsolescencia.
 Culpar a las acontecimientos.  Olvido como silencio
circunstancias,  Exagerar unas condiciones causales, o humillante.
enmarcaje definir una sola causa, para invisibilizar
contextual. otras. En realidad, para el autor
 Proyección de la culpa propia sobre el sólo el primero y el último
enemigo. Lo que hace, por ejemplo, Israel son formas de manipulación
con los palestinos. y constricción social del
 Responsabilizar a las circunstancias o al recuerdo.
marco contextual; como lo ha hecho la
derecha chilena y la fundación Pinochet.

Ahora bien, otros autores, Schacter (2003) desde la psicología cognitiva y Connerton (2008)
desde una visión más sociológica, consideran que estas formas de “distorsión de la memoria” o
formas de olvido no siempre tienen una intencionalidad política, puesto que en muchos casos
son dispositivos normales de memoria. De allí que Connerton (2008) presente 7 formas de
olvido, afirmando que gran parte del debate sobre memoria cultural ha sido desarrollado con el
punto de vista, común, pero no universal, de que el recuerdo y la conmemoración son
usualmente una virtud y que el olvido es necesariamente un fallo. Pero esta asunción no es
autoevidentemente verdadera (cfr. Tabla 4.2).

4.3. Función o registro resistente

De acuerdo con Alain Touraine (2002) “La memoria es una fuerza de resistencia y una
herramienta para la construcción de actor como sujeto; y debe estar más dirigida hacia el
porvenir que hacia el pasado”. ¿Por qué se da esta resistencia? Porque desde el registro
identitario, los discursos que se tejen están dirigidos a construir una aparente armonía entre
los miembros de la sociedad, porque suelen ser discursos esgrimidos desde lugares de
poder, que en muchos casos, como lo afirmaba Martín-Baró (1991) desconocen los relatos,
necesidades e intereses de las mayorías; porque dejan por fuera los relatos de otros sectores
de la sociedad que también tienen sus versiones de la historia (Cfr. Gaborit, 2006).

“Estas narraciones tienen el suficiente poder para colonizar la experiencia sensorial…


produciendo una llamada ‘anestesia cultural’ como parte del sentido común de nuestros
tiempos. Esta anestesia infiltra la percepción social para neutralizar el trauma colectivo, y
para instalar zonas públicas de perpetua anestesia en las cuales es posible privatizar y
encarcelar la memoria histórica de los pueblos” (Cortés Severino, 2007): ‘bolsas de olvido’
que pretenden imponer los regímenes; porque se busca una historia monolítica que permita
cohesión social, identificación, sentido de pertenencia, depurando la crítica y los sentidos
alternativos, en función de intereses de élites políticas, económicas y dinásticas en el
poder. Pero siempre hay gente dispuesta a romper los silencios, que se resisten y son
portadores de otras voces (Arendt, 1964 / 2009).

Héctor Shmucler (2002) afirma: “cuando la memoria colectiva, que siempre es memoria de
un grupo, por numeroso que sea, se pretende imponer como verdad obligante para todos,
aparece el riesgo de las conductas autoritarias…” (P. XIV) Por esta razón reconoce la
necesidad que los movimientos sociales actúen públicamente en pro del recuerdo y de la
memoria, que puedan exponer en el debate público sus memorias y las formas como han
vivido la historia. Estas memorias pueden denominarse “memorias resistentes” (Gaborit,
2006a; Lorraine, 2010), puesto que ejercen un poder desde abajo, se oponen a los discursos
109
monolíticos, y especialmente a la construcción de la historia oficial, que suele portar
significados y sentidos, en donde la historia y la memoria son manipulados y construidos
para defender los intereses de las élites en el poder, para justificar proyectos de represión o
muerte, o para legitimar acciones políticas que favorecen a algunos sectores de la sociedad.

El tema no se centra en que estas memorias porten la “verdad” frente a las oficiales, se
trata de la necesidad de abrir espacios para que estos discursos también circulen y puedan
ser expresados en el terreno de lo público, algo que en muchos casos se ve bloqueado,
especialmente luego de procesos de violencia, represión, dictadura o guerras civiles. En
estos casos el recuerdo es también denuncia, dignificación y subversor de una realidad
impuesta (Martín Beristain y Rieira, 1994; Marchesi, 2002; Gaborit, 2006a).

En este tronco de investigaciones pueden identificarse dos grandes tendencias: la primera,


más cercana a la investigación sobre las dinámicas de los movimientos sociales, se centra
en los usos que éstos hacen de las representaciones del pasado y las narrativas de su propia
historia, pero con objetivos sociales y políticos distintos a los de reivindicar la propia
memoria (Kaldor, 2005). El segundo gran núcleo tiene que ver con los movimientos
sociales que se organizan en torno a la recuperación de la memoria histórica, que luchan
por hacer emerger sus representaciones del pasado, de los hechos, generalmente, de
represión y violencia, que se ubican como una polaridad frente a las afirmaciones de corte
más identitario, propias de la historia oficial.

4.3.1. Sobre el uso de las memorias y representaciones (narrativas) del pasado en los
movimientos sociales:

Uno de los elementos iniciales a investigar es el proceso por el cual, las narrativas y formas de
comunicación de un grupo, se convierten en narrativas y formas de comunicación de una
colectividad, y en muchos casos en las reivindicaciones de la sociedad frente al Estado.
Ahora bien, para que la memoria de los movimientos sociales, de las víctimas y de otros
grupos excluidos o marginados de la sociedad puedan entrar a disputar sentidos en el escenario
de lo público, es necesario que tengan presentes algunos elementos que puedan posicionar sus
narrativas y relatos. Jeffrey Alexander (2004b) afirma que una memoria se logra posicionar
cuando logra una extensión simbólica (que implica el reconocimiento del hecho como
referente para un colectivo) y la identificación psicológica (en la que cada individuo asume ese
discurso como referente de la construcción de su identidad). El autor afirma que este proceso
fue el que se vivió en la dinámica que constituyó el movimiento mundial de memoria del
holocausto, como el movimiento sociopolítico que logró ubicarlo como un referente simbólico
del mal en la sociedad moderna (Cfr. Bauman, 1988, Adorno, 1967; Blanco, 2007, 2012, etc.),
logró la identificación psicológica con la técnica de la personalización, que implicó la
publicación de múltiples testimonios personales que logran dramatizar los hechos y generar
una vía de comunicación con las personas concretas; el símbolo prototípico de este proceso,
fue el “Diario de Anna Frank”. De esa forma el holocausto, de no ser nombrado entre el final
de la guerra y los años 60, se convirtió en referente definido del mal radical, ya en los años 80.

De acuerdo con Armstrong y Crage (2006) habría una serie de variables que permitan
identificar por qué un hecho, evento se convierte en referente simbólico de la memoria
colectiva y en mito de memoria colectiva. Teniendo en cuenta que puede haber hechos
significativos similares, ellas se preguntan por qué algunos pueden pasar a la memoria
colectiva y otros no. Definen tres condiciones fundamentales: la ‘capacidad mnemónica’, que
es la posibilidad que tiene un grupo para posicionar su situación y hacer visible el hecho
política y mediáticamente, es decir, el poder del movimiento social. Y ‘la resonancia’, que es
la capacidad de conectar con la audiencia, tocar sus emociones y su sensibilidad, ofrecer un
referente de identificación. Finalmente, la capacidad para que perdure que pasa por la creación
110
de símbolos y ritos que puedan perpetuarse y que puedan “cubrir” otros significados a lo largo
del tiempo, hasta que el relato, el hecho, el evento, el símbolo cumplen un papel de referente
histórico.

Una prueba de esta teoría es la investigación de Griffin & Bollen (2009) donde los autores
intentan mirar de qué manera se forman, se mantienen las memorias colectivas de las luchas
por los derechos civiles en los años 60, y de qué manera estas memorias se relacionan o
inciden en actitudes y creencias de las personas en el momento presente. Lo importante de su
investigación estriba en que muestra de qué manera una memoria se puede consolidar en un
discurso colectivo a través de procesos de recuerdo y énfasis en algunos aspectos que pueden
vincularse con aspectos esenciales, o bien del poder dominante, o bien porque articulan una
narrativa social fundamental; como sucede con la memoria del movimiento de los derechos
civiles que se articula con creencias fundamentales que constituyen la nación norteamericana,
tal como la libertad individual.

Sin embargo, otros temas del movimiento, que siguen siendo vigentes, como el de la pobreza y
la exclusión de la población afroamericana, han sido silenciados, incluso borrados de la
memoria de las luchas de personajes prototípicos como Martin Luther King, a quien se le ha
descafeinado y se le han silenciado sus luchas por la justicia social. De allí que, haya sido
necesario un proceso de trabajo sobre la memoria con los movimientos afroamericanos en la
actualidad, para que los emprendedores de memoria, puedan identificarse con las luchas de
ayer que también buscaban mayor equidad y justicia social (Griffin & Bollen, 2009).

Armstrong & Crage (2006) exponen la forma como un disturbio en New York (Motín de
Stonewall) fue clave por su difusión, por su potencial emocional y por su capacidad simbólica
para fortalecer, y dar comienzo a la movilización gay en la reivindicación de sus derechos en
los Estados Unidos. Y en la fecha en que se dio este disturbio, fue en la que se institucionalizó
la marcha del orgullo gay. En este evento las autoras afirman que confluyeron la capacidad
mnemónica, la resonancia que conectó con la audiencia para convertirse en conmemoración y
su potencial institucionalizador, puesto que pasó a ser referente del movimiento gay en el
mundo. Llegando incluso a lo mítico, pues se identifica este hecho como el “origen” del
movimiento gay en el mundo, algo que varios historiadores han rebatido académicamente, pero
sin éxito mediático.

Similar proceso de mitificación sufrió la acción no-violenta de Rosa Parks en Montgomery,


Alabama en 1955 cuando se negó a ceder el asiento del bus a una persona blanca. La memoria
que se ha tejido es que fue el comienzo del movimiento de la lucha por los derechos civiles de
los afroamericanos, cuando en realidad la acción es el resultado de un proceso de formación y
crecimiento dentro de este movimiento, que lleva a que la acción se realice y luego responder
de manera coordinada a la respuesta que el poder de la ciudad dio a la acción de esta mujer
(Harris, 2008). Este autor (Harris, 2006), junto con Couto (1993) y Payne (1995) afirman que
las memorias de las injusticias pasadas inspiran el activismo de un movimiento, puesto que se
comparten historias de resistencia, de las indignidades pasadas y de acción conjunta que
refuerzan la lucha presente.

Ron Eyerman (2004) profundiza en esta mirada cuando estudia el proceso por el cual puede
afirmarse que la esclavitud se ha convertido en un trauma cultural en el cual se han cifrado
buena parte de las identidades de las personas y grupos afroamericanos en los Estados Unidos.
El autor hace un recorrido por las narrativas de los negros en diferentes momentos de la
historia norteamericana y la forma como han entendido la esclavitud y qué papel ha tenido su
visión del trauma en los procesos y luchas por su reconocimiento como agrupación o como
ciudadanos, a partir de narrativas colectivas que les permite reconocerse a sí mismos como
parte de una colectividad. De esta manera afirma que la memoria no está “dentro de nuestras
cabezas”, sino que circula como narrativa y representación social. Desde allí y atribuyendo
111
una función resistente a la memoria, pasa a mostrar formas en las que la memoria de la
esclavitud también ha sido portadora de discursos reivindicativos y de resistencia, como en el
movimiento de lucha por los derechos civiles y políticos en los años 50 y 60 en USA61.

Todo esto le permite afirmar a Harris, (2006, 2008) que un movimiento social hace uso de las
memorias y procesos de memoria que tiene una colectividad, los apropia y los convierte en
referente simbólico para conectarlo con los objetivos y demandas de la movilización. En ese
proceso las memorias cotidianas de una colectividad se convierten en símbolo (memoria más
mitificada), pero con un componente claro de realidad. Y desde allí se articula a la acción del
movimiento, por una llamada afectiva, política y un sentido de persuasión basado en la
identificación, este fenómeno es llamado por el autor: ‘apropiación social del evento’; de tal
manera que queda claro que lo más importante para la movilización no es el hecho en sí, ni el
recuerdo que se tenga de él, sino los significados construidos en torno a ese evento en la
memoria, que logra vincularlo con las demandas sociales y actuales de la acción colectiva del
movimiento social. Para este proceso de ‘apropiación’, es básico que el colectivo social tenga
memorias de sus procesos de lucha, que son una especie de repertorio, del cual son retomadas
algunas narrativas en el presente de la lucha política. Puesto que considera que las memorias
inventadas difícilmente podrán tocar la pertenencia del colectivo. Así pues, hay un proceso de
retroalimentación continua entre la ‘apropiación social’ y la memoria colectiva.

Otras investigaciones se están centrando en la forma como los ‘emprendedores de memoria’,


los activistas y los movimientos sociales han producido o institucionalizado sus memorias.
Schwartz & Schuman (2005) se han centrado en la manera como grupos sociales (curadores,
investigadores, movimientos y activistas) tienen incidencia en la política estatal para la
construcción de políticas públicas de memoria o producen lecturas semióticas de símbolos de
memoria. Sin embargo, algunos de estos actores actúan de forma similar a las élites, dejando
por fuera los relatos y las formas de ver de la gente ordinaria. De tal manera que, afirman los
autores, se investiga poco sobre la forma como la gente recibe, procesa y genera memorias en
la vida cotidiana. Y la tendencia de la investigación está dirigida hacia las élites que ejercen el
poder, o un contrapoder, olvidando que es la gente la que cada día recuerda y hace el pasado
(Griffin and Hargis, 2008). Este es precisamente uno de los nichos que esta investigación
aborda, en el contexto colombiano, al trabajar con grupos de víctimas, en regiones y
situaciones que están más en la periferia, que en el centro del quehacer político del país; y que
no responden a movimientos y acciones de grupos de oposición tradicionales, sino a procesos
de construcción, desde abajo, de grupos y organizaciones sociales que tienen otros modos de
pensar, actuar y proceder.

Algunas de las investigaciones que se han dado en este sentido, han sido recogidas por Jelin y
del Pino (2003) especialmente en el contexto de procesos de construcción de memorias en
comunidades locales, en su mayor parte ubicadas en territorios, simbólica y políticamente lejos
de las ciudades capitales y los poderes centrales. Estas investigaciones 62 presentan la forma
como las memorias se construyen en procesos de disputa y lucha por los sentidos en lo local,
donde incluso pueden pervivir varias versiones de los hechos, donde las fracturas comunitarias
transitan por los relatos y los hechos pueden ser recogidos de diversas formas y propósitos.
¿Cuáles serán las que lograrán cristalizarse y anclarse en el imaginario colectivo? No existe

61
En otro contexto, Castillejo Cuéllar (2008) presenta una investigación sobre un evento en Ciudad del Cabo en
Sudáfrica, en los años 80, cuando la represión de P.W. Botha61 llevó a la muerte de 7 jóvenes activistas no violentos:
“The gugulethu seven”. Este caso se convirtió en emblemático dentro de las luchas del movimiento contra el apartheid;
pero también sigue siendo un caso emblemático en las luchas actuales de los movimientos sociales, en la medida en que
conecta las luchas de entonces, con las luchas actuales, donde muchos movimientos sociales siguen denunciando que el
apartheid político fue vencido, pero que no se pudo hacer justicia, tanto porque no hubo sanciones a los agresores, como
tampoco justicia social, en la medida en que grandes capas de la población negra siguen excluidas.
62
Da silva Catela (2003); Del Pino (2003); Ramos (2010); Sábato (2001), Pozzi (2001), Cavalcanti (2003) y Mombello
(2003).
112
una respuesta unívoca porque los juegos de poder y de lenguaje, las diferencias y las disputas
tienen múltiples caminos donde primará una u otra opción según las interacciones que se
establecen en cada espacio. Sin embargo, desde la perspectiva de las víctimas de violaciones a
derechos humanos, la necesidad de desarrollar una capacidad de emprendimiento, la
posibilidad de nombrar y hacer aparecer lo que está oculto y la fuerza con la que se cuenta para
confrontar la historia oficial sn factores fundamentales en sus procesos de posicionar sus
memorias y hacerlas parte de los relatos de una región o un país.

4.3.2. Sobre los movimientos sociales de memoria:

Las investigaciones que dan cuenta de procesos de la sociedad civil en la construcción de


memorias resistentes son múltiples en varios lugares del mundo. Pero destacan con fuerza los
trabajos que al respecto se han desarrollado en Argentina, Chile y Uruguay; donde se han
desarrollado movimientos sociales en pro de la memoria en confrontación con las respectivas
dictaduras. Algunas de estas investigaciones describen las acciones o dan cuenta de su
existencia. En otras se intentan dar explicaciones en torno a lo que han generado los
movimientos y lo que éstos han dejado en la sociedad.

Para Páez y Basabé (1993) la lucha por la memoria y el olvido y las diferentes formas como
víctimas y agresores reconstruyen el pasado expresan el carácter conflictivo de la memoria
colectiva. Por eso, para Elizabeth Jelin (2002, 2003, 2004, 2005, 2006), Roudometof (2003),
Campbell (2008), es claro que no se puede afirmar la construcción de una única memoria al
interior de una sociedad ni a lo largo del tiempo. No existen memorias únicas, no existe una
memoria social o una memoria colectiva. Erice (2006), pero también Roudometof (2003),
cuestionaban el enfoque de Halbwachs, de línea durkheimiana, porque su definición del
concepto de memoria colectiva suponía armonía y una visión unitaria de un grupo social, de un
colectivo; cuando en realidad en los colectivos circulan relatos, narrativas y representaciones
del pasado que entran en disputa entre sí (línea foucaultiana); que tienen que ver con las luchas
de poder, con los intereses y con las formas como los grupos sociales quieren incidir en las
dinámicas y procesos de su colectividad y su sociedad y la forma como los niveles de poder
determinarán nuestro entendimiento del pasado. Estas disputas, pueden darse incluso en el
marco de instituciones como los clubes de fútbol, las iglesias, las empresas, etc. (Pérez Garzón,
2004).

Por lo tanto, según estos autores, es necesario realizar una arqueología y genealogía de los
discursos y rituales de memoria (Roudometof, 2003; Jelin, 2002 a, b, c, d) señalando las
disputas, luchas y juegos de poder entre los diferentes actores para hacer prevalecer unas
representaciones del pasado que legitimen, guíen, justifiquen o definan los marcos de sus
acciones. Esto puede darse como una afirmación de una identidad nacional o étnica; o
como la definición de situaciones del pasado que han sido conflictivas que implican la
reivindicación de derechos fundamentales por parte de actores sociales; o simplemente la
disputa de sentidos por los referentes fundamentales que constituyen los valores
fundamentales de una sociedad (Anderson Paul, 2000; Jelin, 2002, 2003, 2004, 2005,
2006; Wertsch 2002, 2008; Roudometof 2003; Erice, 2006, 2008; Campbell 2008).

No siempre los proyectos de memoria portan sentidos de reivindicación y resistencia, de


lucha y dignificación, puesto que, según Brett, et. al. (2007), los proyectos de memoria
también pueden implicar riesgos, como cuando se quiere demostrar una superioridad étnica
(Yugoslavia o Ruanda), puesto que provocan división o violencia. Pero también cuando
son realizados por el Estado o por los vencedores en forma monolítica y sin participación
de todos los actores de la sociedad civil, especialmente los movimientos de derechos
humanos y las víctimas; por lo que pueden provocar resistencias, poca participación o poco
impacto, o ser leídos como una afrenta a la dignidad de los vencidos o las víctimas.
113
Beatriz Sarlo (2009) cuestiona el discurso victimista que se ha presentado en diversas
partes del mundo, puesto que esto evita comprender los fenómenos históricos y sociales en
complejidad. Porque esto puede llevar a situaciones inaceptables como el culto a las
víctimas, al punto, que termina este discurso marcando el devenir social y la definición de
muchas de las políticas y acciones de una nación. Piensa que el discurso de la memoria es
complejo, que la constitución de memorias con sus narrativas, rituales y monumentos debe
ser un espacio abierto, plural, democrático y público para que no sea el “territorio de unos
cuantos”, no importa si éstos son políticos, clases dirigentes, instituciones como la iglesia o
un partido, o incluso las víctimas. Siempre es necesario el debate y la discusión pública.
Lo cual no representa ni una afrenta ni una falta de reconocimiento a las víctimas.

Para esta autora (Sarlo, 2009), pero también para Vinyes (2009) por tanto, una clave
fundamental es no solamente historizar la memoria, sino también abrir los escenarios para
que se haga pública. Y finalmente poder pasar de una memoria literal, centrada en el
horror y el victimismo, a una memoria ejemplar (Cfr. Todorov, 1995), que pueda pensarse
a sí misma, como lo ha podido hacer el movimiento social en Argentina o España, para
construir otros sentidos y otros relatos que permitan verdaderamente confrontar la historia
oficial de los Estados, con un recuerdo que realmente invite al “nunca más”.

Graciela Daleo (2007) y Beatriz Sarlo (2009) intentando complejizar la realidad de las
memorias resistentes en la Argentina, presentan tres etapas del proceso de memoria que
marcan significantes y significados distintos en torno a los mismos hechos, a lo que habría
que agregar una etapa previa, la de la utilización de la memoria por parte de la dictadura:

1. La primera etapa, atravesada por la despolitización y deshistorización de las víctimas


en el marco de la búsqueda de los desaparecidos, la lucha por los derechos humanos en
la dictadura y, luego, con la CONADEP que presentó el informe del nunca más en el
país. Aquí el foco fue sobre los victimarios para poderlos encausar judicialmente.
2. Un segundo momento, viene en los 90, con la conmemoración de los 20 años de la
dictadura, donde se empieza a rescatar la militancia y las elecciones de lucha
revolucionaria de muchas de las víctimas. Este discurso, reivindicado por la asociación de
madres de plaza de mayo y por la organización HIJOS63, ha ido resignificando acciones e
instrumentos de construcción de la memoria popular y ha ampliado su horizonte.
3. La tercera etapa está marcada por los testimonios de los sobrevivientes, donde emerge
un nuevo significado: ni todos eran “cándidos jóvenes” ni todos eran “guerrilleros”.
Había múltiples niveles de militancia política y social, algunos comprometidos
ideológicamente con la lucha armada y otros con acciones más de orden político. Pero
en último término el objetivo fue exterminar un proyecto social y político alternativo.

Dicha evolución no es solo temporal o de una memoria que complejiza la realidad, sino
también fruto de la evolución del contexto social con menos miedo y más favorable hacia un
discurso complejo y menos defensivo y el papel de la memoria en los movimientos sociales.
Las autoras (Daleo, 2007; Sarlo, 2009) tienen la tesis que la única memoria “efectiva” es la que
se liga a la justicia, porque de lo contrario se puede cristalizar y obturar el proceso de sanción y
castigo a los responsables. En este mismo sentido, Elizabeth Borland (2006) realiza un
recorrido por estas etapas al interior de las Madres de Plaza de Mayo: dando cuenta de la
evolución de su lucha social, pasando de la lucha por sus hijos desaparecidos, en la primera
etapa, a la lucha social contra el neoliberalismo, en la actualidad, pasando por una lucha por los
derechos humanos, por la verdad y la justicia y contra la impunidad, en la etapa intermedia.
Esta ampliación de objetivos no corresponde a una visión estratégica, sino a una conexión de la

63
Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio.
114
lucha por la vida y, con los hechos generados por una democracia centrada en el
favorecimiento de los intereses del capital en detrimento de la calidad de vida de la gente y el
aumento de la pobreza.

Éste es quizás uno de los movimientos sociales de memoria mejor estudiados desde diferentes
ramas de las ciencias sociales, especialmente desde la sociología y la ciencia política. En
primer lugar como un movimiento de derechos humanos (Bosco, 2001), como un movimiento
de resistencia no-violenta (Rojas y Canavese, 2000, Borón, 2002; Hernández, 2002; Daleo,
2007), analizando la forma cómo emplean el espacio público, las redes sociales y los modos
performativos para difundir su memoria y sus demandas (Da Silva Catela, 2003; Mombello,
2006; Bosco, 2001; Rosenthal, 2000; Tappatá, 2003), y finalmente, por la forma cómo han
reconducido el dolor, la rabia y el odio por la experiencia de victimización y trauma hacia
acciones colectivas, políticas que buscan luchar contra la impunidad y reivindicar la verdad, la
justicia y la reparación (Schirmer, 1994; Thornton, 2000; Foss y Domenici, 2001).

Por su parte, González Bringas (2006), refiriéndose a la acción pública de las madres y abuelas
de plaza de mayo y el movimiento social y cultural que tras ellas se ha desencadenado, hace
más énfasis en la búsqueda de la verdad como forma de responder también a las necesidades
psicológicas de las víctimas: sus demandas de dignificación, de reconocimiento de la injusticia
de los hechos y de la dignidad arrebatada. Porque es con esto que el sujeto enfrenta el hecho
traumático y pasa a la acción. Para no perpetuarlas en este lugar y ahondar la ruptura del tejido
social. Porque el olvido nunca es neutro. Por eso la memoria es una acción de resistencia.

En Chile, Piper (2004, 2009) y Lira (2009) identifican los procesos y las luchas de los
movimientos de derechos humanos y de víctimas en su confrontación con la impunidad y la
dificultad de hacer justicia en el país. Aparecen como agrupaciones que, no han ingresado
dentro del pacto de concertación que ha posibilitado un discurso de reconciliación centrada en
el futuro; puesto que piensan que el futuro sólo será posible si se saldan las cuentas con el
pasado. El discurso de estas organizaciones, contrasta entonces con las lógicas de la amnistía y
la reconciliación polítiva que ha sido una constante en el país, intentando construir relatos que
subviertan este orden social, político y cultural en Chile (Lira, 2009; Loverman y Lira, 1999).
Memorias que también se confrontan con las memorias de la derecha política que aún se
congratula de los efectos del golpe de Estado en el país.

En Colombia, Cortés Severino (2007) destaca los procesos de resistencia de las comunidades
negras en el región pacífica, donde la memoria cultural, entendida en el marco de una acción
social y política, permite la resistencia, la reconstrucción y la permanencia en sus territorios,
aún en medio de presiones de grupos de poder y grupos armados que pretenden despojarles de
la tierra o hacerlos funcionales a sus intereses. De la misma manera organizaciones como el
movimiento nacional de víctimas de estado (MOVICE) y la organización HIJOS (Gómez,
Chaparro, Antequera y Pedraza, 2008), las Madres de la Candelaria y las mujeres del Oriente
Antioqueño (Villa, et. al. 2007), entre otras organizaciones se movilizan desde diferentes
enfoques políticos en una lucha por la recuperación de la memoria, en contra de la impunidad y
para deconstruir la historia oficial. Y Uribe (2008, 2009, 2010) recopila todas las experiencias
de resistencia local, en las que la gente lucha por la memoria y la dignidad de sus seres
queridos y de su historia.

En España, Colmeiro (2005), Pinilla Martín (2006), Erice (2006, 2008), Molinero (2006)
recorren también el proceso histórico entre una memoria definida por el Estado y el poder en
dos momentos, y el surgimiento de una memoria pública resistente. En primer lugar, durante
la dictadura primó la memoria de la glorificación de la guerra como cruzada, de la
conmemoración pública de la victoria, del heroísmo de los vencedores, que era controlada en
la propaganda, en la educación, en el sistema de censura institucional; la de las cruces y
monumentos y el castigo a los vencidos por sus “crímenes”. Esta memoria comenzó a ceder en
115
la transición a la de la amnesia y la amnistía de los primeros 20 años de democracia,
especialmente después del golpe de Estado de 1981.

Finalmente, en un tercer momento se inicia con el proceso a partir del cual el movimiento de la
recuperación de la memoria histórica en España intenta recuperar algunas de las voces
silenciadas. Para estos autores (Colmeiro, 2005; Pinilla Martín, 2006; Erice, 2006, 2008), en
este país no hubo un re-conocimiento de las víctimas y no se hizo un proceso de transición
donde los valores de la verdad, la justicia y la reparación fueran indispensables. Piensan que la
transición fue dominada más por el miedo, que por un espíritu de reconciliación, y que ésta es
más un mito, que una realidad. Por lo tanto, Pinilla Martín (2006) propone, entre otras cosas,
una comisión de la verdad que posibilite el re-conocimiento, más que el revanchismo. Además
de una reparación moral a las víctimas del régimen.

Sin embargo, Alexander Froidevaux (2008) disiente de esta clasificación de las etapas, no
porque sea falsa, sino porque es incompleta, puesto que en su investigación sobre los
movimientos de memoria en Levante y Aragón, se ha encontrado agrupaciones que vienen
trabajando desde finales de los 70 y principios de los 80, sólo que no tuvieron la repercusión
mediática ni se les abrió el escenario de lo público como al movimiento en la actualidad64. Por
lo tanto, invita a revisar los procesos de estas agrupaciones en otras regiones de España y, en
un acto de memoria dignificante, reconocer su lucha silenciosa y su demanda que no emerge
con el boom de memoria, como lo quieren señalar historiadores como Santos Julia (2006), sino
que estaba dentro de las aspiraciones de mucha gente de las bases sociales y del movimiento
popular; lo considera un movimiento de la sociedad civil que ejerce una resistencia contra el
discurso hegemónico en España.

Cuesta (2010) Reconoce que en España hay una herida memorial que ha pasado ahora a ser
una cuestión pública como una herencia del pasado que se inscribe en el presente. Identifica
más de 150 normas judiciales sobre la memoria desde la transición española, pero que no
dejan de mostrar que sigue siendo un proceso a migajas y a cuentagotas. Pero reconoce que
lentamente se van desarrollando procesos locales, donde las autoridades locales y el estado
local se vienen involucrando y desarrollando acciones de memoria, conmemoración,
dignificación y que han afirmado una memoria democrática. Este proceso, para la autora, aun
con su insuficiencia, no es banal, porque contribuye a: la moralización de la sociedad, la
socialización de los ciudadanos desde otros discursos en el espacio local donde se desarrolla la
vida cotidiana de la gente. Generándose un espacio simbólico que ubica la reparación más allá
de la indemnización.

Ana LuisaTotta (2005) trabaja sobre el valor de la memoria, tanto en el fortalecimiento de los
valores democráticos, como en la recuperación de las víctimas. Ahora bien, define unos
procesos que favorecen la memoria: como el fortalecimiento de la sociedad civil, la búsqueda
de la justicia, una organización sólida, unidad de criterios al conmemorar y construir símbolos
y rituales que convoquen y unifiquen, que sean referentes, tal como se respondió a un ataque
terrorista en Bologna, a principios de los 80, en un amplio proceso de movilización y acción
pública de memoria. Por el contrario, la presión política, la amenaza, una sociedad civil débil,
y unos procesos de conmemoración dispersos, sin el respaldo de la sociedad civil, también
restringen la memoria de un hecho y cualquier proceso de afrontamiento colectivo; tal como
sucedió, frente a otro ataque en Nápoles, por la misma época, donde la mafia y el poder
político obstaculizaron cualquier posibilidad de respuesta.

64
Asociación Pozos de Caudí (Teruel) que está activa desde 1976, en relación con la UGT, que construyó un molito y
una placa de recuerdo por los 1.005 asesinados en esta zona; para luego buscarles en las fosas comunes. Y la Fundación
Salvador Seguí, en Valencia, que han recogido testimonios de anarquistas desde finales de los 70. Finalmente el grupo
de memoria de Castellón, que hizo en esta época un balance de los bombardeos durante la guerra civil.
116
Páez et al. (2004), entre otros 65, analizan, desde la psicología social, los procesos y las
variables que intervienen en la respuesta social a los atentados del 11-M. Aunque no
profundicen en el desarrollo del movimiento social y político que se generó allí, sí analizan los
efectos y los factores positivos que se generan con los rituales, movilizaciones y acciones
públicas frente a hechos violentos; reconociendo en los participantes en estas investigaciones:
mejor atribución de sentido, percepción de control sobre sí mismos y sobre la realidad,
refuerzo de la autoeficacia en la acción, mejor estado de ánimo, disminución de la sensación de
impotencia, disminución de la ansiedad, restablecimiento del vínculo social, y disminución de
la soledad social. Además, reconstrucción de creencias sociales positivas, refuerzo de la
cohesión social y de la identidad colectiva, aumento del vínculo social, refuerzo de normas
sociales.

Dentro de los estudios que se han realizado en otros contextos en torno a memorias resistentes
pueden destacarse los trabajo de Josefina Cuesta (1998b) y Bruno Groppo (2002), sobre la
memoria del Gulag, donde resalta la aparición del movimiento ‘Memorial’ con la perestroika
de Gorbachov, que buscó reivindicar en sus narrativas, en lugares de memoria, en símbolos, la
experiencia sufrida por las víctimas y los sobrevivientes. Sin embargo, enuncia la autora, esto
ha tenido incluso mayor dificultad para ellos, que la que ha tenido el movimiento de
recuperación de la memoria en España, porque las huellas de estos hechos parecen haberse
esfumado de la historia: “En el caso de los ex-cautivos de los gulags, la recuperación de la
memoria no ha hecho más que empezar. El número de la revista Autrement dedicado a Ozerlag
y la creciente literatura sobre los archipiélagos está sólo en la fase de los testimonios, fuente y
emergencia de la memoria individual, escasamente cristalizada en memoria colectiva”.
(Cuesta, 1998b, P. 103)66.

Yurma (2008), en otro contexto, expone la creación de un movimiento social en Israel que se
contrapone a las memorias oficiales del Estado, a través de la construcción, en espacios
sociales y escolares, de otras memorias y formas de entender la historia que posibiliten una
mirada diferente sobre el conflicto árabe-israelí. Esta acción de resistencia al discurso oficial
permite denunciar que lo que los judíos están haciendo en los territorios ocupados a los
palestinos, es muy similar a lo que vivieron los judíos en el holocausto.

La tabla 4.3 presenta algunos puntos que están implicados en la función resistente de la
memoria.

TABLA 4.3. ALGUNOS ELEMENTOS FUNDAMENTALES DE LA FUNCIÓN RESISTENTE DE


LA MEMORIA COLECTIVA (Páez, 2001)
 Permite romper la denegación o la desmentida de los hechos. (Genocidio Armenio)
 Rompe con el silencio y la omisión; y su eficacia ideológica. (Silencio alemán)
 Pone en entredicho el cuestionamiento que se hace a la credibilidad de las víctimas; como cuando se
dice que exageran o que van tras el dinero de las reparaciones. (Como en Guatemala y Colombia)
 Evita que se ponga distancia con los perpetradores; por el contrario exige que la sociedad se mire y
asuma responsabilidades y no se lave las manos.
 Cuestiona las justificaciones y contextualizaciones que hacen los actores de poder y los actores en
armas. (Para rebatir a revisionistas y negacionistas)
 Transforma el señalamiento y la estigmatización de las víctimas, y propone un marco ético de

65
Campos y Páez (2004); Fernández, Páez y Pennebaker (2004); Basabé, Páez y Rimé (2004); Conejero, De Rivera, Páez
y Jiménez (2004); Calderón, Espinoza y Techio (2004).
66
Sobre este tema, Khazanov (2010) confirma que es una memoria que se resiste a fuerzas muy poderosas; en primer
lugar, el nivel de aislamiento, soledad y postración de los sobrevivientes durante el régimen; en segundo lugar, la
complicidad de muchos sectores de la sociedad con el régimen (muchos fueron burócratas, informantes, etc.); en tercer
lugar, el regreso al poder de personas y grupos sociales cercanos a la “nomenklatura”, y finalmente, que los esquemas de
memoria de los rusos, siempre les enmarcan sus memorias como víctimas de otros (Wertsch, 2008), aunque en este caso,
no se sabe muy bien quiénes fueron esos otros. En este contexto, ‘Memorial’ sigue luchando y buscando una memoria
pública, que se enfrenta incluso ante el vandalismo y el rechazo abierto (dificultades para abrir museos, destrucción de los
campos de concentración, graffitis e insultos) en los monumentos que se han erigido y un largo etcétera de dificultades
frente al que no es fácil luchar.
117
reconocimiento del daño y cuestionamiento radical a la violencia.
 Evita la reconstrucción del pasado realizada, de forma selectiva, desde los poderes establecidos.
 Cuestiona el recuerdo idealizado de quienes quieren ignorar los hechos, y pone de cara a la sociedad
frente a su problemática.

4.3.3. Lugares de memoria en el registro resistente y en las luchas por la memoria:

Jelin (2002 a, b) y Jelin & Langland (2003) desarrollan para América Latina una reflexión que
ahonda en la concepción de Norá (1997) sobre los lugares de memoria. Estos territorios,
marcas, monumentos han sido claves para la construcción de identidades nacionales, historias
oficiales. Pero también para la construcción de las memorias de los movimientos sociales, en
dirección a homenajear a las víctimas y reivindicar sus luchas sociales y políticas. Aunque
este proceso no es lineal ni sencillo, está atravesado por disputas por los sentidos para poder
representar los “huecos de lo indecible”.

Hugo Achugar (2000, 2002), en el marco de la discusión sobre la pertinencia de los


monumentos, en relación con la historia cultural y política de las dictaduras en el cono sur,
plantea que ante las posibles pérdidas de algunas memorias, es necesario ponerlas en el
escenario público, puesto que según la clase social, el estatus de poder, el género, la
generación, etc., se van a tener unas u otras memorias. En este sentido los vencidos, los
excluidos y silenciados necesitan abrir estos escenarios para expresar esa memoria. Ahora
bien, cabe preguntarse por el ‘monumento’, puesto que ésta ha sido uno de los vehículos
centrales de la historia oficial en América Latina, especialmente en los procesos de
construcción de las identidades nacionales en el siglo XIX. .

Brett, Bickford, Sevenko & Ríos (2007) se preguntan por el potencial de olvido que tienen los
memoriales y los lugares de memoria. En efecto ya Norá (1997) afirmaba que el lugar de
memoria llega, por lo menos en Francia, cuando la memoria como transmisión viva se ha
perdido, más como un lugar de cristalización de la historia. Estos autores (Brett, et al. 2007;
Achugar, 2002; Jelin, 2002; Sarlo, 2009, etc.) reconocen que pueden existir estrategias de
monumentalización para “pasar” más rápido la página o para desviar la atención sobre los
hechos. Por ello afirman que la memorialización debe estar vinculada estrechamente con la
remembranza social, con el testimonio, con los movimientos sociales y las víctimas; de tal
manera que el lugar de memoria, sea al mismo tiempo un lugar de conciencia, que establezca
un puente tanto con el pasado, como con el presente y el futuro.

De allí que la memoria debe ser memoria viva de un grupo, sus ‘lugares’ deben estar
impregnados de sentido vital: las fiestas, las artes y otras memorias performativas (Lira, 1998,
2009, Piper, 2009; Brett et al., 2007), al igual que el testimonio y las narraciones son formas
que se resisten a la lógica de fosilización. Y esto entra en relación con el debate de
construcción de ciudadanía, puesto que hay múltiples orígenes y múltiples formas de vida que
los ciudadanos en cuanto tales pueden reivindicar. Porque al final las políticas de memoria
pasan por la negociación, lo cual implica que estas voces deben hacerse escuchar en un espacio
ciudadano, que permita la visibilización, el hacerse públicas (Achugar, 2000, 2002; Molinero,
2006).

El lugar de memoria permite una reflexión crítica del pasado en el presente gracias a un
proceso colectivo de reflexión, la memoria en el espacio público debe tener una dimensión
plural que pueda recoger múltiples sentidos y vivencias. Son espacios educativos y formativos.
Por lo que deben desarrollarse en el marco de una política pública de memoria (Guixé, 2009).
Por su parte Monserrat Iniesta (2009) piensa que el proceso de dotar de sentido un lugar pasa
por el trabajo de ‘emprendedores de memoria’ (retomando a Jelin, 2002) que en la escena del
ágora discuten y debaten la construcción de estos sentidos. El lugar de memoria recoge tanto
la emoción y la compasión propia de lo testimonial, con el relato crítico, que implica la historia
118
y la discusión política y democrática. Son lugares para asegurar una cierta continuidad en el
tiempo y depositarios de sentidos y significados de la gente que habita un territorio urbano, es
decir, un ‘lugar de conciencia’ (Mir, 2009).

Brett, et. al. (2007) complementan esta visión hablando del papel que juegan los memoriales y
los lugares de memoria en una sociedad en procesos de transición. En primer lugar se les
reconoce un sentido reparador en términos de salud mental, elaboración del duelo y
transformación individual del dolor generado por la victimización. Pero también un papel
educativo frente a las nuevas generaciones y confrontativo frente a versiones oficiales que
pueden pretender ocultar la historia. Por eso consideran que es clave el papel de la sociedad
civil como portadora de la fuerza para generar estos espacios, mientras se mira con un nivel de
desconfianza al Estado.

Para estos autores (Brett, et. al., 2007), se debe tener siempre en cuenta el contexto local y las
necesidades y formas de expresión de la gente como método para que el memorial pueda tener
impacto. Así entran dinámicas artísticas, dialógicas, pedagógicas y constructivas en el
proceso, para que éste tenga el impacto requerido. Ahondando en esta lógica, Cienrojas & Paz
Silva (2009) y Piper (2009) reflexionan desde Chile, sobre la mirada urbanística de la
memoria: el espacio público como el espacio natural para acoger la memoria. La propuesta es
significativa porque propone la “reaparición” de lugares de memoria que han sido borrados,
falseados, cambiados, destruidos, en un proceso de camuflaje de la memoria. Las autoras
piensan que una forma de contrarrestar la vía del silencio, del olvido y de la evasión en la
sociedad chilena es “reapareciendo” estos espacios (Villa Grimaldi, la Casa de la calle
Londres, 38, Chacabuco, la isla Dawson, el Estadio Nacional, etc.) que también se han querido
desaparecer y que se pongan en el espacio público, donde estaban, incluso algunos muy cerca
de lugares céntricos, campos deportivos, etc.

Es decir, que esos espacios se expresen en el escenario público y puedan ser llenados de
sentido y significado a través de las vivencias de quienes pasaron por allí: testimonios,
narraciones, fotografías, etc. Es un modelo que pretende no limitarse al memorial, la placa o el
museo que pueden quedarse cortos en su capacidad de expresión, pero sin caer en la
representación morbosa que reproduciría el horror. Se trata de un lenguaje sugerente que
permita múltiples sentidos, que estimule la democracia, abierto y disponible para que haya
múltiples interpretaciones y evitar la petrificación y la momificación. En esta lógica cuestionan
la recomendación de memorialización del informe Rettig (comisión de la verdad chilena) que
se queda en la placa y el recuerdo descafeinado; y valoran el informe Valech; realizado en
2005, sobre la tortura, que permite una mirada más clara y asertiva sobre los lugares de tortura
y su identificación en el marco de los espacios urbanos.

En esta línea, algunos investigadores, especialmente en América Latina, han trabajado sobre el
proceso de conformación, afianzamiento y evolución de algunos monumentos que portan
diversos sentidos de resistencia y en los cuales, se cristalizan luchas, significados y memorias
que intentan, además de evidenciar verdades, cumplir con una función pedagógica en la
sociedad:

Valdenia Brito (2003) sobre los sentidos del “monumento para no olvidar: Tortura ‘Nunca
Mais’” en Recife, Brasil, afirma que éste es diferente a los monumentos identitarios
nacionales, destinados a conmemorar el pasado y asegurar cohesión social e identificación con
la nación. En este caso hace referencia a una memoria de las víctimas, que no se queda
anclada al pasado, sino que desde el presente también se propone construir sentidos futuros.
En el contexto brasilero aparece, de forma diferencial, la consigna por una memoria digna,
pero no revanchista. (Da Silva Catela, 2002; Brito, 2003; Langland, 2003).

119
En la misma línea, Schindel (2002) y Tapatá (2003) recogen las disputas que se han dado
desde 1996 hasta 2002, en el proceso de construcción del parque de la memoria a orillas del
Río de la Plata en Buenos Aires, Argentina. Resaltan que el año 1996, 20 después de la
dictadura, fue el año del resurgimiento de la memoria. En esos 20 años se fueron creando
diversos espacios y escenarios, acciones simbólicas representativas, pero también algunos
memoriales como el realizado en un acto de conmemoración a orillas del Río de la Plata, que
dio lugar a la iniciativa del parque de la memoria.

En este proceso, las luchas por los sentidos de la memoria no se han dado solamente frente al
Estado, sino también al interior de las agrupaciones de víctimas y derechos humanos; se han
marcado las diferencias y las disputas al interior del movimiento: porque la Asociación de
Madres de Plaza de Mayo, la asociación HIJOS y la asociación de familiares de detenidos
desaparecidos se habían opuesto al monumento. Sin embargo, otras organizaciones habían
asumido este proceso y en la plaza de ingreso al parque, en el mural, se despliegan fotografías,
banderas, consignas que intentan construir una memoria incluyente, con la consigna:
“monumento en homenaje a las víctimas del terrorismo de estado y a los ideales de libertad,
solidaridad y justicia, por los que vivieron y lucharon”. Destinando sus sentidos a generar
vínculos ciudadanos resistentes a cualquier autoritarismo futuro (Tapatá, 2003). Todo esto
cambió con el gobierno de Kischtner y el parque de los desaparecidos creo que tuvo un amplio
consenso (Martín Beristain, 2012)

Por su parte, Díaz (2002) y Schindel (2002) realizan un recorrido por los paisajes urbanos,
mientras el primero, encuentra los memoriales y monumentos de las organizaciones populares,
los símbolos, las señales, y las marcas que van dejando en la ciudad estas organizaciones; la
segunda, se encuentra con una ausencia de una memorialización de carácter más oficial frente
a los hechos vividos en varias ciudades argentinas. Lo cual permite el contraste entre una
memoria resistente en la base social y su incursión de estas memorias en los discursos más
oficiales, donde sigue siendo marginal. Pero también se pueden recoger las memorias en
espacios públicos que convocan desde el arte y otros sentidos, tal como el museo de arte y
memoria en la ciudad de La Plata que busca ser un escenario abierto, democrático y de
construcción de una memoria crítica que convoque a toda la sociedad (Battiti, 2003).

También en Argentina, Mombello (2003) da cuenta de una serie de acciones públicas de


memoria: marcha por la vida, marcha por la justicia, etc., en la ciudad de Neuquén, que ha
permitido el encuentro del movimiento social y que fueron un escenario de resistencia durante
la dictadura y ahora un espacio de reivindicación de derechos. Es una acción de memoria en
cuanto da cuenta de una intervención política en el campo de la cultura que articula identidad,
memoria y poder. El recorrido, los sentidos y significaciones de cada acción son negociados y
disputados cada cierto tiempo, tanto por el movimiento social, como por los diferentes actores
sociales y políticos de la ciudad.

Katherine Hite (2003) se centra en los relatos y sentidos que se tejen en torno al monumento
de Salvador Allende en Chile. Las formas como diferentes grupos políticos se acercan al
mismo y le dan sentidos diferentes. Cómo puede articular discursos que pueden buscar la
reivindicación de los derechos humanos, y otros que buscan una igualación entre las víctimas
de la derecha y las de la izquierda. También en Chile y en la misma línea, Michel Lazzara
(2003) plantea que en los primeros diez años de la transición se había observado una tendencia
a borrar las huellas de la memoria. Y salvo los Hornos de Lonquén y el Estadio Nacional, casi
todos los sitios de detención y tortura se habían ido borrando del mapa, bajo consignas de dar
vuelta a la hoja o “borrón y cuenta nueva”; enfatizando en la “reconciliación nacional”. En
esta línea, Villa Grimaldi estaba siendo destruido para construir un condominio, sin embargo la
lucha de los movimientos sociales (testigos sobrevivientes de Villa Grimaldi, la Iglesia y otras
organizaciones) lograron detener este procedimiento, y la aprobación de la construcción del
“Parque de la paz”.
120
De forma similar al proceso de intención de borrar la memoria, camuflando el espacio y el
lugar, María Molas y Molas (2006) presenta una escuela que fue construida sobre los edificios
abandonados de un antiguo centro de detención. La autora analiza los silencios, las necesidades
educativas, los significados sociales de unos estudiantes de estratos bajos en este lugar. La
forma como se borran relatos de memoria y la forma como se reconstruyen. Los actores que
intervienen en uno y otro momento. Y al final la recuperación de una memoria silenciada en el
barrio, en los estudiantes y en las víctimas: se logra el reconocimiento del lugar como centro y
también como un espacio para la memoria del barrio, de la ciudad, de las víctimas y del país;
aún cuando siga conviviendo con la escuela. Y en este sentido comienza a cumplir una
función pedagógica hacia las nuevas generaciones.

Achugar (2002) trabaja sobre una problemática similar de “sepultar y borrar” lugares de
recuerdo y se pregunta por el tipo de memoria que debe hacerse en torno al penal “Punta
Carretas” en Montevideo (Uruguay), lugar de tortura de la dictadura, hoy convertido en centro
comercial. ¿Cómo traer estas memorias, de qué manera luchar contra el olvido y el
silenciamiento? Para el autor se inscribe en la misma lógica del poder: se pretenden borrar “las
huellas de la violencia política, instaurando los símbolos de la violencia del mercado” (P. 13).

Ahora bien, Daleo (2007) y Sarlo (2009) quieren llamar la atención sobre la importancia de
recoger también las memorias resistentes, las luchas sociales y políticas, de tal manera que los
lugares de memoria no sean solamente de las víctimas, sino también de toda la sociedad. Para
las autoras es un tema de discusión, de investigación, donde también la historia debe tener la
palabra. Por eso son reticentes al victimismo y a la manipulación de las víctimas con objetivos
políticos, porque cuando todo es memorable nada es significativo, además creen que es
fundamental rescatar las historias y proyectos políticos que encarnaban estas víctimas. Por lo
tanto, los contenidos de un lugar de memoria, los significados, los objetos deben ser producto
de la discusión democrática e incorporar sentidos diversos.

En este sentido, las autoras plantean y estudian la discusión que se ha dado en Argentina sobre
los centros de detención y tortura. Daleo (2007) presenta la lucha de varias organizaciones
sociales por rescatar la memoria del centro conocido como “Club Atlético”, que intentó
sepultarse cuando se construyó una autopista por encima de sus instalaciones. En la misma
línea Sarlo (2009) estudia las luchas por la memoria en torno al museo en la antigua sede de la
Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), uno de los centros de tortura y desaparición más
importantes en tiempos de la dictadura; de tal manera que las memorias que han ido
recorriendo los discursos de los movimientos sociales en Argentina, en su complejidad, puedan
ser recogidas por un memorial que a la vez combina el mantenimiento del lugar de memoria
del casino de oficiales que operaba como centro clandestino de detención, con el uso del resto
de las instalaciones de la ESMA como lugares de trabajo y conmemoración y actividades de
difusión de los derechos humanos con una función social y pedagógica para la sociedad
argentina, más allá de una memoria literal centrada en los hechos del horror.

En España destaca el trabajo de Josefina Cuesta (1998) y el grupo de Salamanca que realizaron
una mirada al espacio público de Castilla y León para analizar las cristalizaciones de le
memoria sobre la guerra civil, la dictadura franquista, la represión y las víctimas. Conxita Mir
(2009) trae un aparejamiento entre lugar de memoria y lugar de conciencia, sobre las
violaciones de derechos humanos como uno de los aspectos más visibles de cualquier iniciativa
memorialista. En este sentido presentando monumentos de Europa y España reconoce la
necesidad de una memorialización de las víctimas del franquismo. Y Froidevaux (2008)
plantea que este movimiento se hace en tres sentidos: en la abolición de los lugares de
memorias que exaltan el franquismo, la recuperación de los espacios de memoria que son un
testimonio vivo de la represión y el erigir lugares de memoria que honren y dignifiquen a las
víctimas.
121
Molinero (2006) recorre algunos monumentos que dan cuenta de los diferentes momentos de la
memoria en España, como se esbozaron anteriormente. Cada etapa se encarna en lugares de
memoria, monumentos y acciones; pasando por el Valle de los caídos, el monumento de la
defensa de Madrid en el paseo de la Castellana y el rescate de algunos símbolos de los
vencidos. Dentro de estos símbolos, López y Cáceres (2008) pretenden contribuir a la
construcción de una memoria alternativa, al presentar el proceso de preservación de un “lugar
de memoria” como es el Campo de Concentración de Castuera por la labor de la Asociación
Memorial Campo de Concentración de Castuera (AMECADEC). Y Sánchez Albornoz (2003),
afirma la necesidad de contar la verdadera historia del monasterio de Cuelgamuros y el Valle
de los Caídos, construido por presos de los campos de concentración franquista.

En Norteamérica, Sturken (1997) presenta las luchas por la memoria en torno a dos
memoriales: el de los veteranos de la guerra de Vietnam, y el monumento a las víctimas del
SIDA en Washington D.C. Para la autora, desde un enfoque foucaultiano, en estos procesos
se ha construido una historia oficial, pero también existen memorias populares y relatos
alternativos que implican formas de resistencia, en las cuales se movilizan otros sentidos y
otras narrativas en torno a la guerra y en torno a la enfermedad. Para la autora, en algunos
casos llegan a cuestionar incluso el discurso de nación norteamericano. Puesto que las
víctimas de ambos hechos se sienten excluidos de los discursos oficiales, demandando un
discurso nacional más inclusivo, menos militarista y más centrado en el bienestar de la gente.
Este trabajo seguía la estela de un trabajo pionero de Wagner & Schwartz (1991) sobre el
memorial de veteranos de Vietnam que les permitió hacer un seguimiento a las memorias
traumáticas y resistentes generadas en torno a este memorial y las luchas de las narrativas que
se han encontrado allí, desde el discurso oficial, hasta los relatos pacifistas y antimilitaristas
que han hecho del memorial un referente.

A.J. Jacobs (2003) analiza las prácticas conmemorativas en Japón sobre Hiroshima y Nagoya.
El estudio se centra en la destrucción de dos fortalezas castillos medievales en la segunda
guerra mundial que fueron reconstruidos posteriormente. Y la construcción de dos parques de
la paz, en ambas ciudades. En Nagoya los espacios se construyeron de una forma que mantiene
divisiones de clase, mientras en Hiroshima hubo varios factores: amnesia selectiva como
mecanismo de afrontamiento a lo vivido, el pragmatismo japonés frente a la guerra y el
relativismo frente al mismo hecho. Este es un buen ejemplo para observar como la acción
política define espacios de memoria: la memoria es construida en un contexto sociocultural
donde lo político tiene una incidencia determinante.

En una investigación transcultural Brett et. al. (2007) constatan la creciente multiplicación de
lugares de memoria con sentido resistente a lo ancho y largo del planeta: en Marruecos donde
se está haciendo un intento para que se dé un reconocimiento de los centros de tortura, en Chile
donde la expresidenta Michelle Bachelet propuso un museo de la memoria que generó un
fuerte debate en las fuerzas afines al régimen de Pinochet; en Camboya donde dos de los
cuatro más importantes sitios turísticos de la capital hacen referencia a la memoria del
genocidio. En Italia se ha construido la “escuela de la paz” en Monte Sole, lugar de una
masacre de los nazis en 1944, donde mataron a 770 civiles, incluyendo mujeres y niños. En
Sudáfrica el “Cosntitution Hill” cárcel que simboliza la opresión colonial y el apartheid; el
Lorrain Motel en Memphis, Tennessee, sitio del asesinato de Martin Luther King, Jr., que se ha
convertido en museo nacional de los derechos civiles; Sybille Quack, que fue una de las
primeras acciones que los jóvenes de los 80 realizaron para memorializar el holocausto en
Alemania; el “Ojo que llora” en Lima, que logra combinar solemnidad, introspección y
revelación de la verdad, lleva los nombres de las 27.000 víctimas de los 20 años de conflicto en
Perú.

122
En este mismo sentido, Switzer & Mcdowell (2009) analizan la manera como se ha dado la
transformación de Belfast, Irlanda del Norte, después de los acuerdos de Viernes Santo, donde
también se disputan sentidos y formas de comprender la memoria. Por un lado, se quiere dar
“vuelta a la página” y reconstruir la ciudad en el marco de los valores europeos: una ciudad
moderna, que rompa las lógicas de separación y fronteras. Esto implica remover edificios y
otros lugares. Sin embargo, para muchos grupos algunos de estos lugares portan significados
conmemorativos, con lo cual sienten que se pasa por encima de sus propias historias. Para las
autoras se observa la confrontación entre una lógica de resignificar los espacios a través de la
reconstrucción y otra que se sigue aferrando y que es disruptiva frente a los esfuerzos de
superación del conflicto.

En síntesis, millones de personas en el mundo visitan, fortalecen o protestan contra estos


proyectos de memoria, en un marco de luchas por los sentidos y por los significados de estas
representaciones del pasado. Pero parece que se ha llegado a un lugar de consenso, puesto que
las ONG, las comisiones de la verdad, las recomendaciones de Naciones Unidas sugieren que
estos espacios tienen importancia fundamental para el reconocimiento de las violaciones de
derechos humanos y para legitimar las luchas de los movimientos sociales, para reconocer
memorias borradas y para dignificar a las víctimas (Brett, et. al, 2007).

De acuerdo con Norá (1997, 1998), Cuesta (1998), Jelin (2002 a, b, 2003), Feld (2002) Mir
(2009) los lugares de memoria son mucho más que espacios físicos o monumentos. Pueden
también ubicarse como tales: personajes, narrativas, rituales, fechas y conmemoraciones,
además de los archivos y otros lugares sobre los cuales, también, siguiendo a Jelin (2002 a, b,
d) se establecen múltiples disputas y sentidos. De esta forma, pueden identificarse otras
investigaciones que tienen como propósito analizar los discursos en torno a las fechas y las
conmemoraciones; y más adelante las que desarrollan una reflexión sobre el proceso y el
devenir que han tenido los archivos en distintos contextos:

Claudia Feld (2002), con su investigación sobre los juicios a los generales de las juntas
militares en Argentina, introduce el concepto: ‘escenarios de memoria’, para diferenciarlo de,
lugares de memoria (Nora, 1984); canales de memoria (Yerusahalmi, 1982 / 2002), y vectores
de memoria (Rousso, 2000). El escenario de memoria implica: un relato (narración), donde
importa quién y cómo cuenta el relato; una dimensión escénica, que implica los lenguajes,
símbolos y elementos usados; y una dimensión veritativa, que implica un nivel de verdad.
Implica por tanto, una puesta en escena, una tensión dramática y unos dispositivos narrativos.
Y todo esto incidirá en la forma como una sociedad producirá los sentidos y las
representaciones de su pasado.

En este escenario de memoria, el lugar del testimonio y del testigo es fundamental. Ahora
bien, en el marco de un juicio, como el de los generales argentinos, todo esto queda
desprovisto, porque allí cuenta la prueba. Así que lo subjetivo, la vivencia, el dolor, las
emociones quedan relegadas; también la historia de vida de las víctimas, sus militancias
quedan borradas, todo se “neutraliza” en función de la prueba jurídica (Cfr. H. Arendt, 1964 /
2009). Por eso la autora da cuenta también de la insuficiencia del escenario judicial para
“recoger” los sentidos de las víctimas y para la construcción de la memoria, reconociendo que
sólo es un aspecto de ésta; pero que es clave, porque implica el reconocimiento público de una
verdad, marcada por la prueba jurídica. Es algo que ya no se puede negar.

En ese contexto, los movimientos de derechos humanos actuaron como “empresarios


(emprendedores) de la memoria” frente a dos proyectos políticos de la historia oficial: el del
olvido y la reconciliación (que invoca las urgencias del presente y del futuro) y el de la
glorificación de la acción de las fuerzas armadas. Y en esta lucha, el referente de los juicios y
las imágenes de los mismos, han sido fundamentales. Así pues, éstos cumplen con las tres
funciones de los escenarios de memoria: veritativa (Sí ocurrió), narrativa (hay testimonios,
123
vivencias, relatos, sentimientos) y espectacular (buscan tocar las emociones de la sociedad).
Por esto son vehículos de memoria.

4.3.4. Sobre Acciones de memorias performativas:

Como se ha afirmado anteriormente los lugares de memoria no necesariamente llevan a un


topos, también se pueden desarrollar en espacios performativos, en el arte y en otras formas de
representación que se hacen portadores de relatos subalternos, caminos de expresión de
palabras que no pueden ser nombradas y que son representadas a través de otros lenguajes.
Diana Taylor (2003) plantea que las acciones de memoria pueden tener dos formas de
representación: lo que denomina la memoria documento; que puede recogerse en los archivos,
en los documentos y en el testimonio. La otra forma es la memoria de repertorio o memoria
performativa (Lira, 1998; Taylor, 2003; Cortés Severino, 2007, Uribe, 2009, 2010).

Ahora bien, la autora (Taylor, 2003) sugiere que la memoria performativa o de repertorio,
puede ser en efecto una poderosa forma de romper la lógica de homogenización, porque
permite ver las diferencias en las partes, resaltar los relatos de grupos minoritarios o excluidos.
Lo cual es fundamental al hablar de memorias de mujeres, víctimas, minorías étnicas,
homosexuales, etc., que permiten afrontar la exclusión. Puesto que sus historias pueden estar
“borradas” en relatos más amplios de orden nacional, grupal. Por su parte Gabortit (2006) y
Reátegui (2009) afirman que son una forma propicia para expresar aquellas experiencias de
horror que es probable que no puedan ser nombradas en una forma narrativa o archivística, por
ello tienen una dimensión ritual, icónica o artística, tal como sucede con las experiencias que
documenta esta investigación en el trabajo de campo. Para Vezzetti (1998) es un proceso de
construcción no sólo de discurso, sino también una elaboración y un trabajo que incluye la
dimensión estética.

Connerton (1989 / 2009) reafirmará este punto de vista al decir que la memoria performativa
trasciende lo textual y lo histórico y se ubica en la dimensión corporal y emocional, desde lo
cual evoca significados, construye hábitos, genera comprensiones y una forma de transmisión.
Por lo tanto, para el autor, la ceremonias conmemorativas se convertirán en memoria social,
sólo si son performativas, lo que implica la inmersión corporal y emocional en el evento. Lo
que incluye la manifestación artística y estética, que implica tanto los modos de representación
del “arte formal”, como también formas, procedimientos, materiales de carácter colectivo que
hacen parte de una intervención más directamente política (Jelin y Longoni, 2005).

Para Karen Till (2008) estos espacios permiten una comprensión compleja donde se observa la
participación de sujetos individuales y sociales y las consecuencias sobre éstos y sobre el
colectivo social. Por tanto, requieren formas de aproximación diferente a las tradicionales. La
autora descubre en este tipo de acciones una veta para la investigación disciplinar e
interdisciplinar, porque no se ha explorado mucho, salvo en algunos contextos. Presenta
experiencias como la de “Art workshop” un taller de arte fronterizo que sensibiliza sobre el
problema de la migración en la frontera entre México y Estados Unidos; el proyecto SITES en
Australia, que pretende con mapas interactivos, movimiento corporal, danza y performance
recrear la memoria del proceso de colonización australiano (Till, 2008).

Mona Smith (2007) recorre las formas de estar en el espacio público en Dakota (USA); lo hace
a través de multimedias temporales en diversos sitios, utilizando el movimiento, las historia y
el ritual. Hill (2008) presenta además experiencias de Sudáfrica (en el distrito 6 de Ciudad del
Cabo, en lucha por la tierra) y Berlín, donde las acciones de memoria performativa han
generado procesos, preguntas y transformaciones en la gente, que bien vale la pena abordar
desde una perspectiva empírica y teórica. En esta línea, Annette Kuhn (2010) realiza un
análisis de la función del performance en los proceso de memoria. Especialmente desde las
artes visuales, la fotografía y la pintura. La autora, estudiando recursos audiovisuales de
124
Escocia, Inglaterra, Canadá y China, afirma que este tipo de trabajo tiene fuerza porque logra
conectar lo privado, desde el nivel más íntimo de la expresión personal, con lo público, que se
pone en el escenario y que porta una palabra de denuncia, de resistencia o de identidad. De la
misma forma James E. Young (2000), había planteado la discusión que tuvieron los artistas
alemanes para plasmar la memoria del holocausto: para quienes el plasmar la ausencia, el vacío
y la perspectiva de una mirada abierta que vinculara al espectador, lo cuestionara y estableciera
un diálogo con él, era la mejor manera de evitar el olvido y mantener siempre activa la
memoria. Para el autor una mirada performativa supera la perspectiva monumental, en la
medida en que esta última cristaliza un único sentido y momifica la memoria, tal como lo
indica Norá (1997), mientras la segunda forma la mantiene viva.

De allí la importancia de no perder de vista en lo social el proceso de concreción relacional e


interaccional, donde a partir de la vida cotidiana se pueden desarrollar estrategias artísticas,
lúdicas, representacionales que conducen a enunciaciones resistentes: las arpilleras en Chile
(Lira, 1998; Bacic, 2008), los escraches 67 en Argentina (Oberti, 2006; Daleo, 2007; Pastoriza,
2009; Sarlo, 2009), las múltiples acciones artísticas de los jóvenes y otros sectores sociales en
Argentina: grafitis, murgas, conciertos de rock, obras de teatro (Rojas y Canevese, 2000,
Molas y Molas, 2006); la creación de un teatro popular para trabajar la memoria histórica,
llamado “teatro por la identidad” que retoma las luchas de las Abuelas de Plaza de Mayo en la
búsqueda de los nietos apropiados durante la dictadura (Correa, 2002). Dentro de las acciones
de las madres de plaza de mayo resaltan algunas que han tomado un cariz estético, un
significante performativo: desde la pañoleta blanca, hasta la siluetada que llenó las calles de
Buenos Aires, en un performance que, con las siluetas manifestó la presencia de una ausencia
(Jelin y Longoni, 2005).

También pueden referenciarse las expresiones culturales desarrolladas en Colombia: María


Victoria Uribe (2008), afirma que las formas y los procesos de memoria de las comunidades,
en la recuperación de la cotidianidad y en los rituales de duelo, se convierten en formas de
resistencia y de afrontamiento de los duelos; la autora ve que en Puerto Berrío y en un
municipio del Huila la gente se resiste: realiza una reparación colectiva al reincorporar las
almas de los muertos al tejido social, y también como una resistencia al mandato de los actores
armados que han ordenado su olvido y desaparición. Otras acciones como telones, murales,
jornadas culturales, fotografías, marchas simbólicas, arreglo de cementerios, referenciadas por
esta autora (Uribe, 2009, 2010) y el grupo de Memoria Histórica; las acciones de memoria
realizadas por las mujeres en Oriente Antioqueño, reportadas por Villa et. al. (2007): jornadas
de la luz, marchas, etc., cumplen también con este papel desde abajo y son tema de
investigación de esta tesis.

El trabajo con fotografías en Guatemala, las fiestas mayas, la cruz en el cerro del Filo o en
Xelabé (Lykes, 2001; Martin Beristain, 1999, 2003, 2007; Viaene, 2008), entre otras formas,
son una muestra de este tipo de expresión resistente de la memoria; la lavada de la bandera en
las plazas centrales de las ciudades en Perú, en el año 2000 en contra de la dictadura de Alberto
Fujimori (Vich, 2005) tiene connotaciones similares. Sobre estas formas de memoria, tanto en
Colombia, como en Perú y en América Latina, pueden sintetizarse algunas características
propias (Taylor, 2003; Gaborit, 2006; Reátegui, 2009) (Cfr. Tabla 4.4.).

TABLA 4.4. CARACTERÍSTICAS DE LAS ACCIONES DE MEMORIA PERFORMATIVA


 Tienden a ser memorias locales, con poco alcance nacional.
 Se circunscriben a casos y circunstancias en un tiempo localizado, pero en definitiva portan una
resistencia a poderes establecidos y a lógicas de dominación local.

67
Los escraches son acciones no-violentas de carácter lúdico y pedagógico que buscan identificar y señalar a personas,
instituciones y otros responsables de los crímenes cometidos contra la dictadura. Es una forma de acción social que han
desplegado los movimientos sociales en Argentina, como mecanismo para luchar contra la impunidad y generar algún
tipo de sanción social, ya que las sanciones del Estado, o bien no se dan, o bien tardan demasiado en llegar.
125
 Resaltan los relatos de grupos minoritarios o excluidos: mujeres, víctimas, minorías étnicas,
homosexuales, etc., permitiéndoles afrontar la exclusión.
 Expresan aquellas experiencias de horror que es probable que no puedan ser nombradas narrativamente.
Tienen una dimensión ritual, icónica o artística
 Lo que se constata es que van formando un proceso expansivo, según van madurando.
 Entran en red con otros procesos, configurando lentamente un movimiento social y una resistencia más
amplia.
 Al final puede conducir a una memoria más explicativa, más de tipo documento o archivística.

4.4. Los usos de la memoria en conflictos políticos y armados:

A medio camino entre los estudios del registro identitario de la memoria y el registro o función
resistente de la misma, podemos describir las investigaciones que se centran en los usos de la
memoria en contextos de conflicto social, político o armado. La premisa base de estas
investigaciones consiste en mostrar la manera cómo las memorias, que son portadoras de
identidades, valores, significados, visiones del mundo y marcos sociales y culturales diferentes
(Halbwachs, 1950), entran en conflicto cuando dos o más grupos dentro de un país se enfrentan
en sus intereses, necesidades o visiones del mundo; lo cual puede darse en una región, en un
escenario político posconflicto o, incluso en el marco de conflictos internacionales o de
carácter étnico, de tal manera que las memorias terminan siendo funcionales al conflicto y a la
violencia. Dentro de esta investigación se hace importante revisar estos trabajos, porque las
narrativas y acciones de memoria de los colectivos de víctimas que se han estudiado surgen en
contextos donde las disputas por los sentidos y la forma como las víctimas son asumidas por
sectores de la sociedad, implican marcos de significación diferente y posibilitan o bien la
transformación, o bien la perpetuación del conflicto armado como se analiza en el capítulo 7 al
trabajar el tema de las memorias incluyentes.

4.4.1. Memorias, refuerzo de las identidades y el conflicto

Uno de los usos más comunes de la memoria en contextos de conflicto es aquél que refuerza
identidades cerradas que definen un endogrupo y un exogrupo, donde el primero es el que
permite la construcción de un nosotros, muchas veces ideal, y el segundo encarna la imagen de
enemigo absoluto; de tal manera, que en este uso de la memoria los relatos y representaciones
de memoria ligados al endogrupo son idealizados y los que se refieren al exogrupo son
satanizados, de tal manera que no se posibilidad ningún horizonte de reconstrucción
compartida ni una visión críctica de las propias representaciones. Por lo tanto, son acicate y
refuerzo de los conflictos y de la violencia. Pueden identificarse trabajos de investigación al
respecto en contextos y procesos diferentes:

Barton Keith (2005) realizó una investigación con estudiantes católicos y protestantes en
Irlanda del Norte en la que enfatizaron la importancia del conflicto comunitario y del recuerdo.
La perspectiva de los estudiantes de Irlanda del Norte no fue simple reflejo de puntos de vista
unionistas o nacionalistas, por el contrario, los estudiantes se apoyaron en tradiciones locales
para construir el criterio de significado que han cruzado las fronteras entre las comunidades.

Rajmohan Ramanathapillai (2006) Analiza la forma como los Tigres Tamiles en Sri Lanka han
utilizado la narrativa de las historias de dolor de las comunidades Tamiles, para utilizar el
dolor, la rabia, el odio, el miedo, y la desesperación, como formas de promover la
incorporación de nuevos combatientes. El autor reconoce que este proceso genera una
memoria colectiva, donde se crea un símbolo poderoso y efectivo para crear una conciencia
Tamil, que posibilite la vinculación y el apoyo a la violencia, justificando su uso en contra de
los cingaleses.

126
Bárbara Tinth (2007) analiza el papel de las memorias en la construcción de identidades
cerradas que definen la generación, permanencia y no resolución de conflictos intratables. En
esta línea, pueden también ubicarse las investigaciones de Daniel Bar-Tal (2000, 2003, 2007,
2010), quien afirma que una de las condiciones del mantenimiento del conflicto palestino-
israelí, tiene que ver con la construcción de memorias de ambos lados: centradas en lo que
ambos pueblos han sufrido históricamente, la visión del otro como el enemigo absoluto y el
causante de todos sus males, la imposibilidad de ver el propio daño que se le inflige al
contrario y la utilización de narrativas históricas en las que legitiman la posesión de la tierra.
Estas memorias, de carácter histórico, hacen que no sea posible ni la negociación, ni la
reconciliación, puesto que para estos pueblos, cualquier trato con el enemigo es una “traición”
a su historia, a la memoria de sus víctimas y sus caídos, un abandono de sus causas más
sublimes.

Este autor (Bar-Tal, 2000, 2003, 2007 a, 2007 b, 2010) caracteriza este tipo de conflictos por:
su longevidad y violencia directa que retroalimentan un ciclo interminable combinado con las
emociones y las creencias. Cuando hay víctimas, especialmente civiles inocentes, cada parte
empieza a culpar a la otra por su maldad. Y a su vez justifica su acción como una retaliación.
Este punto le permite afirmar al autor, junto con Zembylas & Bekerman (2008), que analizan
este mismo conflicto, pero además el que se da en Chipre entre la etnia turca y la etnia griega,
que estos conflictos tienen una base psicosocial que es necesario reconocer: un ethos del
conflicto, que es transmitido por el sistema escolar y los medios de comunicación; unas
orientaciones emocionales vinculadas y una memoria colectiva.

En esta misma línea, Halperin, Bar-Tal, Nets-Zehngut and Drori (2008) exploran la relación
entre memoria colectiva, deslegitimación del rival y experiencias personales, por un lado, y el
miedo y la esperanza personal y colectiva por el otro; en el contexto del conflicto árabe israelí.
Los autores mostraron que el miedo y la esperanza eran condicionados por las formas que
tomaba la memoria colectiva y la deslegitimación del rival en los y las participantes. La
conclusión de los autores fue que la memoria colectiva modula los sentimientos de miedo y
esperanza a través de las experiencias de vida relacionadas con el conflicto y se convierte en un
factor que lo mantiene y lo exacerba.

Kaufman (2001) reafirma este punto de vista y dirá que este tipo de memorias/historias se
caracterizan por ser narrativas victimistas, con sobresimplificación de los hechos, correlaciones
emocionales excesivas, que realzan mitos fundadores y viejas heridas: discursos cliché
enmarcados en plantillas muy simples, casi siempre como eslóganes que se quedan grabados
en el imaginario colectivo, ejerciendo un poder sobre la conciencia del grupo, en las mentes, en
los sentimientos de los sujetos y del colectivo. En este punto, puede afirmarse que se bordea
una línea muy delgada entre un uso y un abuso de la memoria (Todorov, 1995, 2002).

4.4.2. Del abuso de la memoria

Otras investigaciones pueden dar cuenta de la cristalización de memorias en relatos más densos
y permanentes que legitiman la violencia y mantienen las guerras en el contexto de los
conflictos intratables. Aunque este no es necesariamente el escenario estudiado en Colombia,
cuando Pécaut habla de una memoria mítica tiene una profunda relación con una mirada donde
las memorias se anclan, se cristalizan y se cierra el debate político, la investigación histórica y
la reconstrucción de relaciones o de tejidos social. Algunas investigaciones apuntan a
evidenciar este tipo de procesos; por ejemplo, Garagazov (2008) relaciona las narrativas
históricas, las memorias colectivas, con las narrativas de identidad colectiva, revisando relatos
colectivos en Rusia, Armenia, Azerbaiyán y Georgia. El autor intenta demostrar de qué
manera este tipo de relatos se convierten en elementos que sustentan los conflictos interétnicos
y las guerras en esta región del mundo, afirmando que estas memorias no son naturales, ni
necesariamente todas las memorias nacionales implican la generación o mantenimiento de
127
conflictos; sino que intenta indicar que los pueblos que han sido oprimidos pueden construir
una ‘memoria herida’ que pone el énfasis en las injurias y eventos traumáticos sufridos.
Cuando estas memorias se hacen parte de un discurso nacionalista o étnico, que se reproduce
por múltiples vías comunicativas, e identifican al enemigo, se está muy cerca de la
confrontación y la violencia. Es lo que sucede con la memoria Armenia en el conflicto que
mantiene con Azerbaiyán.

En esta misma línea y trabajando en la misma región, Wertsch and Karudmize (2009) analizan
las plantillas narrativas esquemáticas de Rusia y Georgia para poder visualizar un fenómeno
similar en la definición de un conflicto intratable. La construcción de relatos identitarios en
ambas naciones, que se contraponen entre sí, conducen a un callejón sin salida, desde la
perspectiva psicosocial, de un conflicto como el que se vive en esta región del Cáucaso. Así
pues, se construyen identidades cerradas que no posibilitan la transformación y resolución del
conflicto.

Ignatieff (1999) presenta el caso del nacionalismo serbio, como un caso paradigmático: “el
sueño nacionalista de la unidad de todos los serbios dentro de un estado proporcionó dos
factores a la élite comunista: un lenguaje electoralista y una forma de desviar los problemas”.
Pero este nacionalismo fue el que exacerbó los demás nacionalismos: el croata, el bosnio y el
kosovar. Al final, Ignatieff (1999), afirma que no sabe si cuando se justificaba una acción
violenta se estaba hablando de algo que pasó ayer, hace un año, en 1991, en 1941, en 1841, o
en 1441. Y explica el mecanismo por el cual, a través de una memoria cerrada, literal y una
visión de enemigo, se puede ejercer violencia contra otros, sin sentir siquiera resquemor.

En este contexto, Gold (2007) presenta las narrativas de memoria de victimización, heroísmo y
agresión entre Serbia y Croacia, que ha estado a la base de los conflictos violentos entre estos
dos grupos étnicos. Piensa que en realidad las políticas y narrativas de remembranza de ambos
países, centradas en la agresión, no contribuyen a un clima de paz y reconciliación.
Investigaciones similares hacen Kuzmanic (2008) para Eslovenia y Mellon (2008) para Bosnia,
referenciadas anteriormente.

Tajfel & Turner (2001) Davies (2004), Montgomery (2005) y Simón (2005), afirman que este
tipo de narrativas construyen una visión del mundo que genera identidades opuestas: un
endogrupo (el nosotros), que se opone al exogrupo (ellos). Y Bar-Tal (2000, 2003, 2007,
2010), afirma que alimentan los sentimientos de nación y patria, que en situaciones de dolor y
pérdida configuran una situación emocional que lleva a considerar que el daño causado por el
otro, a una persona del endogrupo es un daño para todos. Esto lleva consigo el reclamo de
venganza. Con la retaliación, viene la autojustificación: nosotros somos víctimas y ellos son
los asesinos, pero además se incrementan las emociones de dolor, miedo y odio frente al
enemigo. En este juego, estos autores le atribuyen a la memoria colectiva un papel muy
importante. Porque los relatos de victimización, los memoriales, los monumentos se convierten
en un elemento ideológico que posibilita fortalecer la cohesión grupal y la identidad del grupo,
alimentando las creencias sobre el conflicto que implican que la otra parte es quien hace daño
y la violencia propia es sólo reactiva (Cfr. Das, 2008a, b).

Marques, Páez, Valencia y Vincze (2006) trabajando en este tema, en tres estudios diferentes
observan que los participantes atribuyen mayor credibilidad a los relatos originados en el
endogrupo, que a los originados en un exogrupo. Lo que implica que se minimicen,
contextualicen, relativicen o se redefinan las acciones violentas cuando el grupo estudiado
tiene vínculos o relación con los grupos responsables de esta violencia. Esto por dos razones:
porque hay vergüenza y culpa. Pero también, porque, cuando va circulando el relato, en la
cadena, de una posición a otra, se va “redefiniendo” la información, se minimiza o se tolera,
porque viene del mismo endogrupo. Ahora bien, si el nivel de identificación con el endogrupo
es menor, se tenderá a aceptar los hechos y asumir las responsabilidades, más que cuando hay
128
una alta identificación con el Endogrupo. En esta investigación los autores analizan también
el papel del rumor en la construcción de este tipo de narrativas identitarias, trabajo que también
realiza Veena Das (2008b), al estudiar el conflicto indopakistaní y la situación de Cachemira
(India).

A toda esta dinámica, Teichman y Bar-Tal (2007) la llaman repertorio psicológico intergrupal
compartido (SPIR). Al final la sociedad ha incorporado tan fuertemente estas creencias,
memorias y emociones, que cualquier intento de negociación se hace más difícil porque puede
implicar una traición al endogrupo, lo cual dificulta cualquier resolución pacífica. Una
memoria parcial y manipulada aviva el conflicto y no permite su superación (Huyse, 2003).

Todo esto constituye un discurso público que impregna los productos culturales: libros, obras
de teatro, películas, etc., atraviesa los canales sociales de comunicación: la escuela, la familia,
los libros de texto, los materiales didácticos; lo que produce un escenario de socialización que
se utiliza para, tener una base social que avale y justifique las decisiones políticas; que, a su
vez, se reafirman en las ceremonias institucionales, conmemoraciones y monumentos, con lo
cual se va construyendo una cultura del conflicto, que se acompaña por las orientaciones
socioemocionales de miedo, odio, ira, culpa y orgullo (E. Zerubavel, 2003; Bar-tal, Rosen &
Nets-Zehngut, 2010). Todo este repertorio psicológico es incorporado por estos medios en los
procesos de socialización de los niños, tanto en la primera infancia, como en la etapa escolar,
tal como lo afirman para el contexto de Irlanda del Norte, Connolly, Smith & Kelly (2002) y
Sani, et. al. (2000).

De allí que Todorov (1995, 2001) introduzca una pregunta por los usos y abusos de la
memoria, en la mitad de su boom contemporáneo. Es decir, una pregunta ética. Esto implica
una mirada crítica que reconoce que pueden existir memorias que pueden portar significados,
sentidos y valores que conducen a la guerra, a la violación de derechos, al crimen contra la
humanidad y al genocidio: memoria literal, que se queda en la victimización y el horror, que se
centran en el culpable y en la justificación de formas de respuesta violenta, que divide el
mundo en buenos y malos, nosotros y ellos. A esta opone la memoria ejemplar, que
reconociendo lo sucedido en el pasado, no impide ver la realidad presente y no se
instrumentaliza, sino que se convierte en bandera para luchar contra la injusticia, la violencia y
la represión.

Elizabeth Jelin (2002a) recoge una discusión al respecto: cuando hay una memoria literal, esta
es, excluyente: el nosotros que se construye identifica un centro interno y los otros externos
quedan excluidos del relato, esta configuración de memoria estaría marcada por la definición
del colectivo (sea éste una etnia, nación o grupo religioso) desde aspectos referentes cerrados,
construyendo una identidad cerrada. Pero por otro lado, la memoria ejemplar es incluyente,
donde el nosotros opera de tal manera que utiliza mecanismos de incorporación legítima, que
incluye a personas de otros colectivos, etnias, naciones o grupos religiosos, animados por una
ética de la responsabilidad, donde la identificación del responsable de la violencia, del crimen,
no compite con la afirmación vital que permite cuestionar cualquier forma de violencia, sin que
esto implique encubrimiento ideológico, como diría Martin-Baró (1989).

Ignatieff (1999) Malouf (2003), Sen (2007), Bruckner (1996), Das (2008), Blanco (2007,
2012) y el mismo Todorov (1995, 2001) reconocen que las memorias que construyen
identidades cerradas, excluyentes 68, en lógica de confrontación, son movilizadas por los actores
políticos y militares para justificar acciones, manipulando la historia y los hechos; para lograr
objetivos, para mantener un poder o para perpetuar un conflicto, visibilizando el mal en el
afuera del nosotros, tal como se ha explicitado en las investigaciones reportadas.

68
Malouf (2003) y Das (2008a) hablan incluso de identidades asesinas.
129
Ya Todorov (1995, 2001), Ignatieff (1999), Malouf (2001), Jelin (2002), Erice (2006) Sen
(2007), se refieren a esta situación como a los abusos en los usos de la memoria; como un
factor que puede favorecer más la violencia que la paz, promoviendo formas de venganza, más
que de reconciliación (Bar-Tal, 2001, 2003, 2007, 2009). Se exagera en la memoria de
algunos hechos y en el exceso de victimización que lleva al punto en que mucha gente quiera
ocupar el estatuto de víctima (aunque no necesariamente quiera ser víctima) (Bruckner, 1996).
Esto implica un cierto victimismo y una forma de entender algunos hechos históricos, que
anclan en el pasado y que no permiten una reelaboración de los mismos en pro de una acción
clara en el presente, para prevenir que se vuelvan a repetir o para denunciar las violaciones de
derechos humanos en el presente. Lo que implicaría también una apertura hacia una dimensión
ética de la memoria, y la importancia de la historia como conocimiento alternativo, que puede
tener una función crítica y reguladora, entrando también en diálogo e interacción con la
memoria.

4.4.3. Papel de la educación y debate democrático: memorias incluyentes de grupos


enfrentados:

Todorov (2001) plantea que es fundamental analizar también los contenidos de la memoria,
someterlos al debate público, porque la memoria no es buena ni mala en sí misma, el problema
estriba en los usos que se hacen de ésta. Así pues, sea cual sea la fuente de donde provengan,
es necesario que se dé un debate democrático (Lechner y Güell, 2006; Vinyes, 2009) que
permita una memoria incluyente que posibilite, o bien la finalización de los conflictos, o bien
su no repetición.

En esta misma línea, Rousso (2000), cuando habla de los militantes de la memoria, afirma
que muchas veces esta militancia puede ir en contra del mismo hecho histórico: con tal de
salvaguardar su visión del mundo, los buenos en un lado, los malos en el otro, se implican
en una mentira que no permite acercarse a la complejidad de la historia. Hay una
intencionada falsación de la realidad, con el fin de mantener la coherencia de un discurso;
la pregunta que se hace el autor es: ¿se debe escribir una historia falsa, para condenar el
pasado, aún cuando haya crímenes atroces involucrados? Es uno de los problemas de
muchos movimientos sociales como lo he referenciado antes (Mombello, 2003, 2006; Da
Silva Catela, 2003) y que profundizaré al analizar los sentidos de la memoria en las
comunidades estudiadas en Colombia.

Jenniffer Cazenave (2010) plantea una reflexión muy interesante en torno a la publicación
del libro “The Kindly Ones” de Jonathan Littell. Puesto que expone todo el horror vivido
en Polonia en torno al holocausto, desde el punto de vista del perpetrador. La pregunta que
se hace la autora y el debate suscitado por el libro en Francia y Alemania, estriba en los
sentidos de la memoria. ¿Para qué se hace memoria? ¿Cuál es el fin cuando se hace
memoria? Lo cual introduce la discusión ética. La autora se pregunta por el sentido de
revelar los detalles del horror y si esto no sería una especie de “pornografía” del horror. La
autora, afirma que es necesario acercarse al cuerpo humano con respeto, a estas historias
con respeto, no para negarlas, pero sí para nombrarlas dentro de marcos que vayan más allá
del amarillismo. Es decir, para afirmarlo con Todorov (1995) y Rousso (2000), en marcos
de memoria ejemplar, que porten una pregunta ética a la sociedad. Así pues, más allá del
conocimiento minucioso de los hechos, está el reconocimiento social, ético y político de
los mismos; y es en estas significaciones donde se pueden portar sentidos de
transformación social.

Esta lógica es mantenida también por investigadores, en terreno, de diferentes conflictos:


Bar-Tal (2000, 2003, 2007, 2010), Ramanathapillai (2006); Garagazov (2008 a, b);

130
Kaufman (2001), Yurma (2008), entre otros, abogan por el trabajo sobre estas narrativas y
su transformación en los imaginarios colectivos. Por tanto, sugieren un trabajo histórico
que permita reinterpretar los esquemas narrativos en los que se implantan estas versiones;
pero al mismo tiempo un trabajo psicosocial, que implique deconstrucción de los vínculos
emocionales con estos discursos, la generación o la recuperación de otros relatos, que
también movilicen las emociones y los vínculos de los sujetos con estas narrativas en una
vía de conciliación y paz.

Esto implica una revisión de textos de historia, la detección de hechos mitificados, la


matización de interpretaciones nacionalistas o étnicas, la superación de estereotipos y juicios;
en esta línea, Garagazov (2008a), propone un método para ‘reconstruir’ memorias colectivas a
través de investigación histórico-crítica comparada, en relación con las narrativas
historiográficas de cada grupo; tal como se ha desarrollado con la comisión de Tbilisi apoyada
por el Consejo Europeo69. Para el autor este proceso, que es necesario, no es suficiente,
puesto que las memorias pueden pervivir, aún cuando se puedan contrastar con investigaciones
históricas. De eso da cuenta la imposibilidad de la historia soviética de borrar las memorias de
las diferentes naciones que la componían y que emergen al caerse la URSS.

Por tanto, también se debe incidir sobre las políticas de la memoria, para que las
conmemoraciones, rituales y otros elementos simbólicos puedan ser transformados y dotarse
de nuevos contenidos; regular los discursos políticos, especialmente aquellos, que se ubican en
los extremos y que definen claramente al enemigo, marcando una distancia entre un endogrupo
(los nuestros) y un exogrupo (ellos: los malos que se deben eliminar). Finalmente propone
también una reconstrucción de estas narrativas a través de la pregunta por el tipo de futuro que
se quiere para la región o el territorio y con base en eso, pensar si la visión del pasado
obstaculiza ese futuro y de qué manera el futuro soñado puede permitir la construcción de
narrativas distintas sobre el pasado, que posibiliten la coexistencia y la convivencia entre
grupos diferentes (Garagazov, 2008b).

Teichman & Bar-Tal (2007) centrados en los procesos de desarrollo de prejuicios, estereotipos,
actitudes y etnocentrismo, de los niños y los adolescentes, realizan una revisión del proceso de
desarrollo psíquico. Desde el contexto de un conflicto intratable, analizando en qué momentos
se van incorporando los prejuicios y estereotipos en los niños, para al final realizar una
propuesta de relaciones intergrupales (trabajos con niños israelíes y palestinos) por un lado,
que permitan un reconocimiento mutuo; y por el otro, una intervención general en el sistema
educativo, que promueva la deconstrucción de los repertorios emocionales y cognitivos que
devalúan al contrario y refuerzan el conflicto.

Zembylas & Bekerman (2008) en un proceso etnográfico de cinco años en aulas escolares en
Israel y Chipre realizan, a su vez, una propuesta pedagógica y ética para superar los conflictos
intratables por la vía de la memoria, y una forma para asumir los traumas históricos, culturales
y sociales, en la cual, cada parte se descentra de la otra y descubre que puede encontrarse en el
sufrimiento de la otra parte: estudiantes de ambos lados del conflicto escucharon historias y
memorias de estudiantes del bando contrario, sin una connotación victimista, pero recogiendo
el dolor y la experiencia de la propia historia. Es un camino de humanización, y de
transformación del conflicto, rompiendo mentalidades etnocentristas, rompiendo ciclos de
egoísmo y abriendo los ojos al sufrimiento del otro (Metz, 1999).

En este mismo horizonte Bar-Tal (2003, 2007, 2010) y Solomon (2004) proponen el desmonte
de climas emocionales de miedo, desconfianza y odio, el trabajo en escenarios locales,
especialmente la escuela en una lógica más amplia de coexistencia, de encuentro y

69
Comisión creada por el consejo Europeo para realizar una investigación histórica de las relaciones entre Georgia y
Rusia. En el marco de búsqueda de soluciones al conflicto en la región.
131
reconocimiento con el otro; y el reconocimiento de memorias de dolor en ambos lados del
conflicto, unidas a la responsabilidad de cada parte en la generación de ese dolor. Dan Bar-on
& Fatima Kassem (2004) realizaron una experiencia con niños alemanes y judíos donde
concluyeron que el relatar las historias en grupos mixtos permitió que se tratara lo intratable y
se dio un proceso de transformación que permitió superar los prejuicios que previamente se
tenían70, los autores piensan que puede ser un referente importante para trabajar el conflicto
palestino israelí. En Sri Lanka, Ramanathapillai (2006) también propone la creación de
espacios de coexistencia, donde las narrativas de las víctimas sean empáticamente escuchadas
por ambas partes, sin ser políticamente explotadas.

Bar-Tal (2003, 2007, 2010) reconoce, además, que hay una reconciliación diferente cuando se
dan conflictos intraestatales e interestatales. Los primeros requieren una reconstrucción
democrática y niveles importantes de justicia, incluyendo la reconstrucción del pasado por
comisiones de la verdad, que implican la sanción a las violaciones a los derechos humanos y la
reconstrucción social y la convivencia. Pero en los otros se deben reestructurar las
dimensiones de relación social, política y económica. Ahora bien, en ambos tipos de conflicto
se debe afrontar la tendencia de una memoria colectiva centrada en la autovictimización
(Kaplan, 2005), la glorificación de los propios héroes y la mirada de la responsabilidad en el
adversario, a través de procesos complejos de reconstrucción del pasado que permitan
comprender a fondo la realidad del conflicto y las diferentes responsabilidades (Bar-Tal, 2003,
2007, 2010; Zembylas & Bekerman, 2008). Estos autores reconocen que esto se hace a través
de comisiones de la verdad, como la de Sudáfrica, y las recomiendan como fundamentales en
los procesos de conflicto, incluso interestatales.

En esta línea, para Brynton Lykes (1999), en Irlanda se han cultivado culturas victimistas que
no favorecen un espacio para la reconciliación, puesto que condenan la acción del contrario y
autojustifican la propia. De tal manera que cada grupo armado restituye para sí el estatuto de
víctima. De allí la necesidad de investigaciones, que permitan la comprensión de la
victimización, el dolor y el sufrimiento de ambas partes. Si esto no se hace de esta manera, no
será posible la paz estable y duradera.

Por esta razón presenta (Lykes, 1999) las investigaciones que realizaron La comisión “The cost
of truble”, que encontró que había 3.000 muertos y 40.000 heridos en Irlanda en los últimos 30
años, y el Estudio de Reston (1996) que permitió identificar el daño en las víctimas y permitió
un reconocimiento social a las mismas. Para la autora ambos trabajos abren la posibilidad de
dar a conocer y “educar” a la sociedad en torno a unas consecuencias que en muchos casos
parecen invisibles. Que en muchos casos implica además la distorsión de las historias. Así
pues, se abre la posibilidad para una comprensión profunda de lo sucedido. De tal manera que
se puede afrontar la privatización del trauma, intentando generar un espacio social para
confrontar la historia oficial. La autora recomienda acciones públicas de memoria y
conmemoraciones colectivas. En un marco educativo y formativo para mostrar que con la
violencia, todos están perdiendo. Más allá del victimismo y el ajuste de cuentas.

En este contexto, Crann (2000) presenta una experiencia en la que se pudieron superar
prejuicios y estereotipos, comprender la vida y el sufrimiento de la otra parte, a través de la
experiencia de contar historias y compartir las memorias del dolor. Experiencia que también

70
Es una experiencia similar a la trabajada por la película promesas con la dirección de Justine Shapiro, Carlos Bolado y
B.Z. Golberg. En esta película se trabaja con niños israelíes y palestinos sobre los imaginarios construidos alrededor de
sí mismos y del otro. Es decir, aborda el tema de la construcción de las identidades propias, que se tienden a cerrar sobre
sí mismas, para luego mirar al otro como el enemigo, el peligro, que ataca y por lo cual me tengo que defender. El
proceso de la película pretende mostrar cómo los niños de ambos lados cuando logran acercarse, conocer y reconocer al
otro, intentando ver su diferencia, de una u otra forma, “el monstruo” que es ese otro, comienza a tener rostro humano,
tan semejante y tan diferente; se constituye un espacio de respeto a la diferencia y una pregunta a la construcción de una
identidad cerrada e inmóvil.

132
ha trabajado Geoffrey Corry (2005) a través de los talleres realizados con víctimas, y en
algunos casos con victimarios, en el Centro Glencoe en Irlanda, intentando generar espacios
colectivos para construir la reconciliación.

De otro lado y en la perspectiva de la memoria ejemplar, Ángela Campos (2006) analiza la


memoria de excombatientes portugueses, especialmente como medio de analizar la idea de
la memoria de la guerra como fuente de vergüenza, para los veteranos y para la sociedad
portuguesa en general, puesto que esta memoria o bien contribuye a la conciencia de algo
que no debe suceder, o bien como revisión de la propia actuación para asumir
responsabilidades. En definitiva, esta investigación doctoral puede enmarcarse, en un
primer nivel, dentro de esta lógica de memoria ejemplar, que busca evidencia al respecto,
mostrando y comprendiendo como en un proceso con mujeres y víctimas de la violencia
política en Colombia se ha construido una dinámica de memoria grupal y colectiva que
contribuye como alternativa, desde el trabajo de memoria, a reconstruir tejido social y
superar el conflicto armado desde abajo.

133
5. EL PAPEL DE LA MEMORIA COMO REGISTRO TERAPÉUTICO

Partiendo de una discusión sobre el trauma y el impacto psicosocial (5.1) para hacer un
recuento de los acuerdos disciplinares en torno a las consecuencias psicosociales del conflicto
armado y la violencia política (5.2) se abordan en profundidad los escenarios, marcos teóricos
y contextuales en los que la memoria (individual, grupal o colectiva) ha sido utilizada o
referenciada como un elemento fundamental en la recuperación emocional, en el
empoderamiento, en la reconstrucción del tejido social.

Más adelante se abordan los escenarios de terapia narrativa y contar la historia en contextos de
terapia psicoanalítica, pasando por el debriefing y el enfoque psicosocial (5.3), para
profundizar en los espacios en los que la memoria grupal se convierte en herramienta de
transformación subjetiva (5.4) y el testimonio narrativo implica una recuperación en la
dignidad de las víctimas (5.5). Después se avanza sobre la forma cómo la memoria colectiva
(expresada en acciones públicas de memoria) permite la reconstrucción de subjetividades y
experiencias de afrontamiento, resistencia y reconstrucción social (5.6), para finalizar en una
revisión de contextos de justicia transicional, donde la memoria se liga a los derechos a la
verdad, la justicia y la reparación, analizando los impactos y consecuencias que estos
escenarios suscitan en las víctimas (5.7).
5.1. La discusión sobre el trauma y el impacto psicosocial de la violencia política:

Entrar a presentar el registro terapéutico de la memoria implica definir que anteriormente hubo
un daño, una ruptura: un trauma. Y definir las consecuencias que ese daño tuvo.
Particularmente la psicología y la psicología social se han ocupado de esta problemática. Se
han desarrollado cientos de investigaciones sobre este tema, desde diferentes enfoques y
escuelas de la psicología.

En estos contextos, Martín-Baró (1990) realiza una diferenciación muy clara entre trauma
psíquico y trauma social. El primero es definido como el daño que una herida particular deja
en una persona: la muerte accidental de un ser querido, perder uno de los miembros o alguna
función como la vista o el oído, o una enfermedad terminal, propia o de un ser querido; se trata
de un daño que sucede a un sujeto concreto. Frente a esto presenta el concepto de trauma
social (Cfr. Iglesias, 2005), para referirse a un hecho histórico o colectivo que daña a toda una
población, a una etnia, a un grupo social; en este caso, toda la población tiene un nivel de
afección porque el hecho ha incidido en sus vidas.

5.1.1. A nivel individual: el Trastorno de estrés postraumático

En el nivel individual, la conceptualización sobre la cual se ha creado un cierto consenso en la


comunidad científica de la psicología clínica y la psiquiatría es el trastorno de estrés
postraumático (TEPT). Se trata de una categoría diagnóstica creada desde la psiquiatría para
explicar la reacción de una persona ante hechos traumáticos. Después de conceptualizaciones
anteriores como neurosis de guerra, y otras formas nosológicas, fue clasificado oficialmente
alrededor de 1980 y aplicado a muchos veteranos de la guerra de Vietnam. A los soldados
veteranos que narraban síntomas similares a los que aparecen en el TEPT, se les había
calificado, en un contexto militarista, como psicológicamente débiles (Scott, 1990;
Summerfield, 2001).

También se definen unos tiempos de manifestación de los síntomas para calificarlos dentro del
trastorno, definiendo la forma en que afecta otras áreas importantes de la vida del sujeto como
la social y la laboral. Así, si entre la reacción y el acontecimiento han transcurrido más de tres
meses, se considera crónico; y para determinar si es agudo, menos de tres meses. En el caso de
experiencias extremas, marcadas por el horror, debido a los límites que ha implicado el TEPT,
135
se ha desarrollado un nuevo concepto, que está en vías de validación dentro de la comunidad
psiquiátrica: es el denominado TEPT-complejo o DESNOS (Disorder of Stress not Otherwise
Specified), cuyo marco paradigmático sería la violencia política (Pérez Sales, 2006). En
ambos casos, se trata de una perspectiva médica tradicional que evalúa los sujetos en su
dimensión individual, en sus reacciones y síntomas; y desde allí se genera el diagnóstico, y con
éste el tratamiento.

Tabla 5.1 Criterios sintomáticos para delinear la presencia de un TEPT71


1. En el nivel cognitivo: re-experimentar el evento traumático a través del sueño, pesadillas,
pensamientos repetitivos y recuerdos intrusivos.
2. En el nivel afectivo: anestesia afectiva en las respuestas o en la relación con el mundo exterior, junto
con la evitación de los estímulos asociados con el trauma. Lo cual puede llevar al aislamiento social.
3. En el nivel emocional: hiperactivación del sistema emocional, estado de alerta permanente y angustia,
con problemas de sueño, dificultad de concentración, respuestas de sorpresa exagerada e irritabilidad.
4. En el nivel conductual: se puede oscilar entre la hiperactividad y la pasividad, ambas como forma de
evadir la realidad del daño padecido.

En el contexto de investigación de memorias colectivas, algunos autores utilizan estos criterios


sintomáticos y analizan reacciones y consecuencias que los hechos de violencia dejan en los
sujetos. Páez y Basabé (1993); Marques, Páez y Serra (1998) y Páez, Ruiz, Gailly, Kornblit,
Wiesenfield & Vidal (1996), afirman que entre un 25% y un 40% de las personas que han sido
víctimas, o iniciadores de masacres, combates o guerras, u otras formas de violencia extrema,
sufren estados sintomáticos (TEPT), lo cual se incrementa en un 60% en el caso de violación.
De los cuales el 50% remite con el tiempo. De Jong, et. al. (2001) analizan los casos de
sobrevivientes de conflictos armados en Argelia, Camboya, Etiopía y Gaza, con el fin de mirar
procesos sintomáticos del TEPT; encuentran que en Argelia un 37,4% de la población está
afectada, un 28,4% en Camboya, 15,8% en Etiopía 17,8% en Gaza. Con lo cual concluyen que
el nivel de incidencia no responde solamente a una dimensión psicofisiológica, sino que
también inciden factores socioculturales de protección72.

Ahora bien, algunos autores se plantean un marco de evaluación psicológica, incluso, más
amplio que el centrado en el TEPT: Becker (1995) reconoce las deficiencias del diagnóstico de
TEPT en procesos de psicoterapia con víctimas de tortura, sobrevivientes familiares de
desaparecidos y, en general, víctimas de violaciones a los derechos humanos, en el contexto
chileno, para lo cual propuso un modelo de definición de las reacciones según el tipo de
represión que se había sufrido. Paez & Basabé, 1993; Páez et. al. 1996, etc., retomando las
teorías de Halbwachs, Freud y Bartlett, se plantean cómo los hechos traumáticos afectan
también a la memoria colectiva a través de procesos de olvido, distorsión y reconstrucción
positiva del pasado. Conejero, De Rivera, Páez y Jiménez (2004) muestran en una
investigación sobre los atentados del 11-M cómo estos hechos afectaron la atmósfera
emocional y la percepción del clima emocional de los y las participantes: el atentado provocó
emociones de tristeza, enojo y en menor medida miedo (Investigaciones no centradas en las
víctimas, sino en población general).
71
(Horowitz, 1986; Davidson y Baum, 1986; Summerfield, 1996; Martín Beristain, 1999, 2005; Lykes, 2001; Hamber,
2003; Pérez Sales, 2006).
72
Por lo demás, se ha utilizado en diferentes contextos, de los cuales presentaré a manera de ejemplo algunos de ellos:
Van Boemel & Rosé (1992) y Judith Shepherd (1992) trabajan el TEPT con refugiadas camboyanas y vietnamitas en
Estados Unidos, respectivamente; Bowen, Carscadden, Beighle & Fleming (1992) con mujeres víctimas de la guerra en
El Salvador. Allden, Poole, Chantavanich, Ohmar, Aung & Mollica (1996) lo observan en disidentes políticos exiliados
adultos y jóvenes de origen tailandés; Van Belsen, Gorst-Unsworth & Turner (1996) y Basoglu, Mineka, Paker, Aker,
Livanou & Gok (1997) lo describen en sobrevivientes de tortura; Holtz (1998) lo estudia comparando refugiados y
personas torturadas de origen tibetano; Shrestha, et al. (1998), trabajando con refugiados de origen Butanés en la India;
Fox & Tang (2001) lo abordan con refugiados de Sierra Leona en el campo de la ONU en Gambia; Hough, Canino,
Abueg, & Gusman (1998) lo analizan es hispanos inmigrantes y refugiados de origen mexicano y guatemalteco; Igreja,
et. al. (2004) lo abordan como categoría referencial para analizar la mejoría emocional de las víctimas en los procesos de
intervención en Mozambique; Kamminer, et. al. (2001) lo utilizan para evaluar el estado emocional de las víctimas que
participaron en la CVR sudafricana; Ruiz-Vargas (2006), en un análisis psico-histórico de las víctimas y sobrevivientes
de la represión franquista.
136
De otro lado, Pérez-Sales y Bacic (2000) comparan las consecuencias de la desaparición en
población Mapuche y no mapuche en el sur de Chile, y comprueban que síntomas y reacciones
como el duelo depresivo, trastornos afectivos ligados a la desaparición, pensamientos
intrusivos y rememoración involuntaria se presentan entre los y las participantes. Pero sólo un
1,7% de la población mapuche podía ser diagnosticada con el trastorno de estrés
postraumático, y un 7% de la población mestiza y blanca. Lo cual, para los autores, indica que
el trabajo de superación de estos hechos debería estar más ligado a procesos psicosociales,
vinculados con la búsqueda y la información sobre los seres queridos, que a procesos clínicos
individuales de elaboración del trauma. Aunque consideran que ambos modos de intervención
pueden ser complementarios.

Así pues, el problema que observan muchos autores, es que la definición de la experiencia de
las víctimas de la violencia sociopolítica desde este marco de conceptualización (TEPT) reduce
el daño a una constelación de síntomas precisos, que incluso dejan por fuera una serie de
reacciones y comportamientos que son también muy significativos en su experiencia y su
sufrimiento: culpa, rabia, vergüenza, miedo, pérdida de la autoestima, venganza, odio, etc. son
reacciones comunes en estos contextos, situaciones emocionales que pueden guiar la acción y
deben ser abordadas por cualquier proceso de atención psicosocial (Martin Beristain, 1999,
2010b; Lykes 2001a, 2001b; Hamber, 2003; Blanco, 2004; Pérez-Sales, 2006).

De todas formas esta categoría nosológica sigue teniendo un lugar preeminente en el diseño,
implementación y evaluación de programas; puesto que por sus características ontológicas
(poner en el centro de la moralidad y la cosmología al individuo) y epistemológicas, al ser una
entidad medible y cuantificable, entra con mayor facilidad dentro de los dispositivos de
saber/poder, no sólo del mundo académico, sino también de la cooperación internacional al
desarrollo y la ayuda humanitaria, donde desde el mundo anglosajón, se ha realizado un fuerte
lobby para la inclusión de programas psicosociales en la ayuda, desde esta perspectiva
(Summerfield, 1996, 2000; Lykes, 2001a, Clancy & Hamber, 2008).

5.1.2. Perspectivas psicosociales: trauma colectivo y transmisión intergeneracional

En contraposición o como complemento a los enfoques centrados en el TEPT, hay diferentes


maneras de abordar las consecuencias psíquicas y psicosociales que deja la violencia política
en los sujetos individuales y colectivos. Desde un enfoque narrativo, Espinoza y Buchanan-
Arvay (2004) investigan, a través de historias de vida y un grupo de discusión, con seis
refugiados chilenos (tres hombres y tres mujeres) en Canadá, sobre la construcción de sus
memorias colectivas y sus relaciones con el trauma. Reconocen en los y las participantes la
presencia de memorias traumáticas; pero no pueden definir sus reacciones y comportamientos
como síntomas o manifestaciones patológicas; pero reconocen lo que llaman un trauma por la
culpa y la nostalgia, que estas memorias suscitan y mantienen en su vida cotidiana.

De estos hechos traumáticos, se configuran históricamente aquellos que han dejado huella en la
comunidad por su nivel de impacto, porque ha implicado un cambio en las instituciones, en
valores, en normas; porque su recuerdo sigue afectando las relaciones sociales en la
cotidianidad, tanto porque se convierten en tradiciones orales, relatos, narrativas o porque
generan conmemoración y se hacen referentes del colectivo. Pero incluso cuando se han
reprimido, pueden seguir circulando de manera subrepticia hasta emerger en el espacio público
revaluando las relaciones y las formas de vivir en una sociedad concreta (Ibáñez, 1992;
Pennebaker, 1994; Páez & Basabé, 1993; Páez, Ruiz, Gailly & Kornblit, Wiesenfield & Vidal,
1996).

Esto lleva a discutir el tema del trauma en un sentido más amplio. Para ello es importante
comenzar por las investigaciones que abordan el problema de la transmisión del trauma
137
(Minow, 2008), en las que las secuelas se observan en el largo plazo, más allá de la vida del
sujeto individual, mirando los efectos traumáticos en la descendencia hasta la cuarta
generación, principalmente en supervivientes del holocausto, familiares de víctimas y de
agresores, que expresan síntomas frente a lo no dicho, lo no enunciado en el contexto familiar
o social: Sichrovsky73 (1987, 1988), Heimmansberg & Schmidt (1992); Tschuggnall & Welzer
(2002), Bohleber (2007) en el trabajo con familias de exnazis, analizan la forma cómo los
silencios, la distorsión de la realidad, la ocultación de la culpa y la vergüenza dejan abiertas
vías de comunicación no verbal, a través de las cuales se va transmitiendo la memoria
traumática.

De otro lado con víctimas de los campos de concentración, sobre este mismo fenómeno han
trabajado investigadores como: Fine, 1998; Kellerman, 1999; Sagi-Schwartz et. el., 2003. Jean
Kestenberg (1993) lo nombra como “transposición generacional traumática”, lo que
implicaría vivir en dos temporalidades, el presente propio y el pasado de los padres en un
intento por comprender y compartir el mundo de la vida y la historia de ambas generaciones.
Rosenthal y Volter (2001) realizaron un estudio comparativo entre familiares de víctimas
judías y de perpetradores nazis, encontrando similitudes en muchos de sus comportamientos:
se bloquea la comunicación y la transmisión, presentan más reacciones psicosomáticas que la
población normal, tienen actos fallidos, sentimientos de culpa, procesos de maduración y
autonomía alterados. Aparece como constante el silencio familiar en torno a los hechos; y en
los familiares de agresores se dan fantasías de ser víctimas, y viceversa, se observaron
fantasías en las víctimas de ser agresores.

Danielli (1998) estudió de forma comparativa los hijos de partisanos italianos, comparados con
víctimas del holocausto, e hijos de veteranos de la guerra de Vietnam; notó que los primeros
tenían más conocimiento e información de lo que había pasado, de la vida de sus padres
durante la guerra y sobre los campos de concentración que los segundos. Y los hijos de
veteranos, tenían muy poca información sobre los horrores de esta guerra. El autor concluye
que el silencio transmite normas, mitos, metamensajes, actos fallidos, mandatos sin posibilidad
de ser cuestionados, aislando a los sobrevivientes y dificultando la elaboración del duelo74.

Käes (1991) introduce el concepto en el contexto latinoamericano, al estudiar la forma como


los hijos y las hijas de las víctimas directas de la represión en Argentina, portaban algunos
síntomas ligados a la vivencia traumática y el síntoma. Becker y Díaz (1998) lo abordan en el
caso chileno. Oberti (2006) se pregunta por la forma como la trasmisión de las memorias se
hace entre generaciones, especialmente cuando hay víctimas, militantes y demás. Hay una
pregunta por los silencios, lo que se dice, lo que no se dice, la construcción de memorias
cristalizadas, míticas que no posibilitan ni la elaboración personal, ni familiar ni social de las
experiencias. Sugiere, para ello, una mirada compleja que vaya más allá del discurso
victimista, que diferencia entre perpetradores y víctimas; para mirar más allá, las militancias,
las luchas y las ideas que entraron en conflicto en la época de violencia en Argentina, aunque
es claro que este proceso se ha empezado a hacer 30 años después de la dictadura.

Kordon, Edelman, Lagos & Karsner (2005) y Kaufman (2006) profundizan en el concepto,
afirmando inicialmente que desde una visión psicoanalítica del trauma, éste supera las
posibilidades de defensa del yo y se convierte en un factor desestructurante de la personalidad
y la subjetividad. Por lo que éste es remitido al mundo de lo inconsciente. Para estos

73
En las entrevistas a niños hijos de nazis encuentra una situación de sentirse víctimas de sus padres. Estos expresan
vergüenza, culpa y responsabilidad por los hechos sucedidos. Dicen que de eso nunca se habló en sus familias, pero
cuando se enteraron piensan haber crecido en medio de una mentira y que su vida es una mentira.
74
También se ha estudiado con los presos de origen japonés en los campos de concentración en Estados Unidos durante
la segunda guerra mundial (Nagata, 1993) y con asilados políticos acogidos en países europeos (Weinstein, Dansky &
Iacopino, 1996), con aborígenes australiano (Beverly, Swan & Martinek, 1998); en conflictos étnicos (Olabisi Odejidi,
Olomuyiwa Sanda, Odejida, 1998), con descendientes de víctimas del régimen de Stalin en Rusia (Baker & Gippenreiter,
1998) y con descendientes de esclavos en Norteamérica (Croos Jr., 1998).
138
investigadores es claro que los silencios, la denegación y la “expulsión” del trauma del mundo
de la vida de los sobrevivientes, no implica su eliminación, ni su superación. En su
experiencia clínica han encontrado, que los efectos del trauma se harán sentir en las
generaciones siguientes con múltiples formas de expresión: “Las historias calladas de la vida
familiar pueden convertirse en la historia secreta del sujeto, y su presencia se expresa en
inhibiciones vitales y en una persistencia del pasado en el presente, como una forma de dar
sentido a la historia desconocida, muchas veces fantaseada, temida o idealizada” (Kaufman,
2006, P. 60).

Para Miñarro y Morandi (2009), quienes trabajan con familiares de víctimas de la guerra civil
española, los traumas vividos en situaciones de catástrofe social, que han sido marcadas por el
silencio represivo y el olvido, no se agotan en la generación que sufrió los daños, sino que
pasan a la segunda, tercera y hasta cuarta generación. Presentan 198 casos clínicos, afirmando
que es el primer estudio que se realiza en España sobre el tema. Siguiendo esta pista
Armañanza (2009) afirma que en este país no hay prácticamente nada escrito sobre el tema,
porque el silencio habido en España, ha incluido también a los profesionales que no han
explorado los efectos emocionales. Según este autor, si un trauma no ha sido lo
suficientemente hablado, este volverá de diferentes formas; por eso, estos autores reportan una
tensión entre el silencio, la negación y el olvido que el trauma les ha impuesto, y el deseo de
saber, testimoniar y proclamar en voz alta su experiencia.

Por su parte Viñar (2007) afirma: “cuando una sociedad niega el crimen, que todos conocen,
cuando el horror se sabe pero no se admite, el mensaje edulcorado de inocencia y de
buenaventura para el porvenir es (en la transmisión a las generaciones) un efecto de impostura
y de mentira. No hay un agujero de la memoria. No se puede dar vuelta a la página y
encontrarla en blanco para inscribir un porvenir radiante. Lo que hay es la transmisión activa
de la negación, de la trivialización del crimen horroroso, el que muchos conocen y del que
nadie habla. La transmisión de esta impostura y esta mentira tiene efectos destructivos en la
mente y en el lazo social”.

Shutzemberguer (2002) diferencia entre la transmisión intergeneracional del trauma de forma


consciente y la inconsciente, en la primera el dispositivo tiene que ver más con los procesos de
transmisión de memorias en la familia, en la comunidad y en la nación, cuando un hecho ha
sido suficientemente hablado, reconocido, recordado, expresado y tramitado, que se va
cristalizando en narrativas colectivas. Esto es diferente a la transmisión inconsciente, que es
la trabajada por los autores anteriormente referenciados, en los que esta autora reconoce como
si la línea familiar incorporase el horror no expresado y emergiera en diversas circunstancias,
50 o 100 años después.

Ahora bien, Dresler-Hawke y Liu (2006), al estudiar la vergüenza y la culpa colectiva en


alemanes de tercera generación, retoman nuevamente el concepto de trauma social. Puesto que
piensan, que no se trata de una dimensión puramente psíquica y familiar, sino que está
vinculada con el proceso de construcción de identidad social e identidad nacional en Alemania.
Por lo tanto, la afectación no se da en sujetos individuales, sino en el marco de una
colectividad, marcando la sociedad, una época en los espacios comunes y públicos (Iglesias
Saldaña, 2005). Por su parte Piotr Sztompka (2004) afirmará que el trauma individual y el
trauma colectivo, son asunto de la psicología como respuesta a situaciones catastróficas y su
afección en los sujetos. Pero, el trauma social y el trauma cultural serán asuntos de la
sociología, puesto que se afectan valores, normas, tradiciones y sentidos.

Un punto intermedio, que posibilita encontrar un lugar bisagra entre la dimensión individual y
la dimensión social, lo aporta Martín-Baró (1990) cuando introduce el concepto ‘trauma
psicosocial’ para “enfatizar el carácter esencialmente dialéctico de la herida causada” – en
contextos de violencia política, represión, dictaduras, guerras civiles y violaciones masivas a
139
los derechos humanos - . “Con ello no se quiere decir que se produzca algún efecto uniforme o
común a toda la población o que de la experiencia de la guerra pueda presumirse algún
impacto mecánico en las personas; precisamente si se habla del carácter dialéctico del trauma
psicosocial es para subrayar que la herida o afectación dependerá de la peculiar vivencia de
cada individuo, vivencia condicionada por su extracción social, por su grado de participación
en el conflicto, así como por otras características de su personalidad y experiencia” (PP. 77 –
78).

Larizgoitia, Izarzugaza y Márkez (2009) definen el trauma psicosocial como la cristalización


en los sujetos, de relaciones sociales basadas en la violencia, la polarización social y las
creencias estereotipadas. Esto implica la instauración de un clima emocional de miedo,
ansiedad, inseguridad permanente, desconfianza generalizada y desmoralización. Este
contexto afecta irremediablemente la salud mental y física de las personas, favoreciendo la
perpetuación de la violencia.

Montero (1987) en el contexto latinoamericano, y Lira & Castillo (1993) 75 en el contexto


chileno, prefieren hablar del concepto ‘trauma político’ para referirse no sólo a la experiencia
que sufren las víctimas y sobrevivientes de situaciones de represión, sino también a la
caracterización de las relaciones sociales durante la dictadura, marcadas por la amenaza
política, el miedo crónico y la represión que genera inermidad, impotencia y parálisis; y a la
ruptura del funcionamiento institucional, constituyente de relaciones bajo condiciones de
violencia y terrorismo de estado.

Con lo cual indican que su abordaje implica no solamente un nivel de intervención personal,
sino también una acción política, marcada por la defensa de los derechos humanos y la lucha
por la verdad y la justicia. Para las autoras, también están implicados los siguientes efectos en
el nivel subjetivo y colectivo: el duelo, miedo, rechazo social, culpabilidad, aislamiento,
pasividad, pesimismo e impotencia. Páez y Basabe (1993) enuncian el concepto como ‘trauma
sociopolítico’ y lo califican como hechos políticos y sociales que causan afecciones no sólo
individuales, sino también en lo moral, ideológico y lo colectivo, provocando desacuerdos,
conflicto, censura, por lo que deben ser analizados colectivamente (Cfr. Wagner y Schwartz,
1991; Páez, et. al. 1996)

También en el contexto chileno, Zapata-Sepúlveda, López Sánchez & Sánchez-Gómez, (2009)


hablan de una afección de la ‘concepción de mundo’, entendida como las cogniciones de
aspectos filosóficos, políticos, sociales, estéticos, éticos, científicos, naturales y temporales,
que la persona presenta en la actualidad de su visión del cosmos, y que ha elaborado a partir de
sus apreciaciones del entorno más cercano hasta el más lejano; que se evidencia en una
insatisfacción generalizada ante la sociedad, que pareciera impregnada de una ‘conspiración de
silencio’, que a su vez refuerza la sensación de estar marcados para toda la vida.

Avanzando más allá y desde una perspectiva histórica y colectiva, autores como Alexander
(2004a) prefieren hablar de trauma cultural, afirmando que lo que sucede después de eventos
sociopolíticos de violencia es que no son fenómenos de causa natural, por lo que la
simbolización de los hechos será totalmente diferente en los sujetos que padecen el hecho. Así,
partiendo de los hechos violentos, que generan una traumatización colectiva, se van
construyendo narrativas sociales que circulan en una espiral de significación que se va
convirtiendo en relato constitutivo de identidades: es entonces cuando se desarrolla el trauma
cultural.

El marco social que por excelencia ha permitido el abordaje de este concepto es el holocausto.
Para Alexander (2004b) al final de la guerra, aunque se reconocieron los campos de

75
Hamber (2011) utiliza el concepto utilizado por Becker de “traumatización política extrema”.
140
concentración y se incluyeron los hechos que acaecieron allí, dentro de los juicios de
Nüremberg, como crímenes contra la humanidad, el discurso del “holocausto” no existía. Se
había tejido una narrativa de victoria y triunfo, donde las fuerzas del bien habían derrotado a
las del mal. En este caso, el discurso moral se centraba en que el mal absoluto era el Nazismo
y que, por lo tanto, con su derrota había llegado la liberación, incluyendo a los prisioneros de
los campos.

Sólo hasta los años 60 comienzan propiamente a emerger los discursos que a finales de los 70
van a ubicar el holocausto como referente moral: el primero tiene que ver con la concepción
del holocausto como incomprensible, inabarcable, inexplicable, que lo lanza al terreno de lo
numinoso, y lo pone en un plano teológico. Desde aquí el holocausto ocupa un relato de tipo
dramático que se asemeja al de la tragedia, en la cual tanto las víctimas como los victimarios
son compelidos a una revisión moral de sus acciones, que tiene un fin catártico para la
sociedad. En este momento el concepto de mal absoluto ya lo encarnaba el “acontecimiento”
del holocausto (Adorno, 1962, 1967, 1968; Reyes Mate, 2003, 2008)76.

Pero finalmente, para Alexander (2004b) el paso en el que un trauma se hace cultural se da
cuando se presenta una extensión simbólica, en la que otros hechos y eventos pueden ser
acogidos bajo el símbolo y la identificación simbólica, en la cual muchas personas logran
identificarse con las víctimas o actores desde su cotidianidad, tal como sucedió con el
holocausto. Pero también pueden definirse otros escenarios para ello: la esclavitud de los
negros en América (Eyerman, 2004) o la caída del comunismo (Sztompka, 2004). Ahora bien,
según este razonamiento anterior, se mezclaría trauma, como consecuencia, con procesos de
afrontamiento cultural.

De allí la aclaración de Smelser (2004), el trauma cultural tiene un impacto tan amplio, que
puede generar una cohesión identitaria en una nación o puede fragmentarla. Puesto que hay
una relación entre trauma colectivo, memoria colectiva e identidad colectiva. El trauma
cultural implica un afecto negativo o vivencia negativa que ha sido considerada indeleble por
el grupo y es considerado un daño que afecta los cimientos de la sociedad. Con lo cual se
reconoce como tal y por lo tanto, se realizan acciones para su afrontamiento. Es un trauma de
un orden diferente al trauma psicológico individual, que tiene otras formas de abordaje. Para
el autor el trauma cultural necesita ser abordado en la memoria colectiva, lo cual, también
implica para su afrontamiento, acciones de conmemoración, restitución, monumentos y museos
que le den un lugar en el imaginario colectivo. Mientras el trauma individual puede tratarse en
un espacio terapéutico, el trauma cultural necesita escenarios socio-culturales para ser
abordado.

Martín-Beristain (1997, 1999, 2010b) acuña el término ‘situaciones límite de tipo político 77’
tratando de revaluar la carga médico-clínica a la que hace alusión el concepto ‘trauma’ y

76
Sin embargo, con el juicio de Eichmmann en Jerusalén y el tema de la banalidad del mal (Arendt, 1964 / 2009), se
comienza a pensar que todo este horror no fue causado por monstruos, ni por psicópatas, sino, en su mayoría por seres
humanos comunes y corrientes que en su vida cotidiana se comportaban normalmente, como cualquier ser humano, y que
ante cualquier examen psíquico, hubieran entrado en la categoría de lo normal. Esta realidad, puso el eje del análisis en
las estructuras sociales, políticas y culturales que hicieron posible el holocausto. Y con ello sugerir, que era una
experiencia producto de las lógicas de la modernidad, la razón instrumental, la burocracia, la separación de medios y
fines, la deshumanización del otro, etc.; por lo tanto, algunos autores empezaron a alertar sobre la posibilidad de su
repetición (Habermas, 1987; Bauman, 1988; Traverso, 1999; Reyes Mate, 2003). A esta reflexión contribuyeron las
investigaciones sobre la obediencia de Milgram (1974), para explicar el nazismo; las relacionadas con la influencia y
conformidad social, de Solomon Asch (1946, en Martín-Baró, 1983), y el análisis de los roles y su influencia en la acción
social de Zimbardo (2008). Estas reflexiones crean el escenario propicio para la difusión de testimonios, que también
acercan a la audiencia a los hechos y con ello la universalización del discurso de la memoria en occidente. Alexander
(2004b), luego aborda algunas de las consecuencias positivas y negativas de este proceso, como la dimensión moral y
jurídica de universalización de los derechos humanos, pero también la banalización del hecho, al querer ser comparado
con todo, o al convertirse en registro de justificación para cualquier acción de retaliación violenta (Todorov, 1995, 2001;
Giesen, 2004; Dresler-Hawke y Liu, 2006).
77
Porque también existirían situaciones límite movidas por catástrofes naturales, que también afectan a la colectividad.
141
retomando el concepto clásico de Bruno Bettelheim (1981); puesto que piensa que los hechos
sociales y políticos disruptivos que rompen el colectivo y la vida de los sujetos individuales,
son experiencias que se viven más allá de lo que el repertorio de las personas y de los
colectivos pueden asimilar. Estas experiencias desestructuran no sólo la dimensión psíquica de
los sujetos, sino también a las comunidades locales, y en algunos casos a toda una nación; de
allí que retome el concepto de ‘ruptura del tejido social’, basándose en la metáfora de lo social
y de la comunidad como un tejido colectivo, donde las dimensiones política, cultural, religiosa,
histórica, se tejen en la interacción cotidiana de los sujetos, los grupos y las instituciones que
conforman una colectividad.

Una situación límite de tipo político, se caracteriza por su masividad (en número de hechos y
de víctimas), su carácter inesperado que dificulta enormemente la asimilación de la pérdida (no
se alcanza a leer la realidad y desborda los cálculos). Se trata de sucesos vitales, fuertemente
negativos, imprevisibles, incontrolables, que no solamente tienen una gran intensidad, sino
también alta frecuencia (se dan simultáneamente o en muy breves intervalos de tiempo).
Además, se suelen acompañar de terror y escenificación del horror con el objetivo de paralizar
la población. El problema es mayor cuando no hay un espacio ni un ambiente propicio para
expresar los sentimientos y las emociones; y las pérdidas se niegan socialmente; lo que lleva a
la pérdida de las redes de apoyo sociales y al aislamiento social (Martín Beristain, 2005).

Para Brynton Lykes (2001b): las víctimas no son actores en situaciones extremas. No son
portadoras de una patología especial. Por esta razón, Piper (2005) se niega incluso a utilizar
cualquier referencia al trauma. Y autores como Fernández de la Mata (2006), desde una
perspectiva antropológica, nombra estas experiencias límite y traumáticas como: “ruptura del
mundo”, concepto con el que trata de comprender los efectos de la irrupción de una inesperada
cultura del terror y sometimiento, que ha marcado la vida de las víctimas y sus consecuencias
en la vida personal y colectiva.

Desde un análisis psicosocial sociohistórico se pueden identificar causas y consecuencias


desde lo social y lo político. Sin embargo, aún hablando de situaciones límite de tipo político,
se hace necesario analizar las consecuencias que este tipo de violencia deja en las personas, las
familias y las comunidades (Martin Beristain, 1999, 2005; Gómez, 2006; Villa et al., 2007).

5.2. Consecuencias psicosociales de la violencia política

5.2.1. Efectos Individuales


A nivel individual pueden describirse efectos físicos y psicosomáticos (dolores de cabeza,
problemas gástricos, debilidad, pérdida del apetito, disfunciones musculares y otras
enfermedades), comportamentales (aislamiento, mutismo, pasividad, resignación, miedo a salir
de noche, ocultamiento de la propia identidad, comportamientos autodestructivos, alcoholismo
y fatalismo), afectivo emocionales (hiperreactividad, irritabilidad, tristeza, dolor, rabia, odio,
culpa, miedo) y cognitivos (pesadillas, pensamientos obsesivos, recuerdos intrusivos, pérdida
del sentido, desconfianza, bloqueos mentales, pérdida del pensamiento lógico en situaciones de
riesgo, pérdidas de memoria, afectación de creencias sobre el mundo y sobre sí mismos,
desesperanza y, en algunos casos, pensamientos suicidas) (Martín Beristain, 1997, 1999, 2005;
Gómez, 2006; Lykes, Martín Beristain & Cabrera, 2007; Larizgoitia, Izarzugaza & Márkez,
2009).

De acuerdo con Martín-Baró (1990), Perren-Kinger (1995), Martín Beristain (1999, 2005,
2010a, 2010b), Lykes (2001a, 2001b), Clancy y Hamber (2008), Pérez Sales (2006), Gómez
(2006), Villa et al. (2007), entre otros, estas manifestaciones sintomáticas son reacciones
normales a una situación anormal; lo cual implica que más que patologizar y definir la
problemática desde síntomas y síndromes, se trata de abordar en su complejidad el mundo de

142
la vida y de la cotidianidad de los sujetos. Por ello es necesario abordar también otras
dimensiones como el aislamiento, la ruptura del sentido vital, la anomia, la pérdida de
referentes de identidad, el retiro de los espacios de participación, los trastornos en la vida
cotidiana, entre otros (Martín Beristain, 1999).

Según una investigación anterior con mujeres víctimas de la violencia en el Oriente


Antioqueño, algunos de éstos, reportados por estas mujeres son:

 Sentirse indefensa e impotente al no haber podido actuar para evitar la experiencia


dolorosa, ya sea de asesinatos, de desplazamiento, de desaparición, entre otras.
 Sentimientos de culpa que pueden interpretarse como la manifestación del deseo de un
pasado diferente, de una realidad diferente, que se siente perdida porque no se fue capaz de
actuar o se actuó de manera errada, siendo esto un intento desesperado por significar
muchas de las situaciones vividas, sintiendo que aún se tiene algo de poder sobre la
realidad y las situaciones (cfr. Sluzki, 1996).
 Experimentar que no se vale nada, que la vida no vale nada y que el futuro está totalmente
cerrado para sí misma, y para la familia.
 Rabia contra sí mismas, contra los victimarios, contra el resto del mundo y en muchos
casos contra los seres queridos perdidos, por haberse “ido”.
 Predomina la soledad, alimentando en silencio su dolor y resentimiento, sumergiéndose en
muchas ocasiones en su propio mundo y cortando sus relaciones con el resto de la
comunidad.
 Sentirse a merced de otro o de otra, donde casi la única alternativa es apelar a un poder
superior: el poder de Dios. La fuerza de los hechos se une a una sensación de impotencia,
siendo la resignación la única respuesta posible.
 Sentirse en muchos casos menos que humano, como “basura”, sin valor, como objeto de
cambio al que no se le debe tener ninguna consideración; lo cual implica una grave
afectación de la dignidad humana, especialmente por el trato que reciben las víctimas por
parte de los grupos armados: el dolor se hace más fuerte al vincularse a la deshumanización
de las víctimas, a la falta de un trato digno, especialmente en el momento de la muerte
(Villa et al., 2007, PP. 83 – 85).

De otro lado, Janoff-Bulman (1992) manifiesta que las principales afecciones de las personas
en situaciones límite, tienen que ver con una ruptura en sus creencias fundamentales, que son
las que le permiten sentirse seguro en la vida. Las personas dejan de creer que el mundo en
que vivimos es un lugar seguro y que las personas que nos rodean son buenas y generosas
(creencias del mundo en general y el mundo social). Se pierde la creencia en el sí mismo, se
deja de ver que somos personas competentes, honestas y buenas. Finalmente se altera la
creencia en el sentido del mundo y de la vida; se pierde el sentido de vivir y el sentido que
debería tener el cosmos. El mundo se hace impredecible, incontrolable, arbitrario, injusto,
desintegrándose el propio mundo interior (Cfr. Cabrera, Martín Beristain, Jiménez y Páez,
2006).

5.2.2. Efectos Familiares y colectivos:


Todas estas consecuencias, no se enraízan solamente en el sujeto individual, atraviesan la
familia y la comunidad. Las consecuencias familiares de la violencia recaen la mayor parte de
las veces en la espalda de las mujeres. Son ellas quienes, la mayoría de las veces, tienen que
enfrentar el impacto de la violencia en sus propias vidas, las de sus familias y comunidades.
Las mujeres tienen que hacer frente a los procesos de duelo e impacto por las pérdidas
familiares y sociales, y la mayor parte del trabajo de reconstrucción familiar y social recae
sobre sus espaldas, especialmente cuando tienen que hacerse cargo solas de la familia. En el
caso de la investigación del informe Guatemala Nunca Más (ODHAG, 1998) las mujeres
aparecían más afectadas por pérdidas familiares que los hombres, referían haber sufrido más

143
pérdidas del cónyuge, manifiestaban mayores dificultades económicas, conflictos familiares,
sobrecarga y multiplicación de roles e imposibilidad de rehacer la vida. A más largo plazo, han
tenido que enfrentar una grave crisis familiar de carácter económico (pobreza), social
(sobrecarga de roles) y afectivo (división) que, en gran medida, se prolonga hasta la actualidad
(Martín Beristain, 2012).

En una anterior investigación, las mujeres víctimas del Oriente Antioqueño afirmaron, que en
la familia se experimenta: la ruptura del núcleo familiar y de las redes extensas de solidaridad
de la familia ampliada, la pérdida de referentes vitales cuando se tienen que desplazar, el
cambio de roles tradicionales y la marginación del padre de las labores de manutención, que
generan conflictos de relación en una sociedad patriarcal. En muchos casos los hijos quedan
expuestos a la pérdida del cuidado de sus padres, se presentan cambios abruptos de las
funciones de protección emocional que avocan hacia escenarios de socialización en la calle, sin
mayores posibilidades de protección, en espacios violentos que generan riesgos para ser
introducidos en formas recicladas de violencia (Villa et. al., 2007).

Uno de los efectos colectivos más evidentes y con un fuerte impacto social e
individual es el miedo. Elizabeth Lira (1990) identifica otras consecuencias que rompen la
subjetividad individual y colectiva, desde el nivel emocional, y movidas por la lógica del
miedo y el terror; por lo que se dan respuestas colectivas de miedo que paralizan a la
población, tanto en las posibilidades de solidaridad y apoyo a otros, como en las posibilidades
de movilización. En últimas, se doblega la voluntad, por el permanente sentimiento de
vulnerabilidad que no permite espacios de integración del ser. El miedo lleva al silencio, al
aislamiento, a la incapacidad de encontrarse con otros y otras (P. Silva, 2002; Gómez, Marín &
Yuli, 2007).

Además de ello, Cabrera (2004) enuncia que el miedo como clima emocional instaurado en las
comunidades genera reacciones corporales de tensión, reacciones impulsivas y de
desorganización de la conducta, alteraciones en el sentido de realidad, y la retroalimentación
continua del temor que no permite un análisis claro de la situación. Se genera un clima de
desconfianza que inhibe la comunicación y lleva a la desvinculación de los procesos sociales,
cuestionando, incluso, los valores personales y colectivos. Al final se instaura en el sujeto una
actitud de resignación y escepticismo y se utiliza el silencio como estrategia de supervivencia.

Para Samayoa (1990) la principal consecuencia de la violencia en las personas y en los


colectivos es la deshumanización, puesto que la vida del otro y la dignidad del otro pierden
valor y sentido. La guerra, la violencia política, la represión comienzan a ser comprendidas,
entonces, como una acción que vulnera las relaciones y la capacidad de simbolizar de los
individuos; y en consecuencia, toda la vida social se muestra afectada. El mundo interno y por
lo tanto la comprensión del mundo externo, se perciben como afectados en la medida en que
desaparecen los contenidos con los cuales la vida y la sociedad tenían sentido, perdiendo así
los referentes con los que podía explicar lo ocurrido (Villa et als, 2007).

Por esta razón Martín Baró (1990) afirma que la guerra, la represión y la violencia política
hacen que un país deba adecuar todos sus procesos sociales, económicos, políticos y culturales
a sus dinámicas. El conflicto lo atraviesa todo, la vida de las personas, las relaciones sociales,
el ejercicio de la política, etc. Esto tiene que ver con la misma dinámica de la guerra donde se
busca penetrar el tejido social, las relaciones sociales y la subjetividad con el fin de romper
estas dimensiones humanas y lograr un mejor control (Lair, 1989).

Tres tipos de dinámicas se instauran en una sociedad atravesada por la guerra (Martín-Baró,
1990):
1. La polarización: Que intenta ubicar a cada persona como perteneciente a un bando. Los
diferentes actores instauran una lógica amigo / enemigo que no posibilita análisis
144
complejos y miradas alternativas. Este hecho pone en cuestión lo que las personas piensan
y lo que pueden o no pueden decir, generándose un clima de desconfianza porque cualquier
idea expresada puede ser peligrosa. A su vez los grupos armados convierten en objetivo
militar a las personas que pueden expresar ideas diferentes a las suyas, aún cuando esto no
implique, necesariamente, un apoyo al adversario.
2. La militarización de la vida cotidiana y la violencia: dinámica en la que la sociedad
incorpora y normaliza los patrones violentos como medio de resolución de conflictos. Se
naturaliza la violencia y esta comienza a hacer parte del imaginario social de la población.
3. La mentira institucional. Sobre este punto el autor afirma que se empieza a revertir la
realidad, se cambia el lenguaje, se empiezan a mostrar escenarios de democracia o de
mejoramiento de resultados, avances en políticas, se le cambia el nombre a los hechos y
con esto se quiere, a través del lenguaje “crear una aparente realidad” a la vivida por la
población. En este contexto, otras versiones, terminan siendo “subversivas” y terminan
siendo excluidas o perseguidas por vía armada o judicial. Esto produce un cuestionamiento
permanente de la identidad que no permite a las personas y colectivos afirmarse sobre un
contexto y unas narrativas comunes sobre lo que sucede en la región y el país 78.

En palabras de Lykes, Martín Beristain y Cabrera (2007) se da una ruptura del tejido social y
solidario y pérdida de la dignidad tanto en el nivel individual, familiar y comunitario (Cfr.
ODHAG, 1998). En síntesis se puede considerar que se dan en diferentes personas que resultan
víctimas o grupos sociales afectados o convertidos en objetivo militar varios de los siguientes
problemas:

 Pérdida de un ser querido cuyo nombre queda en “entredicho”, las víctimas terminan
culpabilizadas y estigmatizadas.
 Pérdida de bienes y del fruto del esfuerzo de mucho años, lo que implica pasar por
situaciones de hambre, miseria, cuando antes se tuvo medios de subsistencia.
 Experiencia de un mundo totalmente amenazante que pasa por la estigmatización de la
familia o la comunidad. Se pierden los lazos, la confianza y se inhibe la comunicación; lo
que al final genera aislamiento social.
 Sensación de desesperanza, mucho más fuerte cuando está implicada la humillación, la
tortura o acciones ejemplarizantes, llegando al cuestionamiento de los propios valores.
 Pérdida de sentido de la vida que genera una sensación de estar divagando en el mundo sin
rumbo vital. Sensación de impotencia ante la impunidad y la injusticia con que son
abordados los hechos por el resto de la sociedad y el Estado.
 Sentimientos de soledad y desconfianza que aíslan a las personas, familias o comunidades,
lo que implica rupturas de las relaciones interpersonales.
 Fracturas comunitarias y desestructuración de la organización social, retiro de los espacios
de participación, apatía e indiferencia política. Limitación de las iniciativas de desarrollo
(Martín Beristain, 1999, 2005),.

Finalmente, Martín Beristain & Rieira (1994), el proyecto REMHI (ODHAG, 1998) y Lykes,
Martín Beristain & Cabrera (2007) afirman que todas estas consecuencias son fruto de
acciones intencionales de parte de los ejecutores de la represión y de la acción violenta. En las
guerras modernas el tejido social se ha convertido en parte de los objetivos militares, puesto
que se busca, fragmentar y dividir a la población, desestructurar procesos organizativos, minar
la resistencia y la participación, cuestionar las convicciones personales y colectivas, o incluso

78
A nivel comunitario, Gómez (2006) afirma que se da un incremento exacerbado de la desconfianza, la imposición y
reforzamiento de medios autoritarios de relación social, desgaste de los referentes tradicionales de identidad, pérdida de
los liderazgos, señalamientos, sospechas, aislamiento de las víctimas, ruptura de espacios tradicionales de encuentro y
celebración. Al punto que en una región, donde los lazos familiares y comunitarios de solidaridad eran muy fuertes, la
desconfianza y el aislamiento de la gente llegó a un nivel en el que las víctimas estaban totalmente marginadas de la vida
social y pública; su situación de postración, ostracismo y soledad, en algunos casos, tuvo características dramáticas (Villa
et al, 2007).
145
culpabilizar a las mismas víctimas por sus ideas políticas. El miedo no solo es un efecto sino es
parte de una estrategia de terror que trata de paralizar a la población.

En síntesis, y según Larizgoitia, Izarzugaza y Márkez (2009) “la violencia genera en las
víctimas un sufrimiento continuado y problemas de salud que van más allá del momento
mismo de los hechos para prolongarse en los años y décadas posteriores. El dolor por la
pérdida de un ser querido o la vivencia en primera persona de una acción violenta se manifiesta
de muy diversas formas. Tiene repercusiones físicas, psicológicas y también económicas,
laborales, profesionales y de relaciones sociales – es decir, psicosociales puesto que las
consecuencias se dan en esa interacción invidiuo/sociedad-; la violencia colectiva, como la que
se da en contextos de guerra, altera el tejido social de la comunidad donde se produce, quizás
hasta el punto de modificar también la mirada con la que la analizan los mismos ciudadanos”
(P. 8) y los profesionales que se ocupan de la problemática.

La mirada y el análisis, por tanto, no puede centrarse solo en los individuos, aislados del
contexto, sino en una perspectiva relacional y sistémica que permita comprender, tanto los
efectos en los sujetos, como las rupturas que se viven en la familia y en la comunidad, en el
marco de su interacción. Este marco de comprensión es el que he utilizado para realizar el
análisis de las consecuencias que el conflicto armado ha dejado en las víctimas participantes en
este estudio.

5.3. La cura a través de la palabra: del psicoanálisis al “debriefing” y las terapias


narrativas:

En este apartado se analizan los límites y posibilidades de una idea desarrollada por la
tradición de la psicología: la cura por la palabra. Esta mirada ha evolucionado hacia formas de
terapia, y luego de acción colectiva y pública de corte más performativo, donde la palabra es
combinada con acciones simbólicas, artísticas y públicas que también tienen repercusiones
positivas en la vida de las personas y de los colectivos.

5.3.1. La mirada psicoanalítica:

La terapia desde Freud, implica una inmersión en el mundo de la palabra. Ya Freud (1915) en
“Duelo y la melancolía” afirma que es fundamental el proceso lento de elaboración del duelo
que lleva a una aceptación del hecho de la pérdida. Este proceso implica un “trabajo” a través
de la terapia analítica, a través de la palabra que pueda representar la experiencia. Cuando esto
no se hace, según Freud puede aparecer la melancolía, en la cual el sujeto mantiene actual el
vínculo con el objeto, y no logra instaurar un marco temporal que diferencie el pasado del
presente y el futuro. Lo sucedido anteriormente, se vivirá en el aquí y ahora, como si estuviera
sucediendo en el presente; según este punto de vista, esta energía psíquica se revierte contra sí
mismo y ubica al sujeto en un lugar de “victimismo”; que en muchos casos se convierte en
manía: conmemorativa o vengativa. La diferencia estriba en que no hay una aceptación de la
pérdida y el vínculo se actualiza de forma patológica.

Por esta razón, más adelante, Freud (1916) en “Recordar, repetir y reelaborar” muestra cómo
el proceso psicoanalítico de recuerdo y elaboración permite al paciente la superación de la
vivencia traumática que origina los síntomas. Esto implica un trabajo arduo y un proceso que
se toma su tiempo. Pero que se debe hacer por la vía de la simbolización y la representación
de la palabra. Si este proceso no se realiza, lo que sucede es que más que recordar, el paciente
actúa el síntoma, actúa la vivencia y no la elabora, es decir, la repite. Y esta repetición es un
obstáculo al proceso de curación.

146
Para Ricoeur (1999, 2003), el trabajo de duelo y de elaboración del trauma es trabajo de
memoria, puesto que en la terapia psicoanalítica el sujeto hace una búsqueda activa de una
relación verídica con su pasado. Este trabajo es un ejercicio “costosamente” liberador, porque
implica una reconciliación con un objeto interiorizado, que se hace consciente, lo que implica
una sublimación de la tristeza y el dolor; este proceso, precisamente es el que evita la
melancolía en la que el sujeto se abandona complacientemente en la tristeza, asume la
identidad de la víctima y desde allí justifica el ‘acting’79, de tal manera que la ausencia de
memoria se transforma en exceso de memoria (Todorov, 1995). De allí que el proceso de
trabajo de duelo y de memoria, sean para Ricoeur (2003) un proceso de responsabilización de
las víctimas de su historia y de su proceso, lo que implica superar este lugar de identificación,
sin negar el hecho. Bohleber (2007) coincide con este punto de vista cuando afirma que la
rememoración y la reconstrucción adquieren el carácter de evidencia terapéutica.

Käes & Puget (1991), Ulriksen & Viñar (1993) y Viñar (2007) recogen la tradición
psicoanalítica en el proceso de atención a víctimas en el cono sur: afirman que el espanto de la
represión política no produce experiencia sino silencio. Por eso una memoria sólo del horror
no es memoria. Así pues la memoria debe ser una acción con palabra: para estos autores,
como especie hablante, somos una especie de memoria a través de la palabra. Cuando esto se
prohíbe, la memoria se convierte automáticamente en un acto sagrado de resistencia y
dignidad. Pero la palabra debe salir del lugar cerrado de la terapia, ocupar un lugar social,
hacerse pública, puesto que como afirma Käes (1991) lo que ha venido a la experiencia
subjetiva desde el mundo social y político, se devuelve a este ámbito por la palabra y el
testimonio.

Vidal (1990) y Ruderman (1999) coinciden con este punto de vista. En su trabajo terapéutico
con personas torturadas en el cono sur, afirman que es fundamental que se rompa el modelo
tradicional psicoanalítico. En este caso, el proceso traumático procede de un real y no es
producto de la historia fantasmática familiar. Donde el terapeuta no puede asumir una posición
neutral, sino construir, desde un vínculo que atraviesa lo político, un escenario seguro, donde
el sujeto pueda narrar y elaborar lo vivido; que ha dejado marcas en el cuerpo, en la psique y
en sus relaciones. Este proceso implica llevar a la terapia la realidad social, política, no sólo la
historia personal del sujeto; pero a su vez implicaría devolver al sujeto a ese escenario como
mediación para la elaboración de su experiencia traumática.

Para Nelly Richards (1998) el acto de recuperar la palabra pasa por varios niveles, incluyendo
el testimonio, el discurso y lo estético, lo que permite dar emergencia a lo que está debajo del
silencio, quebrar ese silencio traumático, el de una no-palabra que se hace cómplice del olvido
y del opresor. El recuerdo, la palabra y la escena estética se convierten en fuerza de
transformación que salva también de la compulsión a la repetición. Ubica al sujeto en el lugar
de ‘poder’ ser.

Para Kaufman (2006), en esta línea, la memoria cumpliría un papel en retomar el hilo pasado,
presente, futuro que se rompe con la irrupción del trauma y permite incluir dentro de la propia
historia la vivencia traumática. Pero lo central de su reflexión es el análisis de la transmisión
intergeneracional tanto del trauma como de la memoria. Para lo cual la autora le da un lugar
fundamental a la memoria como un camino de elaboración privada y familiar, a través de la
terapia. Por lo tanto, la palabra y la escucha, el hablar sobre lo sucedido, el darle un lugar en lo
simbólico y en lo imaginario (aún cuando lo real parezca innombrable) es un camino útil y
necesario para la elaboración del dolor y para la resignificación de los hechos, que permita
superar también las compulsiones a la repetición y las memorias literales donde también el

79
Acting, es un concepto psicoanalítico que se refiere a una acción que se ejecuta inconscientemente, muchas veces de
forma compulsiva, como una forma de darle vía de salida a la energía que el trauma condensa dentro del psiquismo del
sujeto. Se supone que la acción posibilita la liberación de esta energía, sin embargo, como no es un acto elaborador de la
experiencia traumática, esta acción es fallida, por eso vuelve una y otra vez.
147
pasado sigue vivo en el presente y se confunde con éste. Aunque este proceso no logra reparar
lo irreparable. Por eso complementario a la terapia, para esta autora, debe estar la acción
jurídica que es donde se opera el reconocimiento político y social.

Elaine Freedgood (2007) considera que el trauma es una ruptura en la trama de la narración
autobiográfica. La persona siente que algo corta su propia historia y la posibilidad de
reconstruir el hilo entre presente, pasado y futuro se altera. Por lo tanto, el acompañamiento
personal o grupal favorece que la persona hable, narre; y en esta narración se pueda ir
reconstruyendo su propia memoria autobiográfica que se hace relato para reconectar el hilo
conductor de su vida. Complementando este punto de vista Anna Orstein (2007), señala la
oportunidad de trabajar el proceso de acompañamiento desde dimensiones lúdicas y creativas
que permitan la elaboración del trauma 80.

5.3.2. El “debriefing”:

Desde el enfoque del TEPT 81, muchos autores recomiendan compartir las experiencias,
validándolas, reconociéndolas y dándoles un significado; esto implicaría un nivel de apoyo
social (Davidson y Baum, 1986, Horowitz, 1986, Agger y Jensen, 1990). Esta idea se ha
popularizado en el marco de las intervenciones humanitarias, lo que ha permitido que las
terapias narrativas y el “debriefing” 82 se conviertan en las técnicas habituales en la
intervención con víctimas.

Desde este marco teórico, Pennebaker (1994), Pennebaker & Crow (2000) y Pillemer (2003)
afirman que tanto hablar como escribir sobre hechos traumáticos puede ser benéfico para las
personas. Esto implica poner en evidencia la situación y contactarse con los dolores,
sentimientos y emociones ligados al hecho, “echar un vistazo atrás y confrontarse con las
cosas”, pues según estos autores es la única manera de dar un paso y superar la situación. Esta
confrontación con los hechos dolorosos, a través del habla en terapia, en grupos de apoyo o a
través de la escritura, también puede ser fuente de estrés y de dolor, especialmente en los
primeros momentos, pero los resultados han mostrado que después de una primera fase de
dolor intenso, de rabia, viene un proceso de recuperación del bienestar psíquico, que le permite
a las personas activarse y desarrollar procesos “normales” en su vida cotidiana.

Aunque Pennebaker (1994) acepta y reconoce otras formas de terapia de la expresión a través
del dibujo, el arte o la danza, afirma que todas ellas tienen el propósito de finalizar con la
palabra, aunque esto puede ser diferente en distintos contextos culturales. La cuestión es que
cuando la experiencia “inenarrable” por su dureza se puede introducir al lenguaje, lo que
sucede es que se puede empezar a reorganizar, a ubicar, a situar en orden de coherencia, en un
orden lógico, por la estructura misma que tiene el lenguaje, y esto es un elemento fundamental
en la recuperación de la persona. Cuando se inhibe y no se habla, este silencio genera síntomas
y el sujeto continúa viviendo con los hechos, los cuales ya no hacen parte del pasado, sino que
se reactivan continuamente en el presente, se continúa viviendo con el hecho traumático, que

80
Miñarro y Morandi (2009), también desde una perspectiva psicoanalítica, reconocen la importancia de hablar, de
trabajar sobre el trauma y el duelo. Y mucho más si se hace públicamente y hay un reconocimiento social. Por lo tanto,
las autoras concluyen que el silencio institucional y las políticas de olvido no logran su objetivo, al contrario posibilitan
que siempre esté retornando lo negado, lo silenciado y lo reprimido. Tal como ha sucedido en la vida individual de los
sujetos con los que ellas han trabajado. Teubal, Veiga y Bettanin (2005) en un estudio con hermanos de personas
desaparecidas, reafirman la importancia de la palabra y de la memoria como mediación en la elaboración de sus propias
vivencias traumáticas. Según las autoras los hermanos, suelen ser los que quedan en segundo plano en el discurso de los
padres, de las familias y de la sociedad. Por lo tanto, su silencio, en muchos casos es doble, por lo que la necesidad de
hablar, aunque reprimida, puede ser mayor.
81
Es importante acotar que las investigaciones de trabajo terapéutico con el TEPT son inconmensurables. Aquí
solamente referencio, algunas de las que han incluido dentro de las múltiples técnicas desarrolladas, trabajos de memoria
colectiva.
82
Modalidad de grupo de apoyo, con un carácter catártico, que se ha posicionado como una forma privilegiada del
tratamiento del TEPT.
148
se “actúa” en cada momento. Finalmente, recomienda el grupo de apoyo, porque es un espacio
donde se puede hablar libre y abiertamente del tema con personas que realmente comprenden
lo que pasó y que pueden contener. Y es un escenario que ayuda a romper el aislamiento
social. Pero también una forma importante para el afrontamiento es contar con una red social
de apoyo, que pueda comprender o por lo menos acompañar el proceso, aún cuando no se
tenga la experiencia primaria del mismo. Estos espacios ayudan en la contención, en superar la
culpa a sí mismo y elevan la autoestima de la persona83.

Pennebaker y Basanick (1998) consideran que el hablar sobre un hecho traumático de carácter
social posibilita al colectivo la organización y asimilación del mismo dentro de la memoria
colectiva. En esta misma línea, Chang (1999), en un estudio con ocho centros educativos en
Taiwan, luego del terremoto de 1999, acompañó e investigó un programa de trabajo con la
técnica del psicodrama, que posibilitó la elaboración de memorias colectivas entre los niños,
jóvenes, profesores y personal administrativo que fueron de un gran valor terapéutico para la
superación de síntomas de trastorno de estrés postraumático.

Basada en estos planteamientos, Patricia Robin Herbst (1992) diseñó una estrategia de trabajo
grupal con refugiadas camboyanas en Chicago, a través de la historia oral, en un proceso de
dos años que posibilitó, según la autora, la cura de los trastornos de estrés postraumático que
presentaban las participantes. El espacio de confianza, aceptación y libertad para expresar su
rabia y su dolor, fueron fundamentales para la remisión de los síntomas. Morris, et. al. (1993)
trabajaron la terapia narrativa con pacientes refugiados chilenos y camboyanos en Australia;
encontraron que mientras con los chilenos el proceso había significado ostensibles mejorías,
con los camboyanos habían tenido serias dificultades, con lo cual se preguntaron sobre los
marcos culturales de los sujetos, la pertinencia de un tipo de terapia según la cultura de los
participantes e incluso por la supuesta universalidad del TEPT.

Para Ruiz Vargas (2006), en su análisis sobre las consecuencias traumáticas de las víctimas y
los vencidos en la guerra civil española y la represión franquista, la primera ayuda fundamental
para cualquier víctima o sobreviviente de una situación “infernal” es la palabra. Para lo cual
enuncia varias razones: en primer lugar porque la víctima necesita saber, necesita comprobar
que no está sola, que tiene alguna red de apoyo, aceptación y protección; para el autor este
proceso se hace a través de la palabra como mediación comunicativa, es el medio para
reconstruir la pertenencia a un espacio colectivo. En segundo lugar, esto abre el escenario
para poder “contar su historia”, puesto que la aflicción, la angustia moral y la humillación, la
rabia y la desesperación acaban invadiendo el cuerpo si no hay canales sociales adecuados para
manifestarse.

Ahora bien, el debribing inducido, es decir, cuando no parte de los procesos y dinámicas de la
gente, sino desde la propuesta de la interevención psicológica, puede tener efectos también
negativos puesto que puede generar desgaste psicológico, afectar el estado fisiológico y el
83
En este texto, Pennebaker (1994) recoge investigaciones anteriores, donde observó que los sujetos que habían padecido
sucesos traumáticos, o situaciones altamente estresantes, tenían mayor probabilidad de enfermar física y mentalmente si
posteriormente no expresaban sus sentimientos y emociones (Pennebaker y O´Heeron, 1984; Pennebaker y Beall, 1986;
Pennebaker, Hugues y O´Heeron, 1987). El autor realizó numerosas investigaciones que parecen confirmar que la
inhibición de las emociones induce un estado de hiperactivación fisiológica, provoca inmunodepresión (Pennebaker,
Kiecolt- Glaser, y Glaser, 1988) y efectos adversos a largo plazo en la salud (Pennebaker y Susman, 1988); además,
induce sesgos en los procesos cognitivos, a la vez que dificulta los procesos de afrontamiento adaptativo.
Complementariamente, se ha demostrado que enfrentarse activamente a los problemas, expresando abiertamente
(disclosure) las emociones, reduce la activación fisiológica asociada al hecho traumático y contribuye a su afrontamiento
eficaz (Pennebaker, 1993b). Por su parte, Davidson, Pennebaker & Dickerson (2000) en una investigación con varios
tipos de participantes en grupos de apoyo (enfermedades, alcoholismo, afrontamiento del SIDA y de situaciones límite),
afirman que el hablar en grupos de apoyo se convierte en un medio efectivo para afrontar situaciones límite. Pasuphati
(2003) afirma que la gente comparte sus recuerdos para ayudar a otros a sentirse mejor, por eso la gente reporta menos
emociones negativas y más emociones positivas después de hablar a otros acerca de sus experiencias, desarrollando
dinámicas de regulación emocional y mejorando los síntomas del TEPT. De allí que concluya que la pérdida de soporte
social sea un factor de riesgo para la instauración del TEPT en las víctimas.
149
ánimo inmendiato; tampoco es positivo cuando se realiza inmediatamente después de los
hechos, tanto en situaciones de violencia o de catástrofe (Martín Beristain, 1999) y cuando no
respeta los marcos sociales y culturales del contexto en el que se actúa.84

5.3.3. Terapia basada en el testimonio narrativo

Dentro de este mismo horizonte de comprensión, se desarrolló de forma paralela, la técnica


terapéutica del testimonio narrativo, que consistía en construir en el paso de las sesiones, un
testimonio que pasara de lo oral a lo escrito, para que, en algunos casos, fuera soporte para la
divulgación y el testimonio público. Ana Julia Cienfuegos y Cristina Monelli (1983) 85, en
Chile y en el contexto terapéutico, encontraron que a través de las grabaciones de los
testimonios de antiguos presos políticos, que eran revisados con el paciente y luego escritos
con un fin divulgativo, se facilitaba la integración de la experiencia traumática en la historia de
vida del sujeto, mejoraba la autoestima y permitía la remisión de los síntomas en algunos
pacientes.

“Más de veinte años después, me parece que el testimonio fue terapéutico para quienes
consultaron en esos momentos. La experiencia represiva reciente abría la posibilidad de
profundizar en las emociones asociadas a las pérdidas que amenazaban sus vidas y sus
condiciones de vida. Para muchos era la pérdida del empleo o la vivienda; del derecho a vivir
en su patria, al buen nombre y dignidad y al derecho a luchar por sus valores y creencias. A su
vez, situar la experiencia represiva en el contexto de la vida y del compromiso político de la
persona, permitía relacionar dimensiones afectivas personales y dimensiones político sociales,
habitualmente muy disociadas, lo que contribuía a potenciar los recursos personales y
facilitaba una mejor convivencia cotidiana al interior de la familia”. (Lira, 2011, p. 12)86
Además, en un contexto represivo de la dictadura, esa terapia a través del testimonio también
constituía una validación social del sufrimiento.

Agger y Jensen (1990) desarrollaron una investigación clínica con refugiados políticos en la
que afirmaban que el testimonio narrativo, construido en un espacio de contención, de apoyo,
de neutralidad terapéutica, donde la persona reconstruye su vida, su historia, realizando una
atribución de sentido y significación a sus experiencias, retomando un hilo conductor entre
presente pasado y futuro; y generando un sentido de control vital y dignidad, permitía la
recuperación emocional de las víctimas de violencia colectiva, remitiendo los síntomas del
TEPT. Las autoras proponían este proceso en un trabajo de entre 12 y 20 sesiones, en las que
no solamente se habla, sino que se escribe la historia, se confronta con el terapeuta, se genera
coherencia, se resuelven contradicciones y por último se firma el documento. Sin embargo, en
casos de duelo complicado (desaparición forzada o permanencia de la violencia y la represión)
este proceso terapéutico no era tan útil. Estas autoras nombraron esta metodología de trabajo
como el modelo chileno, desarrollado como alternativa ante la incapacidad de la psicoterapia
tradicional de responder a las demandas de las víctimas (Piper, 2003, 2005).

En esta misma línea, Adriane Aron (1992) desarrolló un trabajo con mujeres refugiadas de El
Salvador en Los Ángeles, allí afirma que el testimonio narrativo es un puente claro entre
psicoterapia y socioterapia. Es decir, recoge el lugar bisagra entre le dimensión psíquica y la

84
Así pues, El hablar y revelar las emociones puede que no sea tan benéfico y puede exacerbar y multiplicar las
reacciones y la incidencia sintomática (Bisson, Jenkins, Alexander & Bannister, 1997; Everly & Mitchell, 2001;
McNally, Bryant y Ehlers, 2003; Pérez Sales, 2006; Wessel & Moulds, 2008).
85
Pseudónimos de Elizabeth Lira y Eugenia Westein, utilizados como forma de protección en la época de la dictadura.
86
“Las sesiones eran de 2 a 3 horas. El número de participantes variaba entre 12 y 20 personas (6 a 10 parejas). Los
participantes eran invitados a hablar sobre el pasado y el próximo futuro. Sobre el pasado pudieron compartir las
experiencias de cárcel, pero también las experiencias de búsqueda y sobrevivencia. Pudieron hablar del impacto de la
represión política sobre sus vidas, principalmente acerca de los efectos de la tortura, el dolor, el miedo, el temor por los
hijos, el sufrimiento y el impacto que esa experiencia tuvo sobre los niños. En relación sobre el futuro, hablaron de sus
temores e incertidumbres y pudieron anticipar también las dificultades del exilio que se avecinaba” (Lira, 2011, p. 3).
150
dimensión social. Blackwell (1997) trabaja con sobrevivientes de tortura y afirma que el
proceso terapéutico ofrece un espacio de contención, escucha y apoyo que favorece la
construcción del testimonio que es reconocido inicialmente por el terapeuta quien lo valida,
para que luego su verdad pueda hacerse social y pública; con lo cual viene la recuperación
emocional87.

Berlina, Nikkelsen, Bovbjerg y Wiking (2004) defienden la importancia del testimonio


narrativo a través del trabajo sobre la historia del sujeto, que también abordan desde una
perspectiva de terapia corporal. Pero complementario a ello, Lynn Sorsoli (2010), en una
investigación cualitativa con mujeres víctimas de abuso sexual, afirma que no basta con
escuchar la narración del sujeto, sino que es fundamental atender a sus silencios, porque en
muchos casos, es allí donde porta los significados más relevantes de su historia, especialmente
en relación con las vivencias del trauma y/o del horror.

5.3.4. Sobre el compartir emocional

Ahondando en un enfoque más sociocognitivo, que maneja una perspectiva del trauma, sin
descartar el TEPT, pero abriéndose a otras lecturas de los síntomas y las consecuencias
psicológicas y psicosociales (Cfr. Janoff-Bulman, 1992; Páez et. al. 1993, 1996, 1998) en una
perspectiva psicosocial funcionalista, las investigaciones sobre compartir social emocional y
clima emocional han sido utilizadas como aporte fundamental para proponer en algunos casos
las técnicas de habla y de tipo narrativo en los procesos de intervención psicosocial con
víctimas de la violencia, aún cuando algunas de sus conclusiones puedan resultar paradójicas.
Este tipo de investigaciones, también ha sido clave para comprender la manera cómo el
recuerdo colectivo, la acción pública y la conmemoración pueden tener efectos constructivos
en la vida de los sujetos y las comunidades.

Ahora bien, muchas de estas investigaciones, de corte cuantitativo, han sido realizadas con
población general (no víctima) que ha tenido algún nivel de impacto emocional ante catástrofes
o hechos violentos de corte colectivo (ataques terroristas, principalmente – 11-S, 11-M, 7-J);
por lo tanto, sus conclusiones deben ser tomadas con reserva en el momento de ser aplicadas al
trabajo con víctimas directas de violencia política, o incluso de este tipo de hechos. Sin
embargo, pueden referenciarse estas investigaciones, puesto que posibilitan algunas hipótesis
para ser aplicadas en los procesos de trabajo con víctimas.

Rimé, Mesquita, Philippot, & Boca (1991, 1992) realizaron varios estudios para probar la
hipótesis que afirma que después de un hecho traumático de orden colectivo se presentaba un
compartir social: conversaciones sobre el tema entre la gente. Este compartir implicaba
emociones puesto que el hecho tenía implicaciones emocionales para los sujetos del colectivo.
Con lo cual, la activación emocional incitaba a la conversación, al compartir emocional entre
un 88% y un 96% de los participantes. Este proceso posibilitó que las memorias de los hechos
regresaran espontáneamente a la conciencia de los y las participantes y que fueran mejor
recordados y que en el mediano plazo se mejorara la rumiación como síntoma traumático. Sin
embargo, Pennebaker & Harber (1993) mostraron, que la respuesta a hechos colectivos de
carácter traumático puede seguir diferentes fases en el tiempo, señalando que en la

87
Weine, Kulenovic, Packovik & Gibbons (1998) realizaron un proceso con 20 refugiados en Chicago, supervivientes del
genocidio en Bosnia, trabajando con la técnica de la terapia de testimonio narrativo, durante 6 sesiones; Evaluaron a los
sujetos en síntomas del TEPT antes de empezar el proceso, y al terminarlo. Constituyeron, además, un archivo con el fin
de hacer públicos los testimonios. Al final del proceso mostraron menos síntomas de TEPT y de depresión. Pennebaker
(1994) reconoce, a través de una experiencia con sobrevivientes del holocausto, que el dar “testimonio” y que éste sea
recibido por otros, puede ser un factor importante que puede intervenir en la mejoría de “salud” de las personas. Si el
compartir la historia o el hecho se hace de forma gradual, en diferentes escenarios, también se convierte en una forma de
superarlo; puesto que, cada relato y cada narración traen nuevos aspectos de los hechos, se ve desde diferentes
perspectivas, ya que cada relato está marcado por el contexto en que se está contando, que a su vez aporta nuevos
elementos para enmarcarlo y resituar las emociones, abordándolo con nuevos significados, de una manera diferente.
151
investigación sobre el terremoto de San Francisco, el compartir emocional fue muy intenso
entre la primera y la tercera semana; mientras que después bajó significativamente, al punto
que en muchos casos la gente prefería no hablar más sobre el tema.

Páez, Asun, Igartua, González, García e Ibarbia (1993) realizaron un estudio con sujetos de
cuatro países (Chile, EE.UU., Gran Bretaña y País Vasco) que contestaron a un cuestionario
sobre hechos ocurridos a ellos mismos o a personas cercanas en un lapso de cuarenta años.
Los resultados muestran que es más frecuente el reparto social (compartir emocional) cuando
la gente vivenca sucesos negativos, que evitar hablar sobre los mismos. Los autores piensan
que ante ciertos hechos, de carácter sociopolítico, se realiza más un procesamiento
interpersonal que interno; aunque también muestran que ante estos hechos también pueden
darse expresiones sintomáticas como los pensamientos repetitivos y la reevaluación.

Páez, Ruiz, Gailly, Kornblit, Wiesenfield y Vidal (1996) en una investigación en 6 países, con
personas no víctimas, que tuvieran un estado emocional estable, afirman que el hecho de
compartir sucesos traumáticos políticos colectivos se asocia a una evaluación más crítica del
país. Y que la inhibición o evitación de hablar se asocia a una visión más positiva del país.
Para los autores este hecho confirma por qué es eficaz en varios estratos de la población, el
papel legitimador de la política de olvido de represiones y conflictos.

Rimé (1995) afirma que las experiencias que tocan las emociones tienden a generar
conversación en los sujetos, puesto que la gente intenta compartir y entender lo que sucedió.
Esto da lugar al reparto emocional. A mayor impacto de la emoción, se comparte más el hecho
y se habla del mismo. Lo cual permite un fortalecimiento del vínculo y fusión emocional. Y
esto permite la construcción de una memoria colectiva sobre el hecho (Rimé, Finkenauer,
Luminet, Zech & Philippot, 1998).

Marques, Páez y Serra (1998) comparten este punto de vista, y afirman que el compartir
emocional es un primer paso para realizar una reconstrucción colectiva del pasado, que según
los autores, es una de las tres formas de afrontar los hechos violentos y sus consecuencias.
Páez, Basabé y González (1998) en un estudio realizado en el País Vasco, Chile, Cataluña y
Gran Bretaña confirman que el reparto social (compartir social y emocional) permite un mejor
afrontamiento de los hechos, posibilitando una mejor revaluación de los mismos. Y se tienen
mejores resultados que cuando el mecanismo es el evitar hablar, el silencio y la inhibición
social del recuerdo público, que se relacionará con la evaluación negativa del clima emocional
social y la re-evocación de pensamientos involuntarios y negativos; e impide el proceso de
asimilación cognitiva (Pennebaker, 1993).

En el contexto sobre el recuerdo de la guerra civil española, Páez, Valencia, Basabé, Herranz y
González (2000) abordan el tema del compartir social y el recuerdo como una dimensión de la
elaboración de las situaciones y vivencias traumáticas colectivas. Llegando a la conclusión
que el hablar y el compartir sobre estos hechos, permite una organización mental de los
mismos, un mejor afrontamiento y una mejor situación emocional88.

Mehl & Pennebaker (2003), por su parte, estudiaron la importancia de hablar o no hablar
después de un hecho social traumático. Para ello siguen las conversaciones de 11 personas tras
el 11/S, durante 10 días. Observan que hay un incremento de las interacciones diádicas en las

88
En un estudio experimental Luminet, Bouts, Delie, Manstead & Rimé (2000) trabajaron en tres situaciones con parejas
de amigos como sujetos experimentales. Se presentaba un vídeo con emociones fuertes, emociones débiles y sin
contenido emocional. Los investigadores encontraron que en el vídeo con emociones más fuertes había un compartir
emocional marcado en las conversaciones en torno al vídeo. Con lo cual a una mayor intensidad de las emociones se
mostraba mayor compartir emocional. Lo cual resulta protector frente al efecto traumático que pueden generar en el
sujeto las experiencias emocionales intensas. En estos experimentos se observó que ni el género, ni la educación, ni la
cultura afectaban este proceso.

152
que se habla de los hechos y una disminución de las interacciones grupales. Además, observan
que quienes más hablaron sobre el tema presentaron menos síntomas de TEPT, con lo cual
concluyen que hablar con otro puede ser predictor de mejor bienestar frente a estos síntomas.
Los autores plantean que la muestra es pequeña y que las conclusiones no son definitivas, pero
pueden ser reforzadas por el dato obtenido por Schuster et. al. (2001) cuando afirman que el
98% de las personas, en una encuesta nacional sobre las reacciones de estrés a los hechos del
11-S, habían reaccionado hablando con alguien. Por su parte Nils (2003) plantea que hablar en
estos contextos contribuye a una mayor integración social y a un mejor nivel de afectividad
positiva. Y Curci & Bellelli (2004) confirman que este compartir emocional contribuye a la
conformación de climas emocionales fuertes; cuando el evento es de gran intensidad, se
incrementará el compartir emocional y con ello, también se generará un clima emocional más
claro. Esto se refuerza con diversas investigaciones sobre el 11-M89.

Fernández, Páez y Pennebaker (2004) examinaron los efectos de la escritura expresiva sobre
los ataques terroristas del 11-M en Madrid. Para los autores, los participantes que escribieron
manifestaban una menor intensidad emocional, un menor compartir social, expresaban un
clima emocional más positivo y una experiencia de cohesión social, cuando sus narraciones
eran genéricas. Pero cuando se referían a los hechos desde una experiencia de vida expresaron
una mejor regulación afectiva, además baja rumiación y baja activación emocional, es decir, un
mejor pronóstico frente a síntomas de TEPT. A similares conclusiones, en otros contextos
habían llegado Martínez Sánchez, Páez, Pennebaker & Rimé (2001) y Pennebaker (2003).

De otro lado, y en un trabajo, ya con víctimas directas de conflicto armado y represión política,
Martín Beristain (2005) en varias investigaciones, con comunidades mayas en Guatemala, le
permiten afirmar que el compartir emocional y social, en un marco de apoyo social y
comunitario, es un elemento que en algunos casos puede contribuir al mejoramiento de la
capacidad de afrontamiento de las situaciones límite, trayendo un refuerzo en la identidad
colectiva.

Rimé (2007) llega a un punto de síntesis entre una tradición más sociocognitiva y una más
narrativa, cuando, partiendo del estudio de las emociones privadas y su forma de difundirse en
contextos microgrupales y societales, observa el proceso de construcción del compartir social,
que se convierte en proceso narrativo de construcción de memoria, que impacta en la cohesión
social, en la solidaridad y fortalece la identidad colectiva, generando un clima emocional
positivo. Para el autor espacios grupales de apoyo, se convierten en escenarios de construcción
de un clima emocional diferente y de construcción de una memoria colectiva resistente y
terapéutica. Por esta razón, Rimé, Páez, Basabe y Martínez (2009) reafirman que un alto nivel
de compartir social predice: altos niveles de expresión emocional negativa y rumiación mental
(en el momento de hacerlo) y a largo plazo una mejor integración social. Pero también
consideran que estos procesos narrativos ayudan al crecimiento postraumático (y el compartir
emocional es una forma de compartir narrativo que genera transformaciones positivas en los
sujetos y el colectivo).

Así pues, estas investigaciones sobre el compartir social y compartir de las emociones, pueden
dar base teórica a una mirada terapéutica que desarrolle técnicas para abordar el trauma desde

89
Calderón, Espinoza & Techio (2004) afirman que una disposición al compartir emocional, la sensación de solidaridad y
una actitud de afrontamiento de reconstrucción positiva, en el contexto de reacción a los hechos del 11-M, generaron en
los participantes de la investigación, una percepción de clima emocional más positivo. Y Páez, Martínez Sánchez y Rimé
(2004) complementan estos resultados presentando evidencia empírica en el mismo contexto del 11-M, afirmando que el
compartir emocional permitió un mayor nivel de apoyo social subjetivo, menor soledad, más afectividad positiva, así
como un mayor grado de acuerdo con los aspectos positivos o beneficios personales, interpersonales y sociales de la
reacción al trauma colectivo. En la misma línea Conejero, De Rivera, Páez y Jiménez (2004) afirman que el altruismo y
la solidaridad se asocian con un clima emocional más positivo. Rimé (2007) afirma que el compartir emocional genera
climas de confianza y apoyo.

153
la cura del TEPT y aplicarse con este fundamento empírico a procesos de intervención
psicosocial, tal como se esbozó anteriormente. Por esta razón autores como Beck & Coffey
(2005) y Wessel & Moulds (2008) argumentan que el recuerdo colectivo colaborativo
(cooperativo) puede ayudar a la recuperación después del trauma, por tanto las técnicas de
recuerdo compartido pueden proveer un uso adicional para el tratamiento del TEPT. Su
planteamiento se sitúa a medio camino entre el sociocognitivismo y la terapia narrativa, desde
una posición más ecológica y sistémica. De la tradición retoman el concepto de influencia
social y contagio social para hablar de los procesos colectivos del recuerdo, reconociendo tres
funciones en las memorias autobiográficas y colectivistas: autorregulación del sí-mismo
(identidad), dirección y guía del presente y el futuro a partir del pasado, y modulación de la
interacción social.

Además, Marsh, Tversky & Hutson (2005) confirman que el recuerdo colaborativo de eventos
altamente emocionales posibilita un mayor foco y menos emocionalidad, dándole mayor
precisión al relato, lo que contribuye a la superación del TEPT, ahora bien, esto tendrá más
impacto cuando comparten las personas que han vivido el mismo trauma. Ahondando mucho
más este punto de vista Harvey, Bryant & Tarrier (2003) afirman que no solamente se debe
hacer un proceso narrativo, sino que el terapeuta debe permitir y promover que se reviva el
trauma de forma emocional, cognitiva y fisiológica, lo que serviría para hacer decrecer la
presencia del recuerdo invasivo, como síntoma del TEPT. Aunque esto sería más una técnica
de exposición.

Pero en contra de este punto de vista, puede citarse esta reflexión de (Páez, Martínez & Rimé,
2004) al analizar las consecuencias psicosociales del 11-M: “Sobre la creencia de que tanto
hablar como compartir las emociones contribuye a la regulación afectiva, tras el atentado del
11 de marzo, al igual que en otros traumas colectivos, se aplicó a muchas víctimas potenciales
del atentado terapias de “debriefing”. Contrasta este hecho con las evidencias que se están
poniendo de manifiesto en numerosos estudios que señalan que hablar en grupo – en el
momento inmediato de la catástrofe – sobre las vivencias traumáticas no facilita una mejor
adaptación al hecho traumático. En otras palabras, hablar sobre un hecho traumático no es
necesariamente adaptativo en sí mismo”. (P. 231).

Esta conclusión pone en evidencia una paradoja: por un lado, las investigaciones muestran que
el hablar, el compartir las emociones, el desarrollar técnicas narrativas puede ser benéfico para
las víctimas y para las comunidades sometidas a situaciones límite de tipo político. Pero, por
otro lado, otras investigaciones muestran que esto puede ser, incluso perjudicial para las
víctimas. De acuerdo con Páez, Martínez & Rimé (2004), Rimé (2007) el problema estriba en
que son dos procesos diferentes. Una cosa es un proceso terapéutico inducido, con la presencia
de profesionales de la psicología y/o la psiquiatría, en un contexto catastrófico o de violencia
política, y otra es el reparto emocional en la conversación cotidiana de la comunidad. Por lo
tanto, una técnica como el “debriefing”, que construye un contexto de relación entre personal
de la salud mental y personas “traumatizadas” en un modelo médico y en unas relaciones de
saber-poder; esto es muy diferente de los espacios de conversación del compartir emocional,
que son espacios cotidianos de la gente, donde se tramitan emociones tanto positivas como
negativas. Además, por su marco teórico, centrado en TEPT, ignoran y pasan por alto los
procesos ideológicos y las relaciones de poder que pueden ponerse al servicio de intereses
políticos y sociales (cfr. Blanco, 2004).

5.3.5. Del “debriefing” al enfoque psicosocial:

Asumiento otro marco de comprensión, Martín Beristain (1999) presenta un esquema de


intervención en contextos de catástrofe o violencia política que implica abrir la perspectiva de
acción: en primer lugar es necesario contener las reacciones de las víctimas, reconociendo su
normalidad y frecuencia, dada la situación vivida. Invita a evitar respuestas descalificadoras y
154
asignar marcas y encasillar a la población con rótulos nosológicos; la intervención psicosocial
debe estar en relación permanente con otras formas de ayuda e intervención, y en las primeras
fases siempre se debe responder más a situaciones prácticas y concretas de la vida de la gente,
facilitando la coordinación y la colaboración. Finalmente la ayuda de la palabra, los grupos de
apoyo, que deben adecuarse al contexto y a la cultura, solamente son posibles y efectivas en
etapas posteriores a la situación crítica, con grupos de personas que puedan tener algún tipo de
malestar o sintomatología después de dos meses, sin que eso implique su calificación como
portadores de un TEPT.

Ahora bien, el problema también se presenta cuando en el contexto social y político, no se


puede hablar de esas emociones ni de los hechos (Pennebaker, 1993, 1994; Herman, 1997;
Pennebaker y Crow, 2000; Páez, Martínez & Rimé, 2004; Ruiz-Vargas, 2006; Rimé, 2007),
puesto que allí lo que sucede es que se crea un clima emocional de tensión, donde los hechos, y
los relatos sobre éstos, circulan por debajo y constituyen procesos que pueden ser nocivos en lo
personal y en lo colectivo. En estos escenarios, también el compartir social, la palabra y la
acción del recuerdo se convierten, no solamente en elementos terapéuticos, sino también en
procesos de resistencia (Pennebaker, 1994; Martín Beristain, 2000, 2005, 2008).

¿Cuál es entonces el límite? ¿En qué momentos es oportuna la intervención por la palabra, el
recuerdo, el nombrar las emociones y compartirlas, el generar espacios grupales para hablar
sobre lo vivido? ¿El problema estriba en el momento oportuno para realizar la intervención 90 o
en el marco ontológico, epistémico y metodológico que implica una mirada de los efectos
subjetivos en las situaciones límite, leídos desde el TEPT? Aunque se presentan algunas
investigaciones que aportan a la respuesta de estas preguntas, la presente investigación
pretende aportar en la reflexión sobre este tema, mirando cómo los procesos grupales de
compartir social y de memoria grupal y compartida en los grupos de apoyo mutuo, pueden ser
importantes en la recuperación de la dignidad de las víctimas y la reconstrucción del tejido
social. Por lo pronto se suscribe esta afirmación: es necesaria la máxima prudencia en la
intervención con víctimas en procesos de violencia política: ni inducción indiscriminada a
hablar, ni inhibición de su expresión (Páez et. al. 2004)91; ni definición patologizante, ni negar
o reprimir el nombrar y recordar los hechos.

5.4. Reparación desde abajo a través de la acción grupal de memoria (Un enfoque
psicosocial):

Es claro, por tanto, que cuando se realiza una intervención desde un marco conceptual centrado
en el trauma individual (como el TEPT), esto supone un énfasis en la atención individual y en
el trabajo terapéutico grupal. Pérez Sales (2006) y Clancy & Hamber (2008) reconocen que en
los espacios de ayuda de emergencia y cooperación al desarrollo se ha normalizado la
utilización indiscriminada del “debriefing” o las terapias narrativas, en muchos casos sin
atender al contexto y a la misma situación de las víctimas, en un marco teórico que buscaría
superar la fragmentación generada por el trauma, donde el terapeuta daría un marco emocional
de auto-entendimiento que le permite volverse a asumir como sujeto, lo cual, como se ha
dicho, puede en algunos casos exacerbar el sufrimiento individual y grupal (Cfr. Ballenger, et
al., 2004).

Además de lo anteriormente expuesto, este modelo supone, para muchos autores, la no


actuación, de los sujetos en particular y de la comunidad, frente a los hechos de injusticia;
puesto que al estar centrados en el diagnóstico y en un marco teórico psico-médico, se busca

90
Puesto que hay reportes de trabajos a largo plazo con mejoría en los síntomas: Robin Herbst (1992), Pennebaker
(1994), Beck & Coffey (2005) y Wessel & Moulds (2008).
91
En este punto he expuesto el problema que se da en la intervención con víctimas en torno al hablar o el no hablar, en
términos de la técnica psicológica. Más adelante lo abordaré en términos de la perspectiva de las víctimas desde una
visión más antropológica.
155
más el engranaje y la coincidencia de la experiencia de la gente con los síntomas, criterios y
signos clínicos del trastorno, que con sus vivencias concretas, dejando de lado sus narraciones,
su forma de afrontar los hechos e incluso la forma de transmitir y de hacer memoria (Martin
Beristain, 1999, 2010b; Summerfield, 1995, 2000; Pérez Sales, 2006), algo que el modelo
terapéutico del testimonio narrativo buscaba superar.

Brandon Hamber y Mary Alice Clancy (2008) conectan con estos puntos de vista y reconocen
tres modelos de intervención psicosocial: el modelo basado en los Derechos Humanos, que ha
implicado intervenciones en Argentina, Chile y Sudáfrica, el trabajo enfocado en la comunidad
(enfoque indigenista), que ha desarrollado procesos en países con tradiciones culturales
diferentes a la occidental (Guatemala, India o Sri Lanka); y el enfoque basado en género. Para
estos autores estas tres formas de intervención han demostrado hasta ahora mejores resultados
en los procesos de recuperación de las víctimas de hechos violentos de carácter sociopolítico,
que los modelos centrados en el trauma individual, particularmente los de corte anglosajón,
centrados en el trastorno de estrés postraumático y la atención individual o grupos
terapéuticos92.

Ahora bien, Clancy y Hamber (2008) concluyen que un modelo psicosocial debe tomar
elementos de los tres enfoques y que incluso debe tener en cuenta algún nivel de atención
individual. Pero lo más importante es que este modelo debe estar incardinado en un proceso
más amplio que dialogue con las perspectivas de desarrollo y construcción de paz, puesto que
es allí, inserto, donde tendrá mayores oportunidades de generar cambios y transformación.
Esto implica un cambio de mentalidad en la comunidad internacional del desarrollo y en la de
la intervención psicosocial, que implicará una mirada integral e interdisciplinaria, donde la
acción por la justicia, la justicia social, lo político tendrá incidencia en la salud mental.

Por esta razón, Summerfield (1996, 2000), Lykes (2001a), Pupavac (2004), Martín Beristain
(2007) y Clancy & Hamber (2008) afirman que a esta lógica, enmarcada en la visión
tecnocrática de la cooperación internacional se ajustan más los modelos de intervención
centrados en el TEPT porque desideologizan el sufrimiento y permiten un diagnóstico
universal, lo cual, dentro de su lógica economicista de recursos, objetivos y resultados en el
corto plazo, positivista de medir y cuantificar y tener una intervención neutra; se ajustan
mucho más a la lógica de las agencias de cooperación, son más fáciles de implementar,
ejecutar y se evalúan desde la participación de número de beneficiarios; lo cual facilita
canalizar fondos y desarrollar proyectos. Así pues, se da preferencia a estos modelos, aún
cuando haya una cierta aceptación en el medio de la importancia de la intervención psicosocial
centrada en la cultura, las comunidades, la no patologización, etc. De tal manera que se termina
metiendo en un molde la realidad, en vez de adaptar la acción a la realidad. Pupavac (2004)
termina afirmando que es casi una nueva victimización de los sujetos y de las comunidades.

Además de ello, Martín Beristain y Pérez Sales (2008) afirman que desde un punto de vista
psicosocial, la ayuda humanitaria y de cooperación al desarrollo en estos contextos de
construcción de paz debería “reconocer y apoyar el papel de las víctimas y los movimientos
sociales y políticos en la apertura de espacios de diálogo, libertad y participación social, y en la
lucha contra la violencia durante los conflictos. Ello conlleva tanto a la protección y al apoyo,
como al reconocimiento como actores clave de transición y en el diseño de medidas de
reparación… centrados en su desarrollo y en la idea de control sobre el medio para mitigar
vulnerabilidades y respetar y potenciar capacidades” (PP. 9 – 10).

Tabla 5.2. Visión global de la intervención psicosocial en América Latina


- En primer lugar, diferencian claramente entre atención psicosocial y perspectiva psicosocial. La
primera se refiera a una forma de proyectos que se centran en las dimensiones del daño en las
personas. La segunda se refiere a un enfoque de la acción de cooperación o de la acción de

92
Debriefing
156
acompañamiento a una comunidad o grupo humano, que siempre mira el impacto de una acción en las
víctimas, que cuida las relaciones de poder y fortalece siempre los mecanismos de dignificación y
respeto.
- Se trata de una perspectiva que le da el protagonismo a las víctimas como sujetos de transformación, lo
que implica un vínculo comprometido en los procesos de acompañamiento y un cuestionamiento a la
idea clásica de neutralidad. Lo que implica que la intervención psicosocial debe hacerse, en estos
contextos, en procesos de real reconstrucción social, en los que estén implicados de forma participativa
todos los actores sociales, más allá de los ritmos que dictan los formatos de planeación, ejecución y
evaluación de recursos.
- El daño (Trauma) se conceptualiza en una perspectiva social: incluyendo el impacto social del miedo y
de la impunidad. Por lo que no se ha considerado útil el concepto de estrés post-traumático, que
implica medicalización de la experiencia, reducción de un problema complejo, puesto que no toma en
cuenta los significados que la gente atribuye a los hechos. Por eso, es una mirada que no se detiene en
los conceptos de la psicología tradicional, ni en los procesos desde Europa y Estados Unidos.
- Una visión que incluye además, la mirada sobre las relaciones de poder y la asimetría social y
económica; por lo que se mira a las víctimas y excluidos en el marco de luchas de resistencia y
reivindicación. En este contexto de acción, se diluye la diferencia entre emergencia y desarrollo que
son más conceptos construidos por la propia cooperación que esxperiencias que definan la situación de
las víctimas o comunidades afectadas.
- Las acciones de memoria colectiva son fundamentales en los procesos de construcción de paz y
reconstrucción social. Por lo que toda esta intervención se abre a una acción clara y decidida en
contextos de transición y violencia política hacia la búsqueda de la justicia, la verdad, la reparación, y
en la lucha contra la impunidad.
- Todo esto requiere tiempos y procesos. Lo cual va más allá de la lógica de proyectos de la cooperación
internacional como es entendida habitualmente. (Martin Beristain & Pérez Sales, 2008)

Por lo tanto, y a manera de síntesis, es en este punto de las acciones de memoria colectiva en
procesos de construcción de paz, reconstrucción social y reconciliación desde donde está
planteada esta investigación. Así pues, desde la perspectiva psicosocial Carlos Martín
Beristain (1999, 2000, 2008) y Basabe (2001) afirman que la memoria tiene un valor
terapéutico y social, porque:

1. Permite reconocer social e individualmente la existencia y la realidad de los hechos. La


persona y la comunidad pueden afirmar: “Esto sí sucedió”, no se puede desmentir. Con
esto se rompe con la lógica de la impunidad y de “normalización de la violencia”: se abre
el espacio para que sea inaceptable cualquier acción que atente contra la vida y la dignidad
de la gente.
2. Se logra mantener el hilo del pasado con el futuro, a través de la narración de los hechos en
el presente. La violencia ha sido parte de la historia de este pueblo, pero no su único
referente. Se da un proceso catártico personal y colectivo, donde se reintegra la experiencia
en la historia vital y social que permite ir desalojando el dolor.
3. Se abre espacio para la dignificación de las personas y las comunidades, puesto que abre
oportunidades para que se pueda dar una reparación social. Es un paso hacia la verdad, la
justicia y la reparación.
4. Se reconstruye la identidad social e individual puesto que se genera cohesión y se fortalece
el tejido social.
5. El síntoma individual no se mira como patología, sino como una palabra no dicha, que
encuentra su espacio social para expresarse, ser reconocida, con lo que se alivian también
los malestares personales.
6. Finalmente abre el espacio para la reflexión de tal manera que se puede pensar que los
hechos no pueden repetirse nuevamente. Con lo cual también se deja un mensaje a las
futuras generaciones, un aprendizaje social que fortalece los procesos de reconstrucción.

Judith Herman (1997) afirma que lo normal ante hechos de horror sufridos, es que las personas
tiendan a desterrar de su conciencia esta vivencia. Por ello se pueden convertir en indecibles e
innombrables, entre otras cosas, porque tampoco hay un marco social para ser escuchadas.
Pero estas representaciones de las atrocidades se niegan a ser enterradas, puesto que la

157
negación nunca funciona en términos de asimilar los hechos traumáticos. De allí que para esta
autora recordar, decir la verdad, hablar, aún en el espacio terapéutico, es un requisito
indispensable para la recuperación y la cura de las víctimas. Así pues, cuando a las víctimas se
les proporciona un entorno seguro y alentador, donde pueden hablar tranquilamente, esto
puede generar resultados positivos en su transformación. Su propuesta terapéutica pasa por
tres fases: establecer un marco de seguridad, reconstruir la historia del trauma y restaurar la
conexión entre sobrevivientes y comunidad; este último punto es fundamental para la autora
puesto que el sentido de humanidad y de sí mismo siempre está en relación con los lazos que
tejemos, de allí la importancia de restablecer estos lazos comunitarios como medida para
transformar el trauma; así la solidaridad del grupo es uno de los factores más protectores contra
la experiencia traumática.

Schreiter (1998, 2000) reconoce la construcción de la identidad individual y colectiva como


procesos narrativos, por lo tanto, la afirmación de las víctimas de la violencia debe hacerse por
la vía discursiva, en procesos de memoria individual y colectiva que rompan los discursos de
mentira con los que se va justificando la violencia. De esta forma la memoria y el relato de las
víctimas es un paso fundamental para la reconstrucción del tejido social, y la reconciliación
social y política. Si estos relatos se obstruyen, se ocultan, se banalizan y prima una historia
oficial mentirosa, no hay reconciliación posible y se están echando las bases para una reedición
de la violencia. Según Schreiter la violencia ataca la construcción de la propia identidad
individual y colectiva, por eso el “desvelar” sus móviles y sus acciones a través de la memoria
y la verdad, son también formas de resistencia de las víctimas y de las comunidades que sufren
violencia para fortalecer su cohesión social.

Para Brison (1999), contar la historia del trauma (hacer memoria del mismo) tiene un rol social
intencional y no intencional que crea un ambiente confortable donde con la ayuda de una
escucha empática, la víctima puede hacer memoria y puede “sanar” el dolor por medio de la
empatía con otras víctimas. Esto se hace en una perspectiva individual o colectiva: cuando una
persona cuenta su historia, no cuenta sólo los hechos, también las significaciones de los
mismos, con lo cual vincula a su oyente no sólo en el relato, sino también en los significados
que se producen a partir de éste.

Brynton Lykes (2001b) presentando algunas experiencias en Irlanda del Norte y Sudáfrica,
opta por un trabajo con las comunidades que tenga una dimensión performativa, que ella llama
talleres creativos. Estos espacios fueron diseñados para ayudar a romper el silencio, donde se
integra teatro, movimiento corporal, otras formas de expresión, como las artes plásticas, la
música, e incluso la palabra. Esto permite la posibilidad de recuperación del sujeto, lo que a su
vez potencia su inserción en el plano de lo grupal: “el contexto grupal permite que el
participante se mueva de una tragedia personal, individual, hacia una experiencia compartida
con el otro, con los otros, hacia una sensación de verdad en la que puede abordar algunos de
los efectos de la violencia, que buscaba anular la identidad individual y colectiva” (P. 25).

Páez (2001) y Basabe (2001) recomiendan tres pasos en este proceso: en primer lugar generar
un espacio de contención y seguridad donde las víctimas puedan sentirse acogidas en un clima
de apoyo y reconocimiento. En segundo lugar propiciar escenarios de confianza para
compartir las memorias traumáticas, grupos de apoyo, memoria compartida, grupal y otros
espacios que abran caminos para dar un testimonio público cuando éste sea posible, pero que
también permitan la elaboración del duelo. Finalmente, dar el paso de víctima a
sobrevivientes, es decir, que se dé realmente un proceso de reconstrucción y desarrollo
personal para que la gente no se quede en el rol de víctima para toda la vida y se quede en una
posición de pasividad y resignación; ante lo cual, también recomiendan el trabajo individual.

Tedeschi & Caldhoun (2004a, 2004b) afirman que las narrativas sobre el trauma son siempre
importantes para el crecimiento postraumático, porque cuando se desarrollan estas narrativas,
158
se fuerza a las víctimas y sobrevivientes a cuestionar y confrontar cuestiones sobre los hechos
y los significados construidos al respecto; con lo cual puede ir modificando sus propias
significaciones. Con lo cual también se pueden reconstruir algunas creencias sociales en la
visión de sí mismo y del mundo, construir significados positivos y desarrollar más una
tendencia solidaria y altruista (Cfr. Janoff-Bulman, 2004).

Rajmohan Ramanathapillai (2006) reconoce que los métodos narrativos y de memoria son
útiles para la recuperación de las víctimas y la construcción de paz. Pero también para
promover la violencia. De allí que se pregunte si: ¿es posible separar los aspectos individuales
y clínicos de los aspectos políticos del trauma? Si una sociedad traumatizada es capital político
para sostener líderes inescrupulosos, ¿Cómo podría direccionarse el trauma social con un
contexto de recuperación y construcción de paz? El autor concluye que una forma
personalizada de “contar la historia” por la gente traumatizada, en contextos grupales de
contención es una forma de trabajar desde abajo y romper el ciclo de la violencia política 93.

En este sentido Cyrulnik (2009) afirma que los relatos que se puedan construir en un medio
social, la capacidad social de escuchar y asimilar esos relatos, el contexto social de contención
de un marco social, son fundamentales en el proceso de resiliencia y recuperación de una
situación traumática. Una sociedad que posibilite la palabra de las víctimas favorecerá su
recuperación, mientras que otra que mueva al silencio (desde el miedo, la vergüenza o la culpa)
les niega posibilidades de recuperación. Los sobrevivientes dejarán de ser espectros, si su
ambiente y su sociedad les posibilita hablar, dar testimonio de lo que han vivido y padecido.
Puesto que el relato y la palabra son vías de resignificación de los hechos, ya que éste no es el
retorno del pasado, sino una reconciliación con la propia historia.

Se trata de formar una imagen, de repararla, de dar coherencia a los acontecimientos, de sanar
una herida injusta: la elaboración de un relato propio colma el vacío de los orígenes que
perturbaban nuestra identidad. La destrucción del lenguaje o su prohibición impide que la
palabra mantenga “lo real del hecho traumático” a distancia, y por eso, sigue martillando y no
se puede controlar. Dentro de este proceso, son fundamentales: la cohesión afectiva del grupo
característica de los ritos religiosos o laicos como una puerta abierta para posibilitar escenarios
de reconstrucción del tejido social (Esto lo ha visto el autor (Cyrulnik, 2009) con
sobrevivientes de la Shoah, del genocidio de Ruanda y de otros lugares del mundo).

Por su parte, Martín Beristain (2005) complementa este punto de vista con la siguiente
afirmación: “las memorias sobre hechos traumáticos pueden evocar emociones intensas.
Semejantes memorias son tan delicadas como importantes. Requieren quien escuche, aptitudes
y actitudes muy especiales. Pero la rememoración del pasado puede traer también memorias
positivas, recuerdos agradables, logros, afectos, que hagan más llevadero el dolor y ayuden a
recobrar la confianza en sí mismos” (P. 134).

Desde este marco conceptual, Zembylas & Beckerman (2008) recomiendan la generación de
“comunidades de memoria”, que a su vez son comunidades de apoyo y de resistencia, lo que
implicaría una vinculación afectiva de sus miembros, permitiendo la conexión, confianza
mutua, interacción social, compartir emocional, contar las historias y compartir el sufrimiento.
Es decir, grupos de apoyo mutuo, para construir una memoria compartida y grupal que sirva
como soporte para afrontar el escenario social y político.

93
En España Fernández de la Mata (2006), Fouce (2006, 2008, 2010) y F. Etxeberría (2010) presentan el trabajo
psicosocial de acompañamiento a los familiares de las víctimas, que implica la preparación ante la exhumación, la
contención a pie de fosa, la elaboración en la sepultura de los restos, y el apoyo al proceso de dignificación que implica
nombrar y hacer pública la experiencia familiar. Estos pilares son un aspecto importante que aporta para el trabajo de
recuperación de la memoria en España, que según estos autores ha generado procesos de transformación y
empoderamiento en muchos de los familiares de las víctimas.
159
5.4.1. La función del silencio y el olvido

Ahora bien, Wieviorka (1992) muestra que el olvido y el silencio suele ser una reacción
normal y muy frecuente en sobrevivientes del holocausto: la gente prefiere no hablar ni oír
hablar sobre la experiencia de los campos de concentración, lo que confirma la investigación
de Pennebaker (1994) en la que encontró que sólo un 30% de los sobrevivientes del holocausto
que vivían en los Estados Unidos, había compartido alguna vez su testimonio. Esto suele ser
frecuente en múltiples situaciones de catástrofes sociales y familiares que implican la pérdida
de seres queridos (Baddeley & Singer, 2010).

Por eso Páez, Basabe & González (1998) llegan a afirmar que los hechos traumáticos políticos,
suelen ser memorias silentes, sobre los cuales no se realiza un proceso social abierto de
recuerdo, y oscilan entre la memoria y el olvido; es más, en un reciente estudio experimental
Nicole Alea (2010) demostró que las memorias negativas suelen ser con mayor frecuencia,
memorias que se guardan en silencio y que, más tarde, se hacen más difíciles de compartir. Por
esta razón, Marques, Páez & Serra (1998) afirman que el olvido y la represión institucional o
informal (a través del silencio) suelen ser respuestas sociales a situaciones traumáticas; incluso
Nagata (1993) y Fine (1998) afirman que el silencio puede ser una forma de ‘protección’ del
sobreviviente; pero que en el caso del contexto familiar puede llevar a una transmisión
transgeneracional del trauma.

¿Qué significa esto? Que se da una paradoja: al parecer el camino que han descubierto las
ciencias psi, pasa por la palabra; pero muchas víctimas prefieren el silencio. Por un lado las
víctimas sienten que el silencio las protege del dolor que se puede re-experimentar cuando se
hace memoria, cuando se trae a la palabra los hechos. Por otro lado está el miedo a las
implicaciones de seguridad que implica el hablar. Finalmente muchos de los hechos están
marcados por el horror, por lo indecible (Käes, 1991; Lira y Castillo, 1993; Páez y Basabe,
1993; Ricoeur, 2003; Cabrera, 2004; Villa et. al. 2007; Das, 2008; Martín Beristain, 2009).
Según Pennebaker (1993, 1994) y Pennebaker & Crow (2000) los hechos traumáticos tienden a
evitarse o inhibirse, o por la estigmatización y el rechazo que estos hechos pueden provocar o
también porque los afectados por el trauma no quieren alterar a sus prójimos, de manera que el
contexto no favorece la búsqueda de un significado, de un sentido positivo a lo ocurrido.

Pero, de otro lado, los perpetradores y responsables de las violaciones de derechos humanos
quieren la impunidad y mantenerse en lugares de poder; por esta razón alientan y promueven, o
bien el silencio y el olvido; o bien la falsación de la memoria y discursos de perdón y
reconciliación, sin la mediación de escenarios de verdad y justicia (Páez y Basabe, 1993;
Martín Beristain y Riera, 1994; Lira, 1990; Lira y Castillo, 1993; Villa et. al, 2007): “el dilema
entre memoria y olvido es una situación política traumática… recordar lo traumático puede ser
imposible; pero olvidarlo, también puede serlo y el recuerdo puede volver violentamente a la
memoria irrumpiendo sin tregua una y otra vez” (Lira y Castillo, 1993, P. 111; Cfr. Ricoeur,
2003).

En sociedades con altos niveles de polarización política se da con frecuencia esta tensión que
termina en un pacto de silencio, basado en la inhibición social, que confirma la conciencia
ideológica dominante, que tiende a asociarse con un clima emocional de tranquilidad y paz: “si
las víctimas y las organizaciones de derechos humanos no interfirieran, estaríamos en paz”, es
una de las expresiones que surgen desde estas instancias de poder. Las víctimas son vistas,
entonces, como las perturbadoras del orden social; puesto que su acción pública implicará una
evaluación crítica y negativa de lo que está sucediendo, un nivel de conflicto social, que
evidencia la no resolución del conflicto armado o la represión y un clima emocional que se
tensiona por esta acción (Cabrera, 2004).

160
Esto implica que se tienen que buscar formas de expresión que posibiliten un espacio para la
contención del dolor, un escenario de seguridad y confianza que posibilite afrontar el miedo y
otros lenguajes posibles que vayan más allá de la palabra o de ciertos formatos de la palabra,
en un proceso de escucha, acogida, contención y reconocimiento, que en lo narrativo o en lo
performativo posibilite que la experiencia del horror no se quede en el olvido (Lira y Castillo,
1993; Hamber, 1995; Herman, 1997; Martin Beristain 2003, 2006, 2008, 2009; Cyrulnik,
2009; Oberti, 2008; Lira, 2006, 2009).

Por ello, Primo Levi (1989 / 2009) presenta uno de los puntos más complicados para el
sobreviviente: que cuando da testimonio, se trata de un recuerdo traumático, que muchas veces
se quiere borrar, no se quiere recordar porque duele. Pero también el victimario no quiere
recordar, porque no quiere afrontar la responsabilidad y la culpa. Y en este sentido afirma que
el opresor no debe ser “intercambiado” (igualado) con la víctima, aún cuando sufra
traumáticamente por la culpa y lo vivido.

Siguiendo a Pennebaker (1994), Pennebaker & Crow (2000), Janoff-Bulman (1992), Páez,
Basabe & González (1998), Jelin (2002a), Fernández de la Mata (2006) y Lentin (2009), las
memorias de hechos traumáticos por represión, suelen ser reprimidas en un primer momento y
permanecen silentes por un período de tiempo, en el que se presenta una inhibición social; sin
embargo, la misma dinámica social, normalmente lleva al conocimiento social y la articulación
del sufrimiento y el dolor; que, según Pennebaker (1994) y Pennebaker & Basanick (1998),
Pennebaker & Crow (2000), siguiendo la hipótesis generacional de Schumann y Scott (1989),
se presentará en un período de 20 a 30 años, cuando los adultos jóvenes y adolescentes de la
época en que sucedieron los hechos se hacen mayores y tienen acceso a posiciones de
privilegio y poder, desde las cuales movilizar las memorias y realizar procesos sociales que
permitan políticas del recuerdo, acciones jurídicas y políticas de sanción y reparación. Aunqeu
con un matiz: estos análisis se refieren a poblacion general y no a víctimas.

De todas formas, Pennebaker (1994), Pennebaker & Basanick (1998) y Pennebaker & Crow
(2000) afirman que también, el silencio, sobre todo si es obligado o el mandato de no hablar,
cuando se dan situaciones de represión, y la inhibición de la memoria está dada por una fuerza
exterior (un poder, una coacción) puede generar todo tipo de trastornos psíquicos y físicos;
pero también generan una contrafuerza de resistencia, con un incremento en la fuerza de la
memoria colectiva de un hecho; puesto que, los sucesos cargados emocionalmente sobre los
que la gente evita hablar abiertamente continuarán afectando a los individuos al aumentar los
pensamientos y ensoñaciones sobre ellos. Es decir que, la represión política que no permite
hablar de un acontecimiento, tendrá la consecuencia involuntaria de consolidar las memorias
colectivas asociadas con el suceso reprimido.

De acuerdo con Horowitz (1986), Irgatúa y Páez (1998), Jelin (2002a, 2002 b) y Cabrera
(2004) estos procesos tendrían tres fases, tanto en lo individual y lo colectivo: inhibición y
silencio; donde la gente, en medio de la represión y el miedo, prefieren callar. En los sujetos y
en las producciones culturales prima la negación, se construye una versión convencionalizada,
una historia oficial, que facilitaría un nivel de olvido aparente, que sería la segunda fase. Pero,
luego, cuando aumenta la distancia afectiva del hecho traumático crece la preocupación por las
causas y se acentúa la movilización por la memoria (Pennebaker, 1994, Lentin, 2009). Para
Cabrera (2004), Lentin (2009) los casos de España y Chile, Argentina, con variaciones, pueden
ser un indicador de este proceso, de un pacto de silencio que fue muy fuerte en los dos
primeros países, se pasaría a escenarios de memoria y justicia.

Ross and Buehler, (1994) en una mirada socioconstruccionista afirman que los espacios del
olvido o evitación del pasado se dan por tres razones: la primera la de aquellos que lo ignoran
para evitar asumir una responsabilidad (los victimarios), las de aquellos que lo ignoran para
evitar el dolor (las víctimas), preguntándose por el impacto de hablar o no hablar y sus
161
implicaciones en la salud mental; finalmente, se evita o ignora el pasado porque se está muy
centrado en la tarea presente o en la construcción del futuro. Todos estos interjuegos con los
olvidos darán unas versiones del pasado, que el autor considera que deben pasar por un criterio
de verdad, que si bien no es el de adecuación y correspondencia, si tiene que ser un criterio
narrativo que pasa por: consistencia, credibilidad, congruencia, coherencia, ser vívido y
detallado. Aunque reconoce que puede haber varias versiones de un hecho que cumplan con
estos requisitos, por eso también acepta que puede haber conflicto y que es necesaria una
negociación de significados, lo cual implica que siempre las memorias son creaciones.

Villapolo (2003), en una perspectiva más comunitaria, resalta de manera significativa el hecho
de los silencios y los olvidos en una comunidad Asahaninka, en Perú; donde se pactan
tácitamente porque una parte de la comunidad apoyó a Sendero y la otra a las rondas
campesinas, aliadas del ejército. La comunidad tuvo una vinculación fuerte con la violencia,
con lo cual, el silencio parecería que asegurara una convivencia entre ellos. Sin embargo, y a
pesar del silencio, la ruptura social permanece y no parece que ésta sea la solución. Pero
incluso, cuando la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR) planteó una propuesta
para trabajar en perspectiva de reconciliación, primaron nuevamente los silencios; porque
poner en evidencia lo sucedido rompía con una imagen de la comunidad, centrada en un
pasado idealizado y en un futuro soñado, y se traería la violencia como enunciado, que es lo
que quiere borrarse. Desde otro ángulo Hough, Canino, Abuey y Guzmán (1998) piensan que
en América Latina, particularmente en México y Guatemala una de las formas de
afrontamiento es la resignación y el estoicismo, lo cual lleva en muchos casos al silencio y a la
necesidad de olvido permanente del sufrimiento vivido (Cfr. Martín-Baró, 1991).

Qi Wang (2008) afirma que el hablar o no hablar como forma de recuperación emocional en
contextos de catástrofes sociopolíticas está marcado por la cultura. Cuando un evento
horrorífico tiene lugar en una comunidad que valora la importancia de la externalización de la
memoria se podrán observar recuentos de memoria, testimonios, narrativas populares,
ceremonias conmemorativas, expresiones literarias y artísticas. Por el contrario, en una cultura
que no tiene este marco, donde el olvido es intencional y la memoria silenciosa, las
remembranzas pueden ser ricas y detalladas en el mundo de lo privado, pero la cronología
comunitaria puede ser breve; y en muchos casos se valorará el silencio sobre la palabra 94.

5.4.2. Una discusión con las ciencias sociales y el derecho:

Das (1997, 2002, 2008, d, e, f, g) y Ortega (2008) encuentran un gran problema,las disciplinas
delegadas por la sociedad moderna para recoger el testimonio y posibilitar la elaboración
personal y colectiva del trauma, en muchas ocasiones se quedan cortas y se convierten en un
dispositivo de poder que “colonizan” la experiencia de la gente 95. En el caso de las ciencias psi
y las ciencias médicas, el dispositivo lingüístico, de saber y poder de la disciplina conlleva
consigo la definición dentro de marcos nosológicos: una enfermedad, un trauma, una patología,
o un trastorno. Desde allí, cierran el lugar para el reconocimiento, la escucha y la contención.
La víctima no se siente reconocida y prefiere callar ante este dispositivo.

De otro lado, la ciencia política y las ciencias jurídicas ven el hecho como una violación del
derecho: un crimen de lesa humanidad, un crimen de guerra. Por lo tanto, tienen el interés en
la descripción del hecho, los autores, los responsables, la posibilidad de la prueba judicial y el
valor jurídico del testimonio (Das, 1997, 2002; Ortega, 2008). Nuevamente, pareciera que el
sujeto, la persona, la víctima se queda por fuera del escenario que abre este dispositivo de

94
El silencio también pues ser generado por conflictos al interior de la familia o de la comunidad, conflictos sociales o
culturales, diferencias internas entre grupos de la comunidad, por la posición que asumen los lideres frente a algunos
acontecimientos; porque se pueden desplegar diversos intereses dentro de la comunidad o pueden existir filiaciones con
los bandos del conflicto (Thompson, 1978 / 1988; Jelin, 2001a; Martin Beristain, 1999, 2005).
95
Tal como se ha expuesto anteriormente en la discusión sobre la intervención desde el trastorno de estrés postraumático.
162
saber y poder. Finalmente, en estos tiempos de la memoria, la historia podría abrir este
escenario. Y sin embargo, ésta también podría quedarse en la necesidad de corroboración de lo
que se dice, el cruce de testimonios, la confrontación con la prueba documental y el archivo.
Así pues, Das (2008 d, e, f, g, h) se pregunta si esta sociedad está preparada para escuchar el
dolor y la narración del horror. Pregunta que también se hace Cyrulnik (2009) para poder darle
sustento a su concepto de resiliencia ante contextos de horror.

Ahora bien, no se trata, según Veena Das (1997, 2008g) de negar las posibilidades que abren
estas disciplinas. Sino que se respete la experiencia de las víctimas, sin que esto implique
complicidad con una sociedad que inculca este silencio como una forma de poder. En efecto en
la exposición que se realizó sobre el enfoque psicosocial se abre una puerta desde la disciplina
psicológica. La pregunta tiene que ver más con una dimensión antropológica y estriba en lo
que ella denomina ‘antropología del dolor’.

Lo que implica una forma lingüística que convoca a otro, al que escucha, al que apoya; es
decir, abre necesariamente la pregunta por la solidaridad y el apoyo del otro. Cuando se ha
vivido el horror, no falta este llamado, lo que parece que muchas veces falta es la capacidad de
los otros (el otro concreto de las relaciones cotidianas) y el otro social para responder,
contener, apoyar, dar crédito, escuchar, respaldar y dar sentido a la experiencia de las víctimas.
Al contrario, se les cuestiona su testimonio, se deniegan sus relatos e incluso la experiencia
global de represión, violencia, violación de los derechos humanos; se construyen relatos desde
el poder que “tapan”, esconden estas realidades y que condenan a las víctimas al silencio y al
ostracismo. En este contexto, el silencio, también expresa una forma de resistencia (Das, 1997,
2008, g).

Pero además, la sociedad moderna, a través del dispositivo de la psicología, e incluso de la


ciencia jurídica, no posibilita una mejor comprensión de esta realidad, y en muchos casos no
posibilita un acercamiento a la experiencia. La autora, sugiere, que la intervención de las
ciencias médicas, psi y jurídicas debe ser un segundo momento del movimiento de apoyo y
solidaridad, de la respuesta social al clamor de las víctimas. Para la autora el primer paso es
una actitud de escucha, de acompañamiento, de no juicio, de estar y de contener. Tener la
disposición para escuchar sin señalar, sin emitir juicio, abrirse a la comprensión y estar
dispuestos a soportar la propia angustia frente al relato de horror, para no minimizarlo, para no
encuadrarlo, para no maximizarlo. Y en eso, muchas veces una escucha silenciosa puede ser
más efectiva que cualquier palabra; o un gesto corporal de apoyo (una mano tendida, un
abrazo) pueden ser más conducentes (Cfr, Das, 1997, 2008g, Lykes, 2001b, Páez, 2001, Martín
Beristain, 1999, 2001).

Después de esto, otras intervenciones psicológicas, médicas, políticas, jurídicas e históricas


tendrán un mejor prospecto y mejores posibilidades de lograr una vinculación activa por parte
de las víctimas, especialmente de aquellas que se han recluido en el silencio como forma de
sobrevivir y de resistir. Ahora bien, en un marco de este talante, el testimonio permite nombrar
las violencias padecidas, hacer el duelo y establecer relaciones con otros; siempre y cuando
haya disposición de escucha (Das, 2008 g; Basabe, 2001; Lykes 2001a, 2001b) que resalte el
valor de la vida cotidiana, la fuerza de la dignidad en la reconstrucción de un sentido en
espacios atravesados por la destrucción y la muerte (Cfr. Martín Beristain, 1999, 2000, 2001,
2005).

Ortega (2008) complementa esta visión afirmando que es fundamental una acción en ambos
registros: el mundo de la acción social y política, visible que puede implicar una resistencia
activa y el mundo de la vida cotidiana, que también la gente necesita reconstruir y donde en
muchos casos también teje su propia dignidad. También rescata el valor del testimonio y del
testigo, aún en registros por fuera de lo jurídico-político: en lo performativo, en los ritos, en la
vida cotidiana, en la ficción, como formas a través de las cuales la gente también se
163
reconstruye y crea dignidad. Jimeno (2008) complementa este punto de vista cuando afirma
que si en el lenguaje está un dispositivo para asumir el dolor, al ser éste parte de la cultura y de
la construcción social del sujeto, el escucha también encontrará mecanismos para contener y
escuchar. Por lo tanto, considera que el testimonio es fundamental como medio de “creación
de un campo intersubjetivo en el cual se comparte, al menos de modo parcial, el sufrimiento y
puede anclarse la reconstrucción de la ciudadanía…” (P. 267).

Una experiencia muy interesante al respecto es la que referencian Honwana (1997) y Viaene
(2008) sobre el trabajo con niños soldado en Mozambique. Este trabajo no pasa por la palabra,
sino por rituales de limpieza y purificación de espíritus malignos en los niños combatientes; en
un marco de acción que integra lo corporal con lo espiritual, lo individual con lo colectivo. El
objetivo de los rituales es reintegrarlos a la comunidad y restaurar su identidad. Por eso, no
pueden hacerse procesos de memoria narrativa, porque el nombrar nuevamente los hechos y
acciones, puede hacer que los espíritus vuelvan y tomen otra vez a los niños. Así que el
silencio asociado a la realización de rituales con significado colectivo, en este contexto,
aparece como una forma de reconstrucción de tejido social.

Ahora bien, Jimeno (2008) afirma con Giorgio Agamben (2009) que no se le puede dar el
carácter de lo indecible, ni de lo numinoso a este tipo de experiencias, como si se les atribuyera
un lugar divino o místico puesto que implicaría atribuirles más poder del que ya han
descargado con la acción violenta, con el crimen, con el genocidio. Por lo que se hace
necesario encontrar algún tipo de expresión: el testimoniar como acto, que puede ir más allá de
lo político-jurídico, de la denuncia, sin obviar esta dimensión; pero que puede pasar por el
grupo de apoyo, por el ritual, la ficción, los símbolos compartidos, lo performativo.

También, Werner Bohleber (2007), cuando realiza una exploración muy interesante por el
proceso mental del trauma, haciéndose énfasis en el tema de las dificultades de simbolización;
la importancia de la elaboración, que no siempre pasa por lo narrativo, y que implica sobre
todo otro que escuche, ese otro no solamente es el psicoanalista o el terapeuta, sino también
una sociedad que valide la experiencia, la verdad histórica, en la cual, la persona no solamente
es víctima, sino también testigo. Así pues, el problema no está tanto en que la experiencia sea
incomunicable, sino en que haya una sociedad, un colectivo dispuesto y abierto para escuchar,
validar y dar crédito a los hechos. “Puesto que los individuos traumatizados no son sólo
víctimas de una realidad política destructiva, sino también testigos. Con frecuencia encuentran
que pocos están dispuestos a escuchar su testimonio porque la gente no quiere que la carguen
con sentimientos de temor y dolor… y sin embargo, estos testigos dan fe de un hecho
histórico” (P. 64) (Cfr. Puget, 1991) y es en este proceso donde encuentran la cura.

Desde este punto de vista es un proceso que transforma tanto a quien habla como a quien
escucha. Aquí los afectos funcionan a nivel psicológico y social, por lo tanto el testigo y los
que escuchan están en tres dimensiones: psíquica, social y política. Ahora bien es un proceso
que debe ser acompañado, moderado y dirigido con una gran responsabilidad, en una lógica de
“sentirse” con el otro en su sufrimiento (Herman, 1997; Simon, Eppert, Clamen, & Beres;
Zembylas & Beckerman, 2008).

5.5. El papel terapéutico del testimonio:

Este tema introduce en las investigaciones y trabajos en los que se ha revisado el papel que
cumple el testimonio de las víctimas en escenarios de construcción de una verdad pública y/o
histórica. Es una pregunta por el lugar del testigo y del testimonio en los escenarios de luchas
por la memoria, en la afirmación y reconocimiento de hechos de horror, crímenes de lesa
humanidad y violaciones sistemáticas de derechos humanos y en la construcción de
transiciones políticas de las dictaduras, las violencias políticas y los conflictos armados hacia
la democracia.
164
Como se esbozó anteriormente, los primeros procesos investigativos en este tema se dieron en
contextos clínicos con víctimas de tortura, expresos políticos y refugiados. Becker y Lira
(1989) afirman que la conmemoración testimonial, el testimonio social de las víctimas tiene un
papel fundamental en la lucha contra el olvido y la impunidad, permiten darle un sentido social
a los síntomas, engranan las memorias intrusivas dentro de la secuencia pasado-presente-
futuro, y además de ser un arma política, parecen servir para disminuir la sintomatología
individual.

Sobre este punto, Hamber (1995) afirma que desde una perspectiva estrictamente psicológica
la recuperación y la curación se pueden lograr si se facilita un espacio de escucha y contención
para las víctimas y sobrevivientes; para después ser presentados públicamente. La denegación
de estos espacios podría generar síntomas físicos y psicológicos. Puesto que, según Lykes
(1999), la mentira y la distorsión de la realidad de la violencia, la historia oficial y la
impunidad han anclado al sujeto individual, que no podrá distinguir lo que es verdad de lo que
no es: la mentira institucional cuestiona su propia identidad y su visión de la realidad (Martín
Baró, 1990); por esta misma razón, su recuperación puede beneficiarse de un testimonio
público, o con procesos que ayuden a dar un sentido social a esta experiencia

Kaufman (2001, 2006) además del trabajo terapéutico psicoanalítico, observa que éste es
insuficiente si no se realiza un procesamiento de la palabra, el testimonio y la memoria en la
elaboración pública y social, a través de la acción pública, la lucha por los derechos humanos,
la verdad y la justicia. También Chapman y Ball (2001) afirman que la acción de dar
testimonio en un foro público es un acto catártico y sanador, no solamente para la víctima, sino
también para la sociedad.

Por esta razón y desde su propia experiencia, Primo Levi (1976 / 2008) aborda tres ideas
fundamentales que constituyen un referente ético del hacer memoria:

1. El sobrevivir está relacionado con el dar testimonio, y esta idea como una forma de
resistencia en medio de la opresión y deshumanización del “LAGER”.
2. No se trata de “comprender” la experiencia, porque esto es casi justificarla, buscar una
identificación de ella. Se trata de darla a conocer para que no se vuelva a repetir, porque
esto que se ha vivido puede volverse a repetir, si las conciencias quedan obnubiladas. Así
pues el testimonio también tiene una función moral y educativa. Pero el testigo también
cumple un papel ante la justicia, para que ésta pueda sustituir al odio. El escribe como
testigo, pero los jueces son los lectores.
3. De allí que el recordar, el testimonio, la memoria sean un deber: deber con todas las
víctimas (los hundidos), pero también deber de recordar que a Hitler y a Mussolini cuando
hablaban se les escuchaba con devoción, como a dioses. Sin olvidar que quienes siguieron
órdenes no eran esbirros ni no humanos: “más peligrosos son los hombres comunes,
funcionarios dispuestos a creer y obedecer sin discutir… Y en un proceso de memoria
ejemplar incluye a los militares franceses en Argelia y a los norteamericanos en Vietnam”;
allí está para el autor la función de la memoria.

En este mismo orden de ideas, para Semprún (1995 / 2007) y para Primo Levi (1976 / 2009), el
testigo/sobreviviente, habla en nombre de quienes no pueden hablar y han vivido la
experiencia radical. Ahí estriba una de sus mayores dificultades, porque como sobrevivientes
no pueden dar cuenta de los “hundidos”. Y esto implica en muchos casos una sensación de no
ser comprendido, ni escuchado ni creído. Por eso Semprún aborda el problema de la verdad
esencial, aquélla que ningún estudio histórico podrá contar jamás y que necesita ser revelada
de alguna manera: ahí está el poder del testimonio, sin embargo, de nuevo para el autor, es la
vía del arte y la ficción, quizás, la mejor manera de comunicar esa verdad esencial a quienes
escuchan.
165
De todas formas Semprún (1995 / 2007) introduce una distinción muy bella entre la
experiencia que se recuerda porque se ha vivido, y la acción de memorizar hechos históricos.
Diferencia entre recordar y memorizar. (p. 129). Constantemente está haciendo una discusión
sobre la memoria, la necesidad de afirmar una buena memoria, puesto que en el contexto en
que se escribe, esta memoria puede ser puesta en cuestión. De allí la importancia de poder
referirse a hechos que se recuerdan porque sencillamente se han vivido. Otra distinción de la
memoria es la que puede desarrollar el testigo que ha vivido los hechos y los tiene impresos en
su piel, en su cerebro y la memoria que se construye cuando éste la transmite a sus “nietos”, a
las otras generaciones, que ya no es recuerdo “real del olor a carne quemada del crematorio”,
sino un conocimiento de unos hechos, un mensaje que al final es un mensaje ético.

Por su parte Patrick Dove (2005) dirá que entre trabajo de duelo y trabajo de justicia en el
testimonio y en la memoria hay una contradicción. Porque cuando se narra para elaborar el
duelo se narra para dejar atrás los hechos, mientras que si se busca la justicia, estos hechos
deben permanecer en la memoria personal y colectiva: “El testimonio está marcado por el
conflicto entre la urgencia de hacer escuchar y la responsabilidad de respetar la dignidad del
otro, lo que frecuentemente requiere límites al deseo de revelar. Escenifica el compartir el
dolor por la vía de la empatía y la solidaridad. Junto a la voz singular del otro, construye un
lenguaje negociado entre dos o más interlocutores…” (P. 145). En último término dar
testimonio es una acción de dignidad, una acción ética y moral que señala la injusticia y un
acto político que intenta denunciar y transformar una situación de violencia y dominación.

Por eso, Esther Cohen (2008) piensa que es preferible el exceso a la falta de memoria, puesto
que el silencio y el olvido condenan a las víctimas a la injusticia y dejar de ver que el
totalitarismo nació en el seno de esta sociedad y que puede volver a aparecer si no se le
identifica y no se lucha contra él. En este sentido para ella son fundamentales los diferentes
relatos de las víctimas, porque son la voz de la conciencia para la sociedad occidental, una voz
ética que compele a otras formas de organización social y de relación.

Castilla del Pino (2008) afirma que tener existencia, es también estar en la memoria y en las
narrativas de otros: es decir, queda la constancia en nombres y apellidos de la existencia. Y es
en este sentido donde lo que parece innombrable se puede nombrar. Y aquí el testimonio se
convierte en una acción moral: aunque no sea totalmente útil para lo que llamamos historia,
que al final la hacen los historiadores. Pero no se puede prescindir del personaje, porque es
quien cuenta el drama. Da testimonio de él…

Por eso, para Ricouer (2003), las comisiones de la verdad y los escenarios socio-políticos y
públicos de memoria son un escenario privilegiado para presentar los testimonios, porque no
implican la rigurosidad de la prueba judicial, que no permite recoger al testigo (al confrontarlo
e incluso contradecirlo), pero tampoco es el espacio de la vida privada, lo que implica un
escenario a medio camino entre la ciencia histórica y la ciencia jurídica, entre el trabajo
terapéutico de duelo y la narración histórica: es la herramienta privilegiada del trabajo de
memoria (Ricoeur, 2003).

Retomando el análisis de las investigaciones que abordan una perspectiva psicosocial del
testimonio, Lykes, Blanche & Hamber (2003) exploran los roles que han jugado los
psicólogos en los procesos de recuerdos del pasado y la construcción de nuevas identidades
para crear un futuro más justo. Buscan mostrar cómo los esfuerzos para expresarse (contar sus
testimonios) desde la propia experiencia de la represión política y militar, están envueltos en
una compleja representación política que va más allá de la simple oposición binaria de silencio,
versus dar voz. Esto lo muestran en dos escenarios: un grupo de mujeres de Guatemala que
produjeron un libro, con fotos y relatos, acerca de su pasado y presente. El segundo grupo,
trabajando en el ámbito de la CVR en Sudáfrica, permite explorar las formas, motivaciones y
166
expectativas de dar el testimonio en diferentes momentos del proceso, mostrando los roles que
la gente juega.

Estas iniciativas pueden ser vistas como momentos de resistencia a una represión externa e
impuesta que ha censurado y marginado su voz. Y esto es cierto, pero según los autores
(Lykes, Blanche & Hamber, 2003) también se tiene que deconstruir la visión romántica de la
voz de la gente, puesto que esto está mediado por un acompañamiento y un proceso de apoyo
psicosocial, que también ha interactuado con la comunidad y ha marcado espacios y tiempos
del hablar. Así se da un continuo interjuego entre la autenticidad del relato, los requerimientos
de la tecnología discursiva que se requiere (una cámara / una audiencia pública, etc.) y las
condiciones materiales de su resistencia (es decir, no se da testimonio en el vacío, también se
buscan mejores medios a nivel económico, social, político). Lo que emergió en el proceso fue:
que no fue la particular voz de las víctimas lo que se testimonió, sino un proceso interactivo
que generó representaciones políticas, demandas sociales y un marco de comprensión como
resistencia social.

Para Oberti (2006, 2008), el testimonio tiene un papel fundamental, puesto que en su registro
de verdad, que no es el de la adecuación, sino el de la veracidad y la rectitud se pueden ir
tejiendo diversas historias, diversos relatos que quienes los escuchan pueden comparar,
relacionar y de esta manera construir relatos sociales que no dejen en el territorio del silencio y
del olvido las vivencias de las víctimas, y al mismo tiempo permitan resignificarlas más allá de
la literalidad. Reconoce en este proceso una función terapéutica de la memoria (individual y
social) y el ejercicio de un derecho. Por esta razón considera que el deber de memoria es una
sinrazón, cada uno tiene su tiempo de elaboración. En su concepto el deber de memoria es tan
rapaz como el deber de perdón. Son formas de discurso que colonizan la experiencia de la
víctima y no le permiten su proceso de elaboración.

Para Gaborit (2006b, 2007), la salud mental de las sociedades, donde se ha dado, permitido y
amparado la violencia, pasa por la recuperación de la memoria histórica. Los intentos de todas
aquellas personas o instituciones que no desean que las desapariciones, las masacres y las
torturas queden relegadas al olvido, lejos de caldear ánimos y reabrir heridas ya cicatrizadas,
vienen a cerrar esas heridas, que han permanecido abiertas, y a reforzar la cohesión y el orden
social. El recordar, es decir, la acción de hacer memoria, y las narraciones que de ella se
desprenden no son una simple discusión verbal que intenta reconciliar versiones distintas de
eventos acaecidos en el pasado, es la acción que empodera a las mayorías populares, a las
víctimas y a sus familiares, de decir y decirse justicia y que va moldeando un conjunto de
actitudes prácticas, cognitivas y afectivas, que posibilitan una verdadera reconciliación social.

Lykes, Martin Beristain y Cabrera (2007) ratifican este punto de vista y afirman que el acto de
dar testimonio constituye una acción de resistencia, que puede fortalecer las relaciones
sociales, el apoyo social y la comunicación en la comunidad; puede implicar un sentido de
valoración de sí mismos y aumentar la asertividad en las luchas por la defensa de la verdad. Y
cuando esto se hace en un marco de acompañamiento psicosocial comunitario, donde los
sobrevivientes asumen un rol activo, retoman su voz, asumiendo la lucha por la justicia, la
reconstrucción de la memoria comunitaria, estos procesos, también contribuyen a la
elaboración de los duelos, a manejar las emociones (especialmente el miedo), al mejoramiento
del clima emocional, a recuperar la identidad social y a la recuperación emocional de los y las
participantes.

Para Cyrulnik (2009) la memoria es fundamental, porque sin memoria, se está sometido al
presente; pero una sociedad que niega a las víctimas y sobrevivientes la posibilidad de relatar y
dar testimonio (los esclavos negros, los armenios, los rojos españoles, los judíos en muchos
momentos, los argelinos, los camboyanos, etc.) provoca en las víctimas un sentimiento de
rechazo, una escisión: “condenado al mutismo selectivo para no ser extraño, privado del apoyo
167
tranquilizador de su ambiente, el herido queda sometido a la memoria de lo que ocurrió... La
memoria del trauma es un arma de doble filo: sin memoria, la vida es un sinsentido; pero con
una tragedia en la memoria, es insoportable. Entre ese doble peligro, los heridos se ven
obligados a escribir otra historia que es la que conocerán sus allegados. Por eso decimos que
ninguna historia es inocente” (Cyrulnik, 2009, P. 193 – 194).

Ahora bien, Bar-Tal (2008) considera que en el marco de los conflictos donde las memorias
son manipuladas y construidas de acuerdo a una visión sesgada, tal como se señaló
anteriormente, es necesario trabajar la verdad y un testimonio centrado en la misericordia y el
perdón, como valores para la reconstrucción de las relaciones. Esto implica el reconocimiento
de dos narrativas del conflicto, que cada parte asuma la responsabilidad y que los testimonios
de las víctimas, sirvan tanto a su curación individual, como a una visión incluyente de
memoria. Esto implica un reconocimiento de las heridas que han causado dolor, superando el
victimismo, reconocimiento del daño, recibir empatía y soporte, y reconocer el rostro de la otra
parte (Cfr. Lederach, 1997)96.

5.6 El grupo de apoyo mutuo y otras formas de trabajo psicosocial con comunidades:

El reclamo de Veena Das (2008h), expuesto en este capítulo, conlleva a una reflexión sobre las
formas apropiadas y enmarcadas culturalmente para realizar un trabajo psicosocial con
comunidades afectadas por la guerra, favorecer escenarios sociales de “escucha” y
reconocimiento para que se pueda dar testimonio público por parte de las víctimas y para
generar espacios de reconstrucción del tejido social. La autora espera haber demostrado que
“La construcción de la memoria compartiendo el dolor de los otros es una actividad diferente
de construirla mediante colecciones en los museos” (P. 434).

5.6.1. Memoria compartida y grupos de apoyo mutuo:

El primer paso para que la palabra de las víctimas pase de lo privado a lo público, para que su
dolor pueda ser elaborado y para que puedan contar sus historias, en escenarios de contención
y apoyo, que implica un testimonio en espacios grupales de memoria compartida, son los
procesos y trabajos psicosociales; desde un colectivo que se hace sensible a los hechos y
posibilita esta escucha que permite a las víctimas y nombrar lo innombrable. Estos espacios
han posibilitado el apoyo, la construcción de la memoria compartida y un espacio de
confianza, seguridad y contención para lograr transformaciones individuales y colectivas que
han sido base para otras acciones de tipo colectivo. A continuación se presentaran algunas de
estas experiencias, teniendo en cuenta que muchas de ellas no aparecen referenciadas en las
revistas científicas y en el mundo académico, por lo que es evidente que deben ser muchísimas
más que las aquí referenciadas, que valen como ejemplo del tipo de procesos que ser quiere
traer a colación en este estado de la cuestión.

96
A propósito del trabajo de exhumaciones en España Francisco Fernández (2006) y Fouce (2006, 2008), afirman que, en
medio de todo, este proceso es de vital importancia para la recuperación del testimonio de víctimas/sobrevivientes y
testigos de la represión franquista, puesto que este es uno de los principales hilos de la recuperación de la memoria
histórica. Lo cual implica el paso de una cultura del miedo, la sospecha y el silencio alimentada por varias décadas, de la
intimidad de la derrota, a una cultura de pasar a lo público. De lo privado a lo público. Fernández de la Mata (2006),
desde una perspectiva antropológico-social, se centra en la experiencia de sufrimiento (y su gestión) de quienes quedaron
definidos como perdedores o vencidos desde los inicios de la rebelión militar de 1936 en lo que dio en llamarse “zona
nacional”. El drama vital de la represión franquista, junto a una largamente pospuesta atención a las víctimas, ha
generado graves conflictos personales que aparecen a la hora de recuperar estas memorias, haciendo necesario desarrollar
una metodología específica para la recogida y análisis tanto de los recuerdos como de lo olvidado, esta metodología
testimonial implica no sólo la narración, sino la posibilidad de lograr hacerla pública, y con esto alcanzar el
reconocimiento que siempre se negó a estas víctimas. La experiencia mostró que este proceso tuvo una función
reivindicativa y posibilitó un alivio que transformó el dolor de muchos años en un sentido de identidad orgullosa y la
oportunidad de tener un protagonismo social que es reparador.

168
Martín Beristain y Rieira (1994), con base en su trabajo de acompañamiento a comunidades en
Centroamérica, recomiendan la estrategia del grupo de apoyo mutuo como una forma de
resistencia, afrontamiento activo, soporte emocional, fortalecimiento de la cohesión social.
También se puede referenciar el trabajo de las arpilleras en Chile (Lira, 1998, Bacic, 2008) fue
una experiencia en la que las mujeres se encontraban y a través de tejidos sobre telas iban
reconstruyendo la historia y constituían un espacio de apoyo mutuo y recuperación emocional,
que con el paso del tiempo se convirtió en movimiento social, que en plena dictadura, pudo
nombrar lo que parecía innombrable y posibilitó un ejercicio de sub-versión que se fue
filtrando y generó procesos de resistencia social, que a su vez generaron mejor bienestar en la
salud mental de las mujeres.

La experiencia de Khulumani97 (Hamber, et. al. 2000; Hamber, 2003; Lykes, Blanche &
Hamber, 2003; Hayner, 2008a) en Sudáfrica es una experiencia significativa de apoyo mutuo,
donde los autores describen un proceso de formación de víctimas (en su mayoría mujeres) para
realizar contención emocional a otras en espacios grupales (se abrieron 35 grupos de apoyo en
total), donde se trabajaba a partir de la narración de la historia; este trabajo de contención
compartida fue altamente significativo para afrontar la violencia sufrida en el pasado, el
proceso de la CVR sudafricana y su posterior decepción para las víctimas que buscaban
justicia y reparación.

Hanscom (2001) presenta la experiencia del proyecto “Espera” en Guatemala, un trabajo que
consistió en formar a mujeres indígenas mayas, que anteriormente eran promotoras de salud,
como promotoras de salud mental que trabajaron con grupos de apoyo, en una metodología que
permitió el reconocimiento de las historias de vida, la validación de las reacciones
emocionales, los mecanismos de afrontamiento y la comprensión del daño que hace la
represión. En una evaluación posterior, la autora pudo comprobar cómo muchos de los
síntomas y reacciones habían mejorado ostensiblemente por la realización de este proyecto.

Lykes (2001a) reporta dos trabajos en esta línea, también en Guatemala: el primero el proceso
de apoyo mutuo de mujeres de comunidades ixil, a través del contarse historias de su
experiencia en el conflicto armado, con fotografías. Pero también referencia en este texto, un
trabajo de apoyo psicosocial con mujeres que se formaron para trabajar y apoyar a niños y
niñas en sus comunidades. Ambos trabajos con notables logros en la recuperación de las
víctimas y en el fortalecimiento del tejido social, aunque los indicadores de estos procsos no
han sido trabajados de forma más sistemática.

Patricia Mathes Cane (2002) presenta un trabajo que ha realizado en Centroamérica y en otras
partes del mundo, en el que a través de talleres de formación, ha podido desarrollar habilidades
de acompañamiento, apoyo y contención a víctimas de la violencia social y política. La autora
intenta potenciar las formas tradicionales de sanación de las comunidades, dialoga con otras
técnicas que ofrece la psicología y otras tradiciones culturales y propone un trabajo colectivo
que permita un proceso integral donde persona y colectivo puedan recuperar la dignidad,
puedan remitir los síntomas traumáticos y se puede restablecer el tejido social. Veena Das
(1997, 2002, 2008 h) también piensa que este tipo de escenarios son fundamentales y observa
que en sociedades tradicionales como las de la India, son formas que desde la cotidianidad
permiten a las víctimas transformar su sufrimiento y vivir dignamente.

También, en Guatemala, se ha trabajado de forma intensa en otros contextos en la formación


de promotores y promotoras de salud mental. Lo hizo el proyecto REMHI (ODHAG, 1998), y
otras organizaciones a lo largo y ancho del país. El equipo de estudios comunitarios y acción
psicosocial (ECAP), sistematizó, recopiló y conformó un proceso de capacitación, con el

97
Palabra que en idioma Zulu significa: expresarse, sacar fuera por la palabra.
169
objetivo de desarrollar un trabajo de formación que recogiera los elementos a tener en cuenta
en una perspectiva psicosocial para el apoyo a las víctimas (ECAP, 2006).

En esta misma línea, en Colombia se han desarrollado dos proyectos significativos con
víctimas de la violencia en territorios de fuerte incidencia del conflicto armado. En estos
proyectos se ha formado a personas de las comunidades para realizar acompañamiento y apoyo
desde la misma base, para lograr contención, crear espacios de confianza, superación,
resiliencia y resistencia. El primer trabajo, realizado por la corporación AVRE (2002), formó a
terapeutas populares y multiplicadores psicosociales con la pretensión de “contribuir en la
disminución del sufrimiento emocional de las víctimas, familias, grupos de la comunidad y
organizaciones acompañantes, a través de acciones de prevención y apoyo especializado en
salud mental, desde un enfoque diferencial de género, identidad cultural y étnica en la atención
terapéutica a nivel individual, familiar y colectivo, con el fin de incidir en procesos de
recuperación integral”. En este mismo sentido esta corporación acaba de producir un manual
para trabajar con mujeres víctimas de violencia sexual en el marco del conflicto armado
(AVRE, 2010)

El segundo trabajo realizado por tres instituciones: CONCIUDADANIA, la Asociación de


Mujeres del Oriente Antioqueño (AMOR) y el Programa por la Paz – CINEP formó a mujeres
de la comunidad en cuatro regiones del país: Oriente Antioqueño, Magdalena Medio, Sur de
Córdoba y dos organizaciones de víctimas de la ciudad de Medellín (Ramírez, Londoño,
Montoya & Villa, 2007). Este trabajo ha sido evaluado de manera cualitativa, mostrando los
logros y procesos de superación en la investigación “Nombrar lo innombrable: Reconciliación
desde la perspectiva de las víctimas” (Villa, Tejada, Sánchez y Téllez, 2007), donde se
evidencia de qué manera este trabajo, realizado a través de la metodología de grupos de apoyo
mutuo, implicó la recuperación emocional, la recuperación de las creencias y el sentido de
vida, la restauración de la dignidad y reconstrucción de tejido social, analizado en una mejor
integración y cohesión social y la emergencia de un proceso de organización de víctimas con el
objetivo de resistir los embates del conflicto armado y reclamar sus derechos a la verdad, la
justicia y la reparación.

También en Colombia, María Victoria Uribe (2010), en su investigación sobre las acciones de
memoria a lo largo y ancho del país, recoge la experiencia de las mujeres de Mampuján, en el
norte de Bolívar, que a partir de la elaboración de tejidos y mantas van reconstruyendo la
historia de la comunidad, en una dinámica en la que el tejido deja de ser símbolo y se hace real,
puesto que tejer, hablar y compartir van de la mano en una experiencia que le ha dado sentido
y significado a la experiencia de estas mujeres. También reporta la experiencia en los Montes
de María, Mujeres narrar para vivir, donde éstas en colectivos de mujeres fueron contando sus
historias y narrando sus testimonios en un espacio de apoyo y contención, que fue base para
luego realizar testimonios públicos.

En otro marco de conflicto, en Israel, y apoyando lo anteriormente dicho, Nets-Zehngut y


Daniel Bar-Tal (2007), mostraron también que los procesos de auto-apoyo colectivo, con el
objetivo de reducir la pena profunda, el dolor, el sufrimiento, son espacios que pueden
contribuir a generar un clima emocional positivo. Pero más allá de eso, afirman que estas
acciones contribuyen a la generación de actividades sociales y políticas que le permiten a la
gente retomar el control sobre sus vidas y sus destinos; puesto que se conforman redes de
apoyo psicosocial, de soporte emocional, e incluso proyectos conmemorativos y actos rituales
(Cfr. Bar-Tal & Bennik, 2004).

Por su parte, Piper (2005) estudió el programa PRAIS 98 en Chile, orientado a la atención en
salud mental a las víctimas de la dictadura. La autora afirma que el modelo ha sido
98
Programa de reparación y atención integral en salud, puesto en marcha después de la Comisión de Verdad y
Reconciliación, en 1993.
170
equivocado, puesto que constata que el modelo ha llevado a particularizar e individualizar el
daño; y no ha conllevado una práctica social que implique a su vez transformación colectiva,
como una necesidad de reparación social. Para Martín Beristain (2010) el PRAIS no ha tenido
enfoque comunitario, pero algunas de las críticas que se han hecho han emergido más del
propio proceso político que han desarrollado las víctimas a lo largo de estos años y de los
cambios que en este marco han tenido los profesionales de la salud mental comprometidos con
los procesos de las víctimas, quienes han constatado que el proceso, fundamental,mente basado
en la atención individual, es insuficiente en el proceso de curación y dignificación de las
víctimas.

Este tipo de procesos, en general, a su vez implican que no solamente la palabra, sino también
lo corporal y lo performativo son formas eficaces de enunciar los hechos y hacerlos
comunicables (Connerton, 2008). De allí que sea fundamental mirar los trabajos que han
intentado analizar la fuerza ‘terapéutica’ de los procesos de acción de memoria de tipo
performativo y en la acción colectiva y pública de memoria. En muchos casos estos rituales,
especialmente en comunidades tradicionales, pueden tener mejores efectos en términos
psicológicos, que las mismas terapias de corte occidental y afectan factores psicosociales y
sociopolíticos de reconstrucción de tejido social y fortalecimiento de la comunidad (Hayner,
2008a).
5.6.2. Reparación desde abajo a través de la acción colectiva y la memoria performativa:

La mayoría de las investigaciones que se centran en los procesos colectivos de memoria, la


acción pública, los rituales y las movilizaciones sociales, tienen como fondo una hipótesis de
Durkheim, esgrimida en 1912, en “Las formas elementales de la vida religiosa”; que por lo
demás, como se dijo anteriormente, fue el texto que inspiró a su discípulo, Maurice
Halbwachas a acuñar el concepto de memoria colectiva y hablar de los cuadros (marcos,
esquemas) sociales de la memoria, en 1925.

El punto fundamental de la tesis de Durkheim (1912 / 1982) es que la participación en rituales


funerarios, memoriales y conmemoraciones moviliza emociones de dolor, tristeza, cólera y
rabia, con lo cual, y al mismo tiempo se genera un proceso de compartir estas emociones. Pero
también, se suscitan reacciones positivas, que a su vez, movilizan hacia la cohesión social, la
integración y la solidaridad. Así, el rito religioso se convierte en un factor que fortalece el
orden social, revalida la identidad de los sujetos y de la comunidad, aumenta el sentido de
pertenencia y el sentimiento de cohesión colectiva.

Otro autor clásico que sirve como referente para pensar los rituales como forma de curación
psíquica y mejoría emocional, es Freud (1915), quien en “Duelo y Melancolía” reconoce la
importancia de las acciones simbólicas en el trabajo de duelo. Este punto de vista es reforzado
por la teoría del apego de John Bowlby (1980), para quien las ceremonias y rituales de duelo
mitigan la separación, permiten la expresión pública de dolor y abren espacios para el apoyo
social.

Ahora bien, Ricouer (2003), ahondando en esta situación, diferencia entre rituales funerarios y
de duelo y acciones de movilización que implican memoria colectiva; por lo que afirma que
más que trabajo de duelo, es necesario hacer un trabajo de memoria, que según Schmucler
(1996) es posterior al duelo. Este trabajo de memoria, no es un proceso simplemente catártico,
como lo sería el rito funerario; sino un trabajo y una acción que pasa por la elaboración, la
organización y la movilización (Ricoeur, 2003). En este sentido, puede afirmarse que las tesis
de Durkheim y Freud pueden ser complementarias, como se verá más adelante 99.
99
Algunos autores como Bowlby (1980), Worden (1991, 1997), Fernández Liria (2006), Martín Beristain (2005), de
todas formas, atribuyen a los ritos funerarios, a las manifestaciones colectivas de duelo un potencial para ayudar a aceptar
la pérdida, para poner el límite entre los que han muerto y los que quedan vivos. Posibilitan una catarsis emocional y una
oportunidad de manifestación abierta del dolor, la tristeza y la rabia. Por esta razón, se ha afirmado que tienden a
171
Ya en 1996 Páez, Pennebaker y Rimé, recogiendo algunos trabajos que habían desarrollado por
separado (Pennebaker, 1990, 1993, 1994; Páez y Basabé, 1993; Rimé, 1995) afirman,
apoyando la hipótesis durkheimiana, que acciones de memoria colectiva cumplen una función
preventiva, en relación con la salud mental de los sujetos y los colectivos que participan en
estas manifestaciones públicas.

De cara a los eventos traumáticos que dividen la sociedad, los rituales dirigidos al recuerdo no
tienen una naturaleza normativa unificadora como pensaba Halbwachs (1950 / 2008). Puesto
que para las víctimas es importante, necesario y dignificador; mientras para los perpetradores,
puede ser un motivo de vergüenza, culpa o responsabilidad; por ello los cuestionan o coartan,
en una dinámica de evitar el recuerdo o convencionalizarlo. (Marques, Páez y Serra, 1998) En
muchos casos, lo que se evidencia es un juego de poder y una lucha y disputa por los sentidos,
en los que los emprendedores de memoria deben esforzarse para que las víctimas puedan
alcanzar el reconocimiento (Jelin, 2002 a).

Para Elizabeth Lira (1998), las memorias resistentes son memorias terapéuticas, así pues, tanto
la memoria documentada, como la memoria social performativa (memoria viviente),
contribuyen al restablecimiento o la construcción de un orden político justo que genere un
marco ético, político y subjetivo para enfrentar los abusos del pasado. Por eso a nombre de
evitar el dolor o evitar la polarización o que no se den venganzas y/o violencia, no se puede
eliminar la memoria. El arte y el performance cumplen un papel importante, porque la gente
necesita que sus relatos sean reconocidos por la sociedad, por otros fuera de ellos mismos, para
hacer que su horror privado sea parte de la historia, parte de lo que otros reconocen como
verdadero, válido y compartido.

En esta misma línea, Páez & Basabé (1999) y Basabe (2001) confirman la importancia del
recuerdo público para el mantenimiento de las memorias colectivas, mejorando el clima
sociopolítico. Martín Beristain, González & Páez (1999) reafirman, en un estudio que sintetiza
el trabajo de investigación del proyecto de recuperación de la memoria histórica en Guatemala
(REMHI), que cuando las comunidades se movilizan, realizan rituales y generan acciones
colectivas de memoria, aún cuando hayan sufrido el horror, tienden a mejorar en su cohesión
social, en sus posibilidades de dignificación y resistencias (afrontamiento directo), en su apoyo
social, aún cuando estos rituales y conmemoraciones despierten sentimientos y emociones
negativas en los y las participantes, tales como miedo, tristeza, sensación de injusticia,
incertidumbre, cólera y dolor intenso.

Para estos autores (Martín Beristain, et. al., 1999), esto refutaría la tesis de Freud, pero
reforzaría la de Durkheim; porque no disminuyen el malestar emocional, aunque sí mejoran la
cohesión social. Este trabajo, no realiza una clara distinción entre el simple ritual funerario y
de duelo, de las acciones de conmemoración como acción pública, que conlleva movilización y
orientación hacia una meta: la dignificación del fallecido, la reivindicación de la reparación y
el conocimiento de la verdad.

Hamber, Mosikare, Friedman & Maepa (2000), Hamber (2003) Lykes, Blanche & Hamber
(2003) y Hayner (2008a) reportan el proceso de Khulumani, organización de víctimas que,
entre otras labores, desarrolló rituales con las comunidades y con las víctimas en varias
localidades en Sudáfrica. Se trataba de vigilias de luces para recordar a los seres queridos
asesinados. Estos autores mostraron que este proceso trajo consuelo, soporte emocional y

fortalecer la cohesión colectiva, mientras no son protectores frente a las emociones negativas. Por lo tanto, será
importante diferenciar entre los rituales de duelo y funerarios, de las acciones políticas y públicas de memoria en el
marco social, puesto que sus intencionalidades y procesos son diferentes.

172
cohesión colectiva, puesto que la gente pudo expresarse colectivamente y romper el silencio
del pasado.

En un ámbito más social, Basabé, Páez & Rimé (2004) y Páez, Matínez Sánchez & Rimé
(2004) encontraron en una investigación con personas que participaron en manifestaciones una
semana después del 11-M, que reportaban una sensación de apoyo social subjetivo, menor
soledad, más afectividad positiva, mejor autoconcepto y veían también los aspectos positivos o
beneficios personales, interpersonales y sociales de la reacción que se tuvo ante el trauma
colectivo. Los altos niveles de participación en manifestaciones una semana después,
predijeron a los dos meses una percepción del clima emocional social positivo por parte de los
y las participantes. Por su parte Wayment (2004) trabajando con estudiantes universitarios
sobre las reacciones al 11-S en New York, ha encontrado que las conductas de ayuda social,
solidaridad y acción colectiva favorecen la superación de la culpa del sobreviviente, ofrecen
una mejoría al dolor y la profunda pena sentida, y posibilitan reacciones de mejoramiento
frente al estrés emocional. Y Janoff-Bulman (2004) afirma que una movilización de la
comunidad generará una visión positiva del mundo.

Estas conclusiones han sido apoyadas por Conejero, De Rivera, Páez & Jiménez (2004).
Campos & Páez (2004), Páez, Basabé, Cubillas & González-Castro (2007) y Rimé, Páez,
Basabe & Martínez (2009), Box y Coney (2009) quienes demuestran que el compartir
emocional y la participación en los eventos (rituales religiosos, acciones políticas, marcha de
protesta contra las bombas en Madrid), se convirtió en una forma de afrontamiento que
posibilitaba un mejoramiento en el clima emocional.

Cole (2004) concluye que la memoria colectiva puede servir como una práctica terapéutica
para una comunidad y sus miembros (Cfr. Sturken, 1997). Para este autor es claro, que cuando
un grupo se encuentra a compartir un pasado especialmente traumático, dentro de
representaciones de memoria, frecuentemente narrativas, dramatizaciones, arte, rituales y otras,
esta naturaleza constructiva y trascendente de la memoria colectiva crea un sentido compartido
del pasado, una historia compartida que simboliza el trauma y por tanto provee oportunidades
para transformar el dolor en un mejor estado y curación.

En este mismo sentido, De Rivera y Páez (2007) Bar-Tal, Halperin, y De Rivera (2007)
señalan que intervenir en la transformación de los climas emocionales negativos (miedo, odio,
desesperanza, etc.), con políticas e intervenciones psicosociales, puede ayudar a abordar y
superar traumas sociales y a la construcción de una cultura de paz. Además, Lykes, Martín
Beristain y Carbrera, (2007) afirman que la participación en rituales puede activar emociones
negativas y también puede beneficiar el proceso colectivo, favoreciendo la integración social;
para los autores las formas de afrontamiento y búsqueda de la justicia pueden a largo plazo
mejorar el clima emocional. Por tanto, ante las violaciones de derechos humanos, los procesos
de intervención psicosocial que posibilitan la recuperación de la voz y la experiencia de las
víctimas, rompiendo el silencio creado por el miedo y el horror, en el nivel microsocial,
pueden generar cambios en la inhibición social, suscitar la movilización para la búsqueda de la
justicia; y en el nivel mesosocial, pueden operar un cambio en la comunidad, en sus relaciones
interpersonales. Con todo esto, los autores describen cambios en el clima emocional.

En esta línea, la investigación de Brinton Lykes (2001a, 2001 b; cfr. Lykes et. al. 2003, 2007)
presenta un trabajo de voces e imágenes de la resistencia de las mujeres ixiles-mayas en
Guatemala, a través de fotografías y textos (fototexto) que posibilitó una reconstrucción de la
memoria, y posterior publicación de un libro, que les permitió ir reconstruyendo su historia,
hablar de lo silenciado, elaborar duelos y afirmarse en sus identidades a partir de narrar
historias a través de la fotografía. Más adelante el libro se presentó a toda la comunidad y tuvo
difusión en el país; trajo consigo consecuencias positivas en las mujeres: se creó un espacio de
reencuentro para superar pérdidas, les dio elementos para desarrollar espacios de libertad e
173
identidad de género, se movieron de un clima emocional de miedo a uno de confianza; y se
posibilitó la recuperación de creencias tradicionales y el reconocimiento de sus derechos.

Cabrera (2004) y Martin Beristain (2005) también analizan el papel de los ritos para la
recuperación emocional y la cohesión social. Desde estudios cuantitativos se concluye que
tienen correlación con la cohesión social, fortalecimiento de lazos comunitarios, ayudan a
mitigar la separación y protegen contra el aislamiento social de las víctimas, delimitando
escenarios para la reintegración social. Sin embargo, parecieran ser contradictorios cuando se
trata de la recuperación emocional, debido probablemente a los diferentes efectos que estos
tienen y las circunstancias en que dichas acciones se llevaron a cabo (impunidad, falta de
reconocimiento social, etc.).

De todas formas, ambos investigadores (Cabrera, 2004; Martín Beristain, 2005) logran ver que
la aparición de ciertas emociones negativas, no necesariamente implican algo negativo; puesto
que, según su concepto, estos espacios abren, precisamente la posibilidad para compartir
abiertamente estas emociones, que se exacerban en la ceremonia, además de permitir la
despedida y la elaboración colectiva. Finalmente, porque de allí puede venir la fuerza, que a
través de la cohesión social permite compartir la emoción, nombrarla, elaborarla para generar
procesos de búsqueda de justicia y de memoria colectiva, que a su vez posibilitan procesos de
recuperación de la dignidad de la gente, transformando el duelo colectivo en reivindicación
política de lucha contra la impunidad (Cfr. ODHAG, 1998).

Por esta razón, este autor (Martín Beristain, 2008) afirma que el primer paso para la
reconstrucción de tejido social y la reconciliación es que la gente pueda compartir sus
experiencias con otros y otras para darles una dimensión social, con lo cual pueden hacerlas
parte de su vida. Para ello es necesario el recuerdo colectivo, el llevar al escenario público el
proceso de memoria, como una forma de reconocer que los hechos ocurrieron, que fue injusto
y que no se deben repetir.

En este mismo sentido, Jelin y Del Pino (2003) consideran que las acciones públicas de
memoria en las dinámicas de los actores locales, más allá de una visión victimista, donde se
pueda recoger toda su complejidad, unido al papel activo de los actores para construir sus
memorias, es un escenario propicio para la transformación de las relaciones sociales, posibilita
el fortalecimiento de la cohesión social y la elaboración de sus duelos.

Este punto de vista es asumido por Fouce (2006a) que, en el contexto de trabajo con familiares
de segunda y tercera generación de sobrevivientes y víctimas de la guerra civil española y la
represión franquista, afirma que para este grupo de personas es central el reconocimiento social
e histórico, la recuperación de la dignidad de sus familiares víctimas y en la visibilización de la
verdad histórica, de lo que ha sucedido en España. Este proceso parte de espacios para
compartir la memoria, pasando por monumentos y rituales, para llegar a la concreción de una
memoria pública que permita la reivindicación de los caídos y la responsabilización de los
verdugos; para el autor, recuperar la memoria, es una labor de “justicia terapéutica”.

Etxebarría (2010) reafirma este punto de vista, en el marco de exhumaciones en España,


trabajo muy importante desarrollado con las “otras víctimas”, es decir los y las sobrevivientes,
que han encontrado un espacio muy importante para poder lograr un nivel de reconocimiento
de los hechos y una dignificación de sus seres queridos. En esta medida, piensa que este
proceso ha sido reparador: el sufrimiento de las víctimas se incorpora como valor, que permite
mayor democracia; porque más allá de las ideologías está la historia de la gente, de las
familias, sus sentimientos, sus sufrimientos y sus historias que son recogidas y contenidas por
este marco de acción pública de memoria.

174
Pérez Sales y Navarro (2007), recogiendo la experiencia de exhumaciones que desde la
sociedad civil y los movimientos sociales se ha desarrollado en América Latina, para recuperar
la memoria en un marco de búsqueda de la verdad y la justicia, reconocen que son una prueba
en el sentido fáctico de la verdad, porque aporta elementos a la justicia, pero también a la
historia. Además los autores constatan el carácter reparador de estas acciones cuando se hacen
en un marco de acompañamiento psicosocial y elaboración, respeto a la dignidad y
reconocimiento social de la memoria. Mientras que tienen un daño potencial de
revictimización, cuando no se hacen los esfuerzos suficientes de identificación, no se tratan los
restos de un modo digno, cuando se destruyen para ocultar pruebas y proteger a los
perpetradores y cuando desde los medios de comunicación son utilizados para aumentar el
terror100.

Fouce (2006b) pone de manifiesto, por otros estudios la necesidad de hablar sobre hechos de
violencia y realizar un reconocimiento social de las víctimas. Sólo a través de este proceso de
memoria y elaboración pública del duelo se puede llegar a la recuperación de las víctimas y a
la sanación de una sociedad escindida. Por esta razón, el autor realiza un cuestionamiento
moral a instituciones en España (Partido Popular e Iglesia Católica, básicamente) que
recuerdan a unas víctimas y piden el olvido de otras, como garantía de paz. Llaman al otro
recuerdo, al que no es el suyo, como un recuerdo fundamentado en el rencor y el deseo de
venganza; cuando es la simple expresión legítima de reconocimiento que implica aceptar la
injusticia de lo que ha sucedido a las otras víctimas de la guerra civil española y de la represión
franquista.

Schulze (2006), Till (2008), Minow (2008a) sugieren que las memorias del sufrimiento y el
dolor abordadas y reconocidas públicamente, en un diálogo abierto y honesto, tendrá efectos
positivos, a largo plazo, tanto en los sujetos individuales, como en el colectivo. Del mismo
parecer son Larizgoitia, Izarzugaza, y Markez (2009) al realizar un estudio en el País Vasco,
con víctimas de ETA y con víctimas de la represión estatal, apuntando que la memoria, el
reconocimiento público son elementos que las víctimas valoran como centrales para la
recuperación de su dignidad y se recuperación emocional.

En el contexto palestino-israelí Daniel Bar-Tal (2008) plantea que un horizonte de


reconstrucción de tejido social y reconciliación implica el reconocimiento de lo sucedido y de
los daños ocasionados (verdad), el reconocimiento de las narrativas de memoria confrontadas
que deben buscar un acuerdo, la necesidad de curación de las personas afectadas y
transformación de las emociones de rabia, dolor, miedo y odio; lo que implica un trabajo
psicosocial en varios niveles. Igreja (2007) Igreja, Dias-Lambranca & Richters (2008) y
Viaene (2008) presentan la experiencia de la comunidad de Gorongosa, en Mozambique, que
posibilitó procesos de recuperación individual (puesto que permiten la elaboración de
emociones como la rabia, el dolor, el miedo y el odio) y reconstrucción del tejido colectivo, en
rituales donde los espíritus ‘Gamba”, fueron tomando posesión de mujeres, familiares de
perpetradores, y no les abandonaban hasta que no hubieran señalado y nombrado todos sus
crímenes; con lo cual se tenía que hacer un ritual de purificación colectivo. Por lo que invitan
a los dispositivos más occidentales de la psicología, las ciencias médicas y las ciencias
jurídicas a dialogar con estas formas tradicionales como caminos para trabajar en la

100
Por su parte, Borland (2006) afirma que las acciones públicas y de lucha por la memoria de las madres de Plaza de
Mayo en Argentina, también ha sido un elemento fundamental para la transformación de sus sentidos de vida, para la
dignificación y para el trabajo emocional. Foss y Domenici (2001) habían afirmado además que su persistencia, el
posicionamiento social casi obsesivo de sus símbolos en el marco social (pañoleta blanca, las rondas todos los jueves a
las 3:30 p.m., sus eslóganes) se han convertido en una metáfora social no sólo de la resistencia, sino también del
afrontamiento activo del trauma, por lo que para las autoras es un signo claro de salud mental. Aron (1992) estudió dos
movimientos sociales en Centroamérica que tomaron el modelo de acción de las madres de Plaza de mayo: las Co-madres
en El Salvador y el GAM (grupo de ayuda mutua) en Guatemala. Esta autora describe estos procesos, con un claro
componente sociopolítico y de acción pública, como altamente significativos para la recuperación de la salud mental y los
define como procesos socioterapéuticos.
175
reconstrucción del tejido social, la sanación de las víctimas, la reconciliación, la construcción
de la paz y la aplicación de formas de justicia transicional (Cfr. Hayner , 2008a).

Confirmando la fuerza de este proceso ritual, French (2009), en una investigación etnográfica,
que contó con observación participante, historias de vida e investigación documental, afirma
que en esta región de Mozambique, estos espacios tradicionales de reconstrucción comunitaria
han implicado la generación de narrativas de memoria en las comunidades que han permitido
la construcción de memorias sociales, que a su vez posibilitan una mirada común del pasado.
Para el autor este proceso ha implicado la reconstrucción del modo de vida y del paisaje de la
región (afectados profundamente en la colonización y la guerra); además de la recuperación de
modos de vida tradicionales y la reconstrucción de tejido social comunitario.

Para Cyrulnik (2009) el dibujo, el teatro y otras formas de acción pública y performativa
permiten dominar el sentimiento de ser agredido y reanudar las relaciones. Este proceso es un
acto de “transformación” del sufrimiento en obra de arte, en movilización; un proceso de
elaboración y de dignificación de lo humano, que es capaz de levantarse de las peores
situaciones y en ellas, incluso, encontrar sentido.

Rimé, Páez, Basabe y Martínez (2009), retomando a Durkheim, afirman que las acciones de
recuerdo colectivo (rituales, demostraciones, marchas y demás) son un aporte para generar:
sentimientos de solidaridad, inducen contagio emocional, sentimientos de empatía y unidad,
sentimientos de estar juntos, refuerza las creencias compartidas, la atracción interpersonal y el
soporte social, en últimas incrementa la cohesión social. Lo cual al final genera un proceso de
reflexión acerca del crecimiento que trae la experiencia límite: el crecimiento postraumático.

En esta misma línea, Gasparre, Bosco y Bellelli (2010), en una investigación desarrollada en
Guatemala, mostraron que la participación de las víctimas en rituales, reuniones para celebrar y
recordar y la participación en acciones de movilización generaban mayor apoyo social,
conductas altruistas, afrontamiento comunitario, compromiso en acciones políticas y del
movimiento de derechos humanos. Además la participación en estas acciones públicas de
memoria se asoció con crecimiento postraumático, que implicaba, según Janoff-Bulman (2004)
una mejor concepción del sí mismo, los otros y la sociedad.

Martha Nubia Bello (2005, 2007) afirma que el daño y la manera de afrontarlo no se pueden
establecer a priori, según estándares universales. Para la autora hay que atender la complejidad
del entramado de relaciones de cada espacio concreto. En su caso, presenta el trabajo realizado
con la comunidad de Bojayá en el Chocó, Colombia; en la cual, a partir de rituales de
purificación, bordados de un manto con los nombres de las víctimas, jornadas de duelo, se
dieron pasos hacia el restablecimiento de vínculos comunitarios y la reconstrucción del tejido
social: “Estas prácticas muestran que de manera autónoma y con sus propios recursos, la
comunidad recuerda y procesa su pasado doloroso y puede expresar sus sentimientos” (Bello,
2005, p. 16).

También, en un contexto de comunidades negras en Colombia, Cortés Severino (2007) plantea


que la memoria debe incluir las historias afectivas, la visibilización del sufrimiento de la gente,
recogiendo su dignidad y sus resistencias, además de sus voces encarnadas en actos culturales
y corporales, no ubicados necesariamente en la lógica racional del hecho, fechas y archivos.
Con lo cual se va reconstruyendo el tejido social y se devuelve dignidad a la gente, a las
poblaciones, a sus sentidos de vida.

Todas las acciones rituales, públicas y performativas, descritas en la función resistente también
tienen una dimensión terapéutica en distinto grado, y teniendo en cuenta que lo importante es
el proceso en el que se insertan y no solo las acciones expresivas per se: Las arpilleras en

176
Chile (Lira, 1998; Bacic, 2008), los escraches101 en Argentina (Oberti, 2006; Daleo, 2007;
Pastoriza, 2009; Sarlo, 2009), las múltiples acciones artísticas de los jóvenes, las madres y
otros sectores sociales en Argentina: grafitis, murgas, conciertos de rock, obras de teatro
(Rojas y Canevese, 2000, Correa, 2002; Molas y Molas, 2006); las expresiones culturales
desarrolladas en Colombia: telones, murales, jornadas culturales, fotografías, marchas
simbólicas, arreglo de cementerios, en el Oriente Antioqueño y en el resto del país (Villa et.
al. 2007; Uribe, 2008, 2009, 2010), El trabajo con fotografías en Guatemala, las fiestas mayas,
la cruz en el cerro del Filo o en Xelabé, la multiplicidad de experiencias locales después de los
acuerdos de paz, el proceso de elaboración del REMHI102, la conmemoración anual de la
masacre de Xamán (Lykes, 2001 a, b; Martin Beristain, 1999, 2003, 2006, 2007; Cabrera,
2004; Viaene, 2008), tienen consecuencias, no solamente en la recuperación de los individuos,
sino también en la reconstrucción del tejido social.

Gaborit (2006b) y Reategui (2008) también les atribuyen esta función: estas acciones de
memoria pueden generar una dinámica restaurativa y curativa en términos de: integración
social, cohesión comunitaria, construcción de ciudadanía de derechos, transformación en las
relaciones de género, elaboración de los duelos, dignificación de las víctimas y crecimiento en
la solidaridad y el apoyo mutuo. Esto a su vez posibilita respuestas desde fuera del grupo, tales
como, decisiones públicas en el estado local, incidencia en el nivel nacional, organización para
la búsqueda de justicia. Para estos autores es el germen de un movimiento social.

Martin Beristain y Pérez Sales (2008) traen a colación otros espacios donde la comunidad,
desde abajo, ha desarrollado acciones de memoria colectiva que han implicado escenarios de
reparación y reconstrucción del tejido social: en Temunco Chile, un parque con nombres de los
desaparecidos, sin ningún referente funerario y con arcos de colores para el juego de los niños,
como un canto a la vida; en El Salvador el parque monumento en el aniversario de los 10 años
del informe de la comisión de la verdad, otra iniciativa de la sociedad civil, con la oposición
del gobierno; en Guatemala, el museo de Rabinal llevado a cabo por la propia comunidad,
también la iglesia forró con los nombres de las víctimas la fachada de la catedral, memoriales
populares en Santiago Atitlán, Panzós y otras poblaciones, generalmente en lo alto de los
cerros; en Argentina el parque de la memoria junto al Río de la Plata, como una afirmación de
la vida, recuerdo de los familiares y reivindicación de los ideales por los que lucharon; en
Chile el memorial de los desaparecidos en el cementerio de Santiago, donde la gente deja
cartas, escritos, poemas, flores que se renuevan permanentemente.

En síntesis, y de acuerdo con Minow (2008b), “el dolor puede marcar la memoria en dos
formas igualmente catastróficas: con el olvido del pasado o con el encierro en el pasado. Una
mente que aísla un pasado traumático de la memoria consciente planta una mina en las
profundidades de la psique, no se requiere un gran conocimiento de la psiquiatría para saberlo.
Pero una mente que se aferra al dolor corre el riesgo de quedar atrapada en él. O demasiado
horrible para recordar o demasiado horrible para olvidar; ninguno de los dos caminos le ofrece
cura a quienes han sufrido un gran mal”. (P. 154) Así pues, el camino de la sanación es una
apuesta de un trabajo con las personas que han sido víctimas, pero es muy importante tener
claro, cuándo la propuesta de la sanación es un insulto para aquellos cuya devastación es
inconsolable, inenarrable o imposible de asimilar. La autora intenta mostrar cómo se puede
solapar un discurso terapéutico en el manejo político, pero al mismo tiempo ciertos manejos
políticos pueden ser terapéuticos para las víctimas, como el reconocimiento de los hechos, el
castigo a los perpetradores, el remover de sus cargos a colaboradores de un régimen. En este

101
Los escraches son acciones no-violentas de carácter lúdico y pedagógico que buscan identificar y señalar a personas,
instituciones y otros responsables de los crímenes cometidos contra la dictadura. Es una forma de acción social que han
desplegado los movimientos sociales en Argentina, como mecanismo para luchar contra la impunidad y generar algún
tipo de sanción social, ya que las sanciones del Estado, o bien no se dan, o bien tardan demasiado en llegar.
102
REMHI: informe de la oficina de derechos humanos del arzobispado de Guatemala sobre recuperación de la memoria
histórica, que implicó un proceso de formación, acompañamiento y trabajo psicosocial con víctimas por todo el país.
177
sentido la recuperación de la voz de las víctimas y la memoria cumpliría un papel político que
tendría efectos terapéuticos en éstas.

Por esto, Martín Beristain (2005) afirma: “la dimensión de conmemoración de la memoria
colectiva aparece como asociada a una función social de movilización de la energía que
mantiene una actividad más proactiva y dirigida hacia una meta: la restauración de la dignidad
del fallecido y la reivindicación de indemnización de las víctimas. La sensación de injusticia y
de cólera moviliza la energía para pedir reparación moral… demandar conmemoraciones,
exhumaciones, reparaciones… como parte del proceso de reconstrucción social… esto muestra
la importancia del conocimiento social de la verdad para la mejora del clima social y para
superar los procesos de duelo alterado” (P. 210).

Ahora bien, para Martín Beristain (2010) es fundamental tener en cuenta que en estos procesos
y acciones hay una marcada diferencia, tanto en su acción, como en sus momentos y en el nivel
de impacto en la sociedades, puesto que están marcados por los contextos que favorecen o no,
por los tiempos locales y nacionales, por la dinámica de un conflicto armado o represión en lo
local y sus diferencias con los niveles nacionales; también, por las dinámicas internas y
procesos que necesitan estrategia y sostén en el afrontamiento de las amenazas que se ciernen y
en el análisis de las posibilidades reales de acción y resistencia; además, de los retrocesos que
se dan por la misma dinámica sociopolítica de la violencia o la represión.

En estos procesos es fundamental: respetar los ritmos propios de la gente, analizar que en el
escenario local no haya escenarios de coacción o amedrentamiento, es importante que se dé
una aceptación de la verdad y que no haya negación por parte de la sociedad, de las
autoridades, del estado, puesto que este es el camino para que se pase el dolor y el sufrimiento
de lo privado a lo público. Todo esto implica un acompañamiento continuo y de largo plazo a
las comunidades, construir espacios de apoyo mutuo y abrir escenarios de expresión simbólica
y performativa (Martín Beristain, 2007). Precisamente, este es uno de los marcos de la mirada
desde la cual me acerco a las regiones estudiadas y que se verá con mayor profundidad en los
capítulos 7 al 10.

En este sentido, el proceso que se investiga en esta tesis doctoral está enmarcado dentro una
acción que se realizó en esta perspectiva y que posibilitó procesos grupales de memoria
compartida y acciones públicas de memoria, en un marco de resistencia al conflicto armado,
lucha contra la impunidad y la construcción de un horizonte de reconciliación social, que desde
lo local posibilitara la reconstrucción del tejido social y la dignificación de las víctimas, sus
familias, la comunidad y la lucha por la justicia en la sociedad (Cfr. Villa et. al., 2007). Por lo
tanto es importante sintetizar en este punto los aspectos que se van a contrastar y que son
recogidos a lo largo de este capítulo (Ver tabla 5.3) , que son objeto de la mirada y del análisis
en los capítulos siguientes; y que se convierten en aporte de esta investigación a la discusión
planteada en el presente capítulo entre la visión durkheimiana de las acciones de memoria y la
visión freudiana, sobre la cual los siguientes capítulos darán luces y aportarán evidencia
empírica que permitan afirmar que es necesaria una visión complementaria, más que
disyuntiva.

TABLA 5.3 PERSPECTIVA DURKHEIMIANA Y FREUDIANA DE LAS ACCIONES PUBLICAS


DE MEMORIA COLECTIVA: ASPECTOS A CONTRATAR EN TRABAJO DE CAMPO
TESIS FREUDIANA TESIS DURKHEIMIANA
- La acción de memoria permite una - Se posibilitan procesos de cohesión social,
recuperación emocional de las víctimas. integración y solidaridad.
- Se posibilitan la elaboración de los duelos - Aumentan las posibilidades de dignificación y
- Percepción de un clima emocional positivo resistencia.
- Enfatiza un mirada más centrada en lo - Permite la construcción de culturas de paz.
individual y en la resiliencia frente al trauma. - Se centra en una mirada de reconstrucción

178
- No profunidza en la perspectiva colectiva, se colectiva y de tejido social.
centra en los procesos de recuperación (más - Considera que no hay transformaciones
terapéutica de las víctimas). emocionales significativas.
- La memoria tiene incidencia en lo colectivo, pero
no hay claridad frente a los niveles personal y
emocional.
- Schulze (2006), Till (2008), Minow (2008a), Hayner (2008), entre otros afirman que se necesita mayor
evidencia empìrica para abordar ambos tipos de postulado. Se debe profundizar en los estudios que
permitan observar y analizar las consecuencias que tienen las acciones públicas de memoria colectiva
en la subjetividad individual y colectiva.

5.7. Marco sociopolítico: Políticas de la memoria y Transición. A medio camino entre la


función resistente y la función terapéutica

El tema sobre políticas de la memoria y transición, es un área que ya de por sí implicaría un


escenario muy amplio de trabajo en investigación, especialmente desde la ciencia política y la
ciencia jurídica. Es claro que no es el centro de este trabajo, pero también es claro que dentro
de las políticas de la memoria, la tradición académica ha ubicado las medidas transicionales
que se han ido acuñando, especialmente después de la segunda mitad del siglo XX, a partir de
los juicios de Nüremberg (Martín Pallin, 2008, Hayner, 2008; Bickford, 2008; Reyes Mate,
2003, 2008): las comisiones de la verdad, los procesos judiciales y las medidas de reparación
hacen parte de estas formas sociopolíticas, a través de las cuales se toman medidas para lograr
la reconstrucción del tejido social, recuperar o instaurar la democracia, fortalecer los espacios
de ciudadanía y favorecer el respeto a los derechos humanos.

Olick (2009) en una revisión histórica sobre la emergencia de las políticas de clemencia en la
humanidad, analiza la aparición en el siglo XX de las políticas de memoria y rendición de
cuentas después del holocausto, aunque reconoce que se ha instaurado una cultura de derechos
humanos, petición de perdón y de memoria colectiva después de estos hechos. Retomando la
visión cristiana y la visión judía, observa que la rendición de cuentas hunde sus raíces en la
modernidad y en el concepto de relaciones transaccionales, donde si una parte falla, debe pagar
por el daño realizado. En este contexto cultural se hace posible una mirada en torno a la
reparación del daño y posteriormente de la clemencia y el perdón ante un daño realizado. Sin
embargo, se pregunta, junto con Améry, si este es el mejor camino, puesto que también se
puede reivindicar el resentimiento, el no olvido como una forma de dignificación de la víctima.
Al final, el autor no logra tener una respuesta clara de lo que sería mejor frente a crímenes
atroces.

De acuerdo con Priscilla Hayner (2008b) existe una tensión entre el deseo de enterrar el
pasado, a fin de evitar provocar la ira de malhechores poderosos, y la exigencia ética y política
de enfrentar los crímenes del antiguo régimen. Para la autora la peor de las malas soluciones,
sería tratar de ignorar el asunto. “Pese a lo que en ocasiones son las mejores intenciones de las
nuevas autoridades y pese a las ruidosas demandas de justicia de las víctimas y defensores de
derechos humanos, la justicia en la post transición no es común. Los juicios son pocos en
número y en ocasiones no logran condenar a aquellos que todo el mundo sabe que son
culpables. En casi todos los países que visité de América Latina, África y otras partes, encontré
una lucha difícil en pro de la justicia y una frustración por el pequeño número de malhechores
enjuiciados y la incapacidad de los tribunales” (P. 48).

Son muchos los autores que abordan los estudios de justicia transicional y sus efectos en las
sociedades y países donde se aplican desde una perspectiva sociopolítica. “La justicia
transicional aparece como el conjunto de mecanismos utilizados para tratar los abusos a los
derechos humanos cometidos en períodos dictatoriales (para el caso de las transiciones a la
democracia) o en conflictos armados de todo tipo (períodos de transición post-conflicto)”.
(Martín Beristain, Páez, Rimé & Kanyangara, 2010, P. 48)
179
Desde el estudio clásico de O`Donell, Schmitter & Whitehead (1989), pasando por el macro
estudio de Barahona de Brito, Aguilar y González (2002), texto complejo que pretende analizar
las políticas de memoria en los procesos transicionales en varias partes del mundo, la cuestión
es que desde la ciencia política pueden identificarse dos tipos de políticas: las oficiales, que
pueden enmarcarse en las comisiones de la verdad, y en los juicios a los responsables, además
de las reformas institucionales. Y las no oficiales, que pueden centrarse en los procesos de
investigación/denuncia, y en las conmemoraciones y actos rituales (memoria performativa o de
repertorio).

En España, las investigaciones sobre este tema no son aún abundantes; pero vienen
incrementándose en los últimos años. Destaca claramente y como referente, el trabajo de
Paloma Aguilar (1995, 1996, 1999, 2002) que estudia la transición española desde sus
condicionantes de miedo a repetir la historia de la guerra y construcción del mito de la
transición, en un acuerdo de élites políticas, que fue asumido por buena parte de la sociedad,
pero excluyó a las víctimas.

Alicia Gil Gil (2008) retoma la tesis de Paloma Aguilar, argumentando además la legalidad de
las leyes de amnistía, puesto que fueron promulgadas en un contexto de derecho internacional,
en el cual no entraban en contradicción. Sin embargo, aboga por varias cosas: es necesario que
las voces de quienes fueron silenciados, sean escuchadas (acciones de memoria) y para ello
propone una comisión de la verdad de carácter histórico que permita una visión
comprehensiva, tanto de la realidad de la guerra civil, como del régimen franquista. Pero
también la revisión de las sentencias injustas del régimen, que posibiliten una reparación
integral a las víctimas. Para la autora es claro, que ni las víctimas ni el movimiento de la
sociedad civil están reclamando castigos, sino solamente reconocimiento. Por lo tanto, el
Estado debería tomar medidas más profundas que vayan más allá de la ley, sin que esto
implique una ruptura con el espíritu de la transición. Para la autora es un asunto, también de
dignificación de las víctimas, y de comprensión más profunda de una realidad histórica que
afectó a la sociedad española en su conjunto.

Por su parte Capellá (2008), Martín Pallín (2008), Escudero (2008), Chinchón Álvarez (2008),
Espinoza Mestre (2008) en el debate actual sobre la recuperación de la memoria histórica,
afirman que el derecho internacional contemporáneo puede aportar criterios y mecanismos
para afrontar en España un proceso de transición política que no se podrá considerar acabado
mientras no se reconozca el derecho a la verdad, a la reparación y a la justicia de todas las
víctimas de la guerra civil y del franquismo. El caso español no es único y el derecho
internacional tiene un amplio abanico de soluciones que se podrían aplicar para conseguir una
reconciliación justa y duradera que permita superar una situación anómala que subsiste más de
setenta años después del inicio de la guerra civil.

Tina Rosenberg (2008) y Mónica Ciobanu (2009) realizan una comparación entre las
dictaduras del sur de Europa y sus modelos de transición, las del cono sur en Argentina, y los
regímenes comunistas en la Europa oriental. La tesis fundamental consiste en afirmar que cada
tipo de sociedad y las formas políticas que se fueron configurando, generaron un tipo de
régimen y también un tipo de transición. Especialmente en América Latina los dictadores no
contaban con la aprobación de la mayoría. Eran unos cuantos con el poder de las armas y la
intimidación, se trataba de un régimen autoritario con un cierto margen de pluralismo. Sin
embargo, tampoco hubo grandes movimientos de resistencia: el ciudadano modelo de esta
dictadura era el que “no veía nada”. Es decir, aquél que estaba por fuera de lo político. Con lo
cual, cuando fueron perdiendo poder los dictadores en la transición, tampoco hubo ni grandes
apoyos ni grandes objeciones a los procesos de enjuiciamiento. Pero se abrieron puertas al
ejercicio de la ciudadanía. Teniendo en cuenta que las víctimas fueron los principales actores
de estos procesos.
180
De otro lado, en los regímenes comunistas, se necesitaba un ciudadano comprometido y
participante, al punto que casi todos colaboraban con el sistema, se trataba de un régimen
totalitario que copaba la vida de la sociedad completamente. Sin embargo, al final del
régimen, se dieron grandes purgas generalizadas; pero se mantuvo una forma de relación con el
Estado similar: antidemocrática, no fiscalizadora, el Estado seguía siendo todopoderoso y no
había un ejercicio claro de ciudadanía: “Un país que emerge de la dictadura a la democracia
tiene dos conjuntos de obligaciones. Su primera responsabilidad es hacia sus víctimas: las
familias de los asesinados y todos los que fueron torturados, injustamente encarcelados,
físicamente lastimados y a los que se les negó el derecho a trabajar en su profesión o a educar a
sus hijos. La segunda obligación es hacia su futuro: garantizar que la dictadura nunca regrese.
La nación tiene que crear una nueva cultura política democrática” (Rosenberg, 2008, P. 225)

La mirada de esta investigación no se centra tanto en la dinámica de estos procesos 103, sino en
las consecuencias que generan en los sujetos y en el colectivo. La pregunta que guía la
indagación es: ¿Qué le pasa a la gente cuando participa, asiste o promueve escenarios de
verdad, justicia y reparación? Y a su vez, ¿Qué pasa con la gente, con las comunidades, con
las personas, y en particular con las víctimas, cuando no se dan este tipo de políticas y se vive
en un escenario de total impunidad? Estos procesos tendríamos que ubicarlos a medio camino
entre la función resistente de la memoria y la función terapéutica, puesto que implican luchas y
acciones de parte de las organizaciones sociales para hacer valer sus derechos; pero al mismo
tiempo generan transformaciones de orden psicosocial que son fundamentales en los procesos
de reconstrucción de tejido social, e incluso como apuesta hacia la construcción de paz y
reconciliación.

5.7.1. El papel de la verdad en procesos de reconstrucción del tejido social:

Como afirma Huyse (2003), cuando las víctimas afrontan su dolor con el silencio, el
aislamiento y la resignación no es posible la reconstrucción del tejido social, ni la superación
de sus experiencias. De allí que para el autor, sea fundamental en este proceso que la persona
se pare en el lugar de aquél o aquélla que da testimonio de “lo que ha visto, oído y vivido”,
para que éste se convierta en una experiencia de recuperación emocional, que al mismo tiempo
es dato histórico que reconstruye la identidad personal y colectiva como referente real de esa
persona y su colectividad; devolviéndole a ella y a su comunidad la dignidad que había
quedado en entredicho por la versión “oficial” de quien detenta un poder (Villa et al. 2007).
Este lugar de testimonio se realiza en el escenario de construcción de memorias públicas, de
memoria histórica; lo que en muchos casos implica procesos oficiales o no oficiales de verdad
(Bickford, 2008; Hayner, 2008 a, b). Al fin y al cabo para muchos autores la memoria es un
derecho de las víctimas y de la sociedad (Gómez Isa, 2006; Oberti, 2006, 2008; Martín
Beristain, 2007, 2009; Vinyes, 2009)

5.7.1.1. Efectos psicosociales de los procesos oficiales y no oficiales de verdad:

Para Bickford (2008) las comisiones no-oficiales de memoria y verdad presentan algunas
características comunes:
1. Están encaminados hacia la revelación de la verdad respecto de crímenes cometidos en
el pasado, como parte de una estrategia más amplia de responsabilidad y justicia.
2. Que en su esfuerzo por lograr dicho objetivo se parecen a las comisiones oficiales de la
verdad.

103
Mucho más cuando se realiza en el contexto colombiano, donde no se puede hablar propiamente de transición.
181
3. Son esfuerzos específicos que se arraigan en la sociedad civil, dado que son liderados y
promovidos por ONG de derechos humanos, grupos de víctimas, universidades y otras
organizaciones sociales y no se basan en el Estado.
4. Tienen ventajas en términos de narración de la verdad a nivel comunitario.
Especialmente en contextos donde no son factibles o no ha sido posible una comisión
de la verdad (por limitaciones políticas, de seguridad, porque la gente no confía, etc.)
5. Uno de los aspectos más importantes de las comisiones, tanto oficiales como no
oficiales, es la de dar la voz y el protagonismo a las víctimas; cosa que no hacen los
procesos judiciales.

Este autor (Bickford, 2008) presenta algunas de las principales acciones, no oficiales, surgidas
desde la sociedad civil, que buscan, a través del testimonio, que las víctimas puedan lograr sus
objetivos sociales y políticos: Brasil Nunca Mais (patrocinada por la Iglesia Católica), Uruguay
Nunca Más (Serpaj), Guatemala Nunca Más (Proyecto REHMI). Y algunas experiencias
locales como Greensboro (USA) y Ardoyne (Irlanda). Todos estos son esfuerzos que tienen la
intención de romper el silencio, contar las historias desde las perspectivas de las víctimas, de
las personas que lo vivieron, tratando de construir una historia alternativa a la historia oficial.
Estos procesos suelen darse por la acción de la sociedad civil, o bien, donde no es posible
generar comisiones de la verdad, o bien, donde éstas pueden estar cooptadas por intereses del
Estado o de facciones poderosas.

El aspecto fundamental de estos procesos es el reconocimiento público de los hechos. De una


u otra forma, las comisiones oficiales o no oficiales de la verdad, buscan influir en las
construcciones sociales de la memoria histórica de un colectivo o de una nación. Van Zyl
(2008) por su parte afirma que todo proceso de memoria debe conducir a una nueva verdad
oficial, que permita la construcción de un relato posconflicto, puesto que es la mejor manera de
evitar que las memorias míticas o las negaciones desde el poder ganen legitimidad.

Priscilla Hayner (2008a) realiza un estudio a fondo sobre los alcances y límites de las
comisiones oficiales de la verdad como un mecanismo de justicia transicional. En primer lugar
se presentan como una alternativa importante frente a la imposibilidad de juzgar a todos los
responsables de violaciones a los derechos humanos y como un mecanismo fundamental para
realizar un reconocimiento social y político de los hechos acaecidos, en este sentido, durante
períodos de conflicto, dictadura o represión. No son tribunales, pero pueden colaborar con
éstos. No son escenarios de sanación, aunque pueden contribuir a procesos de recuperación
emocional si se enmarcan en acciones más amplias; no son procesos de reforma del Estado,
aunque pueden hacer recomendaciones al respecto. La importancia de su papel dependerá de
la fuerza que tengan la sociedad civil para promoverlo y la voluntad política de las fuerzas de
poder para llevar a cabo sus recomendaciones.

Hayner (2008 a, b) le atribuye a las comisiones de la verdad las siguientes características:


1. Las comisiones de la verdad se centran en el pasado.
2. Investigan un patrón de abusos en un período de tiempo, en vez de un acontecimiento
concreto.
3. Una comisión de la verdad es un órgano temporal, típicamente funciona de seis meses a
dos años, y termina su trabajo con la entrega de un informe.
4. Estas comisiones son aprobadas, autorizadas o facultadas oficialmente por el Estado (y en
ocasiones también por la oposición armada como parte de un acuerdo de paz), lo cual da a
la comisión mejor acceso a fuentes oficiales de información, mayor seguridad de
emprender investigaciones sensibles y una mayor probabilidad de que su informe y
recomendaciones reciban mayor atención de las autoridades.

Para esta autora (Hayner, 2008b), “El objetivo más sencillo de una comisión de la verdad es
hacer una investigación oficial: establecer un registro exacto del pasado de un país, esclarecer
182
sucesos inciertos y levantar la cubierta de silencio y negación de un período de la historia
contencioso y doloroso. El reconocimiento público y oficial de los abusos del pasado sirve
para rescatar del silencio en forma efectiva un tema, que, de otra manera, sólo podría ser
discutido en voz baja; un tema considerado por mucho tiempo como demasiado peligroso
incluso para una conversación genérica, raramente cubierto honestamente por la prensa y,
naturalmente, un tema vedado en la historia oficial que se enseña en las escuelas. En efecto, el
informe de una comisión de la verdad rescata la historia de un país y la deja al descubierto para
la revisión pública” (P. 65).

Para Martín Beristaín (2007), las comisiones de la verdad tienen como objetivo, en diferentes
contextos, lograr establecer la verdad sobre el pasado, para pasar a convertirse en una
plataforma pública para las víctimas, que catalice el debate público sobre el pasado, y
promueva que los perpetradores asuman responsabilidad; además, deben recomendar
reparaciones a las víctimas, ganando la legitimidad y la fuerza para cambiar las narrativas
sobre el pasado, logrando evitar las negaciones y los revisionismos y negacionismos; por lo
tanto, pueden ser un aporte a la consolidación de la democracia y la lucha por la no repetición
de hechos de esta naturaleza. Ahora bien, según el autor, estos son sus objetivos, pero sus
alcances en los diferentes países y contextos son muy distintos.

A la mirada de Hayner y Martín Beristain, se suman autores e investigadores como Lira (1998,
2001, 2007), Lykes (1999), López (2003), Breeman y Hayner (2003), Cabrera (2004), Sachs
(2005), Lerner Febres (2005), Isaacs (2006), Schabas (2006), Sánchez (2007), Gaborit (2007),
Matarollo (2007), Gil Gil (2008), Minow (2008), Theidon (2006b, 2008), Van Zyl (2008),
Romero (2008), Rosemberg (2008), Ciobanu (2009) entre otros.

De todas formas, Hayner (2008a) en su extensa investigación por 41 comisiones oficiales de la


verdad, se pregunta por la capacidad que tendrían estas comisiones para cerrar las heridas del
pasado, por la implicación de dar testimonio y sobre el impacto de las comisiones en los
procesos de recuperación, curación y alivio emocional de las víctimas, ya que en su
experiencia ha podido observar tanto los aspectos benéficos, como algunos negativos; sin
embargo, afirma que aún hay poca evidencia empírica que permita llegar a conclusiones
significativas y definitivas. Algunos autores les atribuyen algún efecto catártico (Hamber,
1995, 1997ª, 1998; Chapman & Ball, 2001; Schabas, 2006); sin embargo, para la autora no hay
evidencia que en realidad sean factores que promuevan la curación y la recuperación
emocional de las víctimas, y tampoco factores importantes en la reconstrucción del tejido
social comunitario. Aunque en un trabajo reciente Martín Beristain, Páez, Rimé y Kanyangara
(2010) asumen esta pregunta y realizan una revisión de algunas investigaciones que abordan la
problemática en Sudáfrica, Ruanda y algunos países de América Latina.

Brett, Bickford & Sevenko (2007) y Hayner (2008a) retoman las reflexiones de las psiquiatra
norteamericana Judith Herman (1997) cuando afirman que estos espacios oficiales y no
oficiales de reconocimiento de la verdad generan sanación, duelo, solemnidad y reflexión: “El
reconocimiento y el conocimiento públicos del sufrimiento privado es ampliamente entendido
como un componente eficaz para una sanación significativa” (P.8), esto es lo que se encuentra
en el corazón del factor reparador de las acciones de memoria: memoriales, monumentos,
testimonios, comisiones de la verdad, etc. Puesto que para estos autores no es posible el duelo,
sin un reconocimiento público.

Páez, Marques, Valencia y Vincze (2006) analizan las maneras como los grupos sociales que
han apoyado o han ejecutado acciones de violación a los derechos humanos o cometido
crímenes de guerra protegen su identidad social a partir de múltiples mecanismos de defensa
que favorecen la autoimagen positiva del grupo. La minimización, la negación, la
reevaluación de los hechos, la culpa de las víctimas o de las circunstancias, etc. aparecen
como estrategias para mantener esta visión positiva y presentar la historia de otra manera. Esto
183
tiene implicaciones para la realización de comisiones de verdad y reparación, puesto que se
enfrentan a este tipo de mecanismos, por lo que necesitan altas dosis de legitimidad, difusión y
transmisión para que puedan ser asumidas las responsabilidades y generar auténticos
mecanismos de reparación, que favorezcan la reconciliación.

Martin Beristain (2007) reafirma este punto de vista, recogiendo varias experiencias en
América Latina y reitera que el trabajo de memoria y verdad contribuye a la reconstrucción del
tejido social:

- Puesto que da una visión positiva de las víctimas y no una visión victimista, si se logran
abrir sus historias y sus procesos vitales, desde la dignificación y la resistencia, como lo
hizo el REMHI en Guatemala.
- Es un espacio que abre las puertas para lograr una garantía de derechos y la participación
de las víctimas que posibilita el reconocimiento social y político de los hechos (Cfr. Lira y
Castillo, 1993).
- Es un trabajo que tiene en cuenta la relación entre lo psicosocial y los derechos humanos.
Es decir, que no hay recuperación emocional, si no hay garantía de derechos.
- Elimina el temor a la revictimización y fortalece el afrontamiento directo.
- Ayuda a contener la revictimización secundaria 104

5.7.1.2. Paradojas en los efectos psicosociales de los procesos de verdad.

Puede afirmarse que desde el horizonte, más psicosocial y sociopolítico, los beneficios para la
sociedad en general, sonbre la reconstrucción de tejido social y reconciliación, son reconocidos
y aceptados por la mayoría de los autores, que tienen un cierto acuerdo sobre los efectos que
trae la participación en este tipo de escenarios oficiales y no-oficiales (Hamber, 1998, 2007;
Hayner, 2008). Pero no se puede afirmar lo mismo, en torno a la curación individual, la
sanación emocional, puesto que pueden observarse tanto efectos positivos, como negativos en
las víctimas que han participado en este tipo de escenarios.

Hamber, Nagen & O’Malley (2000) y Hamber (2011) con base en una investigación con
entrevistas en profundidad, analizan los sentimientos, pensamientos, opiniones y puntos de
vista de las víctimas sobre la comisión de la verdad y la reconciliación en Sudáfrica (CVR),
acerca de los beneficios psicosociales, sobre los perpetradores, la amnistía y otros aspectos. El
artículo muestra que curación, verdad, justicia, reparación y reconciliación están
interrelacionados de forma compleja. Y desmonta o cuestiona la premisa de la CVR que
afirmaba y establecía una relación lineal de causa y efecto entre testimonio público, verdad y
curación y reconciliación; entre otras cosas porque éste es un supuesto occidental,
fundamentado más en las premisas de la terapia del TEPT, las terapias narrativas, que en una
mirada compleja desde la perspectiva psicosocial (Summerfield, 2002; Hamber, 2006; Clancy
& Hamber, 2008; Hamber, 2011).

En esta investigación, para los sobrevivientes, verdad no significa necesariamente curación o


reconciliación. Su experiencia en la CVR no generó la curación prometida por la misma. Los
autores piensan que, como la gente tenía otras expectativas frente a la comisión en cuanto a
justicia y reparación, que no se han cumplido, muchas víctimas la han vivido de forma

104
Este mismo concepto lo comparten Hackett y Rolston (2009) cuando estudian el potencial y las limitaciones del
“contar historias” (stroytelling) por parte de las víctimas en escenarios oficiales (CVR sudafricana, juicios en la antigua
Yugoslavia) y no oficiales (testimonios diversos sobre el holocausto y comisiones en Irlanda del Norte) de memoria y
verdad. Para estos autores, más importante que el efecto catártico, que la literatura sobre el tema parece recomendar, es
lo que se genera en términos de acción de resistencia a la injusticia, cohesión social, solidaridad colectiva y
reconocimiento de la sociedad, que implica que las víctimas no sean dejadas de lado y condenadas al olvido y el
ostracismo.

184
decepcionante. Pero además, el formato mismo de la CVR pudo haber sido otra limitante para
el proceso de curación, puesto que ésta validó y le dio marco de contención a testimonios que
portaban emociones de dolor y sufrimiento; aplaudía aquellos que expresaban perdón y
reconciliación; y tenía una “censura silenciosa” a los que expresaban deseo de venganza, odio,
resentimiento, rabia, ira o rencor. Con lo cual, también se fue modulando desde arriba un
modelo “bueno” de testimonio, que a su vez no posibilitaba una elaboración de todas las
emociones. Esto también explica la dificultad para la elaboración por este medio. Además de
no satisfacer las demandas de verdad plena, justicia y reparación (Hamber, Nagen & O’Malley
2000; Clancy & Hamber, 2008; Hamber, 2011).

Para fundamentar esta afirmación, Hamber, Mosikare, Friedman & Maepa (2000) realizaron
una investigación longitudinal y cualitativa sobre todo el proceso de conformación,
crecimiento y desarrollo de Khulumani, organización de víctimas sobrevivientes en Sudáfrica,
que se conformó con el fin de poder hacer un mejor trabajo en torno a la comisión de verdad y
reconciliación (CVR). Empezaron con el proceso de formar a las víctimas para dar testimonio,
además de desarrollar grupos de apoyo. En este proceso la ONG: CSVR 105, les permitió
formación para realizar incidencia frente a la comisión, sobre sus métodos, pero también para
hacer contención emocional y apoyo grupal. Así, la experiencia se extendió hasta contar con
35 grupos de apoyo.

Después de la decepción que implicó la comisión para muchas víctimas, la organización siguió
funcionando y extendió su campo de acción hacia la movilización social para reclamar la
reparación y para seguir apoyando víctimas que se acercaron y que no habían entrado dentro de
los criterios de la CVR. Pero, precisamente, en este proceso autónomo de la gente, es donde
los autores han encontrado más bazas de recuperación emocional, elaboración de los duelos y
otras emociones y reconstrucción de tejido social. Los autores concluyen que esto ha sido
posible porque éste ha sido un trabajo integral de acompañamiento psicosocial que ha
promovido cambios en la comunidad, más allá de la simple ecuación que se suponía
inicialmente de dar testimonio y curarse (Hamber, Mosikare, Friedman and Maepa, 2000;
Summerfield, 2002; Clancy & Hamber, 2008; Hamber, 2011). Así pues estos espacios alternos
constituyeron un foro estructurado en el cual los individuos pudieron constituir una nueva
identidad para mirar el pasado de otra manera y reconstruir la personalidad y el tejido social
desde estos espacios de apoyo (Lapsley, 1997; Hayes, 1998; Hamber & Wilson, 2002;
Hamber, 2011).

En una investigación de orden cuantitativo Kaminer, Stein, Mbanga y Zungu-Dirway, (2001)


comparando muestras de víctimas que habían participado en la CVR y muestras que no habían
participado, encontraron porcentajes similares de incidencia de depresión, trastornos de
ansiedad y TEPT; con lo cual concluyeron que el ofrecer el testimonio en la CVR no había
implicado ninguna mejoría emocional para las víctimas. Además una de las conclusiones de
esta investigación afirma que en la CVR se llegó al extremo de patologizar algunas respuestas
emocionales y estrategias de afrontamiento centradas en la rabia, la ira y el odio; puesto que se
les calificó como traumatizadas por expresar este tipo de sentimientos; sin analizar que la CVR
no se centró en el análisis del Apartheid o legitimó la impunidad con las amnistías a grandes
violadores de derechos humanos (Clancy & Hamber, 2008).

Más adelante, Brandon Hamber y Richard Wilson (2002) realizaron un trabajo riquísimo
intentando mostrar de qué manera la memoria, las reparaciones, la verdad, la justicia, e incluso,
la venganza, se convierten en experiencias que posibilitan la elaboración del duelo, el cierre
del trauma y la superación de los traumas causados por la violencia política. El texto muestra
las posibilidades y los límites de cada estrategia, definiendo que se trata de procesos de gran
complejidad en la cual la actitud debe ser de respeto, acogida y contención. Creen que unos de

105
Centre for the Study of Violence and Reconciliation.
185
los principales problemas es sobreponer los discursos políticos de paz y reconciliación a la
experiencia de las víctimas, exigiendo de ellas un “sacrificio” para estos fines, puesto que se
imposibilitan y se cierran puertas para su proceso de curación, tal como lo evidencian en su
investigación con víctimas en Sudáfrica, luego de pasar por la comisión de la verdad.

Sin embargo, no dejan de reconocer que los dispositivos de memoria pública y verdad, de
reparaciones simbólicas y económicas, pueden en muchos casos generar procesos de curación
y cierre. Pero en muchos otros no se da de esta manera y se necesita una verdad más plena y
justicia como retribución. Aún así creen que no hay una sola respuesta. El recuerdo en sí
mismo no es necesariamente ni directamente una práctica redentora o liberadora; la clave
fundamental es el proceso de acompañamiento permanente a las víctimas, generando espacios
tanto personales, como grupales de contención y elaboración; porque en definitiva la CVR y
otros proyectos de re-escribir la historia tienen tiempos diferentes a los de los sujetos. Así que
se necesitan miradas complejas e integrales (Hamber & Wilson, 2002; Clancy & Hamber,
2008; Hamber, 2011).

Además, así como la aproximación medicalizada (desde el TEPT) puede despolitizar a los
sujetos, tornándolos en “víctimas disfuncionales”, también una CVR puede contribuir a la
despolitización de la violencia y una individualización descontextualizada de la experiencia de
las víctimas, porque el foco en las violaciones de los derechos humanos (especialmente en el
derecho a la vida) no permite una reflexión sobre la opresión estructural del sistema que
permitió estas violaciones y en otros casos puede desconocer identidades anteriores o más
fundamentales de los sujetos más allá de ser víctima (Mandamni, 1996, 1997; Summerfield,
2002; Clancy & Hamber, 2008; Cfr. Oberti, 2006, 2008; Castillejo, 2007; Lira, 2007; Crenzel,
2009; Pastoriza, 2009).

Ruth Picker (2006), ahondando sobre el mismo proceso y partiendo de los objetivos de la CVR
en Sudáfrica (ofrecer a las víctimas la posibilidad de contar su historia para la restauración de
su dignidad, sanación de aquellos traumatizados y promover la unidad y la reconciliación
nacional, y finalmente, romper la indiferencia y la negación) presenta una evaluación de esta
comisión, a través de su investigación con víctimas en este país, que muestra varias cosas:

1. No hay “satisfacción” en las víctimas, puesto que su situación no mejora, mientras los
ofensores viven mejor. No hay una sanación de por medio. Esto genera un sentimiento de
injusticia y una decepción de haber participado en la CVR. Mucho más porque los
perpetradores no han pedido perdón. La cuestión es más grave cuando los perpetradores
no han dicho la verdad y han obtenido la amnistía.
2. La verdad y el reconocimiento no pueden limitarse a un hecho puntual, debe haber
procesos de acompañamiento y seguimiento. No se trabajó por la construcción de redes de
apoyo ni acompañamiento psicosocial.
3. Pero reconoce que la CVR sí tuvo logros importantes: un ejercicio de catarsis individual y
colectiva, conseguir reconocimiento público a las víctimas, rectificar las mentiras del
régimen del Apartheid, romper la negación social que existía en el país, limpiar y
dignificar el nombre de los seres queridos, afirmación identitaria de las comunidades.

En esta misma línea Kanyangara, Rimé, Philippot & Yzerbit (2007) mostraron que los
participantes en la CVR tenían conciencia del reconocimiento social que se les había ofrecido
en este espacio público, lo cual se acompañaba de orgullo por poder hablar abiertamente ante
la sociedad y ante los victimarios, al lograr que lo denegado por décadas saliera a la luz; por lo
cual daban cuenta de un alivio, que no era solamente individual, sino también colectivo. Pero
además, enuncian que el hecho de revivir los hechos y el pasado con el testimonio podía
acompañarse, también, de reacciones emocionales negativas generando efectos de
retraumatización en algunos casos; según los autores, porque mucha gente no tenía muy claro
que su testimonio no iba a implicar justicia y sanción a sus agresores.
186
Desde otro horizonte, pero abordando la misma problemática, Molly Andrews (2007) se centra
en el problema del valor curativo de los testimonios. El análisis que hace de la estructura
narrativa y la imposibilidad de desplegarse de forma consecuente en el marco de una comisión
de la verdad parece muy interesante. Es decir, la narración del sujeto, su testimonio para ser
reconocido en estos espacios necesita ajustarse a un formato concreto: tiempo, tamaño y forma,
puesto que debe adaptarse a un informe, y al final se convierte en dato. Esto podría tener, para
la autora, un valor social y político, pero en ningún caso un valor terapéutico, el testimonio
necesita más espacio, más trabajo (individual o colectivo), una contextualización; además de
una disposición de escucha amplia de la víctima por parte de las CVR, algo que muchas veces
no tienen. Para Apfelbaum (2001) el problema es serio, porque la persona está tratando de
comunicar lo indecible y lo incomunicable. Es el sujeto quien debe decidir cuándo empieza y
cuándo termina su testimonio. Y esto necesita tiempo, incluso, mucho más que contar una
historia por una vez en público. Para la autora la suposición de la CVR sudafricana, además
de ingenua fue desacertada, lo que al final terminó instrumentalizando a las víctimas. (Cfr.
Andrews, 2007; Hamber, 2003, 2011).

Por lo tanto, el problema, para Hamber (2003, 2007, 2011), tiene que ver más con las
expectativas que generó la comisión sudafricana en su relato. Puesto que en su discurso oficial
ofreció curación y sanación de las heridas a las víctimas que dieran testimonio, algo que en un
alto porcentaje de los casos no podía ni pudo cumplir; porque, entre otras cosas, en muchos
casos instrumentalizó el testimonio de las víctimas con miras a lo que consideraba un fin
superior: la reconciliación nacional. Pero además, porque en términos de justicia transicional,
prometió que a los perpetradores se les concedería la amnistía sólo si confesaban plenamente
sus crímenes; con lo cual se garantizaba una cierta satisfacción y protección a las víctimas y
una valoración de su relato, cosa que no sucedió; y además, la mayoría de los perpetradores
aprovecharon este escenario para minimizar los daños, tratar de excusarse e ignorar el
sufrimiento de las víctimas (Staub, 2005), lo que también trajo consigo nuevas consecuencias
emocionales para las víctimas.

Ahora bien, el lugar desde donde se hace el análisis que cuestiona la “colonización del discurso
de las víctimas por el de los derechos humanos” (Das, 2008 c), cae en la colonización del
discurso psicologista del trauma y su versión individualista del mismo, que tampoco permite la
comprensión del proceso complejo que se instaura cuando la gente da testimonio público y
pasa del dolor privado al dolor público. Esto es lo que afirma Srila Roy (en Andrews, 2007)
cuando sostiene que el testimonio público se articula como dolor social, y su fin ya no puede
ser la curación individual. De esta manera, el testigo deja de encarnar el trauma personal, para
convertirse en una metáfora de la violencia padecida, con lo cual el dolor pasa al escenario de
lo público, lo que a su vez excluye que se pueda tratar con ello el dolor personal, que según
estas autoras, debe ser trabajado en otros espacios. Pero, precisamente el dolor ha sido causado
no por situaciones privadas, sino públicas (Käes, 1991); con lo cual, según este autor, el
escenario de lo público, no solamente abre puertas también para la recuperación, sino que el
desconocimiento de aspectos sociales, políticos y culturales del trauma, dificulta incluso el
proceso terapéutico. Este es precisamente uno de los focos de la presente investigación.

Sin embargo, esto no aparece tan claro entre la población blanca, puesto que según Theissen &
Hamber (1998) la mayoría de los blancos sudafricanos piensan que no tenían un rol en el
régimen del apartheid, aunque un 40% lo sigue considerando una buena idea, aunque mal
ejecutada. Un 58% no están de acuerdo con el cambio de sistema político ni con el proceso de
la CVR y un 41% afirmó que los testimonios dados por las víctimas fueron exagerados y un
60% afirmó que las víctimas no necesitaban ser reparadas; Además, ignoraban que 67% de esta
población votó al National Party106, en pleno estado de emergencia en los años 80. Esta

106
Partido nacionalista de los Afrikaners blanco en Sudáfrica, principal promotor del Apartheid.
187
investigación genera la pregunta por el real impacto de la CVR en una parte de la población
que tuvo niveles de responsabilidad en los hechos, mostrándose por el contrario una cierta
glorificación del pasado.

En otro ámbito de la cuestión, Ross (2003), Gobodo-Madikizela (2005) y Treviño Rangel


(2006) desde una perspectiva más social y política cuestionan la CVR de Sudáfrica, porque no
incluyó una perspectiva de género y excluyó las experiencias de victimización de las mujeres
del proceso, con lo cual la mitad de la población se quedó sin un marco de comprensión y
acogida de su experiencia de victimización. Mucho más cuando experiencias como la
expulsión de tierras, vivir en la miseria no fueron asumidas por la CVRS como parte de su
mandato, con lo cual esta experiencia que marcó la vida cotidiana de la gente y de las mujeres
en particular no fue tenida en cuenta para conocer y reconocer en profundidad las injusticias
del Apartheid.

Más adelante, Theidon (2008) cuestiona la sensibilidad de género de las comisiones de la


verdad. Una vez más se cuestiona la mirada universalista del discurso de derechos humanos,
puesto que si bien, tanto las comisiones de Sudáfrica, Guatemala y Perú han hecho esfuerzos
por entrevistar a las mujeres y dar voz a su victimización, no se ha tenido una perspectiva de
género que implique la manera cómo las mujeres tienen la experiencia desde su ser de mujeres.
Normalmente, las mujeres suelen hablar de sus problemáticas desde una perspectiva familiar o
colectiva, nombran las experiencias de sus hijos, sus maridos, de la familia o de la comunidad,
pero suelen pasar por alto sus propias vivencias y sus sentimientos (Cfr. Ross, 2003; Gobodo-
Madikizela, 2005). Aaunque tanto la de Guatemala, como la de Perú incluyeron capítulos que
analizaban de forma específica el impacto en las mujeres (Martin Beristain, 2012); lo cual
implica ir más allá de la narración de las “violaciones sexuales”, que también suelen
silenciarse, sino en una perspectiva incluyente que posibilite realmente una mirada que recoja
la experiencia de las mujeres que vaya más allá de la perspectiva que se ha impuesto de un
formato confesional.

En esta misma línea, Mats Utas (2005) aporta una reflexión en torno a su experiencia con
mujeres de Sierra Leona, refugiadas en Liberia. Allí las mujeres se acercaron a la comisión y a
las organizaciones humanitarias para contar sus experiencias de ser violadas. La pregunta que
surgió fue por la facilidad con que contaban estas historias, cuando en otros contextos solían
ser silenciadas. En el marco de la ayuda humanitaria, las mujeres que habían sufrido agresión
sexual tenían acceso a apoyos y ayudas de una manera más expedita, por lo que este hecho se
convirtió, en algunos casos, en un factor que promovió “las confesiones”, aunque fueran falsas.

Por lo tanto, la pregunta que se hace Utas (2005), tiene que ver con los marcos, esquemas y
formatos que se abren desde las intervenciones humanitarias, las comisiones de la verdad y
otros formatos desarrollados por la comunidad de derechos humanos, que pueden generar
formas de interacción con las poblaciones, que más que responder a sus necesidades, plantean
formas que no logran acertar en lo que la gente quiere. En este sentido Andrews (2007), tiene
razón, cuando en su estudio se encuentra con la decepción de la gente ante la CVR sudafricana:
cuando las víctimas apenas estaban empezando a contar, el tiempo y el espacio ya se habían
acabado, la constricción del formato dejaba un sinsabor y un sentimiento de, en realidad, no
poder contar su historia.

Desde una perspectiva más antropológica, Castillejo Cuéllar (2007) estudiando las comisiones
de verdad de Sudáfrica y Perú, va develando una crítica a esta forma de justicia transicional, y
a las condiciones de producción de la historia y le memoria en contextos de conflicto armado o
violaciones de los derechos humanos; puesto que en muchos casos se desconocen los factores
estructurales que subyacen al conflicto armado, la violencia institucional, la exclusión social,
política y económica que los alimenta. En este sentido llama la atención para que estos
espacios no se limiten a un discurso universalista de los derechos humanos, sino que se tengan
188
en cuenta las condiciones de cada país, su marco socio-histórico y cultural, las condiciones de
posibilidad que han hecho posible el régimen o el conflicto armado, que se incluya a los
desplazados forzados como víctimas para que se visibilice el conflicto por la tierra y por la
riqueza, la explotación económica, las exclusiones históricas.

Así pues, la verdad y los mecanismos de justicia transicional son necesarios, pero no
suficientes. Porque una historia y una memoria producidas en el marco de testimonios sin
contexto, sin marco histórico, centradas únicamente en el sufrimiento y el dolor, puede
posibilitar la manipulación de los testimonios y de las víctimas al servicio de intereses políticos
y visiones del mundo que legitiman otras acciones de violencia estructural: “el problema no es
darle una voz al otro, como reza al argumento neocolonialista, sino recalibrar la capacidad
propia de escuchar con profundidad histórica… cuando una comisión realiza estadísticas de
violaciones de derechos humanos, guiada por el horizonte de una transición… produce un
abismo epistemológico, una incapacidad de leer más allá de los límites impuestos por la
definición” (Castillejo Cuellar, 2007, P. 85). Por esta razón, el autor en su reflexión afirma que
se debe ir más allá del “evangelio transnacional de la justicia transicional y la reconciliación”
para analizar las condiciones estructurales de producción de subjetividad y de las formas de
relaciones sociales que se dan en esa sociedad.

También, desde un marco antropológico, Shaw (2005) cuestiona las CVR, porque en muchos
casos, por su formato universalista centrado en el discurso de los derechos humanos, no
responden a las realidades culturales de los países donde se ejecutan. Para este autor es el caso
de Sierra Leona, donde la CVR no fue bienvenida por la población, al contrario, fue rechazada,
puesto que éste era un país con una muy fuerte cultura de perdón y olvido.

Del Pino (2003) reconoce la importancia para la comunidad Uchuraccay, en Perú, al hacer una
memoria de todos sus muertos, de uno y otro bando, a lo largo de todo el conflicto armado,
más allá del hecho de una masacre de periodistas que marcó a la comunidad desde afuera. El
autor afirma que se posibilitó un reconocimiento al sufrimiento de la comunidad y abrió la
pregunta por las memorias en Perú, donde se han visibilizado mucho más algunas víctimas de
primera categoría y se han olvidado otras, especialmente los indígenas. En este sentido se
rescata el papel de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación que logró identificar esta
problemática y darle un sentido simbólico y ritual que permitiera el reconocimiento social y
político de las víctimas olvidadas (Cfr. Theidon, 2004; Laplante y Theido, 2007)

Estas investigadoras (Laplante y Theidon, 2007) luego de una investigación etnográfica de dos
años con comunidades donde se había dado testimonio ante la CVR peruana y analizando el
proceso de lucha por las reparaciones, se preguntan por si el hecho de dar testimonio ayuda al
proceso de recuperación de las víctimas; y si con estos testimonios las víctimas sobrevivientes
hacen ciertas demandas al Estado. Las víctimas demandan al Estado reconocimiento y
reparación, más allá de pensar si dar el testimonio puede ser o no sanador; porque éste sin una
consecuencia concreta en la vida de la gente, no construye un puente al futuro, sino que se
ancla en el pasado. Así pues, el retraso en la implementación de medidas de reconocimiento y
reparación ha generado en Perú un sentimiento de desilusión, una actitud cínica frente a la
CVR o una reevaluación de su valor puesto que no implicó cambios sustanciales en sus vidas,
como lo fue en el caso de Sudáfrica. La conclusión es que si bien, el hecho de dar testimonio
puede tener efectos de catarsis temporales, debe estar seguido de acciones concretas de
reparación que conecten la verdad con la justicia y de procesos integrales de acompañamiento
que posibiliten la reconstrucción del tejido social. De lo contrario los efectos positivos podrían
no solamente ser eliminados, sino también revertirse, generando un mayor daño en las
víctimas, por sentirse o bien manipuladas y utilizadas, o bien, engañadas y revictimizadas (Cfr.
Hamber, 2006).

189
Juan Martín Sánchez (2005) coincide con Del Pino (2003) y Theidon (2004) en este punto y
plantea la importancia ética de la verdad en los proceso de transición. La importancia de la
CVR, está, más que en la adecuación a los hechos, en su capacidad de de-velar lo que ocurre o
lo que se ha mantenido oculto o en secreto. En este sentido considera que es un instrumento
invaluable de los procesos de transición y considera que posibilita el vínculo de la ciudadanía,
a través de su testimonio, con la construcción de realidad que hace el Estado. De esta forma el
testimonio, también tiene un valor ético y político sustancial, puesto que se convierte en
mediación que permite el reconocimiento político del relato propio y la dignificación de los
testigos y víctimas. Pero si el Estado no cumple con su responsabilidad, la situación de las
víctimas, al final, puede ser peor que al comienzo, tal como está sucediendo, en muchos casos,
en El Salvador, Guatemala y Perú (Laplante y Theidon, 2007).

El caso de Guatemala, ha sido quizás una de las principales fuentes de la reflexión y las
conclusiones de Martín Beristain (1999, 2000, 2005, 2008) que hasta ahora he presentado; sin
embargo, Isaacs (2006) cuestiona el beneficio terapéutico de la CEH de Guatemala y del
REMHI. Puesto que la gente tenía claro que iba a servir para muy poco. Aún así dio su
testimonio, no porque esto pudiera ayudarle a mejorar su situación psíquica, aunque la gente
afirmaba que “habían sacado lo que tenía dentro”; sino porque veían necesario que se supiera
lo que había pasado; y en muchos casos porque esperaban reparaciones y justicia. Sin
embargo, el malestar en el país ha sido mucho mayor después de que el gobierno apenas sí
reconoció el informe; lo cual ha mantenido en la impunidad la mayoría de los hechos, y con
ello mayor malestar en la gente.

De acuerdo con Martín Beristain (2010) no se trata de un fracaso en las intenciones del
REMHI y la CEH, ni de una discusión de sus posibilidades terapéuticas a nivel individual y
social, sino que los límites de los que se han enunciado tienen que ver más con el cierre del
espacio político de lo que iban a ser los acuerdos de paz, el mantenimiento de la represión, el
asesinato de Monseñor Gerardi, al día siguiente de la publicación del informe REMHI, la
pérdida de la presión internacional; con estas circunstancias se hace muy compleja una
valoración de los efectos de estos procesos, puesto que, según el autor, dichos proyectos siguen
siendo referencia para la gente.

Cristian Tileaga (2009) realiza críticas similares a les analizadas en Perú y Sudáfrica, en torno
a esta misma comisión “Tismaneanu”, que estaba encargada de hacer la condena histórica del
comunismo en Rumania. El autor le atribuye familiaridad con las comisiones de la verdad de
África y América latina y la ubica en el contexto de buscar la curación, el fortalecimiento de la
democracia y la reconciliación. Pero su reflexión fundamental estriba en que estas comisiones,
y en particular la rumana, se ubican en un contexto de producción del discurso social, donde
priman unos valores sociales y políticos, desde los cuales se juzga el pasado, para afirmar estos
valores en la conciencia y en la identidad colectiva. Por lo tanto, recomienda a los
investigadores sociales acercarse a este tipo de discursos y acciones sociales, desde un lugar de
prevención y crítica que permita delimitarlos en su contexto y no caer en el eslogan: verdad =
curación o verdad = reconciliación o transformación del entorno social.

Sin embargo, Ciobanu (2009) recoge todos los elementos positivos de la comisión
“Tismaneanu” porque desmontó narrativas del antiguo estado totalitario, la recuperación de la
historia de muchas víctimas, generó una conciencia histórica y una memoria pública que
contribuyeron a la identidad colectiva. Aunque hace falta justicia y reparación. Schabas
(2006) reafirma finalmente que las CVR corren el riesgo de quedarse en niveles abstractos de
la discusión macro política, además de la politización y la manipulación de sus resultados.

Con este enfoque entronca la crítica de Veena Das (2003, 2008c) quien en su discusión sobre
el problema de nombrar la violencia y el sufrimiento o callarlos, en contextos donde algunos
hechos son inenarrables, innombrables y solo queda el silencio, piensa que el observador,
190
deber ir más allá de este silencio y ver en las formas de vida cotidiana los signos de una
resistencia y una dignidad que la gente desarrolla para encontrar sentidos desde sus propias
dimensiones, valores culturales, vivencias, y luchas. Por eso no basta con un nivel
jurídico/político que explicite esta experiencia de las víctimas, sino también con la restauración
de la cotidianidad como forma de reparación, además de la fuerza de la gente para continuar en
un espacio signado por el dolor y la destrucción.

Para la autora (Das, 1997, 2003, 2008 c, d, e, f, g) la ciencia social y la antropología en


particular deben dedicarse a develar las maneras en las que la gente lucha y le encuentra
sentido al sufrimiento y lo transforma en una experiencia vital que logra superar; sin negar la
necesidad de la acción jurídica. Así acepta el proyecto ilustrado de verdad, siempre y cuando
se abra a escuchar otras voces que quedan relegadas. Definiendo que antes que el discurso
frente al Estado y de los derechos humanos, la curación es una acción fundamental frente al
sufrimiento: en este sentido el testimonio social del dolor individual se convierte en una
experiencia transformadora para las víctimas y permite abandonar una posición de
inmovilismo.

Frente a todas las críticas, prevenciones y dificultades planteadas en estos escenarios, Martín
Beristain (2001, 2007b, 2008, 2010a) recomienda que cuando se trabaje en un proceso de
testimonio para espacios oficiales o no oficiales de verdad, es fundamental no excluir a nadie,
tener siempre una disposición a la escucha que vaya más allá de los moldes y esquemas de la
sistematización, dar un espacio de acogida y apoyo con un trato de respeto profundo por la
gente; buscando un equilibrio entre lo local y lo general, teniendo en cuenta las expectativas de
la gente y dialogándolas de forma realista y honesta. Además, reconociendo que el testimonio
puede ser un primer paso en la curación y la reafirmación personal; pero que se necesitan
también mecanismos de seguimiento y apoyo psicosocial que ayuden a enfrentar los problemas
de reintegración social, rehabilitación y reconstrucción de la vida y del tejido social; sin
victimizar, sin patologizar, sin convertir a las víctimas en enfermos. Por ello, para el autor es
fundamental que este trabajo se haga desde la acción colectiva, la promoción de la
participación en lo local, vinculándose con los procesos de desarrollo local.

Para otros autores, los procesos de verdad pueden tener una gran limitante: muchas veces
despolitizan a las víctimas y se sitúan en un discurso universalista de derechos humanos que
hace perder el contexto histórico de los hechos, además de estar enmarcadas por las
negociaciones previas entre diversos poderes. Así se limita la verdad de las víctimas, se
recortan sus historias y sus posibilidades de resistencia (Iglesias Saldaña, 2005; Lira, 2007;
Oberti, 2008; Crenzel, 2009). Mientras que Jelin (2002a, 2003) observa que las luchas y
procesos de memoria pasan por algunas etapas que van desde la identificación de las víctimas
y el reconocimiento de los hechos de horror y los crímenes, hasta su judicialización, y después
la revaluación de los proyectos sociales y políticos de quienes cayeron en la represión. Ahora
bien, esto será posible de mejor manera según cómo evoluciona el contexto.; es decir, es más
fácil avanzar en esta línea en Argentina, que en Chile, y a su vez se ha avanzado más en el
Cono Sur que en Guatemala o El Salvador.

De otro lado, es importante analizar también la importancia de los efectos sociales y colectivos
que permiten transformaciones societales y reconstrucción de tejido social. En esta línea, Lira,
Loveman, Mifsud & Salvat (2001) y Lira (2007) estudian el valor de la verdad dentro de los
procesos de transición. En primer lugar se considera un valor indispensable y necesario, tanto
para las víctimas como para lo sociedad. Pero no es suficiente. Puesto que los autores
analizando la historia de Chile comprueban que se han desarrollado otras comisiones de
verdad, en otros momentos históricos, que han estado luego acompañadas de amnistías
generalizadas y de impunidad, que se esconde en los discursos de reconciliación y paz social,
que amparan, a su vez, las acciones violentas a nombre de la unidad, la patria y otros ideales.

191
Para Lira (2007) la comisión de la verdad que permitió reconocer los hechos, también permitió
la justificación de los mismos.

Con este punto de vista coincide Piper (2005) cuando afirma que en Chile se observa una
paradoja: hay un bloqueo de la memoria, una negación del pasado, puesto que el silencio, la
indiferencia y la indolencia parecen ser marcas de esta sociedad. Pero hubo comisión de la
verdad, incluso múltiples trabajos académicos y artísticos en torno a la verdad y la transición.
Y sin embargo, sigue primando el silencio. La autora responde con una nueva paradoja: la
sociedad chilena acepta las comisiones de la verdad, las investigaciones, pero con la condición
de no seguir hablando del tema. Lo cual plantea un problema no entre olvido y memoria, entre
verdad o mentira, sino entre formas de memoria: la estrategia del poder no está en el olvido
sino en la proliferación de discursos antagónicos y, en muchos casos, polarizados para activar
una memoria que termina legitimando el golpe de estado y la dictadura militar: éste era
necesario porque era un país dividido y al borde de un conflicto armado, lo cual crea una
asimetría de poder donde los relatos de las víctimas quedan en una posición marginal.

Para estos autores (Lira, Loveman, Mifsud & Salvat, 2001; Piper, 2005; Lira, 2007), tanto
desde el punto de vista político, psicosocial, ético y teológico es fundamental que en la etapa
actual chilena se supere la impunidad y se puedan establecer niveles de justicia, que impliquen
responsabilidades penales, aún cuando luego se establezca un indulto. Concuerdan en que una
verdad sin justicia es un insulto y que la justicia sin verdad es un engaño. Por lo tanto, ven
necesario revertir este ocultamiento de la realidad en Chile, hacer justicia y realmente prevenir
una nueva manifestación de violación de derechos humanos, puesto que el discurso de
legitimación de estas acciones a nombre de la estabilidad, salvar a la patria, etc. sigue sin
condenarse en el país.

En último término, estas comisiones son herramientas e instrumentos que tienen sus
posibilidades y sus límites, y sus efectos dependerán siempre de los contextos, los escenarios
políticos, las relaciones de fuerza y las posibilidades de profundizar y permear en las relaciones
sociales, políticas y estructurales de una sociedad. Por lo que se hace necesaria una mirada de
cada caso. En el caso de la presente investigación, si bien en Colombia no se ha realizado una
comisión de la verdad, sí existe una demanda de las víctimas por reivindicar su derecho a una
verdad que les permita comprender lo que pasó, cómo pasó y por qué pasó. Ahora bien, a la
hora de abordar esta cuestión se hará desde los imaginarios y las expectativas, que desde los
efectos, por obvias razones. Sin embargo, las investigaciones revisadas permiten un marco de
comprensión sobre los efectos de la memoria y la verdad en escenarios públicos que entroncan
claramente con la pregunta y el objeto de esta investigación y serán un marco de referencia
importante a la hora de analizar los resultados.

5.7.2. La acción jurídica, la justicia y su relación con la memoria.

La discusión sobre el papel de la justicia, la participación de las víctimas en los escenarios


judiciales, las consecuencias psicosociales de la justicia y de la impunidad en la vida de los
sobrevivientes, de las comunidades y de la sociedad en general, también nos presenta un rico
debate que se intentará reflejar.

Ulriksen y Viñar (1993) reconocen la importancia del testimonio como una forma de
elaboración. Mucho más si está acompañado de una terapia. Pero se debe complementar con
la verdad y la justicia, que son el acto simbólico de rescate de una memoria imprescindible
para la vida de los pueblos y la cultura. Este trabajo de la memoria es implacable y si no se
recupera simbólicamente reaparece como síntoma en lo individual y en lo colectivo.

Según Schmucler (1996) y en el contexto del trauma social de los desaparecidos en Argentina,
éste es un hecho que no puede dejar de testimoniarse, aún cuando no haya palabras para
192
referirlo. Pero la pregunta sigue siendo: ¿Cómo fue posible? Y para ello también se necesita
reconstruir sistemáticamente la historia y que se haga análisis político de los hechos. Pero para
el autor la memoria es posterior al duelo y es patrimonio de la ética. Sin embargo, cómo hacer
el duelo sin muerto. Por eso, en este contexto, la memoria no logra realizarse estrictamente, ni
ser un vehículo de sanación y reconstrucción. Por lo que al final, en estos casos, según el
autor, sólo la justicia tendría un valor terapéutico y reparador.

Denise Jodelet (1998), estudiando la memoria, a partir del juicio a Klaus Barbie, el carnicero
de Lyon, reconoce que la justicia, y ésta desarrollada en un escenario público y mediático,
tiene un efecto fundamental sobre la sociedad en los procesos de construcción de la memoria
histórica. Afirma que la contradicción entre dolor de testimonio y deber de memoria, es
superada cuando se media por la justicia y la reparación. Por lo tanto, El testimonio de las
víctimas si quiere ser efectivo debe insertarse no sólo en el dispositivo jurídico político de la
acción judicial, sino también en un dispositivo emocional, social y mediático, que marque el
espíritu y condense una memoria de los hechos; de tal manera que el reconocimiento sea
oficial por la sanción que implica la sentencia, pero también social, por la aceptación y la
solidaridad de la sociedad frente a lo que han padecido, en la lógica de no repetición (Cfr. Feld,
2002).

María Luisa Cabera (2001) describe algunos de los cambios en las creencias sobre la
legitimidad de la ley y la justicia, producidos por la experiencia de impunidad político-legal en
juicios por violaciones a los derechos humanos. Analizando en un conjunto de entrevistas y
encuestas, individuales y de grupo, realizadas a un centenar de víctimas de violaciones a los
derechos humanos, en Guatemala, la autora mira la manera en que las comunidades afrontan
la impunidad, y por qué continúan sus acciones de búsqueda de justicia a pesar de un sistema
institucionalizado de impunidad. Se muestra además cómo la gente ve en estos procesos un
escenario para la reivindicación moral de la dignidad de las víctimas, y una forma de lucha y
resistencia para tener un mejor futuro, y para reconstruir la convivencia social.

Theidon (2006a, 2006b), por su parte, al analizar el tema del “encapuchamiento” (ocultar el
rostro en medio de una violencia que atravesó profundamente las comunidades campesinas e
indígenas del Perú), afirma que los contextos de memoria en el Perú, necesitan un nivel de
verdad y justicia, aún cuando para las comunidades sean categorías más complejas. Por esta
razón, la autora reconoce que sin un nivel de verdad, de justicia y de reparación, aún
comunitaria, la convivencia se hace un “imposible” que se vive todos los días, y que al final se
encarna en el propio cuerpo de las víctimas e incluso de los victimarios, a través de múltiples
síntomas, silencios, rupturas sociales. Por lo tanto, el quitarse la capucha, el encararse, el
descubrir el rostro es para la autora un símbolo fundamental de un proceso de verdad y
reparación, de petición de perdón y reconocimiento social a las víctimas, que significa, no
solamente un espacio de reconciliación, sino también un proceso de justicia comunitaria,
restaurativa y retributiva, donde la comunidad también sanciona, pero reintegra. Estos
procesos son para la autora una oportunidad para analizar el ejercicio de la justicia en
contextos transicionales.

Marta Minow (2008a) afirma que son necesarios los esfuerzos colectivos para hacer memoria,
puesto que durante los últimos cincuenta años se han enriquecido con terminología jurídica,
incluyen los enjuiciamientos penales, las reparaciones y las comisiones de la verdad. Cada una
de estas estrategias transicionales tiene sus fortalezas y debilidades con respecto a labrar un
camino que permita superar la venganza y no quedarse en la consigna “perdón y olvido, borrón
y cuenta nueva”. En el caso de la verdad, la justicia y la reparación el énfasis está en la
rendición de cuentas y en las narraciones de la verdad. Para la autora estas formas de memoria
colectiva contienen la posibilidad, solamente la posibilidad, de reconstruir las sociedades en
lugar de avivar los odios.

193
Un esfuerzo importante en la generación de espacios de justicia transicional fueron los
tribunales Gacaca en Ruanda (Uvin, 2003; Waldorf, 2006; Viaene, 2008). El objetivo era
poder ampliar las posibilidades de sanción social a personas que hubieran participado en el
genocidio, dentro de un marco de justicia, conocida por las comunidades, debido a que
constituían formas tradicionales de aplicar justicia comunitaria. Estos autores detectan que por
la limitación de su acción, por no haber sido espacios tradicionales para resolver este tipo de
conflictos, con la magnitud de un genocidio, y por la utilización sectaria que ha hecho el
gobierno de ellos (sólo se han juzgado los delitos de los hutus, pero no de los tutsis del Frente
Patriótico Ruandés), el proceso de transformación social esperado ha sido muy limitado.

Sin embargo, Kanyangara, Rimé, Philippot y Yzerbit (2007) en una investigación sobre estos
juicios comunitarios Gacaca107 aportan evidencia empírica sobre la disminución de prejuicios y
estereotipos intergrupales entre los y las participantes, sin dejar de reconocer que durante el
proceso del juicio se activan emociones negativas, tales como miedo, ira, tristeza, dolor, rabia
y odio; puesto que se reviven y se recuerdan muchas de las experiencias padecidas durante el
genocidio; de allí que los autores se pregunten por el bienestar emocional de los y las
participantes en estos escenarios de justicia comunitaria. Sin embargo, su estudio muestra que
el afrontamiento activo de la injusticia está asociado con la reactivación de emociones
negativas, pero se refuerza la cohesión social, la integración, el reconocimiento moral de las
víctimas, lo que combate un clima emocional negativo y favorece la construcción de una
cultura de paz.

Por su parte, Broneus (2008) en una investigación cuantitativa de carácter epidemiológico


encontró que la participación en los juicios Gacaca traía asociado mayores índices de
sintomatología en el TEPT y depresión. Algo que confirmó en un estudio cualitativo con 16
mujeres que habían testificado en estos tribunales comunitarios, quienes afirmaron que la
experiencia había sido más traumática y revictimizante, que sanadora. De la investigación
quedan preguntas por las condiciones de seguridad, de preparación, acompañamiento y
seguimiento para dar los testimonios y por lo espacios de contención comunitaria y las redes
sociales desde las cuales se puede adelantar esta experiencia. Puesto que la mirada, tanto de
esta autora, como de Kanyangara, et. al. (2007), puede estar muy centrada en una perspectiva
individualista, centrada en los síntomas y con categorías de evaluación de corte funcionalista y
sociocognitivo, donde se escapan elementos de lo psicosocial que pueden ser leídos en una
dimensión más compleja y a más largo plazo. Además esos testimonios se hicieron sin mucha
preparación ni acompañamiento, y confrontando directamente a la víctima, lo cual es un fuerte
estresor; por lo cual estos resultados deben ser analizados con cierta reserva 108.

De otro lado, Igreja (2007) e Igreja, Días-Lambranca & Richters (2008) recomiendan estas
formas culturales autóctonas como caminos viables para realizar procesos de justicia

107
Los juicios Gacaca, son una experiencia de justicia transicional que se ha constituido en Ruanda como un medio de
generar sanción social a muchos de los perpetradores del genocidio del año 1994. Debido a que grandes capas de la
población Hutu se vincularon con el genocidio, era imposible realizar un proceso judicial, con todas sus formas y el rigor
que se necesita. De otro lado, tampoco era posible una impunidad absoluta. Así pues, se diseñó este mecanismo com o
una forma de generar procesos comunitarios de sanción colectiva y reconciliación: “El Gacaça modernizado - que se
replica por todo el país - constituye hasta hoy un experimento jurídico-social sin precedentes tanto en su tamaño como en
su alcance. Dichos tribunales se componen de personas, elegidas por su integridad por los habitantes de aldeas, sectores,
distritos y provincias. Los prisioneros son llevados ante el tribunal en la comunidad en la que presuntamente cometieron
un delito. En su presencia, las víctimas y la comunidad discuten los hechos alegados y se genera un proceso de
testimonio-defensa. Aquellos reclusos que confiesen y pidan perdón con anterioridad a su declaración ante el tribunal,
pueden recibir importantes reducciones de las sanciones” (Martín Beristain, Páez, Rimé y Kanyangara, 2010)
108
Desde una perspectiva más social y antropológica Nieuwelink (2009), en una investigación con historias de vida,
afirma que los juicios Gacaca han permitido a la gente un espacio para contar su historia, para construir una memoria
compartida, para mejorar su adaptación a la vida después del genocidio y para reconstruir las piezas dispersas y
fragmentarias de una vida colectiva rota por completo, a raíz de la violencia. Los considera un escenario de reparación
colectiva, donde las víctimas recuperan dignidad y los perpetradores tienen la oportunidad de reconocer y reparar el daño.
Según la experiencia del autor, el proceso ha sido sumamente positivo y ofrece oportunidades para reconstruir el tejido
social.
194
transicional, la reconstrucción de las comunidades, pero que también pueden proyectarse a un
escenario nacional; tal como lo observó y trabajó en Mozambique con los rituales de
purificación de los espíritus gamba, que implicaron el reconocimiento de responsabilidades por
parte de los perpetradores y victimarios; con lo cual se abrieron escenarios de justicia y
reparación comunitaria, que podrían ser extendidos, según los investigadores, a ámbitos más
amplios en procesos de transición postconflicto.

Lira (2009) afirma que en Chile se ha podido revertir un horizonte histórico de impunidad en
nombre de la paz y la reconciliación social, por la tenacidad y la insistencia de las víctimas que
durante más de 15 años han luchado para que haya justicia. La justicia en Chile es fruto de las
resistencias de la memoria. Para argumentar esta tesis, la autora pasa por la historia de Chile y
muestra como en sus múltiples violencias y conflictos, se han dado escenarios de impunidad.
Este escenario se quiso implantar luego de la dictadura de Pinochet. Pero el movimiento de
víctimas y su insistencia en un marco ético diferente, acompañado de la nueva conciencia
internacional sobre los derechos humanos, posibilitó una lucha de largo camino que ha ido
dando sus frutos.

Dentro de este proceso, la autora (Lira, 2007, 2009) reconoce en la acción pública de memoria
y en la organización de las víctimas una fuerza de resistencia importante, mostrando cómo en
los diversos momentos las memorias de unos y de otros entraban en luchas y disputas.
Considera que el gran logro ha sido mantener en la memoria social estas voces, a pesar de los
esfuerzos por acallarlas y del impacto social que se ha dado en la sociedad chilena tras la
dictadura, que ha roto lazos de confianza y de solidaridad muy importantes. Así pues, las
memorias individuales y grupales se han hecho memoria social, lo que ha implicado un
proceso de reconocimiento público que ha sido una puerta abierta para la recuperación de las
víctimas y su inserción en la construcción de futuro del país: función terapéutica de la
memoria. En este sentido, Piper (2005) piensa que un paso clave ha sido la comisión de la
vedad sobre la tortura (Informe Valech) y Hayner (2008) la apertura a la justicia que ha
permitido el juicio de oficiales de gran envergadura en los últimos años.

En un estudio que examina varias investigaciones previas en Ruanda, Sudáfrica y Guatemala,


Martín Beristain, Páez, Rimé y Kanyangara (2010) comparan la participación de las víctimas
en escenarios de justicia transicional, como los juicios sobre violaciones de derechos humanos
y las comisiones de verdad. En África del Sur, con la participación de las víctimas en la CVR y
en Ruanda con los tribunales Gacaca, los autores sugieren que la participación en estos
espacios aumenta algunas emociones negativas y algunos síntomas, y por ende no ayudarían a
sanar el sufrimiento individual. Aun más, los resultados de Ruanda y África del Sur mostrarían
que los rituales de justicia transicional también refuerzan un clima emocional negativo,
implicando un coste social. De otro lado, los participantes en las investigaciones estudiadas de
Guatemala y África del Sur, pareciera que comunican tener mayor cohesión social, mayores
capacidades de resistencia y de lucha, marcadas por un empoderamiento social; pese a que los
juicios se dan en condiciones de fuertes limitaciones respecto a la reparación y justicia que se
pueden alcanzar.

Martín Beristain, et. al (2000); Lykes, Martín Beristain y Cabrera (2007) apoyan la tesis de la
participación en escenarios de justicia transicional como una forma de constituir un clima
emocional más positivo, aumento de la cohesión social, un empoderamiento del colectivo y
efectos de fortalecimiento comunitario. La pregunta clave es: ¿Cuál es el objetivo de este tipo
de acciones de justicia transicional? ¿Tienen una dimensión terapéutica, entendida ésta, en
términos psicológicos y sintomáticos? Todas estas preguntas se entroncan con las abordadas
anteriormente en torno al hablar o callar, la acción terapéutica y la acción psicosocial.

Hamber et. al (2000), Hamber (2003, 2007, 2011), Hamber y Wilson (2002) contestan de
forma negativa a la última pregunta. Y afirman que los objetivos de este tipo de escenarios, de
195
verdad y justicia transicional, son mucho más amplios y sus efectos tienen una dimensión
social y política que son innegables; que por lo demás, las medidas y marcos de comprensión
de la psicología se quedan cortos en su evaluación. Por esta razón, Martín Beristain, et al.
(2010) afirma: “aún sobre la base de pruebas limitadas, podemos concluir que los rituales de la
justicia transicional (por ejemplo, las comisiones de la Verdad o Gacaça) no tienen un objetivo
"terapéutico" a nivel individual. Además hay datos que confirman el riesgo de generación de
nuevos impactos, y de que los rituales pueden exacerbar las emociones negativas colectivas,
por lo que tienen que hacerse de forma cuidadosa”. Sin embargo, todos estos autores valoran
su realización y ejecución y han mostrado sus aportes en términos de reconstrucción de tejido
social y colectivo, aunque tuvieran un coste emocional para las víctimas 109 (Gibson, 2004;
Martín Beristain, 2006, 2007a, 2007b, 2008; Cabrera, 2001, 2004, 2008; Lykes, Martín
Beristain y Cabrera, 2007).

Jodelet (1998) en el caso del juicio a Klaus Barbie, expresa la misma limitación y Claudia Feld
(2002), en el caso de los juicios a los generales argentinos. Sin embargo, ambos autores
afirman en sus investigaciones, que el trabajo de los medios de comunicación y la construcción
de un escenario que movilice también las emociones, en el cual, más allá del estrado, los
testimonios de las víctimas tengan impacto social y político, se genera alrededor del proceso
judicial esa dinámica de recuperación y reconstrucción que se le pide. Este análisis también lo
termina haciendo Hannah Arendt (1964 / 2009), en el juicio a Eichmann, cuando afirmaba que
prácticamente ningún testimonio de los presentados inculpaba directamente al perpetrador,
pero tenían una finalidad social y política que rebasaba los límites del estrado judicial y se
insertaba en los discursos construidos socialmente, no sólo en Israel, sino en el mundo entero,
con los que se buscaba el reconocimiento de los hechos y su realidad; en últimas, y según
Jodelet (1998) el juicio debe ser una respuesta de las víctimas a la negación de algunos
políticos e historiadores.

Para algunos, este modelo implica la aplicación de una “venganza” desde arriba, donde las
personas afectadas encontrarían una “satisfacción” a su demanda y una retribución al daño que
se ha sufrido (Galtung, 1998) aunque en abstracto las penas pretenden ser correctivas, más que
crear escarmientos o “venganzas”. Otros autores piensan que los efectos políticos y sociales de
la aplicación de justicia pueden incluso ser muy negativos y poner en peligro la democracia y
la estabilidad alcanzada en el proceso de transición. E incluso exacerbar los odios y las
disputas, sin que se logre el objetivo de la paz (Brahm, 2004; Orozco Abad, 2005; Sikkink y
Booth-Walling, 2007).

En su investigación doctoral, Cabrera (2004) profundiza mucho más en los efectos de la


participación de las víctimas y las comunidades en escenarios judiciales, en caso de la masacre
de Xamán110, llega a las siguientes conclusiones en torno a lo que genera la impunidad, pero
también la acción de justicia en las personas y en los colectivos:

1. La impunidad produce una serie de afecciones psicosociales (aumenta el temor, la


angustia, el estrés, el miedo, los pensamientos invasivos y la desesperanza) que prolongan
el sufrimiento emocional.

109
Desde Hannah Arendt (1964 / 2009), se ha cuestionado el escenario judicial como un espacio reparador, restaurador o
sanador de las víctimas: “El tribunal no estaba interesado en aclarar cuestiones como: ‘¿cómo pudo ocurrir?’ ‘¿Por qué
ocurrió?’ ‘¿Por qué se escogieron esas víctimas?’ ‘¿Por qué estos fueron precisamente los victimarios?’… la justicia dio
importancia únicamente a aquél hombre que se encontraba en la cabina de cristal” (P. 16). Es decir, la justicia se centra
en el perpetrador, en comprobar con una verdad jurídica, con la prueba judicial su responsabilidad, su culpabilidad. Todo
lo demás es accesorio, por lo tanto, las víctimas juegan un papel marginal (Cfr, Das, 1997; Laplante y Theidon, 2007).
110
La masacre se realizó en la comunidad Aurora, una comunidad de refugiados, retornados a Guatemala. El ejército
asesinó a 11 personas, en el año 1994. La comunidad se enzarzó en un disputa judicial, hasta alcanzar algún nivel de
justicia 12 años después. Cabrera (2001, 2004, 2007, 2008) realiza un trabajo de acompañamiento, investigación y
seguimiento a este proceso.
196
2. Este sufrimiento emocional revela cómo los síntomas de poder prolongan la violencia, a
través de la impunidad; puesto que la violencia se perpetúa y mantiene la posibilidad de
repetirse si se garantizan mecanismos de impunidad que la hacen no sancionable, no
punible.
3. Sin embargo, la gente resiste a este sistema y lo hace desde el compartir social, la
reevaluación positiva de los hechos, la lucha por la verdad, la memoria y la justicia. De
allí que la participación en juicios sin justicia, que aunque no sirvan para hacer justicia, sí
tienen repercusiones positivas en el ámbito de la reparación psicosocial individual y
colectiva.
4. La lucha por el esclarecimiento de la verdad, en esta dimensión jurídica, sirve para validar
el sufrimiento social causado por la violencia y la injusticia, y esto tiene efectos sociales
positivos en la recuperación emocional de los sobrevivientes y afectados, así como la
restitución pública de la dignidad de las víctimas.
5. El juicio tiene un valor de memoria social, cumple con un deber social de recuerdo, puesto
que legitima el recuerdo de la violencia y contribuye a la reapropiación colectiva del
pasado como dimensión ética de prevención de la violencia en el futuro.

En síntesis, esto puede ayudar a explicar por qué las víctimas se empeñan en acciones de
memoria, a pesar de la situación de no justicia e impunidad (Cabrera, 2001, 2004). Así pues,
puede afirmarse con Pérez Esquivel (200l) que del dolor se pasa a la resistencia, tal como lo
afirman las madres de plaza de mayo: “A nosotras nos parieron nuestros hijos”, que se
manifiesta en una capacidad enorme de vivir, de enfrentar el dolor, ir más allá de la angustia,
de ese dolor que no se va, pero que da fuerzas para continuar; tal cómo lo reportan Villa et al.,
(2007) en las mujeres del Oriente Antioqueño en Colombia. Y María Luisa Cabrera (2001,
2004, 2008) cuando habla de la resistencia de las comunidades mayas en Guatemala: “la
percepción de injusticia no disuade de la lucha por lograr la justicia… la impunidad desgasta
pero no logra destruir los esfuerzos colectivos para cambiar las situaciones que desagradan y
oprimen… Luchar por el cambio social es una necesidad humana existencial para recuperar la
confianza en el futuro y en los otros, que es base para la convivencia social, sobre todo cuando
se va a reconstruir dicha convivencia” (Cabrera, 2001, P. 55) tras el conflicto.

Algunas experiencias que han procurado tener una mirada integral del trabajo con víctimas
son: el trabajo de Cabrera, Martín Beristain & Albizu (1998, 2007) con la comunidad de
Xamán, el trabajo que presenta Igreja (2007), Igreja et al. (2008) en Mozambique, el proceso
de acompañamiento a comunidades en Ayacucho, Perú (Theidon, 2006a, 2006b, 2008); el
proyecto de fotografías y memoria, acompañado por Lykes (2001b). La presente investigación
de tesis doctoral, documenta y presenta evidencia cualitativa del trabajo con grupos de
víctimas en la región del Oriente Antioqueño, Colombia. Si bien, no en un marco de justicia o
verdad, puesto que el conflicto continúa; sí en un marco de acción pública de memoria,
construcción de testimonios en la escena social y política; y este proceso en paralelo con el
acompañamiento psicosocial a través de dinámicas de grupo de apoyo mutuo, memoria
compartida y grupal.

Ahora bien, es probable que sea complejo obtener evidencia empírica de transformaciones
sociales en una relación causal, dentro de modelos hipotético-deductivos. También puede
decirse, que es probable que todos estos procesos, analizados desde estos modelos causales,
impliquen un malestar emocional a partir de algunos indicadores psicológicos (por no decir
psicologistas). Pero ¿acaso el empoderamiento de la gente, su capacidad de resistencia y de
lucha, su cohesión social y su solidaridad, la fuerza ética de sus búsquedas no son razones
suficientes y necesarias para que todo este tipo de acciones de memoria se realicen, se apoyen,
se financien por la cooperación internacional y se sigan multiplicando? Este es uno de los
puntos donde esta investigación pretende indagar a partir la experiencia que han tenido las
víctimas del conflicto en Colombia, en el marco de la, denominada, desmovilización de los
grupos paramilitares y su participación en los escenarios abiertos por la ley de justicia y paz.
197
Por esta razón, puede afirmarse que el peor escenario posible de resolución y negociación de
un conflicto, porque no se logra una paz sostenible, no se facilitan los procesos de
reconstrucción de tejido social comunitario y no se logra consolidar un proceso de
reconciliación a nivel nacional, es el de los perdones amnésicos (Uprimmy y Lasso, 2004): es
decir la fórmula del “perdón y olvido”, que ha demostrado ser la más perversa de todas las
salidas, puesto que la impunidad, la ausencia de memoria, llevan a repetir la historia, tal como
lo ha evidenciado la historia de Colombia, y ha reavivado conflictos en muchas partes del
mundo, como en el caso de Zimbabwe donde se han negociado cuatro procesos de paz (1979,
1988, 1995, 2003) y en el primer proceso de paz en Sierra Leona, que fracasó en el marco de
una total impunidad (Bloomfield, 2003).

“Pasar la página de la historia para reconstruir la sociedad es una distorsión intencional de la


memoria que constituye una forma de estafa social y una nueva humillación para las víctimas.
La memoria tiene una clara función preventiva. En Guatemala, como en otros países, del
desmantelamiento de los mecanismos que han hecho posible el horror, depende en gran
medida que no se repita la tragedia” (Martín Beristain, 2001, P. 19).

5.7.3. Reparaciones y memoria:

La reflexión de Uprimmy y Lasso, 2004; Páez, 2010 conduce a trabajar un último aspecto,
fundamental en el tema de la función terapéutica de la memoria: la reparación 111. Toda esta
reflexión desemboca en la afirmación de la memoria y las políticas de la memoria como
acciones de reparación, que están destinadas a reparar, tanto desde abajo, como desde el Estado
a las víctimas y a la sociedad en general (Martínez de Bringas, 2006).

Toda la mirada que se ha realizado en torno al reconocimiento público, la memorialización, el


acompañamiento psicosocial, la acción pública de memoria tiene un importante papel en la
reparación del sufrimiento de las víctimas, como una forma de reconocerles como seres
humanos con su propia dignidad, como sujetos de derecho que han sufrido la vulneración de
los mismos, que por lo tanto necesitan restitución (Hamber & Wilson, 2002; Vandegiste,
2003). Por tanto la memoria se convierte en un puente entre el pasado y el futuro que permite
la sanación y la recuperación.

Las reparaciones deben ser concretas, implicar algún nivel de restitución y desarrollar formas
simbólicas de dignificación de las víctimas y de señalamiento de la injusticia cometida.
Además, debe implicar transformaciones sociales e institucionales que garanticen la no
repetición. Para Páez (2010) todo esto proceso revierte la asimetría de poder entre el
victimario y la víctima posibilitando la reconstrucción del tejido social y una real
reconciliación. Por lo tanto, este proceso no puede ser una imposición de las élites, los
gobiernos o los perpetradores. La lógica de un proceso así, debe hacerse para reconocer y
dignificar a las víctimas.

Cuando las reparaciones y las disculpas se hacen en un contexto de glorificación del pasado, de
justificación, no explicación, devaluación del dolor de las víctimas; con lo cual tampoco hay
garantía de no repetición; es decir, en un contexto de asimetría, dominación y relaciones de
explotación, no hay efectos positivos ni en las víctimas ni en la sociedad, porque al final se
beneficia al grupo dominador (Barkan, 2000). Además, se genera en las víctimas pérdida de la
autoestima, pérdida de la confianza en el mundo y un sentimiento de desesperanza (Yzerbit &

111
El grueso de la reflexión sobre la reparación (por lo menos en la dimensión psicosocial (rehabilitación) y simbólica
(medidas de satisfacción) puede remitirse a la primera parte de este capítulo cuando se aborda toda la discusión sobre la
memoria grupal y las acciones públicas de memoria como procesos pertinentes para la recuperación emocional, la
restauración de la dignidad de las víctimas y la reconstrucción del tejido social.
198
Demoulin, 2010). Así pues, las reparaciones son insuficientes cuando permanece la
impunidad, como se ha visto en Chile, Argentina, Brasil, Guatemala y numerosos países de
África (Hamber, 2000; Hamber & Wilson, 2002).

De acuerdo con Hamber (2000), Martín Beristain (2008, 2010a, 2010b) y Gómez Isa (2008) un
proceso de reparación que no se acompañe de verdad y justicia, es un proceso en el cual se
puede ofender aún más a las víctimas, puesto que éstas pueden sentir que se está comprando su
silencio. Ahora bien, la clave del proceso no está en lo que se haga: si se da una
indemnización o se construye un monumento o se hace alguna restitución. La clave está en la
forma: que la indemnización no sea una compra ni una transacción, que los monumentos no
sean una forma de pasar la página rápido. Siempre, y en todo momento, la clave está en el
reconocimiento público, social y moral que se haga de las víctimas. Finalmente, Hamber
(2000) afirma, por su experiencia con grupos de víctimas en Sudáfrica, que en ausencia de
reparación, de justicia y en un escenario donde las verdades todavía son incompletas o no se
dan, es fundamental realizar un trabajo desde abajo, fortaleciendo las comunidades, haciendo
apoyo mutuo, construyendo símbolos, monumentos, realizando rituales y movilizaciones para
que la dignificación venga, por lo menos desde la comunidad, y la recuperación emocional de
las víctimas no dependa de los juegos de poder político.

Por su experiencia con la organización de víctimas Khulumani (Lykes, Blanche & Hamber,
2003) el autor afirma que una de las principales expectativas de las víctimas estaba centrada en
la verdad que producirían los victimarios en relación con la necesidad de obtener su amnistía,
puesto que consideraban que sin la verdad, recaería el peso de la justicia: ese fue el trato
implícito que había hecho la sociedad sudafricana. Cuando las verdades a medias, junto con
las justificaciones se fueron convirtiendo en la norma de este escenario, y la sanción de la
justicia no llegó, por el contrario se dieron las amnistías, las víctimas empezaron a hacer
reclamos cada vez más ingentes en torno a la reparación: tanto en la necesidad de le
indemnización, como en la necesidad de plasmar simbólicamente la injusticia que se había
cometido. Esto además llevó a la organización a movilizarse en contra de la impunidad, a
reclamar sus derechos y a crear redes de apoyo con organizaciones de víctimas de Argentina y
Brasil (Hamber, 1997).

De otro lado, Kiza, Rathgeber & Rohne (2006) presentaron una investigación transcultural que
consultó con víctimas en procesos de transición en diferentes partes del mundo, a partir de
encuesta y análisis estadístico de la misma. Se entrevistaron 1.114 víctimas de 12 regiones
diferentes de Europa, Asia y África: Federación de Bosnia y Herzegovina, República de
Eslovenia, Croacia, Serbia, Montenegro, Kosovo, Macedonia, Israel, Cisjordania, Franja de
Gaza, República Democrática del Congo, Sudán, Afganistán, Filipinas y Camboya. Para las
víctimas en su gran mayoría, la reparación monetaria seguida de la construcción de memoriales
son las medidas, en términos de reparación, que cuentan con mayor apoyo.

Para Kiza et. al. (2006) las reparaciones a las víctimas son más que dinero y deben tener
especial cuidado en la implementación del programa de reparaciones, pues determina la
utilidad de todo el proceso y su futuro: las víctimas quieren justicia, necesitan ser parte activa
en el proceso y no quieren amnistías. Aún así, para las víctimas parece ser más importante la
verdad como parte de los programas de reparación, que la misma indemnización. Los autores
consideran que sobre esta materia prácticamente no hay evidencia empírica y apenas se está
empezando a investigar al respecto. Las medidas de reparación simbólica e inmaterial (tales
como memoriales y disculpas públicas) son vistas por las víctimas como más importantes que
las indemnizaciones de tipo económico. Aunque la gente prefiere la combinación de ambos
modos de reparación. El reconocimiento público de la victimización, el sufrimiento padecido
y de las responsabilidades son un elemento esencial para la población afectada. También
consideran que la verdad y la publicación de los hechos son medidas importantes para la
reparación y la reconciliación.
199
Los autores (Kiza et. al., 2006) descubren que la mayoría de las víctimas se inclinan por
medidas que conduzcan a la reconciliación, decir la verdad, reparación moral, pedir disculpas
públicamente y acciones de perdón. El marco de justicia se acerca más a medidas de tipo
restaurativo que de tipo punitivo. La idea es mirar de qué manera se puede convivir juntos:
esto se hace teniendo en cuenta que la mayoría de los conflictos analizados por estos autores
tienen un carácter étnico. De todas maneras, los perpetradores deben rendir cuentas a la
sociedad, por lo que no se ve posible que se apliquen amnistían sin ningún tipo de
responsabilización ni reconocimiento moral de los hechos.

Finalmente, donde se presentaron más discrepancias entre los participantes fue en lo referente
al tema de la justicia, porque aunque una mayoría optaba por medidas restaurativas, había
grupos que sugerían una justicia más punitiva y otros que incluso defendían la opción de la
venganza. En lo que sí parece haber un grado de acuerdo importante es en le necesidad del
reconocimiento social y político de los hechos, además de las medidas simbólicas y
económicas de reparación (Kiza et. al., 2006). Ahora bien, las condiciones objetivas
(contextuales, políticas, de relación de fuerzas y de seguridad) para que haya justicia limitan,
también, las expectativas de las víctimas. Así pues, un proceso transicional que genere
satisfacción a las víctimas y reconstrucción del tejido social dependerá, también, de las
condiciones del país, no porque la gente no quiera, sino porque hay o no hay condiciones para
ello.

Sobre este punto, Laplante y Theidon (2007) y Villa et al. (2007) recogen en sus
investigaciones una constatación muy interesante, y es que aunque no están ausentes, las
demandas de justicia retributiva (centrada en el castigo) no son la demanda más frecuente de
las víctimas. “Las demandas de justicia retributiva reflejan en gran parte líneas de clase, y es
un lujo que muchas veces sólo pueden darse las víctimas sobrevivientes sin dificultades
económicas. Entre los pobres rurales, las demandas de justicia son expresadas
abrumadoramente en lenguaje económico, la lucha diaria por sobrevivir resulta de
consideraciones prácticas: una granja con animales, una casa decente o educación para los
hijos… En contraste con Argentina donde algunas madres de los desaparecidos rechazaron la
compensación bajo el argumento de que de tal forma el Estado simplemente evadía una
responsabilidad criminal” (Laplante y Theidon, 2007, P. 134 – 135, Cfr. Gómez Isa, 2008).

Es decir, las demandas de reparación suelen ser fundamentales para las víctimas,
especialmente si son aquéllas que están en condiciones de pobreza y exclusión social extrema,
generando incluso competencia y utilización política de las víctimas que se debaten entre las
demandas de dignificación y justicia y las demandas de satisfacción de necesidades básicas
(Gómez Isa, 2008). Aunque este punto de vista también contrasta con el de Cabrera (2001,
2004, 2008) cuando trabajando con comunidades en situaciones similares, apunta su
dignificación y su lucha contra la impunidad a través de la justicia. Por lo tanto, la pregunta
por el valor de las reparaciones y la justicia en la recuperación de las víctimas, sigue estando
abierta. Aún así, Hayner (2008a) considera que el pago de indemnizaciones debe ser un
requisito indispensable en los procesos de reparación, porque simbólicamente permite
identificar que el Estado se hace cargo y asume un nivel de responsabilidad por lo sucedido.

En otro estudio, Regula Ludi (2006) aborda las narrativas que se construyeron en torno a la
reparación de víctimas del holocausto en Alemania, Francia y Suiza. Al comparar las políticas
de indemnización, reconocimiento público y construcción de una memoria colectiva que
recogiera a las víctimas, la autora afirma que quienes fueron beneficiarios de medidas de
reparación que incorporaron estos tres elementos, lograron una mejor satisfacción; que quienes
sólo tuvieron una indemnización, sin que se tejieran memorias colectivas y relatos de condena
al nazismo. Puesto que las políticas de reparación, respondieron más a las concepciones que
en cada país se construyeron del pasado, que a una normativa internacional al respecto.
200
Reconoce además la importancia de los espacios de organización y movilización de las
víctimas, que les implicaron en sus propios procesos de rehabilitación; lo cual, en los lugares
donde lograron objetivos importantes, también implicó un mejor desarrollo de sus procesos.

Por todo esto, que se ha discutido previamente, para Martín Beristain & Pérez Sales (2008) son
necesarias las medidas en múltiples sentidos: “las medidas simbólicas, así como las formas en
que se expresa la memoria colectiva sobre las violaciones a los derechos humanos son huellas
que marcan el camino de asumir la verdad, proporcionan apoyo a las víctimas y suponen una
ruptura con los perpetradores. Contribuyen a un cambio de clima social cuando responden a
las demandas de las víctimas y no son una simple fachada…” (P. 33)

En esta misma perspectiva, Mack (2007) y Viaene (2008) cuestionan el plan de reparación en
Guatemala (PNR). La primera, porque se centró en una compensación montería que a lo sumo
ha servido para paliar niveles de precariedad económica, además de hacerse con lentitud; pero
además, por el contraste marcado entre este apoyo y el que se ha dado a los exmilitantes de las
PAC112, que ha sido más expedito. La segunda, detecta desencuentros al aplicar un modelo
occidentalizado a una cultura que tiene lengua, costumbres y una cosmovisión diferentes. Por
tanto, plantea que este plan debe reestructurarse totalmente en función de responder a las
demandas y necesidades reales de las víctimas. Para la autora, las comunidades tienen una
visión clara de su reparación, reconocen la importancia de la memoria histórica y finalmente la
utilización de rituales locales de reparación. Pero el Estado desoye estas voces y plantea un
programa al margen de estas voces, que además no se cumple, puesto que se sigue encubriendo
y manteniendo en posiciones de poder, a muchos de los responsables de las violaciones de
derechos humanos en el pasado.

Evaluando diversos programas de reparación simbólica, Martín Beristain & Pérez Sales (2008)
tienen la tesis que son especialmente relevantes los actos de reconocimiento de
responsabilidades, en la línea de lo enunciado por Páez (2010). Valoran el desarrollo del
proceso en Argentina a través de la presidencia de Kischner, los procesos que se han abierto y,
en particular, la apertura del museo de la ESMA. Reconocen el valor de las disculpas de
Patricio Alwyn, presidente de Chile, cuando se presentó el informe Rettig (comisión de la
verdad). Pero observan como hechos negativos y engañosos, el manejo que se ha dado en El
Salvador a las recomendaciones de la comisión de la verdad, o el rechazo que se hizo del
informe de la comisión de esclarecimiento histórico en Guatemala, cuando el presidente de la
república se negó a recoger el informe de la comisión y constituyó el día de los acuerdo de paz,
como fiesta de la reconciliación en el país, sin que se haya hecho un proceso serio de transición
con garantías de no repetición. O en Perú, donde una parte de la clase política ha hecho todo lo
posible por desprestigiar el informe de la CVR. En contextos así, las acciones de
memorialización, incluso pueden ser ofensivas a las víctimas.

Para Bobowik, et al. (2010) un proceso de disculpas, completo y bien hecho, en un contexto de
reparación pública, es más efectivo que el proceso de recuerdo realizado solamente por las
víctimas, en escenarios construidos por ellas mismas. Puesto que hay implicado un nivel de
verdad, justicia y reparación en el proceso. Algunas investigaciones han mostrado que un
grupo que recibió reparación, está en mejores condiciones que el que no la recibió, lo que se
puede observar, por ejemplo en el País Vasco, con víctimas que tenían reconocimiento y
reparación y otro grupo que no la tenía.

Hamber & Wilson (2002) afirman que en general no hay un solo camino para hablar de
recuperación de las víctimas y reconstrucción del tejido social: los escenarios de verdad,
justicia y reparación, si se abordan de forma integral, abrirán mejores posibilidades para esto.

112
Patrullas de autodefensa campesina. Forma de organización paramilitar, formadas y apoyadas por el ejército de
Guatemala en lógica de lucha contrainsurgente. Tienen una alta cuota de responsabilidad en las violaciones de derechos
humanos en el país.
201
Pero no se trata de una fórmula matemática ni una ecuación lineal. Se trata de procesos
complejos que implican trabajo en lo macro (nivel sociopolítico) y en lo micro (nivel
psicosocial) (cfr. Schreiter, 2002, Villa et. al. 2007). Para el nivel de desestructuración
psicosocial que implicó el trauma, se necesita un trabajo que aborde también esta complejidad.
Las acciones de memoria tendrán un papel fundamental; pero deberán estar incorporadas a un
proceso más amplio de acompañamiento, donde se implique la vida integral de los sujetos y las
comunidades.

Sin embargo, para muchos autores (Páez y Basabe, 1993; Schmucler, 1996; Hamber & Wilson,
2002; Teubal, Vesga & Bettanin, 2005; Martín Beristain, 2005; Kordon, Edelman, Lagos &
Karsner 2005; Oberti, 2006, 2008; Pastoriza, 2009; Kaufman, 2006; etc.) hay un escenario
donde no es posible el cierre, la elaboración y la superación del trauma y del duelo. Es el caso
de los desaparecidos: desde Brasil y Argentina, pasando por Chile y Sudáfrica, los familiares
se resisten a hacer el cierre: ni los monumentos, ni las reparaciones ofrecen “alivio” a muchos
de los familiares. Según Hamber & Wilson (2002) las madres de Plaza de Mayo, línea
fundadora113, han vivido esto como una traición, como si mataran simbólicamente a sus hijos.
Ahora bien, también han afirmado que hay un contenido político, social y ético: nada ni nadie
podrá reemplazar lo que les quitaron; por lo que su negarse a estas formas transicionales es
para ellas un acto performativo que reaviva el recuerdo y la presencia de los ausentes; puesto
que no se puede condescender con la forma como el estado quiere hacer el cierre y asumir lo
que pasó; porque estas formas ‘simbólicas’, en algunos casos, pueden configurar lo que
Vinitzky Seroussi & Teeger (2010) llaman la conmemoración vacua e insulsa, o las
conmemoraciones cacofónicas, que hacen perder el sentido de los hechos y terminan
tergiversando las reivindicaciones de las víctimas y los movimientos sociales.

En su investigación transcultural, Hamber (1997b), Hamber & Wilson (2002) y Lykes,


Blanche y Hamber (2003) reconocen que las madres de Plaza de Mayo y otros familiares de
desaparecidos en América Latina no aceptan el sacrificio de sus hijos o esposos para dar
“estabilidad” a un nuevo orden social, que además ha implicado la instauración de un modelo
contra el cual luchaban sus familiares. Por lo tanto, en muchos países las clases políticas y
dirigentes les acusan de “obstruir” los procesos de reconciliación, ser piedras en el zapato en el
progreso del país. Como es obvio, en estas circunstancias hablar de recuperación emocional
puede ser irrelevante y hasta indecente (Cfr. Schmucler, 1996, 2002; Piper, 2005, 2009; Oberti,
2006, 2008; Crenzel, 2009).

Martín Beristain (2005), junto con ASFADES (2003) muestran que la participación, la
integración y la solidaridad social no protegen contra el duelo alterado, ni son suficientes para
la mejoría de los síntomas, sobre todo, cuando el contexto social es negativo: o bien porque se
mantiene la violencia y la amenaza, o bien porque no hay disposición de la sociedad para
acoger, escuchar y validar sus historias y sus reclamos. También se pueden incrementar
síntomas como la rumiación, la tristeza, la rabia y el dolor. En el compartir puede haber un
revivir las pérdidas y una retroalimentación del dolor que crea un clima emocional negativo.
Se supone que la red social está afectada y no hay capacidad de contención (Kunovich &
Hudson, 1999).

Así pues, el cierre de los procesos de transición puede durar décadas, puesto que son procesos
inherentemente contradictorios; por ejemplo Francia con la II guerra mundial, Chile después
del arresto de Pinochet, Argentina con la llegada de los Kischner al poder. Estas rupturas y
daños no se van a resolver por dos años de una CVR y por un programa de reparaciones. Las

113
Cabe recordar que las Madres de Plaza de Mayo se han diferenciado en dos líneas: las de la línea fundadora, dirigidas
por Hebe Bonafini, que tienen una orientación más radical frente al Estado; y la asociación de Madres de Plaza de mayo,
que se plantean una posición un poco más abierta. Sin embargo, con la anulación de las leyes de puntos final y
obediencia debida, y con los procesos que se han abierto en Argentina a partir de la llegada de los Kischner al poder, esto
ha implicado un cambio en el posicionamiento de las Madres.
202
heridas quedan, aunque el reconocimiento del pasado en forma de verdad histórica, de
confesión y reparación se ha vuelto central y fundamental en la legitimidad del Estado-Nación
(Christie, 2007). Los actos simbólicos y las reparaciones son el primer paso en el
reconocimiento y la curación de memorias silenciadas; y son factores necesarios (un buen
comienzo), pero no son suficientes. La resolución y la recuperación dependerán también de la
forma como cada sujeto personalmente desarrolle su trabajo de trauma y de duelo, pero
también del contexto, de la idiosincrasia y de la ideología, de su forma de concebir los
derechos humanos y la justicia (Hamber, 1997b; Hamber & Wilson, 2002; Lykes, Blanche y
Hamber, 2003).

En Sudáfrica la CVR fue catalizador para algunos individuos, pero hubo muchos otros que no
estaban dispuestos a adherir a la narrativa nacional que se ha construido; por ello, los autores
(Kallemer, et al. 2001; Hamber y Wilson, 2002; Lykes, Blanche y Hamber, 2003) recomiendan
que en los procesos de acompañamiento se deben dar cabida también a las emociones de rabia,
odio y otras emociones negativas, como una forma también de dar curso a sus procesos de
elaboración; lo cual no implica que no haya transformación, solo que no se hace desde un
ideal. Esto implica desde un marco más amplio de lo simplemente psicológico, una visión
integral, donde la movilización, la acción colectiva, la organización, la recuperación de la
dignidad, la lucha por la justicia son también factores resilientes (Cyrulnik, 2009), factores que
indican un proceso de elaboración, trabajo y afrontamiento del trauma. Y es sobre estos
puntos, sobre los que también debe enfocarse la investigación sobre el tema, más allá de los
análisis lineales o factoriales de corte funcionalista, que intentan establecer relaciones causales
entre estos procesos y la recuperación, no porque no den información valiosa, sino porque
también son insuficientes.

El análisis sobre los factores, las motivaciones, las consecuencias en sus vidas y las
implicaciones que tiene hacer memoria por parte de un grupo social de víctimas que se
moviliza y se articula como movimiento social de memoria, es el hilo conductor que mueve la
presente investigación en contextos donde se han desarrollado procesos de acompañamiento
psicosocial a víctimas y que han tenido consecuencias diversas según los diversos contextos;
esto es lo que se pretende mostrar al final de esta investigación.

A pesar de la gran cantidad de investigaciones que se han prodido presentar en este trabajo,
muchos autores (Páez y Basabé, 1993; Hamber et. al. 2000; Chapman & Ball, 2001; Lykes,
Blanche & Hamber, 2003; Piper, 2005; Laplante y Theidon, 2007; Wertsch, 2008, Hayner,
2008b; Wang, 2008; Olick, 2009; Reátegui, 2009; Martín Beristain et. al. 2010) siguen
afirmando que hace falta más investigación que pueda aportar evidencia empírica que sustente
la afirmación sobre el papel de la memoria colectiva, las acciones grupales compartidas, las
públicas y los escenarios políticos de memoria (comisiones de la verdad y procesos judiciales)
en la recuperación emocional de las víctimas, la restauración de su dignidad, el fortalecimiento
colectivo, la resistencia frente a los poderes establecidos, el empoderamiento comunitario y la
reconstrucción del tejido social y la reconciliación. Esta investigación pretende ser un aporte
en este sentido, ofreciendo además una reflexión sobre los aportes que los trabajos de memoria
pueden hacer en contextos de intervención de la cooperación internacional en marcos de
construcción de paz, reconstrucción social y política y desarrollo.

203
II PARTE
LA MEMORIA EN CONTEXTOS DE CONFLICTO ARMADO EN COLOMBIA

6. CONSECUENCIAS PSICOSOCIALES DE LA VIOLENCIA POLÍTICA

Comprender las consecuencias psicosociales del conflicto armado y la violencia política en


Colombia, es necesario para poder definir los aspectos sobre los que las acciones públicas de
memoria deberían tener incidencia así como para contrastar más adelante las transformaciones
que han vivido las personas y comunidades, de acuerdo con las categorías de análisis
construidas. Si bien las consecuencias descritas a lo largo de este capítulo han sido trabajadas
profundamente en el marco de investigaciones psicosociales, el motivo de su inclusión dentro
de la presente investigación responde a la necesidad de poder contrastar los efectos que tienen
las acciones de memoria compartida y memoria colectiva en la transformación de la
experiencia subjetiva.

Este análisis se enmarca en un enfoque que considera que las reacciones de las personas que
han sufrido el impacto de la violencia política y las consecuencias que ésta deja sobre sus
vidas, no pueden mirarse desde una perspectiva clínica o patológica. Tal como lo presentan
algunos autores114, muchas de las experiencias y reacciones de la gente ante los hechos vividos
se corresponden con reacciones normales a una situación anormal. Por lo tanto, el marco de
comprensión del presente análisis, se sale de una mirada que relacione directamente estas
reacciones con el trastorno de estrés post-traumático (TEPT) o cualquier otra psicopatología.
Por el contrario se enmarca en una mirada en su complejidad, donde el nivel psíquico se
entrelaza con lo social de manera dialéctica, estructural y sistémica.

Si bien en casos donde se trata de hechos traumáticos puntuales las reacciones al trauma
pueden verse más en los primeros meses o años, en muchas de las personas participantes estas
expresiones subjetivas se manifestaron por largos períodos de tiempo: el dolor, la tristeza, la
rabia, el miedo, los pensamientos permanentes, la culpa, los deseos de venganza, el
aislamiento, el silencio obligatorio, entre otras, fueron vivencias subjetivas que se instalaron
por varios años en la vida cotidiana de las víctimas sobrevivientes.

Puede afirmarse que en prácticamente todos los relatos de vida analizados estas
manifestaciones sintomáticas no constituyen cuadros clínicos, sino reacciones normales a una
situación anormal que se mantiene en el tiempo y que ha sido cruzada por numerosos eventos
traumáticos negativos. En muchos casos correspondieron también a formas de afrontamiento
de una experiencia social y política de tensión, violencia, amenaza vital y ruptura de todos los
referentes identitarios y sociales, que desbordó las posibilidades de comprensión puesto que las
experiencias estuvieron atravesadas por el horror como vivencia subjetiva de lo terrorífico y lo
inenarrable. La descripción de las consecuencias psicosociales, es tan sólo un acercamiento a
las formas de afrontamiento y elaboración que ha tenido la gente para sobrevivir en medio de
adversidades inimaginables.

En este capítulo, me guío por las categorías que se han construido como marco para analizar la
información. En un primer momento, se plantea cómo era la vida antes del conflicto armado
(6.1), puesto que permite mostrar los contrastes entre un antes y un después para comprender
qué le pasó a la gente. En este punto hay tres aspectos a considerar, las consecuencias en el
nivel subjetivo que implica la dimensión emocional, cognitiva y comportamental (6.2 y 6.3),
las categorías psicosociales de orden sociocognitivo como la percepción del clima emocional
(6.4) y las creencias sociales (6.5). Más adelante se abordan las consecuencias interpersonales,
es decir el mundo familiar (6.7) y las relaciones de género (6.6), donde se pueden observar

114
Martín-Baró (1990), Summerfield (1996, 2005); Martín Beristain (1997, 1999, 2002), Pérez-Sales (2006), Hamber
(1995, 2001), Lykes (2001a, 2001b, entre otros)
205
procesos de desestructuración y cambio. El análisis se complementa con una mirada sobre las
categorías psicosociales de orden comunitario y colectivo que implican la participación y la
integración social (6.8), la cohesión social, la identidad y la pertenencia (6.9) y finalmente
otras consecuencias en el mundo colectivo (6.10).

Finalmente, la mirada no se limita a la dimensión del daño, que visualiza a las víctimas como
sujetos pasivos, sino que se ubica a estos sobrevivientes como sujetos activos, con capacidad
para el afrontamiento, aún en las condiciones más adversas, lo que se concreta de forma más
explícita en el penúltimo acápite del capítulo (6.11).

6.1. ¿Cómo era la vida antes...?

Una de las primeras preguntas que hice a los y las participantes mientras entablábamos
conversación para el relato de su vida en medio del conflicto armado, era por el cómo se vivía
antes del conflicto. Una realidad muy frecuente en sus respuestas era oscilar entre un pasado
idealizado, estático y quieto, y una constante de la guerra en el país. Muchos y muchas no
recuerdan en Colombia, un momento de paz, parecieran vidas marcadas por el conflicto,
atravesadas por el dolor que va dejando la guerra. Otros, por su parte, hacen referencia a una
vida “maravillosa” marcada por una sensación bucólica, de una vida mejor y de vivir
tranquilos y felices, en muchos casos desconociendo sus propias realidades de conflictos
cotidianos (familiares, comunitarios) o sus situaciones de pobreza y exclusión. En este
apartado presentaré estos contrastes.

6.1.1. “El que diga que no ha vivido en guerra, eso es mentira”: El conflicto armado como
constante histórica

¿Hay un antes del conflicto? Es una pregunta que se hacían algunos y algunas participantes.
Puesto que su experiencia vital ha estado atravesada por la violencia, por tener que permanecer
huyendo, recuerdan incluso estar huyendo desde niños, como el caso de esta mujer de
Córdoba:

...yo nací y crecí siempre en lugares de violencia, cuando mis padres, desde que yo
empiezo a tener recuerdos, mis padres vivían en el alto Sinú, en esa época fue que
entró el EPL, aquí a Córdoba, y al entrar, enseguida empiezan a generar violencia,
contra mi papá, contra mis hermanos, nosotros salimos de allá desplazados, nos
sacaron en helicóptero aquí a Tierralta... crecí en ese ambiente, como le digo yo, crecí
en esa zozobra constantemente y cuando uno pasa por ese proceso siendo niña, uno
cuando oye noticias o algo al respecto, uno siempre tiembla, yo temblaba... (Córdoba,
E2)

Por esta razón, mucha gente afirma no haber vivido en paz en ningún momento de su vida, y
refieren que en primer lugar se fue estableciendo la guerrilla 115. Pero incluso antes de la
guerrilla tienen noción de la violencia anterior, aquella que se vivió en los años 50 y que ha
sido referenciada en el capítulo 2. Esa violencia ha quedado sin elaborar, sin memoria, perdida
en el horizonte de los recuerdos como una mistificación o como un hecho sobrenatural que
pasó hace mucho tiempo,

…definitivamente la vida que yo llevé ahora años, me tocó ver recorrer a la chusma,
que actuaban de esta manera: se presentaban en las veredas, de vereda en vereda
buscando liberales, y éstos con los conservadores se daban, esa era la vida de ellos...
entonces el liberal perseguía al conservador y el conservador perseguía al liberal,
eran dos grupos que no se podían ver... (Oriente, E32)
115
Cfr. Historia de M. y D. (11.2 y 11.3)
206
Un marco de violencia que no se resolvió, porque fue sellada con un manto de impunidad del
ya señalado Frente Nacional116. Y, sin embargo, esta violencia de los años 50, puede
conectarse con la violencia y el conflicto armado actual en la memoria de la gente:

...entonces también en esa época había grupos armados, es que la guerra está hace
mucho tiempo... el que diga que no ha vivido en guerra, eso es mentira... toda la vida
la he pasado en esas... una vez decían que era la chusma... pero cuando me casé, al
muy poquito tiempo, comenzó la guerra... ya eran los grupos armados que la FARC,
que el ELN... y ellos se mantenían por las veredas; al pueblo casi nunca salían... ellos
se vinieron a apoderar del pueblo fue después... (Oriente, E2)

Esto implica, en muchos casos, que algunos miembros de la familia nuclear y ampliada han
estado marcados por este conflicto. Han hecho parte de él, han pertenecido a grupos armados
o han sido frecuentemente víctimas de los mismos, o ambas cosas. La violencia en Colombia
tendría una característica donde la violencia vertical que ejercen los grupos armados sobre la
población civil indefensa, se atraviesa por la participación de algunos de estos civiles
(familiares, padres, hermanos, hijos, etc.) como miembros de estos grupos, atravesando las
relaciones familiares y comunitarias (Cfr. Orozco Abad, 2005):

... tenía amigos que eran simpatizantes del grupo (ELN) aunque no hacían parte de
eso, uno escuchaba, como joven, como persona que vivía en un pueblo, de ese tipo de
situaciones; como por ejemplo que un amigo mío se fue para la guerrilla, en el campo
se oyó a uno que los vecinos de x o y, que la señora estaba llorando porque la hija se
le fue para la guerrilla, que se fue para el monte y uno llega y dice que no va a volver,
y esa era la cotidianidad que lo rodeaba a uno... (Oriente, E12)

Por lo tanto, puede afirmarse que fue común en las tres regiones exploradas: la primera
presencia armada fuera la de la guerrilla. Sin embargo, la gente identifica este tiempo, como
un tiempo tranquilo. La gente, especialmente en el campo, convivía con la guerrilla que tenía
control de la vida cotidiana en muchas de estas regiones. La debacle y la destrucción
comienzan cuando el ejército y el proyecto paramilitar traen consigo una lucha
contrainsurgente que golpeó la vida de los civiles.117 Por eso, para algunos, es mejor no hablar
de ese tiempo, o si se habla, hacerlo muy quedo, bajando el volumen de la voz:

E: ¿Cómo veías el pueblo, la gente? (cuando se le preguntaba por el antes)


O: Tranquilo, muy tranquilo... aunque... la parte para donde nosotros vivíamos decían
que era zona roja, que se veía gente rarita por ahí, eso era una vereda yendo para San
Juan. Sí, uno veía gente rara, pero no pasaba nada.
E: ¿Qué es gente rara?
O: O sea... Ay, ¿cómo le digo yo?… muchas veces llegaban a la casa y le decían a
uno: "no esto y esto… no se preocupen, que nosotros los estamos cuidando, que no se
qué”… uno los escuchaba, pero, pero no…
E: ¿quién es esa gente rara?
O: Pues... muchachos... Si muchachos...
E: ¿De algún grupo…?
O: … sí… (Lo dice en tono bajito): de la guerrilla, de la FARC… eso se dice pasito…
(Oriente, E9)

De acuerdo con algunos analistas (García Durán, 2001; González, Bolívar & Vásquez, 2003) el
proceso de expansión del conflicto armado coincidió con el proceso de expansión de la
apertura de la frontera agrícola que se realizó por campesinos, que en muchos casos fueron
116
Cfr. Capítulo 2.
117
Cfr. Historias de M. y D. (11.2 y 11.3); cfr. Capítulo 2.
207
“acompañados” en este proceso por los grupos guerrilleros, especialmente las FARC, quienes
desarrollaron su trabajo político con una base campesina, que luego fue el objeto de la
represión paramilitar. Sin embargo, eran como otro Estado, regían los conflictos cotidianos,
controlaban la zona, ejercían mediación en los conflictos y se convertían en autoridad en esos
contextos:

…todo pues era una maravilla… con excepción de que venían los actores armados a la
casa y decían; y se portaban bien, cuando no había paramilitares, eran los otros que
estaban (refiriéndose a la guerrilla) y entonces venían a la casa: venga señora
necesitamos hacer almuerzo para todos, nos da permiso, y hacían almuerzo y nos
daban a todos... Nosotros creíamos que estaban defendiendo nuestros derechos...
Aquí había injusticias con algo y ellos salían a defender… Y sentía, en esa ignorancia
que uno maneja, que ellos estaban como defendiendo el pueblo a pesar de que habían
tantos daños. Y uno sentía el tiroteo y el caspoteo por ahí y uno se escondía, pero
volvía y pasaba todo. Pero es que después de que llegó el otro y se confrontaron los
dos, ahí si… (Oriente, E15)

Esta forma de estar en las regiones y en las comunidades, donde contaban con una cierta
legitimidad, también abría las puertas para el reclutamiento, tanto voluntario como forzado,
puesto que la exigencia a la población, a cambio de los “servicios prestados”, era la
participación dentro de la estrategia revolucionaria con miembros de la propia familia. Esto
precipitó la vinculación de muchos jóvenes al conflicto armado, proceso que se incrementó en
los años 90 generando en buena parte de la población el crecimiento del temor y el comienzo
de la deslegitimación de este grupo armado:

…aunque vivíamos bueno, de todas maneras manteníamos mucho miedo porque había
mucho miliciano, entonces uno ya mantenía miedo porque se le llevaban los
muchachos, porque los comprometían, sobre todo a los más pequeños, que de todas
formas los más grandes ya sabían lo que estaban haciendo, en ese tiempo se llevaban
hasta niños de ocho años, entonces uno mantenía miedo de que ya se llevaran los
peladitos pequeños... (Oriente, E2)

La agudización en los años 90, tal como se analizó en el capítulo 2, llevó a una omnipresencia
de la violencia; que en muchos casos llevó a las personas a pensar en la posibilidad de buscar
algún lugar en el país donde pudieran vivir de otra manera y donde pudieran estar “tranquilos y
en paz”.

Sin embargo, con el paso del tiempo los espacios sociales, las regiones, la vida en general se
van permeando de violencia. Como afirmaba Martín-Baró (1990), al analizar el trauma
psicosocial que deja la guerra, la violencia se generaliza y se militariza la vida cotidiana. Es
decir, la violencia aparece como una experiencia que permea los diferentes aspectos de la vida
y ya no se puede huir de ella, es una realidad que se expande:

...era la época aquí en que explotaban bombas en cualquier sitio, la inseguridad era
mucha y mi esposo en ese momento consideraba y así me lo hizo ver, que deberíamos
buscar otro sitio más tranquilo que les brindara alguna seguridad a la crianza de los
niños que era la mayor preocupación. Y el sitio que consideramos en ese momento era
Montería. Y hacia allá nos dirigimos, tranquilidad que fue relativa, porque... los
primeros años tuvimos una vida relativamente tranquila, pero... la violencia también
existía allá... (Córdoba, E4)

6.1.2 “Usted viera la vida que yo me daba por allá”: Idealización del pasado

208
La contracara de experimentar el conflicto como algo omnipresente, como una realidad que ha
acompañado la vida de las personas, es aquella en la cual se experimenta el “antes del
conflicto” como un “paraíso perdido”, un escenario de paz, tranquilidad y felicidad que ya no
se recuperará. Se mitifica el pasado a la luz de la situación precaria y de dolor intenso en el
presente. De esta forma el hecho violento padecido se convierte en un momento de división
radical entre un antes y un después: un antes idealizado lleno de felicidad y un después que
trajo la tragedia y el dolor; un antes pletórico y bucólico y un después marcado por la tristeza,
la carencia y la angustia:

...llegamos a la finca, había plátano, café, había yuca, había naranjos, había
mandarinos y yo decía: aquí es mi vida, aquí estoy feliz. Yo no salía casi al pueblo, no
me hacía falta salir. Usted viera la vida que yo me daba por allá, yo no tenía
preocupaciones de nada, ni sentí dolor ni nada, porque yo no conocía toda esta
barbarie, toda esta injusticia que se comete, yo era tranquila... (Oriente, E15)

La vida en el campo hace referencia a ese “paraíso perdido”, ese lugar hermoso donde “algún
día se fue feliz”. Uno de los aspectos fundamentales para esta idealización, que tiene una base
de realidad muy grande, es que en la tierra propia la gente tenía trabajo y comida. Así pues la
idealización de la que se habla, puede verse desde la carencia actual, después de haber vivido
el desplazamiento, después que faltaron sus seres queridos o el proveedor en la familia,
después que el pueblo o la comunidad se vinieron abajo porque ya no se pudo comercializar
más:

...Pues la vida antes de la guerra era para nosotros un cielo en comparación de


ahora... porque era muy bueno, no nos faltaba a nosotros nada a comparación de
ahora... porque ahora nos falta todo, porque teníamos comida de sobra, teníamos para
vender, para comprar lo que había que comprar en el pueblo, y así sucesivamente
nosotros teníamos animales los que más quisiéramos, y de ahí para adelante yo no
podía tener ni una gallina en ninguna parte, y entonces de ahí para adelante ya
seguimos fue sufriendo. (Oriente, E4)

Una de las características que evidencia esta experiencia que se describe, es que los niños y las
niñas podían jugar normalmente. Es decir, no se siente una amenaza inminente, la violencia no
“es con nosotros”, tal como se presentará en el punto sobre las creencias en torno a la norma y
la justicia, por lo tanto, los niños y niñas pueden salir tranquilos:

…¡Vivíamos tan bueno! Todo era muy tranquilo… sin miedos, sin desconfianzas,
porque no existía ni el miedo ni la desconfianza de que nadie nos iba a hacer daño...
(Madres, E2). Cuando eso los niños estaban por ahí en el monte jugando, yo me
quedaba tranquila, porque no había violencia, no había peligro, se vivía un ambiente
bueno, los niños eran felices saltando todos estos montes.... (Oriente, E9)

Otra característica de este antes del conflicto, que lleva a la idealización de la vida anterior, es
que se podía ir a donde uno quisiera, se tenía una sensación de libertad, la gente refiere que se
podía transitar por el campo. Incluso uno de los aspectos que se liga a esta sensación de
libertad y a la idealización referida tiene que ver con la celebración y la fiesta, es un tiempo
donde la alegría era posible:

...en ese tiempo vivir era muy bueno, podía salir uno a las 12 o una de la mañana, e
irse uno de aquí del pueblo para la vereda borracho, y también en sano juicio, y nada
pasaba... ya después, ya sí se fue dañando.... (Oriente, E5). Vivíamos muy tranquilos,
porque salíamos a parrandear, hacíamos tantas cosas, y ahora no las podemos hacer.
(Madres, E2)

209
Este tiempo se caracteriza también por la experiencia de unidad, contrastada a la luz de la
desintegración que se ha vivido posteriormente. Hay una valoración elevada de la unidad en
las familias antes de ser “tocados” por el conflicto armado. Por otra parte, las experiencias
conflictivas parecen haber sido suprimidas de las memorias retrospectivas, en contraste con el
impacto posterior de la violencia. Pareciera que hasta los conflictos familiares o los problemas
de pareja hubieran quedado sepultados bajo la realidad de la pérdida del ser querido, bajo el
dolor que deja el hecho violento. La realidad de ser víctimas de la violencia genera una mirada
idealizada de la vida familiar antes del conflicto. Más allá de la objetividad de estas
experiencias, esta idealización es parte de la selección de recuerdos positivos, normal en
muchas de las memorias retrospectivas sobre el pasado, pero también enmarca la experiencia
de victimización que lleva a una relectura de ese pasado, ignorando sus contradicciones y
dificultades:

Las relaciones familiares eran muy buenas, como lo mencioné al principio eran de
armonía, agradable, sosiego, todo lo trabajábamos en familia desde padre, hermanos,
hijos, mamá; después cuando me casé fue igual, con la esposa y con mi núcleo
familiar, además de mi relación con mi padre y unas propiedades en tierras que las
trabajábamos entre todos juntos, a la par que trabajaba la parte de educación y
comunitaria. (Córdoba, E13)

Otro tipo de relatos en consonancia con lo anterior tienen que ver con la visión de la
comunidad como un lugar, también idílico, donde todos estaban unidos. Pareciera que el clima
de solidaridad y ayuda fueran el recuerdo dominante, mientras cualquier conflicto, incluso los
violentos (con machetes y otras armas blancas) son minimizados a la luz de lo que sucedió
después:

A ver, las relaciones de la gente eran en unidad, o sea, alguien se enfermaba y todo el
mundo corría, cuando uno tenía una dificultad todo el mundo estaba ahí apoyando esa
dificultad, éramos muy unidos en dialogar, en jugar, se hacían integraciones, en las
navidades se organizaba la marranada, hacíamos la sancochada para toda la
comunidad... todas las cosas que se hacían eran en unidad... (Oriente, E6). Peleas,
pues, como entre la gente, que no se avenían ni nada, pero común, los problemas
normales de una comunidad... (Oriente, E5)

6.1.3. “Las historias mías comenzaron en 1995...”

La mirada idealizada del pasado, se pierde cuando llega aquello que golpea: la violencia. La
propia historia parece que comienzan el día que esa “violencia” toca. En el relato de la gente
los problemas empiezan a producirse, y la situación a cambiar, cuando fueron directamente
afectados por la violencia:

…las historias mías comenzaron en 1995, cuando desaparecieron al primer hermano


mío… (Madres, E2). Antes, uno seguido veía la vida tan bella que uno no creía ni veía
nada de eso hasta que empezó... uno vivía tranquilo, uno muchas veces ni sabía que
habían grupos armados, no sabíamos que estábamos rodeados por todas partes...
(Oriente, E10)

Es un efecto paradójico. El mirar la propia historia a la luz del hecho violento, borra el propio
pasado, no permite leerlo en complejidad, a la luz de las realidades que se vivían, porque en
muchos momentos se negaban o eran indiferentes. Así pues, el día en que algunos
participantes toman conciencia de la realidad de la violencia política, es aquél día en que cae
la “desgracia” sobre la familia.

210
…bueno, a medida que a mí no me había pasado nada, yo pensaba que, o sea, para mí
la vida era igual, si mataban a alguien o pasaba algo a mi me daba igual y yo pasaba
desapercibida, o sea, eso no me tocaba, eso no era conmigo, ¿cierto? (Oriente, E16).
Sino que uno se viene a dar cuenta que la parte del desorden público está, cuando lo
toca a uno y ahí es cuando siente uno que está ese desorden… (Oriente, E23)

De otro lado, hay un hecho significativo que puede observarse en el análisis de los relatos:
quienes logran romper con el relato de idealización de la vida antes de la guerra o antes del
conflicto, son aquellas personas que por una u otra razón han tenido dentro de su trayectoria
vital experiencias de sufrimiento profundo desde la infancia: la muerte de un padre, una
pobreza extrema desde la infancia, el haber sido abandonados por su familia, el haber
comenzado a trabajar desde la primera infancia en lugares distintos a la casa familiar y
campesina, el maltrato infantil, el abuso sexual en la infancia. Por lo tanto, estas personas
también tienen la capacidad de reconocer la dureza de la vida, más allá del hecho violento, y en
muchos casos identificar la injusticia y la violencia estructural (Galtung, 1998) como
realidades que también han golpeado su vida y les ha puesto en lugar de exclusión y/o pobreza
desde muy temprana edad:

…mi vida antes de la guerra siempre ha sido sufrida... no sé, desde muy niña... pero
desde que estaba en el vientre de mi mamá fui rechazada, entonces yo me he dado
cuenta que en la vida he tenido cosas que me han ayudado a salir... fuimos muy
maltratadas por ella y por su familia, sus hermanas me pegaban, entonces, yo nunca
entendí eso sino hasta ahora... trabajé mucho desde niña y desde allí conocí las
instituciones, porque mi mamá me regalaba, para que me dieran los estudios, me
maltrataban en los trabajos, a veces me iba mejor para el monte con mi tío que, que
fue el que nos crió, y fue el que estuvo a nuestro lado... (Córdoba, E7)

Es precisamente esta experiencia de la vida dura, la que en muchos casos hace evidente esa
violencia estructural (pobreza y exclusión, violencia de género, maltrato infantil, etc.) donde
no se muestra una imagen mítica del pasado. Para estas personas el hecho de violencia no
divide la vida en dos, no se convierte en el único referente identitario o en la experiencia
fundamental de su existencia, sino que se inscribe dentro de una trayectoria vital marcada por
la violencia familiar, la violencia social y la violencia política. Precisamente estas personas
enmarcan su experiencia de victimización en una realidad de injusticia más amplia y desde allí
asumen y afrontan las consecuencias del conflicto armado, tal como podrá verse al analizar los
procesos de afrontamiento (cfr. 6.11).

Sin embargo, y a pesar de la pobreza, algunas participantes afirmaron que su vida era tranquila,
a pesar de la pobreza y el mucho trabajo; en gran medida, porque en medio de todo, su familia
había permanecido unida a pesar de las dificultades económicas. En medio de la exclusión o la
violencia estructural, la familia se convierte en soporte y protección. Ahora bien, cuando la
guerra golpea esta estructura de afecto, se muestra el impacto de la pérdida familiar y del
soporte que esta proporcionaba. Sin embargo, el tiempo pasado no está atravesado por la
idealización, sino por una visión más amplia, donde caben la pobreza, el trabajo duro y las
dificultades, unidas a las experiencias positivas de afecto y la posibilidad de tener medios de
sobrevivencia, aún en medio de las carencias:

…La vida mía antes de la guerra fue una vida dura, pero también muy buena porque
estaba mi familia completa... uno así le toque trabajar hasta con las narices como se
dice, desde que tenga la familia al lado es feliz... digo que era dura porque a mí me
tocó trabajar aserrando, cortar madera para embalar fríjol y tomate, sembrar yuca y
maíz y plátano... yo trabajaba de lunes a sábado. A mí me tocó esa vida desde la edad
de 12 años, me tocó cargar el costal y trabajar para llenar el costal (Madres, E1)

211
6.2. Situación emocional subjetiva:

Un hecho violento desata múltiples reacciones emocionales que pueden durar más o menos en
el tiempo, que pueden instalarse en el psiquismo y en el cuerpo. La gente puede convivir por
muchos años con estas emociones que pueden convertirse en un referente de su experiencia
vital. Los aspectos emocionales son quizás los más visibles en términos subjetivos cuando hay
un acercamiento a las situaciones límite de carácter político. En este punto se abordarán los
diferentes impactos en este nivel: el shock inicial, después de los hechos violentos (6.2.1); la
tristeza y el dolor que emergen ante la experiencia (6.2.2), que en algunos casos puede llevar a
la pérdida del sentido vital (6.2.3). También se hace importante analizar otras emociones como
la rabia y la impotencia (6.2.4), el miedo y el terror y el anclaje de estas emociones, cuando no
son expresadas, en el cuerpo generando dinámicas de somatización (6.2.5).

6.2.1. “Uno ya no se da cuenta de nada”: El shock inicial

En los momentos iniciales después de un hecho traumático predomina la reacción de shock, es


decir, se genera perplejidad, parálisis y dificultad de evaluar la situación. Este shock inicial es
una forma de defensa que le permite al psiquismo adaptarse a la nueva circunstancia; puesto
que los hechos desbordan la posibilidad de comprensión y asimilación del yo y sus defensas, la
gente entra en un estado en el cual se pueden presentar varias situaciones concretas: no darse
cuenta de lo que está pasando, aún cuando se está reaccionando y actuando, superar los
umbrales del dolor, del miedo, desconectarse de la realidad, quedar en un estado de pasividad.
Algunos de los relatos de las víctimas entrevistadas en las diferentes regiones dan cuenta de
este tipo de estados psíquicos, que permiten asumir el primer momento:

Y la gente dice, porque uno ya no se da cuenta de nada, la gente dice que yo caí al piso
con él y que ese piso sonó impresionante, porque como yo caí de rodillas y con él
cargado y temblando… al otro día yo no me podía mover del golpe, porque es que a mí
fueron a recogerme allá, porque yo ya no quería moverme y estaba engarrotada ahí
con él, y decía: "señor ten piedad de mí, ¿yo qué voy a hacer, yo qué voy hacer?".
(Oriente, E11)

La persona no se da cuenta de lo que está haciendo, no siente el dolor, vive una experiencia en
la cual es como si se detuviera la escena y el tiempo deja de transcurrir. Otro aspecto de este
impacto inicial pasa por no creer lo que ha sucedido, no sentir miedo, y por lo tanto, realizar
acciones temerarias con las cuales quizás se pueda revertir el hecho. La persona no acepta la
realidad aún, pero al mismo tiempo se mueve en la búsqueda del ser querido, porque una parte
muy grande de ella, quiere que no sea cierto y necesita encontrar evidencia de esto, pero
también de lo otro, que implica la aceptación de su realidad:

…y yo ya comenzamos a buscarlo por esos potreros, yo lo llamaba... y nada... y yo me


pellizcaba, yo me metía pellizcos... pensando que esto era sólo una pesadilla...
(Llanto)... "que yo esté durmiendo"... yo no sentía miedo, yo en ese momento no sentía
ningún temor, yo sólo quería encontrarlo, no me importaba si me encontraba con ellos,
ni que me encontrara con el que fuera... (Oriente, E13)

En otros casos se da una situación de desconsuelo total, incapacidad de controlar cualquier


reacción, la ansiedad y la angustia son abrumadoras; se puede sentir que se cae el mundo
encima y no se sabe qué hacer, no hay coordinación en la reacción, y pueden aparecer
múltiples posibles acciones, pero ninguna se alcanza a concretar; en algunos casos puede
generar una parálisis total, en la que se pierde cualquier posibilidad de acción, se experimenta
una postración, o actuar sin ningún control:

212
…mi mamá se tiró del bus y decía: "es mi hijo, es mi hijo", eso era horrible, porque no
tenía consuelo para nada, y yo la calmaba pero no lo conseguía… Mi mamá estaba
inconsolable, se asomaba por todos los bordos, buscábamos por todos lados....
(Madres, E12).

Otros relatos ilustran la forma como se pierde la noción del tiempo, del espacio, de los otros y
de sí mismas. Es como si se borrara todo, sólo existe el hecho violento y el yo, solamente
existe el dolor, pero éste -al desbordarse- inunda la conciencia del momento presente, como si
se entrara a otra dimensión; la persona no quiere que eso haya sucedido, por todos los medios
intenta negar la realidad del hecho, contenerla, aplazarla; al final puede terminar sintiendo el
deseo de no vivir, para no tener que soportar el dolor:

…yo no supe, yo era angustiada, y yo era así, quieta, perpleja... en ese momento
también se me olvido el niño, yo si veía que el niño gateaba así por encima, pero no
lograba reconocer que ese era mi hijo, yo perdí como la cordura, yo no me acuerdo de
nada... (Oriente, E21)

Ahora bien, no siempre sucede esto, también se puede reaccionar con una extrema lucidez
teniendo en cuenta lo que está pasando. Lo cual permite ver las cosas en complejidad para
tener en cuenta que también se desarrollan y potencian formas de afrontamiento en este tipo de
circunstancias.

6.2.2. “A mí no me mató la guerra por fuera, me mato por dentro”: Tristeza y dolor

La emoción más frecuente y la que suele ser la primera en aparecer en el proceso subjetivo de
las víctimas sobrevivientes es la tristeza y el dolor. Después del shock inicial, cuando se admite
la realidad, el hecho no puede reversarse, y es una realidad que debe ser asumida y aceptada,
aparecen la tristeza y el dolor, que pueden estar correlacionadas con varias situaciones.

Esta experiencia puede ser referida como un dolor muy profundo que no es similar a otros y
que pareciera consumir gran parte de la energía de la persona, al punto que la experiencia se
puede comprender como un daño y una herida que no tendrá cura. Implica especialmente un
enorme sufrimiento que termina siendo nombrado como “lo horrible”:

…y hay días en que yo lloro, porque esto es algo... esto es una herida que nunca se
cura ni así que le den a uno lo que le quieran dar, ya lo dañaron a uno... (Córdoba,
E5). Fue una cosa, un dolor, un sufrimiento muy horrible... uno saber que se había
perdido el esposo, el papá de tantos hijos, él tan trabajador y que nadie sabía nada, la
gente decía: "pero qué le pasó, por qué si él no hacía nada, que pasó"; pero no, no
hemos sabido nada, la verdad... y no la vamos a saber. (Oriente, E27)

Además, se comienza a experimentar una sensación de soledad y desolación que se instala


profundamente en la vida de la persona, al punto que es como si todo alrededor se impregnara
de esta tristeza y dolor, que en muchos casos puede prolongarse en el tiempo:

¡Esa soledad! Ni caminaba, todo era solo. Yo me quedaba en la casa sola y veía la
pared triste, y yo decía: “¿será que las paredes lloran como estoy llorando yo?” Y mi
sufrimiento me duró, yo tenía un dolor en el corazón. Un sentimiento… como una
opresión. Yo quería estar llorando. Todo era llore y llore. (Córdoba, E3)

En términos del dolor, para la gente suele haber una intensidad similar independientemente del
responsable de los hechos... Puesto que al final se concreta en la pérdida violenta de un ser
querido. Ahora bien, en términos de otras emociones pueden variar algunos significados:

213
Eso el dolor es el mismo porque a mí los que me mataron el primer hijo fueron los
paramilitares, yo no vi, pero eso dijeron; no sé si será cierto. Y cuando C. fue la
guerrilla; entonces no es diferente porque yo sentí un dolor igual. (Oriente, GF5,
2007)

Sin embargo, en el caso de los desaparecidos, la sensación de lo horrible, el dolor y el


sufrimiento parecieran anclarse en la persona y permanecer en el tiempo, puesto que al no
tener el cuerpo de la persona, el dolor no puede ser “elaborado”; de tal manera que la ausencia
de la persona se convierte en una presencia continua del dolor, por no saber qué pasó, dónde
está y por no tener la posibilidad de enterrar a los muertos tal como es digno hacerlo en la
propia cultura. En estos casos el desasosiego y el desconsuelo pueden ser permanentes y
puede diferenciarse claramente del proceso en el caso de muerte (natural o violentamente) de
un ser querido. Puesto que no hay un cierre cognitivo de los hechos, y la familia queda en una
especie de “suspensión” en el tiempo, se abre como un paréntesis interminable, que sólo
cerraría con la aparición de la persona, viva o muerta:

Por lo menos la familia, porque la familia cuando una persona se va ese espacio no lo
llena nadie, eso ya queda siempre en la mente; y el recuerdo de esas personas siempre
está con uno, y la desaparición forzada, en la que uno no tiene un cuerpo para decir
que va a elaborar un duelo, o que va a decir: "sí, éste es mi hermano, a éste lo
mataron, o algo, y lo voy a enterrar", pero no, todavía recuerdo esa persona, y todavía
está en la mente... (Madres, E5)

Este tipo de experiencias son definidas por Martín Beristain (2005) como situaciones de duelo
alterado, cuyas manifestaciones características son: “a) búsqueda del pariente desaparecido -
síntoma que responde a una realidad en el caso de los desaparecidos por represión política- ; b)
desear fuertemente la presencia del otro; c) rumiación y preocupaciones constantes en relación al
posible difunto; d) incapacidad de creer verdaderamente en la muerte de la persona; e) sentirse
impactado o con estupor por la muerte; f) rechazo de aceptar la muerte, y g) los llantos
repetidos”.

Cuando se dan ciertos factores del contexto psicosocial que incrementan el impacto negativo -
tales como no poder expresar la pérdida, no poder hablar abiertamente de lo sucedido-, o también
cuando las víctimas son marginadas socialmente o estigmatizadas; también cuando se niega
socialmente lo sucedido, y la sociedad sigue como si nada hubiera pasado... Cuando no hay
apoyo social, no hay espacios colectivos de reconocimiento ni la posibilidad de rituales religiosos
y/o políticos para tramitar la pérdida, como ha sucedido en las regiones analizadas; entonces, la
probabilidad de este tipo de reacciones y procesos de duelo alterado suelen ser más frecuentes.
(Cfr. Martín Beristain, 2005)

También se puede experimentar dolor y tristeza por la pérdida de los bienes: el trabajo de toda
una vida, la tierra, las propiedades, el trabajo actual, especialmente cuando se da un
desplazamiento forzado, puesto que esta experiencia implica también un desarraigo y una
pérdida de referentes sociales y culturales que lleva a las personas a una situación de
desprotección y vulnerabilidad muy fuertes, que, a su vez, movilizan mayor dolor y tristeza.
Esta experiencia es asimilable al duelo cultural de Eisenbruch (1990):

...A ver, yo tengo más bien un testimonio cierto, cuando nosotros nos vinimos de la
finquita de la casita, la vida mía era depresiva, yo me acostaba, a mí no me importaba
sino hacer de comer y que mí familia estuviera bien, a mí me daba una tristeza tan
horrible, que cuando yo ya no tenía que hacer, yo me acostaba a dormir, así pasé
como hasta marzo, fueron cinco años. (Oriente, GF9, 2007)

214
Una de las preocupaciones fundamentales de las víctimas sobrevivientes, especialmente de las
madres, es que su dolor y su tristeza de una u otra forma afectan también a los hijos. De otro
lado, se presenta con frecuencia que el dolor de los hijos, a su vez, se convierte en un aumento
del dolor de la madre. Así pues, el impacto en los hijos será un impacto añadido en la mamá:

Hubo una época en que yo lloraba mucho y el niño más grandecito me decía: "¿mamá
usted por qué llora tanto?" Pero yo de ver la humillación en que ellos vivían, a mí me
daba mucho dolor, me dolía mucho ver a mis hijos… (Oriente, E26)

Por otro lado, la madre puede contener el dolor, hacerse la fuerte o intentar ocultar su tristeza,
rabia o dolor, para no afectar a los hijos, de todas formas se presenta una afección en los hijos,
tal como lo demuestran las investigaciones sobre trauma transgeneracional, citadas en el
capítulo 5, (Cfr. Käes, 1991; Nagata, 1993; Becker y Díaz, 1998; Oberti, 2006; Kaufman,
2006; Armañanza, 2009, entre otros):

...yo lloraba debajo de la cobija para que mis hijos no se dieran cuenta… siempre era
con esa tristeza, yo no le demostraba a mis hijos porque ellos también estaban
destruidos, mis niñas también, porque no podían creer, porque extrañaban mucho su
papá y sentían el dolor de no tenerlo a él, se sentían solas sin defensa de nada...
(Oriente, E22)

El intentar ocultar los sentimientos y emociones, el intentar ser fuerte para responder a la
coyuntura del momento y a las necesidades de los hijos, también puede llevar al surgimiento
de una caparazón que imposibilita el contacto con las propias emociones, de tal manera que
éstas no logran salir a la luz, por lo que la persona termina cargando con el peso de múltiples
responsabilidades o con la tarea de ser soporte del resto de la familia, con lo cual se desconecta
de su propia experiencia vital o la manifiesta a través de alguna otra emoción (agresividad,
indiferencia, etc):

Empezando que yo era muy agresiva, o sea, debido a la caparazón que yo tenía, por
qué la caparazón, porque en mi casa me conocen que soy la fuerte, la que no lloro, la
que si hay un problema le busco solución, la que: "C., vea paso esto", la que corre, en
la que, si un accidente C. la que corre con fulano, C. la que corre con Perano...
(Oriente, E6).

6.2.3. “¡Dios mío llévame!”: Tristeza profunda y pérdida de sentido vital

En algunos casos, cuando el dolor y la tristeza se instalan por un largo período de tiempo en la
subjetividad de las víctimas sobrevivientes, algunas de ellas pueden hablar de depresión u otras
acepciones. La gente incluye en su lenguaje cotidiano este tipo de denominaciones porque es
una forma también de dar sentido y comprender con una palabra o un concepto esa experiencia
que parece inconcebible e inenarrable:

…esos tres años para mi fueron los años más difíciles también de toda esta historia,
porque yo también después pensaba que qué era la vida mía y me daban unas
depresiones... cada día me deprimía más, porque veía que no era justo con mis hijos,
pero me estaba enfrascando cada día más en eso… (Oriente, E20)

Perder las ganas de vivir, de trabajar, de comer, de dormir, de arreglarse, pueden implicar una
confirmación del cuadro clínico de depresión, pero también un estado de ánimo bajo en el que
la víctima convoca a ser acompañada y apoyada. La experiencia se asimila al vivir en la
oscuridad, sin horizonte. El mundo se cierra y parece que terminara; es decir, se afecta
profundamente el sentido vital, los proyectos de futuro parecen cerrarse, y la concepción de la

215
propia historia y la propia identidad en un hilo conductor entre pasado-presente-futuro parecen
romperse (Lira, 2011; Martín Beristain, 2005), sin que se vea claro cómo pueden reconstruirse:

Yo quería irme, morirme igual con él… era muy duro yo saber que había quedado
sola… yo decaí tanto que no me provocaba ni trabajar... (Oriente, E7). Es que yo no
quería seguir, ya yo no sentía, ¡era tanto! Porque yo vivía como en una oscuridad, no
tenía ganas de vivir, no tenía ganas de nada… (Córdoba, E8)

Complementario a estos sentimientos también se experimenta el retiro del mundo social hasta
entonces frecuentado, el encierro, el no querer ver a nadie, la pérdida de interés por las
relaciones sociales y el retraimiento como actitud defensiva o protectora frente al dolor; el
sentirse sepultado en vida. Ya nada afuera tiene sentido, se pierde interés en la vida social, la
soledad y el encierro permiten por lo menos no tener que afrontar la mirada, la presencia, las
preguntas, los reclamos de los demás.

…Y yo me mantenía encerrada en una pieza, me comía una comida al día porque me la


hacían comer, se me quitó el apetito, a mí no me gustaba ir donde nadie, ni donde mis
hermanas que vivían cerca, a mí no me gustaba verle la cara a la gente, y por eso no
me asomaba siquiera a la puerta... (Madres, E7)

Esa situación define un estado de postración. La mayoría de personas entrevistadas


experimentan una mezcla de emociones que les paraliza, pierden horizontes y, en muchos
casos, el sentido de la vida, cortan sus relaciones sociales, se quedan aisladas, encerradas; e n
algunas ocasiones sin bañarse, sin comer, sin arreglarse, sin hacer algo por sí mismas,
queriendo correr el destino de su ser querido.

En algunos casos queda la culpa de sobrevivir, la experiencia de no sentir merecer la vida.


Todas estas emociones e imaginarios llevan a este estado de postración que tiene un correlato
corporal: la cabeza gacha, la mirada al piso, el cuerpo encogido hacia el vientre, las manos
cruzadas, el caminar cansino, y el peso de la vida reflejándose en cada uno de sus gestos 118.

En la investigación realizada en 2007 describíamos algunas de estas características:


 Experimentar que no se vale nada, que la vida no vale nada y que el futuro está totalmente
cerrado para sí mismo, para la familia.
 Predomina la soledad, alimentando en silencio su dolor y resentimiento, sumergiéndose en
muchas ocasiones en su propio mundo y cortando sus relaciones con el resto de la
comunidad.
 Sentirse a merced de otro o de otra, donde casi la única alternativa es apelar a un poder
superior: el poder de Dios. La fuerza de los hechos se une a una sensación de impotencia,
siendo la resignación la única respuesta posible.
 Sentirse en muchos casos sin valor, como objeto de cambio al que no se le debe tener
ninguna consideración; lo cual implica una grave afectación de la dignidad humana,
especialmente afectado por el trato que reciben las víctimas por parte de los grupos
armados (Villa et al., 2007, PP. 83 – 85).

Esta experiencia se puede vivir como la sensación de estar perdiendo la cabeza, de haber
perdido contacto con la realidad, de haberse sumergido en algún tipo de enfermedad mental de
la cual se hace muy difícil escapar.

118
Denomino a este estado como “postración”, diferenciándolo de una definición clínica de “depresión”, no solamente
por un prurito lingüístico, o por no poder hacer una evaluación diagnóstica retrospectiva, sino por el marco de
comprensión del análisis. La otra palabra, “postración” describe una situación de la experiencia de la víctima sin la carga
psicologista ni médica.
216
Porque es que imagínese que yo ya estaba perdiendo la cabeza, a mí no me interesaba
si comía, si me bañaba, si me vestía, si me peinaba, mejor dicho a mí ya no me
interesaba nada, yo diario me iba para el cementerio. (Oriente, GF, 4, 2007)

6.2.4. “Uno tenerlos que ver todos los días y sentir la impotencia”: rabia e impotencia
ante la injusticia vivida

La rabia es un sentimiento asociado al hecho de la victimización. Mientras el dolor y la


tristeza son correlativos a la pérdida, la rabia y la impotencia son correlativas a la humillación,
el abuso de poder, el sentimiento de injusticia y la asimetría evidente que hay entre el actor
armado y la persona, familia o comunidad, objeto de su acción violenta.

…y de las cosas, ya se siente uno como impotente, una impotencia, una rabia, cuando
uno no le encuentra sentido a nada, a nada, a nada... (Madres, E12)

La rabia se incrementa cuando, además de los hechos vividos, se tiene que convivir en silencio
con el actor armado, cuando no se puede denunciar, ni pedir justicia, cuando no es posible una
acción que permita un equilibrio y una simetría. Esta situación termina siendo una experiencia
humillante, porque mientras el victimario expone su poder, la víctima se reduce a su más
mínima expresión. La emoción es aún más intensa cuando a la humillación se añade la burla,
cuando ante esas acciones se tiene que continuar en silencio:

Una vez estábamos en un negocio con mi esposo, eso fue como a las 11 de la noche, y
ahí llegó uno que estaba con ellos y saludó y se sentó en la mesa... yo no me aguanté y
me tocó pararme e irme a llorar a una acera, de ver que no podía cogerlo y sacudirlo
y preguntarle: ¿dónde está? Y situaciones así nos tocó vivir todo el tiempo en el
pueblo, durante la violencia aquí, tres o cuatro años uno sabiendo que ellos sabían
dónde estaba, qué habían hecho con él y tenía que quedarse uno callado; verlos a ellos
burlarse del dolor de uno... (Oriente, E13)

Pero la rabia es tal vez más fuerte cuando la injusticia es cometida por los actores estatales. Es
decir, cuando quien debe garantizar los derechos de los ciudadanos y ciudadanas se convierte
en agresor, termina desvalorizando la vida humana, al punto que la gente deja de reconocer su
legitimidad:

Algo que a mí me ha llenado de impotencia es mientras que yo sé que ellos, por esos
campesinos que camuflaron de guerrilleros, que para ellos eran bajas, ellos recibían
ascensos, tenían vacaciones y una cantidad de prebendas que el Estado daba por cada
guerrillero que mataban; mientras que yo pasaba de ganarme $1.050.000, a ir a vivir
de $25,000 en San Francisco, a pagar arriendo y sin saber cómo iba a sostener a mis
hijos, siendo una madre cabeza de hogar, entonces cuando yo miraba sin comida a mis
hijos en la casa, sentía esa rabia que dicen, impotencia y decía: "¿pero qué es esta
injusticia?" Y eso es algo que duele mucho. Además porque yo sigo todavía
desplazada, y nunca he tenido un empleo estable después de que salí de Aquitania;
entonces, eso para mí ha sido, eso me llena de rabia... (Oriente, E1)

El problema se hace mayor cuando no es posible esta reivindicación. En el contexto del


conflicto armado, la rabia, unida a la impotencia de no poder actuar ni denunciar ni buscar
justicia, se va transformando lentamente en rencor y odio. Por esta razón, muchos de los y las
participantes en esta investigación han reconocido en su historia la aparición del odio como
una forma de darle curso a sus emociones de rabia, dolor e impotencia, y como una manera de
canalizar y enfocar su acción. Aún en contra de la voluntad y las creencias de muchas de las
personas con las que se trabajó, en sus relatos de vida, aparecían estas emociones profundas de
odio y rencor:
217
…porque yo mantenía mucho dolor y también mantenía entre sí como una rabia, que
se fue convirtiendo en un odio... que nosotros en realidad nunca fuimos malos, y yo
vivía con ese odio y ese rencor; y a veces eso se lo lleva uno hasta la casa, porque uno
pasa malgeniado, y mi hija me decía: "mami tu cada día yo te veo con ese rencor que
tienes"... (Córdoba, E6)

Pero, yendo más allá, en muchos casos, ese odio y ese rencor se puede traducir en deseos
reales de venganza, de poder tomar justicia por propia mano, en una suerte de vengatividad
reactiva:

Uno recién pasado eso, uno siente mucho odio, contra esos asesinos, uno siente odio,
uno quisiera verlos muertos, porque yo quería verlos muertos a ellos también, porque
así como me mataron mi hijo, yo quisiera saber que a ellos también los mataron,
porque uno siente odio... yo decía: si esa gente volviera a aparecer por aquí en la
vereda, yo les diría algo por lo que le hicieron a mí hijo, así me maten a mí también,
porque uno siete un odio, uno no siente miedo ni nada, pero uno en esos momentos sí
piensa, sí siente odio contra ellos. (Oriente, GF4, 2007)

Pero además, porque los hechos traumáticos se acumulan en distintas familias 44 de los y las
62 participantes en esta investigación (71%) han sufrido por lo menos dos hechos de violencia
en contra de su núcleo familiar (Cfr. Capítulo 2.4). Mucho más cuando los caminos de la
justicia están cerrados y prima la impunidad en el país.

6.2.5. “Me parecía que ya venían a tumbar la puerta”: Miedo y terror

De acuerdo con Elizabeth Lira (1990) el miedo instalado en la vida de las personas y en las
relaciones sociales es uno de los efectos más graves en la desestructuración del tejido social
que genera desconfianzas, ruptura de las relaciones cotidianas, que individualiza y lleva al
retiro de lo público y al refugio en la vida privada. Además de ello, podemos observar el
aislamiento, la zozobra permanente y la imposibilidad de pensar y proyectar el futuro (Martín
Beristain, 1997, 1999, 2002). En la presente investigación, el miedo y el terror instalado en la
vida de los y las participantes pueden evidenciarse en su cotidianidad y es expresado como esa
zozobra permanente y un terror instalado en el imaginario personal y social. La posibilidad de
volver a vivir la victimización no es simplemente una hipótesis ni una probabilidad, es una
posibilidad real y latente.

La presencia permanente de uno o varios actores armados en las regiones, era causa continua
de zozobra. En algunos casos fue esta zozobra y este miedo permanente, los que movilizaron a
las familias y comunidades a desplazarse hacia otro territorio. Este sentimiento de zozobra es
referido en muchos casos como estar “psicosiado”:

…después, nosotros nos acostamos muy nerviosos, uno no dormía ni nada de eso…
porque eso de matar tres o cuatro cada semana, la gente “psicosiada”... uno no
amanecía... los nervios, ya uno como que se “psicosió”… si sentía que ladraba un
perro uno ya pensaba que eran ellos, que volvían, como de por sí se quedaban en las
veredas andando 15 o 20 días, y la gente por ahí “psicosiados”, los niños y todo eso, y
por eso se dio el desplazamiento... (Oriente, E19).

Precisamente el factor más importante en la ruptura del tejido social es el miedo; puesto que la
gente no quiere salir, rompe sus relaciones, teme a sus vecinos, se instala la desconfianza como
comportamiento aprendido, las personas andan prevenidas y en una actitud de continua
defensa. (Lira, 1990; Rieira & Martin Beristain, 1994).

218
Esta forma de establecer las relaciones y el mundo social puede, en algunos casos, presentarse
como “delirante” y “paranoica”. Sin embargo, hay que tener mucho cuidado a la hora de
analizar este tipo de comportamientos y emociones, porque pueden ser una forma de
organización del pensamiento y de la acción que puede resultar profundamente adaptativo y
útil, tal como lo refiere Martín Baró (1990) para el caso salvadoreño y el siguiente participante
en este contexto:

...entonces, eso sí me dejó secuelas, porque hasta en este momento yo todavía vivo así:
yo voy por la calle y todavía estoy pendiente y si veo un muchacho raro o una persona
o algo, yo estoy pendiente de que no me vaya a hacer algo, de que no me vayan a
robar, ya prácticamente aprende uno a vivir en una cultura de la calle, hasta este
momento todavía sigo con eso... (Madres, E5)

La amenaza se vive como algo cotidiano, permanente, real y continuo, al punto que no se
puede hablar, ni compartir con los demás. Se instaura el silencio y la privatización del dolor,
de la experiencia, de la vida misma:

…la gente, ahora años, le daba miedo compartir una historia o hablar con otros de
eso, le daba a uno nervios de hablar... (Oriente, E19).

El miedo genera un proceso de individuación donde cada quien busca salvarse a sí mismo, se
aísla, como un mecanismo adaptativo a un contexto hostil pero también como un indicador de
impacto.. Las personas empiezan a optar por el silencio, por no participar en su comunidad,
porque cualquiera puede ser el enemigo, cualquiera puede denunciar a otro; la imagen del
enemigo que hace daño se instala al interior de la comunidad, rompiendo el vínculo social e
imposibilitando cualquier relación de confianza (Lira, 1990; Lechner, 1997; Lechner y Güell,
2006):

…fue la primera vez que llegué a escuchar, mientras estaban todos hablando, yo hablé
y me dijeron: "ojo que las paredes tienen oídos", me llegaron a decir mis propios
papás, mis propios amigos, mis propios hermanos: "ojo... ver pero callar"... ¿sí?
(Oriente, E12). Me ha generado una inseguridad, yo creo que a nivel como, personal
tengo que hacer una fuerza increíble para participar o para hablar, así y sin embargo
lo estoy haciendo, con un temor... (Córdoba, E2)

Pero como afirma Elizabeth Lira (1990) esta opción hace a la persona más vulnerable, y por lo
tanto, aumenta el miedo; con lo cual se profundiza el aislamiento, la soledad y la sensación de
indefensión. Por esta razón uno de los miedos continuos es el temor a la revictimización, a
volver a padecer lo sufrido, a volver a revivir lo truncado. Mucho más cuando los tiempos en
que se hizo la investigación, como todavía hoy en día, el conflicto armado continúa y la
amenaza sobre las víctimas y sus organizaciones sigue siendo real y permanente 119.

Uno de los aspectos más frecuentes en las víctimas es la imposibilidad de abordar sus
emociones de forma personal y/o pública, lo que les lleva a intentar ocultar, reprimir y olvidar
lo que están sintiendo, con el objetivo de seguir adelante en la vida. Sin embargo, como
muchas de ellas lo expresan, de alguna manera esta experiencia que debe callarse para
continuar viviendo y para no correr más riesgos, empieza a manifestarse y a expresarse a través

119
De esta manera parece que quien realiza la represión logra el objetivo. Por eso acude al terror como una forma,
totalmente racional y calculada. Por eso lo ritualiza, lo exhibe, para que tenga un efecto ejemplarizante. La Escuela de
las Américas, como implementadora de la doctrina de seguridad nacional y libros como “Guerra, persona y destr ucción”
de Watson (1982) son ejemplos de la manera como el terror es utilizado para controlar personas, colectivos y sociedades
enteras. Lo claro es que realmente funciona, tal como lo describen en sus relatos los y las participantes en esta
investigación: la gente se recluye, intenta protegerse y sobrevivir; y los actores de poder, a través de la fuerza y la
coerción, del miedo y el terror alcanzan sus objetivos.
219
del cuerpo. De allí que en muchas ocasiones, su experiencia se transforme en una enfermedad
física, algunas de ellas relacionadas directamente con el estrés que se vive:

…en ese tiempo en que yo tuve que salir de Aquitania, a mí me tuvieron que sacar las
cordales, porque a mí me dio bruxismo, y según me explicaba la médica que me
atendió, que yo en el día dominaba todo lo que me estaba pasando, y por la noche
hacía el bruxismo, y apretaba tanto las manos, como las quijadas... (Oriente, E1).

También puede darse que aparezcan múltiples síntomas físicos, y sin embargo, no se pueda
encontrar ningún correlato corporal en los exámenes y pruebas clínicas que se hacen. El dolor
es físico, pero los órganos y procesos fisiológicos aparecen en buen estado, en estos casos la
emoción simboliza en el cuerpo, y no existen medios médicos para abordar el síntoma, puesto
que éste es de otro orden. En otras ocasiones la experiencia emocional toma una vía más larga
y se manifiesta en enfermedades más complejas a las que se atribuye como causa el enorme
sufrimiento:

…a papá lo mató un cáncer hace tres años, y eso fue por eso, porque era mucho dolor,
mucha rabia, ¿y qué genera eso? Enfermedad, descomposición en el propio cuerpo,
uno se descompone físicamente y eso pasó. (Oriente, E13). Enfermedades... porque me
duelen todos los huesos, la cabeza, no han encontrado que tengo... me hacen de todo y
los exámenes no muestran nada... (Madres, E9)

6.3 Aspectos cognitivos/comportamentales:

Las consecuencias en la subjetividad no solamente están marcadas por aspectos emocionales,


también se experimentan la memoria, la atención y otras funciones cognitivas. La división
analítica que realizo responde más un intento por comprender las diferentes facetas de la
consecuencias de la experiencia límite, sin embargo, emociones, cogniciones y
comportamientos están enlazadas e intrincadas profundamente, de tal manera que se generan
núcleos que marcan la acción del sujeto. Tales como el núcleo: rabia-
agresividad/comportamientos autodestructivos, miedo-inhibición-limitación del contacto
social; dolor -negación-confusión existencial.

6.3.1. “Yo me mantenía era como consumida en un solo pensamiento…”. Ideas,


pensamientos obsesivos y recuerdos invasivos

Los pensamientos e ideas recurrentes u obsesivas son una vivencia muy frecuentemente
manifestada por los y las participantes. El pensamiento vuelve una y otra vez sobre los hechos
en un intento de comprender y dar sentido a lo que ocurrió, se piensa en lo que pasó, en lo que
pudo ser, en lo que se hizo o se dejó de hacer, en lo que puede hacerse a partir del momento o
simplemente se piensa en el ser querido, en los momentos vividos, en si estuviera vivo.
Múltiples pensamientos que tienen la característica de ser obsesivos, es decir, muy frecuentes,
casi invasivos, que irrumpen en múltiples momentos y que en muchos casos interfieren la
actividad normal de las personas. Estos pensamientos suelen ser más frecuentes al principio,
en los meses posteriores a la experiencia límite:

…al principio estábamos muy mal, uno no sabía como que hacer, todo el día pensando
lo que había pasado, uno añorando volver por allá, dándole vueltas a las cosas,
nosotros estábamos como ciegos… estábamos muy aburridos al principio, porque nos
manteníamos pensando la vida, en lo que se perdió y en lo que se tuvo que dejar, y uno
se ponía muy mal… ahí, achicopalados... (Oriente, E4)

220
Estos pensamientos pueden quedarse instalados y convertirse en parte de la experiencia
permanente y cotidiana de los sujetos, incluso en el presente, puesto que el conflicto armado
continúa y la posibilidad de ser afectado nuevamente es latente y real, de allí que se pueda
llegar a vivir esta experiencia como algo persecutorio: a donde se va y donde se esté, la
persona está pensando en lo que sucedió. Pero además, los pensamientos recurrentes suelen
volver sistemáticamente cuando se tienen experiencias que evocan los hechos, en este punto
pensamiento y memoria se funden generando un “revivir” la experiencia, o se reedita el temor
a que vuelva a pasar en otro miembro de la familia:

…por donde uno se mete lo persigue eso... yo puedo ir a muchas partes, ver muchas
cosas, porque me pasan muchísimas cosas, pero dentro de mí está eso… (Madres,
E12). Otra cosa que yo todavía no he podido superar es cuando empiezan a pasar
muchos helicópteros de por allá del Oriente, dando y dando vueltas….uno se pone,
como con el alma en un hilo, a uno le parecía que ya iba llegar la noticia que le
mataron... (Oriente, GF7, 2007)

Muchos de estos pensamientos obsesivos están relacionados con la culpa que siente la persona.
Como afirma Martin Beristain (1999) la culpa suele ser una forma de intentar dar sentido a los
hechos, puesto que en muchos casos puede resultar más cercana a las posibilidades que
subjetivamente tiene la persona de control sobre su vida, su mundo y sus cosas, que sentir la
total desprotección y vulnerabilidad que suscita el no encontrar razones para explicar lo
sucedido. El “si hubiera” es una forma de aferrarse a otra posibilidad vital, y es una forma de
afrontamiento con la que se intenta retomar ese control sobre la propia vida: “si hubiera
tomado esta u otras decisiones tal vez el destino hubiera sido distinto”:

…yo me quedé con un sentimiento de culpa enorme, grandísimo, porque hay cosas que
de pronto uno piensa, cree o sabe, que de pronto uno dice, bueno, yo si hubiera hecho,
si hubiera dicho, si no hubiera visto, si tal cosa… (Madres, E12)

En el caso de los familiares de los desaparecidos se generan otro tipo de pensamientos que son
promovidos por la incertidumbre permanente que genera la pregunta: ¿Dónde está? ¿Qué está
haciendo? ¿Está bien o está sufriendo?, etc. En el fondo siempre se guarda la esperanza del
regreso, se alberga la posibilidad de volver a ver al ser querido, puesto que no se ha constatado
ni su muerte, ni su sepultura. Ahora bien, es precisamente este hecho lo que trae de nuevo la
presencia del ser querido desaparecido al pensamiento: es una ausencia que constantemente se
hace presente.

Porque en esas condiciones uno no sabe si está vivo, si está muerto, si tiene hambre, si
tiene frío, que a dónde está, que con quién está, donde se encuentra, estará sufriendo,
tantas cosas que se le vienen a uno a la cabeza… (Madres, E3).

Se llega, incluso, a pensamientos en los que se deniega una posible realidad de los hechos.
Pero todo esto, es normal, en el caso de los desaparecidos. También ocurre que estos
pensamientos se hagan casi omnipresentes, al punto que en todas las circunstancias (incluidas
las celebraciones y demás hechos importantes de la vida) la evocación de la persona ausente,
se haga presente.

…por mucha alegría que haya en la casa, esa imagen de ellos no se le quita a uno, yo
para acostarme soy con ellos, yo para levantarme soy con ellos, yo puedo estar
riéndome, a veces me voy para donde una cuñada y yo me río, pero… (Madres, E6)

En el caso de los desaparecidos, pero también de las madres que han perdido algún hijo, suele
suceder que, con frecuencia, ellas se centren más en pensar en los hechos o en los hijos

221
desaparecidos o muertos, que en lo demás hijos vivos, o en el resto de sus familias y de sus
propias vidas, lo que muchas veces pasa a un segundo plano:

…es la verdad, que uno tiene más hijos, pero uno en ese momento como que no piensa
sino en los muertos, pero no en los vivos...piensa uno que cómo están ahí con uno, en
cambio los otros como ya no existen... (Oriente, E2)

En otros casos se experimenta la sensación de volver a ver, sentir o escuchar a la persona,


aunque las personas reconocen que tiene que ver o bien con su propia imaginación o con la
permanencia de los pensamientos obsesivos, unidos al deseo de volver a encontrarse con la
víctima:
…yo vivía tan psicosiada con la muerte de mi hijo que yo lo veía llegar todos los días...
lo veía que llegaba todos los días como un relámpago, llegaba y pasaba para la pieza,
en tres oportunidades lo vi... (Oriente, E10).

Algunas de estos pensamientos e ideas se convierten en elucubraciones ligadas a la emoción de


la rabia y al resentimiento y el rencor. En este caso, lo emocional y lo cognitivo se funden.
Estas “maquinaciones” o fantasías pueden estar dirigidas a ejecutar una “posible venganza”; lo
cual puede ser normal en el proceso de elaboración de los sujetos.

…porque uno en un momento de esos, prácticamente, uno organiza los pensamientos y


esa era mi idea: también matar, porque como la mataron a ella, o sea, no cualquier
persona se hubiera quedado con las manos así, cruzadas. Haciendo mapas y todo eso,
mirando cómo era y por dónde era que me iba a meter, donde era que iba a llegar,
porque prácticamente yo conozco todos los caminos, conocía a toda la gente de allá,
los que creía yo que tenían que ver con la muerte de M. y tenía eso en mi cabeza.
(Madres, E5)

Sin embargo, la rabia contenida, no se puede redirigir al actor armado que ha cometido el
crimen, porque esto puede ser contraproducente, el daño que se puede recibir como
contragolpe puede ser mucho peor. De otro lado, cuando se mediatiza por la vía de la denuncia
y la demanda de justicia, el Estado no responde, en algunos casos por las alianzas que en lo
local y regional han cooptado el Estado desde el proyecto paramilitar y, en otros casos, porque
la debilidad del Estado no es suficiente para poder imponer la norma y la justicia en territorios
controlados durante muchos años por grupos armados ilegales; por lo tanto, la rabia contenida,
busca caminos de expresión y, puede dirigirse hacia figuras más frágiles o débiles dentro de la
familia o de la comunidad:

Entonces toda esa rabia, toda esa impotencia que yo sentía, la desquitaba era con las
niñas, yo era muy fuerte con ellas, yo era con insultos, con groserías, con maltratos,
porque yo las maltrataba también física y verbalmente, entonces para mí, entonces yo
aprender a sostener esa rabia, esos rencores que me carcomían por tantas cosas…
(Oriente, E6).

Pero esta agresión dirigida hacia las redes familiares y sociales, también podía estar dirigida
contra sí mismos/as de tal manera que en algunos casos se buscaba el peligro de forma
temeraria asumiendo riesgos innecesarios. Ahora bien, la contracara de esta reacción, es la
capacidad de generar formas de afrontamiento que permitan, o bien encarar al victimario, o
bien, implementar estrategias de resistencia para no quedar reducido/a a su dominación y su
poder.

Algunas de esas actitudes de temeridad están caracterizadas no tanto por no evaluar el peligro
sino por una percepción de haber pasado todos los límites y una necesidad de canalizar la rabia

222
frente a los perperadores, relacionado con la búsqueda del ser querido, especialmente en el
caso de los desaparecidos, en muchos casos asumiendo riesgos.

Resulta que cuando mi hijo se desapareció, que fue en 1999, yo ya ni sabía qué camino
a hacer, yo salía por todo Medellín, entonces, yo miraba todos esos indigentes en la
calle para ver quiénes eran y si veía a mi hijo… (Madres, E3)

Aunque en otros casos, la fuerza de la rabia y de la agresión contenidas, se convierten


explícitamente en conductas autodestructivas, que se tradujo en en algunos casos en
alcoholismo compulsivo. Según Martín Beristain (1999, 2005), este tipo de conductas
adictivas, pueden presentarse especialmente en los casos de duelos prolongados y no cerrados,
donde cualquier vía de afrontamiento se cierra y donde el dolor no alcanza a ser integrado en la
propia historia:

…es muy duro y todo, porque uno más que todo se entrega sobre todo al trago, debido
a las tristezas... uno se pone a recordar, que esto y esto, que uno perdió sus entables y
la comida que era de cuenta de uno, o sea que a uno le toca empezar a jornalear y a
buscar la comida cada día y eso es bravo. Porque sí, yo sinceramente me entregué al
trago bastante, por ahí dos años y yo me acuerdo... (Oriente, E19)

Pero también pueden aparecer otras ideas de forma obsesiva o conductas suicidas, en intentos
de atentar contra la propia vida:

…yo no pensaba sino en irme, o sea, morirme... no pensaba en más nada, sí porque yo
ya había perdido algo que Dios me había dado, si me entiende, y que ya era difícil de
recuperar, mi belleza, mi vista, ya no camino bien como caminaba antes… (Madres,
E1). Yo me intenté suicidar por dos veces…, yo empecé... ya no dormía, entonces,
empecé a consumir pastillas para dormir, y yo ya veía que ya no me hacían efecto
entonces me tomaba cuatro y luego ya decidí... intenté... atenté contra mi vida dos
veces… (Oriente, E16)

Si bien estas no son las reacciones más frecuentes, en contextos de violencia política: (Pérez
Sales y Bacic, 2001, Martin Beristain, 1999, 2005; Gómez, 2006; entre otros) el aumento de
suicidios y pensamientos suicidas si es un indicador de impacto en conmunidades golpeadas
por la violencia.

Relacionados con los pensamientos e ideas obsesivas están los recuerdos invasivos, que suelen
ser la reproducción de las imágenes de los hechos. El recuerdo invasivo es una memoria
recurrente que reproduce los hechos una y otra vez, cuando se está realizando otra actividad,
cuando se comparte con otras personas, cuando ni siquiera se quiere pensar en lo sucedido:

…uno estaba conversando con una amistad por ahí, en una reunión y cuando menos
pensó otra vez el recuerdo, que vuelve y lo deja a uno por el suelo otra vez, queda uno
como sin palabras, se le va la idea, uno se eleva, vienen los recuerdos malucos, porque
eso es una cosa muy dura: uno tener que recoger un hijo... cuando menos pensó uno
está bien y luego la imaginación vuelve y le trae la imagen de verlo ahí tirado,
entonces es como si uno lo estuviera recogiendo otra vez y se le borra a uno todo lo
demás, se borra lo que uno está conversando y no escucha bien lo que le están
diciendo. Eso me pasaba momentáneamente y eso lo está mirando uno en la mente y
en la imaginación, una y otra vez todo ese caso. (Oriente, E5)

Algunas de estas imágenes llegan en forma de pesadillas:

223
No se acaba del todo el miedo, ellas tienen casos por ejemplo que amanecemos
aporreadas del cuerpo, de correr de huir de la guerrilla, yo amanezco brincando de un
lado a otro, brinque de un lado a otro, otra vez subiendo, uno amanece aporreado de
verdad, aporreado, claro en el sueño, uno despierta y entonces verdad que yo ya no
estoy en combate... (Oriente, GF7, 2007)

En otros casos las memorias y las imágenes de los hechos se hacen tan nítidas y vivaces que
pueden describirse de una manera casi exacta. Se recuerdan los colores, los gestos, los detalles,
de una forma tal que puede sorprender por su nivel de detalle. Este tipo de memorias, tal como
se presentó en el anexo 5, son conocidas como memorias de destello (Flashbulb) y han sido
objeto de múltiples investigaciones en la psicología contemporánea de corte sociocognitivo.

6.3.2. “Yo estaba como en otro mundo”: Confusión existencial, inhibición y limitación del
contacto social

Una experiencia muy común, en las víctimas sobrevivientes, son mecanismos como la
negación y la inhibición, que conducen a actitudes y comportamiento de confusión existencial,
intentar evadirse de los hechos (mental o físicamente), aislarse inhibiendo el contacto social y,
en algunos casos, desconectarse del mundo.

En los primeros meses después de los hechos, las personas desarrollaron con mayor frecuencia
reacciones de negación. En muchos casos se experimentan problemas para retener la nueva
información, como si la atención y la memoria estuviesen afectadas. La persona está
concentrada hacia dentro y la realidad externa se percibe como prácticamente indiferente 120, la
gente experimenta que sobrevive, pero no tiene claridad de cómo vive:

Yo no retenía nada, usted estaba hablando conmigo, yo sabía que estaba hablando,
pero no sabía de qué, no le ponía atención. O sea, no oía lo que usted me decía, yo
salía con otra cosa…. Y si me iba en el transporte no sabía para donde iba, estuve
pero bien mal... (Córdoba, E3)

Se vive, por tanto, con una especie de aturdimiento y aislamiento con respecto al mundo y los
otros, llegando incluso a experimentar desorientación en el espacio físico; la experiencia pasa
por no tener claro el horizonte de lo que sigue, no se sabe qué camino tomar, qué decisiones
hacer, que elecciones realizar, como una parálisis del pensamiento y de la acción, puesto que
no se ve ninguna salida a la situación límite.

Este tipo de reacción se puede presentar un tiempo después de la primera reacción de shock.
Por esta razón esta desconexión con la realidad cotidiana, puede llegar a ser experimentada
como un estado transitorio de ruptura con la realidad en el que la persona no logra ni
reconocerse en sus actos y pensamientos. Algunos los describen como estar experimentando
un estado de “sonambulismo”:

..…Cuando un momento que yo salgo y voy por la calle, sabía que iba por la calle
porque iba, pero no sabía cómo vestía la gente ni que hacía ni nada, yo sentía que iba
como sonámbula y dije: "¿será que yo también me voy a volver loca?", Porque yo sí
sentía que andaba por la calle como sonámbula… (Córdoba, E11)

Este actuar y pensar desde la negación puede llevar también a ver a al ser querido en todas
partes, y tratar de confirmar la experiencia, acercándose a constatarlo. Y cuando se

120
No se trata del shock inicial, sino de una experiencia que se prolonga en el tiempo. Un caso muy fuerte de esta
situación, que se prolongó por varios años es la referida en la historia de D. (cfr. 11.3)
224
“comprueba” que no se trata del ser querido, vuelve a venir el pensamiento de sentir que se
está enloqueciendo121.

Precisamente, una de las consecuencias de este proceso “adaptativo” es que las víctimas
sobrevivientes, después de los hechos y durante un largo tiempo, tienden a encerrarse sobre sí
mismas, mediante la inhibición y la limitación del contacto social. Este encierro puede estar
ligado a una experiencia de dolor y temor que llevan a querer evitar contacto con los demás,
para evitar ser nuevamente herido. Se trata por tanto de una desconexión con el mundo social
que llevan al aislamiento, de tal forma que el vínculo social y las redes de solidaridad primarias
se rompen en la experiencia subjetiva:

…todo esto para mí ha sido horrible, porque vea, por ejemplo, cuando mi hijo
desapareció yo me encerré, yo no hablaba con nadie… (Madres, E7). A mí me dio por
meterme a la pieza del hijo mío, yo cogía la ropa del hijo mío y la abrazaba
fuertemente contra mi cuerpo, y yo pensaba que estaba tocando el hijo mío, que lo está
abrazando… yo dormía en la cama de él, yo me acostaba en el día y me metía a la
cama de él… dos años prácticamente estuve así... (Oriente, E10

Todo esto se puede dar por el deseo de no perder contacto con el ser querido, intentando hacer
un esfuerzo fallido por recuperar su presencia, una añoranza compleja de querer estar con él o
ella, de tal manera que el encierro no es sólo espacial, sino también temporal, como si se
tratara de un anclaje en el tiempo. Lo cual puede ser un indicador de duelo alterado, aunque
convocar la presencia, en los casos de desdapareción también es una reacción frecuente y
normal en mucha situaciones.

Sin embargo, todo esto son hechos que pasan también por la realidad social y política que se
vive. En primer lugar la estigmatización a la que es sometida la persona o la familia de la
víctima, marcada por el señalamiento y la concepción popular: “si le paso algo, fue que andaba
en algo”, “a nadie matan por ir a misa”, y otra serie de expresiones populares que generan al
mismo tiempo, dolor y temor, y que obligan a los sobrevivientes a revertirse sobre sí mismos, a
cortar vínculos, a desconfiar de muchos de sus vecinos, e incluso familiares; generándose
dinámicas de cohibición e inhibición social. Las víctimas sobrevivientes prefieren encerrarse,
cortar algunos vínculos sociales, replegarse sobre sí mismos, para no demostrar públicamente
su dolor, pero también como una forma de protección, tanto de las críticas sociales, de las
miradas inquisitivas del colectivo; pero también para protegerse de los actores armados que se
mantienen en el territorio. Frente a este contexto el hablar, el compartir con otros, el nombrar
los hechos o el intentar fortalecer y apoyarse en las redes sociales puede ser peligroso. Incluso
personas que pueden tener alguna responsabilidad en la comunidad dejan de transitar por
algunas vías, no van a ciertos lugares, recortan sus posibilidades de acción, siempre buscando
su protección:

…yo estuve sin salir a vereda varios meses... a la primera parte donde salí, fue al
terreno de los ancianos y para poder ir tuvieron que ir como cinco viejitos conmigo y
era, yo era muerta de miedo; la segunda vez que logré salir, fui a una vereda que se
llama el Jardín, que queda como a una hora del pueblo y logré irme y estuve como una
semana y para mí eso fue como un paraíso, me bañe en el río claro, disfruté de todas
las aguas y dije: " vea que nada me pasó"; pero no he logrado, por ejemplo me invitan
de otras veredas de Aquitania hacia San Francisco, y no he logrado salir, no he
pasado del cementerio y no sé si vaya a lograr hacerlo… (Oriente, E1)
121
Quisiera evocar una novela española, de Isaac Rosa: “Otra maldita novela sobre la guerra civil”. En esta historia se
cuenta el relato sobre un grupo de mujeres, de un pueblo “fantasma” en Andalucía, “Alcahaz”, que se habían quedado
atrapadas en el tiempo y en la historia, esperando a sus maridos e hijos que no llegaron nunca porque fueron víctimas de
una masacre. El relato que puede tener visos de una experiencia onírica, con todos sus matices, suele ser similar al de los
familiares de víctimas de desaparición forzada: les parece como si sus seres queridos estuvieran trabajando en algún lugar
perdido y ya fueran a regresar...
225
Estas experiencias personales tuvieron un correlato colectivo: en muchos momentos el
encerrarse, el tratar de aislarse, el no establecer vínculos y el quedarse callados fueron los
comportamientos más adaptativos y necesarios a las circunstancias, una reacción normal a una
situación anormal. Precisamente esta situación lleva también a la vivencia del silencio
obligatorio, al mutismo, al no querer compartir con nadie, a callar:

...hubo un tiempo fuerte donde la gente no podía salir a la calle, si salía, salía con
mucho temor; no podía hablar mucho porque había gente por ahí escuchando, si uno
mentaba que la guerrilla es esto y esto los paramilitares... si usted mentaba ahí mismo
inmediatamente le llegaba la orden “se va”... (Oriente, GF1, 2007)

En la investigación de 2007, en el grupo de trabajo pudimos traducirlo como “lo innombrable”,


lo indecible, que es tal por varias razones: en primer lugar por el miedo, porque hablar puede
resultar peligroso, porque contar puede traer riesgos, tal como se ha dicho hasta el momento; y
en segundo lugar, porque con el silencio se quiere proteger a la familia, a los hijos y a sí
mismos/as del dolor:

…fueron los dos años más negros que he podido pasar en mi vida, sin poder
denunciar, sin poder preguntar, sin poder hablar, teniendo que callar... y todo el
mundo dijo que mi hijo estaba muerto, que no había nada que hacer. (Córdoba E8)

Pero incluso el silencio, el cortar lazos, el no pedir ayuda ha estado atravesado por amenazas
explícitas que están dirigidas a eso, a cortar el vínculo de apoyo, a romper el tejido solidario y
a hacer más pesada la carga sobre las víctimas:

Y yo tampoco pedí como ayuda porque en esos días que me mataron el esposo me
mandaron a decir ellos que yo ni me di cuenta quien, me mandaron a decir que si yo
abría la boca venían por mi y que nada mas por mí no venían sino que por toda la
familia entonces yo qué hice, yo no me valí ni del padre, ni del personero, de ninguno,
yo me estuve callada o quieta... (Oriente, GF6, 2007)

De allí que, ante estas circunstancias, el hablar, el nombrar, el relatar y hacer público el
testimonio y la memoria grupal y colectiva se conviertan también, no sólo en formas de
elaboración del dolor, sino también en formas activas de afrontamiento y resistencia como
podrá verse más adelante (cfr. Capítulos 7, 8 y 9).

En otras ocasiones la opción pasa por querer irse del barrio, del pueblo, del lugar, para no tener
que encontrarse ni con los recuerdos ni con la gente. Al final este retiro de lo social, pasa por
evitar fiestas, reuniones y otras actividades, especialmente aquéllas que impliquen alegrarse,
porque la realidad y la experiencia han sido tan dolorosas que puede experimentarse como una
traición a la víctima sentir alegría. Esto es una marca muy fuerte en una sociedad como la
colombiana donde la fiesta y la rumba son, quizás, el principal espacio de socialización y de
expresión sociocultural. Es uno de los signos sociales que identifica más claramente la ruptura
vital que se abre con la situación límite:

...no volví a ser la misma de antes, no volví a bailar, no volví a parrandear, me llaman
muy poco la atención los paseos ya... (Madres, E2)

En síntesis, una intervención con personas y comunidades que han padecido el conflicto
armado pasa por retomar estas experiencias más allá de la patologización, para encontrar en
ellas los sentidos que pueden conducir a la reconstrucción de los sentidos, a la afirmación, a la
resistencia y a la transformación de sus propias realidades (Cfr. Riera y Martín Beristain,
1994). En este caso se hace útil poder condensar en una mirada la forma como lo emocional se
226
conjuga con lo cognitivo y lo comportamental formando núcleos de afección en la subjetividad
y en la cotidianidad de los y las participantes, de tal manera que no se podrían pensar como
efectos aislados, sino como procesos complejos que terminan afectando la vida relacional,
comunitaria y social de los sujetos; pero que también permiten la emergencia de semillas de
afrontamiento y resiliencia. La tabla 6.1 evidencia esto de forma sintética, las relaciones no
son lineales, ni significa que dada una reacción emocional se seguirán ese tipo de pensamientos
y acciones; sino que, de acuerdo con los relatos, pueden establecerse estos marcos
comprehensivos para analizar la vivencia subjetiva interna (psicológica) ante los hechos de
violencia:

Tabla 6. 1. Núcleos de la vivencia subjetiva ante las experiencias límite


Dimensión emocional Dimensión cognitiva Dimensión actitudinal y
comportamental
Profundo dolor y Se intenta dar sentido a los hechos  Pérdida de interés en la
tristeza a través de: vida cotidiana
 Pensamiento obsesivos a partir  Encierro en si mismo
de los hechos  Postración
 Culpa: los “si hubiera”  Soledad
 Represión del dolor (evitar  Semilla afrontamiento:
Desconsuelo, pensar o recordar para no trabajo de duelo = trabajo
desolación, sentir dolor). de memoria
desasosiego  Negación: intento de borrar los
hechos.
 Recuerdos invasivos, imágenes
de los hechos
Miedo  Inhibición  Desconfianza
 Pensamientos defensivos (En  Aislamiento
algunos casos Paranoides)  Retiro del mundo social
 Dificultad para comprender la  Se cortan vínculos
realidad  Privatización del daño
Zozobra y terror  Pesadillas  Silencio
 Recuerdos invasivos,  Huida / desplazamiento
especialmente cuando se está  Semilla afrontamiento:
en situaciones similares Solidaridad,
fortalecimiento de los
vínculos
Rabia/impotencia  Pensamientos de venganza  Agresión a otros más
 Ideas suicidas débiles
 Repasar una y otra vez los  Autoagresión
hechos (alcoholismo, conductas
 Fantasías de venganza temerarias)
Odio / Rencor  Humillación  Semillas de lucha y
resistencia

6.4. Percepción del clima emocional:

La percepción del clima emocional difiere de la percepción de la situación emocional


subjetiva. Una cosa es lo que uno está sintiendo dentro de sí, y otra cosa la forma como
percibe el clima de emociones que se teje en el colectivo. Por lo tanto, es una categoría
eminentemente psicosocial, que, aunque se ha desarrollado preferentemente en investigaciones
cuantitativas como una variable multifactorial (Cfr. Páez, et. al., 1996; Páez, et. al., 1997; De
Rivera, 2004b, De Rivera y Páez, 2007, Rimé, et.al., 2009), en esta investigación realizo una

227
exploración de carácter cualitativo que avanzaba sobre la pregunta: “¿Cómo sentían al pueblo,
a la región y al país?”. Y esto preguntado en los tres momentos del análisis propuesto.

Normalmente la mayoría de los y las participantes hacen referencia a su contexto inmediato, y


es básicamente a estos contextos locales a donde voy a hacer referencia en este análisis del
clima emocional. Esto tiene una explicación fundamental, la gente, como se vio en el primer
numeral de este capítulo, suele tomar conciencia del clima emocional que se genera alrededor
del conflicto armado, cuando éste incide en su vida cotidiana, mientras tanto se experimenta
como algo que está lejos, o se percibe desde la visión mítica que se ha construido de la
violencia en Colombia, tal como se ha expuesto desde el capítulo 2. Por lo tanto, se normaliza
como parte de lo cotidiano, hasta que toca la vida de una población o de una familia, y cuando
ya se vive, en la primera persona del singular o del plural, es cuando se evidencia el clima
emocional que se suscita:

Después, cuando, cuando ya empezó la violencia, uno empezaba a mirar pues todas las
injusticias, pues todo lo que pasaba en el país, ya eso empezaba a afectarlo a uno, lo
que uno podía ver por las noticias, cuando luego llega también a mi pueblo. O sea,
uno primero empezó a verlo por los medios de comunicación, después ya llegó allá y
ya le tocó vivirlo en carne propia… (Oriente, E1)

6.4.1. “Aquí en cada esquina mataban una persona”: Clima de violencia, incertidumbre y
desconfianza

La percepción de este clima emerge cuando la violencia engloba la vida de la gente, se hace
omnipresente, y se constituye en marco referencial de la vida cotidiana de una colectividad en
una localidad o región, al punto que transforma las relaciones familiares, las relaciones
sociales, los hábitos de la comunidad, la vida de las poblaciones.

Pero en ese momento seguía sufriendo la violencia, y todos los días seguía escuchando
que mataron a fulano… mientras sucedían masacres, que se llevaron a fulano,
mientras se insertaron los paramilitares en el casco urbano y eso cada ocho días
paraban una escalera122 sacaban 2, 3 o 4 muertos; cada día había unas motos
andando, rodeando el pueblo y de vez en cuando encontraba uno que iban en la moto
tres personas y sabía uno que la persona del medio moriría... (Oriente, E12)

La experiencia de sentir que la violencia lo invadía todo fue dada por la sensación de
indefensión y desprotección que se suscitaba cuando se constató que la población civil era
objetivo de los grupos armados. La gente siempre tuvo la creencia que “al no estar
involucrada”, nada le pasaría; sin embargo, esta “lógica de la proporcionalidad” no funciona en
una guerra donde la gente es considerada parte del objetivo (Martin Beristain, 2012), puesto
que el ataque a la población civil, como ya se indicó, en una lógica de terror está
explícitamente dirigido para controlar social, económica y políticamente un territorio:

Las fuerzas que entre comillas iban dizque a limpiar el país de guerrilla, que eran los
paramilitares, entonces, ya la guerrilla también contraatacaba con sus acciones y ya el
pueblo, la población civil, quedaba atrapada entre dos fuerzas, entre dos fuegos... el
gobierno que era el que nos debía proteger, no existía... entonces, eso era como tres
fuegos cruzados y quedábamos en el medio todos, quedaba en el medio la población
civil... era tenebroso, cayendo todo el mundo, gente inocente, gente que no tenía que
ver... (Oriente, E25)

122
Autobuses rurales, propios de los campos en Colombia, que sirven para transportar personas y carga al mismo tiempo.
228
Si bien la gente percibía que se estaba matando a gente inocente, se trataba de una estrategia
contrainsurgente, que claramente tenía la filosofía de “quitar el agua al pez” (Watson, 1982;
Molano 1985, 1988; Rieira y Martin Beristain, 1994, entre otros). Es decir, quitar los apoyos
reales o posibles al contrario (Martín-Baró, 1990), puesto que esto facilita el control de un
territorio. Una de las pruebas de ello, fue la experiencia vivida en los campos, que fue aún más
dramática, porque además se “desató” una presión sobre la población civil que no posibilitaba,
en muchos casos, ni la sobrevivencia de la gente:

…se desató una cosa impresionante: ya la gente no podía llevar más de 5 ni más de 10
libras de arroz, supuestamente porque eso era para la guerrilla, entonces
prácticamente a la gente de los campos los pusieron a aguantar hambre y cuando iban
a una casa y encontraban mucho mercado, entonces ya decían que era que era
colaborador de la guerrilla... (Oriente, E26)

Pero en la ciudad, particularmente en Medellín, la experiencia también fue compleja, porque


estuvo marcada, además por las variables del narcotráfico y la delincuencia, que en muchos
casos entraban en guerras intestinas, en la búsqueda de control de mercados locales de la
droga, de un territorio para el ejercicio de la delincuencia, o en alianza con los actores armados
(guerrilla, paramilitares o la misma fuerza pública) para ejercer dominio sobre un territorio
común (cfr. 2.3.2):

...yo tenía entre 11 y 14 años y eso fue una época muy difícil para mí, porque me tocó
enfrentarme a una adolescencia cargada de violencia, de muertes, porque eso fue en
ese tiempo una cosa muy verraca, me tocó ver morir muchos amigos, niños, porque
eran mis amigos, niños de 13 y 12 años, se los estaba matando, y no se sabe por qué;
simplemente porque una persona pasaba dando bala, porque llegaban a un barrio y
querían buscar el control del barrio, entonces, encontraban la gente en la calle y como
se dice aquí: "se enamoraban" y los mataban, simplemente por verlos caer, entonces,
fue una época muy difícil. (Madres, E5)

Sin embargo, en los relatos de los y las participantes, sorprende la similitud que hay en la
percepción del clima emocional de violencia. Tanto en Oriente Antioqueño, como en Córdoba
y en Medellín, aún con contextos diferentes y procesos disímiles entre sí, la violencia parece
englobarlo todo, de tal manera que no queda alternativa: o bien, la convivencia obligatoria con
esta violencia cotidiana; o bien, se suscita el deseo de salir, de irse a otro lugar, de cambiar de
región o territorio, con la esperanza de encontrar un lugar más “pacífico”, para comprender, al
final, que no se trataba de un problema de una región particular, sino de una realidad que
estaba habitando el territorio nacional:

…sin decir que en ese tiempo no hubiera habido violencia. Si no que no nos había
tocado a nosotros desde cerquita, a partir de ese momento … a partir de ese momento
me queda claro que la violencia no era en Antioquia solamente, que eran todo el país y
que había tocado las puertas de uno, porque en el caso particular donde se dan tres
desapariciones, prácticamente, en un solo día es una situación muy crítica y cuando se
continúan dando desapariciones y asesinatos, entonces como que se empieza a estar
más pendiente de esas situaciones y ver la realidad que vive el país... tantos hechos
sangrientos, donde la vida no vale nada donde pasaba todo esto y nada pasaba...
además, sigue pasando, porque las cosas no han cambiado... (Córdoba, E4)

Esta percepción de un clima emocional de violencia, alimentada, además por los medios de
comunicación, por los rumores en las localidades y en las regiones, por la misma
“teatralización” del terror por parte de los actores armados, que termina construyéndose como
una imagen que todo lo ocupa y todo lo permea; refuerza nuevamente el concepto de la
violencia mítica: aquí la violencia ha sido siempre, se ha dado por siempre, lo que a su vez,
229
también limita la posibilidad de analizarla, comprenderla y transformarla. Y esto es todavía
más claro cuando se ha sido víctima y se tiene la sensación de impotencia, dolor y frustración
por no poder hacer nada frente a los hechos vividos:

…la cultura de la muerte que vivimos en Colombia, que Colombia es un país violento,
si nos ponemos a remontarnos 200 años o no sé cuántos años atrás, siempre ha sido un
país violento, siempre ha sido violento con diferentes nombres, yo digo que es el mismo
indio con distinta guasca, como que siempre es lo mismo… (Madres, E13)

El clima de violencia se va entrelazando con nuevas formas de percibir el clima emocional. En


primer lugar se crea un clima de incertidumbre, puesto que si la vida está amenazada, si la
violencia puede tocar en cualquier momento, el futuro no se puede ver claramente, se puede
estar esperando lo peor y pueden afectarse los proyectos de vida, con lo cual se empieza a
aplazar la vida misma:

…Ya se empezó a ver esa paranoia entre los grupos armados, y esas exigencias que
hacían a la población civil… la intención era de pronto buscar otro horizonte para
poderme llevar a mi esposa y al niño que venía en camino, irme para la ciudad porque
definitivamente aquí estaba demasiado enrarecido el ambiente. No veía como claro el
futuro, sacar adelante a mi familia en ese entorno… (Oriente, E12)

Esta desconfianza en el futuro, en la vida, en las relaciones, unida a la sensación de amenaza


permanente sobre la propia integridad, generó un clima de desconfianza que fue fracturando
las relaciones cotidianas y terminó por romper el tejido social, especialmente en contextos
semi-rurales como los del sur de Córdoba y Oriente Antioqueño, donde los lazos familiares y
comunitarios estaban más arraigados:

…se dañaron totalmente las relaciones de la gente del pueblo, todo el mundo
desconfiaba de todo el mundo porque uno ya no sabía quién era quién, quién ayudaba
al uno o quién ayudaba al otro o quién estaba infiltrado en la policía, en los entes del
gobierno y las fuerzas opuestas, entonces, eso era todo el mundo sin saber, sin pensar,
porque era un problema pensar... porque usted sus pensamientos, podría incluso
comentárselos a alguien, decírselos a alguien y ya uno no sabía dónde iba a parar;
porque esa gente tenía oídos en todas partes, ya a usted lo cogían y le decían: "venga
porque está diciendo que esto y esto..." (Oriente, E25)

6.4.2. “Eso es como dantesco, como terrorífico”: Clima de miedo, zozobra y terror:

Así pues, no se trata solamente de un problema individual, ni de reacciones individuales, como


los tratados en los anteriores acápites. La violencia va construyendo un clima emocional, en el
que se va propiciando la desconfianza en el otro. Es decir, no se trata solamente del dolor y el
miedo porque han matado, desaparecido, amenazado al familiar. Se trata de la construcción de
un clima colectivo que rompe, debilita y degrada el vínculo social básico. Creando, por tanto,
otro escenario que por la forma aparentemente indiscriminada en que se ejerce la violencia va
constituyendo un clima de miedo y terror. Que se desata no solamente por los hechos
escabrosos de los que se tiene noticia a diario, sino también porque es una búsqueda
intencional de los grupos armados en su pretensión de controlar la mente y los corazones de la
población civil (Martín Baró, 1990, Lira, 1990).

Si la violencia se ha generalizado, si la población civil se ha convertido en objetivo de los


grupos armados, si se está esperando que en cualquier momento la violencia puede golpear, si
además hay una intencionalidad de los grupos armados de aterrorizar a la población para
generar parálisis y evitar cualquier respuesta de resistencia frente al control y la dominación

230
que imponen; en definitiva, cuando la alternativa que queda es la de convivir con este marco
omnipresente de violencia, la experiencia subjetiva y colectiva que se instaura es la de zozobra,

Luego de que empezó a llegar la violencia ya uno no podía salir a la calle tranquilo y
si salían los muchachos, ya uno no estaba tranquilo en la casa pensando que fuera a
pasar algo, a que la violencia le tocara a uno la vida familiar, ese era el temor;
entonces, la vida totalmente cambió de estilo, se volvió muy intranquilo y tenebroso...
porque eran muchas muertes, primero empezaron matando gente esporádicamente,
luego ya eran 2, 3, 4, 5, 6, 7, ya hubieron entierros de siete u ocho personas en un
mismo sepelio; eso es como dantesco, como terrorífico más bien... (Oriente, E25)

La marca psicológica de esta zozobra permanente, es el estrés continuo que mantiene a las
personas en continua alerta, desconfiando de todo el mundo, en posición de defensa,
preparados para la huida, lo que puede traer algunos de los síntomas descritos anteriormente. Y
sin embargo, es precisamente la descripción de este clima emocional, la percepción de esta
realidad, que expresa la forma en que se vivieron las continuas violaciones a los derechos
humanos, los crímenes de guerra y la forma como se conjugó la guerra en este país, es en
medio de esta realidad, que puede afirmarse que las respuestas, reacciones, percepciones y
acciones que se han presentado a lo largo de este capítulo, son absolutamente normales y una
forma adaptativa de actuar en medio de una realidad anormal (Martín Baró, 1990).

Otras experiencias que la gente comparte, en torno a este clima de zozobra y miedo, tienen
relación con las dificultades que se plantean en la vida cotidiana: no se percibe que haya un
lugar seguro, cada quien siente que no tiene en quien apoyarse, hay una percepción de ruptura
de las redes familiares y sociales de apoyo, lo que incrementa el sentimiento de soledad. En
muchos casos la gente acude a conductas de autoprotección extremas, como dormir en el
“monte” o cambiar continuamente de lugar para pernoctar, rotar los lugares de vivienda, dejar
de hablar con desconocidos, romper las costumbres de hospitalidad y solidaridad, se crea una
individualización de los marcos sociales, donde cada quien debe sobrevivir cómo puede, el
colectivo se fractura y cada quien parece ser una isla, intentando sobrevivir al evitar el contacto
con otros y otras que podrían “contaminarle”:

…por eso me fui a vivir donde mi mamá... a dormir, porque yo en el día la pasaba en
mi casa, pero en la noche me iba donde mi mamá por la soledad que tenía, había
mucha soledad en esa parte donde yo vivía... (Córdoba, E7). Genera unos miedos
hasta de salir, ya uno corría a encerrarse tempranito, porque le daba miedo... y esas
calles eran solitarias, a las 7:00 o 7:30 ya estaba todo el mundo en la casa, uno ni se
atrevía a ir a la tienda porque le daba miedo... (Oriente, E29)

Es claro que este clima emocional no es solamente el producto de la guerra, no es solamente la


consecuencia que deja el conflicto armado. Conlleva una intencionalidad en el accionar de
grupos armados que quieren ejercer control y poder sobre un territorio y sobre una población.
Elizabeth Lira (1990), Martín Baró (1990), Martín Beristain y Riera (1994) entre otros pueden
ofrecen un amplio análisis de la manera como se construyen estos climas emocionales de
miedo, teniendo claro que uno de los fines de la represión es utilizar el miedo como un
mecanismo de control social. Al generalizarse la sensación de vulnerabilidad y desprotección,
se inhiben las conductas sociales y se acude a soluciones de fuerza o se cede a la presión de
quien lo ejerce. Muchas de las personas entrevistadas señalaron dicha intencionalidad detrás
del uso del miedo como mecanismo de control: la apropiación de la tierra de los campesinos, la
generación de miedo para obligar al desplazamiento y el abandono de la tierra

…son grupos que a ellos lo único que les interesa es mostrar para crear miedo en la
gente y luego uno se desplaza, y uno pierde todo: la tranquilidad, que es lo que más

231
vale, lo material no vale tanto la pena, sino la tranquilidad... es lo que más se pierde.
(Oriente, E19)

En dichas situaciones el silencio y el aislamiento han sido maneras efectivas de sobrevivir, y a


la vez indicadores del impacto colectivo. Este clima no se basa solo en el ejercicio del terror
sino también en la impunidad de las acciones, y es mantenido con estrategias diferentes en las
tres regiones estudiadas, con un mismo fin: controlar, dominar, mantener la impunidad y el
status quo de quien controla el medio.

La evolución y la percepción del clima emocional está también condicionada por la evolución
del contexto, especialmente por los cambios en las estrategias de guerra o pacificación. En ese
sentido, la “supuesta” desmovilización de los grupos paramilitares habría traído un clima
emocional diferente a las regiones, sin embargo bajo esa representación de la realidad, la
situación de las víctimas o sus precepciones sobre el control y el miedo, no han disminuido en
muchos lugares sino que se han transformado. En Oriente Antioqueño, que es considerada por
el Estado una “zona de consolidación” (cfr. 2.3.2.) el clima de terror pareciera ceder porque la
situación de violencia generalizada ha disminuido. Se podría hipotetizar, recordando a Martin-
Baró (1990), que en este contexto de guerra, el Estado pudo haber pasado de una estrategia de
guerra sucia, a una de guerra psicológica, donde se han aplicado medidas dirigidas a mantener
el control con otros medios: se baja la intensidad de la violencia directa, se crean mecanismos
para lograr la simpatía de la población civil, pero se mantienen formas de control para recordar
quién manda y cómo puede procederse en caso de no acatar este orden.

De otro lado, en la ciudad de Medellín, escenario de disputas entre paramilitares, bandas


delincuenciales y narcotraficantes; y en el sur de Córdoba, escenario de disputas entre
paramilitares de tercera generación, presencia de guerrilla, de fuerza pública, alianzas entre
unos y otros, y de mecanismos violentos de control por parte de las élites tradicionales, el
clima emocional de miedo y terror permanece:

…y después empezó a pasar lo que pasó, lo que está pasando y ha pasado, vivimos con
mucho miedo... Y no ha cambiado desde el 95, con 2003, o con la desmovilización de
esta gente, a lo que es ahora... (Madres, E2)

La primera consecuencia del clima de miedo y de terror es la impunidad, producida por la


sensación de indefensión que se experimenta y el sentirse a merced del grupo armado, que
puede controlar incluso las instituciones que podrían administrar justicia; lo que contribuye al
silencio, al miedo a denunciar y, se instala frecuentemente la impunidad de quienes ejecutan la
violencia.

…vinieron unos hombres y me dijeron que no fuera a denunciar porque yo sería la


próxima, yo les decía, con el miedo que yo sentía, el miedo más grande porque yo
temblaba del miedo… no, no, yo no voy a denunciar a nadie, es que yo no sé quien fue.
Y yo sí sabía, porque desde el principio se sabía. Y pensé: si yo digo que yo sé, me
matan y aquí nadie da razón… (Córdoba, E3)

Esta impunidad no se da en el vacío, implica en muchos casos la complicidad por acción o por
omisión, por complicidad o incapacidad de las instituciones del Estado, encargadas de velar
por la seguridad y la justicia de los ciudadanos; al punto que la gente, además del desconcierto,
termina pensando que el Estado es parte en el conflicto armado y está velando por intereses
particulares.

Y ellos armados hasta los dientes haciendo y deshaciendo; fueron más de tres años
viendo a esa gente correr pa’ allí y pa’ acá, viendo como hacían y deshacían; ni el
ejército ni la policía hacía nada, antes al contrario, cómplices, y eso nos dolió a
232
nosotros mucho de ver que no podíamos hacer nada. (Oriente, E15). Porque uno no
entiende que las personas que están, prácticamente, por ayudarle a uno, que son las
encargadas de defender los derechos de uno, sean prácticamente el enemigo...
(Madres, E5)

Cuando el Estado no protege, no garantiza la vida, cuando además se convierte en actor del
conflicto y la gente no puede confiar ni creer en las instituciones, cuando se siente amenazada
por ese Estado, el terror y la impunidad llevan a la impotencia y desesperanza, y en muchos
casos a la parálisis, situación en la que vivieron las víctimas durante muchos años.

…este pueblo lo volvieron pedacitos, mejor dicho... usted cree que a uno no le daba
tristeza de ver cómo subían a esas personas amarradas o arrastrándolas como
marrano por la autopista arriba y al otro día: "ah, que ya amaneció muerto fulano", el
que se habían llevado; eso era una tristeza muy grande para nosotros. (Oriente, E9)

La construcción de estos climas emocionales son correlativos a la pérdida de horizontes, del


proyecto de vida, del sentido vital. Se vive la anomia, la desolación y la postración; pero no se
trata de una vivencia individual, es también una experiencia social, por lo menos en el plano
local y regional. Esto fue vivido por la gente como “si el mundo se fuera a acabar”, tal como
se enuncia en este relato:

…Cuando llega la violencia, no mejor dicho, lo peor, lo fatal, lo duro, lo triste, lo


crítico… yo sentía que el mundo se iba a acabar, que si estábamos vivos era por
suerte, que antes le salíamos debiendo a esa gente que nos había dejado vivos. La
decepción era mucha, la tristeza era mucha, el no querer salir adelante, el querer
estancarse uno ahí. Uno se levantaba y había días que decía que para qué trabajar,
¿Para morirnos enseguida? No valía la pena trabajar, o sea, esa decepción emocional
es brutal... (Oriente, E15)

6.5. Organización de creencias sociales:

De acuerdo con Janoff-Bulman (1992) los sujetos tienen una serie de creencias básicas
(assuptions) que son las que posibilitan el vínculo social de forma segura. Si las personas se
mueven con desconfianza, temor o inseguridad se altera radicalmente el orden social. Las
creencias básicas en el sentido del mundo o de la confianza en los otros son fundamentales
para un sentimiento de control, manejo de las incertidumbres y sentido de seguridad. Todas
estas creencias, según este punto de vista, se afectan cuando se padece una experiencia límite
de carácter violento, mucho más claramente cuando esta experiencia es propiciada por otras
personas o grupos organizados. En este apartado se revisan algunos de los relatos referidos a
sus creencias sociales.

6.5.1. “Después... se oscureció el mundo”: Sobre el mundo como lugar seguro

De acuerdo con Janoff-Bulman (1992), los seres humanos tenemos la creencia que el mundo es
un lugar seguro. Es decir, vivimos cotidianamente con la confianza en que el mundo no se va
a destruir, acabar o desbaratar en un instante. Esta creencia permite que podamos actuar con
serenidad en la vida cotidiana y que podamos desenvolvernos cotidianamente sin esperar
grandes catástrofes. Pero precisamente cuando una catástrofe o un hecho violento llegan de
improviso, se altera esta creencia de un modo significativo, y con ello la confianza en la vida,
en el mundo, en el futuro.

En el caso de la violencia política en Colombia, como se había observado en el numeral 1 de


este capítulo, la creencia en el mundo como un lugar seguro hacía pensar a los y las

233
participantes que la violencia no los tocaría a ellos, en frecuentes ocasiones, incluso desde una
visión idealizada; por lo que en muchos casos, solamente cuando sufrieron la victimización en
su familia, empezaron a tomar conciencia de la realidad del conflicto armado en el país. Se
pensaba en la prosperidad, en salir adelante, en luchar por un futuro mejor; pero no se pensaba
en las posibilidades de estar afectado. Desde un punto de vista, esto podría verse como una
negación de la realidad, pero también, puede verse como la forma para sobrevivir con un
mínimo de consistencia vital.

…pensaba todo, menos que me iba a tocar perder... de hecho nunca quise invertir en
Medellín, en Urabá, en Tierralta, lo veía todo como que yo iba a morir de viejo ahí en
Saiza... y que nunca me iba a tocar la crisis, la violencia... lo veía por noticieros y
pensaba que eso allá nunca iba a llegar, de hecho hice mucha inversión, todo lo que
conseguía lo iba reinvirtiendo en la misma región y esa era la realidad muy tranquila,
muy de campo, de un espacio natural... (Córdoba, E13)

Cuando la guerra ha tocado la vida, lo que se pierde es esa confianza en el mundo, éste se
“oscurece” y el panorama del futuro se hace incierto, parece como si se cayera todo alrededor y
como si se desestructurara la vida misma, el “mundo se cierra” y no es fácil volver a
reconstruirlo.

…después... se oscureció el mundo, como dicen por ahí.... eso significa que esa
tranquilidad que nosotros teníamos en ese entonces se bloqueó, porque en ese entonces
mataron a mi papá… entonces fue un caos total. (Oriente, E6). Porque a mí se me
cerró el mundo cuando todos esos problemas y ese miedo, yo creí que me iba a
morir... (Oriente, GF8, 2007)

Esta experiencia de violencia que afecta la creencia en el mundo como lugar seguro, también
afecta la creencia en el mundo social, es decir, las creencias en las instituciones, el país, el
Estado, la organización de la sociedad, que se supone realizan una labor para el beneficio de la
ciudadanía, especialmente cuando estos participan en el conflicto armado o la violencia contra
la gente.

…yo sentía dentro de mí incredulidad, yo no creía en muchas cosas, en nada… …no


creía en el gobierno, ni en cuestión de elecciones… siento una incredulidad, un
rencor, que sé que es malo, pero en mí es inevitable... estoy viejo, trabajo una tierrita
en malas condiciones con contratiempos, no recibo el apoyo de nadie, del gobierno, de
otras entidades. (Oriente, E3)

6.5.2. “Uno jamás se imagina que lo va a tocar a uno”: La invulnerabilidad del yo

Otra creencia muy poderosa que alimenta el quehacer diario de los seres humanos, según
Janoff-Bulman (1992) es la creencia en la invulnerabilidad del yo, esto implica que la persona
puede desarrollarse, trazar proyectos, trabajar, luchar, constituir una familia, porque se cree
que el “yo” no es vulnerable, como si tuviera una coraza de protección 123. Se tiende a aplazar
cualquier reacción, siempre “creyendo” que a uno no le va a pasar. En este sentido la gente
tendió múltiples explicaciones cotidianas: “no debo nada”, “no me he metido en nada”, “yo
soy una persona de bien”, etc. Así pues, aparece esta forma de experimentar la

123
Esto lleva al bello poema que se le atribuye a Bertold Bretch, pero que en realidad es del pastor luterano Martin
Niemöller: “Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista. Cuando
encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los
sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista. Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, porque yo no
era judío. Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar”.
234
invulnerabilidad del yo que en muchos momentos conduce a no percibir el riesgo por una
parte, o por otra a la indiferencia y a la indolencia, porque la violencia no era con ellos, se
pensaba que el problema era de otros:

…y qué me importa el mundo y que se caiga al mundo mientras no me pase nada a mi


¿sí? Es ese ciclo de indiferencia que venía viviendo, y que se rompía a medida que veía
que avanzaba la violencia… (Oriente, E12). Porque uno jamás se imagina, nunca se
imagina que eso lo va a tocar a uno… (Madres, E12). Lloraba, decía eso no puede
ser, esto es mentira, esto no me pudo pasar a mí, o sea, yo no podía entender de que
había tenido un fracaso… (Córdoba, E1)

Así pues, la creencia en que nunca “va a pasarme a mí”, se puede convertir en negación cuando
realmente sucede. Se cree, entonces que es un error, que algo anda mal en el mundo, porque
cuesta mucho dar el paso para comprender a fondo lo que está sucediendo: los intereses de los
actores armados, las lógicas del terror, y el objetivo de desarticular cualquier posible oposición
al proyecto que están implementando

Estas lógicas de proporcionalidad y sentido tienen su correlato en términos colombianos: “el


que la hace la paga” o “el que nada debe, nada teme”. Estas creencias han sustentado en buena
medida la impunidad de los grupos armados y la dificultad para que se pueda dar una respuesta
social amplia, masiva y permanente que conduzca a una resistencia social a la violencia
armada en Colombia. En el fondo subyace la creencia que el poema de Niemöller retrotrae: si
no se es comunista, socialista, sindicalista o judío, nada puede pasarme... Este pensamiento
atraviesa el imaginario social en Colombia, tal como lo enuncian los y las participantes en esta
investigación, aunque lo dicen desde un punto de vista negativo, es decir, cuando se preguntan
por la injusticia que han padecido:

…mire que cuando yo lloraba en la procuraduría de los derechos humanos le decía a


la doctora: "mi hermano nunca fue guerrillero, mi hermano nunca tuvo que ver en
esto, que mi papá nos crió a nosotros en un ambiente sumamente sano”… y yo le decía
a la doctora llorando, y me decía: "no mija, es que nosotros tenemos claro que su
hermano no tuvo nada que ver con esto, es que el cuento de su hermano es otro y viene
por otro lado”… (Córdoba, E5)

Este tipo de relatos ponen en evidencia una contracara oscura de esta creencia: porque en todos
los casos, el familiar o uno mismo aparece como inocente, sin embargo, es como si hubiera
otros “culpables” que merecieran lo que le pasó al familiar. Es decir, de una u otra forma, el
sentir contravenida la creencia, no significa, por lo menos en el momento en que se sufrieron
los hechos, que se cuestione la violencia; como en el poema de Niemöller, que se haga
resistencia al nazismo, sino que se quiere tenerla alejada del sí mismo. Pero y allí está su
perversidad, no es tan grave que caiga sobre otros, porque al fin y al cabo, cuando se trata del
otro: “ese otro siempre estará debiendo algo, o andaba metido en algo”. Esta creencia se
concreta en el imaginario que se ha ido construyendo: “pagan justos por pecadores”. Es decir,
los justos, que son los míos, no deberían haber sufrido lo que han sufrido; pero los pecadores,
que siempre son otros, tal vez sí estaban en algo:

...ay mi hijito querido, sabiendo que era inocente y que no tenía que ver con nada,
bendito sea Dios que gente tan mala, mi Dios les ha de perdonar… porque esa gente es
tan mala que no pregunta quién es quién, sino que le tiran a llevárselo, y pagan justos
por pecadores. Y eso es lo que a uno le da tan duro, que se derrame sangre inocente
ahí, pagando justos por pecadores... (Oriente, E8)

Esta forma de pensar, esta creencia, da piso a la justificación de la violencia en el imaginario


social, y a las razones que esgrimen los actores armados para legitimar su acción. Puesto que
235
si existen “culpables” que merecen el “castigo” de la muerte, si hay gente que “deba algo” y
merezca la retaliación violenta, el “castigador” tendría un legítimo derecho de ejecutar la “pena
de muerte”. Esta forma de razonar esconde también una cierta perversión del imaginario social
que hace legítima la muerte violenta y autoriza implícitamente la resolución violenta de
conflictos:

...en ese momento diría que a uno lo bajaban por ser guerrillero, o que le echaban
mano porque estaba metido en algo y yo pensaba que eran actores de la guerra que
están metidos en eso, en un territorio; y nunca lograba dimensionar que habían
personas, humanas, inocentes, involucrados o no involucrados, sin ninguna voluntad...
el día que sucedió la masacre me estrella eso contra mí mismo, contra mi voluntad,
porque ya no era la lógica, había muerto gente que yo había conocido toda la vida...
empezaron a aparecer nombres que para mí eran gente normal y corriente, o sea como
yo, gente cualquiera, el seminarista, el muchacho que atendía la Iglesia, el sacristán, y
eso era gente inocente. (Oriente, E12)

Este último relato alcanza a avanzar un poco más en la reflexión. Porque la violencia se llega a
generalizar de tal manera que empieza la sospecha: “pero si tal persona no andaba metida en
nada”, “si lo conozco de toda la vida”. Esta sospecha permite una pregunta, que abre las
puertas para formas afrontamiento y resistencia que vayan más allá de la resignación, la queja
o el sentimiento de injusticia, e instalan la pregunta por los móviles de la violencia, más allá de
su justificación.

En las víctimas con las que se trabajó en esta investigación la puesta en cuestión de estas
lógicas e imaginarios ha formado parte de un proceso de caer en la cuenta, o bien que la
violencia es indiscriminada y cualquiera puede ser víctima, o bien, de una manera más incisiva,
que tiene unos fines diferentes a los que han promulgado los actores armados. En la situación
previa a la participación grupal de las víctimas prima la mirada en la cual no se comprende el
por qué se está matando a gente “inocente”, lo que seguía manteniendo el imaginario de que
hay “culpables”, mientras subyacía la creencia en un mundo justo donde los buenos no sufren
y los malos reciben su merecido.

6.5.3. “De Dios sentía como un desamparo...”: Sobre Dios

La idea de Dios o la creencia en la bondad y la benevolencia de Dios, pero también en un Dios


que todo lo puede, sustenta muchas de las creencias, en un contexto de alta religiosidad, como
el de las tres regiones o espacios abordados. Ahora bien, esta creencia en Dios se ve
profundamente afectada por los hechos de violencia que llegan de improviso y que ponen en
duda la fiabilidad de lo divino; su justicia, puesto que se castiga a personas “inocentes”, y su
bondad, puesto que pareciera o bien, que no actúa o que termina favoreciendo a “los malos”:

...yo lo que pensaba, después de que recuperé la memoria a los ocho días y supe todo
lo que había pasado si pensé: "¿Dios mío por qué permitiste? Si nos diste la vida,
¿Por qué no te encargas vos de quitárnosla? ¿Por qué permites que otros lleguen a
quitárnosla sin ser vos?...". Pero ahí me quedé, no conseguí respuesta yo misma...
(Madres, E1)

Desde este desamparo se hacen las preguntas, se cuestionan las creencias religiosas. También
desde este lugar, se llega a sentir que la fe puede ser inútil, porque al fin y al cabo no ha
logrado proteger a los seres queridos, como si no cumpliera con su función. Rezar y orar dejan
de tener una funcionalidad, porque tampoco se logra el objetivo de salvar la vida del ser
querido con dirigirse a ese ser superior:

236
Yo inclusive le pedía mucho a Dios que me ayudara y que nunca me tocara recoger a
mis seres queridos y siempre me tocó. Yo me retiré de la iglesia hace dos años y me
pregunto y casi me desvelo; yo lo veo tirado en el piso y digo ¿por qué?, ¿por qué tuvo
que pasar esto? y uno se pregunta y uno no encuentra… (Oriente, GF6, 2007)

En el desarrollo de la investigación de 2007, pude rastrear dos imágenes de Dios en los y las
participantes en los grupos focales, en el Oriente Antioqueño: en la primera imagen Dios
aparecía como todopoderoso, justiciero y castigador: por lo tanto, a las personas les queda solo
resignarse, o esperar la venganza de Él. Pero como esa venganza muchas veces no llega, se
empieza a delegar en otro: en un hijo, en un grupo armado, etc. En otros casos las desgracias
o vicisitudes que sufren los victimarios son leídas por las víctimas como un castigo de Dios
(Villa, 2007):

…yo no le guardaba rabia ni nada y decía: "Dios se encargará de eso...", aunque eso
fue muy mal hecho... (Oriente, E30). De un señor X. que está en cama, pero que yo no
me alegro de eso, aunque Dios es grande y maravilloso y si uno hace el mal espera la
retribución, se encuentra en una cama con una trombosis, parece que le están dando
cucharitas y todo, pero yo no me alegro de eso. (Córdoba, E5)

De otro lado, estaba una imagen de “Dios con nosotros”, que significa que se tiene una
experiencia de cercanía con esa figura trascendente, que permitía incluso el grito desgarrado, el
reclamo y la pregunta existencial. Desde esta mirada la gente lograba un proceso de
transformación y sanación más profundo, renunciando a la venganza, asumiendo la
responsabilidad sobre su propia historia y generando un compromiso de acción social y
transformación de la realidad más definido (Villa, 2007). El siguiente relato se aproxima a esta
imagen:

…y siento como que a veces, uno dice Dios es injusto… pero es que Dios no tiene nada
que ver ahí, uno es el que se busca su propio futuro. (Oriente, E15)

En definitiva, como se verá más adelante, para sobrevivir la gente necesita recuperar en algún
nivel estas creencias, y por lo tanto, más allá de las acciones de memoria y de los procesos de
organización, estas creencias vuelven a ocupar un lugar en los “por supuestos” y los
“presupuestos” de las víctimas sobrevivientes.

6.6 Roles y relaciones de género:

La gente lucha y sobrevive, se enfrenta y afronta, aún en medio de limitados campos de acción.
En el caso de las mujeres, esta investigación, al igual que otras (Villa, et. al., 2007; Montoya,
2003; entre otros) plantea que el afrontamiento a la situación de violencia se convirtió en una
oportunidad para realizar una transformación en las relaciones y los roles de género, de tal
manera que, desde el punto de vista de las mujeres las transformaciones vividas, a la fuerza,
han sido una oportunidad para romper con algunos ejercicios de dominación y sometimiento,
que han traído una nueva forma de estructurar las familias, un cambio en las relaciones con los
hombres y han abierto la puerta a las mujeres para la participación en el espacio público.

Para evidenciar esta transformación y esta experiencia resiliente (Cyrulnik, 2009) voy a traer
algunos relatos de cómo era la vida antes que la violencia golpeara la familia. Allí pueden
evidenciarse algunas características de las relaciones entre hombres y mujeres y de los roles de
ellas dentro de la cultura patriarcal. En primer lugar aparece la ubicación espacial: las mujeres
en la casa, dedicadas a los oficios domésticos, a los hijos, la cocina, etc. Y los hombres en la
calle, en el trabajo, en el escenario público:

237
...cuando a mí me sucedieron las cosas, empezando porque cuando yo me organice,
cuando yo me fui con el papá de mis hijas, él quería que yo solamente estuviera en la
casa, yo no salía a la calle, simplemente la mujer que tenía que tener listas las cosas
del marido, la mujer que todo en la casa, entonces el vínculo mío era solamente casa e
hijos, así pasó mucho tiempo... (Oriente, E6)

Esta situación no implica necesariamente maltrato, ni un ejercicio violento o agresivo del


poder. En muchos casos no se siente como sometimiento, sino como un orden natural o
cultural de las cosas que muchas mujeres expresaron como una buena experiencia y como una
situación vital altamente positiva:

…aunque no me gustaba salir casi de la casa, porque a mí me gusta hacer el oficio, yo


soy ama de casa en el hogar... (Oriente, E8)

Pero también, con frecuencia genera un ejercicio del poder del hombre mediado por un uso de
la violencia, del maltrato físico y psicológico. Esta situación es la que paradójicamente en esos
casos se revierte a partir del hecho violento, donde normalmente muere o desaparece el padre
de familia, o un hijo que ocupa la figura de proveedor:

…y aburrida de toda esa vida conocí a un hombre que fue el papá de mis hijos y
resulta que pensando que iba a ser menos, me empezó a maltratar más, psicológica y
moralmente... (Córdoba, E7)

6.6.1. “La muerte de él se me convirtió como en un calvario para mí”: Pérdida de la


figura proveedora

Cuando la figura proveedora desaparece, puede ser que en un primer momento esta experiencia
sea vivida como un cambio radical, especialmente cuando la mujer tiene una visión positiva de
la familia, cuando ha tenido una buena relación de pareja, o simplemente cuando sienten que
no tienen los elementos para afrontar la nueva situación, puesto que han estado “recluidas” en
casa sin asumir otras responsabilidades, especialmente de tipo económico. Así pues, sea como
sea, la experiencia se vive con mucha angustia, como consecuencia del impacto afectivo y
puesto que la economía y el sustento familiar se ponen en peligro. La mujer siente que no está
preparada para asumir los roles de sostenimiento de la familia. Esto es válido para las tres
regiones estudiadas, donde la vida o bien se da en un contexto semi-rural, que implica una
cultura campesina, donde los roles están claramente definidos; pero también en las Madres de
la Candelaria en Medellín, puesto que en la cultura dominante en la sociedad colombiana
siguen siendo un factor determinante las relaciones de género, que no se ha transformado
significativamente, a pesar del ingreso de la mujer el mundo laboral:

...Después de eso, eso se acabó porque ya no había quien sembrara ni nada, más
adelante me vi muy mal con los muchachos, con los chiquitos, porque los dos grandes,
ellos ya tenían su obligación y no podían sostenerme, usted sabe que una familia
necesita mucho para sostenerlos estudiando y todo… Entonces, esa es una situación
muy dura, que han vivido las familias no sólo la mía, sino muchas familias, le toca a
uno frentear sola una situación y más cuando uno queda sin recursos económicos
como nosotros... (Oriente, E17)

La vivencia de esta experiencia no se da solamente cuando quien falta es el esposo, puesto que
la tendencia de la mujer a ocupar los roles del hogar está muy arraigada, en los contextos
donde se ha desarrollado esta investigación; en muchos casos la figura proveedora era ocupada
por uno de los hijos mayores, y en esos casos, la experiencia de desprotección, sentirse en el
vacío y verse avocada a la necesidad de asumir el rol de dar sustento a la familia, es vivida con
la misma intensidad.
238
La falta de la figura proveedora, puede rayar en una sensación de desprotección, puesto que el
ser mujer en una sociedad machista y patriarcal que no les ha dado las mismas oportunidades,
que las ha mantenido dentro de roles en el mundo de lo privado, genera una angustia muy
fuerte a la hora de verse abocadas a cumplir con el rol de sustentar a la familia en un contexto
precario y disruptivo además:

¿Qué pasa con nosotras las mujeres cuando quedamos viudas o cabeza de familia? Lo
que pasa es que como dice N., la carga emocional de los hijos…a eso agréguele la
edad, el estudio que no nos lo dieron también por el machismo y el patriarcado y
agréguele también que si estamos en embarazo, menos que nos van a dar trabajo
porque es una carga más para el Estado, entonces esa carga sí es más dura...
(Oriente, GF2, 2007)

Esta situación puede derivar en experiencias de pobreza profunda o de incapacidad para


satisfacer algunas necesidades básicas, con lo cual, se extraña aún más, se siente mucho más el
vacío de la figura proveedora (masculina). Por lo tanto, la sobrevivencia, la búsqueda del
bienestar personal y, especialmente de los hijos, se convierte en una lucha de cada día. Pero
también, cuando la familia tiene expectativas más amplias frente al futuro de los hijos, la
posibilidad de cumplir esas expectativas se ve profundamente amenazada por la falta de la
figura proveedora. Ahora bien, para afrontar todas estas carencias y expectativas, en muchos
casos los hijos y toda la familia comienzan a hacerse partícipes en la búsqueda de medios para
satisfacer las necesidades cotidianas y responder a las expectativas familiares:

...eso le deja a uno muchas cosas, la cuestión de no poder estudiar mis hijas la
carrera, porque era lo que él quería... aparte de eso, todo el trabajo que hemos
pasado... hemos tenido que hacer muchos trabajos, porque estando el papá, de pronto
se pueden solucionar las cosas mejor, pero siendo uno ya... eso es duro... de pronto el
que esté en el colegio ya es un esfuerzo para pagarlo, pero también se requiere del
pago de los trabajos, de los uniformes, de la comida, y aparte la casa... (Córdoba, E9)

6.6.2. “Podía sostener a mis hijos, yo me sentía una héroe…”: Cambio de Roles

La realidad de ser víctimas sobrevivientes pone de cara a las mujeres con la necesidad de salir
del mundo de lo privado, dejar de estar limitadas en sus roles relacionados con el hogar y
asumir, en primer lugar el trabajo y el sustento de los hijos, en un ejercicio de afrontamiento y
superación que da cuenta de su capacidad de resistencia:

…yo le digo que yo soy una persona que le doy gracias a Dios porque mi carácter es
fuerte, empecé a luchar con mis hijos. Yo nunca había lavado ni había hecho la
plancha ajena, pero en esta me tocó, porque yo decía: "lo único que tengo es mi
dignidad y no voy a prostituirme", porque yo he visto muchas mujeres que dicen: "pues
no, pues ya", entonces, empiezo a luchar por mis hijos... (Córdoba, E2)

Se trata de asumir los roles de ser papá y mamá al mismo tiempo, en una sociedad que tiene un
marcado acento tradicional. Donde a la mujer se le paga menos, o donde tienen que afrontar
condiciones adversas para la consecución de trabajo. Todo esto denota también la capacidad
de afrontamiento y de dar cara a la vida en las mujeres participantes en esta investigación:

Ha tocado ser el marido... el cambio de roles ya de papá y mamá. Sí, porque la


diferencia ya siendo uno solo, ya como mujer sola, que ya que el marido faltó o tal
cosa parecida, ya las cosas vienen sobre uno. Esa familia uno tiene que bregar a
sacarla adelante y sin ayuda de él porque esa era la ayuda que uno tenía, entonces si

239
esa ayuda se acabó, entonces ya uno tiene que enfrentarse a todos los problemas que
vengan encima de uno... (Oriente, GF10, 2007)

La función y el rol de ser madre puede ser afectado por los nuevos roles que se han asumido.
La mujer tiene que buscar el sustento, salir del hogar y dejar los hijos a cuidado de otra persona
o de un hijo mayor. Si la función de la mujer está dentro del hogar y si la normatividad
cultural, social y religiosa la compele a este papel, cuando no se puede cumplir con el mismo,
puede generarse algún nivel de culpa en las mujeres, aún cuando sean los hechos de violencia
los que determinaron esta transformación de los roles. De otro lado, no hay un marco familiar
y social lo suficientemente solidario para matizar esta experiencia, salvo en algunos casos. Así
pues, se genera en las mujeres un sufrimiento adicional, cuando ven el sufrimiento innegable
de sus hijos en las nuevas circunstancias, por no poder ver y atenderlos, puesto que también se
sienten, de alguna manera, responsables de la situación:

...yo me iba a trabajar todos los días por la mañana, yo salía a las seis de la mañana a
trabajar y yo trabajaba todo el día, hasta las cinco de la tarde en una jornada muy
dura y yo de llegar y ver mis niños sentados en la acera de la casa por qué los habían
sacado... eso era muy duro… (Oriente, E26)

Así pues, la vivencia puede ser paradójica: el cambio de roles supone también una sobrecarga
afectiva y social. Se puede experimentar una cierta libertad al salir de la casa y tener un lugar
en lo público. Pero al mismo tiempo un dolor, porque en esta situación los hijos y las hijas,
además de estar en soledad o al cuidado de alguien que no es la madre, corren un riesgo, con lo
que también se experimenta el peso de la soledad y llevar una responsabilidad sola.

En medio de esta situación difícil y adversa, emerge nuevamente esa capacidad de resistencia
para asumir la responsabilidad que se ha derivado de los hechos desde una resignificación
positiva. Esta experiencia lleva a algunas a reconocer que su fuerza interior para sobreponerse,
su capacidad de afrontamiento y su entrega a la familia puede en muchos casos ser de mayor
envergadura que la de los hombres en condiciones similares:

…y yo quedé muy jovencita, quedé viuda y llevando la obligación con cuatro hijos, tres
mujeres y un hombre, a los 20 años ya tenía cuatro, porque me casé de 13 años.
Quedé muy niña, con una obligación muy grande, pero gracias a Dios salí adelante
con ella... (Madres, E11). Pues si yo pienso eso y uno siempre tiene esa idea, es que
ay, es que los hombres son más verraquitos, que el hombre es más guapo y eso es
mentira somos más guapas nosotras las mujeres... (Oriente, GF3, 2007)

Martín Baró (1990) afirmaba que la guerra podía sacar en ciertos contextos, lo mejor y lo peor
de las personas. En este caso la violencia política se sobrepone a una violencia cultural
anterior: la violencia patriarcal y de género que puede manifestarse estructuralmente en las
relaciones cotidianas de dominación, o de forma directa en la acción violenta explícita contra
las mujeres. Ahora bien, en este contexto, los hombres suelen ser las principales víctimas
violentas, y las mujeres las sobrevivientes en las grandes cifras de víctimas de la violencia. Es
una dura realidad que les exige transformaciones en las formas como han de construir sus
relaciones, sus marcos de comprensión. Y quienes logran dar ese paso dan cuenta de una
experiencia resiliente, donde al final, la misma obligación que se tenía impidió la postración y
permitió que salieran fuerzas y estrategias de afrontamiento con las que no se hubiera contado
en otras circunstancias. Ahora bien, eso depende no tanto de las propias capacidades
individuales, sino también del apoyo social y de las formas de afrontamiento puestas en
marcha en diferentes contextos, incluyendo el del grupo de apoyo mutuo, tal como se analiza
en el capítulo 8.

240
6.7. Relaciones Familiares:

Son tres los niveles en los que se afectan las relaciones familiares: ruptura de relaciones de
pareja, desintegración y desorganización de la estructura familiar y el daño en los hijos e hijas.
En primer lugar, la tensión, la fuerza del impacto, los cambios que éste implica pueden traer
consigo la ruptura de algunas relaciones que, muy probablemente, ya tenían fisuras
anteriormente; sin embargo, en el marco de esta investigación sólo puede constatarse el hecho
de dicha ruptura.

…y el esposo después de 42 años le dio por irse... entonces me dejó sola... estoy
prácticamente sola... (Oriente, E2)

En algunos casos esta ruptura es precipitada, incluso, por una amenaza al cónyuge, o por el
reconocimiento de una falla de la relación, que el proceso de violencia deja al desnudo. En
otros casos es la mujer quien decide dar este paso, decide irse y hacerse cargo de su vida, su
historia, su familia:

…luego vino ya que lo iban a matar, entonces era como otras noches de más zozobra,
yo decía, pero entonces ¿qué me pasa? Se fue, se dio lo de la separación y todo eso
como que me hizo pensar: que yo estaba solo para sufrir... (Córdoba, E10) Yo ya
después, de tanto aburrida, cogí a mis hijos, ahí fue donde yo, ya yo no quise más con
él, ahí fue que lo dejé... (Córdoba, E7)

De otro lado, pueden identificarse tres formas de desestructuración y desintegración de la


familia. La primera tiene que ver con las pérdidas familiares repetidas en una misma familia.
La familia ha sufrido múltiples victimizaciones, que contribuyen a la dispersión de los y las
sobrevivientes:

…prácticamente la familia se desintegró... yo tenía 10 hijos, quedaron seis vivos,


bueno, las muchachas si están por ahí, unas están casadas, una vive en el campo, dos
viven acá en el pueblo, y la otra vive en Risaralda, la niña; ella se fue a vivir con un
muchacho y por allá está... (Oriente, E2)

Ya sea como efecto de las pérdidas humanas, como por el desplazamiento y el contexto de
peligro, numerosas familias se desestructuran y esto supone un nuevo impacto añadido al de
los hechos traumáticos: la separación familiar se convierte en fuente de estrés y de pérdida de
apoyo social:

Los hijos esparcidos para un lado, los otros para el otro, y… Y bueno, y la familia se
desintegra…los unos por aquí, los otros por allá, ya el esposo empieza a cambiar,
usted sabe, y…todo eso es muy difícil, sinceramente nos ha tocado pasar muy duro,
muy difícil. (Oriente, GF11, 2007)

La violencia que se generaliza, entra en un ciclo de retroalimentación que aumenta la


conflictividad familiar y comunitaria y abre mayores posibilidades para la ruptura y el
alejamiento; o las desconfianzas instaladas rompen las solidaridades ancestrales, y cada quien
se recluye en el espacio de la individualidad o la familia nuclear. Todo ello supone que redes
como la familia extensa se ven sujetas al impacto o la polarización… y que pierden su
capacidad de apoyo.

El tejido social, también se ve afectado cuando se dan situaciones en que se pierden


costumbres, tradiciones y formas de celebración familiar, como si la familia completa quedara
anclada en la historia de violencia padecida y la posibilidad de la alegría quedara vetada. Por
esta razón, el dolor puede llegar a convertirse en un referente de la familia, en una nueva forma
241
de mantener los vínculos y de mantener la lealtad con la víctima, afectándose profundamente
los planes y proyectos compartidos. Frecuentemente esta lealtad con la víctima implica, un
refuerzo de la parálisis, el aislamiento y la anomia que se han abordado a lo largo de este
capítulo:

...ya eso no se volvió a hacer, es más, en mi casa ya no se volvió a hacer un almuerzo


de Navidad ni nada de eso... y todas esas fechas son muy duras, porque como no está
ella, entonces nosotros ya nada de eso... (Madres, E13). Porque mi hermanito no fue
como un hermano, fue como un padre para nosotros y cuando a él lo mataron, pues
cambió nuestras vidas totalmente, todo el entorno de mi familia cambió totalmente,
ya... ya en la casa no se vivía sino amargura… (Oriente, E16)

Otro tipo de hechos que pueden suscitarse tienen que ver con disputas porque quedan deudas y
asuntos económicos pendientes, herencias y otros asuntos no resueltos que pueden afectar la
dinámica familiar. En otros casos se experimenta el abuso y la humillación de parte de
familiares, que terminan siendo, no un soporte, sino una nueva carga y fuente de dolor para las
víctimas directas:

...y ya siguió después, ya una cosa muy horrible, supremamente dura, a mí me tocó
sufrir mucho, yo tenía que vivir de arrimada, a mí mis hijos me los maltrataban,
además me los humillaban, a mis hijos me les pegaban... los hermanos míos... había
veces en que me los sacaban y me los dejaban afuera en la calle y yo llegaba y
encontraba mis niños por ahí sentados en la calle y ellos me decían que era que los
tíos los habían sacado para afuera para la calle y que les habían cerrado la puerta...
¡una cosa impresionante! (Oriente, E26)

Pero en algunos testimonios, el pasar por estas experiencias se convierte en un aliciente para
fortalecer los vínculos y la familia puede unirse mucho más, y allí la familia es el soporte y el
apoyo para el afrontamiento de la situación límite vivida:

…a pesar de todo, la esencia de la familia nunca la perdimos, a pesar de que al uno le


tocó irse para allá, al otro tocó irse para otro lado, que nosotros nunca nos habíamos
separado, eso sí fue muy difícil, de usted saber que cada uno tenía que buscar cómo
solucionar, que si mi mamá se enfermaba teníamos que mirar cómo solucionarlo…
(Oriente, E6)

El tercer elemento, en relación con la familia, que refieren los y las participantes tiene que ver
con las afectaciones que sufren los hijos, cuando el padre o un hermano mayor, que hacía las
veces de proveedor ha sido asesinado o desaparecido: tristeza y dolor, en algunos casos
conductas autodestructivas, impacto en su desarrollo afectivo, pero también económico o
educación,

...a ellos los ha afectado en el sentido de que les ha hecho mucha falta y ellos sí lo
mencionan mucho, lo recuerdan mucho, como era.... (Madres, E3)

Por esta razón, en muchos casos, a los hijos les toca asumir una responsabilidad y crecer
“obligatoriamente” y a destiempo, se tiene que sacrificar su infancia en función de la necesidad
de sobrevivencia de la familia y, con alguna frecuencia, deben convertirse en niños y niñas
trabajadores/as, puesto que la pobreza que tiene que asumir la familia es de tal magnitud, que
no queda otro remedio que asumir el trabajo infantil:

Mis hijos empiezan a crecer y mi hijo estando muy jovencito, cómo veía la obligación
tan grande que yo tenía, él empieza a trabajar, era ese niño comprometido conmigo, él

242
decía: "papi no existe, pero aquí estoy yo"; y me hacía sentir de que tenía un
compañero a mi lado, bueno... (Córdoba, E2)

De otro lado, la afectación de las madres puede llevar a que se generen temores y silencios por
el daño que puedan sufrir otros miembros de la familia, temores frente a lo que pueda
sucederles a los hijos, lo cual genera actitudes de sobreprotección. Sin embargo, hay historias
de resiliencia, que abren posibilidades para abrir un espacio más propicio al desarrollo integral
de los hijos. El siguiente relato, manifiesta de una bella manera la lucha de una mujer para
apoyar, educar, fortalecer y sacar adelante a sus hijos después de la desaparición del esposo:

Los muchachos me perdieron el año, ellos no querían hacer nada, ellos se dedicaron
fue a renegar... se empezaron a juntar con malas compañías, y yo pidiéndole a Diosito
que me encaminara esos jóvenes, que los llevará por el camino del bien, que no le
hicieran daño a nadie, que no le quitaran nada a nadie por mucha necesidad que
tengamos... enseñarle uno eso a los hijos ¿cierto? y gracias a Dios que mis hijos hoy
son unas excelentes personas, trabajan, cuando les resulta empleo, llevan la comida y
nunca me han puesto quejas de nada... (Oriente, E22)

No hay por tanto patrones generales que puedan explicitarse. Desde un visión de complejidad,
las relaciones familiares se afectan, y que si bien pueden producirse rupturas y disputas,
distancias y dificultades, también sucede en algunos casos lo contrario: que la familia puede
ser soporte y apoyo para los sobrevivientes que padecieron de forma directa el hecho violento,
en estos casos siempre será mejor analizar el caso particular y acercarse directamente a la
familia en cuestión, porque un mapa o un marco de análisis preestablecido puede dificultar el
acompañamiento.

6.8. Participación e integración social:

Antes de abordar las consecuencias que dejó el conflicto armado en los procesos de
participación de las víctimas sobrevivientes, se hace necesario clarificar un punto importante:
45, es decir, el 77,5% de los y las participantes en esta investigación, no pertenecían a ninguna
organización social de base, ni ellos ni sus familias. La mayoría de los y las participantes no
habían tenido anteriormente ningún tipo de formación política, ni estaban inmersos en procesos
de organización social y comunitaria, ni asistían a espacios colectivos de lucha social, ni eran
líderes en ninguno de estos escenarios. Salvo algunas excepciones (en esta investigación,
solamente 6, es decir, el 9,7% de los y las participantes). La gran mayoría de miembros, de las
organizaciones de víctimas estudiadas y de los procesos sociales investigados, no tenía ninguna
experiencia en procesos sociales de base. Por el contrario, su principal característica era la de
vivir una “vida normal”, en función de la familia, los negocios, el trabajo y los intereses
particulares, tal como puede verse:

En esa época, antes de la guerra yo vivía una vida tranquila, sosegada, en la parte de
los charcos tenía una propiedad, un estadero para los turistas, y para los lugareños y
prestaba una labor social, porque ahí se atendía a muchas personas, muchos turistas;
pero no estaba vinculado a ninguna organización de base social. (Oriente, E25)

El proceso de construcción de ciudadanía, de participación pública, de conciencia de construir


redes y generar cohesión social, así como la organización comunitaria y la acción pública de
memoria, y, finalmente, la lucha por sus derechos es un proceso posterior que se ha construido
desde abajo, y como diría el poeta Mario Benedetti, en “Croquis para algún día”, no desde
cero, sino desde menos cinco; porque las consecuencias que dejó la violencia política en sus
vidas, en sus familias y comunidades fue de aislamiento, postración, rupturas, sin sentidos,
pérdidas y carencias, tal como se ha venido analizando en este capítulo.

243
Aún así, el 9,7% (6 personas) tuvieron alguna participación en actividades de la junta de acción
comunal. Otro 9,7% (6 personas) fueron realmente líderes de procesos sociales y
comunitarios. De acuerdo con Martín Beristain & Rieira (1994) y Gómez (2006) la amenaza,
la represión a los líderes, o a su familia, es una estrategia que busca desarticular cualquier
organización, red o movilización social real o posible; puesto que esta situación lleva a algunos
de estos líderes a tener que recular y ceder, con el fin de proteger sus vidas:

Pero después de que él se murió yo no volví a participar en nada que tuviera que ver,
con lo social o con lo comunitario, yo no volví a participar en nada. Me sentía como
desengañada, yo sentía motivación de nada, me parecía que estábamos como
perdiendo el tiempo, transcurrieron varios años así… (Oriente, E20)

Ahora bien, esta estrategia de control y de acción sobre los líderes, se ha visto, ahora, en estos
últimos dos años de una forma más clara, con algunos y algunas líderes de los procesos de
víctimas, especialmente aquéllos que están en la tarea de luchar por la restitución de sus tierras.
En efecto en Colombia en este momento pueden cuantificarse las víctimas que han sido
atacadas nuevamente después que ha iniciado su proceso de organización y reivindicación. En
el Oriente Antioqueño, la presidenta de la asociación regional, que fue participante en esta
investigación fue amenazada un tiempo después de haber realizado la entrevista para este
trabajo de tesis. Otro de los participantes, también nos puede dar cuenta de un relato en este
sentido:

E: ¿qué significó para ti apartarte de este proceso por una amenaza después de todo lo
que has vivido?
G: Para mí eso fue muy doloroso porque es negarle a la organización la oportunidad
de tener a una persona que verdaderamente si está luchando y está haciendo las cosas
bien... a mí me dolió mucho eso: de saber que yo estoy luchando por un grupo de
gente, por un grupo de personas que están con el mismo dolor mío, y saber que fuerzas
oscuras, no me permitan hacerlo. Entonces, si fue un proceso muy doloroso, tenerme
que apartar no por voluntad propia sino por otra fuerza. (Madres, E5)

6.9. Estigmatización, cohesión social, identidad y pertenencia:

Sólo pueden encontrarse unos cuantos relatos de la vida que podía llevarse anteriormente, y
especialmente en el marco de las personas que tuvieron algún tipo de participación en las
juntas de acción comunal, desde las cuales se desarrollaban múltiples actividades en beneficio
de la comunidad que podían generar cohesión social, identidad y pertenencia:

…yo fui de la acción comunal toda la vida, allí se compartía mucho con la gente, se
ayuda uno mucho, que hay un convite... un convite para nosotros, es que nos reunimos
cuatro, cinco personas o como el grupo que teníamos ahora, estábamos voleando pica,
estábamos arreglando la carretera, o que hay una rocería en los campos, que para
poder sembrar frijol, nos vamos en convite, y me sentía muy bien... que hay que ir
desherbar, cojamos el azadón y vamos... (Oriente, E32)

Son estos espacios los que, según los y las participantes se terminaron perdiendo en las
comunidades y en los pueblos, lo cual indica que de alguna manera hubo una afectación a la
vida social y comunitaria en sus procesos de cohesión, tal como se expresa en este relato:

…pues realmente como le digo de parte de mi familia todos bien... antes de la violencia
la gente reunida, participaban en espacios comunitarios... y la gente correr y empezar
a tomar desconfianza frente a los otros, no aquí no se puede tener confianza, dudando
de quién será el vecino... eso como que ha roto el colectivo de la gente, obvio...
(Oriente, E24)
244
Estos efectos colectivos fueron muy evidentes en el caso dedel desplazamiento forzado, que
implica una ruptura con un entorno vital, unos valores, una forma de vivir, un marco
sociocultural aprendido, y que se confronta en los nuevos espacios, poniendo en tela de juicio
incluso la propia identidad. Además de esta pérdida, el estigma asociado a la población
desplazada genera un impacto mayor que le impide generar lazos de cohesión en los nuevos
espacios, donde normalmente, no solamente siente, sino que efectivamente es rechazado y
marcado, aumentando el aislamiento y la anomia:

...esa experiencia no fue fácil, uno llegar a una parte, donde nadie lo conoce a uno,
muchas veces tenía que aguantar humillaciones, maltratos, porque, a veces cuando
uno llega desplazado, en ese entonces una familia desplazada la veían como la mala,
como la que se hizo expulsar... no la veían como hoy en día, que es normal que cuando
a una familia la desplazan, la acojan; sin embargo, o sea, fue una experiencia muy
dura... saber que uno en la casa, aunque sea una hojita de cebolla uno la podía coger
para hacer un huevo. Allá usted tenía que comprar de todo, tenía que adaptarse en el
ambiente, que eran dos cuartos, la cocina, el baño y un patiecito... mientras que en la
casa, teníamos los cuartos, teníamos que comer, teníamos los cultivos, teníamos, que si
de pronto no teníamos con que comprar algo ahí estaban las gallinas, o sea, fue una
situación... y además por las humillaciones que a uno le tocó aguantar en el trabajo...
(llora profusamente)... (Oriente, E6).

Los relatos ponen en evidencia una ruptura fundamental del vínculo social. Bien sea por el
miedo a las represalias, bien sea por prejuicios, las víctimas, los desplazados recogen en su
experiencia vital, la materialización en lo social del miedo, la desconfianza y la incertidumbre.
Con lo cual se cierran las puertas a la acogida y la solidaridad.

Si además el clima emocional está atravesado por esas mismas circunstancias de miedo,
desconfianza e incertidumbre, no existe una situación propicia para la solidaridad y el apoyo.
La consecuencia lógica de esto es una afectación profunda de la cohesión social, la
individualización de los problemas, la mentalidad del “sálvese quien pueda” y la imposibilidad
para desarrollar proyectos colectivos que permitan afrontar y resistir a la opresión y la
injusticia, a la violencia y a la represión:

Por ejemplo esos problemas del desplazamiento son muy duros también porque hay
mucha discriminación: uno, por ejemplo llega al municipio y usted puede tener la
forma de pagar un arriendo y no le arriendan porque es una persona desplazada,
señalada; lo señalan por donde usted cruza: ah ese es desplazado de tal parte. Mejor
dicho, es una cosa horrible, un calvario, un caos que yo tampoco se lo deseo a nadie;
va uno a pedir trabajo; primero le preguntan de dónde viene, ah que vea que es
desplazado, no señor, no hay nada para usted... Porque les da miedo... porque uno
cuando lo hacían salir de la región, o donde estuviera, era porque dizque también
tenía problemas, que era por algo... (Oriente, GF3, 2007)

Esta estigmatización se hace más cruel y más evidente cuando la solidaridad se niega y se
presentan hechos como: la soledad en medio del sepelio de la persona asesinada, la
imposibilidad de expresar los sentimientos, porque hasta eso puede ser peligroso, las trabas y
dificultades para lograr una respuesta institucional en el Estado y en otras organizaciones
sociales:

…yo le digo sinceramente que de las 50 personas que iban en el desfile de la vida
conmigo nadie, nadie, nadie se hizo presente... (Oriente, E11). Mucho miedo, no
podíamos llorar, a las cinco de la tarde teníamos que estar acostados en ese barrio,

245
porque rondaban mucho... la gente cuando pasan esos casos, los amigos le dan la
espalda, son muy pocos los que a veces se conduelen de uno... (Córdoba, E7).

6.10. “Nos desintegramos totalmente, quedó un pueblo fantasma...”: Otras consecuencias


sociales y comunitarias

Una de las consecuencias más notorias y más dramáticas en el conflicto colombiano ha sido el
despojo y la destrucción de comunidades enteras, 77.189 según CODHES (2011). En los
relatos de vida pueden evidenciarse algunos signos de este despojo, que no necesariamente
implica la expulsión directa por la amenaza o un hecho violento en contra de su familia, sino
también el aprovechamiento de las condiciones de necesidad de la gente o de las condiciones
generales de inseguridad, terror y violencia, para “apropiarse” de sus bienes, a un precio muy
por debajo del mercado:

…tuvo que vender el pedacito, y arriba el terrenito, porque él ya estaba amenazado y


eso lo vendió el, pero barato, regaló esa tierra. Y ya con eso compró los vestidos para
los niños, el sustento diario, y para pagar servicios y arriendo y así se fue yendo esa
platica, pero nos quedamos así sin ninguna ayuda, ya no tenemos dónde trabajar,
dónde sembrar una matica de plátano... (Oriente, E8)

De todas maneras es necesario afirmar que uno de los objetivos o fines que están en el fondo
del conflicto armado colombiano tiene que ver con la posesión de la tierra y el ensanchamiento
de la frontera agrícola (Cfr, capítulo 2). En este contexto el despojo y el desplazamiento, la
amenaza permanente y el terror, son funcionales a este proceso de apropiación y acumulación
de la tierra; que al final, en este país, que sigue manteniendo tintes semifeudales y de
“encomienda” significa mayor prestigio, estatus y poder. Por esta razón la defensa de la tierra
y el permanecer en ella, para los campesinos, se convierte en una tarea casi insostenible. En
esas circunstancias, las poblaciones van quedando desoladas, puesto que no queda otra
alternativa para salvar la vida o para sobrevivir que abandonar el terruño, la casa, el pueblo:

La mayoría de las veredas quedaron solas, porque la gente, los que no se desplazaron,
se fueron de miedo y cuando antes de pasar eso, todos vivíamos muy bueno en la casa,
pero ya después de eso ya, todo se desbarató, porque todo se acaba, finca y todo.
(Oriente, GF9, 2007). Nos desintegramos totalmente, quedó un pueblo fantasma...
(Oriente, GF5, 2007)

Otra de las consecuencias más comunes que trae la guerra a las víctimas, además del despojo,
es el empobrecimiento de las mismas, pasar de tener casa y tierra propia a pagar arriendo, de
contar con medios para la subsistencia a padecer necesidades diariamente, a vivir en algunos
casos en condiciones deplorables. Pero también con no poca frecuencia, se da el
empobrecimiento de la localidad o población:

…y de ahí en adelante hemos vivido rodando de acá para allá... ahora estoy viviendo
en un rancho que de la carretera hacia arriba, por dónde va el metro cable, hay que
subir por ahí como 25 minutos, a pie por todo un camino arriba, está que se cae
encima... (Madres, E7). Pobreza, el pueblo quedó arruinado, pasando hambre...
(Oriente, GF5, 2007)

En muchos casos, ante la necesidad de las personas para encontrar medios de subsistencia
viene un proceso de explotación laboral, en la que la persona se somete a condiciones indignas
de salario o tener empleos inestables. Aún más, en algunos casos se roza la experiencia de la
miseria y se llega a pedir limosna como única alternativa para sobrevivir, con la consecuente
carga emocional para la persona y para su dignidad como ser humano:

246
...uno sale a pedir, y el que le da a uno… unos le dan con buena voluntad, pero otros le
dan con expresiones que uno no se las merece. Porque habían señores que me
mandaban a que…. “no usted tiene una mina para que la explote, deje de estar
pidiendo”, o sea, eso es una experiencia terrible, y más que a uno, le dan lo más malo,
escasa fue la vez que a mí me regalaron un pedazo de carne bueno para darle a los
niños, siempre eran completamente los “ñervos”, ¡que eso para un perro!... Y como en
ese tiempo me dieron fue barridas en la calle, entonces yo qué hacía, montaba la niña
en el coche y en un ladito la escobita con la basura. Muy triste pero así era. Eso fue
una experiencia terrible, de uno tener que meter la niña con la basura, para poder
trabajar. Aquí la niña llegaba como un oso. ¡Fui muy verraca, salir adelante yo sola!
(se rie) (Oriente, E7)

En estas condiciones, quienes tuvieron que afrontar desde su juventud la experiencia de la


violencia, tienen la sensación que también fueron despojados de múltiples oportunidades y que
invirtieron sus años de formación en la sobrevivencia, lo que produce la sensación de haber
perdido su juventud. En el caso de la ciudad de Medellín, en muchos barrios y comunas, se
tiene la sensación que se han perdido generaciones enteras, y quienes lograron superar estos
tiempos la sensación de ser una generación de sobrevivientes:

...la generación mía nos consideramos como sobrevivientes, porque prácticamente


logramos pasar esa etapa tan difícil... muchos de mis amigos no tuvieron la fortuna...
yo te puedo decir que de los jóvenes que se levantaron conmigo, que digamos eran 100
personas, yo creo que en este momento no quedan ni el 10%, o sea, prácticamente, la
mayoría están muertos, yo muchas veces con jóvenes que nos hemos levantado juntos,
nos ponemos a recordar los amigos, las personas que ya no están y que cayeron en esa
guerra, y a veces decimos, que si nos ponemos a contar los muertos, mejor dicho,
pueden pasar de 500... ¡es duro! (Madres, E5)

Otra de las características del despojo, el desplazamiento y el empobrecimiento es el


hacinamiento, puesto que las familias se tienen que estrechar para convivir en un espacio
reducido que pueda ser pagado y que permita sobrevivir. Con el hacinamiento vienen
dificultades de convivencia, pero en últimas se afecta la calidad de vida de las personas:

...yo en ese tiempo no tenía casa, vivíamos en alquiler donde mi mamá y ahí éramos
tres familias que vivíamos ahí... uno se encontraba, como acorralado, uno no tiene
espacio para hacer las tareas... en verdad eso es algo en lo que uno se encuentra mal
y que hay dificultades, porque, ajá, para pagar la luz y el agua, las cosas y que aquí no
hay trabajo... (Córdoba, E9)

Todas estas experiencias que afectan la calidad de vida de la gente también contribuyen a su
victimización y a la sensación de ver vulnerada su dignidad, además de exacerbar las
reacciones emocionales negativas. Los hechos se dan en un contexto y desencadenan
situaciones sociales y políticas que pueden terminar siendo nuevamente victimizantes (en
términos de humillación, estigma y daño emocional). Por lo tanto, la experiencia de
señalamiento, estigmatización, empobrecimiento, pedir limosna, sentirse excluido tiene efectos
tan marcantes y tan claros como el mismo hecho violento.

La tabla 6.2 permite hacer una síntesis de las rupturas y daños en el nivel relacional y social
que conducen a la destrucción del tejido social.

Tabla 6.2. Consecuencias relacionales, comunitarias y sociales que rompen el tejido


social
 Generación de climas emocionales atravesados por la violencia, que a su vez generan
climas de miedo, incertidumbre y desconfianza; climas de tristeza y dolor, de injusticia e
247
impunidad.
 Pérdida de creencias sociales: sobre el mundo como lugar seguro, los otros como dignos
de confianza; las normas, la justicia y los valores como guías de lo social.
 Ruptura de vínculos familiares y de amistad, desintegración de la familia.
 Retiro de espacios de participación pública
 Amenaza a liderazgos
 Anomia, indiferencia e indolencia
 Ruptura de solidaridades tradicionales: apoyo en cosechas, trabajos comunitarios
conjuntos, compartir de bienes.
 Afectación de la cohesión social
 Pérdida de manifestaciones culturales y otras expresiones sociales que promueven la
cohesión
 Estigmatización, señalamiento y humillación
 Empobrecimiento, abandono de la tierra y bienes materiales
 Comunidades enteras desplazadas, desolación de territorios completos

Hasta ahora se analizaron los impactos más frecuentes en la experiencia de las víctimas con las
que se trabajó en los grupos y entrevistas. Para terminar una descripción sobre dicha
experiencia se abordarán los mecanismos y formas de afrontamiento de las víctimas
sobrevivientes después de haber sufrido la experiencia de violencia.
6.11. Estrategias de Afrontamiento

Desde una mirada sistémica y psicosocial debe abrirse una perspectiva para comprender la
complejidad de la vida, de lo humano: se pueden tener síntomas depresivos y tener el valor de
confrontar a un grupo armado, se puede estar en medio de la tristeza, el dolor y el miedo, y
buscar apoyo social o institucional; se pueden desarrollar conductas autodestructivas o tener
ideas suicidas y al mismo tiempo estar promoviendo alguna forma de resistencia colectiva.
Estas son algunas de las paradojas que han sido vividas por los y las participantes en esta
investigación. Como sujetos humanos, no solamente padecen, también actúan; incluso la huída
y el desplazamiento pueden ser formas de afrontamiento, o como se ha abordado a lo largo del
capítulo, algunas formas de asumir las emociones, las cogniciones, los comportamientos
también indican intentos por encontrar sentidos, desarrollar respuestas y en síntesis poner cara
a la adversidad, afrontando con los recursos disponibles y posibles la situación límite.

Es importante clarificar que lo que determina la diferencia entre esta manifestación del
psiquismo como una consecuencia que afecta al sujeto y una acción de afrontamiento y
resistencia pasa por dos variables: el tiempo y la eficacia de la respuesta. Cuando una
estrategia se convierte en una forma rígida y anquilosada de responder a la situación límite, es
decir, cuando, o bien, se mantiene en el tiempo y se sigue utilizando, aún cuando ya no esté
presente ni latente la amenaza o se estén desarrollando hechos concretos que atentan contra la
integridad, deja de ser efectiva y se puede convertir en una forma desadaptativa de responder
(Martín Beristain, 1999, 2005, 2007). O bien, cuando se intenta responder con esta estrategia a
todos los aspectos de la vida y se generaliza, también se convierte en una forma no apropiada
de afrontar la vida misma.

Los tipos de afrontamiento que se han encontrado en los grupos de discusión en 2007 y 2009, y
también en las entrevistas realizadas en 2011, están en consonancia con trabajos previos sobre
el tema, aplicados en contextos de conflicto armado, especialmente en Guatemala (ODHAG,
1998; Cabrera, 2004; Martín Beristain, 2005, 2007) 124; se trata de mecanismos psicosociales a

124
No se trata de una revisión exhaustiva de los mecanismos de afrontamiento (coping), puesto que al respecto existe una
amplia literatura que no es del caso referenciar en la presente investigación. Se trata aquí de retomar una clasificación
útil y aplicable al contexto que se está estudiando y los trabajos realizados en el contexto guatemalteco, que han tenido
amplia difusión en España, son útiles para dicho propósito.
248
través de los cuales la gente enfrenta las situaciones límite que les permite resistir, ser
resiliente, adaptarse y/o transformar la situación; y permiten una lectura no victimizante:

 Estrategias emocionales y vinculares


 Estrategias cognitivas e ideológicas
 Estrategias directas y de confrontación
 Estrategias de autocontrol y evitación
 Estrategias de comunicación y búsqueda de información
 Estrategias de apoyo social e instrumentales colectivas

6.11.1. “Tuve que hacer, como dicen por ahí, de tripas corazón”: Estrategias emocionales
y vinculares

Si bien, en este capítulo se abordó como una consecuencia psicosocial el endurecimiento


emocional para poder resistir, se retoma aquí como una forma de afrontamiento que resulta
muy efectiva, especialmente cuando se están desarrollando los hechos y se necesita claridad
emocional y mental para actuar y tomar decisiones o protegerse de la situación amenazante.
Así pues, en algunos casos es necesario ese valor, esa fortaleza y la contención emocional:

... es duro saber y uno no entiende por qué ese camino. Yo tuve que enfrentarme
siempre a ese tipo de situaciones, uno dice por qué a mí me desaparecen mis
hermanos, me matan la familia, me matan a mi papá... entonces, o uno se vuelve muy
fuerte o no sé si es que se mete uno a un caparazón, aprende uno a desenvolverse en
ese medio; se acostumbra uno a los dolores, está uno listo para afrontar cualquier
situación que venga... Aprende uno a afrontar todo con más entusiasmo, con amor y lo
más bonito es que aprende uno a disfrutar cada minuto que la vida le regala. Yo
aprendí de toda esa violencia, de todo lo que me tocó pasar, todo lo que me tocó ver,
aprendí a vivir con amor, aprendí a respetar la gente, aprendí a querer a los demás,
aprendí a ayudarle a los otros, para que otras personas no tuvieran que pasar por lo
que uno había pasado... (Madres, E5)

Este valor y esta fortaleza son promovidos, además, por la necesidad que se siente de proteger
a los hijos y a toda la familia. Las personas experimentan que tienen que ser, en ese momento,
soporte para su entorno familiar, por lo tanto, asumen el lugar del “fuerte” para poder generar
tranquilidad y seguridad a su alrededor. Especialmente con los hijos, y de forma particular las
mujeres sobrevivientes, entienden que si se vienen abajo, los hijos se vendrán también con
ellas, de allí que asuman estas respuestas de fortaleza:

...yo he sabido asimilar las cosas, con más tranquilidad. Porque si yo me desespero
ellos se van a desesperar, a ellos no se les daba nada, ellos se ponían a mirar y a
escarbar. Que ¿quiénes son esos señores? Yo no sé quiénes serán, no sé qué se les
perdería ahí, que vienen buscando. Impacto y no impacto, porque es que a uno lo
golpea tanto la vida que uno ya aprende a convivir con esas cosas. (Oriente, E7)

De otro lado, para afrontar la postración y la situación emocional, relacional, económica que
deja un hecho violento en la vida de una familia, muchas víctimas sobrevivientes saben que se
debe seguir adelante, luchando y trabajando; en esto también es fundamental la conciencia que
se tiene de los vínculos, los afectos y las responsabilidades con la familia y, en particular, con
los hijos, a los que se tiene que sacar adelante. Los hijos se convierten en un factor de
fortaleza, no solamente por el impulso y la necesidad de “sacarlos adelante”, sino porque ellos
mismos se convierten en un soporte y en un apoyo, y brindan la energía que se necesita para
que la persona adulta asuma su compromiso y responsabilidad, así como se convierten en una
experiencia resignificante:

249
E: ¿y qué te ayudó a enfrentar y salir adelante?
Y: mis hijos, el amor que le tenía a mis hijos. En ese tiempo no hubo ninguna entidad
que me apoyara, sinceramente yo tuve que desempeñar muchos, muchos oficios para
poder salir adelante, tuvimos que sufrir, tuve que vivir en tugurios, eso fue ya aquí en
Medellín, yo viví en Moravia, en todo el filo del basurero, viví con mis hijos...
(Madres, E11).

Asumir esta posición permite que la persona pueda ponerse por “encima” de los hechos y la
situación límite, y con ello extraer aprendizajes y lecciones que se conviertan en experiencia
vital, útil para asumir la vida misma y afrontar situaciones similares, desarrollando una
trayectoria vital que puede ser definida como resiliente (Cyrulnik, 2009). Algunos autores
(Poseck, 2004; Janoff-Bulman, 2004; Pérez Sales, Vásquez & Arnoso, 2009; Vásquez & Paez,
2010, entre otros) hablan incluso de aprendizaje o crecimiento postraumático, que emerge de la
y me dijo lo de las capacidad resiliente y resistente de la gente en contextos de adversidad.

6.11.2. “Dios vino empanadas”: Estrategias cognitivas e ideológicas

En el caso de la presente investigación, la mayoría de los y las participantes no estaban


vinculados a ningún proceso social o político, por lo tanto, las formas de afrontamiento
ideológico político no emergieron en los relatos correspondientes a este primer momento del
análisis. Pero las formas de afrontamiento religioso fueron altamente significativas en una
población donde la religión ocupa un lugar preponderante dentro de sus marcos de sentido y
comprensión del mundo y de la vida. En primer lugar hay una atribución directa a Dios y a su
intervención en la vida personal, como un factor determinante en la consecución de fuerzas
para afrontar la experiencia límite

Por eso le digo yo, yo sé que yo perdí a mi hijo, pero como le digo yo, yo no me he
centrado en ese dolor, primero porque yo busqué ayuda de Dios, porque él es el único,
el único que no le falla a uno y que sí es sincero con uno, el único es Dios, los demás,
humanamente hablando, no están... (Córdoba, E2)

Esta experiencia pasa por un clamor a lo divino, es decir, la fe se convierte en motor de donde
sale la fuerza y de una u otra forma la persona logra afrontar la situación. Esta fortaleza y la
capacidad de afrontar y transformar la situación negativa, es leída explícitamente como una
“intervención” directa de lo divino:

…bueno, yo ya un día llorando, sin comida, sí pagaba arriendo y servicios, pero no


alcanzaba para la comida, entonces yo era diciéndole: "Diosito, ilumíname... él como
era de responsable, ¿qué le pasó, a donde está, que pasó?", Llorando debajo de las
cobijas, entonces como que llegaba una voz y me decía en el oído: (en un susurro)
"ponga una venta de empanadas en la autopista" y me lo repitió por tres veces... y ahí
mismito… y luego les decía yo a los hijos, mire que ya no les está faltando arrocito,
carnita, y no les falta la agua de panela; porque antes me tocaba acostarlos con un
cuarto de arepa y yo ni me comía nada por darle a mis hijitos... (Oriente, E22)

Más allá de la realidad y de las múltiples interpretaciones que podrían tener, claramente son
formas de atribuir sentido a lo vivido, de encontrar caminos en medio de una situación de
desolación o angustia.

...yo digo que es mi Dios, que es mi Dios y María santísima los que nos dan fuerza
para resistir, nos da mucho valor, si porque de todas maneras… (Oriente, E30)

250
Parte de la experiencia religiosa está mediada por relaciones colectivas dentro de las iglesias,
en muchos casos, son estas comunidades de fe las que se convierten en fuente de apoyo y
soporte, en espacios donde se encuentra consuelo y comprensión; así pues, la experiencia de fe,
alimentada por una vivencia comunitaria terminan siendo soportes muy significativos para las
personas creyentes en contextos de violencia política. Más allá de la denominación de la
iglesia, la experiencia pasa por el apoyo de otros: pastores y comunidad se convierten en forma
de afrontamiento de la soledad y el señalamiento, muy importantes en ese contexto:

Me ayudó una iglesia cristiana, había un pastor muy bueno, que iba a la casa y
orábamos. Y yo me aferré mucho a Dios, y yo decía, yo ando mal, ya perdí a mis hijos,
y yo pensaba que yo me iba a volver loca y entonces él me decía: “eso no lo piense,
usted nunca piense que se va a volver loca, salga adelante” y él venía y nos íbamos a
la iglesia. Mientras había un poco de personas yo estaba tranquila, apenas llegaba la
soledad era que yo empezaba… (Córdoba, E3)

Así pues, estas experiencias de fe y comunidad alimentan la esperanza, como una manera de
confiar en un cambio de rumbo en el futuro, la búsqueda de la verdad y la confianza en sí
mismo y en su propia capacidad de afrontamiento, en donde se implica la visión que se tiene
para intentar cambiar el destino.

6.11.3. “Yo veía que estaban pisoteando nuestra dignidad”: Estrategias directas y de
confrontación

En los relatos de vida aparecen tres formas de realizar un afrontamiento directo: en primer
lugar la confrontación directa con el actor armado en el terreno, lo cual exige un enorme valor,
una capacidad enorme de afrontamiento del miedo y una inteligencia sutil para poder reclamar,
discutir o buscar algún tipo de consideración de los grupos armados. Este tipo de acciones
permiten reforzar la afirmación en torno a la experiencia de las víctimas: siempre, por pequeño
que sea el margen, hay espacios para actuar y enfrentar el peso de la opresión y la represión:

…y salí descalza a la policía y les dije: "ustedes nunca están pendientes de la gente"; y
un policía me decía: "niña, eso para allá no ha pasado nada"; y yo dije: "si allá hoy
mataron dos, y ahí cayó mi esposo", y ellos me decían que no... (Córdoba, E6).

Pero quizás una de las formas de afrontamiento directo más complejas es la de negarse a
cooperar con el actor armado, puesto que en el conflicto colombiano y en la experiencia de las
tres regiones analizadas, esto puede implicar realmente un riesgo para la propia vida. En
muchos contextos la gente ha hecho uso de la no cooperación como un intento de sobrevivir en
medio del fuego cruzado, intentando generar una estrategia que desvincule a la población civil
de la confrontación armada. En Colombia se han ensayado varias experiencias de
comunidades de paz, zonas humanitarias, municipios de paz y otras formas colectivas para
intentar aplicar el DIH en un contexto de degradación de la confrontación armada. Sin
embargo, el caso de las regiones estudiadas pasa más por iniciativas individuales de algunos de
los y las participantes. Esto puede tener consecuencias negativas frente a ambos bandos; y a
pesar de las consecuencias, algunos han asumido con valor y con dignidad un lugar frente al
poder de los armados:

…en cierta ocasión a mí me llamó la junta de acción comunal de ese sector (que
estaba controlada por los paramilitares), en ese entonces, para que hiciéramos como
un convenio, que nos aliáramos para poder hacer la escuela y yo me negué. Yo me
negué porque primero que todo yo pertenecía a una comunidad religiosa y éramos
muy neutrales, en medio del conflicto... y a raíz de eso ya empezaron serios problemas
conmigo, me mandaron a quitar los libros con que enseñaba, me quitaron la luz, me
quitaron el agua, y por último me dijeron que tenía que irme; entonces en el 2004 me
251
hicieron venir de Santo Domingo, como una represalia porque yo no quise aliarme con
ellos... Entonces, yo le dije a ese señor que por qué me obligaban a mí a hacer eso,
sabiendo que yo hacía una labor social, que a mí nadie me pagaba, que yo lo hacía era
por un servicio con los niños, entonces me dijo que lo que pasaba era que la orden
venía de arriba… (Madres, E13)

6.11.4. “Éramos indiferentes a lo que pasaba”: Estrategias de autocontrol y evitación

Si en el punto anterior se podían identificar y valorar claramente las formas de afrontamiento


directas, no se pueden poner en un segundo plano las estrategias de autocontrol y evitación,
porque implican la capacidad de cálculo, de sopesar los hechos y asumir la decisión o bien de
callar, o aguantar, o resistir pasivamente, o incluso huir; puesto que también son formas
inteligentes de preservar la vida y afrontar la violencia y la represión. En algunos casos, la
gente decidió en primer lugar confrontar de forma directa y sin embargo, la falta de garantías,
la impunidad, la complicidad y la connivencia de las autoridades con los grupos armados
(particularmente con los grupos paramilitares) se convierten en un factor para que incluso
habiendo denunciado, ante la amenaza velada o explícita, la gente deba volver atrás y retirar su
denuncia:

...entonces yo voy aquí donde el procurador y le comento todo y sabe qué me dijo:
"¡ah! pero si tú sabes quién es ¡denúncialo! Y cuando tú lo denuncies, yo actúo". Y al
otro día recibí una llamada, y me dijeron: "ah, usted es la que sigue jodiendo, pues se
va a morir, porque ya la tenemos bien ubicada..." …cuando yo fui al batallón, allá
trabajaba un muchacho que nos conocía perfecto a nosotros de toda la vida, a toda la
familia y un día lo vieron en la casa buscándome, y él me envió un mensaje: "dígale
que allá no vaya más, porque allá mismo va a quedar, ya hay un muerto, porque C.
está muerto y no puede haber otro, Mancuso, Carlos Castaño duermen ahí, ¿entonces
qué hacen ustedes allá?", resulta que aquí las mismas autoridades están con los
bandidos... (Córdoba, E5)

Se evita mantener la confrontación, se evita luchar por la justicia, la gente debe abstenerse de
actuar. Denunciar en este país es tan peligroso que para la gente es normal callar y de entrada
muchas familias deciden no denunciar. Y sin embargo, en medio de este “hacer nada”, la gente
siente que el sólo quedarse en su tierra es una forma de resistencia:

... nos quedamos ahí, o sea, en ese momento de la tristeza nos quedamos ahí: ¿para
donde nos íbamos a ir nosotros? Y ahí nos quedamos, pero este señor vigilando que mi
mamá y mi hermano no siguieran con el proceso, con la denuncia... y mi mamá cuando
entramos a esto me decía: "ay... mi hija a mí me da mucho miedo..." (Oriente, E16)

Así pues, se toma la opción de una resistencia pasiva que permite mantenerse en el territorio o,
por lo menos, salvar la vida. Y en el extremo de esta forma de afrontamiento está el colaborar
de forma forzada con el grupo armado, que responde explícitamente a una acción con la
intención de salvar la vida:

Esto no se lo he contado a nadie... lo utilizaron, se lo llevaban de noche, se lo llevaban


de noche (entre sollozos y llanto), yo a nadie le he dicho esto, yo creo que todavía
tengo sufrimiento, que me utilizaron, que lo utilizaron para hacer cosas malas, para
ayudarles de guía, porque si no lo hacía lo mataban... y él me lo decía, pero yo no era
capaz de decirle a nadie y hoy en día todavía hay comentarios de él en la calle y yo
sufro mucho por eso... (Córdoba, E7)

Una estrategia más común en los y las participantes fue la de la huída y el desplazamiento,
como se ha dicho, 74% de estas personas tuvieron que tomar esta determinación como medio
252
para salvar sus vidas. Normalmente estas opciones se puensan como temporales y siempre se
tiene en el horizonte el retorno y la posibilidad de reconstruir la vida en su propia tierra, en su
propia localidad; pero en muchos casos se van convirtiendo en decisiones permanentes. En
una gran cantidad de casos la huida es la única manera de salvarse de una amenaza explícita,
por eso puede considerarse como una forma de afrontamiento:

…la gente me veía como un líder, si, ¿qué vamos a hacer?, Era la pregunta de todos
ellos: "¿Qué sigue de aquí?". Inicialmente pensé en hacer resistencia, no salir y
decirle a la gente no nos vamos, que enterráramos esos muertos y que hiciéramos
resistencia. Propuse que llamáramos a las autoridades, a los organismos
internacionales y que nos quedáramos. Pero mi familia no resistía eso, mi esposa dijo
que nos fuéramos, mis padres me dijeron: "¡sálgase! Si usted se queda nos mata en
vida” ¡Sálgase porque usted también está en la lista"... (Córdoba, E13)

En otras situaciones la gente ha tenido que asumir una vida de itinerancia intentando salvar su
vida, puesto que la amenaza permanece en el tiempo o se termina siendo víctima en varias
ocasiones, y todas ellas llevan al desalojo y el desplazamiento como único medio para salvar la
vida:
...me tocó volar de Montería, eso fue una escena horrible, ¡horrible! Horrible para mi
familia, nosotros dormíamos en otras casas de amistades, las casas las abandonamos,
eso fue horrible... eso fue un caos, yo brincaba de un lado para otro... Esta semana
dormía en una finca, la otra semana en otro lado, la siguiente semana en Valledupar,
Rioacha, todo eso lo recorría y prácticamente yo vine a dar la cara cuando capturaron
a Mancuso... (Córdoba, E5)

Otra forma del afrontamiento por autocontrol y evitación es la búsqueda de actividades


alternativas que permitan mantener la mente ocupada y no ponerse de cara a los hechos. En
algunos casos estas actividades pueden tener un carácter lúdico, laboral, intelectual:

Gracias a Dios tenía una familia que me apoyaba, pues yo trabajaba, porque
realmente yo sentía que era como una distracción, porque si me quedaba en la casa yo
me quedaba deprimida aburrida, no lloraba pero si estaba aburrida y empecé,
entonces, el embarazo disque de riesgo alto, así que el hecho de salir a trabajar, como
que me distraía. (Oriente, E20)

6.11.5. “En dónde sería que yo no busqué”: Estrategias de comunicación y búsqueda de


información

El dar a conocer los hechos y el buscar informarse sobre lo que pasa puede ser una estrategia
muy efectiva de afrontamiento, porque la comprensión de la realidad y de los procesos
estructurales que subyacen a los hechos permiten una visión amplia que ayuda a enfrentar lo
que sucede. De igual manera, el dar a conocer lo que pasa, el comunicarse con otros, el abrir
canales para no dejar en el anonimato y en lo privado lo que ha sucedido suelen ser estrategias
que ayudan a resistir. Sin embargo, en el momento que se está analizando, que es cuando los y
las participantes sufrieron la experiencia límite, y como se ha dicho anteriormente por su
escasa vinculación a procesos sociales y políticos, es un momento en el que no tenían un
interés explícito por este tipo de estrategias, ni tenían los medios para desarrollarlas.

En el caso de los desaparecidos, la situación cambia ostensiblemente, porque, en primer lugar,


se tiene un interés explícito y fundamental por dar a conocer el hecho, porque el objetivo es
encontrar a la persona, y mientras más difusión existe de su desaparición, más probabilidades
habrán de encontrarla. Y de otro lado, la búsqueda de información sobre la persona y las
circunstancias de su desaparición lleva a movilizar múltiples fuentes, escenarios, e incluso a las
organizaciones de víctimas constituidas con dicho fin; puesto que la realidad de este tipo de
253
victimización moviliza a los familiares a, como dicen ellos mismos: “mover cielo y tierra”, con
tal de encontrar al ser querido. Así pues, se busca información de dónde puede estar la persona
o sus restos:

Después de que desaparecieron a R. había un señor que sabía dónde estaba, pero uno
por el mismo miedo no preguntaba, hasta que yo decidí y le pregunté, entonces él me
dijo que en tal parte, pero tenía que ir sola y yo le dije: "Ay no, yo no quiero venir
sola", que si podía ir con una amiga. Y él: "si ella es discreta, sí; porque no quiero
verme involucrado en nada". Ya fuimos... nosotras seguras de que si, de que ahí
estaba, había huesos así por fuera, sueltos sin enterrar, que uno medio escarbaba y se
veía huesos como las costillas… (Oriente, E13)

Lo que en el apartado sobre aspectos comportamentales podía denominarse conductas


temerarias, desde este horizonte de comprensión pueden entenderse como acciones de valor y
afrontamiento que llevan a la persona a buscar en las diferentes instancias institucionales, en
donde no se encuentran mayores respuestas; incluso a confrontarse con los actores armados, de
forma directa, con tal de encontrar la información que le permita encontrar al ser querido o el
lugar donde ha sido enterrado:

… fue mucho lo que yo lo busqué, en donde sería que yo no busqué, yo cogí y ahí sí me
tocó a mí enfrentarme en la boca del lobo, fui y lo busqué, fui hasta Puerto Berrío, lo
busqué en todos los pueblitos del nordeste antioqueño, y en ninguna parte encontré
respuestas de su paradero… busqué en medios de comunicación, a uno nadie le daba
noticias de él, la fiscalía frecuentemente... nada... (Madres, E2)

Finalmente, esa búsqueda implica, además de la denuncia, la publicación de la información, la


difusión por medios de comunicación con el objetivo de encontrar algún indicio que permita
atisbar el paradero del ser querido desaparecido.

6.11.6. “Me ayudó mucho a mi…. las palabras de ese señor”: Estrategias de apoyo social
e instrumentales colectivas

El apoyo social tiene dos movimientos, el que se recibe y el que se ofrece. Ambas formas son
medios para el afrontamiento. En efecto cuando se analicen los procesos de memoria grupal,
se podrá ver claramente, como el apoyo grupal, el apoyo mutuo ha sido un elemento clave en
la reconstrucción del tejido social y en la recuperación emocional de las víctimas, punto de
partida para la recuperación de su dignidad y su conciencia de ser ciudadanos y ciudadanas de
derechos.

En este momento del análisis se puede atisbar que el apoyo social también hacía parte del
repertorio de respuesta ante las situaciones límite; en efecto, los lazos de solidaridad siempre
fueron característicos de las poblaciones estudiadas, especialmente en el contexto del Oriente
Antioqueño y sur de Córdoba, más cercanas a las culturas campesinas. Sin embargo, buena
parte de la acción violenta y la represión ha sido dirigida a romper estos vínculos de
solidaridad. Por lo tanto, las respuestas que se dieron en el momento de haber vivido la
situación de victimización, han sido realmente formas de afrontamiento y resistencia que han
confrontado los poderes y las tácticas de los armados:

…y quizás también de pronto un amigo del esposo mío, que cuando me veía siempre
me decía: “mire, haga una fuerza de voluntad suya, mire que sus hijos la necesitan,
mire cómo están de pequeñitos, si usted se muere quien va a ver por ellos, todo eso me
ayudó mucho a mí…. (Oriente, E7)

254
Otro repertorio de formas de apoyo está en la utilización de estrategias instrumentales
colectivas: es decir, todos los servicios institucionales, privados o públicos, estatales o no
gubernamentales que están a disposición de la sociedad y que en un momento determinado
fueron apoyo para los y las participantes en varios aspectos. En primer, lugar lo económico,
que puede dirigirse a la satisfacción de múltiples necesidades, tales como educación y
vivienda; ayuda que suele ser puntual y recibirse de forma asistencial:

También por medio de la Cruz Roja me dieron como 1 millón de pesos, con eso compré
materiales, e hice una casa allá, cuando eso se conseguía los materiales muy baratos,
y el marido ponía la mano de obra. (Madres, E7)

A manera de conclusión y en el análisis que ha implicado la diferencia de los procesos y


trayectorias vitales de los actuales líderes de las organizaciones de víctimas y los que son
miembros de base de los procesos, puede afirmarse que los que posteriormente han sido
líderes, fueron quienes desarrollaron más y mejores estrategias de afrontamiento en el proceso
de victimización y violencia. Esto confirma la tesis que he sostenido a lo largo del capítulo,
que las víctimas no viven solamente una experiencia de forma pasiva y traumática, sino que
experimentan una situación límite que les afecta, pero frente a la cual tienen una gama de
posibilidades de respuesta desde el afrontamiento. Y por lo tanto, se puede sugerir que a
mayor capacidad de las personas para responder activa y asertivamente, generando formas
diferenciadas de afrontamiento, aún en medio de las peores circunstancias, también podrán
asumir retos de mayor envergadura en los procesos posteriores. En el caso de esta
investigación los que actualmente son líderes y lideresas de los procesos, actuaron con una
gama más amplia de mecanismos de afrontamiento, aún cuando muchos/as de ellos/as no
tenían una experiencia previa de liderazgo y/o participación colectiva..

6.12. Discusión y conclusión:

En el contexto colombiano muchas intervenciones y diagnósticos, que se denominan a sí


mismos psicosociales siguen utilizando categorías nosológicas típicamente individuales, siguen
apelando a una mirada de las víctimas como sujetos “afectados psíquicamente” que necesitan
una especie de intervención “psicológica” para sanarse de dichas afecciones y con ello lograr
una “normalidad” que les llevaría a estar mejor.

Como puede observarse al hacer una mirada panorámica a los hechos narrados por los y las
participantes en este capítulo, como a las consecuencias que describen, puede afirmarse que
sus experiencias han sido también situaciones límite de tipo político, por su masividad (en
número de hechos y de víctimas), su carácter inesperado que dificulta enormemente la
asimilación de la pérdida (no se alcanza a leer la realidad y desborda los cálculos). Han sido
sucesos vitales, fuertemente negativos, imprevisibles, incontrolables, que no solamente tienen
una gran intensidad, sino también alta frecuencia (se dan simultáneamente o en muy breves
intervalos de tiempo). Además, como se mostró a lo largo del capítulo (cfr. Capítulo 2) se
acompañaron de terror y escenificación del horror con el objetivo de paralizar la población.
Inicialmente no contaron con espacios ni un ambiente propicio para expresar los sentimientos y
las emociones; y las pérdidas se negaron y aún se siguen negando socialmente; lo que llevó a la
pérdida de las redes de apoyo sociales y al aislamiento social (Martín Beristain, 2005).

Por eso también manifiesto mi acuerdo con Brynton Lykes (2001b), para quien “las víctimas
no son casos especiales, sino actores en situaciones extremas. No son portadoras de una
patología especial o un síndrome definido, sino sujetos particularmente vulnerables,
atravesados por los determinantes de un momento histórico donde se escenificó el conflicto
más profundo de una sociedad” (P. 23). Y con Piper (2005) que se niega incluso a utilizar
cualquier referencia al trauma, sea éste político o psicosocial, porque siempre este significante
‘trauma’ tiene una referencia a marca, huella, daño y enfermedad; desde esta dimensión la
255
tendencia es a psicologizar y a dejar de lado los otros referentes de identidad de las personas
que sufrieron los rigores de la represión y la violencia, con lo cual se les encasilla en la
identidad de víctimas, de la que más tarde, difícilmente podrán escapar.

De esta forma es necesario reafirmar nuevamente 125 que la mayor parte de las manifestaciones
sintomáticas enunciadas son reacciones normales a una situación anormal; lo cual implica que
más que patologizar y definir la problemática desde síntomas y síndromes, se trata de abordar
en su complejidad el mundo de la vida y de la cotidianidad de los sujetos. Este capítulo, al
introducir categorías de análisis que amplían el marco de comprensión y llevan a pensar en
complejidad las consecuencias, permitiendo mirar el mundo familiar, el mundo comunitario, la
construcción de la ciudadanía, la participación, el daño incluso en las estructuras económicas
familiares y comunitarias, pone sus énfasis en una comprensión de la subjetividad mucho más
amplia (Clancy & Hamber, 2008; Martín Beristain & Pérez Sáles, 2008).

Por lo tanto, en el nivel de la intervención, lo que tendría que transformarse entonces, no son
directamente los síntomas de la gente, sino la situación de violencia, o por lo menos su
afrontamiento activo, a través del fortalecimiento de los lazos sociales, la generación de
espacios comunitarios de organización y apoyo mutuo, con el fin de resistir a la situación
anormal, que implica la guerra, afrontarla con el mínimo de daños para la persona. Esta ha
sido la forma en que se han abordado los procesos de organización de víctimas, de
reconstrucción de su tejido social y de acción pública de memoria que será analizada en los
capítulos siguientes.

Por lo tanto, una mirada centrada en síntomas y signos, síndromes y trastornos se convertiría
finalmente en una forma de darle un “rodeo” al problema central de la violencia política,
individualizando y psicologizando las reacciones de las personas en el conflicto armado, lo
cual no permite que la reflexión sobre lo que causa la situación (el conflicto armado, la
violencia estructural, las violaciones a los derechos humanos, al DIH y los crímenes de guerra
y de lesa humanidad) se diluya (Eisenbruck, 1990; Sturken, 1997; Lykes, 2001b; Basabe,
2001; Hamber, 2004; Clancy y Hamber, 2008). Un enfoque psicosocial pone énfasis por tanto
no solo en afrontar las consecuencias en unaperspectiva psicológica y clínica. Cuando no se
miran desde una perspectiva amplia y realmente psicosocial; cuando no se abordan las causas
sociopolíticas y las consecuencias sociales y políticas en los sujetos, esto tiene un efecto de
despolitización y desactivación de los procesos sociales de la gente, contribuyendo a la
denegación de los derechos políticos fundamentales, ocultando las fuentes del sufrimiento de la
gente; lo que al final no favorece la búsqueda de condiciones justas y se hace cómplice del
estado de cosas que generó la victimización.

En síntesis puede afirmarse, por tanto, que la guerra, la violencia política, la represión son
comprendidas en esta investigación, retomando las investigaciones anteriores (Villa et al,
2007), y lo trabajado por otros autores en América Latina (Martin Barón, 1990; Lira, 1990;
Cabrera, 2004, Piper, 2005; Martín Beristain, 2005, entre otros) como una acción que vulnera
las relaciones y la capacidad de simbolizar de los individuos; y en consecuencia, toda la vida
social se muestra afectada. Junto a la pérdida de elementos simbólicos está la
deshumanización; la guerra, la acción violenta de tipo político contra una persona o población,
es una acción que no puede ser mediada y que rompe con lo que es plenamente humano: la
capacidad de construir y desarrollar un universo simbólico. El mundo interno y por lo tanto la
comprensión del mundo externo, se perciben como afectados en la medida en que desaparecen
los contenidos con los cuales la vida y la sociedad tenían sentido, perdiendo así los referentes
con los que podía explicar lo ocurrido. Y precisamente es sobre estos aspectos sobre los que
interviene y actúa la acción pública de memoria, tanto en los procesos de memoria grupal,
como en los procesos colectivos y sociales.
125
Junto con Martín-Baró (1990), Perren-Kinger (1995), Martín Beristain (1999, 2005, 2010a, 2010b), Lykes (2001a,
2001b), Clancy y Hamber (2008), Pérez Sales (2006), Gómez (2006), entre otros.
256
7. SENTIDO Y PROPÓSITO DE LAS ACCIONES DE MEMORIA

El estudio de la memoria como una acción de los sujetos individuales y colectivos, implica una
mirada en complejidad a las acciones a través de las cuales los sujetos participantes de esta
investigación, víctimas sobrevivientes de la violencia política en Colombia, materializan el
recuerdo, lo comparten y lo hacen público; de tal manera que se convierte en una enunciación
semántica y pragmática que tiene unas pretensiones y objetivos, a través de los cuales
construyen su memoria colectiva.

El análisis de los procesos subjetivos y las marcas culturales de la acción, me han permitido
poner el acento en los agentes sociales y centrarme en la memoria como acción social, en una
perspectiva crítico social; esto también implica una visión y un análisis de la memoria desde un
compromiso ético y político, en un horizonte liberador y emancipador, más allá de la
“objetividad” positivista (Martin-Baró, 1983, 1991; Jelin, 2003; Lira, 1990, 1998, 2010;
Habermas, 1968 / 1982; Vasco, 1990).

Como se vio en la discusión sobre el registro identitario y resistente de la memoria, el registro


identitario suele ser utilizado con más fuerza por los grupos de poder y los Estados buscando
que los relatos y manifestaciones públicas de la memoria permitan la cohesión social y la
identidad de los ciudadanos y ciudadanas en torno a valores compartidos, proyectos colectivos
que construyen una nación o una etnia. Definiendo, en estos casos, la memoria colectiva como
“el proceso de transmisión oral o informal del pasado del grupo de pertenencia de los sujetos…
ésta hace referencia a los hechos relevantes para el grupo, que aunque no hayan sido vividos
por las personas, éstas poseen representaciones – y narrativas- compartidas sobre estos
hechos… la cual constituye una fuente de la identidad social…” (Paéz, Valencia, Pennebaker,
Rimé & Jodelet, 1998, p. 31 – 32; Páez, Basabé & González, 1998; Páez, Valencia, Basabé,
Herranz & González, 2000).

De otro lado, el registro resistente implica que la memoria es una fuerza de resistencia y una
herramienta para la construcción de los actores como sujetos de su propia historia en la
construcción de su propio porvenir (Touraine, 2002). Esta resistencia se da, porque desde el
registro identitario, los discursos que se tejen están dirigidos a construir una aparente armonía
entre los miembros de la sociedad, porque suelen ser discursos esgrimidos desde lugares de
poder, que en muchos casos, como lo afirmaba Martín-Baró (1991) desconocen los relatos,
necesidades e intereses de las mayorías; porque dejan por fuera los relatos de otros sectores de
la sociedad que también tienen sus versiones de la historia (Cfr. Gaborit, 2006). Dentro de
este espectro, de versiones excluidas y dejadas de lado por los relatos de las versiones oficiales,
de la historia y la memoria, se encuentran, en el contexto latinoamericano y colombiano, las
memorias y relatos de las víctimas.

Por esta razón, en este capítulo, ya en concreto, se trata de comprender por qué y para qué las
víctimas sobrevivientes de las tres regiones analizadas han desarrollado acciones públicas de
memoria, en contextos de impunidad, denegación de la justicia y mantenimiento del conflicto
armado. La unidad de análisis será más de orden colectivo, a partir de la experiencia de la
organización de víctimas. En los siguientes tres capítulos, lo serán más las personas, en la
medida en que se dará cuenta de las consecuencias que estas acciones de memoria tienen en su
propia subjetividad.

La conceptualización de la memoria como acción social, tal como se desarrolló en los capítulos
3, 4 y el anexo 5, implica, por lo tanto, una mirada y un análisis que se materializa en el
análisis de este capítulo: en primer lugar realizar un acercamiento al agente (el quién actúa),
quién hace memoria: en este caso sobrevivientes del conflicto armado en Colombia de tres
procesos colectivos: Asociación provincial de víctimas a ciudadanas (APROVIACI), Madres
de la Candelaria en la ciudad de Medellín, y procesos colectivos de víctimas en el sur del
257
departamento de Córdoba. En segundo lugar; se debe tener en cuenta el lugar concreto donde
y cuando se ejecuta la acción, es decir, la escena; en tres espacios geográficos: Oriente
Antioqueño, región de 23 municipios, que cuenta con escenarios rurales y urbanos. La ciudad
de Medellín, un escenario netamente urbano con sus propias complejidades; y el sur de
Córdoba (municipios de Tierralta y Montería) con una cultura diversa 126 y un espacio
geográfico sustancialmente distinto.

El tercer elemento es el acto en sí, es decir, el hecho, la experiencia, la acción pública de


memoria, que también está marcada por los procesos colectivos implicados y por los espacios
geográficos, sociohistóricos y culturales donde se ejecuta. En cuarto lugar, se observa la
agencia (el cómo se hizo), que implica la caracterización de las acciones. Pero el más
importante punto de análisis de este capítulo tiene que ver con los motivos, intereses y
propósitos (el por qué y el para qué) (Cfr. Burke, 1984, en Wertsch, 1998; Bell, 2003).

Al realizar este trabajo de investigación en tres espacios geográficos, culturales, con procesos
sociohistóricos diferentes, se hace necesario establecer una diferenciación permanente en todas
las instancias de las formas y procesos que se han desarrollado, puesto que los intereses y
motivaciones cambian; las agencias y los actos, aunque similares, pueden tener diferencias
espaciales y temporales que dan cuenta de las dinámicas de interacción de los colectivos
estudiados con las circunstancias coyunturales y estructurales de la región donde habitan. Por
esta razón, de forma transversal, en éste y en los siguientes capítulos se desarrolla la
contrastación entre los procesos del Oriente Antioqueño y los realizados por las Madres de la
Candelaria y los colectivos de víctimas en Córdoba. Es decir, se analizan las diferencias
cualitativas entre los procesos de víctimas de la región del Oriente Antioqueño, donde se han
realizado acciones y movilizaciones públicas, y otros procesos de acompañamiento a víctimas
de la violencia en otra región, donde ha sido muy poco posible la movilización pública (sur de
Córdoba) y en la ciudad de Medellín donde una organización ya formada (Madres de la
Candelaria) ha realizado acciones de memoria en un contexto de ciudad 127.

El proceso implicará una mirada descriptiva y analítica que a partir de los acciones públicas de
memoria colectiva que se realizan en las regiones estudiadas (7.1), avanzará en la comprensión
y descripción de los motivos, intereses y propósitos que respondan a los por qué y para qué de
las mismas, de acuerdo con las categorías de análisis para el objetivo No. 3 (cfr. Capítulo 1).
En el proceso de análisis he propuesto partir de lo más interno, personal e individual desde
motivaciones que se suscitan en lo emocional y en lo particular, tales como la dignificación del
ser querido (7.2) o el afrontamiento del dolor privado, trayéndolo a la escena de lo público,
como una forma de resistencia (7.3 y 7.4); para arribar a motivos, intereses y propósitos más
elaborados, que se van ampliando hacia lo relacional, lo social, lo colectivo (incidencia social):
como cuando las víctimas cuentan sus relatos y testimonios para posicionarlos en el imaginario
social (7.5) o para lograr el reconocimiento social de los hechos de violencia y los crímenes
cometidos (7.6), para trabajar en búsqueda de la no repetición (7.7) y para formar a las nuevas

126
Es importante diferenciar esta región en el sentido cultural, voy a hacer una breve descripción que puede ser
simplificada, pero importante para entender ambos contextos: el Oriente Antioqueño y la ciudad de Medellín tienen una
cultura “paisa”, es decir, una cultura centrada en una ética del trabajo, la pujanza, la consecución de dinero, una
religiosidad católica muy arraigada y una doble moral asentada; se dice que lo paisa tiene conexiones ancestrales con
judíos conversos que vinieron a América con el fin de evitar la persecución o el cierre de oportunidades en España,
arraigaron en esta región montañosa de Antioquia y el gran Caldas y desde allí expandieron su influjo al resto del país.
Mientras que en Córdoba la cultura tiene más relación con lo Caribe, con la fiesta, el disfrute, una vida tranquila y
relajada, relacionado con los climas tórridos que se experimentan. Además, con mayores posibilidades religiosas
sincréticas y menores preocupaciones por una ética del trabajo.
127
En el proyecto de investigación, pretendía que este análisis comparativo constituyera un capítulo autónomo dentro de
la redacción del informe final. Sin embargo, analizando la forma como se van constituyendo estas diferencias, es
fundamental que se vaya realizando en la filigrana de cada punto y capítulo; con lo cual se pueden evidenciar de forma
más clara los elementos de convergencia y contrastación entre el escenario del Oriente Antioqueño, central en mi
investigación, y los otros dos escenarios analizados.
258
generaciones (7.8). Todo esto apuntando al fortalecimiento organizativo que potencie las
acciones de memoria y permita dar el paso hacia la acción y la incidencia política (7.9).

Este aspecto (la incidencia política) implica moverse en el escenario de lo público, la defensa
de los derechos y lo jurídico, que en un primer momento se ha enfocado hacia la defensa de
derechos en un sentido amplio (7.10), luego trabajando por la verdad, la justicia y la reparación
(7.11), como camino a una verdadera reconciliación (7.12) e intentando buscar el apoyo de la
cooperación internacional (7.13). Esto ha implicado necesariamente el proceso de
transformación personal y construcción de organizaciones sociales capaces de actuar,
interactuar y movilizarse socialmente con propósitos y objetivos definidos, lo que se recoge en
la discusión final y conclusión del capítulo (7.14).

Esta forma de organizar la información en el resto del capítulo responde no solamente a un


orden funcional, sino también a un orden cronológico, porque cuando los colectivos
estudiados, en sus diversos momentos, empezaron a realizar las acciones de víctimas, y con
particular fuerza en el Oriente Antioqueño, se partió siempre de la necesidad de recordar y
dignificar a los seres queridos, limpiar su nombre y darles un lugar en el imaginario social,
para más adelante llegar a procesos de mayor envergadura y amplitud de propósitos, centrados
en la búsqueda de un reconocimiento social, su inclusión en la historia colectiva de la región y
el país; y finalmente la reivindicación de los derechos y la construcción de una subjetividad de
derechos.

7.1. Acciones Públicas de memoria

Partiendo de la pregunta por la materialización del recuerdo y de la memoria en acciones


públicas, quiero evocar dos líneas generales para reconocer las acciones de memoria y
encontrar en ellas formas de resistencia a las lógicas de la guerra y de represión ejercida por los
diferentes actores armados. Elizabeth Lira (1998) habla de dos formas de memorias
resistentes 128: las que documentan los hechos para la denuncia, que son base para comisiones
de la verdad o procesos judiciales, y la memoria social que toma la forma de la poesía, el arte,
los rituales, los símbolos, que es una memoria viviente y un documento cultural, que tiene
valor en el imaginario social y en la construcción de referentes de identidad personal y
colectiva, pero un valor exiguo en términos de la línea jurídico política que articula la verdad y
la justicia. Este último tipo de memoria (memoria de repertorio, de carácter performativo),
según esta autora y otras autoras (Cava Mesa, 2006; Jelin, 2002; Taylor, 2003; Uribe, 2009,
2010)129, es desarrollada con mayor fuerza por las mujeres, puesto que constituye una lógica de
resistencia fundamentada en la posibilidad de expresión emocional del ser, del dolor, de las
marcas y huellas que han dejado las situaciones límite causadas por la represión y la violencia.

En la experiencia del Oriente Antioqueño, pueden encontrarse una inmensa cantidad de


acciones públicas en este sentido, que han marcado un proceso de resistencia civil, en medio
del conflicto armado, que han implicado ir ganando espacios en lo público, en lo social y lo
político; con un mensaje ético desde la noviolencia, con una memoria incluyente que recoge a
víctimas tanto de la guerrilla, como del ejército y los paramilitares. Pero también las Madres
de la Candelaria y los procesos colectivos en Córdoba, de diversa manera, y según sus propios

128
Carlos Martin Beristaín (2008) presenta también estas dos formas de la memoria, al referirse a las formas concretas de
construir la verdad: “…existen al menos dos verdades: una factual y otra moral, la verdad de las narraciones que cuentan
lo que ocurrió y la de las narraciones que intentan explicar por qué y a causa de quién. La primera supone un proceso de
investigación del pasado y la publicación de los hechos, los responsables y la memoria de las víctimas. La segunda
requiere todo un proceso social, educativo, político para hacer calar esa verdad, en el que sólo perecen estar
comprometidos iglesias, ONG y organizaciones sociales” (p. 333).
129
También pueden distinguirse, dentro de estas memorias las memorias imaginativas (no-narrativas) que implican
imágenes más que relatos. Y las narrativas, donde el relato es fundamental. Assmann (2008), identifica también estas
dos formas de transmisión en las culturas: las ideográficas no narrativas y las narrativas.

259
contextos han ido desarrollando acciones de este tipo que van posicionándose en el imaginario
colectivo, que empieza a referenciar estas acciones a nivel nacional, tal como lo muestra la
investigación de María Victoria Uribe (2008, 2009, 2010) sobre las acciones de memoria
performativa (Taylor, 2003) a lo largo y ancho del país:

…yo hablé de las campañas de la luz, hablé de abriendo trochas, hablé de todas las
actividades y acciones que hemos hecho de memoria en el municipio; y que nosotros
incluso hacía mucho tiempo veníamos pensando en un monumento en homenaje a las
víctimas de la violencia, que incluya a todas las personas con todas las limitaciones; e
incluso nosotros habíamos pensado en una casa de la memoria, que sea un espacio
educativo... (Oriente, E31)

De allí la importancia de las acciones públicas de carácter simbólico, que han implicado una
movilización ciudadana, una aparición en lo público y un poner en escena las experiencias,
vivencias y dolores de las víctimas; de todas las que se han realizado, voy a destacar las
siguientes:

7.1.1. “Abrir esos caminos que se cerraron por el conflicto”: Abriendo Trochas por la
vida, la paz y la reconciliación

Se trata de una movilización masiva que han desarrollado las organizaciones de víctimas
durante 6 años (2005, 2006, 2007, 2008, 2009 y 2010) en la cual la gente transita por caminos
que la guerra ha arrebatado a las comunidades, o bien porque eran lugares de frecuentes
combates, porque un grupo armado había prohibido el tránsito por los mismos, porque por el
nivel de militarización, en la práctica, era imposible caminarlos; o porque eran lugares donde
con frecuencia se llevaban a las personas antes de asesinarlas. Además de ello, la gente va por
ese camino hacia un lugar: una vereda, una escuela, un barrio, un terreno comunitario que
había sido estigmatizado por ser un lugar donde se habían desarrollado crímenes contra la
población civil:

...abriendo trochas es un espacio de las víctimas: hemos marchado hacia los lugares
más afectados por la guerra; lo hacemos con velas, hay una celebración eucarística,
hay actos simbólicos... organizaron la vereda de Chiquinquirá que también había sido
muy golpeada por esa masacre donde mataron a 13 personas… entonces fueron
pintando en piedras, se fueron caminando y por el camino iban escribiendo los
nombres de las víctimas... (Oriente, GF, 3, 2009).

Este proceso ha implicado una resignificación de espacios, donde también se hace importante
el “limpiar” el nombre de un lugar, para que éste deje de estar signado por ser un espacio, una
vereda, un pueblo que es “zona roja”, “zona de violencias”; por lo tanto, esta acción pública
también busca visibilizar la vida, la cotidianidad de la gente que los habita, romper con
estigmatizaciones y señalamientos y buscar un sentido de igualdad y solidaridad con estos
escenarios y con su gente, esto puede implicar incluso, “limpiar” el nombre de todo el
municipio frente a la región y frente al país. También resignificar lugares de horror, con un
recuerdo centrado en la sevicia o la impotencia, en lugares de los cuales la gente se apropia de
otra manera dotándolos de un significado de resistencia frente a la violencia o de recuerdo
resistente:

…Hemos marchado hacia los lugares más afectados por la guerra; resulta que para
varios sectores del municipio, fue un sector muy afectado por la violencia o sea
también como el más marginado de esa población, más golpeado por la guerra...
(Oriente, GF3, 2009)

260
A la manera de los movimientos de víctimas en Chile (Cienrojas y Paz Silva, 2009; Pipper,
2009), se signan los espacios, se hacen reaparecer, aunque en este caso, con otros significados
en el imaginario colectivo y se ocupan desde este dispositivo performativo. Puede afirmarse,
que la experiencia ha tenido un valor enorme y ha sido seguida por comunidades y procesos en
otras regiones del país. En el caso de esta investigación puede nombrarse otro proceso similar
en el departamento de Córdoba, donde la movilización “Abriendo Trochas” sirvió además para
facilitar el retorno de familias desplazadas a varias veredas del municipio de Tierralta:

...la gente dice: ¿por qué no hacemos una acción de memoria en el sitio donde
salimos?, para hacer una mirada de cómo están las trochas, como están las cosas por
allá; entonces, un acto que hacemos es “abriendo trochas”, para recuperar y volver a
la tierra donde todo sucedió, en Nueva Esperanza, una comunidad que vivió la
masacre, lo camuflamos como una vigilia, porque allá están los actores, está el
conflicto, aunque con baja intensidad... surge una idea de retornar y surge la idea de
visibilizar más afuera, a otro nivel; la idea era recuperar la confianza, recuperar los
caminos que antes nos pertenecían y que después sólo transitaban los actores
armados... (Córdoba, E13)

7.1.2. “Cuando la prendo, siento que es un consuelo para mí”

Las Jornadas de la Luz, son una acción pública no-violenta en la que las organizaciones de
víctimas del Oriente Antioqueño realizan un plantón en la plaza central del municipio.
Normalmente en frente del atrio de la iglesia, donde se presentan las fotografías, los nombres,
las historias de sus familiares víctimas. Se enciende una vela y se grita una consigna: “No
más, ni una (víctima) más, nunca más: otro Oriente es posible”. Además se puede acompañar
de rituales, en muchas ocasiones la eucaristía, u otro acto simbólico. También se invita a la
comunidad a participar, se les ofrece alguna bebida local. En primer lugar es una acción de
resistencia civil y de rechazo a las acciones de los grupos armados, por eso se sigue
desarrollando, a pesar que se empezó a realizar desde el primer viernes de junio de 2005, y
hasta el presente se sigue haciendo, con mayor o menor fuerza en algunos municipios 130; pero
además, el espacio también permite clamar por verdad, justicia y reparación:

...los actos de resistencia como las jornadas de la luz, que se hacen todos los primeros
viernes de cada mes acá en el municipio, donde salimos con una lucecita en homenaje
a esas víctimas, también una luz de esperanza para los que tenemos familiares
desaparecidos: es otra forma hacer memoria... (Oriente, E13)

En muchos casos este recuerdo toma un matiz dentro de marcos religiosos, puesto que es una
forma de establecer contacto espiritual con los seres queridos que están en el “más allá”. El
sentido religioso es uno de los marcos fundamentales para la construcción de las memorias
colectivas, según Halbwachas (1950 / 2004), y en el Oriente Antioqueño este aspecto
desempeña un lugar fundamental, incluso en los procesos de recuperación emocional y de
reconstrucción de tejido social.

Sin embargo, es en Córdoba, donde lo religioso ha jugado un papel preponderante, puesto que
ha sido al amparo de la Iglesia Católica que se han podido realizar acciones de memoria en un
contexto sumamente hostil. Por lo tanto, el marco religioso, además del componente cultural,
tienen un aspecto instrumental que está en profunda relación con las posibilidades reales de
actuar en un contexto determinado, actúa como mampara de protección, puesto que se percibe
a la Iglesia, como una institución que cuenta con mayor amplitud de acción que abre

130
El año anterior (2011) que tuvo coyuntura de elecciones locales y una de las ONG que apoyaban el proceso salió de la
región, ésta y otras formas de acción pública de memoria han perdido fuerza e intensidad, aunque en las localidades
donde entrevisté a los participantes se siguen manteniendo algunas de estas expresiones.
261
posibilidades a la gente y que sin este respaldo podría sentirse sin la fuerza suficiente para
desarrollar estas acciones:

…nosotros hemos hecho una misa allá en el callejón de Callejas con el padre M., eso
fue al lado del río y eso fue hermoso... lloramos, cada uno llevó un barquito, con una
foto del hijo, con una vela y lo tiramos al río, yo creo que toda Tierralta fue, porque la
verdad yo creo que el 100% de Tierralta somos víctimas... entonces todos estábamos
allá... (Córdoba, E8)

En el Oriente Antioqueño, también ha sido posible, aunque en menor medida, la realización de


actos que tienen al mismo tiempo un profundo sentido religioso. La diferencia estriba en que
el proceso del Oriente Antioqueño se ha gestado en el seno de una organización de la sociedad
civil: la Asociación Regional de Mujeres del Oriente Antioqueño “AMOR”, y ha estado
acompañado por otras manifestaciones organizativas y de movilización social en toda la
región; mientras en Córdoba, los procesos que se han podido desarrollar no hubieran sido
posibles sin el apoyo de instituciones de la Iglesia Católica. De todas formas cabe resaltar aquí
que la cultura, la fe son formas de afrontamiento individual y colectivo y la institución eclesial
también se puede convertir en fuente de apoyo social y abrir posibilidades para la generación
de afrontamiento, resiliencia y resistencia; tal como se indicó en el capítulo anterior. El
afrontamiento marcado por lo religioso ha sido desde el principio una de las formas más
comunes para resistir, y esto es más posible cuando la gente logra juntarse con otros y o tras,
bajo este marco protector, puesto que posibilita un sentimiento de cohesión muy fuerte:

Hicimos una hace poco en el cementerio y fue espectacular, se llenó esa iglesia del
cementerio, llevamos los nombres, porque le dijimos a todas las víctimas que llevaran
todos los nombres de las personas asesinadas, llevamos las carteleras con las fotos... y
llevamos las velas y todo el mundo participó... (Oriente, E31)

7.1.3. Lugares, símbolos y monumentos:

En todos los municipios que hacen parte de la región del Oriente Antioqueño, las
organizaciones de víctimas han ido marcando lugares con símbolos y monumentos que
permiten mantener viva la memoria de lo que ha sucedido. La pintura, la escultura, la
apropiación de los espacios ha sido un camino para dejar huellas de memoria, para decirlo a la
manera de Piérre Norá (1997), que entran a hacer parte de los espacios y relatos colectivos que
antes se querían olvidar, borrar. “Monumentos, placas recordatorias y otras marcas son la
maneras en que los actores tratan de dar materialidad a las memorias” (Jelin, 2002, p. 54). En
la región del Oriente Antioqueño, este testimonio presenta alguna de estas acciones:

...También tenemos el espacio de recordación, de un proyecto que hicimos con AMOR,


el proyecto de memoria en clave feminista, también tenemos un espacio de recordación
donde hay 30 placas y ahí están los nombres de las personas que hicimos el proyecto...
pero la idea es que en ese espacio sean más, porque son muchas las víctimas que hay,
para que ninguna se quede por fuera... (Oriente, E11)

Este tipo de acciones son conocidas por todas las comunidades?, y cuentan con un
reconocimiento por parte de la población. De acuerdo con Halbwachs (1950 / 2004) el
entorno material marca una forma del recuerdo, es el espacio donde nos reconocemos, deja
marcas, puesto que tenemos relaciones con los objetos y éstos hacen parte de lo que nos ha
constituido como personas. “La memoria colectiva se apoya en imágenes espaciales” (p.136),
lo cual es más evidente en las pequeñas ciudades, como los municipios del Oriente
Antioqueño, donde las historias, las tradiciones, las fiestas, los ritos están siempre ligados a un
lugar. Hay un vínculo social, afectivo, simbólico con estos lugares, puesto que son portadores
de historias, son espacios de sentido y referentes de identidad que hacen que la gente se apegue
262
y se resista luego a su transformación (Cfr. Norá, 1997). En ellos se deposita un pedazo de su
ser, pero sobre todo de la persona que no está y que fue asesinada o desaparecida. Así pues,
las acciones de memoria que se estudian aquí, implican esa apropiación del espacio, puesto que
“no hay memoria colectiva que no se desarrolle dentro de un marco espacial” (Halbwachs,
1950 / 2004, p. 144).

Está claro entonces que existen lugares en los municipios donde ocurrieron hechos graves y
que quedaron marcados y en los que la gente quiere dejar nuevas marcas. Algunas de las
acciones de memoria están en relación con estos sitios. De allí el sentido ritual y religioso que
se pone en ello, como si se estuviera exorcizando el “mal” de estos lugares y se estuviera
constituyendo un nuevo escenario, un nuevo espacio, signado por el proceso de transformación
que han vivido y por señales de vida, reconstrucción y dignidad:

…hemos hecho actos de memoria: se hizo un monumento a las víctimas con las placas,
la fecha y los nombres de los fallecidos, en plaquitas... el monumento quedó en el sitio
donde por lo general los paramilitares dejaban los cuerpos de sus víctimas, se hacen
marchas hacia ese sitio, se hacen marchas muy a menudo... (Oriente, E25)

Algo similar ha sucedido en el municipio de Tierralta, Córdoba, cuando en una acción de


memoria se hizo el gesto simbólico de “limpiar” el río Sinú, lugar donde, en innumerables
ocasiones los grupos armados tiraron los cadáveres con el fin de desaparecerlos. Así pues, la
gente con el fin de resignificar el lugar realizó una acción para “abrir” no las trochas, sino la
experiencia de recuperar y “purificar” el río:

…hicimos otro acto de memoria donde, utilizamos ahí unos balsos, porque muchas
personas fueron asesinadas en el río y se veían esos barcos tan lindos navegar con el
nombre de la víctima, entonces en una parte que era visible, donde sucedía mucho eso,
que los vecinos decían que a una hora determinada ellos veían que ahí pasaban cosas
y tiraban gente al río, nosotros hicimos un acto en ese lugar y por ahí hay un video de
eso... (Córdoba, E11)

Otros lugares, un poco más neutros, también son asumidos por las organizaciones, y a través
de éstas, por la comunidad, como escenarios de memoria y recordación: parques, calles,
cementerios y otros espacios que portan el recuerdo y se hacen significantes para toda la
comunidad de unos hechos que no pueden ser olvidados:

...el acompañamiento del espacio del “parque de la vida” con el nombre que lleva es
una cosa que hemos ido haciendo lentamente…. pero más porque ven que lo que
nosotros estamos haciendo es importante, porque lo hemos podido posicionar...
(Oriente, GF4, 2009)

Este tipo de lugares de memoria se han constituido, para los colectivos estudiados, a partir de
una perspectiva de memoria no revanchista, sino de memoria digna, que recuerda de forma
incluyente y que se plantea la experiencia del sufrimiento vivido y de la represión como algo
que no debe ser repetido, una memoria que no se queda anclada al pasado, sino que desde el
presente también se propone construir sentidos futuros.

Otros escenarios y lugares se han construido de forma colectiva y en medio de procesos de


disputas por las memorias y por el recuerdo (Jelin, 2002; Jelin & Langland, 2003) que han
implicado la cohesión de las organizaciones y una voluntad sólida de hacer público y
permanente su recuerdo; puesto que estos procesos pasan por la negociación con los actores
municipales: iglesias, casa de la cultura, administración municipal y otros habitantes del
municipio. Tal es el caso de los murales en el municipio de Cocorná, y el Salón del Nunca
Más en el municipio de Granada.
263
En el primero, la oposición se centró en la negativa de algunas autoridades a que quedara
plasmado de alguna manera en el espacio municipal el dolor, el sufrimiento y la barbarie. Sin
embargo, los y las sobrevivientes, en un proceso lleno de sentidos lograron negociar algunas
formas, sin dejar de plasmar su historia,

…el proceso de los murales no fue fácil por el tabú de que se iba a pintar un mural con
sangre, con muertos, con la guerrilla ahí pintada, con los paramilitares y eso es de lo
que se habla cuando se habla de un mural de víctimas. Pero nosotros les demostramos
que podíamos expresar nuestro dolor, sin necesidad de hacerlo así tan sangriento, e
hicimos una comparación, el desplazamiento lo hicimos muy simbólicamente, hicimos
mucha pedagogía sobre el tema, el proceso fue muy bonito, nos demoramos 15 días,
primero hicimos un proceso de lápiz, de reconocimiento, de contar las historias, de
qué era lo que nos había pasado por medio de un papel y lápiz y luego fuimos puliendo
cositas, fuimos haciendo cosas y además tuvimos dos personas que fueron muy
especiales, las personas que vinieron de El Salvador, que fueron nuestras aliadas...
(Oriente, E6)

En la misma línea, el Salón del Nunca Más en Granada implicó negociaciones, tensiones,
disputas con diversos actores municipales, hasta que se pudo constituir como un espacio de
recordación significativo para toda la población:

…porque realmente nos costó mucho trabajo el Salón del Nunca Más, que ya gracias a
Dios lo tenemos ya casi listo y lo organizamos muy bonito porque fue una lucha
también para nosotros... Pero decir que movámonos es muy fácil, pero es como tomar
acciones porque la gente ya está cansada de tanto repetir, porque ¿esto acaso es fácil?
Y es todo un proceso, ojalá fuera como llegar y soplar botellas como decimos nosotros
aquí, y eso no es así... (Oriente, GF4, 2009)

De acuerdo con Achugar (2003), Brito (2003), Brett, et. al. (2007) Guixé (2008), el lugar de
memoria permite una reflexión crítica del pasado en el presente, gracias a un proceso colectivo
de reflexión; la memoria en el espacio público debe tener una dimensión plural que pueda
recoger múltiples sentidos y vivencias. Son espacios educativos y formativos. Por lo que
deben desarrollarse en el marco de una política pública de memoria. Como puede verse,
algunos de estos escenarios, se ganan, no sin conflicto (Jelin, 2002; Villa, 2009) y sin un
posicionamiento importante de parte de las organizaciones, para lograr el reconocimiento de
parte de las autoridades locales. Hay que tener en cuenta que en estos casos estas acciones y
lugares se realizan en un contexto de conflicto armado aún activo, donde no se ha dado un
contexto post-conflicto como en el caso de otros países o investigaciones sobre el tema.

Jelin (2002), por su parte, afirma que también hay fuerzas sociales que pretenden borrar,
minimizar o desactivar estas memorias. Por lo tanto, es un proceso que implica una lucha, una
forma de afirmación, la conquista de un territorio en disputa. De allí que, y siguiendo a esta
autora, hacer memoria requiere acciones de “emprendedores” que no permitan que sea el
olvido y el borrar lo que prime.

Esos procesos de memoria que se expresan en el escenario público, son llenados de sentido y
significado a través de las vivencias de quienes pasaron por allí: testimonios, narraciones,
fotografías, etc. Cuentan con la participación activa de las bases sociales, de las víctimas
sobrevivientes y pretenden ir más allá del memorial, la placa o el museo realizados sin contar
con ellas y que pueden quedarse cortos en su capacidad de expresión. Por eso no caen en la
representación morbosa que reproduciría el horror, sino que se trata de un lenguaje sugerente
que permite varios sentidos, abiertos y disponibles para que haya múltiples interpretaciones y
evitar la petrificación y la momificación (Cfr. Pipper, 2009). Por esta razón este tipo de
264
marcas en lugares y espacios físicos son acompañados además de procesos artísticos y
culturales, representaciones, pinturas, poesía y otras formas de expresión que abren el abanico
de las posibilidades de manifestación de la gente y que enriquecen la enunciación con el fin de
convocar más y mejor a las sociedades locales:

…esa colcha la parte que es de arriba está por el sacerdote que asesinaron en la
parroquia San José, él es el que encabeza la colcha, está mi familia y ahí están muchas
personas, los alcaldes que han asesinado aquí en Tierralta, todos, muchas personas,
muchos amigos, uno a veces no piensa de verlos ahí y luego están... Tenemos un árbol
al que le dimos vida, porque era un árbol seco y lo hemos llenado con hojas donde van
los nombres de las personas, flores cuando son mujeres, también hemos hecho el
croquis de Tierralta donde hemos colocado todos los nombres de las personas que han
asesinado... (Córdoba, E7)

Las Madres de la Candelaria están trabajando en algunas formas de expresión a través del
cuerpo y la danza, como una forma de enunciación que también señala y activa la mirada en un
territorio que ha sido objeto de violencia:

...yo no he tenido la oportunidad como los que están haciendo las danzas, los bailes,
no soy capaz, no tengo las capacidades por el estado de mi pierna aunque me
gustaría... de todas formas hacer memoria sirve porque uno descansa un poco...
(Madres, E1)

Puede afirmarse, con Taylor (2003), retomando lo dicho en el capítulo 4, que esta memoria
performativa o de repertorio, es en efecto una poderosa forma de romper la lógica de
homogenización, puesto que posibilita observar las diferencias entre las partes, resaltando los
relatos de grupos minoritarios o excluidos, tal como sucede en las tres regiones estudiadas. Ya
que se trata de memorias de mujeres, víctimas, que permiten afrontar la exclusión a la que han
sido sometidas. Sus historias han estado “borradas” en relatos más amplios de orden nacional,
grupal. De allí que con Gaborit (2006) y Reátegui (2009) pueda decir que estas formas de
memoria performativa son propicias para expresar aquellas experiencias de horror que es
probable que no puedan ser nombradas en una forma narrativa o archivística. Por ello, también
tienen una dimensión ritual, icónica o artística. Esta dimensión estética de la memoria de la
violencia, conlleva un sentido expresivo de resistencia, dado que no reifica el horror, sino da
sentido al significado atribuido a los hechos o la dignidad de las víctimas, y genera símbolos
colectivos asociados a la esperanza y la lucha por la vida.

7.1.4. “Nos hemos tomado todo el parque”: Plantones y marchas

Una de las formas de acción no-violenta que ha movilizado a las víctimas sobrevivientes, son
los plantones y las marchas. Ambas formas, utilizadas por múltiples movimientos sociales a lo
largo y ancho del mundo, siguen siendo válidas para la expresión y manifestación de
significados que enuncian las motivaciones e intereses de cada movimiento (Kaldor, 2005). En
el caso de las víctimas, el tema de la memoria de los muertos y desaparecidos que ha dejado el
conflicto armado sigue poniendo en evidencia una verdad ante una sociedad que no termina de
verlo. En el Oriente Antioqueño y en Córdoba, este tipo de movilización se articula con los
demás procesos:

…hemos salido al parque, nos hemos tomado todo el parque, y hemos puesto ladrillos
con los nombres de las víctimas, hemos salido con la velita prendida y con el mapa de
la memoria y el árbol de la memoria que es muy lindo que lo pintaron los muchachos
del colegio romeral con 400 víctimas ahí escritas, en ese árbol de la memoria... nos
hemos parado en la alcaldía y hemos puesto el mapa de la memoria, la colcha retazos,

265
todo eso lo hemos puesto ahí en toda la entrada de la alcaldía, esos son los actos de
memoria que hemos hecho... (Oriente, E16)

Para Madres de la Candelaria, es quizás su principal forma de manifestación y sus sentidos


están ligados de forma nítida y clara con el objetivo de evidenciar la realidad de los
desaparecidos, pero también como uno de los mecanismos de búsqueda y como escenario de
visibilización de una realidad que la sociedad colombiana sigue sin reconocer. Este tipo de
acción pretende emular la movilización de las Madres de Plaza de Mayo los días jueves, que en
primer lugar permitieron denunciar la desaparición forzada, pero que luego se convirtió en el
escenario privilegiado para la lucha por la memoria, la verdad y la justicia (Sarlo, 2009). En el
caso de las Madres de la Candelaria, este acto los días viernes a las 12:00 en el corazón de la
ciudad de Medellín, ha posibilitado la visibilización de las víctimas en la ciudad y ha sido uno
de los referentes fundamentales para hacer visible la realidad del conflicto armado en
Antioquia y en el país:

…bueno, ese plantón cada ocho días es que salimos todas con carteleras, cada una con
las fotos de sus hijos desaparecidos, o las que tienen sus hijos secuestrados, o las que
ya están muertos y que ya los han encontrado, siempre seguimos con ellos ahí y
gritamos todas: "los queremos vivos, libres, y en paz". Y que "si vivos se los llevaron,
vivos los queremos"; y otras consignas... (Madres, E3)

En los tres espacios (Córdoba, Oriente Antioqueño y Madres de la Candelaria) las marchas con
sus consignas y sus formas de expresión, que implican el tomarse la calle, son un medio para
poder evidenciar, en ese símbolo del movimiento que es una vía pública, todas las demandas,
enunciaciones y búsquedas que tienen las víctimas sobrevivientes. Ahora bien, algunas de
estas acciones no han estado exentas de dificultades, marcadas, o bien, porque se intenta
“atentar” contra el símbolo establecido,

Yo he estado en los desfiles aquí en Mesopotamia, se hizo un desfile del ladrillo, donde
la gente contó públicamente parte de sus historias. Un desfile que hicimos desde la
frontera, cada uno escribía en el ladrillo una cosa de la historia de ellos, y se iba
dejando cada ladrillo por todo el camino hasta llegar a Mesopotamia. Al final los
ladrillos los dañaron todos, ya no hay sino un ladrillo... (Oriente, E17)

O bien, porque la gente tiene miedo de participar y hacerse visible, tal como ha sucedido en
Córdoba, en algunas de las movilizaciones que se han desarrollado 131. Esta conciencia ha
permitido que, aún en este contexto, que sigue atravesado por la violencia y donde la amenaza
es permanente y la vulnerabilidad es muy alta, la gente empiece a nombrar, a hablar, a enunciar
públicamente, lo cual es y será un acto de resistencia:

...también hemos salido del cementerio, el 1 noviembre (2008 – 2010) salimos del
cementerio con un acto simbólico también y había mucha gente; los primeros lunes del
mes hacemos las misas y ese día, si no llueve, salimos por el parque principal con las
pancartas, con todo lo simbólico que tenemos, la colcha... (Córdoba, E7)

131
A enero de 2012, cuando reviso este capítulo, y luego de una visita al territorio de Córdoba, estos procesos de
memoria pública se han tenido que suspender, puesto que el contexto de elecciones locales, de luchas por el poder local
(en 2011), de reorganización de los grupos paramilitares y la operación “Troya” de la fuerza pública, para combatir esta
nueva generación paramilitar, ha implicado que se den algunas amenazas veladas al proceso; lo cual ha hecho que se
incrementen los niveles de miedo y que desde el mes de julio de 2011 no se realice ninguna acción pública de memoria.
La gente afirma que en 2012, si hay mejores condiciones, retomará las acciones de memoria. Por lo pronto intentan
mantenerse en reuniones periódicas mensuales en espacios cerrados, pero también, en Tierralta, con dificultades para
conformar una organización, puesto que el miedo es muy grande y se teme que al organizarse puedan ser golpeados,
especialmente los líderes. Por su parte en Montería, las mujeres víctimas se han organizado no en torno a las
reivindicaciones de derecho, sino a proyectos productivos que, por lo menos, puedan generar ingresos a la familia, para
tener una calidad de vida más digna.
266
Estas formas de memoria, tienen características propias: tienden a ser locales, con poco alcance
nacional; se circunscriben a casos y circunstancias en un tiempo localizado, pero en definitiva
portan una resistencia a poderes establecidos y a lógicas de dominación local. No obstante lo
que se constata es que van formando un proceso expansivo, según van madurando, puesto que
entran en red con otros procesos, configurando lentamente un movimiento social y una
resistencia más amplia; que al final puede conducir a una memoria más explicativa, más de
tipo documento o archivística (Cfr. Reátegui, 2009).

7.1.5. “Vamos escribir nuestra historia”: De la memoria performativa a la memoria


documento

La memoria de carácter cultural y simbólica viene desembocando, en el Oriente Antioqueño,


lentamente en formas de documentación que, si bien aún no toman decididamente un matiz de
denuncia132, permiteno nombrar los hechos, los responsables de todos los bandos; en una
lógica amplia que incluye a todas las víctimas. En este sentido el Salón del “Nunca Más” en
Granada, los monumentos en El Peñol, San Rafael, La Esperanza; el mural en Cocorná, los
espacios de recordación en Sonsón y Nariño; las multimedias en La Unión y Argelia, las bases
de datos en Sonsón y Granada; y los libros de la memoria en San Rafael, El Peñol, Granada,
Nariño, La Unión, Argelia, Sonsón y San Francisco dan un paso y permiten un acercamiento a
una memoria más documental que rompa, la imagen mítica de la violencia (Pécaut, 2003) y se
avance hacia una comprensión estructural, política, social y económica del conflicto armado
por parte de la población en la región:

…mire cuando empezamos todo el proceso de memoria en La Unión y empezamos


diciéndole a la gente sobre los talleres y lo importante que era la memoria, o sea, toda
esa concientización frente al tema de memoria. Y después de todos estos talleres le
dijimos a la gente vamos escribir nuestra historia en una hoja que va a ser parte de un
libro y muchos no lo hicieron. Entonces después llegaron solo unas poquitas y en un
encuentro de esos, en una asamblea esas personas, algunas, se permitieron contar esa
historia públicamente con el resto de la organización de víctimas, y eso fue como el
detonante para que las demás personas participaran y también lo hicieran y
empezaran; y así empezó a desgranarse y logramos sistematizar como 134 historias en
su momento... (Oriente, E20)

Puedo suscribir con Martin Beristain (2008, p. 337) la siguiente afirmación: “la
conmemoración de lo ocurrido permite darle un sentido y reconocimiento público, y es parte
del camino para asumir el pasado y reconstruir las relaciones sociales. Pero muchos de esos
procesos pueden ser muy diferentes según los lugares e historias locales del conflicto… Para
muchas personas ese recuerdo supone también una forma de conciencia social y un estímulo
para su vida. Esas formas de recuerdo colectivo no sólo son procesos privados o de pequeños
grupos. En la medida en que conquisten espacio público, pueden ayudar a una sociedad a
desprenderse de las formas de respuesta atadas a la espiral de la violencia.” Es decir, pasar de
lo privado a lo público, y de lo público como enunciación performativa, marcada por lo
representacional, el arte, lo lúdico y lo simbólico, a textos que pueden convertirse en bases
testimoniales para posibles construcciones de una historiografía comprehensiva, comisiones de
la verdad o procesos judiciales. Todo esto en un proceso de varios años que implicó romper
con los miedos y desarrollar más y mejores mecanismos de afrontamiento, tal como se verá
más adelante:

132
No toman un matiz de denuncia en lo local. Sin embargo, es significativa la participación de APROVIACI en el
colectivo de derechos humanos de la región, donde participan las ONG y otras instituciones, donde se han producido los
informes de derechos humanos de los últimos años, que, como tales, tienen una vocación de denuncia y documentación
de los hechos.
267
...se han hecho memoria histórica donde la gente cuenta sus historias... cuentan
totalmente lo que le ha pasado, se vienen recogiendo esos testimonios por escrito,
realmente es que estamos mirando y se siente una necesidad de: qué rico sería que
esos testimonios se puedan sistematizar y volverlo un libro que se pueda publicar,
porque en este momento están así, en un archivo con su letra, tenemos más o menos
más de 100 o 150... (Oriente, E24)
7.2. Recuerdo y dignificación de las víctimas:

¿Por qué y para qué se construyen relatos de memoria, narrativas colectivas y representaciones
sociales del pasado por parte de las víctimas sobrevivientes de las tres regiones estudiadas?
¿Por qué estas memorias se hacen sociales, colectivas? ¿Por qué pasan del ámbito privado, al
ámbito público? En este numeral se parte, en primer lugar, de la necesidad interna de recordar
al ser querido y darle un lugar en la propia historia, la de evitar el olvido (no en un sentido
político) en el sentido personal, porque olvidar puede implicar dejar de lado al ser querido, no
rendirle tributo, dejarlo “morir” en el anonimato y el ostracismo. Pero también para ir
avanzando hacia la necesidad más relacional, colectiva y social de recuperar la dignidad de las
víctimas y los y las sobrevivientes. Dichas acciones pueden considerarse de resistencia porque
van en contravía de las formas en que los actores de poder, los actores armados y la misma
sociedad nominó o silenció a quienes cayeron o están desaparecidos.

7.2.1. “Cuando tú recuerdas tu ser querido, lo tienes presente”: Recordar para no olvidar

En primer lugar, recordar está asociado con revivir el pasado, con hacer un esfuerzo de
rememoración y evocación para traer a la memoria los hechos de violencia que se han
padecido; este es un proceso de memoria reflexiva, que implica el sentido de lo vivido y del
poder que el recuerdo tiene para hacer visible lo que se ha querido invisibilizar; pero al mismo
tiempo, con la conciencia de estar en una acción necesaria para sí mismas: “No tenemos nada
mejor que la memoria para significar que algo tuvo lugar, sucedió, ocurrió, antes de que
declaremos que nos acordamos de ello” (Ricoeur, 2003).

Esto implica, necesariamente, no olvidar a los seres queridos, mantener viva su imagen, como
una forma de honrar a estas personas por la vía del recuerdo, porque se quiere dar sentido a la
experiencia límite que se ha vivido, lo que de una u otra manera permite dar un lugar a los
seres queridos muertos y desaparecidos en el imaginario social de la localidad o la región. De
tal manera que es la primera enunciación que le da lugar a los hechos, pero antes que los
hechos a las personas. Esas personas existieron, tuvieron una vida, son los seres queridos, y de
una u otra forma dejaron una huella, un vacío, una historia:

…para recordar a nuestras víctimas… y que hacemos evidente a nuestras familias, a


nuestros seres queridos, a nuestros seres que nos arrebataron de nuestro lado…
(Córdoba, E7). En esas acciones de memoria uno recuerda mucho, recuerdo al ser
querido, porque él no se puede dejar en el olvido y hay que tenerlo en su memoria...
(Madres, E3)

Pero también estas acciones han permitido, incluso, reconocerse como víctimas sobrevivientes
de la violencia política, puesto que por la tendencia que existe desde un marco religioso y
cultural de aceptar estos hechos como un destino de Dios o de la vida, no hay una conciencia
de ese lugar (que implica una concepción de derecho y una necesidad de justicia) de ser
víctima. Esto, ha implicado, por tanto, un ejercicio de visibilización y reconocimiento, que ha
sido lento y que ha implicado una conciencia que es la que ha estado a la base de los procesos
de organización y movilización. Por lo tanto, si no se hace el ejercicio del recuerdo, puede
implicar para la gente de las organizaciones y procesos colectivos de las tres regiones
estudiadas que se puede estar dejando de lado la propia experiencia y la propia vivencia:

268
“También nos sirve para visualizarnos y reconocernos como víctimas” (Oriente, GF5,
2009). Recordar es muy importante para nosotros, porque si olvidamos lo que pasó,
entonces es como tirar atrás todo lo que nosotros vivimos... (Oriente, GF4, 2009).

Por eso si se olvida, casi se borra la propia existencia, se deambularía como fantasmas,
muertos en vida, sin pasado y sin futuro, sin historia y sin destino, la memoria es una forma
para reconstruir la narración de la propia vida y experiencia logrando reconfigurar una
identidad (cfr. Cyrulnik, 2006):

…para mí la memoria es mi vida, porque si yo no tengo memoria, no tendría vida, lo


que me pasó me ha servido también para fortalecerme muchas cosas, pero nunca para
olvidar. Entonces yo digo que el día que yo olvide lo que a mí me pasó, ese día se
muere mi vida; por eso digo que ese recuerdo nos ayuda a estar vivas, que me ayuda a
vivir, si yo hago de cuenta como si no hubiera pasado nada, es como si yo me olvidara
que yo existo... (Oriente, E6)

Es decir, es una forma de no “morirse en vida”, una forma de respuesta al aislamiento y la


postración en la que quedaron los y las sobrevivientes, tal como se describió en el capítulo
anterior; es una manera de tomar conciencia que se sigue estando vivo, viva; que la muerte no
pudo destruirles, y que mientras recuerden, el ser querido también podrá seguir viviendo en su
memoria cuando ese ser querido está desaparecido:

…y que hay una familia que no lo ha olvidado, que lo está recordando, y que vive
siempre, porque permanece vivo en la memoria de nuestra familia, que no las
ignoramos, que no se ignoró, y que no la echamos al olvido. (Madres, E2)

Estos relatos conectan con el tema del olvido. Porque cuando se olvida, es como si ese ser
querido desapareciera de la faz de la tierra, tanto su existencia, como sus valores y sus luchas,
sus propósitos y sus proyectos, con lo que al final los grupos armados lograrían su objetivo. Es
un acto de resistencia al enunciado del actor armado, que quiere borrar con su crimen la
existencia, la historia y el ser de la persona. Por lo tanto, desde esta emoción básica y desde
este deseo, aparentemente tan natural de recordar a los seres queridos, de honrarlos, se está
ejerciendo una acción política. Podría hablarse de una política que emerge desde lo íntimo,
reivindicando el afecto y el vínculo. Y de allí surge la apuesta pública por la dignificación:

…porque un ser querido, la muerte no nos lo puede quitar, las balas no nos lo pueden
arrebatar, nosotros tenemos que seguir conviviendo con nuestros seres queridos, así
estén lejos, aún así no los encontremos... nosotros queremos y tenemos que tenerlos
presentes a cada momento... no sé quién es el que decía eso, pero nosotros lo
cantamos, "los queremos vivos, libres y en paz, uno se muere cuando lo olvidan",
entonces nosotros queremos mantenerlos vivos con nuestro recuerdo, es una forma de
gritar que siguen estando vivos... (Madres, E4)

En muchos casos, aunque se quisiera, no se puede olvidar, puesto que los hechos dejan una
huella indeleble, tienen una fuerza y una marca emocional tan fuerte que no pueden ser
olvidados. De acuerdo con Pennebaker (1998) 133 hay mayor probabilidad de recordar los
hechos cuando implican un acontecimiento único, que provoque reacciones emocionales
fuertes, que vuelva activamente y que implique un cambio vital, tanto a nivel de conducta,
comportamientos, hábitos cotidianos, como en las creencias y/o valores. Así pues, el paso por
una situación límite implica marcas que no son fáciles de superar, y como se vio en el capítulo

133
También pueden referenciarse los estudios sobre compartir emocional y compartir social: Pennebaker (1993, 1994),
Pennebaker & Basanick (1998); Pennebaker & Crow (2000); Rimé, et al. (1998, 2007, 2009, 2010); Páez, et al. (1993,
2000, 2004, 2007); entre otros.
269
anterior, pueden suscitar múltiples reacciones, síntomas, experiencias que se convierten en una
forma de afirmación del recuerdo, en una forma de representación y enunciación de lo que es
innombrable, pero al mismo tiempo inolvidable 134.

Y si no se pueden olvidar, estos recuerdos no pueden quedarse como manifestación


sintomática en lo emocional, en lo cognitivo o en lo comportamental, deben empezar a
enunciarse, aún cuando se sienta y se tenga la certeza que ese recuerdo siempre va a estar con
la persona. Por lo tanto, la acción pública de memoria no es una tortura que remuerde,
revuelve y atiza los recuerdos, sino el primer acto de resistencia de las personas y de los
colectivos que buscan, además del consuelo, la fortaleza y una manifestación de la vida:

…Yo no creo, como dice alguna gente que eso (las acciones públicas de memoria) sea
estarme torturando, porque es que ese recuerdo nunca se olvida. Vea yo cuando me
iba a retornar, la gente me decía: "y para qué se va a ir para donde tiene tan malos
recuerdos", y les dije: "pero es que yo donde vaya, y le digo al que me pregunte, tengo
mis recuerdos, entonces me da lo mismo irme para allá"... porque es que esta es mi
casa y yo no tengo donde más, donde vivir mejor que en el rancho, los recuerdos,
donde vaya no los voy a olvidar... (Oriente, E17)

Como lo afirma Jelin (2003): “El recuerdo y el olvido no son procesos lineales en el tiempo, no
es verdad que a medida que pasa el tiempo uno se olvida… Sino que son procesos dinámicos,
cuya presencia responde a una compleja trama social, cultural y política”. Así pues, más que
una lucha contra el olvido, es una forma de enunciar y darle lugar al recuerdo para que pase de
ese lugar íntimo, privado a un lugar público de visibilización personal, familiar y social. Que
se pase del subterfugio del intento fallido de negar y olvidar, a una afirmación de los hechos,
que implica una afirmación resistente de la vida y de la propia historia.

7.2.2. “La muerte del hijo mío no va a estar como la muerte de un perro”

La necesidad de honrar y dignificar al ser querido es un motivo y un propósito de las acciones


públicas de memoria, tanto en el Oriente Antioqueño, como para las Madres de la Candelaria y
los colectivos del sur de Córdoba. Cuando la vida de la gente ha sido tratada como un objeto
de desprecio, la reivindicación de su dignidad se convierte en un elemento clave del sentido de
estas acciones:

E: ¿qué buscan ustedes con esas acciones?


O: …dignificar... si dignificar... ¿cómo? Yo pienso que cuando uno es capaz de poner
el nombre de una víctima en un telón ese es un paso... (Córdoba, E4)

Esta dignificación pasa incluso por nombrar lo que sucedió, por no tenerlo oculto, por
reconocer los hechos, incluso en contextos donde esto puede resultar, además de vergonzoso,
altamente peligroso. Pero además de esta enunciación, también se hace muy importante para
los y las sobrevivientes que la imagen, la presencia de sus seres queridos sea reconocida,
nombrada, identificada y ubicada en algún lugar, de tal manera que de forma implícita y
explícita se hace un homenaje a la vida y a la historia de las víctimas. Se les abre un espacio
en el seno de la comunidad. Más allá del cementerio, la gente encuentra un espacio para

134
Esta ambivalencia es recogida de forma muy bella por Vasili Grossman (1964/2008) en uno de los personajes de su
novela “Todo Fluye”, refiriéndose a la persecución, matanza y desplazamiento de millones de personas (los llamados
Kulaks, pequeños propietarios de la tierra) en la Unión Soviética de los años 30: “no tienes ganas de recordarlo, es tan
duro, pero al mismo tiempo no consigues olvidar. Es algo vivo que ahora se despierta, ahora se duerme. Es como un
trozo de proyectil alojado en el corazón. No puedes desembarazarte de él. Cómo olvidar... Yo era ya una mujer adulta”
(P. 165).

270
reintroducir al ser querido dentro del espacio colectivo del cual el acto violento quiso
expulsarlo:

…es un lugar para el recuerdo, me apoyaron para que trajera mis hijos aquí y yo me
siento bien que me tuvieron en cuenta... para todos ha significado como un lugar
sagrado, porque ya los que están ahí, no existen y uno los ve ahí como en un
recordatorio... Uno viene acá y los ve, también los tengo en la casa, pero me gusta más
venir aquí a verlos. Yo me siento orgullosa de tener mis hijos ahí en las foticos, nadie
los está tocando, nadie se los está llevando... la gente viene mira, muchas lloramos y
cuando nos preguntan, nosotros decimos que ahí están nuestros hijos, yo ya he dejado
mucho de llorar cuando vengo aquí, por eso cuando vengo aquí estoy normal, miro mis
hijos, firmo, porque hay que firmar y me voy, me hace sentir orgullosa, porque me
tienen a mis hijos ahí donde los ve todo el mundo y están bien tenidos ahí... (Oriente,
E14)

Así pues estos lugares de memoria, estas acciones públicas han implicado para la gente que
hay un escenario donde esas personas vuelven a ser personas; más allá de la crónica judicial o
del caso de violación a los derechos humanos, de la estadística; de unos hechos que pueden
aparecer referenciados en un informe periodístico o policial, o en un informe de derechos
humanos, o en una denuncia a la personería o a la fiscalía. Es cierto, nunca dejaron de serlo,
nunca perdieron su dignidad como seres humanos, pero la acción violenta ha querido enviar
ese mensaje, ha querido despersonalizar, deshumanizar (Samayoa, 1990), frente a esto la
acción de memoria se levanta como una posibilidad de nominar y dar un lugar.

De acuerdo con Martín Beristain (2008): “El respeto a la memoria de los muertos y a la
dignidad de los supervivientes debe formar parte de las distintas actividades que impliquen
enfrentar el dolor, las expectativas de encontrar los restos y conocer el destino de sus
familiares…” (p. 339). Las acciones de memoria que se recogen en esta investigación
cumplen con esa función de afrontamiento individual, político y social:

Desde la organización ASOVIDA pensamos, por ejemplo, que el “Salón del Nunca
Más” es como un testimonio en un espacio digno, un testimonio duro y burdo porque
se muestran de una vez las caras de las víctimas; que la justicia la podemos alcanzar
en la medida en que logremos redignificar la vida y redignificar a los que la perdieron,
porque el discurso de guerra los elimina a todos ellos y les da un síntoma de
inhumanidad, los convierten en un dato estadístico que pasa sin novedad... y son... un
90% desplazados, pero dentro de ese 90%, ¿cuántas vidas pasaron hambre, dolor,
miedo, frustración, inseguridad? Que fueron 130 desaparecidos, fueron 130 tragedias
que evidenciaron madres, hermanos y él mismo en su momento de desaparición...
(Oriente, E12)

Se trata de la justicia anamnética (Reyes Mate, 2006, 2008) que pasa más por lo ético, que por
lo jurídico. La dignificación de las víctimas cumple un papel ético en una sociedad donde la
vida del otro no vale nada, es un enunciado que recupera el valor de la vida del otro y denuncia
implícitamente la injusticia cometida. Ahora bien, ¿en qué consiste, para las víctimas
sobrevivientes redignificar a sus seres queridos? Una expresión que resume esta lucha y esta
búsqueda es: “limpiar el nombre”. Esta es una forma de afrontar la lógica de la violencia,
afirmando la dignidad de la vida por encima de todo, lo cual, tiene ese sentido ético en el que
se dice a los actores armados que no tienen la razón y que ninguna justificación vale para
quitar la vida al otro.

“Limpiar el nombre” es una forma de resistencia frente al señalamiento y la culpabilización de


la víctima, frente a la indolencia de la sociedad, que afirma: “si pasó, por algo será”, frente a la
legitimación de la eliminación de “los malos”, que lleva a la indiferencia y a considerar que
271
quien muere, es desaparecido o es desplazado “estaba implicado en algo”, lo cual para muchas
personas es más doloroso, en términos de humillación (cfr. 6.9 y 6.10), que el mismo hecho
violento:

La memoria es una manera de dignificar o de limpiar el nombre de nuestros seres


queridos; porque si algo hemos dicho las víctimas es por ejemplo, que nos duele más el
hecho que la misma comunidad diga: “por algo lo mataron”, “rezando no estaba...” o
palabras de esas. Entonces, el hecho de poder limpiar el nombre de los seres queridos,
a través de diversos procesos de memoria es muy importante. (Oriente, E20). Eso es
duro para una madre, ¿Usted no cree que a mí me duele que me digan que mis hijos
eran delincuentes? Que mis hijos eran lo peor, la porquería más horrible... pero no se
merecen esa palabra, delincuentes... porque delincuentes son ellos, los que tienen allá
de corbata y de cachaco... (Madres, E9)

Por tanto, en estas acciones hay ya una confrontación y una forma de afrontamiento frente al
discurso de los actores armados, quienes legitiman la acción violenta culpabilizando a la
víctima y, normalmente, con ello justifican su acción (Martin Beristain y Rieira, 1994); lo cual
trae consigo una distorsión en los relatos sobre esa persona, se introduce una estrategia para
distorsionar la memoria colectiva e instalan su “versión oficial” sobre su acción violenta: “lo
hemos asesinado por sapo135, porque era colaborador, porque era un ladrón, etc.”. Esta versión
se instala también en los relatos de la sociedad, en las narrativas colectivas (Baumeister y
Hastings, 1998), que a su vez justifican: “por algo habrá sido, no le pasó por estar rezando, en
qué andaba metido”. Con ello, el buen nombre, la dignidad de la víctima se ve, a ojos de
todos, disminuida, puesta en tela de juicio. Y al final se termina legitimando un discurso ético
y político que justifica la eliminación del otro, como un medio para acceder a fines políticos,
económicos, estratégicos, etc. La idea de la acción pública de memoria es que sea quien sea la
persona que cae, sea cual sea la causa, se hace memoria de su vida para mostrar la ilegitimidad
de la acción violatoria de sus derechos:

…y que los violentos por mucho que nos ataquen, que nos maten, siempre que a
nuestras raíces, nuestra familia y queremos recuperar la dignidad de nuestras
víctimas, o sea, decir aquí estamos y ellos eran dignos para nosotros, aunque para
ellos fueran un perro o fuera cualquier cosa, pero para nosotros son muy importantes
y son nuestra familia... (Córdoba, E7)

Mucho más cuando muchas víctimas, en sus procesos de afrontamiento y resistencia,


comienzan a comprender los hilos a través de los cuales se han tejido los intereses, las
estrategias y las fuerzas que han llevado a que sus hijos, padres, esposos o seres queridos
caigan en medio de esta guerra (cfr. Capítulo 2; 10.3). Todo esto resulta, por tanto,
dignificante no sólo para las víctimas que han caído, sino también para quienes están
desarrollando este proceso, que pueden levantar la cabeza, dejar de esconderse y hablar:

…sino que lo recuerdo y sé que se dignifica mucho, que primero decían que era: "que
mire que por algo lo mataron" y uno ve que no, que simplemente es por esto... viene de
lo alto, viene desde el presidente, que es el que conformó la guerra porque mire que
Uribe fue el que conformó las "convivir" 136, entonces, este contexto, viene del Estado
la guerra, de los poderes, entonces… (Oriente, E15).

135
En el lenguaje coloquial en Colombia “sapo” es el que cuenta algo, denuncia una situación irregular, informa sobre un
hecho o acción que no es correcta.
136
CONVIVIR son cooperativas de seguridad privada, apoyadas política, económica y mediáticamente por el entonces
gobernador de Antioquia (1995 – 1997), y después presidente de la república, Alvaro Uribe Vélez, al que se le atribuye,
además la creación de varias de estas cooperativas. Todas ellas estuvieron de la mano de los grupos paramilitares y en
realidad fueron formas de intentar “camuflar” el paramilitarismo que ya campeaba por el país.
272
En estos casos el recuerdo es también denuncia, dignificación y subversor de una realidad
impuesta.

7.3. El dolor compartido y público:

Los y las participantes refieren que la participación, construcción y manifestación de acciones


de memoria son una herramienta útil para la elaboración de sus duelos y una sanación de su
dolor. La experiencia que se ha hecho en el Oriente Antioqueño, pero también en los
colectivos en el sur de Córdoba, ha permitido un proceso de retroalimentación positiva en la
gente: el compartir las memorias y el hacerlas públicas trajo consigo transformaciones
personales, en el nivel emocional, que la gente no esperaba inicialmente, y esto a su vez
motivó para que se siguieran haciendo y se convocará a más gente a participar. De tal manera
que el proceso pasó de ser un escenario grupal, a un escenario público, y a su vez, esto trajo
consigo nuevos efectos, nuevas motivaciones, nuevos propósitos e intereses.

Cuando se comparte el dolor con otros y otras, parece que éste toma otros matices y puede
mirarse con otras perspectivas, y al final, o bien se sobrelleva, o bien se transforma:

...porque con esos plantones nosotros estamos representando las víctimas, y ahí nos
vamos uniendo muchas más víctimas, muchas más mujeres, y nos sirve para estar
mejor nosotras, para estar mucho mejor, porque eso es una terapia que nosotras
tenemos ahí y gracias a esos plantones las mujeres han tenido cambios... (Madres, E2)

En este sentido, el dolor compartido, parece hacerse más llevadero. La solidaridad del otro se
convierte en apoyo, pero el apoyo que cada uno da, a su vez se transforma en fuerza para sí
mismo, como lo afirma Cyrulnik (2006): “hoy sabemos que los que han padecido un trauma...
obtienen un beneficio indudable al realizar una labor que les permite restablecer los vínculos,
al proceder a una reconstrucción de sentido a posteriori” (P. 24). Este testimonio da cuenta de
este proceso:

…cuando vamos a Tierralta, cuando uno va y comparte y escucha todo eso y uno
abraza a aquellas personas, uno les trasmite, yo no sé pero yo siento que transmito
tanto... porque yo le transmito, como le diría yo, esas palabras de aliento, de que hay
que seguir, pero no olvidar lo que nos ha pasado... ¡jamás! (Córdoba, E2)

Este dar sentido a la experiencia ha pasado por estos escenarios del compartir, pero han
tomado más sentido en la medida en que el dolor ha pasado al escenario público. Ahora bien,
este proceso de hacer público el dolor, no pasa necesariamente por la palabra, pueden
implicarse múltiples acciones performativas que son formas de enunciación que se insertan
también en la emoción de quien observa y/o escucha. Dar a conocer el dolor, no guardarlo
sólo para sí, es una acción de resistencia, una función resistente de la memoria, porque en
definitiva es una acción que le devuelve el poder a la víctima sobre su palabra o sobre sus
formas de expresión, puesto que la condena al silencio (obligado o autoimpuesto) fue una
forma de coerción y represión, otra forma de menguar su dignidad. Por eso, el sólo hecho de
participar en estos espacios implica, además, un acto de resistencia:

Ver por ejemplo en La Unión, como ha habido gente que nunca se había atrevido a
hablar de lo que a ellos les había pasado; era ver algo muy bueno. (Oriente, E20)

Así pues, puede afirmarse que si el dolor ha venido de afuera, de la acción violenta como una
forma de expresar un mensaje social y político; la expresión pública de la memoria, lleva el
dolor al escenario de donde procede, es decir, la sociedad (Käes, 1991). Se ha construido,
pues, una conciencia cada vez más clara en la necesidad de procesar el dolor, pasando de un
espacio privado a un espacio público (Cfr. Villa et al, 2007). Las acciones públicas de
273
memoria, permiten salir del encierro, superar la privatización del dolor y la victimización,
generar estrategias de afrontamiento para resistir y continuar viviendo con dignidad, con lo
cual en el plano subjetivo hay una franca recuperación emocional, pero al mismo tiempo hay
una con/dolencia comunitaria que permite la recuperación de la dignidad perdida en los y las
sobrevivientes (Cfr. Martín Beristain, 2008).

Sin embargo, no siempre se cumple con esta función. Los y las participantes de Madres de la
Candelaria, madres de desaparecidos, experimentan la paradoja anteriormente referenciada. Si
bien hacer memoria y llevar el dolor a lo público puede ayudarles en algunos sentidos, el hecho
de no lograr el propósito de recuperar a los hijos, puede, en el largo plazo, reeditar la
victimización y hacer del espacio público un lugar para revivir la tristeza o para sentirse
marcadas con el sello de la victimización:

E: ¿y a ti personalmente qué te sirve cuando vas a un plantón o a una marcha?


Y: me sirve mucho, me sirve mucho yo hacerle saber a las personas del dolor que
tenemos, que nosotras sentimos, y que yo especialmente siento... Pero, me da mucha
tristeza llevar la foto de mi hijo y saber que mi hijo lo estoy sacando por ahí con una
foto y yo quisiera que mi hijo estuviera a mi lado... (Madres, E11)

Así pues, en el marco de esta investigación, en este escenario de la desaparición forzada se


puede confirmar la tesis de Paez et. al. 137 (1994, 1998, 2000), sobre no encontrar en la
movilización y la acción pública o ritual de memoria una elaboración de las emociones
negativas, aún cuando pueda haber alivios temporales y catarsis; esto puede explicarse por el
hecho de ser una forma particular de victimización donde cada día de la vida se reedita el
hecho, puesto que el desaparecido está ausente, pero su ausencia es una forma de presencia,
donde el duelo se hace imposible. La movilización no protege contra estas emociones
negativas, y en algunos casos la remoción de los recuerdos trae consigo el reavivamiento de las
emociones y del dolor que no termina de elaborarse. En este caso, la pregunta sería diferente:
¿siendo así, y sintiendo que la movilización no es protectora de estas emociones negativas, por
qué las Madres de la Candelaria, continúan cada 8 días, los viernes, plantándose en frente de la
Iglesia de la Candelaria en el corazón de Medellín, para visibilizar y recordar a sus hijos
desaparecidos? Más adelante en el desarrollo de este capítulo se abordará esta cuestión.

De otro lado, es necesario reconocer una ambivalencia fundamental: la gente sabe de la


importancia de recordar, pero no es fácil dar este paso, porque se remueve el dolor, se ha
vivido el horror y el miedo; y se hace necesario tener fuerza para afrontar el silencio impuesto
desde afuera por los actores armados para no nombrar lo sucedido, o el silencio provocado por
el miedo; pero también el silencio como mecanismo de evitación del dolor o autoprotección en
el que muchas víctimas se han refugiado durante años. Cuando alguien aísla una experiencia
traumática de la memoria consciente planta una mina en las profundidades de su psique... Pero
también cuando se aferra al dolor, corre el riesgo de quedar atrapada en él. Como afirma
Minow (2008): “O demasiado horrible para recordar o demasiado horrible para olvidar;
ninguno de los dos caminos le ofrece cura a quienes han sufrido” (p. 154). Así pues, la
memoria se convierte en factor de resistencia y afrontamiento de la situación límite que incluye
la identificación con otros y la construcción de un espacio social donde el recuerdo de la
víctima se hace en un contexto que permite disminuir la efervescencia emocional negativa o
actitudes menos defensivas frente al dolor y una mayor flexibilidad personal:

...Pero nos unimos en el dolor, uno recuerda porque uno queda marcado, porque le
mataron a un ser querido, que pueden pasar 5 o 6 años y uno no es capaz de ver como
la foto de ese ser querido; y ya uno estando en estos programas ya uno ve la foto y lo
recuerda, pero le da como emoción, una sensación interior y psicológica; ya no va a

137
Una discusión profunda sobre esta tesis, se encuentra en el capítulo 8 (cfr. 8.1)
274
ser como tan duro porque está buscando como una recuperación. Todo esto le va
sirviendo a uno y se va uno como sanando, no va uno a olvidar porque eso no es tan
fácil... (Oriente, GF3, 2009).

Para las organizaciones en el Oriente Antioqueño y para las del sur de Córdoba, la acción de
memoria tiene claramente una intencionalidad dirigida a afrontar el dolor, el trauma y la
situación límite, puesto que han logrado construir un discurso que asocia el nombrar el dolor
públicamente con procesos de transformación emocional y sanación personal, tal como se
evidenciará en los dos próximos capítulos.
7.4. Afirmación y resistencia, el valor y el coraje de la gente

La acción de memoria, además de la intencionalidad de afrontar el dolor y las consecuencias


emocionales que deja la situación límite, está enraizada en una intencionalidad y en un anhelo
que tocan aspectos donde lo personal se enlaza con lo colectivo. Uno de estos aspectos estriba
en la resistencia a los discursos de poder y de los actores armados que legitiman la violencia.
Así pues, desde una perspectiva no-violenta los colectivos de víctimas en el Oriente
Antioqueño y en Córdoba han descubierto que esta es una forma de afirmación de sus procesos
en medio de la violencia, es una forma de evidenciar que el conflicto no ha terminado, es un
medio de denuncia de hechos que desde el poder y desde el Estado se tienden a desconocer.
Por su parte para las Madres de la Candelaria esta resistencia se centra en afrontar los hechos a
través de la búsqueda infatigable de los hijos. Esto implica una resistencia, tanto a las lógicas
de la guerra y de los actores armados (7.4.1), como a los discursos de la historia oficial que
pretenden o bien negar la existencia del conflicto armado o la realidad de las víctimas (7.4.2)

7.4.1. “Es cómo mantener viva esa fuerza para poder seguir esta lucha”

Una de las manifestaciones más fuertes de esta afirmación, de este empoderamiento que
moviliza estas formas de resistencia no-violenta, es el valor y el coraje que los y las
participantes manifestaron en esta investigación. Esta afirmación es parte del sentido de hacer
memoria que devela la injusticia padecida. Además, está asociada a la fuerza misma de la
gente, que no se queda en el lugar de la víctima, que no se deja destruir, sino que entiende que
su lucha es por otros medios:

...yo pienso que sí... porque es una forma de decir aquí estamos, a pesar de que nos
han intentado destruir aquí estamos presentes... es como una forma de afirmarnos...
(Córdoba, E2)

Rieira & Beristain (1994) reconocen que una buena parte de la intencionalidad de la represión
en contextos de violencia política y violación de los derechos humanos está dirigida a
paralizar, a romper, a doblegar a la gente y sus procesos colectivos a través del terror y la
generación del miedo, tal como se analizó en el capítulo anterior. Sin embargo, la gente apela
a la memoria para vencer el miedo, y continuar afirmándose. Resistir implica en estos casos,
también posicionarse en un lugar público y enunciar una verdad que se esconde o una realidad
que se niega. Y aún, cuando puede haber intimidación, el proceso mismo ha ido generando
dinámicas que permiten el apoyo mutuo, y a través de éste, la fuerza para continuar resistiendo:

Dice L.: "es que nos quieren callar, ya con lo que nosotros sabemos, no nos pueden
callar". Entonces, eso nos satisface, pero también entre nosotras mismas tenemos que
darnos el apoyo mutuo, porque si en realidad nos quieren callar, si nos apoyamos
mutuamente, a mí me llena de valor, donde yo hubiera ido sola, yo me quedo sólo con
eso, pero sí somos dos, pensamos diferente... (Córdoba, E7)

275
En el sur de Córdoba ha sido más evidente el juego de presiones y los temores, puesto que es
una región donde el conflicto no disminuyó, ni se ha distensionado, ni aún en los momentos en
que en el resto del país parecía haber calma. Sin embargo, el proceso público de memoria ha
generado experiencias personales y colectivas en las que las mujeres y los colectivos de
víctimas pueden sumarse a la expresión de esta mujer:

...somos más valientes que ellos (lo dice con llanto)... porque nosotras sí podemos
trabajar dignamente para sostener a nuestras familias, en cambio ellos son jóvenes
que quieren ir a buscar una plata sin trabajarla... porque cuando se meten a esos
grupos es buscando plata sin trabajarla... y nosotras a pesar de todo lo que nos han
hecho estamos ahí, siempre diciendo aquí estamos, vamos para adelante con nuestra
familia, porque eso es lo que hacemos, no importa lo que tengamos que trabajar, lo
que nos toque, lo que sea, podemos vivir de lo que sea, solamente para buscar la
comida, así sea una o dos veces en el día, pero si lo hacemos, entonces ahí es donde
somos valientes... (Córdoba, E9)

Uno de los móviles que subyace a la acción pública de memoria es el deseo de tener paz en el
país, que cese realmente la guerra, que se comprenda el absurdo del conflicto armado. Por eso,
y en lógica de no-violencia, los y las participantes siguen apelando a llamar a la conciencia de
los actores armados para que dejen de matar y para que puedan contactarse con el horror que
han generado, de tal manera que comprendan que la destrucción no es el camino. Pero de otro
lado, esta interpelación a los actores armados busca también mostrar su injusticia, su abuso, y
la ilegitimidad de sus acciones:

Recordar es que ellos se den cuenta que todo lo que ellos nos hacen lo sentimos; yo
recuerdo cuando en una institución nos dijeron que nosotros por qué hacíamos esas
jornadas de la luz, que si no nos cansábamos y yo les dije que no, que nosotros no nos
cansábamos; primero porque no estamos haciendo mal a nadie y lo que queremos
mostrar es que en este municipio pasó algo, y que si nos quedamos callados es como
volverles a decir a los que nos hicieron el daño que no nos importa lo que nos hicieron
y que lo pueden volver a hacer, entonces con esto estamos diciendo que no estamos de
acuerdo con el mal que nos están haciendo... (Oriente, GF4, 2009).

Al mismo tiempo implica poner en lo público un discurso ético que invita al victimario a la
transformación, al arrepentimiento, donde se ha optado por no recurrir a la venganza, por no
aplicar la misma medida. Esto implica un paso cultural fundamental que rompe la lógica de la
justicia por propia mano (de la que se habló en el capítulo 2) y la lógica de la ley del talión,
esta nueva lógica abre puertas desde abajo, desde las relaciones cotidianas, como forma de
resistencia, a una nueva forma de configurar lo social, lo cual no implica una renuncia a la
justicia.

De otro lado, para las Madres de la Candelaria, el centro de su resistencia estriba en la


búsqueda y esta búsqueda es precisamente una afirmación frente al crimen del que fueron
objeto sus hijos, esposos y toda su familia. Por lo tanto, el afrontamiento es más inmediato,
más espontáneo, se vive en medio de la ambivalencia que se siente al observar que sus
acciones no logran aún el objetivo de traer a sus hijos de vuelta a casa: “vivos, libres y en paz”,
como reza su eslogan... El siguiente testimonio da cuenta de esta ambivalencia y de la
persistencia en esta lucha:

...y yo me aburro cuando vengo aquí, y no pasa nada... porque no quisiera como
recordarme de eso, como que al estar ahí en el plantón se me remueven las cosas,
como que me veo como cobarde, no poder hacer nada... yo llegó ahí y me imagino que
me van a traer una noticia de ellos, pero cuando llego a la casa que llego como si
nada, entonces, yo me aburro... (Madres, E6)
276
7.4.2. “Cuando el testimonio es de alguien que sufre el dolor, no hay discurso victorioso
que tenga validez”

En el proceso del Oriente Antioqueño se observa un cambio significativo en el discurso, entre


el 2007, donde casi se hacía una súplica a los actores armados para que cesaran en su actuar
violento; y en las entrevistas en el 2011, donde algunos y algunas participantes manifestaron
claramente su intención de denunciar y luchar contra la injusticia que implica la violencia
armada en su contra, convirtiéndose en una resistencia frente a los llamados falsos positivos
del Estado, resistencia al discurso “pacificador” de los grupos armados, resistencia a la
ocultación de la violencia:

…que como antes se decía que la violencia traía algo bueno, eso que llamaban la
“pacificación”, pero desde acá nuestra intención es, si se puede decir así, presionar,
porque cuando el testimonio es de alguien que sufre el dolor: no hay discurso
victorioso que tenga validez, porque simplemente podemos decir: “son
despropósitos”; no hay actor que en medio de su triunfalismo pueda decir: “les he
traído paz”, porque a través de este proceso hemos dado un discurso de eso que nos
quieren contar de la guerra, porque la guerra siempre se quiere contar en las batallas,
los territorios ganados, las grandes derrotas sufridas, y la consolidación total de uno
de los actores; y a partir de ahí es que uno escucha los discursos de las distintas
guerras... (Oriente, E12)

Y al ritmo de este proceso, los colectivos en Córdoba comienzan a ver en sus acciones públicas
una forma de poder enunciar lo que pasa en el departamento y llevar contravía al discurso
oficial, especialmente en el gobierno anterior, de negar la existencia del conflicto armado en
Colombia:

… la violencia no termina, la violencia continúa y de pronto cada día más, se van


viendo más desastres, que de pronto las comunicaciones, de pronto los periódicos, no
logren decir en realidad toda la verdad de lo que pasa en nuestro departamento, pero
en nuestro departamento hay mucha violencia… en muchas localidades las personas
se matan o las matan y no tienen derecho a decir nada… nosotros si estamos haciendo
un acto de memoria mostrando el dolor, mostrando nuestros seres queridos...
(Córdoba, E1)

Así pues, es una forma de afrontamiento a la historia oficial, tanto a la pasada, como a lo que
sucede en el presente. En este sentido autores como Martín-Baró (1990), Gaborit (2006),
Pipper (2004, 2009), Silva (2006), Mendoza (2006) y Pastoriza (2009) entre otros, afirman que
la memoria tiene como propósito fundamental hacer resistencia a la historia oficial abriendo un
canal para que las voces de las mayorías oprimidas y las víctimas pueda escucharse en un
contexto donde se vela, se esconde y se tapa la realidad de los hechos.

Estas memorias pueden denominarse sin ninguna duda “memorias resistentes” (Gaborit,
2006a; Lorraine, 2010), puesto que ejercen un poder desde abajo, se oponen a los discursos
monolíticos, y especialmente a la construcción de la historia oficial, que suele portar
significados y sentidos, en donde la historia y la memoria son manipulados y construidos para
defender los intereses de las élites en el poder, para justificar proyectos de represión o muerte,
o para legitimar acciones políticas que favorecen a algunos sectores de la sociedad. Por tanto
las víctimas sobrevivientes no solamente portan una “verdad” frente a las oficiales, sino que
abren espacios para que sus discursos también circulen y puedan ser expresados en el terreno
de lo público, algo que en muchos casos se ve bloqueado, por el poder político, social o militar
de los actores de poder y los actores armados

277
Así pues, las organizaciones de víctimas del Oriente Antioqueño y los colectivos en Córdoba
perciben que es una lucha también contra el silencio, pasado y presente, y frente la hisoria
oficial que trata de representar una realidad ajena a la experiencia de las víctimas y
comunidades afectadas por la violencia.

En últimas es una lucha contra el silencio, es una forma de expresión, de liberar lo que estaba
oculto mucho tiempo, una forma de resistencia que implica hablar, esclarecer, aún cuando haya
dificultades, amenazas y órdenes implícitas o explícitas de no hablar:

“es importantísima recordarla, porque aquellos que se han quedado callados, que
matan a las personas y dicen quedémonos callados, quietecitos, que el cinismo va a
llegar aquí, ellos están cometiendo errores muy grandes, hubo una bomba aquí y
quedémonos quietecitos porque aquí no ha pasado nada” (Oriente, GF3, 2009)

En síntesis, algunos procesos donde está implicada la subjetividad de las víctimas, se


convierten en motivación interna para realizar las acciones públicas de memoria. La
dignificación de los seres queridos, el afrontamiento del dolor y la afirmación personal
resiliente, son al mismo tiempo procesos y motivaciones psicosociales que están en la raíz se la
acción pública de memoria y uno de los sentidos subjetivos más importantes para los y las
participantes, tanto los líderes como los de la base social (Cfr. Gráfica 7.1.)

Gráfica 7.1. Síntesis de los procesos subjetivos implicados en la acción pública de


memoria
Dignificación de los seres queridos
 Limpiar el buen nombre.
 Recordar la historia de vida

Motivaciones de orden Afrontamiento del dolor


subjetivo para la realización  Del dolor privado al dolor público
de la acción pública de  Elaboración colectiva de duelo
memoria

Afirmación personal resiliente


 Valor y coraje personal
 Confrontación al discurso victorioso del
victimario.
 Confrontar la historia oficial.

7.5. Inserción de la historia individual en la historia colectiva

Las historias 138 de las víctimas, narraciones y testimonios contados de forma performativa,
expresiva o narrativa, sientan las bases de un documento. Cualquiera de estas formas de
enunciación, puede tener varias finalidades: conmover, transmitir, difundir, dar a conocer, en
definitiva son historia. Una huella que puede redefinir la historia que se cuenta desde otros
escenarios y que puede ser difundida en múltiples lugares:

138
En el inglés existe una diferenciación que puede aclarar lo que se quiere referir en este punto: las “story”, es decir, los
relatos propios de la gente, las narraciones, cuentos y anécdotas de la gente, como género narrativo, pueden insertarse en
la “history”, es decir, en el metarrelato construido luego de una reflexión teórica, de una investigación científica. Ahora
bien, de acuerdo con Thompson (1978/1988), Passerini (1991), entre otros, estas “story”, estos testimonios orales, son
una herramienta fundamental para construir la “history”, la historia como relato científico.
278
…eso sirvió de mucho para la historia... de pronto la historia de los colegios, de
pronto los mismos campesinos poderla ver y que mucho quedó en la misma asamblea,
en los mismos que sufrieron esa guerra, le sirvió mucho para ellos mismos en su
proceso de elaboración... pero también muchos que tienen la historia ahí, la pudieron
contar y se sienten dichosos de que sea reconocida y haber quedado en la multimedia
con la historia de ellos, porque es un recuerdo para toda la vida es muy hermoso
poderlo ver ahí... (Oriente, E19)

Para Jodelet (1998), retomando a Yerushalmi (1984) el sentido de la memoria tiene, por tanto,
dos dimensiones. Para las víctimas no olvidar tiene sentido en la medida en que les permite
conservar las huellas de lo vivido, dar fe, dar testimonio de lo que pasó, que sí existió, lo que le
convierte en sobreviviente. Pero también esta huella implica una palabra y una voz pública
hacia la sociedad, que implica renovar el recuerdo y mantenerlo vivo en el colectivo; puesto
que el olvido se asimila a un crimen social, un insulto a los muertos, un ataque a la dignidad.
No hay nada peor que la indiferencia y la indolencia social frente a lo que se ha vivido. Por
tanto, hay un deber de memoria (Cfr. Blanco, 2003). No es solamente que sea un camino de
sanación personal y dignificación individual, es una tarea ética y política, que implica a otros
en un deber de solidaridad, en retomar la bandera de la justicia anamnética, en un deber de
educación, de tal manera que esta memoria colectiva “asentada sobre el trabajo activo de los
estados emocionales y de la identificación con las víctimas se convierte en un arma contra el
poder engañoso y soporífero de la historia oficial” (Jodelet, 1998; cfr. Reyes Mate, 2006,
2008):

...aquí se puede escribir, se pueden sentar precedentes, si... y de que eso quede en la
historia, que eso nunca se olvide, hacer memoria... A mí me parece que todo lo que se
hace es una forma de no olvidar, porque uno hace esos actos que han salido en el
periódico, que repercuten así en la sociedad, a pesar de que es un grupo pequeño, pero
que nosotros sabemos que eso va creciendo, y yo sé que algún día, esto quedará para
la historia. (Córdoba, E2)

Cuando la guerra ha sido contada por las voces de los vencedores produce un tipo de relato
triunfal, semejante a los discursos de la memoria desde el registro identitario, discursos desde
el poder que exigen acatamiento y sumisión, credulidad y reverencia a la autoridad, sea esta
política, científica o religiosa. Pero, por su parte, las voces de las víctimas, en un registro
resistente, presentan un relato de la derrota, de lo padecido, del dolor, pero también de sus
sueños, luchas y reivindicaciones, es decir, de lo innombrable que se hace presente cuando
emerge su voz, la propia historia relatada, que se hace memoria colectiva, que puede llegar a
ser memoria histórica:

…bueno, en principio porque a través del salón queremos hacernos un relato desde las
víctimas, que es lo que hemos encontrado como intencional en todas las personas que
han venido participando aquí con ASOVIDA en el proceso del Salón del Nunca Más;
es ese relato que no, que generalmente durante las otras batallas, y las otras guerras
que han existido en el mundo siempre lo han dado los vencedores, y entonces en algún
momento desde la organización decimos que las víctimas también tenemos voz, y las
víctimas también podemos relatar la guerra, como ese tercer actor que nunca es tenido
en cuenta y que se cree que simplemente son unidades, fichas que caen bajo la marea
de la violencia y se convierten en la espuma de la violencia... (Oriente, E12). No se
puede silenciar esa historia y tenemos que hacer memoria, una memoria histórica...
(Córdoba, E11)

279
Se subvierte la historia oficial 139 a través de las otras versiones, las que estuvieron relegadas
durante tantos años, las de las víctimas. Ahora bien, con el testimonio los y las sobrevivientes
hacen posible que su historia individual entre en interacción con la historia, y a cada nuevo
testimonio la historia va tomando nuevos matices, nuevas formas, en un “trabajo de
restauración de la historia, cuyo resultado lleva al sujeto a situarse como agente de la
historicidad; una transformación de su relación con las normas sociales y una lucha contra las
diferentes formas de poder que se encuentran en el origen de las violencias humillantes”
(Cyrulnik, 2006).

Apelar a la historia individual como referente y como contracara de la historia oficial, implica
apelar al testimonio como fuerza ética, como una forma de expresión de la verdad que es
complementaria y, en muchos casos, contradictoria a la de la historia oficial:

...desde Bogotá ha venido gente y me han tomado el testimonio, con eso yo me siento
muy animado, que no estoy solo del todo... pienso que dando testimonio público se
pueden conocer las cosas, la realidad de lo que nos sucedió, la inconformidad que
sentimos... Expresar lo que yo siento. (Oriente, E3)

Una forma de elaboración del dolor en las víctimas, sobre la cual existe el derecho de ser
revelada, contada, incluso en el terreno judicial. Hablamos aquí del papel moral de la memoria
en una sociedad: puesto que tiene un papel fundamental en la dignificación de las víctimas:
nombrar lo innombrable (Villa, et al, 2007), tomar conciencia del horror, suscitar solidaridad.
Todo ello es una tarea de las víctimas. No se puede esperar ni del Estado, ni del resto de la
sociedad. Siguiendo a Ricoeur (2003) la memoria como expresión subjetiva, como narración
de una experiencia vivida, como palabra de la víctima que testifica y da fe de lo vivido debe
ser acogida en un terreno moral (puesto que habla del mal que se ha hecho y no puede
justificarse bajo ninguna circunstancia) y en un terreno político, puesto que la violencia, la
violación de los derechos humanos y los crímenes de guerra y lesa humanidad no son legítimos
para alcanzar ningún fin, por loable que se presente ante la sociedad:

...uno está hablando ahí lo que le ha pasado a uno, contándoselo a la gente, y piensa
uno:¿Si será que me creen esta historia que estoy contando? Yo creo que sí deben
creer lo que uno cuenta, porque uno qué se va a poner en inventar esas cosas ni a
hacer películas en la cabeza para contarlas... ¡No! Uno cuando cuenta una cosa es
porque es cierto.... yo digo que no sienten el dolor que uno sintió, pero entonces que
por lo menos miren, que vean que sí es cierto todo lo que nos pasó, que no es mentira...
porque mucha gente dice que es mentira lo que nos ha pasado... no vamos a lograr
que nos tengan compasión, pero que si se cercioren que es cierto lo que pasó, que no
son mentiras... (Oriente, E2)

Esta palabras evocan a Primo Levi (1962 / 2008), a Jorge Semprún (1995/2007) remembrando
la memoria del olor del crematorio: el olor de la muerte. Al final, el testimonio invoca al otro,
invoca la escucha: “por favor, créame, yo estuve ahí”, dice el testigo (Ricoeur, 2003). No es el
escenario de la verdad positiva, es el escenario de verdad que devela, que narra y que es
sincera, el escenario de la rectitud (Habermas, 1988); es el testimonio de los sobrevivientes (la
voz singular, que trasciende los procesos generalistas y explicativos de la historia) el que nos
pone en otro lugar, es decir, la memoria se sitúa en un plano diferente del conocimiento: en el
lugar ético y moral (Agamben, 2009). Pero precisamente por tener este carácter tiene una
fuerza que invoca el reconocimiento social.

Sin embargo, es claro que los procesos de memoria en las tres regiones y colectivos estudiados,
aún están en una fase declarativa en la que se construyen memorias colectivas. Pero no logran

139
Martín- Baró, 1990; Schmucler1987; Piper, 2004; Mendoza, 2006; Pastoriza, 2009.
280
fijarse como una narración que define claramente los actores, los hechos y los responsables.
Aún falta mucho en estos procesos para que la gente decida dar el paso a un testimonio que se
convierta en parte de una comisión de verdad o una acción judicial, puesto que el nivel de
control y dominación de actores armados en las tres regiones dificulta esta dinámica, tal como
lo afirma esta persona experta que se ha acercado a estos procesos en la región del Oriente
Antioqueño:

Pero cada una de estas experiencias tiene un común denominador, pasan de largo por
el contexto y el reconocimiento de los autores de los hechos; es así como se reivindica
individualmente cada víctima, sin enumerar ni nombrar a los responsables de cada
victimización. Y si se nombran, se hacen sin construir colectivamente una reflexión
sobre el contexto, y sin visibilizar este contexto en los proceso de memoria y las
razones que emergen cuando se trata de descubrir la verdad sobre el por qué ocurrió
lo que ocurrió, a esto es que se hace referencia cuando se dice que la construcción de
las iniciativas de memoria del Oriente aun no construye memoria histórica toda vez
que no trata de descubrir la verdad de los acontecimientos... (C.1)

Aunque tímidamente se han dado pasos de acciones de memoria performativa, a acciones de


memoria documento, todavía no se consolida en los tres colectivos analizados una dinámica
que realmente confronte abierta y definidamente la versión de la historia oficial. Y sin
embargo, cada acción de memoria y cada testimonio de las víctimas es una acción de
resistencia y de enunciación de esa otra historia que desde las condiciones y posibilidades
reales de la gente, reta esa historia oficial.

7.6. Memoria pública y reconocimiento social

En un primer momento, el reconocimiento social implica que otros y otras, se den cuenta de la
existencia de los hechos, que sí ha “pasado”, que hay víctimas, que hay dolor, que hay
rupturas; también: qué y cómo han sucedido estos hechos, puesto que desde la historia oficial,
muchos se han ocultado y el municipio, la región y el país han vivido como si no hubieran
existido. Como lo afirma Van Zyl (2005) La memoria debe conducir a una “nueva verdad
oficial”, puesto que se debe “inocular en las nuevas generaciones una vía contraria al
revisionismo histórico y empoderar a los ciudadanos para que reconozcan y opongan
resistencia a un retorno de las prácticas abusivas” (p.19); porque da voz a las víctimas y hace
pública su voz. Su testimonio puede contribuir a refutar las mentiras oficiales y los mitos
relativos a las violaciones de los derechos humanos. Esto implica dos dimensiones: en primer
lugar visibilizar la propia realidad (7.6.1), y en segundo lugar sensibilizar sobre la misma para
lograr el reconocimiento, aún en medio de adversidades y oposiciones que se presentan en un
contexto de conflicto (7.6.2)

7.6.1. “Las estropeadas de la guerra, que estábamos escondidas, pero que ya estamos
saliendo”: Visibilización de las víctimas

La primera estrategia para lograr este reconocimiento social es visibilizar la realidad de las
víctimas. A nivel político implica realizar una oposición a los discursos oficiales del gobierno
y el Estado. A nivel social implica un llamado para romper la indiferencia y la indolencia,
además de una invitación a la solidaridad y a la “con-dolencia” con la experiencia que se ha
vivido; por lo tanto, un propósito fundamental para las víctimas de las tres regiones estudiadas
es el de hacer visible a la sociedad su experiencia, la misma que desde el poder se quiere negar:

…visibilizar lo que nos tocó vivir, porque si no lo visibilizamos, queda en el


anonimato.... mire que Uribe primero decía que víctimas no había, los mismos alcaldes
decían aquí en el oriente, que aquí casi no había víctimas... (Oriente, E1)

281
Puesto que no se trata de una realidad inaccesible, sino una sobre la cual se realiza un juego de
información, un efecto de velo que cubre la realidad y que se esconde, diluyéndose para que no
se pueda ver o se convierte en tabú: es algo de lo cual no se puede hablar, es peligroso hablar.
Esto implica que la acción resistente de las víctimas permite hacer visible lo que se hizo
invisible, puesto que a través de esta acción se posibilita un primer nivel de reconocimiento.
La demás gente en el pueblo y en la región comienza a tomar conciencia de la existencia de
aquello invisible, de aquello no nombrado y ocultado:

…pues, de ser más reconocidos, nos hemos visibilizado… para que se sepa que en el
pueblo sí hay muchas víctimas, que sí hubo mucha violencia, para confrontar a los que
decían que en el municipio de Guarne no había ni una víctima, y sí las había...
(Oriente, E16)

La memoria de las víctimas es una “memoria silente” (Páez, Basabe, González, 1998) que
emerge en un momento en el que se pueden encontrar las personas, los sujetos, para narrar su
propia historia. Si en un principio el silencio era una forma de protección y afrontamiento para
las víctimas, y un lugar cómodo de no confrontación para el resto de la sociedad y para los
victimarios, a largo plazo la palabra compartida es fundamental para superar no sólo las marcas
que pueden dejar estos hechos en la subjetividad (Páez, Basabe, González, 1998). Sino
también, y dando un paso más, la “publicación” de sus historias, el pasar a lo público, rompen
con la conspiración social de silencio que se ha establecido en lo colectivo; lo cual implica un
llamado ético a la sociedad para que tome conciencia de las consecuencias del conflicto
armado, para salir de la in/dolencia, para que lo que estaba invisible, se haga visible:

...yo también digo que en El Peñol todo este movimiento que se ha hecho, hace visible
todo el sufrimiento causado por muchas muertes que se quedan como ahí y hay
personas que ni siquiera se dan cuenta, entonces en este movimiento uno le hace sentir
a las instancias del gobierno para que se den cuenta del daño causado,
desplazamientos, desapariciones, las muertes selectivas, todo eso; porque ellos son
conscientes de que no ha sucedido nada, y en cambio con toda esta memoria y todo lo
que se ha recogido, todo lo que podamos aportar para que el gobierno se dé cuenta de
tanta injusticia… (Oriente, GF3, 2009)

El complemento de este reconocimiento pasa por una memoria que permita clarificar los
hechos, darle un curso en la historia, identificar actores, incluyendo las responsabilidades del
Estado, manifestar públicamente la existencia de unos hechos que son parte de la historia del
municipio, de la región, del país, para que la historia sea diferente en el futuro. Esto ha
implicado, precisamente que se dé ese reconocimiento social, y con él, que las víctimas se
vayan sumando cada vez más a este tipo de acciones, “que salgan de su escondite”, como lo
afirma una de ellas, que puedan hacerse visibles en sus localidades, nombrarse a sí mismas,
identificarse, salir del anonimato, del aislamiento y de la postración, hacia una postura
proactiva y asertiva en medio de su comunidad

...yo creo que se puede hacer visible el problema que está oculto, que es que la
mayoría de la gente dice que no es culpable de la muerte, y como no van a ser
culpables si la mayoría fue por parte de ellos, y él dice que no se hace culpable, ni
responsable, porque cree que nosotros no sabemos las cosas, y a raíz de estos talleres
hemos descubierto todas estas cosas, que la mayoría de las muertes vienen por parte
del Estado... (Oriente, GF3, 2009).

Estas acciones, en efecto, han logrado en muchos sectores de la sociedad local, e incluso
nacional, un reconocimiento al trabajo, al proceso y las capacidades de afrontamiento y
resistencia de los colectivos de víctimas estudiados. Cabe resaltar que la persistencia, la
282
insistencia y el no desistir de las organizaciones de víctimas durante varios años, ha
posibilitado un escenario donde tanto las autoridades locales, como las instituciones de la
sociedad civil, no han podido continuar indiferentes ante sus acciones, ante su palabra, ante su
testimonio.

Este reconocimiento colectivo incluye también a las instituciones locales. El primer impacto
en estas organizaciones es el reconocimiento de una realidad que estaba oculta, la cual se
descubre en algunos momentos con sorpresa y solidaridad, por lo que se brinda respaldo y se
les reconoce su labor. Lo cual, al mismo tiempo se convierte en una forma de
retroalimentación positiva que fortalece el proceso, puesto que se experimenta orgullo,
satisfacción y dignificación:

...los plantones es algo que ha sido y es muy visible para madres de la Candelaria,
gracias a ellos se hizo visible, fuimos premio nacional de paz en el 2006, yo estaba
orgullosa de estar ahí ese día y para mí fue muy grande; y gracias a esos plantones,
gracias a esas marchas largas... porque aquí en el país, no se veía lo que había
pasado, y por nuestros plantones ya se puede ver lo que ha pasado aquí, que esto no es
mentiras, que esas fotos no las sacamos nosotros de la nada… (Madres, E2)

Salir a la luz, hacerse visibles, es un acto de resistencia en un contexto donde el conflicto


permanece y donde se han presentado 59 asesinatos a miembros de organizaciones de víctimas
en el país, desde el año 2008 140, cuando en el departamento de Córdoba el conflicto armado ha
mantenido los niveles históricos y no ha menguado, donde cualquier organización de la
sociedad civil se pone en la mira de los grupos paramilitares; o en la ciudad de Medellín,
donde el conflicto se mantiene en los barrios.

Es decir, hacer memoria tiene que ver, no solamente con una acción hacia el pasado, sino
también hacia el presente. Por esta razón, este tipo de relatos, acciones de memoria y
testimonios los denominan Zembylas & Bekeman (2008) “memorias peligrosas”, es decir,
aquéllas que por su potencial pueden desenmascarar o desacreditar un poder de dominación
que en su narrativa se ha autojustificado. Estas memorias, son las de las víctimas, las
comunidades amenazadas, que buscan un sentido de identidad común, como forma de
resistencia frente a episodios de división y conflicto que desde el poder pretenden ser sumidos
en la negación o el olvido.

7.6.2. “Así digan que somos unas locas”: Buscar el reconocimiento en medio de múltiples
oposiciones

La búsqueda del reconocimiento social pasa por múltiples oposiciones. No es una tarea
monolítica ni lineal, tiene altos y bajos, y en muchos casos implica confrontación y capacidad
de resistencia; puesto que las organizaciones de víctimas no han contado con un apoyo
unánime de parte de toda la población. De allí que se hayan tenido que ir ganando los
espacios, tanto ante la sociedad civil, como frente al Estado. El resto de la sociedad local y el
Estado se mueven más en la lógica de pasar la página rápido y no encerrarse en recuerdos que
traen dolor o pueden dar “mala imagen” al municipio, al país. Mientras que las víctimas
procuran hacer visibles los hechos, generar una sensibilización que permita la solidaridad y la
construcción de una historia compartida que incluya sus relatos y los hechos por los que ha
atravesado el municipio.

Según Jodelet (1998), desde un punto de vista psicosocial las acciones públicas que mantienen
viva la memoria reactivan emociones en el resto de la sociedad, lo que posibilita una
identificación con el sufrimiento de las víctimas, esto resulta ser una oportunidad para

140
Información de la asociación nacional de víctimas para restitución y el acceso a tierras “Tierra y Vida”
283
construir un sentimiento colectivo, que permita la movilización de la solidaridad y la
validación social de los relatos alternativos a los de la historia oficial. Esto no se hace sin
conflicto y sin una lucha permanente por abrir el espacio para hacerse escuchar (Jelin, 2002a):

...yo quiero decir que antes de formarse la asociación de víctimas fue un proceso muy
duro; ya que no nos apoyaban, nos decían para qué eso, no van a salir adelante...
(Oriente, GF1, 2009). Yo creo que piensan que uno está loco porque sale con la luz a
andar por la calle, pero es que uno no está loco, lo único que uno está haciendo es
recordando a los seres queridos... (Oriente, GF2, 2009).

Por esta razón, también se ha dado cierta oposición a este proceso: “quienes han tenido graves
responsabilidades en la violencia contra la población civil y, en general, la historia oficial de
muchos países, han tratado de promover el reparto de responsabilidades entre todos y todas, y
recetar el olvido como la fórmula para la reconstrucción” (Martin Beristain, 2008, p. 329). Por
esta razón, la permanencia en el tiempo, la persistencia, de estas acciones públicas de memoria,
posibilita que las organizaciones se encaminen a luchar contra la impunidad, como se verá más
adelante. La acción pública significa que no están derrotadas y que todavía tienen la fuerza
para permanecer en el tiempo y lograr sus objetivos.

La oposición al proceso y a las acciones de memoria puede llegar, porque explícitamente hay
un interés en bloquear la experiencia, en desacreditarla; o también porque no se comprende lo
que los y las sobrevivientes están haciendo públicamente. En el primer caso, se llega incluso a
tratar de “locos” o “locas” a quienes están desplegando esta dimensión colectiva de la
memoria. Las Madres de Plaza de Mayo, también fueron llamadas de la misma manera (Sarlo,
2009); sin embargo, su lucha puso en evidencia una realidad que se quiso negar desde
diferentes sectores de la sociedad, llegando a ser un hecho incontrovertible. De igual, manera
y tal como se ha dicho, en Colombia la realidad de las víctimas y del horror es imposible de
esconder; aún así, la gente debe afrontar este tipo de señalamientos:

…ahora lo que le dicen a uno es que si está loco, que si será que en estas
organizaciones nos van hacer a volver a vivir los hijos, que si es que queremos que nos
van a tapar de plata; entonces la gente es como esquiva a lo que nos pasa a nosotros,
como que no se sienten víctimas... (Oriente, E10)

De acuerdo con Elizabeth Lira (1990) del lado de los victimarios y las personas que han estado
detrás de éstos, es obvia la necesidad de pasar la página y construir una historia oficial que
mitifique o justifique los hechos. De parte de la sociedad, el mecanismo que funciona es ”la
desmentida” (Puget, 1991), donde se sumerge a la sociedad en general, y particularmente a las
personas que no viven directamente las acciones violentas en un marco de realidad donde se
satura a la gente de imágenes, que surten un efecto de insensibilización progresiva y
sistemática frente al dolor; sin lograr generar una reflexión sobre estos hechos, sino, por el
contrario, aumentar los niveles de polarización social para encauzar en un bando al mayor
número de personas.

Es el mecanismo por el cual, el grueso de la población, puede continuar sus vidas sin
preguntarse por las consecuencias de la violencia. Aunque la gente sabe que están sucediendo
cosas, desmiente esta realidad, le quita valor e importancia, vive como si no sucediera nada
fuera de lo “normal”, aceptando otra versión de la realidad, generalmente, la que se ofrece
mediáticamente. Es más, podría decirse que percibe otra realidad, porque no soporta el peso
que implica ver y sentir el dolor que genera la guerra, ya que estos hechos siempre generan un
cuestionamiento a la propia vida, a los estilos de vivirla, a la identidad misma (Villa, et al,
2007):

284
...yo les digo que no nos preocupemos, siempre habrá gente indiferente… Hay
personas que las cosas no los mueven, que lo que se haga no les importa, hay gente
también así, como también hay gente que los mueven y los sensibilizan con lo que se
hace… En algunas partes las instituciones dicen pero ¿para qué recordar y revivir el
dolor? Dejemos esto quieto y sigamos adelante... (Oriente, GF4, 2009)

Esta denegación de una realidad no implica que no haya conciencia de la realidad, sino que aún
sabiendo que ésta existe, se hace como si no; es decir, se vive o se intenta vivir haciendo caso
omiso a esta experiencia. Es mejor pensar que no pasa nada o que el país está muy bien, o que
la guerra es un asunto del pasado, o que lo que sucede está muy lejos y no puede tocarme. Es el
mismo mecanismo por el cual, como se veía en el capítulo anterior, mucha gente vino a tomar
conciencia de la violencia política y del conflicto armado, solamente cuando fue tocada por el
mismo. Así pues, la acción resistente de la memoria permite romper con esta denegación y
esta desmentida poniendo frente a la mirada, a veces impávida, de la sociedad entera, unos
hechos y unas realidades con las cuales no se quiere asumir un compromiso,

...cuando nosotros logramos construir el telón de la memoria de Aquitania, nosotros


invitamos una vez a la colonia de Marinilla, y les expusimos el tema del telón... y un
profesor, que se vino de allá cuando apenas estaba comenzando, cuando apenas había
unos 10 muertos en Aquitania, él logró venirse antes de que ocurriera todo lo demás...
cuando él lo vio dijo admirado: "¿son tantos los muertos?", Él se quedó sorprendido
porque no sabía que eran tantos. (Oriente, E1)

Las cifras del conflicto colombiano son confusas como pudo analizarse en el capítulo 2, sin
embargo, cada vez que se producen nuevos datos estadísticos, pareciera que la realidad
superara a la ficción; y a mayor profundidad en la investigación emergen nuevos datos y
hechos que llevan la dimensión del horror a cifras inimaginables. Pero la cifra sigue siendo un
dato frío y seco, tal como se analizó en este capítulo, por eso, la memoria tiene un función de
sensibilización, que denominaré “incidencia social”, es decir, la posibilidad de llamar la
atención de una sociedad que se niega a ver y desmiente su propia realidad.

Subyace también a los relatos que se oponen a los procesos de memoria de las víctimas, otro
razonamiento: ¿para qué volver al pasado, si ya pasó lo que pasó? ¿Acaso con eso se vuelve a
revivir a los muertos? Es el razonamiento que invita a pasar la hoja, a dejar atrás los hechos
para concentrarse en el futuro. Frente a esto pareciera que la respuesta de la gente es la de
persistir. Y esta persistencia se materializa en seguir insistiendo con las acciones de memoria
para sensibilizar y lograr el apoyo al movimiento; lo que ha implicado que algunos de los
críticos se hayan terminado acercando, que hayan preguntado y que se haya podido explicar el
sentido de las acciones, y con ello, alcanzar ese objetivo buscado: el reconocimiento social,

...Los actos públicos de memoria los hacemos juntos todos los grupos y le han servido
a la sociedad, porque se está dando cuenta; porque es obvio que yo recuerde a mi hijo
todos los días, pero en mi casa; pero en un acto público de memoria, yo estoy haciendo
público mi dolor y eso es lo satisfactorio de los actos de memoria, porque una persona
la recuerda, pero lo que se quiere es que los demás se enteren de lo que está pasando.
Y nosotros nos hemos dado cuenta que si se logra, porque cuando nos ven hay gente
del ejército, hay gente de la administración, de la policía y hay gente que uno sabe que
han estado en ese cuento, nos ven pasar, y ellos nos pueden ver y pueden darse cuenta
y ahí ellos también están recordando... (Córdoba, E11)

Esta reflexión permite abordar una pregunta clave: ¿Qué hace posible, qué mecanismos pueden
implementarse para que un movimiento social de memoria pueda lograr posicionar sus relatos
y sus puntos de vista en un marco colectivo? Para que la memoria de los movimientos
sociales, de las víctimas y de otros grupos excluidos o marginados de la sociedad puedan entrar
285
a disputar sentidos en el escenario de lo público, es necesario que tengan presentes algunos
elementos que puedan posicionar sus narrativas y relatos. Hay dos puntos de vista diversos
pero complementarios al respecto: de acuerdo con Jeffrey Alexander (2004b) una memoria se
logra posicionar cuando logra una extensión simbólica (que implica el reconocimiento del
hecho como referente para un colectivo) y la identificación psicológica (en la que se convoca a
los sujetos que escuchan a que se identifiquen con el relato de memoria que se realiza). 141

Ahora bien, cuando las organizaciones de víctimas del Oriente Antioqueño, las Madres de la
Candelaria, y los colectivos en el sur de Córdoba asumen como propósito el reconocimiento
social, están buscando precisamente que esta memoria perdure y que se pueda dar ese proceso
de identificación con ellas. Así pues, este aspecto es el que se promueve cuando se busca que
la comunidad, la sociedad pueda “con/dolerse”, pueda hacerse partícipe de su experiencia y se
solidarice con lo que han vivido:

...cuando nosotras estamos haciendo un acto de memoria estamos arrojando eso que
nos ha pasado a nosotros y lo estamos mostrando delante de un público para que ese
público, aunque no les haya pasado lo que nos ha pasado, sienta el dolor que nosotros
sentimos y por eso yo te digo que sí es importante un acto de memoria, ¿por qué?
Porque nosotros queremos que el corazón de aquellas personas se ponga en el lugar
de nosotras, entonces sí nos ha servido mucho... (Córdoba, E1)

Así pues, a raíz de estos procesos, se han logrado superar estigmatizaciones, señalamientos y
marcas, las víctimas y sobrevivientes han sentido que pueden integrarse a la vida de la
comunidad de una manera más serena y tranquila; lo cual rompe su aislamiento y temor, en
una experiencia de sentirse iguales a los demás. En algunos casos se ha logrado incluso un
proceso de identificación con las organizaciones, aceptando que la etapa más fuerte del
conflicto armado, terminó afectando a los municipios (En Córdoba y Oriente Antioqueño) en
su totalidad, aun cuando no se tuvieran en la familia, víctimas directas. La zozobra, el miedo,
el pensar todos los días que se podía ser la siguiente víctima tuvo un impacto muy fuerte en la
vida comunitaria y en las solidaridades de la población, tal como lo reconoce Lira (1989), en
torno a una sociedad, cercada por el terror, lo que ha contribuido también a una mayor
sensibilización con los procesos de víctimas de lo local:

En todos los campos sirve... incluso del pueblo, yo no hablo solamente de lo personal,
sino en todo el entorno. Le puedo decir que en el pueblo la gente se ha vuelto más
sensible, de pronto éramos tan insensibles ante el dolor del otro, se decía: "como a mí
no me ha pasado", pero ya la gente se pone de pronto en el lugar del otro, luchan de
pronto más, hay más unión, se sigue luchando más por conseguir que a las víctimas se
les escuche y se les den sus derechos, que se le restablezcan; entonces, a nivel de
comunidad acá, del municipio hay una sensibilización total. (Oriente, E13)

141
Como se afirmó en el capítulo 4, el autor (Alexander, 2004b) afirma que este proceso fue el que se vivió en la
dinámica que constituyó el movimiento mundial de memoria del holocausto, como el movimiento sociopolítico que logró
ubicarlo como un referente simbólico del mal en la sociedad moderna (Cfr. Bauman, 1988, Adorno, 1967; etc.), logró la
identificación psicológica con la técnica de la personalización, que implicó la publicación de múltiples testimonios
personales que logran dramatizar los hechos y generar una vía de comunicación con las personas concretas; el símbolo
prototípico de este proceso, fue el “Diario de Anna Frank”. De esa forma el holocausto, de no ser nombrado entre el
final de la guerra y los años 60, se convirtió en referente definido del mal radical, ya en los años 80. Por su parte
Armstrong y Crage (2006) se centran en los hechos que pueden ser referentes de memoria colectiva y definen una serie
de variables, teniendo en cuenta que puede haber hechos significativos similares; ellas se preguntan por qué algunos
pueden pasar a la memoria colectiva y otros no. Definen tres condiciones fundamentales: la ‘capacidad mnemónica’, que
es la posibilidad que tiene un grupo para posicionar su situación y hacer visible el hecho política y mediáticamente, es
decir, el poder del movimiento social. ‘La resonancia’, que es la capacidad de conectar con la audiencia, tocar sus
emociones y su sensibilidad, ofrecer un referente de identificación. Finalmente, la capacidad para que perdure que pasa
por la creación de símbolos y ritos que puedan perpetuarse y que puedan “cubrir” otros significados a lo largo del tiempo,
hasta que el relato, el hecho, el evento, el símbolo cumplen un papel de referente histórico, es decir que los sujetos que
escuchan o vean puedan asumirlo como referente identitario.

286
Según Jodelet (1998) la memoria como proceso que implica una sensibilización social da la
oportunidad al resto de la sociedad de identificarse y solidarizarse con las víctimas y
sobrevivientes. Y de esta solidaridad se abren los espacios narrativos, políticos y sociales, para
que otros relatos alternativos vayan permeando el imaginario social, poniendo en evidencia que
la capacidad mnemónica y el poder de extensión simbólica de estos colectivos puede impactar
en el nivel local y en el nacional, logrando un reconocimiento que posibilita la incidencia
social y política:

Y desde lo social, es mostrarle a los otros, lo que es la desaparición forzada, lo que es


el dolor que causa, es compartir el dolor con los otros, porque muchas veces cuando
yo estaba allá en los plantones, llegaban personas y reconocían algunos de los
muchachos estaban ahí en los plantones; entonces las personas empiezan a reconocer
la organización Madres de la Candelaria, empiezan a darse cuenta de que hay otras
personas exigiendo unos derechos y así es que se hace el trabajo. Para mí los
plantones han sido importantes en la incidencia social, a la vez política, porque eso
llama la atención: ver un grupo de madres en una iglesia como la de la Candelaria, en
un lugar donde pueden tener todo el reconocimiento... (Madres, E5)

Lograr la solidaridad del resto de la sociedad es un logro fundamental que describen los y las
participantes y se convierte en una forma de afirmación de su capacidad mnemónica, de su
capacidad de extensión simbólica y de resonancia (Alexander, 2004b; Amstrong, & Craig,
2006) en lo local. Sin embargo, puede afirmarse en este punto, que esta capacidad y este poder
son limitados, puesto que la capacidad mnemónica de estos colectivos de proyectar sus relatos
en un campo más amplio sigue dependiendo de múltiples factores: la financiación de sus
proyectos (tal como se verá más adelante), las condiciones políticas, el balance entre amenaza,
vulnerabilidad y capacidad de afrontamiento que cambia, según cambia la dinámica del
conflicto armado; pero también, la indolencia y la indiferencia de la sociedad, que siguen
siendo significativas.

Finalmente, y en el caso de los desaparecidos, el propósito de tener un reconocimiento social,


también está relacionado con la búsqueda del ser querido. Se aplica este razonamiento: “si nos
conocen, si saben que existimos, si saben que hay desaparecidos, pueden sensibilizarse para
ayudarnos en la búsqueda, para hacer un esfuerzo en identificarlos si están en algún lugar...”.
Este razonamiento, forma parte de la dinámica psicosocial que se ha venido describiendo a lo
largo del texto: ese duelo abierto, esa esperanza permanente, esa zozobra constante y ese deseo
de encontrar algún sentido a lo que ha pasado en el proceso de búsqueda. Así pues, la
búsqueda termina siendo el referente fundamental de todas las acciones. Y este llamado se
hace por todos lados, en todos los lugares, a todos los actores, incluyendo los actores armados;
por todos los medios, en todas las ocasiones. La presencia ausencia o la ausencia presente
descrita en el capítulo anterior se hace evidente en estos propósitos y en esta lucha permanente,
que implica asumir riesgos y hacer lo posible y lo imposible para tener alguna respuesta:

…el objetivo de esto es para que si la gente que estén escuchándonos, uno siempre
piensa que alguien puede llegar y mira tal fotografía y la reconozca, porque muchos
han arrimado y dicen: "ve, yo conozco a fulano, o yo conozco a Sultano...", entonces
gritamos eso para que la gente nos ayude y esté con nosotros en ese dolor que
tenemos... (Madres, E3)

7.6.3. A manera de síntesis:

La categoría de incidencia social establece un puente entre los objetivos, propósitos e intereses
ligados al nivel personal y familiar, con el nivel político y jurídico. Esto implica que uno de
los escenarios hacia donde se dirige la acción pública de memoria es la sociedad, tanto en lo
287
local, como en lo regional y nacional. Ahora bien, el concepto de sociedad se extiende de los y
las participantes, al resto de la población, es decir, los que no son, no han sido víctimas directas
de la violencia política. Así pues, se apunta a la población en general, por eso, se incluye con
frecuencia en esta lucha por el reconocimiento, a instituciones, vecinos, comunidad
internacional e, incluso, actores armados.

Para ello, las víctimas han utilizado estrategias de tres tipos (Cfr. Tabla 7.1.): en primer lugar,
comunicativas, que hacen referencia a la capacidad de dar a conocer lo que ha sucedido, las
historias, los relatos y los hechos, lo que permite el conocimiento de los hechos. Estrategias
performativas, ligadas a la expresión simbólica y lúdica, que apuntan a la emoción del
“auditorio”; es decir, a convocar a quienes observan y escuchan para generar una identificación
con la experiencia emocional de las víctimas, este es el escenario que convoca y provoca la
solidaridad de la colectividad. Y finalmente, estrategias de afrontamiento y resistencia, que
implican una mirada a largo plazo, de persistencia e insistencia en el posicionamiento de los
contenidos de memoria, con el fin de afrontar las críticas, estigmas, señalamientos y
oposiciones que se suscitan a partir de la misma comunidad, pero en especial de las élites y el
Estado. Este proceso de incidencia social, es lo que conduce a un reconocimiento social y a la
posibilidad de insertar la memoria de las víctimas dentro de la memoria colectiva, con el fin de
trabajar para la no repetición y la transmisión de estas narrativas a las nuevas generaciones.

Tabla 7.1. Estrategias de memoria utilizadas por las víctimas para la incidencia social en
relación con categorías de investigaciones previas sobre memoria
Estrategias comunicativas:
 Sensibilización y visibilización Capacidad Mnemónica (Armstrong y Crage,
 Abrir espacios para hablar y contar (palabra 2006).
compartida)
 Insertar la historia individual en la memoria Extensión simbólica (Alexander, 2004b)
colectiva: el testimonio
 Publicar los relatos y narraciones
Estrategias performativas:
 Estrategias simbólicas y lúdicas para generar Resonancia (Armstrong y Crage, 2006)
identificación
 Invitar a la condolencia y la solidaridad Identificación Psicológica (Alexander,
2004b)
Estrategias de Afrontamiento:
 Persistencia en la acción pública: en el Perdurabilidad (Armstrong y Crage, 2006)
espacio, en el tiempo y en la posibilidad de
ritualización Emprendedores de memoria (Jelin, 2002a)
 Resistir a la crítica, la estigmatización y el
señalamiento

Uno de los propósitos de esta acción de incidencia social se dirige a construir una conciencia
colectiva que promueva un compromiso con la no repetición, vista más como proceso
psicosocial y sociopolítico, que como un derecho por el cual se lucha. El siguiente apartado da
cuenta de los relatos que los y las participantes desarrollaron en torno a la búsqueda de no
repetición y su respectivo análisis.

7.7. Búsqueda de no repetición:

La primera observación que puede hacerse al revisar la matriz intertextual de esta categoría de
análisis es que el propósito de buscar y luchar por la no repetición tiene fuerza en las
organizaciones del Oriente Antioqueño, tanto en sus líderes, como en los y las participantes de
las bases de la organización. Pero aparece con poco énfasis en los relatos de Madres de la
Candelaria; y prácticamente no aparecen en los de Córdoba. Surge por tanto la pregunta: ¿por
288
qué la diferencia entre estos colectivos? ¿Se corresponde con un momento de la organización
o con el contexto?

En el Oriente Antioqueño, como se indicó en el capítulo 2 se ha ido constituyendo lo que


denomina el Estado y el gobierno colombiano, una zona de “consolidación”, es decir, que se
considera libre de conflicto armado. Como ya se ha analizado, esto puede tener todos los
matices; sin embargo, en el imaginario de la gente, la conciencia de haber disminuido, por lo
menos la intensidad del mismo y sus manifestaciones más bárbaras, es una constante. Por esta
razón, se movilizan para que no haya repetición. A lo largo de este numeral se podrá ver que
esto también tiene matices que se mueven desde una búsqueda concreta y realista, hasta una
mirada movida por el deseo idealizado. Este relato de una mujer de base, de la asociación de
víctimas del municipio de Sonsón puede recoger esta idea, puesto que desde un lugar muy
primario, sin rodeos conceptuales y sin un marco político muy amplio puede enunciar esta
lucha por la no repetición:

...no más repetición, nomás... no, no quiero más repetición... estamos luchando para
que con las acciones que estamos haciendo no haya repetición, yo me siento luchando
por eso, que no haya más, que no queremos más madres llorando, más padres
llorando, derramando lágrimas sobre las lágrimas de sus hijos, como las hemos
derramado nosotros, no quiero más, yo no quiero más... (Oriente, E32)

En el caso de las Madres de la Candelaria hablar de no repetición es un contrasentido. Y de


nuevo tiene que ver con el tipo de organización y el tipo de victimización que representan.
Además, más que una organización adscrita a un orden territorial, como las del Oriente
Antioqueño, las Madres se han constituido más alrededor de una experiencia de victimización:
la desaparición forzada y la desaparición en general. Ahora bien, como se ha dicho
anteriormente, este tipo de victimización no se da una sola vez en el tiempo, sino que se reedita
cada día,142 puesto que implica que el crimen, el hecho sigue ocurriendo hoy. Por lo tanto, más
que hablar de no repetición y movilizarse en torno a ella, la movilización se centra en la lucha
por encontrar a sus seres queridos “vivos, libres y en paz”, tal como reza su eslogan. Además,
en el contexto de Medellín la violencia continúa y este crimen de lesa humanidad sigue siendo
ejecutado por los diversos actores armados.

Finalmente, en el sur del departamento de Córdoba, no pude encontrar en los y las


participantes relatos sobre no repetición. Allí el conflicto que exterminó toda la organización
social de base, no ha disminuido en ningún momento de intensidad. Se mantiene la
confrontación y, ésta, se hace cada vez más confusa, puesto que los actores armados,
especialmente los grupos paramilitares, luego de los procesos de negociación con el Estado en
el 2005 – 2006, se han reestructurado o reconstituido, pero sin una unidad de mando y en
algunos casos enfrentados entre sí; algunos ligados al narcotráfico y otros ligados a las élites
tradicionales de la tierra. Por lo tanto, las acciones de memoria están más centradas en una
dimensión personal y familiar de afrontamiento del dolor, del trauma y la situación límite; y en
la dimensión social, más ligados a la visibilización y a luchar contra la realidad del conflicto
que sigue golpeando en esta región. Por esta razón, ante la pregunta por este aspecto, la
respuesta que da esta mujer puede ilustrar lo dicho anteriormente:

...eso no se puede hablar... nosotros estamos viviendo todavía lo mismo... es decir, que
aquí no ha cambiado nada... aquí matan cualquier día... y son los mismos... los
victimarios de verdad, verdad están vivos y sueltos... esos otros muchachos, se
metieron nada más para que les pagaran, pero nunca en la vida cogieron un fusil en la
mano, mientras los otros siguen delinquiendo... aquí no pasan de tres o cuatro

142
Algunos califican este crimen como una tortura psicológica y permanente a la familia. No en vano es considerado un
delito de lesa humanidad, por la inhumanidad que contiene en sí mismo.
289
muertos, que mataron al uno, que mataron al otro... entonces, ha bajado un poquito,
pero casi no hay diferencia... (Córdoba, E8)

Para las organizaciones de víctimas del Oriente Antioqueño dar testimonio y hacer pública su
memoria es una forma de compartir una experiencia vivida para que los otros puedan aprender
y prevenir que pueda sucederles; puesto que si logran reconocer que es verdad lo que ha
sucedido y comprenden la dimensión del conflicto armado y sus consecuencias, podrán
también comprometerse con esa no repetición, por lo menos, para que no les suceda a ellos y
ellas:

...lo primero que estamos haciendo es la sensibilización para que eso no ocurra y
cuando se vean brotes de violencia pues la organización debe manifestarse en contra
de eso, porque eso es lo que estamos haciendo; toda forma de violencia rechazarla...
entonces la comunidad está haciendo memoria para que los hechos no se repitan. En
la primera vez nos quedamos callados y todo mundo callado y todo mundo dejaba que
hicieran; en este momento debemos hablar y que por quedarnos callados nos fue muy
mal, entonces tenemos que hablar y mirar que no se puede quedar uno callado.
(Oriente, E15)

La lucha por la no repetición implica también una forma de resistencia, un proceso que implica
esfuerzo personal y colectivo, puesto que no se trata simplemente del final del conflicto, por lo
que las organizaciones deben estar preparadas para su posible reagudización, tal como se ha
presentado en el segundo semestre de 2011143. Esta reflexión es posible, cuando se ha hecho
un análisis de la realidad, y se ha podido construir al interior de los procesos de víctimas una
mirada crítica y realista, de tal manera, que la lucha por la no repetición no se cimente sobre
falsas expectativas:

…esos grupos no se han acabado ¿usted cree que sí se van a acabar? Eso no se acaba,
todavía mucha gente del campo cuenta que los han visto por ahí, hace por ahí como
dos o tres meses aparecieron y se iban a llevar cuatro niñas, la una tenía dizque 8 años
e hicieron desplazar a dos familias, porque les dijeron que al otro día iban por ellos.
Imagínense venirse para acá, para el pueblo, que son como 10 horas de camino, sabrá
mi Dios a qué hora salieron de allá, porque a las siete de la mañana pasaron,
emparamados, empantanados, arrastrados... esas niñas temblaban y estaban
empapados y lo que tuvieron que hacer fue irse... o sea que esos grupos no se han
acabado... (Oriente, E2)

El segundo matiz de movilizarse buscando la no repetición tiene que ver con una forma de
conocer y construir la historia,de la cual se puedan sacar aprendizajes. Pero además logran re
conocer esta lucha, como la reivindicación de un derecho:

…lo que debemos hacer para que esto no se vuelva repetir es no olvidar lo que pasó ni
dejar que olviden, teniendo estos monumentos nos sirve para eso, para que no se
vuelva repetir... (Oriente, E25). Hay una cosa que se dice: "que el que no conoce su
historia, tiende a repetirla". Y creemos que todos los derechos de las víctimas son algo
muy importante y de algo estamos seguros que a nadie más le pase lo que a nosotros
nos pasó... (Oriente, E20)

Que el propósito de las organizaciones de víctimas, en perspectiva de incidencia social, sea


lograr la no-repetición no necesariamente implica que se logre el objetivo. Esto por dos

143
Tiempo de elecciones locales en el país, donde los procesos de proselitismo armado, tal como se analizaron el capítulo
2, se reeditan en las diferentes regiones. El Oriente Antioqueño no ha sido excepción. Sin embargo, las entrevistas de las
que da cuenta esta investigación fueron realizadas en el primer semestre del mismo año, cuando aún no había empezado
la campaña política.
290
razones fundamentales. La primer tiene que ver con una realidad llana y directa: el conflicto
armado no ha finalizado, por lo tanto las repeticiones son el pan de cada día. De allí que en
Córdoba y en Madres de la Candelaria este no sea un tema sustancial. Pero de otro lado, se
hace necesario avanzar más allá de la incidencia social y política para lograr la justicia que
implique el afrontamiento de la impunidad. Y esto tampoco ha sido posible en este proceso ni
en ninguno de los procesos de víctimas que se están desarrollando en el país. En efecto, es la
impunidad el principal obstáculo que se presenta en este sentido. Por lo tanto, las acciones de
memoria deberían enfocarse hacia este punto (cfr. Cepeda, 2008)

7.8. Formación de las nuevas generaciones

Enlazando con la búsqueda de no repetición, las organizaciones de víctimas recuerdan, porque


consideran que es una forma de educar a los hijos, para que ellos y ellas no repitan la historia,
para que puedan salir de la espiral de violencia que ha afectado al país.

…los hijos tienen derecho a que nosotros como adultos mayores, tenemos la
obligación de decirles a ellos que la guerra fue dura y que no queremos que se repita,
y que ellos deben de estar del otro lado de la guerra... (Oriente, GF4, 2009).

Para los y las participantes se hace fundamental que estas nuevas generaciones puedan
comprender la magnitud del daño, sin esconderles la verdad del horror y sin taparles las lógicas
que se implicaron en la guerra, con lo cual pueden comprender mejor lo que ha pasado y la
forma como se ha vivido. Eso implica que las acciones de memoria también tengan que
desplegar pedagogías que permitan a los niños, niñas y jóvenes un acercamiento a esta
realidad. Esta educación está atravesada no sólo por el relato de lo vivido, sino por el amor, es
decir, por un marco afectivo que les permite tener una contención de su propio dolor, pero al
mismo tiempo, sin esconder las realidades vividas. Por eso explicitan que su trabajo de
memoria es también un trabajo ejemplificante para sus propios hijos

…a mí me ha servido para empezar a valorar lo que tengo: mi pueblo, que yo puedo


enseñar con ese método a los niños que no accedan a la guerra, porque es que si tú le
comienzas a contar a los niños todo lo que pasó; les dices lo que produce la guerra, lo
que significa todo esto, ¿tú quisieras hacer parte de la guerra sabiendo todos estos
riesgos y todo esto? Ellos dicen: “no, explíqueme para yo entender y saber por qué
pasó todo esto y quien lo hizo”. Si trabajamos directamente con ellos, sirve porque
mis hijos están aprendiendo de este proceso… (Oriente, E15)

Por esta razón puedo afirmar con Martin Beristain (2008) que “para las nuevas generaciones, el
valor de la memoria de sus familiares y los hechos de violencia tiene una gran importancia…
Con un sentido más social, muchos familiares reafirman el valor de la memoria colectiva
transmitida a las nuevas generaciones como una forma de aprendizaje, a partir de la
experiencia de sus antecesores, que evite la repetición de la violencia que ellos sufrieron” (p.
339). Este proceso implica, por tanto, una formación que, además del relato de memoria,
también incluya una mirada histórica; que sea, a su vez, soporte de la historia que se transmite
a los y las jóvenes:

…debería haber un compromiso de toda Colombia, para que podamos al menos tener
una historia... entre todos podemos dejarle un legado grande a nuestros hijos, a
nuestros nietos y a las futuras generaciones que vengan; y al menos puedan conocer
qué fue lo que pasó y que surgió un grupo que quisimos empezar a trabajar la
memoria y que quedará para la historia nuestra vivencia... (Oriente, E31)

Ahora bien, la transmisión a las nuevas generaciones y el propósito de hacer memoria para
formar y educarlas, tiene algunos matices importantes. En primer lugar la renuncia a la
291
venganza. Quieren que sus hijos participen en los espacios públicos de memoria, que se
apropien de estas memorias colectivas y que las reciban para que también dejen de lado el
camino de la venganza, puesto que muchos de estos niños, niñas y jóvenes sienten, como una
necesidad, algún tipo de venganza.

En el caso de las nuevas generaciones implica también, además de la acción de memoria, un


trabajo educativo permanente al interior de la familia, procesos de memoria compartida y de
formación al interior de los grupos familiares.

…para que nuestros hijos no vayan a caer en esas cosas, porque yo digo, en ese
entonces uno estaba muy enfrascado en lo que había pasado, pero también lo que a
uno lo motivó y lo movió a participar en esos procesos era porque nosotros teníamos
unos hijos que en ese entonces no hablaban sino de eso: que yo voy a crecer y voy a
hacer esto, yo voy a crecer y me voy a vengar, yo voy a buscar a "x" o "y" y le voy a
hacer esto, entonces pienso que esto nos ha permitido construir otros caminos para
que los jóvenes no vayan a caer en situaciones que no es fácil, porque hacer cambiar
también de pensar es muy difícil… (Oriente, E6)

Este punto de vista que implica trabajar en la memoria para evitar la venganza, se ha
desarrollado en otros espacios, especialmente en el contexto de conflicto intratables144. El
segundo matiz, tiene relación más que con los hijos e hijas afectados, con los niños y las niñas
en general, que habitan en el municipio o en la región. En este caso se apunta más a las nuevas
generaciones en general, pero también con un sentido más amplio: no tanto prevenir la
ejecución de la venganza, sino generar una conciencia para evitar que se vinculen a grupos
armados o tomen un “mal camino”. Esto se tiene que hacer con especial énfasis en contextos
de pobreza y falta de oportunidades para los jóvenes, puesto que en un contexto como el de
Colombia, de desempleo, carencia de oportunidades serias de formación superior, trabajos mal
remunerados y violencia ligada al narcotráfico, pareciera que una de las pocas oportunidades
que se abren para ellos está ligada a su posible vinculación con los grupos armados al margen
de la ley (González, Bolívar & Vázquez, 2003):

...porque si olvidamos lo que pasó nunca van a recordar, por ejemplo, los niños... si no
tuviéramos este salón, los niños nunca van a saber qué pasó acá, pueden tomar
caminos errados, entonces, esto le sirve también a los niños para que se pongan la
manito en el corazón, a medida que van creciendo de pronto los invitan a tomar
caminos que no son los mejores, ellos ya saben que esto no trae nada bueno, por
ejemplo las muertes, como uno les explica a ellos: es que los caminos de las armas
sólo llevan a la destrucción de la vida, a la desolación, al desplazamiento, entonces,
para eso sirve, para que no se les olvide y no vuelva a ocurrir lo que ocurrió...
(Oriente, E13). Bueno y trabajar con los jóvenes porque los que se metieron ahí a
hacerle daño a los otros, dicen que se metieron ahí porque no había trabajo, de pronto
también porque no tienen la educación, de pronto muchos jóvenes que no terminan el
bachillerato se van para esos grupos... (Córdoba, E9)

Esto implica una comprensión clara sobre los contextos donde se despliegan estas
organizaciones de víctimas, puesto que en los tres escenarios analizados, los jóvenes están en
una situación delicada, de riesgo; por eso, para los y las participantes, el Estado debe invertir
mucho más y dirigir proyectos de formación y acompañamiento a ellos. Puesto que no basta
con relatos, bellos discursos, performances, acciones de memoria, si tampoco se abren las
oportunidades necesarias que disuadan a los jóvenes de una forma más efectiva de vincularse
al conflicto armado. Ahora bien, las acciones de memoria también tienen una vocación y un

144
Daniel Bar-Tal (2003, 2007, 2010), Dan Bar-On & Kassem (2004), Ramanathapillai (2006), Zembylas & Bekeman
(2008) y Lykes (1999).

292
propósito de incidencia política, como se verá más adelante, que en este punto, se dirige
también a compeler al Estado para que más que invertir en la guerra, invierta en oportunidades
para las nuevas generaciones.

7.9. Fortalecimiento organizativo

La dimensión colectiva de la memoria y su acción pública ha sido un medio para fortalecer la


organización. Pero al mismo tiempo la organización y su dinámica de fortalecimiento ha
implicado una retroalimentación positiva en el que se mejoran las condiciones, los objetivos,
las puestas en escena de las acciones de memoria, puesto que una organización fuerte
desarrolla más y mejores expresiones de memoria colectiva. Tanto en los grupos de discusión
y entrevistas semiestructuradas realizadas en 2009, como en las entrevistas en profundidad
realizadas en 2011, los y las participantes manifestaron que la experiencia vivida en las
acciones de memoria ha implicado dinámicas de estrechamiento de lazos y generación de
unidad y cohesión social, que como procesos psicosociales de carácter emocional han estado a
la base de la organización de víctimas (Cfr. capítulo 9).

¿Qué fue primero: la organización o la movilización y acción pública de memoria? Puede


hacerse una breve revisión en las tres regiones estudiadas: en el Oriente Antioqueño se puede
hacer un seguimiento al tema, puesto que desde la investigación de 2007, cuando se evaluaba
el proceso de apoyo psicosocial en el proyecto de Promotoras de vida y salud mental
(PROVISAME), emergieron esbozos de movilización noviolenta, que se insertaba en las
dinámicas de movilización y resistencia de las mujeres de AMOR. Las “jornadas de la luz” y
“abriendo trochas” datan de 2005, y en ese momento aún no existían organizaciones de
víctimas. Pero también, en Madres de la Candelaria, el plantón de los viernes al mediodía
precedió a la organización, puesto que las madres se plantaron frente a la Iglesia de La
Candelaria en el parque de Berrío en Medellín desde 1999, y la organización data de 2001. Y
en Córdoba, hay acción pública de memoria, memoria compartida y memoria colectiva, y aún
no hay organizaciones de víctimas.

Por lo tanto, podría afirmarse que uno de los efectos de las acciones de memoria, lo cual, a su
vez, ler proporciona un sentido, ha sido fortalecer la cohesión del grupo, para tomar conciencia
que los unen los mismos sentimientos, necesidades, intereses y propósitos. Ser actores de su
propio proceso de transformación personal y de la reconstrucción del tejido social, esto incluso
antes de constituir una organización formal. En primer lugar se crean los lazos de afecto, que
son base de la cohesión social:

...para que nos demos cuenta cuando una persona tiene su dolor, su muerto, cree que
solamente es el suyo, cuando ve que son muchos los muertos, esto nos lleva a ser más
solidarios con los otros, nos lleva a unir fuerzas, porque ya es el dolor suyo y el mío, el
de todos, se van sumando, y ya son muchos dolores, y eso nos crea lazos de afecto
entre las personas que tenemos algo en común... (Oriente, E1)

Estar juntas y juntos, en el dolor compartido, permite un escenario de encuentro y elaboración,


de reconocimiento mutuo, de dignificación, fundamental para dar el paso de buscar el
reconocimiento social. La misma programación de los eventos, en la interlocución con otros
actores sociales e institucionales que también se hacen solidarios con las organizaciones de
víctimas permite una experiencia básica: ya no están solos, hay otros y otras que han vivido
experiencias similares, que son soporte y fuerza desde la identificación con el otro y la otra.

Esto implica que el proceso de organizarse ha sido paso a paso. No se ha dado de la noche a la
mañana, sino que ha implicado la construcción de confianzas, el afianzamiento del sentimiento
de cohesión, la necesidad de poder actuar conjuntamente y contar con un espacio social y
político abierto para poderse constituir y ejercer sus funciones. Esta visión de ir paso a paso,
293
midiendo las circunstancias y las posibilidades de actuación según el contexto ha sido clave en
el sur de Córdoba, donde los colectivos de víctimas no han podido organizarse formalmente,
puesto que este paso puede implicar riesgos serios para su seguridad, ya que las haría muy
visibles, en medio del contexto referid;.

…las acciones de memoria son uno de los pilares, de los métodos que ha ayudado a
que nos mantengamos unidas, cada quien busca su gremio y nosotras ya comenzamos
a tener el nuestro, ya sabemos que nos necesitamos, que una con la otra unidas se
hacen muchas cosas… nos hemos llenado de fuerza y de empuje, ahora sí vamos...
pero llega la ola esa, cuando vuelven los asesinatos y otra vez nos opacamos y
decimos: "vamos a esperar a que escampe". Y así hemos venido desde hace algún
tiempo... (Córdoba, E11)

El contexto en el Oriente Antioqueño ha posibilitado la organización, allí existe una red de 21


organizaciones municipales de víctimas que se agrupan en una asociación regional de segundo
orden: APROVIACI145, creada en octubre de 2006 y que ha cumplido 5 años de vida. Así
pues, en este contexto, la acción pública de memoria y la memoria colectiva han implicado, a
su vez, un fortalecimiento a la organización.

Este proceso organizativo y la visibilización del mismo, a través de hacer pública su memoria
colectiva, ha implicado que este escenario sea una puerta y una oportunidad para abrir espacios
de reconocimiento, gestión y apoyo en el municipio, tanto por parte de entidades privadas,
como por parte de instituciones del Estado local. De allí la importancia de seguir juntos,
construir organización y no afrontar ni esta ni otras circunstancias en solitario, puesto que de
esta manera podrán afrontar mejor la lucha por el reconocimiento, por sus derechos. Lo cual
implica la búsqueda activa de apoyos de solidaridad institucional:

...tiene que haber un grupo de personas que nos sostengamos y nos apoyemos porque
sin este apoyo de personas no va a haber nada, porque nosotros estamos muy poquito
en grupo, por eso hay que unirnos, juntarnos, luchar para abrir puertas, que tengamos
más asesoría, más conocimiento, más comunidad... es que hay mucha gente dormida
que no quieren despertar, están ahí, esperando que les llueva de allá... (Oriente, E22.
…pues como le digo, ahí la organización fue creciendo más, tenemos unas carpetas
con toda la documentación, con muchas cosas... y eso fue porque se hicieron todas
estas actividades... (Oriente, E29)

Las Madres de la Candelaria suponen un caso particular. De acuerdo con lo conversado con
los y las participantes de dicha organización, aquí el proceso pasa menos por una organización
horizontal y democrática, como las que se intuyen en el Oriente Antioqueño, sino que la
organización se ha centrado en una líder y algunas personas que le apoyan, quienes realizan
una mediación institucional frente al Estado y otras instituciones públicas y privadas (ONG y
empresas). Este pequeño grupo define las vías, los caminos, las gestiones y el resto de las
madres adscritas a la organización participan de los beneficios, gestiones, capacitaciones,
cursos, recreaciones y demás actividades que se realizan.

…al menos, me han ayudado a hacer las vueltas, que no me rinda, porque a veces digo
que no quiero más seguir, que ya perdí lo que más, que eran mis hijos... entonces con
la asociación he podido por lo menos hacer la gestión de la plata, para hacer las
vueltas, para la reparación… (Madres, E6)

Así pues, la mirada sobre la importancia de la retroalimentación positiva entre memoria y


fortalecimiento de la organización parece más clara en los y las líderes en el Oriente

145
Asociación provincial de víctimas a ciudadanas
294
Antioqueño. Revisando las entrevistas realizadas en 2011, esta claridad no aparece tan nítida
ni marcada en los y las participantes de las bases. En dicho contexto la organización tiene una
base más comunitaria. Ahora bien, en Madres de la Candelaria, la organización formal parece
algo externo a los y las participantes, aún cuando manifiesten pertenencia a la misma; pero
más, como una entidad de apoyo con la guía de un liderazgo muy fuerte que logra gestionar
recursos para todos los miembros. Hay que tener en cuenta que en este contexto se trata de
familiares de una ciudad que se unen por una acción colectiva de protesta. Finalmente en
Córdoba aparecen las ganas de un proceso, que no logra cuajar ni concretarse, llegando al caso
que en Tierralta no esté en la agenda, porque el miedo sigue impidiendo la realización de este
propósito.

7.10. Incidencia política y reivindicación de derechos

Otro aspecto que supone un grado creciente de organización y cohesión es la incidencia


política. Si bien con la incidencia social se buscaba influir en la sociedad, con la incidencia
política se busca influir en el Estado. Es decir, los objetivos se van concretando en términos de
reivindicación de derechos. El análisis de la matriz intertextual correspondiente a este
apartado comienza a ratificar algo observado en el acápite anterior, puesto que la posibilidad
de incidencia política está ligada a la estructuración, fortalecimiento y definición de objetivos
de una organización. Y dentro de la organización es significativamente diferente la
apreciación, las formas, las concepciones y las definiciones hechas por los líderes y lideresas
que las realizadas por los y las participantes que pertenecen a la base social de las
organizaciones.

El tema de la incidencia política y sus diferentes formas de desarrollo es mucho más claro para
las organizaciones de víctimas del Oriente Antioqueño, que en los otros dos colectivos
analizados. Ahora bien, es significativa la diferencia en la forma que los líderes y lideresas
entrevistadas conciben la reivindicación de derechos y la incidencia política, con la forma
como lo hacen las bases. Los primeros se sitúan en el lugar de reclamar y actuar políticamente,
incluso en una interlocución permanente con las autoridades locales y regionales. Los
segundos se ubican más en el lugar de pedir y recibir ayudas.

Algunos de los relatos de los y las participantes permiten evidenciar que la movilización y la
acción pública de memoria, también se ha trazado objetivos concretos en cuanto a la necesidad
de generar una interlocución con el Estado (tanto central, como local) que permita la
visibilización de las organizaciones, de sus necesidades y la manifestación de las
reivindicaciones en torno a sus derechos, además de una forma de hacerse escuchar:

Y pienso que el trabajo de memoria que estamos haciendo puede servir para todo eso:
en que el Estado sepa que hay víctimas, que aunque nosotras no sepamos leer ni
escribir, la memoria no nos la han quitado… (Oriente, E6)

Este proceso no se hace sin conflicto, lo cual es evidente, porque muchas administraciones
municipales y el Estado siguen ignorando, en la práctica a las víctimas 146. Es decir, que
aunque su movilización se hace como una acción de carácter performativo, moviéndose entre
lo estético y lo ético, hay cabida para lo político y para convertirse en un medio para hacer
incidencia, por lo tanto estas acciones no se limitan a una posición pasiva. Las organizaciones
de víctimas, especialmente en el Oriente Antioqueño, y en particular en cabeza de sus líderes

146
Pareciera que con la promulgación de la ley 1448 de 2011, ley de víctimas, estos problemas hubiesen desaparecido,
especialmente porque el Estado viene movilizando múltiples recursos para la atención a las víctimas. Sin embargo, esta
atención sigue ubicándose en un marco más asistencial que de derechos; y por otro lado, ha sido más fuerte el discurso
mediático que las acciones reales; más claro lo escrito en el papel que los procesos que hayan implicado un cambio real
en el Estado frente a las víctimas.
295
han dado un paso para poder reivindicar sus necesidades y derechos, aún cuando no se les
quiera escuchar:

…a veces nosotros vamos a algunas partes y nos dicen que no tenemos derechos, nos
ha tocado pelear en personería porque se nos dice que no tenemos derechos; en la
alcaldía un secretario de gobierno que había, decía que en Guarne no había víctimas
de la violencia. Y nosotros demostramos un listado, y como seguían diciendo que no
había víctimas, una vez nosotros nos le paramos ahí al frente de la alcaldía,
haciéndonos ver, para que ellos vieran que sí hay víctimas, o sea que los derechos se
nos siguen pisoteando…. (Oriente, E16)

En el caso de las Madres de la Candelaria la incidencia política y la reivindicación de


derechos son asunto de los y las líderes. Ahora bien, la orientación que se ha dado al proceso
de incidencia política por parte de Madres de la Candelaria, bajo la tutela de su líder principal,
ha estado marcada por una estrategia de negociación con el Estado (tanto a nivel local, como
central), en intentar mantener buenas relaciones, en evitar la disputa y la confrontación, en
evitar el señalamiento y la denuncia por la falta de garantía de derechos, o incluso por la
violaciones de derechos en los que el Estado ha sido un actor responsable; desarrollando una
relación de colaboración y apoyo, donde más que reclamar derechos, se intenta concientizar a
las instituciones del Estado y a sus funcionarios sobre la necesidad y la importancia de dar una
buena atención a las víctimas.

La perspectiva de derechos está más centrada en seguir los delineamientos que otorgan las
leyes colombianas al respecto: su marco de acción se realiza en unas relaciones, que ellas
denominan, “dignas”, de no confrontación y de colaboración con el Estado; y ateniéndose al
marco jurídico colombiano, que ha tenido variaciones en los últimos años y que sigue siendo
limitado y plagado de incoherencias.147 Según una de las líderes de la organización, esta
estrategia ha sido más efectiva que la de la confrontación y la denuncia:

¿Qué tenemos que hacer nosotros como víctimas? Tenemos que tener buenas alianzas
con el gobierno, con el Estado y hay que concientizarlos a ellos, que se prepararon y
estudiaron, porque las víctimas no estudiaron para ser víctimas, todos hacíamos
nuestros trabajos normales y en cambio muchos funcionarios de ellos sí han estudiado
para atender a la gente, y ellos tienen que aprender y tienen que mejorar... además el
Estado también hizo mucho daño ayudados con esos señores, entonces los funcionarios
del Estado pueden mejorar, y tienen que capacitarse sobre el daño que nos hicieron a
nosotros, porque no podemos irnos en contra el gobierno, porque si nos vamos en su
contra quién nos va a escuchar... (Madres, E2)

Esto les lleva a desarrollar un discurso en el que se descalifica a organizaciones que intentan
realizar una lucha social y política con las estructuras del Estado Colombiano, intentando
lograr una garantía real de derechos fundamentales, y en la lucha por la justicia y la reparación.
Para las Madres de la Candelaria una buena relación con el Estado implica unos beneficios con
los que no contaban individualmente:

...si nos ponemos en contra del gobierno no tendríamos una asesoría de paz aquí
ayudándonos, no tendríamos los psicólogos aquí totalmente gratuitos, no tendríamos
la fiscalía de la mano, no tendríamos la policía prestando la seguridad, no tendríamos
el ejército, porque cuando yo me voy a acompañar las víctimas a hacer las

147
Algunas madres de la candelaria entrevistadas hacen una diferenciación entre las formas que su organización utiliza
para reclamar sus derechos frente al Estado, centradas en mantener unas buenas relaciones de cordialidad, respeto y
colaboración con las entidades estatales y sus funcionarios; y las que utilizarían otras organizaciones que entran en una
confrontación y reclamo “beligerante”, según ellas, de esos derechos. Todo ello en el marco de la ley 975 de 2006 (ley
de Justicia y Paz) y la ley 1448 de 2011, (ley de víctimas).
296
exhumaciones y nos acompaña el ejército, la policía, la SIJIN, el CTI, y si esas
entidades del gobierno no van con nosotros, por allá nos dejan y por allá nos matan a
nosotras también... (Madres, E2)

Esta forma de relacionarse con el Estado difiere ostensiblemente con otras formas de
organizaciones de víctimas, tanto en la ciudad de Medellín, como en el resto del país. Y
genera visiones que suscitan fracturas con otras organizaciones o al interior de la misma
organización. Estos procesos son complejos, Schindel (2002) Tapatá (2003) y Sarlo (2009)
documentan las diferentes líneas y divisiones al interior de los procesos de víctimas en la
Argentina y en las Madres de Plaza de Mayo. En estos procesos, suele suceder que las luchas
por los sentidos de la memoria no se dan solamente frente al Estado, sino también al interior de
las agrupaciones de víctimas y derechos humanos; marcando las diferencias y las disputas al
interior del movimiento148.

Por su parte, en los colectivos del sur de Córdoba, la posibilidad de la incidencia política
tampoco aparece claramente referenciada por los y las participantes, puesto que es un tema
ligado al nivel organizacional; y en este momento los colectivos siguen con la pregunta de si
deben o no organizarse y de qué manera hacerlo149. Los colectivos apenas sí logran vislumbrar
el tema de los derechos. Una revisión de las matrices de coherencia (intratextuales) permite
observar que este punto no está fuertemente abordado por estos participantes. Ahora bien, ya
en las entrevistas realizadas se encuentra la intención de organizarse; tanto en Montería, como
en Tierralta; pero este horizonte más que para realizar una interlocución con el Estado y
reclamar derechos, se vislumbraba más desde una dimensión socioeconómica y productiva en
un intento por afrontar la pobreza estructural de las víctimas:

...el caso concreto de las personas con las que yo estoy trabajando, estoy tratando de
hacer ese curso de piñatería que es una oportunidad de salir adelante, es una terapia
que están haciendo mientras reciben la capacitación, mientras trabajan, una
oportunidad que tienen de salir adelante con un trabajo mucho más suave, es una
oportunidad; entonces, esas son las oportunidades que no se les dan a las víctimas,
porque se estigmatizan y las dejan ahí... Entonces, de pronto, ese tipo de
oportunidades, la realización con ellas de algunos proyectos colectivos que puedan
sacar adelante en lo socioeconómico... (Córdoba, E4)

De todas formas puede afirmarse que este paso implica una acción resistente en medio de un
contexto amenazante y de control paramilitar permanente. Y es desde allí que se debe valorar,
ya que el hecho de no realizar una reivindicación activa de derechos, no implica,
necesariamente pasividad de la gente; sino, una acción que subrepticiamente la va
empoderando en torno a proyectos comunes y colectivos. Quizás no estén dadas las
condiciones para la acción política, pero esto no les desanima en su propósito de estar juntos y
hacerse colectivo, buscan la mediación por otra vía, y de esta forma resisten al poder
establecido manteniendo un espacio de control, acción y sentido que es propio.

De otro lado, el proceso de retroalimentación entre memoria, fortalecimiento organizativo e


incidencia política vivido, especialmente, en el contexto del Oriente Antioqueño se puede leer

148
Considero que la complejidad de este tema y de estas disputas por la visión política, serían asunto de otra
investigación.
149
En la visita que hice en el mes de septiembre (2011) al departamento de Córdoba, en el municipio de Montería los
colectivos están dando el paso de constituir una organización, sin embargo, lo hacen en torno a un proyecto productivo;
puesto que el tema de la incidencia política y la reivindicación de derechos de las víctimas lo siguen viendo muy en el
horizonte. De otro lado, en el municipio de Tierralta ha desaparecido incluso la intención de organizarse y la situación
estaba en el punto en que el colectivo no se está reuniendo y no están realizando acciones públicas de memoria, puesto
que el conflicto se ha intensificado, la gente se siente observada y vigilada por los actores armados y experimenta un
temor muy fuerte. Como se dijo anteriormente, están esperando que pase el tiempo tenso de las elecciones para retomar
sus acciones de memoria. Sin embargo, no se puede garantizar que estas acciones se mantengan.
297
en dos sentidos: en primer lugar, viendo la memoria como enunciación de los acontecimientos,
que conecta con la verdad, tanto existencial, como histórica y jurídica (Bacic, 2008; Martín
Beristain 2008a, b); y en segundo lugar, porque cuando se ha decidido la reivindicación de
derechos, la movilización y la acción pública de memoria se hacen funcionales a este
propósito, logrando con ello la visibilización de las víctimas, pero al mismo tiempo dar pasos,
que aunque lentos conducen hacia ese reconocimiento y garantía de esos derechos:

...estamos como reclamando todas esas cosas como la reparación, la justicia, la


verdad, todo como que hasta el momento como que nada se ha cumplido, porque eso
se está volviendo algo difícil; no sabemos el por qué; pero sí algo difícil... (Oriente,
GF6, 2009)

Ahora bien, las acciones de memoria son insuficientes si no hay una acción del Estado para
reconocer los derechos ni una acción de la sociedad para el reconocimiento social de las
víctimas, que implique también un compromiso de sociedad y Estado por la garantía de estos
derechos. Si las organizaciones se encuentran con un muro de indiferencia social e indolencia,
casi que se hacen una pregunta por el sentido de su existencia, de su quehacer y del trabajo
mismo de hacer memoria150:

...escribiendo la historia solamente, no logramos nada; necesitamos que el Estado nos


apoye y nos reconozca nuestros derechos como víctimas, por ahí sí vamos a conseguir
algo, a nosotras las madres tal vez no nos sirva para nada, pero hay que reconstruir la
memoria porque a nosotras las madres no se nos olvida, pero a los demás sí, entonces
se trata de que todos recordemos... (Oriente, GF4, 2009).

En 2009, en este territorio el panorama que pudo describirse permitía afirmar que la conciencia
de los derechos, vistos de forma integral, se daba en un nivel puramente cognitivo y racional.
Esto sigue siendo válido en las personas de la base social, es decir, se tiene la información y se
conoce. Pero aún no se logra incorporar a las prácticas cotidianas en las relaciones con el
Estado, tanto a nivel local, como a nivel nacional. Así pues, puede afirmarse que existe un
conocimiento sobre los derechos que protegen a las víctimas, que se sabe la importancia de su
integralidad; pero existen dificultades en hacerlos efectivos:

...Sobre todo la no repetición de los hechos, la dignificación de las víctimas; que


quienes no están todavía en nuestra organización se unan a nosotros, que algún día se
conozca la verdad, se haga justicia, se nos brinde una reparación; por ejemplo, queda
una viuda con sus hijos, andando de casa en casa porque no tiene la suya propia,
entonces hay ayudas económicas que sirven mucho... Queremos lograr que esos
derechos sean integrales: es verdad que un ser querido muerto no tiene precio, pero al
menos que esa reparación económica y psicológica sea integral, en el caso de la
verdad ¿qué pasó? ¿cómo pasó?, las personas que están desaparecidas dónde están,
¿cómo están? Ellos tienen una familia esperándolos (Oriente, GF5, 2009).

Como puede observarse, el relato presenta la contradicción: inicialmente se habla de la


dignificación de las víctimas a la luz de la reivindicación integral de derechos. Y sin embargo,
cuando se pone el ejemplo concreto, el “reclamo” se queda en un nivel económico y
psicológico, lo cual es además el discurso del Estado colombiano, tal como se analizará más
adelante. Surge entonces la pregunta: ¿qué pasa que estas organizaciones de víctimas y en
estos colectivos analizados se cuenta con la información, pero en la práctica, la lucha y la

150
Al comenzar el 2012 el gobierno colombiano y los gobiernos departamentales y municipales han empezado el proceso
de implementación de la ley de víctimas (1448 de 2011). Es prematuro hacer una evaluación al respecto, las intenciones
políticas aparecen claras en el discurso del gobierno nacional, y algunos gobiernos departamentales y municipales; sin
embargo, la evaluación de esta acción deberá hacerse en el futuro.
298
reivindicación por los derechos sigue estando en un nivel en el que no se alcanza una
movilización que compela al Estado a garantizarlos?

Pareciera que cuando se intenta reivindicar estos derechos, el Estado central deja de tener
rostro. Frente a éste se podría ejercer claramente una ciudadanía de derechos y a éste es al que
se le reclamarían. Pero como aparece tan lejano para las víctimas, sólo se ve en la televisión,
casi que no hay forma de realizar este ejercicio ciudadano. Y de otro lado como las políticas y
acciones del gobierno nacional van en contravía de muchas de las aspiraciones de las víctimas,
se termina reconociendo que éste no tiene interés por garantizar sus derechos, pero tampoco es
posible, desde una región acceder a los medios para una interpelación más abierta, lo cual no
deja de ser peligroso en espacios de fuerte control paramilitar (cfr. 9.5).

Así pues, hay una distancia enorme entre propósitos de las víctimas, entre los objetivos que se
trazan en las acciones públicas y en la incidencia política que hacen sus organizaciones, y la
respuesta efectiva del Estado. Ahora bien, no por eso, deja de ser importante revisar, analizar
y hacer evidentes estos propósitos y la forma como van ganando comprensiones para pasar a
un lugar de proactividad. Hay que tener en cuenta en ello entonces las dificultades del
contexto, el tipo de configuración del Estado por una parte, y el tiempo en que las
organizaciones se han ido creando, así como su proceso de reflexión desde acciones de
memoria y reconocimiento a la construcción de una agenda más global de reparación y
reconstrucción del tejido social, aún pendiente.
7.10.1. “Porque la memoria sin la verdad de nosotros no tiene validez”: La memoria
camino a la verdad y a la reivindicación de los derechos

La memoria tiene sentido para muchos de los y las participantes en la medida en que sus
relatos salen de lo privado a lo público, del espacio grupal al espacio colectivo, y desde allí
portan sentidos que disputan verdades, a los relatos de otros actores, en particular de los
victimarios; por eso la memoria es un aporte y un camino a la verdad. El primer paso para ello
es abrir escenarios públicos en el país para que las víctimas puedan contar sus versiones de los
hechos, para que puedan contar su verdad, porque a pesar de esta lucha por la verdad, a veces,
la versión de los victimarios y la estrategia de culpabilizar a las víctimas está tan interiorizada
y asimilada, que algunas víctimas terminan en una ambivalencia entre su derecho a saber y la
culpa,

...yo creo que a través de los procesos de memoria han habido varias cosas: lo uno,
que en este país solamente se ha escuchado la verdad de los victimarios, se conoce
solamente lo que ellos han contado y no se tiene sino en cuenta esa verdad, pero
cuando todos estos procesos de memoria se visibilizan, cuando salen a la luz, entonces,
hay otras verdades que son las de las víctimas; y para las víctimas es muy importante
ser tenidas en cuenta; porque puede que nosotros la sepamos, pero a través de estos
procesos es como se tienen en cuenta esas verdades, entonces, considero que la
memoria es importante, por el aporte a la verdad... (Oriente, E20)

Como se analizó anteriormente, uno de los mecanismos para la construcción de la historia


oficial y para distorsionar la memoria colectiva es el señalamiento, la estigmatización y la
culpabilización de las víctimas. Así pues, uno de los elementos de este derecho, es la
posibilidad de ser escuchados, para poder revertir la versión de los victimarios que es la que
suele quedar en el imaginario social, porque desde su lugar de poder, tienen más y mejores
medios para su difusión, y en sus relatos, además de justificarse, culpabilizan a las víctimas,
intentan generalizar, recortar, acomodar y utilizar estrategias múltiples para posicionar su
versión (Baumaster & Hastings, 1998, Martin Beristain, 2005).

La búsqueda de la verdad, ubicada en un marco de derechos, permite enunciar y denunciar los


hechos, identificar responsables, develar lo oculto, evidencia un lugar de comprensión, así lo
299
entienden los y las líderes de la región del Oriente Antioqueño. Sin embargo, cuando se
entrevista a personas de la base social de los procesos, en esta misma región, la verdad se
enuncia de manera más simple, más sencilla:

...la verdad de lo que nos pasó, porque nos pasó a nosotros eso, ¿cierto? ¿Por qué
nosotros tuvimos que vivir todo eso si nosotros no le hemos hecho nada malo a nadie?
¿Por qué a nosotros nos tocó eso y quienes nos hicieron a nosotros eso? A mí sí me
gustaría saberlo... (Oriente, E21)

En las Madres de la Candelaria esta verdad es más concreta y taxativa aún. Más allá de todas
las cosas, su mayor, y casi que su único deseo, es saber ¿qué pasó y dónde está el ser querido?
Lo que permite descansar, estar en algún nivel de paz personal es tener la certeza, la verdad de
lo que ha sucedido a su ser querido, a su hijo, y más allá de todo ello, tener la certeza del
cuerpo del otro (vivo o muerto), pero tener un referente sensorial, una prueba, es la llana y
simple adecuación del enunciado con la prueba, la verdad jurídica por excelencia, que es
precisamente la que se quieren robar los victimarios cuando desaparecen a la víctima: borrar
las huellas, borrar las pruebas, borrar las marcas, borrar la verdad de lo que sucedió:

...que me digan primero la verdad... la reparación, pues no tanto, porque mi hijo no


tenía precio, yo no estaba vendiendo a mi hijo, me interesa es que me lo encuentren y
que me lo presenten vivo o muerto, los restos, pero como sea... (Madres, E11)

La lucha por la verdad que realizan las víctimas debe conducir a una respuesta institucional, lo
cual es fundamental, puesto que las víctimas pueden presentar sus relatos, escribir sus
historias, plasmar sus testimonios; pero si esto no pasa por el reconocimiento institucional y
éste como reivindicación del derecho a la verdad, se va a mantener siempre una duda o una
“competencia” de relatos y de memorias que no logran construir una visión crítica de la
historia, donde todas las versiones, la de los victimarios, los actores del poder político y
económico posicionan sus visiones, sobre los de las víctimas (Jelin, 2002a, 2003).

De allí la importancia de la creación de las comisiones de la verdad (Martin Beristaín, 1999,


2003, 2008; Lira 1998; Hayner, 2008; Brifckford, 2008, etc.). Por esta razón Schabas (2006)
indica que las comisiones de la verdad son un camino expedito para que la memoria colectiva,
es decir, las acciones públicas de víctimas, asociaciones y movimientos sociales, que tienen
relatos alternativos sobre los hechos violentos, se conviertan en memoria histórica; es decir en
parte del acervo histórico, cultural y social de una nación, que al final es referente de identidad
para las nuevas generaciones 151.

De otro lado, con la verdad, se comienza la reparación y también la transformación emocional


(Cfr. 9.5). De acuerdo con Martin Beristain (2008): “La distorsión de la memoria colectiva, y
el no reconocimiento social de los hechos, tiene también efectos en los supervivientes como
una privatización del daño, una falta de dignificación de las víctimas y una pérdida de apoyo
por parte de las personas más afectadas, que se encuentran así sin marco social para darle un
significado positivo a su experiencia…” (p. 334).

Por tanto, es necesario que además de conocer los hechos, se pueda avanzar hacia la
identificación de los responsables, hacia las sanciones pertinentes y una reparación integral.
De lo contrario la verdad se queda sólo en una confirmación del daño (Martin Beristaín, 2003).
Como lo afirma esta persona entrevistada:

...estos derechos nos permiten conocer la dignidad de cada una de las personas que
ha sufrido en carne propia el conflicto armado, que hay que hacer justicia, no dejar
151
Esta perspectiva es congruente con la enunciada en el marco conceptual para definir la memoria histórica, desarrollado
en el capítulo 3 y será consecuente con las conclusiones en el capítulo 11.
300
todo en la impunidad, permitir la reparación integral, no solo económica, construir el
tejido social, no dejar que las cosas sigan: “No más, nunca más, ni una más” como el
lema de la organización, es apoyar a que estos derechos sean reales y efectivos...
(Oriente, E5, 2009).

Esto nos pone en el terreno de la, aún más incierta, búsqueda de la justicia.

7.10.2. “La justicia en Colombia está muy mal...”: Búsqueda de la justicia

Uno de los principales dilemas planteados a las organizaciones de víctimas tiene que ver con el
tema de la justicia. La justicia se encuentra a medio camino entre el perdón, entendido como
ausencia de castigo y renuncia a la sanción, y la venganza, como retaliación y aplicación de un
castigo al otro por mano propia. En los tres escenarios analizados se observa la fuerza que
tiene el discurso religioso orientado al perdón, además del discurso oficial para pasar la página,
que sigue invitando al perdón y al olvido, aunque ahora de manera sutil, puesto que el Estado
Colombiano, con la ley de víctimas pretende por la vía de unas formas de reparación, dar el
rodeo y no asumir la verdad y la justicia (que además quedaron restringidas al escenario de la
ley 975 de 2006, ley de justicia y paz; también insuficiente en términos de verdad y justicia).

Martha Minow (2008) realiza una reflexión en la que analiza las diferencias entre la justicia, el
perdón y la venganza como caminos para afrontar los crímenes del pasado. La venganza,
aunque puede verse como legítima trae consigo dos problemas: en primer lugar, que se puede
desencadenar una cadena de violencia y, segundo, en que iguala en el mismo plano a la
víctima con el victimario. Este es uno de los principales temores de la gente. Pero en último
término, puede afirmarse que la justicia es un referente importante de las acciones de memoria
de la gente:

…la justicia, llevándonos a pensar ¿quiénes fueron los responsables del hecho? Y que
lo más justo es que los responsables de ese hecho estuvieran pagando una condena
justa de acuerdo al crimen que cometieron... (Oriente, GF2, 2009).

Cuando la gente moviliza las acciones de memoria aspirando a alguna forma de justicia, es
necesario decir que esta lucha y esta intención, siguen estando más en el ámbito del deseo y del
anhelo, que en el ámbito de la realidad. En efecto, las denuncias judiciales, los procesos
penales en los que se han embarcado las víctimas de los tres escenarios estudiados son
mínimas. Unas cuantas personas entrevistadas, motivadas por su participación en las
dinámicas colectivas de memoria compartida y colectiva, y otras desde antes (en una lucha
particular y singular) se han atrevido a denunciar y llevar adelante los procesos judiciales. De
otro lado, otras han participado en los espacios abiertos por la ley de justicia y paz (preguntar y
confrontar a los agresores en las versiones libres que realizan ante la fiscalía y participar en los
incidentes de reparación que posibilita esta ley) o en los procesos de reparación administrativa
(Decreto 1290 de 2008).

Así pues, el primer referente que se constituye en los relatos de vida de los y las participantes
tiene que ver con el anhelo y el deseo de justicia, que se expresa claramente desde una
perspectiva retributiva. Es decir, los y las participantes consideran que los crímenes que se han
cometido y del que han sido víctimas deben tener alguna sanción que sea proporcional al daño
que se ha realizado, respetándoles al mismo tiempo el debido proceso a los agresores:

E: ¿qué merece esa gente?


J: pues para mí, sinceramente, como no la muerte, sino como un proceso, como la
cárcel, un proceso, que tengan un proceso, un proceso judicial que no sea injusto...
(Oriente, E19)

301
En los colectivos de Córdoba, aparece de forma clara la expresión del anhelo de justicia, pero,
por su propia realidad contextual, también se puede vislumbrar más claramente la dificultad
que existe para poder dar los pasos que conciernen a las víctimas para reclamar justicia. El
constatar cada día la impunidad y la amenaza real que implica denunciar, impide que la
movilización de memoria y la constitución de una organización de víctimas puedan dirigirse
explícitamente hacia la justicia:

...por las circunstancias que vive la región la cosa no es fácil con ese proceso, porque
la mayoría de los asesinatos y las desapariciones terminan amedrentando la
población, entonces la población es temerosa de hacer cualquier denuncia, la gran
mayoría de las personas que tenemos en el grupo ni siquiera habían hecho una
denuncia, son situaciones muy difíciles por la inseguridad que se vive y la gente no es
capaz de poner una denuncia porque vivía amenazada... (Córdoba, E4)

De otro lado, en algunos casos este anhelo de justicia aparece subyaciendo a un discurso
religioso de perdón o de dejar la justicia en manos de Dios. Como se ha dicho esto tiene una
raigambre cultural muy fuerte promovido por sectores de la iglesia católica y las iglesias
evangélicas (Cfr. Villa, 2007; Villa et. al. 2007). En la investigación realizada en 2006/2007,
en el Oriente Antioqueño, la visión de la justicia estaba atravesada por un mandato religioso y
cultural, promovido, además, por el Estado y algunas organizaciones de la sociedad civil, que
se centraban o bien, en el perdón, o bien en la reconciliación, como la construcción de una
confianza cívica, aún cuando no hubiera justicia y los crímenes quedaran impunes. En un
contexto, donde además, las mujeres que participaron en la investigación reconocían que
dentro de las agrupaciones de víctimas (aún no había organizaciones formales) había madres
de guerrilleros, de soldados y de paramilitares, lo cual agregaba complejidad a la concepción
de justicia. Primaba entonces, o bien, una visión de la justicia restaurativa, entendida como
una transformación de quienes habían hecho daño; o bien, una perspectiva de perdón y
reconciliación que no estaba mediada por ninguna sanción social, recogiendo acríticamente las
propuestas de algunas ONG, sectores de la iglesia y del Estado local, dentro del marco
religioso tradicional de las personas:

...Pues yo diría que lo que se debe hacer con las personas que han hecho daño, que
todos como grupos, que los capaciten, que les hagan una sensibilización sobre no a la
violencia, que ellos ya no sean tan violentos... (Oriente, GF4, 2007). Yo creo que lo
primero para uno salir adelante es como el perdón, si uno perdona y como que se
desahoga el corazón, y le queda a uno más fácil... (Oriente, GF7, 2007)

Esto no significa que no hubiera relatos que reclamaban justicia. Estos existían y se
manifestaban en la investigación. Por lo tanto, se recogían las voces de algunas mujeres que
exigían formas de castigo reconocidas por el derecho, que también buscaban recobrar el
equilibrio que se perdió con los hechos violentos y que requerían ser tramitadas a través del
Estado:

¿Qué sería lo justo con los victimarios? Que los hagan pagar. Yo digo, yo pienso,
sabiendo uno que somos grupo es, hacer la denuncia, que los juzgue el gobierno, pues,
la justicia... (Oriente, GF10, 2007)

El panorama anteriormente expuesto, que constituía unos marcos de comprensión en el 2007,


puede tener dos explicaciones, la primera tiene que ver con el método: los grupos de discusión
promueven la emergencia de imaginarios colectivos, muchas veces de manera acrítica. Así
pues, en un marco donde el discurso de la reconciliación y el perdón (desde la iglesia, el
Estado, ONG y otras instituciones de la sociedad civil) se está promoviendo, y este discurso
hunde raíces en un marco cultural religioso muy fuerte, suelen emerger de forma espontánea
estos relatos. Ahora bien, el método tampoco posibilitaba una revisión del relato y el ejercicio
302
de contrapreguntas que permitieran avanzar hacia posturas y puntos de vista más profundos de
las personas. Quiero presentar un ejemplo del trabajo de campo realizado en 2011, con otro
método: la entrevista en profundidad para construir relatos de vida. En este trabajo de campo
tuve la posibilidad de hacer preguntas que permitieran ahondar en los relatos iniciales, lo cual
permitió encontrar nuevos sentidos en los y las participantes, yendo más allá de una visión de
la justicia centrada en Dios o la renuncia a la sanción o el castigo:

...yo no les guardo rencor ni odio ni venganza, nada... si yo pudiera tener a la persona
que desapareció a mi hijo y la fiscalía me la presentara, yo dialogaba con él, sin
venganzas, sin rencores. Yo dialogaría como estoy dialogando contigo.
E: pero igual dices que tendrían que hacerles el castigo... ¿qué castigo?
Y: Ah… no… yo no sé. Eso es lo que la ley les imponga... es que el perdón y la
reconciliación no se oponen a la justicia... tiene que haber justicia, claro; y a todo el
que haga una cosa así deben de castigarlo, porque o si no, siguen haciendo lo mismo...
(Madres, E11)

Este diálogo establecido con una participante da cuenta de un paso más que permite avanzar
sobre conclusiones realizadas anteriormente. El reclamo de justicia como una recuperación del
equilibrio perdido por el crimen, es un anhelo de los y las participantes en esta investigación.
Son un anhelo de las víctimas. Así pues puede que la venganza y el perdón sean posibles
respuestas que se movilizan en las sociedades y se impulsen desde diferentes horizontes
políticos y sociales, que a su vez defienden sus propios intereses de poder; pero dentro del
espectro de respuestas humanas a la atrocidad, “perdonar significa abandonar la venganza y
vengarse significa resistirse a perdonar” Por esta razón, “quizás la justicia misma tenga algo,
tanto del perdón como de la venganza” (Minow, 2008, p. 161).

Puede afirmarse que se ha dado una evolución de la situación de las víctimas, de un primer
momento centrado en el espacio de expresión y apoyo mutuo y memoria que dignifique
(Investigación con grupos de discusión en 2007), a un segundo donde aparecen otras demandas
y aspiraciones como la justicia. De otro lado, también es probable que influya el proceso de
justicia y paz y su impacto en la región, puesto que ha constituido un marco fallido, donde ha
primado la impunidad y donde la decepción de las víctimas ha incrementado su necesidad de
demandar justicia retributiva como una forma de satisfacción.

El segundo punto que explica o permite comprender que en los escenarios estudiados, y
particularmente, en el Oriente Antioqueño, también emerjan relatos en los cuales las formas de
justicia restaurativa y la reconciliación sean aspectos importantes, en contraposición a
propuestas y visiones más centradas en la justicia retributiva tiene que ver con el mismo
contexto de las regiones y procesos estudiados: muchos de los hijos e hijas de estas víctimas
sobrevivientes, son también combatientes 152. Así pues, estas perspectivas en torno a la justicia
restaurativa, aparecen nuevamente en el trabajo de campo realizado en 2011 y emergen relatos
donde, de nuevo se presenta el anhelo de justicia, pero desde esta perspectiva alternativa; y
estos sentidos también aparecen en participantes de Madres de la Candelaria y Córdoba:

E: ¿qué deberían hacer con esa gente?


LH: Yo lo único que digo es que si esa gente se entregara, sería mucho mejor, porque
eso entre más gente muera, serán más violentos, entonces entregándose esa gente al
Estado se compone mucho la vida...
E: ¿suponiéndose que se entreguen o que los cojan, que deberían hacer con ellos?

152
...y no nos damos cuenta quién fue el verdadero autor intelectual, el material ya sabemos quiénes fueron, hasta
nuestros propios hijos y nuestros propios parientes, todos los que reclutaron para que masacraran a su propia gente, al
uno y al otro; el que apretó el gatillo eso es muy fácil, porque fue gente de la misma nuestra y aquí en los abrazos
tenemos mamás de guerrilleros y mamás de paramilitares (Córdoba, E13)

303
LH: yo no pido para ellos una cárcel, sino que les den estudio y los enseñen a vivir,
que los pongan a trabajar así cómo nos toca a nosotros. (Oriente, E4)

Dentro de la complejidad de la que estoy intentando dar cuenta, puede observarse también que
la búsqueda de alternativas de justicia, no solamente está vinculada a una mirada que invoca la
conciencia del victimario y la apertura de posibilidades para ellos; sino también, y
paradójicamente, porque se piensa que la cárcel no es un castigo suficiente. En estos casos las
alternativas de justicia están ligadas más a otro tipo de castigos y sanciones que le permitan al
victimario tomar conciencia de lo que ha hecho y pueda repararlo de alguna manera o
experimentar el sufrimiento y las dificultades cotidianas que viven las víctimas.

Dado el sufrimiento padecido y la lucha diaria para conseguir el pan de cada día en un contexto
de empobrecimiento, explotación laboral, ausencia de oportunidades de trabajo, desempleo y
condiciones precarias de salud y educación, se piensa que la cárcel puede terminar siendo un
premio; por lo tanto, las penas alternativas deben estar ligadas al trabajo y “al ganar el pan con
el sudor de la frente”, puesto que también se ha visto que la vinculación de los jóvenes a los
grupos armados ha estado signada con el deseo de conseguir “dinero fácil”:

Si cogen a esa gente, en una cárcel, ellos están allá es viviendo bueno, yo no soy una
persona rencorosa, yo dejo todo en manos de Dios, que sea Dios que los juzgue, ¿en
una cárcel para qué se los llevan? Allá los sientan, les dan buena comida y allá van a
estar mejor que uno acá... nosotros las víctimas somos los que estamos sufriendo acá,
trabajando y sufriendo para salir adelante y ellos en la cárcel lo pueden tener todo...
yo digo que dejo todo en manos de mi Dios, que sea la justicia divina la que los
castigue.
E: ¿y si la justicia divina no los castigue nos toca en esta tierra, en este mundo, que se
debería hacer con ellos?
MN: no sé..., yo no sabría qué hacer... a mí no me ha tocado, pero hay veces me pongo
a pensar, si a mí se me presentara el tipo que lo mató, yo no sabría qué decirle o que
quiero para él, no sé; la ley (refiriéndose al Estado), yo creo que saben más cómo
castigan a cada quién y cómo lo deben castigar... (Oriente, E21)

Por lo tanto, como una primera conclusión sobre este punto: se anhela la justicia, las acciones
de memoria pretenden generar conciencia en torno a la necesidad de justicia y las
organizaciones de víctimas tienen dentro de sus propósitos luchar por la justicia. Más allá del
debate sobre sus modos, ésta es una aspiración y un motivo que está a la base de la
movilización y la acción pública de memoria. Sin embargo, pareciera surgir una reflexión: la
justicia no es fácil de lograr, aún cuando haya movilización; pero también los otros derechos
(verdad y reparación). Prima la impunidad porque hay miedo objetivo de denunciar, puesto
que las consecuencias son conocidas.

Así pues, en el fondo, aún cuando se hable y se ponga sobre el tapete el tema de la justicia y se
tenga incorporado en el discurso como un derecho importante, en la práctica, la realidad de las
organizaciones del Oriente Antioqueño y de Madres de la Candelaria, es similar a la expuesta
anteriormente en Córdoba, puesto que el precio de una lucha frontal y efectiva por la justicia es
la amenaza y la muerte, y la gente se pregunta si tiene sentido esta lucha, si al final todo
seguirá igual...

...nosotros trabajamos por los derechos de las víctimas porque al final también somos
ciudadanos, entonces, la justicia en este país no es nada, ¿dónde está la verdad de las
víctimas? Lo poquito que se sabe es lo que hemos podido hacer a través de los
procesos, pero no hay verdad, no hay un verdadero proceso de país de verdad, no hay
nada... ¿la justicia en este país? Si cuando empezaron a hablar éstos (los

304
paramilitares), lo poquito que estaban diciendo, se los llevaron para Estados Unidos,
¿qué es eso? La justicia en este país es muy poca. (Oriente, E20)

Ahí está la paradoja: la gente no habla porque tiene miedo, pero tiene miedo porque si habla
conoce las consecuencias para su vida y para su familia. Al final se anhela la justicia, pero no
se cree en la justicia, por lo menos en la que administra el Estado. Lo cual conduce
nuevamente a ese realismo paralizante o a esa desesperanza aprendida que viven los colectivos
de víctimas estudiados, pueden emerger sentimientos de impotencia, desgano y fatalismo.
Surge una sensación: “al final si no se puede hacer justicia sería mejor no hacer nada al
respecto”. Este tipo de constatación donde el realismo paraliza y se aprende la desesperanza
conduce a la idea de delegar en Dios la justicia:

E: ¿entonces que merecen estas personas?


A: eso se le deja a las manos de Dios... que haga Dios con ellos lo que él quiera...
E: bueno, pero Dios está en el cielo y estamos en la tierra, en la tierra ¿qué podemos
hacer?
A: yo lo único que digo es que a toda esa gente así, hay que dejarlos a que ellos mismo
reaccionen, que piensen a ver si les afloja algún día el corazón y reaccionan algún día.
(Madres, E3)

Y sin embargo, en el fondo la acción de memoria, la construcción de una memoria compartida


y el proceso de hacerla pública, por lo menos, ha implicado que haya un horizonte y una
esperanza para lograr hacer justicia, así se vislumbre a lo lejos. María Luisa Cabrera (2001,
2003, 2004, 2007), en sus trabajos de investigación con la comunidad Aurora en Guatemala, y
en el proceso de justicia que se desarrolló sobre la masacre de Xamán, referenciado en el
capítulo 5, afirma que el trabajo y la lucha por la justicia, aún en medio de la impunidad, si
bien puede tener consecuencias en la salud mental de los y las participantes en estos
escenarios, puede aumentar la cohesión social y, sobre todo, generar dignificación y sentido a
la acción, y a la misma vida.

Por tanto, pareciera que es necesario que el horizonte de la justicia siga haciendo parte de los
procesos de organización de víctimas y de las acciones de memoria (Cfr. 9.5). El vínculo que
liga acción de memoria, organización de víctimas y lucha por la justicia, es evidente en los
colectivos, especialmente en el Oriente Antioqueño; de tal manera que si esta memoria no
contribuye a la justicia, puede, para algunos participantes, quedarse a medio camino y puede
poner en cuestión las mismas acciones públicas que se vienen adelantando:

...Si este proyecto y los procesos de memoria que llevan los diferentes municipios no
contribuyen a la justicia, sería no hacer acciones encaminadas a mejorar y nosotros;
no estaríamos haciendo nada en pocas palabras. Se quedaría en expresiones bonitas
pero en poca efectividad a quienes han hecho tanto daño... (Oriente, E5, 2009).

Sin embargo, la gente insiste y persiste y estos procesos de víctimas siguen actuando,
movilizándose, formándose, creyendo; en un contexto como el colombiano, se tiene que tener
claro que el proceso de lucha es de largo aliento, y que la búsqueda de la justicia apenas está
comenzando.

7.10.3. “La vida de un ser humano no tiene precio, un ser humano vale mucho más”:
Lucha por la reparación

Desde un punto de vista concreto y pragmático, buena parte de la acción de memoria y el


proceso organizativo ha estado dirigido a, por lo menos, obtener una reparación económica.
La gente que se confronta en su cotidianidad con la pobreza, con la falta de oportunidades, la
falta de empleo, que no encuentra respuestas ni del Estado ni de la sociedad, ni de los gremios
305
económicos, ni de la cooperación internacional al desarrollo, acepta el dinero que está dando el
Estado colombiano, con aquél refrán: “del ahogado, el sombrero”; es decir, si en medio de la
desesperanza aprendida de la que se hablaba en el punto anterior, cuando no se ve posible la
justicia, cuando la verdad se distorsiona cada día, la gente apela a dos cosas: a su testimonio
para hacerlo público y hacer circular sus memorias, tal como esta investigación está
documentando; pero también, de forma pragmática, a gestionar los recursos económicos que el
Estado ha dispuesto como reparación administrativa (Decreto 1290 de 2008 o Ley de Victimas,
entrando en vigor a partir de 2012).

De allí que para muchos y muchas participantes, de los tres escenarios estudiados, también se
hace memoria porque se quiere buscar una compensación económica (indemnización) que
hasta ahora ha sido la única respuesta del Estado como reparación a las víctimas:

...con eso no le van a devolver a uno la vida del hijo... pero en el caso mío, mi hijo dejó
un hijo, él vive con la mamá y veo a la mamá pagando arriendo, que no hay para el
colegio, que no hay para una cosa, los uniformes, la vida que está muy dura, y si le
pido a Dios que me de eso para yo regalárselo... lo que le da a las víctimas de justicia
y paz.... la reparación administrativa para comprarle un techo a mi nieto y decirle:
"mijo... éste es su papá, haga de cuenta que éste es su papá... Este techo se lo dio su
papá"... (Córdoba, E8)

Incluso, en las organizaciones de víctimas del Oriente Antioqueño, cuyo marco de constitución
se desarrolla en un proceso más amplio que intenta buscar la verdad y la justicia, y que
pretende abrir espacios de participación de las víctimas en el nivel local, esta aspiración a los
recursos económicos que ofrece el gobierno, a manera de reparación, cuando es exclusiva, se
convierte en muchas ocasiones en fuente de disputas, reclamos y llamados de atención para
que la organización no se convierta en una simple gestora de estos recursos, para que no se
instrumentalicen los procesos sociales que se están adelantando, especialmente los de
memoria.

Estos reclamos surgen porque existe también una conciencia que el dinero que se recibe no
puede considerarse una reparación, porque no es suficiente o porque la reparación (por lo
menos la económica) implicaría mucho más. Por lo tanto, la lucha debe hacerse por una
indemnización real y una restitución:

…el dinero bienvenido sí, pero de todas maneras, eso no repara... aunque hay muchas
madres a las que se les ha muerto el hijo, y no se sienten reparadas; pero a muchos
otros parece que sí, porque hay mucha gente que no está sino por el dinero, porque la
gente ahí muchas veces no está sino por la plata... mire a mí me gusta hacer entender
a la gente que este proceso no es sólo por dinero; y les digo yo: "es que nosotros no
tenemos que pensar solamente en una reparación administrativa, debemos de pensar
mejor en una reparación integral”. (Oriente, E30)

Esto implica que buena parte de los y las participantes, y las organizaciones de víctimas
identifiquen claramente que la lucha es por una reparación integral, que implica además de la
indemnización, la restitución, la dimensión psicosocial, la rehabilitación, lo simbólico; pero
además, los relatos de los y las participantes, por lo menos, en las organizaciones del Oriente
Antioqueño, expresan con claridad que se ha ido construyendo una conciencia en torno a la
interdependencia de los derechos de las víctimas; no hay reparación si no hay verdad ni
justicia:

...y que haya verdad en este país, mientras no haya verdad, mientras no haya justicia,
esas son las dos principales; porque en la reparación, depende de éstas; porque a
usted puede que le den 20, 30, 40 millones y si no hay verdad y no hay justicia, usted
306
no se va a sentir reparado nunca... si no hay verdad, si no hay justicia creo que no
repetición no va a haber, también justicia social; porque uno a veces tener que ver
situaciones tan complejas, ahorita que tenemos que hacer el diagnóstico social y
tuvimos que hacer un sondeo, uno se pone analizar esas situaciones de esos niños,
situaciones económicas, situaciones de agresividad en su familia, todas esas
situaciones, mientras no haya justicia social... difícilmente… (Oriente, E20)

Sin embargo, los espacios para la verdad y la justicia aparecen, o incipientes, en el caso de la
verdad; o cerrados, en el caso de la justicia. Por eso, como se ha afirmado, el Estado
colombiano, al mismo tiempo de forma estratégica ha apelado a la reparación económica como
un medio para asumir el tema de los derechos de las víctimas, sin tener que asumir la verdad y
la justicia. Esto liga con la necesidad de las víctimas y de la gente, que ante la escasez de
recursos o ante su empobrecimiento real e histórico acepta, en parte, la transacción y recibe el
dinero. Ahora bien, esto ha condicionado las respuestas de las víctimas, frente al escenario que
el Estado ofrece como único marco de lo posible, y tiene todo un debate interno que se da al
interior de los mismos colectivos de víctimas.

Como se ha visto hasta aquí, la lógica del Estado colombiano se mueve en la vía de “subsanar”
necesidades básicas, correspondientes a derechos económicos y sociales, históricamente
negados, o de ofrecer un subsidio o ayuda humanitaria, como mecanismo, de lo que denomina
“reparación administrativa”, poner paños de agua tibia a problemas estructurales, hacer un
remiendo donde hay un hueco que exigiría una nueva tela. En este sentido utiliza la pobreza y
la exclusión histórica de la gente como un medio, para aunarlo con un discurso político de
“atención a las víctimas”, que puede exhibir ante la comunidad internacional.

De esta manera, se cruzan las demandas de memoria y verdad, de justicia y reparación que se
desarrollan en los colectivos de víctimas, con las necesidades que la gente tiene para cada hoy,
que al final terminan teniendo un peso muy grande. Pero al mismo tiempo las víctimas han
empezado a percibir la trampa, en primer lugar, porque en términos económicos no compensa
lo perdido, porque se termina percibiendo más como una obra de caridad, como algo que se da,
pero no como una restitución de derechos:

Nosotros decimos qué nos van a reparar, si simplemente te dan 20 millones y ahí
quedó, ya te reparamos y listo. ¡Yo me siento engañada! Porque eso para mí es como
la humillación... porque es que eso es como salirse del paso con las víctimas... y ya
reparamos... también sabemos que es que los gobiernos también necesitan tener una
imagen buena afuera, y aquí adentro es como cuando uno en la casa barre por
encimita porque viene la visita, pero los rincones los deja quietecitos: entonces nos
dan plata y un psicólogo... (Madres, E13)

Y esto se percibe de esta manera porque aparece claro que mucho menos se da una reparación
en términos morales y afectivos. Por esta razón, se pueden encontrar relatos entre los y las
participantes que permiten hacer un análisis de la funcionalidad de esta reparación: el Estado
Colombiano ha intentado con ello dar un rodeo, evitar la discusión sobre verdad y justicia,
calmar a las víctimas, intentar bajar la tensión que implicaría la generación de un movimiento
de víctimas más unificado y de carácter nacional. Incluso, se puede percibir “la trampa”,
porque el gobierno ha convocado a consultas a las organizaciones de víctimas para trabajar
éste y otros temas como el de la ley, y al final, las principales demandas y propuestas de las
víctimas han quedado por fuera, tanto de los decretos, como de la ley de víctimas:

...para mí eso es un montaje porque yo tuve la oportunidad de participar cuando se


estaba empezando a montar la política, cuando llegó el ministerio del interior para
hacer la consulta social en diferentes partes del país... nosotros hacíamos ciertas
exigencias, ellos llegaron con un documento ya hecho, y nos dijeron que esa era la
307
reparación administrativa; entonces, nosotros hicimos un análisis de cómo lo estaban
planteando ellos, y señalamos lo que nos gustaba y lo que no nos gustaba, hicimos
sugerencias y propusimos cambios con razones fundamentadas, y nos dijeron que
teníamos razón, que nosotros éramos las víctimas, que ellos iban a cambiar y aceptar
las sugerencias. La gente quedó muy feliz porque habían logrado una incidencia,
porque habíamos hecho un excelente trabajo, cuando llegó la reparación
administrativa, vino con el documento inicial, y como aquí en Colombia las decisiones
se toman así, entonces prácticamente nos tocó asumirlo: 20 millones, no creo que eso
sea reparación para una persona... Entonces, para mí la reparación administrativa es
una farsa, eso es un montaje que el gobierno hizo a su amaño... (Madres, E5)

Así pues, se ha intentado esconder y evadir con ello las propias responsabilidades del Estado
en el marco del conflicto armado colombiano. Además, como la entrega de algunos de los
recursos que ha destinado el gobierno nacional para atención a las víctimas se gestionan por la
vía del Estado local, algunos de estos recursos de “ayuda humanitaria” muchas veces no llegan
a las mismas víctimas, y se pierden en las redes clientelares de cada localidad.

Es importante reconocer, nuevamente, que en medio de los discursos en torno a los derechos,
de la dignidad de la gente, de la lucha por la memoria, e incluso de reconocer que el Estado no
está de su parte, que esconde, manipula la memoria, que no promueve la justicia, también
aparece, emerge, esa construcción tradicional, donde el Estado es benefactor y ayuda; por lo
tanto, la forma de acercarse al mismo no es la del ciudadano, sino la del sujeto que necesita
ayuda, apoyo, por lo tanto un lugar de no-ciudadanía (Cfr. 9.5). Estos dos referentes de
subjetividad se siguen cruzando en medio de todo el proceso de estas organizaciones. Puesto
que como se ha dicho, la pobreza y la adversidad son factores con los que se lucha en el día a
día, y “si vienen ayudas”, éstas no se pueden desperdiciar, por disquisiciones políticas. Y sin
embargo, y allí está la riqueza del proceso, en medio de esta situación económica y social,
también puede haber claridad en la búsqueda de una reparación integral:

El Estado Colombiano es el responsable de hacer la reparación, el que tiene la


obligación de repararme y hay varias maneras de reparación, una es una reparación
integral; y es si yo hoy estoy aquí bien, pero me quedo sin un esposo, sin una mano
veo que estoy en dos estados diferentes. Con la reparación lo que se busca es que
como estoy, tratar de volver a estar: si una comunidad por hechos de violencia se
quedó sin escuela, si la gente se fue, se desplazó, si la junta de acción comunal se
desintegró, la reparación integral tiene que responder a que esa comunidad, vuelva a
tener eso mismo que tenía antes de los hechos de violencia. Y está también la
reparación simbólica que es que los Estados se comprometan a acompañar y a
financiar acciones de memoria... (Oriente, GF2, 2009).

7.11. Reconciliación y desmovilización

En el contexto del trabajo con víctimas y en relación con sus acciones de memoria, el tema de
la reconciliación emerge de manera natural, puesto que el debate en torno a la verdad, la
justicia y la reparación conducen hacia este horizonte; pero a su vez, al plantear la perspectiva
de la reconciliación se arriba a la discusión sobre estos derechos. También el tema de la
reconciliación ha sido un tema de disputa y de lucha en los procesos de organizaciones de
víctimas en diferentes contextos y se ha ligado con frecuencia a procesos de memoria 153.
Si se analizan de forma pausada, por lo menos en la región del Oriente Antioqueño, los relatos
que se tejieron en los grupos de discusión en 2007, los que se recogieron en las entrevistas y
grupos de discusión en 2009, y las entrevistas en profundidad que se realizaron en 2011, se

153
(Del Pino, 2003; Del Pino & Jelin, 2003; Theidon, 2004, 2006ª; Villa et. al, 2007; Martín Beristain, 2005, 2008a,
2010; entre otros).
308
hace evidente una evolución. En el primer ejercicio investigativo los relatos giraron en torno a
la reconciliación, puesto que las mujeres de la región organizadas en AMOR se habían
planteado esta posibilidad, teniendo en cuenta que muchas de ellas eran madres de víctimas de
ambos bandos y de victimarios de ambos bandos. Por lo tanto, la verdad, la justicia y la
reparación se interpretaban a la luz de este horizonte social (Cfr. Villa, et. al, 2007). También
en relación con los discursos emergentes en esa época por el proceso de la ley de justicia y paz
y la supuesta desmovilización de los paramilitares. Dicho contexto condicionó la discusión en
el país respecto a las víctimas, poniendo sobre ellas una obligación moral y condicionando
proyectos productivos o de desarrollo en la zona a esta aceptación de las víctimas de los
procesos de desmovilización.

En los grupos de discusión y las entrevistas realizadas en 2009, el tema de la reconciliación es


asumido de manera paralela y como un dato más. En efecto al preguntar por lo sentidos y
significados de la memoria, por los propósitos de las acciones de memoria, no aparece
explícitamente la búsqueda de la reconciliación, aunque esta aparece nuevamente como
horizonte de lo que se busca hacia el futuro: paz y reconciliación. Sin embargo, la
movilización y la acción de memoria están centradas en objetivos más inmediatos: la
dignificación de los seres queridos, el reconocimiento social, el restablecimiento de derechos,
etc. Precisamente la necesidad de profundizar estos sentidos y significados ha dado pie a las
pretensiones más amplias que se plantean en la presente investigación. Particularmente este
capítulo amplía y profundiza estos relatos obtenidos en 2009, a través de las entrevistas en
profundidad.

Al mirar y analizar la evolución del proceso, puede identificarse la inversión de los sentidos: si
en 2007 los relatos en torno a un horizonte de reconciliación planteada por las mujeres de la
región condujeron a hablar de la verdad, la justicia y la reparación. En este momento la
discusión sobre los sentidos de las acciones públicas de memoria lleva a visibilizar la búsqueda
de verdad, justicia y reparación; y en este contexto emerge la discusión sobre la reconciliación.

Si en ese primer acercamiento a los significados construidos por los procesos colectivos de
víctimas en el Oriente Antioqueño, la reconciliación aparecía como una añoranza y una
perspectiva que podría llevar a la paz; en este momento, cuando las víctimas han hecho un
camino y se han tenido que confrontar con invitaciones del Estado, iglesias, ONG y otras
instituciones de la sociedad civil (que les intentan conducir a escenarios de reconciliación con
desmovilizados de las AUC y de las guerrillas de las FARC y el ELN, ante la experiencia que
implica o bien participar, o bien elegir no participar), llegan reflexiones más amplias y visiones
más complejas que posibilitan un análisis más de fondo.

Es importante tener en cuenta esto, porque algunas circunstancias no han cambiado; como por
ejemplo que en los procesos estén participando víctimas de todos los bandos y madres de
victimarios de todos los bandos, tal como se referenció en el punto anterior y como se analizará
en el punto sobre la memoria incluyente más adelante. Tampoco ha cambiado la mayoría
femenina de la que están compuestas las organizaciones de víctimas, que en su perspectiva de
construcción de realidad plantean una mirada hacia la convivencia y la concordia, hacia la paz
y el final de la violencia, una lógica que incluye, que más que separar, busca unir (Cfr. Villa,
et. al. 2007). Nada de esto ha cambiado, lo que ha cambiado es el contexto sociopolítico y la
realidad de lo que se ha vivido en la región, el confrontarse cara a cara con lo que ha
significado realmente la desmovilización paramilitar, la “aplicación” de la ley de justicia y paz,
y la realidad de control social, en unos casos, rearme en otros, y de nuevas formas de violencia
que han conducido a un cierto escepticismo sobre un tema que se toca ahora tangencialmente.

Pero además, y finalmente, tal como se verá en este punto, uno de los principales problemas
para que el horizonte de reconciliación haya dejado de ser central para estas organizaciones de
víctimas, para que se mire a la luz de los propios derechos, estriba en las presiones sufridas por
309
estas organizaciones para participar en proyectos de diferente concepción y estructuración que
les obligan a tener que asumirse cara a cara con los victimarios sin mediar procesos de verdad,
justicia y reparación. Proyectos de instituciones estatales y no gubernamentales obsesionadas
con el perdón y la reconciliación, las paz social y el final de los conflictos, afirmando: “que se
den la mano los desavenidos, que se encuentren las víctimas y los verdugos, sin preocuparse
demasiado si el abrazo es una caricatura de perdón… en la que nada se ha reparado” (Silva,
2006, p. 25):

...Sí, los principales que quieren pedir perdón son las grandes instituciones para que
no se sepa la verdad, y ellos quieren que haya un perdón y un olvido, y eso no se puede
olvidar porque si nosotros olvidamos lo que sucedió, es como volver a permitir que
vuelvan a suceder los hechos y no se puede... (Oriente, GF3, 2009).

Además, constatando en el día a día que sus condiciones de vida siguen siendo muy precarias,
mientras los agresores fueron privilegiados por el Estado, recibiendo diferentes beneficios con
los que no han contado las víctimas. Son principalmente estos hechos los que han traído un
cambio significativo en los relatos y significaciones en torno a la reconciliación, especialmente
en la región del Oriente Antioqueño, llegando a una construcción de los relatos donde la
reconciliación es un proceso interdependiente a la verdad, la justicia y la reparación; y
difícilmente puede ser entendida si no se considera la perspectiva de las víctimas y el respeto a
su dignidad y sus derechos. Estos relatos también emergen, con diferentes matices en los otros
dos escenarios estudiados: en Madres de la Candelaria se da la paradoja y la complejidad de
buscar justicia, pero participar en los escenarios de reconciliación que se han efectuado en la
alcaldía de Medellín, además de realizar una diferenciación entre los “muchachos” que se han
vinculado a grupos armados y sus comandantes. En Córdoba la realidad del rearme y el
reciclaje de los grupos paramilitares en nuevas estructuras armadas hace que este tema se
perciba aún más lejano todavía.

Un último punto, que además es importante: si en el acápite sobre los derechos se analizaba
que la relación entre la movilización de memoria y la lucha por estos derechos (especialmente
la justicia) se enlazaba más en el orden del anhelo y el deseo, cuando se habla de
reconciliación, en el contexto actual, no aparece claramente como un móvil, propósito o interés
explícito de la movilización de memoria. Los relatos en torno a este tema solamente surgieron
cuando en las entrevistas se hizo explícita la pregunta por la reconciliación y su relación con
las acciones de memoria, tal como se verá en los siguiente acápites.

7.11.1 “Es necesario reclamar los derechos... y yo creo que sin eso es difícil alcanzarla...”:
Reconciliación y derechos de las víctimas

Los textos y los relatos de vida, construidos en las entrevistas en profundidad realizadas,
permiten afirmar que se hace necesario que los victimarios compensen (reparen) a las víctimas
y que haya justicia, para que haya reconciliación. La reconciliación necesita que se pase por
procesos sociales y políticos que impliquen verdad, justicia y reparación; lo cual, puede tener
muchos matices, pero lo que no puede ser borrado es la dignidad de las víctimas y su
resarcimiento social y ciudadano.

Para los y las participantes, hay reconciliación cuando se reconozca públicamente el dolor de
las víctimas y se escuche su verdad. Lo cual implica que también se dé un arrepentimiento
honesto y sincero que lleve a los agresores a reparar a sus víctimas, asumir las
responsabilidades por lo que sucedió y garantizar la no repetición. Si bien el escenario del
arrepentimiento entra en el campo de lo subjetivo y probablemente va a ser minoritario en un
proceso general, el anhelo por la prevención es fundamental para evitar que la reconstrucción
de la convivencia se dé sobre la base del poder de los desmovilizados sobre las víctimas en el
ámbito local. Dicho proceso en las actuales condiciones, aparente desmovilización de actores
310
armados sin verdad ni justicia, mantenimiento de control social y político, apropiación de la
tierra, manejo de rutas de tráfico de drogas y control de enclaves económicos, resulta
imposible un proceso si no existen esas condiciones para que se creen reales escenarios de
reconciliación:

...Ver tanta falsedad y tanta hipocresía que han dicho en las versiones libres... eso
dificulta mucho, porque si no hay verdad ni justicia es muy difícil la reconciliación...
para mi es así... Es que para mí esa gente es como tan difícil: dicen una cosa, hacen
otra... (Madres, E8)

Por esta razón puede afirmarse que, para los y las participantes, la reconciliación es imposible
cuando los victimarios mienten, cuando el Estado les da privilegios y realiza programas para su
bienestar, mientras las víctimas siguen en situaciones de precariedad, pobreza, vulneración de
derechos y sus voces no son escuchadas; y mucho menos, cuando existen riesgos de que se
repitan los hechos. Esta situación de desigualdad, inequidad e injusticia, que se ha dado por
varios años, que se suma a la injusticia que deja la impunidad, pero también la injusticia que
deja la falta de garantías de derechos básicos, genera esta visión escéptica frente a la
reconciliación:

…porque han habido muchas intentonas de reconciliación, de procesos de paz, lo que


hemos visto que al final terminan premiando al victimario, han premiado el
victimario... porque nosotros aquí reunidos gritando: "los queremos vivos, libres y en
paz", y al frente una fila de muchos victimarios cobrando sueldos, entregándoles
dádivas, es decir, ha sido muy generoso con el victimario, siendo el Estado también
victimario... se siente uno muy descompensado en sus derechos, se siente como que el
mundo fuera al revés, que la víctima sea señalada, sea olvidada, sea victimizada, y
quien la ofende, quien la maltrata, quien le quita la vida lo estén premiando...
(Madres, E4)

El mensaje que parece quedar para la sociedad, que tiene implicaciones éticas muy graves en la
construcción de las relaciones sociales, es que resulta mejor pertenecer a algún grupo armado,
realizar el mayor daño posible, porque luego estas acciones terminan siendo “premiadas”.
Además se experimenta una sensación de impotencia cuando se observa que quienes reciben
estos beneficios de parte del Estado, y quienes caminan libremente por las calles de sus lugares
de residencia, son precisamente aquéllos que les hicieron tanto daño, sin que haya ninguna
consecuencia y sin que se tenga en cuenta el dolor que se ha padecido; además siempre se tiene
el temor de que vuelvan a realizar una acción violenta:

...si nosotros hubiéramos sido los paracos entonces a nosotros nos tendrían allá bien
tenidos, como a ellos, de por vida, porque a ellos los tienen bien tenidos, generándoles
estudios, su bienestar, su bien vivir; mientras que a nosotros nos dan una
indemnización, nomás y eso se nos acaba y seguimos en las mismas. Por lo menos que
hubiera una igualdad de derechos, porque si ellos tienen derechos nosotros, con mayor
razón... (Oriente, E17)

Esta perspectiva no se tiene solamente frente a los procesos de desmovilización de los grupos
paramilitares, sino también frente a la política de desmovilización de los “desertores” de la
guerrilla; al fin y al cabo para la gente, cuando el victimario, sea cual sea su condición, es
tratado por el Estado con prebendas y beneficios sin que asuma sus responsabilidades, genera
en las víctimas indignación e incredulidad.

Por esta razón, Martín Beristain (2008, p. 341) afirma: “El proceso de reconstrucción exige
tener en cuenta la memoria de las víctimas y llevar adelante medidas para mitigar o reparar el
daño en lo posible, medidas que acaben con la impunidad, reformar las fuerzas armadas,
311
facilitar la participación política y difundir la verdad en la sociedad, así como medidas que
afronten las raíces económicas y sociales de la violencia.” Sin éstas, y otras reformas
necesarias, la realidad es que los procesos de reconciliación más que hacerse parte de una
realidad posible, se van convirtiendo más en ficciones y trampas que al final van generando
rechazo en las mismas víctimas, porque se constata una indiferencia e indolencia social y
política que cierra las puertas y distancia sus posiciones.

7.11.2. “Juegan un partido de fútbol los desplazados y los desmovilizados y ya... como si
eso fuera reconciliación”: Las falacias del discurso de reconciliación en Colombia

En escenarios como los enunciados en el punto anterior, donde se pretenden construir


supuestos espacios de confianza cívica, o de convivencia, o simplemente encuentros de
víctimas y victimarios, sin hablar de verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición, la
reconciliación termina siendo una afrenta a las víctimas. Los movimientos de víctimas en el
cono sur, Argentina, Chile, Uruguay (Lira, 1998, 2009; Pipper, 2004, 2009; Jelin, 2002a; Jelin
& Kaufman, 2006; Achugar, 2002; Pastoriza, 2009), los procesos de lucha por la justicia y la
memoria en Centroamérica (ODHAG, 1998; Cabrera, 2003, 2004, 2008; Martín Beristain,
2005; Martin Beristain, et. al, 2000; Gaborit, 2006a, 2006b; Mendoza, 2006), las luchas por la
memoria en Colombia (Cepeda, 2006; Gómez, et. al, 2008, etc.) y las asociaciones de la
memoria histórica en España (Silva, 2006; Erice, 2006, 2008; Acosta Bono, et. al. 2008,
Vynies, 2009; entre otros), todos estos procesos de víctimas dan cuenta de los abusos que
implica intentar imponer a las víctimas la reconciliación como medio para la construcción de la
paz y la democracia; puesto que el costo de este proceso ha sido el silenciamiento, la
impunidad y la humillación.

En Colombia, por parte del Estado, ciertos sectores de las iglesias y algunas organizaciones
sociales (ONG, gremios y otras instituciones civiles) se han querido promover espacios de
reconciliación, desde diversos marcos teóricos. Todos tienen en común el privilegiar la
reinserción y la rehabilitación de los agresores, por encima de la protección de los derechos de
las víctimas. Bien sea desde una perspectiva de búsqueda del perdón, en encuentros de
víctimas y victimarios; o desde la denominada construcción de confianza cívica, que implica la
construcción de planes hacia el futuro, sin revisar y afrontar el pasado, se terminan generando
espacios que pueden convertirse en escenarios de revictimización, humillación y falta de
garantías para las víctimas. Procesos sin verdad y sin justicia, sin reconocimiento social del
daño que se ha hecho y del dolor y sufrimiento padecido, que no implican una voz pública de
las víctimas, que en medio del miedo que produce encontrarse en una situación asimétrica con
el victimario, cuando este conserva el poder, prefieren callar; procesos donde no hay
reparación integral por los daños sufridos, y donde, finalmente, no se han establecido medidas
de no repetición154:

…Hace como un mes estuvimos en el debate con el concejo municipal, debatiendo el


tema de la política pública y la cosa allá fue bastante difícil, bastante dura porque
había una política pública muy mirada desde el enfoque de reconciliación víctimas –
victimarios y asumida por una institución que estaba trabajando el tema de la política
pública, las víctimas no estaban de acuerdo con eso... lo que pasa es que no
reconocían que nosotros teníamos el derecho de decir que todavía no nos queríamos
sentar en la misma mesa de trabajo con los victimarios, porque no hay confianza,
porque la situación no está todavía para eso, porque no ha habido justicia, porque no

154
Peralta (2010) y Uribe (2010) dan cuenta del proceso vivido en el municipio de San Carlos, en el Oriente Antioqueño,
premio nacional de paz en el 2011. Allí se ha construido un modelo de “reconciliación” donde priman las versiones,
acciones y propuestas de los victimarios. Y las víctimas se resignan a que en la buena voluntad, estos actores, les
informen donde están sus desaparecidos y que, por lo menos, ya no les amenacen. Mientras las agencias estatales y otras
organizaciones condicionan ayudas y proyectos productivos a un trabajo conjunto entre víctimas y victimarios, en un
proceso de “reconciliación” que, al final, termina atentando contra la dignidad de las víctimas.
312
ha habido verdad, porque no hay muchas cosas; uno ve que hay gente muy indolente
frente al dolor y no reconoce al otro... y cree que eso es tan fácil como “chisquear” los
dedos y ya... fácil: pase la página que aquí no pasó nada... y no reconocer el dolor del
otro o la historia del otro... (Oriente, E20)

Por esta razón, en muchos casos, terminan siendo farsas y tramoyas para construir imágenes y
relatos mediáticos míticos y falseados de la realidad que pueden estar incubando la desazón, el
descontento e incluso nuevas formas de violencia. Construyendo además, nuevamente una
memoria mítica (Pécaut, 2003) donde la violencia termina asimilándose a un desastre natural,
un ente mitológico de desproporcionada figura que cual volcán en erupción por sesenta años se
cobró muchas víctimas inocentes, pero que no se debe “tocar”, se debe dejar “tal cual” y seguir
de largo, pasando la página de la historia, como si eso fuera posible.

Por eso para los y las participantes en esta investigación la reconciliación no se puede imponer,
por el contrario debe ser un proceso lento, que incluya una perspectiva de derechos, no se
puede trivializar ni manipular ni servir a los fines políticos, económicos o sociales de las élites;
debe incluir necesariamente los puntos de vista y las necesidades reales de las víctimas:

...porque es que hay veces que se quiere solucionar el problema de la guerra y de la


violencia y que nos reconciliemos los paracos, los desmovilizados con los desplazados,
pero quieren resolverlo extrayendo un proyecto de palma africana o de caucho o de
cacao... y ya hemos descubierto que no es así... que jugando un partido de fútbol los
desplazados y los desmovilizados y ya... como si eso fuera reconciliación... no, esto
realmente se necesita un proceso… (Córdoba, E13)

Cuando se generan procesos donde se pretenden abrir escenarios de reconciliación, a través de


encuentros víctimas y victimarios, o donde los desmovilizados, que no han asumido ninguna
responsabilidad social y política (que en muchos casos siguen siendo funcionales a estructuras
político militares, de control social, de proyectos armados), se crea el espacio perfecto de
revictimización. En estos espacios la gente experimenta nuevamente el dolor, se reviven los
miedos, se siente coartada y limitada en sus posibilidades de expresión, se siente atemorizada;
porque este es un espacio donde en realidad las víctimas están en lugar de subordinación, de
asimetría frente al agresor, con lo cual, más que promover la reconciliación se están generando
silencios, resentimientos y sentimientos de humillación, que a la larga no producen lo que se
espera de ellos:

…cuando yo tenía esos encuentros con los desmovilizados, a mí me daba mucho miedo
asistir a una cosa de esas... Y saber uno que estaba con ellos, y que ellos andaban en
lo mismo, seguían haciendo lo mismo, entonces, todo esto ha sido cosas muy duras
para mí... eso era un taco muy horrible: yo saber que uno estaba con ellos disque
organizándose y haciendo cosas, en esos encuentros que hacen, y uno saber que uno
está ahí de frente con el enemigo... eso es muy duro, yo salía de ahí muy aburrida, muy
triste cuando yo los veía a ellos... (Oriente, E27)

Los familiares de los desaparecidos y las organizaciones de víctimas que se articulan en torno
a las víctimas de este delito de lesa humanidad, tales como Madres de la Candelaria, viven una
paradoja, puesto que en muchos casos, la necesidad de respuestas, la búsqueda desesperada, la
importancia de encontrar al ser querido, prima sobre otras consideraciones; de allí que hayan
sido, en algunos casos, presa de estas instituciones estatales y no gubernamentales, para este
tipo de escenarios (encuentro de víctimas y victimarios para “exhibir” ante la opinión pública
sus “escenas de reconciliación”), con el único interés y la única esperanza de encontrar alguna
respuesta sobre el paradero de los seres queridos.

313
Pero, de otro lado, y allí está la paradoja, en realidad no creen en esos espacios; se prestan a ser
útiles al discurso del Estado, pero a cambio de información útil. No están cómodas dentro de
la escena, pero saben que pueden tener alguna esperanza; no creen que se esté generando
verdadera reconciliación, pero se ponen de cara al victimario para lograr conmoverle y que, por
lo menos, entregue la información sobre el paradero de los seres queridos:

¿Por qué estamos en todo eso?155 Porque esa es una forma de nosotros sensibilizar,
una forma de que de pronto ellos se pongan la mano en el corazón y nos digan qué
hicieron con nuestros seres queridos, pero a nosotros quién es el que nos debe
reconocer todos esos derechos, es el Estado. Si el Estado es el que los patrocinó. Yo
me he hecho varias veces esa pregunta: estamos hablando de paz y reconciliación,
pero en realidad para mí no hay ninguna paz ni reconciliación porque entre más días
menos sabemos... y que está pasando ahora: están asesinando las mujeres, siguen
asesinando nuestras mujeres... (Madres, E1)

Las Madres de la Candelaria, en este caso, no son víctimas pasivas “utilizadas” para estos
espacios en los que no creen del todo. También se mueven de forma instrumental, como ya se
explicó, de tal manera que puede verse desde una perspectiva compleja que también articulan y
mueven sus propios intereses cuando participan de estos escenarios.

Pero, al final se termina percibiendo la falacia, el problema y lo que implican estos espacios sin
que haya un proceso donde la verdad, la justicia y la reparación sean centrales. Al final se
reconoce que allí no hay reconciliación y que las víctimas terminan siendo funcionales a
intereses de otra índole, y estos espacios se utilizan como pantalla, como una forma, o bien, de
negar el conflicto armado, o bien de validar un proceso fallido como el de la desmovilización
de los grupos paramilitares en Colombia:

...eso son pantallas, eso no es verdad y por eso yo no he asistido, porque yo no lo veo,
no me siento identificada ahí, eso es un montaje muy bravo... porque mire la justicia
colombiana está muy débil, aquí hay una maquinaria muy dura y yo digo: es más fácil
mover la piedra de El Peñol que mover esta maquinaria que hay aquí en Colombia,
porque hay un trasfondo y eso tiene otros intereses, y eso ahí hay un círculo vicioso...
(Madres, E13)

Este malestar también se manifiesta frente a los procesos abiertos por la denominada ley de
justicia y paz (Ley 975 de 2006), que posibilita escenarios donde se realizan versiones libres de
los victimarios, donde las víctimas, a través de representación legal o directamente, pueden
enviar preguntas a los fiscales que adelantan el procedimiento legal, para que el imputado
(postulado)156 diga la verdad en torno a los hechos. Estos ejemplos muestran los frecuentes
procesos de victimización secundaria que sufren las víctimas en escenarios en los que no se
respetan sus derechos, se hacen sin garantías legales o acompañamiento o terminan dándose
formas de representación de la realidad que suponen más una forma de legitimar procesos
sociopolíticos con otras intencionalidades como si fueran formas de trabajo con las víctimas.

7.11.3. “Ellos no se han desmovilizado nunca”: La falacia de la desmovilización

El principal problema para que se haya generado un fuerte escepticismo frente a las
posibilidades de la reconciliación en Colombia y para la realización de ejercicios de justicia
transicional, está relacionado con el hecho mismo de la desmovilización. Como se argumentó
y se mostró en el capítulo 2, los procesos de desmovilización de los grupos paramilitares han
tomado varios caminos; lo único cierto es que, en todos los casos, han posibilitado o bien la

155
Refiriéndose a los encuentros de reconciliación de la Alcaldía de Medellín.
156
Postulado: es el término técnico y legal que se utiliza en el marco de esta ley.
314
consolidación de poderes y un control social y político ganado en la guerra, o bien la
reestructuración de grupos armados ligados tanto al narcotráfico, como a élites de la tierra o a
intentos de ganar más territorio. Finalmente se sigue utilizando la estrategia paramilitar para
mantener, en perfiles bajos, la intimidación y el control social y político. En todos los casos, la
desconfianza es muy grande y es inevitable ver al desmovilizado individual como funcional a
todos estos propósitos. Por lo tanto, el temor, la desconfianza, como se ha visto en los relatos
de este acápite, en vez de disminuir, aumenta, y las reacciones de rechazo y desconcierto ante
las propuestas de reconciliación se hacen mayores.

En las tres regiones la situación es diferente: en el Oriente Antioqueño, el perfil de estos


grupos ha disminuido ostensiblemente. Al considerarse una “zona de consolidación” por parte
del Estado, la aparición armada de forma explícita de este tipo de grupos es mínima, sin
embargo, se mantiene el control social, se tiene una experiencia de temor constante, pero se
vive como si nada pasara, aunque siempre hay alertas por lo que puede pasar:

...cuando se fueron de aquí desmovilizados los paramilitares, se vivió, ese tiempo con
calma, no hubo más muertes, luego cuando vinieron, ya otra vez fue la zozobra,
estaban por ahí de nuevo, aunque no anduvieran con armas por ahí, pero estaban
haciendo extorsiones; entonces era como otra zozobra, como otro momento más del
camino que se vivió, porque así no estuvieran ya ejerciendo, uno sabía que ellos eran
los que habían exterminado nuestro pueblo... uno no podía expresar mucho sus
pensamientos, porque lo podían hacer callar... si no era matándolo, haciéndolo ir...
eso siguió pasando hasta mucho después de la desmovilización... (Oriente, E25)

Así pues, se ha popularizado una frase, que es común en las tres regiones: “sabemos lo que
hacen de día porque los vemos, pero no sabemos lo que hacen de noche”. Con la que se quiere
decir, que en este proceso se ha hecho un juego de múltiples apariencias: el Estado aparenta
que realizó una desmovilización exitosa, los desmovilizados aparentan serlo, los paramilitares
aparentaron desmovilizarse, pero muchos permanecieron como tales; la gente aparenta que
todo va bien; y sin embargo, la zozobra, el temor y las posibilidades de reactivación de la
violencia son constantes 157. En Córdoba y en Medellín se observa que quienes siguen
ejerciendo control armado, quienes siguen actuando militarmente, quienes desarrollan
actividades delincuenciales y quienes controlan el narcotráfico son los mismos que aparecían
como desmovilizados:

...muy difícil porque mira las políticas del Estado, entregar paramilitares,
supuestamente, pero lo que ha habido es rearme, las mismas bandas con otros
nombres, el mismo reclutamiento de menores, el mismo rearme de grupos ilícitos, las
mismas torturas, los mismos asesinatos; a pesar de que se entregue un grupo, de que
se entregue el otro, entonces es muy difícil... tendría que haber una política de Estado
diferente a la que hay ahora, porque hasta el momento no ha pasado nada y no han
cambiado las políticas que habían utilizado... (Córdoba, E4)

Sin embargo, la forma como las Madres de la Candelaria y la gente en Tierralta (Córdoba) se
acercan a estos actores sociales, también difiere a las de Oriente Antioqueño. Esto tiene que
ver con asuntos del contexto: puesto que los desmovilizados y los actores armados son jóvenes
de sus barrios, muchos han sido hijos suyos. En ciertos casos, aunque no lo nombran
explícitamente, algunos de los hijos que están buscando, desaparecieron en combate militando
con algún grupo, por lo tanto, su mirada al fenómeno de la desmovilización y especialmente
157
Preocupa de forma significativa el radio de influencia y la acción permanente de las llamdas, eufemísticamente por el
Estado colombiano, BACRIM (bandas criminales), sucesores de los paramilitares de las AUC, que actúan en los mismos
perímetros, están compuestas por los mismos combatientes y son funcionales a los mismos intereses, complejizados por
las luchas entre ellas mismas. Al parecer pueden tener un radio de influencia tan fuerte, que en el mes de enero de 2012
lograron paralizar, con un paro armado casi todo el noroccidente del país. Por lo tanto, sigue abierta la pregunta por la
real desmovilización de los grupos paramilitares en Colombia.
315
frente a los combatientes rasos se hace más compleja. En muchos casos, las mismas que han
dicho que no creen en los procesos de desmovilización o en la reconciliación, también
terminan diciendo que muchos de estos combatientes rasos pudieron haber sido víctimas.

También pueden llegar a comprender la realidad de violencia estructural (Galtung, 1999) que
se vive en la ciudad o al haber sido desplazados, y desde allí comprenden ciertas opciones,
aunque no las justifiquen; diferenciando quienes también están en la guerra por otras razones;
así pues, puede establecerse claramente la diferencia: una cosa es el combatiente raso, que al
no tener oportunidades en su vida cotidiana, llega a participar en un grupo armado, movido o
bien por engaños, o bien por una situación desesperada; y otra quienes terminan haciendo la
guerra en función de sus propios intereses, para unos y otros el trato debería ser diferente:

...porque yo me pongo a ver que un padre de familia o un joven viviendo en un hogar


donde no hay comida, no hay para el arriendo, mal vestidos y llega otro y le ofrece...
no tiene otra, sale y se va... estoy hablando de los rasos, hay otros que los obligan, y se
tiene que ir porque si no se va... entonces mire, porque hay que mirar cómo calificar
las cosas... los rasos son una cosa y los jefes son otra. Aunque también en los rasos
hay personas... y de los que están más arriba eso si es la ambición de poder, de
territorio, y de todo eso... (Madres, E13)

Por esta razón el tema de la convivencia con desmovilizados se hace muy complejo. Puesto
que no se sabe muy bien quiénes son, quiénes no son. Quiénes fueron realmente y quiénes no
fueron. Ha sido un proceso que ha generado confusión y que se inserta en el corazón de las
mismas organizaciones de víctimas. No se resuelve tan fácilmente como promoviendo
“diálogos” entre unos y otros, porque mientras no exista verdad, justicia y reparación, y sobre
todo, garantías de no repetición, será muy complicado construir escenarios de este talante,
porque las víctimas estarán en una posición de asimetría, por debajo y atemorizadas, callando
para no generar una situación complicada. De esta forma las enunciaciones, propuestas y
demás puntos de vista de los victimarios prevalecerán en el escenario social, las víctimas
callarán y se estarán incubando nuevas posibilidades para la expresión del dolor, la rabia, el
rencor y la venganza.

Ahora bien, me gustaría reforzar esta idea por contraste. Cuando se ha operado algún nivel de
justicia, cuando quienes han empuñado las armas han tenido que responder ante la justicia, han
tenido que asumir una sanción; cuando las víctimas han podido acceder a información y
acercarse a algún nivel de la verdad (por lo menos, desde lo que tienen que decir los
victimarios), se abren y posibilitan espacios para la reconciliación, en el sentido de reconstruir
algunas bases para la convivencia. Quiero presentar uno, de dos relatos que emergieron en el
diálogo con dos mujeres en Córdoba, quienes tuvieron la posibilidad de hablar, en la cárcel,
con alguno de los agresores del grupo que les arrebató a su ser querido:

Quise saber cuál era, por qué habían matado a mi hijo, y una persona me dijo: "esa
persona está presa en la cárcel de Urrá", hablé con la fiscal y le dije y le pregunté:
"doctora, ya él está muerto, pero yo quiero recuperar el cadáver, con esto no voy a
hacer una fiesta, pero me voy a sentir un poquito más tranquila"... Cuando llegué allá
yo, me dijo: "¿usted es la mamá de fulano de tal?", Y yo le dije "sí señor". Me dijo:
"¿qué es lo que usted quiere saber?" Y yo le dije: "no te vengo a reclamar, sólo quiero
pedirte en el nombre de Dios que me digas donde está enterrado mi hijo, es lo único
que te estoy pidiendo..."; entonces él me dijo: "no, señora Doris le voy a decir algo
aunque sea doloroso para usted y le suene muy duro..."... le dije: "no importa lo duro
que sea que yo estoy preparada para eso". Me dijo: "yo no le disparé a su hijo, pero
yo pertenecía a los 10 que estábamos en el grupo, ese día matamos a cuatro, entre los
cuatro estaba su hijo... su hijo está enterrado en tal parte... si la fiscal del caso quiere
tener una entrevista conmigo y quiere que le dé la información, yo estoy postulado en
316
la ley de justicia y paz y yo voy a dar esa información". Eso fue un domingo, y él cómo
que a la defensiva porque él pensó que yo, y me dijo: "señora Doris perdóneme...";
entonces yo lo cogí y lo abracé, y le dije: "no mi amor, yo no vine aquí a juzgarte... si
tú tienes algo y debes algo tienes que pedir perdón a Dios, a mí no, ya mi dolor y todo,
ya Diosito lo tiene en sus manos y le doy gracias porque estoy aquí" y lo abracé... se
puso a llorar y me dijo que él esperaba una madre agresiva, que le iba a pegar o a
vaciar... y yo le dije: "no, para qué, si yo te pego, si yo te digo una mala palabra, ¡No!
Arréglate tú con Dios, conmigo no, que Dios te bendiga y me voy"... (Córdoba, E8)

Este relato, y otros similares que recogí en esta investigación, me llevan a una hipótesis,
contraria a lo que se suele afirmar desde los discursos de la historia oficial, los discursos
religiosos y los de la reconciliación como confianza cívica. En mi concepto, no solamente el
perdón no se opone a la justicia, sino que además los escenarios de justicia pueden propiciar el
perdón, porque de una u otra forma ésta se convierte en mediadora de las emociones negativas
del deseo de venganza, la rabia, el odio, el dolor y el resentimiento. Y esta mediación
contribuye a que se recupere la simetría entre agresor y víctima, el Estado interviene
restituyendo esta simetría al sancionar la conducta punible y al hacer efectivo el mensaje ético
que evidencia el mal cometido, el daño realizado. Desde este lugar la víctima puede ver de
otra manera al victimario, puede acercarse a su humanidad, y dar un paso que posibilita
renunciar a la venganza. Esto no quiere decir que este sea el camino que las víctimas deban
hacer. Otras pueden sentir rencor o no querer restaurar ningún vínculo con los perpetradores y
tienen todo el derecho a ello. Es probable que no todos tengan que hacer lo que hicieron estas
dos mujeres que cuentan sus historias, pero, por lo menos, sí se abre un espacio psicosocial
para la elaboración y la transformación de estas emociones, se da un reconocimiento social,
político y jurídico y se abre la puerta para que la víctima cierre su herida y pueda, ahora sí,
plantearse una mirada hacia el futuro, porque el pasado quedará verdaderamente resuelto.

La discusión sobre el tipo de justicia, el tipo de sanción, la discusión sobre si se deben aplicar
medidas transicionales o aplicar todo el peso de la ley no es asunto de esta investigación, pero
es una pregunta que sigue abierta para ser explorada en nuevas investigaciones. Finalmente,
en los siguientes capítulos se irá avanzando sobre las consecuencias que tiene para las víctimas
el proceso que parte de la memoria compartida a la memoria pública y que va construyendo un
reconocimiento interpersonal, uno social, y luego uno político y jurídico; e intentaré mostrar
qué le pasa a la gente cuando puede participar en estos diversos escenarios. Para finalizar este
acápite creo necesario cerrar con un relato de una líder del Oriente Antioqueño, que termina
afirmando la importancia de la reconciliación, porque esta es una tarea que se debe tejer en la
sociedad, en la reconstrucción del tejido social cotidiano, más que en los afanes de realizar
encuentros entre víctimas y victimarios. Y desde el horizonte de reconstruir el tejido social, las
acciones de memoria, para los y las participantes, sí están movilizando hacia la reconciliación:

…entonces también, de cierta manera, también es como elaborar cosas porque, por
ejemplo, la gente en La Unión también conoce esa historia, pero como a través de ese
proceso y que todas esas historias están ahí, y que también, de cierta manera hay una
reconciliación, una especie de reconciliación; no con el victimario directamente, pero
sí con las familias, que al final, son también como inocentes. La mamá no tuvo nada
que ver, también tuvo un dolor inmenso, pero que uno siempre veía la familia y uno
siempre la miraba así, como de ladito... (Oriente, E20)

7.12. Una memoria incluyente

El escenario descrito por el anterior relato ha sido posible por la complejidad que ha implicado
trabajar en el mismo proceso víctimas de unos y otros actores, lo cual ha conducido a la
construcción de una memoria incluyente, que según autores como Todorov (1995, 2001),
Ignatieff (1999), Bar-Tal (2003, 2007, 2010), Garagazov (2008), Zembylas y Bekeman (2008),
317
entre otros, propicia escenarios de reconciliación más complejos o de afrontamiento de
conflictos intratables.

En el caso del conflicto colombiano, donde la violencia vertical, ejercida por el Estado, los
grupos guerrilleros y los grupos paramilitares, ha implicado violación de los derechos humanos
y del Derecho internacional humanitario; también se ha hecho horizontal, como se veía
anteriormente, porque al final los y las combatientes rasos terminan haciendo parte de las
comunidades y las familias de las mismas víctimas; una perspectiva exclusiva centrada en una
visión restrictiva y tradicional de los derechos humanos, o una exclusiva centrada en la
reconciliación pueden ser contraproducentes, porque desconocen aspectos de la complejidad
del conflicto.

Y lo otro que encontré y me parecía muy particular es como familia de víctimas,


incluso hasta de victimarios, las familias estaban ahí contando esa historia y me
parecía como una telaraña llena de unas encrucijadas muy raras, que decía uno, hasta
donde nos lleva la guerra; porque escuchar o leer al menos, esas historias de aquellos
que también hicieron parte: cómo algunas personas habían sido financiadoras de esa
guerra, pero escuchar a la tía o a la esposa de uno de esos que financió guerra y que
ella finalmente también fue víctima porque la mataron a sus dos hijos. Entonces era
como una telaraña muy rara, era un sentimiento muy extraño, porque también veía a
esa mamá con ese dolor, porque le habían matado a sus dos hijos, porque la guerrilla
se desquitó con la familia, porque el papá de esos hijos fue quien pagó a algunos
paramilitares para que llegaran al municipio, que mataron a los seres queridos de
uno; pero escuchar ese testimonio de vida de la mamá, era algo doloroso, pero
también gratificante porque también eso es como sentir el otro, o sea, que la familia
del otro también le duele y siente y cómo se van envolviendo en la guerra... (Oriente,
E20)

Quienes se centran exclusivamente en las violaciones de los derechos humanos, hacen énfasis
en la necesidad de castigar al agresor y hacer justicia, lo cual es válido y necesario; pero
desconocen la faceta de la complejidad del conflicto en lo cotidiano, y como se ha afirmado
anteriormente, la diferencia entre las víctimas del conflicto antes de los 90, y las víctimas del
conflicto después de esta época. Puesto que los primeros responden claramente a la
experiencia de violencia vertical de parte del Estado y grupos paramilitares en proceso de
conformación, casi que de forma exclusiva en un marco de represión a la oposición política, a
las manifestaciones de la izquierda política y a la protesta social; mientras los segundos, sin
que se perdiera la primera, el abrumador número de víctimas en las diversas regiones del país,
entre las que se encuentran los y las participantes en esta investigación, han vivido una
agudización del conflicto armado, un reclutamiento que creció de forma exponencial y una
invasión de los grupos armados a sus comunidades y espacios vitales, involucrando a sectores
de la población en diversos niveles, generando rupturas del tejido social, la confianza
comunitaria y las redes familiares y de solidaridad construidas por años:

...yo le diría que esa apreciación no cabe en este contexto, en este lugar, en este grupo
porque lo vemos así, el dolor es igual, las consecuencias de esa violencia son las
mismas, igual somos hermanos de una misma región, a veces en la misma familia la
mamá tiene un hijo que se fue para la guerrilla y otro que se fue para los paracos, y
puede ser víctima de unos y de otros, puede tener otro hijo en el ejército, entonces, es
la misma realidad que no se puede separar aquí en este caso, es la misma realidad que
se impone y no se puede separar... o sea que la realidad de violencia que hemos vivido,
aquí cualquiera sea la causa que se haya ido uno para un lado y otro para el otro,
cada cual lo sabrá, es esa la realidad de violencia que hemos tenido que vivir, y esa
mamá también es víctima de cualquiera del bando contrario y ella cómo va a separar

318
el dolor del paraco que le mataron o del guerrillero que le mataron, entonces no lo
puede separar, y nosotros tampoco lo podemos separar... (Córdoba, E13)

Y es aquí a donde apuntan los y las participantes cuando plantean que la reconciliación debe
enfocarse como un proceso de reconstrucción de tejido social, en primer lugar entre las
personas, familias y comunidades que no participaron ni participan directamente en el
conflicto; y luego, quizás cuando haya condiciones, cuando haya verdad, justicia y reparación,
y garantías de no repetición, también con los excombatientes.

La construcción de una memoria incluyente (Todorov, 1995, 2001; Jelin 2002a, 2003) no ha
implicado, por tanto, un discurso importado ni traído de afuera, sino que se instala en el seno
de la misma comunidad, puesto que como se ha afirmado en relatos del acápite anterior, hay
sobrevivientes con hijos en ambos grupos y víctimas de todos los grupos, con lo cual, la madre,
el padre, la familia que está en esta situación, es muy probable que opte por discursos
incluyentes y tenga apreciaciones sobre la justicia más matizados que otros y otras. Esta
complejidad es necesario tenerla presente y es evidente en los relatos de los y las participantes
de los tres escenarios estudiados. Además de ello, como se ha visto anteriormente, en este
mismo capítulo, existen marcos religiosos muy fuertes que llevan a una visión diferente de ese
contexto, que implica en muchos casos la solidaridad y el apoyo entre madres y familiares de
unos y otros:

...ni las mismas mamás se daban cuenta lo que hacían sus hijos, entonces la familia,
puede quedar marcada, pero eso tampoco les implica que porque éste sea guerrillero y
el otro paramilitar y en la organización nunca ha habido problemas por eso después
de cinco años. Y no han tenido problemas en estar juntos, porque ellas se tratan, igual
pasó en los abrazos, lloraban y la una apoyaba a la otra, la una acogía a la otra y
viceversa. Y yo lo sigo viendo todavía hoy. (Oriente, E11)

En concepto de los y las participantes de las organizaciones de víctimas estudiadas, los logros
alcanzados con las acciones públicas de memoria, tanto en el proceso de recuperación de la
dignidad de las víctimas, como en la reconstrucción del tejido social; es decir, el impacto que
se ha logrado y que se va a seguir logrando, se debe a que se ha hecho un trabajo de memoria
incluyente, donde caben las víctimas de todos los bandos, donde todos y todas tienen la
posibilidad de expresarse, de ser escuchados/as, acogidos/as, sin distinciones, unidos por una
experiencia común de dolor. Y con un propósito común de reconstrucción del municipio, del
territorio, puesto que lo que prima es el valor de la vida, se tiene claridad en que todos y todas
tienen derechos. Por lo tanto, lo que se debe hacer es tener objetivos comunes y luchar por la
justicia; aunque haya diferencias en los accesos y vías jurídicas, la gente es la misma, la gente
ya convivía en las comunidades y los y las participantes piensan que, por esa misma razón, no
se pueden categorizar las víctimas:

Que a la hora de hacer memoria, o en el proceso jurídico se ve al responsable de una


manera diferente y ahí sí puede haber separación, pero llega un momento en que nos
tenemos que juntar todas por un mismo objetivo que es el reconocimiento del dolor, el
reconocimiento de los derechos e ir avanzando para que en este país haya justicia y
todas tenemos que reclamar lo mismo, independiente del tipo de victimización y el tipo
de victimario debemos de estar hablando el mismo lenguaje, que es el derecho de las
víctimas... antes de que las organizaciones tengan víctimas de todos esos actores, la
gente ya convivía en las comunidades... incluso con las víctimas de Estado ha sido una
lucha grande, de hecho la ley de víctimas no iba a tener ese componente, pero la
misma presión de las organizaciones ha demostrado que ellos también son víctimas,
que muchas veces la manera jurídica de acceder al derecho podría ser diferente y en
cierto momento se podría trabajar diferente, y se debe trabajar diferente; pero las
necesidades son las mismas, las jurídicas, las psicosociales... hay que incluirlas. Yo
319
estoy convencida que las víctimas debemos estar todas juntas, unidas, que no podemos
hacer diferenciaciones y no podemos empezar a categorizar las víctimas. (Oriente,
E20)

Elizabeth Jelin (2002) recoge una discusión al respecto: cuando hay una memoria excluyente,
el nosotros que se construye identifica un centro interno y los otros externos que quedan
excluidos del relato; esta configuración de memoria estaría marcada por la definición de la
organización desde aspectos referentes cerrados, construyendo una identidad cerrada. Pero por
otro lado, existe una memoria incluyente, donde el nosotros opera de tal manera que utiliza
mecanismos de incorporación legítima, que incluye a víctimas de otros actores y a personas
que no han sido víctimas dentro de un movimiento animado por una ética de la
responsabilidad, donde la identificación y judicialización del responsable de los hechos no
compite con la afirmación vital que permite cuestionar cualquier forma de violencia, sin que
esto implique encubrimiento ideológico, como diría Martin-Baró (1989).

“En guaraní hay dos vocablos para definir la idea de nosotros. Uno –ore- marca la frontera
entre quienes hablan y su comunidad y el otro, el que escucha y observa, que queda claramente
excluido. El otro –término- Ñande, es un nosotros incluyente, que invita al interlocutor a ser
parte de la misma comunidad” (Jelin, 2002a; p. 59). Como se explicitó en el capítulo 4, la
memoria se convierte en un territorio de disputa y poder; dentro del cual la definición de
quiénes son víctimas, y la forma de definirlo, según el autor de los hechos, según la militancia
política o según una definición de un poder superior, entre otras, también marca el tipo de
organización y el tipo de acción.

Esto precisamente marca los límites entre los usos y los abusos de memoria, entre una
memoria ejemplar que busca transformar relaciones sociales y de poder, desnaturalizar la
injusticia y la violencia, y una memoria literal que pretende aferrarse al pasado, al dolor y a los
atropellos sufridos con el fin de justificar la retaliación, la venganza o la exclusión de otras
propuestas, marcando diferencias entre puros e impuros, auténticas víctimas y falsas víctimas
(Todorov, 1995), víctimas de un lado, víctima del otro:

...pero yo siento que es muy difícil de pronto seleccionar, no tienen que ser
exclusivamente de estos... porque uno ponerse a decir, por ejemplo vamos a una
reunión con víctimas de los paramilitares o vamos a tener una reunión con las víctimas
de la guerrilla, nooooo.... no creo que haya necesidad de ponerle el calificativo a eso,
porque se le puede dar manejo. La cosa no es que sirva que estén juntos, no es que
sirva sino que no sea excluyente, sino que esa es la realidad de nuestra región...
(Córdoba, E4)

Frente a este tipo de divisiones y marcas, frente a discursos que generan identidades cerradas,
las organizaciones de víctimas estudiadas, y esto es común a los tres escenarios analizados, han
optado por esta memoria “Ñande” que no solamente responde a una forma de encontrarse y
organizarse, sino que además es coherente con la complejidad con que se ha vivido el conflicto
armado en las regiones, tal como se desarrolló en el capítulo 2, es decir, no son los victimarios
quienes las definen, sino una lógica de encuentro, de convivencia y de recuperación de un
tejido social, dentro de un territorio, puesto que todos y todas se perciben como víctimas y la
guerra no discriminó, por eso sienten que no pueden discriminarse entre sí.

Esta lógica también rompe con la dinámica de la historia oficial que tendió a construir el
gobierno Uribe en Colombia (2002 – 2010). Desde su discurso gubernamental, el problema de
la violencia en Colombia no responde a una lógica de conflicto armado, que tenga causas
estructurales ni sociales ni políticas: sino que responde a una “amenaza terrorista” que plantean
unos “bandidos” que quieren hacer daño a la sociedad. Este discurso, que como se vio en el
capítulo 2, se inscribe en el discurso internacional de lucha contra el terrorismo y que permite
320
al gobierno actuar con ciertos niveles de impunidad internacional, también define el mundo en
dos, buenos y malos, según los propios intereses. Los que “están conmigo”, los patriotas, los
demócratas; y los que “están contra mí”, los terroristas, los amigos del terrorismo, los
terroristas vestidos de civil, los defensores de derechos humanos que le hacen el juego al
terrorismo. Sin embargo, en la nueva ley de víctimas (ley 1148 de 2011) se reconoce la
existencia del conflicto armado y a las víctimas como afectadas por el mismo y como sujetos
de derecho, además de reconocer la existencia de las víctimas de Estado.

Los discursos de la memoria excluyente, de la memoria literal de cada bando, claramente


llevan en su seno la lógica polarizante de la que habla Martín-Baró (1989). Puesto que se
pretende aglutinar unas víctimas buenas, válidas y otras que no lo son. Las víctimas de la
guerrilla al lado del gobierno, las víctimas del terrorismo; las otras se miran con desconfianza
porque estarían en contra del Estado. Frente a este tipo de discurso, las organizaciones y
colectivos de víctimas analizados manifiestan su rechazo, lo cual les da una legitimidad ética y
una posibilidad de proponer nuevas formas de construir espacios de reivindicación de sus
derechos, pero también de construcción de paz, reconstrucción de tejido social y
reconciliación, más allá de las prácticas cuestionadas en el acápite anterior:

…y recordar cuando celebramos el aniversario, sin diferencia de color, de raza, de


sexo, empezamos a dejar de lado esa ira de buenos y malos, esa mentira de que los
buenos somos más, pues está en boca de los que nunca han sido víctimas de la guerra
y quieren simplemente tranquilizarse, pensando que somos los buenos; y que los malos
son los que están por allá y así de fácil se retroalimenta la dinámica de guerra. Si
dividimos el mundo entre los buenos y malos es un acto de discriminación... (Oriente,
GF4, 2009).

Las organizaciones de víctimas y los trabajos de memoria surgen como una forma de salir del
silencio y del anonimato, tejiendo una historia que estaba sumergida dentro de formas de
historia homogeneizantes que se han dado en el país. Aunque las versiones de la memoria
estén en disputa, en una auténtica democracia todas las versiones serán escuchadas, y se
tendrán espacios transparentes y éticos para definir cuáles son validadas y reconocidas. Pero
en Colombia se tapan, se tergiversan, se satanizan ciertas historias, las cuales, por razones de
temor y terror deben pasar por debajo. De allí que la memoria colectiva es una vía para la
liberación de los hombres y las mujeres y no para su sometimiento (Gómez, Chaparro,
Antequera, Pedraza, 2008).

“Cuando la guerra nos golpea ¿Cómo responder sin imitarla? Sin definirse a la contra, en un
plano de enfrentamiento y no de creación, en una lógica de bandos y no de una autonomía de
una voz afectada. Es a lo que se nos empuja permanentemente; por ejemplo, cuando en una
movilización en la calle alguien se acerca y pregunta: ¿y vosotros, de qué víctimas sois?” (Red
Ciudadana tras el 11-M, 2007, P. 93). Este testimonio de Miriam Carramolinos, que hizo
parte de la organización de víctimas del 11-M se acerca a la experiencia que defienden las
organizaciones del Oriente Antioqueño y en los espacios analizados de Madres de la
Candelaria y Córdoba. Ella se preguntaba “¿Cómo evitar los efectos disgregadores del terreno
mediático y político?”, puesto que las víctimas se pueden convertir en “objetos” que
mediatizan discursos de poder, su memoria puede ser utilizada para defender o legitimar
opciones violentas, o para sustentar el enfoque, la propuesta política o simplemente para tener
privilegios económicos o sociales, por parte de cualquier sector social, partido, grupo de
interés, etc. Por esta razón, ante las críticas que se hacen al trabajo conjunto de las víctimas
dentro de estos procesos, ellas pueden sustentarlo de la siguiente manera:

¿Y quién es quién para juzgar a quien? Vea nosotros dentro los municipios, no
discriminamos a nadie, si dicen que esa no es la forma en que debemos estar
organizadas, entonces yo me hago la pregunta, entonces cómo creen los que nos
321
cuestionan que deberíamos estar... si nosotros en una organización no discriminamos
a nadie, entonces si nos cuestionan es porque ellos quieren que nosotros
discriminemos a una madre de familia que fue víctima de un proceso de conflicto por
un guerrillero o un paramilitar, o de un agente estatal de la policía o el ejército: ¿yo
cómo le voy a decir es que este se tiene que meter a otra organización, porque vamos a
recibir si es víctima de guerrilla o de paramilitares? Yo no puedo hacer eso, porque
eso sería discriminar, rebajar mucho a la madre o a la persona que quiere entrar a la
asociación... (Oriente, E6)

Una de las cosas más dolorosas es la manipulación que se hace del dolor de la gente para
intereses políticos de uno u otro bando, para defender fines políticos o militares. Tanto las
Madres de la Candelaria, como las organizaciones del Oriente Antioqueño creen que esta
postura ética, esta apertura y esta memoria incluyente es lo que ha tenido la fuerza y el impacto
que les ha abierto puertas ante la comunidad municipal, ante las instituciones locales, ante las
regiones y el país.

7.13. El papel de la cooperación internacional:

Todos estos procesos han tenido un apoyo mínimo del Estado, quien, como se vio
anteriormente, más que respaldar la memoria de las víctimas, ha hecho esfuerzos ingentes por
pasar la página de la historia lo más pronto posible. Por lo tanto, en muchos casos ha habido
más oposición que respaldo por parte del Estado colombiano. En el nivel local, las cosas son
más ambiguas, y como lo presenté anteriormente, en algunos casos hay respaldo, apoyo, en
otros incluso se solicita apoyo a las ONG para poder mantener el proceso de las víctimas; y en
otro, definitivamente, tampoco hay apoyo y, por el contrario, hay oposición.

Para que todo este proceso haya sido posible, ha implicado también el respaldo de ONG
nacionales158, con el apoyo de la cooperación internacional. Es posible decir que, tal vez, sin el
aporte de la cooperación internacional, estos procesos no hubieran sido posibles, o, por lo
menos, no hubieran alcanzado la magnitud que han alcanzado en Oriente Antioqueño, y con
las Madres de la Candelaria. Las organizaciones, los y las participantes son conscientes en
alguna medida de la importancia que han tenido en sus procesos los aportes de la cooperación
internacional, reconocen la necesidad de estos apoyos y los siguen solicitando:

...hay como dos lecturas porque uno dijera, cuando ahí, cuando empezamos todos esos
procesos uno veía que al Estado no le interesaba el tema de víctimas para nada;
entonces, si no hubiera habido esos dineros de cooperación internacional, que
financiaban ONG, que vinieron a hacer todo este trabajo de sensibilización, y todo
esto, nosotros no hubiéramos dado todos esos pasos e iniciativas, no sé, pero en su
momento para nosotros eso fue muy valioso... (Oriente, E20)

Y este apoyo también tiene un componente político, algunos y algunas participantes sienten
que es un respaldo a su acción, no sólo como cooperación económica, sino también como
apoyo político. Ahora bien, así como puede verse la necesidad del apoyo, haciéndose la
solicitud para que permanezca; también pueden verse algunas desventajas, que se refieren no a
la necesidad del apoyo de la cooperación internacional en sí, sino que tienen que ver con la
forma como se ha gestionado, como se ha desarrollado, los intereses que mueve y a los que
sirve. De tal manera se termina, o bien condicionando la ayuda; o bien, imponiendo modelos,
estructuras y procesos que no aportan tanto al desarrollo de la comunidad y al afrontamiento de
sus emergencias, sino más bien pueden dejar secuelas y daños en las dinámicas de autogestión
y sostenibilidad de los mismos procesos sociales:

158
CINEP (Centro de Investigación y Educación Popular), IPC (Instituto popular de capacitación), ICTJ (Centro
internacional para la justicia transicional), Conciudadanía (Corporación para la formación ciudadana) entre otros.
322
...yo pienso que ha habido algunas instituciones que se destacan, pero hay otras que
uno a veces se cuestiona, porque algunas organizaciones a nivel regional por el ansia
de recibir los dineros y recursos, no les importa si afectan a una víctima, si afectan a
un conglomerado de una asociación, sino simplemente por recibir el recurso no les
importa cómo y con quién tienen que trabajar. Pero también hay otras organizaciones
que nos respetan la autonomía, y entonces, eso nos da la oportunidad de decir: aquí en
Cocorná, aquí en X o Y municipio, podemos hacer lo que nosotros hemos visto y lo que
creemos. Pero esas organizaciones que son muy irrespetuosas, no nos tienen en
cuenta, sino que vienen y hacen como su cancha aparte, sin tener el respeto por la
organización que existe en la base; entonces yo pienso que en el tema de cooperación
internacional hemos tenido como muchas ganancias y también algunas desventajas.
(Oriente, E6)

Por esta razón, hay cuestionamientos serios a la intervención realizada por algunas ONG,
mediadas por la cooperación internacional. Los interrogantes y críticas que surgen en los y las
participantes se dan en tres sentidos. El primero tiene que ver con el respeto por la autonomía
de los procesos locales, de las organizaciones de base, puesto que o bien se puede generar
dependencia de la ayuda económica y del apoyo sociopolítico; o bien, simplemente se imponen
modelos que no respetan los procesos de la gente, que no concertan con las necesidades de las
comunidades, que desconocen los contextos y que terminan haciendo que éstos sean
funcionales a los objetivos, marcos estratégicos, lógicos y políticos de los sistemas de
cooperación y no a los procesos propios de las comunidades:

...ahora otra cosa de la cooperación internacional, son como las limitantes que
colocan: le damos este dinero pero casi que, muchas lo hacen, no todas; pero muchas
casi tiene que tener usted, que llevar una línea, usted no puede salirse de esa línea en
ese discurso, no puede ser mi opositor ni del Estado ni estar en contra de eso, porque
como usted sus objetivos los logró a través de ese recurso de la cooperación
internacional, entonces como que también cortan la libertad de la gente. Por ejemplo,
ahorita la cooperación internacional iba a financiar otro proyecto, la Unión Europea,
pero eran limitantes... como si estuviera en otro territorio, y la gente como que se
enseña que si no es con esas altas cantidades de dinero no hacen acciones que
podríamos hacer nosotros mismos sin tener que estar esperando la ayuda de otros.
(Oriente, E20)

Llegando en algunos casos a imponerse, a pasar por encima de la comunidad y realizar una
“acción con daño” en detrimento de las mismas víctimas. Por eso algunos y algunas
participantes reclaman de la cooperación un apoyo más incondicional, con mayor respeto a la
autonomía de las comunidades:

...hombre que esos recursos son muy buenos, es importante que nos apoyen a los
diferentes procesos de víctimas, pero que nos dejen un margen de autonomía, que no
sea lo que ya viene planificado desde allá y que tiene que ser así, como ellos dicen;
que nos dejen un margen de autonomía para nosotros actuar y desenvolvernos en ese
rol que ya manejamos aquí. Que lo dejan a uno con el conocimiento que ya tenemos
aquí, nosotros somos los que conocemos el área, la comunidad, las situaciones de
violencia, y una cosa es diferente en el oriente antioqueño y otra cosa lo que pasa
aquí, y las dos violencias son diferentes. La cultura distinta, la forma de pensar o de
actuar frente a la misma situación es distinta, entonces, en cada región debe tener ese
margen de autonomía y de desenvolvimiento... (Córdoba, E13)

El segundo ámbito donde los y las participantes experimentan dificultades frente a la


cooperación internacional tiene que ver con la mirada centrada en proyectos y actividades, en
323
el marco lógico159, propia de las exigencias actuales de la cooperación; frente a una visión más
procesual, en contexto de complejidad, atravesados por avances y retrocesos, puesto que el
conflicto armado no cesa, porque sobrevienen amenazas o dificultades, y finalmente, porque
los procesos de transformación de conciencias son de largo aliento, y una mirada cortoplacista,
centrada en proyectos de uno a tres años, al final puede hacer más daño, que bien. Estos
procesos no tienen que ver con infraestructura, ni siquiera con dimensiones productivas y
económicas, sino con dimensiones muy complejas de la vida de la gente, de procesos sociales
y culturales que se han instaurado por muchos años y cuyas transformaciones toman tiempo:

...lo triste es que no se ha podido avanzar más con lo de la formación, con el


fortalecimiento del proceso, para ir más allá, para tener ese apoyo para la
organización un apoyo más extendido, pero como se dio el apoyo y ahora ya no está la
intención es mirar cómo gestionar o cómo mirar para continuar con esto; porque estos
son procesos y no es que ya está listo todo, todavía falta mucho y no se puede decir
que ya estamos bien, entonces tenemos que gestionar para seguir acompañando y que
las cosas se sigan dando, porque la necesidad aquí es grande y de verdad que no
contamos con ese apoyo ahora... (Córdoba, E10)

El problema no estriba tanto en la planificación estratégica que siempre se hace, sino en que
esta planificación viene de arriba, o no se hace desde las posibilidades de comprensión o desde
las realidades concretas de la gente. Así pues, frecuentemente, se diseñan proyectos que no
tienen que ver con las necesidades reales de la gente, se multiplican los proyectos y la gente
compite por recursos, lo cual desestructura el tejido social, además de perderse potencialidades
de la misma comunidad en los procesos de autogestión del desarrollo:

...pero también a veces uno ve cosas muy dolorosas, por ejemplo, ahora el laboratorio
de paz, bastante recurso puesto en una región, disperso en 50,000 proyectos... gente
que se organizó nada más para desarrollar y gastarse unos recursos que venían de la
cooperación, o sea, como un dinero que decían gaste, pero eso no generaba nada. En
la mayoría de organizaciones, porque fueron muchas las organizaciones que nacieron
por un proyecto, éste se acabó y la organización se acabó, porque en realidad nunca
existieron como organización; entonces, es muy doloroso ver tanta plata gastada
apostándole sólo a proyectos y no a la construcción de región, a mí me parece que es
muy duro... (Oriente, E20)

El tercer aspecto, es todavía más concreto. Los y las participantes perciben que sí hay dinero
para apoyar estos procesos, sin embargo, estos recursos no llegan propiamente a las víctimas,
sino que se quedan a mitad de camino, en las múltiples intermediaciones que existen. Uno de
esos intermediarios en la coyuntura actual, y desde el gobierno anterior, es el Estado, quien ha
abierto una agencia para dicho fin. De esta manera ha logrado canalizar ingentes recursos que
se van quedando a mitad de camino, entre la burocracia, la ineficacia en su ejecución y la
corrupción:

…eso es algo que no está dando ni siquiera el gobierno nacional, porque como ustedes
muy bien lo saben, que esa plata viene de las agencias internacionales, entonces, si
uno no la reclama el gobierno se la come; o el gobierno no, se la comen las personas
que la están administrando, porque es que mire, cuando empezaron con esto eran 7
billones de pesos... y hasta el año pasado no había un peso para las víctimas, ¿qué
hicieron esa plata? Si no han reparado prácticamente casi a nadie, entonces no se

159
Se trata de un modelo sistemático con una lógica racional e instrumental evidente, que planifica, mide, hace
seguimiento y evalúa el proceso en términos de resultados e impactos planificados. A simple vista sería una herramienta
vital para la cooperación, y en efecto lo es, pero en términos de procesos colectivos, se suele sacrificar la dinámica
relacional local, en función de cumplir con los objetivos y resultados planeados, dejando en muchos casos de lado las
lógicas propias de culturas diversas o dinámicas sociales complejas.
324
sabe que la hicieron, ahora que la reparación de las víctimas cuesta 40 billones de
pesos... (Madres, E7)

De otro lado, las víctimas también perciben y cuestionan que se ha dado más importancia a la
ayuda para la desmovilización de los grupos paramilitares, como ya se ha indicado
anteriormente, que en el apoyo a la restitución de los derechos de las víctimas, con lo cual
también sienten un desfase, no solo del Estado colombiano, sino también de la cooperación
internacional.

A pesar de todo lo anterior, se sigue solicitando esta ayuda de la cooperación, en un marco de


proceso y de autonomía, puesto que se reconoce que es fundamental para poder mantener la
acción de memoria, como lucha y resistencia, para lograr la dignificación de los seres queridos,
seguir haciendo incidencia social para lograr reconocimiento y un lugar en la sociedad; y
finalmente para hacer la incidencia política necesaria que movilice hacia la restitución y la
constitución de una ciudadanía plena de derechos.

...y sobre los apoyos de la cooperación a mí me parece que ha sido algo importante,
porque uno estaba conformado a vivir y morirse con su dolor pues uno no miraba más
allá, sino que uno nunca buscaba la forma de cambiar, entonces estas entidades que
han venido a Colombia y han apoyado, porque uno siente a veces que no es persona y
no puede salir de lo que tiene y puede ayudar a otras personas más, entonces la
cooperación es muy importante para eso... (Córdoba, E11)

7.14 Discusión y conclusiones:

En síntesis los propósitos y motivaciones de esta memoria pueden valorarse en el nivel


afectivo o relacional, pero también en la incidencia social y política. La Tabla 7.2 da cuenta
de estos factores. Además de lo anterior, en la navegación por estas preguntas puede arribarse
a varios puntos de discusión que pueden conducir a algunas conclusiones. Estas se refieren al
planteamiento sobre el agente de la memoria (7.14.1), las memorias incluyentes y excluyentes
(7.14.2), la impunidad (7.14.3) y la reconciliación (7.14.4) para finalizar con algunas
conclusiones generales (7.14.5).

Tabla 7.2. Razones, propósitos y motivos de las acciones de memoria


Nivel afectivo, personal y Nivel de Incidencia social Nivel de incidencia política
relacional
 Para dignificar a su ser  Como aspiración al cese del conflicto  Buscando la no repetición
querido, limpiando su armado y como llamado ético a la de los hechos.
nombre. paz.  Para fortalecer la
 Para mantener su  Como lugar ético y moral que organización y con ella
recuerdo vivo y no confronta la injusticia, la indiferencia ganar en el poder de
olvidarlo. y la mentira institucional. incidencia ante el Estado.
 Para afrontar el dolor y  Como búsqueda de reconocimiento  Para reclamar derechos
hacerlo público. social de los hechos: sí pasó. fundamentales que en un
Realizando un duelo  Una forma de visibilización de la marco de injusticia social y
colectivo. realidad de las víctimas, rompiendo violencia estructural ha
 Para recuperar la la estigmatización y el señalamiento. permitido la exclusión de
historia del ser querido,  Sensibilización al resto de la las víctimas.
la familiar y la propia. sociedad que invita a romper la  Para luchar por la verdad,
 Como una forma de indolencia a través de condolerse con la justicia y la reparación
afrontamiento a las las víctimas y a la solidaridad. en contextos de impunidad.
lógicas de la violencia  El relato personal se inserta en la  Es un proceso de
y la represión. memoria colectiva para buscar reparación colectiva desde
 Para afrontar la afectar la historia (La memoria abajo y de reconstrucción
pasividad implicada en histórica) de tejido social y político.
la condición de víctima.  Afrontamiento del olvido social.  Para construir un horizonte

325
 Dejar un legado a las nuevas de reconciliación que vaya
generaciones, un mensaje pedagógico más allá de las propuestas
y transformador. facilistas de otras
 Como confrontación de la historia instituciones.
oficial.

7.14.1. Sobre el Agente:

La pregunta por quién hace la memoria implica una reflexión fundamental. No es lo mismo
que la memoria la haga el Estado, la realicen las élites económicas, la evoque la Iglesia, la
promueva la guerrilla, la hagan los paramilitares, o la hagan las víctimas. Puesto que cada
quien vehicula sus relatos y retoma de los hechos lo significativo o lo que es de su interés. En
un contexto de violencia política, de represión y de conflicto armado, las instancias que tienen
poder podrán circular sus relatos por múltiples medios, tendrán una audiencia asegurada, bien
sea por la fuerza de su poder político, económico o armado, o bien porque tienen espacios de
difusión en los medios de comunicación.

Si se trata de las víctimas, el acercamiento no es simple. Como agentes de memoria, las


víctimas están situadas en contextos, tienen una historia, tienen marcos de referencia sociales,
políticos, religiosos, históricos, culturales. Así pues, en Colombia, no es lo mismo que quienes
hagan memoria sean las víctimas con una militancia política o social, algunas de las cuales
militaron en algún momento en partidos de izquierda ahora aniquilados o reducidos a su
mínima expresión (Partido Comunista, UP, AD-M19, MOIR, entre otros), que fueron
perseguidas sistemáticamente por su militancia política y que son sobrevivientes de una
política de exterminio, que en muchos casos se ha calificado de genocidio político (Cepeda,
2006; Uribe, 2010); que las víctimas del conflicto armado abierto y de las estrategias de terror
y control territorial que empezaron a implementar los actores armados a partir de los 90 160.

Los discursos y relatos de este segundo tipo de víctimas, en las tres regiones estudiadas, son
recogidos, analizados y profundizados en esta investigación, víctimas sobrevivientes que se
perciben a sí mismas como afectadas por un conflicto que no les pertenecía totalmente, que no
tenían militancia política ni participaban en ninguna organización social, ni sus familias; que
no tenían vinculaciones políticas ni eran base social de las guerrillas, y mucho menos de los
grupos paramilitares de derecha. Víctimas de un conflicto social, político y armado, en donde
la disputa por el control del territorio, es decir por la tenencia de la tierra y sus recursos y el
manejo de la población, llevó al terror como estrategia de control y de expoliación, a la guerra
sucia como forma de lucha y a la eliminación sistemática de la población que no se ubicaba en
ningún bando: “las víctimas del conflicto armado son en su gran mayoría mujeres con sus
hijos, luchan por preservar unas memorias personales y colectivas de silencio y dolor de cara a
la impunidad y a las constantes amenazas... Con excepción del exterminio con carácter de
genocidio del partido político de izquierda de la Unión Patriótica, y los aseeinatos o
desapariciones de militantes políticos de otras organizaciones o sindicatos, el espacio de
devastación en Colombia se circunscribe a comunidades rurales, a lugares discretos en los
cuales han sido asesinadas, mutiladas o desaparecidas miles de personas a lo largo de los
últimos 50 años...” (Uribe, 2010, PP. 21 – 22).

Estas dos visiones de las víctimas se encuentran confrontadas en el país y no han permitido la
consolidación de un movimiento de víctimas unificado que pueda luchar realmente por la
verdad, la justicia y la reparación; ni ha podido hacer un contrapeso al Estado y lograr una
incidencia profunda en la vida nacional. Las memorias dominantes, suelen ser las de las élites
sociales y políticas (Schwartz & Schuman, 2005) que promueven sus relatos y los hacen

160
“No es lo mismo actuar en un escenario de guerra abierta como el Putumayo, Urabá o el Catatumbo, que hacerlo en
una gran ciudad o en regiones relativamente tranquilas” (Uribe, 2010, p.56).

326
circular en la sociedad. Ahora bien, entre los grupos subalternos, y entre éstos, las víctimas,
según estos autores, también algunos de estos actores se mueven de forma similar a las élites,
dejando por fuera los relatos y las formas de ver de la gente ordinaria. De tal manera que, no
se alcanza a ver cómo la gente de la base recibe, procesa y genera memorias en la vida
cotidiana.

La tendencia de la investigación, como se afirmó en el capítulo 4, ha estado dirigida hacia las


élites del poder, o las de un contrapoder, olvidando que es la gente la que cada día recuerda y
hace el pasado (Griffin & Hargis, 2008). Éste es precisamente uno de los nichos que esta
investigación aborda, en el contexto colombiano, al trabajar con grupos de víctimas, en
regiones y situaciones que están más en la periferia que en el centro del quehacer político del
país; y que no responden a movimientos y acciones de grupos de oposición tradicionales,
víctimas y sobrevivientes, militantes políticos de la izquierda y los movimientos sociales
tradicionales, sino a procesos de construcción desde abajo, de grupos y organizaciones sociales
que tienen otros modos de pensar, actuar y proceder.

Quiero traer a colación un hecho recogido también en el capítulo 5, donde Da Silva Catela
(2003) presenta las formas en que los movimientos sociales tradicionales que tienen fuerza y
una militancia con estructuras de acción social y política más definidas, que articulan un
discurso político solidificado, intentan subsumir en su seno a organizaciones más pequeñas, de
corte regional o local, que no tienen el nivel de militancia política ni discursos tan
estructurados. En el caso que trae la autora, en la localidad de Ingenio Ledesma se produjo la
desaparición de un grupo de personas: según la versión de la comunidad, jóvenes que
pertenecían a algunas asociaciones juveniles; sin embargo, en los discursos nacionales este
caso se convirtió en uno de los casos emblemáticos de la represión contra las manifestaciones
sindicales en época de la dictadura. La autora se pregunta, ¿a qué se debe la diferencia tan
notoria entre las dos versiones, y por qué termina cristalizándose la versión de afuera? La
respuesta es que la memoria implica el agente y sus marcos de referencia, y sus intereses y sus
objetivos. Por lo tanto, la pregunta por estos marcos, estos propósitos de un grupo social debe
ser esencial en la investigación de las memorias colectivas.

La memoria colectiva no es un ente metafísico, ni es por sí mismo un generador de


transformaciones. Puesto que en la dimensión colectiva de la memoria circulan los relatos de
todos los actores. Así pues, ¿quién hace memoria? Es una pregunta que debe resolverse.
Cuando hay un relato, se debe hacer la pregunta por quién lo hace, cómo lo hace y qué
pretende con este relato, porque esto devela sus marcos éticos, políticos, culturales, etc. Así
pues, cuando se trata de la memoria colectiva de las víctimas, es necesario ir a las víctimas, ir a
la fuente. Cuando se habla de memoria histórica, memoria colectiva, tal como se discutió en el
capítulo 3, y es la discusión que se plantean los historiadores españoles, es necesario
contextualizar al actor social, y ubicar su acción; porque puede convertirse en vehículo de
múltiples intereses políticos y, al final, las víctimas, terminan siendo funcionales a múltiples
discursos, según los intereses de quienes detentan el poder.

No existe una “memoria pura” de las víctimas, ni pueden agruparse sus intereses y propuestas
dentro de un mismo paquete. Por lo tanto, desde un registro resistente de la memoria, es
fundamental acudir a las mismas víctimas, en el corazón de sus procesos locales y regionales y,
más allá del prejuicio, darle pie a sus relatos. Es lo que he tratado de hacer en esta
investigación. Y los relatos de la gente conducen a conclusiones que quizás no son las
esperadas desde el ámbito de la militancia política o desde el discurso internacional de los
derechos humanos, pero que tiene fundamentos y tiene mucho que decir, a la sociedad
colombiana, a la academia y al mundo.

Jelin y del Pino (2003) sugieren tener en cuenta algunos puntos cuando nos acercamos a
contexto de procesos de construcción de memorias en comunidades locales, en su mayor parte
327
ubicadas en territorios, simbólica y políticamente lejos de las ciudades capitales y los poderes
centrales. Para ello abordan tres ejes analíticos:

1. El proceso de construcción de la propia comunidad y su anclaje al territorio y el papel que


juegan las memorias en este proceso. Además el papel de la violencia en la configuración
de las mismas.
2. Las formas de relación entre el “adentro” comunitario y el “afuera” del poder central; que
permiten resaltar los marcos significativos de cada comunidad.
3. Los juegos de poder en el nivel local, que afectan la construcción de memorias, y que están
en permanente interacción: memorias divididas, actores sociales víctimas, victimarios,
testigos silenciosos, etc.

Estas diferenciaciones y precisiones me permitieron mirar, por ejemplo, que los móviles y
propósitos de hacer memoria difieren claramente en los tres escenarios estudiados: en un
contexto como el de Córdoba donde se exterminó toda la organización social de base y la
intensidad del conflicto no ha disminuido, lo fundamental de hacer memoria en el momento
actual, es la de dignificar a las víctimas, la de por lo menos, hacer visible el dolor, la de
afrontar la situación límite y la vivencia traumática subjetiva. No hay una preocupación
inmediata por constituir una organización ni por hacer una lucha política abierta por derechos
básicos ni menos por la verdad, la justicia y la reparación, como derechos de las víctimas. En
medio del temor que se genera por la amenaza vital latente y ante la vulnerabilidad que
experimentan, puede nombrarse, que su resistencia no está instaurada en un afrontamiento
directo, sino como un ejercicio de nombrar lo innombrable en un territorio hostil marcado por
el silencio obligatorio y el terror.

Sin embargo, esta memoria es afrontamiento y debe ser reconocida como parte del registro
resistente. Y, además, debe ser valorada como un acto de resistencia noviolenta en medio de la
experiencia de sin sentido que le atribuyen al conflicto; porque, según Cavalcanti (2003), no es
fácil hacer memoria en contextos de represión permanente, o según Totta (2005) la presión
política, la amenaza, una sociedad civil débil, y unos procesos de conmemoración dispersos,
sin el respaldo de la sociedad civil, también restringen la memoria de un hecho y cualquier
proceso de afrontamiento colectivo.

De otro lado, las Madres de la Candelaria, han desarrollado su acción de memoria con un
propósito fundamental: la búsqueda de sus hijos desaparecidos. No se trata que no hagan
incidencia política o que no busquen reivindicar sus derechos. A lo largo del texto se
enunciaron sus particularidades en estos procesos. Pero lo que sí es claro, es que sus acciones
de memoria colectiva están dirigidas a resistir al olvido en que la sociedad colombiana ha
dejado a sus hijos. Su forma de nombrar lo innombrable, permite la visualización de una
realidad no nombrada, frente a la cual la sociedad manifiesta indolencia e indiferencia. Por lo
tanto, su énfasis en la memoria como acción de incidencia social es un paso importante y una
manera de ubicar sus resistencias.

En el Oriente Antioqueño, puede hacerse un seguimiento entre los procesos de memoria


comenzados en 2006, y lo que se vive actualmente. En un primer momento, el énfasis también
estaba mucho más en la dignificación de los seres queridos, y en un proceso de recuperación
emocional. En los relatos recogidos en 2009, el énfasis de estas acciones estaba en el
reconocimiento social. Se tenía claro que la memoria tenía como objetivo sensibilizar a la
sociedad para lograr un respaldo y poder enunciar lo vivido de forma pública, de tal manera
que se abrieran escenarios públicos, no sólo para dignificar a los seres queridos, sino también
para ser copartícipes en la construcción de la historia de la nación.

En 2011, se observa con mayor fuerza el discurso centrado en la incidencia política. Fortalecer
la organización, reivindicar los derechos, abrir escenarios políticos en lo local, y luchar por los
328
derechos a la verdad, la justicia y la reparación aparecen más claramente, no sólo en las
agendas de las organizaciones, sino también en los relatos de los y las participantes. De
acuerdo con Totta (2005) pueden identificarse algunos procesos que favorecen la memoria: el
fortalecimiento de la sociedad civil, la búsqueda de la justicia, una organización sólida, la
unidad de criterios al conmemorar y construir símbolos y rituales que convoquen y unifiquen,
que sean referentes. Y este proceso se ha logrado construir en el Oriente Antioqueño, no sólo
por las víctimas, sino porque también tuvieron un contexto de movimientos sociales (de
mujeres, de servicios públicos, asambleas ciudadanas y otras expresiones organizativas)
comprometidos con el territorio que fueron sustento político y apoyo permanente. También
muestra una evolución del propio proceso de las víctimas, desde estar centrado en la expresión
o apoyo mutuo, a tener una mayor incidencia social y política donde la memoria pasa de ser
un recuerdo individual de sus seres queridos o la reivindicación de su dignidad, a hacerse parte
de una historia compartida que exige su espacio social y un poder de reconfigurar las
relaciones sociales, desde en una lógica de reconstrucción basada en la perspectiva de los
derechos humanos. La propia investigación se basa en un trabajo de base anclado en esta
perspectiva.

Puede observarse, por tanto, que la acción pública de memoria y ubicar las memorias e
historias personales y grupales en un marco, en una dimensión colectiva de la memoria, es un
proceso que va a atravesando de una dimensión más personal e interpersonal en un primer
momento (incidencia en lo afectivo relacional), a una dimensión más social, pública de
visibilización y relectura de la historia, que confronta la historia oficial (incidencia social), para
avanzar hacia reivindicación de derechos, negociación y/o confrontación con el Estado
(incidencia política). Estos tres niveles, en la medida que se amplían, incluyen los demás. Tal
como lo muestra la gráfica 7.2.

Sin embargo, es importante considerar que en todos ellos con la memoria se busca, de una u
otra forma, afrontar la situación límite y recuperar la dignidad afectada. Por lo tanto, se trata
de una acción de memoria en el registro resistente. De acuerdo con María Victoria Uribe
(2010), “las memorias son producto de la combinación de tiempos y espacios. Combinación
de tiempos en el sentido en que de cara al pasado –a la catástrofe de la historia y al
sufrimiento- son un ejercicio creativo de resistencia aquí y ahora que se proyecta al futuro, que
tiene un destino. Las memorias son, pues, al mismo tiempo, pasado, presente y futuro; un
sufrimiento que resiste y se transforma cargado de futuro... son... la vida que nace y se
proyecta en medio de la calamidad, que no se rinde espantada ante los excesos de la violencia
ni los ignora y en su perseverar recupera el sentido que hace posible la comunidad presente y
futura” (P. 21)

Esta discusión puede ubicar un segundo foco frente a la acción de memoria, que permite hacer
una diferenciación reconocida en investigaciones previas (Bowlby, 1980; Schmucler, 1996;
Ricoeur, 2003; Worden; 1991, 1997; Martín Beristain, 2005; Fernández Liria, 2006) y
presentadas en el capítulo 5, en las que se establece una diferenciación entre rituales funerarios
329
y de duelo, y rituales y acciones públicas de memoria. El rito funerario tiene un fin más
centrado en lo catártico y en el proceso de elaboración de duelo y reconfiguración de las
emociones. Desde este punto de vista, puede afirmarse que las acciones de los colectivos en
Córdoba, tienen un carácter más cercano a este tipo de acciones colectivas, en donde, por lo
menos se le está dando lugar a un duelo, que no había podido siquiera ser enunciado, porque en
muchos casos se prohibió incluso hasta la manifestación del dolor y la realización de rituales
públicos de duelo.

Cuando analizamos los relatos de los y las participantes del sur de Córdoba, es claro, que los
principales fines de su acción están dirigidos a la elaboración personal, a ese nivel de
incidencia que denomino afectivo relacional. Y sin embargo, es importante tener en cuenta el
contexto. Porque en este contexto, de permanente control paramilitar (de primera, segunda o
tercera generación), que un hombre o una mujer se atrevan a contar a otro su historia, que
puedan incluso salir a la calle en silencio los primeros lunes de cada mes, antes de realizar una
acción religiosa, tiene también un sentido de resistencia social y política que no puede ser
negado ni despreciado desde las miradas de los grandes movimientos sociales de derechos
humanos y de los discursos de contrapoder.

Las acciones de Madres de la Candelaria, claramente no tienen un fin de duelo ni están


produciendo un ritual. Esto sería absolutamente contraproducente en relación con su propia
realidad y con sus anhelos y búsquedas. En este caso la acción pública de memoria tiene otro
fin: el enunciar lo no dicho, el hacer “aparecer” en el escenario público, lo que está
“desaparecido”. En este caso la resistencia social y política son un objetivo. Y si bien, su
marco de incidencia política se realiza de forma diferente y con fines diferentes a otras
organizaciones, también son una forma de desarrollar la memoria en el marco de un registro
resistente.

En el Oriente Antioqueño, las acciones tienen diversos matices, tal como se vio al comienzo
del capítulo: algunas tienen funciones más funerarias y de elaboración del duelo; mientras otras
claramente son acciones públicas de memoria, que pueden ir dirigidas, o bien a la construcción
de memorias sociales, colectivas que permitan hacerle frente a la historia oficial, o bien se
enmarcan en una lucha que tiene como fondo la intencionalidad de reivindicar algunos
derechos fundamentales y realizar un ejercicio de ciudadanía. En muchos casos ambos tipos
de finalidades pueden entremezclarse, y la acción, como en las jornadas de la luz, es al mismo
tiempo un ritual con matices religiosos, que permite elaborar situaciones emocionales
personales, pero también denunciar los hechos, recoger otras voces y las historias de las
víctimas, hacer frente a las versiones de la historia dada por los actores armados, y finalmente,
hacerse visibles para fortalecerse como organización y abrir caminos para la reivindicación de
los derechos.

En este contexto, la relación con el Estado local pasa por otras mediaciones, donde se
concretan relaciones políticas históricas de corte clientelar y una visión en la cual se observa
una ambigüedad: porque pareciera que las administraciones municipales son y no son Estado,
con lo cual, el lugar de concreción de esa garantía de derechos que se busca, se pierde en el
paso de nivel. Esta dinámica es un proceso todavía pendiente en dichas organizaciones.

Otro elemento central, en esta reflexión sobre los agentes de la memoria, es la diferencia que
se observa entre líderes de los colectivos y personas de la base. Tal como se recogen en la
tabla 7.3. Al analizar las matrices de coherencia, es decir, las que recogen el relato de cada
participante, puede verse con claridad la forma en que se distribuyen los relatos y al recoger los
análisis realizados a lo largo del capítulo.

Tabla 7.3. Diferencias observadas entre los líderes y las personas de la base en sus
sentidos y propósitos para la realización de las acciones de memoria
330
Líderes Base
 Además de la dimensión emocional y personal,  En el nivel relacional y personal la tendencia
observan la importancia de la incidencia social es que sus propósitos y motivos para hacer
como una forma de posicionarse como colectivo y memoria estriban en la búsqueda de
hacer públicas las historias, de tal manera que dignificación de los seres queridos y la
confronten la historia oficial. recuperación emocional, más cercanos a una
 Y en los procesos de incidencia política, se mueven función funeraria y de elaboración del duelo.
en la búsqueda de reivindicar de forma integral sus  La incidencia social se centra en buscar
derechos. solidaridad con el dolor vivido y tener algún
 En el Oriente Antioqueño en una perspectiva más nivel de visibilización.
amplia, que cuestiona las fórmulas jurídicas  Incidencia política está centrada en buscar
instituidas en el Estado colombiano, que son “ayudas” para satisfacer sus necesidades
insuficientes en materia de garantía de derechos; básicas, en muchos casos desde una posición
mientras las Madres de la Candelaria, lo hacen de subalterna que denota una conciencia baja
una manera en la cual buscan la concertación y la de la ciudadanía de derechos
negociación permanente para obtener un lugar
privilegiado en la atención del Estado.

Las formas de hacer memoria en estos colectivos y sus propósitos tampoco coinciden con los
promovidos por los discursos de las élites del contrapoder del mundo de las ONG de derechos
humanos y las organizaciones de víctimas que recogen la experiencia, vivencia y discursos de
los militantes políticos, especialmente de la izquierda. Da Silva Catela (2003), evidencia en el
contexto argentino la manera cómo estas memorias de los procesos de base se mantienen e
intentan encontrar canales de expresión, puesto que la tendencia del movimiento en un nivel
nacional, se dirige a condensar múltiples memorias, dentro de una memoria canónica, que
termina anulando incluso la versión de los sobrevivientes; de tal manera que el estatuto de la
verdad queda puesto en otro lugar, no en la reproducción de los hechos, sino en la enunciación
de una injusticia sucedida que no puede volver a repetirse, el relato se hace funcional a una
lucha social. Pero también se remite a relaciones de poder: ¿Quién quiere que se recuerde, qué
cosas y por qué? Así que esto permite analizar las diferencias sobre los usos de la memoria
que hacen los diferentes colectivos según su contexto, su ideologización, su utilización
política, los juegos del poder y las formas como las memorias son tejidas en el conjunto social,
donde no hay una verdad, sino múltiples relatos que luchan por emerger (Jelin, 2002 a, b, c;
Jansen, 2008)

Desde el punto de vista del tipo de la victimización, es claro que la forma de hacer memoria de
los y las familiares de desaparecidos, es diversa a la de los demás tipos de victimización. En el
primer caso, como ya se expresó con Madres de la Candelaria, el proceso se centra en la
búsqueda, en tener noticia del ser querido y en sensibilizar a la sociedad para encontrar ecos
solidarios a su realidad, por lo tanto, en términos de los derechos, su énfasis estriba en la
verdad (saber qué pasó y por qué pasó), sin que implique renunciar a los otros derechos 161. De
acuerdo con Elizabeth Lira (2011) la memoria de los familiares de los desaparecidos tiene
desde el inicio la finalidad de la denuncia, de hacer evidente, con el relato, la realidad sufrida.
Y en este caso, el fin del testimonio y de la memoria es: no parar hasta conocer el destino final
de la persona desaparecida. Por tanto, más que una función terapéutica, esta memoria tiene
una función resistente y es una memoria siempre abierta y siempre inconclusa, de allí que el
paso hacia otras instancias relacionadas con la reparación o la restitución de la propia
ciudadanía pasan a un segundo plano162.

161
Cabe aclarar que en el país hay otras organizaciones de familiares de desaparecidos como ASFADDES, que tienen
otro horizonte de su acción.
162
“El testimonio de los familiares de detenidos desaparecidos tuvo desde el inicio la finalidad de la denuncia y, por este
motivo, era repetido muchas veces ante abogados y jueces, en reuniones de solidaridad, en entrevistas periodísticas y
otras instancias. La necesidad de repetir el relato en función de la denuncia generaba una cierta disociación emocional
que era útil para ese propósito. La desaparición había dado origen a una situación de búsqueda que no se cerraba sino
hasta conocer el destino final de la persona desaparecida. El carácter interminable de la situación represiva y el desgaste
asociado a la denuncia permanente reducían o anulaban la función terapéutica que el testimonio podía tener en otros
331
En los otros tipos de victimización analizados (especialmente, víctimas de homicidio –
ejecucion extrajudicial- y desplazamiento), el proceso se centra o bien, en la justicia, en el caso
de homicidios (puesto que la reparación se percibe de forma ambigua, al afirmar que una
indemnización no reemplaza al ser querido), mientras las víctimas de desplazamiento forzado
se centran en la reparación y la restitución. Ahora bien, cuando se entrecruzan ambas, como
en esta investigación, la perspectiva se amplía, de tal manera que primando lo económico,
también se buscan verdad y justicia.

Finalmente, desde una mirada de género, que diferencie los relatos de los hombres y mujeres
entrevistados puede decirse: que en los procesos que se han documentando, es claro que la
fuerza de todo este quehacer está en lo femenino. Son las mujeres las que desde su ser, han
construido una lógica de encuentro, evocación y reconstrucción colectiva sin hacer distinciones
políticas o de responsabilidad del autor, sino desde la posibilidad del encuentro y la
transformación de unas relaciones sociales y familiares rotas.

Así pues, hablamos de una memoria construida desde lo cotidiano, donde el sentir y la
emoción se hacen palabra, gesto y símbolo. Fundamentalmente no es una memoria situada en
una perspectiva jurídica, pero no deja de tener un sentido político. Telones, monumentos,
rituales, marchas, fotografías, salones, murales son manifestaciones de voces que no han sido
escuchadas anteriormente y que encuentran una manera de expresarse, en un contexto, por lo
demás, difícil porque el conflicto no ha terminado. Taylor (2003) y Uribe (2010) permiten
afirmar que estas formas de memoria performativa y expresiva, repertorios de memoria son
formas de resistencia y expresión que van en contravía a la lógica del poder y de la
dominación, que han tenido en el archivo una de sus fuentes para imponer la memoria y la
historia oficial; por lo tanto, aún cuando no estén en el código de la denuncia y del archivo, las
memorias aquí estudiadas tienen una fuerza ética, política, y si se quiere, vitalista, que emerge
desde lo cotidiano, desde lo privado para ocupar el espacio público y generar en éste nuevas
formas de manifestación, expresión y movilización que evocan el “Satyagraha” de Gandhi, la
fuerza de una verdad, no de adecuación, sino de develación de lo injusto, lo inadmisible y lo
impresentable. Finalmente, hay algo sustancial, como en el proceso caben todas las víctimas,
al mismo tiempo no se trata del señalamiento, oposición o confrontación de ningún victimario
en particular, sino de todos al mismo tiempo.

En lógica que podríamos demoninar “femenina” desde esta construcción social, estos
victimarios (guerrilleros, paramilitares, soldados), los combatientes rasos, son gente del lugar,
muchos de ellos, familiares de ellas mismas. Por esta razón, sin dejar de reconocer los
crímenes, tal como se enuncia en este capítulo, su acción de memoria no se ubica dentro de una
lógica de lucha y confrontación política contra la izquierda o contra la derecha, sino en una
afirmación política y social de la dignidad de las víctimas, de la vida de los habitantes de las
regiones. Esta lógica noviolenta encarna lo fundamental de la fuerza “femenina” como
construcción social y se ubica en el marco de una ética del cuidado y de la responsabilidad; y
este tipo de expresiones, y en este sentido, son los recogidos por María Victoria Uribe (2009,
2010), a lo largo y ancho del país, en su investigación sobre los repertorios de memoria. Por
tanto, las acciones de memoria han tenido hasta ahora una mayor fuerza en lo simbólico y en la
acción ética y política de rechazar la guerra, el conflicto armado y la violencia; y por esta
razón, sus lenguajes se mueven en este nivel de lo artístico, lo expresivo, lo emocional, lo
ritual, lo cultural. Aunque no se deja de lado la otra dimensión.

Adorno (1962), quien inicialmente se negaba a cualquier representación del Holocausto, y


negaba cualquier poesía al respecto; afirma más adelante, que sólo a través del arte, la poesía y

casos. Por ello, en esas circunstancias, todo testimonio era necesariamente un relato inconcluso que, por sí mismo, no
producía mayores cambios en el estado emocional de la persona” (Lira, 2011, P. 16).

332
la expresión de ficción se le puede dar voz al sufrimiento, aún sin palabras. Allí se puede
hallar consuelo, en una forma de expresión que está más allá y más acá de la política. Es la
expresión de la verdad, de otra verdad que no pretende la correspondencia entre enunciado y
realidad.

Por tanto, se tienen que identificar los momentos de cada una de estas dimensiones de la
memoria, puesto que una memoria abordada simplemente desde las marcas culturales, se
puede quedar en el folklor, o en una imagen mítica, como plantea Pécaut (2003) para el caso
colombiano, donde la violencia toma una imagen mítica, impersonal y no se le reconocen
causas, ni responsables, ni relaciones de poder, por lo que esta memoria puede terminar
cumpliendo un papel ideológico; para decirlo a la manera de Martín-Baró (1989): que no basta
con denunciar la violencia, venga de donde venga; porque la violencia es ejecutada por actores
y estos actores tienen intereses, ejercen relaciones de dominación o explotación, tienen formas
de actuar diferenciales. Y en este sentido, la memoria documentada, en perspectiva de
identificación de los hechos, las formas, los móviles, los intereses y los responsables es una
tarea que se debe hacer, tanto en las regiones como en el país. Por eso es fundamental el paso
que se está dando desde la memoria performativa a la memoria documento, que permite, cada
vez más, dejar registrados los testimonios; de tal manera que puedan ser útiles para la
reconstrucción de la memoria histórica y para una posible comisión de la verdad.

7.14.2. Sobre las memorias incluyentes y excluyentes

Conectando con el punto anterior, debe decirse además, que la forma de hacer pública la
memoria, de llevarla al escenario político y social, puede tener dos vías posibles. Una
excluyente y otra incluyente, Ore o Ñande (Jelin, 2002), como se esbozó en este capítulo.
Todorov (1995) denomina a la memoria excluyente: memoria literal, porque se queda anclada
en el hecho pasado, reivindicando ese hecho pasado, tomado al pie de la letra sin posibilidad
de referencia, comparación, análisis en relación con otros hechos de menor o mayor magnitud.
Implica también un anclaje en el victimismo y en la construcción de una identidad de víctimas
que no evoluciona y se queda viviendo en ese lugar. Este tipo de memoria podría ser utilizada
para justificar venganzas o formas de violencia legitimadas porque alguna vez se fue víctima;
pero también otros comportamientos y acciones, como la de no reconocer otros tipos de
organización o las acciones positivas que puede tener la otra parte o el mismo Estado.

Desde otro punto de vista Lira (1998, 2007), Iglesias Saldaña (2005), Oberti (2006, 2008),
Pastoriza (2009), Doménech (2009), Piper (2009) entre otros, cuestionan la memoria victimista
y martirológica, porque pierde de vista las luchas, los conflictos, los valores, los modelos
sociales que portaban las víctimas y los vencidos, que fueron eliminados, exterminados por la
represión. En Colombia algunos discursos organizaciones de víctimas han estado marcados
por este horizonte de comprensión. No es el caso de ninguno de los colectivos de víctimas
estudiados.

Estos colectivos se mueven mucho más en la lógica de lo que Todorov (1995, 2001) denomina
memoria ejemplar, es decir, en la que se reconocen los hechos, se abren puertas para acciones
judiciales, se trabaja por el reconocimiento y la sanción social; y también para dar un paso más
allá y reconocer formas de violencia o de violación que pueden ser denunciadas y combatidas
en el presente. Como se ha expresado en este capítulo, no bastaría con el recuerdo, sino
también con la sanción social, con la instancia de justicia que pueda ratificar un discurso desde
un estatuto de verdad, para que la memoria no termine siendo funcional a la historia oficial.
Todorov (1995, 2001) propone esto como una tarea fundamental para las víctimas, intentando
generar una empatía con la sociedad para construir procesos de denuncia y transformación de
injusticias presentes, y los procesos investigados en mayor o menor medida se enrutan en esta
vía, similar a la que se ha desarrollado en otros contextos y que están documentados en otros

333
estudios (Cfr. Martín Beristain, 2006, 2008; Cabrera, 2004; Pipper, 2004; Lira, 1998, 2009;
Gil, 2008; Martín Pallín, 2008, entre otros).

En Colombia las víctimas que tenían una militancia en la izquierda política, quieren mostrar la
unicidad de la violencia padecida y mostrarla en su literalidad. Este tipo de memoria deja de
lado la memoria de las otras víctimas las del conflicto armado (desde los 90) que quisieran un
reconocimiento de su situación y quieren una memoria ejemplar, tal como la desarrollan los
colectivos estudiados. Sin embargo, hay que tener cuidado porque estos discursos pueden
coincidir con los intereses de los victimarios de Estado y paramilitares, que con la ley de
justicia y paz, quisieran pasar de largo comparando su violencia con la de las guerrillas, o
argumentando al final que todos y todas somos responsables, pregonando que la solución es el
perdón, el olvido, el borrón y cuenta nueva, pasar la hoja y concentrarse en el futuro.

Lo importante no es la ideología con la que se justifican los crímenes, sino los hechos, que
desde una memoria ejemplar se buscan superar, para que en verdad nunca más vuelvan a
ocurrir, que es uno de los propósitos de los colectivos estudiados, tal como se ha esbozado a lo
largo del capítulo. Es decir, cada hecho tiene su unicidad y como tal debe ser reconocido, pero
también es fundamental reconocer los hechos similares para unificar, desde la experiencia de
ser víctimas, voces que posibiliten transformaciones de este tipo de acciones, más allá de quien
sea el autor que las cometa, de allí la insistencia de estos colectivs en trabajar con víctimas de
todos los bandos. Una tortura será una tortura si la comete un paramilitar o un guerrillero o un
agente estatal, aún cuando según la ley y la jurisdicción internacional, tanto las
responsabilidades como las sanciones serán diferentes; aunque también la percepción subjetiva
de una acción de un actor estatal es aún más grave porque de éste se esperaría protección y
garantías, dentro de su función como garante de derechos; por lo tanto, su acción puede
calificarse de mayor gravedad. Sin embargo los mecanismos que hacen posible el horror o la
violencia son diferentes y no conviene tener una visión totalizante que desrresponsabilice a
determinados actores o individualice los problemas como fruto de una serie de actores
individuales. Las estrategias de acción, el componente organizativo y los mecanismos de
entrenamiento o deshumanización de muchas de estas estructuras son parte del foco para evitar
la repetición y hacer del discurso de la memoria, orientada a la prevención, algo más que un
deseo bien intencionado.

A lo largo de este capítulo, y en concordancia con Jelin (2002a) 163, se ha visto, que de todas
formas la memoria es un territorio de disputa y poder. Hay formas de olvido en la sociedad
que permiten la justificación de hechos injustificables, pero esta búsqueda de la memoria y del
pasado, es un antídoto y una forma de llamar la atención para superar las violencias. Sin
embargo, y tal como se abordó en el capítulo 4, también, en muchas ocasiones, las memorias
pueden ser sacadas de contexto y justificar abusos y desfiguraciones que legitimen acciones de
violencia. Este es uno de los puntos que las víctimas participantes en esta investigación buscan
evitar a toda costa cuando incluyen relatos de víctimas de todos los actores armados y
reconocen que, además de la violencia vertical padecida, también se han desarrollado formas
de violencia horizontal que han involucrado a la población y que es necesario reconocer para
trabajar por la no repetición.

Ahora bien, lo que se puede cuestionar, tanto a las instancias de poder en Colombia, como a
algunos procesos de víctimas no es que retengan ciertas cosas y dejen de un lado otras, porque
esto es consustancial al acto de memoria. Sino que se atribuyan a sí mismos el derecho de
controlar la selección de elementos que deben ser conservados o eliminados. Nadie tiene
derecho a hacer esto y menos aún que una institución persiga o castigue a quienes intentan
hacer memoria. La gente y los grupos tienen el derecho de “saber” lo que ha sucedido. Así
pues, es importante la recuperación del pasado, pero al hacerlo de forma incluyente se abren
163
Pero también Jansen (2008), Campbell (2008), Del Pino (2003), Theidon (2006); Da Silva Catela (2002, 2003) ,
Mombello, (2003, 2006), Mendoza (2006), Reategui (2009), Villa (2009), entre otros.
334
caminos para la reconstrucción social, pero también para la paz y la reconciliación, que es una
de las aspiraciones de las organizaciones con las que se trabajó en este proceso investigativo.
Mientras que una memoria excluyente y literal, cierra puertas y vías: “En Irlanda del Norte
hasta hace bien poco, los católicos nacionalistas manifestaban su voluntad de no olvidar y no
perdonar, y sumaban cada día nuevos nombres a la lista de víctimas de la violencia, lo que a su
vez provocaba una contraviolencia represiva, una venganza inacabable que jamás podrían
interrumpir, un nuevo Romeo y una nueva Julieta..” (Todorov, 1995; p. 44)

Como se abordó en el capítulo 4, la lógica de la memoria excluyente ha sido sustento


emocional de conflictos intratables164 puesto que preserva el pasado en su literalidad, es decir:
“permanece intransitivo y no conduciendo más allá de sí mismo. En tal caso, las asociaciones
que se implantan sobre él se sitúan en directa contigüidad: estableciendo además una
continuidad entre el ser que fui y el que soy ahora, o el pasado y el presente de mi pueblo, y
extiendo las consecuencias del trauma inicial a todos los instantes de la existencia” (Todorov,
1995).

Avanzando sobre este punto Rousso (2000), llega a afirmar, que puede ocurrir que los
militantes de la memoria, en algunos casos pueden ir en contra del mismo hecho histórico: con
tal de salvaguardar su visión del mundo, colocando a los buenos en un lado, a los malos en el
otro, implicándose en una mentira que no permite acercarse a la complejidad de la historia.
Hay una intencionada falsación de la realidad, con el fin de mantener la coherencia de un
discurso, la pregunta que se hace el autor es: ¿se debe escribir una historia falsa, para condenar
el pasado, aún cuando haya crímenes atroces involucrados? Es uno de los problemas de
muchos movimientos sociales como lo he referenciado antes (Mombello, 2003, 2006; Da Silva
Catela, 2003).

Teniendo en cuenta esto, desde un plano ético, el primer paso que deben realizar los actores
sociales, tal como se ha hecho evidente en este capítulo, en torno a los colectivos estudiados, es
que no inventen ni cultiven mitos sobre el pasado, de tal manera que los relatos con los que se
identifican puedan emerger de un juego de negociación del significado, es el proceso que se
hace cuando la memoria se pone en la escena de lo público, aún cuando se haga por la vía
performativa. Esto implica que se puedan generar escenarios sociopolíticos donde no se
imponga el silencio y el olvido; y muchos menos que manipulen las versiones, ni que se
repriman formas de contar la historia (Rosa, Bellelli y Bakhurst, 2000). De esta forma no se
puede caer en una situación en la que a nombre de la victimización padecida, los grupos que
representan sus intereses terminen demandando a la sociedad un espacio casi absoluto de
acción y de afirmación; en el cual, pueden incluso pasar por encima de otras organizaciones o
del interés público. Sarlo (2009) trae como ejemplo el caso de las víctimas del incendio de la
discoteca Cro-magnon en la ciudad de Buenos Aires, donde por la irresponsabilidad de los
dueños y de la policía se presentó un incendio donde murieron calcinados decenas de jóvenes.
Ahora las familias, a nombre de sus víctimas se han tomado el sector, se hacen dueñas del
espacio público y no aceptan ninguna conciliación o mediación con los gobernantes de la
ciudad.

Bar-Tal (2000, 2003, 2007, 2010), Ramanathapillai (2006); Garagazov (2008 a, b); Kaufman
(2001), Yurma (2008), entre otros, abogan por el trabajo sobre estas narrativas y su
transformación en los imaginarios colectivos. Por tanto, sugieren un trabajo histórico que
permita reinterpretar los esquemas narrativos en los que se implantan estas versiones; pero al
mismo tiempo un trabajo psicosocial, que implique deconstrucción de los vínculos
emocionales con estos discursos, la generación o la recuperación de otros relatos, que también
movilicen las emociones y los vínculos de los sujetos con estas narrativas en una vía de
conciliación y paz.
164
Bar-Tal, 2003, 2010; Garagazov, 2008; Zembylas y Bekeman, 2008; Lykes, 1999, Corry, 2005; Ramanathapillai,
2006; entre otros.
335
Algunas experiencias con niños alemanes y judíos donde se relataban las historias en grupos
mixtos permitió que se tratara lo intratable y se dio un proceso de transformación que permitió
superar los prejuicios que previamente se tenían165 (Dan Bar-on & Kassem 2004) En Sri
Lanka, Ramanathapillai (2006) también propone la creación de espacios de coexistencia,
donde las narrativas de las víctimas sean empáticamente escuchadas por ambas partes, sin ser
políticamente explotadas. Por su parte, Zembylas & Bekerman (2008), realizaron trabajos
para que estudiantes pertenecientes a los bandos en conflicto (en Israel: judíos y árabes; en
Chipre: turcos y griegos) escucharan historias y memorias de estudiantes del bando contrario,
sin una connotación victimista, pero recogiendo el dolor y la experiencia de la propia historia.
Los autores concluyeron que éste podía ser un método pertinente de ejercer resistencia a los
discursos dominantes y una forma de instaurar narrativas alternativas que enmarquen el
conflicto desde un horizonte que rompa la lógica “ellos y nosotros”, la lógica del enemigo
absoluto. Bar-Tal (2007) también presenta varias propuestas de trabajo similar. Esta
investigación se convierte en un aporte para presentar relatos de memoria incluyente que se
movilizan hacia la paz y la reconciliación y permiten aportes para la transformación de un
conflicto de larga duración como el colombiano, a partir de poner en un lugar protagónica las
narrativas y relatos de las víctimas de todos los actores armados.

Se trata por tanto de procesos de memoria ejemplar que implicarán llevar “el recuerdo a la
esfera pública, abriendo ese recuerdo a la analogía y a la generalización, construyendo un
exemplum y extrayendo una lección. El pasado se convierte por tanto en principio de acción
para el presente... asegurando mi propia identidad, intentando buscar explicación a mis
analogías…, esta última memoria es potencialmente liberadora” (Todorov, 1995, p. 50 - 52).

Esta alusión al texto de Todorov (1995) permite sintetizar y recoger lo fundamental del tipo de
memoria que están realizando las organizaciones de víctimas de los tres espacios analizados.
Por tanto, es importante afirmar como conclusión, que se trata de una memoria ejemplar, que
pretende además de la reconstrucción del tejido social, la recuperación de la dignidad,
abandonar la condición de víctima, superar los estigmas, romper los modelos polarizantes, tejer
lugares de encuentro, redes para el apoyo, y centrarse más en la construcción de un territorio,
de un colectivo. Lo cual no implica renunciar a la justicia, sino que ésta se enmarca dentro del
proceso, con el cual se busca la obvia sanción social ante hechos que no pueden justificarse de
ninguna manera y que no deben volver a repetirse. Así pues, sea cual sea la fuente de donde
provengan, es necesario que se dé un debate democrático (Lechner y Güell, 2006; Vinyes,
2009) que permita una memoria incluyente que posibilite, o bien la finalización de los
conflictos, o bien su no repetición.

En perspectiva de proyectos de cooperación internacional. Es fundamental, por tanto, analizar


qué acciones de memoria conducirán por un camino de literalidad a la justificación de las
acciones “vengadoras” o a la generación de nuevos marcos de polarización social y/o política;
y qué acciones pueden constituirse en ejercicios ejemplares que conduzcan al no más y nunca
más. En este sentido el análisis de Duffield (2004) sobre la participación de la cooperación
internacional y la acción humanitaria, en el marco de conflictos armados, posibilita tener
presentes los fines y las consecuencias de esta intervención, puesto que en muchas ocasiones
termina siendo útil a alguno de los victimarios.

165
Es una experiencia similar a la trabajada por la película promesas con la dirección de Justine Shapiro, Carlos Bolado y
B.Z. Golberg. En esta película se trabaja con niños israelíes y palestinos sobre los imaginarios construidos alrededor de
sí mismos y del otro. Es decir, aborda el tema de la construcción de las identidades propias, que se tienden a cerrar sobre
sí mismas, para luego mirar al otro como el enemigo, el peligro, que ataca y por lo cual me tengo que defender. El
proceso de la película pretende mostrar cómo los niños de ambos lados cuando logran acercarse, conocer y reconocer al
otro, intentando ver su diferencia, de una u otra forma, “el monstruo” que es ese otro, comienza a tener rostro humano,
tan semejante y tan diferente; se constituye un espacio de respeto a la diferencia y una pregunta a la construcción de una
identidad cerrada e inmóvil.

336
En el caso colombiano bien cabe la pregunta por la inmensa colaboración que se le ha dado al
Estado Colombiano, particularmente durante el gobierno de Uribe, a raíz de la denominada
“desmovilización” paramilitar, que ha sido más una reestructuración del modelo y la aplicación
de nuevas estrategias de control en el marco de la guerra psicológica (Martín-Baró, 1990), pero
que ha terminado beneficiando más a los victimarios, reforzando las relaciones de poder y
subordinación en las regiones y reeditando formas históricas de exclusión, en donde las
víctimas terminan siempre perdiendo, tal como ha aparecido en algunos de los testimonios
analizados. ¿No sería posible que estos dineros de cooperación se invirtieran más en fortalecer
la sociedad civil y las organizaciones de víctimas, en respaldarlas políticamente, para la
generación de espacios reales de construcción de paz, reconstrucción del tejido social y
auténtica reconciliación?

7.14.3. Memoria e Impunidad:

El punto anterior, remite por tanto a otro matiz en la discusión; la de una memoria que da voz a
las víctimas, pero donde no hay responsabilidades, o la de una memoria que implique la
sanción social y la justicia. Para Lira (2007) tras casi 20 años de haber terminado la dictadura
de Pinochet en Chile se observa que ha sido posible una memoria de las víctimas, una
comisión de la verdad, además de la comisión exclusiva sobre tortura en el gobierno del
presidente Ricardo Lagos, entre 2003 y 2004, e incluso hay reparaciones de parte del Estado,
pero se trata de una memoria sin imputación y sin un vínculo con la dimensión estructural e
histórica, que implica, de nuevo el reconocimiento social, político y jurídico, del tipo de lucha,
ideas, modelos de sociedad y de prácticas políticas que desarrollaban los desaparecidos,
asesinados y torturados (Cfr. Piper, 2009). Todo esto queda en el olvido, en lo privado, no
logra hacerse público, ni tampoco la sanción social y jurídica a quienes lo hicieron o lo
patrocinaron. No son muchos los rostros, casi que no hay responsables, aún cuando Pinochet
al final de su vida experimentó por algún tiempo, la presión de la justicia.

En Chile, según Lira (2007) hay sólo el relato de las víctimas, sólo la reparación, pero sin
justicia, con lo que esto genera y lo que puede generar, aunque en los últimos años se han
abierto numerosos procesos judiciales. De la misma forma Pécaut afirma que se ha construido
la memoria en Colombia; pero las condiciones estructurales del país, no han permitido avanzar
hacia una memoria ejemplar (Todorov, 1995), que necesita responsabilidades y sanciones por
la vía de la justicia. Al estar estas acciones enmarcadas, todavía en medio del conflicto
armado, los procesos de denuncia y justicia se dificultan, sobre todo en regiones de fuerte
control paramilitar, como las analizadas, por lo que se hace muy difícil pasar a este nivel. Por
lo tanto, se corre el riesgo de construir una memoria puramente simbólica.

La construcción de un sujeto social más amplio por parte de las víctimas de diferentes regiones
es uno de los reclamos que alcanza a resonar en algunos de los relatos analizados, y es por otra
parte la energía que ha hecho que procesos como el de Chile o Argentina no terminen en la
impunidad que se instaló en ellos durante décadas. En el caso de Colombia, esto aún es
incipiente, y se alcanza a percibir como logro el hecho que los y las participantes hayan
participado en las audiencias organizadas por el Congreso de la República para la construcción
de la denominada ley de víctimas (ley 1448 de 2011). Sin embargo, esta es una ley donde la
memoria y la reparación que promulga no están ligados a la verdad y la justicia.

En este sentido Ignatieff (1999), se pregunta por el tipo de memoria qué es necesario hacer y
de qué manera ésta conduce a la verdad y la justicia, en qué dosis y en qué forma puede ser
aplicada en espacios concretos. Puesto que hay versiones de la historia como herencia, como
pertenencia y raíz, como consuelo, refugio y hogar que meten en la lógica del “endogrupo”
(Ore) y con ello en una polarización frente al enemigo, al cual es legítimo causarle cualquier
daño, porque es una forma de “restituir” los golpes recibidos en el pasado. Es una memoria
337
donde tampoco tiene lugar la justicia, sólo el mito (Roudometof, 2003; Bell, 2003; Wertsch,
2008).

Así pues, es necesaria una memoria que no desconozca el hecho traumático que implica la
violencia o el ejercicio de un poder de dominación o explotación. Pero esta memoria, como en
los colectivos estudiados, también debe propiciar una elaboración de estos hechos para que no
se siga repitiendo la espiral de violencia y venganza. Más allá de una elaboración “nacional” o
“individual” del trauma, tal como quisiera el Estado colombiano, se trata de procesos
“moleculares” en las que los individuos, las familias, las comunidades deben ir transformando
esta lógica y elaborando dentro de sus propios procesos el pasado, para compartirlo, para
construir un relato común a partir de todas las historias y dando lugar a todas las voces. Este
tipo de memoria es la que puede evidenciarse en esta investigación, porque ha sido la forma en
que se ha venido desarrollando en el Oriente Antioqueño, pero también en las Madres de la
Candelaria, y con todas sus limitaciones en los colectivos estudiados en Córdoba, y de lo que
dan cuenta los relatos de los y las participantes.

Esta forma incluyente de hacer memoria, permite que el relato se construya en la secuencia
pasado, presente, futuro y no sea sólo el pasado (el hecho traumático, el crimen, la violencia
como entidad mítica) el que siga definiendo el tiempo actual. De allí la importancia que le dan
los y las participantes a hacer públicos estos relatos, de tal manera que puedan influir, incidir
tanto en la sociedad local y regional. Por esta razón la apuesta de las organizaciones en el
Oriente Antioqueño y Madres es porque la memoria sea un asunto público y político que
vincula al Estado local, las instituciones civiles y a la comunidad en general.

Este proceso, por tanto, se convierte en un referente fundamental para otras regiones del país,
como una forma de realizar reconstrucción de tejido social, reivindicación de derechos,
rehabilitación y reparación desde abajo, que movilicen a diferentes facciones de la sociedad
civil nacional para compeler al Estado y a la comunidad internacional, para la creación de una
comisión de la verdad, independiente, veraz y con autoridad moral y política para la
construcción de una visión del conflicto que rompa las polarizaciones y posibilite marcos para
la construcción de un futuro.

Para Ignatieff (1999), pero también para Martin Beristain (2003, 2008) existen como mínimo,
dos verdades, una factual y otra moral, la verdad de las narraciones que cuentan lo que ocurrió,
los hechos, los responsables; y la de las narraciones que intentan explicar por qué y a causa de
quién, que busca dar sentido desde lo político, lo social, lo estructural. Las comisiones de la
verdad han jugado un papel importante en el primer tipo de verdad, puesto que han permitido,
incluso, el inicio de procesos para el encuentro de los restos de los desaparecidos. Pero la otra
es y será un territorio en disputa (Jelin, 2002a, 2003; Da Silva Catela, 2002, 2003; Mombello,
2003, 2006; Villa, 2009), porque predominan las resistencias a asumir las explicaciones
generadas en dichos procesos o incluso los intentos de rescribir la historia posteriores. Y para
ello es fundamental que haya transformaciones reales en la forma como se articula el poder,
para que puedan abrirse escenarios reales, donde las versiones de las víctimas sean escuchadas
desde su ser y no desde la “utilización” política que se hace de sus versiones.

De allí que las víctimas hayan manifestado en sus relatos un cierto temor a que sus
experiencias y procesos se conviertan en objeto de manipulación para otros intereses de tipo
político, especialmente en un contexto de control del paramilitarismo, puesto que se les
compele al perdón, la reconciliación, encuentros con “desmovilizados”, con discursos como
los de la reconstrucción de la confianza cívica o centrar la mirada en el futuro y dejar de ver el
pasado, etc. en el marco de un discurso oficial.

Lo importante de las comisiones de la verdad es que ponen en conocimiento de todos, lo que se


quiere “denegar” o “desmentir”, promueven el reconocimiento de unos hechos y con ello le
338
otorgan una dignificación a las víctimas. Pero las verdades que aparecen allí serán tema de
discusión y de debate. No son “la verdad” son una interpretación de la misma, aunque se han
ido consolidando como parte de la historia oficialmente reconocida en muchos países de
América Latina. No hay una conclusión absoluta, aunque se ponen a circular las versiones de
la historia y de los hechos que se habían ocultado en la historia oficial (Ignatieff, 1999).

Pero lo más importante “es que tanto las comisiones oficiales de la verdad, como las no-
oficiales hacen posible que las voces de las víctimas sean escuchadas: puesto que están
diseñadas para brindarle un espacio para que cuenten sus historias…” Y esto a su vez es una
estrategia para “construir una cultura de derechos humanos y fortalecer las instituciones
democráticas”. (Bickford, 2008; p. 136)

Basta decir para finalizar, que las acciones de memoria de las víctimas que se han estudiado, se
enmarcan dentro de la búsqueda de esos escenarios que permitan ligar sus narraciones con el
reconocimiento social y político, lo que implica que las violaciones de derechos humanos y los
crímenes de lesa humanidad cometidos no son legitimables bajo ningún argumento y que por
lo tanto deben ser conocidos por toda la sociedad, sancionados de alguna manera y por lo tanto
son objeto de reparación y rehabilitación, tanto para las víctimas y sobrevivientes, como para
sus familias y el resto de la sociedad. En el caso colombiano se han dado algunos avances
parciales, con un cierto nivel de verdad en algunas versiones libres de los paramilitares; no se
han dado avances en la justicia (La Corte Suprema de Justicia denunciaba que sólo se han
realizado 4 condenas en el marco de la ley de justicia y paz) 166 y una reparación por vía
administrativa que no reúne los estándares internacionales ni las expectativas de las víctimas,
según los relatos de esta investigación.

Ahora bien, si se mira desde el lugar donde partieron los y las participantes al analizar sus
relatos de vida, al constatar en los grupos de discusión de 2007, y de 2009 los niveles de
afectación, de postración, de soledad, anomia y falta de participación social y política, puede
decirse que este proceso que ha implicado la construcción, inicialmente, de una memoria
compartida en el espacio de los grupos de apoyo mutuo, pero que tomó una dimensión
colectiva y social con las acciones públicas de memoria; puede afirmarse que el proceso ha
estado marcado por una transformación radical de los sujetos individuales, pero también del
sujeto colectivo que se fue constituyendo (las organizaciones de víctimas), es precisamente
este proceso de transformación el que se aborda en los capítulos 8 y 9.

7.14.4. Sobre la Reconciliación:

La utilización de este término se debería o bien, matizar, o dejar de lado, puesto que es un
concepto polivalente, ambiguo y quizás puede confundir en el escenario social. Porque la carga
ideológica con la que suele ser utilizado, suele desconocer los derechos de las víctimas, y hace
de éstas, sus necesidades, propósitos e intereses un instrumento hacia fines, que se presentan
como políticamente más loables, pragmáticos y concretos, como la paz y el final de los
conflictos, siempre a costa de la renuncia de las víctimas a sus demandas fundamentales.

Los casos de España y Chile, con destinos y trayectorias diferentes, son una prueba de ello. En
el primer caso un proceso de reconciliación política entre las élites, motivado en gran medida
por el temor a una nueva confrontación civil (Aguilar, 1996, 1999; Aguilar & Humlebaek,
2002; Erice, 2006, 2008), y con una dictadura que aún no terminaba de ejercer su influencia en
todos los ámbitos de la vida social y política, devino en un proceso de silenciamiento de las
víctimas, especialmente de aquéllas que también durante casi 40 años habían tenido que callar,
porque pertenecían al bando perdedor, sin encontrar escenarios públicos para enunciar sus
memorias, su verdad.

166
Nota del Periódico El Tiempo, de febrero 12 de 2012.
339
Este silencio es el que se rompe con los movimientos de memoria histórica que empezaron a
emerger a mediados de los 90 y que se han consolidado durante la primera década del siglo
XXI, de tal manera que se hace evidente, que más que reconciliación se vivió un
silenciamiento movido por el temor y una transacción entre la izquierda y la derecha política
que sacrificó los legítimos intereses y demandas de las víctimas, a nombre de la democracia
(Gil, 2008; Martín Pallín, 2008). En este caso la pregunta es: ¿puede haber democracia
auténtica cuando una parte de la sociedad debe callar y no puede manifestar públicamente, en
el ágora, en el escenario político y social sus relatos, sus historias, sus demandas y donde se
desconocen sus derechos, reconocidos por la comunidad internacional? A la luz de esta
investigación, eso no sería posible.

De otro lado, en el caso chileno, el análisis que hacen Lovernman & Lira (1999, 2001; Lira
2007, 2009) de la historia de Chile y sus diversos procesos de reconciliación demuestra que el
precio de estos acuerdos políticos, que se celebran como logros de la civilización y la cultura
del pueblo chileno, es el que pagan las víctimas, quienes no pueden acceder a la justicia, aún
cuando puedan recibir compensaciones o reparaciones por los “daños sufridos”, y en algunos
casos se nombren comisiones que den cuenta de la verdad de los hechos. Para estos autores se
hace una memoria victimista, que no permite revisar ni los modelos políticos establecidos ni
una reflexión sobre los “modelos perdedores” en las confrontaciones o los procesos de
represión vividos. Ahora bien, el destino de las víctimas, al parecer, ha sido otro después de 20
años de terminar la dictadura de Augusto Pinochet, mas no por los intereses de la élite política
enmarcada en la derecha (sucesora del dictador) y la concertación de partidos que gobernó a
Chile hasta finales de 2010.

Las élites, parecían conformarse con la primera comisión de la verdad y con las reparaciones
establecidas allí. Se vislumbraba un escenario de reconciliación política centrado en el futuro
y en la construcción de un nuevo país (Loverman y Lira 1999, 2001; Lira 2007, 2009; Pipper
2004, 2009; Silva, 2006; entre otros) donde las víctimas fueron visibilizadas desde su
sufrimiento y dolor, pero no desde su subjetividad política y de derechos; para algunos de los
autores citados, la reconciliación como proyecto emerge más en un equilibrio precario, en
medio de un inmenso poder del dictador que permanece en la sombra y que está al acecho de la
joven democracia que emerge en 1990; es decir no había condiciones políticas para la justicia.
Ahora bien, los movimientos de derechos humanos y de víctimas no han dejado de luchar
desde 1990 para encontrar escenarios de justicia y de verdad más amplios y concretos;
espacios que se han empezado a abrir a pesar de la concertación, y a pesar de las élites
políticas.

El encarcelamiento en Londres a Augusto Pinochet, tras las denuncias de las organizaciones de


derechos humanos y víctimas de Chile en la Audiencia Nacional española y la orden de captura
emitida por el Juez Baltasar Garzón, abrieron para las víctimas caminos hacia la justicia. Y
con la comisión de la verdad sobre tortura (Informe Valech), en el gobierno del socialista
Ricardo Lagos y la comisión de seguimiento posterior en 2011-2012 (Martin Beristain, 2012),
también se amplió el panorama de la verdad de las decenas de miles de personas detenidas,
torturadas durante la dictadura que se habían olvidado durante los primeros 12 años de
gobiernos de la concertación. Así pues, en este caso el discurso de la reconciliación centrado
en el futuro y el porvenir, pasando lo más rápido posible la página de la historia, tal como suele
ser propuesto por las élites políticas, en detrimento de las víctimas, ha mostrado sus fisuras por
la misma lucha permanente de las víctimas que no han cesado en su empeño y han construido
escenarios de verdad y justicia más allá de los que se habían transado, al comienzo, desde
arriba. Esto implica una lucha por la verdad, la justicia y la reparación que debe ser insistente
y persistente.

340
El caso colombiano es especialmente dramático. Puesto que la estrategia de la reconciliación
también ha emergido en diversos momentos de la historia del país. El referente más cercano
históricamente fue el vivido durante el llamado “Frente Nacional”, que implicó una
reconciliación política de las élites conservadora y liberal con el fin de mantener privilegios y
ejercicios del poder, logrando una paz política, mientras los cientos de miles de víctimas y de
desplazados que dejó esa violencia vivida en los años 50 quedaron en el anonimato, la
postración, el desconocimiento y la total inermidad.

Este conflicto no resuelto desde abajo, abrió puertas para el conflicto armado actual, que hunde
sus raíces en esta violencia de los años 50 y que se manifestó en una confrontación entre
izquierda y derecha, y que después de los 90 se complejizó y se degradó a niveles de violencia
que constituyó la repetición incontable de crímenes de guerra y de lesa humanidad (Cfr.
Capítulo 2). Este conflicto social, político y armado no finaliza aún. Y paradójicamente, los
gobiernos en Colombia tienen la capacidad camaleónica de generar procesos que no tienen
asiento en la realidad: es decir, Colombia está en una transición que no existe aún, y está
formulando procesos de reconciliación donde todavía no es posible, porque los fusiles están
detrás de los escenarios sociales y políticos a lo largo y ancho del país.

De nuevo emerge el discurso de la reconciliación, bien sea como perdón y cuenta nueva
(olvido), tal como lo proponen algunas élites políticas y sectores de las iglesias; bien sea como
confianza cívica que implica la generación de escenarios y mesas de diálogo de sectores
sociales incluyendo los llamados “desmovilizados” que buscarían una propuesta (planes de
vida) hacia el futuro, sin centrarse en el pasado con el fin de fortalecer la democracia local;
bien sea como dinámicas de justicia transicional que se expresan en leyes de papel (Ley 975 de
2006, de justicia y paz; y 1448 de 2011, ley de víctimas) que intentan recoger, desde la
filosofía, los principios básicos del reconocimiento internacional a los derechos de las
víctimas; pero que en la práctica terminan siendo trampas, tal como lo han nombrado los y las
participantes en esta investigación. Estos discursos terminan, nuevamente sacrificando los
intereses, necesidades y demandas de las víctimas y les ponen a pagar el precio de la paz, sin
siquiera abrir escenarios concretos para que la verdad y la justicia, sean posibles y palpables
para ellos y ellas.

Ahora bien, pareciera que la ley 1448 de 2011 abriría espacios para una reparacion integrala a
las víctimas, sin embargo, su proceso de implementación está tardando demasiado y no se
percibe claramente en el aparato del Estado la viabilidad real para que pueda desarrollarse tal
como está planteada en el papel: es decir, la restitución de tierras puede ser muy precaria, las
medidas de rehabilitación y satisfacción pueden quedarse en una intervención psicológica o
psicosocial sin otros ámbitos de restitución de derechos, y las indeminizaciones pueden seguir
siendo leídas por las víctimas como la compra de su silencio o la denegación de sus luchas por
la verdad y la justicia, tal como lo han afirmado los y las participantes de esta investigación en
torno a la llamada reparación administrativa (decreto 1290 de 2008)

En relación con el tema de la reconciliación, y siguiendo la experiencia del Oriente


Antioqueño, desde 2006/2007, cuando las mujeres que se estaban organizando en las
asociaciones de víctimas en los 23 municipios de la región, que invocaban como marco de su
ejercicio social y político un horizonte de reconciliación, enmarcado en los puntos analizados
en este capítulo: complejidad del conflicto, que implicaba la victimización por diferentes
actores, la infiltración del conflicto en la vida social cotidiana de la comunidad, el tener hijos e
hijas en cualquiera de los bandos, y el nivel de desestructuración de las relaciones cotidianas,
familiares y comunitarias en lo local. Así pues, tejían este horizonte como marco de
reconstrucción de su tejido social cotidiano, comunitario. Un fin loable, inspirado en una
realidad concreta que, desde allí, tenía sentido.

341
Sin embargo, la utilización hecha por el Estado y por algunas organizaciones de la sociedad
civil y sectores de la Iglesia, que han promovido escenarios de reconciliación en lo local, en
contextos donde el poder, la dominación, el control social y político seguía en manos de los
actores que decían haberse desmovilizado, con prácticas de control que en muchos casos han
implicado lo armado, en un contexto de desconocimiento de los derechos de las víctimas, y de
presiones y engaños para participar en estos escenarios, tal como se ha documentado en esta
investigación, ha implicado que vaya emergiendo un rechazo al concepto y la puesta en
práctica de la reconciliación; puesto que estos escenarios, tal y como lo han nombrado algunos
y algunas participantes se convierten en procesos de revictimización. Ante la evidencia del
poder que mantienen los actores políticos y económicos que promovieron el proyecto
paramilitar, y ante la funcionalidad de los desmovilizados a este proyecto, y la evidencia de
que mantienen sus actividades donde se cruza lo legal con lo ilegal, su vida civil con sus
“compromisos” de militancia; las víctimas deben hacer silencio, ocultar sus demandas y asumir
pasivamente las propuestas que provienen de ellos o las que provienen del Estado y otras
instituciones.

Así pues, proyectos productivos conjuntos, proyectos de vivienda conjuntos, mesas de diálogo,
memoria conjunta, y otras que han sido enunciadas en este capítulo, son escenarios en los que
algunas víctimas sobrevivientes han decidido participar con el objetivo, de por lo menos
acceder a algunos “beneficios” que alivien su pobreza estructural, o han debido participar en
silencio con un objetivo más simple: conservar su vida, porque hablar en esos espacios puede
ser peligroso y se puede pagar con la vida; porque al final, tal como se recoge en esta
investigación, las desmovilizaciones han sido un maquillaje que se le ha puesto al conflicto,
bajando su intensidad, pero manteniéndolo en un plano psicológico (Martín Baró, 1990). De
tal manera que la llamada “consolidación” es precisamente eso: el afianzamiento de modelos
del ejercicio político y de formas de comprender el desarrollo que han terminado imponiéndose
a sangre y fuego (González, et. al., 2003). Y, sin tener todo el escenario de análisis político,
solamente con lo experimentado en sus localidades, las víctimas lo saben y deducen que quizás
lo mejor sea callar. De allí el valor y la fuerza que se requieren para seguir enunciando sus
historias y memorias en lo público, en medio de este contexto: una acción de memoria en el
registro resistente.

A esto se suman las experiencias vividas por Madres de la Candelaria y los colectivos en
Córdoba, que también dan cuenta de escenarios donde el Estado pretender pasar de largo la
página, sin asumir la verdad y la justicia, y asumiendo una reparación administrativa que es
percibida como una trampa. Aunque la gente, de forma pragmática, reciba los dineros, puesto
que desde su situación de pobreza y exclusión le son útiles para resolver necesidades
inmediatas; y por lo menos, lo ven como una mínima acción del Estado frente a su exclusión
histórica. Sin embargo, ni hay reconciliación, ni se logran escenarios para hacer de ésta un
proceso sostenible.

Por el contrario, como el conflicto se mantiene y las dinámicas que lo han alimentado no se
abordan ni se resuelven, la violencia se mantiene en estado latente, y las luchas de las víctimas,
además de la defensa de sus derechos, se centran también en clamar por el fin del conflicto
(como se hizo evidente en Córdoba; pero también en las luchas del no más, ni una más, nunca
más del Oriente Antioqueño), o bien se centran en luchar por el retorno de los desaparecidos y
para que no siga sucediendo este crimen de lesa humanidad como lo hacen las Madres de la
Candelaria.

De allí, que es preferible hablar de reconstrucción del tejido social, término acuñado por
algunos autores (Martín Beristain, 1999, 2003, 2005, 2008, 2010; Páez, 2010; Lykes, 2001,
2003; entre otros), con el que se recoge la complejidad que nombran en sus relatos en torno a
sus regiones, que requiere procesos de reconstrucción de la confianza en lo local entre las
victimas sobrevivientes de todos los bandos, en el marco de una memoria incluyente, tal como
342
se ha enunciado en este capítulo; pero sin renunciar a la reivindicación de sus derechos y a la
construcción de las víctimas como sujetos políticos y de derechos. Con lo cual sus acciones de
memoria, sus procesos organizativos y sus demandas se enmarcan en un horizonte más amplio,
más concreto y, tal como lo expresaban algunos y algunas participantes, desde la insistencia y
la persistencia mantener sus luchas no violentas en pro de la verdad, la justicia y la reparación,
con una garantía real de no repetición.

7.14.5. Conclusión:

Por lo tanto, cabe decir, que estos procesos de memoria social, colectiva, pública, se inscriben
en un registro resistente de la memoria, puesto que generan espacios reales de afrontamiento y
resistencia que rompen con lógicas de dominación y poder. De allí que se haga necesario
suscribir con Darío Páez (2001) los elementos fundamentales de la función resistente de la
memoria colectiva, que pueden recogerse en los relatos de los y las participantes y que han
sido, quizás, los principales logros de este proceso, por lo menos en el nivel local y regional;
puesto que se trata de una memoria que:

 Ha permitido romper la denegación, la negación o la desmentida de los hechos. Estos se


han nombrado, y las historias de los y las sobrevivientes se han empezado a escuchar en el
escenario público.
 Ha roto con el silencio obligatorio, hay un sujeto social que enuncia lo acontecido, que
nombra su dolor y reivindica su dignidad; con lo cual se rompe la lógica oficial de la
omisión y su eficacia ideológica.
 El marco ético de enunciación, la eficacia simbólica de sus acciones de memoria, desde lo
performativo, ha puesto en entredicho el cuestionamiento que se hace a la credibilidad de
las víctimas y de los movimientos sociales; como cuando se dice que exageran o que van
tras el dinero de las reparaciones.
 Los relatos del horror, el proceso de identificación de los responsables y el análisis de sus
móviles, intereses y estrategias, ha permitido poner distancia con los perpetradores, ya no
se les señala como psicópatas, o como un pequeño grupo de delincuentes; por el contrario,
la búsqueda de reconocimiento social exige que la sociedad se mire, salga de la
indiferencia, se conduela y asuma responsabilidades sin lavarse las manos.
 La llaneza y firmeza de los testimonios ha permitido poner en entredicho las justificaciones
y contextualizaciones que hacen los actores de poder y los actores en armas.
 Se ha transformado el señalamiento y la estigmatización de las víctimas, puesto que se va
construyendo un marco ético de reconocimiento del daño y cuestionamiento radical a la
violencia.
 Ha puesto un gran interrogante a la historia oficial y a la reconstrucción del pasado
realizada, de forma selectiva, desde los poderes establecidos.
 Ha permitido un acercamiento, desde una memoria incluyente, al desmonte de las
memorias míticas, el recuerdo idealizado de quienes quieren ignorar los hechos, y pone de
cara a la sociedad frente a su problemática, para que al fin, la sociedad colombiana se
ponga en la tarea de poner fin al conflicto armado que le azota desde hace 60 años.
 Se han realizado desde una lógica de acompañamiento procesos organizativos de
reivindicación de derechos, que han incluido una acción psicosocial de recuperación
emocional y de la dignidad de las víctimas que las ha convertido actoras sociopolíticas para
la transformación de su realidad socio-histórica.

343
8. EFECTOS Y PROCESOS PSICOSOCIALES ALREDEDOR DE LA MEMORIA
COMPARTIDA (DIMENSIÓN INTERPERSONAL Y GRUPAL DE LA MEMORIA)

En el presente capítulo se abordan tres preguntas de fondo: ¿Qué les pasa a los sujetos cuándo
comparten la memoria? La memoria compartida, el hecho de contar las historias en un grupo
de apoyo, ¿posibilita la “sanación”/“curación” del sujeto 167, su recuperación emocional? Más
que eso: ¿La memoria compartida y el hablar y contar la historia permite la reconstrucción de
la subjetividad, entendida ésta, no solamente desde una dimensión individual y emocional, sino
como el mundo de la vida, de las relaciones y de los sentidos y significaciones que constituyen
la dignidad de una persona; pero también de una comunidad?

El análisis en este capítulo se centra en los testimonios y relatos de quienes han tenido acceso a
experiencias de apoyo mutuo, como los procesos del Oriente Antioqueño y los colectivos de
Córdoba. Pero también a experiencias de psicoterapia o terapia grupal, desde modelos
clínicos, como ha sucedido con las Madres de la Candelaria; y en participantes de Oriente
Antioqueño y Córdoba, antes de hacer el proceso de grupos de apoyo mutuo y memoria
compartida en el que participaron en diversos momentos entre 2005 y 2010. Esta mirada
comparativa y dialógica que se establece al analizar los tres espacios regionales, permite
continuar desarrollando el objetivo No. 6, que pretende mostrar las diferencias y semejanzas en
los procesos de memoria.

El proceso psicosocial en Oriente Antioqueño y sur de Córdoba referido en esta investigación


se ha realizado con el apoyo fundamental de las promotoras de vida y salud mental
(PROVISAME), a través de los grupos de apoyo mutuo (abrazos 168). Este espacio ha
implicado un escenario seguro para hablar y transformar las experiencias de dolor y
transformar la propia historia, base fundamental para hacer memoria y pasar del dolor privado
a un reconocimiento de esa experiencia colectiva ocupando un espacio público. “Los abrazos
son procesos en los que mediante la reconstrucción de la memoria testimonial, se reconoce lo
sucedido en un espacio de afecto, de reconstrucción de lazos sociales y construcción de redes
afectivas. Ello permite la comprensión y la igualdad, ligadas al hecho de que todos/as los/as
allí presentes comparten experiencias de dolor... se reconocen y tienen la posibilidad de ser
acogidos/as, a la vez que acogen... posibilitando el sentimiento de estar “resguardado”,
amparado, abrazado” (Uribe, 2010, p. 83).

Rimé (1995), Rimé y Christophe (1998), Rimé, et. al. (1992, 1998, 2009) explicitan que el
proceso de compartir las experiencias con una fuerte marca emocional, “reparto social”
(compartir emocional), es un mecanismo útil a nivel individual y colectivo para elaborar una
situación límite, lo cual es más potente cuando se implica la evocación de la emoción en un
lenguaje socialmente compartido, con un destinatario que comparte con el sujeto (individual o
grupal), unos marcos referenciales. De acuerdo con estos investigadores, la gente suele elegir
para ello, a personas de su entorno, más que a profesionales (sacerdotes, religiosos, psicólogos,
médicos, etc.), de allí la fuerza y el impacto que tuvo el proyecto de Promotoras de Vida y
Salud Mental (PROVISAME169), como mediación para pasar del silencio a la palabra, de la

167
Es problemático conceptualizar el proceso por el cual se opera la transformación subjetiva de las víctimas
sobrevivientes. En inglés la palabra “healing” suele ser utilizada en los marcos de intervención psicosocial de la
cooperación internacional y en los procesos de trabajo con víctimas en contextos de violencia política o posconflicto
(Clancy & Hamber, 2008). Es una palabra que suele traducirse por “sanación” o “curación”, sin embargo, tiene
implicaciones más abarcantes. En el contexto de esta investigación hablaré más de transformación subjetiva,
recuperación emocional y finalmente de recuperación de la dignidad de las víctimas.
168
Es importante recordar que con este nombre se conoce, en las regiones de Oriente Antioqueño y Sur de Córdoba, el
proceso de los grupos de apoyo mutuo (abrazos) que han permitido un trabajo con cerca de 3.000 víctimas en procesos de
recuperación emocional y en la reconstrucción del tejido social en estas dos regiones. (Cfr. Villa, et. al. 2007; Villa,
2007b; Uribe, 2010)
169
Como ya se ha indicado anteriormente, este es el Proyecto desarrollado y acompañado por varias instituciones en estas
regiones (Corporación para la formación ciudadana – CONCIUDADANIA, Asociacion de mujeres del Oriente
345
memoria privada e individual, a la memoria compartida, como base, no solamente para la
elaboración del dolor, sino también como elemento sustancial en el proceso de reconocimiento
social:

... de los procesos bandera que han existido es el grupo de apoyo mutuo; se ha ido
reconstruyendo un tejido social; porque si miramos en cantidades la primera
promoción de PROVISAME fueron tal vez cincuenta o sesenta, y ahora una nueva
promoción con otras 60, cada PROVISAME tiene un grupo de catorce, quince o hasta
veinte personas, entonces a nivel de región lo podemos tomar como ese granito de
arena que hemos aportado, esa reconstrucción de ese tejido social, porque se han visto
los resultados que las personas abrazadas han tenido en el proceso, lo que expresan,
como se sienten ahora, que tienen una nueva visión, que las personas dicen que se les
había olvidado sonreír, se les olvidó que tenían familia, vecinos, no les provocaba
siquiera asearse, porque se escuchan experiencias muy dolorosas; cómo siente uno
que esta guerra vuelve a una persona, como sienten ellas que son relegadas, que son
aparte de la sociedad. Y lo bonito es que logramos arrebatarles una sonrisa, una
palabra, personas que llegan a este grupo agachadas, no hablan, no expresan nada,
pero a medida que se les ayuda, ellas van saliendo adelante... (Oriente, GF5, 2009).

En último término y retomando la tesis Halbwachs, (1950 / 2004) sobre el marco social para el
recuerdo, el grupo de apoyo mutuo se convierte en un referente para ello. El relato de una
persona es acicate para el recuerdo de la otra; de tal manera que el espacio comienza a ser un
escenario significativo para los y las participantes: la memoria individual, guardada en el
escenario de la vida privada, se hace memoria compartida, que en el relato va circulando; y
después de elaborado, se lleva a otros escenarios. En un proceso de construcción de memoria
colectiva, que a su vez retroalimenta las memorias individuales y les otorga nuevos sentidos
(Cfr. Capítulo 3):

…porque conocí la historia de las otras personas con tanto dolor, de tanta cosa que les
había pasado, entonces uno decía: "a mí no me pasó nada". El compartir con los otros
el dolor, cuando la gente contaba su historias; yo, por ejemplo, no pensaba ya tanto en
lo que había vivido, en mi historia, sino en la de ellos. Y yo además compartí la mía,
aunque eso fue duro y aún es duro hablar de eso, aún duele... (Oriente, E13)

La perspectiva que permite afirmar que la memoria colectiva tiene una función terapéutica
(Rabotnikof, 2010) hunde sus raíces en una tradición muy arraigada en la psicología, que luego
han retomado los enfoques psicosociales, desde una mirada más amplia: se trata del concepto
básico de la cura a través de la palabra, que han utilizado varias escuelas psicológicas, desde el
psicoanálisis, pasando por las terapias cognitivas narrativas, el socioconstruccionismo y más
adelante los enfoques psicosociales (cfr. Capítulo 5). Esta mirada ha evolucionado hacia
formas de terapia, y luego de acción colectiva y pública de corte más performativo, donde la
palabra es combinada con acciones simbólicas, artísticas y públicas que también tienen
repercusiones positivas en la vida de las personas y de los colectivos.

Contar la historia, tener memoria de los hechos y comunicarla en espacios grupales y/o
terapéuticos, desde varios escenarios y visiones de la psicología ha sido considerado como
algo positivo: en el psicoanálisis, desde Duelo y Melancolía (Freud, 1915; Ricoeur, 2003),
reafirmado por Kaufman (2006), Freedgood (2007), entre otros. En los modelos del TEPT con
el Debriefing y las terapias narrativas (Pennebaker, 1994; Pennebaker & Crow, 2000 y
Pillemer, 2003; entre otros), y desde una perspectiva más psicosocial, los marcos terapéuticos
testimoniales (Lira, 1983, 2011; Agger & Jensen, 1990; Aron, 1992). Lo que implica unas

Antioqueño – AMOR, Centro de Investigación y Educación Popular – CINEP/Programa por la Paz) para realizar el
apoyo psicosocial a las víctimas de la violencia.
346
condiciones esenciales de contención, voluntad de la víctima, un clima de confianza, entre
otras estrategias, tal como se verá a lo largo de este capítulo.

En primer lugar abordo las tres categorías que implican procesos de transformación subjetiva,
es decir, la dimensión emocional, cognitiva y comportamental (cfr. 8.1). En segundo lugar, las
categorías que tienen una dimensión relacional e interpersonal: la transformación en las
relaciones de género y en la vida familiar (Cfr. 8.2). Para pasar a un análisis en los cambios en
una dimensión más social y colectiva: la percepción del clima emocional, las creencias
sociales, la participación, la integración y la cohesión social (Cfr. 8.3). Posteriormente se
analiza el papel de un enfoque psicosocial en los procesos de acompañamiento a víctimas y en
la construcción de una memoria grupal, en contraposición con enfoques más clínicos e
individuales, lo que permitirá diferenciar procesos de intervención y acompañamiento que
pueden ser exitosos en los trabajos con víctimas de violencia política en contextos de
cooperación al desarrollo y ayuda humanitaria en situaciones de conflicto armado (Cfr. 8.4).
Dicha discusión se complementa con dos conclusiones más sobre las acciones psicosociales y
las acciones de memoria con víctimas de desaparición forzada (cfr. 8.5).

8.1. Transformación subjetiva:

Que la reconstrucción emocional, el proceso de apoyo psicosocial, en el Sur de Córdoba y en


el Oriente Antioqueño, se haya realizado de manera grupal y colectiva implicó un cambio de
perspectiva frente a procesos de intervención que se venían realizando en estas regiones y, en
términos generales, en Colombia. En coherencia con un enfoque psicosocial, tal como se
delineó en el capítulo 5 (Martin Beristain, 1999, 2010b; Lykes 2001a, 2001b; Hamber, 2003;
Pérez-Sales, 2006; Martín Beristain & Pérez Sales, 2008; Clancy & Hamber, 2008) las
víctimas y sobrevivientes no fueron leídos como un conjunto de síntomas que debían remitir a
través de una intervención psicológica. Ni siquiera fue fundamental realizar un diagnóstico
psicopatológico en torno a su situación. Los niveles de exclusión social, de postración
personal, de aislamiento social y de ruptura de la identidad personal y de los lazos sociales eran
referentes importantes en el primer acercamiento que se tuvo. Algunos de los relatos recogidos
en los grupos de discusión en 2007 y 2009, dan cuenta de esta situación:

...“Yo cuando me mataron el hijo, yo me encerré, era silenciosa, no conversaba con


nadie” (Oriente, GF8, 2007). “Nosotras nos sentíamos pues muy tristes no éramos
capaces ni de hablar, no comíamos” (Oriente, GF2, 2009). “Nos encontramos con un
caso de una muchacha que no hablaba, ni salía, ni quería salir, ni hablaba ni en la
casa ni en la calle” (Oriente, GF3, 2009)...

Frente a esta situación y todas las experiencias y consecuencias descritas con detalle en el
capítulo 6, se desarrolló un proceso de apoyo mutuo, que también marcaba a la comunidad y a
la sociedad; se reconocía que su situación no respondía a un problema personal, sino a una
situación colectiva, en la cual sus reacciones eran validadas como normales, porque lo anormal
era la guerra, la violación de los derechos humanos, los crímenes de lesa humanidad (Martín-
Baró, 1989) y por lo tanto, como portadoras de una historia que requería ser contada, revelada,
devuelta al escenario social, político y público del que procedía, para poder ser tramitada. Así
pues, el grupo de apoyo mutuo fue el primer escenario para dar este paso 170.

170
Para profundizar en el proceso de acompañamiento psicosocial desarrollado, recomiendo la lectura del capítulo 3 del
libro: “Nombrar lo innombrable: Reconciliación desde la perspectiva de las víctimas” (Villa, et. al., 2007), donde se
desarrollan algunas de las transformaciones referenciadas por las víctimas en grupos de discusión en 11 municipios del
Oriente Antioqueño. Esta investigación, sigue como fondo y referencia del presente trabajo de tesis doctoral. También el
trabajo “Entre pasos y abrazos”, (Villa, ed., 2007b). Se puede acceder a estos textos en la página web: www.cinep.org.co

347
Allí, en el grupo de apoyo mutuo, se experimenta en primer lugar, que ya no están solos, sino
que hay otros y otras que han vivido experiencias similares. Esto se convierte en soporte y en
fuerza desde la identificación con el otro y la otra. En los grupos de discusión realizados en
Oriente Antioqueño en 2007 y 2009, se encontraba este referente:

Yo también digo que todos estos proyectos, todas estas cosas que estamos haciendo,
sobre las memorias, le ayudan mucho a uno; lo que estaba diciendo C. ahorita… que
le sirve a uno recordar lo que le pasó, y que uno ve a otras personas, que no está uno
solo, uno ve que eso le va a servir. Eso es algo que lo anima a uno, es que eso fue tan
doloroso; ver que le están ayudando a uno... (Oriente, GF6, 2009)

Y en las entrevistas realizadas a los y las participantes en Oriente Antioqueño y Córdoba en


2011, emerge este discurso, que permite afirmar con claridad que el proceso de apoyo mutuo y
de memoria compartida ha significado para las víctimas de estas regiones un proceso de
transformación en varios aspectos de su vida personal, familiar, social y comunitaria:

…con los abrazos se libera uno de esa carga que ha llevado, al poder contar la
historia a mucha gente, o a un grupo de personas, lo que lleva uno por dentro y tiene
como reprimido, comprimido en el pecho, eso lo puede liberar, en un momento...
Entonces, escuchando la historia de las otras personas, cuando yo conté la mía, como
que me liberé, floté, porque ya no la tenía tan comprimida, sino que ya me había
liberado de esa carga que tenía... Entonces sí, he recibido muchos beneficios
espirituales y morales con contar nuestras historias... (Oriente, E25)

Este trabajo de memoria compartida ha sido mayoritariamente reconocido por los y las
participantes como clave en sus procesos de transformación subjetiva. La unión con otras
personas, el encuentro y el compartir lo vivido generan un escenario de transformación
emocional que permite la narración de los relatos en un espacio contenido, posibilitando el
apoyo mutuo. Además se facilita una comprensión de la propia situación en un marco más
amplio, dentro del cual, no sólo se le da sentido a la experiencia, sino también se encuentra un
motivo para luchar y trabajar por la transformación de las realidades vividas.

8.1.1. “Ya uno ve que el dolor no es mío sino de todos, entonces, es un dolor compartido,
es un dolor solidario…”: Dimensión emocional

El proceso de compartir las historias de vida y las experiencias de dolor en los grupos de apoyo
mutuo ha permitido, en primer lugar, la remoción de emociones negativas arraigadas muy
profundamente en los y las sobrevivientes participantes en esta investigación. Ahora bien, este
efecto liberador de emociones negativas no ha sido de la noche a la mañana. Ha implicado un
largo proceso que ha pasado por momentos de catarsis y desahogo. El efecto de abreacción es
un paso necesario en la transformación subjetiva de las emociones, sin embargo, es
insuficiente; por lo tanto, la catarsis fue un primer momento de la dinámica que se fue
constituyendo:

Estar acá en el grupo ha sido lo mejor, yo me he orientado mucho en el estar aquí


todas juntas, hay cosas que uno las desahoga aquí (Oriente, GF9, 2007). …cuando
entramos a los abrazos, como que nos despertaron, eso como que lo despierta a uno,
uno se puede desahogar, nos desahogamos junto con la familia... (Oriente, E4)

En algunos casos la aparición del llanto podía implicar mayor angustia para la persona o para
su familia; sin embargo, las expresiones emocionales a través del llanto, enmarcadas en un

348
contexto donde la contención171 era significativa, fueron derivando en una experiencia de
alivio y transformación:

...yo veía que había unos abrazos en que yo lloraba mucho y otros en que no tanto,
había unos donde yo me iba para la casa y yo podía llorar toda una noche sin dormir...
Entonces yo decía: "no voy a volver", pero yo veía que se llegaba el día de ir y yo me
levantaba a hacer mis oficios con más ganas de ir; y mi esposo me decía: "usted se va
a salir volviendo loca de ir allá"; pero yo sentía la necesidad de ir. Porque al final yo
sentía un descanso cuando lloraba mucho, yo me sentía liviana... (Oriente, E16)

Pero el alivio era fruto de un proceso, que incluso en sus comienzos, parecía profundizar el
dolor y el malestar, generar reacciones muy fuertes en las personas, y agudizar su situación
emocional. Sin embargo, mirado en perspectiva, los y las participantes fueron descubriendo
que era un escenario que se abría para poder “sacar” eso que se experimentaba por dentro
como una fuerte carga, como un pesado lastre:

…para mí la primera actividad que se hizo fue “trágica” para mi salud, porque afloré
muchas cosas que llevaba guardadas, yo me agravé definitivamente... Yo en esa
oportunidad regresé a Montería directo al gastroenterólogo, fui con una gastritis
activa que hacía mucho rato que no se me manifestaba de esa manera. Entiendo que
eso obedece a una reacción secundaria a las cosas que estaban sucediendo... y en ese
momento sentí que había empezado a sacar ese dolor, así no hubiera expresado nada.
Y consideré que sí era el espacio que me iba a permitir sacar eso, que lo estaba
llevando hacía mucho tiempo; siento que ese proceso que se hizo me ha ayudado
mucho... (Córdoba, E4)

Esa primera parte del proceso, de llanto, explosión de tristeza y desgarro, implicó algunas
críticas, algunos cuestionamientos; puesto que el manejo del contagio emocional al comienzo
fue uno de los retos que se plantearon. ¿Qué sucedía cuando alguien empezaba a contar una
historia, a expresar un dolor que tenía represado por varios años? Sencillamente afloraban las
emociones y, en algunos casos, se desbordaban. El riesgo estribaba en que el resto del grupo
se “contagiara” y se desbordara la experiencia en una reacción en cadena de llanto y de dolor
sin que se pudiera prestar el apoyo. Este temor inicial fue enunciado y vivenciado, por las
participantes al comienzo de su propio proceso:

...podemos expresar lo que sentimos, porque tenemos un taco aquí atravesado, porque
nos da miedo hablar, porque muchas creían que si hablaban les iba a pasar algo o nos
iban a reprochar o nos iban a hacer daño, tenían miedo al rechazo... tan rico cuando
uno se libera, porque ve la vida con otro sentido, como con alegría, con ganas de
triunfar, de seguir adelante, y esto me ha servido a mí demasiado... (Oriente, E22)

El riesgo del contagio emocional fue asumido y abordado como una variable muy importante,
por lo tanto era necesario implementar una estrategia complementaria para garantizar la
contención en la expresión emocional de los y las participantes. Por lo tanto, se empezó a
realizar el grupo de apoyo con la presencia de dos PROVISAME, de tal manera, que una
facilitaba el espacio proponiendo y sugiriendo las actividades que guiaban el compartir de cada
sesión, y la otra realizaba un ejercicio de contención (poner las manos en el hombro de la
persona que expresaba su emoción, sentase simplemente al lado, abrazarle, hacerle algún tipo
de masaje, entre otras). Así pues, el grupo de apoyo mutuo, facilitado por promotoras/es como
estrategia de contención emocional, posibilitó que la dinámica avanzara lentamente y

171
He utilizado en este capítulo y lo seguiré utilizando, el concepto de contención; proveniente del Psicoanálisis, y
particularmente, de Winicott; se refiere a la capacidad que tiene una persona o grupo de ser soporte emocional para otro
que está atravesando por una situación de fragilidad en este aspecto, tal como una madre lo hace con el niño pequeño.
349
procesualmente hacia la recuperación emocional y la transformación subjetiva, tal como lo
explica la siguiente PROVISAME en un grupo de discusión en 2009:

...entonces uno le explica a la comunidad porque lo expresa la gente, que es un grupo


donde se lleva a las víctimas a hacerlas llorar. Entonces, hay que explicar que es un
proceso de seguimiento donde se lleva al abrazado a que paso a paso vaya contando
qué le sucedió, cómo le sucedió, qué siente, qué sentimiento le produjo en medio del
conflicto, entonces la gente va entendiendo que no es así lo que piensan; donde no es
para hacerlas llorar, sino para que hagan un proceso y vayan saliendo de ese estado;
y ve uno que la persona va saliendo de ese estado de mutismo y ya dice que la vida
continúa... (Oriente, GF5, 2009)

La participación en el grupo ha permitido progresivamente, además, poder hablar de los hechos


y la experiencia personal de una forma más contructiva para la persona y el grupo. De acuerdo
con Pennebaker (1994) y Pasuphati (2003) la confrontación con los hechos dolorosos, a través
del habla en terapia, en grupos de apoyo o a través de la escritura, u otras formas de expresión,
al principio puede ser fuente de estrés y de dolor; pero, Pennebaker (1994, 1998, 2003), en sus
múltiples investigaciones, ha mostrado que después de una primera fase de dolor intenso, de
rabia, incluso de “redirigirlos” al terapeuta o facilitador, viene un proceso de franca mejoría en
términos de bienestar psíquico, que le permite a las personas activarse y desarrollar procesos
“normales” en su vida cotidiana.

Una de las claves para que se dé una transformación radical de las emociones negativas es que
se hace en el marco de un proceso a largo plazo, que implica constancia y persistencia, una
acción mantenida en el tiempo donde se ha posibilitado recogerlas y transformarlas:

...entonces fíjate tú, que el tiempo nos ha servido a nosotros mucho en ese sentido,
porque a medida que hemos ido como estirando los abrazos, cada mes vamos sacando
más ese dolor que tenemos en sí; pero resulta que si lo dejamos corto no logramos
sacar ese dolor... porque si tú te das cuenta ya podemos hablar con naturalidad, con
calma, ya nos podemos enfrentar a cualquier cosa... (Córdoba E1)

Además de enmarcarse en una visión procesual, donde se permitieron los tiempos para
remover y hacer catarsis, la capacidad de apoyo mutuo fue fundamental en la dinámica.
Contar con una facilitadora (también algunos facilitadores) de la misma comunidad, que
podían contener desde la cercanía, en una relación horizontal, construyendo un vínculo
afectivo que estimulaba la emergencia de factores resilientes y formas de afrontamiento. En un
espacio donde se puede hablar libre y abiertamente del tema con personas que realmente
comprenden lo que pasó y que pueden contener, crea un espacio que rompe el aislamiento
social (Pennebaker, 1994; Pennebaker & Bassanick, 1998; Davidson, Pennebaker &
Dickerson, 2000; Pasupahti, 2003).

De acuerdo con los relatos de los y las participantes pueden encontrarse tres elementos claves
que permiten mostrar el proceso por el cual el grupo de apoyo mutuo fue un escenario de
reconstrucción de la subjetividad y recuperación emocional. El primero y más ampliamente
referido es la experiencia de “comprobar” que el dolor no es sólo personal, se va
experimentando una especie de socialización del dolor, en la cual, la víctima deja de pensar
que lo ocurrido es o bien, algo que se merecía, o un castigo divino, una experiencia singular.
Es decir se trata de la liberación de una imagen negativa de uno mismo y la generalización de
las experiencias que permiten ver los problemas no como cuestiones individuales sino como
colectivos:

...uno piensa que el dolor no es sino de uno, pero ya al ver que tantas sentíamos lo
mismo, entonces ya uno pensaba: “bendito sea mi Dios, el dolor no es solamente mío,
350
nada más, el dolor es de muchas, somos muchas madres las que estamos sufriendo por
lo mismo”… (Oriente, E2)

El segundo elemento, avanza sobre este punto: si hay muchos que sufren dolores similares, o
incluso, más intensos, la persona se siente movida a salir de sí misma, a descentrarse de su
propia pena, puesto que logra ver el dolor y la pena de otros/as. El estar en medio de esta
multiplicidad de experiencias y el ejercicio de empatía, le lleva a “condolerse” con el otro, a
tender la mano a la otra en un ejercicio de consolación mutua, tal como se refiere en el
siguiente relato:

...cuando comencé a entrar a esas organizaciones de víctimas, empecé a mirar que


solamente yo no tenía dolor, que había mucha gente con un dolor más duro que el mío.
Porque llegué a encontrarme con casos donde había una señora que le habían matado
3, 4 hijos, aparte de eso el esposo, tenía desaparecidos; o sea que había un dolor más
grande que el que yo tenía. Yo la veía llorar a ella y yo la consolaba. Nos
consolábamos una a la otra... Para mí también es mucha ganancia, porque a mí
también me tenían que consolar, pero yo ya lo hago con ellos... (Oriente, E7)

El dolor personal se transforma en un dolor compartido, en un dolor “social”, que invita a la


solidaridad y al apoyo mutuo. Esta dinámica de fortalecer lazos y apoyarse mutuamente,
viendo y reconociendo el dolor de los demás, se constituye en un tercer factor que posibilita el
alivio y la recuperación emocional: la reconstrucción de la confianza (Martin Beristain &
Rieira, 1992):

... uno aprende a compartir ese dolor con los otros, ya uno ve que el dolor no es mío
sino de todos, entonces, es un dolor compartido, es un dolor solidario… (Oriente,
E13). …Para poder compartir el dolor que tú estás sintiendo, o sea, si tú tienes una
víctima, tienes que tener esa confianza con el grupo para contar tu dolor y así va
sanando esa herida; no vas a olvidar a tu víctima o a tu familiar, pero sí puedes irte
sanando, irte curando de ese dolor... (Córdoba, E1)

Se da, entonces el primer paso para comprender que la violencia política es una realidad más
grande, más amplia, que tiene que ver, no solamente “conmigo”, sino también con toda la
comunidad, con toda la sociedad. Es decir, se abre la puerta para una comprensión social de
sus experiencias, como parte de una violencia con una intencionalidad más amplia (social,
política, económica). Dicha experiencia colectiva ayuda a tratar de entender la lógica
subyacente a ella y que no es un destino fatal con el que han sido signados particularmente:

...eso se convierte en un acto casi milagroso de resurgimiento de una persona, porque


en ese momento casi que sus dolores, sus tragedias, que creía que eran propias en las
que pensaba que había sido débil, que en su humanidad no había podido soportar; y es
en ese momento cuando se da cuenta que los otros se sienten igual de frustrados,
cuando como que paran cabeza será... (Oriente, E12)

Se hace una experiencia que responde a lo que Veena Das (2008h) llama antropología del
dolor. En efecto, en “Wittgenstein y la Antropología” (Das, 2008f), la autora afirma que el
formato lingüístico del dolor, implica siempre al otro. Cuando se conjuga el verbo doler, éste
no se refiere a una posición activa del sujeto, como con otros verbos (v.gr. correr, dormir,
callar, reír, etc.), sino a algo que le pasa al sujeto. Cuando alguien quiere enunciar su dolor
dice: “me duele”; esto indica algo que sucede, que padece, no algo que hace. Y la palabra
onomatopéyica para esto, en muchos idiomas es un lamento, como el ‘¡Ay!’. “Decir “tengo
dolor” es pedir el reconocimiento del otro, una respuesta del otro, un llamado que más allá de
lo afectivo, es ético y también político. Por esta razón la negación del dolor del otro no es una
falla intelectual, sino una falla espiritual, una falla que compromete el futuro… (Das, 2008f, P.
351
334) Una falla ética. Es la falla de la “indolencia” y la “indiferencia” que padece el resto de la
sociedad cuando pretende ignorar las historias, relatos y dolores de las víctimas. En el grupo
de apoyo se empieza a revertir esta lógica social, cuando la memoria es compartida al contar la
historia, ese “¡Ay!” es escuchado por alguien, es recibido, acogido y no genera angustia en
quien escucha; por el contrario es comprendido y contenido, recíprocamente “curado”:

...entonces, es como un compartir muy agradable y conocer uno muchas personas,


para juntos enfrentar el dolor y ambos se dan ánimo y como la intención de salir
adelante, poder volver a confiar. Es como si al apoyar a la otra persona, se apoyara a
sí mismo, porque uno sabe que lo que uno vivió y el dolor que vivió, la persona lo tiene
y lo puede ayudar; supongamos que a uno le duele una muela y dice: "Ah, qué dolor de
muela", si otro se lo cuenta, uno ya sabe que es el dolor de muela, entonces uno al
haber pasado esas cosas, uno sabe que cuando esa persona contó esa historia, sí le
pasó y le pudo haber pasado peor que a uno, entonces, uno lo apoya, le da ánimos...
(Oriente, E19)

Esa forma lingüística, ese “ay”, convoca a otro, convoca al que escucha, convoca al que apoya;
es decir, abre necesariamente la pregunta por la solidaridad y el apoyo del otro. Cuando se ha
vivido el horror, no falta este llamado, lo que parece que muchas veces falta es la capacidad de
los otros (el otro concreto de las relaciones cotidianas) y el otro social para responder,
contener, apoyar, dar crédito, escuchar, respaldar y dar sentido a la experiencia de las víctimas.
Esto es precisamente lo que se niega en lo social, lo que muchas veces desborda a muchos
profesionales de las ciencias sociales, que no logran responder a la experiencia que escuchan,
puesto que al atribuirle un sentido nosológico privan a la gente de su experiencia vital y de
algunos de los componentes que le pueden ayudar a recuperarse. Así pues, cuando le definen
desde una clasificación patológica o jurídica (Das, 2008e,f,g) o cuando lo enmarcan en el
TEPT (Summerfield, 2006; Blanco, 2004; Clancy & Hamber, 2008), cierran posibilidades para
la comprensión y la transformación de esta realidad que no pasa solamente por el nivel
emocional e individual, sino que toca elementos sociales, políticos y económicos que implican
también procesos de afrontamiento, resiliencia y resistencia que terminan siendo desconocidos
y borrados, cuando este sufrimiento es simplificado en la categoría “enfermedad” o en la
categoría “violación de un derecho”.

El apoyo mutuo en el grupo facilita el descentramiento del propio dolor, se desarrolla el


proceso de “condolerse” mutuamente; se fortalecen los lazos y se crea la confianza,
constituyendo un espacio que es referente vital. En ese momento alguien “se hace cargo del
dolor” (Das, 2008, e,f,g,h), y ese alguien es un colectivo con el que se identifica la persona y
se posibilita, por tanto, una reconstrucción individual, que abre camino a la construcción de
comunidad, puesto que esta memoria compartida permite pasar de múltiples a una única
tragedia:

...el proceso de abrazos yo lo pude vivir en lo último y encuentro yo la posibilidad de


cambios de una víctima, cuando yo vi que mi suegro murió… y después encuentro el
proceso de abrazadas en el que por ese proceso de hablar sus dolores, contar sus
tragedias vuelven, digámoslo así, vuelven a convertirse, a través del abrazo, vuelven a
ser comunidad... (Oriente, E12)

El paso de la descarga a la identificación mutua, y la capacidad de contención y de dar sentido


a la experiencia individual en un marco colectivo, ayuda a la transformación de la experiencia
subjetiva, lo que se considera como “sanación” emocional. De tal manera que emociones
negativas como el odio, el rencor, la ira se van transformando lentamente. El proceso de
transformación personal y emocional, implica, en algunos casos, la superación del miedo, del
rencor y de la rabia, para afrontar los sentimientos de venganza, y esto, también, se
experimenta como “sanación”:
352
...porque nos enseñó a borrar los odios, los rencores, a mirar la vida de otra manera,
que la vida había que seguirla, que la vida había que afrontarla según lo que nos
viniera... (Oriente, E22). Cambió todo... cambió mi forma de ser, mi forma de vivir, mi
alegría... (Córdoba, E8)

En concreto los y las participantes refieren procesos a través de los cuales su situación
emocional subjetiva es percibida como decididamente mejor: la gente da cuenta de una
sensación de optimismo y alegría, se recupera la posibilidad de la fiesta y la celebración, se
fortalecen o crean nuevas relaciones en un espíritu constructivo, con nueva vitalidad:

…he cambiado también, que he aprendido a sonreír a la vida, entonces para mí eso es
un logro muy grande... (Oriente, E6). Entonces ya ellas hablan, se baila, cantamos, y
de todo, y eso al principio uno no lo hacía… (Córdoba, E3). Uno atrae más amistades,
como de volver a ser como antes, ¿cierto? Como alegría cuando está uno con ellos y
estar muy bueno... (Oriente, E5)

Se han superado algunas manifestaciones sintomáticas de tipo psicosomático trayendo mejoría


y alivio personal:

…yo sufría mucho dolor de cabeza, me dolía la columna, se me olvidaban mucho las
cosas, me metía detrás de una puerta a llorar, llorando la muerte de mis hijos, me
sentía muy sola... hasta que ingresé al grupo de las abrazadas, yo en ese grupo cambié
mucho, me ayudó a aliviar mucho las penas y a quitar esa “pensadera”... (Oriente,
E8). Porque llegaba a la casa y yo me sentía como liviana, como que podía dormir,
como que más tranquila... (Oriente, E16)

El siguiente esquema (8.1) muestra el proceso colectivo que permitió en los grupos analizados
el proceso de recuperación personal, algunos de los elementos del apoyo mutuo, y la
transformación de la experiencia subjetiva.

Esquema 8.1. Participación en GAM: Esto mueve a la identificación


Catarsis inicial que permite con el otro. Se sale de sí
que las emociones negativas mismo, se descentra del propio
dejan de particularizarse. Se
sufrimiento: ejercicio de la
reconoce el sufrimiento de los
otros. “condolencia”

Aparece en el escenario social un Se comparten “las cargas”, se


referente colectivo que permite salir a fortalecen los lazos, se
las víctimas del anonimato y el reconstruye la confianza.
aislamiento: se nombra lo Realmente se construye el
innombrable, otro social que escucha. escenario de apoyo mutuo que
Se rompe la “indolencia y la permite contar y compartir las
“indiferencia” historias: memoria compartida

Se logra una comprensión de


las intencionalidades del Alivio emocional y
conflicto armado. El transformación
sufrimiento es infligido como
forma de control social, subjetiva
político y económico:
afrontamiento, resiliencia y
resistencia.

353
8.1.2. “Porque nosotras mismas aquí, a nivel de grupo, nos fortalecemos contándonos
nuestras historias”: Trabajo de duelo y trabajo de memoria, narrar y contar

Este proceso de apoyo mutuo y memoria compartida, ha implicado también, en términos


psicológicos, el abordaje del proceso del duelo de los y las sobrevivientes cuyos familiares
fueron asesinados por los diferentes actores armados. 46 personas de las 62 entrevistadas
habían sufrido el homicidio de por lo menos uno de sus seres queridos. 172 Ahora bien, la
elaboración del duelo es un trabajo que tiene implicadas varias tareas complejas: expresar,
aceptar, adaptarse, reconstrucción de la propia identidad, recordar y restituir vínculos con los
seres queridos que se han ido y la posibilidad de restablecer vínculos afectivos con quienes
sobreviven (Martin Beristain, 1999, 2005):

De las principales cosas que hemos hecho estando en los “abrazos”, es que hemos
estado aprendiendo a elaborar el duelo, a ir borrando el dolor y entender el dolor de
uno y el ajeno; porque aprendiendo a superar el dolor, lo demás lo va pasando, lo va
superando, entonces eso hemos estado haciendo. (Oriente, GF6, 2007)

Según el modelo de tareas de duelo de Worden (1993) ,la primera tarea del proceso de duelo es
expresarse sobre la pérdida. Tal como se desarrolló en el punto anterior: desahogarse, hacer
catarsis, compartir el dolor, manifestarlo y “sacarlo” de adentro. Como ha podido verse hasta
ahora, esta es quizás una de las posibilidades que mejor se desarrolló en los grupos de apoyo
mutuo. Es importante anotar, que este trabajo no implicaba necesariamente la palabra, sino
formas alternativas, performativas, lúdicas, artísticas de expresión, que posibilitaron
desahogarse ante sí mismos, la familia y la comunidad:

...sacar ese dolor y esa amargura que lleva uno adentro y elaborar ese duelo, eso lo
entendí… el hecho de poder expresar y hablar, creo que si no hubiera llegado ese
primer momento donde pude hablar, donde pude llorar, donde hice todos esos
ejercicios que hicimos dentro del apoyo psicosocial, ahí no hubiera podido llegar a ese
85%... (Oriente, E20)

El testimonio de esta mujer de Córdoba, da cuenta de este proceso y de este sentimiento:

…después de la tempestad viene la calma, definitivamente, el hecho de exteriorizar uno


sus sentimientos y esas emociones que están dentro y que uno no los ha podido
exteriorizar; cuando van saliendo, ya eso le permite a uno estar más aliviado. Porque
si una tuviera la posibilidad desde antes de haber expresado eso, no de haberlo dejado
acumular, de pronto la situación no hubiera crecido tanto... (Córdoba, E4)

La posibilidad de expresar y exteriorizar sin juicios y sin restricciones, en un marco de


contención, en el proceso de apoyo mutuo, conduce a la aceptación de la pérdida, que puede
ser medida como alivio emocional y como la recuperación de fuerzas para retomar la propia
vida. Cuando la persona acepta los hechos y su propia experiencia, deja de luchar contra lo
sucedido. Dichos aspectos son básicos para poder incorporar la experiencia dolorosa como
parte de su vida y comenzar a preguntarse por el futuro, por las responsabilidades que tiene,
cambian sus pensamientos y empieza a proyectarse.

...antes era más duro y después de los abrazos ya uno aprendió mucho a convivir, ya
uno piensa distinto... en que ya uno tiene que irse acostumbrando, que las cosas fueron
así, que tiene que pasar uno por todo... ya pasamos por el dolor del marido hace 11
años, ya los hijos crecieron, ya yo tengo que pensar es por mí, ya viví, ya sufrí, yo creo
que ya he sufrido mucho, vamos a ver qué se va a seguir haciendo... (Oriente, E27)
172
En el capítulo 2 se vio que había 97 casos de homicidio, quiere decir esto, que la mayoría de las personas tienen al
interior de su familiar más de un caso, tal como se presenta en la tabla del anexo 2.
354
Se deja el anclaje en el pasado y se logra reconectar la visión del tiempo, retomando el hilo
entre presente, pasado y futuro (Cfr. Uribe, 2010). Esta perspectiva es confirmada por Martín
Beristain (2008b), quien afirma que el primer paso para la reconstrucción de tejido social es
que la gente pueda compartir sus experiencias con otros y otras para darles una dimensión
social, con lo cual pueden hacerlas parte de su vida, en un proceso donde el recuerdo
individual se hace colectivo. Lo cual ayuda a la “elaboración” del duelo y a que el trauma
quede atrás; sustituyendo la simultaneidad psicológica, por una secuencia pasado-presente-
futuro. Esto implica ir desalojando poco a poco el lastre del agravio y el resentimiento que liga
a las víctimas a un ayer interminable.

Por otra parte, tomar conciencia de la realidad sufrida, también permite una reevaluación de la
propia experiencia e identidad. Lo que permite encontrar nuevos sentidos vitales, emerge una
nueva energía, ganas de vivir, formas de reorientar la propia existencia. Se activa la capacidad
reflexiva, puesto que la persona logra descentrarse de la experiencia de dolor, de la
reminiscencia permanente de la situación límite:

...es empezar a redescubrirme, volver a saber quién soy yo, porque antes sabía quién
era fulano, quienes eran los otros, pero yo no... Entonces empiezo a meterme dentro de
mí, quién soy yo... por qué me pasó esto, para qué me pasó esto... al principio me
preguntaba por qué me pasó esto; y después de los abrazos, descubro que no es por
qué a mí, sino para qué me pasó esto. Entonces, ese proceso de abrazos fue
encontrarme nuevamente conmigo, profundizar más hacia dentro de mí, qué es lo que
quiero y volver como a encontrar el rumbo nuevamente, y poner la mirada hacia
adelante y levantarla otra vez, para poder mirar hacia el frente... (Córdoba, E13)

Este trabajo de duelo y de memoria (Ricoeur, 2003), al final, es una forma de afrontamiento y
resistencia. En un contexto, como el del conflicto armado colombiano, donde se ha prohibido
a las víctimas, incluso llorar; donde el horror ha traído consigo el silencio obligatorio, la
amnesia impuesta y el terror como medio de control, rompiendo consigo la solidaridad y la
confianza, un espacio de apoyo mutuo, un espacio para expresar y contar la historia
retrotrayendo la memoria, es realmente un escenario de resistencia, que no permite que en la
adversidad se pierda la dignidad:

…me ha servido para sacar ese dolor, porque era la primera vez que estaba hablando
así, porque no podía hablar... ahora puedo hablar... en los abrazos hablando y
tratando de llenarme de cosas positivas es que he podido enfrentar ese dolor, uno no
debe dejar que en la adversidad se le destruya lo poco que uno tiene... (Córdoba, E2)

Esta dinámica resistente va conduciendo a una tercera tarea, en el que está implicada la
adaptación a la pérdida, y el afrontamiento de la realidad que se ha vivido. Esta adaptación es
favorecida por el grupo en la medida en que los participantes pueden apoyarse entre sí a tener
una mejor visión de la realidad, buscar soluciones colectivas o apoyarse mutuamente para
adaptarse a la situación...

...primero que todo para elaborar el duelo, porque no nos podemos quedar ahí,
tenemos que salir de la frustración en la que quedamos, porque quedamos muy mal, y
segundo para ayudarle a los demás a superarse también; porque si yo me encierro, la
comunidad también se va a encerrar y a sentir mal. Yo me doy cuenta que no estoy
haciendo bien con mi encierro, y poder ayudarle a otra gente a elaborar su duelo,
para que cuenten su historia, y que ellos sientan que son útiles y que a pesar de que
pasaron muchas cosas y se perdieron muchas cosas materiales, lo que más importa es
la vida, entonces es muy importante recordar, para contarle a la gente que hay que
salir adelante... (Oriente, GF4, 2009).
355
Por tanto, uno de los sentidos fundamentales de la memoria compartida en estos colectivos de
víctimas está relacionado con la recuperación emocional de los sobrevivientes, que pasa por la
elaboración del duelo, la superación del dolor, la rabia y la integración en la vida social (“salir
de un cuarto oscuro”, de “un limbo”), abandonando una posición de pasividad y asumiendo un
papel activo en la reconstrucción de su propia vida. De allí surge una fuerza que lleva incluso
a que el testimonio comience a ser transferido a la nueva generación:

...sí, ya al menos lo recuerda uno con más positivismo, ya no lo recuerda uno tan duro
de lo que sucedió. Uno aprende cómo superar todas estas situaciones, ver que al
menos es uno una persona diferente, para poderle contar a los hijos; incluso ya me
toca contarle a mis nietos y yo ya tengo esa capacidad, esa habilidad de poderme
sentar con ellos y poderles decir lo que sucedió y explicarle lo que pasaba aquí en
Sonsón, que por las noches tal cosa y así... yo les cuento a ellos. No soy como tan
bobita como para esconderles a ellos, sino que uno ya es más abierto a contar esa
verdad, las cosas que sucedieron en el municipio... (Oriente, E31)

Es decir, se aceptan los hechos y se intenta trabajar en la reconstrucción de los espacios vitales:
familiares, comunitarios, sociales. Y se asume una posición nueva frente a la situación. Es
decir, se recuperan los vínculos y la actividad cotidiana. Pero al mismo tiempo, por la vía de la
memoria, la relación con los seres queridos vivos, con las nuevas generaciones, se establece de
otra manera. Deja de ser un tabú del que no se habla, empieza a hacer parte de la historia.

Es en ese espacio de apoyo mutuo donde la historia personal contada, se transforma en


testimonio; donde se da el primer paso para hacer pública la memoria, para sacar del
anonimato en que los victimarios quisieron dejar a la víctima, su experiencia y sus opciones
vitales; es el primer escenario para ser testigos del horror (Puget, 1996; Villa, et.al 2007), para
nombrar lo que parecía innombrable:

...entonces yo poderme fortalecer, a pesar de que, cuando yo cuento mi historia me


ponga triste, no me pasa cuando yo estoy haciendo abrazos; las personas me dicen:
"venga, pero entonces usted por qué no nos cuenta la vida suya"... porque cuando uno
trabaja con personas que han sido afectadas por el conflicto es importante contar la
historia y decir totalmente lo que a uno le sucedió con tranquilidad, no me da
confusión ni me dan ganas de llorar, nada... y contar la historia sirve, porque uno se
desahoga... y aunque después puede volver, en un momento dado uno siente que se
desahoga y cuando vuelve y habla, de pronto recuerda cada vez menos o sin ningún
dolor... (Oriente, E24)

Esto implica que hay un ejercicio de memoria, mas no de olvido. El dolor no desaparece, sino
que se lograr recordar de otra manera y en función de otras metas. El fin no es eliminar el
síntoma psicológico, o el alivio de una enfermedad, sino que se busca el empoderamiento de
las víctimas, que logren retomar el control de su propia experiencia vital, de sus acciones, de su
mundo de la vida (Lira, 2011), con lo que se puede hablar que hay un espacio para que las
tareas del duelo tengan una buena posibilidad de realizarse:

...estos espacios son muy importantes porque aprendemos a mirar la importancia de


recordar, porque antes decían: no, yo no quiero recordar, para sufrir más, para llorar
más; nos reunimos para mostrar que esto es una realidad... este es el único espacio
que tenemos para recordar, para contarle a la gente que todavía estamos vivas, y que
tenemos que salir adelante y no nos podemos quedar en un hueco”, nosotras miramos
la importancia de lo que es la memoria, y seguimos luchando por ella... (Oriente, GF4,
2009).

356
Además se abre la puerta para la aceptación y la flexibilidad con la propia historia, consigo
misma, para darse el tiempo de reconstruir, puesto que los procesos de recuperación y de
memoria tienen que tener en cuenta los diferentes ritmos y situaciones…

...lo tengo muy claro de que no se trata de olvidar a un ser querido, sino de recordarlo
sin tanto dolor, y de eso es lo que se tratan estos abrazos y es lo que nos tenemos que
meter entre ceja y ceja, de que no es olvidar y que nos tenemos que dar tiempo para
todo, para estar tristes, para llorar, para recordar... hablar de lo que nos
para.recordarlo sin tanto dolor... (Oriente, GF2, 2007)

Para Kaufman173 (2006), este tipo de proceso implica retomar el hilo pasado-presente-futuro
que se rompe con la irrupción del trauma y permite incluir dentro de la propia historia la
vivencia traumática. Así pues, la memoria es un camino de elaboración, camino de la palabra
y la escucha, porque al expresar lo sucedido, al darle un lugar en lo simbólico y en lo
imaginario (aún cuando lo real parezca innombrable) es un camino útil y necesario para la
elaboración del dolor y para la resignificación de los hechos, lo que permite superar también
las compulsiones a la repetición y las memorias literales (Todorov, 1995, 2002) donde también
el pasado sigue vivo en el presente y se confunde con éste. Más que eliminar el dolor, más que
eliminar de la memoria al ser querido, más que generar un escenario de anestesia y
despolitización, como sucedería, por ejemplo, desde una lectura psicologista o centrada en el
TEPT (Summerfield, 2006; Clancy & Hamber, 2008), permite, en primer lugar, un aprendizaje
para “convivir” con el dolor:

...pero eso sirvió mucho porque con eso pudimos sacar el dolor y hemos aprendido a
convivir con él... o sea, esas cosas que le han pasado a uno, uno nunca las va a
olvidar, uno siempre las va a tener, le van a doler; pero uno aprende a hablar del
dolor, de la tristeza de uno y la tristeza de los demás también... (Oriente, E9)

Además de ello, algunas organizaciones de víctimas, por lo menos en el oriente antioqueño,


afirman que su acción es “para que otras voces se escuchen y el dolor sea propuesta”. Es decir,
el dolor recordado y transformado, mas no eliminado, puede convertirse en fuerza y motor de
la acción social y política, en motivo para la organización y en una forma de vehicular la
memoria para que pase de este escenario grupal y compartido, a un escenario público y social.
Ahora bien, en el caso de los desaparecidos, no es posible trabajar con un enfoque de
“elaboración” de duelo, porque es una situación donde la falta de información y conocimiento
del destino final de su familiar y la no presencia del cuerpo de la persona querida, la pregunta
permanente por su situación, la no clarificación de los hechos, impiden el cierre cognitivo y
emocional que se confronta con la realidad de la muerte. En estos casos, el grupo de apoyo
cumple el papel de de apoyo para enfrentar esa pérdida incierta y apoyar los procesos de
búsqueda y de manejo de la situación de pérdida en la propia familia. Pero el dolor permanece
allí y se pueden tener experiencias frecuentes de “revivir” el dolor:

...por ejemplo yo tenía una señora y ella nunca expresó su dolor en el grupo. Y yo
decía que esta señora era un caso imposible. Ella siempre se desmoronaba, siempre
lloraba, en los abrazos se descomponía, hizo incluso dos procesos de abrazos y nada…
Esta señora no habla nada, después la señora salió por un tiempo y yo decía no...
Después, ya empezamos a involucrarla en otras cosas y ella decía que no iba a volver
porque sentía que solamente la hacíamos llorar; y yo nunca sabía que era lo que le
pasaba. Entré como a involucrarme más en otra clase de relación con ella,, a hablar
con ella y me di cuenta que tenía un niño hacía más de 10 años desaparecido; entonces
yo decía, no era la forma yo entrar a juzgar que esta señora no quería nada, o que esta
señora era caso perdido, sino que había que pensar de otra forma. Entonces en este

173
También para Lira (2011) y Martín Beristain (1999, 2005, 2010b)
357
momento la señora está en proceso conmigo, pero es un proceso totalmente diferente
donde, por ejemplo, el periódico donde salen las prendas de los desaparecidos vamos
a mirarlo juntas; otra clase de acercamiento donde pueda brindar ayuda, como en una
audiencia yo te voy a acompañar, voy a ir contigo a este proceso, es otra clase de
acompañamiento totalmente diferente y que ella sienta que es acogida y que se le
puede ayudar. (Oriente, GF. Provísame, 2011)

Esto implica otro tipo de acompañamiento y otra forma de intervención, que conlleva al
proceso de búsqueda y denuncia, que es complementario al apoyo mutuo grupal. El duelo
todavía incierto y abierto, tal vez pueda explicar por qué esta propuesta no tuvo tanto impacto
cuando se intentó realizar con las Madres de la Candelaria. En este contexto las tres personas
que se formaron como PROVISAME para realizar grupos de apoyo, terminaron abortando el
proceso cuando apenas comenzaba, dado que siendo madres de desaparecidos, trabajando con
otras madres en las mismas circunstancias, sin haber terminado de elaborar su propia historia,
tenían mayores dificultades en la realización del grupo de apoyo. De otro lado, los grupos de
apoyo en el Oriente Antioqueño y en Córdoba, contaban con víctimas de diferentes tipos de
hechos violatorios y tipos de violencia; mientras que aquí todas estaban atravesadas por la
desaparición.

Así pues, los relatos eran similares y no se abría la posibilidad para la contrastación de los
dolores y el “condolerse solidariamente” lo cual abría fácilmente una sobre-identificación con
menor capacidad de contención, lo que aumentaba el contagio emocional y dificultaba el
apoyo174. Probablemente en estos casos el abordaje grupal tenga que tener en cuenta estos
riesgos para generar distintas actividades y procesos de apoyo mutuo que incluyan la descarga,
el apoyo mutuo, la reconstrucción de historias personales y recuerdos, la movilización
colectiva y el apoyo a los procesos de búsqueda. El apoyo a las personas que facilitan esos
procesos es especialmente importante en estos casos...

...yo estuve en un proceso de acompañamiento y me sentí acompañada en ese proceso,


de donde salían PROVISAMES, pero te digo que personalmente siento que me faltó ser
más acompañada desde mi aspecto personal, para hacer una sanación de duelo
primero enfocado más en mí, que antes de yo ir a sanar otras personas... porque
cuando lo intenté yo no tenía problemas ni de convocatoria ni de nada... sólo sentía
problemas para hacer esa charla, sentía que no estaba dando sanación a otras
personas, cuando a mí me faltaba hacerlo... y que las otras tampoco podían ayudarse
entre sí... (Madres, E12)

De otro lado, el contexto de las Madres es un contexto de ciudad, donde los marcos sociales de
relación están atravesados por vivencias más individualistas y más cercanos a los parámetros
occidentales. Mientras que en Córdoba y Oriente Antioqueño, los espacios se daban en
contextos semi-rurales y cercanos a la mentalidad campesina, donde la comunidad, la
solidaridad y la unidad son valores importantes. Al analizar los relatos de cada participante de
estas regiones, tal como se vio en el capítulo 6, el énfasis en una vida comunitaria de
solidaridad y unidad, antes de la guerra, era un valor significativo, por el que luego, el grupo de
apoyo mutuo se convierte en espacio para la reconstrucción de este tipo de vínculo. Mientras
que en la ciudad, estos vínculos o bien no existen, o bien son muy superficiales como para
propiciar un compartir desde lo profundo, con personas con las que apenas si se tiene una
relación en la organización (de las Madres, en este caso), pero con quien no se tienen vínculos
de vecindad, familia; donde los marcos contextuales, de clase social, incluso, son diferentes.
Mientras en Oriente y en Córdoba estos referentes comunes fueron factores facilitadores del
proceso.

174
Algo de esta problemática también se refiere en la historia de R. (Cfr. 10.4)
358
Según esto una dinámica de apoyo mutuo y memoria compartida, tendrá mejores y mayores
posibilidades de alcanzar logros como los descritos hasta ahora cuando el contexto favorece
una visión más colectiva de la vida, donde las relaciones previas de comunidad, vecindad,
solidaridad hacían parte del tejido social previo, puesto que esto facilita la construcción de
confianza en el momento de compartir, y la reconstrucción del tejido social. Es decir, hay que
tener en cuenta las diferencias de contextos y los factores de identificación mutua para generar
la cohesión necesaria para el apoyo mutuo.

8.1.3 “Como si me hubiera vuelto a activar, volví otra vez al ser mío, volví al ser...”:
Transformación subjetiva, dimensión cognitivo/comportamental

Además de la dimensión emocional, de forma complementaria aparecen algunos elementos de


tipo cognitivo y comportamental, que implican cambios profundos en la forma de pensar y dar
sentido a la vida, en la forma de actuar y en la forma de relacionarse en la vida cotidiana:

El proceso de los abrazos fue muy lindo… a mí me enseñaron mucho… me hice yo


misma, definí como era yo y cómo quería ser yo… me hice bien peinada, bien vestida,
una falda larga y una blusa elegante y un chal aquí… como quiero ser yo, porque yo
ya tengo mi corazón, saqué toda esa rabia, saqué todas esas iras y ya ésta soy yo, esos
los cambios que yo vi en mi vida, con los abrazos. (Oriente, E22)

Las personas se sienten más responsables y dueñas nuevamente de su propia historia y de su


vida. De una u otra forma se van reconstruyendo las creencias básicas (Janoff Bulman, 1992),
en torno al mundo, la vida y los otros, se recupera el propio ser, se fortalecen los vínculos
familiares y comunitarios, y se vuelve a valorar profundamente la vida:

...me empecé a sentir más responsable de mí misma, porque definitivamente una en un


caso de esos se vuelve irresponsable, nosotros no le paramos bolas a nadie, somos
hasta agresivas; en cambio uno con los abrazos, uno para reaccionar piensa, se vuelve
amable, recibe a la gente en la casa, le hace atenciones a la gente, como si me hubiera
vuelto a activar, volví otra vez al ser mío, volví al ser... (Oriente, E32)

La experiencia de violencia fue vivida como una “expulsión” del propio ser, que en muchos
casos se concretó en la expulsión de la tierra, de la propia identidad cultural y colectiva, de los
referentes vitales cotidianos. Así pues, la memoria compartida en el grupo de apoyo mutuo,
permite ir reconstruyendo esta identidad social, este ser, esa historia que ha constituido a cada
quien. Y con ello, se va recuperando la dignidad propia, el valor de sí mismo/a y se supera la
estigmatización y la vergüenza. Lo cual ha permitido que las víctimas salgan del anonimato,
de la postración, para abrirse a nuevas experiencias, recuperando sus relaciones, su mundo de
la vida (Cfr. Pennebaker, 1994):

...hoy en día es otra cosa porque nos encontramos, nos abrazamos, buenas tardes,
para mí eso fue muy agradable, y eso si fue una situación que a mí me agradó, que me
gusta. Y aquí estoy, porque me sirvió mucho conseguir muchas amistades, todo mundo
me saluda, ya las que estamos aquí todas nos conocemos, ya muy escasas las que
pasamos y no nos saludamos, tal vez porque no nos veamos pero de resto nos
abrazamos, muy bueno... (Oriente, GF1, 2007)

Se da pues, un proceso de reconstrucción de su subjetividad, emerge la dignidad que permite


levantar la cabeza, y reconocerse como humanos, como personas, nombrarse como víctimas de
la violencia política, dejar de esconderse y asumir en ello un acto de resistencia desde la vida
cotidiana. Esto implica que se ha reconstruido la confianza social, tanto en sí mismos/as, como
en el resto del mundo, en los vecinos, en la familia, en la comunidad, la creencia en el otro/a
(Janoff-Bulman, 1992) como miembros de una misma comunidad, como iguales:
359
...y es que nosotras por el hecho de ser víctimas no es que vamos a estar diario como
escondidas; tenemos valor en sí mismas, entonces, eso es un cambio fuerte, antes me
daba pena decir que a mi marido lo habían matado, que yo soy una de las que antes no
decía nada, yo escondía eso, en el colegio de mis hijas ellas nunca dijeron que su papá
lo mataron, porque era como una vergüenza decir uno que le mataron a alguien...
entonces esto ha permitido que ahora uno sí pueda decir: "sí, yo soy una de las
víctimas de la violencia"; y lo puede uno decir, lo puede expresar porque yo pienso
que tenemos ya una dignidad... (Córdoba, E9)

Es decir, se reactivan los procesos de socialización, las redes rotas se van recomponiendo, la
solidaridad social comienza a emerger, la individualización, la privatización del dolor y la
culpa, la anomia y la desolación, se comienzan a transformar para posibilitar espacios donde lo
cotidiano de la vida se comparte, partiendo de los hechos vividos y del compartir esas formas
de afrontarlo.

Además de todo lo anterior, los y las participantes también atribuyen al proceso de apoyo
mutuo y memoria compartida, cambios significativos en su comportamiento cotidiano, en sus
formas de interactuar con otros y relacionarse. Uno de los procesos más significativos tiene
que ver con el hecho de hablar en público, puesto que, como se afirmó en el capítulo 6, la gran
mayoría de participantes no tenían una experiencia previa de participación social o política, no
se movían en el mundo de lo público. De allí que resalten que en el proceso de contar la
historia a otros y otras en los “abrazos”, también fueron desarrollando la capacidad de dirigirse
a otros y hablar en público:

…y ahora me paro delante de las personas y soy capaz de hablarle a un grupo, antes
no, era muy tímida, uno piensa que... ya hoy hablo, ya tengo el valor de mirar a la
gente a la cara, antes no, antes era muy tímida… (Córdoba, E7)

Ahora bien, lo más importante para los y las participantes es que han podido superar el silencio
obligatorio al que fueron sometidos, que su palabra es escuchada y tenida en cuenta en un
espacio colectivo,

... ellos dicen que anteriormente no se atrevían a hablar del tema, no eran capaces de
hablar... pero ya ellas son capaces de hablar del tema, sin que eso le genere tanta
reacción negativa, con mucha más naturalidad, no puede decirse que no sientan el
dolor; sí lo sienten, pero ya lo saben manejar… porque llegan actividades donde nos
toca manejar algo de la historia y se hace con una naturalidad despampanante...
(Córdoba, E4)

Lo cual les habilita para dar testimonio, para contar la historia en otros escenarios. Lo que de
por sí, trae un alivio, se aminora la carga, es decir, se constituye otro ciclo de retroalimentación
positiva en el que al hablar se disminuye la carga afectiva, y al disminuir esta carga emocional
se tiene mayor libertad para expresar y contar.

…entonces yo ya me puedo sentar en cualquier parte y contar cómo mataron a mi


hermano, como lo vi, que me tocó limpiar su sangre y limpiarla por el inodoro, que
ahora lo puedo decir y antes no podía hacerlo, como encontramos el niño pegado en la
reja... eso primero yo no lo podía decir, me atacaba mucho, ahora no, ahora lo puedo
decir tranquila, yo hablo… (Oriente, E16) ...En que primero uno piensa tanto, ya no
recuerda tanto... si se recuerda, pero no tanto, tanto, con otro sentido... hay veces en
que uno sí piensa, pero no así cómo era primero... (Oriente, E29)

360
Dentro del propio proceso de duelo, el avance en la tarea (Worden, 1991) centrada en el
recuerdo y la reconstrucción de lazos afectivos con los vivos y los muertos, supone la
posibilidad de recordar sin una movilización afectiva tan negativa, y una disminución de
pensamientos intrusivos asociada a las acciones de memoria colectiva. La tabla 8.1 permite
reconocer algunos aspectos de la transformación subjetiva, en el que los grupos de apoyo y la
memoria compartida han sido útiles para las víctimas de las regiones del sur de Córdoba y el
Oriente Antioqueño:

Tabla 8.1. Aspectos relevantes de la transformación subjetiva de las víctimas en la experiencia


de apoyo mutuo y memoria compartida
Dimensión emocional Dimensión cognitivo/comportamental
- Aprender a convivir con el dolor o superación - Se dejan atrás los recuerdos invasivos y
del mismo los pensamientos intrusivos
- Transformación de la rabia y el odio, lo que - Se logra reconectar la historia vital en un
posibilita la superación de los discursos de marco de pasado-presente-futuro
venganza - Recuperación de una imagen positiva de
- Aprendizaje de la “condolencia” con el otro, sí mismo
que rompe con la “indolencia” y la - Recuperación de las creencias básicas:
“indiferencia” sobre el mundo, la vida y los otros.
- Afrontamiento de los miedos - Recuperación de la confianza
- Elaboración del duelo - Recuperación de una perspectiva de
- Superación de la desesperanza proyecto de vida
- Recuperación de la alegría, las ganas de vivir y - Comprensión de las intencionalidades y
la celebración factores del conflicto armado
- Recuperación de la expresión afectiva: el - Se desarrollan actitudes y acciones de
abrazo, el contacto corporal y la manifestación afrontamiento, resiliencia y resistencia.
del cariño.

En estos grupos, la memoria individual se narra delante de otro, semejante en su experiencia y


en su vivencia, en el dolor y la situación límite; un otro que, a su vez, se convierte en escucha,
compañero y apoyo. De esta manera se convierte en memoria compartida y memoria grupal.
Aunque los procesos de grupos de apoyo mutuo habían sido propuestos por diversos autores
(Pennebaker, 1994; Martin Beristain & Rieira, 1994; Lykes, Blanche & Hamber, 2003; entre
otros) y se habían utilizado en otros contextos en el mundo, tales como, la experiencia de
Khulumani, en Sudáfrica (Hamber, Mosikare, Friedman & Maepa, 2000; Hamber, Nagen &
O`Malley, 2000; Hamber & Wilson, 2003, Hamber, 2011), el GAM en Guatemala, (Cabrera,
2004; ECAP, 2006, GAM, 2010), en otras experiencias de apoyo mutuo en este país
centroamericano (Mathes Cane, 2002; Hanscom, 2001; Lykes, 2001), el caso de las arpilleras
en Chille (Lira, 1998, Bacic, 2008) y otra serie de experiencias referenciadas en el capítulo
5175; la realización del proyecto y el proceso de acompañamiento psicosocial, no estuvo libre
de obstáculos y cuestionamientos. Por esta razón fue necesario que,

...la comunidad fuera entendiendo que son grupos de apoyo donde se acoge a las
personas que fueron tocadas por el conflicto, para ayudarles a salir de ese estado,
entonces van teniendo la idea clara de que es un grupo de apoyo mutuo, que no es el
grupo que se reúne para sentarse a ponerlas a hablar de su dolor y que ahí termina
todo, sino que se ayuda a salir de ese estado... (Oriente, GF5, 2009).

175
María Victoria Uribe (2010) referencia, además del proceso estudiado, dos espacios significativos en otras regiones de
Colombia: el espacio de construcción de telares de las mujeres de Mampuján, en el departamento de Bolívar, que evoca
ciertas similitudes con el espacio de las arpilleras de Chile. Y el espacio “Mujeres narrar para vivir” realizado en la
región de los Montes de María. Ambos espacios son referenciados como escenarios para compartir las historias, elaborar
el dolor por la palabra y construir una memoria compartida que trae consigo el afrontamiento de la situación límite, el
trabajo de duelo y el trabajo de memoria.
361
Además de las reservas que tenían en el nivel emocional (cfr. 8.1.1.) los participantes refieren
que al comienzo de la experiencia experimentaron cierto escepticismo, puesto que se pensaba
que podría ser un espacio que podría revictimizarles, además de la desconfianza lógica de
pensar y realizar un espacio de contención emocional y memoria compartida realizado por una
mujer de la comunidad, en muchos casos sin muchos estudios, que también era víctima de la
violencia y que apenas empezaba a desarrollar algunas habilidades para el trabajo grupal:

...al principio no me parecía que era la solución, yo tenía muchas defensas, no creía
en el programa, a mí me parecía que no nos servía de nada; porque cada vez que yo
asistía a un abrazo y veía las versiones de cada una de mis compañeras, me hacía
abrir más la herida y vivía como más en carne propia mi situación… (Córdoba, E11).
Me dijeron que había unas señoras que hacían apoyo psicosocial. A mí me dio risa,
porque me decían que fuera abrazada de L., yo dije: "pues, L. qué me va poder ayudar,
si tiene más problemas que yo, además qué me va poder ayudar una persona que ni
estudios tiene; pues yo tengo un poquito más de estudio que ella". Esa fue la respuesta
la primera vez que me invitaron. (Oriente, E20)

Y, sin embargo, al comienzo y durante todo el proceso, el papel de la promotora de vida y


salud mental fue fundamental, tanto para identificar a las víctimas en la comunidad y para
realizar la invitación inicial a participar de los grupos de apoyo mutuo, como para dar
continuidad y construir un marco de contención propicio donde las víctimas sobrevivientes
experimentaran un lugar seguro para empezar a abrirse en sus experiencias e historias. Este
papel de la PROVISAME ha sido reconocido como vital para su proceso de recuperación,
tanto por las mujeres como por los hombres, tanto en el Oriente Antioqueño, como en el sur de
Córdoba.

¿Cuál es la razón para que el papel de una mujer de la misma comunidad, que simplemente
recibió una formación básica para contener, apoyar y facilitar un grupo de apoyo, la
PROVISAME, fuera tan importante en el proceso de recuperación emocional de las víctimas?
Puede afirmarse que el papel de la promotora (o promotor, en algunos casos) fue fundamental
porque se trató de un apoyo “entre iguales”, es decir, entre personas de la misma comunidad,
que habían vivido lo mismo, situaciones similares y que podrían comprender y comprehender
la experiencia de las víctimas asistentes al grupo de apoyo. Quien hacía la contención no era
una persona ajena a su contexto, sino alguien cercano, alguien que podía reconocer la
experiencia y los lenguajes en que se expresa. Es decir, había una escucha al dolor, un marco
de contención a ese dolor, dentro de los marcos sociales, culturales, religiosos, incluso,
familiares, de las víctimas; un marco de apoyo que se centró en la persona y en su experiencia,
y no en la definición de su situación: como violación de sus derechos o como enfermedad
(Das, 2008):

...uno recordaba la herida que tenía y ellas le daban consuelo a uno, a mi doña M. (la
PROVISAME), me sacó muy adelante... sí bastante... Yo me sentía muy bien a lo que
ella me decía, porque a ella también le había pasado eso y teníamos que intentar
elaborar. Ella había estado en eso en el pasado y me daba mucho consuelo y empecé
a echar para adelante... (Oriente, E14)

Aparecen en este relato otras referencias que tienen que ver con el tipo de relación: una
relación horizontal, donde hay contacto corporal, donde hay ternura, donde hay una
disposición a la consolación; y es desde allí, donde se realiza la contención. No hay un juicio
sobre la experiencia, no hay un estigma que recaiga sobre quien narra: su historia, su
experiencia es acogida, aceptada, validada, reconocida dentro de marcos de comprensión
similares. Se va construyendo un vínculo que es reparador, un vínculo que comienza con esta
facilitadora del espacio de apoyo, pero que se va extendiendo al resto del grupo, lo que va
permitiendo que se vaya gestando una transformación.
362
La PROVISAME, a través de su proceso de formación y capacitación desarrolla las
habilidades que le permiten aportar las estrategias para que la experiencia deje de verse como
algo único, como anormal; va construyendo el proceso grupal de apoyo. Es la facilitadora que
tiene capacidad de generar un espacio de confianza, y proponer un método; pero no es ella la
única fuente de ayuda, porque su principal habilidad consiste sustancialmente en llevar la
experiencia del ámbito individual al ámbito colectivo, logrando desidentificar el dolor con una
vivencia particular, para que se comprenda como una experiencia que le ha pasado a todos los
que están allí, a toda la comunidad:

...ahí fue donde entendí que yo tenía que estar en ese proceso y donde entendí que
había que hablar de eso y que había que llorar todo eso y sacar ese dolor, lo que
habíamos sufrido; y entendí lo importante de escuchar a los demás y que los demás
nos escucharan. Desde ese día no he vuelto a salirme jamás y entendí que ese proceso,
que puede ser que la PROVISAME no tenga estudio, bachiller o sea la psicóloga, pero
que hay cosas muy grandes que a través del acompañamiento mutuo se pueden lograr:
ese día volví a nacer… (Oriente, E20)

El anterior y el siguiente relato ponen en evidencia un escenario social de escucha y una


disposición colectiva para acoger y transformar el dolor de las víctimas:

En tantos años, en siete años y las personas oprimidas ahí, sin poder como decir nada,
entonces cuando hay una persona que los escucha, ellas van descargando esa carga
que va por dentro... (Oriente, GF3, 2009).

Quizás aquí estriba la riqueza de los espacios de apoyo mutuo y de los procesos de formación
de promotores psicosociales; es decir, se van fortaleciendo las capacidades resilientes de la
misma comunidad (Cyrulnik, 2006, 2009) o se van fortaleciendo los procesos de afrontamiento
y resistencia dentro de ésta, lo que posibilita la transformación de la realidad de la gente desde
abajo (Martín Beristain y Rieira, 1994; Lykes, 2001b; Cabrera, 2004; Martín Beristain, 2005;
Hamber, 2011; entre otros) y empoderan a la comunidad, a las víctimas para ser sujetos de su
propia recuperación subjetiva de forma integral.

En el capítulo anterior planteaba una discusión, a partir de un relato de una mujer del
municipio de Cocorna (Oriente, E7), en el cual, también se le daba un marco a esta acción de
contar y dar testimonio. Es decir, la experiencia tiene sentido, es “sanadora” o “curativa”
cuando se hace en un marco donde la escucha se plantea en términos de acogida, respeto,
apertura, si se trata de un marco de apoyo mutuo. Pero también en un marco más social,
implica una lucha por los derechos, el reconocimiento social y le recuperación de la dignidad.

Pennebaker & Harber (1993), Morris et. al. (1993), Sorsoli (2010) han descrito dificultades
importantes cuando se trabaja desde una perspectiva testimonial o utilizando la narración como
forma de “curación” o recuperación. Para estos autores, se deben considerar variables como
los marcos culturales, puesto que hay culturas que valoran más la palabra que otras, donde se
valora más el silencio (Morris et. al., 1993, Wang, 2008). Hay momentos en el proceso de
elaboración donde la gente prefiere callar y no se pueden forzar a hablar, se debe respetar la
forma como cada persona va trabajando su experiencia (Pennebaker & Harber, 1993). Hay
experiencias de victimización, como el abuso sexual en muchos contextos culturales, donde el
silencio resulta más protector (Sorsoli, 2010), o situaciones contextuales que a algunas
víctimas las lleva a no querer hablar frente a otros. Y finalmente, situaciones de la vida
personal que son definidas por las personas como más significativas e importantes dentro de
sus procesos personales que la misma experiencia de la situación límite:

363
Entre ellos, algunas de las personas que acompañé me decían que si bien los abrazos
les aportaron mucho cuando participaban, habían momentos donde ellos y ellas
querían compartir más en privado algunos asuntos que no querían tratar en grupo y
como la estrategia es de apoyo mutuo, no sentían confianza para hacerlo, no solo por
las rupturas de las confianzas comunitarias que genera el conflicto, pues estas se
fueron superando, sino por asuntos más de la intimidad de cada uno y sus familias,
que no sentían podían compartir en estos lugares. Lo grupal no daba pie a lo subjetivo
e intimo... (C.5)

Por esta razón, es fundamental considerar la actitud de quien escucha. Uno de los dramas
fundamentales, expresado por algunos de los testigos del holocausto nazi y del Gulag soviético
(Levi, 1962/2008, 1988/2008; Semprún, 1995/2007; Kérsetz, 2001; Búber Newman,
1958/2005; Grossman 1964/2008), se centraba en el temor y la angustia a no encontrar un
escenario en el que su testimonio fuera escuchado, contenido, recogido y avalado. Cuando los
otros (individuales o colectivos) no tienen la disposición de la escucha, no sólo porque no
quieren escuchar, sino porque simplemente no pueden o no tienen las herramientas para
contener el horror que se narra, el testimonio, el contar la historia y la narración pueden
también resultar contraproducentes para la víctima, que puede sentirse revictimizada, afectada
nuevamente en su dignidad, no reconocida y que dificulta cualquier elaboración o cualquier
proceso de resiliencia (Cyrulnik, 2006, 2008).

En este sentido se plantea el problema no por el contar la experiencia, sino por la escucha de la
sociedad, lo cual invierte las preguntas: ¿Existe una sociedad dispuesta a escuchar? ¿Existen
marcos sociales de contención que posibiliten la solidaridad y comprensión que requiere una
víctima del horror para ser contenido, reconocido y apoyado? ¿Existe el marco de conteción
que permita comprender al sujeto víctima/sobreviviente en un horizonte más amplio que el del
dolor y el sufrimiento?

Precisamente, en el caso de las mujeres que han sido abusadas sexualmente, se presenta una
dificultad para tramitar su experiencia en procesos grupales y de apoyo mutuo, puesto que
aparece claramente la vergüenza implicada en la situación. En muchos de los casos los marcos
sociales y culturales, más que solidarizarse con la mujer, terminan señalándola y
estigmatizándola. Este tema sigue siendo tabú en muchos lugares en Colombia, y su
elaboración se suele realizar más en espacios privados que públicos. De allí, que también, en
algunos casos, el “abrazo” no fue suficiente para la elaboración de este tipo de situaciones
límite:

Porque fue abusada al igual que su hermanita menor delante de ella y ella se sentía
impotente, pensaba que era su culpa porque no tuvo la fuerza para protegerla… una
mujer cuando es abusada tiene la vergüenza, además de ser víctima hay un estigma
social, entonces el debate interior es más fuerte para poder sacar eso, y lo hace en
particular con la PROVISAME, se va al nivel personal porque no es capaz de hacerlo
en el grupo, porque obviamente tiene el temor de ser censurada porque normalmente
la mujer que ha sido violada y es incluso histórico siempre, sobre ella recae gran parte
de la responsabilidad... (Córdoba, GF. Provísame, 2011)

En este proceso la PROVISAME había sido formada y cualificada para desarrollar algunas
técnicas de apoyo complementarias que permitieran el acompañamiento y el compartir la
experiencia en espacios individuales, sin que esto fuera en detrimento de la participación en el
proceso colectivo.

De otro lado, en el espacio grupal, además de promover la conversación y la escucha, se hizo


énfasis en generar un acercamiento respetuoso, aceptando siempre el silencio y la negativa a
hablar de muchos sobrevivientes, puesto que en muchas de las intervenciones psicosociales, tal
364
como se afirmó en el capítulo 5 y se viene tratando en este punto, se había encontrado un
dilema importante: en muchos casos la gente no quiere hablar, no quiere recordar (Lira, 1990;
Pennebaker, 1993, 1994; Lira y Castillo, 1993; Páez y Basabe, 1993; entre otros) 176: “algunos
por temor a despertar venganzas, violencia y confrontación. Otros por cálculo político. Y
otros simplemente porque el horror puede llegar a hacerse intolerable…” (Lira y Castillo,
1993, P. 110). Por esta razón, en el espacio del “abrazo” también se ofrecían alternativas a la
expresión de la experiencia que no pasaran necesariamente por la palabra:

Porque, yo no era capaz de hablar, entonces, un día T. me dijo: "M.N. venga dibújeme
acá, lo que a usted le sucedió, usted por qué no es capaz de hablar...", porque es que
yo cada que hablaba, vea a mí del llanto nadie me entendía nada, yo no era capaz, yo
me quedaba por ahí en un rincón, pero ellas me brindaban cariño ¿cierto? Entonces,
ya un día le hice a ella el dibujo y le mostré a ella, y ella dijo: "¿usted nos va a
explicar lo que hizo acá?" Y ese día yo fui capaz, en el mar de llanto, pero fui capaz;
ya ahora, yo voy allá y yo "recocho" con ellas, uno no se ríe de lo que le pasó, pero
ellas lo hacen sonreír a uno porque ¿todo no ha de ser dolor, cierto? (Oriente, E21)

El grupo de apoyo, como experiencia y como técnica de trabajo con víctimas de la violencia
política no puede reducirse a un grupo de discusión, ni a un análisis de la realidad. El
compartir no se centra sólo en la palabra, puesto que las posibilidades de expresión humana
son múltiples. Lo fundamental era darle una vía y una forma de fluir a las emociones
contenidas que, como se decía en un testimonio anterior, oprimían y afectaban la vida. De
acuerdo con los múltiples relatos y testimonios recogidos, tanto en los grupos de discusión de
2007 y 2009, como en las entrevistas en 2011, el abordaje de las emociones, el proponer
medios y herramientas para movilizar, contactar y expresar esas emociones son formas útiles
para abrir puertas de comunicación, más allá de la palabra, que posibiliten, no sólo la catarsis,
sino también la transformación subjetiva, tanto de lo emocional, como lo cognitivo y lo
comportamental:

...sí fue un impacto para la región y en efecto vivimos y tenemos aquí que lo que hemos
logrado, aunque no somos personas con mucha preparación, ni un bachiller, no lo han
logrado otras personas. Por ahí porque es una dinámica de lectura, reflexiones,
masajes, juegos de contacto físico y así para no estar tan atarantadas por medio de
bombas, balas, y de una cantidad de cosas; tenemos muchas cosas para que en el
grupo nos vamos sintiendo como hermanas, como amigas, entonces vamos saliendo de
ese encierro y vamos aliviando todas esas cosas, hay personas que mentalmente ya
están muy sanas... (Oriente, GF3, 2007).

Dentro de estas formas de propiciar espacios para el compartir la historia de la vida y la


memoria en una dimensión emocional, la lúdica, la comunicación emocional, los símbolos y
los rituales juegan un papel preponderante, tal como se recoge en este relato:

...entonces, ese día, en el proceso, hicieron como un ritual y a mí me movió mucho,


porque después del ritual se miraban las caras y yo veía algo muy diferente a como
habían llegado, entonces me gustó. El ritual era como un círculo, pero en el centro
tenían como una coquita con agua y con unas rosas, ellas las echaban ahí, a cada una
le daban la rosita, y cada una se acercaba al agua y ponía como su dolor, su tristeza y
luego una música suave.. Entonces una de las compañeras pasaba por los lados de
uno, como aquí estoy yo, no se detengan, suelten todo eso que tengan, y después yo
veía las caras de las personas, y entonces yo decía: "pero qué pasó", entonces yo decía
que era muy bonito y seguí, y aquí sigo... (Oriente, E6)

176
Cfr. También Herman, 1997; Marques, Páez y Serra, 1998; Basabe, 2001; Cabrera, 2004; Montalvo, 2005; Pérez
Sales, 2006, Minow, 2008 a, b, Martín Beristain, 2006, 2009.
365
Acogida, escucha abierta, cariño, posibilidades alternativas para expresarse, generación de un
espacio cálido, afectivo, lúdico y vital, donde ninguna emoción fue cohibida sino que tuvo una
posibilidad de expresión sin juicios ni represión, sin restricciones morales ni cortapisas,
constituyeron un escenario que no era una intervención puntual, ni se trataba de una ayuda
“desde arriba”, sino una experiencia que se propiciaba desde y en un marco de cotidianidad,
donde los sobrevivientes encontraron nuevos sentidos y comenzaron a realizar su
transformación subjetiva:

En ese grupo nos encontrábamos, escribíamos cosas, hacíamos rituales, nos daban
flores, pintábamos, escribíamos y ahí se iba uno motivando para salir adelante. Yo
sabía que eso eran proyectos que a largo tiempo, a las personas nos iban a beneficiar,
interiormente y psicológicamente. Ya me sentía de que no era yo sola la que había
sufrido esa situación y tenía también ese sentimentalismo (compasión) por el otro, me
solidarizaba con el otro, claro... (Oriente, E17)

Así pues, emergía de la misma comunidad, no era una intervención puntual, sino que se fue
desplegando en el transcurso del tiempo, abierto por varios años; que se convirtió en referente
social para poder expresar lo inexpresable y para nombrar lo innombrable. Se abrió un
escenario para reconocer y aceptar el dolor, para acogerlo, para escucharlo en medio de una
sociedad que no quería escuchar, que estaba sorda e “indolente”:

...yo le recomiendo a las demás víctimas, que no se queden en la casa quietas, que
busquen intercambio con otras personas, conversar, dialogar con las demás personas,
que ese es un gran alivio. En este grupo se ha logrado sobrepasar más las penas, aquí
ya compartimos; uno en la casa solo se ahoga más en las penas, es más horrible;
salimos de las casas, nos contamos lo que nos pasó y va saliendo, de pronto es
doloroso, no es como antes, cambia uno los sentimientos... (Oriente, GF6, 2007)

Ahora bien, las primeras y los primeros en experimentar que este espacio se estaba abriendo y
que el dolor dejaba de ser “dolor envenenado” (Das, 2008c,d), enclaustrado en el cuerpo,
reducido al anonimato, recluido en el silencio o en el síntoma, fueron los y las PROVISAME,
quienes además de su formación, encontraron en los espacios de apoyo mutuo un sentido, un
horizonte y un marco de elaboración de su propia experiencia:

...hasta que llegué aquí empecé a hacer la capacitación y el proceso de formación de


PROVISAME… y además de eso, pienso que el hecho de continuar con los abrazos con
muchas personas también me ayuda, siento que me fortalece, el hecho de sentir que se
le ayuda a algunas personas siento que me permite un poquito más de tranquilidad a
mí y, de pronto, por eso, sin tener en cuenta el aspecto económico o lo que me toque
gastar para eso yo lo sigo haciendo; porque es tanto ayuda para los demás, como para
mí misma… (Córdoba, E4)

Esto permite realizar una afirmación importante: lo que “sana”, lo que “cura”, para utilizar la
metáfora de la enfermedad, no es la técnica que se implemente, no es la acción de un
profesional, o la aplicación de unas herramientas de una disciplina como la psicología; lo que
transforma, lo que devuelve sentidos es el vínculo, es la relación que se establece. Se trata,
por tanto, del marco de contención que se constituye y de la fuerza resiliente de la gente,
cuando ésta vuelve a creer en toda la potencialidad que alberga, en todos los mecanismos de
afrontamiento que puede desarrollar, cuando emerge de sí y de sus vínculos y lazos una fuerza
de resistencia que se sobrepone a las emociones negativas que pueden postrar. Se trata de un
apoyo donde quien apoya, se apoya a sí mismo/a.

De acuerdo con María Victoria Uribe (2010): “las provísame multiplican su experiencia de
elaboración del duelo y la memoria, enseñando fundamentalmente que el dolor puede ser una
366
potencia dinámica de transformación subjetiva, grupal, comunitaria y política. Estos
encuentros dialógicos han alcanzado la cobertura de más de 2.000 personas en el Oriente
Antioqueño y se multiplican día a día. Su éxito radica en el efecto de contagio que provee la
articulación de la palabra y el afecto como espacio de refugio y apoyo para las personas” (p. 47
– 48). Abriendo una puerta para su dignificación y la de otros.

Ha sido la mirada procesual y el contar con un escenario permanente por cerca de dos años en
cada cohorte, y en algunos casos por más tiempo, lo que permitió la recuperación de la
confianza en el escenario grupal, y con ésta, el ejercicio de una palabra y una memoria
compartida. Y esto se convirtió, en contextos donde el conflicto armado permanece, en una
acción de resistencia que fortaleció a las mismas víctimas y a sus comunidades, como se
analizará más adelante.

La Tabla 8.2 permite identificar, a manera de síntesis, los aspectos y factores que han hecho
parte de este proceso que han posibilitado las transformaciones subjetivas referidas. Es
importante tener en cuenta estos aspectos, porque enriquecerán la discusión al final:

Tabla 8.2. Factores del grupo de apoyo mutuo y la memoria compartida que contribuyen
a la transformación subjetiva:
1. Contención realizada por personas que han vivido el mismo contexto, cercanas.
2. Reconocimiento del lenguaje y marcos socioculturales de las víctimas
3. Se constituye un apoyo entre iguales
4. Se trata de un apoyo centrado en la persona y su sufrimiento más que en una definición
sintomática, patológica o en el marco del derecho.
5. Se establecen relaciones horizontales, especialmente entre quien facilita y la víctima
6. Se acepta el silencio y la negativa de la gente a hablar. Simplemente se posibilita su
participación.
7. Pero al mismo tiempo se despliegan múltiples formas de expresión, alternativas a la
palabra: dibujos, rituales, movimiento corporal, danza, juegos, construyendo un espacio
lúdico y vital.
8. Es un espacio donde el contacto corporal, el abrazo y la caricia son permitidos y
promovidos.
9. También se valida la expresión de afectos, ternura, cariño, lo que constituye vínculos
profundos, afectivos y reparadores.
10. Hay una disposición de quien promueve y de todo el grupo al apoyo emocional.
11. No hay juicios a las manifestaciones de la gente, tampoco se pone límites a la expresión del
dolor.
12. Las reacciones suelen ser validadas como normales y comprendidas en el contexto social,
relacional, político y cultural.
13. Finalmente, no es una intervención puntual, sino un proceso de acompañamiento
desplegado en el tiempo, como proceso más que como proyecto, en por lo menos, dos años
de trabajo.

8.1.4. Algunos límites y dificultades de la experiencia:

A pesar de estar referenciando un proceso que evidencia una abrumadora experiencia positiva,
que significó para cerca de 3.000 víctimas177 en Oriente Antioqueño y Córdoba, su

177
En la primera cohorte se formaron 78 PROVISAME, en la segunda 75 y en la tercera 45. Es decir, 198 en total. Si
cada una trabajó con un promedio de 15 personas, esto significa que en total se trabajó con 3.000 vícitimas. Ahora bien,
cada cohorte tuvo una duración de 2 años: la primera entre julio de 2004 y junio de 2006; la segunda entre julio de 2006 y
agosto de 2008; y la tercera entre noviembre de 2007 y agosto de 2009. De otro lado, las organizaciones de víctimas y
algunas ONG realizaron con Promotores y promotoras ya formadas otros grupos de apoyo mutuo, además de algunos
municipios donde los alcaldes les dieron un lugar y permitieron la realización de procesos de apoyo con nuevas víctimas.
367
transformación subjetiva, su empoderamiento, la recuperación de su dignidad y la
reconstrucción de su tejido social; es importante referencia algunos límites y dificultades que
se presentaron y que se unen a los ya anotados. Una de estas, paradójicamente, tiene que ver
con el éxito de la estrategia, puesto que al resultar útil, se puede convertir en una fórmula que
se utiliza de manera indiscriminada, sin los cuidados y rigores que requiere. Por ejemplo:
pensar que bastan unas cuantas sesiones de apoyo mutuo y ya está hecho el proceso por las
víctimas, es decir, se pierde su carácter procesual que implica un largo tiempo. También el
afán de algunas ONG ante el manejo de los recursos de la cooperación internacional, que ante
los recortes de financiación, también terminaron recortando el proceso, como se verá más
adelante, o la carencia de sostenibilidad del mismo. Finalmente, por estos temas, muchos y
muchas no tuvieron el proceso necesario y no se pudieron dar algunos cambios esperados:

...Creo que esto puede ser la consecuencia porque al generalizar la propuesta se


perdió criterio en la selección de los participantes y muchas personas no lograron
completar el ciclo y sanar su dolor. No necesariamente el proceso le transformó la
vida a todas y cada una de la personas que participaron, algunos personas siguen
igual y utilizan lo aprendido para llamar la atención sobre sus vidas o para generar
lastima, aquí me refiero a la formación de PROVISAME particularmente, hay lideres
que participaron que les prima más el interés individualista que el colectivo. Incluso a
algunos y algunas les sirvió para acentuar su autoritarismo y el poder para imponer a
los demás lo que se quiere... (C1)

En esta misma lógica, cuando faltaron los recursos y la presencia de las ONG que habían
desarrollado el programa no se pudo sostener, no se volvieron a desarrollar grupos de apoyo,
salvo algunas excepciones. En primer lugar una de las ONG que trabajó en el proyecto asumió
trabajar con desmovilizados de los paramilitares e intentó invitar a algunas PROVISAME a
realizar grupos de apoyo con estas personas, esto implicó un fuerte conflicto, en la región del
Oriente Antioqueño que llevó a la deserción de algunos promotores y promotoras. De otr lado
la cooperación internacional, en la que se basa el trabajo de las ONG en Colombia ha
disminuido significativamente, o considera que este tipo de proyectos debe generar una
sostenibilidad, de tal manera que los recursos locales del Estado también puedan apropiarse de
estos procesos. Eso se intentó con las alcaldías municipales para que asumieran esta
capacidad instalada en sus municipios como una forma de atención a las víctimas; sin embargo
tampoco esto se ha logrado. Por esta razón, también se presentaron grietas en el proceso y
dificultades que durante 2011 no se pudieron subsanar:

...luego de terminar el proyecto, las PROVISAME se quedaron solas, sin


acompañamiento de otros profesionales en su labor, que no es fácil. Además que sus
procesos de formación en la mayoría de los casos no continuaron y se han quedado
repitiendo las técnicas aprendidas sin buscar continuar su formación y comprensión
de lo humano. Esto también las ha llevado a ser muy empíricas en lo que hacen, lo que
no es malo, pero no les permite dar el salto cualitativo hacia la conceptualización y
comprensión de lo que ellas mismas hacen, por eso siempre son otros y otras las que
hablan, bien o mal de su labor, pues ellas no tienen la formación para registrar sus
propias experiencias y conocimiento de ellas. (C5)

Es importante anotar que la estrategia de trabajo que se está presentando ha producido los
resultados enunciados a lo largo de este capítulo, y ha tenido particular eficacia con las
víctimas cuyos seres queridos han sido asesinados. Puesto que les permite hacer un proceso de
duelo donde esos seres queridos son dignificados. Sin embargo, la estrategia tiene algunos
límites con personas que tienen familiares desaparecidos (cfr. 8.1.2.), con víctimas de violencia
sexual o con personas cuyos dolores y experiencias de sufrimiento están asociados a

Por lo tanto, el número de 3.000 puede ser altamente superado si se revisa la estadística entre 2005 y 2010. Pero al
mismo tiempo permite evidenciar los límites y dificultades de los que se hablará en este acápite.
368
situaciones de violencia intrafamiliar o abuso sexual en la infancia (cfr. 8.1.3.). En estos casos,
se hace necesario, además de los trabajos de apoyo mutuo, complementar la experiencia con
contención individual, entrevistas personales, visitas domiciliarias y apoyo profesional:

...mira la primera experiencia uno pensaba que eran las confianzas del grupo lo que
iba a lograr resultados con todas en grupo; yo pensaba que las visitas domiciliarias
no, entonces me toco aplicarlas y entonces todo fue muy distinto porque empecé a
tener en cuenta y a utilizar otras herramientas, como la entrevista personal, yo fui a
varias casas y los resultados fueron excelentes, porque continuó la relación, hay una
amistad muy grande, donde se ve ya cualquier problemita y cualquier cosa y dicen
nosotras hablamos con usted y todo muy bueno, uno como PROVISAME genera
experiencias... entonces tener en cuenta que todos somos mundos distintos, todos los
casos son distintos y no tener solamente la solución a nivel grupal... (Oriente, GF.
Provísame, 2011)

Finalmente, un tema que ha marcado la experiencia en el sur de Córdoba, tiene que ver con los
procesos del conflicto armado en la región. Como se vio en el capítulo 2, y en el capítulo 7, la
presencia permanente de actores armados en un conflicto que no tiene claridad sobre “quién es
quien”, la gente opta por replegarse y los procesos se afectan, sufriendo altibajos en su
dinámica:

Como este proceso se hace en medio del conflicto, tenemos dificultades cuando se
acrecientan los asesinatos y las desapariciones. Esto produce miedo en los
acompañantes como en los acompañados, que entorpece el proceso. (C3)

De allí que pueda afirmarse, incluso, que cuando una mujer o un hombre en este contexto,
decide contar su historia y trabajarla grupalmente, está desplegando un acto de resistencia, que
es necesario reconocer y valorar, aún cuando no se pueda avanzar a nuevas formas de trabajo
de memoria desde lo público, lo colectivo o lo histórico.

En el caso de algunas PROVISAME que tuvieron situaciones de contagio emocional o fueron


desbordadas en algún grupo de apoyo se contó siempre en el proceso de formación con dos
espacios de apoyo: un grupo de apoyo para elaborar sus propias situaciones y otro para
enunciar sus experiencias y emociones en el trabajo del abrazo. Finalmente, siempre se contó
con procesos de acompañamiento y supervisión permanente por parte de un grupo de
profesionales psicosociales que posibilitaron la resolución de dudas, la contención en terreno y
la prevención de la sobreidentificación en algunos casos. Aún así, en las tres cohortes hubo
algunos y algunas participantes que por su propia situación personal o bien no pudieron
continuar el proceso de formación, o bien, al final no se les acreditó como promotores.

8.2. Reconstrucción de la familia y transformación de roles y relaciones de género:

El proceso de memoria compartida y apoyo mutuo, fue también un escenario que posibilitó
transformaciones en las actitudes y comportamientos en la vida cotidiana. En las relaciones
sociales y familiares, en la forma de dirigirse a los otros/as e interactuar con ellos/as. En estas
relaciones primarias (familiares y de amistad), las personas afirman ser menos agresivas,
desarrollar actitudes de buen trato y estar disponibles para establecer o fortalecer los vínculos:

...hacerme más fuerte, y compartir el amor... yo antes era fuerte, pero seca, no
compartía, casi que ni una sonrisa y en los abrazos he aprendido mucho... (Córdoba,
E2). ¿Qué cambio hubo? Que yo era muy grosera y ya no, he cambiado bastante, yo
no quería que me hablaran y ahora sí. (Córdoba, E3)

369
Generando más tolerancia, respeto y menor conflictividad en la vida cotidiana. Lo cual es
complementario al proceso que se enunciaba sobre el manejo de emociones negativas, éste se
acompaña de una nueva actitud y con ello se ve reflejado en una nueva conducta relacional en
la vida cotidiana:

…Pues una mujer más calmada, más tolerante, porque yo ya no peleo con nadie. A mi
ya pa’ que me encuentren pelea, es porque estoy súper furiosa. Y sin embargo, si yo
me pongo a pelear con el vecino, ¿qué estoy consiguiendo? ¡Pura guerra! ¿Y qué trae
la guerra? ¡Más guerra! Más bien trato de aguantar hasta donde más pueda...
(Oriente, E7)

Estas transformaciones en las relaciones cotidianas, se viven también en el ámbito familiar y


en las relaciones de género. Prácticamente todas las transformaciones que se han operado en el
ámbito de las relaciones de género y las relaciones familiares son atribuidas por los y las
participantes al proceso de grupos de apoyo mutuo y memoria compartida, excepto en el caso
de las Madres de la Candelaria puesto que su proceso no ha implicado este mecanismo de
acompañamiento psicosocial; además la acción pública de memoria y la memoria colectiva, no
se refirió en ninguno de los grupos como asociada a la mejora de las relaciones familiares o
cambio en las relaciones de género.

Después de haber nombrado lo innombrable, tener la apertura para contar lo indecible del
horror de la violencia política, se abrió la puerta para nombrar otros innombrables de la
violencia cultural: el padecimiento de las mujeres ante la violencia de género y la dominación
patriarcal; y también la aceptación de ser partícipes de formas de violencia intrafamiliar y
maltrato a los niños y niñas. Así pues, los silencios en torno a otras formas de violencia
también fue roto en el largo proceso de los “abrazos”. Al final se abrió la puerta del mundo
privado para que también estas violencias se hicieran públicas en el grupo de apoyo. Si bien,
en el punto anterior (9.1.3. y 9.1.5.) esto fue nombrado como una limitación, también como se
abordó allí, otras estrategias complementarias (entrevistas, visitas domiciliarias, actividades
lúdicas, entre otras) permitieron abrir brecha para que estos temas también fueran asunto de las
conversaciones del grupo de apoyo.

Ahora bien, por lo menos en el Oriente Antioqueño, probablemente las acciones públicas
tienen un menor efecto en la vida familiar y las relaciones de género que los procesos de
manejo emocional y grupal de apoyo mutuo; donde se vive la resignificación de las
experiencias, avances en sus procesos de duelo y reconstrucción de identidad al interior de los
grupos. Cuando se pasó al proceso de organización de víctimas, a la lucha por los derechos y a
la movilización pública de memoria, el tema de las violencias de género e intrafamiliar, no
tuvo el foco de la acción pública. No es que se hayan quedado nuevamente en el anonimato,
sino que, estos temas pasaron a ser parte de la agenda de las organizaciones (AMOR y
APROVIACI) desde otras estrategias de intervención, de corte más educativo, formativo,
investigativo y de incidencia política.

Por lo tanto, puede decirse que el contar las historias de violencia, represión y victimización
posibilitó también narrar las consecuencias de estos hechos en la familia, y a su vez abrió la
puerta para mirar otras violencias en el mundo de lo privado, que terminaron siendo
conversadas, narradas, compartidas y transformadas en los procesos de apoyo mutuo, y esto ha
sido válido, tanto en el Oriente Antioqueño, como en el sur de Córdoba. Veamos entonces
algunos de los aspectos sobre los cuales hacen referencia los relatos de los y las participantes
que han implicado transformaciones de las relaciones familiares y de las relaciones de género.
Es probable que si se dé un replanteamiento de las relaciones de género en la acción publica,
puesto que ésta hace que las mujeres salgan a la calle; sin embargo, las matrices de coherencia
y los relatos de vida trabajados en esta investigación no permiten profundizar más allá en estos
aspectos.
370
8.2.1. “Y ahora siento que podemos conversar y compartir... para mí eso es una ganancia
muy grande”: Transformaciones en las relaciones familiares

La primera y más común referencia tiene que ver con la superación del maltrato a los hijos. En
culturas marcadas de forma significativa por tradiciones patriarcales, la educación de los hijos
e hijas está atravesada por formas y manifestaciones que pueden incluir el castigo físico, la
violencia verbal y la exclusión de los menores de escenarios de toma de decisiones familiares.
En algunos casos el ejercicio de la violencia física y verbal sobre hijos e hijas está
normalizado” y hacía parte de la vida cotidiana de algunas de las familias de los y las
participantes en esta investigación. De otro lado, para autores como Montero (1992),
Samayoa (1990), Gaborit (2006a), Arévalo (2010, 2011) y otros, la afectación de la violencia
política se extiende a diversos aspectos de la vida trayendo relaciones deshumanizadas y
cotidianamente violentas.

Así pues, el cruce de ambos tipo de violencia, también se ve confrontado en los grupos de
apoyo mutuo, porque cuando se narra y se cuenta la historia padecida por la represión y la
violencia política, lleva a tocar también el tema de las violencias cotidianas. Especialmente, en
contextos de mayoría femenina, la reflexión conduce hacia la violencia padecida de parte de
los hombres; la violencia que éstos ejercen sobre sus hijos, pero también la agresividad que
ellas descargan sobre éstos. Cuando hacen referencia al proceso de “abrazos” los y las
participantes coinciden en que ha sido una experiencia que cambió sustancialmente sus formas
de relacionarse en la casa, en la familia, en la comunidad, pero de forma enfática, con los hijos
e hijas:

…pero gracias a ese proceso de PROVISAME, que me ayudó mucho, mi vida ha


cambiado, empecé a amar más a mis hijos, a mi familia, con el hombre que vivo, ya lo
entiendo, cuando tenemos problemas los sabemos resolver... No me dejo maltratar, ni
maltrato tampoco a nadie; con mis hijos tratamos de tener un diálogo, de entendernos,
cuando tenemos dificultades, como en toda familia, tratamos de llegar al diálogo y
hablar... (Córdoba, E7)

Y esta experiencia es descrita como un cambio sustancial en la vida. También puede


identificarse un antes y un después, en el cual se hace una opción clara por el diálogo y el buen
trato. Y la experiencia vivida ha servido para transmitir algunos valores a los hijos, incluso
cuando se quiere que éstos tomen conciencia de sus derechos y los hagan respetar:

…pues eso me ha fortalecido mucho porque, me ha servido hasta para trabajos en el


colegio del niño, cosas que yo he anotado y que le sirven al niño… (Oriente, E10)
…mis niños hacen respetar sus derechos. Ellos alguna cosa que cometan con ellos en
la escuela ahí mismo hablan y protestan y no se dejan de nadie; por muy altanero que
sea el profesor... (Oriente, E15)

De tal manera que el proceso ha permitido esa toma de conciencia en diferentes aspectos de la
vida cotidiana, sobre los cuales se sigue trabajando en las organizaciones: temas como la
violencia intrafamiliar, la drogadicción, la prostitución, los conflictos familiares y vecinales,
las relaciones en la escuela han pasado a ser tema de la conversación en los grupos de apoyo,
pero también parte de la agenda de las organizaciones. Esto tiene una explicación: si el
proceso ha servido para la recuperación de la dignidad de las personas, es evidente que no se
trata solamente de la violencia política, sino también de la vida cotidiana, social, comunitaria y
familiar. Por tanto, la transformación experimentada se extiende a este marco familiar:

...en lo familiar también... ve uno mamás más comprometidas como con los hijos, más
preocupadas, teniendo mejor relación con ellos... Los fenómenos de la violencia
371
intrafamiliar, la drogadicción, la prostitución, que han roto el tejido social desde sus
núcleos familiares, ahí hay que seguir trabajando... (Oriente, E31)

El afrontamiento del dolor de la violencia padecida por causa del conflicto armado, la
conciencia sobre las violencias cotidianas en los abrazos, el desarrollo de formas de
afrontamiento y resistencia han posibilitado también la reconstitución de la unidad familiar
rota por la guerra o por la represión. En este caso, hombres y mujeres, al ir recuperando su
dignidad y la mejora del impacto negativo en su subjetividad en los procesos de memoria
compartida y apoyo mutuo, toman conciencia de la importancia del apoyo de la red familiar y
se esfuerzan por recuperar este espacio de afecto y apoyo:

...ya después pasó eso y empecé en la asociación, a involucrarme, ya fue mejorando mi


vida familiar, porque antes era muy retraído, no jugaba con mis hijas sino que era más
bien apartado... entonces ya cuando estuve en las experiencias con la asociación, ya
empezó a vérseme el cambio, mi señora misma me dice: "J. usted ha cambiado, usted
es más abierto, usted conversa más, usted le dedica más tiempo a las niñas, es más
extrovertido, juega más con ellas" (Oriente, E25)

Dentro de este proceso el poder hablar en familia de lo sucedido, ya con algunas herramientas
aprendidas en el apoyo mutuo, también constituyó un escenario reparador para el núcleo
familiar. Y esta reconstitución de la familia es experimentada, en sí misma, como un logro;
puesto que, se han reconstruido proyectos de vida y también, en lo familiar, se recupera el hilo
de pasado-presente-futuro que ubica los hechos violentos como parte de la historia familiar,
pero que no define esta historia:

...nosotros nunca habíamos hablado de eso, o sea, lo mataron si, pasó como lo grueso,
fueron los paramilitares, pero no detalles que estaban ahí alrededor de la muerte de él.
Pero ahora, después del proceso, nuevamente uno como que maduró frente a ese tipo
de cosas y las relaciones familiares en general son muy buenas. (Oriente, E20). De
ahí para acá el hecho de haber compartido y hablado con otros de haber participado
este proceso fortaleció más como los lazos de familia y también con la otra gente…
(Córdoba, E10)

Puede afirmarse, por tanto, que el proceso de abordar los impactos de la violencia sociopolítica
ha tenido posteriormente a través de los grupos de apoyo mutuo un impacto positivo para
abordar el mundo de las relaciones familiares y haber permitido reconstruir el tejido familiar.

8.2.2. “Ver que ya uno no es la mujer que se deja golpear del marido”: Transformación
de roles y relaciones de género:

El proceso de apoyo mutuo y memoria compartida, trajo sobre todo para las mujeres, una
oportunidad para tomar conciencia de los roles y relaciones de género. La reconstrucción
subjetiva que se fue operando, también posibilitó en las participantes una reflexión en torno a
su condición de mujeres en el marco de una cultura patriarcal. La reflexión sobre la
explotación y la opresión en el sistema macrosocial, también posibilitó la mirada al espacio
microsocial: el mundo de la vida y de la cotidianidad, es decir, un cambio en la forma de
pensar y actuar de las mujeres:

…el modo de pensar también, porque yo ya pienso muy diferente, o sea, yo primero
creía que las mujeres no éramos sino para levantarnos, hacer arepas, organizar la
casa y no más; que nosotras las mujeres éramos serviciales y así vivía antes de la
violencia… Y yo ahora veo que las mujeres podemos hacer muchas cosas, ser líderes
de un grupo, hacer un vuelco completo… (Oriente, E26)

372
Ahora bien, como se analizó en el capítulo 6, buena parte de este proceso está atravesado por la
dinámica misma de la violencia, puesto que la pérdida del esposo, del soporte económico, de la
“cabeza” de la familia en el marco de una concepción tradicional, obligó a las mujeres a
asumirse desde otro lugar, a tomar las riendas de la vida, a afrontar los nuevos retos que se
planteaban, trayendo consigo una sobrecarga de roles:

Hay cosas que no las asimilo todavía: no me he podido dar a la idea de que yo esté
sola. Y levantándolos sola y en los momentos difíciles cuando de pronto veo que se me
están, desbocando, quisiera que él estuviera para que me los ayudara a detener un
poquito…. Sin embargo yo me planto, para que no se me desboquen, la cuerdita que
yo les voy dando, poquito a poquito se las voy soltando, y cuando veo que se me están
desbocando vuelvo y los jalo otra vez... (Oriente, E7)

Además de esta sobrecarga afectiva y social, también se generaron nuevas formas de verse a sí
mismas con sus potencialidades, comprendiendo que tenían muchas más capacidades que las
pensadas hasta ese momento. Es decir, también, se hacen evidentes los logros que se han
tenido como mujeres, los pasos que se han dado, aún en medio de dificultades: poder mantener
a los hijos, ofrecerles una mejor calidad de vida, hacerse cargo de las riendas de la propia vida
y de la familia:

Ahora gracias a Dios, gracias a la asociación las cosa nos están cambiando, porque
yo ya tengo mi casita, porque gracias a Dios ya les puedo dar el estudio, la comida;
aunque me toca trabajar para eso, les doy de todo y viven conmigo muy bueno... ellos
están disfrutando ahora que están viviendo conmigo, que están en la casa, porque
gracias a Dios yo me preocupo mucho por ellos… (Oriente, E26)

Este proceso y estas nuevas responsabilidades se asumen con ambivalencia: por un lado
experimentando mayor libertad, pero por otro unos retos que pueden desbordar. Por un lado el
tomar el control de la propia vida, pero por otro experimentar la ausencia de un ser amado. Por
un lado, la fortaleza y la capacidad de afrontamiento, y por el otro la sensación de debilidad
ante el reto que se ha puesto de frente. Llegando incluso a vivir un proceso de reconstrucción
integral de la propia vida:

...pues como mujer yo he logrado varias cosas, pues lo uno fue entender que M. se
había muerto, pero que yo no me podía morir con él, entonces, yo nuevamente reanudé
mi vida, yo tengo mi compañero y tengo otro hijo; algunas veces feliz y otras veces no
tan felizmente organizada; pero también siento que me ha dado esto como libertad, no
libertinaje... libertad porque siento que yo soy como dueña de mi misma vida... pero
que como tenía otra visión; en cambio yo ahora soy dueña de mi vida, como mujer y
como madre, yo tengo mis límites, o sea, la mujer entregada, pues, las 24 horas del día
a los hijos ¡No! Yo ya en eso soy muy diferente, con respeto y responsabilidad sí, pero
no soy atada con cadenas a eso... (Oriente, E20)

Esto ha implicado, a su vez, un cambio radical en la relación con los hombres, con sus esposos,
o sus nuevos compañeros. Se ha generado un proceso de empoderamiento de las mujeres que
ha implicado, al interior de las organizaciones, una posición firme frente a la violencia de
género. El proceso de apoyo mutuo y memoria compartida abrió también la brecha para
compartir, afrontar y superar las historias de violencia de género, utilizando muchas de las
metodologías lúdicas, simbólicas y vivenciales que movilizaron las historias de victimización
política:

…ya uno no es la mujer que se deja golpear del marido, estos procesos nos han
servido para nosotras ganarnos el respeto; porque incluso aquí en la asociación había
mujeres que decían: "ah, no, él es mi marido y él tiene derecho conmigo para hacer lo
373
que quiera". Entonces empezamos a concientizarlas les decíamos: "muchachas
miren...", hacíamos dramatizados, hacíamos cositas así, o de sentarme con otra
compañera pero yo ponerme en los zapatos de ella (juegos de roles) y allá los míos,
entonces, yo pienso que eso fue sensibilizando mucho a las otras compañeras de la
asociación, yo pienso que eso nos ayudó mucho; y el trabajo psicosocial ha sido, para
nosotras ha sido muy importante... (Oriente, E6)

Así pues, este proceso psicosocial de memoria compartida, permitió también revisar la historia
de la vida familiar y de la construcción de una familia en el modelo patriarcal. Y esta revisión,
en las conversaciones de grupos, habitados principalmente por mujeres, trajo también consigo,
un crecimiento en la autoestima y la valoración de sí mismas como mujeres, de su cuerpo, de
sus sentimientos y pensamientos, de sus acciones:

Yo siento que empecé a quererme más, o sea, todo el tiempo yo no me preocupaba


como que por mí, pero ahí empecé a valorarme de pronto como mujer... que tengo que
empezar a quererme más, que eso de llevar dos hijas, dos niñas, y un niño y que hay
que luchar, y no como mirar una solución rápida a tu problema de sola, sino que hay
que luchar por los hijos y el hecho no es buscar quién lo quiera, sino como quererse
uno... (Córdoba, E10)

Además de ello, se replantea dentro del hogar la relación hombre – mujer, se redistribuyen los
roles (ambos se hacen cargo de funciones de la casa, como cuidar los niños), pero también los
espacios, ahora tanto la casa, como la plaza, el escenario de lo privado y el de lo público son
escenarios para ambos, se empiezan a generar, no sin dificultad relaciones más igualitarias:

...el haber salido de la casa a la plaza, al menos un poquito, han podido soltarse del
marido, venir a las reuniones por encima de la negativa del marido, empiezan ya a dar
sus primeros pasos. Y si el marido pone problema, la mujer se empodera, y le dice: "a
mí me gustan esas reuniones y voy a ir"; o sea, un poquito uno ha visto el cambio.
Hombres ya diciendo: "es que a mi mujer le encanta eso, y que vaya, que participe";
otras le piden permiso al marido, pero cuando no se los dan, de todas maneras se
vienen; en otros casos, el marido se queda con los niños y comparte que ella pueda ir
a las reuniones y participe. Sí ha habido un cambio entre hombres y mujeres, al menos
cambio de roles... (Oriente, E31)

El anterior testimonio da cuenta de un proceso que se ha hecho en medio de dificultades y de


conflictos. No se trata de una transformación que sucede sin oposición, ésta se da y en efecto,
las mujeres necesitan sacar toda la fuerza de sí para dar el paso. Pero en ese proceso el apoyo
de las otras y del grupo en el “abrazo” ha sido fundamental. De otro lado, en algunos de los
hombres, este proceso posibilitó un contacto con sus propias emociones y vivencias, darles
cabida, acercarse de forma humana al dolor, y rescatar esa dimensión emocional que suele
estar bloqueada en la cultura patriarcal:

...en ese proceso de abrazos aquí en La Unión habíamos ocho hombres y éramos más
hombres que mujeres... y como el dicho que dice que los hombres no deben llorar, allá
sí lloran los hombres, porque se hace el diálogo, empieza uno a reflexionar, a
recordar, que dibujar en una hoja que al hermano, que la mamá cómo era, que como
sería teniéndola, entonces era inevitable que se vinieran las lágrimas; todo el mundo
contando la historia, de que a mí se me perdieron dos hijos, otra señora que estaba en
los abrazos que despachó tres hijos con la comida y ya lleva 10 años sin saber de
ellos... lo que pasa es que uno siente el choque, porque no es fácil... es difícil...
(Oriente, E19)

374
Además, tomar conciencia de la necesidad de hacerse cargo de los espacios del mundo
privado, de acercarse afectivamente a la familia y recuperar afecto, cariño y contención en el
marco de la intimidad. Por lo tanto, también hay algún avance en la transformación de las
relaciones de género desde los hombres:

... al interior de mi familia siento que estoy apagando incendios en otros lados y la
casa mía se estaba quemando, esa parte me hace sentir así, que tengo que volverme a
trabajar en lo personal, mi salud, mi tranquilidad, mi sosiego... porque a veces se me
altera la vida por todo lo que tengo que hacer en lo comunitario y las familiares las
tengo olvidadas, es en la parte que más tengo que trabajar.... (Córdoba, E13)

Ahora bien, la mirada debe hacerse de forma más compleja, puesto que es muy probable, en
este caso, y como ya se ha dicho, que estos cambios no se deban exclusivamente a los procesos
de apoyo mutuo, memoria compartida; mucho menos a las acciones públicas de memoria.
También ha jugado un papel importante el trabajo que las organizaciones acompañantes y las
mismas organizaciones de base han tenido para tomar conciencia de estas dimensiones
cotidianas de la violencia y su necesidad de transformación.

8.3. Escenarios de participación, integración y cohesión social:

La experiencia de apoyo grupal fue el primer paso para fortalecer la cohesión del grupo, para
tomar conciencia que les unen los mismos sentimientos, las mismas necesidades, los mismos
intereses y propósitos, y desde allí dejar la soledad, unirse a otros y otras, participar y ser actor
de su propio proceso de transformación personal y de la reconstrucción del tejido social. Un
paso más allá fue el organizarse como víctimas, empezar a empoderarse como sujetos
políticos, ciudadanos y ciudadanas que aportan a la reconstrucción de su localidad:

...como comunidad, como mujeres, como familia, nos tenemos que ir organizando,
tejiendo esas redes para poder hacer una sociedad donde nuestra voz sea escuchada y
donde nuestro dolor sea propuesta... (Oriente, GF2, 2007). Se ve el compromiso y las
ganas de la gente, de querer estar agrupados en la organización y así poder reclamar
sus derechos... (Oriente, GF5, 2009).

Se anotó en el capítulo 6, que la mayoría de los y las participantes en esta investigación, ni sus
familiares víctimas participaban en escenarios públicos, políticos o sociales. También en el
capítulo 2, y en el capítulo 6 se remarcó que la inmensa mayoría de las víctimas en Colombia,
desde los 90 hasta el presente, son fruto de una confrontación armada degradada, donde los
motivos para la eliminación del otro, fueron pasando de la represión política, centrada en lo
ideológico, al terror general con fines de control y dominación territorial, política y económica,
independientemente de la connotación ideológica.

Por lo tanto, más que hablar de restauración de escenarios de participación, se tiene que hablar
del surgimiento de procesos individuales y colectivos que han llevado a los y las
sobrevivientes a participar en diversos escenarios públicos, que los han ido juntando en una
comunidad de destino que se fue desarrollando y desplegando, creando un proceso de cohesión
social e identificación que permitió el surgimiento de las organizaciones de víctimas. Así
pues, se pasó del aislamiento y la fractura de un tejido social fragmentado e individualizado, a
un proceso colectivo que ha fortalecido los vínculos y ha constituido un actor social: las
víctimas, dentro del paisaje sociopolítico de las regiones estudiadas:

...porque vamos dejando el individualismo, porque ese siempre ha sido el gran


problema de nosotros todos, en general, el individualismo... ¿Cuál es el principal
ingrediente para compartir? El respeto... entonces cuando ya empezamos a sentir ese
respeto uno por el otro, empezamos a dar cosas positivas... (Córdoba, E2)
375
8.3.1. Del aislamiento a la participación e integración social

En poblaciones pequeñas como las estudiadas en Oriente Antioqueño y sur de Córdoba, la


gente suele conocerse entre sí y tener vínculos directos. El saludo en la calle, los favores, las
solidaridades son formas de manifestación de un tejido social comunitario, aún cuando no se
presenten en ese espacio, o territorio, expresiones organizativas, reivindicativas o de
movilización pública.

Mirando la historia del Oriente Antioqueño y el sur de Córdoba (Cfr. 2.3.1 y 2.3.3), también
es cierto que expresiones organizativas que existían en estas regiones, fueron perseguidas y
acabadas en los 80 y principios de los 90. Por lo tanto, tampoco se puede desconocer este
contexto, ya que el proceso de transformación subjetiva de los y las participantes en esta
investigación, el poder abrirse a la participación y la acción colectiva, es de por sí, un acto de
resistencia que da cuenta también de la recuperación de su dignidad:

…¿usted cree que yo iba a una reunión? Para nada, para mí no había nada, no quería
sino estar metida en la casa, chillando y no hacía nada; en cambio ahora siento ganas
de trabajar, de venir acá... (Oriente, E9)

Este relato resume de forma fidedigna lo que fue mi experiencia durante 6 años en el Oriente
Antioqueño y 3 en el sur de Córdoba. Las víctimas estaban encerradas llorando a sus muertos,
como ya se ha mencionado, a veces sin querer levantarse, sin querer salir, sin querer
encontrarse con otros y otras (Cfr. Capítulo 6). Las PROVISAME lograron convencerlas para
asistir a un pequeño grupo, y fue de este lugar de postración de donde emergieron nuevamente
como sujetos sociales:

…hoy uno alcanza a mirar que la gente quiere participar, con los grupos de apoyo
mutuo donde uno ha estado, la gente corre como con mucho ánimo, empieza a
participar, la gente dice éste no es el camino de estarse uno aquí en la casa... y yo
también pensaba que realmente esa no era la solución, la solución es estar todos en
conjunto, mirar cómo ayudarnos mutuamente... (Oriente, E24)

Este movimiento de salir de sí mismas, de salir del encierro y de encontrarse con otros y otras
para participar en espacios colectivos tiene como expresión privilegiada el deseo de apoyar a
otros, de ejercer la solidaridad que se ha recibido, de multiplicar el trabajo, demostrando que sí
es posible salir de la trampa del encierro, el aislamiento y el dolor:

…entonces yo he aprendido a ser más solidaria; de pronto no lo era… En todos los


sentidos yo ya soy capaz de ayudar al otro cuando le cuenta su dolor, el no quedarme
ahí estancada en ese dolor; eso me ha ayudado porque lamentablemente hay muchas
personas que se quedan ahí quejándose de lo que les pasó, todo el tiempo y no buscan
cómo surgir, como salir, como ayudar a la comunidad, entonces eso sí ayuda...
(Oriente, E13)

Se opera un cambio en la percepción de los otros. La creencia en los otros (Janoff-Bulman,


1992) se recupera, se vuelve a creer y se experimenta una nueva disposición, abriendo las
puertas a la relación. De esta manera, el dolor compartido se convierte en motor, en fuerza que
vehicula nuevas energías, nuevas acciones.

…lo que pasa es que el dolor compartido hace que uno crezca de una forma diferente y
quiere que todo sea general, que esa ayuda que hemos recibido sea general, que
después de haber vivido eso, uno se sienta útil trabajando por la juventud, por la niñez,
llevando programas donde haya esa voz de aliento y ayuda, porque esa es una forma
376
de sentirse vivo y sentir que uno es capaz de dar cosas positivas, a pesar de todo lo que
uno ha pasado... (Córdoba, E2)

Así pues, a partir del proceso de apoyo mutuo, los y las participantes plantean la necesidad de
abrir y generar nuevos espacios de apoyo, lo que implica una demanda explícita de formación,
capacitación y acompañamiento. Lo cual se concretó en nuevos grupos de promotoras y
promotores de vida y salud mental (PROVISAME). Quienes fueron apoyados y apoyadas,
asumen el compromiso de participar, de salir de su encierro, a partir del apoyo a otros y otras:

Luego poder estar en todos estos procesos tanto locales como regionales y ya después
poder participar como PROVISAME, en toda esa formación; que además de formarme
y adquirir herramientas para apoyar a otros fue todo un proceso para poder liberarme
de todos esos dolores amarguras y sentimientos que tenía yo por dentro. Pues, para mí
eso fue la transformación de mi vida. (Oriente, E20)

Pero también surge la necesidad de trabajar en otros escenarios sociales, en procesos de


transformación de sus comunidades, logrando una integración dentro del espacio colectivo en
el que se habita. Así pues, se empieza a participar en otros colectivos, con otras instituciones,
el marco de acción se va ampliando, y se genera realmente un espíritu de participación
colectiva y de integración social en los sujetos:

...podría decir que ahora estoy en una organización social. Me metí a la defensa civil
que me ayudó mucho, no en el sentido económico, porque no es una labor que lo
remuneran, es una labor social que hacemos, como un apoyo psicosocial; porque yo
estoy entrando a diferentes zonas, donde hay inundaciones, eso me hace conocer
tantas personas, conocer el dolor; cuando llegamos y empezamos a hacer los censos,
de pronto una persona empieza a llorar y entonces me acerco y les pregunto qué por
qué lloran, y de pronto ha sido porque les mataron un familiar, porque tienen un
desaparecido. Entonces empiezas como a entrar, como a familiarizarte y con lo que a
ti te ha sucedido, y sientes que debes dar ese apoyo... (Córdoba, E1)

Otras mujeres también comparten su apertura para hacer parte de programas de salud o de
formación comunitaria e incluso desarrollar, paso a paso, la capacidad para constituirse en
lideresas comunitarias, poniendo en práctica la solidaridad vivida. También, para quienes
tuvieron algún tipo de participación o liderazgo, antes de los hechos violentos, implicó una
recuperación de este lugar; y una optimización, cualificación y mayor legitimidad en el
ejercicio de ese liderazgo:

Entonces cuando yo logré volver a Aquitania, y eso fue a finales del 2005, creo que
fue, a finales del 2005 ya volví a reaccionar y en el 2006 empecé otra vez a recuperar
el liderazgo que tenía. Y esa fuerza la recuperé con el proceso de sanación del
proceso de PROVISAME... (Oriente, E1)

Por lo tanto, y en síntesis, puede afirmarse que el proceso de memoria compartida y apoyo
mutuo logró movilizar en los y las sobrevivientes formas de participación social y comunitaria,
inspiradas inicialmente en la necesidad de compartir la experiencia vivida, la transformación
subjetiva experimentada en la propia historia y el aprendizaje de la solidaridad en el marco de
relaciones horizontales que movilizan factores de resiliencia, afrontamiento y resistencia en las
personas. En este primer momento del proceso, participar se hizo sinónimo de solidaridad y
ayuda a otros, de llevar a otros escenarios la posibilidad de resignificar lo vivido, superar la
situación límite y la vivencia traumática se transformó en acción solidaria, puesto que, como lo
decían varios de los relatos referidos, cuando se apoya a otros, se hace también la experiencia
de ser apoyado/a.

377
Salvo las investigaciones de María Luisa Cabrera, sobre la masacre de Xamán, Guatemala,
(2001, 2004, 2006, 2008), las de Brynton Lykes (2001b, 2007), también con comunidades en
Guatemala, y las de Carlos Martín Beristain (1994, 1999, 2001, 2005, 2007, 2010) las
referencias al papel que tiene la memoria, el apoyo mutuo y los procesos psicosociales
solidarios en la recuperación de los liderazgos, la participación social y pública de los y las
sobrevivientes, no existe mucha documentación ni evidencia en este sentido. Todas las
investigaciones referenciadas en el capítulo 5 (Lira, 1983, 2011; Agger & Jansen, 1990; Aron,
1992, Pennebaker, 1994, entre otros), en torno a la cura por la palabra, tienen un mayor énfasis
en la experiencia emocional y la vivencia subjetiva.

Sí existe una reflexión más amplia sobre el papel de la memoria en la reconstrucción de la


cohesión social. Sin embargo, la mayoría de la literatura al respecto, tiene relación con la
acción pública de memoria. Sin embargo, si se tiene en cuenta lo analizado en el anexo 5,
sobre el registro identitario de la memoria, y si se revisan las investigaciones de la memoria
narrativa (Billig, 1990; Fivush, 1992, 1994, 2004; Bruner 1991, 1996; entre otros) las
memorias grupales y compartidas son fundamentales para la construcción de los sujetos y para
generar sentidos de pertenencia, solidaridad y cohesión social en cualquier colectivo social (sea
éste una familia, una comunidad, una región o una nación), lo que evoca la visión de
Halbwachs (1950/2008) y otros teóricos de la memoria colectiva (Cfr. Wertsch, 1998, 2008;
Olick, 1998, 1999, 2001, 2006, 2008, entre otros).

8.3.2. Recuperación y fortalecimiento de la cohesión social

En efecto, cuando la gente se junta para reconocer y contar su historia se va tejiendo, en la


conversación, la reconstrucción de sus marcos de comprensión del mundo de la vida. Todo
este proceso fue generando la cohesión grupal suficiente para pensarse desde marcos de
relación más sólidos y de carácter formal. El grupo de apoyo movilizó un horizonte en el cual
era importante pensarse con otros y otras, no solamente para afrontar el dolor y la soledad, la
tristeza y la desolación; sino también, para construir un proyecto compartido y una meta
común:

Yo pienso que ha servido para afianzarnos más... como organización de víctimas, acá
en La Unión, hemos sentido que nos consolidamos más; por ejemplo, en la asamblea
pasada del sábado se vio la fuerza de unidad, el sentido de poder, de adquisición de
todos los integrantes de la asociación, hicimos un ritual, hablamos de la memoria, se
siente la participación de todos, de querer apoderarse de ese espacio, de decir esto es
lo que necesitamos para salir de ese estado. Yo personalmente sentí la calidad de la
participación y que fue para afianzar más la organización... (Oriente, GF5, 2009)

Esta dinámica se fue dando también de forma procesual. En primer lugar se fue dando la
construcción de sentimientos y referentes en torno a las relaciones, que abrieron la puerta para
construir un espacio de encuentro. Se va construyendo “una familia”, en donde los apoyos
familiares perdidos en la ruptura por la violencia se recuperan en el escenario de apoyo mutuo,
como espacio que permite el abordar, incluso, las situaciones, experiencias, penas y
dificultades familiares o personales:

Los abrazos me han servido a que nos acerquemos, vamos manejando como una unión,
nos tratamos como familiares, como esa familia, que lo que te pasa a ti me pasa a mí,
que cuando yo te veo triste te pregunto: "¿cómo te va con aquel amor, con aquella
situación...?", Y tú me contestas como si fuese un familiar tuyo sin problemas...
entonces sí, sí nos sirve esa unidad, esa compañía... (Córdoba, E1)

Por tanto, se va reconstituyendo la confianza en los otros, y esta reconstrucción de confianza


posibilita la creación de colectivo, lo cual ha sido válido tanto en Córdoba, como en el Oriente
378
Antioqueño; el grupo de apoyo se va convirtiendo en una pequeña red social de apoyo, donde
se logra ir más allá del espacio del “abrazo” como actividad en el marco de un proyecto, o
como escenario terapéutico. El apoyo se extiende a la vida cotidiana, a las relaciones de todos
los días, con lo cual, se estrechan los lazos del colectivo:

...ahora vivimos cómo viven los hermanos, porque de ahí para adelante nos
empezamos a encontrar con gente que estaba en la misma situación nuestra y nos
enseñaron a vivir… En ese proceso éramos como 20, y la gente contaba las historias,
cada uno contábamos lo que nos había pasado y eso servía, porque ahí es donde uno
va cogiendo y amarrando, como dice el cuento, entonces ya nos fuimos uniendo todos.
Vea que entre más gente unida, es mucho mejor. (Oriente, E4)

Esto es significativo en contextos donde era peligroso realizar los rituales de duelo y despedida
(como el velorio o el entierro público)178. Por lo tanto, el lograr que la gente se empezara a
acercar nuevamente a los dolientes y expresar su solidaridad ha hecho parte de esta
reconstrucción de tejido social. Además, de esto, este proceso ha permitido, también, ir
configurando un colectivo, porque se han ido construyendo identidades, tal como se expresa en
este testimonio:

…me ha servido mucho porque he conocido nuevas amigas, compartimos el mismo


dolor, se da uno cuenta que uno no está sólo en esto... y se integra uno mucho a este
colectivo... además de eso, me ha servido mucho en que nos damos como apoyo las
unas a las otras... (Oriente, E30)

Desde este horizonte de apoyo mutuo, que dio soporte en medio del dolor y posibilitó la
reconstrucción de la confianza, fue emergiendo la propuesta y la idea de constituirse como
organización de víctimas, por lo menos en el caso del Oriente Antioqueño; en una dinámica
que no se dio de inmediato, porque implicó, casi dos años de proceso, de reconstrucción de los
lazos, afirmando los vínculos y creyendo que se podía tejer un proyecto colectivo:

…después del proceso de abrazos ya como que comenzamos también la asociación de


víctimas, a asistir a ella, porque yo siempre he estado asistiendo, y entre más días, más
compañeros y cada uno iba exponiendo sus problemas, entonces, ya uno como que se
va viendo que no es uno solo el que está pasando por eso, que somos muchos... y aquí
en Argelia somos muchos, en verdad... (Oriente, E2)

Un proceso que empezó con “los abrazos”, con la dinámica de apoyo mutuo. En el Oriente
Antioqueño, el encontrarse en el apoyo mutuo y la generación del espacio asociativo, a partir
de los abrazos, ha permitido que el apoyo mutuo se siga reforzando a lo largo del tiempo, con
lo cual se extiende la red social y de los y las participantes. Es decir, los abrazos crearon una
red social de apoyo que se extendió a la vida cotidiana, esta red de apoyo se fue constituyendo
en una organización formal de víctimas que intentó canalizar las inquietudes y procesos
sociales, jurídicos y políticos de los y las sobrevivientes:

...para mí los abrazos han sido un paso fundamental para que haya organización,
porque sin ellos la gente no se hubiera organizado... sin abrazos no hubiera
organización... porque la gente no está con esa concientización, de que uno tiene que
estar ahí, con un apoyo. Estar unidos, todos juntos, recuperarnos, reclamar derechos,
que si no, no... (Oriente, E24)

Pero, a su vez, el espacio asociativo fue en sí mismo un escenario para el apoyo mutuo, puesto
que contar con una organización implicó un lugar concreto, imaginario y simbólico para
178
Los cortejos fúnebres estaban acompañados escasamente por la familia más cercana, donde se había prohibido asistir,
acompañar o tener alguna expresión pública de duelo.
379
encontrarse, para seguir compartiendo, hablando, exponiendo necesidades, experiencias,
generando mayor cohesión grupal. A su vez este marco organizativo posibilitó la apertura de
nuevos grupos de apoyo y, con ello, la vinculación de nuevas personas a la organización, la
ampliación de la red, el abrirse a otros escenarios sociales, tanto dentro del municipio, como
por fuera del mismo:

Le puedo decir que el proceso de abrazos, la organización y los testimonios nos han
servido para recuperar nuestra dignidad... en el modo de pensar, en el modo de tratar
la gente, en el modo de relacionarse con ese tipo de gente, con muchísima gente que ni
nos conocía, mire vamos haciendo amistad, consiguiendo más amigos, yo he hecho
amistad con gente muy interesante, que como le digo, son los que nos han estado
ayudando y dándonos una mano, escuchándonos... (Oriente, E3)

El caso en Córdoba ha sido diferente. Allí el proceso de apoyo mutuo ha posibilitado contar
las historias y fortalecer un colectivo que se reconoce a sí mismo en su lugar de víctimas, que
ha construido apoyos entre sí, donde hay identidades y pertenencias, pero donde no se ha
podido constituir una organización formal. En el capítulo anterior se exponía la dificultad real
que se vive en el departamento, y el sólo hecho de nombrarse a sí mismas como organización
de víctimas produce temores reales en un contexto donde el paramilitarismo sigue actuando,
donde el conflicto armado está activo, donde organizarse es un riesgo, puesto que se tiene la
experiencia de exterminio de las organizaciones sociales:

...como le digo, se ha atrancado mucho ahí, es el segundo paso, que no lo hemos


hecho, yo digo que más que todo es que carecemos de... tenemos temor: al primero que
está a la cabeza, al que está en la organización, al que es dirigente, al presidente de la
organización, lo amenazan y muchas veces tiene que huir o simplemente lo matan,
porque lo que estamos haciendo de pronto a otras personas no les gusta, entonces más
que todo eso tiene que ver con la violencia que se mantiene alrededor de nosotros...
(Córdoba, E12)

Ahora bien, existe el deseo y la necesidad de organizarse; existe la voluntad por parte de las
víctimas. Pero, en ese contexto se manifiesta más en la necesidad de reconstruir sus vidas, de
apoyar a la gente en la respuesta a sus necesidades y reconstrucción de proyectos de vida. Este
objetivo colectivo es un punto focal para el proceso de rencuentro y apoyo, pero se enfrenta al
miedo y los riesgos de establecer procesos colectivos que tengan un carácter más
rievindicativo.

En lo que coinciden los y las participantes del sur de Córdoba es en la necesidad de


fortalecerse, y mantener abierto el colectivo para el apoyo mutuo, el contacto con las víctimas
y seguir ampliando el apoyo a más personas y comunidades. Estas modalidades constituyen
probablemente formas de afrontamiento y resistencia indirecta, adaptativos a un contexto
hostil y de control social. Al fin, en el sur de Córdoba los y las participantes han ido logrando
una conciencia colectiva de lo que necesitan y de los pasos que deben dar para lograrlo. Saben
de la importancia de la organización si quieren reivindicar sus derechos, pero también que el
contexto pone en riesgo sus vidas si dan este paso, y sin embargo, ésta sigue siendo la
esperanza, la ilusión y la meta.

Sin embargo, mientras esto sucede, el proceso de apoyo mutuo y la necesidad de dar un paso
más, ha movido en el sur de Córdoba a la generación de alternativas y de organizarse en torno
a proyectos de tipo económico, puesto que, si bien no pueden luchar por sus derechos, pueden
intentar reconstruir unas condiciones dignas que mejoren su calidad de vida y permitan salir de
condiciones de pobreza; pero, al mismo tiempo, posibilitando una forma de reconocimiento
social como víctimas de la violencia. Y en definitiva, al estar juntas, al intentar tener proyectos

380
colectivos, lo que se está haciendo es afirmar la cohesión social y de una u otra manera
desarrollar formas de resistencia en medio del conflicto armado:

…estamos con el objetivo de organizarnos, para que el Estado nos vea, y como se sabe
que muchas mujeres están necesitadas, incluso algunas han dicho: nosotras estamos
ya cansadas de llorar, nosotras necesitamos algo diferente; entonces eso es lo que
nosotros queremos ser: una asociación, meter proyectos que sirvan para el sustento de
esas familias, porque hay muchas familias que tienen mucha necesidad, pero si
nosotros no estamos organizadas en ningún momento el Estado nos va a mirar.
(Córdoba, E11)

Así pues, en ambas regiones los y las participantes refieren de qué manera el proceso de apoyo
mutuo y memoria compartida fue fundamental para desarrollar estrategias de resistencia,
generar mecanismos de afrontamiento y, en último término fortalecerse para seguir hacia
adelante con su propia vida. El grupo de apoyo termina incidiendo en la forma como los y las
participantes han sido soporte y apoyo para su propia familia y se revierte en una actitud
positiva y de esperanza ante la vida a nivel personal, fortaleciendo las habilidades para la
convivencia y el fortalecimiento del tejido social.

Todas estos relatos confirman la investigación de Carlos Martín Beristain (2005) con
comunidades mayas en Guatemala, quien desde la categoría del “compartir emocional y
social”, analizándola en un marco de apoyo social y comunitario, afirmando que permite
clarificar y ordenar las vivencias, estructurando los relatos y la memoria, refuerza el auto-
concepto positivo, que se retroalimenta con la recuperación del compromiso ideológico y la
lucha social; se posibilita una recuperación de las creencias en el mundo, en sí mismo y en los
demás, lo que favorece la integración social e interpersonal, posibilitando la reconstrucción de
lazos familiares y comunitarios, con lo cual también se favorece la cohesión social.
Finalmente, todo esto trae un refuerzo en la identidad colectiva.

En el maro del grupode apoyo la cohesión y la reconstrucción del tejido social se van
fortaleciendo por la vía de la elaboración del dolor y el trabajo de memoria, incluyendo un
reconocimiento del otro y formas de afrontamiento constructivas como la identificaicón mutua
o la comparación social ventajosa:

…Pero con esto uno aprende, lo que nos pasó nos enseñó, nos dejó algo muy duro que
fue la muerte de mi hermano, pero aprendimos otras cosas y aprendimos a valorar
otras cosas y a ser personas, ser personas y a sentir las cosas que les pasa a los
demás, ya no pasamos desapercibidos porque mataron a aquél, ya sentimos el dolor
que sienten las otras personas, ya sabemos que lo que nos pasó a nosotros fue malo y
ha pasado a otras personas y puede ser más duro, por ejemplo los que tienen
desaparecidos, los que les mataron más de un miembro, o más de dos, los que fueron
torturados, entonces, uno se siente agradecido... (Oriente, E16)

Este afrontamiento, a lo largo del proceso, posibilitó más adelante, la aparición de acciones
públicas de memoria y el compromiso de construir una memoria colectiva que hiciera
contrapeso y resistencia a las memorias de la historia oficial, a los relatos tejidos por los
medios de comunicación, a la indolencia e indiferencia social y al discurso culpabilizador que
promueven los actores de poder y los actores armados.

Para Pennebaker (1993, 1994), Herman (1997), Pennebaker y Crow (2000), Páez, Martínez &
Rimé (2004), Ruiz-Vargas (2006) y Rimé (2007), entre otros, cuando en el contexto social y
político no se puede hablar de esas emociones ni de lo ocurrido, en un clima emocional de
tensión, donde los hechos, y los relatos sobre éstos, circulan por debajo, constituyen procesos
que pueden ser nocivos en lo personal y en lo colectivo. En estos escenarios, el compartir

381
social, la palabra, el apoyo mutuo y la acción del recuerdo en la memoria compartida se
convierten, no solamente en elementos terapéuticos, sino también en procesos de resistencia
(Pennebaker, 1994; Martín Beristain, 2000, 2005, 2008). La Tabla 8.3 permite identificar de
forma sintética la manera como la memoria compartida en los grupos de apoyo mutuo
posibilita transformaciones en las dimensiones emocional, interpersonal y social de los
participantes.

Tabla 8.3. Transformaciones generadas en procesos de memoria compartida y apoyo


mutuo
Dimensión subjetiva Dimensión interpersonal y Dimensión colectiva y social
familiar
 Transformación y  Tramitación no-violenta  Experiencia de
“curación” de emociones de conflictos solidaridad a partir del
negativas familiares. apoyo mutuo
 Elaboración del duelo  Buen trato a los hijos  Salida de la anomia
 Recuperación del sentido  Transformación en los  Búsqueda de espacios
vital roles de género. Las para apoyar y ayudar
 Recuperación de la mujeres asumen lo  Demanda de formación,
dignidad público. capacitación y
 Reconstrucción del  Cambios en los acompañamiento
proyecto de vida equilibrios de las  Surgimiento o
 Recuperación de la relaciones con la recuperación de
autoestima, una imagen pareja. liderazgos
positiva de sí mismo y de  Apertura y recuperación  Aumento de cohesión
las creencias básicas. de relaciones social construyendo
cotidianas. nuevas identidades
Todo esto implica:
 Generación de formas de afrontamiento y resistencia individuales y colectivas
 Empoderamiento de las víctimas a nivel individual y colectivo
 Reconstrucción del tejido social

Por lo tanto, y en mi concepto, puedo afirmar que la resistencia no se teje solamente cuando un
pueblo, una comunidad sale a las calles, cuando reclama, cuando lucha, cuando se reivindica.
La resistencia hunde sus bases en la posibilidad de recuperar la autoestima, la fuerza interior, la
dignidad, el control sobre la propia vida en un marco de apoyo mutuo que, sanando las
emociones y elaborando los duelos, no despolitiza; sino que por el contrario construye
colectivo, genera cohesión, abre las puertas para una conciencia de grupo y de los propios
derechos. Y a partir de allí se dinamiza la organización social y política, la movilización y la
acción político-jurídica en busca de reivindicar los derechos tal como se verá en el próximo
capítulo.

Cuando una persona, en los contextos descritos, se atreve a hablar de su historia, a salir del
anonimato y del mundo de lo privado para compartirlo en un grupo de apoyo mutuo, allí hay
un acto de afrontamiento y de resistencia. Considero que puede ser calificada como una acción
política porque tiene una incidencia en ella y en su entorno social inmediato que se cohesiona,
se transforma, se fortalece y lenta, muy lentamente, se prepara para salir a lo público; tal como
puede evidenciarse en esta investigación, ya en el caso del Oriente Antioqueño.

Es decir, y de acuerdo con Rimé (2007), los espacios grupales de apoyo, se convierten en
escenarios de construcción de un clima emocional diferente y de construcción de una memoria
colectiva resistente y terapéutica. Por esta razón, Rimé, Páez, Basabe y Martínez (2009)
reafirman que un alto nivel de compartir social predice: altos niveles de expresión emocional
negativa y rumiación mental (en el momento de hacerlo), tal como se ha ido indicando a la
largo de este capítulo. Pero se debe tener en cuenta que a largo plazo estos procesos traen
382
consigo una mejor integración social y ayudan al crecimiento postraumático179. Pero además
cuando se da el proceso de cohesión social y de construcción de una identidad colectiva, se va
avanzando hacia la asociación, la organización y la acción pública tal como se evidencia hasta
este punto en los relatos de los y las sobrevivientes, que se profundizarán en el siguiente
capítulo.

8.4. El enfoque psicosocial

Tal como se dijo en el capítulo metodológico (Cfr. Cap. 1), en el caso de la presente
investigación han surgido tres elementos que no habían sido planificados al comienzo: relatos
de los hechos de violencia padecidos que se convierten en complemento e ilustración vívida
del análisis del contexto y del conflicto armado colombiano (cfr. Anexo 6). En segundo lugar,
la discusión en torno a la intervención de la psicología como disciplina y como acción
profesional (en el marco de acciones del Estado, ONG y cooperación internacional), que será
objeto de este capítulo. Y finalmente, las experiencias y consecuencias que deja en las
víctimas la participación en escenarios de justicia transicional en Colombia, que será objeto del
próximo capítulo.

Es claro que dentro de los propósitos de esta investigación el enfoque psicosocial y el intento
de enmarcar la reflexión sobre la memoria dentro de este marco conceptual fungían como
esquema orientativo de la investigación. Sin embargo, la indagación sobre la memoria
compartida, que permitió ahondar en el proceso de apoyo psicosocial generado en el marco del
proyecto PROVISAME, posibilitó mirar de cerca los espacios de apoyo mutuo, donde el contar
las historias constituyó una memoria compartida, grupal y testimonial. Este escenario abrió la
oportunidad para que emergieran múltiples relatos de un número significativo de participantes,
que fueron llevando a contrastar desde lo teórico, lo metodológico y lo ético-político las
acciones e intervenciones de algunas organizaciones no gubernamentales (nacionales e
internacionales), de agencias humanitarias del Estado colombiano y de psicólogos particulares
o ligados a instituciones educativas o de salud. A partir de este análisis se pudo tejer una
discusión a fondo, desde los hechos y desde los relatos, en torno al enfoque psicosocial, pero,
sobre todo, en torno a la acción de la psicología y de los psicólogos en contextos de violencia
política180.

En la medida en que fueron emergiendo estos relatos, fue necesario incluir dentro del
repertorio de preguntas algunas referentes a la acción e intervención de psicólogos. Esto se
hizo más evidente con las Madres de la Candelaria, con quienes no se logró concretar un
proceso de grupos de apoyo mutuo en el proyecto PROVISAME (cfr. 8.3.4), pero que sí han
tenido múltiples intervenciones de tipo psicológico, de varias instituciones no gubernamentales
y del Estado (Gobernación de Antioquia y Alcaldía de Medellín; en los períodos 2008 - 2011)
sobre las cuales hay relatos que tienen diversos matices y que enriquecen de forma
significativa esta discusión.

Martín Beristain (1997, 1999, 2008, 2010 a), Das (2008, f, g, h), Summerfield (2006), Lykes
(2001 a, b), Clancy & Hamber (2008), entre otros, llaman la atención sobre el papel de la
psicología en contextos de atención a víctimas de la violencia política. Realizan preguntas a
las formas tradicionales de intervención en el marco de la cooperación internacional, la acción

179
Tedeschi & Caldhoun (2004a, 2004b) afirman que las narrativas sobre el trauma son siempre importantes para el
crecimiento postraumático, porque cuando se desarrollan estas narrativas, se fuerza a las víctimas y sobrevivientes a
cuestionar y confrontar cuestiones sobre los hechos y los significados construidos al respecto; con lo cual puede ir
modificando sus propias significaciones.
180
Esta es una discusión epistemológica más amplia. Pero tal y como surge, es necesario circunscribirla única y
exclusivamente al marco de la atención o acompañamiento a víctimas de la violencia política, con énfasis en el conflicto
colombiano, teniendo como fondo, la reflexión realizada en el capítulo 6, sobre las formas a través de las cuales, la
tradición de la psicología ha considerado que la palabra es un medio para la cura.
383
de los Estados y organizaciones nacionales, que implican un cuestionamiento profundo al
estatuto epistémico y metodológico de la psicología, pero también a sus marcos de interés
desde lo ético y político (Habermas, 1968/ 1982; Vasco, 1990). Retomaré esta discusión en los
numerales de este acápite.

8.4.1. “Les cuenta uno la historia, y ellas le aumentan a uno la dosis de droga”: Mirada a
algunas intervenciones psicológicas y psiquiátricas en los escenarios estudiados

Los relatos de algunos y algunas de los y las participantes permiten identificar ciertos tipos y
modelos de intervención en los que pueden evidenciarse serios problemas. Es claro que no
puede caerse en la generalización que hacen los y las participantes que han tenido estas
experiencias negativas; sin embargo, su identificación, descripción y análisis posibilita una
discusión más amplia que posibilite plantear una propuesta y un punto de vista sobre la acción
psicosocial en contextos de violencia política, represión y/o conflicto armado. De tal manera
que la mirada estrictamente psicológica o psicologista, como marco epistémico de
intervención, pueda confrontarse con modelos más psicosociales; y a su vez, metodologías más
verticales, individuales y menos participativas puedan contrastarse con métodos más
colectivos, participativos que tienen en cuenta las necesidades, demandas, fortalezas y
vulnerabilidades de la misma comunidad. Siendo éstos (las comunidades y las víctimas)
sujetos protagonistas de su propia recuperación emocional, reconstrucción de su tejido social y
recuperación de la dignidad.

El siguiente relato identifica dos tipos de intervención de psicólogos actuando en un mismo


escenario y frente a una misma persona, en el primer espacio, esta mujer termina con una
situación de victimización secundaria frente a su experiencia de sufrimiento; en la segunda,
participa, aunque con recelo, pero reconoce una acción donde puede permanecer, que de una u
otra forma le ayuda:

...llegué a un momento donde tuve que acudir a un psicólogo, estuve como unos seis
meses en manos de un psicólogo, yendo donde él y de todo…¡no me ayudó para nada!
En vez de ayudarme antes como que empeoré. Yo siempre tenía la visión de que todos
los psicólogos eran igual al que me había tratado antes, que hizo cosas que no se le
hacen a nadie, en vez de ayudarme, antes me puso más mal. Porque esa vez en un
encuentro con él me dijo: “siéntese aquí en este taburete, cierre los ojos y no los abra
para nada”, entonces yo le obedecí…. Y después de mucho rato que él me hablaba y
me hablaba y me decía: “haga de cuenta que usted se murió, que no sé qué, que la
llevan a enterrar, que sus hijos están gritando, que esto, que ya la llevan para el
cementerio”… tremenda película me formó en el cerebro y después de mucho rato de
hablarme y hablarme, yo concentrada, cuando me dijo: “abra los ojos”: estaba en
medio de cuatro velas, o sea, eso fue terrible para mí, yo salí de ese hospital gritando,
por toda la calle, y tapándome y gritando: “¡No! ¡No! ¡No!”. Y seguí corriendo hasta
que llegué aquí. O sea, yo por eso, los psicólogos y L. muy linda, muy hermosa y me
pareció muy lindos los encuentros con ella, si me entiende, pero yo en psicólogos
no… (Oriente, E7)

Es cierto, este relato no indica más que un procedimiento y un error de cálculo en la


intervención, tampoco sería el prototipo de una intervención terapéutica tradicional. Quizás
muestre un primer problema: muchos profesionales de la salud mental no cuentan con la
preparación suficiente para atender este tipo de casos ni para acompañar a las víctimas. En
realidad, en Colombia muy pocas facultades de psicología 181 se han propuesto generar espacios
de formación serios en torno a las diversas problemáticas psicosociales que tiene el país, y

181
Salvo las facultades de psicología de la Pontificia Universidad Javeriana, Universidad Luis Amigó, Universidad
Nacional Abierta y a Distancia. Y algunos posgrados de la Universidad Pontificia Bolivariana.
384
mucho menos recibir una formación en torno a las consecuencias que deja el conflicto armado
y a formas de intervención y acompañamiento adecuadas a esta realidad.

En el primer caso la intervención que se realiza “desconoce” el lugar de víctima, de una madre
que tiene a su marido desaparecido182. No tiene el marco contextual para comprender lo que
eso significa para una mujer que tiene 4 hijos, que está sola, que sus hijos dependen de ella,
que ha pasado por la situación límite de perder a su marido. Pero también es un asunto del
modelo: individualizar su experiencia de dolor, en un contexto donde hay cientos de mujeres
en una situación similar, y que tiene una causa política. Si se mirara desde es lugar político se
lograría, por lo menos, una comprensión diferente, con categorías sociales y contextuales, de
la problemática; que podrían enmarcar desde otro lugar las intervenciones psicoterapéuticas
individuales183 lo que llevaría a que éstas puedan estar acompañadas de acciones jurídicas,
políticas y sociales; o con procesos colectivos de apoyo.

De otro lado, la otra intervención referida, que aunque no dice mucho, utiliza una palabra
clave: “encuentros”. Es decir, esta otra intervención generó un espacio de encuentro con la
psicóloga (es decir, también hubo una intervención individual); pero también la hubo con otros
y otras víctimas, abrió un escenario para sacar del lugar de lo privado, de la individualización y
del trauma como categoría patológica, la experiencia de esta participante y de otros y otras que
también fueron entrevistados en esta investigación y se refieren a este otro proceso.

El siguiente relato de una madre de la Candelaria da cuenta de otro tipo de intervención que
puede terminar afectando a la víctima sobreviviente:

...a mí me mataban los psicólogos, me hacían mucho daño... un psicólogo de la


gobernación hizo un trabajo con nosotras y yo llegaba a la casa peor de lo que estaba,
llegué con una depresión que yo me quería morir, yo no me acordaba que era lo que
hacía... Él nos ponía, me ponía a concentrarme y que hiciera de cuenta que estaba
viendo a mi hermano desaparecido y a la familia completa... entonces yo veía era la
desgracia, yo no los veía a ellos ahí vivos, sino, sino todos ellos muertos... o sea, eso
me hacía daño a mí, porque, entonces ya cuando llegó otra psicóloga, ya T. le pidió el
favor que no nos pusiera en esas concentraciones... porque había madres que ya las
estaban rechazando, entre esas estaba yo... (Madres, E1)

Nuevamente el límite de la intervención se centra en poner el problema en la interioridad de la


víctima. Su padecimiento, su dolor, su forma de experimentar la situación límite, y los
síntomas concomitantes parecen los “enemigos” que debe atacar la intervención psicológica.
Se trata de desterrar el dolor. Y de nuevo se desconoce el contexto: que el daño no viene de
adentro, sino de afuera; que no se trata de procesos internos del sujeto, sino de procesos donde
lo interno, interactúa con lo externo, es decir, con un hecho social, político: que los familiares
han sido asesinados por actores armados que tienen intereses políticos, económicos; que unos
han muerto y otros están desaparecidos, que cada situación tendría que abordarse de una
manera significativamente diferente.

En este caso se presume que hay un trabajo de grupo, lo que no significa necesariamente un
enfoque psicosocial. Puesto que si el modelo sigue siendo habitado por una mirada desde el
modelo médico, desde la patologización, o la concepción de un daño a nivel individual, aún
cuando se haga trabajo de grupo, terapia de grupo, no implica necesariamente un asumir la

182
Si el lector quiere acercarse a la historia de la mujer, del municipio de Cocorná, acercarse a ella, se puede acercar a la
matriz de coherencia que analiza su relato de vida (Cfr. Anexo 3)
183
Es claro que el problema no se da porque haya una intervención individual, sino desde el marco ontológico y
epistemológico desde el que se aborda. Hay intervenciones individuales con un enfoque psicosocial, y hay
intervenciones colectivas y grupales con enfoques desde el modelo médico: el “debriefing” que se aplica desde los
modelos del TEPT son una prueba de ello (Clancy & Hamber, 2008; Summerfield, 1996, 2005; Martin Beristain & Pérez
Sales, 2008, entre otros)
385
experiencia de la gente, ni una acción psicosocial. Además, las técnicas de visualización en ese
tipo de situaciones son muy selectivas y tienen un potencial efecto iatrogénico, ya que se
asocian fácilmente a las imágenes del horror y la ambivalencia de la pérdida; por lo que no
pueden hacerse sino en una fase adelantada del proceso terapéutico y con otras finalidades
como reelaborar una relación simbólica con la persona (Martin Beristain, 2012).

De acuerdo con Brynton Lykes (2001b) los psicólogos, como profesionales tienen muchas
dificultades cuando se enfrentan al no-sentido que viven las víctimas, lo que implica un
encuentro con su propia debilidad, impotencia y su humanidad. En su lugar, en vez de afrontar
esta impotencia ante el horror, se corre el riesgo de utilizar instrumentos diagnósticos
descontextualizados o formas de cura que no tengan en cuenta las características de la
experiencia, centrándose en los síntomas sin abordar y comprender sus experiencias. Pero para
la autora, estas intervenciones son insuficientes para “aliviar” el “trastorno” de la víctima, y
mucho menos para transformar las consecuencias colectivas de quienes han experimentado en
su propio ser el terror y la represión (Cfr. Das, 2008, f, g, h).

Por lo tanto, es fundamental estar, acompañar y escuchar, asumiendo cada caso, cada persona,
cada historia, dentro de los marcos propios del sujeto que se acompaña, sus referentes sociales,
políticos e históricos (Cfr. 8.3.4.). Así pues, se puede lanzar una primera afirmación: el
problema no consiste en que se hagan intervenciones individuales o grupales. Existen
intervenciones individuales que tienen un claro marco ontológico y epistémico de carácter
psicosocial. Y existen intervenciones grupales que desconocen la historia, el contexto, los
derechos de los sujetos y se abordan desde una perspectiva exclusivamente terapéutica en los
que subyace la mirada médica, es el caso de muchos espacios de “Debriefing”, utilizado en
contextos de catástrofes colectivas (Summerfield, 2005; Clancy & Hamber, 2008). O también
desde una mirada exclusivamente social y asistencial que desconocen al sujeto, como es el
caso del abuso de la metodología del taller como herramienta de trabajo con las víctimas y las
comunidades vulnerables (Pérez Sales, 2009).

Para ilustrar esta última afirmación, traigo a colación la siguiente situación que compartía una
mujer de Córdoba (PROVISAME), que como desplazada y víctima asiste a una reunión de la
“Acción Social”, entidad del Estado Colombiano184. Allí, más que el modelo patologizante,
está un modelo que considera que con reuniones masivas dirigidas por un psicólogo, basta para
realizar la “atención psicosocial”. Esta banalización de lo que se considera atención
psicosocial corre el riesgo de generar nuevas resistencias y pérdida de oportunidades de apoyo
cuando se utiliza como una categoría con ausencia de contenido:

…porque ellos mandan esos señores que vienen a acompañar, que dizque van a hacer
un acompañamiento psicosocial y empiezan a hacer charlas, pero muchas veces no se
puede tener contacto... La psicóloga decía: "es necesario que hablen", ¡pero era tan
diferente! Yo le decía: "niña pero es un grupo muy grande para poder manejarlo así”;
ya yo llevaba mi grupo de abrazos. Entonces ella me decía: "no, pero sí se puede".
Incluso iba una señora que estaba muy movida, que al esposo se lo desaparecieron...
Entonces yo la veo mal, me le voy acercando; y la psicóloga de una me dice: "no, no la
toque, déjela que llore pero no la toque"... y yo decía: "como es de diferente”. Y yo le
decía: "señorita esto es difícil para usted manejarlo" ¡Qué trabajo tan diferente al que
nosotros realizamos! son sólo dos y trabajan esos grupos inmensos y son sólo tres
sesiones y ya... Eso lo hace por Acción Social... Entonces yo entiendo, ellos mandan
sacar un rubro de eso, mandan a estas niñas a que hagan esto y ya... entonces yo
siento que es como que el otro se defienda, sin importar lo que sí queda uno como
persona... (Córdoba, E10)

184
En el gobierno de Juan Manuel Santos y con la ley 1448 de 2011, ley de víctimas, esta institución ha pasado a
llamarse: Departamento para la Prosperidad Social. DPS.
386
Como puede observarse en el relato, la intervención tiene el supuesto de la cura por la palabra.
La psicóloga, en efecto, invita a hablar. Pero no tiene en cuenta el tamaño ni las características
del grupo y la necesidad de cuidado del proceso. La intervención se limita a tres sesiones
grupales con un marco cerrado de objetivos predeterminados. La contención y el apoyo
emocional por el contacto corporal no son permitidos. Supone que el trabajo de duelo, trabajo
de memoria, que la recuperación emocional y demás acciones psicosociales se hacen por el
simple hecho de estar en grupo y de promover el habla en contextos de desconfianza, temor,
angustia y sin ningún dispositivo de contención.

Ahora bien, además de la consideración en torno al enfoque psicosocial, el diálogo que se deja
entrever en el relato, también pone en evidencia otra situación que viene pasando en Colombia:
la tergiversación del sentido y la banalización de la atención psicosocial; al parecer el Estado
se ha montado en la práctica de querer hacer la reparación “pagando a los muertos” 185, es decir,
dando un dinero por la persona perdida y enviando psicólogos para realizar algunas actividades
con la gente, y nombrar esta acción como reparación psicosocial. El relato referenciado
anteriormente de las Madres de la Candelaria con psicólogos de la gobernación de Antioquia
(2008 – 2011) se enmarca dentro de esta intencionalidad. Y sobre este punto, otra madre de la
Candelaria hacía la siguiente reflexión:

...es como una humillación, porque es que vea eso es como salirse del paso con las
víctimas... y ya reparamos... también sabemos que es que los gobiernos también
necesitan tener una imagen buena afuera, y aquí adentro es como cuando uno barre la
casa por encimita porque viene la visita, pero los rincones los deja quietecitos...
Entonces nos dan plata y un psicólogo... Y eso unos díitas... Todo lo que están
haciendo por las víctimas, para mí eso son pañitos de agua tibia... porque para que a
mí me pongan un psicólogo, entonces tienen que pagarle al psicólogo y tienen que
girar unos recursos, pero un trabajo real con nosotras que nos implique transformar
nuestra situación, eso no lo hay... (Madres, E13)

Por esto también se hace la referencia a lo ético-político: ¿Qué implica una intervención donde
se realizan tres o cuatro talleres, se le mueven situaciones vitales a la gente, se les da un dinero
y luego el Estado dice: “ya reparé”? Y el problema es del Estado y también de las ONG,
porque, por ejemplo, se realizan proyectos con el condicionamiento para realizar talleres de
forma intensiva durante unos meses, por motivos de presupuesto, sin tener en cuenta ninguna
cuestión sobre el proceso de atención, el acompañamiento, el contexto, los marcos
socioculturales, los tiempos, etc. Y después se presentan los informes, como si se hubiera
realizado un “gran trabajo” de atención psicosocial. Tal vez son acciones que se quedan
cortas o que pueden generar daño; pero, ahí también existe una concepción de la disciplina, de
la forma de actuar y de intervenir.

Esto es preocupante en un contexto como el colombiano donde, a raíz de los procesos de la


llamada “reparación administrativa” (Decreto 1290 de 2008) y de la aprobación de la
denominada ley de víctimas (Ley 1448 de 2011) se ha generado un escenario donde lo
psicosocial parece haberse puesto de moda. En el Oriente Antioqueño y en la ciudad de
Medellín, se vienen contratando psicólogos para realizar el trabajo de apoyo psicosocial, sin
tener en cuenta los enfoques, los marcos de su acción y de su formación. Como si bastara con
ser psicólogos, para atender los daños “internos” de las víctimas. Es decir, el imaginario social
y político refuerza la situación: el problema es de las víctimas, que han quedado con una serie
de trastornos, que si son curados, ya se habrá hecho lo suficiente y la “reparación” ya estaría
realizada.

185
Expresión utilizada “coloquialmente” para referirse a la indemnización de la reparación administrativa.
387
Lo cierto es que Colombia se encuentra en un contexto social y político, donde las demandas
del Estado, de las organizaciones sociales de base y de la cooperación internacional le están
dando prioridad al trabajo psicosocial como una forma de abordar algunas problemáticas, tanto
de las víctimas, como de los excombatientes (reales o imaginarios). Pero cabe preguntarse si
cualquier intervención o proceso de acompañamiento que realiza actividades colectivas,
comunitarias, es un acompañamiento psicosocial. Porque también, se ha hecho común, desde
otro ámbito, que cualquier acción comunitaria: talleres, dinámicas, ejercicios colectivos,
sociodramas, etc. porque constituyen metodologías de trabajo comunitario o de educación
popular, por el simple hecho de serlo, son una acción psicosocial. Esto nos pone en relación
con una segunda pregunta: “¿Cuáles son las claves a tener en cuenta en los procesos de
acompañamiento psicosocial?” Creo que es una pregunta pertinente y necesaria, en un
momento en que pululan en Colombia proyectos, intervenciones y acciones sociales que se
denominan a sí mismas “psicosociales”.

Así pues, no por ser grupal o comunitaria, una intervención es psicosocial. Por esta razón,
Montiel & Wesells (2001) afirman que los psicólogos que desean contribuir a construir
culturas de paz necesitan ser sensitivos a los contextos históricos y culturales de
democratización y a las formas en que exportan sus esquemas político psicológicos, porque
pueden contribuir sin intención al neocolonialismo, o también a los intereses de los actores de
poder que van en detrimento de la dignidad y los derechos de las víctimas. Estos autores
también piensan que un aporte a la democracia implica diseñar programas psicosociales que
apunten a la participación, el diálogo y el poder compartido. Por lo tanto, no basta con reunir
la gente, con hacer trabajos comunitarios.

El otro polo de la discusión se evidencia cuando explícitamente se enfoca la situación de las


víctimas desde una mirada puramente clínica, que patologiza, tal como se ha enunciado en los
capítulos 5 y 6:

...Entonces, la doctora me dijo: "te voy a decir algo, pero no es por mal, te voy a dar
una cita, para que un psicólogo te atienda, usted va allá y él la va a atender"... Me fui
a Montería a la cita con la psicóloga, me atiende y me ve el estado en que estoy y me
dice: "Yo no te puedo atender, yo te llevo a una clínica psiquiátrica, allá te van a
atender, te van a comprender... no lo tomes por malo, no es nada malo...". Cuando
llego allá me atiende una doctora muy amable, me dijo: "Sé que estás muy deprimida,
pero tú puedes cambiar, te voy a dar una incapacidad por un mes y dependiendo de
cómo te sientas, yo te diría si te quedas aquí en el hospital o no... (Córdoba, E11)

El problema, la patología, la reacción es del individuo. No hay preguntas por la sociedad, por
el contexto, no hay preguntas por la guerra, por intereses de los actores armados, por el despojo
de las tierras en el departamento de Córdoba (donde habita la mujer que cuenta este relato), por
la estrategia de terror implementada en contra de la población para amedrentarla
permanentemente y poderla controlar en lo político y en lo económico. Es decir, el enfoque
tiene también implicaciones ético-políticas, puesto que al no asumir todo ese marco contextual,
parece asentirlo.

De otro lado, los y las participantes expresan que esa acción centrada en el sujeto individual,
conduce a una “inspección” de la propia vida que quizás no es el centro ni de la demanda ni del
daño. Al parecer, muchos profesionales de la psicología, cuando no pueden poner cara a las
historias del horror que relata la gente, se intentan centrar en la historia de las personas, sin
abordar su situación como víctima, con lo cual no se permite que se establezca el vínculo
necesario para generar la transformación subjetiva (Cfr. Lykes, 2001b; Das, 2008h):

Los psicólogos son valiosos, súper bien; pero lo que ellas dicen es que un psicólogo va
muchas veces disque a mirar todo, lo de la infancia, lo de su mamá, lo de su papá,
388
como un médico, preguntando por lo que uno ha sufrido, que sí tiene cáncer, su mamá
que... entonces los psicólogos empiezan disque a explorarle todo eso a uno, que para
ver disque su historia y lo de la familia... y eso a mucha gente no le gusta... (Oriente,
E11)

De acuerdo con Eisenbruck (1990), Sturken (1997), Lykes (2001b), Basabe (2001); Hamber
(2004), Martín Beristain (1999, 2008), Clancy & Hamber (2008), entre otros, individualizar y
psicologizar las reacciones de las personas en el conflicto armado, hace que la reflexión sobre
lo que causa la situación se diluya. Es decir, el énfasis sobre las consecuencias desde el punto
de vista sintomático y no sobre las causas tiene un efecto de despolitización, desactivación y
denegación de los derechos políticos fundamentales, oculta las fuentes del sufrimiento de la
gente y no favorece la búsqueda de condiciones justas; por tanto, puede afirmarse que este
marco de comprensión no se ajusta ni a los marcos y ni a las esquemas culturales de muchas de
las sociedades y países atravesados por conflictos armados o situaciones de violencia política.
Y corre el riesgo de generar un nuevo estigma sobre las víctimas: el de enfermos mentales
(Lykes, 2001a; Lykes & Mersky, 2006; Villa et. al. 2007).

La siguiente situación es aún más fuerte, en términos del desconocimiento del contexto y de
los procesos de las personas. Se trata de una mujer de Granada (Oriente Antioqueño), esta
mujer ha perdido a cuatro hijos en el conflicto armado. Tres de ellos antes de 2006, el otro en
2008. Cuando había perdido a sus tres primeros hijos participó en el proceso de apoyo mutuo
y memoria compartida, en el proyecto PROVISAME. Más adelante, cuando ha terminado ese
proceso, pierde a su cuarto hijo, este es su relato, recogiendo lo más significativo186:

…pero a lo que el hijo, el último que apareció muerto, otra vez me puse mal. Tuve una
recaída por lo de la muerte del hijo y me mandaron al psiquiatra; y ahora me tienen
controlada con droga para dormir y para comer y para que me dé más ánimos a mí...
pero no, cuando yo encontré a ese muchacho yo pensé que no iba a ser capaz, verdad
que pensé que ni iba a ser capaz... y a mí me dicen los psiquiatras que es una
depresión, si yo no me tomo la droga, yo no puedo dormir, se me quita el apetito de
comer, se me quitan... mejor dicho yo me voy para el suelo... Pero con los abrazos yo
no necesité drogas para estar bien, ni para comer, ni para dormir... yo no necesité
eso... lo que pasa es que no volvieron a hacer abrazos... lo bueno es que en los abrazos
no lo ponen a uno a tomar droga, y en estas cuestiones les cuenta uno las cosas, o sea,
la historia lo que uno ha pasado y ellas le aumentan a uno la dosis de droga... Para
mí es mejor que trabajen con uno más bien con consejos, charlitas así, como estamos
hablando usted y yo, que no lo pusieran a uno a tomar tanta droga, (Oriente, E14)

En primer lugar puede observarse lo que implica desconocer el contexto, incluso los procesos
que ha vivido la gente y que le han servido para superar sus experiencias de dolor. Lo que
implica no reconocer las reacciones normales a una situación anormal (Martín Baró, 1990);
puesto que nuevamente se individualiza, se responsabiliza y se carga con un peso más pesado a
la víctima. En segundo lugar, se obtura la posibilidad de la elaboración desde la experiencia de
la gente y su historia, porque se obtura con la formulación de medicamentos. En tercer lugar,
al atribuirse una entidad nosológica, la depresión, la persona pierde otras posibilidades de
significación para su experiencia, que podrían ser más resilientes, con mayores posibilidades
de despertar sus mecanismos de afrontamiento:

...cuando yo viví los abrazos, yo no sabía que tenía una depresión, aunque sentía lo
mismo, yo decía que me sentía nerviosa; y sin embargo yo me recuperé sin que me
dijeran que tenía una depresión, a mí no me dijeron nada... Si de pronto volvieran los

186
El relato y la conversación sobre este tema con esta mujer del municipio de Granada (Oriente, E14) puede seguirse de
forma precisa y más larga (son casi cuatro páginas de transcripción sobre este tema), recurriendo a la matriz de
coherencia de esta participante (cfr. Anexo 3).
389
abrazos, me curaría como la primera vez, yo no tomaré esa droga, tendría un sueño
natural. Ahora con las drogas que me están dando, no he superado del todo lo de mi
hijo, siento el deseo de llorar pero no me sale, la droga no me deja, y yo me tomo la
droga y me tranquilizo; pero mientras yo no esté tomando la droga, yo soy intranquila,
maluca, enferma. Yo recuerdo que con los abrazos me sentía muy bien, por el ánimo
que le da la gente a uno, porque sale uno de la reunión, se ponen a charlar con uno,
uno se pone a charlar con ellos, les cuenta qué pasó y sale uno nuevo... (Oriente, E14)

El desconocimiento de alternativas psicosociales para tramitar experiencias de sufrimiento, que


emergen a partir de las situaciones límite, lleva en muchos casos, como el referenciado, a una
pérdida del horizonte de lo que implicaría la “recuperación” de las víctimas en contextos de
violencia política. Como puede verse, el centrarse en los síntomas y en una dimensión
emocional individual, pierde de vista otros aspectos sustanciales que también tienen
implicaciones en esos niveles personales e internos. Es una cuestión de enfoque. La mirada
psicosocial no niega la dimensión sintomática, no desconoce los efectos en la subjetividad,
simplemente reconoce que no se trata de trastornos internos, sino de procesos donde lo social,
lo político tienen una interacción continua con el sujeto (Martin Baró, 1990, Käes, 1991;
Martin Beristain, 1999, 2005, entre otros) y por lo tanto los procesos de intervención y
acompañamiento deben desplegar acciones que tengan que ver con estas dimensiones. Así
pues, deja de ser relevante el síntoma, para abordar desde una mirada holística y sistémica un
proceso relacional, de interacción social, que construye procesos subjetivos, tanto en la
generación del malestar, como también en las posibilidades de generar dinámicas de
recuperación, que implicarán no sólo lo emocional, sino también la perspectiva social y
política del sujeto, que implica su dignidad, sus derechos, sus contextos de relación, sus
posibilidades de ser actor de su propia colectividad.

Piper (2005) confronta los modelos en los que la atención es realizada por el personal sanitario
de la salud mental, tal como sucede con el programa PRAIS, en Chile; con los modelos en los
que el acompañamiento lo hacen personas de confianza, del núcleo social y del entorno
sociocultural de la víctima. La autora afirma que el primer modelo ha sido equivocado, puesto
que constata, en su investigación doctoral, que muchas víctimas no han podido elaborar su
situación, porque el modelo ha llevado a particularizar e individualizar el daño; puesto que no
se ha podido ver que es fundamental una práctica social que implique, a su vez, transformación
colectiva y de la sociedad, como una necesidad de reparación social. Semejante al relato de la
mujer de Granada que estoy citando. En los modelos de atención psicológica individual, sin un
enfoque psicosocial de fondo, los síntomas, las repercusiones emocionales, el trastorno
“designado” por un diagnóstico; terminan siendo asunto de las víctimas. Entre tanto el resto de
la sociedad, el Estado y los mismos victimarios se desentienden del problema, de las rupturas
generadas, de los daños causados. De otro lado, el resto de la sociedad tampoco se asume como
afectada, y no reclama al Estado y a los actores armados, como responsables que deben asumir
la reparación.

Así, las víctimas quedan cargadas con una frustración más, la de una ausencia de
reconocimiento a su dolor, con la carga adicional de ser enfermos o trastornados que requieren
su recuperación para “reintegrarse” a la vida social, a una sociedad que pareciera no haber
tenido ningún problema (Piper, 2005). Como esta mujer de Granada, puesto que ni siquiera
aparece en su relato la preocupación de las psicólogas y del psiquiatra en torno a los hechos,
puesto que su cuarto hijo fue asesinado en un “falso positivo” (ejecución extrajudicial) del
ejército.

Por el contrario, desde una mirada psicosocial, con un enfoque centrado en la resiliencia
comunitaria, en sus posibilidades de afrontamiento y resistencia, centrado en la recuperación
de la dignidad de los y las participantes, esta mujer puede encontrarse con otros y otras que han
vivido experiencias similares, se sintió acogida y contenida; no se sintió designada desde la
390
“anormalidad”, no sabía siquiera que tenía síntomas de una depresión, que aunque los tuviera,
fueron abordados no desde la patologización, sino como su forma de enunciación del dolor. Y
allí su dolor pudo hacerse palabra, pudo expresarse y encontró un escenario de escucha y
reconocimiento. Y esta mujer, como otras, pudo dar testimonio, contar su historia y construir
una memoria compartida en ese espacio de apoyo mutuo, comunitario y solidario, que al ir
reconstruyendo las redes de confianza y solidaridad, fue reconstruyendo la propia subjetividad.

Así pues, el contraste de ambas experiencias en una misma persona pone en evidencia la
discusión de fondo en torno a los modelos de intervención y de acompañamiento. No todo lo
que dice ser un proyecto psicosocial lo es. Aún cuando hagan talleres con víctimas, como los
enunciados por esta participante, si quienes lo hacen, aún cuando hagan trabajo comunitario,
cuando se encuentran de cara con un dolor marcado por el horror, más que acompañar, más
que dar lugares simbólicos a los hechos, más que entender al sujeto en su historicidad, lo
encasillan en sus categorías profesionales, científicas, nosológicas, terminan cargándole con un
nuevo problema: la enfermedad mental (Lykes, 2001a; Lykes & Mersky, 2006; Villa et. al.
2007; Das, 2008g, h).

Al contrario, en este tipo de intervención se termina por cuestionar el testimonio de las


víctimas, se convierten en espacios que deniegan sus relatos e incluso la experiencia global de
represión, violencia, violación de los derechos humanos, puesto que terminan borrados. Con lo
cual, se construyen relatos desde el poder de la “ciencia normal” 187 que terminan “tapando”,
escondiendo estas realidades sociopolíticas e históricas y condenan a las víctimas al silencio y
al ostracismo. Por eso para Das (1997, 2008, g), en este contexto, el silencio de las víctimas, la
no participación de las mismas en estos escenarios de “ayuda” (desde el Estado o la
cooperación internacional), también puede expresar una forma de resistencia.

Un ejemplo más, es el caso de algunas de las intervenciones que han vivido las Madres de la
Candelaria. En las que la individualización del proceso de victimización por parte de algunos
psicólogos e instituciones que les han acompañado, las han puesto en un lugar de una casi
revictimización. Como en el caso en que algunos de los profesionales de la salud mental, de
las diversas instituciones que han acompañado se han empeñado en “ayudarles” a elaborar el
duelo, desconociendo, entre otras cosas, que la situación de los familiares de víctimas de
desaparición forzada mantienen como parte de su sentido de vida la presencia de la ausencia
(cfr. capítulo 6 y 8.1.3), y que el duelo en estos casos no se alcanza a consumar, porque
mientras no exista la confrontación con el cuerpo del ser querido, suele permanecer una leve
esperanza de su regreso:

...yo he estado en manos de varios psicólogos, porque yo todavía no he podido superar


lo de mi hijo, porque apenas me dicen que van a elaborar duelo, que traiga una flor,
que una foto, que una vela, yo no vuelvo... Una vez una psicóloga me dijo que llevara
esas cosas y yo le dije: "yo duelo no, yo no voy a enterrar a mi hijo", pues para mí está
vivo, no creo que para mí esté muerto, y eso me ha dado alientos de seguir viviendo...
Pero ellos dicen que si yo no elaboro duelo, yo no voy a quitar el dolor nunca... y el
dolor no lo voy a quitar, una madre nunca quita el dolor de un hijo... Yo no tengo afán
de superarlo, porque lo que yo quiero es tener a mi hijo presente en todo momento, no
enterrarlo... si yo no he visto los restos, yo no he visto nada, entonces cómo lo voy
enterrar (Madres, E11)

Una cosa es retomar la vida, simbolizar la pérdida y la relación con el desaparecido y otra dejar
de pensar en la persona, o no sentir el dolor. El proceso de acompañamiento a las familias de
desaparecidos, tal como se vivió en el contexto de los grupos de apoyo mutuo en el Oriente
Antioqueño y el sur de Córdoba pasó, no por “enterrar” al ser querido; ni por el proceso de

187
Utilizo el concepto “ciencia normal” en el sentido que T.S. Kuhn (1971/1972) le da al término.
391
elaborar el duelo; sino por una dinámica de ayuda que implicaba reconocer los hechos,
recordar la historia, darle un lugar al ser querido en el imaginario grupal, reconocer su dignidad
y la injusticia de lo vivido; y desde allí, permitirle a la madre o familiar, recomponer sus
relaciones cotidianas, reconstruir sentidos de vida y proyectarse al futuro con el resto de sus
seres queridos. Lo que también implica una dimensión política del acompañamiento, donde se
implica la búsqueda de la persona, la lucha por la verdad y la justicia.

Querer ayudar a elaborar el duelo en este tipo de casos, puede tener un potencial de daño, no
sólo desde lo psicológico, sino también desde lo político, lo jurídico y lo histórico, si la acción
está borrando la condición socio-histórica de los hechos, pretendiendo un cierre donde no
puede hacerse; intentando pasar la página, donde ésta todavía está abierta y sigue emanando
dolor. En este caso la acción psicológica va en contra de la memoria, porque pretender hacer
trabajo de duelo, en estos casos, es pretender hacer trabajo de olvido 188.

Un enfoque psicosocial implica considerar la particularidad de la población víctima y el


reconocimiento de los múltiples contextos sociales, políticos, culturales en los cuales están
insertos para hacer una intervención respetuosa con estas dimensiones, incorporando,
necesariamente, estos elementos para generar un proceso de acompañamiento integral. En la
tabla 8.4 sintetizo las acciones que deberían evitarse en estos procesos de actuación
psicosocial:

Tabla 8.4. Acciones a evitar en procesos de acompañamiento psicosocial a víctimas de


violencia política
 Patologización, centrarse exclusivamente en los síntomas y el diagnóstico.
 Atención centrada en el individuo sin tener en cuenta sus contextos sociales, políticos,
económicos y culturales.
 No tener una comprensión social de la experiencia, de las dinámicas, objetivos, intereses,
intencionalidades de los diversos actores del conflicto armado.
 Perder de vista una perspectiva de derechos humanos, que permita identificar los
responsables y las necesidades de justicia, verdad y reparación.
 Banalización de lo psicosocial, cuando se entiende como actividades genéricas de tipo
comunitario, que no permiten abordar ni el malestar subjetivo, ni una reflexión profunda
sobre los hilos que se tejen socialmente en la generación de los daños.
 Actividades puntuales o proyectos de corta duración, movidos por la necesidad de
ejecución de recursos, o por lógicas estatales o de cooperación internacional, que
movilizan dimensiones profundas de los sujetos, sin posibilitar procesos y
acompañamiento de larga duración que faciliten la contención y el apoyo.
 Perder de vista que hay una dinámica dialéctica entre la reconstrucción del tejido social, el
fortalecimiento de las redes sociales y la defensa de los derechos humanos, con la
dimensión subjetiva (emocional, cognitiva y comportamental) de los sujetos.
 Olvidar la importancia del trabajo de duelo como trabajo de memoria, que es también
grupal, social y política (pública).
 Perder de vista los procesos simbólicos, performativos, lúdicos y rituales, que son
alternativa a una terapia de tipo occidental, centrada exclusivamente en la palabra.

188
¿Cuál es la diferencia? ¿Dónde estriba el pliegue que muestra otra forma de actuar, intervenir y “curar”? Una posible
respuesta puede obtenerse en la siguiente reflexión de Veena Das: “Al reformular esas quejas mediante una taxonomía de
categorías de enfermedad… el clínico distorsiona el mundo moral del paciente y la comunidad… y legitima su propio
discurso profesional. Ese proceso de exploración se agrava en aquellos casos en que el Estado o instituciones
supranacionales recorren exclusivamente a estos lenguajes para determinar, después de un engorroso, y con frecuencia,
degradante proceso, la gravedad y pertinencia del sufrimiento… Es esa exclusividad la que convierte a las víctimas en
cuerpos colonizados por el poder del Estado, reproduce la cosmología de los poderosos y facilita la defensa de sus
intereses” (Das, 2008, en Ortega, 2008; pp. 37 – 38).
392
8.4.2. “Cuando se pone como igual es cuando ayuda, y cuando se pone arriba no ayuda,
no sirve”: La relación de ayuda entre el saber/poder y la horizontalidad

El drama que se vive en los contextos de violencia y terror, donde la represión sigue al
orden del día, es que no se encuentran fácilmente escenarios de escucha y el paradigma
dominante de las ciencias psi y de los profesionales que las ejercen parece que no
permitieran hacer este ejercicio. Las ciencias sociales, jurídicas y médicas en particular,
pero la sociedad en general, no logran escuchar la voz de quien sufre, no logran recogerlo
en su experiencia íntima, en su experiencia histórica, y en su experiencia social (Das, 2008.
g, h; Lykes, 2001b):

…la palabra tiene poder, no voy a decir que no, porque las palabras te hacen
recapacitar, te hacen pensar, te hacen mirar, te ponen a elegir entre lo bueno y lo
malo. Ahora, eso depende a quien se le cuente... Si yo se lo voy a contar a una persona
que me quiere escuchar, porque uno necesita quien lo escuche y yo pueda sacarme
todo lo que tenga por dentro, porque para él es importante mi versión, si esa persona
me escuchó, mañana la busco para que me escuche otra vez, porque tengo otras cosas
que no le dije y que quiero decirle. En cambio cuando uno va y lo cuenta en el lugar
equivocado, le cortan la comunicación a uno, le meten la conversa, y le dicen que no,
que para que no le duela, pero no escuchan y le dicen a uno: "a mira tal cosa", para
que uno se salga del tema; en ese momento recordar no es curar... Cuando a mi me
escucharon un psicólogo y un psiquiatra no me ayudaron mucho... y parecía que la
que estaba ciega era yo, el problema parecía sólo mío... (Córdoba, E11)

De acuerdo con Veena Das (2008h), cuando la víctima no es escuchada, cuando no hay
escenarios para enunciar su sufrimiento sin pasar por una categorización del mismo, sin
atender a su dolor y a su enunciación, se da una colonización de la experiencia del otro por los
discursos del poder/saber. Quien realiza una intervención desde estos lugares, ve con mayor
claridad su discurso, sus marcos conceptuales, profesionales, disciplinares, académicos; se
ubica en un lugar superior y desde allí pretende conducir al “paciente”, puesto que pareciera
que él sabe mejor lo que conviene a la víctima, a la familia, a la comunidad. Mientras la
persona, como en el testimonio enunciado, experimenta más bien una falta de orientación, una
escucha refleja sin más, consejos para que deje de pensar en eso, para que no se asuma el tema
ni se afronte el dolor, en lugar de implicarle en la solución.

El profesional “sabe” lo que se debe hacer, cómo hacerlo y cuándo hacerlo; ocupa un lugar de
poder. Desde este lugar, le cuesta atribuir saber y capacidad a la comunidad, al sujeto; por eso,
en el marco de muchos proyectos de cooperación internacional y de acciones del Estado,
llaman al sujeto “beneficiario” de la acción. No creen que se pueda establecer otro tipo de
relación ni que puedan aprender de la gente:

...pienso que a veces los psicólogos son muy institucionalistas, vienen de un mundo
muy diferente de nosotros, yo veo que el psicólogo a veces viene y es la otra cara de la
moneda; lo digo ahora que conozco un poquito una PROVISAME que ha sido víctima
del conflicto, a que usted le traigan un psicólogo de la universidad, que también tiene
cosas buenas, que solamente es enfrascado en la universidad y vive por allá como en
otro mundo, y ahí me disculpa, los psicólogos están por allá como en otro planeta:
universidad, libros e institución; pero ver una persona a la que le han sucedido las
cosas de uno y estar preparadas como lo están es diferente... (Oriente, E6)

Es decir, se ponen en un lugar de relación que abre una brecha entre el profesional y la víctima.
Se establecen relaciones verticales, donde el saber juega un lugar de poder. Se pretende desde
este saber “enmarcar” una realidad que, muchas veces, no se comprende muy bien; o
simplemente, el esquema mental utilizado, es tan poderoso en quien interviene, que le niega la
393
posibilidad de verla de otra manera. Ahora bien, pareciera que en el marco de una relación
vertical, donde el saber/poder reside en una parte de la relación, mientras la otra es “paciente”
y espera las técnicas adecuadas para su recuperación, no hay posibilidad para entablar otro tipo
de vínculo. Para algunos de los participantes, “el psicólogo” no logra compartir su historia, no
se pone en una posición de semejanza en dignidad y de horizontalidad, hace una intervención
“desde arriba” y no logra recoger ni comprender la complejidad de la historia de la víctima.

Es inevitable que los seres humanos, cualquiera sea la condición leamos la realidad a través de
nuestros esquemas. Una intervención con enfoque psicosocial tiene claro este hecho, por lo
tanto implica, al profesional de la salud mental, un esfuerzo para suspender el juicio, no
catalogar, desprenderse de sus esquemas y acercarse al contexto y los esquemas de la
comunidad, de la colectividad. Y desde allí establece puentes de comunicación, de escucha, de
interacción que le permiten construir otro tipo de relación, si se quiere, más horizontal:

...hay algunos que dejan a la gente peor, que no ayudan y le dicen a la gente algo así
como: " ya se murió, ya se fue, ya usted tiene que salir", y lo ponen así como en esa...
ya como en un perfil, como el psicólogo por allá arriba... cuando se pone como igual
es cuando ayuda, y cuando se pone arriba no ayuda, no sirve.... (Madres, E2)

Cuando prima la teoría, el compromiso con una disciplina, con un enfoque, con una escuela -
como sigue sucediendo con muchos profesionales de la salud mental-, con una forma de
ejercer la profesión o con los cánones de la ciencia normal; cuando el saber da un lugar de
prestigio o una posición en el entramado social, la acción que se ejerce, en un contexto como el
que se analiza en esta investigación, termina siendo menos efectiva. Porque primará, por
ejemplo, una visión que clasifique, cuantifique, diagnostique y permita definir en parámetros
medibles y tecnocráticos el sufrimiento de la gente. Con lo cual, las víctimas no se sentirán ni
recogidas, ni apoyadas, ni encontrarán un espacio real y simbólico para elaborar sus
experiencias de dolor:

...el psicólogo muchas veces está muy acartonado, muy ceñido a unos códigos, a unos
esquemas, que lo que dijo tal autor, tal teoría, lo que dijo fulano de tal; yo con mi
amigo, con el que vive realmente ese dolor, si nos encontramos, ahí hay una solución...
y es ir resolviendo de a poquito los problemas... puede que necesitemos ayuda de un
psicólogo, pero yo preferiría mejor el grupo de apoyo entre nosotros. Un grupo que
trabaje con los problemas de una manera colectiva, para mí el grupo ha sido
suficiente, me he mantenido... (Madres, E4)

Este relato se une al reclamo de Veena Das (2008h), que conlleva a una reflexión sobre las
formas apropiadas y enmarcadas culturalmente para realizar un trabajo psicosocial con
comunidades afectadas por la guerra, lo que implica favorecer escenarios sociales de “escucha”
y reconocimiento para que se pueda dar testimonio público por parte de las víctimas y para
generar espacios de reconstrucción del tejido social. Es decir, se hace necesaria la pregunta
por formas de intervención y acción que posibiliten realmente la recuperación de la dignidad
de las víctimas, su recuperación emocional y su empoderamiento para reconstruir su
subjetividad. Esta es una pregunta que se han hecho en diferentes momentos algunas Madres
de la Candelaria, puesto que es una organización que ha sido “sobre-intervenida”. Por lo
menos cuatro instituciones distintas del Estado, más algunas ONG que las han acompañado
han hecho procesos de intervención en los que los psicólogos han tenido un papel protagónico.
Por eso, este participante puede decir:

... yo fui algunas veces al psicólogo de la CNRR, porque había un grupo de psicólogos
que nos estaban apoyando, con el proyecto de víctimas de la Alcaldía, pero no... me
llamó siempre la atención el trabajo grupal, y eso me parece muy bonito... cuando era
grupal si me gustaba, pero individual no, porque muchas veces lo cogen a uno, y
394
empiezan a hacerle preguntas de la vida, o hacerme recordar cosas que no quiero.
Cuando yo sabía que estábamos trabajando colectivamente, todas las personas con el
mismo dolor, con el mismo problema, para mí era mucho más fácil enfrentarme con un
grupo y no hacerlo de manera individual. (Madres, E5)

Una relación terapéutica clásica que está marcada por un marco de neutralidad, no permite la
implicación del profesional de la salud mental con el marco sociopolítico que se ha implicado
allí. Hay una víctima de una violación de los derechos humanos, de un crimen de guerra, y
esto implica una toma de posición, que lleva a la solidaridad profunda y a una acción concreta
en defensa de sus derechos, lo que rompe la relación vertical Terapeuta/paciente e implica una
relación de horizontalidad, que ubica al sujeto en una perspectiva activa y no en la de alguien
que descarga emociones y luego sigue pautas terapéuticas.

Más allá de las intervenciones externas y de la acción de los profesionales de la salud mental,
más allá de la cooperación internacional y la acción del Estado, la gente desarrolla y
autogestiona, también sus propias estrategias y es sujeta de su propio bienestar, de su propia
resistencia. El problema estriba en que la concepción de esas formas de “terapia” vistas sólo
como contención y elaboración individual de la experiencia, no logran, en muchos casos que la
persona retome el control de su vida en sus manos, retejer sus relaciones, entender lo que le ha
pasado y sigue pasando, superar el estigma.

Por lo tanto, sería muchísimo más efectivo que cualquier intervención, las psicológicas o
psicosociales, pero también las demás que tienen que ver con la ayuda humanitaria y la
cooperación al desarrollo dejaran de orientarse desde los resultados, los marcos lógicos, la
tecnocracia y la burocracia, desde los esquemas y marcos conceptuales de los expertos; y por
lo menos, pusieran estos saberes en diálogo, de tal manera, que sin demeritar la presencia de
los aportes profesionales, de las técnicas, de las disciplinas y de los profesionales, se
reconsiderara el saber de la gente, el valor de la gente y la forma como más allá de las
intervenciones, construye estrategias de sobrevivencia, resistencia y desarrollo; de
recuperación, reconstrucción y dignidad.

Desde esta perspectiva la relación y el tipo de vínculo que se construye, con el terapeuta o con
el grupo de apoyo, más allá de la palabra o el silencio, de las técnicas desarrolladas, en un
marco de horizontalidad, genera una dinámica vincular que aporta a la víctima para salir de su
estado de postración:

...la verdad con el psicólogo no me sirvió mucho, porque estaba con él y uno se
distraía un poquito... uno allá era solo... nada más con él y cuando volvía a la casa
otra vez lo mismo. Pero cuando empecé a salir al proceso de abrazos, ahí sí fue
mejor.... Cuando comenzábamos todas a contar las historias que nos habían pasado,
todas llorábamos y yo pensaba: "todas estamos llorando por la misma causa, todas
tenemos una causa por qué llorar"... unas porque se les habían desaparecido los
hijos, otra los esposos y a mí que eran cuatro... ya iba uno sacando, descargando y
descansando un poquito... (Oriente, E2)

En síntesis, Das (2008 g), Basabe (2001), Lykes (2001a, 2001b) Villa et. al. (2007), piensan
que la estrategia de apoyo mutuo, de la escucha entre iguales, de trabajo de elaboración entre
las personas que han sufrido el horror, puede ser más efectiva que otras formas de
intervención, puesto que esta acción posibilita ese primer paso de la contención, incluso, como
en el caso de Madres de la Candelaria, cuando no hay un marco de intervención psicosocial
intencionado hacia estos fines, el sólo hecho de compartir juntas la organización y la
experiencia se convierte en una forma de apoyo, aunque es claro que hay una diferencia entre
pertenecer a una organización (y el apoyo moral que eso supone) y la dimensión de apoyo
mutuo:
395
…las compañeras siempre nos apoyamos así psicológicamente, nos damos moral, nos
damos apoyo entre nosotras, no nos damos plata porque no la tenemos, pero sí mucho
apoyo moral... (Madres, E1)

A lo largo del capítulo he ido mostrando la manera en que el proceso de apoyo mutuo y el
trabajo de la promotora de vida y salud mental (PROVISAME) fue fundamental, puesto que su
apoyo se sustenta en un marco de relación diferente, su acción se enmarca en un proceso
colectivo, donde la víctima no está individualizada, sino que hace parte de un colectivo que ha
padecido la guerra. Esto implica que se tienen que buscar formas de expresión que posibiliten
un espacio para la contención del dolor, un escenario de seguridad y confianza que posibilite
afrontar el miedo y otros lenguajes posibles que vayan más allá de la palabra o de ciertos
formatos de la palabra, en un proceso de escucha, acogida, contención y reconocimiento, que
en lo narrativo o en lo performativo posibilite que la experiencia del horror no se quede ni en el
olvido, ni en el anonimato, ni en el mundo de lo privado189.

Es decir, la sociedad abre un espacio, posibilita un escenario para que el daño que proviene de
una situación social y política pueda elaborarse (Käes, 1991; Puget, 1996). La provísame es
una representante de ese colectivo social, pero no sólo ella, el grupo de apoyo que ella facilita,
es el escenario social, una representación de lo social y de lo colectivo, de tal manera que las
redes rotas comienzan a restablecerse lentamente, en un proceso que necesita tiempo y espacio.
Se trata de un proceso, donde lo fundamental no está en el resultado, ni en la ejecución de unas
actividades, sino de una dinámica en la que los y las participantes se asumen a sí mismos/as
como sujetos con una dignidad, emerge el auto-apoyo colectivo, que logra reducir la pena
profunda, el dolor, el sufrimiento, en un espacio que contribuye a generar un clima emocional
positivo, permitiendo a la gente retomar el control sobre sus propias vidas y destino (Bar Tal &
Bennik, 2004; Nets-Zehngut & Bar-Tal, 2007). Se trata de un espacio que se teje entre iguales,
entre personas que han vivido las mismas experiencias, lo que genera una identificación y una
posibilidad de sentirse comprendido. Pero lo más importante, es la posibilidad de romper la
soledad, el aislamiento y la desestructuración del tejido social que han marcado los grupos
armados.

Por lo tanto, una intervención que tenga en cuenta este lugar bisagra (Martin-Baró, 1983) de
los sujetos entre su dimensión emocional y su dimensión social, posibilita la trasformación
integral. Se trata de un espacio en donde lo que está oprimido, reprimido emerge lentamente
con libertad. Es un escenario para vencer la lógica del terror y el miedo subjetivo, el otro deja
de ser amenazante para convertirse en mano amiga, en respaldo, en sostén y compañero de
camino:

E: ¿al final sirve hablar y contar la historia?


N: sí sirve, como lo que estoy haciendo aquí con usted, algo que uno no puede hablar
con nadie, porque a uno le da miedo, y entonces uno no habla y estos grupos han
servido para eso, para enfrentar el miedo... para poder uno sentir como ese alivio de
lo que uno sufre, porque uno sufre callado, entonces uno las habla con confianza,
porque en otros espacios uno habla con miedo de que lo vayan a divulgar... Y uno
descansa, el corazón descansa, el cuerpo, porque las cosas que uno tiene guardadas le
hacen doler el cuerpo; y eso hace que uno se relaje y descansa.. Uno puede reírse
tranquilo, como con más alegría. (Cordoba, E12)

Quienes lo han vivido lo presentan como una experiencia real de “sanación” y afrontamiento
del trauma, el dolor y la experiencia de victimización. Pero más que una recomendación de
algunas mujeres puede decirse que esta perspectiva “psicosocial” debe permear el trabajo de
189
Cfr. Lira y Castillo, 1993; Hamber, 1995; Herman, 1997; Martin Beristain 2003, 2006, 2008, 2009; Cyrulnik, 2009;
Oberti, 2008; Lira, 2006, 2009.
396
los diferentes actores que tienen que ver con la atención a las víctimas, basada en principios
básicos de no hacer daño, no abrir cosas que no se van a acompañar, respeto por la historia y la
dignidad de la persona, evitar el juicio y la clasificación, desarrollar una escucha mínima,
respetar los marcos socioculturales de las personas, atender a sus demandas en una perspectiva
de garantizar sus derechos y finalmente en una actitud de acogida y solidaridad.

8.4.3. “Pero por qué primero no cuentan con la gente y le preguntan qué necesita”:
Algunas reflexiones sobre la ayuda humanitaria y psicológica:

En 1997, Carlos Martín Beristain, en uno de sus libros clásicos, invitaba a una reflexión a la
cooperación internacional, pero también a las acciones de ONG y Estados, a desarrollar un
enfoque psicosocial de la acción humanitaria. Y la mirada de múltiples intervenciones y
acciones desarrolladas a lo largo del mundo han traído esta reflexión a un primer plano, como
la construcción realizada en el proyecto ESFERA (Pérez Sales, 2009). Clancy & Hamber, en
2008 convocaron a un simposio internacional para lograr construir acuerdos sobre las formas
de intervención psicosocial apropiadas, especialmente en contextos de violencia política.
Algunas de las conclusiones las he referenciado en el capítulo 5, cuando recojo algunos
modelos de intervención psicosocial esquematizados por estos autores (Clancy & Hamber,
2008).

Esta reflexión permite avanzar hacia una pregunta: ¿Cuál es el problema de la psicología como
profesión y como disciplina, y de la atención humanitaria a víctimas como acción (de la
cooperación y de los Estados), que en muchos casos no logra el objetivo de mejorar el
bienestar de las víctimas y sobrevivientes de la violencia política, ni transformar sus dinámicas
vitales, quedando éstas nuevamente en un lugar de victimización?

Se pueden aventurar dos explicaciones. La primera se ha desarrollado a lo largo del capítulo y


tiene que ver con el enfoque. La mirada que se ancla estrictamente en lo psicológico deja de
ver la complejidad de los procesos y por eso tiende a fracasar, como lo han mostrado los
múltiples relatos y testimonios que he presentado en esta parte del capítulo. Un enfoque
psicosocial, que considera tanto los factores psíquicos, como los sociopolíticos, económicos e
históricos, y comprende al sujeto en relación, permite que la ayuda humanitaria y la
cooperación internacional al desarrollo estén encaminadas a la recuperación integral de los
sujetos en sus múltiples dimensiones.

La segunda tiene que ver más con una dimensión relacional y actitudinal. Más allá de la
profesión, más allá de la técnica, más allá del tipo de acción, hay un proceso donde está
implicado lo ético y las formas de relación humana que se establecen. En este sentido, también
se ha esbozado, de acuerdo con los relatos, que relaciones verticales donde se enuncia un lugar
de saber/poder, que no posibilita a las víctimas y las comunidades sentirse como sujetos de su
propia historia, terminan replicando de forma sistémica el tipo de relación que les ha excluido
y victimizado; y por lo tanto, estas intervenciones más que ayudar, pueden producir nuevos
daños. De allí que la misma gente termine diferenciando los tipos de intervención:

...no es que no se necesiten los psicólogos, pero por qué primero no cuentan con la
gente y le preguntan qué necesita, y que no hagan esa pregunta a la carrera, sino en
un proceso; entonces yo digo: por qué lo miran a uno por encima del hombro, porque
lo tratan a uno de una manera muy humillante... no todos, pero si la gran mayoría...
porque yo puedo tener una cantidad de diplomas aquí colgados o empolvándose en un
rincón, pero, la ética profesional y el humanismo, yo creo que eso ya viene es de aquí
del corazón, y eso ¿quién se lo va a enseñar a uno? Hay profesionales con esa
sencillez, tratan a la gente con delicadeza sin dejar de ser profesional... (Madres, E13)

397
Debe confirmarse que para realizar procesos desde este enfoque es necesario que se abra un
tiempo suficiente, puesto que necesitan consolidarse. Resistir a años de violencia necesita
apoyos que requieren años. Más en el acompañamiento y la presencia que en los mismos
recursos económicos. Para Carlos Martin Beristain (1999, 2007) estos procesos se deben hacer
desde abajo, con la gente y para la gente, respetando sus ritmos y dinámicas. Y esto requerirá
mayores esfuerzos de los cooperantes, de las agencias y una dinámica centrada más en el
proceso de las comunidades, que en la planeación, el marco lógico y el cumplimiento de
objetivos en un determinado tiempo; es decir, requiere un más allá de la mentalidad
tecnocrática (Duffield, 2005) que permea toda la acción de la ayuda humanitaria y la
cooperación al desarrollo.

Por esta razón, Summerfield (1996, 2000), Lykes (2001a), Pupavac (2004), Martín Beristain
(2007) y Clancy & Hamber (2008) afirman que a esta lógica tecnocrática de la cooperación se
ajusta más los modelos de intervención centrados en el TEPT porque desideologizan el
sufrimiento y permiten un diagnóstico universal, lo cual, dentro de su lógica economicista de
recursos, objetivos y resultados, en el corto plazo, positivista de medir y cuantificar y tener una
intervención neutra; se ajustan mucho más a la lógica burocrática de las agencias de
cooperación, son más fáciles de implementar, ejecutar y evaluar, lo cual facilita canalizar
fondos y desarrollar proyectos. Así pues, se da preferencia a estos modelos, aún cuando haya
una cierta aceptación en el medio de la importancia de la intervención psicosocial centrada en
la cultura, las comunidades, la no patologización, etc. De tal manera que se termina metiendo
en un molde la realidad, en vez de adaptar la acción a la realidad. Pupavac (2004) termina
afirmando que es casi una nueva victimización de los sujetos y de las comunidades. Tal como
se ha enunciado en los múltiples testimonios abordados en esta parte del capítulo.

Aquí emerge la pregunta por lo ético-político: ¿al servicio de quién se desarrolla la acción? ¿Al
servicio de qué intereses se despliega la intervención psicológica o la intervención psicosocial?
De allí el llamado de atención que autores como Lykes (2001 a, b), Summerfield, 2005; Martín
Beristain (1997, 1999, 2005, 2007, 2010), Pipper (2004), Pérez Sáles (2006), Clancy &
Hamber (2008), Duffield (2004) realizan para que la acción no se haga mecánicamente, ni
desde las concepciones de la ciencia occidental, ni desde los marcos estratégicos de la
cooperación internacional, ni desde el poder de los Estados; sino desde las necesidades,
demandas, fortalezas y posibilidades de la gente, de una forma participativa como sujetos de su
propia historia y su propio desarrollo.

Ahora bien, en este punto se hace necesario matizar y abrir un espacio a una discusión más
compleja: ni todas las intervenciones psicológicas implican una acción con daño; ni todo
trabajo de apoyo mutuo implica un proceso de empoderamiento de las víctimas y
reconstrucción de su dignidad. Incluso dentro del proyecto PROVISAME, pueden
identificarse algunas fallas y vacíos, que es necesario nombrar, puesto que no se trata de una
fórmula mágica, ni de una técnica depurada; se trata más de una acción artesanal, que se va
haciendo siempre cada vez y que implica tener unos cuidados y unos marcos de acción muy
claros para que no se convierta en formula estereotipada que termina cayendo en el mismo
error que se cuestiona (cfr. 8.1.5).

En efecto, dentro de los procesos que refieren las madres de la Candelaria, muchas de las
participantes, también refirieron experiencias positivas de su trabajo con los y las psicólogos/as
de las diferentes instituciones que han acudido a apoyarles, quienes en muchos casos también
han sido soporte emocional para aprender a convivir con el dolor abierto y el duelo no cerrado
que implica la desaparición forzada:

…hemos tenido muchas ayudas de psicólogos que nos han dado apoyo... porque ellos
le enseñan a uno cómo soportar, o como tener uno esa soledad y esa pena, saberla
llevar... Ellos le explican a uno, que uno tiene que pensar en uno, en la vida de uno,
398
porque uno no se puede dejar morir, sino que tiene que salir adelante... yo por
ejemplo, he dejado mucho de llorar, tengo que estar tranquila, relajada, no me puedo
poner a llorar mucho, porque el derrame facial fue debido a estrés, de pensar tanto,
entonces si yo quiero estar aliviada yo no puedo estar en esa situación. (Madres, E3)

Es decir, desde una ampliación del marco cognitivo de comprensión, se puede desarrollar una
acción terapéutica individual que apoya a este tipo de víctimas. Y desde un lugar de “tutoría”,
o para decirlo a la manera de Vygotski, desde un lugar de zona proximal, posibilita a la
persona dar los pasos que necesita para seguir sobreviviendo en el contexto que le ha tocado
vivir. Por tanto, puede observarse que este tipo de terapias, también pueden generar mejores
condiciones y ayudar a las víctimas a afrontar con mayor fortaleza la experiencia que han
vivido y siguen viviendo:

...pero el psicólogo es muy importante en todo el proceso... porque ellos en los errores
que uno está cometiendo, le enseñan a uno convivir con el dolor, y aprende uno de
ellos también, y tenemos que salir de ahí y no nos podemos quedar donde estamos...
(Madres, E2).

Así pues, en el marco de esta organización (Madres de la Candelaria), donde también una
propuesta centrada exclusivamente en el proceso grupal de apoyo mutuo podría ser
problemática (cfr. 8.1.5), la mirada de un proyecto o una acción explícita de intervención
psicosocial, puede implicar una atención individual, pero teniendo presente la historia, el tipo
de victimización, una perspectiva de derechos, los marcos socioculturales y otros elementos
centrales para el acompañamiento.

Esta valoración también pasa por lo mencionado anteriormente en torno a la actitud de quien
acompaña y la forma en que construye su vínculo con la persona. Lo que permite reafirmar
que además de la técnica, la profesión y el dispositivo metodológico, el vínculo que se
construya en el proceso, la calidad y la calidez de la relación, el hacerlo desde abajo, son
fundamentales:

Los que han logrado trabajar más al fondo con las víctimas, y ven las víctimas desde el
fondo... gracias a esas terapias psicológicas, estas mujeres vuelven a levantarse, se
dan cuenta que tienen que bañarse, que tienen que trabajar, que tienen que estudiar,
porque las está esperando la familia. El psicólogo tiene que ponerse abajo, y al nivel
con uno, con la gente, con la misma víctima, con la comunidad; porque yo veo que
esos son los psicólogos que han dado resultado, porque todos no nos han servido ni
han dado resultado. Los que siempre están dispuestos a escucharnos, y a buscar las
palabras adecuadas para dirigirse hacia nosotras... (Madres, E2)

Esto permite comprender que hay intervenciones que no favorecen vínculos reconstructores,
que empoderen a los sujetos; que no se plantean como una interacción y una acción
participativa donde la comunidad y la víctima cuentan. Sino que se planean desde la técnica,
la planificación estratégica, el objetivo, desde un lugar de poder. Mientras otras acciones,
también realizadas por profesionales y por psicólogos, son planteadas desde la consideración
de ese otro (comunidad – victima) lo asumen como sujeto de acción e interacción, le dan un
lugar, lo saben dueño de su historia y le respetan su contexto, su historia, su forma de actuar.
Estas intervenciones, se esfuerzan por realizar interacción y por construir un vínculo con la
gente, y en ese esfuerzo y en esa forma de relacionarse, está ya un paso fundamental para
restablecer el tejido social roto y para la recuperación de la dignidad de las víctimas. Así pues,
puede irse arribando a una conclusión en la discusión sobre la cura por la palabra. En efecto,
más que poner a hablar a la gente, o pensar que con hablar y narrar es suficiente, es
fundamental construir el marco de contención, restablecer relaciones, ofrecer un vínculo
seguro y abrir un espacio para expresar. Más que hablar es expresar.
399
En Sudáfrica, el proceso de Khulumani tuvo éxito porque pudo disponer de alternativas al
simplemente contar que ofrecía la comisión de la verdad (Hamber & Wilson, 2002). No se
trata solamente del testimonio, se trata de poder expresar en un lugar de contención y dispuesto
a la escucha. Ese es quizás el escenario que han encontrado las víctimas cuando han
encontrado procesos de apoyo mutuo o de intervención de psicólogos (aún en la terapia
individual) donde se han sentido recogidos y validados. Los espacios de terapia individual o
grupos terapéuticos tendrán mejores resultados cuando la persona tiene claro que su proceso no
implica el trabajo con una enfermedad personal, sino que puede llevar a la construcción de un
relato que podría tener un impacto social y que pugna por emerger y buscar un reconocimiento,
de tal manera que se logra devolver la experiencia, a través del testimonio construido, al
escenario de lo público y lo social, de donde ha devenido (Käes, 1991)190.

También es necesario afirmar que el proceso no implica que se acaben los dolores, las
dificultades; ni que la recuperación emocional implique que ya no hay dolor o tristeza. En este
sentido puede decirse que propiamente no hay una “cura” ni esa es la pretensión. Desde allí
puede afirmarse que se trata de procesos imperfectos, inacabados, que solamente se fortalecen
si disponen de los tiempos suficientes para consolidarse. ¿Cuándo se cierra? ¿Cuándo es el
momento oportuno para culminar el apoyo mutuo, la memoria compartida, la acción pública de
memoria? Creo que en primer lugar, será necesario mirar nuevamente el contexto, analizar
nuevamente las circunstancias, realizar una evaluación participativa que permita dar estos
pasos:

...a nosotros nos acompañan un proceso, no hablo sólo de los procesos de víctimas,
puede ser de ayuda humanitaria, puede ser proyectos productivos, pero llega un
momento en que cortan y nos dejan solos, no hay un proceso de retirada donde vayan
dejando que la gente vaya actuando sola; muchas veces no se le ha dado autonomía a
la comunidad, entonces hay un corte traumático, un freno en seco, y quedamos en que
no sabemos, nos pasmamos llenos de miedo, nos quedamos solos, no tenemos la
sombrilla de la institución... (Córdoba, E13)

Una mirada que empodere a la gente posibilita dar este paso. Sin embargo, cuando se intentó
adaptar el proceso de formación a las vicisitudes de la cooperación internacional, se
observaron algunos problemas y se afectó la dinámica que se venía desarrollando. De esta
manera, cuando no hubo fondos y se trabajó una cuarta cohorte, el tiempo de formación y
acompañamiento por parte de los facilitadores fue insuficiente para que se pudiera desarrollar
de mejor manera. Cuando falta tiempo para poder trabajar los diferentes aspectos tanto de la
promotora, como de las víctimas, se dan procesos que no son apropiados por la gente y
terminan engrosando el informe de actividades de una ONG, pero no una transformación de la
gente...

Desde mi percepción, veo que muchas organizaciones a veces se preocupan más por
mostrar hacia afuera lo que se ha “logrado”, lo que es completamente legítimo, pero
que descuidan ese trabajo que es más lento, que no se ve tanto, pero que es el que
fundamenta que un acto de memoria, que un grupo de apoyo sea realmente reparador
logrando así que se camine realmente hacia la recuperación. (C5)

Pero más grave aún, es cuando no se alcanza a dimensionar el proceso personal de una
promotora y ésta asume la tarea de empezar a acompañar a otros y otras sin haber trabajado lo
suficiente consigo misma, como sucedió con esta madre de la Candelaria, que fue invitada a la
cuarta cohorte de formación de PROVISAME, y al igual que en el relato anterior, por razones
presupuestales y de políticas institucionales y falta de apoyo de la cooperación, tuvo que

190
Cfr. Lira (2001), Agger & Jansen (1991).
400
recortarse casi en una tercera parte su proceso de formación y el seguimiento a sus procesos de
apoyo mutuo. Lo que le implicó buscar otro proceso psicosocial para darle un cierre a su
propio proceso:
...yo estuve en un proceso de acompañamiento y me sentí acompañada en ese proceso,
de donde salían PROVISAME, pero te digo que personalmente siento que me faltó ser
más acompañada desde mi aspecto personal, para hacer una sanación primero
enfocado más en mi, que antes de yo ir a sanar otras personas.... (Madres, E12)

Por lo tanto, no se trata de un proceso mágico, no se trata de soluciones estandarizadas. No se


trata simplemente de tomar personas de la comunidad, realizar dos talleres y ya quedarían
listas para hacer el acompañamiento. Esto termina siendo irresponsable. Así pues, la
discusión no está en si el trabajo de duelo, el afrontamiento del trauma, la memoria compartida
y la recuperación de la dignidad es acompañada o no por psicólogos o por agentes de la
comunidad. La discusión no está en si se trata de acciones individuales o grupales, porque
éstas se pueden combinar. La cuestión estriba en tres puntos fundamentales: En primer lugar
el enfoque, que ya se ha discutido. En segundo lugar el tipo de relación, que también se ha
abordado. Pero en tercer lugar, y es lo que se viene discutiendo en este punto: cualquiera de
las estrategias utilizadas no son fórmulas ni recetas, sino metodologías que se deben construir
según el contexto y de forma participativa.

8.5 Discusión y conclusiones:

La reflexión a lo largo de este capítulo ha permitido profundizar en una perspectiva sobre lo


que le pasa a la gente cuando se junta para apoyarse, contarse las historias y compartir la
memoria. Compartir la memoria no implica necesariamente el habla. Implica una expresión.
La posibilidad de expresión se da en múltiples manifestaciones (verbales, lúdicas, artísticas,
performativas, etc).

Ahora bien, esto necesita otro que escucha, la construcción de una relación donde el dolor y el
horror son contenidos y acogidos. Así pues, será oportuna la expresión, cuando hay un marco
social que escucha, y este marco social que escucha se constituye cuando el sistema social (por
autogestión, por la presencia de algún proyecto de cooperación, por una intervención estatal o
de una ONG, etc.) abre espacios donde las víctimas y las comunidades son asumidas como
sujetos de su propia historia, sujetos de derechos, y como “iguales”, que tienen saberes con los
cuales el conocimiento y el quehacer de la acción externa debe dialogar y de los que debe
aprender. Allí se le da un lugar al otro, y se abren las puertas para la construcción de vínculos
afectivos, relaciones horizontales y escenarios participativos, donde la víctima, en el proceso
mismo de la acción, va dejando su lugar de victimización, para reconocerse como ciudadano,
ciudadana, protagonista de su propio destino y del porvenir de su comunidad. En este marco y
en este contexto, hablar, expresar y hacer memoria compartida tienen sentido y abren la puerta
para la reconstrucción de la subjetividad, la recuperación de la dignidad y la reconstrucción del
tejido social. Tal como puede observarse en el esquema 8.2.:

401
Esquema 8.2. Memoria compartida, apoyo mutuo y enfoque psicosocial:

Memoria compartida, Múltiple formas de expresión:


grupo de apoyo mutuo ESCUCHA palabra, lúdica, performativa,
ritual.

ENFOQUE PSICOSOCIAL
 Respeto a los marcos contextuales,
socioculturales y perspectiva de derechos
 Mirada de proceso
 Trabajo de duelo = trabajo de memoria
 Relación horizontal, construcción de vínculo
afectivo y solidario

- Transformación subjetiva: elaboración de emociones negativas


- Recuperación de la dignidad
- Empoderamiento de las víctimas, generación de afrontamiento, resiliencia y
resistencia.
- Primer paso para la reconstrucción del tejido social

8.5.1. Sobre las acciones psicosociales:

A lo largo del capítulo se ha avanzado en una reflexión sobre lo que implica el apoyo mutuo y
la memoria compartida en un marco de acción psicosocial. Por lo tanto, la reflexión sobre el
enfoque psicosocial emergió como categoría en el análisis, pero también como un horizonte y
marco epistémico y metodológico para pensar el trabajo de memoria, que es válido, tanto en
este nivel de la memoria grupal y compartida; pero también será válido para el ámbito de la
memoria social, colectiva y la acción pública de memoria, que se analizará en el siguiente
capítulo. Una de las conclusiones básicas del capítulo es que se debe tener una gran
responsabilidad cuando se van a desarrollar este tipo de acciones psicosociales, por lo tanto,
presento algunas de las estrategias que deben tenerse en cuenta en los procesos de memoria
compartida y apoyo mutuo con víctimas desde un enfoque psicosocial, surgidos a lo largo de la
discusión:

1. Se debe tener en cuenta que se trata de procesos a largo plazo. Por lo tanto, estas
estrategias que vinculan a agentes de la comunidad como promotores y facilitadores que
pueden aportar a la contención implican tiempo, acompañamiento, formación y
seguimiento. Aquí hay un reto claro a la mirada inmediatista y eficientista de la
cooperación internacional (Cfr. Summerfield, 1996, 2005; Duffield, 2004; Martín Beristain
& Pérez Sáles, 2008)
2. Es fundamental trabajar al mismo tiempo que las técnicas, el tema de las actitudes con las
que una persona se acerca a la comunidad (sea esta profesional o agente comunitario),
puesto que las relaciones asimétricas y de poder, no contribuyen a la recuperación de la
dignidad de las víctimas, y por el contrario, la puede ubicar en un lugar de dependencia y
vulnerabilidad. Así pues se deben analizar, además las relaciones de poder en la
comunidad, las de exclusión para evitar reproducirlas con la acción. Construir relaciones

402
horizontales, vínculos que estén marcados por el afecto y una disposición permanente a la
contención y al diálogo.
3. Tener un repertorio de técnicas, estrategias pedagógicas y formas de intervención que
impliquen poner el acento en el proceso de las personas y/o del grupo, más que en la
técnica referida. Poner el énfasis en el sufrimiento y el padecimiento de la gente, en sus
contextos e historias vitales, más que en los marcos conceptuales y disciplinares, mucho
más cuando estos marcos suelen ser importados desde escuelas de pensamiento
norteamericanas y europeas (Cfr. Martín-Baró, 1983, 1990; Summerfield, 1996, 2005;
Lykes, 2001 a,b, 2007).
4. Más que intentar hacer hablar a la gente, se trata de abrir escenarios de expresión, que en
muchos casos pueden ir más allá de la palabra. Por lo tanto, la lúdica, el arte, lo expresivo
y lo performativo, el ritual, la danza y otras manifestaciones culturales pueden ser
vehículos de transformación subjetiva. Lo importante será la expresión y como lo afirman
los y las participantes, “sacar fuera”, devolver al escenario social y político, lo que ha
devenido de allí (Cfr. Káes, 1991; Das, 2008 e, f, g, h; Jimeno, 2008; Uribe, 2010). Por
tanto, suscribo esta afirmación: es necesaria la máxima prudencia en la intervención con
víctimas en procesos de violencia política: ni inducción indiscriminada a hablar, ni
inhibición de su expresión (Páez et. al. 2004); ni definición patologizante, ni negar o
reprimir el nombrar y recordar los hechos.
5. Esto último implica que la acción debe estar dirigida a desresponsabilizar a la víctima de
los hechos, evitar cargarla aún más, con categorías patológicas; ampliar la mirada y contar
con su historia y sus marcos de interacción, y procurar intervenir tanto en el ámbito
personal, como en el colectivo y social (cfr. Martín Beristain, 1999, 2005, 2007, 2010 a).
Por lo tanto, el debriefing, en el marco de un análisis centrado en el TEPT, no puede
aplicarse de forma indiscriminada como método, porque esto más que ser parte de la
solución, puede ser un problema más, ya que someter a una población a este tipo de
estrategia, sin una evaluación previa del contexto, de los marcos culturales, más que
generar cura, puede generar mayor incidencia sintomática. Puesto que en algunos
contextos en donde se ha producido el trauma, y especialmente en momentos muy cercanos
al hecho traumático o a la situación límite, el hablar y revelar las emociones puede que no
sea tan benéfico y puede exacerbar y multiplicar las reacciones y la incidencia sintomática
(Bisson, Jenkins, Alexander & Bannister, 1997; Everly & Mitchell, 2001; McNally, Bryant
y Ehlers, 2003; Pérez Sales, 2006; Wessel & Moulds, 2008).
6. Esto supone comprender y respetar a las personas que no quieren hablar. En esta
investigación me encontré con personas víctimas, que no querían hablar, no querían
remover su historia ni traer a la memoria los hechos. Y precisamente no pude
entrevistarlas ni que participaran en esta investigación. Quizás en estos casos, el silencio
ha resultado adaptativo y positivo, o habían hecho con anterioridad un proceso que les
permitía adaptarse a la situación. De allí la importancia de la valoración del contexto y el
análisis de los métodos y técnicas en un marco cultural.
7. El protagonismo no puede ser del actor que interviene, sino de las víctimas, ellas son el
centro de la acción y nada se puede planificar sin tenerlas en cuenta. Por ello deben estar
incluidas, junto con sus comunidades, de forma participativa y activa (Cfr. Martín Beristain
& Pérez Sales, 2008; Gaborit, 2006a, b).
8. Activar los procesos de apoyo mutuo: lo que implica analizar la realidad conjuntamente,
dar sentido a la experiencia, reconocer sentimientos escondidos, liberar una imagen
negativa de sí mismo, generalizar las experiencia, buscar soluciones conjuntas, desarrollar
formas de poder colectivo, afirmación cultural o actividades gratificantes compartidas (Cfr.
Martín Beristain & Pérez Sales, 2008).

Así pues, y para culminar, se puede entender que este enfoque de la acción, que también tienen
una dimensión transdisciplinar, invita a un acompañamiento que involucre de forma
interactiva, compleja y simultánea, varios ámbitos y niveles de la realidad, para que la acción

403
resulte medianamente coherente con la complejidad de esa realidad, estos ámbitos, entre otros,
pueden ser los siguientes:

 Acciones y estrategias para la restitución emocional (que pueden ser individuales o


colectivas).
 Apoyo a la gente en los procesos de reconstrucción organizativa que impliquen el
fortalecimiento de los colectivos, de la movilización pública y recuperación de sentidos de
pertenencia.
 Fortalecimiento de la participación ciudadana, que posibilite un ejercicio de interlocución
con las múltiples instancias del Estado.
 Apertura de espacios para la lucha y la reivindicación de los derechos, que posibiliten una
visión de sí mismos/as como sujetos de derecho y el ejercicio de una ciudadanía plena.
 Para las dos anteriores, será fundamental trabajar en la conciencia histórica de los sujetos,
los procesos de memoria social y colectiva; además de la construcción de identidades
sociales incluyentes que conduzcan al respeto por la diferencia, la justicia y la equidad.
 Reconstrucción de marcos, tradiciones, costumbres y referentes culturales que posibiliten
una valoración de la propia cultura.
 Construcción de subjetividades solidarias para la generación de procesos económicos
colectivos y cooperativos que permitan trasformar relaciones de explotación e inequidad
estructural.

Para finalizar recojo esta reflexión de Martín Beristain (1999) en la que presenta un esquema
de intervención en contextos de catástrofe o violencia política que implica abrir la perspectiva
de acción: en primer lugar es necesario contener las reacciones de las víctimas, reconociendo
su normalidad y frecuencia, dada la situación vivida. Invita a evitar respuestas descalificadoras
y asignar marcas y encasillar a la población con rótulos nosológicos; la intervención
psicosocial debe estar en relación permanente con otras formas de ayuda e intervención, y en
las primeras fases siempre se debe responder más a situaciones prácticas y concretas de la vida
de la gente, facilitando la coordinación y la colaboración. Finalmente la ayuda de la palabra,
los grupos de apoyo, que deben adecuarse al contexto y a la cultura, solamente son posibles y
efectivas en etapas posteriores a la situación crítica.

8.5.2. Sobre el trabajo de memoria en víctimas de desaparición forzada:

Uno de los problemas que se suscitó a lo largo del capítulo tuvo que ver con el trabajo que se
debe realizar, desde una perspectiva psicosocial, con familiares de los desaparecidos, puesto
que emergía en la discusión el problema de la intervención psicológica en Madres de la
Candelaria. Se decía que un enfoque centrado en la elaboración del duelo, terminaba siendo
contraproducente, porque en último término, el o la sobreviviente terminan sintiendo que
contribuyen de alguna manera, a la muerte de su ser querido. De otro lado un enfoque que
tuviera como acción exclusiva el grupo de apoyo mutuo, coordinado por una persona del
mismo grupo, podría tener problemas en términos de contagio emocional y dificultades para la
contención de parte de la promotora; además de estar en un contexto de ciudad, donde las
confianzas y los lazos son más complejos y menos fuertes.

Para Martín Beristain (2005), este tipo de experiencias son vividas como duelos no resueltos y
prolongados que se extienden a lo largo del tiempo. Por lo tanto, más que intentar cerrarlo, se
trata de acompañar para que se pueda convivir con el mismo. Precisamente el enfoque que se
ha trabajado, que no se centra en el síntoma, ni en la emoción negativa, sino en el proceso de
interacción y el mundo relacional de los sujetos, sin desconocer el malestar subjetivo, posibilita
la apertura de escenarios para que, aún sin cerrar los duelos, también operen transformaciones
subjetivas. Trayendo, además, empoderamiento frente a la propia vida, reconstrucción de la

404
dignidad y recuperación del ejercicio de la ciudadanía. Y estos cambios subjetivos,
experimentados por las víctimas, no se contradicen con la permanencia del dolor.

Por ello, una mirada de intervención psicosocial y el trabajo de memoria, en este tipo de
afectación, no pueden estar dirigidos ni al trabajo de duelo, cargándole a la víctima una
responsabilidad en esta tarea. Ni centrarse exclusivamente en procesos de memoria
compartida como parte del trabajo emocional. Se necesita el trabajo individual, la visita, el
acompañamiento en la acción jurídica, y desplegar acciones concretas hacia la búsqueda, que
implican también un trabajo político. A lo largo de este capítulo he utilizado con alto nivel de
énfasis los testimonios de participantes del Oriente Antioqueño y de Córdoba que tienen
familiares desaparecidos, puesto que las transformaciones vividas, salvo las relacionadas con el
cierre del proceso de duelo, han sido también experimentadas por estos y estas participantes.
En mi concepto, esta experiencia y esta marca que le doy al capítulo permite considerar que un
enfoque psicosocial, y que el trabajo de memoria compartida y de apoyo mutuo, son útiles y
pertinentes también con este tipo de sobrevivientes, siempre y cuando no se utilicen de manera
exclusiva (tanto con participantes solo de este tipo de victimización, ni como única estrategia
metodológica).

Puesto que el énfasis no se da sobre los síntomas, sino en las posibilidades de su propia
resiliencia y afrontamiento, estas personas descubren también dentro de sí formas de afrontar y
resistir, experiencias de transformación que las empoderan, aún cuando quede camino por
recorrer, puesto que el cierre podrá darse cuando puedan confrontarse con la verdad de lo que
sucedió a sus seres queridos y poder contar con un cuerpo, muerto o vivo, que permita dar el
cierre cognitivo necesario. Así pues el objetivo principal será la dignificación de la gente 191, su
empoderamiento y la reconstrucción de sus sentidos de vida.

191
Por lo tanto, los y las siguientes participantes (Oriente, E7, E13, E22, E27, E30; Córdoba, E1, E4, E5, E8, y algunas
citas del GF4 de 2009) pueden dar cuenta, como lo puede constatar el lector a lo largo del capítulo, en sus relatos de
dignificación, empoderamiento, reconstrucción de su subjetividad y su compromiso con la reconstrucción del tejido
social del enfoque de memoria de compartida y apoyo mutuo, en un marco psicosocial, como factores importantes en la
dignificación de los familiares de víctimas de desaparición forzada.
405
9. EFECTOS Y PROCESOS PSICOSOCIALES ALREDEDOR DE LA ACCIÓN
PÚBLICA DE MEMORIA Y LA MEMORIA COLECTIVA

Después de desarrollar una revisión a profundidad sobre los procesos de memoria compartida y
apoyo mutuo, es necesario comprender los efectos y los procesos psicosociales que se dan
alrededor de las acciones públicas de memoria que posibilitan la construcción de memorias
colectivas en los grupos y organizaciones sociales estudiados. Si en el capítulo 7 se estudiaron
los sentidos, propósitos y motivaciones de estas acciones, en el presente se trata de evidenciar
lo que le sucede a la gente, personas y colectivos, cuando se vinculan en procesos de memoria
colectiva.

Por lo tanto, las preguntas fundamentales que acompañan este capítulo, que corresponde a un
desarrollo del quinto objetivo de la investigación, son las siguientes:

 ¿Qué les pasa a los sujetos individuales y colectivos, cuándo las memorias se hacen
públicas y comienzan a pujar en el imaginario colectivo para emerger en el escenario social
y construir relatos que se pueden convertir en marcos de referencia y de comprensión
evidenciando la realidad del conflicto armado en Colombia, la magnitud de sus daños y
rupturas?
 ¿Evidencian estas memorias colectivas la lucha por su dignificación, la reivindicación de
sus derechos y la construcción de una ciudadanía de derechos, que impliquen, a su vez, la
reconstrucción del tejido social y la búsqueda de la paz en un marco de verdad, justicia y
reparación?

En el capítulo 5 se planteó una discusión de fondo, retomada de forma superficial en el


capítulo 7, que estará permeando el presente capítulo: se trata de la discusión entre la visión
durkheimiana sobre el papel que las acciones públicas de memoria tienen sobre los sujetos y la
versión freudiana. Desde la primera concepción (Paez, et. al. 1994, 1998, 2000; Martin
Beristain, González y Páez, 1999; Pennebaker, 1990, 1993, 1994; Páez y Basabé, 1993; Rimé,
1995) las acciones públicas de memoria, los rituales de conmemoración y los rituales
funerarios tendrían un papel importante en el fortalecimiento de la cohesión social, la
integración social y la solidaridad, que posibilitan el fortalecimiento de los procesos colectivos;
es decir, tendrían un papel importante en el fortalecimiento del tejido social, en los aspectos
sociales de la subjetividad y en la construcción de lo colectivo. Sin embargo, se afirma que
estas acciones no son protectoras frente a emociones negativas, y que si bien pueden generar
una catarsis colectiva y contagio emocional; a largo plazo, no generan mejoría en los procesos
emocionales de los sujetos, ni tienen una función terapéutica en términos psicológicos. Esto
podría llevar a concluir que una función terapéutica de la memoria debería ser abordada en
otros escenarios y con otras estrategias. Sin embargo, según Martín Beristain (2012) esto
depende de si estas acciones están acompañadas de contención y apoyo, cosa que en algunas
investigaciones en las que se basan esos hallazgos no logran explorar.

De otro lado, desde la visión freudiana (Bowlby, 1980; Ricoeur, 2003; Worden, 1991, 1997;
Fernández Liria 2006; y el mismo Martin Beristain, 2005), se afirma que en primer lugar los
ritos funerarios y las acciones de conmemoración de los muertos por violencia política, además
de generar una catarsis emocional colectiva y fortalecer la cohesión social, son también
protectoras frente a las emociones negativas. Cuando hay un reconocimiento del hecho, de su
injusticia y de que no debería pasar jamás, esto puede llevar también a una resignificación
positiva (Jodelet, 1993, 1998; Marques, Páez y Serra, 1998). Como se afirmó en los capitulos
6 y 9, este proceso de resignificación positiva y crecimiento humano después de una situación
límite, es denominado “aprendizaje postraumático” o “crecimiento postraumático” (Janoff-
Bulman, 2004; Vera Poseck, 2004; Pérez Sales, Vásquez y Arnoso, 2009; Rimé, Páez, Basabe
y Martínez, 2009; Vásquez y Páez, 2010). Por lo tanto, desde este punto de vista la acción

407
pública de memoria no solo tendría una función terapéutica y sanadora en el nivel emocional
sino también en el cognitivo y comportamental.

Ésta es una discusión que sigue abierta en el ámbito de la psicología y la psicología social y
también en el ámbito de la ayuda humanitaria y la cooperación al desarrollo. Desde este punto
de vista se plantean preguntas sobre la conveniencia o no de ciertos rituales, manifestaciones
públicas de dolor y otras expresiones simbólicas, puesto que para algunos autores podrían
generar espacios de revictimización o de construcción de una identidad de víctimas. Mientras
para otros son la manera a través de la cual, la gente puede elaborar el dolor, transformar sus
emociones negativas, además de fortalecer la cohesión social y sus formas de resistencia y
afrontamiento. Ya Freud en Duelo y melancolía (1915) diferenciaba entre la catarsis o
abreacción, y lo que significaba el trabajo de duelo que es también trabajo de memoria
(Ricoeur, 2003). Por lo tanto, es probable que la discusión sea más compleja: porque
dependerá del contexto, de los marcos sociales, de la fuerza del colectivo, de los apoyos que se
generan alrededor.

Desafortunadamente la mayoría de los estudios de Páez, et al. (1994, 1998, 2000, 2004, 2007)
son realizados con población que no ha sido víctima directa de los hechos violentos. Por lo
tanto sus conclusiones pueden ser parciales. Pero aún así, otros estudios como los de
Pennebaker (1994) o Martin Beristain, González y Páez (1999) son hechos con víctimas y
arrojan resultados similares, aunque en condiciones diferentes, puesto que se hicieron en
contextos donde no había apoyo o donde el proceso no estaba diseñado desde una perspectiva
más integral.

De otro lado, trabajos como los de Hamber, Mosikare, Friedman & Maepa (2000), Hamber
(2003, 2011), Lykes, Blanche & Hamber (2003) y Hayner (2008a); Sturken, (1997), Cole
(2004), entre otros, han llegado a conclusiones diferentes, afirmando que cuando un grupo se
encuentra a compartir un pasado especialmente traumático, dentro de representaciones de
memoria, frecuentemente narrativas, dramatizaciones, arte, rituales y otras; esta naturaleza
constructiva y trascendente de la memoria colectiva crea un sentido compartido del pasado,
una historia compartida que simboliza el trauma y, por tanto, provee oportunidades para
transformar el dolor en un mejor estado y curación.

Por lo tanto, en el presente capítulo aportaré algunos elementos a esta discusión: mostrando las
transformaciones subjetivas y los procesos de reconstrucción colectiva en un proceso que tiene
límites y fragilidades. De tal manera que pueden describirse cambios, avances y
transformaciones en niveles individuales -emocionales, cognitivos y comportamentales- (Cfr.
9.1 y 9.2); en niveles comunitarios y colectivos, que tienen que ver con las creencias sociales,
el clima emocional, la cohesión social y la participación en espacios de interacción sociales y/o
políticos (Cfr. 9.3 y 9.4). Pero además, un nivel que tiene una dimensión política, en la medida
en que estos procesos han aportado a la construcción de ciertos marcos de ciudadanía y a la
reivindicación de derechos a la verdad, la justicia y la reparación (Cfr. 9.5 y 9.6); para arribar a
una discusión final y conclusiones que acerquen a respuestas posibles a las preguntas iniciales
(Cfr. 9.7).

9.1 Transformación subjetiva, dimensión emocional:

En el capítulo 8 pudo observarse la trascendencia que la memoria compartida, el apoyo mutuo


y el poder contar la historia en espacios colectivos de contención y confianza tenían para los
procesos de transformación subjetiva en la dimensión emocional. De acuerdo al marco
construido a lo largo de esta investigación (cfr. capitulo 3) los procesos de construcción de
memoria, cuando empiezan a tejerse en lo interpersonal y grupal van posibilitando la
emergencia de relatos, narrativas y discursos en el escenario social y político. En el caso de
esta investigación, los colectivos estudiados han traído su memoria desde lo privado y lo
408
individual, a un nivel grupal, y posterior o simultáneamente, según la región y el caso
estudiados, a un nivel sociopolítico. De tal manera que sus relatos han ido ocupando un
espacio en las sociedades locales y regionales e incluso en el imaginario nacional. Por lo tanto,
es pertinente la pregunta acerca del papel que tiene este proceso -en el que se implica la acción
pública de memoria y la construcción de memorias colectivas resistentes- en las dinámicas de
transformación subjetiva desde una dimensión emocional y que conllevan un refuerzo a los
procesos curativos y a la recuperación en dicho nivel.

9.1.1. “Me siento como libre al expresar lo que sentimos nosotras del dolor”: De la
catarsis a la recuperación emocional

A pesar de la discusión planteada, algunos autores192 le atribuyen a la acción pública de


memoria una función catártica, que permite descargar en el momento la emoción negativa, que
fluye y se hace evidente en la movilización. Así pues, los y las participantes expresan “sentirse
bien” anímicamente, puesto que se puede referenciar una clara mejoría en los estados de ánimo
y en la disposición para realizar las actividades cotidianas,

...bueno, primero nos han servido porque ahí vamos descargando como esa energía
mala que tenemos, ese dolor, lo vamos descargando en ese momento; cuando nosotras
estamos haciendo un acto de memoria estamos como arrojando eso que nos ha pasado
a nosotros, entonces sí nos ha servido mucho… porque nosotros al hacer un acto de
memoria estamos exteriorizando, estamos tratando de liberar nuestro corazón de ese
dolor… (Córdoba, E1).

Así pues, los espacios colectivos de memoria son una oportunidad para desahogarse, lo cual
implica la abreacción de emociones y sentimientos que oprimen a los sujetos. También se
convierten en una forma de descargar tensiones para poder continuar adelante:

Yo conté mi historia en muchas partes, también públicamente y uno se desahoga y


como la otra persona entiende la situación de uno, uno descansa, se desahoga y es
como una fortaleza que uno recibe interiormente y eso lo motiva a uno para seguir
adelante mejorando. (Oriente, E17)

Como lugar de expresión pública, las acciones de memoria colectiva, al mismo tiempo
posibilitan una sensación de libertad, puesto que lo que muchas veces se ha callado, se puede
ahora expresar con toda apertura. Ser visto, oído, visibilizado en un lugar público le da vía a lo
que se lleva por dentro y encuentra un escenario propicio para manifestarse. Y esta liberación,
no se vive solamente a nivel individual, se traduce en una oportunidad para la familia entera
expresar y liberar sus emociones:

...pudimos nosotros, nuestra familia hablar por primera vez de muchas situaciones que
nunca habíamos hablado... Con mis hijos, pudimos llorar, contar, recordar y liberar
muchas situaciones que estaban ahí. Fue un proceso muy doloroso, pero muy
liberador. Yo creo que muchas veces uno ha cometido un error, incluso como mamá,
querer evitar el dolor a sus hijos y muchas veces habla por encimita, y evita muchos
detalles; y hacer memoria, realmente nos hizo entrar en esos detalles y logramos
liberar muchas cosas. (Oriente, E20)

En este punto se hace necesario identificar espacios: podrían definirse tres tipos de escenarios
de expresión pública de la memoria y manifestación colectiva del dolor. Los primeros son las

192
Paez, et. al. (1994, 1998, 2000), Lykes, Martín Beristain y Carbrera (2007) Conejero, De Rivera, Páez & Jiménez
(2004). Campos & Páez (2004), Páez, Basabé, Cubillas & González-Castro (2007) y Rimé, Páez, Basabe & Martínez
(2009), Box y Coney (2009).
409
acciones que tienen un carácter ritual, más cercanas a la conmemoración funeraria, centradas
en la dignificación de los seres queridos, en su recuerdo y en la simbología religiosa que las
acompaña (por ejemplo las jornadas de la luz o las celebraciones litúrgicas, como marchas al
cementerio, misas y otros actos religiosos). En segundo lugar podemos ubicar las acciones
públicas que tienen un fin reivindicativo, cuyo contenido sociopolítico de demandas a las
sociedad y al Estado, incluso a los grupos armados, son mucho más claras; por ejemplo:
“Abriendo Trochas”, marchas y plantones. Y un tercer tipo de acciones implica aquéllas
donde la memoria performativa y simbólica se entrecruza con la memoria documento (Taylor,
2003; Lira, 1998; Uribe, 2009, 2010, entre otros) y se posibilitan espacios para contar el
testimonio, escribirlo, fijar relatos, definir hechos y comprender el conflicto; por ejemplo:
libros de la memoria, multimedias, murales y el salón del nunca más. Es a partir, también de
esta diferenciación, de donde también se pueden sacar conclusiones más precisas sobre las
afirmaciones realizadas, tanto desde la visión durkheimiana, como desde la freudiana.

Combinando esta diferenciación con la establecida en la introducción del capítulo en torno al


contexto, el tipo de colectivo y sus posibilidades reales de acción pública -si tienen un alcance
desde la incidencia social y política o apuntan a acciones dirigidas más a las personas y las
familias-; también puede delimitarse el tipo de acciones de memoria. Por ejemplo, para los
colectivos del departamento de Córdoba, la función catártica y la oportunidad de expresión en
un escenario público, donde se manifiesta más la escenificación del dolor y la tristeza, aún en
el silencio o en el llanto, son casi que las únicas formas y funciones que puede desempeñar la
memoria pública; puesto que al no existir organización y al no tejerse esta acción a un proyecto
político o de reivindicación de derechos, la enunciación de la emoción se convierte, en este
territorio, en un verdadero acto de resistencia, después de años de silencio y opresión:

Saber que se puede y que de todas maneras se están haciendo manifestaciones que
antes no se hacían... por temor o porque no hubiera quien lo hiciera o porque no
hubieran las directrices; pero en estos momentos se está logrando... y a mí en
particular, indudablemente me sirve, porque eso cumple la función de un ritual, donde
uno de alguna manera queda como más aliviadito... (Córdoba, E4)

En este contexto podría hablarse más de la realización de ritos funerarios y dignificación de los
seres queridos y de la aparición en la escena de lo público, por primera vez, de una
manifestación del duelo individual y colectivo; de la injusticia que se ha generado con la
violencia y de todo lo que se tuvo que guardar por acción de la represión llevada a cabo,
principalmente, por los grupos paramilitares que controlaron la región desde finales de los 80.
Aquí también hay en esta acción una función política. Puesto que implica una resistencia en
un contexto de absoluto control paramilitar (Cfr. Capítulo 2 y 7).

El siguiente relato, entre otros, parece contradecir la visión durkheimiana, puesto que pueden
mostrar que, además de la catarsis, también se dan cambios internos y una clara mejoría
emocional; lo que posibilita que los y las participantes en esta investigación -en esta región de
Córdoba- consideren que uno de los móviles fundamentales para realizar estas acciones es,
precisamente, que son un escenario propicio para afrontar el dolor, el miedo y otras emociones
negativas en busca de su recuperación emocional:

…y puedo decirte que sí sirve recordar, porque cuando a mí me pasan los sucesos, una
de las cosas que a mí me dolía más era que mis hijos evitaron hablar de mi hijo;
cuando me veían hablando y llorando, ellos querían que no se hablara y que no me
mentaran eso, yo sé que les dolía que me doliera y que me vieran sufriendo. Cuando
yo entro a estos procesos y vivo los actos de memoria es cuando más me fortalezco…
Entonces yo sí puedo decir que la memoria sana, porque se está haciendo público y
uno siente que todavía aquella persona (el ser querido) es importante, esa persona

410
todavía vive, y todavía hace historia en nuestra sociedad, aunque esté muerto.
(Córdoba, E11)

Este proceso de transformación subjetiva en el nivel emocional tiene que ver con el ejercicio
de afrontamiento y resistencia que implica para la gente de esta región salir a la calle, aún en
silencio; aún en una celebración de tipo religioso, pero enunciando lo callado y lo sufrido por
muchos años, sabiendo que aún los actores de poder y los victimarios están ahí conviviendo en
los mismos escenarios. Este acto de valor y resistencia empodera, permite afrontar las
emociones negativas ligadas al dolor y la tristeza, salen de lo privado a lo público y tienen un
primer reconocimiento social, se hacen visibles. La acción pública de memoria termina siendo
protectora y sanadora., puesto que contribuye a fortalecer la dinámica construida en los grupos
de apoyo mutuo, a través de la expresión (ahora pública) afrontando la negación social y la
indiferencia.

Por tanto, también se abre un marco de apoyo que contribuye a realizar de mejor manera las
tareas del duelo (Worden, 1991; Martin Beristain, 1999): favorece la aceptación de los hechos
puesto que al darse el reconocimiento social de los mismos, pueden incorporarse en una
comprensión histórica que vehicula pasado-presente-futuro, se hace explícito el recuerdo y la
dignificación del ser querido, porque la persona puede expresarse públicamente. Favorece la
adaptación a la nueva situación, la reubicación simbólica de las personas muertas, con las que
se establece una nueva manera de reintegración. Todo ello es un factor clave para la
reconstitución de los vínculos que posibilitan el “reintegro” de los y las sobrevivientes a la vida
cotidiana de su comunidad (tal como se verá más adelante):

...en esos actos de memoria uno como que recuerda a ese ser querido, pero ya sin ese
dolor, porque el acto de memoria se hace para recordar: no es olvidar a la persona
que se fue, sino recordarla sin sufrir y ya hablo de ellos, ya no siento esa cosa que
cuando yo hablaba a mí se me hacía un nudo en la garganta que no podía hablar... ya
no, yo lo recuerdo y estoy tranquila... (Córdoba, E12)

De igual manera, el proceso de elaboración del dolor, de recuperación emocional, en la región


del Oriente, no solamente pasó por el proceso de apoyo mutuo en los GAM (abrazos). Ha
existido una conciencia cada vez más clara sobre la necesidad de procesar el dolor, pasando de
un espacio privado a un espacio público (Villa et al, 2007). Si el dolor ha venido de afuera, la
expresión pública de la memoria, lleva el dolor al escenario de donde procede, es decir, la
sociedad (Káes, 1991). Este tipo de acciones públicas de memoria, permiten salir del encierro,
superar la privatización de las consecuencias de la ofensa y la victimización, generar
estrategias de afrontamiento para resistir y continuar viviendo con dignidad, con lo cual a nivel
subjetivo hay, en el mediano plazo, una franca recuperación emocional, puesto que se trata de
un proceso y no de acciones puntuales.

Este tipo de rituales y acciones de memoria centradas en el dolor y la dignificación de los


caídos, llama al mismo tiempo a una con/dolencia comunitaria que permite la recuperación de
la dignidad perdida en los y las sobrevivientes. Así pues, a pesar de lo difícil y doloroso que
puede resultar el recuerdo para las víctimas, a pesar del contagio emocional que se vive en los
rituales públicos, a pesar del llanto y la tristeza que se movilizan; también hay una voluntad de
mantener estas acciones para que los seres queridos no se borren de la mente de los seres
humanos, superando la contradicción entre deber de memoria y dolor de testimonio. Este fin
se alcanza con la dignificación de las víctimas y sobrevivientes, pero también con el
reconocimiento social, que implicará también la acción de la justicia y la verdad que se hace
memoria histórica (Jodelet, 1998), a través de otras acciones, como se profundizará más
adelante, pero que puede observarse en este relato:

411
...realmente mi participación en esta organización me da mucho espacio para poder
desahogar tanta ira con las personas que realmente pisotean la dignidad del ser
humano; es un espacio donde uno puede expresar y sacar toda esa carga que lleva por
dentro, y decir: “ya no más, es que realmente merecemos respeto”. Es la oportunidad
que se me está dando, la organización me enseñó a hablar, y es donde a mí me gusta
estar, defendiendo las cosas que de pronto puedo hacer por la comunidad... (Oriente,
GF4, 2009).

También los y las participantes refieren la superación y el afrontamiento de los miedos, la rabia
y el odio; puesto que la acción pública compele a salir del anonimato, a mostrarse y a poner en
evidencia la propia vivencia, que se hace pública en este escenario. De esta manera se revierte
lo que anotaba Elizabeth Lira (1989) sobre el reordenamiento de la vida en el mundo de lo
privado y el repliegue de cualquier acción pública que, por miedo y protección son actuados
por toda la sociedad. En este caso, se produce el proceso inverso, en el cual, cuando hay
expresión pública, y en la medida en que esta se instaura en el imaginario social, la gente va
sintiendo más confianza, vence los miedos y acude a expresar sus memorias:

...lo primero: hace que uno recuerde constantemente sin más dolor, otra cosa es estar
reviviendo la historia, eso ayuda a que uno bote los miedos, a que aprenda a vivir, a
dar confianza, yo lo he visto y lo he vivido... (Oriente, E24)

Ahora bien, en el caso de los desaparecidos, esos cambios son parciales, puesto que la
ausencia/presencia permanente de la persona perdida y con ello, el recuerdo permanente de los
hechos, hace que el manejo de las emociones sea más complejo y se dificulta la elaboración de
cualquier duelo193. Por eso en las madres de la Candelaria la movilización está más dirigida a
la denuncia de la desaparición forzada (también, pero en menor medida, del secuestro) y a la
búsqueda de sus seres queridos. En este caso, la movilización se enmarca dentro de la segunda
categoría descrita: la movilización con fines de reivindicación y de incidencia social y/o
política. En el caso de las madres, tal como se afirmó en el capítulo 7, tiene más peso lo que
denominé incidencia social con el fin de lograr algún resultado frente a su mayor interés: saber
qué pasó con sus seres queridos.

Pero la complejidad de su experiencia pasa precisamente por esta situación. Con el paso de los
años y ante la imposibilidad de tener resultados en la búsqueda, en algunos casos, la
experiencia de la acción pública también termina siendo una carga pesada y causa de dolor y
tristeza:

...me da mucha tristeza llevar la foto de mi hijo y saber que mi hijo lo estoy sacando
por ahí con una foto y yo quisiera que mi hijo estuviera mi lado... ¿Ayudar a sanar?
Ave María, por Dios, muy difícil, porque un hijo es tan grande para uno, que es muy
difícil sanar esa herida, la mía no va a sanar nunca... aunque cuando aparezcan así
sea los restos, sí claro... porque ya mi hijo, ya sé lo que pasó, ya me lo entregaron, ya
lo encontré, no sigo buscando porque lo encontré... (Madres, E11)

En este caso la función protectora de las acciones de memoria en relación con las emociones
negativas, puede verse enfrentada con esta ambigüedad y paradoja. Las madres en sus relatos
reconocen la transformación emocional que han vivido, desde la aceptación, el control
emocional y una expresión más contenida de las mismas. Pero también, pueden encontrarse
con una dinámica en la que estas emociones vienen y van, como olas de la marea que suben y
bajan de acuerdo con la espuma de los acontecimientos, según las esperanzas suscitadas o las
desesperanzas desatadas, según las posibilidades de encontrar alguna información o de sentir lo

193
Páez y Basabe, 1993; Schmucler, 1996; Hamber & Wilson, 2002; Teubal, Vesga & Bettanin, 2005; Martín Beristain,
2005; Kordon, Edelman, Lagos & Karsner 2005; Oberti, 2006, 2008; Pastoriza, 2009; Kaufman, 2006; etc.
412
infructuoso de la búsqueda; de tal manera que el dolor aunque se hace manejable y parte de la
vida cotidiana, no desaparece de la escena cotidiana:

...yo ya aprendí, hace muchos años a aceptar lo que me pasó, antes sí lloraba mucho,
el odio era impresionante, tenía mucha rabia... (Madres, E1). Vivo a pesar de que
tengo todavía los dolores y que los seres queridos siempre están en la mente de uno, no
hay un solo día que uno no recuerde; pero el dolor es más llevadero... (Madres, E5)

Sin embargo, puede afirmarse que también el contexto, el mismo proceso de la organización y
el tipo de acción de memoria definen los procesos que se suscitan en el nivel emocional, las
transformaciones, los avances y los retrocesos. Se trata de una dinámica de interacción donde
lo individual realiza un continuo interjuego con lo colectivo y lo social, de allí que cada
proceso, siendo particular e individual, también es influido por su marco de relación y de
construcción colectiva. Así pues, esta otra mujer del municipio de Granada en el contexto del
Oriente Antioqueño, con familiares desaparecidos, puede afirmar -por el proceso vivido en el
Salón del Nunca Más, donde se ha dado visibilidad y dignidad a los desaparecidos-, que sus
acciones públicas de memoria han sido fundamentales:

…a mí personalmente me ha servido muchísimo porque yo pensaba que yo era la única


que tenía familiares desaparecidos... debido a este proceso, yo he sanado todo eso, me
he sanado toda esa rabia, me he sanado ese dolor... Nada mas viendo usted el salón
del nunca más, uno se da cuenta que la realidad sí cambia, el entorno de la gente sí ha
cambiado y la gente está mejor, porque la gente antes vivía sola, encerrada en su
dolor, en el temor, el miedo. Por este hablar, por éste compartir la gente fue dejando
de lado el miedo... (Oriente, E13)

En este contexto del Oriente Antioqueño, cuando las acciones han tenido un matiz más político
y se han encaminado hacia la incidencia social, política y la reivindicación de derechos, se
evidencia de forma más clara que las acciones de memoria pública y la memoria colectiva
cumplen un papel protector frente a las emociones negativas, de tal manera, que además de
expresarse la catarsis posibilitan la transformación emocional. Al enmarcarse en un programa
de acción y apoyo a las víctimas más amplio, las acciones de memoria colectiva, se convierten
en un aporte a los procesos de elaboración emocional; aunque, no podría afirmarse que la
transformación que se evidencia en esta investigación pueda ser definida de manera causal y
lineal, sino desde una mirada compleja que entronca el trabajo psicosocial, el apoyo mutuo, el
fortalecimiento organizativo, la movilización social, entre otras, tal como se ha venido
mostrando desde el capítulo 7 y 8:

...el papel de las acciones públicas de memoria es para mí un papel fundamental, es un


proceso, y bueno mire todo el apoyo psicosocial y el trabajo individual, después el
poder ayudar a otros, después participar en los procesos de memoria, entonces, eso le
va sumando también y ahí va subiendo, yo no sé ¿qué me falta?, Otro pedacito; creo
que lo que juega es esa incidencia por la movilización, que nosotros seamos
escuchados, que seamos reconocidos, dentro del territorio, pero también en el país,
también como organizaciones y eso también ayuda mucho... (Oriente, E20)

Esta reflexión nos sitúa en la tercera forma de hacer la memoria pública: el proceso que están
haciendo algunas organizaciones en el Oriente Antioqueño y también las madres de la
Candelaria de ir pasando de la memoria simbólica, performativa, de la memoria de repertorio a
la memoria de documento, a fijar los hechos, los responsables, las historias de las víctimas, los
testimonios. En este horizonte, aparece un nuevo elemento: el contar la historia y plasmarla, el
hacer “permanente” la manifestación pública. Cabe anotar que cuando se da testimonio
público, según los y las participantes, también se operan procesos de transformación subjetiva
y recuperación emocional:
413
…contar la historia lo hace sentir vivo, es como sacar un pedacito de esa rabia, ese
rencor que se tienen por dentro y si a usted otra persona lo escucha, usted se da por
bien servida, además, se desahoga; así sea por escritura, por un dibujo, de todas
formas contar la historia, pienso que ayuda a sanar. Yo puedo decir que me he sanado
contando mi historia, sobre todo del rencor, de la rabia, de la impotencia, de a veces
sentirme como perseguida, porque en momentos he sentido esa persecución, del miedo
de volver a vivir esas situaciones. Pienso que a mí contar la historia me ha sanado
100%... (Oriente E6)

9.1.2. “Esto no es de 8 o 15 días ni un proyecto de una ONG”: Ampliando el marco del


análisis

Así pues, y en el marco de la discusión planteada, es necesario decir en primer lugar, y en


contraposición a los autores referenciados desde el enfoque durkheimiano, que el análisis no
puede ser realizado a partir de una única acción. Es probable, que en la investigación de una o
dos movilizaciones puntuales como las que se han desarrollado en torno al 11-M, el 11-S o el
7-J, puedan evaluarse los aspectos catárticos y la imposibilidad de elaborar situaciones
emocionales más complejas, o incluso los duelos. Creo que este es el primer punto de la
discusión. Si se trata de una única acción puntual de memoria, es probable que no aparezca su
función terapéutica y que puedan evaluarse de mejor manera los aspectos relacionados con el
ámbito social de los sujetos.

Sin embargo, en la presente investigación se está hablando de acciones públicas de memoria


(en los tres niveles analizados) que tienen una periodicidad en el tiempo (semanal, mensual,
anual, etc), que se insertan en un marco de acción colectiva más amplia (cfr. capítulo 7) y
finalmente acompañada o bien de estrategias psicosociales de apoyo mutuo (En Oriente
Antioqueño y Córdoba), o bien, de procesos de apoyo psicológico con profesionales de la
salud mental, en el caso de las Madres de la Candelaria. Se trata de un proceso de largo plazo:

...vea es que el dolor se vuelve a revivir en su momento, él se revive y uno llora; pero
eso hace parte de este caminar, eso ayuda a poder ir elaborando, porque esto no es de
8 o 15 días o de un proyecto de una ONG para memoria ni nada de eso, usted ya se
dignificó ya está bien, ¡no! Esto es un proceso largo... (Oriente, E20)

¿Por qué si la gente llora y expresa varios malestares en estas acciones públicas y estos autores
referenciados afirman que se movilizan las emociones negativas y esto puede tener un
pronóstico no muy positivo en relación con el nivel emocional; por qué la gente sigue
participando y sigue movilizando estas emociones? Algunas de las respuestas se enmarcaron
en reconocer le aparición de emociones fuertes en estos escenarios, el contagio emocional, el
llanto y una escenificación emotiva de los sentimientos, que en muchos casos generaron
angustia, temor o deseo de no continuar participando en el espacio:

...yo pensé que eso era lo peor que podía pasar, pero hoy en día que me doy cuenta,
que eso es como cuando uno se corta, se hace una herida y esa herida sana mal con
unos bordillos rojos, si uno no sana esa herida va a pasar todo el tiempo sufriendo de
eso, cualquier toquecito se lastima uno, pero si yo cojo y busco algún medicamento y
me lo restriego y me limpio todo eso, se me sana esa herida... las acciones de memoria
nos sirven para que podamos remover todo eso, para poderlo sanar. ¡Claro! Quienes
dicen eso es que no han vivido todo este proceso, cuando uno inicia el proceso sí
piensa que es muy doloroso y que no quiere seguir porque lastima, pero para mí fue
fortaleciente porque hoy me siento bien... (Córdoba, E11)

414
En efecto, puede afirmarse que sí se mueven esas emociones, pero tienen que hacerse
acotaciones y una contextualización del proceso que permite mostrar la diferencia, con lo que,
según mi concepto, resulta que la persona no está sola participando en la acción pública, ni en
el ritual, como puede suceder por ejemplo en algunas de las marchas y acciones colectivas de
duelo cuando se presentan traumas sociopolíticos colectivos (Páez, et. al, 2004, 2007; Conejero
y Etxeberría, 2004, entre otros). Estas acciones se hacen en el marco de un proceso
organizativo, donde se ha contado también con los grupos de apoyo mutuo o apoyo
profesional. La persona no participa de manera individual en el acto, no es una experiencia de
masificación. Hay todo un escenario de contención y apoyo, hay gente al lado que sabe que
puede tender la mano, dar un abrazo, brindar incluso un pañuelo, sencillamente acompañar y
contener.

Por lo tanto, el marco tiene una dimensión que incluso integra las tres dimensiones enunciadas
de la acción pública: permite la dignificación de los seres queridos, es pública y política, puede
ser ritual y funeraria, pero también cuenta con una dimensión psicosocial, donde se pone en
juego la interacción del sujeto, su interioridad, sus emociones, con un marco social. Resulta,
además, que se ha ido construyendo un colectivo, un grupo social que está dispuesto a
escuchar, y esto de por sí promueve la transformación y la resiliencia (Das, 2008 g, h;
Cyrulnik, 2006, 2008):

...el hecho de que eso remueve no quiere decir que sea malo; por el contrario yo creo
que es muy bueno... porque es que si yo no me hubiera dado la oportunidad de llorar,
no estaría hoy aquí contando lo que estoy contando... si no lo hubiera contado, si yo
no hubiera hecho eso en ese momento yo sería una alcohólica todavía, y aún lo sería
peor y creo que no tendría a mi familia y mis hijos no estuvieran conmigo, claro los
rituales y las acciones de memoria remueven cosas, pero es que eso es necesario
hacerlo… (Oriente, E20)

Las Madres de la Candelaria, que no han participado en el proceso de apoyo mutuo de los
“abrazos” (GAM), pero que han contado con algunas experiencias de apoyo psicológico
profesional, también pueden expresar una experiencia similar, aún con los límites que marca su
propia experiencia de ser madres de personas desaparecidas. Pero esta experiencia de apoyo
que se gesta en la misma acción de memoria, en sus plantones, que se retroalimenta
positivamente con su proceso organizativo; suscita elementos para la expresión y la
transformación en un contexto que se abre para que cada una pueda ser recogida, reconocida y
contenida en el espacio:

...eso a nosotros nos sirve de mucho, eso lo dice la persona cuando no tiene un
desaparecido o una persona matada en la guerra, eso lo dicen muchos que no han
vivido lo que nosotros hemos vivido. Es mentiras que eso sirva sólo para remover la
herida, como dicen por ahí, porque si a mí me dicen eso, así sea un psicólogo, eso es
falso, porque con esos plantones nosotros estamos representando las víctimas, y ahí
nos vamos uniendo muchas más víctimas, muchas más mujeres, y nos sirve para estar
mejor nosotras, porque eso es una terapia que nosotras tenemos ahí y gracias a esos
plantones las mujeres han tenido cambios... para mí es una terapia, es algo que nos ha
permitido pasar de una situación negativa a una situación positiva. (Madres, E2)

Así pues, aparece una dimensión complementaria dentro de esta visión compleja: se va
tejiendo una retroalimentación positiva entre proceso organizativo y acción de memoria.
Martín Beristaín (2005) y Cabrera (2004) afirman que los espacios de memoria colectiva abren
la posibilidad de la expresión de emociones, pero es precisamente esta expresión lo que
favorece el encuentro con otros y otras, que a su vez aumenta la cohesión social, por lo tanto,
es el abono para el fortalecimiento colectivo. Y esto posibilita nuevas acciones públicas y más
contención emocional que, en el largo plazo. genera transformaciones en la vida de los y las
415
sobrevivientes, independientemente de que haya o no, procesos explícitos de apoyo
psicológico o psicosocial.

La organización se convierte en el escenario de expresión, en el lugar de la gestión, en el “paño


de lágrimas”, pero sobre todo en el espacio donde la movilización y la acción permiten
recuperar elementos de control sobre la propia vida (Martin Beristain, 1999, 2007; Lira, 2011);
sentir que se están teniendo logros, que hay una red social con la que se puede contar y en la
que se encuentra respaldo:

...salí del encierro, en la organización no solamente he afrontado lo mío, sino que


también le sirvo a otras mujeres para que afronten lo suyo. Yo hago ese trabajo y me
gusta y me siento útil y me siento muy bien, me siento feliz cuando veo que a ellas las
escucharon, que les recibieron los papeles, que les recibieron su denuncia, yo me
siento feliz cuando ya reciben la reparación administrativa, porque veo que ellas están
recibiendo y cuando reciben los restos de sus hijos muchísimo mejor, porque gracias a
Madres de la Candelaria han podido recuperar los restos de sus hijos… (Madres, E2)

Quizás haya que decir, a manera de síntesis, que no hay fórmulas. Que se trata de procesos
complejos, lo que implica también de parte de quien investiga y de quien interviene una mirada
compleja. En mi concepto es tan arriesgado y fallido mantener que las acciones públicas de
memoria y los rituales donde se expresa el dolor por las víctimas no son protectores frente a las
emociones negativas y no posibilitan su transformación emocional; como también afirmar que,
necesariamente, cuando las personas participan en estos espacios, van a experimentar una
mejoría emocional, desde una visión lineal. De nuevo, como en el capítulo anterior, no se trata
de fórmulas mágicas, ni recetas de cocina; se trata de una mirada compleja, que desde el
enfoque psicosocial puede construirse y que permite mirar cada caso, cada lugar, cada
contexto, cada historia, cada dinámica, cada persona. Es esta mirada que conjuga lo particular
con lo general, lo personal con lo social y político la historia de vida con la historia colectiva;
se puede implementar y, ejecutar una acción o una intervención que puedan apuntar a las
reales necesidades de los grupos poblacionales con los que el investigador o el agente social se
encuentran.

9.1.3. “A nosotros nos tocó hacer esos actos con los desmovilizados”: Cuando la acción
pública de memoria colectiva no posibilita la recuperación emocional

Precisamente dentro de la complejidad y la multiplicidad en la que se da este interjuego entre


lo personal y lo colectivo, que implica este nivel emocional, pueden observarse situaciones
concretas en las cuales la acción de memoria colectiva puede influir de manera negativa en los
procesos personales. El primer caso, cuando una persona mantiene vivo el dolor, no ha
terminado de elaborarlo o por lo menos haberlo incorporado como parte de su vida, de tal
manera que se convierte en un proceso de duelo alterado (Martín Beristain, 1999, 2008), que
implica intervenciones terapéuticas más activas:

…y todavía yo no he podido olvidar esa pena, es que a un ser querido uno nunca lo
olvida. Ayer me dio una lloradera horrible, como que yo muchas veces no puedo
dormir casi nada pensando, los impactos de la violencia todavía los estoy viviendo...
claro que ya no es como tanto, como los primeros días, pero se sabe que sí, que eso
afecta, que eso es imborrable, que eso es inolvidable. (Oriente, E8)

El segundo caso es cuando se han vivido procesos de revictimización, que se experimentan por
varias razones: la primera y más obvia cuando se pierde a otro ser querido por acción de un
grupo armado estatal o ilegal. Pero esto también se vive de manera subjetiva cuando la
memoria se utiliza con fines políticos, para sostener una historia oficial que legitime la
violencia y los crímenes, tal como ha sucedido en Colombia con los discursos del gobierno
416
anterior y los discursos de los paramilitares que negociaron con el Estado; o, también, cuando
se manipula la memoria para trabajarla en encuentros con los victimarios, como ha sucedido en
algunas regiones del país, y en algunos municipios del Oriente Antioqueño, como en el
siguiente caso:

...¿no le digo que yo iba muy bien y estaba muy pendiente de todo eso, hasta que me
mataron al hijo? Entonces yo ahí, si me deje del todo... pero también, como había otra
organización que hacía actos de memoria, y a nosotros nos tocó hacer esos actos con
los desmovilizados, y yo sabía que ellos... que la muerte de mi hijo tuvo que ver con los
mismos paramilitares… (Oriente, E27)

Otra experiencia en la que una persona puede sentir estas acciones públicas de memoria como
contraproducentes en términos emocionales, es cuando sus seres queridos, por omisión, olvido
(involuntario, selectivo o intencional) o simplemente por descuido, no son incluidos ni tenidos
en cuenta en el proceso de dignificación o en su visibilización, puesto que la persona se
pregunta por el derecho que ella tiene, si otras en las mismas condiciones están allí
representadas. Se presenta una dificultad en el reconocimiento social de su experiencia en un
marco colectivo, lo que de por sí implica una reflexión sobre la importancia de cuidar el
proceso, y dejar abiertos espacios para que otra gente se pueda sentir reconocida y pueda
incluirse en las dinámicas de memoria. Esto implicará una recomendación para que la
memoria sea siempre abierta, flexible y ejemplar:

...me sentí mal, ese día, en ese momento, porque había una colcha, la colcha de
Tierralta con los nombres de las víctimas de Tierralta… entonces yo me voy y miro los
nombres así, hay dos nombres que dan con los nombres de mis hijos, entonces yo
pregunte que quienes eran ellos y me dijeron: “no, esas son víctimas de Tierralta”
entonces era como si mis dos hijos estuvieran ahí, pero no eran ellos, eran otros los
que estaban allá. Por lo mismo no había apellidos…. Entonces eso me puso mal.
(Córdoba, E3)

Finalmente, cuando la acción de memoria empieza a no cumplir su cometido, cuando cae en la


rutina, o se vuelve una escenificación que visibiliza el dolor, pero no logra las reivindicaciones
pretendidas, puede tenerse la sensación o experimentarse la posibilidad de construir una
identidad de víctima que limita las posibilidades de reconstrucción personal, de desarrollar una
posición activa y una ciudadanía de derechos. Si bien no es un problema en sí mismo de la
acción de memoria, sino más del contexto, ello implica el desgaste de la acción que estaría más
cercana de la revictimización:

...estás haciendo memoria, haciendo valer un derecho, estás recordando, reclamándole


al Estado y a la misma sociedad por esa persona que fue desaparecida, pero a la vez te
estás cargando de dolor porque estás recordando esa persona, estás exigiendo que
vuelva; a pesar de que uno sepa que no va a volver, uno guarda la esperanza que
algún día va a volver porque no lo ha visto muerto, pero no... Emocionalmente es muy
duro, porque es que es encontrarse nuevamente con ese papel de víctima, es como
ponerse la placa atrás y decir: "yo soy víctima", y es muy duro porque se puede quedar
uno envuelto en un círculo (Madres, E5)

La representación y la escenificación de la acción pública deben encadenarse con procesos de


sanación emocional, deben ubicar muy bien a los y las participantes, darles lugar a todos y
todas sin exclusiones, sin generar ambigüedades en torno a la demanda y a la acción; la gente
debe estar informada y consciente de la acción, que no puede manipularse para fines diferentes
y finalmente debe construir unos objetivos claros que permitan definir el horizonte y las
reivindicaciones que se pretenden. Con estas condiciones, se puede tener mejor probabilidad
de lograr un influjo sobre emociones y sentimientos, una recuperación emocional y una mejor
417
sensación de bienestar que permita a las personas recuperar el control sobre su propia vida
(Lira, 2011; Martín Beristain, 2010 a, b, Arévalo, 2010, 2011).

Finalmente, un elemento sustancial en este proceso será, necesariamente, la lucha contra la


impunidad y por la justicia y los logros que puedan tenerse en este aspecto; puesto que los
escenarios de impunidad, también pueden generar revictimización y movilizan las emociones
de dolor, rabia, resentimiento y odio. Sin embargo, en estos casos, estas emociones se
convierten en nuevos móviles para la acción pública y en fuerza para poder seguir luchando en
pro de los objetivos personales y colectivos:

…con la intranquilidad, el resentimiento, porque para qué lo voy a negar, ese


resentimiento de parte mía, de parte de mi familia si esto se queda impune... esto
quiere decir, entonces, que una vida no vale nada, el desprecio, el menosprecio por la
vida, por los derechos humanos, a nosotros nos violaron los derechos humanos en
muchísimas formas, con lo que nos hicieron... (Oriente, E3)

La Tabla 9.1 presenta la síntesis de los factores que se asocian para que las acciones públicas
de memoria colectiva tengan una incidencia positiva en la recuperación emocional,
trascendiendo la discusión entre la visión freudiana y la durkheimiana:

Tabla 9.1. Las acciones de memoria como protectoras frente a emociones negativas
Factores que pueden contribuir a la Factores que pueden no contribuir a la
recuperación emocional recuperación emocional

1. Que la acción se haga en el marco de un 1. Cuando son acciones puntuales, sin


proceso de movilización periódico, sostenido preparación conjunta y por fuera de marcos
en el tiempo y amplio; con preparación y procesuales.
voluntad de persistir.
2. Que tenga claros los objetivos y los alcances 2. No define objetivos. O pasa mucho
de la acción. Generando logros y pasos tiempo sin que haya logros concretos.
concretos en las reivindicaciones.
3. Cuando se hacen procesos de memoria 3. Cuando se excluyen algunas personas o
incluyente. No se borran algunos relatos o tipos de víctimas.
historias.
4. Que no se manipule políticamente hacia la 4. Cuando el objetivo es diferente a la
reconciliación en contextos de impunidad. reivindicación de las víctimas y su memoria
5. Cuando se acompañan de procesos de apoyo es medio para la pseudo-reconciliación.
psicosocial y de fortalecimiento organizativo. 5. Cuando la memoria es producto de un
6. En espacios protegidos, donde las víctimas proyecto externo que no busca el
pueden tener seguridad. empoderamiento de la comunidad.
7. En espacios de lucha por la verdad y la 6. Cuando hay revictimización, puesto que
justicia. el conflicto armado no termina.
7. En contextos de impunidad, dado que se
incrementa la impotencia, la rabia y el
dolor.

Todo esto no implica que “mágicamente” se borran o se olvidan los hechos, o que el dolor
desaparece. Puesto que al fin y al cabo, nunca se podrá volver al estado inicial, los hechos son
imborrables e inolvidables y es conveniente que así sea; el tener presente en la memoria las
consecuencias vividas, el dolor experimentado también son alicientes para la acción pública.
Por tanto, no se trata de fórmulas homogéneas. Son procesos complejos que tienen “ires y
venires”, avances y retrocesos, logros y fracasos. Y sin embargo, en medio de los mismos, en
un marco de persistencia, fortalecimiento colectivo, apoyo mutuo y solidaridad, estas acciones
tienen efectos positivos que generan cambios emocionales significativos y transformaciones
418
donde los sujetos reconstruyen su subjetividad, y en este aspecto puntual, logran una
recuperación emocional.

9.2. Transformación subjetiva, dimensión cognitivo/comportamental:

El proceso más importante que se genera a partir de las acciones de memoria colectiva en los y
las participantes, en el nivel cognitivo, tiene que ver con la resignificación positiva de lo
vivido. En el capítulo 8 se abordó el tema de la recuperación del sentido de vida y el proyecto
de vida a partir del apoyo mutuo y la memoria compartida. Además de ello, en la medida en
que la gente se vincula a procesos colectivos donde expresa públicamente su dolor y su
recuerdo, donde construye una memoria que se inserta en las narrativas colectivas de su
sociedad; se va generando una percepción y significación positiva, a la manera de un balance
donde el sujeto sale más fortalecido y con mayores posibilidades de afrontamiento.

Jodelet (1993, 1998), Janoff-Bulman (2004), Poseck (2004), Pérez Sales, Vásquez y Arnoso
(2009), Rimé, et. al. (2009), Vásquez y Paéz (2010), entre otros, reconceptualizan este proceso
de resignificación positiva de la experiencia traumática, o bien como “aprendizaje
postraumático” o bien como “crecimiento postraumático”. Esto implica, en coherencia con lo
dicho hasta ahora en esta tesis, que la experiencia límite no es un destino para la gente, no
implica necesariamente su inhabilitación o la generación de un trastorno:

…ese hecho fue lamentable, fue muy violento, pero yo me enriquecí mucho... me
enriquecí personalmente mucho, por lo que ya hemos conversado, me uní a este grupo
de madres de la Candelaria. La clave para yo haber resistido fue haber entrado al
grupo. Porque compartí todos mis problemas con ellas... (Madres, E4)

Este planteamiento está en consonacia con lo planteado por Cyrulnik (2006, 2008) cuando
afirma que las personas tienen tutores y factores de resiliencia que rompen con la lógica del
trauma como destino calamitoso, de tal manera que si se dan los recursos adecuados -un
contexto que se abre y escucha, que reconoce y contiene, que apoya y da vía a la voz de los
sobrevivientes- éstos, al final de su proceso -sin negar el dolor y el sufrimiento padecidos-
encontrarán significados y sentidos positivos a lo vivido. Por lo tanto se siente que cada
miembro que ha sido partícipe de este marco de intervención psicosocial y que ha participado
en las acciones de memoria, se convierte en una especie de “tutor de resiliencia” (Cyrulnik,
2006, 2008), promotor de la salud mental de otros y otras (Villa, et. al, 2007; Villa 2007b):

…en estos momentos me estoy capacitando, estoy luchando por salir adelante, por
sacar adelante una familia, y también ayudándole a otros; el conocimiento que tengo,
todos esos problemas que he tenido, toda esa violencia que la vida me ha mostrado a
lo largo del tiempo, ha sido positiva también, porque eso me ha permitido tener un
papel. No sé si Dios me puso en ese medio para que aprendiera y mirara que la vida
no es fácil y que vinimos fue a ayudar, a ayudarnos, a darnos la mano el uno con el
otro, porque lo que uno tiene, le sirve a otro… (Madres, E5)

El crecimiento postraumático puede evidenciarse también en los aprendizajes vitales, que han
implicado salir de la ignorancia, tener nuevos conocimientos y abrirse a discursos que permiten
una mayor apertura y comprensión en la vida; lo que ha permitido tomar conciencia de su
condición de víctimas – en términos del derecho -, puesto que la naturalización de la violencia
y su mitificación (Pécaut, 2003, Uribe, 2010) habían llegado a tales puntos, que muchas
personas en las regiones estudiadas se sentían más como “damnificados” de una catástrofe
natural que como víctimas de violencia política. También se realiza otra comprensión del
conflicto mismo y del papel que se tiene en medio de él, lo que permite reconocer que la
solidaridad y el apoyo son una forma de responder a la violencia que disgrega, separa y rompe
el tejido social:
419
...recogí muertos, vi morir, mataron a mi suegro, vi la orfandad de mi mujer, vi y sentí
en mi propia casa el sentido de victimización, pero yo no me sentía víctima hasta el día
en que fui amigo de la memoria. En ese momento caí en cuenta que las personas que
estaba describiendo eran personas muy cercanas: tíos, esposos de tías y otras
personas que habían muerto, por los que sufrí demasiado cuando era niño; pude decir
yo soy víctima también... (Oriente, E12). …y empiezo a encontrar muchas respuestas,
a descubrir la violencia en Colombia, quién está detrás de todo esto, para que la
inventan, y a ver que sí puedo hacer yo algo para ayudar a otros, para acompañar,
hoy empiezo a entender que son compañeros de camino, me puedo poner
horizontalmente con los otros... (Córdoba, E13)

Se recupera la autoestima, la valoración del sí mismo. La persona construye una nueva imagen
de sí que, desde la experiencia de ser sobreviviente, le permite reconocerse de una manera
diferente, más fuerte, más valerosa, capaz de sacar su vida adelante; reconociendo todo el
potencial positivo que se tiene, recuperando la confianza en sus capacidades y posibilidades de
autorespeto y crecimiento personal.

Lentamente se va restituyendo la creencia en sí mismo y en esa percepción de invulnerabilidad


del yo (Janoff-Bulman, 1992), lo que posibilita moverse con seguridad y confianza en el
mundo, recuperar la esperanza y la fe para continuar adelante, haciendo algo por los demás,
rompiendo con la soledad, buscando apoyo y cambiando los propios pensamientos. Esto
también permite, de alguna manera, recuperar la creencia en el mundo como un lugar bello,
seguro, donde se puede vivir, crecer, luchar y trabajar:

…he ganado confianzas, he ganado respeto, he ganado tranquilidad, pienso que lo


primero es confiar en mí misma, entonces las confianzas que he ganado también...
(Oriente, E6). Yo creo que primero es confiar y no desesperar, porque la
desesperanza es lo que lo lleva uno a enfrascarse en un dolor, mientras uno piense que
puede hacer uno algo por uno o para los demás, entonces se buscará apoyo
inmediatamente y no enfrascarse en la soledad... (Madres, E12)

De tal manera que el apoyo mutuo se ha convertido en una especie de código compartido que
se transfiere a los espacios sociales, públicos, políticos, como un sello de una forma de estar en
el mundo. De esta forma, se puede decir, que no se trata solamente de la acción pública y de la
movilización en cuanto tal, sino de unas formas particulares de desarrollarla, con unos
contenidos que implican apoyo mutuo, solidaridad, memoria incluyente, organización,
sentimientos de pertenencia, y la devolución de la palabra a los actores sociales de base.

En los contextos estudiados, donde la represión y la violencia política devastaron el tejido


social, los factores que posibilitaron este proceso resiliente estuvieron en el desarrollo de estas
estrategias colectivas para contar, escuchar, compartir, movilizarse y hacer público el dolor; es
decir, en un entorno adecuado, que permite una evolución positiva (Cyrulnik, 2006) desde una
intervención psicosocial, posibilitando nuevas maneras de entenderse como sujetos y como
colectivos 194.

Un proceso de memoria colectiva, donde emergen los relatos y otras formas performativas de
enunciar lo vivido, implica, además, una reconstrucción de las creencias sociales en torno al
mundo social (Janoff-Bulman, 1992), puesto que se recupera la confianza en los otros y se
194
“Cuando el entorno impide reorganizar las memorias, los sujetos se ven aprisionados por el pasado. Las imágenes
quedan impregnadas en sus cerebros, debido a la extrema evocación provocada por el acontecimiento... Sin embargo,
cuando la familia, el barrio o la cultura dan al herido ocasión de expresarse, esa memoria alimenta con precisión ciertas
representaciones de ideas, de producciones artísticas, de compromisos filosóficos, -también sociales, políticos,
filantrópicos- que al dar sentido a su vida de hombres magullados les brindan un precioso factor de resiliencia...”
(Cyrulnik, 2006, p. 121).
420
restablecen las relaciones, ya no solamente al interior del grupo de sobrevivientes, sino
también en el contexto social local:

…y algunas cosas de esas mejoraron con todo este proceso: porque vuelve uno a
confiar un poquito más en las demás personas, la confianza de saber que hay personas
que también pueden luchar con uno por construir una Granada mejor, al menos aquí
en lo local, eso es mucha ganancia y eso da confianza... (Oriente, E13)

Cuando hay un marco social que escucha, que se amplia de lo grupal a lo colectivo y lo social,
hay posibilidades de recuperar la palabra para aquéllos que han sido silenciados por el horror y
la represión (Das, 200 e, f, g; Cyrylnik, 2006, 2008, Fouce, 2006, 2008; Lira, 2011; entre
otros). Por esta razón, una de las principales referencias que hacen los y las participantes es al
hecho de recuperar la palabra en lo público, el poderse expresarse y, especialmente, el poder
sentirse escuchados por otros, por una colectividad, superando los miedos reales, puesto que la
amenaza del conflicto armado y de los actores armados sigue latente:

...ha cambiado que a mí ya no me da miedo hablar con la gente, he cambiado en eso y


no me da miedo hablar públicamente, coger un micrófono y decir: "¿dónde están
nuestros seres queridos? ¿Dónde están los derechos de las víctimas? Que se habla
pero nunca se ven"... o sea, yo lo he dicho al aire y he salido por muchas partes... que
me relaciono mejor, que no me da miedo hablar... (Madres, E1)

Este testimonio permite introducir la discusión sobre la influencia de la participación en


acciones públicas que ritualizan el dolor y evocan a las víctimas; que, según algunos autores,
pueden estar asociadas a la percepción posterior de un clima emocional de confianza,
seguridad, paz y justicia (Basabé, Páez & Rimé,2004; Páez, Matínez Sánchez & Rimé, 2004;
Wayment, 2004, entre otros195). En opinión de otros autores (Martín Beristain, et. al., 1999;
Cabrera, 2004, Martín Beristain, 2005; entre otros) estas acciones, cuando son realizadas por
las víctimas pero el contexto social mantiene la impunidad, la violencia y otras formas de
opresión y represión, no producen variaciones en la percepción del clima emocional. La
diferencia estriba en que los primeros autores realizan sus investigaciones con ciudadanos y
ciudadanas del común, en contextos de una relativa paz social, partiendo de la premisa que los
actos terroristas acaecidos son un “trauma colectivo” que afecta a la población en general;
mientras los segundos trabajan directamente con víctimas y sobrevivientes de la violencia
política y la represión, en contextos donde la represión o la violencia política, o, por lo menos,
la impunidad, siguen estando presentes de forma real.

En el marco de la presente investigación la respuesta es ambigua y paradójica, porque si bien


pueden encontrarse relatos en los que se describe una mejoría en la percepción del clima
emocional de miedo, inseguridad y violencia; también hay relatos donde la variación es
mínima. Por ejemplo, en el Oriente Antioqueño, en relación con el miedo se alcanzan a
recoger relatos de una mejoría en la percepción, que se describe como un clima de mayor
tranquilidad, seguridad y confianza:

...la gente está más contenta, ya más tranquila, ya se ve más gentecita, ya la gente no,
que la gente sale tranquila o salimos tranquilos. (Oriente, E14)...

Pero al mismo tiempo, teniendo en cuenta que el conflicto colombiano no ha terminado, que
con cierta periodicidad se viven hechos violentos que traen a la memoria lo acaecido en el

195
Estas conclusiones han sido apoyada por Conejero, De Rivera, Páez & Jiménez (2004). Campos & Páez (2004), Páez,
Basabé, Cubillas & González-Castro (2007) y Rimé, Páez, Basabe & Martínez (2009), Box y Coney (2009) quienes
demuestran que el compartir emocional y la participación en los eventos (rituales religiosos, acciones políticas, marcha de
protesta contra las bombas en Madrid), se convirtió en una forma de afrontamiento que posibilitaba un mejoramiento en
el clima emocional.
421
pasado, esta lectura de la realidad, también porta consigo una percepción del clima emocional
fundamentado en el miedo. Incluso se llega a afirmar que en el contexto nacional no se ven
grandes variaciones entre un momento y otro:

...aún cuando hay multitud de gente que está así, que todavía siente miedo, a pesar de
que hay mucho silencio en el municipio, porque uno no sabe si puede volver a
resucitar el conflicto... (Oriente, E24). La violencia no se ha terminado, continúa, eso
fue continuo, especialmente en Córdoba y en Montería, yo diría que está tan aguda
como en ese momento… (Córdoba, E4)

¿Cuál es la razón para encontrar estas ambigüedades y contradicciones en la percepción del


clima emocional? La explicación es sencilla. El conflicto armado en Colombia continúa. Las
investigaciones enunciadas anteriormente se han hecho en contextos de paz social o de
posconflicto. Pero, como sucede cuando el contexto es de impunidad y/o violencia como en
las investigaciones de Martín Beristain, et. al. (1999), Cabrera (2004), Martín Beristain (2005),
la percepción del clima emocional es negativa, centrada en miedo, impotencia, inseguridad e
injusticia. De esta forma, la acción de memoria colectiva se puede constituir en una forma de
afrontamiento y resistencia a las lógicas de la violencia y la impunidad, pero no constituye un
factor relevante a la hora de transformar la percepción del clima emocional.

Para concluir este acápite, y a manera de síntesis, se puede afirmar que los procesos de
memoria colectiva y de acción pública de la memoria, en el marco de la presente investigación,
pueden aportar, si se desarrollan en los contextos indicados y en un marco de apoyo
psicosocial, al crecimiento postraumático, que implica una resignificación de la experiencia
límite y una postura proactiva que conduce a un compromiso vital con otros y con otras, que
fortalece el colectivo, genera cohesión, mayor participación y la construcción de una
ciudadanía de derechos, en algunos casos, tal como se verá en los numerales que siguen. Se
recuperan las creencias sociales básicas que posibilitan el vínculo social (Janoff-Bulman,
1992), pero no tiene mayor incidencia sobre los procesos de percepción del clima emocional,
que son afectados por otros factores que tienen mayor fuerza a la hora de hacer un balance del
contexto emocional que se habita.

9.3. Cohesión social y participación:

En el capítulo 8 se analizó la manera cómo la memoria compartida y el apoyo mutuo habían


sido claves en la generación de procesos de reconstrucción de la confianza, restauración de los
vínculos, restablecimiento de las relaciones cotidianas; además, se suscitó un proceso de
identificación a partir de las experiencias de sufrimiento, que permitió la aparición de una
identidad colectiva, que fue la base para el proceso de las organización de víctimas en el
Oriente Antioqueño, y para mantenerse en procesos colectivos de apoyo en el sur de Córdoba.
También se observó la forma como este proceso permitió romper con las lógicas del
aislamiento, la desconfianza y el retiro o la “reclusión” individual en el mundo de lo privado,
llevando a muchos y muchas participantes a vincularse en los procesos de apoyo mutuo que se
estaban gestando, o a participar en otros procesos solidarios en lo local, e incluso a empezar a
incluirse en otros escenarios sociales de organización comunitaria.

En el presente capítulo, y siguiendo la secuencia de la reflexión que se ha suscitado a lo largo


del mismo, quiero entroncar mi reflexión con lo que las investigaciones previas han permitido
afirmar en torno a la acción pública de memoria y su incidencia en los procesos de cohesión
social, solidaridad y fortalecimiento colectivo. Puesto que la mayoría de los autores, tanto los
de la línea durkheimiana, como los de la línea freudiana, e incluso los de la línea foucaultiana
(cfr. capítulo 4), consideran que la acción pública de memoria y la construcción de memorias
colectivas tienen un papel fundamental en el reforzamiento, construcción y reconstrucción de

422
tejido social, en la construcción y refuerzo de identidades colectivas, y en general en el
desarrollo de los marcos sociales que identifican a una sociedad. 196

La presente investigación también ofrece amplia evidencia del papel que tienen las acciones de
memoria en el fortalecimiento de la cohesión social, y en el aumento de los niveles de
participación social y política de las víctimas sobrevivientes. Por ejemplo, en el caso del
departamento de Córdoba, si bien se han realizado acciones públicas de memoria, éstas han
tenido un efecto más evidente frente a las dinámicas personales de tipo emocional y cognitivo
comportamental que frente a los temas relacionados con las dimensiones sociales del sujeto: la
participación, la construcción de una ciudadanía de derechos. En este punto sólo un 20% de
los y las participantes de este departamento pudieron referir relatos de transformación en su
experiencia subjetiva. De otro lado, en términos de cohesión social, ésta se ha quedado en el
nivel alcanzado por los procesos de apoyo mutuo y memoria compartida. Es decir, en
escenarios de identificación a partir del dolor que han traído consigo un aumento en la
solidaridad y el ejercicio del apoyo mutuo y el acompañamiento de unos con otros. Sin
embargo, no se ha constituido una organización y la movilización de memoria no se ha
dirigido todavía, en sus objetivos, como se vio en el capítulo 7, a la reivindicación de derechos
y a la reconstrucción de una dignidad ciudadana.

En términos genéricos, puede afirmarse que la acción de memoria contribuye o incide en el


fortalecimiento de la cohesión social, en la generación de espacios de solidaridad y apoyo;
propicia procesos de integración social y facilita la reconstrucción de las relaciones sociales,
fortaleciendo el tejido social. Toda esta dinámica parte de una experiencia básica: los y las
participantes dejan de verse solos/as luchando contra el mundo. La memoria colectiva
moviliza a los sujetos a salir de sí mismos, dejar el encierro, romper con las barreras que
impedían el encuentro con otros y otras, asumir la propia vida, reconstruyendo el vínculo
social. Lo que implica una actitud corporal diferente, un asumirse como un ser humano con
dignidad, por lo tanto como un sujeto de derechos:

¿Para qué me ha servido? Para eso... para salir, para no quedarme encerrada… el yo
misma salir adelante… (Oriente, E13). Ya no son las victimas con la cabeza agachada
y sufriendo por el dolor, ya somos personas sujetas de derecho, con la frente en alto…
(Oriente, E15)

9.3.1. “Las acciones de memoria son uno de los pilares, de los métodos que ha ayudado a
que nos mantengamos unidas”: Cohesión social, identidad y pertenencia

El primer factor que se hace visible y evidente en las tres regiones estudiadas, que es heredero
de los procesos de memoria compartida, es el papel que tiene, también, la memoria colectiva
que se hace pública y social, en la reconstrucción de las relaciones cotidianas y de confianza de
la comunidad; lo que se convierte en el primer paso para mejorar la convivencia cotidiana, las
relaciones barriales, vecinales y veredales y suscita una primera solidaridad entre la gente, que
se había perdido en el contexto de terror y violencia vivido:

196
Las investigaciones de estos autores de todas las corrientes han sido referenciadas en el capítulo 6 con mayor
profundidad. Cfr. Bowlby (1980), Worden (1991, 1997), Fernández Liria (2006), Martín Beristain (2005), Páez,
Pennebaker y Rimé, recogiendo algunos trabajos que habían desarrollado por separado (Pennebaker, 1990, 1993, 1994;
Páez y Basabé, 1993; Rimé, 1995), Páez & Basabé (1999) y Basabe (2001), Martín Beristain, González & Páez (1999).
Hamber, Mosikare, Friedman & Maepa (2000), Hamber (2003) Lykes, Blanche & Hamber (2003) y Hayner (2008a);
Basabé, Páez & Rimé (2004) y Páez, Matínez Sánchez & Rimé (2004), Conejero, De Rivera, Páez & Jiménez (2004).
Campos & Páez (2004), Páez, Basabé, Cubillas & González-Castro (2007) y Rimé, Páez, Basabe & Martínez (2009), Box
y Coney (2009), Conejero, De Rivera, Páez & Jiménez (2004). Campos & Páez (2004), Páez, Basabé, Cubillas &
González-Castro (2007) y Rimé, Páez, Basabe & Martínez (2009), Box y Coney (2009), De Rivera y Páez (2007), Lykes,
Martín Beristain y Carbrera, (2007) Lykes (2001a, 2001 b; cfr. Lykes et. al. 2003, 2007), Cabrera (2004) y Martin
Beristain (2005). Jelin y Del Pino (2003), Schulze (2006); Till (2008), Igreja (2007); Igreja, Dias-Lambranca & Richters
(2008) y Viaene (2008); Bar-Tal (2008); Gasparre, Bosco y Bellelli (2010), entre muchos otros.
423
…pero lo que más pienso yo es la confianza entre nosotras mismas, que aunque
tengamos algunas dificultades pienso que la confianza que tenemos de la otra con el
otro eso le da a uno mucha tranquilidad... (Oriente, E6). Y ser social e integrarse con
otros. Yo le puedo servir a los otros cuando tengan una necesidad, la medicina, que un
remedio.... (Oriente, E8)

Las investigaciones de Jelin y Del Pino (2003), Cole (2004), Martin Beristain (1999, 2005,
2008); Bar-Tal, Halperin y De Rivera (2007), entre otras, permiten comprender y dan respaldo
teórico a este hecho: la acción de memoria abre espacios para que la gente se encuentre, realice
un compartir social y emocional (Rimé, 1995; Rimé, et. al., 2009) que a su vez posibilita la
generación de confianzas que habilitan la integración social. Y a partir de estos procesos de
“re-integración” social se fortalecen los vínculos para generar espacios de solidaridad que tejen
el colectivo:

…esos actos de memoria a nosotros nos sirven porque en las marchas va todo el
mundo, van todos los que son hijos, familiares de las víctimas, entonces, ahí se
encuentra uno con todos, y se va uno contando cosas: "hombe, te acordarás de tal y
tal...", ya uno va teniendo recuerdos gratos de esas personas y todos vamos
recordando, entrelazando otra vez como ese tejido que ya estaba roto; porque va
haciendo contacto con las personas... (Oriente, E25)

Cada acción pública, en el marco de los procesos descritos anteriormente, se convierte en una
oportunidad para el encuentro, para el “reconocerse”, para estar juntos y juntas, para renovar
los vínculos posibilitando un cambio de actitud ante la vida y ante los demás. La acción
pública de memoria le permite nuevamente a los y las sobrevivientes, especialmente en
Córdoba y el Oriente Antioqueño, retomar y reforzar lo vivido y experimentado en los grupos
de apoyo mutuo: que no están solos, que su dolor no es el único que existe, que hay situaciones
más complejas y peores, que se suman los sufrimientos de todos y todas y que esto le da un
nuevo sentido a la experiencia vivida porque se logran dignificar a sí mismas y a sus seres
queridos.

Se genera entonces un sentido colectivo, una experiencia grupal que se expresa de forma
pública ante una sociedad, local o regional, pero con una identidad que comienza a clarificarse
y a enunciarse públicamente, se promueve organizársela dinámica de la organización formal,
en el fortalecimiento de los lazos y los vínculos, que les permiten aparecer como actores
públicos y sociales:

…porque para mí cuando encontré que otras personas también querían poner una
foto, encuentro que no soy yo un ser solitario, que somos muchos, eso les permite a
ellos empezar a organizarse, y pensar comunitariamente y actuar, y reactivar su vida,
recuperar su propio valor; cada uno se encuentra con la posibilidad de decir yo sí
puedo; se da uno cuenta de que cambia su mirada, cambia su actitud ante la vida,
cambia todo nivel propositivo… (Oriente, E12)

La permanencia en el tiempo de este proceso, tanto en Oriente Antioqueño, como en Madres


de la Candelaria, conduce a un fortalecimiento de los vínculos que permite identificar el
colectivo y la organización como un espacio similar al del apoyo familiar. La asociación se
convierte en una familia, y quienes salen a expresar públicamente sus memorias son
“familiares” de destino. Es decir, personas que logran identificarse por su experiencia, que
pueden comprenderse en su vivencia, su dolor, sus necesidades, sus intereses, y desde allí se
asumen como “uno”, y luchan por objetivos comunes:

424
...mis hermanas de acá de las madres de la Candelaria, porque yo no las tengo como
amigas, sino como mis hermanas… (Madres, E9)... Estamos trabajando unidos, con
ganas de salir adelante y ayudarle mucho a la gente, ese es mi ánimo poder ayudarles;
y llegarán cosas buenas para un futuro. (Oriente, E19)

Esta dinámica ha permitido la construcción de asociaciones de víctimas en los 23 municipios


del Oriente Antioqueño y les permitió a las Madres de la Candelaria constituirse como
organización legal. En el Oriente Antioqueño, mediado por los procesos de memoria
compartida y apoyo mutuo, como se enunció en el capítulo anterior; pero en las Madres, por la
fuerza y los procesos suscitados a partir de sus plantones en el Parque de Berrío en Medellín,
en frente de la iglesia de la Candelaria. En la base de la constitución de estas organizaciones,
está la memoria colectiva y la acción pública como sustento:

...porque con esos plantones nosotros estamos representando las víctimas, y ahí nos
vamos uniendo muchas más víctimas, muchas más mujeres... (Madres, E2). Nosotras
estamos organizadas, o sea, el fundamento de esta asociación es para que las cosas
que a nosotras nos pasaron no se repitan; porque para nosotros hemos tenido muy
claro que lo primero es la memoria y lo psicosocial... (Oriente, E6)

El fortalecimiento de los vínculos afectivos y de apoyo, mediados por el compartir las historias
y reconstruir la confianza en la ayuda mutua posibilita un proceso de identificación que
construye un sentido de pertenencia; que, a su vez, se convierte en factor para la militancia, la
participación y la movilización. Esto genera en los y las participantes un sentimiento de
orgullo: tiene sentido pertenecer a ese espacio colectivo. Cada persona obtiene un lugar y un
reconocimiento, lo cual favorece su dignificación. Quien no era nadie o era menos que nadie,
porque la violencia le dejó sumergido en la anomia y el aislamiento, en la estigmatización y el
señalamiento; se comienza a reconocer como protagonista de su historia, pero también como
actor social que tiene un lugar en la trama de las narrativas colectivas y la historia de su
localidad o región; permitiendo que se construya una identidad positiva en torno al ser
víctima/sobreviviente, puesto que se ocupa un lugar de legitimidad que habilita para
representar y actuar en otros escenarios desde una identificación clara con la organización:

Porque mire como estoy, enamorada de APROVIACI, sumamente convencida: en unos


añitos se va a convertir en una institución... y yo a todo el mundo le digo: "esto lo
hicimos nosotras", las víctimas me corren a mí por la sangre, y cuando tocan a una
víctima, o cuando hablan de APROVIACI, la tienen conmigo, es que en todas las
asambleas que hay, yo voy con el pendón y aunque me critiquen, yo siempre quiero ir
en representación de las víctimas... (Oriente, E11)

Experiencias como las de: Madres de Plaza de Mayo (Foss y Domenici, 2001; Borland, 2006),
las co-madres en el Salvador, el GAM en Guatemala (Aron, 1992), las arpilleras en Chile
(Lira, 1998, Bacic, 2008); las tejedoras de Mampuján, Norte de Bolívar, en Colombia (Uribe,
2010), entre otras, son experiencias donde los procesos de memoria compartida y memoria
colectiva han posibilitado también la aparición de organizaciones; pero al mismo tiempo el
fortalecimiento de las mismas, construyendo referentes de identidad fuertes, que dan sentido de
pertenencia y refuerzan la cohesión colectiva; tal como en Oriente Antioqueño y Madres de la
Candelaria. Porque si bien sus expresiones están marcadas por lo performativo, lo ritual y lo
simbólico, son experiencias que proporcionan a las víctimas/sobrevivientes, además de la
pertenencia y una identidad positiva; una dignidad que promueve la participación social, la
enunciación de sus historias, la lucha por los derechos y el compromiso con su sociedad:

…la memoria es un símbolo impresionante en cada una de las mujeres de acá, que a
pesar de que no sepan ni leer ni escribir esta memoria nadie se las ha podido borrar y
nadie se las va borrar… (Oriente, E6). Cuando nosotros estábamos haciendo el salón
425
dijimos: vamos a hacer el salón de las víctimas para que ellos se sientan identificados,
para que esto lo sientan ellos como algo importante para ellos acceder a sus derechos
y acceder a la memoria… (Oriente, E15)

De todas formas la organización social ha dispuesto más y mejores condiciones para tener un
mejor impacto en las acciones públicas de memoria, lograr la persistencia en el tiempo, a pesar
de la impunidad, la amenaza y la adversidad; convirtiéndose en verdaderas emprendedoras de
memoria (Jelin, 2002a), que permiten insertar su historia dentro de la historia colectiva,
logrando un reconocimiento social. Este reconocimiento social permite que se dé apoyo -en
algunos casos- y legitimidad -en otros-a los procesos de organización y movilización, tanto de
parte de la sociedad local, como de las administraciones municipales.

…Entonces yo creo que dentro de la asociación hemos ganado el respeto de la


alcaldía, el respeto de algunas otras personas… (Oriente, E6). …eso llama a la
sociedad a raíz de tanto sufrimiento, nosotros parados ahí hemos construido
organizaciones de víctimas... si no hubiera sido por eso, las víctimas seguiríamos
siendo anónimas... eso ha servido mucho para salir del anonimato. (Madres, E4)

En 2009, al entrevistar a personas vinculadas a administraciones municipales se pudo


constatar, en el espacio del Oriente Antioqueño, que esta legitimidad alcanzada era uno de los
logros fundamentales de su proceso de memoria colectiva. A raíz de estos procesos, se han
superado estigmatizaciones, señalamientos y marcas, las víctimas y sobrevivientes sienten que
pueden integrarse a la vida de la comunidad, del municipio, de una manera más serena y
tranquila, lo cual rompe su aislamiento y temor, en una experiencia de sentirse iguales a los
demás:

...la Asociación de Víctimas “Revivir Una Nueva Esperanza” ha recibido apoyo por
parte de la comunidad en general Desde los diferentes entes ya sea cultural, religioso,
económico ha recibido un gran apoyo, también de la casa de la cultura; y ha permitido
que se pueda asistir a las distintas veredas a replicar el trabajo, pues la organización
no sólo se ha quedado con el apoyo del municipio, ha gestionado con otras
instituciones regionales y nacionales... (Oriente, E5, 2009).

En algunos casos se ha logrado incluso un proceso de identificación con las organizaciones,


aceptando que la etapa más fuerte del conflicto armado terminó afectando a los municipios en
su totalidad, aun cuando no se tuvieran en la familia víctimas directas. La zozobra, el miedo,
el pensar todos los días que uno mismo podía ser la siguiente víctima; tuvo un impacto muy
fuerte en la vida comunitaria y en las solidaridades de la población. Y el proceso de esta
sensibilización ha permitido que en algunos municipios, como La Unión o Granada tomen
conciencia de la historia vivida, de la necesidad de transformar sus relaciones cotidianas, de
solidarizarse con las víctimas directas y trabajar por la construcción de la paz y una mejor
convivencia en su territorio:

En el pueblo la gente se ha vuelto más sensible, de pronto éramos tan insensibles ante
el dolor del otro, se decía: "como a mí no me ha pasado", pero ya la gente se pone de
pronto en el lugar del otro, luchan de pronto más, hay más unión, se sigue luchando
más por conseguir que a las víctimas se les escuche y se les den sus derechos, que se le
restablezcan; entonces, a nivel de comunidad acá, del municipio hay una
sensibilización total... (Oriente, E13)

De acuerdo con Jodelet (1998) el testimonio de las víctimas, si quiere ser efectivo, debe
insertarse en el siguiente dispositivo:
1. Que la memoria contenga ideas e imágenes compartidas en un mismo marco cultural.
2. Que se dé un poder sugestivo de las palabras y las acciones.

426
3. Que las acciones muevan, apasionen o se tornen activas y con contenidos vivaces que
contengan una alta carga afectiva para la evocación.
4. Que todo ello curse con un lenguaje cargado de emoción.

Precisamente la estructura performativa de las acciones públicas de memoria, en estas


sociedades locales cumplen con estos requisitos. Apelar a medios de comunicación como la
multimedia, los libros de la memoria, los vídeos, programas de radio y otras formas
comunicativas permiten impactar en la sociedad local y generar solidaridades en torno a sus
propósitos, con lo que se genera en el resto de la gente un espíritu y sentimiento comunes,
creaando conciencia de masa (Cfr. Jodelet, 1998). Es decir, se hace necesario apelar a la
sensibilidad y a la emoción de los oyentes, de los actores externos, en una dinámica del
corazón que remita a imágenes concretas que tocan la vida, la tradición, lo habitual, la historia
del grupo y, al mismo tiempo, les genere preguntas y cuestionamientos, un extrañamiento que
también les lleve a cuestionarse. Elizabeth Lira (1998) dirá que re/cordar, es por tanto, volver
desde el corazón. Los relatos de los y las participantes en esta investigación nos ubican en esta
mediación comunicativa y permiten comprender que haya un impacto significativo en su
entorno social. Y esto implica que la cohesión y la formación de grupo se orientan a la
consecución de objetivos comunes:

E: ¿Si tuvieras una palabra para describir lo que está pasando en el pueblo cuál
sería? G: Solidaridad. Y esto se debe en que ya de pronto la gente en su espacio ya no
está luchando solamente por lo suyo y nomás, ya la gente está luchando para el
común, o sea, porque no es el herido en un pueblo, somos todos... (Oriente, E13).
Nosotros hemos hecho movilizaciones donde nos juntamos todos para impactar,
cuando nos reunimos, no nos sentimos solos, sentimos que el otro está ahí y no
pasamos como tan desapercibidos, vamos ganando espacios... (Oriente, E20)

La principal diferencia entre los procesos colectivos que se han generado en torno a la acción
pública de memoria en Oriente y madres de la Candelaria y Córdoba, estriba en que en el
primero y segundo caso, según sus particularidades (cfr. Cap. 7), al tejerse la organización, ésta
se dirige a la reivindicación de derechos fundamentales y lo que el derecho internacional
reconoce como derechos de las víctimas. Mientras que en Córdoba, basta con el apoyo mutuo
y la solidaridad entre sus miembros, el permanecer juntos resistiendo (Cfr. 7.9).

En el Oriente Antioqueño se ha llegado, incluso, a la constitución de una red regional, que ha


elaborado una agenda y proceso común, de tal manera que la movilización alcanza marcos más
amplios de reconocimiento, contención y legitimidad. Y esta lógica de red, fortalece aún más
los sentidos de pertenencia, el sentimiento de la propia dignidad, abriendo las puertas a la
participación de nuevas personas:

...es que APROVIACI ya es, no a nivel de municipio, sino a nivel más amplio, a nivel
regional y departamental y no sé hasta donde más se puede ampliar, pero la idea es ir
ampliando para ver hasta dónde somos capaces.... (Oriente, E23)

A manera de síntesis puede establecerse el siguiente esquema (Figura, 9.1.):

427
Acción pública de memoria colectiva

Asociación/organización Restablecimiento de la
Contexto Favorable
Reivindicaciones confianza, solidaridad,
Reconocimiento social vínculo social
Pertenencia

Espacios de ayuda y apoyo mutuo


Descubrimiento de objetivos comunes
Identificación con símbolos y proceso

La acción pública de memoria, cuando los contextos lo favorecen, posibilita un


restablecimiento del vínculo social a través de procesos de retejer la confianza y la solidaridad.
Este vínculo social comienza a manifestarse como apoyo mutuo (que parte de este encuentro,
como en Madres de la Candelaria, o se refuerza, como en las organizaciones del Oriente
Antioqueño). En este apoyo mutuo se da un proceso de identificación con los símbolos que se
despliegan en la acción pública y al mismo tiempo se empiezan a reconocer objetivos
comunes. Este reconocimiento abre la puerta para pensarse como actor social y político que
tiene unas reivindicaciones, que cuenta con reconocimiento social y legitimidad. Es el
momento de la organización, que a su vez retroalimenta y fortalece la acción pública de
memoria y viceversa, en todos los niveles. Finalmente, cada nivel interactúa con los demás, de
tal manera que el restablecimiento de la confianza y el vínculo social son fundamentales para
la construcción de organización; o el apoyo mutuo y la identificación con símbolos de un
proceso son claves para la persistencia y el impacto de las acciones públicas de memoria.

9.3.2. Participación e integración social

Correlativo al proceso de cohesión social, se van generando en la gente actitudes de


participación. Ahora bien, esto parece tener una relación con el hecho de recuperar las
relaciones sociales, abrir escenarios públicos de memoria, construir organizaciones sociales.
Es decir, si se fortalece el colectivo y se abren espacios comunitarios y sociales, las
víctimas/sobrevivientes entran a tomar parte de estos espacios. Pero también sucede de forma
inversa, la apertura hacia espacios sociales, a ocupar escenarios públicos en lo local, también
genera un espíritu de participación que propicia el ambiente para generar las organizaciones de
víctimas. Esta afirmación es válida para el contexto del Oriente Antioqueño y Madres de la
Candelaria que, al ocupar el escenario público, lograron constituir una organización, la cual a
su vez les permitió participar en diversos escenarios de la vida pública.

Pueden identificarse dos líneas o móviles que llevan a los y las participantes en esta
investigación a participar en escenarios públicos y sociales, especialmente a partir de la
organización de víctimas. En primer lugar: una línea que podría definirse como de corte
altruista, puesto que es movida por la necesidad, el deseo y la opción de aportar a otros y otras
lo que se ha vivido y recibido, estos móviles son más claros en los y las líderes entrevistados
en esta investigación. Y otra línea de carácter más “egoísta” 197, en la que las personas se
vinculan a los procesos colectivos, con intereses concretos, especialmente de tipo económico,
que es más frecuente en las personas que hacen parte de la base social de las organizaciones.
Con frecuencia ambos tipos de motivación están ligados. Ahora bien, en ambos casos, la
acción de memoria colectiva es una puerta para emerger a lo público, romper los miedos,

197
Utilizo la palabra egoísta no en el sentido moral de la palabra, sino en un sentido más socioeconómico, que implica
privilegiar los intereses particulares sobre los colectivos.
428
lanzarse a compartir, hablar y hacerse parte de un colectivo en particular, retomándose como
actor social.

Los móviles relacionados con el altruismo pueden ser básicamente dos: mantener y fortalecer
el apoyo y la ayuda a otros que han sufrido lo mismo (aunque también recibir este apoyo
permanente) o asumir lugares de liderazgo y mediación para el logro de los objetivos
colectivos, en este punto suelen destacarse las promotoras de vida y salud mental
(PROVISAME). En primer lugar, y al igual que en el análisis del fortalecimiento de la
cohesión social, el primer móvil que promueve la participación de la gente es el deseo de
recibir la ayuda, de apoyar en lo que se ha sido apoyado, es decir, que el espacio de apoyo
mutuo y contención, es el primer paso para un ejercicio de participación más social. Esta
conclusión ya se insinuaba de manera clara en el capítulo anterior. Sin embargo, la naturaleza
de la acción pública de memoria y su encadenamiento en retroalimentación positiva con la
organización, abren las puertas de la participación a otros espacios, programas, proyectos y
dinámicas. De todas formas, para muchos de los participantes en la investigación, el
encuentro con los otros y el apoyo mutuo son razón suficiente para participar tanto en la
organización como en los procesos de memoria colectiva (cfr. Capítulo 8).

De otro lado el proceso ha suscitado la aparición de nuevos liderazgos, de personas con una
gran capacidad de gestión que se han movido en diversos frentes y que han encontrado también
en los procesos de participación una forma de cumplir con metas y objetivos personales y
colectivos. En un proceso que permitió la salida, especialmente en el caso de las mujeres, del
mundo de lo privado al mundo de lo público, pasando de tener un rol exclusivo de madres, a
ser portadoras de la fuerza de las organizaciones de víctimas (Cfr. 8.3):

...significó mucho... el crecimiento, el salir de donde estaba, hice cosas nuevas que
nunca había hecho, mi trabajo en mi casa era la modistería que me gustaba mucho, es
el trabajo que yo hacía, también ama de casa, y ya ahora tengo otro trabajo diferente,
hago cosas muy distintas de las que hacía anteriormente, escucho a las víctimas;
primero no sabía escuchar, estaba centrada en lo que me pasaba a mí, y no veía lo que
pasaba alrededor, y ahora sí puedo verlo... (Madres, E2)

Se va construyendo una actitud en la que se vencen los miedos, las dificultades, los sinsabores,
los conflictos con la pareja, entre otras cosas, porque se aprehende un nuevo sentido vital, y los
objetivos del colectivo se hacen los propios objetivos. De tal manera que el dolor de todos es
el dolor propio y estos y estas líderes se disponen a apoyar, respaldar y trabajar por la
transformación de realidades que empiezan a vivir como propias; de tal manera que se
experimenta una transformación personal que gesta una nueva forma de estar en el mundo y
una nueva identidad, apropiándose de múltiples espacios colectivos en lo local. El proceso
vivido desde la vinculación con la organización de víctimas, hasta generar un liderazgo se
convierte en una evidencia del proceso de transformación vivido por estas personas que
asumieron estar al frente de las organizaciones y de los procesos de memoria colectiva:

...a través de estos procesos, vuelvo como otra vez, al tema del liderazgo, por eso fue
que de alguna manera, de la organización de víctimas local, de la que ya hacía parte,
me nombraron como delegada para participar, al menos en actividades regionales;
entonces, a mí me nombraron como una de esas personas que venían a representar el
municipio de La Unión, y fue así que empecé a crecer como persona; lo que permitió
también la creación de la organización regional (APROVIACI), lo que permitió la
oportunidad de estar ahí en varios espacios e ir creciendo lentamente. (Oriente... E20)

Abordando la segunda línea de interés para la participación, que sigue una lógica centrada en
las propias necesidades, el interés personal o familiar, la satisfacción en la garantía de los
derechos, y desde un lugar subalterno, algunos y algunas de las participantes se sienten
429
movidos a participar, porque sienten que el proceso puede redundar en beneficios económicos,
o sociales para ellos y sus familias. Es claro que éste es un móvil legítimo para participar y
construir colectivo:

...yo luché mucho por aprender algo, entonces, ella me anotó a un proyecto productivo
y ya a la casa me llamaron y fueron y me hicieron la visita, y ahí fueron a preguntar; y
ella dijo que yo tenía un proyecto, que hacía jabón, que hacía límpido, arranca grasa y
ahí me anotaron y con eso estoy trabajando ahora... (Madres, E10)

Movidos por esta misma lógica, algunas de las personas entrevistadas en esta investigación
afirman que el proceso de organización y movilización no ha generado mayores beneficios
para ellos y sus familias, lo cual les desmotiva para seguir participando. O bien porque no han
tenido ningún apoyo del Estado, ni se les ha dado una reparación, o bien, en otros casos,
porque no se logran las expectativas en términos de restitución de los derechos:

…pues yo entré con muchas expectativas a las madres de la Candelaria, con la


ansiedad de buscar a mi hija y de uno saber que pasó, parte de la verdad... yo entré
con muchas ilusiones, pero cuando fue pasando el tiempo, volví a poner los pies en la
tierra y vi que ahí no pasaba nada, sino que uno se quedaba estancado, asoleándose
en los plantones, gritando las consignas, y de ahí no pasábamos... entonces yo dije esto
aquí no promete nada y yo soy muy inquieta, no me gusta como quedarme ahí nomás y
me gusta mucho preguntar e investigar, entonces más bien yo me metí a este otro
proyecto... (Madres, E13)

En síntesis: en relación con la participación en espacios sociales y políticos no es claro en los


relatos que se pueda sacar una conclusión de tipo lineal o causal. Lo que parece suceder es que
los espacios de memoria han abierto espacios de participación social, a través de la
organización, pero esta dinámica de participación genera su propia trayectoria. Podría decirse
a manera de conclusión en este punto, y retomando lo visto en el capítulo anterior, que quizás
la memoria compartida y el apoyo mutuo tengan más incidencia en el desarrollo de las
actitudes de participación social de los y las participantes. Es allí cuando se promueve con más
fuerza esta oportunidad, además de considerar que la participación es una categoría que hace
referencia al sujeto individual y a su proceso de integración social y vinculación colectiva; por
lo tanto, un escenario con énfasis en la transformación subjetiva, como los grupos de apoyo,
tendrán más claramente un papel en la recuperación o la generación de actitudes de
participación social. Mientras que la memoria colectiva y la acción pública tienen mayor
incidencia sobre los procesos de cohesión social, puesto que esta tiene una dimensión más
relacional y grupal, que suele ser lo que se moviliza con mayor énfasis en la acción pública.

Analizando el caso del Oriente Antioqueño, se puede establecer una clara interacción entre
todas estas categorías, de tal manera que puede comprenderse la forma en la que inciden las
unas sobre las otras de forma compleja. De acuerdo con la figura 9.2. puede observarse cómo
hay una interacción permanente entre le memoria compartida y grupal, con los procesos de
memoria pública y colectiva (Ver capítulo 3); de otro lado, se traza una línea de incidencia
fuerte y directa entre le memoria compartida y la participación/integración social de los
sujetos. Y una línea tenue en la generación de cohesión social, lo cual indicaría una menor
incidencia, aunque ésta existe claramente. De otro lado, la acción pública de memoria
colectiva genera una clara influencia sobre la cohesión social, el fortalecimiento de la
solidaridad colectiva y la estructuración de las organizaciones sociales, pero su incidencia
sobre el compromiso, la motivación y la actitud de participación de los sujetos es menos nítida
y clara. Finalmente, los procesos de participación tienen una clara correlación con los
procesos de cohesión social y viceversa, de tal manera que la construcción de vínculo social y
organización abren posibilidades claras de participación, mientras que el desarrollo de

430
habilidades de participación de los sujetos, propicia oportunidades para la construcción de
espacios organizativos que incrementan la cohesión social.

Figura 9.2. Incidencia de la memoria en la participación y la cohesión social

Memoria Compartida Acción pública de memoria


Memoria grupal Memoria colectiva

Participación Cohesión social


Integración social Fortalecimiento organizativo

El marco de las acciones de memoria que se están estudiando en esta investigación tienen una
relación significativa con algunos de los lienamientos que, junto a un contexto favorable,
Pennebaker (1990, 1993, 1994), Páez y Basabé (1993) y Rimé (1995) han descrito para que las
acciones públicas de memoria colectiva puedan generar mayor cohesión social, solidaridad e
integración:

1. Los hechos traumáticos han sido recordados de forma compartida y expresados en


acciones públicas que han implicado rituales, marchas, museos comunitarios y
monumentos.
2. Los relatos se han empezado a insertar en el pasado y el futuro del grupo, dándole un
sentido para reconstruir lo ocurrido, haciendo hincapié en los aspectos positivos para la
identidad social.
3. Aun falta un largo camino para que se puedan identificar los responsables, los motivos,
el contexto y las consecuencias. Sin embargo, el proceso de memoria inclueynte
permite evitar la fijación en el pasado, la repetición obsesiva y la estigmatización de
los/las sobrevivientes como víctimas.
4. El proceso referido está extrayendo lecciones y conclusiones para el presente. Porque más
allá de la reconstrucción de los hechos, esta memoria se ha constituido en un ejercicio de
memoria anamnética (Reyes Mate, 2006) que descalifica éticamente a los perpetradores .

Así pues, se necesita mayor fuerza en los procesos de historización de los hechos y en los
procesos de identificación y sanción de los responsables. Esto trae consigo un proceso de
fortalecimiento político que lleve a compeler al Estado para garantizar los derechos de las
víctimas; pero también de la presión internacional para lograr este objetivo. La participación
en redes nacionales de ambos espacios organizativos (Madres de la Candelaria y Asociaciones
del Oriente Antioqueño) se ubica en este contexto y está ligado a estos objetivos:

Pero finalmente somos muchos ahí jalonando para el mismo lado, puede que no
logremos grandes cosas, pero nos sentimos acompañados, no nos sentimos solos como
nos sentíamos primero, de eso sí estoy segura… las víctimas nos hacemos compañía,
las organizaciones de víctimas cada día vamos tratando de estar más organizadas, las
municipales, las departamentales y una gran red nacional de víctimas: estamos
luchando por las mismas cosas. Pero también nos acompañan muchas instituciones
que les duele el tema de las víctimas, ONG, el Estado es indiferente, pero nosotros lo
vamos presionando de alguna manera... (Oriente, E20)
431
9.4. Estrategias de afrontamiento

Cuando se afirma que la memoria tiene un papel fundamental en los procesos de cohesión
social y construcción de solidaridad en un colectivo, cuando proporciona elementos para
desarrollar habilidades y actitudes de participación social; se está diciendo, de una u otra
forma, que la acción pública de memoria colectiva permite desarrollar estrategias de
afrontamiento a las lógicas de la violencia política y la represión, que están dirigidas a romper
el tejido social y la solidaridad, que llevan a los sujetos a retirarse del mundo de lo público para
recluirse en lo privado, movidos por el terror y el miedo (Lira, 1989; Rieira & Martín
Beristain, 1994; Martin Beristain, 1999; ODHAG, 1998; Villa et. al., 2007, entre otros).

De otro lado, cuando se abordaron las transformaciones subjetivas en lo cognitivo y lo


comportamental, también se pudo valorar el proceso de reconstrucción positiva de los
significados en torno a la experiencia vivida, lo que muchas veces generaba un crecimiento
postraumático (Janoff-Bulman, 2004; Vera Poseck, 2004; Pérez Sales, Vásquez y Arnoso,
2009; Rimé, Páez, Basabe y Martínez, 2009; Vásquez y Páez, 2010) que resulta también fuente
de procesos de afrontamiento y resistencia por parte de los y las sobrevivientes.

Así pues, en estos procesos de memoria colectiva pueden desarrollarse mecanismos de


afrontamiento de la situación límite 198: tales como racionalización y comprensión de los
hechos, revaluación positiva de lo acontecido, generación de aspectos religiosos y de fe que
permiten dar sentido a lo vivido, conductas activas de tipo social y político que conducen a la
organización y la movilización y soporte social, manifestado en conductas de solidaridad y
apoyo mutuo (lo que se relaciona claramente con el acápite anterior). A su vez, el recuerdo
público y verbal puede ayudar a transformar las pérdidas, a través de la memoria colectiva, en
acción social y política. Además de las mencionadas y ya presentadas, estas son algunas de las
estrategias de afrontamiento que se han desarrollado a partir de los procesos de memoria
colectiva y de la organización de víctimas.

9.4.1. “Yo soy de las que pienso, es mejor morir de pie, que no vivir de rodillas”:
Estrategias de afrontamiento directo

En primer lugar, es necesario afirmar que cuando sucedieron los hechos, los y las participantes
refirieron que las estrategias de afrontamiento principales fueron las de evitación, evasión,
autocontrol, aislamiento, ruptura de vínculos sociales, protección (Cfr.capítulo 6). Era una
respuesta que intentaba asumir la situación desbordante que se vivía, tanto en el plano
individual, como en el plano colectivo. Luego de hacer los procesos de memoria y de contar
con una organización, las estrategias de afrontamiento cambian, tal como lo refieren los
autores referenciados (Fivush, Bohanek, Robertson & Duke, 2004; Pennebaker, Zech & Rimé,
2001; Martin Beristain, 2005 y Wang, 2008): priman las estrategias directas de acción social,
política, de reivindicación de derechos, de tipo comunicativo; prima el apoyo social, la
resignificación positiva y la comprensión de los hechos (como ya se ha referido),
fortaleciéndose la misma organización y la movilización, que son, cada vez más, un soporte
social para los y las sobrevivientes:

...yo estoy ahí porque, primero, me sucedió algo muy doloroso, porque hay otras
personas que están al lado mío con el mismo problema, entonces, para no volver aquí
a la Candelaria, para que nunca más esto se repita, tendremos que llegar y conseguir,

198
Cfr. Fivush, Bohanek, Robertson & Duke (2004); Pennebaker, Zech & Rimé (2001) y Wang (2008).
432
al precio que sea, que no haya desaparición forzada, que no haya secuestro,
reconciliarnos y conseguir la paz... (Madres, E4)

La fortaleza colectiva se alimenta del fortalecimiento personal y viceversa, de tal manera que
algunas personas, en el proceso de construcción de su liderazgo reconocen que ante la
humillación y el horror, ante la impunidad y la misma violencia deben responder con más
valor, porque tienen el convencimiento que el proceso ha generado una esperanza real de
transformación de las condiciones sociales y las relaciones de dominación y exclusión en sus
regiones y en Colombia:

...la esperanza de que sí podamos cambiar esto, y de que si no hacemos nada, como
digo, como digo en mi poema: "levántate mi pueblo, si callas igual nos siguen
matando, si protestamos matarán a unos cuantos, pero jamás al pueblo; porque cada
gota de sangre derramada en la tierra, no será una palabra que se la lleve el viento,
será una fuerza viva que reclama justicia y con sangre la historia la vamos
construyendo". Entonces yo soy de las que pienso, es mejor morir de pie, que no vivir
de rodillas. Y yo no me resignaré a vivir de rodillas y yo lucharé hasta el final; pero yo
no me voy a rendir. Entonces, yo pienso que estos procesos me han dado mucha fuerza
para esta lucha, porque nos da herramientas, porque nos ayuda a darnos cuenta que
tiene más fuerza la palabra que las armas. (Oriente, E1)

El proceso ha traído consigo una dignificación de la subjetividad individual y colectiva, un


sentirse actor y protagonista de la propia historia. De tal manera, que además de recuperar el
control sobre su propia vida, puede afirmarse que se ha constituido una persona digna, que es
capaz de empezar a afrontar nuevos retos, luchar por la justicia y la equidad. Ahora bien, en
este aspecto es importante acotar que son los y las líderes quienes han logrado construir y
desarrollar estas formas de afrontamiento más activas y directas, con una clara opción de
trabajo por los demás, en una lucha por los derechos y en un proceso que se sabe resistiendo a
poderes que tienen mucha fuerza y que todavía tienen la posibilidad de hacer daño, desplegar
violencia y revictimizar:

...que si me muero, me muero luchando y peleando, pero no me voy a dejar matar así
tontamente como se han dejado matar los otros callados y con la cabeza gacha; vamos
a luchar y vamos a mostrar que si nos matan es por algo, sin hacerle daño a nadie,
pero luchado para que alguien haga por nosotros algo. Eso es… yo veo que se comete
una injusticia con cualesquier persona y ahí estoy yo protestando y cuando es con
harta gente ahí se mete la organización y hágale… (Oriente, E15)

Esto permite afirmar que en algunos se ha idgo gestando un proceso de fortalecimiento


personal, valor y valentía, que ha permitido, incluso, confrontar directamente a quienes les han
hecho daño. Otros han trabajado para “ayudar” a la justicia en los procesos de buscar pruebas
contra los actores de poder, otras personas se han fortalecido para reclamar ante el Estado.
Pero, en todos estos casos, son procesos de resistencia y afrontamiento que emergen de la
recuperación de la dignidad de las personas y la necesidad de lograr enfrentar la impunidad:

...yo he recorrido el país desde hace que nosotros nos ocurrió esto, para poder
sobrevivir, investigando la muerte de mi hermano, porque yo me he convertido en una
investigadora y todo lo que sé, lo he investigado yo, hasta donde sé que mi hermano
está enterrado, pero yo no puedo llegar allá... Y que por seguridad mía y la de mi
familia, y para que no haya otro desastre yo lo he dejado. (Córdoba, E5)

Precisamente, Martín Beristain (2005), Cabrera (2004), ODHAG, (1998) afirman que los
procesos de memoria colectiva pueden contribuir a generar la cohesión social suficiente que
abra las puertas a espacios colectivos que generan procesos de búsqueda de justicia, que a su
433
vez posibilitan procesos de recuperación de la dignidad de la gente, transformando el duelo
colectivo en reivindicación política de lucha contra la impunidad (Cfr. ODHAG, 1998). Sin
embargo, y como se verá cuando se hable de los procesos judiciales, estas búsquedas en las
tres regiones estudiadas siguen estando marcadas por opciones individuales más que grupales.

En el caso del Oriente Antioqueño y las Madres de la Candelaria, el proceso de memoria y el


trabajo de la organización se ha dirigido más a la reivindicación de derechos protegidos por la
legislación colombiana, y a la lucha por la verdad, la justicia y la reparación en el terreno
político, puesto que intentar comenzar procesos judiciales todavía genera grandes temores, en
un contexto que sigue marcado por un claro control del proyecto paramilitar. Por eso la
mayoría de las acciones de resistencia y afrontamiento directo, en términos de movilización y
reivindicación se siguen dirigiendo al apoyo mutuo, hacer valer algunos derechos, fortalecerse
internamente, construir redes y generar una interlocución con el Estado para sensibilizar en
torno a sus necesidades e intereses, buscar el respeto de los actores armados, tener autonomía y
poder seguir adelante en sus proyectos de vida:

...los que inventan la guerra quieren que olvidemos y quieren que escondamos y
quieren que cerremos los ojos, pero nosotros haciéndolo con conciencia, decíamos en
cierta manera no vamos a olvidar, no vamos a renunciar a esos caminos, no vamos a
renunciar a esa tierra, vamos a dar a conocer esto a otras gentes, a otras instancias, a
otros niveles. Entonces para no olvidar, para recuperar, para visibilizar, o sea,
contrario a lo que quieren los actores armados y prácticamente, al unir esos esfuerzos
surge una fortaleza que invita al respeto... (Córdoba, E13)

Así que un límite importante dentro del proceso, en las tres regiones y los colectivos
estudiados estriba en que no se ha dado el paso por una lucha colectiva, integral y fortalecida
de las organizaciones por constituir escenarios reales de justicia. Para algunos “se señala de
no politizadas y ahistóricas las experiencias de memoria al igual que el acompañamiento
psicosocial” (CP. 1), puesto que no logran enunciar, denunciar y buscar justicia real frente a
los responsables (materiales e intelectuales) de la violencia vivida.

Mirado desde el deber ser, esto puede ser un límite de estos procesos, puesto que la lucha por
los derechos no se materializa en términos de justicia o acciones judiciales que procesen a los
responsables. Pero mirado desde las perspectiva de los colectivos estudiados y sus contextos,
los pasos que se han logrado dar en este sentido, aún cuando son los líderes quienes lo tienen
mejor interiorizado y desarrollado, son verdaderos procesos de afrontamiento y resistencia que
han tenido su cimiento en los procesos de movilización, de organización y de acción pública de
memoria. Ahora bien, pararse en una plaza pública donde observan todos los actores sociales,
enunciar hechos que, incluso, han sido justificados y defendidos como heroicos y hacerlo
delante de los mismos actores, que siguen estando allí; es un acto de resistencia y de
afrontamiento muy importante en esos contextos estudiados:

…en donde será que yo no he ido, ni a qué departamento no he ido, municipios


muchísimos donde he andado con esas pancartas, en las marchas, en esas largas
marchas que hemos preparado y he hecho mi caso muy visible en los medios de
comunicación... (Madres, E2)

Se da una retroalimentación positiva, porque cada acción pública de memoria fortalece la


capacidad de afrontamiento y resistencia; pero al mismo tiempo, es el crecimiento en la
posibilidad de afrontar y resistir lo que genera acciones públicas cada vez con mayor contenido
y con mayor valor civil:

...es algo muy bonito, es como mantener viva esa fuerza para poder seguir esta lucha,
como cuando usted tiene un libro muy importante, pero va y lo guarda por allá y
434
nunca lo abre, usted nunca se va a enriquecer de ese contenido ni los demás tampoco,
en cambio si esa memoria se muestra, nos enriquece a todos y eso nos da más fuerza
para decir: "si aquéllos pudieron, ¿nosotros cómo no vamos a poder?" (Oriente, E1)

Para Primo Levi (1976 / 2008) hay un claro referente ético en el hacer memoria, que por lo
demás, dignifica a quien testifica. Éste, suele ser un sobreviviente, lo cual le implica nombrar
de alguna manera la opresión y la deshumanización vividas. En este proceso, más que
“comprender” la experiencia o de justificarla, se trata de enunciarla para que no se vuelva a
repetir. De tal manera que al hacerse pública la memoria, ésta cumple además una función
moral y educativa. Pero además, si se da un paso más, este testimonio y esta enunciación
conducen a declarar ante la justicia, aunque esto último no es tan claro en el marco de los
colectivos estudiados. Sin embargo, los y las participantes reconocen que hay un deber: deber
con todas las víctimas (los hundidos), con la sociedad y con la necesidad de transformación de
la realidad de opresión, exclusión y violencia.

Así pues, cuando la memoria colectiva permite favorecer los procesos de afrontamiento y
resistencia, se abren las puertas para una mayor dignificación de las víctimas, puesto que éstas
se sienten actoras protagónicas de la historia, portadores de una verdad, de una ética que rompe
con la lógica de la violencia, en donde la vida humana es medio para otros fines. Reyes Mate
(2006, 2008) afirmará que se trata de una justicia anamnética, es decir, que ya la enunciación y
visibilización de la injusticia tiene efectos en la sociedad para abrir vías al reconocimiento de
la barbarie como llamado a la transformación de las relaciones sociales:

...siento como una satisfacción con esos testimonios, porque es la única forma de que
lo nuestro, lo que nos ocurrió salga a la luz pública; no importa los peligros que corra,
porque yo en cierta forma es como si estuviera haciéndole la guerra al gobierno, no
con armas sino contando con palabras lo que el gobierno nos hizo y no nos ha
respondido, ya que han tratado más bien de ocultarlo y salir en limpio... yo sí siento
mucha satisfacción, a pesar de que pueda tener peligros por eso, también siento temor,
pero no me importa, porque lo que estamos diciendo es la verdad, lo que nos hicieron
y que lo reconozcan... esos casos de falsos positivos... (Oriente, E3)

El testimonio siempre supone a otro que escucha, un tercero que recibe 199: los próximos, los
allegados, esa gente que cuenta para los sobrevivientes, a medio camino entre el sí mismo y los
otros, son los escuchas privilegiados, los que les representan la sociedad y al otro-ciudadano:
son los sujetos de la memoria compartida. Es decir, los que aprueban lo que se “atesta”. Por
esta razón, cuando la memoria es impedida, manipulada, obligada, se hace necesario llevarla al
relato y a su estructura pública:

...cuento mi historia delante de todo el mundo, pero no sé cómo lo hago, yo sé que lo


hago y sacó valor para hacerlo, pero no sé cómo... lo que quiero es que la gente vea,
los otros Estados vean lo que está pasando en Colombia con las víctimas; si esto fuera
en otra nación, yo creo que ya hubieran hecho algo... porque ¿cuánto rodé yo?
¿Cuánto me tocó pedir ayuda?, hasta limosna me tocó pedir, me pareció algo terrible,
estando todavía inválida, y el Estado no hizo nada.... (Madres, E1)

En un país en guerra o en medio de un conflicto como el que vive Colombia una de las voces
que suele ser silenciada o modulada de acuerdo con intereses de bando, es la de las víctimas.
Puesto que su voz, además de “sub-vertir” las versiones de la historia oficial, “con-mueve” los
cimientos sobre los cuales construyen sus relatos los diferentes bandos en conflicto, que en la

199
Puede afirmarse con Ricoeur (2003) que en el testimonio es donde la memoria entra en su fase declarativa, en el
ámbito del lenguaje que convoca a una dimensión intersubjetiva: implica a un tercero. Así como Veena Das (2008g,
2008h) invoca para el dolor un ‘otro’ en su estructura ilocucional performativa y lingüística, tal como se vio en el
capítulo 8; Ricoeur lo hace para el testimonio público.
435
mayoría de los casos se atribuyen a sí mismos el poder legítimo de representarlas. Y además
con-mueve el lugar de “seguridad y confort” que los estratos altos y medios de las ciudades,
que suelen representar el grueso de la denominada opinión pública, han construido.
Precisamente, la voz de las víctimas, en la mayoría de los casos, el primer efecto que tiene es el
de cuestionar la representación que se atribuyen los actores de la guerra y la que se ha
construido en Colombia durante los últimos gobiernos. Y esto será siempre un acto de
afrontamiento y resistencia:

Dice L.: "es que nos quieren callar, ya con lo que nosotros sabemos, no nos pueden
callar". Entonces, eso nos satisface, pero también entre nosotras mismas tenemos que
darnos el apoyo mutuo, porque si en realidad nos quieren callar, si nos apoyamos
mutuamente, a mí me llena de valor, tenemos que seguir adelante, o sea, no nos van a
callar, para muchas cosas... (Córdoba, E7)

9.4.2. Otras estrategias de afrontamiento

La aparición y el fortalecimiento de estrategias directas de afrontamiento a través de los


procesos de organización de víctimas y de memoria colectiva, no implican que la gente no siga
desarrollando, fortaleciendo o transformando otras estrategias como las desarrolladas en el
capítulo 7 y otras que se han gestado durante el proceso. La primera de ellas, que tiene una
profunda relación con las dinámicas de participación y el fortalecimiento de la cohesión social,
es asumir el apoyo, especialmente ofrecerlo como una forma de enfrentar la situación límite, y
en este caso esta estrategia es válida tanto para los líderes, como para las personas de base;
pero también en los tres espacios estudiados, la primera forma es a través del consejo y dar
ánimos a otros y otras:

Porque yo le transmito, como le diría yo, esas palabras de aliento, de que hay que
seguir, pero no olvidar, y no ignorar lo que nos ha pasado... ¡jamás! (Córdoba, E2)

Y precisamente, este darse apoyo, va reconstruyendo la experiencia de sentirse fuertes, que


también le da seguridad al sí mismo (Janoff-Bulman, 1992, 2004), que implica tener una visión
de sí mismos/as como un colectivo que tiene unos marcos que protegen, un lugar de referencia
y un espacio para resistir:

...el proyecto en el que estoy me da la fortaleza, me da vitalidad para seguir adelante


con todo lo que tenga que ver con procesos de víctimas. Porque siento que estoy
haciendo algo no sólo por mí, sino por los demás, entonces, yo siento que la vida me
ha brindado oportunidades de conocer a muchas organizaciones de víctimas, a muchas
personas que quieren saber algo de sus familiares; entonces, para mí eso es una gran
oportunidad... (Madres, E12)

Esta nueva auto-percepción del sí mismo que implica además un discurso de valor y valentía,
permite hacer lo inimaginable y apoyar a los demás en procesos vitales frente a los cuales se
pensaba no había fuerzas suficientes. Este es un nuevo factor en la recuperación de la dignidad
y en la reconstrucción de una imagen positiva. De una u otra forma permite sentir que se tiene
un mejor control sobre la propia vida (Lira, 2011) y abre las posibilidades para que se
experimente desde el propio ser la fuerza suficiente para hacerse cargo de la propia familia, del
sentirse resistente y experimentar que la violencia y la situación límite no lograron vencer y
dejarles postrados/as.

…nosotras somos muy valientes... hemos pasado por tantas cosa: ver desenterrar el
hijo de otras, ir hasta el monte, ir a exhumaciones, recibir los restos del hijo de
alguna... y uno llora parejo con ellos, pero ahora ya puedo ir tranquila, y apoyar, ya
puedo apoyar... (Madres, E11). Y empecé yo en esos procesos y ya el esposo me decía:
436
"no, qué miedo no se pongan en esas, que nos matan también y ahora están diciendo
que están matando a los líderes”, le digo que a mí no me da miedo, él me dice:
"sálgase de eso que de pronto la matan por ahí" y yo le digo que no me salgo, que si
me muero me muero ahí, pero ya no me salgo, él maneja mucho miedo, pero ahí voy a
seguir... (Oriente, E10)

De otro lado, en Córdoba se presenta una ambivalencia entre el deseo de lo que se quiere hacer
y la realidad de lo que en concreto se puede hacer. Por lo tanto, en este contexto, todavía el
silencio, el respeto por el miedo siguen siendo estrategias para mantener algún control y para
esquivar nuevos efectos de la violencia. Como se ha dicho hasta este momento, esta forma de
afrontamiento, también es válida, porque cada quien conoce su contexto y sabe hasta dónde
puede llegar. La gente busca otras formas a través de las cuales puede actuar y puede
recuperar algún nivel de control:

Sí, porque la gente tiene mucho miedo... hay mucha gente que no sale con nosotros
todavía a la marcha que se hace, sino que se quedan en la iglesia adentro, o en el
atrio, no sale, porque tienen mucho miedo... (Córdoba, E7)

9.5. Construcción de una ciudadanía de derechos

Uno de los lemas fundamentales de las organizaciones de víctimas del Oriente Antioqueño es:
“de víctimas a ciudadanas”. Esto quiere decir que el proceso de movilización y organización
implica la construcción de subjetividades plenas en derecho, ciudadanos y ciudadanas que
puedan actuar en la vida política, en la reivindicación de sus derechos e interactuar con la
sociedad y el Estado de forma proactiva. De otro lado en Madres de la Candelaria, si bien no
hay una reflexión activa sobre la ciudadanía, sí existe un discurso de búsqueda y reivindicación
de derechos. Una de las categorías de análisis de esta investigación se centra en analizar de
qué forma la acción pública de memoria ha contribuido a la construcción de una ciudadanía
activa y una subjetividad de derechos.

Lo primero que puede afirmarse es que los y las participantes, tanto líderes como miembros de
la base, tanto del Oriente Antioqueño, como en las Madres de la Candelaria admiten que se ha
generado una conciencia inicial de ser sujetos de derechos. Esto se enuncia de una manera
simple: “hemos aprendido nuestros derechos”, de los que no tenían ningún conocimiento:

…vino el proceso de la asociación, es un proceso muy bueno, porque ahí le dicen


cosas a uno que jamás en la vida había llegado a escuchar. Hemos tenido
capacitación en la ley de justicia y paz, hemos aprendido los derechos de las
víctimas.... (Oriente, E4). Aquí en la organización hemos aprendido a reclamar
nuestros derechos, saber qué derechos tenemos... tenemos derecho a ser escuchadas
por el gobierno, por el Estado... y también que uno ya sabe que puede reclamar... y nos
deben atender... (Madres, E3)

Ahora bien, una cosa es tener una noción, empezar a comprenderla y otra muy distinta es
asumirla, incorporarla y actuarla. Es decir, la gente ha aprendido un discurso, que ha sido dado
más por la formación y el acompañamiento de las ONG que han acompañado las
organizaciones de víctimas; pero aún se está lejos de lograr un proceso de construcción de
ciudadanía activa, que sea armónico y que pueda canalizar realmente las demandas de la
población. Por eso, incluso algunos y algunas participantes reconocen que este es un proceso
incipiente, que está cimentándose lentamente y que falta mucho por aprender. Sin embargo, la
noción primaria que se tiene de ser sujeto de unos derechos, de ser personas y por lo menos
tener una dignidad, ha generado que las víctimas/sobrevivientes, por lo menos, intenten
trabajar y luchar por alcanzar algunos de esos derechos:

437
…que no nos la reconocen, pero no porque no la sepamos, porque los sabemos,
sabemos qué derechos tenemos, porque el Estado abusa de las víctimas... entonces
nosotros estamos luchando por nuestros derechos... (Madres, E1)

Lo cual ha implicado un logro muy importante: por lo menos la gente ha aprendido a levantar
la cabeza, es decir, ha recuperado dignidad. Ya no se sienten como personas de segunda
categoría que miraban al suelo para solicitar algo ante un funcionario, ahora se saben personas,
que tienen un valor, han recuperado autoestima y asumen una actitud diferente, tanto en la
dimensión personal, como en la relacional, en la organizativa y en tener interlocución pública
con instancias estatales.

Esto implica un logro muy importante en términos de la convivencia cotidiana, de la


construcción del vínculo social y en la construcción de un primer nivel de ciudadanía. Se trata
de reclamar respeto para sí mismo, de acceder a los servicios del Estado desde un lugar digno,
sintiéndose persona, se vence la timidez, el miedo y se empieza a hablar, a interactuar y a
reclamar:

…pero ya aprendí acá a reclamar los derechos, yo iba a una parte y era agachada,
con ese miedo, yo creía que había gente más superior que yo, que yo era de lo más
bajo que había y gracias a Dios y a estos procesos ya no… (Oriente, E11). Nos han
enseñado a que luchemos por nuestros derechos, y ya no nos da miedo luchar ni
hablarle con la verdad al que sea... (Madres, E11)

Todo esto tiene sus complejidades y matices. En primer lugar es fruto de un proceso. No es lo
mismo en los relatos de los grupos de discusión en 2009, que en 2011. No es lo mismo el
discurso de los líderes, que el de la base social. Una cosa son las relaciones con el Estado local
y otra las relaciones con el Estado nacional. Una cosa es construir una ciudadanía participativa
y otra una ciudadanía plena de derechos. Y hay una diferencia muy grande entre reclamar un
subsidio, que reclamar justicia o la restitución de la tierra frente a actores de poder y armados
que siguen teniendo fuerte control de las regiones y tienen lugares en el Estado local y
nacional. Sin embargo, vale la pena hacer una revisión del proceso, en primer lugar, en el
marco del Oriente Antioqueño.

9.5.1. Ciudadanía de derechos y la relación con el Estado en 2009 (Oriente Antioqueño)

En la investigación realizada en el año 2009, la visión de las organizaciones de víctimas frente


al Estado local, tanto de los y las líderes, como de las bases de las organizaciones estaba
centrada en una visión del Estado benefactor, al cual no se le reclaman derechos, sino que se le
piden favores. En Colombia el poder está localizado en quien tiene el manejo institucional y
político, y desde allí se hace natural una relación de subordinación, tal como lo expresan
Pécaut (2003), González et. al (2003), y otros autores (cfr. Capítulo 2). Esta visión implica que
el apoyo del Estado local se realiza no como una obligación constitucional para garantizar los
derechos a las víctimas, sino como un “apoyo” o una “colaboración” de su parte, a los procesos
que emprenden las organizaciones sociales de base, en este caso, las organizaciones de
víctimas.

Por lo tanto, el impacto en las instituciones estatales locales la medían los y las participantes en
los grupos de discusión realizados, en 2009, no por los derechos garantizados, sino por los
“apoyos” o “colaboraciones” logrados. Esta dinámica y esta forma de relaciones de poder
implicaba que las administraciones, a su libre arbitrio “apoyaban” o no, se “vinculaban” o no,
pero no experimentaban un deber de garantes de los derechos de las víctimas:

438
...como dije al inicio, nosotros desde nuestras capacidades económicas, y de acuerdo
al apoyo que se ha requerido, la respuesta ha sido acorde a lo que nos han solicitado y
hemos también participado de las actividades... (Oriente, E2, 2009).

Además, en el discurso municipal, el “tema” de las víctimas, era un asunto del Estado Central.
Sin embargo, lo que se hacía evidente en este punto es que se mantenía, por parte de las
víctimas, una relación de subordinación:

...la administración se ha preocupado por tener las víctimas siempre como por
colaboraciones con algo, nos han tenido en la marginalidad, por decirlo así, dicen
que porque no hemos tocado puertas; pero nosotros sí nos hemos dirigido a la
administración municipal a pedir ayudas, pero parece no importarles, en ese sentido sí
estamos realmente solos y solas... (Oriente, GF6, 2009)

Desde ese tiempo había una respuesta diferente de una administración municipal con respecto
a otra, el cambio de partido o de grupo político podía implicar un mayor o un menor
reconocimiento a la acción de las víctimas. Pero esto también sucede en relación con las
diferentes instancias de la administración: algunas de ellas pueden tener mayor “sensibilidad”
o relación con el tema, pero siempre mediado por una relación no de ciudadanía y garantía de
derechos, sino en una relación entre persona necesitada y benefactor. De todas formas cada
cambio de administración implica un reacomodo de fuerzas en el nivel local que puede
beneficiar o afectar a las víctimas, de acuerdo con el apoyo que dieron o no al candidato que ha
triunfado en las elecciones.

En el fondo lo que ha primado, a la hora de establecer la relación, es el tipo de vínculo


generado dentro de la red clientelar (González, et al, 2003). Si se hace parte de esta red, es
muy probable que se reciban más “beneficios”, puesto que el alcalde y su administración, en el
marco de la relación transaccional que implica esta forma de hacer política, se ven compelidos
a corresponder el apoyo recibido con aportes específicos al grupo, asociación u organización
de base que les ha respaldado en la campaña (Palacios, 2003); si no se hace parte de esa red, la
administración municipal ignorará a las víctimas, siempre con el pretexto de que la
competencia de su atención es del gobierno nacional200.

...de pronto la administración pasada no nos ayudó económicamente, pero la


personera y el inspector nos brindaron un apoyo y una ayuda grandísima... (Oriente,
GF5, 2009). Porque en la administración pasada se invitaba al personero, se invitaba
a otras instancias: nunca llegaban. Por parte de la administración, el apoyo ha sido
casi nada... (Oriente, GF6, 2009).

En el año 2009 también se observaba que en el proceso de formación y acompañamiento hacia


una ciudadanía activa, las organizaciones de víctimas, en por lo menos 12 municipios, habían
desarrollado una interlocución con los candidatos a la alcaldía y éstos habían asumido
compromisos para incluir una atención a las mismas dentro de sus planes de gobierno. Desde
entonces, en algunos casos se pudo alcanzar un nivel de interlocución en el cual se hizo uso de
mecanismos participativos formulados por la ley y la constitución: elaboración participativa de
planes de desarrollo, presupuesto participativo, asambleas ciudadanas, veedurías ciudadanas.
Estos ejercicios de ciudadanía también se desarrollaron frente a los concejos municipales, en
cabildos abiertos, sesiones extraordinarias y otro tipo de acciones que buscaban sensibilizar a
esta instancia del poder local:

200
El marco legal que establece la ley 1448 de 2011 (ley de víctimas) podría revertir esta lógica, puesto que implica una
responsabilidad clara y directa de los entes municipales en la atención y restitución de derechos a las víctimas. Sin
embargo, habrá que esperar a que la ley termine de implementarse y desarrollarse, lo cual puede tardar, todavía (Junio de
2012), un tiempo más.
439
...el año pasado, a través de la asamblea municipal, se hizo mucho por el movimiento
de victimas… lo mismo lo de la agenda de los candidatos, entonces fue así que se
armó paso a paso, lo que se hizo con la comunidad, se invitaba a todos los sectores y a
toda la comunidad y allá se exponía cada conclusión en el centro zonal, entonces el
mapa fue trabajado, se expuso y se armó lo de la agenda ciudadana. Pienso que fue la
oportunidad de sensibilizar a todos los candidatos, que firmaron el pacto de la
gobernabilidad que fue incluida en la agenda de víctimas del municipio, luego se
entregó a todos los entes municipales y de igual manera participamos en la
elaboración del plan de desarrollo... (Oriente, GF3, 2009).

Sin embargo, se puede consignar un problema: más que desarrollarse una ciudadanía de
derechos, se desarrollan mecanismos de participación, donde se tiene la ilusión de incidir en un
lugar de poder. Sin embargo, al final, todo sigue igual para la gente. En el ejercicio de las
administraciones municipales las relaciones se tendieron a enmarcar en una lógica más
profunda y arraigada de intercambio de “favores”. En estos casos, también podría decirse que
el ejercicio ciudadano se hizo más por la vía de la “participación”, quedando aún mucho
terreno para la construcción de una ciudadanía desde la conciencia de derechos; sin embargo,
quedaba una pregunta sobre el tipo de ciudadanía que se ejercía, puesto que parecería más un
ejercicio formal desde el poder político para legitimar los planes de gobierno, que un
compromiso frente a la ciudadanía sobre el cual se fundamentaría la gobernabilidad:

...es que los alcaldes de este municipio los hemos visto, pero cuando están en
candidatura, porque ya se sientan allá y ya no se vuelven a ver; han ido a las
reuniones a hablar con nosotros , pero después de que se sientan allá, ahí sí ya no
saben, no se vuelven a recordar de las víctimas... (Oriente, GF6. 2009).

Así pues, los procesos de participación ciudadana que se han emprendido terminan estando en
función de la maquinaria electoral y del ejercicio de la política clientelista, con lo que el
proceso de construcción de una ciudadanía participativa, se ve desdibujado por una lógica
“participacionista” donde la gente está en los espacios consultivos y colectivos que abre la
constitución colombiana, pero lo hace de manera formal, decorativa; puesto que su realidad no
se transforma y no se logra constituir un contrapoder que desde la sociedad civil regule las
actuaciones del poder político en el Estado local. De tal manera, que también se obtura el
ejercicio de una ciudadanía plena de derechos y la conciencia para reivindicarlos y luchar por
ellos. Puesto que se da una especie de ficción donde participar formalmente implicaría una
atención por parte de la administración, pero cuando ésta se deniega, el haber participado
cierra la puerta a la demanda y a la exigencia desde una lógica de derechos.

9.5.2. “Yo pienso que seguir movilizándonos, seguir estorbando, seguir haciendo
plantones, incidiendo en el tema político”

El punto anterior, recogía toda la perspectiva de la relación entre los procesos de organización
de víctimas y movilización de memoria hacia la incidencia política en la región del Oriente
Antioqueño, entre los años 2006 y comienzos de 2009. En las entrevistas realizadas en el año
2011 se observan algunos avances frente a esta situación, se han dado aprendizajes y
transformaciones que han implicado una evolución, por lo menos en los relatos y testimonios
de los y las líderes:

...yo pienso que seguir movilizándonos a través de esos procesos de memoria, para
sensibilizar, para visibilizar nuestra problemática. Es que si nadie se para,
¿entonces? Nadie se da cuenta. Así sea estorbando la gente se da cuenta que ahí está
ese problema. Por ejemplo los personeros, cuando nos ven; dicen: "ahí vienen esas
que estorban y fastidian y son las que nos llenan aquí el despacho, las víctimas que son
las más cansonas, las más aburridoras”. Pero si no se paran ahí, entonces, nadie se
440
da por enterado del problema o el conflicto que hay ahí o de la situación que está
pasando, finalmente, es para eso, para visibilizar esa problemática. (Oriente, E20)

Y precisamente la movilización, la acción pública de memoria permanente y persistente,


lentamente se ha convertido en una posibilidad de incidir, de abrir puertas y tener algunos
logros. La gente ha aprendido que la unidad y el trabajo conjunto posibilitan la gestión de sus
derechos de manera más clara en el nivel local y han ganado un mínimo espacio frente a las
administraciones municipales:

...con la memoria nosotros reclamamos, por ejemplo ahora con la política pública,
como no le han puesto presupuesto, entonces pensamos hacer un plantón, en la
jornada de la luz hacer un plantón, con eso uno hace visible las cosas y reclama los
derechos por medio de la movilización y la acción de memoria... (Oriente, E10)

De todas formas, en todos los colectivos las personas de la base siguen sin tener totalmente
claros los móviles políticos y reivindicativos, en términos de derechos, de las acciones de
memoria colectiva; no los han logrado asociar de forma definitiva y significativa con sus
reivindicaciones en torno a situaciones históricas de injusticia y exclusión, derechos básicos
como la salud, la educación; incluso con la reivindicación por la verdad y la justicia y otras
demandas que realizan, más allá de su necesidad de dignificar a sus seres queridos y a sus
familias o de lograr un reconocimiento social:

…pues el objetivo es de pronto en esa asociación, que le ayuden a uno con otra cosa,
con luz, con un proyecto de cualquiera, o ya le sirve a uno para cualquier cosa. Con
esos actos de memoria buscamos cómo vivir mejor... (Oriente, E4).

Es decir, no muy lejanos del lugar descrito en el punto anterior cuando se analizaba este mismo
tema en el 2009: la construcción de una ciudadanía subordinada y a la espera de lo que
“donará” el Estado. Desde esta perspectiva los derechos son “ayudas” y las personas,
beneficiarias. Como si no existieran unas obligaciones y unas garantías de parte del Estado.
Todo queda a la buena voluntad de las administraciones municipales. Y esto que se da en las
personas de la base en el Oriente Antioqueño, también se da en los colectivos en Córdoba, y en
las Madres de la Candelaria,

...yo soy pobre, y que por lo menos en una ayuda en algo que uno pueda contar con
algo para uno surgir, para vivir, para uno sostenerse, poder salir adelante, una ayuda,
que yo no sé cómo puede ser, un buen trabajo, por ejemplo, tengo mi casita, que me
dejó él, pero la tengo, mejor dicho, en obra negra; entonces yo diría que una ayuda
para que uno pueda terminar su casita, eso sí sería muy bueno que le colaboraran a
uno en el gobierno y que ojalá el grupo permita eso. (Córdoba, E12)

Sin embargo, sin que la gente tenga una comprensión acabada y global, a veces de forma más
intuitiva que racional, sin marcos de comprensión clarificados en una perspectiva de derechos
y en muchos casos, sin entenderlo muy bien, y más desde un lugar simbólico y desde una
postura emocional que construye comunión en este nivel (Mafessoli, 1990), se crea una
comunidad de destino. Este colectivo, se enlaza en primer lugar por el vínculo emocional (cfr.
Capítulo 8), y logra un paso fundamental: la gente se siente partícipe y empieza a creer que es
posible actuar en el mundo de lo público y ante el Estado:

…ya no somos las victimas con la cabeza agachada y sufriendo por el dolor, ya somos
personas sujetas de derecho, con la frente en alto, yo veo que somos ciudadanos
comunes y corrientes como cualquier corbatón de esos que hay por allá en el
congreso... El mismo personero nos ha dado muestra de eso, porque la gente ya no va

441
y le dice vea hágame el favor… sino que va y le exige que cumpla sus funciones...
(Oriente, E15)

Un proceso que ha implicado persistencia e insistencia. En el Oriente Antioqueño, puede


observarse que desde las acciones participativas nombradas en el punto anterior, realizadas
desde 2008/2009, se ha llegado a que en algunos municipios (Argelia, San Vicente, El Peñol,
Marinilla, La Unión, San Francisco, Granada) se genere una política pública de víctimas, que
abre las puertas a su atención por parte del Estado local. Las organizaciones de víctimas y las
personas participantes en esta investigación lo reivindican como un logro:

La idea es ganar espacios en lo político, en lo local... pues al menos cuente que ya las
organizaciones de víctimas son tenidas en cuenta en los planes de desarrollo local,
algunos logran incidir más y les ponen presupuesto, pero, otros no vuelven a asomarse
por allá y lo dejan así y hasta ni presupuesto les colocan; pero ahora decir, por
ejemplo, que hay proyectos de vivienda, que las víctimas las tienen en cuenta y que les
dan prioridad para esos proyectos, que algunas administraciones municipales tienen
en cuenta los procesos de memoria, que les apoyan los procesos de apoyo psicosocial,
o sea, se han logrado cosas, incidir en las localidades: unas más, otras menos; pero sí
se han logrado cosas… (Oriente, E20)

Pero esto no es unánime y hay muchas diferencias entre unos lugares y otros. Por ejemplo, en
muchos de los municipios del Oriente Antioqueño no se han tenido logros, y la relación con
las administraciones municipales implica una continua lucha y búsqueda de reconocimiento
que derive en una atención real a las víctimas por parte del Estado local:

En la organización hemos logrado muchas cosas, aunque muy limitados porque los
gobiernos, más bien involucrados en otros asuntos, no nos prestan la debida atención,
entonces, más bien nos hacen como a un ladito, nos marginan, no sé por qué... tal vez
porque nos ven como si fuéramos una amenaza... lo que es el gobierno, ellos nos
discriminan a la hora de nosotros hacer una petición... (Oriente, E25)

Por su parte, las Madres de la Candelaria tienen una visión muy positiva, como colectivo, de su
gestión ante la administración municipal de Medellín y ante la oficina de Acción Social de la
Presidencia de la República 201, porque sienten que al utilizar una táctica de alianza y
negociación con el Estado (cfr. Capítulo 7), abren puertas de manera más efectiva para la
satisfacción de algunos derechos y necesidades:

En el caso de las madres de la Candelaria, asociación camino de esperanza, hemos


sido más o menos disciplinados políticamente con la institucionalidad y nos ha dado
resultado; por ejemplo hemos conseguido el premio nacional de paz, que no es una
forma de comprarnos, sino que ha sido una forma de un reconocimiento político de
lucha por la paz y la reconciliación, que es muy diferente a muchas otras
organizaciones de víctimas que... que hacen oposición... (Madres, E4)

Un paso más en este proceso, es que los y las líderes, han aprendido a distinguir entre la
gestión de sus derechos básicos (especialmente, económicos, sociales y culturales) y los
derechos de las víctimas (verdad, justicia y reparación). En el nivel local y en relación con las
administraciones municipales, la movilización y la acción de las organizaciones se dirigen a la
reivindicación del primer tipo de derechos. Los otros se ponen en juego en la interlocución
con el Estado central. Ahora bien, el primer tipo de derechos que se reivindican están en
relación con una situación histórica de pobreza, pero también por el empobrecimiento que se
ha vivido después de la victimización que, en un alto número de casos, trajo consigo el
201
En el gobierno de Juan Manuel Santos, a partir de final de 2011, esta oficina ha cambiado de nombre: “departamento
de prosperidad social” y es el que tiene a cargo la ejecución de la ley 1448, o de víctimas.
442
desplazamiento forzado202; por lo tanto se hace referencia a la lucha por una vida digna y a una
visión integral de derechos:

Así que buscamos la reivindicación de nuestros derechos, derecho a una vivienda


digna, derecho a una salud, si es desplazada ahorita medio se está viendo que los
desplazados tienen derecho a salud, pero eso no está claro. Entonces yo pienso que
tiene que haber el sentido global: sería una vivienda digna, poder regresar al campo,
yo digo que para mí eso sería lo mejor... Entonces yo digo que con eso uno restablece
los derechos... (Oriente, E6)

No se trata todavía de la construcción de una ciudadanía plena de derechos ni tampoco de un


ejercicio de participación en condiciones de equidad. Es un paso hacia la dignificación
subjetiva, el sentirse persona, el saberse alguien que tiene voz y merece respeto. Por lo tanto,
puede decirse, y a manera de síntesis, que se hace fundamental y necesario mantener esta línea
procesual. Es decir, que las organizaciones de víctimas puedan mantener su trabajo de
memoria, sus procesos organizativos y recibir los apoyos necesarios, el acompañamiento
pertinente y la formación indispensable.

9.5.3. “Nuestras acciones por lo menos permitieron que le pararan bolas a la ley de víctimas”:
Un logro de la movilización y la lucha colectiva por los derechos

Dentro de este proceso en términos de empoderamiento, fortalecimiento organizativo e


incidencia, se han dado pasos significativos que creo se están evidenciando en este acápite:
tanto al comparar los dos momentos del proceso (2009 y 2011), como al evidenciar la forma
como se han ido juntando procesos locales y regionales, conformando una red de
organizaciones para incidir en la generación de respuestas estatales de más clara envergadura:

...a mí me llamó mucho la atención el tema de la audiencia nacional: nosotros


teníamos dos objetivos, finalmente uno se cumplió y el otro no; pero creo que para
nosotros se cumplió uno de los más importantes. Porque nosotros teníamos el objetivo
de que estuvieran las instituciones del Estado, y para eso que estuviéramos todos como
una agremiación de organizaciones importantes en el país, finalmente el Estado, como
siempre, estuvo en su mínima expresión, pero... el hecho que pudiéramos encontrarnos
organizaciones pensando y mirando en la misma línea de movilización, de incidencia,
de reclamo, de vamos a trabajar por algo, pero juntos todo un país: eso también es
muy importante. (Oriente, E20)

Tal como se dijo en el numeral 9.3, las investigaciones de Páez et. al. (1993, 1996, 1997, 2000,
2004, 2007) y Rimé, et. al. (1995, 1998, 2009) sobre compartir emocional y movilización
social de memoria dan cuenta de una dinámica interesante, que ya habían identificado
Durkheim (1912 / 1982) y Halbwachs (1950 / 2004): son expresiones que pueden fortalecer la
cohesión social y fortalecer vínculos colectivos, creando una comunidad moral, una comunidad
narrativa que apunta hacia un destino común (Das, 2008, f, g). Este fortalecimiento ha
implicado, particularmente en el Oriente Antioqueño y Madres de la Candelaria, un proceso de
cohesión organizativa que ha generado una retroalimentación positiva entre acciones de
memoria y organización que ha fortalecido y ha llevado a una construcción de formas de
ciudadanía un poco más proactivas, que avanza lentamente hacia una visión de derechos,
aunque siga primando más una participación pasiva, formal y edulcorada en los escenarios
abiertos en la vida política municipal.

Esta lógica, mirada desde las redes de víctimas y la participación de los y las líderes en estos
colectivos regionales, departamentales y nacionales ha significado una forma de participación
202
46 casos de 62 personas entrevistadas, es decir, el 74% de las personas entrevistadas y que contaron su relato de vida,
fueron desplazadas, además de las otras victimizaciones centrales en la investigación.
443
ciudadana que ha sido clave, para sacar adelante la ley 1448 de 2011, denominada, ley de
víctimas203, puesto que en el proceso de esta ley se desarrollaron acciones de incidencia, a
través de una mesa departamental que en Antioquia, contó con la participación activa de las
organizaciones del Oriente Antioqueño representadas en APROVIACI y de las Madres de la
Candelaria:

...si no se hace lo que hacemos, si las víctimas no se hubieran parado, si las Madres de
la Candelaria no se hubieran parado alguna vez en la iglesia a gritar que los quieren
“vivos, libres y en paz”, no hubieran logrado muchas cosas de lo que han logrado; si
las víctimas del oriente antioqueño no hubiéramos hecho en su momento los plantones,
las jornadas de la luz, hubieran pasado invisibles... yo creo que eso es muy importante,
visibilizar esa situación a través esas acciones y de la movilización… se logra muy
poquito sí, se ha logrado muy poquito, hay días que se siente la desesperanza, pero al
otro día amanece con más esperanza… Nosotros hemos hecho movilizaciones donde
nos juntamos todos los municipios pa’ impactar, finalmente, no pasamos como tan
desapercibidos, vamos ganando espacios, como el que ganamos con la ley de
víctimas204. (Oriente, E20)

Y este logro se experimenta como fruto de la persistencia en acciones en las cuales se ha


dignificado a los seres queridos, se ha hecho memoria colectiva, se ha visibilizado la realidad y
se ha hecho una opción por formas de resistencia no violenta centradas en hacer de la memoria
un mensaje y un símbolo que impacte la sociedad y el Estado. Se trata de una ley que logra
ciertos reconocimientos, en especial tiene aspectos por desarrollar muy importantes en el tema
de la restitución de tierras; aunque tiene grandes debilidades en la verdad y la justicia.

Pero esta incidencia y estos logros no ciegan a las organizaciones, por lo menos a sus líderes,
frente a los objetivos que se buscan. La ley de víctimas ha sido un paso, pero la lucha por la
verdad y la justicia es muy incipiente, puesto que tampoco la ley de justicia y paz ha sido
respuesta. Lo importante es que la memoria se ha convertido en un vehículo para también
foratlecer el movimiento de víctimas, de tal manera que, aún con los logros obtenidos, se tenga
conciencia que la lucha debe continuar:

...De de todas maneras, yo no veo tan esperanzadora la cosa con lo de la ley de


víctimas; para los que solamente les importa el apoyo económico, de pronto sí. Pero
para los que nos importan otras cosas, fuera de eso... ¡no! Todos estos procesos que
hemos venido sacando adelante, para mí es más reparador que cualquier ayuda
económica, porque una ayuda económica usted la coge y eso es como la espuma, en
cambio esto nos queda... (Oriente, E1)

La ley aún está en el papel y su proceso de aplicación se está iniciando en este primer semestre
de 2012, y aún es prematuro evaluar. Sin embargo, desde las organizaciones de víctimas,

203
Si bien esta ley puede tener serios vacíos en temas como la verdad y la justicia; tiene varios avances: en primer lugar
reconoce a las víctimas de Estado como tales, acepta la existencia de conflicto armado en Colombia, que el anterior
gobierno de Uribe (2002 – 2010) se negaba a admitir; tiene una visión amplia e integral de la reparación (el problema
estará en su aplicación) y finalmente hace un énfasis en la restitución de tierras. Uno de los límites y problemas mayores
de la ley es que obliga a las víctimas a firmar un documento en el que se comprometerían a no demandar al Estado sobre
responsabilidades en el futuro, puesto que con la aceptación de la reparación otorgada por esta ley, la víctima se
consideraría satisfecha. Esto es grave porque implicaría un bloqueo a posibles procesos judiciales y se estarían
restringiendo los derechos a la verdad y la justicia.
204
...ya hay cosas que mostrar... por ejemplo esa ley de víctimas es un pequeño producto de lo que hemos hecho las
organizaciones... ya hemos logrado una ley de víctimas que agrupa mal contados 4 millones de personas, que es una
apuesta fundamental del Estado. Esa ley de víctimas no es producto de que un senador de buena o de mala gana, o
electoralmente haya utilizado eso; sino que eso ha sido conquista de las víctimas. La clase política se encuentra
distanciada del dolor de su pueblo, sin embargo las víctimas a fuerza de golpes nos hemos unido y hemos logrado esta
conquista política de sacar adelante esta ley... (Madres, E4)

444
existen desconfianzas porque las relaciones con el Estado, en el nivel nacional, especialmente
durante el anterior gobierno, fueron supremamente difíciles y marcadas por el incumplimiento
de acuerdos y el desconocimiento de la realidad de las víctimas. Y durante este gobierno de
Juan Manuel Santos, si bien hay un discurso más conciliador y de compromiso con las
víctimas, aún se ubica en el plano verbal y sigue manteniéndose una situación de precariedad
en la real respuesta del Estado tanto en la protección de la vida, como en la garantía de sus
derechos; y múltiples dificultades en torno a la restitución de la tierra, que en definitiva es y
será el tema espinoso de este proceso.

Por esta razón todavía existe una sensación de duda que se sintetiza en la siguiente afirmación:
aunque se digan muchas cosas, el Estado no atiende ni escucha a las víctimas, ni en lo concreto
hace algo por restituir sus derechos; por esto hay todavía incredulidad, porque incluso el
Estado ha negado en muchos casos la existencia de las víctimas para no hacerse responsable:

…como le comenté ahora: incredulidad de parte del gobierno, rebeldía, porque el


gobierno no nos ha apoyado a nosotros en ninguna forma... (Oriente, E3). ¿Sabe que
le dan a las víctimas aquí en Colombia?... Paños de agua tibia para calmar el dolor y
distraer... la mayoría de las cosas que se dan en este país lo repito son paños de agua
tibia... (Córdoba, E1)

Al final, pareciera que el Estado se desentiende de las víctimas en términos de restitución de


derechos, y lo que termina dando son “ayudas humanitarias”, lo cual, en muchos casos puede
responder a las demandas de personas de la base social de las ogranizaciones, para quienes la
satisfacción de sus necesidades inmediatas son fundamentales y prioritarias, por encima de
otras luchas y búsquedas que implican procesos de largo aliento.

Aunque haya formación y se cuente con la información sobre los propios derechos; aunque,
incluso algunas prácticas de participación ciudadana, las relaciones tradicionales de poder,
subordinación y la “naturalización” de las redes clientelares como consustanciales a la política,
siguen sin permitir una interlocución que interpele estos poderes o se ubique ante ellos, en la
práctica, como ciudadanos de derechos que exigen su garantía y protección por parte del
Estado,

E: ¿Cuáles son las obligaciones que el Estado tiene contigo?


MA: a mí me gustaría que tuvieran un poquito de compasión conmigo y me
colaborarán en eso, porque yo sé que han hecho muchas exhumaciones y la mía no ha
llegado... pero en verdad yo no sé qué obligaciones tenga el Estado conmigo. Porque a
mí no me importa que me venga plata, no, en ningún momento... (Oriente, E14)

Esto significa que una posición de exigibilidad y de ejercicio de una ciudadanía de derechos
aún está lejana en muchos de los y las participantes de la base social de las organizaciones, lo
que implica que se hace necesario trabajar mucho más en los procesos que se vienen
desarrollando. Las mismas relaciones de compadrazgo y de patronazgo que se mantienen en
la vida cotidiana de parte y parte, posibilitan que esta instancia sea mirada como parte del
paisaje cotidiano; no es el escenario de los derechos, mas sí el de la transacción, la
colaboración y la ayuda. Esto a la larga trae rupturas en las mismas organizaciones, porque
una lucha sobre un tema puede verse fracturada cuando los actores de poder o el Estado local
ofrecen algunas dádivas a algunos de los miembros menos preparados o con mayores
necesidades y se puede afectar la unidad de la demanda que se realiza.

La organización, en estos casos, parece perder su relevancia, pierde la capacidad de una


interlocución colectiva que permita garantizar más derechos y acceder a una acción más
integral del Estado. Muchas personas se quedan con la “ayuda” y desde un lugar de
desesperanza aprendida y resignación histórica, marcada por el fatalismo y la indolencia
445
(Martín Baró, 1991) no logran ir un poco más allá, satisfacen su necesidad inmediata y dejan
de prestar su apoyo, asentimiento y participación activa a la asociación, al colectivo.

Tal como se ha desarrollado en esta investigación, a la hora de la verdad existe un gran


problema: el Estado, por un lado, dice promover la reparación integral, pero al final ésta se
concreta en “ayudas” y se mantiene a las víctimas en una condición, no de ciudadanía, sino de
subordinación. Se habla de proteger a las víctimas, pero por otro lado los aparatos civil y
militar del Estado parecen proteger más a quienes están detrás de los victimarios materiales.
Esta desconfianza tiene un piso real en la experiencia de las mismas víctimas, puesto que se
puede experimentar, de una parte, el abuso de la fuerza y la alianza de las fuerzas militares con
actores armados ilegales como los paramilitares y en su acción directa en contra de la
población civil a través de ejecuciones extrajudiciales y desapariciones, en los, mal llamados,
falsos positivos,

...porque, lo que es desafortunado es que uno le tiene miedo al mismo Estado, porque
yo digo: "¿quién me hizo venir a mí de Aquitania?", Porque yo había vivido 20 años
con los paramilitares, aunque supuestamente fueron ellos los que me hicieron venir, yo
estuve 20 años, iba la guerrilla, iban los paramilitares y de ninguno había recibido
amenazas; y llega al ejército, y es precisamente, cuando el ejército está allá, que yo
recibo la amenaza de los paramilitares. Es eso lo que me hace perder la confianza en
el ejército y en el Estado... (Oriente, E1)

Pero por otra parte, se ha recuperado un discurso de atención integral, reparación y restitución
de las víctimas en el marco de la ley, y ya los estamentos municipales y departamentales
comienzan a organizarse para asumir este mandato. Sin embargo, no se puede desconocer que
el Estado es un actor más del conflicto armado; hay intereses económicos y políticos
particulares que son amparados por éste, en detrimento de las víctimas. Finalmente, la fuerza
pública es un actor que genera violencia, desplaza, viola los derechos humanos, con lo cual
pareciera que se recibiera un doble mensaje del Estado, que es permanente: por un lado se
habla de reparación y restitución de tierras; pero, por otro, se siguen protegiendo más los
intereses del capital, se siguen manteniendo privilegios para minorías y élites; y se siguen
erigiendo macroproyectos que expropian de la tierra a los campesinos:

…en el Estado son descarados, piensan que pueden comprarnos, porque por un lado
está tratando de hacer una cosa, y por el otro está tratando de hacer otra, donde él
tiene sus intereses. Por un lado está sacando una ley de restitución de tierras y por el
otro está diciendo que va a hacer unas microcentrales, donde van a expropiar a mucha
gente, donde se van aprovechar de los recursos naturales que la gente tiene...
(Oriente, E20)

Además de lo anterior, algunos de los participantes reconocen la manera como el proyecto


paramilitar ha permeado todas las estructuras de la sociedad y el Estado ejerciendo un poder
que en algunas regiones, como en Córdoba, domina todo el plano de la vida social (Cfr.
Capítulo 2) y el Estado no ejerce como garante de los derechos de la población, sino que
pareciera estar al servicio de intereses particulares, para lo cual terminan actuando de la mano
con grupos ilegales:

...porque Córdoba es la pudrición más grande, porque acá están concentrados la


mayoría de ellos y aquí las autoridades viven con ellos y viven de ellos; y yo se lo
puedo asegurar porque lo he sacado por conclusión, aquí en este país el que menos
cree uno es paraco... apoya a las autodefensas, apoya las bandas criminales, apoya las
bandideces de esta gente... Mire: jueces, abogados, médicos, gente de los estratos más
altos, fuerzas militares, diputados, con quien... con los bandidos... Entonces ¿cómo se
va a componer este país si las grandes instituciones, usted no se da cuenta que el
446
ejército y la policía son las empresas más podridas de este país? No han podido,
porque ellos viven de esos tipos, este país no se va a componer... (Córdoba, E5)

Por esta razón, la afirmación de algunos líderes de las organizaciones de víctimas es clara: el
Estado no está interesado en la memoria, le interesa el borrón y cuenta nueva, el perdón y
olvido, tal vez, porque es un actor del conflicto, porque tiene vínculos con grupos armados
(paramilitares), porque muchos políticos pueden estar involucrados. De acuerdo con Gaborit
(2006) la ideología del poder, busca des-objetivar y sobre-subjetivar el discurso de las
víctimas, con lo cual pretende desactivar el impacto social de sus narraciones, de sus
preguntas, de sus búsquedas; “esta ideología falsea, oculta e invierte un orden de cosas y roles
sociales de tal manera que se naturaliza lo que por su naturaleza es enajenante” (p. 209):

...es que al Estado lo que más le gusta es que no se conozca la historia de la guerra,
supuestamente aquí no hay conflicto, y estamos en conflicto latente; entonces frente al
Estado graves. Nuestras acciones de memoria sólo han tenido el impacto en algunos
espacios del Estado, pero es muy difícil; de pronto en algunos que han venido acá y le
han mostrado interés... (Oriente, E13)

De allí que las organizaciones, los líderes y lideresas, participantes en esta investigación
afirmen que las acciones de memoria, su proceso organizativo y su trabajo de incidencia
política está dirigido para lograr que el Estado se haga responsable. Mientras las personas de
la base de los colectivos en las tres regiones, esperan que por lo menos el Estado se
comprometa con la reparación frente a los daños y perjuicios que ha dejado la violencia en la
vida de los y las sobrevivientes:

…muchas cosas... por una parte necesitamos que el Estado se haga responsable de lo
que pasó, porque la gente dice que no, pero el Estado sí tiene la responsabilidad, y el
Estado haciéndose responsable, cambian las cosas... (Oriente, E26). Que de todas
formas se dé la reparación, que al menos compensen ese daño moral que a uno le ha
quedado, porque le han hecho mucho daño moral a uno, es lo que yo espero, que el
gobierno cumpla con lo que ha dicho. (Córdoba, E1)

Esta distancia entre los líderes y las bases sociales puede estar a la base de las limitaciones del
movimiento en las tres regiones. Quizás, buena parte de la falla se deba al modelo de
intervención fundamentado en proyectos de ONG, financiados por cooperación internacional,
en los cuales, la metodología de formación y multiplicación, hace que los conceptos queden
claros en un nivel, mientras las bases sociales, que no han tenido acceso directo a la
información quedan con una idea muy vaga de su condición de ciudadanos.

De otro lado, si desde este análisis se pueden percibir falencias y vacíos en la construcción de
una ciudadanía de derechos y en las formas de realizar el ejercicio político, no se debe olvidar
el contexto general en el que se han movido, el lugar desde donde empezó su proceso de
empoderamiento (cfr capítulo 7) y las formas tradicionales del ejercicio de la política que se
abordaron en el capítulo 2 (PNUD, 2003). Porque es en este contexto donde el resto de
población, muchas personas excluidas históricamente, en situaciones de pobreza y miseria, ven
en el proceso de víctimas una dinámica de reconstrucción de la propia vida y de la dignidad
que les lleva a una interlocución con los actores de poder a nivel local y nacional, con una
capacidad de gestionar, de movilizarse y de alcanzar un reconocimiento, que en otros
momentos no se había desarrollado.

…y entonces viendo que las comunidades se organizan, que hablan de lo que les pasó,
que luchan por los derechos y la gente va saliendo y va comenzando a contar lo que
les pasó... mucha gente no había denunciado y después de que surgió ASOVIDA y que

447
se empezó a dar este proceso y nos empezamos a organizar comenzaron a ir a
denunciar. ¿Cómo no a servir la memoria? (Oriente, E13)

Si bien es un proceso de ciudadanía imperfecta, es un paso fundamental en sus vidas, porque


lograron salir del ostracismo, el anonimato y la postración a una acción pública que les ha
devuelto la esperanza, el sentido vital y, la reconstrucción de las relaciones sociales. En una
palabra, la dignidad, el poder sobre su propia vida y la capacidad de interlocución con
múltiples actores, incluyendo al Estado (Cfr. Villa et al, 2007).

En síntesis, las organizaciones de víctimas han desarrollado un proceso de acción pública de


memoria colectiva que ha tenido un impacto significativo en las comunidades locales, en la
vida municipal y en las regiones estudiadas. Su propuesta y su apuesta de reivindicar sus
historias en el marco de una memoria incluyente, han posibilitado la convocatoria de otros
actores locales, además de despertar la solidaridad de la comunidad. Cuando las relaciones se
tejen en la vía horizontal de la sociedad local, puede afirmarse que los relatos y narrativas
comienzan a calar, a marcar y dejar huella, incluso en algunos espacios colectivos de la vida
municipal. Existe por tanto un reconocimiento social y político.

Esta dinámica puede enmarcarse como un paso fundamental en el proceso de fortalecimiento


de la sociedad civil para resistir a la guerra, para transformar el conflicto armado y generar
escenarios de paz en Colombia. Tal como lo afirma Mary Kaldor (2005) para el nivel global.
De esta forma una jornada de la luz, un salón de la memoria, una Eucaristía por las víctimas,
un performance, una obra de teatro, una danza, un momento de silencio dejan de ser una
expresión ética y estética para convertirse en una expresión política, una forma alternativa de
hacer política, que a su vez proporciona fuerzas, sentidos de pertenencia, cohesión y
empoderamiento que construyen y fortalecen una organización social de base, para realizar
incidencia, ya en el sentido más convencional de la palabra:

E: ¿Para qué esa organización, para qué están ustedes organizados?


D: ¡Para reclamar nuestros derechos!
E ¿Cómo lo hacen?
D: Pues lo hemos hecho con las jornadas de la Luz, con el mural, el mural es una
cosa muy representativa… (Oriente, E7)

Este es el camino elegido por estas organizaciones de víctimas, por lo menos por sus líderes,
que están a la cabeza de las asociaciones y de la movilización de memoria. En ese proceso
están en la búsqueda del empoderamiento, la formación, la cohesión suficiente, la persistencia
necesaria para ir superando las distancias con las personas de la base social y las rupturas que
se generan cuando la gente se conforma con la “ayuda” económica que da el Estado como
reparación administrativa. Sin embargo, el proceso es lento, porque ir interiorizando una
ciudadanía de derechos en sus relaciones con el Estado local, luego de siglos de relaciones
clientelares, paternalistas y de cacicazgos, no se logra en unos cuantos años de proceso:

...lo que pasa es que yo considero que todo es un proceso de lo uno y lo otro es una
combinación, entonces tendrá que haber los rituales, tendrá que haber los procesos de
memoria, tendrá que haber el apoyo psicosocial, pero también tendrá que haber como
organización trabajando otros temas; yo me di cuenta después, que también tiene que
ver también lo económico, cuando eso ni siquiera está mínimamente resuelto también
es muy complicado. Es un conjunto de muchas cosas, pero que tiene que ser muy
integral el tema. Es muy importante podernos convertir en sujetos que seamos
reconocidos, dentro del municipio, por una administración municipal, para las
víctimas eso es muy importante. (Oriente, E20).

448
9.6. Consecuencias psicosociales de la participación en escenarios de verdad, justicia y
reparación

Una de las deficiencias que se desprende de la anterior reflexión tiene que ver con el ejercicio
de los derechos de las víctimas en la búsqueda por la verdad, la justicia y la reparación, la
lucha contra la impunidad y lograr las garantías de no repetición. Este ejercicio de la
ciudadanía de derechos, también aparece de forma irregular, no sistemática y no apropiada por
los y las participantes de las organizaciones de víctimas estudiadas. Algunas personas, que han
hecho críticas a este proceso de movilización social, han realizado afirmaciones como ésta:

La valoración que tengo de estos actos de memoria es que terminan siendo más actos
“bellos” que buscan simbolizar la historia de horror que vivió la región, pero que no
han sido del todo construidos por ellos y ellas, pues en los discursos de las personas
que acompañé durante un año, pude darme cuenta que ven que es bonito, que permite
que la sociedad sepa lo que les pasó cuando participan ellos, pero que la mayoría de
las veces ellos y ellas mismas no los comprenden muy bien y dejan entrever en sus
palabras que fueron ideas de los profesionales u organizaciones que les propusieron el
proyecto o que realizaron la obra artística. Además siempre apareció en sus discursos,
el tema de que esos actos no les servían para que se hiciera efectivo el proceso de
verdad, justicia y reparación. (CP. 5)

En el capítulo 7 se hizo el análisis sobre la búsqueda de estos derechos como uno de los
motivos y las razones argumentadas por los y las participantes para realizar los actos de
memoria. Y la respuesta, en ese caso fue positiva, manteniendo la diferenciación entre las
comprensiones de los líderes y las personas de la base. Aquí la pregunta toma otro matiz: se
trata de la incidencia de este proceso en la construcción de un sujeto de derechos, que en
particular se haya apropiado de la tarea de reivindicar derechos fundamentales como el acceso
a la justicia, la verdad y la reparación frente a los daños y perjuicios recibidos.

Al final la respuesta es paradójica. De nuevo puede afirmarse que es positiva y negativa al


mismo tiempo. Sí se han dado pasos en este sentido en la medida en que la gente ha decidido
poner su caso en conocimiento de las autoridades, muchos han participado en las versiones
libres de la ley de justicia y paz (ley 976 de 2005), han interpuesto los recursos para obtener la
reparación administrativa (decreto 1290 de 2008). Pero también no, en la medida en que estas
normas no terminan por satisfacer los derechos, porque hay muy pocas denuncias y acciones
judiciales en torno a los crímenes cometidos, la gente tiene miedo de implicarse en un proceso
judicial y el tema de restitución de tierras está distante de hacerse efectivo en estos colectivos.
Así pues, se ha logrado poco en luchar contra el clima y el manto de impunidad que se ha
tejido en Colombia.

Ahora bien, los relatos recogidos en las entervistas realizadas posbilitaron la emergencia de
una categoría que permite analizar la participación de las víctimas en procesos que pretenden
verdad, justicia y reparación. Antes de hacerlo es fundamental afirmar que, hasta ahora lo que
se ha hecho, está enmarcado dentro de los espacios, precarios, insuficientes, ambiguos y
contradictorios que ofrece la legislación colombiana (Ley 975 de 2005, denominada Ley de
Justicia y Paz; Decreto 1290 de 2008; Ley 1448 de 2011, denominada Ley de víctimas; y
finalmente algunos elementos de la justicia ordinaria).

Una de las grandes contradicciones es que Colombia ha pretendido construir un marco jurídico
de justicia transicional en un país donde el conflicto armado no ha terminado y las violaciones
a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario siguen vigentes día a día. Por
esta razón, aun cuando desde un marco de análisis de justicia transicional, a la luz del Derecho
internacional de los derechos humanos, el derecho internacional de las víctimas y el marco
normativo internacional que protege los derechos de las víctimas, pueda decirse que la
449
legislación colombiana muestra algunos avances según los estándares internacionales; si se
analiza con más detenimiento, puede observarse una intencionalidad de tener marcos formales,
con pocas aplicaciones en términos de acceso a la justicia para las víctimas, sanción a los
responsables, lucha efectiva contra la impunidad y garantías de no repetición 205. Este análisis
es un tema profundo y muy amplio, que sería asunto de una investigación jurídica. Sin
embargo, vale como marco y fondo, porque al final los relatos de los y las participantes,
víctimas/sobrevivientes, dan cuenta de las falencias, ambigüedades y trampas de esta
legislación.

9.6.1. “Yo como que estaba comiéndome a mi propia hija...”: Contradicciones de la


reparación sin verdad ni justicia

Para la legislación colombiana, parece que la denominada reparación integral, es prioritaria


dentro de la intención de garantizar los derechos de las víctimas. Sin embargo, también parece
que el proceso se ha centrado en la denominada “reparación administrativa” que consiste en
dar una “ayuda económica” que denominan indemnización, de $22.000.000 (pesos
colombianos de 2012 206), con lo que se pretende “compensar a las víctimas por los daños y
perjuicios”, pero que no logra satisfacer necesidades mínimas de la gente, ni permite un
sentido de reparación integral:

...a mí la reparación administrativa me parece una mentira, porque, porque cuando


nosotros hablamos de dinero es lo peor que le puede pasar a uno, porque el Estado
cree que con dinero va a callar las voces de las víctimas y eso no es así. ¿Por qué no
es así? Porque es un deber del Estado, es un derecho que tenemos, pero es que es un
derecho global; si el Estado le va a dar a una víctima un dinero por qué no mira en
qué entorno vive, cuál es la situación de la familia para después llegar con el dinero,
entonces a mí eso me parece una farsa, no, eso no es una reparación eso es una farsa...
…según ellos a pagar las víctimas, como si las víctimas tuvieran un precio, como si a
uno el esposo y el dolor, y la rabia y los sufrimientos se los pudieran pagar ¡no!
(Oriente, E6)

¿El Estado quiere callar a las víctimas con dinero para que no reclamen verdad y justicia? Hay
muchas dudas al respecto, algunas se presentaron en el capítulo 7. También aquí cabe
preguntarse por la ley de justicia y paz: ¿Los llamados incidentes de reparación en el marco de
esta ley lo están logrando? En este último punto, de acuerdo con Forer (2011), no se ha dado
siquiera un “incidente” de reparación en el contexto de esta ley que ya tiene 7 años de haber
sido promulgada. Por lo tanto, en términos estrictos de reparación no se está logrando siquiera
satisfacer este derecho:

...a las víctimas, primeramente no se les está reconociendo el derecho que ellos tienen
a la verdad, la justicia y la reparación; y que prácticamente siguen desconfiando del
Estado, porque no está generando confianza, que pueda uno decir como víctima: es
que el Estado verdaderamente me estaba viendo mis derechos... el Estado me está
205
En términos coloquiales son leyes que no tienen “dientes”. Es decir, tienen un marco filosófico que se iguala con lo
más granado del derecho internacional. Aparentemente se recogen todas las recomendaciones y tratados internacionales.
Sin embargo, en lo práctico, no se otorgan herramientas jurídicas reales para que la gente pueda satisfacer estos derechos.
Con lo que al final se termina promoviendo una impunidad “formalmente” velada. Se cumple de cara a la “galería”, pero
en realidad no hay sanciones judiciales ni hay verdad. Por ejemplo con la ley de justicia y paz: solamente se ha logrado
la sentencia de 4 paramilitares, entre los cientos que han rendido versiones libres, y los más de 30 mil desmovilizados.
Los comandantes fueron extraditados cuando empezaron a develar las verdades de sus vínculos históricos con las élites
regionales, y las víctimas a lo sumo han podido acceder a unos cuantos datos para encontrar unos cuantos desaparecidos.
El balance en términos de justicia transicional, más allá del papel, de la ejecución de esta ley, es paupérrimo en términos
de garantía de derechos. (Morris & Lozano, 2011). Además de ello: “el proceso judicial de justicia y paz no es el
escenario adecuado para garantizar el derecho a la reparación individual a las víctimas del conflicto armado en Colombia,
y mucho menos lo es para garantizar el derecho a la reparación colectiva” (Forer, 2011).
206
Aproximadamente 9.000 Euros
450
teniendo en cuenta como víctima y gracias al Estado yo estoy saliendo adelante... yo
creo que no está pasando nada de eso. (Madres, E5)

Si se lograra la restitución, la indemnización, la rehabilitación, las medidas de satisfacción y


las garantías de no repetición (Martin Beristain, 2006, 2009, 2010a) y se da satisfacción a la
víctimas, se podría revertir la asimetría de poder entre el victimario y la víctima, lo cual
implicaría realmente un proceso reparador (Paéz, 2010). Sin embrago, en un contexto de
dominación y explotación de las víctimas por parte de los victimarios y sus cómplices, en un
contexto de impunidad, las reparaciones, sobre todo cuanto tienen un tinte centrado en lo
material, traen consecuencias negativas para las mismas víctimas, como pérdida de la
autoestima, de la confianza y de la esperanza, (Yzerbit & Demoulin, 2010), beneficiando al
grupo dominador (Barkan, 2000) alterando, en algunos casos, los procesos de recuperación
emocional. Este parece ser el contexto que se está dando en Colombia:

... a pesar de que yo no he recibido ninguna ayuda por este lado, he visto personas que
se han sentido sucias recibiendo ese dinero... hay personas que han sabido emplear su
dinero, supongamos dentro de mi asociación hay una de las mujeres que recibió la
famosa reparación del Estado, se compró una casa, y cada que ella entra a su casa
dice: "me estoy parando en mi hijo", porque el Estado cree que con darle 15 o 20
millones con eso va a reparar una víctima... ¡y no, no es así! (Oriente, E6)

Además de ello, en el caso colombiano, la reparación se está dando a las víctimas en un


contexto donde no hay verdad y se deniega la justicia. Es decir, en un clima de impunidad, que
no posibilita que la reparación tenga realmente los efectos esperados. Como se afirmó en el
capítulo 5, y de acuerdo con Hamber (2000), Martín Beristain (2008, 2010a, 2010b) y Gómez
Isa (2008), un proceso de reparación que no se acompañe de verdad y justicia, es un proceso en
el cual se puede ofender aún más a las víctimas, puesto que éstas pueden sentir que se está
comprando su silencio:

...yo creo que eso es una trampa porque después cuando la gente reciba esa
reparación, nos van a decir que ya no somos víctimas, y ya no nos van a reparar, y esa
reparación no abarca todo lo que perdimos. Dicen que para que haya una reparación
integral me tienen que restituir lo que yo tenía antes, ¿y como me van a restituir lo que
yo tenía antes? Por ejemplo, yo perdí años como desplazada, yo perdí un empleo que
tenía, con el cual sostenía mis hijos; en este momento yo no soy la que sostengo mis
hijos, sino que mi niña mayor es la que lucha por ayudarme a sostener esos niños,
entonces ¿cómo me van a restituir a mí? Si es volver a un estado como estaba antes, es
muy difícil, porque mire todos los años que pasaron, yo ya no voy a tener las fuerzas
para trabajar allá donde estaba... (Oriente, E1)

Ahora bien, los y las participantes en esta investigación se ubican en una dinámica pragmática
que parte de un análisis simple. El Estado ha generado mecanismos legales para reclamar un
dinero con el que no se contaba, en un contexto donde no se tiene confianza en el Estado y las
relaciones con el mismo y el acceso a los servicios sociales están mediados por las relaciones
clientelares, tal como se ha analizado en este capítulo. En este contexto, la gente prefiere
hacer la gestión, reclamar el dinero, resolver necesidades básicas, puesto que la mayoría viven
en condiciones de pobreza extrema, y asumir lo que la ley dice; puesto que suponen que si no
“toman” este dinero, quedará regado en las redes de corrupción del país, se quedará en otras
manos y se “perderá”. Así pues, se acepta la transacción, porque no se espera tampoco más.

Esta mirada pragmática lleva a la gente a realizar un razonamiento para analizar en qué se
puede invertir el dinero para intentar solucionar necesidades apremiantes de vivienda, salud,
educación, e incluso alimentación o trabajo. Por esta razón se realiza todo el procedimiento de

451
llenar formularios, hacer largas filas y reclamar la reparacion administrativa (indemnización) y
se lucha por contar con este dinero:

...supuestamente la estoy esperando, yo metí papeles... yo no he pensado nada, porque


está demorado, estoy tranquila, pues si llega está bien y si no llega qué se va a hacer...
y si llega, pues será coger esa plata que nos da el gobierno y saberla emplear en
alguna cosa, de manera que pueda poner yo algún negocio que me permita seguir
trabajando y no tener que seguir yendo a trabajar en casas de familia, para ver si dejo
de sufrir en esos trabajos, tan duros... el pensado mío es arreglar mi casita porque
está muy caída y poner un negocio pequeño, para ya no tener que trabajar más... claro
que esa plata no repara lo que ha pasado, esa plata no me repara a mi hijo, porque yo
quisiera 1000 veces tener a mi muchacho y no saber que tengo una plata y que no
tengo a mi muchacho...(Madres, E3)

De una u otra forma esta forma de reparación centrada en lo económico, no toma en cuenta las
situaciones concretas de las víctimas, con las consecuentes experiencias revictimizadoras para
la gente. Un caso particular es el de los familiares de los desaparecidos, que pueden sentir que
están “vendiendo a su hijo” o que están aceptando su muerte, cuando todavía viven
internamente la esperanza de su regreso. Por eso, hay que afirmarlo categóricamente: cuando
se hace sin un marco de integralidad, no es una acción realmente reparadora:

¿quién dijo que un ser humano tiene precio? O al menos para mí H. vale montonera...
entonces yo creo que la reparación para mí es saber la verdad, poderle darle algún día
una cristiana sepultura, saber dónde está, qué pasó... ésa sería la reparación... yo creo
que esa plata no es nada y yo creo que cada cual va trabajando por sus propias
cosas... entonces no se trata que otro me dé lo que mi hermano valía, porque eso no
justifica nada ni repara nada... (Madres, E12)

Además de todo lo anterior, muchas víctimas no logran comprender este proceso como una
lucha y una reivindicación por los derechos, sino que se recibe como una “ayuda”, a la manera
de un subsidio, con la que no se contaba, ante la cual se deben hacer los trámites pertinentes;
pero que no repara en realidad ni implica una acción de justicia distributiva por parte del
Estado, se recibe más como una “caridad”:

Hay gente que dice que ellos no quieren plata, yo si la quiero porque si yo tuviera a mi
esposo vivo mis hijos no hubieran estado sufriendo tanto, que sea lo que sea pero yo la
recibo. Yo la siento como una reparación y una ayuda, eso se me acaba porque ya casi
no tengo nada, porque la he ido gastando y para eso es, para favorecerse uno por un
tiempo, como los subsidios. Pero cuando a uno le dan la plata a uno sí se le viene a la
mente la memoria de qué es lo que está recibiendo, esa ayuda y eso le duele a uno...
fuera mejor que la persona estuviera ahora, ¡ay! Porque nunca le faltaría esa ayuda,
porque la ayuda que nos dan es pasajera, pero que venga, que llegue lo que sea... Al
final el Estado nos da eso como una obra de caridad que hace con una víctima, pero
un rato, un momentito. (Oriente, E17)

Las demandas de reparación económica, de todas formas, suelen ser fundamentales para las
víctimas, especialmente si son aquéllas que están en condiciones de pobreza y exclusión social
extrema, en el caso de los y las participantes, la gran cantidad de personas que además sufrió
el desplazamiento (76% de las personas entrevistadas), convierte en una necesidad apremiante
recibir algún tipo de recurso económico, aún cuando no logre restituir siquiera una pequeña
proporción de lo perdido.

También esta lógica puede generar incluso competencia y utilización política de las víctimas,
que se debaten entres las demandas de dignificación y justicia y las demandas de satisfacción
452
de necesidades básicas (Gómez Isa, 2008). Se trata por tanto de procesos que no recogen la
experiencia de la gente, ni su dignidad, ni sus necesidades reales, ni tienen un marco de
garantía de derechos. Pero aún, sabiendo todo esto, planteándose que es una ayuda, “una
caridad” que da el Estado o casi una limosna, la gente la recibe como su única posibilidad de
afrontar una situación de pobreza extrema, que entre otras cosas ha sido consecuencia de la
violencia padecida.

Tal como se vivió en Guatemala (Mack, 2007; Viane, 2008), la reparación que no asume la
integralidad de la persona, que se centra en el pago de un monto económico, sin valorar los
contextos y los hechos, termina por generar la sensación de deslealtad con el ser querido que
ha sido victimizado, o un malestar que puede ser peor que la misma solución planteada. Al
final es como si se legitimara la violencia, no se sancionara lo que pasó, la impunidad queda
reinante y las víctimas en un lugar de no reconocimiento:

La plata es una ilusión, lo único que yo hice, bueno, fue que compré mi lavadora,
porque estaba muy enferma de las manos, le compré ropita a los niños porque los tenía
muy mal vestiditos y les di comida un buen tiempo... y ya, ahí quedé... y no me sentí
bien recibiéndola porque lo primero que hice yo fue un mercado, supremamente bueno
y grande, yo me comía un pedacito de carne, y yo me sentía que me estaba comiendo a
mí misma... esa carne me sabía como si fuera humana. ¿Por qué? porque no estaba
preparada psicológicamente... entonces esa reparación administrativa sirve para
muchas cosas y a mí me suplió necesidades... pero eso no es reparación, es un recurso
económico, un ser querido no tiene precio, no se repara con nada... (Madres, E1)

Por todo esto, para Martín Beristain & Pérez Sales (2008) las medidas de reparación deben
partir más de las demandas de la gente y no pueden extrapolarse de un contexto a otro, puesto
que esto puede implicar también un daño a las víctimas. En el caso de algunos y algunas
participantes en esta investigación, la experiencia de recibir la reparación ha resultado
verdaderamente traumática. Puede afirmarse que se vive una experiencia de revictimización:

…a mí me llegó una reparación de la hija... pero yo estuve súper mal, yo como que no
me explicaba yo por qué recibí esa plata... porque yo pensaba que yo con esa plata
como que estaba comiéndome a mí propia hija... yo sentía eso... comiéndome mi
propia hija... Yo sufrí mucho por eso... y ha sido porque la niña mía llegaba de
Medellín y eso me arreglaba la ropa, dejaba el revuelto pelado, la casa arreglada, y a
ella no le gustaba que yo lavara a mano, le daba pesar de mi, porque yo he sufrido
mucho de las manos y ella siempre me lavaba la ropa... yo con esa plata le dije a mis
hijos que compraran una lavadora, yo pongo a lavar esa lavadora y para mí es un
tormento, cada que pongo a lavar esa lavadora a mí ahí mismo me agarran los nervios
(lo dice con llanto)... yo pienso en mi hija, y me pongo muy mal; yo misma me digo
pero yo sí soy boba, pero me pongo mal, es que es un recuerdo, un recuerdo
constante... (Oriente, E14)

Como puede observarse se vuelven a repetir los pensamientos obsesivos y los recuerdos
intrusivos, se experimenta una pérdida de control, la memoria surte, en este caso un efecto
contraproducente, puesto que aquí el recuerdo no posibilita una resignificación, sino un volver
sobre los hechos desde la culpa, el dolor y la desolación. Por estas razón también el recibir
este dinero se puede experimentar como una humillación, lo que muchas veces facilita que
termine dándosele el significado que se le da al llamado “dinero fácil”: se gasta rápidamente,
para evitar el dolor de tenerlo en las manos. La sensación es que el ser querido no tiene valor
para el Estado, pero al recibir el dinero la experiencia también se vive como que ha perdido
valor para la persona sobreviviente y esto se vive, en algunos casos con gran culpa. De tal
manera que tampoco tiene un efecto reparador, sino que afecta a las personas que lo reciben.

453
Dentro de esta dinámica, algunas personas logran hacer un proceso de racionalización que les
permite comprender la situación: tomar el dinero porque se necesita, realizar un
acompañamiento y un diálogo familiar, asumir el dolor que genera, saber que es una
“indemnización” insuficiente que ofrece el Estado, pero que se toma, a pesar del dolor que va
generando, porque no se deja de sentir que es como si estuvieran vendiendo al ser querido:

...para nosotros ese día fue un día de dolor, un día de duelo... sentíamos como que con
plata nos estaban comprando ese ser querido; pero finalmente dentro del mismo
proceso de duelo hablamos de eso y dijimos: es muy doloroso porque volvemos a
revivir el momento de dolor, pero también... (se queda pensando), pero también es un
momento muy legítimo también, por parte del Estado y más que aquí el gobierno no
nos está pagando nuestro ser querido, está dando una indemnización por lo que ellos
dejaron de hacer, por lo que el mismo gobierno dejó de hacer para cuidar a nuestros
seres queridos; y también para no sentir tanto dolor lo vimos así. Y mi niño que nunca
conoció a su papá, que quedó de dos meses de gestación me dijo: "¿y usted cree mami
que a mí con $3.333.000 me van a pagar el no haber conocido a mi papá?” Entonces
era muy doloroso escuchar eso, si eso es reparación, no me siento reparada en lo más
mínimo; y sé que lo debía de recibir porque era un recurso que me hacía falta y sé que
tenía derecho a él, pero no me siento reparada con eso, en ningún momento me siento
reparada... (Oriente, E20)

Sin embargo, y mientras la gente siga recibiendo esta “reparación administrativa” como una
forma de compensar esas necesidades, los efectos, en múltiples casos, especialmente en
situaciones de desaparición forzada207 pueden terminar siendo devastadores en términos
personales y familiares. Se vive, según los relatos obetnidos, con una gran contradicción que
toca lo emocional, lo moral y lo comportamental:

...por una parte me sentí bien, por otra parte me sentí mal. A ver cómo te dijera yo, es
un poco difícil, porque es una contradicción que uno vive, no encuentro palabras para
explicar: me sentí bien en lo económico; por ejemplo, construí dos pisos, me compré
un carrito para poner fritanga, que siempre habíamos soñado con mi hijo, entonces
también se cumplió ese sueño, en eso me sentí bien. Pero también me sentí mal en no
estar con él, porque yo en mi mentalidad alcanzaba a pensar, que esto me daba una
satisfacción económica y todo, pero si estuviera con él, al menos estaríamos los dos
luchando en otras cosas más diferentes. Pero así es la vida y hay que aceptarla, digo
que hay que aceptar, pero a veces ¡es tan difícil aceptar! Que ahí es cuando vienen
muchas cosas que no pensamos que nos llegan... (Madres, E8)

En lo emocional, se cruzan el dolor, la culpa y la rabia, con la alegría de poder tener un dinero
para suplir necesidades hace años sentidas. En lo moral, se cruza el razonamiento sobre un
derecho que se tiene, el tomar lo poco que el Estado da ahora, porque más adelante no se sabe,
y asumiendo desde la desesperanza aprendida que tal vez es lo único que se les pueda
reconocer, con el sentimiento moral de traición al ser querido, de haberle vendido o haber
negociado su dignidad o la propia. Finalmente en lo comportamental, porque se cruza el
ejercicio cuidadoso de un gasto que suple la necesidad mencionada, o el gasto compulsivo que
implica la sensación de haber recibido un dinero que “está sucio”, un dinero que no compensa
para nada la experiencia de sufrimiento vivida ni la pérdida del ser querido. En este sentido y
desde una perspectiva más amplia, psicosocial, tal como se ha abordado en esta investigación,
se hace necesario decir que esta experiencia, en estas condiciones, puede ser contraproducente
para la recuperación emocional y de la dignidad de las víctimas. Y que al no ser reparadora no
contribuye a la transformación subjetiva ni a la reconstrucción del tejido social.

207
(Páez y Basabe, 1993; Schmucler, 1996; Hamber & Wilson, 2002; Teubal, Vesga & Bettanin, 2005; Martín Beristain,
2005; Kordon, Edelman, Lagos & Karsner 2005; Oberti, 2006, 2008; Pastoriza, 2009; Kaufman, 2006; etc.).
454
Esta experiencia puede ser menos grave en términos emocionales, pero igualmente
victimizante en términos actitudinales, especialmente en relación con la dignidad, la
valoración del sí mismo y la autoestima, cuando se está haciendo la gestión y se está luchando
por acceder a este beneficio económico, pero se deniega la entrega del recurso económico a la
persona sobreviviente:

E: ¿cómo te sentiste cuando te negaron la reparación?


LA: a veces digo: hay como discriminación, como si no valieran nada, como si uno no
valiera nada, aunque para mí valen mucho (lo dice llorando). Me siento sin esperanza
de nada, porque yo pienso que los hijos de uno, porque son pobres, y ellos son
considerados quién sabe qué cosa, entonces no los tienen en cuenta... (Madres, E6)

Este tipo de experiencia también puede agudizar el fatalismo y la indolencia (Martin- Baró,
1991) que se vive en relación con el Estado y la propia vida. Es decir, se terminan revirtiendo
algunos procesos y pasos alcanzados dentro de las asociaciones, tanto en términos de
“resignación” y desesperanza aprendida, como en términos de perder la posibilidad de
empoderarse como sujetos de derecho.

Sin embargo, esta experiencia, puede al mismo tiempo, generar una contracara: que las
personas insistan en la búsqueda de satisfacer lo que consideran su derecho, pero al mismo
tiempo aumentar la valoración por el proceso que han vivido con sus organizaciones, el apoyo
mutuo, la movilización pública de la memoria, la organización, la visibilización de su realidad,
al que consideran una forma de reparación desde abajo. E incluso algunos que han recibido
esta reparación administrativa pueden llegar a hacer la comparación y reconocen que el
proceso de memoria colectiva ha sido más reparador y más sanador para su experiencia
personal:

La verdad a mí lo que me ayudó es el proceso de abrazos y organización de víctimas y


de memoria, porque antes yo me sentía muy triste y ahora estoy mejor, antes no quería
hablar con nadie y ahora puedo salir y hablar... (Oriente, E29)

Toda la mirada que se ha realizado en torno al reconocimiento público, la memorialización, el


acompañamiento psicosocial, la acción pública de memoria tiene un importante papel en la
reparación del sufrimiento de las víctimas, como una forma de reconocerles como seres
humanos con su propia dignidad, como sujetos de derecho que han sufrido la vulneración de
los mismos, que por lo tanto necesitan restitución (Cfr. Hamber & Wilson, 2002; Vandegiste,
2003). Por tanto la memoria se convierte en un puente entre el pasado y el futuro que permite
la sanación y la recuperación. Y finalmente puede implicar un proceso de reparación desde
abajo, que puede surtir más y mejores efectos que la mal llamada reparación que hasta ahora
está realizando el Estado Colombiano.

La clave de un proceso de reparación no está tanto en lo que se haga: si se da una


indemnización o se construye un monumento o se hace alguna restitución. La clave está en la
forma: que la indemnización no sea una compra ni una transacción, que los monumentos no
sean una forma de pasar la página rápido. Siempre, y en todo momento, la clave está en el
reconocimiento público, social y moral que se haga de las víctimas. Por esta razón, y como
se expresó en el capítulo 5, en ausencia de reparación, de justicia y en un escenario donde las
verdades todavía son incompletas o no se dan, es fundamental realizar un trabajo desde abajo,
fortaleciendo las comunidades, haciendo apoyo mutuo, construyendo símbolos, monumentos,
realizando rituales y movilizaciones para que la dignificación venga, por lo menos desde la
comunidad, y la recuperación emocional de las víctimas no dependa de los juegos de poder
político (Cfr. Hamber, 2000, 2011; Martín Beristain, 2005, 2009, 2010a, b). Este ha sido
precisamente el proceso que se está documentando en esta investigación, y que según Kiza et.

455
al. (2006) aún hay poca evidencia empírica al respecto y para lograr documentar qué acciones
concretas resultan reparadoras para la gente, según los diversos contextos culturales:

...yo creo que es el primer complemento, si no hay memoria cómo va a saber otro lo
que le pasó a uno; por ahí empieza la reparación, desde la memoria; porque si uno no
cuenta lo que pasó, cómo le van a dar algo, cómo voy a tener yo talleres, cómo voy a
tener capacitaciones, si nadie sabe que yo soy víctima cómo me van a llamar a una
capacitación o ayudarme a elaborar el duelo... (Oriente, E10)

Todas las acciones rituales, públicas y performativas, descritas en esta investigación, tienen
una dimensión reparadora desde abajo. Las comunidades, las organizaciones sociales de base,
las víctimas se organizan para que los hechos no queden en el olvido, para que la dignidad de
sus seres queridos, de sus vidas y de sus luchas queden restituidas de alguna manera en el
escenario social. Son acciones de memoria que pretenden nombrar lo oculto, elaborar los
dolores padecidos y darle algún sentido al horror sufrido en actos de resistencia que dignifican
y generan transformaciones en la subjetividad de los y las participantes.

Esto no puede compararse con los monumentos, museos y otras acciones “simbólicas” con las
que pretende reparar el Estado colombiano, precisamente porque se hacen desde un lugar de no
reconocimiento del Estado como actor del conflicto y en un marco de denegación de la verdad
y la justicia. La casa de la memoria en Medellín, el museo de la memoria en Bogotá, las
pretendidas reparaciones colectivas de casos emblemáticos (centradas en lo material y en lo
simbólico), en algunos casos con intervención psicosocial, no solamente es insuficiente, como
es valorado por algunos expertos (ICTJ, 2010), sino que además puede terminar siendo
ofensivo para las víctimas, porque se puede considerar como una forma de hacer memoria
borrando el pasado, es decir, constituir una memoria mítica que no identifica responsables, que
no sanciona, que no da lugar a la verdad y que no repara integralmente, puesto que además, no
ofrece ninguna garantía de no repetición, puesto que en el poder se mantienen los actores que
estuvieron detrás de ejércitos de muerte como los paramilitares.

Hay una diferencia muy grande entre las acciones que las comunidades han tejido a lo largo y
ancho del país, para hacer memoria, incluso para sentir que la reparación es un asunto que les
compete y en algunos casos, que si no trabajan en su propia reparación, el Estado poco hará;
con los monumentos y “reparaciones simbólicas” que se pretenden realizar desde diversas
instancias estatales, como la CNRR, Acción Social, etc. que terminan siendo una “mascarada”
que encubre el silencio y el olvido.

Recogiendo lo visto en la presente investigación y cruzándolo con las investigaciones y


propuestas de diversos autores abordados en el capítulo 5, se puede establecer un cuadro
comparativo entre las posibilidades que se abren y los límites cuando se aplica un modelo de
reparación concreto. La reparación integral propuesta por los actores sociales en un marco de
derechos humanos. La reparación desde abajo, como un modelo de afrontamiento y resistencia
en medio de una situación precaria de garantía de derechos. Y finalmente el modelo propuesto
por el Estado colombiano, centrado en la entrega de un recurso económico y algunas
intervenciones psicológicas no contextualizadas.

Tabla 9.2. Comparación entre tres modelos de reparación


Reparación Integral Reparación desde abajo en Reparación en impunidad /
Perspectiva Internacional contexto de impunidad Reparación centrada en lo
Oriente Antioqueño, económico
Córdoba y Madres (administrativa).
1. Tiene en cuenta la dimensión 1. Procesos de apoyo mutuo, en 1. Intervenciones paliativas,
emocional, por lo tanto se algunos casos dirigidos y centradas o bien, en maquillar la
preocupará por realizar coordinados en el marco de un acción del Estado, o bien asumir
intervenciones psicosociales que proyecto de intervención, que el trabajo sobre síntomas
456
impliquen el empoderamiento, la promueven la dignificación, el psíquicos, sin que implique
recuperación de la dignidad, la empoderamiento, la recuperación transformaciones subjetivas
transformación emocional y la emocional y la reconstrucción del profundas. Las víctimas lo
reconstrucción del tejido social. tejido social. sienten como “paños de agua
(Rehabilitación) (Rehabilitación desde abajo) tibia”: No hay rehabilitación.
2. El empoderamiento de los 2. El empoderamiento de los 2. No genera empoderamiento de
sujetos se ve acompañado de sujetos surge de los procesos de los sujetos, genera dependencia,
medidas de restitución, acción pública y el afrontamiento y una mirada miserabilista, que
indemnización. la resistencia que se genera para asume actitudes fatalistas y de
poder luchar por los derechos. subyugación frente al poder. “se
piden ayudas, se recibe limosna”
3. Una acción dignificadora 3. Se logra dignificar a los sujetos 3. No dignifica. La gente siente
donde los sujetos aumentan su que se sienten partícipes de su que hace una transacción para
autoestima, su valoración de sí propia historia. Pero, se mantienen suplir necesidades básicas, pero
mismos y recuperan el control situaciones de dominación y al costo de la propia dignidad y la
sobre sus propias vidas. Se logra explotación por parte de poderes de las víctimas. Tiene costos
la simetría de las víctimas frente tradicionales y los victimarios. emocionales, morales y
a los poderes establecidos y los Con este tipo de acciones, las comportamentales altos, aún
victimarios. víctimas no logran transformar la cuando se reconoce que era una
realidad de opresión y exclusión, obligación del Estado y que el
más allá de enunciarla y dinero era necesario.
denunciarla.
4. Solamente es posible en 4. Es una respuesta de la gente, en 4. Promueve la Impunidad. Con
marcos de verdad y justicia. un marco de sociedad civil, a la reparación se pretende comprar
Puesto que garantiza la no contextos de injusticia, el silencio de la gente, disminuir
repetición. impunidad, ausencia de verdad. Es la presión de la sociedad civil y
una forma de enunciación los movimientos de víctimas
alternativa que puede, si hay un sobre el Estado y la
proceso exitoso, confrontar la confrontación a la historia oficial.
historia oficial.
5. Hay garantías para las 2. No tiene garantías para 5. Se trata de una fórmula para
acciones públicas de la gente realizarse. En algunos contextos todo el mundo, sin
desde abajo. Es decir, incluye (Córdoba o en procesos de contextualización, sin una visión
los procesos locales y desde elecciones, como en 2011) se ven de la gente, sin una
abajo, y se plantea las acciones amenazadas y se reducen en su sensibilización y sin
de reparación según los posibilidad de impacto, deben reconocimiento del dolor y la
contextos, las culturas y las bajar el perfil. dignidad de la gente. No
situaciones particulares. importan los contextos de
seguridad. Todo sigue igual,
pero se “paga” un dinero con el
que se pretende “compensar” el
mal infligido o no protegido.
6. Fortalece los sujetos 6. Fortalece hasta ciertos límites 6. No repara. Puede revictimizar.
individuales y colectivos. (contextuales y de seguridad) a los
Realmente se constituye en una sujetos individuales y colectivos.
acción reparadora. Interacción continua entre
amenaza, vulnerabilidad y
resistencia. Por lo tanto, tiene
límites en su acción reparadora.
7. Se favorece una integración 7. Priman las formas de la 7. Se intenta hacer memoria con
entre las formas de memoria memoria performativa, lo que la comisión de memoria histórica
performativa y las formas puede tener el riesgo de construir de la CNRR, hay una memoria
documentales que permitan la una memoria mítica en torno a la documento y también se han
construcción de una memoria violencia. Hay unos escenarios apoyado algunos casos de
histórica. Implica medidas de que reparan y dan satisfacción, memoria performativa. Pero una
satisfacción. más por la capacidad de la gente memoria sin comisión de la
de resistir y dignificarse, que por la verdad, sin justicia y con una
garantía de un derecho. reparación incompleta, puede ser
simplemente una constatación
cínica de hechos o una
producción intelectual que no
cala en la sociedad. No es una
457
medida de satisfacción.

9.6.2. “Hemos sabido algo de la verdad, pero a medias”: Reparaciones y versiones libres
sin verdad

El contexto que se ha tejido en Colombia, aparenta una situación transicional, entre el conflicto
armado y la consolidación de una democracia. De allí que se hayan constituido leyes de
“justicia transicional”208. Estas leyes aparentan hacer énfasis en la reparación de las víctimas,
y en ofrecer justicia alternativa (penas de 8 años para los exparamilitares y guerrilleros
desmovilizados) a cambio de contar la verdad de sus delitos en versiones libres que son
adelantadas por la fiscalía general de la nación. El país lleva 7 años de versiones libres de
comandantes paramilitares y sólo 4 sentencias (Morris & Lozano, 2011). Fue claro que la
extradición de los principales comandantes paramilitares a los Estados Unidos para ser
procesados por narcotráfico respondió a una estrategia del gobierno de Álvaro Uribe Vélez,
para que en sus versiones libres no siguieran implicando a miembros de su gobierno, a élites
regionales y empresariales, lo cual hubiera representado una parte de la verdad sobre el
conflicto armado en Colombia, especialmente, sobre la forma como se constituyó el proyecto
paramilitar y quienes estaban detrás de esta máquina de muerte y, por lo tanto, fueron sus
principales beneficiados.

De otro lado, prestigiosos investigadores y académicos han afirmado en múltiples ocasiones


que la verdad debe ser principalmente, la verdad desde las víctimas. Más claramente, que la
verdad debe empezar por abrir escenarios para escuchar, dar lugar al relato de las víctimas, de
tal manera que se convierta en un espacio de dignificación y reconocimiento social para ellos y
ellas (Hayner, 2008a, b; Martín Beristain, 2007, 2008, 2010a, b; Lira, 1998, 1999, 2007, 2009;
Hamber, 1995, 1998; López, 2003, entre otros). Pero Colombia aún está lejos de escenarios de
verdad y de la constitución de una comisión de la verdad. Por lo tanto, al parecer la verdad es
un anhelo de las víctimas, no satisfecho y denegado sistemáticamente en el único escenario
oficial para ello: las versiones libres de los paramilitares.

Como anhelo la verdad significa un alivio para los y las participantes en esta investigación, un
consuelo ante su permanente reclamo por saber qué pasó y por qué pasó, ya que para la
mayoría sigue siendo incomprensible la violencia padecida. La verdad es un apoyo dentro del
proceso de transformación subjetiva, porque podría permitir darle algún sentido a lo ocurrido,
de allí que sea tan importante para los y las participantes:

…yo creo que una solución es que se sepa lo de mi hija, que a lo menos que se busque
la verdad, que se sepa la verdad, o que las personas que lo hicieron que digan por qué
lo hicieron y dónde está, si es que existen... (Oriente, E28)

Por esta razón algunos relatos en esta investigación dan cuenta de la participación en estos
escenarios que posibilita la ley de justicia y paz. Sin embargo, la verdad que han obtenido, es
una verdad a cuentagotas y una verdad a medias, manejada y manipulada según los intereses
del victimario, amañada según las circunstancias, con muy pocas posibilidades de ser
confrontada por la investigación judicial, puesto que la estructura de las versiones libres está
diseñada para dar todas las garantías al victimario y muy pocas a las víctimas:

...hemos sabido algo de la verdad, pero a medias porque hay cosas que nosotros
sabemos que él no nos dijo y saber que por ejemplo había alguien que conocíamos
implicado, que nos hayamos sentido satisfechas por un lado y por el otro no... Porque

208
Ley 975 de 2005 (ley de justicia y paz) y ley 1424 de 2010 que regula la situación jurídica de los desmovilizados; y
ley 1448 de 2011, ley de víctimas.
458
él nos dijo la verdad a medias y no estamos satisfechas por eso, porque el que nos dio
la versión, no nos ha dicho toda la verdad... (Oriente, E16)

Para algunas personas, especialmente familiares de desaparecidos, ha significado una respuesta


al paradero de sus seres queridos, con lo cual empiezan a hacer el cierre de sus largos procesos
de duelo, logrando una respuesta y por lo menos empezar a descansar de la eterna espera. En
efecto algunas mujeres, especialmente de Madres de la Candelaria han logrado saber dónde
están sus hijos enterrados, hacer las pruebas de ADN y han recibido los restos de sus hijos y,
por lo menos, han cerrado la agonía permanente de esperar.

Esta es quizás la única verdad que han recibido: las razones, los autores reales, los
intelectuales, los vínculos con los actores de poder, los responsables, se quedan en el silencio y
en el olvido. De esta manera, según Uribe (2010) se reedita una nueva versión de la memoria
mítica colombiana (Pécaut, 2003). Puesto que al final el discurso es el mismo: “todo fue culpa
de la violencia”. Las madres descansan con los restos, y es un descanso después de años sin
saber apenas nada; pero este descanso tiene el precio del olvido y la impunidad:

…para mí son afortunadas las madres que tienen la oportunidad de volver a ver a su
hijo, así sea en un cajón como nos ha tocado ver que llegan 15 o 20 cajoncitos con los
huesitos y ver a una pobre madre llorando sin saber ella qué hacer, ahí acariciando un
cajón, llorando unos huesos... de todas formas, es bueno para la madre porque ya
tiene la fortuna de que tiene a ese ser querido y va a poder empezar a elaborar un
duelo; pero muy duro también, porque no es justo que una pobre madre después de
pasar tanto dolor y tener la esperanza de que su hijo va a regresar vivo como lo repite
en la consigna: "vivo, libre y en paz"; y encontrarse con él muerto, en huesitos, y fuera
de eso en un cajón y encontrarlo en la manera como lo encuentran, enterrado peor que
un perro, porque llegar y enterrarlo y tirarle encima 20 en una fosa común, eso es
para mí muy triste ver una fosa común a mí eso me parte el alma... (Madres, E5)

Queda esa tristeza, queda ese sinsabor. Ahora bien, como ya se ha anotado antes, las familias
de los desaparecidos hacen lo que sea para, por lo menos acceder a esta verdad que dé
descanso ante la incertidumbre permanente y la angustia y zozobra que genera. Pero como se
trata de verdades a medias. En muchas ocasiones, esa búsqueda es infructuosa, puesto que está
sometida a la “buena” voluntad, a los intereses judiciales, a los cálculos políticos o personales
de los victimarios. Así pues, cuando conviene dan razón de los desaparecidos, dan
información sobre hechos y fosas comunes. Pero cuando no conviene, guardan silencio, no
aportan datos y les importa muy poco el dolor de las víctimas:

...muchos de los paramilitares que tenemos en este momento por allá, que en versiones
libres van entregando esa verdad a cuentagotas, recordando lentamente, entonces los
cogen y ponen a las víctimas como un muñeco... y para mí eso es injusto, porque
llegan y les dicen: "usted mato 200, tranquilo que son ocho años de cárcel y usted va y
eso lo paga en un momentico"; y ellos: "no, lo que pasa es que yo tengo amnesia, pero
si me tratan bien voy recordando; entre mejor me traten y más beneficios me vayan
dando, más voy recordando”. Y así, en ese jueguito es que nos tienen... (Madres, E5)

En este marco judicial las víctimas se quedan sin esa porción de verdad, o la información es
falseada. Se han borrado los rastros, o se han sacado los cuerpos de las fosas y se han
“desaparecido nuevamente”. Con ello se genera otro proceso de revictimización: el que se
vive en los procesos de exhumaciones, que no cuentan con los mejores apoyos, en términos
psicosociales, ni con toda la información pertinente para contrastar el caso, donde las víctimas
no son lo fundamental:

459
Fuimos, escarbamos una parte, se veía huesos, hasta separamos huesos que parecían
humanos; cuando ya llamamos a la fiscalía, ellos subieron, el fiscal ahí mismo que
llegó, dijo: "si son restos humanos". O sea, de una dijo así. Cuando ya el forense, el
que revisa todo y comenzó a analizar hueso por hueso, cuando había analizado
cantidad de huesito dijo: "no, éstos no son humanos, éstos son huesos de cerdo...". Ni
se sabe qué sentí, o sea no sé que sentí, si tristeza o alegría por... porque de verdad
uno como que ver la realidad es muy duro… (Oriente, E13)

En varias oportunidades la ONG EQUITAS (2003, 2006), especialista en el tema de


exhumaciones, antropología forense y acompañamiento psicosocial a víctimas en procesos de
búsqueda desaparecidos ha denunciado la ausencia de un trabajo sistemático tanto en el
proceso de búsqueda, de exhumación, en la práctica forense y en el acompañamiento
psicosocial, de tal manera que se dan circunstancias propicias para generar mayor dolor, mayor
rabia o tristeza, en últimas revictimización:

...era como esa media esperanza, pero ya sabíamos que había algo ahí... cuando al
otro día empezaron a excavar, y esa fosa vacía, no había nada, en la otra tampoco y
usted no se imagina la desolación, la tristeza y el dolor tan grande que yo sentí, yo
sentí ese dolor tan grande cuando ya vi que no había nada, y lloré... (Madres, E2)

Por lo tanto, ni verdad, ni alivio ni consuelo para la gran mayoría de las personas. En una
experiencia que mantiene lo fundamental oculto: los responsables, los hechos, los motivos, y la
voz de las víctimas. Por esta razón la participación en las audiencias para la versión libre de
los comandantes, tampoco ha contribuido a aumentar el nivel de verdad sobre la realidad del
conflicto armado en Colombia, pero tampoco a fomentar el efecto reparador que ésta tendría en
las víctimas:

...cuando las cosas no son con ese propósito, de que cometieron una falta y la van a
reparar, va uno a los hechos y se siente engañado, se siente muy mal, se siente re-
victimizado, se siente más víctima, se siente más señalado, se va coartando, entonces,
eso le hace mucho daño a uno... va creando a uno esa atmósfera de impedimento, de
impotencia, va creando más rencor, mas resentimiento, hacia esa persona que lo
victimizó... uno siente que lo están manoseando, que lo están manipulando, sin
encontrar uno el favor de ellos, de ir entregando verdades, aunque sea de a poquito,
pero que lo que entregue sea verdad... y eso muchas veces no se da. (Madres, E4)

Hay, por tanto, un efecto revictimizador, un efecto de aumentar la rabia, el desconsuelo, la


angustia. Para quienes pretenden generar reconciliación a través de este tipo de mecanismos,
la realidad parece ir mostrando el efecto contrario. Varios de los y las participantes en esta
investigación que han participado de las versiones libres, afirmaron haber aumentado sus
niveles de rabia, resentimiento, dolor, angustia y deseos de venganza. Y esto también es válido
en las versiones libres que se han abierto para desmovilizados de la guerrilla de las FARC,
puesto que el sistema es similar y el victimario se comporta de manera similar:

...yo estuve en varias versiones libres, yo no quiero ser como hipócrita pero te digo que
uno siente mucha rabia, de ver que ellos son tan falsos, y tratan como de evadir y de
contar lo que a ellos les conviene... La motivación fundamental para participar en eso
fue para averiguar por el hijo mío... (Madres, E8). ...a nosotras nos llevaron una vez
a unas versiones libres en la cárcel de Bellavista con los guerrilleros, supuestamente
llevé la foto y uno me dijo que lo iban a averiguar, pero hasta el son de hoy... no
averiguaron nada... nos tienen a las víctimas, como jugando porque esa gente no
quiere contar la verdad.... (Madres, E3)

460
Como puede observarse, no existe un marco para la contención, no existe un escenario que
compela a la verdad, no se reconocen los hechos, ni mucho menos las responsabilidades. Por
lo tanto y a manera de síntesis, en este contexto, esta verdad a medias no está cumpliendo un
papel reparador. Ni siquiera se puede asumir la discusión que plantean Hamber (2008),
Theidon & Laplante (2006), Castillejo (2007), Gibson (2004), entre otros, sobre la relación
entre verdad y sanación emocional en el marco de las comisiones de la verdad, porque en el
contexto colombiano no ha sido posible este marco y no parece posible en el inmediato futuro.
Hasta ahora, los escenarios de verdad han sido los de la memoria, tanto los de la memoria
performativa, en las múltiples experiencias referenciadas por María Victoria Uribe (2010) y el
grupo de memoria histórica de la CNRR, las presentadas en esta investigación y las acciones
de memoria documento de organizaciones de la sociedad civil en proyectos como Colombia
Nunca Más y el Movimiento de Víctimas de Estado (MOVICE).

9.6.3. Intentando hacer justicia en contextos de impunidad

De entrada, puede afirmarse con Sikkink y Booth-Walling (2007) que la justicia tiene un papel
regulador en el marco de construcción de la sociedad y el Estado, que posibilita el
fortalecimiento de los marcos legales, la rendición de cuentas de los actores políticos y
armados, la responsabilización por los hechos de violencia. Además abre un marco social que
invita al respeto de los derechos humanos, que contribuye a la garantía para que no se repitan
los hechos violentos.

La justicia y la verdad judicial, al lado de la verdad histórica (Bacic, 2008; Martín Beristain,
2008, 2010a), permiten el paso de las construcciones de memoria pública y memoria colectiva
a la construcción de una memoria histórica; puesto que los hechos quedan fijados, reconocidos
y sancionados de forma oficial, lo que se corrobora con la sanción a los responsables. De allí
que en el capítulo 7 se definiera como uno de los horizontes, sentidos y propósitos de las
acciones de memoria, la búsqueda de la justicia.

En efecto, aún a pesar de ser acciones esporádicas e individuales, en los relatos de vida de los y
las participantes, aparecieron 8 personas de 62 (cerca del 14%) que han desarrollado algún tipo
de acción jurídica: denuncia, participación en un juicio, indagatoria, ser testigo o tener una
sentencia judicial que sancionó a sus agresores. La cifra en términos del “deber ser” es muy
baja; pero en términos del contexto y del proceso de las personas que han participado en esta
investigación, tal como se ha enunciado en los capítulos precedentes y a lo largo de este
capítulo, es algo significativo y sorprendente.

Es claro que hay procesos de víctimas en Colombia como el Movimiento de Víctimas de


Estado (MOVICE) que le ha dado un lugar primordial a la justicia y ha intentado utilizar todas
las posibilidades al respecto, desde apelar a la justicia ordinaria, hasta buscar justicia a través
de la corte interamericana de derechos humanos y la corte penal internacional; pero en los
colectivos estudiados y en los contextos donde viven, este tipo de procesos ha sido mucho más
limitado, tienen una vinculación más individual que colectiva, se implica más la familia que la
organización, sin embargo han surgido como fruto de la participación en todo el proceso de
memoria colectiva y organización de víctimas:

...me siento como que estoy tratando de hacer justicia, como una satisfacción porque
estoy diciendo la verdad, que nadie me ha escuchado, entonces quiero que me
escuchen, que esto se conozca, que no quede así en la simple impunidad, que no quede
a oscuras, como se dice... interiormente y moralmente me siento mejor, porque siento
que estoy cumpliendo con una obligación que tengo, porque yo soy el único encargado
de mi familia, de que esto no se quede quieto, no se quede en la impunidad; en mi
familia nadie más quiere, inclusive me han dicho que me esté callado, que puede ser
peligroso, pero yo lo hago porque siento como una obligación… (Oriente, E3)
461
Ya María Luisa Cabrera (2001, 2004), en el contexto guatemalteco, encontró que, a pesar del
contexto de impunidad, violencia y amenaza vital, la gente ve en estos procesos un escenario
para la reivindicación moral de la dignidad de las víctimas, y una forma de lucha y resistencia
para tener un mejor futuro, y para reconstruir la convivencia social. Muchas veces se hace al
costo de la propia seguridad, pero sintiendo que de una u otra forma se está logrando
restablecer un equilibrio:

…y que por fin logré que se descubriera quién hizo la masacre, logré descubrir al que
hizo la masacre, porque boté el miedo y lo denuncié y ya está en Bellavista (la cárcel
de Medellín), que siento miedo sí, pero lo logré.... Ese proceso yo vine a echarlo al
aire hace tres años más o menos y ya estaba para prescribir... y hace por lo menos 3
meses que lo capturaron, fue el autor principal de la masacre; había que hacer
justicia, las cosas no se podían quedar en la impunidad... (Madres, E1)

De otro lado, Martín Beristain, Páez, Rimé y Kanyangara (2010) en un estudio en Guatemala,
Sudáfrica y Ruanda afirman que la búsqueda de la justicia y la participación en estos
escenarios promueve una mayor cohesión social, empoderamiento social y actitudes de
resistencia y lucha, aunque emocionalmente pueden generar un mayor malestar: tristeza, rabia,
resentimiento y dolor. Sin embargo, para estos autores y para los y las participantes que han
desarrollado procesos de justicia, puede resultar una experiencia que aumenta su capacidad de
afrontamiento y sus posibilidades de lucha:

...satisfechas porque los fiscales actuaron y mostraron que había alguien que fue el
que mató a mi hermano, entonces ya nos sentimos satisfechas porque a él ya lo
cogieron, ya han cogido a varios de los que tuvieron que ver con la muerte de mi
hermano, entonces se siente uno que la justicia sí va actuando... (Oriente, E16)

Uno de los riesgos de participar en estos escenarios en contextos de impunidad, como el


colombiano, está en que pueden ser espacios donde los abogados (los de la contraparte)
intentan por todos los medios demostrar que la víctima no tiene ningún derecho, que miente, se
contradice, para poder favorecer a su cliente. Así pues, el escenario judicial puede ser
sumamente hostil para las víctimas; ya que se hará lo posible por desacreditar un testimonio
que ha sido acogido en otros escenarios, o que en una comisión de la verdad sería recibido de
otra manera:

Referente a ese caso, hace, por lo menos, dos meses bajó la fiscalía, abajo al lugar
donde ocurrieron los hechos, hicieron la inspección y todas las cuestiones, ese caso
posiblemente lo perdemos, la muerte de la niña puede quedar impune. La única testigo
era la otra niña que estaba con ella, cuando bajó la fiscalía, bajaron los soldados que
hicieron ese daño, bajó el abogado de ellos, bajó el abogado de nosotros también... la
niña bajó y se perturbó toda, se puso a llorar, como que no habló en forma, tuvo
ciertas fallas en relación con las declaraciones que había dado... ellos la enredaron
por la astucia que tienen, como ya saben de leyes, ellos se supieron defender muy bien,
con mentiras sí, y el abogado ellos es un señor, con todo respeto, con mucha astucia,
que es muy especial en ganarle casos al ejército, entonces debido a eso vemos malo,
que de pronto ese caso lo perdemos nosotros, o sea que nos vamos a quedar así, todo
lo perdimos: perdimos la hija, perdimos el trabajo de toda la vida mío, y no sé en qué
irá a parar todo esto... (Oriente, E3)

Y este escenario judicial puede aumentar los niveles de indefensión y la sensación de injusticia
de la víctima, porque experimenta que su experiencia no solamente es desmentida, sino además
tergiversada, al punto que el victimario puede terminar en el lugar de la víctima. También se
convierten en escenarios de revictimización cuando los procesos se alargan en el tiempo,
462
cuando el testimonio de la víctima es tomado una y otra vez, lo cual genera agobio y malestar
emocional fuerte, puesto que es un recuerdo sin sentido y sin un fin claro, ya que se busca más
la contradicción, la caída en inconsistencias del testigo, que afirmarle en su verdad y protegerle
en sus derechos; y al final tampoco hay resultados, porque pareciera que la justicia termina
poniéndose del lado del victimario. Así pues, el proceso judicial parece más un túnel en el que
se entra pero no se sale jamás, generando un desgaste que parece nunca va a terminar. Y al
final, pareciera que todo queda igual:

...el Estado, por ejemplo, en el caso de nosotros, de mi hermano lleva un proceso que
ya lleva 14 años va a cumplir 15, y qué pasa con mi hermana, que todavía es la hora
que mi hermana no deja de declarar, cuando a ellos les da la gana, tiene que ir mi
hermana a declarar lo mismo de siempre... eso termina haciéndole daño a uno, porque
recordar, recordar y recordar algo... un episodio malo... Cuando tú estás recordando
en un abrazo o en un acto de memoria lo haces naturalmente, lo haces calmadamente,
mientras que con el gobierno no, porque con el gobierno tú puedes ser el fiscal y me
vas haciendo preguntas, pero yo no sé si tú estás del lado de los criminales, y no me
atrevo a soltar todo el rollo como es; porque cuántas personas han ido a declarar y
después las han matado, porque han dicho la gente que mató a su familiar, entonces
no hay confianza... ¡Es tan duro entrar en confianza con la fiscalía!... (Córdoba, E1)

En muchos casos esta forma de la memoria termina siendo nociva porque el recuerdo no
genera una resignificación, sino, por el contrario, es sometido incesantemente a una prueba y a
otra para determinar su validez, para buscarle la contradicción. Si además se agrega la
desconfianza en las instituciones del Estado, porque pueden estar cooptadas por los actores de
poder, las élites y los grupos armados (paramilitares), el escenario es muy complejo, puede
llevar a contradicciones, ocultar información, y otra serie de fallas que terminan por
desvalorizar el testimonio de la víctima, que por tanto, deja de ser reparador y sanador, como
en el siguiente relato:

…y yo se que a mí me llamaron hace días a declarar, a la fiscalía del batallón y era


bastante miedo que tenía, por eso inclusive no dije toda la verdad, dije que algunas
cosas, pero no dije lo del camión, no dije que esa gente estaba allá, o sea, yo debido al
miedo que me daban los otros (paramilitares) no les conté la verdad, que es una cosa
que me ha pesado mucho, no haber dicho como había sido, como habían matado la
niña... Cuando la fui a ver que ni abotonada estaba, no tenía uniforme, yo estoy
segura que no hubiera aparecido como un falso positivo... (Oriente, E28)

El miedo, el sentirse en un lugar adverso y hostil, la presión a la que es sometida la persona en


el interrogatorio, puede llevar a estas fallas en la información que son utilizadas para
deslegitimar su testimonio y darle cabida a la impunidad y a la ausencia de justicia. Y al final,
incluso a la legitimación de los hechos. Esto construye un clima de impunidad global que
termina generando parálisis, miedo a actuar, denunciar y proceder jurídicamente, anomia y
retiro de lo público. O también en el caso de los colectivos estudiados, que la memoria
colectiva y pública, se remita a una dimensión performativa y simbólica, mientras que la
documentación de los hechos y los casos, o bien no se asume, o bien se asume de bajo perfil,
en una perspectiva de archivo e histórica, más que en el marco de una lucha por la justicia. Al
fin y al cabo en Colombia, la gente está acostumbrada a ver cómo quienes reclaman justicia, se
convierten en nuevas víctimas.

Así pues, estos escenarios pueden generar mayor desesperanza, aumentar el fatalismo y
disminuir la creencia en el mundo como un lugar seguro, en las instituciones y restarle valor al
sí mismo y a la vida misma. La resignación aparece como conducta más aconsejable y el retiro
de cualquier acción política o jurídica aparece como lo más recomendable. Es en estos
contextos donde el perdón termina siendo asumido por las víctimas como su única opción, una
463
imposición por contraste, es decir: como no hay nada que hacer, la lucha es infructuosa, por lo
menos quitarse el peso de encima:

Entonces yo fui y por ahí derecho hice mis declaraciones, dije todo, demandé a esa
gente de una vez con abogado y con todo, yo hice la demanda contra el Estado
entonces empezaron las llamadas, las boletas, las razones, entonces, yo me volví para
Santo Domingo el barrio de toda la vida, y allá intentaron llevárseme otro hijo que
tiene 19 años, intentaron llevárselo dos veces… no le encuentro como remedio a eso,
porque paz no va a haber nunca, ¿usted cree en la paz o cree que va a haber paz algún
día? De pronto, la paz la puede tener uno interiormente, perdonando, pero que haya
paz en este mundo, que van a dejar de matar, que van a dejar de violar, que van a
dejar de secuestrar, que van a dejar de desaparecer, esto que ocurre todos los días,
eso no creo que vaya a dejar de pasar... (Madres, E7)

Por lo tanto, aunque se quiere hacer, aunque la movilización se organiza para poder llegar
algún día a ese punto, en la realidad, la gente asume que es peligroso y que el margen de
acción es limitado, por lo que se experimenta indefensión, soledad, ausencia de sentido,
impotencia, y las acciones para reivindicar los derechos son mínimas. Hay un aprendizaje
histórico, en el cual se observa que el ejercicio de una ciudadanía plena de derechos puede
ser peligrosa, de allí que mucha gente se adapte a estas circunstancias:

...me siento indefensa, como sin ayuda de nadie. Ni del gobierno ni de nada. No he
denunciado porque me da miedo. Como vinieron a decirme que no fuera a
denunciar… entonces ese temor yo… tengo todavía eso… una vez fui, me saqué un
papel para denunciar, y yo no fui… Acordándome de que me amenazaron que
cuidado iba y denunciaba, entonces yo no denuncié nada. (Córdoba, E3)

Y sin embargo, algunos y algunas han dado el paso, como se documenta en esta investigación.
Cabrera (2001, 2004, 2008), Gibson (2004), Martín Beristain (2006, 2007a, 2007b, 2008);
Lykes, Martín Beristain y Cabrera (2007); Martín Beristain, et. al. (2010) se hacen la pregunta
por las razones que tienen los sujetos para participar en estos espacios de justicia, aún en
contextos de violencia e impunidad. Y se responden que a pesar de los efectos negativos, los
costos emocionales, los riesgos que se asumen y la sensación de injusticia que se puede
generar al final, se experimenta la fuerza de estar luchando contra algo más fuerte, la
afirmación del propio ser, la generación de cohesión social cuando se hace de forma grupal, la
experiencia de resistir a un poder, lo cual aumenta el empoderamiento personal y la
autoestima. Por eso algunas personas asumen riesgos, son conscientes de los costos que puede
tener, y se preparan para “dar la batalla”:

...yo denuncié en el 2007, entonces desde que denuncié ya empezaron los testigos, que
una cosa, que otra, entonces yo les colaboraba y decía aquí está el testigo, ellos venían
a mi casa y ya fuimos recogiendo los testigos, entonces ellos empezaron a investigar
todo, ya ellos me llamaban desde Medellín me decían: "R. vamos tal y tal día,
necesitamos que nos recoja tantos testigos, esto y esto para que nos los tenga listos",
bueno... ahí mismo yo arrancaba y les conseguía los testigos y vea que en realidad
hemos avanzado mucho, porque ya van tres condenados, y poquito a poquito se van
recogiendo todos, si Dios quiere, yo tengo fe de que los vayan cogiendo a todos...
(Oriente, E26)

Se desarrolla una capacidad ética en la persona, puesto que logra trascender su propia
experiencia personal y empieza a pensar en términos colectivos, comprendiendo que al final la
impunidad podría vencerse si se lograra vencer el miedo, y juntar esfuerzos para afrontar la
injusticia. Por eso, cuando se hablaba de formas de afrontamiento se mencionaba que una de

464
ellas, podría implicar incluso asumir el papel de investigadores, con tal de mover la justicia y
lograr romper con la impunidad:

E: ¿entonces es como si te hubieras convertido en una investigadora de la verdad?


A: es que eso lo hace uno, eso lo hacemos las víctimas, y todavía sigo averiguando y
todavía no me he quedado quieta, yo sigo, yo sigo averiguando hasta que encuentre...
(Madres, E2)

Giraldo (2009) apunta que la situación de impunidad en Colombia es estructural. Por lo tanto,
el sistema parece claramente hecho para favorecer a los victimarios, mucho más cuando
quienes administran justicia están ligados a las élites en el poder. Así pues, en un contexto
donde el Estado se pone al servicio de estas élites, la justicia termina siendo parcial e incapaz
de abrir posibilidades para la sanción de los responsables.

Las víctimas participantes en este investigación que decidieron tomar parte en proceso
judiciales refieren dificultades, límites y defectos de este escenario de justicia, como las
recogidas por las investigaciones de Naraghi, Conway y Kays (2005 a, b):

1. Los procesamientos se concentran principalmente en el perpetrador y no en la víctima, que


generalmente no recibe la atención necesaria (Versiones libres y audiencias de justicia y
paz, donde el centro del escenario es para el victimario).
2. Las personas son sometidas a interrogatorios extensos, potencialmente hostiles y
humillantes. O no se les toma en cuenta su testimonio.
3. No se investigan las estructuras sistémicas e institucionales que permitieron o
contribuyeron a la comisión de los delitos. Lo cual genera inequidad, porque de acuerdo
con Huyse (2003) quienes terminan castigados no son los principales perpetradores (El
caso de la extradición de los comandantes paramilitares ha sido una prueba de ello).
4. En definitiva se puede bloquear un proceso reconstrucción de tejido social puesto que las
víctimas pueden no asumir su papel en la reconstitución de sus vidas y del vínculo social,
puesto que el miedo les puede bloquear sus dinámicas de participación pública y memoria
colectiva.

Sin embargo, no se puede renunciar a la justicia, aunque siga siendo por ahora, tarea de
individuos y no un compromiso de los colectivos y organizaciones. Porque a través de ella la
gente resiste a este sistema y lo hace desde el compartir social, la reevaluación positiva de los
hechos, la lucha por la verdad, la memoria y la justicia (Cfr. Cabrera, 2004; Martin Beristain,
2007, 2008a). De allí que la participación en juicios sin justicia, aunque no sirvan para hacer
justicia, sí tienen repercusiones positivas en el ámbito de la reparación psicosocial individual y
colectiva:

…a mí me ayudó a elaborar el duelo cuando yo me atreví a denunciar los hechos que


habían pasado... Me generó una confianza en mí misma, en mis hijos, en mi familia y
en todo, eso es lo que me genera a mí, y también otra cosa que me gustaría: que la
gente de esta asociación se decidiera a denunciar y que todos habláramos, y que todos
dijéramos: no más, no más silencio, aquí se acabó este silencio en San Rafael, vamos
es a hablar... y me daría más felicidad de ver eso... (Oriente, E26)

De tal manera que se puede percibir que lograr algún nivel de justicia en un contexto de
impunidad, es además complementario del proceso de recuperación emocional, de
recuperación de la dignidad que se ha vivido en las acciones de memoria compartida, apoyo
mutuo y memoria pública:

...a mí me ayudó a sanar fueron los abrazos; claro que todo va conjunto, porque si yo
hubiera sanado con los abrazos y no pudiera saber cómo mataron a mi hermano y
465
tener este proceso, también sería muy triste; entonces eso también es beneficioso,
porque todo permite que sepamos la verdad, entonces eso es satisfactorio para
nosotros, porque si tuviera los abrazos y no supiera todavía, estaría todavía con la
ansiedad de quién lo mató, quien fue y por qué. (Oriente, E16)

El juicio puede ser un medio para transformar en público el dolor que necesita ser
complementado con escenarios dirigidos al nivel social, que se concretan en homenajes,
construcción de monumentos, acciones públicas de desagravio, dignificación y reparación para
reconocer y mitigar ese dolor; además del acompañamiento necesario a las víctimas en la
elaboración de sus duelos y la transformación de sus emociones (Villa et al. 2007). Y en
muchos casos, es el verdadero factor que puede promover el perdón y la reconciliación, puesto
que disuade de la venganza y de la justicia por propia mano:

…porque déjeme decirle que yo esperaba que me llegara la reparación administrativa


y cobrar venganza, usted no me va a creer que cuando a mí me llegó ese chichigua de
reparación administrativa, a mí se me cambió la mente, pensé en mis hijos, en mi
familia, no pensé en el victimario, yo dije: "yo voy con esa plata y me compro una
pistola o una metra, y lo mandó matar”... Pero entonces fue la justicia la que me hizo
cambiar... (Madres, E1)

Finalmente, quienes han asumido el riesgo de denunciar y entrar en un proceso judicial en


búsqueda de la justicia, consideran que si ésta se llegara a dar, en su caso, la experiencia sería,
además de positiva, restauradora, sanadora y con la capacidad de reconstruir el sentido vital,
con una mayor aceptación del dolor y de la pérdida. Pero también la inversa, si se mantiene la
impunidad, se aumentaría el resentimiento, el sentimiento de menosprecio de la vida humana y
las posibilidades de venganza:

...si hubiera justicia, más tranquilos... no del todo, porque la pérdida de la niña es una
cuestión que la tenemos y ya no puede remediarse, pero si hubiera justicia siempre
cambiaría mucho, moral y espiritualmente sentiríamos una tranquilidad inmensa; pero
que esto se quede impune como si nada hubiera sido, seguimos en las mismas (con
lágrimas y tristeza): con la intranquilidad, el resentimiento, si esto se queda impune...
esto quiere decir, que una vida no vale nada, el desprecio, el menosprecio por la vida,
por los derechos humanos, a nosotros nos los violaron con lo que nos hicieron... que el
gobierno nos preste atención, que nos repare lo que nos hicieron, que tiene
obligación.... (Oriente, E3)

Ahora bien, no puede afirmarse tajantemente y de forma lineal que la justicia genere una
recuperación emocional en las víctimas o que conduzca necesariamente a eliminar el odio o el
resentimiento y dejar atrás el sentimiento de venganza (Cfr. Simon, 2005). Tampoco lo
contrario, que haya impunidad no quiere decir que se desarrolle el odio o el sentimiento de
venganza. Sin embargo, según lo dicho hasta aquí, sí son factores que contribuyen a un mejor
o peor estado emocional en el largo plazo. Y aún, cuando generan malestar emocional en el
marco del proceso judicial (Cabrera, 2001, 2004; Martín Beristain, 2005, 2007; Gibson, 2004),
a la larga al aumentar la cohesión social, la afirmación personal y colectiva y la resistencia, la
autoestima y la valoración del sí mismo, redundarán también en un mejor pronóstico
emocional.

Los procesos de memoria colectiva han sido muy importantes para los y las participantes como
se ha documentado hasta este punto. La memoria compartida y el apoyo mutuo han sido muy
significativos, especialmente en la dimensión emocional y en el abrir espacios de
reconstrucción de los vínculos sociales. Se han desarrollado procesos que han abierto un
camino, que aún no está terminado, hacia la ciudadanía. Sin embargo, los y las participantes

466
reconocen que sin verdad ni justicia no puede haber una recuperación total, ni en lo individual
ni en lo colectivo:

...digo que estoy bien en el 85%, pero me falta el 15% y lo voy a lograr el día que haya
verdad, que haya justicia. Creo que uno de los victimarios es el mismo Estado, cuando
mínimamente el Estado reconozca que ellos fueron culpables de la mayoría de las
acciones que se han cometido en este país, creo que ahí habrá mucha parte de
reparación y no se necesitaría tanta plata; creo que el solo hecho de que el Estado
reconozca, el Estado nacional y local, porque son muchos los alcaldes, muchas las
personas dentro del municipio que aportaron a esa guerra. Pero que haya
reconocimiento, y que se pida perdón de verdad, realmente, públicamente, para las
víctimas eso es muy importante, creo que eso sería más importante y más dignificante
que los 20 millones de pesos; eso se acaba, pero ese reconocimiento y ese perdón
público y que realmente se haga justicia... pero mientras tanto yo creo que va a ser
difícil que lleguemos al 100%. (Oriente, E20)

En el caso de los familiares de desaparecidos es fundamental que se cuente por lo menos con la
verdad sobre el paradero de sus seres queridos, algo que en el actual contexto sigue siendo
improbable, por lo tanto, la transformación subjetiva que han relatado en esta investigación,
también será parcial. Por su parte, en el caso de los que fueron desplazados, también la parte
económica, una reparación que incluya la restitución de sus bienes será un aspecto
fundamental para poder nombrarse a sí mismos como estando mejor, en términos anímicos y
sociales.

Por tanto, recogiendo los relatos de los y las participantes, como también las investigaciones
previas de otros autores en contextos similares, pueden definirse algunos factores positivos en
la transformación subjetiva de las víctimas en lo individual y en lo colectivo, cuando se
participa de un proceso judicial y cuando se logra justicia, junto con verdad y reparación. Pero
también lo que pasa en la gente cuando se participa en el proceso y no se da un marco de
justicia o cuando sencillamente hay impunidad. En la tabla 10.3 puede observarse la síntesis
de lo trabajado en este punto, recogiendo aspectos de todo el capítulo.

Tabla 9.3. Consecuencias psicosociales de la participación en procesos judiciales en


contextos de impunidad
Consecuencias positivas Consecuencias negativa
Participación Corto Plazo: Corto plazo:
en el proceso 1. Dignificación del ser querido. 1. Sentir la presión, el acoso de los
judicial 2. Experiencia de fortaleza interior, abogados, lo que puede generar
cuando hay afrontamiento y resistencia. contradicción, duda y temor.
justicia 3. Aumenta la cohesión social. 2. Miedo y angustia por las
4. Sensación de estar haciendo algo. posibles amenazas.
3. Sensación de desprotección.
Largo Plazo: 4. Aumento del dolor, la rabia y el
1. Genera una sensación de resentimiento.
satisfacción, de logro y de
cumplimiento del deber. Largo Plazo:
2. Aumenta la autoestima. 1. La amenaza puede seguir latente
3. Aporta a la transformación por mucho tiempo. Lo cual
emocional. puede llevar a cambios de las
4. Protector frente a sentimientos y rutinas de vida.
acciones de venganza. 2. Posibles secuelas emocionales
5. Favorece la persistencia en la por la vivencia del juicio.
lucha, el afrontamiento y la
resistencia: empoderamiento.
467
Tabla 9.3. Consecuencias psicosociales de la participación en procesos judiciales en
contextos de impunidad
Consecuencias positivas Consecuencias negativa
Participación Corto plazo: Corto plazo:
en el proceso 1. Experiencia de fortaleza interior, 1. Sensación de injusticia,
judicial afrontamiento y resistencia. impotencia, rabia.
cuando no 2. Sensación de estar haciendo algo. 2. Sensación de indefensión y
hay justicia Protector frente a la impotencia. desprotección.
3. Aumenta el dolor, la rabia y el
resentimiento.

Largo Plazo: Largo plazo:


1. En procesos grupales la rabia 1. Fatalismo.
puede movilizar deseos de 2. Anomia
resistencia y lucha. Aumentar la 3. Retiro de lo público,
cohesión social y dignificar a las aislamiento.
víctimas. 4. Resignación y desesperanza
aprendidas.
5. Pérdida de confianza en
instituciones.
6. No protege de los sentimientos
de venganza, deseo de hacer
justicia por propia mano.
No Corto plazo: Corto plazo:
participación 1. Dignificación de los seres 1. Dejar por fuera de la agenda la
en procesos queridos, nombrando lo lucha y la defensa de los
de justicia innombrable. derechos.
pero 2. Afrontamiento y resistencia. 2. No confrontación de los poderes
acciones de 3. Mejoría emocional parcial. establecidos.
memoria, 4. Cohesión social, incremento de la
movilización solidaridad.
social en 5. Ruptura de la anomia y el
búsqueda de aislamiento.
la “justicia Largo plazo:
anamnética” Largo plazo: 1. Mantenimiento del Status Quo
1. Transformación subjetiva: 2. Anomia, retiro de lo público.
emocional, cognitiva y 3. Desconfianza en las vías
comportamental. Con algunos institucionales.
vacíos. 4. No protege frente a sentimientos
2. Reconocimiento social y en de venganza.
algunos casos reconocimiento
político de los hechos y las
víctimas.
3. Empoderamiento y construcción
de un movimiento social.
4. Se ganan espacios para logros
parciales en verdad, justicia y
reparación.

468
Tabla 9.3. Consecuencias psicosociales de la participación en procesos judiciales en
contextos de impunidad
Consecuencias positivas Consecuencias negativa
No Corto plazo: Corto plazo
participación 1. Proteger la vida. 1. Sensación de injusticia,
en procesos 2. Evitar situaciones difíciles, impotencia, rabia.
de justicia / dolorosas o que generen más rabia 2. Sensación de desprotección.
aceptación e impotencia. 3. Aumenta el dolor, la rabia y el
de la 3. Adaptación a la realidad, que es resentimiento.
impunidad más fuerte. 4. No protege del temor ni del
miedo.

Largo Plazo: Largo plazo:


1. Adaptación a la realidad, que es 1. Fatalismo.
más fuerte. 2. Anomia
3. Retiro de lo público,
aislamiento.
4. Resignación y desesperanza
aprendidas.
5. Pérdida de confianza en
instituciones.
6. No protege de los sentimientos
de venganza, deseo de hacer
justicia por propia mano.

En América Latina, el nombre del olvido y la impunidad ha tenido el nombre del perdón,
borrón y cuenta nueva, incluso el nombre de la reconciliación 209; por lo tanto, es importante
para muchos determinar las consecuencias del olvido y la impunidad en las víctimas y en la
sociedad. Ahora bien, en términos analíticos, sintomáticos y psicosociales, los efectos no
difieren mucho de los enunciados anteriormente como efectos de la violencia política; puesto
que las finalidades del olvido y la impunidad coinciden, tanto en los actores de la aplicación,
como en los objetivos que se persiguen; por lo tanto, también lo harán en sus consecuencias
psicosociales (Martín Beristain y Rieira, 1994; Piper, 2000, 2003, 2005, 2009). Esto tiene una
explicación sencilla: “la impunidad representa la prolongación de la violencia en el presente,
por el temor al uso de la fuerza como modo de contención de las demandas sociales” (Cabrera,
2004, P. 50), lo que produce un sentimiento de inermidad por la desvalorización de la vida y
de la dignidad humana210.
9.7. Discusión final y conclusiones

Después de hacer este largo recorrido puede llegarse a un punto de arribo y a unas
conclusiones generales. En primer lugar es necesario afirmar que la memoria colectiva, la
memoria convertida en relato y acción pública juega un papel fundamental en la
transformación subjetiva de las personas que hacen parte de estos procesos (tanto en la
dimensión emocional, como en la cognitiva y comportamental), especialmente en el largo
plazo y cuando se enmarca dentro de procesos de movilización y organización social de amplio
alcance y que permanecen en el tiempo.

209
(Lira, 1998; Martín Beristain, 1999, 2003, 2006, 2008; Piper, 2000, 2005; Gómez, et al. 2008; Gaborit, 2006, 2007;
Mendoza, 2007; Pérez Sales y Navarro, 2007; etc.)
210
Lykes, Martín Beristain y Carbrera, (2007) afirman que las formas de afrontamiento y búsqueda de la justicia, pueden
a largo plazo mejorar el clima emocional. Por tanto, ante las violaciones de derechos humanos, los procesos de
intervención psicosocial que posibilitan la recuperación de la voz y la experiencia de las víctimas, rompiendo el silencio
creado por el miedo y el horror, en el nivel microsocial, pueden generar cambios en la inhibición social, puede suscitar la
movilización para la búsqueda de la justicia; y en el nivel mesosocial, pueden operar un cambio en la comunidad, en sus
relaciones interpersonales.
469
También puede aceptarse que esta forma de construcción de la memoria contribuye de manera
clara y decidida al fortalecimiento de la cohesión social de un colectivo y de una sociedad
particular, puesto que favorece la solidaridad, la generación de vínculos, el compartir social, el
compartir emocional y el restablecimiento de la confianza; en un marco relacional de esta
naturaleza los sujetos se ven a sí mismos con mayores posibilidades de interactuar y participar,
tanto en el nivel social, como en el político, con lo cual se favorece la construcción de
ciudadanía. Ahora bien, en la mayoría de los y las participantes, esta ciudadanía está en un
proceso incipiente y no se logra apropiar de una subjetividad de derechos, sin embargo, se hace
evidente el proceso de construcción que ha partido desde lugares de postración, aislamiento y
anomia, hacia lugares de mayor participación, aprendizaje de derechos y reivindicación de
algunos de ellos, en un contexto adverso de control social, político, económico y armado de
algunos actores de poder, básicamente vinculados al proyecto paramilitar en el país. Por lo que
en este contexto en particular, la lucha por la verdad, la justicia y la reparación, sigue siendo
incipiente, aunque los procesos de memoria hayan promovido más y mejores formas de
afrontamiento y resistencia.

Este papel de la memoria colectiva no se juega en una relación lineal y causal. No se puede
abordar la concepción simplista en la que se establece la relación lineal entre memoria,
testimonio o verdad y recuperación emocional 211, puesto que esta simplicidad lleva a una
visión recortada de la realidad y le quita la fuerza y el impacto a la acción de memoria y a la
búsqueda de la verdad. Es necesaria una visión compleja en la que el apoyo psicosocial, a
través del apoyo mutuo y la rehabilitación desde abajo favorezca la memoria colectiva y la
organización de víctimas, acompañándose, además de un proceso de formación y
empoderamiento para la acción social y política. Este enfoque psicosocial reconoce la
subjetividad en ese lugar bisagra entre lo individual y lo colectivo, entre lo personal y lo social,
y fundamenta la visión del ser humano en una perspectiva sistémica y en continua construcción
a partir de la interacción social, la interacción del sujeto con sus sistemas circundantes. Por
esta razón se abre a una perspectiva de reivindicación de los derechos a partir de una mirada
que posibilite la construcción de ciudadanía plena de derechos. Todo este proceso, en el que la
construcción de memorias individuales, grupales y colectivas ocupan el centro de la acción, en
una continua interacción, favorece la recuperación de la dignidad de las víctimas, la
recuperación emocional y la reconstrucción del tejido social, tal como se ha planteado a lo
largo de este capítulo, con apoyo de los anteriores. Todo este proceso puede verse reflejado en
el siguiente esquema 9.3.

211
(Hamber, Nagen & O’Malley, 2000; Hamber, Mosikare, Friedman & Maepa, 2000; Haber & Wilson, 2002; Hamber,
2008; Gibson, 2004; Kaminer, Stein, Mbanga y Zungu-Dirway, 2001; Picker, 2006; entre otros),
470
Figura 9.3. Papel de la acción de memoria colectiva en la transformación subjetiva de las
víctimas

Acción pública de memoria /


Memoria memoria colectiva Organización
compartid de víctimas /
a y apoyo fortalecimient
mutuo o de la
sociedad civil
Transformación y
reconstrucción
Subjetiva (Nivel
individual)

Dimension emocional: Dimensión cognitiva:


Dimensión
 Elaboración del  Resignificación comportamental:
duelo. positiva de la  Hablar con otros y de
 Transformación experiencia los hechos
de las emociones  Crecimiento  Salir del aislamiento
negativas.
postraumático  Tejer nuevas
 Capacidad de relaciones
reflexión.  Actuar sobre la
realidad.

Afrontamiento y
resistencia: Participación
Cohesión social Estrategias directas,
de comunicación, e integración
y Solidaridad social
actividad y
resignificación
(Nivel Social /
Comunitario)

Reconstrucció Empoderamie
n nto y
del tejido recuperación
social de la dignidad
Construcción de de las
víctimas
ciudadanía plena de
derechos (Nivel político)

471
9.7.1. Discusión sobre la ciudadanía de derechos y la ciudadanía participativa

Precisamente en la discusión en torno a este tema, y en relación con los procesos de las
organizaciones de víctimas y su construcción de ciudadanía, pueden esbozarse dos hipótesis:
con la primera puede afirmarse que los y las participantes, en su gran mayoría, conocen los
derechos de forma teórica. Porque se han trabajado en la formación, porque saben con
conciencia que ésta es una aspiración legítima que pueden nombrar, un anhelo por el que
luchan y una meta a la que se tiende; en la praxis cotidiana y en las narrativas de relación
frente al Estado; sin embargo, en muchos casos la relación no es en términos de derecho, sino
de dádivas y beneficios: relaciones de subordinación, de aceptación de esa realidad, y en
algunos casos, hasta de compadrazgo.

La investigación ha permitido encontrar un escenario, donde o bien, no se construye


ciudadanía y las víctimas, especialmente las de la base social, a pesar de sus organizaciones y
la formación recibida, no logran un empoderamiento para ejercerla; o bien hay un ejercicio de
la ciudadanía desde un modelo “participativo” donde se “negocia” con la autoridad estatal a la
espera del cumplimiento de promesas y planes; los cuales, al final no se garantizan como
compromisos, sino como favores. Así pues, la práctica participativa se inserta en una dinámica
histórica y cultural anterior, se yuxtapone y no la transforma, porque por un lado los
gobernantes locales, los caciques y las élites municipales la emplean como un medio para
legitimarse y mantener unas prácticas formales de participación ciudadana que maquillan el
real ejercicio del poder. Pero por otro lado, la población, y en este caso las víctimas, asumen
que su ejercicio es realmente participativo, porque ven que tienen espacios para expresarse,
exponer sus puntos de vista, sus agendas, y esto en el pasado ni siquiera se tenía.

Esto se complementa con la segunda hipótesis: las relaciones, por lo menos, con el Estado
local se viven dentro de una praxis histórica naturalizada en el marco del clientelismo, la
dádiva de beneficios, la relación de subordinación. Por lo tanto, el escenario local no es un
escenario de derechos. Es como si el Estado local no fuera Estado, sino una forma de
“gobierno” naturalizada, una relación de poder asimilada en la vida cotidiana, tradicional,
donde cada uno tiene su lugar y lo sabe respetar. Mientras que el Estado es el central, y a ése
sí se le reclaman los derechos, sí se construye con éste una relación de ciudadanía formal, de
reivindicación. Lo paradójico es que los funcionarios de la administración municipal
(entrevistados en 2009) son los principales portadores de esta dicotomía: por un lado dan por
supuestas las relaciones de “colaboración” y “ayuda” del Estado Local, con el cual las
organizaciones de víctimas deben tener una buena relación, además de estar permanentemente
“invitándolo”, “teniéndolo en cuenta”, “haciéndole partícipe”, mientras que quien debe
responder por los derechos de las víctimas es el Estado Central212.

Estas dos formas de relación con el Estado en la configuración de una ciudadanía de derechos
y en la dicotomía que se analiza de un acercamiento de las organizaciones de víctimas a este
espacio recogen de una forma clara y patente la reflexión de González et al. (2003) y otros
autores sobre la forma en que se han construido las relaciones entre las regiones y el Estado
central. Además de evidenciar la forma histórica de un ejercicio del poder de facto en las
regiones, donde la ciudadanía de derechos no tiene lugar, donde las relaciones de
subordinación y la mirada de un Estado “benefactor”, “bienhechor”, “paternal”, manejado o
gobernado por una figura de padre (el cacique o su representante, o incluso un alcalde de un
movimiento ciudadano), perpetúa estructuras autoritarias, no democráticas que impiden la
realización de una ciudadanía activa, transformadora y en perspectiva de derechos. Este
panorama implica un trabajo de formación y educación en la ciudadanía que vaya más allá de
los contenidos, porque se han impartido por doquier a lo ancho y largo de la región del Oriente

212
Lógica que podría revertirse si se hace posible aplicar la ley 1448 de 2001 (ley de víctimas).
472
Antioqueño, en particular, y del país, en general; sino que toque realmente la vida cotidiana de
la gente y las relaciones fácticas de poder.

Ahora bien, en los relatos de vida que recogían las trayectorias vitales de los y las
participantes, en el caso del Oriente Antioqueño, pudo observarse una evolución, que no es
espectacular, pero que sí es significativa, tanto en los líderes, que cada vez más se mueven en
términos de ciudadanía de derechos, con el fin de reivindicarlos, y en una incidencia política
más marcada por una posición desde el poder ciudadano; y en las bases hacia una comprensión
un poco más profunda de su condición de sujetos de derechos. Aún así se reconoce la
insuficiencia de estos avances, especialmente cuando se trata de la búsqueda de la justicia; pero
no puede dejar de verse y analizarse el punto inicial desde donde parten estos ciudadanos y
ciudadanas: desde el lugar de no-participación (ni social ni política), de no-ciudadanía, hasta
una posición donde empiezan a ser conscientes de su dignidad, son capaces de asumir una
expresión pública de sus relatos e historias, e incluso de sus demandas elementales, aunque
también de sus derechos (aún con las carencias en su comprensión y apropiación).

Para Barahona de Britto et al (1988 / 2008) si no existe una sociedad civil fuerte que haga
contrapeso y una sólida tradición democrática, el proceso democrático puede quedar en el
papel sin mejorar la vida de la gente. Se puede llegar a procesos de democracia delegativa,
más que representativa, donde la gente se desentiende de su labor ciudadana. Pero también a
prácticas de clientelismo o particularismo donde están implicados el nepotismo, la corrupción
y también dificultades para la rendición de cuentas. Además se da una disolución de las
fronteras entre lo público y las esferas privadas. “Esto implica que existe una falta de control
que permite la recreación de las viejas prácticas autoritarias, una forma de política que
favorece a los poderosos grupos económicos y de interés, y el ejercicio limitado de libertades
civiles: el no estado de derecho”. En este proceso, la voz de las víctimas queda prácticamente
excluida y se producen procesos donde el estado de cosas cambia muy poco y sigue
beneficiando a las mismas élites. Es decir, los esfuerzos de las comunidades podrían quedar en
el limbo. Este es quizás uno de los escenarios en que se sigue moviendo Colombia con el
gobierno de Juan Manuel Santos. Frente al cual es necesario seguir trabajando con las
organizaciones para la construcción de una ciudadanía de derechos.

Esto plantea un dilema importante, en perspectiva de cooperación internacional al desarrollo.


Porque la lógica de proyectos que permea la cooperación, implica acciones concretas que en
muchos casos no logra permear imaginarios colectivos de fuerte raigambre cultural y social,
que para ser transformados necesitan tiempo, presencia, acompañamiento permanente y
resultados a muy largo plazo. Esto entra en contravía con la lógica de resultados en plazos
breves. De allí que se haga necesario revisar algunos de los principios de la cooperación al
desarrollo, más centrado en la consecución de logros numéricos, cuantificables, heredados de
las ciencias exactas y de la lógica tecnocrática, que no permiten una mirada procesual y a largo
plazo, dentro de dinámicas sociales complejas que implican intervenciones mucho más largas.
En el caso de los escenarios analizados, el proceso que se lleva desarrollando por seis años,
aún no logra de manera plena, construir una ciudadanía de derechos ni participativa
consolidada, donde los y las participantes puedan sentir que su relación con el Estado se da en
el marco de derechos y deberes, y se mantienen relaciones de paternalismo, clientelismo,
tutelaje y subordinación. Aunque como se ha visto en el presente capítulo se han dado y se
siguen dando avances significativos.

¿Cuánto tiempo se requiere para transformar mentalidades colectivas, para generar otro tipo de
conciencia ciudadana? ¿Qué otros elementos requiere la intervención, puesto que se trabaja
con personas de muy bajo nivel educativo, víctima de exclusiones estructurales? Son
preguntas que quedan abiertas en este trabajo. De allí que la propuesta de Barahona de Brito,
et. al. (1988 /2008) y otros autores de fomentar la participación ciudadana efectiva para tener
una mayor conciencia de derechos y ahondar en la democracia, y los procesos de
473
empoderamiento de las víctimas a través de la memoria compartida, la memoria colectiva y la
memoria histórica, tal como se documenta en este capítulo, pasan también por una conciencia
de parte de las organizaciones que desarrollan este trabajo y de la cooperación internacional, de
los tiempos que se requieren y de una lógica que rompe con el modelo tecnocrático actual, tal
como lo enunciaron los participantes de esta investigación en el capítulo 7.

Por esta razón, y haciendo eco a los relatos de los y las participantes en este tema, ¿sería
probable cambiar ese modelo tecnocrático de la cooperación internacional, centrado en el
marco lógico, la razón instrumental y el logro de resultados a corto plazo, y propiciar la
generación de modelos de cooperación más centrados en lógicas de acompañamiento y
empoderamiento de comunidades para transformaciones sociales reales? ¿O quizás la
cooperación no sea más que una parte del complejo liberal del que habla Duffield (2004) que
se mueve en esa lógica de mercado y por lo tanto, no tiene la apertura para procesos que
impliquen transformaciones y empoderamiento de las comunidades que puedan redundar en
soberanía de las mismas frente al mercado? ¿Será por eso que al final, el centro sobre el cual
giran las miradas desarrollistas es de corte económico?

Finalmente, ¿Tiene la cooperación internacional una mirada que rompa la dicotomía entre
desarrollo y emergencia, que posibilite un trabajo a largo plazo en la reconstrucción de
comunidades golpeadas por un conflicto armado; mucho más, cuando este trabajo se hace en
medio del conflicto armado y su duración es indeterminada? ¿De qué manera una lógica de
resultados puede entrar en diálogo con una dinámica como la planteada en estos procesos, si
una acción militar contra las organizaciones de víctimas puede echar al traste lo que se ha
alcanzado hasta ahora, tal como da cuenta esta investigación? Son todas preguntas que no
cabe responder en este espacio, y que pueden ser útiles para pensar formas de relación y de
trabajo que superen el desarrollismo, desde una mentalidad liberal y vayan mucho más allá, en
una perspectiva de derechos, construcción de ciudadanía y fortalecimiento de la sociedad civil.

9.7.2. El Testimonio como una acción de resistencia y justicia anamnética:

Si una de las preguntas centrales de esta investigación estriba en el papel de la memoria


colectiva en la recuperación de la dignidad de las víctimas, es a través de estos procesos de
afrontamiento directo, donde los sujetos empiezan a recuperar su dignidad, su autoestima y la
valoración de sí mismos. Se sienten “alguien”, se sienten portadores de un marco ético que
confronta la lógica de la violencia, el terror y la exclusión. En pleno acuerdo con Levi
(1988/2008), Semprún (1995/2007) y otros testigos (Levi, 1962/2008; Kérsetz, 2001; Búber
Newman, 1958/2005; Grossman 1964/2008; Cohen, 2006) puede afirmarse que lo que no se
puede conceder es que se le quite al testimonio, a la conmemoración y la retórica, el valor
social, político, ético y educativo que necesariamente tienen, trayendo nuevas significaciones a
la sociedad. Entre otras cosas porque son una manera expedita para luchar contra la mentira
construida y creída por los mismos victimarios que, en su afán de justificación, les lleva a auto
absolverse con múltiples pretextos.

Precisamente el testimonio es el que rompe esta lógica y permite refutar las negaciones, las
revisiones, las matizaciones, las justificaciones. Porque además, en muchos casos negar los
hechos es imposible, pero sí se pueden intentar “contextualizar”, es decir, “justificar”; y es aquí
donde los revisionistas juegan un papel ante la sociedad. Así pues, la memoria y el testimonio
de las víctimas es la que permite afrontar estas lógicas de los perpetradores.

Cuando una persona da un testimonio tiene dos niveles: una aserción de la realidad que puede
ser más o menos correspondiente con los hechos. En este caso el testimonio se hace objeto de
la historia o del proceso judicial. Pero también tiene esa dimensión declarativa que convoca al
otro, esto implica una autodesignación del sujeto que narra, que dice: “yo estaba allí… soy
testigo”. Esto implica una impronta afectiva y una ubicación del hecho dentro de la historia de
474
la persona, pero convocando a otro que escucha, en una dimensión dialógica… Si se atesta, es
porque se dice a alguien. Por lo tanto, pide ser creído: “¡Creanme!”… Es el imperativo de
quien testimonia, y el otro “cree”, es decir: “a-credita” la historia. Así pues, el testimonio
entronca con la promesa, no es una afirmación sobre la realidad, es una afirmación sobre el sí
mismo, su estructura implica al que escucha, sea éste terapeuta, grupo de apoyo o toda la
sociedad; lo cual implica un vínculo de confianza que abre un espacio intersubjetivo que
permite el sentimiento de existir con otros, base del vínculo social (Cfr. Ricoeur, 2003)213.

En síntesis, la acción de memoria, de las víctimas en el oriente Antioqueño, en Córdoba y las


Madres de la Candelaria ha implicado tres procesos. “Reminding”: Se refiere a acciones que
se hacen para no olvidar. Se refiere a fotos, recibos, tarjetas, telones; pero también a dejar
huellas y marcas en el territorio. “Reminiscing”: Que implica evocar el pasado con otros,
mediante la palabra y la conversación, mediante el testimonio que implica la acción pública.
En este sentido se hace referencia a la acción declarativa. Y finalmente el “Recognizing” que
implica a la sociedad para que se dé una “sanción” social de los hechos, el reconocimiento y
aceptación de los mismos y se dé lugar al cuestionamiento ético, moral, político y jurídico que
compela a la reparación y la justicia. Este proceso en tres dimensiones es el camino que trae el
pasado ausente y devela lo que puede estar sujeto a olvido. Por tanto es la evidencia de una
lucha que en definitiva apunta al fin de la violencia y a la superación de la impunidad (Cfr.
Ricoeur, 2003).

Este proceso genera dinámicas de identificación muy fuertes en varios sectores de la sociedad.
Puesto que si la historia se cuenta, se escribe, se publica, se investiga, se enmarca y se
construye desde un lugar de verdad como poder, como demostración, otras versiones
comienzan a convertirse en “sub/versiones” de la versión oficial y por tanto, pueden ser
condenadas, atacadas, perseguidas y, en último término, destruidas. Y, efectivamente, se
califican como “subversivas” puesto que entran a disputar un orden establecido, un status quo,
unas formas de vida, unas relaciones sociales y políticas y unas estructuras que tendrían que
moverse de su lugar para dar cabida a estas “sub/versiones” (Cfr. Martín-Baró, 1983, 1989,
1991; Gaborit, 2006a, 2006b, 2008, Villa et. al., 2007, Uribe, 2010) que como la palabra lo
indica: desde abajo conmueven cimientos y construyen otros referentes tanto para la
construcción de las identidades, como para la generación de nuevas formas de relación y
estructuración social.

Las víctimas son las portadoras del horror que unos y otros cometieron y no quieren ver ni
aceptar y que se legitima con eufemismos como: “guerra contra el terrorismo” “cruzada por la
justicia” “salvación nacional” “liberación nacional” “lucha contra la hecatombe” “autodefensa
campesina”, y un largo etcétera. Las víctimas traen consigo el dolor, el suyo propio, pero
también el de la incapacidad de la sociedad colombiana para construirse en un marco de paz,
justicia y equidad. Es una voz incómoda que remueve, incluso las culpas; pero cuesta ir más
allá, mirar al fondo, las estructuras, los procesos sociales, políticos e históricos que les han
sumergido en su calvario, al ser tratados y tratadas como ciudadanos de segunda categoría.

Esa voz, atrae el vértigo del propio silencio, de la indiferencia y las complicidades, despierta
del sueño de “bienestar” o “malestar tranquilo” en el que aparentemente se vive en Colombia,
obliga a pensar, a sentir y a actuar. Esto implica que se rompe el espejo en el cual una
sociedad se mira, que divide a los buenos de los malos, que tiene identificado al mal y lo

213
Ahora bien, el testimonio puede tener varios usos: este nivel declarativo de la vida cotidiana, que es el básico y
fundamental; pero también el del archivo, el de dejar un rastro, una huella, el uso judicial con miras a una verdad jurídica
y el artificio retórico que se traduce en arte, novela o performance. Pero en todos los casos pide la “credibilidad”, la
“acreditación”, es un acto ético (Reyes Mate, 2006, 2008), y su escucha implica también una acción ética, como se había
anotado anteriormente para el dolor (Das, 2008g, 2008h).
475
extermina. Sus voces incomodan, perturban y subvierten este escenario que desmiente 214 las
otras versiones de la realidad en las que se instala una sociedad que de forma in-dolente cierra
los ojos para no ver las continuas violaciones a los derechos humanos, al DIH, los crímenes de
guerra y de lesa humanidad que se han cometido en el territorio; y no sólo eso, que se siguen
cometiendo diariamente.

Por lo tanto, el hecho de carecer de acciones judiciales concretas de carácter colectivo215, el


hecho de no haber llevado, todavía, este proceso al marco de la lucha jurídica, no implica que
no haya una resistencia y una posibilidad de enunciación. Algunos dirán que despolitizada, si
se mira desde el horizonte de los movimientos sociales de izquierda tradicionales (como se
analizó en el capítulo 7). Otros dirán que en un marco político diferente, donde el dolor y el
sufrimiento se politizan; donde el discurso cotidiano se carga de sentidos, y donde la voz de
quienes estaban en el anonimato, antes y durante los hechos de violencia, sale a la palestra
pública con otros discursos, que portando un sentido ético-político diferente y sintiéndose aún
en una etapa del camino, han logrado un impacto importante, por lo menos en el nivel local y
regional, realizando una acción de justicia anamnética (Cfr. Reyes Mate, 2006, 2008)

214
La desmentida es un mecanismo psicosocial que ha sido trabajado por Janine Puget (2003) y otros psicólogos
argentinos para describir una situación social en la que la población sabiendo que están sucediendo violaciones a los
derechos humanos y otras atrocidades, hace como si no pasara nada y todo está muy bien.
215
Como se vio a lo largo del capítulo, las acciones judicales emprendidas hasta el momento han sido desarrolladas más
por sujetos individuales que han tomado valor por los procesos organizativos, pero no por una acción coordinada,
efectiva y acompañada desde las organizaciones y colectivos de víctimas en los tres contextos estudiados.
476
10. HISTORIAS DE VIDA: VIOLENCIA, MEMORIA Y RESISTENCIA

Como se indicó y justificó en el capítulo 1, la realización de cuatro historias de vida responde a


la necesidad de triangular la información, complementando, tanto el método como los relatos
que se han ido citando como referencia en la construcción del análisis, los resultados y la
discusión de esta investigación (en los capítulos 6 al 9). Según Bertaux (1993a, 1993b), las
historias de vida pueden tener la densidad textual y la fuerza heurística para poder evidenciar
una realidad que se está estudiando. Se puede entrever el tejido social que se constituye y se
develan estructuras significativas de los contextos que se están estudiando, mostrando
elementos relevantes de la realidad y las preguntas que se abordan en la investigación. De esta
manera puede verse también de una forma más completa e interactiva el conjunto de hechos,
vivencias, impactos formas de afrontamiento o demandas de las víctimas en una narración
global sobre su experiencia, además del papel que la memoria (compartida y colectiva) ha
cumplido en su trayectoria vital.

Las historias de vida son coherentes plenamente con el enfoque psicosocial desplegado a lo
largo de esta tesis, puesto que ambos; historias de vida -como método de investigación- y
enfoque psicosocial -como marco epistémico, pero también como marco de la acción de
memoria que se analiza- implican un trabajo al lado de la gente, que desarrolla no solo una
visión interdisciplinar y transdisciplinar; sino también una forma de acción, una ética, y una
experiencia que implique otra manera de comprender, de reconstruir el tejido social, de actuar;
de tal forma que lo social, lo político, lo psicológico, lo histórico y lo antropológico estén
profundamente implicados (Martin Beristaín, 2011; Clancy & Hamber , 2008; Hamber, 2011).

Las cuatro historias de vida seleccionadas permiten mapear el panorama del trabajo de esta
investigación. Recogen procesos vitales prototípicos de los espacios y escenarios estudiados,
son mujeres, con múltiples experiencias de victimización, con una historia de vida atravesada
por el conflicto armado, que permite leer incluso aspectos sustanciales y rasgos primordiales
de este conflicto.

La primera de ellas, es una mujer que vivió todo el proceso de violencia en la ciudad de
Medellín y que estando desplazada en el Oriente Antioqueño, se vinculó a los procesos de
víctimas en la región, dando cuenta de las transformaciones vividas. El segundo caso es el de
una mujer de Córdoba que, en contraste con los procesos estudiados a lo largo de este trabajo,
desarrolló procesos de afirmación y resistencia que le permitieron salir adelante, incluso antes
de contar con apoyos institucionales. Dichos apoyos le llevaron más adelante a liderar un
proceso colectivo de mujeres en el Valle Encantado, Montería, experiencia que da cuenta de un
proceso de resistencia local, de unas familias en un contexto totalmente adverso y de
dificultades enormes para la organización, tal como se ha expuesto en diferentes momentos de
esta investigación.

El tercer caso, es la única entrevista que pude realizar a una mujer que no había participado en
los proyectos de víctimas, pero la realicé precisamente el día que se acercaba por primera vez a
la organización regional de victimas del Oriente Antioqueño (APROVIACI). Finalmente, la
cuarta historia es de una madre de la Candelaria, que tuvo la oportunidad de participar en la
formación como PROVISAME en el Oriente Antioqueño, aunque este proyecto no pudo
desarrollarse en su organización.

Estas historias tienen una fuerza tal, que por sí mismas pueden ayudar a comprender en
profundidad algunos de los aspectos que he ido abordando a lo lardo de esta investigación: en
primer lugar, dan cuenta de la complejidad del conflicto armado en Colombia, sus variaciones
entre el conflicto armado en las zonas rurales y la zona urbana; la complejidad de las guerrillas
y sus acciones, pero también, de los paramilitares, además de los diferentes niveles de
implicación de los agentes del Estado. Se evidencian las formas cómo se ejerce el poder local,
477
y la vinculación de las elites locales con el proyecto paramilitar; pero al mismo tiempo, la
complejidad de estas relaciones que no permiten una identificación absoluta con todo el
aparato del Estado.

En términos de las consecuencias, se observa a cuatro mujeres víctimas del conflicto armado,
tocadas por los diferentes actores, que no pueden definirse desde el victimario y su acción; sino
desde las múltiples trayectorias que las cruzan y que en diversos momentos les cambian la
vida; en muchos casos, afectando su integridad emocional, psíquica, rompiendo el tejido social
del que formaban parte. No obstante, también estas historias dan cuenta de sus capacidades de
afrontamiento, la vivencia de experiencias de horror desde lugares de resiliencia, afrontamiento
y resistencia; no son víctimas pasivas que se quedan amarradas al horror, sino que mantienen
una actitud de lucha y sobrevivencia. De tal manera que permiten afirmar nuevamente, que
más que centrarnos en las deficiencias, trastornos, patologías o faltas que han acumulado a lo
largo de su trayectoria vital, es fundamental poner la luz en sus fuerzas y resistencias que les
han permitido sobrevivir y, al mismo tiempo, ser partícipes de procesos de afrontamiento
individual y colectivo que las lleva a situarse y definirse más allá de su condición de víctimas.

Finalmente, todas tienen en común una reflexión sobre la experiencia de apoyo psicosocial, la
memoria compartida y la memoria colectiva que se insertó dentro de sus propias lógicas de
resistencia. O mejor aún, ellas fueron desarrollando formas de afrontamiento que les
dispusieron de mejor manera para vincularse a procesos sociales y colectivos de sanación
emocional, recuperación de la dignidad, reconstrucción del tejido social y reivindicación de sus
derechos en distintos niveles. Incluso en la historia de D. (cfr. 10.3) a quien no vemos
vinculada a ningún proceso colectivo, en el momento de la entrevista, está arribando a una
experiencia regional de víctimas que le implica hacerse una reflexión sobre sus propias
estrategias de resistencia y la necesidad de ampliar su espectro de acción y de reacción para
actuar conforme a sus valores y creencias. Y también la mujer de Córdoba que no tuvo apoyo
psicosocial en un primer momento, pero que comprendió su importancia para desarrollarlo más
adelante en las comunidades donde ejercía un liderazgo.

La memoria compartida y el espacio de apoyo mutuo, son formas eficientes, potentes y reales
para generar cambios emocionales, para promover la cohesión social, fortalecer la identidad y
el sentido de pertenencia; para reconstruir sus relaciones sociales, la posibilidad de ser actoras
en los escenarios públicos de su localidad , y para dar sentido a la vida misma; a través de una
lucha y una resistencia que se reconocen como valores centrales de su trayectoria vital, que
pueden conducir a generar o fortalecer espacios de organización social de base o procesos de
movilización social de la memoria colectiva, a través de la acción pública (cfr. 10.1 y 10.4).
Pero también, de manera intuitiva, el apoyo mutuo y la memoria compartida y colectiva, como
se verá en la historia de M. (cfr. 10.2), generan dinámicas de empoderamiento, transformación,
reconstrucción, recuperación emocional y resistencia. Por todo ello, estas historias de vida que
presento pueden ser consideradas como una síntesis narrativa de gran parte del trabajo de
análisis que he venido haciendo a lo largo de este texto, especialmente, en la segunda parte que
recoge la investigación de campo.

Además de lo anterior el apoyo mutuo y la memoria compartida, pero también, la memoria


colectiva, la movilización y la organización comunitaria, han jugado un papel importante en la
reconstrucción de sus vidas, en la conciencia de la dignidad personal y colectiva, en la
necesidad de reconocerse como sujetos de derechos. De tal manera que puede corroborarse lo
enunciado por Carlos Martín Beristain (2011): “Entiendo el trabajo psicosocial como algo que
camina con dos piernas: el apoyo a las víctimas para afrontar las consecuencias de la violencia
y la lucha contra sus causas” (p. 13). Los pares memoria compartida y apoyo mutuo, memoria
colectiva y organización social, son en este caso esas dos fuerzas, que se hacen evidentes,
manifiestas y presentes en las historias de vida que presento a continuación.

478
10. 1. “Creo que soy una mujer resistente”: la historia de O.

10.1.1. Una familia numerosa y pobre

Yo nací por allá en un pueblito del oriente antioqueño, en Sonsón, Antioquia; pero a los dos
añitos a mi papá le dio por llevarnos a vivir a Medellín. Mi papá trabajaba en la policía,
entonces le tocaba muy poquito ir a visitarnos a Sonsón, a la vereda de Los Medios, entonces
él en vista de que nos veía muy poquito dijo: "los voy a llevar para Medellín”, porque él
ejercía allá. Cuando llegamos ya habíamos la mitad de los hijos, siete, y en Medellín nacieron
otros ocho. No es fácil rebobinar todo eso, yo tenía dos años, ya tengo 50, imagínese...

Bueno, entonces mi papá nos llevó a vivir a Medellín y llegamos a un barrio muy bonito.
Durante el tiempo que mi papá estuvo trabajando, vivíamos bien; pero luego renunció, se
retiró de la policía, nunca supe por qué. Ahí empezó la pesadilla de la familia, porque ya él
nos llevó a vivir a un barrio, en uno de los lugares más marginados de Medellín, en el barrio
Granizal. Llegamos a ese lugar hace muchos años y nosotros fuimos de los primeros
pobladores del barrio, eso era como un campo grande, donde llegaban familias que eran
como campesinitas. Se empezó a poblar el barrio y todo era muy chévere, porque todo era
para nosotros jugar, no había carreteras...

Éramos siete mujeres y ocho hombres, yo tengo el lugar sexto en la familia. Pero se murieron
tres pequeñitos y asesinaron cinco, es decir, ocho han muerto, y quedamos 7 vivos. Los tres
pequeñitos murieron enfermitos, es decir la pobreza fue la que se los llevó... Porque cuando
nosotros llegamos a ese lugar nos tocó vivir realmente la pobreza... Éramos muy pobres, nos
iba muy mal; mi papá empezó a trabajar en lo que le resultara, sobre todo en la plaza de
mercado; descargaba carros y, a veces, lo único que nos llevaba era lo que le regalaban allá,
lo que sobraba: la papa que quedaba, las verduras. Yo siento que mis hermanitos se murieron
fue enfermitos, desnutriditos; fueron dos niñas y un niño. Y se enfermaban muchísimo, los
hospitalizaban, los volvían y los sacaban, nos tocó vivir un tiempo muy mal; yo me iba a
ayudarle a las vecinas para conseguir mi comida, yo miraba a las vecinas que vivieran mejor
que nosotros y les decía que si les lavaba la loza, que si les lavaba ropa y me ganaba la
comida y le llevaba a mi mamá; porque yo sentía que mi mamá sufría mucho...

Mis hermanas también sufrieron lo mismo, a nosotros, la mayoría de mis hermanos y a mí, nos
tocó hasta pedir; hubo una época en que mi hermana y yo dijimos: "aquí nos vamos a morir de
hambre todos", y nos fuimos a pedir y todos los días traíamos la comida para la casa y la
platica que nos regalaban. Nos íbamos caminando hasta un barrio que sabíamos que era de
gente de un estrato más alto y regresábamos caminando y no nos pasó nunca nada; sólo a mí
que estaba sin zapatos y me fui por allá a una alcantarilla, se me abrió el pie, pero una señora
me contuvo la hemorragia y me regaló unas “chanclitas”.

Nosotras sentíamos que eso era lo que había que hacer, y ahora mi hermana recuerda con
mucho sentimiento eso, yo ni les había contado a mis hijos, hasta hace poco; ella fue la que les
contó. En ese tiempo mi mamá estaba en dieta con uno de los niños, había otro apenas
empezando a caminar, y mi hermana y yo nos miramos y nos decíamos que teníamos que
hacer algo. Yo siento que eso nos ayudó a crecer en la vida. Puedo decir, ahora lo veo así,
porque he vivido muchas cosas, que son experiencias que ayudan para ser mejor ser humano y
entender muchas cosas.

Cuando ya empezaron a abrir vías y a entrar como la civilización, empezó a llegar muchísima
gente, se empezó a escuchar que ya había que cuidarse porque estaban robando, empezaron a
decir que no saliéramos a la calle solos, que había algunas violaciones de mujeres, como por
banditas de muchachos por ahí, entonces ya, se acabó la tranquilidad.

479
10.1.2. La civilización llegó con la violencia

Y ahí fue donde empezaron a crecer mis hermanitos y todo, empezamos a sentir que ya se
formaban bandas en el barrio y luego más tarde ya empezaron a entrar como los grupos
armados, ya se empezó a escuchar que había milicianos, que había guerrilla en otros lugares,
se empezó a hablar más tarde de paramilitares y empezó el derramamiento de sangre en los
barrios, ya no se podía pasar de un barrio a otro por los enfrentamientos.... cuando todo eso
yo ya tenía, más o menos 16 o 17 años, fue a finales de los 70; en el tiempo en que estábamos
bailando rock and roll, en ese tiempo se empezó a sentir la violencia en estos lugares, ya
empezamos a sentir que mataban a los sardinitos216, antes de llegar a los 15 añitos.

Eran enfrentamientos entre las bandas y también entró la policía, entraban... supuestamente a
cuidar. Y nos dábamos cuenta que ellos hacían eso, se los llevaban, los desaparecían y luego
aparecían muertos; y me tocó en ese tiempo arrodillarme con muchas mamás, que yo veía,
sobre los cuerpecitos de los niños desangrándose, y yo me sentía impotente; entonces, yo me
arrodillaba con ellas a llorar, y luego ya me tocó fue vivir la muerte de mis hermanos, porque
en esos tiempos también asesinaron a cuatro de mis hermanos.

Al primero de mis hermanos lo asesinó una banda de muchachos en la cancha de allá de


Granizal, fue un compañero quien lo convidó a que fueran a jugar un partido de fútbol en la
cancha, resulta que ya lo estaba esperando otro grupo de muchachos y lo asesinaron a piedra,
le tiraron piedras hasta que lo vieron morir. Una vecina que le tocó ver todo nos contó, ella
se escondió en el patio de la casa, era de noche, y ella se escondió y vio al grupo de
muchachos, pero no sabía a quién estaban golpeando. Cuando ya todos se fueron, ella dice
que se devolvió uno y se aseguró de que estuviera muerto, cuando ella fue y se asomó, a ella le
dolió mucho y se paró a llorar sobre mi hermano D.; y dijo que si hubiera sabido que era él,
que lo hubiera ayudado, hubiera hecho algo, bulla por algún lado, y ella fue la que fue a
llamar a mi mamá para que subiera... era una banda del barrio, pero ya se escuchaba hablar
de los milicianos... eran milicianos pero no sabemos de qué grupo, no sabemos si eran
paramilitares o guerrilla. Yo pienso más bien que ellos pasaron a ser luego los paramilitares
del barrio, eso fue hace que... eso fue como en el 87. Eran todavía muy sardinos.

Y luego después de D., se fueron así... en un mes asesinaron a A. y a F. mis otros hermanos.
Para mi mamá fue muy horrible, porque en un mes le mataron dos hijos, es que a F. y a A. eso
fue la policía... Ellos entraban al barrio también, a F. se lo llevaron, supuestamente, detenido,
en una patrulla; él era uno de los niños, de los menorcitos de la casa, tenía 19 años. Y mi
mamá subió al comando de Santo Domingo y no se lo dejaron ver; y al otro día mi mamá
madrugó para que se lo dejaran ver y tampoco; hasta que como al tercer día mi hermana
subió y se les enojó a los policías y les dijo: "que si era que lo habían asesinado, lo que
hubieran hecho con él que le dijeran al menos donde lo habían tirado”... y ellos no
respondieron nada. Mi mamá y mi hermana se pusieron a buscar y buscar por toda parte,
por todos los lugares solitarios de Santo Domingo, porque ya sospechaban; ya al otro día se
fueron hasta el anfiteatro y allí estaba, o sea, que ellos (la policía) sí fueron. Y ésta es la hora
que nosotros no hemos hecho la denuncia en la fiscalía... porque en el anfiteatro aparece que
a él lo recogieron en cierto lugar, mi hermano estaba torturado, ellos lo torturaron, incluso mi
mamá y mi hermanan dicen que él no tenía corazoncito, tenía era el hueco, y que las señales
que tenía, eran las de las torturas que acostumbran hacer, tenía las uñas arrancadas y
moreteadas, el cuerpo muy torturado. Nosotros no denunciamos, mi hermana y yo queríamos
denunciar, pero a mi papá y mi mamá les llegó una amenaza, que si denunciaban les iban a
volar la casita, pues mataban toda la familia... y no nos dejaron...

216
Palabra coloquial para referise a adolescentes y jóvenes.
480
Al mes asesinaron a A., mi otro hermano, también la policía: ellos entraron revolcando casa,
sacando mujeres y hombres, a todo el mundo, se los llevaban en los carros, en las patrullas, yo
no vivía en el barrio, mi mamá me cuenta que, incluso, se llevaron a una de mis hermanas; se
los llevaron a los dos en la patrulla y ellos cuentan que en la calle de abajo de mi casa
escucharon los tiros y que a mi mamá, subió alguien y le dijo que había sido a uno de mis
hermanos y ella bajó y ya mi hermano estaba agonizando... Yo no sé, yo siento que eso es
como una violación a los derechos humanos muy fuerte. Porque a mi hermanito se lo llevaron
ellos, tapado con la misma camisa de él, le taparon la cabeza y lo amarraron, ahí iban otros
muchachos.

En ese tiempo estaba la arremetida de Pablo Escobar, había asesinatos de policías, entonces
nosotros decimos: si mis hermanos hubieran estado envueltos ahí, lo ideal era que los
detuvieran y seguir el conducto legal; pero nosotros nunca... hasta ahora no sabemos qué fue
lo que pasó... que nosotros supiéramos, mis hermanos no tenían ninguna conexión con
ninguna banda ni otra conexión con ningún grupo armado; lo que nosotros siempre hemos
dicho es: si, supongamos, que estuvieron involucrados, o en fin, lo ideal era que se hubiera
seguido un conducto regular, detenerlos, hacer una investigación, pero lo de ellos fue: lo de F.
fue como llegar y desaparecerlo, torturarlo y luego nada; y con A. llegaron fue de una,
arremetieron contra él varios agentes de la policía.

A mí me generaba mucha impotencia ver que que asesinaban, que violaban, que robaban
porque otra de las cosas que a mí se me olvidaba decir fue que cuando yo tenía 20 años, me
tocó que un grupo en el barrio abusara sexualmente de mi... y eso también a mí me generó
muchísima impotencia, de que nadie se preocupaba por todo eso, que las cosas pasaban y
pasaban. En ese momento nadie me ayudó... yo estaba sola, es que ni mi familia se enteró, yo
no me sentía con valor de hablar con mi familia, uno queda con un impacto muy fuerte...

Eso fue cuando yo tenía como 20 años, no habían asesinado todavía mis hermanitos, yo me
acuerdo que yo estaba trabajando en una fábrica en Guayabal y yo madrugué a trabajar...
como ya se decía que en el barrio había tanto peligro, yo me iba con gente que madrugaban a
trabajar; y ese día por estrenar un vestidito, unos zapatos, por quedarme arreglándome, me
cogió el día... Yo tenía que salir a las 4:30 de la mañana de mi casa, porque por el barrio
todavía no pasaba transporte. Y en Santa Cruz fue donde estaba el grupo de muchachos: yo
iba a pasar por una oscuridad, y yo alcancé a ver así de reflejo varios muchachos como
contra un garaje, pero yo no tenía tiempo de volverme; igual si retrocedía, corriendo ellos me
cogían ahí, estaba en el medio cuando yo sentí que ellos me acorralaron... Eran como seis o
siete muchachos... no los identifiqué, yo quedé tan “psicosiada” que cuando volví a pasar por
ahí, yo sentía que los veía, que les veía las caras a ellos; pero yo sentía que era el mismo
miedo que estaba ahí, porque yo igual tenía que seguir pasando para ir a trabajar...

10.1.3. Ruptura y desestructuración del tejido familiar y de las subjetividades:

Después de eso, yo siento que mi autoestima se fue al suelo, yo sentí que al estropearme así y
tener que guardarme todo eso, yo empecé a tomar mucho... yo me refugiaba en el licor, mi
mamá no entendía por qué... yo tomaba y tomaba seguido, yo hasta probé drogas y todo,
después de eso... Yo probé marihuana, lo que se atravesara, eso fue solamente por un tiempo,
por ese tiempo empecé a conocer muchas cosas y luego ya... al tiempecito, yo creo que por ahí
a los dos meses o así, yo ya sentí que estaba embarazada y me tocó parar... Sentí que qué iba
a hacer, yo ya tenía mi niña pequeñita, incluso cuando estaban abusando de mí, yo le pedía a
Dios que me dejara vivir por la niña, que tenía un añito yo pensaba que no la iba volver a ver
si me mataban... Cuando ya sentí que estaba en embarazo del niño, yo inicialmente sentí
ganas de abortar... pero Dios lo tenía para vivir, porque al principio yo hasta fui por allá
donde un médico y pensé que me había dado unas pastillas para que muriera, pero él como
que me dio fue para que viviera, yo creo que me puso antes una vitamina, entonces yo dije:
481
“ya mi barriguita está creciendo mucho, yo lo voy a dejar que viva, si Dios quiere que viva, y
si me dio vida para seguir criando a la niña, que me dé vida para seguir criándolo a él”.

Fueron precisamente los niños los que me ayudaron en ese momento a salir adelante y a
enfrentar esa situación. Incluso, yo después pensaba que yo no quería que los niños me vieran
más tarde por ahí como una indigente en la calle, llevada de las drogas, yo miraba la carita
de la niña y pensaba en la carita del niño también; y eso me ayudó a afrontar también... Yo
siento que mi vida ha sido tormentosa, ¿cierto? Pero también sé que la vida es como una
escuela, que hay que vivir muchas cosas y aprender aquí, y no siento, pues, como odio, rencor,
cosas feas, no. Aunque me ha tocado duro, durísimo. El niño creció, llegó a la adolescencia y
empezó en las drogas, yo siento que también es por todo lo del impacto, de donde él venía, yo
consumí mucho licor y drogas, y a lo mejor el papá es también drogadicto; y además yo le
oculté la historia al niño toda la vida, él apenas se enteró hace por ahí unos dos años.

Después de eso fue que yo inicié mi vida de pareja, más como por escapar de muchas cosas,
por tener como un sitio donde refugiarme con la niña y el niño; es como vivir algo de
aguantar mucho sometimiento, además que uno viene de sufrir cosas muy fuertes y siente que
eso es normal, las reacciones del hombre, de querer tenerlo a uno sometido, encerrado y él
poder vivir su vida de libertinaje. Entonces, no sé, yo siento que viví toda esa experiencia,
todos esos años de encierro con una autoestima muy bajita. No hubo maltrato físico, pero sí
psicológico: de palabras feas, de sobretodo echar en cara lo económico, y eso tortura...

Entonces, yo formé un hogar con ese señor que no era el papá adecuado para él, me lo
rechazó toda la vida, el niño creció muy maltratado... es que la historia de W. es muy fuerte,
cuando él empezó a consumir drogas, consumió por mucho tiempo, hasta el punto de llegar a
desconectarse también, él estuvo un mes en el hospital mental y luego lo convencí y se fue a
“Carisma” a hacer un proceso de rehabilitación, todo el tiempo lo estuve acompañando... y
luego a los años que se enteró de todo, él llegó a decirme: yo hubiera preferido conocer toda
esta historia y no haberme aguantado ese señor que usted me puso por papá toda la vida.

A veces pienso, como yo creo en otras existencias, que de pronto eso lo trae uno desde otras
existencias, yo no le encuentro otra explicación (risas) porque incluso yo renegaba, yo decía:
¡hijuepucha, Dios cómo permite que eso pase! ¿Yo fue qué maté 10 curas o qué hice en la otra
existencia? Cuando uno no le encuentra explicación a algo, a esto, entonces yo decía: ¡tantas
cosas, tanto sufrimiento, tantas situaciones, tanto dolor! ¿Qué hizo uno? Y uno ve a un par de
viejos como mis papás, tan buena gente, que nunca le hicieron daño a nadie como unos entes
ahí, entonces yo no le encuentro lógica: ¿Por qué nos tocó vivir todo ese horror?

Cuando asesinan a alguien de una familia salen muchas versiones, entonces en el barrio
salían muchas versiones: que si los mataron por algo sería, en algo andaban. El caso es que
todo esto nos generó a nosotros, a la familia, un impacto muy fuerte: generó desintegración de
la familia; mis hermanos, los que quedaron, con muchísima rabia, con muchas ganas de
venganza y pues, yo siento que más bien nos separó. Mamá empezó, el mismo dolor hizo que
se alejara de los otros hijos; mamá no se dedicó sino a ir al cementerio, a visitar las tumbas
de sus hijos y no existían los que estaban vivos. Y nosotras, mi hermana y yo, siempre
buscábamos a mi mamá y le decíamos: "mamá mire a los que estamos vivos, nosotros
existimos"; pero mi mamá (yo ahora lo entiendo, en ese tiempo no), ella sentía que tenía que
estar detrás de las tumbas de sus hijos asesinados, era una forma como de ella refugiarse.

En ese tiempo tenía yo como 26 o 27 años, y ya me había casado. Yo me había ido ya para
otro barrio, recorrí muchos barrios en Medellín, ya ni me acuerdo cuántos. Mis hermanas se
fueron yendo también de la casa, fueron formando su propio hogar. Mi hermano, el que
quedó menorcito, se fue para Bogotá, porque todos le decíamos que quien seguía era él. Tenía
17 años y lo sacamos, se fue a vivir con una hermana que vivía en Bogotá, allá vivió muchos
482
años como desterrado. Después de que asesinaron a A. y a F., como a los dos años asesinaron
a O., los milicianos; eso estaba muy relacionado con los que asesinaron a D., eran los
mismos, ya se visibilizan con armas, operaban como milicianos de la guerrilla...

Más tarde, a los años, yo me di cuenta que en ese barrio estaba operando era el
paramilitarismo. Entraron los paramilitares que armaron a esos muchachos en el barrio, y
así... se fueron apoderando de todo.... Y uno queda con tanto impacto, con tantos efectos
que... de tantos muertos en la familia, porque si uno se pone a hacer cuentas también
asesinaron primos, gente muy allegada a la familia. Entonces no fueron solamente mis cinco
hermanos... fueron muchísimos más. Y el temor hace que no se denuncie, que no se investigue
qué fue lo que pasó, el miedo lo deja a uno paralizado, más bien tiende uno como a alejarse...

Hubo una aparente calma en los barrios por una temporada y yo regresé al barrio. Pero
luego de dos años de aparente calma, empezó a desatarse nuevamente la violencia, otra vez
los grupos a enfrentarse, esto fue hace más o menos unos 15 años. Yo regresé al barrio y viví
un año o año y medio ahí, luego ya vi que no había futuro y me dio mucho miedo que mis
hijitos empezaran a crecer ahí, porque yo ya tenía tres hijos, y que les pasara lo mismo que
mis hermanos y que siguiera la cadena; además, ellos se iban a enterar de la historia de mis
hermanos allí, donde todavía habían personas que habían estado en los asesinatos de mis
hermanos; entonces yo decidí irme... Además estaban los enfrentamientos casi todos los días,
nos tocaba escondernos en la cocina, donde fuera, mientras los tipos recostados en mi puerta
con las armas esperando ver salir a los otros para enfrentarse. Era una situación muy difícil.

Fue un tiempo horrible: las personas éramos estresadas, encerradas, yo me enfermaba de


estrés, a mí me daba fiebre sin ninguna razón, estaba sin apetito, no dormía bien; sin ninguna
razón no, claro que había razón, pero el estrés era muy fuerte, yo no dormía por ver tantas
muertes, tantos enfrentamientos, incluso en mi casa llegaron a pegar varios balazos y
quedaron los huecos en la pared y yo escondida en la parte de atrás con los hijos, esperando
que se fueran para poder salir. Además, cierto día, una voz al teléfono me dijo que cuidara
mucho a mi niño, el mayor, que no lo dejara salir a la calle, que le iban a hacer algo.
Entonces yo me asomé por un huequito de la ventana, cuando vi a un grupo de muchachos
esperando que él saliera; yo solté el teléfono y me fui corriendo para donde él estaba y lo cogí
del bracito y le dije: "Ay, W. le va a tocar irse".

Yo presentía que me lo iban a matar y lo despaché en un taxi para Rionegro, para donde una
gente conocida y después nosotros empacamos y nos fuimos; nos tocó dejar todo tirado ahí, la
casita; mejor dicho: desplazada. Nos tocó dejar la casita que era lo único que teníamos y
llegar al Oriente a rodar por distintos municipios. En ese momento no era consciente de que
estaba siendo desplazada por la violencia, incluso llegué a Rionegro y yo no sabía que había
que denunciar ni nada, uno ignora muchas cosas...

Cuando llegamos a Rionegro, al tiempecito asesinaron a mi hermana... mi hermana también


se fue del barrio, no sabemos si por amenazas o por qué, salió del barrio y se fue a vivir al
centro de Medellín. Y nos la asesinaron en el centro, ella estaba esperando un bebé, tenía
cuatro meses de embarazo; entonces, nosotros no sabemos si está relacionado con la misma
gente del barrio que asesinó a mis hermanos o qué pasó. Todas las muertes de ellos quedaron
impunes, porque mi papá y mi mamá decían que entrar como a investigar y a denunciar, sería
la muerte de los que había vivos. Todo eso generó muchísimo dolor en la familia. Sentíamos
impotencia, rabia, mucha desconfianza. Sobre todo los que eran menores a nosotros,
crecieron con mucha desconfianza frente a las autoridades, frente a la policía; porque son los
que supuestamente deberían proteger y cuidar; y entraban a estos barrios a arremeter contra
los muchachos o a acolitar a otras bandas de asesinos, apoyarlos.

483
En la vida de mi mamá han pasado tantas cosas, mamá somatizó todos esos dolores, cada hijo
que le arrebataron violentamente, es una enfermedad que ella tiene; mamá tiene varias
enfermedades: mamá empezó a sentir lo de las articulaciones, empezó a desarrollar
hipertensión, ya tiene mal de Alzheimer, que eso es otra enfermedad, está muy desarrollado,
demencia senil... ¿Qué más empezó a sentir mi mamá? Lo del corazón, lo del azúcar en la
sangre, varias cosas a la vez. ¡No! Yo siento que mamá somatizó todo eso, porque en la vida
no tuvo la oportunidad de elaborar todos esos dolores, mi papá se murió sin tener respuesta a
todo eso... papá se volvió un solitario, muy marginado, encerrado en él mismo, porque él tenía
muchos sueños con los hijos... Mi papá soñaba con que se iban a volver profesionales todos y
que lo iban a apoyar más tarde, por eso había tenido tantos hombres, es que la embarró
llevándonos a vivir a Medellín...

Y el resto de la familia... es que mi papá y mi mamá terminaron quedándose viviendo con los
dos mayores, ellos se quedaron ahí como los beaticos de la casa... porque el que quedó menor,
el niño, fue el que se fue a Bogotá, él vivió muchos años en Bogotá y regresó a Medellín al
cabo de los años, cuando ya tenía como unos 30 o 35 años y encontró la misma violencia... y
resulta que una vez mi hermano salió a la puerta de la casa y vio un grupo de muchachos
fumando mariguana y les dijo que no fumaran en la puerta de mi papá y mi mamá, que ellos
estaban muy viejitos y muy enfermos, que les hacía daño ese humo ahí entrando. El no sabía
que eran desmovilizados, supuestamente, desmovilizados entre comillas... y como ya ellos no
utilizaban, porque se habían desmovilizado, supuestamente las armas de fuego, utilizaban era
armas blancas, entonces sacaron las navajas, lo que tenían, hasta una botella quebraron y
volvieron a mi hermano nada... y mi hermano se fue convaleciente de esas heridas a Bogotá,
eso le produjo a mi hermano una incapacidad mental, es otra víctima más de esta violencia...
él sintió que prácticamente era otra vez lo mismo que cuando asesinaron a mis hermanos y eso
fue hace unos dos o tres años...

Él regresó ya de Bogotá desconectado, después de las heridas y todo eso, ya a él no le


importaba a veces quedarse por ahí, ha tenido por lo menos 4 crisis, lo llevamos al mental, se
resistió mucho a tomar medicamentos, pero últimamente los está tomando y él vive con mi
mamá, mi mamá enferma y él enfermo, y los otros... También están los otros dos, los dos
mayores; y al mayor le pasó lo mismo, también le dijo a los muchachos que estaban fumando
mariguana en la puerta, también desmovilizados, supuestamente, que se quitarán de ahí, que
no tiraran vicio ahí, y también lo mismo: se le abalanzaron, lo hirieron todo, él quedó con un
ojo casi perdido, incapacitado hasta este momento. Pero entonces mi hermana fue muy
valiente, una de mis hermanas y fue y los denunció, ella sabía que eran desmovilizados, fue a
la fiscalía y denunció... Y lo que hicieron fue ponerlos a conciliar a mi hermano y a ellos, y
transaron en $70,000.217 Mi hermana quedó furiosa porque mi hermano firmó allá, la fiscal
estaba como a favor de ellos, de los tipos esos, y en este momento mi hermano ya quedó ciego,
perdió la vista y mi hermana le dice: "si vio, yo le dije que no negociara con ellos en eso";
solamente cubriéndole los gastos que tuvo en ese momento en el hospital, y ella dijo: "eso no
le alcanzó a cubrir nada, nosotros habíamos gastado más volteando con él". Entonces yo digo,
yo no sé, pero esta guerra siguió persiguiendo la familia...

Nosotros vivimos mucho tiempo en Rionegro, luego en El Carmen de Viboral, rodamos por
diferentes municipios, pero sin denunciar el desplazamiento, hasta que llegamos a Guarne. La
peor consecuencia para mí fue que yo quedé con demasiada desconfianza, y creí y seguí todos
esos años de mi vida pensando y rodando con mis niños. En mi vida familiar siempre como
muy prevenida, explicándole a los niños los peligros que habían, que existían los grupos
armados, que había que desconfiar incluso de la misma policía; por ejemplo, diciéndole a los
niños a donde llegábamos que no fueran a contar lo que había pasado en la familia y lo del
asesinato de los tíos, porque la gente iba a decir: "por algo sería", y eso duele muchísimo, la

217
Aproximadamente 30 Euros
484
estigmatización y el señalamiento; y yo les decía: "no vayan a contar ni a los vecinos ni a
nadie, nada que nos asesinaron los tíos y que nos tuvimos que venir debido a eso".

Al inicio les oculté la historia a los niños; pero igual ellos fueron creciendo y se iban dando
cuenta por la misma familia o gente que les tocó conocer la historia; cuando íbamos, por
ejemplo, a visitar a mi mamá ellos encontraban gente que conocía la historia y se fueron
enterando. Yo trataba de explicarles qué era lo que había pasado, pero yo siento que sobre
todo W., el mayor, todavía como que no asimila bien la historia... Ellos crecieron calladitos
sin contar la historia... me preguntaban mucho a mí, decían: "mamá, pero¿Por qué no
podemos ir por allá? ¿Por qué no podemos ir al barrio? Yo les decía: "por esto, esto y esto,
porque es muy peligroso, porque allá asesinaron los tíos"; y siempre preguntando por qué los
asesinaron, y yo les decía que para nosotros era confuso todavía, que ni nosotros mismos
conocíamos... nosotros teníamos la versión nuestra, nosotros tenemos una historia.

Yo siento que yo he podido elaborar personalmente muchísimas cosas, pero que yo no puedo
hacer ese trabajo con mi familia, además de que no es permitido, siento que es muy diferente
hacerlo desde afuera con personas externas a hacerlo adentro, con las personas que nos tocó
vivir lo mismo y siento que mi familia ha necesitado muchísima ayuda, que se quedaron con
ese dolor y ese impacto ahí sin poder elaborar. Y ahí están los tres, los tres hombres viviendo
con mi mamá, con muchas dificultades, incapacitados. Y las mujeres estamos todas fuera de la
casa, somos cuatro, hay una en Bogotá, dos en Medellín y yo que estoy aquí en el oriente, en el
Oriente Antioqueño.

10.1.4. Apoyo mutuo, memoria compartida y procesos de transformación personal y


colectiva:

En Guarne ya empecé a conocer el proceso del trabajo con las víctimas, yo llevaba un
tiempecito en Guarne, cuando una vez salí al pueblo y me encontré con M., ella trabajaba con
el Programa por la Paz y me contó que había un proceso donde estaban reuniéndose las
víctimas y me explicó qué era lo que hacía, trabajando en la elaboración de duelo, el apoyo
mutuo, yo le dije que yo debería estar ahí y le conté lo del asesinato de mis hermanos y ya...
ahí me quedé. Me pareció muy bonito el trabajo del apoyo mutuo y ahí entendí muchas cosas,
pude entender muchas cosas que han pasado en mi vida.

Por ejemplo, pude ponerme en los zapatos de otras personas, escuchar las historias, sentí que
no estaba sola, que habían otras personas que me podían ayudar a cargar ese dolor y todo eso
que yo sentía, todo ese impacto; y que yo también podía apoyar a otras personas y, sobre todo,
me conmovieron mucho las historias de los desaparecidos, porque yo sentí que para ellos era
más duro. Yo siento que en los abrazos, cuando estuve elaborando, lo que más me movió
después para ser PROVISAME fueron esas historias de los familiares de los desaparecidos,
porque yo pensaba que a mí me había pasado lo peor, que nadie había sufrido más. Porque la
desaparición para los familiares es como si los estuvieran picando en pedacitos, quitándoles
pedacitos con cortaúñas, es una tortura porque ellos no saben dónde está el cuerpo, si ese ser
querido está vivo, o muerto, si lo están torturando; las mamás dicen que no saben si está
aguantando hambre, si ya comió, incluso muchas de ellas, a veces, sirven en el comedor la
comidita esperando que puedan llegar en cualquier momento, arreglan la cama, la ropa;
entonces, yo siento que es muy fuerte. Igual a nosotros nos mataron los familiares, pero
pudimos estar ahí en los rituales, en las misas de mis hermanos, en los entierros y saber que el
cuerpo quedó allá en una tumba; pero ellos no. Ellos no sabían, eso fue lo que más me movió.

Cuando llegué al grupo de apoyo mutuo, al principio, uno llega con muchísimo susto y
desconfianza, yo llegué muy agachadita, muy temerosa, como encogida y temerosa,
preguntándome: "¿y sí se podrá contar lo que nos pasó, si habrá confianza para uno poder
contar y que no pase nada?", Había desconfianza y miedo todavía... Incluso M. que era la
485
PROVISAME un día me dijo que pensó: "¿Será que O. siempre es así?", pero cuando yo
escuché que una de las abrazadas empezó a dar el testimonio, se animó y habló, yo me animé
también. Empecé a contar mi historia, empecé a sacar... y a levantar mi cabeza.

Yo vivía muy agachada. Además, como que uno va perdiendo la autoestima, esa identidad de
tener que salir del lugar donde uno creció, para llegar a un lugar donde uno se pierde, donde
nadie lo conoce, uno está perdido, tener que ocultar esa historia por miedo a la gente, a
revelar la identidad; cuando empiezo en el grupo a elaborar y a obtener apoyo, al apoyarnos
ahí entre todos, comienza uno a recobrar muchas cosas que había perdido, la autoestima, esa
identidad. Uno ya empieza a sentirse aceptado en un lugar, a tener lazos de amistad, redes de
afecto con otras personas, a sentirse querido y valorado, a identificarse con ese lugar donde
está, que no era el de uno, pero empieza uno a recuperar algunas cosas.

Recuperé amigas y amigos, recuperé un lugarcito propio donde vivir, no era el mismo que
tenía en Medellín, pero se puede vivir ahí tranquilamente y volver como a construir lazos con
otras personas y en la misma familia, volver a entender muchas cosas; volver a reconstruir
cosas que se habían perdido, porque uno empieza también como a volverse amargado, como
aburrido, a reaccionar violentamente, por la misma violencia que ha vivido, uno no sabe
tramitar esas cosas. Y en los grupos de apoyo mutuo uno aprende mucho eso, a volver a
construir lazos, tanto en la familia como en la comunidad y ahí construimos, todo el grupo de
mujeres construimos lazos muy fuertes de amistad y de apoyo; ya no sólo nos apoyábamos en
lo que habíamos vivido debido al conflicto, sino también en los problemas cotidianos,
familiares, nos encontrábamos fuera de los grupos, de los abrazos, nos encontrábamos para
hacer algos218, para hacer reuniones con las familias, con los hijos.

Después de que ya hice mi elaboración de duelo en los abrazos nos enviaron la invitación
para entrar a la formación de PROVISAME. Entonces, yo empecé esa formación y continúo
en el proceso. Me pareció muy bonito que hubiera instituciones y profesionales ahí
preocupándose por todo eso que nos pasó, yo sé que por este tiempo siguen pasando muchas
cosas, pero hay mucha gente ahí bonita ayudando a las personas que hemos sufrido todo esto.
Yo no creía en los psicólogos, porque yo pensaba que iba adonde alguien que me iba a
investigar, yo nunca busqué apoyo. Y las veces que busqué psicólogo para mi hija, cuando
empezó la adolescencia, no me gustó la forma en que la atendían, la dejaban a mitad de
camino, no se podía terminar el trabajo o cambiaban la persona que la estaba atendiendo... yo
solamente vine a hablar de todo esto en los abrazos y en la formación de PROVISAME.

Ya cuando hice yo los abrazos como PROVISAME empecé a sentir algo muy bonito, que lo
que yo viví en la elaboración de mi duelo, me lo estaban como devolviendo mis abrazadas y
abrazados; porque yo veía en varias de ellas que estaban expresando algo muy bonito, eso de
ser escuchadas, valoradas, queridas. Y cuando empiezan a sacar esa historia, uno ve y siente
ese milagro ahí, porque poder hacer que ellas saquen la historia no es fácil, cuando cada una
de ellas empezaba a poner esa historia ahí y uno veía la reacción, se veía lo duro, pero
también lo bonito; porque es un proceso en el que le devuelven a uno todo eso que uno sintió
también en los abrazos. Era poder que ellas empezaran como a abrirse caminos y empezar a
empoderarse; cuando una de ellas me decía: "es que a raíz del asesinato de mi hijo yo rompí
diálogo con mi mamá, con mi papá y ahora en los abrazos yo he vuelto a acercarme a ellos",
se vuelven a unir esos lazos, algunas rompieron lazos con la misma vecindad, y empiezan otra
vez como a buscarse y a unirse, que fue lo que yo sentí también en mi propio proceso cuando
fui abrazada. Para mi ser PROVISAME me generó más empoderamiento, más alta autoestima,
más ganas de ayudar, de poder estar con personas que han vivido lo mismo que uno vivía.

218
El algo es una comida ligera (refrigerio) que suele comer la gente en horas de la tarde entre el almuerzo y la cena.
486
A mí siempre me ha parecido que ese espacio es como algo milagroso, yo siempre denominé
que ese proceso era como un milagro, como algo que sucede ahí y que es difícil de explicar.
Yo pienso que ahí la clave está en esa escucha, en ese poder ponerse en los zapatos de la
persona que está sufriendo, valorarle todo eso que ha vivido, porque es que el miedo de las
víctimas es hablar y que no se valore, que se señale, que se juzgue, que no se le preste
atención, ese es el miedo a hablar... por ejemplo, que le digan a uno: "es que usted tuvo la
culpa...”. Porque usted iba tarde por ahí, usted iba vestida así, es un poco de señalamientos,
es igual que cuando le asesinan a uno un familiar: "es que seguro estaba en las drogas, es que
seguro era un ladrón, es que, es que..."; y eso duele muchísimo. Y ese es el temor de uno para
hablar, y al estar en un espacio donde hay personas que están dispuestas a escuchar, que no
están juzgando, que demuestran amor, que están dispuestas a esa escucha y además personas
que han vivido lo mismo. Yo siento que en esos espacios siempre hay alguien que anima, hay
alguien animando y con una persona que se atreva a hablar, se anima el resto.

Este proceso ha sido algo muy bonito en mi vida, porque ahí terminé de elaborar todo, todo lo
que estaba sintiendo, poder sacar todas esas cosas que estaban ahí guardadas, incluso lo del
abuso sexual, porque en los abrazos yo elaboré los asesinatos de mis hermanos, pero esa parte
del abuso estaba todavía allá guardada; y fue en uno de los pasos de PROVISAME, es decir
más de 25 años después, donde logré sacar la historia, sacar eso que estaba allá tan
guardado, durante tantísimos años, que ni siquiera en mi familia se había tocado el tema. Yo
hace un tiempo no hubiera sido capaz de hablar, ahora sí, después de tanto proceso. Creo que
lo que ha permitido que esa carga se vaya haciendo más liviana, ha sido el poder hablar y que
me hayan escuchado. Porque yo creo que hablar cuando a uno lo escuchan, cura... Sobre
todo uno inicia, y como esa escucha de esas personas que nos están apoyando es muy valiosa,
eso hace que uno pueda hablar y que le generen esa confianza para hacerlo. Tiene que ser un
espacio de mucha confianza, no se habla en cualquier lugar.

Entonces fue cuando ya empecé a hablar con mi familia lo del abuso sexual, y pude contarle a
mi familia. Le conté a mis hermanos,a mis hermanas, a mi mamá. Eso fue difícil, cuando me
encontré con mi hermana mayor le conté y ella lloró muchísimo, ella no sabía, me preguntó
que por qué había vivido eso tan horrible y me había quedado callada. Y yo le dije que era tan
fuerte lo que le pasaba a uno, que uno no era capaz de hablar. Y luego hablé con mi mamá y
yo le preguntaba a mi mamá que si ella recordaba algo, porque ella fue la que me vio entrar
vuelta nada, ella fue la que me abrió la puerta cuando yo llegué, pero ella ha ido perdiendo la
memoria con el mal de Alzhaimer y no lo recordaba; y yo recuerdo que mamá cuando yo entré
así vuelta nada, dijo en la cocina: "Dios lo debería castigar a uno por traer estas hijas
mujeres al mundo a que sufran tanto". Mi mamá no recuerda nada de eso, yo hasta dije que
mejor, mejor que ya no recuerde... ella ya no recuerda ni el asesinato de los muchachos.

Y sí, paso a paso le conté después a otra de mis hermanas, luego a mi hija. La reacción de
ellas era llorar mucho y abrazarme; porque yo había guardado eso muchos años. Mi hija me
abrazó llorando y me dijo: "ahora la quiero todavía más mamá". Y luego hablé con mi hijo,
pues es que W. es el fruto de todo eso. Y yo siento que a él le escondí la historia toda la vida,
del miedo a la reacción de él; pero le hice mucho daño. Cuando W. llegó un día, como hace
dos años a preguntarme que le dijera tranquila, que él no se iba a morir, ni se iba a destruir
porque ya había vivido mucho, y él además me dijo que desde pequeñito sentía que no era hijo
de ese señor (el esposo). Entonces yo pensé que el día que le contara a él, me iba morir... y no
fue; porque antes de él llegar de este viaje, que llegó a pedirme que le diera explicaciones, yo
había hecho un ejercicio que me enseñaron en los pasos de PROVISAME, de la silla vacía,
donde senté a W. y conversé con él. En ese entonces él estaba en Costa Rica, pero como yo vi
a W. en esa silla, vi un rostro tranquilo, asimilando todo. Cuando él llegó de allá, igualito vi
el rostro, tranquilo, pidiendo la verdad,, tranquilizándome a mí, yo pensé que íbamos a
estallar en llanto los dos, y ¡no!... ¡Nos abrazamos! Y él me decía: "no se preocupe mamá

487
que yo desde niño lo sentía, yo no tenía sino que escucharlo de sus labios y hubiera preferido
conocer esta historia desde niño y no que me condenara a vivir con ese señor toda la vida".

Para mí ese momento significó algo muy bonito, algo que ni yo esperaba, porque yo siempre
había pensado que ese iba a ser el momento más horrible de mi vida, yo le tuve mucho miedo
todos esos años... y significó como descansar, como poder que esa carga se fuera, que era mi
carga de toda la vida. Yo siento que yo somaticé todo esto, como en las articulaciones y yo
siento que ya las articulaciones están mejor, a mi me dolía hasta para caminar un momentico,
toda esa carga se ha ido como yendo, ¡que carga más fuerte!

Después de vivir todo el proceso que viví aquí en el Oriente, yo siento que yo volví a
buscarlos, a tratar de unirlos y creo que lo estoy logrando. También les he podido contar el
trabajo que se hace aquí, aunque no he podido hacerlo con ellos, porque es que yo quería
hacer abrazos con ellos, ir donde mi familia y hacer abrazos con mi papá, mi mamá, mis
hermanos; pero no se ha podido. Incluso una vez en un espacio yo expresé eso: que yo
quisiera hacer abrazos con ellos; pero una psicóloga me dijo que no era conveniente, porque
era muy diferente trabajar desde afuera a trabajar dentro de la misma familia; porque
habíamos vivido las mismas cosas.

Cuando una de mis sobrinitas se entró a los abrazos que yo hice en Guarne yo sentí que era
muy difícil trabajar con la misma familia, porque escuché... ella escribió la historia de la
muerte de su mamá, del asesinato, como lo vivió ella, y además que me eligió a mí para que
leyera esa historia y yo sentí un nudo en la garganta muy fuerte; afortunadamente ahí también
estaba M., la psicóloga y ella cogía mi mano y yo cogía la de mi sobrina y pude sacar fuerzas
y leer la historia. Pero fue muy duro escucharla, a pesar de que yo la conocía; pero escuchar
cómo la vivió la niña a los cinco años -ella en ese momento ya tenía 13-, lo que había vivido,
lo que había sentido, es muy duro. Entonces, ahí fue donde pensé que si hiciera un abrazo con
todos mis hermanos y mis hermanas y mi mamá y escuchar desde cada uno cómo lo vivió,
sería muy duro. Por eso es que al médico no dejan que opere a la familia, al cirujano.

En mi vida familiar y en relación con mi pareja, después de este proceso, siento que mi
autoestima se subió muchísimo, y que recuperé sobre todo identidad, empecé a valorarme; yo
siento que durante todo ese tiempo anterior estaba como perdida, como desubicada, entonces,
después de este proceso he logrado ubicarme, centrarme, y empoderarme, uno empieza ya a
valorarse, a no dejar que lo maltraten, a no dejar que le vulneren derechos. También
cambiaron mis roles en la casa, en mi forma de relacionarme con la familia y con los hijos, yo
empecé como a fomentar más el amor, la unión que hay entre los hijos, y como el respeto;
pero también a exigir respeto hacia mí, respeto hacia mi libertad, a lo que yo quería hacer o
estudiar; porque yo siempre quise estudiar, yo quería un compañero que me apoyara para
estudiar, pero nunca lo pude hacer durante 20 años. Y cuando empecé en todo este proceso, ya
sentí el valor de hacerlo; a pesar de haber tenido muchos obstáculos, luché y lo sigo haciendo.

Mi vida cambió muchísimo. Sobre todo porque dentro de todo esto yo me fortalecí para poder
afrontar muchas situaciones que se nos siguen presentando; igual se siente un poquito de
miedo, pero ya no queda uno paralizado totalmente como estaba antes. Y mi vida cambió
mucho, porque dentro de todo este proceso, me tocó vivir la muerte de mi papá, cuando
estábamos en PROVISAME, y yo le rogaba a Dios que nada de lo que sucediera, por fuerte
que fuera, me sacará de estos procesos y así fue y Dios me lo cumplió. Me tocó la separación
de mi compañero, que fue otro golpe fuerte. Como que no logré el apoyo de él, entonces yo
sentía que era como una lucha en vano porque quería que yo me alejará de todo; yo sentía que
era como egoísmo, porque cuando uno quiere a una persona le ayuda en las cosas que le
hacen bien. Yo le decía que yo necesitaba un compañero para que me ayudara a alzar el
vuelo, a hacer las cosas que a mí me gusta hacer, que yo no estaba haciendo nada malo; al
contrario, era algo que me había servido mucho en mi vida y yo siento que las cosas tenían
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que ser así. Igual dolió, pero logré elaborar y seguir adelante y siento mucha fortaleza para
hacer las cosas, más tranquilidad. Y descubrí también otra cosa: que a veces el apego es más
fuerte que el amor, no lo dejan a uno alzar el vuelo; entonces empecé a alzar el vuelo, trabajar
el desapego y encontrar esa forma de liberarse, de sentirse livianita, otra carga que se va
dejando... y desearle a ese ser que viva rico que le vaya bien en la vida.

10.1.5. Y nos fuimos organizando...

A raíz de los abrazos, y ya con las víctimas que ya se sentían empoderándose, se crean las
organizaciones de víctimas locales, en eso tuvieron un papel importante las PROVISAME.
Entonces al crearse las organizaciones en lo local, luego se forma la red regional
APROVIACI, donde yo también empiezo a participar, de hecho ahí empezamos varias mujeres
sin mucha experiencia, PROVISAME la mayoría, con muchas ganas de hacer las cosas, pero
no teníamos mucha experiencia, conformamos la junta directiva de APROVIACI, con el
acompañamiento de ONG.

Empezó a suceder algo muy bonito: con ese acompañamiento logramos construir proyectos y
poder entrar a fortalecer las organizaciones locales. Yo siento que se ha avanzado mucho,
hemos hecho cantidad de cosas. Si uno hiciera la cuenta de todo lo que hemos hecho, lo que a
veces ni uno mismo reconoce: está lo del diagnóstico socioeconómico de la región, entramos a
todos los municipios a trabajar ese diagnóstico, que nos sirvió para hacer incidencia política
en lo local, en las administraciones municipales. Y también logramos hacer el diagnóstico
sobre abuso sexual a niños y niñas y mujeres del Oriente Antioqueño que permitió editar el
libro: "Nadie me ha devuelto la niñez que me robaron". Y la idea con estos diagnósticos es
poder hacer incidencia para poder atender a toda esta población y también se ha logrado
entrar a fortalecer en muchas formas a las organizaciones locales.

A veces mis días son muy agitados, yo me levanto, dejo desayuno, a veces hasta lavo ropa,
dejo almuerzo, porque J. se va a estudiar, le echo un fiambre para el colegio, llega y
encuentra el almuerzo y lo calienta. Yo, la mayoría de las veces, llego en la noche, porque a
veces nos tocan hasta 2 y 3 reuniones en el día. También hacemos talleres en los municipios,
en las organizaciones locales para el fortalecimiento organizativo. Nosotros estamos en todo
ese proceso representando a la asociación, APROVIACI, hacemos incidencia y gestionamos,
preparamos eventos, como la reunión de ayer con el PNUD, entonces, todo un día de
planeación, y estar comunicándose con instituciones que se van a unir, con el recurso humano
y económico para sacar adelante las jornadas que se van a hacer en determinados lugares.
Otras veces estamos en capacitaciones para la junta directiva, para poder hacer los talleres.

Todo esto para mí ha sido una experiencia muy grande: porque he podido entrar a lo local,
conocer la situación en que están en cada localidad, la dinámica de cómo funciona cada
organización, las juntas directivas, incluso nos toca a veces, a las directivas de APROVIACI,
entrar a las localidades a conciliar problemas que están viviendo en la asociación local o en
las juntas directivas; y también como poder compartir con instituciones que llegan a
acompañar, a apoyar a APROVIACI desde la parte humana y económica, más unos que otros.
Entonces es tener una experiencia muy grande, y poder participar en eventos tan grandes,
como ir a Bogotá, participar en las universidades, poder dar a conocer la experiencia de lo
que se ha vivido, de lo que hacemos en la región e incluso con la misma gente del Estado.

Esto no nos da mucho dinero, pero nos da una satisfacción humana muy grande... Por eso
algunos días me toca ir a trabajar en otras cosas, yo siento que Dios está ahí, pero uno vive de
milagro... porque no hay un empleo fijo que le genere a uno un sueldo, y sin embargo, se
sobrevive, no muy holgadamente pero se sobrevive. Yo a veces trabajo por días en las mismas
fincas de la vereda, voy y ayudo en una finca, hago ventas puerta a puerta, productos de aseo,
es muy duro ese trabajo y lo hago a ratos; a veces llego de una capacitación y me bajo en la
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entrada a una vereda y reparto los ambientadores, llego tarde a la casa, rendida. Otro día
dedico el rato para ir a cobrar a los que me quedan debiendo. Pero también, cuando a
APROVIACI le sale un proyecto y podemos entrar a hacer talleres de fortalecimiento local,
eso nos genera una bonificación que nos ayuda mucho.

La idea sería que salieran proyectos grandes para poder entrar a hacer apoyo psicosocial a
los municipios, para que las PROVISAME que somos cabezas de familia no tengamos que
sufrir tanto con lo económico. Pero nuestro proyecto, a veces, no es apoyado y yo pienso que
lo que pasa es que falta amor y sensibilización; que la gente sienta que esto no es algo que le
ha pasado a una sola persona, sino que la guerra ha golpeado fuertemente este país, que se
puedan poner en los zapatos de las personas que lo hemos sufrido directamente, que no
esperen a que los toque a ellos.

Y cuando hay proyectos financiados, lo que terminan contratando es a psicólogas


profesionales; y las entidades se llevan el recurso mientras que a las PROVISAME nos
terminan utilizando para que convoquemos, juntemos la gente... Es que, por ejemplo, desde lo
local, desde la misma administración municipal envían una psicóloga clínica a la asociación
de víctimas; yo en Guarne lo vi, que desde la dirección local de salud, le enviaron una
psicóloga clínica a la organización municipal de víctimas; entonces, yo fui y vi el trabajo que
ella estaba haciendo. A mí no me parecía porque el trabajo que hacemos las PROVISAME es
diferente con los grupos, pero entonces yo decía: “no es justo que a esa doctora le estén
pagando tan buen salario, cuando hay un recurso humano de PROVISAME en la localidad,
que en este tema puede hacer un mejor trabajo con los grupos de víctimas, de apoyo, de
acercamiento”. Yo veía la distancia de la doctora, por allá lejos, hablándole a la gente que
estaba al fondo, yo decía: “nosotras estamos acostumbradas a acercarnos, a hacer un círculo
de acercamiento”; y ella parecía más bien que regañaba al grupo, diciéndoles: "ustedes no
hablan, ustedes dejan sola a la presidenta". Yo decía: "así no se le habla a la gente".

Yo me le manifesté ese día y le dije: "doctora, nada de pasivos ni pasivas. Aquí hay una
cantidad de gente, de sabios y sabias, de ellos fue que salió una idea de formar la
organización local y una regional, ellos son los que han hecho las propuestas, lo que pasa es
que para generar confianza, para que ellos hablen hay que utilizar otra metodología,
doctora". Yo sé que ella no se sintió muy bien, pero luego afuera conversamos y logró
entender cosas que ella no entendía, porque a ella la enviaron sin mayor preparación, ella no
conocía la dinámica, ni el trabajo con víctimas. Es por eso que en muchos municipios hemos
sentido la queja de las PROVISAME, porque nos llaman de determinados lugares a que les
convoquemos la asociación, que le organicemos la gente, que porque viene el doctor, o la
doctora, y se sienten utilizadas; y luego se dan cuenta que fue contratado, y que pretenden
hacer el mismo trabajo sin reconocer el recurso humano de las PROVISAME.

Yo siento eso: se necesita que valoren esto que estamos haciendo. No sé por qué no lo valoran,
en este país hay una inequidad muy fuerte, porque aquí hay que tener estudios universitarios.
Yo me siento con mucha impotencia porque igual uno tiene todo el conocimiento, todo el amor
para hacer las cosas, pero siente que no hay apoyo desde los que pueden darlo, desde los que
tienen el poder y no es justo. Estamos viviendo una situación económica muy dura, sabiendo
que pueden vincularnos incluso al sector salud en lo local, y aprovechar este recurso humano;
yo siento una inequidad porque uno ve que, por ejemplo, se le da más valor al profesional, al
que tuvo la oportunidad de ir a una universidad, y además tuvo el recurso económico, que a
las personas que podemos tener un conocimiento y no tenemos todo ese recorrido
universitario. Cuando muchas veces no tienen ni la metodología para trabajar con las
víctimas. Por eso, desde las víctimas, hemos expresado varias veces que no queremos que
venga un psicólogo clínico, porque no es lo mismo, porque no es lo mismo que un líder que
haya vivido lo que hemos vivido y se pueda poner en nuestros zapatos y entendernos, es como
poder tener la metodología para llegarle a la gente... Y nosotros logramos llegar a la gente...
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10.1.6. Nuestras acciones de memoria

Una de las formas en las que hemos aprendido a llegar a la gente, ha sido a través de las
acciones de memoria. Yo creo que para las víctimas del conflicto armado es muy importante
hacer memoria, porque es la forma de dignificar a los seres queridos, el paso para dignificar
a la familia; poder decir aquí está esa historia desde las personas que la vivimos, que se le dé
valor, que se escuche esa versión que tenemos, que no sea solamente la del Estado, la oficial,
sino la nuestra, desde nosotros que la hemos vivido. Y también siento que es como una forma
de no repetición, de que no se vuelva a repetir, para que la conozcan los niños, toda la
sociedad en general, porque siento que sí se echa al olvido tiende a repetirse.

A mí en particular me ha servido muchísimo recordar, y siento que no puedo olvidar, porque


cuando se dice que hay que olvidar, que hay que echar eso al olvido y perdonar que porque
eso es estar echando sal a la herida, para mí eso no es válido; porque el recordar y el poder
dignificar, hace que se le dé mucha importancia al ser querido. Yo creo que cuando a uno le
matan a un ser querido, se termina dando una versión en donde la persona no tiene
importancia y la terminan señalando; yo creo que nuestra versión nos permite decir cómo
sucedió, como vivió, que fue lo que pasó. La memoria juega un papel muy importante porque
es una forma de expresar lo que pasó, cómo lo viví, cómo lo sentí, cómo lo vivió mi familia,
cómo lo sintieron; incluso, la misma comunidad qué historia tiene, cómo lo vivieron...

Cuando entré a los espacios, cuando empezamos en la asociación a escribir las historias, a
hacer un libro de la memoria, las historias de cada una de las integrantes de la organización,
entonces, empecé a ver su importancia; y sentí que para construir esa memoria era necesario
volver atrás, devolver el casete y rescatar muchísimas cosas, que incluso uno pensaba que ya
estaban por allá relegadas al olvido: verdades importantes, ahí salen muchísimas verdades.
Yo siento que hay una famosa verdad judicial, que no necesariamente es nuestra verdad,
donde se da una versión de los hechos, incluso, en muchas ocasiones, incluso, servidores del
Estado han asesinado una persona, y en la versión judicial no está como es... está como que
fue alguien de delincuencia común que lo hizo, que lo encontraron tirado en un lugar, y ese es
el caso de uno de mis hermanos. Entonces jamás sale a la luz que fue un servidor público, que
fue alguien del Estado, y uno sí tiene esa versión, uno sabe, la familia sí sabe qué fue lo que
pasó, incluso los mismos vecinos; entonces es como construir esa historia.

Igual pasa también con las versiones que dan los grupos armados ilegales, que se comete un
crimen por un grupo armado de éstos y muchas veces pasa como de delincuencia común. Y
después están las versiones libres que hacen en justicia y paz, donde siento que pocas veces
sale la verdad. Por eso, a veces, la gente sale muy insatisfecha cuando van a una versión,
como más preocupados; yo he visto muchas de mis abrazadas que me relatan cuando van a las
versiones y salen muy preocupadas y muy dolidas, con mucha impotencia y con mucha rabia
porque el tipo no suelta todo como ella sabe que sucedió, o se justifican. Cuando se justifican,
queda una rabia enorme y una gran impotencia: es que lo hicimos porque él robaba ganado, o
porque fulanito nos dijo que él era vicioso; y eso les genera más impotencia. En una versión
que me tocó a mí, que fueran dos de mis abrazadas, vinieron muy mal, porque el tipo les dijo
que eran los propios vecinos los que habían mandado matar los hijos de ella, que habían
buscado al grupo armado, les habían dicho que ellos estaban consumiendo vicio, y ellos los
habían matado; entonces vinieron con mucho, mucho miedo, porque ya no confiaban en nadie.

Es que todo esto es manejado como por estrategias, eso pasa también con la reparación.
Porque primero sale la ley de justicia y paz, la ley 975, que jamás se ha reparado a nadie por
ese lado, eso se dejó así. Hubo un boom por un tiempo y la gente corra para allá, para acá,
llenando formularios y toda esa perdedera de tiempo y nada. Luego montaron la reparación
por vía administrativa, con el decreto 1290 de 2008; y otra vez la lucha, la gente corriendo y
llenando formularios. A una que otra persona le han dado ese recursito, la famosa reparación,
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que a veces les dicen que les pagaron el familiar, que a mí me duele mucho eso, y cuando voy
hacer talleres en lo local les digo: que eso no es pagar al familiar, el familiar no tenía precio,
que los seres humanos no tenemos precio, que además no los teníamos en venta y uno logra
como concientizar un poquitico a la gente; y uno ya los ve expresándose en espacios.

Y yo les digo: "ese pequeño aporte que hace el Estado toca recibirlo y sirve mucho por la
situación precaria en que quedamos las personas, después de quitarnos el ser querido que
llevaba lo económico en la casa; pero no es el pago de la reparación por ese ser humano.
Además la reparación es integral y encierra otros puntos y no es sólo ese poquito de dinero"...
Y siento que es como una estrategia de sacar una ley y luego montar otra; y le entregaron un
poquito de recurso a unas personas, y el resto queda sin nada. Es como para acallar, para
que la gente se quede calmada, para que la gente se anime pensando que le van a dar todas;
igual yo sé que no es así, que a muchas personas jamás les va a llegar eso, jamás recibirán ese
aporte porque así es este Estado, así es de estratégico.

A ellos no les interesan las víctimas, por eso siento que la ley de víctimas también es
estratégica. Nosotros le estuvimos trabajando al proyecto de ley, con delegados de todos los
municipios y haciéndole cambios y ajustes, igual vimos que traía muchas trabas, que traía
algunas cosas que benefician a las víctimas, pero también otras que benefician a los
victimarios y otras en lugar de beneficiarnos, nos perjudica. Siempre es con estrategias. En
ese ejercicio, logramos hacer llegar allá al Congreso todo el documento con ciertos ajustes,
pero igual sabemos que viene con cosas que van en contra de nuestros derechos.

Cuando vino el senador Juan Fernando Cristo, con otras personas de la Comisión primera del
Senado, aquí al oriente nos decía que el documento trae una traba: que cuando vayamos a
firmar y nos entreguen la famosa reparación administrativa, ahí tenemos que firmar un
documento donde dice que quedamos a paz y salvo con el Estado y que el Estado no nos debe
nada... entonces: "¿las personas que han tenido varios tipos de victimización o que tienen
varias afectaciones, de asesinatos por grupos ilegales y por grupos legales del Estado,
entonces, no le podrían reclamar nunca al Estado?" Porque al firmar el documento, quedaría
saldada la deuda del Estado con nosotros. Y hay personas que entendemos eso y otras
personas no y entonces van a ir a firmar y que su asunto quede cerrado y esa es la estrategia.

Pasa como con lo de la reconciliación, porque eso es otra cosa fregada en este país. Porque
igual, yo lo expreso así: desde arriba, desde el mismo Estado se promueve esa reconciliación,
y se dice que aquí ya todos los grupos se desmovilizaron, que estamos en posconflicto; incluso,
yo sé que ha llegado un gran aporte de otras naciones para el proceso de desmovilización,
pero siento que para nosotros no llega nada o llegan las migajas. Además, igual en
APROVIACI lo hemos debatido, no hay tal desmovilización, ha sido un teatro, ha sido otra
estrategia desde el gobierno. Yo siento que se mostró como ciertos grupitos de muchachos
que se desmovilizaron, pero las estructuras siguen montadas y siguen operando; y sentimos
que estos chicos que quisieron dejar las armas, fue lo que mostró el Estado ahí; pero esas
estructuras, siguen moviendo los hilitos, los llaman para que vuelvan a coger las armas, a que
vuelvan a las filas, y ellos tienen que volver.

Nosotros hemos visto, incluso, que ellos tienen peligro también, porque son muchachos que
siguen dependiendo de esas estructuras y aunque muestran que se han reinsertado; y aunque
se muestre como un proceso muy fuerte, y que dio resultados y se quiere hacer creer que se
está consolidando, y se han unificado víctimas y victimarios en algunas localidades acá en la
región, que porque nos tenemos que reconciliar, que porque tenemos que perdonarnos, y que
todo es en pro de la paz: ¡Eso es mentira! ¡Y yo creo que eso por ahora no se puede! Yo
pienso que aquí no hay condiciones ni garantías para que eso suceda, siento que esto es a
largo plazo. De pronto si hay que ir trabajando, y de hecho nosotros proponemos, la
reconciliación, pero desde las mismas familias, desde la comunidad, construyendo lazos, ir
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avanzando. Pero para encontrarnos y abrazarnos con los victimarios, para eso no están
dadas las condiciones. Yo como víctima cuando veo todo eso, a mí me da tristeza e impotencia,
y a veces me genera sentimientos de rabia, porque no es justo que mientras las víctimas siguen
en una situación precaria a nivel económico, en un abandono, se le esté dando más
importancia a las personas que hicieron tanto daño.

Yo pienso que si hay instituciones que se dedican a atender este tipo de población, y eso es
válido, que lo hagan, porque alguien debe hacerlo en este país. Si hay muchachos que quieren
volver a la sociedad y reinsertarse y hacer cosas buenas, y es de corazón, que lo hagan; pero
que no se fuerce a las víctimas y que no sea para juntar víctimas y victimarios, obligando a
una reconciliación forzada, que va a traer más problemas en el futuro, porque la gente cuando
se dé cuenta que fue engañada, que fue utilizada... porque yo siento que a la gente la están
utilizando cuando se le fuerza a trabajar un proyecto productivo con estas personas, la gente
lo hace por necesidad, y esas son las historias que recibimos en las asambleas regionales de
APROVIACI, que se hacen muchas veces esos proyectos conjuntos por la necesidad que tiene
la gente; pero la gente dice que siente mucho miedo y mucha desconfianza. Entonces,
sentimos que esto trae problemas más tarde, cuando la gente despierte, se dará cuenta, que
nos están utilizando, que nos revictimizan, que nos toca someternos a eso. Y el cuento de que
ellos van a decir dónde están los desaparecidos, eso no es tan posible porque mientras las
estructuras sigan operando, no es posible que los desmovilizados señalen a otros o se acusen a
sí mismos. Y mire qué pasó con los comandantes, los mandaron para Estados Unidos, los
extraditaron, ellos tienen una verdad, pero no querían que saliera, esa verdad no es posible.

Para nosotros, entonces, las acciones de memoria nos han permitido sacar todo lo que estaba
oculto, como tapado, como que no se podía sacar a la luz, lo que pasó. Y poderlo sacar a la
luz ha sido sanador, también, para la gente y para las familias, para los que lo vivimos
directamente, porque hemos podido expresar, qué fue lo que pasó y hemos podido decir cómo
lo hicieron, hemos podido decir que lo sacaron de la casa de una manera, que hicieron esto y
esto y nos amenazaron para que no denunciáramos. Hemos podido entonces expresar todo
eso, que se le dé validez a esa historia. Y yo pienso que eso también incide en la sociedad,
porque la sociedad tiene que ayudar a esa construcción de memoria para que esa verdad esté
ahí, eso ayuda a la verdad y para evitar la repetición.

Nosotros hemos comprobado que éste ha sido un proceso sanador, los que lo hemos vivido, y
hemos logrado pasar por el proceso, ser escuchadas y poder hablar, poder poner ahí nuestra
palabra y que se valide, sabemos que sí es sanador. No estoy de acuerdo con los que nos
critican y dicen que en los abrazos forzamos a la gente a hablar, porque eso no se puede
forzar, eso es imposible. Yo he comprobado con la psicóloga que estuvo en Guarne, si se
pudiera forzar a hablar, habría logrado que hablara la gente, pero la gente ahí era en
silencio, con la cabeza agachada. En cambio en el proceso que hemos hecho se ha brindado
una confianza y es esa confianza, además del amor que ponemos ahí, lo que mueve las cosas.

Y para nosotros la acción pública de memoria, también es una forma de curar, porque igual se
está validando todo lo que pasó, se sensibiliza a la comunidad para que se vea. Cada día
somos más personas y si logramos sensibilizar a la comunidad y en muchos lugares donde
hemos estado, hemos logrado que se unan más personas, y aunque la gente llore y le den
ataques, eso es normal; porque uno puede llorar, pero eso es terapéutico también, porque uno
logra sacar y logra sanar, es que esas lágrimas hay que sacarlas para poder llegar a hablar
con más tranquilidad, como estoy hablando yo ahora. Yo tuve que llorar mucho y patalear
para poder hablar así como estoy hablando, y eso no es fácil. Entonces la gente llora y se
puede poner mal en las acciones de memoria, y puede sacar todas esas emociones; pero al
sacarlas afuera, se logra ir tranquilizando y a la larga se logra mayor fortaleza.

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Y para los que dicen que simplemente vamos a llorar y que eso no mueve políticamente, cada
vez lo comprobamos en estas acciones. En estos días en el Carmen de Viboral que hicimos un
plantón por un líder que asesinaron de Asocomunal: el hecho de nosotros pararnos allá y
poder expresar y exigir que hicieran el levantamiento del cadáver, que hacía tres días estaba
en el monte y hacer la silueta con las veladoras en el parque, todo lo simbólico, hace que la
gente se anime, llegue y participe, se una y se movilice, y diga que sí está pasando algo grave;
y que piense que eso puede pasarle a cualquiera, entonces tiene fuerza y la gente empieza a
unirse y acompañar, aunque no los haya tocado directamente. Entonces yo pienso que sí sirve
y que si la gente se une, eso a veces logra efectos.

10.1.7. Ante la Revictimización... Resistencia

Con la fortaleza que da esto, yo he podido afrontar los nuevos incidentes que me ha tocado
vivir: resulta que amenazaron a mis hijos, uno es adolescente, y el mayor, pues la vida de él ha
sido difícil desde mi vientre, no ha sido fácil para él. En estos días se presentó la situación de
una amenaza ahí en la vereda, por culpa de una vecina. A mí me pareció muy cruel que ella
haya dicho que lo esperara en cuatro tablas, y me pareció muy fuerte porque en la vereda yo
trabajé con varias personas, que son mis abrazadas, y a ellas los vecinos fueron los que le
mandaron a matar los hijos, se contactaron con los paramilitares y se los mandaron a
asesinar. Entonces yo dije que eso estaba grave y que el mensaje de esa señora era por ese
lado, entonces, yo dije que iba a poner una denuncia y que no iba a dejar pasar esa situación.
Yo me fui para personería, hablé con el personero, porque con él tengo buena relación y,
entonces, me iban a poner a voltear, el paseo institucional, donde el inspector, en el comando
y entonces yo les dije que me iba para Procuraduría y que a mí no me iban a poner a voltear
ellos por todas las instituciones, que yo no estaba defendiendo una nevera ni un televisor sino
la vida de un ser humano, de mi hijo.

Entonces, se pusieron las pilas, el personero y la comisaria que estaban ahí en la misma
oficina y llamaron al comando y me enviaron con una carta de protección y citaron a la
señora para estos días; pues no sé qué pasará, uno no tiene mucha confianza en la policía,
pero algo hay que hacer y uno no puede estar quieto. Siento que la violencia sigue y sigue y
que la guerra nos sigue persiguiendo, esto no se termina. Entonces, yo digo: “hijuemadre,
vuelve y nos golpea”; pero igual ya uno no se queda ahí quieto encerrado y paralizado, sino
que trata de buscar alguna salida. Aunque aquí en este país hay muchas cosas que no
funcionan, a uno le da hasta susto ir a la policía y poner un denuncio o buscar protección de
ellos; pero yo siento que a la señora había que, de alguna manera, ponerle un alto, porque si
igual piensa hacer lo que dijo, que sepa que eso ya es público.

Otro tema ha sido el de mi hija, el tema de D.: me ha dolido muchísimo, porque es como
volver a repetir la historia, porque yo sufrí abuso sexual por un grupo y que se vuelva a
repetir eso, y en mi hija, sí me dio muy duro... eso fue hace por ahí dos años. Mi hija tomó un
taxi en Medellín para subir al barrio donde ella vive, y el tipo se la llevó, fue en la tarde y se
la llevó, la embolató, la llevó a un lugar muy solitario y llegó a un lugar como un potrero
oscuro y ahí la estaban esperando otros tipos y abusaron sexualmente de ella. Ella quedó
como atontada ahí, no sé si le dieron algo, cuando ella logró volver en sí, ella corrió por ese
lugar oscuro y hasta salir como a un lugar donde pudo gritar, y ella dice que la recogió otro
taxi, otro taxi que iba pasando paró y le preguntó qué que le pasaba; y que si la llevaba a un
hospital y la llevó a un CAI de policía y ellos la llevaron a un hospital.

Entonces, mi hijo me avisó desde Medellín, porque él vivía en la casa de ella, que le habían
avisado que estaba en urgencias y que fuera yo a ver qué le había pasado. Y cuando yo fui,
ella estaba muy dolida y me abrazó y más me dolió cuando me dijo: "mamá por qué me
dejaron viva, porque no me mataron mejor, ahora me va a tocar toda la vida cargar con
esto”. Y yo no dije nada, simplemente nos abrazamos un rato, muchísimo rato, la suerte es
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que ella apenas dos meses antes había conocido mi historia, cuando yo le conté mi historia
ella me abrazó y lloró mucho y me dijo que me quería más que antes, entonces, igual a mí me
dolió muchísimo lo que pasó con ella, pero pudimos abrazarnos, estrechando los cuerpos, y
sentir que las dos habíamos vivido lo mismo y que yo podía entender; y la acompañé en todo
este proceso, la acompañé donde la psicóloga, donde le hacen todos esos exámenes y las
ponen a voltear, casi que nos dan el paseo institucional, que lo mandan a uno para medicina
legal, de allá lo mandan a otra institución, y empiezan.

Afortunadamente llame a M. del IPC y ella me puso en contacto con la institución “Vamos
Mujer” y nos envió una abogada que empezó a hacernos el acompañamiento y le pudieron
hacer todos los exámenes rápido, agilizar y luego inició una terapia con psicóloga; pero no
terminó, no quiso seguir yendo, se desanimó y me dijo que ella no quería ir a seguir repitiendo
lo mismo; que no quería seguir yendo a contar la historia. Yo no sé qué pasaría, porque a mí
me tocó en los abrazos un proceso donde sentí mucha confianza, y era con personas que
habían vivido lo mismo que yo viví, y era un espacio de confianza muy bonito. Siento que ella
de pronto necesita un espacio así para poder hablar tranquila, pienso que ella debería ir a los
abrazos; pero yo pienso que eso nace, o que llega el momento en que uno mismo busca, en la
vida se le presenta ese espacio, porque igual yo duré muchísimos años y de pronto se presentó
un espacio donde puede sacar toda la historia. De pronto a D. algún día también, igual yo le
hablo mucho, igual de pronto algún día se va acercar... ella admira mucho el trabajo que
hago, pero siento que todavía le falta leer mucho, algún día será...

A mí toda esta violencia me genera mucha impotencia, pero igual no me quitan las ganas de
seguir luchando, porque yo recibí mucha fuerza, muchísimo apoyo; y esa fortaleza me viene de
todos estos procesos donde me fortalecí. Siento que lo duro que he vivido en la vida me ha
servido para coger mucha más fortaleza y poder desahogar la rabia que tenía y liberarme de
los miedos y de la impotencia, y de todo eso, me transformó en una mujer fuerte para afrontar
lo que se va presentando. Siento que no me quedo escondida en un rincón paralizada, sino
que lucho por salir, por tocar puertas para ir saliendo de ahí. Y pienso que ya no me voy a
volver a caer, que igual voy a llorar y voy a sentir, igual cuando cuento la historia de lo de
mis hermanos se me quebranta la voz o lo que me ha tocado vivir a mí, pero ya no me
desbordo llorando, ni ya me aíslo por ahí escondida y muerta de miedo... Eso me ha hecho
más tranquila, yo siento que soy alguien que lucha mucho, que tiene que luchar para
sobrevivir, que tiene la fortaleza y muchísimo amor, porque yo todo lo hago con muchísimo
amor, y siento un gran amor y un gran respeto por la humanidad. No me gusta que traten a la
gente mal, me aterra.

Creo que soy una mujer resistente. Por eso yo pienso que nos tenemos que seguir uniendo las
víctimas y manifestándonos y seguir haciendo algo por visibilizar todo esto; igual nos
quedamos escondidos y paralizados y cada día es peor, no se termina... Entonces tenemos que
seguir haciendo cosas por visibilizar todo esto, seguir en este camino. En mi caso yo vivo
para mí misma y para la humanidad, porque es lo que yo aprendo, lo pongo al servicio de la
comunidad y con muchísimo amor, aunque no sea fácil sobrevivir en este país...

Yo sé que necesito, también, resolver mi situación económica, que mis hijos puedan estudiar
tranquilos, que no tengamos que sufrir por lo de la casa, porque a mí me toca llevar todos los
gastos de mi casa; y que yo pueda salir a hacer lo que me gusta, trabajar con las
comunidades, poder hacer lo que sé hacer, que lo hago con mucho amor y mucha entrega,
poder encontrarme con la gente, hacer los abrazos, los talleres de fortalecimiento, que haya
verdad, justicia y reparación, porque eso es lo que esperamos todas las víctimas del conflicto
armado y no repetición. Pero seguimos luchando para que sea una verdad de verdad y una
justicia con equidad; y para que no haya repetición. Por eso, se tiene que atender a toda esta
población golpeada por el conflicto armado, mientras no se atienda a las víctimas y no se
garanticen sus derechos vamos a seguir en las mismas...
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10.2. “¡Se iba aflojando ese nudo que teníamos dentro!”: La Historia de M.

10.2.1. Antes que llegara la violencia...

Antes que la violencia llegara a la vida de nosotros, la vida para mí era muy bonita y era
mejor vida que después de la guerra; de pronto yo por eso tuve varios hijos, porque no había
conocido la miseria hasta después de que la guerra nos atropelló... Esa vida era mejor porque
uno dependía de la tierra, de la finca, de la cosecha, del ganado, de todo lo que uno como
campesino tiene en su tierra. Bueno, entonces, mi esposo no salía a trabajar por fuera, con
nadie, sino que él trabajaba dentro de la finca y de ahí había el sustento para su familia.

La finca quedaba aquí en el municipio de Montería y la vereda se llama San Rafaelito. Ahí
era donde estaba ese patrimonio familiar de su mamá y de su papá. Donde nosotros vivíamos,
mi suegro dividió la finca de 50 hectáreas entre los hijos, pero mi esposo se quedó con los
papás, porque estaban ya mayores para administrar eso, y nosotros vivíamos allí con ellos.

En el momento en que nos pasó la tragedia teníamos siete hijos y yo tenía dos meses de
embarazo de E. Entonces la vida era distinta, en la comunidad donde estábamos había una
escuela, el terreno lo había donado mi suegro. Nosotros en la comunidad habíamos ayudado
entre todos a la construcción. Conformamos una junta de acción comunal y ahí hicimos
gestión y conseguimos para que hubiera cinco profesores. Para que el colegio estuviera bien
hecho se donaron las maderas para construirlo, hacíamos actividades y conseguimos, con el
Ministerio de Educación, para que en esa escuela hubiera un programa de escuela nueva;
para que los jóvenes tuvieran charlas, aprendieran también lo que tiene que ver con el campo,
para que le fueran cogiendo ese amor al campo, había días agropecuarios... Y era una cosa
bonita, hacíamos en el año una actividad grande, una actividad con carreras de caballos, con
esas actividades que se hacen en los pueblitos, en las veredas, así, bonitas... Estamos
hablando del año 86, era cuando ya eso estaba bien bonito.

En épocas de invierno no había como cruzar hasta San Rafaelito y conseguimos un recurso,
hicimos una primera actividad y se hizo una plata, con la que se hizo el puente. Había una
cooperativa donde había un negocio grande, todo eso liderado por nosotros, pero también por
la gente; en lo de la cooperativa yo no hice parte de esa junta, porque nosotros estábamos más
de lleno era con lo de la escuela, pero pertenecía toda la gente de la comunidad, porque ahí
venían, vendían y compraban de todo: víveres, lo que se necesitaba más en el campo.

En ese tiempo no era como que uno conociera la miseria o la preocupación, porque se tenía
con qué comprar el uniforme de los hijos, los zapatos, la ropa; porque uno tenía su
programación en el tiempo y tenía sus animales, por lo menos uno sabía las épocas en que
hacía su producción... también tenía su ahorro: sus terneros, tres o cuatro cerdos para vender
y solucionar las cosas en los momentos en que no había cosecha; y ya se solucionaban. Mi
esposo trabajaba con el banco agrario, él hacía sus préstamos para comprar ganado y de ahí
tenía también sus utilidades; tanto es así que él había hecho un préstamo y le tocaba pagar en
el mes de abril, entonces cómo había vendido unos animales, el préstamo lo pagó en los
primeros días de diciembre y luego nos pasó lo que nos pasó en diciembre, un 14 diciembre...

Después llegaron unos señores: la propuesta que ellos llevaban era de que se hicieran, se
crearan unas vigilancias por parte de personas que les pagaban para que vigilaran la región.
Entonces los pusieron a llevar esos documentos a las veredas para que la gente los firmara, si
estaba de acuerdo con eso, se trataba de algo más o menos como las Convivir 219. ¡Sí! Eran

219
Cooperativas de vigilancia rural, que camuflaron a los paramilitares durante varios años. Promovidas y desarrolladas
por Alvaro Uribe Vélez, gobernador de Antioquia en ese tiempo y que a la postre sería presidente de la República.
496
las Convivir, era eso, precisamente. Entonces, eso fue lo primero que llegó allá. Llegó como
una propuesta, y mucha gente lo veía de buena manera, pero otra gente no; yo no sé, pero,
algo a mí me decía que eso no iba a ser como bueno, porque si era el Estado el que debe
cumplir con la seguridad, esto debía ser como algo que está por fuera de eso. De todas
formas, la verdad en ese momento yo no lograba entender. Al final, eso fue lo que hicieron y...
Después ya se oía decir, que en tal parte ya tienen una gente para que cuiden las fincas, que
porque hay mucho cuatrero, que eran los que se robaban el ganado, que tal, que esto, que lo
otro; incluso allá, donde nosotros, también robaron ganado y decían que se lo comían por ahí.

Eso ya empezó así de mal. Luego, se oía decir que la guerrilla, que el EPL 220 estaba por ahí.
Se oía decir que la guerrilla pasó por la noche, que no se qué; entonces, según las primeras
matanzas que hubo de gente, como que fue la guerrilla, entonces los señores, los que tenían
sus tierras por ahí hacía rato, empezaron a vender, le vendieron a un señor Arturo Iguarán, un
guajiro, entonces, la gente se empezó a poner temerosa. Ese señor, el guajiro, empezó a
comprar todo alrededor, y resulta que había sido él, el que llevó a esos que cuidaban, que
debían de ser los mismos paramilitares, los que después se convirtieron en paramilitares.
Bueno, ya no era bonito, ya no era así, ya no vivíamos como con esa felicidad.

Después, un día, llegaron a comprarle la finca a mi suegro, le ofrecieron $500.000221por


hectárea, y él les dijo: "no se vende, porque de esto vivimos y si lo vendemos ¿para dónde nos
vamos? La finca no se vende". Bueno, nada más, porque no se puede decir que sufriéramos
más amenazas, más cosas; pero si empezó la gente a salir, empezaron a matar gente, empezó
la gente a irse. Mi esposo era de los que decían: “no estoy ni de un lado ni del otro, no debo
nada, estoy aquí trabajando, hago las cosas bien, no tengo problemas, no tenemos amenazas,
así que¿por qué me voy a ir?” Y cuando mataban a alguien decíamos: "por algo será". Hasta
que se escuchó el rumor... y se decía que en el mes de diciembre iban a acabar con todo esto,
con San Rafaelito, que lo iban a quemar. Mi esposo era como un hombre tan de creencias, o
sea, de confianza, que decía: “somos unas personas que no le hacemos mal a nadie, que nadie
nos debe y no le debemos a nadie; y por eso no nos pueden hacer nada”. Yo pienso que por
eso nos quedamos allí, como mucha gente. Por eso el día que llegaron como a las seis de la
mañana, que matando gente, que quemando, ese día, pues, ya para qué...

Entonces llegaron y fue enseguida matando la gente y quemando todas las casas. En mi casa
matan a los hombres que estaban allí, ¡todo eso que hubo fue tan horrible!... Nos queman la
casa, perdimos todo lo que teníamos: ¡Todo! ¡Todo lo que habíamos trabajado durante tantos
años, se redujo a cenizas en cuestión de segundos!... En ese hecho mataron a mi esposo, a un
hijo de él, a un hijo de un tío de mi esposo, y a un tío de mi esposo, a ellos los matan y los
queman. Mi esposo no se quemó, porque él cayó fuera, entonces, era ese cuadro desolador,
que no nos dejaron ni una sola casa, todas las habían quemado, hasta el establo donde
estaban los caballos, todas esas cinco casas y todo lo quemaron, no dejaron nada, nada...

Mis hijos pasaron un miedo espantoso, pasaron el día y la noche debajo de los árboles, y el
otro día también, la inclemencia del sol, sin comer, sin nada... fue algo que yo no quisiera que
le pasara a nadie, pero desgraciadamente sigue pasando todavía... y eso es lo que incomoda y
duele, que todavía sigue pasando. Y me quedó a mí el poco de peladitos y en embarazo de E.
¡Sin nada y sola!... Porque cuando la gente se casa, son dos, que comparten las cosas, pero
en el caso mío, pues, me tocó sola, y con varias personas a mi cargo. ¡Fácil no fue!

Después, llegar a acá, a Montería, desplazados. En un primer momento nos fuimos para la
otra finca, después de que yo ya los había enterrado a ellos en la misma finca. Llegó la
policía, pero sin ninguna disposición de hacer algo, así eran las cosas en ese tiempo; uno no

220
Ejército popular de liberación. Guerrilla que se desmovilizó en el año 1991, que tuvo su principal núcleo de
influencia en las zonas de Córdoba y Urabá.
221
200 Euros, aproximadamente
497
sabía nada de sus derechos, no exigía, porque cuando uno no tiene conocimiento de las cosas,
pues no exige sus derechos; entonces, yo en vista que esos muertos, ya quemados, no fueran a
ser enterrados, porque tenía temor que se los fueran a comer los animales, yo lo que dije fue
que: "vamos a cavar aquí, vamos a enterrarlos, porque se los van a comer los animales".

Y entonces, de ahí nos fuimos para la finca, que eran las 50 hectáreas que mis suegros les
habían repartido a los hijos, y cuando llegamos allá, donde vivían mis otros cuñados, porque
todos vivían allá; cuando llegamos allá, a los que estaban allá, les dio miedo y se fueron y nos
dejaron a nosotros solos ahí. Nosotros al ver eso, ¿imagínese usted qué nos dio? A mí casi no
me da miedo, a pesar de todo lo que habíamos vivido, casi no me da miedo, pero era como si
nosotros hubiéramos tenido una mala enfermedad, donde toda la gente se va huyéndole a uno,
como si tuviera algo, y uno se pregunta ¿y esto qué es?

Entonces dijimos: "bueno, vámonos de aquí ¿si todos los demás se fueron, nosotros qué
podemos hacer aquí? Vámonos para Montería". Y salimos en la mañana. A mí me quedó una
hija desnuda, sin nada que ponerle en el cuerpo, porque yo la había bañado, y cuando le iba a
buscar la ropa para vestirla, ya estábamos rodeados de estas personas y no me dejaron entrar
más a la pieza y la niña me quedó desnuda. Tuve que cubrirla con mi vestido para poderla
sacar y los demás, pues no... uno en el campo no va a amanecer vestido de gala, mantiene su
ropa para ir al trabajo, pero está vestido para dormir en un clima caliente como éste. Los
pelados estaban pajareando222 un arroz, los otros dos buscando las vacas para ordeñar;
entonces todo el mundo quedó con lo que tenía encima, no teníamos nada.

Como no teníamos nada, éramos así nada más nosotros, salimos a la carretera, y un señor
amigo mío me dijo: "¿M. usted para dónde va?", Yo dije: "inicialmente voy para Montería",
pero no teníamos una moneda... ni mi suegro... ni yo, ni ninguno de nosotros... entonces ese
señor nos dijo que nos llevaba y que no nos cobraba nada. Y entonces nos vinimos para acá,
para Montería, donde una hija de mi esposo. Ella vivía acá en Montería, y los suegros de ella
nos dijeron que nos iban a dar una posada hasta que nosotros pudiéramos restablecernos de
alguna manera... y así fue como nos vinimos para Montería. Eso fue en el año 88. Llegamos a
esta ciudad con la inclemencia de que el desplazado en esos momentos no se atrevía a decir
que era desplazado ni era nada, porque eso era que la otra gente le huía, era espantoso, no es
como ahora que una familia desplazada ya tiene quien los oriente y les puede decir: "vengan
acá, vamos aquí y uno mismo puede buscar ayudas".

10.2.2. Afrontamiento y resistencia: los primeros años...

No fue fácil, porque en el mes de diciembre llovía mucho, en esos momentos llovía mucho, y
era una casa de Palma, con piso de tierra, pero el agua entraba por debajo y por arriba, no
teníamos donde dormir ni nada, entonces era como tener un techo, pero, al mismo tiempo no
tenerlo. Los grandes cargaban a los más pequeños, yo cargaba hasta dos pequeños, y nos
tocaba quedarnos parados hasta que el agua pasara, luego barrer ese lodo, tirar unos
cartones, para que luego mis hijos se pudieran recostar allí... ¡Horrible, horrible todo eso!

Yo misma con los años tuve una casita de Palma que la convertí en una casita para recibir
familias desplazadas, una vez 15 familias desplazadas se metieron ahí en esa casita; en la
noche no había como pasar uno, porque eso era un poco de gente ahí. Porque yo sí sabía lo
que era ser desplazado, entonces, con esa casita quise tener la oportunidad de poder ayudar a
otros, a otra gente. En el caso mío, no fue así, fue más duro porque uno tenía miedo, no se
atrevía a decir que era desplazado, no había nada de esas cosas, uno no podía aparecer.

222
Espantar a los pájaros para que no se coman el arroz, se suele hacer en la madrugada y al atardecer.
498
En esos momentos para poder seguir adelante y no quedarnos postrados, creo que me ayudó
la fuerza de luchar por una sobrevivencia. Por ejemplo, en el caso mío, al darme cuenta que
me habían dejado viva, y que me habían hecho ese mal para acabarme, al verme viva yo dije
que no me iban a acabar y que ese mal no me iba a destruir: "yo no me voy a dejar destruir
fácilmente, por algo he seguido viva, no me voy a dejar caer, porque tengo que sostener a mis
hijos, tengo que apoyarlos". Yo creo que esa fuerza, ese deseo de no dejar que ese mal me
aplastara, fue lo que me dio la fuerza de buscar trabajo, de hacer, de lavar ropa, de mis hijos
botar basura, de mi hija de 15 años y J. de 12 años se fueran para una finca, porque él sabía
ya cómo ordeñar, cómo limpiar los animales, se lo llevaron para una finca, para luchar por
los demás... Y encima de eso, no estábamos solos, porque estaba también mi suegra y mi
suegro y un hermano sordomudo de ellos. Pero luego, a los dos meses, ya vinieron sus hijos y
se los llevaron, se llevaron a sus papás.

Yo no recibí solamente la inclemencia de la guerra, sino que también recibí la inclemencia de


la familia de mis hijos, puesto que si nosotros vivíamos allí, yo creo que teníamos el derecho a
algo de lo que había; allí perdimos todo lo que habíamos trabajado durante todos los años
que habíamos vivido casados,lo que habíamos construido por tantos años, todo eso lo
perdimos allí. Y, sin embargo, luego ellos, la familia de mi esposo, venden esa finca a
$100.000223 por hectárea, o sea, en comparación a lo que nos habían llegado a ofrecer,
$500.000 por hectárea, era una pérdida enorme. Pero bueno, la tuvieron que vender, porque
esa gente imponía esas condiciones y así se apropiaron de la tierra de muchos, ¡sí! Está bien,
se perdió todo eso. Pero algo les dieron por esa finca, yo creo que lo más lógico era que ellos
dijeran: "vamos a darle la parte que le correspondería a A., vamos a dárselo a M. que tiene
ese poco de pelados"; pero no fue así.

Me dijeron a mí que dijo mi suegro que él no me podía dar nada porque yo después me iba a
comer eso y que iba a dejar a los nietos en la calle. Él dijo eso porque, supuestamente, yo
todavía estaba joven, y que de pronto me iba a buscar otro marido y a dejar los nietos en la
calle. Y yo dije: "¿el señor V. dijo eso?"; Me dijeron: "sí, dijo eso"... y yo dije: "yo creo que el
señor V. se va a tener que tragar esas palabras, porque si el hijo, de pronto, me hubiera
encontrado por ahí en la calle o alguna cosa, de pronto podría decir eso; pero yo creo que el
hijo de él me sacó a mí de una casa, de donde salí para una Iglesia, de la que salí con él. Así
que él va a tener que tragarse sus palabras, porque esa no es la idea para mí".

A pesar de que yo tenía 33 años, y tenía una responsabilidad muy grande que eran mis ocho
hijos, porque ya estaba E., a pesar de eso que me hace la guerra, de lo que me hace la familia
de mis hijos, puedo decir que todo eso me dio más fuerza, me sentí con más fuerza; porque
entonces yo dije... pensé que ésa era una estrategia de ellos (de la familia de mi esposo). Con
lo que vendieron allá, compraron en otra parte, y se fueron para allá; ellos, yo creo que lo que
dijeron fue: “bueno, M. como no la vamos a ayudar ni a apoyar, ella tiene que buscar y se
tiene que venir para acá con sus hijos, para donde nosotros”. ¿Con qué fin? Con el fin de que
fueran a tener ahí una “empleada gratuita”. Porque, por lo menos, yo antes era la enfermera,
era la que estaba pendiente de todas las cosas, incluso de llevar el manejo de las cuentas, los
insumos: que tal día llegó tal mandado, que cómo están los pastos, que tal día se llevaron un
ternero, que la vaca estuvo con el cloro... Entonces era que yo tenía esa responsabilidad; a
pesar de que nunca fui a ningún plantel educativo, ni nada de eso. Así que ellos pensaron que
si no me ayudaban, no me apoyaban, yo necesariamente me iba a ir para vivir con ellos.

Pero se equivocaron y qué bueno que se equivocaran... ¡Sí! ¡Qué bueno! Porque de esa
manera yo busqué salir adelante, sin la ayuda de ellos, y le doy gracias a Dios porque
pudimos salir adelante sin la ayuda de ellos, pero, eso a mí no me generó rencor. Más
adelante, y en estos momentos yo siento que los he ayudado, y en lo que está en mí ayudarlos,

223
40 Euros aproximadamente
499
los ayudo; no, no tengo ningún resentimiento, al contrario, les agradezco que tuvieran esa
actitud conmigo, porque por eso fui independiente y pude formarme como lo que soy hoy en
día. Y eso lo logré, lo logré con esa entereza de lucha... y la constancia del trabajo.

Mi hija, la de 15 años, no soportó las condiciones de vida que teníamos aquí, y se fue con una
familia para Venezuela y quedé yo con los otros hijos. Ella allá el primer año luchó, pero no
me pudo mandar nada. Sin embargo, ya el segundo año, ella ya era enfermera, ya trabajaba y
decidió seguir aportando a la lucha para la sobrevivencia de sus hermanitos; mi hija ha sido
de mucha bendición. J. a los 12 años se tuvo que convertir en un hombre, con toda esa
responsabilidad, porque no era fácil a esa edad. Yo ya sabía que estaba sola, que no podía
contar con nadie: la familia mía por allá en Apartadó, otra en Valencia, en zona de candela,
toda mi familia por parte de madre; yo no podía ir para donde ellos, sin embargo, mi mamá
se llevó dos de mis hijos, más grandecitos, los tuvo un año y me ayudó por ese año. Porque al
año ella también es desplazada, pero ya yo tenía una casa de palma en un barrio, de estos que
todavía llaman subnormales, no sé por qué los llaman así, por qué ese calificativo.

La historia de cómo compré la casa es muy bella: mi esposo tenía un caballo que era de esos
que corrían en las plazas, y un señor se lo había llevado para cuidarlo allá y después que nos
pasó la tragedia, como a los seis meses él me buscó, porque a los seis meses nació E. Cada día
yo pensaba cómo iba a pagar un arriendo, porque tenía temor de seguir molestando en una
casa ajena. Pero no sabía cómo iba a ganar yo para pagar un arriendo. En ese tiempo se
pagaba $7500 por una casa, que tenía piso, y era para estar en el piso, para dormir en el piso,
porque no teníamos nada más. Entonces, un día cualquiera, una señora me dijo: "mire por
aquí están preguntando por usted", y yo dije: ¿quién será...? Y yo cuando vi al hombre,
inmediatamente me acordé del caballo, porque durante ese tiempo anterior ese caballo a mi
mente no había llegado. El me dijo que me estaba buscando porque había vendido el caballo
por $300.000. Yo le dije al señor que me diera la plata, porque yo para qué el caballo, si ese
caballo lo hacía perdido. Él me dijo: "yo no le voy a cobrar nada, eso es para usted, usted
sabrá que hacer". Yo cogí mi platica, la empuñé en la mano, y dije: "me voy a comprar una
casita enseguida". Y fue así como fui al barrio San Cristóbal, que se estaba formando, y me
compré un lote de siete de ancho por 10 de largo, que tenía una casita de palma, pero yo la vi
como un palacio, espectacular; la casa no tenía un baño y la señora me la dejó por $270.000,
me quedaban $30.000. Con eso hice el baño, y guardé $3.000 para cuando fuera a nacer E.

Yo tuve en el camino muchos apoyos, encontré una familia maravillosa, una señora que era la
que dirigía una iglesia evangélica, que se conmovió con ese sufrimiento mío, la hija de ellos
tenía un hogar de bienestar, y me recibió a todos mis hijos, para que ellos fueran a tomar allá
una colada en la mañana y después el almuerzo, y al mismo tiempo me daban trabajo a mí ahí,
de lavar y planchar. Esa señora fue de una bendición tan grande para mí, que cuando ya
teníamos casa, no teníamos cama, no teníamos nada, entonces, yo no sé ella cómo... ella como
que hizo una campaña para conseguirme, por lo menos, una camita.

Cuando al mes de estar en esa casita, nace E. Yo había guardado la plata para ir al médico,
para pagar una carrera y toda esa cosa; pero como ya yo sabía tanto de partos, yo dije: "esa
plata sirve para que mis hijos, siquiera los tres primeros días, mientras yo no podía, porque
estaba recién parida”; porque yo tenía una batea fija, donde lavaba quincenalmente y me
pagaban, entonces, hasta que yo pudiera lavar y planchar esa ropa, con eso, yo dije: “yo no
voy para ninguna parte, yo aquí, yo misma me atiendo mi parto", bueno y así fue. Y E. nació
en la casa y yo me atendí mi propio parto; pero después me dio... después de que ya E. estaba
nacida y ya estaba como todo bien, me atacó algo que fue, que empecé a llorar y llorar, la
mente mía, ni nada, ni nada me impedía parar de llorar y ya me querían llevar para donde el
médico... pero bueno, se me pasó todo eso; y así pude tener esa casa.

500
Entonces, ya estando en esa casa, trabajaba lavando ropa, recibía la ayuda de mi hija desde
Caracas, J. trabajando en la finca, todos aportábamos y logramos sobrevivir. En ese barrio
todo era difícil: no había agua, no había luz, no había nada, no había colegio por ahí
cerquita, todavía. Entonces, como que se me prendió la llamita de trabajar para que hubiera
algo en el barrio, o de que los pelados tuvieran escuela por ahí cerca; y dijimos con otras
mujeres: "vamos a hacer una junta de acción comunal, aquí no hay, pero yo sé dónde son las
cosas, vamos allá, hacemos las vueltas, nos organizamos y la hacemos". Las mujeres nos
reunimos en el barrio San Cristóbal, y buscamos a un hombre para que fuera el presidente de
la junta. Hoy me da risa porque, buscamos a un hombre para que fuera el presidente, pero el
trabajo todo lo hacíamos nosotras, y él era nada más para que fuera el presidente de la junta.
En ese tiempo, haciendo gestión política, hicimos marcha de bloques, y todo eso, y se logró
conformar una escuela, en el barrio “El Alivio”, ahí cerca; y empezamos a trabajar para que
ahí estuviera, para que los hijos nuestros fueran ahí y no fueran lejos, expuestos al peligro.
Después empezamos, porque no había agua, no había luz, a trabajar por el agua, por la luz, y
en la junta, yo era la fiscal de la junta, porque, o sea, como no había ido al colegio ni nada de
eso, a mí me daba miedo de coger otro cargo, pero luego, pues, nosotras estuvimos en el
primer período, con el hombre ahí; pero después, va por fuera, fuera el hombre.

Más adelante, también empiezan los problemas, el orden público, y también las
organizaciones que trabajaban con gente, entonces ahí conocí yo una organización que se
llamaba Revivir, a la que acabó la guerra, creo que es poco lo que queda, conocí a esa
organización, hice parte de esa organización; y en esa organización conocí a la corporación
María Cano, que estuve con ellos, conozco a Benposta, después a Prodesal. Yo creo que ahí
fue que me di cuenta que yo era líder, me nace como la idea de luchar, pero también la
violencia siguió golpeando: mi familia se vino desplazada, llegaron a mi casa, porque yo ya
estaba en Montería, se vinieron todos desplazados, mis hermanas, mi mamá con mi padrastro.
Bueno, entonces, ya mi mamá queda como posesionada en la casa, ella queda como siendo la
señora de la casa, y los demás... pues a trabajar fuera para buscar el sustento para la casa.

Entonces, es así como mi mamá los primeros años, estas niñas pequeñas, estuvieron más cerca
de ella, con mi mamá, que conmigo, que apenas nos veíamos era en la noche, porque yo
estaba trabajando. No era fácil, ellos no tenían trabajo, la que conocían era a mí, pero mis
hijos iban estudiando allí, iban estudiando la primaria, todos estudiaron en “El Alivio”, todos
estudiaron allí la primaria. Luego ya vienen las ONG de afuera, acá a Montería y ya se crea
una organización grande, interinstitucional de varias organizaciones, que era dirigida en esos
momentos por F. del CINEP. Era del CINEP, o de Consejería en Proyectos, toda esta gente;
entonces empiezan las ONG a trabajar con familias desplazadas, porque eso fue ya en los 90,
que ya se empieza ese proceso, con las familias desplazadas y ya empezamos también; ya yo
trabajaba en Prodesal, había conseguido primero en María Cano de hacer un aseo, ya me
conocían las organizaciones y ya era menos duro que en un inicio para mí; pero yo no había
dejado el trabajo en el barrio, de inyectar, de coger puntos, ya me pagaban.

Para que me dieran el carnet a mí, yo tenía que hacer un curso de gestora social y para eso
tenía que tener un cartón de quinto de primaria, entonces, estudié aquí en el colegio del barrio
Robinson Pitalúa. En ese entonces valía la primaria, cuando me hicieron el examen, me
dejaron en cuarto de primaria, y en un año validé el quinto de primaria. Y ya con el cartón,
¡sí! Vengan las capacitaciones. Ya empecé mis capacitaciones, y también me empezó a ir
mejor, porque si iba a cuidar un paciente, ya ganaba más platica; pero, yo seguía trabajando
con la comunidad, porque atendía partos ligeros, porque aquí en el mismo Montería, parece
que fuera una cosa que no es de la realidad, pero así es, atendí muchos partos, a muchas
familias, a las mujeres que no tenían con qué ir donde un médico, con qué ir al hospital, yo
atendía sus partos sin ganar plata claro está, apenas por el servicio a la gente, todo eso.

501
Todo eso me fue fortaleciendo, a mí como persona y creo que fue fortaleciendo mi liderazgo
también; la mayoría de las personas me distinguían, me tenían confianza, una comunidad con
tantos problemas y necesidades, la mayoría de la gente era desplazada. Uno se convierte en
el médico, en el psicólogo, yo digo en el todero, que todo lo trata, porque uno trata de ayudar
lo máximo a las personas, con todo el cariño, con todas las ganas, porque el que lo ha vivido,
es el que lo sabe. Entonces, como yo no quería que las otras personas pasaran por donde
pasé yo, porque era muy duro, pues yo trataba, al máximo, de ayudar y eso fue lo que hice.

Luego en el 96, ya me meto en el cuento de la vaca loca de aspirar nuevamente al campo y a


tierra, porque soy campesina; y ya tenía una preocupación junto con las otras mujeres que
veníamos acá en proceso, entonces, ya tenía la preocupación de que las mujeres teníamos a
los hijos y no teníamos plata para el bachillerato. Nos empezó a dar miedo de que los hijos
nuestros se fueran a meter en pandillas o cosas por el estilo, entonces, pensamos que nos
deberíamos ir para el campo, y empezamos a hacer propuestas para el campo. Fue así como
surge el programa de las “Mujeres del Valle Encantado”, mujeres campesinas, jefas de hogar,
viudas, todo eso. Empezamos a hacer, con el apoyo de la corporación María Cano y el
Incora, una propuesta; y nos capacitaron, nos dijeron que como mujeres podíamos tener
derecho a tierra. Porque primero nosotros no aparecíamos en las escrituras, ni en los títulos
ni nada de esas cosas, porque eran de los esposos, de los hombres; ahí es que nosotros ya
empezamos a liderar este programa y fue así como conseguimos una finca con el INCODER
de 128 hectáreas. El Estado nos pagó el 70%, y nosotras quedamos debiendo el 30%, la lucha
de nosotras hasta el día de hoy es porque no tenemos el título, somos dueñas, aparecemos en
instrumentos públicos, y tenemos y aparecemos en la escritura, pero tenemos esa deuda.

Negociamos la tierra, nos vamos al campo, nuevos retos, no fue fácil, los paramilitares ahí al
lado haciéndonos ofertas, diciéndonos que los apoyemos, y nosotros diciendo que no
queremos nada con ningún grupo armado, porque no compartimos la guerra; yo no comparto
la guerra de ningún lado que venga, las mujeres decidimos por la paz y empezamos ahí, como
que a crear nuestro propio imperio, se puede decir, lejos de esa conexión con estas personas.
No fue fácil, porque mientras nosotros teníamos hambre, ellos intentaban ir donde nosotras
con dádivas, como lo hacían en otros pueblos y caseríos, con mercados; nos iban a decir, a
comprarnos con eso. Y nosotras, las mujeres del Valle Encantado, les decíamos: "señores, no
nos den mercado, venimos de Montería, y allá nos dieron unos mercados", cuando había
incluso mujeres que no tenían siquiera sal para hacer un aguasal. Pero tenían en su corazón
aún vivo el dolor de haber recibido de manos de esta gente la desdicha de haber perdido a sus
hijos, su esposo, seres queridos. Y eso nos dio la fuerza para decirles a estas personas: ¡No!

Intentaron varias veces hacerlo, sin lograrlo. Una vez se llevaron a nuestros hijos, nosotras
fuimos y se los quitamos a ellos; cogieron a los hombres, los encerraron, como en una cárcel,
en una casa y fuimos y se los quitamos ahí. Nosotras tuvimos que usar varias estrategias para
poder enfrentarlos; porque ellos tenían estrategias para ejercer control en la región y
buscaban las maneras de controlarnos. Una vez ellos fueron cuando íbamos a hacer una
reunión que era para capacitarnos, veíamos era al hombre armado ahí, que quería hacer
parte de la reunión y poder decir: "yo..."; y las demás esperaban que yo llevara la vocería, y
entonces poderle decir: "mire señor ¿qué se le ofrece?"; Y me decía: "no, que queremos
hablar con ustedes"... y yo les decía: "nos da mucha pena, pero estamos aquí en una reunión,
estamos aquí trabajando, en unas capacitaciones aquí sobre modistería, sobre música, lo que
fuera, y tenemos que continuar. Nos sentimos intimidadas porque está usted con un arma en la
mano, no podemos trabajar así, le agradecemos, pero o se va o deja el arma, porque no
podemos trabajar; además, creo que lo que estamos tratando aquí no es de su incumbencia...".
Y entonces decía: "¡Ah no! Señora disculpe, queremos decirles que pueden contar con
nosotros". Y yo le decía: "sí señor, lo sabemos, pero queremos que se vaya".

502
Yo recuerdo que una vez estábamos en una reunión, resolviendo un problema allí de una
paternidad, y entonces esos grupos, dentro de las comunidades querían reemplazar al Estado,
a las instituciones estatales, querían ser jueces de familia, adjudicar la custodia de un hijo al
que ellos querían, y además realizar un control sobre el comportamiento de la gente; entonces
fueron y se nos metieron a la reunión y empezaron a decirle a los jóvenes: "usted tiene el pelo
muy largo, lo vamos a peluquear". Entonces, los jóvenes de la comunidad, que ya vienen con
unos traumas propios de los que deja la guerra, les dio mucha rabia y tenían machetes,
entonces cuando el hombre con el fusil, porque estaban identificados como AUC, y estaban
ahí, se aproxima a ellos y yo veo cuando los pelados con el machete, porque iban, iban... el
momento en que el tipo les fuera a cortar el pelo, iban a reaccionar.

En ese momento salgo yo, lo recuerdo bien, y le digo al tipo: "oiga, un momento yo me
imagino que esa lucha que ustedes tienen es porque quieren llegar al poder y yo lo que les
quiero decir es que de esta manera ustedes no consiguen los favores de la gente, la gente no
los va apoyar ni va a votar por ustedes. Además, yo se que ustedes no son contrarios ni al
Estado ni al régimen, ustedes no son rebeldes como los del monte, los rebeldes son las FARC,
ustedes supuestamente apoyan al gobierno, y me acuerdo que la constitución del 91 dice que
la gente tiene el derecho de llevar el pelo como quiera, cuando dice que uno tiene el libre
derecho de desarrollar su personalidad..."; y el tipo quedó desarmado... y me preguntó:
"¿usted es abogada?" Porque en todo este proceso de formación yo he aprendido hasta de la
constitución y el tipo quedó como chiflado pensando que yo era abogada; entonces, le dije:
"no, yo soy una ciudadana que conoce las normas del país". Y el tipo quedó desvirolado 224, el
comandante ya le dijo que dejara a los pelados quietos...

10.2.3. El papel de la memoria: reconstrucción de tejido social y resistencia...

Cuando fueron los del grupo memoria histórica de la CNRR, nos dijeron que eso era
resistencia, mi hija E., que ya creció, es gestora de memoria histórica, algo que ha promovido
la CNRR, el Comité de memoria histórica. Ese grupo está buscando reconstruir la memoria
histórica del país, los hechos violentos. Entonces conformamos un grupo de memoria
histórica allá en la comunidad. Pero, yo creo que la comunidad venía haciendo procesos de
reconstrucción de memoria por sí sola, pero sin saber qué era eso, lo estaba haciendo desde
antes. Entonces ellos han valorado el proceso que hemos traído y lo han querido documentar.

Las mujeres que estamos a la cabeza del grupo, de la finca del Valle Encantado, porque ahí se
cambian los papeles, mandamos las mujeres, empezamos desde mucho antes ese proceso de
transmisión de memoria: entonces ya están las niñas, las mujeres jóvenes, las mujeres
empiezan a capacitarse, y empezamos a tomar conciencia de cómo estar, de cómo interactuar
en medio de la finca y los hombres están en la cocina, y las mujeres se están capacitando. Eso
ha sido muy difícil porque en muchos otros lugares cercanos, en otras comunidades a nuestros
hombres los han criticado mucho; porque las mujeres han salido de la cocina, y nos estamos
llevando a las niñas para que también se capaciten y reciban conocimiento, en todo el tema de
liderazgo. Entonces los hombres han empezado a ocupar otros espacios en la casa como
lavar, planchar, hacer de comer y cosas así; entonces, mucha gente de otros lados decía. "ay,
pero esos hombres son como”, -no sé, expresiones feas- “ahí, en ese gallinero mandan las
gallinas, canta es la gallina...", y veían eso como una cosa horrible; todavía pensando en que
el hombre es el papá, que está por allá arriba, eso que llaman el patriarcado.

Aquí ya no es así. La gente le puso a la finca el nombre popular de Las Viudas y decían: "ésas
son las viudas, porque ahí mandan son ellas, y ahí se hace lo que esas mujeres digan".
Entonces, cuando se iba a crear la cooperativa, se reunió toda la comunidad, iban también los
hombres, al final se creó y todos y todas tenemos los mismos derechos a voz y a voto, pero

224
Confundido.
503
somos muchas más mujeres. Para todo problema o situación, ahí se discuten todas las cosas,
por ejemplo: para crear una marca que identifique nuestras vacas, las mujeres dijimos que
tenía que ser una mujer y los hombres se pusieron bravos, que eso tenía que ser un sombrero,
y se fueron para una casa, hicieron una protesta, se rebelaron, se metieron a una casa e
hicieron esa protesta diciendo: "si no hacen lo que nosotros digamos, entonces no volvemos a
la casa". Y las mujeres hicimos un consenso, porque, a final de cuentas era la decisión de
nosotras la que definía el proceso; entonces, se decidió una mujercita, se aprobó el hierro que
iba a marcar el ganado, mejor dicho, la propuesta se aprobó.

Y los hombres se metieron en esa casa, que era de palma, pero que estaba aquí y esa noche les
cayó un aguacero y nadie los fue a buscar, les cayó; y ahí un señor de la comunidad, que se
llama el señor Tito, que es muy creyente, es un pastor, y todo el día con sus frases de Biblia,
de cajón: "que la mujer salió de la costilla del hombre, que no sé qué". Las mujeres siempre
nos defendíamos de ese tipo de cosas y les enseñamos a nuestras hijas, sobre todo a las más
pequeñas a ir creando esa postura en la defensa de ese tipo de cosas. Y el proceso de
reconstrucción de memoria que hemos hecho de nuestra comunidad rescató eso, nos permitió
reconocer ese proceso; porque creo que es muy importante que las mujeres, aunque nos dicen
que somos unas matronas, le fuéramos diciendo a las mujeres más pequeñas, a las niñas, una
nueva forma para que la violencia y todo lo que nos ha pasado a nosotras no las atropelle a
ellas. Les decíamos: "ustedes tienen que encaminarse de este modo, sin dejar de lado que los
hombres también tienen derechos...". Pero al final el proceso que se creó era de las mujeres,
con enfoque de las mujeres, y para las mujeres. Nosotras no queríamos perder ese hilo, que
fue muy importante para nuestro proceso y lo trajimos a la reconstrucción de la memoria.

En otro hecho de reconstrucción de memoria, las mujeres les enseñamos a nuestras hijas y a
nuestros hijos a hacer círculos para contar historias, como nuestros antepasados; entonces
prendíamos una luz, una fogata, porque cuando empezamos a ir a la finca, al principio ahí no
había nada y todo era en rastrojos, y todo era muy feo, y en una misma casa que la llamaban:
“La Mayoría”, ahí nos metimos todas las 15 familias y estábamos ahí todos y no cabía un
alfiler. Todos contra todos y todas contra todas, los muchachitos y las muchachitas lloraban,
había gente de muchas partes de Colombia, de la Guajira, algunos hablaban lenguas
indígenas, gente del Chocó, de muchas regiones y de caracteres muy, muy diferentes. En ese
tiempo había muchos choques porque estábamos viviendo en esa misma casita.

Después nos organizamos en otras casitas de a cuatro familias, y cada uno se podía organizar
como podía. Las mujeres pensamos que la única manera de dispersar ese ambiente para que
no hubiera tanta tensión, fue haciendo por las noches, estos círculos para que nos
encontráramos a pesar de las diferencias, era una forma de relajarnos, y estar más juntos; de
podernos conocer, podernos integrar y poder estar mejor los unos con los otros. Por eso,
armamos las fogatas para contar historias, con la fogata espantábamos los mosquitos, porque
había la mosquitera que tú quieras. En el medio, ahí el humito, y el resto éramos contando
historias, de lo que cada uno quisiera. Otros si querían, podían ir anotando o escribiendo,
otra gente podía ir escribiendo, ya algunos de nuestros hijos tenían la capacidad de escribir
más desarrollada, mi E., que está aquí ya tiene varios escritos, algunos se los han publicado, y
algunos ahí, como ella, creo que fue ahí donde adquirieron la capacidad de escribir.

Pero también otros, empezaron a hacer música, entonces con el apoyo del SENA, los jóvenes
empezaron a buscar otras formas de desarrollar sus habilidades artísticas, al que le gustaba
bailar, les buscamos personas que los capacitaran; entonces se armaron grupos de danza. A
otros les gustaba la música, tocar, entonces se pusieron a montar un grupo de pitos y
tambores y les buscamos también la capacitación; bueno y así, entonces se creó un grupo de
danza y otro de pitos y tambores con los jóvenes, porque eran muchos. Pero también se
crearon grupos con los niños y les enseñaban manualidades, y a otros les gustaba el deporte,

504
el fútbol, entonces fuimos creando un equipo, hicimos torneos donde invitamos a las
comunidades vecinas, torneos para jugar micro fútbol y cosas así.

También en esto de hacer memoria quiero rescatar las marchas que hacíamos las mujeres
para hacer resistencia, porque allá no hay agua, y cuando se seca todo, cuando ya los veranos
son tan fuertes, había que salir a buscarla muy lejos, y entonces empezamos a luchar por el
agua, y entonces hicimos una marcha caminando hasta el casco urbano del corregimiento, que
son como 14,5 km. Y eso para caminar, con esa calentura, se gasta mucho tiempo. Nos
íbamos todas, y las comunidades vecinas se nos unían, íbamos hasta allá, en ese transcurrir,
cuando escaseaba el agua, también se dificultaba conseguir los alimentos, entonces se nos
unían. También celebramos el día del campesino, ese día hacíamos todo tipo de actividades;
para ese día el que sabía poesía recitaba, los de los pitos y tambores a tocar, los que sabían
bailar, el mapalé y otras cosas, ese día lo bailaban, así todos preparaban un número.

Todas esas experiencias y trabajos de memoria yo pensaba, y ahora estoy segura, que en
determinados momentos sirvieron para sanar un poco el espíritu, porque había gente que en
talleres que hacíamos, inventados por nosotras mismas, había gente que lloraba mucho,
porque era muy doloroso para la gente contar las historias de guerra, de dolor, que era como
los ejercicios que más hacíamos, donde la gente lloraba mucho. Entonces, la gente, al
principio, las primeras veces que hablaban del tema, la gente estaba renuente y miraba raro, y
no querían hablar; la segunda vez iban y lloraban mucho, la tercera vez se soltaban un
poquito más. Era como un nudo así muy apretado, pero que cada vez, y en la medida en que
íbamos a compartir esos espacios, cada vez se iba aflojando un poquito más. Creo que en eso
se basaba eso que hacíamos: ¡se iba aflojando ese nudo que teníamos dentro!

También en las actividades de los muchachos, ellos armaron un grupo de teatro y contaban
sus historias a través de ese grupo. No era que fuera un grupo especializado, sino que era una
actividad que veíamos que era importante para que ellos también contaran lo que les había
pasado: la quema de la casa, los matones, no sé qué... y luego hacían las presentaciones en la
comunidad. Luego los empezaron a invitar a otros sitios y cuando terminaban las primeras
veces, en esos sitios, cuando representaban esos dramas, o esas obras, la gente terminaba
llorando, el público, pero también los muchachos que lo representaba allí en el escenario.

Yo veía que muchos de ellos se metían de corazón en el papel que estaban actuando, porque
les tocaba sus vidas y una vez, un muchacho, que estaba en eso de la actuación, estaba
ahorcando a otra persona, pero estaba tan lleno de rabia, que se le olvidó que estaba
actuando; y en ese momento asume el papel del victimario y tomó el rol del victimario y estaba
ahorcando realmente al otro y todo el grupo de los muchachos se tuvo que tirar encima para
quitárselo... y después se echó a llorar... después hemos ido entendiendo la dinámica de todo
eso que estaba pasando... Al principio pensamos que era muy bueno que ellos simplemente
actuaran, pero como representaban sus propias historias, muchas veces se metían en su
propio papel y el que era la víctima, era la víctima, en realidad era como si no actuaran, sino
como que reprodujeran lo que habían vivido, y eso es grande, pero grave...

Entonces la gente al principio no hablaba y después empezó a hablar, empezó a sacar lo que
tenía dentro, con estas dinámicas, con esto que se hacía, empezó la gente a soltar. Y eso nos
sirvió para que creáramos fortaleza y para que hiciéramos aún más resistencia, para eso nos
sirvió, fue mucho lo que nos sirvió eso. Porque a medida que íbamos recordando, también nos
iba dando la fuerza que necesitábamos para luchar con todas las adversidades que teníamos.
Queríamos construir un mundo distinto, en el cual pensábamos que eso que habíamos vivido
no se debería volver a repetir, y yo siento que eso ha servido, hasta hoy siento que ha servido;
porque lo jóvenes han aprendido a valorarse, saben que no participarán de la guerra, porque
la guerra nos hizo daño, saben que no podemos hacer alianzas con ningún grupo armado...

505
Y quizás saben que la lucha por la sobrevivencia es constante, pero que si estamos en una
lucha, yo puedo decir que es una lucha sana, peleando siempre la buena batalla, porque es el
día a día; pero no como lo hacen la mayoría de las comunidades pobres, que se van es a
trabajar y a ponerse bajo la tutela de los grupos armados, que raspar coca, que con los
paramilitares, incluso con lo de los falsos positivos. A muchos, también, los engañaron
diciéndoles: "di que tú eras de tal bando y te vas a desmovilizar para que te ganes una
plata"... y eso fue un problema; porque eran jóvenes que nunca habían tenido un arma en las
manos, no sabían nada de eso... Y hoy están en graves problemas, pero ¿por qué se dio eso?
Porque no tenían el conocimiento que dan las vivencias, hacer memoria, porque si bien E., mi
hija, y otros muchachos y muchachas, no vieron en físico lo que nos pasó allá, diario nosotros
sí nos fuimos recordando, se los fuimos recordando. En el caso de mi familia diario se ha
hablado de eso... Eso jamás lo hemos puesto en la cueva del olvido.

Puedo asegurar que a mucha gente esta memoria que hicimos durante esos años, le sirvió
para sanarse y mucho más. ¡No se imaginan cuánto! Claro que hay gente que necesita
psicólogo, un trabajo más técnico, con más profesionalismo, porque hay algunos casos de
casos. Pero digamos que a la gente, a la gran mayoría, sí le sirvió muchísimo, hubo mejoría
en muchísimas cosas... Yo tengo un hijo, que un día despertó: "voy a matar a los que mataron
a mi papá", entonces se le metía eso, a veces así despertaba, como que tenía la pesadilla y
salía diciendo eso dormido. Entonces, cuando pudimos hablar, y las iglesias nos colaboraron,
porque también se hacían cultos de oración, que se llamaba de liberación del espíritu,
entonces se cantaba, se bailaba y se reprendía al mal espíritu; pero también habían charlas
donde permitían que las personas contaran lo que les había pasado. Siempre había gente con
problemas de insomnio, y con muchas pesadillas, yo recuerdo eso en mis hijos, despertar con
esas pesadillas, soñaban con eso. Entonces yo les decía: "esta noche vamos a orar para que
ustedes puedan dormir, y vamos a pedirle a Dios por los que nos hicieron el daño, para que
podamos perdonar de corazón, para que no haya resentimiento en nuestro corazón...".

Yo pedía por los asesinos... muchos de mis hijos me decían que eso era un absurdo, me decían
que eran enemigos nuestros... pero ya después fueron entendiendo la lógica de pedir por esta
gente: porque si nosotros cargamos el resentimiento y el odio, los que nos atormentamos
somos nosotros; porque ellos andan por ahí, no sé si tendrán conciencia realmente de lo que
hacen, o si se atormentan por lo que han hecho, pero la idea es que nosotros y nosotras nos
podamos sentir bien con nosotras mismas, de que el odio nos carcome y nos hace daño y ellos
siguen tan campantes. Por eso una terapia para mí, para M. y su familia fue, decirle a mis
hijos: "nos dolió lo que nos hicieron, porque sí nos dolió... como a nosotros nos dolió y
sabemos que eso duele, no podemos pensar nunca jamás en hacérselo a otra persona, ¿por
qué? Porque si nosotros decimos vamos a vengarnos de esto, vamos a hacerle algo a alguien,
ese alguien tiene mamá que es inocente, tiene hijos, tiene papá y les va a doler, porque para
ellos ese hijo no es malo, y ellos muchas veces no saben que los hijos andan en malos pasos”.

Mi razonamiento era muy sencillo: como a nosotros nos dolió eso, no me gustaría que otra
persona lo sufriera, porque de pronto no tienen la capacidad que yo he tenido para enfrentar
eso; porque el mismo día que yo me vine desplazada, se vinieron otras mujeres, que no
tomaron la actitud que yo, sino que sus hijos hoy en día ni los tienen, porque se los han
matado, porque se volvieron pandilleros. Las señoras se buscaron otros maridos, que les
maltrataron a sus hijos y abusaron de sus hijas, las embarazaron; de la misma gente, de la
misma vereda de donde salimos nosotros, que yo las conozco y que eran mis vecinas,
familiares de mis hijos. Entonces, por esa razón, eso a mí me sirvió como terapia para decirles
a mis hijos, no podemos pensar en hacerle mal a nadie, aún sabiendo que tal persona fue o
que sabía y que no nos lo dijo, ¡no!... Entonces eso ha sido la mejor terapia.

Así que están las víctimas, y están los victimarios... Si la víctima, supuestamente, dice la ley,
que la víctima no es la mala, que a la víctima es a la que le quitan los derechos, entonces no
506
puedo ser como ellos, no puedo ser como el victimario. Y no ser como él, es no hacerle daño a
otros de la forma en la que ellos lo hacen. Nuestras armas y nuestras herramientas son
diferentes a las que ellos usan, si ellos empuñan un arma, nosotras hacemos lo que hacía
Gandhi, como por ejemplo, cuando hizo la marcha de la sal, esas son nuestras armas. Pero en
ese tiempo jamás había oído hablar de Gandhi, sólo hasta hace poco en el trabajo con las
ONG, que comprendí que lo que él hacía, era lo que nosotras hacíamos. Para mí no era
alguien conocido. Como le digo yo nunca fui a ningún colegio, sólo fui a validar mi primaria,
como le cont , por necesidad. Aunque ahora me han hecho bachiller por honoris causa225.

Como venía contando sobre nuestra sobrevivencia allá, enfrentando a este grupo de gente que
quiso enredarnos, pero que no pudo, puedo decir con mucha satisfacción, que no pudieron.
Pero no fue fácil, porque ellos también se fueron creando nuevas estrategias, por ejemplo,
cierta vez llegaron hasta la comunidad a decirnos que ellos iban allá para que nosotros nos
organizáramos, yo dije: "¿cómo así que para que nosotros nos organicemos?", Y decían: "sí,
para que creen una junta de acción comunal, porque ya la otra, es una junta de familias
desplazadas, y en la otra vereda hay una junta de acción comunal"... y yo les dije: "no, es que
nosotros no podemos ir hacia atrás, nosotros no pertenecemos a esa vereda, pertenecemos a
otra vereda y no necesitamos estar organizados por ustedes, porque nosotros tenemos nuestra
organización y espérese un momento aquí, que yo le busco los documentos que nos acreditan
como organización, que nosotras estamos organizadas como Cooperativa de Mujeres del
Valle Encantado; así que, por lo tanto, no podemos crear una organización aquí en la
comunidad del Valle Encantado, porque ya tenemos nuestra organización y además, estamos
afiliados a la junta de acción comunal de la vereda La Fuente, así que por eso no podemos".

O sea, que ellos no encontraron cómo meterse con nosotras, usaron otra estrategia con otra
comunidad: les dieron plata y 5 millones por familia, que para que ellos hicieran proyectos de
pollos y no sé qué, o para qué hicieran cultivos de peces y esas cosas. Entonces yo les dije que
nosotros teníamos cultivos de peces, que nos habían dado en la CVS, tenemos cachama,
tenemos bocachico, y por lo tanto no vamos a hacer eso... ¿Pollos? Nosotras tenemos un
proyecto de gallinas criollas y por lo tanto no vamos a hacer eso... y nunca recibimos nada,
nunca fuimos a poner quejas donde ellos; luego, ellos mismos nos colocaban a nosotras de
ejemplo ante las comunidades que iban a ponerles quejas: "miren que esa comunidad no nos
pone querellas ni nos molesta a nosotros y ustedes todos los días traen aquí unas querellas".
Cogieron a las mujeres, porque ellos mandaban hasta en la sexualidad de las mujeres,
pusieron a unas mujeres a trabajar en una plaza, con un machete que no tenía filo, a los
hombres también, que por adúlteros... y les pegaron una juetera 226 y todas esas cosas; y ellos
hicieron todas esas cosas, pero en nuestra comunidad no pudieron entrar.

Mi hijo se formó como Promotor de vida y salud mental (PROVISAME), pero él no hizo los
grupos de apoyo (Abrazos) con la comunidad nuestra, él lo hizo en la comunidad de Las
Palomas y se trasladó allá. Y lo hizo allá y no lo hizo con nosotras, porque ya nosotras en
nuestro proceso, en nuestras fatigas de contar historias, ya lo habíamos hecho, de alguna
manera. Nosotras pensábamos que se trataba más de llevar ese trabajo a otras partes donde
no lo hubiera, y de avanzar, porque ese grupo de Las Palomas nunca había recibido atención,
entonces él se trasladó para allá, y como N. (la otra PROVISAME) también era de allá,
entonces los dos se rotaron en ese trabajo.

De alguna forma nosotras ya habíamos hecho ese proceso antes, intuitivamente. Y entre
nosotros hay gente que de verdad lo necesita, muchos de mis hijos lo siguen necesitando... se
necesita eso... pero en comparación a la otra gente que nunca había hablado del tema, creo
que nosotras habíamos desarrollado un proceso y por eso cuando se hicieron los abrazos
quisimos que se hicieran en la comunidad vecina. Claro, es más, porque nosotras hicimos con
225
Título honorífico para convalidar los estudios de la escuela secundaria.
226
Ser castigado con una correa o cinturón o con un látigo.
507
ese proceso que la comunidad de Nuevo Horizonte en Las Palomas, que las mujeres allá se
organizaran, que crearán su asociación de mujeres, que tuvieran sus proyectos, porque los
hombres no habían funcionado como tal. Claro que todo este trabajo no significa que el
Estado no nos tenga que reparar y rehabilitar, y por eso nos hemos formado para poder
reclamar nuestra reparación, que contempla también todo eso...

Nosotras durante estos años hemos comprobado que hablar, contar la historia y hacer
memoria sirve de mucho... a mí me ha servido mucho. Y yo pensaba que yo podía yo misma
solucionar las cosas; pero cuando me fueron a entregar los restos de mi esposo, que me tocó a
mí nuevamente, porque yo lo enterré y me tocó a mí ir nuevamente para sacarlo, allá donde lo
habíamos enterrado, me dio algo que para mí era inexplicable, y yo me decía que por qué me
había dado y no me lo explicaba, sentía que no quería vivir, sentía que ya estaba bueno, que
no tenía importancia ya más nada, todo eso lo sentía en esos momentos y todavía no me
habían entregado los restos... Y sentía que me estaba como muriendo, me dolía casi más de
lo que me había dolido antes, y sentía que no tenía fuerza, y que yo misma no tenía como la
capacidad y la mente para salir de ese encerrón. Creo que preocupé a mis hijos, porque me
puse mal; entonces, vino una persona de Bogotá y ya estaba cerca la entrega de los cuerpos,
entonces la señora me citó y simplemente me dijo: "hable, cuente desde el inicio, hasta el día
de hoy, cuente, aunque se demore todo el día, no sé pero a eso venimos, a escucharte...". Y te
puedo decir que a medida que yo fui hablando, y hablando, y sacando todo eso que tenía, fui
teniendo como mi propio entendimiento, fui volviendo a ser yo.

Cuando salí de ahí como a la una de la tarde, como a las dos de la tarde, no sé qué horas
serían, estaba tan descansada y liviana, la señora no hizo nada, únicamente me escuchó, y yo
creía que yo era la que me las sabía todas, pero esta vez no, estaba sin argumentos, no podía
pensar, no dirigía esto; y cuando ya me entregaron los restos, ya tuve la capacidad de
desenvolverme, de aceptar las cosas, me hicieron muchas entrevistas de parte de la fiscalía,
todo eso. Pero yo sentía que ya veía las cosas como debían de ser, que había pasado, que yo
había sufrido, que yo había cumplido, que después de que lo enterramos allá, donde está
enterrado hoy, yo me sentí humana; yo sentí que yo había tenido la suficiente verraquera227
para hacer que fuera posible, que él pudiera estar siquiera en un cementerio, que le hicieran
el reconocimiento, siquiera que era muerto, no como antes que decían que estaba vivo. Porque
casi que no encuentran los restos, porque decían que eso no era verdad, y eran tantas cosas,
entonces yo creo que todo eso era lo que me tenía mala a mí...

Y para mí quedó claro en esa entrevista, que cuando a uno lo escuchan de verdad, eso es muy
bueno. Y ojalá que nunca le hagan a una víctima, una consulta y que lo tengan que estar
interrumpiendo, que lo dejen ahí, que vayan allá, que vengan acá, porque eso se pierde el
trabajo, se pierde la conexión, se pierde la comunicación. Déjelo que hable, no atienda más
nada, déjelo, pero siempre háganle sentir a la víctima que realmente lo están escuchando, no
que lo ignoran, no que el otro está hablando sólo como loco, no... Y eso sirve... Entonces era
como si yo todavía no hubiera elaborado el proceso del duelo, porque de esa masacre nadie
nunca hizo duelo, entonces en ese momento, lo que nos decía una psicóloga amiga de
AVRE228, era como si los hubieran matado ese día, porque muchos de mis hijos también
estaban fatales en esos días, o peor, porque había pasado la edad que tiene ahora E., 20 años
y estaban como si hubiera sido el primer día, para ellos era también como si hubiera sido el
primer día, porque no habían elaborado totalmente el duelo...

Claro que en la comunidad también habíamos hablado muchas veces, y claro que en los casos,
que el caso nuestro es un poco distinto porque la otra gente que estaba con nosotros en la
comunidad, mucha de la otra gente pudo enterrar a sus muertos de una manera distinta, y
éstos quedaron en una fosa, una fosa totalmente distinta, no en un camposanto. Y sí quiero
227
Fortaleza, empuje, templanza.
228
ONG de derechos humanos especializada en la atención psicosocial a víctimas.
508
decir algo, en el caso mío, nosotros pasamos atendiendo a los demás, pero a nosotros no hubo
quien nos atendiera, eso sí que lo dejo claro, porque siempre yo escuché a los otros, y a mí
¿quién me escuchó? Yo creía que no necesitaba eso, todos me veían como la fuerte, que todo
lo aguantaba, y era una cosa que llegó un momento en que el castillo se desmoronó, era de
arena. Pero hoy me siento tranquila, siento que cumplí con un deber, y con la familia de mi
esposo, que tenía yo como ese pique, que van a tener que tragarse esas palabras, nunca regalé
a mis hijos, no me busqué otro marido, ni para bien ni para mal, me quedé viuda...

Bueno, hoy le doy gracias a Dios porque no estamos en miseria, nos hacen falta muchísimas
cosas, pero no estamos en miseria, mis hijos pues, aún siguen conmigo la mayoría, aspiramos
a que un día podamos tener el título de esta finca, yo sé que es de nosotras, pero nos hace falta
la escritura, el título. Que ojalá el Estado cumpla, por favor, su deber de garante, porque no
es sólo dar el título, sino hacer un proceso acompañamiento que no ha hecho. Que además
comprenda que la reparación es integral, que no debe ser simplemente entregar una plata, que
debe de haber equilibrio; no es que haya preferencia ni para las víctimas ni para los
victimarios, sino equilibrio, que haya igualdad, y que no queremos que se vuelvan a repetir
estas cosas, yo por lo menos, ya no tengo 33 años, ya no soportaría otro desplazamiento, y no
quiero que mis hijos lo vuelvan a vivir, sino que ojalá se cumpla, ojalá al ciento por ciento,
pero sino al ciento por ciento si al 95% lo que esperamos que se cumpla.

Que allá nos brinden verdadera seguridad, que las vías estén siquiera transitables, que las
personas tengan salud, educación, agua potable, que no les pase como a otras personas que
los revictimizan por reclamar sus derechos, nos están matando, como ha pasado en
comunidades vecinas y esto de la lucha por la tierra es muy complicado, y está dejando
muchos muertos. Entonces nosotras no le estamos quitando nada a nadie, únicamente estamos
luchando por obtener éste, algo que sea legal, transparente, que no nos vean como las que
estamos pidiendo limosna o algo por el estilo, porque ésa no es la idea, estamos luchando por
nuestros derechos, y por lo que a nosotras nos pertenece. Porque somos colombianas y si
están esas leyes, es para que se cumplan y no las den por descritas en el papel, ¡No!

Me siento muy contenta que nos hayan tenido en cuenta en el proyecto de PROVISAME, y
permitir que mucha más gente pueda dar pasos, quiero agradecerles a todos los que nos han
apoyado, porque sin esos apoyos sería muy difícil. Estamos trabajando juntos y juntas en
cómo recomponer este país, porque si no hubiera personas como ustedes que hacen todo este
trabajo, le digo que sería muy difícil tratar de recomponer este país; porque nuestro país está
muy resquebrajado, donde tenemos que juntar muchas piecitas para armar lo que está muy
roto, y es muy importante que se pueda contar la historia desde las víctimas. Porque tenemos
otro riesgo y es que en este proceso, no se vaya solamente a contar la historia con las
versiones libres de los paramilitares, es necesario que en este país se escuche a las víctimas.

Ojalá que el Estado y la ayuda internacional que apoyan con los proyectos, ojalá consulten
con las comunidades, que no se hagan desde los escritorios, que no se le lleve a los
campesinos peces cuando no hay agua, que no se les dé las semillas de caña cuando la tierra
no produce caña, eso; que no se imponga la reconciliación, cuando primero debe haber
verdad y justicia, que se consulte con las comunidades para que esto funcione....

10.3. Los dilemas de la memoria y el olvido: La historia de D.

10.3.1. Antes... Todo era felicidad...

Toda mi infancia y mi adolescencia, allá en Santa Ana, fue genial. Eso era un paraíso,
teníamos allá una finca que nos proveía los medios para subsistir con mi mamá, a pesar de

509
que nosotros no tuvimos el papá porque se murió muy joven. La vida era muy tranquila, no
anhelábamos nada de la ciudad, la gente que llegaba allá siempre se quería quedar.

Bueno, después, hace 11 años, yo me salí del corregimiento porque la violencia allá comenzó
a agudizarse, digamos, desde el año 96 o 97; o sea, para nadie es un secreto que Santa Ana
era un santuario guerrillero y como tal lo aceptábamos y vivíamos bien en la cotidianidad.
Ellos ejercían la labor, para decirlo de alguna manera, la labor de Estado; ellos implantaban
las normas, las reglas y la gente ya las tenía tan interiorizadas, que no había necesidad de
nada más. A veces la represión por parte de ellos sí se daba, pero no era como tan necesaria,
porque la gente obedecía automáticamente, esa era la ley.

Los muertos allá, eso era muy raro. La gente tenía tan interiorizada estas cosas, la “ley” que
imponía la guerrilla, que cuando había muertos, allá la gente decía: "ah, pero por qué...", y
ellos, la guerrilla, decían: "porque incumplieron la ley o era un ladrón"... Y eso como que era
una manera de aceptarlo, ya teníamos interiorizado: “a vos te matan porque incumpliste la
ley”. O sea, en medio de ese régimen al que estábamos acostumbrados, de alguna manera
vivíamos bien, muy tranquilos, muy felices. Tú salías de tu casa y podías dejar la puerta
abierta, no había ningún problema, nada pasaba, era como un, aldea común, pero especial;
vivíamos una vida comunitaria, donde nadie sentía hambre, porque igual, si la persona no
tenía qué comer, llegaban todos, habían lazos de solidaridad demasiado fuertes...

Las relaciones con la familia en ese tiempo eran muy buenas, por ejemplo, todo lo que eran
las celebraciones de Navidad, las fechas especiales, las reuniones, la familia... la imagen de la
abuela y del abuelo eran supremamente importantes, era el sitio de congregación de los fines
de semana, las fiestas. El corregimiento como tal eran 500 habitantes, donde una familia
podrían ser 100; entonces, siempre habían lazos de sangre: ese es mi primo primero, mi primo
segundo, entonces el primo se casó con mi mamá, éramos una sola familia, vivíamos muy
felices... Yo extraño mi infancia hoy en día... Los niños de hoy en día no tienen lo que nosotros
teníamos, yo no cambio un muñeco que me dieron en mi Navidad, por ningún computador
portátil, por ningún televisor que me dieran hoy en día, los recursos naturales, los ríos cual
piscina, los campos, las montañas, es que ya...

10.3.2. Pero llegó la guerra...

Entonces como le decía, ya a partir del 95, empezó la guerrilla a ejercer un terror psicológico
con la gente, hablando: “bueno, aquí viven guerrilleros”... A los paramilitares inicialmente
se les llamaba "macetos", o con otro nombre y se decía: "vienen de San Carlos, están por los
lados de San Rafael, están en San Luis...", entonces en Santa Ana se empezó a hablar ya de la
incursión del Estado. El Estado tenía rostro militar, porque sus incursiones, cada vez más
frecuentes, se hacían por medio del ejército. Eran entradas traumáticas, demasiado
traumáticas, para nosotros el Estado era nuestro enemigo... No sé si es una manera, no sé si
son las normas que nos interiorizaron siempre, pero es que era verdad, ellos entraban allá
atacando la gente, agrediendo los niños, agrediendo a las mujeres, tratando a todo el mundo
como guerrilleros. Allá, para ellos todos éramos guerrilleros, en la prensa salía: "santuario
guerrillero, Santa Ana; en Santa Ana la liberación de los secuestrados de la OEA, en Santa
Ana la liberación de tantos y tantos soldados, en Santa Ana...".

Es cierto que vivíamos esa cotidianidad con la guerrilla. Allá hacían presencia el frente 9º y
el 47 de las FARC; y el Carlos Alirio Buitrago del ELN. Ellos eran juntos, pero no revueltos;
ellos sí se diferenciaban mucho, en la medida en que los Elenos eran más tranquilos. Es que a
los “Farianos”229, no los dejaban entrar mucho al pueblo, no los dejaban congeniar mucho
con la gente, no los dejaban tomar bebidas en los quioscos, en las cantinas; los Elenos sí.

229
Farianos: militantes de las FARC. Elenos: militantes del ELN.
510
Ellos tenían más la figura de milicias, muchos compañeros míos del colegio eran Elenos,
niños con los que uno creció; no había que cambiar mucho la figura, era gente de ahí mismo,
de la región, que te conocía: "hola y qué tal", normal, ellos eran parte de la misma gente de
ahí, del pueblo, el trato con ellos era muy especial, o sea, ellos eran los amigos, los mismos
familiares. Inicialmente cuando llegaron, cuando llegan y se encuentran con un campesino lo
primero que hacían era ocultar su arma y extender su mano al campesino y darle un saludo y
decirle: "cómo está compañero”, y el vecino lo saludaba; “y cómo le fue este fin de semana, y
cómo le fue con la cosecha, qué problemas tiene".

Allá ellos eran todo, y si uno tenía un problema, había una inspección de policía, pero era de
nombre, porque si uno se iba a la inspección a llevar un trámite, que mientras el trámite venía
a Granada y que tal... ¡no! Simplemente usted iba donde ellos: "que necesito hablar con el
comandante, es que tengo un problema de linderos", y el comandante intervenía y era lo que él
dijera: "que los linderos son así", entonces las cosas se quedaban tranquilas. Así era la
justicia que ellos impartían, era de manera inmediata, y nosotros lo considerábamos justicia.

Bueno nosotros teníamos una finca en una vereda que se llama Buena Vista, cuando mi papá
murió en el 92, mi mamá se quedó sola, éramos seis niños, éramos todos menores de edad; y
las FARC empezaron a llegar mucho a la finca, se manejaban mucho por la finca de mi mamá.
Ya un día, pidieron que los dejaran permanecer un día, ya que dos días, ya no eran dos
guerrilleros, sino tres, en las afueras de la casa, que les gustaba mucho el sitio, pero ya no
tres guerrilleros, sino cinco. Ya la semana siguiente no eran dos días, sino tres, ya una
semana; se fueron instalando en la finca. A nosotros nos daba mucho miedo, pero quién les
decía que no. A pesar de que nosotros los considerábamos como “los amigos”, ya ahí como
que la relación fue cambiando un poco, porque ya eran más, ya había más; ya sentíamos
mucho miedo, también por los rumores de que iba a llegar el ejército.

Cuando ya mi mamá empezó a sentir miedo que llegaran ahí a la casa. Y empezó a decirles
no, pero le daba miedo, porque a ellos no les podíamos decir que no; pero también estaba el
miedo que en cualquier momento, podía llegar el ejército y nos iban a matar a todos, porque
igual eso era lo que iban a hacer. En el 94, ya mi mamá no pudo más: sabiendo que ya casi no
podíamos permanecer en la finca porque ellos llegaban, nos tocaba salir volados,
encontrarnos en el camino y ahí mismo decirles: "no es que mi mamá está enferma, nos vamos
al pueblo", entonces ya no permanecíamos sino en el pueblo. Hasta que un día llegó el mismo
comandante del noveno frente de las FARC, llegó el comandante en pleno con todos los
escoltas, a montar casi que su base de operaciones en la finca, en el patio de la casa. Eso sí ya
marcó la diferencia de lo que era antes y después; porque nos tocó salirnos de la finca,
inicialmente, nos tocó instalarnos en el pueblo, empezaron a cambiar las cosas, ya se sentía
más temor, y más coerción con ellos. En aquel tiempo era una finca muy grande, tenía muchos
árboles frutales, tenía agua propia, nos tocó venderla a precio de huevo, por no dejar...

Cuando ya estábamos instalados en el pueblo, empezaron los rumores de que ya iba a llegar el
ejército, ya iban a llegar los paramilitares, ya la gente empezó a irse poco a poco. Cada vez
eran más frecuentes las llegadas del ejército y más violentamente, más agresivos, con más
insultos, la estigmatización de que Santa Ana era pueblo guerrillero crecía, ahora todos
éramos guerrilleros... pero si hubiéramos estado toda la vida con otro grupo, hubiéramos
convivido con ellos, no se trata de que fuera guerrilla. No era una cuestión ideológica,
simplemente estaban allí y no había nada más.

Empezaron las muertes selectivas, a nosotros, las guerrillas, siempre nos decían allá que a
nosotros nos iban a sacar de allá: “a ustedes los van a matar, y les van a robar las tierras”,
siempre nos lo dijeron: que nos iban a sacar. La gente nunca se lo creyó, es que al Estado
siempre le es más fácil comprar una bala y matar a un campesino, que indemnizarlo por las
tierras que le van a quitar. Entonces cuál era la idea: sembrar el terror para que la gente se
511
fuera, para se desplazara. Nosotros nunca creímos eso: "que van a inundar esto...", porque
ellos siempre nos hablaban de que a Santa Ana la iban a inundar para hacer hidroeléctricas,
que nos iban a sacar por los recursos naturales de allá, que iban a sembrar bosques, que
Japón iba a sembrar bosques para vender oxígeno...

Nosotros nunca creímos y la gente decía: "no, pero qué bobada, ¿cómo van a sacar a la gente
de aquí? ¿A todas las veredas? Esto está lleno de veredas", nunca creímos... Por el contrario,
siempre creímos que la lucha del Estado era contra la guerrilla, ellos nos congregaban
siempre y empezaban: "guerrilleros esto, guerrilleros aquello...", y nosotros les decíamos que
no, que no éramos; en Santa Ana siempre se creía que el que nada debe nada teme, entonces
la gente era parada en eso: "¡no! es que el que nada debe, nada teme". Hasta que mataron al
vecino, hasta que mataron al hermano, hasta que mataron al papá, hasta que mataron al hijo,
hasta que mataron tanta gente, entonces la gente empezó a creer y empezó a irse.

De las últimas veces que recuerdo que entraban allá, llegaban por las cuatro esquinas y la
gente ya se tenía que esconder, tenía que salir corriendo, varios amigos personales, sabiendo
que cada vez que entraba el ejército era a maltratar la gente, a humillarlos, detenerlos
arbitrariamente, entonces, la gente optaba por irse para el monte, y era una recomendación de
la guerrilla: "cuando venga el ejército, sálganse para los montes, váyanse para la finca...", y
mucha gente desapareció así, muchas mamás que iban detrás de sus hijos, porque los jóvenes
llevaban la peor parte. Porque para ellos todos los jóvenes eran guerrilleros; por ejemplo mi
hermano de 17 años, él hacía las veces de sacristán, entonces terminando la jornada del
colegio, él salió para la iglesia a ayudar al padre. Entonces cuando llegó el ejército, era el
único niño que había allá de la edad de él, era el único con 17 años que se había quedado ahí.

Esa noche el ejército lo golpeó, un soldado lo golpeó, lo amenazó, entró a la casa cural,
delante del padre, delante toda la gente que estaba ahí y lo golpearon, lo trataron mal: que él
era un guerrillero, que él era esto y lo trataron muy mal; incluso a mi mamá, tratando de
defenderlo, también la golpearon. Y lo citaron al otro día a un sitio que se llama la Cruz, por
los lados de la salida, y le decían: "si mañana a las seis de la mañana no estás aquí, vamos
por vos y te matamos delante de tu mamá y delante de todos...”. Entonces cuando llegó la
noche, noche eterna para mi mamá y para el padre, mi mamá, pues rezándole a todos los
santos, entre ellos, a mi papá, que le salvara el niño. Al otro día, ya a las seis de la mañana
habían dado la orden de que el ejército se fuera, pero que volvía al otro día, entonces qué
pasó, que por lo menos mi hermano, lo tuvieron que sacar escondido, lo tuvo que sacar el
padre, porque a él ya lo iban a matar, y así, por lo general fueron atropellos, tras atropellos.
Ya ni siquiera llegaban como ejército, sino que eran muy descarados, porque llegaban como
ejército y pintaban las calles, “AUC 230 presente”, eran con la insignia del ejército, llegaban
con los helicópteros del Estado, llegaban con los diferentes organismos del Estado, pero
llegaban y pintaban las calles de “AUC presente”, vivan los paramilitares, rayaron el pueblo,
saqueaban las casas; porque las casas que habían vacías, se metían y se robaban todo, había
dos discotecas en el pueblo, con sus víveres y todo, el trago que no se tomaron, lo quebraron,
destruyeron todo.

Entonces qué paso, la gente con mucho miedo, y sin embargo resistían. Hasta que un día, lo
que yo recuerdo es que, la guerrilla empezó a pasar casa por casa, como ya se estaban viendo
debilitados, porque allá como las veredas se estaban quedando vacías. Antes cuando iba a
entrar el ejército, tres o cuatro días antes, ya se sabía, vienen en tal y tal parte, porque las
redes, que funcionaban a través de las veredas, eran demasiado fuertes; entonces, cuando
empezaban a llegar a Santa Ana, la misma gente, los milicianos, le avisaban a la guerrilla,
vienen tal, viene fulanito de tal y viene con un sapo que es fulanito de tal, ya sabían todo.
Pero como en las veredas cada vez la gente se iba yendo más, llegaban de sorpresa, más

230
Autodefensas Unidas de Colombia (Paramilitares).
512
violentos, los ataques ya ni siquiera eran en las veredas, sino en el propio pueblo, entonces, la
gente estaba más vulnerable; y la guerrilla al verse en esa situación, tomaron la decisión...

Nunca se habían metido con la gente, hasta que, en este tiempo, no sé si fue también por la
presión del Estado, que tomaron la decisión de que la población neutral era población
peligrosa; y que el que no estaba con ellos, tenía que estar necesariamente en contra de ellos,
entonces, yo creo que eso fue clave para que Santa Ana se quedara vacío. Porque pasaron
casa por casa y dijeron: “usted, hoy es martes, le damos hasta el viernes en la noche, le damos
hasta el viernes en la mañana, le damos hasta el sábado, o está con nosotros…”. Entonces ya
se metieron con una parte de la población que nunca se habían metido, y eso ya fue más
complicado: a cada familia le decían, ni siquiera fue un ultimátum en general, sino que a cada
familia le decían. Así se vació el pueblo, por lo menos así salió mi familia.

Yo tenía un hermano, todos mis hermanos son mayores, yo era de las menores, mi hermano
tenía cuando eso 12 años, mi mamá tenía que salir para salvarlo, ya había perdido un hijo que
era el de 17 años, que tuvo que mandarlo para la ciudad solo, entonces ya mi mamá tuvo que
salir, mis tías, mis primos, los que aún no habían muerto, porque los muertos son en
cantidades por parte de mi familia. Y fue la misma guerrilla que empezó a matar. La
guerrilla mató a mi tío en el 92, porque supuestamente tenía un cultivo de coca en la finca
donde vivía, y allá era prohibido, ni siquiera conocíamos la marihuana, yo vine a conocer la
marihuana en La Ceja. Allá no se podía consumir drogas, allá no se podían decir chismes, es
que el control social que ejercían era en todo el sentido de la palabra, allá era prohibido las
los chismes, casi que las infidelidades: ¡Muy loco! Porque eran revolucionarios, pero al
mismo tiempo eran todos “santos”, que no le fuera infiel a la esposa con otra persona. No
recuerdo bien, pero ese modelo era más Eleno que Fariano, no recuerdo, estaba algo pequeña
cuando eso, pero sí, a uno de mis tíos lo mataron porque decían que tenía un cultivo de coca…

A mi tía la mató las FARC, porque decían que era una paraca, porque había conseguido un
galpón con muchas gallinas muy rápido, entonces, era que necesariamente tenía que estar
como informante del ejército, o sea, la misma confusión de ellos hizo que desconfiaran de todo
el mundo; y para ellos, todo el mundo podía traicionarlos, por eso por una leve sospecha
mataban, a mi tía la mataron delante de sus cuatro hijos, y sus nietos, la mataron y la dejaron
ahí en la zanja de la finca de ella. A otra de mis tías la bajaron en Granada los paramilitares,
porque llevaba maíz de más, llevaba una porción de comida de más. Porque allá cuando la
gente se tuvo que salir, la idea era que si no se metían al pueblo para matarnos a todos, por lo
menos, asfixiar a toda la gente allá y cortarle, de alguna manera, todas las entradas que tenía
la guerrilla, por medio de los milicianos, porque para ellos, todos éramos milicianos…

Entonces cuando la gente allá fue saliendo, el pueblo se fue quedando sólo, pero hubo algunas
pocas personas que quedaban, que tenían que salir a comprar víveres; entonces si bien, los
paramilitares no entraron hasta el pueblo, sí estaban ubicados estratégicamente en las salidas
de Granada, se ubicaban requisando a la gente y les prohibieron llevar cierta cantidad de
víveres. Si eran tres integrantes de la familia, entonces tenían que llevar tantas libras de
arroz, tantas libras de panela, o sea, todo medido para una semana, para que no le cargaran
comida a la guerrilla. Y mi tía como tuvo que salir de la finca, porque le daban miedo los
constantes combates, ella salió con mi tío a mercar, y como llevaban maíz de más; porque ella
para poder subsistir en el pueblo tenía que hacer algo, entonces ella se dedicó a hacer arepas,
ella se dedicó a vender arepas a trabajadores y a gente en el pueblo, y como llevaba maíz de
más, la bajaron de la chiva en la que iban, y los desaparecieron. Claro que los encontraron
como… hace como tres años los encontraron ya en una fosa en Granada…

Muchos primos también fueron asesinados por parte de la guerrilla y de los paramilitares,
desaparecidos también muchos. Por ejemplo, recuerdo el caso de mi primita, que tenía 17
años, embarazada, que vivía con otro niño de esa edad, cerquita al río Calderas, la guerrilla
513
algún día llegó: estando embarazada la tiraron al río, a los días la encontraron, la llevaron a
Santa Ana, impresionante… Por eso decía, poco a poco el pueblo se fue quedando solo.
Como la gente era parte de una misma familia, entonces: “mataron a mi hijo, mataron a mi
hermano… No, pues, a salvar lo poco que queda”, el pueblo, prácticamente se vació…

Yo tuve que salir de Santa Ana, dejando mi vida atrás, dejando mis hermanos e irme para La
Ceja, cuando tenía 19 años. Pero en La Ceja, a mi compañero le decían que era un
guerrillero porque iba a estar conmigo y con los niños a Santa Ana y a mí me decían que
obviamente tenía que ser guerrillera por venir de allá. Por otro lado, a él, al bajar a Santa
Ana desde La Ceja, ya los del Monte decían que era un “paraco”, y estaba siendo peligroso
que él fuera a visitarme. Entonces en el intermedio, me tocó salir para poder estar con él,
porque él ya no podía bajar los fines de semana a visitarme, porque venía de un sitio que está
dominado por los paramilitares, pero yo tampoco podía ir a verlo porque estaba en un sitio
que era dominado por la guerrilla; entonces me tocó salir de allá. Eso fue muy duro, muy
duro, porque me tocó dejar mi familia, dejar a mi mamá, a mi abuela, a mis hermanos, mis
amigos, mi vida entera para llegar a un pueblo tipo ciudad, porque La Ceja es para mí
demasiado grande. Llegar sin un tipo de apoyo, sin ningún amigo, yo llevo 11 años en La
Ceja y creo que todavía no me he adaptado, me da duro, me da duro todavía.

10.3.3. ¿Por qué no hicimos más resistencia?

Ahora llevo tres años bajando a Santa Ana cada año, a las fiestas de los retornos, y yo
quisiera volver... y los recuerdos son muchos. Ha sido muy duro porque el pueblo está muy
destruido, la casa mía nos la tumbó una mina, porque después de que la gente salió, el ejército
empezó a meterse en las casas, a vivir en las casas de las personas; entonces la guerrilla
minaba las viviendas para que cuando los soldados entraran, explotaran. Y mi casa cayó así,
la casa de mi mamá cayó en una mina... Entonces, llegar y verla caída, destruida... el pueblo
prácticamente inhabitable, fue muy duro...

Ahora se está haciendo, prácticamente, una reconstrucción de alguna manera, pero falta
mucho por hacer. A nivel personal, llevo 11 años fuera y todavía no me repongo. Cuando yo
entré a la Universidad a estudiar sociología en el 2004 me di cuenta de muchas cosas, como
que empecé a ver la lógica de lo que pasó muy atrás; yo siempre creía que nos habían sacado
por sacar la guerrilla, porque era culpa de la guerrilla que nos sacaron. Yo no había
entendido la lógica, un poquito la academia me ha permitido visualizar y retomar esos
discursos que decía la guerrilla, porque es que no están tan desfasados, sin ponerme de un
lado ni del otro, yo recuerdo lo que nos decían desde niños; y en una cátedra nos están
diciendo lo mismo, parados desde unos argumentos y ya todo validado con documentos.

Uno mira todos esos documentos estratégicos del departamento y los modelos de desarrollo
que allí se exponen: Antioquia la visión 20-19, que yo no sé qué, que Oriente Antioqueño es
una mina. Entonces, yo digo, o sea, ya ahora teniendo más conciencia, entonces siento más
tristeza, más nostalgia, me da rabia e impotencia que no hubiéramos podido creer, obviamente
nos parecía ilógico que eso fuera a pasar; y siempre decíamos: "no, éstos están locos, cómo
van a inundar el pueblo, cómo nos van a sacar, para sacar la gente aquí falta mucho,
mentiras...". Y lo hicieron, y en menos de 5 o 6 años vaciaron el pueblo. Me da rabia que no
hubiéramos podido hacer más resistencia, porque nunca creímos y simplemente dejamos las
tierras. De todas formas hubo gente que hizo cosas muy valiosas allá, que resistieron y
todavía están allá, pero nos faltó más unión, nos faltó creer más en nosotros mismos, cada
quien; me parece que hubo mucha individualidad, porque ya la gente decía: "yo me voy,
porque a mi hijo lo tengo viviendo en Cali, entonces yo ya tengo dónde llegar... yo me voy
porque tengo a mi hermana viviendo en Medellín, entonces yo ya tengo dónde llegar... yo me
voy porque tengo una casita en Granada, entonces tengo dónde llegar"... Pero los que no
tenían dónde llegar, los que perdieron todo el pueblo, allá están.
514
Y me da mucha más rabia aún, esa gente resistente no tiene ningún apoyo, porque es que yo en
lo poquito que he visto, que me he dado cuenta: se ha hecho mucho énfasis en los retornados,
en los desplazados; pero los que han resistido y los que nunca salieron ¿qué? Ellos nunca han
tenido ningún apoyo, han llevado una vida demasiado difícil, pero como se les asocia con la
guerrilla, no han tenido ningún tipo de apoyo o acompañamiento. Yo hace poco estuve en
Santa Ana y es supremamente complicada la situación en la que ellos viven, a pesar de que
ellos nunca salieron de allá, no tienen ningún recurso que venga del Estado. Si bien, el
Estado ha querido, de pronto, de alguna manera, apoyar a los desplazados con algunos
recursos, no lo suficiente, pero por lo menos lo ha hecho; en cambio con los resistentes no lo
ha hecho y allá hay mucha gente resistente, pero para ellos no hay apoyo.

Todo esto me ha afectado demasiado en mi vida y cada día me afecta más, y cada vez que
conozco un poquitico más, por ejemplo, hoy al estar acá (en la asamblea de la asociación de
víctimas del oriente antioqueño, APROVIACI) me da, me hace sentir impotente, me da
impotencia... Me da mucho dolor no haber creído y no sé cómo describir ese dolor:
impotencia, rabia... no, no sé cómo describirlo, de volver todo atrás y creer más, creer más...
Pero yo que estaba aún muy pequeña, hoy en día tengo 29 años, hace 11 años salí de allá y en
ese tiempo creo que tampoco hubiera hecho nada, porque hubiera sido muy egoísta, porque lo
primero hubiera sido proteger a mis hijos. Entonces, no puedo decir que hubiera hecho esto o
aquello, siempre la opción que nos mostraban era entrarnos a la guerrilla y resistir, siempre
nos mostraban esa opción, tanto los elenos como los farianos; siempre nos mostraron que
había que tomar posición. Pero yo nunca lo vi de esa manera, porque siempre dije que debía
haber otras maneras de hacer resistencia; pero yo ya no podía, ya tenía dos nenés pequeñitos,
entonces también fue egoísta de mi parte; por eso también siento rabia conmigo misma,
porque se pudieron hacer muchas otras más cosas... creer, creer más.

Pero al final, yo pienso que nosotros siempre estuvimos solos, porque por parte de la alcaldía
de Granada nunca vimos un acompañamiento. Santa Ana es un corregimiento de Granada,
pero siempre estuvo la distancia. Si usted le dice a la gente de Santa Ana hoy en día: "¿usted
es de Granada?", ellos dirán que no, que son de Santa Ana. No les gusta aceptar que es parte
de Granada; y es muy común escuchar que dicen: “yo soy de Santa Ana, Colombia” ni
siquiera dicen ser de Granada. Entonces yo creo que eso creó una cierta diferencia con la
institucionalidad municipal, porque siempre vimos al alcalde lejano, porque siempre vimos el
secretario de educación lejano, siempre vimos: “ellos allá, nosotros acá; ellos tienen el apoyo,
ellos tienen el recurso, nosotros estamos solos... entonces como aquí la guerrilla nos cuida,
ellos ni se nos acercan...”.

¡Sí! Yo creo que eso generó un distanciamiento con la institucionalidad, muy fuerte; el mero
hecho de que no contamos con el apoyo del alcalde, de un profesor, que de una u otra manera
era representante del Estado en el pueblo. Muchos profesores llegaban a Santa Ana y decían
palabras como: "es que esto a mí no me duele, porque el día que me llamen para otro lado, yo
me voy”. Esas cosas duelen y le van creando a uno como cierta rabia contra el Estado; por lo
menos a mí me da rabia, sin ser guerrillera porque nunca lo fui, pude haberlo sido, pero
nunca lo fui. Hoy en día comprendo lo que ellos nos decían... ¡También nos utilizaron! Porque
nos utilizaron de muchas formas, como oblación civil, pero veo que muchas de las cosas que
decían, no estaban tan locas como uno creería.

10.3.4. Y también soy víctima

Si no fuera víctima de la violencia, estuviera allá, no hubiera tenido que salir; tuviera mis tíos
vivos, tuviera mi papá vivo, porque si bien a él no lo mató la guerrilla, por salir a trabajar a
otros sitios y conseguirse el sustento, él murió en un accidente, tuviéramos la finca de mi
mamá, mi mamá no viviría rodando por todo el país, porque se la pasa rodando, porque mis
515
hermanos viven en Cali, entonces ella se la pasa de Cali a Medellín de Medellín a Cali, de
Medellín a La Ceja, de Buga a Cali. Si tuviéramos la finca, mis hermanos estuvieran en su
finca, no estuvieran por ahí vendidos, como les toca estar hoy en día... me refiero a trabajando
por un suelo, estarían viviendo en la finca, estarían viviendo de los productos de la finca que
nos daban para todo, no hubiéramos tenido que vender por 5 millones de pesos 231, que fue en
lo que la vendimos, parecía una hacienda y en eso fue en lo que la vendimos, una miseria.

Entonces también he sido una víctima de este conflicto armado, porque ya no tenemos la finca,
porque no tenemos la casa, porque no tengo a mi papá, no tengo a mis tíos vivos, porque mi
abuela se murió esperando que apareciera mi tía; porque yo no puedo estar allá y mis hijos no
pueden tener la infancia que yo tuve, porque tienen que vivir encerrados en una casa en la
ciudad, no pueden salir porque hay bandas en el barrio, porque los puede pisar un carro, no
tienen esa libertad, vivimos coartados; en esa medida me siento víctima. Víctima por sentir
esta rabia, esta impotencia que siento y cada día es más grande; a cada clase que entro, a
cada conferencia que voy, a cada víctima que conozco, a cada asamblea que asisto, me doy
cuenta que, o no estoy comprendiendo nada, o estoy comprendiendo mucho; porque cada día
me da más rabia. Cada día veo la dimensión de las cosas y yo digo: "hijuetantas, qué hicieron
con nosotros, qué están haciendo con nosotros". ¡Uy no! Tengo lágrimas en los ojos, estoy
llorando, tengo rabia, quizás soy una resentida social.

Lo que no sé es por qué siendo víctima, no me he metido a ninguna organización de


desplazados o de víctimas. En Santa Ana nunca hubo algo así, en Granada está ASOVIDA (la
organización de víctimas), pero no conozco ninguna persona de Santa Ana que sea de esa
organización, no la conozco. Yo conozco, por lo menos la gente de Santa Ana, o sea los
vínculos nunca se han perdido, uno sabe siempre dónde está la gente, cómo están, si se murió
uno, se murió otro, los vínculos no se han perdido, y no sé de ninguna persona que esté en
esas organizaciones de víctimas o que esté vinculada a un proceso de estos, no la conozco...
Siempre he visto las asociaciones de víctimas como: "ay, vea los desplazados, las víctimas,
reclamando derechos, ay no...", siempre como que eso atentaba contra mi dignidad, siempre
era como revictimizar. ¡No! Porque cuando uno escucha hablar de las asociaciones de
víctimas y uno los ve, uno dice: “ay... ahí vienen”, como si se pusieran una chapa, un rótulo,
marcados. Yo por lo menos en la academia he visto cómo, de alguna manera, se han
estigmatizando también estas organizaciones.

Algún día haciendo un trabajo con unas compañeras en la Universidad decían, estaban
trabajando con una asociación de víctimas, entonces decían algo así como: "ay, pero es que
los desplazados son un problema de todos o es que a usted le parece muy bonito que en la
esquina de su casa se pare un desplazado a pedir limosna, eso sí es problema de todos".
Entonces empecé a ver cómo nos veían desde afuera y me empezó a dar rabia, porque
supuestamente las personas que se acercaban a esas organizaciones eran como unos parásitos
que se acercaban a sacar información, a ver qué le serviría, mientras hacen una tesis de
grado, mientras hacen una investigación, estoy acá mientras me pueda servir de ellos, saco mi
tesis y Chao... Y yo creo que una asociación de víctimas no se puede prestar para eso, y yo
siempre, no sé, nunca me he sentido de eso, no me gusta que me utilicen.

De pronto no tengo conciencia de lo que es ser víctima ¿sí? De alguna manera como no me
mataron a mi mamá, como no me mataron a mi esposo, ni a mi hijo, no sé, cómo que uno está
en un proceso de naturalización de esas cosas, como que ya le parece a uno muy normal, uno
va naturalizando cada situación que le va pasando; nos vamos acostumbrando a que nos
maten, a que nos mantengan muertos, uno se va acostumbrando a eso. Pero no, nunca he
querido ser parte de una asociación de víctimas, incluso puede ser que eso me haya afectado
de alguna manera; porque yo miro aquí en APROVIACI, donde he venido como invitada, las

231
Aproximadamente 2.200 Euros
516
personas cómo hablan y me sorprende la fuerza con la que hablan, con la seguridad que lo
hacen. Yo no me paro enfrente de nadie, ahora para saludar me fui, porque no quería
hacerlo, me muero de miedo, no lo hago; y ver a esas personas, yo decía: "hijuepuerca"...

Me acabo de dar cuenta que sé mucho de derechos, pero poco de reclamarlos para mí misma.
En este momento estoy empezando un proceso de asistencia a la mesa de derechos humanos de
Oriente, y de hecho el año pasado y este año he participado en el proceso de recolección de
datos para el informe de 2009-2011. He visto cantidad de cosas, me he recorrido los
municipios, en fiscalías, en personerías y he visto cantidad de cosas. Sí, me sorprende mucho
lo que acabo de ver hasta ahora, nunca había asistido a una asamblea de APROVIACI, ni de
víctimas. Cuando voy a una reunión y empiezan con las dinámicas, no me gusta, no me gusta
nada lúdico, no juego, no me gusta jugar; por ejemplo, en el hospital en La Ceja hacen
programas, que para la citología, que para los niños, que para las mamás y de hecho nunca
asisto porque sé que van a empezar con las dinámicas y no me gusta, no me gusta participar.

Tal vez soy muy amargada... ¿Será? Yo estudio sociología y no me gusta la gente, no me
gusta socializar, no soy... Yo soy sociable, converso y me gusta ser amable, me gusta conocer
gente, pero a la hora de socializar a mí no gusta ir. En la Universidad hay una materia que se
llama sociología rural y hacemos salidas de campo, vamos a fincas a entrevistar al
campesino; a veces llegamos a un sitio y me da rabia con mis compañeros cuando llegan y
dicen: "ay tan lindo el marranito, tan lindo el perrito, tan lindo ese campesinito, tan lindos los
niños pati-amarillos", entonces me da rabia, me dan ganas de llorar. Mis compañeros llegan
a una comuna, entonces los pelados citadinos, a pesar de su conciencia social, empezaban:
"Ay, tan lindos los niños, tan lindos como se visten, tan lindos lo desplazaditos...". ¡No! Están
revictimizando, mirando por encima del hombro a las víctimas; es que nosotros no
necesitamos que nos miren con lástima, eso no se hace (Llorando).

Por ejemplo, a Santa Ana llegaban muchas organizaciones a tomar fotos a los niños: "vengan
los niños junticos, a las maticas, a la gente". Acción Social, me contaron, que había colgado
en la página principal una foto de Santa Ana: sobre el retorno, algo así mostrando como si el
retorno hubiera sido un éxito total. Y colgaron una foto en su página WEB, mostrando una
fiesta del retorno del año pasado. A esa fiesta baja la gente, 20 o 30 buses, bajan camiones,
bajan motos, bajan carros particulares; porque esa es otra cosa que tiene Santa Ana, que
cuando la gente sale, económicamente, las personas se han restablecido y muy bien, tienen
negocios prósperos: usted va al centro de Cali y casi es de gente de Santa Ana y de
granadinos; es gente millonaria porque tienen un edificio de cinco pisos, tienen carro último
modelo, las viejas se hacen todos los retoques que hay hoy en día, es gente con mucha plata. Y
un fin de semana no quieren irse para la costa, ni para San jerónimo ni para Santa Fe de
Antioquia, un fin de semana para ellos, en sus carros lujosos están en Santa Ana, entonces la
gente quiere volver, como le decía, es gente con demasiada plata y, yo me preguntaba la
última vez, y yo veía esas camionetas, un pelado que le está yendo súper bien en la política,
que está por el Concejo de Cali, gente con muchísima plata.

Yo tampoco participo en las acciones de memoria, me da muy duro. Mire que estoy haciendo
memoria aquí con usted y vea cómo me pongo. Yo creo que por eso, me siento vulnerable, no
me gusta; de la misma manera me siento si estuviera haciendo parte de una organización de
víctimas. Y a pesar de lo que he visto aquí con APROVIACI, no sería capaz de pertenecer a
una asociación de víctimas, será que no estoy preparada; será que necesito conocer más, para
sentir más rabia, necesito llegar como a un tope para ver qué hago, porque por ahora no hago
nada, ni para atrás ni para adelante, entonces, no sé, no me siento preparada. Yo veo que esto
es importante, porque por lo menos con mi mamá, que es otra que vive resentida, ella
normalmente es alegre, es feliz, tiene mucha vitalidad, porque es una verraca, es alegre. Pero
ella cuando hablamos de este tema, se pone triste y nostálgica; al igual que mi familia, al

517
igual que mis hermanas, mis amigos de allá, la gente cuando vuelve, siempre es: "¡Ay, No...!".
Y no quieren hablar, no quieren recordar.

Yo nunca me había sentido víctima, a pesar de ser víctima, de pronto es eso también, porque
de pronto pienso que sí hay personas que tienen el derecho a llamarse víctimas, como todas
esas señoras que están ahí; a pesar de que yo tengo muchas historias y situaciones en la
familia, siempre creo que hay personas que la han pasado peor. Me refiero, en peores
condiciones, que les han pasado peores cosas y yo pienso: "mire lo que le pasó a esa señora,
yo para qué me quejo si me ha pasado mucho menos, no tengo derecho a quejarme". Y eso ha
sido... Es extraño que una persona como yo, que ha tenido incluso una formación crítica,
incluso para rebelarse, termine diciendo que no tengo derecho... Es muy loco, eso es
precisamente lo de la naturalización de la violencia, se nos hace normal, convivimos con ella
tantos años, que ya no la vemos. Y yo creo que ése precisamente ha sido el imaginario de
mucha de la gente de Santa Ana: vemos primero el caso de “fulanito”, que perdió tantas
cosas, o se quedó sin nada, o se quedó sin un pie por una mina; pero no vemos el propio.

De pronto no nos consideramos víctimas para unas cosas, pero para otras sí. Yo no hago
parte ni de Acción Social ni de nada; mi mamá sí, porque ella cuando salió demandó; de
hecho, todavía la veo llamando a Acción Social para ver si todavía le van a pagar la casa o si
le van a dar alguna ayuda económica. Y mucha gente en Santa Ana se quedó en eso, pidiendo
limosnas... Estamos pidiendo limosna, si estuviéramos reclamando nuestros derechos,
estaríamos en Santa Ana, reclamando nuestras vidas, las casas, el pueblo, el territorio,
quitándole a los soldados la residencia estudiantil que era de los niños que no tenían dónde
llegar al pueblo, es quitarles esa casa donde están viviendo ellos ahora cómodamente, es
obligarlos a que quiten las minas y que nos dejen entrar al parque ecológico que queda a las
afueras del pueblo, obligarlos a que respeten ese espacio para nosotros, es poder ir allá a
hacer una chocolatada o un almuerzo y no lo hacemos; es resistir, pero no lo hacemos, nos da
miedo y no lo hacemos. Y es eso lo que me da rabia; porque eso de reclamar nuestros
derechos, llamando a Acción Social a pedir una ayuda, una limosna que no ha llegado, eso
para mí es falta de dignidad, es sentirme menos, es caer muy bajo, y yo no quiero nada de
eso... Porque están en una posición como de mendigos, y yo no quiero eso.

10.3.5. El dilema entre hacer memoria o dejar en el olvido lo sucedido

Por ejemplo, en el salón de víctimas de Granada: yo voy y lo veo y veo que toda la gente dice:
"Wao, uy, el salón de víctimas es genial, es espectacular...", y hoy lo veo, y de hecho me
parece un trabajo muy bonito y todo, pero, yo veo... y siento que en este muro no caben mis
amigos, mis tíos; y no están ahí. De pronto es porque yo hasta ahora no me había
preocupado por eso, apenas lo conocí hace 20 días que bajé a Santa Ana; y dije: “esto es
espectacular”.

Veo que el Salón busca no olvidar, pero yo pensaba que no necesitaba una foto para recordar.
Y hoy narrando esta historia mía, me he dado cuenta de todo lo que había olvidado. Había
olvidado muchas cosas, pensaba que no necesitaba tener una foto para recordar, y resulta que
yo me pongo a pensar en mis primos y no recuerdo cuántos son ya los que han caído en esta
guerra... Claro que no quiero que la gente vaya y los mire y digan: "Ah, pobrecito éste,
pobrecito aquél, a éste lo mataron así, a éste lo mataron asá", o que la gente diga: "Ay
recuerdan cuando a aquéllos los hicieron caminar con el hacha, y con la pala, y que hicieron
el hueco donde los iban a enterrar", como sucedió con mi tía y el esposo. Entonces, me da
temor que se hagan ese tipo de comentarios; si de pronto está mi abuela, o si de pronto está mi
otro tío o si estoy yo, no nos va a gustar, a mí no me gustaría escuchar eso.

Nosotros pasamos de ser unas personas que vivíamos bien, que éramos millonarias en
recursos, que éramos millonarias en felicidad, porque eso éramos: ¡felices! Y nos lanzaron a
518
la ciudad a ser unos mendigos, a esperar mes tras mes la llegada de una ayuda, o esperar
eternamente a que nos puedan dar una casa; a pesar de que teníamos la mejor casa, así
fueran cuatro palos en Santa Ana, porque ese era nuestro sitio, era nuestro hogar, era nuestra
tierra. ¿Por qué el Estado crea un impuesto para la guerra y no crea un impuesto para
podernos ayudar, para poder ayudar a las víctimas que están allá? Para reactivar la
economía, para arreglar las vías, para arreglar las casas que no pedimos que nos tumbaran.

Esto de las acciones de memoria es muy simbólico y muy bonito, me parece muy bonito y no
estoy en contra, pero no creo que logre reivindicar nuestros derechos. Además, no creo que
yo sea capaz de pertenecer a una asociación de víctimas, en la medida en que no me sentía
víctima y que llegara otra organización más y me victimizara más... Es como una manera de,
muy trillado del término, de revictimizar... Pero ahora, no veo a estas personas de
APROVIACI revictimizadas, y las admiro mucho porque han hecho lo que yo nunca sería
capaz de hacer, a pesar de que tengo, de alguna manera, cierta formación: estar en quinto
semestre de sociología después de nueve años, yo creo que algo me ha quedado. Me parecen
muy verracas y las admiro mucho.

Ahora veo, que quizás, hablo por Santa Ana, yo creo que sí es necesario organizarnos, porque
la gente está muy dolida; o sea, el dolor que usted siente cuando llega a Santa Ana y ve la
gente, inicialmente cuando la gente volvió y vio todo, usted no veía sino gente llorando por
todas las calles, llorando por su casa, llorando porque aquí mataron al niño, llorando porque
aquí dejaron al papá, aquí dejaron a la mamá, la gente lloraba mucho y lloraban... como
haciendo catarsis... y salen, y otra vez usted se va, usted se va para el almacén y se ponen a
vender, usted se va para su negocio, usted se va para su fábrica y ya. Y la gente se dispersa.
Lo estoy viendo ahora, a mí me parece muy importante organizarnos, pero no sé, no sabría
cómo hacerlo; esto simbólico y todo esto a mí nunca me ha gustado, me pareció muy bonito
ahora lo que se hizo, participé, nunca pensé que iba a participar, lo hice muerta del susto, lo
hice y me pareció muy bonito, sin embargo nunca me han gustado estas maneras. Me parecen
muy verracos lo que son capaces de pararse y decir yo tuve a mi mamá y me la mataron, yo
tuve mi papá y lo mataron, a mi hermano; porque eso me importa a mí, le importa a mi
familia, ¿pero yo qué voy a saber si a vos te importa? ¿No te voy a aburrir, no te voy a cansar
con esas cosas? Por ejemplo acá, en esta historia, yo creo que estoy redundando en muchas
cosas, que no sé si esto vaya a servir para mucho...

Pero siento como si por primera vez me estuvieran escuchando y eso me hace sentir diferente.
Y por eso como que sigo expresando y contando. Yo cuando salí de Santa Ana, no me faltó
sino una cosa, suena feo y durísimo, pero no me faltó sino colgarme de una viga, yo me quería
colgar de una viga (Empieza a llorar)... Y el solo recuerdo me estremece, por eso prefiero no
recordar. Ver salir a mi hermano a las siete de la mañana con el párroco, completamente
afectado, porque lo iba a matar el ejército, porque era joven, ¡lo iban a matar porque era
joven! Porque es un pelado, porque no corrió, porque tenía que correr para matarlo
corriendo: ¡así mataron a la mayoría de la gente! ¡La mataron corriendo, que porque estaba
corriendo! ¡A mi hermano lo iban a matar así! Y llegar con él y verlo golpeado, muerto del
miedo, atemorizado, ver cómo a mi mamá la golpearon en el pueblo, eso le da a uno duro.

Yo tengo una cosa, yo salí en el 2000 de allá y hay una época de mi vida, entre el 2001 y el
2004 que yo no recuerdo nada de mi vida, como si se hubiera borrado... y yo recuerdo cosas
de mi niñez desde que tenía por ahí cinco años: recuerdo cuando me quitaron la chupa, el
tetero, yo estaba muy niña y tengo buena memoria... Pero si alguien me pregunta cosas que
han pasado entre el 2000 y el 2004 yo no las recuerdo, las he olvidado. Olvidé mi relación
con mi primer hijo, que nació en 1997; cuando mi segundo hijo nació en el 2000, yo no lo
recuerdo... Yo me pongo a hacer memoria y he conocido a gente en ese lapso de tiempo y no
me acuerdo de haberla conocido, me preguntan: "usted no se acuerda de tal y tal suceso, que
fuimos a tal y tal parte", y yo: "no, no me acuerdo", ni cosas buenas ni cosas malas, o sea, no
519
me acuerdo. Mi hermano me decía que cuando hay dolor, a mí no me gusta acordarme, él me
lo explicaba psicológicamente y yo no lo he visto nunca desde ese punto de vista. A mí no me
gustan los psicólogos... no sé, no sé...

Yo tuve mi primer hijo a los 14 años, yo era una niña. Yo estaba en un grupo de danza, era de
las mejores en el colegio y al pueblo llegaron unas personas de la ciudad a hacer la unidad
administrativa del colegio. Allá pocas personas de la ciudad llegaban, porque eso parecía una
aldea. De seis hermanos, yo soy la menor, entonces, mi hermana estaba de vacaciones en el
pueblo, porque ella trabajaba en Cali y había un señor, yo tenía 14 años y había un señor en
esa obra que comenzó a conversar con ella, él estuvo un mes, mes y medio en el pueblo e hizo
amistad con él, conversando, se hicieron novios; mi mamá los dejaba salir juntos, pero me
mandaba a mí a cuidarlos. En ese tiempo yo era muy alegre, yo recuerdo que yo todavía era
una niña, yo jugaba con muñecas con mi prima, a pesar de que ya estábamos muy grandes y
yo con mi prima jugaba muñecas.

Pero resulta que ese novio no estaba detrás de ella, sino detrás de mí. Después de mucho
tiempo de andar con mi hermana, mi hermana ya se fue; él tenía amistad con mi mamá, le
pidió el favor a mi mamá que si le arreglaba la ropa, porque él comía al lado de la casa de mi
mamá, empezó a charlar con mi mamá, a llevarle cositas, a llevarle regalos, a llevarle frutas,
que llegaba de Medellín, entonces, le llevaba chocolates; empezó a ganarse a mi mamá, que la
suegra, que tan querida. Ya se fue metiendo en la casa, pero él iba detrás de mí. Yo no tenía
por qué sospechar eso, porque igual nunca me preocupaba por eso, no me preocupaba sino de
mis muñecas y algunos programas de televisión y ya... Cuando ya se hizo demasiado amigo
de mi mamá, ya lo dejaba en la casa... y me embarazó. Bueno y hasta el día de hoy que no sé
nada de él. Lo único que sí supe de él, fue que le dijo a un familiar mío, que él nunca había
querido a mi hermana, que él iba detrás de mí, que porque a él le fascinaba cuando me
mandaban a cuidarlos, y cómo yo cogía Flores y cómo jugaba con cualquier animal que se me
atravesara, que con mis pantalones cortos. Y así fue que tuve a mi hijo... y eso es muy duro,
tuve a mi hijo que ya tiene 14 años y es hermoso. Es lo mejor que me ha pasado en la vida. Mi
mamá cuando se dio cuenta que estaba embarazada, me señaló, fue horrible, y me dijo que yo
era lo peor de lo peor.

Pero fue después de ocho años de tenerlo, fue que me di cuenta de de ese olvido... fue muy
duro porque yo miraba la cara del niño, y lo veía a él... pero no lo veía como mi hijo, era el
niño de mi mamá, de hecho él a mí me decía “mona”. Porque a mí en mi casa me dicen mona.
Entonces él parecía era un hijo de mi mamá, yo era la niña. Yo seguí estudiando en el
colegio, mi mamá lo crió, y cuando yo vine desplazada a La ceja, me tocó traérmelo, porque
era mi hijo, era lo lógico. Había cumplido 18 años, me tenía que salir... Entonces cuando el
niño tenía ocho años nos volvimos a enterar de ese hombre, porque estaba herido; en un
atentado lo hirieron y estaba muy mal. Y una de las voluntades era que nos buscaran. La
familia de él nos encontró, querían conocer el niño, quería pedirme perdón a mí, viéndose
postrado en una cama, después de 12 días en coma... De pronto verlo a él en esa miseria,
estaba viéndolo viejo, enfermo, me dio tranquilidad, me dio fue lástima. Después pensé: "yo
para qué sigo aumentando este rencor, y este odio con él si igual mírelo como está, está hecho
nada...". Quedó lisiado porque no puede trabajar, se quedó sin un pulmón y ahí sí fue
diferente. Yo creo que eso fue una sanación para mí haberlo visto así, me sané porque la
relación con mi hijo mejoró mucho, es un niño genial.

Resulta que es coincidente, porque cuando sucede eso y me sano, cuando eso pasa, es cuando
recupero la memoria. El embarazo fue muy traumático porque fue en tiempo de guerra, un
tiempo de torturas, amigos torturados, estando embarazada los veía torturados, vueltos nada.
Vivir ese tiempo de violencia sola, en plena adolescencia, con el dolor de ser mamá en esas
circunstancias; el estigma por parte de mi mamá, porque a mí no me importaba lo que dijera

520
la gente, sino cómo me trataba mi mamá, eso era lo que más me dolía. Por eso cuando llegué
a La Ceja, a enfrentar una realidad sola, sin amigos, sin familia, la cosa fue muy dura...

Desde niña yo quería estudiar sociología, aunque no tenía ni idea qué era eso, pero se
cumplió cuando entré en el 2004 a la universidad... cuando recuperé la memoria. Y eso me
ayudó demasiado, para mí la universidad ha sido genial, porque me ha dado duro, me ha dado
muy gratas sorpresas y otras no tan gratas, entonces para mí ha sido muy bueno... La
universidad me ha hecho más resentida, pero me ayudó mucho a ver y crecer. También me
ayudó a no estar tanto tiempo en la casa, porque yo ahí me deprimía, quizás porque me
recordaba que no era mi casa.

Es doloroso, es muy doloroso hacer memoria. Pero después de compartir esta historia y de
recordar lo que me ha pasado, y cómo pude recuperar mi memoria, y cómo eso me sirvió en su
momento, yo creo que la memoria sí ayuda a sanar... Voy a poner un ejemplo, con lo de mi
hijo: me pasó lo que me pasó y yo quería olvidar eso, nunca recordaba, olvidaba; hubo un
tiempo que no tenía memoria. Pero cuando ya vi de esa forma a este señor, ya recordé todo,
recordé cómo era el papá de mi hijo, cómo fue todo, las cosas que pasaron, conocer todo eso;
sufrí mucho, lo que habían dicho de mí, hice memoria, yo creo que pude hacer eso que llaman
catarsis. Y eso me ayudó y me sané, yo me considero ya sana de eso, a mí ya no me duele, ya
ni siquiera me duele lo que me pasó con él, me duele como me trató mi mamá, pero a mí ya no
me duele lo que me pasó con él.

Y ahora puedo comprender que el Salón del Nunca Más cumple también esa función. Como
yo no tengo mi familia ahí, entonces, no me identifiqué inicialmente, porque en vez de ver
todas las caras de las víctimas que había ahí, porque ahí sí hay conocidos, tenía en mi mente
la cara de mi tía. Cuando entré ahí, yo veía a éste, a éste; pero también veía a mi primo J.G.,
recordé a mi tía M., recordé a mi tío L.A., recordé... Y ahora que comparto esta historia,
ahora puedo comprender.

10.4. “Soy una mujer afortunada”: Una vida resistiendo a todas las formas de violencia,
la historia de R.

10.4.1. Una familia campesina

Tengo recuerdos desde que tenía tres añitos. Desde ahí tengo recuerdos. Tenía una abuela que
es la mamá de mi papá, que me quería mucho. Ella murió cuando yo tenía los tres añitos,
apenas recién cumplidos. De ahí en adelante ya empezó una vida dura para mí, porque
también, era la mayor y me tocaba ayudar con los otros más pequeños. Cuando empecé a
estudiar a los cinco años, yo tenía muchos deseos para que me entraran a la escuela y empecé
a hacer numeritos en una pizarra gruesa; y uno escribía ahí con unas tizas y yo hacía ahí mi
nombre y me recibieron a esa edad, así a los cinco años. De cinco y medio hice la primera
comunión, porque me dio también porque tenía que hacerla.

Cuando ya tenía seis años mi papá comenzó a sacarme de la escuela a fin de año para que me
fuera a coger café con él a las fincas, porque él no era capaz de mantener toda la gallada de
peladitos que tenía, ya había como cuatro conmigo. Mi papá los domingos nos sacaba al
pueblo, él nos daba por ahí un sirope (agua de panela fría con limón) y un rollo, o un vasito
de leche con un rollo en la plaza; nos sentábamos a escuchar esa música que sonaba en la
plaza de Fredonia, era uno feliz. Bajábamos descalzas hasta el pueblo y ahí, como siempre,
nos compraban unas chancletas plásticas; y entonces en el pueblo ya nos hacía lavar los pies
y nos poníamos las chanclas, para que estuviéramos bien lindas en el pueblo, en la misa de
once, con unas cositas así redondas en la cabeza, todas lindas, y uno era feliz con todo eso.

521
Aprendí a ser responsable y a conseguir lo mío, porque nunca me ha gustado depender de
nadie. Me llevaron a trabajar a una casa de familia, donde una señora que me enseñó muchas
cosas, pero que también me trataba mal. Luego mi mamá, como a los tres o cuatro meses de
estar en esa casa, se dio cuenta porque me encontró con las manos moradas, entonces me sacó
de allá. Cuando a los quince días mi papá volvió a decir que él no era capaz de llevar toda la
obligación, que tocaba que me volvieran a conseguir trabajo: volvió mi mamá y consiguió otra
casa donde meterme. Entonces yo viendo que a los nueve años ya me tocaba trabajar, que
además me pegaban en la casa, que me daba rabia, que me maltrataran sabiendo que yo tenía
que colaborarles para mantener los chinches232 que habían después de mí... y tener que
trabajar, yo siendo una niña que quería estudiar y no me dejaban, entonces me vine para
Medellín de nueve años. Me quedé donde un tío...

Donde ese tío empecé a trabajar y a estudiar en la escuela nocturna. Hice tercero de primaria
mientras trabajaba en otra casa de familia, donde duré más, varios años, hasta que me fui a
trabajar al seminario mayor de Medellín; cuando tenía trece años me interné en ese seminario
durante 5 años. Y yo siendo una niña de trece años, me tocaba levantarme a las tres de la
mañana a hacer cuatrocientas arepas para tenerlas listas a las seis de la mañana; hora en que
desayunaban padres y seminaristas. En este tiempo me toco ver ordenar a más de doscientos
sacerdotes. Cuando entré al seminario el pago eran $180 y en las casas de familia, donde me
tocaba trabajar, el pago era $30 mensuales. La diferencia era muy grande. En ese tiempo era
mucha plata. También aprendí a trabajar panadería, yo aprendí de todo en ese seminario.
Allá nos tocaba de todo, éramos trece mujeres y yo era la más niña. Allá me celebraron los 15
años: las monjas se vinieron para el centro, me trajeron y me compraron un vestido muy lindo,
no se me olvidan los zapatos; los seminaristas me dieron serenata porque había unos que
tocaban guitarra y ellos eran muy especiales también. Allá las monjas me enseñaron
modistería y aprendí a coser, y eso me sirvió mucho, más adelante en mi vida.

Y así hasta que ya me cansé cuando tenía 18 años, porque estaba cansada, porque me tocó mi
juventud encerrada. Me salí de huida huyéndole a un tipo casado que me estaba persiguiendo.
Yo era muy linda. Yo llegaba a Fredonia en ese tiempo y tenía también mis novios. Sí yo
tenía por ahí mis tres o cuatro novios, porque yo era la mujer más bonita de esa vereda,
entonces me perseguían mucho… Llegar por allá, eso era mejor dicho, llegar carne fresca…
Todo el mundo me seguía, todos esos muchachos, hacían fila para bailar conmigo, porque yo
bailaba muy bien, yo era, pues, la atracción allá.

10.4.2. El destino de la mujer: madre y esposa... sometimiento y frustración

Luego pasaron las cosas así, me salí del seminario y me puse a trabajar en una casa de unas
personas ricas acá en Medellín. Y ahí ya ganaba un poquito más, le ayudaba más a mi mamá.
Pero me cogió una persona, un hombre mayor, y me pegó una embolatada muy horrible, se
cree que me dio alguna droga, porque yo perdí la memoria durante tres días... De eso me
quedó una belleza de niño, aunque para mí eso fue violación, ese tipo me cogió… Cuando yo
ya desperté yo ya no era señorita, ya no había nada que hacer. Entonces empecé ya con mi
embarazo, porque me di cuenta como a los tres meses que estaba en embarazo.

En esos días, teniendo yo como ya tres meses de embarazo, mi familia se vino a vivir a
Medellín, mi mamá vendió la casa, no sé si fue desespero; pero después me di cuenta que a mi
papá lo iban a matar, porque estaba en ese tiempo era la chusma y mi papá como era
conservador, la gente lo odiaba; era el único conservador que había por allá y mi papá no se
dejaba de nadie, entonces, mi mamá por evitar que lo mataran, se vino para acá, vendió la
finca por infelices $10.000. Eso fue como hace 37 años. Desde esa época había desplazados.

232
Los niños pequeños.
522
Entonces, ya nos vinimos todos a vivir a Bello 233; nos dieron una casita para vivir allá,
supuestamente era arrendada, pero por el arriendo nos cobraban solamente $100 Ahí ya
nació mi niño; cuando ya me trajeron del hospital, empecé de nuevo a trabajar. Resulta que
ese tipo, el papá del niño, era casado y conocí la señora de él y se dio cuenta que yo iba a
tener ese bebé, y yo con ese miedo, porque yo pensé que esa señora me iba a matar, y resulta
que lo que se puso ella fue a llorar, al verme con el niño recién nacido, eso fue en el 74. La
señora se puso a contarme historias de las cosas que este tipo hacía: con todas las mujeres
tenía ese vicio de darles cosas y le había hecho a cinco peladas lo que hizo también conmigo.

A la final fue como que él se enamoró de mí, porque era la “perseguidora”: yo salía al centro
y en cualquier esquina me lo encontraba sin yo estarlo buscando ni nada; y yo me sentía como
si realmente me hiciera falta él... Y me dejé llevar, porque el niño tenía que comer, y me fui a
vivir con él. Pero resulta que me llevó con una trampa a vivir a Caldas, a una pieza donde yo
estuve encerrada por un poco de tiempo, esperando que él llegara en la noche, y a veces no
llegaba... cuando empiezo yo a sentir un odio impresionante hacia ese tipo, entonces, yo no lo
podía ver; yo sentía como un olor como a azufre, una cosa muy asquerosa y me asomaba a la
puerta y él venía. Hasta que dije: ¡No, esto es el demonio! Y empiezo a hacer una oración, al
Espíritu Santo para que me librara de este tipo, y cuando terminé la oración, ese día, pasó lo
que tenía que pasar: se me ahogó el niño en una quebrada. Él se cayó a la quebrada o lo
tiraron, porque resulta que quien lo tiró fue una hermanita mía que tenía 5 añitos; pero, qué
podía hacer uno si mi mamá lo dejó a cargo de una niña que qué iba a saber y que no tiene
conciencia de nada. Entonces mi hermanita, no sé si sería jugando, lo tiró a la quebrada. Se
lo arrastró la corriente, lo encontraron por allá enredado en unos bejucos de la orilla. Se
murió mi niño y yo casi me enloquezco. Era mi primer hijo, tenía sólo 21 meses, pero era ese
ser por el cual yo quería luchar y quería hacer tantas cosas en la vida; porque yo no vivía
bueno con ese señor, pero por mi primer hijo quería hacerlo todo... y morírse de esa forma...

Hasta que ya a los tres meses volví a la casa de mis padres, pero yo no dormía, y ya no veía la
hora como de volver a salir; hasta que volví y me organicé: me puse a trabajar en otra parte,
en la casa de una familia muy querida, que me apoyaron mucho y ahí estuve como siete meses,
y ya de ahí salí para casarme. Y trabajé hasta que conocí a un muchacho, uno que ayudó a
sacar el niño de la quebrada. El que fue luego mi esposo me colaboró mucho, y me ayudó a
superar el dolor. Sin embargo, yo no sabía que la vida también me iba a dar muy duro con el
matrimonio… El niño murió el 21 de diciembre, 22 de diciembre estuvimos en el velorio y el
23 de diciembre yo sentía a todo el mundo en sus bailoteos y yo enterrando a mi niño: ¡yo por
eso no quiero los diciembres! Ya han pasado 35 años y a mí no se me olvida eso, yo todos los
diciembres recuerdo eso, hasta mi misma familia estuvo bailando; o sea, que no les importó
mucho que yo estuviera encerrada en una pieza llorando. El dolor sólo lo sentimos los que lo
vivimos; entonces, esta persona que me sacó ese niño, él me colaboró, me ayudó mucho, sin
saber propiamente, el trabajo tan lindo que él estaba haciendo. El iba a la casa, me decía:
"venga, vámonos, coja su vestido de baño vámonos para tirar baño por allá a esos charcos";
había charcos muy lindos en ese tiempo, yo salía todas las tardes con el que fue mi esposo.

Bueno, ya me casé y, y fue lo que más duro le dio a mi mamá, pero fue porque ya no podía
ayudarle más, económicamente; y se enojó mucho, mi papá sí estuvo de acuerdo con que me
casara; mas no le dije a ellos que me iba a casar sino que llegué y les mostré la partida de
matrimonio, porque mi papá decía que no me aceptaba a nadie en la casa, que no aceptaba
que estuviera con alguien sin casarme y que me tenía que casar, y le hice caso, me casé. Pero
empezó el sufrimiento también, porque mientras fui novia de él, todo muy bien. Pero cuando
estuve en los primeros tres meses de casada empezó a pegarme y empezó a echarme en cara
que yo había tenido un niño y ya el niño muerto... de pronto una vez, yo iba al cementerio cada
ocho días a visitar al niño como parte de la elaboración del duelo, a mí no me podía faltar un

233
Municipio del área metropolitana del Valle de Aburrá (Donde está ubicada la ciudad de Medellín.
523
solo domingo, yo todos los domingos iba y le compraba las mejores flores. Cuando llegué un
domingo, estaba la tumba partida; también se fue y cogió un arma y se fue a desafiar al que
era papá del niño y lo hizo volar de por allá; mi esposo era jodido y empezó a andar armado.
Y me empezó a llevar gente guerrillera. Del M-19, del EPL, eran amigos de él, y empezó a
trabajar con esta gente. En ese tiempo lo llamaban la Coordinadora guerrillera, que era el M-
19, EPL y las FARC. El se hizo echar de Fabricato en una huelga que hubo, yo no sé si fue
como en el 84; y resulta que era que ya trabajaba con una de esas organizaciones, así como
muy por debajo de cuerda, era el que encaminaba la gente para el monte.

Entonces, yo empecé a pensar que era normal que él se comportará así. Cuando ya nació G.
fue la alegría, pues, ese hombre se quería enloquecer con ese muchacho. Después empezó que
yo tenía que quedar embarazada otra vez, porque como todo el mundo me miraba, porque yo
era muy bonita en ese tiempo, todavía; entonces, él muerto de los celos, y nadie me podía
mirar, nadie. Pensaba que si estaba barrigona no me miraban más y mentiras que sí me
miraban más, aunque estuviera barrigona; porque me veía más bonita. Hasta que ajusté tres
niños, los tres mayores que eran G., Gi. y D. De los cuales, D. y Gi. están desaparecidos;
después de D. me quedé sin tener hijos como cuatro años, porque empecé a planificar al
escondido. Ay, cuando me coge este hombre las pastillas con las que yo planificaba, casi me
mata; me arrastró por todo el patio: que claro, que yo tenía mozo y que por eso era que yo
tomaba pastillas de planificar, para poder tener los mozos y no quedar embarazada. Casi me
mata ese hombre y yo no me las pude tomar más y ahí quedé embarazada del niño que ahora
es policía. Después de él, ya de la niña y yo no quería, cuando iban a nacer M., mejor dicho,
ese hombre me decía que si era una niña, que no era de él que porque él sabía muy bien que
yo tenía mozos, y decía yo: "si así me quiere matar como fuera de verdad teniendo"…

Yo no sé, como que Dios o la santísima Virgen también me favoreció con mis niños: una vez
me llegó el ejército allá, un carrado del ejército y él no estaba, él se había ido para una
reunión del colegio de Gustavo, que estaba empezando el bachillerato; cuando llegó toda esa
gente a buscar algo, y yo: "¿pero qué buscan?"... Me esculcaron las camas, buscaron por
todas partes, vaciaron el agua del tanque y cuando abrieron un escaparate donde estaban esas
armas... Yo dije: "¡Ya me van a llevar!"; porque yo estaba ahí al pie... pero en vez de coger
las armas que estaban ahí guardadas, cogieron y tiraron la ropa así, encima, y antes taparon;
yo me pegué de María Auxiliadora que me ayudara, yo sé que fue ella la que me salvó de que
me hubieran llevado para la cárcel. Y él, bien tranquilo, él esperaba allá, porque lo llamaron
por teléfono donde una hermana: que estaban haciendo un allanamiento en la casa y él no
hizo nada, sino que esperó, seguramente, esperaba que me llevaran a mí.

Yo tuve situaciones muy aburridoras con él, así lo dejara, él me amenazaba; entonces, como
yo sí sabía que él era capaz de hacer alguna cosa, ya por miedo me quedaba ahí… Porque, él
se mantenía con armas y él, para que yo no me le volara, dormía con una metralleta debajo de
la cama. Él era a toda hora con ese miedo, como con esos celos enfermizos, como un niño
chiquito cuando le van a quitar uno de esos juguetes lindos que tienen, así él era conmigo, una
cosa impresionante. Sufrí mucho con él, de verdad que ya no tanto por los golpes, sino que me
tenía ya como para morirme de los nervios con esa situación tan aburridora. Estuvo en la
cárcel dos años por porte de armas, pagó lo que tenía que pagar; pero después, le dio por irse
para Pereira con otras personas también, por allá, no sé bien lo que se fueron a hacer,
estaban armados y los cogieron también en Dosquebradas.

Entonces, ya cuando cayó a la cárcel de Santa Rosa me tocó ponerle abogado, hipotecar la
casa y ponerle abogado; entonces, yo iba y me hospedaba allá con una familia que me hice
amiga de ella, porque tenía el esposo también en la cárcel; mi esposo sabía enmarcar cuadros
hermoso, él aprendió a trabajar muy lindo en eso, y le enseñó a ese señor, al esposo de mi
amiga, y me colaboraba también económicamente para los gastos de los niños. La señora me
cogió mucho aprecio, entonces yo, cada vez que podía, me iba con los niños... Resulta que mi
524
esposo cogió la diabetes allá, se enfermó de eso y a él lo soltaron cuando tenía dos años, por
enfermo, estaba ya por morirse; el abogado a la final, prácticamente, se robó la plata de esa
hipoteca con lo que yo le pagué, porque él al final no hizo nada. Cuando salió de la cárcel,
llegó acá a Medellín, de todas maneras, enfermo; pero siguió jodiendo por ahí, entonces un
muchacho por un arma, que él le embolató, le dio una puñalada en la espalda que le pasó
cinco veces el estómago. Yo me puse fue a trabajar para ver por los niños y a él lo dejamos
allá sólo en una casa. Pero cuando ya a él le dieron esa puñalada, él empezó muy mal, una
hermana era la que colaboraba y lo cuidaba, porque yo trabajaba y no tenía tiempo, ella era
la que se mantenía haciendo todo por él, la comida, pero a los tres meses se murió....

G. era el mayor, y cuando él murió, no había acabado de cumplir todavía los 14. Entonces, la
familia que nos tomó tanto aprecio, allá en Pereira, vinieron al entierro de él, me hicieron la
propuesta, como sabían lo mal enredado que estaba él, que por qué no me iba a vivir por allá,
que ellos me colaboraban con los niños. Me dijeron que para ponerlos a estudiar y que yo
trabajaba; y que ella me colaboraba con los más pequeños, porque ya los más grandes se
defendían solitos. Cuando estábamos en eso, hicieron un robo por una finca, y yo no sé si era
que no sabían que A. estaba ya muerto y vinieron a buscarlo; pero como él ya no estaba,
empezaron a instigar a los muchachos, entonces se llevaron a G. para un comando de policía,
yo no estaba en la casa. Él tenía 14 años. Como eran ellos, los Builes, los que manejaban
todo Bello, se lo llevaron. La policía, la alcaldía, todos les copiaban234, porque eran los que
más plata tenían. Fui a preguntar al comando y me dijeron que allí no lo tenían, me bajé para
el parque y la amiga de Pereira, estaba conmigo, y nos pusimos a buscarlo por todas partes.
Sí me lo tenían allá, pero no me lo dejaron ver ni nada, entonces, me dijeron: "no tranquila,
véngase mañana por él, que mañana lo soltamos, por ahí a las 7:30, porque estamos hablando
con él y lo estamos investigando a ver qué sabe del papá; pero, tranquilita que mañana lo
soltamos".

Yo no veía la hora, al otro día no esperé hasta las 7:30, sino como a las 6:20 ya estaba yo allá
y tenían motos listas para llevárselo y lo tenían amarrado. G. quedó con mucho miedo, es que
era un niño de 14 años, pero tampoco reaccionaba de forma violenta, ni nada, sino que él
lloraba. Él dice que eso fue muy duro para él: lo cogieron y le metieron la cabeza en una
bolsa plástica, lo sumergían en un tanque con agua hasta que dijera algo, pero él qué iba
decir si no sabía nada porque no había participado en ese robo, eso fue muy duro. Lo habían
cogido y lo habían, como asfixiado... y tenía la garganta que no podía ni hablar nada, apenas
como por señas me hablaba, estaba todo el pecho morado y me hacía señas que me quedara
callada; y me señalaba las motos, que ya se lo iban a llevar. Entonces, apenas cuando a mí me
lo entregó el comandante, me dijo: "no tranquila, el “pelao” no sabe nada, él no tiene nada
que ver con lo que pasó, pero sí sabe muchas cosas de su esposo", y yo le dije: "y mi esposo
que tiene que ver si él ya se murió hace 15 días, el niño qué tiene que ver con eso, el niño no
tiene nada que ver con eso, son unos niños". Y él dijo: “sabe qué señora, se lo voy a entregar,
pero ábrase con ellos de por acá; porque si no, los van a matar a todos y le va tocar alistar
los cajoncitos para todos”. Sencillamente me fui de por allá, prácticamente, desplazada.

En ese tiempo no se oía hablar todavía de desplazamiento, pero para mí eso fue un
desplazamiento, aunque en ese tiempo no se llamaba así. Donde yo hubiera sabido que tenía
alguna forma de reclamar algo... desplazada me fui... Mandé por mis muchachos a las 12 del
día y los embarqué en un bus para Pereira, a los tres mayores: era G. de 14, el otro de 12 y el
otro de 11. Me quedé con la niña y el niño y ya a mi amiga, al otro día, la embarqué con los
otros dos niños.

10.4.3. Reiniciando en otra tierra: madre, cabeza de familia, resistiendo y luchando

234
En la jerga popular, “copiar” significa que alguien manda y todos los demás le obedecen.
525
Entonces, ya organicé dos piecitas que me prestaron allá. Al mes comencé a trabajar en
confecciones y empezó a cambiar la vida, pero fue difícil la convivencia: yo con cinco hijos y
estar de arrimada. Empezaron a echarme cantaleta porque los muchachos eran desobedientes,
que si G. trabajaba y estudiaba, llegaba bien cansadito a almorzar, pero la comida era un
arroz con banano o medio huevito y eso era todos los días lo mismo ni una sopita ni nada; con
lo que me ganaba yo pasaba a la casa para la alimentación y otros gastos y guardaba para los
pasajes para irme a trabajar. Hasta que ya les dije: "los hijos míos no están enseñados a
aguantar hambre, yo pude haber vivido muy maluco con mi esposo, pasarla muy mal, pero
amplio en comida, eso sí, a los muchachos nunca les faltó comida y comida buena”.

Entonces ya empezamos a sufrir por la comida. Y ese hombre a cogerme rabia que “como así
que yo iba a exigir, que ya estaba viviendo ahí, que uno de arrimado y exigiendo”. Yo llegaba
a las 12 de la noche del trabajo, porque trabajaba en Dosquebradas y había trancones
miedosos, salía como a las 10 de la noche de la empresa, y a veces, estaba llegando a las 12 y
ahí mis cinco muchachitos en ese mirador esperando que yo llegara y lloraban. Cuál de todos
lloraba más: "mamá, vámonos para Medellín", me decía G. y los otros dos niños: “que
importa que nos maten por allá, pero vámonos para la casa de nosotros que nosotros aquí,
qué pereza, tan humillados”. Ya se pusieron las cosas tan horribles.

Entonces resulta que yo había conocido a este señor V.M.T. ese señor que en este momento es
el gobernador del Risaralda, era concejal ahí en el pueblo y ese tipo se portó bien conmigo,
con esa nobleza y con ese respeto; con todo el cariño, así era yo con V.M. Y ese señor yo iba y
le decía cualquier cosa, para comida o algo y el ahí mismo me colaboraba, él me daba los
uniformes para los niños, me colaboró con los puestos para colegios. Yo le ayudaba a él con
lo de la política, porque estaban trabajando para las elecciones del 92. Me hice líder y me
nombraron en ese barrio. Entonces fui y le dije que estaba desesperada y que ya no sabía
para donde coger, que la situación se me estaba colocando muy dura; y me dieron casa, me
sacó de ahí, cogí y desbaraté camas y dejé todo empacado y al otro día me fui para donde él.

Inicialmente me dieron tres piezas, arriba en el directorio del partido; y viví ahí lo más de
rico, ahí al frente del parque. Iba a misa todos los días, bueno, vivíamos lo más de bueno,
hasta cuando ya habían hecho un barrio para gente reubicada de zonas de riesgo, entonces
me dieron mi casa allá, porque yo colaboraba mucho con el directorio y no aguantaban verme
en esa situación tan pesada con esos muchachos, con los cinco niños. Yo sé que eso fue un
torcido, pero fue, mejor dicho, una bendición de Dios, que me hubieran hecho ese favor; yo no
sé qué hubiera sido de mí por ahí rodando con esos pelados, pero entonces yo prácticamente
pagué la casa con todo lo que les colaboraba también. Yo empecé a trabajar en el barrio,
sobre todo con los niños, me hice líder de ese barrio, era la que repartía la leche a los niños
con unas galletas. A mí mensualmente me daban la mitad de un mínimo, y así vivimos y nos
organizamos. Me dieron un saloncito donde trabajaba y yo hacía bellezas: hacía empanadas,
cada ocho días los fines de semana, hacía morcilla, mis niños me ayudaban, los pequeños, M.
y J., salían con la bolsita de las empanadas y la morcilla.

Eso fue tan duro como empezar a conquistar un mundo, la única herramienta que yo tenía
eran las ganas de sacar adelante a mis hijos y lo que yo sabía con mi maquinita de coser,
porque yo, no solamente trabajaba con la comunidad, no solo hacia las empanadas, sino que
también trabajaba en mi máquina: hacía arreglos, empecé a coserle a las mujeres de los
alcaldes y los políticos de la zona, a las mujeres de los concejales, entonces, me iba muy bien y
eso fue lo que me generó ingresos para levantar mis muchachos.

Cuando yo vivía en Pereira, mataron a mis tres hermanos. A uno, jovencito de 21 años, lo
mataron en la masacre de Belén Altavista, en el año 96. Y eso fue muy triste, porque creían
que habían matado a milicianos y mentiras que mataron a muchachos estudiantes, hasta
menores de edad, el hermanito mío apenas había acabado de pagar servicio, estaba
526
trabajando, tenía contratos de vigilancia por tres meses. A los otros dos hermanos los
mataron en Playa Rica, allá en Bello, a uno de ellos lo mataron debajo de la cama y mi mamá
le tocó sacarlo de ahí: se vinieron por todo un callejón dándole bala, y él alcanzó a meterse
debajo de una cama y allá fueron y lo acabaron de rematar y mi mamá en ese tiempo
caminaba todavía, y digo caminaba, porque mi mamá con la depresión que cogió, mi mamá se
dejó morir, se dejó invalidar en una silla de ruedas, donde estuvo durante ocho años por la
muerte de sus tres hijos. Otro de ellos fue una banda en Bello, también lo mataron. Al
primero lo mataron en el 91, a éste lo mataron en el 93. La comandante de la banda fue y le
hizo que le dieran un tiro y él cayó, y después fue y se le encaramó encima y le dio 41
puñaladas... mi hermano del cuello para abajo no tenía un punto más dónde le cupiera otra
puñalada, ya mi mamá estaba en silla de ruedas. Mi mamá se dejó morir, cogió varias
enfermedades, somatizó todo su dolor y como en ese tiempo no había nada ni nadie que
pensara en nosotros las víctimas, si hubiera tenido yo oportunidad de saber lo que sé ahora,
por lo menos, le hubiera dicho que fuera al psicólogo o que entrara a estos procesos; pero en
ese tiempo nadie le ayudó y ella se dejó morir. Pero quería que yo estuviera a su lado...

10.4.4. Se desmoronó la vida porque nos tocó la violencia

Me dejé convencer por mi mamá, y me vine otra vez para Medellín... y me pesó, porque ese
mismo año... a los seis meses de haberme venido... me vine empezando el 98, en enero, dejé la
casita allá arrendada y me vine, la gente lloró esa venida mía porque me cogieron mucho
aprecio. Mi mamá murió el 5 junio y ya el 23 noviembre, como mis hijos dejaron novias por
allá, D. se fue a llevarle argollas a su novia y plata para casarse. Se casaba en ese diciembre
del 98, el 21 de noviembre se fue para allá y se cree que el 23 de noviembre cogió camino
para venirse otra vez, yo me cansé de esperarlo y nunca llegó...

Él trabajaba en la bomba de Soya, el lavaba carros ahí, lavaba camiones, lo que le resultara,
era un muchacho muy guapo y el tiempo que no pasaba trabajando en esa bomba, subía a la
casa y me ayudaba a trabajar un rato en las máquinas; en ese tiempo trabajábamos mucho,
porque yo siempre conseguí mi taller de confecciones y nos defendíamos mucho. Y se turnaban
para hacer el mercado, D., compraba la carne y el revuelto; G. compraba el grano y Gi.
ayudaba a pagar servicios, entre todos; mi plata de la pensión quedaba casi libre. Todos eran
buenos trabajadores, G. trabajaba en el “Zuana”, en ese tiempo se ganaba como 1 millón de
pesos, le iba muy bien, ¡Vivíamos tan rico!...

Hasta que nos empezó a tocar la violencia y a desaparecer los muchachos: D., el 23
noviembre ya no regresó aquí… Empezamos a buscarlo, me puse como loca, nos fuimos a
Pereira, nos encontramos con la novia, lo buscamos en la morgue, lo buscamos en hospitales,
no sé, mejor dicho empezamos una odisea, buscándolo por toda parte. Resulta que estaban en
paro de camioneros por un peaje que habían hecho o que estaban haciendo por Armenia,
entre Armenia y Pereira; entonces ya no había paso desde Santa Rosa de cabal hasta
Chinchiná ni para Manizales, todos esos pueblos estaban incomunicados, no había transporte.
Entonces, yo ya con el desespero, nos fuimos de Santa Rosa hasta Chinchiná a pie; y en todo
ese trayecto si alguno de esos camperos, que cargan gente desde las veredas, se atrevía a
transportar personas de Santa Rosa a Chinchiná, en el camino quemaban el carro. Nos tocó
ver más de un carro quemado por ahí, y yo con la foto de mi muchacho en una moto, diciendo
que por favor me dejaran pasar; los que estaban quemando, tapados con trapos rojos, me
decían: "devuélvanse, devuélvanse, haber, si no quiere que les pase lo mismo"; porque yo les
decía que yo estaba buscando este muchacho que se me había desaparecido en ese trayecto.
Yo les decía: "déjenme pasar" y les insistía, aunque fuera a pie, porque ya estábamos llegando
a Chinchiná. Y al final nos dejaron pasar, nos dejaron venir hasta Chinchiná. La suegra
conocía a una vieja de esas brujas, que fumaban tabaco, y fuimos donde esa señora para
averiguar. Yo también averigüé en la morgue, me dijeron que: "no, que ahí tampoco estaba”.
¡No! Yo anduve por todas partes, buscando mi muchacho; nos tocó regresarnos hasta Santa
527
Rosa a pie. Todo ese tiempo buscándolo fue muy duro, yo me iba, venía aquí a Medellín, y
volvía y me iba, me quedaba aquí 15 días, hacía cualquier trabajo, conseguía plata y me
volvía a ir... ¿qué no haría yo en ese tiempo?…

Me dio por meterme a tomar aguardiente y a escuchar música. Yo creía que si me tomaba un
aguardiente, se me olvidaba lo que me estaba pasando, pero era peor. Ponía ese equipo a
todo volumen, poniendo la música que le gustaba a él. En ese tiempo hacíamos reuniones, por
ahí cada ocho días, con ellos nos reuníamos, él llegaba todo contento y me decía:
“cucha235nos tomamos esta mediecita, usted y yo y escuchamos la música que nos gusta”: a
Vicente Fernández, Antonio Aguilar, Darío Gómez. Entonces nos sentábamos a tomar y
escucharla los dos... Y entonces, yo me ponía disque a recordar la música que a él le
gustaba... ¡Ay! ¡Yo no sé, a mí me dio tan duro la desaparición de ese muchacho!

Yo me quería morir, en toda parte veía la ropa de él. Yo parecía loca, a mí no se me daba
nada, me iba para esas terminales de buses y me sentaba con media de aguardiente a esperar,
a ver si alguien me decía que lo había visto. Un muchacho en Santa Rosa, dijo que a él lo
habían matado entre Chinchiná y Santa Rosa, que lo habían enterrado por ahí en esos
cafetales; entonces, uno no sabe a quién creerle. Bueno, ya empezó a transcurrir el tiempo, sin
noticias de él para nada. A mí se me acababa la plata cuando me iba a buscarlo y yo me
venía tirando dedo, no me importaba nada, ni ponerle la mano a cualquier camión que me
trajera; y llegaba a veces a Medellín a la medianoche o dos o tres de la mañana. ¡Qué será lo
que uno siente, qué dolor más intenso! A mí no me importaba hasta dejar a mis otros hijos
solos, descuidé los otros, yo sentía que D. era el único de mis hijos que yo quería, o sea, esas
ganas de saber dónde está. Y yo decía: “es que los otros ya están muy grandes”, pero no sabía
que también estaba mi niña tan pequeña que tenía 12 años; y en ese descuido fue donde se me
embarazo de L., yo la descuidé demasiado. Es que a mí no me importaba ya sino buscar a D.

A la final ya no tenía sino a mis cuatro hijos, porque ya D. estaba perdido, los hijos lloraban
mucho y yo... el apoyo era de algunas de mis hermanas, sobre todo la que más me ha ayudado
ha sido O., me ha apoyado económica y emocionalmente. Pero el apoyo era siempre irnos a
tomar, con esa tristeza a llorar parejo, mejor dicho, eso fue como peor. Bueno, eso era lo que
yo sentía como apoyo, porque uno cree que tomando va a arreglar las cosas, pero mentiras
que se empeoran; porque de ahí vinieron muchas cosas más: descontrol, uno se descontrola
muy feo con el trago, empezando por la bulla; en el barrio siempre era con eso: "pobrecita
que, como no va a tomar, sabiendo que le desaparecieron su hijo". Eso era como a toda hora
con ese pesar… ¡Ay no!… qué pereza sentirse uno así... yo no quiero volver a sentir eso…
Sentirme tan desvalida, que no podía, que todo el mundo te tiene lástima, eso es muy feo…

En esos primero años, lo que me ayudó fue la esperanza de encontrarlo... porque con esa
esperanza yo reaccionaba, y yo me iba a buscarlo, sin saber bien qué hacer. Claro, yo me iba
hasta Pereira cada dos o tres meses a averiguar en el CTI, porque yo demandé desde el
comienzo y puse una denuncia de la desaparición de él; entonces me hacían ir hasta allá para
averiguar cómo iba todo el proceso. Hasta que me dijeron que no había nada que hacer y aquí
está la orden, tengo una hoja por ahí, un certificado de la fiscalía, del CTI: que hicieron todo
lo que pudieron, que no pudieron encontrar rastros por ningún lado.

10.4.5. Las Madres de la Candelaria: una opción para buscar y resistir

Y transcurrieron dos años hasta que me metí a las madres de la Candelaria. Eso sí que fue
una esperanza, creo que por eso se llama “Caminos de Esperanza”. Me sentaba en el parque
de Berrío a fumar, de pronto me metía por ahí a cualquier negocio, a tomarme una cerveza;
yo estaba mejor dicho como en ese desespero... Donde escuchaba música que a él le gustara

235
Apelativo popular y cariñoso para las madres.
528
ahí estaba yo... Yo estaba por el parque de Berrío, cuando cogí y compré un tiquete del metro
para irme. Cuando pasé la registradora e iba subiendo por las escalas siento una bulla en el
atrio de la Candelaria, y desde allá veía yo: "los queremos vivos, libres y en paz". Y yo pensé:
"¡eh!… que tan raro, ¿por qué estarán gritando eso?". Y me dio como esa curiosidad, yo me
devolví y dejé tiquete y todo eso, porque ya había pasado registradora y me devolví, como que
algo me llamó de esas palabras, me llamaron la atención esas consignas. Cuando llego allá y
le pregunto a una de esas viejitas: ¿qué quería decir eso y por qué estaban esos muchachos
ahí en esas fotografías y en esas pancartas, esas fotos qué querían decir? Entonces me dice:
"no, es que aquí reclamamos por los desaparecidos". Y yo: "¿los desaparecidos? ¿Cómo
así?". "Los muchachos que se roban por ahí, que se pierden, traemos las fotos aquí y en esta
organización nos ayudan, o sea, vamos haciendo visibles las pérdidas de ellos, entonces, por
medio, por ejemplo, la televisión, nos podemos dar cuenta de ellos, de pronto los podamos
encontrar". Y yo: "Ay, entonces, yo voy a traer una de esas fotos".

Entonces me conseguí la plática y saqué las fotos, le hice sacar un duplicado a una foto que
tenía. Entonces me metí en el grupo de T. “Asociación Caminos de Esperanza”, y entonces
empecé a ir. Eso fue en el año 2000, empecé ya a caminarle; como tenía siempre bastante
trabajo, entonces nos turnábamos: un miércoles iba Gi., otro miércoles iba M., que ya estaba
embarazada; G. se había ido a vivir con la novia, y vivía en Santa Rosa, en ese tiempo. De
todas formas fueron como tres o cuatro años que seguimos con la tomadera.

Cuando ya en el 2002 se me llevan a Gi., pero la historia es distinta. Porque por él fueron a la
casa. Gi. tenía vicio, fumaba marihuana, entonces por no quedarse en el día para que nadie lo
viera, porque a él no le gustaba que alguien lo viera y no le gustaba tampoco salir por ahí a
hacer daños, entonces, él trabajaba de noche y me decía: “a mí déjeme trabajo, que le trabajo
toda la noche”, él lo hacía con el fin también de tirarse su vicio, ahí en la plancha de la casa.
Entonces yo le dejaba trabajo, y me amanecían los arrumes de trabajo; por ahí, a las 5:30 me
decía: "mamá ya le tengo todo, levántese". Entonces yo me levantaba y me ponía a trabajar y
M. era la que hacía todo el oficio de la casa, ya había nacido L., su hija y mi nieta.

Me acuerdo que estaba sentado esperando a que acabara de estar la comida, para
organizarse y ponerse a trabajar, cuando llegó un muchacho y le dijo: "camine pues que nos
vamos". Y yo: "¿a dónde se lo van a llevar?"... Y el muchacho me dijo: “como él pagó
servicio, él puede trabajar como escolta por allá, para uno de esa gente que necesita escolta."
Y yo: "Giovanni usted qué se va a ir a hacer". Y él: "si cucha, esta situación está muy difícil
recibiendo chichiguas, que es lo que uno se gana aquí, y yo de por allá le mando platica, para
que se defienda usted aquí, para que arreglemos la casa." No lo dejaron ni siquiera comer,
ahí mismo lo hicieron montar a un carro donde iban otros muchachos, resulta que ese día se
llevaron a siete muchachos de ahí del barrio, y ese muchacho, el que se lo llevó, se cree que le
pagaban 1 millón de pesos por cada muchacho que se llevara. Esa misma noche los
embarcaron para Bogotá y luego, al otro día, para el Guaviare; cuando ya al otro día me
llamó de por allá. Y nos quedamos E. y yo, aquí todos, y eso el que más llorara…

Resulta que los paramilitares se lo llevaron engañado, lo reclutaron. Ya nos llamaba cada
mes, aunque sí empezó a mandar plata, me decía: "cucha… ustedes recen el rosario allá". Y
sí rezábamos el rosario, ya estábamos más controladas con el trago y decía: "mamá póngase
las pilas que yo le mando platica, para que vayan arreglando la casa; pero recen porque yo,
yo no sé si volveré a verlos, que las cosas no son como las pintan." Y yo: "mijo usted ¿qué está
haciendo?". Y él: "mamá no le puedo decir." Pero como que a G. sí le decía lo que estaba
haciendo, las cosas que tenía que hacer por allá, que si les tocó un enfrentamiento.

Y yo le decía: "Gi., ¿usted con quién está trabajando?" y él me decía: "no cucha, ni para qué
le digo, dejemos las cosas así; pídale mucho a Dios que yo pueda volver a verla, para que
cuando yo vaya hagamos una fiesta". De pronto dejó de llamar, al año dejó de llamar y
529
empezamos M. y yo espere y espere llamadas de él y nada; cuando ya en enero del 2004, me
dicen, llega llorando M., porque la llamaron para que nos hiciera saber que a él lo habían
matado por allá en el Guaviare. Y yo como a las 10 de la noche después de tanto decirle que
me dijera dónde andaba, que qué era lo que había pasado, hasta que me dijo: "mamá yo no le
quería decir pero ahora sí le voy a decir, que le mandaron a decir que a Gi. lo mataron y que
no hiciera nada, que no lo buscara, que dejara esa bulla, ese alboroto que mantenía allá con
las Madres de la Candelaria, que ya a él lo habían matado y que no fuera a buscarlo tampoco,
que no le iban a entregar cuerpo ni nada”…

¡Ay! Me parecía que me habían arrancado pedazos del corazón, yo creo que desde ese tiempo
empecé a sufrir del corazón, yo sentí ese día ese vacío y yo... En ese momento, mejor dicho, yo
creo que yo estaba como loca, yo gritaba, a mí me importaba tan poquito que la gente me
escuchara, me dio la una de la mañana yo llorando... Y ya empecé a llamar las hermanas mías
para que subieran todas, subió toda la familia; hicimos hasta novenas. Y ya fui y llevé las fotos
de él también a las Madres de la Candelaria; yo no hice caso de eso: que no hiciera ninguna
bulla; porque con más gusto hice bulla, a toda hora yo me mantenía en canales y en prensa, a
toda hora. Yo era atacada llorando y a mí no me importaba que me vieran llorar... entonces
me mandaron a decir que no hiciera nada y que dejara tanta bulla en ese grupo de las
Madres. Porque sabían que yo era para todas partes con el megáfono, era una de las que más
hacía bulla en todas partes, en todos los pueblos donde íbamos era la que más gritaba... Nos
tenían ubicados y sabían donde trabajaba cada uno, sabían todo el rodaje de nosotros.

Y en ese mismo año, en el 2004, a mitad de año llegaron el 16 junio y me mataron a M.... la
hizo matar un cabo del ejército de las fuerzas especiales, este tipo se llamaba J.A.; él se hizo
pasar por novio de ella, se citaban, la citaba aquí en el centro, creo que la ponían... él la
cogió como informante, fue y la llevó a que mostrara las fincas que tenían por allá lo que era
este señor... ese hombre si me da miedo decirle... se fue a mostrar la finca de este dueño de
Bellanita, se cree que él fue el que la hizo matar... por culpa de él. Me sentí muy sola en ese
momento, yo tenía trabajo en el taller también y ver uno sangre por toda parte, que hasta el
trabajo se nos volvió nada, porque la niña fue asesinada en la misma casa, delante de las
niñas, yo lo que hice fue coger esas dos niñas así cargadas y ponerme en esa puerta a gritar,
por favor vengan ayúdenme que me mataron a mi hija, vengan llévense estas niñas, para yo
mirar qué podía hacer... Una señora del frente, de la tienda, llegó y me las arrebató; yo cogí
y me volví fui a coger a mi hija porque ella estaba tirada boca abajo y cuando la voltee tenía
este ojito salido (Llora copiosamente), yo creo que yo ya he llorado tanto, y todavía y ver...

De ahí cuando yo llegué a los 15 días a las Madres de la Candelaria, no sabían que a mí me
había pasado eso, porque yo mandé a una hermana mía el propio día del plantón, eso fue un
miércoles, y no llegó a tiempo y no pudo avisar y yo no tenía teléfono de allá, de esa oficina,
porque era nueva la oficina. Entonces no llegó a tiempo para decirle a T. y al grupo que me
habían matado a M. ¡Ay! eso fue algo desbaratador, creo que yo quedé de recoger con pala,
a mí me parece que yo era como esa gelatina cuando el sol llega y la derrite, así me sentía y
yo gritaba… Y yo decía: “¿Por qué no estoy 40 m bajo tierra, yo por qué tengo que sentir lo
que estoy sintiendo? ¡Es que no es justo! ¿Por qué me quitan mi niña, por qué me quitan mis
hijos y de ahí me matan mi muchacha, si era la única que debiera de estar con estas niñas? A
mí me levantó un poquito, fue la responsabilidad que tenía con esas dos niñas.

Donde me hubieran dicho algo, como yo le decía después a ellos mismos, porque a veces
pasaban por ahí; hay uno que se llamaba P. que fue muy amigo de Aníbal mi esposo, cuando
estaba muy jovencito, pues, él decía que nos quería mucho y él se convirtió en la mano
derecha de este... el dueño de Bellanita y él era el que le trabajaba allá en la oficina y todo
eso. Entonces subió un sábado, así como de borrachera, y yo estaba tomada un poquito,
entonces le dije yo llorando: "P. ¿ustedes por qué no me dijeron que me iban a matar a M.?"
Entonces se agachó y se puso a llorar, porque él decía que quería mucho a M., pero también
530
la quería para violarla, porque él se metía por la plancha y creo que la violaba; entonces me
decía: "no cucha, que va... no crea que tenemos nosotros la culpa, pero era la vida de ella o la
de nosotros, usted sabe que uno cuida la vida cucha..."; y yo le dije: "ustedes no saben el daño
que le hicieron a estas niñas que quedaron sin mamá y usted no sabe cómo hace falta la
mamá, usted no sabe"... Entonces se ponía a llorar...

Años después, cuando me volvieron a desplazar, no sé si sería por remordimiento o qué, no


aguantó ya y como que cantó todo y a partir de eso cogieron a este señor y a mí me hicieron
una llamada que si quería venir a dar una declaración o que me necesitaban los fiscales de
Bogotá que habían venido, que habían cogido a este señor, que él tenía que ver con la muerte
de M. Yo desde el principio lo había dicho, pero a mí nadie me creía, incluso a mí me tocó
trasladar todos los papeles de Bello, todo el proceso de M. me tocó trasladarlo para Medellín,
porque allá toda la gente se deja manejar de estos grupos, allá no me prestaron ningún apoyo;
yo iba a personería para que me ayudaran con el documento de acción social y no hubo
posibilidad de obtenerla, entonces yo pedí más bien que me trasladarán eso para acá: ¿yo qué
me iba a poner a pelear con esos fiscales? De milagro no me mataron a mí, porque yo me
subía para allá y les alegaba y me decían: "¿señora usted por qué se enoja?" Y yo les decía:
"si ustedes me parecen muy injustos porque cuánto tiempo llevo yo diciéndoles quién me mató
a mi hija y todo y ustedes no me paran a mi bolas o no sé... a ustedes ¿quién les está pagando?
¿A ustedes quién les paga: el Estado o los que me mataron a mi hija?"... Ay, cuando después y
me doy cuenta que esta gente eran manejados por ellos, y ya hay muchos por ahí que les
comprobaron que tenían conexión con esta gente...

Pero P. después de dar esa declaración duró, duraría seis meses, a él lo desaparecieron y lo
encontraron picado... También desaparecieron a otro que había declarado en el caso de M.
Lo picaron. Ese había hecho fiesta, porque por la muerte de M. pagaron 15 millones. Todo el
que viene a dar declaración contra ese señor, se desaparece... se habla en los periódicos, en
los medios, de que él tiene que ver con la muerte de M., que él tiene que ver con la muerte y la
desaparición de P., con la desaparición de "G.", hay otro que llamaban "Gallo" también, que
a ese también lo desaparecieron, lo mataron, tenía que venir a declarar a las 10 de la mañana
y a las 9:30 lo encontraron en la maleta de un taxi, aquí en la minorista. Todo el que va a
declarar en contra de este señor, todos se mueren; mientras él sigue vivito y coleando. El
está en la cárcel, pero continúa desde ahí delinquiendo y también haciendo de las suyas... a él
lo tienen en la cárcel, pero para qué... si ya hasta los periódicos dicen que no tienen ya como
argumentos, porque nadie se atreve a decir nada, si todo el que viene a decir alguna cosa se
muere... Creo que es uno de los tipos más corruptos de acá, es uno de los principales
paramilitares, junto con N.B., que fue el que me hizo torturar a Gustavo cuando tenía 14 años,
mejor dicho allá no hay sino corrupción... entonces a mí me da tristeza.

Pero gracias a la Madres la Candelaria pude aguantar... aunque al principio seguía muy
triste, bebiendo mucho... en ese momento yo veía que era el único apoyo que tenía, porque es
que yo en la casa no podía llorar, porque hasta la misma familia me decía: "no llore, no
llore". Entonces ese grupo era como el alivio, como el desahogo, desahogarse uno sin saber
que de verdad ese llanto era sanador y sin saber, uno tan inconsciente, de todas las cosas de
ese proceso de elaboración de duelo, como que íbamos haciendo como elaboración de duelo
entre las mismas... en el grupo de madres sin tener como esa guía, pero para mí fue muy
sanador eso, fue como una experiencia de venir y cada ocho días y gritar ahí y clamar por
nuestros desaparecidos, y hacer visible lo que estábamos sintiendo. Saber que alguien nos
escuchaba, que sí habían oídos que nos podían escuchar y que así no nos ayudaran, al menos
sabían que había un grupo que estaba clamando por eso, que había gente que tenía dolor.

Lo que buscábamos era que nos escucharan, que nosotras sí teníamos dolor, que hubiera
alguien que escuchara. Por eso tenemos las consignas: "las madres de la Candelaria no
somos ni seremos parte de la guerra, somos y seremos parte de la paz"; y esa consigna que yo
531
ayudé a sacar: "ven, haz algo para que no te toque a ti". O sea, mucha gente apenas miraban
y decían: "viejas locas". Hasta a mí me pegaron un empujón una vez: "quítense de ahí viejas
locas que no hacen sino estorbar", le dije: "que pesar de ustedes, cuando les toque a ustedes,
que tal vez nos toque verlos aquí también con las fotos de sus desaparecidos, van a saber lo
que estamos haciendo nosotras y por qué estamos aquí paradas"... Yo alegaba con esa gente,
con la gente que nos trataba mal; a T. le gustaba ponerme a mí al frente, no a darme golpes,
pero sí a hacer ver las cosas, porque es que el dolor es de todas.

Yo sentía la necesidad de estar ahí, yo sentía que si yo gritaba y entre más duro gritara, de
pronto me estaban escuchando ellos; y pensaba que si yo asomaba la cara cuando me
enfocaban en la televisión ellos me iban a ver. Porque cuando yo contaba la historia sentía
que me desahogaba. A mí primero no me podían tocar el tema de mis hijos desaparecidos,
mejor dicho, con nada, mejor dicho como que movían esa cuerdita para que yo llorara, yo no
podía ni hablar y después pude contar la historia públicamente... Yo quería, al contar la
historia públicamente, mover, tocar el corazón de alguien... yo pensaba que alguien me tenía
que escuchar, y que tenía que ser alguien que de verdad hiciera algo, es que ese era el
objetivo yo buscaba que alguien hiciera algo... En ese momento lo único que hacíamos era ir
a gritar al parque, eso era lo único que hacíamos; empezamos como a ver cosas diferentes,
cuando empezó la gente a escucharnos y ya se arrimaban personas: de la Universidad que
iban a hacer entrevistas, nos fuimos dando a conocer por medio de contar la historia así, y
uno iba muchas veces, como los animalitos a contar... muchas veces no era siquiera voluntad
de uno, sino que muchas veces decían que uno tenía que ir, lo mandaban a uno...

En ese primer momento, cuando contaba la historia no tenía para mí un efecto tanto de
sanación, aunque al menos ya podía hablar más tranquila, sin tener que llorar tanto... Pero
como sanarme, sanarme: ¡No! ¡No! Yo lo único que esperaba en ese momento, cuando yo
contaba la historia ante personas que lo requerían, por ejemplo, las personas de la OEA, yo
quería tener la certeza que sí empezaron a escuchar... A mí me movió mucho un foro en el
IDEA que se llamaba: "Antioquia se toma la palabra"; y no sé cómo fui yo la última que
hablé. Como a mí me daba miedo hablar en público, era cuando estaban hablando de
organizar lo que después fue la Comisión Nacional de Reparación, decían que iba a haber una
reparación y echaron mucha carreta236 hermosa, como siempre. Yo al final levanté la mano y
todo el mundo se quedó mirándome, pero hablé; yo era en un solo temblor y no sé por qué a
mí como que me salió del corazón decir lo que dije. Decían que los paramilitares estaban
entregando sus armas, que ya iba a empezar el proceso de justicia y paz; que íbamos a tener
la oportunidad de que ellos contaran y nos dijeran la verdad; entonces, ahí fue donde yo
levanté la mano y dije: "¿Y será que sí nos dicen la verdad, será que sí tienen los pantalones
tan bien amarrados para decirnos una verdad? ¿Qué pasará entonces con las madres que
tenemos nuestros hijos desaparecidos, si no nos dicen la verdad cuántos años más vamos a
tener que esperar para saber dónde los dejaron enterrados, y qué pasó con ellos?”

Yo lo que quería era que me escucharan, que me escuchara el gobierno, que necesitábamos
ayuda de ellos, que le dieran una mano a tantas mujeres que, como las Madres de la
Candelaria, son mujeres con tan poquitos recursos económicos, que viven en casas tapadas
con un pedazo de plástico. ¿Por qué no se ponen también la mano en el corazón y escuchan
también a las víctimas? ¿Y por qué le dan más fácil la mano a un victimario? ¿Por qué? ¿Les
da miedo? Pues yo pienso eso, es el temor de que vuelvan a coger las armas, pero es lo que
están haciendo precisamente ellos, es eso también; a ellos les pagan porque hicieron el daño y
han cogido otra vez las armas, y están delinquiendo de nuevo, hacen lo que les da la gana con
el gobierno y ellos eso es lo que quieren. Porque a las víctimas ¿dónde nos han atendido?
¿Usted cree que una reparación de 20 millones de pesos para una persona que lleva 10, 20
años clamando por sus seres queridos desaparecidos, es una reparación? 20 millones de pesos

236
Significa decir palabras vacías, superficiales o mentirosas sobre un tema.
532
nos los hubiera podido dar cualquiera de nuestros hijos si estuviera en la casa con nosotros en
un año o en menos... Es que los hijos de nosotros no eran delincuentes, no eran de los que se
mantenían por ahí en el monte con armas, eran muchachos de la casa, muchachos
trabajadores, que salían del trabajo y salían para la casa: "mamá que necesita"; entonces
¿cuántos millones me hubieran dado ellos si estuvieran? Para yo ir ahora a reclamar plata,
porque no tendrían con qué pagarme, es que la vida de los hijos no vale 20 millones, no hay
plata, ni con todo el oro del mundo nos pagan lo que nuestros hijos y seres queridos valían.

Aunque después de la muerte de M., yo empecé a reaccionar diferente... porque ya tomé como
más en serio lo que me decían, de que yo era muy bullosa, de que me tenían ubicada y empecé
como a ver ya, a caer en cuenta lo que había hecho, y toda la bulla que había hecho; que en
realidad me estaba llevando a que también a mi me pasara igual y dejar las niñas solas... Y
esas niñas me necesitan ya, más que los únicos dos hijos que me dejaron. Con el tiempo, no sé
que fue, que es más duro: si saber que mis hijos están desaparecidos y que ese clamor, porque
yo cuando grito: "los queremos vivos, libres y en paz" a mí me da rabia, porque ya qué
podemos esperar... 12 años esperando desde la desaparición de D., yo quisiera hacerles
entender a ellas, que es un disco rayado ya, eso ya no es lo que necesitamos, nosotros
necesitamos otras cosas, necesitamos es que ellas se paren ya en la raya y digan ya no más...
buscar ya la forma de vivir dignamente, de que nos crean, en verdad que nos hagan esa
reparación que necesitamos, que se haga justicia.

Pero ese clamor, esa angustia con la que llego yo a la casa, como que llevo sus gritos pegados
a mi ropa y en la mente: "los queremos vivos, libres y en paz" (sube el tono) ¿pero cuáles
vivos libres y en paz, porque si a estas alturas ya no nos los han devuelto es porque ya qué?
¿Qué vamos a tener vivos? ¡Unos cajones llenos de huesos! Porque eso es lo que nos están
entregando cuando encuentran esas fosas comunes y son hijos de las que hemos estado
gritando ahí "los queremos vivos, libres y en paz": ¿Eso es estar vivo? ¿Vivos?... Ya ellos no
están vivos, yo creo que nosotras desde que nos paramos ahí sabemos que ya vivos no tal vez
es más muerte lo que sentimos a veces, porque morimos cada día más nosotras, paradas ahí
gritando esas bobadas... a mí me parece que ya no son sino bobadas... Yo creo que en ese
momento no estaba sana, porque veo que era de las que más me gustaba que me dijeran
pobrecita: “¡pobre señora que tiene sus hijos desaparecidos y le asesinaron a su hija!
¡Pobrecita la señora y vea con esas dos niñas cargando con ellas!”; y a mí me gustaba que
vieran que tenía esas dos niñas... Mejor dicho, sinceramente a mí me da vergüenza acordarme
de eso, ¡qué tristeza! No debiera decir eso, pero, prácticamente, era como sacar la coca para
pedir limosna, sentía que era eso lo que terminaba haciendo uno ahí...

10.4.6. Transformación subjetiva: el proceso de PROVISAME

Como decía, yo sentía que eso no me estaba sirviendo para sanarme. No tenía un proceso que
en realidad nos sirviera, no teníamos atención psicosocial, no teníamos, apoyos. Yo creo que
muchas de las madres iban pensando, o siempre expresaban que las Madres de la Candelaria
era un grupo que les daba un aporte económico y por eso estaban ahí... Yo tenía mucha rabia,
¡ay! A pesar de todo, yo sentía como esas ganas de saber algo, de encontrar a alguien que me
escuchara de verdad, que yo esperara algo, que sí llegara la ayuda que necesitábamos.

Eso para mí llegó cuando pude ir al Oriente Antioqueño, también a hacer un trabajo allá,
donde empezaron a hablar que estaban preparando un grupo de PROVISAME; pero yo no
sabía con qué se comía eso: yo la primera vez que llegué allá, a prepararme como promotora,
yo no sabía qué era eso. T. me decía: "vea mija, vaya que eso es muy bueno, yo sé que eso le
va a ayudar mucho". Y yo me sentía como rara: ¿Qué será, de qué se tratará? ¿De qué me iba
a servir? Eso para mí era como una aventura; y como yo en todos los espacios contaba la
historia, yo decía: "yo sé que yo cuento mi historia también, y yo sé que yo al corazón de
alguien le voy a llegar", eso era lo que yo pensaba...
533
La vida cotidiana en ese tiempo era muy triste, porque yo me sentía muy mal, yo me sentía
sola, yo no sabía ni qué camino coger, yo no sabía para dónde pegar, no sabía qué hacía. A
mí, sí lo puedo decir, a mí me levanto fue PROVISAME, fue lo único. Fue mejor dicho, la
mano de Dios, lo que yo necesitaba para levantarme, para volver otra vez a sentir que yo tenía
que tener dignidad, yo creo que ya he dado millones de pasos: cuando yo llegué, yo no sabía
dónde estaba parada, yo hablaba en el espacio que no era, yo hablaba cosas que no tenían
nada que ver, me parece que era como si estuviera enloqueciendo, ¿cierto? ¡Qué miedo! Me
da hasta miedo acordarme de ese tiempo; yo tenía que salirme a fumar un cigarrillo, porque
no me aguantaba la gana de fumar, ir a robarme tinto a la cocina y a chillar por allá detrás de
los corredores. Y me preguntaba: "¿Y yo qué estoy haciendo acá? ¿Y yo qué estoy haciendo
Dios mío? ¡Ilumíname señor! ¿Yo estaré en el lugar equivocado?".

Me dio dificultad empezar, pero, cuando transcurrieron esos dos o tres primeros días de los
primeros encuentros, yo me empecé a sentir bien; porque vi y entendí la forma cómo iban a
trabajar con nosotras, que iban era realmente a escucharnos. Y ahí sí me sentí diferente.
¡Me conmovió y jamás se me va olvidar el espejo roto! Eso pasó en el primer encuentro que
tuvimos, esa ruptura del espejo, sentí como cuando le dieron los tiros a M. que se me cayeron
esos pedazos del corazón: así quedé, como fracturada por dentro, yo no sé qué quedó en pie
de mi vida, pero yo sentí que todo se me derrumbaba; entonces, en ese momento cuando ese
espejo... ese acto simbólico que hicieron después fue sanador como que empecé a reaccionar.
El proceso PROVISAME me levantó, me recogió otra vez, mis pedazos de vida... las manos de
Dios en esa forma de trabajar con nosotras. Observé la diferencia entre el primer momento
de participar con las Madres y lo que estaba pasando en mí: aprendí de verdad a reconocer en
mí todo ese potencial que se estaba perdiendo, esas ganas de hacer cosas diferentes...
También cambió la forma de convivencia con mi familia, antes a mí no se me daba nada
llegar, tomar; empezando porque dejé de fumar cigarrillo, yo jamás volví a tomar, o sea,
prácticamente la vida mía cambió y ahorita es muy diferente la forma de mi comportamiento.

Lo único que no he podido es elaborar el duelo de mis hijos desaparecidos y sé que eso es
normal. Yo sé que fue hermoso, un proceso maravilloso; y le doy gracias a Dios por haberlo
tenido porque mi cambio ha sido inmensamente grande en todos los sentidos, sobre todo
porque me siento digna; cambió mucho la forma de ser anteriormente a como era antes,
porque a mí no me importaba nada, ni me quería yo misma... pero el dolor continúa. No
siempre, pero hay cosas que lo mueven a uno, por ejemplo: mucha gente me dice que me vaya
a vivir a esa casa, que es mía, pero yo no quiero volver allá, porque yo siento que si me voy a
vivir a esa casa, yo siento que es como retroceder un camino que ya llevo muy adelantado, a
veces hago la forma de estar lo más lejos posible de ese recuerdo, pero sí...

Hay veces que tiene uno sus recaídas, a veces como que me siento cansada, enferma, como
que siento que no voy a alcanzar a ver por estas niñas todo el tiempo que necesitan de mí; tal
vez me movió mucho ahora, me dio como cierta nostalgia lo que me pasó en diciembre, que
estuve como 15 días hospitalizada sin quién les diera una mano a ellas; porque si yo no
trabajo, en la casa no se come, porque la pensión, que es el mínimo, sólo me alcanza para
pagar arriendo y medio pagar servicios, pero para comer me toca trabajar a mí. Entonces
esas niñas, aún pequeñas, están sin quién todavía les dé la mano que necesitan, yo creo que
eso es también parte de la reparación que espero también, de que algún día ellas tengan
económicamente para no pasar necesidades y no tengan que depender tanto de mi... Eso...

Por eso valoro que en ese proceso aprendí la forma de exigir y, por ahí derecho, no solamente
exigir yo, sino que se le reconozcan los derechos también a estas otras mujeres también, en
este proceso de promotoras de vida y salud mental, ahí fue donde yo aprendí todo eso. En la
organización de Madres no, porque la forma de trabajar ellas es muy diferente, porque para
reclamar realmente nuestros derechos se necesita más confrontación al Estado, y allá dicen
534
que es preferible tener buenas relaciones con el Estado... Y, por ejemplo, el trabajo
psicosocial no se hace como se debiera de hacer, porque precisamente viene del Estado y
muchas veces no se compagina con lo que realmente necesitan las víctimas... Muchos de esos
psicólogos no les han servido... Es que no sirven, eso le he dicho yo a T., le he dicho: "qué
rico que yo pudiera hacer trabajo como PROVISAME”; desde el año pasado le dije: “¿por
qué no me abren el espacio yo continúo haciendo los abrazos, cogemos por grupos? No
importa que no tengan dinero, colabórenme siquiera con los materiales"; y me responde: "sí,
tenemos que hablar, pero como te parece que va a venir una psicóloga del programa de
víctimas de la alcaldía”. Entonces, ¡no se puede!... Ahí es imposible, no se puede hacer nada.

Por ejemplo, yo llevé una vez las niñas a uno de esos programas, nosotras no alcanzamos a
prepararnos para trabajar con niños en las PROVISAME... Entonces yo cogí las niñas y las
llevé, las hice apuntar para que les dieran acompañamiento psicosocial. Yo las lleve una vez y
no las volví a llevar... porque yo sé que el acompañamiento que les puedo hacer yo, es más
productivo que el que pueden hacer estas psicólogas allá... Porque los niños no son tratados
en la forma en la que se deben tratar, porque si es un niño que está afectado por la violencia,
está con un desespero, coge todo, se sientan, se paran, coge la silla, no presta atención, es
hiperactivo, coge las cosas... Y si a este niño lo terminan castigando, le quitan la silla y lo
paran en un rincón, porque el niño está muy inquieto y no deja dar el supuesto taller, porque
no deja concentrar a los demás; pues yo no creo que esa sea la forma, no ven lo que el niño
está expresando. ¡Yo me sentí tan mal ese día! Yo más bien salí y me fui con las niñas.

Y con los adultos anteriormente no se hacía un trabajo así, simplemente llegaban personas y
preguntaban a ver qué te está doliendo a vos, como es la situación tuya, cuál es la afectación,
y todo eso; pero llegaban era como por chismosear solamente, o por llevarse la historia mía
grabada, pero no porque fueran a hacernos un acompañamiento. Pero ahora yo allá no he
visto cómo trabajan los psicólogos directamente, pero sí quiero ensayar de pronto un día para
ver... dicen que están haciendo elaboración de Duelo... ¿Pero cómo vamos a elaborar el
duelo las que no sabemos nada de nuestros hijos? Mi deseo en este momento es tener la forma
de trabajar con el grupo de la Madres, pero es que hay muchas cosas que lo impiden, ahí no
hay forma de entrar a hacer el trabajo que nosotras hacemos como PROVISAME, no es como
muy bien visto ahí: ahí lo único que es bien visto es la psicóloga que mandan de la alcaldía, y
ahora las de la gobernación, pero para mí todavía no hay espacio...

10.4.7. Resistiendo hasta el final: la revictimización

Estos últimos años han sido más bien aburridores, corriendo de un lado para otro,
nuevamente desplazados. Yo tuve que renunciar, aunque no del todo, a las Madres de la
Candelaria. Por eso, estos últimos años han sido más bien tristes, porque me he sentido muy
sola, porque con esta situación de desplazamiento me separaron de lo que yo quería hacer...
me dan hasta ganas de llorar (Llanto). En el 2008 cuando nos desplazaron, empezaron las
amenazas con G., precisamente ya cuando estábamos terminando el proceso de PROVISAME
tenía que pasar esta situación: tener que abandonar el sitio donde estábamos viviendo, la casa
donde mataron a mi hija, donde levanté yo a mis niños, el hogar de mi esposo y mío, aunque
ya prácticamente uno vivía de recuerdos ahí. Pero lo que más me dolió fue haber tenido que
dejar las Madres, no pude terminar de hacer los abrazos que apenas estaban comenzando. Y
eso a mí me dolió mucho, tener que, dejar de ir a los plantones, dejar ese calor de ellas, esos
abrazos, el escucharlas, que cada día llegaban con algo diferente, no poder ir más a ese sitio
de encuentro donde nos reuníamos a contar nuestras historias y nuestras cosas: lo que nos
había pasado esta semana, todo eso; el no volver a escucharlas, para mí eso fue muy triste.

Yo sentí que era como volver a empezar, mirar a ver qué caminos teníamos que empezar a
recorrer de nuevo, también por las niñas; yo no sé, todo fue tan repentino... y yo a pesar de
que ya había sentido ese desplazamiento en otras ocasiones, de tener que salir huyendo y
535
empezar otra vez, otra vez desplazada... Tener que quedar otra vez en una casa que no era la
mía, entrar a una base de datos y que si no, no tenía ayuda, no teníamos derecho a nada;
dejar de acompañar a las madres para que reclamaran sus derechos: yo era una de las
personas que estaba con ellas en la fiscalía, si eran desplazadas, para todo yo salía con ellas y
ahorita tocarme a mí, nuevamente.

Entonces yo ya sabía lo que iba a hacer, pero cuando vi que se me negaban algunos derechos,
me pregunté ¿por qué? Me negaron esas ayudas humanitarias de Acción social, esas que dan
cada tres meses y a mí me las negaron que porque yo tengo la pensión que me dejó mi esposo.
Prácticamente decirme que: o renuncie a mi pensión o que coja esa limosna que dan ahí...
¿Yo cómo voy a renunciar a mi pensión que es algo que tengo seguro y que es algo fijo? Yo
no puedo renunciar a ella, prefiero más bien que no me den nada y de pronto hasta me ayudan
mucho también, porque no estoy esperanzada en que me den esa limosna. Pero tampoco me
voy a quedar sin hacer nada, yo sé que me tengo que mover, tengo que luchar para
conseguirme la comida para esas niñas... Al salir de la casa, al final me alegré, porque
empecé a sentir un poquito de liberación, como liberarme de esas cargas que traía, de esa
energía toda pesada que tenía yo en esa casa, que cada vez que despertaba veía el sitio donde
había caído mi hija, tener que recorrer esa casa completa, mejor dicho cada rincón y cada
paso que yo daba me traía recuerdos; entonces, me sentí como un poquito liberada y empecé a
tener más tranquilidad donde estaba, en la nueva casa, donde vivimos dos años con 10
meses... Pero después, nos sacaron también de ahí... entonces, a empezar de nuevo, otra vez
con otro desplazamiento, yo no sé qué camino coger.

Yo no sé por qué la violencia se ensaña conmigo de esta forma, porque ahora ya no estoy ni
con G., y ya es a mí a quien están amenazando. Entonces, no sé de dónde me viene todo eso,
de donde me vienen todas estas amenazas; me da tristeza, porque nuevamente me está
pasando, sabiendo que yo lo que he hecho es colaborar, ayudarle a las personas. Por
ejemplo, en el barrio donde estábamos, que llegué ahora tres años, estaba trabajando con las
madres de desaparecidos, con madres que les han asesinado a sus hijos; entonces no sé si es
por eso que llegan esas amenazas también, porque donde estas personas armadas se dan
cuenta que hay alguien empoderado o con tanta verraquera, que se atreve a enfrentar hasta el
miedo mismo para ayudarle a personas y a víctimas que sí lo necesitan a uno, entonces, eso no
les conviene, es que yo creo que ni al Estado... Ni al Estado.

Y yo sigo... Yo sigo porque tengo esa verraquera, esa fuerza que me dejó el proyecto de
PROVISAME. Ahí encontré ese horizonte que me faltaba, yo estaba estancada. En ese
momento yo no sabía qué hacer, solamente iba y hablaba con las madres, nos dábamos un
abracito, nos contábamos cosas, pero no sabíamos prácticamente escucharnos. Y eso fue lo
que aprendí ahí, y solamente ese aprendizaje de escuchar a esas personas que llegaban con el
dolor, eso para mí fue muy lindo. Yo lo que necesitaba era alguien que me escuchara, que en
realidad me prestara atención. Entonces yo he podido asimilar estos dos nuevos
desplazamientos, aplicando todas las cosas que aprendí en ese proceso. Porque en este
momento me he levantado y empoderado, aprendí a coger fuerzas para todo, para saber
cuáles son mis derechos, qué tengo que reclamar, cuáles son los espacios donde tengo que
presentarme, todo esto, fue el mejor aprendizaje que he podido tener en la vida. Por eso he
afrontado esta nueva victimización de otra manera, reclamando los derechos...

10.4.8. ¿Por qué hacer memoria?

¿Por qué hago memoria? Porque mis hijos no eran la mascota de la casa, y así hubieran sido,
porque hasta a una mascota la recuerda uno con cariño, y recuerda uno todo lo mejor... Mis
hijos eran lo más valioso que yo tenía: no eran ni ladrones, ni le hacían mal a la sociedad.
¡No! Eran muchachos trabajadores, que aprendieron a trabajar conmigo desde pequeñitos, yo
les di la vara de pescar, yo no les di el pescado. Nos tocó duro, porque a G. le tocó desde 14
536
añitos empezar a trabajar. Entonces, el objetivo es visibilizar lo que se ha cometido con estas
personas, con los desaparecidos, estos asesinatos; eso es lo que nosotros queremos visibilizar,
que son seres humanos, que son personas. Y así hubieran sido muchachos viciosos, porque
casi siempre dicen que les hicieron eso porque eran muchachos viciosos, que merecían que los
hubieran matado; o también dice la gente: “quién sabe qué hicieron”, porque siempre es lo
que se dice, cuando matan una persona la gente va y dice: "¿quién sabe en qué estaría
metido?" Así sea como sea, son seres humanos que merecen respeto, por eso hacemos esa
memoria y queremos visibilizar el dolor de todas nosotras juntas; hacemos las marchas para
obligar al Estado a que mire que hay necesidad de que se trabaje diferente con las víctimas.

El Estado es muy indolente, el Estado no nos ayuda de verdad como quisiéramos. A mí me


parece muy triste que nosotras las Madres de la Candelaria seamos el trompo de poner en
esas reuniones de reconciliación que se hacen con los victimarios en Medellín. Porque
nosotras no estamos preparadas... aunque yo no voy con ellas, yo no voy a esos eventos, sólo
fui a un evento, y yo salí más asustada que ratón embotellado... (risas); yo salí con
tembladera, con ganas de llorar, con de todo... ¿cómo puede ser que estos tipos vayan a ir a
abrazarnos, así sin más? O sea, si ya tuviéramos un proceso con el que pudiéramos
prácticamente recibir estas personas con agrado... yo no me explico de dónde han sacado
fuerzas estas viejas para irse a hacer todo eso, a mí me da mucha tristeza esa situación.

Porque es que muchas veces no se sabe a dónde vamos. A mí me tocó ir a una de esas cosas,
porque yo no sabía para donde iba; porque siempre nos dicen que tenemos un encuentro en tal
parte, que van a ir personas muy importantes y que eso nos conviene. Entonces, a las madres
se las llevan sin decirles para donde van. En esa reunión pasó algo muy horrible, para mí fue
algo muy maluco. Eso sucedió en la Alpujarra, cuando fue un grupo de muchachos y llevaron
todas las madres con sus camisetas blancas lindas, con ramos de flores, ellos eran los que
tenían los ramos de flores y ellos eran dizque los que iban a pedir perdón, pero no hicieron
ningún proceso anterior, no prepararon a las madres, y uno de ellos se arrodilló disque a
pedir perdón por los errores cometidos y las madres... una de ellas dijo que no hicieran eso...
y una mujer de una ONG se indignó y dijo que por qué traían a las madres a un acto como
este sin informarles y sin haber hecho un proceso, sin verdad, sin justicia.

Pero siguen yendo... Algunas lo aceptan porque de todas maneras hay muchas que creen,
como creo yo también de uno de mis hijos, que algunos se metieron a los grupos armados y
allí desaparecieron. Entonces algunas piensan que son también personas, que de pronto ni
tienen la culpa de estar ahí. Algunas son también madres de muchachos que han estado
metidos en eso, algunas lo hacen por eso... y también porque algunas han tenido procesos con
psicólogas de la alcaldía, siempre han tenido procesos así de elaboración del duelo... y
parece que en esos procesos las movilizan para que perdonen y se encuentren con esta gente.
También los de la Comisión Nacional de Reparación, llevan los psicólogos para ir preparando
las mujeres para que puedan de pronto más adelante tener un encuentro con los victimarios.

Pero no todas participan... y algunas de las que participan salen deshechas: salen llorando,
con rabia, diciendo que no fueron capaces de abrazar al muchacho, diciendo que después de
que mataron a su hijo cómo iban a hacer algo así. Preguntándose cómo mataría al hijo,
cuánto lo torturaron, para que vaya ahora a abrazarlo. Entonces dicen que no aceptan eso y
yo tampoco. Pero hay otras que sí... se dejan abrazar, porque les dijeron que fueran... O sea,
en la organización se quieren demostrar cosas que no son, en ese afán de tener buenas
relaciones con el Estado, ellas también necesitan demostrar que sí se está trabajando, que si
están haciendo algo por la reconciliación, por las mujeres, pero a mí no me parece. Yo
cuando voy allá un viernes, y todavía hay muchas que lloran... muchas de esas mujeres siguen
sumidas en el dolor y la tristeza y los procesos que se han intentado hacer no les han servido...

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10.4.9. Como si fuera una sabia: seguir resistiendo en el presente

Hoy, en estos días, en este tiempo, de verdad que estoy como en una encrucijada, porque la
fiscalía me dice que me van a dar una protección, una protección como testigo; pero a mí me
da mucho miedo esto; porque, según me comentó una mujer que fue personera de Bello, ella
me dice: "no te vas a dejar coger de la fiscalía en esa forma, porque te dañan la vida
totalmente, además porque te quitan el nombre". Con eso podría perder la pensión, además,
me corren por uno o dos años, me sacan el jugo, hacen lo que les da la gana conmigo, me
hacen cantar, y después de señalar personas me dejan, me dan apoyos por dos o tres años y
después me quedo sola. Y yo tengo esas niñas y yo necesito. Por eso, así me toque irme para
otro lado yo no voy a aceptar eso de la fiscalía...

Dios me ilumine porque no sé todavía cuál es mi horizonte, estoy esperando la luz... así que de
aquí en adelante yo necesito ubicarme en una parte donde pueda estar firme con estas
peladitas. Estoy pensando en organizarme en un barrio que no sea tan caliente, que no tenga
tanta violencia, aunque aquí en Medellín, en toda parte hay violencia; pero sí hay unas partes
más calmadas que otras, porque me parece importante la estabilidad de las niñas en la
escuela y que están participando en la escuela de música y no quiero retrasarles sus estudios.
Y ellas están muy contentos en su escuela de música, porque les ha ayudado mucho, no
solamente para la atención, porque L. era desatenta e hiperactiva y se ha organizado mucho
allá, lo que le ha servido también en el estudio, porque ya ha empezado a entender; la música
es una terapia maravillosa y las ha organizado mucho..

Entonces me ilusiona vivir para esas niñas... que si Dios me las dejó, si las dejó sin mamá, y
me quedaron a mí, yo creo que por algo es. Mis hijos también, mi G., porque si no fuera por
el apoyo que me ha dado qué sería de mí... y eso me anima también mucho, la ilusión mía de
vivir son ellos dos con sus hijos, mis nietos y mis dos muchachas, esa es mi ilusión de vivir.
También me ilusiona mucho poder seguir con mi labor social y tengo un sueño: que lo que yo
sé, no solamente con lo de PROVISAME, sino otras formaciones que he recibido, quiero
aplicarlo con los grupos a donde yo vaya, que yo pueda hacer ese trabajo, porque eso no sólo
le sirve a las personas que están en el grupo, sino que también me sirve a mí, porque recoger
el dolor de todas, me ayuda también a mí. Por eso, me gustaría mucho continuar con los
abrazos. Porque yo creo que no nos podemos quedar en el aporte económico, porque después
en eso se quedan: esperando que les llegue, empiezan a hacer vueltas y a esperar años y ahí se
les va yendo la vida, esperando a que llegue ese aporte. ¿Y eso qué es? Esa reparación
administrativa, que es una limosna y que eso lo coge uno y se vuelve plata de bolsillo, porque
se le va a uno en un momento: coger 20 millones de pesos, uno con harta necesidad y con
deudas, con necesidad de comprar cosas para la casa, eso se le va a uno en un momento.

Porque yo creo que es necesario que las víctimas se levanten, que levanten sus cabezas, que
esa vasija de barro que quedó destrozada por la violencia se reconstruya; que se empoderen y
busquen fuerzas de donde sea para que la vuelvan a armar, así quede con remiendos y todo,
pero que aprendan a trabajar otra vez por la recuperación de su sentido de vida personal; que
no se arrastren más, que no se dejen caer más, porque prácticamente están como arrastradas
por el piso. Que no nos podemos quedar ahí en esa organización llorando toda una vida, a la
espera de plata para proyectos. Nos tenemos que levantar, tomar fuerzas de donde sea para
que volvamos, que nuestro corazón quedó hecho pedazos, que volvamos a armarlo... Yo ya sé
que esa vasija de barro se puede armar de nuevo, así quedara remendada, porque quedan
pedacitos que no se pudieron armar, entonces quedan huequitos, pero si a esos huecos les
echamos masilla y les echamos una lijada, esa vasija se recompone y recuperamos la fuerza
para seguir resistiendo como lo estoy haciendo yo hoy...

Yo soy esa mujer que, tal vez sin permiso de Dios, me hicieron muchas cosas, porque no creo
que Dios haya permitido o me haya querido tan poquito para decir: "háganle a Rosalba todo
538
lo que le hicieron". Que me mataron a mi esposo, que me tocó levantar sola sus cinco hijos,
que después empezaron a desaparecérmelos, que me mataron a mis hermanos, porque eso es
otra cosa; es que el dolor mío no sólo viene por mis hijos, es que desde más atrás viene por
mis tres hermanos que fueron asesinados. Entonces no solamente lo que me han hecho por
mis hijos, sino también por esto de mis hermanos y ahora todas estas amenazas, estos dos
desplazamientos, la muerte de M. la desaparición de los dos muchachos. Entonces yo puedo
decir que soy una auténtica sobreviviente, Dios es muy lindo conmigo, porque todo lo que me
hicieron fue sin permiso de Él; pero Él mismo me ha dado esas fuerzas para continuar y ha
sido a través de estos procesos y de todas las personas que han sido canales y me han querido
ayudar. Por eso digo que Él me va a enviar una luz para saber por dónde tengo que seguir,
entonces, yo soy una sobreviviente y un ser que ama a Dios, yo lo amo profundamente...

Yo me siento orgullosa, con todo y mi dolor, yo me siento orgullosa de saber que Dios no me
ha dejado enloquecer; incluso cuando empecé a tomar después de lo que pasó porque mis
hijos estaban desaparecidos, y hacer todas las pendejadas que hice, siento que tuve la
fortaleza para seguir adelante. Digo que estoy orgullosa y me siento orgullosa de ser
sobreviviente porque en este momento he sabido trabajar con mi familia, he sabido coger el
camino acertado cuando hemos tenido las situaciones, he sabido dar amor a mis hijos y darles
un abrazo cuando están llorando por estas cosas que nos han pasado, he sabido aconsejarlos,
he sabido... como si fuera una sabia... porque es como si hubiera despertado la conciencia...

Claro que hay veces que trata uno como de retroceder... pero quiero seguir en la lucha,
quiero hacer muchas cosas, todo lo que más pueda por sacar grupos de víctimas, por
colaborar con ellas, por enseñarles, quiero hacer todo lo que Dios quiere que haga... me
defino como una mujer muy afortunada, que a pesar de todo el dolor que ha tenido, ha tenido
ese camino y ha contado con esas personas que le han ayudado a sanar, a salir adelante, o sea
que soy una mujer muy afortunada... y eso lo dice una mujer, como yo, que he vivido todas
estas cosas que he vivido... así podríamos titular esta historia... Lo que me hace afortunada es
que he sacado, Dios me ha dado esa fuerza a mí para salir adelante; y a pesar de todo el dolor
y de todo lo que he vivido soy afortunada porque no me ha dado por atentar contra mi vida ni
contra la de nadie, ni hacer otras cosas que no estaría bien hacerlas, como la venganza, una
mujer verraca... soy una mujer verraca... porque todo lo que me ha tocado a mí ¡Y aquí estoy
de pie! Para mí PROVISAME fue el bálsamo que me curó esas ampollas que tenía de mi vida.

Por eso en este momento, con todo lo que me hagan, así me desplacen, así me hagan lo que me
hagan, yo ya tengo callo y a mí no me afecta tanto como me afectaban antes... ya sé qué es lo
que tengo que hacer, ya sé dónde estoy parada... y el que sabe dónde está parado sabe para
dónde va... Voy a seguir luchando por estas niñas, a seguir sacando fuerzas, que todavía las
tengo, para sacarlas a ellas adelante; porque a ellas yo no voy a permitir que nadie me les
haga el daño que me le hicieron a mis hijos...

10.5. Discusión y conclusiones

Las historias de vida constituyen una emblemática ilustración de las experiencias analizadas en
el presente trabajo de investigación. Sin embargo, se hace pertinente poder enunciar y
evidenciar algunos rasgos que son comunes, no solamente a estas cuatro historias, sino también
a los relatos de vida que emergieron de las entrevistas en profundidad y que fueron el insumo
(los datos) para la construcción del análisis y para dar cuenta de los objetivos y preguntas
planteados en esta tesis.

10.5.1. Sobre el conflicto armado colombiano

539
La complejidad de estas historias permite reconocer la complejidad del conflicto armado
colombiano, tal como se abordó en el capítulo 2, enmarcado en la categoría de “nueva guerra”
(Kaldor, 2001; Duffield, 2005). Un conflicto de más de 60 años que ha deambulado entre la
lucha bipartidista de los años 50, a la guerra revolucionaria e insurgente, con las cuotas de
contra insurgencia respectiva en los años 70 y 80; pasando luego a un conflicto degradado
donde se obvian las normas mínimas y que se asienta en la lucha por el control territorial,
político y económico en las regiones, y desde allí llegar al poder central. Para arribar a un
conflicto que pretende ser posconflicto al mismo tiempo, donde se desmovilizan ejércitos e
individuos, pero la violencia continúa, tanto en su dimensión política, como en su dimensión
social y delincuencial; atravesada en todos los niveles por el combustible que deja la riqueza
generada alrededor del narcotráfico.

Pues bien, las víctimas que cuentan estas historias, lo han sido en todas estas facetas. No
olvidemos que el 71% de los y las participantes en esta investigación, han sido víctimas en por
lo menos dos ocasiones, y el 50% lo han sido por dos actores armados de distinto bando (Cfr.
Capítulo 2). La historia de O. (Cfr. 10.1) da cuenta de una familia víctima de bandas ligadas a
la delincuencia común y al narcotráfico, pero también de la policía, y de las milicias ligadas a
la guerrilla y de milicias ligadas al paramilitarismo; y posteriormente violencia social (una
vecina, delincuentes comunes que abusan sexualmente de la hija). Es decir, una historia
atravesada por la violencia en todos sus matices. Ahora bien, como el autor de los hechos son
todos, como no se sabe muy bien quién es el enemigo, quién golpea, la violencia se mitifica.
¿Quién hizo todo esto que nos causó tanto dolor? La violencia, la guerra, “ese monstruo
grande y pisa fuerte”, como en la canción de León Gieco. En la misma historia personal la
violencia se termina mitificando, a tal manera que la pregunta es: “¿Qué hice, maté un cura?
¿Por qué la violencia se ensaña contra mí?” O se busca la explicación en un modelo religioso
ligado al karma o a lo hecho en otras vidas. Al final se trata de buscar un sentido al sinsentido,
un horizonte en medio de la cerrazón de caminos que deja el vivir marcado por múltiples
hechos de violencia y de todos los bandos en contra de una misma familia.

La historia de O., pero también la de R., son quizás la radiografía de una sociedad que
naturalizó los medios violentos para resolver sus conflictos, que hizo de la violencia una forma
de existencia y una manera “normal” de mediar relaciones sociales. Todas las historias leídas
en este capítulo, dan cuenta de una sociedad donde se enquistó la violencia y se hizo parte de la
cultura (Martin Baró, 1990; Hamber, 2011), donde la violencia de género, la violencia sexual,
la violencia intrafamiliar y la violencia social hacen parte del día a día y se han naturalizado.
Tres de estas cuatro mujeres han sido sometidas a abuso sexual, han sufrido algún tipo de
violencia de género. Como diría Martín-Baró (1990) el ciclo de la violencia permite que la
cultura legitime la opción de la salida para dirimir los conflictos sociales; pero al mismo
tiempo la violencia política y la guerra constituyen un marco de referencia que refuerza las
opciones violentas para dirimir cualquier conflicto familiar, comunitario o social. Al final la
violencia se normaliza, se naturaliza y se convierte en violencia cultural. (Galtung, 1998;
Hamber, 2011). Sin embargo, a todo ello, subyace la violencia estructural: la desigualdad, la
negación de los derechos básicos a grandes capas de población, la exclusión; es decir, una
forma de violencia que puede estar a la base de todo lo demás (Martin Baró, 1989; Galtung,
1998; Gaborit, 2006; Hamber, 2011): las historias de pobreza o de exclusión de estas mujeres
pueden ilustrar este hecho.

También, esta forma naturalizada de ejercer la violencia, permite construir un marco de


referencia “legitimo” para acceder a un lugar de privilegio, poder social, político y económico,
que permite tener control, aunque sea temporal, sobre un contexto, un territorio, un barrio, una
población, una comunidad; aún a costa de ser barrido, derrotado o eliminado por otro poder
con más fuerza. Una lógica de nueva guerra, con “señores” temporales que dominan, oprimen,
matan y siguen de largo: violencia social que se ha entrecruzado después de los 90 con el
conflicto armado tradicional, de carácter contrainsurgente.
540
No obstante, este conflicto sigue existiendo y está presente, tal como lo evidencian las historias
de M. y D.; pero al mismo tiempo en estas dos historias, se puede ver una guerra de las élites
que constituyen un proyecto violento para apropiarse de la riqueza, de la tierra, y del Estado,
que con el pretexto de luchar contra la insurgencia han expoliado medio país y han
incrementado la desigualdad social, dejando millones de víctimas y desplazados en el medio.
Y al mismo tiempo una guerra insurgente que no tiene norte, donde la violencia es medio y fin,
donde la acción violenta de cada día contradice el discurso rayado y vetusto de la revolución,
la igualdad y la justicia.

Y sin embargo, como en la historia de D. muchos de los discursos, que no los actos, de la
insurgencia tienen razones de peso para justificar la lucha armada y el camino revolucionario:
campesinos a los que se les usurpa la tierra en pro de proyectos de “desarrollo”
(hidroeléctricas, explotación de minas, agroindustria, entre otros), implantación de modelos
hegemónicos del poder político y económico, construcción de una sociedad cada vez más
desigual y excluyente; utilización por parte de las élites de violencias de terror para lograr sus
fines políticos y económicos, utilizando como pretexto la lucha contrainsurgente, y un largo
etcétera que hace muy difícil dirimir y clarificar el marco de comprensión del conflicto armado
colombiano.

En fin, en el medio las víctimas. Como en la historia de R. con un esposo guerrillero, muerto
de forma violenta; un hijo torturado por la policía; huyendo de su casa, de su barrio. Tres
hermanos asesinados por diferentes actores (paramilitares, delincuencia común, fuerzas del
Estado); y luego dos hijos desaparecidos, uno sin claridad de móviles y de responsables, otro
desaparecido en combate luego de ser reclutado de forma engañosa por paramilitares, y
finalmente una hija asesinada por bandas ligadas al narcotráfico y al paramilitarismo. Para
unos años después seguir recibiendo amenazas, desplazamiento y seguir viendo su vida en
riesgo. ¿Qué análisis puede hacer esta persona del conflicto? ¿De quién es víctima? De
nuevo, surge la tentación de ubicar a la violencia como una entidad mítica, no se sabe de dónde
viene el daño, no se sabe de dónde surge la amenaza.

Por lo tanto, es necesario comprender, seguir comprendiendo y escuchando estas historias


porque pueden permitir acercarnos a una mirada holística y compleja de este conflicto armado
colombiano, que ha degenerado en múltiples formas de violencia que siguen respondiendo a un
hueco estructural: la exclusión, el empobrecimiento de la población, la injusticia y la profunda
desigualdad. En el informe de desarrollo humano de Naciones Unidas (2011) Colombia
aparece como el tercer país más desigual del planeta, después de Angola y Haití. Un país con
la riqueza de esta tierra, con los niveles de miseria y pobreza, con un índice de Gini que llegó
en el 2011, al 0,59, es un caldo de cultivo para múltiples violencias. Las rurales ligadas al
conflicto armado tradicional, tal como se puede recoger en las historias de M. (cfr. 10.2) y de
D. (Cfr. 10.3), donde la confrontación entre guerrilla y Estado ha evidenciado unas lógicas y
unas formas de ejercicio de la violencia que siguen conduciendo a un callejón sin salida:
millones de desplazados, los campos desolados, pero usurpados por los poderes ligados a las
élites tradicionales, el paramilitarismo y el narcotráfico: mayor desigualdad, mayor injusticia,
mayor caldo de cultivo pare nuevas formas de violencia.

No es casualidad que las cuatro historias tengan en común una trayectoria ligada a la violencia
estructural, a la pobreza y a la exclusión. Antes y después de los hechos, son familias pobres,
campesinas en el campo, o en emigración a la ciudad, también en busca de mejores
condiciones de vida; posteriormente desplazadas (las 4 mujeres han sufrido diversas formas de
desplazamiento), empobrecidas y a merced de cambiantes formas de violencia en los nuevos
espacios que ocupan. Así pues, la memoria que evocan estas historias de vida invita a una
reflexión profunda y a una mirada más amplia, para ir a problemas estructurales: mejor
distribución de la renta, mejor distribución de la tierra, mejor acceso a los recursos y a las
541
oportunidades, mejores condiciones de salud y educación, respeto a los derechos
fundamentales; y finalmente, verdad, justicia y reparación. Pero además de ello, un cambio
cultural radical, un trabajo desde abajo y desde las bases en la construcción de marcos
culturales de relación diferentes, para poder abordar desde la violencia de género, la violencia
psicológica, la violencia intrafamiliar (que se hacen evidentes en las historias relatadas), hasta
la violencia delincuencial, las relaciones sociales atravesadas por la lógica del más fuerte y
finalmente el conflicto armado.

No basta con un acuerdo de paz. Lo vivido por El Salvador y Guatemala (Martín Beristain,
2011), por Sudáfrica (Hamber, 2011) es una muestra que no es suficiente el acuerdo, no es
suficiente siquiera una comisión de verdad. No basta nombrar los hechos, es fundamental ir
más allá. No basta con darles voz a las víctimas si éstas se acallan o desmienten más adelante.
No basta la memoria si no hay justicia ni cambios estructurales, aunque éste sea el primer paso
(Martin Beristain, 2008a, b, 2010, a,b, 2011).

Estas historias quizás no permitan una mirada analítica del conflicto colombiano, pero son una
imagen del mismo: arrojan luz, evidencian dinámicas y complejidades. Ellas mismas, estas
narraciones son historia y memoria, son memoria que puede ser historia si los dispositivos de
la ciencia histórica los puede asumir y contrastar con los datos de archivo, con los datos
estadísticos. Porque este conflicto, más allá de las cifras enunciadas en el capítulo 2, está
atravesado por historias como las de O., M., D. y R., y la de las otras 58 personas que me
permitieron acercarme a sus relatos de vida. Y quizás cuando este país, cuando la comunidad
internacional tengan la disposición de la “escucha”; cuando se abran los medios y la sociedad
colombiana esté dispuesta a escuchar, a empatizar y a reconocer la injusticia y el sin sentido de
lo vivido. Cuando se comprenda, como lo buscan ellas y ellos cuando salen a marchar, cuando
hacen un ritual o acto simbólico, cuando se quedan en silencio performativo en un lugar
público, cuando el resto de esta sociedad logre comprender, quizás se puedan dar las
condiciones suficientes y necesarias para hacer la paz en Colombia. Pero una paz que vaya
más allá de los acuerdos entre élites (como en los años 50) o entre bandos, que incluya un
proyecto de sociedad incluyente, que rompa definitivamente las desigualdades estructurales y
posibilite una vida digna para todos los habitantes de este país.

Hace 50 años, el poeta Gonzalo Arango, en la “Elegía a Desquite” 237 profetizaba: “Yo
pregunto sobre su tumba cavada en la montaña: ¿no habrá manera de que Colombia, en vez de
matar a sus hijos, los haga dignos de vivir? Si Colombia no puede responder a esta pregunta,
entonces profetizo una desgracia: Desquite resucitará, y la tierra se volverá a regar de sangre,
dolor y lágrimas”. En 1993, Alonso Salazar, en su libro “No nacimos pa’ semilla” 238, retomó
la profecía del poeta, ante la forma como Desquite seguía resucitando en los jóvenes sicarios
de las bandas y pandillas de Medellín, al servicio del narcotráfico, de las milicias de las
guerrillas y más adelante de los grupos paramilitares. En 2011, el arzobispo de Cali, en una
carta abierta, expresaba su pesar por la forma como el país (una parte del país), naturalizando
la violencia, celebraba la muerte de Alfonso Cano239 a manos del ejército nacional, como lo
había hecho con la muerte de otros comandantes del secretariado de las FARC, cuestionando el
método implantando de eliminar, de matar al enemigo, como algo normal y natural, en vez de

237
Desquite fue un guerrillero liberal de los años 50. Que después de firmados los acuerdos del Frente Nacional, acuerdo
de élites que excluyó a las bases sociales (cfr. Capítulo 2), se quedó en el monte combatiendo. Se le llamó bandolero y
murió en combate a principios de los años 60 a manos del ejército colombiano.
238
Investigación realizada con jóvenes sicarios de las comunas de Medellín, basada en sus relatos de vida, que posibilitó
por primera vez una mirada analítica al conflicto urbano y a la forma como los jóvenes de Medellín se vinculaban a los
diferentes ejércitos en contienda, y a sus mismos proyectos armados y delincuenciales, en una lógica del vivir al día, el no
futuro y la imposibilidad de construir un proyecto social diferente en la ciudad y en Colombia.
239
Máximo comandante de las FARC, muerto por el ejército en noviembre de 2011. Heredó este cargo de Manuel
Marulanda Vélez, alias, Tirofijo, máximo dirigente histórico de las FARC en el 2008, cuando falleció de una afección
cardíaca.
542
aplicarse al derecho, al derecho internacional humanitario, para respetar la vida al adversario y
ofrecerle garantías procesales.

Se ha implantado una lógica donde la vida humana no vale, lógica de violencia cultural, como
la descrita por Hamber (2011) en la Sudáfrica del Apartheid. Y en el medio, estas cuatro
mujeres cuentan sus historias, historias que tendrían que ser realmente escuchadas, para que la
conmiseración no sea solamente lacrimógena, para luego tranzar en una “ayuda económica”,
una pretendida reparación que ofende aún más, y seguir de largo. O Colombia escucha estas
voces y las dignifica, o Colombia hace dignos de vivir a sus hijos, y acoge estas historias, las
miles y millones de historias de dolor, las hace suyas y asume la necesidad de transformarlas; o
la profecía del poeta seguirá siendo el pan de cada día de este pueblo y esta nación.

De allí la importancia de la memoria, de allí la importancia que estas mujeres, en sus historias,
terminan dándole a la memoria colectiva, a las acciones de memoria, incluso aquélla que no
había participado, por miedo y por dolor, pero también por dignidad, en esos espacios. De allí
que pueda concluirse con Reyes Mate (2006, 2008), con Primo Levi (1987/2008), con Gaborit
(2006 a, b, 2008), con Schmucler (1996), con Vidal-Náquet (1996, 2005) y Ricoeur (2003)
entre otros, que la memoria colectiva de las víctimas tiene una función ética, que ejerce un
llamado radical a la sociedad, al Estado y a la comunidad internacional para que puedan verse,
confrontarse y comprometerse con el fin de un ejercicio de la violencia que viola los derechos
humanos y el derecho internacional humanitario; de tal manera que el imperativo ético que
fundamenta el contrato social se enmarque en el horizonte del respeto radical a la vida y a la
dignidad del otro.

Pero incluso, más allá de lo ético y lo político, en estas acciones de memoria, tanto compartida
(grupal), como colectiva (pública y social), subyace la necesidad de dar un sentido a lo
ocurrido, una profunda vocación de lo humano para reconocer la fuerza de la vida, de la
resistencia y de oponerse a los poderes que quieren mancillar, destruir y acabar la dignidad
humana. Se trata de un ejercicio de sentido y dignificación, como se hace evidente en estas
historias, que convocan y evocan a Victor Frankl, Primo Levi, Jorge Semprún, y otros
sobrevivientes. Es el ser humano en busca de sentido, es el ser humano que se sobrepone a lo
impensable, a lo innombrable, a lo inexpresable, a lo numinoso/terrorífico y constituye en
medio de la muerte relatos de vida, relatos de lucha, relatos de sobrevivencia, de resistencia.
Voces que se elevan para llamar a la sociedad, a los Estados, al mundo, al otro a una
conciencia ética de lo que no puede ser “nunca más” en una sociedad humana.

10.5.2. El problema de la escucha en las sociedades modernas

Esta primera conclusión conecta con la segunda. ¿Nuestra sociedad moderna está dispuesta a
escuchar? ¿Una sociedad que se ha construido culturalmente desde la afirmación absoluta del
placer y la negación absoluta del dolor y el sufrimiento (Bauman, 1989), está dispuesta a
escuchar el clamor del sufrimiento de las víctimas? ¿Los dispositivos de la razón, empleados
en los marcos de eventos catastróficos o de violaciones graves a derechos humanos y conflicto
armado, es decir, los dispositivos de la ayuda humanitaria, la comunidad de derechos humanos
y los mecanismos de la cooperación internacional al desarrollo, tienen los canales suficientes
para escuchar y sintonizar con este dolor y sufrimiento, especialmente con sus voces,
necesidades y demandas?

Todas estas preguntas han estado emergiendo a lo largo de este texto. La discusión planteada
en el capítulo 8, en torno al dispositivo de las ciencias Psi. La discusión planteada en los
capítulos 7 y 9 en torno al complejo de la ayuda humanitaria y la cooperación internacional, las
reflexiones citadas de Veena Das en el capítulo 5, retomadas en el capítulo 8; también es la

543
pregunta que se hace Brandon Hamber (2011), luego de trabajar por 15 años con las víctimas
en Sudáfrica y posteriormente en Irlanda del Norte.

Nuevamente las historias de vida de este capítulo plantean las mismas preguntas. Lo que ha
permitido, en buena medida, transformaciones vitales en las personas que presentan en este
texto su historia vital tiene que ver con encontrar dispositivos de escucha, la creación de
escenarios sociales de escucha, donde más que ser una estadística, un caso, un dato, una
violación de derechos humanos, una patología, un caso clínico, han sido personas, han sido
seres humanos, acogidos, acompañados, no rotulados, comprendidos y comprehendidos en su
complejidad. Martín Beristain (2011) habla de dos columnas para poder realizar un trabajo
con las víctimas: la del apoyo, comprendido en una dimensión psicosocial, y la de la acción
política encaminada a transformar las condiciones objetivas de injusticia (judicial, política y
económica) que viven las víctimas y a esto lo llama: “caminar al lado de la gente”.

Quizás esta sea una de las claves del proceso estudiado: se ha caminado al lado de la gente. Lo
han hecho algunas instituciones, pero sobre todo, lo ha hecho la gente misma. Porque aún en
medio de las vicisitudes con los proyectos y la financiación, se han encontrado formas para
continuar y para aplicar una metodología que implica recoger al otro, contenerlo, apoyarlo y
luego empoderarlo para que lentamente vaya construyendo una subjetividad, en el marco del
ejercicio de una ciudadanía plena de derechos. Tal como se admira D. en su proceso de
acercamiento a la organización de víctimas y en su pregunta por una resistencia efectiva que
permita defender el territorio, una lucha por los derechos que vaya más allá de la limosna y que
implique una confrontación de un “modelo de desarrollo” implantado a sangre y fuego (cfr.
Gonzalez et. al. 2003).

Ahora bien, las acciones de memoria han implicado un camino que puede conducir a
confrontación directa, abierta y clara a la indiferencia y la indolencia social. Han implicado un
llamado social y político para que la sociedad y el Estado se hagan cargo de una realidad que
no puede evadirse por más tiempo. Y sin embargo, la insuficiencia de este llamado sigue
siendo evidente. De lado de las víctimas por la dificultad de generar transformaciones de
siglos de historia colectiva acumulada en sus conciencias, que no logran vislumbrarse aún
como sujetos de derechos, y siguen en un lugar de subordinación, sintiéndose como ciudadanos
de segunda categoría. Pero del lado de la sociedad y del Estado, porque las historias y las
memorias son escuchadas como eventos que han pasado en otro lugar o en otro tiempo, y la
responsabilidad queda relegada en una entidad mítica llamada violencia. Así pues, hace falta
fortalecer la columna de la lucha por la transformación de las condiciones estructurales de
injusticia, de tal manara que al lograr constituir responsables y responsabilidades, alguien se
haga cargo, alguien responda, y desde allí poder empezar a transformar las estructuras del
mismo Estado.

Un problema que ha aparecido a lo largo de esta investigación tiene que ver con los
dispositivos de las ciencias psi y de la ayuda humanitaria para acoger a las víctimas. Resulta
que buena parte de los modelos de atención del Estado y de la cooperación internacional están
fundamentados en la epistemología y la metodología de las ciencias médicas y de la psicología.
Fundamentadas en un modelo médico, y en una mirada individualista. Esta mirada, tal como
se vuelve a ver en las historias de vida, dificulta un acercamiento a las víctimas que se acercan
con desconfianza a estos dispositivos, por el temor a ser rotulados, marcados, signados con una
categoría que pretende entender y definir su situación, pero que termina generando más límites,
que posibilidades.

De allí el énfasis que hacen las cuatro participantes en la Escucha. Ser escuchado no es sólo
prestar oídos. Es acoger y respetar, es contener sin rotular, ir al lado de la gente (Martín
Beristain, 1999, 2010, 2011), casi que un paso atrás, para que los sujetos y protagonistas de su
proceso sean ellos y ellas. El trabajo de memoria compartida, apoyo mutuo, memoria colectiva
544
y organización social que han referenciado los y las participantes, por ponerse no delante, sino
al lado, o a la saga de las víctimas; por permitir que sean ellas y ellos los actores de su propia
transformación, por empoderar a la gente, y fortalecer los recursos internos; por promover que
hombres y mujeres de la misma comunidad se hagan cargo del apoyo, y al mismo tiempo
favorecer sus formas de expresión, han permitido cambios importantes en la vida de estos
sujetos.

En la historia de O., ella refiere esta experiencia como algo milagroso. ¡Es un milagro! Lo que
ella ha vivido y la forma cómo ha regresado de la postración y la anomia para convertirse en
una líder que ha tenido interacción en diferentes escenarios políticos y sociales. En la historia
de R. se habla de la mano de Dios que pasó por allí para “salvar y rescatar”. Es decir, se da
atribución religiosa, divina a un proceso en el que se abrió el escenario de la escucha y la
posibilidad de creer sus historias, la apertura para poder contarlas y hacerlas públicas. ¿En
realidad es esto tan extraordinario? ¿Por qué es vivido de esta manera por estas participantes y
otras de las tantas entrevistadas en esta investigación?

La respuesta en el marco de esta investigación no puede estar del lado de la experiencia


religiosa, que sin negarse, puede hacer parte de estos procesos. Pero quizás explicaciones más
simples, como las que se han venido construyendo a lo largo de este texto puedan dar cuenta
de eso “milagroso” que ha ido operando en estas historia vitales: una escucha dispuesta y
asertiva, un reconocimiento al relato, una disposición para no clasificar y encasillar el dolor y
el sufrimiento, de comprenderlo y comprehenderlo más allá de una visión marcada por la
psicología occidental; una oportunidad de expresión en los propios términos y con los
lenguajes apropiados según la cultura y según el género (la mayoría de las veces se hizo a la
manera de las mujeres, que fueron y son mayoría en este tipo de espacios, tal como lo revela de
forma hermosa la historia de M.). Una conciencia co-construida de la propia dignidad, de
sentirse persona, digna de hablar; aún en medio de los límites para una comprensión más
política y de derecho de esta misma conciencia; la expresión de afecto, el abrazo como
símbolo, pero también como hecho real que implicó la acogida y el no sentirse nunca más sola
o solo. Es decir, un dispositivo afectivo, un marco relacional, una técnica psicosocial, un
proyecto colectivo, una acción social, una apuesta política y un horizonte ético y de futuro. Un
proceso interdisciplinar (Martin Beristain, 2011; Hamber, 2011) y transdisciplinar que tuvo
como centro la memoria y el apoyo mutuo, lograron eso que O. llama milagro y R. la mano de
Dios. Y ante lo cual D. se admira y se pregunta si en su caso podría funcionar o qué más haría
falta para lograr defender los derechos desde su territorio y no como desplazada.

Podría decirse que es milagroso porque en una sociedad que no escucha, en un modelo cultural
marcado por la competencia, el individualismo, el pasar por encima del otro, el hedonismo, el
énfasis en la eficiencia y la eficacia, la lógica burocrática, la mirada abocada al proyecto, sus
resultados y sus indicadores, se abrió la brecha para un encuentro, para la solidaridad, para el
apoyo, para el abrazo y para un proceso que trascendió las lógicas de la cooperación
internacional al desarrollo y la ayuda humanitaria. Y que sin perder de vista los marcos del
derecho, la psicología y las ciencias sociales, pudo trascenderlos, ir más allá, para
sencillamente ubicarse “al lado de la gente” (Martin Beristain, 1999, 2011). La lectura es por
contraste. El milagro opera no en lo numinoso, sino en algo tan simple como el encuentro y el
apoyo mutuo; y que sin embargo, es tan poco común en nuestras sociedades contemporáneas,
que termina siendo nombrado desde una dimensión trascendente, cuando quizás, es el llamado
que algunos expertos en el trabajo psicosocial vienen haciendo desde hace, por lo menos, dos
décadas (Martín Beristain, 1997, 1999, 2007, 2008, 2010, 2011; Summerfiel, 1996, 2005;
Clancy & Hamber, 2008; Pérez Sáles y Martin Beristain, 2008; Hamber, 2011; Lykes, 2001a,
b, 2003, entre otros).

No son los únicos dispositivos, tal como se evidencia en la historia de M. (cfr. 10.2) y en la
historia de D. (cfr.10.3). Donde muchos de los procesos y dinámicas han surgido de la misma
545
gente y de los procesos de construcción de comunidad, donde luego se han insertado los
dispositivos de la cooperación y la ayuda humanitaria, que al actuar de forma respetuosa han
fortalecido estas dinámicas locales. Por eso, más allá de defender un método específico y una
forma, se trata de enunciar el dispositivo estructural: cuando se camina al lado de la gente,
cuando se construye confianza, cuando se propicia que el proceso esté encaminado desde sus
marcos sociales y culturales, cuando se construyen relaciones horizontales y se teje un vínculo
solidario; se están poniendo las bases para un dispositivo social de escucha que permita a las
víctimas expresarse (no sólo a través de la palabra), sino también desde modelos
performativos, simbólicos.

Incluso, en esos casos, el silencio será un enunciado que puede ser leído y abordado. Y cuando
se da esa escucha, quien estaba en el aislamiento, el anonimato, la anomia, la postración y el
retiro de lo social, empieza a regresar, empieza a enunciar, se empieza a transformar
fortaleciendo sus propios mecanismos de afrontamiento, resiliencia y resistencia (Cyrulnik,
2006, 2008; Das, 2008; Martin Beristain, 1999, 2010a, 2011; Clancy & Hamber, 2008;
Summerfield, 1996, 2005; Hamber, 2011; Lira, 2011; entre otros). He ahí el “milagro”. Y
desde allí se convierte en sujeto protagónico de su propia transformación, lo que le
compromete al trabajo y el compromiso para el apoyo a otros y para luchar por sus derechos y
los cambios estructurales que se necesitan para una vida mejor. De este proceso dan cuenta
estas historias de vida, que recogen el núcleo de este capítulo.

De otro lado y retomando a Veena Das (2008 h), puede hacerse una síntesis que ofrece unas
pistas importantes sobre los procesos recogidos en las historias de vida compartidas en este
texto, que implican una forma de acción, intervención e investigación social:

1. Fue indispensable recuperar la voz y el testimonio de la gente, la memoria compartida,


yendo más allá de la “colonización” que el Estado, las ciencias sociales y la medicina
pueden hacer del dolor. Aquí hubo una apuesta ética, que implicó una acción diferente en
la intervención social y en la investigación. Desde esta óptica, los discursos de enfermedad
o violación de derechos humanos que se ponen por encima del dolor y la experiencia
concreta de la gente, son puestos entre paréntesis y pasan a un segundo plano, sin negar su
importancia y eficacia en contextos de negociación, lobby y elaboración de proyectos.
Pero que si se absolutizan y son el marco primario de la acción, pueden terminar dejando
por fuera a esa misma gente a la que se quiere ayudar.
2. Ha sido fundamental reconocer la funcionalidad del dolor y el horror en la represión y la
violencia política, puesto que se apunta al silenciamiento y al ejercicio de un poder que
excluye, marca y segrega (Cfr. Rieira & Martin Beristain, 1994; Martin Baró, 1991).
Cuando este sufrimiento pudo nombrarse en un espacio compartido, de apoyo y memoria,
dejó de tener el poder numinoso que muchas veces se le atribuía. Con ello, se ha
comenzado el proceso de desmitificar “la violencia”, que abandona el lugar de lo indecible
y de lo innombrable. La memoria de las víctimas se hace parte del discurso público y
social, entra a pujar para hacer parte de la memoria colectiva (cfr. Jelin, 2002a)
3. Por eso, ha sido clave el ejercicio de una acción y reconocimiento públicos, siempre
luchando para abrir un marco social que está dispuesto a escuchar, a acoger y contener. Y
esta escucha está implicando a la sociedad colombiana y de las regiones estudiadas una
disposición a validar los testimonios y las memorias de las víctimas. Con lo cual las
organizaciones se comprometen en una acción permanente de resistencia y lucha social que
los convierte en emprendedores de memoria (Jelin, 2002a, Todorov, 2003), para posicionar
sus relatos, confrontando la indolencia y la indiferencia social; enfrentando los poderes que
pretenden imponer la versión oficial, la historia oficial (Cfr. Gaborit, 2006; Mendoza,
2006, 2008).
4. Finalmente, y retomando a Wittgenstein (Das, 2008 f, g): La construcción lingüística del
dolor siempre está referida a otro, como queja. Esto quiere decir que alude a una
dimensión comunicativa que implica siempre a otro. Por lo tanto, el camino del
546
reconocimiento y la sanación del dolor y la superación del sufrimiento de las víctimas pasa
por un otro que escucha y es capaz de “com-padecerles” en el dolor que expresan, en lo
innombrable que enuncian, en el horror que balbucean, incluso en el silencio que grita.
Fue este acto construido en los procesos sociales de los que dan cuenta que se creó una
solidaridad, se construyó una comunidad moral y narrativa, un cuerpo de solidaridad que
desarrolló una fuerza sanadora: el milagro que enuncia O. y que refiere Hamber (2011).
Así pues, suscribo lo afirmado por Veena Das: lo que curaría no son los métodos de la
psicología, ni los tribunales, a los que les reconoce su funcionalidad; sino la relación que se
construye cuando alguien es capaz de sentir el dolor del otro y hacerse solidario con él.
Esto tiene un llamado ético a las ciencias sociales en su discurso y en su acción. Y es clave
para comprender el proceso que esta investigación está profundizando y contrastando en su
trabajo de campo. (Cfr. capítulo 8)

Las historias de vida, dan cuenta, por tanto, de un modelo de intervención, acompañamiento y
acción psicosocial (cfr. Cap. 11), en perspectiva de construcción de memoria compartida,
colectiva e histórica, con un enfoque de derechos. Se implementa en diversas dinámicas
sociales y regionales, con una apuesta ética que se abre al reconocimiento de ese otro que es el
sujeto doliente, que resiste a la propia angustia frente al dolor del otro, poniendo entre
paréntesis los saberes previos que podrían enmarcar ese sufrimiento. Un ejercicio que intenta
descifrar el código de ese otro que vive, actúa, ama, sufre, reza y se mueve en un marco
específico. Cuando la acción de cooperación y la ayuda humanitara se realiza dentro de estos
marcos, considero que se está en un escenario que tendrá más y mejores posibilidades de
producir efectos en términos de recuperación emocional, recuperación de la dignidad y
reconstrucción del tejido social, tal como se infiere de estas historias y del trabajo de esta
investigación. Por lo tanto, habrá más y mejores posibilidades para que remitan los síntomas,
las afecciones psíquicas y emocionales; habrá mejores condiciones para documentar los casos
y acercarse a una investigación de derechos humanos que afiance las denuncias; y finalmente,
habrá más y mejores condiciones para construir marcos de paz y reconciliación, donde la gente
no sea el objeto manipulable de políticas para pasar la página, sino sujetos protagónicos de su
propia historia y transformación.

Por esta razón, puede afirmarse que las historias de vida referidas tienen en común, como hilo
conductor, la resistencia (incluyendo al afrontamiento y la resiliencia), es decir, una lectura,
una interpretación centrada en las capacidades, en la fuerza para asumir, en las salidas que se
fueron encontrando, en las luchas cotidianas y en los sentidos encontrados aún en medio del
horror. Porque los dispositivos psicosociales, organizativos, políticos y sociales, la acción de
la memoria compartida y la memoria colectiva hecha pública, se insertaron en la vida de las
personas. No le trajeron la “salvación” ni la fórmula desde afuera. Sino que permitieron que
la gente reconociera en su potencial, en su historia y en sus marcos sociales y culturales medios
y formas para seguir afrontando, para fortalecer el afrontamiento que habían realizado;
valorando sus mediaciones, sus valores, sus historias.

De tal manera que al final, los dispositivos psicosociales fueron tutores de la propia resiliencia
y factores de apoyo para fortalecer la propia resistencia, que pasó de lo individual a un
reconocimiento colectivo, cuando al compartir las historias se pudo reconocer, no solamente el
dolor, sino también la fuerza y el afrontamiento de la otra persona. Se creó pues, un escenario
de cohesión social, de solidaridad y de apoyo mutuo que llevó a salir del anonimato, que
empoderó para retomar el escenario social, y en este espacio enunciar la propia historia, la
propia verdad, para que, como emprendedores de memoria, confrontaran a la sociedad y al
Estado en el relato oficial construido, y generar movimiento social que posiciona su memoria
colectiva, en el proceso de hacerse memoria histórica.

Un proceso imperfecto y lleno de limitaciones, pero que, visto a la luz de las historias relatadas
en este capítulo no deja de tener un componente épico. No es la resistencia añorada por
547
algunos movimientos de izquierda, no es la acción política y social que esperarían incluso
quienes han acompañado desde las instituciones estos procesos. Ha sido simplemente una
forma, limitada y aún en proceso, de reconstruir sentidos de vida y lograr que la vida de, por lo
menos, esas personas que han participado, puedan leerse con otros sentidos y significados, más
allá del rótulo de víctimas, enfermos, sufrientes, casi damnificados de una tragedia. Puesto que
al final se trata, como lo afirman O., M., D. y R., de sentirse humanas, dignas, dueñas de su
vida, habiendo recuperado control y sentido sobre su propia existencia (Cfr Lira, 2011).

Así pues, ante la pregunta sobre el papel de la memoria en la recuperación de la dignidad de las
víctimas, la recuperación emocional y la reconstrucción del tejido social que ha acompañado
esta investigación, aparece una respuesta más, en el marco de esta investigación: remitir
nuevamente al lector a estas cuatro historias de vida, para que también pueda juzgar si la
respuesta es afirmativa o negativa.

548
11. DISCUSIÓN FINAL Y CONCLUSIONES

La presente investigación me ha permitido acercarme a los objetivos planteados en el proyecto


inicial y responder a la pregunta fundamental de esta tesis: ¿Pueden las acciones de memoria
producir efectos en la transformación subjetiva de las víctimas (recuperación emocional), en la
recuperación de la dignidad de éstas, en su empoderamiento y en la reconstrucción del tejido
social?

La respuesta, después del análisis realizado parece ser afirmativa. En la tesis se examinan las
condiciones que hacen de estos procesos de memoria (compartida y colectiva; de acción
pública de memoria y de expresión social de la memoria), procesos que contribuyen a la
recuperación y transformación del rol social de las víctimas.

Además de ello, la investigación ha permitido confirmar la hipótesis inicial: las acciones de


memoria son expresiones públicas que ponen en evidencia una realidad que se niega desde la
historia oficial y suponen un nuevo espacio social para las víctimas. Implican la afirmación y
denuncia de hechos que se desconocen, se niegan o se justifican culpando a las víctimas, con lo
cual estas acciones implican la afirmación de una identidad y la manifestación de resistencias
frente al poder político, económico y armado; por lo que se traducen en acciones de
empoderamiento que facilitan la recuperación emocional, la cohesión social, la reivindicación
de los derechos y la construcción de una ciudadanía activa. En ese sentido, las acciones de
memoria contribuyen al paso de una identidad de víctimas, centrada en el impacto de los
hechos sufridos, a una de ciudadanos y ciudadanas que reivindican sus derechos y el valor de
la memoria para ellos y la sociedad.

Ahora bien, tanto la respuesta afirmativa a la pregunta que ha acompañado la tesis, como la
reafirmación de la hipótesis inicial tienen matices, perspectivas y complejidades que también
permiten declarar de forma taxativa que no se trata de una relación lineal ni causal. Es decir,
que la memoria es condición necesaria, pero no condición suficiente para que se generen las
transformaciones planteadas. Que haya una memoria colectiva centrada en la experiencia de
las víctimas no conduce necesariamente a la recuperación emocional, a la transformación
subjetiva, al empoderamiento, a la reconstrucción del tejido social, la reivindicación de
derechos y la construcción de ciudadanía democrática. Hay circunstancias y contextos en los
que esto no operaría, como en el caso de acciones de memoria sin un marco de apoyo
psicosocial; cuando la memoria es utilizada para justificar y promover conflictos intratables, o
cuando se trata de acciones puntuales que no responden a un proceso más amplio que implique
la lucha de un colectivo en la reivindicación de sus derechos.

Así, en la relación entre memoria, reconstrucción subjetiva y del tejido social existen procesos
complejos, dinámicas contextuales y factores correlativos involucrados que también se
convierten en determinantes. Más que un marco de explicación causal, es necesario que se
establezca un marco de comprensión e interpretación que posibilite una mirada amplia y
compleja que permite mantener la respuesta afirmativa a la pregunta y la hipótesis inicial.

En el caso de la presente investigación, tal y como lo afirmé en los capítulos 7, 8 y 9, se ha


evidenciado un interjuego permanente y una interacción continua entre diferentes aspectos y
acciones que se han entrelazado con dinámicas grupales y colectivas de memoria; que han
contribuido y aportado a los procesos de transformación documentados a lo largo de la
investigación: un proyecto de actuación psicosocial (en Oriente Antioqueño y sur de Córdoba),
enmarcado en las dinámicas de las mismas comunidades, a través de promotoras y promotores
psicosociales, con grupos de apoyo mutuo, que fueron el escenario principal para la memoria
compartida, la producción de testimonios y la recuperación de la propia historia. Una
dinámica de movilización colectiva que implicó la puesta en escena, de forma performativa, de
las memorias individuales y colectivas en el terreno de lo público, que se fue fortaleciendo a
549
través de diversas manifestaciones y expresiones, que implicó la enunciación hacia la sociedad
y la búsqueda del reconocimiento social y la visibilización ante el Estado. Lo que a su vez
entró en un proceso de retroalimentación positiva (por lo menos en Oriente Antioqueño y
Madres de la Candelaria) con las dinámicas organizativas que posibilitaron la potenciación y el
fortalecimiento colectivo de las personas afectadas, impulsando la incidencia política y
fortaleciendo las acciones públicas de memoria. Esto comenzó a generar acciones incipientes
de memoria documental y de búsqueda real de verdad, justicia y reparación.

Ahora bien, toda esta dinámica compleja implica la pregunta por las condiciones suficientes y
necesarias para que la acción de memoria (compartida y pública) conlleve transformaciones
relevantes de los sujetos individuales y colectivos. Cuando el análisis se centra en el sujeto
colectivo, tal como se realizó en el capítulo 7, se pueden observar matices y puntos de mirada
que requieren un análisis sobre quiénes (agentes), cuándo, cómo (marco contextual) y por qué
(motivos, intereses y propósitos) se hace memoria. Esta discusión ofrece algunas respuestas a
las preguntas iniciales.

¿Quiénes hacen memoria? Cuando la memoria es construida por las víctimas, cuando ellos y
ellas son sujetos protagónicos de su proceso, cuando sus narrativas y testimonios son
reconocidos, cuando sus acciones son las que emergen al escenario público; habrá más y
mejores posibilidades de lograr las transformaciones individuales y colectivas planteadas. Por
el contrario, cuando las memorias son diseñadas, producidas, gestionadas y llevadas a lo
público por actores externos (ONG, artistas, profesionales, actores del Estado u otros agentes
sociales) se tendrán menores posibilidades de potenciar la fuerza transformadora de la
memoria colectiva, puesto que responde a dinámicas, visiones, marcos conceptuales y
contextuales diferentes a los de la gente, donde ésta no se siente involucrada o a lo sumo
participa como convidada y no como actores protagónicos. Finalmente, cuando prima la
construcción de memorias e historias oficiales que contradicen, niegan, ocultan y estigmatizan
las versiones de las víctimas, este tipo de memorias pueden ser revictimizantes y en ningún
caso posibilitan las transformaciones señaladas.

En relación con el cómo y el cuándo de la memoria, en un contexto como el del conflicto


colombiano; si la memoria se hace de forma partidista, literal y excluyente, puede exacerbar
emociones negativas como la rabia y el deseo de venganza. De otro lado implica la
cristalización de memorias intragrupales que no posibilitan el diálogo con otras versiones y
marcos de comprensión, o una identidad centrada exclusivamente en la propia victimización.
De allí la importancia de las memorias incluyentes desarrolladas en los tres contextos
socioculturales estudiados.

En el capítulo 7 se profundizó sobre este punto y se pudo concluir que es importante la


producción de este tipo de memorias ejemplares, porque tienen mejores posibilidades de
mostrar un camino hacia la reconstrucción del tejido social, la recuperación de la dignidad,
superar la condición de víctima, transformar los estigmas, cuestionar los modelos polarizantes,
tejer lugares de encuentro, redes para el apoyo, y centrarse más en la construcción de un
territorio colectivo. Desde un punto de vista macrosocial, estas memorias transformadoras
contribuyen a un necesario debate democrático que permita una memoria incluyente que
contribuya a la despolarización de los conflictos, su transformación con una revalorización de
la cultura de respeto a los derechos humanos; así como su contribución a la prevención de la
violencia en el futuro..

En relación con el por qué de la memoria, se observó que en los tres niveles de incidencia,
había motivos, intereses y propósitos que se iban relacionando y englobando de forma
sistémica los unos con los otros, de tal manera que a cada nivel se incluían los anteriores: en el
personal/comunitario, se buscaba la dignificación de las víctimas y sobrevivientes, limpiando
su nombre y recuperando su historia de vida. En términos de la incidencia social se buscaba el
550
reconocimiento público de los hechos y la solidaridad del colectivo local y de la sociedad en
relación con los hechos acaecidos, de tal manera que se pudiera reconocer la injusticia de la
violencia, como una sanción social, una justicia anamnética, que designa y señala el lugar de lo
que no debe volverse a repetir. Finalmente, en términos de incidencia política se busca el
reconocimiento de unos derechos y la acción del Estado como protector y garante de los
mismos.

En este proceso, que implica una construcción de ciudadanía activa, como sujetos de derechos,
se observaron falencias, contradicciones y dificultades en los diversos contextos y entre líderes
y personas de la base de las organizaciones, sin desconocer que este horizonte alimenta la
acción pública de memoria de los colectivos de víctimas: quedó claro en la investigación que
mientras los líderes han construido una relación con el Estado desde la ciudadanía y la
reivindicación de sus derechos, los y las participantes de la base social de los colectivos
analizados, aunque comprenden cognitivamente sus derechos, no han incorporado un lugar de
ciudadanía, sino que siguen acercándose al Estado, tanto local, como nacional, desde un lugar
de subordinación, petición de ayuda y legitimación de poderes establecidos por la vía del
clientelismo y el caciquismo. En el Oriente Antioqueño y Madres de la Candelaria este lugar
pareciera superarse por una visión de la ciudadanía que he llamado “participativa”, que termina
implicando la presencia de estos actores en escenarios públicos y de negociación con el Estado
para satisfacer sus necesidades y demandas, pero donde en realidad se legitiman los poderes
tradicionales y las víctimas ocupan un lugar subordinado que implica el recibir dádivas y
ayudas; pero no la satisfacción plena de sus derechos.

11.1. Transformaciones subjetivas

En términos del sujeto individual, es decir, de la experiencia personal de los y las participantes
en las entrevistas en profundidad y en sus relatos de vida, se señalan algunos de los aspectos
nodales de sus procesos de transformación subjetiva, recuperación de su dignidad,
construcción de ciudadanía que se resumen en las siguientes tablas. Se sintetizan los puntos de
convergencia centrándose en las categorías de análisis que posibilitaron la construcción de las
matrices de coherencia en los diferentes momentos: antes de la victimización, durante los
procesos de memoria compartida y grupos de apoyo mutuo (GAM) y luego en los procesos de
organización de víctimas y acción pública de memoria. Hay que tener en cuenta que no se da
siempre una exacta ni necesariamente función lineal o cronológica entre los tres momentos,
dado que hay personas que primero participaron de las marchas y acciones públicas o de la
organización, y luego hicieron el proceso de apoyo mutuo y memoria compartida; de todas
maneras hay una dinámica de retroalimentación positiva entre ambos “momentos” como un
marco de experiencia conjunto en el que un nivel se alimenta con el otro y viceversa, y donde
de forma compleja el apoyo mutuo es llevado al marco organizativo, a la incidencia política y a
la acción pública.

De una y otra manera, el grupo de apoyo mutuo tiene una dimensión sociopolítica implícita
que pretende la potenciación de los sujetos en términos de participación, ciudadanía y cohesión
social. Hay que tener en cuenta que, en los contextos de violencia colectiva o guerra, no
existen espacios sociales de reconstrucción, dado que hablar o reunirse es peligroso y el tejido
social se convierte en parte del objetivo militar por parte de diferentes actores armados, lo que
da a estas experiencias microsociales un valor no solo de apoyo mutuo centrado en las
relaciones sociales al interior del grupo, sino también, en función de su maduración, una
proyección hacia la acción individual o colectiva transformadora.

Así pues, la tabla No. 11.1 sintetiza los cambios observados en términos de la transformación
subjetiva en el nivel emocional y cognitivo conductual. Es decir, las implicaciones concretas
que se han vivido como cambios a partir de acciones de memoria compartida en el grupo de
apoyo (GAM) y en las acciones públicas de memoria:
551
TABLA No. 11.1
SÍNTESIS DE EFECTOS PRODUCIDOS POR PROCESOS DE MEMORIA COMPARTIDA Y
COLECTIVA: TRANSFORMACIÓN SUBJETIVA Y RECUPERACIÓN EMOCIONAL
Catego- Después de la Durante el proceso de Durante la organización y la
ría victimización GAM y Memoria acción Pública de memoria
compartida colectiva

TRANS Muchas de las personas Catarsis inicial que Juega un papel fundamental tanto en
FOR- participantes manifestaron moviliza las emociones la transformación subjetiva de las
MACI por largos períodos de negativas, se reconoce el personas que hacen parte de estos
ÓN tiempo: el dolor, la sufrimiento de los otros, procesos (tanto en la dimensión
SUBJE tristeza, la rabia, el miedo, lo que mueve a la emocional, como en la cognitiva y
TIVA: los pensamientos identificación con ellos. comportamental), especialmente en
permanentes, la culpa, los El sujeto se descentra, el largo plazo y cuando se enmarca
Situació deseos de venganza, el sale de sí mismo y se dentro de procesos de movilización
n aislamiento, el silencio genera el apoyo mutuo, el y organización social de amplio
emocio obligatorio, entre otras, consuelo y la alcance y que permanecen en el
nal fueron vivencias con/dolencia con el otro. tiempo.
Subjeti subjetivas que se Se recupera la confianza y
va instalaron por varios años se genera un clima de Cuando se da testimonio público, en
Físico / en la vida cotidiana de las solidaridad. condiciones subjetivas y
Emocio víctimas sobrevivientes. contextuales positivas, se operan
nes Se nombra lo que no procesos de transformación subjetiva
Las experiencias había sido nombrado, se y recuperación emocional.
estuvieron atravesadas por elabora el dolor en un
el horror como vivencia trabajo de duelo, que es, a Al enmarcarse en un programa de
subjetiva de lo terrorífico su vez, trabajo de acción y apoyo a las víctimas más
y lo inenarrable. memoria (Excepto en amplio, las acciones de memoria
familiares de colectiva se convierten en un aporte
desaparecidos). a los procesos de elaboración
emocional. Estas relaciones entre
Se permite comprender acción de memoria y recuperación
las dinámicas del emocional muestran que no se trata
conflicto armado, sus de un proceso lineal, sino mediado
intencionalidades y sus por factores individuales y sociales
consecuencias desde que hay que tener en cuenta.
planos más amplios que la
afectación personal. Desde el punto de vista emocional,
puede hablarse más bien, de un
De esta manera se proceso de integración de estas
abordan las emociones emociones, que son acogidas tanto
negativas, se entienden y individual, como colectivamente;
se afrontan , generando un que son contenidas en espacios
proceso de transformación sociales de expresión pública y
subjetiva. desde allí son transformadas,
mitigadas hasta incorporarse a la
“normalidad” de la vida de los y las
participantes:
Aspecto Afección subjetiva en Se retoma un nivel de Este proceso conduce a una
s núcleos de acción: control sobre su propia percepción y significación positiva,
Cogniti  Rabia- existencia, el mundo de la a la manera de un balance que puede
vos / agresividad/comporta vida vuelve a estar hacerse, donde el sujeto sale más
Compo mientos enmarcado dentro de fortalecido y con mayores
rta- autodestructivos. esquemas cercanos y posibilidades de afrontamiento
mentale  Dolor/miedo- comprensibles, se abren positivo: aprendizaje o crecimiento
s inhibición-limitación las posibilidades de postraumático.
Y de la del contacto social. retomar las relaciones y
acción  Dolor/miedo- de actuar sobre la realidad Superación de la anomia, el
negación-confusión personal. aislamiento, el retiro del mundo
existencial. social. La persona empieza a actuar
552
TABLA No. 11.1
SÍNTESIS DE EFECTOS PRODUCIDOS POR PROCESOS DE MEMORIA COMPARTIDA Y
COLECTIVA: TRANSFORMACIÓN SUBJETIVA Y RECUPERACIÓN EMOCIONAL
Catego- Después de la Durante el proceso de Durante la organización y la
ría victimización GAM y Memoria acción Pública de memoria
compartida colectiva

Se va recuperando la en su realidad, recupera el control


Ideas y pensamientos dignidad propia, el valor sobre su propia vida y se siente actor
obsesivos, recuerdos de sí mismo/a y se supera en el marco contextual de su
intrusivos. Aislamiento, la estigmatización y la realidad.
ruptura de relaciones y vergüenza.
vínculos sociales, anomia, Se recupera la palabra en el ámbito
pérdida de referentes Superación de los social, se pierde el miedo a hablar,
colectivos. recuerdos invasivos y los se abren las puertas para compartir.
pensamientos obsesivos,
La experiencia de mediante la expresión, Se analiza la realidad social desde
violencia fue vivida como significación individual y nuevos enfoques que integran la
una “expulsión” del colectiva. experiencia de violencia y los límites
propio ser, que en muchos de seguridad y acción en el contexto
casos se concretó en la Proceso de recuperación actual.
expulsión de la tierra, de del sentido y los
la propia identidad proyectos de vida.
cultural y colectiva, de los
referentes vitales
cotidianos.

La síntesis recogida en esta tabla permite afirmar que la memoria, en un marco de complejidad,
posibilita la transformación de procesos emocionales y cognitivos que dejaron los hechos
violentos: la elaboración del dolor (con la excepción de los familiares de desaparecidos) 240, la
asimilación de la tristeza, la transformación de la rabia y el odio, son indicadores
fundamentales que se empiezan a tejer en los procesos de apoyo mutuo y memoria compartida,
y que son reafirmados en la dinámica organizativa y en la acción pública.

A su vez la superación de la anomia, el aislamiento y la postración evidenciadas de múltiples


formas en los relatos individuales y memorias compartidas, son un claro indicativo y una fuerte
evidencia que permite sostener que el trabajo de memoria es fundamental en los procesos de
transformación emocional de las víctimas y en la recuperación del control sobre su propia vida.
Y por lo tanto, los procesos de memoria deberían ser tenidos en cuenta en procesos de
intervención, tanto desde la cooperación internacional, como desde las ONG y los Estados, en
los programas y proyectos de atención psicosocial a víctimas de la violencia política y los
conflictos armados, teniendo en cuenta las condiciones en que se promueve una acción positiva
y con sentido; puesto que repercuten de manera clara en la salud mental de los y las
participantes.

11.2. Transformaciones en roles / relaciones de género y en relaciones familiares

De otro lado, al analizar los procesos de relaciones interpersonales en el marco del mundo
familiar y las relaciones de género, puede afirmarse que los escenarios de apoyo mutuo y
memoria compartida contribuyen a la transformación subjetiva y de las relaciones, así como a
una reconceptualización del rol social y superación de estereotipos de género. En estos

240
Como se expresón en los capítulos 7, 8 y 9 en los casos de desaparición forzada dicho proceso de elaboración está
mediatizado por la imposibilidad de tener certeza sobre lo sucedido o el destino de los famliares desaparecidos, lo que
bloquea y hace más difíciles los proeceos de duelo. Sin embargo, la dimensión de apoyo mutuo en estos casos es clave,
dado que supone la posibilidad de apoyo entre iguales en un marco de reconocimiento mutuo y expresión colectiva y
social de la problemática que necesita una respuesta por parte del estado (procesos de búsqueda, identificación,
investigación de los hechos, entrega de restos e inhumación siguiendo los ritos religiosos o culturales)
553
procesos el grupo de apoyo se convierte en un espacio para compartir no solamente los temas
relacionados con la violencia política, sino también con aspectos de la vida personal, cotidiana
y familiar de los y las participantes. Dicho escenario favorece acciones para reconstruir las
relaciones de ruptura a nivel familiar o para fortalecer el vínculo a este nivel; pero también
para generar cambios en las relaciones de género. De otro lado, en el terreno de lo público y
en relación con las acciones de memoria, el mundo de las relaciones de género y de familia han
hecho parte de otro tipo de acciones de las organizaciones de víctimas y se han desligado de
los escenarios de memoria colectiva, puesto que se han ligado más a acciones y
reivindicaciones políticas en lo local y frente a las instituciones municipales (comisaría de
familia, ICBF, secretarías de la mujer, entre otras) en torno a la violencia intrafamiliar, el
abuso sexual y el maltrato infantil, tal como se abordó en el capítulo 8. En la tabla No. 2 se
puede observar que la incidencia de la memoria en estos aspectos tiene resonancia en lo grupal
y compartido. Pero, en términos de la acción pública la incidencia no es tan evidente, y apenas
sí se menciona en los relatos de los y las participantes.

TABLA No. 11.2


SÍNTESIS EFECTOS DE LOS PROCESOS DE MEMORIA COMPARTIDA Y COLECTIVA
RELACIONES INTERPERSONALES Y FAMILIARES
Catego Después de la Durante el proceso de GAM y Memoria Durante la
ría victimización compartida organización y la
acción Pública de
memoria colectiva
Roles Rupturas en la vida de Las mujeres se empoderan de los nuevos Las mujeres participan
y rela- pareja, pero un efecto roles, comienzan a ver las potencialidades en acciones colectivas
ciones positivo fue la de sí mismas que no habían descubierto, en una dimensión
de transformación de los comprendiendo que tenían muchas más pública que cuestiona
Géner roles de las mujeres que capacidades que las pensadas o atribuidas su “rol privado”
o las lanzaron al mundo socialmente hasta ese momento: pueden centrado en la familia.
de lo público y a salir de mantener a los hijos, ofrecerles una mejor Asumen el reto de
los roles domésticos, calidad de vida, pero también retomar las pasar de “la casa a la
además de entrar a riendas de la propia vida y de la familia. plaza”, asumiendo
aportar económicamente Se ha generado un proceso de liderazgos y vocerías
al sistema familiar, lo empoderamiento de las mujeres que ha que antes no se tenían.
que les da un lugar de implicado, al interior de las organizaciones, Lógica de lo
empoderamiento. De un rechazo radical a la violencia de género, femenino: una
otro lado estas un crecimiento en la autoestima y la memoria incluyente en
experiencias también valoración de sí mismas como mujeres, de un horizonte de
pueden ser una forma de su cuerpo, de sus sentimientos y reconciliación.
sobrecarga en los roles, pensamientos, de sus acciones.
puesto que en muchos Se empiezan a negociar los roles con los
casos cumplen las dos esposos y con los hijos varones, de tal
funciones: la doméstica manera que se va gestando un movimiento
y la pública. social en torno a la trasnformación de roles
y relaciones de género.
Rela- Ruptura de las familias, Cambió sustancialmente sus formas de En algunos relatos se
ciones distanciamiento, huida, relacionarse en la casa, en la familia, en la evidenciaron
familia desconfiguración de comunidad, pero de forma enfática, con los conflictos sobre el
res y sistemas familiares. hijos e hijas, disminuyendo la violencia cuidado hacia dentro
vida Separaciones, disputas y intrafamiliar y mejorando la relación con de la familia y el tema
fami- diferencias los niños y niñas. del liderazgo de las
liar irreconciliables. Reconstitución de la unidad familiar, mujeres solas, que
reconstrucción de proyectos de vida y puede poner en riesgo
también, en lo familiar, se logra recuperar la familia.
el hilo de pasado-presente-futuro que ubica
los hechos violentos como parte de la
historia familiar.

Al vivir los hechos de violencia, las mujeres fueron obligadas a transformar sus roles
tradicionales. Dicha trasformación supuso una sobrecarga de roles (condiciones de pobreza,

554
nuevos roles en la familia, educativos y de provisión de medios de vida, en medio de
sobrecarga afectiva y social). El grupo de apoyo mutuo y el compartir la historia en este
escenario reafirmó los esfuerzos de las mujeres por transformar dichos roles cuestionando sus
limitaciones asignadas socialmente, le dio un marco de contención y un esquema fundante para
la comprensión de la transformación de la propia identidad, de tal manera que las mujeres
comenzaron a nombrarse de otra manera, aumentando su autoestima, su autonomía y su
capacidad de acción. Y esta dinámica redundó en apoyo a los hijos e hijas y contención al
interior de la familia. De igual forma, el contar y resignificar la historia en el espacio grupal
también permitió la reconstrucción de los hilos del pasado-presente-futuro de la vida familiar,
con lo cual también se favoreció la reconstrucción de la identidad de la familia, y con ello, la
recuperación de proyectos de vida en este espacio, con el consecuente fortalecimiento de los
vínculos.

Un hecho significativo que se recogía tanto en 2007, como en 2009, y ahora en las entrevistas
en 2011 fue que las mujeres pasaron de un lugar de lo privado a lo público, de la casa a la
plaza, de tal manera que se convirtieron en actoras de sus propios procesos instalando una
lógica de lo femenino241 en la acción social y política, unas formas de hacer la memoria y de
luchar por los derechos que implicaron discursos de memoria incluyente, en un horizonte de
reconciliación.

En este punto, es importante anotar, además, que las mujeres han jugado un papel sustancial a
lo largo de toda América Latina (las arpilleras en Chile, las madres de plaza de mayo en
Argentina, las Dignas en El Salvador y AMOR, IMP o la OFP en Colombia). En el proceso
que se está documentando, es claro que la fuerza de todo este quehacer está en sus maneras de
apropiarse de lo público y de construir relaciones, en las particularidades para entablar
vínculos que se describen en la visión social y cultural de lo que llamamos “lo femenino”: en
estos contextos referidos, son las mujeres las que desde su ser, han construido una lógica de
encuentro, evocación y reconstrucción colectiva sin hacer distinciones políticas o de
responsabilidad del autor, sino desde la posibilidad del encuentro y la transformación de unas
relaciones sociales y familiares rotas.

Así pues, hablamos de una memoria construida desde lo cotidiano, donde el sentir y la
emoción se hacen palabra, gesto y símbolo. Fundamentalmente no es una memoria situada en
una perspectiva jurídica, pero no deja de tener un sentido político. Telones, monumentos,
rituales, marchas, fotografías, salones, murales son manifestaciones de voces que no han sido
escuchadas anteriormente y que encuentran una manera de expresarse, en un contexto, por lo
demás, difícil porque el conflicto no ha terminado. Hay algo sustancial, como en el proceso
caben todas las víctimas, al mismo tiempo no se trata del señalamiento, oposición o
confrontación de ningún victimario en particular.

Para estas mujeres, muchas de ellas situadas en roles maternos, estos victimarios (guerrilleros,
paramilitares, soldados), los combatientes rasos, son gente del lugar, muchos de ellos,
familiares de ellas mismas. Por esta razón, sin dejar de reconocer los crímenes, tal como se
enuncia en el capítulo 2, al analizar el tema de la impunidad, su acción de memoria no se ubica
dentro de una lógica de lucha y confrontación política contra la izquierda o contra la derecha,
sino en una afirmación política y social de la dignidad de las víctimas, de la vida de los
habitantes de la región. Esta lógica no-violenta encarna lo fundamental de una ética del
cuidado y de la responsabilidad. Por tanto, estas acciones de memoria han tenido hasta ahora
una mayor fuerza en lo simbólico y en la acción ética y política de rechazar la guerra, el
conflicto armado y la violencia; y por esta razón, sus lenguajes se mueven en este nivel de lo
artístico, lo expresivo, lo emocional, lo ritual, lo cultural. Aunque no se deja de lado la otra

241
Entendiendo esta lógica de lo femenino como las construcciones sociales e históricas que hacen referencia al cuidado
del otro/a, el rescate de lo afectivo y emocional, el desarrollo del contacto físico y la ternura como formas de relación,
entre otras formas de construir lo relacional en los seres humanos.
555
dimensión documental, testimonial y dirigida a la construcción de una verdad jurídica e
histórica.

11.3. Transformaciones en dimensiones comunitarias y colectivas

Un tercer nivel en el que puede desarrollarse el análisis y que permite seguir respondiendo a
las preguntas iniciales fortaleciendo lo afirmado en la hipótesis, tiene que ver con los procesos
psicosociales desarrollados a nivel comunitario. La memoria, en el marco de complejidad
reconocido, posibilita la reconstrucción de creencias sociales en un mundo básicamente justo y
bueno y en la invulnerabilidad del yo, fortalece los mecanismos de afrontamiento y las
dinámicas resilientes de los sujetos individuales y colectivos, promueve la integración y la
participación social, además de fortalecer la cohesión social. Tanto en el nivel grupal, como en
el colectivo y público, se van generando o expresando las transformaciones subjetivas que
favorecen la implicación de los sujetos en el mundo de lo público, y con ella la organización y
la acción pública de incidencia política. En este proceso puede afirmarse que los sujetos se
empoderan, recuperan su dignidad y promueven estrategias de resistencia a las lógicas de la
violencia y el conflicto armado, más allá de la propia participación grupal.

Desde el punto de vista en que he enmarcado esta investigación, donde la subjetividad tiene
dimensiones sociales, políticas e históricas, es fundamental una mirada que permita
comprender a la memoria (compartida y colectiva) como un factor que incide en la
reconstrucción del sujeto social y político. Además, la construcción de un sujeto colectivo que
se cohesiona, genera una nueva práctica en las relaciones cotidianas rotas por la guerra; en la
recuperación de la confianza, el afianzamiento de los vínculos de solidaridad, la superación de
las lógicas del terror y la generación de estrategias de afrontamiento que van fortaleciendo los
lazos que unen al sujeto con su entorno familiar, comunitario y social; y con ello, facilita el
proceso de reconstrucción del tejido social.

En términos del afrontamiento la gente que ha participado en este proceso logra afrontar de
forma constructiva la experiencia límite, se sobrepone y desarrolla estrategias para continuar su
proyecto de vida; pero también para aprender a encontrarse con otros y otras en el marco de
proyectos colectivos. Además se abren las puertas para que se integre con otros y otras en
dinámicas colectivas y para que participe en escenarios sociales de carácter público (sociales
y políticos); todo ello contribuye a superar la anomia y el retiro de lo público, avanzando a
escenarios de acción social y colectiva. La acción misma de memoria proporciona la fuerza y
el valor para asumir este gesto, para visibilizar, para denunciar públicamente lo sucedido, para
enunciar la propia verdad en la plaza pública. Es a través de estos procesos de afrontamiento
directo, donde los sujetos empiezan a recuperar su dignidad, su autoestima y la valoración de sí
mismos, construyendo un espacio social que reivindica la memoria de los hechos y la dignidad
de las víctimas.

La tabla No. 11.3 da cuenta de este proceso según las categorías analizadas. La única
excepción es en la percepción del clima emocional, donde la memoria, tanto compartida, como
pública, no tiene una incidencia visible y donde factores como la violencia y la permanencia
del conflicto tienen mayor peso en estas percepciones. En este sentido, el participar y hacer
parte de los procesos colectivos, puede implicar una mayor conciencia de la realidad, y con
ello una percepción del clima emocional más ligado a emociones negativas (Páez, et. al.. 2007)
dado que además la memoria confronta a los perpetradores en un contexto donde aún tienen
capacidad de coacción sobre las víctimas.

La participación y la integración de los sujetos se empezaron a fortalecer con el proceso de


apoyo mutuo, donde fueron recuperando un escenario colectivo que se había perdido por la
ruptura del tejido social, de la confianza y los lazos cotidianos que implicó la violencia y la
represión. Al recuperar la confianza, al poder hablar de la propia historia y al ser ésta
556
escuchada y reconocida, se abrieron las puertas para que los y las sobrevivientes salieran de su
lugar de postración y aislamiento para volver a hacerse visibles en la vida de la comunidad.

De otro lado el apoyo mutuo favoreció la solidaridad y el estrechamiento de los vínculos, lo


que condujo a una mayor cohesión social. En este marco la acción pública de memoria, a su
vez, al movilizar emociones y al ofrecer oportunidades para el apoyo mutuo, posibilitó, aún
más, la cohesión social, que ha dado cabida a las organizaciones de víctimas (Oriente
Antioqueño y Madres de la Candelaria) o a estar en camino de conformarlas (Sur de Córdoba).
A su vez, el espacio organizativo promovió el apoyo mutuo, la solidaridad y el fortalecimiento
de la acción pública de memoria que trajo consigo la superación de las estigmatizaciones, la
visibilización de las víctimas como agentes de la sociedad, el reconocimiento de la injusticia
vivida y el daño generado por el conflicto armado y un llamado ético a la paz en el país,
teniendo en cuenta que lo vivido no debería repetirse. Se ha construido un marco de justicia
anamnética que señala lo injustificable, lo que no debe volver a repetirse y lo que es ilegítimo,
deleznable y punible. Por tanto, desde este marco se conmina a los actores del conflicto a
finalizar la confrontación armada, a dejar de atacar a la población civil y a la negociación
política, la construcción de la paz y la generación de espacios reales y creíbles de
reconciliación sostenible.

TABLA No. 11.3. SÍNTESIS EFECTOS DE LOS PROCESOS DE MEMORIA COMPARTIDA Y


COLECTIVA: PROCESOS PSICOSOCIALES NIVEL SOCIAL COMUNITARIO
Categoría Antes de la Durante el proceso de Durante la organización y la acción
victimización GAM y Memoria Pública de memoria colectiva
compartida
Percep- Los hechos No se tuvo evidencia La respuesta es ambigua y paradójica,
ción del violentos de suficiente. porque si bien pueden encontrarse relatos en
clima carácter los que se describe una mejoría en la
emocional catastrófico percepción del clima emocional de miedo,
y percep- generan un clima inseguridad y violencia; también hay relatos
ción del emocional donde la variación es mínima. No se ve
país. negativo. clara la incidencia de la acción de memoria
en los cambios en la percepción del clima
La violencia emocional, porque éste también está
colectiva conduce influido por la realidad contextual, que en el
al clima de caso colombiano implica que el conflicto no
incertidumbre y ha terminado.
desconfianza; se De esta forma, la acción de memoria
instaura y se colectiva se puede constituir en una forma
afianza y un clima de afrontamiento y resistencia a las lógicas
de miedo, zozobra de la violencia y la impunidad, pero no
y terror. Todo constituye un factor relevante a la hora de
esto genera una transformar la percepción del clima
experiencia emocional si no se dan cambios
colectiva de estructurales.
tristeza y
desolación.
Estra- Evitación, Desarrollo de estrategias de Priman las estrategias directas de acción
tegias de evasión, resistencia, generar social, política, de reivindicación de
afronta- autocontrol, mecanismos de derechos, de tipo comunicativo; prima el
miento aislamiento, afrontamiento y, en último apoyo social, la resignificación positiva y la
indivi- ruptura de término fortalecerse para comprensión de los hechos, fortaleciéndose
duales y vínculos sociales, seguir hacia adelante con su la misma organización y la movilización,
colectivas protección propia vida. Y el grupo en como soporte social para los y las
sí es una fuerza para cada sobrevivientes.
una y cada uno.
Racionalización y comprensión de los
hechos, revaluación positiva de lo
acontecido, generación de aspectos
religiosos y de fe que permiten dar sentido a

557
TABLA No. 11.3. SÍNTESIS EFECTOS DE LOS PROCESOS DE MEMORIA COMPARTIDA Y
COLECTIVA: PROCESOS PSICOSOCIALES NIVEL SOCIAL COMUNITARIO
Categoría Antes de la Durante el proceso de Durante la organización y la acción
victimización GAM y Memoria Pública de memoria colectiva
compartida
lo vivido, conductas activas de tipo social y
político que conducen a la organización y la
movilización y soporte social, manifestado
en conductas de solidaridad y apoyo mutuo.
A su vez, el recuerdo público y verbal puede
ayudar a transformar las pérdidas, a través
de la memoria colectiva, en acción social y
política.
Organi- Se afecta la Se recupera la creencia en Reconstrucción de las creencias en el
zación de creencia en el los otros, a través de la mundo, en las relaciones sociales, en sí
creencias mundo como recuperación de la confianza mismo, en los otros.
sociales: lugar seguro, y la reconstrucción de los Se constituye una visión sobre la justicia
Mundo, sí puesto que se vínculos sociales más contrastada con realidad social, donde
mismo, convierte en un primordiales: en la familia, se implica la impunidad, pero se reconstruye
vida, Dios sitio amenazante, el barrio, la comunidad. una visión de lo justo, en términos éticos,
(Janoff se deja de creer y que señala lo que no es permitido, lo que no
Bulman) confiar en los está bien, lo que no debe volver a repetirse:
otros, se pierde el justicia anamnética.
sentido de la
norma y la
justicia, sin un
marco claro de
definición. La
sensación de
vulnerabilidad es
permanente y
afecta la visión de
futuro y los
proyectos de vida.
Participa- Muchas de ellas Se empieza a participar en Se experimenta una transformación personal
ción encerradas en su otros colectivos, con otras que gesta una nueva forma de estar en el
colectiva casa, sin querer instituciones, el marco de mundo y una nueva identidad, apropiándose
e salir a la calle, sin acción se va ampliando, y se de múltiples espacios colectivos en lo local.
integració trabajar, a merced genera realmente un espíritu
n social de la caridad. de participación colectiva y Los sujetos se ven a sí mismos con mayores
Ataque a los de integración social en los posibilidades de interactuar y participar,
líderes y retiro de sujetos. tanto en el nivel social, como en el político,
los espacios con lo cual se favorece la construcción de
sociales y El proceso logró movilizar ciudadanía.
colectivos. en los y las sobrevivientes
formas de participación Si bien sus expresiones están marcadas por
social y comunitaria, lo performativo, lo ritual y lo simbólico, son
inspiradas inicialmente en la experiencias que proporcionan a las
necesidad de compartir la víctimas/sobrevivientes, además de la
experiencia vivida, la pertenencia y una identidad positiva; una
transformación subjetiva dignidad que promueve la participación
experimentada en la propia social, la enunciación de sus historias, la
historia y el aprendizaje de lucha por los derechos y el compromiso con
la solidaridad en el marco de su sociedad.
relaciones horizontales que
movilizan factores de
resiliencia, afrontamiento y
resistencia en las personas.
Cohesión No existe un Cambio en la percepción de Fortalecimiento de la cohesión social de un
Social: clima propicio los otros, la creencia en los colectivo y de una sociedad particular,
identidad para la solidaridad otros se recupera, se vuelve puesto que favorece la solidaridad, la
y perte- y el apoyo. La a creer y se experimenta una generación de vínculos, el compartir social,

558
TABLA No. 11.3. SÍNTESIS EFECTOS DE LOS PROCESOS DE MEMORIA COMPARTIDA Y
COLECTIVA: PROCESOS PSICOSOCIALES NIVEL SOCIAL COMUNITARIO
Categoría Antes de la Durante el proceso de Durante la organización y la acción
victimización GAM y Memoria Pública de memoria colectiva
compartida
nencia consecuencia nueva disposición, abriendo el compartir emocional y el restablecimiento
lógica de esto será las puertas a la relación. de la confianza que habilita la integración
una afectación Una expresión privilegiada social; con una identidad que comienza a
profunda de la es el deseo de apoyar a clarificarse y a enunciarse públicamente,
cohesión social, la otros, de ejercer la aparece el germen de querer organizarse,
individualización solidaridad que se ha fortalecer los lazos y los vínculos, aparecer
de los problemas, recibido, se recuperan los como actores públicos y sociales
la mentalidad del lazos de ayuda en la
“sálvese quien comunidad. A raíz de estos procesos, se han superado
pueda” y la El grupo de apoyo movilizó estigmatizaciones, señalamientos y marcas,
imposibilidad para un horizonte en el cual era las víctimas y sobrevivientes sienten que
desarrollar importante pensarse pueden integrarse a la vida de la comunidad,
proyectos conjuntamente, no del municipio, de una manera más serena y
colectivos que solamente para afrontar el tranquila, lo cual rompe su aislamiento y
permitan afrontar impacto emocional sino temor, en una experiencia de sentirse
y resistir a la también, construir un iguales a los demás.
opresión y la proyecto compartido.
injusticia, a la En el Oriente Antioqueño Córdoba:
violencia y a la fue emergiendo la idea de Escenarios de identificación a partir del
represión constituirse como dolor que han traído consigo un aumento en
organización de víctimas. la solidaridad y el ejercicio del apoyo mutuo
En Córdoba el proceso de y el acompañamiento de unos con otros. No
apoyo mutuo ha posibilitado se ha constituido una organización y la
contar las historias y movilización de memoria no se ha dirigido
fortalecer un colectivo que todavía, en sus objetivos, a la reivindicación
se reconoce a sí mismo en de derechos y a la reconstrucción de una
su lugar de víctimas, que ha dignidad ciudadana. En un contexto de
construido apoyos entre sí, presencia y dominio paramilitar, que es
donde hay identidades y altamente amenazante.
pertenencias

11.4. Proceso de construcción de una ciudadanía de derechos

Finalmente, la acción pública de memoria y el fortalecimiento de la organización han


posibilitado un escenario para la construcción de una ciudadanía participativa y de derechos,
que si bien, incipiente en los participantes de las bases sociales que hicieron parte de esta
investigación, aparece de forma más clara y nítida en los líderes y lideresas de los colectivos de
víctimas estudiados. Esto implica que el horizonte hacia la verdad, la justicia y la reparación,
con garantías de no repetición, que se constituye en uno de los motivos, intereses y propósitos
de la acción de memoria, emerge como realidad, lentamente, en el marco de los sujetos
colectivos de la organización, pero también en algunos sujetos individuales que han vencido
los temores y han logrado denunciar los hechos y hacerse partícipes de procesos judiciales, aún
en un contexto de impunidad. Con lo cual el marco de justicia anamnética que se ha ido
constituyedo por las acciones públicas de memoria, alcanza un paso más, para declarar desde
el marco del derecho y la acción judicial la realidad de la injusticia vivida, la magnitud de los
delitos padecidos (crímenes de guerra y de lesa humanidad), lo que implica, a su vez, sancionar
y castigar a los responsables, legitimando la verdad histórica de las víctimas y reparando
integralmente a los ofendidos.

En síntesis, una acción de apoyo a las víctimas, desde un enfoque psicosocial debería proceder
de tal manera que implique en sus estrategias, esfuerzos y programas el trabajo de memoria.
No solamente porque los trabajos de duelo, son necesariamente trabajos de memoria en el nivel
individual; ni porque en este nivel las terapias narrativas pueden elaborar testimonios que
559
tengan incidencia en la construcción de la memoria histórica; sino también porque cuando la
memoria se comparte en escenarios grupales, y el testimonio se hace efectivo en un marco de
escucha, relaciones horizontales que construyen un vínculo afectivo de contención, este relato
comienza a hacer parte del acervo colectivo de la comunidad y más ampliamente de la
sociedad.

De esta manera, el dolor privado se convierte en una experiencia del grupo, y luego el grupo lo
expresa y reivindica en un espacio público. Cada palabra no nombrada, cada silenciamiento
generado en la aplicación de los dispositivos del terror encuentra una vía expresiva para ser
designado, nombrado de alguna manera: un mapa, un dibujo, una figura en arcilla, un
sociodrama, se convierten en vías para la expresión, donde la enunciación encuentra un lugar,
porque también se ha abierto la posibilidad de la escucha. El problema no estriba tanto en que
la gente no pueda hablar ni en la inconmensurabilidad del dolor, sino en las vías cerradas que
se encuentran para expresarlo y posteriormente nombrarlo en un marco social de
reconocimiento. Los escenarios de memoria compartida con sus múltiples metodologías
lúdicas, existenciales y vinculares, tal como se evidenciaron en el capítulo 8, abrieron las
puertas para la enunciación, tanto performativa como oral. Y allí, en esta interacción dialógica
se gestó un discurso en el que los y las sobrevivientes se fueron identificando entre sí y frente a
su colectividad. Discurso que permitió que el relato de cada uno fuera realmente testimonio
delante de otros y delante del “otro” social.

TABLA No. 11.4


SÍNTESIS EFECTOS DE LOS PROCESOS DE MEMORIA COLECTIVA
PROCESOS PSICOSOCIALES NIVEL SOCIOPOLÍTICO
Categoría Antes de la Durante la organización y la acción Pública de memoria colectiva
victimización
Construcción Sin una En la mayoría de los y las participantes, esta ciudadanía está en un
de concepción de su proceso incipiente y no se logra apropiar de una subjetividad de
Ciudadanía ciudadanía ni una derechos, sin embargo, se hace evidente el proceso de construcción,
activa y conciencia clara hacia lugares de mayor participación, aprendizaje de derechos y
subjetividad de su reivindicación de algunos de ellos, en un contexto adverso de control
de derechos subjetividad de social, político, económico y armado de algunos actores de poder,
derechos. Lo básicamente vinculados al proyecto paramilitar en el país.
vivido puede ser
interpretado La noción primaria que se tiene de ser sujeto de unos derechos, de ser
como destino, personas con dignidad, ha generado que las víctimas/sobrevivientes,
catástrofe o intenten trabajar, luchar por alcanzar algunos de esos derechos. Se
voluntad divina; trata de reclamar respeto para sí mismo, de acceder a los servicios del
no hay una Estado desde un lugar digno, sintiéndose persona, se vence la timidez,
reflexión sobre la el miedo y se empieza a hablar, a interactuar y a reclamar
propia dignidad y
el sentido de ser Aunque los y las participantes, en su gran mayoría, conocen los
ciudadanos de derechos de forma teórica, porque se han trabajado en la formación,
derecho. porque saben con conciencia que ésta es una aspiración legítima que
pueden nombrar, un anhelo por el que luchan y una meta a la que se
tiende; en la praxis cotidiana y en las narrativas de relación frente al
Estado, en muchos casos la relación no es en términos de derecho, sino
de dádivas, beneficios: relaciones de subordinación, de aceptación de
esa realidad, y en algunos casos, hasta de compadrazgo.

La gente, por lo menos los y las líderes, han aprendido a distinguir


entre la gestión de sus derechos básicos (especialmente, económicos,
sociales y culturales) y los derechos de las víctimas (verdad, justicia y
reparación).
Percepción y No hay denuncia, Algunas personas se atreven a denunciar y a participar en escenarios
participa- el miedo y la abiertos por el Estado colombiano: versiones libres de la ley de justicia
ción en impunidad llevan y paz, búsqueda de la reparación administrativa; y algunas denuncias
procesos de al retiro y la no penales a los actores de los crímenes en contra de sus seres queridos.
Verdad, reivindicación de La acción de memoria, el grupo de apoyo y la organización se
560
justicia y los derechos. convierten en factores para el afrontamiento del miedo y otorgan un
reparación Anomia y falta sentido para luchar contra la impunidad.
de comprensión
de los propios Sin embargo, la lucha por la verdad, la justicia y la reparación, sigue
derechos siendo incipiente, aunque los procesos de memoria hayan promovido
más y mejores formas de afrontamiento y resistencia. Y se tenga un
horizonte claro para el sujeto colectivo de las organizaciones: se aspira
a los derechos de las víctimas, en un proceso paso a paso, en un
contexto donde la amenaza y el conflicto permanecen y donde la
impunidad es promovida desde diversos niveles de la sociedad y el
Estado. En este contexto emergen los primeros pasos para aportar a la
memoria histórica.

En los contextos estudiados, el escenario que permitió pasar de lo grupal y la memoria


compartida al escenario social fue la acción pública de memoria colectiva, en la cual, desde las
diversas metodologías y prácticas de movilización implementadas, se dio una vía pública para
evidenciar eso silenciado y acallado. El horror, lo innombrable e indecible encuentran vía de
expresión en formas alternativas de comunicación que van más allá de la descripción de un
caso de violación de derechos humanos, de la retórica nosológica de la psicología que describe
el trauma o la visión estatal que intenta describir y cuantificar afectaciones y daños. Las
formas públicas de memoria performativa son una expresión moral, una forma de reparación
simbólica y una dinámica resiliente que posibilitan la rehabilitación desde abajo.

El grupo de apoyo y el compartir las historias personales cohesionó a los y las participantes, les
devolvió un lugar, les dignificó en su ser y quehacer como personas. Les devolvió al lugar
colectivo y permitió salir del anonimato y el aislamiento. Pero fue el escenario de la acción
pública de memoria la que abrió las puertas para que la solidaridad y la cohesión grupal, la
condolencia y la integración social, el fortalecimiento de los vínculos horizontales y el
testimonio se convirtieran en un sujeto colectivo, como muestra la experiencia de la
organización de víctimas municipales en el Oriente Antioqueño, la asociación que las agrupa a
nivel regional APROVICI, o las Madres de la Candelaria en Medellín. De una u otra forma
han tenido trayectorias similares en términos de sus procesos de constitución, con la diferencia
que estas últimas no contaron al comienzo con los escenarios de apoyo psicosocial que
tuvieron víctimas del Oriente Antioqueño.

La realización de la acción pública de memoria, fortaleció a su vez la organización para


adelantar procesos de acción con una mirada política y reivindicativa de derechos, y
participativa en términos de apropiación de los espacios sociales y políticos abiertos en los
propios contextos locales y regionales. En el caso de Madres de la Candelaria y las
organizaciones del Oriente Antioqueño esto llevó a dinámicas de interacción y participación
pública en escenarios de incidencia como los relacionados con la ley de víctimas (ley 1448 de
2011) o en la interlocución con actores sociales y políticos de orden nacional e internacional.

De esta forma, la memoria ha comenzado a hacer su tránsito de una dimensión colectiva a una
dimensión histórica. En lo local esto es más evidente, puesto que algunas organizaciones han
tenido incidencia en las escuelas, en la iglesia y en medios de comunicación local. Sin
embargo, en términos de región y de país, estas experiencias muetran la importancia de
proyectos de ámbito nacional que permitan que los relatos, acciones, discursos y
manifestaciones públicas de memoria puedan constar como documentos históricos y/o como
pruebas dentro de procesos judiciales que permitan un acceso a la justicia. A pesar de que en
el país, aún se da un contexto de violencia colectiva y guerra que no permite generalizar estas
experiencias, las prácticas aquí analizadas muestran un camino posible y un desafío para el
futuro en Colombia.

561
11.5. Hacia una mirada transdisciplinar de la acción de memoria: el enfoque psicosocial

La figura 11.1 permite una mirada panorámica que como síntesis, pero también como mi
apuesta personal, permite plantear con estos elementos la propuesta fundamental de mi trabajo
que implica un esquema de integración donde los diversos niveles de la acción (desde lo
individual, pasando por lo grupal, lo colectivo, lo social y lo histórico-cultural) se puedan
desarrollar como procesos de transformación subjetiva, a nivel individual y colectivo, de tal
manera que se den dinámicas de empoderamiento, resistencia a las lógicas de la guerra y
reconstrucción del tejido social.

El enfoque y la mirada implican un dispositivo de actuación que conecte estos diferentes


niveles, de tal forma que, aún en el espacio de la terapia individual, se tenga presente lo
colectivo, pasando por lo grupal y por la cristalización de los relatos en la historia y en la
cultura (que a su vez es productora de subjetividad), en una mirada donde lo intersubjetivo y lo
colectivo tienen un lugar. Y al mismo tiempo cualquier intervención de orden social o política,
tenga presentes a los sujetos individuales, su psiquismo y sus procesos emocionales.

Como puede observarse en el esquema propuesto: el enfoque conecta en múltiples vías lo


personal con lo comunitario, lo social, lo político y lo histórico, es decir, que el agente
psicosocial está ante un escenario donde la acción y el trabajo de memoria son aspectos
fundamentales en el proceso de la transformación subjetiva de las víctimas, su recuperación
emocional, su dignificación y empoderamiento, y finalmente la reconstrucción del tejido
social, la construcción de ciudadanía y la superación de la condición de víctimas; porque
desarrolla una mirada compleja que le permite ver al sujeto individual, no como una entidad
separada de su contexto, de su grupo, de su sociedad, su cultura y su historia; sino que lo
comprende situado, y en continua construcción en la interacción con estos niveles. De tal
manera que una acción en un campo requiere las otras.

¿En el fondo qué subyace a este proceso? El enfoque sistémico y psicosocial, la mirada
transdisciplinar que le da un lugar a la memoria como objeto y proceso, como problema y
como acción, que implica un escenario complejo donde se vinculan los sujetos individuales y
colectivos en las transformaciones de su propia realidad. Así pues, la terapia será trabajo de
memoria a través de la reconstrucción de narrativas y testimonios; el proceso puede implicar la
construcción del relato en escenarios grupales de apoyo mutuo y reconstrucción de vínculos
sociales y recuperación de la confianza; lo que a su vez, promueve el incremento de la
participación de los sujetos y la cohesión social, a través de la solidaridad necesaria para
pensarse juntos, fortaleciendo los sentidos de pertenencia que son las bases para una acción
colectiva de memoria.

En la acción colectiva, el relato de memoria, y otras formas de expresión de la propia historia


ocupan un lugar en lo público y se hacen parte del acervo del colectivo, de la sociedad (local,
regional, e incluso nacional), de tal manera que implican a otros, tanto individuales como
colectivos, se convoca a otras organizaciones sociales, a la sociedad civil, al Estado. Allí la
acción de memoria es portadora de reivindicaciones básicas que apuntan a derechos
fundamentales y la reconstrucción de la ciudadanía. Este proceso es reforzado con las
dinámicas que conducen a la organización social, que recoge los sentires de los y las
participantes para ser traducidos en objetivos y acciones que apuntan a la transformación
social. De tal manera que el proceso de memoria colectiva y organización se retroalimentan
para ofrecer más y mejores posibilidades de empoderamiento, recuperación de la dignidad y
reconstrucción del tejido social.

Finalmente, la acción pública, la organización y la participación pueden apuntar a niveles de


incidencia política de mayor alcance que pueden implicar la cristalización de los relatos,
testimonios y acciones de memoria, en producciones culturales, históricas y jurídicas que
562
implican un impacto mayor en un orden sistémico superior, y en marcos sociales más amplios,
influyendo incluso en la construcción de los relatos históricos que va construyendo una nación.
Pero también, pueden ser material de base para escenarios políticos y sociales de mayor
amplitud, que dejan un impacto histórico tales como comisiones de la verdad y/o procesos
judiciales donde sean reconocidos y sancionados los responsables.

Este enfoque, esta mirada y este marco de actuación, tal como se muestra en en la Figura 11.1,
que recoge la intuición desarrollada en el capítulo 3, evidencia la manera cómo los diversos
niveles de la construcción de las memorias interactúan entre sí, en escenarios diversos y con
metodologías diferentes, que resultan complementarias en un marco de relaciones sistémicas y
complejas, lo que también implica el diálogo con otras disciplinas, una ampliación de la propia
disciplina psicológica, y la inclusión de marcos teóricos como el de la psicología social
comunitaria, la psicología social crítica y la psicología cultural; en diálogo con el trabajo
social, la sociología, la ciencia política, el derecho, la antropología y la historia, en cada nivel
sistémico y respectivamente. El agente psicosocial, que está en el centro del esquema, actúa e
interviene en los diferentes niveles. No importa cuál es el lugar de entrada de la acción, si
tiene este marco, sabe que debe acceder a los otros niveles en un proceso de interacción de
unos con otros, no de forma lineal, sino de forma circular y múltiple, que puede implicar
acciones simultáneas en todos los niveles, pero al mismo tiempo un proceso que en el tiempo
debe implicar paciencia histórica y acompañamiento a los colectivos en períodos que superen
las lógicas semestrales, anuales o trianuales de la planeación estratégica y el marco lógico.

563
Mirada transdisciplinar de la acción de memoria: enfoque psicosocial.

Agentes
psicosociales
acompañando
personas,
familias,
comunidades
víctimas.

Dimen-sión
Dimen-sión Creativa
Lógica y Performa-
Racional tiva:
Archivo memoria
Memoria repertorio
docu-mento

Investigación Acción Participativa GAM Arte


Archivos testimoniales, documentos TALLER Narrativa
Comisiones de la verdad ACCIÓN Lúdica
Procesos educativos en medios y escuela PÚBLICA Ritual

Sujetos de acción sociopolítica Sujetos creativos


Sujetos de derecho: ciudadanos/as Transformación subjetiva
Constructores de memoria histórica Control historia personal
Resistencia colectiva Reconstrucción Afrontamiento y resiliencia
del tejido social

564
Así pues, en un escenario de violencia política y conflicto armado, como el colombiano, donde
las víctimas se multiplican en el día a día, cualquier acción psicosocial, debe ser también una
acción de memoria, y cualquier acción de memoria debe tener un marco psicosocial; de tal
manera que redunde no solamente en la recuperación de los sujetos, sino también en
transformaciones colectivas que impliquen cambios sociales y políticos hacia la paz, la justicia
y la reconciliación. Esta mirada implica también un diálogo transdisciplinar, en los niveles que
desarrollan acciones más relacionadas con lo sociopolítico y lo histórico.

Ahora bien, en el caso de la presente investigación el desarrollo de la acción partió del dolor y
el sufrimiento individual de las víctimas, que tuvieron la oportunidad de ser escuchadas en
escenarios grupales de contención y apoyo (Sur de Córdoba y Oriente Antioqueño) en un
marco de interacción dialógica horizontal. Al ir llevando al terreno de lo público su testimonio
y sus relatos se fueron constituyendo escenarios colectivos y acciones de memoria colectiva
que redundaron en una organización social.

Estos niveles también permitieron el acompañamiento individual y la construcción de relatos


testimoniales que tuvieron impacto en la subjetividad individual, pero que también empiezan a
ser un acervo para la memoria histórica. Muchas de las acciones públicas han redundado en
acciones comunicativas que tienen un impacto en lo local: multimedias, murales y libros de la
memoria, que han sido llevado a espacios públicos municipales, construyendo un relato que
tiene vocación de memoria histórica.

En las Madres de la Candelaria el punto de partida fue la acción pública de memoria y la


organización social y de allí pasaron al trabajo terapéutico individual y a espacios de apoyo
mutuo. Y también trabajan por hacer de sus relatos una narrativa histórica que cristalice en los
imaginarios sociales. El investigador y el agente psicosocial, si tiene en cuenta el enfoque
propuesto, desarrollará acciones en varios niveles que posibiliten la emergencia de una
memoria de las víctimas que pueda ser portadora de relatos históricos que desafíen la historia
oficial, y a su vez, movilizadora de los procesos de transformación subjetiva y colectiva.

Ahora bien, se reconocen dos niveles metodológicos: en el primer nivel donde se interrelaciona
lo personal y lo grupal, en un movimiento hacia lo colectivo, desarrolla mucho más las
metodologías performativas propias de la memoria repertorio (las narrativas, el arte, el ritual,
la lúdica, etc.), y con ello se incide sobre los aspectos emocionales, relacionales y sobre el
sentido y el proyecto de vida de los sujetos. Con esto se van facilitando transformaciones
emocionales, cognitivas y conductuales, que permiten un control sobre la propia vida y la
historia, formas de afrontamiento y resiliencia que generan sujetos creativos y activos que
pueden recoger en sus narrativas, como los y las participantes en esta investigación, relatos de
curación, sanación, transformación.

De otro lado en el segundo nivel, donde se interrelaciona lo colectivo, con lo sociohistórico y


cultural, se desarrollan metodologías más del orden de lo textual y lo documental, además de
las acciones que implican incidencia política, fortalecimiento organizativo y reivindicación de
derechos, lo cual aporta a la construcción del sujeto colectivo de la organización y sujetos de
acción sociopolítica, ciudadanos y ciudadanas de derechos. Pero al mismo tiempo constituyen
relatos que cristalizan en producciones pedagógicas y comunicativas que posibilitan la
transmisión a las nuevas generaciones y a la sociedad en general, que implica la construcción
de esquemas y marcos de interpretación de la realidad y de la propia historia que entran en el
debate democrático y político en los escenarios societales. De tal manera que los y las
participantes y sus organizaciones se constituyen en constructores de memoria histórica y
ejercen desde allí una resistencia colectiva a las lógicas del Estado (con su historia oficial) y
los actores armados. Este proceso tendrá sentido en la medida en que este proceso se pueda
cristalizar en una dinámica que conduzca hacia el escenario de comisiones de la verdad y a una
dinámica de justicia y reparación que garantice la no repetición.
565
11.6. Conclusiones finales:

A manera de síntesis y de acuerdo con los resultados de esta investigación, puedo plantear
algunos aprendizajes significativos en este ejercicio de construcción del conocimiento que son
un aporte a la intervención en el campo de la acción psicosocial con víctimas en contextos de
ayuda humanitaria, cooperación al desarrollo e intervenciones del Estado y ONG:

1. La reconstrucción de sujetos individuales y de sujetos colectivos víctimas de conflictos


armados en contextos de complejidad, como el colombiano, requieren, entre otras
estrategias, el desarrollo de procesos psicosociales de memoria colectiva, desde una mirada
sistémica y compleja. Estos redundarán, tal y como lo muestra el esquema 11.1 y las tablas
11.1 – 11.4, en procesos de reconstrucción de tejido social, en la transformación subjetiva
de las víctimas, que implica la recuperación de su dignidad y su empoderamiento
individual y colectivo. Por lo tanto, este tipo de acciones pueden ser aportes significativos
para alcanzar una paz integral y sostenible; y una reconciliación que realmente incluya a
las víctimas, sus relatos y vivencias y que no sea una imposición estatal, religiosa o moral,
que excluye a los realmente afectados por la violencia. Desde este enfoque, el trabajo de
duelo, será trabajo de memoria, pero el trabajo de memoria será trabajo de cohesión,
pertenencia, identidad y fortalecimiento colectivo; y finalmente, este fortalecimiento
redundará en dar un lugar digno a las víctimas, quienes serán reconocidas como sujetos de
derechos y tendrán la fuerza y la potencia para expresarse como actores sociales, que no
solamente denuncian la injusticia vivida, sino que tienen el poder para luchar por la
sanción de los responsables y la reparación integral que permita un nuevo país, por lo
menos en el caso colombiano.

2. Este trabajo, aporta evidencia y reflexión que permita plantear alternativa a la mirada lineal
centrada en el resultado, la eficiencia y la eficacia. Los relatos y la profundización en los
procesos estudiados evidecian un tipo de acción o intervención con una mirada compleja y
sistémica que va introduciendo diversos matices en tiempos sincrónicos y diacrónicos.
Más que pasar de una intervención individual a una grupal y luego a una colectiva para
finalmente desarrollar una acción cultural e histórica, se trata de una mirada en la que
cualquier acción, en un nivel, debe tener presente de forma interactiva los otros niveles. Si
se está en una comisión de la verdad, como lo apunta Brandon Hamber (2011) no se puede
pensar de forma lineal que esta participación implicará necesariamente la curación de los
participantes, se tendrá que tener en cuenta el acompañamiento a los sujetos, la
reconstrucción de su tejido social, el empoderamiento individual y colectivo, la lucha por
los derechos, el fortalecimiento organizativo, las relaciones con el Estado. Y en la medida
en que este proceso se desarrolle integral y sistémicamente se tendrán mejores
posibilidades de lograr los procesos de transformación social planteados en esta
investigación: la transformación subjetiva en el nivel emocional y cognitivo/conductual, la
recuperación de la dignidad de las víctimas, su empoderamiento para el afrontamiento y la
resistencia y la reconstrucción del tejido social

3. Desde otro lugar, y en particular para el contexto colombiano, cuando se plantean los
procesos psicoterapéuticos y proyectos de salud mental con víctimas, éstos deberían tener
una mirada, al mismo tiempo, sobre las condiciones comunitarias, las relaciones cotidianas,
las confianzas y las solidaridades colectivas en el nivel grupal; la importancia de la
expresión pública del dolor y la necesidad de reivindicar los derechos desde espacios
organizativos que recuperan los sentidos de identidad y pertenencia. Esto implicaría una
nueva epistemología del sufrimiento, tanto desde las ciencias psi., las ciencias médicas y el
derecho; pero también una nueva metodología de la intervención. Desde esta nueva lectura
epistémica y metodológica se rompe la colonización del discurso de las víctimas y de las
comunidades, por discursos tejidos desde el saber/poder. Por lo tanto, en clave de lo
566
psicosocial, se denota la necesidad de llevar el relato del sujeto, desde el escenario privado
de la terapia, al escenario sociocultural y político por la construcción de narrativas que se
conviertan en testimonio histórico. Pero a su vez, no puede pensarse que basta con la
denuncia, la descripción del caso en perspectiva de derechos, la organización política y la
acción pública, si no se toma en cuenta a los sujetos que participan de estas acciones y se
termina sometiendo lo subjetivo a una dimensión estructural y sociopolítica. La actuación
que se desarrolla, cuando es sistémica, integral, transdisciplinar, procesual, permite la
interacción permanente entre el trabajo de duelo y el trabajo de memoria, de tal manera que
lo psíquico se evidencia en lo social y lo social en lo psíquico. La memoria es, al mismo
tiempo, colectiva, social, histórica e individual, y al reconocer estos niveles se abren
puertas para la investigación y las acciones en un marco de complejidad, que pueden ser
transformadoras de manera integral tal como se ha evidenciado en esta investigación.

4. Esta forma de actuación y comprensión, al no ser una función lineal, presenta límites
concretos que están marcados por variables como tiempo, contexto, niveles de
participación, marcos sociales y culturales. En términos de tiempo no son fruto de
acciones puntuales, sino de procesos de largo alcance, lo cual implica persistencia y
permanencia. Si se realiza en marcos de cooperación, esto se deberá tener en cuenta,
porque a la inversa podría implicar acciones con daño, tal como se vio en el texto. Esto se
relaciona con el contexto: hacer memoria en medio del conflicto tiene implicaciones muy
diferentes a hacerla en contextos realmente transicionales. La confusión que plantea el
contexto colombiano ubica la acción de memoria más en el marco del afrontamiento, la
resiliencia y la resistencia, que en el marco de la transición. Y sin embargo, es un
componente ético-político que compele a la búsqueda de la paz, puesto que visibiliza lo
que se hacía invisible para la sociedad: el sufrimiento de las víctimas y lo éticamente
inaceptable de la violencia. Los niveles de participación implican una acción que tenga en
cuenta espacios más amplios que involucren a las bases sociales, de tal manera que no se
creen brechas entre discursos marcados por los agentes externos (ONG, cooperación) que
son asumidos por los y las líderes; mientras la base social, la mayoría de la gente, apenas
comprende el contexto y su acción.

5. Aún así, en medio de los límites descritos a lo largo de esta investigación, puede finalizarse
este texto con una afirmación clara que, a su vez, aporta evidencia a los estudios sobre este
tema: la acción de memoria (grupal y colectiva) realizada en marcos procesuales e
incluyentes; desde abajo (cuando se generan escenarios de escucha, expresión desde sus
marcos simbólicos y socioculturales, apoyo mutuo, solidaridad, cohesión y reconstrucción
de vínculos afectivos en la colectividad) trae consigo, más allá de la función lineal,
transformaciones efectivas en las vidas de las víctimas y su sociedad local. Esto se ve
reflejado en su empoderamiento individual y colectivo que les lleva a resistir a las lógicas
de la guerra, dignificación que les acerca a una subjetividad de derechos y sentirse
merecedores de una vida mejor; reconstrucción de sus proyectos de vida y reconstrucción
de su tejido familiar y social comunitario. Esta acción de memoria incluyente, tejida en
lógica noviolenta, es un claro aporte a la consecución de la paz y la reconciliación, que
avanza desde lo local a lo más amplio y es una invitación ética a la sociedad para dejar de
dar “apoyo” a las salidas violentas, centradas en la eliminación del adversario, que han
esgrimido durante decenios la insurgencia y las élites en Colombia 242. Al final acercarse al
relato, a la expresión performativa y testimonial de la víctima, como en el caso de Primo
Levi y otros testigos, y como en el caso de estos sobrevivientes en los tres colectivos
estudiados, es y será una invitación ética a la escucha, a abrir los ojos, a creer y a,
finalmente, asumir una posición que implique un compromiso por la verdad y la justicia;
de tal manera que se pueda plantear un NO absoluto a la guerra, a la represión y a la
justificación de la violencia.
242
Discurso que entronca con el que se sigue enarbolando a nivel mundial con la denominada “guerra contra el
terrorismo”.
567
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13. ANEXOS

 Anexo 1: Instrumentos de recolección de información en investigaciones previas con


grupos de discusión.

 Anexo 2: Tabla de síntesis de hechos de victimización sufridos por los y las participantes
en esta investigación y algunos datos importantes de caracterización de este grupo de
personas.

 Anexo 3: Matrices de coherencia (intertextuales) para el análisis del relato de cada


participante según todas las categorías de análisis. Comparando el antes y durante los
hechos que configuraron la situación límite, el proceso de apoyo mutuo (abrazos) y
memoria compartida; y finalmente el proceso de memoria colectiva, acción pública de
memoria y organizaciones de víctimas.

 Anexo 4: Matrices intertextuales y primer nivel de codificación: comparación de los


diferentes sujetos, según sus contextos, en cada una de las categorías de análisis. Este
proceso recogió tres etapas: la primera analizando las consecuencias y situaciones
relacionadas con los hechos victimizantes, base para el capítulo 6. La segunda abarcó las
categorías relacionadas con el sujeto colectivo de las organizaciones públicas de memoria
que dieron lugar a las matrices sobre sentidos y propósitos de las acciones de memoria
(capítulo 7). Luego el análisis de las categorías cruzadas con el proceso en el cual se
abrieron los escenarios de memoria compartida y apoyo muto (capítulo 8) y finalmente las
matrices que recogían las categorías cruzadas con el proceso de acción pública de memoria
y organización de víctimas (capítulo 9).

 Anexo 5: Este texto hace parte del Estado de la cuestión en su perspectiva más genérica.
Se realiza una mirada amplia sobre el lugar del problema de la memoria colectiva en las
ciencias sociales, lo cual permite construir una mirada ontológica y epistemológica del
problema que dan las bases para la construcción del capítulo conceptual. Además de lo
anterior se complementa con algunas investigaciones sobre el papel de la memoria en la
construcción de las identidades nacionales y, finalmente, las relaciones entre impunidad y
olvido.

 Anexo 6: Se trata de 12 relatos de vida seleccionados donde se recogen diferentes


experiencias y situaciones límite relacionadas con los hechos de victimización, que
complementan la perspectiva del capitulo dos; mostrando desde los relatos de los y las
participantes la complejidad esbozada en ese capítulo, en relación con el conflicto armado
colombiano.

Todos estos anexos se agregan a este texto en un CD. con los archivos pertinentes, disponibles
para la consulta del lector.

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