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ALGUIEN TIENE QUE LLEVAR LA CONTRARIA:

CAPITULOS VII Y VIII.

INTEGRANTES:

ANDREY NICOLAS ROA DIAZ


1350553
SILVIA MARCELA NIÑO SANCHEZ
1350559

DOCENTE:

NELLY DIAZ CONTRERAS

UNIVERSIDAD FRANCISCO DE PAULA SANTANDER


FACULTAD DE EDUCACION, ARTES Y HUMANIDADES
PROGRAMA DE DERECHO
ARGUMENTACIÓN JURÍDICA ‘A’
CUCUTA
2019
CAPITULO VII:

LA MERITOCRACIA: BREVE HISTORIA DE UNA AMENAZA

En 1958 el autor Michael Young publico una novela llamada: el ascenso de la


meritocracia, en la cual quiso darle a la palabra meritocracia un sentido negativo, en
esta describía un futuro en el cual existe una sociedad estratificada que pertenecía
a elites dependiendo de las capacidades mentales de cada persona, es decir que
estaba definido por sus méritos. En esta sociedad Young describía al sistema
educativo como un sistema que seleccionaba a los ganadores y descartaba a los
perdedores pero en ningún momento tomaba un papel formativo y en nada
contribuía a la sociedad.

Actualmente podemos observar como la meritocracia tomo una connotación distinta


a la original, ya que se convirtió en un sinónimo de igualdad y de oportunidades, es
decir, un sistema meritocratico ya no es aquel sistema excluyente y elitista, sino un
sistema abierto sin privilegios heredados, ni favoritismos odiosos como lo dice el
autor.

En 2001 Michael Young realizo un comunicado de prensa en el cual lamentaba el


significado que se le había dado a la palabra meritocracia ya que él decía que una
cosa era la asignación de cargos con base al mérito individual y otra muy diferente
a la consolidación de una nueva clase social de una elite arrogante que considera
que merece todo.

Y esta crítica de Michael Young llama mucho la atención sobre los peligros que
acechan a la sociedad, ya que al ser entendida la palabra meritocracia como
grandes oportunidades para esta misma, debemos entrar a analizar si realmente se
aplica esta como se entiende o realmente poco a poco esto se convierte en una elite
en la que exista una nueva forma de exclusión en donde no se tiene en cuenta el
mérito de cada una de las personas y se va volviendo cada vez más indistinguible
del nepotismo y el amiguismo.
CAPITULO VIII:

COLOMBIA Y LA GUERRA CONTRA LAS DROGAS

Esta historia empieza en 1971, cuando el presidente de Estados Unidos Richard M.


Nixon declaró la “guerra contra las drogas”, argumentando que: “El consumo de
drogas ha adquirido las dimensiones de una emergencia nacional […] El peligro no
pasará con el fin de la guerra de Vietnam. Existía antes de Vietnam y existirá
después”. Sin embargo, las consecuencias manifestadas a partir de este
acontecimiento fueron permanentes, de largo plazo.

Paradójicamente, la guerra contra las drogas produjo un aumento considerable en


el consumo de cocaína en Estados Unidos. Las primeras medidas tomadas fueron
aumentar las multas y las penas por el consumo de marihuana, LSD y heroína, pero
no el de cocaína, ya que se consideraba que “No tenía consecuencias serias tales
como el crimen, la hospitalización o la muerte”.

A partir de los años setenta, la cocaína era percibida como una droga domesticada
para consumidores glamurosos: hombres de negocios, actores de Hollywood,
estrellas de rock; para lo que hoy llamaríamos la clase creativa. También en esta
década, miles de hectáreas de marihuana fueron fumigadas en México, y varias
redes internacionales de distribución de heroína, entre ellas la famosa “french
Connection”, fueron desmanteladas.

En otras palabras, se podría decir que Nixon popularizó la cocaína, puesto que la
declaración de guerra contra las drogas parece ser el auge de la cocaína.

Aquí es donde entra Colombia, como uno de los principales exportadores de


cocaína al mercado de Estados Unidos. Pronto, el narcotráfico disparó la violencia.
La tasa de homicidio pasó de menos de 30 por cien mil habitantes en 1978 a más
de 70 en 1990. Pero el narcotráfico también afecto las instituciones: primero filtró
los partidos tradicionales, después emprendió una guerra abierta contra el Estado y
los medios de comunicación, más tarde financió la expansión de los grupos
guerrilleros, y luego pagó por el crecimiento de los grupos paramilitares y,
recientemente, por el surgimiento de las llamadas bandas criminales. Las
instituciones colombianas han provenido directamente de grupos narcotraficantes o
han sido financiados con dinero del narcotráfico.

El narcotráfico corrompió muy pronto la justicia, la política y muchas actividades


públicas y privadas. New York Times relató en 1978: “Los narcotraficantes han
surgido no sólo como una nueva clase económica, sino también como una poderosa
fuerza política, con enlaces corruptos en todos los niveles del gobierno. Los dineros
ilícitos afectaron las elecciones del congreso, en las cuales muchos votos fueron
comprados a diez dólares por unidad, particularmente en la costa atlántica”.

La exportación de cocaína no solo transformó la realidad interna: también


distorsiono la percepción del país en el mundo.

Las causas incluyen una sucesión de acontecimientos complejos, imprevisibles, que


comenzaron hace más de cuatro décadas con la declaratoria de Nixon de la guerra
contra las drogas, dónde Colombia fue la principal Víctima de esa guerra absurda
que aún no termina.

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