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ISSN 2469-0414

El Aguante Poesía va a la escuela. Poetas en vivo, escuelas, lectores


(Experiencia 2016-2018)
Por Elena Berruti, Cristina Giacobone y Anahí Asquineyer1 (Río Cuarto, Córdoba)

Resumen

Este relato de experiencia intenta dar cuenta de lo vivido en el marco del proyecto “El
Aguante Poesía va a la escuela”, que se orienta a generar una serie de vinculaciones
para dar continuidad a nuestro festival de poesía local en escuelas de la ciudad de Río
Cuarto. Como equipo de trabajo, procuramos generar articulaciones que permitieran
constituir una trama significativa para las intervenciones a realizar, basadas en la visita de
poetas locales a las aulas de escuelas de diversas modalidades y pertenencias
territoriales, con los propósitos de animar a la escucha, lectura y escritura creativas de 1
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Soy Elena Berruti. Profesora y Licenciada en Lengua y Literatura y Especialista en Docencia Universitaria
(Universidad Nacional de Río Cuarto). Docente en las Teorías Literarias I, II y III del Profesorado de Lengua
y Literatura del Departamento de Letras de la Facultad de Ciencias Humanas de la UNRC. Dirijo a tesistas
de nuestra licenciatura. Soy coordinadora de talleres literarios desde los años 90, tanto en el marco
institucional de nuestra universidad como de manera particular. Integro la movida cultural y artística del
Aguante Poesía. Soy poeta y he publicado dos libros en Editorial Cartografías (el tercero está en prensa).
Fui directora de UniRío editora, editorial de nuestra universidad, dependiente de Secretaría Académica de
Rectorado entre 2011 y 2015.

Soy Anahí Asquineyer, docente de la Universidad Nacional de Río Cuarto en dos materias de Teoría
Literaria, en las que se proponen las primeras herramientas teóricas para leer literatura narrativa, y del
Seminario Taller de Práctica Profesional Docente II, en el que se aborda literatura juvenil. Trabajé durante
muchos años en la escuela secundario. También trabajo hace años en proyectos de investigación que
vinculan literatura argentina, memoria y política. En los últimos cinco años, junto con otros compañeros, he
indagado acerca de la literatura sobre Malvinas y la educación literaria en la escuela secundaria.

Soy Cristina Giacobone, Profesora en Lengua y Literatura por la Universidad Nacional de Río Cuarto. Estoy
en los procesos finales de mi tesina de licenciatura, también en la UNRC. Soy docente de la escuela
secundaria y del Departamento de Letras, UNRC, en las cátedras Literatura Argentina II y Seminario Taller
de Práctica Profesional Docente II, que se orienta al abordaje de la literatura juvenil y las reflexiones sobre
su enseñanza escolar. Investigo actualmente sobre las relaciones entre literatura argentina, cultura, política
y enseñanza.

Juntas, llevamos adelante proyectos de extensión y de prácticas socio-comunitarias a través de los cuales
nos proponemos propiciar aproximaciones de niños y jóvenes a la lectura literaria y la escritura creativa, así
como generar intercambios y reflexiones en torno a la animación socio-cultural a la lectura y la escritura con
docentes de distintas instituciones y con agentes territoriales de bibliotecas populares y otras
organizaciones.

Aquelarre. Revista de Literatura Infantil y Juvenil. Maestría en Literatura para niños. Res. CONEAU nº 808/14.
Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario. Número 7, junio 2019.
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poesía y a la reflexión sobre la misma, entendida no sólo como género literario, sino como
práctica socio-cultural y experiencia vital interpeladora respecto de la propia visión de
mundo. En este trabajo relatamos cómo llevamos adelante y procuramos potenciar la
construcción de una doble urdimbre que conecta a poetas, docentes, estudiantes de las
escuelas secundarias y del Profesorado de Letras, así como a otros agentes territoriales e
institucionales.

Palabras clave: Poesía- Escuela- Animación sociocultural- Lectura y escritura creativas

Pero, ¿qué es esto de “llevar” la poesía a la escuela? Una trama de voces y


voluntades

En una reunión para organizar el trabajo por venir, un compañero dijo: “A ver, la poesía va
a la escuela… ¿No es que ya está y desde siempre?” Marcelo tenía razón. La única 2
novedad era que, con este proyecto, la movida del Aguante Poesía iba a la escuela,
porque antes no había estado ahí. Iba al encuentro de otros lectores, estudiantes y
docentes de escuelas secundarias de la ciudad de Río Cuarto que nos abrieron las
puertas de sus aulas. No solamente para recibir la visita de poetas locales: para
intercambiar preguntas, experiencias y saberes; para compartir su propia palabra poética,
el diálogo y hasta la producción conjunta; para darnos el lugar de interpelarnos
mutuamente y hacer que las voces individuales encuentren otros ecos en una
construcción colectiva.

Vayamos al principio. Ya hace más de doce años, el Aguante Poesía surgió en Río Cuarto
como un espacio-tiempo alternativo respecto de las ferias “del libro” articuladas por la
lógica mercantilista y respecto también de los eventos académicos como simposios y
congresos. Nació con la impronta del encuentro horizontal, entre pares que, más allá de
cualquier requisito, se sentían convocados en torno de la escritura, la lectura y la escucha
de la palabra poética entendida como experiencia y visión de mundo.

El Aguante no sólo se sostuvo, sino que creció con el tiempo. A través de los años, los
organizadores percibieron que el encuentro no pertenecía en exclusivo a los poetas, sino
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también a los editores que -a contrapelo de las exigencias del mercado- se preocupaban
por alentar la circulación de producciones poéticas y, fundamentalmente, a los lectores,
sin los cuales la comunicación poética no se completaría. Y podríamos decir que también
creció en el espacio, porque, aunque nunca se celebró fuera de nuestra ciudad, poetas y
editores de diversas territorialidades fueron haciendo suyo este espacio de construcción
colectiva. De ahí el adjetivo de “nacional” con que caracterizamos al encuentro: tanto
quienes lo sostienen desde Río Cuarto como quienes se acercan desde otras provincias,
año a año, a participar, vivenciándolo como propio.

Hasta el año 2016, sin embargo, el Aguante Poesía seguía siendo un espacio en el que la
poesía circulaba según pautas más o menos acostumbradas, en la relativa comodidad del
diálogo entre escritores, editores y lectores asiduos de poesía. La voluntad de la mesa
organizadora del Aguante de sacar a la poesía de sus recintos culturales habituales, para

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intentar hacer efectiva nuestra convicción acerca de la democratización de la palabra y de
las oportunidades de acceso a lo artístico-cultural, fue el punto de partida para gestar este
proyecto.

A esa voluntad se sumó otro impulso importante. Durante el mismo año, recibimos en
nuestra ciudad la visita de Alejandra Correa, organizadora, junto a Marisa Negri, del
Festival Nacional Poesía en la Escuela, que celebró en septiembre de 2018 su 10ª
edición. Poesía en la Escuela constituye una convocatoria anual con presencia territorial
diversa, que logra crecer y persistir más allá de las condiciones coyunturales adversas.
Lejos de proponer un molde pre-determinado al cual adaptarse, el Festival amalgama un
conjunto heterogéneo de prácticas educativas, culturales y artísticas que tienen como
centro a la poesía, en las que confluyen educadores, estudiantes, poetas, artistas de otros
lenguajes estéticos, bibliotecarios y otros animadores de lectura y escritura.

Entrar en contacto con Alejandra y su inspiradora experiencia de gestión cultural nos fue
ayudando, también, a dar forma a este proyecto deseado y charlado informalmente por
mucho tiempo entre organizadores y participantes de las distintas ediciones del Aguante
Poesía. Terminaríamos por llamarlo, en el cruce entre ambas iniciativas, “El Aguante
Poesía va a la Escuela”. Vincularnos e integrarnos a ambas experiencias, sostenidas en

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el tiempo y de un alcance nacional, nos resultó motivante para pensar y repensar los
modos y fundamentos de nuestras intervenciones. El desafío fue, en el principio, lograr
una articulación con los dispositivos nacionales, sincronizada desde nuestro anclaje local.

Como parte de ese anclaje, vendrían aún a incorporarse otras voluntades que iban a
completar el entramado que sostiene la experiencia y la enriquece desde perspectivas
diversas y un estímulo múltiple: se sumaron, por una parte, el visto bueno de la
jurisdicción provincial, en lo que atañe al acceso oficial a las escuelas, y la bienvenida a la
propuesta por parte del Departamento de Letras de la Universidad Nacional de Río
Cuarto, institución nacional y pública en el que las organizadoras ejercemos la docencia.
Ello nos permitió involucrar a graduados y estudiantes de Letras -actuales y futuros
docentes en el sistema educativo, así como en distintas instancias de educación no
formal-, habida cuenta de que sus lugares de trabajo, aulas de Lengua y Literatura,
talleres, bibliotecas, pueden ser espacios privilegiados para “hacerle lugar” a la poesía en
la escuela.
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El equipo de trabajo se completó, en efecto, con docentes de distintas instituciones que
llevan adelante la tarea sostenida y tenaz de incorporar en sus propuestas de enseñanza
y de aprendizaje a la poesía en tanto género, práctica discursiva, objeto de exploración,
disfrute y creación. En ese sentido, los graduados de nuestro Profesorado han constituido
en esta propuesta un puente fundamental, concreto y humano, que trasciende cualquier
formalidad y fue desafiándonos, edición a edición, a redoblar la apuesta.

Las escuelas como territorio para la poesía

De lo que se trataba era de efectuar visitas de grupos de poetas locales a escuelas -como
instituciones que, más allá de todos los condicionantes que pesan sobre las prácticas
cotidianas, poseen un valor simbólico y real fundamental en lo que respecta al acceso a la
cultura y la creación de oportunidades para todos-, para no sólo aproximar a los poetas
física y simbólicamente al ámbito escolar, sino también desmitificar representaciones
ligadas con la tradición, la genialidad, la élite poética, el carácter diferenciado y jerárquico
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del escritor de poesía, a la vez que cuestionar la pretendida centralidad de una praxis de
escritura poética anclada en Buenos Aires y otras grandes ciudades del país, o bien en
los autores consagrados en el campo literario. Se trataba de propiciar el encuentro, si se
quiere, de nuevos lectores con una poesía “viva”: con las reflexiones acerca de la
escritura, del trabajo del poeta, de sus compromisos y obstáculos, de su vida cotidiana. Y,
por supuesto, de dar centralidad a la palabra: de propiciar el diálogo entre estudiantes,
docentes y poetas como sostén de la escucha y el disfrute de poesía.

En lo que respecta a los criterios para la participación de las escuelas en el proyecto,


buscamos atender a una diversidad de modalidades y territorialidades. Si bien nos
centramos sobre todo en el nivel secundario, debido a que es allí que los graduados de
nuestro Profesorado se desempeñan como docentes, y dimos prioridad, siempre que
fuera posible, a escuelas de gestión pública y/o situadas en territorios vulnerados,

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buscamos incorporar también a escuelas de modalidad especial y de educación de
jóvenes y adultos.

En algunos casos, el nexo con las escuelas fue la articulación con organizaciones
sociales con raíz en la educación no formal (ONG, clubes de barrio, bibliotecas
populares), que brindaron el espacio para invitar a los estudiantes. Esta decisión fue
tomada en el afán de velar por la diversidad y reconociendo el carácter articulador de la
trama social que dichas organizaciones poseen, es decir, en una doble acción: de
reconocimiento hacia las organizaciones y de búsqueda, por decirlo de alguna manera, de
un posible “contagio” en lo que respecta a los modos de abordaje de la palabra y de
animación a la lectura en relación con otras modalidades más convencionales que suelen
habitar la escuela.

Pero, en la mayoría de las instituciones, el puente fueron los docentes. Una estrategia de
trabajo central que nos dimos como coordinadoras fue la construcción previa de dos
colectivos de actores: los conformados por aquellos poetas y profesores que acordaron
participar de la experiencia. Hablamos de una construcción porque el vínculo establecido
con estos actores trasciende el mero acuerdo de horarios y lugares “de visita”. Se trataba
de propiciar un acercamiento y organizar la comunicación entre dos lógicas bastante

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diversas y distantes, como son el mundo de la escuela, y el oficio de los poetas que, en
nuestro caso, no implica niveles altos de organicidad, dado que, por ejemplo, casi todos
los autores que participaron registran actividades laborales no vinculadas con el hacer
cultural, poético o literario.

Como parte de tal construcción, entre otros aspectos, buscamos poner a disposición de
las escuelas material poético e información sobre los poetas participantes, que ayudaron
a los docentes y estudiantes a prepararse para el encuentro: a adentrarse en las poéticas,
a generar comentarios, a pensar preguntas acerca de las decisiones de la escritura y la
labor de los escritores que serían invitados. Así también, se estimuló previamente en los
poetas que asistirían a los encuentros en las escuelas el compartir no sólo la lectura de
poemas de su propia autoría sino de otros, ya fueran sus compañeros de grupos o talleres
literarios, poetas referentes de su poética o, sencillamente, autores de su gusto, con el fin

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de descentrar (al menos en parte) la figura del Yo del poeta. Con todo ello, la propuesta al
afianzarse va construyendo un piso de lecturas en común, un corpus de textos poéticos
que implica hacer accesible física y simbólicamente propuestas de poesía: información
referida a autores, sus obras e itinerarios de creación.

Los equipos que conformamos las organizadoras, con los graduados que nos recibieron
en sus escuelas y con aquellos estudiantes del Profesorado que se involucraron en cada
territorio, nos ocupamos de desarrollar un trabajo de acompañamiento y monitoreo
durante los encuentros. Valoramos esto como un acierto, que facilitó efectuar un ida y
vuelta entre lo planeado y lo emergente en cada situación y realizar ajustes necesarios
tanto sobre la marcha como para ediciones siguientes. En el caso de los estudiantes de
Letras, procuramos también generar instancias de preparación, para que estuvieran en
condiciones de adoptar un rol activo y pertinente durante las acciones en las escuelas, de
manera que éstas pudieran constituirse efectivamente en núcleos de aprendizajes y no
queden relegadas a observaciones pasivas vividas como tareas extra o de menor valía.
Logramos, así, una experiencia muy valorada por los estudiantes del Profesorado, que
vieron trasladada su clase fuera de la universidad, al aula de una escuela, y enriquecida
en el diálogo intergeneracional y desde distintos lugares sociales, culturales, territoriales.

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El recibimiento en las escuelas, con las particularidades identitarias de cada institución y


comunidad, fue muy bueno y causó asombro en los poetas que se sintieron cómodos y
bienvenidos de inmediato. Los entramados activados en cada caso, la expectativa con
que cada uno de los actores llegaba al encuentro, propiciaron la ocurrencia de situaciones
dialógicas interesantes y productivas, tanto en el vínculo afectivo entre los involucrados
como en el aprendizaje mutuo, que se construyó bidireccionalmente. Remarcamos la
vitalidad de los encuentros, en los que no estuvieron ausentes meriendas, obsequios ni
producciones compartidas.

En números (que son gente, diálogo, interpelación), participaron de la última edición de la


experiencia un total de 15 escuelas y/o territorios u organizaciones, 26 poetas, cerca de
20 docentes. La horizontalidad es una marca de las relaciones establecidas. Tal es así
que algunos docentes se animaron a compartir con sus estudiantes o con los de otro u
otra profe sus propios poemas. Y que entre los “poetas” hay autores locales de
reconocida trayectoria, incluso a nivel nacional, pero también jóvenes que están
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empezando a forjar sus poéticas en espacios de taller, que aún permanecen inéditos o
sólo han participado de alguna que otra publicación colectiva. El hincapié está en el
vínculo con la palabra: en las lecturas que los llevaron a escribir, en las tensiones de la
creación, en el sentido que otorgan a la poesía en su entramado vital, elementos todos
que no otorga ni quita ningún reconocimiento.

Una nota significativa es que, aunque las actividades no ocurren todas durante el mismo
día, por lo que no son estrictamente simultáneas, se desarrollan como una seguidilla, con
una cercanía temporal que propicia la percepción de una temporalidad compartida entre
poetas, profes y estudiantes de las escuelas que se saben formando parte de una movida
común; percepción que otorga a cada encuentro un sentido que lo trasciende a la vez que
lo contiene, lo enriquece como parte de una trama más amplia. La posibilidad de generar
espacios de encuentro entre estudiantes de distintas instituciones que llevan algunos
años de participación en la experiencia es, en este sentido, uno de los desafíos sobre los
cuales buscamos avanzar en próximas ediciones.

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Durante la primera y segunda edición del proyecto, encontramos que, en aquellos casos
en que los docentes sostenían asiduamente prácticas de enseñanza de la poesía en
forma previa a la implementación del proyecto, las “visitas” funcionaban como una forma
de legitimación y visibilización, facilitando instaurar un circuito comunicativo genuino en el
que se receptaban y valoraban las producciones de los estudiantes. Frente al lugar
relegado que, en las prescripciones curriculares, la oferta de materiales didácticos y las
disposiciones oficiales tiene la poesía frente a otros discursos de mayor “funcionalidad”
práctica o frente al dominio de la narrativa, revalorizamos así, la poesía como discurso
fundamental para el cultivo de la sensibilidad, la empatía, la propia identidad.

En cambio, cuando tal práctica no estaba instalada, la participación en “El Aguante Poesía
va a la Escuela” permitía inaugurar la posibilidad de llevar la poesía al aula, frente a
temores comunes en los docentes ligados a la supuesta dificultad de la poesía para los

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lectores jóvenes y a la falta de una formación específicamente centrada en cómo
acompañar esa lectura, frente a la ansiedad en torno a cómo generar en el aula de la
escuela secundaria el clima y la concentración propicios para la escucha de poesía, y
frente a prejuicios en torno de si a los estudiantes les gustaría o no la propuesta. Así, más
docentes fueron animándose a incorporar en sus propuestas, unidades didácticas,
secuencias o talleres centrados en la poesía.

Saberes construidos desde la experiencia

Durante la experiencia de “El Aguante Poesía va la Escuela”, la poesía estuvo en las


aulas. Estuvo en las preguntas, chispeantes, inesperadas, con que los chicos
sorprendieron a los poetas en más de una ocasión. Estuvo en los requerimientos, como
cuando los estudiantes pedían “un poema de amor” o “uno que hable de nuestra realidad”.
Estuvo en el brillo de algunas miradas mientras resonaba por dentro la escucha de algún
verso. Estuvo en la voz temblorosa o firme de quien se animaba a compartir su escritura
por primera vez. Pero la poesía está, en la escuela, siempre, porque es en la escuela
donde, a pesar de todas las dificultades, tiene lugar la pura posibilidad -pura posibilidad
que de la palabra materializa la poesía-, eso que, más allá de cualquier condicionante,
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representan los estudiantes y los docentes que trabajan para acercarles día a día
universos de sentido.

Queda dicho que, en las primeras experiencias, marcaron la diferencia cualitativa aquellos
docentes que habían no sólo anunciado el encuentro con poetas, sino que habían
realizado junto con sus estudiantes un trabajo previo. Si en algunos casos, éste consistió
apenas en informarse e informar acerca del Aguante Poesía, en otros, se construyeron
propuestas de lo más variadas que tendían a involucrar a los estudiantes en actividades
de sensibilización e inmersión en actos de lectura, comentario e interpretación, así como
de escritura poéticas.

Había allí muchos saberes circulando, mucho conocimiento construido desde la práctica
de dar a leer poesía, de escuchar atentamente a los estudiantes, de buscar y rebuscar el
modo de animar la escritura de creación en el aula. Era necesario buscar un espacio para
recuperar, revalorizar, poner en común estos saberes docentes y continuar construyendo 9
en forma compartida. Tal es así que, a partir de 2018, incorporamos al proyecto una
nueva instancia: dos talleres de animación, reflexión y formación para docentes que
serían anfitriones de poetas en sus escuelas.

El par de encuentros concretados nos pareció por demás valioso. Fueron instancias para
que los docentes integrantes del proyecto nos permitiéramos dejarnos atravesar por la
emoción, pasáramos la palabra por el cuerpo, la mirada, la voz. Nadie da lo que no tiene,
por lo que nos animamos en relación con la poesía primero, para poder después animar a
otros en nuestras aulas: compartimos dinámicas de sensibilización, lectura, comentario y
creación poética, proponiendo dispositivos que podrían ser recreados en las aulas con los
estudiantes que participarían del proyecto. A partir del archivo de fotos que hemos ido
construyendo, recuperamos las experiencias de años anteriores, pensamos los
agrupamientos, las formas de circulación de la palabra en el aula y en los encuentros,
pusimos en común distintos aspectos de las propuestas de trabajo en torno a la poesía
implementadas por cada docente. Pusimos en común el valor que cada uno, desde su
posición y su lugar de trabajo, le atribuye a la experiencia en el marco general de la
construcción del conocimiento y en el abordaje de aprendizajes del área de la lengua y la

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literatura: diálogos, entrevistas, figuras de autor y lector, géneros literarios, modos de leer.
Y, sobre todo, pusimos en palabras el sentido colectivo que tiene, para todos nosotros, un
proyecto de estas características.

Con la impronta de socializar estos saberes, decidimos, entonces, que el cierre -ahora sí,
un cierre común- de la propuesta de “El Aguante Poesía va a la escuela” se realizara a
través de dos mesas durante la celebración del encuentro Aguante Poesía, como espacio
común, que nucleara las distintas perspectivas y experiencias de cada territorio. En esta
mesa de reflexión se materializó la experiencia desde la perspectiva de los profes, a
quienes solicitamos apreciaciones o valoraciones, reflexiones sobre sus prácticas y las
nuestras.

Pero eso no era todo. Este proyecto no habría podido pensarse completo si no estuviera
presente la palabra de los estudiantes. Convocamos, pues, también, en el encuentro, a
una mesa de lectura conformada por pequeños y jóvenes poetas, participantes de “El 10
Aguante Poesía va a la escuela”. Con ellos reafirmamos el valor seminal de la palabra
poética: en palabras de María José Berdullo, profesora comprometida con el proyecto, en
estas oportunidades para la producción interpretativa y escrituraria, los estudiantes “…se
animaron a salir a la luz, a encontrar otros pequeños lectores, y salir de la escritura en
solitario”. (María José Berdullo, intervención en mesa de experiencias docentes, 11°
Encuentro Nacional de Poetas, Editores y Lectores, Aguante Poesía, 29 de diciembre de
2017)

Al final, ¿qué es “El Aguante Poesía en la escuela”?

La profesora Julieta Celuci lo dijo mejor que nosotras en uno de los talleres:

“Aguante poesía como sostener y acompañar. Como los brazos que respaldan al
compañero, a la compañera, a los y las estudiantes. Aguante como tomar la punta
del ovillo, aunque esa punta sea la del displacer. Tomar el displacer, y aguantar
desde la trinchera de la empatía, del amor, de la lucha inclusiva, abrasadora y
abrazadora. El aguante que te entiende, que te escucha, que te invita a descubrir la
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voz propia, la propia palabra. Y también el aguante que celebra, que se enorgullece
con la idea, la respuesta, la iniciativa del/la alumnx, del/la maestrx. Ese festejo
hermoso que nace del encuentro, de la fiesta, del sentido construido. El aguante es
la pelea constante contra todo lo dado, y la plena esperanza colectiva de buscarle
la otra cara a la luna de todas las cosas. El aguante es poesía, como la propia
práctica docente. Como la tiza, el pan caliente, el abrazo que sostiene en el dolor y
que celebra la alegría.

Mis estudiantes viven la poesía de manera natural. Aunque a veces se resistan a la


lectura o a la escucha, cuando hablan, cuando escriben, cuando miran, hay poesía.
Siempre recuerdo la primera vez que estuve en un aula y una alumna escribió a
partir de una consigna un texto en versos. Ella no andaba buscando hacer poesía,
pero andaba encontrándola. Ahí estaba, y versaba sobre el silencio de su casa y

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sobre una ventana por donde el viento entraba. Había verso, casa, ventana y
viento. Mucho dolor, soledad e incertidumbre: esa alumna estaba embarazada. Me
sobrevino un soplo de imágenes, una implosión de sentidos... Entonces vivencié
que la poesía es patrimonio de todas, de todos... Y que la resistencia, el insulto, la
insatisfacción que (ojo, esa es otra poética) a veces nos ronda o nos habita, es una
punta más del ovillo que tenemos para caminar/tejer/entramar.” (Julieta Celuci,
testimonio en Aguante Poesía en la escuela: 2° taller de sensibilización poética
para docentes, 01 de septiembre de 2018).

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