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Noche larga

No liberal
- Realidad detrás del mito populista -

Cátedra Hayek
Guayaquil
2018
© 2018 ECUADOR LIBRE
Ed. La Previsora Oficina 2406
Av. 9 de Octubre 100 y Malecón
Guayaquil, Ecuador
www.ecuadorlibre.org

ISBN: 978-9942-35-117-3

Ilustración de portada por Denisse Ubilla


Aparicio Caicedo Castillo

Doctor en Derecho por la Universidad de Navarra.


Director Ejecutivo de Ecuador Libre.

Arianna Tanca Macchiavello

Politóloga por la Universidad Casa Grande.


Analista de Ecuador Libre.
“Los mitos históricos han desempeñado, en la formación de las
opiniones, un papel quizá tan grande como los hechos históricos”

- Friedrich A. Hayek

“Debemos… conceder a los mitos su justa importancia,


menos por la verdad que encierran que por la fuerza que poseen”

- Lord Acton
Índice

Introducción 9

Capítulo I
¿Qué es lo neoliberal? 15

Capítulo II
La noche fue larga, pero ¿liberal? 33

Capítulo III
¿Por qué colapsamos en 1999? 51

Epílogo: Los porqués 73


9

Introducción

Este trabajo tiene una intención muy clara: desmentir


el mito de la “larga noche neoliberal”, leyenda que ha servido
al socialismo local para tergiversar nuestra historia reciente
y encuadrar los términos del debate. Se ha repetido hasta el
cansancio que durante los años noventa nuestro país, siguiendo
la tendencia de la región, pasó por un proceso de liberalización
económica profunda, lo cual motivó todos los problemas
económicos surgidos antes de la llegada del correísmo al poder.

¿Y por qué es importante aclarar el mito de la “larga noche


neoliberal”? Porque si pensamos que la liberalización económica
fue la razón de nuestros males previos a 2007, resulta lógico que
muchos se opongan a ella. Por eso, durante la última década, en lugar
de aprovechar la bonanza petrolera para institucionalizar nuestra
economía y abrirla al mundo—como han hecho exitosamente
Chile, Perú, Colombia, Uruguay o Costa Rica, entre muchos otros—
seguimos el sendero contrario. Escuchamos una mentira que por
fuerza de repetición se convirtió en verdad, que no solo es
secundada por tecnócratas socialistas, sino también por personas
muy preparadas, de todas las edades y contextos, que descargan
Introducción 10

clichés como: “sí, hay que abrir la economía, pero sin llegar a los
excesos de los noventa”, etc. Excesos de qué, nos preguntamos cada
vez que escuchamos algo así. Porque si revisamos detalladamente
los hechos nos damos cuenta de que sí, efectivamente, excesos se
dieron en esos años, pero no de apertura y libertad económica, sino
de todo lo contrario. Sin embargo, en tales momentos es cuando se
comprende la profundidad con la que caló el relato del socialismo,
cuyos artífices prácticamente monopolizaron la producción
intelectual sobre esta cuestión hasta años recientes.

¿Quién quiere defender un proyecto que haya causado


desolación y miseria? Ahí no hay cifra ni razón teórica que valga.
Crear pobreza, o defender un sistema que la promueva, está
mal, punto. Y nuestra proyección moral no puede mancharse
por una posición que induzca al mal. Es ahí donde radica la
fuerza persuasiva del mito populista, en que tergiversó la
historia sosteniendo—contra toda evidencia—que la libertad
económica fue el origen del colapso. Sumado ello, desde la
década de los sesenta, a varias generaciones de intelectuales,
políticos, periodistas y tecnócratas marcados por las corrientes
ideológicas que dominaron la política económica de la región—
nacionalismo desarrollista, socialismo revolucionario, etc —que
continuaron defendiendo las tesis estatistas, pese a que fueron un
lastre al desarrollo. Una parte de esa intelligentsia1 quizá aprendió
la lección durante los últimos años, gracias a los desmanes del
correísmo, pero otra parte importante sigue anclada por esas taras
doctrinales precisamente porque no se ha hecho un ejercicio de
reflexión profunda sobre la cuestión.

1
Usamos el término intelligentsia definido como “conjunto de
intelectuales que ansían el poder político”, siguiendo a Pipes, Richard:
La Revolución Rusa (Edición de Kindle, Penguin Random House, 2017),
posición en Kindle 3309.
Introducción 11

La importancia de los historiadores en el framing


conceptual de una época a veces pasa desapercibida, pero es
nuclear. Durante el siglo XX la mayoría de los relatos históricos
trascendentes fue escrita por intelectuales con profundas
inclinaciones socialistas. La interpretación de la historia
económica mundial que hacen libros de referencia como los del
socialista fabiano Karl Polanyi, o los de marxistas como Eric
Hobsbawm y Edward H. Carr, tiene una importancia profunda
y transversal. Casi todos los profesionales y académicos
formados en universidades de élite de Europa o Estados Unidos
aprendieron la versión de los hechos que estos señores eligieron,
moldeando así su visión del presente y del futuro. Este fenómeno
lo explica Friedrich A. Hayek en su ensayo “Historia y Política”:
“Las experiencias del pasado son la base sobre la cual se
construyen esencialmente nuestras opiniones acerca de si
son deseables una u otra política o institución, mientras que,
por otro lado, nuestras opiniones políticas de hoy influyen o
corolean inevitablemente nuestra interpretación del pasado.
Si bien es demasiado pesimista pensar que el hombre no
aprende de la historia, bien podemos preguntarnos si lo que
aprende es siempre la verdad. Mientras, por un lado, los
acontecimientos del pasado constituyen la fuente de la cual
el género humano saca sus experiencias, por otro lado sus
opiniones no se basan necesariamente en hechos objetivos,
sino en las fuentes e interpretaciones escritas a que puede
acceder… Los mitos históricos han desempeñado, en la
formación de las opiniones, un papel quizá tan grande como
los hechos históricos”2.

Nuestro primer paso en la tarea de disipar el mito


histórico que nos ocupa será definir conceptos. Lastimosamente
el debate se distorsiona mucho porque existe un alto grado de

2
En Hayek, Friedrich A. (ed.): El Capitalismo y los Historiadores (2da
edición, Unión Editorial, Madrid, 1997), p. 15.
Introducción 12

confusión en el uso de las palabras. Por un lado, como apunta


el peruano Enrique Ghersi, el término “neoliberal” es “utilizado
para caracterizar cualquier propuesta, política o gobierno que…
propenda al equilibrio presupuestal, combata la inflación,
privatice empresas estatales y, en general, reduzca la intervención
estatal en la economía”3. La cuestión se complica porque, por otra
parte, el adjetivo “neoliberal” también se utiliza como muletilla
argumentativa por parte de intelectuales y políticos socialistas
para demonizar las premisas de sus adversarios, tornando
imposible cualquier cruce de opiniones serio. Tan satanizada
e imprecisa resulta esa palabra que no conocemos a un solo
intelectual, activista o político liberal que la use para describirse a
sí mismo. Por ello, comenzaremos por aportar claridad al lector,
disipando qué es aquello que se puede denominar “neoliberal”,
dado que solo así podremos luego realizar una valoración
coherente de los hechos examinados.

En segundo lugar, analizaremos la historia reciente


del Ecuador, desde 1970. La primera premisa que buscaremos
demostrar es que desde esos años, por los cuales se descubren y
explotan los primeros yacimientos petroleros, hasta la actualidad,
el país ha estado guiado por un marcado intervencionismo
estatal en materia económica, cuya intensidad depende del
precio del barril. Notaremos la presencia de un patrón histórico:
cuando no hay dinero hacemos cambios superficiales para atraer
la inversión extranjera y fomentar la inversión privada. Pero
eso dura poco por lo general. Cuando sube el precio del crudo
nuestros gobernantes olvidan todos los planes a largo plazo, el

3
Ghersi, Enrique: “El mito del neoliberalismo”, Instituto Cato, 29 de
septiembre de 2004. Disponible en: https://www.elcato.org/el-mi- to-
del-neoliberalismo (30 de mayo de 2018).
Introducción 13

ahorro y la racionalidad, y regresamos enseguida al despelote


presupuestario: agigantamos la nómina del Estado, construimos
elefantes blancos y acorralamos a la iniciativa privada con trabas
burocráticas y cargas tributarias. Pasó en los setenta, en los
ochenta, en los noventa. El régimen de Rafael Correa repitió la
historia, aunque resultó el más emblemático de todos los ciclos
anteriores por su duración, volumen de ingresos, nivel de
hostilidad retórica, inestabilidad regulatoria y derroche fiscal.

Finalmente, analizaremos el hito argumentativo


central del mito de la larga noche neoliberal: que las reformas
“neoliberales” son las causantes de la crisis de 1999. Sostenemos
que esa versión es equivocada, porque las razones de ese colapso
no se encuentran en el supuesto proceso de liberalización
financiera, sino en la constante intervención del Estado, por
medio de políticas que generaron incentivos perversos en el
mercado bancario y precipitaron el descalabro sufrido entonces.

Esperamos con este trabajo, al final, poder contribuir a


profundizar en un debate que sigue pendiente, que es necesario
para clarificar nuestro pasado y poder así delinear mejor nuestro
futuro.
15

Capítulo I
¿Qué es lo neoliberal?

En 2009, el profesor de Derecho y Teoría literaria, Stanley


Fish, manifestó en su columna del The New York Times su
desconcierto con el uso del adjetivo “neoliberal”, que según decía
era usado en infinidad de textos, e incluso en críticas a su propio
trabajo. Cuando preguntó a sus colegas académicos por alguna
definición posible se dio cuenta de que estos estaban en las
mismas. Nadie acertaba en una respuesta cierta. Llegó de forma
intuitiva a la conclusión de que se trata de “una forma peyorativa
de referirse a un conjunto de medidas económicas/políticas
basadas en una fuerte fe en los efectos beneficiosos de los
mercados libres”. Poco después, Fish encontró mayor consuelo
cuando se dio cuenta de que su tesis sobre la indeterminación
conceptual del término tenía incluso aval científico4.
Efectivamente, dos investigadores de la Universidad de
Berkeley publicaron por aquellos días un detallado estudio que

4
Fish, Stanley: “To boycott or not to boycott: that is the question”, en The
New York Times, 15 de marzo de 2009. Disponible en: https://opinionator.
blogs.nytimes.com//2009/03/15/to-boycott-or-not-to-boycott-that-is-the-
question/ (30 de mayo de 2018).
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 16

demostraba una particular confusión en el uso del término


“neoliberalismo” por parte de intelectuales y académicos. La
palabra básicamente llegó a convertirse, según dicha
investigación, en un eslógan despectivo empleado por la
izquierda para desprestigiar ideas que rivalicen con las suyas5.

Hoy no cabe duda de que el término “neoliberal”


es una muletilla retórica que utilizan políticos e intelectuales
de izquierda—aunque también en ocasiones de derecha
conservadora—para referirse de forma despectiva a quienes
defienden cualquier clase de liberalización económica:
privatización de empresas estatales, apertura comercial,
reducción del gasto público, defensa de la propiedad privada,
libre circulación de divisas y/o desregulación burocrática, etc. Se
hizo común primero el término en América Latina a partir de las
reformas económicas llevadas a cabo en Chile durante el Gobierno
de Augusto Pinochet. La intelligentsia socialista latinoamericana
aprovechó esa situación para denostar a todo aquel que impulse
proyectos de liberalización como cómplice de las dictaduras
militares, del imperialismo americano y de cualquier otro mal
posible. Todo ello a pesar del éxito que tuvieron esas mismas
medidas chilenas que luego fueron profundizadas en democracia
y sirvieron de modelo a países del Primer Mundo. De hecho, la
palabra “neoliberalismo” migra durante los ochenta a la palestra
intelectual angloparlante ya cargada de esas connotaciones
negativas, como lo demostraron Taylor C. Boas y Jordan Gans-
Morse en el estudio antes referido6. Lo que más llamó la atención

5
Boas, Taylor C. y Jordan Gans-Morse: “Neoliberalism: From Liberal
Philosophy to Anti-Liberal Slogan”, St Comp Int Dev, 44, 2009, pp. 137-
161.
6
Op. cit., p. 152.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 17

de ambos investigadores fue la virtual ausencia de debate sobre


la definición de aquel término, circunstancia poco común con esa
clase de etiquetas ideológicas tan usadas.

1. Churichurinfunflais: neoliberalismo como respuesta


omnivalente

Comenzaremos refiriéndonos al origen del caos


semántico en torno a la palabra. Como consecuencia del champú
conceptual que aún prevalece, la mayoría de analistas locales
ha dado por sentado el hecho de que Ecuador pasó por un
período de transformaciones de corte neoliberal. En 2006, la
columna de opinión de Hernán Pérez Loose en El Universo se
tituló: “¿Es neoliberal el Ecuador?”. La respuesta de Pérez Loose
fue negativa porque Ecuador no cumplía las características
requeridas para ser catalogado de esa manera, pero advertía la
confusión reinante en torno al tema, especialmente en la clase
política, que usaba el adjetivo con la misma falta de precisión que
los académicos7. Al año siguiente de ese artículo, no obstante,
llegó Rafael Correa Delgado a la Presidencia, y con él la leyenda
del neoliberalismo adquirió rango de verdad oficial, mediante
un aparato de propaganda que se encargó de taladrarlo hasta en
los textos escolares.

Desde entonces, han pasado más de once años y el


enredo conceptual se acentuó. Basta con recordar, para constatar
el grado de distorsión generado, que hay quienes tachan al
propio Gobierno de Rafael Correa de neoliberal. Nada deja

7
Pérez Loose, Hernán: “¿Es neoliberal el Ecuador?”, El Universo, 26 de
septiembre de 2006.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 18

tan latente el grado de indefinición que un peculiar ensayo


denominado “Correa, un neo-liberal”, co-escrito por Alberto
Acosta Espinosa, gurú ideológico del socialismo ecuatoriano,
otrora coach intelectual del mismo Correa. Para estos señores
tan “neoliberal” es suscribir acuerdos de libre comercio como
lo es confiscar los fondos de cesantía de los maestros, reprimir
la libertad de expresión o coartar a las organizaciones de la
sociedad civil mediante el famoso Decreto 16 8. En otras palabras,
“neoliberal” sería todo aquello que consideran contrario a sus
convicciones. Ese es un sesgo conceptual que se repite en gran
parte de la izquierda local, lo cual esteriliza el debate en torno
al tema. Moldean el significado del término de acuerdo a las
necesidades argumentativas del momento.

Por Acosta Espinosa se puede constatar particularmente


la total falta de coherencia teórica de la izquierda. En su libro
Breve Historia Económica del Ecuador (2006) se cuelan todos los
clichés y falacias del socialismo criollo. Pero con una lectura
crítica, las inconsistencias del relato se hacen evidentes.
Efectivamente, según el texto en cuestión la noche fue muy
larga, pero de liberal tuvo poco, por más que el autor se empeñe
en concluir lo contrario. Acosta Espinosa nos habla de un
pasado de subsidios a empresas, de monopolios protegidos con
aranceles, de procesos de privatización abortados, de privilegios
estatales a grupos corporativos nacionales y extranjeros. Incluso
menciona subidas de impuestos y agencias tecnocráticas
recomendadas por burocracias internacionales. Se enumeran
muchas “intenciones” de liberalizar durante los noventa, pero

8
Acosta, Alberto y John Cajas Guijarro: “Correa, un neo-liberal”,
Rebelion.org, 7 de febrero de 2017. Disponible en: http://www.rebelion.
org/noticia.php?id=222604 (30 de mayo de 2018).
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 19

poquísimas liberalizaciones reales. Curiosamente, en el glosario


se señala que el neoliberalismo revivía “los principios liberales
de la teoría económica, a través de la cual se pretende conseguir
la disminución de la intervención estatal…”. El problema es que
se contradice constantemente, achacando al periodo “neoliberal”
toda una amalgama de medidas que hacen cortocircuito con los
postulados liberales. Señala por ejemplo:
“El discurso liberal quedó marginado cuando el Estado
dio paso al salvataje bancario, con el cual afloró una de las
facetas propias de la estructura autoritaria y paternalista de
la sociedad ecuatoriana, en definitiva del neoliberalismo
realmente existente… El Estado controló por esta vía el 70%
del patrimonio y el 60% de los activos de la banca”9.

¿En qué quedamos?, ¿el neoliberalismo revive


principios liberales, o los “margina”?, ¿disminuye la
intervención del Estado o la potencia? Confirmamos así la
incoherencia manifiesta de los propios forjadores de esa
leyenda negra. Sin duda, hay afirmaciones innegables del relato
del socialismo andino: que una parte de la clase empresarial
ha lucrado cínicamente del Estado mientras ondearon la
bandera de la libre empresa, de acuerdo. Que las recetas de
los burócratas internacionales han sido muchas veces un
desastre, también es verdad. Y muchos etcéteras. Pero lo de
la “larga noche neoliberal”–entendida esta como un supuesto
periodo de verdadera apertura económica—no es más que
un mito resultante de una burda estafa intelectual, como
comprobaremos en el capítulo segundo cuando abordemos
los hechos históricos.

9
Acosta Espinosa, Alberto: Breve Historia Económica del Ecuador
(Corporación Editora Nacional, Quito, 2006), pp. 213-214.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 20

Pero ahí viene otra cuestión. Si bien obras como la antes


referida abundan en las librerías, aun cuando su interpretación
de los hechos resulta errada, es todavía escasa la oferta visible
de publicaciones que las desmientan. Por una razón muy simple:
en este país—salvo en años muy recientes, en los cuales ha
aumentado notablemente la presencia de intelectuales liberales
en foros de opinión—la esfera académica ha sido dominada por
el socialismo, que se preocupó por el análisis de nuestra historia
en universidades y centros de estudio, por lo que monopolizaron
la oferta intelectual sin presencia de contrapesos que cuestionen
sus premisas10. Por ello, resulta imperativo retomar la discusión
para quienes defendemos el esquema doctrinal denominado
liberalismo y promovemos su realización en la esfera política.
Porque, como señala Enrique Ghersi, el mantra del neoliberalismo
constituye “una figura retórica por la cual se busca pervertir
el sentido original del concepto y asimilar con nuestras ideas
[liberales] a otras ajenas con el propósito de desacreditarlas en
el mercado político”. Aclarar el uso del término resulta además
imperativo porque, por otra parte, se trata de un juego de lenguaje
que busca despertar reacciones emocionales que modulen nuestro
razonamiento, como lo explican Gloria Álvarez y Axel Kaiser en
El Engaño Populista (2016):
“Así de sencillo. Las realidades que tú y yo representamos
en nuestra mente las representamos a través del

10
Entre las publicaciones locales que desbancan mitos del socialismo
cabe destacar, entre otras que son citadas a lo largo de este trabajo,
obras como: Calderón de Burgos, Gabriela: Entre el instinto y la razón
(Cato Institute, Guayaquil, 2015); Arosemena Marriot, Pablo y Pablo
Lucio Paredes: La culpa es de las vacas flacas (Guayaquil, 2016); Carpio
Tobar-Subia, Juan Fernando: 10 Lecciones de Economía (que los gobiernos
quisieran ocultarte) (Innisfree, Quito, 2013).
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lenguaje, y este no es neutro: tiene cargas valorativas y


emotivas que llevan a las personas a rechazar o aceptar
determinadas ideas, instituciones e incluso sistemas
económicos y sociales completos. Como hemos visto,
cualquier cosa etiquetada como «neoliberal», aunque
produzca resultados extraordinarios, será rechazada,
pues el rechazo al concepto es visceral y no racional”11.

En definitiva, dentro del universo intelectual de


la izquierda, la palabra “neoliberalismo” constituye un
churichurinfunflais semántico—recordando el término de
Roberto Gómez Bolaños, el célebre Chespirito—una respuesta
omnivalente que significa todo y nada a la vez12.

2. Definición posible: neoliberalismo como consenso


tecnocrático

Ahora, ¿existe una definición posible en medio de tanta


confusión? Creemos que sí, pero para encontrarla necesitamos
comprender bien el contexto histórico e ideológico en el cual
surge el término. Como se mencionó, específicamente a raíz de
las reformas liberales realizadas por el régimen de Pinochet en
Chile se empezó a generalizar el uso despectivo de la palabra
“neoliberalismo” entre la intelligentsia socialista de América

11
Kaiser, Axel y Gloria Álvarez: El Engaño Populista. Por qué se arruinan
nuestros países y cómo rescatarlos (Ediciones El Mercurio, Santiago de
Chile, 2016), p.93.
12
Alusión a la letra de canción “Churichurinfunflais” del programa de
TV “El Chapulín Colorado”, que dice: “-Hay unas palabras clave, que
significan quién sabe: Churichurinfunflais, churichurinfunflais. -Por
eso como respuesta, la gran solución es ésta, siempre responde: Churi
churinfunflais. -Yo te lo aseguro, nunca fallarás, cuando tú respondas:
Churichurinfunflais…”.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 22

Latina. Antes se utilizó varias veces en la academia con su


significado literal, como sinónimo de “nuevo liberalismo”, para
esas corrientes de pensamiento que buscaban redefinir ciertos
elementos conceptuales del liberalismo clásico y adaptarlo a la
realidad del siglo XX. En Europa se hizo relativamente común la
palabra, por ejemplo, para referirse a la llamada Economía Social
de Mercado13.

El mayor propagandista del mito en Ecuador fue sin


duda Rafael Correa Delgado, quien señala sobre el “paradigma
neoliberal”:
“En la lógica del nuevo paradigma, las causas de las
crisis en América Latina eran la excesiva intervención
del Estado en la economía, la ausencia de un adecuado
sistema de precios libres y el distanciamiento de los
mercados internacionales, todo ello fruto básicamente
de los requerimientos que imponía el modelo
industrializador sustitutivo de las importaciones...

En la época industrializadora se sospechaba del


mercado y se confiaba excesivamente en el Estado;
de pronto, todo cambió. En lo conceptual, como por
arte de magia, el individualismo se convirtió en la
máxima virtud, la competencia en modo de vida y
el mercado en omnipresente e infalible conductor
de personas y sociedades. Cualquier persona que
hablara de planificación o acción colectiva, debía ser,
sencillamente, desechada. En cuanto a las implicaciones
de política, se generalizaron en la región profundos y
rápidos procesos de reformas estructurales basados en
el aperturismo, fomento del mecanismo de mercado y
disminución del rol del Estado…”14

13
Explicación del concepto sintetizada en Rivadeneira Frisch, Juan:
“Economía Social de Mercado”, Fundación Konrad Adenauer, Quito,
2009.
14
Correa Delgado, Rafael: Ecuador: de Banana Republic a la No República
(Debate, Quito, 2009), pp. 37-38.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 23

La descripción que hace Correa Delgado de la evolución


ideológica de la región tiene cierto grado de veracidad, pero
se equivoca diametralmente en algo muy importante. El giro
doctrinal vivido en algunos países no sucedió “por arte de
magia”, sino que fue resultado de la decepción reinante con la
deriva estatista seguida desde mediados del siglo XX. Aunque
de ese episodio nos ocuparemos en el siguiente apartado, cuando
veamos el contexto histórico del periodo que examinamos.
El adalid del Socialismo del Siglo XXI nos dice también que
súbitamente “el individualismo se convirtió en la máxima virtud,
la competencia en modo de vida y el mercado en omnipresente e
infalible conductor de personas y sociedades”. De forma un tanto
dramática e hiperbólica, lo que intenta explicar es el resurgir de
las ideas liberales clásicas: confianza en la libre competencia,
respeto de la propiedad privada, libertad contractual, etc.
Además nos dice que esto derivó lógicamente en una reducción
de la presencia del Estado, creando más espacios de autonomía
para individuos y empresas.

Desde la década de 1950 hasta que comienza el cambio


de mentalidad en favor del libre mercado, el ambiente ideológico
tanto en política, como en universidades y organizaciones
internacionales, estuvo dominado por alguna variante más o
menos radical del estatismo económico. El protagonista de la
opinión pública fue el “experto en desarrollo”—que William
Easterly describe tan bien en su libro The Tyranny of Experts
(2014)—, encarnado en legiones de académicos y tecnócratas.
Pontificaban desde cátedras universitarias y órganos
reguladores, o como parte de una creciente burocracia
internacional que globalizó sus recetas. Aquellos que siguieron
defendiendo la libertad de mercado y los derechos individuales
como camino al progreso eran vistos como piezas de
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 24

anticuario, fueron desterrados de los principales foros de


debate.15 El protagonismo intelectual quedó para gurús del
intervencionismo como John Maynard Keynes y Gunnar
Myrdal.

Desde los años cincuenta también, la política económica


de los países de América Latina se debatió entre dos vertientes
doctrinales: socialismo y desarrollismo. El socialismo era la
opción de la izquierda, entonces mucho más radical que ahora
bajo la inspiración del experimento cubano y el apoyo de la Unión
Soviética. El estrepitoso fracaso del ensayo comunista ruso aún
no era del todo evidente para sus acólitos, pese a que ya habían
muerto millones de hambre y otro tanto había sido ejecutado.
Esta vertiente buscaba la abolición de la propiedad privada, la
nacionalización de la banca y la industria, así como el corte de
lazos financieros y políticos con Estados Unidos. Por otro lado, el
desarrollismo era la alternativa del centro y la derecha, así como
de la mayoría de dictaduras militares, salvo en Chile. Aunque
con más tolerancia hacia la propiedad privada, se consideraba
necesaria una intensa intervención del Estado para promover un
rápido desarrollo industrial—de ahí lo de “desarrollismo”—que
nos ponga a la par con Europa y Estados Unidos. Todo ello bajo
la supervisión de los ya mencionados “expertos en desarrollo”
que pregonaban la Teoría de la dependencia. El eje de su
propuesta era la utilización de “aceleradores” de desarrollo como
barreras arancelarias, nacionalización de “sectores estratégicos”
y proyectos empresariales públicos. Ello propiciaría nuevos
“términos de intercambio”, en los que no seguiríamos relegados
a ser productores de insumos primarios dependientes de la
tecnología proveniente del Norte. Los que tienen suficiente edad

15
Easterly, William: The Tyranny of Experts. Economists, Dictators and the
Forgotten Rights of the Poor (Basic Books, Nueva York, 2013).
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 25

se acordarán de “éxitos” de la industria latinoamericana bajo ese


paradigma, como los modelos de automóviles Cóndor y Andino,
piezas idóneas para un eventual museo del fracaso.

La principal fuente de promoción intelectual del


desarrollismo en América Latina fue la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe, CEPAL. Los mandarines cepalinos
sostuvieron que la vía al edén industrial era “hacia adentro” y
pasaba por una fuerte intervención del Estado16. Para ellos el
“gobierno sería la solución a todos los problemas”, citando palabras
recientes de Osvaldo Sunkel, uno de los miembros más prominentes
de dicho clan17. Estas ideas se impregnaron en casi todos los textos
constitucionales aprobados por entonces en América Latina,
volcados a la trivialización de la iniciativa privada y la encumbración
del nacionalismo económico. Explica el historiador Carlos Sabino
en su libro El Fracaso del Intervencionismo (1999):
“La forma concreta de alcanzar este objetivo era, en
definitiva, muy sencilla: crear barreras a la importación de
bienes industriales y favorecer desde el Estado, mediante
exenciones impositivas, créditos blandos y otros estímulos
parecidos, a la industria naciente. Se produciría así el
resultado apetecido: sustituir importaciones, es decir, hacer
que la industria local pasase a controlar un mercado interno
hasta allí abastecido por las importaciones, ahorrando
divisas, favoreciendo el empleo local y promoviendo, como
último resultado, un crecimiento independiente y basado en
la expansión del mercado interno”18.

Efectivamente, la idea era en apariencia simple, como


apunta Sabino. América Latina debía cerrarse comercialmente

16
Bielschowsky, Ricardo: “Sesenta años de la CEPAL: estructuralismo
y neoestructuralismo”, Revista CEPAL, 97, abril, 2009.
17
Citado en Kaiser y Álvarez, op. cit, p. 59.
18
Sabino, Carlos A.: El Fracaso del Intervencionismo (ed. 1999, ed. de
Kindle, Instituto Democracia y Mercado, Santiago de Chile, 2012).
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 26

a las importaciones de productos industriales de países


desarrollados y abrir sus fronteras internas para crear un
mercado regional que permita desarrollar una industria propia,
mediante la constitución de la Asociación Latinoamericana de
Libre Comercio (ALALC) que eventualmente competiría de igual
a igual con EEUU o Europa. Todo esto partía de una analogía
equivocada con la historia de Estados Unidos, considerada por
muchos como la primera unión aduanera del mundo, en la que
las treces colonias liberadas del yugo británico se unieron en
un mercado común creado por la Constitución de 1787. Esto
permitió a sus productores asegurar un creciente mercado,
mientras eran protegidos por altos aranceles. No obstante,
los gurús de la CEPAL pasaron por alto muchos elementos
en esa analogía, porque pecaron de esa “fatal arrogancia”, en
palabras de Hayek, que embriaga a los ingenieros sociales que
buscan imponer sus quimeras por decreto19. Sin duda, hubo un
marcado proteccionista hasta 1934, producto de la malsana
influencia de grupos corporativos en el Congreso americano,
donde entonces se decidían los impuestos al comercio exterior.
Pero el espectacular desarrollo americano se dio a pesar de esa
protección, no gracias a ella. El proteccionismo fue motivo de
polémica en Washington, desde la fundación de Estados Unidos,
y luego se convirtió en una causa fundamental de la izquierda
americana, porque veían con razón en el arancel proteccionista
“la madre del monopolio”. Por un lado, efectivamente la ausencia
de barreras comerciales entre los estados permitió vender y
comprar en un espacio de dimensión continental. Por otra parte,
sin embargo, los emprendedores ahí gozaron del mayor grado

19
Hayek, Friedrich A.: La Fatal Arrogancia (Unión editorial, Madrid,
2011).
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 27

de libertad empresarial del mundo, con un entorno institucional


que garantizaba los derechos de propiedad y el cumplimiento
de los pactos contractuales, sin directrices de burocracias
centralizadas. Esto último fue el ingrediente por el que cuajó
en realidad el espectacular despegue económico de esa nación
durante el siglo XIX20. Ese fue uno de muchos “leves” detalles
que se les escaparon a los tecnócratas cepalinos en su carta de
navegación, y por lo cual lógicamente naufragaron todos los
países que se embarcaron con ellos.

Las palabras de un militar ecuatoriano, que fungía en


1975 como responsable de la Dirección de Industrias del Ejército,
retrata la esencia ideológica del momento:
“En lugar de la ciega e inflexible devoción que muchos
hombres de negocios tienen al liberalismo económico,
nosotros hemos querido demostrar que en lugar de la mano
invisible de Adam Smith es necesaria la mano orientadora, de
pulso firme, el soporte incondicional y persistencia creativa
del Estado”21.

El estatismo reinante mostró su desgaste a finales de


los años setenta y principios de los ochenta, ocasionando
profundas crisis económicas por doquier, lo que dio paso a la
búsqueda de nuevos modelos ideológicos. Sabino comenta en
1999 sobre ese cambio de paradigma ya entonces consolidado:

20
Caicedo Castillo, Aparicio: El New Deal del Comercio Global: génesis
ideológica del ordenamiento económico de la posguerra (Unión Editorial,
Madrid, 2012).
21
Citado en Pérez, Wilson: “Navidad todos los días”, Koyuntura, 14,
Año 2, septiembre de 2010, p. 2.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 28

“…se retorna en parte a la visión liberal–democrática


abandonada hacia 1930 y las economías parecen encaminarse
hacia la plena vigencia de los equilibrios determinados por
el mercado. El neoliberalismo, como se lo define con más
fervor comunicacional que rigor conceptual, se ha colocado
en el centro de la escena y todo parece girar a su alrededor”22.

El profesor de Harvard, Jeffry A. Frieden, ofrece uno


de los recuentos más didácticos de ese cambio de paradigma
económico acontecido. En su libro Capitalismo Global, habla de un
“terremoto socioeconómico”, por el cual la mayoría de “países
renunciaron a la planificación y se orientaron hacia los mercados
internacionales”. Añade:
“Este nuevo punto de vista, denominado de libre mercado,
neoliberal u ortodoxo, incluía austeridad antiinflacionista,
reducciones de impuestos y del gasto, privatización y
desregulación. El ‘Consenso de Washington’… fue pronto el
principio organizador de la mayoría de las discusiones sobre
política económica. El Consenso de Washington resonaba
con fuerza creciente en el mundo subdesarrollado que se
debatía agobiado por la deuda y las crisis de crecimiento
de los años ochenta y en el mundo excomunista a medida
que se apartaba de la planificación centralizada durante los
noventa… Las alternativas comunista, radical, desarrollista
y populista a la ortodoxia eran débiles o inexistentes; era
difícil encontrar partidarios de la planificación, la sustitución
de importaciones o la propiedad estatal generalizada en
ningún lugar del mundo. Entre los pensadores económicos
había desacuerdos ‘internos’, pero pocos cuestionaban la
primacía del mercado como mecanismo de distribución
económica”23.

22
Sabino, op. cit.
23
Frieden, Jeffry A.: Capitalismo Global. El trasfondo económico de la
historia del siglo XX (Crítica, Barcelona, 2007) pp. 524-525.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 29

Este cambio de paradigma económico iba unido a


profundos cambios políticos en nuestra región, que abrió las
puertas a la democracia. En 1980 solo había dos gobiernos
suramericanos elegidos en las urnas, entre ellos Ecuador. En
1990 ya no quedaba una sola dictadura en la región. Como
apunta Frieden, tuvo mucho que ver en este fenómeno “la
indignación popular y hasta de los empresarios y la clase media
por la forma en que los regímenes autoritarios aislados habrían
despilfarrado los fondos obtenidos a crédito”. En cualquier caso,
de 1982 en adelante los países subdesarrollados abandonaron
progresivamente los paradigmas desarrollistas, abriéndose al
comercio y las finanzas, vendiendo empresas estatales al sector
privado y controlando el despilfarro y la emisión monetaria,
para insertarse de mejor manera en el mercado mundial24.

La famosa frase “Consenso de Washington” fue acuñada


por el economista John Williamson, del Peterson Institute
for International Economics, para referirse a las ideas que
dominaron la agenda de reforma por aquellos años. Se trataba
de un catálogo de medidas inspiradas, en palabras del propio
Williamson, en tres ideas: disciplina macroeconómica, economía
de mercado y apertura al mundo25. En la práctica, ello se traducía
en la promoción de reformas orientadas fundamentalmente a los
siguientes objetivos: 1. Liberalización de mercados mediante la
desregulación de todas aquellas áreas hasta entonces controladas
fuertemente por el Estado como transporte, telecomunicaciones,
finanzas, etc. 2. Otorgamiento de garantías de estabilidad jurídica
y tributaria a la iniciativa privada, con especial énfasis en la

24
Frieden, op. cit., pp. 493-494.
25
Williamson, John: “Did the Washington consensus fail?”, Peterson
Institute for International Economics, Washington DC, 2002.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 30

atracción de inversión extranjera. 3. Venta de empresas estatales


proveedoras de servicios públicos—telefonía, electricidad, agua,
etc.—al sector privado en régimen de libre competencia, lo que
se conoce como “privatización”. 4. Control del gasto público
mediante programas de austeridad y ahorro fiscal. 5. Apertura
comercial mediante rebaja de impuestos y otras trabas a las
importaciones, así como suscripción de acuerdos de integración
económica. Y, 6. Disciplina en la emisión de moneda para evitar
escaladas inflacionistas.

En el plano jurídico, este cambio significó una


revalorización de los derechos individuales, especialmente en
la garantía del derecho de propiedad y la libertad contractual,
los cuales fueron relegados a un segundo plano cuando el
nacionalismo reinaba en la atmósfera ideológica. La Constitución
ecuatoriana de 1998—siguiendo la tendencia de la Unión
Europea, Colombia, Chile o Perú, entre otros—estableció la
Economía Social de Mercado como marco doctrinal de la política
económica del Estado en su artículo 244, texto normativo que
constituyó un sensato catálogo de buenas intenciones que nunca
se llevaron a la práctica. Esto no resulta excepcional en América
Latina, región donde los cartas fundamentales “parecieran valer
poco más que el papel en el cual han sido escritas”, en palabras
del historiador de Stanford, Niall Ferguson26.

Como bien señaló Moisés Naím, antiguo director de la


revista Foreign Policy, la retórica era mucho más uniforme que la
práctica27. Los funcionarios gubernamentales invocaban en foros

26
Ferguson, Niall y Daniel Lansberg-Rodríguez: Constituciones
Desechables (Fundación para el Progreso, Santiago de Chile, 2017).
27
Naím, Moisés: “Washington Consensus: A Damaged Brand”,
Financial Times, 28 de octubre de 2002.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 31

internacionales esas ideas liberales como fuente de inspiración,


pero sus acciones no siempre eran coherentes, o se estrellaban
con la demagogia reinante en su entorno, que fue lo que ocurrió
en Ecuador. No obstante, los países que lograron implementar
las reformas más importantes del catálogo, y superar las
turbulencias de finales de los noventa, vieron despegar sus
economías hasta el día de hoy. Tal es el caso, por ejemplo, de
Perú, Colombia, Chile y Uruguay en América, de Lituania,
Estonia o República Checa en Europa, entre muchos otros. Todos
ellos fueron capaces de sentar las bases de un modelo basado en
el fomento de la iniciativa privada y la integración económica
internacional, con entornos institucionales estables atractivos
para la inversión extranjera, fomentando la competitividad
mientras sus ciudadanos superan la pobreza.

En conclusión, podemos decir que por “neoliberalismo”


se entiende el consenso sobre la conveniencia de la liberalización
económica que dominó la agenda tecnocrática internacional
durante la década de 1990. Como apunta Eugenio D’Medina
Lora, si bien el uso del término es siempre confuso y multívoco,
en atención al contexto histórico en que surge “podemos pensar
en neoliberalismo como políticas consistentes con el Consenso
de Washington”28. Se basaba en el convencimiento de que la
integración económica internacional, la racionalidad del gasto
público y la libre competencia empresarial eran el mejor camino
a la prosperidad. Apertura comercial, liberalización interna,
certidumbre institucional para la iniciativa privada, enajenación
de empresas públicas superfluas, disciplina fiscal, racionalidad
tributaria y seriedad monetaria: esos fueron los ingredientes

28
D’Medina Lora, Eugenio: El Hilo Conductor. La viabilidad del liberalismo
en América Latina (Unión Editorial, Madrid, 2013), p.285.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 32

primordiales de la receta, sin cuya presencia integral no es


posible catalogar un proceso de reformas como neoliberal.

Y con esto claro llegamos a la pregunta que


responderemos en el siguiente apartado: ¿se aplicó esa receta
en Ecuador?
33

Capítulo II
La noche fue larga, pero ¿liberal?

¿Se llevó a cabo en Ecuador un proceso de reforma


neoliberal? Es decir, ¿existió un periodo de profunda
liberalización de la economía y prudencia fiscal como aseguran
los gurús intelectuales del socialismo andino? Anticipamos la
respuesta: no. En este país no se llevó a cabo tal proyecto. Durante
la década de los noventa se dieron muchas iniciativas pero en su
gran mayoría no fueron implementadas. Fuimos la excepción a
la regla regional.

Volvamos unas décadas en la historia para comprender


cómo pasó todo. En los años sesenta comienza el primer periodo
del ciclo petrolero, con una economía mínima concentrada
en la agricultura. Como las arcas del Estado eran insuficientes
para financiar la explotación petrolera en el Oriente, tocamos la
puerta de empresas privadas extranjeras para poder emprender
esa aventura. Apunta sobre ello Osvaldo Hurtado en su libro
Entre Dos Siglos (2017):
“[el petróleo no se habría] descubierto y explotado, de
no mediar las inversiones realizadas por compañías
extranjeras en la por entonces aislada selva amazónica, ya
que no existía un camino que traspasara la cordillera andina
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 34

oriental y llegara a la zona en la que estaban localizados los


yacimientos. El menesteroso Estado y el débil sector privado
nacional habrían sido incapaces de acometer tamaño desafío
económico y tecnológico, pues carecían de los considerables
capitales requeridos y desconocían las complejidades
técnicas y empresariales del negocio petrolero”29.

Como resultado, las empresas Gulf y Texaco descubrieron


ricos yacimientos petrolíferos, logrando que los campos Bermejo,
Charapa y Lago Agrio comenzaran a producir en 1972. Más aún,
dichas corporaciones también invirtieron en la construcción de
un oleoducto que se pensaba imposible. Atravesaron la selva
y las montañas para llevar el crudo al puerto construido en la
provincia de Esmeraldas, iniciando un periodo de bonanza
económica que transformó para siempre al país. Así se definió
la primera fase del patrón cíclico de la era petrolera: cuando
el Gobierno está sin dinero—porque no tiene todavía petróleo
o los precios están bajos—mima al sector privado, nacional y
extranjero, y lo invita a la fiesta mientras le conviene. Las cosas
empiezan a cambiar cuando el dinero empieza a fluir. Durante
la década de los setenta el precio del barril de crudo empezó a
subir meteóricamente. De 2.50 dólares en 1972, el precio pasó
a 13 dólares en 1974—que compraban lo mismo que 69 dólares
en 2018—llegando a valer 35 dólares en 1980—equivalentes a
112 dólares de 2018. Imbuido del clima ideológico reinante en la
época, el entonces gobernante Gral. Guillermo Rodríguez Lara
(1972-76) declaró al petróleo un bien “estratégico”, y paseó en
desfile por las calles de Quito el primer barril obtenido, como si
de un tótem sagrado se tratara.

Es ahí cuando entramos en la segunda fase del ciclo de


adicción petrolífera: gasto desenfrenado y deuda, acompañados

29
Hurtado, Osvaldo: Ecuador entre dos siglos (Debate, Bogotá, 2017), p. 31.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 35

de intervencionismo estatal en la economía privada. El Gobierno


del Ecuador había iniciado el camino por la senda “desarrollista”
en 1957, cuando se aprueba la Ley de Fomento Industrial, que
aplicaba los paradigmas cepalinos, en los cuales consumidores,
productores y comerciantes eran considerados meros alfiles de los
intereses que el planificador central consideraba prioritarios. Dicha
ley obligó a las entidades públicas a abastecerse preferiblemente
con bienes de fabricación nacional, y prohibió la importación
de productos similares a los fabricados dentro de las fronteras
nacionales. Sin embargo, la normativa tuvo poca fuerza hasta que
llegó el auge petrolero y el General Rodríguez Lara se tomó en
serio la cuestión. En 1972 se publicó “Filosofía y Plan de Acción
del Gobierno Nacionalista y Revolucionario de las Fuerzas
Armadas”, documento cuyo nombre lo dice todo y que bien podría
servir de manifiesto programático a cualquier movimiento acólito
del Socialismo del Siglo XXI. Se prometieron “transformaciones
sustanciales en el sector socioeconómico y jurídico” y acciones
“enérgicas contra los grupos social y económicamente
privilegiados”. Todo ello mediante “reformas estructurales
profundas” que “modifiquen el comportamiento tradicional de la
economía y de la sociedad”. Fue el primer experimento tecnocrático
a gran escala, liderado por la Junta Nacional de Planificación,
espacio que hoy ocupa la SENPLADES. Si bien ahora usan otros
términos como “cambio de matriz productiva” o “buen vivir”, la
fórmula es esencialmente la misma que la de entonces. En dicho
documento se menciona además como objetivo la búsqueda de
“una reforma agraria real y efectiva”. El gobierno ecuatoriano se
alejó diplomáticamente de los Estados Unidos. Votó en la OEA
a favor de readmitir a la Cuba castrista como miembro y aplicó
una política nacionalista subsidiada por el petróleo. De hecho, la
política económica del Gobierno de Alianza País en Ecuador ha
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 36

sido catalogada como “un giro hacia el neo-desarrollismo”30.

La mano visible del Estado ecuatoriano se hizo sentir


como nunca antes en la historia. La fiesta comenzó y se extendió por
diez años. La libertad de empresa y el derecho de propiedad fueron
respetados en la medida que no interfirieran con los designios
del Gobierno. Surgieron muchas empresas dependientes del
proteccionismo. Se crearon nuevos entes regulatorios. Crecieron las
responsabilidades del Gobierno en materia de educación, transporte,
vialidad, telecomunicaciones, etc. Se iniciaron proyectos faraónicos.
La Corporación Estatal Petrolera Ecuatoriana, CEPE, llegó a ser
el centro de la economía del país. Todos—políticos, empresarios,
burócratas, sindicatos, gremios—empezaron a competir por la
asignación política de rentas petroleras. La banca pública extendió
créditos en condiciones privilegiadas al sector productivo. Se creó
el subsidio a los combustibles. El Estado compró las acciones de
la americana Gulf—sin la cual no habríamos tenido acceso al oro
negro como vimos—y quedó como socio mayoritario del consorcio
Texaco. Se estatizó la aerolínea Ecuatoriana de Aviación. El gasto del
Gobierno central se elevó en un promedio anual del 27 por ciento,
entre 1971 y 1981. Se duplicó el número de funcionarios públicos
entre 1972 y 1974, de 97 mil a 193 mil. Las remuneraciones de los
burócratas llegaron a suponer el 29 por ciento del presupuesto31.
La deuda externa pasó de 242 millones de dólares en 1970, a 5.870
millones de dólares en 1981; un aumento de nada menos que del
2.425 por ciento, en una sola década. Y ahí hay un detalle no menor
que es captado por el profesor Galo Abril Ojeda en un comentario
digno de resaltar:

30
Cypher, James M. y Yolanda Alfaro: “Triángulo del neo-desarrollismo
en Ecuador”, Revista Problemas del Desarrollo, 185 (47), abril-junio 2016.
31
Hurtado, op. cit., p. 79.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 37

“…no necesariamente el dramático incremento de la deuda


externa se produce en razón de la aplicación de políticas de
corte neoliberal, sino todo lo contrario, en el marco de políticas
estructuralistas favorables a la conducción centralizada de la
economía”32.

A comienzos de los ochenta entramos en la tercera fase


del ciclo: la crisis. El modelo desarrollista comenzó a mostrar
fisuras profundas por doquier: la “industria infante”, demasiado
mimada por el proteccionismo de inspiración cepalina, se negó
a crecer cual Peter Pan33. El precio del petróleo se descalabró.
Y, para colmo de males, la Reserva Federal americana subió los
tipos de interés, con lo cual se encareció sustancialmente la deuda
adquirida con bancos estadounidenses durante la bonanza. De
crecer un 9 por ciento promedio, entre 1970 y 1980, pasamos al
2 por ciento en 1982, y a decrecer en -3,3 durante 1983. La deuda
externa llegó a 7.100 millones de dólares.

Por otra parte, en Estados Unidos y Reino Unido llegaron


dos líderes muy peculiares a la cabeza de los respectivos
gobiernos, Ronald Reagan y Margaret Thatcher, con un mensaje
tan claro como trasgresor para la época: si los dejas competir
libremente, los ciudadanos pueden gestionar mejor la economía
que los gobiernos, por tanto no hacen falta tantos controles, tanta
intervención, ni tantas empresas públicas. En la práctica, ello
significaba liberalizar la economía, controlar el gasto, garantizar
el Estado de Derecho y privatizar los entes estatales superfluos.
Esas eran por entonces verdaderas blasfemias ideológicas que
incendiaron todos los púlpitos de estatismo todavía reinante.

32
Abril Ojeda, Galo: “Rompiendo Mitos. Un Manual para
Revolucionarios”, Polémika, Vol. 4, No. 1, 2010.
33
Caicedo Castillo, Aparicio: “Síndrome de Peter Pan”, El Universo, 31
de enero de 2014.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 38

Incluso dictaduras comunistas como la República Popular China


se aventuraron en busca de las bondades del libre mercado,
con extraordinarios resultados. Autores liberales como Milton
Friedman y Friedrich A. Hayek, marginalizados por décadas,
empezaron a salir del olvido. No obstante, en Ecuador esas ideas
tomaron fuerza muchos años después.

Osvaldo Hurtado Larrea (1981-84), sucesor en la


Presidencia tras el fallecimiento de Jaime Roldós Aguilera (1979-
81), afrontó la primera tormenta. Recurrió por un lado a medidas
de mercado que aliviaron ciertos aspectos, como la apertura
de la explotación petrolera al capital privado, y por otro, a
intervenciones que ahondaron los problemas, como controles
del tipo de cambio, restricción de importaciones, devaluaciones
del sucre, etc. La más significante de esas intervenciones fue
la “sucretización”, a la que nos referiremos con más detalle en
el capítulo tercero. Nuestra clase política no estaba preparada
para ese remezón, porque se pensó que el paraíso petrolero
sería sempiterno, y cuando la realidad tocó la puerta no se supo
responder. El propio Hurtado lo admite, al recordar esos días en
su libro: “Por entonces no se tenían las certezas, hoy existentes,
sobre cuáles eran las políticas idóneas para restablecer los
equilibrios económicos”34. Sabino capta la esencia del dilema que
enfrentaron otros gobiernos latinoamericanos en esos mismos
años: la población quería “crecimiento económico y esperaba
nuevos subsidios y leyes sociales de más amplia cobertura,
pero el dinero para llevar a cabo estos programas brillaba por
su ausencia”. El historiador argentino es más preciso aún en esa
explicación cuando señala:

34
Hurtado, op. cit., p. 82.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 39

“Ninguno se atrevía a correr el riesgo de emprender


reformas que no comprendían bien, que se oponían a sus
modos de pensar y que, por el contrario, estaban seguros
que les impondrían costos políticos sumamente severos. El
ambiente intelectual y político… era también decididamente
opuesto a realizar cualquier transformación de envergadura.
Se hablaba más de la inmoralidad de la deuda que de las
formas en que podría pagarse, del injusto orden internacional
que de las causas del endeudamiento. Se mencionaban a
cada paso los “costos sociales” de cualquier posible ajuste
fiscal y no los profundos defectos del modelo económico
todavía vigente, el mismo que había llevado precisamente a
la crisis del endeudamiento”35.

Así llegamos a la elección de León Febres-Cordero


Ribadeneyra (1984-88). Seguidor de Reagan, quien lo recibió
afectuosamente en la Casa Blanca, Febres-Cordero comenzó su
mandato con una agenda liberal y algunas reformas positivas,
sembrando muchas expectativas. Liberalizó los precios de
diversos productos y la tasa de cambio, entre otras reformas
amigables con la inversión extranjera. Sin embargo, su política
económica tuvo un giro radical a raíz del rompimiento del
oleoducto tras el terremoto del 5 de marzo de 1987. Las ventas
petroleras del país se desplomaron casi en un 68 por ciento,
comparadas con las de 1985. En lugar de ahorrar, aumentó el
gasto corriente: entre 1985-1988 pasó del 16 por ciento al 21 por
ciento del PIB, así como el gasto público pasó del 24 por ciento
en 1984 al 27 por ciento en 198836. Los recursos se obtuvieron
de las imprentas del Banco Central, empeorando la situación
fiscal y la estabilidad monetaria gravemente. En 1986 se
imprimieron 60 millones de sucres, un 30 por ciento más que el

35
Sabino, op. cit.
36
Banco Central del Ecuador. Banco Central del Ecuador. Memoria
Anual 1988. (Quito, 1989). pp 92-95.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 40

año anterior37. Bajo imperativos de supervivencia política, antes


que por consideraciones de prudencia económica, se optó por el
intervencionismo nuevamente: control de precios a productos
básicos, congelamiento de tarifas de servicios públicos, y
hasta encarcelamiento de productores y comerciantes que
incumplieron las directivas oficiales. Llegó 1987 con un
déficit fiscal del 10 por ciento del PIB y saldo negativo en la
reserva monetaria38. Se profundizó además la sucretización, en
perjuicio del fisco. Ello se suma a una inflación de cerca del 74
por ciento interanual, un duro golpe a la capacidad adquisitiva
de la población39.

Rodrigo Borja Cevallos (1988-1992) tuvo que lidiar


como Presidente con la inflación y el déficit fiscal heredado.
Bajo la dirección de su Ministro de Finanzas, Jorge Gallardo
Zavala, aplicó una oportuna política de ajuste para poner la
casa en orden. Entre las medidas adoptadas, se destacan: la
eliminación de diversos subsidios, un recorte significativo
del gasto público y la contención de la emisión monetaria,
además de fijación de límites estrictos a los créditos
concedidos por el Banco Central. El oficialismo tuvo una
mayoría legislativa favorable que permitió a Borja realizar
algunas reformas necesarias pero impopulares como la
flexibilización relativa de las leyes laborales. También redujo
aranceles a las importaciones y racionalizó la política
tributaria, con cambios para hacernos atractivos al capital
extranjero. La inflación se redujo al 49 por ciento anual

37
Banco Central del Ecuador: Memoria Anual 1986. (Quito, 1987) pp. 72-73.
38
Ibídem, p. 91.
39
Ibídem, p. 15.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 41

en 1990, lo que en aquel entonces resultaba moderado 40.


Sin embargo, cuando llegaron las elecciones legislativas de
1990, a mitad de su periodo, el panorama cambió. Se acabó
la austeridad porque el Papá Estado entró en campaña,
repartiendo recursos bajo criterios electorales. Una vez más,
sucedió lo de siempre. El Banco Central tuvo que imprimir los
billetes necesarios para pagar la factura, razón por la que
volvieron la inflación, los desajustes, el aumento de la pobreza
y la pérdida del poder adquisitivo.

Sixto Durán-Ballén (1992-96) llegó a Carondelet con


un plan metódicamente estructurado por su vicepresidente y
gurú económico, Alberto Dahik Garzozi, bajo el paradigma del
llamado Consenso de Washington. Fue el primer proyecto que se
podría catalogar de “neoliberal” en Ecuador, porque sus acciones
obedecían a convicciones sistemáticas sobre la conveniencia de
la liberalización y no a urgencias del momento. Y aquí hay que
poner mucha atención al detalle, porque es donde por lo general
se confunde retórica con realidad, intenciones con resultados.
El plan no se aplicó en su totalidad, por razones que explica
Hurtado:
“Las organizaciones políticas y sociales de la izquierda,
incluso de centro, descalificaron los paradigmas económicos
recogidos en el Consenso de Washington tachándolos de
neoliberales. Con este adjetivo, que se volvió peyorativo,
los estigmatizaron como contrarios a los intereses del
país y perjudiciales para el pueblo. Los combatieron en
las calles, en el Congreso Nacional y en las consultas
populares, con una vehemencia que consiguieron que
no se concretaran leyes, reformas, decisiones y políticas
públicas que los instrumentaban. Por esta serie de motivos,
aquellas propuestas se aplicaron en el Ecuador en forma

40
Banco Central del Ecuador: Memoria Anual 1990. (Quito, 1991).
pp.115-118.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 42

parcial y transitoria, ya que unos gobiernos los consideraron


inconvenientes, y los que quisieron llevarlos a la práctica
enfrentaron obstáculos políticos insalvables”41.

Sin duda, se realizaron algunas reformas positivas. Una


de ellas fue la aprobación, en 1993, de la Ley de Modernización del
Estado, Privatizaciones y Prestación de Servicios Públicos por parte de
la Iniciativa Privada, mejor conocida como Ley de Modernización.
Esa pieza legislativa contenía los instrumentos jurídicos necesarios
para un ambicioso proyecto de privatización. Entre sus objetivos se
comprendía “la exploración y explotación de los recursos naturales
no renovables de propiedad del Estado, por parte de empresas
mixtas o privadas”, así como la “enajenación de la participación
de las instituciones del Estado en las empresas estatales”. Bajo el
amparo de esa normativa, el entusiasmo retórico del Gobierno y
el patrocinio técnico del Consejo Nacional de Modernización del
Estado, CONAM, se puso en marcha el proyecto.

¿Qué se privatizó? Nada significante. Pero en este punto


la propaganda del correísmo se ocupó de repetir mentiras
descaradas para alimentar el mito de la “larga noche neoliberal”.
Por ejemplo, el panfleto digital de la Presidencia de la República,
mientras reseñaba una entrevista a Rafael Correa, apuntaba en
2014: “A principios de los noventa, durante gobiernos como el
de Sixto Durán Ballén… se privatizaron sectores estratégicos
como el de las telecomunicaciones, los hidrocarburos e incluso el
sector eléctrico”42. ¿Eso cuándo y dónde sucedió? Quizá en Perú,

41
Hurtado, op. cit., p. 371-372.
“La Revolución Ciudadana recuperó la planificación del Estado”,
42

El Ciudadano, 16 de enero de 2014. Disponible en: http://www.


elciudadano.gob.ec/la - revolucion -ciudadana -recupero -la-
planificacion-del-estado/ (30 de mayo de 2018).
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 43

en Chile o en Colombia se dio algo así. En Ecuador con toda


seguridad no. Existieron muchos planes al amparo de la Ley de
Modernización, pero solo se privatizaron cuatro empresas de
mínima incidencia: Ecuatoriana de Aviación, el ingenio AZTRA,
la empresa de fertilizantes FERTIZA y la cementera Selva Alegre.

En telecomunicaciones los intentos por invitar al


sector privado quedaron truncados por una mezcla de
corrupción e inercia burocrática. La Empresa Ecuatoriana de
Telecomunicaciones, EMETEL, fue dividida en dos sociedades
anónimas, Andinatel y Pacifictel, para poder luego vender su
capital accionario. Para el efecto, en 1995 se creó mediante ley
el Fondo de Solidaridad, una especie de fideicomiso estatal
que sería el propietario de las entidades por privatizar, el cual
luego utilizaría los recursos obtenidos en las enajenaciones para
combatir la pobreza y honrar así su nombre. Sin embargo, nada
de eso sucedió. Pacifictel y Andinatel se quedaron en manos del
Fondo. Más aún, se convirtieron en un motín del cual se saciaron
todas las mafias políticas existentes con un régimen híbrido
de sociedad privada bajo propiedad estatal que eximía a sus
administradores de los controles propios de los entes públicos.
Finalmente, esas dos empresas volvieron a fusionarse durante
2008, para formar lo que hoy es la Corporación Nacional de
Telecomunicaciones, CNT.

Algo similar sucedió en el sector eléctrico, donde los


planes privatizadores también se desvanecieron en el agujero
negro del Fondo de Solidaridad. El Instituto Ecuatoriano de
Electrificación, INECEL, fue dividido en veinte empresas de
distribución, seis de generación y una de transmisión cuyos
paquetes accionarios pertenecían al Fondo. Pero jamás llegó la
inversión privada, por la misma mezcla de inmoralidad y
letargo que saboteó la privatización de las telefónicas.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 44

Finalmente, durante el Gobierno de Rafael Correa, se


reagruparon las empresas de generación y transmisión en una
sola, Corporación Eléctrica del Ecuador, CELEC EP. Con la
distribución y comercialización pasó lo mismo, se creó la
Corporación Nacional de Electricidad EP, CNEL EP.

Con relación a la seguridad social, la historia es más


compleja pero el desenlace igual de frustrante. Envalentonado
por los resultados favorables de la consulta popular que
promovió en 1994, Durán-Ballén decidió convocar un nuevo
plebiscito al año siguiente. Esta vez se incluyó una pregunta
icónica. Se planteó eliminar el monopolio estatal de la seguridad
social, para que los aportantes tengan el “derecho a escoger”
dónde confiar los medios que le permitan retirarse dignamente,
entre distintas opciones públicas y privadas. Era una iniciativa
que seguía lo hecho en países como Chile, Uruguay y Perú,
donde se suprimió la obligatoriedad del sistema de reparto
estatal y se permitió un esquema de capitalización individual.
De ser aprobado, dicho cambio habría tenido una trascendencia
extrema, librándonos del peligro derivado de que los gobernantes
de turno usen, como siempre lo han hecho, cual caja chica los
recursos que millones de trabajadores son obligados a depositar
en el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social. Además, esos
capitales liberados por el monopolio estatal habrían permitido el
despegue de un mercado de valores cuya normativa de respaldo
ya había sido aprobada. Lastimosamente, los dados electorales
aquella vez no favorecieron al sentido común sino al tribalismo
de una izquierda que se opuso fieramente a ese avance, y a la
demagogia de una derecha que solapadamente formó parte del
boicot. En todo caso, lo único cierto es que hasta el día de hoy
tampoco se privatizó la seguridad social.

Por otra parte, en materia de integración comercial,


si bien se bajaron considerablemente diversos aranceles,
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 45

siempre se mantuvieron niveles importantes de proteccionismo


a determinados sectores. Nunca se llegaron a suscribir
acuerdos de libre comercio con los principales destinos de
nuestras exportaciones como sí lo hicieron los países vecinos.
Paradójicamente, fue Rafael Correa—que siempre llamó “bobo
aperturismo” a las iniciativas de integración comercial mediante
TLCs—quien a regañadientes suscribió un acuerdo comercial
con la Unión Europea, por la urgencia que significó la potencial
pérdida de importantes concesiones comerciales. Treinta y cinco
legisladores de Alianza País no asistieron a la sesión en la que se
ratificó dicho pacto con Europa en diciembre de 2016, y tres más
votaron en blanco.

Y si bien en 1998 entró en vigencia una Constitución


que manifestaba tácitamente un apego relativo a los principios
de la Economía Social de Mercado, esta no logró cuajar en los
efímeros gobiernos subsiguientes de Jamil Mahuad Witt (1998-
2000), Gustavo Noboa Bejarano (2002-2003), Lucio Gutiérrez
(2003-2005), y Alfredo Palacio (2005-2007) que se mantuvieron
en una zona gris, de la que afloró el tradicional estatismo tan
rápido como el precio del oro negro empezó a trepar. En 2008 una
nueva Carta Magna fue forjada bajo el clímax del correísmo, en
la que se impregnó una suerte de neodesarrollismo adornado de
misticismo panteísta encarnado en el principio del “buen vivir”,
que al fin de cuentas es una coartada filosófica para reinstaurar
al Estado como amo y señor de la economía.

En el tema petrolero la mitomanía socialista inventó


una nueva falsedad: que los contratos petroleros durante los
noventa fueron mal negociados por una élite entreguista, y que
las demandas arbitrales recientes, que nos obligan a pagar miles
de millones de dólares por la súbita forma en que se terminaron
varios contratos, son la consecuencia de ello. Lo dijo expresamente
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 46

el mismo Rafael Correa en 2015: “Ya hemos presentado una


propuesta a Oxy y con el laudo definitivo continuaremos
negociando. ¡Otra obra más de los tratados firmados en la larga
y triste noche neoliberal!”43. Nuevamente aquí veremos que es
evidente la falacia, si se examinan con objetividad los hechos.

Lo que en realidad pasó fue que nadie esperaba en


1999, cuando se negoció el polémico contrato con Occidental
Pretroleum Corporation OXY, que los precios del petróleo
subirían tan drásticamente en los años siguientes. Los convenios
entonces se negociaron bajo la expectativa de 15 dólares como
precio promedio del barril—lo cual apenas cubría el costo de
producción. En tales circunstancias la única manera de atraer
inversión era otorgar un amplio margen de participación a las
empresas, por simple sentido común. De 2002 a 2006, en apenas
cuatro años, el precio del barril se multiplicó por más de cinco:
pasó de un promedio de 12 a 65 dólares, metiéndonos de nuevo
en el círculo vicioso que comenzó en 197144. Eso lógicamente
motivó un inesperado margen de ganancias para las petroleras
que habían negociado sus contratos—y asumido el riesgo de la
inversión—en época de petróleo barato. Teníamos tres opciones
frente a ello. Una muy improbable políticamente era dejar que las
empresas se ganen ese dinero, lo cual hubiera tenido el beneficio
de obligarnos a diversificar la economía para depender menos
del barril de crudo. Otra segunda alternativa, más viable, era la
de iniciar una renegociación seria de los términos contractuales,
donde se prevean escenarios a largo plazo y se establezcan
compromisos precisos. Ello hubiera tenido el doble beneficio

43
“1061 millones deberá pagar Ecuador a la petrolera Oxy”, El Universo, 11 de
marzo de 2015.
44
Ministerio de Coordinación de Política Económica: “Precios y diferenciales del
petróleo”, 2012.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 47

de elevar la recaudación para el fisco y mandar una señal de


confianza para atraer la inversión extranjera. No obstante, al final
nos fuimos por el sendero más compatible con nuestra tradición
política: armamos un numerito de tropicalismo institucional para
arranchar al braveo y quedarnos con todo. Se repitió la historia:
subió el precio del barril y olvidamos el discurso amigable con
la inversión privada. Se vivió una verdadera feria de demagogia
patriotera y se escogió a la OXY como chivo expiatorio. En 2006,
el Congreso advirtió al Ejecutivo con juicios políticos si este no
declaraba la caducidad, y el entonces Presidente Alfredo Palacio
González (2005-07) cedió. El Presidente electo por aquellos días,
Rafael Correa Delgado (2007-2017), amenazaba con encarcelar
a quienes opten por negociar. Había levantamientos en las
calles. Nadie entendía bien lo que sucedía, pero todos sabían
que había un malo de la película así como un solo final feliz:
terminar abruptamente el contrato. Y no solo eso, además se
aprobó la Ley 42, por medio del cual se declaró la expropiación
de las “ganancias extraordinarias” en cualquier porcentaje que
estableciere el Presidente, siempre que fuere por encima del
50 por ciento. Correa elevó, mediante el Decreto 662 de 2007,
la carga sobre los “ingresos extraordinarios” de las empresas
petroleras hasta el 99 por ciento, para forzar según decía un
cambio de modalidad contractual hacia un esquema de pago
por servicios. Ello motivó varias demandas arbitrales, aparte de
la presentada por OXY. Entre ellas, una acción por parte de la
francesa Perenco ante el CIADI, que derivó en un fallo de 2014 en
contra del Ecuador, cuyo monto de indemnización podría llegar
hasta 440 millones de dólares. El tribunal explicó claramente el
motivo de su decisión:
“…la aplicación del Decreto 662 y las declaraciones de
funcionarios de alto rango en relación con la misma marcaron
una nueva etapa en la relación del Estado con Perenco (y con
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 48

las otras empresas petroleras en circunstancias similares). Ya


no era más una cuestión de que el Estado buscaba un ajuste
de una relación contractual por lo demás aceptable que, en
su opinión, había sido alterada por los aumentos de precios
de magnitud no anticipada. En lugar de ello, la Ley 42 al 99%
convirtió los Contratos de Participación unilateralmente en
contratos de prestación de servicios de facto mientras el
estado desarrollaba un nuevo modelo de dichos contratos
que exigió suscribir a las contratistas…”45.

Gracias a berrinches soberanistas como el descrito—y


no por motivo de ninguna noche neoliberal—penden sobre
los contribuyentes ecuatorianos nada menos que 16 procesos
arbitrales, que podrían llegar a sumar hasta 6.670 millones de
dólares en indemnizaciones.

En materia de libertad económica, incluso retrocedimos


de acuerdo con diversos rankings internacionales durante
ese supuesto periodo de “fundamentalismo de mercado”.
En el Índice de Libertad Económica de la Fundación Heritage
Ecuador obtuvo, en 1996, una puntuación de 60.1 sobre 100,
que descendió a 59.8 en 2000, y a 54.6 durante 2006, lo que nos
ubica en la tendencia inversa de países como Perú o Chile por
ese mismo periodo. En el Reporte de Libertad Económica del
Fraser Institute estuvimos en el puesto 57 de 157 países en 1990,
del cual descendimos al 90 en el 2000, y al 111 en el 2005. En
2006, el informe Doing Business del Banco Mundial, que mide el
grado de represión regulatoria que deben enfrentar las pequeñas
y medianas empresas, nos colocó en el puesto de 107 de 155
naciones examinadas, más cerca de experimentos socialistas
suramericanos como Bolivia (111), Brasil (119) o Venezuela (120)

45
Caso CIADI No. ARB/08/6. Perenco v. Ecuador, “Decisión sobre las
cuestiones pendientes relativas a la jurisdicción y responsabilidad”, 12
de septiembre de 2014, pár. 402–411.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 49

que de economías de la región consideradas “neoliberales” como


Chile (25), Colombia (66) o Perú (71).

¿Dónde está entonces la entrega al libre mercado y


ortodoxia fiscal por la que se rasgaron las vestiduras los voceros
de la izquierda en aquel periodo? Toda una red de mentiras se
tejió para fabricar una leyenda negra con gran marketing que
enmarcó los términos del debate por muchos años. Aunque, como
hemos visto, todas esas falacias son fácilmente desmontables si
uno se atiene a los hechos. No obstante, existe un argumento al
que siempre acuden en último recurso los acólitos del mito: La
crisis de 1999, como evidencia supuestamente innegable del mal
que hizo la supuesta liberalización del negocio financiero. Por ello
se reservó el último apartado solo para desmentir ese punto.
51

Capítulo III
¿Por qué colapsamos en 1999?

Por lo que hemos analizado en los dos apartados


anteriores podríamos responder con contundencia la pregunta
¿qué no causó el colapso de 1999? Queda claro que si partimos
de la premisa de que en Ecuador no se dio un proceso de
reformas “neoliberales”, resulta imposible que esté ahí la causa.
No puede algo ser efecto de una causa inexistente. Verdad
de Perogrullo. Sin embargo, aún entre quienes aceptan que el
relato socialista es parcialmente falso se concede que en materia
bancaria sí existieron excesos de liberalización que nos llevaron
al resquebrajamiento financiero. Por ello es importante ahondar
específicamente en este tema.

La versión distorsionada de lo ocurrido ha dominado


la órbita académica, como lo fue en la propaganda estatal del
correísmo. Si se buscan en Google los términos “neoliberalismo”
y “crisis de 1999” aparecen decenas de resultados que reiteran el
mito: escritos de la prensa estatal, artículos académicos, columnas
de opinión, etc. Una nota de ANDES, publicada en 2017, titula:
“La ‘aplanadora neoliberal’ que provocó la crisis financiera más
grave de la historia de Ecuador”. “En la década de 1990”, se
señala, “la alianza política, bancaria y empresarial… introdujo
reformas de corte neoliberal que provocaron el más grave
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 52

colapso de la economía ecuatoriana”46. Y, como siempre, existen


elementos veraces en dicha versión. De hecho, hubo una coalición
legislativa conocida como “la aplanadora”, durante finales de los
noventa, bajo cuyo amparo se aprobaron medidas perjudiciales
para la agónica economía de entonces, las cuales precipitaron el
derrumbe financiero47. Sin embargo, como veremos, se trató en
la gran mayoría de casos de intervenciones estatales que no se
ajustan en lo más mínimo al concepto de “neoliberal” estudiado
antes. De nuevo aquí se nota el ya tradicional uso alegre del
término como muletilla argumentativa.

La investigadora del Cato Institute, Gabriela Calderón,


señala con mucha razón:
“En debates sostenidos por autoridades del Gobierno y
líderes de opinión suele culparse al “neoliberalismo” y a
una supuesta liberalización financiera de la crisis de 1999.
Pero esta explicación es una caricatura grotesca de lo que

46
“La ‘aplanadora neoliberal’ que provocó la crisis financiera más grave
de la historia de Ecuador”, ANDES, 7 de marzo de 2017. Disponible
en: https://www.andes.info.ec/es/noticias/politica/1/55730 (30 de
mayo de 2018).
47
Léase síntesis en “Aplanadora aprobó salvataje bancario”, El
Universo, 2 de enero de 2003: “Aplanadora, trituradora, mayorías
coyunturales y flotantes, fueron los nombres que recibieron las alianzas
legislativas que se armaron durante los cuatro años del período, que
comenzó en agosto de 1998 y terminó en diciembre pasado. El primero,
la aplanadora, nació compacta y sólida con el matrimonio entre la
Democracia Popular (DP), que captó la presidencia de la República con
Jamil Mahuad, y el Partido Social Cristiano (PSC). Juntos sumaron 63
votos de un total de 121 (en 1999 subieron a 123 por la creación de
Orellana). A ellos se unieron los alfaristas, conservadores, cefepistas
e independientes, así como Pachakutik, pero en menor grado que los
primeros. El Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE), arrinconado, sufrió
dos deserciones apenas iniciado el período: Félix Cedeño y Mario
Moreira se unieron a la DP”.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 53

sucedió. Las semillas de la crisis de 1999 no se encuentran en


la liberalización financiera, sino más bien en intervenciones
estatales en el sistema financiero mediante el uso de la
política monetaria, cambiaria y crediticia”48.

Comúnmente, por un lado, los cronistas de la debacle


bancaria confunden correlación—nexo de coincidencia temporal
entre ciertos hechos—con causalidad—relación de causa-
efecto entre dos o más sucesos. Muchos acontecimientos como
revoluciones, guerras y crisis económicas se dan de forma
sucesiva a determinados eventos que aparentemente sirvieron
de detonantes, pero luego los historiadores encuentran sus
causas verdaderas más allá de las apariencias cronológicas.
Lo mismo pasa con el fenómeno estudiado aquí: hubo ciertas
liberalizaciones en los años previos al colapso financiero, pero
ahí no se encuentra como veremos la raíz del problema, sino en
un entorno marcado por el intervencionismo.

Por otro lado, se confunde también discurso con realidad.


A nivel retórico, sin duda había un entusiasmo liberal que se reflejó
en proyectos normativos. En la práctica, no obstante, ese empeño
liberalizador no se concretó en la gran mayoría de casos, y donde
excepcionalmente lo hizo fue en el contexto de intervenciones
paralelas del Estado que generaron distorsiones económicas e
incentivos perversos para los operadores del mercado financiero.

El año 1999 fue traumático, de eso no hay duda. Ahorros


de toda una vida se pulverizaron, empresas quebraron, muchas
familias perdieron todo de la noche a la mañana, sumado ello a una
delincuencia desbocada. Asimismo, en la medida que se desbordó
la pobreza, se inició una oleada de migración masiva hacia España e
Italia, únicos países que no pedían visa a los visitantes ecuatorianos,

48
Calderón, Gabriela: “Recordando la crisis de 1999”, El Universo, 12 de
febrero de 2016.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 54

lo que se tradujo en miles de hogares divididos. Es comprensible


que el mero recuerdo de ese periodo de nuestra historia avive
pasiones políticas profundas.

En términos económicos, el país colapsó. El precio del


petróleo, principal fuente de ingresos fiscales, estaba por los
suelos. El sector agroexportador, mayor fuente de divisas para
el sector privado y nicho donde estaba concentrada la mayoría
de los créditos productivos, quedó noqueado por inundaciones
derivadas de un Fenómeno del Niño especialmente virulento. El
PIB se contrajo en más de 7 puntos y se perdió una cuarta parte
de las reservas monetarias internacionales. Todo ello en medio
de un proceso de devaluación crónica de la moneda nacional,
que todos los días perdía capacidad adquisitiva. El desempleo y
subempleo en el área urbana tocaron su techo histórico, de 14 y
59 por ciento respectivamente, lo que explica al menos en parte
la ola de delincuencia ocurrida en aquellos días. El 8 de marzo de
1999 se anunció el famoso “feriado bancario”, por el que se ordenó
el cierre temporal de los bancos. Pocos días después el entonces
Presidente, Jamil Mahuad, decretó el congelamiento de todos los
depósitos del sistema financiero por encima de quinientos dólares,
o de dos millones de sucres, quizá la medida más polémica de
nuestra historia económica. Entre agosto de 1998 y octubre 1999,
fueron cerrados la mitad de los bancos privados del Ecuador. El
mundo se vino abajo. En enero de 2000 se declaró la “dolarización”,
poniendo fin así al espiral inflacionario que se agudizó por un
Banco Central que buscó paliar el bache de iliquidez con emisión
masiva de sucres, debido al perverso diseño del rescate cambiario.
Una sola imagen de George Washington—presente en los billetes
de un dólar—llegó a valer tanto como veinticinco de Rumiñahui—
presente en los billetes de mil sucres—por lo que la economía
hizo que nuestra política monetaria prefiera al legendario general
americano en lugar del bravo guerrero incaico.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 55

¿Qué causó la crisis? Podemos comenzar por dividir


las causas en dos tipos: las naturales o externas, como lo son
la bajada del precio del barril de crudo que dejó sin ingresos al
Gobierno, y el caos climático desencadenado por el Fenómeno
del Niño, que sumergió las plantaciones de la segunda fuente
de ingresos y empleos del país, el sector agrícola volcado a la
exportación, lo cual deterioró especialmente la cartera de los
bancos de la costa que financiaban a dicho sector. Sin embargo,
tales fenómenos si bien influyeron decisivamente en la generación
de la debacle económica, no explican la profundidad del daño
causado, especialmente el descalabro financiero generalizado,
que no era una consecuencia necesaria de tales circunstancias.
Lo que sí aclara las razones del hundimiento es un entorno
institucional que precipitó el desenlace ocurrido. Ahí radica la
esencia de nuestra tesis: la causa primordial no se encuentra en
una supuesta liberalización desbocada del sistema financiero,
que nunca se dio, sino en la constante intervención del Estado a
través de distintos mecanismos.

Existen tres formas a través de las cuales el intervencionismo


estatal promovió la gestación de la crisis de 1999:

1. Subsidio a la irresponsabilidad. Décadas de


paternalismo que incentivaron un ambiente de
irresponsabilidad empresarial que llegó a su clímax
con la creación de la Agencia de Garantía de Depósitos.

2. Tributo contra la bancarización. El impuesto a la


circulación de capitales que ahuyentó los depósitos
como golpe de gracia al sistema financiero.

3. Hiperactividad numismática del Banco Central. La


emisión masiva de moneda utilizada para pagar a
depositantes y capitalizar bancos en manos de la
AGD motivó una espiral inflacionaria, lo cual forzó
la dolarización.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 56

1. Subsidio a la irresponsabilidad: de la
sucretización a la AGD

La actividad empresarial lleva implícita la noción de riesgo.


Ya sea si emprendes con un quiosco de dulces artesanales, o con una
fábrica de productos de alta tecnología. No existe certidumbre de
que te irá bien, de que los consumidores preferirán tus productos,
de que tus deudores honrarán sus obligaciones, o de que las
condiciones económicas te favorecerán. Así es el mercado libre,
impredecible. Nadie tiene asegurado el éxito o la permanencia,
porque emprender siempre es apostar por un futuro incierto.
Precisamente ese riesgo inherente a toda actividad empresarial
aviva la prudencia, virtud cardinal de cualquier emprendedor,
es aquella que regula los niveles de audacia. Nos hace cautos
al momento de elegir el camino a seguir. “Sólo el empresario se
arriesga a afrontar lo impredecible haciendo conjeturas”, apunta
Federico Pérez de Antón, quien añade: “Por eso, en última
instancia, la acción empresarial no es tanto cuestión de más o
menos riqueza, como de más o menos valor responsable para
afrontar las incertidumbres económicas”49. En el caso de la banca,
ese “valor responsable” frente al riesgo tiene una importancia
radical: el banquero maneja dinero ajeno, de sus depositantes.
Debe ser prudente en su manejo, conocer a quién se lo presta,
exigir garantías idóneas, mantener sus balances solventes. Si
camina al filo de la navaja puede caer al más mínimo ventarrón y
generar mucho daño, como ha ocurrido en numerosas ocasiones
de la historia financiera. Siempre está presente en esa profesión la
tentación de confundir la bóveda del banco con el propio bolsillo,
tendencia que debe ser contrarrestada por el miedo a la quiebra,
cuando no baste la mera decencia.

49
Pérez De Antón, Francisco: La libre empresa (Edición de Kindle,
Universidad Francisco Marroquín-Unión Editorial, Madrid, 2004).
Posición 2081-2084.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 57

Ahora, imaginen que esa noción de riesgo desaparece


porque un generoso mecenas, con mucho dinero y poder, te
dice que no te preocupes, que si quiebras él se hará cargo de
salvarte poniendo el dinero que haga falta para pagar tus
deudas o subsidiar tu empresa. Lógicamente en ese momento los
incentivos para la prudencia se pierden y lo que se promueve es
la toma de un nivel de riesgo más alto del que habrías asumido
en circunstancias normales, porque al final tú no asumes las
consecuencias, sino otro, como puede ser el Estado. Ese es un
fenómeno que los economistas denominan moral hazard, “riesgo
moral” en español50. Y eso es precisamente lo que pasó, de
forma masiva, en Ecuador desde la década de 1980. Se generó
una cultura de irresponsabilidad empresarial patrocinada por el
Estado, que acostumbró a buena parte del sector productivo a
sus dádivas y favores en tiempos de crisis.

Todo comenzó con la llamada “sucretización”. La bonanza


petrolera de los setenta coincidió con una política crediticia
expansiva en Estados Unidos. Los bancos americanos prestaron
dinero a los países petroleros como si no hubiera mañana, con
tasas de interés muy reducidas. Lógicamente muchos empresarios
aprovecharon ese dinero barato. No obstante, a comienzos de 1980
el tablero se invirtió. El precio del petróleo bajó aceleradamente
y la Reserva Federal subió precipitadamente los tipos de interés,
que pasaron en el mercado internacional del 12 por ciento en 1978
al 20 por ciento en 1981. Lógicamente el Gobierno ecuatoriano
no pudo mantener su nivel de derroche, y tuvo que renegociar
sus obligaciones. En una situación similar quedaron las empresas
endeudadas con instituciones financieras extranjeras. El Gobierno
del Ecuador, entonces presidido por Osvaldo Hurtado, tomó una
decisión polémica: que el Banco Central asuma esas obligaciones

50
Dowd, K.: “Moral hazard and the financial crisis”, Cato Journal, 29 (1),
2013, pp. 141-166.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 58

en dólares de cara a los acreedores extranjeros, sustituyendo a


estos frente a los deudores nacionales que se comprometieron a
pagar en sucres, al tipo de cambio fijado por decreto sumando una
comisión por riesgo cambiario. Más aún, durante el subsiguiente
gobierno, de León Febres-Cordero, se ampliaron las concesiones
a los deudores locales, mejorando plazos, eliminando el pago de
comisión por riesgo cambiario y congelando las tasas de interés
muy por debajo de lo que dictaba el mercado, lo cual resultó
en pérdidas para el Banco Central por más de 220 millones de
dólares hasta 1988. Necesaria o no en su momento—eso sigue
siendo materia de disputa—esa medida generó un cambio
paulatino en la cultura de buena parte del empresariado del
país que se aficionó a tomar riesgos financieros desmesurados
sin asumir la responsabilidad consecuente. Fueron entusiastas
del libre mercado en tiempos de bonanza, pero abanderados
de la intervención estatal cuando llegaba la sequía. Suplican
aún ciertos sectores la imposición de precios oficiales, barreras
proteccionistas y subsidios cuando las fuerzas espontáneas de la
oferta y la demanda no les sonríen como ellos quisieran.

En 2005, el profesor de Economía, Gabriel X. Martínez,


publicó en la prestigiosa publicación, Cambridge Journal of
Economics, un interesante análisis sobre las causas de la crisis
bancaria ecuatoriana. Señala entre sus conclusiones: “El seguro
de garantía de depósitos implícito promovió el desarrollo de
riesgo moral. Porque ellos utilizaban dinero ajeno, los banqueros
ecuatorianos incurrieron en préstamos vinculados”51. Todos los
personajes encuestados por Martínez—académicos, banqueros,
empresarios, políticos y tecnócratas que vivieron de cerca la
tormenta—coinciden en que el hundimiento se dio como fruto de

51
Citado en Martínez, Gabriel X.: “The Political Economy of the
Ecuadorian Financial Crisis”, Cambridge Journal of Economics, 30(4):
2005, pp. 567-585.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 59

una relajación regulatoria que no consideró un elemento central


de todo proceso de liberalización: enfatizar la responsabilidad
de los operadores ante las consecuencias de sus propios actos.
Ello sirvió como un incentivo perverso que causó el manejo
imprudente del negocio financiero. Por el lado contrario, las
instituciones financieras que sobrevivieron en su mayoría fueron
aquellas que no sucumbieron la tentación y mantuvieron políticas
de riesgo moderadas. Esa misma prudencia habría prevalecido
en un mercado verdaderamente libre de injerencia estatal donde
todos saben que uno solo se beneficia por los aciertos alcanzados
y que siempre se debe asumir las consecuencias de los errores
cometidos.

Las formas de ayuda estatal fueron muy variadas. Por


ejemplo, a finales de 1988 se permitió a los bancos comerciales
adquirir papeles de deuda pública ecuatoriana a precio de
mercado. El descuento obtenido era muy grande porque el
Gobierno del Ecuador había incumplido sus obligaciones
financieras apenas un año atrás. Luego el Banco Central compró
dichos instrumentos a su valor nominal. Ello supuso lógicamente
un subsidio muy importante, equivalente al 2.4 por ciento del
PIB de 198852.

Para el economista del FMI y antiguo Presidente del Banco


Central del Ecuador, Luis I. Jácome, la cuestión es muy clara:
“Repetidos salvatajes de bancos en problemas financiados
por el Banco Central crearon un ambiente de moral hazard,
dado que no existían incentivos para que los bancos moderen
el riesgo, o para que los depositantes limiten su exposición,
ya que ellos sabían que su dinero estaba implícitamente

52
Samaniego, Pablo y Mauricio Villafuerte: “Los bancos centrales y la
administración de crisis financieras: teoría, experiencia internacional y
el caso ecuatoriano”, Cuestiones Económicas, No. 32, Banco Central del
Ecuador, septiembre de 1997, pp. 78-80.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 60

protegido. Incluso el Gobierno se sentía cubierto dado que


los recursos estaban a disposición para financiar el costo de
los bancos en problemas sin ninguna compensación fiscal”53.

Se dice que la Ley General de Instituciones del Sistema


Financiero de 1994 liberalizó el mercado bancario ecuatoriano,
pero eso es una falacia que parte, como dijimos antes, de la
tendencia a confundir retórica normativa con historia. El profesor
de la Universidad San Francisco de Quito, Pedro Romero
Alemán, demostró detalladamente que en Ecuador no se dio una
auténtica liberalización del mercado financiero, a pesar de que
aquella era la intención declarada de los proyectos de reforma de
la época. “Lo que se quería cambiar con la LGISF”, apunta Romero
Alemán, “era el sistema de represión financiera que regía en el
país, por los pésimos resultados alcanzados…”. Pero lo único
que se logró fue poner en evidencia los “problemas subyacentes
a un sector bancario intervenido por los gobiernos”. Más aún,
dicha ley no guardaba armonía con un contexto regulatorio que
seguía inmerso en prácticas altamente dirigistas y paternalistas54.
Lo describe además Wilson Miño Grijalva en su Breve Historia
Bancaria del Ecuador (2008):
“No existía coherencia entre una ley que disponía de
mecanismos de mercado para enfrentar la quiebra bancaria
y los manejos del Banco Central que acudía presuroso a
salvar a los bancos en problemas para preservar un sistema
financiero en riesgo de derrumbe”55.

53
Jácome H., Luis I.: “The Late 1990s Financial Crisis in Ecuador:
Institutional Weaknesses, Fiscal Rigidities, and Financial Dollarization
at Work”, IMF Working Papers, WP/04/12, enero de 2004, p. 43.
54
Romero Alemán, Pedro: Más Libertad y Menos Política (USFQ, Quito,
2012), pp. 66-68.
55
Miño Grijalva, Wilson: Breve Historia Bancaria del Ecuador (Corporación
Editora Nacional, Quito, 2008), p. 255.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 61

Se concedió más libertad a los bancos en ciertos aspectos,


pero no podemos hablar de mercado libre cuando el Estado
interviene eliminando el elemento disciplinador más importante
de la competencia empresarial: la obligación de asumir
responsabilidad frente al riesgo asumido. Tanto fue así que la
Constitución de 1998, aprobada en agosto de ese año, permitió
expresamente la canalización de “créditos de estabilidad o
solvencia” a las instituciones bancarias, hasta que el Estado
cuente con instrumentos legales adecuados para enfrentar crisis
financieras”. Es decir, el incentivo a la temeridad administrativa
llegó a tener rango de norma fundamental. De hecho, hasta
octubre de 1998 las inyecciones de dinero concedidas por el
Banco Central a 11 instituciones en aprietos llegaron a suponer un
alto porcentaje del dinero en circulación, con las consecuencias
inflacionarias respectivas. Jácome explica en su estudio las
limitaciones de la supuesta reforma liberal:
“A pesar de diversos problemas bancarios y el lastre que estos
significaron en el desempeño económico de los 1980s, la reforma
[de 1994] no estableció incentivos compatibles. Los jugadores
del mercado continuaron jugando en un ambiente de relajación
de la disciplina de mercado, promovida por el moral hazard
proveniente de salvatajes continuos concedidos durante los 80s.
Las reformas no alentaron a los depositantes y administradores/
accionistas a disminuir el riesgo, dado que ellos confiaban en el
apoyo monetario—potencialmente alto—del Banco Central para
suplir durante crisis de liquidez o solvencia. Por contraparte, las
autoridades bancarias y el Gobierno contaban con los recursos del
Banco Central… en el evento de una crisis financiera”56.

Por su parte, el antes citado Martínez desgrana con


mucho detalle su análisis de la hipótesis del moral hazard como
ingrediente primordial de la receta que nos llevó al colapso,
conectándolo con un evento decisivo de este proceso:

56
Jácome, op. cit., pp. 12-13.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 62

“Las conductas derivadas del “riesgo moral” incluyeron la


renovación indefinida de préstamos, créditos vinculados,
elusión de la regulación mediante subsidiarias offshore, y
el uso de fondos de los depositantes para elevar el capital
del banco. Más aún, si bien el crédito doméstico se contrajo,
muchos bancos prestaron fuertemente desde el extranjero
(especialmente de offshores no reportadas). El uso excesivo
de préstamos en moneda extranjera, otra forma de asumir
riesgo, creció al final de los noventa. Finalmente, la presión
por obtener una garantía formal de los depósitos subió en
la medida que la economía se descarrilaba. No es mera
coincidencia que la Agencia de Garantía de Depósitos fuese
creada el día antes de la caída de uno de los bancos más
grandes”57.

Este último párrafo trascrito nos lleva al culmen


del paternalismo estatal con la banca, elemento clave para
comprender la crisis desatada en 1999: la Agencia de Garantía
de Depósitos, AGD. La creación de este ente supuso la cereza
del pastel del aval estatal a la irresponsabilidad financiera. La
tristemente célebre Ley de Reordenamiento en Materia Económica en
el Área Tributario–Financiera, aprobada en diciembre de 1998, creó
la AGD. Como se apunta, esta comenzó con un mandato absurdo:
garantizó la totalidad de los depósitos y otras captaciones
vigentes y futuras, de personas naturales y jurídicas, nacionales
o extranjeras, de todas las instituciones financieras privadas,
incluyendo sus offshores autorizadas por la Superintendencia
de Bancos. Incluso se garantizaron los créditos concedidos por
bancos extranjeros e instrumentados por bancos locales. “En la
práctica”, apunta Miño Grijalva, “esta política significaba emitir
una señal a los banqueros: si sus bancos quebraban, ellos podían
quedar igualmente prósperos porque el Estado cubriría sus
deudas”58.

57
Martínez, op. cit., p. 11.
58
Miño Grijalva, op. cit., p. 260.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 63

Sorprende además que hasta un adalid del socialismo


andino como Rafael Correa Delgado tenga clara la importancia
crucial que tuvo la intervención del Estado en el desplome
financiero, por más que como vimos en el primer capítulo siga
sin atar debidamente nexos causales e insista equivocadamente
en culpar al “neoliberalismo”. Apunta el antiguo presidente
ecuatoriano en su libro que:
“La Ley AGD era una `iniciativa´ sugerida por la burocracia
internacional y copiada de los países desarrollados, con
la `pequeña´ diferencia de que en un país como Estados
Unidos, la garantía de depósito cubre tan solo un 80% del
monto de los mismos hasta 100.000 dólares, mientras que en
el caso ecuatoriano la ley obligaba al Estado a respaldar el
100% de los depósitos nacionales y extranjeros, sin límite de
monto. La AGD fue entonces el mejor incentivo para quebrar
bancos, puesto que ellos quebraban y el Estado pagaba”59.

Curiosamente, al día siguiente de la aprobación de dicha


ley, se entregó a la AGD el segundo banco más importante del
país, Filanbanco. Dicha entidad no pudo honrar los préstamos
de liquidez concedidos meses antes por el Banco Central
para remediar la gestión irresponsable de sus anteriores
administradores. La AGD logró fama internacional con aquella
intervención, pero por las razones menos halagadoras: llegó a
ser un caso de estudio por su pésimo desempeño. En el libro
Dangerous Markets: Managing in Financial Crises, firmado por tres
de los mejores expertos mundiales en manejo de crisis financieras,
se hace un análisis comparativo del manejo de distintos rescates
bancarios y se comenta el caso de Ecuador con Filanbanco como
ejemplo de manifiesta negligencia. Señala al respecto dicho libro:
“Filanbanco fue el primer banco fallido que fue administrado
por una Agencia de Garantía de Depósitos nueva, no probada

59
Correa Delgado, Rafael: Ecuador: de Banana Republic a la No Republic
(Debate, Bogotá, 2009), pp. 61-62.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 64

y con déficit de personal; creada precisamente mientras el


banco caía. Si bien la AGD nombró una nueva gerencia, hizo
poco por supervisar la rehabilitación del banco a pesar de
haber inyectado en tal institución cerca de 800 millones en
bonos del Gobierno. A diferencia de casos como el de Corea
o Indonesia, no había un plan de negocios riguroso requerido
por el Gobierno ni había tampoco un cronograma claro para
cumplir objetivos de negocio. La AGD no ataba su inversión
a ningún tipo de contrato de desempeño por el cual medir el
éxito o fracaso del Filanbanco. La AGD simplemente inyectó
fondos, sin tener una visión o estrategia propia para el éxito
del proceso de rehabilitación de uno de los bancos más
importantes del Ecuador. Más aún, el nuevo equipo gerencial
carecía de visión o estrategia propia, que no sea la de dirigir
las cosas de la manera usual. Filanbanco simplemente siguió
captando depósitos, incluyendo depósitos trasferidos por
la AGD de otros bancos fallidos, e incluso haciendo más
préstamos, sin ningún giro de timón”60.

La AGD fue una letal mezcla de oportunismo político,


inoperancia administrativa e inexperiencia técnica que terminó por
sacar del juego definitivamente al Filanbanco en 2001, luego de una
serie ininterrumpida de errores como su fusión con otro banco más
aproblemado todavía. Como no tenía los recursos necesarios para
afrontar la tormenta bancaria, además hizo que el Banco Central
imprima masivamente billetes para estar a la par. Ello derivó
en una expansión monetaria crónica cuyos perniciosos efectos
veremos más adelante. Se consumó así el resultado de una cultura
empresarial de irresponsabilidad promovida por décadas de un
paternalismo estatal que llegó a su máximo absurdo en este trágico
episodio. Se confirmó una vez más lo dicho por Harry Browne:
“El libre mercado castiga la irresponsabilidad, mientras el Estado
la premia”61.

60
Barton, Dominic; Roberto Newell, y Gregory Wilson: Dangerous
Markets: Managing in Financial Crises (John Wiley & Sons, Inc, Nueva
Jersey, 2003).
61
Browne, Harry: Liberty A to Z (Advocates for Self-Government,
Indianapolis, 2004), p. 76.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 65

2. Tributo contra la bancarización: gota que


derrama el vaso.

Cuando el Estado interviene en la economía—ya sea


fijando nuevos impuestos, controlando precios o regulando
conductas—siempre lo hace bajo el supuesto de perseguir algún
fin beneficioso, y los promotores de tales proyectos se encargan
de defenderlos precisamente resaltando tales consecuencias
deseadas. Eso es, digamos, lo que se ve sin mayor esfuerzo,
los anhelos retóricos de políticos y tecnócratas. No obstante,
para quienes buscan prevenir los potenciales daños de nuevos
experimentos promovidos como curas, el auténtico meollo del
asunto está en comprender las dinámicas inesperadas que tales
innovaciones desatan, aquello que se conoce como
“consecuencias imprevistas”. Parafraseando al célebre liberal
decimonónico Frédéric Bastiat: el analista responsable sabe que
lo importante no es lo que se ve a simple vista, el efecto
inmediato deseado, sino lo que no se ve, las derivas del largo
plazo. Así, las leyes que promueven la elevación de salarios y
rigidez laboral, aprobadas en nombre de los intereses de los
trabajadores, terminan por desincentivar la creación de empleo
formal, al subir las barreras de ingreso al mercado laboral, y
resultan perjudiciales para esos mismos trabajadores. Lo
mismo sucede con los controles de precios que pueden generar
escasez y dejar las cosas peor para el consumidor antes que
cumplir con las intenciones de los legisladores. O la prohibición
de determinados productos— alcohol, fármacos, armas,
etcétera—que fomenta la aparición de mercados negros
operados por mafias en lugar de erradicar su uso. Los ejemplos
históricos son innumerables, y casi infinita la producción
académica que se ocupa de ello. En este apartado nos
ocuparemos de las consecuencias imprevistas de un tributo
cuyos artífices no hicieron caso a Bastiat.

Otro elemento que contribuyó a consumar el colapso


bancario fue el impuesto del 1 por ciento a la circulación de
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 66

capitales, aprobado en el mismo paquete legislativo que creó la


AGD. Este tributo afectaba a todas las transacciones realizadas
en instituciones financieras, desde cobro de cheques, hasta
depósitos y transferencias, con los bancos como agentes de
retención. Llovió sobre mojado. El Estado volvió a intervenir en
la cuestión, esta vez mediante su tradicional poder impositivo.
Y si bien como vimos el sistema financiero estaba ya muy frágil
dado el ambiente de irresponsabilidad gerencial antes analizado
y una crisis económica inédita, fue esta medida la gota que
derramó el vaso.

El entonces legislador socialcristiano, Jaime Nebot


Saadi, propuso el impuesto a la circulación de capitales bajo el
argumento de que era idóneo para cubrir el déficit fiscal existente.
Sostenía que, al ser más difícil de evadir que el impuesto a la renta,
debería suplantar al mismo como fuente de recursos públicos.
El presidente Jamil Mahuad—único con iniciativa legislativa en
materia tributaria de acuerdo a la Constitución y desesperado por
recursos—compró la idea y presentó el proyecto de ley. Este fue
aprobado por mayoría parlamentaria conformada por el Partido
Social Cristiano y la Democracia Popular—la antes referida
“aplanadora”—el 1 de diciembre de 1998. Y efectivamente, fue
una fuente eficiente de recursos para el Estado, la recaudación
subió inmediatamente. Pero lo que no advirtieron quienes
patrocinaron dicha medida fueron las consecuencias nefastas
para el sistema financiero nacional: se esfumó una gran parte de
los depósitos. Las empresas y personas optaron por el efectivo en
unos casos, o por llevar su dinero al extranjero en otros, lo que
resultó en un golpe de gracia a una banca agonizante. Jácome,
por su parte, es tajante sobre el impacto de dicho tributo, porque
no solo incentivó que los ciudadanos se alejen de los bancos sino
también del sucre:
“El impuesto del 1 por ciento en todas las transacciones
financieras, de enero de 1999 en adelante, fue devastador
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 67

para el sistema financiero dado que fue adoptado en el


medio de una crisis de liquidez, acelerando el colapso de
varias instituciones financieras, incluyendo al Banco del
Progreso, el banco más grande del sistema midiendo por
depósitos. El impuesto financiero fue también una fuente
indirecta de presión adicional en el tipo de cambio, dado
que atesorar dinero en divisas extranjeras por fuera del
sistema financiero era más fácil y particularmente más
seguro, dado que el billete de denominación más alta en
moneda nacional era por entonces el equivalente de menos
de cuatro dólares. Bajo esas circunstancias, los depósitos a
la vista en el sistema financiero cayeron en un 17 por ciento
en enero, a pesar de que la emisión de moneda continuaba
creciendo fuertemente”62.

Los más afectados por el súbito apego al efectivo


lógicamente fueron los bancos medianos y pequeños, más
vulnerables al retiro de depósitos. Más aún, el impuesto
desvaneció cualquier esperanza de crear un ambiente de
tranquilidad con la amplia garantía que la AGD concedió a todos
los depósitos bancarios por mandato legal. La consecuencia fue
que el debilitamiento ocasionado al sistema activó más que nunca
los requerimientos de dicha garantía en favor de los bancos que
entraban en proceso de “saneamiento”, haciendo más grande
aún el hueco fiscal. “Es claro que existieron otros factores que
influenciaron este resultado”, comenta el analista económico
Alberto Acosta Burneo, “pero el impuesto al depósito [bancario]
aceleró el proceso”63.

Como sucedió con la entrega de Filanbanco a la AGD,


este experimento tributario también nos volvió a poner en la

62
Jácome, op. cit., pp. 20-21. Cfr. De la Torre, Augusto: La gran crisis
ecuatoriana de finales de los noventa (Cordes, Quito, 2011), p. 30.
63
Acosta Burneo, Alberto: “Una política catastrófica”, Vistazo, 23 de
noviembre de 2017. Disponible en http://www.vistazo.com/seccion/
una-politica-catastrofica (30 de mayo de 2018).
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 68

palestra académica internacional, como ejemplo de lo que nunca


hay que hacer durante una crisis financiera. Los economistas
Jorge Baca-Campodónico, Luiz de Mello y Andrei Kirilenko
utilizaron el caso del impuesto a la circulación de capitales para
un análisis comparativo, publicado como working paper de la
OCDE, en el que demuestran las nefastas consecuencias de este
tipo de medidas64.

3. Hiperactividad numismática del Banco Central

Una de las formas menos evidentes—pero potencialmente


más dañinas—de intervención estatal es la inflación monetaria.
Cuando el gobernante o tecnócrata a cargo decide apurar las
impresoras de billetes como supuesta solución a un problema,
hay que preocuparse. Las peores crisis de la historia se han
desatado por devaluaciones monetarias. Fenómenos como
el auge del nazismo se explican porque el socialismo alemán
prendió durante los años veinte las máquinas de hacer papel
moneda para enfrentar la turbulencia. El escritor austriaco
Stefan Zweig, que lo vivió en carne propia, expuso claramente
la moraleja: “Hay que recordar siempre que nada exasperó
tanto al pueblo alemán, nada lo tornó tan maniático del odio,
tan maduro para Hitler, como la inflación”. Ecuador también
tuvo experiencias históricas traumáticas. ¿Saben cuál fue la
razón principal de las protestas que derivaron en la matanza
de los trabajadores del 15 de noviembre de 1922? Una aguda
devaluación. Esos trabajadores murieron reclamando porque su
sueldo valía menos al final del mes.

64
Baca-Campodónico, Jorge; Luiz De Mello y Andrei Kirilenko: “The
Rates and Revenue of Bank Transaction Taxes”, OECD Economic
Department Working Papers, 494, 2006.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 69

El valor del dinero radica en las expectativas de intercambio


que brinda. Mientras más pueda adquirir una persona a
cambio de una cantidad determinada de dinero, mayores son
las posibilidades de obtener las cosas que necesita o anhela.
Acumularlo abre alternativas nuevas, por eso lo atesoramos con
tanto cuidado. De ahí que la política monetaria –el poder de alterar
el valor del dinero mediante inflación– sea tan importante. Se
trata de las legítimas expectativas de todos aquellos que reciben
un sueldo a final de mes, de quienes ahorran toda una vida, de
quienes invierten el fruto de su esfuerzo. Si el valor de la moneda
cae, con él caen sueños, sueldos, ahorros, inversiones. De eso
hablamos cuando tocamos el tema de la dolarización, medida
que frenó definitivamente la espiral inflacionaria en la que nos
metió el Banco Central durante los noventa, y especialmente
luego de decretado el congelamiento de depósitos bancarios en
1999. Así lo sintetiza Calderón:

“Entonces el Banco Central se embarcó en una orgía de


emisión monetaria a fines de los años noventa. En gran
medida, para que los bancos tuvieran suficientes sucres para
atender la demanda de efectivo. Pero mientras más emitían,
más se depreciaba el sucre y subía la inflación. Por ejemplo,
en 1999 el Banco Central emitió 149% más sucres que en 1998.
El país padeció una inflación de 52% en 1999 y el impacto de
esa emisión brutal del 1999 se sintió en el año 2000 con una
inflación de 96%”65.

El escenario descrito es el corolario de dos décadas de


irresponsabilidad en la política monetaria. Durante las décadas
de 1980 y 1990, el Banco Central intentó solucionar mediante
emisión de moneda casi todo los problemas económicos del país,
pero solo logró esconderlos debajo de la alfombra inflacionaria.

65
Calderón, Gabriela: “El Banco Central y la crisis de 1999”, El Universo,
10 de marzo de 2017.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 70

Durante la “sucretización”, como vimos, emitió mucho dinero


para prestar a los deudores locales de la banca extranjera y
asumir sus obligaciones en dólares frente a sus acreedores.
Y, por su parte, cada ayuda a la banca, de la que ya hemos
hablado, era financiada también con periodos de hiperactividad
numismática. Para la mayoría de los ecuatorianos esto significó
pérdida paulatina en el poder adquisitivo de sus salarios
y ahorros, y una trepidante preferencia por el dólar, única
referencia de estabilidad accesible. En definitiva, como apunta
Romero Alemán, “el proceso espontáneo de dolarización era
una señal de rechazo de parte de los ecuatorianos a la política
monetaria del BCE y del Gobierno”66.

No obstante, como generalmente ocurre con las ideas


económicas más sensatas, la dolarización oficial fue una
propuesta que tardó en cuajar, porque contó con una fuerte
oposición inicial, como nos recuerda Kurt Schuler:
Al principio, la dolarización tenía pocos amigos. Un
pequeño pero activo grupo de economistas ecuatorianos y
empresarios (organizados como el Foro Económico) habían
defendido vigorosamente la dolarización durante 1999,
realizando publicaciones, organizando conferencias, y
dando entrevistas sobre el tema. Ellos estuvieron apoyados
por un pequeño número de observadores extranjeros. El
Banco Central se opuso fuertemente a la dolarización: el
pasado 5 de enero del 2000, publicó una declaración a la
comunidad financiera que decía, “Las autoridades también
consideran que la dolarización y la convertibilidad… no son
esquemas viables en el momento actual”67.

66
Romero Alemán, op. cit., p. 72.
67
Schuler, Kurt: “El Futuro de la Dolarización en Ecuador”, Instituto
Ecuatoriano de Economía Política, octubre de 2002, p. 6.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 71

Hasta Paul Krugman en su columna de The New York


Times se unió a la corriente pesimista68. Sin embargo, el dólar
fue como una poción mágica que alivió muchos de los males
económicos existentes. Lo explica elocuentemente Hurtado:
“El efecto positivo fue instantáneo y sorprendente. No solo
cortó de un tajo las expectativas devaluatorias, sino que
eliminó la incertidumbre e introdujo una poderosa inyección
de confianza sobre la solución de la crisis económica… Se
detuvo al instante la fuga de capitales, comenzó a recuperarse
el sistema financiero y cesó la preocupación sobre el futuro.
Ninguno de los programas con los que se enfrentaron y
superaron anteriores crisis produjo un efecto estabilizador
inmediato y de tamaña magnitud”69

La dolarización trajo muchos beneficios, especialmente


para las clases medias y pobres que ya no ven evaporarse su
capacidad adquisitiva mes a mes, que accedieron a créditos de
consumo con intereses moderados. Más aún, la dolarización
obliga a nuestros sectores exportadores a crecer por el único
camino legítimo para un empresario, el de la mayor
productividad y la sagacidad para superar los malos ratos.
Además, la dolarización impide pasarle la factura a los demás
mediante devaluaciones. Esto es lo que nos diferencia,
recuérdese bien, de países como Venezuela, donde la máquina
de hacer billetes remató a una sociedad agonizante.

No cabe hablar de una economía liberalizada donde


el Estado interviene frecuentemente inflando la cantidad de
moneda en circulación, porque ello destruye otro elemento
esencial el mercado libre—además de la cautela empresarial,
antes referida—como es la confianza en que ese dinero que recibo
como salario o ganancia, que ahorro o invierto, valga lo mismo
hoy, mañana o pasado, porque no está sujeto a las ansiedades
fiscales de los políticos de turno.

68
Ibídem, p. 8.
69
Hurtado, op. cit., p. 123
73

Epílogo: Los porqués

¿Por qué llamar “populista” al mito?

Hay algo que no se puede negar. La frase “larga noche


neoliberal” tiene potencia retórica. Contrapone un futuro
luminoso a un pasado oscuro. ¿Quién no quiere despertar
en un amanecer que ponga fin a una pesadilla así? Más aún
si pensamos que ese puede ser el fin de los males de la gente
común, del pueblo, causados por una élite perversa y mezquina,
que arrasó con nuestro bienestar para granjearse privilegios.
Es, en definitiva, el mito populista perfecto. Utilizamos el
adjetivo “populista” aún pese a que muchos observarán que
ese es otro término que adolece de imprecisión conceptual. Se
lo ha empleado por décadas para describir a personajes tan
variopintos como Donald Trump en Estados Unidos, Pablo
Iglesias en España, Alberto Fujimori en Perú, Carlos Menem
en Argentina, Nicolás Maduro en Venezuela, Ángel Manuel
López Obrador en México, Nigel Farage en Reino Unido,
Marine Le Pen en Francia o Rafael Correa en Ecuador. Ante
esa posible réplica, sostenemos que no existe dilema semántico.
Porque, como apunta el cubano Carlos Alberto Montaner, “el
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 74

populismo no es exactamente una ideología, sino un método


para alcanzar el poder y mantenerse en él”, que implica siempre
la canalización de frustraciones por medio de la manipulación
emocional de las masas para obtener su favor en las urnas y en las
calles71. En ese sentido también seguimos a Eduardo Fernández
Luiña cuando apunta: “El populismo no conoce limitaciones
ideológicas. Puede ser empleado como herramienta para tomar
y concentrar el poder por unos y por otros”72.

La leyenda negra de la “larga noche neoliberal” es


coherente con lo que sugieren Montaner y Fernández Luiña.
Esta fue parte de un arsenal propagandístico que sirvió para
legitimar la consolidación del correísmo en el poder y el
despliegue de su agenda estatista, sin perjuicio de que dicha
fábula fuese previamente fraguada en los foros académicos
antiliberales. Fue la coartada mitológica que necesita todo líder
mesiánico para moldear la insatisfacción pública en su favor,
prometiendo el resurgimiento de las tinieblas. Es una versión
criolla del “¡Make America Great Again!” de Donald Trump,
frase que tácitamente sugiere un pasado reciente deshonroso
para el pueblo estadounidense, cuya superación necesita de un
adalid como el magnate neoyorquino. Ese es un fenómeno que
explica bien Álvaro Vargas Llosa:

“Si existe determinado grado de descontento y miedo


en una sociedad, y un caudillo capaz de construir en la
imaginación de suficientes personas un mito y una utopía
que den cohesión discursiva a los instintos, frustraciones

71
Montaner, Carlos Alberto: “Los diez rasgos populistas de la
Revolución cubana”, en Vargas Llosa, Álvaro: El estallido del populismo
(Edición Kindle, Planeta, 2017), posición en Kindle 1277-1278.
72
Fernández Luiña, Eduardo: Los Movimientos Populistas. ¿Una
expresión social de descontento o una estrategia para concentrar poder
político? (Instituto Juan de Mariana, Madrid, 2016), p. 10.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 75

y reclamos que los enemistan con el estado de cosas


imperante, el populismo irrumpirá con fuerza. En cualquier
lugar y tiempo”73.

El populismo es la capitalización política del descontento


para demoler los límites al poder propios de una democracia
liberal. Conlleva una degeneración del sistema, que pierde su
carácter liberal en la medida que un líder carismático logra la
aprobación necesaria para arrasar esos contrapesos institucionales
diseñados para defender al individuo y las minorías. De hecho,
no puede haber populismo y dictadura simultáneamente, porque
por definición un dictador no necesita convencer al electorado
de secundar sus abusos. Lo distintivo del líder populista es que
logra consolidar su posición por mecanismos electorales. Lo que
sucede es que, como apunta Steven Pinker, una vez ahí no acepta
“la idea democrática e ilustrada de que el gobernante es un
custodio temporal del poder sometido a deberes y limitaciones”74.
Para salirse con la suya necesita mucha retórica, mucho recurso
propagandístico, requiere inventar monstruos—neoliberalismo,
imperialismo, importaciones chinas, Islam, pelucones, prensa
corrupta, oposición—para cuyo aniquilamiento se hace
imprescindible menoscabar las libertades que se le antojan
mezquinas, porque solo así podrá cumplir con su promesa
salvadora de “cambiar las relaciones de poder”, saltándose
los formalismos propios del “Estado burgués”75. Necesita

73
Vargas Llosa, Álvaro: “El caso Trump”, en Vargas Llosa, op. cit.,
posición en Kindle 263-265.
74
Entrevista a Steven Pinker, El País, 17 de junio de 2018. Disponible
en: https://elpais.com/elpais/2018/06/07/eps/1528366679_426068.
html (18 de junio de 2018).
75
Son palabras del propio Rafael Correa, véase: “Correa: El mayor reto
es pasar de un Estado burgués a uno popular”, El Telégrafo, 24 de junio
de 2017. Disponible en: https://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/
politica/3/correa-el-mayor-reto-es-pasar-de-un-estado-burgues-a-
uno-popular (30 de mayo de 2018).
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 76

presentarse constantemente como un redentor ante el público,


convencer con sentimiento, confundiendo la razón “a través de
un discurso atractivo, modificando con ello la comprensión que
la ciudadanía tiene sobre la realidad en la que le toca vivir”. Solo
así, enfatiza Fernández Luiña, podrá “desarrollar su programa
autoritario a tumba abierta ante una oposición desarmada moral
y argumentativamente”76.

¿Por qué debemos conocer la verdad detrás del mito?

Con conceptos claros podemos analizar objetivamente


los hechos, y llegar a conclusiones coherentes que permitan
disipar falsedades históricas. Eso es lo que hemos intentado,
ya veremos si con éxito. Recordamos la frase de Hayek citada
en las páginas iniciales que sirve de motivación a este trabajo:
“Los mitos históricos han desempeñado, en la formación de
las opiniones, un papel quizá tan grande como los hechos
históricos”. Nosotros esperamos haber disipado un mito que
ha tenido gran trascendencia en la opinión pública ecuatoriana
durante la última década, que fue utilizado como muletilla
propagandística para justificar una continua expansión del
poder del Estado, con la consecuente pérdida de libertad en
todos los ámbitos: comercio, prensa, activismo, educación,
finanzas, telecomunicaciones, industria, etc. El correísmo se
legitimó con la leyenda de la “larga noche neoliberal”, como
patente de corso para arrasar con todo límite a su propio poder,
con todo derecho individual que haya resultado incómodo para
su amanecer socialista. Y hoy nos damos cuenta de la magnitud
del daño causado, del tejido social roto, de la oportunidad
nuevamente perdida, de la monumental deuda, de los elefantes
blancos y los mastodontes burocráticos heredados. Repetimos

76
Fernández Luiña, op. cit., p. 8.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 77

errores que podrían haberse evitado si no hubiésemos dejado


que se venda una mentira tan burda, si hubiésemos tenido los
contrapesos necesarios para afrontar la batalla de ideas.

¿Quién necesita conocer estos detalles de la historia? ¿De


qué nos sirve saber que la noche fue larga pero no liberal? ¿Qué
más da todo esto si el daño ya está hecho? Las respuestas a esas
preguntas se tornan evidentes si analizamos la situación política
que vivimos en Ecuador durante los días en que se cierra esta
edición. El actual Gobierno sigue en ese limbo ideológico que nos
caracterizó en cada crisis desde que comenzó el ciclo petrolero.
La mayoría de funcionarios que hoy se encuentran a cargo de
las principales instituciones del Estado fue educada al calor de
leyendas negras como la que aquí queremos desmontar, y desde
luego comparten los prejuicios contra el libre mercado que en
ellas se promueven. Por eso, si bien se proponen hoy ciertas
reformas “liberales”, se lo hace por la urgencia del momento,
de forma incompleta e incoherente, como vimos que ya sucedió
en el pasado. Con poquísimas excepciones, no existe entre
quienes ostentan posiciones con trascendencia convencimiento
intelectual, menos aún ético, en favor de la libertad individual
como motor de prosperidad. Eso se nota especialmente en cada
propuesta que ha salido de Carondelet durante el último año:
medidas que no buscan solucionar en esencia los problemas,
sino parcharlos momentáneamente. ¿Qué otra cosa podemos
esperar de un trasfondo intelectual así? Como apuntó con
sarcasmo Bertrand De Jouvenel, es comprensible que haya
quienes combatan “molinos de viento, si se está plenamente
convencido de que son gigantes malvados que tienen prisioneras
a encantadoras princesas”77. Por ello resulta importante que
estos detalles de la historia que aquí abordamos se conozcan,

77
De Jouvenel, Bertrand: “Los intelectuales europeos y el capitalismo”,
en Hayek: El Capitalismo y los Historiadores, op. cit., p. 88.
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 78

para que nos dejemos de quijotismos ideológicos. Porque solo


así se le perderá el miedo a la libertad como camino seguro
a una prosperidad general y sostenible. De eso sirve conocer
las verdaderas causas de nuestros males pasados, para poder
actuar con la convicción ética y determinación técnica que se
necesita en el presente, para que las nuevas generaciones no
repitan errores en el futuro. Claro está que siempre podemos
elegir no preocuparnos por estas cuestiones que para algunos
“pragmáticos” suenan demasiado abstractas y seguir a la
merced de las circunstancias, encadenados a ideas falsas.

¿Por qué es importante que nos ayuden a combatir el mito?

Lo cierto es que ningún cambio verdadero y


duradero se da sin convicción ideológica. Debemos combatir
frontalmente en la opinión pública el relato falso vendido
como verdad definitiva, porque está impregnado hasta en el
sistema educativo, en los textos escolares de los que aprenden
nuestros hijos. Necesitamos hablar de ello más que nunca, con
conocimiento de causa, en las universidades, en los colegios,
en la televisión, en la radio, en los periódicos, en todos lados.
Precisamente por esa razón queremos ser cuestionados por
quienes estén en desacuerdo con nuestra posición, para generar
debate.

Ojalá que las potenciales imperfecciones de este


trabajo motiven críticas entre quienes no comparten lo
dicho. Esperamos también que aquellos que concuerden con
nuestras opiniones ayuden con sugerencias que nos permitan
refinar nuestras premisas y llenar posibles lagunas. Pero
especialmente deseamos que quienes sientan que algo cambió
luego de leer este escrito, porque descubrieron un ángulo de la
historia que no conocían, lo compartan y comenten. Cada vez
Noche larga, no liberal - Realidad detrás del mito populista - 79

que eso suceda, nos acercaremos un poco más a nuestra meta.


Estaremos obviamente dispuestos a intercambiar argumentos
en cualquier foro al que nos llamen, en las redes sociales, o en
los medios de comunicación. Y como sabemos que los mitos
populistas no se van a combatir solos, invocamos el apoyo de
todos aquellos interesados en hacer del Ecuador una sociedad
abierta y próspera, de individuos libres y responsables.

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