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El lenguaje, por otro lado, constituye una de las características principales que separan al
género humano de los animales. Éste comienza a desarrollarse a partir de la gestación, y
se establece definitivamente en la relación que mantiene el individuo con el mundo social
en el cual desarrolla su actividad.
Qué es Lengua:
Dependiendo de su estructura, una lengua puede ser clasificada como flexiva, cuando
altera las palabras según la función que estas cumplan dentro de la oración (por ejemplo,
el latín, el alemán), o inflexiva, cuando las palabras no sufren en ningún caso (o
prácticamente en ninguno) alteración en su estructura morfológica (por ejemplo, el inglés).
También podemos considerar las lenguas según la relación de filiación que tengan con
otras en el proceso de evolución de las lenguas. En dicho caso, por ejemplo, la lengua
madre del español y del resto de las lenguas romances vendría a ser el latín, mientras
que aquellas lenguas que se derivan de un tronco común, como el italiano, el francés y el
portugués, vendrían a ser lenguas hermanas del español.
DIALECTO
Se conoce como dialecto al sistema lingüístico que deriva de otro pero que no exhibe una
diferenciación suficiente respecto a otros de origen común. Los dialectos, por lo tanto,
suelen ser considerados con relación a un conjunto de varios sistemas lingüísticos de un
tronco común o que se encuentran en un mismo límite geográfico. Otra definición de
dialecto hace referencia a la estructura lingüística que no alcanza la categoría social
de lengua.
¿Qué es Habla?
La palabra habla proviene del vocablo latín fábula, que hace referencia a la facultad de
hablar, propia del ser humano. Esta es una facultad que las personas comienzan a
desarrollar paulatinamente, ampliando su vocabulario en el transcurso de la niñez.
El habla es la realización de una lengua, es decir, el acto individual por medio del cual una
persona hace uso de una lengua para poder comunicarse, elaborando un mensaje según
las reglas y convenciones gramaticales que comparte con una comunidad lingüística
determinada. La palabra proviene, como tal, del latín fabŭla.
El habla es el medio oral de comunicación entre los seres humanos. En este sentido,
supone la materialización individual de los pensamientos de una persona y, por ende, la
manera específica en que cada individuo hace uso de su lengua para expresarse y
mostrar quién es.
Por otro lado, el signo lingüístico aparece como parte de una cadena hablada, en la que
un signo sucede a otro, empleando silencios para separar los conjuntos ordenados de
signos que componen, por ejemplo, una palabra. Por eso las lenguas poseen una lógica,
una secuencia, una manera de organizar la información que denominamos sintaxis.
Los elementos del signo lingüístico, tal y como lo definió Saussure, son dos:
Significante. Es la parte material del signo, aquella que aporta la forma y que es
reconocible mediante los sentidos. En el caso del lenguaje hablado, se trata de la imagen
mental (la imagen acústica) de los sonidos articulados y transmitidos por el aire que se
necesitan para comunicar el signo.
Significado. Es la parte inmaterial, mental, social y abstracta del signo lingüístico, que
forma parte de lo contemplado comunitariamente en la lengua (y que son patrimonio de
todos), pero también de las capacidades expresivas del individuo (su léxico individual). El
significado vendría a ser la imagen psíquica o el contenido que se transmite mediante
el lenguaje.
Tanto el significante como el significado son facetas recíprocas del signo, es decir, que se
necesitan la una a la otra como las dos caras de una hoja de papel. Por ello no es posible
separarlos, ni manejar uno solo. A este tipo de relación se le conoce como dicotomía.
Pierce, por su lado, le atribuía al signo lingüístico tres caras, como un triángulo:
Representamen. Se llama así a lo que se encuentra en lugar del objeto real, es decir, eso
que se halla representando a la cosa: una palabra, un dibujo, son formas
de representamen.
Interpretante. Todo signo requiere de alguien que lo lea o lo escuche y capte los sentidos
en el signo, que necesariamente se dirige a alguien. Esto es el interpretante: la visión
mental que del representamen se hacen los individuos que se comunican.
Objeto. Es la realidad concreta que se desea representar, es decir, eso en cuyo lugar se
halla el signo lingüístico.
Arbitrariedad. La relación que hay entre significado y significante es, por lo general, de
tipo arbitrario, es decir, convencional, artificial. No hay una relación de semejanza entre
los sonidos que componen una palabra determinada (digamos: cielo) y el significado
concreto que buscan transmitir (la idea del cielo). Es por esto que los idiomas deben
aprenderse.
Linealidad. Como se dijo antes, los significantes del lenguaje verbal forman parte de una
cadena de signos cuyo orden importa para que se puedan entender de manera
correcta. Eso se entiende como un carácter lineal: los sonidos que componen una palabra
aparecen en línea, o sea, uno delante de otro, no todos a la vez, ni de manera
desordenada: cielo no es equivalente a ociel.
Mutabildad e inmutabildad. Esto significa que el signo lingüístico puede mutar: cambiar,
adquirir nuevos sentidos, desplazar el nexo específico entre significado y significante,
pero siempre que lo haga a lo largo del tiempo. Un ejemplo de ello es la etimología: el
origen de las palabras modernas a partir de las antiguas, que van lentamente cambiando.
Pero al mismo tiempo tiende a permanecer incambiante: dentro de una comunidad
determinada y en un momento de la historia específico, la relación entre significado y
significante tiende a ser estática. Un ejemplo de ello es que no podemos alterar las
palabras de nuestro idioma e imponer ese uso al resto de los hablantes del mismo.
Según Peirce, existen tres tipos distintos de signos, de acuerdo a la relación entre el
objeto y su interpretante:
Índices. El signo tiene una relación lógica, causal, de proximidad de algún tipo con su
referente real. Por ejemplo: las huellas de un perro en el suelo, remiten a la presencia del
animal.
Íconos. En este caso, el signo se asemeja a lo que representa, es decir, tiene una relación
mimética o de parecido. Por ejemplo: una onomatopeya del sonido de un animal.
Símbolos. Son los que presentan la relación más compleja entre el objeto y el
referente, ya que es totalmente cultural, arbitraria. Por ejemplo: los emblemas religiosos,
las banderas, los escudos de armas.
La comunicación verbal
Profundizando en ello podemos decir que es el uso de las palabras para la interacción de
manera invariable a la forma en la que las utilicemos dependiendo del contexto. Se puede
realizar de dos formas principales: oral (con el uso de palabras) o escritas (por medio de
representación gráfica de signos). La comunicación oral goza de un amplio rango de
formas: gritos, exclamaciones, silbidos, risas, lloros, sonidos vocales… Todos ellos
pueden expresarse en multitud de ocasiones en substitución del lenguaje formal y
articulado (idioma) que es la forma de comunicación oral más desarrollada y clara para
entender. El lenguaje articulado son sonidos estructurados que dan lugar a las sílabas,
palabras y oraciones con las que nos comunicamos con las demás personas.
La comunicación no verbal
Cuando conocemos a alguien nuevo tenemos muy en cuenta la información no verbal que
obtenemos y emitimos, ya sea de forma consciente o inconsciente. Ser consciente de ello
nos ayudará a evitar prejuicios que distorsionen la realidad. El psicólogo Albert Mehrabian
llevó a cabo experimentos psicológicos y descubrió que como regla general la
comunicación no verbal está sobrevalorada en el mensaje. Solo el 7% de la información
se atribuye a las palabras, mientras que el 38% se atribuye a la voz (entonación,
proyección, resonancia, tono, etcétera) y el 55% al lenguaje corporal (gestos, posturas,
movimiento de los ojos, respiración, etcétera).