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Esta es una compilación de los once capítulos escritos en Wattpad por la conocida
escritora Jamie McGuire.

Esta compilación es la “continuación no verificada Maravilloso Desastre. Tomen nota


que esto es solo por diversión, eso puede hacer que la línea de tiempo en las novelas no
coincida” (Jamie McGuire)

Cabe anotar que esta compilación pertenece totalmente a la escritora Jamie McGuire,
con un diseño de portada de Nina More y la traducción de Niky Moliviatis.

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La compilación es realizada en la búsqueda de llevar esta bella obra a todos aquellos


que no tienen una cuenta de wattpad, pero como yo, se enamoraron de la historia de
Abby y Travis.

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Revisado y corregido por Corinne Lyn


Libros ventana del alma

Es una compilación realizada de una Fan para Fans


Cuando el libro salga a la venta, apoya al autor comprándolo.

¡Disfruta la lectura!
Maravillosa
ETERNIDAD

Endlessly Beautiful

JAMIE
McGUIRE
Tabla de Contenido

Primera parte
1. Recién Casados......................................................................................................................................... 4
2. Mentira Piadosa...................................................................................................................................... 11
3. Plateado................................................................................................................................................... 18
4. Lo Que Queda De Correcto.................................................................................................................... 25
5. Verdad..................................................................................................................................................... 32
6. La Verdadera Vida Comienza Ahora.................................................................................................... 39
7. El Nuevo Normal.................................................................................................................................... 44
8. Pastel....................................................................................................................................................... 53
9. Comprometida........................................................................................................................................62
10. Retorcido............................................................................................................................................. 69
11. Destruido............................................................................................................................................. 74
1. Recién Casados

Travis se levantó por encima de la cama y el equipaje, separando tranquilamente la ropa


sucia. Sostuvo mi vestido de bodas delante de él, después de varios segundos, lo coloca con
cuidado sobre el edredón. El satén y el tul estaban un poco arrugados y alborotados, en parte
por el viaje, pero sobre todo por nuestra noche de bodas. Travis me sostuvo como si le
perteneciera; todos sus miedos finalmente se desvanecieron. Ahora, solos en nuestro
apartamento, estaba mucho más relajado que en el aeropuerto de Las Vegas. Habíamos
regresado a la realidad, todavía casados, todavía juntos.

Levanté mi mano izquierda, mirando el anillo de la misma manera que Travis había
venerado mi vestido de novia momentos atrás. Moví mis dedos, notando a Travis entrar en
foco más allá de mi mano. Uno de los lados de su boca se convirtió en una medio sonrisa,
riendo.

―¿Estás bien? ―preguntó por tercera vez desde que llegamos a casa.

―Sigo siendo la señora Maddox ―dije, acercándome a él para envolver mis brazos alrededor
de su cuello. Recostándome sobre él, deje que cargara con todo mi peso, cerrando mis ojos al
tiempo que sus suaves labios rozaban los míos ―. Quisiera que tuviéramos más tiempo antes
que reanudaran las clases.

―Podríamos saltarnos un par de días ―murmuro contra mi boca.

Me examinaba con sus cálidos ojos marrones, y barba de todo un día. Todavía me quitaba el
aliento como el día que lo conocí, su piel tatuada cubría sus impecables músculos. Sus tatuajes
iban de lo artístico a lo tribal, pero ninguno tan perfecto para él como mi apodo en letra
cursiva tatuado en su muñeca, o la frase en Hebreo en sus costillas, que abarca desde debajo
del brazo hasta la ingle. Se leía "Pertenezco a mi amada y mi amada es mía" y así era.
Oficialmente. Incluso me hice un nuevo tatuaje en Vegas: Sra. Maddox. Para alguien que
nunca considero tener un tatuaje antes, no podía dejar de verlo... o a mi nuevo esposo.

Lo solté poniéndome de píe.

―Tengo estadística este semestre. No es una clase que quiera perder.

―Vas a estar bien ―dijo, dándose la vuelta para terminar de desempacar ―, tu resuelves los
problemas de la misma manera que yo lanzo puños.

―No ―respondí a su comentario ―. Nada es tan maravilloso como eso.

Me vio por encima de su hombro, viéndome con un millón de emociones pasando por su cara,
estableciéndose finalmente en la adoración.

―Mi esposa lo es.

Eché un vistazo alrededor de la habitación, posando una mano en mis caderas, soplando un
mechón de pelo de la cara. La ropa sucia estaba acumulada en cuatro grandes pilas alrededor
de la habitación. Me pregunto cómo fuimos capaces de acumular tanta ropa en tan pocos días.
De las paredes cuelgan marcos con fotografías en blanco y negro de todas nuestras facetas:
amigos, enemigos y amantes. En cada toma estábamos sonriendo, y Travis me estaba tocando
de alguna manera. Había extrañado nuestra habitación, pero la última vez que estuvimos
aquí le estaba proponiendo a Travis mientras su rostro estaba manchado de hollín por el
incendio. Una pista de humo aún permanece en el aire.

Shepley y America se marcharon a Morgan Hall después de dejarnos en la casa del padre de
Travis para dar la noticia a Jim de que nos habíamos escapado. America recogería mis cosas,
para darnos tiempo a Travis y a mí para desempacar y establecer todo. A pesar que el
apartamento era el mismo que cuando nos fuimos, todo se sentía diferente. Recogí una de las
pilas de ropa en mis brazos y me giré hacía la puerta, preguntándome si Travis se sentía tan
contento pero fuera de lugar como lo hacía yo.

― ¿A dónde vas? ―preguntó Travis.

Hice un gesto, girando la parte superior de mi cuerpo señalando al vestíbulo.

―Lavandería

―hizo una cara y yo me reí ―estaré al final del pasillo, amor.

Asintió, pero podía decir que seguía preocupado que nuestro matrimonio se pudiera borrar de
alguna manera, como si realmente no hubiera pasado, como si fuera a despertar en cualquier
momento solo en cama.

Pasé por la puerta de entrada a la sala de estar, deteniéndome a menos de dos pies después de
empujar la puerta plegable a la derecha, revelando la lavadora y secadora. La unidad era
ruidosa, estaba teñida de amarillo y era mucho más vieja que yo, pero funcionaria bien. Solo
metí la mitad de la ropa que llevaba conmigo, sabiendo que el pequeño tambor no podía
manejar más que eso. No fue hasta que vertí el detergente, giré el mando y cerré la tapa que
alguien llamo a la puerta.

Dejé caer el resto de ropa al suelo esquivando la pila para correr a través de la sala de estar.
Miré a través de la mirilla tragando, tomándome un momento de reunir todos mis
pensamientos antes de abrir la puerta.

―Hola ―dije, tratando de sonar sorprendida.

Los policías iban con ropa casual ―lo que quería decir que eran detectives― y ellos no
parecían estar sorprendidos de verme.

―¿Señorita Abernathy? ―el que estaba a la izquierda preguntó. Era gordo, su panza le
colgaba por encima del cinturón y su chaqueta de tweed estaba un poco pequeña. En la
insignia arriba de su bolsillo se leía Gable. Su pareja, Williams, iba bien vestido con camisa de
botones morada y una corbata a juego. Se cruzó de brazos, su suave tez oscura era todo lo
contrario a Gable con su piel rosada con pecas.

―¿Sí? ―dije, sabiendo que Gable estaba confirmando, no preguntando.

―Estamos buscando a Travis Maddox.

―Está aquí, en el baño ―esperaba que Travis no pudiera escucharnos por el sonido de la
lavadora. Sería mucho más sencillo cubrirlo si se quedaba escondido en la habitación.
Necesitaba prepararlo. No era tan buen mentiroso como lo era yo, él jamás había que tenido
que serlo. No podía siquiera recordar una vez en los siete meses que tengo de conocerlo que me
dijera una.

―¿Podemos pasar por un momento? Necesitamos hablar con él ―dijo Williams.

―¿Es por el incendio? ―pregunté.

Los detectives intercambiaron una mirada, como si estuvieran un paso adelante.

―Sí ―respondió Gable ― ¿Qué me puede decir al respecto?

―Lo vi en las noticias. En cuanto termináramos de desempacar, iríamos a la fraternidad. Él


perdió algunos de sus hermanos. Está destrozado ―respondí, sabiendo que esa parte no era
mentira.
―¿Tú eres su novia? ―una vez más, Gable afirmo la pregunta en lugar de hacerla.

―Esposa ―corregí.

Los hombres se dieron otra mirada. Williams cambio su peso, viendo sus notas.

―¿Esposa?

―Sí, nos escapamos este fin de semana. A Las Vegas. Regresamos antes a casa a causa del
incendio.

Gable entrecerró los ojos.

―Tenemos ciertos testigos que afirman que Travis estaba en el edificio a la hora del incendio.
Han hecho aclaraciones que era un oponente regular en el... uh ―revisa sus anotaciones ―, en
el anillo de lucha ―pronuncio cada palabra como si estuviera hablando alguna lengua
extranjera.

―Es decir... creo que es ilegal mentirles ―digo, recostándome en el marco de la puerta. Los
hombres se acercaron, esperando a que diera mi confesión ―. Hemos ido a algunas. No hay
mucho que hacer en Eakins ―solté un bufido, pretendiendo estar incomoda y avergonzada
cuando no encontraron graciosa mi broma.

―Gable se inclinó, notando algo detrás de mí.

―¿Señor Maddox? ―Me giré para ver a Travis congelado en el pasillo.

―Hola, amor ―dije ―. A estos oficiales se les dijo que estabas en la pelea este fin de semana.
Están haciendo preguntas.

―¿Podemos pasar? ―preguntó Williams

―Por supuesto ―Travis pasó por encima de la pila de ropa que había dejado tirada en el suelo.
Limpiándose los dedos en el pantalón para ofrecerles un firme apretón de manos, primero a
Williams y luego a Gable al tiempo que se presentaban como detectives.

―Travis Maddox.

―Un placer conocerlo, señor ― Gable agitó su mano en reacción a la presión que había puesto
Travis en el apretón de manos. Entró, pasándome por completo, notablemente atento a
hombre al que se estaba enfrentando.

―Ya conocieron a mi esposa ―dijo Travis al tiempo que yo cerraba la puerta detrás de los
detectives.

Los oficiales asintieron. Williams soltó un bufido.

―¿Manejaron o volaron a Vegas?

―Volamos ―dijimos al unísono, nos vimos sonriendo. Travis tomó mi mano y nos sentamos en
el sofá. Williams eligió el sillón reclinable. Gable ocupaba la mayor parte del sofá de dos plazas.

―¿Realmente están diciendo que él estuvo ahí? ―pregunté.

―Que los dos estuvieron ahí, en realidad ―dijo Gable escribiendo algo en su cuaderno ― ¿Aún
tienen sus pasajes de abordar?

―Sí ―respondí poniéndome de pie. Hice mi camino hasta la habitación, buscando entre mi
bolsa los pasajes de abordar y el recibo del hotel. Quiero tenerlos a la mano para cuando los
investigadores lleguen a la pregunta del paradero de Travis. Tomé mi vestido de novia al salir.
No quería dejar a Travis solo con los detectives más de lo necesario.

―Eso fue rápido ―dijo Williams con sospecha.

―Recién llegamos ―digo ―. Estaba todo en mi bolsa. Aquí esta ―entregándole los pasajes de
abordar y el recibo del hotel.

―Ese es tu, uh... ―Gable comenzó a hacer un gesto a mi vestido.

―Sí ―levanté el vestido con una sonrisa llena de orgullo ―¡Oh! ―digo viendo a Travis. Corrí de
regreso a la habitación, colocando mi vestido sobre la cama regresando a la sala de estar con
el DVD en mano ―¿Les gustaría ver la ceremonia? ―antes que cualquiera pueda responder, lo
pongo en el reproductor tomando el control remoto.

Me senté junto a Travis, acurrucándome junto a él mientras lo veíamos estar parado al lado
del oficiante, inquieto. Besé su mejilla, después él giro su cabeza para presionar sus labios
contra los míos.

―Okay ―dijo Williams de pie. Su teléfono sonó, y él lo tomó contra su oído ―. Williams. ¿Qué?
¿Cuándo? Eso es una mierda y lo sabes.

Travis me lanzó una mirada rápida, pero yo apreté su mano manteniendo la sonrisa en mi
cara. Observando la televisión. La grabación ayudo a que fingiera que no estaba poniendo
atención a cada palabra de Williams.

Gable articulo un "¿Qué?" a su compañero. Williams negó con la cabeza


―Sí, señor. Estamos aquí ahora. Lo entiendo, señor ―suspiró poniendo su teléfono lejos, viendo
a Travis con una expresión molesta ―. La Oficina Federal de Investigaciones está hablando
sobre el caso. Estoy seguro que tendrán más preguntas para ustedes.

―¿El FBI? ―preguntó Travis.

Williams observó a su aturdido compañero.

―Eso parece. Que tengan un buen día, señor Maddox y felicidades.

Travis se puso de pie, llevándome con él. Observamos cómo se iban los detectives. Luego Travis
se puso inquieto.

―Trav ―intenté alcanzarlo pero no se detuvo para que lo hiciera ―Travis, detente. Todo va a
estar ben. Lo prometo.

Se sentó en el sofá, recostando sus codos en las rodillas, cubriéndose la nariz y la boca con las
manos. Sus rodillas rebotaban y respiraba con dificultad. Yo me preparaba para que él
estallara.

Me senté junto a él, tocando su hombro.

―Estábamos en Vegas, casándonos. Eso es lo que pasó, y es lo que seguiremos diciendo. Tú no


hiciste nada malo. Es una cosa horrible lo que pasó, pero no voy a dejar que te vayas abajo por
esto.

―Abby ―Travis hablo a través de sus manos. Cerró los ojos tomando una respiración
profunda ―¿Sabías que esto iba a pasar? Besé su hombro.

―¿A qué te refieres?

―Qué iba a necesitar una coartada.


Mi corazón comenzó a acelerarse, golpeando contra mi caja torácica.

―¿De qué estás hablando?

Se giró hacia mí con temor en los ojos, arrepintiéndose de la pregunta que estaba a punto de
hacer.

―Dime la verdad.

―Okay... ―dije tragando con fuerza.

―¿Te casaste conmigo para solo para mantenerme fuera de la cárcel?

―Suspiré. Por primera vez tenía miedo que mi famosa cara de póker no pudiera salvarme. Sí
admitía haber creado una coartada, jamás me creería que también me casé con el porque lo
amo y quiero ser su esposa. No creería que la única razón por la que estaría de acuerdo a ser
su esposa en primer año de Universidad ―con tan solo diecinueve años―fue casusa de este
amor. No podía decirle la verdad, y no quería comenzar nuestro matrimonio con una
mentira tan grande como esta.

Abrí mi boca para hablar, no sabiendo cuál elegir hasta que las palabras salieron
2. Mentira Piadosa
::: Abby:::

―Travis ― toqué su rodilla ―, me case contigo porque me enamore.

―¿Esa es la única razón? ―preguntó, preparándose para cualquier respuesta que le pudiera
dar. ―No.

Su pecho pesaba como si todo el aire hubiera sido eliminado. Una hora atrás, él estaba
empezando a aceptar que este fin de semana no era solo un sueño. Un mes atrás, hubiera
destrozado el apartamento completo. Podía verlo luchar contra el impulso de arremeter
contra todo, incluso debajo del dolor que estaba sintiendo. Ver el conflicto en él me hizo amarlo
más.

Travis se quedó viendo el suelo mientras hablaba.

―Abby, cuando digo que te amo... no sabía hasta este momento que quería más para ti que que
fueras solo mi esposa ―su respiración titubeó aclarándose la voz temblorosa ―. Solo quiero
que seas feliz. No tenías que hacer esto.

―Soy feliz. Hoy, soy la persona más feliz. Mañana, seré aún más feliz. Pero, tu felicidad es tan
importante para mí, Travis, y... ―dude por un segundo. No importaba de cuantas maneras
intentara explicarle, Travis nunca lo entendería. Huir a Vegas para salvarlo de ir a prisión
significaba más para mí que para él. Quizá no era la propuesta impulsiva romántica que
Travis hubiera querido, pero puse la acción detrás de los sentimientos. Para mí, era prueba
que mi amor por él trasciende todo lo que es importante para mí, pero Travis no lo vería de ese
modo. Podía verlo en sus ojos.

―Solo dilo, Pidge. Necesito escuchar que lo digas. Necesito saber la verdad ―dijo derrotado.
Tomé su mentón, rozando mis labios en su oído.

―Te pertenezco ―susurre, frunciendo el ceño ―, y tú eres mío.

Se giró, tocando mi mejilla con sus dedos, observando mis ojos buscando alguna pista de que no
estaba siendo completamente honesta.
Le ofrecí una pequeña sonrisa, manteniendo todos mis miedos escondidos muy dentro de mí.
Las palabras que salían de mi boca eran verdad, pero las protegía como si fueran mentira.
Travis no tenía que saber que quería salvarlo. Solo tenía que saber por qué.

Asintió, respirando al tiempo que sus músculos se relajaban.

―¿Alguna vez has querido algo tanto, fuera de tu alcance, algo imposible, una vez que pasa
tienes miedo de creerlo? ―Sí ―susurre, besando sus labios ―, pero soy tu esposa y nada va a
cambiar eso.

―No lo sé ―dijo negando con la cabeza ―, veinte años en prisión podrían cambiar eso.

―¿Cómo puedes pensar que no tienes control sobre lo que pasa con nosotros? Me enamoré
tanto que te propuse matrimonio a los diecinueve años ―Mi comentario lo hizo
sonreír ―¿Alguna vez te has puesto a pensar que quizá yo sea la que tiene miedo de perderte?

―¿A dónde voy a ir? ―preguntó, colocándome en su regazo ―. Tú eres mi ancla. No hay nada
que quiera que me lleve lejos de ti ―las comisuras de sus labios se levantaron por una fracción
de segundo ―. Estoy siendo investigado por el FBI, Pidge. ¿Qué pasa si me arrestan? ¿Qué pasa
si me voy por mucho tiempo?

―Eso no va a pasar. No estabas ahí. Estábamos en Vegas casándonos ―levanté mi mano


moviendo mis dedos para que la luz se reflejara en mi diamante. Su expresión hizo que mis
ojos no pasaran desapercibidos, envolví mis brazos alrededor de él, sosteniéndolo con fuerzas,
colocando mi mentón en la curva de su cuello. No tenía por qué ocultar que tenía miedo ―. No
voy a dejar que te alejen de mí.

―Alguien tiene que pagar por lo que paso.

Mis ojos viajaron por todo nuestro apartamento, a las velas que compre en ese pequeño centro
comercial en Eakins, y el cenicero que Travis mantenía cerca de la puerta para tomarlo antes
de salir a fumar. Pensé en su espátula favorita junto a mi cuchara favorita de servir dentro
del gabinete, sus vasos pequeños para shots junto a mí taza de café, sus calcetines sucios del
gimnasio mezclado con mi ropa interior de Victoria's Secret. Pensé en el campus del estado de
Eastern y sentirme

mareada cuando Travis me encontró en un mar de doce mil estudiantes, y la vez que comenzó
a cantar aquella canción en medio de la cafetería solo para desviar la atención de mí. Me
mude de Kansas a Illinois para escapar de mi pasado, y aterricé justo enfrente de la última
persona con la que hubiera querido mezclarme ―que resulta ser la única persona, hasta el
momento, que me ama con intensidad e incondicionalmente. Travis Maddox me hace sonreír,
me hace avanzar cada día. No había Abby sin Travis.

―No, tu no elegiste el edificio. No colgaste las linternas. El fuego fue un accidente, Trav. Un
horrible accidente, pero si alguien es el culpable, no eres tú. ―¿Cómo voy a explicarle esto a
papá, Pidge? ¿Cómo les digo a mis hermanos que fui parte de esto? Algunos hermanos de la
fraternidad murieron en ese incendio ¡Mierda! ―dijo, sobando su cabello corto ―. Trenton casi
muere.

―Pero no lo hizo ¿Travis? ― sacudí mi cabeza ―. No puedes decirles. No puedes decirle a Shep
o a Mare. No puedes decirle a tu padre. Sí les decimos y ellos no te entregan, ellos estarán en
problemas tambien.

Lo pensó por un momento, y luego asintió. ―Pero... ¿Qué pasa si arrestan a Adam?

Mire hacia abajo, pensando en cómo manejaría ese pequeño detalle. Adam podía acceder a
testificar contra Travis con tal de obtener menos tiempo en prisión. Sí una persona más
admitía que Travis había estado en ese sótano durante la pelea, la coartada no valdría de
nada. Observe la preocupación a través de su iris rojizo.

―Vamos a tomar esto paso por paso. Primero nuestro matrimonio. Nosotros vamos primero,
siempre ―dije, tocando su pecho con mis dedos ―. Somos nosotros, luego la familia, luego el
mundo.

Él asintió, tomando mi mandíbula para plantarme un beso. ―Te amo, carajo ―susurro,
juntando su frente con la mía.

La perilla de la puerta comenzó a agitarse, Shepley y America entraron por la puerta,


sosteniendo ambos unas bolsas abultadas color marrón y hablando de hummus de cilantro y
jalapeño. Pararon justo detrás del sofá donde los dos estábamos a medio abrazo.

― ¿Qué mierdas, Shep? ¡Toca la puerta! ―dijo Travis.

Shepley se encogió de hombros, moviendo el saco al mismo tiempo. ― ¡También vivo aquí!

―Estoy casado, eres un mal tercio. ¡Uno que toca la puerta!

America le arrebató las llaves a Shepley, moviéndolas en frente de Travis para que pudiera
verlas.
―No si el mal tercio tiene llave ―le soltó ―. Por cierto, Shep logró que Brazil nos prestara su
vehículo para terminar de mover las cosas de Abby. De nada. Mare se dio vuelta a la cocina,
haciéndole señas a Shepley que la siguiera. Ella seguía enojada por no haberle dicho de nuestra
escapada, no entendiendo que escaparnos en la noche, sin decirle a nadie, era la única opción
que teníamos. Ellos abrieron los gabinetes, sacando todo de las bolsas, llenando las estanterías
vacías con latas, bolsas y cajas.

―Yo ayudo―dije, empujando a Travis. Él me jaló de regreso a su regazo, sobando mi cuello.

―Oh, no ―America gruño ―. Ahora estas casada, deja que el mal tercio ponga los doscientos
dólares que gastamos en el supermercado. ― ¡Bien hecho, Shep! ―dijo Travis, girando su
cabeza en dirección a la cocina para ver a Shepley lanzarle un giño.

―Yo compro, tu cocinas. Eso no cambia ¿Verdad, Trav? ―preguntó Shepley. ―Así es ―Travis
alzo los pulgares al aire en señal de aprobación.

―Vas a tener que enseñarme ―dije un poco avergonzada.

― ¿A cocinar? ―preguntó Travis. Asentí para confirmar su pregunta.

―Pero si te enseño, no podre cocinarte tan seguido.

―Exacto. Quiero ayudar ―me sonrió, provocando que sus hoyuelos se formaran en sus
mejillas.

―Entonces la respuesta es no ―tomé un pedazo de su piel debajo de su brazo, pellizcando al


tiempo que reía mientras Travis gritó.

America pasó por el sofá doble donde el control remoto estaba enterrado en medio de los dos
cojines. Pensé en advertirle acerca del gran detective que había estado calentando el sillón
como gallina sentada en su nido, pero antes que pudiera advertirle, America tiró del control
remoto hasta que lo libero. Lo apuntó a la televisión, hasta que la pantalla se prendió,
mostrando las noticias locales. Seguían hablando del incendio, los reporteros parados enfrente
de Keaton, las ventanas estaban manchadas de negro mientas las letras amarillas se
desplazaban en la parte inferior de la pantalla.

Toque mi garganta, tragando, recordando cómo me ahogaba por el humo, y lo horrible que fue
ver llamas tan cerca. Estaba confundida, perdida, sintiendo que la muerte podía venir en
cualquier momento, hasta que escuche la voz de Travis en medio del llanto y gritos del salón
principal.
America se sentó con cuidado en el sillón doble, dejando que su mano y el control remoto
descansaran sobre su pierna.

―Emily Heathington murió en el incendio. Ella estaba en mi clase de acuaérobics ―dijo


America riendo sin ningún humor ―. Ella odiaba el agua. Decía que pensar en sumergirse
dentro del agua sin tener nada de por medio más que un respiro la hacía sentir claustrofóbica.
Así que tomo la clase de acuaérobics para enfrentar sus miedos. El que haya muerto de ese
modo... es una broma de mal gusto.

―Mare ―advertí al ver la expresión de Travis.

―Estoy tan agradecida que no estuvieran ahí ―dijo America, limpiando su mejilla ―. No sé
qué hubiera hecho si algo les hubiera pasado a cualquiera de ustedes ―se puso de pie,
arrojando el control a Travis ―. Incluso a ti, idiota.

Travis agarro el fino triángulo negro con una mano, girando en dirección a la cocina. No
podía ver por la espalda del sofá, aun así gritó en dirección a su primo. ― ¿Deberíamos ir a Sig
Tau?

―Acabo de regresar ―dijo Shepley―. Está muy callado por ahí. Muchos chicos sentados en
círculo mirando el piso. ―Estaban hablando de recaudar fondos ―dijo America.

Travis asintió.

―Sí, definitivamente deberíamos hacer eso.

―Travis ―dijo Shepley ― ¿Cómo vamos a pagar la renta? Lo que regularmente utilizamos
para verano no es suficiente. No tenemos más ingresos. ―Vamos a conseguir un puto
trabajo ― dijo Travis recostándose.

¿Haciendo qué? Todo lo que sabes hacer es tirar puños y yo hacer llamadas telefónicas
¿Vamos a aplicar a Burger King? ―le fruncí el ceño a America pero ella solo se encogió de
hombros.
―Ya pensaran en algo ―dije ―. Vi un anuncio en el corcho saliendo de clases para tutorías de
cálculo. Iré a ver eso. ― ¡Ah, Sí! ―dijo Shepley con un suspiro ―. Vamos a dividir la renta y las
facturas en tres ahora. Eso facilitara las cosas. ―Tus padres pagan tus facturas ―Travis
gruño ―. No sé de qué te quejas.
―Era bueno no tener que pedírselos ―dijo Shepley.
―Shep ―empezó Travis ―, sabes que te amo, primo. Pero uno de los dos va a tener que
mudarse.

¿De qué diablos estás hablando? ―America tomo la almohada y se la tiro a Shepley.

¡Cállate! No actúes como si no supieras que esto estaba por venir desde que te enteraste de su
boda.

―Lo siento, quería evitar eso lo más que pudiera.

Dos líneas se formaron en el ceño de Travis. Shepley no sabía que Travis ya se sentía lo
suficientemente mal, por muchas más cosas. Travis soltó el aire, agitando su cabeza.

―No vamos a encontrar algo que pague tan bien como eso, te lo garantizo.

―Como les dije ―le sobé la espalda ―. Ahora tenemos dos ingresos. Está bien que hagas menos
dinero, incluso la mitad. ―Pero voy a extrañar ese dinero ―dijo con curiosidad ―. Tenía
muchos planes para nosotros.

¿Cómo un carro? ―pregunté. Él ahogo una sonrisa.

―No te preocupes por eso ―le lance un puño en broma.

¿Qué quieres decir?

―Quiero decir que eso ya lo tengo cubierto.

― ¿Nos compraste un auto? ―sentándome. Nunca había tenido un carro antes.

El único transporte de Travis era una Harley Night Rod, aunque se veía condenadamente
sexy manejándola, era un poco destapada en invierno, habíamos estado confiando en Shepley
para que nos llevara o nos prestara su auto, pero ahora que estábamos casados, eso cambiaria.
Todo cambiaría. No éramos chicos universitarios que podían depender que alguien los llevara.
Éramos una pareja de recién casados y había cierta expectativa ―sobre todo en nosotros
mismos― de ser responsables y autosuficientes.

El matrimonio era mucho más que una ceremonia y promesas. Nunca pensé dos veces acerca
de Travis teniendo un compañero de cuarto cuando éramos novios pero el matrimonio lo
hacía ver todo diferente. Así como no tener auto era diferente, o trabajo, o... la realidad
empezó a pesarme, y me hundí de nuevo en el sillón. Travis frunció el ceño ante mi reacción.

¿Qué pasa, amor? ―Preguntó. Shepley se rio.

¿Ahora realmente no les queda dinero?

―Ahora en verdad no necesitamos que vivas aquí ―Travis gruño. Shepley arrugo la nariz,
como si acabara de oler algo repugnante. ―Eso fue grosero.
Travis se removió en el sillón, tacleando a su primo en el suelo de la cocina. Shepley gruñó
cuando su rodilla golpeó la puerta del armario inferior, y luego gritó cuando Travis agarró la
entrepierna.

―Deja de pelear sucio, idiota ―Shepley gritó, America se movió hacia atrás, perdiendo las
rápidas piernas de Travis. Me paré junto a ella, cruzándome de brazos.

¿Estas segura que sabes a lo que te metiste? ―preguntó ―. Estas en esto, lo sabes. Esto es
tuyo. ―Tú sigues ―dije tirando de su brazo.
¡Oh, no! Solo porque tú te casaste en primer año no significa que el resto de nosotros estemos
locos ―me miro confundida ―. Aun no entiendo porque lo hiciste. Travis sabía que la pelea
más grande del año se acercaba, Adam consigue a alguien de último momento para que
remplace a Trav, el incendio comienza y ustedes dos resultan estarse esca...
Vi el reconocimiento en sus ojos. Trav se quedó estático, los dos chicos vieron a America,
respirando con fuerza. ―Abby ―dijo America con sospecha.

―Mare, no ―dije ―. No lo digas. No lo pienses. ―Pero estoy en lo cierto ¿Verdad? ―preguntó.

―No ―contesté ―. Estábamos en camino a Vegas cuando el fuego empezó ¿Qué clase de
personas seríamos si hiciéramos algo así?

―Inteligentes ―respondió Shepley parándose. Se pasó las manos en los pantalones, aun
intentando recuperar la respiración. Sus mejillas estaban rojas por el intento fallido de pelea
contra su primo más fuerte. Travis se puso de pie también, deslizo sus manos en mi cadera. Los
cuatro intercambiando mirada, indecisos de que decir después, pero en ese momento supe que
Travis sabía la verdad
3. Plateado

::: Abby:::

Platos, ollas y cubiertos chocaban y golpeaban juntos, amortiguada por el agua que salía de la
grifo. Vapor salía desde la cuenca del lavadero mientras America y yo limpiábamos los restos
la receta especial del Pollo Cajun con pasta de Travis antes de meterlos al lavaplatos. Ninguno
dijo mucho durante la cena, por una parte porque Travis era un cocinero espectacular, pero
sobretodo porque no sabíamos cómo hablar la de la verdad sin incriminar a todos en la
habitación.

― ¿Era realmente la única opción? ―preguntó America dándome un tazón.

―No puedo hablar de eso ―dije ―. Es mejor que no lo sepan. Pero si te preguntabas... sí, lo amo,
sí, estoy feliz de ser su esposa.

―Eso es todo lo que necesito saber, Abby. No volveré a preguntar.

―Por eso es que eres mi mejor amiga por siempre.

―Eso es verdad. Tienes tanta suerte de tenerme.

Sonreí.

―Claro que lo soy.

America giró el comando y la lavadora comenzó a funcionar. Ella se secó las manos y se paró
detrás de mí, tomando mis hombros para pegarme a su pecho. Recostó su cabeza en la curva
de mi cuello y beso mi mejilla susurrando.

―Todo va a estar bien. Lo prometo.

―Lo sé ―dije, aun viendo el lavadero.

Deje caer un poco de jabón azul en la palma de mi mano, sobando mi piel ya arrugada. Había
percibido que nuestros problemas eran serios en un pasado, ahora estábamos en un verdadero
problema, los dos ―porque si Travis se venía abajo, todos nos vendríamos a bajo. Acababa de
mentirle a unos detectives, obstruido la justicia, ser cómplice, sin mencionar ser un accesorio
complaciente antes, en el proceso y después de los hechos. Pero aceptaría las
consecuencias ―cualquiera que fueran―si significaban que Travis tenía una oportunidad de
no ir a prisión.

Observé por encima de mi hombro a mi esposo. Estaba parado con sus voluminosos brazos
tatuados, cruzados a la altura del pecho, hablando con su primo. Le había dado vuelta a su
gorra de baseball, cambiando de peso de una pierna a la otra como si no pudiera quedarse
quieto. Shepley tenía un efecto calmante en Travis, hablándole desde la cornisa en que Travis
estaba parado. Sonreí viendo mis manos debajo del agua, lavando los restos de espuma,
deseando que mis manos estuvieran realmente limpias.

El sol estaba comenzando a ocultarse, dejando un resplandor caliente a través del cristal de la
ventana que estaba encima del lavadero. Mi vista consistía en el parqueo, los apartamentos
que quedaban un poco más abajo y las partes de arriba de los edificios el campus que se
perdían con los arboles a unas millas de distancia. El cielo seguía brumoso por el humo que
salió de Keaton Hall unos días atrás. El incendio había sido una de mis experiencias más
aterradoras, pero

Había vivido. El miedo que era solo una memoria para mí era lo que había consumido a
muchos de nuestros compañeros de clase. Sus gritos aun retumban en mis oídos, cerrando mis
ojos, intentando hacer que se detuvieran.

Me sequé las manos y giré, abriéndome camino por el pasillo. Cambie en dirección de la
lavandería, agregando más y llevándome la sesta de caliente y limpia ropa a la habitación
para colocarla en su lugar. Mantenerse ocupada es bueno.

Travis entró, haciendo que la canasta se balanceara cuando se dejó caer en la cama boca
abajo. Tomó un par de respiraciones profundas antes de darse la vuelta boca arriba y colocar
sus brazos detrás de su cabeza. Él se quedó mirando el techo mientras yo caminaba alrededor
de la cama en dirección a mi vestido de bodas que colgaba de las cortinas. Las ramas desnudas
se balanceaban al compás del tiempo. He visto casi todas las temporadas pasar a través de la
ventana de Travis, ahora era nuestra ventana.

―Recuérdame de llevar esto a la tintorería y hacer que lo conserven ― dije alisando la falda.

― ¿Conserven? ¿Qué diablos significa eso? ―preguntó con una sonrisa en el rostro.

―Para que no se ponga amarillento. Para mantenerlo fresco.


― ¿Para qué?

―Para siempre ―respondí regresando a la cama ―. Como nosotros.

Travis me observó por un momento, viéndome regresar a la cama, junto a él con una sonrisa
apreciativa.

Retomé la tediosa pero complaciente tarea de doblar nuestra ropa de Vegas y las toallas que
usamos después de bañarnos para quitarnos el humo y el hollín de encima. Travis cruzó sus
brazos arriba de su cabeza y suspiró.

―No tengo miedo de ir a prisión, Pidge. He sentido tanto desde la primera vez que te vi que...
no lo sé. Se escucha perfectamente normal en mi cabeza, pero si lo

Digo en voz alta...

―Solo dilo.

―Existo por ti, Abby. Eso es. He hecho todo lo que tenía que hacer para no perderte. ¿Qué hago
si no vuelvo a verte? ¿O volver a tocar tu cabello? Ver como se ven tus ojos en la luz del día,
sentir tu cabello en mi brazo cuando me quedo dormido en la noche. Nunca he sentido miedo
de nada, pero eso me asusta hasta la muerte.

―No iras a ningún lado ―dije manteniendo la calma aunque todo lo que había dicho era
aterrador.

Alineé sus calcetines y los doblé de afuera hacia adentro. Eso éramos Travis y yo, un gran
manojo, aunque estuviéramos separados, existíamos juntos.

―No puedes arreglar esto, Abby ―dijo Travis ―. No voy a mentir. Si no me equivoco
merezco...

― ¡Basta! ― dije tirando los calcetines a su cara. Él lo agarro antes que le pegaran ―. Soy tu
esposa, tu deber es estar aquí conmigo, para protegerme, para amarme. Me lo prometiste.
Siempre vamos a pelear, una batalla a la vez. Esta no es diferente.

Él asintió, manteniendo sus ojos al techo.

Suspiro poniéndose de pie repentinamente.


―No puedo pasar el tiempo aquí. Me está volviendo loco. Vamos.

― ¿A dónde? ―pregunté

―A Pinkertons.

― ¿Al distribuidor de autos? No ―dije moviendo mi cabeza. Travis sonrió

―Esta pagado. Solo escoge un color ―levanté una ceja.

―No juegues conmigo Maddox.

Se cambió a una camisa de mangas largas y unos vaqueros limpios, se agacho a amarrar sus
botas.

―Vamos a ir ―me advirtió

No busque mi ropa en la ropa limpia, pero Travis paso a mi lado, dándome un golpe en la
cadera antes de tomar una de mis camisetas del perchero. En menos de un minuto habíamos
terminado y guardado la ropa. Me cruce de brazos observando la ropa, pretendiendo no estar
impresionada por mi decisión.

―Solo un suéter y vaqueros, amor. Esta hermosa. No tienes que tratar siquiera.

Me ruboricé viendo el suelo. Travis era mi esposo, pero él aun podía hacerme sentir como si lo
acabara de conocer.

― ¿No cierran en poco?

― ¿Qué? ¿No querías un auto? Let's go! Pon tu trasero en movimiento, señora Maddox.

Me reí, tomando el primer par de vaqueros y suéter que toqué, vistiéndome de prisa para
encontrarme con Travis en la sala de estar. Tenía las llaves de Shepley en las manos, su rostro
se ilumino cuando me vio haciéndome un gesto para que pasara primero.

―Haces eso solo porque te gusta verme el trasero ¿No es así? ―pregunté

―Así es, tienes toda la maldita razón ―dijo Travis, cerrando la puerta detrás de él. Bajamos
las escaleras, tomados de las manos. Tomé un respiró profundo.

―Huele a lluvia.

―Qué bueno que vamos a tomar el Charger ―abriendo la puerta del lado del pasajero. Espero
para que me subiera antes de rodear el auto por la parte de adelante para subirse en el lado
del piloto. Una vez dentro tomó el volante y movió la cabeza.

― ¿Qué? ―pregunté ― ¿Se te olvido algo?

―Cada cinco minutos más o menos me hago de la idea, aun no puedo creerlo ―se acercó a mí,
tomando mis mejillas en sus manos antes de tocar mis labios con sus suaves labios. Él se alejó,
girando la llave para encender el auto y llenar el ambiente con la calefacción. Él hizo una
cara cuando la estación de música country comenzó a sonar, rápido giro la perilla cambiando
a cualquier estación en la que estaban pasando a los Dexy's Midnight Runners. Él doblo la
cabeza y yo me reí al tiempo que decía "C'mon Eileen"

Puso el engranaje marcha, para salir del parqueo. Puso su mano en mi rodilla, aun cantando
y agitando su cabeza al ritmo de la música. Él se sabía cada palabra. Era algo impresionante.
En ciertas ocasiones me volteaba a ver y murmuraba las canciones con mucho entusiasmo, yo
no pude hacer nada más que cantar con él. Para el momento en que llegamos a Pinkerton's,
estábamos prácticamente gritando el coro de la canción, Los Dukes de Hazzard. Yo no me
sabía toda la letra, pero Travis sí, y las cantaba como si estuviera entreteniendo a un estadio
completo de personas. Estaba feliz que él insistiera en salir del apartamento. No me había
dado cuenta de lo atrapada que me sentía, o lo mucho que necesitaba reír.

Travis estaciono el auto y salió de él. Cerré la puerta del copiloto viendo a Travis avanzar
delante de mí, alcanzándolo lo tomé con los dos brazos hasta que entrelace mis dedos en los de
él. Envolvió mis brazos alrededor de él, parando frente a una línea de Toyota Camrys.

Un señor de edad avanzada caminó hacia nosotros, ajustando su corbata y peinando su


cabello gris, preparando su discurso tras limpiar su garganta ofreciendo la sonrisa más
encantadora. Travis era aún mejor.

Para mi sorpresa, saludó a Travis por nombre. Travis me soltó para saludar al hombre.

―Me preguntaba cuando ibas a aparecer por aquí ¿Esta es Abby? ―tomó mi mano
saludando ―. Richard. Un placer finalmente conocerte.

Estiré el cuello en dirección a Travis, pero el solo se encogió de hombros.


―Ya te lo dije. Escoge un color.

Ahogue una risa.

― ¿Estás hablando en serio?

Levantó sus manos dejándolas caer en sus muslos.

― ¿Alguna vez te he mentido?

Lentamente envolví mis brazos alrededor de su cuello, sintiendo sus músculos relajarse. Me
pare de puntillas para darle una mirada disimulada a Richard que en mi periferia intentaba
no observar.

―Nunca ―observe la línea de Camrys. Richard señalo.

―Negro Actitud, Rojo Barcelona, Plateado Clásico, Azul Clearwater, Gris Cósmico, Arena
Metálico. No tenemos el Perlado o Gris Magnético en stock.

―Pero lo puede conseguir ―agregó Travis.

―Sí, por supuesto.

―Míralos por dentro. Todos tienen un interior diferente.

Camine hasta el auto color plata, abriendo el lado del conductor.

― ¿Qué es eso? ¿Una televisión?

Richard se acercó un poco.

―Ese es uh... el sistema de navegación y la radio ―Éste continuó diciendo las varias
características al tiempo que Travis me alentaba a sentarme en el lado del conductor. El
interior era gris pálido, y los botones alrededor de la pantalla me recordaban a los paneles de
control de la NASA. No podía imaginar estar familiarizada con todos ellos.

―No puedo creer que esto sea para mí ―dije, recorriendo mis dedos en el volante ―. Nunca
había tenido mi propio auto.
Travis se agachó junto a mí, reposando la mano en la orilla de la puerta abierta.

―Haría cualquier cosa por ti, Pidge. Voy a darte todo lo que siempre has querido.

Toqué su mejilla.

―Ya me lo has dado ―Travis se inclinó contra mi mano, de pronto tomó mi mano,
entusiasmado.

― ¿Qué te parece?

― ¡Éste!

― ¿El plateado? ―preguntó

―El plateado ―respondí.

Travis movió su cabeza a un lado, manteniendo su vista en mí.

―Ya escuchaste a mi esposa, Richard. Quiere este.

― ¡Perfecto! ―dijo Richard ―. Lo tendré listo.

Me abalance sobre Travis, empujándolo sobre su espalda. Él se río, luego me acuno en el asfalto,
besando mis labios como la tormenta resonando en la distancia y la lluvia empezando a caer
desde el cielo.

― ¿Eres feliz, Pidge? ―preguntó.

―La más feliz ―respondí contra sus sonrientes labios.


4. Lo Que Queda De Correcto

::: Travis :::

La mano de Abby se sintió pequeña pero relajada en la mía mientras caminábamos por la
acera mojada pasando la cinta amarilla que rodeaba Keaton Hall. El edificio y el suelo
fangoso bordeando las cuatro esquinas de ladrillo y piedra eran ahora una escena del crimen.
Los policías ―y ahora el FBI― estaban investigando la muerte de treinta y siete estudiantes
universitarios, la mayoría no tenían la edad suficiente para comprarse una cerveza. Me
había estado preguntando durante tres días cuando debería decirle a papá, cómo se tomaría
la noticia de que su hijo menor había estado involucrado en el evento más trágico en la
historia del estado de Eastern, y lo que diría. Me imaginaba la decepción en sus ojos, la
preocupación y el estrés que le daría, incluso después de que la policía me arrastrara a la
cárcel.

Los ladrillos sobre cada ventana del edificio que Adam había puesto en escena para mi última
pelea estaban negras por el humo. Los gritos de unas noches atrás aun resonaban en mis oídos,
y yo recordaba el terror que sentía cuando buscaba desesperadamente en el laberinto de
pasillos en el oscuro sótano por Abby. El miedo abrumador que sentí cuando me di cuenta que
Trenton no estaba afuera con el resto de sobrevivientes aún era fresco. Los pelos de la nuca se
me erizaron solo de pensarlo. Aun, nada de eso había tocado el corazón roto de tantos padres
estaban sintiendo desde que la historia del fuego había salido en las noticias. Aun cuando
Abby nunca perdía la oportunidad de decirme que no era mi culpa, me sentía responsable.

Me detuve frente a un monumento improvisado para las víctimas: una pila de notas, cintas,
flores y animales de peluche. Abby tiró de mi cabeza, tirando de mí hacia adelante sin decir
una palabra. Ella sabía que yo me estaba culpando a mí mismo, pero ella no sabía que yo
estaba luchando con la urgencia de entregarme. La única cosa que me mantenía de no hacerlo
era pensar en dejar a mi nueva esposa sola.

Camine junto a ella al edificio donde tenía su primera clase, después de besarla de una manera
que le diera a entender a todos los que lo vieron que ella era mi esposa, la vi subir las escaleras
y desaparecer en la puerta doble de vidrio.

―Shepley me dio una palmada en la espalda.


―Crecen tan rápido.

―Me quité de su agarre.

―Cierra la boca, aliento de pene.

Shepley se rio.

―Una de las hermanas de Sig Cap le pregunto a América si los rumores eran ciertos.

Pude sentir mi ceño fruncirse.

― ¿Qué rumor?

Shepley se me quedo viendo como si fuera un imbécil.

―El rumor que te casaste con Abby.

Ajuste mi mochila y comencé a caminar bajo el gran cielo gris, sintiendo el aire matutino
infiltrarse en mis mangas largas. Shepley luchaba para mantener mi ritmo, aunque por
momentos hacia trotes cortos. No hablamos hasta que alcanzamos el edificio de arte liberal,
donde ambos teníamos clases. Tomé dos escalones a la vez haciendo que Shepley se quejara.

― ¡Carajo, Travis! ¿Dónde está el fuego?

Pare dando la vuelta para enfrentar a mi primo, apretando los dientes

― ¿Qué pasa contigo?

Shepley se puso pálido.

―Lo siento, mala elección de palabras. No vamos tarde, aún tenemos diez minutos ¿Cuál es la
prisa?

―Tengo mucho en la mente ―dije abriendo la puerta.

El pasillo estaba lleno de estudiantes que iban y venían, que fluyen uno al lado del otro hasta
que se separan lo suficiente para evitar un obstáculo en el centro del corredor: una caja de
cristal que se sienta encima de un podio. Dentro hay un busto de Gerald P. Stymie, el ex
presidente del Estado de Eastern, y ex miembro de Sig Tau. El Sr. Stymie fue miembro Sig Tau
con mi padre y el tío Jack, y yo lo recordaba llegar a nuestra casa a menudo durante mis años
de formación. Asistió a nuestras fiestas, y el entierro de mi madre. Murió cuatro años después
de su retiro, lo cual fue seis años antes de mi primer año de universidad. Me preguntaba si
estaría más decepcionado que yo había ayudado a orquestar el evento más trágico de Eastern,
o que no estaba aceptando mi participación en él.

La energía era tan diferente de la semana antes de las vacaciones de primavera cuando todo
el mundo estaba sonriendo y rebotando con ritmo al caminar. Ahora los pasillos eran
tranquilos, el aire pesado y sombrío. Las chicas estaban secándose las lágrimas, y los chicos las
sostenían de cerca reconociendo su mortalidad ― algunos por primera vez.

― ¿Mucho en mente? ―preguntó Shepley deslizándose en el edificio detrás de mí ― ¿Cómo qué?


Oh. ¿Te refieres a la cosa que se supone no se? ¿O te diste cuenta que el matrimonio es para
siempre? ―Tomé a Shepley por la camisa con ambos puños, estampándolo contra la pared más
cercana. Le saqué el aire, viéndome con los ojos muy abiertos y sus manos arriba― ¡Hey! ―dijo
a través de sus dientes ― ¡Estoy de tu lado!

Poco a poco perdí mi agarre, consiente de la mirada de los curiosos. Le di unos golpes en el
hombro a Shepley en modo de disculpa, y luego tomé una respiración profunda.

―Esto no es gracioso, Shepley. Nada de esto.

Shepley dio una mirada rápida a todo su alrededor, luego se acercó a mí, manteniendo su voz
baja.

―Tienes razón. Lo siento. Solo intentaba mejorar tu humor. Pero necesitas mantener un perfil
bajo, Travis. No es el momento para atraer la atención a ti.

Mire sobre mi hombro a mis compañeros, niños, jóvenes y estúpidos como yo pero sin una
esposa o cuentas que pagar o detectives tocando a sus puertas. Su única preocupación eran las
notas y las cuentas en las tarjetas de crédito que le tenían que explicar a sus padres. Abby y yo
teníamos esas preocupaciones días atrás. La boda me había ayudado a pretender que el
incendio no había pasado, pero las secuelas ahora me estaban dando en la cara. El miedo de
perder a Abby por culpa de Parker parecía toda una vida diferente. Ahora, podía perderla de
verdad... para siempre.

―Tienes razón ―dije alisando su camisa, luego le pegue en la mejilla, forzando una
sonrisa ―tienes razón, Shep, lo siento.

―Ve a clases, idiota ―dijo Shepley, reajustando su mochila antes de doblar en la esquina y
subir las escaleras.

Camine al final del pasillo entrando a mi clase, pase asintiéndole a mi profesor de


humanidades antes de tomar asiento. Varios estudiantes de la clase anterior aún estaban
alrededor, haciendo preguntas de mitad de trimestre. Le di una mirada a mi reloj antes de
sacar mi teléfono, sonriendo cuando la pantalla se ilumino. La hermosa sonrisa de Abby
ocupaba la pantalla, riendo en tiempos más simples.

Hola

Sonreí escribiendo una respuesta. Mierda. ¿Cómo es que ya te extraño?

Los tres puntos aparecieron ―la manifestación de la anticipación.

Igual

Me reí para mis adentros. Abby era un enigma. Sabía que me amaba ―mierda, era mi
esposa― pero sus cortas respuestas y su negativa de ponerse muy emocional en lugar de
expresar su enojo o frustración me tenían adivinando la mayor parte del tiempo. Me gustaba
eso de ella. Me gustaba lo obstinada y lo linda que era. Me gustaba lo demente que me hacía
sentir, lo inseguro, lo miedoso. De seguro eso no era sano pero me importaba una mierda.
Nadie se atrevió a hacerme sentir de esa manera antes ―al menos no apropósito.

Acabo de escribir Abby Maddox en mi cuaderno con corazones ¿Qué tan torpe soy?

Una gran sonrisa apareció en mi rostro. ¿Eso es raro?

Nop. Me tengo que ir <3

El profesor Halsey se paró de su asiento y camino enfrente del escritorio, recostando su


trasero en la madera. Él era flaco, solo brazos, piernas y nariz, con su cabello negro y
grasiento tirado hacia un lado para tapar la calva de la coronilla de su cabeza. Desplego sus
dedos juntando las yemas llevando sus dedos índices a los labios.

Estoy seguro que todos están al tanto, la escuela ha sufrido una terrible tragedia este fin de
semana.

Un incómodo silencio se filtró en toda la clase, los estudiantes se movieron en sus asientos. Yo
me hundí en mi escritorio, masticando el final de mi pluma.
Halsey continúo.

―Hemos sido instruidos para informarles acerca de los servicios de orientación que damos en
el campus del estado de Eastern. Basándonos en los números, al menos un estudiante dentro de
esta misma clase conocía a alguien que resulto herido, sobreviviente o una fue víctima en el
sótano de Keaton. Esto puede ser aterrador y abrumador para cualquiera, ya fueran
cercanos o no a las víctimas, así que por favor... no ignoren ningún sentimiento que tengan
que procesar. Estamos aquí para ayudar ―paro el tiempo suficiente para que sus palabras
penetraran y luego continúo con la lección. Una o dos chicas sorbieron un par de veces, pero
aparte de eso la clase se desarrolló con normalidad, tomando nota y haciendo preguntas.

En el momento en que despidió la clase, corrí a la puerta, trotando por el pasillo hasta la
puerta de salida, corriendo todo el tiempo hasta donde Abby estaría dejando la clase. Ella
estaba saliendo de la puerta, parando cuando me vio. Me deje caer en ella, dejando que me
envolviera con sus brazos alrededor de mi cintura, me guio bajando las escaleras y alrededor
del edificio.

― ¿Qué paso? ―preguntó, manteniendo su voz baja y calmada.

Mi pecho estaba pesado al tiempo que intentaba recuperar el aliento. Negué con la cabeza,
incapaz de responder.

―Travis, mírame ―dijo tomando mi barbilla y bajándola hasta que su mirada se cruzó con la
mía ―. Háblame.

―Están todos muertos. Mucha gente está caminando sin sus amigos, compañeros de cuarto...
familiares ―señale a mi pecho ―. Yo hice eso.

―No. No lo hiciste ―miró por encima de su hombro y luego regreso la vista a mí ―. Necesitas
estar componerte, Maddox ¿Qué pasa si la gente te mira así y le dice a la policía?

―Quizá deberían. Quizá debería entregarme ―dije. Ninguna respiración era tan profunda,
entre más aire respiraba, menos satisfecho me sentía.

― ¿De qué diablos estás hablando? ―dijo Abby. Por primera vez estaba peleando por retener
su cara de póker ―. Travis más vale que me escuches ―me tomó de la camisa ―No vas a
dejarme.

― ¿Crees que quiero? ―escupí nervioso.


―Murieron, si, y fue espantoso, sí, pero tú no me puedes dejar. Vas a escogerme sobre todas las
cosas; sobre tu culpa, sobre tu maldita moral, sobretodo sobre lo correcto. Si eso me hace
egoísta o una mala persona, lo acepto. Pero ellos no van a entender que tú no querías que nada
de esto pasara. A ellos no les interesa que tu no escogieras el edificio o puesto las linternas. Te
van a arrestar, Trav. Te van a arrestar, te van a en grietar, y... alejarte de mí, y.... La
arrastre hasta mi pecho, sosteniéndola mientras ella temblaba en mis brazos.

―Bebe ― susurre, sorprendido. Nunca la había visto tan nerviosa.

Me alejo, manteniendo el agarre en mi camisa con sus puños.

―No hagas nada estúpido, Travis. No se te ocurra ―frustrada, empuño su mano libre
pegándome en el pecho ―lo suficientemente fuerte para marcar un punto. Sus ojos pasaron
por alto ―. Eres la única familia que tengo.

―Okay ―dije parpadeando. La acerqué una vez más, balanceándome un poco, tratando de
reconfortarla de la mejor manera que podía. Bese su frente, maldiciéndome a mí mismo. Sabía
que no podía dejarla, a pesar que era lo correcto. Solo quería que me digiera que no lo hiciera.
Descargar algo en ella que no iba a hacer era algo idiota de mi parte ―. Tienes razón. No
estaba... no quiero que me arresten. Solo necesitaba escucharte decirlo, supongo.

― ¿Quieres que te convenza de que no lo hagas, para que luego me digas que lo hiciste por
mí? ―preguntó, poniendo los ojos en blanco.

―No, amor. Por el amor de Dios.

Ella levanto su barbilla.

―Porque eso está bien. Tomo la culpa. Lo que sea necesario, Travis. Lo que sea necesario.

Me trague mis emociones, apretando los dientes. Ella me amaba al igual que yo la amaba a
ella. No sabía que eso era posible.

―Abby...

Ella presiono su frente en mi pecho, tomo una respiración profunda, y luego asintió. Le tomó
un momento reponerse, viendo al suelo un momento al tiempo que tomaba la decisión de
confiar que no arruinaría sus planes. Se secó los ojos, dio media vuelta en sus tacones, y
camino en dirección de su próxima clase. El olor a humo aun permanecía en el ambiente al
tiempo que ella caminaba fuera de mi vista, dejando las cenizas de mi conciencia en su
caminar.
5. Verdad
::: Travis :::

Mis botas hacen un sonido silbante contra los escalones húmedos que llevaron a mi
apartamento. El cielo había estado orinándome encima todo el día, incluso entre clases. Me
alegraba. Los terrenos alrededor de Keaton Hall aún estaban mojados por las mangueras
contra incendios. La lluvia hizo que el resto de los alrededores del campus se mojaran,
mezclando las saturadas aceras y grama de Keaton.

Mis llaves tintinearon en mis manos cuando las saqué para quitar llave de la puerta. En
cuanto toque la manecilla, escuché pequeños rasguños en otro lado. Sonreí al tiempo que abría
la puerta, inmediatamente agachándome para saludar a Toto.

Su pelaje negro cubrió mi cara al tiempo que me llenaba de besos de cachorro. Ya había
crecido bastante, pero el ladró, se retorció y rebotó por todos lados, como lo hizo en su primer
día en el apartamento. No se iba a calmar, así que finalmente lo levanté cargándolo contra mi
pecho mientras bañaba mi cara con baba de perro. Levanté la barbilla para evitar terminar
con la lengua de Toto dentro de mi boca.

Brazil uso la llave de repuesto después que nos fuéramos al aeropuerto, aun estando de
acuerdo sin previo aviso y sin hacer preguntas, Abby no estaba nada feliz cuando recogimos
a Toto. Le dio un baño al llegar a casa para lavarle el aroma a cigarro y calcetines sucios.
Después de secarlo y abrazarlo por todo el tiempo perdido, él se acurrucó en una pelotita en
una esquina de nuestra cama y se durmió toda la noche.

Hermano, sabes que aprecio que pasaras a recoger a mi perro, pero si no querías cuidar de él,
solo tenías que decirlo.

No le tomó mucho tiempo a Brazil contestar. ¿Qué quieres decir?

Huele a mierda ¿Fumaste alrededor de él? Yo no fumo alrededor de él. Estuvo comatoso por
veinticuatro horas después que regresamos a casa.

Lo siento hermano. Tuve una fiesta. Mi chica me llevó afuera para pelear por una estupidez.
Cuando regrese adentro, Derek lo había sacado de la habitación y estaba intentando
alimentarlo con cerveza. Hice que Derek se fuera, pero juro que el perro no estaba lastimado
ni nada, lo juro.

Recuérdame que no te pida más favores.

Lo siento, Travis. No pasará otra vez.

Puse a Toto en el suelo, escuchando sus garras contra el linóleo en la cocina, mientras yo abría
una lata de su comida favorita. Arrugué la cara cuando me llegó el aroma rancio,
pregúntame en nombre de Dios que criatura podía comerse esto tan asqueroso. Por supuesto,
estábamos hablando de Toto, que disfruta lamerse el culo.

Puse la comida en el plato naranja con el nombre de Toto grabado que Abby mandó a traer
por internet, agregué agua a su plato antes de regresar mi atención al teléfono celular. Busqué
en todos los números hasta encontrar el de Brandon Kyle. Pasé mi pulgar en el icono del
teléfono. Uno de mis hermanos de fraternidad me dio el contacto de Brandon. Él era el dueño
de Iron E, uno de los tres gimnasios en el campus de Eakins. Dos de esos gimnasios eran de
Brandon pero Iron E era su orgullo y alegría: un nuevo gimnasio en el eastside que era
significativamente más popular que los otros por la cantidad de membresías. Me había
anotado allí antes y desde entonces, hablamos con Brandon. Era buena persona, pero tenía
una esposa embarazada y un montón de novias —no es alguien que tenga el valor de llamar
amigo.

—Brandon Kyle — contestó. Qué fanfarrón. No soportaba el tipo de gente que contestaba con
su nombre en lugar de un saludo.

—Hola. Soy Travis Maddox. Nos conocimos un par de veces en Iron E. Escuche que estabas
buscando un entrenador de medio tiempo.

— ¡Bueno saber de ti! Sí, me alegra que llamaras. Amigo... nos encantaría tenerte en el equipo.
Te he visto antes. Conoces tus mierdas. Y Dios mío, traerías mujeres. Ven por la aplicación y te
muestro los alrededores. Discutiremos los detalles y después decidimos si es algo que los dos
seguimos queriendo.

—Uh... —no estaba esperando esa respuesta — ¿Cuándo quieres que llegue? Hoy es mi día que
salgo temprano pero tengo que ir a traer a mi esposa y...

— ¿Esposa? —Brandon se rio — ¿Desde cuándo?

—Desde el fin de semana pasado.


—Oh —dijo, con una voz apagada. Sonaba como si se hubiera puesto el puño en la boca de la
manera en que solía hacerlo cuando se iba a burlar de alguien — ¡Maldición! ¿La noqueaste?

— ¿Qué es lo que acabas de decirme? —pregunté, sintiendo que me hervía la sangre. Giré sobre
mis talones, dándome cuenta que estaba empuñando mi mano libre.

—Nada... nada. ¡Sólo te estoy jodiendo, amigo! Pásate por aquí, te veré hasta entonces.

— ¿Cuando sea?

—Esta es una semana bastante tranquila. Todos los gorditos tiraron su meta de año nuevo.
Estoy abierto hasta el jueves.

Le dije gracias entre dientes, y después colgué. No había manera que trabajara para ese idiota.
Lo atacaría en mi primer día.

Toto terminó su comida, le puse el suéter verde de cuadros que Abby le había comprado. Con
gran esfuerzo, le coloqué la correa mientras él intentaba lamer mi mano, después lo llevé
afuera. Me crucé de brazos, agarrando la correa, quejándome a mis adentros por Brandon
cuando un Porsche apareció, parqueándose detrás de mi Harley. Bajo la ventana, revelando
a Parker con una gran sonrisa.

— ¡Maddox! Escuche que estas en algunos problemas con las autoridades locales y no locales.

—Chúpame las bolas, Hayes— la expresión de Parker se volvió seria.

— ¿Es verdad... acerca de Abby y tú?

— ¿No te mando al diablo por mí? ¿Dos veces?

Parker frunció el ceño.

— ¿Es verdad o no?

—Claro que es verdad. No creíste que tendrías una oportunidad con ella ¿O sí?

—No la mereces, Maddox. Tienes que saber eso.

—Quizá no. Pero Abby cree que sí. Esa es la única opinión que me importa... así que puedes
comer mierda y morir, Parker, porque a nadie le importa lo que opines. Eres una distracción.
Un comercial. Ella nunca iba a terminar contigo. Es patético que lo intentaras.

—No traté lo suficientemente fuerte. Si lo hubiera hecho, no estarías casado — bajé la barbilla,
frunciendo el ceño.

—Baja de tu carro marica y ven a decírmelo a la cara —Parker tragó, subiendo la ventana a
la mitad.

— ¿Carro marica? ¿Qué dices de tu perro marica? ¡Bonito suéter!

—Este toma mierdas más grandes que tú.

—Ella se va a dar cuenta, Travis. Abby se va a dar cuenta de lo que hizo, lo nuevo va a
desaparecer, y ella te va a dejar. Me gustaría estar ahí para ver esa sonrisa arrogante
desaparecer de tu cara cuando lo haga.

Di un paso adelante, mis músculos tensos y listos como se ponían antes de una pelea en el
Círculo. Sabía que si le daba un puñetazo, no podría parar, pero en este momento matar a
Parker era lo único que me haría sentir bien.

—Sal de tu puto auto. Ahora.

Parker se escondió detrás de la ventana polarizada y luego se marchó.

Me quedé parado con las manos en puños, mi cuerpo completo temblaba de enojo. Toto se sobó
la nariz contra mis vaqueros y vi abajo. La adrenalina se absorbió dentro de mi sistema
cuando mi mirada cayó a sus ojos. Estaba frío antes de hacer sus necesidades; ahora estaba
temblando del mismo modo que yo. Olió y pateó la grama como si fuera el dueño del lugar.

Sonreí.

—Sí. ¿Tú también hubieras pateado su culo, huh? —lo levanté y llevé adentro. En el segundo
que lo puse en el suelo, él trotó a mi habitación, probablemente se fue a acostar a la cama para
su siesta de medio día.

Agarré mi billetera, teléfono celular y llaves. Caminé a la puerta y bajé las escaleras,
metiéndome detrás del volante del Camry. Tomé el timón, viendo mis nudillos volverse
blancos por la presión. La última clase de Abby no terminaba hasta en una hora, y necesitaba
sacar lo de Brandon y lo de Parker. Algo blanco en medio de los asientos captó mi atención.
Me agaché, pescando el sobre que contenía la carta de mi madre para mi futura esposa... para
Abby. La puse con cuidado en el asiento de la par, puse la palanca en retroceso sacando el
automóvil camino a la casa de mi padre.

Manejando, pensé en decirle la verdad acerca del incendio. No estaba seguro si quería que me
entregara o no. No importaba —no podía hacerlo. Se lo prometí a Abby. Decirle a papá era
quitarme un peso de encima —y ponérselo a él. Tendría él que decidir si entregarme o no. Y no
podía hacer eso tampoco.

Agarrando el volante del auto tomé mi camino a la casa donde crecí. La casa en la que tiré mi
primer puño y recibí mi primer golpe en la boca. Donde Thomas solía detenerme para que mis
hermanos no me patearan el culo porque yo no me daba por vencido, y donde Trenton
rompería cualquier cosa por pararse en medio de él y yo... incluso los gemelos. Sonreí saliendo
a la carretera, escuchando la grava debajo de los neumáticos.

Papá empujó la puerta de cedazo y descansó su mano en su panza, viéndome acercarme con
una sonrisa apreciada.

—Bien, Bien —dijo —. Pensé que no te vería en un buen tiempo.

—Estoy a tres millas —dije subiendo las escaleras de madera que llevaban al pórtico. Papá me
dio un golpe en el hombro, y yo lo jalé para un abrazo.

—Tu mamá y yo no abandonamos la casa en tres semanas después de casarnos.

—Papá —lo regañé. Haciendo una cara de asco, pasando a la par de él en dirección al sillón de
la sala. Papá se rio, cerrando la puerta detrás de nosotros.

—El clima es un hijo de perra —se quejó. Observó la ventana pequeña en la parte de arriba de
la puerta, luego caminó en dirección de su sillón reclinable. Se sentó en la orilla, inclinándose
adelante recostando sus codos en las rodillas — ¿Qué tienes allí? —señaló el sobre blanco en mi
mano.

La levanté unos centímetros, sorprendido por lo nervioso que estaba. Papá no hablaba mucho
acerca de mamá. No porque él no quisiera, pero aún podía ver el vacío en su mirada —la
misma mirada que tendría yo si perdiera a Abby.

—Es una carta.

—La, uh... ¿la carta que mamá te dejo?


Asentí con la cabeza.

—Se la di a Abby antes de la boda.

—Estaba esperando a que lo recordaras.

—Lo hice.

—Muy bien —dijo aclarando su garganta —. Muy bien.

— ¿Quieres leerla?

Negó con la cabeza.

—No es para mí.

Saqué el fino pedazo de papel del sobre, mis ojos siguiendo la delicada letra de mamá.

—Lo sé. Es como escuchar de ella de nuevo. Se lee de la misma manera como la recuerdo.

Papá se lo pensó un momento, después asintió, moviendo su mano frente a él.

—Está bien, tráela.

Salté de mi asiento, dándole el papel a papá antes de regresar al sofá. Papá parpadeo unas
veces, tratando de enfocar, después, viendo sus palabras en papel, su labio inferior comenzó a
temblar. Recostó su barbilla en su mano, intentando ocultar sus emociones, volvió a
parpadear varias veces al tiempo que sus ojos se llenaban de lágrimas. Una sonrisa tocó sus
labios, negó con la cabeza y rio una vez. Papá bajo la carta con una mano, luego secó sus ojos.
Después de un minuto él aclaro su garganta regresando su mirada a mis ojos.

—Ha pasado tanto tiempo. Fue bueno escuchar su voz otra vez. Gracias, hijo.

Asentí.

—La extraño también. Todo el tiempo.

Él se rio de nuevo, secando otra lágrima resbaladiza.


—Yo también... todo el tiempo de todos los días. Por casi diecisiete años. La manera en que
miras a Abby —suspiró —. Esa es la manera a en que veía a tu madre. Dios mío, vaya si no
ame a esa mujer. Nunca había sentido esto antes... nunca desde entonces.

Fruncí el ceño.

— ¿Crees que voy a perder a Abby, papá?

— ¿Abby?

Asentí. Papá tocó sus labios con sus dedos, y luego observó el suelo. No podía moverme o
respirar mientras esperaba una respuesta. Finalmente se acercó de nuevo, viéndome directo
a los ojos.

—Travis... Odio tener que decirte esto... pero tú esposa. Ella es más fuerte que tú. Tú la dejarías
a ella antes que ella te deje a ti.

Sus palabras me quitaron el aliento, cubrí mi rostro, dejando que el alivio se apoderara de mí.
Papá nunca se equivocaba, le confiaba mi vida. Lo miro, sabiendo que él me estaba ofreciendo
confianza, pero porque amaba a mi esposa, iba a mantener la verdad oculta de él.
6. La Verdadera Vida Comienza Ahora

::: Abby:::

El tablero de corcho junto a la salida de Reiger Hall estaba atestado de anuncios, con
encabezados para venta, En busca de, y se necesita ayuda, cada uno con los números en la
parte inferior, cortados en tiras. Un anuncio en la parte superior tenía el membrete oficial de
la escuela y una lista de temas. Entrecerré los ojos para leer la letra pequeña, corté un pedazo
de papel con el número a donde comunicarme y lo guarde en mi bolsillo. La escuela estaba
buscando tutores, y Cálculo fue uno de los temas. Ni siquiera una semana después de la última
mitad del segundo semestre, y los libros y materiales en la mochila que carga pesaban
bastante, cayendo en mis hombros.

Salté un poco dando mi primer paso hacia la salida, tratando de cambiar las correas para
quitar un poco la tensión y darle un descanso a mi cuello. El aire de primavera golpeó mi cara
al momento de salir. Abrigos de todos los estilos y colores decoraban las aceras, el
establecimiento parecía un mosaico de estudiantes, aparte del gris en todo nuestro entorno.
Miré hacia el cielo, sintiendo la niebla cubrir al instante mi cara. Había llovido a cántaros o
briznado todo el día. La niebla matutina estaba empezando a desaparecer.

— ¡Hey! —América gritó, medio trotando, medio corriendo hacia mí. Se movió, con su sonrisa
brillante. Paro enfrente de mí, agarrando los tirantes de su busto, respirando con dificultad
—Las chicas de la fraternidad se están volviendo locas. Me encanta.

— ¿A qué te refieres?

—Acerca de Travis... y tú. Todos hablan de eso —sentí mis mejillas enrojecerse. —Genial
—Continúe caminando por la acera seguida por América.

—Ni siquiera la mitad lo creen. Pare de repente.

— ¿Creer qué? ¿Qué estamos casados? ¿O qué se casara conmigo? América tragó saliva.

—Ambas —cuando se dio cuenta de que estaba ofendida respondió —. Pero, Vamos. Mírate.
Por supuesto que se casó contigo.
Miré a mi menos-que-especial camisa de franela a cuadros y un chaleco de color verde oliva,
jeans ajustados y botas altas de color marrón. Mi cabello estaba aplastado y húmedo. No
podía recordar si me había tomado la molestia de poner maquillaje antes de salir del
apartamento o no. Miré a mí alrededor, notando la mirada persistente de las personas
curiosas.

Alguien silbó, me di la vuelta para ver el mar de estudiantes apartarse, revelando a Travis
caminando en mi dirección. Travis se pavoneaba como si fuera el centro de todo el lugar, sus
manos metidas en los bolsillos del vaquero, llevaba puesto un sombrero de lana gris, una
camisa de Ramones debajo de la camisa de botones y sus botas de cuero negro para agregar al
estilo "No jodan conmigo, o los mato" incluso con un anillo de bodas en su dedo, los educadores
pararon a ver. Travis era hermoso, todavía rezuma encanto, con o sin querer. Un lado de su
boca se movió hacia arriba, su ceja derecha se levantó un poquito, y yo tragué, sintiendo
mariposas en el estómago.

Él paró enfrente de mí, con la misma mirada que tenía en Vegas cuando el oficiante anuncio
que éramos marido y mujer. Travis no tenía que decir las palabras "te amo" —podía verlo en
la manera en que me veía, en que se movía, escuchar la manera en que hablaba— incluso si lo
que hablaba no tenía nada que ver conmigo. Soltó una risa notando mi expresión.

— ¿Qué está pasando por tu cabeza?

Moví la cabeza tirando mis brazos alrededor de su cuello. —Pidge ¿Qué pasa? ¿Todo está bien?
¿Tú estás bien?

—Estoy bien —dije con suavidad, presionando mi mejilla contra la de él. Sintiendo su barba
contra mi cara, era reconfortante, como era el aroma de su colonia —. Yo sólo... —lo solté
encogiéndome de hombros —. Te amo.

Me observó por un momento, una sonrisa se dibujó en su rostro.

—Escucharte decirlo jamás pasará de moda —alcanzó mi mano, tomándola para guiarme al
estacionamiento.

Si las personas no estaban observándonos, pretendían no observarnos hasta que pasamos


frente a ellos. Podía sentir los ojos de todos taladrarme la parte de atrás de la cabeza,
escuchando los susurros del fuego, de la boda y el hecho que Travis y yo estuviéramos
caminando después del escándalo cuando rompimos, era algo que sólo en un lugar tan
pequeño como el campus de Eastern le puede importar.
Paso a través del pasto, sus botas aplastando el lodo. Me fui saltando los charcos y surcos,
agradecida cuando mi esposo finalmente me cargó sin que se le pidiera. Entrelacé mis dedos
en su cuello, incapaz de dejar de sonreír al ver que Travis no dejaba de sonreír.

— ¿Por qué estás tan feliz? —Pregunté —Por Ti.

—No. Es algo más ¿Qué has hecho hoy? ¿Recibiste buenas noticias?

Me bajó en el asfalto junto a nuestro auto, buscó en sus bolsillos hasta sacar las llaves. Me las
tendió para que las tomara. —Te toca manejar.

— ¿Yo? No —dije moviendo la cabeza. Travis resopló.

—Pigeon. Tienes que aprender en algún momento. —Sé manejar. Simplemente no me gusta.

— ¿Qué pasa si tengo que trabajar y tú tienes que ir a algún lado? —abrió la puerta del
conductor haciéndome señas para que entrara. Empujé la puerta para cerrarla.

—Entonces manejaré. Pero no estás en el trabajo, tu es... ¡Hey! ¿Encontraste trabajo? —Aún no.
Llamé a alguien. No creo que vaya a funcionar, al menos eso pienso.

La brisa se volvió en una lluvia más constante que crecía en cada segundo. — ¿Por qué no?
—pregunté.

Travis abrió la puerta otra vez.

—Entra al auto, Pidge. Está lloviendo —levanté la ceja, y él suspiro —. Están contratando en
Iron E. — ¿No te gustaba ese lugar?

—Bebe, entra al puto auto. Ya estás empapada.

Comencé a caminar al frente del auto, pero él tomó mi brazo haciéndome parar. —No voy a
manejar en la lluvia, Trav. Vamos. Manejo mañana.

Frunció el ceño.

—Está bien —se metió detrás del volante estirándose para alcanzar la manecilla de mi puerta
y abrirla, mientras yo corría al otro lado, subiéndome en el asiento del pasajero.

Me removí para prender la calefacción al máximo, luego Travis tomó mis dos manos,
simultáneamente frotando y soplándolas. Un errante rizo de cabello frente a mis ojos,
goteando. Travis no era feliz, dos líneas se formaron en su entrecejo.

— ¿Qué tiene de malo el Iron E?—pregunté.

—Me gusta el gimnasio. Es solo que me desagrada el dueño. — ¿Brandon?

—Sí —dijo entre dientes —. Su esposa está embarazada... como de Lista-para-explotar. Él se


está cogiendo a la recepcionista, dos entrenadoras, clientas...

— ¿Y?

— ¿Y? Es un pedazo de mierda, Pidge. No quiero trabajar para él. Alardea de eso todo el
tiempo. Se ganará un puño en la cara en la primera hora. — ¿Tienes alguna otra opción?
Tenemos renta que pagar, amor.

Travis suspiró viendo la ventana rayada por la lluvia.

—No. Y lo hizo sonar como si solo tenía que llenar la aplicación y tendría el trabajo. —
¿Entonces qué estamos esperando? —pregunté con una risa sorprendida.

Travis se giró hacia mí, serio. —Acabo de decírtelo, Pidge. Me encogí de hombros.

—No vas a estar cerca de él todo el tiempo. Además es hasta que encuentres otro trabajo
¿Cierto? —Pero hay mujeres. Muchas, muchas mujeres universitarias. Y aburridas amas de
casa. y...

Lo observe.

— ¿Estás diciendo que no puedo confiar en ti?

—Miera no, es solo que no quiero tratar con eso. Incluso Brandon lo dice... es un mercado de
carne. Él no es mi "pimp". Me reí en voz alta.

—No es gracioso —Travis se quejó —. Prefiero tirar puños que tener que tratar con cougars
que van al gimnasio.

—Confío en ti. Puedes hacerlo. Es dinero fácil —busqué en mi bolsillo sacando el pedazo de
papel —. Creo que también tengo algo. Están buscando tutores de Cálculo.
Travis no parecía impresionado.

—Si hubiera peleado para Benny estaríamos...

—Separados —Travis miró al suelo, derrotado. —Quiero más para ti, Abby.

Toqué su cara.

—No quiero extrañar esto, Trav. Quiero el pequeño apartamento y cupones de ofertas, y vivir
de Ramen hasta el día de pago. Quiero balancear la chequera juntos y hablar de nuestro
presupuesto de la semana, y escoger un suéter en la tienda para colgarlo de regreso porque
agarrar tu mano es mejor que llevar bolsas llenas de ropa. Me quiero sentir mareada por estar
contigo en el cine una vez cada dos meses porque se ha vuelto algo especial en lugar de una
costumbre. Quiero construir nuestro castillo un bloque a la vez... solo tú y yo. Sin salidas
fáciles.

Su media sonrisa volvió a reaparecer, se inclinó contra mi mano. — ¿De verdad?

—Absolutamente.

—Hablando de estar quebrados... es noche de cerveza por moneda en "The Red". Si ambos
vamos a empezar a trabajar todas las noches, saquémoslo de nuestro sistema.

Sonreí.

—Estoy dentro —escribí un mensaje al grupo de Shepley y América, inmediatamente recibí la


respuesta. Emocionada, me encogí de hombros —. Nos juntaremos a eso de las ocho y media
con Shep y Mare.

Travis salió del estacionamiento, siguiendo su camino por la calle, subiéndole el volumen al
radio y cantándome todo el camino a casa.
7. El Nuevo Normal

::: Abby:::

The Red era una máquina del tiempo. Caminando a la entrada, mis tacones sonaban contra el
suelo pegajoso, apretando la mano de Travis mientras él se movía entre la multitud del club.
Me hizo sentir como si regresáramos el tiempo, antes de la investigación, antes de la boda,
antes del fuego. Las estudiantes estaban apenas cubiertas con moños metálicos y micro mini
faldas, enrollando su dedo en el pelo al tiempo que hablaban con cualquier hombre tonto que
estuvieran dispuestos a comprarles un trago.

The Red era una tienda de carne, todo mundo de forma voluntaria en exhibición para captar
la mirada de alguien, o cualquiera, o parejas que estaban anunciando o reestableciendo que
estaban juntos reclamándose uno al otro. Estaban los ocasionales que les gustaba sólo bailar,
beber o jugar billar, pero los humanos necesitan de otro humano y The Red tenía una multitud
de gente, era oscuro y bullicioso para ver y ser visto sin ser juzgados.

Las bocinas vibraron con la música, palpitando como sangre en el corazón. Con mi mano libre,
presioné mi pecho con los dedos para intentar aminorar el sonido en mi caja toráxica. Las
bocas se estaban moviendo pero lo único que se escuchaba era la música, todos hablando el
mismo idioma; cantando la misma canción. Como nos aproximábamos a la barra, Travis
saludo a Camille, que inmediatamente quitó a unos chicos frente a ella. Ella sonrió al tiempo
que nos sentábamos, secando la madera frente a nosotros.

—Me estaba preguntando si iban a volver por aquí.

— ¿Por qué no vendríamos? —pregunté, viéndola poner dos cervezas nacionales frente a
Travis y a mí. Camille se cruzó de brazos.

—No lo sé. Están casados ahora. Me imaginé que mágicamente cambiarían, algo así.

—Aun salimos a tomar y ver amigos —dijo Travis, chocando el cuello de su botella con la mía.
Beso la esquina de mi labio antes de tomar un sorbo y escanear el lugar — ¿Dónde está Trent?

Camille observo su reloj, y luego respondió al tiempo que se alejaba. —Debería de estar en
camino.
Observe a Camille trabajar la línea, tomando dos o tres órdenes al mismo tiempo, haciéndolas,
tomando el dinero y empezando otra vez. El bar estaba lleno. Si no conociéramos a Camille
hubiéramos estado toda la noche esperando para sentarnos. Las mesas estaban llenas también,
como las mesas de billar y la pista de baile.

Dos manos frías tocaron mi hombro, me di media vuelta para abrazar a América. Aretes
enormes estaban colgando de sus orejas, su cabello recogido en un moño desordenado. Su top
dejaba ver un hombro. Tenía ese estilo de glamour con poco esfuerzo.

Camille regresó.

— ¿Quieren una mesa? Puedo decirle a Raegan que les consiga una —guiñó un ojo —. Le
encanta ser una perra.

—Nah, estamos bien —dijo Shepley, saludando a su primo. America no perdió el tiempo
arrastrándolo a la pista de baile. Observé a mi esposo por un tiempo, viéndolo a él verme,
ignorando a las cuatro mujeres que intentaron coquetear con él.

Cuando regresé a mi taburete, Travis pasó el dedo por mi brazo, disfrutando de lo pegajoso del
sudor en mi piel. Se inclinó para besar mi hombro, dando golpecitos con la lengua con cada
beso.

Me puse de píe, acercándome a él.

—No nos vamos a quedar mucho tiempo si continúas haciendo eso. Travis levantó la mirada
viéndome con una sonrisa pervertida. —Lo prometo.

Besé su cabeza dejando que sus manos viajaran a mi parte trasera, agarrando mi culo. Estaba
viendo a la gente otra vez, divertida con los juegos de las personas, evaluando, coqueteando, el
empuje y tiré y la manipulación... todo lo que habíamos estado haciendo hasta antes de
nuestra boda.

Travis acarició mi trasero poniéndose de pie. —Voy al baño ¿Necesitas algo?

Levanté las cejas.

— ¿Del baño de hombres? No.

Travis se rió y puso su botella de cerveza vacía en barra. — ¿Te importaría pedirme otra?
—En lo absoluto —dije, presionando mis labios contra los de él cuando él se inclinó para
besarlos. Shepley le dio su cerveza a América y ella negó con la cabeza.

—No sé porque todos dicen que las mujeres vamos en grupos al baño. Los hombres también son
culpables de eso. Shepley se encogió de hombros.

—Sólo me aseguro que no se meta en ninguna pelea mientras esta por ahí. —Él no necesita una
niñera —dijo América.

Shepley hizo una cara, como si América debería de saber mejor las cosas. —Al parecer lo
necesita.

Los chicos desaparecieron en la multitud, América se giró hacia mí.

—Así que —dijo pasándose los dedos en el cabello — ¿Este lugar parece distinto ahora? — ¿Por
qué todos preguntan eso? Sólo me case no me hice una lobotomía.

América se rio en voz alta, tomando un sorbo de su cocktail, parpadeando cuando vio a dos
chicos universitarios acercarse. —Hay, mierda.

— ¿Qué? —pregunté.

—Se fueron hace menos de cinco malditos segundos y ya tenemos que rechazar a alguien —se
quejó.

—No vienen hacía nosotras. Además, Travis no va a darme lata solo porque me vea hablando
con alguien. Ya pasó esa etapa. América se me quedó viendo, poco impresionada y nada
convencida.

—Tienes razón. Antes eras su novia. Ahora eres sólo su esposa.

— ¡Hola! —dijo el primer chico. Estaba rapado, de mi altura aproximadamente, de cuello


grueso y orejas malformadas. Definitivamente un luchador —. Te ves...

—No sola —interrumpió América —. Yo tengo novio y ella está casada —dijo señalándome.

El luchador sonrió satisfecho, viendo a su amigo mucho más alto y luego de regreso a nosotras.
Genial. Él era de esos tipos que pensaban que tomar a una mujer era un reto.
—Hola casada, soy Ricky. América le gruño.

—Increíble. ¿Eres también de mil novecientos ochenta y cuatro? ¿Quién llama a su hijo Ricky
en estos tiempos? — ¡Mare! —susurre. Ella estaba siendo innecesariamente ruda.

Ricky no parecía ofendido.

—Él es Joel. Un placer conocerlas a las dos.

—No les dijimos nuestros nombres, así que técnicamente no nos conocemos —dije. —Perdón
—dijo Joel — ¿Las ofendimos de alguna forma?

Bajé la mirada, avergonzada.

—Lo siento. No, no lo han hecho. Sólo estamos intentando ayudarlos. Nuestros novi... mi esposo
y su novio están aquí, y regresarán en un minuto. — ¿Y? —dijo Ricky.

Me encogí de hombros.

—Mi esposo no aprecia que hombres extraños me hablen. — ¿Es celoso? —preguntó Joel —. Eso
debe ser aburrido.

—En realidad no. Gracias por pasar a saludar, pero deberían de irse. —Yo estoy bien —dijo
Ricky con una sonrisa.

Puse los ojos en blanco. America tenía razón. En el momento que Travis regresara, habría una
confrontación y nuestra alegre salida estaría acabada. Ninguno de estos chicos se veía
demasiado inteligente para irse cuando Travis les pidiera que se fueran.

Ricky metió una mano en su bolsillo, viendo a los alrededores mientras tomaba un sorbo de su
cerveza. Rápidamente reconocí que ellos no estaban intentando coquetear, ni siquiera de
hablar con nosotras. Él parecía que estuviera esperando a que Travis y Shepley regresaran. Lo
observé intensamente, sospechando de él en cada segundo que pasaba.

— ¿Son policías? —pregunté.

Los dos hombres giraron para verme, sorprendidos. — ¿Qué? —preguntó Ricky.

—Sí son policías, me van a tener que decir.


America giró su cuello en mi dirección, estaba confundida. Joel se rió.

—No. No soy policía.

— ¿Qué hay contigo? —Pregunté, bajando la barbilla observando a Ricky.

Ricky me dio una mirada, desde los ojos hasta las rodillas y luego de regreso. No estaba
interesado en mí. Estaba evaluándome, intentando averiguar cómo es que una chica de
diecinueve años lo descubrió. Él estaba ahí por Travis.

No contestó, por lo que me acerque a él.

—Vete a la mierda. Sí quieres hablar con él tendrás que meterlo preso. Ricky se inclinó.

—Eso se puede arreglar. Él no tiene veinte aún, está tomando en un bar. Les apuesto que
tienen identificaciones falsas. Puse los ojos en blanco acerándome.

— ¿Qué estas esperando entonces?

— ¿Qué está pasando? —Preguntó América alarmada — ¿Qué es lo que quieren?

Joel se paró recto viendo a su alrededor, finalmente viendo la parte. Él no era un


universitario. Al parecer era un novato, o se veía lo bastante joven para intentar tomarnos
de tontos.

Un brazo fuerte se enganchó en mi cuello, Travis beso mi sien.

—Hola, bebe — como era predecible, inspecciono a los dos hombres parados frente a nosotras —
¿Quiénes son?

— ¿Quién? —dijo América jugando a la tonta.

Travis no estaba para nada divertido. Señalo a Joel y a Ricky —si es que son sus verdaderos
nombres —. Estos payasos. Ricky se rió una vez.

— ¿Payasos? No estamos hablando con sus putas. Cálmense. —Eres un maldito genio —dijo
Shepley, quitándose la chaqueta.

Antes de que pudiera gritar alto, Travis ya me había soltado y lanzado por Ricky, llevándolo
al suelo. Como era usual, todo el resto del bar se unió, borrachos idiotas que caminaban por ahí
buscando una pelea habían encontrado una.

América me mantuvo atrás de la montaña que iba creciendo en puños. Mientas intentaba
buscar a mi esposo, no podía dejar de pensar cual era el propósito de llévalo a una pelea. Ricky
ya había admitido que podían arrestarlo por ser menor. La pelea se propagó, América y yo
estábamos pegadas a la barra. Camille nos alcanzó para ayudarnos a salir por encima de la
barra antes de quedar aplastadas.

— ¡Shep! —gritó América mientras yo la empujaba al tiempo que Camille jalaba

— ¡Shepley!

Una vez América estaba a salvo a la par de Camille, Me subí encima también. Travis no
estaba por ningún lado, y entre más tiempo pasaba fuer a de mi vista, más me preocupaba. No
estaba segura que quería el hombre. Podían ser policías, o el FBI, o aun peor... mandados de
Vegas. Benny no estaba nada contento que Travis lo hubiera rechazado.

— ¡Travis! —grité.

Los bouncers empujar a través de la gente, apartando a los humanos que actuaban como
animales, Travis incluido. — ¡Travis Maddox!

Travis se puso de pie, limpiándose la sangre de su labio con la parte trasera de la mano,
sonriendo al hombre que aún estaba en el suelo. Tenía cara de presumido, sus ojos brillaban.
Extrañaba pelear. Shepley agarro su camisa, y Travis camino hacia atrás, luego giro hacia la
barra, alcanzándome. Me cargó para luego ponerme de regreso a mis pies.

— ¿Estás bien? —preguntó Travis.

Fruncí el ceño, pero él no lo lamentaba. Pelear siempre estaría en su sangre, y eso me ponía
nerviosa. La multitud empujaba, Travis se dio vuelta lejos de mí, parándose de una forma
sobreprotectora como si el hombre retorciéndose de dolor en el suelo fuera una amenaza. Los
bouncers los sacaron, haciéndole señas a Travis y Shepley que ellos tenían que iré también.

Camille vino hacia nosotros, acercándose para hablar con Travis.

—Sí continúas con esta mierda, Trav, Jorie te va a prohibir la entrada para bien de este lugar.
—Ella siempre dice lo mismo —dijo Travis con una sonrisa, limpiándose la boca de nuevo.

—Estas... ¿Estás sangrando? —dije, dándome la vuelta para quedar frente a él. Travis no
dejaba que lo golpearan a menos que él lo permitiera. Eso era lo que hacía. No estaba
acostumbrada a verlos con sangre, y eso hizo que mi paranoia empeorara.

—Sí —dijo Shepley —. Quizá le di un codazo por accidente. Levanté una ceja.

—No vi venir eso. Travis hizo una cara.

—Yo sí, pero no estaba en la mejor posición y a medio puñetazo con ese gusano que te llamo a
ti y a Mare putas... así que no me molesté en esquivarlo.

—Vamos chicos. No hagan que los bouncers los escolten a la puerta —dijo Camille, pegándole a
Travis en el hombro. Suspiré. No podía culpar a Travis, pero estaba un poco decepcionada.
Caminamos junto a Shepley y América hasta nuestros vehículos, parqueados uno al lado del
otro en el estacionamiento.

— ¿Lograste averiguar algo? —preguntó América. Agité la cabeza. —No, pero voy a hacerlo.

— ¿De qué están hablando? —preguntó Shepley, alisando su camisa.

—Esos chicos eran raros —dijo América —. Se acercaron para hablar con nosotros, pero
después que les dijéramos que ustedes regresarían pronto, igual se quedaron ahí. Como si los
estuvieran esperando.

Travis y Shepley intercambiaron miradas. — ¿Los habían visto antes? —pregunté. Travis hizo
otra cara.

—No. Y espero no volverlos a ver.

—Lo que él dijo —América se cruzó de brazos —, sabía que iba a enojar a Travis. Todo el
asunto es muy raro. Algo está pasando. —Ustedes dos tienen que dejar de ver esos shows en
Netflix. Están siendo paranoicas hasta la mierda —dijo Travis, viéndome a mí. Fruncí el ceño.

—Mare tiene razón. Algo está pasando. Necesitamos descubrir que es. Travis miró a Shepley,
que se encogió de hombros.

—Uno de ellos tenía un llavero de Parkland College. Son sólo un par de lame culos engreídos de
Champagne que nunca había conocido a un Maddox." Levanté una ceja a Shepley. Y yo pensé
que era la que observaba todo.

Travis se quitó su chaqueta colocándola encima de mis hombros. No me di cuenta hasta ese
momento que estaba temblando.

— ¿Sabes que necesitamos? — preguntó Travis, besando mi mejilla —. Necesitamos seguir


adelante. No voy a pasar mi vida cuidando mi hombro, Abby. No quiero que tú lo hagas
tampoco. Voy a aplicar a ese trabajo la próxima semana, y tú vas a comenzar con las tutorías.
Ellos terminaran con las investigaciones y todo se terminara.

Asentí, despidiéndome de América cuando Travis abrió la puerta del pasajero. Me metí, un
poco molesta porque seguía temblando. No tenía frio —estaba nerviosa. Joel y Ricky habían
venido a provocar una pelea con Travis. Yo necesitaba saber por qué.

Travis se quedó parado a la par de mi puerta encendiendo un cigarro, manteniendo su otra


mano pegada al vidrio. Presioné mi palma en contra la de él y él me giño un ojo, soplando el
humo de sus pulmones. Dio un par de jalones más y luego lo tiró a la acera, apagando el resto
con su bota y luego guardando la colilla en su bolsillo. Rodeó el auto por la parte trasera, Joel
y Ricky aparecieron delante de mi vista. Estaban parados a lo lejos en las sombras en el
estacionamiento, viendo el Camry. Ricky y yo cruzamos miradas, él se lo mencionó a Joel sin
apartar la vista de mí. Bajé mi barbilla y levanté la mano, enseñándole visiblemente mi dedo
de en medio.

Travis abrió la puerta y yo guardé mi "vete a la mierda", sonriéndole a él mientras encendía


el auto, luego puso su mano en mi rodilla saliendo a la carretera. El hombre se escondió en las
sombras, fuera de la vista de Travis, pero yo sabía que estaban ahí.

— ¿Todo esté bien, bebé? —Dijo Travis —Lo siento. Sé que estabas esperando la salida de esta
noche.

—No estoy enojada —dije, dejando que la desconfianza y la preocupación desaparecieran de


mi rostro al tiempo que volteaba para ver a mi esposo —. Estoy bien. De verdad.

— ¿Aún crees que esos chicos son novatos del FBI o algo así? —Bromeó.

El cumpleaños de Travis es en unos días, y sé que estaba tentado a entregarse. Había un


montón de razones para mentir. Miré por la ventana al espejo lateral, viendo que un par de
faros estaban colgando hacia atrás casi una milla detrás de nosotros.

—No, no creo que sean cualquiera. Falsa alarma.

Travis dio unos golpecitos a mi rodilla y manejó al apartamento, sonriendo como si nada
hubiera cambiado —y yo sonreí con él.
8. Pastel
::: Abby:::

Observe el contenido dentro de la caja de cristal. Mi boca se hacía agua, me preguntaba que
pastel le gustaría más a Travis. Después de dos horas, había disminuido mi decisión a solo tres:
pastel de vainilla con glaseado de chocolate, pastel Napolitano, también con glaseado de
chocolate, o pastel de bodas. Travis había hecho un gran escándalo por nuestro pastel de Bodas
en Vegas, así que estaba segura que le gustaría blanco con blanco.

—Jesús Abby, escoge uno de una vez —dijo América, aburrida. Saco un hilo de su goma de
mascar rosada enrollándola en su dedo —. Odio pensar cuanto te tomara escoger un pastel de
bodas si te tomo tanto tiempo escoger un pastel casual para la fiesta de cumpleaños de Travis.

No aparte la mirada del contenido dentro del exhibidor, que incluía pasteles escalonados,
cupcakes, pasteles circulares y rectangulares, todos decorados con cualquier tipo de
personalidad que se pudiera imaginar.

—Un pastel de bodas es para invitados. Esto es para Travis. Tiene que ser

América suspiro al tiempo que yo arrugaba la nariz.

— ¿Cuál es tu problema, Mare? ¿Por qué estas de mal humor?

América mastico de regreso la goma de su dedo, luego se cruzó de brazos.

—No van a ceder.

— ¿Quiénes no van a ceder qué?

—Mis padres. Dicen que si me voy a vivir con Shep no van a pagarme la universidad.

Estaba pasmada. Los padres de América no eran personas fáciles de convencer, pero tenían el
punto de apoyar cualquier cosa que hiciera feliz a su hija. Sí América quería continuar
atendiendo a la universidad, y no podía imaginar cual era la diferencia. América pasaba casi
todas las noches con Shepley.
—Lo... lo siento. No tenía idea.

Se encogió de hombros.

— ¿Cómo podrías?

Abrace a mi mejor amiga.

—No hay prisa ya sabes. Shepley te esperara.

—Se moverá a los dormitorios.

— ¿Qué? ¿Cuándo?

—En otoño, pero... iré a Wichita en vacaciones de verano. Se está volviendo un poco loco. Y yo,
también... y ya sé cómo suena eso ¿Está bien? No soy el tipo de chica a la que le importa pasar
tres meses lejos de un hombre. Normalmente seria como un respiro de aire fresco. Pero no
quiero extrañarlo. Desde que cortamos...

Es diferente, ¿sabes? Realmente lo amo, Abby.

Le di un apretón y luego la aparte suficiente para poder verla a los ojos.

—Quédate con nosotros, Mare. Lo haces de todos modos —sonreí —. Será divertido.

Ella negó con la cabeza.

—No van a dejarme.

— ¿Por qué? —pregunté, frustrada.

—Papá dice que no quiere que nos pongamos muy serios tan rápido. Entiendo que están
consternados, pero simplemente apesta.

—Aun puedes hacerlo, ya sabes. Conseguir un trabajo, y moveremos tus cosas.

Los ojos de América brillaron.

—Es fácil para ti decirlo. Tienes una beca o cinco. Ellos pagan mi matricula. Sí quiero que eso
continúe, tengo que seguir sus reglas.
—Es justo. Pero puedes venir a visitarnos los fines de semana, ¿Verdad? Al menos tienen que
dejarte venir a verme.

—Sí. Sí, por supuesto —se alejó de mí limpiándose la nariz. Sonrío y agitó la cabeza —. Dios.
Esto es estúpido. Hay cosas peores pasando en el mundo. —No para ti, y no ahora. Está bien
estar molesta por estar lejos de Shep por tres meses. Tienes razón. Apesta.

Sonrió.

—Gracias. — ¿Por qué?


—Por no hacerme sentir como una mierda. Hice una cara.

—Eso no fue intencional. Sigues siendo una mierda.

América me dio un pequeño golpe en el hombro al tiempo que una mujer se paraba atrás del
mostrador frente a nosotros con una gran sonrisa. Presione mi dedo en el vidrio, señalando el
pastel el pastel blanco.

—Tiene que decir, Feliz 20 años Travis.

—En realidad —dijo América — ¿Podría hacer que diga, Feliz malditos 20 años Travis? La
mujer sonrió.

—Suena como una fiesta alegre. Reflejé su expresión.

—Lo va a ser.

*****

—Decoración. Hielo. Vasos. Música. Pastel... —dije apuntando a varias estaciones —. Se nos
está olvidando algo. Siento como si algo se nos estuviera olvidando. América se cruzó de
brazos, en ningún lugar cerca de mi estress.

—Si estas comparando con los años anteriores, se te están olvidando al menos dos docenas de
zorras. Le lance una mirada.

—Chistoso.
América resoplo, luego camino por la habitación, recogiendo un pequeño globo y tocándolo
con sus labios. Sus mejillas se inflaron y su cara se puso roja. Observe mi reloj.

—En menos de una hora —eche un vistazo afuera — ¿Por qué no ha venido nadie aun?
—Entreno de primavera —dijo América.

Murmure la palabra <<mierda>>, y luego me quede helada cuando escuche conmoción en la


puerta de entrada.

— ¡Dije que no! ¡Para! ¡Mierda, para Travis! —dijo Shepley mientras caía hacia atrás a través
de la puerta a la sala de estar. Travis se paró en la entrada, respirando fuerte, una gran
sonrisa en su rostro.

— ¡Cariño, estoy en casa!

Mi mandíbula se desprendió de su lugar, sintiéndose todos en cámara lenta, grite la palabra


¡No! — ¿Por qué esta aquí? —preguntó América a su novio con voz acusatoria.

Shepley se paró, limpiándose, con la cara roja irritado.

—En el segundo que intente llevarlo a otro lado que no fuera casa, él sabía ¿Está bien? ¡Hice lo
mejor que pude! Travis sonrió, pero su expresión se desvaneció cuando me vio.

— ¿No podías simplemente pretender? ¿Tenías que venir aquí y arruinar todos mis planes?
—lloriquee. No iba a pretender. No era justo. —Bebe —Travis paso empujando a Shepley para
acercarse a mí, con los brazos abiertos.

—No —dije empujándolo —, no me toques. ¡No! —Hice un mohín — ¿No sabes cuánto llevo
planeando esto? ¡Yo no corrí y arruine mi fiesta sorpresa!

—No —respondió Travis, encapsulándome en sus brazos tatuados —. Parker lo arruino.


Fruncí el ceño, empujándolo.

— ¡Pero estaba sorprendida! Tu seguiste con ella ¡Aléjate de mí! Travis se acercó para besar mi
mejilla.

—Quería venir a casa y ver a mi esposa, que sabía que estaba trabajando duro para hacer mi
cumpleaños especial. — ¡Y arruinarlo! —gruñí, empujándolo. No sé porque intentaba...él
nunca iba a ceder.
América abrazo a Shepley, y después beso su mejilla. — ¿Alguna vez te cansas de que él te
meta en problemas? Shepley sobó su cabello, frunciendo el ceño.

—Iba a robar mi auto y dejarme en el estacionamiento sí no hubiera saltado en el lado del


pasajero. — ¡Aw! —dijo América, sin poder parar de reírse.

Shepley se cruzó de brazos, tratando de alejarse, pero no lo suficientemente fuerte. Travis


tomó mi barbilla, forzándome a que lo viera. Una vez nuestros ojos se encontraron, deje de
luchar.

—Gracias —dijo, besando mis labios. Me dejo ir, dejándome desorientada por el beso y mi lucha
inútil.

Alguien tocó a la puerta, y Jason Brazil abrió, entrando a la sala, parando de inmediato
cuando vio a Travis parado en medio del apartamento decorado. —Oh. No ¿Llegamos tarde?

—Sí —dije tirándole un globo a Travis —. Y él está en problemas. —No, no estoy —respondió,
medio en broma, medio irritado. — ¿Aun esta... ammm—dijo Brazil —. La uh... La fiesta en
pie?

—Sí. No puedo precisamente cancelar diez minutos antes cuando cuarenta personas están por
venir —me queje. — ¿Cuarenta? —Preguntó Travis — ¿Eso es todo?

—Quitamos a las zorras —explico América.

Travis no estaba sorprendido. Unas chicas entraron detrás de Brazil, con un bronceado
excesivamente falso, una cantidad grande de maquillaje, y unos pechos doble D también falsos
que resaltaban en sus camisas en cuello V.

— ¡Día de los inocentes! —gritó América, viendo a nuestras no invitadas —. Las zorras
llegaron.

Las chicas de la fraternidad le arrugaron la nariz a América, pero después de eso no le


prestaron atención. Siguieron a Brazil cuando buscaba el grifo del barril, y luego rió cuando
lo encontró, levantándolo alto.

— ¡Lo encontré! —agitándolo como un niñito con juguete en el área de juegos.

Brazil y sus amigos terminaron de ayudar con la decoración, inflando globos y colocando
serpentina. Más personas llegaron y se unieron. Entre más ayudaba Travis, más me
decepcionaba. No de él—sí no de mí. Tenía una famosa cara de póker, podía hacer fraude a
veteranos por millones, pero no podía montar una pequeña fiesta de sorpresa para el
cumpleaños de mi esposo.

Al atardecer, los últimos invitados llegaron, Trenton y Camille. Trenton ayudo a su novia con
su saco, luego se dio la vuelta para abrazar a su hermano pequeño.

—Feliz cumpleaños, idiota.

—Hola —dijo Camille abrazándome —. Te ves bien — se había hecho un arete en la nariz desde
que la había visto la última vez, también tenía un mechón negro escondido. Entre más
trabajaba para Skin Deep, más salvaje se veía, estaba segura que a Trenton le encantaba.
Sonreí. Todos los tatuajes y maquillaje se veían bien en ella. Ella estaba enamorada y yo no
podía ser más feliz por eso.

— ¿Qué? —preguntó ella.

—Nada —respondí. Mi sonrisa se desvaneció —. Travis vino temprano a casa.

—Suena a él —dijo con una sonrisa apenada. Estaba en su uniforme de bartender, lo más
seguro es que fuera a trabajar después de la fiesta de Travis. Ella le hizo un giño a Travis,
dándole una botella de whiskey un lazo alrededor del cuello.

Travis beso su mejilla.

— ¡Gracias!

— ¡Hey! —Trenton frunció el ceño, dándole un golpe en el hombro a Travis —. Aparta tus
labios de mi chica.

Travis levanto sus manos.

—Está bien, está bien. Solo estaba mostrando mi apreciación.

Introduje veinte candelas en el glaseado del pastel, luego busqué un encendedor en la cocina.
Después de abrir un cajón tras otro, salí con las manos vacías.

—Esto es ridículo —me queje —. Estoy casada con un fumador de un paquete diario ¿Y no
tenemos encendedores? —Travis encendió el suyo sosteniendo la llama enfrente de mi cara.
Pare, luego se lo arrebaté.

—Gracias —dije demasiado bajo, regresando a donde todos se estaban aglomerando, con platos
en las manos.

Prendiendo las velas, América apago las luces, y Travis se paró detrás del desayunador frente
a su pastel, riendo ante las palabras hechas con glaseado sobre esté. Envolvió sus brazos en mi
estómago, sobando mi cuello mientras yo encendía cada mecha.

—Lindo pastel —dijo él, susurrando las palabras escritas en el pastel <<Feliz malditos 20 años,
Travis>>

—Me alegra que te gustara, la maldición es idea de América.

Travis levanto su mano, dándole los cinco a América.

—Bien hecho.

America solo asintió, de brazos cruzados, sosteniendo la mano de Shepley. Él estaba detrás de
ella, balanceándose viéndonos a nosotros. Tenía la sonrisa más dulce en su rostro. No estaba
segura que pensaba, pero de seguro involucraba a América.

Cantamos el feliz cumpleaños, luego Shepley subió el volumen. Bailamos, tomamos, y la policía
solo apareció una vez. La mitad del equipo de futbol estaba presentes, como sus hermanos de
Sig Tau. Jim, Thomas, Taylor y Tyler llamaron a diferentes horas, pero cada vez él salía a
fumar y platicar con su familia. Bese a Travis cada vez que se iba, y cada vez que me
recordaban mi cumpleaños, de lo dulce que fue en la noche, y lo mucho que trate de no
enamorarme —así que nos besamos mucho, en un momento, Travis me llevo hasta el pasillo,
colocando sus dedos detrás de mi cuello, situando su boca impaciente sobre la mía. Sabía a
cerveza barata y azúcar, lo guie más profundo en mi boca.

Solo cuando pensé que me arrastraría hasta la habitación, el ritmo de su boca bajo. Se alejó,
beso mi mejilla y susurro a mi oído.

—Me sorprende que no prepararas shots para mí, aun. —No sabía que estabas mal de dinero

—Voy a estarlo si no consigo trabajo. Solté una risa.

—Tienes el trabajo. Solo tienes que ir y aceptarlo.


Travis dio una mirada a la esquina y luego regreso su atención a mí. — ¿Qué? —pregunté.

—Asegurándome que no destrocen el lugar. —Aw. Escúchate. Has madurado.

Travis frunció el ceño.

—Nunca hice una fiesta aquí... porque no quería tener que patear el culo de alguien por
destrozar algo. Toqué su mejilla.

—Estrictamente amor a la mazmorra, ¿huh? Travis hizo una mueca de disgusto.


— ¿Una qué?

—Nada —respondí riéndome.

—Oh, tienes chistes —dijo, pellizcando el lado de mi dedo.

Salí corriendo por el pasillo hasta la sala de estar, riendo, escondiéndome detrás de América.
Travis solo me persiguió por unos segundos antes que una canción lenta comenzara a sonar
—mi canción favorita. Nuestra canción. Nos movimos unos segundos antes que Travis me
empujara a sus brazos apretándome contra su cuerpo.

—De cierta manera me dijiste que me amabas por primera vez bailando esta canción en una
fiesta de cumpleaños —dijo él. — ¿Qué? —dije viéndolo a los ojos. No había humor en ellos —.
No, no lo hice.

—Sí. Estabas borracha hasta perder la cabeza, peor lo dijiste. Dijiste que en otra vida, podías
amarme.

Sonreí, contemplando su calor, iris color rojizo. Recuerdo la primera vez que los vi en el
sótano del edificio universitario. Estaba sudado y repleto de sangre, aun así, sus ojos eran
como hogar.

— ¿Qué respondiste a eso? ¿No saliste corriendo y gritando? Negó con la cabeza, su mirada
sintiéndose más intensa. —Dije que yo podía amarte en esta.

— ¿Lo hiciste? —pregunté, conmovida. Eso había sido hace casi seis meses, jamás me lo contó —.
Lo dijiste primero. Todo este tiempo... pensé que había sido yo. —No —él rio —nunca fuiste tú.
Definitivamente yo lo dije primero. Incluso después de tu cumpleaños.

—No —agite la cabeza —. Fue la noche que se supone saldría con Parker. Negó con la cabeza.
—No, bebe. No puedo creer que no lo recuerdes.

—Lo hice. Lo dije primero. Solo admítelo. Lo dije para mi cumpleaños.

—Esa fue la intención. Pero amarme en tu siguiente vida no cuenta.

—Bueno —dije, levantando mi mentón, sintiéndome victoriosa —. Bienvenido a nuestra


próxima vida.

Paró en medio del apartamento. Sus hombros cayeron, observándome con tanto amor y
adoración, mis mejillas se tornaron rojas.

—Eso no es algo —dijo, abrazándome contra él. Recostó su mentón en la curva de mi cuello
haciendo que se encorvara —. Obtuve mi deseo de cumpleaños antes de pedirlo.

Presione mi mejilla contra su oreja, escuchando las palabras de nuestra canción, tomando el
momento.

—Es tu primer cumpleaños como mi esposo.

—Mejor cumpleaños hasta ahora— respondió—. Y no te preocupes, tienes el resto de nuestras


vidas para sorprenderme.

—Tienes la maldita razón —dije acercándolo —. Tenemos millones de sorpresas por delante.

Todas buenas, espero.


9. Comprometida

::: Abby:::

—Bebe — dijo Travis quitándose la chaqueta y tirándola a la cama —dije que lo siento.

—Lo sé —dije pateando mis tacones.

Iba dos por dos, siendo expulsados de <<The Red>> por segunda vez en el mes por pelear. En
lugar de estar más relajado porque estábamos casados, cualquier chico que me diera una
segunda mirada, una sonrisa coqueta, o incluso tratado de hablar conmigo era una amenaza.
En la mente de Travis ahora estaba defendiendo a su esposa en lugar de su novia. Las apuestas
se habían intensificado, para él, eso significaba estar más sensible a cualquier falta de respeto
al anillo que tenía en el dedo. No importaba cuantas veces intentara explicarle que nadie más
importaba, Travis inevitablemente lo amenazaría o le daría un puñetazo a cualquier extraño
con pene que me pusiera atención.

Nos desvestimos en silencio, tomando turnos en el baño, Travis me observo subir a la cama
junto a él. Metiéndome dentro de las sabanas, al tiempo que él intentaba alcanzarme y yo me
alejaba a mi lado, viendo al lado contrario de donde estaba él. Era un extraño sentimiento
estar enojada con él, sabiendo que no podía simplemente pedir un aventón a América de
regreso a mi dormitorio. No cortaríamos la relación otra vez, no más peleas que no llevaran
a más que sexo de reconciliación y perdón. Una gran parte de mí se sentía aliviada, pero el
anillo alrededor de mi dedo se sentía apretado en estos momentos, demasiado apretado.

Me lo quite, colocándolo en la mesa de noche.

Travis se sentó.

— ¿Qué demonios? —dijo en voz alta.

No me gire para verlo, pero su movimiento repentino y su voz me asustaron.

—Es incómodo para dormir.

Aun con dándole la espalda, sabía que estaba frunciendo el ceño.


— ¿Desde cuándo?

Suspire.

—Por favor Travis, estoy cansada.

—Ponte el anillo, Pidge —no estaba demandando, estaba rogando.

Trague. Tenía tres opciones. Ignorarlo —recordándole acerca de mi independencia al tiempo


que rompía su corazón; darme por vencida y seguir mintiéndole, o, dame por vencida y
decirle la verdad —que también rompería su corazón. Lo amaba más que nada, pero
solamente tengo diecinueve años, cuando sentía que iba a caer en un ataque de pánico,
pretendía que solo estábamos saliendo aun. En momentos como este, simplemente no podía.
Travis quería ese nivel de compromiso, y yo no era Travis. Casarnos pasaría eventualmente,
psicológicamente aún me estaba haciendo de la idea del nivel de seriedad de la decisión que
había tomado.

—Abby —apunto —. Lo prometiste.

Alcance el pequeño círculo metálico, regresándolo de nuevo a mi dedo. Jim me susurro una
tarde que el matrimonio era acerca de un compromiso, pero a veces el compromiso era
coerción voluntaria.

Se volvió a acostar, acurrucándose en mi espalda, sosteniéndome de cerca. Cerré mis ojos, el


anillo apretando mi dedo, Travis apretándome a mí. El aire se sentía seco, mi garganta
apretada. Me separe de él, revolcándome en la cama.

—Yo solo—comencé a decir, respirando con fuerza —. Pensé que habías terminado con eso.

—Estas enojada.

— ¡Claro que estoy enojada, decepcionada, y con miedo!

Me miro horrorizado.

—Yo nunca...

—Lo sé —grité cerrando mis ojos. Tomando una respiración profunda, mis palabras más
suaves —Lo sé, no tengo miedo de ti. Nunca he tenido miedo de ti. Lo que quiero decir es que ya
no eres un chico universitario que puede ir dando golpes cuando él quiera. Eres mi esposo. Me
encanta saber que estoy segura contigo sin importar a donde voy. Me encanta saber que me
proteges sin importar que. Pero necesito que mantengas tu cabeza agachada. ¿Lo recuerdas?
Ya tuvimos esta conversación. Solo porque puedes, no significa que tengas que hacerlo.

Me acercó a él, la memoria de una sonrisa apareció en su rostro.

—Ven acá.

Cuando no accedí de inmediato, se puso nervioso.

— ¿Qué quieres de mí, Pidge?

—Necesito —hice una mueca —, necesito que madures, Travis. No tienes que ser la persona
más ruda del lugar. No tienes nada que probar. Requiere más fuerza el mostrar resistencia.

Miro abajo, respirando como si le hubieran sacado el aire —. Él te insulto —mi miro a los ojos
—. Insulto a mi esposa. Le he pateado el culo a otras personas por menos.

—Eso era antes —dije regresando a la cama junto a él. Tomé su barbilla para ver su mirada —.
Antes de la boda. Antes, cuando dabas puños a cambio de una vida y tenías una reputación
que mantener. Antes del incendio. Todo es diferente ahora. Tenemos que tener cuidado.

Pensó mis palabras al tiempo que alejaba mi mano de su cara, trayendo mi anillo de
compromiso a sus labios.

—Puedo ser cuidadoso.

Beso la palma de mi mano hasta la muñeca, luego hasta arriba por mi hombro. Una sonrisa
traviesa creció en esquina de su boca. Suprimí la sonrisa de mis labios.

—No es gracioso.

—No, no lo es —dijo concentrándose.

Estaba cubierta por una camiseta floja y pantalones cortos de pijama. Se abrió camino hasta
mi hombro, dándose cuenta del tirante. Tomó el borde de la camiseta con una mano, y con un
movimiento, mi torso estaba desnudo. Movió su boca despacio y con ternura bajando hasta mi
pecho, mi estómago, deteniéndose lo suficiente en todos mis lugares favoritos para hacer mi
interior vibrar. Me relaje encima del colchón, cerrando los ojos. Estaba trabajando mi cuerpo.
Yo era su religión.

—Esto no cambia nada —respire.

—Lo sé —dijo, su voz apagada, situándose en medio de mis piernas —. Pero estas enojada, y ya
sabes lo que me hace que te pongas enojada.

Deslizo la fina tela de mis pantalones cortos a un lado, y enterró su cara en mi delicada piel.
Jadié, arqueando mi espalda.

—Oh, estoy muy enojada —dije con la respiración entre cortada —, molesta —mis nudillos
poniéndose blancos por cada golpe que daba Travis con la lengua —, furica.

Me levantó las caderas, quitándome los pantalones cortos, regresando a la apertura de mis
piernas como si hubiera estado hambriento de mí durante todo el día. Mis piernas temblaron
involuntariamente y grite su nombre con una serie de palabras religiosas con referencias
inapropiadas.

Besó mis muslos y luego el estómago, mirando hacia mí con una sonrisa orgullosa. Apenas me
dio la oportunidad de recuperarme antes de arrastrar mi cuerpo y hundirse en mi interior.
En estas ocasiones me gustaba saber que no se resistía. Solo había unos destellos de lo que había
sido Travis con otras mujeres, pero conmigo, no se contenía. Me dejaría quitarle todas las
copas para ver sus debilidades y yo era una de ellas. Él me había esperado todo este tiempo, y
cuando finalmente llegue, nuestras vidas comenzaron. No había antes o después. Travis sabía
desde el principio que siempre fuimos y siempre seriamos uno. Esa verdad siempre estaba en
sus ojos cuando me veía, de la manera en que me estaba viendo en estos momentos mientras se
cernía sólo pulgadas de mi cara.

—Bebe —respiró. Viéndome con admiración, la misma expresión en su rostro cuando hicimos
el amor por primera vez (y todas después de esa), como si se sorprendiera de lo perfecta he
increíble que me sentía.

Las horas pasaron, y en algún punto creí escuchar a Shepley y América en la sala. Travis no
perdió el ritmo, y eventualmente nuestros compañeros de cuarto se retiraron a su habitación.
Mis músculos estaban temblando con fatiga, y yo estaba jadeando, sin poder recuperar el
aliento, pero entre más estábamos enredados, más necesitaba de él. Me sentía insaciable,
seduciendo a Travis con facilidad una y otra vez, de un clímax al otro hasta que los dos
estábamos exhaustos.

Me acosté sobre mi estómago, mirando a hurtadillas sobre mi almohada a mi esposo, que


estaba haciendo lo mismo, nuestros dedos meñiques estaban cruzados uno sobre el otro, las
sabanas enredadas en la pequeña sección de nuestras espaldas. Mi piel brillaba por el sudor,
mis ojos estaban pesados, y mi cabello estaba enredado a mí alrededor. La mano libre de
Travis estaba sobre su cabeza, retorciendo un mechón de mi cabello color caramelo. No
hablamos, no era necesario.

Estábamos saturados de uno y el otro, el aire lleno de sexo, amor y satisfacción.

****

Había sido la señora Maddox por un mes exactamente cuando vi a Ricky y Joel, los dos
hombres que se nos acercaron a America y a mí en The Red —que como consecuencia le dieron
sus culos a Travis y a Shepley. Solo pude vislumbrarlos por un momento cuando abrían su
camino a una puerta al final del pasillo de mi clase de literatura inglesa. Pare para
asegurarme que eran ellos, con mucho pulcro los seguí, teniendo cuidado que no me vieran.

Una vez alcance el final del pasillo, di un vistazo en la esquina, viendo a Joel sentado detrás
de una computadora, Ricky parado de cerca, con una pila de papeles en su mano. Parecía
estar dictándole a Joel. La habitación en la que estaban parecía estar activa. Algunos
estudiantes saltaban de un escritorio al otro, los otros escribiendo detrás de las pantallas de la
computadora. Me hice para atrás para ver si había algún rotulo en la puerta para
asegurarme que no fuera una biblioteca fuera-del-lugar que no sabía. Cuando me acerque
para intentar escuchar lo que Ricky decía, una chica que reconocí de mi clase de estadística
me paso golpeando el hombro al pasar.

—Disculpa —dijo con prisa.

—Um, uh —empecé a decir.

Se dio la vuelta, su expresión una mezcla de irritación y confusión.

— ¿Qué? estoy retrasada.

—Lo siento —dije —. Me cambie de clases y estoy perdida ¿Es esta clase filosofía de la antigua
Grecia?

—No —dijo molesta —. Esta es "La Estrella" de Eastern —cuando vio que no entendí que estaba
diciendo, ella suspiro —. El periódico estudiantil.

Levanté una ceja, susurrando un Oh al tiempo que ella giraba en sus talones para correr a su
escritorio. Observe mí alrededor por unos minutos, y luego me retire por el pasillo a la salida.
Ricky y Joel estaban en The Red por información, y estaban esperando a que Travis regresara.
Por fortuna uno de ellos fue lo suficientemente estúpido para insúltame antes que lo
cuestionaran. Podían estar haciendo un artículo acerca del círculo, o peor... de Travis siendo
involucrado en el incendio. Apreté mis dientes, tratando de pensar como detendría que
publicaran la historia. Una especulación podría hacer que los estudiantes hablaran otra vez
cuando originalmente había disminuido. Los estudiantes universitarios podrían ser reacios a
hablar con la policía, pero un curioso compañero de estudios potencialmente podría sacudir la
memoria de un sobreviviente.

Pare repentinamente a la mitad del pasillo, dando unos pasos atrás de espaldas hasta que mi
trasero toco la pared, me resbale hasta el suelo. Llevé mis codos a mis rodillas recostando mi
frente en mis brazos. ¿Algún día terminaría esto? ¿Algún día Travis estaría a salvo?

Dos pares de zapatos empezaron a aproximarse en mi dirección, parando a unos centímetros


de mis zapatillas Chuck Taylor. — ¿Abby? —una voz familiar dijo finalmente — ¿Estás bien?

Mire hacia arriba, a los ojos de Ricky. Su mejilla aún estaba verde suave, marcada por el
golpe que le dio Travis unas semanas atrás. —Eso depende.

Joel y Ricky intercambiaron miradas. — ¿En qué? —preguntó Joel nervioso. — ¿A dónde se
dirigen?

—Vamos a... uh —Ricky trago — ¿Por qué?

Rodé mis ojos, pero antes de hablar, Joel se puso rígido. — ¿Nos están siguiendo? ¿Por qué nos
están siguiendo? Ricky resoplo, presumiendo.

—Te atrapamos ¿Creíste que podías sentarte en la mitad del pasillo, y que nosotros pasaríamos
y no te notaríamos? ¿Sabes que somos periodistas? Lo notamos todo.

No deje ver mi confusión. Los vi volverse más paranoicos con cada sospecha.

—Travis sabe que trabajamos en "La Estrella" ¿No es así? —Preguntó Ricky — ¿Sabe que
estamos haciendo preguntas? —Trago — ¿Qué va a hacer? Me puse de pie dejando que una
pequeña sonrisa apareciera en mi rostro.

—Ya verán —respondí.

Me gire despacio retirándome de ahí. Empuje la puerta de vidrio bajando las escaleras
corriendo, internamente entrando en pánico. Estaban haciendo una historia de Travis.
Estaban saliendo a preguntarle a más gente, más preguntas. Si seguían preguntando alguien
se podría quebrarse.

Toqué el bolsillo de mi chaqueta, sintiendo la llave de mi carro. Mi mente estaba corriendo,


preguntándome cómo enfrentar esto ¿Cómo detener a Joel y a Ricky sin involucrar a Travis?
—sin que tuviera que ser un chantaje, trato o soborno.

Una voz profunda dijo "¡Whoa!" justo cuando corría directo al pecho de alguien. —Oh Dios, lo
siento tanto. Yo... — mi estómago inmediatamente se quedó vacío. —Hola, Abs. Estaba
esperando a toparme contigo.

—Parker —dije, con voz acusatoria. Di un paso a lado para caminar alrededor de él, pero
gentilmente agarro mi brazo con su mano.

—Vamos, no seas así —soltó mi brazo con una sonrisa brillante, como si los pasados tres meses
no hubieran pasado — ¿Podemos simplemente... hablar?

—No.

—Abby ¿Qué quieres que haga? ¿Rogarte? Porque estoy dispuesto a hacerlo —dijo mostrando
su encantadora sonrisa —. Solo quiero hacer las cosas bien ¿Qué tal un almuerzo? —hice una
cara —. O quizá solo café. Podríamos discutirlo con café.

— ¿Café? —pregunté. Asintió. Vi por encima de mi hombro al edificio que acababa de dejar
atrás. Sentí nauseas de solo pensarlo — ¿Cualquier cosa? —pregunté, regresando mi mirada a
Parker.

Trague de regreso la bilis. Estaba a punto de vender mi alma al diablo.

—Solo dilo.

Cerré mis ojos, odiándome por lo que estaba a punto de hacer.


10. Retorcido

::: Travis :::

Gire mi anillo de bodas alrededor de mi dedo viendo el gimnasio Iron E desde el


estacionamiento. La primavera estaba haciendo su aparición, las nubes seguían orinando
todo mi automóvil, las gotas revotando en el pavimento en cien mil pequeñas salpicaduras.
Apague el auto, agarre el timón, presionando mi cabeza en el reposacabezas.

La plaza Perkins estaba rodeada de boutiques, una tienda de equipo para golf, un pequeño
supermercado, un salón para uñas, una venta de café, y en el centro, el gimnasio Iron E. El
grosor de las nubes grises hacía fácil ver a la gente caminando dentro bajo la luz fluorescente.
Estaban haciendo levantamientos, mirando, o corriendo en una de las quince cintas de correr.
Brandon estaba detrás del escritorio, coqueteando con la recepcionista.

Apreté los dientes.

Eakins tiene varios lugares de trabajo con horarios flexibles para universitarios, el problema
era que estamos en abril, y la mayoría de los trabajos que aún estaban disponibles estaban
hechos para sostener un fin de semana de fiesta, no un matrimonio. Había revisado los
clasificados. Tres docenas de personas sostuvieron mi papelería y me dijeron que regresara a
fin de año para la época de navidad, o que ya habían contratado a varios universitarios y no
necesitaban otro. Los trabajos en el campus pagaban nueve dólares o menos la hora –nada que
ayudara a pagar la renta y las cuentas con las horas que podía hacer entre clases.

Trabajar para Brandon y dejar que las cougars coquetearan conmigo al tiempo que
pretendían ejercitarse era lo último que quería hacer, pero las cuentas debían pagarse de
algún modo. Abby estaba en su segunda semana de tutorías, pero apenas si cubría los gastos
de los comestibles y gasolina.

Tomé una respiración profunda, saqué las llaves del encendido, y golpee la puerta detrás de
mí, sintiendo la lluvia reunida a mis pies. Toqué la puerta de vidrio y espere. Había una caja
con código afuera, cada cliente tenía su pin de cuatro dígitos. Fue hace mucho que yo podía
entrar con el mío. Un hombre cuyo cuello era el doble de tamaño que su cabeza, bajó su barra
de peso y, con la típica actitud de levantador de pesas "levantando el trasero y agitando los
brazos", abrió la puerta saludándome con un movimiento de cabeza.
―Brandon ―llamo la cabeza de carne con una voz brusca.

Brandon estaba medio acariciando con la boca y la nariz el oído de la recepcionista cuando
levantó la vista. Una gran sonrisa apareció en su rostro.

― ¡Maddox! ―exclamo, extendiendo sus brazos ― ¿Qué putas? ¿Qué te tomó tanto tiempo? ―,
me tomó la mano derecha en un apretón de manos, atrayéndome a él, atrapando su hombro
con el mío, pegándome en la espalda con su mano libre. Ese idiota siempre hace el saludo de
hermanos ― ¿Vas a llenar formulario o qué? Asentí.
Brandon se dio la vuelta, en dirección a la recepcionista tronando los dedos. ―Una aplicación,
Steph, ahora.

Steph se dio la vuelta dándonos la espalda, abriendo un gabinete de presentación y hojeando


cada archivo.

Brandon me cogió por el hombro, riendo y asintiendo en dirección del trasero de Steph como si
fuera un niño de doce años. No sonreí, ni fruncí el ceño; solo me concentre en parecer
indiferente.

Steph encontró lo que estaba buscando, troto a donde estaba Brandon con una pluma y un
papel en la mano. ―Lo encontré ―dijo esperando por un premio de parte de su jefe.

―Eres increíble ―respondió ― ¿No es increíble?

Sí, estar cogiéndose a un hombre casado con esposa embarazada era un logro
admirable. ―Sí ―respondí, limpiando mi garganta ―. La presentación es dura.

Steph subió su barbilla asintiendo de forma dramática, apreciando que entendiera la


situación. ― ¿Quieres llenar eso en mi oficina? ―preguntó Brandon.

― ¿Tienes una oficina? ―dije, solo bromeando un poco. Brandon saco el pecho.

―Por este lado, Steph ―chasqueo los dedos otra vez ―. Agua. Ella asintió, corriendo para ir a
servirnos agua.

Como predije, las paredes estaban cubiertas de posters con rasgados, semidesnudas modelos de
fitness. Estaba pensando si sentarme en la silla opuesta de su escritorio, seguro se había
sacudido en ella todas las noches. Una esquina de mi labio se levantó, recordando a Abby y el
similar desagrado que tenía por mi antiguo sofá la primera vez que visito mi apartamento.
Había pasado mucho, mucho tiempo de esa noche.

Steph entro con dos vasos, asintiendo cuando le agradecí. Mantuvo su mirada en Brandon
mientras gritaba para salir, como si el no supiera que moría por estar acostada en este
escritorio. Otra vez.

―Casado ―dijo Brandon, moviendo su cabeza, mirando el trasero de Steph hasta que cerró la
puerta detrás de ella.

Me senté colocando la aplicación en el escritorio, presionando el final del lapicero con mi


pulgar, llenando la información lo más rápido posible. ― ¿Qué te hizo hacer eso? ―preguntó ―.
Debe de estar muy buena.

― ¿Hace cuánto que eres dueño de este lugar? ―pregunté sin ver arriba. No quería tener que
pegarle a Brandon en la boca por hablar de mi esposa, así que decidí cambiar de tema.

―Cuatro años ―dijo ―tres años con Joan ―su silla sonó cuando se hizo para atrás y puso sus
manos detrás de su cabeza―. Ella lo firmo en el divorcio. ―Oh, sí. Se me había olvidado. Lo
heredaste.

―Los niños heredan cosas de sus padres, Maddox. Joan abrió este lugar con su ex esposo, luego
me la cogí hasta sacarle los sesos y me dio todo lo que quería. Este lugar era un hoyo de
mierda ―para viejos costales y gordos. Me case con esa geriátrica, hice este lugar lo que es
ahora. Ahora es mío. Traigo el triple de lo que Joan alguna vez hizo.
Escribí la poca legítima experiencia laboral que tenía y luego firme con mi nombre,
deslizando el papel en su dirección. Luego Brandon divago acerca de la historia del gimnasio,
aún tenía que lidiar con Joan, y lo enojada que estaba que dejara a una de sus novias
embarazada. Ahora Jaci era su esposa, Brandon le hizo ―a los siete meses de embarazo― un
trato con Joan por lo que no tenía que hacerlo.

Él era ―un pedazo de mierda― y ahora era mi jefe.

Agarré el brazo de mi silla y escuche, tratando de pensar en Abby, la boda, nuestra vida
justos, recordándome que estar en la misma habitación que Brandon todos los días valdría la
pena. Observe mi reloj, sintiéndome exhausto de resistirme a la urgencia de sacarle la lengua
de su maldita boca. Brandon había descrito lo increíble que era en casi dos horas.

Steph tocó la puerta y dio un vistazo adentro. ―Ya cerré. Me iré a casa ahora.

Brandon la despidió con la mano. ―Llevare a Travis a tomar un par de tragos.


―Suena divertido ―respondió Steph con una mirada esperanzadora. Me puse de pie.

―Odio cortar esto, hermano, pero tengo que ir a casa.

―Oh cierto ―dijo Brandon, con una línea de condescendencia en la voz ―. La vida de casado.
¿Cuándo puedes empezar? No tardaras mucho en formar clientela. ―La otra
semana ―respondí ―. Lunes.

Brandon se paró tendiéndome la mano. La tomé, sintiendo como si acabara de vender mi alma
a Satán.

―Empezare contigo con las Betties ―dijo. ― ¿Las quién?

―Betty Rogan y Betty Lindor. Huelen a bolas de naftalina y tienen más arrugas que un
elefante hambriento, pero pagan el doble para entrenar juntas solo con hombres. Te aman.
Empezando con dinero decente y sabio también. Te pedirán que comas con ellas en tu primer
día. Ve con ellas. Te pagaran la renta de mayo. Aquí ―dijo, sosteniendo un folleto y otro
pequeño pedazo de papel ―Esto es nuestro manual de políticas y el contrato. El manual habla
acerca de tu paga y comisiones. No me digas acerca de tus propinas. No quiero saber cuánto
te dan o como te las ganas. Es el gaje de trabajar en el Iron E.

Con que así es como consigue que los empleados se queden. Es un maldito
Pimp. ―Gracias ―enrollando el papel y metiéndolo en mi mochila ―. Te veo el lunes.

Pase juntó a Steph, caminando a través del gimnasio vacío, empujando la puerta de vidrio. El
cielo estaba oscuro, y las pequeñas lagunas del aparcamiento reflejaban las luces altas que
iluminaban la plaza. El Camry estaba estacionado en medio de una de las lagunas.

―Mierda ―dije respirando fuerte, saqué las llaves de mi bolsillo. Busqué mi teléfono en el otro
bolsillo, y mire la pantalla. Tenía once llamadas perdidas ― ¡Mierda! ―gruñí, marcando y
sosteniendo el teléfono en mi oído.

― ¿Travis? ―la voz de Abby sonaba llena de pánico.

―Lo siento, Pidge. Brandon habla demasiado y no podía encontrar el momento correcto para
decirle que cerrara la...

―Trenton estuvo en un accidente de tránsito ―dejo escapar. ― ¿Otro? ―pregunté


sorprendido ― ¿Está bien?
―Los golpeo un conductor ebrio. Están en el hospital. Thomas está en un vuelo a
casa. ―Entonces tiene que estar mal ―respondí.

―Está en mal estado, Cami está peor. ―Voy a casa. Voy a casa ahora.

―Okay. Solo ten cuidado. No manejes demasiado rápido en la lluvia. ―Tendré cuidado. Te veo
en unos segundos. Te amo.

Presione el botón rojo, corriendo al Camry. Mis manos temblaban mientras encendía el
automóvil. ―Mierda, Trent ―dije corriendo a casa.
11. Destruido

::: Travis :::

Las puertas del hospital se abrieron con un delis dejando salir el aire fresco, apreté la mano de
Abby, empujándola a través del umbral. Mamás exhaustas sostenían a sus bebes enfermos
junto a hombres débiles, y un grupo de patinadores que estaban sentados alrededor de su
amigo que sostenía su muñeca pegada a su pecho. Quejándose, lloriqueando, bebes llorando,
celulares sonando y anuncios saliendo del sistema de altavoces que me dieron ganas de correr.

Más allá de los muros de la sala de espera, detrás de las puertas dobles con una ventana
rectangular cada una, vino un alboroto amortiguado ―un hombre maldiciendo y gritando.

Asentí viendo a Abby.

―Ese es Trent. Tenemos que ir ahí.

Abby no perdió tiempo con la recepcionista.

―Hola... ―dijo bajando la vista para ver el marbete con su nombre ―Gladys. Estamos
buscando a Trenton Maddox.

― ¿Son familiares? ―preguntó Gladys con su voz nasal, nada impresionada por la voz de
urgencia de Abby. Dos cordones idénticos colgaban de las patas de sus lentes. Sus labios
delgados estaban fruncidos y arrugados en cada respuesta. Quizá ella había trabajado
durante diez años más de los que su empatía podía soportar, y le importaba una mierda que
mi hermano estuviera lastimado o que Abby y yo estuviéramos preocupados por él.

―Es mi hermano ―conteste ―. Sufrió un accidente. ―Oh, el conductor ebrio ―dijo Gladys.

Abby rodo sus ojos.

―No. A él le pego un conductor ebrio.

―Lo sé ―dijo Gladys con un suspiro ―. Pero él se niega a ir a la sala de exámenes. ― ¿Así que
Cami está herida también? ―preguntó Abby ― ¿Qué tan mal?
―No puedo darles toda esa información. Les haré saber que están aquí. Tomen asiento.

Empuñe mis manos, pero antes de que pudiera perder el control, Abby tomó mi brazo
guiándome a una fila de sillas que no estaban ocupadas aun con enfermos o heridos. Me senté,
no dándome cuenta que mi rodilla estaba furiosamente rebotando hasta que Abby presionó su
palma en mi muslo. Apoye mi hombro en el reposabrazos, luego apreté el puente de mi nariz.
La espera era agonizante. Trenton ya había estado en un accidente con alguien que le
importaba. Aun cuando el sobrevivió, sabía que lo mataba. Sí el sobrevivía a este accidente y
Cami no... No tenía idea de cómo regresaría de esa.

― ¿Travis? ―papá estaba parado en el umbral, con las puertas dobles completamente abiertas.
Salté de mi asiento, corriendo por la habitación, atrayéndolo para abrazarlo.

― ¿Cómo esta él? ¿Y Cami?

―Trenton está bien. Estará cojeando durante un tiempo. Se rompió el brazo en dos. Tiene el
tobillo hinchado, pero los Rayos-X salieron bien. Creo que se lo torció cuando iba corriendo.

―Dios mío ―dijo Abby, tapándose la boca con las manos ― ¿Corriendo? ¿De quién? ¿Por qué?

―Vamos dentro ―papá me alcanzo. Envolviendo su brazo en el mío, luego lo sentí recostarse
en mí. Por fuera, se estaba manteniendo completo, pero sus manos estaban pegajosas, y sus
ojos enrojecidos estaban cansados.

― ¿Estas bien, papá?

― ¿Yo? bien... bien ―nos guio al cuarto donde examinaban a Camille, pero paro antes de
entrar. ― ¿Qué paso? ―Abby susurro.

Papá recostó la mano en su estómago, su mirada cayendo a la puerta.

―Camille abandono el trabajo enojada. Trenton salto en el asiento del copiloto. Estaba
lloviendo, y ellos estaban peleando. Nunca vieron a ese bastardo pasarse la señal de ALTO. Su
Jeep dio cuatro vueltas y media. Trenton regreso en sí sacándola del automóvil. Cuando no
logro que reaccionara, la levanto y cargo casi una milla a la casa más cercana.

―Cristo ―respire ― ¿Con el brazo roto? ―Sí, lo hizo ―respondió con mucho orgullo. Papá puso
un brazo en la puerta.
―A Camille le tienen que hacer una tomografía. Trenton esta con ella. Cuando regresen van
a ―papá tosió aclarándose la garganta ―, van a establecer sus huesos y luego moldear su
brazo. Le advirtieron que está empezando a sanar y si esperan más tiempo, va a ser más
difícil regresarlo a su lugar. Pero no va a dejarla sola.
Lo atraje a mi lado. ― ¿Y Cami?

Abby hizo una cara. La frente de papá se arrugo.

―Sigue inconsciente. Tiene un tajo decente en su cabeza y está un poco hinchada. El vidrio se
destruyó cortándolos a amos bastante fuerte. Abby lo abrazo, y el la apretó duro.

―Está bien, papá. Apuesto a que los dos van a estar como nuevos en poco. Papá sonrió
secándose los ojos con la parte de atrás de la mano.

―Esa es una buena posibilidad, entonces ¿he? ―empujo la puerta entrando a una habitación
vacía. No había camas, ni bombas de infusión continua, solo el desastre que quedo en la sala de
emergencias y dos sillas ―. Toma asiento. Deberían de regresar en poco.

― ¿Por qué esa mirada? ―Pregunté a Abby, notando la mirada ácida que estaba en su rostro.

―Nada ―dejo caer. Me paré detrás de ella, gentilmente colocando mi pulgar en su cuello,
girándolo para sanar la tensión en sus músculos. Ella soltó el aire, relajándose.

―Bebe ―dije ―, cuéntame.

Ella le dio una mirada a papá, quien sabía exactamente lo que estaba a punto de decir.

―Trenton no dejaba que ninguna mujer manejara desde Mackenzie. La primera vez que él...
lo que ella hizo fue egoísta. Y Thomas ―se contuvo ―. Olvídenlo. ―Sí ―dije viendo a papá ―
¿Tommy viene en camino?

Papá solo asintió.

― ¿Qué pasa con los gemelos?

―Están esperando a tener noticias. Vendrán la semana que viene.

―Porque él va a estar bien ―dije pensando en voz alta. Mis cejas se fruncieron al tiempo que
continuaba con el cuello de Abby ―. ¿Pero Tommy no espero? Eso no es nada él.
Papá no ofreció nada más.

Un hombre con cabeza rasurada y bata azul claro empujo la puerta para abrirlas por
completo, empujando una camilla. Una mujer entro detrás de él con una mano, empujando a
Trenton en silla de rueda con la otra. La mirada de Trenton se ilumino medio segundo cuando
me vio a mí y a Abby pero se extinguió enseguida.

Me apresure a ayudar a la mujer, su cabello largo rizado y rubio brillaba en la habitación


oscura. En su distintivo se leía Christy y debajo Radiografo.

―Gracias por tu ayudar, Christy ―dijo el hombre.

―No hay problema, Julian ¿Necesitas ayuda con la telemetría? ―él negó con la cabeza ―.
Avísame si necesitas algo más. Julian le dio una mirada a Trenton.

―Solo si insiste en llevarla solo otra vez.

Christy soltó a reírse al tiempo que alcanzaba la puerta, sus ojos azules brillaban cuando se
dio la vuelta para despedirse ―. Creo que es dulce.

Los músculos de su mandíbula se tensaron debajo de la piel, manteniendo sus ojos al frente y el
ceño fruncido. Su mano derecha recostada en su regazo, usaban una manta blanca de hospital
para hacer una férula improvisada. Una larga bolsa de hielo se asomaba debajo del grueso
algodón.

Tomé las manijas de la silla de ruedas, moviéndolo fuera del camino mientras Julian ponía la
camilla de Camille en posición. Abby se arrodillo frente a Trenton.

―Hola ―dijo mirándolo por encima. Lo que se supone debería de ser blanco en su ojo ahora era
rojo, y su cara, cuello y brazos estaban moteados de varios grados de laceración a causa de los
vidrios rotos que rebotaban dentro del Jeep. Me senté en la silla, colocando mis codos en los
muslos.

Trenton desvió la mirada, pasándola por alto.

Julian presiono el último botón del cable de telemetría en el pecho de Camille, asintiendo a
nosotros al tiempo que salía de la habitación. ―Trent― comencé.

―No ahora ―se ahogó.


―Se lo que estás pensando ―dije negando con la cabeza.

―No, no lo sabes ―me detuve a pensar que podría ayudarme a mi si estuviera en la misma
posición―si fuera Abby en lugar de Camille acostada en esa cama. Pensé cuando la estaba
buscando en el fugo, y el pánico y miedo que vino con el pensamiento de perderla. No había
nada. Nada podía hacerme sentir mejor, solo ver a Abby bien.
Escanee la cara de Camille, una extraña combinación serena, sangrienta y pálida. ―Tienes
razón. No lo sé. Esta mierda apesta, lo siento.

Los ojos de Trenton regresaron a los míos. Su labio inferior estaba temblando. ―Intente
pararla.

Gentilmente tomé la parte trasera de su cuello, juntando su frente con la mía. ―Lo sabemos.
Ella lo sabe.

Una enfermera se metió a la habitación. Dos profundos hoyuelos se marcaban en el borde de


su sonrisa. Estaba masticando goma de mascar del mismo color que su brillante bata.

―Hola, mi nombre es Katie. Yo ayudare a componer el brazo de Trenton. Escuche que no


quiere ir a la sala de colocación, por lo que Rosh estará aquí en algún momento con equipo.

Trenton no mostro emoción alguna.

― ¿No deberían uh... los doctores componer su hombro? ―pregunté.

Katie saco los rayos X para que pudiera verlos, colocándolos en la luz. La cara de Abby se
frunció por completo al ver la imagen, y yo me encogí por dentro. Katie se dio vuelta para
vernos, su sucio cabello rubio rebotando.

―Soy una asistente... y es todo lo que tienen. Después de la crisis explosiva de Trenton, todos
los doctores me ofrecieron a mí como sacrificio. ―Maricas ―menciono Trenton con una
rabieta.

Un hombre con una bata color lima entro por la puerta, empujando equipo, una bandeja de
suplementos, y un cuenco lleno de agua.

―Hola Rosh ―dijo, con voz sonando astilladora incluso cuando lo susurro. Rosh levantó un
rollo de yeso de fibra de vidrio color verde.

―Traje el mejor color que teníamos.


―Gracias ―dijo Katie bajando su barbilla ―. Ahora solo esperar la camilla extra y al
anestesiólogo. Trenton agito su cabeza.

― No. Tengo que estar aquí para cuando despierte.

Katie se lo pensó un poco, luego nos dio una mirada a todos en la habitación. ―Ella tiene
familia aquí. Y, tú vas a estar también, solo que no despierto. Trenton se sentó recto.

―No puedo hacer eso.

Empatía bajo al rostro de Katie cambiando su expresión. ―Sí tu gritas...

―No haré ni un puto sonido ―Trenton puso su mirada en ella ―. Lo prometo. Katie lo observo
durante un momento y luego asintió.

―Creo en eso. Bueno Rosh, hagamos esto.

Se lavó las manos, las seco, y colocó unos guantes azules al tiempo que Rosh colocaba una silla
frente a Trenton, revisando que la silla de ruedas estuviera con seguro.

Trenton se puso rígido cuando Katie removió la manta y la bolsa de hielo. Palpo el hombro de
Trenton y luego asintió a Rosh. Abby contuvo la respiración y papá se apartó unos pasos.

―Aquí, papá. Siéntate.

El solo agitó su cabeza, negando con la mano. Katie observo a Trenton por debajo de sus cejas.

― ¿Listo? Vamos a empezar con tu muñeca ―él simplemente asintió. Katie presionó y
manipulo su muñeca y mano.

El rostro de Trenton se volvió roja y su mandíbula se tensó. Tomé su mano izquierda, y él


metió sus dedos con fuerza en mi piel.

―No sostengas tu respiración ―Katie dijo con suavidad ―. No quiero que te desmayes encima
de mí. Casi terminamos ―Trenton respiro por la nariz ―. Eso es. Concéntrate en tu
respiración. Lo estás haciendo bien.

Ella presiono y movió la muñeca en círculos, yo me senté junto a mi hermano, esperando en


Dios a que se desmayara, pero Trenton resistiría todo el dolor que viniera, estaba
determinado a quedarse despierto y aleta para Camille. Solo cuando pensé que no podría
resistir ni un segundo más, su brazo se enderezo, y Katie le asintió a Rosh.

―Perfecto. La peor parte termino ―dijo ella. Colocó el material al tiempo que mantenía el
brazo en su lugar, luego Rosh humedeció algo más, y comenzaron a envolver su brazo.

―Hermoso ―Rosh sonrió, cubriendo el yeso con la cinta verde limón.

―En cuanto la monstruosidad verde se seque, seré el primero en firmarlo ―dije ―. Incluso ya
se lo que voy a escribir. ―No es una monstruosidad ―respondió Katie ―. Es un yeso hermoso.

*****

El estómago de Abby gruño, levantó para verme con rostro de disculpa.

― ¿Alguien quiere comida rápida de 24 horas? ―todos levantamos la mano, incluso Trenton.
Ella se fue a traer la cena, regresando en aproximadamente veinte minutos. Después de una
hora y unos cuantos exámenes más, el personal nos informó que moverían a Camille a la
planta alta.

― ¿Por qué no despierta? ―preguntó Trenton.

El doctor tomó un respiro negando con la cabeza.

―El cerebro es complicado. La hinchazón está bajando, la función de su cerebro está bien, esas
son buenas noticias. Supongo que pronto despertara. Le tenemos una habitación en la
cuatro-catorce. Es una suite en la esquina. Bastante linda.

Di unos golpecitos en el hombro bueno de Trenton para darle esperanza, luego esperamos a
que reunieran todas las cosas del monitor de Camille y el medidor de frecuencia, luego
quitaron el seguro de la camilla preparándola para subirla.

Seguimos a la enfermera a la salida, despidiendo a Katie y a Rosh cuando pasamos la estación


de personal de emergencias. Cuando alcanzamos el elevador, vimos el problema. La camilla de
Camille y la silla de Trenton no cabrían en el mismo ascensor.

―Los veremos arriba ―dijo la enfermera, su cabello color rubio cereza cayendo en su hombro.

Trenton uso su mano buena para empujarse. Me apresure para poner el seguro de su silla, los
ojos de la enfermera se abrieron. ― ¡Por favor, no!
Trenton cojeo dentro del elevador, sosteniéndose de la barandilla de la camilla. Me asintió con
la cabeza. ―Te veo arriba.

Las puertas del elevador se cerraron y espere tres segundos para volver a presionar el botón.
Abby resoplo. ― ¿Sigues enojada? ―pregunté.

―Sí. Lo siento, pero sí. No puedo evitar pensar que ella no merece todo lo que él está haciendo
por ella.

El siguiente elevador se abrió, revelando un espacio vacío. Guie a papá dentro, y Abby nos
siguió detrás. Ella se sentía avergonzada hablando poco de Camille frente a papá.

―Entiendo lo que dices, hija ―respondió papá ―. Es un día emocional. A veces tenemos que
culpar a alguien para que esto tenga sentido. ―yo... ―Abby pensó en argumentar algo, pero lo
pensó mejor. Papá siempre tenía la razón.

Cuando el elevador se abrió, salimos para ver a Thomas parado en el cuarto piso frente a la
estación de enfermeras. ―Tommy ―dije.

Se dio la vuelta, caminando en mi dirección con brazos abiertos. ― ¿Han escuchado algo?

Metí las manos en los bolsillos del pantalón, y trague saliva.

―Se quebró el brazo en dos partes. La cargo cerca de una milla a la casa más cercana. Thomas
negó con la cabeza.

―Eso dijo la enfermera. Demonios. Lleva solo una noche aquí y ya es una leyenda. Abby se
encogió de hombros con una sonrisa inocente.

―Es bueno que vinieras.

Thomas abrazó a papá, luego asintió, su cabeza dando vueltas con varios pensamientos. Nos
observó a todos. ― ¿Podemos ir a verlos?

―Sí ―respondió papá ―. Los pusieron al final del pasillo... cuatro-catorce.

Thomas tenía prisa por llegar a la habitación, Abby me lanzó una mirada antes que el
empujara la puerta. Una vez el vio a Camille, se paralizo, tapando su boca con las manos.
Luego sus manos abandonaron su boca y las paso sobre su corto sucio cabello rubio.
― ¿Estas bien, hermanito? ―preguntó, nunca apartando la vista de Camille. ―Viviré ―dijo
Trenton.

Abby cerró la puerta detrás de las enfermeras al tiempo que abandonaban la habitación,
viendo a Thomas acercarse a la cama de Camille. Tocó los dedos de ella con ternura. Trenton
la observo también, confusión invadiendo su rostro.

― ¿Qué mierdas estás haciendo, Tommy? ―preguntó Trenton. ―Debí venir antes ―dijo
contrayendo la cara ―. Lo siento, Trent. Trenton arrugo la nariz.

― ¿De qué estás hablando?

―Yo... no volé hasta aquí. Estaba sentado en el carro esperando el tiempo suficiente para que
pensaran eso. Fue una maldita agonía, estoy tan cansado de eso... lo siento ―esta vez, Thomas
le dijo a Camille.

―Tommy ―dije acercándome ― ¿Estás bien, hermano?

Thomas se dio vuelta para vernos, pensándolo cuando vio a papá. ―Estaba en la ciudad. Vine
por lo del fuego, luego me quede...

― ¿Por el fuego? ―preguntó Abby, levantó su barbilla. Estudiando a Thomas como lo hacía
con las cartas cuando estaban en su mano. Su mirada se suavizo, al tiempo que la verdad se
revelaba ante ella ―. Thomas James ―susurro.

Fruncí el ceño, irritado por no entender que pasaba. Pero Trenton entendió. Palideció. ―No.

―Trenton ―empezó Thomas.

― ¡No! ―gritó Trenton, subiendo el nivel de tonó del que estábamos hablando durante horas.
Su respiración se volvió más elaborada, luego lucho por cada bocanada de aire. Vio a nuestro
hermano mayor con dolor y decepción ―. ¡Tommy! ¡Dime que me equivoco!

Abby se acercó para susurrar a mi oído.

―El tipo de California con el que Cami estaba saliendo... T.J.

Las arrugas de mi frente se alisaron por el repentino entendimiento. ―Hay, mierda.


Thomas se quedó parado en medio de la habitación, culpable, avergonzado y más solo de lo que
jamás lo había visto. Me acerque a él, luego paré, mi mirada cayendo en Trenton. No sabía
qué hacer. Nunca había experimentado algo así.

―Está bien ―finalmente dijo Trenton ―. Está bien Tommy. Lo entiendo.

Thomas estaba conmovido por el perdón de Trenton que le costó articulas sus siguientes
palabras. ―Pero tú la amaste primero.

―Y ella fue tu primer amor ―dijo Trenton, se rió de una manera ridícula para descartar la
inconformidad de su voz ―. Ella intento advertirme. Solo no la escuche. ― Porque la hice
mentir por mí. No hagas escusas para mí, Trent.

Trenton levanto la mano dejándola caer de regreso al reposabrazos.

― ¿Qué quieres que te diga, Tommy? ¿Quieres que te odie? ¿Te de un puñetazo? Te voy a amar
sin importar que. Ella también te ama. Thomas negó con la cabeza.

―No como te ama a ti.

Una pequeña, sonrisa de apreciación toco los labios de Trenton, viendo a Camille. ―Lo sé.

―Nosotros, uh... ―Empezó a decir Abby, esperando por mí. Asentí y ella continúo ―. Es
tarde ―replico enroscando su brazo en el mío. ―Iremos a casa. Regresaremos en la mañana.
¿Necesitan algo antes que nos vayamos?

Trenton negó con la cabeza, igual que papá.

― ¿Necesitas quién te lleve a casa, papá? ―Pregunté. Él volvió a negar con la cabeza.

Abrace a Thomas, a papá y con cuidado coloqué mi brazo alrededor de Trenton, me despedí, y
luego guie a mi esposa a los elevadores. No hablamos hasta alcanzar el carro. Abrí su puerta,
luego troté a la mía, metiéndome detrás del timón. Mis dedos se envolvieron alrededor de la
parte alta del timón, y saqué todo el aire de mis pulmones.

―Whoa ―dijo Abby, tocando mi hombro ― ¿Estas bien?

―Eso fue intenso ―Retrocedí, moviéndome en dirección del apartamento. El reloj en el tablero
marcaban las 3:45 a.m. Nuestras luces eran el único par encendidas en Eakins. Cuando me
estacione en el apartamento, el teléfono de Abby Vibro.
Ella lo reviso, y lo volvió a guardar, acomodándose en su asiento. ― ¿Era papá? ―pregunté ―
¿Todo está bien?

Ella trago, viendo el vidrio delantero en dirección a las escaleras del apartamento.

―Sí Trenton no hubiera estado tan accesible, las cosas hubieran terminado de forma
distinta. ―Es verdad ―respondí asintiendo.

Ella entrelazo sus dedos con los míos. ―Bebe, necesito decirte algo.

―Por favor no me digas que estas enamorada de Tommy. Se rió, pero la preocupación aún
estaba pintada en sus ojos.

―Trav... te amo. Te amo demasiado, y hago cosas estúpidas. Ese era... era Parker. ―
¿Parker? ―dije sintiendo la llamarada dentro de mí.

―Sí, pero ―ella cerró los ojos ―. Es por ti. Estoy preocupada por ti. ― ¿Qué tiene que ver eso
con Parker?

―Solo escúchame ―dijo Abby. Apreté los dientes pero deje que continuara ―. ¿Te recuerdas de
los tipos del bar? ¿A los que tú y Shep les patearon el culo? Ellos son del periódico escolar. Están
haciendo preguntas hacer a de ti, Travis. Las personas que iban al círculo no van a hablar con
la policía. Pero tengo miedo que si ellos... ¿Qué pasa si los quiero-ser-reporteros logran que
alguien admita?
Espere un minuto completo para lograr calmarme antes de hablar.

―Tú ―comencé, sintiendo mi corazón querer salirse de mi organismo ―. Tú vienes conmigo


para hablar de nuestras mierdas, Abby ―mi rostro se contrajo ―. No vas con Parker maldito
Hayes. Es la última persona con la que deberías de ir... ―suspire, torciendo mis ojos. Había
sido una larga noche, después de tratar con el idiota de mi futuro jefe, el accidente de Trenton,
lo último que quería escuchar de mí esposa era que estaba hablando con Parker.

Sus ojos se llenaron de lágrimas.

―Lo sé. Tenías razón, no sé en qué demonios estaba pensando. Estaba desesperada, y él estaba
ahí, y... el accedió en ayudarme si accedía a ir a tomar un café con él.

Cerré los ojos.


―Abby. Dime que no lo hiciste.

Las lágrimas cayeron por su rostro. Todo mi cuerpo se tensó esperando a su respuesta. Ella
negó con la cabeza. ―Dije que sí. Le dije que lo haría, pero no fui. No pude.

Mi cuello se dio por vencido, y mi cabeza cayó para atrás. ― ¡Gracias a Dios!

―Lo siento ―lloró.

Parpadee un par de veces, dándome cuenta que era la primera vez que ella la había cagado.
Era la primera vez que ella estaba en problemas. Me senté, dando lo mejor de mí para parecer
severo.

―Espero no pase otra vez, Pidge. Lo digo en serio. Ella negó con la cabeza.

―No voy a hacerlo.

―No puedo creer que lo hicieras.

Mi voz sonaba con un hilo de decepción. Su labio tembló y estallo en lágrimas. No pude
soportarlo más.

―Bebe, está bien. No estoy tan enojado. Pidgeon. Su cuerpo completo tembló al tiempo que ella
sorbía.

―Lo sé, estas decepcionado. Incluso yo estoy decepcionada de mí. Tomé su rostro en mis
manos. , forzándola a que me viera.

― ¿No lo sabes?

Ella sorbió otra vez, agitando su cabeza.

―Nada de lo que hagas me hará pensar menos de ti, menos cuando estas actuando por
desesperación porque estas preocupada por mí. ¿Acaso no sabes que yo sé lo que está en juego
si los federales se enteran de la verdad? No estamos despejados, aun. ¿Cómo podría culparte
por las cosas que haces para mantenerme en casa?
Abby giro, besando la palma de mi mano. ―Fui tan estúpida, Travis.

―Eres muchas cosas, Pidgeon, pero nunca estúpida ―me acerque para besar sus labios, y ella
me acerco. Podía sentir la temperatura de sus lágrimas en mis mejillas, la suavidad de su
lengua sobando la mía. Por primera vez me di cuenta que Parker era un punto inútil de
contención. No era una amenaza más que su ex, Jesé. Ella sentía lo mismo por mí de lo que yo
sentía por ella, y ese tipo de amor loco nos lleva a comportamientos irracionales.

Iba a ignorar que Parker había intentado aprovecharse de ella.... Por ahora.

Abby se acercó desde su asiento, luego se arrastró por la consola. Se recostó, atrayéndome con
ella dejando caer su peso y el mío nos llevaron a caer atrás. Me levantó la camisa, sacándola
por mi cabeza y luego hizo lo mismo con la de ella.

― ¿Aquí? ―pregunté. No había tenido sexo en un carro desde la


secundaria. ―Aquí ―respondió ―. Ahora.

Lo hicimos!

Completamos la temporada uno de Maravillosa Eternidad. Gracias por estar conmigo en este
tiempo, votando, comentando, siguiéndome y dándome todo su apoyo

Continuará...

Maravillosa Eternidad (Endlessly Beautiful)

Spanish edition

Última actualización: abr. 20, 2016 07:33AM

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