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Así, iniciamos con las acciones del periodo sensorio-motriz en particular de las
inferencias que se generan a partir de las acciones, destacando que el numero de
ACCIONES es prácticamente infinito, se pudiera decir que tenemos una
percepción sensorial o una acción por segundo, si esto es así, tendremos más de
un millón de percepciones o acciones por mes y alrededor de quince millones de
percepciones por año, sobre estos números astronómicos se van generando –en
forma más limitada- inferencias entre acciones y percepciones que resultan de
alguna manera significativas, por ejemplo, la acción de soltar o aventar y la
percepción del ruido generado por el objeto al caer o la acción de mover una
crayola sobre un papel y la percepción de las marcas generadas. Continuando con
el segundo periodo, denominado por Piagget pre-operatorio o simbólico,
constituido por las inferencias entre significaciones, que se clasificarían con base
en las diez y seis operaciones de la lógica binaria, pero en función de que
partimos de una lógica de las acciones o «lógica natural» que tienen implícito al
sujeto, estamos trabajando aun con el intelecto práctico y no con el especulativo o
teórico, así, cada una de las operaciones binarias, la conjunción y la disyunción, la
afirmación y la negación, implicación y exclusión, equivalencia y desigualdad,
tienen, diferencias sutiles que no se aceptan en la lógica matemática, por ejemplo,
la conjunción y la disyunción pueden ser obligadas, libres o inclusivas, y la
compatibilidad y la incompatibilidad pueden ser intraobjetual e interobjetual o total
o representativa, de lo que resulta, que en lugar de ser solo diez y seis casilleros,
en la lógica de las acciones se pueden contar más de cuarenta operaciones en
cierto sentido diferenciadas. El tercer grupo o nivel lo constituyen las operaciones
concretas, operaciones manuales o realizadas con herramienta y el cuarto y último
1[1] Piaget, Jean y Rolando García (1987) Hacia una lógica de significaciones. T. Emilia
Fereiro. Editorial Gedisa, España. 1997. pp.156
grupo corresponde a las operaciones formales de la lógica posicional que se ven
reducidas a solo seis operaciones aritméticas y a las cuatro operaciones lógicas
del grupo –denominado por Piagget I.N.R.C. (inversión, negación, reciproca y
correlativa)- constatamos así el proceso de reducción de opciones que se va
dando en la evolución hacia la lógica formal, lo que nos oriento a darle la forma de
un embudo (representado en corte) al esquema de este proceso ya que se va
dando una decantación o simplificación progresiva.
2[2] TRIAS, Eugenio (1991) Lógica del Límite, Ediciones Destino. España. P.101
A nuestra modificación del esquema propuesto por Trias, le damos la misma forma
de embudo que le dimos al esquema de la “Construcción de la Lógica formal” y
colocamos la danza entre la arquitectura y la música ya que al igual que el teatro
se manifiesta simultáneamente en el tiempo y en el espacio pero a nivel
infralógico, sumando a lo anterior el que, el ritmo es una de las pulsiones más
primitivas en los seres vivos, ya que la misma célula se mueve con ritmo, por el
lado de las artes del tiempo, sustituimos la música vocal por la poesía, que igual
podrían quedar juntas.
Para completar el sentido de este esquema, Trias nos habla de una frontera entre
las artes ambientales y las del signo o apofánticas y esta frontera la establece a
partir de Nietzsche con El origen de la tragedia, ya que éste al separar –como un
abismo- las artes en apolíneas y dionisiacas y situar las artes plásticas mas cerca
de las apolíneas y la música como dionisiaca3[3], a partir de que el “concepto de
belleza vigente en el mundo figurativo, se establece a saber como la excitación del
agrado por las formas bellas”. Y al promulgar que la música se manifiesta «
siempre en la universalidad de la mera forma, sin materia» y que al escuchar la
música nos parece «estar viendo desfilar todos los posibles sucesos de la vida y
del mundo. Sin embargo, cuando se reflexiona, no se puede aducir ninguna
semejanza entre aquel juego sonoro y las cosas que le han pasado por la mente»
Nietzsche infiere «la aptitud de la música para hacer nacer el mito trágico» y
entiende que en la música se pueda encontrar la expresión simbólica de la
autentica sabiduría dionisiaca, precisando además que «la sabiduría dionisiaca es
instintivamente inconsciente al lenguaje de la imagen» de donde se puede deducir
que las artes apolíneas son aquellas que implican perfección formal de carácter
visual. Para Nietzsche «el mito no encuentra de ninguna manera en la palabra
hablada su objetivación adecuada» para él existe una “lucha eterna entre la
consideración teórica y la consideración trágica del mundo”
Hace unos días preparamos una ponencia, la cual titulamos “la doble helicoide de
la construcción del conocimiento para la producción de la arquitectura”
(documento que anexamos al presente escrito), en él se puede ver como se ha
evolucionado en dos sentidos, a partir de los esquemas primitivos –ideogramas o
jeroglíficos-, en el sentido hacia la abstracción y en el sentido hacia la concreción.
En la evolución hacia la concreción se debe destacar el desarrollo paralelo de los
aspectos tecnológicos, que ha conducido a un constante perfeccionamiento de la
herramienta como extensión y ampliación de nuestras capacidades, aquí aparece
la tecnología antes que la ciencia, de la misma manera en que la acción es
posteriormente teorizada, esto es, como praxis, -acción y pensamiento.
Si ahora hiciera nuevamente el artículo, tendría que sustituir la doble por La triple
helicoide en la construcción del conocimiento, al aceptar los tres aspectos que
hemos mencionado, a partir de lo propuesto por Sarquis, al retomar a Vitrubio en
la práctica, la técnica y la teoría.
4[4] Pérez Carabias, Vicente (2003) Grafoaje y creatividad. Ed. CUAAD, Universidad de
Guadalajara, en prensa. México.
por la etapa de las operaciones concretas, en este caso tanto de los procesos de
representación como de los constructivos.
Nos movemos sobre un terreno nada firme, aceptarlo no nos impide movernos
alegremente, bailar con el pensamiento, ponerle pasión y emoción, aceptar
nuestra parte trágica (que después de todo es la parte humana) tratar de hacerlo
artísticamente, elegante y bello, aspirando también al orden, a la congruencia, a la
seriedad científica, no solo en el tiempo de proyectar arquitectura, también al
abordar un ensayo como el que presentamos a ustedes.
EPISTEMOLOGÍA Y DISEÑO EN LA ARQUITECTURA
5[1] “…si la arquitectura es una ciencia, un arte, un oficio, una profesión, o tal vez una
combinación de estas categorías. Se trata de una interrogación clave para este ámbito del
saber tan difícil de clasificar en las grandes áreas del conocimiento” (Costa, Xavier
(2006), Fronteras del conocimiento en arquitectura, www.arquepisteme.iteso.mx , p.1
(Ponencia presentada en el 1er Coloquio virtual del proyecto “Construcción de una
epistemología propia para el diseño arquitectónico y la composición).
ámbito de la profesión, la arquitectura se ve hoy más que nunca en toda su historia,
obligada a enfrentar responsablemente lo que por razones que ya no importa seguir
analizando y enunciando, constituye un enorme rezago respecto de las demás disciplinas
humanas y sociales. Todas las demás (antropología, sociología, psicología, educación, etc.)
han desarrollado marcos epistemológico-metodológicos propios en lo que se ha dado en
llamar la revolución epistémica. Mientras esto sucede en prácticamente todos los campos
del conocimiento de las muy diversas disciplinas, la arquitectura, en una gran medida, se
sigue resistiendo a la búsqueda de una fundamentación epistemológica propia aferrándose
fuertemente al pasado: Manuel Gausa detecta esto con toda precisión cuando afirma:
“seguimos todavía utilizando los restos de una concepción moderna y determinista
(pre)determinada –de la idea de orden- posicional, lineal, esencial, del mismo modo que
seguimos usando leyes científicas antiguas –como las de la gravedad, e incluso las de la
relatividad- todavía ‘funcionales’ a grandes rasgos pero que resultan, ya, apenas operativas
a la hora de medirse a la auténtica complejidad de los fenómenos que, sabemos hoy,
definen nuestro entorno”.6[2]
Ahora bien, una vez sistematizadas en categorías más finas las participaciones de los
distintos investigadores durante el 1er coloquio virtual de nuestro proyecto “arquepisteme”,
nos hemos encontrado al menos con seis mundos distintos que inciden en el acto de diseñar
y construir arquitectónicamente una obra. Estos seis mundos son los siguientes:
Estos seis mundos, fueron analizados por separado y podrían ahora ser presentados cada
uno con sus elementos e interrelaciones sistémicas (tal vez, incluso, ello sería didáctico
Con esto en mente, hemos trabajado en la dirección de elaborar algunas síntesis parciales
de estos seis mundos, a fin de mostrar ahora nuestros hallazgos, concentrándolos, –por
decirlo de algún modo- en dos de los mundos antes señalados: el mundo real y el mundo
del proyecto arquitectónico. Al final, comprometidos con las implicaciones de nuestras
reflexiones, haremos un último comentario que bien podría mostrar nuestra propia
expectativa –utópica tal vez- de lo que esperamos que sean los alcances de esta nueva
forma de aproximación a la realidad en el que hacer de la arquitectura.
El mundo real
Como ya hemos afirmado antes en nuestra participación anterior (1er Coloquio virtual), los
paradigmas epistemológicos clásicos de Habermas no son suficientes. Al menos una
dimensión epistemológica que Habermas no contempla está presente en la arquitectura sin
que ésta se haya hecho explícita ni se haya buscado una construcción seria de los
constitutivos que la justifican como tal. Nos referimos a la postura epistemológica cuya
finalidad sería dar cuenta de aquellas construcciones del conocimiento estético por un lado,
e intuitivo por otro.
“De repente resulta que en las experiencias que hemos tenido de intervención con las
comunidades, había cosas que ya sabíamos, y que no les dimos el valor suficiente porque de
repente construimos este velo gigantesco que es el saber, y también porque la intuición es poco
científica y entonces la desdeñamos. Inclusive llegamos a confundirla con el prejuicio; decimos:
“no, ese es un prejuicio que tu tienes”. La intuición, el valor de la intuición, el valor de ponerte
ante una comunidad y sentir, y decir la cuestión va por acá, pero no, ponemos la metodología,
ponemos la epistemología, ponemos nuestra gigantesca carga de saber porque todos los que
estamos aquí sabemos demasiado; tanto, que ya se nos olvidó que la piel también es una manera de
saber. Yo decía que a veces nos sentimos más a gusto leyendo a Habermas, que es una cosa tétrica,
que platicando con un campesino con un café enfrente”.7[3]
Asumir esta postura epistemológica de la que Álvaro habla y aceptarla como parte del
trabajo profesional de los arquitectos, implica la necesidad de adentrarnos en un problema
filosófico de fondo cuya dilucidación no habrá de ser sencilla y que bien podríamos ahora
expresar en forma muy simple con una pregunta muy antigua y muy obvia: ¿es la belleza
una cuestión que se determina <en> y <por> los propios marcos socio-culturales en que
tiene lugar o tiene un origen primigenio allende a toda cultura en alguna suerte de
universales trascendentes? El problema no es menor porque estas dos posibilidades –
mutuamente excluyentes creo yo- ofrecen dos modos epistemológicos absolutamente
Casi de manera idéntica, la pregunta por el conocimiento intuitivo que obvia los caminos
rigurosos de la razón, saltándose los planteamientos metodológicos para dar paso a esos
medios por demás extraños en que las entrañas por sí mismas encuentran verdades, nos
refiere igual al problema de una especie de genialidad exenta de los rigores metodológicos
que obligan caminar paso a paso.
Ahora bien, aún asumiendo y aceptando, no sólo la existencia y el uso (sin saber todavía
muy bien cómo) de este paradigma de la estética y la intuición, sino también la mezcla
epistemológica paradigmática con los otros tres modos de conocer clásicos de Habermas, se
hace necesaria una especie de meta-paradigma para que desde ahí se organice la
construcción del conocimiento, haciéndolo de una manera tal, que una vez construido tal
conocimiento pueda traducirse –para el caso de la arquitectura- en criterios de diseño.
De modo que, además de la buena voluntad para resolver los problemas epistemológicos
que plantean las mezclas epistemológicas paradigmáticas, un nuevo sistema de ideas,
suficientemente desarrollado, debe hacerse cargo de desarrollar los marcos que permitan
dirimir las controversias epistemológicas de fondo a la hora de fundamentar las acciones de
la arquitectura en la construcción de sus teorías y sus praxis.
A nosotros nos parece que, este sistema de ideas tiene que ser suficientemente incluyente
como para poder lidiar con la complejidad que significa la interespectividad de la realidad y
no vemos sino únicamente dos sistemas de ideas epistemológicas que pueden ofrecer esta
posibilidad, nos referimos al realismo radical de Xavier Zubiri y al paradigma de la
complejidad de Edgar Morin.
Las ideas epistemológicas emanadas del realismo radical de Xavier Zubiri nos parece que,
si bien podría proporcionar este meta-marco filosófico para resolver en él las dificultades
que las mezclas epistemológicas paradigmáticas pueden producir, tiene la gran desventaja
de ser un sistema de ideas sumamente inaccesible para no-filósofos y exige una cantidad de
conocimientos previos a los que los investigadores de la arquitectura en general no tienen
como parte de su acervo. La obra de Edgar Morin en cambio, es muy accesible en el
tratamiento de sus conceptos aún para no-filósofos. De ahí que a nosotros nos parezca ideal
para cumplir con esta función meta-paradigmática.
Estas precisiones son indispensables, especialmente en esta disciplina, debido a que en ella
prevalece todavía de manera muy importante una necesidad de reconocimiento individual
que parece seguir produciendo -por irrupción de la propia formación (¿deformación?) al
asociar los maestros a las acciones de investigación determinadas prácticas profesionales-
el deseo en los nuevos arquitectos de lograr algo así como “la obra” del siglo. Para Xavier
Costa, incluso, ya esta aspiración ha rebasado como fuente de motivación hasta los propios
valores intrínsicos de la disciplina: “el arte contemporáneo, la arquitectura y otras
profesiones próximas, -afirma él- han tendido a promover crecientemente sus propios Star
–un concepto parcialmente deudor del culto al master builder, pero que depende ya de
nuevos valores, en su mayor parte propios de procesos extraños al ámbito de la
creación”.8[4]
De forma muy análoga -pero ahora de manera externa y ajena- las necesidades,
motivaciones y deseos de quienes le demandan a la arquitectura acciones profesionales y
obras arquitectónicas, irrumpen el análisis y la reflexión epistemológico-metodológica
exigiendo respuestas alineadas sólo a las demandas de los mercados, muy alejadas,
también, de las aspiraciones de la especie como tal. Como decía en algún momento un
alumno de Diseño mostrando una gran percepción de la realidad profesional actual pero sin
crítica social alguna: “un buen diseño es aquel que se vende”. Esta verdad, que responde
perfectamente y sin la menor duda, al mundo globalizado y neoliberal en que actualmente
vivimos, obstaculiza de muchas maneras que ahora no vamos a explicar en detalle, casi
cualquier esfuerzo de análisis y reflexión epistemológica seria. En oposición a estas modas
vigentes, aunque referido a los aspectos tecnológicos (manifestación puntual pero
representativa de los mismos afanes neoliberales del mercado de la arquitectura), Vicente
Pérez Carabias afirma: “en lo tecnólogo, el arquitecto debe velar por el bienestar presente y
futuro del ser humano y en todo caso <frenar>, mediante las humanidades, la extrema
racionalidad –que se torna irracional- de la tecnología”.9[5]
Una vez analizadas y reflexionadas las distintas posturas expresadas en las ponencias
enviadas para el 1er coloquio virtual, debemos reconocer ya sin darle más vueltas a la
cuestión, que encontramos la composición como una operación del diseño arquitectónico
justo en el sentido que Jorge Sarquis le adjudica cuando afirma “de ‘cum’ como `con’ y
<posición> como ‘poner en relación de partes entre sí’ o ‘unas cosas con otras’, o la
distribución equilibrada, formando un conjunto armónico, de los diferentes elementos que
figuran en una obra de pintura, escultura o arquitectura”;10[6] y que este diseño que
mencionamos, si bien es la parte más propiamente arquitectónica del proceso, es la noción
de proyecto la unidad de análisis más completa.
De lo artístico a lo social:
Debido a ello, conviene, creemos nosotros, revisar los alcances que podría tener socio-
profesionalmente hablando estas nuevas forma de orientar la reflexión de la arquitectura.
No únicamente con el afán de sustentar los trabajos de este proyecto de investigación que
hoy nos ocupa, sino, sobre todo, para afinar mejor la dirección que habría que tomar en el
análisis y la reflexión misma de estos temas.
En este sentido, queremos compartir por ahora las tres cuestiones en que nos parece se
develan posibles impactos importantes para la disciplina, a propósito de la investigación
que nos ocupa: nos referimos en primer lugar al nuevo alcance que la disciplina tendría
profesionalmente hablando si incorporara como uno de sus campos de conocimiento y
como parte fundamental de su objeto socio-profesional, la reflexión epistemológico-
metodológica; en segundo lugar, al nuevo alcance que tendría la arquitectura al mover el
centro de su interés del simple objeto arquitectónico en sí, a la relación del objeto
arquitectónico con sus usuarios, cosa que en el paradigma de la complejidad se considera
una cuestión fuera de toda duda; y, finalmente, el mayor alcance social que la reflexión
epistemológico-metodológica de la arquitectura logra, si se aborda tal reflexión teniendo
como centro de gravedad el fenómeno urbano por encima del sólo el arquitectónico en sí.
Estas tres consideraciones, nos invitan a una nueva disposición académica y profesional:
repensar la arquitectura, incorporando ahora como parte de sus campos del conocimiento y
como parte sustantiva de su objeto socio-profesional, la reflexión epistemológico-
metodológica, tanto en lo que se refiere a la teoría, la historia y la investigación
arquitectónica, como a la praxis misma y su transmisión generacional.
Abstract
El proceso de producción del diseño arquitectónico está constituido por una serie
de etapas y componentes. Desde el punto de vista epistemológico, un rasgo
decisivo de las distintas instancias de esa producción es que constituyen hipótesis
–no en el sentido de las ciencias clásicas– que tienen sus propias modalidades de
contrastación y verificación de fecundidad. Asimismo el proceso –y como
consecuencia de lo anterior– no es linealmente progresivo posibilitando o
exigiendo la lógica de la recursividad o iteratividad.
Las progresivas instancias que realiza el proyectista deben considerarse como sucesivas
hipótesis, cada vez más refinadas o precisas. Entendemos que en el proceso de diseño los
distintos modos de aproximación al objeto final son hipótesis, en tanto que se trata de
configuraciones que serán contrastadas, puestas a prueba, por muy diversos procedimientos
y en distintas instancias.
Para el abordaje del proceso del diseño –abordaje no meramente descriptivo de sus
instancias visibles y ostensibles– es necesario reconocer la incidencia e interacción
dialéctica de dos planos o dimensiones.
Entendemos por forma concreta aquella que se orienta según la lógica conjunta que
distingue y relaciona la construcción y el uso. El resultado final en este plano es una forma
material que alberga los espacios destinados a la realización de las actividades previstas y
organizadas por el diseño.
Entendemos por forma abstracta aquella que orientada por la interpretación y la teoría, es
decir por aquello que la hace portadora de significado. El resultado en este plano es una
lectura y reformulación del sentido de las formas materiales, es una forma que alberga las
condiciones para la reflexión y reconocimiento de las actividades propias de la práctica
proyectual.
Es importante tener en cuenta que antes o más allá de lo que denominamos resultados
finales de la forma concreta y de la forma abstracta ambas –como objetivo y como soporte
portador de sentido– inciden en todos lo momentos del proceso proyectual se o no
consciente de tal incidencia quien realiza esa práctica profesional.
También cabe consignar que la dimensión de la forma concreta requiere como orden de
saber específico una Morfología Configurativa, mientras que la dimensión de la forma
abstracta se fundamenta en una Morfología Significativa. Con ello queremos indicar que en
el plano de la concreción de la forma será cuestión, valga el caso como ejemplo, de
establecer las reglas generativas o compositivas que permiten definir dimensiones,
materiales y calidades perceptuales específicas a una puerta o una ventana, mientras que en
el plano de la forma abstracta se trata de reconocer y operar el campo de sentido que se
establece por la presencia de la puerta o la ventana en la producción del hábitat humano con
independencia –o con anterioridad conceptual– a sus particularidades configurativas. .
En ambos planos hemos desarrollado diversos trabajos que exploran con amplitud las dos
alternativas, trabajos que iremos adecuando a esta convocatoria e incorporando como
anexos en las próximas presentaciones.
Por último, señalamos que nuestra intención es elaborar esquemas o modelos gráficos
donde se visualicen y sinteticen las distintas etapas, dimensiones y componentes.
CONSTRUCCION EPISTEMOLOGICA DEL PROCESO DE DISEÑO
MODELO HIPOTETICO-ITERATIVO
Abstract
Hacia la parte superior –sin que esto implique valor jerárquico– hemos instalado el campo
de la forma concreta, forma que en nuestro discurso estipula y sintetiza los aspectos
directamente relacionados con la construcción y el uso funcionalidad directa de los
espacios arquitectónicos.
Hacia la parte inferior instalamos el campo de la forma abstracta la que remite o se
organiza en términos de la interpretación y la teoría que sustentan tanto la operatoria como
la producción del proyecto arquitectónico.
Así, como contexto específico previo a la elaboración del proceso de diseño, hablamos de
una lógica del hábitat –entendida como aquella que rige las instancias de producción y
ocupación de la conformaciones espaciales en el marco del sistema socio-económico en el
que se inserta la producción arquitectónica–, y como contexto específico ulterior al proceso
de diseño, hablamos de una lógica del habitar –donde el pasaje del sustantivo al verbo
implica la inserción en la codificación o sistemática significativa que rige las relaciones
entre las conformaciones y los comportamientos , relaciones que el hecho arquitecto
designa, predispone y condiciona–.
Por otra parte, desde la forma concreta se abre la lógica técnico-funcional que determina el
contexto en el que, en ese sentido, se inserta el producto particular que emerge del proceso
proyectual. Asimismo, desde la forma abstracta se abre la lógica teórica-interpretativa,
marco que da cuenta de un contexto de significación, que es dada la naturaleza de la
producción arquitectónica el contexto de la determinación esencial del sentido –o razón de
ser– de todos sus elementos y principios de constitución.
El pasaje de una instancia o etapa a la siguiente supone una operatoria que pone en contacto
ciertos elementos específicos de la forma concreta –el campo de las relaciones con los usos
y las técnicas– con determinados elementos específicos de la forma abstracta –el campo
que remite a la interpretación y la teoría–.
El paso del programa al partido se realiza poniendo en juego un esquema disposicional –lo
que implica la distribución en el área de intervención del proyecto de los sectores o
nucleamientos espaciales en su composición general– con una determinada categorización
asociativa –que implica agrupaciones y deslindes que definen conceptualmente los sectores
destinados a su disposición en el espacio–.
Cada uno de las instancias puntuales situadas en uno y otro campo tiene una densidad
operativa y lógica que requiere de ejemplificaciones y desarrollos conceptuales propios.
Esas instancias las abordaremos en las próximas presentaciones.
Las figuras 3 y 4 muestran en el modelo dos casos distintos de posible iteratividad, con la
consecuente necesidad de volver a etapas anteriores por haberse verificado la insuficiencia
de alguna de las hipótesis cuya conjetural aceptación llevó a una producción contradictoria
o insatisfactoria.
En el caso de la figura 3 se supone que la dificultad que lleva a desandar el camino aparece
en el etapa de anteproyecto y en ella resultan no satisfactorias las configuraciones
espaciales. Esta situación exige revisar también el campo de la correspondiente forma
abstracta, es decir la constitución taxonómica. Como consecuencia de esta reconsideración
se verifica la necesidad de revisar el partido, y construir una nueva hipótesis en esa etapa.
El caso de la figura 4 supone la situación más extrema de iteratividad que puede presentarse
en un proceso de diseño arquitectónico. Las insuficiencias se reconocen en el último
momento del proceso, es decir cuando se están definiendo las precisiones finales que hemos
denominado etapa de proyecto. El gráfico con flechas que apuntan tanto hacia el plano de la
forma concreta –síntesis de los usos y la técnica– como de la forma abstracta –que responde
a la interpretación y la teoría que sustentan al producto arquitectónico– permite inferir que
las insuficiencias que ahí se hacen evidentes o manifiestas son de tal magnitud que exige
revisar todas las hipótesis debiendo volverse al punto inicial, es decir el programa para
recursar con otras hipótesis la totalidad del proceso de diseño.
Esta situación que así narrada suena un tanto dramática es, sin embargo la señal más clara
del carácter hipotético e iterativo del proceso y, al mismo tiempo la afirmación de la
presencia intrínseca de la dimensión epistemológica del proyecto. Tanto el verdadero
científico, como el verdadero arquitecto, cada cual en su órbita y con sus propios principios
de elaboración, están dispuestos a mirar con ojos siempre atentos para reconocer la eventual
necesidad de rehacer toda la tarea si es menester, o sea cuando las hipótesis de construcción
no resultan sostenibles.
La figura 5 es la conjunción del desarrollo del modelo en lo que hace al intratexto del
proceso de diseño y de las lógicas que se abren en las cuatro direcciones del modelo,
lógicas que constituyen el contexto de dicho proceso.
Los modelos del tipo que estamos presentando tienen valor en tanto su elaboración como
su recepción permite reconocer etapas, dimensiones y productos y fundamentalmente las
relaciones lógicas y secuenciales que se establecen entre ellos.
Pero, para un diseñador el propio modelo es un objeto de diseño, es decir que el rigor
organizativo y la calidad visual del modelo no es superflua sino un resultado buscado y un
indicio de su eficacia explicativa. Solo con diseño se puede explicar el diseño.