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¿Cuál Jesús?
(La búsqueda del Jesús histórico)
El "Seminario de Jesús"
En este artículo, el segundo de cuatro, el autor nos acerca a las
evidencias y a los procedimientos que nos pueden aclarar tan
importante dilema. Sin entrar en disquisiciones teológicas o en
complicados argumentos, este artículo nos ayuda a considerar
las bases históricas sobre Jesús y nos facilita el entendimiento
necesario para decidir sobre Aquél que dijo de sí mismo: "Yo soy
el camino, la verdad y la vida...
Crossan, leemos: "Jesús perdió la fe en Dios como 'el Apocalíptico' ". (p. 47)
"Jesús era analfabeta." (p. 147) Quizás no debería sorprendernos, pero el
resultado de este estudio por parte del autodenominado “Seminario de
Jesús,” es un Jesús “diferente”. A esto dedicamos nuestra atención en el
próximo artículo © Dr. José R. Martínez Villamil Febrero 2001. Barcelona
Mente Abierta (www.menteabierta.org) 1999-2001 Apartado Nº. 37013·
08080 Barcelona, España © Menteabierta 1999-2001
El "Seminario de Jesús": Evaluación
NOTAS 1. Evans, C. Stephen, The Historical Christ and the Jesus of Faith
(El Cristo histórico y el Jesús de la fe). Oxford University Press, Oxford, pp.
39-40. 2. Ben Witherington III, The Jesus Quest (La Búsqueda de Jesús).
Illinois: InterVarsity Press, 1995, p. 58. 3. Barnett, Paul, Jesus and the
Logic of History (Jesús y la lógica de la Historia). Cambridge: Eerdsman,
1997. Pp. 60-61. 4. Richard Hays, profesor en la Universidad de Duke,
USA. Citado en The Real Jesus (El Jesús Real), por Luke Timothy
Johnson. Harper: San Francisco, 1996, p. 26. 5. Richard Hays, citado en
Ben Witherington III, The Jesus Quest. P. 47. 6. Ben Witherington III, The
Jesus Quest (La Búsqueda de Jesús). P. 42.
Apartado Nº. 37013· 08080 Barcelona, España © Menteabierta 1999-2001
Jesús y la Historia
En este artículo, el segundo de cuatro, el autor nos acerca a las
evidencias y a los procedimientos que nos pueden aclarar tan
importante dilema. Sin entrar en disquisiciones teológicas o en
complicados argumentos, este artículo nos ayuda a considerar
las bases históricas sobre Jesús y nos facilita el entendimiento
necesario para decidir sobre Aquél que dijo de sí mismo: "Yo soy
el camino, la verdad y la vida...
Meaning of Jesus. 1999: Harper, San Francisco. Copan, Paul Ed., Will the
Real Jesus Please Stand Up? 1998: Baker Books, Michigan. Crossan,
John Dominic, The Historical Jesus. 1991: Harper, San Francisco. Jesus:
A Revolutionary Biography. 1994: Harper Collins, San Francisco. The
Essential Jesus. 1994: Harper Collins, San Francisco. Who Killed Jesus?
Harper Collins, San Francisco. Eckardt, A. Roy, Reclaiming the Jesus of
History. 1992: Fortress Press, Minneapolis. Evans, C. Stephen, The
Historical Christ and The Jesus of Faith. 1996: Oxford University Press,
Oxford. Grant, Michael, Jesus: An Historian Review of the Gospels. 1977:
Scribner's, New York. Habermas, Gary R., The Historical Jesus. 1996:
College Press, Missouri. Johnson, Luke Timothy, The Real Jesus. 1996:
Harper Collins, San Francisco. Muggeridge, Malcolm, Jesus: The Man
Who Lives. 1975: Harper and Row, Londres. Wilkins, Michael J. and J. P.
Moreland Eds., Jesus Under Fire. 1995: Zondervan, Michigan.
Witherington, Ben III, The Jesus Quest. 1996: Intervarsity Press, Illinois.
Wright, N. T., The Original Jesus, 1996: Eerdsman, Michigan. The
Challenge of Jesus. 1999: Intervarsity, Illinois.
del mundo del judaísmo del primer siglo, sobre lo que debe haber ocurrido
esa mañana de Pascua. Esto significa, primero y más importante, enfocar
la resurrección de Jesús como un problema fundamentalmente histórico.
Existen tres etapas en este argumento, cada una de las cuales contiene los
mismos cuatro pasos básicos. (5) El surgimiento del cristianismo
primitivo Como un movimiento del “Reino de Dios”. La primera etapa
del argumento tiene que ver con el surgimiento del cristianismo como un
movimiento del “Reino de Dios” dentro del mundo judío de su tiempo. Los
cuatro pasos pueden ser resumidos de la siguiente forma: Primero, el
cristianismo primitivo creció como un movimiento del “Reino de Dios”.
Segundo, dentro del judaísmo, el concepto del “Reino de Dios” tenía ciertos
significados particulares Tercero, ya que dichas expectativas ciertamente
no se habían cumplido, tenemos que preguntarnos por qué los primeros
cristianos decían que el Reino había llegado. Y cuarto, como historiadores,
debemos postular la razón por la que se hacía esa extraña afirmación. Es
necesario ahora tratar cada uno de estos pasos un poco más. Primero, el
cristianismo primitivo se conceptuó a sí mismo un “movimiento del Reino
de Dios”. Ya para el tiempo de Pablo, la frase “Reino de Dios” había llegado
a ser casi como una forma abreviada para identificar al movimiento,
definiendo su estilo de vida y su razón de ser. Y a pesar de los intentos de
algunos de sugerir que para los primeros cristianos este Reino de Dios
representaba una nueva experiencia personal o espiritual en lugar de un
movimiento de características judías designado para establecer el gobierno
de Dios en el mundo, toda la evidencia que actualmente tenemos (en
contraste con la evidencia inventada basada en las hipótesis de los
documentos tempranos Qumram o Tomás) indica que si el movimiento de
Jesús fue un movimiento contra el Templo judío, el cristianismo primitivo
fue un movimiento contra el imperio romano. Cuando Pablo declaraba que
“Jesucristo es el Señor”, quedaba claro que entonces el César no lo era.
Esto no fue un escapismo gnóstico sino una teología al estilo judío de “solo
Dios es rey,” pero con la diferencia que Jesús es su centro. Y esta teología
generó y sustentó, no a un grupo de conventículos al estilo gnóstico, sino a
una nueva comunidad del nuevo pacto al estilo judío. El cristianismo fue
de hecho, un movimiento del Reino de Dios en el pleno sentido judío.
Segundo, no obstante, dentro de judaísmo la llegada del Reino de Dios
significaba, como vimos en otro capítulo, el fin del exilio de Israel, el
derrocamiento del imperio pagano y la exaltación de Israel y el regreso de
Yahweh a Sión para juzgar y salvar. En un enfoque más amplio,
significaba la renovación del mundo y el establecimiento de la justicia de
Dios en todo el cosmos. No era visto como una experiencia existencialista o
gnóstica de carácter privado, sino como eventos públicos. Si usted le
hubiera dicho a judíos del primer siglo que “el Reino de Dios ha llegado” y
luego lo explicara refiriéndose a una nueva experiencia espiritual, a un
nuevo sentido de perdón, a un emocionante reordenamiento de su vida
religiosa interior, pudiera ser que ellos hubieran contestado que estaban
contentos de que usted hubiera tenido esa experiencia, pero que no
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hay que decir que el concepto de resurrección para el judío del primer siglo
tenía un significado específico. Este es un asunto bastante complejo y
controversial por lo que necesitamos explicarlo con más precisión.(6)
Primero, existe todo un espectro de puntos de vista en cuanto a lo que los
judíos del primer siglo creían en relación a lo que ocurriría a las personas
después de la muerte. Existen algunos escritos que insisten en un estado
final incorpóreo de gran dicha; los escritos de Filo y el libro de Jubileos
son dos ejemplos. Existen algunos escritos que insisten que los cuerpos
físicos de los muertos justos serían restaurados para que, por ejemplo, los
mártires fueran, podría decirse así, “reconstruidos” para enfrentarse a sus
torturadores y verdugos y por ello celebrar su derrota. El ejemplo más
obvio de esto es el segundo libro de los Macabeos. Hay algunos escritos
que hablan de un estado incorpóreo temporal, seguido por una plena
restitución del cuerpo. Es importante enfatizar que el libro La sabiduría de
Salomón, capítulos 2 y 3, pertenece a esta categoría y no a la de los
escritos de Filo y Jubileos, a pesar de las declaraciones populares y
eruditas al contrario. Cuando Sabiduría habla de que “el alma de los
justos” está “en las manos de Dios”, esto no significa que éste sea el lugar
de descanso final, sino un seguro refugio temporero antes del tiempo
cuando han de “brillar y correr como chispas entre el rastrojo” y ser
puestos por el Señor para gobernar sobre naciones y reinos (3:1-8). Esto
parece ser el punto de vista de Josefo, por lo menos cuando se está
cuidando de describir lo que realmente creen sus conciudadanos judíos,
en lugar de poner en boca de sus héroes lo que él confiaba que apelaría a
su educada audiencia romana. Finalmente, también existieron aquellos
que negaban que hay un existencia eterna después de la muerte: los
Saduceos, de mala fama, tenían esta postura aunque, por lo visto, no
dejaron ningún escrito que nos dé la posibilidad de confirmarlo Lo único
que tenemos son los comentarios de personas que estaban en desacuerdo
con ellos. Dentro de este espectro debemos establecer con claridad dos
puntos. Primero, aunque existía toda una diversidad de creencias acerca
de la vida después de la muerte, la palabra resurrección sólo se utilizaba
para describir el volver a la vida del cuerpo y no un estado de dicha
incorpórea. Es decir, resurrección no era un término para referirse a la
“vida después de la muerte” de manera general ni tampoco un término
para describir el hecho de “ir para estar con el Señor” en un sentido
general. Era más bien la palabra que se utilizaba para describir lo que
pasaría cuando Dios creara nuevos seres humanos con sus cuerpos
después de cualquier estado intermedio que pudiera existir. Segundo,
había una variedad de términos que se podían utilizar cuando las
personas se referían a un estado incorpóreo temporero antes de una
eventual resurrección. Se les podía describir como almas, o como ángeles,
o palabras equivalentes, o como a espíritus, pero no como cuerpos
resucitados. La “resurrección” significaba que el cuerpo volvía a la vida,
pero eso no era todo. Desde el tiempo de Ezequiel 37 en adelante la
“resurrección” era una imagen utilizada para referirse al grandioso regreso
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desde el segundo paso del argumento. Las expectativas judías acerca del
Mesías, como hemos visto varias veces, se enfocaban en la derrota de los
paganos, en la reconstrucción del Templo, y en la llegada de la justicia de
Dios para el mundo. Si un presunto Mesías fuera muerto por los paganos,
especialmente si no hubiera reconstruido el Templo, ni liberado a Israel, ni
traído la justicia al mundo, esto sería indicio más que seguro de que no
era sino uno más en la larga lista de falsos Mesías. La crucifixión de un
Mesías no declaraba de por sí que era el verdadero Mesías y que el Reino
había llegado. Era exactamente lo opuesto. Declaraba que no lo era y que
no había acontecido. Antes al contrario. Si el Mesías que usted hubiera
estado siguiendo fuera muerto por los paganos, tendría dos opciones:
usted podía, por un lado, abandonar la idea de una revolución y el sueño
de liberación. Algunos tomaron ese camino, notablemente el movimiento
rabínico después de los años 135 d.C. O por el contrario podía buscarse
un nuevo Mesías, si fuera posible de entre la misma familia del
recientemente. Algunos tomaron este camino: se conoce el caso del
movimiento que empezó con Judas el Galileo en el año 6 d.C. y continuó
con sus hijos y nietos en los años 50, para ser continuado por otro
descendiente, Menahem, durante la guerra de los años 66 a 70, y luego
pasando a otro, Eliazar, quien fue el líder de los mal venidos Sicarios en
Masada en el año 73. Los seguidores continuaron esa dinastía aún cuando
vez tras vez terminaba en la nada. Y, nuevamente, seamos claros. Si
después de la muerte de Simón bar-Giora en el triunfo de Tito en Roma
usted hubiera sugerido que Simón de veras era el Mesías, hubiera recibido
el apoyo de un amplio sector del pueblo judío del primer siglo. Si, a modo
de explicación, usted hubiera dicho que sentía la presencia de Simón
apoyándole y guiándole, la respuesta más amable que pudiera esperar de
alguien sería que “el ángel o el espíritu de Simón estaba comunicándose
con usted” pero nunca diría que él había resucitado de los muertos. Así
que—nuevamente—el tercer paso del argumento—concediendo que Jesús
de Nazaret fue crucificado como un rey rebelde y, al igual que Simón bar-
Giora, fue torturado antes de su ejecución, nos vemos obligados a
considerar como algo sumamente extraño el que los primeros cristianos no
solamente insistieron que Jesús era en verdad el Mesías, sino que también
reordenaron su cosmovisión, su praxis, sus historias, sus símbolos y su
teología alrededor de este hecho. Tenían dos opciones: podrían haber
abandonado el sueño mesiánico como lo hicieron los rabinos después del
año 135 d.c. y, como ellos, adoptar en su lugar una forma de religión
privada, sea ésta de observación estricta de la Torá o alguna otra cosa.
Pero es evidente que los cristianos no hicieron eso. Sería difícil imaginar
una religión menos privada que aquella donde sus adeptos iban por todo el
mundo declarando que Jesús era el kyrios kosmou, el Señor del mundo.
Igualmente, y esto es algo digno de considerar, podrían haber buscado un
nuevo Mesías entre los parientes de Jesús. Sabemos por varias fuentes
que los parientes de Jesús siguieron teniendo un perfil prominente en la
iglesia primitiva. Uno de ellos, Jacobo (o Santiago), el hermano de Jesús,
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han sugerido) que Pablo u otros escritores del Nuevo Testamento fueran
machistas, sino que esta tradición tenía como intención ser utilizada en la
predicación donde las personas enumeradas eran consideradas como
testigos a la resurrección. Por supuesto, en esa cultura las mujeres no
eran consideradas como testigos confiables. La mención que hace Pablo de
las quinientas personas que en una ocasión vieron a Jesús no debe ser
interpretada como siendo la misma ocasión que la experiencia de
Pentecostés que se menciona en Hechos capítulo 2, como han sugerido
algunos. La aparición a las quinientas personas precede a la aparición a
Jacobo y él ya estaba involucrado en el movimiento para el tiempo de
Pentecostés. Pero quizá lo más importante acerca de los primeros párrafos
de 1 Corintios 15 es lo que Pablo entendía en cuanto al significado de la
resurrección. Para él, no fue una cuestión de la iniciación de una nueva
experiencia religiosa. Fue la prueba de la supervivencia, de vida después
de la muerte. Significaba que las Escrituras habían sido cumplidas, que el
Reino de Dios había llegado, que una nueva era se había insertado en
medio de la era presente, sorprendiendo a un mundo que no lo esperaba.
Todo aconteció, dice, “según las Escrituras”, lo que no quiere decir que
Pablo podía encontrar algunos textos que apoyaban la idea de la
resurrección si buscaba lo suficiente, sino que toda la narración bíblica
había llegado por fin a su clímax y su veracidad había sido comprobada en
estos eventos asombrosos.(9) Como resultado, Pablo ahora puede
desarrollar su argumento en los versículos 12 a 28, de que la venida de la
nueva era se definía a través de dos etapas: primero la que tiene que ver
con el Mesías mismo y, finalmente, la que tienen que ver con todos los que
pertenecen al Mesías. Debemos fijarnos con cuidado, a la luz de la
discusión que antecede, que al Mesías no se conceptuaba en aquel tiempo
como un alma, un espíritu o un ángel. Pablo nunca sostuvo que Jesús
estaba en algún estado intermedio, esperando el momento cuando sería
resucitado. Ya ha sido resucitado; decía, en forma humana y ha sido
exaltado a la presencia de Dios; ya está gobernando el mundo, no en su
capacidad como ser divino sino, precisamente, como humano, trayendo a
su fin el destino que fue marcado para el hombre desde el sexto día de la
creación.(10) Sobre esta base, en los versículos 29 a 34 Pablo puede
afirmar enfáticamente la doctrina de la resurrección de los cristianos ya
muertos como también de los que están vivos o, para ser más preciso, la
futura resurrección (en el sentido de volver a adquirir un cuerpo físico) de
los que han muerto en Cristo, como también la futura transformación de
los que aún vivan. Esto, declara, es la única explicación para que este
lenguaje tome sentido dentro del contexto judío. Pablo señala la curiosa
práctica de algunos en la iglesia primitiva de hacer bautismo por los
muertos (v. 29) para contrastarlo con la imagen más correcta de la labor
apostólica (v. 58). En otras palabras, la finalidad de la iglesia no es la
creación de “seres-almas”, es decir, el intento de producir o entrenar seres
incorpóreos para una vida futura (sin cuerpo). Tiene que ver con trabajar
con seres totalmente humanos que al final serán resucitadas en cuerpo
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tumba alguien hubiera tenido que, tarde o temprano, recoger los huesos
para guardarlos en un osario, y el juego hubiera terminado aquí. Estas y
otras consideraciones nos obligan a mirar atrás en el tiempo a la primera
Pascua y hacernos la pregunta que hemos estado considerando: ¿al fin,
qué ocurrió exactamente? Entre aquellos que niegan la resurrección
corporal de Jesús, hay una teoría que es muy común hoy. Algunos han
argumentado que Pedro y Pablo experimentaron un tipo de alucinación
visual. Pedro, dicen, estaba tan abrumado con pena y culpa que
experimentó lo que personas en ese estado frecuentemente sienten: la
sensación de que la persona muerta está con ellos, hablando con ellos y
calmando sus inquietudes. Pablo, declaran, estaba igualmente en un
estado de culpa tan intensa, resultado de su fanatismo, que indujo en él
una fantasía parecida. Los dos luego comunicaron su experiencia con
entusiasmo a los discípulos quienes experimentaron una clase de versión
colectiva de la misma fantasía. Esta teoría no es nueva aunque ha sido
reavivada de muchas maneras. Es una versión actualizada de la teoría
Bultmaniana que sostiene que, aunque el cuerpo de Jesús permaneció en
la tumba, los discípulos experimentaron una nueva y singular dimensión
del amor y la gracia de Dios. O si no, una versión como la que sostiene
Schillebeeckx, que cuando los discípulos fueron a la tumba, sus mentes
quedaron tan llenas de luz que no importaba si había o no un cuerpo allí.
No tengo tiempo de discutir estas teorías en detalle. Pero tengo que decir
que, como historiador, las encuentro más difíciles de aceptar que los
relatos de los mismos evangelistas, por más problemas que tengan. Para
empezar, si Pedro o Pablo hubieran tenido las experiencias que estos
teólogos sugieren, lo que ellos hubieran dicho no hubiera sido
“resurrección” sino que en las apariciones de Jesús habían visto su “ángel”
o su “espíritu”.(12) Si alguien hubiera descrito tal experiencia a un judío
del primer siglo, y aún si esa persona hubiera quedado tan entusiasmada
como para querer experimentar algo parecido, de ninguna manera esto le
hubiera convencido de que la nueva era venidera había irrumpido en el
tiempo presente, que ya era el tiempo para que los Gentiles escucharan las
buenas nuevas, que el Reino había llegado y que Jesús era el Mesías. Yo
creo, por lo tanto, que para nosotros los historiadores, la única forma de
progresar sobre el tema es aceptar lo que nos irrita, reconociendo que nos
encontramos aquí en el límite del lenguaje, de la filosofía, de la historia y
de la teología. Debemos aprender a tomar en serio el testimonio de toda la
iglesia primitiva, de que, tres días después de su ejecución, Jesús de
Nazaret fue resucitado corporalmente a una nueva forma de vida. Y es
esto, por supuesto, lo que nos ofrece, con diferencia, la mejor explicación
del rápido surgir de la iglesia cristiana en sus primeros años. Toda otra
explicación deja más preguntas sin resolver que resueltas. En particular,
explica por qué la iglesia llegó a creer en poco tiempo que la nueva era
había amanecido; por qué, en consecuencia, ellos llegaron a creer que la
muerte de Jesús no había sido un accidente lamentable, ni el final de un
sueño hermoso, sino más bien el acto salvífico climático del Dios de Israel,
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Introducción
La Resurrección de Cristo, fundamental para el Cristianismo. Los
cristianos son los primeros en admitir que en la veracidad o no de la
Resurrección de Cristo yace el fundamento de la Fe Cristiana. Jesucristo,
figura central del cristianismo, alegó ser Hijo de Dios y Salvador del
mundo. Como parte central y señal de la veracidad de su mensaje anunció
que se levantaría de entre los muertos. Es el carácter de Jesús lo que está
en juego en la resurrección. El apóstol Pablo escribió que "si Cristo no
resucitó, vana es nuestra fe." Si Jesús no resucitó, ¿cómo explicamos
lo que sucedió? Son varios los hechos históricos que sólo pueden
explicarse si Cristo resucitó. Veamos algunos. La existencia de la Iglesia
Cristiana. El mensaje cristiano comenzó a ser predicado apenas unos
cincuenta días después de la muerte de Jesús. Comprobar la falsedad o la
veracidad de la resurrección que Pedro proclamaba era fácil. ¿Por qué no
fue refutada entonces? El cristianismo hubiera muerto allí mismo, en "la
cuna." Los apóstoles. Todos los discípulos de Jesús tenían miedo y,
aterrorizados después de su muerte se encerraron temiendo lo peor.
Ninguno de ellos esperaba que Jesús resucitara. Ahora bien. Tan sólo
unas semanas después, este grupo de hombres se pusieron frente a una
multitud, algunos de ellos responsables directos de la muerte de Jesús, y
predicaron el mensaje de Dios. ¿Qué transformó a estos cobardes en
valientes? ¿Qué les sostuvo ante la persecución que siguió? ¿Qué les llevó
a sufrir el martirio? Pablo. Un caso en extremo particular e importante lo
es el de Saulo de Tarso, mejor conocido como el Apóstol Pablo. Lo que hace
a este caso tan especial lo es este hecho: existe abrumadora evidencia
histórica de que su extrema aversión contra la naciente iglesia cristiana
cambió súbitamente. Él se convirtió en el mayor exponente del Evangelio y
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una persona viva y una muerta. En adición, uno de los testigos oculares
observó cómo, cuando se le perforó el pecho a Jesús con una lanza, salió
"sangre y agua." Cosa sólo posible con una lesión cardiaca que haría
imposible la vida. Explicación Nº 2. Jesús no resucitó y lo que sus
seguidores vieron fue una alucinación. Esta interesante teoría plantea que
lo acontecido tras la muerte de Jesús obedece a un tipo de histeria en
masa. Lo que a primeras luces suena plausible deja de serlo con un ligero
examen. Se sabe que las alucinaciones van acompañadas de ciertas
particularidades tanto en el carácter de las personas que las sufren como
en las circunstancias en las que se dan. Las alucinaciones son usualmente
experimentadas por personas impresionables, nerviosas y fácilmente
sugestionables. Se suelen dar en lugares y momentos específicos. Suelen
afectar sólo uno de los sentidos y desaparecen poco a poco. El fenómeno
narrado en el caso de Jesús nos presenta una situación muy diferente. Los
testigos de la Resurrección (en ocasión llegó a haber 500) eran personas de
características muy diferentes. Los discípulos no esperaban ver a Cristo
con vida. Estaban aterrados y encerrados esperando que vinieran a por
ellos. Al ver a Jesús, todos se sorprendieron y expresaron temor. Varios
sentidos fueron afectados en estos encuentros. A Jesús se le vio, escuchó,
tocó y se le observó comer. Sus apariciones duraron unas siete semanas y,
luego terminaron abruptamente. ¿Alucinaciones? Improbable.
Explicación Nº. 3. El cuerpo de Jesús fue robado del sepulcro. El interés
de esta teoría es grande ya que fue la usada en el primer siglo por los
líderes judíos. Varios grupos podrían haber sido responsables del robo:
Romanos, judíos o los mismos discípulos. Veamos... Que los judíos o
romanos robaran el cuerpo es muy improbable. Si hubiera ocurrido así,
ellos mismos podrían haber enseñado el cadáver y terminar temprano con
la naciente fe cristiana, y con las complicaciones que trajo a la ya difícil
situación judía. Que fueran los discípulos los que robaran el cuerpo de
Jesús es la otra variante de esta teoría. Examinemos. Sin quererlo, fueron
los mismos judíos y sus cómplices romanos los que prepararon el
escenario para que esta teoría pudiera contradecirse hoy. Para robar el
cuerpo de Jesús los discípulos (que huyeron despavoridos cuando Jesús
aún estaba con vida) tendrían que haber sido capaces de desarmar a los
soldados romanos. Luego tendrían que mover una piedra de dos toneladas.
Aún hay más. El carácter de estos hombres está descrito en la historia,
tanto religiosa como secular, como uno de la más alta integridad y
honestidad. Además, ¿morirían estos hombres por una mentira fabricada
por ellos mismos? Explicación Nº. 4 ¿Invención premeditada? El número
de testigos, su carácter y su martirio van contra esta posibilidad. En
adición, las características de la historia tal y como están registradas en
los documentos antiguos, presentan algunos aspectos que sugieren que es
una historia real y no una invención. Por ejemplo, de nosotros inventar
una historia como ésta, ¿presentaríamos a Pedro, el primer líder de la
iglesia, como un pusilánime y miedoso? ¿Presentaríamos a los apóstoles
asustados y escondidos en el mismo lugar donde tuvieron su última
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A pesar del silencio del relato del evangelio sobre los detalles de la crucifixión de Cristo,
muchos han examinado este tema en el pasado. En mi estudio personal del hecho desde
el punto de vista medico, estoy en deuda especialmente con el Dr. Pierre Barbet, cirujano
francés que hizo investigaciones históricas y experimentales y escribió extensamente
sobre el tema.
El intento de examinar el infinito sufrimiento físico y espiritual del Hijo de Dios encarnado
al efectuar la redención por los pecados del hombre caído, está más allá del alcance de
este artículo. Sin embargo, los aspectos fisiológicos y anatómicos de la pasión del Señor
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se pueden examinar con cierto detalle. ¿Que fue lo que el cuerpo de Jesús de Nazaret en
verdad soporto durante esas horas de tortura?
EL METODO DE LA CRUCIFIXION
Aparentemente el primer uso que se conoce de la crucifixión fue entre los persas.
Alejandro y sus generales introdujeron la práctica al mundo mediterráneo, a Egipto y a
Cartago. Los romanos evidentemente aprendieron la técnica de los cartaginenses y, como
ocurrió con casi todo lo que los romanos hicieron, rápidamente desarrollaron un alto grado
de eficiencia y habilidad en ejecutarlo.
La forma común usada en tiempos de Jesús era la cruz "tau", con forma de "T". En esta
cruz el patíbulo se ubicaba en una ranura en lo alto del madero vertical. Hay excelente
evidencia arqueológica de que fue en este tipo de cruz que crucificaron a Jesús.
El madero vertical generalmente permanecía enterrado en el lugar de ejecución. El
condenado era obligado a cargar el patíbulo, que aparentemente pesaba 50 Kg., desde la
prisión hasta el lugar de ejecución. Sin tener ninguna prueba histórica o bíblica, sin
embargo, los pintores del medioevo y del renacimiento nos han dado una imagen de
Cristo cargando toda la cruz. Muchos pintores y escultores de crucifijos también cometen
el error de mostrar los clavos atravesándole las palmas de las manos. Los relatos
históricos de los romanos y el trabajo experimental han demostrado que los clavos eran
clavados entre los pequeños huesos de las muñecas. Los clavos a través de la palma de
la mano cortarían y se zafarían entre los dedos, al sostener el peso de un cuerpo humano.
Esta mala interpretación pudo haber venido de un error de comprensión en las palabras
de Jesús a Tomas: "Mira mis manos". Los anatomistas antiguos y modernos, sin embargo,
siempre han considerado que la muñeca es parte de la mano.
GETSEMANI
De los diversos aspectos del sufrimiento inicial, el que es de particular interés fisiológico
es el sudor de sangre. Es interesante notar que el medico -San Lucas- es el único
evangelista que menciona este acontecimiento. Dice: "Y estando en agonía, oraba mas
intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra."
(22:44)
en los ojos y burlonamente lo provocaron con palabras groseras a que los identificara al
pasar cada uno delante de el, lo escupieron y le dieron golpes en el rostro.
ANTE PILATO
Los judíos tenían una antigua ley que prohibía más de 40 azotes. Los fariseos, que
siempre se aseguraban que la ley fuese estrictamente observada, insistían en que se
administraran solo 39 azotes; en la eventualidad de un error en recuento, se aseguraban
permanecer dentro de la ley.
El prisionero era despojado de sus ropas y sus manos atadas a un poste por encima de la
cabeza. El legionario romano se adelantaba con el "flagelo" en su mano. Este era un
látigo corto con varias lonjas de cuero con dos bolitas de plomo cerca del final cada una.
El pesado látigo se descargo con toda la fuerza una y otra vez sobre los hombros,
espalda y piernas de Jesús.
Al principio las lonjas con peso adicional solo le cortaban la piel. Luego, al continuar los
golpes, cortaban mas profundamente dentro del tejido subcutáneo, produciendo primero
una herida sangrante de los capilares y venas de la piel y finalmente la sangre brotaba
abundantemente de arterias de las capas musculares más profundas.
BURLA
El desfalleciente Jesús fue luego desatado y dejado caer como un fardo en el empedrado
mojado con su propia sangre. Los soldados vieron a este judío provinciano que pretendía
ser rey como un hazmerreír. Le arrojaron un manto sobre los hombros y le pusieron una
vara en la mano por cetro. Aun necesitaban una corona para hacer su parodia completa.
Utilizaron ramitas flexibles llenas de largas espinas y las trenzaron formando una tosca
corona. La colocaron a presión en su cuero cabelludo y nuevamente sangro
abundantemente, cuando las púas perforaron el propio tejido vascular.
GOLGOTA
El pesado patíbulo de la cruz fue atado sobre sus hombros. La procesión del condenado
Cristo, dos malhechores y el piquete de ejecución de soldados romanos encabezados por
un centurión comenzaron su lenta marcha por la ruta que hoy conocemos como "La Vía
Dolorosa".
A pesar de los esfuerzos de Jesús para caminar erguido, el peso del madero junto con el
espasmo producido por la perdida de sangre era demasiado. Tropezó y cayó
clavándosele el tosco madero en la piel lacerada y músculos del hombro. Trato de
levantarse pero los músculos humanos habían sido llevados más allá de su tolerancia. El
centurión, ansioso de proseguir con la crucifixión, eligió a un fornido africano del norte que
miraba -Simón de Cirene- para llevar la cruz. Jesús lo seguía sangrando aun y
transpirando el frió y pegajoso sudor del espasmo. La marcha de unos 600 metros desde
el Fuerte Antonia al Gólgota fue finalmente completada y el prisionero volvió a ser
desnudado excepto por el taparrabo que se les permitía a los judíos.
Comenzó la crucifixión: se le ofreció a Jesús vino mezclado con mirra, una suave mezcla
analgésica para aliviar el dolor. Rehusó la bebida. A Simón se le ordeno dejar el patíbulo
en el suelo y derribaron a Jesús de espaldas con sus hombros contra la viga. El legionario
le palpo la hendidura por delate de la muñeca y perforo con un pesado clavo cuadrado de
hierro forjado la muñeca clavándolo en la madera. Se pasó rápidamente al otro lado y
repitió la operación, cuidando de no extender demasiado el brazo permitiéndole cierta
flexión y movimiento. El patíbulo era luego alzado y calzado al tope del madero vertical y
el "titulo" donde se leía "Jesús de Nazaret, Rey de los judíos", fue clavado en su lugar.
El pie izquierdo era presionado hacia atrás contra el derecho. Con ambos pies extendidos
con los pies hacia abajo, se clavaba un clavo a través de ambos arcos dejando las rodillas
flexionadas moderadamente. La victima estaba ahora crucificada.
EN LA CRUZ
Cuando Jesús lentamente se deslizo hacia abajo hasta colgar, con el mayor peso
depositado en los clavos de las muñecas, un dolor ardiente agudísimo se disparo a lo
largo de los dedos y hacia arriba por los brazos hasta explotar en el cerebro. Los clavos
de las muñecas presionaban los nervios medios que son fibras nerviosas troncales que
atraviesan el centro de la muñeca y de la mano. Al empujarse hacia arriba para evitar este
tormento por estiramiento, colocaba todo su peso sobre el clavo que atravesaba los pies.
Nuevamente se producía una agonía de dolor ardiente al desgarrar el clavo los nervios
entre los huesos metatárcicos de los pies.
A este punto se producía otro fenómeno: al fatigársele los brazos grandes oleadas de
calambres le pasaban por los músculos engarrotándolos en profundo dolor punzante que
no cedía. Con estos calambres se producía la incapacidad de impulsarse hacia arriba. Al
colgar de los brazos los músculos pectorales, grandes músculos del pecho, se
paralizaban y los músculos intercostales, pequeños músculos entre las costillas, no
podían actuar. Se podía inhalar aire a los pulmones pero no se podía exhalar. Jesús
luchaba por elevarse para tener al menos un pequeño respiro. Finalmente el nivel de
dióxido de carbono de los pulmones y del torrente sanguíneo aumentaba y los calambres
se atenuaban parcialmente.
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En forma espasmódica Jesús podía elevarse hacia arriba para exhalar e inhalar oxigeno
vivificante. Fue sin duda en estas ocasiones que pronuncio las siete breves oraciones que
fueron registradas. La primera mirando a los soldados romanos jugándose su manto de
una sola pieza a los dados: "Padre perdónalos porque no saben lo que hacen" la segunda
al malhechor penitente: "Hoy estarás conmigo en el paraíso" la tercera, mirando a Maria
su madre dijo: "Mujer, he ahí tu hijo" y luego, vuelto hacia el aterrorizado adolescente
Juan, traspasado de dolor-el amado apóstol Juan- dijo: "He ahí tu madre" el cuarto clamor
es el comienzo del Salmo 22: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?"
MUERTE
Todos estamos familiarizados con los detalles finales de la ejecución de Jesús. Para que
no se profanase el sábado, los judíos solicitaron que se diera fin a los condenados y
fueran sacados de las cruces. El método común de terminar una crucifixión era por
"crurifragio" (cruris: piernas y fragere: romper) o sea la fractura de los huesos de las
piernas. Esto le impedía a la victima empujarse hacia arriba y la tensión de los músculos
del pecho no se podía aliviar: la asfixia sobrevenía con rapidez. Las piernas de los dos
malhechores fueron fracturadas, pero cuando los soldados se acercaron a Jesús vieron
que esto era innecesario.
RESURRECCION
En estos hechos hemos dado un vistazo al colmo de la maldad que el hombre puede
exhibir contra su prójimo y hacia Dios. Esta es una horrible visión y probablemente nos
deje desanimados y deprimidos.
Pero la crucifixión no fue el fin de la historia. Cuan agradecidos podemos estar de que
tenemos una continuidad -un vistazo a la infinita misericordia de Dios para con el hombre-
el don de la redención, el milagro de la resurrección y la expectativa de la mañana de
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Pascua.
Jesús fue CASTIGADO para que nosotros fuésemos perdonados -Isaías 53:4,5 Jesús fue
HERIDO para que nosotros fuésemos sanados -Isaías 53: 4-5
Jesús fue hecho PECADO con nuestra pecaminosidad para que nosotros fuésemos
hechos justos con su justicia -Isaías 53: 10, 2 Corintios 5:21-
Jesús MURIO nuestra muerte para que nosotros pudiésemos recibir su vida -Hebreos 2:9-
Jesús fue hecho MALDICION para que nosotros pudiésemos entrar en la bendición
-Gálatas 3:13-14-
Jesús sufrió nuestra POBREZA para que nosotros pudiésemos compartir su abundancia
-2 Corintios 8: 9 y 9: 8-
Jesús soportó nuestra VERGÜENZA para que nosotros pudiésemos compartir su gloria
-Mateo 27: 35- 36, Hebreos 12:2 y 2: 9-
Jesús soportó nuestro RECHAZO para que nosotros tuviésemos aceptación con el Padre
- Mateo 27: 46- 51, Efesios 1:5-6-
Jesús fue CORTADO por muerte para que nosotros fuésemos unidos a Dios eternamente
-Isaías 53: 8, 1 Corintios 6: 17-
Nuestro viejo hombre fue muerto en El, para que el nuevo hombre pudiese venir a la vida
en nosotros -Romanos 6: 6, Colosenses 3:9-10-
2- DIGANLO LOS REDIMIDOS Salmo 107: 2. Mi cuerpo es un templo para el Espíritu
Santo 1 Corintios 6: 19, Redimido Efesios 1: 7, Limpiado 1 Juan 1: 7 Santificado Por La
Sangre De Jesús Hebreos 13: 12. Mis miembros, las partes de mi cuerpo, son
instrumentos de justicia Romanos 6:13, Entregados a dios para su servicio y para su
gloria. El diablo no tiene cabida en mí, no tiene poder sobre mí, no tiene cuentas
pendientes contra mí. Todo ha sido pagado por la sangre de Jesús Romanos 3: 23- 25 y
8: 33-34. Yo venzo a Satanás por la sangre del cordero y por la palabra de mi testimonio
menospreciando mi vida hasta la muerte Apocalipsis 12: 11 Mi cuerpo es para el señor y
el señor es para mi cuerpo 1 Corintios 6: 13 AMEN.
LA CONTROVERSIA ARRIANA.
Dios siempre el Hijo, el Hijo proviene de Dios mismo" (Arrio, Carta a Eusebio de
Nicomedia 2).
Esto llevó a Arrio a desvalorizar relativamente al Verbo: "antes que fuese engendrado o
creado o delimitado o fundado, no existía. Porque no es sin-origen. Porque no era ingénito
(agénnetos). Somos perseguidos porque hemos dicho que el Hijo tiene principio, en
cambio Dios es sin-principio (anarkhós). Por eso se nos persigue: porque afirmamos que
existe de la nada. Y hemos dicho así, porque no es ni parte de Dios ni de un sujeto
preexistente" (idem 3).
Arrio intentó expresar la superioridad ontológica más que la anterioridad cronológica, pero
tuvo que esforzarse en multiplicar las precauciones. Así, dice que la generación del Verbo
se produjo antes de todos los tiempos, antes de todos los siglos, y precisa que, si bien es
verdad que fue creado (Prov 8,22: el versículo arriano por excelencia), de ningún modo es
comparable con el resto de los seres creados: inmutable e inalterable, criatura perfecta de
Dios, pero no como una de las criaturas, engendrado, pero no como uno de los
engendrados (Carta a Alejandro de Alejandría 2). Demuestra así una tendencia
subordinacionista explícita, llevando al extremo la teología de Orígenes acerca de la
distinción de las tres subsistencias (hypóstasis: utiliza esta expresión en su carta a
Alejandro).
Alejandro había convocado un sínodo de casi cien obispos de Egipto y Libia, que condenó
los errores de Arrio, y lo había excomulgado a él y a sus partidarios (cinco presbíteros, seis
diáconos y solamente dos obispos). Arrio, por su parte, no había aceptado la condena, sino
había buscado apoyo en Palestina junto a Eusebio de Cesarea y en Asia Menor junto a
Eusebio de Nicomedia. A iniciativa de éste los sínodos provinciales de Bitinia y Palestina
lo habían rehabilitado.
A lo largo de los siglos anteriores se habían celebrado varios concilios locales. Pero al
convocar a todos los obispos en Nicea de Bitinia, Constantino daba origen a una nueva
institución; el concilio ecuménico: De todas las Iglesias que llenaban Europa entera, Libia y
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Asia, se reunió lo más representativo de los ministros de Dios. "Una sola casa (oikoumene)
de oración, como dilatada por el poder divino, reunió a sirios y cilicianos, a los fenicios y a
los árabes, a los palestinos y a los de Egipto, Tebaida, Libia y Mesopotamia" (Eusebio,
Vida de Constantino III, 15). A pesar de haber puesto a disposición de los obispos todas las
facilidades que Constantino tenía a su alcance, las dificultades materiales provocaron la
ausencia de muchos prelados. Así, la representación no fue homogénea en todas las
regiones. De los trescientos presentes más de cien son de Asia Menor, treinta de Siria-
Fenicia, veinte de Palestina y Egipto, apenas tres o cuatro de Occidente (que
probablemente se encontraban en la corte), y dos presbíteros romanos delegados por el
anciano obispo Silvestre.
3- A ellos se agregaban los tímidos que buscaban más la unidad que la precisión, y que por
lo tanto se oponían a toda formulación no bíblica ajena a la tradición recibida.
5- Y los extremistas que apoyaban a éstos: Eustacio de Antioquía y Marcelo de Ancira (éste
Fue fácil lograr una mayoría contra los errores de Arrio, pero fue más trabajoso introducir,
frente a la reserva de los conservadores, precisiones de origen filosófico no bíblico para
expresar las relaciones trinitarias. Después de larga discusión, a una profesión de fe
propuesta por Eusebio de Cesarea se agregaron aclaraciones decisivas: "al Dios de Dios,
Luz de Luz se agregó Dios verdadero de (ek) Dios verdadero, engendrado y no creado,
consustancial (homoousios) al Padre". Con la introducción de esta expresión en la fórmula
la teología ingresó en una nueva etapa en el esfuerzo de la comprensión y del progreso de
la fe: "Creemos en un solo Dios Padre omnipotente, creador de todas las cosas, de las
visibles y de las invisibles; y en un solo Señor Jesucristo Hijo de Dios, nacido unigénito
del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de
Dios verdadero, engendrado, no hecho, consustancial al Padre, por quien todas las cosas
fueron hechas, las que hay en el cielo y las que hay en la tierra, que por nosotros los
hombres y por nuestra salvación descendió y se encarnó, se hizo hombre, padeció, y
resucitó al tercer día, subió a los cielos, y ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
Y en el Espíritu Santo".
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Mas a los que afirman: "Hubo un tiempo en que no fue y que antes de ser engendrado no
fue, y que fue hecho de la nada, o los que dicen que es de otra hipóstasis o de otra
sustancia o que el Hijo de Dios es cambiable o mudable, los anatematiza la Iglesia".
(Símbolo de Nicea).
llegada del emperador, todos los obispos se levantaron, e inmediatamente entró él en medio
de una corte de personas distinguidas y se presentó como un ángel de Dios. Deslumbraba a
los ojos el esplendor de su púrpura y el brillo del oro y piedras preciosas que lo
engalanaban" (Eusebio, Vida de Constantino III,15). Apoyó con todo el peso de su
autoridad las conclusiones a las que se llegaron en los debates. Fue él quien pidió que se
agregaran las precisiones a la fórmula de fe de Eusebio, según el consejo de Osio de
Córdoba.
Los dos obispos desde el principio asociados a Arrio se opusieron al homoousios y a los
anatemas que lo comentaban, y por eso fueron desterrados junto con Arrio. Otras
decisiones del concilio se referían a las secuelas de la persecución, la reconciliación de los
herejes, las modalidades de la penitencia litúrgica. Aparece también, por primera vez, el
tema del celibato de obispos, sacerdotes y diáconos. A pesar de la propuesta de hacerlo
obligatorio, el obispo célibe Pafnucio, aconsejó no imponer un yugo tan duro a los que ya
estaban casados: "bastaba con que los que habían sido admitidos al clero no se casasen
después, según la antigua tradición de la Iglesia, sin obligar a los que se habían casado
siendo laicos a abandonar a sus mujeres... Todos los obispos se atuvieron a su parecer y, sin
deliberar más, dejaron que optaran libremente los que ya estaban casados" (Sócrates,
Historia eclesiástica I,11). Cada clérigo conservaría el estado que tenía al recibir la
ordenación (casado o soltero) sin poder casarse después (sea que fuera soltero o que
quedara viudo).
El problema arriano parecía estar resuelto, pero no fue así, porque pronto se reanudó la
contienda. Muchos obispos orientales habían aceptado la noción de consustancial no sin
vacilaciones ni reticencia. Le reprochaban su carácter demasiado material, pues en el
lenguaje común el término homoousios se empleaba al hablar de dos objetos, por ejemplo
dos monedas, hechas del mismo metal. Se podría sintetizar la situación doctrinal como una
aceptación inamovible y tranquila del homoousios en Occidente y una reserva intranquila
en el Oriente.
En esa región cambió el foco de atención de la cuestión: el problema no era ya los errores
extremos de Arrio; tampoco el mismo Arrio, sometido mediante la profesión de una
fórmula de fe bastante vaga compuesta por él mismo. El actual peligro procedía del
modalismo latente de uno de los defensores del homousios: Marcelo de Ancira. Era
necesario ponerse en guardia contra la equivocidad del término.
La figura del emperador será decisiva en estos años: "él definirá la situación más allá de lo
que puedan discutir los obispos. Si hay un cambio de emperador, cambia también el apoyo
prestado a uno u otro bando". Esto se verá claro a la muerte de Constantino (338), cuando
se repartieron el Imperio sus hijos Constante en el Occidente (protector de la fe nicena) y
Constancio II en el Oriente (que permanecerá bajo la influencia de los teólogos
arrianizantes). Al mismo tiempo estos emperadores continuaron la cristianización del
Imperio, pero sin tener en cuenta el edicto de tolerancia de Milán, que permitía la libertad
de todos los cultos. Ambos prohíben los sacrificios paganos, y obligan a cerrar sus templos.
A la muerte de Constante, Constancio aplicará la pena de muerte para reforzar estas leyes:
"Comunicamos que pueden ser condenadas a muerte las personas de las que se haya
probado que han participado en los sacrificios u honrado a los ídolos" (recogido en el
Código Teodosiano, XVI, 10,6). Cincuenta años antes eran los cristianos los que morían por
negarse a hacer lo que ahora se prohibía.
Unos pocos, entre ellos el obispo de Roma, Liberio, se opusieron a firmarla, pues aunque
ortodoxa, no contenía la palabra clave que expresaba la fe de Nicea: homoousios.
Liberio, Hilario de Poitiers, Osio de Córdoba y Atanasio partirán al destierro. La Iglesia se
había visto beneficiada por el edicto de tolerancia y el favor del emperador, pero
comenzaba a ser seriamente perjudicada por esta misma protección. Todos estos conflictos
siembran la división en cada Iglesia local. Antioquía llega a tener cinco obispos distintos a
la vez. A Roma le resulta difícil elegir un sucesor para el obispo Liberio, muerto en 366;
allí se producen motines que provocan 173 muertos. Atanasio de Alejandría conocerá siete
destierros.
por eso se lo llamará el Apóstata. * En las poblaciones donde los paganos eran mayoría los
cristianos sufrieron muchas vejaciones, y a veces el martirio. * Pero sobre todo, para
debilitar el cristianismo, favoreció la confusión arriana.
Permitió que regresaran todos los obispos desterrados, para que las diversas facciones se
hicieran mutuamente la guerra. Pero esta situación duró poco tiempo, pues en 363 Juliano
murió luchando contra los partos. Se dice que sus últimas palabras fueron "¡Venciste
Galileo!". Realmente, el último intento de conservar el paganismo moría con Juliano.
Hay por lo menos cuatro diferentes maneras en las que la gente hoy
distorsiona la verdad acerca de Jesús.
in origin, and the remaining third, while not necessarily unorthodox, are
not found elsewhere in Scripture. Could some of these preserve additional
teachings of the real Jesus? In theory, yes, of course, but the likelihood is
small. And they tend to be so cryptic that they would not add much to
what we really understand about Jesus (e.g., He who is near me is near
the fire, and he who is far from me is far from the Kingdom" [saying 82], or
Split a piece of wood, and I am there. Lift up the stone, and you will find
me there" [saying 77b]). That, however, has not stopped some scholars
from building elaborate theories about how Thomas is more trustworthy
than Matthew, Mark, Luke or John.6
the most liberal and skeptical groups of scholars even outside the
evangelical world. Probably the most balanced or centrist approach, and
certainly the most ambitious study of the historical Jesus among modern
scholars, is A Marginal Jew: Rethinking the Historical Jesus, a three-
volume work-in-progress by long-time professor at Catholic University of
America, John P. Meier.8 Meier imagines a Protestant, Catholic, Jew and
atheist all locked in the bowels of the Harvard Divinity School library, who
must use all the tools of modern scholarship to come up with a consensus
view on what can be known about Jesus solely via historical research (i.e.,
leaving all faith or anti-faith commitments to one side). The results are
remarkably even-handed and demonstrate that good, historical reasons
exist for believing in the major contours of Jesus' life as we know it from
the Gospels, including at least some of his miracles. Nevertheless, Meier
also points out how in many places we can glean only a general idea of
what Jesus did or said; many of the specific details in any given passage
go well beyond what can be historically confirmed with any probability.
Meier hasn't gotten to the resurrection yet, so it will be interesting to see
what he does with it!
Evangelicals should appreciate Meier's quest for objectivity but should
probably insist that the various reasons for believing in the general
trustworthiness of the Gospel tradition mean that where certain data
cannot be either confirmed or disconfirmed, they should be accepted on
principle. In other words, ancient historians who find that authors can be
trusted where they can be tested generally trust them in other areas, too.
If we did not, our knowledge about the ancient world would be virtually nil,
since so much is attested to by only one source.9
Suppose we accept that the four canonical Gospels were a consistently
reliable source of information about the historical Jesus. The resulting
portrait of Jesus would simply be that which current evangelical
churchgoers have learned from little up, right? Well, maybe not! We often
may be equally guilty of picking and choosing just those parts of the
Gospels that we like or that fit our preconceived notions or inherited
theological and denominational traditions. Consider the following five
fundamental elements of the Gospel snapshots of Jesus.
9:9). His disciples recognize him as the Christ (Messiah) only just before he
sets his face to go to Jerusalem one last time (Luke 9:20 and parallels). His
confession before the Sanhedrin is at best a veiled affirmative of his
Sonship (Matthew 26:64 literally, "you say that I am;" cf. Luke 23:68, 70).
All of this reticence is generated by two primary factors: most of the Jews
are looking for a nationalistic, even militaristic Messiah who will lead them
in overthrowing Rome, and they are not ready for one who would come to
suffer and die.
But what about the Gospel of John, in which Jesus says he is one with
God (10:30), the Way, Truth and the Life (14:6), the Resurrection and the
Life (11:25) and so on? To be sure, John is the Gospel that most stresses
Christ's deity, but this reflects a recognition that took time to dawn on the
first disciples. John's was the last Gospel to be written. Many other
religious leaders have made claims similar to those of Jesus and meant
only that they were prophets or special spokesmen for God. In fact the one
claim that many charlatans have made throughout the centuries but that
is never ascribed to Jesus on the pages of the Gospels is the direct
statement, "I am God." God never revealed himself so unambiguously in
Jesus as to coerce faith. There is always another plausible explanation for
the skeptic to put forward. Jesus says to Thomas, "Blessed are those who
have not seen and yet believed" (John 20:29). Luke teaches that Jesus
grew just like any other child intellectually, physically, socially and
spiritually (Luke 2:52). One of the main reasons that it is important not to
overshadow Christ's humanity in our exposition of his deity is well
expressed in Hebrews 4:15: "For we do not have a high priest who is
unable to sympathize with our weaknesses, but we have one who has been
tempted in every way, just as we are yet without sin." Do we really believe
this when we are painfully aware of how often we have failed our Lord?10
2. Jesús el judío.
Can any Gentile Christian ever fully appreciate Jesus the Jew?11 The
Gospels brim with distinctively Jewish controversies between Jesus and
his country's leaders: about keeping the Sabbath, fasting and feasting, the
dietary laws and much more. Jesus' harshest words were consistently
reserved for the legalists of his day who, without exception, were found
within the ranks of the conservative religious leadership (see esp. Matthew
23). We quickly look to members of cults and other religions for our
modern-day pontificating against legalism only to forget that the closest
equivalent in our world to the Pharisees of old are prominent evangelical
pastors! Of all the Jewish sects, this was the one most respected and liked
by the masses, most concerned to apply Scripture to every area of life,
most concerned to stress a lifestyle of holiness. If some in their midst
could end up so hypocritical, perhaps we had best not look too far away
from ourselves for contemporary application.
Conversely, Jesus went out of his way to fraternize with and minister
among the outcasts of his day the poor, sick (including the "untouchable"
lepers), women, Samaritans and tax-collectors. In so doing, he further
incurred the wrath of his era's authorities. He allowed a notorious woman
to fawn all over him in a way that his society deemed scandalous (Luke
7:36-50), whereas Simon the Pharisee, had he been alive today, would
probably have quoted, in his self-righteous rebuke, Paul's teaching in the
King James Version about abstaining from every appearance of evil (1
Thessalonians 5:22, better rendered in the New International Version as
"avoid every kind of evil").
Jesus refused to adopt an overtly political agenda supporting either the
left- or right-wing politicians of his day (the Zealots and Sadducees
respectively) but called all people to a more holistic understanding of God's
priorities as concerned to save both body and soul. "Your faith has made
you whole" is perhaps the best translation of a repeated refrain of Christ
upon curing people's physical and spiritual maladies (e.g., Mark 5:34,
10:52; Luke 17:19).12 If Jesus were living in the America of the 1990s, his
teaching would be "completely pro-life."13 In other words, he would be
equally concerned to stop the abortion of the unborn as to promote a
decent standard of living for all those who have been born. He would be as
committed to loving homosexuals and pointing out the "beams" in the eyes
of those who condemn them as he would be in telling them to "go and sin
no more." He would surely support adequate health care for all people and
not distinguish between citizens and illegal aliens in determining who to
love.
5. Creating Community.
Whatever else Jesus did, he created communities of followers. He never
invested himself in individual believers for any length of time but in
groups. He proclaimed that it was through their unity and love that others
would be drawn to them and thus to him (John 17:11, 20-23). This is
perhaps the hardest of all the countercultural commands of the Gospel to
Escuela de Capacitación Transcultural CNBM 54
Conclusión
What was Jesus all about? The word the Gospels use more than any other
to answer this question is the "kingdom." Although the fullness of God's
kingdom will not be created until Christ returns, Jesus was creating an
outpost or colony of heaven on earth. The purpose of leaving followers
behind to carry on his mission was to create countercultural enclaves
demonstrating how transformed humanity could really live, lighthouses
attractively beckoning those disgusted with the alternatives to see what life
could really be like. The most comprehensive and adequate definition of
the kingdom of God in all its facets as revealed in the Gospels that I have
ever encountered comes from a long-term British evangelical missionary to
Latin America, Andrew Kirk:
The kingdom sums up God's plan to create a new human life by
making possible a new kind of community among people, families
and groups. [It combines] the possibility of a personal relationship to
Jesus with man's responsibility to manage wisely the whole of
nature; the expectation that real change is possible here and now; a
realistic assessment of the strength of opposition to God's
intentions; the creation of new human relationships and the
eventual liberation by God of the whole of nature from corruption.18
Is this our vision of our task in this life? If not, our Jesus may be as much
a modern myth as some of the others we try so hard to debunk!
Dr. Craig Blomberg is professor of New Testament at Denver Seminary.
2. Robert W. Funk, Roy W. Hoover, and the Jesus Seminar, The Five
Gospels: What Did Jesus Really Say? (New York: Macmillan, 1993).
4. Most notably Barbara Thiering, Jesus and the Riddle of the Dead Sea
Scrolls (San Francisco: Harper San Francisco, 1992).
8. For vol. 1, see n. 6 above. Vol. 2 was released in 1994 and vol. 3 is
forthcoming.
10. Even the Gospel of John strongly stresses Jesus' humanity; see esp.
Marianne Meye Thompson, The Incarnate Word (Peabody: Hendrickson,
1993).
11. For two prominent scholarly attempts, cf. E.P. Sanders, Jesus and
Judaism (Philadelphia: Fortress, 1985); with James H. Charlesworth,
Jesus Within Judaism (New York: Doubleday, 1988).
12. On which, cf. my article, 'Your Faith Has Made You Whole': The
Evangelical Liberation Theology of Jesus," in Jesus of Nazareth: Lord and
Christ , ed. Joel B. Green and Max Turner (Grand Rapids: Eerdmans,
1994), 75-93.
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13. The title is taken from Ronald J. Sider, Completely Pro-Life (Downers
Grove: IVP, 1987).
15. For representative statistics, and for very modest and attainable
models in doing substantially better, see John Ronsvalle and Sylvia
Ronsvalle, The Poor Have Faces: Loving Your Neighbor in the 21st Century
(Grand Rapids: Baker, 1992).
16. See esp. Rodney Clapp, Families at the Crossroads: Beyond Traditional
and Modern Options (Downers Grove: IVP, 1993), for a brilliant expos‚ of
how much of what passes for Christian family values today is really the
product of secular Victorian England.
17. For models of how it can be done, however, see Christian Smith, Going
to the Root: 9 Proposals for Radical Church Renewal (Scottdale: Herald,
1992).
18. Andrew Kirk, The Good News of the Kingdom Coming (Downers Grove:
IVP, 1983), 47.
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria,
gloria como del unigénito del padre), lleno de gracia y de verdad" (Juan
1:14) El texto que encabeza estas reflexiones, escrito por el apóstol Juan
hace algo más de 20 siglos, es uno de los más profundos y misteriosos de
toda la Biblia. Antes del principio de los tiempos, cuando la Historia no
había dado aún su primer paso, ya existía el Verbo, la Palabra, es decir,
Dios. El Verbo eterno encarnó en cuerpo de niño una noche del año cero
de la era cristiana. Dicen que fue el 29 de septiembre de dicho año. Otros
defienden el 2 de abril. Hay quienes aseguran que fue el 6 de enero. La
mayor parte de la cristiandad acepta el 24 de diciembre. Poco importa la
fecha. Lo que importa es el hecho en sí. Hace años Dios manifestó al
mundo la prueba definitiva de Su amor. En la Persona del Hijo se
identificó corporalmente con la raza humana ¡Sublime y eterno misterio
cuya explicación escapa a la mente humana y sólo los cielos conocen! El
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Verbo que vino para redimir nuestras vidas y alegrar nuestros corazones,
vivió en la tierra 33 años de sufrimientos. Unos 600 años antes de nacer,
el profeta Isaías lo presentó como varón de dolores, experimentado en todo
tipo de quebrantos, y así fue. Humanamente considerada, la de Jesús fue
una vida afligida, martirizada, sacrificada. El varón de dolores vino al
mundo entre los dolores del parto, pero también la espada le persiguió a lo
largo de su corta vida. Niño aún, los padres huyen con él a Egipto para
evitarle la muerte. Pasado el peligro, regresan a su tierra y se instalan en
Nazaret. Nada más sabemos de Jesús hasta que cumple 12 años. A partir
de entonces, otro largo y silencioso período biográfico. ¿Dónde estuvo
Jesús desde los 12 hasta los 30 años? Unos dicen que en los desiertos,
viviendo y estudiando con los esenios. Otros afirman que en Nazaret,
trabajando de carpintero. En cualquier caso, su vida no fue la de un
triunfador. Si anduvo entre los esenios no destacó como líder, porque
cuando aparece a orillas del Jordán está completamente solo. Si trabajó de
carpintero debió haber sido un carpintero pobre. A los 30 años, el varón
de dolores no ha fundado una familia. Carece de hogar propio. Sus
seguidores son los miserables de la tierra que buscan en Él alimento y
salud. Carece de dinero para satisfacer pequeños caprichos. No dispone de
medio de transporte: ni de una carroza magnífica ni de un brioso caballo
blanco; un borriquillo humilde y por una sola vez. Su popularidad es
relativa. Los grandes de la nación conspiran para matarle. Nunca es
invitado a dar una conferencia en el templo de Jerusalén o en una de las
principales sinagogas. En la cruz está casi solo. Su madre, su tía, Juan y
unos pocos más le consuelan con su presencia. Las multitudes que habían
sido alimentadas y curadas por El se hallan entre los que piden su muerte.
Es curioso. La única vez que el Nuevo Testamento emplea la palabra
triunfo en referencia a Cristo está relacionada con su resurrección de entre
los muertos. ¿Nos dice algo esto? Que ése es el destino humano. Jesús
abrió nuestros ojos para que comprendiéramos en qué consiste el
itinerario del hombre en la tierra: nacer, crecer, padecer y morir. La
auténtica dimensión del hombre hay que buscarla más allá de la tumba, al
otro lado de esta muralla infinita que nos separa de la eternidad. Como
dice el himno, si hay penas aquí, gozo eterno hay allí. Juan Antonio
Monroy es escritor, conferenciante internacional y director de la revista
Alternativa 2000 © J.A. Monroy © I+CP, Madrid,
EL TERRIBLE CASTIGO
por Ray C. Stedman
Entonces Marcos nos dice: "Le dieron vino mezclado con mirra, pero él no
lo tomó." Ese es el débil esfuerzo realizado por el hombre por aliviar el
sufrimiento de la cruz, "pero él no lo tomó. Entonces Marcos nos dice con
unas breves palabras, "y le crucificaron.
Los escritores del evangelio muestran una gran reserva en lo que se refiere
a describir la crucifixión. Ninguno de ellos describe cómo le clavan o la
agonía que debió mostrar Jesús en aquellos momentos, sencillamente lo
expresan mediante palabras muy escuetas diciendo "y le crucificaron.
Marcos se salta prácticamente las tres primeras horas que estuvo clavado
en la cruz hasta la hora novena en la que Jesús grita (versículo 33):
"Cuando llegó la hora sexta, descendió oscuridad sobre toda la tierra,
hasta la hora novena. Y en la hora novena Jesús exclamó a gran voz: --
¡Eloi, Eloi! ¿Lama sabactani?, que traducido quiere decir, Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has desamparado?"
El tercer y final pasaje que describe Marcos es el que se encuentra en el
versículo 37: "Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró. Y el velo del
templo se rasgó en dos, de arriba abajo."
El resto de la historia que cuenta Marcos se centra en las personas que se
reunieron alrededor de la cruz. La visión que nos ofrece Marcos no es la de
las personas que estaban allí reunidas mirando a Jesús, sino mas bien la
vista desde la cruz misma, contemplando a la multitud.
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Es, por otra parte, evidente que esta narración no puede responder a la
realidad histórica. No es concebible que un funcionario de la burocracia
imperial como Pilato —el que, por otras fuentes lo sabemos, además era
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D) "En verdad les digo que todo se perdonará a los hijos de los hombres,
los pecados y las blasfemias, por más que blasfemen, pero cualquiera que
blasfeme contra el espíritu santo, no tiene perdón por los siglos, sino que
es reo de eterno pecado. Porque decían: ´Tiene espíritu impuro´".
Se sabe que el quiasmo dispone las partes del discurso de tal manera que
el mensaje central quede en el centro. El texto presenta una cierta síntesis
de los enemigos del Reino. De los menos peligrosos a los más peligrosos.
Primero los parientes, luego los escribas y finalmente, en el centro, el
fuerte –isjyrós-.
Pero resulta que esa tarea se encuentra obstaculizada, entre otros, por los
escribas que esgrimen argumentos teológicos. Citan a Beelzebul, con quien
Jesús habría hecho un trato. Demonizar de esta manera los anuncios del
Reino y las prácticas de liberación que a él conducen es una malicia
Escuela de Capacitación Transcultural CNBM 71
La travesía del lago (Mc 4, 35-41) por su parte llama la atención sobre los
vientos que se oponen al proyecto del Reino. La barca, símbolo, de la
comunidad de Jesús, el pueblo, de la comunidad de Marcos, corre serios
peligros. Son los vientos de los enemigos. Pero allí está Jesús para
calmarlos.
Al ver a Jesús desde lejos, corrió y se postró ante él. Y habiendo gritado
con voz potente, dice: ´¿Qué a mí y a ti, Jesús, hijo del Dios altísimo?
¡Conjúrote por Dios, no me atormentes!´. (Jesús) , en efecto, le había
dicho: ´Sal, espíritu inmundo, de ese hombre´. Y le preguntaba: ´¿Qué
nombre tienes?´. Y le dice: ´Legión es mi nombre´, porque somos muchos!´.
Y le suplicaba mucho que no los enviara fuera de la región.
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Había allí, al pie del monte, paciendo, una piara grande de cerdos. Le
suplicaron diciendo: ´Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos.
Se lo permitió. Luego que salieron los espíritus inmundos, entraron en los
puercos, y se arrojó la piara hacia abajo por el despeñadero al mar, como
unos dos mil, y se ahogaron en el mar. Los que los apacentaban huyeron y
dieron aviso en la ciudad y en los campos. Entonces vinieron a ver qué era
lo sucedido.
Está por demás claro que el tema sigue siendo el del fuerte que debe ser
amarrado o destruido. Efectivamente, al endemoniado en cuestión nadie
podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. Ya se había intentado hacerlo
repetidas veces, pero todo resultaba inútil. Rompía las ataduras,
cualesquiera ellas fueran. Es la fuerza y prepotencia del imperio que había
derrotado una y otra vez los intentos de liberarse de él.
que tendría como misión triunfar sobre los enemigos de Dios. Todos y
cada uno de estos aspectos se ven criticados frontalmente en las
enseñanzas de Jesús. De hecho, fue un gran acierto argumental de Lewis
Wallace, el autor de Ben Hur, el convertir a la madre y a la hermana del
protagonista en dos leprosas curadas por Jesús fundiendo así dos de sus
comportamientos más habituales y poco comunes en el mundo antiguo.
Incluso su visión del mesianismo resultaba bien diferente a la de los
esenios de Qumrán. Además, la muerte del Maestro de Justicia no
significó el final de su movimiento, pero lo colocó en una dinámica que se
traduciría finalmente en su desaparición. En el caso del cristianismo
sucedió todo lo contrario. A pesar de todo, los documentos que los
seguidores del Maestro de Justicia nos dejaron constituyen un rico y
sustancial legado histórico. En ellos encontramos una interesante faceta
del judaísmo del segundo Templo (s. II a.C. s. I d.C.), descubrimos el afán
de un colectivo minoritario aferrado a unas enseñanzas y reticente ante la
idea de desaparecer y palpamos una cosmovisión que descansaba sobre la
convicción de que el mundo se asienta sobre bases no meramente
materiales sino también espirituales. Autor: César Vidal Manzanares
Fuente: Diario El Mundo