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Alabado sea tu Nombre, oh Dios. Tú eres en verdad nuestro Señor. Tú


sabes de todo lo que existe en los cielos y en la tierra. Envíanos,
entonces una muestra de tu misericordia. En verdad, Tú no tienes rival
entre los que manifiestan misericordia. Toda alabanza sea para Ti, oh
Señor. Ordena para nosotros desde tu presencia aquello que consuele
los corazones de los sinceros de entre tus siervos. Glorificado eres Tú,
oh Señor. Tú eres el Creador de los cielos y de la tierra y de lo que
existe entre ambos. Tú eres el Señor soberano, el Más Santo, el
Todopoderoso y el Sabio. Magnificado sea tu Nombre, oh Señor. Envía
para aquellos que han creído en Dios y en sus signos tu ayuda
poderosa, de forma que les permita prevalecer sobre la mayoría de los
hombres.

El Báb

¡Puro y santificado eres, oh mi Dios! Cómo ha de correr la pluma


y fluir la tinta después de que han cesado las brisas del tierno
afecto y han desaparecido las señales de la munificencia, cuando
se ha levantado el sol de la humillación y se han desenvainado
las espadas de la calamidad, cuando se han elevado los cielos del
dolor, y las nubes del poder han descargado los dardos de la
aflicción y las lanzas de la venganza, de tal manera que las
señales de la alegría han abandonado todos los corazones, las
muestras de regocijo se han borrado de todos los horizontes, se
han cerrado las puertas de la esperanza, la misericordia de la
brisa celestial ha dejado de soplar sobre el rosedal de la fidelidad,
y el torbellino de la extinción ha sacudido el árbol de la
existencia. La pluma gime, la tinta deplora su condición y la
tabla está sobrecogida ante este clamor. La mente está agitada
por el sabor de esta pena y este dolor, y el divino Ruiseñor clama:
«¡Ay! ¡Ay por todo lo que se ha hecho que aparezca!». Y esto, oh
mi Dios, no proviene sino de Tus dádivas ocultas.

Bahá’u’lláh

¡Glorificado seas Tú, oh Señor mi Dios! Te imploro, por los impetuosos


vientos de Tu gracia y por Aquellos que son las Auroras de Tu
propósito y los Puntos de Amanecer de Tu inspiración, que me envíes a
mí y a todos los que han buscado Tu semblante aquello que haga honor
a Tu generosidad y Tu munífica gracia y sea digno de Tus dádivas y Tus
favores. Estoy pobre y desolado, oh mi Señor; sumérgeme en el océano
de Tu Riqueza. Estoy sediento; permíteme beber de las aguas vivas de
Tu amorosa bondad.
Te suplico, por Tu propio Ser y por Aquel a Quien Tú has designado
como la Manifestación de Tu propia Esencia y Tu Palabra discernidora
para todos los que están en el cielo y en la tierra, que reúnas a Tus
siervos a la sombra del árbol de Tu bondadosa providencia. Ayúdales,
pues, a compartir sus frutos, a inclinar sus oídos hacia el murmullo de
sus hojas y hacia la dulzura de la voz del Ave que canta en sus ramas.
Tú eres verdadera-mente Quien ayuda en el peligro, el Inaccesible, el
Todopoderoso, el Más Generoso.

Bahá’u’lláh

¡En el Nombre de nuestro Señor, el Más Santo, el Más Grande,
el Excelso, el Más Glorioso!
¡Gloria sea a Ti, oh Tú que eres el Señor de todos los seres y el
Objetivo Último de toda la creación! Doy testimonio, con la lengua de
mi ser interior y exterior, de que Tú Te has revelado y manifestado, has
hecho que desciendan Tus versículos y has demostrado Tus pruebas, y
de que eres independiente de quienquiera que no seas Tú y santificado
por encima de todo cuanto no seas Tú mismo. Te pido, por la gloria de
Tu Causa y la fuerza de Tu Palabra, que ayudes generosamente a quienes
se han dispuesto a cumplir con lo que les ha sido ordenado en Tu Libro,
y a llevar a cabo aquello que haga difundirse la fragancia de Tu
aceptación. Tú eres, en verdad, el Poderoso, el Benévolo, el Perdonador,
el Munífico.

Bahá’u’lláh

¡Oh mi Dios! ¡Oh mi Dios! Atestiguo que este es Tu Día, que ha sido
mencionado en Tus Libros, Tus Epístolas, Tus Salmos y Tus Tablas. En él
has puesto de manifiesto lo que estaba oculto en Tu Conocimiento y
guardado en los depósitos de Tu protección infalible. Te suplico, oh
Señor del mundo, por Tu Más Grande Nombre, por el cual fueron
sacudidos los miembros de las gentes, que ayudes a Tus siervos y a Tus
siervas a que se vuelvan constantes en Tu Causa y a que se dispongan a
servirte.
En verdad, Tú eres poderoso para hacer todo cuanto sea Tu voluntad, y
en Tu puño están las riendas de todas las cosas. Tú proteges a quien
deseas mediante Tu Poder y Dominio, y Tú eres, verdaderamente, el
Todopoderoso, Quien todo lo domina, el Más Poderoso.
Bahá’u’lláh

Éste es el Día en que se han derramado sobre los hombres los muy
excelentes favores de Dios, Día en que Su poderosísima gracia ha sido
infundida en todas las cosas creadas. Incumbe a todos los pueblos del
mundo componer sus diferencias y, con perfecta unidad y paz, morar a
la sombra del Árbol de Su cuidado y bondad. Les incumbe aferrarse a
todo cuanto, en este Día, conduzca a la elevación de su posición, y a la
promoción de su bienestar. Dichosos aquellos a quienes la gloriosísima
Pluma se sintió impulsada a recordar, y bienaventurados aquellos
cuyos nombres, en virtud de Nuestro inescrutable decreto, hemos
preferido ocultar.

Suplicad al único Dios verdadero que conceda que todos los


hombres sean bondadosamente ayudados a llevar a cabo lo que sea
aceptable a Nuestra vista. Pronto el orden actual será enrollado y uno
nuevo será desplegado en su lugar. Ciertamente, tu Señor habla la
verdad, y es el Conocedor de lo invisible.

Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh, IV



No me apeno por el peso de Mi encarcelamiento. Tampoco Me aflijo
por Mi humillación, ni por las tribulaciones que sufro a manos de Mis
enemigos. ¡Por mi vida! Son Mi gloria, gloria con la cual Dios Se ha
adornado a Sí mismo. ¡Ojalá lo supierais!

La vergüenza que fui obligado a sobrellevar ha descubierto la


gloria con que había sido dotada toda la creación; y mediante las
crueldades que he soportado, el Sol de la Justicia ha derramado su
esplendor sobre los hombres.

Mis penas son por aquellos que se han entregado a sus pasiones
corruptas y pretenden estar asociados con la Fe de Dios, el Dadivoso
Magnánimo, el Alabado.

Incumbe al pueblo de Bahá morir al mundo y a todo lo que hay


en él, ser tan desprendidos de todos los bienes terrenales que los
moradores del Paraíso perciban de su vestimenta la suave fragancia de
la santidad, para que todos los pueblos de la tierra reconozcan en sus
rostros el resplandor del Todomisericordioso y mediante ellos se
difundan los signos y señales de Dios, el Todopoderoso, el Sapientísimo.
¡Los que han empañado el buen nombre de la Causa de Dios al dejarse
llevar por las inclinaciones de la carne, ésos están en palpable error!

Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh, XLVI

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