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Problemáticas Institucionales

INSTITUTO DE FORMACIÓN DOCENTE Y


TÉCNICA ANDERSEN.

PROBLEMÁTICAS INSTITUCIONALES

 Profesora: Mendez Gabriela

 Alumna: Anabel Solís.

 Fecha de entrega: 7/11/2014


Problemáticas Institucionales

Introducción

Es una película argentina bajo la dirección de Juan Carlos Desanzo, estrenada el


09 de Octubre de 2003.
Es un hecho de la vida real, donde se relata la vida de un chico de 13 años de
edad que vive con su amigo en un vagón de tren y se gana la vida cantando tangos, del
famoso cantante argentino Polaco Goyeneche, en la estación Constitución.
Todas sus ganancias eran para “El Rengo” Carabajal, que en complicidad con la policía
maneja todos los negocios sucios que se realizan en la estación.
El Polaquito proviene de una familia pobre, que vive al otro lado de las vías, en
una casa prefabricada que se compone por su hermana mayor, llamada Chela que
trabaja de prostituta, su madre que sufre actos de violencia tanto verbal como físico por
parte de su esposo, padre de El Polaquito, y razón por la cual el protagonista toma la
decisión de irse de su casa para vivir con su amigo, “El Vieja”.
De esta manera conoce a Pelu, joven prostituta que también trabaja para el
Rengo y se enamora de ella. El Polaquito intenta salvarla de la “mafia” del Rengo y la
policía, entonces comienza a trabajar con él en el tren, el rengo no acepta esto y envía a
tres de sus hombres para que lo golpeen duramente y arrojen de un tren en movimiento,
previa colocación de un sobre con cocaína en su bolsillo.
Luego de un largo periodo en terapia intensiva, lo destinan a quedar encerrado
en un instituto de menores, al cual, después de un tiempo ingresa “el Vieja”, quien le
cuenta que la Pelu se encuentra embarazada.
El polaquito asume la paternidad, mientras que el Vieja se burla de él,
insinuando que no le corresponde esa responsabilidad dada la vida que lleva “la Pelu”.
Deciden huir del reformatorio, con la ayuda de la corrupción penitenciaria que le facilita
la fuga a cambio del 50% del botín que generen.
Al salir, queriendo conseguir dinero, realizan un asalto a un restaurante, en el
cual el Polaquito logra escapar con plata, pero “el Vieja” muere, satisfecho por haber
logrado una aparición mediática. Con el botín en sus manos, y la esperanza de salir del
país con “la Pelu” en busca del padre que se encuentra en Brasil (persona que luego
Pelu confiesa que no existe).
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El Polaquito se enfrenta al Rengo, cuando se entera que éste fue quien obligó a
su novia a realizar un aborto. Lleno de odio, al momento del encuentro, es reducido por
el líder y por otros niños ligados a la mafia, golpeándolo sin cesar.
A la mañana del día siguiente, el en anden 7 de la estación, aparece el cuerpo de el
Polaquito, colgado de una reja, ahorcado con su propia bufanda. La película finaliza con
un mensaje en el que se aclara que el caso fue cerrado como suicidio.

Detrás de escena

“El Polaquito” se estrenó en el año 2004, sin embargo el director, Juan Carlos
Desanzo, comenzó a pensarla en 1994. Una de las características de esta película es que
los actores principales son chicos de la calle en la vida real. El director visitó 1500
chicos en cárceles de menores, hogares, escuelas y villas de emergencia, porque lo que
estaba buscando era gente que conociera el lenguaje y las vivencias propias de la vida
en la calle. Abel Ayala (“el Polaquito”) se fue de su casa cuando tenía 10 años y vivió un
tiempo en Constitución, hasta que pidió ayuda y lo mandaron al Hogar “El Arca”. Allí
fue donde el director lo encontró. A Fernando Roa (“el Vieja”) lo encontró en la
Fundación del Padre Grassi. Para el papel de “la Pelu”, también se había seleccionado a
una chica que había vivido en la calle, pero, según cuenta Desanzo, estaba metida en las
drogas y resultó imposible filmar con ella. Es por eso que decidieron elegir a una actriz,
que si bien no era de la calle la conocía muy bien, Marina Glezer. La actriz fue a hablar
con las chicas que dormían allí, aprendió como hablaban, cómo son los grupos, las
jerarquías.
El director cuenta que ensayaban las acciones en la casa de “la Pelu”, y luego en
la estación de Constitución camuflaban la cámara de 16 mm, ponían marcas en el suelo
y grababan mientras la realidad transcurría. Como “El Polaquito” se basa en una historia
real, para evitar complicaciones al filmar donde sucedieron los hechos, mientras
rodaban utilizaban otro título, “Un amor desesperado”.
La película ganó el premio a la mejor actriz en Montreal por Marina Glezer, y estuvo en
la selección de San Sebastián.
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Análisis de la película:

La representación de la identidad infantil ante los problemas de terrorismo,


guerras civiles, narcotráfico y crisis económicas en el cine latinoamericano debe
concienciarnos de que los niños perciben el crimen como una alternativa de vida, eso es
lo que llamamos naturalización, en donde es tan cotidiano el ambiente violento que ya
no resulta extraño ver o participar en este tipo de escenas. Para los niños es tan natural
vivir en este esquema de violencia que les resulta normal querer ser sicarios,
narcotraficantes o terroristas. Los niños de esta película emergieron de una clase urbana,
pervertidos por un entorno violento y miserable, determinados a infligir daño.
Convirtiendo al crimen en parte de su vida. Presenciar hechos sangrientos hace que los
niños pierdan su capacidad de asombro y respeto por la vida.

En varias ciudades de Latinoamérica el crimen se ha apoderado de las calles,


robando la infancia de los niños. El índice de homicidios en América Latina gira
alrededor de 20 por cada 10.000 habitantes al año, superando los índices de cualquier
otra región. Por eso, las películas que abordan los temas de la criminalidad e infancia,
denuncian la represión, la enajenación, la violencia que la sociedad ejerce sobre los
niños. La infancia se define «por ser una de las primeras etapas en el desarrollo del
sujeto, es la base fundamental en la estructuración de los pensamientos, sentimientos,
deseos, etc.
En esta etapa el impacto psicológico es un factor muy importante para la
personalidad del infante, si acuñamos que enfrentan problemas no acordes a su edad y
experimentan diferentes tipos de miedos, sienten que no son queridos y sufren
constantemente agresiones, gritos, críticas, desprecios, son privados de afecto,
amenazados, por cualquier travesura, insultados sin motivo aparente, convergen a
presentar problemas de afectividad, autoestima baja y provocar en ellos problemas
posteriores que puedan incurrir a lo delictivo» .
Por eso, en películas como “El Polaquito” se representa una conducta infantil y
criminal como un acto de supervivencia, transgresión y de resistencia. Por ejemplo, se
muestra cómo los niños ya no tienen la libertad para ir al parque, conviven con víctimas
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de ejecuciones o presencian hechos violentos. En ellos no hay agravios mayores, no hay


venganzas. En sus vidas la ignorancia es la única nada que posee. Los niños han
cambiado su perspectiva de la relación humana y sus aspiraciones de relacionarse de
manera sana, en contraste, se sumergen en el aislamiento y la agresividad. Los factores
que hacen que surja el daño psicológico son:

 El estrés.
 Violencia.
 Acoso laboral.
 Acoso sexual.
 Inseguridad contractual.
 Desgaste profesional.
 Otros riesgos psicosociales.
 Conflicto familia-trabajo.

Por otra parte, las siguientes características se mencionan como causa de la


delincuencia:

1. Privación socio-económica, que incluye bajos ingresos, vivienda deficiente,


familia numerosa y desempleo.
2. Padres y hermanos con comportamiento antisocial.
3. Escasa vigilancia paterna y comportamiento severo y errático en la crianza de los
hijos.
4. Hogares rotos y separaciones tempranas, causadas por la falta de armonía
familiar.
5. Baja inteligencia y fracaso escolar.
6. Elevada impulsividad.
7. Toma irracional de decisiones.
8. Amigos delincuentes.

Sigmund Freud nos refiere que «el individuo es delincuente porque posee un rasgo
característico que lo separa del no delincuente, y se debe a que aquel posee un complejo
de Edipo no resuelto; por lo que padece una frustración y una agresividad que lo lleva a
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un profundo sentimiento de culpa. Se siente culpable e inconscientemente trata de


castigarse al pasar al hecho delictivo, con lo que siente un gran alivio».

Una realidad muy nuestra…

El polaquito, filmada en Argentina en 2004, aborda la corrupción en una estación


de trenes, donde todos los problemas de una sociedad están representados: el crimen, la
prostitución y el dolor, así como la discriminación, la marginalidad y los manejos de la
policía que protegen a los corruptos y ladrones. En esta película se muestra la ausencia
de valores familiares como causa de la criminalidad. La importancia de la familia en
cuanto al normal desarrollo de los niños y jóvenes, está fuera de toda duda. Juega un
papel relevante en el proceso de socialización, el cual es definitivo en la primera etapa
de la juventud.
Es un adolescente que muestra compasión y remordimiento por los crímenes
realizados por su amigo. Su amigo roba con un arma y lo hace para su propia
satisfacción; sin embargo, las ocasiones en que el Polaquito roba, lo hace sin amenazar a
nadie, y lo robado lo comparte con su amiga Pelu. La reacción a esta violencia se
observa en las expresiones de las personas en la estación del metro; por ejemplo todos
son partícipes de lo que ocurre alrededor de la vida de esos niños y nadie hace nada por
evitarlo, ni los ciudadanos ni la policía. La sociedad es culpable de los crímenes de estos
jóvenes.
El Polaquito, tan joven y con tantas expectativas de vida, parece sentirse
absorbido por esa corrupción. Él quiere salirse de esa situación de abuso pero no puede.
Los adolescentes de esta película no tienen opciones y para sobrevivir tienen que vender
su cuerpo, robar y pagar derecho de piso. Al Polaquito, la idea de ser padre y poseer
algo que le pertenece lo llena de esperanza, pero Pelu aborta el bebé por órdenes del
amo. Por eso, el Polaquito trata de matarlo pero no lo logra. Las cuestiones que llevan a
la criminalidad en la película son: la pobreza, la búsqueda de la identidad, la ausencia de
valores familiares y la indiferencia de la sociedad. En los niños, de la película, pueden
observarse los siguientes hábitos o comportamientos:

• Hábitos clandestinos del comportamiento y mentiras.


• Sistema de valores distintos a los normalizados.
• Adquisición de patrones de conductas negativas.
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• Carencias de habilidades sociales.


• Problemas de empatía.
• Falta de sensibilidad social.
• Problemas de disciplina en la escuela.
• Inadaptación escolar: fracaso y abandono de la escuela.
• Decisiones equivocadas sobre su futuro.
• Incapacidad para conseguir metas normalizadas.
• Rol de víctima.
• Nulo acceso a la cultura en general.
• Consideración de la calle como un espacio de libertad.
• Inadecuada comprensión hacia lo externo a él.
• Falta de identificación con el grupo de iguales en la escuela.
• Necesidad de alardear, de no tener miedo, de alcanzar algún éxito.

Conclusión

Todos estos elementos se exhiben en la película y dan como resultado una


situación de marginación que convierte en problemáticos algunos niños, lo cual hace
que sean señalados como inadaptados y delincuentes. Asimismo, sus hijos reproducirán
el mismo proceso de marginación, porque entre una y otra generación no ha habido una
intervención social eficaz y global que rompa esta cadena.

En esta película los niños han sido destruidos emocionalmente, despojados de


sus derechos, y se les ha negado el derecho a adquirir una educación, así como el
derecho a tener libertad y dignidad. Los niños no entienden de ideologías ni del poder
gubernamental, pero siguen diferentes modelos que los llevan a construir su identidad.
Por eso, necesitan desarrollarse mental y físicamente en un entorno sano y apropiado.
De esta manera, la sociedad estaría compuestas por personas más tolerantes.
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ANEXO
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Jueves, 30 de junio de 2011 01:00 | La Ciudad

Se abrió el primer refugio municipal


para indigentes
Anoche comenzó a funcionar el primer refugio municipal para gente que duerme en la
calle. Está gestionado por los ex combatientes de Malvinas y sustentado por la Secretaría
de Promoción Social. Tiene capacidad para 30 hombres y en breve agregarán otras 30
camas en un pabellón destinado a mujeres.
Anoche comenzó a funcionar el primer refugio municipal para gente que duerme en la calle.
Está gestionado por los ex combatientes de Malvinas y sustentado por la Secretaría de
Promoción Social. Tiene capacidad para 30 hombres y en breve agregarán otras 30 camas en
un pabellón destinado a mujeres. También habrá una sala para madres con niños.
Así, y luego de que se multiplicaron las iniciativas solidarias para dar una respuesta a los
indigentes que pasan las noches gélidas en rincones de la calle, el municipio al fin decidió
habilitar un local en Grandoli 3450.
En este lugar antes funcionaba un hogar de mujeres y ante la demanda de quienes duermen en
la calle con temperaturas bajo cero, la Municipalidad hizo los arreglos pertinentes para que
comience a funcionar el refugio, que trabajará en coordinación con el Sistema Integrado de
Emergencia Sanitaria (Sies), el refugio Sol de Noche (atendido por jóvenes voluntarios) y la
Guardia Urbana Municipal (GUM).
El refugio municipal abrirá todos los días de 18 a 8. Y ofrecerá la posibilidad de una ducha
caliente, cena y desayuno. Además, el local está equipado con todo el mobiliario necesario:
estufas, cocina, sanitarios y una sala que funcionará como comedor. Por otra parte, contará con
la ayuda de asistentes sociales que evaluarán los casos complicados.
Por la calle. Desde hace 11 años, los ex combatientes de Malvinas salen a la calle las noches
de frío para repartir un plato caliente y frazadas a quienes están a la intemperie. A partir de
ahora, además de esta tarea podrán ofrecer a estas personas la posibilidad de dormir en un
refugio.
"Estamos muy contentos porque al fin la Municipalidad puso en funcionamiento un refugio para
tantos que lo necesitan", expresó el presidente del centro de ex combatientes de Malvinas,
Rubén Rada. "Era muy importante que el Estado se ocupara de este tema, porque la verdad es
que hay mucha gente, sobre todo en este último tiempo estamos viendo más hombres de entre
30 y 40 años durmiendo en la calle, y el refugio Sol de Noche está saturado", subrayó.
A partir de ayer, seis ex combatientes comenzaron a ocuparse de la gestión del refugio
municipal. "Nosotros no somos el Estado. Somos voluntarios y queremos hacer esto por la
gente que lo necesita. Además, para nosotros es sentirnos útiles", confesó Rada.
A su vez, comentó que los ex combatientes seguirán saliendo con el camión cocina y otro
grupo de veteranos controlará el orden, la limpieza y preparará la cena y el desayuno para los
que vayan al hogar de Grandoli al 3400.
El titular de Promoción Social, Gergorio Ramírez, indicó que en esa repartición tienen "un
padrón con gente en situación de calle en Rosario, que según el último relevamiento arrojó que
son entre 100 y 120". Según Rada "ahora se ven muchos más jóvenes con estupefacientes y
menos cantidad de hombres grandes".
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"Hace más de un año que estamos detrás de esto y para nosotros es un orgullo inaugurarlo",
declaró el funcionario ayer en la apertura del hogar.
Teléfonos. A partir de ahora, los ciudadanos que encuentren a personas durmiendo en la calle
podrán llamar a la GUM, las 24 horas al 0800-4440909, a Promoción Social, 480-24444, de
lunes a viernes de 8 a 12, o al centro de ex combatientes de Malvinas, 440-7861.
Voluntarios
Recién empieza el invierno y el refugio Sol de Noche está repleto. La gente duerme en
los pasillos y con colchones en el piso. Con urgencia necesitan voluntarios que quieran
colaborar. Los interesados podrán asistir a una reunión informativa el 9 de julio, a las 17,
en Pasaje Marconi 2040. Más datos al 456-3511.

Buenos Aires no está nada bueno


Ante el vacío total de estadísticas y preocupaciones por parte de la administración porteña,
la ONG Proyecto 7 enumeró y contabilizó 113 casos de personas sin techo que fallecieron
por males de la indigencia. Página/12 recorrió las calles y esas historias del abandono.

Por Gustavo Veiga

“Los ojos de los muertos se cierran cuidadosamente,


con no menos cautela deberíamos abrir
los ojos de los vivos.”
Jean Cocteau

El 113 no es un número azaroso ni arbitrario. Señala las muertes ocurridas entre 2008 y 2009
que contabiliza la ONG Proyecto 7 entre las personas que viven en situación de calle en la
Capital Federal. Un combo letal las provocó: la indigencia y la pobreza estructurales, la
deficitaria política del Estado porteño en salud, vivienda y alimentación y los de-salojos
compulsivos combinados con las enfermedades, adicciones y bajísimas temperaturas
registradas en estos días del año. Aquella cifra cobra vida cuando se revelan historias que la
explican mejor, que hablan de existencias miserables, de seres que se levantan y se acuestan
a la intemperie. Página/12 registró varios casos apoyándose en los datos de la organización
que los denunció, en Médicos del Mundo que cuenta con un móvil de asistencia y contención
que recorre la ciudad y en los testimonios de quienes todavía siguen durmiendo en plazas o
parques, y debajo de los puentes y autopistas.

Raúl Puerta, alias “El Colo”, tenía 32 años aunque por su aspecto avejentado aparentaba
muchos más. Había perdido a toda su familia en un accidente y el impacto de ese hecho lo
quebró. Estudiante de Derecho, solía ser animador de las ranchadas en Plaza Congreso,
donde alternativamente ocupaba distintos bancos para dormir. Sus compañeros de infortunio lo
recuerdan como un hombre instruido, respetuoso y que llevaba la marca en el orillo de una
solidaridad a la que empuja la calle para sobrevivir. “Si tenía un solo cigarrillo era capaz de
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romperlo al medio para compartirlo”, cuenta Horacio Avila, el presidente de Proyecto 7, la


organización que ayuda a la gente que vive en la calle, como le sucedió a él entre 2002 y 2007.

El Colo paraba en un bar de la avenida Entre Ríos, casi en la esquina con Hipólito Yrigoyen.
Ahí, a cambio de su trabajo, recibía unos pesos y le daban de comer. Una noche se acercó al
grupo de otras personas sin techo que dormían en el umbral del edificio de la ex Caja Nacional
de Ahorro Postal, enfrente de Plaza Congreso. Se sentó junto a ellos, pero el cuerpo no le
paraba de temblar. Alguien decidió llamar al SAME desde un teléfono público y cuando la
ambulancia llegó, Puerta no se quiso subir. La respuesta a esa negativa fue la desatención.
Avila todavía tiene muy fresco el episodio. Con otros indigentes intentaron llevarlo hasta el
hospital Ramos Mejía pero les resultó imposible. Cada vez que intentaban ponerlo de pie se
caía. Buscaron darle solución momentánea al problema acostándolo en un banco y lo taparon
con una manta. El grupo se dividió: unos buscaron ayuda en el hospital y otros se quedaron
con él.

Cuando los primeros volvieron ya no había nada que hacer. El cuerpo del Colo estaba rígido
como una estatua. Así murió, después de alternar días de lucidez con largas noches de
ebriedad. El alcohol, pero el alcohol fino, combinado con una mayor proporción de agua, es la
bebida de los habitantes de la calle. Se llama “cachuña”. Y alrededor de un recipiente
improvisado donde se la sirve transcurren las horas de muchos que no tienen un techo para
protegerse.

Hugo Benjamín Carranza, “el Gendarme”, falleció cuando tenía 58 años. Afecto a contar
historias de frontera, de cómo la vida transcurría en un destacamento o se contrabandeaba,
solía cuadrarse ante una bandera imaginaria y hasta se lo veía marchar en las inmediaciones
de la Plaza 1º de Mayo, ubicada entre Hipólito Yrigoyen, Pasco, Alsina y Pichincha. Cuidaba
autos en la primera calle, donde se encuentra una dependencia de la AFIP, y lo hacía hasta
bien entrada la tarde. Quería volver a su Chaco natal, donde pensaba que podría darle un giro
a su vida.

En esa plaza funciona una de las ranchadas más organizadas de Buenos Aires. El Gendarme
Hugo, que a todos les contaba su paso por la fuerza de frontera, un día muy temprano, casi con
el despuntar del alba, apareció sentado en un local vacío y de grandes ventanales sobre la
calle Alsina, muy cerca del Shopping Spinetto. Un compañero, creyendo verlo dormido, intentó
despertarlo para que fuera a desayunar a Rincón y Chile, la cita obligada de cada mañana. Lo
tocó y no reaccionó, lo empujó y el hombre se despatarró por el piso. Estaba muerto. El frío
había acabado con él. Pero desde mucho tiempo antes su vida acumulaba golpes de la
burocracia porteña. Una y otra vez había tramitado un subsidio. Una y otra vez se topó con la
misma respuesta negativa por ser un hombre solo y no tener familia a cargo.
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Los ucranianos

Igor Kirilenko, según los datos que aporta la enfermera Mary Barrios, de Médicos del Mundo,
murió a fines del año pasado. Era ucraniano y pedía limosna en la zona del Parque Lezama.
No había elegido ese lugar en vano. Sobre la calle Brasil se encuentra la iglesia ortodoxa rusa
de la Santísima Trinidad, que parece sacada de una postal de San Petersburgo. Como otros
inmigrantes y marineros de origen eslavo nacidos en las ex repúblicas soviéticas, quedó varado
en Buenos Aires y se las rebuscaba como podía.

Algunos hacían changas o vendían café y cubanitos en la calle. Cuando el trabajo escaseaba,
le pedían ayuda al sacerdote de la iglesia de las cinco cúpulas color turquesa. A los primeros
que llegaron al país tras la caída de la URSS les costó mucho sobrellevar la crisis del 2001, la
falta de oportunidades y vivir en la calle. La ingesta de vodka o hasta la cachuña que también
probaron, les provocó cirrosis o la muerte por coma alcohólico.

Andrés, a secas, así recuerdan a otro ucraniano los sin techo de la plaza 1º de Mayo. Lo
habían bautizado de ese modo porque el nombre que tenía era muy difícil de pronunciar. A
diferencia de Kirilenko era mucho más joven. Alto y rubio. Hablaba bastante bien el castellano.
Buscó trabajo con insistencia pero nunca encontró uno fijo, más o menos perdurable. Entonces
se juntó con un cubano –hay varios en condición de calle– y comenzó a prostituirse como taxi
boy. Sentado en un banco de la plaza y con una botella de vino tinto entre sus manos, podía
vérselo llorando en silencio, acaso añorando su país y su familia.

Pasaron tres años y ya con 22 cumplidos, un día la ambulancia del SAME se lo llevó de
urgencia con una neumonía. Sus atribulados compañeros se enterarían después que murió
camino al Hospital Muñiz. El sida, además del alcohol, había hecho estragos en su cuerpo.

Morir en la iglesia

El sacerdote Jorge Enrique Alonso da misa en la parroquia Corazón de María que se levanta en
la continuación del trazado de la avenida 9 de Julio hacia el sur, frente a la plaza Constitución.
A fines de 2008, un hombre que vivía en la calle llamado Julio falleció en el interior de la iglesia
mientras desayunaba. Tenía 50 y pico, su documento en regla y terminó en la morguera de la
Policía Federal que se lo llevó junto a tres cadáveres más.

“Fue un domingo, lo recuerdo muy bien. No hacía el crudo invierno de ahora y esta persona se
quedó dura en la mesa. Había terminado el desayuno, y mientras la gente se levantaba, el
hombre, como quien dormía, cruzado de brazos, no se movía. Alguien le puso los dedos en la
yugular para tomarle el pulso, pero ya no tenía latidos. Había perdido el control de sus
esfínteres y estaba orinado. Llamamos al SAME, vino una doctora que le colocó unos aparatos
y comprobó que había muerto. Se lo cubrió con una sábana y a la tarde vino la morguera a
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buscarlo. Yo no recuerdo más datos de él, aunque lo que pasó está registrado en el libro
parroquial”, describe el padre Alonso, quien ya formuló una denuncia ante la Defensoría del
Pueblo por la agresión de la UCEP (Unidad de Control del Espacio Público que depende del
Ministerio de Ambiente porteño) a un indigente que vive al lado del templo, debajo de la
autopista.

El joven que se abandonó

Martín Franco murió de tuberculosis. Es la misma persona de la que hablan Ramón Antonio
Rivero, un porteño de 31 años que vive en la calle y la enfermera Barrios, de Médicos del
Mundo. Los dos coinciden en que falleció recientemente, que era alto y delgado, portador de
HIV y en que solía andar por el barrio de Balvanera. La ONG conserva su historia clínica
porque solían atenderlo sus profesionales.

“Vivía en la manzana del Spinetto. Ahí tenía al hermano que laburaba en un galpón de verduras
que se llama Caputo. Martín tenía problemas con la familia y se tiró al abandono. Después
empezó a tomar alcohol, se le infectaron las piernas y lo llevaron a un hospital, adonde no lo
atendieron como correspondía. Iba a la guardia una o dos horas, se cansaba y no volvía más.
Murió en el hospital Ramos Mejía”, cuenta Ríos, un hombre morocho, de baja estatura, también
portador de HIV, que cuando no lo hostiga la policía duerme en la Terminal de Omnibus porque
ya no quiere hacerlo en el parador de Retiro. “Me fui por un muchacho que trabaja ahí y trata
mal a la gente. A ese lugar le metieron muchas denuncias, como una por el caso de un señor al
que hacían dormir en una silla porque tiene sarna.”

A Ríos la cifra de 113 muertes le parece exigua: “Y sí, creo que hay más gente. Eso se ve en
los refugios, en hogares, y es por la falta de atención médica. Se preocupan más por ganar
dinero que por tratarnos como seres humanos. Somos un trapo de piso...”. Además de Franco y
el ucraniano Kirilenko, en Médicos del Mundo registraron este año el caso de Pedro Talavera,
otra persona en situación de calle que falleció en los primeros meses de 2009. La ONG
fundada en Francia y con delegación en nuestro país no lleva estadísticas de decesos, pero sí
de consultas en su unidad móvil, lugar de procedencia de los sin techo, zonas de pernocte y
nivel de estudio de los afectados, entre más rubros (ver aparte).

Proyecto 7 interroga desde una publicación con sus propias cifras: “¿Sabía usted que
actualmente en la ciudad de Buenos Aires hay más de 15.000 personas en situación de calle?
¿Y que de esas 15.000 personas 4500 son niños en edad escolar y 2000 son abuelos con toda
una vida de trabajo detrás y que hoy están abandonados en la calle?”

La segunda pregunta de una serie de diez, es la que motiva esta nota: “¿Sabía usted que en
los últimos dos años en la ciudad de Buenos Aires murieron 113 personas en situación de calle
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a causa del frío y enfermedades diversas?” La ONG tiene una respuesta muy simple para esa
denuncia inquietante: “La calle no es un lugar para vivir”, dice una de sus banderas.

En la Capital Federal, según los cálculos más optimistas, se amontonan en los umbrales de
edificios públicos, estaciones de tren o subte y autos abandonados, entre 8000 y 10.000
personas. De lugares más abiertos como parques y plazas los vienen corriendo desde hace
tiempo la Policía Federal o la patota de la UCEP. Quienes no sobreviven terminan en la morgue
o como NN en la Chacarita. Se explica: el 85 por ciento no tiene ninguna cobertura de salud –ni
siquiera estatal– y el 30 por ciento está indocumentado.

Hogares

Los hogares de tránsito, paradores nocturnos y hogares para personas con


necesidades especiales tienen como objetivo brindar a las personas en situación de
calle un ámbito de contención y atención institucional para promover la reinserción
social de ciudadanos en situación de vulnerabilidad socioeconómica.

Objetivos:
 Brindar a las personas en situación de calle un ámbito de contención y atención
institucional, como canal articulador que promueva la reinserción social de
ciudadanos en situación de vulnerabilidad socioeconómica.
 Brindar albergue, comida, atención y tratamiento profesional.

Beneficiarios:
Hombres solos de 18 a 60 años y mujeres de 18 a 60 años solas o con hijos menores de edad.

Más información
Cochabamba 1575
Tel.: 4305 0803

Paradores nocturnos

Objetivo:
Brindar, con carácter inmediato y de emergencia, servicio de pernocte durante la noche, comida
y atención profesional social, psicológica y médica.

Beneficiarios:
Hombres solos mayores de edad y mujeres mayores de edad con o sin hijos menores que se
encuentren en situación de calle, sin recursos, que requieran solución provisoria con carácter de
emergencia.
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Teléfonos y lugar de contacto:

Paradores de ingreso directo:

 Parador Retiro (para hombres) Gendarmería Nacional 522


Tel. 4893-2182
Horario: De 18 a 8 hs del día siguiente durante los 365 días del año.
 Parador Beppo Ghezzi (para hombres) Masantonio 2970
Tel. 4911-4966
Horario: 24h los 365 días del año.
 Parador Azucena Villaflor (para mujeres solas y con hijos menores de
edad) Piedras 1583
Tel. 4362-5549
Horario: 24h los 365 días del año.

Paradores de ingreso con derivación:


Hombres solos mayores de edad y mujeres mayores de edad con o sin hijos menores, que se
encuentren en situación de calle, sin recursos, que requieran solución provisoria con carácter de
emergencia.
Comunicarse con la Línea de Atención Social Inmediata 108 las 24h los 365 días del año.

Hogares para personas con necesidades especiales

Objetivos:

 Brindar alojamiento transitorio en modalidad de Hogar de 24 hs. a personas


con necesidades especiales.
 Brindar a los beneficiarios asesoramiento legal, formación, información,
capacitación y actualización mediante actividades formativas, recreativas y de
asistencia para actividades cotidianas.

El alojamiento es complementado con un trabajo de revinculación familiar y comunitaria. Los


espacios físicos están libres de barreras arquitectónicas, ergonómicamente adaptados para
brindar la mejor integración posible, con cobertura de emergencias médicas y servicio de
enfermería destinado al control y asesoramiento de salud. La prestación se extiende por 6
meses, renovables según evaluación de la coordinación con tope de 24 meses.

Beneficiarios:
Personas con necesidades especiales entre 18 y 58 años y padre o madre solo o sola con niños
con necesidades especiales.

Más información

Tel.: 4305 0803


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A CORAZÓN ABIERTO

La dura historia de vida de Abel


Ayala, El Guachín de Sos mi
hombre: "A los 9 años me fui
de casa"
El actor revelación de la exitosa tira de El
Trece contó detalles de su infancia, de su vida en
la calle y de su recuperación en un hogar de niños.

La carrera profesional de Abel Ayala, más conocido como El


Polaquito (por su papel en la película argentina El Polaquito, en el año
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2003), fue tan vertiginosa como su vida. El joven actor abandonó su


casa a los 9 años, en medio de la más absoluta pobreza y un gran
conflicto familiar, y se las arregló siempre solo para poder comer.
Hasta vendía caramelos en los trenes.

Su hogar durante mucho tiempo fue la estación de trenes


de Constitución. Allí se las arreglaba todos los días para comer y
sobrevivir a la violencia de la calle. Un día, el pequeño se acercó a un
hogar de niños a pedir ayuda y su vida cambió para siempre. Hoy, con
24 años, es una de las revelaciones de la televisión argentina con su
papel de Guachín en Sos mi hombre.

"No teníamos plata ni para comer. Había


mucha pobreza. Yo llegaba a las siete de la
tarde con mucha hambre y en casa no había
nada de comer. Ni siquiera teníamos
heladera", reveló.
Por este motivo, Abel Ayala habló con Espiando la Noche, programa
radial conducido por Tomás Cacciola, Juan Pablo Gurrieri y Diego
Laurence enRadioLK, y contó su dura historia de vida.

"Yo vivía en una familia que no tenía ningún tipo de estructura.


Además éramos muy pobres. No teníamos plata ni para comer. Era
una pobreza de verdad. Yo llegaba a las 7 de la tarde con mucha
hambre y en casa no había nada de comer. Ni siquiera teníamos
heladera”, confesó.

"Vivía con un montón de primos y hermanos. Mi mamá no me


reconocía. Yo vivía en la calle prácticamente. A la mañana temprano
salía a pedir comida en algún almacén. Y a la noche me volvía a casa
porque si no me cagaba a palos. A los nueve años me fui de casa sin
avisar. Me fui a Constitución y viví ahí en los trenes. Todos los días iba
a los trenes a vender caramelos", reveló.

"A los nueve años me fui de casa sin avisar.


Me fui a Constitución y viví ahí en los
trenes. Todos los días iba a los trenes a
vender caramelos. Era muy brava la calle,
habían chicos más grandes que te
pegaban”, confesó.
Problemáticas Institucionales

Con ese desolador panorama en plena infancia, Abel creció a los


golpes: "Yo tenía miedo de vivir en la calle, porque era brava: había
chicos que me pegaban. Todos los días iba a los trenes a vender
caramelos. Ibamos a comer a un lugar en Constitución que te daba
almuerzo y te podías bañar.Y en ese lugar les conté que no tenía
mamá y les pedí ayuda. Ellos me buscaron un hogar. Y ahí empezó el
cambio en mi vida. De estar en la calle, pasé a estar en un hogar.
Tenía comida y la posibilidad de bañarme".

Hoy volvió a tener contacto con su familia, aunque Abel comenta:


"Tengo una relación muy especial con ellos, porque me crié sin
convivir en casa".

Por último, Abel Ayala habló de su presente: "Tengo mi mujer, acabo


de ser papá, hace 17 días nació Paloma. Y este personaje
de Guachín me vino en un gran momento. La televisión es una vidriera
muy potente. Siempre es bueno estar trabajando".

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