Sunteți pe pagina 1din 7

ESCUELA DE PSICOLOGÍA

TALLER DE AUTOCUIDADO
JANI ABARZÚA

EL AUTOCUIDADO COMO TEMA RECURRENTE


EN LA SOCIEDAD ACTUAL

Álvaro Reyes

Gracias al momento por el cual pasa nuestra sociedad, se hace muy


importante preguntarse cuándo, dónde y por qué nos cuidamos a nosotros
mismos. A partir de este escrito intentaré plantearlo de una manera fácil de
entender, considerando algunos momentos e instancias en dónde podríamos ver
reflejado el deseo de autocuidarnos, y al mismo tiempo, cuándo y por qué no lo
hacemos.

La sociedad actual, -por lo menos la de occidente-, está plagada de


situaciones en donde nos preguntamos ¿debemos cuidarnos? ¿debemos seguir
adelante? o ¿debemos detenemos? Estas preguntas son de difícil respuesta,
pues dependen de lo que estemos haciendo o desde donde nos plantamos en
la vida. Sin embargo, y según mi punto de vista, estamos viviendo una vida que
no es tan vida, sino más bien una especie de adecuación a un ambiente que nos
bombardea constantemente con información y con problemáticas que no
necesariamente deberían caer en nuestras espaldas.

Por ejemplo en el ámbito laboral, no siempre nos establecemos en un


trabajo que nos guste o que nos motive, y eso es porque debemos adecuarnos
a lo que la sociedad nos pide: un trabajo, una fuente de dinero, un prestigio, una
credencial o simplemente una profesión. Viéndolo de otra forma, podemos traer
aquí una frase muy popular que dice “El trabajo dignifica al hombre”, como si el
hecho de existir no fuese suficiente para ser un ser humano digno, como que si
ser una persona en sí no bastara para tener dignidad. Entonces, nos
bombardean diciéndonos cómo debe ser la vida y cómo debe vivirse para que
sea, valga la redundancia, vida.

Hasta ahora les he planteado un poco lo que yo entiendo por sociedad


actual, pero me parece interesante asociarlo con el concepto de autocuidado,
que es la cuestión que nos llama en este ensayo. Según Tobón (s.f.) el
autocuidado son prácticas del vivir cotidiano utilizadas para cuidar la salud, ya
sea de una persona, de un grupo, de una familia, etc. Estas prácticas se
aprenden y se utilizan conscientemente para “fortalecer o restablecer la salud y
prevenir la enfermedad” (p. 3). Con respecto al autocuidado, no hay olvidar que
debe ser una práctica que promueva la salud y la mantención de esta y que
además debe ser consciente en la búsqueda de tales propósitos.

Ahora bien, la sociedad actual es una sociedad que está en constante


movimiento, que necesita cambios, que busca progresar económicamente y que
requiere de grandes cantidades de trabajo humano. Lo que sucede es que es
tanto el movimiento requerido, que el ser humano deja de ser un fin en sí mismo
y pasa a ser un simple medio para alcanzar las pretensiones de la sociedad. Del
mismo modo, el ser humano se está transformando no sólo en un medio utilizado
por la sociedad en la cual se inscribe, sino que también en un medio para sí
mismo, un instrumento para alcanzar fines materiales. Entonces existen estas
dos vertientes: por un lado, somos un medio para la sociedad para cual
trabajamos, y por otro, un medio para nosotros mismos, un mecanismo que
tenemos para alcanzar fines materiales o económicos.

No resulta difícil asociar al ser humano con máquinas. Cuando digo


máquinas me refiero básicamente a medios que utilizamos para nuestro vivir
cotidiano, como un computador o como un automóvil. Estos dos ejemplos nos
proporcionarán una perspectiva adecuada para la noción de autocuidado
existente en la actualidad.
Para muchos de nosotros es necesario tal vez tener un teléfono móvil o
un PC en casa, ya que estos aparatos promueven una mayor comodidad para
nuestros quehaceres cotidianos; o quizás un gran número de nosotros utilicemos
vehículos para poder movilizarnos en la ciudad. Quiero aclarar que lo último
mencionado no es el punto en el que quiero explayarme, mi intención más bien
es señalar esta realidad, es subrayar estas acciones que recurrentemente
realizamos, y a su vez, proponerlas como una forma de acercarnos a lo que
quiero exponer a continuación.

Bien, tenemos computadores y/o automóviles, y estos, como los


artefactos que son, pueden dañarse. Sin embargo, cuando los utilizamos no
estamos pendiente de aquello, sólo los utilizamos. Por ejemplo ahora, yo escribo
en un computador que probablemente en dos o tres años perecerá, o quizás
antes, no obstante esa no es mi preocupación actual; mi preocupación actual es
escribir y terminar este ensayo. Pensemos en lo otro para cuando sea realmente
necesario, para cuando falle. Entonces la idea que se tiene del cuidado de estos
aparatos es de instantaneidad, es de esperar a que fallen para llevarlos al
servicio técnico y pagar por aquello, y listo, tema solucionado. No es una idea
previa, de prevención, ni siquiera de mantenimiento, es una idea a futuro, de
esperar a que suceda para reaccionar.

Los seres humanos en la actualidad funcionamos de la misma forma, o de


manera muy similar por lo menos. Vivimos la vida al límite de nuestras
capacidades, salimos de nuestras casas con gran tráfico o apurados de llegar a
tal hora, tenemos horarios de almuerzo diminutos y preferimos almorzar comida
rápida, trabajamos ocho horas, salimos de nuestro lugar de trabajo y volvemos
a nuestras casas y otra vez hay gran tráfico, llegamos y vemos un poco de
televisión, y esto durante un mes, y conseguimos un sueldo para pagar nuestras
cuentas y cargar la tarjeta bip, y lo que sobre, bueno, para el ocio. Pasan los
años, y de repente nos sentimos mal pero no nos preocupamos en demasía,
porque hay trabajar. Pasan unos cuantos meses y nos enfermamos, y ahí, sólo
en ese momento, nos preguntamos ¿tendremos que ir al médico?

Parece una cosa de locos al leerlo, pero si lo pensamos detenidamente,


nuestras vidas se basan en esta dinámica, o son muy similares al menos.
Entonces cuando digo que parecemos máquinas, no estoy muy alejado de una
verdad casi indesmentible: vivimos para trabajar y no para vivir.

Si pensamos además en que ir al médico resulta, en muchas ocasiones,


costoso, se nos hace más conveniente esperar hasta que sea la única opción
que nos quede. Resulta que la vida ha pasado a ser un medio, y su fin debe ser
producir y producir y no parar, y en el horizonte pareciera no divisarse nada más.
No estoy tratando decir que el trabajo sea algo de lo cual debiéramos
despegarnos, más bien planteo el trabajo como una ocupación que nos permita
mantenernos activos, que a su vez permita la ejecución de tareas que nos gusten
o nos apasionen. Si una tarea nos gusta nos resulta factible ir a trabajar, nos
resulta agradable y por qué no, complaciente, sobre todo si ésta, además, se nos
sea pagada.

Pero si lo que queremos es promover el autocuidado en la actualidad,


debemos atenernos a cómo vive el mundo hoy. La multitud de personas que
trabajan en algo que no les gusta debe calcularse en una cifra casi innumerable,
y no es mi condición ni mi tarea juzgar si hacen o no lo que les gusta, o si están
haciendo o no lo correcto. El mundo se ha construido así y mi objetivo es claro,
promover el autocuidado para que puedan vivir la vida lo mejor posible.

Es por esto que creo que el autocuidado debe ser promovido, al menos,
en una primera instancia. Si tomamos las palabras Tobón (s.f.) el autocuidado
es una necesidad de supervivencia, ya que estamos constantemente expuestos
a riesgos de cualquier índole. Cuidarse es, en todo momento, algo de lo que
debiésemos preocuparnos, sin embargo, la sociedad no propone momentos para
hacerlo y no tenemos más remedio que adecuarnos a este sistema. O eso
parece.

Entonces el autocuidado entra con fuerza, o debería hacerlo, en la


sociedad actual. Debemos cuidarnos no sólo en momentos en que el riesgo sea
inminente, sino que en los que no, también.

Para continuar con el ensayo, me gustaría adentrarme en lo qué es el


autoconocimiento, aspecto esencial a la hora de cuidarnos a nosotros mismos.
Para Navarro (2009) el autoconocimiento es “la capacidad de responder quién
soy yo, el conocimiento que tenemos de nosotros mismos. Es lo específico de la
persona, la consecuencia de sí mismo” (p. 5). Si vemos el autoconocimiento
como un proceso sin límites, podemos entender que nosotros estamos
constantemente transformándonos, cambiando, y así como cambiamos,
cambian también nuestras necesidades. El autoconocimiento proporciona la
fuente necesaria para cuidarnos, para saber a qué atenernos y para saber en
dónde fijar nuestra mirada. No podemos andar por la vida cuidándonos, si no
sabemos que estamos cuidando, o de qué nos estamos cuidando.

Del mismo modo, autoconocerse está muy relacionado con nuestra


profesión: la psicología. Todos nosotros estamos estudiando y practicando para
ser profesionales de la salud mental, más sin embargo, no son sólo los aspectos
teóricos y prácticos los que nos harán capaces de ejercer tal profesión, sino que
es precisamente en esta carrera en donde debemos preocuparnos de
conocernos.

El psicólogo o la psicóloga tiene por obligación conocerse, pues si no lo


hace, no puede cuidarse a sí mismo, y por tanto, no puede cuidar ni enseñar a
cuidarse a los demás. Alguien que no se conoce, difícilmente puede establecer
límites claros entre lo que le sucede a su paciente y lo que le pasa con lo que el
paciente le cuenta. Si no podemos establecer ese límite, el proceso terapéutico
no tiene sentido, ya que nosotros, como profesionales, tenemos heridas que no
nos permitirán realizar con eficacia nuestro trabajo.

Entonces el trabajo del psicólogo o de la psicóloga prevé algo que en las


universidades no parece tener tanta importancia. Para que un psicólogo(a) tenga
la capacidad de desempeñar plenamente su rol en la sociedad, es necesario un
profundo conocimiento acerca de sí mismos, de sus aptitudes, de sus defectos,
de aquello que les molesta, o de aquello que les agrada. Si no lo tiene, no posee
la capacidad de tratar a alguien que tenga problemas, pues podrían afectarle en
demasía en el ámbito personal.

En lo que a mí respecta, considero esto la parte esencial del cuento. Me


pongo a pensar a futuro, y me encuentro con días y semanas en donde deberé
escuchar relatos e historias llenas de tristeza y soledad, y en donde quizás
nazcan en mí deseos de querer abrazar o de dar consejos. Quizás nazcan en mí
ganas de alejarme de algún paciente que me provoque sentimientos de rechazo,
o tal vez me entretenga tanto alguien que querré verlo todas las semanas. Todas
esas situaciones me instan a mí, como futuro psicólogo, a entrenarme tanto en
el ámbito práctico y como en el de las teorías que sostienen la profesión, sin
embargo no debo olvidar que ser psicólogo implica un rol social, y no sólo social,
sino que también humano, y por ende, debo ser capaz de conocerme y de
cuidarme, de crecer como persona y de madurar como tal.

Ahora bien, si retrocedemos hasta la comparación que propuse con las


máquinas, quiero mostrar que eso no debiese ser lo que es, debiese distar de lo
que es; una persona no debe ser comparada con una máquina, al contrario, debe
diferenciarse de esta sólo por hecho de ser un ser humano, con necesidades,
tristezas, alegrías, defectos y virtudes; atributos que las máquinas claramente no
tienen.

Para ir finalizando este escrito, se me hace imprescindible hacer una


especie de propuesta relacionada con el autocuidado. Si queremos vivir una vida
realmente digna debemos conocernos y querernos tal y cómo somos, y si nos
queremos sabremos que tenemos que cuidarnos. Ciertamente este mundo
desenfrenado no nos permite ni siquiera pensar en esto, pero tenemos que
escuchar nuestro cuerpo y nuestros pensamientos como sea, conocer cómo
funcionamos y reflexionar acerca de lo que necesitamos. En ese sentido, creo
que la dignidad del ser humano radica en la responsabilidad que tenemos de
mirarnos hacia adentro y no en trabajar para ser dignos. El trabajar no lo es todo
en la vida, es solo una parte que debe completar lo que somos y lo que seremos,
y que nos proporciona una estabilidad económica necesaria para sostenernos,
pero no tiene que ser el fin en sí mismo, debe ser sólo un medio; nosotros somos
el medio y también el fin de nuestras propias conductas. Somos la incógnita y la
respuesta a nuestras necesidades.
Referencias bibliográficas

Navarro, M. (2009). Autoconocimiento y autoestima. Revista digital para


profesionales de la enseñanza, 5, pp. 1-9. Recuperado el 11 de abril del
2015 de: www.feandalucia.ccoo.es/docu/p5sd6409.pdf

Tobón, O. (s.f.). El autocuidado: una habilidad para vivir.

S-ar putea să vă placă și