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29/3/2019 Se hace camino al inventar. Una entrevista a Walter Kohan | Haciendo rondas . . .

26th August 2014 Se hace camino al inventar. Una


entrevista a Walter Kohan

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Domingo 17 de Agosto de 2014 | 00: ENTREVISTA. Walter Kohan propone revisar los
preconceptos que rodean la educación popular. Entrevista de Víctor
Fleitas vfleitas@eldiario.com.ar [mailto:vfleitas@eldiario.com.ar]
LINK: http://www.eldiario.com.ar/diario/interes-general/nota.php?id=116452

El filósofo de la educación promueve un modo menos lineal de vincularse con el


pensamiento, casi como si se tratase de un juego de niños, por el mero placer de
preguntarse y buscar respuestas.

58Nada hace pensar en el trato personal que se sostiene a lo largo del lapso que
dura una entrevista que Walter Kohan podría ser autor o coautor de una treintena de
libros. Radicado desde hace un tiempo en Brasil, doctor en Filosofía por la
Universidad Iberoamericana de México, con post-doctorado en la Universidad de
Paris VIII, se refiere a una materia particularmente intrincada como la filosofía con
clara y cotidiana sencillez. Hace un culto a la simpleza, lo que no es poca cosa en
tiempos caracterizados por la superpoblación de engreídos de toda laya.
Dedicado a desarrollar el oficio de pensar con niños y con docentes en escuelas
públicas del Estado de Río de Janeiro, desde donde se erige como una referencia
ineludible, se ha dejado llevar por una marea que lo condujo hasta la educación
popular, con Simón Rodríguez como inspirador. A una cita del pedagogo venezolano,
se debe el título del conversatorio que compartió en la Facultad de Ciencias de la
Educación de UNER sobre Educación Popular (“¿Inventamos o erramos?”), que
organizara el Área de Comunicación Comunitaria y las cátedras Educación No
Formal y Taller de Planificación y Producción en Comunicación y Educación.
“Vivimos en un mundo individualista, competitivo al extremo y ese clima ha ido
impregnando lo escolar”, dirá. Amigo de la charla amable, atento a las
interlocuciones, señalará con firmeza que “en el caso puntual del docente hay un
deterioro muy fuerte que se manifiesta en la dificultad para advertir en ese trabajo la
capacidad de transformar la realidad”, antes de proponer “una escuela que se
conecte con lo bueno que se hace dentro suyo, por el valor en sí mismo que eso

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tiene”.
–¿Cómo conecta con la educación popular?
–La vinculación más obvia y evidente es mi último trabajo, “El maestro inventor:
Simón Rodríguez”, que fue el primero en hablar de educación popular en América
Latina.
–¿Y quién fue Simón Rodríguez?
–Repasar su vida es una experiencia apasionante. Digamos, en cuentagotas, que
fue un maestro y un político, un pensador y educador venezolano, formador en
buena medida de Simón Bolívar. En 1791 el Cabildo de Caracas lo convirtió en
profesor en la “Escuela de Lectura y Escritura para niños” y en función de esa
práctica presentó un escrito llamado “Reflexiones sobre los defectos que vician la
escuela de primeras letras en Caracas y medios de lograr su reforma por un nuevo
establecimiento”.
El propio Bolívar en carta al general Francisco de Paula Santander dirá que su
maestro “enseñaba divirtiendo”. En fin, el intento por romper con las rígidas
costumbres educativas del colonialismo español empapó la obra y el pensamiento de
Simón Rodríguez. Planteaba, por ejemplo que la América española era original y
que, entonces, originales debían ser sus instituciones y su gobierno, y originales los
medios de fundar unas y otro. “O inventamos, o erramos”, proclamaba.
Lo que busco en Simón Rodríguez es inspiración para pensar los problemas
actuales en educación popular: para qué se hace, qué significa, con qué sentido. Yo
no trabajo en el campo de la educación popular sino en el de la filosofía de la
educación. De todos modos, hace 17 años que vivo y trabajo en Brasil, donde la
figura y el pensamiento de Paulo Freire atraviesan toda conversación sobre el tema,
interesado en sostener prácticas que involucran a sectores populares aunque no se
trate específicamente de educación popular.
–Pero su aporte es desde…
–…la Filosofía de la educación, sí. Sencillamente es lo que soy, desde donde busco.
Me interesa la relación entre el que aprende y el que enseña. Me gusta escudriñar
para imaginar un espacio políticamente interesante para el despliegue de la práctica
docente: qué se entiende por enseñar y qué se espera del aprender, en qué lugar se
sitúa uno y otro, qué relaciones se establecen, desde una problematización filosófica
del hecho educativo.
TRADUCCIONES.
–¿No suena riesgosa una automática extrapolación de la experiencia de Paulo
Freire al actual contexto?
–Por cierto. Los contextos son claramente diferentes. La noción de pueblo,
constituyente de la expresión educación popular, merece una problematización
adecuada para poder dilucidar cuáles son sus nuevos significados. De hecho, el
campo popular está asociado a una inspiración progresista, revolucionaria,
transformadora; sin embargo, en la práctica y en su nombre pueden hallarse marcas
indubitablemente conservadoras, donde la relación con el saber es bastante más
tradicional que lo esperable y los vínculos interpersonales se establecen en un
polígono de fuerzas que muchas veces contradice lo que se proclama. Entonces,
cada palabra, cada espacio precisa ser cuestionado, en el sentido de
problematizado, para saber con mayor precisión a qué nos estamos refiriendo.
En el caso puntual del docente hay un deterioro muy fuerte de las condiciones
generales y la identidad que se manifiesta en la dificultad para advertir en ese trabajo
la capacidad de transformar la realidad. Eso se llama la burocratización del empleo,
y deviene inexorablemente en alienación que enferma y afecta las relaciones y los
espacios. Curiosamente, el término “escuela” proviene del griego clásico “skhol” y
significa tiempo libre: era en sus orígenes un lugar donde las personas podían
disponer libremente del tiempo, a diferencia de lo que pasaba afuera de allí, donde la
realidad estaba atravesada por las lógicas del trabajo y la producción. En la escuela
el tiempo estaba liberado: uno podía perder tiempo, dedicarlo a estudiar, a generar
algo que simplemente provoque gratificación. La escuela actual se ha ido corriendo
de ese páramo; específicamente se ha vuelto un poco hostil si la comparamos con

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las condiciones originales de donde emergió como institución social.


–¿Y hay camino de regreso?
–Sí. Y es necesario recorrerlo. Devolverle a la práctica aquella dimensión del juego,
del pensamiento sin prejuicios. Hay que volver a crear las condiciones para que la
escuela sea saludable, para los que se dedican a enseñar y los que van a aprender.
Lo que está instalado es de otra raíz: se hacen las cosas porque un plan lo obliga,
por un criterio de evaluación impuesto, por una exigencia curricular o porque lo
mandan las condiciones del mercado de trabajo en el que los alumnos
supuestamente irán a insertarse.
Es una apuesta fuerte pero vale la pena: que la escuela se conecte con lo bueno que
se hace dentro suyo, por el valor en sí mismo que eso tiene. Hay una lógica
productiva que late dentro de las instituciones y que la hiere de muerte sin que lo
sepa del todo.
LA PARTE Y EL TODO.
–¿Se trata de un esfuerzo individual, de una tarea de la comunidad educativa,
de un empresa social?
–Como en todo, cuanto mayor cantidad de personas pongan el cuerpo y la
sensibilidad allí, más interesante será el camino. Pero, al mismo tiempo, es un
cambio que nadie puede hacer por otro. Es necesario, entonces, que cada docente
se enfrente consigo mismo. Ese compromiso no puede ser reemplazado por ninguna
política pública.
–La televisión, la peor imaginable incluso, ¿no hace educación popular?
–Sin dudas que si los sectores populares consumen los productos televisivos con
una intensidad tal que terminan absorbiendo valores, visiones del mundo, es obvio
que existe un impacto. Ahora, qué es educar y qué papel tienen los medios de
comunicación en esa aventura es parte de un proceso complejo que no se termina
de entender si no tenemos en claro que para que haya educación es necesario que
el destinatario de los esfuerzos cumpla un papel protagónico, que pueda decidir con
relación a la experiencia que está llevando adelante. En ese sentido, diría que la
televisión no educa en tanto el lugar del televidente es que permanezca pasivo,
predominantemente receptor.
–También hay una acepción que emparenta la educación popular a la
capacitación en un oficio…
–Es una visión limitada. Puede ser una parte necesaria y hasta significativa, pero al
circunscribir todo a aprender un oficio la educación se convierte en la transferencia y
apropiación de algo que ya está dado. Parte además del presupuesto de que la
mejor estrategia consiste en ver cómo hallar una hendija en la realidad, sin
demasiado interés en cuestionar el orden establecido si eso fuera necesario. Simón
Rodríguez insiste en que no hay educación técnica que pueda sustituir la del
pensamiento.
–Es valioso porque esta perspectiva ilumina zonas de penumbra que se
ciernen sobre todo el sistema educativo formal, incluso el universitario y los
llamados posgrados…
–Por cierto, está extendido ese paradigma según el cual hay alguien que piensa y
hay otro cuyo rol se limita a apropiarse de ese pensamiento, a demostrar que lo ha
adquirido y que lo puede replicar. Es difícil que salga algo interesante de allí.
DE FAROS Y TEMPORALES.
–No es necesario que exista materializada una utopía para creer en ella pero,
¿ha encontrado algún lugar donde las cosas funcionen así como lo expone?
–Comparto una experiencia reciente, en una ciudad que se llama Barquisimeto, la
capital musical de Venezuela y una de las diez ciudades más antiguas del país. Allí
hay una asociación de cooperativas, Cecosesola, con medio siglo de existencia y
miles de asociados, que funcionan sobre la base de una horizontalidad absoluta: ni
siquiera hay un consejo directivo, como suele ser tradicional; nadie decide por otro,
en ningún caso; se es parte de una educación permanente del pensamiento y, sin
embargo, las cosas funcionan.
–¿Qué fue a hacer ahí?

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–Dialogamos sobre el pensamiento, sobre la diferencia entre conocer y pensar,


compartimos la convicción de que preguntar es una actividad natural del ser humano
que quiere aprender. ¿Por qué preguntamos, para saber o para ratificar lo que ya
sabemos? La idea fue que todos escuchemos y seamos escuchados. No fue una
disertación sino una conversación, un diálogo intenso para movilizar ideas y
sensibilidades.
Acepto que veces es difícil encontrar estas dinámicas en el campo educativo. Fui a
conocer Cecosesola justamente porque están queriendo pensar esa dimensión. Ellos
se preguntan cómo hacer escuela, más allá de que la estén haciendo en su propia
práctica cotidiana, porque advierten que aún entre las propuestas educativas mejor
intencionadas hay un verticalismo que descree de la capacidad de todos para pensar
por sí mismos.
–¿Cuál es su área de trabajo en Brasil?
–Soy docente universitario desde hace un tiempo ya. Nos hemos involucrado con
experiencias que buscan hacer filosofía en las escuelas, tanto con niños y con
adultos en procesos de alfabetización como con quienes se forman para ser
docentes. También trabajo en una asociación, junto al Ministerio de la Educación de
Brasil, en un programa que, traducido, sería algo así como Corrección de Flujo,
destinado a interactuar con personas de distintas edades que han quedado
relegadas en la educación formal. Para esa área se forman docentes capacitadores.
Estas preocupaciones e inquietudes de las que venimos hablando, obviamente,
atraviesan todo lo que hago.

Freire, del dicho al hecho

–¿Cómo opera el pensamiento de Freire en esta coyuntura histórica?


–En Brasil, en las experiencias de educación popular, Freire es una referencia
inevitable, flota en el inconsciente colectivo de los educadores. Él murió para la
época en que llegué a Brasil, en mayo de 1997. Pero ese espíritu freireano,
dialógico, de revisar la relación con el conocimiento, a veces forma parte más de las
ideas que de las prácticas. Se puede encontrar gente que ha leído a Freire, que lo
tiene como un ídolo, un mito y que, sin embargo, lleva adelante una práctica
educativa muy tradicional.
Ahí es donde conecto con Simón Rodríguez porque, para mí, el trabajo a realizar es
sobre la atención y la sensibilidad, más que sobre esa abstracción llamada
conocimiento. Se trata de generar las condiciones para que las inquietudes emerjan.
–Una especie de filosofía del encuentro…
–De encuentro sí, pero sobre la base de generar las condiciones que permitan que el
otro se perciba a sí mismo como alguien que también forma parte del mundo de las
letras, del pensamiento.
–Es un programa…
–…a contrapelo de un mundo individualista, solitario, competitivo al extremo, que es
un clima que ha ido impregnando lo escolar. Y que es más marcado apenas se va
avanzando en la escolarización porque los puestos son cada vez menos. Como el
mundo del trabajo es una selva, lo que se aprenda en la escuela pasa a ser algo que
debe atesorarse a título personal porque le permitirá al alumno resolver mejor la vida
cuando egrese. Entonces, deconstruir ese lógica es central.
Publicado 26th August 2014 por Soraya Tonsich
Etiquetas: filosofía, paulo freire, Walter Kohan

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