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Investigar los aspectos solicitados en El Núcleo temático III realizar una Exposición y Hacer Video,
sobre :
La presentación del mismo será evaluado tomando en cuenta a los siguientes elementos:
• Dominio del tema Valor 10 puntos
• Coherencia, Valor 5 puntos
• creatividad Valor 2 puntos
• Vocabulario Valor 2 puntos
• Recursos valor 2 puntos
• Orden general de las ideas. Valor 2 puntos
La evaluación psicológica es una disciplina de la psicología que se centra en el estudio científico del
comportamiento (a los niveles de complejidad necesarios) de un sujeto con el objetivo de describir,
clasificar, predecir y, en su caso, explicar y controlar tal conducta (FernándezBallesteros, 1999). La
evaluación tiene como objetivo fundamental describir el problema por el que acude una persona a
tratamiento de forma que pueda llegarse no sólo a diagnosticar su trastorno o trastornos y la
gravedad de los mismos, sino también a planificar el tratamiento más ajustado a las necesidades
detectadas y poder valorar los resultados que se van obteniendo con el tratamiento.
**En el DSM-5 existe un capítulo titulado Trastornos relacionados con sustancias y trastornos
adictivos. Este capítulo se estructura en dos grandes grupos: los trastornos relacionados con
sustancias, que incluyen los trastornos por consumo de sustancias (die clases de sustancias,
excepto la cafeína) y los trastornos inducidos por sustancias que a su vez quedan divididos en
intoxicación, abstinencia, y trastornos mentales inducidos por sustancias que aparecen
específicamente en su capítulo correspondiente; y el otro grupo que es el ya aludido juego
patológico que parece dentro del epígrafe Trastornos no relacionados con sustancias. Obsérvese
que la palabra adicción no se utiliza como término diagnóstico en esa clasificación, aunque sea de
uso habitual, sino que se utiliza una expresión más neutra “trastorno por consumo de sustancias
para describir el amplio abanico de un trastorno, desde un estado leve a uno grave de consumo
compulsivo y continuamente recidivante
Juego patológico
En el área de las dependencias y adicciones, la evaluación conductual es la más utilizada. En el
campo de las drogodependencias, se diferencian dos niveles de dicha evaluación:
2. Evaluación de otros aspectos relacionados con el consumo de drogas que pueden ser causa o
consecuencia del consumo. Aspectos a considerar serían las condiciones psicológicas o posibles
conductas problemáticas: ansiedad, depresión, distorsiones cognitivas, trastornos del sueño,
déficits en habilidades sociales y disfunciones sexuales, entre otras; el estado de salud general,
atendiendo a enfermedades como VIH, hepatitis B y C, tuberculosis, etc.; el grado de cohesión
familiar y social; la situación económica; o la situación ante la ley que influye notablemente en la
motivación para participar en un programa terapéutico.
5. Evaluación neuropsicológica.
La entrevista es el primer contacto que tiene el cliente con el terapeuta y el objetivo fundamental
de la misma es obtener información relevante que permita conocer el problema de la persona, las
causas del mismo y poder planificar un adecuado plan de tratamiento. La autoobservación
mediante autorregistros es un procedimiento barato, que lleva a cabo el propio individuo y que
resulta fácil de adecuar a las condiciones naturales de su funcionamiento cotidiano. El
autorregistro es uno de los instrumentos de evaluación conductual que más utilidad tiene en el
desarrollo de la formulación clínica, ya que permite la inclusión de instrucciones detalladas para
que el paciente haga registros específicos de diversos aspectos de su comportamiento adictivo, no
solamente en términos de descripción de respuesta, sino también de relaciones con otras variables
de estímulo que se relacionan con el problema.
Pueden utilizarse de dos formas distintas: para confirmar o rechazar una hipótesis diagnóstica o
administrarla de forma completa para garantizar una evaluación sistemática de todos los
diagnósticos principales. Las más importantes se indican a continuación
Escalas específicas:
Escala de Hamilton para la Depresión. Consta de 17 ítems que ofrecen una puntuación
global de la gravedad del cuadro depresivo y una puntuación en cada uno de sus cuatro
factores: melancolía, ansiedad, sueño y vitalidad.
Inventario para la Depresión de Beck II.
Otras escalas que también evalúan depresión son el CES-D (Radloff, 1977) orientada a la
realización de estudios epidemiológicos, la Escala de depresión de Montgomery-Asberg
(Montgomery y Asberg, 1979) o la Escala Autoaplicada para la Medida de la Depresión de
Zung (Zung, 1965), entre otras.
Hay múltiples estudios que indican la existencia de una alta comorbilidad de los trastornos de
personalidad entre la población drogodependiente, así como la cada vez más clara influencia de los
mismos en el curso y el resultado del tratamiento.
Entrevista Clínica Estructurada para los Trastornos de Personalidad del Eje II del DSM-IV
(SCID II; First, Spitzer, Gibbson y Williams, 1998b). Permite al clínico el diagnóstico de los
trastornos de personalidad con criterios DSM-IV.
Examen Internacional de los Trastornos de Personalidad (International Personality Disorder
Examination,
Evaluación neuropiscológica
La Escala de Comportamiento del Sistema Frontal (Frontal System Behavior Scale, FrSBe;
Grace y Malloy, 2001, validación española de Pedrero, Ruiz Sánchez de León, Llanero, Rojo,
Olivar y Puerta, 2009).
El Cuestionario Disejecutivo (Dysexecutive Questionnaire, DEX; Wilson, Alderman, Burgess,
Emslie y Evans, 1996, validación española de Llanero, Ruiz Sánchez de León, Pedrero,
Olivar, Bouso, Rojo y Puerta, 2008).
También contamos con cuestionarios que evalúan los estadios de cambio centrándose en una
sustancia en concreto, la droga principal consumida por el sujeto, como el Cuestionario de
Procesos de Cambio para Adictos a la Cocaína (PCQ; Martin, Rossi, Rosenbloom, Monti y
Rohsenow, 1992) que evalúa 10 procesos de cambio de Prochaska y Diclemente.
Además de todos los aspectos previos que hemos visto de la evaluación, desde el punto de vista
psicológico, no podemos olvidar que el consumo de drogas tiene con frecuencia consecuencias
negativas en otros ámbitos del individuo, tales como la salud física, el ámbito familiar, laboral,
económico, problemas con la justicia, etc
Con toda la información obtenida en la evaluación tenemos que proceder a seleccionar el mejor
tratamiento para nuestro paciente. En ocasiones es suficiente aplicarle sólo un tratamiento
psicológico el cual debe estar fundamentado en la psicología basada en la evidencia pero no
podemos olvidar la necesidad de una evaluación completa en todas las áreas que se han podido
ver afectadas por el consumo de drogas, ya que en otros casos el tratamiento tiene que ser
multidisciplinar dadas las múltiples áreas que puede tener afectadas por su dependencia
Dependencia de la nicotina
Escalas para evaluar la motivación. Se han utilizado habitualmente los estadios de cambio
de Prochaska y Diclemente (Escala URICA) o la escala de Abrams y Biener (1992), de un
solo ítem con 10 alternativas de respuesta en función de la motivación que tiene el
fumador.
Escala de pros y contras de fumar (Prochaska, DiClemente, Velicer, Ginpil y Norcross, 1985;
Velicer, DiClemente, Prochaska y Brandenberg, 1985). Consta de dos subescalas, una de 10
ítems pros y otra de 10 ítems contras.
Autoeficacia: Cuestionario de confianza en situaciones de fumar de Condiotte y
Lichtenstein (1981)
Escala de autoeficacia para evitar fumar de Diclemente.
Test de Evaluación para el Consumo de Drogas (Drug Abuse Screening Test, DAST; Gavin,
Ross y Skinner, 1989). Es una adaptación del MAST (consumo de alcohol) para detectar
problemas de abuso de drogas.
Cuestionario de Severidad de la Dependencia a Opiáceos (Severity of Opiate Dependence
Questionnaire, SOPQ; Sutherland et al., 1986). Es una adaptación del SAQD (Severity of
Alcohol Dependence Questionnaire). Incluye preguntas relativas a cinco dimensiones 1)
cantidad, vía de administración y patrón de consumo de opiáceos; 2) síntomas físicos de
abstinencia; 3) síntomas afectivos de abstinencia; 4) consumo de opiáceos y otras drogas
para aliviar la sintomatología de abstinencia; y 5) rapidez en la instauración de los síntomas
de abstinencia después de reiniciar el consumo de opiáceos tras un período de privación
de la droga.
Severity of Dependence Scale adaptada al cannabis (Martin, Copeland, Gates y Gilmour,
2006; adaptación española de Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas
y Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías, 2009).
Cannabis Abuse Screening Test (CAST). Evalúa el consumo problemático de cannabis, es
decir, el consumo que tiene consecuencias sociales y de salud negativas para el
consumidor o para quienes lo rodean.
Abuse of Marijuana Scale basado en los criterios DSM-IV.
Evaluación del craving
Evaluación de la autoeficacia
Aparte de los criterios diagnósticos del DSM-IV-TR y de las entrevistas clínicas para su diagnóstico
(ej., SCID, CIDI, SCAN), se han utilizado varios instrumentos para evaluar el juego patológico como
indicamos a continuación.
SOGS (South Oaks Gambling Screen; Lesieur y Blume, 1993). Es el instrumento que hasta ahora
más se ha utilizado para la evaluación del juego patológico. Tiene 20 ítems con un punto de corte
de 5 o más para probable jugador patológico
NODS (NORC DSM-IV Screen for Gambling Problems; Gernstein et al., 1999). El NODS se ha
desarrollado con el objetivo de disponer de un instrumento de evaluación fiable del juego
patológico y que se adecue a los criterios del DSM-IV.
NODS-CLiP (NODS, Control, Lying, and Preocupation; Toce-Gerstein, Gerstein y Volberg, 2009). Es la
versión corta del NODS, de sólo 3 ítems, para poder ser utilizada como un rápido instrumento de
screening.
The Diagnostic Interview for Gambling Severity (DIGS; Winters, Speaker y Stinchfied, 2002). Éste es
un instrumento que tiene por objetivo conocer tanto los problemas de juego como otras áreas del
funcionamiento y consecuencias relacionadas con la implicación en el juego por parte del
individuo.
Junto a los anteriores cuestionarios disponemos de otros instrumentos como las 20 Cuestiones de
Jugadores Anónimos, para identificar jugadores problema; el Massachussets Gambling Screen
(MAGS) también para identificar jugadores problema; el Gambling Assesssment Module (GAM-IV);
el Gambling Behavior Interview (GBI); el Lie/Bet Questionnaire; el Addiction Severity Index (ASI) -
Gambling Severity Index, entre otros (Petry, 2005; Stinchfield, Govoni y Frisch, 2004). También
disponemos de otros instrumentos para evaluar los pensamientos sobre el juego patológico,
creencias sobre el juego, variables dependientes del juego, etc
Por otra parte, desde la perspectiva psicológica, es más correcta la denominación de tratamiento
psicológico, que podemos definir como “una intervención profesional, basada en técnicas
psicológicas, en un contexto clínico. , los tratamientos psicológicos son aplicados por psicólogos
clínicos, que son los especialistas en los problemas del comportamiento humano y que utilizan
técnicas especializadas de evaluación (una entrevista, una historia clínica, tests y cuestionarios,
etcétera), y de tratamiento, cuya eficacia ha sido contrastada en diversas investigaciones
científicas.”
Existen diversas formas de psicoterapia que se basan en diferentes marcos teóricos, a los que
comúnmente se les denomina enfoques o modelos. Básicamente, se han reconocido cinco grandes
grupos (Tabla 8.1), clasificados en función de su aparición en la historia de la psicoterapia como
modernos (psicoanálisis y sus derivaciones psicodinámicas, el conductismo y cognitivismo y el
humanista) y post-modernos (modelos construccionistas y constructivistas)
En todos y cada uno de los distintos enfoques terapéuticos han destacado terapeutas que han
utilizado su conceptualización teórica para explicar los substratos subyacentes al uso, abuso y
dependencia de drogas y sus técnicas para el tratamiento de trastornos adictivos. Y si bien cada
uno de ellos ha hecho aportaciones interesantes para la explicación del fenómeno y han
conseguido ayudar a un mayor o menor número de personas a encontrar solución a su problema
adictivo, ninguno de ellos ha conseguido ofrecer una solución única, “verdadera” al fenómeno.
Para concluir este epígrafe sobre los modelos psicoterapéuticos, comentar la existencia de un
movimiento integrador de la psicoterapia que pretende, más que generar nuevos modelos
teóricos, integrar elementos de los diferentes enfoques o escuelas psicológicas (Labrador,
Echeburúa y Becoña, 2000). Para ello se plantean iniciativas en la línea de complementar teorías y
enfoques epistemológicos, mediante la aplicación de un eclecticismo técnico (usar las técnicas
eficaces sin atender a su origen teórico) o incluso seleccionar directamente qué perspectivas son
útiles para qué tipo de problemas o diagnósticos. A este respecto, en el ámbito de los trastornos
adictivos ya han surgido algunas iniciativas dignas de consultarse, como la de Sánchez-Hervás et al.
(2004), la cual puede verse esquemáticamente en la Figura 8.1, sobre la estructuración del
“modelo integrado de intervención en adicciones”.
Modelo Integrado de Intervención en Adicciones
Evidencias:
Estudios arrojan dstos que son alentadores para el enfoque cognitivo-conductual, ya que le
destacan respecto a otros enfoques psicoterapéuticos y suponen un referente.
Se centra en evitar la confrontación con el paciente, especialmente en aquellos casos en los que
existe ambivalencia a la hora de plantearse el cambio de conducta (en el caso que nos ocupa que
deje el consumo de drogas) y en facilitar que ponga de manifiesto los motivos de preocupación por
su conducta. Fue diseñada por Miller y Rollnick (1991) para personas con problemas con el
consumo de alcohol y posteriormente su uso se ha extendido a otros ámbitos dentro del
tratamiento psicológico (Rollnick, Miller y Butler, 2008).
Los estudios indican que las intervenciones motivacionales son útiles para incrementar la
motivación dirigida a producir cambios, pero esta motivación disminuye con el paso del tiempo.
Dentro del tratamiento de las adicciones este tipo de intervenciones no son suficientes por sí
mismas para abandonar el consumo de drogas, pero sí son útiles para incrementar la participación,
adherencia y retención en el tratamiento.
Terapias conductuales y cognitivo-conductuales
Las terapias conductuales y cognitivo-conductuales han sido las más estudiadas y utilizadas en el
tratamiento de los trastornos adictivos. También las que más apoyo empírico han recibido. En la
Tabla 8.6 indicamos los niveles de evidencia y niveles de recomendación. A continuación indicamos
las terapias conductuales y cognitivo-conductuales que han recibido mayor apoyo empírico en el
campo de las drogodependencias
2. La terapia de exposición a señales: La terapia de exposición a señales parte de los principios del
condicionamiento clásico que señalan que estímulos neutrales que preceden a la conducta de
consumo de sustancias pueden, después de asociarse repetidamente con la conducta de consumo,
llegar a provocar respuestas condicionadas de consumo. Es decir, los estímulos asociados pueden
provocar respuestas de craving (deseo de consumo) y, como consecuencia, la persona puede
acabar consumiendo. Esta terapia se orienta a reducir la reactividad a las señales (estímulos
asociados al consumo) mediante procedimientos de exposición y control de los estímulos. Así, el
paciente debe exponerse a los estímulos asociados a la conducta de consumo pero sin llegar al
consumo.
3. Prevención de recaídas: La prevención de recaídas parte de que el sujeto vuelve a consumir una
sustancia porque ante una situación de riesgo no dispone de las estrategias de afrontamiento
adecuadas para mantener la abstinencia. Si ante una situación de riesgo el sujeto emite una
respuesta adecuada que evita el consumo, la sensación de control y de autoeficacia percibida se
incrementarán y, con ello, la probabilidad de futuros consumos se reducirá. La intervención se basa
en aprender a identificar las situaciones, pensamientos y/o emociones que pueden llevar al
consumo y cómo afrontarlos adecuadamente para evitar la recaída, aprender a identificar las
señales que anuncian una posible recaída y aprender a enfrentarse a una recaída antes y después
de que se produzca el consumo.
7. Terapia cognitiva: La Terapia Cognitiva de Beck, Wright, Newman y Liese (1999) se basa en que
el modo en que el individuo estructura cognitivamente sus experiencias va a determinar en buena
medida cómo se siente, cómo actúa y las reacciones físicas que experimenta. Por lo tanto,
establece una clara relación entre cogniciones, emociones y conductas. Aplicada al campo de las
drogodependencias, se basa en que los estímulos que llevan al consumo de drogas no son externos
al sujeto (ambientales), sino que se encuentran en su sistema de creencias. Las cogniciones de
dicho sistema de creencias se pueden detectar y modificar. Es una de las terapias más conocidas y
ampliamente utilizada, aunque en ocasiones se utiliza parte de los componentes de la misma (ej.,
para el manejo del craving) más que toda en su conjunto
El análisis de la eficacia de las terapias centradas en la familia presenta dificultades por los
problemas metodológicos que tienen los estudios controlados realizados. Es en la intervención en
adolescentes con problemas con el consumo de drogas donde este tipo de terapias han mostrado
mejores resultados. Las que se han investigado más en el campo de las conductas adictivas son la
Terapia Familiar Breve Estratégica, la Terapia Familiar Multidimensional y la Terapia Familiar
Multisistémica. En ellas se da un peso importante o central a la familia como parte de la solución
del problema del consumo por la interrelación que existe entre sus miembros, por ser a veces el
consumo una señal del malestar del funcionamiento familiar, por vivir muchos adictos en el seno
de una familia, etc. Es especialmente útil en adolescentes o en adultos que viven con sus padres
En la actualidad no hay suficientes estudios controlados y aleatorizados para poder concluir que
este tipo de tratamientos son eficaces en el abordaje de las conductas adictivas. Las dos terapias
que han sido más estudiadas dentro de este grupo son la terapia de soporte expresivo y la terapia
interpersonal, pero aplicada a otros trastornos (ej., la terapia interpersonal en la depresión).
En la guía del NIDA (1999; 2009a) antes aludida, los autores de la misma, a partir de las
investigaciones y evidencias halladas, identifican hasta un total de 13 principios clave que deberían
formar la base de cualquier programa de tratamiento para ser efectivo. Éstos son:
1. La adicción es una enfermedad compleja que se puede tratar y que afecta al funcionamiento del
cerebro y al comportamiento.
2. No hay un solo tratamiento que sea apropiado para todas las personas.
5. Para que el tratamiento sea efectivo, es esencial que el paciente lo continúe durante un período
adecuado de tiempo.
7. Para muchos pacientes, los medicamentos forman un elemento importante del tratamiento,
especialmente cuando se combinan con los diferentes tipos de terapia.
8. El plan de tratamiento del paciente y los servicios que recibe deben ser continuamente
evaluados y, de ser el caso, modificados para garantizar que se ajusten a cualquier cambio en sus
necesidades.
9. En el caso de individuos con problemas de adicción o abuso de drogas que al mismo tiempo
tienen trastornos mentales, se deben tratar los dos problemas de una manera integrada.
10. El manejo médico de la desintoxicación es apenas la primera etapa del tratamiento para la
drogadicción y por sí solo hace poco para modificar el abuso de drogas a largo plazo.
12. Se debe mantener una vigilancia continua para detectar posibles recaídas (uso de drogas)
durante el tratamiento.
13. Los programas de tratamiento deben incluir exámenes para el VIH/SIDA, la hepatitis B y C, la
tuberculosis y otras enfermedades infecciosas, conjuntamente con la terapia necesaria para ayudar
a los pacientes a modificar o cambiar aquellos comportamientos que les ponen a ellos o a otros en
riesgo de ser infectados.
Conclusión:
Dado que el abuso de drogas tiene tantas dimensiones y altera tantos aspectos de la vida de una
persona, el tratamiento no es sencillo. Los programas eficaces de tratamiento suelen incorporar
muchos componentes, cada uno dirigido a un aspecto particular de la enfermedad y sus
consecuencias. El tratamiento para la adicción debe ayudar al paciente a dejar de usar drogas, a
mantener un estilo de vida libre de ellas y a lograr un funcionamiento productivo en la familia, el
trabajo y la sociedad.
Buscar y disponer de los mejores recursos terapéuticos adaptados a las necesidades del sujeto y de
su momento vivencial; poder discriminar qué modalidad terapéutica sería más propicia para
afrontar determinados problemas, o discriminar qué perfil de usuario se beneficiaría en mayor
medida de qué enfoque psicoterapéutico, son objetivos que tenemos que examinar y alcanza