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Comunicación griceana, desarrollo lingüístico y mentes animales1

Richard Moore

1. Introducción

Los seres humanos hacen muchas cosas que otras especies no pueden hacer. Aunque muchas
especies se comunican, nosotros somos – hasta donde sabemos— la única que aprende a usar
lenguajes naturales para producir emisiones estructuradas sintácticamente. Aún si otras
especies poseen algunas habilidades relevantes para el lenguaje – quizás algunos elementos
primitivos de sintáxis, de categorización semántica o de control vocal- ninguna otra posee todas
las habilidades relevantes, ni las combina en los modos en los que nosotros lo hacemos. Quizás
por esto ninguna otra especie produce argumentos filosóficos, lee o escribe poesía, u organiza
elecciones generales.

Una cuestión central para la ciencia de la mente es por qué deberían ser los humanos los que
hacen todas estas cosas cuando otras especies no las hacen y, aparentemente, no pueden
hacerlas. Una manera de tratar de responder a este interrogante es buscar los elementos
constituyentes fundamentales de la cognición humana – los rasgos de nuestra cognición de nos
permiten aprender a hacer las cosas que otras especies no pueden hacer. Si nosotros podemos
pensar argumentos filosóficos sólo en la medida en que podemos usar un lenguaje natural,
entonces es pertinente preguntarnos por qué los humanos, pero no otras especies, aprendemos
a usar lenguajes naturales.

En los últimos años, los científicos cognitivos han defendido: (1) la afirmación de que la
adquisición de un lenguaje natural requiere de la habilidad para actuar con intenciones
comunicativas y atribuir tales intenciones a otros— esto es, con intenciones dotadas de un
carácter intencional griceano (el conjunto de estados psicológicos diagnosticados por Grice
como suficientes y necesarios para actuar con una intención comunicativa— ver secciones 4 y
5). Estas afirmaciones se combinan con una premisa ulterior (2) según la cual tener intenciones
comunicativas requiere la habilidad para representarse los estados mentales de otros. Más aún,
se argumenta (3), que tener tales pensamientos demanda habilidades que sólo los humanos
poseen. Por la conjunción de (1) y (3), sólo los humanos pueden adquirir lenguaje.

Puede haber habilidades ulteriores de las que los animales no humanos carecen y que también
son necesarias para el uso pleno del lenguaje – entre ellas, pueden ser importantes las
habilidades para la sintáxis (Berwick & Chomsky, 2015; Christiansen & Chater, 2016), la
cooperación (Tomasello, 2008) o el aprendizaje por imitación (Fridland & Moore, 2015; Moore,
2013; Tomasello, 1999). Pero allí donde los interlocutores no pueden hablar con intenciones
comunicativas, ni atribuir tales intenciones a otros, los lenguajes naturales no pueden
aprenderse, ni desarrollarse. De allí que se piense que las intenciones comunicativas juegan un

1
Moore, R. (2018). Philosophy Compass, 13 (12): e12550
papel profundo e importante en la comunicación humana y que no tienen papel alguno en las
interacciones comunicativas de otras especies.2

1.2. Las intenciones comunicativas y el uso del lenguaje

Se ha hipotetizado que las intenciones comunicativas desempeñan al menos tres roles en


nuestras interacciones lingüísticas: A) Nos explican cómo los humanos pueden comunicarse
pese a la subdeterminación de los significados de palabras y oraciones; B) proveen los
fundamentos para la emergencia de formas convencionales lingüísticas; C) Ayudan a explicar
cómo los comunicadores que no conocen los significados de palabras y oraciones llegan a
aprenderlos.

(A) La indeterminación

Como han mostrado Sperber y Wilson (e.g., Sperber & Wilson, 1995, 2002), apoyándose en el
trabajo previo de Grice, los significados de las palabras y de los enunciados constituyen una guía
imprecisa de lo que los hablantes quieren significar al enunciarlas. Por ejemplo, dependiendo
de las circunstancias de emisión, el enunciado a) Juan es un soldado, puede ser usado para
comunicar un gran número de proposiciones diferentes. Estas incluyen:

(a1) Juan peleo en Iraq


y
(a2) Juan es persistente.

Una consecuencia de esta sub-determinación es que no podemos explicar el éxito de la


comunicación humana apelando sólo al conocimiento que tienen los interlocutores acerca del
mundo y del significado de los enunciados. Aun cuando hablante y oyente tengan en creencias
superpuestas acerca de los significados de ciertas palabras y enunciados, estos últimos serán
demasiado ambiguos para constituir una guía plenamente confiable acerca de la intención
comunicativa. Si los interlocutores se entienden unos a otros, es porque pueden seguir el rastro
de sus respectivas intenciones comunicativas y tomar las emisiones de otros como evidencia de
las mismas, con lo cual la amenaza de ambigüedad se ve atenuada. Los interlocutores pueden
usar el conocimiento de trasfondo (por ejemplo, su conocimiento del hablante) e información
contextual (por ejemplo, las expresiones emocionales del hablante) para interpretar mejor los
objetivos del hablante. Luego, las intenciones comunicativas pueden servir como fundamento
sobre el cual modelar las interacciones lingüísticas.

2
La habilidad para atribuir intenciones comunicativas es pensada a veces como una habilidad para hacer
inferencias pragmáticas. Sin embargo, se necesita cautela a la hora de leer los escritos al respecto de
algunos investigadores sobre cognición en primates. Ellos (por ejemplo, Ficht, 2010; Wheeler & Fischer
2012, ver también Seyfarth & Cheney 2013) usan el término “pragmática” de un modo ligeramente
diferente, relacionándolo con la interpretación contextual de las llamadas de alarma de los primates, y
luego argumentan que la interpretación pragmática está presente en los primates. Sin embargo, ellos no
afirman que los primates que se involucran en interpretaciones contextuales pueden atribuir intenciones
comunicativas. Para una discusión de este punto, ver Bar-On y Moore (2017).
(B) Convenciones lingüísticas:

Grice (1987) también identificó una segunda razón para tomar las intenciones comunicativas
como fundacionales para los lenguajes naturales. El consideraba la noción de lo que un hablante
intenta comunicar en una ocasión como básica para la caracterización de los significados
convencionales de palabras y enunciados. Para él, pues, una explicación del significado
lingüístico sólo será posible apoyándose en el marco conceptual desplegado en su análisis de las
intenciones comunicativas, pero sí puede darse una explicación de la acción dotada de intención
comunicativa con independencia de cualquier explicación del significado de las palabras y los
enunciados. Él pensaba que una explicación de los significados de las palabras y enunciados
especificaría sus significados en términos de aquello que los hablantes de modo típico – sino
siempre— buscan comunicar emitiendo esas palabras (Grice, 1987). En ese caso, las intenciones
comunicativas también pueden jugar un papel fundacional en la emergencia de las convenciones
lingüísticas.
Este modo de pensar acerca de los significados no implica comprometerse con una “teoría
Humpty Dumpty” del significado (Carroll, 1871), en la cual los hablantes pueden hacer que sus
palabras signifiquen lo que ellos quieran que signifiquen. Allí donde ciertas comunidades llegan
a usar palabras de modos regulares, sus prácticas comunales constriñen lo que los otros pueden
pretender comunicar usando estas palabras3. Así, por ejemplo, el significado establecido del
enunciado “está lloviendo afuera” constriñe lo que uno puede tener la intención de comunicar
al emitirlo. Sin embargo, lo que fijará el significado convencional a lo largo del tiempo serán, en
última instancia, las prácticas de los hablantes que actúan con intenciones comunicativas. A
medida que cambian las prácticas de los hablantes, también cambiarán los significados de sus
palabras y las emisiones que pueden ser empleadas para realizarlos.4

(C) Aprendizaje:

Como han mostrado autores como Tomasello (1999, 2008), en la medida en que las intenciones
comunicativas pueden ser expresadas y comprendidas aún en ausencia de lenguaje, también
pueden servir como punto de ingreso al lenguaje. Por ejemplo, si un infante que puede atribuir
intenciones comunicativas ve a su madre señalar la imagen de un perro y decir “perro!”, este
aprenderá algo sobre el uso de tal palabra. Lo niños que están a punto de adquirir un lenguaje
son llamativamente buenos en tal comprensión y por ello se ha hipotetizado que el señalar juega
un papel fundacional en el desarrollo del lenguaje. Los niños pequeños pueden atribuir un
espectro de objetivos comunicativos a los hablantes, apoyándose en sutiles indicadores verbales
y no verbales. Por ejemplo, en un estudio de Akhtar, Carpenter y Tomasello (1996), los niños de
dos años jugaban con tres juguetes, con sus madres y con el experimentador. Cuando la madre

3
Discusiones bien conocidas de la obra de Grice – incluyendo (Searle, 1969)- han pasado por alto este
punto.
4
Los significados de los enunciados dependerán no sólo de los significados de las palabras sino,
adicionalmente, de las reglas sintácticas que gobiernan su construcción. Aquí no tomo posición con
respecto a si las reglas sintácticas se fijan, en último término, por las prácticas de los hablantes que actúan
con intenciones comunicativas o si (como sostienen los nativistas chomskianos) las reglas sintácticas
quedan fijadas por una gramática universal innata que es independiente de las actividades comunicativas
humanas (e.g. Berwick & Chomsky, 2015). Las afirmaciones que hago en este trabajo son consistentes con
ambas posibilidades.
del niño dejaba la habitación, el experimentador traía un cuarto juguete a la habitación. Cuando
la madre regresaba, miraba a todos los niños y exclamaba: “Miren, un modi!” Los niños inferían
(correctamente) que el modi era el objeto que la madre no había visto previamente. De algún
modo, ellos habían comprendido que sus madres deberían estar más excitadas ante el objeto
nuevo y que, por lo tanto, lo más probable es que estuvieran nombrando dicho objeto.

Estudios como este muestran por qué se hipotetiza que las intenciones comunicativas serían
fundacionales para el desarrollo del lenguaje en los humanos. Si los niños e infantes captan las
intenciones comunicativas de otros y saben que las palabras proveen evidencia de las
intenciones comunicativas, entonces pueden usar ese conocimiento para producir emisiones
propias (Moore 2013; Tomasello 1999, 2008). Así, hay al menos tres modos en los que las
intenciones comunicativas contribuyen al éxito de nuestras interacciones lingüísticas.

3 Las intenciones comunicativas y el carácter único de los humanos

Los estudios sobre comunicación infantil dejan abierta la posibilidad de que las especies no
humanas actúen con intenciones comunicativas o las atribuyan a otros. Muchos han asumido
que no pueden hacerlo. Este escepticismo es un tanto desconcertante, aunque no esté
inmotivado (ver sección 5). Nosotros nos comunicamos con los animales, al menos de maneras
limitadas, así como nos comunicamos unos con otros. Aunque deberíamos ser precavidos de no
caer en una antropomorfización apresurada, los perros domésticos comprenden el mismo tipo
de señalamiento que, según se hipotetiza, cumple un rol en el desarrollo del lenguaje infantil
(Hare & Woods, 2013) y hay individuos de ciertas especies animales que han demostrado ser
capaces de hazañas impresionantes en el ámbito de la comprensión lingüística. Un perro collie
llamado Rico, aprendió los nombres de 200 objetos y fue capaz de comprender pedidos que
involucraban tales nombres. Adicionalmente, cuando se lo enfrentó a un grupo de objetos
familiares y a un objeto no familiar y se le pidió “Busca un modi!” (u otro nombre no familiar),
el buscó de manera fiable el objeto no familiar (Kaminski, Call & Fischer, 2004).

Aunque los perros domésticos han pasados por la presión selectiva de tener que comprender
mejor la comunicación humana (Hare & Woods 2013), no son la única especie capaz de hacerlo.
A diferencia de los perros, los grandes simios no humanos son malos en la comprensión del gesto
de señalar (ver, por ejemplo, Hare & Woods, 2013; Tomasello, Call & Gluckman 1997). Sin
embargo, cuando se los cría en entornos similares a los humanos, se desempeñan bien en dicha
tarea (Lyn, Russell & Hopkins, 2010). Más aún, Kanzi, un bonobo enculturado que fue criado en
un entorno lingüísticamente rico, ha mostrado contar con una comprensión de emisiones de
enunciados novedosos y sintácticamente correctos del Inglés, que es similar a la de un niño de
dos años y medio (Savage Rumbaugh, Shanker & Taylor, 1998).

A medida que aprendemos más acerca del mundo natural, descubrimos tipos de interacciones
comunicativas entre animales no-humanos cada vez más impresionantes. Gestos afines a los de
señalamiento han sido observados en grandes simios cautivos (Moore, Call & Tomasello, 2015)
y salvajes (Hobaiter, Leavens & Byrne 2014; Vea & Sabater-Pi, 1998), así como entre pares de
cuervos (Pika & Bugnyar, 2011) e, incluso, peces (Vail, Manica & Bshary, 2013; ver Moore 2017b
para una discusión).
3.1 Una diferencia fundamental

En los humanos, el señalar es considerado un caso paradigmático de interacción que resulta


posible sólo porque los interlocutores pueden actuar con intenciones comunicativas y
atribuírselas a otros (Tomasello, 2008). Esto es así porque, como ocurre en el caso de los
enunciados y palabras, el gesto de señalar subdetermina el mensaje del hablante. Aunque el
señalar especifica el referente de la emisión, no da, por sí mismo, información de por qué quién
lo produce está señalando a su objetivo. La audiencia debe, por lo tanto, razonar (en un sentido
mínimo, al menos) acerca de qué es lo que el productor del signo está tratando de lograr para
comprender de qué modo debe responder. Es decir que la audiencia debe involucrarse en una
inferencia pragmática para atribuir un objetivo comunicativo. Sin embargo, usualmente se
considera que cuando gestos similares son producidos por humanos y no-humanos se apoyan
en distintos mecanismos cognitivos. Incluso cuando simios y perros entienden la comunicación
humana, se piensa que dicha comprensión tiene lugar vía un mecanismo no-griceano (Scott-
Phillps 2014, 2015; Tomasello 2008). Esta conclusión está motivada por un número de supuestos
bien arraigados sobre la psicología de la comunicación griceana.5

4. La naturaleza de la comunicación griceana

El tipo de procesos psicológicos que se suelen considerar característicos de la comunicación


humana fue descripta inicialmente por Grice (1957) (de allí que esta lleve su nombre) y
elaborados subsecuentemente por otros (entre los cuales, quizás los más influyentes fueron
Sperber & Wilson 1995).
Grice distinguió entre lo que él llamaba significado “natural” y “no natural”. El significado
natural, tal como Grice usaba el término, no es fundamental para la comunicación humana.
Antes bien, describe una relación estadística entre dos rasgos del entorno. Esta puede ser vista
como una relación de implicación – si P entonces Q— o como una indicación fiable de que dado
P, Q es probable. 6 Es el tipo de significado ejemplificado en enunciados de la forma Esas nubes
negras significan lluvia. El significado natural contrasta con el significado característico de las
emisiones en un lenguaje, o significado no-natural. Esta última no es una relación estadística,
sino una propiedad de la acción intencional y de los actos comunicativos en particular. Es
ejemplificada por enunciados como: Su saludo significa “Qué bueno verte!”.
Grice trató de dar una explicación de los estados mentales distintivos que son necesarios y
suficientes para actuar con una intención comunicativa. El argumentó que lo que distingue a los

5
Una consideración ulterior para postular distintos tipos de estados cognitivos en animales, es la
parsimonia. Un principio de parsimonia influyente, el Canon de Morgan, sostiene que:
“En ningún caso la actividad del animal ha de ser interpretada en términos de procesos psicológicos
superiores, si puede ser descripta adecuadamente en términos de procesos que se ubican en un nivel más
bajo de la escala evolutiva y del desarrollo.” (Morgan 1903, p. 59).
Mientras algunos usan esto en contra de postular continuidad entre la cognición humana y la animal, hay
argumentos de parsimonia cladística (Sober, 2005) que nos proveen razones para asumir la continuidad
entre el razonamiento humano y el no-humano. De ser este el caso, aunque el Canon de Morgan siga
siendo influyente, no hay ningún argumento directo que nos lleve desde la parsimonia a establecer que
la comunicación animal no puede ser griceana.
6
El significado natural fue descripto por Grice (1957) como factivo: si P naturalmente significa Q, entonces
P implica Q. Siguiendo a Scarantino (2015), adopto una lectura más débil, según la cual P hace a Q más
probable. Esta lectura más débil es consistente con algunos ejemplos de Grice y con las intuiciones de los
hablantes ordinarios (Over & Evans, 2003).
actos comunicativos de otros tipos de acción intencional es su “apertura”. De acuerdo con su
explicación seminal (Grice, 1957, ver también Green, 2007; Moore, 2017a; Neale, 1992; Sperber
& Wilson, 1995) para que un hablante (o una criatura que realiza un gesto) S actúe con una
intención comunicativa (esto es, para que realice una acción que posea un significado no-
natural), ella debe tener el propósito de lograr, mediante su emisión de x, al menos7:
(1) suscitar en su interlocutor H alguna respuesta R (consistente usualmente en la
formación de la creencia p o en la realización de una acción Ψ) y
(2) que H reconozca que ella tiene la intención de lograr (1).

Bajo esta formulación, el contenido de una emisión se relacionará con el objetivo R en (1).
Capturar cuál es el contenido de R será condición necesaria y suficiente para H entienda el
objetivo comunicativo de S. La cláusula (2) es la que vuelve al acto comunicativo, haciendo que
la intención de la primera clausula sea “manifiesta” (overt) del modo que es característico en la
comunicación. Es sólo al añadir la intención que figura en la segunda cláusula que una acción –
el que S realice x— se vuelve pública del modo requerido por la comunicación.

5. La cognición social y la comunicación griceana

Un desafío para los enfoques griceanos de la comunicación, y la razón por la cual muchos autores
han argumentado que sólo los humanos podemos atribuir intenciones comunicativas, es que la
introducción de la segunda cláusula parece implicar habilidades cognitivas que no todos los
agentes poseen. De acuerdo con ciertas elaboraciones influyentes de la visión de Grice (por
ejemplo: Dennett, 1983; Planer, 2017; Scott-Phillips, 2014; Sperber, 2000; Sterelny, 2017;
Thompson, 2014; ver también Gomez, 1994 y Moore, 2017 por una discusión de las mismas)
entender las intenciones griceanas requiere, al menos, que el hablante y el oyente posean el
aparato conceptual como para pensar acerca de sus respectivos estados mentales y sean
capaces de albergar meta-representaciones de alto nivel (típicamente de cuarto nivel) acerca de
sus pensamientos mutuos. Captar intenciones que satisfagan las cláusulas (1) y (2) del análisis
de Grice parece requerir pensar pensamientos como:
i) S tiene la intención de que
ii) yo crea que
iii) S procura que
iv) yo crea que p (una meta-representación de cuarto nivel).
O:
(i) Se tiene la intención de que
(ii) yo crea que
(iii) S tiene la intención de que yo haga Ψ (una meta-representación de tercer orden).

Algunas concepciones neo-griceanas (por ejemplo, Scott-Phillips, 2014, 2015; Sperber, 2000,
Sperber & Wilson, 1995, 2002; Thompson, 2014) mantienen que los infantes poseen las
habilidades meta-representacionales relevantes y niegan que sea apropiado hablar acerca de la

7
No voy a discutir aquí ni la tercera cláusula original de Grice, ni la alternativa de Neale (1992). Sin
embargo, ambas han generado bastante literatura. Para una discusión de la misma ver Moore (2007).
comunicación griceana como si fuera cognitivamente demandante. Estos enfoques se combinan
a veces con la tesis de que los humanos poseen adaptaciones especiales para actuar con
intenciones comunicativas y para atribuirlas a otros. Así, por ejemplo, Sperber y Wilson (1995,
2002) han defendido que los humanos poseen un módulo de detección de relevancia que
funciona para inferir los contenidos de las emisiones de los hablantes y que este opera en gran
medida haciendo uso de procesos subpersonales. Esta propuesta encaja armoniosamente con
otra propuesta reciente de Csibra y Gegerly (Csibra, 2010; Csibra & Gegerly, 2009; Gegerly,
Egyed & Király, 2007), quienes argumentan que los humanos poseen una adaptación para la
pedagogía natural que, entre otras cosas, registra de modo automático cuando los hablantes
están actuando con una intención comunicativa. Juntas, estas adaptaciones harían que el
proceso de reconocer e inferir intenciones comunicativas sea directo. Sin embargo, aunque
tanto la teoría de la relevancia y la pedagogía natural son programas vivos e influyentes, es
todavía una cuestión abierta si las adaptaciones que ellos postulan existen efectivamente.
Recientemente, alguna evidencia que se ha ofrecido en apoyo de la pedagogía natural (Senju &
Csibra, 2008) ha sido cuestionada (Gredebäck, Astor & Fawcett, 2018; Heyes, 2016; Moore,
Liebal & Tomasello, 2013; Moore, Mueller, Kaminski & Tomasello, 2015).
Si los infantes no poseen adaptaciones para atribuir intenciones comunicativas, entonces
resurge el problema de cómo adquieren un lenguaje. Mientras muchas teorías del desarrollo
lingüístico suponen que los infantes pueden atribuir intenciones comunicativas, la evidencia
sugiere que los infantes preverbales no tiene el tipo de habilidades meta-representacionales
invocadas por los enfoques griceanos. La evidencia muestra, por ejemplo, que aún los niños de
12 años tienen dificultades para entender las meta-representaciones de cuarto nivel (Liddle &
Nettle, 2006). Cuando los niños más pequeños aprenden a rastrear representaciones mentales
de nivel más alto, su habilidad no parece ser una consecuencia de su desarrollo lingüístico (Low,
2010), ni un precursor del mismo.
Además de los problemas relativos a las meta-representaciones, se han sumado un número de
dificultades ulteriores en torno a la complejidad de la comunicación griceana. Se piensa que
atribuir intenciones comunicativas exige realizar inferencias difíciles acerca del comportamiento
dirigido hacia objetivos (Bar-On, 2013), tener pensamientos proposicionales estructurados
composicionalmente (Bar-On, 2013, 2016; Bar-On & Green, 2010), contar con la habilidad de
integrar lectura de mente de alto nivel con procesamiento de habla en tiempo real (Sterelny,
2017), comprender las creencias falsas (Breheny, 2006; Scott-Phillips, 2014, ver Moore, 2017a),
contar con la capacidad para realizar acciones conjuntas (Tomasello, 2008; Jankociv, 2014, ver
Moore, 2018), poseer la motivación para compartir información acerca de estados mentales
(Bar-On, 2013, Tomasello, 2008, ver Moore, 2017a, 2017c) y tener la habilidad para involucrarse
en razonamientos cooperativos (Tomasello, 2008, ver Moore, 2017c), entre otras cosas.
Diferentes autores han enfatizado diferentes aspectos de estas demandas cognitivas y
motivacionales, pero la visión de consenso es que la comunicación griceana sólo sería posible
para un subconjunto de agentes cognitivamente sofisticados, quedando excluidos los animales
y algunos humanos también. Grice mismo concluyó que estos estados eran “sencillamente
demasiado sofisticados para ser hallados en una criatura carente de lenguaje” (Grice, 1986, p.
85).
Esto plantea un problema a quienes proponen la visión de que el desarrollo lingüístico requiere
de comunicación griceana. Al menos en sus elaboraciones estándares, los infantes pre-verbales
no parecen mejor dotados para atribuir intenciones comunicativas que los animales no-
humanos. Si esto es correcto, ellos no podrían reunir las habilidades para realizar las inferencias
pragmáticas que posibilitarían el desarrollo lingüístico.

6. Alternativas a Grice?

Autores provenientes de diferentes campos han respondido a este problema de distintos


modos. Algunos de ellos (Scott-Phillips, 2014, 2015), predicen que con los avances en las técnicas
para estudiar la cognición no verbal identificaremos las habilidades relevantes en los infantes
humanos, aunque no en los simios. Tomasello (2008) ha propuesto que puede haber un modo
de atribuir intenciones comunicativas que no requiera de representaciones mentales de alto
nivel, permitiendo el desarrollo del lenguaje de los infantes. Sin embargo, si la comunicación
griceana puede ser cognitivamente poco demandante, no es claro por qué los grandes simios no
podrían también actuar con tales intenciones, y atribuirlas, minando la idea de Tomasello de
que la comunicación griceana es exclusivamente humana (Tomasello, 2008).8 Entre los filósofos,
una estrategia ha consistido en aceptar que la comunicación griceana es cognitivamente
compleja, al mismo tiempo que se enfatiza la efectividad y sofisticación de varias formas de
comunicación no-griceanas. Este enfoque ha sido defendido, de modos diversos, por Millikan
(1984, ver también 2017), Green (2007), Skyrms (2010), Bar-On (2013), Planer (2017), Scarantino
(2017) y Sterelny (2017) entre otros. Resumiré algunos de estos enfoques abajo.
Bar-on y Green (Bar-On, 2013; Bar-On & Green, 2010; Green, 2007) han sostenido que algunas
formas de comunicación pueden tener lugar a través de la producción y comprensión de estados
y comportamientos expresivos.9 Estos son comportamientos que permiten a quienes los
observan reconocer algunos aspectos de las vidas mentales de sus productores, porque
muestran tanto los estados mentales como los rasgos del entorno a los cuáles se dirigen. Los
comportamientos expresivos pueden tener una base biológica, habiendo pasado por un proceso
de selección natural como resultado del cual muestran aspectos de la vida mental de quienes
los realizan. Sin embargo, también pueden ser aprendidos, incluyendo algunas emisiones
lingüísticas que son usadas de modo intencional (Bar-On, 2013, 2016). Se los encuentra tanto
en animales como en humanos. Un observador puede comprender que un chimpancé que salta
alejándose de una víbora Gaboon manifiesta un estado de temor dirigido hacia la víbora, y que
el grito espontáneo del niño que dice: perrito! expresa su excitación al ver un perro. Los
comportamientos expresivos pueden ser deliberados (aunque esto no tiene que ser
necesariamente así), pero, pese a ello, se los produce sin intención comunicativa alguna. Su
comprensión no requiere ni de la atribución de intenciones comunicativas, ni de que se realicen
inferencias acerca de los estados psicológicos del productor. Sin embargo, los comportamientos
expresivos portan información detallada sobre las mentes de otros, toman una “vida proto-

8
Sperber (2018) ha argumentado recientemente que ciertas formas de comunicación ostensiva pueden
estar presentes en el reino animal. Dado que los detalles de su enfoque están todavía en desarrollo (vía
una serie de posteos de blog en curso), no voy a discutirlas más aquí. Sin embargo, los lectores deberían
buscar su trabajo en esta área.
9
En su trabajo más reciente, Green (2017) ha desarrollado una explicación de los actos comunicativos
producidos por criaturas que carecen de mentes. Así, él ha caracterizado un conjunto de
comportamientos que son orgánicamente significativos. Dado que el significado orgánico es sólo
indirectamente relevante para los temas en torno al desarrollo del lenguaje humano, no voy a discutirlo
aquí.
pragmática propia en tanto actos comunicativos a los que no subyacen intenciones
comunicativas” (Bar-On, 2013, p. 368).
Bar-On sugiere que reconocer una clase de comportamientos expresivos no griceanos puede
también extender nuestra comprensión del desarrollo del lenguaje tanto en la ontogenia como
en la filogenia:
“Reconocer que nuestros predecesores no humanos ya eran competentes a la hora de
comunicar expresivamente información de modo no-griceano, nos liberaría para focalizarnos en
el problema más tratable de como los vehículos lingüísticos llegaron a reemplazar, aumentar y
transformar los medios expresivos de comunicación no lingüística a los cuales se encuentran
circunscriptos los animales no humanos” (Bar-On, 2013, p. 342).
Bar-On piensa que no será posible lograr dar una historia evolutiva acerca de la emergencia de
los individuos pre-verbales que pueden atribuir intenciones comunicativas. Sin embargo, la
tarea de explicar el desarrollo del lenguaje natural puede ser reconcebida. Una vez que
contamos con una explicación de la comunicación expresiva, los investigadores sobre la
evolución del lenguaje pueden focalizarse en el problema “más tratable (aunque aún muy
difícil)” (Bar-On, 2013, p. 362) de explicar la emergencia de las herramientas linguaformes para
la comunicación. Subsecuentemente, podemos apelar al lenguaje para explicar el desarrollo de
las habilidades requeridas para la comunicación griceana.10
Planer (2017) y Sterelny (2017) han seguido una estrategia ligeramente diferente. Su objetivo es
no es caracterizar las habilidades comunicativas de animales o infantes vivos, sino el tipo de
habilidades comunicativas del tipo de ancestros homínidos tempranos a partir de los cuales
hemos evolucionado nosotros, como el Homo Erectus que pobló la masa continental de Eurasia
1.9 millones de años atrás. Ambos acuerdan en que las habilidades necesarias para la
comunicación griceana no pueden ser atribuidas sin problemas a nuestros ancestros. Sin
embargo, ellos argumentan que estos homínidos tempranos poseían, pese a ello, un repertorio
comunicativo rico que era producido intencionalmente, aprendido por imitación, y contaba con
un léxico potencialmente expansivo (y en expansión). En palabras de Sterelny: “la práctica de la
mímica representacional no requiere tener algo así como una capacidad para lidiar con estados
intencionales anidados (creencias acerca de intenciones de inducir creencias) que
supuestamente se halla involucrada en la comunicación intencional ostensiva (Sterelny, 2017,
p. 13). Sin embargo, tal léxico, que podría incluso poseen una sintáxis básica, bastaría para
explicar las amplias interacciones comunicativas de nuestros ancestros tempranos. Más aún,
podría proveernos tanto de los medios sociales como cognitivos para desarrollar las habilidades
de lectura de mente avanzadas que se requieren para la comunicación griceana.

7. Un desafío para los enfoque no-griceanos

Las concepciones discutidas arriba combinan una aceptación de las demandas cognitivas de la
comunicación griceana, con la defensa de la afirmación de que podemos lograr más empleando
formas no griceanas de comunicación de lo que otros han supuesto. Estos autores nos proveen
un rango de opciones para caracterizar las interacciones comunicativas de humanos y animales.
Sin embargo, aún si concedemos que se puede lograr mucho con la comunicación no-griceana,

10
Recientemente, Scarantino ha defendido una estrategia similar a la que siguen Green y Bar-on en su
desarrollo de una “teoría pragmática afectiva” (Scarantino, 2017, ver Moore, 2017c, para una discusión
relevante).
desde la perspectiva de la tarea explicativa identificada desde el inicio, mucho no es,
obviamente, suficiente. En particular, estos enfoques no-griceanos no nos explican cómo
podrían los niños llegar a adquirir un lenguaje natural, si ello requiere de la atribución de
intenciones comunicativas.
De hecho, mientras Planer (2017) argumenta que los comunicadores no griceanos podrían tener
sistemas linguaformes, el mismo reconoce explícitamente que puede no haber modo de adquirir
un lenguaje propiamente dicho si no se es previamente un comunicador griceano.

“Mis argumentos no entran en conflicto con la visión de que la comunicación ostensiva (esto es,
griceana) es…un pre-requisto para un lenguaje humano pleno.” (Planer, 2017, p. 81).

Llamemos a esta visión, defendida tanto por Planer como por Bar-=n, la hipótesis de la
dependencia parcial: mientras las formas plenas de comunicación lingüística sólo son posibles
para los comunicadores griceanos, otras pueden emerger antes de la comunicación griceana y
permitir su desarrollo. Esta hipótesis constituye una negación de la hipótesis de la dependencia
plena, defendida por Tomasello y otros, según la cual el desarrollo lingüístico es enteramente
dependiente de una habilidad más básica para la comunicación griceana.
El que la hipótesis de la dependencia parcial pueda explicar el desarrollo del lenguaje natural
dependerá, en último término, de qué formas de uso del lenguaje requieran de la comunicación
griceana. Que algunas de ellas – como la ironía y la metáfora- puedan ser dependientes del
lenguaje no es necesariamente problemático, dado que el desarrollo del lenguaje infantil
probablemente no dependa de la aprehensión de las emisiones irónicas o metafóricas. Sería
más problemático para la hipótesis de la dependencia parcial que las interacciones
comunicativas que son fundacionales para el lenguaje – como la comprensión del gesto de
señalar- no pudieran ser explicadas en términos no griceanos.
De los autores discutidos arriba, Bar-On ha confrontado los aspectos evolutivos de la hipótesis
de la dependencia del modo más directo, comprometiéndose con la idea de que la adquisición
de las habilidades comunicativas griceanas de los niños puede ser un producto de su dominio
de formas de comunicación expresivas. Esta ruta está disponible para ella porque sostiene que,
al menos los usos más simples del lenguaje natural pueden ser actos expresivos no-griceanos,
junto con los tipos de interacciones semejantes al señalamiento mediante las cuales los niños
adquieren su vocabulario temprano. Ella piensa que los comunicadores no griceanos pueden
desarrollar las habilidades lingüísticas necesarias para la comunicación griceana, sobre la base
de habilidades comunicativas expresivas y, luego, a través del desarrollo lingüístico sucesivo,
pueden llegar a involucrarse en formas más sofisticadas de comunicación disponibles solo para
sus interlocutores griceanos. Así, Bar-On bosqueja las bases para una explicación del desarrollo
lingüístico que da prioridad a la semántica, por contraste con las visiones basadas en la
pragmática defendidas por Tomasello y otros. Ella complementa su explicación de la
comunicación expresiva con el rechazo de las dos afirmaciones B y C, bosquejadas
anteriormente (ver Sección 1). Ella argumenta que al menos en la filogenia del lenguaje, las
atribuciones de intención comunicativa (o “significado del hablante”) podrían no haber
desempeñado rol alguno en la explicación de la emergencia de las convenciones lingüísticas. De
manera similar, tales atribuciones pueden no tener rol alguno en el desarrollo ontogenético del
lenguaje (aunque el aprendizaje de los niños puede verse facilitado por la presencia de
comunicadores griceanos adultos).
La estrategia que prioriza la semántica de Bar-On puede resultar propicia. Sin embargo, mientras
ella presenta su enfoque como substituyendo una tarea explicativa demandante (explicar la
emergencia de los comunicadores griceanos no verbales) por una más simple (explicar el
reemplazo gradual de comportamientos expresivos por herramientas linguaformes), puede que
vaya demasiado rápido. En particular, explicar la emergencia de las habilidades para la
comunicación griceana sobre la base de la comunicación expresiva requerirá que se cumplan
dos demandas explicativas sustanciales:
(i) Una explicación de cómo aquellos que no son capaces de atribuir intenciones
comunicativas pueden dominar las formas expresivas del lenguaje;
(ii) Una explicación de los modos específicos en los que el dominio de estas formas
respalda el desarrollo de la lectura de mente necesaria para la comunicación
griceana.

Con respecto a (ii), la adquisición de un lenguaje natural aparentemente respalda el desarrollo


de la lectura de mente. En particular, el dominio de estructuras sintácticas con las forma “F sabe
que p” es predictiva de la habilidad de los niños para razonar explícitamente acerca de los
estados de creencia de otros (por ejemplo: Lohman & Tomasello, 2003; Low, 2010). Pese a ello,
la primera parte del proyecto de Bar-on puede ser la más difícil de efectivizar. Las explicaciones
actuales del lenguaje infantil dan por sentado que el aprendizaje infantil descansa en la
atribución de intenciones comunicativas y los datos pueden no ser explicables de otro modo.
Satisfacer (i), por lo tanto, exigirá establecer que ciertas formas específicas de comunicación
actualmente consideradas como griceanas no necesitan estar disponibles para interlocutores
con habilidades socio cognitivas limitadas. Si estos requisitos explicativos se alcanzan, el enfoque
de Bar-on se vería justificado. 11

8. Comunicación mínimamente griceana

En contraste con Bar-On y colegas, el autor de este artículo ha defendido una explicación del
desarrollo lingüístico que toma las inferencias pragmáticas como fundacionales. A diferencia de
quienes proponen tanto enfoques neo-griceanos, como versiones estándares de un enfoque
que prioriza la pragmática, sostengo que las explicaciones tradicionales de los pre-requisitos
cognitivos para la comunicación griceana han sido intelectualizados innecesariamente
(incluyendo a Grice mismo, 1969) y no se siguen de la caracterización griceana de la intención
comunicativa (Grice, 1957, 1969).Una gama de agentes cognitivamente poco sofisticados
podrían, por lo tanto, producir emisiones que posean significado no-natural— incluyendo aquí
no sólo a los infantes pre-verbales, pero también a los chimpancés, perros y potencialmente
incluso peces (Moore, 2016, 2017a, 2017b). Lo que diferencia a humanos y animales puede ser,
por lo tanto, no tanto el estatus de sus emisiones como la complejidad y número de las
emisiones que producen y comprenden.

11
Un enfoque aún más radical del desarrollo lingüístico que prescinde de toda apelación a la pragmática,
puede verse en el importante volumen de Millikan (2017) Beyond Concepts, que parte de desarrollar una
explicación del uso del lenguaje que se apoya sólo en lo que Grice llamó significado natural. Las
contribuciones de este volumen a los temas discutidos en este artículo merecen una respuesta mucho
más larga y sustancial de la que puede intentarse en un breve artículo de revisión como este.
Resulta central para esta explicación “mínimamente griceana” de la comunicación, una re-
estructuración de la segunda cláusula de Grice, que es interpretada como expresando una
constricción funcional en relación con la comunicación intencional.12 Dado que, a menudo, los
interlocutores van a buscar interpretar y responder sólo a las emisiones que se dirigen a ellos,
los comunicadores competentes deben dirigir sus emisiones apuntando a la atención de otros y
reconocer cuando otros se dirigen a ellos. El requisito de publicidad de Grice (2) se cumple
cuando los comunicadores deliberadamente dirigen sus emisiones a otros, como un modo de
solicitarles que respondan. Esto es algo que nosotros hacemos deliberadamente, aunque de
modo no reflexivo, típicamente usando el contacto visual para dirigir nuestras palabras y gestos
hacia ellos. Esta no es una acción que involucre tanto reflexionar sobre los estados mentales de
otros, sino que involucra una forma una forma fundamental y cognitivamente poco demandante
de la intersubjetividad, que tiene muchos correlatos en el mundo animal. Por ejemplo, todas
las grandes especies establecen contacto visual durante la gesticulación (Goméz, 1996; Moore,
2016).
Dado el carácter corporeizado básico de la comunicación y del rol del contacto visual en
particular, las meta-representaciones de alto nivel parecen ser ampliamente innecesarias para
la comunicación griceana (Gómez, 1994; Moore, 2017a, 2017b). Mientras los hablantes pueden,
en ocasiones, reflexionar sobre los estados mentales de un interlocutor, la posesión de
conceptos psicológicos folk resulta menudo innecesaria para actuar con intención comunicativa
(Moore, 2017a, 2017c). Atribuir intenciones comunicativas requiere atribuir objetivos a otros y,
por ello, requiere de habilidades meta-representacionales limitadas, así como de la habilidad
para inferir los objetivos ajenos. Sin embargo, las emisiones que satisfacen las caracterizaciones
griceanas del significado pueden tener contenidos simples y fácilmente identificables, y su
interpretación puede verse facilitada por los comportamientos expresivos que las acompañan,
volviendo a la atribución de objetivos una tarea poco demandante. Dado que una comunicación
mínimamente griceana tampoco requiere ni de acciones conjuntas, ni de razonamiento
cooperativo (Moore, 2017c, 2018), puede jugar un rol en explicar tanto el desarrollo del
lenguaje en la ontogenia y la filogenia, como la evolución de la cooperación. En ese caso, no hay
misterio con respecto a cómo los infantes pueden atribuir intenciones comunicativas, pero se
vuelve poco probable que esta sea una habilidad exclusivamente humana.

8.1. Anticipando objeciones

Una objeción posible a este enfoque minimalista griceano, es que los actos comunicativos que
postula no son realmente griceanos. De ser esto cierto, la fuerza explicativa (para no mencionar
retórica) de apelar a las intenciones comunicativas se perdería y, potencialmente, el desarrollo
del lenguaje infantil permanecería inexplicado.

12
Aunque yo (2017a) no pienso que la cláusula 3 original del Grice se esencial para actuar con una
intención comunicativa, he argumentado la comunicación mínimamente griceana satisface, pese a ello,
una interpretación de la función primaria de la cláusula original: a saber, la de garantizar que la
comunicación se basa en razones e inferencias (Moore 2017b). En este caso se trata de formas más débiles
de razones e inferencias que las que Bar-on considera necesarias para la comunicación griceana (ver
también Thompson, 2014 para una discusión relevante). Esto puede proporcionar las bases para una
objeción ulterior a la concepción minimalista griceana, aunque las constricciones de espacio me impiden
desarrollar aquí este punto.
Yo creo que esta queja es injustificada. Primero, los actos mínimamente griceanos retienen los
rasgos claves de la comunicación griceana (Moore, 2017a, 2017b): están dirigidos a objetivos
(satisfaciendo el requisito (1) de Grice), son manifiestos (satisfaciendo el requisito 2 de Grice) y
su comprensión requiere atribuirle algún tipo de objetivo a su productor. Su éxito también
depende de procesos de razonamiento e inferencia (Moore, 2017b). Así pues, los actos
mínimamente griceanos satisfacen el análisis del significado no natural articulado por primera
vez por Grice (1957, 1969), aunque sus contenidos pueden ser mucho más simples que los que
figuran en los ejemplos que él dio. La comunicación mínimamente griceana carece sólo de los
pre-requisitos onerosos de la explicación griceana y estos no eran centrales para su
caracterización de lo que es actuar con intención comunicativa, sino que eran, antes bien, un
desafortunado corolario de la misma. Dado que las explicaciones tradicionales intelectualizaron
la comunicación griceana, corregir esta falla no debilita el poder explicativo de apelar a la misma
como fundamento del lenguaje.
Una objeción relacionada, pero ligeramente diferente, sostendría que la comunicación
mínimamente griceana no es suficiente para la comunicación griceana propiamente dicha y que,
en consecuencia, se necesita ofrecer una historia sobre la transición desde la primera a la
segunda. Nuevamente, esta objeción no es convincente. La lectura de mentes infantil se
desarrolla evidentemente junto al lenguaje (como Bar-on acordaría). A medida que los
comunicadores infantiles desarrollan el lenguaje, adquieren nuevas herramientas para pensar
acerca de las mentes de otros. Los niños serán luego capaces de incorpora conceptos sobre
estados mentales de su repertorio comunicativo, en la medida en que los vayan necesitando
para la articulación e interpretación de emisiones específicas. Sin embargo, este
enriquecimiento de sus habilidades comunicacionales no es una transición desde formas de
comunicación “de mentira” a las formas de comunicación verdaderamente griceanas. Es
meramente una extensión de los recursos socio-cognitivos que los sujetos pueden reclutar a fin
de actuar con intenciones comunicativas y atribuirlas. Un proceso similar habría ocurrido en la
filogenia, a medida que generaciones de humanos tempranos desarrollaban las nuevas
herramientas lingüísticas para hablar acerca de las perspectivas de los otros acerca del mundo.

9. Consideraciones finales

Contra Bar-On, pero siguiendo a Tomasello, Sperber y Wilson y otros, soy escéptico respecto de
las perspectivas de una explicación del desarrollo del lenguaje natural que no dependa de la
habilidad para atribuir intenciones comunicativas. Sin embargo, los enfoques no-griceanos de la
comunicación son complementarios a, antes que inconsistentes con, el enfoque griceano
mínimo. Evidentemente hay comportamientos, incluyendo aquí los comportamientos
expresivos, que pueden ser comprendidos independientemente de las intenciones
comunicativas y que proveen insights sobre las vidas mentales de sus portadores. Con respecto
al desarrollo lingüístico, estos pueden facilitar la interpretación de las intenciones
comunicativas, aún si no pueden sustituirlas. Al mismo tiempo, el enfoque griceano mínimo de
la comunicación puede suplementar a las explicaciones expresivistas, mostrando por qué los
actos comunicativos son menos demandantes a nivel socio-cognitivo de lo que se supone.
Puede, por lo tanto, ayudarnos a responder al primer desafío presentado por el enfoque de Bar-
on, pero sin sacrificar el poder explicativo que proviene de reconocer que los infantes pre-
verbales pueden comprender y atribuir objetivos comunicativos. Si esto es correcto, la
adquisición por parte de los niños de un lenguaje natural no tiene por qué seguir siendo
misteriosa. Sin embargo, como corolario, deberíamos reconocer que los animales no-humanos
también pueden actuar con intenciones comunicativas y atribuirlas.

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