Antonio Preciado (Esmeraldas, 1941) es uno de los grandes poetas de la
literatura afro hispanoamericana. Obtuvo el VII Premio Nacional de Poesía "Ismael Pérez Pazmiño" del Diario El Universo de Guayaquil en 1965 y el Primer Premio en el Festival Nacional de las Letras, Universidad de Guayaquil, en 1967. El crítico Hernán Rodríguez Castelo anota: "Hace ya bastante tiempo que Preciado es la gran voz de la negritud en el Ecuador. Con lenguaje recio y tierno, sustantivo; original y vigoroso en el juego imaginativo; rítmico y musical. Y con una poética enraizada en lo negro -de donde le vienen antiguas sabidurías y resonancias mágicas-, pero generosamente abierta a lo contemporáneo”. Debido a los logros obtenido como poeta, es considerado como uno de los máximos exponentes de la poesía esmeraldeña junto a Nelson Estupiñán Bass. Sus participaciones internacionales,19 han captado la atención de el periodista argentino, Modesto López, quien realizó un documental sobre su trayectoria.20 Por parte de su pueblo natal, ha sido objeto de ovaciones,21 pues es considerado como un "Valuarte de Lucha"22. Ocho años después de la publicación de Huasipungo (1934), novela emblemática y de culminación del indigenismo2 ecuatoriano, cuya preocupación esencial fuera el complejo drama del indio de los Andes, y luego de que aparecieran otros relatos escenificados en la ciudad que se ocuparon de la vida de personajes como el montuvio o el cholo de la Costa, apareció Juyungo (Adalberto Ortiz, 1942), novela que privilegiaba revisar la cultura afroecuatoriana: su música, su danza, su lenguaje, sus supersticiones y la imprescindible escenografía esmeraldeña, elementos ligados a una raza que encontró su arraigo en la vida y muerte de Ascensión Lastre, el protagonista. Doce años después de Juyungo, se publicó Cuando los guayacanes florecían (1954), novela del esmeraldeño Nelson Estupiñán Bass (1912-2002). Esta novela, como la de Ortiz, se proponía mirar la identidad de esas formas de subalternidad regional (como había sucedido, a través de la mirada mestiza, con el indigenismo en la Costa y la Sierra, en años precedentes). Fue así que la inquietud literaria por el negrismo3 se constituyó, también en el Ecuador, en esa manifestación narrativa que incorporaba a través de sus personajes, al negro de la Costa y su cultura, en la nueva escenografía que la literatura estaba configurando. En América Latina, escritores como Nicolás Guillén (Cuba); Luis Pales Matos (Puerto Rico), Adalberto Ortiz y Nelson Estupiñán Bass (Ecuador) y otros abren un espacio para sondear en la identidad de lo negro y plantear su valoración. Parecerían proponerse el levantamiento de los pasos de Candelario Obeso y de sus Cantos populares de mi tierra, puesto que trabajaron en su escritura el legado de la cultura afro, atravesando las parcelas de las tradiciones, la búsqueda de los orígenes y la manifestación de lo ancestral. En este acto de escritura, sin embargo, debe entreverse un trasfondo político, centrado en la recuperación de un rasgo de lo popular para configurar con él, una identidad nacional. En Ecuador, Ortiz y Estupiñán Bass fueron quienes promovieron el auge de la literatura negra y, a través de ella, el rescate de los valores de la cultura afrodescendiente. Según Antonio Preciado, fue el tiempo de «la diáspora guilleneana y la vigencia» de las voces de los poetas negristas, que coincidió con ese otro tiempo que favoreció su construcción de hombre poeta: «Hombre primero, luego un hombre negro». Estos dos poetas no plantean una trayectoria que pueda dar cuenta de la evolución de la tradición de escritura negra en Ecuador —de seguro quedan nombres por fuera—, pero para efectos de esta reflexión, sí resulta un antecedente importante, pues permite contextualizar la lectura de una selección de poemas de Preciado, para luego proponer esa convivencia de lo negro con mundos otros, en el oficio y producción de un escritor cuya identidad siempre se ha afianzado en lo afro como origen y legado. En su poesía se abre un espacio entre su humanidad y su negritud, dos condiciones a las que se aferra el hombre/poeta, al tiempo que practica una confesión: «El mundo de mi poesía no se agota en mi negritud» (Blog de Antonio Preciado. Esta aseveración resulta interesante y cobra coherencia cuando se comprueba la universalidad de su poesía, es decir, de sus versos humanizados y humanizantes.