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Trabajo Práctico de Filosofía de la Historia: Principio Misericordia.

La Poshistoria o Metahistoria
de la Esperanza. El Apocalipsis, el Anticristo y el fin del tiempo desde el fin del mundo.

Consigna: elaborar argumentos y ejemplos (tesis) y contraargumentos y contraejemplos


(antítesis) que concluyan en una proposición que sintetice –personalmente- tanto lo
argumentativo como el ejemplo que ilustra dicha conclusión.

Extensión: 3 páginas A4, Arial 12, interlineado 1,5.

Tesis 1:

El sentido de la historia sólo se concibe desde la revelación profética del fin último. El Apocalipsis
es, precisamente, el libro que da las últimas noticias de lo que acontecerá en el Futuro Absoluto;
el libro esjatológico, sin más. Es el libro profético que da cuenta del abrazo entre Esperanza y
Fe; en él se da la “sustancia de las cosas que esperamos” y “el argumento de lo que no se ve”;
el abrazo de lo futuro y de lo invisible, tal como dice san Pablo (Hb, 11,1). Y en ello reside la
signatura teológica de la historia y de la historicidad.

Antítesis 1:

La historia es un cuento contado por un idiota lleno de ruido y de furia, dice Shakespeare. Todas
las historias son válidas porque ninguna lo es. El historicidio da razón de la sinrazón o del absurdo
de toda historia, de todas las historias. No existe razón o causa final que oriente la historia o las
historias. Hay tantas causas finales de la historia como historiadores, como filósofos de la
historia, como biografías de hombres de carne y hueso. No existe razón de la Fe y de la
Esperanza; lo invisible y lo futuro son inescrutables.

Tesis 2:

Del principio al fin de los tiempos y de las historias entrechocan el misterio de la salvación
(mysterium salutis) y el misterio de la iniquidad (mysterium iniquitatis). En la metafísica y en el
filosofar de la historia confrontan la piedra del escándalo del misterio del mal y el Bien, como
sol de las Ideas. De allí que el filosofar indague en el abismo (la falta absoluta de fundamento)
de lo que está en el primer principio (arjé) y en el último fin (ésjaton). En Metafísica y en Filosofía
de la Historia se da el inexcusable maridaje entre Arjeología y Esjatología, como lucha cuerpo a
cuerpo del Sentido o del Absurdo finales.

Antítesis 2:

Del principio al fin de los tiempos y de las historias impera el absurdo, el sinsentido y la sinrazón.
La metafísica y la filosofía de la historia, bajo este imperio del absurdo y la irracionalidad, está
signada por un razonar más allá del bien y del mal. Filosofar sobre los misterios, sean de la
salvación como de la iniquidad, es como afirmar que existe un círculo cuadrado; hablar del “fin
de los tiempos” y del “fin del mundo” o “fin de la historia” es una petición de principio de que
existe un sentido del tiempo y del mundo o de la historia, que es lo que hay que demostrar.

Tesis 3:

“Últimas noticias sobre el Anticristo” es un opúsculo que da cuenta de la lectura del Apocalipsis
que hacen dos jesuitas, Manuel Lacunza (siglo XIX) y Jorge Bergoglio; el papa Francisco (siglo
XXI), “llegados del fin del mundo”. La obra de Lacunza es editada por Manuel Belgrano en 1816,
dando la pauta de que no habría constitución de una unidad política (sea monárquica, sea
republicana) sobre el suelo argentino, sin contar con una esjatológica “sustancia de lo que
esperamos”. Y el sacerdocio corrupto forma según el jesuita chileno la corporación anticrística
que conspira contra ello. En el siglo XXI, el papa Francisco, enarbolando los principios cristianos
de la Fraternidad, la Compasión y la Misericordia, interpreta análogamente que en la trama de
la historia, todos somos pecadores, pero los corruptos son el Anticristo; la corporación
anticrística milita en pro del misterio de la iniquidad; y los santos por el misterio de la salvación.

Antítesis 3:

Cristo y el Anticristo son supercherías ideológicas, opios para el pueblo, que nublan la mente; y
alienan en el cielo las cosas de la tierra; roban para “Dios” la esencia de lo humano. La
constitución de los estados, las naciones y los imperios son y han sido siempre la descarnada
lucha del poder por el poder mismo. Se entienda ésta ya como lucha de clases, sea entendida
como la pugna de voluntades de poder o enfrentamiento de los superhombres, sea entendida
como el poder neutro de las estructuras en que el hombre ha muerto, y solo viven las
estructuras. Así como no hay fin del tiempo, ni juicio final, ni Cristo ni Anticristo, tampoco hay
historia ni metafísica cristiana o anticristiana.

Desarrollo
Tesis 1:
La historia siempre tiene algún sentido. Quizá en algunos momentos de la humanidad ese
sentido historio no aparezca de manera tan evidente, o el ser humano crea que las acciones que
realiza en cuanto miembro de la humanidad, carezcan de sentido. Sin embargo el sentido de la
historia siempre esta, de manera explícita o latente, está.

Ese sentido histórico fue pensado como el desenvolvimiento del espíritu trascendental, el cual
a través del cual y mediante la confrontación entre los diferentes movimientos histórico, se iba
desenvolviendo. Este desenvolvimiento permite que el espíritu trascendental se valla
perfeccionando.

Este perfeccionamiento se debe fundamentalmente a que la historia se desarrolla siguiendo


ciertos patrones que son previsibles, por ejemplo, sabemos que la historia se desenvuelve
siguiendo un ritmo de subidas y bajadas; de crecimiento y decrecimiento. Por lo tanto, cada vez
que se afrontan etapas de crisis, el ser humano al ya haber previsto este ciclo, se encuentra más
preparado para su resolución, llegando así finalmente a un estado de progreso con relación a la
resolución de sus crisis. Es la previsibilidad de la historia entonces lo que le permite al hombre
no solo controlarla, sino perfeccionarla, guiando su curso a estadios de perfeccionamiento cada
vez mayores. Así, de la misma manera que los sujetos individuales hacen uso de la memoria, la
cual le permite tener conciencia de las crisis pasadas y sus posibles resoluciones, para resolver
de manera más fácil las crisis venideras; del mismo modo el sujeto trascendental, hace uso de
su memoria histórica, la cual le dará las claves necesarias para la resolución de problemas
nuevos.

Esto no solo lo defendía Hegel como Marx. Sino que todo el positivismo, cuando Comte afirmaba
que el desarrollo de la razón que rige el devenir histórico había transitado por tres senderos: el
teológico, el metafísico y el científico o positivo. Es, en definitiva, lo que hacemos nosotros
cuando actuamos, ya que si pensáramos que nuestras acciones careces de sentidos sería
absurdo que actuemos, no actuaríamos. Podemos decir que no acciones sino no están
encuadradas bajo un manto que les dé un sentido. Nadie piensa que actúa en vano, y cuando
nos topamos con esta idea, entramos en conflicto.

Antitesis 1:
La historia, entendida de manera objetiva como una serie de acontecimientos sucesivos y
simultáneos que se encuentran relacionados entre sí, no tiene ningún sentido. Nosotros somos
los que individual y colectivamente nos encargamos de ello.

¿Por qué la historia tiene sentido? Porque si la historia, tanto de nosotros como individuos, como
colectivo social, no tuviera ningún sentido, simplemente nos desintegraríamos. Reusamos a
entender que la historia carezca de sentido, ya que es precisamente el sentido que le otorgamos
el que nos permita seguir sobreviviendo (Argumento pragmático). Pero en realidad, y más allá
del bien y del mal, la historia carece de sentido alguno, podemos entonces ver que, el nacismo
o el fascismo en realidad no son ni buenos ni malos, pero nosotros tendemos a considerarlos
como hechos nefastos porque ello es bueno para nuestra supervivencia. Tomemos un ejemplo
más nuestro, la desaparición de personas por las última dictadura militar argentina, en sí mismo
no fue ni bueno ni malo, somos nosotros como sujetos socio históricamente determinados los
que le otorgamos un sentido. Este sentido sin embargo varía dependiendo las condiciones
sociales de cada sujeto particular y como éste determina cierto modo de ver el mundo. Así, para
un estudiante de historia de la Facultad de Filosofía y Letras de Tucumán este acontecimiento
histórico será malo; pero para el diputado Nicolás Massot, quizás sea un hecho menor. Esto
depende de su punto de vista y sus condiciones de supervivencia como clase y grupo humano.

La historia entonces, no tiene ningún sentido más allá del que nosotros les otorgamos.
Supongamos que estamos jugando a la ruleta en el casino, y solo apostemos al color (rojo o
negro). Tenemos un cincuenta por ciento de probabilidades de que caiga en el color que
elegimos (excluyendo la posibilidad de que caiga en el número cero). La suerte y la arbitrariedad
es lo que guía el juego, y sin embargo nosotros decidimos jugarlo, pretendiendo así, mediante
algún método de racionalización, entender las leyes por las cuales cae a veces rojo y a veces
negro, y poder mediante ellas, sacar ventaja, tratando de racionalizar y dar sentido a el azar. Sin
embargo, nos damos cuenta de nuestra incapacidad y perdemos contra la suerte; sin embargo
seguimos insistiendo jugando de vuelta, aunque patéticamente siempre perdamos. (Metáfora)
De la misma manera, pretendemos darle un sentido a la historia y a sus aleatorios e inéditos
acontecimientos, tratando de prever los acontecimientos futuros, para no sentirnos perdidos.
Por lo tanto, los acontecimientos históricos son imprevisibles, no hay nadie que pueda decirnos
si mañana habrá trigo o sequía; saldrá rojo o negro. Sin embargo siempre tratamos de aferrarnos
a algo estable en medio de este radical azar, así es como inventamos a un Tunupa, o a una Eva
Perón.

Síntesis:
Si bien la historia no tiene un sentido, por el cual se va desenvolviendo hasta llegar a grados más
perfectos de desarrollo, nos es inevitable a nosotros, tanto como seres individuales y finitos,
como seres sociales y perdurables, pensar que la historia tiene un sentido. Esto lo corroboramos
tanto a nivel individual, cuando vemos que en el desarrollo de nuestras ocupaciones, vamos
progresando a niveles de refinamientos cada vez mayores. Este perfeccionamiento y superación
también lo experimentamos a nivel colectivo, por ejemplo, esto se ve claramente en el
desarrollo científico, en donde cada vez el hombre va consiguiendo un estilo de vida más
cómodo y más seguro debido al descubrimiento constante de maneras por las cuales vencer a
los virus o enfermedades que nos amenazan. Sin embargo estos sentidos suelen perderse
después de algunas crisis, como por ejemplo, la que ocurrió después de lanzarse las bombas
nucleares. Podemos decir entonces que la historia no tiene un sentido de manera objetiva, pero
que si tiene un sentido de manera subjetiva, ya que somos nosotros como sociedad y como
sujetos históricos lo que nos encargamos, por necesidad y supervivencia de hacer que nuestras
acciones se encuentren guiadas por un vértice que las llenes de valor, y las hagan parecer
importantes.

Tesis 2:
En toda la historia se da el choque y el enfrentamiento entre dos polos, el bien y el mal. Esta
tensión es necesaria y es la causa de que se produzca el desarrollo histórico. Esta dinámica de
enfrentamiento y choque entre lo bueno y lo malo es lo que permite a la historia poder llegar a
conseguir su sentido último de perfeccionamiento. Esta distinción entre dos polos u horizontes
de sentidos que guían la historia, nosotros como argentinos lo vivimos de manera desgarradora.

Podría decirse que nosotros como americanos, estamos constituidos de tal manera que, desde
el momento de la conquista de América vivimos dos realidades que a mantuvieron a lo largo de
la histórica una relación antitética, así como la que existe entre el bien y el mal. Siguiendo a
Kusch, esta dualidad del hombre americano está constituida por el “estar” y por el “ser”. El estar
estaría representado por la mentalidad milenaria de su historia precolombina, y el ser por la
mentalidad del hombre europeo del siglo XIX. Es así que el “ser” del hombre americano, el cual
se manifiesta de manera conciente, es el modo de vida que llevamos nosotros como sujetos de
clase media, mientras que el estar está de alguna manera siempre presente, aunque de manera
inconsciente, en nuestra identidad.

Teniendo en cuenta esta dicotomía, siempre el bien que representa el “ser” trató de suprimir al
mal que representa el “estar”. Así es como podríamos entender tanto nuestra historia como
americanos, como nuestras historias particulares. Sin embargo este intento de supresión o
aniquilamiento es inútil, ya que “los dioses se nos chorrean por todas partes”, el “estar” siempre
encuentra las grietas por medios de las cuales escabullirse; siempre surge el ex abrupto, por los
cuales el inconsciente se hace manifiesto, poniendo de manifiesto lo artificial y antinatural de
nuestras construcciones ciudadanas.

Nicolás Shumway (Apelación a la autoridad) también hace manifiesta esta dicotomía en la


idiosincrasia del ciudadano argentino, pero solo que esta dicotomía no toma en cuenta la
realidad precolombina, sino que considera al ciudadano desde la conquista. Este ciudadano
argentino y al igual que todos los ciudadanos americanos, se ven ante una desgarrada tensión
ya desde la independencia de América, que a diferencia de lo que pasaba en Europa, en la cual
se había construido toda una serie de relatos que posibilitaban la identificación de los
ciudadanos con un determinado territorio, en América, debido a la subrepticia independización,
no existía tal identificación, y se debieron elaborar ciertos relatos que configuraría la relación
del sujeto argentino con su suelo. Es así como empiezan la diferenciación entre los nacionalistas
y los oligarcas; entre federales y unitarios. Esta misma escisión es la que vivimos en la actualidad
y forma parte de nuestra idiosincrasia de manera connatural.

Antítesis 2:
Durante toda la historia, los filósofos nunca se pusieron de acuerdo sobre ningún tema. En la
historia de los pensadores reinó la discrepancia. Pareciera entonces que no hay nada seguro,
reina el absurdo y la sinrazón. Es así que, mientras que unos afirman que el ser está en las cosas,
los otros afirman que están en la mente; mientras que unos dicen que la razón es la capacidad
más importante del hombre, otros contradiciendo, dicen que es la imaginación o la intuición;
mientras que unos dicen que la realidad está subordinada al orden divino, otros al contrario,
dicen que la realidad es puro caos. Es así como los escépticos pirrónicos tomaban la drástica
decisión de suspender el juicio haciendo epojé, con la finalidad de no equivocarse. Sin embargo
esto resulta inútil, ya que no podemos mantenernos en esta parálisis del juicio, ya que
inevitablemente necesitamos actuar.

Si entonces solo impera la sinrazón, cuál es la razón de que sigamos haciendo filosofía o historia.
Los filósofos e historiadores podrán entendérselos como encubridores de la realidad, ya que no
hacen otra cosa que incurrir en un ejercicio contradictorio e imposible, dándole un sentido a lo
que por esencia carece de tal. Esta actividad se debe quizá a nuestra naturaleza radicalmente
plástica. El ser humano, al ser un proyecto autodefinido, ya que el hombre tiene como proyecto
el hacerse a sí mismo, tiene que establecer ciertas verdades, ciertos significados y sentidos, que
necesariamente debe tener por verdaderos. Pero sin embargo, después de un tiempo, debe
inevitablemente renunciar a ellos y establecer otros nuevos. Es así como, si bien pueden
establecerse grandes edificios construidos por muchas generaciones de manera sucesiva, puede
ser también que se dé el caso contrario y surja una generación siguiente que destruya y pretenda
edificar todo de nuevo.

Síntesis:
Si bien objetivamente la historia carezca de sentido en sí misma, subjetivamente si lo tiene, ya
que son los sujetos y los grupos sociales los que viven y significan la historia según sus
propósitos. Muchas veces entran en puja diferentes sentidos de la historia, determinados por
distintos individuos y grupos social, incluso entre los diferentes historiadores hay desacuerdo en
la consideración de un mismo hecho, y sobre ese mismo hecho, siempre va a depender del que
lo observe, que es lo que va a enfatizar del mismo. Esta radicalidad es lo que determina la
sinrazón de la historia y la realidad. Sin embargo, esto no significa que se deba suspender el
juicio, sino que hay que aceptar los diferentes puntos de vistas como igualmente validos pero
sin caer en la subjetividad extrema, entablando un dialogo entre los diferentes interlocutores o
pretendientes de hacer historia. La historia entonces, como la filosofía, no puede ser construida
desde un solo punto de vista, sino que se construye gracias a una puesta en común, que obedece
a ciertas reglas y objetividad.

Tesis 3:
Es imposible que un sistema de gobierno funcione en un suelo sobre el cual no ha logrado
encontrarle los canales necesarios para encauzar las esperanzas de un pueblo. Se podría decir
entonces que tanto el gobierno como la iglesia (como manifestación de un sistema de creencias)
son los dos pilares de la nación. Quizá es por ello que se podría explicar el éxito del peronismo
en la conformación de hegemonía.

Para explicar la adaptación o no de un sistema de gobierno, hay que entender a los gobernados
primero. En nuestro caso concreto, en la argentina tenemos un sujeto mestizo, conformado
siguiendo a R. Kusch, por el ser y el estar, aunque a diferencia de los sujetos de otros suelos, en
el latinoamericano se da una preponderancia del estar sobre el ser. Constituyéndose así un
sujeto que es el fruto de una fagocitación del ser por el estar. Esto podría explicar la
preponderancia en la idiosincrasia americana de lo emocional sobre lo racional, al contrario de
lo que pasa con el sujeto europeo. Pasando a un nivel macro, el peronismo sería un sistema de
gobierno mestizo, que está constituido por un lado, de un republicanismo extranjero, y por otro,
por un sistema de creencias y signos que sirvieron de canalizador de las creencias profundas del
pueblo. Sin esta segunda cara, le hubiera sido imposible gobernar.

Este hecho quizá sirva también para explicar los fracasos de otras formas de gobiernos, como
las neoliberales, las cuales si bien tienen un cuerpo de presupuesto ideológico de creencias, las
ocultan o ni siquiera sirven para canalizar las esperanzas de las mayorías. Es así que, al igual que
la filosofía no nace de la mente del sujeto en soledad, sino que esta es empujada por el suelo en
donde está; las formas de gobierno no nacen o instalan de manera desencarnada, sino que se
sitúan y comercia con un determinado suelo.

Podríamos decir que este sistema de creencias sino el cual no hay constitución política o forma
de gobierno posible, está particularmente constituido en Argentina por una idea de nación que
ser caracteriza, no por ser unificadora, sino por la exclusión del otro. Según Nicolas Shumway,
los sistemas de creencias compartidos que conforman las ficciones orientadoras, son necesarios,
ya que les dan a los individuos un sentimiento de nación, comunidad, identidad colectiva, y
destino común nacional, permitiendo así la religación entre las diferentes subjetividades.

Antítesis 3:
Estas ficciones orientadoras son mentiras, y exageraciones, y sirven en todos los casos para
alienar a las subjetividades. Esto sin embargo es necesario si se pretender vivir en sociedad de
manera pacífica, ya que sin algún grado de alienación, los sujetos no tendrían ningún
compromiso con el otro. Pero un alto grado de alienación podría producir efectos contrarios, ya
que haría que los sujetos pierdan la capacidad de diferenciarse de los otros.

Siguiendo a Marx, entendemos que toda forma de ideología es negativa, ya que estas no hacen
más que encubrir y reproducir las condiciones materiales capitalistas de las que forman parte
como superestructura. En este tipo de sociedad, aquellos que controlan los medios de
producción material, controlan a su vez, los medios de producción espiritual o intelectual.

Síntesis:
En toda forma de gobierno es necesario que haya un fundamento religioso, ya que los sujetos
no solamente necesitan la satisfacción de sus necesidades materiales, sino que también el
gobierno debe hacerse cargo en una comunidad, de las necesidades espirituales o sistemas de
salvaciones que tiene un pueblo. Pretender entender este sistema de salvaciones como mera
ideología es desprestigiar el sentir profundo de ese pueblo que cree. La laicidad en este sentido
es peligrosa, ya que no se hace cargo de la vida espiritual y la deja entonces a merced de
ideologías extrañas. Si el estado no hace cargo de canalizar este sentimiento, lo hará otra
institución, y es por ello que es preferible tener un control sobre ella del Estado.

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