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LA REVOLUCIÓN
FRANCESA
II LA GIRONDA Y
LA MONTAÑA
por
EDITORIAL LABOR, S. A.
BARCELONA - MADRID - BUENOS AIRES - RIO DE JANEIRO
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TOMO : II
La Gironda y la Montaña
ÍNDICE
LIBRO PRIMERO
El fin de la Asamblea legislativa
Págs.
CAPÍTULO I
El Municipio y la Asamblea ..............................................................11
CAPÍTULO II
Septiembre............................................................................................... 32
CAPÍTULO III
Las elecciones para la Convención ................................................... 53
CAPÍTULO IV
Valmy. ...................................................................................................... 86
LIBRO SEGUNDO El
gobierno de la Gironda
CAPÍTULO I
La tregua de tres días ....................................................................... 105
CAPÍTULO II
La embestida contra los «Triunviros»..............................................122
CAPÍTULO III
La formación del tercer partido.......................................................135
CAPÍTULO IV
El proceso del rey................................................................................146
8 A. MATHIEZ
Págs.
CAPÍTULO V
Finanzas y vida cara ................................................................... 104
CAPÍTULO VI
La conquista de las fronteras naturales ..................................... 177
CAPÍTULO VII
1 La primera coalición.................................................................... 197
VIII
CAPÍTULO
La traición de Dumouriez ............................................................ 207
CAPÍTULO IX
La Vendée.................................................................................... 219
CAPÍTULO X
La caída de la Gironda ...............................232
LIBRO I
El Municipio y la Asamblea
Las seis semanas que transcurren entre el 10 de
agosto de 1792 y el 21 de septiembre del mismo año,
es decir, entre la toma de las Tullerías y la prisión de
Luis XVI en el Temple, hasta la reunión de la Conven-
ción, tienen una importancia capital en la historia de
la Revolución.
Hasta este tiempo, los delegados regulares de la
nación jamás habían visto contradichos sus poderes.
Aun en la crisis de julio de 1789, que terminó con la
toma de la Bastilla, los revoltosos parisienses se habían
sometido dócilmente a la dirección de la Constituyente.
En sus andanzas sólo trataron de secundar los designios
de la Asamblea y de ponerla al abrigo de todo golpe do
fuerza del absolutismo. Dos años más tarde, cuando,
después de la marcha a Varennes, los republicanos pre-
tendieron exigir una nueva consulta al país para deci-
dir sobre la permanencia de Luis XVI en el trono, la
Constituyente encontró pronto razones que resultaron
convincentes para repudiar tal pretensión. La sangrienta
represión del Campo de Marte había consagrado su
victoria, que era la de la legalidad y la del parlamenta-
rismo.
Mas ahora, la insurrección del 10 de agosto, en un
todo diferente a las anteriores, no se había dirigido so-
12 A. MATHIEZ
LA REVOLUCIÓN FRANCESA 31
Septiembre
El día 2 de. septiembre, por la mañana, llegó a París
la noticia de que Verdun estaba sitiado. Un voluntario
del batallón del Maine y Loire llevó a la capital el texto
de la intimación dirigida por Brunswick al coman-
dante de la plaza, Beaurepaire. El voluntario añadió
que Verdun, la última fortaleza entre París y la fron-
tera, no podría defenderse más de dos días. Otro correo
anunció que los ulanos habían entrado en Clermonten-
Argonne, situado en el camino de Châlons. Segui-
damente, el Ayuntamiento lanzó una proclama a los
parisienses : « ¡ A las armas, ciudadanos, a las armas ;
el enemigo está a nuestras puertas ! ¡ Marchad rápida-
mente bajo vuestras banderas, reunámosnos en el Campo
de Marte ! ¡ Precisa que se forme al instante un ejér-
cito de 60 000 hombres ! » Obedeciendo a sus órdenes,
tronó el cañón y sonó la campana de alarma; se batió
generala, se cerraron las barreras, se requisaron todos
los caballos en estado de servir a cuantos partían para
el frente y las fronteras, se. citó a los hombres válidos
al Campo de Marte para, allí mismo, formarlos en bata-
llones de marcha. Los miembros del Ayuntamiento se
dispersaron por sus respectivas secciones : « Pintaron
a sus conciudadanos, dice el acta correspondiente, los
peligros inminentes que corría la patria, las traiciones
LA REVOLUCIÓN FRANCESA
(1) Hay que advertir que Brissot, en su folleto contra los jaco-
binos, aparecido después de haber sido tachado su nombre de la
listas del club, en octubre de 1702, insinúa que Talleyrand pagó
por su pasaporte 500 luises.
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Valmy
La caída de la realeza, como un año antes la huida
a Varennes, debía, necesariamente, aumentar la ten-
sión entre la Francia revolucionaria y las potencias
monárquicas, aun en paz con ella.
Inglaterra llamó a su embajador en París, lord
Gower, y éste remitió al Consejo ejecutivo, antes de
su partida, el 23 de agosto, una nota bastante seca en
la cual el rey Jorge, al mismo tiempo que afirmaba su
neutralidad, expresaba « su interés por la situación de
Sus Majestades Cristianísimas y de la familia real»,
en una forma que contenía algo de ofensivo y amena-
zador para los nuevos amos de Francia. Algunos días
más tarde, el 2 de septiembre, el encargado de los asun-
tos ingleses, W. Lindsay, pedía, a su vez, sus pasa-
portes y se marchaba a Londres. Grenville notificaba
a nuestro embajador Chauvelin que no volvería a ser
recibido en la Corte.
Catalina de Rusia expulsó a nuestro encargado de
asuntos, Genét.
Se supo que los dos Hesse unían sus tropas a las de
Austria y Prusia y se esperaba, de un día a otro, que la
Dieta del Imperio nos declarase la guerra.
La muerte de los soldados suizos encargados de la
defensa de las Tullerías había provocado, más allá del
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El Gobierno de la Gironda
CAPÍTULO I
mente y más bien por cumplir que por otra cosa, a los
miembros de la Comisión de liquidación de la Legisla-
tiva, muy comprometidos según la carta de Laporte.
Asimismo, no hizo nada para poner en claro el asunto
del periódico El Logógrafo, en el que aparecían compli-
cados los más importantes jefes del partido fuldense.
Y así en los demás.
Atacando y paralizando al Comité de vigilancia del
Ayuntamiento, habían querido no sólo vengar agravios
personales, sino también desarmar a los órganos de
represión revolucionaria, para inspirar, así, confianza a
los fuldenses, sus enemigos de la víspera. Se dedicaron
a protegerlos y a darles prendas de ello. Y así los aris-
tócratas y los ricos, que habían huido de París en el
mes de agosto, entraron por centenas en la mitad del mes
de octubre.
El tribunal extraordinario, creado el 17 de agosto
para reprimir los complots realistas y los crímenes con-
tra la patria, cumplía concienzudamente con su deber.
Había absuelto, falto de pruebas suficientes, a realistas
muy notorios, algunos tan ligados con la corte como
Gibe, notario de la lista civil. En cambio, había casti-
gado con todo rigor a los ladrones del Guardamuebles
que habían sido, sometidos a su fuero. Mas, semejante
tribunal no podía encontrar gracia ante los ojos de los
girondinos. Uno de ellos le llamó «el tribunal de la
sangre», en la sesión del 26 de octubre. El tribunal
quiso defenderse. Lanjuinais, en la sesión del 28 de
octubre, hizo que la Asamblea se negara a la impresión
de su defensa. Luego, el ministro Garat lo acusó, el
15 de noviembre, de haberse excedido en sus atribu-
ciones, lo que hizo decir a Buzot que precisaba su su-
presión : «Es un instrumento revolucionario y debe
terminar su función una vez la revolución acabada. »
Tallien replicó vanamente : « Vosotros no podéis sus-
pender a un tribunal que. tiene los hilos de las conspira-
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CAPÍTULO VI
.
178 A. MATHIEZ
182. A. MATHIEZ
La primera coalición
Por sus decretos del 19 de noviembre y de 15 de di-
ciembre, la Convención creyó fortificar la posición de
Francia en los países ocupados, ligando a su causa a
las masas de oprimidos. Los sucesos pusieron de relieve
que sólo se lograba el efecto contrario. Las poblaciones
se asustaron del « poder revolucionario» que se les im-
ponía. Vieron, sólo, en él, un medio de expoliación de
sus riquezas, un instrumento de arbitrariedad y de do-
minación y un atentado a su independencia.
En Bélgica, la mayor parte de los cuerpos adminis-
trativos provisionales, creados en el momento de la
conquista, estaban compuestos de antiguos estatistas.
Quisieron enarbolar en Bruselas los colores brabanzo-
nes. Al prohibírselo respondieron con grandes manifes-
taciones. La que tuvo lugar el 7 de diciembre terminó
en una seria refriega. Cuando fue conocido el decreto
del 15 de diciembre, numerosos vonckistas sumaron sus
protestas a las de los estatistas. Los que componían la
administración del Hainaut declararon a la Conven-
ción, en una comunicación fechada a 21 de diciembre,
que el poder revolucionario anunciado no sería nunca
a sus ojos otra cosa « que un poder usurpado, el poder
de la fuerza ». La resistencia se hizo, poco a poco, casi
unánime, por entrar en juego, en ella, los intereses ma-
198 A. MATHIEZ
La traición de Dumouriez
Las fronteras naturales, conquistadas en el otoño
de 1792, fueron perdidas, en algunas semanas, durante
la primavera de 1793. Toda Bélgica estaba evacuada a
fines de marzo, después de la derrota de Neervinden,
y la orilla izquierda del Rhin sufría la misma suerte
algunos días más tarde. A primeros de abril no poseía-
mos más allá de la frontera del NE. sino la plaza de
Maguncia sitiada. ¿ Cómo explicar tan rápidos reveses
después de los prodigiosos éxitos que les habían pre-
cedido ?
A causa de la falta de Dumouriez, que había rehu-
sado el hacer marchar sus soldados hasta el Rhin, las
fuerzas de Custine estaban separadas del ejército de
Bélgica por una zona de territorio que. ocupaban los
austríacos y prusianos. Éstos avanzaban, como una
cuña, entre los dos principales ejércitos franceses, a
todo lo largo del Mosela, desde Coblenza al Luxem-
burgo. Tenían, así, una posición central muy fuerte
que les permitía maniobrar por líneas interiores.
A más, los coligados habían aprovechado el respiro
que les concedió Dumouriez para aumentar sus efec-
tivos y reafirmar sus alianzas. Federico Guillermo ardía
en deseos de vengar la derrota de Valmy y dio orden a
sus generales de colaborar más estrechamente con los
austríacos.
208 A. MATHIEZ
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216 A. MATHIEZ
La Vendée
La insurrección, clerical y realista, que estalló en
el departamento de la Vendée y limítrofes, el 10 de
marzo de 1793, no es sino la manifestación suprema, el
episodio más lamentable de las resistencias y de los
descontentos que trabajaban a las masas populares de
toda Francia. La fermentación fue, en efecto, casi gene-
ral y, a no dudarlo, tuvo, en primer lugar, como causa
razones de orden económico y social. Las razones de
orden político y religioso vinieron seguidamente como
consecuencia de las primeras. La abolición de la regla-
mentación de las subsistencias, por decreto del 8 de di-
ciembre, y la muerte del rey, fueron seguidas por un
rápido encarecimiento de todos los artículos y un recru-
decimiento de la miseria.
En febrero, el asignado, por término medio, pierde
la mitad de su valor. Todos los testimonios concuerdan
en establecer que la desproporción entre los salarios y
el precio de la vida se había agravado de un modo pro-
digioso.
El 25 de febrero, el diputado Chambon declara, sin
que nadie le contradiga, que en Corrèze, el Alto Vienne
y el Creuse, el pan negro vale de 7 a 8 sueldos la libra, y
añade : « La clase indigente, en estos departamentos
desgraciados, sólo gana 9 ó 10 sueldos por día, es
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224 A. MATHIEZ
226 A. MATHIEZ
La caída de la Gironda
Las derrotas de Bélgica y el Rhin, la traición de
Dumouriez, la insurrección de la Vendée, exasperaron
la lucha entre la Gironda y la Montaña. Los dos parti-
dos, cada uno al otro, se acusaban de traición. Lasource
había lanzado la acusación contra Danton, en la trágica
sesión del 1.° de abril. Danton y los jacobinos la reco-
gieron para lanzarla contra sus adversarios.
El día 5 de abril, los jacobinos invitaron a las socie-
dades que les eran filiales a que hicieran caer sobre
París una verdadera lluvia de peticiones en demanda de
la destitución, de la nueva consulta al pueblo, de aque-
llos convencionales que habían traicionado a éste, ol-
vidando sus deberes y tratando de salvar tirano. La
idea de lo que pudiera llamarse revisión de poderes de
los que recibían el nombre de apelantes, no era nueva.
Ya los amotinados del 10 de marzo, los Varlet, los
Defieux, los Fournier, o, dicho de otro modo, los ra-
biosos, la habían formulado en diversas ocasiones. Pero,
hasta la fecha de que estamos hablando, los peticionarios
habían encontrado, siempre, la repulsa de los monta-
ñeses. Las cosas parecen cambiar y cinco días después de
la acusación de Danton por Lasource ponen de parle
de la idea de la revisión todo el peso de su autoridad.
Es fácil de conjeturar que entre los rabiosos y los ja-
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