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LEANDRO FERNÁNDEZ

DE M O R A T Í N

LA COMEDIA
NUEVA
EL SÍ
DE LAS N I Ñ A S
E D I C I Ó N DE
JESÚS PÉREZ M A G A L L Ó N

ESTUDIO P R E L I M I N A R DE
F E R N A N D O L Á Z A R O C A R R E T E R
M O R A T Í N EN SU T E A T R O

Al afrontar el estudio del teatro moratiniano, el primer problema que


suscita nuestro interés es el de la fama que alcanzó. ¿Cómo, por qué
las cinco obras dramáticas escritas por Inarco Celenio granjearon para
él el título de «Moliere español» que le otorgaron sus contemporáneos?
Hoy, aun reconociendo su amable tono, su discreta ejecución y hasta
el sabio planteamiento de ciertas situaciones escénicas, no acabamos ie
descubrir las calidades absolutas que las élites dieciochescas encontraron
en ellas. Y, sin embargo, el entusiasmo por la figura de Moratín ha
ido aumentando, en los últimos decenios, como una marea. Es cierto
que se editan sus comedias, que se sigue reconociendo en él al primer
dramaturgo de siglo de las luces —para mí, también el mejor lírico—,
pero lo que principalmente llama la atención es su calidad humana, ex-
traña y difícil. De ahí que se acuda con preferencia a las cartas privadas
y al diario que escribió, como testimonios más inmediatos de su carácter.

M O D E R N I D A D DE M O R A T Í N . ¿Ocurriría algo parecido en su


época? El prestigio ingente que adquirió entonces su obra ¿no se colaría
al pairo de un atractivo personal capaz de romper cualquier resistencia?
Evidentemente, no. La fama de Moratín se asentó en sus obras, precisa-
mente en sus obras teatrales. El propio don Leandro se tuvo siempre
por mediocre lírico o épico, y excelso comediógrafo. En una ocasión ('Obras,
II, 582b), presenta a la «musa de Menandro» arrebatándole la flauta
pastoril y el clarín de Marte, y señalándole el camino del teatro. La
intrépida musa le dice:

Y a con festiva aclamación sonando


la patria escena, en su alabanza justa
tu gloria afirma.

Y en un prólogo que escribió para sus poesías ('Obras postumas, III,


211), dice de sí mismo que es «demasiado célebre ya por sus obras dramá-
ticas». No olvidemos los términos del problema: demasiado célebre por
tan sólo cinco obras teatrales, en ninguna de las cuales alcanzamos hoy
a reconocer calidades absolutas.
Sus contemporáneos, sí. Godoy lo protegerá convencido de que Mora-
tín sólo admitía parangón con el autor del Tartufo. Y esto era unánime,
si se descuenta el coro de resentidos acaudillados por Cladera, que pare-

IX
X F E R N A N D O L Á Z A R O CARRETER

cían ladrar a la luna. Los buenos literatos, los políticos, la aristocracia


se habían rendido; aun sus enemigos de mayor entidad —Quintana y
su grupo— no podían menos de reconocer su talento. En 1806, El sí
de las niñas fue representada en un palacio zaragozano, por caballeros
y damas de la más distinguida estirpe, con un éxito extraordinario que
se apresuraron a notificar al autor. Este escribió dando las gracias; uno
de los improvisados cómicos le comunicó enseguida que todos, actores
y público, le habían arrebatado la carta para copiarla, como reliquia por-
tentosa: «Y todos desean conmigo que el talento de Vd. produzca sin
cesar iguales prodigios» ('Obras postumas, II, 199).
En el terreno personal, don Leandro gozaba de muy pocas simpatías,
si se descuenta un estrecho círculo de amigos. La verdad es que rehusó
continuamente vivir la vida literaria madrileña, y que su situación de
protegido oficial con Ensañada, con Godoy, con Bonaparte, no constituía
patente favorable entre los pretendientes fracasados ni entre los indepen-
dientes u hostiles. Alcalá Galiano trazó este retrato del poeta, valioso
por cuanto presenta la imagen exterior que don Leandro ofrecía a un
contemporáneo; refiriéndose a los escritores adictos a Godoy, puntualiza:
«Era el principal de éstos don Leandro Fernández de Moratín, poeta
cómico aventajado, si bien falto de imaginación creadora y de pasión
viva o intensa; rico en ingenio y doctrina; clásico en su gusto, esto es,
a la latina o a la francesa; nada amante de la libertad política, y muy
bien avenido con la autoridad, aun la de entonces, a cuya sombra me-
draba y también dominaba; en punto a ideas religiosas, laxo por demás,
si hemos de tomar por testimonio sus obras, donde se complace en sa-
tirizar no sólo la superstición sino la devoción, como dejando traslucir
lo que calla; de condición desabrida e imperiosa, aunque burlón; de vani-
dad no encubierta, y con todo esto, no careciendo de algunas buenas
dotes privadas, que le granjeaban amigos, aunque buenos, en escaso
número». 1

En verdad que resulta muy curioso contrastar esta opinión —muy


acorde, por ejemplo, con las manifestadas por Manuel f. Quintana—,
con la atracción inequívoca que ejerce en nuestros días. Y es que la frial-
dad, la austeridad espiritual, la suficiencia, notas todas que parecían con-
venir a aquel neoclásico afrancesado, adquieren nuevo sentido si se miran
a la luz de un epistolario y de un documento hecho público en l86y:

1
Alcalá Galiano mostró también su hostilidad a M o r a t í n , en su estudio
Juicio crítico sobre el célebre poeta cómico D.L.F. de M., glosado por «Azorín»
[1954] •
ESTUDIO PRELIMINAR XI

el diario de Moratín. Un alma insospechada, llena de matices, surge


2

de ellos, y atrae por su singularidad. Si el comediógrafo deslumhró y


el hombre desencantó en su siglo, hoy se invierten los términos: las obras
moratinianas no han atravesado la aduana del tiempo, pero su autor
capta la atención de los críticos. En nuestros días, lo que fundamental-
mente nos interesa es la intimidad, el caso humano de este español con-
tradictorio, fervoroso patriota y afrancesado; que edificaba el primer gran
monumento crítico de la historia literaria española, desde una conciencia
nacionalista purísima, y era perseguido en nombre de la nación; que no
amaba las libertades políticas y era víctima del sectarismo reaccionario.

E L TEATRO, A MEDIADOS DEL SIGLO X V I I I . A esto se debe


el que me haya parecido más interesante tratar del teatro en función
de Moratín, que de Moratín en función de su teatro; don Leandro es el
protagonista de estas líneas, en las que intentamos acercarnos algo a su
intimidad a través de las comedias. Pero tenemos todavía en el aire la
pregunta: la del porqué de su fama. Formulémonos antes otra: ¿cómo
es el teatro en España, cuando irrumpe en él, en iypo, Fernández de
Moratín? Él mismo ha descrito aquel panorama ('Obras, 307-325), lo
cual nos permite contemplarlo con sus ojos, y experimentar la invencible
repugnancia que sentía por el teatro de mediados de siglo. Frente a las
escogidas representaciones, de ópera italiana sobre todo, que tenían lugar
en los Reales Sitios, el público madrileño vivía feliz con la bazofia que
se le brindaba en sus tres salas de los Caños del Peral, de la Cruz
y del Príncipe: la historia es muy conocida, y me limitaré a evidenciar
algunos hechos.
En las citadas salas se representaba, junto con algunas obras traduci-
das, lo más selecto del período áureo y el recuelo del teatro pos ¡calderonia-
no, en escalofriante promiscuidad. Las representaciones eran muy pinto-
rescas; los clientes de aquellos locales se llamaban, respectivamente,
panduros, polacos y chorizos, y los estrenos constituían excelente oca-
sión para que todos ellos obrasen prodigios de incivilidad. La clientela
del teatro de la Cruz era capitaneada por un fraile trinitario que le
daba nombre, el P. Polaco, debelador temible de los poetas que no estre-
naban en su predio. Había otro fraile neutral, el franciscano Marco Oca-
ña, que ocupaba un puesto próximo al escenario para, desde allí, hacer

2
L o editó fragmentariamente J.E. Hartzenbusch, en el t o m o III de las Obras
postumas. L a edición —excelente— del texto completo ha corrido a cargo de
R e n e y Mireille A n d i o c [ 1 9 6 8 ] .
XII FERNANDO LÁZARO CARRETER

chistes y juegos de palabras con ¡as réplicas de la comedia, que eran


celebradísimos por el público, mientras echaba confites a los actores o
remedaba sus gestos.
La interpretación de los autos sacramentales era ocasión de escarnio
y de irreverencia; cuando la actriz Mariquita Ladvenant, en el papel
de María, contestaba al mensaje del ángel: «¿Cómo ocurre esto, si yo...?»,
el público no dejaba oír el final, con sus carcajadas e improperios; la
distancia entre el personaje y la persona debía de parecerle abisal. 1

Las comedias de los ingenios contemporáneos tenían estos títulos: La


mujer más penitente y espanto de caridad, la venerable hermana
Mariana de Jesús, hija de la venerable orden tercera de penitencia
de Nuestro Padre San Francisco de la ciudad de Toledo. — Sin
el oro pierde amor, imperio, lustre y valor. — Riesgo, esclavi-
tud, disfraz, ventura, acaso y deidad. — El hombre busca su es-
trago, / anuncia el castigo el cielo, / y pierde vida e imperio,
/ Focas y Mauricio. Estos títulos alternaban, repito, con La esclava
de su galán o El alcalde de Zalamea, sin que el público discriminase
entre unas calidades y otras. El teatro era un desahogo de violencias,
chocarrerías y hedores, y Lope compartía el éxito con el sastre Salvo
o el caballerizo Scoti.

R E F O R M A D O R E S . NO es mucho que una minoría sensible y aver-


gonzada —Montiano, Nasarre, Clavijo, Moratín padre, Cadalso, Gar-
cía de la Huerta, Aranda— tratase de poner remedio. La primera victo-
ria sonada del buen gusto fue la prohibición de los autos sacramentales,
en 1765.

3
Concretamente esta situación — l a actriz pública pecadora encarnando a la
V i r g e n — fue argumento que emplearon los ilustrados para combatir la represen-
tación de los autos. J o s é C l a v i j o escribía en 1 7 6 3 : « . . . y así se observa que las
expresiones más tiernas y devotas se convierten en risa y escarnios proferidas
por alguna actriz que haya dado nota, o cuya conducta sea opuesta a la que
se refiere» (E. C o t a r e l o 1 9 0 4 : 1 8 9 ) . Pero el argumento era antiguo ; Luperci o
L . de A r g e n s o l a , en el Memorial sobre la representación de comedias que dirigió
a Felipe II en 1 5 9 8 refirió la misma anécdota que luego contaría M o r a t í n : « R e -
presentándose una comedia en esta corte, de la vida de Nuestra Señora, el repre-
sentante que hacía de persona de San J o s é estaba amancebado con la mujer que
representaba la persona de Nuestra Señora, y era tan público, que se escandalizó
y r i ó m u c h o la gente cuando o y ó las palabras que la Purísima V i r g e n respondió
al ángel: QHO modo fiet istud, etc.» (E. Cotarelo 1 9 0 4 : 6 7 ; la misma incidencia
es narrada en 1 6 8 9 por el P . C a m a r g o y por otros moralistas).
ESTUDIO PRELIMINAR XIII

Menéndez Pelayo nos ha enseñado a ver, en la resistencia que el


público opuso a las innovaciones, una especie de victoria nacionalista con-
tra los «filósofos», y a considerar la prohibición de los autos como un
acontecimiento atentatorio contra las esencias de la patria. De este modo,
la imagen histórico-literaria vigente consiste en la oposición entre un pue-
blo entusiasta de los grandes maestros del XVII y una minoría antipática
y extranjerizante, entre un público galvanizado por los misterios religio-
sos del Corpus y unos reformadores impíos. Sin embargo, los hechos
aparecen más complejos; no se enfrentaban intereses tan «puros». Ya
hemos dicho que idéntico fervor producían Calderón que Laviano, Tirso
que Latre; que el teatro setecentista era un símbolo bochornoso de barba-
rie; al historiar exclusivamente los aspectos estéticos del litigio de los autos,
don Marcelino parece olvidar el clima en que éstos se producían, a la
Ladvenant recibiendo el mensaje angélico, entre insultos chocarreros del
público.4

Ocurrió, sí, que algunos reformadores eran más vehementes que sa-
gaces, y que, en el furor de las polémicas sobre el teatro nacional, arreme-
tían, no sólo contra lo circunstancial, sino contra el arte mismo de sus
grandes creadores. Mas, de su falta de talento crítico, no puede seguirse
una condenación sin atenuantes. No se equivocaban en su finalidad sino
en sus bases de partida, ajustadas al modelo cultural y social francés.
Pero supuesto su error ni era exclusivo ni injustificado: lo mismo ocurría
en toda Europa; al vacío que la extrema degradación del arte barroco
había producido en los diversos países, se respondía con una demanda
a Francia, y a la tradición clásica italiana. Los Moratines nada tenían
contra Lope; le censuraban justamente sus extravíos; injustamente, cuan-
do le recriminaban el no haberse sometido a las reglas; pero lo leían
con avidez. Don Nicolás alcanzará sus mejores momentos líricos cuando
sigue de cerca el vuelo del Fénix. Y de don Leandro, dirá su amigo
Silvela [1845:23] que tributaba a Lope de Vega «una especie de culto
en su corazón» (véase f. de Entrambasaguas 1941). No cabe, por tanto,
confundirlo en la masa de los españoles que intentaban hacer dimitir
al país de sus glorias.
El contexto histórico en que surge y se desarrolla la obra de Moratín
era, pues, sumamente abigarrado y deleznable. Los reformadores que

4
L a historia literaria será manca mientras no caree las obras con el público
y las circunstancias sociales en que aquéllas se producen. E l problema de los
autos sacramentales debe ser planteado desde estos supuestos, aun en su a p o g eo
del siglo anterior.
XIV FERNANDO LÁZARO CARRETER

le precedieron habían fracasado porque el vacío de tradición que produ-


cían intentaban llenarlo con obras mediocres, encorsetadas en las reglas,
pero sin garra. Como única excepción, como precedente que marcaba
el futuro camino, estaba sólo La Raquel, de García de la Huerta, en
la que un lenguaje nuevo y una estructura dramática «moderna» se po-
nían al servicio de un tema de raigambre nacional. La proeza de Huerta
no tendrá continuador hasta Moratín, si bien en género y con ademán
muy diversos.
A pesar de que este encuadramiento resulta esquemático, creo que
estamos en condiciones de comprender la causa de que las minorías diecio-
chescas colocasen a don Leandro a la par del primer escritor teatral de
Francia. Nuestro autor venía a asumir, en el género cómico, casi medio
siglo de tanteos poco felices, hechos en busca de una fórmula dramática
que estuviera a la altura de los tiempos, es decir, de los ideales de vida
y de los niveles de conciencia que se habían desarrollado en España en
la época de Carlos III. Era el escritor que alcanzando una talla europea
en cuanto a su «manera» y a su estética, se incardinaba en la sociedad
española de su tiempo, como un resultado. Mutatis mutandis, es algo
parecido a lo que, un siglo más tarde, acontecerá con Benavente, drama-
turgo que da forma a la materia espiritual que resulta de la Restauración.
Por lo demás, el triunfo de Moratín fue efímero, porque el prestigio
popular en nuestra patria ha de mantenerse en constantes escaramuzas
con el público y don Leandro abandonó el quehacer teatral con pocas
victorias y demasiado pronto. Ni siquiera pudo constituir escuela; en su
discípulo inmediato, Martínez de la Rosa, luchará victoriosamente, con-
tra la asimilación del módulo moratiniano, el empuje incontenible del
Romanticismo. Sólo en Bretón de los Herreros hallarán sus fórmulas
dramáticas un continuador de talento.

N E O C L A S I C I S M O A ULTRANZA. Del rápido estudio de las obras


de Inarco Celenio, de su motivación y de su sentido, vamos a ocuparnos
en la segunda parte de este estudio preliminar. Digamos, como caracteri-
zación general, que todas se ajustan estrechamente al patrón neoclásico,
tal como había sido compendiado por Boileau. Encontraremos, pues, en
sus comedias, deleite e instrucción, juego e ilustración moral; hallaremos
también imitación verosímil de la realidad. Don Leandro no fue tentado
por la tragedia; no he encontrado, en sus numerosas confesiones, ninguna
relativa a esta actitud suya, tan singular entre los neoclásicos europeos;
sin duda, hay que buscarla en razones de su carácter, que le aproximaba
a Moliere y a Goldoni más que a Voltaire y Metastasio. «La comedia»,
ESTUDIO PRELIMINAR XV

nos dice Moratín, «pinta a los hombres como son, imita las costumbres
nacionales y existentes, los vicios y errores comunes, los incidentes de
la vida doméstica; y de estos acaecimientos, de estos privados intereses,
forma una fábula verosímil, instructiva y agradable» ("Obras, 320). La
sociedad descrita pertenecerá a los que él llama la «clase media», y sus
fábulas y problemas no serán nunca sublimes, horribles, maravillosos ni
bajos.
Ante la expresión lingüística, observamos la misma moderación, con-
dicionada también por la verosimilitud; en prosa, un diálogo sin excesivo
embellecimiento ni caídas en lo trivial; en verso, el empleo preponderante
del romance, que permite la máxima sencillez.
Y como es natural, además de todas estas condiciones, don Leandro
observará devotamente las tres unidades: «una acción sola, en un lugar
y un día», como había enseñado Nicolás Boileau.
La convicción neoclásica de Moratín fue maciza e insobornable. Ya
en su vejez, su fiel amigo don Manuel Silvela le acusaba de haber proce-
dido en esta materia con escrúpulos de monja, y le argumentaba con
que no debía concederse a una comedia la misma importancia que a
un congreso. Pero Moratín no era atacable por ese flanco; había ocupado
buena parte de su vida en meditar y estudiar las normas clásicas, en
sus modelos eminentes y en los preceptistas, y para él la comedia poseía
mucha, muchísima más gravedad que un congreso. Era la clave central,
la piedra maestra de la regeneración moral del país; y en la observancia
de las reglas, vía única de la perfección, no podía permitirse el más leve
pecado. El se sabía algo más que un mero artista; era el símbolo de
un arte que constituyó la razón de su existencia, famas se extinguirá
en él el amor al teatro; cuando ya había renunciado a los amargos place-
res de la creación dramática, lo veremos ir, sin haber cenado a veces
más que un vaso de agua, a ocupar su luneta en una sala de espectáculos.

E S C A S E Z DE OBRAS. Esto nos lleva de la mano a considerar un


interesante problema ya aludido: el de la escasísima producción de Mora-
tín. Silvela achaca esta limitación a los rigores de su fe neoclásica, que
congelaron su fértil ingenio. Quizá no ande descaminado el ilustrado
pedagogo, pero no nos parece razón suficiente. En otro lugar de su apa-
sionada biografía, cuenta cómo solía llamar perezoso al viejo don Lean-
dro, «diciéndole que se engañaba si creía que cinco miserables comedias
y dos malas traducciones bastaban ni aun para obtener el grado de bachi-
ller en la carrera cómica». Moratín contestaba en broma, hasta que un
día se puso serio, y le replicó a su amigo: «El teatro español tendría,
XVI FERNANDO LÁZARO CARRETER

por lo menos, cinco o seis comedias más, si no me hubiesen hostigado


tanto». Se refería a las denuncias al Santo Oficio de que fue víctima,
con ocasión del estreno de El sí de las niñas, y a otras mil insidias.
Asqueado, rompió Moratín el plan de cuatro o cinco comedias que tenía
trazado, y no volvió a ocupar la pluma en más obras originales. Tenía
entonces cuarenta y seis años, y estaba en la cumbre del talento y de la
fama.
Poco después, sobre España y sobre él se abatieron todas las calami-
dades. A su inactividad como protesta se sumó otra razón inhibidora:
el temor. Desde su refugio barcelonés rogará que no se airee su nombre,
que nadie lo recuerde, porque ello puede traerle más desgracias.
Sin embargo, pienso que su temprano y definitivo silencio debe atri-
buirse a razones más hondas. En otro lugar [ipóo] señalé un rasgo
que parece vertebrar el espíritu de Moratín; es el que los caracterólogos
llaman resignación presuntiva, consistente en un rendirse por anticipa-
do a la adversidad. El extremo dramático de esta actitud lo hallamos
en muchos suicidas, que se entregan a la muerte antes de ver zarandea-
da, humillada, su delicada intimidad por acontecimientos que juzgan fa-
tales. El propio Moratín fue suicida frustrado, en tres ocasiones, por lo menos.
Pues bien, con esta nota de su carácter, que corresponde al tipo de
sentimental introvertido en la terminología de Le Senne, podemos
interpretar aquella ruptura de Moratín con el arte dramático, en la ma-
durez y en la gloria de sus cuarenta y seis años, como un típico gesto
de resignación presuntiva. Cuando consideró que España era irremisible,
cuando ante sus ojos ilustrados se desplegaron la barbarie, el fanatismo,
la ignorancia, la crueldad de aquellos días de la guerra y de la victoria,
se entregó voluntariamente al silencio, matando en sí mismo al poeta.
Él revestirá luego este silencio con dos nombres justificadores: miedo y
repugnancia. Ocurría, ni más ni menos, que ante vientos adversos él
mismo había apagado, presuntivamente, la llama creadora.

C L A S I F I C A C I Ó N DE LAS COMEDIAS. Las comedias de Mora-


tín pueden ser distribuidas en tres apartados, correspondientes a tres má-
ximas preocupaciones del poeta. En el primero, figura un grupo de tres:
El viejo y la niña, su primera obra, escrita a los veintiséis años; El
sí de las niñas, estrenada, según se ha dicho, a los cuarenta y seis;
El barón. El segundo y el tercer apartados están constituidos por una
obra: La comedia nueva y La mojigata, respectivamente.
En todas ellas encontramos un mismo motor creador, semejante técni-
ca —que no es ocasión de analizar—, idéntica intención docente, la mis-
ESTUDIO PRELIMINAR XVII

ma sátira contra la hipocresía, un mismo ideal humano: el de la cordura,


el de la prudencia, en D. Pedro, en D. Diego, en D. Luis, en Muñoz,
que son curiosas encarnaciones del honnéte-homme a la castellana. So-
bre algunas de estas comedias, vemos proyectarse, más o menos atenua-
da, la sombra de Moliere. Pero la carga de intereses que ha volcado
Moratín en cada una de estas obras, justifica la anterior ordenación, se-
gún vamos a examinar con rapidez.

« E L V I E J O Y L A N I Ñ A » . Las tres obras del grupo primero resuel-


ven escénicamente una obsesión moratiniana: la de que la conciencia de
una muchacha no debe ser violentada a la hora de aceptar marido. La
cuestión, planteada desde nuestros actuales supuestos, resulta de una gran
trivialidad; pero hay que situarla en su contexto histórico, en el seno
de una conciencia social que concebía el matrimonio como transacción
y pacto de intereses, para que cobre su rango verdadero. Creo, sin embar-
go, que el aliciente mayor de estas tres comedias, o, si se prefiere, de
El viejo y la niña y de El sí de las niñas —ya que El barón, hasta
al propio autor le parecía obra deleznable— reside en el testimonio que
brindan sobre el carácter, sobre el «caso humano» de don Leandro. Aun
no siendo insensibles a las delicias estéticas, al garbo y a la gracia de
estas tres comedias, no podemos evitar el sentirnos preferentemente atraí-
dos por su deposición acerca de la persona del autor.
El viejo y la niña nos describe la historia de una muchacha, Isabel,
a quien su maligno tutor ha casado con un viejo muy viejo, D. Roque,
celoso, impertinente y cruel. Pero la niña estuvo tiernamente enamorada,
antes de su matrimonio, de un joven apuesto, fuan, el cual llega a Cádiz
y se instala, con el pretexto de resolver unos negocios, en casa de la
desigual pareja. Entre Isabel y fuan brotan primero los reproches y des-
pués las protestas de un amor renovado. D. Roque sospecha, y trata
de complicar en sus ridiculas vigilancias a su criado Muñoz, anciano
regañón y lleno de buen sentido. Sin proponérselo, Moratín cae en la
doble acción. Porque tan interesados como en la solución del irresoluble
triángulo —un marido legítimo, una mujer casta y un amante honrado—
estamos ante el proceso dialéctico entre amo y criado, entre el dinero
y una conciencia recta que resiste al soborno. Hay lanada en esta come-
dia una protesta, diestramente conducida por Moratín; el pobre Muñoz
no tiene más que ingenio y astucia para defenderse, y al fin saldrá digna-
mente de la prueba. Otro más apocado se habría sometido, y el dinero
habría cumplido su más atroz objetivo: doblegar conciencias.
Pero volvamos a la acción principal; ni Isabel ni fuan están dispues-
XVIII FERNANDO LÁZARO CARRETER

tos al adulterio. Y cuando Roque, en una de las más crueles y violentas


escenas del teatro español, obliga a su esposa a fingir desamor a fuan,
éste se marcha para siempre. La niña, que ha triunfado de si misma
pero ha sucumbido a la malicia del viejo, decide irrevocablemente ingre-
sar en un convento.
Según vemos, el desenlace es perfectamente decente. Al ser represen-
tada la obra en Italia, el público lo halló demasiado «austero y melancóli-
co, y poco análogo a aquella flexible y cómoda moralidad que es ya
peculiar de ciertas clases en los pueblos civilizados de Europa», comenta
Moratín. El traductor, Signorelli, mudó, en vista de ello, el desenlace;
hemos de suponer que decidió o planteó al menos el adulterio. Con lo
cual, asegura don Leandro, «incurrió en una contradicción de principios
tan manifiesta, que no tiene disculpa» ("Obras, JJ<5).

C O M E D I A SIN AMOR. Moratín operaba siempre desde unos princi-


pios morales rectos y honestos. Pero ello era fruto de una convicción racio-
nal, tanto como de una contextura anímica sumamente peculiar, que
determina en él una tendencia inequívoca hacia la templanza. El mismo
lo proclama muchas veces: «Mi carácter es la moderación», decía en 1821
a Silvela. En todo era don Leandro moderado y hasta cobarde: se había
constituido en prisionero de sí mismo, y necesitaba de un orden estable
para que su intimidad pudiera sentirse segura. Cualquier situación que
le enajenara, que le expusiera a no ser completo dueño de su espíritu,
fue siempre sistemáticamente evitada por él.
En El viejo y la niña, si hemos de creer —y merece entero crédito—
al confidente de Moratín, fuan Antonio Melón, el poeta ha transustan-
ciado un episodio que vivió realmente. Melón, en efecto, en las «Desor-
denadas apuntaciones» que escribió sobre su amigo, inserta esta noticia:
«Cuando hacía El viejo y la niña, nos enseñaba a Estela y a mí cartas
de una señorita que le quería, y a quien él llamaba Lícoris...; esta señori-
ta se casó con un viejo, y a don Leandro le sucedió aquella escena de
El viejo y la niña, en que dice el viejo:

Entro, y la encuentro poniendo


unas cintas a mi bata,
y a él, entretenido en ver
las pinturas y los mapas.

Se trata del momento en que D. Roque ha oído hablar acaloradamente


a su huésped y a su esposa, en una habitación; el burlado amante está
ESTUDIO PRELIMINAR XIX

pidiendo explicaciones a su amada, pero, al entrar el viejo, ambos fingen


normalidad.
No caeremos en el ingenuo error de atribuir verdad objetiva a lo
que nos cuenta la comedia, ni siquiera en su planteamiento, fuan no
es Moratín, pero es la imagen exacta que éste se formaba del amante
puesto en aquel difícil trance de ver irremediablemente perdida a la mujer
amada, fuan ni siquiera insinúa a Isabel el logro oculto de su amor:
se limita a resignarse. Este sí que es don Leandro, viviera o no la situa-
ción de la farsa. Don Leandro no altera un orden legal y socialmente
establecido; sufre y huye. Todo antes que adquirir un compromiso, que
echar una cadena a su espíritu. Por eso le parecía intolerable la adapta-
ción de la comedia que había hecho Signorelli para el público italiano.
Se me objetará que no estaba realmente enamorado de Lícoris, y
que, al crear a fuan, no ha podido comunicarle un ardor que efectiva-
mente no sentía. Nada más exacto: ni siquiera pudo inventar un galán
ardiente, por absoluta incapacidad de imaginar cualquier tipo de enajena-
miento, fuan es fidelísimo trasunto de don Leandro, puesto éste en el
extremo hipotético de amar cuanto podía. Pero es que podía poco. Obsér-
vense las palabras de Melón: «nos enseñaba ... cartas de una señorita
que le quería»; era, pues, ella quien ponía los puntos a don Leandro.
El se sentía halagado, y hasta participaba en el juego; no podemos ima-
ginar otra cosa, dada su incapacidad para el amor. Su erotismo no parece
haber remontado nunca la fase estrictamente biológica; no le era posi-
5

ble rebasar los límites del afecto o de la ternura, confusamente mezclados


con un legítimo orgullo varonil, si obtenía respuesta.
Moratín es un ejemplo insigne de poeta desamorado. En su lírica
no hay un solo poema estrictamente amoroso. Cuando tenía veintisiete
años, es decir, cuando acaba de terminar su flirt con la niña que se
casó con un viejo, visita Valclusa, escenario de ilustres amores poéticos.
Y escribe enseguida a otro gran desamorado, fovellanos, estas reflexio-
nes: [Los imitadores de Petrarca] «se olvidaron de que nadie pinta bien
la pasión de amor, si no está muy enamorado. El que no la sienta,
no trate de fingirla, porque será enfadoso y ridículo» ('Diario, II, 92).
En sus comedias, abundan los enamorados fingidos más que los ver-
daderos. Así, el Barón simulando un amor que no siente por Isabel,
para asegurar su dote; D. Claudio, repitiendo con Inés ese mismo jue-
go, en La mojigata; el pedante D. Hermógenes, confiado en las posibles

3
L a publicación del texto íntegro de su diario ha revelado que no fue parco
en la búsqueda y en la compra de amores efímeros; véase lo que dicen las pp. 1 9 - 2 0 .
XX F E R N A N D O LÁZARO CARRETER

ganancias de su futuro cuñado, mientras entretiene con palabras de amor


a Mariquita, en La comedia nueva. Si además de estos simulados amantes,
los hay verdaderos (D. Carlos, Leonardo...), su triunfo no resulta de
una pasión arrebatadora, sino que es un fruto secundario: de una genero-
sa renuncia, en El sí de las niñas, o de la conjuración de un engaño,
en El barón.
Y, sin embargo, salvo en La comedia nueva, en que el tema erótico
apunta sin desarrollo, el amor ocupa extenso espacio en las obras morati-
nianas; carece de empuje y nervio, pero es prolijamente considerado. Lo
cual significa a las claras que Moratín no siente el amor como pasión,
sino como preocupación. Podía amar hasta el límite en que el sentimiento
se transforma en arrebato, hasta el instante en que la intimidad del alma
debe abrirse. En ese punto justo se detenía don Leandro. Alude varias
veces, en su correspondencia, a enamoramientos fugaces; nos falta el testi-
monio de un gran amor que, evidentemente, no sintió nunca. En general,
los sentimentales, es decir, los ocupantes exclusivos de su alma, son malos
enamorados.

« E L s í DE LAS NIÑAS». A pesar de lo cual, por los manuales


anda la especie de que experimentó una gran pasión por la famosa Fran-
cisca Muñoz. Vamos a asomarnos, con pudor y curiosidad, a estos pre-
tendidos sentimientos, de los que pasa como trasunto literario El sí de
las niñas, a partir, sobre todo, de un meticuloso trabajo de Escosura
[1877; véase también F. Ruiz Morcuende 1924:61 y ss. y f.L. Cano
1960]. Según don Patricio, la citada comedia narraría, bajo transparen-
tes velos, el amor que Moratín sintió por Paquita, favorecido por la ma-
dre de ésta, María Ortiz. Moratín sería D. Diego, Paquita habría con-
servado el nombre, y la indiscreta doña María se habría convertido en
D. Irene. Da por válidas todas las circunstancias arguméntales, y supo-
a

ne que la niña no correspondía a don Leandro, porque el desnivel de


edades era notable, y esperaba o vislumbraba más gallarda proporción.
El poeta habría descubierto, al fin, la imposibilidad de sus pretensiones,
y se habría retirado con el corazón lacerado y lágrimas en los ojos.
Pero a esta interpretación se opone una importante dificultad cronoló-
gica. Y es que, cuando El sí de las niñas se estrena en 1806, Moratín
no ha suspendido su «flirteo» con la dama. El buen don Patricio tiene
soluciones para todo: es, viene a decirnos, que don Leandro había barrun-
tado lo que iba a ocurrir, e imaginó un desenlace para su comedia que,
luego, desdichadamente, se repitió en la realidad.
Asombra y cautiva el candor de este tipo de interpretaciones, una
ESTUDIO PRELIMINAR XXI

más entre las muchas de que han sido víctimas tantas obras literarias.
Estas, salvo en rarísimas ocasiones, aunque se apoyen en realidades cir-
cunstanciales, no dan testimonio de tales realidades, sino del temple espi-
ritual del artista que las evoca. Como antes hicimos con la historia del
viejo e Isabel, intentemos ahora descubrir algunas facetas del alma com-
plicada de Moratín, a propósito de El sí de las niñas.

F R A N C I S C A M U Ñ O Z Y M O R A T Í N . Conocemos la fecha en
que Inarco Celenio conoció a la muchacha; su diario, el día 22 de
mayo de 1798, puntualiza: «Chez conde, ubi Paquita». El hecho de
que el nombre de ésta no aparezca antes, es indicio, aunque no motivo
concluyente, para la anterior afirmación. Tenía don Leandro treinta y
ocho años. Por plausibles cómputos conjeturales, sabemos que la mucha-
cha debía de andar por los diez y ocho. La diferencia de edades era,
pues, grande, pero no escandalosa, en aquella época de matrimonios entre
niñas y viejos. En la cuenta de valores estimables de Moratín deben
considerarse su admirable ingenio y su prestigio de escritor máximo, bien-
quisto del poder.
Pero hay más: la Muñoz no tenia pretendiente a la vista. Cuando
se rompan sus relaciones con el poeta, habrá de aguardar muchos años
hasta contraer matrimonio. Tenía ya treinta y cinco, como mínimo, cuando
se dirigió por carta a su amigo don Leandro, pidiéndole consejo para
casarse con un militar gordo y machucho, negación viva del D. Carlos
de la comedia.
Los encuentros con la familia Muñoz menudearon a partir de aquel
día de primavera. Al llegar el otoño, don Leandro anota en el diario:
«Chez Conde, cum Paquita scherzi». Es el momento de apogeo máxi-
mo de Moratín, el del goce de su casa de recreo en Pastrana, el del
puntual cobro de los beneficios eclesiásticos, el del respeto unánime, con
odios que honran. El escritor lleva a Paquita y a su madre al corral
de la Cruz. Y ya en pleno verano de 1799, Moratín apunta: «Scherzi
cum Paquita, quam osculavi».
Continúan las visitas sin interrupción; en el estío de 1800, don Leandro
hace a la Muñoz un regalo muy propio: un abanico. Y en septiembre
se lleva a la madre y a la hija a su finca de Pastrana. Por aquella
época está escribiendo El sí de las niñas; la primera alusión a esta obra,
ya terminada, corresponde a julio de 1801. Pero el idilio con Francisca
continúa, ya que ésta, en octubre, le acepta agradecida unos pendientes.
La familiaridad con los Muñoz es total; en agosto de 1802, don Lean-
dro anota: «Chez Conde, magna cum Mother [de Paquita] disputatio
XXII FERNANDO LÁZARO CARRETER

super voyage»; pero vuelve por la tarde a verlas. Así, entre paseos, visi-
tas, representaciones teatrales, comidas, finezas y disgustos, va pasando
el tiempo para don Leandro y la niña. Transcurren ocho años de relación
frecuente y, a todas luces, amorosa. A fines de 1806, el año de estreno
de la comedia, el asunto parece precipitarse. El día 3 de diciembre, Mora-
tín va a casa de su amigo Melón; de la entrevista, sólo poseemos la
noticia: «consultatio over Paquita». Seis días después, esta nueva anota-
ción: «Ici Paquita and Mother, consultatio super casamiento of Paquita;
ego tastamento, tenerezze».
Estas rápidas apuntaciones permiten entrever una especie de ultimá-
tum presentado por las Muñoz a Moratín. ¿Qué casamiento era ése?
¿Había surgido un nuevo pretendiente? Carecemos de noticias, pero, como
ya se ha dicho, la muchacha no contraerá matrimonio hasta nueve años
más tarde. Resulta obvio pensar en el aludido ultimátum. Y don Lean-
dro, acorralado, sabe escaparse con Dios sabe qué habilidades emotivas,
en que era tan diestro.
Con todo, algún pretendiente, con pretensión más o menos inmedia-
ta, debía de haber entrado en el horizonte de Francisca, lo cual pudo
constituir el pretexto para obligar a don Leandro a que se aclarara. La
situación entre poeta y dama quizá se hizo difícil durante algún tiempo.
Moratín pasa los meses de julio y agosto de 1807 en Pastrana; el 4
de septiembre regresa a Madrid y visita inmediatamente a los Muñoz;
Paquita llora. ¿Cuál fue el motivo de su llanto? Podremos imaginarlo
tres días más tarde; Melón y él salen de paseo en coche, y Juan Antonio
le da la noticia de que Francisca se casa. Escuetamente, don Leandro
anota: «Planximus, ego tristis». La noticia —lo sabemos— era falsa.
¿Fue la última finta de las mujeres para atraer al evasivo escritor? Nos
tememos que sí. A no ser que el matrimonio se celebrara realmente —cosa
muy improbable— y no haya aparecido rastro documental.

L A HUIDA. El diario de Moratín acaba justamente a principios de


1808, y nada podemos saber acerca de cómo continuaron estas relaciones
por aquellos años decisivos. Cuatro años más tarde, en 1812, don Lean-
dro abandona para siempre Madrid, y comienza su odisea uncido al ejér-
cito francés en retirada. Nunca más volverá a ver a Francisca, pero man-
tendrá con ella una larga correspondencia hasta su muerte. Más de doscientas
cartas le escribió, a lo largo de trece años de separación; las pocas que
se han dado a la publicidad, no dejan traslucir el menor vestigio de senti-
mientos amorosos.
Paquita se había quedado con el retrato de Moratín pintado por Coya;
ESTUDIO PRELIMINAR XXIII

y urgía a don Leandro para que le escribiese a menudo. Éste parece


con frecuencia cansado, aburrido, pero acude a darle satisfacción. En 1826,
Moratín ha cumplido sesenta y seis años, y Francisca cuarenta y seis;
la pobre tiene las piernas hinchadas y las rodillas tumefactas. Sin embar-
go, planea un viaje a Burdeos para encontrarse con don Leandro, que
le echa un jarro de agua fría: no vale la pena tanto esfuerzo —viene
a decirle— «sólo por ver a esta mala cara que Dios me dio».
Por fin, cuando Moratín muere, Paquita, doña Paca ya, hace extre-
mos de dolor. Un buen día, en septiembre de 1828, se presenta en su
casa don Manuel García de la Prada a ejecutar la última voluntad de
Moratín, a arrancarle el retrato pintado por Goya, que debía pasar a
la Academia de Bellas Artes. La Muñoz saca una carta de don Lean-
dro, en que la nombra depositaría perpetua de su vera efigie. El poeta,
implacable con lo que no fuera el culto más rendido de sí mismo, lo
ha olvidado en su última voluntad. Y el ejecutor testamentario se siente
conmovido, dice, «por el singular cariño que [la dama] tiene al difunto»;
por lo cual, ordena que se le entregue una copia del retrato, para evitar
«un terrible pesar a la honrada doña Francisca Muñoz».
Éstos son los datos fundamentales de estas relaciones que, insistimos,
pasan por ser la gran pasión defraudada de Moratín. Nos preguntamos
si no será la gran pasión frustrada de Paquita. Y entonces, ¿qué nexo
6

existe entre los sucesos históricos y la anécdota de El sí de las niñas?


Absolutamente ninguno. La idea de que tal conexión es determinante
de la comedia viene rodando todavía por manuales y aun por monogra-
fías, cuando ha pasado más de un cuarto de siglo desde el descubrimiento
de que la famosa comedia moratiniana es adaptación cercana de una
obrita en un acto de Marivaux titulada L'école des méres de IJ32
(Sánchez Estevan 1934:54). José Francisco Gatti [1941:140-149] que
ha estudiado minuciosamente los detalles de tal adaptación, señala que
el esquema argumental de ambas comedias es el mismo. Allí aparecen
el futuro marido con sesenta años y la infeliz doncella con diez y siete;
en la obra española, ambos tendrán un año menos, lo que no corresponde
ni de lejos a las edades de Moratín y de Paquita. La diferencia anecdóti-
ca más notable entre las dos comedias, motivada por un «escrupulillo
madrileño», consiste en que el joven rival del caballero, su hijo en Mari-
vaux, se convierte en sobrino suyo en Moratín.
El sí de las niñas no traduce, pues, al escenario una parcela biográfi-

6
Celebramos que esta opinión, expuesta por nosotros en 1 9 6 1 , parezca ser
compartida por R . y M . A n d i o c , en su edición del diario de M o r a t í n (p. 2 0 ) .
XXIV F E R N A N D O LÁZARO CARRETER

ca de Moratín; todos los intentos de explicarla mediante las corresponden-


cias literales D. Francisca = Paquita Muñoz, D. Diego = don Leandro,
a

deben ser desterradas de una vez. Y, sin embargo, quizá ni Escosura


7

ni cuantos, tras él, han establecido una relación entre lo que acontece
en la comedia y lo que, en la vida, sucedía al poeta, andaban descamina-
dos. Lo que ocurre es que esa relación debe plantearse desde otros supuestos.
Moratín, con toda probabilidad, quiso a la muchacha hasta el límite
que le imponía su exigua capacidad de amar. Pero, por razones de carác-
ter ya explicadas, no se decidió —él, entendámoslo bien— a otorgarse como
esposo, porque le era imposible otorgar, compartir, conceder la más peque-
ña porción de su intimidad. En 179$, exclamaba: «¿Qué sé yo adonde
iré? Y esta incertidumbre me anuncia a cada paso la libertad que gozo».
Muchos años después, en 1823, seguirá exhibiendo su soledad con orgullo:
«Yo soy un pajarraco huérfano, sin pollos y sin nido; me mantengo con
poco; y a pesar de mis cortos haberes, antes me sobra que me falta».
Los mecanismos de la mente son muy complejos, y es muy probable,

7
J o a q u í n de Entrambasaguas [ 1 9 6 0 ] afirma, basándose en hipótesis, que don
Leandro sufrió un g r a v e quebranto sentimental cuando, en sus años m o z o s , su
amada doña Sabina C o n t i , «de la noche a la mañana y ante el espanto del j o v e n
M o r a t í n se casó con su tío don J u a n Francisco C o n t i , que le doblaría la edad
y algo más, resultando a su lado un viejo». Este «amargo dolor» y «desencanto
angustioso» se habrían plasmado, mediante una trasmutación literaria, en El vie-
jo y la niña. Y añade el citado crítico [ 1 9 6 0 : 2 2 ] : «Pero m u c h o más tarde, para
escribir su última comedia [El sí de las niñas], M o r a t í n aún vuelve sobre el tema
extrañamente —para quienes ignoren sus causas—, con esa obsesión del recuer-
do j u v e n i l en la vejez; con el deseo de revivir la j u v e n t u d , que, en el escritor
— c o m o en L o p e de V e g a , en La Dorotea—, se convierte en obra literaria, lle-
vando de nuevo a la escena su inolvidable tragedia, transformada ya en comedia
verdadera, porque, al drama, le ha encontrado otra solución. N i lo que sucedió
en la vida ni el deseo vindicativo de sus primeras comedias [alude a la desconoci-
da El autor y a la conservada El viejo y la niña], sino lo que debiera haber sucedi-
d o , y de ese m o d o vivir la ficción y evadirse de la realidad, merced al perfeccio-
namiento de su arte dramático, en toda su plenitud, y a la necesidad optimista
de su alma que han moldeado los años y las penas». L u e g o nos previene para
que «no incurramos en el frecuente error —acaso buscado p o r M o r a t í n , si no
fue capricho suyo la coincidencia de nombres— de identificar a esta Paquita
[ M u ñ o z ] con la protagonista de El sí de las niñas, doña Francisca también». R .
A n d i o c [ 1 9 7 5 : 1 4 4 ] da acogida a la hipótesis indemostrable del profesor E n t r a m -
basaguas, y concede que «tal vez debamos a este amor m a l o g r a d o [el de don
Leandro por Sabina] la creación de El viejo y la niña. Y también la de El sí
de las niñas...». Pero ¿no es suficientemente explicable esta obra, dentro de la
serie literaria, por L'école des mires? Las obras literarias dan testimonio de su
autor, pero es grave error querer justificarlas a ultranza por motivaciones b i o -
gráficas: antes que nada, son literatura.
ESTUDIO PRELIMINAR X X V

seguro casi, que la dificultad levantada por Moratín como obstáculo para
una boda que en modo alguno deseaba, fuese la diferencia de edades,
real pero no impediente, entre Paquita y él. En aquel ámbito social,
ya lo decíamos, eran frecuentes las bodas desniveladas, y sus consecuen-
cias. Moratín se atrincheró en estas aprensiones, y no se rindió. En sus
manos había caído la obrita de Marivaux, la historia del hombre viejo
que fracasó en amor. Como he dicho, no era tanta la diferencia de edades
entre él y Paquita; Angélique tenía diez años menos que Francisca, y
M. Damis trece más que Moratín. Pero no importaba: la fábula prueba
más y mejor cuanto más polares son sus términos. De que Moratín pen-
saba en su propia situación, no puede cabernos duda: ahí está la protago-
nista, con su nombre alusivo; y ahí están esas docenas de detalles señala-
dos por los comentaristas en la comedia, que apuntan inequívocamente
a la familia Muñoz, a sus amigos y a él mismo. Nuestra hipótesis
conduce a suponer que El sí de las niñas es la resolución literaria del
conflicto que preocupaba al escritor, la formalización de sus aprensiones
y recelos, los cuales eran, a su vez, producto de la irreductibilidad amoro-
sa o sentimental de don Leandro. L'école des méres le vino como anillo
al dedo; como un anillo que no servía, precisamente, de alianza.
Era lógico que D. Francisca no quisiera casarse con D. Diego; pero
a

Paquita Muñoz, que acepta regalos, que llora, que va forjando un senti-
miento del que dará más tarde conmovedoras señales, es seguro que sí
quería a su D. Diego, a su don Leandro?
El sí de las niñas depone, pues, como testigo de su autor. El maduro
pretendiente se retira, como fuan en El viejo y la niña, para no crear
una situación límite, para que el buen orden no sufra alteraciones. Sólo
que aquí, en el suceso real que, injertado en una obrita de Marivaux,
se vislumbra en la escena, el buen orden habría requerido, si mi interpre-
tación es exacta, la boda del caballero maduro y de la dama. Entendámo-
nos: el orden visto desde fuera de Moratín. Desde dentro, consistía en
lo que de veras ocurrió: en que el poeta no abatiese el menor reducto
de su espíritu. En él, libertad se identifica con intimidad intacta. El sí

8
Y a hemos señalado c o m o , en las cartas de M o r a t í n a Paquita, no hay hue-
llas de sentimientos amorosos. Esto confirma el carácter de huida que t u v o el
cese de sus relaciones. El poeta, que había chanceado con la muchacha, d o , in-
cluso, por la asiduidad en la correspondencia que le exigía la M u ñ o z . Si él hubie-
ra sido rechazado, ¿no se habría filtrado, entre tanto testimonio de afecto fami-
liar, un reproche, una insinuación, un indicio m í n i m o de despecho o de amor?
A partir de 1 8 0 6 , Moratín abre una cuenta nueva en sus relaciones con Paquita,
en que lo erótico se evita con s u m o cuidado.
XXVI FERNANDO LÁZARO CARRETER

de las niñas no es una crónica sino una mixtificación, una flagrante


excusa. Con esta obra concluye don Leandro, como dijimos, su quehacer
dramático; y echa el cierre también, preconcebidamente, al curso de sus
amores con aquella fiel y encantadora Francisca Muñoz, a la que un
día, chanceando, le había robado un beso.

« L A COMEDIA NUEVA». Muy diversa, hasta el punto de poder


constituir con ella un apartado, es La comedia nueva, estrenada en 1792.
No voy a entretenerme en el examen de esta obra, que situó definitiva-
mente Menéndez Pelayo en el contexto de la estética dieciochesca. Me
interesa sólo adivinar por ella el temple de su autor al crearla, los supues-
tos psicológicos desde los cuales se ha atrevido a escribirla. Porque, ¿de
dónde ha sacado fuerzas, él que era la moderación misma, para plantear
combate al ejército malhumorado de legos que se enseñoreaban del teatro?
Pocos años antes, en 1787, escribía desde París a aquel desaforado
y generoso peleón que fue Forner: «Tu carta del 21 del pasado me ha
puesto de muy mal humor, querido fuan, porque veo que no desistes
del empeño imposible de aplastar y confundir a los pedantes vocingleros,
a los poetas chirles y a los escritorcillos de pane lucrando... Déjalos
que garlen y disputen y traduzcan y compilen y empuerquen papel y
fatiguen los tórculos. A ti, ¿qué te va en ello?... Nadie irrita en España
impunemente a los bichos ponzoñosos; porque, si no pueden con la plu-
ma, te herirán con la lengua... Créeme: no son los otros los que deben
ni pueden enmendarse: eres tú» /Obras postumas, 96-97]. Dos años
después de enviar esta carta, Moratín comete una insigne imprudencia,
si la medimos desde las afirmaciones de la epístola: publica La derrota
de los pedantes, contra los escritores chirles, y, no contento con esto,
otros dos años más tarde, insiste con La comedia nueva. Es difícil resol-
ver este cambio de actitud.
La derrota parece el fruto de una renuncia. Como es sabido, Mora-
tín, modesto oficial de joyería, decidido a librarse del taller y a hacer
carrera en las letras, obtuvo por intermedio de Jovellanos la plaza de
secretario de Cabarrús, con el que viajó por Francia. Era un comienzo
brillante, esperanzador; en París, en este incipiente amanecer de su bie-
nestar, fue donde escribió aquella carta a Forner. Pero, de pronto, todo
se vino abajo con la caída de Cabarrús. El joven secretario quedó de
nuevo disponible, y no tuvo más remedio que reintegrarse a su artesanía.
A este momento de desilusión y desánimo, aumentado con el fracaso
de su intento para estrenar El viejo y la niña, corresponde la famosa
sátira, género para el que estaba bien dotado, y en el que había conquis-
ESTUDIO PRELIMINAR XXVII

tado un lauro académico, en 1782, con su Lección poética. Don Lean-


dro juzga, quizá, que nada tiene que perder, y arremete contra el rebaño
de infames copleros.
Pero a aquel accidente sucede un rápido cambio de fortuna, con la
protección del dictador Godoy. Por decisión de éste, la censura atempera
sus rigores y concede el visto bueno a la comedia antes proscrita. El
favorito real apuntala sólidamente la flaca economía de Moratín, me-
diante un beneficio en Montoro y una pensión con cargo a la mitra
de Oviedo. Es comediógrafo aplaudido, y goza de bienestar. Don Lean-
dro, sin dudarlo un instante, compone La comedia nueva para escarnio
público de los malos dramáticos, y como apología de la fe neoclásica
que profesa.
La obra, pese a la agitación que produjo en el charco de ranas poéti-
cas, triunfó; su autor se siente designado para más altos fines, y solicita
y obtiene una pensión, con el fin de viajar por el extranjero y empaparse
de luces. Marcha a Francia, pero sale huyendo del Terror. Pasa el Ca-
nal, y se instala en Londres. Desde allí, su destino de oráculo del teatro
español se le muestra como evidente, y dirige a Godoy un memorial,
pidiéndole la plaza de director de los teatros, con el propósito de proceder
a una reforma radical de los mismos. Su memorial, sometido a informe
del corregidor de Madrid, naufraga (P. Cabanas 1944b). Pero lo que
interesa de este hecho es que nos permite vislumbrar el optimismo pletóri-
co y agresivo que invade a Moratín este año de 1792, en que estrena
La comedia nueva y escribe el memorial.
La comedia nueva es el testimonio más claro de aquel absolutismo
que Alcalá Galiano denunciaba en Inarco Celenio. Con ánimo genero-
so e ingenuo, Moratín se empeña en la revolución desde arriba: quiere
corregir con el poder. Su comedia solicita tanto como ataca; pide al favo-
rito que le allane el camino con la fuerza, para que él pueda sembrar
las semillas de una regeneración cívica. El deseo de vencer sin luchar
es típico del carácter sentimental. Moratín sólo hubiera estrenado esta co-
media cuando lo hace, esto es, sabiéndose sólidamente respaldado; o bien,
en un período de definitivo abatimiento. Porque ambas cosas, el sumo po-
der o la suma renuncia, son las que le hacían sentirse seguro, esto es, libre.

U N NUEVO ATAQUE: « L A MOJIGATA». Terminemos con un


breve examen de La mojigata, desde este punto de vista que nos ha
servido para observar las restantes comedias, esto es, tomándola como
posible vía de acceso a la intimidad de Moratín. En ella vuelve a plan-
tear el autor su vieja defensa de los derechos de la mujer a no aceptar
XXVIII F E R N A N D O LÁZARO CARRETER

marido por ajena imposición; pero, si no la hemos incorporado al primer


grupo de comedias, es porque aquel tema queda prácticamente ahogado
por el desarrollo de otro muy especial, a saber, el de la crítica de ciertas
formas de hipocresía religiosa.
Argumentalmente, La mojigata es la más compleja de las obras
moratinianas. Además de influjos nacionales, puede observarse el de Adel-
fos, a través de L'école des maris, obra que, como es sabido, adaptó
al castellano Moratín. Este cuadro argumental se enriquece con evidentes
destellos del Tartuffe y del D o m Juan molierescos.
Aunque estrenada en 1804, dicha comedia fue compuesta hacia 1791;
es, pues, rigurosamente contemporánea de La comedia nueva; en am-
bas, según parece, se ocupó don Leandro durante una larga estancia en
Pastrana, a poco de conseguir la protección de Godoy. Como la comedia
de los pedantes, la de Clara la piadosa parece fruto de aquel espíritu
en plétora antes descrito. Desde el postulado de que el teatro es escuela
de costumbres, Moratín se mete a reformador; lleva entre ceja y ceja
el mismo aborrecimiento que sentía Moliere contra los falsos devotos.
Es muy difícil y muy aventurado reconstruir una imagen, siquiera
sea aproximada, de la religiosidad de Moratín. No hay pruebas conclu-
y•entes de que sea cierto aquel dictamen de Alcalá Galiana, según el
cual, era «laxo por demás, si hemos de tener por testimonio sus obras,
donde se complace en satirizar no sólo la superstición, sino la devoción,
como dejando traslucir lo que calla». Pero tampoco hay razones definiti-
vas que oponer a don Antonio. De niño, fue educado Moratín en
sus principios cristianos; a sus veintitantos años, lo vemos asistir a cere-
monias religiosas, oyendo misa y confesando. En Inglaterra, no abando-
na estas prácticas. Pero nada nos dice Silvela, testigo de su agonía, de
que hubiera reclamado en tal trance los auxilios de la religión; y tampoco
en su testamento figura ninguna profesión de fe (Menéndez Pelayo
I88O-I88I:V, 333).
En su Viaje a Italia, realizado con la pensión que le concedió Godoy
por la época en que compuso La mojigata, se leen estas palabras revela-
doras: «Habiendo hablado de los espectáculos de Roma, no es posible
pasar en silencio el de la bendición del Papa... La inmensa plaza de
San Pedro, única en el mundo, se llena de pueblo; la tropa de infantería
y caballería forma un cuadro a la entrada del gran templo Vaticano;
se aparece en una ventana, sobre la puerta principal de la iglesia, el
Papa, cubierto de preciosas vestiduras, con mitra episcopal en la cabeza,
levantado en unas andas, rodeado de prelados de las religiones, obispos,
arzobispos, cardenales, cortesanos, criados y guardias: su presencia sus-
ESTUDIO PRELIMINAR X X I X

pende el rumor popular. Todo es silencio reverente; se levanta en pie,


y alzando el rostro y los brazos al cielo, bendice desde aquel trono de
majestad a todo el orbe católico, redimido con la sangre de J. C, de quien
es Vicario y Pontífice en la tierra; al echar la bendición, se postra humil-
de aquella inmensa multitud, y al acabarla, suenan instrumentos milita-
res, campanas, voces de alegría, y retumban a lo lejos los cañones de
la mole Adriana. En Asia podrá haber algo que se parezca a esto; pero
en lo restante del mundo, no hay soberano que se presente a su pueblo
con tal grandeza, ni que, reuniendo el imperio y el sacerdocio, aparezca
a sus ojos como padre, como príncipe, como intérprete de las voluntades
de Dios, y dispensador en la tierra de su perdón y sus beneficios». Y con-
cluye con estas significativas frases: «Así es que, por más que reflexione
la filosofía, no es posible asistir a esta función sin sentir una conmoción
irresistible de maravilla y entusiasmo» (Obras postumas, 587).
No es éste lugar oportuno para interpretar pormenorizadamente ese
texto. Pero resulta claro que en él late un sentimiento emocionado. Sin
embargo, sería osado atribuirle fundamento religioso; más bien parece
obedecer a motivaciones estéticas; y hasta se percibe un intento de refre-
narlo, en aquella explícita comparación del Papa con los soberanos de
Asia. Con todo, hay un momento de rendición final: «por más que refle-
xione la filosofía...».
Moratín, en todas sus obras, parece vivir en el vaivén que refleja
el pasaje anterior: las luces, por un lado, y una religiosidad heredada
y familiar, de la que intenta liberarse mediante la ironía o su conversión
en materia estética. Pero, además de un sentimiento personal, la religiosi-
dad constituye un problema social, que matiza muy peculiarmente la
convivencia en la tierra hispana. En general, los ilustrados claman por
una regeneración del espíritu cristiano, por una restitución del mismo
a una pureza incontaminada de supersticiones y creencias pararreligiosas
(J. Sarrailh 1954:613 y ss.). En la exigencia, unen sus fuerzas hombres
fervientes, y sospechosos de laxitud como Moratín. La mojigata no tiene
otro sentido. Desde aquel sólido baluarte que ocupa en 1792, el año
admirable de su vida, dispara sus armas contra los enemigos del progreso
literario y contra la impureza religiosa. La razón de que un creyente
a medias exija de los demás creencias robustas y sinceras, me parece
obvia: una religiosidad vivida desde la caridad y las más sólidas virtudes
cristianas, piensa Moratín, y con él los ilustrados piadosos o impíos, deja
de constituir un obstáculo para la vida civil, puesto que ésta no se verá
enturbiada por la hipocresía y otras formas seudoespirituales, que tantas
veces medran a la sombra de la religión. Es cierto que hubo muchos
X X X FERNANDO LÁZARO CARRETER

españoles en aquel tiempo que ironizaban y atacaban con los designios


de Voltaire. No creo que Moratín, cantor de la Virgen del Pilar o de
Lendinara fuese uno de ellos. Sus cantos eran puramente estéticos: evi-
dente; pero ahí están como síntoma de que su irreligiosidad no era com-
bativa. El, lo sabemos ya, no estaba dotado para combatir, si del hostiga-
miento podía seguírsele réplica. Quería paz, ilustración y concordia; deseaba
en los demás unas formas espirituales sinceras y honradas, que dejaran
intactos sus secretos del corazón. En suma, una religiosidad que no fuera
ni agresiva ni inculta.
Insisto en que éste me parece el significado de La mojigata: un
ataque contra la hipocresía, como medio de autodefensa. Algo singular-
mente parecido a la actitud de Moliere, promovido por causas semejantes.

C O N C L U S I Ó N : UN FUGITIVO. Hemos pasado revista a las prin-


cipales obras de Moratín, con la intención de acercarnos un poco a aque-
lla alma difícil y eminente. Lo hemos visto atacar, desde sólidas posicio-
nes, con La comedia nueva y La mojigata. Pero el ataque no era
el fuerte de don Leandro; necesitaba tener previamente rendido al enemi-
go, con el poder y con la fuerza, en caso preciso. Su objetivo era imponer
las luces en y con la comedia. Tipifica así exactamente al ilustrado des-
pótico de su tiempo. Pero lo hemos visto defendiendo lo que más le im-
portaba: su intimidad. Retirándose, con el D. fuan de El viejo y la
niña y el D. Diego de El sí de las niñas; escapando de todo posible
compromiso de su espíritu, para que nada ni nadie pudiera compartirlo
o desmantelarlo.
Escapa siempre. Huye del amor, cuando a él parecía tener derecho
Francisca Muñoz. Huye de la corte y de la patria, cuando los vendavales
políticos le hubieran desnudado el alma, y le hubieran arrebatado su se-
ñorío, dejándolo a merced de los demás. Y así, nos lega la imagen falsa
de un afrancesado por convicción, él que era sólo un español fugitivo.
Y, llegado a situaciones límite, en que su intimidad podía quedar desar-
bolada, a merced de los hombres o del destino, cuando queda al pie del
muro sin escape posible, intenta fugarse de sí mismo con el suicidio.
Un hombre que huye: éste fue siempre Moratín, el comediógrafo
de las luces.
F. L. C.
LA C O M E D I A NUEVA
Non ego ventosae plebis suffragia venor. 1

Horacio, Epístolas, I, 1 9

TÍTULO. A u n q u e algunos impresores, El viejo y la niña se reduce a Don Ro-


críticos y editores antiguos y moder- que, por el n o m b r e de su anciano p r o -
nos confirieron o aceptaron El café tagonista—, quisiera darle tal título.
c o m o título alternativo, no hay indi- Es hora de descartarlo de una v e z por
cio alguno de que M o r a t í n , a pesar todas. 0

de que en su correspondencia privada 1


' N o v o y a la busca de la aproba-
con M e l ó n la llama así — l o mismo que ción del v u l g o v e l e i d o s o . '
A D V E R T E N C I A 2

«Esta comedia ofrece una pintura fiel del estado actual de nuestro
teatro (dice el prólogo de su primera edición); pero ni en los per-
sonajes ni en las alusiones se hallará nadie retratado con aquella
identidad que es necesaria en cualquiera copia para que por ella
pueda indicarse el original. Procuró el autor, así en la formación
de la fábula como en la elección de los caracteres, imitar la natura-
leza en lo universal, formando de muchos un solo individuo.»
En el prólogo que precede a la edición de Parma se dice: «De
muchos escritores ignorantes que abastecen nuestra escena de co-
medias desatinadas, de saínetes groseros, de tonadillas necias y es-
candalosas, formó un D . Eleuterio; de muchas mujeres sabidillas
y fastidiosas, una D . Agustina; de muchos pedantes erizados,
a

locuaces, presumidos de saberlo todo, un D . Hermógenes; de mu-


chas farsas monstruosas, llenas de disertaciones morales, solilo-
quios furiosos, hambre calagurritana, revista de ejércitos, bata-
3

llas, tempestades, bombazos y humo, formó El gran cerco de Viena;


pero ni aquellos personajes ni esta pieza existen».
D . Eleuterio es, en efecto, el compendio de todos los malos
poetas dramáticos que escribían en aquella época, y la comedia
de que se le supone autor, un monstruo imaginario compuesto
de todas las extravagancias que se representaban entonces en los tea-
tros de Madrid. Si en esta obra se hubiesen ridiculizado los desacier-
tos de Cañizares, Añorbe o Zamora, inútil ocupación hubiera sido
censurar a quien ya no podía enmendarse ni defenderse.
Las circunstancias de tiempo y lugar, que tanto abundan en
esta pieza, deben ya necesariamente hacerla perder una parte del
aprecio público, por haber desaparecido o alterádose los originales
que imitó; pero el transcurso mismo del tiempo la hará más esti-
mable a los que apetezcan adquirir conocimiento del estado en
que se hallaba nuestra dramática en los veinte años últimos del
siglo anterior. Llegará sin duda la época en que desaparezca de

2
M o r a t ín antepuso diferentes pró- 3
hambre calagurritana: ' h a m b r e e x -
logos o advertencias a las ediciones de tremada'. Por la que padecieron los ha-
1 7 9 2 , 1 7 9 6 y 1 8 2 5 , además de un b o - bitantes de Calagurris (Calahorra) du-
rrador manuscrito de hacia 1 8 0 7 . A q u í rante el asedio del ejército de P o m p e y o
he optado por dejar tan sólo la de en tiempo de las guerras sertorianas
1825. 0
( 7 6 - 7 2 a. C ) .

IOI
102 LA C O M E D IA NUEVA

la escena (que en el género cómico sólo sufre la pintura de los


vicios y errores vigentes); pero será un monumento de historia
literaria, único en su género, y no indigno tal vez de la esti-
4

mación de los doctos.


Luego que el autor se la leyó a la compañía de Ribera, que
la debía representar, empezaron a conmoverse los apasionados de
la compañía de Martínez. Cómicos, músicos, poetas, todos hi-
5

cieron causa común, creyendo que de la representación de ella re-


sultaría su total descrédito y la ruina de sus intereses. Dijeron
que era un saínete largo, un diálogo insulso, una sátira, un libelo
infamatorio; y bajo este concepto se hicieron reclamaciones enér-
gicas al gobierno para que no permitiera su publicación. Intervino
en su examen la autoridad del presidente del Consejo, la del co-
rregidor de Madrid y la del vicario eclesiástico; sufrió cinco censu-
ras, y resultó de todas ellas que no era un libelo, sino una come-
dia escrita con arte, capaz de producir efectos muy útiles en la
reforma del teatro. Los cómicos la estudiaron con esmero par-
6

ticular, y se acercaba el día de hacerla. Los que habían dicho antes


que era un diálogo insípido, temiendo que tal vez no le pareciese
al público tan mal como a ellos, trataron de juntarse en gran nú-
mero y acabar con ella en su primera representación, la cual se
verificó en el teatro del Príncipe el día 7 de febrero de 1 7 9 2 .
El concurso la oía con atención, sólo interrumpida por sus mis-
mos aplausos; los que habían de silbarla no hallaban la ocasión
de empezar, y su desesperación llegó al extremo cuando creyeron
ver su retrato en la pintura que hace D . Serapio de la ignorante
plebe que en aquel tiempo favorecía o desacreditaba el mérito de
las piezas y de los actores y, tiranizando el teatro, concedía su

4
Varios críticos han insistido, fren- g ú n las leyes. Pasó el asunto al corre-
te a la afirmación del d r a m a t u r g o , en gidor de M a d r i d y j u e z protector de
los valores universales o atemporales los teatros, J o s é A n t o n i o A r m o n a ,
de la obra, llegando a defender que quien solicitó la opinión de D i e z G o n -
su estudio pertenece de pleno derecho zález y M i g u e l de M a n u e l , neoclási-
a la literatura, y no a la historia lite- cos y reformistas ambos. Sus informes
raria. 0
exculparon a M o r a t í n y ridiculizaron
5
Véase la nota 2 6 del acto I . a Cornelia. E l vicario eclesiástico, que
6
El 2 7 de enero de 1 7 9 2 , Cornelia negaba su aprobación sin que se haya
elevó un memorial al conde de Cifuen- averiguado m u y bien por qué, acabó
tes, presidente del C o n s e j o de Casti- cediendo, y las aprobaciones estuvie-
lla, pidiendo que, por tratarse de una ron a p u n t o el 5 de febrero, dos días
sátira directa, se castigase al autor se- antes del e s t r e n o .
0
A D V E R T E N C I A 103

protección a quien más se esmeraba en solicitarla por los medios


que allí se indican. El patio recibió la lección áspera que se le
daba con toda la indignación que era de temer en quien iba tan
mal dispuesto a recibirla; lo restante del auditorio logró imponer
silencio a aquella irritada muchedumbre, y los cómicos siguieron
más animados desde entonces y con más seguridad del éxito. A l
exclamar D . Eleuterio en la escena VII del acto II: ¡Picarones! ¿Cuándo
han visto ellos comedia mejor?, supo decirlo el actor que desempeña-
ba este papel con expresión tan oportunamente equívoca que la
mayor parte del concurso (aplicando aquellas palabras a lo que
estaba sucediendo) interrumpió con aplausos la representación. La
turba de los conjurados perdió la esperanza y el ánimo, y el gene-
ral aprecio que obtuvo aquel día esta comedia no pudo ser más
conforme a los deseos del autor.
Manuel Torres sobresalió en el papel de D . Pedro, dándole toda
la nobleza y expresión que pide; Juana García, en el de D . Mari-
a

quita, mereció general estimación, nada dejó que desear y dio a


las tareas de los artífices asunto digno; Polonia Rochel representó
con acierto la presunción necia de D . Agustina; el excelente ac-
a

tor Mariano Querol pintó en D . Hermógenes un completo pe-


dante, escogido entre los muchos que pudo imitar. Manuel García
Parra excitó el entusiasmo del público en su papel de D . Eleute-
rio: la voz, el gesto, los ademanes, el traje, todo fue tan acomo-
dado al carácter que representó que parecía en él naturaleza lo
que era estudio.
PERSONAS

D. ELEUTERIO D. PEDRO
D. a
AGUSTINA D. A N T O N I O
D. a
MARIQUITA D. SERAPIO
D. H E R M Ó G E N ES PIPÍ

La escena es en un café de Madrid, inmediato


a un teatro. 1

El teatro representa una sala con mesas, sillas y aparador


de café; en el foro, una puerta con escalera a la
habitación principal y otra puerta a un lado
que da paso a la calle. 8

La acción empieza a las cuatro de la tarde


y acaba a las seis. 9

7
Se indica aquí el único lugar en de la época, se subraya aquí la senci-
donde va a transcurrir la acción, si- llez e incluso «pobreza» del decorado,
guiendo el criterio y a aplicado explíci- primer elemento que a p r o x i m a al es-
tamente por Nicolás F . de M o r a t í n y pectador a lo realista y cotidiano de la
T o m á s de Iriarte. Según algunos, este acción d r a m á t i c a .
0

café no era sino una trasposición poé- 9


Esta acotación no aparece en la
tica de la celebérrima Fonda de San Se- edición de 1 7 9 2 . Carece de sentido, por
bastián, cuya tertulia alcanzó gran fama tanto, insistir — c o m o hacen algunos
durante la segunda mitad del siglo críticos— en que M o r a t í n ha querido,
XVIII. ° desde el primer momento, hacer notar la
8
Frente a las farragosas y exuberan- unidad de tiempo . L a duración de la
tes descripciones del lugar o lugares en acción, sin e m b a r g o , y por su propia
que se va a desarrollar la acción, ca- dinámica, parece coincidir con la de su
racterísticas de las comedias populares representación. 0
A C T O P R I M E R O

ESCENA 1 1 0

D. ANTONIO, PIPÍ

D. ANTONIO. (Sentado junto a una mesa; Pipí paseándose.) Pare-


ce que se hunde el techo. Pipí.
P I P Í . Señor.
D. ANTONIO. ¿Qué gente hay arriba, que anda tal estrépito?
¿Son locos?
P I P Í . N o , señor; poetas. 11

D. ANTONIO. ¿Cómo poetas?


P I P Í . Sí, señor. ¡Así lo fuera yo! ¡ N o es cosa! Y han teni- 12

do una gran comida. Burdeos, pajarete, marrasquino, ¡uh! 13

D. ANTONIO. ¿ Y con qué motivo se hace esa francachela?


P I P Í . Y o no sé, pero supongo que será en celebridad de la
comedia nueva que se representa esta tarde, escrita por uno de ellos.
D. ANTONIO. ¿Conque han hecho una comedia? ¡Haya pica-
rillos! 14

P I P Í . Pues ¿qué? ¿No lo sabía usted?


D. ANTONIO. N o , por cierto.
P I P Í . Pues ahí está el anuncio en el diario. 15

D. ANTONIO. En efecto, aquí está. (Leyendo el diario que está


sobre la mesa.) Comedia nueva, intitulada: El gran cerco de Vie-

1 0
A diferencia de la comedia barro- ^pajarete: 'vino oloroso fino, elabo-
ca, en que la introducción suele enco- rado en un monasterio p r ó x i m o a J e -
mendarse a la relación de algún gra- r e z ' ; marrasquino: 'licor dulce obteni-
cioso o algún personaje de la obra, do de cerezas a m a r g a s ' .
aquí, con m a y o r artificio, se desen- 1 4
U s o del subjuntivo con el m i s m o
vuelve a lo largo de toda la escena valor que el futuro de s o r p r e s a .
0

primera. 15
Se refiere sin duda al Diario de
1 1
Es alusión al «furor poético», al Madrid, en el que se solía anunciar dia-
«rapto de la mente» que puede con- riamente la cartelera teatral, lo m i s m o
vertirse en simple l o c u r a .
0
que sucedía en el Diario de Barcelona
1 2
Exclamación — h o y en desuso— y otros periódicos de provincias que
de difícil equivalencia, tal vez semejante el local solía poner a disposición de
a ' ¡ N o puede ser!' o ' ¡ E s increíble!'. los clientes, c o m o también ocurre en
L a repite D. A n t o n i o un poco más El café de Barcelona, 3 , de R a m ó n de
abajo. 0
la C r u z .

105
106 LA COMEDIA NUEVA

«a. ¡ N o es cosa! Del sitio de una ciudad hacen una comedia.


16

Si son el diantre. ¡ A y , amigo Pipí, cuánto más vale ser mozo


17

de café que poeta ridículo!


P I P Í . Pues, mire usted, la verdad, yo me alegrara de saber ha-
cer, así, alguna cosa...
D . A N T O N I O . ¿Cómo?
P I P Í . Así, de versos... ¡Me gustan tanto los versos!
D . A N T O N I O . ¡Oh! Los buenos versos son muy estimables;
pero hoy día son tan pocos los que saben hacerlos, tan pocos,
tan pocos.
P I P Í . N o , pues los de arriba se conoce que son del arte. ¡Vál-
game Dios cuántos han echado por aquella boca! Hasta las mujeres.
D . A N T O N I O . ¡Oiga! ¿También las señoras decían coplillas?
P I P Í . ¡Vaya! Allí hay una D . Agustina, que es mujer del autor
a

de la comedia... ¡qué! Si usted viera... Unas décimas componía


de repente... N o es así la otra, que en toda la mesa no ha he-
18

cho más que retozar con aquel D . Hermógenes y tirarle mi- 19

guitas de pan al peluquín. 20

D. A N T O N I O . ¿ D . Hermógenes está arriba? ¡Gran pe-


dantón! 21

1 6
E l título recuerda el de la obra de
1 9
E l n o m b r e de H e r m ó g e n e s sigue
Luciano Francisco Cornelia, El sitio de en el santoral al de Eleuterio , los días
Calés, pero se escribieron otras muchas 1 8 y 1 9 de abril. N o debe ser casuali-
comedias heroicas con títulos semejan- dad, pues los avatares de ambos perso-
tes. E l ataque de la obra se dirige con- najes están m u y entrelazados.
tra la comedia heroica y todos los as-
2 0
Cornelia, en el memorial elevado
pectos que la caracterizan en el X V I I I : al presidente del C o n s e j o , alegaba que
e x o t i s m o , acciones maravillosas, con- este j u e g o entre M a r i q u i t a —trasunto
ductas delictivas desde la óptica ilus- de su hija J o a q u i n a , convertida ficti-
trada, personajes que saltan los límites ciamente en hermana— y D . H e r m ó -
de su condición —social o cultural—, genes era una de las «particularidades
mezcla de rasgos propios de la trage- injuriosas que trascienden al "decoro
dia y la c o m e d i a .
0
de su m u j e r " » .
i 7 e l demonio, el d i a b l o ' , forma
( 2 1
Escribe el autor anónimo de unas
vulgar atenuada. Se dice de gente te- «Reflexiones sobre la palabra pedante»
meraria, atrevida y traviesa. ( 1 8 0 6 ) que la pedantería es «a veces el
1 8
L a actitud contra los repentistas arte de aparentar fingida su verdadera
o versificadores de improvisación fue ignorancia» y que «el peor género en-
constante en M o r a t í n . E n la Vida de tre los pedantes literarios es de aque-
su padre narra una curiosa anécdota llos que naturalmente provistos de corta
sobre el tema. A q u í no hace más que dosis de sentido c o m ú n, han leído gran
resaltar los rasgos negativos de D . a
n ú m e r o de libros sin g u s t o ni refle-
Agustina. 0
xión».
ACTO PRIMERO ESCENA I 107

P I P Í . Pues con ése ha estado jugando, y cuando la decían: Ma-


riquita, una copla, vaya una copla, se hacía la vergonzosa; y por
más que la estuvieron azuzando a ver si rompía, nada. Empezó
una décima y no la pudo acabar porque decía que no encontraba
el consonante; pero D . Agustina, su cuñada... ¡ O h ! Aquélla
22 a

sí. Mire usted lo que es... Y a se ve, en teniendo vena. 23

D . A N T O N I O . Seguramente. ¿ Y quién es ese que cantaba poco


ha y daba aquellos gritos tan descompasados?
P I P Í . ¡Oh! Ése es D . Serapio.
24

D . A N T O N I O . Pero ¿qué es? ¿Qué ocupación tiene?


P I P Í . Él es... Mire usted, a él le llaman D . Serapio.
D . A N T O N I O . ¡Ah , sí! Ése es aquel bullebulle que hace gestos
a las cómicas, y las tira dulces a la silla cuando pasan, y va todos
los días a saber quién dio cuchillada, y desde que se levanta hasta
que se acuesta no cesa de hablar de la temporada de verano, la
chupa del sobresaliente y las partes de por medio. 25

P I P Í . Ése mismo. ¡Oh! Ése es de los apasionados finos.


26

2 2
Quiere decir que no encontraba actores la preferencia del público o bien
el m o d o de concluir adecuadamente la m a y o r entrada que la compañía r i v a l ' ;
rima. E l Arte poética española, de R e n - chupa: 'parte del vestido que cubría el
gifo, lleva una «fértilísima silva de con- tronco, con mangas ajustadas, y sobre
sonantes comunes, propios, esdrújulos la que se solía poner la casaca'; so-
y reflejos». La edición dieciochesca de bresaliente: 'actor que debía suplir la
la obra añadió consonantes y un trata- falta o ausencia de o t r o ' ; partes de por
do de asonantes. M o r a t í n alude bur- medio: 'actores o actrices de segun-
lescamente al tratado de R e n g i f o en La da clase que reciben asignación diaria
derrota de los pedantes. 0
y parte de las utilidades de la c o m -
2 3
'inspiración, n u m e n ' . El giro pañía'.
en + gerundio es rasgo estilístico frecuen- 2 6
Partidario fanático de alguna de
te en M o r a t í n y suele significar ante- las compañías dramáticas. Huerta los
rioridad inmediata a la acción del verbo considera «gente por lo regular oscura
principal o, como aquí, causa de algo. y de ninguna instrucción». E n la épo-
2 4
Este nombre podría provenir de ca de M o r a t í n , y a pesar de las p r o v i -
Séneca. Sin e m b a r g o , la afición mora- dencias gubernamentales —en especial
tiniana por el m i s m o podría arrancar bajo Aranda— para mejorar el desarro-
de la sonoridad indiscutible y algo có- llo del espectáculo, los mosqueteros que
mica de Serapión (acreditada en su poe- ocupaban el patio se dividían en chori-
sía y en El sí de las niñas). 0
zos y polacos. L o s primeros eran hin-
2 5
bullebulle: 'persona inquieta, en- chas de la compañía de M a n u e l M a r t í -
tremetida y de viveza e x c e s i v a '; silla: nez, que solía representar en el teatro
'la silla de manos en que acudían las de la C r u z ; los segundos, de la de Euse-
cómicas al teatro'; dio cuchillada; ' o b - bio R i b e r a , que lo hacía en el Prín-
tener alguna de las compañías o de los cipe. 0
io8 LA COMEDIA NUEVA

Aquí se viene todas las mañanas a desayunar y arma unas disputas


con los peluqueros que es un gusto oírle. Luego se va allá abajo,
al barrio de Jesús. Se juntan cuatro amigos, hablan de come-
27

dias, altercan, ríen, fuman en los portales. D . Serapio los in- 28

troduce aquí y acullá hasta que da la una, se despiden, y él se


va a comer con el apuntador.
D . A N T O N I O . ¿ Y ese D . Serapio es amigo del autor de la
comedia?
P I P Í . ¡Toma! Son uña y carne. Y él ha compuesto el casa-
miento de D . Mariquita, la hermana del poeta, con D . Hermó-
a

29
genes.
D. ANTONIO. ¿Qué me dices? ¿ D . Hermógenes se casa?
PIPÍ. ¡Vaya si se casa! Como que parece que la boda no se
ha hecho ya porque el novio no tiene un cuarto ni el poeta tam-
poco. Pero le ha dicho que con el dinero que le den por esta
comedia y lo que ganará en la impresión les pondrá la casa y paga-
rá las deudas de D . Hermógenes, que parece son bastantes.
D . A N T O N I O . Si serán. ¡Cáspita si serán! Pero, y si la come-
dia apesta y por consecuencia ni se la pagan ni se vende, ¿qué
harán entonces?
P I P Í . Entonces ¿qué sé yo? Pero ¡qué! N o , señor. Si dice
D . Serapio que comedia mejor no se ha visto en tablas.
D . A N T O N I O . ¡ A h ! Pues si D . Serapio lo dice, no hay que
temer. Es dinero contante, sin remedio. Figúrate tú si D . Serapio
y el apuntador sabrán muy bien dónde les aprieta el zapato y cuál
comedia es buena y cuál deja de serlo.
2 7
D e b e referirse a lo que M e s o n e - encomiástico. Y también D . C l a u d i o ,
ro R o m a n o s llama el «mentidero de los en La mojigata, I , 2 suele «fumar don-
representantes», situado en Madrid, en- de nadie fuma»; la misma actitud se
tre las actuales calles de L o p e de V e g a encuentra en C a d a l s o , Cartas marrue-
y Cervantes , entrando por la de L e ó n . cas, V I I , y Jovellanos, Sátira I I , «A A r -
R e c i b í a ese nombre por la iglesia de nesto». L o más refinado seguía siendo
J e s ú s , donde se veneraba la imagen tomar rapé, aunque el m i s m o M o r a t í n
de J e s ú s N a z a r e n o y que fue destruida escribe en su correspondencia que se
durante la Guerra de la Independen- harta de fumar, y parece ser que al re-
cia. L a mención a los peluqueros en- greso de su periplo europeo t u v o p r o -
marca al apasionado sociológicamente. blemas p o r intentar introducir tabaco.
2 8
F u m a r —cigarros, se supone— 2 9
Q u e sea el mosquetero quien
no se consideraba acción demasiado ur- concierta la boda refleja con claridad
bana. Iriarte alude en El señorito mima- la dejación de responsabilidades que
do, I, 2 , a «otras tertulias / perfuma- c o m o pater familias competen a D .
das de cigarro» en tono no demasiado Eleuterio.
ACTO PRIMERO ESCENA I 109

P I P Í . Eso digo yo; pero a veces... Mire usted, no hay pacien-


cia. Ayer, ¡qué!, les hubiera dado con una tranca. Vinieron ahí
tres o cuatro a beber ponch, y empezaron a hablar, hablar de
30

comedias, vaya. Y o no me puedo acordar de lo que decían. Para


ellos no había nada bueno: ni autores, ni cómicos, ni vestidos,
ni música, ni teatro. ¡Qué sé yo cuánto dijeron aquellos malditos!
Y dale con el arte, el arte, la moral y . . . deje usted, las... ¿si me
acordaré? las... ¡Válgate Dios! ¿Cómo decían? Las... las reglas...
¿Qué son las reglas? 31

D . A N T O N I O . Hombre, difícil es explicártelo. Reglas son unas


cosas que usan allá los extranjeros, particularmente los franceses.
P I P Í . Pues ya decía y o : esto no es cosa de mi tierra.
D . A N T O N I O . Sí tal, aquí también se gastan, y algunos
han escrito comedias con reglas, bien que no llegarán a media
docena (por mucho que se estire la cuenta) las que se han com-
puesto. 32

P I P Í . Pues ya se ve; mire usted, ¡reglas! N o faltaba más. ¿A


que no tiene reglas la comedia de hoy?
D . A N T O N I O . ¡Oh! Eso yo te lo fío; bien puedes apostar ciento
contra uno a que no las tiene.
P I P Í . Y las demás que van saliendo cada día tampoco las ten-
drán ¿no es verdad usted? 33

D . A N T O N I O . Tampoco. ¿Para qué? N o faltaba otra cosa sino


que para hacer una comedia se gastaran reglas. N o señor.
P I P Í . Bien, me alegro. Dios quiera que p e g u e la de hoy, 34

3 0
A u n q u e no sabemos c ó m o se ha- ma versión reduccionista, que también
cía exactamente el ponche, se prepara la crítica tomará c o m o credo: el ori-
a base de ron templado, agua, limón gen francés de las r e g l a s . 0

y azúcar. C o n esa forma lo escribe 3 2


A l u d e forzosamente a las obras
siempre M o r a t í n , también en su Dia- de Nicolás F . de M o r a t í n , J o v e l l a n o s ,
rio, pero R a m ó n de la C r u z usa la for- T r i g u e r o s , M e l é n d e z e Iriarte, a quie-
ma 'ponche' en El café de Barcelona, 4 . nes j u z g a con diferentes resultados en
3 1
E n esa palabra —usada peyorati- el «Prólogo» a sus Obras dramáticas y
vamente— venía a resumir un amplio líricas. E n realidad, tampoco tenía mu-
sector la actitud reformista neoclásica, cho donde elegir.
que era la que debían de defender los El uso repetitivo de usted, inclu-
3 3

clientes a quienes escuchó Pipí. G r a n so en casos en que resulta prescindi-


parte de la crítica actuó después con ble, acentúa la posición subordinada so-
la misma simpleza simplificatoria que cialmente de los personajes que lo em-
Pipí. D . A n t o n i o , en tono z u m b ó n , plean.
responde con otro elemento de la mis- 3 4
'tenga é x i t o ' .
no LA COMEDIA NUEVA

y luego verá usted cuántas escribe el bueno de D . Eleuterio. 35

Porque, lo que él dice, si yo me pudiera ajustar con los cómicos


a jornal, entonces... ¡ Y a se ve! Mire usted si con un buen si-
36

tuado podía él...


37

D . A N T O N I O . Cierto. (Aparte.) ¡Qué simplicidad!


P I P Í . Entonces escribiría, ¡qué! Todos los meses sacaría dos
o tres comedias... C o m o es tan hábil.
38

D . A N T O N I O . ¿Conque es muy hábil, eh?


P I P Í . ¡Toma! Poquito le quiere el segundo barba; y si en 39

él consistiera, ya se hubieran echado las cuatro o cinco comedias


que tiene escritas; pero no han querido los otros, y ya se ve, como
ellos lo pagan. En diciendo no nos ha gustado, así, andar, ¡qué
diantres! Y luego, como ellos saben lo que es bueno, y en fin,
mire usted si ellos... ¿ N o es verdad?
D . A N T O N I O . Pues ya.
P I P Í . Pero, deje usted, que aunque es la primera que le repre-
sentan, me parece a mí que ha de dar el golpe. 40

D . A N T O N I O . ¿Conque es la primera?
P I P Í . La primera. Si es mozo todavía. Y o me acuerdo... Habrá
cuatro o cinco años que estaba de escribiente ahí en esa lotería
de la esquina, y le iba muy ricamente; pero como después se
41

hizo paje, y el amo se le murió a lo mejor, y él se había casa-


42

do de secreto con la doncella, y tenía ya dos criaturas, y después

3 5
L a elección de este n o m b r e para 3 7
'ingreso regular, salario o renta'.
el protagonista puede responder al ca- 3 8
«Pipí se explica c o m o todos los
rácter semántico que tiene en latín, de ignorantes que no conciben la dificultad
origen g r i e g o : 'libertad' (las fiestas que lleva en sí la composición de una
eleuterias se dedicaban a J ú p i t e r liber- buena comedia» (Nota de Moratín).
tador y el eleutherium era una especie 3 9
' c ó m i c o especializado en papeles
de collar, signo de libertad); también de persona m a y o r o a n c i a n o ' .
era sobrenombre aplicado a B a c o . E n 4 0
'asombra r y tener é x i t o ' .
esa mezcla de excesiva libertad —res- 4 1
D . Eleuterio había sido escribien-
pecto a las reglas, claro— y la ebrie- te en un despacho de billetes de lote-
dad a que puede conducir la inspira- ría, j u e g o creado bajo el reinado de
ción sin control debe hallarse la Carlos I I I . Establecida por R e a l O r -
explicación del n o m b r e . 0
den de 3 0 de septiembre de 1 7 6 3 , sus
3 6
Era habitual que un «poeta» es- primeras oficinas se instalaron en la pla-
cribiera a destajo para una compañía, zuela de San Ildefonso y en la de los
pues, cobrando unos 1 . 5 0 0 reales por Trinitarios d e s c a l z o s .
0

comedia, precisaba componer alrededor 4 2


paje: 'criado encargado de menes-
de diez para vivir sin estrecheces. 0
teres d o m é s t i c o s ' .
ACTO PRIMERO ESCENA II III

le han nacido otras dos o tres, viéndose él así, sin oficio ni be-
43

neficio, ni pariente ni habiente, ha cogido y se ha hecho poeta.


D . A N T O N I O . Y ha hecho muy bien.
P I P Í . Pues ya se ve: lo que él dice, si me sopla la musa, puedo
ganar un pedazo de pan para mantener aquellos angelitos y así
ir trampeando hasta que Dios quiera abrir camino. 44

E S C E N A II

D. PEDRO, D. ANTONIO, PIPÍ

D . P E D R O . Café. (D. Pedro se sienta junto a una mesa distante


de D. Antonio; Pipí le sirve el café.)
P I P Í . A l instante.
D . A N T O N I O . No me ha visto.
P I P Í . ¿Con leche?
D . P E D R O . N o . Basta.
P I P Í . ¿Quién es éste? (A D. Antonio, al retirarse.)
D . A N T O N I O . Este es D . Pedro de Aguilar, hombre muy rico,
generoso, honrado, de mucho talento, pero de un carácter tan
ingenuo, tan serio y tan duro, que le hace intratable a cuantos
45

no son sus amigos.


P I P Í . Le veo venir aquí algunas veces, pero nunca habla, siem-
pre está de mal humor. 4

4 3
Cornelia alegaba en el memorial nominales de objeto directo es rasgo
ya mencionado estas referencias al ma- constante en Moratín; trampeando: 'uti-
trimonio y al número de hijos c o m o lizar cualquier medio lícito para hacer
propias de su biografía. El se había ca- más llevadera una situación difícil'.
sado —aunque no en secreto— con 4 5
'franco, s i n c e r o ' .
M . Teresa B e y e r m ó n , doncella de la
a 4 6
Las palabras de Pipí dibujan a
marquesa de Mortara, en cuya casa era D . Pedro c o m o un misántropo , pero
familiar y protegido el dramaturgo des- el comentario de D . A n t o n i o alude a
de su orfandad. C u a t r o hijos debían de la dualidad propia del personaje, que
tener en esa época. se revelará especialmente en el de-
4 4
La ausencia de a en los sintagmas senlace.
112 LA C O M E D IA NUEVA

E S C E N A III

D. SERAPIO, D. ELEUTERIO, D. PEDRO,


D. ANTONIO, PIPÍ

D . S E R A P I O . ¡Pero hombre, dejarnos así! (Bajando la escalera,


salen por la puerta del joro.)
D. E L E U T E R I O . 4
Si se lo he dicho a usted ya. La tonadilla
7

que han puesto a mi función no vale nada, la van a silbar, y quie-


ro concluir ésta mía para que la canten mañana. 48

D . S E R A P I O . ¿Mañana? ¿Conque mañana se ha de cantar y


aún no están hechas ni letra ni música?
D . E L E U T E R I O . Y aun esta tarde pudieran cantarla, si usted
me apura. ¿Qué dificultad? Ocho o diez versos de introducción,
diciendo que callen y atiendan y chitito. Después, unas cuantas
coplillas del mercader que hurta, el peluquero que lleva papeles,
la niña que está opilada, el cadete que se baldó en el portal,
49 50

cuatro equivoquillos, etc., y luego se concluye con seguidillas de


la tempestad, el canario, la pastorcilla y el arroyito. La música,
ya se sabe cuál ha de ser: la que se pone en todas; se añade o
se quita un par de gorgoritos, y estamos al cabo de la calle.
D . S E R A P I O . ¡El diantre es usted, hombre! Todo se lo halla
hecho.
D . E L E U T E R I O . V o y , voy a ver si la concluyo, falta muy
poco. Súbase usted. (D. Eleuterio se sienta junto a una mesa inmedia-
ta al foro; saca papel y tintero y escribe.)
D . S E R A P I O . V o y allá, pero...
D . E L E U T E R I O . Sí, sí, vayase usted; y si quieren más licor,
que lo suba el mozo.

4 7
Moratín se esforzó en las diferen- óbice para aceptar los valores univer-
tes «advertencias» por evitar la identi- sales del poeta de f i c c i ó n .0

ficación de D . Eleuterio con ninguna Las tonadillas habían venido a


4 8

personalidad concreta, insistiendo en sustituir a las jácaras y otros bailes ca-


que había habido muchos modelos para racterísticos de las representaciones tea-
el personaje y que se trataba de una trales en el siglo anterior y parte del
imitación en lo universal. Sin embar- XVIII.°
g o , demasiados detalles conducen a se- 4 9
' q u e ha perdido la menstrua-
ñalar un ser real por encima de los de- c i ó n ' , tal v e z por actos deshonestos.
más: Lucian o F . Cornelia. Ello no es 5 0
se baldó: 'quedó m a l t r e c h o ' .
ACTO PRIMERO ESCENA III 113

D . S E R A P I O . Sí, siempre será bueno que lleven un par de fras-


quillos más. Pipí.
P I P Í . Señor.
D . S E R A P I O . Palabra. (D. Serapio habla en secreto con Pipi y
vuelve a irse por la puerta del joro; Pipi toma del aparador unos Jrasqui-
llos y se va por la misma puerta.)
D . A N T O N I O . ¿Cómo va, amigo D . Pedro? (D. Antonio se
sienta cerca de D. Pedro.)
D . P E D R O . ¡Oh, señor D . Antonio! N o había reparado en
usted. Va bien.
D . A N T O N I O . ¿Usted a estas horas por aquí? Se me hace ex-
traño.
D . P E D R O . En efecto lo es; pero he comido ahí cerca. A fin
de mesa se armó una disputa entre dos literatos que apenas saben
leer. Dijeron mil despropósitos, me fastidié y me vine.
D . A N T O N I O . Pues con ese genio tan raro que usted tiene,
se ve precisado a vivir como un ermitaño en medio de la corte.
D . P E D R O . N o , por cierto. Y o soy el primero en los espectá-
culos, en los paseos, en las diversiones públicas; alterno los place-
res con el estudio; tengo pocos pero buenos amigos, y a ellos
debo los más felices momentos de mi vida. Si en las concurrencias
particulares soy raro algunas veces, siento serlo, pero ¿qué le he
de hacer? Y o no quiero mentir, ni puedo disimular, y creo que
el decir la verdad francamente es la prenda más digna de un hom-
bre de bien. 51

D . A N T O N I O . Sí, pero cuando la verdad es dura a quien ha


de oírla, ¿qué hace usted? 52

D . P E D R O . Callo.
D . A N T O N I O . ¿ Y si el silencio de usted le hace sospechoso?
D. PEDRO. Me voy.
D. A N T O N I O . N o siempre puede uno dejar el puesto, y en-
tonces...
D. PEDRO. Entonces digo la verdad.
D. ANTONIO. Aquí mismo he oído hablar muchas veces de
usted. Todos aprecian su talento, su instrucción y su probidad;
pero no dejan de extrañar la aspereza de su carácter.

5 1
La total franqueza o sinceridad es rasgo que ca-
racteriza al hombre de bien en la concepción ilustrada.
5 2
Se recoge aquí la influencia de M o l i e r e .
0
114 LA COMEDIA NUEVA

D . P E D R O . ¿ Y por qué? Porque no vengo a predicar al café.


Porque no vierto por la noche lo que leí por la mañana. Porque
no disputo, ni ostento erudición ridicula, como tres, o cuatro,
o diez pedantes que vienen aquí a perder el día y a excitar la
admiración de los tontos y la risa de los hombres de juicio. 53

¿Por eso me llaman áspero y extravagante? Poco me importa.


Y o me hallo bien con la opinión que he seguido hasta aquí de
que en un café jamás debe hablar en público el que sea prudente.
D . A N T O N I O . ¿Pues qué ha de hacer?
D . P E D R O . Tomar café.
54

D . A N T O N I O . ¡Viva! Pero hablando de otra cosa, ¿qué plan


tiene usted para esta tarde?
D . P E D R O . A la comedia.
D . A N T O N I O . Supongo que irá usted a ver la pieza nueva.
55

D . P E D R O . ¿Qué, han mudado? Y a no voy.


D . A N T O N I O . ¿Pero por qué? Vea usted sus rarezas.

(Sale Pipí por la puerta del foro con salvilla, 56


copas y frasquillos
que dejará sobre el mostrador.)

D. P E D R O . ¿ Y usted me pregunta por qué? ¿Hay más


que ver la lista de las comedias nuevas que se representan cada
año para inferir los motivos que tendré de no ver la de esta
tarde? 57

5 3
D . Pedro se presenta a sí m i s m o o cualquiera de sus sinónimos era un
como el polo opuesto del pedante, tipo gesto propi o del erudito a la violeta,
social al que M o r a t í n flageló sin pie- la acepción de 'obra de teatro' , en g e -
dad a lo largo de toda su vida. R e - neral, era de uso frecuente durante el
cuérdense sus versos: «Sólo el pedante siglo. L a relación entre ha comedia nue-
v o c i n g l e r o , hinchado / de vanidad y va y Los eruditos a la violeta es m a y o r
ponzoñosa envidia, / todo lo sabe. En de lo que se ha señalado hasta ahora,
el café gobierna / los imperios del como podrá observarse en las notas que
orbe»; o estos otros: « Y o , que no soy siguen. 0

embrollón, / ni p o n g o mi ingenio en 5 6
'bandeja con encajaduras para ase-
venta, / n i predico en el café / donde gurar los recipientes que se llevan en
retumbaba Huerta». ella'.
5 4
La claridad se impone en todos 5 7
D . Pedro alude a los retorcidos
los niveles de la vida social: el poeta títulos propios de las comedias popu-
debe escribir como el rey reinar; al café lares de la época. Las carteleras, sin em-
se debe ir a tomar café c o m o a la li- b a r g o , también han permitido a la
brería a comprar l i b r o s .0
crítica ahondar y perfilar en el conoci-
A u n q u e Cadalso consideraba que
5 5
miento de la vida y gustos teatrales de
emplear la v o z pieza en lugar de obra ese p e r í o d o .
0
ACTO PRIMERO ESCENA III 115

D. ELEUTERIO. ¡Hola! Parece que hablan de mi función. (Es-


cuchando la conversación.)
D. ANTONIO. De suerte que o es buena o es mala. Si es bue-
na, se admira y se aplaude; si, por el contrario, está llena de san-
deces, se ríe uno, se pasa el rato y tal vez...
D. PEDRO. Tal vez me han dado impulsos de tirar al teatro
el sombrero, el bastón y el asiento si hubiera podido. A mí me
irrita lo que a usted le divierte. (Guarda D. Eleuterio papel y tin-
58

tero y se va acercando hasta ponerse en medio de los dos.) Y o no sé;


usted tiene talento y la instrucción necesaria para no equivocarse
en materias de literatura; pero usted es el protector nato de todas
las ridiculeces. A l paso que conoce usted y elogia las bellezas de
una obra de mérito, no se detiene en dar iguales aplausos a lo
más disparatado y absurdo; y con una rociada de pullas, chufletas
e ironías, hace usted creer al mayor idiota que es un prodigio
de habilidad. Y a se ve, usted dirá que se divierte, pero amigo...
D. ANTONIO. Sí señor que me divierto. Y , por otra parte,
¿no sería cosa cruel ir repartiendo por ahí desengaños amargos
a ciertos hombres cuya felicidad estriba en su propia ignorancia?
¿Ni cómo es posible persuadirles...?
D. ELEUTERIO. N o , pues... Con permiso de ustedes. La fun-
ción de esta tarde es muy bonita seguramente. Bien puede usted
ir a verla, que yo le doy mi palabra que le ha de gustar.
D. ANTONIO. ¿Es éste el autor? (D. Antonio se levanta y, des-
pués de la pregunta que hace a Pipi, vuelve a hahlar con D. Eleuterio.)
P I P Í . El mismo.
D. ANTONIO. ¿ Y de quién es? ¿Se sabe?
D. ELEUTERIO. Señor, es de un sujeto bien nacido, muy apli-
cado, de buen ingenio, que empieza ahora la carrera cómica, bien
que el pobrecillo no tiene protección.
D. PEDRO. Si es ésta la primera pieza que da al teatro, aún
no puede quejarse; si ella es buena, agradará necesariamente, y
un gobierno ilustrado como el nuestro, que sabe cuánto inte-
59

5 8
A pesar de que se ha indicado y a j a d a tendida, y llorar el otro a m o c o
el parentesco de D . Pedro y D . A n t o - suelto».
nio con Alceste y Philinte, de M o l i è - Hasta la R e a l O r d e n de 1799
5 9

re, no debe olvidarse que Cadalso de- para la reforma de los teatros, la inter-
dica Los eruditos a la violeta a Democrito vención oficial se reducía al control
y Heráclito, «para reír el u n o a carca- ideológico y a la regulación adminis-
116 LA C O M E D IA NUEVA

resan a una nación los progresos de la literatura, no dejará sin


premio a cualquiera hombre de talento que sobresalga en un géne-
ro tan difícil. 60

D . E L E U T E E I O . Todo eso va bien; pero lo cierto es que el


sujeto tendrá que contentarse con sus quince doblones que le da-
rán los cómicos (si la comedia gusta), y muchas gracias. 61

D . A N T O N I O . ¿Quince? Pues yo creí que eran veinte y cinco.


D . E L E U T E R I O . N o , señor; ahora, en tiempo de calor, no
se da más. Si fuera por el invierno, entonces...
62

D . A N T O N I O . ¡Calle! ¿Conque empezando a helar valen más


las comedias? L o mismo sucede con los besugos.
(D. Antonio se pasea. D. Eleuterio unas veces le dirige la palabra
y otras se acerca hacia D. Pedro, que no le contesta ni le mira. Vuelve
a hablar con D. Antonio, parándose o siguiéndole, lo cual formará juego
de teatro.)

D . E L E U T E R I O . Pues mire usted, aun con ser tan poco lo


que dan, el autor se ajustaría de buena gana para hacer por el
precio todas las funciones que necesitase la compañía; pero hay
muchas envidias. Unos favorecen a éste, otros a aquél, y es me-
nester una tecla para mantenerse en la gracia de los primeros v o -
cales, que... ¡ya ya! Y luego, como son tantos a escribir y cada
uno procura despachar su género, entran los empeños, las gratifi-
caciones, las rebajas... Ahora mismo acaba de llegar un estu-
63

diante gallego con unas alforjas llenas de piezas manuscritas: co-


medias, follas, zarzuelas, dramas, melodramas, loas, saínetes... 64

trativa de policía. E n la Gaceta se pu- y económicamente comprobada: duran-


blicaban cada año los cuadros de cada te la temporada de verano disminuía
compañía, pero el «autor» (empresario la asistencia al teatro, y aumentaba con
en términos modernos) podía poner en el mal tiempo o la l l u v i a . 0

escena las obras que deseara y contra- L o s pésimos autores, compitien-


6 3

tar obras nuevas con quien quisiera. do por el mercado, se presentan más
6 0
L a convicción de que el gobier- c o m o mercachifles que c o m o escrito-
no debía premiar a los creadores e in- res profesionales. Pero el café no es el
telectuales o científicos que sobresalie- mercado.
ran en algún c a m p o para estimular los afollas: 'mezcla de fragmentos de
avances en todos los terrenos es rasgo obras teatrales con música'; melodrama;
común a los i l u s t r a d o s .
0
' d i á l o g o acompañado de m ú s i c a ' .
6 1
doblones: 'moneda de oro equiva- C o m p á r e s e J o v e l l a n o s : «tragedias, saí-
lente a sesenta reales'. netes, follas, / autos, loas y zarzue-
6 2
E ra ésta una realidad sociológica las» .
ACTO PRIMERO ESCENA I I I 117

¡Qué sé yo cuánta ensalada trae allí! Y anda solicitando que los


cómicos le compren todo el surtido, y da cada obra a trescientos
reales, una con otra. ¡ Y a se ve! ¿Quién ha de poder competir
con un hombre que trabaja tan barato?
D. ANTONIO. Es verdad, amigo. Ese estudiante gallego hará
malísima obra a los autores de la corte.
D. ELEUTERIO. Malísima. Y a ve usted cómo están los co-
mestibles.
D. ANTONIO. Cierto.
D. ELEUTERIO. Lo que cuesta un mal vestido que uno se haga.
D. ANTONIO. En efecto.
D. ELEUTERIO. El cuarto.
D. ANTONIO. ¡Oh, sí, el cuarto! Los caseros son crueles.
D. ELEUTERIO. Y si hay familia.
D. ANTONIO. N o hay duda; si hay familia es cosa terrible.
D. ELEUTERIO. Vaya usted a competir con el otro tuno, que
con seis cuartos de callos y medio pan tiene el gasto hecho. 65

D. ANTONIO. ¿ Y qué remedio? Ahí no hay más sino arrimar


el hombro al trabajo: escribir buenas piezas, darlas muy baratas,
que se representen, que aturdan al público, y ver si se puede dar
con el gallego en tierra. Bien que la de esta tarde es excelente,
y para mí tengo que...
D. ELEUTERIO. ¿La ha leído usted?
D. ANTONIO. N o , por cierto.
D. PEDRO. ¿La han impreso?
D. ELEUTERIO. Sí, señor. ¿Pues no se había de imprimir? 66

D. PEDRO. Mal hecho. Mientras no sufra el examen del públi-


co en el teatro, está muy expuesta y, sobre todo, es demasiada
confianza en un autor novel. 67

6 5
E l cuarto equivalía a cuatro mara- gos con el m u n d o de la censura de
vedís, y el real, a ocho cuartos y medio. imprentas los ponía sin duda en situa-
6 6
Recuérdese el epigrama que es- ción inmejorable para conocer esa rea-
cribió M o r a t í n : « — C a y ó a silbidos mi lidad.
Filomena. / — S o l e m n e tunda llevaste 6 7
A pesar de lo que aquí se afirma
ayer. / — C u a n d o se imprima verán tajantemente, el autor publicó El sí de
que es buena. / — ¿ Y qué cristiano la las niñas antes de su representación. La
ha de leer?». D . D i e g o , en El sí de las razón de M o r a t í n fue tal v e z allanar
niñas, I, 3 , comenta con cierto desdén: las posibles dificultades mediante una
«Sí, pues ya se v e . T o d o se imprime» . dedicatoria al Príncipe de la P a z ; ade-
Las relaciones de M o r a t í n y sus ami- más, no era «autor n o v e l » .
Ii8 LA C O M E D I A NUEVA

D . A N T O N I O . ¡Qué! N o , señor. Si le digo a usted que es


cosa muy buena. ¿ Y dónde se vende?
D . E L E U T E R I O . Se vende en los puesto del Diario, en la libre-
ría de Pérez, en la de Izquierdo, en la de Gil, en la de Zurita,
y en el puesto de los cobradores a la entrada del coliseo. Se vende
también en la tienda de vinos de la calle del Pez, en la del herbola-
rio de la calle Ancha, en la jabonería de la calle del Lobo, en
la... 68

D . P E D R O . ¿Se acabará esta tarde esa relación?


D . E L E U T E R I O . Como el señor preguntaba.
D . P E D R O . Pero no preguntaba tanto. ¡Si no hay paciencia!
D . A N T O N I O . Pues la he de comprar, no tiene remedio.
P I P Í . Si yo tuviera dos reales, ¡voto va!
D . E L E U T E R I O . Véala usted aquí. (Saca una comedia impresa
y se ¡a da a D. Antonio.)
D . A N T O N I O . ¡Oiga! Es ésta. A ver. Y ha puesto su nombre.
Bien, así me gusta; con eso la posteridad no se andará dando de
calabazadas por averiguar la gracia del autor. (Lee D. Antonio.) 69

«Por D. Eleuterio Crispín de Andorra... Salen el emperador Leopol-


70

do, el rey de Polonia y Federico, senescal, vestidos de gala, con acompa-


ñamiento de damas y magnates y una brigada de húsares a caballo.»
¡Soberbia entrada! Y dice el emperador:
71

Ya sabéis, vasallos míos,


que habrá dos meses y medio
que el turco puso a Viena

L a calle del L o b o es la actual de propia clase social de que procede.


Echegaray, en M a d r i d . L a misma calle «Otras entradas m u c h o más so-
7 1

aparece en El si de las niñas, I I , 1 4 , don- berbias que la de El gran cerco de Viena


de se da la dirección exacta de D . Pa- a
pudieran sorprenderle; y es necesario
quita. convenir en que D . Eleuterio, c o m o
Era frecuente que las obras impre- poeta principiante, imitó con excesiva
sas, incluso grabados, se vendiesen en timidez los grandes originales que tuvo
tales lugares ( N i p h o y aun G o y a lo hi- a la vista» (Nota de Moratín). Tales, por
cieron), pero quizá Moratín ha preten- ejemplo, los de Catalina II, emperatriz
dido subrayar el carácter plebeyo de El de Rusia, de Cornelia, Triunfos de valor
gran cerco de Viena y de su a u t o r . 0
y ardid, o Carlos XII, rey de Suecia, de
6 9
calabazadas: 'golpes en la cabeza', Zavala y Z a m o r a , o El católico Recare-
metafóricamente; gracia: ' n o m b r e ' . do, de Valladares de S o t o m a y o r .
7 0
E l pretencioso nombre comple- A l g ú n crítico ha visto aquí imita-
to del autor alude irónicamente y ción de la lectura de un soneto p o r el
refleja cierta falta de aprecio por la O r ó n te m o l i e r e s c o .
0
ACTO PRIMERO ESCENA III 119

con sus tropas el asedio,


y que para resistirle
unimos nuestros denuedos,
dando nuestros nobles bríos
en repetidos encuentros
las pruebas más relevantes
de nuestros invictos pechos.

¡Qué estilo tiene! ¡Cáspita! ¡Qué bien pone la pluma el picaro!

Bien conozco que la falta


del necesario alimento
ha sido tal que, rendidos
de la hambre a los esfuerzos,
hemos comido ratones,
sapos y sucios insectos. 12

D . E L E U T E R I O . ¿Qué tal? ¿ N o le parece a usted bien? (Ha-


blando a D. Pedro.)
D . P E D R O . ¿Eh, a mí, qué...?
D . E L E U T E R I O . Me alegro que le guste a usted. Pero no,
donde hay un paso muy fuerte es al principio del segundo acto.
Búsquele usted... ahí... por ahí ha de estar. Cuando la dama se
cae muerta de hambre.
D . A N T O N I O . ¿Muerta?
D . E L E U T E R I O . Sí señor, muerta.
D . A N T O N I O . ¡Qué situación tan cómica! ¿ Y estas excla-
73

maciones que hace aquí contra quién son?


D . E L E U T E R I O . Contra el visir, que la tuvo seis días sin co-
mer porque ella no quería ser su concubina.

7 2
A ñ a d e la edición de 1 7 9 2 : «Es- [de López de A y a l a ] dio m o t i v o a m u y
tos insectos sucios serán regularmente malas copias. M u c h o s poetas se atro-
arañas, polillas, moscones, correderas. pellaron a describir los horrores de una
D . ELEUTERIO. S í , señor. / D . A N T O - plaza sitiada y sin víveres, en m o n s -
NIO. ¡Estupendo potaje para un ven- truosos dramas que llamaron comedias,
torrillo de Cataluña!». M u e r t o Cornelia haciéndolo con tan ridiculas ideas y en
desde hacía varios años, carecía de sentido tan ruin estilo que no hay más que pe-
aludir a su verdadera patria; además, M o - dir en el género trivial, arrastrado y
ratín mostraría siempre un h o n do agra- mezquino» (Nota de Moratín). 0

decimiento a la tierra que le acogió en 7 3


J u e g o con un doble sentido: por
m o m e n t o s m u y delicados de su v i d a .
0
antífrasis, no hace reír; tampoco es pro-
«La tragedia de Numancia destruida pia de la comedia.
120 LA COMEDIA NUEVA

D. ANTONIO. ¡Pobrecita! ¡ Y a se ve! El visir sería un bruto.


D. ELEUTERIO. Sí, señor.
D. ANTONIO. Hombre arrebatado, ¿eh?
D. ELEUTERIO. Sí, señor.
D. ANTONIO. Lascivo como un mico, feote de cara, ¿es
verdad?
D. ELEUTERIO. Cierto.
D. ANTONIO. Alto, moreno, un poco bizco, grandes bi-
gotes.
D. ELEUTERIO. Sí señor, sí. Lo mismo me lo he figurado y o .
D. ANTONIO. ¡Enorme animal! Pues no, la dama no se muer-
de la lengua. ¡ N o es cosa cómo le pone! Oiga usted, D . Pedro.
D. PEDRO. N o , por Dios; no lo lea usted.
D. ELEUTERIO. Es que es uno de los pedazos más terribles
de la comedia.
D. PEDRO. Con todo eso. 74

D. ELEUTERIO. Lleno de fuego.


D. PEDRO. Y a .
D. ELEUTERIO. Buena versificación.
D. PEDRO. N o importa.
D. ELEUTERIO. Que alborotará en el teatro si la dama lo
esfuerza.
D. PEDRO. Hombre, si he dicho ya que...
D. ANTONIO. Pero, a lo menos, el final del acto segundo
es menester oírle. (Lee D. Antonio y, al acabar, da la comedia a
D. Eleuterio:)

7 4
A ñ a d e la edición de 1 7 9 2 la si- je)». Probablemente M o r a t í n la consi-
guiente acotación: «(D. Pedro manifes- deró innecesaria, pues el diálogo lo ma-
tará mucha impaciencia en todo este pasa- nifiesta por sí m i s m o .
n
ACTO PRIMERO ESCENA III 121

el más generoso ardid


y la más tremenda hazaña. 15

D . P E D R O . Vamos, no hay quien pueda sufrir tanto disparate.


(Se levanta impaciente, en ademán de irse.)
D . E L E U T E R I O . ¿Disparates los llama usted?
D . P E D R O . ¿Pues no? (D. Antonio observa a los dos y se ríe.)
D . E L E U T E R I O . ¡Vaya, que es también demasiado! ¡Dispara-
tes! Pues no, no los llaman disparates los hombres inteligentes
que han leído la comedia. Cierto que me ha chocado. ¡Disparates!
Y no se ve otra cosa en el teatro todos los días, y siempre gusta,
y siempre lo aplauden a rabiar.
D . P E D R O . ¿ Y esto se representa en una nación culta?
76

D . E L E U T E R I O . ¡Cuenta que me ha dejado contento la ex-


presión! ¡Disparates!
D . P E D R O . ¿ Y esto se imprime, para que los extranjeros se
burlen de nosotros?
D . E L E U T E R I O . ¡Llamar disparates a una especie de coro en-
tre el emperador, el visir y el senescal! Y o no sé qué quieren estas
gentes. Si hoy día no se puede escribir nada, nada que no se muerda
y se censure. ¡Disparates! ¡Cuidado que...!
P I P Í . N o haga usted caso.
D . E L E U T E R I O . (Hablando con Pipí hasta el fin de la escena.)
71

Y o no hago caso, pero me enfada que hablen así. Figúrate tú


si la conclusión puede ser más natural ni más ingeniosa. El empe-
rador está lleno de miedo por un papel que se ha encontrado en
el suelo sin firma ni sobrescrito en que se trata de matarle. El

7 5
«Este diálogo entre dos o tres per- Grande, de Zavala y Z a m o r a , Las vivan-
sonajes, que hablan y se interrumpen deras ilustres, de Valladares de S o t o m a -
alternativamente, concluyendo todos y o r , y Lograr el mayor imperio por un fe-
con una expresión que viene bien al con- liz desengaño, de Luis M o n c í n . 0

cepto de cada uno de ellos, era el golpe 7 6


A l g o parecido había escrito C l a -
más brillante con que se daba fin a las vijo y Fajardo, El Pensador, I X : « ¿ E n
jornadas, o se adornaban los lances de dónde estamos? (decía). ¿ Q u é barba-
mayor interés . . . en L a comedia nueva ridad es ésta? ¿Tanta ignorancia encie-
se censuraron los errores comunes del rra este pueblo? ¿ Y esto se aplaude?
teatro, y no los particulares de uno u ¿ Y esto se celebra?».
otro escritor» (Nota de Moratin). Y cita 7 7
Se ha llamado la atención sobre el
como ilustración algunos ejemplos to- efecto cómico que resulta de que D . Eleu-
mados de Hernán Cortes en Tabasco, de terio se dirija precisamente a Pipí — e l
Fermín del R e y , El sol de España en su personaje más ignorante e inculto de
oriente y toledano Moisés, de Fermín de la obra— para justificarse frente a la
L a v i a n o , La mayor piedad de Leopoldo el acusación de haber escrito disparates.
122 LA C O M E D IA NUEVA

visir está rabiando por gozar de la hermosura de Margarita, hija


del conde de Strambangaum, que es el traidor... 78

P I P Í . ¡Calle! ¡Hay traidor también! ¡Cómo me gustan a mí


las comedias en que hay traidor!
D . E L E U T E R I O . Pues, como digo, el visir está loco de amores
por ella; el senescal, que es hombre de bien si los hay, no las
tiene todas consigo porque sabe que el conde anda tras de quitarle
el empleo y continuamente lleva chismes al emperador contra él;
de modo que como cada uno de estos tres personajes está ocupado
en su asunto, habla de ello, y no hay cosa más natural. (Saca
la comedia y lee:)

Y en tanto que mis recelos...


y mientras mis esperanzas...
y hasta que mis...

¡Ah! Señor D . Hermógenes, a qué buena ocasión llega usted. (Guar-


da la comedia, encaminándose a D. Hermógenes, que sale por la puerta
del foro.)

ESCENA IV 7 9

D. HERMÓGENES, D. ELEUTERIO,
D. A N T O N I O , D. PEDRO, PIPÍ

D. H E R M Ó G E N E S. Buenas tardes, señores.


8 0

A la orden de usted. (D. Pedro se acerca a la mesa


D. P E D R O .
en que está el diario; lee para sí y a veces presta atención a lo que
hablan los demás.)

7 8
E l lenguaje vulgar de D . Eleute- Hermógenes con Cristóbal Cladera, ca-
rio para hablar de sus personajes —de n ó n i g o mallorquín que utilizó el seu-
alta categoría social— refleja el de las dónimo de F u l g e n c i o de S o t o y publi-
obras de Cornelia, de las que es buen có algunas críticas contra M o r a t í n .
ejemplo Pedro el Grande, zar de Rusia. Éste, sin e m b a r g o , insistió en que no
D e ese m o d o se intenta atraer la sim- había tenido un solo m o d e l o real. L a
patía del v u l g o hacia los protagonistas sociedad de la época, ciertamente, ofre-
poniéndolos, al menos lingüísticamen- cía numerosos ejemplares semejantes:
te, a su nivel. gente con algunos estudios, desprovis-
7 9
Se ha señalado cierto parentesco tos de un empleo fijo, pretendientes
entre esta escena y M o l i e r e . 0
a puestos en la administración o en ca-
8 0
L a crítica, desde época m u y tem- sas de notables de alcurnia, z u m b a n d o
prana, ha identificado la figura de D . alrededor de revistas periódicas, tertu-
ACTO PRIMERO ESCENA IV 123

D. ANTONIO. Felicísimas, amigo D . Hermógenes.


81

D . E L E U T E R I O . D i g o , me parece que el señor D . Hermóge-


nes será juez muy abonado para decidir la cuestión que se trata;
todo el mundo sabe su instrucción y lo que ha trabajado en los
papeles periódicos, las traducciones que ha hecho del francés,
82

sus actos literarios y, sobre todo, la escrupulosidad y el rigor con


que censura las obras ajenas. Pues yo quiero que nos diga...
83

D . H E R M Ó G E N E S . Usted me confunde con elogios que no


merezco, señor D . Eleuterio. Usted solo es acreedor a toda ala-
banza por haber llegado en su edad juvenil al pináculo del saber.
Su ingenio de usted, el más ameno de nuestros días, su profunda
erudición, su delicado gusto en el arte rítmica, s u . . . 84

D . E L E U T E R I O . Vaya, dejemos eso.


D . H E R M Ó G E N E S . Su docilidad, su moderación...
D . E L E U T E R I O . Bien, pero aquí se trata solamente de saber si...
D . H E R M Ó G E N E S . Estas prendas sí que merecen admiración
y encomio.
D . E L E U T E R I O . Y a , eso sí; pero díganos usted lisa y llana-
mente si la comedia que hoy se representa es disparatada o no.
D . H E R M Ó G E N E S . ¿Disparatada? ¿ Y quién ha prorrumpido
en un aserto tan...?
D . E L E U T E R I O . Eso no hace al caso. Díganos usted lo que
le parece, y nada más.

lias en plena degradación y mentide- mo en España, con aportaciones c o m o


ros donde ostentar lo mucho que ig- el Diario de los Literatos o los inconta-
noraban y ocultar lo mal que sobrevi- bles intentos de N i p h o , El Pensador,
vían. E n él confluyen, asimismo, El Censor, e t c . °
aspectos de diferentes personajes de 8 3
N o se menciona ni se alude a la
Moliere. 0
edad de D . H e r m ó g e n e s . Pudiera te-
8 1
M o d o poco usual de responder al ner entre veinticinco y treinta años,
«Buenas tardes»; más normal hubiera c o m o los pedantes a quienes C a d a l s o ,
sido decir «Buenas», « M u y buenas» o Eruditos, «Lunes», llama irónicamente
algo semejante. Sin e m b a r g o , el tono «profundísimos doctores» que deben
irónico de D . A n t o n i o hace suponer meterse «a críticos de bote y voleo» .
que en su fuero interno ya intuye lo 8 4
Parece imitar a C a d a l s o , Suple-
que se avecina con la presencia del pe- mento a Eruditos: «Los sujetos que for-
dante. man la sociedad literaria que m e va a
2
Se refiere aquí indiscriminada- impugnar son personas en quienes con-
mente a las posibles colaboraciones — o templo y reverencio el más maduro j u i -
tal vez a las cartas enviadas al editor cio, la más profunda erudición, la más
o editores— en revistas o diarios. R e - amena literatura y la más acreditada im-
cuérdese que es en el siglo XVIII cuan- parcialidad». Por arte rítmica entiende
do aparece y se desarrolla el periodis- el conocimiento de la poesía v u l g a r .
124 LA C O M E D IA NUEVA

D . H E R M Ó G E N E S . Sí diré; pero antes de todo conviene saber


que el poema dramático admite dos géneros de fábula. Sunt autem
fabulae, aliae simplices, aliae implexae. Es doctrina de Aristóteles.
Pero lo diré en griego para mayor claridad. Eisi de ton mython
oi men aploi oi de peplegmenoi. Cai gar ai praxeis... Ss

D . E L E U T E R I O . Hombre, pero si...


D . A N T O N I O . Y o reviento. (Siéntase haciendo esfuerzos para
contener la risa.)
D . H E R M Ó G E N E S . Cai gar ai praxeis on mimeseis oi...
D . E L E U T E R I O . Pero...
D . H E R M Ó G E N E S . ...mythoi eisin ipar jousin.
D . E L E U T E R I O . Pero si no es eso lo que a usted se le pregunta.
D . H E R M Ó G E N E S . Y a estoy en la cuestión. Bien que, para
la mejor inteligencia, convendría explicar lo que los críticos en-
tienden por prótasis, epítasis, catástasis, catástrofe, peripecia, ag-
nición o anagnórisis: partes necesarias a toda buena comedia y
86

que según Escalígero, Vossio, Dacier, Marmontel, Castelvetro y


Daniel Heinsio... 87

D . E L E U T E R I O . Bien, todo eso es admirable, pero...


D . P E D R O . Este hombre es loco.
D . H E R M Ó G E N E S . Si consideramos el origen del teatro, ha-
llaremos que los megareos, los sículos y los atenienses... 88

8 5
E l párrafo completo que D . Her- redo, n u d o ' ; catástasis: ' p u n t o c u l m i-
mógenes cita en g r i e g o , proveniente de nante'; catástrofe: 'desenlace'; peripecia:
Aristóteles, Poética, 1 0 , viene a decir; 'mudanza repentina'; agnición o anag-
« D e las fábulas, unas son simples y otras nórisis: 'reconocimiento de una perso-
complejas; y es que también las accio- na cuya calidad o identidad se ignora-
nes a las cuales imitan son de suyo ta- b a ' . Son términos corrientes y m u y
les». L a doctrina es aristotélica, pero no frecuentes en los preceptistas desde el
hay que olvidar que L u z á n , en Poéti- R e n a c i m i e n t o ; se ataca el uso de v o -
ca, I I I , 6, la había difundido de nuevo ces exóticas que el propio M o r a t í n no
en el X V I I I . Aconsejaba Cadalso, Erudi- se negaría a u t i l i z a r .0

tos, «Martes», que los aspirantes a eru- E l c o m ú n denominador de todos


7

ditos gastaran el tiempo en llenarse «esas estos autores, en un abanico temporal


bien peinadas cabezas de párrafos de aquí que va del siglo x v i al X V I I I , es haber
y de allí, pedazos de éstos y de aqué- compuesto obras sobre poética o c o -
llos, y de mucha vanidad sobre todo», mentarios a las poéticas clásicas. A e x -
y más adelante: «Exclamad aquí de paso cepción de M a r m o n t e l , todos vienen
contra los plagiarios, apretando m u c h o citados en Poética de L u z á n . 0

sobre la v o z plagiato, que es griega por 8 8


megareos; 'habitantes de M e g a r a ' ,
los cuatro costados». aunque C a d a l s o utiliza la forma ' m e -
86
prótasis: 'exposición'; epítasis: 'en- g a r i o s ' ; sículos: 'sicilianos' .
ACTO PRIMERO ESCENA IV 125

D. E L E U T E R I O .D . Hermógenes, por amor de Dios, si no...


D. H E R M Ó G E N E S . Véanse los dramas griegos, y hallaremos
que Anaxippo, Anaxándrides, Eúpolis, Antífanes, Filípides, Cra-
tino, Crates, Epicrates, Menecrates y Ferecrates... 89

D . E L E U T E R I O . Si le he dicho a usted que...


D . H E R M Ó G E N E S . Y los más celebérrimos dramaturgos de
la edad pretérita, todos, todos convinieron, nemine discrepante, " 9

en que la prótasis debe preceder a la catástrofe necesariamente. 91

Es así que la comedia del Cerco de Viena... 92

D . P E D R O . Adiós, señores. (Se encamina hacia la puerta. D.


Antonio se levanta y procura detenerle.)
D . A N T O N I O . ¿Se va usted, D . Pedro?
D . P E D R O . ¿Pues quién sino usted tendrá frescura para oír eso?
D . A N T O N I O . Pero si el amigo D . Hermógenes nos va a pro-
bar, con la autoridad de Hipócrates y Martín Lutero, que la 93

pieza consabida, lejos de ser un desatino...


D . H E R M Ó G E N E S . Ese es mi intento: probar que es un acéfa-
lo insipiente cualquiera que haya dicho que la tal comedia con-
94

tiene irregularidades absurdas; y yo aseguro que delante de mí


ninguno se hubiera atrevido a propalar tal aserción.
D . P E D R O . Pues yo delante de usted la propalo, y le digo
que por lo que el señor ha leído de ella y por ser usted el que
la abona, infiero que ha de ser cosa detestable; que su autor será
un hombre sin principios ni talento, y que usted es un erudito

8 9
R e l a c i ó n , con cierta eufonía có- E n otras palabras, todo el discur-
9 1

mica, de dramaturgos griegos pertene- so conduce a una afirmación tan ele-


cientes a los tres períodos de la come- mental c o m o ésta: la exposición debe
dia en la antigua Grecia. T o d o s ellos preceder al desenlace.
aparecen citados por V o s s i o . «Quedaos 9 2
N ó t e s e que D . H e r m ó g e n e s pa-
en la memoria con los nombres de rece no conocer siquiera el título exacto
aquellos que sean más raros en la pro- de la obra de D . Eleuterio.
nunciación», recomendaba Cadalso en A l mezclar esos dos nombres ,
9 3

Eruditos, y sugería citar «a Eurípides, que no tienen ninguna relación con lo


Sófocles, Séneca, Terencio y Plauto», que se está tratando, D . A n t o n i o lleva
ofreciendo una larga lista de filósofos al absurdo la argumentación de «auto-
antiguos. 0
ridades» que utiliza D . H e r m ó g e n e s .
9 0
'sin que nadie discrepe, por una- acéfalo:
94
'falto de cabeza'; insipien-
n i m i d a d ' ; también Cadalso , Eruditos, te: 'falto de sabiduría, ciencia o j u i c i o ' .
«Domingo», escribe: «y tendréis los v o - L a yuxtaposición es redundancia o sin-
tos todos, nullo discrepante». sentido.
126 LA COMEDIA NUEVA

a la violeta, presumido y fastidioso hasta no más. Adiós, seño-


95

res. (Hace que se va, y vuelve.)


D . E L E U T E R I O . Pues a este caballero (señalando a D. Antonio)
le ha parecido muy bien lo que ha visto de ella.
D . P E D R O . A ese caballero le ha parecido muy mal; pero es
hombre de buen humor y gusta de divertirse. A mí me lastima
en verdad la suerte de estos escritores que entontecen al vulgo
con obras tan desatinadas y monstruosas, dictadas, más que por
el ingenio, por la necesidad o la presunción. Y o no conozco 96

al autor de esa comedia, ni sé quién es; pero si ustedes, como


parece, son amigos suyos, díganle en caridad que se deje de escri-
bir tales desvarios; que aún está a tiempo, puesto que es la prime-
ra obra que publica; que no le engañe el mal ejemplo de los que
deliran a destajo; que siga otra carrera en que, por medio de un
trabajo honesto, podrá socorrer sus necesidades y asistir a su fami-
lia, si la tiene. Díganle ustedes que el teatro español tiene de so-
bra autorcillos chanflones que le abastezcan de mamarrachos; 97

que lo que necesita es una reforma fundamental en todas sus par-


tes; y que mientras ésta no se verifique, los buenos ingenios que
tiene la nación o no harán nada, o harán lo que únicamente baste
para manifestar que saben escribir con acierto, y que no quieren
escribir. 98

9 5
Los define C a d a l s o , Eruditos, to estragado. ¡Bárbaros! N o es el pue-
«Advertencia», como «ineptos que fun- blo quien tiene la culpa: es vuestra i g -
dan su pretensión en cierto aparato ar- norancia, vuestra pereza, vuestra falta
tificioso de literatura», y los critica con de gusto y de instrucción»; L a B r u y é -
el fin «de que los ignorantes no los con- re había descrito a un individuo seme-
fundan con los verdaderos sabios, en jante. 0

desprecio y atraso de las ciencias, atri- chanflones: ' m a l f o r m a d o s , sin pu-


9 7

buyendo a la esencia de una facultad lidez ni a r t e ' ; mamarrachos: 'obras


0

las ridiculas ideas que dan de ella los mal hechas, ridiculas y extravagantes'.
que pretenden poseerla, cuando apenas 9 8
Esta y otras afirmaciones explíci-
han saludado sus principios». Los eru- tas en boca de D . Pedro en pr o de la
ditos a la violeta, de C a d a l s o , publicada reforma y su tono discursivo hicieron
en 1 7 7 2 , fue reimpresa en 178Ó y 1 7 9 0 . que Menéndez Pelayo lo considerase el
9 6
Compárese Clavijo y Fajardo, El personaje más antipático de la obra.
Pensador, I X : « Y l u e g o vendrán los Recuérdense los versos de M o r a t í n :
poetas que tienen por asiento el abas- «¿yo he de escribir? N o . Primero / que
tecer al público de necedades y de bar- tal precepto obedezca, / G u e r r e r o y
barie a decirnos que componen malas Casal m e alaben / y a malos sonetos
comedias porque el pueblo tiene el gus- muera». 0
ACTO PRIMERO ESCENA V 127

D. HERMÓGENES. Bien dice Séneca en su epístola diez y


ocho q u e . . . "
D . P E D R O . Séneca dice en todas sus epístolas que usted es un
pedantón ridículo a quien yo no puedo aguantar. Adiós, señores.

ESCENA V

D. ANTONIO, D. ELEUTERIO,
D. HERMÓGENES, PIPÍ

D . H E R M Ó G E N E S . ¡ Y o pedantón! (Encarándose hacia la puerta


por donde se fue D. Pedro. D. Eleuterio se pasea inquieto.) ¡ Y o , que
he compuesto siete prolusiones grecolatinas sobre los puntos más
delicados del derecho! 100

D . E L E U T E R I O . ¡Lo que él entenderá de comedias cuando


dice que la conclusión del segundo acto es mala!
D . H E R M Ó G E N E S . El será el pedantón.
D . E L E U T E R I O . ¡Hablar así de una pieza que ha de durar
lo menos quince días! Y si empieza a llover...
101

D . H E R M Ó G E N E S . Y o estoy graduado en Leyes, y soy oposi-


tor a cátedras, y soy académico, y no he querido ser dómine
102

de Pioz. 103

9 9
E n la epístola X V I I I de su De gata, I , I , para aludir despectivamente
institutione vitae, ai Lucilium Balbum, a cierto estudiante andaluz que m a l v i -
escribe Séneca: «Sí, mi querido L u - ve y presta libros nocivos a C l a r a .
cilio, una cólera excesiva conduce al «La villa de Pioz está situada tres
1 0 3

delirio; hay que evitarla no tanto por leguas al oriente de Alcalá de H e n a -


moderación c o m o por salvar la cor- res. Hasta pocos años ha h u b o en ella
dura». 0
una cátedra de latinidad, célebre en toda
100
prolusiones: 'prólogos'. aquella tierra y m u y frecuentada de dis-
1 0 1
Recuérdese que La comedia nue- cípulos. La regentaba siempre algún
va permaneció seis días en cartel y El eclesiástico virtuoso y erudito ... Los que
sí de las niñas, el mayor éxito de la tem- han creído que, por hacerse mención
porada, alcanzó los veintiséis. Muchas de esta escuela en boca de D . H e r m ó -
obras de Calderón, Lope, Tirso o Alar- genes, pensó el autor en satirizarla, no
cón no duraban más de uno o dos días. lo entienden» (Nota de Moratín). En sus
L o s quince a que aspira D . Eleuterio desplazamientos a Pastrana, donde lle-
serían todo un triunfo. garía a adquirir una finquita, alguna
«opositor a prebendas» es expre-
1 0 2 v e z se acercó M o r a t í n a P i o z , c o m o
sión que utiliza D . Luis en La moji- atestigua su Diario.
128 LA COMEDIA NUEVA

D . A N T O N I O . Nadie pone en duda el mérito de usted, señor


D . Hermógenes, nadie; pero esto ya se acabó, y no es cosa de
acalorarse.
D . E L E U T E R I O . Pues la comedia ha de gustar, mal que le
pese.
D . A N T O N I O . Sí señor, gustará. V o y a ver si le alcanzo y,
velis nolis, m
he de hacer que la vea para castigarle.
D . E L E U T E R I O . Buen pensamiento; sí, vaya usted.
D . A N T O N I O . En mi vida he visto locos más locos.

ESCENA VI

D. HERMÓGENES, D. ELEUTERIO, PIPÍ

D . E L E U T E R I O . ¡Llamar detestable a la comedia! ¡Vaya, que


estos hombres gastan un lenguaje que da gozo oírle!
D . H E R M Ó G E N E S . Aquila non capit muscas,™ D . Eleuterio.
5

Quiero decir que no haga usted caso. A la sombra del mérito


crece la envidia. A mí me sucede lo mismo. Y a ve usted si yo
sé a l g o . . .
106

D. ELEUTERIO. ¡Oh!
D. H E R M Ó G E N E S . Digo, me parece que (sin vanidad) pocos
habrá que...
D. ELEUTERIO. Ninguno. Vamos, tan completo como us-
ted, ninguno.
D . H E R M Ó G E N E S . Que reúnan el ingenio a la erudición, la
aplicación al gusto, del modo que yo (sin alabarme) he llegado
a reunidos. ¿Eh?
D . E L E U T E R I O . Vaya, de eso no hay que hablar; es más claro
que el sol que nos alumbra.
D . H E R M Ó G E N E S . Pues bien. A pesar de eso, hay quien me
llama pedante, y casquivano, y animal cuadrúpedo. Ayer, sin ir

'quieras que n o ' .


1 0 4
lunetas de las comedias, tertulias, an-
' E l águila no caza m o s c a s ' , fra-
1 0 5
tesalas de poderosos y cafés, y para en-
se proverbial latina. sobercernos, llenarnos de o r g u l l o , ha-
Escribe Cadalso, Eruditos, «Lu-
1 0 6
cernos intratables e infundirnos un
nes»: «Las ciencias no han de servir más sumo desprecio para con todos los que
que para lucir en los estrados, paseos, no nos admiren».
ACTO PRIMERO ESCENA VI 129

más lejos, me lo dijeron en la Puerta del S o l , delante de cua- 107

renta o cincuenta personas.


D . E L E U T E R I O . ¡Picardía! ¿ Y usted qué hizo?
D . H E R M Ó G E N E S . Lo que debe hacer un gran filósofo.
108

Callé, tomé un p o l v o , y me fui a oír una misa a la Soledad.


100 110

D . E L E U T E R I O . Envidia todo, envidia. ¿Vamos arriba?


D . H E R M Ó G E N E S . Esto lo digo para que usted se anime,
y le aseguro que los aplausos que... Pero, dígame usted, ¿ni si-
quiera una onza de oro le han querido adelantar a usted a cuenta
de los quince doblones de la comedia? 111

D . E L E U T E R I O . Nada, ni un ochavo." Y a sabe usted las di-


2

ficultades que ha habido para que esa gente la reciba. Por último,
hemos quedado en que no han de darme nada hasta ver si la pieza
gusta o no.
D . H E R M Ó G E N E S . ¡Oh, corvas almas! Y precisamente en la
ocasión más crítica para mí. Bien dice Tito Livio que cuando..." 3

Se refiere al famoso mentidero


1 0 7
tabaco raspado, hábito al que alude M o -
madrileño, del que Vélez de G u e v a r a ratín en varios lugares de sus come-
decía que «salen las nuevas primero que dias. También Cadalso, Eruditos, «Miér-
los sucesos», y que M o r a t í n también coles», describe al pedante «tomando
frecuentó. E n las gradas del convento un p o l v o con pausa y profundidad en
de San Felipe el R e a l , en la esquina la caja de alguna señora».
de la calle M a y o r y la Puerta del S o l , La capilla de N u e s t r a Señora de
1 1 0

además de ponerse algunos libreros, se la Soledad se encontraba en la carrera


reunían gentes ociosas para comentar de San J e r ó n i m o . O tal v e z se refiere
y chismorrear sobre todo lo divino y al convento de la V i c t o r i a , donde se
lo h u m a n o . C a d a l s o , Eruditos, «Vier- veneraba una imagen de la m i s m a vir -
nes», recomendaba: «marcharos a be- gen y que M o r a t í n frecuentó durante
ber un vaso de agua por un cuarto a sus años de amistad con Estala y N a -
la Puerta del Sol». C o m p á r e se Iriarte: varrete.
«Si hay concurso en el café, / allí fijo L a conducta de D . H e r m ó g e n e s ,
1 1 1

como el alba; / y finalmente en la Puer- sonsacando dinero a D . Eleuterio y


ta / del Sol, mi esquina arrendada» (La aceptando el compromis o matrimonial
señorita malcriada, I, 3 ) , dice D . G o n - por las expectativas económicas, bor-
zalo, personaje algo tarambana, v i u d o dea los límites del delito. L a vincula-
y mal educador de su hija. T a m b i é n ción del é x i t o y la riqueza consiguien-
R . de la C r u z , El café de Barcelona, 4: te con la boda de M a r i q u i t a se debe
«suele allí / hablar la gente indiscreta al problema de la dote que debe apor-
/ m u c h o que no viene al caso». tar la mujer y que sólo puede salir de
«Es indispensable que tengáis,
1 0 8
su responsable l e g a l . 0

llevéis, publiquéis, aparentéis y osten- ' m o n e d a de Castilla que valía


1 1 2

téis un exterior filosófico» (Cadalso, dos maravedíes o medio c u a r t o ' .


Eruditos, «Miércoles»). Es verdaderamente difícil averi-
1 1 3

1 0 9
U n p o l v o de rapé, es decir, de guar exactamente en qué frase o pá-
130 LA C O M E D IA NUEVA

D. ELEUTERIO. ¿Pues qué hay de nuevo?


D. H E R M Ó G E N E S . Ese bruto de mi casero... El hombre más
ignorante que conozco. Por año y medio que le debo de alquiler,
me pierde el respeto, me amenaza...
D . E L E U T E R I O . N o hay que afligirse. Mañana o esotro es
regular que me den el dinero; " pagaremos a ese bribón, y si
4

tiene usted algún pico en la hostería, también es...


D . H E R M Ó G E N E S . Sí, aún hay un piquillo. Cosa corta.
D . E L E U T E R I O . Pues bien. C o n la impresión, lo menos gana-
ré cuatro mil reales.
D . H E R M Ó G E N E S . Lo menos. Se vende toda seguramente.

(Vase Pipí por la puerta del foro.)


D . E L E U T E R I O . Pues con ese dinero saldremos de apuros; se
adornará el cuarto nuevo: unas sillas, una cama y algún otro chis-
me. Se casa usted. Mariquita, como usted sabe, es aplicada, ha-
cendosilla y muy mujer; ustedes estarán en mi casa continuamen-
te. Y o iré dando las otras cuatro comedias que, pegando la de
hoy, las recibirán los cómicos con palio." Pillo la moneda, las 5

imprimo, se venden; entretanto, ya tendré algunas hechas y otras


en el telar. Vaya, no hay que temer. Y , sobre todo, usted saldrá
colocado de hoy a mañana: una intendencia, una toga, una emba-
jada, ¡qué sé yo! Ello es que el ministro le estima a usted, ¿no
es verdad?
D. H E R M Ó G E N E S. Tres visitas le hago cada día.
D. E L E U T E R I O . Sí, apretarle, apretarle. Subamos arriba, que
las mujeres ya estarán...
D . H E R M Ó G E N E S . Diez y siete memoriales le he entregado
la semana última." 6

D . E L E U T E R I O . ¿ Y qué dice?
D . H E R M Ó G E N E S . En uno de ellos puse por lema aquel cele-

rrafo puede estar pensando D . H e r m ó - y sólo quiera seguir luciendo nombres...


genes, y ningún editor se ha aventura- esotro:
114
'ese o t r o ' , por pérdida del
do. Podría tratarse de Ab urbe condita, acento de intensidad en el demostrativo
X X I I , 8: «cuanto de adverso le suce- antepuesto. M o r a t í n lo usa varias ve-
diera a la ciudad enferma y débil debía ces, en singular y plural, con este y ese.
j u z g a r s e no por la importancia de las 'con gran deseo y s a t i s f a c c i ó n ' .
1 1 5 0

cosas, sino por la extenuación de las " «proponed algún proyecto o a lo


6

fuerzas que no podían soportar nada menos insinuad que lo estáis c o m p o -


que las agravara». T a l vez ni siquiera niendo», aconseja C a d a l s o , Eruditos,
piense de verdad en algún fragmento, «Viernes».
ACTO PRIMERO ESCENA VI 131

bérrimo dicho del poeta: Pallida mors aequo pulsat pede pauperum
tabernas regumque turres. 117

D. E L E U T E R I O . ¿ Y qué dijo cuando leyó eso de las ta-


bernas?" 8

D . H E R M Ó G E N E S . Que bien, que ya está enterado de mi


solicitud." 9

D . E L E U T E R I O . Pues no le digo a usted. Vamos, eso está


conseguido.
D . H E R M Ó G E N E S . Mucho lo deseo para que a este consorcio
apetecido acompañe el episodio de tener qué comer, puesto que
sine Cerere et Baccho friget Venus. Y entonces, ¡oh!, entonces...
120

Con un buen empleo y la blanca mano de Mariquita, ninguna


otra cosa me queda que apetecer sino que el cielo me conceda
numerosa y masculina sucesión.

(Vanse por la puerta del foro.)

1 1 7
H o r a c i o , Odas, I, 4 , 1 3 - 1 4 . El palabra, no hace sino subrayar la i g -
m i s m o M o r a t í n había traducido así norancia del poeta.
estos versos: «La pálida muerte / pisa Las palabras de D . H e r m ó g e n e s
1 1 9

con pies iguales / chozas de humil- no permiten aventurar que le espe-


de suerte / y palacios reales». Son re una sólida y desahogada posición
los mismos versos que el a m i g o del económica. 0

autor del Quijote (I, «Prólogo») le «Sin Ceres ni B a c o está fría V e -


: 2 0

aconseja utilizar para dárselas de le- nus», es decir, 'sin pan y v i n o n o hay
trado. amor f i n o ' . C o n Libero en lugar de B a c o ,
Esta traducción vulgar y errónea,
1 1 8
aparece en Terencio, Eunuco, I V , 6 . E l di-
basada puramente en la eufonía de la cho, también en Cervantes, Persiles, 1 , 5 .
A C T O S E G U N D O

ESCENA I

D. a
AGUSTINA, D. a
MARIQUITA, D. SERAPIO,
D. HERMÓGENES, D. ELEUTERIO

Salen por la puerta del foro

D . S E R A P I O . El trueque de los puñales, créame usted, es de


lo mejor que se ha visto.
D . E L E U T E R I O . ¿ Y el sueño del emperador?
D. A G U S T I N A . ¿ Y la oración que hace el visir a sus ídolos?
a

D . M A R I Q U I T A . Pero a mí me parece que no es regular que


a

el emperador se durmiera precisamente en la ocasión más...


D . H E R M Ó G E N E S . Señora, el sueño es natural en el hombre,
y no hay dificultad en que un emperador se duerma, porque los
vapores húmedos que suben al cerebro... 1

D. a
A G U S T I N A . ¿Pero usted hace caso de ella? ¡Qué ton-
tería! Si no sabe lo que se dice. Y a todo esto, ¿qué hora te-
nemos?
D . S E R A P I O . Serán... Deje usted... Podrán ser ahora...
D . H E R M Ó G E N E S . Aquí está mi reloj, que es puntualísimo.
Tres y media cabales. 2

D. a
A G U S T I N A . ¡Oh! Pues aún tenemos tiempo. Sentémo-
nos, una vez que no hay gente.

[Siéntanse todos menos D. Eleuterio.)

D . S E R A P I O . ¡Qué gente ha de haber! Si fuera en otro cual-


quier día... pero hoy todo el mundo va a la comedia. 3

D. A G U S T I N A . Estará lleno lleno.


a

1
C o n c e p t o galénico del sueño. G a - Es u n rasgo que acentúa lo i n c o n e xo
leno teorizó la vinculación entre las cos- del batiburrillo cultural de que hace
tumbres del alma y la temperatura del gala D . H e r m ó g e n e s .
0

cuerpo. N o debe olvidarse que el siglo 2


'cumplidas, enteras y perfectas',
XVIII contempla el enfrentamiento en- aquí, 'en p u n t o ' .
tre galénicos e hipocráticos, encarnan- 3
E n consecuencia, puede asegurar-
do los últimos la defensa de la medici- se que la comedia tiene l u g a r un sába-
na experimental y , por tanto, moderna. do o un d o m i n g o .

132
ACTO SEGUNDO ESCENA II 133

D . S E R A P I O . Habrá hombre que dará esta tarde dos medallas


por un asiento de luneta. 4

D . E L E U T E R I O . Y a se ve, comedia nueva, autor nuevo y . . .


D. A G U S T I N A . Y que ya la habrán leído muchísimos y sa-
a

brán lo que es. Vaya, no cabrá un alfiler; aunque fuera el coliseo


siete veces más grande.
D . S E R A P I O . Hoy los chorizos se mueren de frío y de mie-
do. Ayer noche apostaba yo al marido de la graciosa seis onzas
5

de oro a que no tienen esta tarde en su corral cien reales de entrada.


D . E L E U T E R I O . ¿Conque la apuesta se hizo en efecto, eh?
D . S E R A P I O . N o llegó el caso, porque yo no tenía en el bolsi-
llo más que dos reales y unos cuartos... Pero ¡cómo los hice ra-
biar, y qué...!
D . E L E U T E R I O . Soy con ustedes; voy aquí a la librería y vuelvo.
D. A G U S T I N A . ¿A qué?
a

D . E L E U T E R I O . ¿ N o te lo he dicho? Si encargué que me tra-


jesen ahí la razón de lo que va vendido para que...
D. A G U S T I N A . Sí, es verdad. Vuelve presto.
a

D . E L E U T E R I O . A l instante.

E S C E N A II

D. a
AGUSTINA, D. a
MARIQUITA, D. SERAPIO,
D. HERMÓGENES

D . a
MARIQUITA. ¡Qué inquietud! ¡Qué ir y venir! N o para
este hombre.
D. A G U S T I N A . Todo se necesita, hija; y si no fuera por su
a

buena diligencia y lo que él ha minado y revuelto, se hubiera


quedado con su comedia escrita y su trabajo perdido.

4
medallas: 'doblón de a ocho u onza partidarios de la de M a n u e l M a r t í n e z .
de o r o, equivalente a 3 . 3 2 0 reales'; lu- Compárese Jovellanos: «Te dirá qué año,
neta: 'espacio del teatro con forma cur- / qué ingenio, qué ocasión dio a los cho-
vada y delante del escenario donde se rizos / eterno n o m b r e ; y cuántas cu-
encontraban las butacas, a diferencia del chilladas, / dadas de día en día, tan pu-
patio'. j a n t e s , / sobre el triste polaco los
5
Los chorizos eran los apasionados de mantiene». Véase la nota 2 6 del acto I .
la compañía de Eusebio R i b e r a y adver- T é n g a s e presente que era la compañía
sarios, en consecuencia, de los polacos o de R i b e r a la que representaba la obra.
134 LA C O M E D I A NUEVA

D.M A R I Q U I T A . ¿ Y quién sabe lo que sucederá todavía, her-


a

mana? Lo cierto es que yo estoy en brasas; porque, vaya, si la


silban yo no sé qué será de mí.
D. A G U S T I N A . ¿Pero qué la han de silbar, ignorante? ¡Qué
a

tonta eres y qué falta de comprensión!


D. M A R I Q U I T A . Pues siempre me está usted diciendo eso.
a

(Sale Pipí por ¡a puerta del foro con platos, botellas, etc. Lo deja
todo en el mostrador y vuelve a irse por la misma parte.) Vaya que
algunas veces me... ¡ A y , D . Hermógenes! N o sabe usted qué ga-
nas tengo de ver estas cosas concluidas y poderme ir a comer un
pedazo de pan con quietud a mi casa sin tener que sufrir sinra-
zones. 6

D . H E R M Ó G E N E S . N o el pedazo de pan, sino ese hermoso


pedazo de cielo me tiene a mí impaciente hasta que se verifique
el suspirado consorcio.
D . M A R I Q U I T A . ¡Suspirado, sí, suspirado! ¡Quién le creyera
a

a usted!
D . H E R M Ó G E N E S . ¿Pues quién ama tan de veras como y o ,
cuando ni Píramo, ni Marco Antonio, ni los Tolomeos egipcios,
ni todos los Seléucidas de Asiria sintieron jamás un amor compa-
rable al m í o ? 7

D. A G U S T I N A . ¡Discreta hipérbole! ¡Viva, viva! Respónde-


a

le, bruto. 8

D. M A R I Q U I T A . ¿Qué he de responder, señora, si no le he


a

entendido una palabra?


D. A G U S T I N A . ¡Me desespera!
a

D. M A R I Q U I T A . Pues digo bien. ¿Qué sé yo quiénes son


a

esas gentes de quien está hablando? Mire usted, para decirme:


Mariquita, yo estoy deseando que nos casemos. A s í que su herma-
no de usted coja esos cuartos, verá usted como todo se dispone;
porque la quiero a usted mucho, y es usted muy guapa y mucha-

6
E l desmesurado afán de M a r i q u i - llan» en la historia por sus relaciones
ta por contraer matrimoni o a pesar de y matrimonio s incestuosos, en tanto
su temprana edad, que más adelante le que los Seléucidas no proporcionan
reprochará D . Pedro, queda aquí sufi- ejemplos famosos de amantes rendidos.
cientemente explicado y justificado. L a mezcla realza la palabrería del per-
7
Si la alusión a Píramo y M a r c o sonaje. 0

A n t o n i o resulta clara y lógica (aman- E n masculino por usar el sustan-


8

tes apasionados, respectivamente, de tivo bruto, 'animal irracional' , en v e z


Tisbe y Cleopatra), los Tolomeos «bri- del adjetivo bruta, 'necia, i n c a p a z ' .
ACTO SEGUNDO ESCENA II 135

cha, y tiene usted unos ojos muy peregrinos, y . . . ¿qué sé yo?


Así. Las cosas que dicen los hombres.
D. A G U S T I N A . Sí, los hombres ignorantes, que no tienen
a

crianza ni talento, ni saben latín.


D. M A R I Q U I T A . ¡Pues latín! ¡Maldito sea su latín! Cuando
a

le pregunto cualquiera friolera, casi siempre me responde en latín,


y para decir que se quiere casar conmigo me cita tantos auto-
res... Mire usted qué entenderán los autores de eso, ni qué les
9

importará a ellos que nosotros nos casemos o no.


D. A G U S T I N A . ¡Qué ignorancia! Vaya, D . Hermógenes, lo
a

que le he dicho a usted. Es menester que usted se dedique a instruir-


la y descortezarla; porque, la verdad, esa estupidez me avergüen-
10

za. Y o , bien sabe Dios que no he podido más; ya se ve, ocupada


continuamente en ayudar a mi marido en sus obras, en corregírselas
(como usted habrá visto muchas veces), en sugerirle ideas a fin de
que salgan con la debida perfección, no he tenido tiempo para em-
prender su enseñanza. Por otra parte, es increíble lo que aquellas
criaturas me molestan. El uno que llora, el otro que quiere ma-
11

mar, el otro que rompió la taza, el otro que se cayó de la silla,


12

me tienen continuamente afanada. Vaya, yo lo he dicho mil veces,


para las mujeres instruidas es un tormento la fecundidad.
D.M A R I Q U I T A . ¡Tormento! ¡Vaya, hermana, que usted es
a

singular en todas sus cosas! Pues yo, si me caso, bien sabe Dios que...
D . A G U S T I N A . Calla, majadera, que vas a decir un disparate.
a

D . H E R M Ó G E N E S . Y o la instruiré en las ciencias abstractas;


la enseñaré la prosodia; haré que copie a ratos perdidos el Arte
magna de Raimundo Lulio, y que me recite de memoria todos
13

9
R e c u e r d a la oposición, en La Ju- sus golpes, / llantos y chilladiza». L o
dith castellana, de Cornelia, entre E l v i - que en un h o m b r e —intelectual y es-
ra —de lenguaje y expresión rebusca- critor, para más señas— era lógico apa-
das— y Gonzalo, que afirma: «yo hablo rece aquí c o m o un factor de caracteri-
siempre liso y llano, / y tú gastas unas zación negativa en la mujer.
frases...». U n a actitud semejante se Decía la edición de 1 9 7 2 : «el otro
1 2

presenta en El viejo celoso de C e r v a n - que está puerco». C o m o alguna otra


tes. supresión, este cambio tiende a pulir
1 0
'quitarle la rudeza y tosquedad', lo que puede resultar p o c o fino.
metafóricamente. 1 3
Refiriéndose a C l a d e r a , anotó
1 1
A l g o parecido sentía M o r a t í n , cierto crítico que sus estudios, c o m o
aunque de forma ambivalente, que ha- todos los del país en que había nacido,
bía escrito: « Y en tanto los chiquillos, consistían en poseer la doctrina de R a i -
/ canalla descreída, / me aturden con mundo Lulio.
13 6 LA C O M E D I A NUEVA

los martes dos o tres hojas del diccionario de Rubiños. Des- 14

pués aprenderá los logaritmos y algo de la estática; después...


M A R I Q U I T A . Después me dará un tabardillo pintado
15
D. a

y me llevará Dios. ¡Se habrá visto tal empeño! N o , señor; si soy


ignorante, buen provecho me haga. Y o sé escribir y ajustar una
cuenta, sé guisar, sé planchar, sé coser, sé zurcir, sé bordar, sé
cuidar de una casa; yo cuidaré de la mía, y de mi marido, y de
mis hijos, y yo me los criaré. Pues, señor, ¿no sé bastante? 16

¡Que por fuerza he de ser doctora y marisabidilla, y que he de


aprender la gramática, y que he de hacer coplas! ¿Para qué? ¿Para
perder el juicio? Que permita Dios si no parece casa de locos la
nuestra desde que mi hermano ha dado en esas manías. Siempre
disputando marido y mujer sobre si la escena es larga o corta,
siempre contando las letras por los dedos para saber si los versos
están cabales o no, si el lance a oscuras ha de estar antes de la
batalla o después del veneno, y manoteando continuamente Gace-
tas y Mercurios para buscar nombres bien extravagantes, que
17 18

casi todos acaban en of y en graf, para rebutir con ellos sus rela-
ciones... Y entretanto, ni se barre el cuarto, ni la ropa se lava,
19

1 4
Ildefonso L ó p e z R u b i ñ o s publicó de venir los hombres a hacer las labo-
en 1 7 5 4 una edición anotada y amplia- res domésticas?». « N o cose j a m á s , no
da del Vocabulario latino-español de N e - aplancha, / no hace un p u n t o de cal-
brija. Para aprender teología, Cadalso, ceta, / no m u e v e un trasto, ni quiere
Eruditos, «Viernes», asegura que «bas- / ocuparse en las faenas / propias de
tará que tengáis unos cuantos diccio- toda mujer», dice D . Luis en La moji-
narios». E l programa educativo de D . gata, I , l . °
Hermógenes mezcla en incongruente 1 7
manoteando: ' m o v i e n d o las ma-
amalgama elementos ilustrados con n o s ' , aquí ' h o j e a n d o ' . E l uso de ma-
otros de sentido claramente retró- notear confiere m a y or rusticidad a la ac-
grado. 0
ción del poeta y su esposa. La Academia
15
tabardillo pintado: 'tifus exantemá- de la Historia lo convirtió en mano-
t i c o ' , nombre vulgar para una forma seando.
del tifus con erupción en la piel. L a 1 8
El párrafo recuerda a M o l i e r e ,
actriz María Ignacia Ibáñez, amada Las mujeres sabias, I I , 7 .
de C a d a l s o , muri ó «de un tabardillo 1 9
E n la Gaceta de Madrid y el Mer-
m u y fuerte» (Autobiografía, « R e g r e s o curio de España, con secciones dedicadas
a Madrid»). a la política internacional, aparecen fre-
1 6
C o m p á r e s e Clavijo y Fajardo, El cuentemente nombres de diplomáti-
Pensador, X X : «¿Por qué no saben apli- cos y personalidades de sonoridad se-
carse a alguna labor útil? N o d i g o y o mejante. Sin e m b a r g o , la expresión
que tomen la azada, el escoplo, el ti- podía constituir una locución esta-
món de un navio ni las armas. ¿Pero ble para referirse a los periódicos en
qué, no hay otras ocupaciones? ¿ H a n general. C a d a l s o , Cartas, X I V , dice,
ACTO SEGUNDO • ESCENA II 137

ni las medias se cosen; y , l o q u e es p e o r , n i se c o m e ni se


cena. ¿ Q u é le parece a usted q u e c o m i m o s el d o m i n g o p a s a d o ,
D . Serapio?
D . S E R A P I O . Y o , señora, ¿ c ó m o quiere usted que...?
D. a
M A R I Q U I T A . Pues l l é v e m e D i o s si t o d o el b a n q u e t e n o
se redujo a libra y media de p e p i n o s , 20
bien amarillos y b i e n g o r -
d o s , q u e c o m p r é a la p u e r t a , y u n p e d a z o de r o s c a q u e s o b r ó
del día anterior. Y é r a m o s seis b o c as a c o m e r , q u e el m á s d e s g a n a -
do se hubiera e n g u l l i d o u n cabrito y m e d i a h o r n a d a sin l e v a n t a r s e
del asiento.
D. a
A G U S T I N A . E s t a es su c a n c i ó n . S i e m p r e q u e j á n d o s e de
q u e n o c o m e y trabaja m u c h o . M e n o s c o m o y o y m á s trabajo
en u n rato q u e m e p o n g a a c o r r e g i r a l g u n a escena, o a r r e g l a r
la i l u s i ó n de u n a catástrofe, q u e t ú c o s i e n d o y f r e g a n d o , u o c u p a -
da en otros m i n i s t e r i o s viles y m e c á n i c o s .
D . H E R M Ó G E N E S . S í , M a r i q u i t a , sí; en eso tiene r a z ó n m i
señora D . a
A g u s t i n a . H a y g r a n diferencia de u n trabajo a o t r o ,
y los e x p e r i m e n t o s c o t i d i a n o s nos enseñan q u e t o d a m u j e r q u e
es literata y sabe hacer versos ipso fado se halla e x o n e r a d a de las
o b l i g a c i o n e s d o m é s t i c a s . Y o l o p r o b é en u n a disertación q u e leí
a la A c a d e m i a de los C i n o c é f a l o s . 21
A l l í sostuve que los versos
se confeccionan c o n la g l á n d u l a p i n e a l , 22
y los calzoncillos c on
los tres dedos l l a m a d o s pollex, index e infamis; 23
q u e es decir q u e
para l o p r i m e r o se necesita toda la a r g u c i a del i n g e n i o , cuando
para l o s e g u n d o basta sólo la c o s t u m b r e de la m a n o . Y c o n c l u í ,
a satisfacción de t o d o m i a u d i t o r i o , q u e es m á s difícil hacer u n
soneto q u e p e g a r u n h o m b r i l l o , y q u e m á s e l o g i o m e r e c e la m u j e r

con ese sentido: «estuve leyendo gace- podía pertenecer a una academia así.
tas y mercurios». Moratín relaciona al- Parodia evidente de las academias como
gunos de los nombres utilizados en co- la de los Arcades, del mismo modo que
medias de su tiempo: Druch, Apragin, Moratín y sus amigos fundaron la Aca-
Grothau, Patcul, Morosow, Mencicoff, demia de los Acalófilos. 0

Mollerdorff, Meknoff, Ramanuff, Mi- 2 2


'epítisis, órgano nervioso del en-
rowitz, Kultenoff, Fiedfel, Deiforf, Es- céfalo'.
chulemburg, etc.° 2 3
Dedos pulgar, índice y cordial o
2 0
libra: 'peso equivalente en Casti- medio. D. Hermógenes usa para este
lla a 1 6 onzas o 4 6 0 gramos'. último el adjetivo empleado por Per-
2 1
Los cinocéfalos son ciertos mamí- sio, en clara alusión a ciertos usos poco
feros cuadrumanos localizados en Áfri- nobles del dicho dedo, lo mismo que
ca. D . Hermógenes, obviamente, sólo Marcial lo llama impudicus.
13« LA C O M E D I A NUEVA

q u e sepa c o m p o n e r d é c i m a s y r e d o n d i l l a s q u e la q u e sólo es b u e n a
para hacer u n p i s t o c o n t o m a t e , u n ajo de p o l l o o u n carnero
verde. 2 4

D. a
M A R I Q U I T A . A u n p o r eso en m i casa n o se g a s t a n pis-
t o s , ni carneros v e r d e s , ni p o l l o s , ni ajos. Y a se v e : en c o m i e n d o
versos no se necesita c o c i n a .
D . H E R M Ó G E N E S . B i e n está; sea lo q u e u s t e d q u i e r a , í d o l o
m í o ; p e r o si hasta a h o r a se ha p a d e c i d o a l g u n a e s t r e c h e z (angus-
tam pauperiem 25
que dijo el p r o f a n o ) , de h o y en adelante será otra
cosa.
D. a
M A R I Q U I T A . ¿ Y qué dice el p r o f a n o ? ¿ Q u e n o silbarán
esta tarde la c o m e d i a ?
D. H E R M Ó G E N E S . N o , señora; la aplaudirán.
D . S E R A P I O . D u r a r á u n m e s , y los c ó m i c o s se cansarán de
representarla.
D. a
M A R I Q U I T A . N o , pues n o decían eso a y e r los q u e e n c o n -
t r a m o s en la b o t i l l e r í a . 26
¿ S e acuerda u s t e d , h e r m a n a ? Y aque l
m á s alto, a fe q u e n o se m o r d í a la l e n g u a .
D . S E R A P I O . ¿ A l t o ? ¿ U n o a l t o , e h ? Y a l e c o n o z c o . (Levánta-
se.) ¡ P i c a r ó n , v i c i o s o ! U n o de capa q u e tiene u n c h i r l o en las nari-
ces. 2 7
¡ B r i b ó n ! E s e es u n oficial de g u a r n i c i o n e r o , 2 8
m u y a p a s i o-
nado de la otra c o m p a ñ í a . ¡ A l b o r o t a d o r ! Q u e él fue el q u e t u v o
la culpa de q u e silbaran la c o m e d i a de El monstruo más espantable
del ponto de Calidonia, 29
q u e la h i z o u n sastre, p a r i e n te de u n v e -
cino m í o ; p e r o y o le a s e g u r o a l . . .

2 4
El pisto se hacía friendo pimien- carrera de San Jerónimo. Clavijo y Fa-
tos, tomates y cebollas picados y re- jardo habla de la «erudición de botille-
vueltos (a lo que a veces se añade hue- ría»; también Cadalso aconseja, a fin
vo y patatas); el ajo de pollo solía hacerse de aparentar distracción: «entrar en al-
hirviendo patatas con una salsa de al- guna botillería preguntando si tienen
mendra, ñoras y ajos; el carnero verde botas inglesas».
se guisaba con perejil, ajos, tocino, pan, 2 7
chirlo: 'cicatriz'.
yemas de huevo y especias varias. Las 2 8
'el que hace o vende guarnicio-
recetas, como se sabe, varían de un lu- nes (correajes) para caballerías'.
gar a otro. 2 9
El extravagante título de la co-
2 5
Horacio, Odas III, 2 , I: «estrecha media parece ficticio (al menos no se
pobreza».. encuentra en catálogos de la produc-
2 6
'casa o tienda en que se hacían y ción dramática de la época), pero otros
servían sorbetes, bebidas heladas o re- muy parecidos solían figurar en las car-
frescos'. Moratín las frecuentará a lo teleras de entonces, como La esclava
largo de su vida madrileña, donde al- del Negro Ponto, de Valladares, o El
canzó nombradía la de Canosa, en la hombre más feo del mundo, Esopo el Ja-
ACTO SEGUNDO ESCENA II 13 9

D. a
MARIQUITA. ¿ Q u é t o n t e r í a s está u s t e d ahí d i c i e n d o ? S i
no es ése de q u i e n y o h a b l o .
D . S E R A P I O . S í , u n o a l t o , m a l a t r a z a , c o n u n a señal q u e le
coge...,
D. a
MARIQUITA. S i n o es ése.
D. S E R A P I O . ¡ M a y o r gatallón! 30
¡ Y q u é m a l a v i d a d i o a su
mujer! ¡ P o b r e c i t a ! L o m i s m o la trataba q u e a u n p e r r o .
D. a
MARIQUITA. P e r o si n o es ése, dale . ¿ A q u é v i e n e can-
sarse? E s t e era u n caballero m u y d e c e n t e, q u e n o tiene n i capa,
ni c h i r l o , ni se parece en nada al q u e u s t e d n o s p i n t a .
D . S E R A P I O . Y a , p e r o v o y al decir. ¡Unas ganas tengo de
pillar al tal g u a r n i c i o n e r o ! N o irá esta tarde al p a t i o , q u e si fue-
ra... ¡ e h ! . . . P e r o el o t r o d í a , ¡ q u é cosas le d i j i m o s allí en la pla-
zuela de S a n J u a n ! 3 1
E m p e ñ a d o en q u e la otra c o m p a ñ í a es la m e -
j o r , y q u e n o h a y quien la tosa. ¿ Y saben ustedes (Vuelve a sentarse)
p o r q u é es t o d o ello? P o r q u e los d o m i n g o s p o r la n o c h e se v a n
é l y o t r o s de su pelo a casa de la R a m í r e z , 3 2
y allí se están r e t o -
z a n d o en el r e c i b i m i e n t o c o n la criada; después les saca u n p o c o
de q u e s o , o u n o s p i m i e n t o s en v i n a g r e , 33
o así; y l u e g o se v a n
a p a l m o t e a r c o m o desesperados a las barandillas y al d e g o l l a d e -
ro. 3 4
P e r o n o h a y r e m e d i o ; y a e s t a m o s p r e v e n i d o s l o s apasiona-
dos d e acá, y a la p r i m e r a c o m e d i a q u e echen en el o t r o c o r r a l ,

bulaior. La alusión al poeta-sastre pare- a ser inventada, responde a lo que se


ce apuntar a Juan Salvó y Vela, autor de suponía debían ser ritos obligados tanto
una de las comedias más taquilleras del para el actor que no quisiera ser escar-
siglo, El mágico de Salerno, Pedro Vaya- necido como para el poeta que preten-
larde. No debía de ser una compagina- diese colocar sus productos a las com-
ción de actividades muy infrecuente, pañías de teatro. Moratín le dedicó
pues Cervantes escribe, Perales, 1 , 1 8 , que —según se dice, con el mismo objeti-
«tan capaz es el alma del sastre para ser vo— un poema a la Tirana. El proce-
poeta como la de un maese de campo»; dimiento era más digno, la finalidad,
pues Villegas se refiere a otro poeta-sas- idéntica. 0

tre en su Elegía VII, y Torres Villarroel 33


La referencia a los pimientos, ele-
afirma en sus Sueños: «Las comedias ya mento emblemático y plebeyo de los
no las hacen los poetas, sino los músi- apasionados de la compañía rival, sus-
cos, hortelanos y carpinteros». 0

citó una enorme bronca en el estreno.


3 0
'pillastrón'. 3 4
barandillas: 'separación entre los
3 1
Plazuela a la que daba la casa en asientos de la primera fila de gradas y
que nació Moratín, en la confluencia de el patio'; degolladero: 'viga gruesa, a
las calles de Santa María y la actual de la altura del cuello, que separaba la par-
Moratín, relativamente cercana al lla- te trasera de la luneta del patio, donde
mado «mentidero de los representantes». los espectadores (los ruidosos mosque-
3 2
Es nombre ficticio. La escena, pese teros) permanecían de pie'.
140 LA C O M E D I A NUEVA

zas, sin r e m i s i ó n , a silbidos se ha de h u n d i r la casa. A v e r . . .


D. a
MARIQUITA. ¿ Y si ellos nos g a n a s e n p o r la m a n o , y
hacen con la de h o y o t r o tanto?
D. a
A G U S T I N A . S í , te parecerá q u e tu h e r m a n o es l e r d o , y
q u e ha trabajado p o c o estos días para q u e n o le suceda u n c h a s c o .
E l se ha hecho y a a m i g o de los principales a p a s i o n a d o s del o t r o
corral, 35
ha estado c o n ellos , les ha r e c o m e n d a d o la c o m e d i a y
les ha p r o m e t i d o que la p r i m e r a q u e c o m p o n g a será para su c o m -
pañía. A d e m á s de e s o , la d a m a de allá le q u i e r e m u c h o ; él v a
t o d o s los días a su casa a v e r si se la ofrece a l g o , y c u a l q u i e ra
cosa q u e allí o c u r r e nadie la hace sino m i m a r i d o . D . E l e u t e r i o ,
t r á i g a m e usted u n par de libras de m a n t e c a . D . E l e u t e r i o , eche
usted un p o c o de alpiste a ese c a n a r i o . D . E l e u t e r i o , dé usted
una v u e l t a p o r la c o c i n a y v e a usted si e m p i e z a a e s p u m a r aquel
p u c h e r o ; y él, y a se v e , l o hace t o d o c o n u n a p r o n t i t u d y un
a g r a d o que n o h a y m á s q u e pedir; p o r q u e , en fin, el q u e necesita
es preciso q u e . . . Y , p o r o t r a parte, c o m o él, b e n d i t o sea D i o s ,
tiene tal gracia para c u a l q u i e r cosa y es tan servicial c o n todo
el m u n d o . . . 3 6
¡ Q u é silbar! N o , hija, n o h a y q u e t e m e r ; a b u e -
nas aldabas se ha a g a r r a d o él para q u e le silben.
D . H E R M Ó G E N E S . Y , sobre t o d o , el sobresalient e m é r i t o del
d r a m a bastaría a i m p o n e r t a c i t u r n i d a d y a d m i r a c i ó n a la t u r b a
más desenfrenada e insipiente.
D. a
A G U S T I N A . Pues y a se v e . F i g ú r e s e usted u n a c o m e d i a
heroica c o m o ésta, c o n más de n u e v e lances q u e tiene. U n desafío
a caballo p o r el p a t i o , tres batallas, dos t e m p e s t a d e s , u n e n t i e r r o ,
una función de m á s c a r a , un i n c e n d i o de c i u d a d , un p u e n t e r o t o ,
dos ejercicios de f u e g o y u n ajusticiado; f i g ú r e s e usted si esto ha
de g u s t a r precisamente. 37

3 5
El siglo anterior, un autor novel dramático, tan mañero y servicial, que
tuvo que pactar con un zapatero lla- se prestó a tales obsequios? Ninguno;
mado Sánchez, caudillo de los mosque- pero suponiendo en muchos las mis-
teros, para que no le silbaran su co- mas circunstancias que concurrían en
media. Las cosas, en ese sentido, no el triste D. Eleuterio, es verisímil que
habían cambiado demasiado. muchos lo hiciesen, y eso basta para
3 6
«Todo cuanto dice en este pasaje la imitación» (Nota de Moratín). No ha-
D . Agustina no es más que una fic-
a
bía sido ésa la opinión de Cornelia al
ción inverosímil, si bien la ignorancia presentar su memorial, pues aludió a
y la malignidad aplicaron a determina- este párrafo de una manera directa.
dos sujetos una pintura que, aunque 3 7
El resumen que de la acción ofre-
imitaba la verdad, no era la verdad mis- ce D . Agustina es muy parecido al
a

ma... Pero ¿cuál fue, en efecto, el poeta de El sitio de Calés, de Cornelia. 0


ACTO SEGUNDO ESCENA III 141

D. S E R A P I O . ¡Toma si g u s t a r á !
D. H E R M Ó G E N E S . Aturdirá.
D. S E R A P I O . Se d e s p o b l a r á M a d r i d p o r i r a v e r l a .
D. a
MARIQUITA. Y a m í m e parece q u e u n a s c o m e d i a s así
debían representarse en la p l a z a de los t o r o s . 38

ESCENA III

D. ELEUTERIO, D. a
AGUSTINA, D. a
MARIQUITA,
D. SERAPIO, D. HERMÓGENES

D. a
A G U S T I N A . Y b i e n , ¿ q u é dice el l i b r e r o ? ¿ S e d e s p a c h a n
muchas?
D. E L E U T E R I O . Hasta ahora...
D. a
A G U S T I N A . Deja; m e parece q u e v o y a acertar: habrá
vendido... ¿ c u á n d o se p u s i e r o n los carteles?
D . E L E U T E R I O . A y e r p o r la m a ñ a n a . T r e s o c u a t r o hice p o -
ner en cada esquina.
D . S E R A P I O . A h , y c u i d e u s t e d (Levántase) q u e les p o n g a n
buen engrudo, porque si n o . . . 3 9

D . E L E U T E R I O . S í , q u e n o e s t o y en t o d o . C o m o q u e y o m i s -
m o le hice c o n esa m i r a , y lleva u n a b u e n a p a r t e d e c o l a .
D. a
A G U S T I N A . E l Diario y la Gaceta la h a n a n u n c i a d o y a ,
¿es verdad?
D. H E R M Ó G E N E S . E n términos precisos.
D. a
A G U S T I N A . P u e s irán v e n d i d o s . . . q u i n i e n t o s ejemplares.
D. S E R A P I O . ¡ Q u é f r i o l e r a ! 40
Y m á s de o c h o c i e n t os también.
D. a
AGUSTINA. ¿ H e acertado?
D. S E R A P I O . ¿ E s v e r d a d q u e pasan de o c h o c i e n t o s ?
D . E L E U T E R I O . N o s e ñ o r , n o es v e r d a d . L a v e r d a d es q u e

3 8
El comentario de Mariquita pone estar más seguro de su eficacia. En un
de relieve el aspecto más llamativo de romance dedicado al conde de Florida-
las comedias populares del día: su uso blanca, anterior a 1 7 9 0 , Moratín le ha-
y abuso de todo lo espectacular. 0
bía aconsejado a su musa: «Y apesta
3 9
engrudo: 'pasta viscosa que se hace al público, grazna, / engruda los es-
cociendo en agua harina o almidón y quinazos, / y Dios te ayude y te dé
se usa para pegar papeles y otras cosas / lectores desocupados».
ligeras'. D. Eleuterio le añade cola para
+ 0
'¡Qué pequenez!'.
142 LA COMEDIA NUEVA

hasta ahora, s e g ú n m e acaban de d e c i r , n o se h a n despachado m á s


q u e tres e j e m p l a r e s, y esto m e da m a l í s i m a e s p i n a .
D. SERAPIO. ¿Tres no más? Harto poco e s . + I

D. a
A G U S T I N A . P o r v i d a m í a q u e es b i e n p o c o .
D. H E R M Ó G E N E S . D i s t i n g o . P o c o , a b s o l u t a m e n t e h a b l a n d o ,
n i e g o ; r e s p e c t i v a m e n t e , c o n c e d o ; p o r q u e nada h a y q u e sea p o c o
ni m u c h o per se, sino r e s p e c t i v a m e n t e . Y así, si l o s tres ejemplares
v e n d i d o s c o n s t i t u y e n u n a cantida d tercia c o n relació n a n u e v e ,
y bajo este respecto los dichos tres ejemplares se l l a m a n p o c o ,
t a m b i é n estos m i s m o s tres ejemplares , r e l a t i v a m e n t e a u n o , c o m -
p o n e n u n a triplicada cantidad , a la cual p o d e m o s l l a m a r m u c h o ,
p o r la diferencia q u e v a de u n o a tres. D e d o n d e c o n c l u y o : q u e
n o es p o c o l o q u e se ha v e n d i d o , y q u e es falta d e i l u s t r a c i ó n
sostener l o c o n t r a r i o . 42

D. a
A G U S T I N A . D i c e bien, m u y bien.
D. S E R A P I O . ¡ Q u é ! ¡ S i en p o n i é n d o s e a h a b l a r este h o m b r e !
D. a
M A R I Q U I T A . P u e s , en p o n i é n d o s e a h a b l a r , p r o b a r á q u e
lo b l a n c o es v e r d e y q u e dos y d o s so n v e i n t e y c i n c o . Y o n o
entiendo tal m o d o d e sacar c u e n t a s . . . P e r o , al c a b o y al f i n , las
tres comedias q u e se han v e n d i d o hasta ahora, ¿serán más q u e tres?
D. E L E U T E R I O . E s v e r d a d y , en s u m a , t o d o el i m p o r t e n o
pasará de seis reales.
D. a
M A R I Q U I T A . P u e s seis reales, c u a n d o e s p e r á b a m o s m o n -
tes de o r o c o n la tal i m p r e s i ó n . Y a v o y y o v i e n d o q u e si m i b o d a
n o se h a de hacer hasta q u e t o d o s esos papelotes se despachen, m e
llevarán c o n p a l m a 4 3
a la sepultura. (Llorando.) ¡ P o b r e c i t a de m í !
D. H E R M Ó G E N E S . N o así, h e r m o s a M a r i q u i t a , desperdicie
usted el tesoro de perlas q u e u n a y o t r a l u z d e r r a m a . 4 4

4 1
Había escrito Voltaire, Cándido, dido relacionar con Moliere, El enfer-
2 2 , sobre «un libro del que sólo se ha mo imaginario, II, 7 , pero algo seme-
visto fuera de la librería el ejemplar que jante, bien que con otro fin, había
me dedicó»; y Moratín redactó este epi- hecho Lope en La esclava de su galán,
grama: «En un cartelón leí / que tu I, I. Pérez Galdós no dudaría en alu-
obrilla baladí / la vende Navamorcuen- dir a la lógica aplastante de D. Hermó-
de... / No has de decir que la vende, genes en su novela La de Bringas,
/ sino que la tiene allí». XXXVII.
4 2
Todo el párrafo es una parodia 4 3
'virgen'. 0

evidente de la terminología y el estilo 4 4


Recuérdese la burla que Moratín
propio de las disputas verbales de la había hecho de la imaginería y las me-
escolástica (que cuadra con las incon- táforas amorosas del barroco en su
gruencias del personaje). Se ha preten- «Lección poética».
ACTO SEGUNDO • ESCENA IV 143

D. A
MARIQUITA. ¡ P e r l a s ! S i y o supiera llora r perlas, n o ten-
dría m i h e r m a n o necesidad de escribir disparates.

ESCENA IV

D. ANTONIO, D . ELEUTERIO, D . HERMÓGENES,


D. AGUSTINA, D. MARIQUITA
A A

D. ANTONIO. A la o r d e n d e ustedes, señores.


D. E L E U T E R I O . ¿ P u e s c ó m o tan p r e s t o ? ¿ N o dijo usted q u e
iría a v e r la c o m e d i a ?
D. ANTONIO. E n e f e c t o , he i d o . A l l í q u e d a D . P e d r o .
D. ELEUTERIO . ¿ A q u e l caballero de t a n m a l h u m o r ?
D. ANTONIO. E l m i s m o . Q u e quieras q u e n o , le he a c o m o d a -
do (Sale Pipí por la puerta del foro con un canastillo de manteles, cubier-
tos, etc. y le pone sobre el mostrador) en el p a l c o d e u n o s a m i g o s .
Y o creí tener lunet a s e g u r a , p e r o ¡ q u é ! ni l u n e t a , ni p a l c o s , n i
tertulia, n i c u b i l l o s : 45
n o h a y asiento en n i n g u n a parte.
D. A
AGUSTINA. S i l o dije.
D. ANTONIO. E s m u c h a la g e n t e q u e h a y .
D. ELEUTERIO . Pues n o , n o es cosa de q u e u s t e d se qued e
sin v e r l a . Y o t e n g o p a l c o . V é n g a s e usted c o n n o s o t r o s , y todos
nos-acomodaremos.
D. A
AGUSTINA. S í , p u e d e usted v e n i r c o n t o d a satisfacción,
caballero.
D. ANTONIO. S e ñ o r a , d o y a usted m i l gracias p o r su aten-
c i ó n , p e r o y a n o es cosa d e v o l v e r allá. C u a n d o y o salí e m p e z a b a
la p r i m e r a tonadilla, conque... 4 6

D. SER API O. ¿ L a t o n a d i l l a ?
D. MARIQUITA. ¿ Q u é dice usted? (Levántame todos.)
A

D. ELEUTERIO. ¿ L a tonadilla?

4 5
tertulia: 'corredor situado encima ba veinte años hace en las representa-
de los palcos terceros, en la parte más ciones era ésta. Empezábase la come-
alta del recinto teatral'; cubillos: 'pe- dia, y al concluir la primera jornada,
queños aposentos situados a ambos la- se echaba un entremés; seguía una to-
dos de la embocadura, debajo de los nadilla, después la segunda jornada, lue-
palcos primeros y próximos al esce- go un saínete, otra tonadilla y, por úl-
nario'. timo, la tercera jornada de la comedia»
4 6
«La distribución que se observa- (Nota de Moratín).
144 LA COMEDIA NUEVA

D. A
AGUSTINA. ¿Pues c ó m o h a n e m p e z a d o tan p r e s t o ?
D. ANTONIO. N o , señora, h a n e m p e z a d o a la h o r a r e g u l a r .
D. A
AGUSTINA. N o puede ser, si a h o r a serán...
D. HERMÓGENES. Y o lo diré. (Saca el reloj.) Las tres y m e -
dia en punto. 4 7

D. A
MARIQUITA. ¡ H o m b r e ! ¿ Q u é tres y m e d i a ? S u reloj d e
usted está s i e m p r e en las tres y m e d i a .
D. AGUSTINA. A v e r . . . (Toma el reloj de D. Hermógenes, le
A

aplica al oído y se le vuelve.) 48


S i está parado.
D. HERMÓGENES. E s v e r d a d . E s t o c o n s i s t e en q u e la elasti-
cidad del m u e l l e e s p i r a l . . .
D. A
MARIQUITA. C o n s i s t e en q u e está p a r a d o , y n o s h a h e -
cho usted perder la m i t a d d e la c o m e d i a . V a m o s , hermana.
D. A
AGUSTINA. V a m o s .
D. E L E U T E R I O . ¡ C u i d a d o q u e es cosa p a r t i c u l a r! ¡Voto va
sanes! 49
L a casualidad d e . . .
D. A
MARIQUITA. V a m o s p r o n t o . ¿ Y m i abanico?
D. SERAPIO. A q u í está.
D. ANTONIO. L l e g a r á n ustedes al s e g u n d o acto.
D. A
MARIQUITA . V a y a , q u e este D . H e r m ó g e n e s . . .
D. A
AGUSTINA. Q u e d e usted c o n D i o s , c a b a l l e r o .
D. A
MARIQUITA. V a m o s aprisa.
D. ANTONIO. V a y a n ustedes c o n D i o s .
D. SERAPIO. A b i e n q u e cerca estamos. 50

D. E L E U T E R I O . C i e r t o q u e ha sido u n c h a s c o , estarnos así


fiados e n . . .
D. A
MARIQUITA. Fiados en el maldito reloj de D . H e r m ó g e n e s .

4 7
El incidente del reloj de D. Her- pasado el tiempo». En la presente es-
mógenes recuerda uno similar —aun- cena, el reloj funciona como recurso
que allí más extenso— en Goldoni, La cómico, rompiendo con su función
hottega del caffé, I, 3 . Cadalso, Erudi- lógica. 0

tos, «Viernes», sugería: «Y si os aprie- 4 8


'restituye, devuelve'.
tan sobre que tratéis el punto más in- 4 9
Plural de san que sólo se usa en
dividualmente, sacad un reloj y decid interjecciones. Juramento que se hace
que es la hora precisa de la comedia, en demostración de ira.
o sacad el otro y decid que se os ha 5 0
A bien que: 'Por fortuna'.
ACTO SEGUNDO ESCENA V 145

ESCENA V

D. A N T O N I O , PIPÍ

D . A N T O N I O . ¿ C o n q u e estas dos s o n la h e r m a n a y la m u j e r
del a u t o r de la c o m e d i a ?
P I P Í . S í , señor.
D . A N T O N I O . ¡ Q u é p a s o l l e v a n ! Y a se v e , se f i a r o n del reloj
de D . H e r m ó g e n e s .
P I P I . Pues y o n o sé q u é será, p e r o desde la v e n t a n a de arriba
se v e salir m u c h a g e n t e del c o l i s e o .
D . A N T O N I O . Serán los del patio, que estarán sofocados. C u a n -
d o y o m e v i n e quedaban d a n d o v o c e s para q u e les abriesen las
p u e r t a s . E l calor es m u y g r a n d e y , p o r o t r a p a r t e , m e t e r c u a t r o
d o n d e n o caben m á s q u e d o s es u n d e s p r o p ó s i t o ; p e r o l o q u e i m -
p o r t a es c o b r a r a la p u e r t a , y m á s q u e r e v i e n t e n dentro.

ESCENA VI

D. P E D R O , D. ANTONIO, PIPÍ

D. A N T O N I O . ¡ C a l l e ! ¿ Y a está u s t ed p o r acá? P u e s y la c o -
m e d i a , ¿en q u é estado q u e d a ?
D . P E D R O . H o m b r e , n o m e hable usted de c o m e d i a , (Siéntase)
q u e n o he tenido rato p e o r m u c h o s meses h a .
D . A N T O N I O . ¿Pues q u é ha sido ello? (Sentándosejunto a D.
Pedro.)
D . P E D R O . ¿ Q u é ha d e ser? Q u e he tenido q u e sufrir (gracias
a la r e c o m e n d a c i ó n de usted) casi t o d o el p r i m e r a c to y , p o r aña-
d i d u r a , u n a tonadilla insípida y d e s v e r g o n z a d a , c o m o es c o s t u m -
b r e . H a l l é la ocasión de escapar y la a p r o v e c h é .
D . A N T O N I O . ¿ Y q u é tenemos en cuanto al m é r i t o de la pieza?
D . P E D R O . Q u e cosa p e o r n o se ha v i s t o en el teatro desde
q u e las m u s a s de g u a r d i l l a le a b a s t e c e n . . . 51
Si t e n g o hecho p r o -

'musas de desván', es decir, de desecho, de mala


51

calidad. Moratín había empleado en su poesía la ex-


presión «políticos de desván» con sentido equivalente.
146 LA C O M E D I A NUEVA

p ó s i t o firme de n o ir j a m á s a v e r esas t o n t e r í a s . A m í n o me
divierten; al c o n t r a r i o , m e llenan d e , d e . . . N o s e ñ o r , m e n o s m e
enfada c u a l q u i e r a de nuestras c o m e d i a s a n t i g u a s , p o r malas q u e
sean. E s t á n d e s a r r e g l a d a s, tienen d i s p a r a t e s , p e r o aquellos dispara-
tes y aquel d e s a r r e g l o son hijos del i n g e n i o y n o de la e s t u p i d e z .
T i e n e n defectos e n o r m e s , es v e r d a d ; p e r o e n t r e estos defectos se
hallan cosas q u e , p o r v i d a m í a , tal v e z s u s p e n d e n y c o n m u e v e n
al espectador en t é r m i n o s de hacerle o l v i d a r o disculpar c u a n t os
desaciertos han p r e c e d i d o . 52
A h o r a , c o m p a r e usted nuestros a u t o -
res adocenados del día c o n los a n t i g u o s y d í g a m e si n o v a l e n más
C a l d e r ó n , S o l í s , R o j a s , M o r e t o c u a n d o deliran q u e estotros cuan-
do quieren h a b l a r en razón. 53

D . A N T O N I O . L a cosa es tan clara, señor D . P e d r o , q u e n o


hay nada q u e o p o n e r a ella. P e r o , d í g a m e u s t e d , el p u e b l o , el
p o b r e p u e b l o , ¿sufre c o n paciencia ese espantable c o m e d i ó n ? 5 4

D . P E D R O . N o t a n t o c o m o el a u t o r quisiera , p o r q u e a l g u n a s
veces se ha l e v a n t a d o en el patio u n a m a r e t a sorda q u e traía visos
de t e m p e s t a d . 55
E n fin, se acabó el act o m u y oportunamente,
p e r o n o m e atrever é a p r o n o s t i c a r el é x i t o d e la tal p i e z a , p o r q u e ,
a u n q u e el p ú b l i c o está y a m u y a c o s t u m b r a d o a o í r desatinos, tan
garrafales c o m o los de h o y j a m á s se o y e r o n .
D. A N T O N I O . ¿ Q u é dice u s t e d ?
D. P E D R O . Es increíble. A l l í no hay más que un hacinamiento
confuso de especies, u n a acción i n f o r m e , lances i n v e r i s í m i l e s , 56

episodios i n c o n e x o s , caracteres m a l e x p r e s a d o s o m a l e s c o g i d o s ;
en v e z de artificio, e m b r o l l o ; en v e z de situaciones c ó m i c a s , m a -

5 2
tal vez: 'alguna vez, a veces'; uso para mi consuelo. ¿El pueblo, el po-
muy frecuente en la literatura del Si- bre pueblo mostraba estar contento?
glo de Oro. ¿Aplaudía tanto y daba tan terribles
53
La postura de Moratín hacia el palmadas como las que nos aturdieron
teatro del Siglo de Oro se expresa aquí en el coliseo del Príncipe?».
con toda la ambivalencia, pero sin am- 55
mareta: 'rumor de muchedumbre
bigüedad, de casi todos los ilustrados. que empieza a agitarse'. Cuando Mo-
El aprecio-rechazo, no obstante, reci- ratín menciona al patio, se refiere a un
birá algunos matices. Pero la diferen- sector muy determinado del público:
cia entre los grandes dramaturgos ba- el de menor nivel socioeconómico y
rrocos y los mediocres contemporáneos cultural.
queda subrayada. 0
'inverosímiles'; la forma usada
5 6

5 4
Parece seguir a Clavijo y Fajardo, por Moratín es la dominante durante
El Pensador, IX: «Pero dígame Vm. el siglo x v n i .
ACTO SEGUNDO • ESCENA VI 147

m a r r a c h a d a s de l i n t e r n a m á g i c a . 5 7
No h a y c o n o c i m i e n t o de his-
t o r i a , ni de c o s t u m b r e s ; n o hay o b j e t o m o r a l , n o hay lenguaje,
ni estilo, ni versificación, ni g u s t o , ni sentido c o m ú n . 5 8
E n suma,
es tan m a l a y p e o r que las otras con que nos r e g a l a n t o d o s los días.
D. A N T O N I O . Y no hay que esperar nad a m e j o r . Mientras
el t e a t r o siga en el a b a n d o n o en que h o y está, en v e z de ser el
espejo de la v i r t u d y el t e m p l o del b u e n g u s t o , será la escuela
del e r r o r y el a l m a c é n de las extravagancias. 59

D . P E D R O . ¡ P e r o n o es fatalidad q u e , d e s p u é s de t a n t o c o m o
se ha escrito p o r los h o m b r e s más d o c t o s de la n a c i ó n sobre la
necesidad de su r e f o r m a , 6 0
se han de v e r t o d a v í a en n u e s t r a es-

5 7
Añadía la edición de 1 7 9 2 : «¡Y el coles»: «con saber explicar una cámara
estilo! Cuando debe ser noble y afec- oscura y una linterna mágica... no ha-
tuoso es oscuro, campanudo y hueco; brá vieja que no os tenga por tan má-
cuando debe ser sencillo y gracioso es gico en nuestros días como el pobre
chabacano y frío. La moral no la bus- marqués de Villena lo fue en los suyos».
que usted ni en la fábula ni en los ca- 5 8
«La ignorancia con que disponían
racteres: allí no hay otra moral que la sus fábulas dramáticas los poetas con-
que inoportunamente se vierte en unas temporáneos de D. Eleuterio no la di-
largas misiones, que no son otra cosa simulaban con las prendas de estilo, len-
los soliloquios de que está llena la tal guaje y versificación; todo era de igual
comedia. ¡Pero qué moral! ¡Ya se ve! mérito; y el que lea, no una, sino mu-
¿Qué moral ha de enseñar el poeta que chas docenas de aquellos monstruosos
no haya estudiado el corazón del hom- dramas, hallará con cuánta moderación
bre, que no haya observado de qué ma- se censuraron en La comedia nueva sus
nera influyen en el carácter particular desaciertos» (Nota de Moratin).
de cada individuo el temperamento, la 5 9
Expone Moratin, recogiendo tér-
edad, la educación, el interés, la legis- minos de tradición ciceroniana, la fi-
lación, las preocupaciones y costum- nalidad educativa que debe tener el tea-
bres públicas? Si ignora esto y carece tro. En Cadalso, Suplemento a Eruditos,
al mismo tiempo de aquella sensibili- una dama afirma: «la poesía sola ... es
dad con que un buen poeta sabe reves- la única diversión que nos conceden con
tirse de los mismos afectos que finge alguna libertad ... el teatro es la única
e indentificarse con los caracteres que cátedra a cuya asistencia se nos admite».
copia de la naturaleza, ¿qué doctrina 6 0
Añade en 1 7 9 2 : «y, a la vista de
moral ni qué ilusión deberá esperarse?».
los progresos que ha hecho en Europa
El motivo de la supresión de este pá-
la poesía dramática».
rrafo, como el de algunos que siguen,
Alude claramente a los escritos en
no es otro que aligerar el peso discur-
pro de la reforma teatral publicados por
sivo de D. Pedro.
Luzán, Nasarre, Montiano, Clavijo y
Como se sabe, la linterna mágica per- Fajardo, Nicolás F. de Moratin, Ni-
mitía ver, por un juego de luces y som- pho y algunos más. El compromiso de
bras sobre una placa previamente pre- Moratin con la reforma fue más allá
parada, ciertas imágenes en movimien- de las declaraciones puestas en boca de
to. Escribe Cadalso, Eruditos, «Miér- sus personajes. 0
148 LA COMEDIA NUEVA

cena espectáculos tan infelices! 61


¿ Q u é p e n s a r á n de n u e s t r a c u l -
tura los e x t r a n j e r o s que v e a n la c o m e d i a de esta tarde? ¿ Q u é di-
rán c u a n d o lean las que se i m p r i m e n continuamente?
D . A N T O N I O . D i g a n lo que q u i e r a n , a m i g o D . P e d r o , ni us-
ted ni y o p o d e m o s r e m e d i a r l o . 62
¿ Y qué h a r e m o s ? R e í r o rabiar,
n o hay otra a l t e r n a t i v a . . . Pues y o m á s q u i e r o reír que i m p a c i e n -
tarme.
D . P E D R O . Y o n o , p o r q u e n o t e n g o serenidad para eso. Los
p r o g r e s o s de la l i t e r a t u r a , señor D . A n t o n i o , interesan mucho
al p o d e r , a la g l o r i a y a la c o n s e r v a c i ó n de los i m p e r i o s ; el t e a t r o
i n f l u y e i n m e d i a t a m e n t e en la c u l t u r a n a c i o n a l ; el n u e s t r o está per-
dido, y yo soy m u y español. 63

D. A N T O N I O . C o n t o d o , c u a n d o se v e q u e . . . P e r o ¿ q u é n o -
v e d a d es ésta?

Compárese lo que dice Clavijo y


1
gica, del modo con que se debería
Fajardo, El Pensador, X X : «¿Y no te- escribir; el público ha reconocido el mé-
nemos vergüenza de que en la corte rito de estas obras, pero el teatro si-
de una nación tan grande como la es- gue, como siempre, en un estado las-
pañola se representen cosas tan absur- timoso». La supresión tiende a aliviar
das que nos hacen pasar por bárbaros la insistencia y la repetición de la mis-
en el concepto de todas las naciones? ma idea.
Yo bien sé que la parte sana y cultiva- 6 3
La reforma del teatro como fun-
da de los teatros siente y declama con- ción política y cultural de primera im-
tra el abuso y desorden de sus teatros, portancia se plantea como un acto pa-
que todos gritan por su reforma». triótico y nacional. Compárese Clavijo
6 2
La edición de 1 7 9 2 añade: «Ello y Fajardo, El Pensador, XXI: «Las re-
es cierto que nuestro teatro está en el presentaciones teatrales son no digo úti-
mayor abandono, ni hay hombre de les sino necesarias ... merecen el ma-
buena razón que lo ignore; su refor- yor cuidado y fomento de parte de un
ma es urgente y fácil; nuestros mejo- gobierno que no haya llegado a desco-
res ingenios no sólo han declamado nocer la poderosa influencia del teatro
contra él, sino que han dado ejemplos, para corregir las costumbres de los
ya en la carrera cómica y ya en la trá- hombres». 0
ACTO SEGUNDO • ESCENA VII 149

ESCENA VII

D. SERAPIO, D. H E R M Ó G E N E S , D. P E D R O ,
D. ANTONIO, PIPÍ

D. S E R A P I O . Pipí, muchacho, corriendo, por D i o s , un poco


de a g u a .
D. ANTONIO. ¿ Q u é ha sucedido?

(Se levantan D. Antonio y D. Pedro.)


D. SERAPIO. No te pares en e n j u a g a t o r i o s . A p r i s a .
P I P Í . V o y , v o y allá.
D. SERAPIO. Despáchate.
P I P Í . ¡ P o r v i d a del h o m b r e ! (Pipi va detrás de D. Serapio con
un vaso de agua. D. Hermógenes, que sale apresurado, tropieza con
él y deja caer el vaso y el plato.) ¿ P o r q u é n o m i r a usted?
D . H E R M Ó G E N E S . ¿ N o h a y a l g u n o de ustedes q u e t e n g a p o r
ahí u n p o c o de a g u a de m e l i s a , e l i x i r , e x t r a c t o , a r o m a , álkali v o -
látil, éter vitriólico o cualquiera quintaesencia antiespasmódica para
e n t o n a r el sistema n e r v i o s o de u n a d a m a e x á n i m e ? 6 4

D. ANTONIO. Y o n o , no traigo.
D. P E D R O . ¿ P e r o q u é ha s i d o ? ¿ E s accidente?

ESCENA VIII

D. a
AGUSTINA, D. a
MARIQUITA, D. ELEUTERIO,
D. H E R M Ó G E N E S , D. SERAPIO, D. P E D R O ,
D. ANTONIO, PIPÍ

D . E L E U T E R I O . S í , es m u c h o m e j o r hacer lo q u e dice D . S e -
rapio.

(D." Agustina, muy acongojada, sostenida por D. Eleuterio y D. Sera-


pio. La hacen que se siente. Pipi trae otro vaso de agua, y ella bebe
un poco.)

6 4
agua de melisa: 'remedio tónico y amoníaco'. El lenguaje rebuscado del
antiespasmódico'; álkali volátil: 'sales'; pedante no cede ni ante una situación
éter vitriólico: 'derivado del sulfato de de emergencia.
150 LA C O M E D I A NUEVA

D. SERAPIO. P u e s y a se v e . A n d a , P i p í , en t u c a m a p o d r á
descansar esta s e ñ o r a .
P I P Í . ¡ Q u é ! S i está en u n c a m a r a c h ó n que... 6 5

D. ELEUTERIO. N o i m p o r t a .
P I P Í . ¡ L a c a m a ! L a c a m a es u n j e r g ó n de arpillera y . . .
D. S E R A P I O. ¿ Q u é quiere decir e s o ? 6 6

D. E L E U T E R I O . N o i m p o r t a n a d a . A l l í estará u n r a t o , y v e -
r e m o s si es cosa d e l l a m a r a u n s a n g r a d o r . 6 7

P I P Í . Y o , b i e n , si u s t e d e s . . .
D. A
AGUSTINA. N o , n o es m e n e s t e r.
D. A
MARIQUITA. ¿ S e siente u s t e d m e j o r , hermana?
D. ELEUTERIO. ¿ T e vas aliviando?
D. A
AGUSTINA. A l g u n a c o s a.
D. S E R A P I O. ¡ Y a se v e ! E l lance n o era para m e n o s .
D. ANTONIO. ¿ P e r o se p o d r á saber q u é especie de i n s u l t o
ha sido é s t e ? 6 8

D. E L E U T E R I O . ¿ Q u é ha de ser, señor , q u é ha d e ser? Q u e


h a y g e n t e e n v i d i o s a y m a l i n t e n c i o n a d a q u e . . . ¡ V a y a ! N o m e ha-
ble usted d e e s o , p o r q u e . . . ¡ P i c a r o n e s ! ¿ C u á n d o h a n v i s t o ellos
comedia m e j o r ? 6 0

D. PEDRO. N o acabo de c o m p r e n d e r .
D. A
MARIQUITA. S e ñ o r , la cosa es b i e n sencilla. E l s e ñ o r es
h e r m a n o m í o , m a r i d o de esta señora y a u t o r d e esa m a l d i t a c o m e -
dia q u e h a n e c h a d o h o y . H e m o s i d o a v e r l a ; c u a n d o l l e g a m o s
estaban y a en el s e g u n d o a c t o . A l l í había u n a t e m p e s t a d , y l u e g o
un consejo d e g u e r r a , y l u e g o u n b a i l e , y después u n e n t i e r r o . . .
E n fin, ello es q u e al c a b o de esta t r e m o l i n a , salía la d a m a c o n
un chiquillo de la mano, y ella y el chico rabiaban de

6 5
camarachón o camaranchón: 'des- avances de la medicina, y en especial de la
ván o cuarto en lo más alto de la casa iatroquímica, los tratamientos tradicio-
donde solían guardarse trastos viejos'; nales de base galénica seguían en vigor.
aunque algunos editores han modifi- 6 8
insulto: 'indisposición repentina
cado lo escrito por Moratín, tal vez que priva de sentido o de movimiento'.
por no encontrar la voz en ningún dic- 9
Escribió Moratín sobre estas pa-
cionario, él no lo corrigió nunca. 0
labras en el día del estreno: «supo de-
6 6
Añade la edición de 1 7 9 2 : cirlo el actor que desempeñaba este pa-
«PlPÍ.— Y huele todo aquello que...». pel con expresión tan oportunamente
El comentario del camarero no era de- equívoca que la mayor parte del con-
masiado agradable. curso, aplicando aquellas palabras a lo
6 7
Encargado de practicar sangrías que estaba sucediendo, interrumpió con
como terapia médica. A pesar de los aplausos la interpretación».
ACTO SEGUNDO ESCENA VIII 151

h a m b r e ; el m u c h a c h o decía: « M a d r e , d é m e u s t e d p a n » , y la m a d r e
i n v o c a b a a D e m o g o r g o n y al C a n c e r b e r o . 7 0
A l l l e g a r n o s o t r o s se
e m p e z a b a este lance de m a d r e e h i j o . . . E l p a t i o estaba t r e m e n d o .
¡ Q u é oleadas! ¡ Q u é toser! ¡ Q u é e s t o r n u d o s ! ¡ Q u é b o s t e z a r ! ¡ Q u é
r u i d o confuso p o r todas p a r t e s . . . ! P u e s , señor, c o m o d i g o : salió
la d a m a , y apenas h u b o d i c h o q u e n o había c o m i d o en seis días,
y apenas el c h i c o e m p e z ó a pedirla p a n , y ella a decirle q u e n o
le tenía, c u a n d o , para servir a ustedes, la g e n t e (que a la cuenta
estaba y a h o s t i g a d a de la t e m p e s t a d , del c o n s e j o de g u e r r a , del
baile y del e n t i e r r o) c o m e n z ó a a l b o r o t a r s e . E l r u i d o se a u m e n t a ;
suenan b r a m i d o s p o r u n l a d o y o t r o , y e m p i e z a tal d e s c a r g a de
palmadas huecas y tal g o l p e o en los b a n c o s y barandillas q u e n o
parecía sino q u e toda la casa se v e n í a al s u e l o . C o r r i e r o n el t e l ó n ,
abrieron las p u e r t a s , salió r e n e g a n d o t o da la g e n t e , a m i h e r m a n a
se la o p r i m i ó el c o r a z ó n , de m a n e r a q u e . . . 7 1
E n fin, y a está m e -
jor, q u e es l o p r i n c i p a l . A q u e l l o n o ha sido ni o í d o ni v i s t o ; en
u n instante, e n t r a r en el palco y suceder lo q u e acabo de c o n t a r ,
t o d o ha sido a u n t i e m p o . ¡ V á l g a m e D i o s ! ¡ E n l o q u e han v e n i d o
a parar tantos p r o y e c t o s ! 72
B i e n decía y o que era i m p o s i b l e q u e . . .
(Siéntase junto a D." Agustina.)
D. E L E U T E R I O . ¡ Y q u e n o ha de haber j u s t i c i a p a r a e s t o !
D. H e r m ó g e n e s , a m i g o D . H e r m ó g e n e s , usted b i e n sabe lo q u e
es la pieza; i n f o r m e usted a estos s e ñ o r e s . . . T o m e u s t e d : (Saca
¡a comedia y se ¡a da a D. Hermógenes) léales usted t o d o el s e g u n d o
acto y q u e m e d i g a n si una m u j e r q u e n o ha c o m i d o en seis días
tiene r a z ó n de m o r i r s e , y si es m a l p a r e c i d o q u e un c h i c o de cua-
t r o años pida p a n a su m a d r e . 73
L e a u s t e d , lea u s t e d , y q u e m e
d i g a n si h a y concienci a ni ley de D i o s para h a b e r m e asesinado
de esta m a n e r a .
D. H E R M Ó G E N E S . Y o por ahora, a m i g o D . Eleuterio, no
p u e d o e n c a r g a r m e de la lectura del d r a m a . (Deja la comedia sobre

7 0
Demogorgon era genio de la tierra 7 2
Como en la fábula de «La leche-
que vivía en su centro junto a Caos y Eter- ra», con quien Mariquita presenta al-
nidad; Cancerbero, el perro de tres cabe- gunos rasgos en común.
zas que vigilaba las puertas del Infierno. En Federico II, de Cornelia, los
7 3

71
El fracaso de El gran cerco de Viena hijos de Treslow, el héroe, también re-
configura el primer desenlace de la obra, claman pan, pero su mujer muere de
al que seguirá, con otro carácter muy hambre mientras los pequeños se em-
diferente, el de La comedia nueva. 0
baulan un trozo de pan negro. 0
152 LA COMEDIA NUEVA

una mesa. Pipi la toma, se sienta en una silla distante y lee.) E s t o y


de p r i s a . 74
N o s veremos otro día y . . .
D. ELEUTERIO. ¿Se v a usted?
D. A
MARIQUITA. ¿ N o s deja usted?
D. HERMÓGENES . S i en a l g o p u d i e r a c o n t r i b u i r c o n m i p r e -
sencia al alivio de ustedes, n o m e m o v e r í a d e aquí , pero...
D. A
MARIQUITA. N o se v a y a usted.
D. HERMÓGENES. M e es m u y d o l o r o s o asistir a tan acerb o
espectáculo ; t e n g o q u e hacer. E n c u a n t o a la c o m e d i a , nada h a y
que decir; m u r i ó , y es i m p o s i b l e q u e resucite, b i e n q u e ahora es-
t o y escribiendo u n a a p o l o g í a del teatro y la citaré c o n e l o g i o . D i r é
q u e h a y otras peores; diré q u e si n o g u a r d a reglas ni c o n e x i ó n
consiste en que el autor era u n grande h o m b r e ; callaré sus defectos...
D. E L E U T E R I O . ¿ Q u é defectos?
D. HERMÓGENES . A l g u n o s q u e tiene.
D. PEDRO . Pues n o decía usted eso p o c o t i e m p o h a .
D. HERMÓGENES. F u e para animarle.
D. P E D R O . Y para e n g a ñ a r l e y p e r d e r l e . S i u s t e d c o n o c í a q u e
era m a l a , ¿ p o r q u é n o se l o d i j o ? ¿ P o r q u é , en v e z de aconsejarle
que desistiera de escribir chapucerías, p o n d e r a b a usted el i n g e n i o
del a u t o r y le persuadía q u e era e x c e l e n t e u n a o b r a tan r i d i c u l a
y despreciable?
D. HERMÓGENES. P o r q u e el señor carece d e criterio y sindé-
resis para c o m p r e n d e r la solidez de m i s r a c i o c i n i o s , 75
si p o r ellos
i n t e n t a r a persuadirle q u e la c o m e d i a es m a l a .
D. A
AGUSTINA. ¿ C o n q u e es m a l a ?
D. E L E U T E R I O . ¿ Q u é dice usted?
D. HERMÓGENES. M a l í s i m a .
D. A
AGUSTINA. U s t e d se chancea, D . H e r m ó g e n e s ; n o p u e d e
ser o t r a cosa.
D. P E D R O. N o , señora, n o se chancea; en e s o dice la v e r d a d .
L a c o m e d i a es detestable.
D. A
AGUSTINA. P o c o a p o c o c o n e s o , c a b a l l e r o , q u e u n a c o s a
es q u e el señor l o d i g a p o r g a n a d e fiesta y otra q u e u s t e d n o s
lo v e n g a a repetir de ese m o d o . U s t e d será de l o s e r u d i t o s q u e

'tengo prisa'. Este giro ha sustitui-


7 4
giros formados con el mismo verbo.
do estar junto a de por tener..., proba- sindéresis: 'discreción, capacidad
7 5

blemente por aproximación a otros natural para juzgar rectamente'.


ACTO SEGUNDO • ESCENA VIII 153

de t o d o b l a s f e m a n y nada les parece bien sino l o q u e ellos hacen;


pero...
D. P E D R O . Si usted es m a r i d o de esa (A D. Eleuterio) s e ñ o r a ,
hágala uste d callar; p o r q u e a u n q u e n o p u e d e o f e n d e r m e cuanto
d i g a , es cosa ridicula q u e se m e t a a hablar d e l o q u e n o e n t i e n d e .
D. a
A G U S T I N A . ¿ N o e n t i e n d o ? ¿ Q u i é n le ha d i c h o a usted
que...?
D. E L E U T E R I O . P o r D i o s , A g u s t i n a , n o te d e s a z o n e s . Y a v e s
(Se levanta colérica, y D. Eleuterio la hace sentar) c ó m o estás... ¡ V á l -
g a m e D i o s , señor! P e r o , a m i g o (A D, Hermógenes), n o sé q u é
pensar de u s t e d . 76

D. H E R M Ó G E N E S . Piense usted l o q u e quiera. Y o p i e n s o de su


obra l o q u e ha pensado el p ú b l i c o ; p e r o s o y su a m i g o de u s t e d , y
aunque vaticiné el éxito infausto que ha tenido, no quise anticiparle una
p e s a d u m b r e , p o r q u e , c o m o dice P l a t ó n , y el abate L a m p i l l a s . . . 7 7

D. E L E U T E R I O . D i g a n l o q u e q u i e r a n . L o q u e y o d i g o es
que usted m e ha e n g a ñ a d o c o m o u n c h i n o . 7 8
Si y o m e aconseja-
b a c o n u s t e d , si usted h a v i s t o la obra lance p o r lance y v e r s o
p o r v e r s o , si uste d m e ha e x h o r t a d o a c o n c l u i r las otras q u e t e n g o
m a n u s c r i t a s , si usted m e ha l l e n a d o de e l o g i o s y esperanzas , si
m e ha h e c h o usted creer q u e y o era u n g r a n d e h o m b r e , ¿cómo
m e dice u s t e d ahora e s o ? ¿ C ó m o ha tenido u s t e d c o r a z ó n para
e x p o n e r m e a los silbidos, al p a l m o t e o y a la z u m b a d e esta tarde?
D. HERMÓGENES. U s t e d es pacato y p u s i l á n i m e en d e m a -
s í a . . . ¿ P o r q u é no le a n i m a a usted el e j e m p l o ? ¿ N o v e u s t e d
esos autores q u e c o m p o n e n para el teatro c o n cuánta imperturba-
bilidad toleran los vaivene s de la f o r t u n a ? E s c r i b e n , l o s silban,
y v u e l v e n a escribir; v u e l v e n a silbarlos, y v u e l v e n a e s c r i b i r . . .
¡Oh, almas g r a n d e s , para quienes los chiflidos son arrullos y las
m a l d i c i o n e s alabanzas!

7 6
Se insinúa aquí algo del desen- Amar de Borbón en 1 7 8 2 - 1 7 8 6 . Es una
lace sentimental de la obra, puesto que de las defensas de las letras españolas
el dolor apuntado por D . Eleute- contra los ataques de Tiraboschi, Bet-
rio afecta más al sentido de la amis- tinelli y otros. Platón no tiene dema-
tad que al fracaso mismo de la co- siada cabida en este punto.
media. 7 8
Frase vulgar que supone a los
7 7
Francisco Javier Lampillas, jesuí- chinos torpes y faltos de conocimien-
ta expulso, escribió y publicó en ita- to y, por tanto, fáciles de engañar. Ya
liano, entre 1 7 7 8 y 1 7 8 1 , su Ensayo his- a comienzos del siglo XVIII se tenía
térico-apologético de la literatura española, eso por erróneo, considerándolos muy
traducido al español por doña Josefa hábiles e ingeniosos.
154 LA C O M E D I A NUEVA

D. a
M A R I Q U I T A . ¿ Y q u é quiere usted (Levántase) decir c o n
eso? Y a n o t e n g o paciencia para callar m á s . ¿ Q u é quiere usted
decir? ¿ Q u e m i p o b r e h e r m a n o v u e l v a o t r a vez...?
D . H E R M Ó G E N E S . L o q u e q u i e r o decir es q u e e s t o y d e prisa
y me voy.
D. a
A G U S T I N A . V a y a usted c o n D i o s , y h a g a u s t e d cuenta
q u e n o n o s ha c o n o c i d o . ¡ P i c a r d í a ! N o sé c ó m o (Se levanta muy
enojada, encaminándose hacia D. Hermógenes, que se va retirando de
ella) n o m e tiro a é l . . . ¡ V a y a s e usted!
D. H E R M Ó G E N E S . ¡Gente ignorante! 7 9

D. a
AGUSTINA. ¡Vayase usted!
D. E L E U T E R I O . ¡Picarón!
D. H E R M Ó G E N E S . ¡Canalla infeliz !

ESCENA IX

D. ELEUTERIO, D. SERAPIO, D. A N T O N I O , D. P E D R O ,
D. a
AGUSTINA, D. a
MARIQUITA, PIPÍ

D . E L E U T E R I O . ¡ I n g r a t o ! ¡ E m b u s t e r o ! D e s p u é s (Se sienta con


ademanes de abatimiento) d e l o q u e h e m o s h e c h o p o r é l .
D. a
M A R I Q U I T A . Y a v e u s t e d , h e r m a n a , l o q u e ha v e n i d o
a r e s u l t a r . Si l o dije, si m e l o daba el c o r a z ó n . . . M i r e usted q u é
h o m b r e , después de h a b e r m e traído en palabras t a n t o t i e m p o y ,
lo q u e es p e o r , haber p e r d i d o p o r él la c o n v e n i e n c i a de c a s a r m e
c o n el b o t i c a r i o , q u e a l o m e n o s es h o m b r e de b i e n , y n o sabe
latín, n i se m e t e en citar autores c o m o ese b r i b ó n . . . ¡ P o b r e de
m í ! C o n diez y seis años q u e t e n g o , y t o d a v í a e s t o y sin c o l o c a r
p o r el m a l d i t o e m p e ñ o d e ustedes de q u e m e había d e casar c o n
u n e r u d i t o q u e supiera m u c h o . . . M i r e usted l o q u e sabe el r e n e g a -
do ( D i o s m e p e r d o n e ) : q u i t a r m e m i a c o m o d o , e n g a ñ a r a m i her-
m a n o , p e r d e r l e, y h a r t a r n o s de p e s a d u m b r e s .
D . A N T O N I O . N o se desconsuele u s t e d , señorita, q u e t o d o
se c o m p o n d r á . U s t e d tiene m é r i t o , y n o le faltarán p r o p o r c i o n e s
m u c h o m e j o r e s q u e las q u e h a p e r d i d o . 8 0

7 9
También Trissotin, en Las mu- vela la intrínseca hipocresía del pe-
jeres sabias, decide abandonar a Hen- dante.
riette en cuanto averigua que su padre proporciones: 'ocasiones, oportuni-
8 0

está en la ruina. Aquí, de paso, des- dades'.


ACTO SEGUNDO ESCENA IX 155

D. a
A G U S T I N A . E s m e n e s t e r q u e tengas u n p o c o de pacien-
cia, M a r i q u i t a .
D . E L E U T E R I O . L a paciencia (Se levanta con viveza) la necesi-
to y o , q u e e s t o y desesperado de v e r l o q u e m e sucede .
D. a
AGUSTINA. Pero, hombre, ¡qué!, ¿ n o has de refle-
xionar?
D . E L E U T E R I O . C a l l a , m u j e r , calla, p o r D i o s , q u e t ú t a m -
bién. . .
D . S E R A P I O . N o señor , el m a l ha estado en q u e n o s o t r o s n o
lo a d v e r t i m o s c o n t i e m p o . . . P e r o y o le a s e g u r o al g u a r n i c i o n e r o
y a sus camaradas q u e , si l l e g a m o s a p i l l a r l o s , solfeo d e m o j i c o n e s
c o m o el q u e han de l l e v a r n o l e . . . L a c o m e d i a es b u e n a , señor,
c r é a m e u s t e d a m í : la c o m e d i a es b u e n a . A h í n o ha h a b i d o m á s
sino q u e l o s d e allá se h a n u n i d o y . . .
D . E L E U T E R I O . Y o y a e s t o y en q u e la c o m e d i a n o es ta n
mala, y que hay muchos partidos; pero lo que a m í . . .
D. P E D R O . ¿ T o d a v í a está usted en esa e q u i v o c a c i ó n ?
D. A N T O N I O . (Aparte, a D. Pedro.) D é j e l e u s t e d .
D. P E D R O . N o q u i e r o dejarle; m e da c o m p a s i ó n . . . 8 1
Y , so-
b r e t o d o , es demasiada necedad , después de l o q u e h a s u c e d i d o ,
q u e t o d a v í a esté c r e y e n d o el señor q u e su o b r a es b u e n a . ¿Por
q u é ha d e serlo? ¿ Q u é m o t i v o s tiene usted para acertar? ¿Qué
ha estudiado u s t e d ? ¿ Q u i é n le h a enseñado el arte? ¿ Q u é m o d e l o s
se ha p r o p u e s t o usted para la i m i t a c i ó n ? ¿ N o v e u s t e d q u e en
todas las facultades h a y u n m é t o d o de e n s e ñ a n z a y unas reglas
que s e g u i r y o b s e r v a r; q u e a ellas debe a c o m p a ñ a r u n a aplicación
constante y l a b o r i o s a , y q u e sin estas circunstancias , unidas al ta-
l e n t o , n u n c a se f o r m a r á n g r a n d e s p r o f e s o r e s , p o r q u e nadie sabe
sin a p r e n d e r ? ¿Pues p o r d ó n d e u s t e d , q u e carece de tales r e q u i s i-
t o s , p r e s u m e q u e habrá p o d i d o hacer a l g o b u e n o ? ¿Qué? ¿ N o
h a y sino m e t e r s e a escribir a salga l o q u e s a l g a , y en o c h o días
z u r c i r u n e m b r o l l o , p o n e r l e m a l o s v e r s o s , darle al t e a t r o , y y a
soy autor? ¿ Q u é ? ¿ N o h a y m á s q u e escribir c o m e d i a s ? Si h a n
de ser c o m o la de usted o c o m o las demás q u e se la p a r e c e n ,
p o c o t a l e n t o , p o c o e s t u d i o y p o c o t i e m p o s o n necesarios; tod a
la v i d a d e u n h o m b r e , u n i n g e n i o m u y sobresaliente , u n e s t u d i o

D. Pedro, como hombre de bien,


8 1
que, recuérdese, era el sentimiento que,
no puede sino expresar su ternura y según Rousseau, permitía a los hom-
sensibilidad en forma de compasión bres vivir en sociedad. 0
156 LA COMEDIA NUEVA

infatigable, observación continua, s e n s i b i l i d a d, j u i c i o e x q u i s i t o ,


y t o d a v í a n o h a y s e g u r i d a d de l l e g a r a la p e r f e c c i ó n . 82

D . E L E U T E R I O . B i e n está, s e ñ o r . Será t o d o lo q u e usted d i c e ,


p e r o ahora n o se trata de e s o . Si m e desesper o y m e confundo
es p o r v e r q u e t o d o se m e d e s c o m p o n e , q u e he p e r d i d o m i t i e m -
p o , q u e la c o m e d i a n o m e v a l e u n c u a r t o , q u e he g a s t a d o en la
i m p r e s i ó n lo q u e n o tenía...
D . A N T O N I O . N o , la i m p r e s i ó n , c o n el t i e m p o , se v e n d e r á .
D . P E D R O . N o se v e n d e r á , n o s e ñ o r . E l p ú b l i c o no c o m p r a
en la librería las piezas q u e silba en el t e a t r o . N o se v e n d e r á .
D . E L E U T E R I O . P u e s , v e a u s t e d , n o se v e n d e r á , y p i e r d o ese
d i n e r o , y p o r otra p a r t e . . . ¡Válgame Dios! Y o , s e ñ o r , seré lo
q u e ustedes q u i e r a n , seré m a l p o e t a , seré u n z o p e n c o , p e r o s o y
u n h o m b r e de b i e n . 83
E s e p i c a r ó n de D . H e r m ó g e n e s m e ha es-
tafado c u a n t o tenía para p a g a r sus t r a m p a s y sus e m b r o l l o s , m e
ha m e t i d o en n u e v o s g a s t o s y m e deja i m p o s i b i l i t a d o de c u m p l i r
c o m o es r e g u l a r c o n los m u c h o s acreedores q u e tengo.
D . P E D R O . P e r o ahí n o h a y m á s q u e hacerles u n a o b l i g a c i ó n
de irlos p a g a n d o p o c o a p o c o , 8 4
s e g ú n el e m p l e o o facultad q u e
usted tenga y arreglándose a una buena economía.
D. a
AGUSTINA. ¡ Q u é e m p l e o ni q u é f a c u l t a d , señor! Si el
p o b r e c i t o n o tiene ninguna.
D. P E D R O . ¿Ninguna?
D . E L E U T E R I O . N o , s e ñ o r . Y o e s t u v e en esa lotería de ahí
arriba; después m e p u s e a s e r v i r a u n caballer o i n d i a n o , p e r o se

2
En un poema dedicado a Goya do, sino porque él es un necio, igno-
escribe Moratín: «Vanos mis votos fue- rante y presuntuoso; no por cumplir
ron, / vano el estudio, y siempre de- con las obligaciones de padre de fami-
seada / la perfección, siempre la vi dis- lia, sino por ser un menguado poeta,
tante». Resume D. Pedro en este que sólo escribe desaciertos; no por ha-
párrafo la fusión de inspiración y arte berse aplicado a un ejercicio en que pu-
(preceptos) que forma parte del credo diese adquirir dinero, sino por haber
esencial de los neoclásicos (y de todo elegido una tarea superior a sus fuer-
el clasicismo antiguo y renacentista), zas, teniendo tantos medios de ganar
cuya atemporalidad está fuera de duda. la vida sin volverse loco ni ser moles-
3
«Le hizo [el autor a D. Eleute- to a la sociedad en que vive. En una
rio] hombre de bien, porque sin esta palabra, no por hombre honrado, sino
circunstancia desaparecerían todas las por insensato, presumido y ridículo se
bellezas de aquella figura cómica y todo le castiga» (Nota de Moratín).
el interés y el placer que excita ... D. obligación: 'documento notarial o
8 4

Eleuterio sufre la irrisión pública, no privado en reconocimiento de deuda y


porque D. Hermógenes sea un malva- promesa de pago'.
ACTO SEGUNDO • ESCENA IX 157

m u r i ó ; lo dejé t o d o y m e m e t í a escribir c o m e d i a s , p o r q u e ese


D. Hermógenes me engatusó y . . .
D. a
MARIQUITA. ¡ M a l d i t o sea él!
D . E L E U T E R I O . Y si fuera decir e s t o y s o l o , anda c o n D i o s ;
p e r o c a s a d o , y con u n a h e r m a n a , y c o n aquellas criaturas...
D. A N T O N I O . ¿ C u á n t a s tiene usted?
D . E L E U T E R I O . C u a t r o , señor, q u e el m a y o r c i t o n o pasa de
cinco a ñ o s .
D. P E D R O . ¡ H i j o s tiene! (Aparte, con ternura.) ¡ Q u é l á s t i m a ! 85

D. E L E U T E R I O . Pues si n o fuera p o r e s o . . .
D. P E D R O . (Aparte.) ¡ I n f e l i z ! Y o , a m i g o , i g n o r a b a q u e del
é x i t o de la o b r a de usted pendiera la suerte de esa p o b r e familia.
Yo t a m b i é n he tenido h i j o s . Y a n o los t e n g o , p e r o sé lo que
es el c o r a z ó n de un p a d r e . D í g a m e u s t e d , ¿sabe uste d contar?
¿ E s c r i b e usted bien?
D . E L E U T E R I O . S í , señor , l o q u e es así cosa de cuentas me
parece q u e sé bastante. E n casa de m i a m o . . . P o r q u e y o , señor ,
he sido p a j e . . . A l l í , c o m o d i g o , n o había más m a y o r d o m o que
yo. 8 6
Y o era el q u e g o b e r n a b a la casa; c o m o , y a se v e , estos se-
ñores n o entienden de eso, y siempre m e porté c o m o todo el m u n d o
sabe. E s o sí, lo que es h o n r a d e z y . . . ¡ V a y a ! N i n g u n o ha t e n i d o
que...
D. P E D R O . L o creo m u y b i e n .
D . E L E U T E R I O . E n c u a n t o a escribir, y o a p r e n d í en los E s c o -
lapios, 87
y l u e g o m e h e soltado b a s t a n t e, y sé a l g u n a c o s a de or-
tografía... A q u í tengo... V e a usted... (Saca un papel y se le da
a D. Pedro.) E l l o está escrito a l g o de prisa, p o r q u e ésta es u na
tonadilla q u e se había de cantar m a ñ a n a . . . ¡ A y , Dios mío!
D. P E D R O . M e g u s t a la letra, m e g u s t a .
D . E L E U T E R I O . S í , señor , tiene su i n t r o d u c c i o n c i t a , luego
entran las coplillas satíricas c o n su e s t r i b i l l o , y c o n c l u y e c o n l a s . . .
D . P E D R O . N o hablo de e s o , h o m b r e , n o h a b l o de e s o . Q u i e -

5
En este aparte se anuncia con cla- quien se subordinaban los demás
ridad el desenlace de tono sentimen- criados'.
tal, aunque cargado de contenido de- Fundadas por San José de Cala-
8 7

sengañador. 0
sanz, las Escuelas Pías acogían y da-
mayordomo: 'jefe principal de al- ban instrucción a niños de familias muy
guna casa ilustre a cuyo cargo estaba pobres. Se insiste así en la baja condi-
el gobierno económico de ella y a ción social y cultural del personaje.
158 LA C O M E D I A NUEVA

r o decir que la f o r m a de la letra es m u y b u e n a . L a t o n a d i l l a , y a


se c o n o c e q u e es p r i m a h e r m a n a de la c o m e d i a .
D. E L E U T E R I O . Y a .
D . P E D R O . E s m e n e s t e r q u e se deje usted de esas t o n t e r í a s.
(Volviéndole el papel.)
D. E L E U T E R I O . Y a lo v e o , señor; pero si parece q u e el
enemigo...
D . P E D R O . E s m e n e s t e r o l v i d a r a b s o l u t a m e n t e esos d e v a n e o s ,
ésta es una c o n d i c i ó n q u e e x i j o de u s t e d . Y o s o y r i c o , m u y r i c o ,
y n o a c o m p a ñ o c o n l á g r i m a s estériles las desgracias de m i s s e m e -
j a n t e s . L a mala f o r t u n a a q u e le han r e d u c i d o a u s t e d sus d e s v a -
rios necesita, m á s q u e c o n s u e l o s y r e f l e x i o n e s , s o c o r r o s efectivos
y p r o n t o s . M a ñ a n a q u e d a r á n p a g a d a s p o r m í todas las deudas q u e
usted tenga.
D. E L E U T E R I O . S e ñ o r , ¿ q u é dice u s t e d ?
D. a
AGUSTINA. ¿ D e veras, señor? ¡Válgame Dios!
D. a
MARIQUITA. ¿ D e veras?
D . P E D R O . Q u i e r o hacer m á s . Y o t e n g o bastantes haciendas
cerca de M a d r i d . A c a b o de c o l o c a r a u n m o z o de m é r i t o q u e en-
tendía en el g o b i e r n o de ellas. U s t e d , si q u i e r e , p o d r á irse i n s t r u -
y e n d o al lado de m i m a y o r d o m o , q u e es h o m b r e h o n r a d í s i m o , y
desde l u e g o p u e d e usted conta r c o n una f o r t u n a p r o p o r c i o n a d a a
sus necesidades. 88
E s t a señora deberá c o n t r i b u i r p o r su parte a ha-
cer feliz el n u e v o destino q u e a usted le p r o p o n g o . Si c u i d a de
su casa, si cría bien a sus h i j o s , si d e s e m p e ñ a c o m o d e b e los oficios
de esposa y m a d r e , conocerá que sabe cuanto h a y que saber y c u a n t o
c o n v i e n e a u n a m u j e r de su estado y sus o b l i g a c i o n e s . U s t e d , se-
ñorita, no ha p e r d i d o nada en n o casarse c o n el p e d a n t ó n de
D . H e r m ó g e n e s , p o r q u e , s e g ú n se ha v i s t o , es un m a l v a d o q u e
la hubiera h e c h o infeliz . Y si usted d i s i m u l a u n p o c o las g a n a s
q u e tiene de casarse, n o d u d o q u e hallará m u y p r e s t o u n h o m b r e
de bien que la quiera. E n una palabra, y o haré en f a v o r de ustedes
t o d o el bien que p u e d a , no h a y que d u d a r l o . A d e m á s , y o t e n g o
m u y b u e n o s a m i g o s en la c o r t e y . . . C r é a n m e ustedes , s o y a l g o
áspero en m i carácter, p e r o t e n g o el c o r a z ó n m u y c o m p a s i v o . 8 9

Lo que le ofrece D. Pedro a D. social acorde con sus posibilidades. 0

Eleuterio es una solución a sus proble- D. Pedro expresa así toda la ter-
8 9

mas económicos pero, al mismo tiem- nura y sensibilidad propia de su hom-


po, le abre una vía de posible ascenso bría de bien. 0
ACTO SEGUNDO ESCENA IX 159

D. A
MARIQUITA. ¡Qué bondad!

(D. Eleuterio, su mujer y su hermana quieren arrodillarse a los pies


de D. Pedro; él lo estorba y los abraza cariñosamente.) 90

D. ELEUTERIO . ¡ Q u é g e n e r o s o !
D. PEDRO. E s t o es ser j u s t o . E l q u e s o c o r r e la p o b r e z a , e v i -
t a n d o a u n infeliz la desesperación y los d e l i t o s , 91
c u m p l e c o n su
o b l i g a c i ó n ; n o hace m á s .
D. ELEUTERIO. Y o n o sé c ó m o he de p a g a r a u s t e d tantos
beneficios.
D. PEDRO. Si usted m e l o a g r a d e c e, y a m e los p a g a .
D. ELEUTERIO. P e r d o n e u s t e d, señor, las locuras q u e he di-
c h o y el m a l m o d o . . .
D. A
AGUSTINA. H e m o s sido m u y i m p r u d e n t e s .
D. PEDRO. N o hablemos de e s o .
D. ANTONIO. ¡ A h , D . P e d r o ! ¡ Q u é lecció n m e ha dado u s -
ted esta tarde!
D. PEDRO. U s t e d se b u r l a . C u a l q u i e r a hubiera h e c h o l o m i s -
m o en iguales circunstancias .
D. ANTONIO. S u carácter de usted m e c o n f u n d e .
D. PEDRO. ¡ E h ! L o s g e n i o s serán d i f e r e n t e s , 92
pero somos
m u y a m i g o s . ¿ N o es v e r d a d ?
D. ANTONIO. ¿ Q u i é n n o querrá ser a m i g o de u s t e d ?
D. SERAPIO. V a y a , v a y a , y o e s t o y l o c o de c o n t e n t o .
D. PEDRO . M á s l o e s t o y y o , p o r q u e n o h a y placer c o m p a r a b l e
al q u e resulta de u n a acción v i r t u o s a . 93
R e c o j a u s t e d esa c o m e -
dia, (Al ver la comedia que está leyendo Pipí) n o se quede p o r ahí
perdida y sirva de pasatiempo a la g e n te b u r l o n a q u e l l e g u e a verla.
D. ELEUTERIO. ¡ M a l haya la comedia (Arrebata la comedia
de manos de Pipí y la hace pedazos), amén, y m i docilidad y m i
t o n t e r í a ! M a ñ a n a , así q u e a m a n e z c a , h a g o u n a h o g u e r a c o n t o d o

9 0
El arrodillarse y el besar de ma- genios: 'la natural inclinación o
9 2

nos al benefactor es parte invariable del condición de cada uno'.


cuadro que conforma el rito final en 93
Escribe Jovellanos en El delincuen-
las comedias moratinianas. 0
te honrado: «el verdadero honor es el
9 1
Resuenan las ideas ilustradas, en que resulta del ejercicio de la virtud
especial las de Beccaria, sobre la crimi- y del cumplimiento de los propios de-
nalidad, su prevención y su castigo. 0
beres».
IÓO LA C O M E D I A NUEVA

c u a n t o t e n g o , i m p r e s o y m a n u s c r i t o , y n o ha de quedar en m i
casa un v e r s o .
D. a
MARIQUITA. Y o encenderé la pajuela.
D. a
A G U S T I N A . Y y o aventaré las cenizas .
D . P E D R O . A s í debe ser. U s t e d , a m i g o , ha v i v i d o e n g a ñ a d o .
S u a m o r p r o p i o , la necesidad, el e j e m p l o y la falta de i n s t r u c c i ó n
le han hecho escribir disparates. E l p ú b l i c o le ha d a d o a u s t ed
u n a lección m u y d u r a , p e r o m u y ú t i l , p u e s t o q u e p o r ella se r e c o -
noce y se e n m i e n d a . O j a l á los q u e h o y t i r a n i z a n y corrompen
el teatro p o r el m a l d i t o furor de ser a u t o r e s , y a q u e desatinan
c o m o usted, le i m i t a r a n en d e s e n g a ñ a r s e .
EL SÍ D E L A S N I Ñ A S
Éstas son ¡as seguridades que dan los padres
y los tutores, y esto lo que se debe fiar en
el sí de las niñas.

A c t o tercero, escena XVIII 1

1
En la edición de 1 8 0 5 , sigue esta V . E . la disculpa que necesitan, porque
dedicatoria, que sería suprimida tanto nadie es más indulgente cuando exa-
en 1 8 0 6 como en todas las ediciones mina los productos de las artes que el
posteriores: «Al Excmo. Sr. Príncipe hombre ilustrado y sensible, capaz de
de la Paz, etc., etc., etc. — Excmo. conocer todas sus bellezas, que sabe
Señor:— No hago más que desempe- cuan difícil es aproximarse a la perfec-
ñar la estrecha obligación que me im- ción y cuan limitado el talento huma-
pone mi gratitud dedicando a V . E . la no para conseguirla. — Nuestro Señor
presente obra, y añadirle una recomen- guarde la importante vida de V . E . mu-
dación la más favorable con el nombre chos años. — Madrid, 2 8 de noviem-
de V . E. que la ilustra. — Los de- bre de 1 8 0 5 . — Excmo. Señor. —
fectos de que abundará sin duda no B . L . M . de V . E . — Leandro Fernán-
dejarán de hallar en el concepto de dez de Moratín». 0
ADVERTENCIA

El st de las niñas se represent ó en el t e a t r o de la C r u z el día 2 4


de enero de 1 8 0 6 , 2
y si p u e d e dudarse c u á l sea entre las c o m e -
dias del autor la más e s t i m a b l e , n o cabe d u d a en que ésta ha sido
la q u e el p ú b l i c o español recibió c o n m a y o r e s a p l a u s o s . D u r a r o n
sus primeras representaciones v e i n t e y seis días c o n s e c u t i v o s ; has-
ta q u e llegada la c u a r e s m a se c e r r a r o n los t e a t r o s , c o m o era c o s -
t u m b r e . M i e n t r a s el p ú b l i c o de M a d r i d acudía a v e r l a , y a se repre-
sentaba p o r los c ó m i c o s de las p r o v i n c i a s , y u n a c u l t a reunión
de personas ilustres e inteligentes se anticipaba en Z a r a g o z a a eje-
cutarla en un teatro p a r t i c u l a r , m e r e c i e n d o p o r el acierto de su
d e s e m p e ñ o la a p r o b a c i ó n de c u a n t os fueron a d m i t i d o s a o í r l a . 3

E n t r e t a n t o se repetían las ediciones de esta o b r a : c u a t r o se hicie-


r o n en M a d r i d d u r a n t e el año de 1 8 0 6 , y todas fueron necesarias
para satisfacer la c o m ú n c u r i o s i d a d de leerla, e x c i t a d a p o r las r e -
presentaciones del teatro.
¿ C u á n t a debió ser entonces la i n d i g n a c i ó n de los q u e n o g u s t a n
de la ajena celebridad, de los q u e g a n a n la v i d a b u s c a n d o defectos
en t o d o lo q u e otros h a c e n , de los q u e escriben c o m e d i a s sin c o -
nocer el arte de escribirlas y de los q u e n o q u i e r e n v e r d e s c u b i e r -
tos en la escena v i c i o s y errores tan funestos a la sociedad c o m o
favorables a sus p r i v a d o s intereses? L a a p r o b a c i ó n p ú b l i c a repri-
m i ó los í m p e t u s de los críticos f o l i c u l a r i o s : 4
nada imprimieron
c o n t r a esta c o m e d i a , y la m u l t i t u d de e x á m e n e s , n o t a s , a d v e r t e n -
cias y observaciones a que dio ocasión, i g u a l m e n t e que las contesta-
ciones y defensas que se hicieron de ella, t o d o quedó m a n u s c r i t o . 5

2
Debe recordarse que el teatro del de organizar una representación en la
Príncipe estaba cerrado por el incen- que varios de sus miembros realizaron
dio que el II de julio de 1 8 0 2 destru- todos los papeles de la comedia.
yó lo que había sido el famoso corral 4
'que llenan muchas hojas'; término
de la Pacheca. La compañía que habi- despectivo, que alude sin duda a quienes
tualmente representaba allí, dirigida por rebutían los periódicos y revistas de la
Isidoro Máiquez, hubo de trasladarse época con palabras, muchas palabras.
a los Caños del Peral hasta la recons- 5
La afirmación de Moratín no es
trucción del edificio. cierta del todo. El Memorial Literario
3
Fue don Manuel del Inca Yupan- y la Minerva o el Revisor General publi-
qui quien le contó a Moratín, en carta caron cartas en contra y en pro de la
del 2 2 de febrero de 1 8 0 6 , la impre- obra. Pero es verdad que muchas críti-
sión que la obra había causado en la cas, como la de Bernardo García, y no
nobleza zaragozana, hasta el extremo pocas defensas, no fueron publicadas.

163
IÓ4 E L SÍ D E L A S N I Ñ A S

P o r c o n s i g u i e n t e , n o p o d í a n bastar estos i m p e r f e c t o s desahogos


a satisfacer la a n i m o s i d a d de los é m u l o s del a u t o r , ni el e n c o n o
de los q u e resisten a toda i l u s t r a c i ó n y se o b s t i n a n en perpetuar
las tinieblas de la i g n o r a n c i a . E s t o s a c u d i e r o n al m e d i o m á s c ó m o -
d o , más p r o n t o y más eficaz, y si n o l o g r a r o n el r e s u l t a d o que
esperaban, n o h a y q u e a t r i b u i r l o a su p o c a d i l i g e n c i a . F u e r o n m u -
chas las delaciones q u e se h i c i e r o n de esta c o m e d i a al t r i b u n a l de
la I n q u i s i c i ó n . L o s calificadores t u v i e r o n n o p o c o q u e hacer en
e x a m i n a r l a s y fijar su o p i n i ó n acerca de los pasajes citados c o m o
reprensibles; y en efecto, n o era p e q u e ñ a dificulta d hallarlos tales
en una obra en q u e n o e x i s t e ni un a sola p r o p o s i c i ó n opuesta
al d o g m a ni a la m o r a l cristiana.
U n ministro, 6
c u y a principal o b l i g a c i ó n era la de favorece r los
b u e n o s e s t u d i o s , hablaba el l e n g u a j e de los fanáticos m á s feroces
y anunciaba la ruina del a u t o r de El sí de las niñas c o m o la de
u n d e l i n c u e n t e , m e r e c e d o r de g r a v e c a s t i g o . T a l e s son los obstá-
culos que han i m p e d i d o f r e c u e n t e m e n t e en E s p a ñ a el p r o g r e s o rá-
p i d o de las luces, y esta o p o s i c i ó n p o d e r o s a han d e b i d o temer
los q u e han dedicad o en ella su aplicación y su talento a la i n d a g a -
ción de verdades útiles y al f o m e n t o y e s p l e n d o r de la literatur a
y de las artes. S i n e m b a r g o , la t e m p e s t a d q u e a m e n a z a b a se disip ó
a la presencia del P r í n c i p e de la P a z : su r e s p e t o c o n t u v o el f u r or
de los i g n o r a n t e s y m a l v a d o s h i p ó c r i t a s q u e , n o a t r e v i é n d o s e p o r
entonces a m o v e r s e , r e m i t i e r o n su v e n g a n z a para o c a s i ó n m á s fa-
vorable. 7

E n c u a n t o a la ejecución de esta p i e z a , bast e decir q u e los a c t o-


res se e s m e r a r o n a porfía en acreditarla y q u e s ó l o e x c e d i e r o n al

6
La alusión parece apuntar directa- contiene proposición ni cláusula al-
mente a José Antonio Caballero, se- guna digna de censura teológica». Abo-
cretario de Gracia y Justicia, a quien lida la Inquisición bajo José I y vuel-
recurrió el tal Bernardo García —autor ta a establecer con Fernando VII, el
de la Carta crítica y, según todos los Santo Oficio, tras un proceso que
indicios, testaferro de quienes tenían duró cinco años, acabó incluyendo El
en su punto de mira no tanto a Mo- sí de las niñas entre las obras prohi-
ratín como a su valedor, el Príncipe bidas. 0

de la Paz— para delatar la obra a la 7


No parece, sin embargo, que se
Inquisición. Caballero ordenó que el preparara ninguna conspiración para
asunto pasara al inquisidor general boicotear el estreno, como había suce-
el 1 4 de abril de 1 8 0 7 , y éste envió dido con obras anteriores del autor, a
su informe el 4 de junio del mismo pesar de lo novelado por Galdós en La
año, afirmando que la comedia «no corte de Carlos IV, II.
ADVERTENCIA I6 5

m é r i t o de los d e m á s los papeles de D . a


Irene, D . a
Francisca y
D . D i e g o . E n el p r i m e r o se d i s t i n g u i ó M a r í a R i b e r a , p o r la i n i-
mitable naturalidad y gracia cómica con que supo hacerle. Josefa
V i r g r i v a l i z ó c o n ella en el s u y o , y A n d r é s P r i e t o , n u e v o e n t o n c e s
en los teatros de M a d r i d , a d q u i r i ó el c o n c e p t o de acto r i n t e l i g e n t e
que hoy sostiene t o d a v í a c o n general aceptación. 8

8
Siete actores de segundo y ter- Luna, María García, García Parra,
cer orden fueron los que participaron Antonio Ponce, Antonio Pinto o Ma-
en el estreno, incluido este Andrés riano Querol— quedaron fuera. Mo-
Prieto que vino expresamente para in- ratín no quería nombres, sino los
corporarse a la representación. Las actores más funcionales para su co-
grandes figuras de la compañía —Rita media.
P E R S O N A S

D. DIEGO RITA
D. CARLOS SIMÓN
D. a
IRENE CALAMOCHA
D. a
FRANCISCA

La escena es en una posada en Alcalá de Henares. 9

E l teatro r e p r e s e n t a una sala de p a s o c o n cuatro puertas de


habitaciones para h u é s p e d e s , n u m e r a d a s t o d a s . U n a más
g r a n d e en el f o r o , con escalera q u e c o n d u c e al p i s o
bajo de la casa. V e n t a n a de a n t e p e c h o a u n lado.
Una m e s a en m e d i o , c o n banco, sillas, etc. 1 0

La acción empieza a las siete de la tarde y acaba a las cinco


de la mañana siguiente. 11

9
Recuérdese que La dama boba de de la época, Moratín, como ya había
Lope comienza en una posada de Illes- hecho en sus obras anteriores, se re-
cas y parte de la acción de Entre bobos duce a lo esencial y realista. El resto
anda el juego, especialmente la jornada del aparato teatral queda en manos
segunda, transcurre en un mesón. De de las indicaciones contenidas en el tex-
modo parecido a la sala con tres puer- to y del sentido común. Parecidos re-
tas en que se desarrolla El señorito mi- cursos habían propuesto Jovellanos e
mado de Iriarte, aquí todo tiene lugar Iriarte. 0

en una sala de paso en el primer piso 11


Las ediciones de 1 8 0 5 y 1 8 0 6
de la posada. 0
omiten esta acotación, lo mismo que
En oposición a las minuciosísi-
1 0
sucede con la referencia a la duración
mas descripciones de muchas comedias temporal en La comedia nueva.
ACTO PRIMERO

ESCENA I

D. DIEGO, SIMÓN

Sale D. Diego de su cuarto. Simón, que está sentado


en una silla, se levanta
D. DIEGO. ¿ N o han venido todavía?
SIMÓN. N o , señor.
D. D I E G O . D e s p a c i o la h a n t o m a d o , p o r c i e r t o .
SIMÓN. C o m o su tía la quiere t a n t o , s e g ú n p a r e c e , y n o la
ha v i s t o desde q u e la l l e v a r o n a G u a d a l a j a r a . . .
D. D I E G O . S í . Y o n o d i g o q u e n o la v i e s e , p e r o c o n m e d i a
h o r a de visita y c u a t r o l á g r i m a s estaba c o n c l u i d o .
SIMÓN. E l l o t a m b i é n ha sido e x t r a ñ a d e t e r m i n a c i ó n la d e es-
tarse usted dos días enteros sin salir d e la p o s a d a . 12
C a n s a el leer,
cansa el d o r m i r . . . Y , s o b r e t o d o , cansa la m u g r e del c u a r t o , las
sillas desvencijadas, las estampas del hijo p r ó d i g o , el r u i d o d e c a m -
panillas y cascabeles y la c o n v e r s a c i ó n r o n c a de c a r r o m a t e r o s y
patanes, q u e n o p e r m i t e n u n i n s t a n t e d e q u i e t u d . 13

D. D I E G O . H a sido c o n v e n i e n t e el h a c e r l o así. A q u í m e c o n o -
cen todos, 1 4
y no he querido que nadie m e v e a .

1 2
Se ha señalado en varios lugares lo modificó. En cuanto al estado de-
que no deja de constituir una contra- plorable de las posadas españolas, fue
dicción la negativa de D. Diego a salir señalado por numerosos viajeros nacio-
durante los dos primeros días de es- nales y foráneos. Ya en el siglo ante-
tancia —tal vez por sus dudas— y su rior era tópico repetido; así Lope en
repentino deseo de hacerlo más adelan- La dama boba, I, o Rojas Zorrilla, en
te. Precisamente, y a pesar de la justi- Entre bobos anda el juego, II. El mismo
ficación, es el primer hecho el que ex- Moratín le escribía a Jovellanos en
plica el segundo. 0
1 7 8 7 : «y lo que es peor, ¡qué meso-
13
patanes: 'hombres zafios, toscos y nes! ¡qué cocinas! ¡qué humos sulfú-
campesinos'. La mención del hijo pró- reos! ¡qué camas! ¡qué sillas! y lo que
digo fue tenida por irrespetuosa y cons- es peor aún ¡qué clérigos montaraces!
tituyó el primero de los aspectos con- ¡y qué posaderas javalinas!». 0

siderados por la Inquisición —tras su 1 4


Las ediciones de 1 8 0 5 y 1 8 0 6 ex-
restablecimiento en 1 8 1 4 — para pro- plicitan quiénes son esos todos; «el co-
poner la prohibición de la obra. La edi- rregidor, el señor abad, el visitador,
ción de la Academia de la Historia no el rector de Málaga». A l introducir

167
168 E L SÍ D E L A S N I Ñ A S

S I M Ó N . Y o n o alcanzo la causa de t a n t o r e t i r o . Pues ¿ h a y


más en esto q u e haber a c o m p a ñ a d o usted a D . a
I r e n e hasta G u a -
dalajara para sacar del c o n v e n t o a la n i ñ a y v o l v e r n o s c o n ellas
a Madrid? 1 5

D. D I E G O . Sí, hombre, a l g o m á s h a y de lo q u e has v i s t o .


SIMÓN. Adelante.
D . D I E G O . A l g o , a l g o . . . E l l o tú al c a b o l o has de saber, y
n o puede tardarse m u c h o . . . M i r a , S i m ó n , p o r D i o s te e n c a r g o
que no lo d i g a s . . . T ú eres h o m b r e de b i e n y m e has s e r v i d o m u -
chos años c o n f i d e l i d a d . . . Y a ves q u e h e m o s sacado a esa niña
del c o n v e n t o y nos la l l e v a m o s a M a d r i d . 1 6

SIMÓN. S í , señor.
D . D I E G O . Pues b i e n . . . P e r o te v u e l v o a e n c a r g a r q u e a nadie
lo d e s c u b r a s . 17

S I M Ó N . B i e n está, s e ñ o r . J a m á s he g u s t a d o de c h i s m e s .
D . D I E G O . Y a lo sé. P o r eso q u i e r o f i a r m e de ti. Y o , la v e r -
dad, nunca había v i s t o a la tal D . a
P a q u i t a . P e r o , m e d i a n t e la
amistad c o n su m a d r e , he tenido frecuentes noticias de ella; he
leído m u c h a s de las cartas q u e escribía; h e v i s t o a l g u n a s de su
tía la m o n j a , c o n quie n ha v i v i d o en G u a d a l a j a r a ; en s u m a , he
tenido cuantos i n f o r m e s pudier a desear acerca de sus inclinaciones
y su c o n d u c t a . Y a he l o g r a d o v e r l a ; he p r o c u r a d o o b s e r v a r l a en
estos p o c o s días y , a decir v e r d a d , c u a n t o s e l o g i o s h i c i e r o n de
ella m e parecen escasos.
S I M Ó N . S í , p o r c i e r t o . . . E s m u y linda y . . .
D . D I E G O . E s m u y linda, m u y g r a c i o s a , m u y h u m i l d e . . . Y ,
sobre t o d o , ¡aquel c a n d o r , aquella i n o c e n c i a ! V a m o s , es de lo q u e
n o se encuentra p o r a h í . . . Y t a l e n t o . . . S í señor, m u c h o talen-

en otra variante al rector de Málaga 15


Un crítico de la época señaló que
en sustitución del padre guardián, Mo- Moratín, al mencionar un convento,
ratín tuvo que suprimirlo aquí. D
sólo podía referirse al «único en Gua-
Al señor abad (de la Colegiata o igle- dalajara en que se da educación a se-
sia magistral de Santos Justo y Pastor) ñoritas». 0

y al rector del Colegio Menor de Má- Con más intención, el Arnolphe


1 6

laga —Juan de Atienza y Antonio Ja- molieresco de La escuela de las mujeres ha-
bonero en sus días— los conocía y tra- bía hecho educar a la niña en el conven-
taba personalmente Moratín, como to para lograr las virtudes deseadas. 0

atestigua su Diario, en sus numerosas También M . Damis, en Mari-


1 7

paradas en Alcalá, camino de Pastra- vaux, La escuela de las madres, 1 3 , se


na. D. Diego tiene propiedades muy confabula en secreto con Frontín, cria-
cerca de Alcalá (II, 1 0 ) . do de Mme. Argante.
ACTO PRIMERO ESCENA I 169

to... l S
C o n q u e , para acabar de i n f o r m a r t e , lo q u e y o he p e n s a d o
es...
SIMÓN. No hay que decírmelo.
D. D I E G O . ¿No? ¿Por qué?
S I M Ó N . P o r q u e y a lo a d i v i n o . Y m e p a r e c e e x c e l e n t e i d e a . 10

D. D I E G O . ¿Qué dices?
SIMÓN. Excelente.
D. D I E G O . ¿ C o n q u e al i n s t a n t e has conocido...?
SIMÓN. ¿ P u e s n o es c l a r o ? . . . ¡ V a y a ! . . . D í g o l e a usted que
me parece m u y buena boda. B u e n a , buena.
D . D I E G O . S í s e ñ o r . . . Y o lo he m i r a d o b i e n y lo t e n g o por
cosa m u y acertada.
SIMÓN. Seguro que sí.
D . D I E G O . P e r o q u i e r o a b s o l u t a m e n t e que n o se sepa hasta
que esté h e c h o .
SIMÓN. Y en eso hace usted b i e n .
D . D I E G O . P o r q u e n o t o d o s v e n las cosas de u n a manera, y
no faltaría q u i e n m u r m u r a s e y dijese que era u n a l o c u r a y me...
S I M Ó N . ¿ L o c u r a ? ¡ B u e na l o c u r a ! . .. ¿ C o n una chica c o m o ésa, eh?
D . D I E G O . P u e s y a ves tú. E l l a es una pobre... Eso sí... 2 0

P e r o y o n o he b u s c a d o d i n e r o , que d i n e r o s t e n g o . H e buscado
modestia, recogimiento, virtud. 2 1

18
Se ha señalado que el orden en capitán Urbina quiere casarlo a él.°
que se relacionan las virtudes de D . a
Las ediciones de 1 8 0 5 y 1 8 0 6
2 0

Francisca refleja el poco aprecio que te- añaden: «Porque, aquí entre los dos,
nía el autor por la inteligencia femeni- la buena de D . Irene se ha dado tal
a

na. No parece ser el caso. DO


prisa en gastar desde que murió su ma-
19
Un malentendido semejante al de rido que, si no fuera por estas bendi-
Simón se encuentra en El avaro de Mo- tas religiosas y el canónigo de Castro-
liere, donde Harpagon ensalza las vir- jeriz, que es también su cuñado, no
tudes de Mariane, y Cléante, que la tendría para poner un puchero a la lum-
ama, asiente creyéndola destinada para bre... Y muy vanidosa y muy remil-
sí, hasta que descubre las verdaderas gada, y hablando siempre de su paren-
intenciones del avaro. También en La tela y de sus difuntos, y sacando unos
escuela de las mujeres, II, 4; pero ya an- cuentos allá que... Pero esto no es del
tes Lope lo había utilizado en La dis- caso...». La supresión parece justifica-
creta enamorada, donde Belisa —madre da por el deseo de no anticipar dema-
viuda— cree que el capitán Bernardo, siado lo que se va a demostrar ser el
al hablar de matrimonio, piensa en carácter de D . Irene.
a u

ella, cuando en realidad quiere casarse 2 1


Relación de virtudes que vienen
con la hija; o Tirso en Marta la piado- a resumir un ideal de esposa, más que
sa, I, 1 6 , donde el Alférez cree que el de mujer. 0
EL SÍ DE LAS NIÑAS

SIMÓN. E s o es l o p r i n c i p a l . . . Y , sobre t o d o , l o q u e u s t e d
tiene, ¿para q u i én h a d e ser?
D. D I E G O . D i c e s b i e n . . . ¿ Y sabes t ú l o q u e es u n a muje r a p r o -
vechada, hacendosa, q u e sepa cuidar de la casa, e c o n o m i z a r , 22
es-
tar en t o d o ? . . . S i e m p r e l i d i a n d o c o n a m a s , q u e si u n a es m a l a ,
otra es p e o r , r e g a l o n a s , e n t r e m e t i d a s , h a b l a d o r a s , llenas d e histé-
rico, 23
viejas, feas c o m o d e m o n i o s . . . N o señor , v i d a n u e v a . T e n -
dré quien m e asista c o n a m o r y fidelidad, y v i v i r e m o s c o m o u n o s
s a n t o s . . . Y deja q u e hablen y m u r m u r e n y... 2 4

SIMÓN. P e r o , siendo a g u s t o de e n t r a m b o s , ¿ q u é pueden decir?


D. D I E G O . N o , y o y a sé l o q u e d i r á n , p e r o . . . D i r á n q u e la
b o d a es d e s i g u a l , q u e n o h a y p r o p o r c i ó n en la edad, que...
SIMÓN. V a m o s , q u e n o m e parece tan n o t a b l e la diferencia.
Siete u o c h o años a l o m á s . . .
D. D I E G O . ¡ Q u é , h o m b r e ! ¿ Q u é hablas d e siete u o c h o a ñ o s ?
Si ella ha c u m p l i d o d i e z y seis años p o c o s m e s e s h a .
SIMÓN. Y b i e n , ¿qué? 2 5

D. D I E G O . Y y o , a u n q u e gracias a D i o s e s t o y r o b u s t o y . . .
C o n t o d o e s o , m i s c i n c u e n t a y n u e v e años n o h a y q u i e n m e l o s
quite. 3 6

SIMÓN. P e r o si y o n o h a b l o de e s o .
D. D I E G O . ¿ P u e s de q u é hablas?
SIMÓN. D e c í a q u e . . . V a m o s , o usted n o acaba de e x p l i c a r s e
o y o l o entiendo al r e v é s . . . E n s u m a , esta D . P a q u i t a , ¿ c o n quién
a

se casa?
D. D I E G O . ¿ A h o r a e s t a m o s ahí? C o n m i g o .
SIMÓN. ¿ C o n u s t e d ?
D. DIEGO. C o n m i g o .

2 2
'hacer economías, recortar gastos 2 5
A la clarificación de las cosas si-
y ahorrar', pero también 'llevar la eco- gue el silencio del criado, un silencio
nomía doméstica'. 0
que debe entenderse aquí como de sor-
2 3
regalonas: 'no acostumbradas al presa reprobatoria. Más adelante, sin
trabajo o fatiga'; histérico: 'relativo al embargo, otros silencios reflejarán eva-
útero', probablemente a los trastornos sión, falta de confianza o ruptura de
menopáusicos, usado como sustantivo la comunicación. 0

masculino. 0 2 6
Como han señalado algunos crí-
2 4
El parlamento sintetiza los dos ticos, D . Diego se encuentra en la edad
aspectos esenciales de la perspectiva ma- convencionalmente tenida como lími-
trimonial que se propone, racionalmen- te que separa la madurez de la vejez.
te, el personaje: bienestar doméstico y La relación con uno de los caprichos
realización afectiva. 0
de Goya carece de sentido. 0
ACTO PRIMERO ESCENA I

SIMÓN. ¡Medrados quedamos! 2 7

D. D I E G O . ¿Qué dices?... Vamos, ¿qué?


SIMÓN. ¡ Y pensaba y o h a b e r adivinado!
D . D I E G O . ¿ P u e s q u é creías? ¿ P a r a q u i é n j u z g a s t e q u e la des-
tinaba y o ?
S I M Ó N . P a r a D . C a r l o s , su s o b r i n o de u s t e d , m o z o de talen-
to, instruido, excelente soldado, amabilísimo por t o d a s sus cir-
c u n s t a n c i a s . . . Para ése j u z g u é q u e se g u a r d a b a la tal niña. 2 8

D. D I E G O . Pues no señor.
SIMÓN. Pues b i e n está.
D. D I E G O . ¡ M i r e usted qué idea! ¡ C o n el o t r o la h a b í a de
ir a c a s a r ! . . . N o señor; que e s t u d i e sus matemáticas. 2 9

SIMÓN. Y a las estudia; o , p o r m e j o r d e c i r , y a las enseña .


D. D I E G O . Q u e se h a g a h o m b r e de v a l o r y...
S I M Ó N . ¡Valor! 3 0
¿ T o d a v í a pide usted más valor a un oficial
q u e en la ú l t i m a g u e r r a , con m u y p o c o s que se a t r e v i e r o n a se-
g u i r l e , t o m ó dos baterías, c l a v ó los c a ñ o n e s , h i z o a l g u n o s p r i s i o -
neros y volvió al c a m p o lleno de heridas y c u b i e r t o de san-
gre?... 3 1
Pues b i e n satisfecho q u e d ó u s t e d e n t o n c es del v a l o r de
su s o b r i n o ; y y o le v i a uste d m á s de c u a t r o veces l l o r a r d e alegría
c u a n d o el rey le p r e m i ó c o n el g r a d o de t e n i e n t e c o r o n e l y una
c r u z de Alcántara. 32

2 7
'¡Pues estamos bien!', con dis- fesiones, VII, en su visita a cierta dama
gusto; «medrados estamos», dice Chan- veneciana. 0

falla en El retablo de las maravillas, de Simón va a jugar con dos senti-


3 0

Cervantes. dos de.la palabra, mérito y valentía,


2 8
Se sugiere, en cierta medida, lo demostrando que D. Carlos posee la
que va a ser contraste dramático de la segunda con creces.
obra: un joven soldado —profesión a 31
La referencia a tal guerra no pa-
la vez noble y teatral— al que se idea- rece aludir a ningún conflicto específi-
liza frente a un viejo que da la impre- co, aunque hay quien ha creído reco-
sión de ser un déspota. 0
nocer la campaña de Gibraltar contra
2 0
Las matemáticas formaban parte los ingleses. El período transcurrido en-
de la educación de todo oficial, tanto tre la primera lectura de la obra y su
de tierra como de marina, que había representación —cinco años— impide
de cursar Geometría elemental, Arit- una identificación concreta; baterías:
mética y Trigonometría. Además, ayu- 'agregado de algunas piezas de artille-
da a perfilar con precisión la imagen ría'; clavar los cañones: 'meter por los
de un caballero ilustrado. Sin embar- fogones de las piezas unos clavos o hie-
go, la expresión parece valer más bien rros para que queden inutilizados'. 0

por 'que se dedique a sus cosas', y en El grado de teniente coronel con-


3 2

ese sentido recuerda a Rousseau, Con- ferido por el rey tenía carácter honorí-
172 E L SÍ D E L A S NIÑAS

D . D I E G O . S í s e ñ o r ; t o d o es v e r d a d , p e r o n o v i e n e a c u e n t o .
Yo s o y el que me caso.
S I M Ó N . Si está u s t e d b i e n s e g u r o de que ella le q u i e r e , si n o
la asusta la diferencia de e d a d , si su e l e c c i ó n es libre... 33

D. D I E G O . ¿Pues n o ha de s e r l o ? . . . 3 4
¿ Y qué sacarían c o n en-
g a ñ a r m e ? Y a ves tú la r e l i g i o s a de G u a d a l a j a r a si es m u j e r de
j u i c i o ; esta de A l c a l á , a u n q u e n o la c o n o z c o , sé q u e es una s e ñ o r a
de excelentes p r e n d a s ; m i r a tú si D . a
I r e n e q u e r r á el b i e n de su
hija: pues todas ellas m e han d a d o c u a n t a s s e g u r i d a d e s p u e d o ape-
t e c e r . . . L a criada, que la ha s e r v i d o en M a d r i d y m á s de c u a t r o
años en el c o n v e n t o , se hace l e n g u a s de e l l a ; 35
y , sobre todo, me
ha i n f o r m a d o de que j a m á s o b s e r v ó en esta c r i a t u r a la más r e m o t a
i n c l i n a c i ó n a n i n g u n o de los p o c o s h o m b r e s que ha p o d i d o ver
en aquel e n c i e r r o . B o r d a r , c o s e r , leer libros d e v o t o s , oír m i s a y
c o r r e r p o r la h u e r t a detrás de las m a r i p o s a s y e c h a r a g u a en los
a g u j e r o s de las h o r m i g a s , éstas han sido su o c u p a c i ó n y sus d i v e r -
siones... 36
¿ Q u é dices?
SIMÓN. Y o nada, señor.
D . D I E G O . Y n o pienses tú q u e , a pesar de tantas s e g u r i d a d e s ,

fico, mientras que el grado efectivo de 3 4


La edición de 1 8 0 5 añade: «D. a

D. Carlos seguía siendo el de tenien- Irene la escribió con anticipación so-


te. La ventaja que tal honor otorgaba bre el particular. Hemos ido allá y me
era que, al conseguir el grado efectivo ha visto; la han informado de cuanto
de teniente coronel, le contaba la anti- ha querido saber y ha respondido que
güedad desde la fecha del nombramien- está bien, que admite gustosa el parti-
to honorífico, con lo que se aceleraba do que se la propone... Y ya ves tú
su siguiente ascenso. Para que se le con- con qué agrado me trata y qué expre-
cediera la cruz, debió presentar prue- siones me hace tan cariñosas y tan sen-
bas de nobleza. 0
cillas... Mira, Simón, si los matrimo-
3 3
Probablemente, Simón no hace nios muy desiguales tienen por lo
sino recordarle a su amo lo que debe común desgraciada resulta, consiste en
haberle escuchado decir en otras oca- que alguna de las partes procede sin
siones, actuando como conciencia ex- libertad, en que hay violencia, seduc-
terior de D. Diego. No deja de resul- ción, engaño, amenazas, tiranía domés-
tar paradójico que sea el criado el que tica... Pero aquí no hay nada de eso».
pone en juego las ideas esenciales so- La eliminación del párrafo responde al
bre el criterio que debe guiar el matri- deseo de no acentuar la simulación de
monio: amor, aceptación —sobre todo Paquita. 0

por parte del/la más joven—, libre elec- 3 5


'la elogia constantemente'.
ción. Más adelante, serán éstos los ar- 3
Imita a Marivaux, La escuela ie
gumentos que empleará D. Diego, las madres, 6. D. Diego parece estar
aunque más estructurados y mejor de- buscando seguridades que tranquilicen
sarrollados. 0
su mala conciencia. 0
ACTO PRIMERO ESCENA I 173

n o a p r o v e c h o las ocasiones q u e se presentan para ir g a n a n d o su


amistad y su c o n f i a n z a y l o g r a r q u e se e x p l i q u e c o n m i g o en a b s o -
luta l i b e r t a d . . . B i e n que aún h a y t i e m p o . . . S ó l o q u e aquella D . a

Irene s i e m p re la i n t e r r u m p e ; t o d o se lo h a b l a . . . Y es m u y b u e n a
mujer, buena...
SIMÓN. En fin, señor , yo desearé que salga c o m o usted
apetece. 37

D. D I E G O . S í , y o espero en D i o s q u e n o ha de salir m a l . A u n -
q u e el n o v i o n o es m u y de tu g u s t o . . . ¡ Y q u é fuera de t i e m p o
m e r e c o m e n d a b a s al tal s o b r i n i t o ! ¿Sabes tú lo enfadado q u e e s t o y
c o n él?
SIMÓN. ¿ P u e s q u é ha hecho?
D. D I E G O . U n a de las s u y a s . . . Y hasta p o c o s días ha n o l o
he s a b i d o . E l año p a s a d o , y a l o v i s t e , e s t u v o dos m e s e s en M a -
d r i d . . . , Y m e c o s t ó b u e n d i n e ro la tal v i s i t a . . . E n f i n , es m i s o b r i -
n o , b i e n dado está; p e r o v o y al a s u n t o . L l e g ó el c a so de irse a
Z a r a g o z a , a su r e g i m i e n t o . . . 3 8
Y a te acuerdas de q u e a m u y p o -
cos días de haber salido de M a d r i d recibí la noticia de su l l e g a d a .
SIMÓN. S í , señor.
D. D I E G O . Y que s i g u i ó e s c r i b i é n d o m e , a u n q u e a l g o p e r e z o -
so, siempr e c o n la data de Z a r a g o z a .
SIMÓN. A s í es la v e r d a d .
D. D I E G O . Pues el p i c a r o n o estaba allí c u a n d o m e escribía
las tales cartas.
SIMÓN. ¿ Q u é dice usted?
D. D I E G O . S í señor. E l día tres de j u l i o salió d e m i casa y
a fines de s e p t i e m b re aún n o había l l e g a d o a sus p a b e l l o n e s . . . ¿ N o
te parece q u e para ir p o r la p o s t a h i z o m u y b u e n a d i l i g e n c i a ? 39

S I M Ó N . T a l v e z se p o n d r í a m a l o en el c a m i n o , y p o r n o darle
a u s t ed u n a pesadumbre...
D. D I E G O . N a d a de e s o . A m o r e s del señor oficial y d e v a n e o s

3 7
Consideraba un crítico contempo- nías de Zaragoza. Son notables las se-
ráneo que el hombre inteligente ve aquí mejanzas entre el héroe de comedia y
ya el fundamento de la comedia, adi- el personaje real.
vinando el enredo y el fin moral. 3 9
ir por la posta: 'viajar utilizando
3 8
Algunos editores no han leído la las postas o caballos de alquiler', es de-
preposición que precede a «su regimien- cir, 'ir deprisa'; diligencia: 'pronti-
to», pero está en el texto. tud'. Por antífrasis, el significado no
También Cadalso, oficial de caballe- es otro que 'para ir deprisa, llegó muy
ría, tenía su regimiento en las cerca- tarde'.
174 E L SÍ D E L A S N I Ñ A S

que le traen l o c o . . . P o r ahí, en esas ciudades, p u e d e q u e . . . ¿ Q u i é n


s a b e ? . . . Si e n c u e n t r a u n par de ojos n e g r o s , y a es h o m b r e p e r d i -
do... ¡ N o p e r m i t a D i o s q u e m e le e n g a ñ e a l g u n a b r i b o n a de estas
q u e truecan el h o n o r p o r el m a t r i m o n i o !
SIMÓN. ¡ O h ! N o h a y q u e t e m e r . . . Y si t r o p i e z a c o n a l g u n a
fullera de a m o r , 4 0
b u e n a s cartas ha de tener par a q u e le e n g a ñ e .
D . D I E G O . M e parece q u e están a h í . . . S í . B u s c a al m a y o r a l
y dile que v e n g a para q u e d a r de a c u e r d o en la h o r a a que d e b e r e -
m o s salir mañana. 41

SIMÓN. Bien está.


D . D I E G O . Y a te he d i c h o que n o q u i e r o q u e e s t o se t r a s l u z c a
ni... ¿Estamos?
SIMÓN. N o h a y m i e d o q u e a nadie l o cuente.

(Simón se va por la puerta del foro. Salen por la misma las tres
mujeres con mantillas y basquinas. Rita deja un pañuelo atado sobre
42

la mesa y recoge las mantillas y las dobla.) 43

ESCENA II

D. a
IRENE, D. a
F R A N C I S C A , RITA, D. DIEGO

D. a
F R A N C I S C A . Y a e s t a m o s acá.
D. a
IRENE. ¡ A y ! ¡ Q u é escalera!
D. D I E G O . M u y bien venidas, señoras.
D. a
IRENE. ¿ C o n q u e u s t e d , a lo q u e p a r e c e , n o ha s a l i d o ?
(Se sientan D. a
Irene y D. Diego.)
D. D I E G O . N o , señora. L u e g o , más tarde, daré una vueltecilla
p o r a h í . . . H e leído u n r a t o . T r a t é de d o r m i r , p e r o en esta p o s a d a
n o se d u e r m e .

4 0
'que hace trampas en el juego'. dia, aludiendo a la necesidad de que
De ahí el sentido de las «cartas» que se pintasen las costumbres nacionales,
ha de jugar. tal y como había hecho Lope en su
4 1
mayoral: 'el que gobierna el tiro tiempo.
de muías o caballos'.
4 3
La crítica, aun considerando bue-
4 2
'especie de falda que usaban las na la exposición que tiene lugar a lo
mujeres sobre la ropa interior'. Mora- largo de la primera escena, ha con-
tín consideraba que la comedia espa- siderado que está demasiado forzada
ñola debía «llevar basquina y mantilla», por la necesidad, acumulando casuali-
prendas características de la clase me- dades. 0
ACTO PRIMERO ESCENA II 175

D. a
F R A N C I S C A . Es v e r d a d que n o . . . ¡ Y qué m o s q u i t o s ! ¡ M a l a
peste en ellos! A n o c h e n o m e d e j a r o n p a r a r . . . P e r o m i r e u s t e d ,
m i r e usted (Desata el pañuelo y manifiesta algunas cosas de las que
indica el diálogo) cuántas cosillas t r a i g o . R o s a r i o s de n á c a r , cruces
de c i p r é s , la r e g l a de San B e n i t o , una pililla de c r i s t a l . . . Mire
u s t e d qué b o n i t a . Y dos c o r a z o n e s de t a l c o . . . ¡ Q u é sé y o c u á n t o
v i e n e a q u í ! . . . ¡ A y ! y una c a m p a n i l l a de b a r r o b e n d i t o par a los
truenos!... 4 4
¡ T a n t a s cosas!
D. a
I R E N E . C h u c h e r í a s que la han d a d o las m a d r e s . 4 5
Locas
estaban c o n ella.
D. a
F R A N C I S C A . ¡Cómo me quieren todas! ¡ Y m i tía, mi
p o b r e tía l l o r a b a t a n t o ! . . . E s y a m u y viejecita .
D. a
I R E N E . Ha sentido m u c h o no conocer a usted.
D. a
F R A N C I S C A . S í , es v e r d a d . D e c í a : ¿ p o r q u é n o ha v e n i -
do aquel señor?
D. a
I R E N E . E l padre capellán y el r e c t o r de los V e r d e s nos
han v e n i d o a c o m p a ñ a n d o hasta la puerta. * 4 5

D. a
F R A N C I S C A . T o m a , (Vuelve a atar el pañuelo y se le da
a Rita, la cual se va con él y con las mantillas al cuarto de D. Irene) a

g u á r d a m e l o t o d o allí, en la e s c u s a b a r a j a . 47
M i r a , llévalo así de las
puntas... ¡Válgate Dios! ¡ E h ! ¡ Y a se ha r o t o la S a n t a G e r t r u d i s
de alcorza! 48

RITA. No importa; y o me la comeré.

Relación de objetos que refleja,


4 4
autor. A la Inquisición, la lucha de los
por parte de las mujeres de la come- ilustrados contra las supersticiones po-
dia, un determinado sentimiento de la pulares, ya desde Feijoo, no le había he-
religiosidad, el que los ilustrados lla- cho mella. 0

maban popular y que no estaba exen- 4 6


El capellán y el rector de los Ver-
to de fetichismo y superstición. En con- des lo eran del Colegio Menor de San-
creto, la campanilla contra los truenos ta Catalina, en la calle Libreros de Al-
y tormentas era costumbre muy exten- calá, próximo a la Puerta de los
dida. El resto son objetos muy propios Mártires y, por tanto, de la posada en
de la beatería nacional. 0
que se hallan los personajes. Había sido
4 5
La consideración de tales objetos fundado por D . Catalina de Mendo-
a

como «chucherías» había inducido a un za en 1 5 8 0 . Recibían tal apelativo por


crítico a afirmar que no era «lo más pío el color de sus mantos, en tanto que
ni benévolo» e hizo que la Inquisición sus becas eran encarnadas. 0

la encontrase reprobable, al hablar «tan 4 7


'cesta grande de mimbre, con un
neciamente de cosas tan respetables», con dispositivo de seguridad que le permi-
el riesgo de que «vengan a servir de en- te ir cerrada con candado'.
tretenimiento y risa del público». La Aca- 4 8
'pasta de azúcar y almidón';
demia de la Historia no lo suprime. Evi- compárese J.F. Isla, Fray Gerundio, I,
dentemente, ésa era la intención del 1 0 : «Dábale a Gerundio periquitos, ros-
E L SÍ D E L A S NIÑAS

ESCENA III

D. a
IRENE, D . a
FRANCISCA, D. DIEGO

D. a
F R A N C I S C A . ¿ N o s v a m o s a d e n t r o , m a m á , o nos q u e d a -
mos aquí?
D. a
I R E N E . A h o r a , niña, que q u i e r o descansar un rato.
D. D I E G O . Hoy se ha dejado sentir el c a l or en forma. 4 9

D. a
I R E N E . ¡ Y qu é fresco tienen aquel l o c u t o r i o ! E s t á h e c h o
un cielo... 50
(Siéntase D. a
Francisca junto a su madre.) M i herma-
na es la que s i g u e s i e m p r e b a s t a n t e d e l i c a d i t a . H a p a d e c i d o m u c h o
este i n v i e r n o . . . P e r o , v a y a , no sabía qué hacerse c o n su s o b r i n a
la b u e n a s e ñ o r a . . . E s t á m u y c o n t e n t a de n u e s t r a e l e c c i ó n .
D . D I E G O . Y o c e l e b r o que sea tan a g u s t o de aquellas p e r s o -
nas a quienes d e b e u s t e d p a r t i c u l a r e s obligaciones.
D. a
I R E N E . S í , T r i n i d a d está m u y c o n t e n t a ; y en c u a n t o a
C i r c u n c i s i ó n , y a lo ha v i s t o u s t e d . 51
L a ha c o s t a d o m u c h o des-
p e g a r s e de ella, p e r o ha c o n o c i d o q u e , s i e n d o p a ra su b i e n e s t a r ,
es necesario pasar p o r t o d o . . . Y a se acuerda u s t e d de lo e x p r e s i v a
que estuvo y...
D. DIEGO. Es verdad. Sólo falta qu e la parte i n t e r e s a da

quillas y alcorzas con que le habían re- piada a mano por el propio Moratín
galado unas monjas, cuyo convento se dice: «Los nombres poco usitados
acababan de visitar». 0
de que se vale el autor para nombrar
4 9
'bien y cumplidamente'. El co- a ciertas monjas manifiestan sus deseos
mentario sobre el calor, además de ser- de hacer ridicula la buena práctica de
vir para ubicar la acción en un día de los conventos en la adopción de los so-
verano, refleja una de las característi- brenombres de santos», a lo que otro
cas obsesiones moratinianas. 0
crítico le respondió considerándolo
5 0
En las ediciones de 1 8 0 5 y 1 8 0 6 , «hombre que no sabe distinguir las ma-
D . Francisca interrumpe aquí a su ma-
a
terias de religión de las de pura credu-
dre para decir; «Pues con todo (Sentán- lidad y superstición» e insistiendo en
dose junto aD. Irene), aquella monja tan
a
que «la tontería, la vana credulidad y
gorda que se llamaba la madre Angus- el fanatismo son despreciables y perni-
tias bien que sudaba... ¡Ay, cómo su- ciosos». El Santo Oficio los juzgaría
daba la pobre mujer!», para devolver la irreverentes a causa del «sacro signifi-
palabra a D . Irene. La poco respetuo-
a
cado que llevan consigo». La edición
sa alusión a la monja debió inducir a Mo- de la Academia de la Historia los su-
ratín a suprimir el pasaje. 0
primió y convirtió a las monjas en «la
5 1
En una crítica contemporánea co- tía de acá» y «la de allá». 0
ACTO PRIMERO ESCENA III 177

t e n g a la m i s m a satisfacción q u e m a n i f i e s t a n c u a n t o s la quieren
bien. 5 3

D. a
I R E N E . E s hija o b e d i e n t e y n o se apartar á j a m á s de lo
que d e t e r m i n e su madre. 5 3

D . D I E G O . T o d o eso es c i e r t o , pero...
D. a
I R E N E . E s de b u e n a s a n g r e y ha de p e n s a r b i e n , y ha
de p r o c e d e r c o n el h o n o r q u e la c o r r e s p o n d e .
D . D I E G O . S í , y a e s t o y ; p e r o ¿ n o p u d i e r a , sin falta a su h o n o r
ni a su sangre...?
D. a
F R A N C I S C A . ¿ M e v o y , m a m á ? (Se levanta y vuelve a sen-
tarse.) * 5

D. a
IRENE. No pudiera, no señor. U n a niña bien educada,
hija de b u e n o s padres, n o p u e d e m e n o s de c o n d u c i r s e en todas
o c a s i o n es c o m o es c o n v e n i e n t e y d e b i d o . U n v i v o r e t r a t o es la
chica, ahí d o n d e usted la v e , de su abuela que D i o s p e r d o n e , D. a

J e r ó n i m a de P e r a l t a . . . 55
E n casa t e n g o el c u a d r o , y a le h a b r á us-
ted v i s t o . Y le h i c i e r o n , s e g ú n m e c o n t a b a su m e r c e d , par a en-
viársele a su tío carnal, el p a d r e fray S e r a p i ó n de S a n J u a n Crisós-
t o m o , electo o b i s p o de Mechoacán. 5 6

D. D I E G O . Ya. 5 7

D. a
I R E N E . Y m u r i ó en el m a r el b u e n r e l i g i o s o , q u e fue un
quebranto para toda la familia... Hoy es y todavía esta-
mos s i n t i e n d o su m u e r t e ; p a r t i c u l a r m e n t e m i primo D . Cucu-

5 2
El intento —indirecto— de D. a Moratín. En cuanto a San Juan Cri-
Diego por averiguar la opinión y los sóstomo, había sido, como el tal Sera-
sentimientos de Paquita choca con la pión, monje y obispo. El cargo de obis-
palabrería, seguramente intencionada, po electo de Mechoacán, en México,
de D . Irene.
a 0
existía en la realidad. Por otra parte,
53
Es lo mismo que dice la mamá de en carta del 8 de noviembre de 1 8 2 2 ,
Angélique en Marivaux, La escuela de Moratín aconseja a la mamá de Paqui-
las madres, 4 . ° ta Muñoz que le cuente a su yerno «el
5 4
El gesto de la niña resulta alta- viaje del Guárico y el de Veracruz, y
mente expresivo: ante la materia en que aquello del obispo que tomó el breva-
quiere entrar su futuro esposo y en cier- je del indio y cagó los kiries». Véase
to modo presa de un nerviosismo ine- la nota 2 2 del acto I de La comedia nue-
vitable, no quiere seguir entre quienes va. El juego cómico de los nombres
tejen su futuro. 0
tiene precedentes en el Quijote, I, I.
5 5
Isabel de Peralta es el nombre de El laconismo del comentario se
5 7

la protagonista de Entre bobos anda el basta y se sobra para reflejar el escep-


juego. ticismo de D. Diego ante el cúmulo
5
El nombre de Serapión debía re- de pretenciosas alusiones vertidas por
sultarle especialmente sonoro y cómico D . Irene.
a
178 E L SÍ D E L A S NIÑAS

fate, 58
r e g i d o r p e r p e t u o de Z a m o r a , n o p u e d e o í r hablar de Su
I l u s t r í s i m a sin deshacerse en lágrimas.
D. a
F R A N C I S C A . ¡Válgate Dios, qué moscas tan...!
D. a
I R E N E . P u e s m u r i ó en o l o r de santidad. 59

D. D I E G O . Eso bueno es.


D. a
I R E N E . S í señor; p e r o c o m o la familia ha v e n i d o tan a
menos... ¿ Q u é quiere usted? D o n d e no hay facultades... 60
Bien
que, p o r lo q u e p u e d e t r o n a r , y a se le está e s c r i b i e n d o la vida;
¿ y quié n sabe q u e el día de m a ñ a n a n o se i m p r i m a c o n el f a v o r
de Dios?
D . D I E G O . S í , pue s y a se v e . T o d o se imprime. 6 1

D. a
I R E N E . L o cierto es que el a u t o r , q u e es s o b r i n o de mi
h e r m a n o p o l í t i c o , el c a n ó n i g o de C a s t r o j e r i z , 6 2
n o la deja de la
m a n o ; y a la h o r a de ésta lleva y a escritos n u e v e t o m o s en folio
que comprenden los nueve años primeros de la vida del santo o b i s p o.
D. D I E G O . ¿ C o n q u e para cada año un tomo?
D. a
I R E N E . S í s e ñ o r , ese p l a n se ha propuesto.
D. D I E G O . ¿ Y de qué edad m u r i ó el v e n e r a b l e ?
D. a
IRENE. De o c h e n t a y dos años, tres m e s e s y catorce
días. 63

5 8
Un crítico de la época juzgó el de comedias durante algún tiempo en
uso del nombre de Cucufate, en una 1 8 0 0 , y más aún su buen amigo Me-
comedia de prosa llana y natural, como lón—. Asimismo, se alude al volumen
«afectado e inverosímil». 0
de obras religiosas y vidas de santos,
5 9
La Inquisición propuso que se su- que seguía ocupando una gran parte
primiese desde aquí hasta que D . Ire- a
de la producción impresa. 0

ne menciona la edad del santo varón. 6 2


Municipio de la provincia de
La Academia de la Historia no lo su- Burgos, con no menos de cuatro igle-
primió. 0
sias en las que podía ser canónigo:
6 0
Alude claramente —y no sin las de San Juan, San Esteban, Santiago
cierta ironía por parte del autor— a de los Caballeros y Santo Domingo.
lo costoso de los procesos de beatifica- Toda la familia de D . Irene provie-a

ción y canonización. D . Isabel, en£n-


a
ne, reside o tiene empleo en Castilla
tre lobos anda el juego, III, «no tiene la Vieja.
un real / de dote». 6 3
En una crítica de época copiada
6 1
D. Eleuterio, en La comedia nue- por el mismo Moratín se afirma que
va, había dicho sobre su comedia: «se critica la extensión de las vidas de
«¿Pues no se había de imprimir?». Es santos de un modo bastante insolente
un modo de aludir a la facilidad con e inepto», aunque al mismo tiempo se
que cualquier engendro podía llegar a reconoce que «hay algunas vidas de san-
las imprentas —sobre lo que Moratín tos tan largas como las esperanzas del
tuvo gran experiencia como corrector pobre». 0
ACTO PRIMERO ESCENA IV 179

D. a
F R A N C I S C A . ¿Me voy, mamá?
D. a
I R E N E . A n d a , vete. ¡Válgate Dios, qué p r i s a tienes!
D. a
F R A N C I S C A . ¿ Q u i e r e uste d (Se levanta y, después de hacer
una graciosa cortesía a D. Diego, da un beso a D." Irene y se va al
cuarto de ésta) que le h a g a una cortesía a la francesa, señor D . Diego?
D . D I E G O . S í , hija m í a . A ver.
D. a
F R A N C I S C A . M i r e usted, así.
D. D I E G O . ¡Graciosa n i ñ a ! ¡ V i v a la P a q u i t a , viva! 6 4

D. a
F R A N C I S C A . P a r a u s t e d una c o r t e s í a , y para m i mamá
un beso. 6 5

ESCENA IV

D. a
IRENE, D. DIEGO

D. a
I R E N E . Es m u y gitana y m u y mona, 6 6
mucho.
D. D I E G O . Tien e un d o n a i r e n a t u r a l qu e arrebata.
D. a
I R E N E . ¿ Q u é q u i e r e u s t e d ? C r i a d a sin artificio ni e m b e l e -
cos de m u n d o , 6 7
c o n t e n t a de v e r s e o t r a v e z al l a d o de su ma-
dre, y m u c h o más de c o n s i d e r a r tan i n m e d i a t a su c o l o c a c i ó n , no
es m a r a v i l l a que c u a n t o hace y dice sea una g r a c i a , y máxime a
los ojos de u s t e d , q u e t a n t o se ha e m p e ñ a d o en favorecerla.
D . D I E G O . Q u i s i e r a sólo que se e x p l i c a s e l i b r e m e n t e acerca
de n u e s t r a p r o y e c t a d a u n i ó n , y...
D. a
I R E N E . O i r í a u s t e d lo m i s m o que le he dicho ya.
D . D I E G O . S í , n o lo d u d o ; p e r o el saber q u e la m e r e z c o a l g u -

6 4
El entusiasmo de D. Diego, ex- de la afectación gestual de las damas
presado de manera algo distante a las y de la afición a los animales de com-
actuales, revela la atracción a un tiem- pañía, entre los que los monos goza-
po física y afectiva que siente. Está ena- ban de cierta preferencia. 0

morado, tal vez sin saberlo y sin que- Imita un fragmento del diálogo
6 7

rerlo. entre Angélique y su madre en Mari-


6 5
Un crítico contemporáneo consi- vaux, La escuela de las madres, 5 . En
deró que esta doble despedida consti- un siglo que por algunos es tenido
tuía, por parte de la niña, una «truha- como ejemplo de afectación, los elo-
nería o picardigüela». 0
gios de la naturalidad proliferan en su
66
gitana: 'halagüeña y cariñosa'; el literatura. No es una paradoja sino que
sustantivo mono pasó a adjetivo a lo refleja la realidad de la época, algo más
largo del siglo XVIII como resultado compleja de lo que se cree. 0
i8o E L SÍ D E L A S N I Ñ A S

na i n c l i n a c i ó n , o y é n d o s e l o decir c o n aquella b o q u i l l a tan g r a c i o s a


q u e tiene, sería para m í u n a satisfacción imponderable. 68

D. a
I R E N E . N o t e n g a u s t e d sobre ese p a r t i c u l ar la m ás leve
desconfianza, p e r o h á g a s e u s t e d c a r g o de q u e a u n a niña n o la
es lícito decir c o n i n g e n u i d a d ' lo q u e siente. M a l parecería, se-
6

ñ o r D . D i e g o , q u e u n a doncella de v e r g ü e n z a y criada c o m o D i o s
m a n d a se atreviese a decirle a u n h o m b r e : y o le q u i e r o a u s t e d .
D. D I E G O . B i e n ; si fuese u n h o m b r e a q u i e n hallara p o r casua-
lidad en la calle y le espetara ese f a v o r de b u e n a s a p r i m e r a s , 7 0

cierto que la doncella haría m u y m a l ; p e r o a u n h o m b r e con quien


ha de casarse d e n t r o de p o c o s días, y a p u d i e r a decirle a l g u n a cosa
q u e . . . A d e m á s , q u e h a y ciertos m o d o s de e x p l i c a r s e . . . 71

D. a
I R E N E . C o n m i g o usa de más f r a n q u e z a . A cada instante
h a b l a m o s de u s t e d , y en t o d o m a n i f i e s ta el p a r t i c u l a r cariño q u e
a usted le t i e n e . . . ¡ C o n q u é j u i c i o hablab a a y e r n o c h e , después
q u e u s t ed se fue a r e c o g e r ! N o sé lo q u e h u b i e r a d a d o porque
hubiese p o d i d o o í r l a .
D. DIEGO. ¿ Y qué? ¿ H a b l a b a de m í ?
D. a
I R E N E . Y q u é bien piensa acerca de lo preferible q u e es
para u n a criatura de sus años u n m a r i d o de cierta e d a d , e x p e r i -
m e n t a d o , m a d u r o , y de conducta... 7 2

D. DIEGO. ¡ C a l l e ! ¿ E s o decía?
D. a
I R E N E . N o , esto se lo decía y o , y m e escuchaba c o n u n a
atención c o m o si fuera u n a m u j e r de c u a r e n t a a ñ o s , lo m i s m o . . .
¡ B u e n a s cosas la dije! Y ella, que tiene m u c h a p e n e t r a c i ó n a u n q u e
m e esté m a l el d e c i r l o . . . ¿Pues n o da l á s t i m a , s e ñ o r, el v e r c ó m o
se hacen los m a t r i m o n i o s h o y en el día? C a s a n a u n a m u c h a c h a
de quince años c o n u n arrapiez o de d i e z y o c h o , 7 3
a u n a de d i e z
y siete c o n o t r o de v e i n t e y d o s ; ella n i ñ a , sin j u i c i o ni e x p e r i e n -

Imita un diálogo entre M . Damis con claridad: el deseo de afecto de D.


y Mme. Argante en Marivaux, La es- Diego y su anhelo de resultar agrada-
cuela de las madres, II.° ble a los ojos de Paquita.
6 9
'sinceridad'. Imitación de Molière, El avaro,
7 2

70
favor: 'expresión de agrado que II, 5, donde Frosine adopta la mis-
suelen hacer las damas'. ma actitud hacia los matrimonios en-
7 1
Asegurado el beneplácito de la tre jóvenes para sacarle dinero a Har-
madre y demás familiares, lo que re- pagon. Es rasgo que también incorpo-
clama D. Diego es una manifestación ra Marivaux, La escuela de las ma-
directa del amor de la niña. Las pala- dres, 5 . 0

bras de D . Irene, sin embargo, van


a
arrapiezo: 'persona de corta edad',
7 3

a satisfacer algo que ella ha entrevisto despectivamente. 0


ACTO PRIMERO • ESCENA IV l8l

cia, y él n i ñ o t a m b i é n , sin a s o m o de c o r d u r a ni conocimiento


de lo que es m u n d o . P u e s , señor (que es lo q u e y o d i g o ) , ¿ q u i é n
ha de g o b e r n a r la casa? ¿ Q u i é n ha de enseñar y c o r r e g i r a los
hijos? P o r q u e sucede t a m b i é n que estos a t o l o n d r a d o s de chicos
suelen plagarse de criaturas en u n i n s t a n t e , q u e da c o m p a s i ó n . 7 4

D. D I E G O . C i e r t o q u e es un d o l o r el v e r r o d e a d o s de hijos
a m u c h o s que carecen del t a l e n t o , de la e x p e r i e n c i a y de la v i r t u d
q u e son necesarias para d i r i g i r su educación. 75

D. a
I R E N E . L o q u e sé decirle a usted es q u e aún n o había
c u m p l i d o los diez y n u e v e c u a n d o m e casé de p r i m e r a s nupcias
c o n m i difunto D . Epifanio que esté en el c i e l o . 76
Y era u n h o m -
b r e q u e , m e j o r a n d o lo presente , no es p o s i b l e hallarle de más res-
p e t o , más c a b a l l e r o s o . . . Y , al m i s m o t i e m p o , m á s d i v e r t i d o y
decidor. 77
Pues, para servir a usted, y a tenía los cincuenta y seis,
m u y largos de t a l l e , 78
c u a n d o se casó c o n m i g o .
D. D I E G O . B u e n a e d a d . . . N o era un n i ñ o , pero...
D. a
I R E N E . P u e s a eso v o y . N i a m í p o d í a c o n v e n i r m e en
aquel entonces u n b o q u i r r u b i o c o n los cascos a la j i n e t a . . . 7 9
No
s e ñ o r . . . Y n o es decir t a m p o c o q u e e s t u v i e s e achacoso ni que-
brantado de salud, nada de eso. Sanito estaba, gracias a D i o s , c o m o
una m a n z a n a ; ni en su v i d a c o n o c i ó o t r o m a l sino u n a especie
de a l f e r e c í a 80
q u e le a m a g a b a de c u a n d o en c u a n d o . P e r o , l u e g o
que nos c a s a m o s , dio en darle tan a m e n u d o y tan de recio q u e
a los siete meses m e hallé v i u d a y encinta de u n a criatura que
nació después y al c a b o y al fin se m e m u r i ó de a l f o m b r i l l a . 81

7 4
Es la misma idea que, con otro Irene algunos rasgos comunes. Intro-
tono y finalidad, aparecerá en Larra, duce, de paso, un tema vital para el
«El casarse pronto y mal». novio: los hijos. 0

7 5
Anacoluto en la concordancia,
7 7
'que habla con facilidad y
pues debiera ser masculino; probable- gracejo'.
mente a causa del género de los dos 7 8
'bien cumplidos', metafóricamen-
últimos sustantivos mencionados. te, es decir, muy cerca de los cincuen-
7 6
D . Irene intenta convencer a D.
a
ta y siete.
Diego de que a una chica como Pa- 7 9
boquirrubio: 'mozalbete presumido
quita le conviene un hombre de edad; de lindo y enamorado'; con ¡os cascos a la
se pone ella misma como ejemplo para jineta: 'de poco asiento o reflexión'. 0

ilustrar su opinión, pero de hecho acaba 8 0


'enfermedad infantil caracteriza-
demostrando todo lo contrario de lo da por convulsiones y pérdida de co-
que pretendía. La mamá de Paquita nocimiento' .
Muñoz también estaba casada en se- 81
'especie de sarampión, pero sin
gundas nupcias, compartiendo con D . a
síntomas catarrales; escarlatina'.
182 E L SÍ D E L A S NINAS

D . D I E G O . ¡ O i g a ! . . . M i r e u s t e d si dejó sucesió n el b u e n o de
D. Epifanio.
D. a
I R E N E . S í s e ñ o r , ¿pues p o r qué no?
D . D I E G O . L o d i g o p o r q u e l u e g o saltan c o n . . . 8 2
Bien que si
uno h u b i e r a de hacer c a s o . . . ¿ Y fue niño o niña?
D. a
IRENE. Un niño m u y h e r m o s o. C o m o una plata era el
angelito.
D . D I E G O . C i e r t o q u e es c o n s u e l o tener, así, una c r i a t u r a y . . .
D. a
I R E N E . ¡ A y , señor! D a n m a l o s r a t o s , ¿ p e r o q u é i m p o r t a ?
Es mucho gusto, mucho.
D . D I E G O . Y a lo creo.
D. a
I R E N E . Sí s e ñ o r .
D . D I E G O . Y a se v e que será u n a delicia y . . .
D. a
IRENE. ¿Pues no ha de ser?
D . D I E G O . . . . u n e m b e l e s o el v e r l o s j u g u e t e a r y r e í r , y acari-
ciarlos, y m e r e c e r sus fiestecillas inocentes. 83

D. a
I R E N E . ¡ H i j o s de m i v i d a ! V e i n t e y dos he t e n i d o en los
tres m a t r i m o n i o s q u e l l e v o hasta a h o r a , de los cuales sólo esta
niña m e ha v e n i d o a q u e d a r ; p e r o le a s e g u r o a u s t e d que... 8 4

8 2
Los puntos suspensivos dejan en La cifra de veintidós parece exa-
8 4

el aire la preocupación de D. Diego geración cómica —aunque no invero-


sobre su potencial paternidad. Es ras- símil—, pero sirve para subrayar la alta
go que también aparece en Marivaux, mortalidad infantil de la época. Moratín
La escuela ie las madres, 7 . 0
perdió a sus tres hermanos a temprana
8 3
Puede relacionarse sin duda esta edad y Cadalso explica en su Autobio-
actitud hacia los niños con la del pro- grafía que «entre los [hijos] de su ma-
pio Moratín, como ya se ha indicado trimonio y los de las primeras nupcias,
en la nota 1 1 al acto II de La comedia me dio mi abuelo un padre y veinte y
nueva. Algún crítico ha señalado que ocho tíos y tías, de los cuales la mayor
D. Diego habla más como abuelo que parte han muerto, quedando sólo dos,
como padre, aunque también se ha sos- uno muy rico y feliz, y otro muy triste
tenido que no hace sino afirmar su as- y pobre»; el «hasta ahora» de D . Ire- a

piración a la paternidad y sus preten- ne deja abierta —cómicamente— la po-


siones como amante. 0
sibilidad de nuevos enlaces.
ACTO PRIMERO ESCENA VI l8 3

ESCENA V

SIMÓN, D. a
IRENE, D. DIEGO

S I M Ó N . (Sale por la puerta del foro.) S e ñ o r , el m a y o r a l está es-


perando.
D . D I E G O . D i l e que v o y a l l á . . . ¡ A h ! T r á e m e p r i m e r o el s o m -
b r e r o y el b a s t ó n , q u e quisiera dar u n a v u e l t a p o r el c a m p o . (En-
tra Simón al cuarto de D. Diego, saca un sombrero y un bastón, se
los da a su amo y, al fin de la escena, se va con él por la puerta del
foro.) C o n q u e s u p o n g o q u e m a ñ a n a tempranito saldremos.
D. a
I R E N E . N o h a y dificultad. A la hora que a usted le parezca.
D . D I E G O . A eso de las seis, ¿eh?
D. a
I R E N E . M u y bien.
D . D I E G O . E l sol nos da de e s p a l d a s . . . L e diré q u e v e n g a u n a
m e d i a hor a antes.
D. a
I R E N E . Sí, que hay m i l chismes que acomodar.

ESCENA VI

D. a
IRENE, RITA

D. a
I R E N E . ¡ V á l g a m e D i o s ! A h o r a que m e a c u e r d o . . . ¡ R i t a ! . . .
M e le habrán dejado m o r i r . ¡Rita!
R I T A . Señora. (Saca debajo del brazo almohadas y sábanas.)
D. a
I R E N E . ¿ Q u é has hecho del t o r d o ? 8 5
¿ L e diste de c o m e r ?
R I T A . S í , s e ñ o r a. M á s ha c o m i d o que un a v e s t r u z . A h í le puse
en la v e n t a n a del p a s i l l o .
D. a
IRENE. ¿ H i c i s t e las camas ?
R I T A . L a de uste d y a está. V o y a hacer esotras antes q u e ano-
chezca p o r q u e si n o , c o m o n o h a y m á s a l u m b r a d o q u e el del can-
dil y n o tiene g a r a b a t o , 8 6
me veo perdida.
D. a
I R E N E . Y aquella chica ¿ q u é hace?

85
Algún crítico consideró que la lidad para lo que sucederá en III,
aparición del tordo en la comedia 2 , pero tiene valores de más enjun-
no tenía ninguna justificación, o que dia. 0

toda su función es jugar a la casua- 8 6


'gancho para colgar'. 0
184 EL SÍ D E L A S N I N A S

RITA. E s t á d e s m e n u z a n d o u n b i z c o c h o par a dar de cenar a


D. Periquito. 8 7

D. a
IRENE. ¡ Q u é p e r e z a t e n g o de escribir! (Se levanta y se
entra en su cuarto.) P e r o es p r e c i s o , q u e estará c o n m u c h o c u i d a d o
la p o b r e C i r c u n c i s i ó n .
RITA. ¡ Q u é c h a p u c e r í a s! N o h a dos h o r a s , c o m o q u i e n dice,
que salimos de allá y y a e m p i e z a n a ir y v e n i r c o r r e o s . ¡ Q u é p o c o
m e g u s t a n a m í las mujere s g a z m o ñ a s y z a l a m e r a s ! 88
(Entrase en
el cuarto ie D." Francisca.)

ESCENA VII

CALAMOCHA

Sale por la puerta del foro con unas maletas, botas y látigos.
Lo deja todo sobre la mesa y se sienta

¿ C o n q u e ha de ser el n ú m e r o t r e s ? 8 9
V a y a en g r a c i a . . . Y a , y a
c o n o z c o el tal n ú m e r o tres. C o l e c c i ó n de b i c h o s m á s a b u n d a n t e
n o la tiene el G a b i n e t e de H i s t o r i a N a t u r a l . . . 9 0
M i e d o m e da d e
entrar... ¡ A y , ay!... ¡ Y q u é a g u j e t a s ! E s t a s sí q u e s o n a g u j e t a s . . .
P a c i e n c i a , p o b r e C a l a m o c h a , p a c i e n c i a . . . Y gracias a q u e los caba-
llitos d i j e r o n : n o p o d e m o s m á s , q u e si n o , p o r esta v e z n o veía
y o el n ú m e r o tres, ni las p l a g a s de F a r a ó n q u e tiene d e n t r o . . . 9 1

8 7
Este modo de personificar al pá- pasó al edificio del actual Museo del
jaro pretende contribuir a su individua- Prado. Se convirtió en el Museo de
lización, a la vez que responde a una Ciencias Naturales de Madrid. Clavi-
tradición plasmada en Berceo, cuyas jo y Fajardo, que había traducido la
obras conocía Moratín en la edición de Historia natural de Buffon, llegó a ser
Tomás Antonio Sánchez ( 1 7 7 9 - 1 7 9 0 ) . su vicedirector en 1 7 8 5 . Moratín lo so-
8 8
'que afectan virtud y adulan en lía frecuentar de joven, y siguió ha-
exceso'. ciéndolo después. 0

8 9
Se refiere sin duda al de la habi- 9 1
En Éxodo, 7 , 8 y 1 0 , se mencio-
tación que les han dado en la posada. nan, entre las diez plagas que azota-
Recuérdese que las puertas están «nu- ron Egipto, la segunda, que fue de ra-
meradas» todas. nas, la tercera, de mosquitos, la cuarta,
9 0
Institución fundada por Carlos de tábanos, y la octava, de langostas.
III en 1 7 7 1 sobre la base de las colec- Comenta Cabellera, Entre bobos anda
ciones de D . Pedro Franco Dávila, el juego, II: «Pulgas lleva el don Luisi-
nombrado su director vitalicio. Se es- 11o; / pero no me maravillo, / que hay
tableció en la calle de Alcalá y pronto muchas en el mesón».
ACTO PRIMERO ESCENA VIII I8 5

En fin, c o m o los animales a m a n e z c a n v i v o s , n o será p o c o . . . 9 2

R e v e n t a d o s están... (Canta Rita desde adentro. Calamocha se levanta


desperezándose.) ¡ O i g a ! . . . ¿ S e g u i d i l l i t a s ? . . . Y n o canta m a l . . . V a y a ,
aventura tenemos... ¡ A y , q u é desvencijado e s t o y !

ESCENA VIII

RITA, CALAMOCHA

R I T A . M e j o r es cerrar, no sea q u e n o s alivien la r o p a y... 9 3

(Forcejeando para echar la llave.) Pues cierto q u e está b i e n acondi-


cionada la l l a v e .
CALAMOCHA. ¿ G u s t a usted de q u e eche u n a m a n o , 9 4
mi
vida?
R I T A . Gracias, mi alma.
CALAMOCHA. ¡Calle!... ¡Rita!
R I T A . ¡Calamocha!
CALAMOCHA. ¿ Q u é h a l l a z g o es éste?
RITA. ¿ Y tu amo?
CALAMOCHA. L o s dos acabamo s de l l e g a r .
RITA. ¿ D e veras?
CALAMOCHA. N o , q u e es c h a n z a . 95
A p e n a s r e c i b i ó la carta
de D . a
P a q u i t a , y o n o sé a d o n d e fue ni c o n q u i é n h a b l ó ni c ó m o
lo d i s p u s o ; s ó l o sé decirte q u e aquella tarde salimos de Z a r a g o z a .
H e m o s v e n i d o c o m o dos centellas p o r ese c a m i n o . L l e g a m o s esta
m a ñ a n a a G u a d a l a j a r a y , a las p r i m e r a s d i l i g e n c i a s , nos h a l l a m o s
c o n q u e los pájaros v o l a r o n y a . A caballo o t r a v e z , y v u e l t a a
correr y a sudar y a dar c h a s q u i d o s . . . E n s u m a , m o l i d o s los roci-
nes y n o s o t r o s a m e d i o m o l e r , h e m o s p a r a d o a q u í c o n á n i m o de
salir m a ñ a n a . . . M i teniente se ha ido al C o l e g i o M a y o r a v e r a

9 2
Aprovecha para aludir a la quin- Lo cual no debía de ser poco frecuente.
ta plaga {Éxodo, 9 ) , que consistió en Juega, aunque Rita parece no
9 4

una peste exterminadora de todo el ga- percibirlo, con la ambivalencia de la ex-


nado (caballos, asnos, camellos, vacas presión: ayudar o simplemente tocar.
y ovejas) de los egipcios. Este diálogo fue tenido por un crítico
9 3
alivien: 'quiten, roben'. A las ma- de la época por inverosímil, ya que no
las condiciones higiénicas, el calor y el se menciona en ningún momento el
ruido de la posada, se suma el riesgo que nombre del novio.
corren los viajeros de ser objeto del robo. Evidente antífrasis.
9 5
186 E L SÍ D E L A S NIÑAS

u n a m i g o m i e n t r a s se d i s p o n e a l g o q u e c e n a r . . . 9 6
É s t a es la his-
toria.
RITA. ¿ C o n q u e le t e n e m o s aquí?
C A L A M O C H A . Y e n a m o r a d o más que n u n c a , c e l o s o , a m e n a -
z a n d o v i d a s . . . A v e n t u r a d o a q u i t a r el h i p o a c u a n t o s le d i s p u t e n
la p o s e s i ó n de su C u r r i t a idolatrada. 97

RITA. ¿Qué dices?


CALAMOCHA. N i más ni menos.
R I T A . ¡ Q u é g u s t o m e d a s ! . . . A h o r a sí se c o n o c e que la tiene
amor.
C A L A M O C H A . ¿ A m o r ? . . . ¡ F r i o l e r a ! . . . E l m o r o G a z u l fue para
con él un pelele, M e d o r o un zascandi l y G a i f e r o s un chiquillo
de la doctrina. 98

RITA. ¡ A y , c u a n d o la señorita l o sepa!


CALAMOCHA. Pero acabemos. ¿ C ó m o te h a l l o aquí? ¿Con
q u i é n estás? ¿ C u á n d o llegaste? Que...
R I T A . Y o te lo d i r é . L a m a d r e de D . a
P a q u i t a d i o en escribir
cartas y más cartas d i c i e n d o q u e tenía c o n c e r t a d o su c a s a m i e n t o
en Madrid con un caballero rico, honrado, bien quisto, 9 9
en
s u m a , cabal y p e r f e c t o , q u e n o había m á s q u e apetecer . Acosada
la señorita c o n tales p r o p u e s t a s y a n g u s t i a d a i n c e s a n t e m e n t e c o n
los s e r m o n e s de aquella b e n d i t a m o n j a , 1 0 0
se v i o en la necesidad

9 6
Sólo puede aludir al Colegio Ma- gros, es personaje de Orlando furioso,
yor de San Ildefonso, en Alcalá, fun- donde se le pinta amante, amado y es-
dado por el cardenal Cisneros y abier- poso de Angélica, princesa de Catay
to en 1 5 0 8 . La amistad colegial de D. por quien luchara Orlando y de quien
Carlos es otro elemento que redunda se enamoró Reinaldo, y sobre cuyos
en la caracterización social del per- amores escribió Góngora un hermoso
sonaje. 0
romance; Gaiferos es primo de Roldan
9 7
Currita: diminutivo cariñoso de y protagonista de algunos romances
Francisca. La verborrea chulesca del asis- seudocarolingios, como el que comien-
tente, muy en la tradición del criado za «Asentado está Gaiferos / en el pa-
áureosecular, hiperboliza la predisposi- lacio real»: locamente enamorado de su
ción del galán, pero ayuda a percibir el esposa Melisendra, aparece en el Qui-
sentimiento apasionado del joven. 0
jote, II, 26; chiquillo de la doctrina: 'el
9 8
Gazul figura en algunos roman- que recibe las primeras letras', aquí en
ces, señaladamente en los que incluyó el sentido de ser meros aprendices de
Pérez de Hita en Las guerras civiles de amante. 0

Granada, lectura infantil de Moratín, 'querido', adjetivo verbal que


9 9

donde se le presenta como «el valero- sólo se usa con bien o mal.
so Gazul» enamorado «de su dama Lin- La Academia de la Historia la
1 0 0

daraja»; Medoro, el moro de ojos ne- dejó en simple «tía».


ACTO PRIMERO ESCENA VIII I8 7

de r e s p o n d e r q u e estaba p r o n t a a t o d o lo q u e la m a n d a s e n . . . P e r o
no te p u e d o p o n d e r a r c u á n t o l l o r ó la p o b r e c i t a , q u é afligida estu-
v o . N i q u e r í a c o m e r , ni p o d í a d o r m i r . . . 1 0 1
Y , al m i s m o t i e m p o ,
era preciso d i s i m u l a r para q u e su tía n o sospechar a la v e r d a d del
caso. E l l o es q u e c u a n d o , pasado el p r i m e r s u s t o , h u b o l u g a r de
discurrir escapatorias y a r b i t r i o s , 102
n o h a l l a m o s o t r o q u e el de
avisar a tu a m o , esperando q u e , si era su c a r i ñ o tan v e r d a d e r o
y de b u e n a l e y c o m o nos había p o n d e r a d o , no consentiría que
su p o b r e P a q u i t a pasara a m a n o s de u n d e s c o n o c i d o , y se perdie-
sen para s i e m p r e tantas caricias, tantas l á g r i m a s y t a n t o s suspiros
estrellados en las tapias del c o r r a l . A p o c o s días de haberle e s c r i t o ,
cata el c o c h e de colleras y el m a y o r a l G a s p a r e t c o n sus media s
azules, y la m a d r e y el n o v i o q u e v i e n e n p o r e l l a . 103
Recogimos
a toda prisa nuestros m e r i ñ a q u e s , 104
se atan los cofres, nos des-
p e d i m o s de aquellas buenas mujeres y en dos l a t i g a z o s l l e g a m o s
antes de a y e r a A l c a l á . L a d e t e n c i ó n ha sido para q u e la señorita
visite a o t r a tía m o n j a q u e tiene a q u í , tan a r r u g a d a y tan sorda
c o m o la q u e dejamos allá. Y a la ha v i s t o , y a la h a n b e s a d o bastan-
te, una p o r u n a , todas las r e l i g i o s a s , y creo q u e m a ñ a n a t e m p r a n o
s a l d r e m o s . P o r esta casualidad n o s . . .
C A L A M O C H A . S í . N o digas m á s . . . P e r o . . . ¿ C o n q u e el n o v i o
está en la p o s a d a ?
R I T A . E s e es su c u a r t o (Señalando el cuarto de D. Diego, el de D."
Irene y el de D. " Francisca), éste el de la m a d r e y aquél el n u e s t r o . 105

CALAMOCHA. ¿ C ó m o nuestro? ¿Tuyo y mío? 1 0 6

101
Otro simple detalle que permite También D . Isabel, en Entre bo-
105 a

intuir la fuerza de la pasión amorosa bos anda el juego, duerme en la venta


que sienten los jóvenes. con su criada. Claro que allí no podía
1 0 2
'medios extraordinarios para dormir con su padre. Señaló un críti-
conseguir un fin'. co contemporáneo que «es muy raro
103
caía: 'mira, ve'; coche de colleras: que la señora D . Paquita durmiese en
a

'carruaje tirado habitualmente por seis el cuarto de la criada, siendo más re-
muías o caballos aparejados con colleras'; gular que lo hiciese en el de su madre,
Gasparet es diminutivo, catalán o de in- particularmente en un mesón, y así se
fluencia catalana, de Gaspar, con el que hubiera quizá evitado el pasito de la
se da nombre e individualiza al mayoral; música, el cuchicheo desde la ventana
Guadalajara era posta obligada en el ca- y la tiradura de la carta; pero ésta era
mino de Aragón y Cataluña. 0
la única escapatoria del poeta». 0

1 0 4
'falda interior rígida y amplia, a Equívoco fácil, muy en la línea
veces con aros'; por extensión, 'perte- de la tradición barroca, pero restringi-
nencias'. do a los criados.
188 E L SÍ D E L A S NIÑAS

R I T A . N o , p o r c i e r t o . A q u í d o r m i r e m o s esta n o c h e la s e ñ o r i t a
y y o ; p o r q u e ayer, m e t i d a s las tres en ése de e n f r e n t e , ni c a b í a m o s
de p i e , ni p u d i m o s d o r m i r u n i n s t a n t e , ni r e s p i r a r siquiera.
CALAMOCHA. B i e n . A d i ó s . (Recoge los trastos que puso sobre
la mesa en ademán de irse.)
RITA. ¿ Y adonde?
CALAMOCHA. Y o me entiendo... 107
P e r o el n o v i o ¿trae c o n -
s i g o criados, a m i g o s o d e u d o s q u e le q u i t e n la p r i m e r a z a m b u l l i d a
que le amenaza? 1 0 8

RITA. Un criado viene con él.


CALAMOCHA. ¡ P o c a c o s a ! . . . M i r a , dile en caridad que se dis-
ponga, 1 0 9
p o r q u e está de p e l i g r o . 1 1 0
Adiós.
RITA. ¿ Y volverás presto?
C A L A M O C H A . Se s u p o n e . Estas cosas piden diligencia, y , aun-
q u e apenas p u e d o m o v e r m e , es necesari o q u e m i t e n i e n te deje la
visita y venga a c u i d a r de su h a c i e n d a, d i s p o n e r el e n t i e r r o de
ese h o m b r e y . . . 1 1 1
¿ C o n q u e ése es n u e s t r o c u a r t o , eh?
RITA. S í . D e la señorita y mío.
CALAMOCHA. ¡Bribona!
RITA. ¡Botarate! Adiós.
CALAMOCHA. Adiós, aborrecida. 112
(Entrase con los trastos en
el cuarto de D. Carlos.)

1 0 7
Sintagma muy frecuente en la co- «Calamocha parodia a los galanes
111

media del Siglo de Oro, con funciones enamorados tradicionales tales como los
y sentidos diferentes. veían los neoclásicos, esto es, como
zambullida: 'treta de esgrima para
1 0 8
unos perdonavidas mezcla de quijotes
dirigir la espada al corazón del adver- y de majos» (Andioc).
sario'. Existe un evidente paralelismo
1 1 2

1 0 9
Elípticamente, a bien morir. O —aunque aquí en clave cómica— con
sea, que se vaya encomendando a Dios, la despedida entre D. Carlos y D . Fran- a

pues poca vida le queda. cisca en II, 9 . Los términos que usan
'está en peligro'. Algunos giros
1 1 0
son propios de las clases bajas, con lo
de estar junto a de, habituales todavía que se da al diálogo cierto desenfado
en el x v m , han cambiado el régimen que en el XVIII se llamaría «aire de
preposicional. taco».
ACTO PRIMERO ESCENA IX 189

ESCENA IX

D. a
FRANCISCA, RITA

R I T A . ¡ Q u é malo es!... P e r o . . . ¡ V á l g a m e D i o s ! ¡ D . F é l i x aquí!...


Sí, la q u i e r e , bien se c o n o c e . . . (Sale Calamocha del cuarto de
D. Carlos y se va por la puerta del foro.) ¡ O h ! P o r m á s q u e digan ,
los h a y m u y f i n o s , " y entonces ¿ q u é ha de hacer u n a ? . . . Q u e -
3

r e r l o s , n o tiene r e m e d i o , q u e r e r l o s . . . ¿ P e r o q u é dirá la señorita


c u a n d o le v e a , que está c i e g a p o r él? ¡ P o b r e c i t a ! ¿ P u e s n o sería
una l á s t i m a q u e ? . . . E l l a es.
D. a
FRANCISCA. ¡Ay, Rita!
RITA. ¿ Q u é es eso? ¿ H a l l o r a d o u s t e d ?
D. a
FRANCISCA. ¿Pues n o he de l l o r a r ? Si vieras m i m a -
d r e . . . E m p e ñ a d a está en q u e he de querer m u c h o a ese h o m b r e . . .
Si ella supiera lo que sabes tú, n o m e m a n d a r í a cosas i m p o s i b l e s . . .
Y q u e es tan b u e n o , y que es r i c o , y q u e m e irá tan b i e n c o n
é l . . . Se ha enfadado t a n t o , y m e ha l l a m a d o p i c a r o n a , i n o b e d i e n -
t e . . . ¡ P o b r e de m í ! P o r q u e n o m i e n t o ni sé f i n g i r , p o r eso m e
llaman picarona." 4

R I T A . S e ñ o r i t a , p o r D i o s , n o se aflija usted.
D. a
F R A N C I S C A . Y a , c o m o tú n o la has o í d o . . . Y dice q u e
D . D i e g o se queja de que y o n o le d i g o n a d a . . . H a r t o le d i g o ,
y bien he procurado hasta ahor a m o s t r a r m e contenta delante
de él, q u e n o lo e s t o y , p o r c i e r t o , y r e í r m e y hablar n i ñ e r í a s . . .
Y t o d o p o r dar g u s t o a m i m a d r e , que si n o . . . P e r o b i e n sabe
la V i r g e n q u e n o m e sale del c o r a z ó n .

(Se va oscureciendo lentamente el teatro.) 115

R I T A . V a y a , v a m o s , q u e n o h a y m o t i v o s t o d a v í a p a r a tanta
a n g u s t i a . . . ¡ Q u i é n s a b e ! . . . ¿ N o se acuerda uste d y a de aquel día

fino:
113
'amoroso, seguro, constan- vía de escape y relativa conquista de
te y fiel'. libertad. No es el caso de Paquita, cuya
1 1 4
Clara, de La mojigata, había simulación es puramente circuns-
adoptado la actitud de fingir y men- tancial. 0

tir como resultado de la opresión pa- 115


La acotación, que no deja de ser
terna —aunque ello no la eximiera, importante tanto dramática como sim-
a los ojos de Moratín, de su pro- bólicamente, no aparece en las prime-
pia responsabilidad— y como única ras ediciones. 0
EL SÍ D E L A S NIÑAS

de asueto que t u v i m o s el año p a s a do en la casa de c a m p o del in-


tendente? 110

D. a
F R A N C I S C A . ¡ A y ! ¿ C ó m o puedo o l v i d a r l o ? . . . ¿Pero qué
me vas a c o n t a r ?
R I T A . Q u i e r o decir que aquel caballero que v i m o s allí con aquella
cruz verde," 7
tan g a l á n , tan fino...
D. a
FRANCISCA. ¡Qué rodeos!... D . Félix. ¿Y qué?
RITA. Que nos fue a c o m p a ñ a n d o hasta la c i u d a d . . .
D. a
F R A N C I S C A . Y b i e n . . . Y l u e g o v o l v i ó , y le v i , p o r mi
desgracia, m u c h a s v e c e s . . . Mal aconsejada de ti." 8

R I T A . ¿ P o r qué, señora?... ¿ A quién dimos escándalo? Hasta


ahora nadie lo ha s o s p e c h a d o en el c o n v e n t o . E l n o e n t r ó j a m á s
p o r las puertas y , c u a n d o de n o c h e hablaba c o n u s t e d , m e d i a b a
entre los dos una distancia tan grande que usted la m a l d i j o no
pocas v e c e s . . . " 9
P e r o esto n o es del c a s o . L o qu e v o y a decir es
que un a m a n t e c o m o aquél n o es p o s i b l e que se o l v i d e tan p r e s t o
de su q u e r i d a P a q u i t a . . . M i r e u s t e d que t o d o c u a n t o h e m o s l e í d o
a hurtadillas en las n o v e l a s n o e q u i v a l e a lo que h e m o s v i s t o en
él... 1 2 0
¿Se acuerda usted de aquellas tres p a l m a d a s que se o í a n
entre once y d o c e de la n o c h e , de aquella s o n o r a p u n t e a d a con
tanta delicadeza y expresión? 1 2 1

" Intendente del ejército sobre el lieve el carácter público o social de lo que
que se volverá a hablar en III, 1 0 . ella entiende por «escándalo», la hones-
" La propia de la orden de Alcánta-
7
tidad pese a todo de las relaciones entre
ra, mencionada en I, i. Debía llamarse los jóvenes y, contra la idea dada a en-
verde por el peral de ese color que figu- tender por Paquita sobre el papel de la
raba en su centro. La Crónica de Don Juan criada en estos amoríos, el interés de la
//cuenta cómo el rey le pidió al papa que joven por D. Carlos.
mandase los caballeros de Alcántara «tra- 1 2 0
Debe de referirse a las abundantes
xesen cruces verdes como los de Calatrava novelas francesas e inglesas que circula-
las traían coloradas». La relación entre ban traducidas; o, como parece sugerir
D. Carlos y este amante de Paquita po- una variante de La mojigata, a las nove-
día realizarla ya todo espectador que co- las amorosas de María de Zayas y Pérez
nociera el detalle. de Montalbán. También Clara, en La mo-
118
Paquita subraya el papel negativo jigata, leía a escondidas la misma clase de
como mala consejera de la criada, que en literatura: «historias / de amor, obrillas
la tradición de la comedia áureosecular ligeras, / novelas entretenidas, / filosófi-
se había convertido en un lugar común. cas, amenas, / donde predicando siempre
Al mismo tiempo que resalta su inocen- / virtud, corrupción se enseña» (I, l).°
cia, aparece con más claridad lo fulgu- sonora: 'instrumento de cuerda,
1 2 1

rante de su amor. más pequeño que la guitarra, muy se-


119
Las palabras de Rita ponen de re- mejante a la bandurria'.
ACTO PRIMERO ESCENA IX 191

D. a
F R A N C I S C A . ¡ A y , R i t a ! S í , de t o d o m e a c u e r d o , y m i e n -
tras v i v a c o n s e r v a r é la m e m o r i a . . . P e r o está a u s e n t e . . . Y entrete-
nido acaso c o n n u e v o s amores.
R I T A . E s o n o l o p u e d o y o creer.
D. a
FRANCISCA. Es hombre, al fin , y t o d o s e l l o s . . .
R I T A . ¡ Q u é bobería! D e s e n g á ñ e se usted, señorita. C o n los h o m -
bres y las mujeres sucede l o m i s m o q u e c o n los m e l o n e s de A ñ o -
ver. 1 2 2
H a y de t o d o ; la dificultad está en saber e s c o g e r l o s . 123
El
q u e se l l e v e chasco en la elección quéjese de su m a l a suerte, p e r o
n o desacredite la m e r c a n c í a . . . H a y h o m b r e s m u y e m b u s t e r o s , m u y
p i c a r o n e s ; p e r o n o es creíble q u e l o sea el q u e ha d a d o pruebas
tan repetidas de perseverancia y a m o r . T r e s meses d u r ó el terrero
y la c o n v e r s a c i ó n a o s c u r a s , 124
y en t o d o aquel t i e m p o b i e n sabe
usted q u e n o v i m o s en él u n a acción d e s c o m p u e s t a ni o í m o s de
su b o c a u n a palabra indecente ni atrevida.
D. a
F R A N C I S C A . E s v e r d a d . P o r eso le quise t a n t o , p o r eso
le t e n g o ta n fijo a q u í . . . a q u í . . . (Señalando el pecho.) ¿ Q u é habrá
d i c h o al v e r la c a r t a ? . . . ¡ O h ! Y o b i e n sé l o q u e habrá d i c h o . . . :
¡ V á l g a t e D i o s ! ¡ E s lástima ! C i e r t o . ¡ P o b r e P a q u i t a ! . . . Y se aca-
b ó . . . N o habrá dicho m á s . . . N a d a m á s .
R I T A . N o señora, n o ha d i c h o e s o .
D. a
FRANCISCA. ¿ Q u é sabes t ú ?
R I T A . B i e n l o sé. A p e n a s h a y a leído la carta se h a b r á puesto
en c a m i n o y v e n d r á v o l a n d o a c o n s o l ar a su a m i g a . . . P e r o . . . (Acer-
cándose a la puerta del cuarto de D. a
Irene.)
D. a
FRANCISCA. ¿Adonde v a s ?
R I T A . Quiero ver si...
D. a
FRANCISCA. Está escribiendo.
R I T A . Pues y a presto habrá d e dejarlo, q u e e m p i e z a a anoche -

Añover de Tajo, villa de la pro-


1 2 2
otros refranes recogidos por Correas.
vincia de Toledo, donde se cogían muy El Santo Oficio determinó: «Bó-
1 2 4

celebrados melones. 0
rrese la palabra a oscuras por indicativa
123
«Como los melones son los hom- de sentido siniestro e indecente», pero
bres: algunos, buenos melones; muchos, la Academia de la Historia la dejó en
melones apepinados; y los más, pepinos su sitio; terrero: 'galanteo desde la ca-
amelonados», dice un refrán recogido lle', en expresión similar a 'pelar la
por Rodríguez Marín; «El melón y el pava' y otras semejantes; compárese
casamiento, acertamiento»; «El melón Lope, La dama boba, I: «pretende la
y la mujer, malos de conocer»; «El me- bobería / desta dama, y a porfía / ha-
lón y el casar, todo es acertar», dicen cen su calle terrero». 0
192 E L SÍ D E L A S N I N A S

c e r . . . S e ñ o r i t a , lo que la he d i c h o a usted es la v e r d a d pura:


D. F é l i x está y a en A l c a l á .
D. a
FRANCISCA. ¿ Q u é dices? N o m e engañes.
R I T A . A q u é l es su cuarto... C a l a m o c h a acaba de hablar c o n m i g o .
D. a
FRANCISCA. ¿ D e veras?
R I T A . S í , s e ñ o r a . . . Y le ha i d o a b u s c a r para...
D. a
FRANCISCA. ¿Conque me quiere?... ¡ A y , Rita! Mira
tú si h i c i m o s b i e n de a v i s a r l e . . . ¿ P e r o v e s q u é f i n e z a ? . . . ¿ S i v e n -
drá b u e n o ? 1 2 5
¡ C o r r e r tantas leguas s ó l o p o r v e r m e . . . p o r q u e y o
se lo m a n d o ! . . . ¡ Q u é agradecida le d e b o e s t a r ! . . . ¡ O h ! Y o le p r o -
m e t o que no se quejará de m í . Para siempre agradecimiento y a m o r .
R I T A . V o y a traer luces. P r o c u r a r é d e t e n e r m e p o r allá abajo
hasta que v u e l v a n . . . V e r é lo q u e dice y q u é piensa hacer p o r q u e ,
hallándonos t o d o s a q u í , p u d i e r a haber una de Satanás e n t r e la m a -
d r e , la hija, el n o v i o y el a m a n t e ; y si n o e n s a y a m o s bien esta
contradanza, 126
nos h e m o s de perder en ella.
D. a
F R A N C I S C A . D i c e s b i e n . . . P e r o n o ; él tiene r e s o l u c i ó n
y talento y sabrá d e t e r m i n a r l o m á s c o n v e n i e n t e . . . ¿ Y c ó m o has
de a v i s a r m e ? . . . M i r a q u e así q u e l l e g u e le q u i e r o v e r .
R I T A . N o h a y q u e dar c u i d a d o . Y o le traeré p o r acá, y en
d á n d o m e aquella tosecilla s e c a . . . ¿ M e e n t i e n de usted?
D. a
FRANCISCA. Sí, bien.
R I T A . Pues entonces n o h a y más q u e salir c o n c u a l q u i e r a e x c u -
sa. Y o m e quedaré c o n la señora m a y o r , la hablaré de t o d o s sus
m a r i d o s y de sus c u ñ a d o s y del o b i s p o q u e m u r i ó en el m a r . . .
A d e m á s , q u e si está allí D . D i e g o . . .
D. a
FRANCISCA. B i e n , anda, y así q u e l l e g u e n . . .
R I T A . A l instante .
D. a
FRANCISCA. Q u e n o se te o l v i d e t o s e r .
R I T A . N o haya miedo.
D. a
FRANCISCA. ¡ S i vieras q u é c o n s o l a d a e s t o y !
R I T A . S i n q u e usted l o j u r e l o c r e o .
D. a
F R A N C I S C A . ¿ T e acuerdas c u a n d o m e decía q u e era i m -

fineza:
125
'acción o dicho con que más personas, formando diferentes figu-
uno da a entender el amor que tiene ras y movimientos'. Calabazas, en Casa
a otro'. Este uso de la conjunción si, con dos puertas mala es de guardar, de Cal-
muy frecuente en la prosa moratinia- derón, III, 1 7 , comenta: «¡Qué linda
na, acentúa el carácter interrogativo. danza / se va urdiendo». La crítica ha
1 2 6
contradanza: 'cierto género de interpretado esta alusión al baile como
baile que se ejecuta entre seis, ocho o clave para la comprensión de la obra. 0
ACTO PRIMERO ESCENA IX 193

p o s i b l e a p a r t a r m e de su m e m o r i a , q u e n o h a b r ía p e l i g r o s que le
d e t u v i e r a n ni dificultades q u e n o a t r e p e l l a r a p o r mí?
RITA. S í , bien me acuerdo.
D. a
F R A N C I S C A . ¡ A h ! . . . P u e s m i r a c ó m o m e dijo la v e r d a d .

(D. a
Francisca se va al cuarto de D." Irene; Rita, por la puerta del
foro.)127

El interés dramático queda en suspenso, pues el


1 2 7

espectador aguarda la presencia de ese joven amante y


quiere saber si se evitará el matrimonio de la niña. 0
ACTO SEGUNDO

ESCENA I

D. a
FRANCISCA

N a d i e parece a ú n . . . 2
(Teatro oscuro. D." Francisca se acerca a la
puerta del foro y vuelve.) ¡ Q u é i m p a c i e n c i a t e n g o ! . . . Y dice m i
m a d r e que s o y una s i m p l e , que sólo p i e n s o en j u g a r y reír y q u e
n o sé l o q u e es a m o r . . . 3
S í , diez y siete años y n o c u m p l i d o s ,
pero y a sé lo q u e es querer b i e n , y la i n q u i e t u d y las l á g r i m a s
q u e cuesta.

ESCENA II

D. a
IRENE, D. a
FRANCISCA

D. a
IRENE. S o l a y a oscuras m e habéis dejado allí.
D. a
F R A N C I S C A . C o m o estaba usted acabando su carta, m a m á ,
p o r n o estorbarla m e he v e n i d o a q u í , q u e está m u c h o más f r e s c o .
D. a
IRENE. P e r o aquella m u c h a c h a ¿ q u é hace que n o trae
una l u z ? Para c u a l q u i e r a cosa se está un a ñ o . . . Y y o , q u e t e n g o
un genio c o m o una p ó l v o r a . (Siéntase.) Sea t o d o p o r D i o s . . .
¿ Y D . D i e g o ? ¿ N o ha v e n i d o ?
D. a
FRANCISCA. M e parece q u e no. 4

D. a
IRENE. Pues c u e n t a , niña, c o n l o q u e te he d i c h o y a .
Y m i r a que no g u s t o de repetir u n a cosa dos v e c e s . E s t e caballero
está sentido, y c o n m u c h í s i m a razón...
D. a
F R A N C I S C A . B i e n , sí señora, y a lo sé. N o m e riña u s t e d
más.
D. a
I R E N E . N o es esto reñirte, hija m í a , esto es a c o n s e j a r t e .

1
Rasgos opuestos ha destacado la sa su verdadera intimidad ante su cria-
crítica en este segundo acto. 0
da, su amante y el público. 0

2
parece: 'aparece'. 4
En las dos primeras ediciones, fi-
3
Angélique, en Marivaux, La escue- guraba en este lugar la siguiente aco-
la de las madres, 4, se queja en otros tación: (Se irá oscureciendo lentamente la
términos de la educación que ha reci- escena, hasta que al principio de la escena
bido de su mamá. Paquita sólo expre- tercera vuelve a iluminarse) P

194
ACTO SEGUNDO ESCENA III 195

P o r q u e c o m o t ú no tienes c o n o c i m i e n t o para c o n s i d e r a r el b i e n
q u e se nos ha entrado p o r las p u e r t a s . . . Y lo a t r a s a d a 5
que me
c o g e , que y o no sé lo que hubiera sido de tu pobre m a d r e . . . Siempre
c a y e n d o y l e v a n t a n d o . . . M é d i c o s , b o t i c a . . . Q u e se dejaba p e d i r
aquel caribe de D . B r u n o ( D i o s le h a y a c o r o n a d o de g l o r i a ) los
v e i n t e y los treinta reales p o r cada papelillo de pildoras de c o l o -
q u í n t i d a y a s a f é t i d a . . . M i r a q u e u n c a s a m i e n t o c o m o el q u e vas
6

a hacer m u y pocas le c o n s i g u e n . B i e n que a las oraciones de tus


7

tías, q u e son unas b i e n a v e n t u r a d a s , d e b e m o s agradecer esta f o r t u -


na, y n o a tus m é r i t o s ni a m i d i l i g e n c i a . . . ¿ Q u é dices? 8

D. a
F R A N C I S C A . Y o nada, mamá. 9

D. a
I R E N E . Pues n u n c a dices nada. ¡ V á l g a t e D i o s , señor!...
E n h a b l á n d o t e de esto n o te o c u r r e nada q u e decir.

ESCENA III

RITA, D . a
IRENE, D . a
FRANCISCA

Sale Rita por la puerta del joro con luces y las pone sobre la mesa
D. a
I R E N E . V a y a , m u j e r , y o pensé q u e en t o da la n o c h e n o
venías.
R I T A . S e ñ o r a , he tardado p o r q u e han t e n i d o q u e ir a c o m p r a r
las velas. C o m o el tufo del v e l ó n la hace a uste d t a n t o d a ñ o . 1 0

D. a
I R E N E . S e g u r o q u e m e hace m u c h í s i m o m a l , c o n esta j a -
q u e c a que p a d e z c o . . . L o s parches de alcanfor al c a b o t u v e que
quitármelos," ¡si no m e s i r v i e r o n de nada! C o n las obleas me

5
'endeudada'. curso que le había espetado D. Diego
6
caribe: 'salvaje, animal'; coloquínti- en I, I . Ambos reflejan, más que inca-
da: 'purgante vegetal'; asafétida: 'an- pacidad para contestar, disconformidad
tiespasmódico obtenido de la resina que con lo que se les dice y respeto para
produce la planta del mismo nombre no contradecir al superior.
y de olor muy desagradable'. 0 10
El velón, que podía tener una
7
Algo parecido dice Mme. Argan- o varias salidas para la mecha, fun-
te en Marivaux, La escuela de las ma- cionaba a base de aceite, por lo que
dres, 5 . 0
emitía un humo negro y espeso, el
8
La actitud de madre e hija son se- tufo.
mejantes en Marivaux, La escuela de las
11
Aunque el alcanfor se suele utili-
madres, 5 . 0
zar como estimulante cardíaco, los par-
9
La respuesta de Paquita es exacta- ches se empleaban para combatir el do-
mente igual a la de Simón ante el dis- lor de cabeza.
196 E L SÍ D E L A S N I Ñ A S

parece que m e v a m e j o r . . . 1 2
M i r a , deja u n a l u z ahí y llévate la o t r a
a m i c u a r t o , y c o r r e la c o r t i n a , n o se m e llene t o d o de m o s q u i t o s .
R I T A . M u y b i e n . (Toma una luz y hace que se va.)
D. a
FRANCISCA. (Aparte, a Rita.) ¿ N o ha v e n i d o ?
R I T A . Vendrá.
D. a
I R E N E . O y e s , aquella carta q u e está s o b r e la m e s a , dásela
al m o z o de la posada para que la lleve al instante al c o r r e o . . . 13
(V'ase
Rita al cuarto de D." Irene.) Y tú, n i ñ a , ¿ q u é has de cenar? P o r q u e
será m e n e s t e r r e c o g e r n o s presto para salir m a ñ a n a de m a d r u g a d a .
D. a
F R A N C I S C A . C o m o las m o n j a s m e h i c i e r o n m e r e n d a r . . .
D. a
I R E N E . C o n t o d o e s o . . . S i q u i e r a unas sopas del p u c h e r o
para el a b r i g o del e s t ó m a g o . . . (Sale Rita con una carta en la mano,
y hasta el fin de la escena hace que se va y vuelve, según lo indica
el diálogo.) M i r a , has de calentar el c a l do q u e a p a r t a m o s al m e d i o
día, y haznos u n par de tazas de sopas, y tráetelas l u e g o q u e estén.
RITA. ¿ Y nada m á s ?
D. a
I R E N E . N o , nada m á s . . . ¡ A h ! , y h á z m e l a s b i e n c a l d o s i t a s .
R I T A . S í , y a lo sé.
D. a
IRENE. Rita.
R I T A . (Aparte.) Otra. ¿Qué manda usted?
D. a
I R E N E . E n c a r g a m u c h o al m o z o q u e lleve la carta al i n s -
t a n t e . . . P e r o , n o señor , m e j o r e s . . . N o q u i e r o q u e la l l e ve é l ,
q u e son u n o s b o r r a c h o n e s q u e n o se les p u e d e . . . H a s d e decir
a S i m ó n que d i g o y o q u e m e h a g a el g u s t o de echarla en el c o -
r r e o . ¿ L o entiendes?
R I T A . S í , señora.
D. a
IRENE. ¡ A h ! , mira.
R I T A . (Aparte.) Otra.
D. a
I R E N E . B i e n que ahora n o c o r r e p r i s a . . . E s m e n e s t e r q u e
l u e g o m e saques de ahí al t o r d o y c o l g a r l e p o r a q u í , de m o d o
que n o se caiga y se m e lastime... (Vase Rita por la puerta del
foro.) ¡ Q u é n o c h e tan m a l a m e d i o ! . . . ¡ P u e s n o e s t u v o el a n i m a l
toda la n o c h e de D i o s r e z a n d o el G l o r i a P a t r i y la o r a c i ó n del
Santo S u d a r i o ! . . . 1 4
E l l o , p o r otra p a r t e, edificaba, c i e r t o . . . P e r o
c u a n d o se trata de dormir...

12
obleas: 'hojas delgadas de masa de versos caminos del país estaban encar-
harina y agua con que se envuelven cier- gados de transportar también el correo.
tos medicamentos'. Era la sustancia que 14
La Inquisición consideró impío
se utilizaba para «dorar la pildora». este fragmento, y la Academia de la
13
Los carruajes que cubrían los di- Historia lo depuró: «cantando el Mal-
ACTO SEGUNDO • ESCENA IV 197

ESCENA IV

D. a
IRENE, D. a
FRANCISCA

D. a
I R E N E . Pues m u c h o será que D . D i e g o n o h a y a tenido
a l g ú n e n c u e n t r o p o r ahí y eso le d e t e n g a . C i e r t o q u e es u n señor
m u y mirado, m u y puntual... ¡ T a n buen cristiano! ¡ T a n atento!
¡ T a n b i e n h a b l a d o ! ¡ Y c o n q u é g a r b o y g e n e r o s i d a d se p o r t a ! . . .
Y a se v e , u n sujeto de bienes y de p o s i b l e s . . . 15
¡ Y q u é casa tie-
n e ! C o m o u n ascua de o r o la t i e n e . . . E s m u c h o a q u e l l o . ¡ Q u é
r o p a b l a n c a ! ¡ Q u é batería de c o c i n a ! ¡ Y q u é despensa, llena de
cuanto D i o s c r i ó ! . . . 1 6
P e r o tú n o parece q u e atiendes a l o q u e
estoy diciendo.
D. a
F R A N C I S C A . S í , señora, bien lo o i g o , p e r o n o la quería
interrumpir a usted.
D. a
I R E N E . A l l í estarás, hija m í a , c o m o el p e z en el a g u a .
Pajaritas del aire q u e apetecieras las tendrías, p o r q u e c o m o él te
quiere tanto y es u n caballero tan de bien y tan t e m e r o s o de D i o s . . .
P e r o m i r a , F r a n c i s q u i t a , q u e m e cansa de veras el q u e siempre
q u e te h a b l o de esto hayas d a d o en la flor de n o responderme
palabra... 17
¡Pues n o es cosa p a r t i c u l a r, señor!
D. a
FRANCISCA. M a m á , n o se enfade usted.
D. a
I R E N E . N o es b u e n e m p e ñ o d e . . . ¿ Y te parec e a ti q u e
n o sé y o m u y bien de d ó n d e v i e n e t o d o e s o ? . . . ¿ N o ves q u e c o -
n o z c o las locuras que se te han m e t i d o en esa cabez a de c h o r l i -
t o ? . . . Perdóneme D i o s.
D. a
FRANCISCA. P e r o . . . ¿ P u e s q u é sabe u s t e d ?
D. a
I R E N E . ¿ M e quieres e n g a ñ a r a m í , eh ? ¡ A y , hija! H e v i v i -
d o m u c h o , y t e n g o y o m u c h a trastienda y m u c h a p e n e t r a c i ó n para
q u e tú m e e n g a ñ e s . 18

bruc y la Jota», y en vez de «edifica- 1 6


El orden hogareño que describe
ba» sólo «divertía». La gazmoñería del D . Irene parece propio de solterones
a

tordo es simple mimesis de la de su quisquillosos, como el mismo Mo-


dueña. 0
ratín.°
15
Parecidas condiciones económicas 17
dado en la flor: 'tomar la cos-
reúne M . Damis, en Marivaux, La es- tumbre de hacer alguna cosa no bue-
cuela de las madres. Aunque tiene pre- na'.
cedentes destacados en Marta la piado- 18
trastienda: 'cautela adquirida por
sa, de Tirso. 0
experiencia o reflexión'.
198 E L SÍ D E L A S N I Ñ A S

D. a
FRANCISCA. (Aparte.) P e r d i d a s o y . ' 9

D. a
I R E N E . S i n c o n t a r c o n su m a d r e . . . C o m o si tal m a d r e
n o t u v i e r a . . . Y o te a s e g u r o q u e , a u n q u e n o h u b i e r a sido c o n esta
o c a s i ó n , de t o d o s m o d o s era y a necesario sacarte del c o n v e n t o .
A u n q u e h u b i e r a t e n i d o q u e ir a p i e y sola p o r ese c a m i n o , te
h u b i e r a sacado de a l l í . . . ¡ M i r e u s t e d q u é j u i c i o de niña éste! Q u e
p o r q u e ha v i v i d o u n p o c o de t i e m p o entre m o n j a s y a se le p u s o
en la cabeza el ser ella m o n j a t a m b i é n . . . 2 0
N i q u é e n t i e n d e ella
de e s o , ni q u é . . . E n t o d o s l o s estados se s i r v e a D i o s , F r a s q u i t a ,
p e r o el c o m p l a c e r a su m a d r e , asistirla, a c o m p a ñ a r l a y ser el c o n -
suelo de sus trabajos, ésa es la p r i m e r a o b l i g a c i ó n d e u n a hija
obediente. 21
Y sépalo u s t e d , si n o lo sabe.
D. a
F R A N C I S C A . E s v e r d a d , m a m á . . . P e r o y o n u n c a he p e n -
sado abandonarl a a usted.
D. a
IRENE. S í , q u e n o sé y o . . .
D. a
F R A N C I S C A . N o , señora. C r é a m e usted. L a Paquita nunca
se apartará de su m a d r e , ni la dará d i s g u s t o s .
D. a
IRENE. M i r a si es c i e r t o l o q u e dices.
D. a
FRANCISCA. S í señora, q u e y o n o sé m e n t i r .
D. a
I R E N E . P u e s , hija, y a sabes l o q u e te he d i c h o . Y a v e s
lo q u e pierdes y la p e s a d u m b r e q u e m e darás si n o te p o r t a s en
todo como corresponde... C u i d a do con ello.
D. a
FRANCISCA. (Aparte.) ¡ P o b r e de m í !

1 0
Uso del verbo ser como atributi- Argumento muy del gusto de
2 1

vo. Cervantes había escrito en el Qui- los ilustrados en su postura contra


jote: «Somos perdidos si vuestra indus- el excesivo número de religiosos,
tria y valor no nos socorre» (II, 5 3 ) . aunque también fuera utilizado por
Se produce aquí otro malentendido: Pa- quienes pretendían enclaustrar a sus
quita supone a su madre al corriente hijas contra su gusto y voluntad. Dice
de sus amores. D. a
Inés en La mojigata, hablando
2 0
En Marivaux, La escuela de las sobre la virtud: «Practicándola, en
madres, 4, la mamá de Angélique atri- cualquier / estado serás feliz» (I, 8 ) .
buye la tristeza de su hija a la separa- La intencionalidad de D . Irene es,a

ción entre ambas que se avecina. Las sin embargo, muy clara. La Inquisi-
dos madres son miopes ante la reali- ción propuso suprimir todo el pá-
dad del amor que sus hijas sienten. rrafo. 0
ACTO SEGUNDO ESCENA V 199

ESCENA V

D. DIEGO, D. a
IRENE, D . a
FRANCISCA

Sale D. Diego por la puerta del foro y deja sobre


la mesa sombrero y bastón

D. a
IRENE. ¿Pues c ó m o tan tarde?
D . D I E G O . A p e n a s salí t r o p e c é c o n el r e c t o r de M á l a g a y el
doctor Padilla, 22
y hasta que m e han h a r t a d o b i e n de c h o c o l a t e
y b o l l o s n o m e han q u e r i d o s o l t a r . . . {Siéntase junto a D. a
Irene.)
Y a todo esto, ¿ c ó m o va?
D. a
IRENE. Muy bien.
D. DIEGO. ¿ Y D . a
Paquita?
D. a
IRENE. D . a
P a q u i t a siempr e a c o r d á n d o s e de sus monjas.
Y a la d i g o que es t i e m p o de m u d a r de b i s i e s t o 2 3
y p e n s a r sólo
en dar g u s t o a su m a d r e y obedecerla.
D. D I E G O . ¡ Q u é d i a n t r e ! ¿ C o n q u e t a n t o se acuerda de...?
D. a
I R E N E . ¿ Q u é se a d m i r a u s t e d ? S o n n i ñ a s . . . N o saben l o
que q u i e r en ni lo que a b o r r e c e n . . . E n una edad así, tan...
D . D I E G O . N o , p o c o a p o c o , eso n o . P r e c i s a m e n t e en esa e d a d
son las pasiones a l g o más enérgicas y decisivas que en la n u e s t r a
y, por c u a n t o la r a z ó n se halla t o d a v í a i m p e r f e c t a y d é b i l , los
í m p e t u s del c o r a z ó n son m u c h o más v i o l e n t o s . . . 2 4
(Asiendo de una

Las ediciones de 1 8 0 5 y 1 8 0 6 sus-


2 2
La mojigata, I, 2 , y en su poema «El
tituían «el rector de Málaga» por «el pa- filosofastro». Sobre el chocolate escri-
dre guardián de San Diego». La Inqui- bió Mayans y Sisear una erudita ora-
sición había señalado que el hartazgo ción y Montengón una oda.
de bollos y chocolate recae «sobre per- 2 3
'cambiar de opinión o pensamien-
sona religiosa, cuando no se niegue que to', en expresión familiar.
tal sea un guardián de convento». 0 2 4
Es la misma idea de Cabarrús,
El Colegio Menor de San Ciríaco y Cartas, II, quien señalaba que a esa edad
Santa Paula, o de Málaga, situado en «la sociedad contradice a la naturale-
la antigua calle de los Colegios, fue za: en la mayor efervescencia de las pa-
fundado por don Juan Alonso de Mos- siones de la una, y cuando su razón
coso, obispo de Málaga, en 1 6 1 1 . El no tiene todavía la madurez que pide
chocolate era la bebida predilecta de la otra». También Cadalso, Autobiogra-
Moratín, quien llegó a escribir: «Sin fía, escribe: «Como aún era yo muy
chocolate y sin teatro soy hombre joven y en la edad precisa de tomar
muerto». El mismo asunto aparece en incremento las pasiones...».
200 E L SÍ D E L A S NIÑAS

mano a D." Francisca, la hace sentar inmediata a él.) 25


Pero de v e -
ras, D . a
P a q u i t a , ¿se v o l v e r í a u s t e d al c o n v e n t o de b u e n a gana?...
La verdad.
D. a
I R E N E . P e r o si ella no...
D. D I E G O . Déjela u s t e d , s e ñ o r a, q u e ella responderá.
D. a
F R A N C I S C A . B i e n sabe usted lo que acabo de d e c i r l a . . . 26

No p e r m i t a D i o s qu e y o la dé q u e sentir .
D . D I E G O . P e r o eso lo dice u s t e d tan afligida y...
D. a
I R E N E . Si es n a t u r a l , s e ñ o r . ¿ N o ve usted que...?
D. D I E G O . Calle usted, por D i o s , D . a
Irene, y no me diga
usted a m í lo q u e es n a t u r a l . L o que es n a t u r a l es q u e la chica
esté llena de m i e d o y n o se a t r e v a a decir una p a l a b r a q u e se o p o n -
g a a lo q u e su m a d r e q u i e r e q u e d i g a . . . P e r o si e s t o h u b i e s e , por
vida mía que estábamos lucidos.
D. a
F R A N C I S C A . N o , s e ñ o r ; l o q u e dice su m e r c e d eso d i g o
y o , lo m i s m o . P o r q u e en t o d o lo q u e m e m a n d e la o b e d e c e r é . 2 7

D. D I E G O . ¡ M a n d a r , hija m í a ! . . . 2 8
E n estas m a t e r i a s tan de-
licadas los padres que tienen j u i c i o n o m a n d a n . I n s i n ú a n , p r o p o -
nen, aconsejan, eso sí, t o d o eso sí, ¡ p e r o m a n d a r ! . . . ¿ Y quién
ha de evitar después las resultas funestas de lo que m a n d a r o n ? . . . 2 9

P u e s ¿ c u á n t as veces v e m o s m a t r i m o n i o s infelices, uniones mons-


t r u o s a s , verificadas solamente porque un padre tonto se m e t i ó
a m a n d a r lo que no debiera?... 3 0
¡Eh! ¡No s e ñ o r , eso no va

2 5
La acotación, que muestra un de- trimonio desigual entre D. Roque y
seo de proximidad física y anímica a la D . Isabel ha producido. Las «conse-
a

niña, contrasta con la anterior respecto cuencias nefastas» o los «escándalos»


a D . Irene, meramente descriptiva.
a 0
(III, 8) motivados por matrimonios no
2 6
Paquita dirige muy significativa- queridos son reseñados con frecuencia
mente su respuesta a D . Irene, y no a
en la literatura del día.°
a D. Diego, que es quien le pregunta. Las ediciones de 1 8 0 5 y 1 8 0 6 aña-
3 0

2 7
Respuestas así ofrece Angélique en den: «¿Cuántas veces una desdichada
Marivaux, La escuela de las madres, 5 . mujer halla anticipada la muerte en el
Pero son de uso corriente en la época. 0
encierro de un claustro porque su ma-
2 8
Toda esta larga tirada de D. Die- dre o su tío se empeñaron en regalar a
go se ha relacionado, aunque sin un Dios lo que Dios no quería?». La expe-
análisis detallado, con la comedia la- riencia inquisitorial le indujo a Mora-
crimosa de La Chaussée y Diderot, así tín a autocensurarse incluso más de lo
como con la mezcla de ingenuidad y debido, puesto que en La mojigata las
ternura de Rousseau. expresiones para aludir al claustro son
2 9
Había escrito Moratín en El vie- aún más fuertes: «sepultarme en vida»
jo y la niña: «Estas resultas esperan / (I, 7 ) o «vivir siempre emparedada»
tales casamientos» (III, 1 2 ) , refiriéndose (III, 1 ) . En El viejo y la niña, donde el
a las nefastas consecuencias que el ma- matrimonio ya ha sido consumado, Isa-
ACTO SEGUNDO ESCENA V 20I

bien!... M i r e usted, D . a
P a q u i t a , y o n o s o y de aquellos h o m b r e s
q u e se d i s i m u l a n los defectos. Y o sé que ni m i f i g u r a ni m i edad
son para e n a m o r a r p e r d i d a m e n t e a n a d i e ; 31
p e r o t a m p o c o he creí-
d o i m p o s i b l e q u e una m u c h a c h a de j u i c i o y bie n criada l l e g a s e
a q u e r e r m e c o n aquel a m o r t r a n q u i l o y c o n s t a n t e q u e t a n t o se
parece a la a m i s t a d y es el ú n i c o q u e p u e d e hacer los m a t r i m o n i o s
felices. 32
P a r a c o n s e g u i r l o n o he i d o a b u s c a r n i n g u n a hija de fa-
milia de estas que v i v e n en una decente l i b e r t a d . . . 33
D e c e n t e , que
y o n o c u l p o lo q u e n o se o p o n e al ejercicio de la v i r t u d . ¿Pero
cuál sería e n t r e todas ellas la q u e n o estuviese y a p r e v e n i d a en
favor de o t r o a m a n t e m á s apetecible q u e y o ? Y en M a d r i d , ¡ f i g ú -
rese u s t e d en u n M a d r i d ! . . . 3 4
L l e n o de estas ideas, m e pareció
que tal v e z hallaría en u s t e d t o d o c u a n t o y o deseaba.
D. a
I R E N E . Y p u e d e u s t e d creer, señor D . D i e g o , que...
D. D I E G O . V o y a acabar, señora , d é j e m e u s t e d acabar . Y o
m e h a g o c a r g o , querida P a q u i t a , de l o q u e h a b r á n i n f l u i d o en
una niña tan bien inclinada c o m o u s t e d las santas c o s t u m b r e s q u e
ha v i s t o p r a c t i c ar en aquel i n o c e n t e asilo de la d e v o c i ó n y la v i r -
tud; 35
p e r o si, a pesar de t o d o e s t o , la i m a g i n a c i ó n acalorada, las

bel encuentra en el convento la úni- absoluto contra esa libertad. En Mari-


ca salida a una situación insostenible. vaux, La escuela de las madres, 6, la ex-
O tal vez no quiso el autor recargar el presión reza «liberté honnete». El tema,
tono patético del parlamento. de raíz cervantina, no es otro que el de
3 1
También M . Damis, en Mari- la virtud —castidad— y la libertad frente
vaux, La escuela de las madres, I I , es a la licencia que puede —y suele— coin-
consciente de lo que conlleva la dife- cidir con el matrimonio.
rencia de edad. 0 3 4
D. Lucas, Entre bobos anda el jue-
3 2
El amor que preconiza D. Diego go, III, afirma: «mujer criada en Ma-
—no así el de los jóvenes— parece ha- drid / para mi propia la descarto». La
ber perdido todo su arrebato pasional: exclamación de D. Diego refleja una
institucionaliza el orden y la estabili- cierta visión de la capital de España
dad de la sociedad. Amor que se basa como una Babilonia aislada en el cen-
en la fidelidad, la armonía y la sinceri- tro de la meseta. Lanz de Casafonda,
dad, aunque no es menospreciable el Diálogos, I, definía Madrid como «una
bienestar económico. Es el mismo tipo corte donde hay más ocasiones para es-
de amor que Mme. Argante y M . Da- tragarse la gente moza».
mis proyectan para Angélique en La 3 5
Se ha considerado que este párra-
escuela de las madres, 5 y I I . fo parece demasiado lisonjero para es-
33
En carta del 1 4 de agosto de 1 8 2 4 , tar exento de ironía, pero no se debe
Moratín escribe que goza «de aquella ho- confundir automáticamente la actitud
nesta libertad que sólo se adquiere en la de Moratín con la de D. Diego, quien
moderación de los deseos». D. Diego no ha dado muestras de ironizar sobre
trata de dejar muy claro que no está en la educación en el convento. Lo ha he-
202 EL SÍ D E L A S N I Ñ A S

circunstancias i m p r e v i s t a s , la h u b i e s e n h e c h o e l e g i r sujeto m á s d i g -
n o , sepa u s t e d que y o n o q u i e r o nada c o n v i o l e n c i a . Y o s o y i n g e -
n u o : m i c o r a z ó n y m i l e n g u a n o se c o n t r a d i c e n j a m á s . " E s t o m i s -
3

m o la p i d o a u s t e d , P a q u i t a : s i n c e r i d a d . 37
E l c a r i ñ o que a u s t e d la
t e n g o no la debe hacer i n f e l i z . . . S u m a d r e de u s t e d n o es c a p a z
de querer u n a injusticia, y sabe m u y b i e n q u e a nadie se le hace
d i c h o s o p o r fuerza. Si u s t e d n o halla en m í prenda s que la i n c l i n e n ,
si siente a l g ú n o t r o cuidadillo en su c o r a z ó n , 38
c r é a m e usted, la m e -
n o r d i s i m u l a c i ó n en esto nos daría a t o d o s m u c h í s i m o que s e n t i r . 39

D. a
IRENE. ¿ P u e d o hablar y a , s e ñ o r ?
D . D I E G O . E l l a , ella debe hablar , y sin a p u n t a d o r y sin i n t é r -
prete.
D. a
I R E N E . C u a n d o y o se lo mande.
D . D I E G O . P u e s y a p u e d e u s t e d m a n d á r s e l o , p o r q u e a ella la
toca r e s p o n d e r . . . C o n ella he de c a s a r m e ; c o n u s t e d no.
D. a
I R E N E . Y o c r e o , señor D . D i e g o , q u e ni c o n ella ni c o n -
m i g o . ¿ E n q u é c o n c e p t o nos tiene u s t e d ? . . . B i e n dice su p a d r i n o ,
y bien claro m e lo escribió p o c o s días ha, c u a n d o le di p a r t e de
este c a s a m i e n t o . Q u e a u n q u e n o la ha v u e l t o a v e r desde q u e la
t u v o en la p i l a , la q u i e re m u c h í s i m o , y a c u a n t o s pasan p o r el
B u r g o de O s m a les p r e g u n t a c ó m o e s t á , 4 0
y continuamente nos
e n v í a m e m o r i a s c o n el ordinario. 41

cho respecto a las monjas o criticará prendas siempre serán las mismas, pero
los efectos comprobados de la educa- los defectos, particularmente los físicos,
ción que ha recibido Paquita —y las irán aumentándose necesariamente».
jóvenes en general—. Su tono respon- En la carta antes citada, comen-
3 9

de más bien al deseo de preparar el te- ta Moratín: «No hay disculpa para una
rreno para conseguir con suavidad la mujer cuando sin tener amor hace un
sinceridad de la chica. 0
disparate». El cambio que se produce
3 6
Véase la nota 5 1 del acto I en La entre dos momentos de la intervención
comedia nueva. de D. Diego, que pasa de hablar de
3 7
Este hondo deseo de D. Diego un «amante más apetecible» a «sujeto
choca frontalmente con el temor y la más digno» y de verla «afligida» a su-
obediencia de Paquita, por lo que ésta poner que siente algún «cuidadillo», ha
no va a acogerlo en ningún momento, hecho que a algún crítico le suene a
ni siquiera en la situación más intensa falso todo lo que dice el personaje. 0

de la relación entre ambos. Burgo de Osma, con sede episcopal,


4 0

3 8
cuidadillo: 'afecto o pena de es pueblo —y fue mercado importante—
amor'. El 1 3 de marzo de 1 8 1 6 le ha- en la provincia de Soria, junto al camino
bía escrito Moratín a su prima: «Si no de Madrid hacia Aranda del Duero. 0

es más que estimación la que profesas 'correo', también conocido de


4 1

por sus buenas prendas, no te cases con este modo. Cadalso opinaba, en su
él; y la razón es porque estas buenas Autobiografía, que el sistema ofrecía
ACTO SEGUNDO ESCENA V 203

D. D I E G O . Y b i e n , señora, ¿ q u é escribi ó el p a d r i n o ? . . . O,
p o r m e j o r decir, ¿ q u é tiene que v e r nada de eso c o n lo q u e esta-
mos hablando?
D. a
I R E N E . S í señor q u e tiene q u e v e r , sí s e ñ o r . Y aunque
y o lo d i g a , le a s e g u r o a u s t e d q u e ni u n padre de A t o c h a h u b i e r a
p u e s t o u n a carta m e j o r q u e la q u e él m e e n v i ó s o b r e el m a t r i m o -
n i o de la n i ñ a . . . 4 2
Y n o es n i n g ú n c a t e d r á t i c o , ni b a c h i l l e r , ni
nada de e s o , sino u n c u a l q u i e r a , c o m o q u i e n d i c e , u n hombre
de capa y e s p a d a , 43
c o n u n e m p l e í l l o infeliz en el r a m o del v i e n -
to, 4 4
q u e apenas le da para c o m e r . . . P e r o es m u y l a d i n o , 45
y sabe
de t o d o , y tiene una labia, y escribe que da g u s t o . . . C u a s i t o d a
la carta v e n í a en l a t í n , 4 6
n o le p a r e z ca a u s t e d , y m u y buenos
consejos q u e m e daba en e l l a . . . Q u e n o es p o s i b l e sino q u e a d i v i -
nase lo q u e nos está sucediendo.
D . D I E G O . P e r o , s e ñ o r a, si n o sucede nada, ni h a y cosa q u e
a usted la deba disgustar.
D. a
I R E N E . ¿ P u e s n o q u i e r e usted q u e m e d i s g u s t e o y é n d o l e
hablar de m i hija en t é r m i n o s q u e . . . ? ¡ E l l a o t r o s a m o r e s ni o t r o s
c u i d a d o s ! . . . P u e s si tal h u b i e r a . . . ¡Válgame D i o s ! . . . La mataba
a g o l p e s , m i r e usted... R e s p ó n d e l e , una v e z que quiere que hables y
que y o n o chiste. C u é n t a l e los novios que dejaste en M a d r i d cuando
tenías d o c e a ñ o s, y los que has a d q u i r i d o en el c o n v e n t o , 4 7
al
lado de aquella santa m u j e r . D í s e l o para que se t r a n q u i l i c e y . . .
D. D I E G O . Y o , señora , e s t o y m á s t r a n q u i l o que usted.

poca confianza, pues las materias deli- mercaderías, especialmente en tiempo


cadas no son «para el peligroso con- de feria'.
ducto de un correo ordinario». 4 5
Parece mezclar dos sentidos, 'que
4 2
Padre de Atocha lo era el del habla alguna o algunas lenguas además de
convento dominico de Santo Domin- la propia', pero también 'artero, astuto'.
go, en Madrid, fundado en 1523 por 4 6
cuasi: 'casi'; aunque ambas for-
el confesor de Carlos V y conocido po- mas se utilizaban por escrito, aquí pa-
pularmente como de Nuestra Señora rece responder al esfuerzo mimético de
de Atocha. D . Irene por parecer tan «letrada»
a

4 3
'sin títulos académicos ni nobilia- como el padrino.
rios', lo que llamaríamos 'ciudadano
4 7
Aunque es evidente que D . Ire- a

de a pie'. Recuérdese la expresión co- ne habla por antífrasis —y que en par-


media de capa y espada, con la que se te acierta—, la Inquisición dictaminó;
aludía a la procedencia social de los per- «Expresión equívoca que puede signi-
sonajes. ficar haber tenido en el convento con-
4 4
'ramo de tributos sobre ventas al currencia de novios con el asenso de
por menor que en algunas poblaciones su santa tía, y así una educación poco
pagaban los forasteros para vender sus o nada atenta y exacta». 0
204 EL SÍ D E L A S N I Ñ A S

D. a
I R E N E . Respóndele.
D. a
F R A N C I S C A . Y o n o sé q u é decir. Si ustedes se e n f a d a n . . .
D. D I E G O . N o , hija m í a . E s t o es dar a l g u n a e x p r e s i ó n a l o
q u e se dice; p e r o e n f a d a r n o s , n o p o r c i e r t o . D . a
Irene sabe l o
q u e y o la e s t i m o .
D. a
I R E N E . S í señor q u e l o sé, y e s t o y s u m a m e n t e agradecida
a los favores q u e usted nos h a c e . . . 4 8
P o r eso m i s m o . . .
D . D I E G O . N o se hable de a g r a d e c i m i e n t o ; c u a n t o y o p u e d o
hacer, t o d o es p o c o . . . Q u i e r o sólo q u e D . a
P a q u i t a esté c o n t e n t a .
D. a
I R E N E . ¿ P u e s n o h a de estarlo? R e s p o n d e .
D. a
F R A N C I S C A . S í señor q u e l o e s t o y . 4 9

D . D I E G O . Y q u e la m u d a n z a de estado q u e se la p r e v i e n e
n o la cueste el m e n o r sentimiento.
D. a
I R E N E . N o señor, t o d o al c o n t r a r i o . . . B o d a m á s a g u s t o
de todos no se p u d i e ra imaginar. 3 0

D. D I E G O . E n esa inteligencia, 51
p u e d o asegurarla q u e n o ten-
drá m o t i v o s d e arrepentirse después. E n nuestra c o m p a ñ í a v i v i r á
querida y adorada, y espero q u e a fuerza d e beneficios he d e m e r e -
cer su estimació n y su a m i s t a d . 52

D. a
F R A N C I S C A . G r a c i a s , señor D . D i e g o . . . ¡ A u n a huérfa-
na, p o b r e , desvalida c o m o y o ! . . . 5 3

D . D I E G O . P e r o de prendas tan estimable s q u e la hacen a u s -


ted d i g n a t o d a v í a de m a y o r fortuna.
D. a
I R E N E . V e n aquí, v e n . . . V e n aquí, Paquita.
D. a
F R A N C I S C A . ¡ M a m á ! (Levántase, abraza a su madre y se
acarician mutuamente.)
D. a
I R E N E . ¿ V e s l o q u e te q u i e r o ?
D. a
F R A N C I S C A . S í , señora.
D. a
I R E N E . ¿ Y cuánto procuro tu bien, que no tengo otro
p í o sino el d e v e r t e c o l o c a d a antes q u e y o falte? 54

4
Mme. Argante siente el mismo quita. Su madre vuelve a ser «apunta-
agradecimiento por los favores que le dor e intérprete».
hace M . Damis en Marivaux, La es- 'en ese supuesto'.
51

cuela ie las madres, I I . ° Cierto tono de renuncia al amor


5 2

4 9
Esta respuesta lacónica y forzada acompaña la búsqueda de una posible
es lo mejor que puede escuchar D. Die- vida hogareña. 0

go de su prometida, y es eso lo que Meléndez había escrito, bien que


53

le permitirá seguir conservando su sue- con otra significación, «huérfano, jo-


ño, aunque sea de modo limitado. ven, solo y desvalido».
5 0
La contestación a la crucial pre- pío: 'deseo vivo o ansioso de al-
54

gunta ya no sale de los labios de Pa- guna cosa'. La misma intención expresa
ACTO SEGUNDO ESCENA VI 205

D. a
FRANCISCA. B i e n lo c o n o z c o .
D. a
IRENE. ¡ H i j a de m i v i d a ! ¿ H a s de ser b u e n a ?
D. a
FRANCISCA. S í , señora.
D. a
I R E N E . ¡ A y , que n o sabes tú lo que te quiere tu m a d r e ! 55

D. a
FRANCISCA. ¿ P u e s q u é , n o la q u i e r o y o a u s t e d ?
D . D I E G O . V a m o s , v a m o s de a q u í . (Levántase D. Diego, y des-
pués D. a
Irene.) N o v e n g a a l g u n o y nos halle a los tres l l o r a n d o
como tres c h i q u i l l o s . 56

D. a
IRENE. S í , dice usted bien.

(Vanse los dos al cuarto de D. Irene. D. Francisca va detrás, ya a

Rita, que sale por la puerta del foro, la hace detener.)

ESCENA VI

RITA, D . a
FRANCISCA

R I T A . Señorita... ¡Eh, chit...!, señorita.


D. a
FRANCISCA. ¿ Q u é quieres?
R I T A . Y a ha v e n i d o .
D. a
FRANCISCA. ¿Cómo?
R I T A . A h o r a m i s m o acaba de l l e g a r . L e he d a d o u n abrazo
c o n licencia de u s t e d , y y a sube p o r la escalera.
D. a
FRANCISCA. ¡ A y , D i o s ! . . . ¿ Y qué debo hacer?
R I T A . ¡ D o n o s a p r e g u n t a ! . . . V a y a , lo q u e i m p o r t a es n o g a s t a r
el t i e m p o en m e l i n d r es de a m o r . . . A l a s u n t o . . . y juicio... 5 7
Y
m i r e usted que en el paraje en q u e e s t a m o s la c o n v e r s a c i ó n n o
p u e d e ser m u y l a r g a . . . A h í está.
D. a
FRANCISCA. S í . . . É l es.

la mamá de Angélique en Marivaux, tisfacción (de la madre) parecen ser las


La escuela de las madres, 5 . 0
fuentes de que brota este manantial de
5 5
Sin embargo, en El barón se lágrimas. 0

afirma: «Y esa ambición insensata, / s 7


El Santo Oficio ordenó que se
esa verdad, ¿te atreves / a desmen- borrase esta expresión «por indicativa
tirla y llamarla / amor de madre?» de varios sentidos, muy equívoca y mal-
(II, 6).° sonante», pero la Academia de la His-
5
'Ternura (del novio), agradeci- toria no la suprimió. Hilaban muy fino
miento y desolación (de la niña) y sa- los inquisidores, sin duda. 0
206 E L SÍ D E L A S NIÑAS

R I T A . V o y a cuida r de aquella g e n t e . . . V a l o r , s e ñ o r i t a , y r e s o -
lución. 58
(Rita se entra en el cuarto de D. a
Irene.)
D. a
FRANCISCA. No, no, que yo también... 5 9
Pero no lo
merece.

ESCENA VII

D. CARLOS, D. a
FRANCISCA 6 0

Sale D. Carlos por la puerta del foro

D. C A R L O S . ¡ P a q u i t a ! . . . ¡ V i d a m í a ! Y a e s t o y a q u í . . . ¿Cómo
va, hermosa, c ó m o va? 6 1

D. a
F R A N C I S C A . Bien venido.
D . C A R L O S . ¿ C ó m o tan t r i s t e ? . . . ¿ N o m e r e c e m i l l e g a d a m á s
alegría?
D. a
F R A N C I S C A . E s v e r d a d ; p e r o acaban de s u c e d e r m e cosas
que m e tienen fuera de m í . . . Sabe u s t e d . . . S í , b i e n lo sabe u s t e d . . .
D e s p u é s de escrita aquella carta, f u e r o n p o r m í . . . M a ñ a n a a M a -
d r i d . . . A h í está m i madre. 6 2

D. C A R L O S . ¿En dónde?

5
La conducta de Rita se parece a crítico. Moratín, además, había escri-
la de las criadas barrocas, censurada por to en La mojigata: «Que estaban ha-
Moratín en su «Lección poética», donde blando a oscuras / mi sobrina y el mo-
escribía: «Esclava fiel, astuta en el em- ñudo / botarate de D. Claudio. / ¡Qué
pleo / de enredar una trama delincuente libertades! ¡Qué excesos!» (II, 4). Pero
/ y conducir amantes al careo»; pero no debe olvidarse lo ya señalado: es una
la limpieza de las relaciones entre los situación límite para ambos. 0

jóvenes ha sido resaltada en varios lu- Esta incapacidad de D. Carlos


6 1

gares y este careo es resultado de una para enhebrar un discurso amoroso


situación extrema. ha sido generalmente interpretada
5 9
La doble faceta niña-mujer de como muestra de la dificultad morati-
D . Paquita cobra aquí un particular
a
niana para crear personajes ardorosos
relieve: ante la eventualidad de volver y apasionados. No se ha captado el de-
a ver al amante, el temor la hace reac- licado modo de expresar la emoción,
cionar como una niña que quiere huir tensa y apasionada a un tiempo, del
y esconderse, siguiendo a su criada. De galán. 0

inmediato, sin embargo, reacciona 6 2


Las dificultades del oficial para
como una mujer y afronta la situación. hablar amorosamente se convierten en
6 0
El hecho de que en esta escena un hablar entrecortado e incoherente
los dos enamorados se queden solos y por parte de la muchacha. Ambos com-
a oscuras suscitó las reservas de algún parten un mismo sentimiento.
ACTO SEGUNDO ESCENA VII 207

D. a
F R A N C I S C A . A h í , en ese c u a r t o . (Señalando al cuarto de
D." Irene.)
D. C A R L O S . ¿Sola?
D. a
FRANCISCA. N o , señor.
D . C A R L O S . E s t a r á en c o m p a ñ í a del p r o m e t i d o e s p o s o . 6 3
(Se
acerca al cuarto de D." Irene, se detiene y vuelve.) M e j o r . . . ¿Pero
n o h a y nadie m á s c o n ella?
D. a
F R A N C I S C A . N a d i e m á s ; solos e s t á n . . . ¿ Q u é piensa u s -
ted hacer?
D . C A R L O S . Si m e dejase l l e v a r d e m i p a s i ón y d e l o q u e esos
ojos m e inspiran, u n a t e m e r i d a d . . . P e r o t i e m p o h a y . . . E l t a m b i é n
será h o m b r e de h o n o r , y n o es j u s t o insultarle p o r q u e quiere b i e n
a u n a m u j e r tan d i g n a de ser q u e r i d a . . . 64
Y o n o c o n o z c o a su
m a d r e de u s t e d , n i . . . V a m o s , ahor a nada se p u e d e h a c e r . . . S u
d e c o r o de usted m e r e c e la p r i m e r a atención.
D. a
F R A N C I S C A . E s m u c h o el e m p e ñ o q u e tiene en q u e m e
case c o n él.
D. C A R L O S . N o importa.
D. a
F R A N C I S C A . Q u i e r e q u e esta b o d a se celebre así q u e lle-
guemos a Madrid.
D. C A R L O S . ¿Cuál?... N o . Eso no.
D. a
F R A N C I S C A . L o s d o s están de a c u e r d o , y d i c e n . . .
D. C A R L O S . B i e n . . . D i r á n . . . Pero n o p u e d e ser.
D. a
F R A N C I S C A . M i m a d r e n o m e habla c o n t i n u a m e n t e de
o t r a m a t e r i a . . . M e a m e n a z a , m e ha llenado de t e m o r . . . E l insta
p o r su parte, m e ofrece tantas cosas, m e . . .
D . C A R L O S . Y usted ¿ q u é esperanza le d a ? . . . ¿ H a p r o m e t i d o
quererle mucho? 6 5

D. a
F R A N C I S C A . ¡ I n g r a t o ! . . . ¿Pues no sabe usted q u e . . . ? ¡ I n -
grato!
D . C A R L O S . S í , no l o i g n o r o , P a q u i t a . . . Y o he sido el p r i m e r
amor.

3
Parece calco de la expresión ita- cupación por el honor de la dama, etc.,
liana. Recuérdese el título de Manzo- no podían sino acentuar la mala com-
ni, / promessi sposi, siempre traducido prensión de su figura. 0

como Los novios. 6 5


Los puntos suspensivos —silen-
6 4
Habituados los coetáneos de Mo- cios— expresan los celos del amante
ratín a las baladronadas de los galanes y los reproches de la niña. El pudor
barrocos, la actitud de D . Carlos, su en el silenciar los sentimientos carac-
respeto por el contrincante, su preo- teriza la escena.
208 E L SÍ D E L A S N I Ñ A S

D. a
FRANCISCA. Y el ú l t i m o .
D. C A R L O S . Y antes perderé la v i d a q u e r e n u n c i a r al l u g a r
que tengo en ese c o r a z ó n . . . T o d o él es m í o . . . ¿ D i g o bien? (Asiéndola
de las manos.)
D. a
FRANCISCA. ¿ P u e s de q u i én ha de ser?
D. CARLOS. ¡ H e r m o s a ! ¡ Q u é dulce esperanz a m e anima!...
Una sola palabra de esa b o c a m e a s e g u r a . . . 6 6
P a r a t o d o m e da
v a l o r . . . E n fin, y a e s t o y a q u í . . . ¿ U s t e d m e l l a m a para que la de-
fienda, la libre, la c u m p l a un a o b l i g a c i ó n m i l y m i l veces p r o m e t i -
da? Pues a eso m i s m o v e n g o y o . . . Si ustedes se v a n a M a d r i d
m a ñ a n a , y o v o y t a m b i é n . S u m a d r e de usted sabrá quié n s o y . . .
A l l í p u e d o c o n t a r c o n el f a v o r de u n anciano respetable y v i r t u o s o
a quien más que tío debo llamar a m i g o y p a d r e . 6 7
N o tiene o t r o
deudo más i n m e d i a t o ni q u e r i d o q u e y o ; es h o m b r e m u y rico
y si los dones de la f o r t u n a tuviesen para usted a l g ú n a t r a c t i v o
esta circunstancia añadiría felicidades a nuestra unión.
D. a
FRANCISCA. ¿ Y q u é vale para m í toda la r i q u e z a del
mundo? 6 8

D. C A R L O S . Y a l o sé. L a a m b i c i ó n n o p u e d e a g i t a r a u n a l m a
tan inocente.
D. a
F R A N C I S C A . Q u e r e r y ser q u e r i d a . . . N i apetezc o más
ni c o n o z c o m a y o r fortuna.
D. C A R L O S . N i h a y o t r a . . . P e r o usted debe serenarse y espe-
rar que la suerte m u d e nuestra aflicción presente en durables dichas.
D. a
F R A N C I S C A . ¿ Y qué se ha de hacer para q u e a m i p o b r e
m a d r e no la cueste un a p e s a d u m b r e ? . . . ¡ M e quiere tanto!... Si
acabo de decirla q u e n o la d i s g u s t a r é ni m e apartaré de su l a d o
j a m á s , que siempr e seré obedient e y b u e n a . . . ¡ Y m e abrazaba c o n
tanta ternura! Q u e d ó tan consolada c o n lo p o c o q u e acerté a de-
c i r l a . . . Y o no sé, no sé qué c a m i n o ha de hallar usted para salir
de estos a h o g o s . 6 9

6 6
'tranquiliza, da confianza'. los no se presta ya a ninguna duda. 0

6 7
Lo mismo cree Eraste, en Ma- 6 8
La niña no sabe ni quiere conce-
rivaux, La escuela de las madres, 4. der importancia al dinero. Su madre
Y también el héroe del mismo autor sí. D. Diego también. Sus palabras son,
en La madre confidente I, I . A partir al mismo tiempo, reflejo de su falta de
de este momento, para el espectador contacto con el mundo real. 0

—que no para los protagonistas— la 6 9


'congojas o aflicciones gran-
identidad entre D. Félix y D. Car- des'.
ACTO SEGUNDO ESCENA VIII 209

D. C A R L O S . Y o le b u s c a r é . . . ¿ N o tiene usted confianza en m í ?


D. a
F R A N C I S C A . ¿ P u e s n o he de tenerla? ¿Piensa u s t e d q u e
e s t u v i e r a y o v i v a si esa esperanza n o m e a n i m a s e ? S o l a y d e s c o n o -
cida de t o d o el m u n d o , ¿ q u é había y o de hacer? Si u s t e d n o h u -
biese v e n i d o , m i s melancolías m e h u b i e r a n m u e r t o , 7 0
sin tener a
quién v o l v e r los ojos ni poder c o m u n i c ar a nadie la causa de ellas...
P e r o usted ha sabido p r o c e d e r c o m o caballero y a m a n t e , y acaba
de d a r m e c o n su v e n i d a la p r u e b a m a y o r de lo m u c h o q u e m e
quiere. (Se enternece y llora.)
D. C A R L O S . ¡Qué llanto!... ¡ C ó m o persuade!... 71
Sí, Paqui-
ta, y o solo b a s t o para defenderla a usted de c u a n t o s q u i e r a n o p r i -
m i r l a . A un amante f a v o r e c i d o ¿ q u i é n p u e d e o p o n é r s e l e ? Nada
hay que temer.
D. a
FRANCISCA. ¿ E s posible ?
D . C A R L O S . N a d a . . . A m o r ha u n i d o nuestras almas en estre-
c h o s nudos y sólo la m u e r t e bastará a d i v i d i r l a s . 72

ESCENA VIII

RITA, D. CARLOS, D. a
FRANCISCA

R I T A . Señorita, adentro. L a m a m á pregunta por usted. V o y


a traer la cena y se v a n a r e c o g e r al i n s t a n t e . . . Y usted, señor
galán, ya puede también d i s p o n e r de su persona.
D . C A R L O S . S í , q u e n o c o n v i e n e anticipar s o s p e c h a s . . . N a d a
t e n g o que añadir.
D. a
FRANCISCA. Ni yo. 7 3

D . C A R L O S . H a s t a m a ñ a n a . C o n la l u z del día v e r e m o s a este


dichoso competidor.

7 0
melancolías: 'tristezas por algo La posible separación definitiva de
que causa pesadumbre'. los amantes como causa de su muerte
71
Aunque no hay indicación algu- va a subrayarse en varios lugares, acen-
na, estas exclamaciones deberían cons- tuándose en el acto III. Un sutil desli-
tituir un aparte. zamiento se produce entre la simple
7 2
A l prescindir del artículo deter- muerte por dolor de ausencia y la bús-
minado, Amor aparece comofigurami- queda voluntaria de la misma.
tológica, recurso harto frecuente en la 73
Se ha querido ver en este diálo-
lírica dieciochesca y en la del propio go practicidad de la joven frente a va-
Moratín. guedad del galán. 0
210 EL SÍ D E L A S NIÑAS

R I T A . U n caballer o m u y honrado, m u y rico, m u y prudente;


con su c h u p a l a r g a , su c a m i s o l a l i m p i a y sus sesenta años debajo
del p e l u q u í n . 74
(Se va por la puerta del foro.)
D. a
F R A N C I S C A . Hasta mañana. 7 5

D. C A R L O S . Adiós, Paquita.
D. a
F R A N C I S C A . Acuéstese usted y descanse .
D. CARLOS. ¿Descansar con celos? 7 6

D. a
F R A N C I S C A . ¿De quién?
D. C A R L O S . Buenas noches... D u e r m a usted bien, Paquita.
D. a
F R A N C I S C A . ¿ D o r m i r con amor?
D. C A R L O S . Adiós, vida mía.
D. a
F R A N C I S C A . Adiós. (Éntrase al cuarto de D." Irene.)

ESCENA IX

D. CARLOS, CALAMOCHA, RITA

D . C A R L O S . ¡ Q u i t á r m e l a ! (Paseándose inquieto.) N o . . . Sea quie n


fuere, n o m e la q u i t a r á . N i su m a d r e ha de ser tan imprudente
que se obstine en verificar este m a t r i m o n i o r e p u g n á n d o l o su h i j a . . . ,
mediando y o . . . ¡Sesenta a ñ o s ! . . . P r e c i s a m e n t e será m u y rico...
¡ E l d i n e r o ! . . . M a l d i t o él sea, que t a n t os d e s ó r d e n e s origina. 7 7

C A L A M O C H A . P u e s , señor, (Sale por la puerta del foro) t e n e -

7 4
camisola: 'camisa de lienzo delga- La misma reacción, aunque con
7 7

do, guarnecida de puntillas y encajes diferentes protagonistas, en Marivaux,


en la abertura del pecho y en los pu- La madre confiada, I, 4 , o en Tirso,
ños, que se usa bajo la chupa'; el pe- Marta la piadosa, I, 8. D. Carlos intu-
luquín era signo distintivo de clases so- ye la verdadera razón del planeado ma-
ciales acomodadas. La criada no duda trimonio. El joven, que no tiene pro-
en tener a D. Diego por sesentón. blemas económicos y que con toda
7 5
La forma paralelística de la des- probabilidad heredará una cuantiosa
pedida, de una ternura y sencillez no fortuna, emite la única queja contra el
vistas antes en la escena, es la única dinero, no por espíritu nobiliario o an-
concesión lírica de toda la obra. 0
tiburgués, sino por el modo en que
7 6
Si bien los celos ocupan un lugar obstaculiza la realización del amor. En
central en Entre bobos anda el juego, no unas frases se resume una actitud de
es un sentimiento que exprese Eraste larga tradición contra los desastres que
en La escuela de las madres. Aquí se re- acarrea el dinero. La postura de Mora-
ducen a esta expresión sencilla y con- tín aparece en otros lugares, incluso en
trolada. su poesía. 0
ACTO SEGUNDO • ESCENA IX 211

m o s u n m e d i o cabrito asado y . . . a l o m e n o s parece c a b r i t o . 78


Te-
n e m o s u n a m a g n í f i c a ensalada de b e r r o s , sin anapelos ni o t r a m a -
teria e x t r a ñ a , 7 9
bien l a v a d a , escurrida y c o n d i m e n t a d a p o r estas
m a n o s p e c a d o r a s , q u e n o h a y m á s q u e p e d i r . P a n de M e c o , v i n o
de la T e r c i a . . . 8 0
C o n q u e si h e m o s de cenar y d o r m i r , m e parece
q u e sería b u e n o . . .
D. CARLOS. Vamos... ¿ Y a d o n d e ha d e ser?
CALAMOCHA. Abajo... A l l í he m a n d a d o d i s p o n e r u n a an-
g o s t a y f e m e n t i da m e s a q u e parece u n b a n c o de herrador. 81

R I T A . ¿ Q u i é n quiere sopas? (Sale por la puerta del foro con unos


platos, taza, cuchara y servilleta.)
D. CARLOS. Buen provecho.
CALAMOCHA. S i h a y a l g u n a real m o z a q u e g u s t e de cenar
cabrito, 82
l e v a n t e el d e d o .
R I T A . L a real m o z a se ha c o m i d o y a m e d i a c a z u e l a de a l b o n d i -
g u i l l a s . . . P e r o l o a g r a d e c e , señor m i l i t a r . 83
(Entrase al cuarto de
D. a
Irene.)
CALAMOCHA. A g r a d e c i d a te q u i e r o y o , niñ a de m i s o j o s .
D. CARLOS. Conque ¿vamos?
CALAMOCHA. ¡ A y , ay, ay!... (Calamocha se encamina a la
puerta del foro y vuelve; hablan él y D. Carlos con reserva hasta que
Calamocha se adelanta a saludar a Simón.) ¡ E h , chit! D i g o . . .

La frase de Calamocha alude si-


7 8
de la calle de la Tercia, en Alcalá'. Era
bilinamente a la expresión familiar 'dar costumbre que, aun dándose otras po-
gato por liebre'. Compárese Entre bo- sibilidades, los criados preparasen la co-
los anda el juego, I: «Según eso, carne- mida de los señores en las posadas. 0

ro hay en la venta. — 3 . (Dentro.) 0 8 1


El lenguaje del criado recuerda o
Huésped, así su nombre se celebre, / reproduce el del ingenioso hidalgo, in-
véndame un gato que parezca liebre». cluso en ese juego de lo real y lo apa-
La glotonería del asistente lo relaciona rente. «El duro, estrecho, apocado y
con el gracioso barroco —aunque fementido lecho» llama Cervantes a la
limitado— y actúa como factor cómi- cama de la venta donde va a dormir
co muy puntual. don Quijote (I, 1 6 ) . Al ingenioso hi-
7 9
Dice el refrán: «Tú que coges el dalgo se le menciona explícitamente en
berro, guárdate del anapelo». Éste es Entre bobos anda el juego, I.
una planta algunas de cuyas varieda- 8 2
real: 'magnífica, espléndida'.
des son venenosas. 83
Aunque Calamocha no es más
8 0
Meco es villa de la provincia de que el asistente del teniente, Rita uti-
Madrid, próxima a Alcalá, de famosos liza, en expresión castiza, un lenguaje
trigales y buen pan; vino de la Tercia: enaltecedor y halagador muy propio de
'vino excelente, de las afamadas bodegas su condición.
212 E L SÍ D E L A S N I Ñ A S

D. CARLOS. ¿Qué?
CALAMOCHA. ¿ N o v e usted lo q u e v i e n e p o r allí?
D. CARLOS. ¿Es Simón?
CALAMOCHA. Él mismo... 8 4
¿ P e r o q u i é n d i a b l os l e . . . ?
D. CARLOS. ¿ Y qué haremos?
CALAMOCHA. ¿ Q u é sé y o ? . . . S o n s a c a r l e , m e n t i r y . . . ¿ M e
da u s t e d licencia para que...?
D. C A R L O S . S í , m i e n t e lo que q u i e r a s . . . ¿ A q u é habrá v e n i d o
este hombre?

ESCENA X

SIMÓN, D. C A R L O S , CALAMOCHA

Simón sale por la puerta del foro

CALAMOCHA. Simón, ¿tú por aquí?


SIMÓN. Adiós, 8 5
Calamocha. ¿ C ó m o va?
CALAMOCHA. Lindamente.
SIMÓN. ¡ C u á n t o m e alegro de...!
D. CARLOS. ¡ H o m b r e ! ¿ T ú en A l c a l á ? ¿ P u e s q u é novedad
es ésta?
S I M Ó N . ¡ O h , que estaba usted ahí, s e ñ o r i t o ! . . . ¡ V o t o v a sanes!
D. CARLOS. ¿ Y mi tío?
SIMÓN. Tan bueno.
CALAMOCHA. ¿ P e r o se ha q u e d a d o en M a d r i d o...?
S I M Ó N . ¿ Q u i é n m e había de decir a m í . . . ? ¡ C o s a c o m o ella!
Tan ajeno estaba y o ahora d e . . . Y u s t e d , de cada v e z m á s g u a -
po... 8 6
¿ C o n q u e usted irá a v e r al t í o , eh?
C A L A M O C H A . T ú habrás v e n i d o c o n a l g ú n e n c a r g o del a m o .
S I M Ó N . ¡ Y qué calor traje, y qué p o l v o p o r ese c a m i n o ! ¡ Y a , y a !
CALAMOCHA. A l g u n a cobranza tal v e z , ¿ e h ?

8 4
Algunos editores han visto artí- habitual en nuestros días. Podría ser
culo donde había pronombre, como se calco del italiano.
observa en las primeras ediciones de la 8 6
Lo mismo que 'cada vez'; locución
obra, ya que el acento aparece clara- adverbial temporal e iterativa que habi-
mente en 1 8 2 5 . tualmente prescinde de la preposición.
8 5
Adiós con el sentido de 'hola', y Moratín, sin embargo, la utiliza en va-
expresando tal vez sorpresa, que no es rias ocasiones en sus Obras postumas. 0
ACTO SEGUNDO ESCENA XI 213

D . C A R L O S . P u e d e ser. C o m o tiene m i t í o ese p o c o de ha-


cienda en A j a l v i r . . . 8 7
¿ N o has v e n i d o a e s o ?
SIMÓN. ¡ Y q u é b u e n a m a u l a le ha salido el tal a d m i n i s t r a -
dor! 8 8
L a b r i e g o m á s m a r r u l l e r o y m á s b e l l a c o n o le h a y en t o d a
la c a m p i ñ a . . . ¿ C o n q u e u s t e d v i e n e a h o r a de Zaragoza?
D. C A R L O S . Pues... Figúrate tú.
SIMÓN. ¿ O va usted allá?
D. CARLOS. ¿Adonde?
SIMÓN. A Zaragoza. ¿ N o está allí el r e g i m i e n t o ?
C A L A M O C H A . P e r o , h o m b r e , si s a l i m o s el v e r a n o p a s a d o de
M a d r i d , ¿ n o h a b í a m o s de h a b e r a n d a d o m á s de c u a t r o l e g u a s ? 8 9

S I M Ó N . ¿ Q u é sé y o ? A l g u n o s v a n p o r la p o s t a y tarda n m á s
de c u a t r o meses en l l e g a r . . . 9 0
D e b e d e ser u n c a m i n o m u y m a l o .
CALAMOCHA. (Aparte, separándose de Simón.) ¡Maldito seas
tú y tu c a m i n o y la b r i b o n a q u e te d i o p a p i l l a ! 91

D . C A R L O S . P e r o a ú n n o m e has d i c h o si m i t í o está en M a -
d r i d o en A l c a l á , ni a q u é has v e n i d o , n i . . .
SIMÓN. B i e n , a eso v o y . . . S í s e ñ o r , v o y a decir a u s t e d . . .
C o n q u e . . . Pues el a m o m e dijo... 9 2

ESCENA X I

D. DIEGO, D. CARLOS, SIMÓN, CALAMOCHA

D. D I E G O . (Desde adentro. D. Carlos se turba y se aparta a un


extremo del teatro.) N o , n o es m e n e s t e r ; si h a y l u z a q u í .
D. C A R L O S . ¡ M i tío!...

8 7
Pueblo próximo a Alcalá, en la Repite Simón, aunque exageran-
9 0

provincia de Madrid. Se ha recordado que do algo el tiempo invertido, las pala-


también Moratín tenía cierta finquita bras de su amo en I, I.
—casa y huerta— en Pastrana, pero no En otros términos, 'la madre que
9 1

debía obtener de ella el nivel de rentas te parió'. Es éste otro ejemplo nítido
que se le supone a D. Diego. 0
sobre el proceso de embellecimiento a
8 8
maula: 'persona tramposa o mala que Moratín somete el lenguaje colo-
pagadora'. En la correspondencia de quial.
Moratín abundan las protestas contra La escena, que ha consistido en
9 2

su administrador en Pastrana, pero no un juego de sondeo y ocultación mu-


era caso excepcional. 0
tuo, recuerda vagamente al Don Juan,
8 9
La legua equivalía a 5.57 2 metros. IV, 3 , de Moliere.
214 E L SÍ D E L A S N I Ñ A S

D . D I E G O . ¡ S i m ó n ! (Sale del cuarto de D. a


Irene, encaminándose
al suyo; repara en D. Carlos y se acerca a él. Simón le alumbra y
vuelve a dejar la luz sobre la mesa.)
SIMÓN. Aquí estoy, señor.
D. C A R L O S . (Aparte.) ¡Todo se ha p e r d i d o ! 9 3

D. D I E G O . Vamos... Pero... ¿ Q u i é n es?


SIMÓN. U n a m i g o de u s t e d , señor.
D. C A R L O S . (Aparte.) ¡ Y o estoy muerto!
D. D I E G O . ¿ C ó m o un a m i g o ? . . . ¿Qué?... Acerca esa l u z .
D. C A R L O S . T í o . (En ademán de besar la mano a D. Diego,
que le aparta de sí con enojo.) 94

D. D I E G O . Q u í t a t e de ahí.
D. C A R L O S . Señor.
D. D I E G O . Q u í t a t e . . . N o sé c ó m o n o l e . . . ¿ Q u é haces a q u í ?
D. C A R L O S . S i u s t e d se altera y . . .
D. D I E G O . ¿ Q u é haces a q u í ?
D. C A R L O S . M i desgracia m e h a t r a í d o .
D. D I E G O . ¡Siempre d á n d o m e que sentir, siempre! P e r o . . . (Acer-
cándose a D. Carlos.) ¿ Q u é dices? ¿ D e veras ha o c u r r i d o a l g u n a
desgracia? V a m o s . . . ¿ Q u é te s u c e d e ? . . . ¿ P o r q u é estás aquí? 9 5

CALAMOCHA. P o r q u e le tiene a u s t e d l e y y le q u i e r e b i e n

y- 9 6

D. D I E G O . A ti n o te p r e g u n t o n a d a . . . ¿ P o r q u é has v e n i d o
de Z a r a g o z a sin q u e y o l o s e p a ? . . . ¿ P o r q u é te asusta el v e r m e ? . . .
A l g o has h e c h o . S í , a l g u n a l o c u r a has h e c h o q u e le h a b r á d e c o s -
tar la v i d a a t u p o b r e t í o .

9 3
En esta exclamación se resume la cresía en estas palabras. El afecto por
revelación que para D. Carlos repre- su sobrino es real, y la ignorancia de
senta la presencia de su tío en la posa- los amores entre los jóvenes le permi-
da. No se precisan ulteriores aclaracio- te esta reacción. 0

nes. Por parte del joven es evidente qué 9 6


El trato que D . Diego dirige a
hace D. Diego allí, en especial después Calamocha revela la actitud de Mora-
de que Paquita le haya indicado que tín —y los neoclásicos en general— ha-
en la habitación de donde sale se en- cia el criado entrometido e impertinente
cuentra su madre y su prometido. La al que se debe hacer callar ejerciendo
decisión, por su parte, está tomada in- una autoridad que no se presta a dis-
cluso antes de sincerarse con su tío.° cusión. Moratín había censurado en su
9 4
Al gesto de respeto de D . Car- «Lección poética» a los graciosos del
los, corriente en la época, responde barroco porque «aunque son a su esta-
D. Diego con un gesto no menos ex- do desiguales / con todos tratan, le ce-
presivo de distanciamiento. lebran todos, / y se mezcla en asuntos
9 5
No parece que pueda verse hipo- principales».
ACTO SEGUNDO ESCENA XI 215

D. C A R L O S . N o s e ñ o r , n u n c a o l v i d a r é las m á x i m a s de h o n o r
y p r u d e n c i a que u s t e d m e ha i n s p i r a d o tantas v e c e s .
D. D I E G O . ¿Pues a qué v i n i s t e ? ¿ E s desafío? ¿ S o n deudas?
¿Es a l g ú n d i s g u s t o c o n tus j e f e s ? . . . 9 7
S á c a m e de esta i n q u i e t u d . . .
C a r l o s . . . H i j o m í o , sácame de este afán.
CALAMOCHA. Si t o d o ello no es m á s que...
D. D I E G O . Y a te he d i c h o que c a l l e s . . . V e n acá. (Tomándole
de la mano, se aparta con él a un extremo del teatro y le habla en
voz baja.) D i m e qué ha s i d o .
D. CARLOS. U n a l i g e r e z a , u n a falta de s u m i s i ó n a u s t e d . . .
V e n i r a M a d r i d sin pedirle licencia p r i m e r o . . . B i e n arrepentido
e s t o y , c o n s i d e r a n d o la p e s a d u m b r e q u e le he d a d o al v e r m e .
D. DIEGO. ¿ Y q u é otra cosa h a y ?
D. CARLOS. Nad a más, señor .
D. D I E G O . ¿Pues q u é desgracia era aquella de q u e m e hablaste?
D. C A R L O S . N i n g u n a . L a de hallarle a u s t e d en este p a r a j e . . .
y haberle d i s g u s t a d o t a n t o , c u a n d o y o esperaba s o r p r e n d e r le en
M a d r i d , estar en su c o m p a ñ í a a l g u n a s semanas y v o l v e r m e c o n -
t e n t o de haberle v i s t o .
D. DIEGO. ¿ N o hay más?
D. CARLOS. No, señor.
D. DIEGO. Míralo bien.
D. CARLOS. N o , s e ñ o r . . . A eso v e n í a . N o h a y nada m á s .
D. D I E G O . P e r o n o m e digas tú a m í . . . Si es i m p o s i b l e q u e
estas escapadas s e . . . N o s e ñ o r . . . ¿ N i q u i é n ha de p e r m i t i r q u e u n
oficial se v a y a c u a n d o se le antoje y a b a n d o n e de ese m o d o sus
b a n d e r a s ? . . . Pues si tales ejemplos se repitieran m u c h o , adiós dis-
ciplina m i l i t a r . . . V a m o s . . . E s o n o p u e d e ser.
D. C A R L O S . C o n s i d e r e usted, t í o , q u e estamos en t i e m p o de p a z ,
que en Z a r a g o z a no es necesario u n servici o tan e x a c t o c o m o en otras
plazas, en que n o se p e r m i t e descanso a la g u a r n i c i ó n . . . Y , en f i n ,
p u e d e usted creer que este viaje s u p o n e la a p r o b a c i ó n y la licencia
de mis superiores, que y o t a m b i é n m i r o p o r m i e s t i m a c i ó n , y q u e
c u a n d o m e he v e n i d o e s t o y s e g u r o de que n o h a g o f a l t a . 98

9 7
Las preguntas del tío aluden a los los superiores podían obtenerse con re-
peores vicios a que podía darse un jo- lativa facilidad lo demuestra el caso de
ven noble. 0
Cadalso, que en su Autobiografía men-
9 8
A pesar de que se le censuró en ciona varias licencias bien para ir a Za-
sus días este abandono del regimiento, ragoza ciudad, bien para desplazarse a
que tales aprobaciones o licencias de Madrid, donde pasaría muchos meses.
216 E L SÍ D E L A S N I N A S

D. D I E G O . U n oficial s i e m p r e hace falta a sus s o l d a d o s . E l


rey le tiene allí para q u e los i n s t r u y a , los p r o t e j a y les dé e j e m p l o s
de s u b o r d i n a c i ó n , de v a l o r , de virtud."
D. C A R L O S . B i e n está, p e r o y a h e d i c h o los m o t i v o s . . .
D. D I E G O . T o d o s esos m o t i v o s n o v a l e n n a d a . . . ¡ P o r q u e le
dio la g a n a de v e r al t í o ! . . . L o q u e q u i e r e su t í o de usted no
es v e r l e cada o c h o días, sino saber que es h o m b r e de j u i c i o y q u e
cumple con sus o b l i g a c i o n e s . 100
E s o es lo q u e quiere... Pero
(Alza la voz y se pasea con inquietud) y o t o m a r é m i s m e d i d a s para
que estas locuras n o se repitan o t r a v e z . . . L o q u e usted ha de
hacer ahora es m a r c h a r s e inmediatamente.
D. CARLOS. Señor, si...
D. D I E G O . N o h a y r e m e d i o . . . Y ha de ser inmediatamente.
U s t e d n o ha de d o r m i r aquí.
CÁLAMO CHA. E s q u e los caballos n o están a h o r a para c o -
r r e r . . . ni p u e d e n m o v e r s e .
D. D I E G O . Pues c o n ellos (A Calamochá) y c o n las maletas
al m e s ó n de afuera. U s t e d (A D. Carlos) n o ha de d o r m i r a q u í . . .
V a m o s (A Calamochá) tú, b u e n a p i e z a , m e n é a t e . A b a j o c o n t o d o .
P a g a r el g a s t o que se h a y a h e c h o , sacar los caballos y mar-
char... 101
A y ú d a l e tú... (A Simón.) ¿ Q u é d i n e r o tienes ahí?
S I M Ó N . T e n d r é unas c u a t r o o seis o n z a s . 1 0 2
(Saca de un bolsi-
llo algunas monedas y se las da a D. Diego.)
D. D I E G O . D á m e l a s a c á . . . V a m o s , ¿ q u é haces? (A Cálamo-
cha.) ¿ N o he d i c h o q u e ha de ser al i n s t a n t e ? . . . V o l a n d o . Y tú
(A Simón), v e c o n él, a y ú d a l e , y n o te m e apartes de allí hasta
que se h a y a n i d o .

(Los dos criados entran en el cuarto de D. Carlos.)

9 9
El oficial del ejército es padre de volver a las formas jerárquicas. 0

sus subordinados, lo mismo que el rey


101
Uso, que se repetirá más adelan-
lo es de sus subditos y el cabeza de te, del infinitivo como imperativo. La
familia de su prole. El tono, muy pro- crítica ha venido resaltando lo invero-
pio del despotismo ilustrado, tiene pre- símil que resulta el trato a que se ve
cedentes en Molière, Tartufo, V , 2 . ° sometido D. Carlos y lo sumiso de su
:0
° El paso del tuteo al usted res- reacción. 0

ponde a un endurecimiento en la ac-


1 0 2
La onza valía 3 2 0 reales, luego
titud de D. Diego, modo claro de Simón tiene entre 1 . 5 0 0 y 2 . 0 0 0 reales.
ACTO SEGUNDO ESCENA XII 217

ESCENA XII

D. DIEGO, D. CARLOS

D. D I E G O . T o m e u s t e d . (Le da el dinero.) C o n eso h a y b a s t a n -


te para el c a m i n o . . . V a m o s , q u e c u a n d o y o lo d i s p o n g o así b i e n
sé lo q u e m e h a g o . . . ¿ N o conoces q u e es t o d o p o r tu b i e n , y
que ha sido u n desatino lo q u e acabas de h a c e r ? . . . 1 0 3
Y no hay
que afligirse p o r eso, ni creas que es falta de c a r i ñ o . . . Y a sabes
lo q u e te he q u e r i d o s i e m p r e y , en o b r a n d o tú s e g ú n c o r r e s p o n d e ,
seré tu a m i g o c o m o l o he sido hasta aquí.
D. CARLOS. Y a lo sé.
D. DIEGO. Pues b i e n , ahora o b e d e c e l o q u e te mando.
D. CARLOS. L o haré sin falta.
D. DIEGO. A l m e s ó n de afuera. (A los criados que salen con
los trastos del cuarto de D. Carlos y se van por la puerta del foro.)
A l l í puedes d o r m i r m i e n t r a s los caballos c o m e n y descansan...
Y n o m e v u e l v a s a q u í p o r n i n g ú n p r e t e x t o , ni entres en la c i u -
d a d . . . ¡ C u i d a d o ! Y a eso de las tres o las c u a t r o , m a r c h a r . M i r a
que he de saber a la h o ra q u e sales. ¿ L o entiendes?
D. CARLOS. S í , señor.
D. DIEGO. M i r a que lo has de hacer.
D. CARLOS. S í , señor; haré lo q u e usted manda.
D. D I E G O . M u y b i e n . . . A d i ó s . T o d o te lo p e r d o n o . . . Vete
con D i o s . . . Y y o sabré t a m b i é n c u á n d o llegas a Z a r a g o z a ; n o
te p a r e z c a q u e e s t o y i g n o r a n t e de lo q u e hiciste la v e z p a s a d a . 10 4

D. CARLOS. ¿Pues qué hice y o ?


D . D I E G O . Si te d i g o q u e lo sé y q u e te lo p e r d o n o , ¿qué
más quieres? N o es t i e m p o ahora de tratar de e s o . V e t e .
D. C A R L O S . Q u e d e usted c o n D i o s . (Hace que se va, y vuelve.)
D. DIEGO. ¿Sin besar la m a n o a su t í o , eh?
D. CARLOS. N o m e a t r e v í . (Besa la mano a D. Diego y se
abrazan.)
D. D I E G O . Y d a m e u n a b r a z o , p o r si n o n o s v o l v e m o s a v e r .

Pasada la crispación del tío y to-


1 0 3
cree hacer lo mejor para su sobrino.
madas las medidas para salir de la si- Hay un nuevo paralelismo entre
1 0 4

tuación, se reanuda el tuteo. También lo que presume saber D. Diego res-


D. Diego, lo mismo que D . Ire- a
pecto a su sobrino y lo que creía saber
ne, aunque con posturas diferentes, D . Irene sobre Paquita.
a
218 E L SÍ D E L A S N I N A S

D. CARLOS. ¿ Q u é dice u s t e d ? ¡ N o lo permita Dios!


D. D I E G O . ¡ Q u i é n sabe, hijo m í o ! ¿ T i e n e s a l g u n a s d e u d a s ?
¿Te falta a l g o ?
D. CARLOS. N o señor, ahor a n o .
D. D I E G O . M u c h o es, p o r q u e tú s i e m p r e tiras p o r l a r g o . . . 1 0 5

C o m o cuentas c o n la b o l s a del t í o . . . Pues b i e n , y o escribiré al


señor A z n a r para q u e te dé cien d o b l o n e s d e o r d e n m í a . 1 0 6
Y
mira c ó m o lo gastas... ¿Juegas?
D. CARLOS. N o señor, en m i v i d a .
D. D I E G O . C u i d a d o c o n e s o . . . C o n q u e , b u e n viaje. Y n o te
acalores, j o r n a d a s regulares y nada m á s . . . ¿Vas contento?
D. C A R L O S . N o , señor. P o r q u e u s t e d m e q u i e r e m u c h o , m e
llena d e beneficios, y y o le p a g o m a l .
D. D I E G O . N o se hable y a d e l o p a s a d o . . . Adiós.
D. CARLOS. ¿ Q u e d a usted e n o j a d o c o n m i g o ?
D. D I E G O . N o , n o p o r c i e r t o . . . M e d i s g u s t é b a s t a n t e , pero
ya se a c a b ó . . . N o m e des q u e sentir. (Poniéndole ambas manos sobre
los hombros.) P o r t a r s e c o m o h o m b r e d e b i e n .
D. CARLOS. N o lo dude usted.
D. DTEGO. C o m o oficial d e h o n o r .
D. CARLOS. A s í lo p r o m e t o .
D. DIEGO. Adiós, Carlos. (Abrázanse.)
D. C A R L O S . (Aparte, al irse por la puerta del foro.) ¡ Y la d e j o ! . . .
¡ Y la p i e r d o para s i e m p r e !

105
'con profusión y sin reparo'. Aznar —nombre ficticio— debe de ser
Equivalente a unos ó.000 reales,
1 0 6
el banquero con quien D . Diego tiene
cantidad nada despreciable si se tiene tratos en Zaragoza, pero Moratín no
presente que Moratín cobraba en el se conforma con lo general y ha de con-
obrador de joyería, allá por 1 7 8 0 , 1 2 cretizar. D . Lucas, en Entre bobos anda
reales diarios, y que su sueldo como el juego, III, está muy preocupado por
secretario de Interpretación de Lenguas los gastos que le ocasiona su compro-
era de 2 9 . 0 0 0 reales anuales. El señor miso con D . Isabel.
a
ACTO SEGUNDO ESCENA XIII 219

ESCENA XIII

D. DIEGO

D e m a s i a d o bien se ha c o m p u e s t o . . . L u e g o lo sabrá enhorabue-


n a . . . P e r o n o es lo m i s m o escribírselo q u e . . . D e s p u é s de h e c h o ,
no importa nada... ¡ P e r o s i e m p r e aquel respeto al t í o ! . . . Como
una malva e s . (Se enjuga las lágrimas, toma una luz y se va a
107

su cuarto. Queda oscura la escena por un hreve espacio.) 10

ESCENA XIV

D. a
FRANCISCA, RITA

Salen del cuarto de D. Irene. Rita saca una luz


a

y la pone sobre la mesa

RITA. M u c h o silencio h a y p o r aquí.


D. a
F R A N C I S C A . Se habrán r e c o g i d o y a . . . E s t a r á n r e n d i d o s .
RITA. Precisamente.
D. a
F R A N C I S C A . ¡ U n c a m i n o tan l a r g o !
RITA. ¡ A lo que o b l i g a el a m o r , señorita!
D. a
F R A N C I S C A . S í , bien puedes decirlo: a m o r . . . Y y o ¿ q u é
no hiciera p o r él?
R I T A . Y deje u s t e d , que n o ha de ser éste el ú l t i m o m i l a g r o .
Cuando lleguemos a Madrid, entonces será ella... El pobre
D . D i e g o ¡ q u é chasco se v a a l l e v a r ! Y , p o r otra p a r t e , v e a u s t e d
qué señor tan b u e n o , q u e cierto da l á s t i m a . . .
D. a
F R A N C I S C A . Pues en eso consiste t o d o . S i él fuese u n
h o m b r e despreciable, ni m i m a d r e hubiera a d m i t i d o su p r e t e n s i ó n

1 0 7
'dócil, sumiso'. Aunque algún presa en que está embarcado; asimismo,
crítico consideró ocioso este monólo- realza el afecto hacia su sobrino y la
go, su función no es otra que poner confianza en su virtud y obediencia.
de relieve la mala conciencia de D. Die- En las ediciones anteriores se
1 0 8

go ante el proyectado matrimonio: na- especificaba que la escena quedaba


die tiene más dudas que él sobre la em- «sola». D
220 E L SÍ D E L A S N I Ñ A S

ni y o tendría q u e d i s i m u l a r m i r e p u g n a n c i a . . . 1 0 9
P e r o y a es o t r o
t i e m p o , R i t a . D . F é l i x ha v e n i d o y y a n o t e m o a n a d i e. E s t a n d o
m i fortuna en su m a n o , m e considero la más dichosa d e las mujeres.
R I T A . ¡ A y ! A h o r a q u e m e a c u e r d o . . . Pues p o q u i t o m e l o en-
c a r g ó . . . Y a se v e , si c o n estos a m o r e s t e n g o y o t a m b i é n la cabe-
z a . . . V o y p o r é l . (Encaminándose al cuarto de D." Irene.)
D. a
FRANCISCA. ¿ A qué vas?
R I T A . E l t o r d o , q u e y a se m e o l v i d a b a sacarle de allí.
D. a
F R A N C I S C A . S í , tráele, n o e m p i e c e a r e z a r c o m o a n o -
che... 1 1 0
A l l í q u e d ó j u n t o a la v e n t a n a . . . Y v e c o n c u i d a d o , n o
despierte mamá.
R I T A . S í . . . M i r e usted el estrépito d e caballerías q u e anda p o r
allá a b a j o . . . H a s t a q u e l l e g u e m o s a nuestra calle del L o b o , 1 1 1
nú-
mero siete, c u a r t o segundo, n o h a y q u e pensa r en dormir...
Y ese m a l d i t o p o r t ó n , q u e rechina que...
D. a
FRANCISCA. T e puedes llevar la l u z .
R I T A . N o es m e n e s t e r , q u e y a sé d ó n d e está. (Vase al cuarto
de D. a
Irene.)

ESCENA X V

SIMÓN, D. a
FRANCISCA

Sale por la puerta del foro Simón

D. a
FRANCISCA. Y o pensé q u e estaban ustedes a c o s t a d o s.
S I M Ó N . E l a m o y a h a b r á h e c h o esa d i l i g e n c i a , p e r o y o t o d a v í a
n o sé en d ó n d e he de t e n d e r el r a n c h o . . . 112
Y buen sueño que
tengo.
D. a
FRANCISCA. ¿ Q u é g e n t e n u e v a ha l l e g a d o a h o r a ?

Éste es otro aspecto sobre el que


1 0 9
toria sustituyó «rezar» por «cantar».
no puede quedar duda: D . Diego es 111
Véase nota 6 8 de La comedia nue-
una persona excelente y un partido in- va, I. En Entre lobos anda el juego, I,
mejorable. El problema es el senti- se menciona la calle del Lobo; y en la
miento. jornada III, la calle de Francos, actual
110
Se refiere, claro está, al Gloria Pa- de Cervantes.
tri y a la oración del Santo Sudario que 112
'echarse para descansar o dor-
cantaba en II, 3 . La Academia de la His- mir'.
ACTO SEGUNDO ESCENA XVI 221

SIMÓN. N a d i e . S o n u n o s q u e estaban ahí y se h a n i d o .


D. a
FRANCISCA. ¿Los arrieros?
S I M Ó N . N o , señora. U n oficial y u n criado s u y o , " 3
q u e pa-
rece q u e se v a n a Z a r a g o z a .
D. a
FRANCISCA. ¿ Q u i é n e s dice usted q u e s o n ?
SIMÓN. U n teniente c o r o n e l y su asistente.
D. a
FRANCISCA. ¿ Y estaban aquí?
SIMÓN. S í , señora; ahí, en ese c u a r t o .
D. a
FRANCISCA. N o los he v i s t o .
S I M Ó N . Parece q u e l l e g a r o n esta tarde y . . . A la c u e n t a h a b r á n
despachado y a la c o m i s i ó n q u e t r a í a n . . . " 4
C o n q u e se h a n i d o . . .
B u e n a s n o c h e s , señorita. (Vase al cuarto de D. Diego.)

ESCENA X V I

RITA, D . a
FRANCISCA

D. a
FRANCISCA. ¡ D i o s m í o d e m i a l m a ! ¿ Q u é es e s t o ? . . .
N o puedo sostenerme... ¡ D e s d i c h a d a ! (Siéntase en una silla junto
a la mesa.)
R I T A . Señorita, y o vengo muerta. (Saca la jaula del tordo y
la deja encima de la mesa; abre la puerta del cuarto de D. Carlos
y vuelve.)
D. a
F R A N C I S C A . ¡ A y , q u e es c i e r t o ! . . . ¿ T ú l o sabes t a m b i é n ?
R I T A . D e j e usted, q u e t o d a v í a n o creo l o q u e he v i s t o . . . A q u í
n o h a y n a d i e . . . N i maletas ni r o p a n i . . . ¿ P e r o c ó m o p o d í a e n g a -
ñ a r m e ? S i y o m i s m a los he v i s t o salir.
D. a
FRANCISCA. ¿ Y eran ellos?
R I T A . S í , señora. L o s d o s .
D. a
FRANCISCA. ¿ P e r o se h a n i d o fuera d e la c i u d a d ?
R I T A . S i n o los he perdido de vist a hasta q u e salieron p o r Puerta
de M á r t i r e s . . . " 5
C o m o está u n paso de aquí.

Las ediciones de 1 8 0 5 y 1 8 0 6 de-


113
a la cuenta: 'al parecer'.
1 1 4

cían: «un oficial de caballería». Como


115
De esa Puerta, al extremo orien-
fue criticado el que tal oficial clavara tal de la calle Libreros, arrancaba el ca-
los cañones, decidió eludir el arma a mino hacia Guadalajara, en dirección
que pertenecía D . Carlos. 0
a Aragón.
222 E L SÍ D E L A S N I Ñ A S

D. a
FRANCISCA. ¿ Y ése es el c a m i n o de A r a g ó n ?
R I T A . E s e es.
D. a
FRANCISCA. ¡Indigno!... ¡Hombre indigno! 1 1 0

RITA. Señorita...
D. a
FRANCISCA. ¿ E n q u é te ha o f e n d i d o esta infeliz?
R I T A . Y o e s t o y t e m b l a n d o t o d a . . . P e r o . . . S i es i n c o m p r e n s i -
b l e . . . Si no alcanzo a discurri r q u é m o t i v o s h a p o d i d o haber para
esta n o v e d a d .
D. a
FRANCISCA. ¿ P u e s n o le quise m á s q u e a m i v i d a ? . . .
¿ N o m e ha v i s t o loca d e a m o r ?
RITA. No sé q u é decir al c o n s i d e r ar u n a acción tan i n -
fame.
D. a
FRANCISCA. ¿ Q u é has de decir? Q u e n o m e ha q u e -
rido nunca ni es h o m b r e de bien... ¿ Y vino para esto?...
¡Para e n g a ñ a r m e , para a b a n d o n a r m e así! (Levántase, y Rita la sos-
tiene.)
R I T A . Pensar q u e su v e n i d a fue c o n o t r o d e s i g n i o n o m e pare-
ce n a t u r a l . . . C e l o s . . . ¿ P o r q u é ha de tener c e l o s ? . . . Y aun eso
m i s m o debiera e n a m o r a r l e m á s . . . É l n o es c o b a r d e , y no h a y q u e
decir q u e habrá t e n i d o m i e d o de su c o m p e t i d o r .
D. a
F R A N C I S C A . T e cansas en v a n o . . . D i q u e es u n p é r f i d o ,
di q u e es u n m o n s t r u o de c r u e l d a d , y t o d o l o has d i c h o .
R I T A . V a m o s de a q u í , q u e p u e d e v e n i r a l g u i e n y . . .
D. a
F R A N C I S C A . S í , v a m o n o s . . . V a m o s a l l o r a r . . . ¡ Y en q u é
situación m e d e j a ! . . . ¿ P e r o ves q u é m a l v a d o ?
R I T A . S í señora, y a l o c o n o z c o .
D. a
FRANCISCA. ¡ Q u é bien supo f i n g i r ! . . . ¿ Y c o n q u i é n ?

También D . Isabel, Entre bohos


1 1 6 a
una joya, un ramillete, / con lo de in-
anda el juego, III, llama a D. Pedro «fal- fiel, traidor, aleve, ingrato». Clavijo
so, alevoso, infiel, / ingrato», aunque y Fajardo había escrito en El Pensador,
son voces muy usuales en el lenguaje XXI: «Las iras son propias de verdu-
amoroso del teatro aurosicular. La sar- leras, y se reparte en el discurso de la
ta de calificativos que emplean Pa- pieza una cantidad de epítetos de trai-
quita y Rita para con D . Carlos ha- dor, aleve y otros semejantes con tanta
bían sido censurados por Moratín en profusión que parece plaga». Aquí, sin
su «Lección poética»: «Mil lances ha embargo, acentúan el carácter dramá-
de haber por un retrato, / una banda, tico de la escena.
ACTO SEGUNDO ESCENA XVI 223

Conmigo... ¿ P u es y o m e r e c í ser e n g a ñ a d a tan alevosamente?...


¿ M e r e c i ó m i cariñ o este g a l a r d ó n ? . . . " 7
¡ D i o s de m i v i d a ! ¿Cuál
es m i delito, cuál es? (Rita coge la luz, y se van entrambas al cuarto
de D. Francisca,)
a 111

1 1 7
Voz de hondas resonancias tra- 118
La semipenumbra enmarca el es-
dicionales, proveniente de la lírica tro- tado de desesperación en que se halla
vadoresca y el amor cortés. Toda la la heroína. Con menos significación
escena participa de lleno en las carac- simbólica, las luces y la oscuridad son
terísticas propias de la comedia la- esenciales en el desarrollo de la jorna-
crimosa. da II de Entre bobos anda el juego. 0
ACTO TERCERO

ESCENA I

Teatro oscuro. Sobre la mesa habrá un candelero con vela apagada


y la jaula del tordo. Simón duerme tendido en el banco

D . DIEGO, SIMÓN 2

D. D I E G O . (Sale de su cuarto poniéndose la bata.) A q u í , a lo


menos, y a que no duerma, no m e derretiré... 3
Vaya, si alcoba
c o m o ella n o s e . . . ¡ C ó m o r o n c a é s t e ! . . . G u a r d é m o s l e el s u e ñ o
hasta q u e v e n g a el d í a , q u e y a p o c o p u e d e t a r d a r . . . (Simón despier-
ta y se levanta.) ¿ Q u é es eso? M i r a n o te c a i g a s , hombre.
SIMÓN. ¡Qué! ¿Estaba usted ahí, señor?
D. D I E G O . S í , aquí m e he salido, p o r q u e allí n o se p u e d e parar.
S I M Ó N . Pues y o , a D i o s gracias, a u n q u e la c a m a es a l g o d u r a ,
he d o r m i d o c o m o u n e m p e r a d o r .
D . D I E G O . ¡ M a l a c o m p a r a c i ó n ! . . . D i q u e has d o r m i d o c o m o
un p o b r e h o m b r e q u e n o tiene d i n e r o , ni a m b i c i ó n , ni p e s a d u m -
bres, ni r e m o r d i m i e n t o s . 4

SIMÓN. E n efecto, dice usted b i e n . . . ¿ Y q u é h o r a será y a ?


D . D I E G O . P o c o h a q u e s o n ó el reloj d e S a n J u s t o y , 5
si n o
c o n t é m a l , d i o las tres.

1
Han transcurrido entre tres y cua-
4
Tema horaciano que Moratín
tro horas desde el final del acto ante- también había desarrollado en sus
rior. Es, pues, la única pausa algo brus- poesías. 0

ca que se produce en la obra y en la 5


La iglesia de San Justo era la ca-
dramaturgia moratiniana. tedralicia de Alcalá, conocida como la
2
La edición de 1 8 0 5 añade: «D. Colegiata. Esta es la única alusión ex-
Carlos, adentro», puesto que el galán de- plícita a la hora, momento crucial de
sarrollaba en esta escena un papel la noche oscura que en la escena octa-
—cantando desde el interior— que fue va dará paso —en pleno diálogo con
suprimido en posteriores ediciones. Paquita— a la primera luminosidad del
3
Uso de subjuntivo en una oración alba. La II Jornada de Entre bobos anda
concesiva con ya que en lugar del ha- el juego comienza a hora parecida: «A
bitual aunque. Disuena porque parece las dos de la noche, que ya han dado,
recoger también el sentido de una ora- / de mi media con limpio me has sa-
ción causal que iría con indicativo. Tal cado», dice Cabellera. También Jove-
vez, más que el calor ambiente, es el llanos, en El delincuente honrado, reser-
que arde en su pecho el que no deja vó el sonido del reloj para el último
dormir a D. Diego. acto, allí lleno de patetismo.

224
ACTO TERCERO ESCENA I 225

S I M Ó N . ¡ O h ! P u e s y a n u e s t r o s caballeros irán p o r ese c a m i n o


adelante echando chispas.
D . D I E G O . S í , y a es r e g u l a r q u e h a y a n s a l i d o . . . M e l o p r o m e -
t i ó , y espero q u e l o hará.
S I M Ó N . ¡ P e r o si usted v i e r a q u é a p e s a d u m b r a d o le dejé! ¡ Q u é
triste!
D. D I E G O . H a sido p r e c i s o .
SIMÓN. Y a lo c o n o z c o .
D. D I E G O . ¿ N o ves q u é v e n i d a tan i n t e m p e s t i v a ?
SIMÓN. E s v e r d a d . . . S i n p e r m i s o de u s t e d , sin a v i s a r l e , sin
haber u n m o t i v o u r g e n t e . . . V a m o s , hizo m u y mal... Bien que,
p o r otra p a r t e , él tiene prendas suficientes para q u e se le p e r d o n e
esta l i g e r e z a . . . D i g o . . . M e parece q u e el c a s t i g o n o pasará adelan-
te, ¿eh?
D. D I E G O . ¡ N o , q u é ! N o s e ñ o r . U n a cosa es q u e le h a y a h e -
c h o v o l v e r . . . Y a ves en q u é circunstancias n o s c o g í a . . . T e a s e g u r o
que c u a n d o se fue m e q u e d ó u n ansia en el c o r a z ó n . . . (Suenan
a lo lejos tres palmadas, y poco después se oye que puntean un instru-
mento.) ¿ Q u é ha s o n a d o ?
S I M Ó N . N o s é . . . G e n t e q u e pasa p o r la calle. Serán l a b r a d o r e s .
D. D I E G O . Calla.
SIMÓN. V a y a , música tenemos, según parece.
D. D I E G O . Sí, c o m o lo hagan bien. 6

S I M Ó N . ¿ Y q u i é n será el a m a n t e infeliz q u e se v i e n e a p u n t e a r
a estas horas en ese callejón tan p u e r c o ? . . . 7
Apostaré que son
a m o r e s c o n la m o z a de la p o s a d a , q u e parece u n m i c o . 8

D. D I E G O . P u e d e ser.
SIMÓN. Y a empiezan, oigamos... 9
(Tocan una sonata desde

como, con valor condicional. alguna manera tiraban a crines», su


7
La suciedad, señalada al hablar de boca «olía a ensalada fiambre y trasno-
Madrid por algunos viajeros, debía ser chada» y su tacto y aliento «pudieran
aún mayor en los pueblos. Además, no hacer vomitar a otro que no fuera arrie-
era privativa del interior de las po- ro» (Quijote, I, 1 6 ) . Recuérdese tam-
sadas. 0
bién una moza semejante en La ilustre
8
Dice Carranza, Entre bobos anda el fregona, la Arguello.
juego, II: «De verla no es ocasión, / La edición de 1 8 0 5 proseguía:
9

y ésta en que la vas a hablar / sólo «D. CARLOS. (Canta desde adentro al
es hora de buscar / a la moza del me- son del instrumento y en voz baja. D. Die-
són». Prototipo de posadera poco agra- go se adelanta un poco, adentrándose a la
ciada, y en quien tal vez pensaba Mo- ventana.) Si duerme y reposa / la bella
ratín, es Maritornes, cuyos cabellos «en que adoro, / su paz deliciosa / no turbe mi
22Ó EL SÍ D E L A S NINAS

adentro.) P u e s d í g o l e a u s t e d que toc a m u y l i n d a m e n t e el p i c a r o


del barberillo.
D . D I E G O . N o , n o hay b a r b e r o que sepa hacer eso, p o r muy
b i e n que afeite. 10

S I M Ó N . ¿ Q u i e r e uste d que nos a s o m e m o s u n p o c o a v e r . . . ? 1 1

D. D I E G O . N o , d e j a r l o s . . . ¡ P o b r e g e n t e ! ¡ Q u i é n sabe la i m -
portancia que darán ellos a la tal m ú s i c a ! . . . 1 2
N o g u s t o y o de in-
c o m o d a r a nadie. (Salen de su cuarto D. Francisca y Rita, encami-
a

nándose a la ventana. D. Diego y Simón se retiran a un lado y observan.)


SIMÓN. ¡Señor!... ¡ E h ! . . . Presto, aquí, a un ladito.
D. D I E G O . ¿Qué quieres?
SIMÓN. Que han a b i e r t o la p u e r t a de esa a l c o b a , y h u e l e a
faldas que trasciende.
D. D I E G O . ¿Sí?... Retirémonos. 1 3

lloro / y en sueños corónela / de dichas Suplemento, se refiere a la misma asocia-


Amor. / Pero si su mente / vagando deli- ción: «Que contamos por mérito espe-
ra, / si me llama ausente, / si celosa ex- cial el poseer un estoque y tocar, aun-
pira, / diréla mi bárbaro, / mi fiero do- que sea mal, la guitarra, a menos que
lor. D . DIEGO. Buen estilo, pero canta el talento de un mancebo de barbero o
demasiado quedo». Resulta inverosímil, el de un torero quiera darse por apete-
pese a que la voz de D. Carlos suene cible en todos los gremios de la nación»,
quedamente, que D. Diego no reco- dice un viajante a la violeta. Por otra
nozca a su sobrino. Este, por su par- parte, aparece aquí de nuevo la convic-
te, actúa de un modo que no debía ser ción moratiniana de la especialización,
del agrado de Moratín, quizá por su es decir, de que cada arte u oficio exige
parecido con el héroe de la comedia an- un aprendizaje y una práctica. 0

terior. 0
11
Añadía la edición de 1 8 0 5 : «a ese
1 0
La asociación barbero y guitarra ruiseñor».
formaba parte de la tradición. Sin ir Parece recordar aquí Moratín lo
1 2

más lejos, Francisco de Castro, en su que Jovellanos había escrito en su Me-


entremés El órgano y el mágico, ponía moria sobre el arreglo respecto a las na-
en boca de un barbero las siguientes turales diversiones del pueblo.
palabras: «Ya sabes, Catalina, / que soy 13
M . Damis también se oculta en
barbero aquí, en Fuentelaencina, / y la oscuridad, y así averigua que su ri-
que diversos días / sólo me sustenta- val es su propio hijo, en Marivaux, La
ban las folias / que tocaba, ¡ay de mí escuela de las madres, 1 6 . La falta de luz
que se desgarra / el alma de pensarlo!, acompaña el más acentuado momento
en la guitarra». También Cadalso, en de acción de la comedia.
ACTO TERCERO ESCENA I I 227

ESCENA II

D. A
FRANCISCA, RITA, D . DIEGO, SIMÓN

RITA. C o n t i e n t o , señorita.

D. A
F R A N C I S C A . S i g u i e n d o la p a r e d , ¿no v o y bien?

(Vuelven a puntear el instrumento?)


RITA. S í , señora... Pero vuelven a tocar... Silencio...
D. A
F R A N C I S C A . N o te m u e v a s . . . D e j a . . . Sepamos primero
si es é l .
R I T A . ¿Pue s n o h a de s e r ? . . . L a seña n o p u e d e mentir.
D. FRANCISCA. C a l l a . . . S í , él e s . . . ¡ D i o s m í o ! (Acércase
A 14

Rita a la ventana, abre la vidriera y da tres palmadas. Cesa la música.)


Ve, responde... Albricias, 15
corazón. É l es.
SIMÓN. ¿ H a oído usted?
D. DIEGO. S í .
SIMÓN. ¿ Q u é querrá decir e s t o ?
D. DIEGO. Calla.
D. FRANCISCA. (Se asoma a la ventana. Rita se queda de-
A 16

trás de ella. Los puntos suspensivos indican las interrupciones más o me-
nos largas.) 17
Y o soy ¿ Y q u é había de p e n s a r v i e n d o l o
que u s t e d acaba de h a c e r ? . . . 1 8
¿ Q u é fuga es é s t a ? . . . R i t a (Apar-

1 4
Proseguía la edición de 1 8 0 5 : «ya diferente de puntos, lo hace con clara
canta. D . CARLOS (Canta.). Si duerme finalidad indicativa de la duración de
y reposa / la bella que adoro...». los silencios: son una acotación más.
15
'buenas noticias'; originariamen- La edición de 1 8 2 5 puso puntos sus-
te, el regalo o regalos que se daba al pensivos normales (cuatro, en vez de
portador de las buenas nuevas. tres) y, aunque Moratín no lo retocó
Cierto crítico contemporáneo se- en sus correcciones, creo preciso res-
ñaló que el lance de la ventana era «vul- taurar lo publicado en la edición de
garísimo entre nuestros poetas», a lo 1805.
que otro respondió: «no sé qué razón 1 8
La edición de 1 8 0 5 añade: «Pero
haya para que ... se quiera privar al salgamos de dudas...». Los recortes a
autor de acudir a semejantes lances de que sometió Moratín este parlamento
ventanas». 0
responden claramente al deseo de ajus-
1 7
Normalmente, Moratín utiliza los tar las palabras de Paquita, y la dura-
puntos suspensivos para indicar lo en- ción de su actuación, a las circunstan-
trecortado del lenguaje coloquial. En cias que se suponen de agitación y
este parlamento, y de ahí el número apresuramiento.
228 E L SÍ D E L A S N I Ñ A S

tándose de la ventana, y vuelve después a asomarse), a m i g a , p o r D i o s ,


ten c u i d a d o , y si o y e r e s a l g ú n r u m o r , al i n s t a n t e avísame... 1 9

¿Para siempre? ¡ T r i s t e de m í ! B i e n está, tírela u s t e d . . . 2 0


Pero
y o n o acabo d e e n t e n d e r . . . ¡ A y , D . F é l i x ! N u n c a le he v i s t o a
u s t e d tan t í m i d o . . . (Tiran desde adentro una carta que cae por la
ventana al teatro. D." Francisca la busca y, no hallándola, vuelve a
asomarse.) N o , n o la h e c o g i d o , p e r o a q u í está sin d u d a . . . ¿ Y
n o he de saber y o hasta q u e l l e g u e el día los m o t i v o s q u e t i e n e
usted para d e j a r m e m u r i e n d o ? 2 1
S í , y o q u i e r o saberlo d e
su b o c a de u s t e d . S u P a q u i t a de u s t e d se l o m a n d a ¿ Y cómo
le parece a usted q u e estará el m í o ? . . . N o m e cabe en el p e c h o . . .
Diga usted.

(Simón se adelanta un poco, tropieza con la jaula y la deja caer, f 2

RITA. S e ñ o r i t a , v a m o s de a q u í . . . P r e s t o , que hay gente.


D. a
F R A N C I S C A . ¡Infeliz de m í ! . . . Guíame.
RITA. Vamos. (Al retirarse, tropieza con Simón, has dos se van
al cuarto de D." Francisca.) ¡ A y !
D. a
F R A N C I S C A . ¡Muerta voy!

ESCENA III

D. DIEGO, SIMÓN

D. D I E G O . ¿ Q u é g r i t o fue ése?
SIMÓN. U n a d e las f a n t a s m a s , 23
q u e al retirarse tropezó
conmigo.

1 9
Este fragmento aparecía en 1 8 0 5
2 1
Añade la edición de 1 8 0 5 : «No,
de este modo: «¿Qué fuga es ésta? De- yo quiero absolutamente que usted me
sengáñeme usted, y sepa yo lo que debo diga por qué se va, qué inquietud es
esperar ¿Para siempre? ¡Triste de ésa, qué lenguaje misterioso, oscuro,
mí! ¿Qué habla usted de obliga- desconocido para mí...».
ción? ¿Tiene usted otra que la de con-
2 3
Aquí parece justificarse la presen-
solar a esta desdichada? ». cia del tordo desde el comienzo de la
2 0
El recurso a la carta, útil desde obra.
el punto de vista de la economía dra-
2 3
Esta voz, como algunas otras (ti-
mática y del respeto a la unidad de lu- gre, tema), presentó cierta indetermi-
gar, había recibido la censura de algu- nación genérica hasta bien entrado el
nos preceptistas, entre ellos Luzán.° siglo x i x .
ACTO TERCERO ESCENA IV 229

D . D I E G O . A c é r c a t e a esa v e n t a n a y m i r a si hallas en el suelo


un papel... ¡Buenos estamos!
S I M Ó N . (Tentando por el suelo, cerca de la ventana.) N o encuen-
tro nada, señor.
D. D I E G O . B ú s c a l e b i e n , q u e p o r ahí ha de estar.
SIMÓN. ¿ L e tiraron desde la calle?
D . D I E G O . S í . . . ¿ Q u é a m a n t e es é s t e ? . . . ¡ Y d i e z y seis años,
y criada en u n c o n v e n t o ! A c a b ó y a tod a m i i l u s i ó n .
SIMÓN. A q u í está. (Halla la carta y se la da a D. Diego.)
D . D I E G O . V e t e abajo y enciende u n a l u z . . . E n la caballeriza
o en la c o c i n a . . . P o r ahí habrá a l g ú n f a r o l . . . Y v u e l v e c o n ella
al instante.

(Vase Simón por la puerta del foro.)

ESCENA IV

D. DIEGO

¿ Y a quién debo c u l p a r ? (Apoyándose en el respaldo de una silla.)


¿Es ella la delincuente, o su m a d r e , o sus tías, o y o ? . . . ¿Sobre
q u i é n . . . , sobre quién ha de caer esta cólera q u e p o r m á s q u e l o
p r o c u r o no la sé r e p r i m i r ? . . . ¡ L a naturaleza la h i z o tan a m a b l e
a m i s o j o s ! . . . ¡ Q u é esperanzas tan halagüeña s c o n c e b í ! ¡ Q u é feli-
cidades m e p r o m e t í a ! . . . ¡Celos!... ¿ Y o ? . . . ¡ E n q u é edad tengo
celos!... 24
V e r g ü e n z a e s . . . Pero esta inquietud qu e y o siento, esta
indignación , estos deseos de v e n g a n z a , ¿d e q u é p r o v i e n e n ? ¿ C ó m o
he de l l a m a r l o s ? O t r a v e z parece q u e . . . (Advirtiendo que suena rui-
do en la puerta del cuarto de D. a
Francisca, se retira a un extremo
del teatro.) S í .

En otro contexto había escrito


2 4
casorios, pero no en celos. Hay expre-
Moratín en El viejo y la niña: «reco- siones algo semejantes en Marivaux, La
nozco ahora / que no son edades éstas escuela de las madres, pero sin la carga
/ para pensar en casorios» (III, 1 4 ) . En emocional de éstas. 0
230 E L SÍ D E L A S N I Ñ A S

ESCENA V

RITA, D. DIEGO, SIMÓN

RITA. Y a se han i d o . . . (Observa, escucha, asómase después a la


ventana y busca la carta por el suelo.) ¡ V á l g a m e D i o s ! . . . E l p a p e l
estará m u y b i e n e s c r i t o , p e r o el señor D . F é l i x es u n g r a n d í s i m o
p i c a r ó n . . . ¡ P o b r e c i t a d e m i a l m a ! . . . S e m u e r e sin r e m e d i o . . . N a d a ,
ni perros parecen p o r la c a l l e . . . ¡ O j a l á n o los h u b i é r a m o s c o n o c i -
d o ! Y este m a l d i t o p a p e l . . . Pues b u e n a la h i c i é r a m o s si n o pare-
ciese... ¿ Q u é d i r á ? . . . Mentiras, mentiras y todo mentira. 25

SIMÓN. Y a tenemos l u z . (Sale con luz. Rita se sorprende.)


RITA. ¡Perdida s o y !
D. D I E G O . (Acercándose.) ¡ R i t a ! ¿ P u e s tú a q u í ?
RITA. S í señor , porque....
D. DIEGO. ¿ Q u é buscas a estas h o r a s ? 2 6

RITA. B u s c a b a . . . Y o le diré a u s t e d . . . P o r q u e o í m o s u n r u i d o
tan grande...
D. DIEGO. S í , ¿eh?
RITA. C i e r t o . . . U n r u i d o y . . . y m i r e u s t e d (Alza la jaula que
está en el suelo), era la j a u l a del t o r d o . . . Pues la j a u l a e r a , n o tiene
duda... ¡ V á l g a t e D i o s ! ¿ S i se habrá m u e r t o ? . . . N o , v i v o está,
v a y a . . . A l g ú n g a t o habrá s i d o . . . P r e c i s o .
SIMÓN. S í , a l g ú n g a t o .
RITA. ¡ P o b r e a n i m a l ! ¡ Y q u é asustadillo se c o n o c e q u e está
todavía!
SIMÓN. Y c o n m u c h a r a z ó n . . . ¿ N o te p a r e c e ? S i le h u b i e r a
pillado el g a t o . . .
RITA. Se le hubiera c o m i d o . (Cuelga la jaula de un clavo que
habrá en la pared.)
SIMÓN. Y sin p e b r e . . . 2 7
N i plumas hubiera dejado.
D. DIEGO. T r á e m e esa l u z .

2 5
Es una versión moratiniana del
2 6
A partir del hallazgo y lectura de
«Words, words, words» de Hamlet, la carta por D. Diego su actitud cobra
que él mismo tradujera como «Palabras, una dimensión en cierto modo irónica
palabras, todo palabras». Del protago- y en gran medida paternal y protectora.
nista shakespeariano a la criada del es- 2 7
'salsa de pimienta, ajo, perejil y
pañol. 0
vinagre'.
ACTO TERCERO ESCENA VI 231

R I T A . ¡ A h ! D e j e u s t e d , e n c e n d e r e m o s ésta (Enciende la vela que


está sobre la mesa), q u e y a lo q u e n o se ha d o r m i d o . . .
D. D I E G O . Y D. a
Paquita, ¿duerme?
R I T A . S í , señor.
SIMÓN. Pues m u c h o es q u e c o n el r u i d o del tordo...
D . D I E G O . V a m o s . (Se entra en su cuarto. Simón va con él, lle-
vándose una de las luces.)

ESCENA VI

D. a
FRANCISCA, RITA

D. a
FRANCISCA. ¿ H a p a r e c i d o el p a p e l ?
R I T A . N o , señora
D. a
F R A N C I S C A . ¿ Y estaban a q u í los dos c u a n d o tú saliste?
R I T A . Y o n o lo sé. L o c i e r to es q u e el c r i a d o sacó u n a l u z
y m e hallé de repente, c o m o p o r m á q u i n a , 2 8
e n t r e él y su a m o ,
sin p o d e r escapar ni saber q u é disculpa darles. (Coge la luz y vuelve
a buscar la carta cerca de la ventana.)
D. a
F R A N C I S C A . E l l o s eran, sin d u d a . . . A q u í estarían cuan-
d o y o hablé desde la v e n t a n a . . . ¿ Y ese p a p e l ?
R I T A . Y o no le e n c u e n t r o , señorita.
D. a
F R A N C I S C A . L o t e n d r á n ellos, n o te c a n s e s . . . Si es l o
ú n i c o que faltaba a m i d e s d i c h a . . . N o le b u s q u e s . E l l o s le tienen.
R I T A . A lo m e n o s p o r a q u í . . .
D. a
FRANCISCA. ¡ Y o e s t o y loca! (Siéntase.)
R I T A . S i n haberse e x p l i c a d o este h o m b r e , ni decir s i q u i e r a . . .
D. a
F R A N C I S C A . C u a n d o iba a h a c e r l o , m e avisaste, y fue
preciso r e t i r a r n o s . . . P e r o ¿sabes tú c o n q u é t e m o r m e h a b l ó , q u é
a g i t a c i ó n m o s t r a b a ? M e dijo q u e en aquella carta v e r í a y o los m o -
t i v o s j u s t o s q u e le precisaban a v o l v e r s e , q u e la había escrito p a r a
dejársela a persona fiel q u e la pusiera en mis m a n o s , suponiendo
q u e el v e r m e sería i m p o s i b l e . T o d o e n g a ñ o s , R i t a , de u n h o m b r e
aleve q u e p r o m e t i ó lo q u e n o pensaba c u m p l i r . . . 2 9
V i n o , hall ó

2 8
'mediante un efecto especial de ajeno a la propia dinámica dramática
tramoya'; traduce la expresión deus ex para provocar un cambio de situación
machina con que, en terminología tea- o el desenlace.
tral, se alude a cualquier mecanismo aleve: 'traidor, infiel, desleal'.
2 9
232 E L SÍ D E L A S NIÑAS

u n c o m p e t i d o r y diría: pues y o ¿para q u é he de m o l e s t a r a nadie


ni h a c e r m e a h o r a defensor de una mujer?... ¡ H a y tantas m u j e -
r e s ! . . . C á s e n l a . . . Y o nada p i e r d o . P r i m e r o es m i t r a n q u i l i d a d que
la v i d a de esa i n f e l i z . . . ¡ D i o s m í o , p e r d ó n ! . . . ¡ P e r d ó n de h a b e r l e
querido tanto!
R I T A . ¡ A y , señorita! (Mirando hacia el cuarto de D. Diego.) Que
parece que salen y a .
D. a
FRANCISCA. No importa, déjame.
RITA. P e r o si D . D i e g o la ve a u s t e d de esa manera...
D. a
F R A N C I S C A . Si t o d o se ha p e r d i d o y a , ¿ q u é p u e d o te-
m e r ? . . . ¿ Y piensas tú que t e n g o alientos p a r a l e v a n t a r m e ? . . . Que
v e n g a n , nada i m p o r t a . 3 0

ESCENA VII

D. D I E G O , SIMÓN, D. a
F R A N C I S C A , RITA

SIMÓN. V o y e n t e r a d o , no es m e n e s t e r más.
D. DIEGO. Mira y haz que ensillen inmediatamente al
Moro, 3 1
mientras tú vas allá. Si han salido, v u e l v e s , m o n t a s a ca-
ballo y en una b u e n a carrera que des los a l c a n z a s . . . ¿ L a s dos a q u í ,
eh?... 3 2
C o n q u e v e t e , no se pierda t i e m p o . (Después de hablar los
dos junto al cuarto de D. Diego, se va Simón por la puerta del foro.)
SIMÓN. Voy allá.
D . D I E G O . M u c h o se m a d r u g a , D . a
Paquita.
D. a
F R A N C I S C A . S í , Señor.
D. D I E G O . ¿Ha llamado ya D . a
Irene?

3 0
La reacción de D . Francisca es
a
Todas las ediciones en vida de
3 2

muy parecida a la que tendrá D. Car- Moratín —incluso la de 1 8 2 5 corregi-


los cuando se proponga partir a la gue- da por él— leen «las», pero algunos
rra con la clara intención de buscar la editores posteriores lo han venido co-
muerte. No hay rebelión, sino deses- rrigiendo en «los», suponiendo que D.
peración y abandono. Diego se refiere a D. Carlos y Cala-
3 1
Hasta el caballo tiene aquí un mocha. Pero —sigo la opinión de al-
nombre concreto, tal vez por su color gún crítico solvente— puede estar pen-
negro oscuro y brillante, con una man- sando en voz alta en la escena nocturna,
cha blanca en la frente. en Rita y Paquita. 0
ACTO TERCERO ESCENA VIII 233

D. a
F R A N C I S C A . N o , s e ñ o r . . . M e j o r es q u e v a y a s allá p o r
si h a d e s p e r t a do y se q u i e r e v e s t i r .

(Rita se va al cuarto de D." Irene.)

ESCENA VIII

D. DIEGO, D. a
FRANCISCA

D. D I E G O . U s t e d n o habrá d o r m i d o b i e n esta n o c h e .
D. a
F R A N C I S C A . N o , señor. ¿ Y usted?
D. D I E G O . Tampoco.
D. a
F R A N C I S C A . H a hecho demasiado calor.
D. D I E G O . ¿Está usted desazonada?
D. a
F R A N C I S C A . Alguna cosa.
D . D I E G O . ¿ Q u é siente u s t e d ? (Siéntasejunto a D. a
Francisca.)
D. a
F R A N C I S C A . N o es n a d a . . . A s í , u n p o c o d e . . . N a d a . . . ,
no t e n g o nada.
D. D I E G O . A l g o será, p o r q u e la v e o a u s t e d m u y abatida ,
llorosa, inquieta... ¿ Q u é tiene u s t e d , P a q u i t a ? ¿ N o sabe u s t e d
que la q u i e r o tanto? 33

D. a
F R A N C I S C A . S í , señor.
D. D I E G O . ¿Pues p o r q u é n o hace u s t e d m á s c o n f i a n z a de
mí? 3 4
¿Piensa usted q u e n o tendré y o m u c h o g u s t o en hallar oca-
siones de c o m p l a c e r l a ?
D. a
F R A N C I S C A . Y a lo sé.
D . D I E G O . ¿Pue s c ó m o , sabiendo q u e tiene u s t e d u n a m i g o ,
no d e s a h o g a c o n él su c o r a z ó n ?
D. a
F R A N C I S C A . P o r q u e eso m i s m o m e o b l i g a a callar.

33
Ese estado —reflejado en los ges- ha sido destacada) para lograr la sin-
tos más que en el lenguaje— la mos- ceridad de la niña. Las respuestas des-
traba ante los espectadores como ver- lavazadas de ésta no son tanto fruto
dadera y única víctima del sistema, de un supuesto papel femenino —que
produciendo momentos de hondísima le impediría estructurar un discur-
ternura y llanto. D. Diego parece de- so— como resultado de la angustia y
sarmado ante ese estado. Afectado por el deseo de seguir callando. 0

ello, y con evidente cariño, quiere 3 4


Parece calco galicista; sin embar-
aprovechar esta única entrevista a so- go también Mayans escribe en 1 7 3 3 :
las (situación similar a la que tienen «para que los oyentes hagan confianza
los jóvenes y cuya irregularidad no del que haga».
234 E L SÍ D E L A S N I Ñ A S

D . D I E G O . E s o quiere decir q u e tal v e z s o y y o la causa de


su p e s a d u m b r e de usted.
D. a
F R A N C I S C A . N o señor, u s t e d en nada m e ha o f e n d i d o . . .
N o es de usted de quien y o m e d e b o quejar.
D. D I E G O . ¿ P u e s de q u i é n , hija m í a ? . . . V e n g a usted a c á . . .
(Acércase más.) 35
H a b l e m o s siquiera u n a v e z sin r o d e o s ni d i s i m u -
lación... 30
D í g a m e u s t e d , ¿ n o es cierto q u e uste d m i r a c o n a l g o
de r e p u g n a n c i a este c a s a m i e n t o q u e se la p r o p o n e ? ¿Cuánto va
q u e si la dejasen a usted entera l i b e r t a d para la elección n o se
casaría c o n m i g o ?
D. a
FRANCISCA. N i con otro.
D . D I E G O . ¿Será p o s i b l e que usted n o c o n o z c a o t r o más a m a -
ble que y o , q u e le quiera b i e n y q u e la c o r r e s p o n d a c o m o usted
merece? 37

D. a
FRANCISCA. N o señor , n o señor.
D. D I E G O . M í r e l o usted bien.
D. a
FRANCISCA. ¿ N o le d i g o a usted q u e n o ?
D . D I E G O . ¿ Y he de creer, p o r d i c h a , q u e c o n s e r v e usted tal
inclinación al r e t i r o en q u e se ha criado q u e prefiera la austeridad
del c o n v e n t o a u n a v i d a m á s . . . ?
D. a
F R A N C I S C A . T a m p o c o , no señor.. . N u n c a he pensado así.
D . D I E G O . N o t e n g o e m p e ñ o de saber m á s . . . P e r o de t o d o
lo que acabo de oír resulta una g r a v í s i m a c o n t r a d i c c i ó n . 38
Usted
no se halla inclinada al estado r e l i g i o s o , s e g ú n p a r e c e . U s t e d m e
asegura que n o tiene queja n i n g u n a de m í , q u e está p e r s u a d i d a
de l o m u c h o q u e la e s t i m o , q u e n o piensa casarse c o n o t r o ni
debo recelar q u e nadie m e dispute su m a n o . . . ¿ P u e s qué l l a n t o
es ése? ¿ D e d ó n d e nace esa tristeza p r o f u n d a q u e en tan p o c o
t i e m p o ha alterado su semblante de usted en t é r m i n o s q u e apenas
le r e c o n o z c o ? ¿ S o n éstas las señales de q u e r e r m e e x c l u s i v a m e n t e

3 5
Aumenta la cercanía física y tam- «le quiera» por «la quiera», pero la idea
bién la confianza, pero la confesión del de Moratín no se presta a dudas: se
amor que Paquita oculta no sale de su refiere al amor que ella pueda sentir
boca. 0
hacia algún joven que la corresponda.
3 6
También M . Damis interroga de Del caos entrecortado de Paquita
3 8

modo parecido a Angélique en Mari- surge la lógica coherente y trabada: de-


vaux, La escuela de las madres, 1 2 , pero ducción, hipótesis deductiva, interro-
con resultados diferentes. 0
gación que no puede ser todavía con-
3 7
Todos los editores han cambiado clusión. 0
ACTO TERCERO ESCENA VIII 235

a m í , de casarse g u s t o s a c o n m i g o d e n t r o de p o c o s días? ¿ S e anun-


cian así la alegría y el a m o r ?

{Vase iluminando lentamente la escena, suponiendo que viene la luz


del día.) 19

D. a
FRANCISCA. ¿ Y q u é m o t i v o s le he d a d o a usted para
tales desconfianzas?
D . D I E G O . ¿ P u e s q u é ? Si y o prescind o de estas c o n s i d e r a c i o -
nes, si apresuro las diligencias de nuestra u n i ó n , si su m a d r e de
usted s i g u e a p r o b á n d o l a y llega el caso d e . . .
D. a
FRANCISCA. H a r é lo que m i m a d r e m e m a n d a y m e
casaré c o n usted.
D. D I E G O . ¿ Y después, Paquita?
D. a
F R A N C I S C A . D e s p u é s . . . y m i e n t r as m e d u r e la v i d a , seré
m u j e r de b i e n . 4 0

D . D I E G O . E s o n o lo p u e d o y o d u d a r . . . P e r o si usted m e c o n -
sidera c o m o el q u e ha de ser hasta la m u e r t e su c o m p a ñ e r o y
su a m i g o , d í g a m e u s t e d , estos títulos ¿ n o m e dan a l g ú n d e r e c h o
para m e r e c e r de u s t e d m a y o r c o n f i a n z a ? ¿ N o he de l o g r a r q u e
usted m e d i g a la causa de su d o l o r ? Y n o para satisfacer u n a i m -
pertinente c u r i o s i d a d , 41
sino para e m p l e a r m e t o d o en su c o n s u e -
l o , en m e j o r a r su s u e r t e , en hacerla d i c h o s a , si m i c o n a t o y m i s
diligencias pudiesen tanto. 4 2

D. a
FRANCISCA. ¡ D i c h a s para m í ! . . . Y a se a c a b a r o n .
D. D I E G O . ¿Por qué?
D. a
FRANCISCA. N u n c a diré p o r q u é .
D. D I E G O . Pero ¡qué obstinado, qué imprudente silencio!...
C u a n d o usted m i s m a debe p r e s u m i r q u e n o e s t o y i g n o r a n t e de
lo q u e h a y .
D. a
F R A N C I S C A . Si usted lo i g n o r a , señor D . D i e g o , p o r

3 9
Se anuncia con un juego de lu- mente idéntico al de «hombre de
ces cierta esperanza en la asfixiante si- bien». Esta ha de ser sensible, ino-
tuación de la niña, a pesar de que D. cente, fiel, recatada, modesta pero
Diego todavía va a presionarla, lo mis- sociable, buena ama de casa y buena
mo que hará con su sobrino. No es madre.
aún el alba, que hará innecesaria la luz Recuérdese el título y tema de la
4 1

artificial de la escena X I . 0
novelita intercalada por Cervantes en
4 0
El concepto de «mujer de bien», el Quijote, «El curioso impertinente»
por lo que se desprende de las co- (I. 3 3 - 3 5 ) -
medias moratinianas, no es exacta- 4 2
conato: 'esfuerzo, empeño'.
236 EL SÍ D E L A S N I Ñ A S

D i o s n o finja q u e lo sabe, y si en efecto lo sabe u s t e d , n o me


lo pregunte.
D. D I E G O . B i e n está. U n a v e z q u e n o h a y nada que decir,
q u e esa aflicción y esas l á g r i m a s s o n v o l u n t a r i a s , h o y l l e g a r e m o s
a M a d r i d , y d e n t r o de o c h o días será u s t e d mi mujer.
D. a
FRANCISCA. Y daré g u s t o a mi madre.
D. D I E G O . Y vivirá usted infeliz. 43

D. a
FRANCISCA. Y a lo sé.
D. D I E G O . V e a q u í los frutos de la e d u c a c i ó n . 4 4
E s t o es lo
q u e se l l a m a criar b i e n a u n a niña: enseñarla a q u e d e s m i e n t a y
oculte las pasione s m á s inocentes c o n u n a pérfida disimulación.
Las j u z g a n honestas l u e g o que las v e n instruidas en el arte de
callar y m e n t i r . S e o b s t i n a n en q u e el t e m p e r a m e n t o , la edad ni
el g e n i o no h a n de tener influencia a l g u n a en sus i n c l i n a c i o n e s ,
o en q u e su v o l u n t a d ha de torcerse al c a p r i c h o de q u i e n las g o -
b i e r n a . T o d o se las p e r m i t e , m e n o s la s i n c e r i d a d . C o n tal que
n o d i g a n lo q u e sienten, c o n tal q u e finjan a b o r r e c e r lo q u e m á s
desean, con tal q u e se presten a p r o n u n c i a r c u a n d o se lo m a n d e n
u n sí p e r j u r o , s a c r i l e g o , o r i g e n de t a n t o s e s c á n d a l o s , 45
y a están
bien criadas, y se l l a m a e x c e l e n t e e d u c a c i ó n la q u e inspira en ellas
el t e m o r , la astucia y el silencio de u n e s c l a v o .
D. a
FRANCISCA. Es verdad... Todo eso es c i e r t o . . . Eso
e x i g e n de n o s o t r a s , eso a p r e n d e m o s en la escuela que se nos

4 3
Las palabras de D. Diego mues- y la niña (comedia que también topó
tran con nitidez que toda esperanza en con la Iglesia en forma de vicario ecle-
el amor de D . Paquita ha desapareci-
a
siástico): «¿No sabéis que nos enseñan
do y que lo que sigue no dejan de ser / a obedecer ciegamente, / a que el
pruebas que realiza, intentos de acla- semblante desmienta / lo que sufre el
rar lo que para él ya está claro. La sen- corazón? / Cuidadosamente observan
cillez y realismo del diálogo debió de / nuestros pasos, y llamando / al disi-
conmover a un auditorio poco acos- mulo modestia, / padece el alma y...
tumbrado a tales cosas. no importa; / con tal que calle, pa-
4 4
Todo este párrafo recibió la más dezca» (III, 1 3 ) . El alegato contra la
severa crítica por parte del Santo Ofi- educación no se encuentra en Ma-
cio: «La deformidad moral e irreligio- rivaux. 0

sa de esta calumnia es tan patente como Son las consecuencias funestas a


4 5

detestable», aunque la Academia de la que se refería antes, peligro central con-


Historia no lo modificó; sin embargo, tra el que arremete Moratín, ofrecien-
ideas semejantes se contenían en El viejo do su propia solución. 0
ACTO TERCERO ESCENA VIII 237

da... 4 6
P e r o el m o t i v o de m i aflicción es m u c h o m á s grande. 4 7

D. D I E G O . Sea cual fuere, hija m í a , es m e n e s t e r que usted


se a n i m e . . . Si la v e a usted su m a d r e de esa m a n e r a , ¿ q u é ha
de d e c i r ? . . . M i r e u s t e d q u e y a parece q u e se ha l e v a n t a d o .
D. a
F R A N C I S C A . ¡Dios mío!
D. D I E G O . Sí, Paquita, conviene m u c h o que usted vuelva un
p o c o s o b re s í . . . N o a b a n d o n a r s e t a n t o . . . C o n f i a n z a en Dios... 4

V a m o s , q u e no s i e m p r e nuestras desgracias son tan g r a n d e s c o m o


la i m a g i n a c i ó n las p i n t a . . . ¡ M i r e u s t e d q u é d e s o r d e n éste! ¡ Q u é
a g i t a c i ó n ! ¡ Q u é l á g r i m a s ! V a y a , ¿ m e da u s t e d p a l a b ra de presen-
tarse a s í . . . , c o n cierta serenidad y . . . , e h ?
D. a
F R A N C I S C A . Y u s t e d , s e ñ o r . . . B i e n sabe u s t e d el g e n i o
de m i m a d r e . Si u s t e d n o m e defiende, ¿a q u i é n he de volver
los o j o s ? ¿ Q u i é n t e n d r á c o m p a s i ó n de esta d e s d i c h a d a ? 49

D . D I E G O . S u b u e n a m i g o de u s t e d . . . Y o . . . ¿ C ó m o es p o s i b l e
q u e y o la a b a n d o n a s e . . . ¡ c r i a t u r a ! . . . en la s i t u a c i ón d o l o r o s a en
que la veo? (Asiéndola de las manos.)
D. a
F R A N C I S C A . ¿ D e veras?
D. D I E G O . M a l conoce usted m i corazón.
D. a
F R A N C I S C A . B i e n le c o n o z c o . (Quiere arrodillarse; D. Die-
go se lo estorba, y ambos se levantan.)
D. D I E G O . ¿ Q u é hace u s t e d , niña?
D. a
F R A N C I S C A . Y o no s é . . . ¡ Q u é p o c o merece toda esa b o n -
dad u n a m u j e r tan i n g r a t a para c o n u s t e d ! . . . N o , i n g r a t a n o , in-
feliz... ¡ A y , q u é infeli z s o y , señor D . Diego! 5 0

D . D I E G O . Y o b i e n sé que usted agradece c o m o p u e d e el a m o r

4 6
U n crítico de la época, indigna- está más cerca del laicismo deísta en
do ante las palabras con que Paquita que se funden razón, crítica, sinceri-
responde a D. Diego, la increpó ima- dad y amor al prójimo.
ginariamente: «¡Bendita sea tu boca, 4 9
Hallándose Paquita verdadera-
hija mía, que así honras a tu tía la mon- mente sola y desvalida e impotente en
ja que te educó!». este momento, la figura de D. Diego
4 7
La respuesta de Paquita revela se recorta como la del buen amigo y
que la crítica contra la educación que el buen padre. Su gesto da forma al
reciben las señoritas o contra el pro- sentimiento de gratitud y cariño. Y el
yecto de un matrimonio desigual no silencio está lleno de afectos y compli-
es el tema de la obra. Éste trasciende cidades.
en mucho esos aspectos puramente apa- Muy distinta es la reacción de
5 0

rentes. Angélique, en Marivaux, La escuela ie


4 8
Frente a la religiosidad de carca- las madres, 1 2 , que se lamenta de la edad
sa, el Dios al que se confía D. Diego del viejo. 0
2 8
3 E L SÍ D E L A S N I Ñ A S

que la t e n g o . . . L o d e m á s t o d o h a s i d o . . . ¿ q u é sé y o ? . . . u n a e q u i -
v o c a c i ó n m í a y n o o t r a c o s a . . . P e r o u s t e d , ¡ i n o c e n t e ! , uste d n o
ha tenido la c u l p a .
D. A
FRANCISCA. V a m o s . . . ¿ N o viene usted?
D. D I E G O . A h o r a n o , P a q u i t a . D e n t r o d e u n r a t o i r é p o r allá.
D. FRANCISCA. V a y a usted presto. (Encaminándose al cuarto
A

de D." Irene, vuelve y se despide de D. Diego besándole las manos.)


D. D I E G O . S í , p r e s t o i r é . 51

ESCENA I X

SIMÓN, D . DIEGO

SIMÓN. A h í están, señor.


D. D I E G O . ¿ Q u é dices?
SIMÓN. C u a n d o y o salía d e la p u e r t a , los v i a l o lejos q u e
iban y a de c a m i n o . E m p e c é a d a r v o c e s y hacer señas c o n el p a -
ñ u e l o ; se d e t u v i e r o n , y apenas l l e g u é le dije al señorit o l o q u e
usted m a n d a b a , v o l v i ó las riendas y está abajo.
D. D I E G O . ¿ Y q u é dijo c u a n d o le diste el r e c a d o ?
SIMÓN. N i u n a sola p a l a b r a . . . M u e r t o v i e n e . . . Y a d i g o , ni
u n a sola p a l a b r a . . . A m í m e ha d a d o c o m p a s i ó n el v e r l e así t a n . . .
D. D I E G O . N o empieces y a a i n t e r c e d e r p o r é l .
SIMÓN. ¿ Y o , señor?
D. D I E G O . S í , q u e n o te e n t i e n d o y o . . . ¡ C o m p a s i ó n ! . . . E s
un p i c a r o .
SIMÓN. C o m o y o n o sé l o q u e h a h e c h o .
D. D I E G O . E s u n b r i b ó n q u e m e h a de quitar la v i d a . . . Y a
te he d i c h o q u e n o quiero i n t e r c e s o r e s.
SIMÓN. B i e n está, señor. (Vase por la puerta del foro. D. Diego
se sienta, manifestando inquietud y enojo.)
D. D I E G O . D i l e q u e suba.

Escribe un crítico contemporáneo


51
es, repetiré yo; sea el drama sentimen-
que esta escena «hace derramar lágri- tal, sea la tragedia en prosa ... pero
mas de compasión y ternura ... Es trá- conmoved e interesad de este modo y
gica esta escena, dirá alguno; trágica os apruebo al minuto».
ACTO TERCERO • ESCENA X 239

ESCENA X

D. CARLOS, D. DIEGO

D. D I E G O . V e n g a usted acá, s e ñ o r i t o , v e n g a u s t e d . . . 52
¿En
d ó n d e has estado desde q u e n o n o s v e m o s ?
D. CARLOS. E n el m e s ó n de afuera.
D. DIEGO. ¿ Y n o has salido de allí en toda la n o c h e , eh?
D. CARLOS. S í señor, entré en la ciuda d y . . .
D. DIEGO. ¿ A q u é ? . . . Siéntese u s t e d .
D. C A R L O S . T e n í a precisión de hablar con u n sujeto... (Siéntase.)
D. DIEGO. ¡Precisión!
D . C A R L O S . S í , s e ñ o r . . . L e debo m u c h a s atenciones y n o era
p o s i b l e v o l v e r m e a Z a r a g o z a sin estar p r i m e r o c o n é l .
D . D I E G O . Y a . E n habiendo tantas o b l i g a c i o n e s de p o r m e -
d i o . . . P e r o v e n i r l e a v e r a las tres de la m a ñ a n a m e parece m u c h o
d e s a c u e r d o . . . ¿ P o r q u é n o le escribiste u n p a p e l ? . . . M i r a , aqu í
he de t e n e r . . . C o n este papel q u e le hubieras e n v i a d o en m e j o r
o c a s i ó n no había necesidad de hacerle t r a s n o c h ar ni m o l e s t a r a
nadie. (Dándole el papel que tiraron a la ventana. D. Carlos, luego
que le reconoce, se le vuelve y se levanta en ademán de irse.)
D . C A R L O S . Pues si t o d o lo sabe u s t e d , ¿ p a ra q u é m e l l a m a ?
¿ P o r q u é n o m e p e r m i t e s e g u i r m i c a m i n o y se evitaría u n a c o n -
testación de la cual ni usted ni y o q u e d a r e m o s contentos?
D. D I E G O . Q u i e r e saber su tío de usted l o q u e h a y en e s t o ,
y quiere que u s t e d se lo d i g a .
D. CARLOS. ¿ P a r a qué saber m á s ?
D. DIEGO. P o r q u e y o lo q u i e r o y lo m a n d o ¡oiga!
D. CARLOS. B i e n está.
D. D I E G O . Siéntate a h í . . . (Siéntase D. Carlos.) ¿ E n d ó n d e has
c o n o c i d o a esta n i ñ a ? . . . ¿ Q u é a m o r es éste? ¿ Q u é circunstancias
han o c u r r i d o ? . . . ¿ Q u é o b l i g a c i o n es h a y e n t re los d o s ? ¿Dónde,
c u á n d o la v i s t e ? 53

5 2
Aunque recurre al uso de «us- a jugarlas con una habilidad que no exi-
ted», al acompañarlo del diminutivo se me del dolor.
intuye un cambio de tono en D. Die- 53
Ante la extensión del relato, D.
go. Ya no es el hombre irritado, sino Diego lo va a interrumpir en varias
el consciente de la realidad y que, co- ocasiones. La dinámica teatral lo exi-
nocedor de todas las cartas, se dispone gía.°
240 E L SÍ D E L A S N I Ñ A S

D. C A R L O S . V o l v i é n d o m e a Z a r a g o z a el año p a s a d o , l l e g u é
a Guadalajara sin á n i m o de d e t e n e r m e , pero el i n t e n d e n t e , en c u y a
casa de c a m p o nos a p e a m o s , se e m p e ñ ó en q u e había de q u e d a r m e
allí t o d o aquel día p o r ser c u m p l e a ñ o s de su p a r i e n t a , S4
prome-
t i é n d o m e q u e al día s i g u i e n t e m e dejaría p r o s e g u i r m i viaje. E n t r e
las g e n t e s c o n v i d a d a s hallé a D . a
P a q u i t a , a q u i e n la señora había
sacado aquel día del c o n v e n t o para q u e se esparciese un p o c o . . .
Y o n o sé q u é v i en ella que e x c i t ó en m í u n a i n q u i e t u d , un deseo
c o n s t a n t e , irresistible, de m i r a r l a , de oírla , de h a l l a r m e a su l a d o ,
de hablar c o n ella, de h a c e r m e a g r a d a b l e a sus o j o s . . . E l i n t e n d e n -
te dijo entre otras c o s a s . . . , b u r l á n d o s e . . . , que y o era m u y e n a m o -
r a d o , y le o c u r r i ó f i n g i r q u e m e l l a m a b a D . F é l i x de T o l e d o . 5 5

Y o s o s t u v e esa ficción p o r q u e desde l u e g o c o n c e b í la idea de per-


manecer a l g ú n t i e m p o en aquella c i u d a d , e v i t a n d o q u e llegase a
noticia de usted... O b s e r v é que D . 3
Paquita m e trató con un agrado
particular y , c u a n d o p o r la n o c h e nos s e p a r a m o s , y o quedé lleno
de v a n i d a d y de esperanzas, v i é n d o m e preferido a t o d o s los c o n -
currentes de aquel día, q u e fueron m u c h o s . E n f i n . . . P e r o n o q u i -
siera ofender a usted refiriéndole...
D. DIEGO. Prosigue.
D. C A R L O S . S u p e q u e era hija de una señora de M a d r i d , v i u d a
y p o b r e , p e r o de g e n t e m u y h o n r a d a . . . F u e necesario fiar de m i
a m i g o los p r o y e c t o s de a m o r q u e m e o b l i g a b a n a q u e d a r m e en
su c o m p a ñ í a ; y él, sin aplaudirlos ni d e s a p r o b a r l o s , 56
halló dis-
culpas las m á s i n g e n i o s a s para q u e n i n g u n o de su familia e x t r a ñ a -
ra m i d e t e n c i ó n . C o m o su casa de c a m p o está i n m e d i a t a a la c i u -
dad, fácilment e iba y v e n í a de n o c h e . . . L o g r é q u e D . a
Paquita
leyese a l g u n a s cartas m í a s ; y c o n las poca s respuestas q u e de ella
t u v e , acabé de p r e c i p i t a r m e en u n a p a s i ó n q u e m i e n t r as v i v a m e
hará i n f e l i z .

5 4
Es decir, su esposa. Calderón». No debe olvidarse que el ena-
55
Las ediciones de 1 8 0 5 y 1 8 0 6 aña- morado de D . Isabel en Entre bobos anda
a

den: «nombre que dio Calderón a algu- eljuego parece llamarse D. Pedro de To-
nos amantes en sus comedias». Y así es, ledo. También Eraste y M . Damis, en
efectivamente, en Antes que todo es mi La escuela de las madres, de Marivaux,
dama, Los empeños de un acaso y Tam- adoptan una falsa identidad. 0

bién hay duelo en las damas. Un crítico Forma de exculpar al intendente


5

contemporáneo no dejó escapar el deta- de toda responsabilidad por tercería o


lle para acusar a Moratín de «criticar a celestinaje indecoroso en una figura de
nuestros poetas en cabeza del célebre cierto rango militar. 0
ACTO TERCERO • ESCENA X 24I

D. D I E G O . V a y a . . . V a m o s , s i g u e adelante.
D . C A R L O S . M i asistente (que, c o m o uste d sabe, es h o m b r e
de travesura y c o n o c e el m u n d o ) , c o n m i l artificios q u e a cada
paso le o c u r r í a n , facilitó los m u c h o s e s t o r b os q u e al p r i n c i p i o ha-
l l á b a m o s . . . L a seña era dar tres p a l m a d a s , a las cuales r e s p o n d í a n
c o n otras tres desde u na v e n t a n i l l a q u e daba al corral de las m o n -
jas. H a b l á b a m o s todas las n o c h e s , m u y a d e s h o r a , c o n el recato
y las precauciones q u e y a se dejan e n t e n d e r . . . S i e m p r e fui para
ella D . F é l i x de T o l e d o , oficial de un r e g i m i e n t o , e s t i m a d o de
m i s jefes y h o m b r e de h o n o r . N u n c a la dije m á s , ni la hablé de
m i s parientes ni de m i s esperanzas, ni la di a entende r q u e casán-
dose c o n m i g o p o d r í a aspirar a m e j o r f o r t u n a , p o r q u e ni m e c o n -
venía n o m b r a r l e a usted ni quise e x p o n e r l a a q u e las m i r a s del
interés y n o el a m o r la inclinasen a f a v o r e c e r m e . D e cada v e z
la hallé más fina, más h e r m o s a , más d i g n a de ser a d o r a d a . . . C e r c a
de tres meses m e d e t u v e allí; p e r o al fin era necesario separarnos,
y un a n o c h e funesta m e despedí, la dejé rendida a un d e s m a y o
m o r t a l y m e f u i , c i e g o de a m o r , a d o n d e m i o b l i g a c i ó n m e l l a m a -
b a . . . Sus cartas c o n s o l a r o n p o r a l g ú n t i e m p o m i ausencia triste,
y en una q u e r e c i b í p o c o s días ha m e dijo c ó m o su m a d r e trataba
de casarla, q u e p r i m e r o perdería la v i d a q u e dar su m a n o a o t r o
q u e a m í , m e acordaba mis j u r a m e n t o s , m e e x h o r t a b a a c u m p l i r -
l o s . . . M o n t é a c a b a l l o , c o r r í p r e c i p i t a d o el c a m i n o , l l e g u é a G u a -
dalajara, n o la e n c o n t r é , v i n e a q u í . . . L o d e m á s bien l o sabe u s t e d ,
no h a y para q u é decírselo.
D. D I E G O . ¿ Y qué p r o y e c t o s eran los t u y o s en esta v e n i d a ?
D. CARLOS. C o n s o l a r l a , j u r a r l a de n u e v o un e t e r n o amor,
pasar a M a d r i d , verle a u s t e d , e c h a r m e a sus p i e s, referirle t o d o
lo o c u r r i d o y p e d i r l e , n o r i q u e z a s , ni herencias, ni p r o t e c c i o n e s ,
n i . . . eso n o . . . S ó l o su c o n s e n t i m i e n t o y su b e n d i c i ó n para verifi-
car u n enlace tan s u s p i r a d o , en q u e ella y y o f u n d á b a m o s tod a
nuestra felicidad.
D. D I E G O . Pues y a v e s , C a r l o s , q u e es t i e m p o de pensar m u y
de otra manera. 57

D. CARLOS. S í , señor.

5 7
No puede entenderse lo que dice su sobrino, poniéndolo a prueba para
D. Diego como un intento de conti- averiguar el tipo y calidad del afecto
nuar pugnando por el amor de Paqui- que siente hacia la joven, para obrar
ta. Es evidente que está tanteando a en consecuencia. 0
242 E L SÍ D E L A S N I N A S

D. D I E G O . Si t ú la quieres, y o la q u i e r o t a m b i é n . S u m a d r e
y t o d a su familia aplauden este c a s a m i e n t o . E l l a . . . , y sean las q u e
fueren las p r o m e s a s q u e a ti te h i z o . . . , ella m i s m a n o ha m e d i a
hora m e ha d i c h o q u e está p r o n t a a obedecer a su m a d r e y d a r m e
la m a n o , así q u e . . .
D. C A R L O S . P e r o n o el c o r a z ó n . (Levántase.) *5

D. D I E G O . ¿ Q u é dices?
D . C A R L O S . N o , eso n o . . . Sería o f e n d e r l a . . . U s t e d celebrará
sus b o d a s c u a n d o g u s t e ; ella se p o r t a r á s i e m p r e c o m o c o n v i e n e
a su h o n e s t i d a d y a su v i r t u d ; 5 9
p e r o y o h e sido el p r i m e r o , el
ú n i c o objeto de su c a r i ñ o , l o s o y y l o s e r é . . . U s t e d se l l a m a r á
su m a r i d o , p e r o si a l g u n a o m u c h a s veces la s o r p r e n d e y v e sus
ojos h e r m o s o s i n u n d a d o s en l á g r i m a s , p o r m í las v i e r t e . . . N o la
p r e g u n t e usted j a m á s el m o t i v o d e sus m e l a n c o l í a s . . . Y o , y o seré
la c a u s a . . . L o s suspiros q u e en v a n o p r o c u r a r á r e p r i m i r serán fine-
zas d i r i g i d as a u n a m i g o ausente. 60

D. D I E G O . ¿ Q u é t e m e r i d a d es é s t a ? 61
(Se levanta con mucho
enojo, encaminándose hacia D. Carlos, que se va retirando.)
D. C A R L O S . Y a se l o dije a u s t e d . . . E r a i m p o s i b l e q u e y o
hablase una palabra sin o f e n d e r l e . . . P e r o acabemos esta odiosa c o n -
v e r s a c i ó n . . . V i v a usted feliz y n o m e a b o r r e z c a , q u e y o en n a d a
le he q u e r i d o d i s g u s t a r . . . L a p r u e b a m a y o r q u e y o p u e d o darle
de m i o b e d i e n c ia y m i respeto es la de salir de a q u í i n m e d i a t a m e n -
t e . . . P e r o n o se m e n i e g u e a l o m e n o s el c o n s u e l o de saber q u e
usted m e p e r d o n a . 6 2

5 8
La brusca afirmación de D. Car- viejo y la niña, D. Juan le dice a su ama-
los y su gesto automático, seguido por da ya perdida: «Quiéreme bien, piensa
las palabras en que habla de Paquita en mí, / tal vez hallará consuelo / mi
como posible malcasada, representan el dolor cuando imagine / que de la her-
grado máximo de rebelión a que va a mosa que pierdo / alguna lágrima, al-
llegar el galán. Reclama los derechos gún / tierno suspiro merezco» (II, 1 1 ) .
del amor y anuncia la desgracia que va Respetado el orden familiar con su sa-
a significar la violación de los mismos, crificio, lo único que le queda a D. Car-
pero no por ello desafía a su tío. 0
los de esa pasión es el sueño de un adul-
5 9
Del mismo modo que lo había terio platónico y a distancia.
hecho, a pesar de todo, la Isabel de El
6 1
No se trata de la temeridad a que
viejo y la niña. Renuncia semejante hace aludía D . Carlos, para descartarla, en
Ergaste en Marivaux, La madre confi- II, 7 . Mas bien parece tratarse de otra
dente, III, 4 . 0
temeridad: la de la insumisión o el de-
6 0
Recuérdese la cancioncilla que safío a la autoridad. 0

entonaba D . Carlos en la edición de 6 2


Con la renuncia, D . Carlos le ha
1 8 0 5 , llena de connotaciones. Y en El dado a su tío todas las pruebas que pre-
ACTO TERCERO • ESCENA X 243

D. D I E G O . ¿ C o n q u e en efecto te v a s ?
D . C A R L O S . A l instante, señor... Y esta ausencia será bien larga.
D. D I E G O . ¿Por qué?
D . C A R L O S . P o r q u e n o m e c o n v i e n e verl a en m i v i d a . . . S i
las v o c e s q u e c o r r e n de u n a p r ó x i m a g u e r r a se l l e g a r a n a verifi-
car... 6 3
Entonces...
D . D I E G O . ¿ Q u é quieres decir? (Asiendo de un brazo a D. Car-
los le hace venir más adelante.)
D. C A R L O S . N a d a . . . Q u e apetezco la guerra porqu e soy soldado.
D. D I E G O . ¡ C a r l o s ! . . . ¡ Q u é h o r r o r ! . . . ¿ Y tienes c o r a z ó n para
decírmelo?
D. C A R L O S . A l g u i e n v i e n e . . . (Mirando con inquietud hacia el
cuarto de D. Irene, se desprende de D. Diego y hace que se va por
a

la puerta del foro. D. Diego va detrás de él y quiere detenerle.) T a l


vez será e l l a . . . Q u e d e u s t e d c o n D i o s .
D. D I E G O . ¿Adonde vas?... N o s e ñ o r , n o has d e i r t e .
D . C A R L O S . E s p r e c i s o . . . Y o n o he de v e r l a . . . U n a sola m i r a -
da nuestra p u d i e r a causarle a u s t e d i n q u i e t u d e s crueles.
D. D I E G O . Y a he dicho q u e n o ha de s e r . . . E n t r a en ese c u a r t o .
D. C A R L O S . Pero s i . . .
D. D I E G O . H a z l o q u e te m a n d o .

(Entrase D. Carlos en el cuarto de D. Diego.)

cisaba para que actúe y se muestre tancias de la época, de un nuevo


como el buen padre que es. Pero va conflicto. Lo que en realidad hace
a apuntarse algo imprevisto: la alusión D. Carlos es anunciar su deseo de ir
púdica al suicidio. en busca de una muerte casi segura,
6 3
Tampoco aquí parece aludirse a que acarrearía la pérdida definitiva
ninguna guerra concreta, sino al he- de cualquier posible felicidad para su
cho, siempre posible por las circuns- tío.
244 E L SÍ D E L A S NIÑAS

ESCENA XI

D. a
IRENE, D. DIEGO

D. a
I R E N E . C o n q u e , señor D . D i e g o , ¿es y a la de v a m o n o s ? . . .
Buenos días... 6 4
(Apaga la luz que está sobre la mesa.) 6i
¿Reza
usted?
D . D I E G O . (Paseándose con inquietud.) S í , para rezar e s t o y ahora.
D. a
I R E N E . Si usted q u i e r e , y a p u e d e n ir d i s p o n i e n d o el c h o -
c o l a t e , y que avisen al m a y o r a l par a q u e e n g a n c h e n l u e g o q u e . . .
¿Pero qué tiene u s t e d , s e ñ o r ? . . . ¿Hay alguna novedad?
D. D I E G O . Sí, no deja de h a b e r novedades.
D. a
I R E N E . ¿Pues q u é ? . . . D í g a l o usted, por Dios... ¡Vaya,
v a y a ! . . . N o sabe u s t e d lo asustada q u e e s t o y . . . C u a l q u i e r a cosa,
así, r e p e n t i n a , m e remueve toda y m e . . . D e s d e el ú l t i m o mal
p a r t o q u e t u v e q u e d é tan s u m a m e n t e delicada de los nervios...
Y v a p a ra diez y n u e v e a ñ o s , si n o son v e i n t e ; p e r o desde e n t o n -
ces, y a d i g o , c u a l q u i e r a friolera m e t r a s t o r n a . . . N i los b a ñ o s , ni
caldos de c u l e b r a , ni la c o n s e r v a de t a m a r i n d o , nad a m e ha servi-
do, de m a n e r a que... 6 6

D . D I E G O . V a m o s , ahora n o h a b l e m o s de m a l o s p a r t o s ni de
c o n s e r v a s . . . H a y o t r a cosa m á s i m p o r t a n t e de qu e t r a t a r . . . ¿ Q u é
hacen esas m u c h a c h a s ?
D. a
I R E N E . E s t á n r e c o g i e n d o la r o p a y h a c i e n d o el cofre para
que t o d o esté a la vela y n o haya detención. 6 7

6 4
La absoluta ceguera de D . Irene a
como laxante ligero y refrescante. Aun-
ante lo que sucede se pone de relieve que estos remedios no eran bien vistos
por este sencillo procedimiento: mien- por los ilustrados, formaban parte de
tras las pasiones se agitan y se masca la una medicina popular en la que sí creía
tragedia, ella ha dormido plácidamente. D . Irene. Moratín, en carta del 1 2 de
a

' «El alba es el verdadero desenla-


5
septiembre de 1 8 1 5 , le aconseja a Dio-
ce de la obra, el triunfo de la luz so- nisio Solís, esposo de la actriz María
bre las tinieblas» (Casalduero). Ribera —que hizo el papel de D . Ire- a

6
Los baños se recomendaban a ne en el estreno de la obra—, entre
personas con trastornos nerviosos —el burlas y veras: «Cuídela usted y dis-
mismo Moratín los tomó por prescrip- tráigala de sus melancolías y, aun si
ción médica—; la culebra tiene gran- fuera necesario, hágala creer que los cal-
des virtudes medicinales, tanto su car- dos de culebra y la conserva de tama-
ne como su piel, y ocupó un lugar muy rindos la pondrán como nueva».
importante en la farmacopea de Euro- estar a la vela:
6 7
'estar preparado,
pa; el fruto del tamarindo se utiliza sin faltar detalle'.
ACTO TERCERO ESCENA XI 245

D. D I E G O . M u y b i e n . Siéntese u s t e d . . . Y n o h a y q u e asustar-
se ni a l b o r o t a r s e (Siéntanse los dos) p o r nada de lo q u e y o d i g a ;
y cuenta, n o n o s abandon e el j u i c i o c u a n d o más le n e c e s i t a m o s . . .
Su hija de u s t e d está enamorada...
D. a
I R E N E . ¿Pues n o lo he d i c h o y a m i l v e c e s ? S í s e ñ o r q u e
lo está, y bastaba q u e y o lo dijese para q u e . . .
D. D I E G O . ¡ E s t e v i c i o m a l d i t o de i n t e r r u m p i r a cada p a s o ! . . .
D é j e m e usted hablar.
D. a
IRENE. Bien, v a m o s , hable usted.
D. D I E G O . E s t á e n a m o r a d a , p e r o n o está e n a m o r a d a de m í .
D. a
IRENE. ¿ Q u é dice usted?
D. DIEGO. L o q u e usted o y e .
D. a
IRENE. ¿ P e r o q u i é n le ha c o n t a d o a u s t ed esos dispa-
rates? 6 8

D. D I E G O . N a d i e . Y o lo sé, y o lo he v i s t o , nadie m e lo ha
c o n t a d o , y c u a n d o se lo d i g o a usted bien s e g u r o e s t o y de q u e
es v e r d a d . . . V a y a ¿ q u é llanto es ése?
D. a
IRENE. ¡ P o b r e de m í ! (Llora.)
D. DIEGO. ¿ A qué v i e n e eso?
D. a
I R E N E . ¡ P o r q u e m e v e n sola y sin m e d i o s , y p o r q u e s o y
u n a p o b r e v i u d a , parece q u e todos m e desprecian y se c o n j u r a n
contra m í !
D. DIEGO. Señor a D . a
Irene...
D. a
I R E N E . A l cabo de m i s años y de m i s achaques v e r m e
tratada de esta m a n e r a , c o m o un e s t r o p a j o , c o m o u n a p u e r c a ce-
nicienta, 60
v a m o s al d e c i r . . . ¿ Q u i é n lo creyera de u s t e d ? . . . ¡ V á l -
game Dios!... ¡S i v i v i e r a n m i s tres d i f u n t o s ! . . . C o n el ú l t i m o
difunto que me viviera, que tenía un genio como una ser-
piente... 70

D. D I E G O . M i r e usted, señora, q u e se m e acaba y a la paciencia.


D. a
I R E N E . Q u e lo m i s m o era replicarle q u e se p o n í a h e c h o
una furia del i n f i e r n o , y un día del C o r p u s , y o n o sé p o r qué

6 8
El padre de D . Isabel, Entre bo-
a
muchos visos de plausibilidad— al úl-
bos anda el juego, III, ante los posibles timo marido de D . Irene con el es-
a

amores de su hija y D. Pedro, le dice poso de doña María Ortiz, ex militar


a D. Lucas: «No lo creáis». y padre de Paquita Muñoz, que tenía
6 0
Posible alusión a la protagonista la costumbre de zurrar a su esposa e
del famosísimo cuento de Perrault. hija, como puede verse en el Diario de
7 0
La crítica ha relacionado —con Moratín o en su Epistolario. 0
246 E L SÍ D E L A S N I Ñ A S

friolera, h a r t ó de m o j i c o n e s a u n c o m i s a r i o o r d e n a d o r , 71
y si no
h u b i e r a sido p o r dos padres del C a r m e n q u e se p u s i e r o n de p o r
m e d i o le estrella contra u n poste en los portales de Santa C r u z . 7 2

D . D I E G O . ¿ P e r o es p o s i b l e q u e n o ha de atender usted a lo
q u e v o y a decirla?
D. a
IRENE. ¡ A y , n o s e ñ o r ! , q u e b i e n lo sé, q u e n o tengo
p e l o de t o n t a , n o s e ñ o r . . . U s t e d y a n o quiere a la niña y b u s c a
p r e t e x t o s para zafarse de la o b l i g a c i ó n en q u e e s t á . . . ¡ H i j a m í a
de m i alma y de m i c o r a z ó n !
D. D I E G O . Señora D . a
I r e n e , h á g a m e usted el g u s t o d e o í r -
m e , de n o r e p l i c a r m e , de n o decir d e s p r o p ó s i t o s , y l u e g o que
usted sepa lo q u e h a y , l l o r e y g i m a , y g r i t e y d i g a c u a n t o quie-
ra... 7 3
P e r o , e n t r e t a n t o , n o m e a p u re usted el s u f r i m i e n t o , por
el a m o r de D i o s . 7 4

D. a
I R E N E . D i g a usted lo q u e le dé la g a n a .
D. D I E G O . Q u e n o v o l v a m o s o t r a v e z a llorar y a . . .
D. a
I R E N E . N o señor, y a n o l l o r o . 7 5
(Enjugándose las lágrimas
con un pañuelo.)
D . D I E G O . Pues hace y a cosa de u n a ñ o , p o c o más o m e n o s ,
que D . a
P a q u i t a tiene o t r o a m a n t e . Se han h a b l a d o m u c h a s v e c e s,
se h a n escrito, se han p r o m e t i d o a m o r , fidelidad, constancia...
Y , p o r ú l t i m o , exist e en a m b o s una pasió n tan fina q u e las difi-
cultades y la ausencia, lejos de d i s m i n u i r l a , han c o n t r i b u i d o efi-
c a z m e n t e a hacerla m a y o r . E n este supuesto...
D. a
IRENE. ¿ P e r o n o c o n o c e u s t e d , s e ñ o r , q u e t o d o es u n
c h i s m e i n v e n t a d o p o r a l g u n a m a l a l e n g u a q u e n o nos q u i e r e b i e n ?
D . D I E G O . V o l v e m o s otra v e z a l o m i s m o . . . N o s e ñ o r a, n o
es c h i s m e . R e p i t o de n u e v o q u e lo sé.
D. a
I R E N E . ¿ Q u é ha de saber u s t e d , señor, ni q u é traza tiene
eso de v e r d a d ? ¡ C o n q u e la hija de m i s entrañas, encerrada en un

7 1
'el que, en las provincias donde se manifestaba en III, 4, vuelve a re-
hay tropas, distribuye las órdenes a los petirse aquí: no es gesto gratuito ni
otros comisarios'. racionalidad fría, se trata de aceptar lo
7 2
En la calle de Atocha, muy cer- razonable de la fuerza de la naturaleza
ca de la plaza Mayor madrileña. que se paga en moneda de sentimiento.
7 3
Las quejas y llantinas que carac- 7 5
En esta expresión —propia del
terizan a D . Irene eran cosa muy fre-
a
niño a quien se regaña y acaba indu-
cuente en la casa de Paquita ciéndosele a que deje el llanto— cul-
Muñoz. 0
mina, en boca de D . Irene, la extra-
a

7 4
El dolor de la renuncia, que ya ña ilación de ideas que le ha precedido.
ACTO TERCERO ESCENA XI 247

c o n v e n t o , a y u n a n d o los siete r e v i e r n e s , 76
a c o m p a ñ a d a de aquellas
santas r e l i g i o s a s ! ¡ E l l a , q u e n o sabe l o q u e es m u n d o , que no
ha salido t o d a v í a del cascarón c o m o q u i e n d i c e ! . . . 7 7
B i e n se c o -
n o c e q u e n o sabe usted el g e n i o q u e tiene C i r c u n c i s i ó n . . . Pues
b o n i t a es ella para haber d i s i m u l a d o a su sobrina el m e n o r d e s l i z .
D . D I E G O . A q u í n o se trata de n i n g ú n d e s l i z , señora D . a
Ire-
ne; se trata de una inclinación honesta de la cual hasta ahora n o
h a b í a m o s t e n i d o antecedente a l g u n o . S u hija de u s t e d es una niña
m u y h o n r a d a y no es capaz de d e s l i z a r s e . . . L o q u e d i g o es q u e
la m a d r e C i r c u n c i s i ó n , y la S o l e d a d , y la C a n d e l a r i a , 78
y todas
las m a d r e s , y usted, y y o el p r i m e r o , n o s h e m o s e q u i v o c a d o so-
l e m n e m e n t e . L a m u c h a c h a se q u i e r e casar c o n o t r o y n o c o n m i -
g o . . . H e m o s l l e g a d o tarde; usted ha c o n t a d o m u y de l i g e r o c o n
la v o l u n t a d de su h i j a . . . V a y a ¿para q u é es c a n s a r n o s ? L e a usted
ese papel y v e r á si t e n g o r a z ó n . (Saca el papel de D. Carlos y se
le da a D. Irene. Ella, sin leerle, se levanta muy agitada, se acerca
a

a la puerta de su cuarto y llama. Levántase D. Diego y procura en


vano contenerla.)
D. a
I R E N E . ¡ Y o he de v o l v e r m e loca!... ¡Francisquita!... ¡ V i r g e n
del T r e m e d a l . . . ! 7 9
¡Rita! ¡Francisca !
D. D I E G O . ¿ P e r o a qué es l l a m a r l a s?
D. a
I R E N E . S í señor, que q u i e r o q u e v e n g a y se d e s e n g a ñ e
la p o b r e c i t a de quién es usted. 80

D . D I E G O . L o echó t o d o a r o d a r . . . E s t o le sucede a quien


se fía de la prudencia de una mujer. 81

7 6
Los siete viernes que siguen a la 1 7 9 3 apareció un compendio anónimo.
Pascua de Resurrección y en los cuales Esta clase de interjecciones le debían
el ayuno hacía merecedor a ciertas in- de gustar a Moratín, quien acude a una
dulgencias. La Inquisición pidió que se Virgen de Copacabana en un poema
borrase esta alusión «por ser cosa im- burlesco que compuso en edad ya
popular mezclar cosas santas y buenas avanzada. 0

con las profanas». 8 0


La explicación de D . Irene no a

7 7
Dice el refrán: 'Aún no ha sali- deja de ser un subterfugio, puesto que,
do del cascarón y ya tiene presunción'. en realidad, ella no puede enterarse de
7 8
La edición de la Academia de la lo que sucede ya que, como se va a
Historia prefirió suprimir todos los ver, los nervios no la dejan leer.
nombres de las monjas, supliéndolos 8 1
Es evidente que Moratín piensa
por.un genérico «todas las tías, y las en el título de la comedia de Tirso,
parientas». La prudencia en la mujer, con D . Ma- a

7 9
A' lo largo del siglo se publica- ría de Molina por heroína. En una gra-
ron varias ediciones de la historia de ciosa escena, D . Irene logrará sus ob-
a

Nuestra Señora del Tremedal, y en jetivos. 0


248 E L SI D E L A S N I N A S

ESCENA XII

D. a
FRANCISCA, RITA, D . a
IRENE, D. DIEGO

R I T A . Señora.
D. a
FRANCISCA. ¿ M e llamaba usted?
D. a
I R E N E . S í , hija, sí; p o r q u e el señor D . D i e g o nos trata
de un m o d o q u e y a n o se p u e d e a g u a n t a r . ¿ Q u é a m o r e s tienes,
hija? ¿ A q u i én has dado palabra de m a t r i m o n i o ? ¿ Q u é enredos
s o n é s t o s ? . . . Y tú, p i c a r o n a . . . Pues tú t a m b i é n lo has de s a b e r . . .
P o r fuerza lo s a b e s . . . ¿ Q u i é n ha escrito este p a p e l ? ¿ Q u é d i c e ? . . .
(Presentando el papel abierto a D." Francisca.)
R I T A . (Aparte, a D." Francisca.) S u letra es.
D. a
F R A N C I S C A . ¡ Q u é maldad!.. . Señor D . D i e g o , ¿así cumple
usted su palabra?
D . D I E G O . B i e n sabe D i o s q u e n o t e n g o la c u l p a . . . V e n g a
u s t e d a q u í . . . (Tomando de una mano a D." Francisca, la pone a su
lado.) N o h a y q u e t e m e r . . . Y u s t e d , señora, escuche y calle, y
n o m e p o n g a en t é r m i n o s de hacer u n d e s a t i n o . . . D é m e usted
ese p a p e l . . . (Quitándola el papel.) P a q u i t a , y a se acuerda u s t e d de
las tres palmadas de esta n o c h e .
D. a
FRANCISCA. Mientras viva me acordaré.
D. DIEGO. Pues éste es el papel que tiraron a la venta-
na... N o h a y q u e asustarse, y a lo h e d i c h o . (Lee.) Bien mío:
Si no consigo hablar con usted, haré lo posible para que llegue a
sus manos esta carta. Apenas me separé de usted, encontré en la posada
al que yo llamaba mi enemigo y, al verle, no sé cómo no expiré
de dolor. Me mandó que saliera inmediatamente de la ciudad y fue
preciso obedecerle. Yo me llamo D. Carlos, no D. Félix. D. Diego
es mi tío. Viva usted dichosa y olvide para siempre a su infeliz amigo.
— Carlos de Urbina.
D. a
IRENE. ¿ C o n q u e h a y eso?
D. a
FRANCISCA. ¡ T r i s t e de m í !
D. a
I R E N E . ¿ C o n q u e es v e r d a d lo q u e decía el señor, g r a n d í -
sima p i c a r o n a ? T e has de acordar de m í . (Se encamina hacia
D. Francisca muy colérica y en ademán de querer maltratarla. Rita
a

y D. Diego lo estorban.)
D. a
FRANCISCA. ¡Madre!.. . ¡Perdón!
ACTO TERCERO ESCENA XIII 249

D. a
IRENE. No señor, que la he de matar.
D. D I E G O . ¿ Q u é l o c u r a es ésta?
D. a
I R E N E . He de matarla.

ESCENA XIII

D. CARLOS, D. DIEGO, D . a
IRENE,
D. a
F R A N C I S C A , RITA

Sale D. Carlos del cuarto precipitadamente; coge de un brazo a


D. Francisca, se la lleva hacia el fondo del teatro y se pone delante
a

de ella para defenderla. D." Irene se asusta y se retira

D . C A R L O S . E s o n o . . . D e l a n t e de m í nadie ha de o f e n d e r l a . 83

D. a
F R A N C I S C A . ¡Carlos!
D . C A R L O S . (A D. Diego.) D i s i m u l e usted m i a t r e v i m i e n t o . . .
He visto que la insultaba n y n o me he sabid o c o n t e n e r .
D. a
I R E N E . ¿ Q u é es lo q u e m e sucede, D i o s m í o ? ¿Quién
es u s t e d ? . . . ¿ Q u é acciones son é s t a s ? . . . ¿ Q u é e s c á n d a l o . . . ? 8 4

D . D I E G O . A q u í n o hay e s c á n d a l o s . . . E s e es de q u i e n su hija
de u s t e d está e n a m o r a d a . . . Separarlos y m a t a r l o s v i e n e a ser lo
mismo... Carlos... No i m p o r t a . . . A b r a z a a tu mujer. 8 5

(Se abrazan D. Carlos y D." Francisca y después se arrodillan a


los pies de D. Diego.)

D. a
IRENE. ¿ C o n q u e su s o b r i n o de usted?... 8 6

D . D I E G O . Sí señora, m i sobrino, que con sus p a l m a d a s y

Ya antes, D . Irene había ame-


2 a 8 4
Parecida situación en Marivaux,
nazado con matar a su hija; aquí está La escuela de las madres, 2 0 . 0

dispuesta a pasar a la agresión física. 8 5


De D. Diego —y sólo de él—
Las sevicias a que se veían sometidos sale la renuncia que —tras el dolor pero
los hijos alcanzaban, al parecer, nive- con firmeza— rompe la dinámica de
les de auténtica brutalidad. Reacción lo antiguo para penetrar en la moder-
algo semejante tiene la mamá de An- nidad. 0

gélique en Marivaux, La escuela de las 8 6


En esta interrogación se resume
madres, 1 8 . 0
la rápida aceptación del cambio que se
8 3
'agredirla', físicamente. D. Car- está produciendo ante sus ojos. El vín-
los desobedece a su tío para enfrentar- culo de parentesco garantiza el acceso
se con la encarnación del pasado auto- a la fortuna de D. Diego. El resto ca-
ritario y arbitrario. 0
rece de importancia.
250 E L SÍ D E L A S N I Ñ A S

su m ú s i c a y su papel m e ha dado la n o c h e más terrible q u e he


t e n i d o en m i v i d a . . . ¿ Q u é es e s t o , hijos m í o s , q u é es e s t o ?
D. a
F R A N C I S C A . ¿ C o n q u e usted n o s p e r d o n a y nos hace fe-
lices?
D . D I E G O . S í , prendas de m i a l m a . . . S í . (Los hace levantar con
expresión de ternura.)
D. a
I R E N E . ¿ Y es p o s i b l e q u e usted se d e t e r m i n a a hacer u n
sacrificio?...
D . D I E G O . Y o p u d e separarlos para s i e m p r e y g o z a r t r a n q u i -
l a m e n t e la p o s e s i ó n de esta niña a m a b l e , p e r o m i conciencia n o
lo sufre... 87
¡Carlos!... ¡Paquita! ¡ Q u é dolorosa impresión me
deja en el alma el esfuerzo q u e acabo de h a c e r ! . . . P o r q u e , al fin,
soy h o m b r e m i s e r a b l e y d é b i l . 88

D . C A R L O S . Si n u e s t r o a m o r (Besándole las manos), si n u e s t r o


agradecimiento pueden bastar a consolar a usted en tanta
pérdida... 89

D. a
IRENE. ¡ C o n q u e el b u e n o de D . C a r l o s ! V a y a que...
D . D I E G O . É l y su hija de usted estaban locos de a m o r , m i e n -
tras usted y las tías fundaban castillos en el aire y m e llenaban
la cabeza de ilusiones que han desaparecido c o m o u n s u e ñ o . . . E s t o
resulta del a b u s o de a u t o r i d a d , de la o p r e s i ó n q u e la j u v e n t u d
p a d e c e , éstas son las seguridade s que dan los padres y los t u t o r e s ,
y esto lo q u e se debe fiar en el sí de las n i ñ a s . . . 9 0
P o r u n a ca-
sualidad he sabido a t i e m p o el e r r o r en que e s t a b a . . . ¡ A y de aque-
llos q u e l o saben tarde!
D. a
I R E N E . E n fin , D i o s los h a g a b u e n o s , y q u e p o r m u c h o s
años se g o c e n . . . V e n g a usted acá, señor, v e n g a u s t e d , q u e q u i e r o

Las palabras de D. Diego sólo


7
por su propia carne y su descendencia
pueden interpretarse en un sentido: él directa.
podía ser el esposo de Paquita porque 9 0
La mención del título de la obra
a ella sí podría obligarla su madre a poco antes de concluir la representa-
contraer matrimonio, provocando la se- ción, «aquel sí que se pronuncia con
paración definitiva de los jóvenes. Por dos letras y da que llorar mil años»
su parte, no habría sido ningún abuso (Cervantes, El piejo celoso), era rasgo
de autoridad. Así se realza lo despren- generalizado en la comedia barroca
dido y sentimental de su renuncia. —aunque aún no estén estudiados con-
Tal vez, resonancia del «poor man»
8
cluyentcmente los mecanismos versifi-
shakespeariano, en Hamlet, I, 5 . 0
catorios que funcionan para anunciar
Al fin, D. Diego logra en y por
8 9
su finalización—. Aquí, además, sirve
los corazones de los jóvenes la felici- para volver a enunciar la idea central
dad que buscaba creyendo que pasaba de la pieza.
ACTO TERCERO ESCENA XIII 251

abrazarle... (Abrazando a D. Carlos. D." Francisca se arrodilla y besa


la mano a su madre.) 91
Hija, Francisquita. ¡ V a y a ! Buena elección
has t e n i d o . . . C i e r t o que es u n m o z o m u y g a l á n . . . Morenillo, 9 2

p e r o tiene u n m i r a r de ojos m u y hechicero.


R I T A . S í , dígaselo u s t e d , que no lo ha r e p a r a d o la n i ñ a . . . S e -
ñ o r i t a , u n m i l l ó n de b e s o s . (Se besan D. a
Francisca y Rita.)
D. a
F R A N C I S C A . ¿ P e r o ves qué alegría tan g r a n d e ? . . . ¡ Y tú,
como me quieres t a n t o ! . . . S i e m p r e , siempr e serás m i amiga. 9 3

D . D I E G O . P a q u i t a h e r m o s a (Abraza a D. a
Francisca), recibe
los p r i m e r o s abrazos de tu n u e v o p a d r e . . . N o t e m o y a la soledad
terrible que a m e n a z a b a m i v e j e z . . . V o s o t r o s (Asiendo de las manos
a D. a
Francisca y a D. Carlos) seréis la delicia de m i c o r a z ó n ; y
el p r i m e r fruto de v u e s t r o a m o r . . . S í , hijos, a q u é l . . . N o h a y re-
m e d i o , aquél es para m í . Y c u a n d o lo acaricie en mis b r a z o s p o d r é
decir: a m í m e debe su existencia este n i ñ o i n o c e n t e ; si sus padres
viven, 9 4
si son felices, y o he sido la causa.
D. C A R L O S . ¡Bendita sea tanta b o n d a d !
D. D I E G O . H i j o s , b e n d i t a sea la de Dios. 9 5

9 1
La obrita de Marivaux también Recoge esta alusión la velada
9 4

concluye —como es tópico en la co- amenaza de suicidio que había hecho


media lacrimosa— con los personajes D. Carlos y el mortal dolor que hu-
de rodillas, repartiendo besos y abrazos. biera conllevado la consumación del
9 2
Es difícil saber hasta qué punto proyectado matrimonio.
la morenez se valora aquí como un as- La felicidad humana va acompa-
9 5

pecto negativo. 0
ñada de la creencia y exaltación de un
9 3
La amistad de Rita sustituye a la Dios bondadoso que ha dado al hom-
mala madre despótica y arbitraria. La bre la inteligencia —razón y sensibi-
criada ocupa un lugar sin semejanza en lidad— para alcanzar por sí mismo la
la comedia áurea. verdad. 0
TABLA

MORATÍN EN SU T E A T R O IX

por Fernando Lázaro Carreter

PRÓLOGO

1. La poética dramática de Moratín 5


2 . De la «comedia nueva» a la nueva comedia 30
3. Una comedia clásica: «El sí de las niñas» 56
4. Historia de los textos 93
5. La presente edición 96

LA C O M E D I A NUEVA

Advertencia IOI

ACTO PRIMERO 105

ACTO SEGUNDO 132

E L SÍ D E L A S N I Ñ A S

Advertencia 163

ACTO PRIMERO 167

ACTO SEGUNDO 194

ACTO TERCERO 224

APARATO CRÍTICO 253

NOTAS COMPLEMENTARIAS 265

BIBLIOGRAFÍA 327

ÍNDICE DE NOTAS 349

355

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