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Resiliencia y Alcoholismo

RESILIENCIA Y ALCOHOLISMO. UNA REFLEXIÓN

Rosa Herrera Cuadrado. Psicóloga. Colegiada nº CV056671


F. Javier Romeu Soriano. Psicólogo. Colegiado nº CV015802

Este texto tiene un doble objetivo. Por un lado reflexionar sobre la realidad del
alcoholismo en nuestra sociedad basada en una doble moral: La socialización
del consumo de esta sustancia y la culpabilización de aquellas personas que
inician un consumo abusivo con tremendas consecuencias para el individuo, la
familia y la sociedad en su conjunto. Por otro lado analizar los diferentes puntos
en común que encontramos entre el programa de recuperación de Alcohólicos
Anónimos y el fenómeno de la resiliencia, definida como un proceso dinámico
que permite a la persona sobrevivir ante situaciones adversas,
reconstruyéndose como persona y culminándolo con la repercusión positiva
que este proceso debe tener en los demás.

1
rosamhecu@gmail.com
2
javier.romeu@gmail.com
Resiliencia y Alcoholismo

Existe en nuestra sociedad una contradicción tremenda respecto a una de las enfermedades
que está asolando a cientos de familias por sus repercusiones tanto en la dinámica familiar
como por las consecuencias que tiene en la persona y en la sociedad. El consumo de alcohol
se inicia a una edad cada vez más temprana, los servicios de urgencias de los hospitales se
llenan cada fin de semana con jóvenes, e incluso niños que llegan acompañados de sus
amigos en coma etílico, el botellón está siendo aceptado como una práctica habitual donde
incluso los padres acompañan a sus hijos a comprar el alcohol. Nos movemos en una
incongruencia total sobre el alcohol y sus consecuencias. Tenemos integrado y normalizado
en nuestra sociedad su consumo en las diferentes celebraciones que realizamos, pero en
cambio nos escandalizamos cuando descubrimos que una persona es alcohólica. En ese
momento pasa a ser un vicioso, un borracho, una persona con poca voluntad, y se le
culpabiliza por no poder controlar el consumo, e incluso se señala a la familia como la
responsable de no hacer nada para solucionar la situación.

En ese momento no nos preocupamos por preguntarnos que ha llevado a esta persona al
consumo abusivo, o porqué necesita evadirse y huir de su realidad para afrontar el día a día.
Se hace muchas veces un análisis simplista sobre las causas del alcoholismo, las
consecuencias que tiene y sobre todo como ayudar a una persona a mantenerse sobrio.

Pero en nuestra experiencia profesional consideramos importante reflexionar sobre las


causas que llevan a las personas al inicio del consumo de alcohol abusivo y entre ellas
podemos señalar que muchas personas necesitan el consumo para poder sobrevivir en un
mundo que les parece hostil, un mundo en el que hay que “dar la talla”. Se engañan con la
idea de que el alcohol les permite adoptar un papel en la vida de algo que realmente no son, y
sin darse cuenta comienzan a entrar en un círculo de donde no pueden salir. No son
conscientes de que realmente están comenzando a tener un problema, creen que controlan y
las personas de su alrededor son, en el mejor de los casos, unas exageradas.

En otras ocasiones una situación traumática, como abusos sexuales, maltrato infantil… lleva a
la persona a necesitar huir de su realidad, son incapaces de afrontar su historia estando
sobrios y, eligen una forma socialmente admitida de autocastigarse o destruirse, ya que la
culpa, la vergüenza o la impotencia que sienten les lleva buscar fórmulas para bloquear el
recuerdo o para anestesiar una historia que les provoca un gran dolor.

Con todo ello el alcohólico se siente muchas veces señalado, insultado, menospreciado por
las personas que le rodean y sin recursos para poder salir de una situación de la que en
muchas ocasiones no son conscientes.
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¿Cómo ayudar a una persona alcohólica? ¿Cómo restaurar todo el daño que se ha
producido? ¿Qué recursos tiene la sociedad?

Muchos pueden ser los caminos que permitan a una persona reconocer su alcoholismo y
ponerse en marcha para iniciar un cambio de vida que le permita restaurarse como persona.
Es fácil pensar que el principal camino es el de la terapia psicológica, el de la deshabituación
clínica o el apoyo farmacológico. Sin embargo los estudios desarrollados en las últimas
décadas sobre el fenómeno de la resiliencia (por el cual algunas personas resisten y se
rehacen de grandes adversidades) nos hablan de la importancia de otros muchos factores a
veces imperceptibles desde fuera. Así en dichos estudios de habla de “tutores de resiliencia”
para señalar cualquier cosa (interna o externa) que sirva de base firme para el proceso de
reconstrucción personal tras el impacto de la adversidad o el golpe de la vida.

Podemos ejemplificarlo con la historia real reflejada en la película “Patch Adams” La película
comienza con un recorrido en autobús hacia un manicomio donde el protagonista
(interpretado por el actor Robin Williams) reflexiona sobre las causas que le han llevado a
recorrer este camino, la necesidad de encontrarse a sí mismo y la llamada de auxilio ante el
sinsentido de su vida. Allí experimenta un importante cambio de mentalidad en el momento en
el que consigue ayudar a uno de los internos. El sentido de su vida reaparece cuando siente
que su vocación precisamente es ayudar a los demás. Acude esperando que los médicos
solucionen su vida pero luego reconocerá que quien realmente le ayudó fueron los otros
internos. La relación de ayuda (realmente impresionante entre los distintos protagonistas de la
historia) se redefine: todos podemos ayudar a los demás de la misma forma que cada uno de
nosotros sin darnos cuenta influimos en el otro. La sociedad es una madeja de necesidades
donde cada uno de nosotros necesitamos del otro.

Frente a la idea predominante de las sociedades avanzadas de que los problemas complejos
necesitan de especialistas las historias de resiliencia demuestran que, en muchas ocasiones
se nos tienden manos y apoyos insospechados que nos permiten salir de situaciones más o
menos traumáticas que nos aprisionan a lo largo de nuestras vidas. Pero es necesario que se
den otros componentes para poder coger esta mano tendida y sobre todo que una vez
reparado el trauma esto repercuta de una forma directa en los demás.

Todo esto nos lleva a una reflexión sobre la necesidad de grupos de autoayuda que permiten
al alcohólico entrar en contacto con su propia realidad y sobre la manera en que grupos como
Alcohólicos Anónimos (AA) intentan este ayudar a quien se acerca a ellos.
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Las personas que llegan a AA llegan cansadas de sentirse juzgadas por todo el mundo, y
quizás tan sólo buscan callar la boca de la gente de su alrededor, todavía incapaces de
reconocer su impotencia ante el alcohol. Allí encuentran algo completamente diferente.
Personas que han pasado por la misma situación, que no los juzgan y pueden sentirse
identificados con las experiencias que allí se cuentan y que les permite poder entrar en
contacto con una realidad que por lo dolorosa que era para ellos habían preferido callar.

Si la persona es capaz de reconocer su impotencia hacia el alcohol, comenzará un proceso


que irá más allá de “dejar de beber”. Un proceso que se fundamenta en el establecimiento de
una relación de ayuda que trasciende claramente a la mera intervención profesional y que
tiene muchos elementos que se aprecian habitualmente en el fenómeno de la resiliencia.

Por ello podemos analizar brevemente la metodología de AA a la luz de los estudios sobre
resiliencia y encontrar algunos puntos de confluencia claros. No obstante debemos
previamente aclarar algunos conceptos básicos.

Entendemos en este análisis que la adversidad de una persona alcohólica no es exactamente


su dependencia del alcohol. Sino que su dependencia del alcohol (sea enfermedad o no) es la
consecuencia de una estrategia (recurrir a una droga legal) utilizada en un momento concreto
para afrontar una dificultad, suceso estresante o trauma de su vida en particular o las
dificultades inherentes a la vida en general.

De esta manera podemos ver la relación entre resiliencia y alcoholismo como el proceso por
el cual una persona que recurrió o recurre al alcohol como escape o apoyo para superar
alguna dificultad o conflicto es capaz de poner freno a esa trayectoria, e iniciar otro desarrollo
vital satisfactorio y positivo para él y para los que le rodean.

No pretendemos negar la existencia de una dependencia física y psíquica al alcohol. Ni


siquiera entramos en el debate de si existe gente con “sed de alcohol” y gente que no la tiene.
Simplemente incidimos en la idea de que la dependencia al alcohol puede ser explicada no
sólo por un “por qué” (predisposición genética, enfermedad, modelo social o familiar…) sino
también por un “para qué”.

De la misma forma consideramos que para la persona que mantiene una relación familiar o de
cercanía con una persona alcohólica dicha situación puede ser considerada como una
adversidad en si misma. Una adversidad casi siempre unida a unas grandes dosis de
sufrimiento, incomprensión e impotencia ante una situación que está fuera de su control.

Aclarado lo anterior podemos señalar que:


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1. La resiliencia no significa curación, sino tomar otro desarrollo positivo a pesar de la


adversidad. Existe el peligro de considerar que la resiliencia consiste en resistir y rehacerse
de la adversidad como si ésta no hubiera ocurrido. Pero la gente no se repone de la muerte
de su pareja o de un hijo como si ésta o éste no hubieran existido nunca, o de una agresión
sexual como si no hubiera ocurrido. La resiliencia consiste en seguir viviendo de una forma
personal y socialmente satisfactoria y positiva a pesar de la adversidad y con el sufrimiento
inherente a la adversidad.

En este sentido la filosofía de AA. no parte de la idea de la curación del alcoholismo sino de
cómo vivir una vida plena y satisfactoria en sobriedad, aceptando la impotencia ante el
alcohol. El alcoholismo se considera desde AA como una enfermedad crónica y por tanto la
posibilidad de recaída acompañará a lo largo de su vida al alcohólico.

Con independencia de lo acertado o no de este planteamiento el hecho es que sitúa a su


metodología en parámetros más cercanos a vivir aceptando su dependencia que a la curación
médica o psicológica.

2. La resiliencia no es un resultado sino una dinámica. No es un fenómeno de todo o nada.


Resistir y recuperarse de la adversidad es un proceso, es una dinámica con altibajos. A los
momentos con sentimientos de superación y liberación pueden seguir momentos de
desanimo, angustia o desesperanza. Hablaremos de resiliencia cuando la persona entra en
una dinámica constructiva, pero la misma no siempre será uniforme, ni tiene por qué estar
asociada en todo momento a una sensación de bienestar emocional.

Los textos de referencia para AA. estructuran un proceso de reconstrucción personal y social
en una serie de pasos que avanzan hacia una profundización interior. En este proceso no se
encuentran solos, sino que contaran con una serie de herramientas que les proporciona el
programa de AA, como son los grupos, donde tienen la posibilidad de escuchar y compartir
sus experiencias (la asiduidad y compromiso con el grupo y consigo mismos puede ser un
predictor positivo de recuperación), los padrinos, la bibliografía y diferentes convivencias
complementan este proceso de recuperación donde será necesario la constante revisión de
los pasos supuestamente dados. Lo normal es que haya momentos de desanimo, de
retroceso, de desesperanza… pero el acompañamiento de AA. puede hacer que la persona
entre en una dinámica general constructiva donde los momentos de oscuridad sean sólo eso,
momentos.
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3. Los estudios sobre resiliencia revelan que ésta ocurre cuando se da la confluencia de tres
grandes variables: la disposición de recursos externos, la adquisición de recursos internos y la
atribución de significado o sentido de la adversidad.

AA. combina esta triple dimensión en la medida que no carga la recuperación simplemente en
el cambio individual sino que pone a disposición de la persona necesitada apoyos externos
concretos (el grupo, el padrino...). Estos apoyos no ejercen una presión ni supervisión externa
para conseguir la abstinencia ya que se tiene en cuenta la libertad del individuo y su
capacidad de decisión. Pero el simple apoyo exterior se volverá completamente ineficaz si
además la persona no cuenta con una serie de recursos personales. Con ellos podrá cambiar
la perspectiva o el sentido de determinados sucesos de su vida, y así otorgar al hecho de
mantenerse abstemio una serie de significados que van más allá del propio hecho de beber o
no beber: la reparación del daño, la ayuda a otras personas con su mismo problema, la
reconstrucción personal integral...

Todos los textos de referencia de AA. tienen la idea implícita o explícita de que el objetivo está
puesto en el crecimiento como persona y no solamente en mantenerse abstemio.

4. Entre los diversos recursos externos que podemos descubrir en los casos de resiliencia
podemos señalar con mayor relevancia en AA. el apoyo emocional y los modelos.

El apoyo emocional en el sentido de reconocimiento del dolor y de acompañamiento


claramente ejemplificado en AA. desde el mismo momento se acude a un grupo. En este
momento es recibido por dos personas pertenecientes al mismo, que le darán el llamado paso
doce. Una persona le cuenta su experiencia, como vivía cuando el alcohol dominaba su vida
y como vive ahora, además de su experiencia en AA, como le has ayudado y qué cosas
concretamente del programa le han servido en su proceso de recuperación. A partir de este
momento la persona decide si quiere entrar en el grupo o no, donde le acompañaran las
personas que le han recibido y podrá realizar todas aquellas preguntas que desee, teniendo el
protagonismo en esa primera reunión. En el grupo, cada uno puede expresar su sufrimiento
sabiendo que va a ser comprendido por quien escucha y permitirá a la persona sentirse
identificado en alguna de las experiencias que allí se cuentan. El grupo formado por personas
que sufren nuestra misma adversidad es esencial para poder expresar nuestro sufrimiento sin
vergüenza y sin miedo a ser juzgados. Permite un contexto en el que mi dolor va a ser
escuchado y respetado, en la medida que es el dolor compartido por los demás miembros del
grupo. Sin este contexto donde “si quiero puedo hablar lo que quiera” la resiliencia muchas
veces es imposible.
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También la figura del padrino es una figura eminentemente basada en la necesidad de apoyo
emocional en momentos de dificultad o flaqueza y en momentos donde la persona es incapaz
de compartir alguna experiencia por el significado que le da a la misma y por la vergüenza,
culpa o miedo que puede sentir por revelar su “secreto” en grupo. Es una herramienta más
que se le ofrece a la persona para ayudarle en el proceso. Se puede elegir padrino o decidir
seguir tan sólo con el grupo. Esta elección debe estar basada en la confianza que le dé o por
sentirse identificado en alguna de sus experiencias, pudiendo cambiar de padrino a lo largo
de su proceso de recuperación. También es una forma de ofrecer a la persona un modelo de
resiliencia. Alguien que ha pasado por sus mismas dificultades pero que está
reconstruyéndose a pesar de las mismas.

El modelo para una persona con “sed de alcohol” no es una persona que no la padece y por
eso no bebe o bebe sin tener dependencia. El modelo para un alcohólico es la persona que
también padece la “sed de alcohol” pero no bebe, además de ser una persona que ha podido
pasar por situaciones parecidas y por tanto puede comprenderle mejor.

5. Pero para que se dé la resiliencia son necesarios, además de la ayuda externa, unos
recursos internos de la persona que sufre la adversidad. Con la ayuda exterior pero sin estos
recursos particulares será posible la resistencia pero difícilmente se dará la reconstrucción
(nueva construcción) positiva que caracteriza la resiliencia.

No cabe duda que el sentido del humor puede ayudar a una persona con problemas de
alcohol a tomar una distancia positiva respecto su problema pero no se trata de un rasgo
definitorio de la metodología o el estilo de AA. Pero sí lo son la conquista de la humildad, el
altruismo y la trascendencia.

Como ya se ha señalado, la dinámica interna de la resiliencia exige un equilibrio delicado


entre la ayuda proporcionada desde el exterior y el propio posicionamiento interno. Hay dos
actitudes de orgullo que van a dificultar este equilibrio. La primera es la de quien considera
que no necesita ayuda del exterior y que él solo puede superar la adversidad. La segunda, en
el otro extremo, es la de quien exige la ayuda porque piensa que es obligación del otro
ayudarle o solucionarle su problema.

Gran parte del trabajo de AA. se encamina a que la persona que desea salir del alcoholismo
adopte una postura de reconocimiento de su problema y de la necesidad de ser ayudado de
una forma u otra. La famosa presentación en las reuniones grupales (“Soy fulanito/a y soy
alcohólico/a...”) permite a la persona situarse en una dimensión que le ayuda a reconocer su
impotencia ante él alcohol y por tanto su debilidad ya que ante cualquier adversidad puede
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recaer sino existe este compromiso interno. Pero también varios de los pasos descritos en los
textos de referencia de AA. insisten en que la persona acepte su impotencia para vencer la
“sed de alcohol” y la necesidad de apoyarse en otros para lograrlo.

Conectado con ello está la necesidad de equilibrar adecuadamente el dar y el recibir. Muchos
datos llevan a pensar que no es bueno que las víctimas sólo reciban ayuda sino que se
benefician también de ayudar a otras (Ayudándote a ti me ayudo a mi). Desde esta
perspectiva la figura del padrino no es solamente un arma para ayudar a los miembros en
estado más incipiente de recuperación sino también una estrategia poderosa para la
consolidación de los miembros más veteranos o avanzados.

Por último, y es uno de los puntos que puede ser más cuestionado de AA., es evidente que
sus pasos están claramente apoyados en la recuperación de un sentimiento de trascendente
de la vida. Trascendencia religiosa o laica.

Desde un punto de vista racionalista puede parecer que es aquí donde AA. da un salto que le
coloca fuera totalmente de un escenario clínico o terapéutico y lo acerca a prácticas
esotéricas, míticas, religiosas o incluso sectarias.

Sin embargo los avances en los últimos años de los estudios de psicología positiva y de
resiliencia nos llevan a tener que reconocer que esta reivindicación de una trascendencia en
la forma de abordar el problema (YO no puedo controlarlo solo, por favor ayúdame TÚ, y
confío en ÉL) es algo que se revela cada vez más como la postura “más racional”.

No en vano muchos autores (véase Jonathan Haidt) están empezando a tratar el hecho
religioso como un hecho connatural a la naturaleza humana y por tanto tan respetable y
adaptativo como otros muchos (el lenguaje, la sexualidad...). Este mismo autor descubre en
sus estudios que el ser humano parece tener una percepción de lo sagrado, entendiendo esto
no como la referencia a la existencia de una divinidad, sino como la percepción de un aspecto
divino de la naturaleza humana que nos lleva a sobrecogernos con determinados hechos o
fenómenos, y que se encuentra a la otra orilla de la naturaleza animal que también forma
parte del hombre.

Las creencias (religiosas o laicas) no son necesariamente, por tanto, un aspecto “deficitario”
del ser humano que deben ser combatidas desde el “uso racional, y sólo racional, del
cerebro”. Las creencias pueden ser, por el contrario, un arma tan poderosa como la lógica
racional para la supervivencia, la adaptación y la resiliencia.
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Incluso desde una lógica estratégica, el recurso a Ser Superior al que implorar ayuda para
abandonar el consumo de alcohol, puede ser una estratagema para elevarme a una lógica de
segundo nivel y me sitúa en mejor posición para mis objetivos (con independencia de que
dicho Ser exista o no).

Podemos recordar que la estrategia (Paul Watzlawick) terapéutica del “Como si...” se inspiró
en la prescripción que Blaise Pascal dio cuando le preguntaron que se podía hacer para que
un no creyente acabara creyendo: “Que rece, que dé limosna y que vaya a misa y acabará
creyendo” (no literal)

Finalmente debemos recordar que un aspecto esencial para la resiliencia es la de atribución


de significado o sentido a la propia adversidad. Entendemos por sentido una percepción
particular del problema o circunstancia adversa que le otorga coherencia o utilidad (sin por
ello desaparecer el dolor que ocasiona pero si haciéndolo más llevadero).

Varios movimientos terapéuticos actuales han demostrado que se pueden superar grandes
dificultades no solamente cambiando la realidad sino viéndola de otra manera. Por ello puede
ser de gran utilidad la redefinición de la realidad. Y, en general, de una manera u otra, todas
las escuelas psicoterapéuticas ofrecen una interpretación que (más allá de su acierto objetivo)
puede permitir una visión diferente del problema y, por tanto, quizá una coherencia que antes
no existía.

AA. no pretende simplemente conseguir la abstinencia sino que con ideas como la de
“inventario moral”, restablecer el mal causado, etc. inserta el problema del alcohol en una
perspectiva temporal y relacional que facilita la búsqueda de sentido de la misma.

En definitiva, no pretendemos valorar “el método AA.” como mejor o peor que otras
alternativas para abandonar el consumo patológico de alcohol. Incluso los autores podemos
discrepar de algún planteamiento concreto de esta metodología (alcoholismo como
enfermedad versus alcoholismo como estrategia). Pero esto no es óbice para reconocer una
serie de concordancias entre el programa que ofrece Alcohólicos Anónimos y el fenómeno de
la resiliencia. Y reconociendo éstas reforzar la idea de la importancia de la ayuda mutua
como una herramienta útil para aquellas personas que sufren las consecuencias del alcohol
en sus vidas, no sólo en el plano meramente individual sino también en el plano familiar, ya
que precisamente es en la familia donde con mayor intensidad se viven las consecuencias.

Por otro lado, tampoco pretendemos olvidar ni sustituir la ayuda profesional que se ofrece en
el ámbito médico, psicológico y farmacológico. Más bien abogamos por ver a grupos de
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autoayuda como alcohólicos anónimos, basados en un proceso de recuperación


sistematizado y probada su eficacia, como un recurso útil donde los profesionales de la salud
podemos apoyarnos en el caso de que lo consideremos oportuno, según la singularidad del
caso. Partimos de la base de que la intervención profesional individualizada y la acción
mediante grupos de apoyo pueden cooperar para conseguir el objetivo final que todos
buscamos: el bienestar y calidad de vida de una persona que sufre.

Al fin y al cabo los caminos para la recuperación pueden ser diversos y sería una pena no
aprovechar los recursos que tenemos a nuestro alcance para poder ser más eficientes y
eficaces en nuestro trabajo.

Valencia (España). Enero de 2012

Rosa Herrera Cuadrado


F. Javier Romeu Soriano

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