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Hora Santa para el día del catequista:

Se expone el Santísimo Sacramento.

“Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar”


Sea por siempre bendito y alabado Jesús Sacramentado”
“Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar”
Sea por siempre bendito y alabado Jesús Sacramentado”
“Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar”
Sea por siempre bendito y alabado Jesús Sacramentado”

Silencio……

Guía:
Estoy aquí Jesús, ante ti, para alabarte, bendecirte y adorarte.
Me llamaste y vine a postrarme a tus pies, sediento de tu amor, de tu inmensa
misericordia.
Deseo alejarme de todo aquello que me separa de ti, que este tiempo sea solo tuyo.
Aquí estoy Señor y abro mi corazón.
Mi ser catequista lo pongo aquí, renuevo mi compromiso, sabiendo que los dones que
recibí gratuitamente, brillarán si mi corazón está unido al tuyo.
Quiero hacer vida tu Palabra con mi testimonio cercano, humilde y lleno de amor por mi
hermano.
Deseo caminar a la par del que te busca, ni adelante ni atrás, siempre a la par, con
docilidad y confianza, sabiendo que tú estás a mi lado.
Entra en mi corazón, habla en él. Ven Señor!! Ven a mi corazón!!

Cantamos: “Ven Espíritu Santo”

Guía: a cada intención respondemos “Envía tu Espíritu, Señor.”


- Te pedimos, Señor, tu Espíritu que nos hace verdaderos adoradores.
- Te pedimos, Señor, tu Espíritu para recibir dispuestos tu Palabra.
- Te pedimos, Señor, tu Espíritu para ser testigos de tu vida.
- Te pedimos, Señor, tu Espíritu para renovar esta vocación a la que nos llamaste.
- Te pedimos, Señor, tu Espíritu para que tu fuego arda en mi vida.
- Te pedimos, Señor, tu Espíritu para que mi corazón esté alegre al anunciarte.

Breve silencio

Guía: Iluminados por el Espíritu, escuchemos y meditemos la Palabra de Dios.

Jeremías 1:4-10:
“El Señor me dirigió la palabra: Antes de formarte en el vientre te escogí, antes de
salir del seno materno te consagré y te nombré profeta de los paganos. Yo repuse: ¡Ay
Señor mío! Mira que no sé hablar, que soy un muchacho. El Señor me contestó: No
digas que eres un muchacho: que adonde yo te envíe, irás; lo que yo te mande, lo
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dirás. No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte –oráculo del Señor-. El
Señor extendió la mano, me tocó la boca y me dijo: Mira, yo pongo mis palabras en tu
boca, […]”

Breve Silencio

Jeremías recibe una llamada especial. El Señor lo escogió antes de nacer.


Ese conocimiento también es extensivo a cada uno de nosotros.
El Señor no solo nos conoce, sino que tiene grandes planes para cada uno, pero éstos
están condicionados a nuestra respuesta.
Detrás de cada catequista hay un llamado, una elección, una vocación. Ésta es una verdad
fundante de nuestra identidad: hemos sido llamados por Dios, elegidos por Él.

Jeremías ante la llamada se siente incapaz de asumir la tarea que el Señor le tiene
encomendada. ¿Y vos catequista?

- ¿Qué argumentos tenés para no ir más allá de tu comodidad, de tu medida


predeterminada de dar? silencio…
- ¿Confiás y te entregás al Señor a pesar de tus limitaciones? silencio…..

- ¿Tenés presente que solo sembrás y El hace crecer y cosecha? silencio…

Canto suave para la meditación.

El catequista es el hombre de la Palabra. De la Palabra con Mayúscula.


“Fue precisamente con la Palabra que nuestro Señor se ganó el corazón de la gente”.
Esta relación de la catequesis con la Palabra no se mueve tanto en el orden del “hacer”, sino
más bien del “ser”.
No puede haber una verdadera catequesis sin una centralidad y referencia real a la Palabra
de Dios que anime, sostenga y fecunde todo su hacer.
El catequista es un servidor de la Palabra, se deja educar por ella, y en ella tiene la serena
confianza de una fecundidad que excede sus fuerzas.
Para que sea posible esa escucha de la Palabra, el catequista debe ser hombre y mujer
que guste del silencio.

- ¿Cuál es tu relación con la Palabra?... ¿está dentro de tu cotidianeidad? silencio…


- ¿Das lugar en tu vida al silencio buscando una profunda intimidad con la Palabra?
¿Te dejas interpelar por ella? silencio…..

Canto suave para la meditación sobre la Palabra.

“La cima y el centro de la formación del catequista es la aptitud y habilidad de un


mirar evangélico.”
La Iglesia necesita de la mirada cercana del catequista para contemplar, conmoverse y
detenerse cuantas veces sea necesario, para darle a nuestro caminar el ritmo sanador de
Jesús.
Pidámosle a quien nos ha metido en esta siembra que nos haga partícipes de su mirada,
la del sembrador bueno y “derrochón” de ternura.
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Deseamos tener:
 una mirada confiada y de largo aliento, que no ceda a la tentación estéril de querer
curiosear cada día el sembrado, porque sabe bien que, sea que duerma o vele, la
semilla crece por sí misma;
 una mirada esperanzadora y amorosa que, cuando ve despuntar la cizaña en medio
del trigo, no tiene reacciones quejosas ni alarmistas, porque sabe y tiene memoria de
la fecundidad gratuita de la caridad.
- ¿te dejás modelar como el barro en las manos del alfarero? silencio…
- ¿te dejás mirar por el Maestro para que tu mirada sea cercana y tierna para con tus
hermanos? silencio…..

Canto suave para la meditación sobre la mirada.

Algo propio del catequista es reconocerse como el hombre y la mujer que “anuncia”.
Anunciar es más que decir algo, que contar algo, es más que enseñar algo. Anunciar es
afirmar, gritar, comunicar, es trasmitir con toda la vida a Alguien.
El catequista como todo cristiano, anuncia y testifica una certeza: Cristo ha resucitado y
está vivo en medio de nosotros.
El catequista ofrece su tiempo, su corazón, sus dones y su creatividad para que esta certeza
se haga vida en el otro, para que el proyecto de Dios se haga historia en el otro.
Catequistas de este tiempo signado por las crisis y los cambios: no se avergüencen de
proponer certezas... no todo está en cambio, no todo es inestable, no todo es fruto de la
cultura o del consenso; hay algo que se nos ha dado como don, que supera nuestras
capacidades, que supera todo lo que podamos imaginar o pensar.
El catequista debe vivir como ministerio propio aquello que dice el evangelista San Juan:
“...Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en Él…”

- ¿Cómo es tu anuncio? silencio……


- ¿Cada vez que anunciás sentís que tu corazón arde? silencio….

Canto suave para la meditación sobre el anuncio.

Sacerdote:
- Bendito sea Dios.
- Bendito sea su Santo Nombre.
- Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios, verdadero Hombre.
- Bendito sea el nombre de Jesús.
- Bendito sea el Sacratísimo Corazón.
- Bendita sea su Preciosísima Sangre.
- Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
- Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
- Bendita sea María Santísima la excelsa Madre de Dios.
- Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
- Bendita sea su Gloriosa Asunción.
- Bendita sea María Santísima Madre de la Iglesia.
- Bendito sea su castísimo esposo San José.
- Bendito sea Dios en su Ángeles y en sus Santos.

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Bendición con el Santísimo Sacramento.
Canto: Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar.

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