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sociología

y
política
DERECHAS Y ULTRADERECHAS
EN EL MUNDO
por

octavio rodríguez araujo

siglo
veintiuno
editores
edición al cuidado de ricardo valdés r.

portada de ivonne murillo

primera edición 2004

© siglo xxi editores, s.a de c.v.


cerro del agua 248, col. romero de terreros, méxico, d.f.
www.sigloxxieditores.com.mx

isbn 968-23-2519-6

se prohíbe su reproducción total o parcial por cualquier


medio sin permiso por escrito del editor.

impreso y hecho en méxico


A la Facultad de Ciencias Políticas
y Sociales de la UNAM,
con mi gratitud
INTRODUCCIÓN

Desgraciados los tiempos


en los que hay que explicar lo obvio
frase atribuida al CHE guevara*

Cuando terminé de escribir mi libro sobre las izquierdas y el izquier-


dismo** (que también podríamos llamar ultraizquierdismo) me
quedó la inquietud de que valdría la pena intentar una exploración
sobre la otra cara de la moneda: las derechas y las ultraderechas.
Pensaba en esto cuando se dio un hecho fortuito: fui invitado a dar
una conferencia sobre el ascenso electoral de las derechas (verano
de 2002), y por ahí empecé.
Unos meses antes, Francia había conocido el sorprendente fe-
nómeno de que el Frente Nacional, de ultraderecha, había obteni-
do en la primera vuelta electoral casi el mismo porcentaje de votos
que el candidato fuerte de la derecha, Jacques Chirac y más que Jos-
pin, socialdemócrata. En el mundo, y no sólo en Francia, se encen-
dió un foco rojo. No sólo la derecha había desplazado a la izquierda
reformista y no precisamente anticapitalista (la socialdemocracia),
sino que la ultraderecha en algunos países ganaba crecientes simpa-
tías, incluso entre sectores de trabajadores que antes votaron por los
comunistas o por los mismos socialdemócratas.
Al mismo tiempo se percibía ya que el gobierno de Estados Uni-
dos, sobre todo después del 11 de septiembre de 2001, revelaba un
rostro más ultraderechista que sus antecesores. Todavía no ocurría
la segunda invasión a Irak, pero ya se veía esa posibilidad después
de Afganistán. En casa, es decir en México, nunca habíamos tenido
un gobierno que abiertamente dijera que era de empresarios para
empresarios, y cuyo presidente hiciera público su fervor religioso.
Había motivos para preocuparse, sobre todo porque ha estado de
moda hablar de la sociedad posideológica, en la que referirse a las
izquierdas y a las derechas era, en el mejor de los casos, un asunto
del pasado. El tema de moda era (y es todavía para muchos) la de-
mocracia, concebida en su aspecto formal: elecciones, multiparti-
dismo, alternancia partidaria en el poder, libertades (incluida la de
mercados), derechos humanos, etcétera.

*
Citada por Pascual Serrano, “Cuando al engaño le llaman transición”, <http://
perso.wanadoo.es/camilofidel/resena-sinconstitucion.htm>.
**
Izquierdas e izquierdismo, México, Siglo XXI Editores, 2002.

[9]
10 INTRODUCCIÓN

Se ha querido ver a la democracia como una panacea: si hay


democracia se resuelve todo. Y, obviamente, no es así. En la actua-
lidad hay mayor democracia en el mundo que hace 30 años, y sin
embargo hay más pobreza y mayores desigualdades entre personas
y entre países que entonces. No. La democracia, que ciertamente
está más generalizada que antes, ha sido también una pantalla para
ocultar la hiriente realidad del mundo en que vivimos. No estoy
siquiera sugiriendo que la democracia no sirva, incluso la formal,
sino simplemente que no ha sido ni será, por sí misma, un remedio
general para todos los males.
De aquí que me haya interesado demostrar, en el debate sobre
el significado de las izquierdas y las derechas, que la democracia o la
no democracia no tienen nada que ver con el tema. Las izquierdas,
siguiendo a Bobbio, tienden al igualitarismo (no a la igualdad), y las
derechas a conservar o aumentar las desigualdades. Y si bien es lo
que estamos viendo, había que demostrarlo. Sería el inicio, pero no
suficiente para aclarar los conceptos.
Hacía falta otro concepto, la dominación. La dominación gene-
ra desigualdad: unos dominan y otros son dominados. Una obvie-
dad, sí, pero es otro elemento que nos habla de desigualdades; por
lo que quienes defienden formas de dominación que perpetúan o
aumentan las desigualdades están admitiendo posiciones derechis-
tas, aunque no se reconozcan o se asuman en esas posiciones. Y la
dominación puede ser o no democrática, de donde se deduce que
hay formas de dominación menos brutales que otras: ser dominado
y además sin libertad para expresar el descontento, es peor que ser
dominado con democracia. Por lo menos así lo entendería si fuera
mi caso. ¿Y qué formas de dominación han sido más brutales que el
fascismo, sobre todo el alemán, y el llamado comunismo, particular-
mente el de los tiempos de Stalin? Si al fascismo lo calificamos no de
derecha sino de ultraderecha, ¿al stalinismo cómo lo calificaríamos?
Otra discusión, muchas interrogantes. Pero aquí no acaban.
Los fascistas, señaladamente el italiano y el alemán, fueron nacio-
nalistas, pero también de pretensiones imperialistas y hasta colonia-
listas. En esto no se diferenciaron mucho de los británicos o de los
estadunidenses, “muy democráticos” según han dicho siempre. Sin
embargo sí eran diferentes, pero en otros aspectos. Y cuando la URSS,
después de la Segunda Guerra, tuvo la oportunidad de apropiarse del
resto de Europa oriental, el gobierno no dijo que no; aceptó el obse-
quio, y todavía fue por más, por lo menos hasta Afganistán, su última
conquista. Otro problema de interpretación, más interrogantes.
INTRODUCCIÓN 11
Los fascistas históricos eran nacionalistas expansionistas, los
neofascistas del presente son también nacionalistas pero defensivos.
Unos, los europeos, defienden su nación, en contra de la Unión
Europea, de Estados Unidos y de la globalización neoliberal; otros,
los estadunidenses, también defienden su nación, con ciertas pecu-
liaridades incluso imperiales, pero al mismo tiempo no aceptan la
globalización económica, les parece un peligro para sus formas de
vida o para el modelo al que aspiran. La ultraderecha latinoameri-
cana, por otro lado, es en general proestadunidense, admira a los
imperios y el nacionalismo no parece preocuparle mucho. Hace 50
años la ultraderecha latinoamericana defendía la pequeña propie-
dad, ahora ya no se sabe qué defiende, pues unos ultraderechistas
están en contra de las trasnacionales y otros en su favor y buscan
asociarse con éstas.
La religión, por otra parte, tiene especial importancia para las
ultraderechas de Estados Unidos (no todas), de Europa y de Amé-
rica Latina, pero no lo fue, en sentido distintivo, en las dictaduras
de Italia o de Alemania, aunque sí en las de Portugal o España, por
ejemplo. También parece ser muy importante en los países del Is-
lam, pero no en todos los gobiernos de estos países. Más problemas
de interpretación y de generalización.
Podría seguir en esta lógica, pero me detengo, pues este libro
aspira a dilucidar (no resolver) estos problemas. Si lo logro o no, lo
juzgará el lector.
El libro está compuesto de tres partes. En la primera he querido
demostrar que los conceptos no son inmutables, obvio, pero que
aún así tienen ciertos contenidos que nos dicen algo sobre temas
específicos y que tienen validez histórica (y teórica). Asimismo, he
querido demostrar que algunos esquemas de interpretación persis-
tentes por decenios, son por lo menos discutibles, y que la discusión
libre de ataduras (dogmas y prejuicios, por ejemplo), puede ser
incómoda para algunos pero necesaria para avanzar en el conoci-
miento del mundo en que vivimos.
En la segunda parte, y a partir de la anterior, me refiero a las
derechas, sobre todo en los gobiernos, en diferentes regiones del
mundo con relativo énfasis en el presente. Los cuatro capítulos
comprendidos en esta parte tienen grandes diferencias metodológi-
cas, al igual que los siguientes de la última parte. Esto se debe a que
obedecí a mis propios impulsos subjetivos en función de lo que me
interesaba demostrar y porque algunas situaciones son menos deba-
tibles que otras. Es claro que lo más polémico me exigía un mayor
12 INTRODUCCIÓN

desarrollo o fundamentación, como por ejemplo la inclusión del


llamado socialismo en un libro sobre las derechas. En otros térmi-
nos, no me interesó ajustarme a un guión rígido ni simétrico, sino
más bien a las necesidades de cada tema según mis posibilidades
y lo que quería demostrar. Diría, como justificación, que es el pri-
vilegio del autor.
La tercera parte trata de las ultraderechas en dos tiempos y sólo
donde han sido o son más evidentes y más claramente diferentes de
las derechas. Los dos tiempos son el periodo entreguerras principal-
mente referido a Europa, donde las ultraderechas tuvieron mayor
desarrollo, y el presente tanto en Estados Unidos como en la misma
Europa. En este apartado he querido demostrar que si bien hay de-
nominadores comunes también hay diferencias muy importantes,
tanto entre el pasado y el presente, como entre gobiernos y organi-
zaciones en ambos tiempos.
Las diferencias entre las derechas, entre éstas y las ultradere-
chas y entre estas últimas son las que me llevaron a llamarlas en
plural. No hay una derecha ni una ultraderecha para todos los casos
analizados. Son múltiples y tienen características diversas, según el
momento histórico y el lugar en que se han desarrollado.
Es un libro polémico, como casi todo lo que he escrito, y tam-
bién general —donde cada uno de los capítulos da para otras inves-
tigaciones específicas y de mayor profundidad. Hay debates implíci-
tos y otros explícitos, pero no hay trampas intencionales, pues estoy
convencido de que éstas, lejos de favorecer la discusión, la inhiben.
Y vivimos tiempos en los que el debate no es sólo una necesidad sino
una urgencia.
Quienes leyeron la versión original y me hicieron comentarios,
me ayudaron mucho, pero no son responsables de lo que aquí se
dice. Quiero agradecer, por lo tanto, y en primer lugar, a quienes
leyeron partes o el total del manuscrito: Teresa Guitián, Miguel
Urbano, Samuel Ramos, Enzo Traverso, Michael Löwy, Guillermo
Almeyra, Rhina Roux y Alfredo Suárez. También a quienes me faci-
litaron materiales: además de Löwy, a Carlos Melesio, Lilia Venegas,
Claudio Albertani y Carmen Guitián. Y, por supuesto, a mis ayudan-
tes de investigación, al principio Norma Gómez y luego, por más
tiempo, Tamara Barra.

Octubre de 2003
octavio rodríguez araujo
1. PROPUESTAS CONCEPTUALES

¿conservadores y reaccionarios?

No conozco a un autor que no coincida con la relatividad de los


conceptos izquierda y derecha. Son conceptos relativos uno del otro.
En palabras de Bobbio: “Los dos términos de una díada1 se rigen in-
disociablemente el uno con el otro: donde no hay derecha ya no hay
izquierda, y viceversa. Dicho de otro modo, existe una derecha en
cuanto existe una izquierda, y existe una izquierda en tanto y cuan-
to existe una derecha. […] si todo es izquierda ya no hay derecha, y,
recíprocamente, si todo es derecha ya no hay izquierda.”2
El término derecha ha sido asociado a la conservación del statu
quo. Es un calificativo reservado comúnmente a los conservadores,
a los defensores del orden establecido en el sentido de Easton, es
decir como persistencia del sistema, que incluye cambios.3 Por lo mis-
mo, es también un concepto que ha variado según las tradiciones y
el tipo de sociedad y de poder que se han defendido a lo largo de la
historia. Muchas de las posiciones políticas que ahora consideramos
de derecha fueron de izquierda en otro momento. El ejemplo clási-
co para Europa, al que han recurrido muchos autores, incluido Marx,
fue el liberalismo y la lucha de la burguesía contra el absolutismo y los
obstáculos del antiguo régimen que impedían su desenvolvimiento.
La burguesía fue, en un momento dado, una clase revolucionaria.
Luego fue conservadora. El liberalismo, como ideología de un
sector de la naciente burguesía europea, fue también considerado
progresista, de izquierda, por comparación con quienes veían en él
un peligro para las tradiciones, los prejuicios y las formas de vida
que defendían la Iglesia católica y la mayor parte de la nobleza y los
terratenientes, es decir quienes gozaban de privilegios a costa de la
sumisión, la pobreza y la ignorancia de los demás. Los defensores

1
Díada es un concepto filosófico que se refiere a la unión de dos elementos o princi-
pios complementarios recíprocamente.
2
Norberto Bobbio, Derecha e izquierda, Madrid, Punto de lectura, 2001, p. 63.
3
Sobre el significado de la persistencia, David Easton, Esquema para el análisis político,
Buenos Aires, Amorrortu editores, [s.f.e.], pp. 119 y ss.

[13]
14 PROPUESTAS CONCEPTUALES

de ese mundo, que cuestionaban la burguesía y los intelectuales


liberales, eran los conservadores, como lo son ahora y desde hace
poco más de 200 años los defensores del mundo que construyeron
esa burguesía y esos intelectuales en algunos países de Europa y en
su amplia y creciente área de influencia, el continente americano
incluido.
Empero, la identificación de la derecha con el conservaduris-
mo y de la izquierda con el progresismo, que es una identificación
común y en uso todavía, no nos explica nada, salvo en algunas
circunstancias concretas y específicas. Aunque en general todos
entendemos que un conservador es de derecha y un progresista es
de izquierda, cualquier intento de definición del conservadurismo y
del progresismo tendría que referirse, más que a una persona, par-
tido o clase social, a momentos históricos y a realidades concretas
de un país, de una región, de una entidad específica en un contexto
más amplio, en la historia misma o por comparación con otros simi-
lares. El profesor chino Qin Hui, en un elocuente párrafo, resume
esta cuestión al comparar dos sucesos ocurridos en dos países muy
diferentes en dos momentos también distintos:

En Irán, la “revolución blanca” del Sha fue un programa oligárquico capitalista,


de modernización autoritaria, que provocó una fuerte reacción fundamentalista,
eventualmente desligada de la “revolución negra” de Jomeini. Eso fue muy similar
a la manera en que las reformas de Stolipin se toparon con una poderosa reacción
de la tradición del mir,4 pavimentando el camino de la Revolución de Octubre. En
tanto que los campesinos rusos odiaron las reformas de Stolipin, ya que les quitaron
la tierra, la actitud de los campesinos iraníes fue justamente la opuesta. Cuando la
Revolución Islámica arrasó las principales ciudades en 1977-1979, los campesinos
iraníes –cerca de la mitad de la población– permanecieron indiferentes u hostiles al
levantamiento contra el Sha. Ellos se habían beneficiado de su reforma agraria, la
cual había también distribuido la tierra de las mezquitas para ellos, y sintieron que
debían ser leales a él –a veces atacando las reuniones revolucionarias o tomando por
la fuerza las casas de los terratenientes y de los activistas islámicos. Por las mismas
razones, los terratenientes iraníes con frecuencia apoyaron la revolución contra el
Sha, mientras que los terratenientes rusos fueron el primer objetivo de la revolución
de 1917. Menciono todo esto para mostrar que ninguna clase es inherentemente
“progresista” en la historia. Nosotros no deberíamos preguntarnos cuál clase puede

4
Piotr Stolipin, quien fuera presidente del Consejo ruso en 1906, llevó a cabo una
reforma agraria que disolvió las comunas rurales (propiedad colectiva) denominadas
mir. (Nota del autor.)
PROPUESTAS CONCEPTUALES 15
movilizar a las demás para las reformas, sino qué clase de reformas podrían ser justas,
y beneficiar a la mayoría de la población…5

Lo contrario al conservadurismo, se lee en el Diccionario de po-


lítica de Bobbio, Matteucci y Pasquino,6 sería el progresismo. Pero
ninguno de los dos elementos tiene que ser identificado, sin excep-
ciones varias, con derecha e izquierda, respectivamente. La idea de
progreso puede identificarse con la derecha y con la izquierda, se-
gún la apreciación y los valores del analista; la idea de conservación
igual. La conservación de los bosques y las selvas choca con el pro-
gresismo industrial, y hoy la primera es una posición cercana o afín
a la izquierda y el segundo asociado con la derecha que desdeña la
importancia de la ecología para la vida del planeta y sus habitantes.
Pero no siempre fue así, aunque hubo reflexiones similares en el
pasado. Hace muchos años, en 1954, Simone de Beauvoir escribía:
“la burguesía empezó a dudar también de las ilusiones que se había
forjado: el progreso de las técnicas y de la industria ha demostrado
ser más amenazante que auspicioso; y hemos aprendido no a ferti-
lizar la tierra, sino a devastarla”.7 De aquí se puede desprender que
si conservadurismo es un concepto relativo en sí mismo, la derecha
también, y que ambos conceptos dependen tanto del momento en
que quiere ubicárseles como de la perspectiva política, moral o
ideológica del observador, del analista o de quienes ven amenaza-
dos sus intereses.8
Bobbio, citando a Revelli, destaca que “no se es de derecha o de
izquierda, en el mismo sentido en que se dice que se es ‘comunis-

5
Qin Hui, “Dividing the big family assets”, New Left Review, London, número 20,
marzo-abril 2003 (en Internet).
6
Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino (directores de la obra),
Diccionario de Política, México, Siglo XXI Editores, 12a. ed., 2000.
7
Simone de Beauvoir, El pensamiento político de la derecha, Buenos Aires, Ediciones
Siglo Veinte [1969], p. 12. Esta obra fue originalmente publicada en la revista fran-
cesa Les Temps Modernes en los números 112-113 y 114-115 de 1954 y posteriormente
recogidos y editados por Gallimard con el título La pensée de droite, aujourd’hui, Paris,
1955.
8
El nacionalismo, por ejemplo, era visto como un peligro para los imperios multina-
cionales de Austria y Rusia, y los monarcas de ambos imperios asociaban ese naciona-
lismo a las corrientes liberales de la época. Los progresistas eran, en esos momentos
(en Austria o Rusia), los liberales nacionalistas, mientras que éstos, en Francia y en
Gran Bretaña, serían ya los conservadores. En Francia, después de la guerra con Pru-
sia (1870-1871), el nacionalismo se convirtió en la causa más importante de los con-
servadores, para entonces críticos del liberalismo y, obviamente, de la revolución.
16 PROPUESTAS CONCEPTUALES

ta’, o ‘liberal’ o ‘católico’. En otros términos, derecha e izquierda


no son palabras que designen contenidos fijados de una vez para
siempre. Pueden designar diferentes contenidos según los tiempos
y las situaciones.”9 Pensemos en un ejemplo, a mi juicio elocuente:
Antes de los años 60 del siglo pasado, y por mucho tiempo10, la
derecha estuvo identificada, más en el discurso que en la realidad,
con la defensa de la pluralidad y con un cierto eclecticismo; ahora
es al revés, es la izquierda la que defiende la pluralidad y se opone
al pensamiento único, y más todavía a la imposición de un pensa-
miento único y a una visión unilateral del mundo.11 Cuando la de-
recha defendía la pluralidad, la ultraderecha y la izquierda —cada
una por su lado— defendían el monolitismo, lo que ahora también
llamamos “pensamiento único”. La derecha neoliberal de nuestro
tiempo, en cambio, defiende y propone un pensamiento único; más
aún: el fin de la historia de Fukuyama12 y el There is no alternative de
Thatcher. Eran el fascismo (Mussolini y Hitler) y el comunismo de
los tiempos de la Tercera Internacional (sobre todo con Stalin a
partir de 1927-1931) los que se oponían a la pluralidad, a la diversi-
dad, a la desunión bajo un Estado que, en esa lógica, representaba
la unión de todos, subordinándolos; es decir, la ultraderecha y la
izquierda, esa izquierda que confundió la idea de Marx de comuni-
dad teórica con monolitismo en el pensamiento, en la organización,
en la vida cotidiana.13 Quienes se oponían a la pluralidad parecían
no darse cuenta del retroceso histórico en que estaban incurriendo.
La defensa de la unicidad fue argumento de tendencias totalitarias y

09
Norberto Bobbio, Derecha e izquierda, op. cit., p. 125.
10
Es conveniente recordar que el pluralismo fue una reacción del liberalismo indivi-
dualista al Estado absolutista, y que el liberalismo individualista fue la base ideológica
de la burguesía en tanto que no había conflicto de intereses intra e interclasistas.
Como estos conflictos fueron (y son) inevitables (en el capitalismo), el pluralismo
habría de ceder su lugar a la imposición coactiva de los grupos dominantes en el
Estado.
11
Un matiz: en los países llamados socialistas de Europa y en la URSS en tiempos de
Gorbachov, hubo quienes demandaban pluralismo, pero no sólo entendiendo por
éste la terminación del monolitismo político sino ampliando el concepto al campo
de la economía, es decir abrirse al mercado capitalista.
12
Escribía Fukuyama: “si mirábamos más allá de la democracia y los mercados libe-
rales, no había nada hacia lo que podíamos aspirar a avanzar; de ahí el final de la
historia.” <http://www.arrakis.es/~trazeg/fukuyama.html>.
13
Sobre el concepto comunidad teórica y la importancia de éste en el desarrollo y
análisis de la izquierda, véase Octavio Rodríguez Araujo, Izquierdas e izquierdismo. De la
Primera Internacional a Porto Alegre, México, Siglo XXI Editores, 2002.
PROPUESTAS CONCEPTUALES 17
del absolutismo. Flores Olea, en referencia al carácter absoluto del
monarca, nos recuerda que “el monarca, en la necesidad de unidad
que impone la razón, combate a los elementos disgregadores de
su reino y lucha contra el ‘pluralismo’ y la ‘diversificación’ de la
autoridad y de los poderes en su territorio.”14 Por contraparte, en el
posmodernismo se critica la unicidad y la idea de totalidad: “Nosotros
vivimos ahora en la era de los objetos parciales […] No creemos
más en una totalidad primordial que alguna vez existió, o en una
totalidad final que nos espera en una fecha futura”,15 por lo que, por
un lado, se soslaya la lógica totalizante del capitalismo, afirmando
implícitamente la inmutabilidad de éste como sistema económico,
y se rechaza, por otro lado, la sustitución del capitalismo por el
socialismo (una totalidad final). Como ha podido verse, derecha,
ultraderecha o izquierda no designan contenidos inmutables. Estos
cambian “según los tiempos y las situaciones”.
Nunca, como en los últimos años, se han cuestionado con tan
sólidos fundamentos conceptos tales como progresismo y su contra-
parte: el conservadurismo. Muchos de los niños y los jóvenes de hoy,
con toda razón, están preocupados por lo que les heredará el pro-
greso, por lo que ya les ha dejado y en el que viven. La contamina-
ción y la insuficiencia de agua, para sólo citar dos ejemplos de alto
significado biológico, son temas de profunda reflexión en el siglo
xxi, y de diferencias. Hace dos siglos la industria se veía como pro-
greso y muy pocos, en una lógica humanista y no religiosa, la cues-
tionaban. Hoy se sabe que la industrialización ha resuelto muchos
problemas pero que ha creado otros que se han convertido en una
suerte de monstruo de Frankenstein, como la emisión de dióxido de
carbono, metano y óxido nitroso por el desarrollo industrial, cuyos
efectos en el calentamiento de la Tierra y en los cambios climáticos
serán catastróficos para toda la humanidad.16 Walter Benjamin, cita
Michael Löwy, decía que el progreso técnico e industrial puede ser
portador de catástrofes sin precedente.17 La idea de progreso, como

14
Víctor Flores Olea y Abelardo Mariña Flores, Crítica de la globalidad. Dominación y
liberación en nuestro tiempo, México, Fondo de Cultura Económica, 1999, p. 108.
15
Gilles Deleuze y Felix Guattari, Anti-Oedipus: Schizophrenia and Capitalism,
Minneapolis, University of Minnesota Press, 1983, p. 42.
16
Estados Unidos emite el 25 por ciento de dióxido de carbono con sólo el 4 por
ciento de la población mundial. Véase, con amplia información, Pablo Clavijo López
(director), Guía Mundial. Almanaque anual 2003, Colombia, Editorial Cinco, 2003,
p. 114.
17
Michael Löwy, “La dialectique de la civilisation: figures de la barbarie moderne
18 PROPUESTAS CONCEPTUALES

el progreso mismo, también es discutible como lo demuestra, entre


otros, Popper.18 Por lo mismo, la oposición al progreso no es ni pue-
de ser unilateral ni se plantea en una sola ideología o corriente de
pensamiento. Ciertas izquierdas y algunas ultraderechas ven en los
defensores del progreso y en el progreso mismo un adversario o un
enemigo. La idea de progreso, en las sociedades capitalistas (y en
cierto sentido también en las llamadas socialistas de los tiempos de
la industrialización a toda costa), supuso y supone, por otro lado,
una mayor jerarquización de la sociedad, es decir mayores des-
igualdades, particularmente visibles en el mundo capitalista.19 Los
“dueños” y usufructuarios del progreso son, tanto en la sociedad
capitalista como en la llamada socialista, las elites, los que gozan,
en un caso, de las mayores riquezas y del poder político y/o de los
medios de comunicación masiva, o, en el otro caso, de mayores pri-
vilegios además del monopolio de los medios de comunicación y de
la coacción. El extremo límite del poder sobre el progreso, que yo
llamaría totalitarismo absoluto u orwelliano, y que por fortuna sólo
ha sido una aproximación en los totalitarismos existentes hasta aho-
ra, significaría, en términos de Popper en referencia a su control
holístico, el fin del progreso,20 tampoco deseable.
El progreso tiene víctimas.21 El no progreso también. Pero en
los últimos años pareciera que sólo importan las víctimas del pro-
greso. A éstas es a quienes se dirigen algunas de las nuevas izquier-
das (diferentes a las de los años 60 del siglo pasado), pero también
las ultraderechas no gobernantes tanto en Estados Unidos como
en Europa occidental y en aquellos ámbitos donde el progreso (y

au XXème siècle”, en Marcello Flores, Storia, verita, giustizia. I crimini del XX secolo,
Milano, Mondadori, 2001. (Copia proporcionada por el autor.)
18
Karl R. Popper, La miseria del historicismo, Madrid, Alianza Editorial, 1973, §32: “La
teoría institucional del progreso”, pp. 167 y ss.
19
Aun en la Unión Soviética, donde sólo en sus primeros años, sobre todo en el cam-
po, hubo propiedad privada de los medios de producción, la colectivización y el de-
sarrollo acelerado de la industria fortalecieron el desarrollo de una elite burocrática,
jerarquizada y diferenciada del resto de la población. Véase E. H. Carr, “Revolution
from Above”, en New Left Review, London, número 46, noviembre-diciembre 1967,
pp. 17-27.
20
Karl R. Popper, op. cit., p. 174 (las cursivas son mías). Sobre el holismo en Popper,
véase en esta obra el § 7.
21
Después de invadir a Irak, de matar civiles y de imponer un gobernante espurio
en ese país, George W. Bush declaró: “Pienso que un Irak libre será un ejemplo de
libertad y de progreso para todo medio oriente.” La Jornada, México, 16 de abril de
2003. (Las cursivas son mías.)
PROPUESTAS CONCEPTUALES 19
la modernización) se percibe como atentatorio de fundamentos
religiosos, usos y costumbres tradicionales o formas culturales que
han querido mantenerse al margen de las llamadas occidentales.
Curiosamente, algunas izquierdas se han preocupado más por las
víctimas del no progreso relativo (los pueblos marginados, por ejem-
plo) que por las del progreso (en concreto, por los trabajadores). Los
tiempos cambian.
Los defensores del progreso son, también y en cierta forma,
conservadores. Defienden la conservación de una dinámica econó-
mica, política y cultural que, en términos sociológicos, beneficia a
unos cuantos. El desarrollismo de los años 50 del siglo xx en Amé-
rica Latina fue, sin duda, progresista, y contó con el apoyo de las
masas empobrecidas al pensar que mejorarían su situación, pero
fue al mismo tiempo conservador ya que el implícito era evitar
que el orden fuera subvertido y que el comunismo pudiera ganar
influencia.22 Un ejemplo altamente revelador fue el que estudió Mi-
riam Limoeiro Cardoso sobre el gobierno de Juscelino Kubitschek
en Brasil. “La perspectiva política general —escribía— [era] cam-
biar, pero dentro del orden, para garantizar el orden. Al plantear
en estos términos la necesidad del desarrollo, Juscelino [movilizó]
a extensos sectores para el esfuerzo desarrollista.” Y más adelante la
autora decía: “La actitud desarrollista es francamente transforma-
dora, muestra una profunda disconformidad con el presente. Por
otra parte, es abiertamente conservadora, preocupada como está
por garantizar el orden por encima de todo. En cuanto al campo
económico es marcadamente innovadora, al impulsar los sectores
emergentes, al concentrar las inversiones en áreas nuevas, predomi-
nantemente industriales —aunque con eso contraríe la hegemonía
que regía anteriormente.”23 El ejemplo citado de Brasil no fue úni-
co, y menos en esos años.
Por otro lado, el término derecha no sólo podría asociarse a los
conservadores, sino también a los reaccionarios, es decir a quienes
han intentado regresar el reloj de la historia a tiempos y situaciones
previas, como por ejemplo a quienes después de la restauración de
la monarquía borbónica (constitucional) quisieron regresar a la

22
Después del triunfo de la Revolución cubana Estados Unidos diseñó una especie
de nuevo Plan Marshall para América Latina, y éste se llamó, precisamente, Alianza
para el Progreso.
23
Miriam Limoeiro Cardoso, La ideología dominante. Brasil-América Latina, México,
Siglo XXI Editores, 1975, p. 219.
20 PROPUESTAS CONCEPTUALES

monarquía absoluta anterior a la revolución francesa, o se puede


relacionar con esos tres o cinco millones de italianos que en la ac-
tualidad verían con simpatía que el reinado de los descendientes
de Víctor Manuel II fuera reinstalado con el actual príncipe de
Saboya que regresó a su país después de 56 años de exilio. Muchos
ejemplos podrían citarse de movimientos reaccionarios, que en los
términos actuales calificaríamos como ultraderecha. ¿Pero todos los
que reivindican un cierto pasado son reaccionarios y por lo mismo
de ultraderecha? La defensa de valores, ritos y formas de poder o de
representación, en una palabra de una cultura anterior (secular), ¿es
necesariamente reaccionaria?
¿Y qué tan anterior es el anterior que reivindican, por ejemplo,
los defensores de las identidades comunitarias y precapitalistas que
se oponen a la llamada “gran narrativa” de la historia basada en la
lucha de clases y qué tanto se soslaya el modo de dominación y sus
fundamentos de ese anterior que ahora se reivindica como si aquel
anterior hubiera sido un mundo feliz, igualitario, armónico y respe-
tuoso de los derechos humanos? Hace no muchos años un obispo
católico defensor de los indios mexicanos argumentaba que debían
respetarse sus usos y costumbres ancestrales; y alguien le preguntó
si estaba de acuerdo en que también se les respetaran sus creencias
religiosas anteriores a la evangelización impuesta durante la coloni-
zación. En ese punto, el obispo no estuvo de acuerdo. Pienso que
es un buen ejemplo de los “anteriores” arbitrarios y convenientes
que defienden muchas personas tanto con posiciones de izquierda
como de derecha y hasta de ultraderecha.
Hay un debate sobre estos aspectos relacionados tanto con lo
anterior como con las identidades. Sectores de las nuevas izquierdas,
incluso algunas derivadas del marxismo, reivindican las identidades
no clasistas de grupos sociales, étnicos y culturales que viven bajo la
opresión de quienes tienen el poder para imponer su hegemonía;
en otros ámbitos, sin embargo, se analizan estas identidades y la
dominación, antiguas y nuevas, en el marco de la lucha de clases y
de la lógica totalizante del capitalismo.24 Pero la ultraderecha —y en
ciertos casos también la derecha— reclama igualmente la reivindi-
cación de identidades/diferencias no clasistas para afirmarse en sus
identidades y en relación con otras identidades que son diferencias:
blancos contra negros y viceversa, protestantes contra judíos o mu-

24
Véase al respecto Leo Panitch y Colin Leys, Socialist Register 2003: Fighting identities:
race, religion and ethno-nationalism, London, Merlin Press, 2002.
PROPUESTAS CONCEPTUALES 21
sulmanes y viceversa, nacionalismo contra globalización y viceversa,
etcétera.
Hay muchas confusiones sobre este punto. En sus afanes por
deslindarse de los “viejos” esquemas socialistas de la lucha de clases,
de la dominación fundada en intereses económicos y del imperialis-
mo como una expresión de esta dominación, por ejemplo, ciertos
sectores de las nuevas izquierdas, defensoras de las identidades y de
la pluralidad al margen de las clases sociales, aceptan situaciones
despojadas de su historia, aparentemente neutras, como si su lucha
estuviera basada en una especie de “borrón y cuenta nueva”. Un
ejemplo: en el Foro Social Mundial que se ha llevado a cabo durante
tres años consecutivos en Porto Alegre, Brasil, se acepta, sin cuestio-
namientos, la participación de la Confederación Internacional de
Organizaciones Sindicales Libres (ciosl) en su Consejo Internacio-
nal. Se pasa por alto que, después de la Segunda Guerra Mundial,
Estados Unidos lanzó una grande e intensa campaña, acompañada
de acciones (documentadas) de la Agencia Central de Inteligencia
(cia, en inglés) en contra de los llamados entonces sindicatos ro-
jos. Su consigna era convertir éstos en sindicatos “libres” o formar,
como alternativa, sindicatos pro estadunidenses, es decir “libres
y democráticos”. Se creó, contra la Federación Sindical Mundial
(roja), la Confederación Internacional de Organizaciones Sindi-
cales Libres (ciosl), cuya rama latinoamericana sería la orit (Or-
ganización Regional Interamericana de Trabajadores). Se crearon
igualmente tres sedes del Instituto Americano para el Desarrollo
del Sindicalismo Libre (en México, Honduras y Uruguay) cuyos di-
rectores fueron siempre de la cia. Estos institutos se fundaron (con
la aceptación de los gobiernos de cada país) para formar líderes
sindicales pro Estados Unidos. ¿Será que nadie recuerda el papel de
esas organizaciones, de consuno, contra los sindicatos prosocialistas
y contra gobiernos que, aun siendo liberales, no quisieron alinearse
con Estados Unidos? ¿Nadie recuerda el papel de la ciosl y de la cia
en los golpes de Estado en Brasil y Chile, en 1964 y en 1973 respec-
tivamente, y en otros países?
Aunque parece que el pragmatismo se ha apoderado de las
principales corrientes políticas de nuestro tiempo, incluidas en
éstas a ciertas izquierdas, es la derecha la más pragmática, pues su
ideología es de base empírica-positivista, y más cuando tiene el po-
der (el poder, por definición, es pragmático). La ultraderecha y la
izquierda en general son corrientes que defienden más la ideología
que la derecha. La ultraderecha, incluso cuando ha tenido el poder
22 PROPUESTAS CONCEPTUALES

(como por ejemplo en Italia y Alemania durante el fascismo), ha


defendido su ideología, pese a que en cuestión de programas, así
como en su estrategia y tácticas, ha sido pragmática. La derecha no
suele interesarse mucho en la ideología. La derecha se adecua a los
cambios y en ocasiones se adelanta a hacerlos para conservar el statu
quo (nunca estático). Para la derecha la ideología y los principios son
mucho menos importantes que para la ultraderecha, por una senci-
lla razón: la ideología de la derecha es la defensa de sus intereses y
los que representa, tenga o no el poder gubernamental.
Respecto del pragmatismo de la derecha, piénsese en la posi-
ción de los gobiernos que en 1999 estuvieron de acuerdo en lanzar
a los ejércitos de la otan contra Yugoslavia y que luego, en 2003, se
opusieron a la invasión de Estados Unidos y sus aliados a Irak. En
1999 la Organización de Naciones Unidas no fue consultada, cuatro
años después sí, y el Consejo de Seguridad se dividió entre quienes
estuvieron a favor de invadir militarmente a Irak y quienes estuvie-
ron en contra, pero que no se opusieron ni reprobaron la invasión
unilateral de Estados Unidos a Granada o Panamá, o la de algunos
de ellos mismos a Afganistán “contra el terrorismo” en 2002. Prag-
matismo y juego de intereses. No otra cosa. Y en este juego de inte-
reses, a nadie parece importarle la situación de los pueblos (en este
caso del iraquí, con Hussein o sin él), ni la ética ni los tratados inter-
nacionales, ni el hecho más obvio de este conflicto: que ni Estados
Unidos ni ningún otro país tienen derecho alguno a invadir a otra
nación so pretexto de que “no hay libertades ni democracia”. Es el
pragmatismo de quienes tienen poder, de los gobiernos de derecha
en el mundo cuyas diferencias o afinidades dependen de los intere-
ses que defienden en cada situación y según las circunstancias.

dominación, desigualdad y democracia

En el plano que aquí nos interesa, quizá debiéramos abandonar la


generalización de las asociaciones derecha-conservadurismo e izquierda-
progresismo que, como hemos visto, implican serias dificultades para
su caracterización, aunque aceptemos, sobre todo en el lenguaje
coloquial, que la derecha es conservadora como suelen definirla los
diccionarios no especializados. Propondría un enfoque diferente,
relacionado con la lucha de clases inherente al capitalismo, pese
a que, como hemos visto, hay quienes piensan que es una óptica
PROPUESTAS CONCEPTUALES 23
obsoleta. Soy consciente de que el debate sobre las clases sociales
dista mucho de haber sido resuelto, de que en Marx y los marxistas
no hay una teoría acabada sobre el tema, de que incluso en Marx
hay diversos enfoques sobre la caracterización de las clases sociales
y sobre la lucha de clases, pero no es el punto a discutir, directa-
mente, en este escrito.25 Me interesa más el problema de las clases
sociales en términos de interés de clase y de dominación.26 Erik Olin
Wright27 señalaba que “cualquiera que sea el significado del concepto
‘intereses’, seguramente incluye el acceso a recursos necesarios para
cumplir varios tipos de metas u objetivos. La gente ciertamente tiene
un ‘interés objetivo’ en incrementar su capacidad para actuar.” Y en
este sentido, la estructura de clase impone límites para el acceso dife-
renciado a recursos en una sociedad y, por lo mismo, a capacidades
también diferenciadas para actuar. Las clases dominantes han tenido
y tienen claro que para mantener y reproducir su poder y lograr sus
metas y objetivos (en función de sus intereses) tienen que mantener y
reproducir la estructura de clases que les permite ser dominantes.
Si aceptamos que en toda sociedad capitalista, de manera más
evidente que en las llamadas socialistas, hay unas clases que domi-
nan y otras que son dominadas, la derecha siempre estaría ligada
de una forma u otra a los intereses fundamentales de las clases
dominantes. En este caso conceptos como conservadurismo se
pueden asociar con esos intereses de las clases dominantes. Podría
hablarse de conservadurismo asociado a los intereses de las clases
dominantes y de este modo el concepto pierde una buena dosis de
ambigüedad. Pero igual podría hablarse de progresismo (y hasta de
modernización) asociado a los intereses de las clases dominantes,
como ya hemos visto. ¿Y entonces? Salta a la vista que aquí lo que
importa es la asociación con los intereses de las clases dominantes,
una vez que dominan —permítaseme la aclaración aparentemente
redundante.

25
Para dar una idea de las dificultades inherentes al concepto de clase social y de lu-
cha de clases, me permito remitir a la estupenda síntesis del debate sobre el tema en
los apartados correspondientes en Georges Labica y Gérard Bensussan, Dictionnaire
critique du marxisme, Paris, Presses Universitaires de France, (2a. ed.), 1985.
26
Una discusión sobre el interés de clase, anterior al libro de Wright citado en la
siguiente nota, puede leerse en Göran Therborn, ¿Cómo domina la clase dominante?
(Aparatos de Estado y poder estatal en el feudalismo, el capitalismo y el socialismo), México,
Siglo XXI Editores, 1978, pp. 173 y ss.
27
Erik Olin Wright, Classes, London/New York, Verso, 1985, p. 28. Hay traducción al
español, pero tiene muchas imprecisiones.
24 PROPUESTAS CONCEPTUALES

Dominantes-dominados tiene que ver con desigualdad. Des-


igualdad es lo contrario a igualdad. En la lucha de clases, es decir
en la teoría de las clases sociales, uno de los implícitos es que unas
clases dominan a otras, con lo que se establece una relación de
desigualdad. En el socialismo del que hablaba Marx no existirían
estas desigualdades sociales, menos en el comunismo. Cuando la iz-
quierda ha estado asociada al socialismo, como meta y como lucha,
el implícito ha sido la tendencia a la igualdad (subrayo tendencia).
Aquí igualdad no quiere decir eliminación de los desiguales, que es
un principio totalitario, sino la igualdad que respeta las diversida-
des, la que en las diferencias acepta y respeta a todos como perso-
nas o grupos en un marco de no dominación. En términos de Bobbio:
“Igualitario es quien tiende a atenuar las diferencias; no igualitario,
quien tiende a reforzarlas.”28 Hay propuestas o planteamientos que,
incluso en el capitalismo, tienden a hacer menos grandes las des-
igualdades, como los impuestos directos progresivos, la educación,
el derecho al trabajo, el derecho a la salud, etcétera y, en el ámbito
político, también la oportunidad de participación de la sociedad en
los asuntos de su competencia. El elemento que mejor caracteriza
a las doctrinas y movimientos que se han llamado de “izquierda” es
el igualitarismo, siempre y cuando éste sea entendido no como la
utopía de una sociedad donde todos sean iguales en todo sino como
tendencia. Es decir, exaltar más lo que convierte a los hombres en
iguales y no lo que los convierte en desiguales, por un lado, y por
otro, mediante la práctica favoreciendo las políticas que tiendan a
convertir en más iguales a los desiguales. 29
El igualitarismo, así caracterizado, está asociado al socialis-
mo, como meta y como lucha.30 El no igualitarismo, al capitalismo.
El capitalismo, por definición, crea desigualdades31 y las formas de
dominación indispensables para mantenerlo son su expresión po-
lítica, ya que sugieren un poder necesario para preservar el capita-

28
Bobbio, Derecha…, Ídem, p. 147 (las cursivas son mías).
29
Ídem, p. 149. (No he citado el párrafo de Bobbio tal como está en su libro, pues hay
algunos errores de traducción que lo hacen ininteligible-ORA.)
30
Es pertinente enfatizar, aunque sea muy sabido, que la idea del socialismo surgió a
partir de la crítica de las condiciones de vida de los trabajadores en el capitalismo, y
que su teoría se basa en la creación de una sociedad en la que las profundas desigual-
dades sociales sean disminuidas al máximo posible.
31
Sobre este tema, entre otros libros, puede consultarse el muy reciente de Michael
D. Yates, Naming the System: Inequality and Work in the Global Economy, New York, Mon-
thly Review Press, 2003.
PROPUESTAS CONCEPTUALES 25
lismo, es decir las desigualdades que le son propias y convenientes.
Ese poder necesario para preservar el capitalismo, para garantizar la
reproducción del capital es, para los teóricos marxistas, precisamen-
te el Estado, el Estado capitalista.
De lo anterior es pertinente resaltar que las formas de ese poder
(formas de Estado) tienen que ver con la correlación de fuerzas
sociales (nacionales e internacionales) y con las tradiciones en un
espacio y momento dados. A veces esas formas de Estado son demo-
cráticas, a veces autoritarias, en otras se trata de dictaduras y de to-
talitarismos. Pero estas formas, materializadas en gobiernos, no son
las que más felizmente diferencian a las derechas de las izquierdas;
si acaso, las políticas que llevan a cabo: menos igualitarias, más igua-
litarias, siempre en una lógica de dominación/no dominación.
En este razonamiento debe quedar claro que la forma de Esta-
do, un régimen político, es de izquierda o de derecha en tanto sea
tendente a promover un mayor igualitarismo (no eliminación de
los desiguales, como ya dije antes) o un no igualitarismo, respectiva-
mente. Una vez más la palabra tendencia (tendente en este párrafo)
es imprescindible para no caer en confusiones ni en generalizacio-
nes que puedan resultar absurdas. Y esa tendencia de un régimen se
podrá observar por la orientación de las políticas públicas: hacia la
promoción de menores desigualdades o hacia su contrario, la acen-
tuación y reforzamiento de las desigualdades.
Y aquí quisiera llamar la atención sobre una confusión frecuen-
te: el uso de la mayor o menor democracia (sobre todo formal, es
decir sin adjetivos) como indicador de izquierdismo o de dere-
chismo. No tiene nada que ver. La democracia, sobre todo la formal,
es decir la electoral, no hace, por sí misma, más de derecha o de
izquierda a un régimen, aunque sí más soportable. La democracia,
como bien decía Kautsky, no significa la supresión de las clases so-
ciales ni del dominio de una clase sobre otra.32 La promoción de las
llamadas “transiciones a la democracia”, de moda sobre todo desde
mediados de los años 80 del siglo pasado,33 ha servido para genera-

32
Karl Kautsky, La doctrina socialista. Bernstein y la socialdemocracia alemana, Barcelona,
Editorial Fontamara, 1975, p. 244.
33
Desde mediados de los años 80 del siglo pasado se puso de moda la transición
a la democracia. Guillermo O’Donnell y Phillipe C. Schmitter publicaron en 1986
(traducido al español en 1991) su Transiciones desde un gobierno autoritario. 4. Conclu-
siones tentativas sobre las democracias inciertas; y en 1991 (traducido al español en 1994).
Samuel P. Huntington publicó su también famoso libro La tercera ola. La democratiza-
26 PROPUESTAS CONCEPTUALES

lizar sistemas multipartidistas como sinónimo de democracias, pero


de ninguna manera puede afirmarse que estas transiciones hayan
reforzado una tendencia al igualitarismo.34 Todo lo contrario: las
desigualdades sociales y económicas propias de los países capitalis-
tas, ahora en mayor número que antes de la destrucción del Muro
de Berlín, han aumentado en todo el mundo, incluso en los países
más desarrollados, vivan o no en regímenes llamados democráticos
que se han querido caracterizar, a conveniencia, como multipar-
tidistas como vía a la posibilidad de alternancia en el poder. Hay
mayor tendencia al igualitarismo en Cuba, por ejemplo, que en
estrictos términos de ciencia política sería una dictadura, que en
Argentina donde por primera vez en los últimos 60 años se mueren
niños por hambre y desnutrición, pero esto sí, con democracia, con
la democracia que sustituyó a las dictaduras militares del pasado a
partir de 1983 con Alfonsín.35
Lo ideal sería que la tendencia al igualitarismo se produjera en
un ambiente de democracia en el que se garantizaran los derechos
individuales, la diversidad de las personas y sus organizaciones, y
en el que la dominación de cualquier especie fuera imposible sin
el consentimiento de alguien, como demandan en la actualidad
algunas izquierdas —no todas y, mucho menos, las derechas en
cualquiera de sus variaciones o grados. ¿Será este ideal el del socia-
lismo democrático que hasta ahora sólo ha sido un planteamiento,
o quizá una utopía? Puede ser, pero definitivamente la democracia

ción a finales del siglo XX. Muchos textos sobre el tema se han escrito desde entonces
en varios idiomas.
34
La democracia, que se quiere circunscribir a la existencia de partidos políticos, al
respeto del sufragio, a la alternancia partidaria en el poder, que es la concepción
liberal de democracia, oculta la relación de los diversos ámbitos de poder, incluso
económico, con quienes no lo tienen, relación que sólo por excepción es democrá-
tica. Cuando los ámbitos de poder permanecen a pesar de la alternancia de partidos
y de copiosas votaciones, como es común, no se puede hablar de democracia en sen-
tido real, sino sólo de democracia formal. De aquí que me parezca muy pertinente
citar, por acertado aunque sea letra muerta, el concepto de democracia que sugiere
el artículo 3° de la Constitución Política de México: se considera a la democracia no
solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida
fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo.
35
Argentina tenía, en los años 60 del siglo pasado, 10 por ciento de pobres. En
octubre de 1998, 32.6 por ciento y en mayo de 2002 aumentó a 51.4 por ciento.
Apud, Bernardo Kliksberg, “Hacia una nueva visión de la política social en América
Latina”, http://216.239.57.100/search?q=cache:vQO5G7Y0NucC:www.bndes.gov. br/
conhecimento/publicacoes/catalogo/KLIKSBERG.pdf+bernardo+kliksberg&hl=es&
lr=lang_es&ie=UTF-8.
PROPUESTAS CONCEPTUALES 27
formal que he mencionado no es un marco suficiente para garan-
tizar las tendencias al igualitarismo que sirven para caracterizar a
las izquierdas, como tampoco han sido suficientes estas mismas
tendencias sin democracia, ya que dieron pie, como bien se sabe,
a la justificación del totalitarismo en el mal llamado “socialismo
realmente existente”. (Hay algunos autores que han dicho que el
totalitarismo en la Unión Soviética se justificó porque la ideología
que le sirvió de fundamento era humanista y perseguía objetivos
igualitarios, de una sociedad sin clases, en tanto que el nazismo se
basó en la irracionalidad de suprimir a las razas consideradas infe-
riores.36 Ciertamente el marxismo era humanista, incluso cuando
hacía referencia a la “dictadura del proletariado”,37 y el nazismo era
la negación del humanismo; pero la realidad del stalinismo no fue
humanista ni una dictadura del proletariado, ni recuperó el huma-
nismo marxista. Se entiende que una cosa era la revolución y otra
tendría que ser la construcción de una nueva sociedad, de un nuevo
Estado, de un nuevo régimen. Engels escribía: “Una revolución es,
indudablemente, la cosa más autoritaria que existe; es el acto por
medio del cual una parte de la población impone su voluntad a la
otra parte por medio de fusiles, bayonetas y cañones, medios auto-
ritarios si los hay; y el partido victorioso, si no quiere haber luchado
en vano, tiene que mantener este dominio por el terror que sus ar-
mas inspiran a los reaccionarios.”38 ¿Por cuánto tiempo? Engels no
dio respuesta a esta pregunta; de esto se encargó la realidad. Al mar-
gen de discusiones, por ahora, sobre si fue o no una dictadura del
proletariado, lo que se construía en la URSS obviamente no se refe-
ría a un régimen humanitario, ni siquiera a una nueva democracia.

36
Sobre estas interpretaciones puede consultarse el inciso “Totalitarismo” de Bobbio,
Matteucci y Pasquino, op. cit..
37
Para Marx y Engels, sobre todo después de la experiencia de la Comuna de París de
1871, la dictadura del proletariado no se entendía como lo opuesto a la democracia
ni como una forma de gobierno, sino más bien el poder social de una clase mayori-
taria sobre una minoritaria que antes ejercía el poder. Véase por ejemplo el prólogo
de 1872 de Marx y Engels al Manifiesto del partido comunista. Este poder social, por las
reivindicaciones implícitas, era, obviamente, más humanista que la dictadura de una
minoría (la burguesía) sobre la mayoría (los trabajadores).
38
Marx y Engels, Obras escogidas, 2 tomos, Moscú, Editorial Progreso, 1966, tomo i, p.
671. El texto citado lo escribió Engels en 1872-1873, cuando el concepto de partido
todavía no tenía la connotación de una organización política acabada ni mucho
menos vanguardista en el sentido leninista del término. No fue sino hasta 1877-1879
que Marx y Engels hablarían ya de partido con masas, dirigentes y disciplina. Véase
O. Rodríguez Araujo, Izquierdas e izquierdismo, op. cit., pp. 65-66.
28 PROPUESTAS CONCEPTUALES

Una reciente investigación, con base en archivos soviéticos originales,


revela lo lejos que estuvo el stalinismo de lo que entenderíamos como
humanismo.39 El stalinismo ciertamente no llegó a la supresión de
razas, ni mucho menos por considerarlas inferiores, pero no por ello
dejó de ser irracional la muerte de cientos de miles de personas por
reales o supuestas razones políticas. Las relaciones de dominación,
aunque de base diferente a las del capitalismo, no dejaron de existir
en la URSS y en otros países de orientación socialista.40)
Hay alrededor de 125 países considerados democráticos en
el mundo de hoy. Todos capitalistas, y en ninguno de ellos, salvo
en los países escandinavos (y cada vez menos), se perciben claras
tendencias al igualitarismo. ¿Qué diferencia existe entre los países
llamados democráticos y los que no caben en este esquema, por
cuanto a la tendencia hacia el igualitarismo? En general, ninguna.
Tan de derecha, por cuanto a tendencias igualitarias, es el presiden-
te de Estados Unidos (donde hay partidos competitivos) como el
rey de Arabia Saudita o el sultán de Omán (donde no hay partidos
políticos), o la dictadura militar en Brasil y el gobierno “democráti-
co” de Collor de Mello que, de acuerdo con Chossudovsky, aseguró
“a las elites económicas […] lo que los regímenes militares nacio-
nalistas no fueron capaces de lograr plenamente.”41 La diferencia,
que sí existe, como existe entre todos los gobiernos del mundo, es
de grado. En Estados Unidos y en Brasil, para seguir con nuestros
ejemplos, hay más oportunidades para la población, a pesar del
crecimiento del desempleo42 y de la pobreza, que en los países
con gobiernos despóticos —en el sentido aristotélico del término.
Pero más oportunidades para la población no quieren decir menor
desigualdad;43 en realidad se trata de una pantalla para tratar de

39
Véase J. Arch Getty y Oleg V. Naumov, La lógica del terror. Stalin y la autodestrucción
de los bolcheviques, 1932-1939, Barcelona, Editorial Crítica, 2001, particularmente el
Apéndice 1: “El número de la víctimas del terror”, pp. 473-478.
40
Véase, más adelante, el apartado ii. 4, en el que recupero la discusión sobre este
punto.
41
Michel Chossudovsky, Globalización de la pobreza y nuevo orden mundial, México, cii-
ch (unam)/Siglo XXI Editores, 2002, p. 224.
42
El Departamento del Trabajo de Estados Unidos ha considerado, con datos de
junio de 2003, que el desempleo en este país es de los más altos desde la Segunda
Guerra Mundial. Véase La Jornada, México, 1 de septiembre de 2003.
43
Brasil, por cierto, ocupa el segundo lugar de desigualdad en el mundo, según las
mediciones del Banco Interamericano de Desarrollo en declaraciones de Bernardo
Kliksberg, La Jornada, México, 3 de febrero de 2003. Y Estados Unidos, con base en el
índice de Gini (distribución de los ingresos familiares), presenta mayores desigualda-
PROPUESTAS CONCEPTUALES 29
ocultar la desigualdad como un problema inherente al capitalismo
(bajo un régimen democrático o despótico) y para difundir la idea
de que los individuos, si quieren y se esfuerzan, pueden aprovechar
esas oportunidades para mejorar sus condiciones,44 idea que se
contradice, sin duda alguna, con el crecimiento de los índices de
desempleo y desigualdad en todo el mundo, todavía más graves en
los países subdesarrollados. ¿Qué oportunidades puede aprovechar
quien, además de haber sido expulsado del trabajo, es excluido y
reducido a paria?45
La clave está en la lucha por el socialismo contra la defensa del
capitalismo, no en la democracia como se ha querido entender en-
tre las clases dominantes y quienes les hacen el juego, consciente o
inconscientemente. Esta democracia, que hemos llamado formal,
para distinguirla de una democracia real con alcances sociales, eco-
nómicos y culturales (democracia social), corresponde en su origen
al liberalismo (la ideología dominante en el capitalismo) y ha sido
pensada en una dimensión política, en realidad electoral, incluyen-
do en ésta una de sus principales consecuencias: la representación
política que, con buena dosis de razón, desde hace algunos años se
critica por ser elitista. La democracia formal es, en lo fundamental,

des internas (0.41) que cualquiera de los países de Europa occidental, salvo Turquía
(0.42). Véase <http://www.cia.gov/cia/publications/factbook/fields/2172.html>.
De hecho, según Platt, Estados Unidos tiene el más regresivo sistema de bienestar
para la población pobre entre todas las naciones desarrolladas del siglo xxi. Véase
Tony Platt, “The State of Welfare: United States 2003”, Monthly Review, New York, vol.
55, núm. 5, octubre de 2003.
44
No es casual que en Estados Unidos se rechace, en general, el concepto de clase
social en el sentido marxista del término, y no así en el sentido de Pareto, por ejemplo.
El estadounidense promedio piensa que en su país el origen social (e incluso racial)
no tiene importancia alguna, ya que es el país de las oportunidades donde cada quien
puede hacer consigo mismo lo que desee; es decir uno es pobre porque no se ha
esforzado por dejar de serlo (la filosofía del propio esfuerzo). La idea es que se trata
de un país de perdedores (losers) y ganadores (winners), no de clases sociales. Sobre
las “oportunidades” para los ricos y los pobres en la sociedad capitalista, incluso en
Estados Unidos, véase Michael D. Yates, op. cit., capítulo 2: “Capitalism and Inequality”.
En Estados Unidos, como en otros países industrializados, las encuestas de opinión le
han dado más importancia a la igualdad de oportunidades que al reparto de la rique-
za. Véase Alberto Alesina, Eward Glaeser y Bruce Sacerdote: “Why doesn’t the United
States have a European-style welfare state?”, Washington, Brookins Papers on Economic
Activity, núm. 2, 2001, pp. 187-277, citado en oit, Revista Internacional del Trabajo, vol.
121, núm. 4, 2002 (versión en Internet).
45
Este punto lo contempla Pablo González Casanova, “Globalidad, neoliberalismo y
democracia”, en Pablo González Casanova y John Saxe-Fernández (coordinadores),
El mundo actual: situación y alternativas, México, unam-Siglo XXI, 1996, p. 53.
30 PROPUESTAS CONCEPTUALES

de elites, igual se trate de elites económicas, burocráticas (o tecno-


cráticas), de partidos y de otras organizaciones sociales (dirigentes
y líderes), o del saber. Es una democracia excluyente, en términos
reales, de las mayorías de la población (Schumpeter46); es una de-
mocracia que tiende a limitar la participación de las bases sociales,
que restringe o acota las libertades, que está construida al margen
de la justicia social, que no tiende al igualitarismo social y econó-
mico. En una palabra, se trata de una democracia más cercana a
las derechas que a las izquierdas, sin que esto quiera decir que sea
definitoria, por sí misma, de posiciones derechistas o izquierdistas,
como ya se ha señalado.
Esta democracia se ha generalizado en los últimos años, en
algunos casos más por factores externos a los países que por mo-
vimientos o luchas sociales en su interior. Estos factores externos
se resumen en las políticas deliberadas de las grandes potencias
económicas y de las instituciones multinacionales que dominan.
La democracia, además de obedecer a impulsos y demandas de los
pueblos de muchos países donde no existía o donde era administra-
da con serias limitaciones, ha sido también una imposición (llamada
condición) del Fondo Monetario Internacional (fmi), del Banco
Mundial (bm) y de la Organización Mundial del Comercio (omc),
dominados por el Grupo de los Siete (G7), para facilitar reduccio-
nes o ampliaciones de deuda externa o préstamos necesarios para el
supuesto desarrollo de los países del llamado Tercer Mundo y de los
llamados países ex comunistas de Europa.47 Pero la democracia no
va sola, sino en paquete: se “vende” con ciertos requisitos, normal-
mente impuestos por el fmi, tales como privatización de empresas
públicas, disminución del déficit público, disminución drástica de
los gastos sociales, topes salariales y homogeneización hacia abajo
de los salarios, desmantelamiento de los sindicatos como asociacio-

46
Al respecto puede verse a David Held, Modelos de democracia, Madrid, Alianza Edi-
torial, 2001, pp. 204 y ss.
47
Los países que controlan el fmi son, en primer lugar, Estados Unidos, y le siguen
Japón, Alemania, Francia y Reino Unido. Véase al respecto el libro de Patrick Lenain,
Le FMI, Paris, La Découverte, 1993, donde se explica didácticamente desde la funda-
ción del fmi y el bird (bm) y lo que ahora es la Organización Mundial del Comercio
(antes gatt), hasta los ajustes estructurales impuestos a los países subdesarrollados
y la transición de los países del Este de Europa hacia la denominada economía de
mercado. Sobre el aprovechamiento de las deudas externas y la ofensiva neoliberal,
Eric Toussaint, La bolsa o la vida. Las finanzas contra los pueblos, 2 tomos, México, ca-
dtm-snte-Convergencia Socialista, 2002.
PROPUESTAS CONCEPTUALES 31
nes de defensa de los trabajadores, desregulación económica del
Estado y apertura comercial y a las inversiones extranjeras. En sínte-
sis, eliminar todos los obstáculos que puedan encontrar los flujos de
mercancías y de dinero en la lógica de la globalización, sin importar
sus efectos sociales. La ecuación implícita es muy sencilla: democracia
igual a libertad de mercados.
La globalización que vivimos ha sido una estrategia planeada para
lograr un sistema corporativo supranacional48 que, por un lado, ha
convertido a los gobernantes de casi todo el mundo en gerentes o en
una suerte de presidentes municipales49 y, por otro lado, ha destruido
y revertido, en todo el planeta y no sólo en los países periféricos, los
avances de bienestar, participación y equidad ganados en décadas.50
De aquí la creciente desigualdad mencionada antes.
En un elocuente gráfico aportado por Bernardo Kliksberg,
actualmente asesor del Banco Interamericano de Desarrollo (bid)
y de otras instituciones, se establece la disparidad de ingresos entre
el 20% más rico y el 20% más pobre de la población mundial. La
estadística demuestra que la relación de participación en el ingreso
entre los más ricos y los más pobres en 1960 era de 30:1, en 1970 de
32:1, en 1980 de 45:1 y en 1989 de 59:1. Igualmente nos presenta el
famoso gráfico de la copa de champán de las disparidades econó-
micas mundiales, que incluye el producto nacional bruto, la distri-
bución del comercio mundial, los préstamos comerciales, el ahorro
interno y la inversión interna entre el quinto más rico y el quinto
más pobre de la población mundial, y los quintiles intermedios.51
La brecha se abre en todos los casos, y más en los últimos 40 años.
“En los ’80 —escribía Kliksberg— se estimaba que cuatro de cada
diez familias latinoamericanas se hallaban por debajo de la línea

48
El vocablo “corporativo”, en este caso, se usa en el sentido estadounidense, es decir
como grandes sociedades anónimas o de acciones. No confundir, por tanto, con el
corporativismo opuesto a la representación democrática que sugiere la aceptación
de conflicto, de lucha de clases y de diversidad ideológica.
49
Esta idea (de los presidentes municipales) la he tomado en extenso de Paul Hirst
y Grahame Thompson, Globalization in Question (The International Economy and the
Possibilities of Governance), London, Polity Press, 1996, en Octavio Rodríguez Araujo,
“Política y neoliberalismo”, Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, México,
unam-fcpys, año xli, octubre-diciembre de 1996, número 166.
50
Al respecto véase Víctor Flores Olea, op. cit., particularmente los capítulos iii y iv.
51
Bernardo Kliksberg (compilador), ¿Cómo enfrentar la pobreza? (Aportes para la acción),
Buenos Aires, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo/Centro Latino-
americano de Administración para el Desarrollo/Grupo Editor Latinoamericano,
1992, p. 14.
32 PROPUESTAS CONCEPTUALES

de la pobreza, no pudiendo satisfacer sus necesidades básicas. Hoy


[1992] el número ha ascendido a no menos de cinco de cada diez
familias.” Y más adelante añade que “la estratificación de la pobreza
se ha hecho cada vez más regresiva. El sector que más ha crecido
es el de los muy pobres, los pobres extremos, que si gastaran todo
lo que ganan sólo en alimentos (hipótesis irreal) igual no podrían
comprar el mínimo de alimentos imprescindibles.”
Finalmente, como apoyo de lo dicho anteriormente sobre la
orientación de los gobiernos de izquierda (tendentes a disminuir
las desigualdades) y de derecha (tendentes a aumentar las desigual-
dades mediante sus políticas públicas), recurriría de nuevo a Kliks-
berg cuando señala que el Programa de Naciones Unidas para el
Desarrollo (pnud) cuestiona varios mitos sobre la materia. Y uno de
estos mitos es que la causa del abandono en que se encuentra gran
parte de la población mundial es por falta de recursos financieros,
cuando en realidad se trata de “la ausencia de compromiso político”
de los gobiernos.52
Por lo tanto, si las desigualdades y la pobreza han aumentado a la
vez que se ha ampliado la democracia formal, no sólo se demuestra
que esta democracia no tiene nada que ver con las categorías izquier-
da o derecha, como ya se ha dicho, sino que la mayor parte de los go-
biernos, “sin compromiso político” con las mayorías, son de derecha,
como suelen ser los gerentes en cualquier empresa.
En conclusión, gobierno que no promueve, mediante sus po-
líticas públicas, un mayor igualitarismo (como tendencia) o que
refuerza las desigualdades sociales, es un gobierno de derecha. Si
además de lo anterior ese mismo gobierno lleva a cabo prácticas
racistas, xenófobas, contrarias a diversas expresiones culturales
y religiosas, entonces estaríamos hablando de un gobierno de
ultraderecha (poco frecuente en el mundo de hoy, aunque hay
tendencias a su implantación53). La mayor o menor democracia, en
esta lógica, es un medio y no un fin (como en ocasiones se ha que-
rido ver). Y es un medio para que la derecha o la izquierda puedan
llegar al poder y desde ahí orientar al gobierno hacia un mayor o
menor igualitarismo, según sea el caso, como también es un medio
para quienes piensan que se puede cambiar el mundo sin tomar

52
Ídem, pp. 12-13. Kliksberg se refiere, obviamente, al compromiso político de los
gobiernos con la solución a los problemas de la pobreza y la desigualdad.
53
Esta posibilidad ha sido planteada ya, desde 1999, por Víctor Flores Olea, op. cit.,
p. 130.
PROPUESTAS CONCEPTUALES 33
el poder o, simplemente, y no es asunto secundario, para que la
sociedad se pueda expresar sin temor a ser silenciada por “la ley y
el orden”. La democracia, en síntesis, además de ser indispensable
para garantizar un ambiente de libertades, puede ser útil para los
partidos políticos y para que éstos en el gobierno, si los centros de
poder real lo permiten, puedan determinar políticas de izquierda
o de derecha (según las hemos caracterizado), en función de su
orientación real (más que formal) y de su compromiso político.
Sobraría decir que los centros de poder real no suelen permitir
políticas de izquierda aunque un gobierno, resultado de elecciones
democráticas, se las proponga. El ejemplo más contundente, que
no único, fue el golpe de Estado al gobierno de Allende en Chile
(1973), y aunque Mitterrand llegara a decir que Francia no era Chi-
le (puesto que se trataba de la cuarta potencia mundial), lo cierto
es que “el sistema”, en palabras de su viuda, no le permitió muchas
de las reformas que se había propuesto.54
En pocas palabras, la democracia, como concepto aislado, es
decir la democracia formal y sin adjetivos, no nos dice nada para
caracterizar de derecha o de izquierda a un régimen, a un gobierno
o a una organización de la sociedad. Sólo es o sería de izquierda si el
concepto democracia se extiende a los ámbitos social, de las libertades y de
la justicia, es decir como elemento favorecedor de tendencias igualitarias y
que disminuyan o eliminen la dominación de unos sobre otros. Si no es el
caso, estaríamos hablando de un concepto asociado a la derecha o,
mejor dicho, útil para la derecha de raíz liberal en cualquiera de
sus variantes. En este sentido debemos diferenciar a la derecha de
raíz liberal de la ultraderecha o derecha extrema, en particular a
aquella de raíz corporativa (sea tradicional —en la vertiente católi-
ca—, sea dirigista —en la vertiente fascista—) que es antiliberal por
definición y, por lo mismo, contraria a la democracia representati-
va, a pesar de las diferencias entre el corporativismo católico y el
fascista.55 La tradición del corporativismo católico estuvo basada en
la inmovilidad, en el conservadurismo tanto político como econó-
mico, razón por la cual perdió fuerza con la industrialización y con
el resurgimiento ampliado del liberalismo posterior a la Segunda
Guerra Mundial. Fue conservador y en ciertos sentidos también
reaccionario. En cambio, el fascismo que bien pudiéramos llamar

54
Danielle Mitterrand, en entrevista con el autor en París, junio de 1996.
55
Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino, op. cit., capítulo sobre
“Corporativismo”.
34 PROPUESTAS CONCEPTUALES

clásico (el italiano y el alemán) estuvo asociado más a la industria-


lización que a la conservación de la sociedad estamental del medio
rural europeo. No es casual que para algunos autores el fascismo
haya sido identificado con progreso en lo económico, pese a haber
sido antidemocrático en lo político y en lo social. Una vez más el
conservadurismo y el progresismo resultan conceptos resbaladizos.
Empero, como corriente política, no hay duda en que la ultraderecha
de inspiración fascista, tanto antes como ahora, se ha caracterizado
por su desdén por la democracia y por su intolerancia hacia lo diver-
so o diferente o hacia quienes no coinciden con una determinada
concepción de las cosas o de los valores defendidos, según sea el
caso. Es por esto que la ultraderecha de inspiración fascista es y ha
sido, por esencia, autoritaria y de tendencias totalitarias. El fascismo
italiano, por ejemplo, no fue propiamente reaccionario (se planteó
la modernización de Italia), pero sí fue intolerante y, por lo mismo
antidemocrático. El régimen posrevolucionario en México tampo-
co fue reaccionario, pero sí fue autoritario aunque mucho menos
que el fascismo. Ninguno de estos dos ejemplos de régimen fueron
tendentes al igualitarismo, por lo que podrían ser clasificados en
la derecha, pero el fascismo italiano fue mucho más de derecha
que el régimen mexicano; esto es, el primero fue de ultraderecha,
el segundo sólo de derecha. Y, en esta misma lógica, el fascismo
alemán (nazismo) fue más de derecha que el italiano. Una vez más,
un problema de grados en el relativismo de los conceptos. Uno de
los rasgos más importantes del fascismo, señalaba Moore, “fue el
violento rechazo de los ideales humanitarios, en particular de toda
noción de igualdad humana potencial”,56 y tenía razón. Sólo para
quienes se han quedado con el discurso, fuera de contexto y en pá-
rrafos aislados y sin apego a la realidad, el fascismo fue tendente al
igualitarismo. No fue el caso, ni mucho menos se caracterizó por el
respeto al ser humano, como veremos más adelante.
Pero aún así nos queda pendiente el problema de la domina-
ción. La democracia, como dije antes citando a Kautsky, no significa
la supresión de las clases sociales ni del dominio de una clase sobre
otra. Estos es, la democracia no quiere decir no dominación.
De lo dicho anteriormente se pueden extraer algunas conclu-
siones quizá preliminares: las derechas y las ultraderechas, liberales

56
Barrington Moore, Jr., Los orígenes sociales de la dictadura y de la democracia, Barcelo-
na, Ediciones Península, (2a. ed.) 1976, p. 362. (Las cursivas son mías para enfatizar
la expresión.)
PROPUESTAS CONCEPTUALES 35
y antiliberales, respectivamente, democráticas y antidemocráticas,
también respectivamente, y sean conservadoras o progresistas, no
cuestionan la dominación de unos sobre otros. Ciertamente la
democracia formal (liberal) puede permitir la formación de un go-
bierno “con compromiso político” con las mayorías, pero también su
contrario. Hitler sugería que la democracia occidental había permiti-
do el surgimiento del marxismo, el cual sería impensable sin aquélla,
y tenía razón (fue Inglaterra, el país liberal por excelencia en aquel
entonces, el que no expulsó a Marx en su largo exilio), pero también
permitió el surgimiento del nazismo y que éste suprimiera —negán-
dola— a la democracia occidental.57 Esta es una cualidad nada despre-
ciable de la democracia liberal; pero de aquí no debe desprenderse
que ésta corrija o elimine, por sí misma, las desigualdades y la do-
minación. Quizá por esta razón ha habido teóricos que han pensado
que para terminar con éstas (las desigualdades y la dominación)
sería necesaria una revolución social, ya que las clases dominantes,
que se benefician de la dominación, no abandonan fácilmente sus
privilegios y los medios que les permiten tenerlos. De aquí la idea del
socialismo, es decir la tendencia al igualitarismo.
El problema fue que la construcción del socialismo, hasta ahora
inacabada incluso en los países que persisten en ella, cambió los privi-
legios derivados de la propiedad de los medios de producción por los
privilegios derivados del control de los medios estatales de produc-
ción, con lo cual se logró un mayor igualitarismo económico y social,
pero sin democracia política y sin la eliminación de la dominación,
una nueva forma de dominación, en ocasiones mayor que la existente
en los países gobernados por las derechas liberales, ya que se ha dado
en el marco de formas totalitarias de ejercicio del poder.
Si bien en el pasado las izquierdas desdeñaban las libertades
individuales y sociales y los derechos humanos y ciudadanos en regí-
menes tendentes al igualitarismo (en los países llamados socialistas,
significativamente), hoy en día las cosas han cambiado.58 Una de las

57
La genealogía del nazismo la ha estudiado Enzo Traverso en La violencia nazi. Una
genealogía europea, Argentina, Fondo de Cultura Económica, 2003, donde el autor
señala que “la singularidad del nazismo no reside en su oposición al Occidente sino en
su capacidad para lograr una síntesis entre sus diferentes formas de violencia” (p. 168),
formas de violencia que, en mi interpretación, se encuentran en la “civilización occi-
dental” de manera contradictoria y complementaria con la “democracia occidental”,
también existente en Occidente y que ciertamente negó el nazismo.
58
Es pertinente señalar, sin embargo, que muchos intelectuales de izquierda, espe-
cialmente los que tuvieron fuerte influencia del stalinismo, siguen justificando las
36 PROPUESTAS CONCEPTUALES

virtudes de los movimientos estudiantiles-populares, comúnmente


ubicados en 1968, fue su demanda antiburocrática, antiautoritaria
y antimonista; es decir, contraria a cualquier forma de dominación
de una clase sobre otra o de un gobierno sobre los gobernados (en
un país o región, en una organización, en la escuela e incluso en la
familia). Democracia, libertades, autogestión serían las propuestas
de esa nueva izquierda surgida desde finales de los años 50 del siglo
pasado y que irrumpieron de manera más o menos generalizada
una década después.
De esos años a la fecha, las izquierdas, con algunas excepciones,
coinciden en las demandas por un mayor igualitarismo, pero con
libertades y democracia. Las derechas se plantean las libertades
(incluidas la de empresa y la de mercados), pero no la tendencia al
igualitarismo que, obviamente, contradice la lógica del capital. De
aquí que las dictaduras y los totalitarismos, incluso en países donde
su régimen garantizó o ha garantizado (hasta ahora) una compro-
bable disminución de las desigualdades, sean cuestionadas. Los
llamados sistemas de capitalismo de Estado o de socialismo de Estado,
según diferentes autores,59 y que en general y con poca precisión
se han denominado “socialistas”, son vistos en la actualidad como
regímenes que tendieron o tienden al igualitarismo, pero que han
carecido o carecen de un ingrediente que, desde algunas izquierdas
en las que me incluyo, se juzga indispensable: la democracia (con
sus respectivas libertades).
Estos conceptos, y quizá gracias a su relativismo, se pueden
extender también a los países llamados socialistas, donde también
se han dado formas de dominación y por lo mismo desigualdades
entre quienes han contado con privilegios y quienes no los han
tenido. Pero este es otro tema que he preferido desarrollar más
adelante en el apartado titulado “En los países socialistas”.

restricciones a las libertades de prensa y de asociación en los países de orientación


socialista por el mero expediente de que las necesidades básicas de la población
están cubiertas.
59
En referencia a la Unión Soviética como “capitalismo de Estado”, véase Charles
Bettelheim, La lucha de clases en la URSS (primer periodo 1917-1923), (3ª. edición) Méxi-
co, Siglo XXI Editores, 1980, y como “socialismo de Estado” en relación con Cuba,
véase Armando Chaguaceda Noriega, “Cuba: ‘Transición democrática’ o renovación
socialista. Proyectos y alternativas para un siglo que comienza”, ponencia presenta-
da en el Congreso Internacional “La obra de Carlos Marx y los desafíos del siglo XXI”, La
Habana, Cuba, 5-8 de mayo de 2003, en http://www.nodo50.org/cubasigloXXI/
congreso/ponencias.htm.
PROPUESTAS CONCEPTUALES 37
En los países capitalistas y en relación con los partidos políticos o
grupos sociales equivalentes, legales o clandestinos, el razonamien-
to es el mismo que para regímenes y gobiernos: partido que, por lo
menos formalmente (declaración de principios, programa de acción,
objetivos), tiende hacia el igualitarismo es, por lo menos formalmen-
te, de izquierda; si promueve o aspira a acentuar las desigualdades,
es de derecha (derecha moderada o ultraderecha, para el caso,
puesto que las diferencias son visibles en la comparación de cada
partido con los demás y según el momento que se analice). Vale de-
cir, aunque sea tema de otra reflexión, que sobre todo los partidos
de izquierda tradicional se han desdibujado ideológicamente como
un intento de ser más competitivos frente a los partidos de derecha,
tomando en cuenta que la población, en general, suele ser conser-
vadora (en el sentido de recelosa o temerosa de los cambios). Y este
desdibujamiento se ha traducido, cuando esos partidos han ganado
el poder, en gobiernos sin compromisos con las causas mayoritarias
de la población, razón por la cual difícilmente podría ubicárseles
como partidos de izquierda aunque afirmen ser tales. Sólo un análi-
sis detallado, para cada país y cada momento, nos permitiría ver las
diferencias entre las políticas de los diversos partidos o coaliciones
de partidos en el poder.
Dado que casi todos los gobiernos de los países capitalistas (de-
mocráticos o no) son de derecha, es dable pensar que los partidos
en el poder (para los países capitalistas en donde existen partidos)
también son de derecha, aliados con otros partidos de derecha o
de ultraderecha, o aliados con partidos de centro izquierda o de
izquierda (estos últimos ahora en minoría). Pero aquí también se
tienen que usar criterios de grados: unos son más de derecha que
otros, o lo han sido, según la circunstancia histórica (recuérdese
que estamos trabajando con conceptos y categorías relativos). No es
igual un partido socialdemócrata en el poder aliado con un partido
de derecha que con uno de izquierda (no se confunde alianza con
“cohabitación”, como se le llamó en Francia al hecho de que el jefe
de Estado fuera de izquierda o de derecha y el jefe de gobierno
de la tendencia contraria). La alianza que pueda hacer un partido
socialdemócrata con un partido de derecha o de izquierda, y vice-
versa, depende de circunstancias específicas, entre las que quisiera
destacar las siguientes: a] la conveniencia en términos ideológicos
(poco común en los años recientes), b] la conveniencia relacionada
con sus posibilidades de triunfo electoral o para tener mayoría en el
parlamento, c] las presiones de los grupos más fuertes de las clases
38 PROPUESTAS CONCEPTUALES

dominantes, y d] la correlación de fuerzas en el ámbito internacio-


nal en una cierta coyuntura.

falsas igualdades

La díada izquierda-derecha ha querido ser sustituida por la oposición


democracia-totalitarismo.60 Los ideólogos “del liberalismo y del capi-
talismo triunfantes”, con más recursos propagandísticos que los del
socialismo, han querido ocultar, con las ventajas indiscutibles de la
democracia sobre el totalitarismo, que esta oposición se ubica en una
dimensión diferente a la oposición igualitarismo-no igualitarismo.
La creencia generalizada de que la Unión Soviética y otros
países eran socialistas, llevó a pensar, con pocas excepciones, que
al fracasar aquélla el socialismo perdía vigencia, que el socialismo
había sido derrotado. Al revelarse, para todos los que quisieran
verlo, que en los países llamados socialistas la democracia ha sido
un bien limitado (cuando no ausente), se estableció una igualdad
aparentemente lógica, pero inexacta: socialismo igual a totalitarismo, y
de aquí se dedujo otra igualdad también aparentemente lógica pero
igualmente inexacta: capitalismo igual a democracia.61
En este razonamiento se han ocultado cinco realidades que
quisiera resaltar: 1] El socialismo no ha existido, por lo que no ha
podido fracasar ni, para el caso, ha sido totalitario. No debe con-
fundirse el socialismo, como aspiración no realizada, con lo que
se ha querido presentar como tal y que, ciertamente, ha tenido
innegables características de totalitarismo. 2] El liberalismo, como
ideología fundacional del capitalismo, sólo acepta la igualdad de los

60
Una interesante reflexión sobre este tema, quizá olvidada por muchos, es la de
ese gran pensador de derecha, Raymond Aron (1905-1983), en su libro Démocratie
et totalitarisme, Paris, Éditions Gallimard, 1965. En este libro, el autor partía de una
confrontación entre Tocqueville y Marx, en la que el primero proponía que la de-
mocracia en las sociedades modernas terminaría por borrar las distinciones de status
y de condición entre los individuos, es decir un cierto igualitarismo. Obviamente
Tocqueville se equivocó.
61
Esta segunda fórmula ha sido muy bien sintetizada por la democristiana Angela
Merkel, “The political order of freedom, i.e. democracy, and the economic order of
freedom, i.e. the market economy, are inseparable” (El orden político de libertad, es
decir democracia, y el orden económico de libertad, es decir la economía de merca-
do, son inseparables). Véase A. Merkel, The ‘we-society’ – the need for a New Social Market
Economy, en http://www.cdu.de/.
PROPUESTAS CONCEPTUALES 39
seres humanos en el ámbito formal de la ley y la política: todos los
ciudadanos son iguales, cuando ha sido ampliamente demostrada
su falsedad en la práctica, es decir en la aplicación real y concreta
de la ley y en la exclusión histórica —incluso de la política— por
razones de pobreza, analfabetismo, raza, género o religión (bastaría
recordar que, por ejemplo, el voto femenino —que es equivalente
en número al masculino— fue acordado en Gran Bretaña y en Esta-
dos Unidos en 1918 y 1920, respectivamente, en Francia y en Italia
en 1945, en Argentina en 1951, en México en 1953, y en Suiza a
partir de 1971. Asimismo, que en 1965 se les concedió, por primera
vez, el derecho de voto a los afrodescendientes del sur de Estados
Unidos). 3] El capitalismo ha generado desigualdades sociales y
económicas, no sólo entre los seres humanos sino entre naciones, y
estas desigualdades han aumentado a pesar de la democratización
extendida en los últimos años. 4] Si bien es cierto que en los países
de orientación socialista,62 llamados socialistas, el totalitarismo ha
existido y es frecuente, y que en los países capitalistas la democracia
formal es en la actualidad una categoría más o menos generalizada,
no siempre ha sido así: el fascismo en sus diferentes versiones y las
dictaduras militares han sido recursos del capitalismo para sostener-
se, y el fascismo en cualquiera de sus versiones ha sido totalitario y
capitalista a la vez; 5] Democracia, autoritarismo, dictadura y totali-
tarismo, en su expresión formal, son categorías que corresponden,
típicamente, a la dimensión política; igualitarismo y desigualdad so-
ciales son categorías que, en este contexto, están más determinadas
por la economía que por otras circunstancias, aunque teóricamente
dependan de decisiones políticas de “gobiernos comprometidos”.

Nota bene a propósito de la realidad número 4: El totalitarismo en la


URSS, sobre todo en el stalinismo, tuvo orígenes distintos al de
la Alemania nazi, señala Enzo Traverso.63 En términos de su genea-

62
La expresión “países de orientación socialista”, a mi juicio menos polémica que
la de “países llamados socialistas”, la he usado en otros textos en el pasado y se la
debo a Wladimir Andreff, “Les politiques d’ajustement des pays en développement
a orientation socialiste: un retour a l’orthodoxie”, Paris, 1988, mimeo. Usaré indis-
tintamente ambas expresiones o “socialista”, así entre comillas. Juan Brom, siempre
cuidadoso en los conceptos, les llama “de declaración socialista”, pero también usa
la expresión “orientación socialista” e “intención socialista”. Véase Juan Brom, Para
comprender la historia, México, Editorial Grijalbo, 2003, p. 122.
63
Enzo Traverso, “Hannah Arendt: les origines du malentendu”, Rouge, Paris, 21 de
noviembre de 2002. Véase también su libro La violencia nazi… ya citado.
40 PROPUESTAS CONCEPTUALES

logía, dice, “si el antisemitismo y el imperialismo constituyen etapas


esenciales en el proceso de formación del nazismo, no jugaron
prácticamente ningún papel en el nacimiento del stalinismo”. En
otro texto, Michael Löwy, citando a Martine Leibovici, hace notar
que “se pueden comparar Kolimá y Buchenwald, pero no el Gulag y
Treblinka”.64 Y tiene razón: los primeros fueron campos de concen-
tración en Siberia y en Alemania, respectivamente; el Gulag era un
sistema de campos soviéticos de trabajos forzados en tanto que Tre-
blinka fue un campo de exterminio masivo de judíos polacos —por
medio de gases (monóxido de carbono)— instalado por los nazis
como parte de la Operación Reinhard. Por brutales que hayan sido
ambos sistemas, que lo fueron, no podemos igualar el ejercicio de la
violencia mediante trabajos forzados en una prisión (Gulag o cam-
po de concentración, para el caso), con el ejercicio de la violencia
mediante el exterminio masivo de quienes fueron calificados como
razas inferiores por quienes se creyeron superiores.

Nota bene a propósito de las realidades números 3 y 5: El coeficiente


de concentración o índice Gini (ig) mide el grado de desigualdad
en una sociedad. Es un índice que permite hacer comparaciones
entre países y en diferentes momentos, sujeto a la veracidad de
los datos y al método utilizado para constituir los indicadores. Los
criterios varían. Por ejemplo en Europa occidental suele usarse
una medida estándar de ingreso deflactada mediante una escala
común para todos los países, mientras que en América Latina
suele trabajarse con base en encuestas metodológicamente no
estandarizadas. Sin embargo, el ig permite hacer comparaciones
suficientemente confiables de desigualdad. Un índice de 0 (cero)
significaría igualdad total y un índice de 1 (uno) desigualdad total;
es decir 0.20 significaría una sociedad casi sin desigualdades, 0.40
nos indica una mayor concentración de ingresos (mayor desigual-
dad) y un índice de 0.60 nos habla de una sociedad muy desigual
donde unos cuantos tienen muy altos ingresos y el resto vive en
condiciones de límite de pobreza. El Banco Mundial65 explica muy
bien el uso de este índice. “En el Brasil y Hungría, por ejemplo,
los niveles de pnb per cápita son bastante similares, pero en el Brasil
la incidencia de la pobreza es mucho más alta […] En Hungría, el

64
Michael Löwy, “Retour sur Hannah Arendt”, <http://www.lcr-rouge.org/archives/
111199/controv.html>.
65
<http://www.worldbank.org/depweb/beyond/beyondsp/chapter5.html>.
PROPUESTAS CONCEPTUALES 41
20% (quintil) más rico de la población recibe aproximadamente
4 veces más que el quintil más pobre, mientras que, en el Brasil,
el porcentaje que obtiene el quintil más rico supera en más de
30 veces al que recibe el quintil más pobre [….] Esa relación es,
como promedio, del orden de 6:1 en los países de ingreso alto.
En el mundo en desarrollo, la desigualdad, medida de la misma
manera, varía según la región: es de 4:1 en Asia meridional; 6:1 en
Asia oriental y Oriente Medio y Norte de África; 10:1 en África al
sur del Sahara, y 12:1 en América Latina.” Estos últimos datos los
usaré más adelante en referencia a América Latina.
Por países (en números redondeados a dos decimales y en di-
ferentes años), Suecia tenía un índice de 0.25, Estados Unidos de
0.40, México de 0.52, Brasil y Sudáfrica de 0.59,66 Sierra Leona de
0.63, Laos de 0.37, Jordania de 0.36, Burundi de 0.33, Moldavia
de 0.41, Turquía de 0.42, Vietnam de 0.36, China de 0.40.67 Laos,
Jordania, Burundi, Vietnam o China, suelen ser considerados como
países no democráticos, y algunos definitivamente no lo son por ser
gobernados por autócratas. Como puede observarse, la democracia
no tiene nada que ver con la desigualdad en un país, ni tampoco con ten-
dencias al igualitarismo. Si se observa históricamente el índice de Gini
queda claro que en Estados Unidos la desigualdad ha aumentado
de 1967 a 1992, mientras que en Indonesia, que no es un país carac-
terizado por su democracia, la desigualdad ha disminuido de 1978
a 1990.68 En 1999 Indonesia tenía un ig de 0.32 (igual que en 1990)
y Estados Unidos de 0.40 en 1997, como ya se mencionó.

66
Otras fuentes ubican a Brasil con un ig de 0.63.
67
Una fuente sobre el ig en el mundo, lamentablemente incompleta, es <http://
www.cia.gov/cia/publications/factbook/fields/2172.html>.
68
Véanse <http://www.frbsf.org/econrsrch/wklyltr/el97-03.html> y <http://www.
agnet.org/ library/image/eb434t1.html>, respectivamente. Más información
detallada sobre el aumento de la desigualdad en Estados Unidos, en <http://
216.239.51.100/search?q= cache:-_sj8m1eqGYC:www.census.gov/ hhes/ www/ img/
p60-191. pdf+gini+ index&hl= es&ie= UTF-8.> y en <http://www.census.gov/ hhes/
income/ incineq/p60204/ p60204txt.html>, información oficial que ofrece datos
hasta 1998 inclusive. Es pertinente mencionar que de 2000 a 2001 el número de
pobres aumentó en Estados Unidos, así como la desigualdad en relación al quintil
de más bajo ingreso de la población. Véase <http://www.census.gov/hhes/income/
income01/prs02asc.html>.
2. DERECHAS

en europa

La situación de Europa occidental en los años recientes es revela-


dora: después de ser gobernada por partidos socialdemócratas, en
mayoría o en coalición, ahora éstos están en minoría y los partidos
de ultraderecha han crecido en influencia. Los partidos socialde-
mócratas sólo tienen el poder en Grecia y en Suecia,1 y con tesis de
“tercera vía” y de “nuevo centro” en Gran Bretaña y en Alemania.
(En Finlandia la presidencia está en manos del Partido Socialde-
mócrata, pero el gobierno —primer ministro— está dominado por
el Partido de Centro: el Suomen Keskusta.) Este viraje se ve también
en el Parlamento Europeo. En la anterior legislatura (1994-1999)
la derecha representada por el Partido Popular Europeo contaba
con 201 asientos y el Partido Socialista Europeo con 214. En la ac-
tual legislatura el Partido Popular se alió con el grupo Demócratas
Europeos, que no existía, y cuenta con 233 diputados, en tanto la
izquierda disminuyó a 180. 2
Esos fracasos de los gobiernos socialdemócratas o en los que
han participado éstos, que hasta hace poco representaban 13 de los
15 países de la Unión Europea, han derivado no sólo en el triunfo
de gobiernos de derecha asociados en diversos grados con la
ultraderecha, como en Holanda, Dinamarca, Noruega (no miem-
bro de la UE), Austria, Italia y Portugal, sino en gobiernos de dere-
cha o centro-derecha que hoy por hoy dominan, en conjunto, el
panorama político de 11 países de la UE,3 quizá 10 si excluimos a
Finlandia por las características ya señaladas. De los otros países,
que son Gran Bretaña, Grecia, Suecia y Alemania, el gobierno del
primero se ha corrido obviamente hacia la derecha y el último se ha

1
En 1976 el Partido Socialdemócrata Sueco perdió las elecciones en favor de la de-
recha, y las volvió a ganar en 1982, pero debe reconocerse que el llamado gobierno
burgués preservó varias de las políticas de la izquierda. Véase Giles Radice y Lisanne
Radice, Socialists in the Recession, London, Macmillan Press, 1986, p. 86.
2
Véase <http://www.electionworld.org>.
3
“EU shifts right”, Shanghai Star, 20 de junio de 2002 (en Internet).

[42]
DERECHAS 43
visto precisado a ciertas ambigüedades políticas, especialmente por
las presiones de Washington, inconforme con las declaraciones de
campaña y la posición de Schroeder sobre las pretensiones de Geor-
ge W. Bush sobre Irak. Irlanda y Luxemburgo también tienen go-
biernos de derecha, en ambos casos producto de coaliciones de li-
berales con los llamados conservadores. En Bélgica gobierna la
derecha en alianza con partidos socialdemócratas. Y estos nuevos
arreglos políticos pueden marcar la diferencia, no sólo sobre temas
como impuestos, educación, salud, jubilaciones y subsidios (es decir
en políticas tendentes a atenuar las desigualdades o su contrario: a
acentuarlas), sino también sobre tolerancia a la diversidad y al mul-
ticulturalismo.
Una de las explicaciones del ascenso de la ultraderecha en
Europa occidental en los últimos años es, precisamente, el fracaso
de los gobiernos socialdemócratas y de los partidarios del Estado
de bienestar (welfare state) para disminuir la desigualdad social, el
desempleo y la pobreza, si acaso se lo propusieron.4 Pero no es la
única explicación. Hay otra que sólo en apariencia tiene un carác-
ter subjetivo, y que está relacionada con los indicadores anteriores.
Cuando el crecimiento económico requirió más mano de obra, los
gobiernos auspiciaron la inmigración de trabajadores de otros paí-
ses: en Francia, por ejemplo, después de la Segunda Guerra hubo
fuertes migraciones procedentes de Argelia, Marruecos, España y
Portugal; estas migraciones aumentaron en los años de “crecimien-
to intensivo 1962-1973 con yugoslavos, turcos y africanos negros”.5
Fue una inmigración inducida que provocó malestar en las centrales
sindicales y un cierto racismo entre la sociedad. Con la izquierda en
el gobierno las comunidades de inmigrantes fueron relativamente
favorecidas. “De hecho, los documentos de residencia fueron sim-
plificados y se facilitó el reagrupamiento familiar”,6 es decir que las

4
En los años 80 del siglo xx no pocos gobiernos socialdemócratas de Europa occi-
dental adoptaron políticas neoliberales, entre éstas la reducción del Estado o del
intervencionismo estatal. Esta misma política se siguió en muchos otros países del
mundo, independientemente de la orientación de sus gobiernos. América Latina fue
un caso ejemplar. Stiglitz, Premio Nobel de Economía (2001) y ex funcionario del
Banco Mundial, sugiere ahora que en problemas como el desempleo, la desigualdad
y la contaminación, la intervención del Estado sería la única solución, no los merca-
dos, pero esta recomendación implícita, desgraciadamente, no ha logrado extender-
se en los ámbitos de gobierno. Véase Joseph E. Stiglitz, El malestar en la globalización.
Buenos Aires, Taurus, 2002.
5
René Mouriaux, Le syndicalisme face à la crise, Paris, Éditions La Découverte, 1986, p. 108.
6
Ídem, p. 109.
44 DERECHAS

familias de los inmigrantes pudieron ir a Francia. Algo muy similar


ocurrió en Alemania, sobre todo en relación con los inmigrantes
turcos, política que después quiso ser revertida. Una vez legalizada
la permanencia de los inmigrantes (sin derecho a voto en Francia y
en Alemania), sus hijos tuvieron ciertos derechos y, por lo mismo,
prestaciones sociales y subsidios que, según la ultraderecha, sólo de-
berían tener los nacionales (blancos, por supuesto). El sentimiento
racista se incrementó, y más cuando los cambios estructurales en la
economía se fueron extendiendo en los años 80 del siglo pasado,
pues estos cambios provocaron mayor desempleo, flexibilidad del
trabajo y contratación temporal o a tiempo parcial, sobre todo de
mujeres.7
Estos cambios en Europa tienen relación con el surgimiento y
desarrollo de una nueva derecha, como la llamó King.8 Esta nueva
derecha, cuya máxima expresión fue ubicada por este autor en
Gran Bretaña (Thatcher) y en Estados Unidos (Reagan), se ha nu-
trido de dos tendencias principales: el liberalismo, que comprende
la restauración de los valores liberales tradicionales del individua-
lismo, gobierno limitado y libres fuerzas del mercado; y conserva-
durismo, que consiste, según este autor, en demandar un gobierno
capaz de establecer un orden y una autoridad en la sociedad con
base en valores religiosos y morales tradicionales. “Los defensores
de la nueva derecha —señala King—, buscan no sólo revivir el
papel de los mecanismos del mercado y terminar con las políticas
colectivistas del Estado, sino también desmantelar los derechos ciu-
dadanos establecidos durante los dos últimos siglos. Los ‘derechos
ciudadanos’ se refieren a los derechos civiles, políticos y sociales
establecidos bajo el ímpetu del desarrollo económico en las socie-
dades industriales avanzadas, y extendidos para todos los miembros
de esas sociedades.” El propósito de la nueva derecha fue muy claro:
revertir la tendencia histórica que se inclinaba por la ampliación
de los derechos ciudadanos y del intervencionismo estatal para

7
Un amplio desarrollo de las consecuencias del neoliberalismo en el trabajo, en
Antonio Ojeda Avilés, “Sindicalismo europeo, su crisis, sus alternativas”, en Sociología
del Trabajo, Madrid, Siglo XXI, número 6, primavera de 1989, pp. 51-77. En esta mis-
ma revista y en otros números, puede consultarse sobre la flexibilidad del trabajo y
sobre el trabajo femenino. El mejor conjunto de textos, a mi juicio, sobre la situación
del trabajo en siete países europeos, es el dirigido por Robert Boyer, La flexibilité du
travail en Europe, Paris, Éditions La Découverte, 1987.
8
Desmond S. King, The New Right. Politics, Markets and Citizenship, London, Macmillan
Education, 1987.
DERECHAS 45
disminuir las desigualdades. “Los defensores de la nueva derecha
—añade King— creen que la desigualdad es un prerrequisito para
el desarrollo social y el ‘progreso’.”9
La vieja derecha (que sólo sería una manera de decir, pues no
podría precisarse qué tan vieja es) tuvo un periodo de aceptación
de la amplia intervención del Estado y de gobiernos fuertes de tipo
laico. Esto se dio principalmente después de la crisis de 1929-1933.
En esos años, que culminaron con el ascenso del nazismo en Alema-
nia, que sin duda fue un movimiento de ultraderecha, el liberalismo
fue visto con desconfianza y luego sustituido por la noción de la
subordinación del individuo al Estado, el totalitarismo en lugar de
la democracia, el partido único en vez del bipartidismo o del mul-
tipartidismo.10 De este modo se puede decir que esa vieja derecha
de los años 30 y 40 del siglo pasado, también tuvo su ultraderecha,
ambas, digámoslo así, estatistas y partidarias de gobiernos fuertes.
La diferencia era de grados, políticamente hablando, porque al
igual que ahora, tanto en Estados Unidos como en Alemania y otros
países europeos, la ultraderecha también era racista, nacionalista y
etnocentrista, xenófoba, anticomunista, antisemita y, más en el dis-
curso que en la realidad, puritana y religiosa de algún tipo.
La importancia de los gobiernos de Thatcher y Reagan como
impulsores de la globalización neoliberal parece innegable, dado
el poder económico de la mancuerna formada por sus respectivos
países. Lo que siguió fue la ampliación del modelo y la adecuación
a éste incluso en países donde la socialdemocracia gobernaba. La
crisis de la deuda en los años 80, que explica ampliamente Eric
Toussaint,11 fue un factor fundamental para involucrar a los gober-
nantes del Tercer Mundo y de los países llamados ex comunistas en
el modelo. El fmi y el bm jugaron muy bien su papel de “salvadores”

9
Ídem, Introducción.
10
No debe haber confusión: la oposición del fascismo (italiano y alemán) al libera-
lismo fue, como señala Marcuse en referencia al Estado total-autoritario, reducida a
una lucha de ‘ideologías’ al mismo tiempo que dejaba “de lado la estructura social
básica del liberalismo”. Herbert Marcuse, “La lucha del liberalismo en la concepción
totalitaria del Estado”, en Wolfgang Abendroth (editor), Fascismo y capitalismo, Barce-
lona, Ediciones Martínez Roca, 1976, p. 50. Por otro lado debe aclararse que partido
único no debe interpretarse en todos los casos como equivalente a una dictadura,
como tampoco multipartidismo como democracia. México, una década después del
fin de la revolución fue monopartidista y así se mantuvo por varios años, pero no fue
una dictadura. Hungría, bajo Horthy, fue una dictadura, pero ésta no gobernó sin
oposición partidaria.
11
Eric Toussaint, op. cit., tomo I, capítulo 7.
46 DERECHAS

a la vez que determinaron las políticas a seguir. Otro factor que no


puede soslayarse fue la dócil aceptación del modelo por la mayor
parte de los gobernantes del extenso mundo que los organismos
de Naciones Unidas llaman “en desarrollo”. En América Latina esta
aceptación fue relativamente más fácil, dado el papel subordinado
que han querido jugar casi todos sus gobernantes.
El relativo triunfo de la globalización neoliberal, como se le ha
denominado al modelo iniciado por la nueva derecha, además del
derrumbe del llamado socialismo y el consecuente sentimiento de
derrota para todos los que creyeron que la URSS y sus satélites eran
socialistas, favoreció a los partidos de derecha, y más porque los
partidos de centro-izquierda (socialdemócratas en general) no han
sido capaces de distinguirse, por cuanto a sus políticas de gobierno,
de sus competidores tradicionales (la democracia cristiana). El dis-
curso de la socialdemocracia perdió credibilidad al alejarse, en los
hechos, de las políticas de tendencia al igualitarismo y al fracasar en
su retórica contra del desempleo.
Esta circunstancia y la inexistencia del “comunismo” llevaron a
la ultraderecha a una nueva política que habría de fortalecerla: el
anticomunismo fue abandonado y de alguna manera sustituido por
el racismo y la xenofobia, al mismo tiempo que, curiosamente, abo-
garía por la restitución al Estado de sus atribuciones interventoras
en rubros como la salud, la educación, los subsidios y las jubilacio-
nes. Con esta nueva política la ultraderecha habría de hacerse atrac-
tiva para los europeos (blancos) desempleados, los hijos de éstos,
la pequeña burguesía golpeada por la concentración de la riqueza,
trabajadores amenazados por los licenciamientos en las empresas y
por la disminución de prestaciones sociales que habían conquistado
en años anteriores. Su diferencia con la izquierda radical ha sido,
como es fácil deducir, que ésta defiende también a los inmigrantes,
es solidaria con los pueblos de todos los países y de todas las razas y
que aspira a una ampliación de la democracia en términos partici-
pativos, además de rechazar las formas autoritarias e intolerantes de
ejercicio del poder y de convivencia social.
Para la derecha y el centro-derecha tradicionales, que han su-
frido deslizamientos hacia posiciones más de derecha (de la nueva
derecha mencionada), y toda vez que la socialdemocracia ha per-
dido terreno, no ha sido difícil encontrar, en las diversas fuerzas
ultraderechistas, aliadas más o menos naturales, aunque no com-
partan sus extremismos. Estas derechas tradicionales tendrían más
coincidencias que diferencias con la ultraderecha, salvo por dos
DERECHAS 47
razones a mi juicio importantes: a] que por su vocación de gobier-
no y por el recuerdo imborrable del nazismo, mantienen un estilo
y un discurso moderados y prudentes; y b] que en contraste con la
ultraderecha (que es nacionalista y chauvinista), las derechas apo-
yan a los grandes capitalistas, nacionales y extranjeros, al modelo
neoliberal de globalización económica y a la Unión Europea como
potencia económica. Aun así, y sobre todo por motivos electorales,
esa derecha no ha vacilado, en algunos países, en establecer alianzas
con la ultraderecha.
Con base en las propuestas conceptuales que he discutido al
principio, habríamos de aceptar que los gobiernos socialdemócra-
tas en Europa occidental, con excepciones, y por comparación con
los gobiernos claramente derechistas, han sido de izquierda, de iz-
quierda moderada. Sus políticas ciertamente no han conducido al
socialismo, que sería la característica más evidente de un gobierno
de izquierda, pero sí han hecho concesiones importantes a los tra-
bajadores para el mejoramiento de su calidad de vida y han llevado
a cabo reformas sociales que también los han beneficiado. Es muy
pertinente añadir que muchas de las reformas sociales han sido con-
quistadas por los trabajadores gracias a la fuerza de sus organizacio-
nes, fuerza que en el presente se encuentra un tanto disminuida
aunque todavía beligerante. Gracias a esta fuerza y beligerancia de
los trabajadores es que ciertas prestaciones sociales, como educa-
ción y salud, gratuitas todavía en la mayor parte de los países de
la Unión Europea, no se han perdido por el tipo de gobierno que
tienen o han tenido estos países, a pesar de los intentos que han
hecho por abatirlas. Las movilizaciones sociales han renacido en
países como Francia, Italia y España, donde los gobiernos de dere-
cha han querido continuar y extender las privatizaciones en todos
los ámbitos y ajustar las necesidades del trabajo a las del capital.
El índice de Gini, que nos permite apreciar la distribución del
ingreso familiar, como hemos visto antes, nos da una idea de las
desigualdades en los países de Europa occidental, y nos permite
compararlas con otros países también desarrollados o con los sub-
desarrollados. Pero un índice de desigualdad en los ingresos no
es suficiente para apreciar las asimetrías existentes, como señala
Amartya Sen.12 Junto con este índice debe contemplarse el desem-
pleo, que es un elemento determinante de desigualdades sociales,

12
Amartya Sen, “Desigualdad y desempleo en la Europa contemporánea”, oit, Revis-
ta Internacional del Trabajo, vol. 116, núm. 2, 1997 (Versión en Internet).
48 DERECHAS

pues es obvio que quien no tiene empleo, aunque cuente con sub-
sidios equivalentes a una cuota de salario, se encuentra en desigual
condición que quien sí lo tiene. En Europa occidental los salarios
han aumentado y también el producto interno bruto per cápita. Sin
embargo, el desempleo ha crecido sensiblemente en los últimos
años, especialmente después de 1979-1981, cuando se iniciaron las
medidas de “cambio estructural” y de privatizaciones impulsadas
por la nueva derecha y adoptadas de manera similar por algunos de
los gobiernos socialdemócratas.
Con la información disponible13 los países que, de acuerdo
al índice de Gini (ig), presentaban menores desigualdades, eran
(pues los datos más actuales fluctúan entre 1990 y 1997): Dinamar-
ca y Suecia: 0.25, Finlandia y Noruega: 0.26, Italia: 0.27, Bélgica:
0.29 y Alemania: 0.30. Los países con mayores desigualdades eran:
Turquía: 0.42, Gran Bretaña: 0.37, Irlanda y Portugal: 0.36, Francia,
Grecia, Suiza, España y Holanda: 0.33. Sin embargo hay países en
los que el ig es muy bajo, como Finlandia, pero el desempleo ha
sido alto, particularmente de 1991 a 1997,14 en tanto que otros,
como Portugal, han tenido un ig muy alto y un desempleo mucho
menor que el de Finlandia. También se puede apreciar que hay paí-
ses, como Noruega, Suecia o Dinamarca, con ig y desempleo bajos.
Austria, con un ig de 0.31, ha tenido un desempleo también muy
reducido, ligeramente superior al de Noruega en promedio y más
bajo que en este último país durante 2002.
Con base en los tipos de gobierno de 1945 a la fecha, se aprecia
que aquellas naciones que durante más tiempo han sido goberna-
dos por la socialdemocracia, a menudo en coalición, como ha sido
el caso de los países escandinavos, tienen, con excepción de Fin-
landia, menor desempleo promedio e índices bajos de desigualdad
(aquí incluyo a Finlandia). En oposición a estos países, los que han
sido gobernados por dictaduras por largo tiempo (España y Portu-
gal) tienen un ig alto y, en el caso de España, el mayor desempleo
promedio de la zona del Euro. Vale añadir que el desempleo se

13
<http://www.cia.gov/cia/publications/factbook/fields/2172.html>, ya citada.
14
1991 fue un momento de crisis muy difícil para Finlandia, puesto que su economía
estaba muy ligada a la de la URSS. Bajaron considerablemente el pib y las inversiones
y aumentó el desempleo; además, fue el inicio de la época de gobiernos conservado-
res y de centro derecha que sustituyeron a la socialdemocracia tradicional que, en
general, había gobernado, con altibajos y en coalición, desde 1946. Véase L’etat du
monde, Paris, Éditions La Découverte, de 1988-1989 a 2003 (en español, El estado del
mundo, Madrid, Akal, desde hace varios años).
DERECHAS 49
disparó a niveles altísimos durante el gobierno de Felipe Gonzá-
lez, muy dudosamente de izquierda pese a haber sido del Partido
Socialista Obrero Español. Gran Bretaña, gobernada por la nueva
derecha desde 1979, presentaba en 1995 el ig más alto después de
Turquía y un desempleo que fluctuó entre 8.2 por ciento y 11.2 por
ciento antes de que Blair asumiera el poder (1997), es decir cuando
los gobiernos conservadores de Thatcher y Major fueron sustituidos
por el laborismo, pese a ser, ahora, de la llamada “tercera vía”.15 En
Francia, salvo pequeños periodos antes de De Gaulle (1958-1968)
y después de Giscard (1974-1981), han predominado los gobiernos
de derecha. Con la “cohabitación” Mitterrand-Chirac se inició la era
de las privatizaciones y, junto con ella, el aumento del desempleo
(arriba de 11 por ciento promedio de 1987 a 2002). Como ya se dijo
antes, las desigualdades sociales en este país son grandes, a pesar de
ocupar el cuarto lugar entre las grandes potencias industriales.

En la actualidad, como se ha señalado, la mayoría de los países de la


Unión Europea —y otros más del continente— es gobernada por la
derecha o el centro-derecha. Es pertinente recordar que buena par-
te de los partidos de derecha se presentan como partidos populares,
algunos con el añadido de “cristianos”. Otros se denominan cristia-
nos (democristianos o socialcristianos), como en Alemania.
Además del Parlamento Europeo, cuyo partido mayoritario es
precisamente el Partido Popular Europeo, aliado con Demócratas
Europeos (ambos de ideología cristiana), existen partidos popu-
lares, gobernando solos o en coalición, en, por ejemplo: Austria,
España, Noruega (Partido Popular Cristiano, también gobernante
en coalición), la República Checa (donde el Partido Popular-Unión
Cristiana y Democrática es parte de la coalición que, junto con el
Partido Socialdemócrata, gobierna actualmente), Luxemburgo
(Partido Popular Social Cristiano, gobernante), Holanda (donde el
Partido Popular de la Libertad y la Democracia participa actualmente
en el gobierno), Portugal (con el Partido Popular participante en el
gobierno), Eslovenia (donde el Partido Popular participa en el go-
bierno), Suiza (con el Partido Popular como parte del gobierno).
Recientemente se ha sumado a la ola de partidos populares, el go-

15
Habrá de reconocerse que a partir del gobierno de Blair el desempleo comenzó a
disminuir en la Gran Bretaña, de 8.2% en 1996 a 5.1% en 2001.
50 DERECHAS

bernante en Francia (Unión para un Movimiento Popular), como


veremos más adelante.16 Existe, como bien se sabe, la Internacional
de Partidos Demócrata-Cristianos y Populares, con partidos afilia-
dos de 72 países.17 No deja de ser curioso que varios partidos de
derecha que se fundaron después de la pgm tuvieran el nombre de
Partido Popular, algunos de ellos considerados prefascistas.
Interesa, para los fines de este estudio, hacer un pequeño y
somero examen de los partidos y gobiernos de derecha en algunos
países de Europa occidental.18 Quizá se entienda mejor por qué la
derecha ha ganado terreno y, no menos importante, por qué la
ultraderecha, tratada en la tercera parte de este libro, ha encontra-
do condiciones para crecer.
Después de la segunda guerra mundial (sgm) se inició la re-
construcción de Europa. Alemania fue ocupada por la URSS, Gran
Bretaña, Estados Unidos y Francia. En mayo de 1949 se promulgó
una nueva constitución de la República Federal. En agosto de ese
año hubo elecciones legislativas, en las que la Unión Demócrata
Cristiana (cdu por sus siglas en alemán- Christlich Demokratische Union
Deutschlands) obtuvo la mayoría de votos. El nuevo parlamento eli-
gió como presidente a Heuss, del Partido Liberal (minoritario),19 y
Heuss propuso a Konrad Adenauer como canciller. Adenauer era
el líder histórico de la cdu, en aquel entonces más o menos avan-
zada aunque de derecha, y particularmente europea.20 En segundo
lugar, por un margen pequeño, quedó el Partido Socialdemócrata
(Sozialdemokratische Partei Deutschlands-spd). Estos habrían de ser los
principales partidos contendientes hasta el presente. De entonces a

16
Véase <http://www.electionworld.org/>
17
Sobre esta Internacional consúltese <http://www.idc-cdi.org/parties/Miembros_
IDC.asp>
18
Para el desarrollo del texto que sigue sobre los partidos europeos me he valido de
diversas fuentes, destacadamente de J. Denis Derbyshire y Ian Derbyshire, Political
Systems of the World, (segunda edición revisada y ampliada), Oxford, Helicon, 1996,
Wolfram Nordsieck, Parties and Elections in Europe / Parteien und Wahlen in Europe,
1997-2002 - <http://www.parties-and-elections.de>, <http://www.electionworld.org/>
y L’etat du monde (El estado del mundo), varios años, op. cit.
19
Freie Demokratische Partei (FDP), Partido Liberal Democrático. Ha sido un partido
bisagra en alianza con la democracia cristiana y con la social democracia en diferen-
tes momentos. En la actualidad ha disminuido mucho su influencia electoral.
20
Maxime Mourin, Histoire des grandes puissances (3ª edición revisada y completada),
Paris, Payot, 1958, pp. 209-210. En las notas al pie de la página 210 el autor ofrece
datos sobre los resultados electorales que difieren un poco, por cuanto al número de
asientos, de los datos proporcionados por Wolfram Nordsieck, op. cit.
DERECHAS 51
la fecha Alemania ha sido gobernada por el centro derecha, salvo
de 1969 a 1981, que gobernó el centro izquierda representado prin-
cipalmente por la spd, y de 1998 a la fecha. Con la unión de las dos
Alemanias, el gobierno estuvo formado por Alianza para Alemania
(Allianz für Deutschland), con la participación de dos partidos demó-
crata-cristianos y uno liberal conservador: la cdu ya mencionada, la
Deutsche Soziale Union (dsu-Unión Social Alemana) y el Demokratischer
Aufbruch (Apertura Democrática).
La democracia cristiana en Alemania tuvo su origen en orga-
nizaciones católicas y protestantes existentes desde antes de la sgm.
Sin embargo, como tal, se fundó después de terminada la guerra,
en el verano de 1945. Su primera participación electoral, siempre
con la Unión Social Cristiana de Bavaria (csu- Christlich Soziale Union
in Bayern), fue en 1949. Con la excepción de los años 1972, 1998 y
2002, siempre ha tenido mayor votación en las elecciones legislati-
vas (para el Bundestag) que el Partido Social Demócrata. Éste, por
cierto, se ha visto precisado a hacer alianza con otros partidos para
asegurar su triunfo sobre la cdu. De 58 años transcurridos desde
el final de la sgm, este país sólo ha sido gobernado 21 años por la
izquierda moderada y reformista.21 El gobierno de Schroeder, en
la actualidad, se formó en coalición electoral con el partido de Los
Verdes (Bündnis 90 / Die Grünen).
La cdu siempre se ha considerado un partido popular de cen-
tro. Ha sido y es defensora de la sociedad capitalista, de la libertad
de mercados y de la democracia en su sentido liberal, formalmente
incluyente, y de la oportunidad para todos para crecer y desarrollar-
se. Es, por supuesto, contraria al socialismo. Sus valores se fundan
en el cristianismo y en el liberalismo derivado de la Ilustración eu-
ropea. Sus postulados ideológicos, a partir de Ludwig Erhard, desde
que fue ministro de Economía (1949-1963) y luego canciller (hasta
1966), se basaron en la economía social de mercado. El llamado
“milagro alemán” se explica por esta estrategia económica que pos-
tulaba la prosperidad para todos los alemanes en la lógica de un
sistema de bienestar y de justicia social.22

21
El Partido Social Demócrata Alemán (spd) tuvo su primer triunfo después de re-
nunciar al marxismo (Conferencia de Bad Godesberg), precisamente para hacerse
más atractivo al electorado. En ese tiempo, 1969, el spd hizo alianza con el Partido
Democrático Liberal (Freie Demokratische Partei-fdp). Giles Radice y Lisanne Radice,
op. cit., pp. 16-17.
22
Véase <http://www.cdu.de/>.
52 DERECHAS

En el mismo año de 1945 se fundó también el Partido Demó-


crata Cristiano Austriaco, posteriormente llamado Partido Popular
Austriaco (övp-Österreichische Volkspartei). Se describe a sí mismo como
un partido de centro progresista. Bajo la ocupación de la segunda
posguerra, este partido y el Social Demócrata (spö-Sozialdemokratische
Partei Österrichs) establecieron una alianza que llevó a Karl Renner a la
Cancillería (primer ministro) del gobierno provisional.
En 1955 Austria obtuvo su plena independencia. En 1966 el
övp llevó al gobierno a Klaus, por primera vez sin coalición. Pero
en las elecciones generales de 1970 los demócrata-cristianos per-
dieron en favor de los socialdemócratas. Kreisky gobernó primero
en coalición, pero luego el spö se convertiría en mayoría hasta antes
de las elecciones de 1983. En éstas el spö estableció una coalición
con el fpö (Freiheitliche Partei Österreichs-Partido de la Libertad), par-
ticipando éste por primera vez en el gobierno. Esta coalición, un
tanto extraña, pues se trataba de un partido de derecha, habría de
cancelarse cuando el neonazi Joerg Haider fue nombrado dirigente
del fpö en septiembre de 1986. Con esta ruptura el canciller social-
demócrata Vranitzky convocó a elecciones anticipadas. Se formó un
gobierno de gran coalición, como el habido en la segunda posgue-
rra, compartido por el spö y el övp. Sin embargo, mientras el Partido
Popular disminuía sistemáticamente su votación, el Partido de la
Libertad la aumentaba con enorme rapidez. El éxito del fpö no sólo
fue en las elecciones generales (en las que llegó a alcanzar en 1999
el mismo porcentaje de votos que el övp), sino que también ganó el
gobierno de la provincia de Carintia, tradicionalmente en manos de
los socialdemócratas. El gobierno federal, después de conversaciones
frustradas con el spö para formar nuevamente un gabinete de gran
coalición, habría de reconstituirse mediante la alianza del övp y el fpö
en febrero de 2000, hasta la fecha.23 Por primera vez desde 1970 los
socialdemócratas no participarían en el gobierno.
Bélgica ha sido gobernada por izquierdas y derechas modera-
das, predominando éstas a lo largo del tiempo transcurrido desde la
sgm. La región del norte, Flandes (de habla holandesa), ha sido más
derechista que la del sur, Valonia (de habla francesa). Los conflictos
entre estas dos regiones tuvieron serias repercusiones políticas has-
ta 1993, año en que se reformó la constitución con la que se recono-
cieron tres autonomías: las dos mencionadas y Bruselas, la capital.
En general el gobierno ha estado compuesto por coaliciones que

23
Véase <http://www.cidob.org/bios/castellano/lideres/h-034.htm>.
DERECHAS 53
han girado alrededor del centro, a veces con inclinaciones hacia la
izquierda y otras hacia la derecha. En este país las alianzas entre los
liberales y los socialdemócratas no han sido extrañas, como tampo-
co entre los democristianos y los mismos socialistas. El actual primer
ministro, Guy Verhofstadt, se ha distinguido por su defensa de los
derechos humanos, por su acercamiento a los socialdemócratas y por
haber reprobado al gobierno austriaco por la incorporación del par-
tido de Haider en su gabinete. De hecho, su gobierno está formado
por su propio partido, el Vlaamse Liberalen en Democraten (vld-Libe-
rales y Demócratas Flamencos), el Partido Socialista, el Socialistische
Partij Anders (sp.a-Partido Socialista otra vía o diferente), el Partido
Reformador y el Spirit, calificado de progresista.
Holanda, políticamente, guarda ciertas semejanzas con Bélgi-
ca: desde el fin de la sgm ha sido gobernada por coaliciones en las
que, en general, ha estado presente el Partido Laborista Partij van
de Arbeid (pvda) de orientación socialdemócrata. Estas coaliciones
se han llevado a cabo entre el pvda y los democristianos. También,
ocasionalmente, con el derechista Partido Popular por la Libertad
y la Democracia, como fue el caso en 1994 en que se dio la que por
primera vez fue llamada la coalición de izquierdas y derechas.24
En las recientes elecciones el gobierno se ha corrido hacia la de-
recha y el partido más combativo contra los inmigrantes, Lijst Pim
Fortuym (Lista Pim Fortuyn), que había tenido un relativo éxito en
las elecciones de 2002, vio reducida sensiblemente su votación en
2003.
En Dinamarca los tres principales partidos han sido el Socialde-
mócrata Socialdemokratiet i Danmark-S), el liberal conservador (Venstre,
Danmarks liberale parti-V) y el Partido Popular Conservador (Konserva-
tive Folkeparti-KF), recientemente disminuido en favor del Partido Po-
pular Danés Dansk Folkparti (df) de ultraderecha. Desde finales de los
años 60 del siglo pasado la derecha ha logrado ganarle a la izquierda
mediante coaliciones. Empero, es pertinente advertir que incluso la
izquierda socialdemócrata es moderada en Dinamarca.
De los otros países escandinavos, Noruega Finlandia y Suecia
sólo este último ha tenido por más tiempo gobiernos de izquierda
moderada. En Finlandia cuatro partidos han tenido el poder desde
la sgm: sdp (Partido Socialdemócrata), kesk (Partido de Centro) kok
(Coalición Nacional), vas (Alianza o Liga de Izquierda, que a partir
de 1987 incluye a Alternativa Democrática).

24
J. Denis Derbyshire y Ian Derbyshire, op. cit., p. 507.
54 DERECHAS

En Francia, el partido de derecha tradicional más importante,


que recientemente ha visto disminuida su fuerza, ha sido el rpr
(Rassemblement pour la République), fundado en 1976 por Chirac.
Los antecedentes de este partido, de los cuales derivó, fueron,
primero, la Unión para una Nueva República (unr) fundado por
De Gaulle en 1958, y en segundo lugar, la Unión de Demócratas
para la República (udr) fundada en 1968. Tradicionalmente estos
tres partidos han sido denominados gaullistas, pero el rpr se ha
caracterizado más bien por ser parte de las nuevas corrientes de
la derecha partidaria del libre mercado y de la no intervención
del Estado en la economía, a diferencia de sus antecesores, que
fueron tanto nacionalistas como defensores del intervencionismo
estatal. La principal oposición de derecha, que también formó go-
bierno, ha sido la udf-Unión para la Democracia Francesa (Union
pour la Démocratie Française), fundada por Giscard d’Estaing, Ray-
mond Barre y otros.
Ante la amenaza, en las recientes elecciones de 2002, de que la
extrema derecha pudiera ganar la presidencia, se formó una coali-
ción denominada la Unión para la Mayoría Presidencial (ump). En
esta unión participaron, en primer lugar, Jacques Chirac, entonces
del partido Rassemblement pour la République (rpr-Reunión para la
República), además de Démocratie Libérale (dl-Democracia Liberal),
y un sector importante de la Union pour la Démocratie Française
(udf-Unión para la Democracia Francesa), los tres partidos son de
derecha, aunque el tercero se presenta como centrista democristia-
no. De esta alianza surgiría la Unión para un Movimiento Popular
(ump-Union pour un Mouvement Populaire), que se presenta a sí mis-
ma como “el primer gran partido de la derecha y del centro jamás
creado en Francia”.25 Con este partido este país ha entrado en la
lógica de los partidos populares de Europa, todos, a pesar del nom-
bre, de derecha. La otra principal fuerza, que también ha tenido el
gobierno, aunque por menos tiempo desde 1945, ha sido el Partido
Socialista. En Francia ha sido tradicional que a las elecciones se
presenten la derecha y la izquierda, como tales, frecuentemente en
coaliciones de partidos de una y otra corriente, respectivamente.
En España, hasta la muerte de Franco en noviembre de 1975,
sólo el Movimiento Nacional tenía expresión política legal. Con la
muerte del caudillo y con la entronización de Juan Carlos como rey
de España se inició la transición democrática en el país, primero

25
<http://www.u-m-p.org/union/fondements/congres/congres.php>.
DERECHAS 55
con los franquistas en el poder (Arias Navarro y luego Adolfo Suá-
rez al frente del gobierno). Con Suárez se iniciaron ciertas medidas
democráticas, tales como la liberación de prisioneros políticos,
una importante reforma política que establecía un parlamento
bicameral electo por sufragio universal, un referéndum sobre las
nuevas reformas y una votación masiva a favor de éstas. A partir de
esos momentos se pudieron formar sindicatos independientes y el
derecho de huelga cobró nueva vigencia. Para principios de 1977
los partidos políticos fueron legalizados y a mediados de ese año se
llevaron a cabo las primeras elecciones después de la República. En
esos momentos los principales partidos fueron la Unión Centro De-
mocrático (ucd, de Suárez) y el Partido Socialista Obrero Español
(psoe, con Felipe González al frente). Triunfó Suárez.26 Es pertinen-
te advertir que González fue un político centrista, modernizador y
pragmático, contrario al marxismo, en ningún sentido anticapita-
lista, y que, gracias a sus planteamientos moderados, logró que su
partido avanzara de 30.5 por ciento de votos en 1979 a 48.2 en 1982
(de 5.5 millones de sufragios a casi diez millones).27
Suárez promovió un pacto de recuperación económica, de-
nominado de la Moncloa (por el nombre de la residencia del
gobierno), en el que se aceptaron, incluso por parte de la “iz-
quierda”, reducciones al gasto público, topes salariales, aumentos
de impuestos, restricciones al crédito y otras medidas cuyo fin era
reactivar la economía, modernizarla y crear empleos —lo que
ciertamente no se logró, como ya se ha visto anteriormente. El te-
rrorismo vasco y la legalización del Partido Comunista de España,
entre otras razones, predispusieron al ejército contra Suárez. En
1981 el jefe de gobierno renunció y el rey nombró a Calvo Sote-
lo, de centro-derecha. El intento de golpe de Estado del coronel
Tejero, la discusión habida sobre la legalización del divorcio y la
oposición a la participación de España en la otan, fueron factores
que dividieron a la ucd entre moderados y ultras, debilitándola,
y que llevaron al nuevo jefe de gobierno a convocar a elecciones
al mismo tiempo que un anhelo legítimo de la población por la
democratización de España y el reformismo del psoe fortalecían a
éste como alternativa. La ucd, en la elección de 1982 no alcanzó el

26
Richard Gunther, “Democratization and Party Building: The Role of Party Elites in
the Spanish Transition”, en Robert P. Clark y Michael H. Hatzel (editors), Spain in the
1980s, Cambridge, Mass., Ballinger, 1987, pp. 35-66.
27
Ver <http://www.parties-and-elections.de/spain2.html>.
56 DERECHAS

7 por ciento de los votos, razón por la cual desapareció. Su lugar


fue tomado por la antigua Alianza Popular, luego Partido Popu-
lar28 —actualmente en el gobierno.
La política de González no fue precisamente en favor de las ma-
sas trabajadoras, mismas que se manifestaron en contra, especial-
mente en 1987 y 1988. Implantó una política de austeridad, so pre-
texto de aumentar la productividad y controlar la inflación.29 Para
no pocos observadores Felipe González no se diferenció particular-
mente de la nueva derecha europea, pues entre sus propuestas, que
provocaron fuerte oposición, se incluía la reducción de la seguridad
social y de las pensiones a los jubilados. Sin embargo, hubo medidas
positivas, como por ejemplo la conversión de la educación (de pri-
vada y religiosa a pública y laica) y la del ejército, que fue obligado a
abandonar su papel de garante de la seguridad interna.
El desempleo y la inconformidad siguieron en aumento. La
votación del psoe fue disminuyendo, al extremo de que, a partir de
las elecciones de 1993, González gobernó en coalición con partidos
nacionalistas moderados. En 1995 hubo una crisis de credibilidad por
la existencia comprobada de fuerzas paramilitares anti eta, espionaje
telefónico y corrupción. El gobierno se vio obligado a convocar a
elecciones legislativas anticipadas para 1996, y con éstas comenzaría
el gobierno del derechista Partido Popular con José María Aznar
como nuevo presidente del gobierno. Con Aznar la economía se
reactivó, la inflación pudo ser frenada y las inversiones en el ex-
tranjero aumentaron, sobre todo en América Latina. Para 2001 el
desempleo había disminuido considerablemente, pero las privatiza-
ciones se aceleraron. El neoliberalismo, ahora sí, fue asumido ple-
namente por el nuevo gobernante, al igual que las restricciones a
la inmigración ilegal. Ante la guerra de Estados Unidos contra Irak,
el gobierno español adoptó una política verdaderamente sumisa y,
frente al régimen cubano, una posición poco amistosa, para decirlo
en términos suaves.
Después de que Italia devino república (1946), su gobierno es-
tuvo dominado por la Democracia Cristiana (dc), sola o en coali-
ción, hasta 1976. A partir del golpe de Estado en Chile (1973), y de
las interpretaciones que de éste se hicieron en Europa por cuanto al
futuro de los partidos electorales de izquierda, y tomando en cuenta

28
J. Denis Derbyshire y Ian Derbyshire, op. cit., p. 513.
29
Josep Picó, Los límites de la socialdemocracia europea, Madrid, Siglo XXI de España,
1992, pp. 197-245.
DERECHAS 57
la seria crisis económica y el fracaso del gobierno de centro-derecha
de Andreotti, el poderoso Partido Comunista Italiano (pci) estable-
ció un “compromiso histórico” con católicos y socialistas. Sin embar-
go, tal compromiso no resultó, a pesar de que los comunistas alcan-
zaron la mayor votación de su historia: 34.4 por ciento, o quizá por
esta razón.30 Roto el “compromiso histórico” en 1978, los socialistas
del psi, los democristianos (dc) y los republicanos (pri-Partido Repu-
blicano Italiano) mantuvieron su alianza y gobiernos de coalición
encabezados por la dc. En 1983 Bettino Craxi, del psi, se convirtió en
el primer socialista (socialdemócrata) jefe de gobierno en la histo-
ria del país, en coalición con la dc y otras fuerzas de derecha. Al fi-
nal de su gobierno se iniciaría una crisis política que llevaría a un
nuevo espectro partidario a principios de los años 90. Varios políti-
cos se vieron envueltos en escándalos de corrupción, incluso con la
mafia y, como resultado, los viejos políticos se vieron desplazados
por los tecnócratas, tipo Ciampi (ex gobernador del Banco Cen-
tral).31 Durante su gobierno (1993-1994) las fuerzas políticas sufrie-
ron serias transformaciones. En las elecciones de 1994 figuraron
nuevos partidos y nuevas alianzas. El pci desaparecería (fue sustitui-
do por el Partido Democrático de Izquierda, más centrista que su
antecesor), la dc, muy disminuida, se convertiría en el Partido Popu-
lar Italiano. Y entre los nuevos partidos surgiría uno más que habría
de ser importante: el personalista Forza Italia (de Berlusconi). El
fascista Movimiento Social Italiano (msi) daría lugar a Alianza Na-
cional (an) a partir de una división interna. Muchos cambios, nue-
vas fachadas.
Dos grandes alianzas se disputarían el gobierno: Casa delle Liber-
tà, una alianza de partidos de derecha y ultraderecha, entre los pri-
meros el de Berlusconi, y L’Ulivo (El Olivo), que ha sido la alianza de
los partidos de centro izquierda, incluidos los ex comunistas ahora
socialdemócratas, los verdes, democristianos (Margherita) y otros.
Después del fracaso del primer gobierno de Berlusconi (acu-
sado de corrupción), Lamberto Dini, ex ministro del Tesoro del
anterior, inició el saneamiento de las finanzas, entre otras reformas,
y contó con el apoyo de las izquierdas. Este apoyo llevó a Dini a
alinearse con L’Ulivo, alianza de centro-izquierda que, a pesar de
su votación (34.7% contra 52.6 de Casa delle Libertà) y gracias al

30
Véase Anna Libera, Italie: les fruits amers du compromis historique, Paris, Editions La
Brèche, 1978 y <http://www.parties-and-elections.de/italy3.html>.
31
Giampiero Martinotti, “Italia”, en L’état du monde, obra citada.
58 DERECHAS

respaldo de Refundación Comunista, formó gobierno en 1996 con


un católico socialista (Prodi) al frente. De 2001 a la fecha el centro-
izquierda fue sustituido por la coalición encabezada por Forza Italia
y sus aliados democristianos, ultranacionalistas y neofascistas.32
¿Por qué en buena parte de los países de Europa occidental,
donde los partidos de izquierda han sido muy fuertes y los movi-
mientos sociales muy organizados y beligerantes, la derecha ha
gobernado la mayor parte del tiempo? Si seguimos el caso de Italia,
que mutatis mutandi, puede compararse con otros países como Espa-
ña, Francia, Alemania, se puede apreciar que de casi 58 millones de
habitantes, menos de diez millones son trabajadores organizados en
las tres grandes centrales sindicales, una de izquierda y dos de cen-
tro, la cisl incluida (la poderosa Confederazione Italiana dei Sindacati
Lavoratori, católica).33 El 85 por ciento de la población es de 15 y
más años (semejante a Alemania, España y Francia) y, de aproxi-
madamente 24 millones de población activa, más del 70 por ciento
trabaja en el área de servicios (64% en Alemania y en España, 71%
en Francia), además del hecho de que el producto interno bruto
por habitante es de más de 25 mil dólares estadunidenses al año
(alrededor de 26 mil en Alemania y Francia, 20 mil en España).34
Y no debe pasarse por alto que al término de la sgm en Italia (y en
Alemania) había hambre; sólo una pequeña proporción de sus ha-
bitantes tenía dinero, tierras, industrias y comercios; la clase media
había sido severamente golpeada por la inflación y la población
rural, en particular la del sur, apenas podía sobrevivir. Y, guste o no,
fue la democracia cristiana, como en Alemania, la que encauzó la
economía italiana hasta convertirla en una de las más prósperas del
mundo actual.35 Algo muy semejante ha ocurrido en otros países de
la Unión Europea, y quizá sirva como explicación de la orientación
del voto.

32
Ídem y <http://www.parties-and-elections.de/italy3.html>.
33
En Francia las principales organizaciones son: la Confédération Genérale du Travail-
cgt, la Confédération Française Démocratique du Travail-cfdt y la Confédération Générale du
Travail - Force Ouvriere. Se estima que estas centrales de trabajadores son de menor
afiliación que las de Italia.
34
<http://www.cia.gov/cia/publications/factbook/geos/>, y El estado del mundo, op.
cit., 2003.
35
Algunos datos relevantes sobre el desarrollo económico italiano, en Heiner Raulff,
“Italia”, en Wolfgang Benz y Hermann Graml (compiladores), Europa después de la Se-
gunda Guerra Mundial. 1945-1982, tomo 2, (7ª ed.), México, Siglo XXI Editores/Siglo
XXI de España, 2000, pp. 342 y ss.
DERECHAS 59
Ideológicamente, tanto los partidos democristianos como los
“populares”, dos nombres para identificar lo mismo (recuérdese
su organización Internacional de Partidos Demócrata-Cristianos y
Populares), se basan en la filosofía del propio esfuerzo en un mundo
donde supuestamente está garantizada la igualdad de oportunidades
y la libertad. Libertad quiere decir que cada persona (“los indivi-
duos”), con fundamento en la iniciativa personal, tiene derecho
a tomar sus propias decisiones. “Toda persona tiene que contar
con la posibilidad de llegar tan lejos como sus aptitudes y esfuerzo le
permitan. Un Estado más robusto que grande y más ágil que buro-
crático contribuye decididamente a ello.”36 Esto es, individualismo,
esfuerzo y aptitudes, en un mundo de competencia en el que el
Estado sólo habrá de intervenir cuando los particulares lo requie-
ran para su plena realización (incluso empresarial). La sociedad
es un conjunto de individuos (no clases sociales), y el Estado no
debe ser interventor, no debe regular la economía, no debe poseer
empresas (salvo aquellas de las que no puedan hacerse cargo los
particulares). Es un nuevo liberalismo con ingredientes asistenciales
y altruistas, mismos que se denominan solidaridad, es decir el apoyo
“a los más desfavorecidos”,37 no con base en el reparto de la riqueza
por medio de la regulación económica, sino por solidaridad de los
ricos con los pobres mediante mecanismos privados selectivos y,
obviamente, limitados. En suma, darwinismo social y económico en
un mundo de libertades, incluida, prioritariamente, la de los merca-
dos, pues se asume que la pobreza en el mundo no es “consecuencia
de la economía de mercado, sino de la falta de valores democráticos
sobre los que se articulen proyectos políticos”.38

No pocos de los países de Europa oriental, que hasta hace unos años
eran llamados socialistas o comunistas, según la orientación del aná-
lisis, incorporaron a su democratización política la liberalización
económica. Son ahora capitalistas, en buena medida gobernados
—en la actualidad— por ex comunistas devenidos socialdemócra-

36
Ideario del Partido Popular de España, no muy diferente al de otros partidos de la
misma Internacional. Véase http://www.pp.es/turcana/nacional/VerQuePretende
mos.jsp?id=870 (las cursivas son mías).
37
Ídem.
38
Ídem.
60 DERECHAS

tas, es decir no anticapitalistas. La excepción fue la República De-


mocrática Alemana (RDA), pues dejó de existir como país al unirse
a Alemania occidental.
Erich Honecker, jefe de Estado de la RDA, fue de los dirigen-
tes “socialistas” más reacios al tipo de reformas emprendido por la
URSS, Hungría y Polonia, a pesar de las manifestaciones de descon-
tento de los jóvenes de Berlín oriental y de no pocos intelectuales
marxistas y democráticos, entre estos Bahro, encarcelado y luego
deportado por escribir Die Alternative (La alternativa).39 El mismo
año de la publicación del libro de Bahro (1977) apareció en la
revista alemana occidental, Der Spiegel, un manifiesto, de enormes
repercusiones políticas, publicado por la Liga de los comunistas
democráticos de Alemania, constituida incluso por cuadros del
partido comunista de Honecker. La censura y la intolerancia del
gobierno no se hicieron esperar, y se extendió a las publicaciones
de la Iglesia luterana, también crítica del régimen.
Debe señalarse, sin embargo, que el nivel de vida de los ale-
manes orientales era el más alto de los países del este europeo,
no tanto por el valor del marco de la RDA y los ingresos en esta
moneda (que eran elevados por comparación con otros países del
área), sino por la gratuidad de muchos servicios y por los subsidios
a productos básicos. El costo de vivienda no distraía más del cinco
por ciento del ingreso de un trabajador promedio, los servicios de
salud y educación eran gratuitos, el transporte estaba subsidiado, el
vestido básico, especialmente el de trabajo, también.40 Empero, am-
plios sectores deseaban otra cosa y, por supuesto, más democracia
y libertades, sobre todo los jóvenes que anhelaban vivir, consumir y
viajar como sus vecinos occidentales.
Los partidos existentes, al margen del oficial Partido Socialista
Unitario de Alemania (sed por Sozialistische Einheitspartei Deuts-
chlands), eran en realidad organizaciones subordinadas al partido
comunista, el sed. Su función era congregar a los diferentes oposi-
tores o no simpatizantes del comunismo, con el objeto de neutrali-
zarlos, lo que era inútil, pues la oposición al régimen existía incluso
dentro del sed. El clima político en 1989 era inestable, la inconfor-

39
Sobre el surgimiento de la oposición en la RDA, puede consultarse Jan Patula,
Europa del este: del stalinismo a la democracia, México, Siglo XXI Editores/Universidad
Autónoma Metropolitana, 1993, pp. 372 y ss.
40
Véase Phillip J. Bryson, The Consumer under Socialist Planning: The East German Case,
New York, Praeger Publishers, 1984.
DERECHAS 61
midad interna crecía, al igual que las fugas a occidente vía Hungría
o burlando la vigilancia de Berlín. “Una semana después de la cele-
bración del 40 aniversario de la fundación del régimen este-alemán,
el 17 de octubre de 1989 —escribía Valérie Lainé—, [Honecker] ha
debido renunciar a su puesto de secretario general del partido y de
presidente del Consejo de Estado.”41 En noviembre los alemanes ti-
raron el muro de Berlín, luego hubo elecciones libres y, finalmente,
después de la unificación monetaria, se llevó a cabo la unificación po-
lítica de las dos Alemanias (1990), perdiéndose una, la RDA, en favor
de otra, la RFA. Es en este sentido que la RDA, de los países llamados
socialistas de Europa central y oriental, fue una excepción.
En Europa oriental Moldavia, uno de los países más pobres del
continente, tiene un gobierno comunista que triunfó en elecciones
anticipadas (el 25 de febrero de 2001) y gracias a la división de la
derecha. Con exagerada flexibilidad podría señalarse también a
Rumania, a partir del triunfo de Iliescu (autoritario) y su partido
en las pasadas elecciones del 10 de diciembre del 2000. Por cierto,
en Rumania, como en Francia, la ultraderecha xenófoba antisemita
y contraria a los húngaros y gitanos en ese país (el Partidul România
Mare-Partido de la Gran Rumania),42 obtuvo el segundo lugar en
la primera vuelta de las elecciones mencionadas y el 19.5% de los
votos definitivos para la Cámara de Diputados. En realidad, tanto
Iliescu como su primer ministro Nastase, fueron electos por una
coalición partidaria denominada Polo Democrático-Social de Ru-
mania, formado por tres partidos de orientación socialdemócrata
que aspiran a combatir la pobreza (50% de la población según
sus propias estimaciones), a partir de un sistema que garantice la
igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos en un marco
de valores de igualdad, responsabilidad, solidaridad y justicia social
con libertad de empresa en una lógica, como la planteada por la
democracia cristiana, de economía social de mercado.43

41
Valérie Lainé, “République démocratique allemande. L’année politique : Erich
Honecker joue et perd”, en Thomas Schreiber y Françoise Barry (dir.), L’URSS et
l’Europe de l’Est, Paris, La Documentation Française (Collection «Notes et études
documentaires»), 1989 (número especial), p. 165.
42
<http://www.electionworld.org/romania.htm>.
43
Véase la página electrónica oficial, en rumano, inglés, francés y alemán, del Par-
tido Social Demócrata: <http://www.psd.ro/engleza/index.html, que curiosamente
es la misma tanto para el Partido Democrático Social de Iliescu como para el Partido
Social Demócrata, su aliado. El Partido Humanista de Rumania, el tercero del Polo,
se considera un partido social-liberal. Ver http://www.pur.ro/>.
62 DERECHAS

En Polonia podría decirse que con el triunfo de los ex comunis-


tas (ahora socialdemócratas),44 tanto en el gobierno como en la Die-
ta, la izquierda tiene el poder, pero sería un engaño: en realidad el
gobierno actúa como si fuera de derecha, sobre todo en materia so-
cial y de privatizaciones. Gobierna la coalición formada por la Alian-
za de Izquierda Democrática (aid) y la Unión de Trabajo. La aid (sld
por Sojuszu Lewicy Demokratycznej) es una expresión política derivada
del antiguo Partido Obrero Unificado Polaco (partido comunista).
Desde diciembre de 1990, cuando Wałesa asumió la presidencia, el
país vivió sucesivas crisis de gabinete, fluctuando éste de la derecha
a la izquierda y viceversa. Tanto los gobiernos de derecha como los
de izquierda han llevado a Polonia a situaciones de pobreza y des-
empleo (éste llegó a 19 por ciento en 2001), particularmente en el
campo. “El paro encubierto en la agricultura —señala Mink— se
acerca al millón de personas”, de alrededor de cinco millones en
este sector.45 El desprestigio de Solidaridad (Koalicja Akcja Wyborcza
Solidarno Prawicy-Coalición Electoral Acción Solidaridad de la Dere-
cha) ha permitido que la ultraderechista Samoobrona Rzeczypospolitej
Polskiej (conocida como Samoobrona-Autodefensa de la República
Polaca, organización campesina) pudiera obtener casi el doble de
votos que la primera (10.2% contra 5.6%, respectivamente). Esta or-
ganización y la Liga de las Familias Polacas (lpr-Liga Polskich Rodzin),
que en las pasadas elecciones obtuvo 7.9 por ciento de votos, son
contrarias a la integración de Polonia en la Unión Europea, xenó-
fobas, antialemanas y consideran que los gobiernos poscomunistas,
en conjunto, han hecho muy mal su papel.46
En la República Checa el gobierno (primer ministro) es de
orientación socialdemócrata y, sin embargo, ha tolerado la persecu-
ción de gitanos en su territorio. Después del largo gobierno del pre-
sidente de la república (jefe de Estado) Václav Havel, del Obcanské
Forum (of-Foro Cívico), que se dividió en tres organizaciones, ocupa
su lugar Václav Klaus, del partido de derecha Obanské Demokratiká
Strana (ods-Partido Cívico Democrático),47 y quien fuera primer
ministro. Bajo la presidencia de Havel el gobierno estaba formado

44
Véase la página electrónica oficial de la sld (<http://www.sld.org.pl/>), lamenta-
blemente sin traducción del polaco.
45
Georges Mink, “Polonia” El estado del mundo, op. cit., 2003, y datos calculados a
partir de la información de <http://www.cia.gov/cia/publications/factbook/geos/
pl.html#Econ>.
46
Véase Mink, ídem y <http://www.electionworld.org/poland.htm>.
47
El ods fue una de las divisiones del of; los otros dos partidos derivados también
DERECHAS 63
por una alianza de la socialdemocracia, representada por el Ceska
Strana Sociálné Demokratická (cssd-Partido Social Demócrata Checo),
y el derechista ods mencionado, en tanto que ahora, con un presi-
dente de este partido, la Socialdemocracia se ha aliado con los de-
mocristianos-populares y los conservadores de la llamada Coalición
(Koalice) y ha dejado al ods, así como al Partido Comunista, en la
oposición.48 Una diferencia importante de los dirigentes guberna-
mentales checos con los polacos, es que mientras éstos se acelera-
ron en las privatizaciones, ofreciendo las empresas al mejor postor,
los primeros han sido mucho más cautelosos, con planes de largo
plazo especialmente en empresas consideradas estratégicas para el
país y para la población, según consta en el programa del partido
mayoritario en la Cámara de representantes, el cssd.49 Aunque el
producto interno bruto es mucho menor que el de Polonia, como
también es menor su población, el pib por habitante de la República
Checa es mucho mayor que el de su país vecino, como mucho me-
nor es el desempleo (también por comparación con Polonia): 8.1%
contra 18.2% en 2001.50 Vale decir que, como en otros países “ex
comunistas” y en los de la Unión Europea, la socialdemocracia no se
diferencia mucho en sus posiciones de la ya mencionada “filosofía
del propio esfuerzo”, igualdad de oportunidades y de solidaridad de
quienes más tienen con quienes menos poseen, aunque se enfatiza
el papel del Estado para proveer salud, pensiones y ayuda para el
desempleo.51
En Hungría también la derecha ha sido desplazada por la iz-
quierda moderada. El anterior primer ministro, Viktort Orbán, fue
muy cercano a la extrema derecha, al Magyar Igazság és Elet Pártja
(miep-Partido Húngaro de Justicia y Vida), de István Csurka, ultrana-
cionalista y xenófobo.52 Dos años antes del cambio de gobierno, el
partido y los aliados de Orbán, según las encuestas, habían dejado

del of fueron la Alianza Cívica Democrática y el Movimiento Cívico que, al parecer,


ya no existe.
48
Karel Bartošek, “República Checa”, El estado del mundo, op. cit., 2003,
49
ˇ en <http://www.cssd.cz/vismo/index.asp?tz=2&id_
Véase el programa del cssd,
org=422010&id=34972>, versión en inglés.
50
oit, Anuario de Estadísticas del Trabajo 2002, Ginebra, Oficina Internacional del
Trabajo, 61ª edición, 2002 pp. 476-484.
51
Página del ssd en Internet, ya citada.
52
Este partido tiene una página en Internet, lamentablemente sin traducción a idio-
mas menos difíciles que el húngaro: <http://www.miep.hu/>. Para mayor extensión
Élisabeth Robert, “Hungría”, El estado del mundo, op. cit., 1999-2003.
64 DERECHAS

de ser populares. Los ajustes económicos, tendentes a la aceptación


de Hungría en la UE, no mejoraban la situación económica de la
población a pesar de que había disminuido la inflación. Los salarios
de la mayoría de los húngaros fluctuaban entre 200 y 300 dólares
mensuales en 1999 (diez años antes, en el “socialismo”, eran de
alrededor de 6 000 florines, un poco menos de 100 dólares america-
nos), siendo los gitanos los más pobres. Su actual primer ministro,
Péter Medgyessy, es resultado de la coalición de los socialistas y los
liberales.53 Hungría había sido uno de los pocos países “socialistas”
de Europa oriental que iniciara algunas privatizaciones antes de
su transición formal al capitalismo. Las reformas de 1995 no sólo
continuaron con las privatizaciones, sino que disminuyeron ciertas
prestaciones sociales que antes estaban garantizadas. Aun así, no
puede decirse que sea un país con grandes desigualdades: en 1998
el ig era de 0.24 (muy bajo, incluso en el contexto europeo) y el
desempleo en 2001 era de 5.7 por ciento, el menor de los países ex
“comunistas” de Europa.54
En Albania también gobierna la socialdemocracia, en realidad
los ex comunistas en coalición con los liberales. En las recientes
elecciones de 2002, el primer ministro, Fatos Nano (ex comunista),
ganó con Partia Socialiste e Shqipërisë (pssh-Partido Socialista de Al-
bania), y en su gobierno participan otros partidos, incluso uno de
ideología liberal (Alianza Democrática). El pssh era antes el Partido
del Trabajo de Albania (pta-comunista), fundado por Enver Hoxha,
el hombre fuerte que proclamara la República Popular de Albania
en 1946 y aislara a su país en muchos sentidos. Este aislamiento,
primero de la URSS y luego de China, se tradujo en una economía
cerrada, una autarquía, aunque se mantuvieron algunos nexos con
Europa occidental. Antes de su muerte, Hoxha le dejó el poder a
Ramis Alia y, cuando el viejo dictador murió, en abril de 1985, Alia
se convirtió en el jefe del Estado y del partido, del pta. Con Alia, por
primera vez no se conmemoró en el periódico oficial la muerte de
Stalin, pero Gorbachov fue calificado, al igual que Jruschov antes,
de revisionista.55 Comenzó la apertura del país, y se iniciaron algu-
nas reformas, sobre todo a partir de 1990, pero ya para entonces la
53
Véase http://www.electionworld.org/hungary.htm. También Élisabeth Robert,
ídem, 2003.
54
<http://www.cia.gov/cia/publications/factbook/geos/hu.html#Econ> y oit,
Anuario…, op. cit..
55
Véronique Soulé, “Balkans. Albanie, Bulgarie, Roumanie, Yougoslavie”, L’etat du
monde, op. cit., 1988-1989.
DERECHAS 65
economía estaba en crisis: sólo la cuarta parte de su producción es-
taba funcionando.56 A finales de 1990 la oposición al régimen daba
señales de crecimiento, y en abril del año siguiente habría serios
disturbios en las principales ciudades del país. Fue en esas fechas
cuando se fundó el Partido Democrático (pds-Partida Demokratike
Shqipërisë), con Sali Berisha entre sus miembros más destacados.
Para mediados de 1991 el gobierno llevó a cabo reformas sustancia-
les con orientación capitalista, pero al parecer ya era tarde: el país
estaba sumido en la pobreza (Italia enviaba una ayuda diaria de 80
millones de dólares, entre otras razones para evitar mayores emigra-
ciones a sus costas).57 En marzo de 1992 hubo una elección general
en la que el triunfo se lo llevó el pds. La nueva Asamblea eligió a Beris-
ha presidente de Albania. La crisis financiera de 1996-1997, provocada
por la usura y el caos económico, produjo nuevas movilizaciones de
la población, con centenas de muertos como saldo. Esta situación
llevó a Berisha a la dimisión (julio de 1997). El Partido Socialista
regresaría al poder, pero la conversión capitalista siguió su curso,
hasta la fecha.
Bulgaria vive un doble poder ideológico, o lo que es lo mismo,
dos orientaciones difíciles de conciliar. En 2001 los búlgaros vota-
ron mayoritariamente por el partido personalista de Simeón de
Sajonia-Coburgo-Gotha, quien ocupa la jefatura del gobierno (pri-
mer ministro). (Conviene recordar que Simeón era el rey forzado
al exilio cuando la Unión Soviética impuso un régimen “comunista”
en este país.) Pero el pueblo, al año siguiente (2002), votó para la
presidencia del país a Georgi Parvanov, del Partido Socialista Búlga-
ro, socialdemócrata. A pesar de que las desigualdades no son muy
grandes, es un país con serias dificultades económicas y un alto des-
empleo, sólo comparable al de Eslovaquia y al de Polonia.58
En todos estos países europeos mencionados se siguen políticas
dictadas por el Fondo Monetario Internacional, particularmente
referidas a las privatizaciones de las antiguas empresas estatales. Di-
fícilmente se puede decir que en esta región europea, cuando era
supuestamente socialista, se hayan generado movimientos impor-

56
Edith Lhomel, “L’économie albanaise en 1990-1991: la véritable mesure d’un
échec”, Le courrier des pays de l’Est, Paris, núm. 362, septembre 1991, pp. 62-76.
57
Edith Lhomel, “Albanie”, L’etat du monde, op. cit., 1993.
58
Nadège Ragaru, “Bulgaria”, El estado del mundo, op. cit., 2003. Según la oit (Anua-
rio…, op. cit.) en 2001, Bulgaria tenía con 19.4% de desempleados, Eslovaquia 19.2%
y Polonia 18.2%.
66 DERECHAS

tantes de izquierda como se entendían en ese entonces en Europa


occidental.59
En los años 70 y 80 del siglo xx, y en los países capitalistas, la
izquierda en general, con diversos matices, luchaba o decía luchar
por el socialismo. En los países llamados socialistas, donde se creía
mayoritariamente que se vivía en el socialismo, hubiera parecido
absurdo, aunque no lo fuera, luchar por el socialismo. La oposición
al régimen demandaba libertades, democracia, participación y, en
este sentido y en ese contexto, se podría haber pensado que se trataba
de una oposición de izquierda. Pero no siempre fue así. El plantea-
miento de la mayor parte de esa oposición incluía también la vuelta
al capitalismo, y esto permitiría caracterizarlos como de derecha.60
Una vez que esos países, después de 1989, incorporaron el capita-
lismo como sistema dominante y generalizado, surgieron en ellos,
sobre todo en la ex Alemania oriental (a partir de la reunificación),
grupos de ultraderecha (los skinheads, por ejemplo) de entre los
jóvenes desempleados —a menudo hijos de desempleados. En la
actualidad la izquierda en estos países dice luchar por un socialismo
con libertades, con democracia, con posibilidades de participación,
en un marco general de capitalismo, de economía social de merca-
do como la han llamado los partidos demócrata-cristianos, concep-
to que ha asumido también la socialdemocracia.
En la frontera europea con oriente próximo se ubica Turquía,
país que ha sido aceptado —desde diciembre de 1999 (Consejo Eu-
ropeo de Helsinki)— como candidato a la Unión Europea. Turquía
es formalmente una democracia limitada de tipo parlamentario,
y antes de las elecciones de noviembre de 2002 gobernaba, como
primer ministro, Bülent Ecevit, socialdemócrata, quien compartía
el poder con la derecha e incluso con la extrema derecha (con el
Partido Nacionalista del Movimiento, de fuerte influencia militar).
En las elecciones del 3 de noviembre de 2002 obtuvo la mayoría el
Partido de Justicia y Desarrollo (akp- Adalet ve Kalkinma Partisi) islá-

59
Sí hubo, por ejemplo en Polonia, organizaciones de izquierda, frecuentemente
clandestinas, especialmente de orientación trotskista, pero eran realmente minorita-
rias. En la URSS había pequeños grupos, de derecha, ligados a rusos anticomunistas
(“blancos”) exiliados en Europa occidental, principalmente, o como parte del sistema
patrimonialista que Gorbachov no pudo terminar. Al respecto puede consultarse Gerald
M. Easter, Reconstructing the State: Personal Networks and Elite Identity in Soviet Russia.
England, Cambridge University Press, 2000.
60
Véase más adelante el desarrollo de este punto en el apartado referido a las dere-
chas en los países “socialistas”.
DERECHAS 67
mico, conservador y que se considera democrático y plural, como lo
ha definido el actual primer ministro Recep Tayyip Erdogan.61 Erdo-
gan sustituyó a Abdullah Gül, quien ganara las elecciones de 2002 y
dimitiera el 11 de marzo de 2003. El nuevo primer ministro conside-
ra que su partido tiene como principal opositor al socialdemócrata
Partido Popular Republicano (chp-Cumhuriyet Halk Partisi).
Las libertades, independientemente de los discursos guberna-
mentales, han estado restringidas considerablemente, en especial
la de prensa, y los derechos humanos han sido violados con fre-
cuencia, contra los kurdos en primer lugar.62 Esta situación, que el
actual gobierno dice que quiere cambiar, ha retrasado el ingreso de
este país a la Unión Europea, que exige la democracia para todas
las naciones miembros. Vale decir que Turquía es uno de los pocos
Estados en los que predomina el islamismo (99 por ciento de la po-
blación)63 y, sin embargo, constitucionalmente el Estado es secular y
sus leyes no están basadas en la religión islámica.64 En estos momen-
tos, aunque hay un alto porcentaje de la población que es partidaria
del ingreso de su país a la Unión Europea, los grupos y partidos
de derecha y nacionalistas (la constitución turca es enfáticamente
nacionalista), que son minoritarios pero con poder, se oponen a la
europeización de Turquía. Pero las medidas económicas y políticas
de Erdogan, incluso las reformas constitucionales que ha prometi-
do, apuntan a la aceptación de este país por la Unión Europea al
ajustarse a las normas de ésta.65 Aceptación que yo veo poco proba-
ble en corto plazo.
(Aunque no está en Europa, no pude soslayarse el avance de la
derecha en Israel como país ligado a occidente más que a oriente u
oriente próximo. El primer gobierno de Ariel Sharon fue resultado
de una coalición de varios partidos, entre éstos el Likud (Consolida-
ción, de derecha nacionalista) al que pertenece el primer ministro.
Esta coalición etuvo formada por Avoda (Partido Laborista, dividi-
do), Shas (ortodoxo sefaradita), ha-Ikhud ha-Leumí e Yisrael Beitenu
(Bloque de Unión Nacional, ultranacionalista, en alianza con Nues-

61
Véase la página de Internet del primer ministro de Turquía, traducción al inglés,
<http://www.basbakanlik.gov.tr/english/59programme.htm>.
62
Étienne Copeaux, “Turquía”, en El estado del mundo, op. cit., 2002.
63
Véase The Muslim World en internet: <http://chasing.8m.com/>.
64
Cfr. Artículo 2 de la Constitución de la República de Turquía, en <http://
www.tbmm.gov.tr/anayasa/constitution.htm>.
65
Programa de gobierno (18 de marzo de 2003), en página de Internet del primer
ministro, ya citada.
68 DERECHAS

tro Hogar Israel, una de las minorías rusas), Yisrael ba-Alaiya (Israel
e Inmigración, otra de las minorías rusas), Am Ekhad (Una Nación,
supuestamente socialista) y otras organizaciones menores.66 A partir
de las elecciones anticipadas de enero de 2003, el nuevo gobierno
de Sharon se constituye con las siguientes alianzas: Likud, ya men-
cionado, con 38 escaños, Shinui (partido liberal), con 15 escaños,
Mafdal (Mifléguet Datí Leumí, Partido Nacional Religioso) con seis
escaños y el también mencionado Bloque de Unión Nacional con
siete asientos. La característica principal de este gobierno, además
de su alianza con partidos ultraderechistas-nacionalistas, ha sido la
explícita intención de “lanzar al ejército contra las regiones autó-
nomas palestinas para aniquilar por completo a la Autoridad y con
ella a su presidente, Yasser Arafat.”67 La tolerancia, que parecía ser
necesaria en una región de muy débil equilibrio, ha sido sustituida
por su contrario, lo cual acerca al régimen israelí a la ultraderecha,
más que a la derecha tradicional de los países “occidentales”.)
En resumen, y muy esquemáticamente, los partidos políticos
que han alternado en el poder en los últimos años (en Europa
occidental después de la sgm, y en Europa oriental a partir de que
rompieron con el bloque soviético y con el llamado socialismo),
han asumido la economía de mercado (capitalismo) como la úni-
ca opción, igual se trate de partidos socialdemócratas (en Europa
oriental varios de ellos ex “comunistas”) que de partidos democris-
tianos o “populares”. Las diferencias entre ambas corrientes son, si
acaso, de matiz. En el caso de los países anteriormente “socialistas”
y que se ubican en Europa (central, oriental, balcánica), todos, sin
excepción, quieren ser admitidos en la Unión Europea, incluida
Turquía, y por lo mismo han ajustado sus economías y formas de
gobierno a las normas determinadas por los países miembros de la
UE y por el Fondo Monetario Internacional. Para todos estos paí-
ses la ecuación democracia igual a libertad de mercados es, más que un
implícito, un imperativo, incluso para quienes fueron dirigentes de
los partidos comunistas y que ahora están en el gobierno o aspiran
a conquistarlo en próximas elecciones. ¿Dónde quedó la izquierda
en los países que antes eran “socialistas”?

66
Véase <http://www.electionworld.org/israel.htm>.
67
Ammon Kapeliouk, “Israel”, en El estado del mundo, 2002 y 2003, op. cit. La actuali-
zación a enero de 2003 se la debo a Juan Felipe Pozo Block.
DERECHAS 69
en américa latina

Hasta aquí me he referido, para mis reflexiones, principalmente a


Europa, con menciones aisladas a países de otros continentes. En
Europa, sobre todo en el lado occidental, se han sucedido toda suer-
te de gobiernos —regímenes en varios casos— y, al mismo tiempo,
es donde más han proliferado las corrientes de izquierda en sus
varios matices desde mediados del siglo xix. Hoy es el continente
donde la ultraderecha ha logrado mayor crecimiento.
En América Latina, si bien ha habido corrientes socialistas des-
de finales del siglo antepasado, no podría decirse, salvo en contadas
ocasiones, que haya gobernado la izquierda. En los últimos 60 años,
más que antes, la política de la región ha estado determinada, en bue-
na medida, por Estados Unidos, lo que no ha ocurrido en la misma
magnitud, en general, en Europa o en otras regiones.
En muy poco tiempo después de la segunda guerra mundial los
capitales estadunidenses buscaron la valorización de sus excedentes
económicos en el exterior. Para cierto tipo de industria, algunos
países latinoamericanos (Brasil, México, Argentina, Colombia,
Venezuela y Chile) presentaban condiciones adecuadas de inver-
sión (los demás fueron pensados principalmente como fuentes de
materias primas). Paradójicamente, como advirtiera André Gunder
Frank en varios de sus textos, la industrialización en América Latina
aumentó su dependencia de la economía de Estados Unidos. Esta
dependencia estructural, nos recordaba el economista venezolano
Malavé Mata,68 no fue obra exclusiva de la expansión imperialista
ni de la maduración excesiva del capital y sus requerimientos para
colocar lucrativamente sus excedentes; para establecer esta relación
fue necesario que las inversiones extranjeras exigieran y lograran el
control directo o indirecto del país receptor de esos capitales; esto
es, el despojo “a los países latinoamericanos de su propia identi-
dad”, lo cual tenía que pasar por el Estado de esas naciones.
Para garantizar estas condiciones y sus intereses estratégicos
Estados Unidos llevó a cabo una política múltiple que permitió
controlar a los gobiernos latinoamericanos, como lo demostró la
ratificación de la proposición anticomunista contra Guatemala en
1954 (Conferencia de Caracas contra Jacobo Arbenz), o la expul-
sión de Cuba de la Organización de Estados Americanos en 1962,

68
Héctor Malavé Mata, Dialéctica de la inflación, Venezuela, Universidad Central de
Venezuela, 1976, pp. 21 a 60.
70 DERECHAS

o el silencio general ante las invasiones de República Dominicana


en 1965 y de Granada en 1983 (en los cuatro casos por considerar
a sus gobiernos con orientación socialista). Paralelamente, y como
parte complementaria de esa política “diplomática”, la Agencia
Central de Inteligencia (cia, por sus siglas en inglés) llevó a cabo
una serie de incursiones desestabilizadoras contra gobiernos que
no se alineaban con Washington y, desde luego, contra los sindica-
tos de tendencia socialista y antiestadunidenses desde el Río Bravo
hasta Argentina y Chile, con la complicidad de los gobiernos nacio-
nales. Se trataba de crear un clima favorable para las inversiones, y
se logró, tanto derrocando a gobiernos de ultraderecha apoyados
por oligarquías locales y que hacían de sus países sus negocios par-
ticulares, como a gobiernos liberales o de tendencia socialista que
permitían la expresión creciente de fuerzas sociales de izquierda o
reformas que afectaban los intereses imperialistas. El nacionalismo
de cualquier tipo, por capitalista que fuera, sería interpretado como
una afrenta a la potencia imperial.
Más adelante, después del golpe de Estado a Goulart en Brasil
(1964), Estados Unidos intentó dominar a todos los gobiernos que
no mostraran inclinación a sus intereses. Se llevó a cabo una ola de
golpes de Estado y de dictaduras militares.69 Con esas dictaduras se
descabezaron los grupos subversivos en varios países (en 17 de éstos
hubo movimientos guerrilleros) y se derrotó a los gobiernos consi-
derados de izquierda por Estados Unidos. Si en 1962 la mayor parte
de los gobiernos de América Latina era considerada democrática
con la excepción de Paraguay y en cierto modo Perú y Argentina,
para 1967 gobernaban juntas militares en Honduras, Brasil, Argen-
tina y Bolivia (el gobierno de Méndez Montenegro en Guatemala
—1966-1970— fue civil pero sin autoridad ante el ejército, encar-
gado de la seguridad interna, ni ante organizaciones paramilitares
como la Mano Blanca). Cinco años más tarde este tipo de gobiernos
se extendió a Ecuador y Panamá. Y en 1973 se sumaron Chile y
Uruguay, éste con un presidente, Bordaberry, rehén de los militares
y luego, en 1976, derrocado por éstos.70 Para 1992 sólo Haití sería

69
Hay una buena cantidad de libros sobre los golpes de Estado y las dictaduras en
América Latina. Sartori contabilizó, entre 1951 y 1973, 26 golpes de Estado con éxito.
Véase Giovanni Sartori, Partidos y sistemas de partidos. Marco para un análisis, Madrid,
Alianza Editorial, vol. I, 1980.
70
Para los países gobernados por juntas militares, Véase Matthew White, <http:
//users.erols.com/mwhite28/>, diferentes años, que da una idea general pese a
algunas imprecisiones.
DERECHAS 71
gobernado por una junta militar después del derrocamiento de
Aristide (sacerdote de izquierda en aquellos momentos).71 El res-
to del continente, con la excepción de Cuba, estaría formado por
países con sistemas pluripartidistas y gobiernos considerados, por lo
mismo, democráticos. Sin excepción, todos estos gobiernos eran de
derecha en diferentes grados y matices.72
Si la intención del gobierno de Estados Unidos fue imponer en
América Latina y el Caribe las tres fases estratégicas aquí delineadas,
ha tenido éxito. No es sino a partir de la asunción de Hugo Chávez
como presidente constitucional de Venezuela (1999), luego el triun-
fo de Gutiérrez en Ecuador (que no resultó ser lo que se esperaba) y
hasta ahora el de Lula en Brasil y el de Kirchner en Argentina, que
la correlación de fuerzas o, si se prefiere, la orientación de los go-
biernos respecto de Estados Unidos, ha comenzado a cambiar. Sin
embargo, los partidos de derecha y centro-derecha dominan en la
esfera de poder del mapa latinoamericano, y el gobierno de Duarte
Frutos de Paraguay no sería una excepción a pesar de haberse ma-
nifestado en contra del Área de Libre Comercio de las Américas
(alca), lo que equivaldría a oponerse a Estados Unidos.
Sólo los gobiernos mencionados de Brasil, Argentina y Vene-
zuela (además de Cuba), han hecho explícito su interés prioritario
por disminuir las desigualdades y la pobreza en sus países mediante
reformas y aumentos al gasto social, además de oponerse al alca, con
mayor énfasis Chávez.73 Si lo logran, podrán ser considerados de iz-
quierda, centro-izquierda en realidad. Incluso en Venezuela, a cuatro
años de gobierno, la situación es difusa y, desde luego, como también
lo fue en Argentina hace unos meses, inestable, impredecible.
La ampliación de la democracia en la región latinoamericana
no ha disminuido la pobreza ni la desigualdad. Todo lo contrario.

71
Apenas con ocho meses de gobierno, Jean-Bertrand Aristide, fue derrocado el 30
de septiembre de 1991 por un golpe de Estado dirigido por el general Raoul Cédras.
Más adelante volvió a ser presidente de su país.
72
Los periodos de gobierno socialdemócrata en Venezuela y en Costa Rica no tu-
vieron significación alguna. De hecho, el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez
(Partido Acción Democrática afiliado a la Internacional Socialista) fue destituido en
1993 por dos razones fundamentales: por haber emprendido políticas neoliberales
basadas en el plan de ajuste del fmi y por corrupción. El gobierno de Monge en el
país centroamericano era pro estadunidense, pese a que su partido era miembro de
la Internacional Socialista.
73
Gutiérrez en Ecuador ha cambiado considerablemente su discurso de campaña,
una vez en el gobierno. Ahora es un presidente de derecha más. Lula, por otra parte,
parece estar siguiendo los pasos del ecuatoriano.
72 DERECHAS

Es la región, en conjunto, más desigual del planeta. El Banco Mundial


(bm) ha establecido que la relación entre el quintil más rico de la
población y el quintil más pobre es, en promedio en los países de
ingreso alto, del orden de 6:1. Y en los países subdesarrollados, lla-
mados por el bm países en desarrollo, “la desigualdad, medida de la
misma manera, varía según la región: es de 4:1 en Asia meridional; 6:1
en Asia oriental y Oriente Medio y Norte de África; 10:1 en África al
sur del Sahara, y 12:1 en América Latina.”74 Una vez más, lo reitero,
la democracia formal, entendida como pluralidad de partidos y alter-
nancia en el poder, no es sinónimo de tendencias al igualitarismo.
Aunque no soy partidario de las definiciones, quizá tenía razón
Francisco Villagrán Kramer al definir a la derecha en América La-
tina como “el sector político caracterizado por sostener un sistema
de economía y mercado libres, basado en la propiedad y la iniciativa
privadas, dentro de la estabilidad política, y en asociación ya sea
con el clero, el militarismo o el imperialismo.” 75 Pienso que, como
caracterización general, resume muy bien a la derecha de esta re-
gión. Faltaría caracterizar a la ultraderecha, pues la definición que
intentó Campbell para su estudio del caso mexicano, no me parece
satisfactoria, ni como definición ni como caracterización en el con-
junto de la región latinoamericana.76
América Latina, como demostrara hace más de 40 años Ezequiel
Martínez Estrada,77 no es una región homogénea, y menos después
de su independencia de las metrópolis española y portuguesa al
intentarse la formación de naciones independientes y soberanas. Si
esto es cierto, también lo es internamente para la mayor parte de
los países de la región. En cada una de las naciones emergentes du-

74
http://www.worldbank.org/depweb/beyond/beyondsp/chapter5.html (las cursi-
vas son mías). El Banco Mundial aseguró que el número de latinoamericanos en po-
breza extrema, con un ingreso menor a un dólar por día, creció de 48 a 56 millones
entre 1990 y 2000 y también señaló “que el ingreso per cápita de la región aumentará
sólo 0.3 por ciento anual entre 2001 y 2005, lo que representa el peor desempeño de
todas las regiones del mundo en desarrollo, incluido el bloque de países de África al
sur del Sahara”. La Jornada, México, 21 de septiembre de 2003.
75
Francisco Villagrán Kramer y Mario Monteforte Toledo, Izquierdas y derechas en Lati-
noamérica. Sus conflictos internos, Buenos Aires, Editorial Pleamar, 1968, p. 74.
76
Hugh G. Campbell, La derecha radical en México (1929-1945), México, SepSetentas,
1976, Introducción. En este texto el autor define a la que el llama derecha radical
mexicana como “ultranacionalista, antiparlamentaria y antimarxista”, p. 8.
77
Ezequiel Martínez Estrada, Diferencias y semejanzas entre los países de la América Latina,
México, Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales (unam), 1962.
DERECHAS 73
rante el siglo xix se ha presentado, hasta la fecha, un gran contraste
entre las elites y el resto de la población. Pese a los grandes movi-
mientos sociales que han marcado la historia del subcontinente, al
final el perfil de las naciones como tales ha sido el impuesto por
quienes han concentrado el poder económico, político y cultural,
en asociación con otras fuerzas igualmente elitistas o con los inte-
reses directos o indirectos de Estados Unidos, y en este sentido sí se
pueden encontrar similitudes entre los países latinoamericanos.
Por muchas razones que ya han sido estudiadas por gran canti-
dad de autores, pero que no son objeto de esta investigación, las elites
latinoamericanas definieron el destino de América Latina desde fina-
les del siglo xix y principios del siguiente al aceptar un determinado
lugar en la división internacional del trabajo, un lugar subordinado,
dependiente y complementario que, con gran acierto, se ha denomi-
nado subdesarrollo. Subdesarrollo, dicho sea de paso, no es atraso
ni falta de desarrollo, como han querido verlo algunos autores o la
misma Organización de Naciones Unidas o el Banco Mundial (“en
vías de desarrollo”), sino un complemento del desarrollo, una ne-
cesidad de éste y, para el caso, una necesidad de Estados Unidos y
la reedición de su Doctrina Monroe (América para los americanos)
sobre todo después de la segunda guerra mundial.
Antes de ésta hubo movimientos y gobiernos considerados de
izquierda en algunos países de América Latina. En el caso de los
gobiernos se trató más bien de aquellos con orientación populista
que, como señalara Cockcroft, fueron antiimperialistas.78 El popu-
lismo latinoamericano, conviene recordar, se distinguió de otros
populismos. Carlos M. Vilas ha hecho esta distinción y señalaba que
el de América Latina fue una “específica estrategia de acumulación
de capital: una estrategia que hace de la ampliación del consumo
personal —y eventualmente de cierta distribución de ingresos— un
componente esencial.”79 Este populismo, esta estrategia, siguió el
patrón del desarrollo nacional, con todo lo que esto implicaba para
el respectivo fortalecimiento del capital nacional y, además y no
menos importante, en la relación con las burguesías de los países
desarrollados e imperialistas.

78
James D. Cockcroft, América Latina y Estados Unidos (Historia y política país por país),
México, Siglo XXI Editores, 2001, p. 530.
79
Carlos M. Vilas, “El populismo como estrategia de acumulación: América Latina”,
en Críticas de la Economía Política (edición latinoamericana), México, Ediciones El Caba-
llito, número 20/21, julio-diciembre de 1981, p. 98.
74 DERECHAS

La derecha latinoamericana ha sido, entonces, de dos princi-


pales tipos: a] la alineada con los intereses empresariales y estraté-
gicos de Estados Unidos, y b] la independiente de estos intereses
(nacionalista y a veces también populista), pero no por ello menos
capitalista.80 Otra cosa es si ambos tipos de derechas han sido o no
democráticos en términos formales. En general no lo fueron.
Los gobiernos nacionalistas-populistas más relevantes han sido
el de Lázaro Cárdenas en México (1934-1940), el de Getulio Vargas
en Brasil durante su segundo gobierno (1950-1954),81 y el de Juan
Domingo Perón en Argentina, particularmente en su primer gobier-
no (1946-1952).82 Más adelante, también en Brasil, el gobierno de
João Goulart (1961-1964).83 Por contraste con los demás gobiernos
y a pesar de que el varguismo y el peronismo han sido considerados
como populistas de derecha, los mencionados han parecido, en el
contexto, de izquierda, no sólo por sus políticas en relación con los
niveles de vida de los trabajadores sino también por su autonomía
respecto de las grandes potencias capitalistas-imperialistas. Estados
Unidos ha tenido la virtud de que casi cualquier gobierno en su
contra sea considerado de izquierda, lo cual no necesariamente es
cierto para todos los casos.
Hacer mención de los gobiernos proestadunidenses o leales a
los intereses de Washington parecería un catálogo de gobiernos a
lo largo del siglo xx y de lo que va del xxi. El matiz más importante
que se podría hacer es que unos han sido más y otros menos depen-

80
Alberto J. Pla menciona tres grandes etapas del nacionalismo latinoamericano: el
primero, a finales del siglo xix, de contenido proteccionista; el segundo, a partir de
la crisis de 1930, con contenido antiimperialista; y el tercero, a partir de la revolución
cubana, que se le llamó nacionalismo revolucionario, no sólo antiimperialista sino
también de estatizaciones. Alberto J. Pla, América Latina siglo XX. Economía, sociedad,
revolución, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1980, p. 327.
81
Vargas se suicidó en 1954 y en su testamento político acusa de su muerte a la oli-
garquía nacional y al imperialismo estadunidense. Véase Tres continentes, La Habana,
Prensa Latina, 1966, p. 634.
82
La Constitución peronista de 1949 consagró los derechos de los trabajadores, pero
eliminó el derecho de huelga. Fue un gobierno autoritario, en el que se inhibieron
muchas libertades, entre éstas la de formar oposición y la de prensa, pero al mismo
tiempo logró una mayor distribución de la riqueza entre la población trabajadora.
Véase Ricardo Nudelman, Diccionario de política latinoamericana del siglo XX, México,
Océano, 2001, p. 262.
83
Sobre el populismo de Goulart y el golpe de Estado que lo derrocó, René Armand
Dreifuss, 1964: a conquista do estado, Petrópolis, Editora Vozes Ltda., (3ª ed.), 1981, p.
130 y ss principalmente.
DERECHAS 75
dientes de esos intereses, lo cual es irrelevante para los fines de este
libro. De los detalles se han encargado muchos autores, de manera
destacada James D. Cockcroft en su amplio estudio precisamente
sobre las múltiples intervenciones de todo tipo de Estados Unidos
en América Latina.84
La historia de América Latina ha sido, para los pueblos (por
lo general nacionalistas), la lucha por la independencia, por la
tierra, por sus condiciones de vida, por su derecho a organizarse
con autonomía del poder, por la democracia. Por la justicia social
más que otra cosa. Las izquierdas de diferentes tipos (partidarias,
guerrilleras o sociales no partidarias), han estado cerca o al frente
de todas esas luchas. Las derechas y las ultraderechas han estado del
otro lado, es decir del lado de la represión, de la cooptación, de la
negociación diversionista, de la defensa de los privilegios que han
combatido esos pueblos y esas izquierdas. A lo más, la derecha ha
buscado relaciones negociadas con las potencias económicas que
les garanticen el mantenimiento de sus capitales o los que represen-
tan desde los gobiernos nacionales, sean civiles o militares. Y en los
últimos años, en los años de la globalización neoliberal, ni siquiera
esto; como que dan por hecho una suerte de destino ligado a la eco-
nomía y a los intereses de Estados Unidos (muy pocos gobiernos,
como ya fue señalado, se oponen al proyecto del alca, impulsado
por Washington). En México, por ejemplo, se ha aceptado como
algo natural que el 80 por ciento de su comercio exterior dependa
del vecino país del norte, igual en 1908 que en 2003.
A diferencia de Europa, donde derechas y ultraderechas tienen
puntos de vista antagónicos, por ejemplo respecto del nacionalis-
mo, en América Latina la ultraderecha y la derecha sólo tienen
diferencias de matiz o, si se prefiere, de discurso —salvo en temas
asociados a los intereses de la Iglesia católica, como el aborto y la en-
señanza religiosa en las escuelas públicas, y no en todos los países de
la región. En otras palabras, derechas y ultraderechas en América
Latina, y más en los últimos tiempos, con frecuencia se confunden
y sus diferencias son más bien de grado que proyectos antagónicos,
razón por la cual son incluidas en este capítulo y no en la tercera
parte de esta obra.
Las ultraderechas en la región han sido menos estudiadas, al
menos como tales. En principio se podrían ubicar tres tipos de
ultraderechas: 1] las promovidas directa o indirectamente por la

84
James D. Cockcroft, op. cit.
76 DERECHAS

Iglesia católica y asociaciones civiles ligadas a ésta, 2] las promovidas


por el gobierno y los intereses empresariales de Estados Unidos, y
3] las representadas por las oligarquías tradicionales de cada país.
Ninguna de estas clasificaciones excluye necesariamente a las otras;
pueden (y con frecuencia así ocurre) estar asociadas al menos co-
yunturalmente. Para el caso, la mayor parte de las expresiones de
ultraderecha se han dado mediante gobiernos dictatoriales, con
apoyo de militares o con éstos en el gobierno. Dije “la mayor parte”
porque se han dado y existen gobiernos democráticos y de derecha
en los que la ultraderecha está presente, como es el caso del gobier-
no de Vicente Fox en México, en el que una parte significativa de
su gabinete y de la dirección de su partido (Acción Nacional-pan)
pertenece o ha pertenecido a la Organización Nacional del Yunque,
o donde la misma esposa del presidente está asociada a los Legio-
narios de Cristo.85
En pocos países de la región hay partidos políticos de
ultraderecha, que no sean clandestinos. El carácter clandestino
de muchas de las organizaciones de ultraderecha hace difícil ya no
digamos su detección, sino su estudio. Un ejemplo, a mi manera de
ver, muy ilustrativo y del que ahora conocemos suficiente, es el de la
ultraderecha religiosa, antisemita y anticomunista en México. Pienso
que en otros países de América Latina existen o han existido expre-
siones semejantes, quizá algunas de éstas también estudiadas pero
para mí desconocidas.
Un texto reciente, basado en principio en archivos de la policía
política mexicana, ahora accesibles en el Archivo General de la Na-
ción, es el del periodista Álvaro Delgado sobre la Organización Na-
cional del Yunque (en adelante El Yunque), fundada en 1955, y que
hasta hace poco era clandestina con diversas fachadas públicas.86
Las principales organizaciones-fachada fueron el Frente Universi-
tario Anticomunista (fua), fundado el mismo año que El Yunque.
Años después, a partir de 1961, el Movimiento Universitario de
Renovadora Orientación (muro), en 1971 la Guardia Unificadora
Ibero Americana (guia) y luego Desarrollo Humano Integral y Ac-

85
Véase al respecto a Alfonso Torres Robles, La prodigiosa aventura de los Legionarios de
Cristo, Madrid, Foca Ediciones, 2001, especialmente p. 244 y ss., donde se hacen las
principales referencias a la militancia religiosa-política de Martha Sahagún de Fox.
86
Álvaro Delgado, El Yunque. La ultraderecha en el poder, México, Plaza y Janés, 2003.
Un libro también revelador, compuesto por artículos periodísticos, es el de Manuel
Buendía, La ultraderecha en México, México, Océano/ Fundación Manuel Buendía,
1984.
DERECHAS 77
ción Ciudadana (dhiac), Asociación Cívica Femenina (Ancifem) y
Comité Nacional Provida (militantes contra el aborto), también for-
mados en los años 70. La lista de colaboradores del presidente Fox y
de altos funcionarios del pan, incluyendo a su presidente actual, que
han pertenecido a El Yunque, se puede extraer de la investigación
de Delgado.
La estrategia de El Yunque se ha basado en la penetración, similar
al entrismo de no pocas organizaciones de izquierda en partidos polí-
ticos y en sindicatos de trabajadores o en movimientos sociales. Los
yunquistas, además de haber formado organizaciones públicas (no
clandestinas ni secretas), han entrado en sindicatos empresariales
muy poderosos como la Confederación Patronal de la República
Mexicana (Coparmex) o la Confederación Nacional de Cámaras de
Comercio (Concanaco), en el mismo Partido Acción Nacional, en
posiciones de gobierno municipal, estatal y federal. También han
ganado puestos parlamentarios, y tienen influencia en universida-
des, tanto públicas como privadas (de hecho han fundado universi-
dades como la Popular Autónoma del Estado de Puebla). Han sido
financiados por conspicuos empresarios, sobre todo de los estados
del centro del país y apoyados por obispos y arzobispos de la Iglesia
católica mexicana. Ahora, menos que nunca, no puede subestimar-
se su influencia político-ideológica tanto en el medio empresarial
como en la esfera del poder institucional.
La historia de la ultraderecha en México en el siglo xx se re-
monta a la fundación del Partido Católico en 1911, organización
política de corta vida, y al movimiento cristero, que se tradujo en
una guerra civil que duró tres años (1926-1929), y detrás del cual
estuvo tanto la Iglesia católica como las empresas petroleras extran-
jeras.87 De ese movimiento surgieron tres organizaciones: Acción
Católica Mexicana, La Legión y La Base, ésta última en sustitución
de la segunda a partir de 1934, y ambas secretas. En La Base había
dos corrientes principales, la electoralista (moderada) que años
después daría origen al Partido Acción Nacional (1939), y la más
beligerante que se traduciría en la Unión Nacional Sinarquista. La
uns fue fundada en 1937,88 su lema era “Patria, justicia y libertad”,

87
Véase Jean Meyer, La cristiada, 3 tomos, México, Siglo XXI Editores, 1977.
88
Véase Comité Nacional de la uns, Historia Gráfica del Sinarquismo, t. 1 (1937-1947),
México, s.p.i. Véase también Mario Gill, Sinarquismo, su origen, su esencia, su misión,
México, Editorial Olin, (3ª edición corregida y aumentada), 1962. Otro estudio, que
rebate a Gill en varios aspectos, es el de Hugh G. Campbell, op. cit..
78 DERECHAS

fue anticomunista, antiliberal a la vez que antiestatista, ultranacio-


nalista y profundamente religiosa (fundamentalista) con fuerte
influencia en los estados de la región central de México conocida
como El Bajío y en Jalisco y Michoacán. Usaban un brazalete con un
círculo blanco con un mapa de México. Se ha dicho que saludaban
al estilo nazi, pero las fotografías de su historia gráfica muestran
que cruzaban el brazo derecho hacia el hombro izquierdo con la
mano extendida hacia arriba. Según los diversos estudios sobre la
uns ésta tuvo una fuerte influencia de los nazis. No pocos de sus
líderes, incluyendo a Salvador Abascal (padre del actual secretario
del Trabajo en la administración de Fox89), fueron admiradores
de Hitler e intransigentes enemigos de Estados Unidos.90 En su
primera época fue una organización fascista. La uns, concebida
como movimiento, organizó tres brazos electorales: Partido Fuerza
Popular (1946-1949), Partido Nacionalista de México (1951-1964)
y por último Partido Demócrata Mexicano (1975-1997).91 En la ac-
tualidad el sinarquismo está muy disminuido. Entre los sinarquistas
y los yunquistas no he encontrado una relación directa, que no sea
mediante personas o familias. Pero no cabe duda de que ambas
organizaciones tienen vínculos ideológicos y que corresponden a
la ultraderecha mexicana, ahora con influencia determinante en
el poder institucional.92 Sin embargo, no debe soslayarse que esa

89
Carlos Abascal, Secretario del Trabajo del gobierno de Fox, era director general
de la Editorial Tradición que publicaba los libros de Salvador Borrego, ideólogo nazi
y antisemita en México y autor, entre varias de sus obras, de Derrota Mundial, y libros
de Luis Pazos ex diputado del pan y ahora colaborador directo de Fox. Esa editorial
publicaba también el periódico fascista La Hoja de Combate dirigido por Celerino
Salmerón, fundado en 1967 y existente por más de diez años en México, cuyo prin-
cipal articulista era el mismo Borrego. Celerino Salmerón era el líder de las Falanges
Tradicionalistas de México. Luis Pazos es también director del Centro de Investiga-
ciones sobre la Libre Empresa (cisle), fundado en 1984 y ligado a la ultraderecha y
a miembros del ejército de Estados Unidos especializados en liderazgo. Véase <http:
//www.cisle.org.mx/cislillo.htm>.
90
Hugh G. Campbell, op. cit.. pp. 161 y ss., donde se hace referencia a la ruptura de
Abascal con la uns.
91
Las fechas señaladas corresponden a los años en que tuvieron registro oficial. Véa-
se Octavio Rodríguez Araujo, Régimen político y partidos en México, México, Instituto
Electoral del Estado de México, 2002, capítulo 3.
92
Otra organización de ultraderecha, importante porque domina la Universidad
Autónoma de Guadalajara (privada), es la conocida como Tecos (Tarea Educativa y
Cultural hacia el Orden y la Síntesis). Entre sus requisitos de ingreso es no ser fami-
liar de comunistas, de judíos y de masones, ser hijo de católicos y estar convencido
de la defensa de la uag.
DERECHAS 79
ultraderecha ha sufrido cambios ideológicos importantes: ahora
no es ultranacionalista (lo cual la diferencia de la ultraderecha de
Estados Unidos y de Europa), no es antiliberal pero sí antiestatista, y
simpatiza con el gobierno de Estados Unidos y con la globalización
neoliberal (otra diferencia con las ultraderechas europeas y con
algunas de América Latina).
Las ultraderechas modernas latinoamericanas, y no sólo en
México, así como las derechas, no son contrarias en general a Esta-
dos Unidos, ni a la globalización neoliberal ni a los valores religiosos
—principalmente de la Iglesia católica, de mayor influencia que en
el pasado cuando la separación entre Iglesia y Estado era visible en
algunos países latinoamericanos.
En Brasil existe el Partido de Reedificação da Ordem Nacional (pro-
na) registrado oficialmente en 1990.93 El dirigente nacional de este
partido es Enéas Ferreira, y en su ideario propone el fortalecimien-
to de la nación rompiendo definitivamente con el sistema finan-
ciero internacional que incluye “al fmi, el Banco Mundial, la omc
y similares”. Es un partido populista nacionalista de inserción en
pequeñas poblaciones de Brasil y, por lo que se puede conocer de
sus propuestas y acciones, muy poco imaginativo.94 prona no parece
ser una organización anticomunista y fascista beligerante como lo
fue la Sociedad Brasileña de Defensa de la Tradición, Familia y
Propiedad (tfp) de Plinio Correa de Oliveira, que tenía nexos con
fua-muro-guia de México a mediados de los 70 del siglo pasado.95
Por lo demás, todos los gobiernos después de la dictadura y antes
del actual, han sido de derecha. Se interpreta que el gobierno de
Lula sería de centro-izquierda, aunque en su campaña y por sus
antecedentes en el Partido dos Trabalhadores, se le caracterizó de
izquierda.
La ultraderecha en Argentina, como bien es sabido, ha estado
en las fuerzas armadas y, por supuesto, en la dictadura militar de
1976 a 1983, pero antes, durante el gobierno de María Estela (Isa-
bel) Martínez de Perón y su siniestro colaborador López Rega, la
ultraderecha, apoyada por éste, fue la Alianza Anticomunista Argen-
tina (aaa), compuesta por asesinos profesionales y fascistas, organi-
zada por las fuerzas armadas y de seguridad, que actuó con absoluta

93
Véase <http://www.tre-sp.gov.br/partidos/prona.htm>.
94
Véase <http://www.prona-rj.com.br/index.htm>.
95
Juventudes Nacionalistas de México, Deslices de la TFP y contubernio FUA-MURO-GUIA,
México, 1975.
80 DERECHAS

impunidad hasta 1975.96 Después de la dictadura, la derecha ha


estado en manos de los gobiernos civiles: Raúl Alfonsín de la Unión
Cívica Radical, Carlos Saúl Menem del Partido Justicialista (pj), de los
llamados renovadores, Fernando de la Rúa radical también, Rodrí-
guez Saá (pj) y Eduardo Duhalde también de los renovadores del pj.
Néstor Kirchner proviene de la izquierda peronista y como miembro
del pj se considera a sí mismo tanto contrario al neoliberalismo de
Menem como a la burocracia sindical del justicialismo. Si cumple lo
que ha ofrecido, será el primer presidente de centro-izquierda de
este país en muchos años. Sin embargo, como bien señala Guillermo
Almeyra, Kirchner se encuentra rodeado por ultraderechistas, inclu-
so ex golpistas, que todavía tienen fuerza y votos.97
En Chile, como partidos de ultraderecha, existen la Unión
Democrática Independiente (udi) y Renovación Nacional (rn).
La primera, fundada por Jaime Guzmán y otros jóvenes, quienes
colaboraron con entusiasmo con la dictadura militar de Pinochet,
al extremo de considerarla como el factor principal de la liberación
del país.98 rn es un partido fundado durante la dictadura (en 1987)
con el concurso de Unión Nacional, el Frente Nacional de los Tra-
bajadores y la udi. La udi se separó de rn en 1988, al ser expulsado
de ésta Jaime Guzmán. El 11 de septiembre, mientras en todo el
mundo se conmemora el asesinato del presidente Salvador Allende,
rn celebra el golpe de estado de esa fecha en 1973. Para este partido
la organización de la sociedad debe ajustarse al orden moral de la
civilización cristiana occidental, y de aquí se deriva el resto de sus
principios.99 Ambas organizaciones constituyen la Alianza por Chile,
que aspira a formar gobierno en 2006. En Ecuador podría conside-
rarse en la ultraderecha a Fuerza Ecuador, organización fundada en
1995 y partidaria de la libre empresa en oposición a los monopolios
tanto estatales como privados.100 En Guatemala, con pocas excep-
96
Ricardo Nudelman, op. cit., pp. 23 y 181. Antes del regreso de Perón e Isabelita
Argentina estuvo gobernado por juntas militares (Onganía, Levingston, Lanusse).
La aaa, según notas periodísticas, no desapareció en 1975. En el otorño de 1976 par-
ticipó en la reunión de la Internacional Fascista en Friburgo, Alemania, junto con el
Grupo de Acción Boliviana, y el Grupo de Acción Chilena. Véase Cambio 16, Madrid,
febrero de 1977, p. 11.
97
Guillermo Almeyra, “Argentina: las bases de la nueva derecha”, La Jornada, Méxi-
co, 21 de septiembre de 2003.
98
Véase la historia de la udi y sus posiciones en <http://www.udi.cl/>.
99
La Declaración de Principios de rn puede consultarse en <http://www.rn.cl/>.
100
Para mayor amplitud puede consultarse su página oficial de Internet <http://
www.fuerzaecuador.org/>.
DERECHAS 81
ciones ha gobernado la ultraderecha, a veces en manos directas de
militares, otras en manos de civiles. En la actualidad, su presiden-
te, Alfonso Portillo Cabrera, no es independiente del general de
ultraderecha Efraín Ríos Montt, miembro destacado de la “Iglesia
de la Verdadera Palabra de Estados Unidos, una secta fundamenta-
lista”.101 Ríos Montt fue un militar golpista en 1982, y desde el poder
persiguió por igual a grupos ultraderechistas que a guerrilleros.
Fue culpable de la desaparición de casi 500 aldeas indígenas en su
país. Cuál no sería la situación de terror creada por este militar, que
fue derrocado en 1983 por una facción del mismo ejército al que
pertenece. Formó el Frente Republicano Guatemalteco (registrado
en 1990), actualmente en el gobierno. Ríos Montt estaba impedido
constitucionalmente a ser candidato a la presidencia por haber par-
ticipado en un golpe de Estado. Empero, violentando las leyes de
su país, con el aval de la Suprema Corte, ha logrado ser el próximo
candidato presidencial para noviembre de 2003.102
En Colombia gobierna Álvaro Uribe, quien ha sido asociado
tanto al Cártel de Medellín (narcotráfico) como a grupos parami-
litares de ultraderecha desde que fue alcalde de Medellín y como
director de Aeronáutica. Si Uribe puede ser considerado de dere-
cha extrema, hay en Colombia grupos todavía más a su derecha,
uno de ellos en proceso de desmovilización por iniciativa tanto del
gobierno colombiano como del gobierno estadunidense.103 Es el
caso de Autodefensas Unidas de Colombia (auc), una organización
paramilitar fundada hace dos décadas y que ha tenido el mayor
crecimiento entre las de su tipo.104 Otra organización paramilitar
de ultraderecha, creada por Uribe cuando era gobernador de An-
tioquia, es Asociaciones de Seguridad Privada Convivir.105 Ambas
organizaciones apoyaron a Uribe para la presidencia de Colombia.

101
Ricardo Nudelman, op. cit., p. 280.
102
La Jornada, México, 31 de julio de 2003. La breve historia del frg puede verse en
el sitio oficial <http://www.frg.org.gt/historia-frg.htm>.
103
A los grupos de ultraderecha y paramilitares, el gobierno de Uribe ha planteado
inmunidad en sus negociaciones con ellos, lo cual ha sido muy controvertido, tanto
dentro como fuera de Colombia. Véase La Jornada, México, 1 de octubre de 2003.
104
Véase el sitio de las auc <http://www.colombialibre.org/#>. Y también, del Minis-
terio de Defensa de Colombia, Los grupos ilegales de autodefensa en Colombia, en <http://
www.mindefensa. gov.co/ publicaciones/ ministerio/ espanol/doc-autodefensas. doc>.
105
Sobre el origen, tipo de armamento y papel de las Convivir, véase <http:
//www.derechos.org/nizkor/colombia/doc/convivir.html>. Véase también BBC
mundo. com del 8 de agosto de 2002, en <http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/latin_
america/newsid_2181000/2181939.stm>.
82 DERECHAS

El actual gobernante de El Salvador, Francisco Guillermo Flores


Pérez,106 debe su triunfo a Alianza Republicana Nacionalista (are-
na), partido fundado en 1981 por el mayor Roberto D’Abuisson,
y que se ha caracterizado desde sus inicios por su anticomunismo
extremo, de base religiosa e individualista. Su divisa, contemplada
en sus principios, es “Dios, patria y libertad”. Entre sus objetivos
destacan su defensa de la “civilización occidental” y el apoyo a la
Fuerza Armada en sus deberes constitucionales. Muy pocos partidos
en el mundo han hecho explícito este último objetivo.107 Flores Pé-
rez no sólo ha sido colaborador de los dos anteriores gobernantes
(también de arena), Cristiani y Calderón, sino que se le considera
de la línea dura de su partido, es decir de la ultraderecha de éste. El
derechista Partido Demócrata Cristiano de El Salvador considera
a arena un partido derechista, razón por la cual este último parti-
do, sobre todo a raíz de haber hecho a Flores Pérez su candidato,
y dada la fuerza que ha adquirido el Frente Farabundo Martí de
Liberación Nacional,108 ha moderado sus posiciones ideológicas
(más pragmáticas) para ganar el voto de los democristianos. So-
braría decir que Flores Pérez es partidario de una mayor depen-
dencia de su país respecto de Estados Unidos, como lo evidencia
su impulso a la sustitución del colón por el dólar estadunidense
como moneda oficial.109
Haití no conoció gobiernos democráticos entre 1804, cuando
se independizó de Francia, y diciembre de 1990, cuando el parti-
do Lavalas llevó a la presidencia a Jean-Bertrand Aristide, en esos
momentos sacerdote salesiano partidario de la teología de la libe-
ración. La larga dictadura de los Duvalier (François y luego su hijo
Jean-Claude, ambos apoyados por los tontons macoutes) había sido
derrotada en 1986, pero sustituida por otros militares igualmente
duvalieristas. Aristide, como ya se mencionó antes, fue derrocado
por un golpe de Estado dirigido por Cédras. Éste y su presidente
provisional Jonassaint tuvieron que dejar el poder (y el país) por
la intervención de las fuerzas armadas multinacionales, mayorita-
riamente estadunidenses, que hicieron posible que Aristide regre-

106
Su biografía puede consultarse en <http://www.cidob.org/bios/castellano/
lideres/f-028.htm>.
107
Véase <http://www.asamblea.gob.sv/diputados/arena.htm>.
108
El fmln alcanzó el 29 por ciento en la elección presidencial de 1999 y el primer
lugar —34 por ciento— en las elecciones legislativas de marzo de 2003. Datos de
<http://www.electionworld.org/elsalvador.htm>.
109
Véase Noëlle Demyk, “El Salvador”, en El Estado del mundo, 2003, op. cit., p. 372.
DERECHAS 83
sara a la presidencia. Por primera vez en la historia del continente
americano soldados de Estados Unidos, entre otros, invadieron un
país para quitar a un dictador y poner en su lugar a un hombre
calificado de izquierda (Aristide); esto ocurrió en octubre de 1994.
Aristide fue sucedido por su antiguo primer ministro René Preval
(1996), que terminaría por subordinarse al Fondo Monetario In-
ternacional y al Banco Mundial, provocando extensas inconformi-
dades en su país. A finales de 2000 Aristide fue electo otra vez para
la presidencia de Haití, en medio de una gran anarquía interior,
del desconocimiento de la oposición al nuevo gobierno, y de una
pobreza y desempleo sin paralelo en el continente. La estabilidad
no se consiguió con su reelección, y el partido gobernante, ahora
llamado Fanmi Lavalas, es considerado simplemente personalista.
En Haití no se piensa que Aristide, el reelecto presidente, sea de
izquierda aunque lo haya sido anteriormente.110 ¿El precio por la
“ayuda” estadunidense, o simple cambio de ideología?
Cuando los sandinistas en el poder convocaron a elecciones
quizá no suponían que la derecha, aliada con la ultraderecha somo-
cista, ganaría el gobierno de Nicaragua. Violeta Barrios de Chamo-
rro formaba parte del partido fundado por su esposo, la Unión De-
mocrática de Liberación (udel), y como tal participó en la primera
Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, constituida en julio
de 1979, y en la que participaba también el empresario Robelo del
Movimiento Democrático Nicaragüense. Meses después, en abril de
1980, la señora Chamorro renunció, y un poco más adelante también
Robelo. Chamorro formó una organización amplia de oposición, la
uno (Unión Nacional Opositora) en 1986, que incluía a organizacio-
nes de ultraderecha y también de izquierda, aunque parezca extraño.
La principal organización de ultraderecha, años después poderosa,
fue el Partido Liberal Constitucionalista (plc), el cual, junto con el
Partido Neoliberal (pali), se escindiría de uno para conformar la
Alianza Liberal (1994). Chamorro, quien no contara con ayuda ex-
tranjera, siquiera semejante a la que había invertido Estados Unidos
para financiar a la contra, llegó al final de su mandato con una Nicara-
gua empobrecida y asediada por las fuerzas más reaccionarias del país
y por los llamados recontras (ex contras). La sucedió en el gobierno
José Arnoldo Alemán Lacayo (1996-2001).
Alemán era hijo de uno de los colaboradores del dictador
Somoza Debayle y un activo contrarrevolucionario durante el

110
Aristide ya no es sacerdote ni partidario de la teología de la liberación.
84 DERECHAS

gobierno sandinista. Fue también dirigente del ultraderechista ya


mencionado plc. Formó y presidió la Alianza Liberal, aglutinando
a otros partidos políticos, algunos de ellos, como el antiguo Liberal
Nacionalista, instrumentos de los Somoza (padre e hijo) en su larga
dictadura. Su gobierno fue corrupto, y aunque logró ciertos avances
macroeconómicos, colocó a su país en el segundo lugar más pobre
del continente, sólo superado por Haití. Aun así, logró que su par-
tido volviera a ganar las elecciones en noviembre de 2001 con otro
ultraderechista como candidato, el actual presidente de Nicaragua
y antiguo empresario Enrique Bolaños.111 Este personaje había sido
jefe de campaña de Alemán y luego su vicepresidente. Es un conti-
nuador de las políticas de su antecesor.112
Después de los sucesivos gobiernos ultraderechistas y autorita-
rios de Fujimori, destituido durante su tercer mandato por el Con-
greso (por estar “moralmente incapacitado” para continuar con el
cargo), y luego del interinato de Paniagua (de Acción Popular), la
presidencia de Perú sería ganada por Alejandro Toledo, economista
de tendencia claramente neoliberal, y su partido personalista Perú
Posible (pp). En diciembre de 2002 el secretario general del pp, Jesús
Alvarado, aceptaba que su partido no tenía todavía una posición
ideológica definida, pero que podría inscribirse, a reserva de medi-
tar un poco más al respecto, en el “socialcristianismo”. El secretario
de ideología del pp, Hugo Garavito, añadiría que se trataba de un
partido “posibilista”.113 En realidad se trata de un partido cuya ideo-
logía la marcan los discursos de Toledo, discursos que no tienen
consistencia pero que, en general, se inscriben en el pragmatismo
de derecha típico de no pocos gobernantes de la región. Toledo
gobierna con las fuerzas armadas, como quedó claramente demos-
trado con la represión de los movimientos sociales, principalmente
de estudiantes, maestros y campesinos, de mayo de 2003. Los parti-
dos que participan en su gobierno son también de derecha, me re-
fiero al Frente Independiente Moralizador (fim) y a Acción Popular
(ap), partido fundado por Belaunde Terry y cuya ideología es, así

111
Las biografías de Chamorro, Alemán y Bolaños, con datos sobre los partidos
nicaragüenses de derecha y ultraderecha, en <http://www.cidob.org/bios/
castellano/lideres/>. Sobre las últimas elecciones, <http://www.electionworld.org/
nicaragua.htm>.
112
Véanse los capítulos “Nicaragua”, El estado del mundo, op. cit., diferentes años desde
1989.
113
Véase <http://www.agenciaperu.com/investigacion/2002/dic/posibilismo.htm>
del 15 de diciembre de 2002.
DERECHAS 85
dicha, Perú y su historia, el Perú imperial y no las ideologías extran-
jeras que le son ajenas.114 Un partido que también participa en el
gobierno de Toledo es Unión por el Perú (upp) que se define por
su oposición tanto al populismo como al neoliberalismo, es nacio-
nalista y contrario al centralismo. Podría considerarse de centro-
derecha.115
El presidente de Paraguay, como ya fue mencionado, se ha ma-
nifestado en contra del alca y en favor de una política de desarro-
llo económico que disminuya la pobreza en su país. Sin embargo,
no puede pasarse por alto que se trata del undécimo presidente
consecutivo del Partido Colorado (Asociación Nacional Republica-
na-Partido Colorado) creado a finales del siglo xix. La anr-pc, no
debe olvidarse, fue el partido que apoyó la dictadura de Stroessner
(1954-1989), aunque también debe señalarse que este partido tenía
varias corrientes internas, algunas con grandes diferencias, además
de escisiones. El actual presidente Duarte perteneció a la corriente
estatista populista de la anr (el Movimiento de Reconciliación Colo-
rada) de Argaña, contraria al ex presidente Wasmosy (1993-1998),
partidario del neoliberalismo.116 El gobierno de Nicanor Duarte es,
sin lugar a dudas, de derecha, que ha ofrecido “mano dura” para
llevar a cabo su programa, pero se le considera más conservador (en
el sentido de estatista) que liberal.
Otro Partido Colorado, y más antiguo que el de Paraguay, go-
bierna a Uruguay, con Jorge Luis Batlle Ibáñez en la presidencia.
El Partido Colorado (pc), a diferencia de su homónimo paraguayo,
surgió desde mediados del siglo xix como una organización liberal
y antiestatista de intenciones centristas. Batlle fue opositor de Bor-
daberry (1973-1976) y del poder militar que le acompañó y luego lo
sustituyó hasta 1984. Pero su oposición a la brutal dictadura militar
no debe interpretarse como apoyo a los Tupamaros. Es un continua-
dor de la política de Sanguinetti y defensor del modelo “sugerido”
por el Fondo Monetario Internacional para su país. A su derecha
están los militares que, desde luego, no están de acuerdo con la Co-
misión para la Paz, presidida por el arzobispo Cotugno y que aspira
a investigar los crímenes de la dictadura. Es uno de los principales

114
La “ideología” de Belaunde y de ap puede verse ampliamente desarrollada en
<http://www.accionpopular.org.pe/htm/ideologia/perdoct04.htm>.
115
Los objetivos y el programa de upp pueden consultarse en <http://www.peru.com/
ivota/planes/p_sanroman.asp>.
116
Véase <http://www.cidob.org/bios/castellano/lideres/d-002.htm>.
86 DERECHAS

promotores del alca. Su mayor contrapeso es el Frente Amplio, for-


mado por diversos partidos de izquierda y centro-izquierda.
Finalmente, Venezuela, donde la ultraderecha es una realidad
activa y poderosa, es gobernada por Hugo Chávez. El ahora presi-
dente se dio a conocer en un intento de golpe de Estado el 3 de
febrero de 1992, contra Carlos Andrés Pérez. Venezuela vivía, a pe-
sar de momentos de gran inestabilidad e incluso de un importante
movimiento guerrillero (las Fuerzas Armadas de Liberación Nacio-
nal117), en una dinámica más o menos democrática, al menos por
comparación con la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y asociados
(1948-1958), de aquí que resultara sorprendente que un golpista
(Chávez) lograra amplias simpatías entre la población. Con Chávez
en prisión, hubo otro intento de golpe militar el mismo año (no-
viembre), esta vez con apoyos de izquierda. Cuatro meses después
Carlos Andrés Pérez sería suspendido y luego destituido. Con el
democristiano Rafael Caldera otra vez en la presidencia,118 pero ya
no con el apoyo de su partido, Chávez fue amnistiado y licenciado
de las fuerzas armadas.119 Surgió entonces el Movimiento V Repú-
blica (mvr) con un discurso populista no estatista, pero sí contrario
al neoliberalismo. En las elecciones legislativas (1998) el mvr logró
el segundo lugar. En las elecciones presidenciales de diciembre de
1998 Chávez triunfó apoyado por el Polo Patriótico conformado
por el mvr, el Partido Comunista de Venezuela, el Movimiento al
Socialismo, Patria para Todos y otros partidos de izquierda. Su con-
trincante, Enrique Salas, no pudo ganar a pesar de que lo apoyaban
Miss Universo (Irene Sáez), el copei y Acción Democrática, los dos
partidos que habían dominado la política desde 1958. Chávez fue
ratificado, con una nueva Constitución Política, en 2000, por un
periodo de seis años.
Lo que interesa para nuestros propósitos no es el extraño y ambi-
guo ideario de Chávez, sino la oposición de derecha y ultraderecha
que provocó. Por un lado, Chávez retó a Estados Unidos con el ma-
nejo de la diplomacia petrolera (en la opep) como fórmula de presión
y ratificación de autonomía, al mismo tiempo que hacía ostensible su
buena relación con Fidel Castro. Por otro lado, inició una serie de

117
Para mayor extensión véase a James D. Cockcroft, op. cit., p. 453.
118
Rafael Caldera fue fundador del Comité de Organización Política Electoral In-
dependiente (copei), más conocido como Partido Social Cristiano, y presidente de
Venezuela de 1969 a 1974. Véase Ricardo Nudelman, op. cit., p. 62.
119
James D. Cockcroft, op. cit., pp. 463-464.
DERECHAS 87
medidas en contra de la burguesía terrateniente (expropiaciones),
de las empresas petroleras extranjeras y de altos funcionarios de
Petróleos de Venezuela. La reacción no se hizo esperar. Los empre-
sarios agrupados en la Fedecámaras, los sindicatos de trabajadores
afines a Acción Democrática y amplios sectores de la clase media ur-
bana comenzaron una ofensiva patrocinada por la poderosa televi-
sión privada y por algunos militares descontentos. Nunca se ha des-
cartado la muy posible intervención del gobierno de Washington en
esos sucesos ni en el golpe de Estado (fracasado) de abril de 2002
(debe recordarse que Venezuela es el tercer proveedor de petróleo
a Estados Unidos). El presidente de Fedecámaras, Pedro Carmona,
y una junta cívico-militar se hicieron del gobierno, un gobierno
provisional. Pero los militares rectificaron sus posiciones y lealtades
al conocer los cambios legales que estaba impulsando Carmona. El
contragolpe se hizo presente con gran apoyo de masas, y Chávez,
ahora más mesurado, reasumió la presidencia.120 Las derechas, sin
embargo, no han roto sus lanzas. Todavía puede haber sorpresas.
La historia de las derechas en América Latina es muy extensa,
como la de golpes de Estado y gobiernos militares. Mi intención no
ha sido hacer una historia, obviamente, ni reconstruirla, sino sólo
destacar a las fuerzas de derecha y ultraderecha más cercanas al
presente, entre otras cosas para enfatizar que en el subcontinente
las derechas y las ultraderechas no necesariamente son antagóni-
cas y sí, con frecuencia, copartícipes de un mismo proyecto bien
visto, cuando no auspiciado, por Estados Unidos. Muy pocas de las
ultraderechas latinoamericanas son nacionalistas, y las existentes no
están ni participan en el poder. La mayor parte, por no decir todas,
defiende valores religiosos (principalmente de la Iglesia católica),
como ocurre también en Europa y en los países musulmanes.

en los países “no occidentales”

Hay quienes piensan que no es pertinente usar los mismos paráme-


tros “occidentales” para caracterizar a izquierdas y derechas en el
vasto mundo “no occidental”. Algo hay de cierto en esto, pero no

120
Véase Claude Pereira, “Venezuela”, El estado del mundo, op. cit., 2002, y Fréderique
Langue, “Venezuela”, ídem, 2003. También <http://www.cidob.org/bios/castellano/
lideres/c-063.htm> y <http://www.electionworld.org/venezuela.htm>.
88 DERECHAS

se debe generalizar. La extensión del colonialismo en África y en


la mayor parte de Asia fue diferente, en muchos sentidos, a la que
existió en América y en los dos grandes países de Oceanía (Australia
y Nueva Zelanda). Pero que haya sido diferente en ciertos aspectos
no significa que en muchos países, muy distantes entres sí, no se
hayan guardado ciertos denominadores comunes o semejanzas.
En gran medida y en general el colonialismo creó países rom-
piendo comunidades étnicas, culturales o religiosas, o acentuó las
diferencias entre razas, etnias o comunidades, como ocurrió, sobre
todo, en buena parte de África al sur del Sahara. Sin embargo, en
muchos casos las identidades étnicas, culturales o religiosas de los
pueblos colonizados permanecieron; en otros se perdieron para ser
asumidas como propias las divisiones colonialistas, es decir los nue-
vos países formados por las metrópolis, creándose otras identidades:
las identidades nacionales (a veces sin resolver las contradicciones
étnicas o religiosas). Una tercera situación fue la persistencia de
naciones ya estructuradas antes del colonialismo, a veces con fronte-
ras en disputa, que al término del control metropolitano siguieron
siendo más o menos las mismas naciones. Aun así, el colonialismo
produjo, en diferentes momentos, movimientos nacionalistas, de in-
dependencia nacional, de búsqueda de autodeterminación, que se
convirtieron en una nueva ideología, en algunos casos considerada
de izquierda en los años 60 del siglo pasado. Ese nacionalismo (y
quizá también el actual, que todavía existe), intentaba sacudirse el
dominio de amos que no se escogieron para, entre otras cosas, rea-
lizarse como una nueva identidad en un marco de modernización
o recuperar la antigua al menos en lo fundamental por cuanto a
tradiciones, lenguas y costumbres.
Esos movimientos nacionalistas no significaban, necesariamente,
tendencias al igualitarismo interno (aunque a veces se usara en el
discurso de los dirigentes y en el imaginario colectivo influido por es-
tos), pero sí la identidad de quienes se asumían como nación, antigua
o nueva, con frecuencia manteniendo las formas políticas y las des-
igualdades impuestas por el colonialismo. Este fenómeno, por cierto,
también se ha presentado en Europa cuando los viejos países han
luchado contra las monarquías imperiales por su autodeterminación
o por temor a la influencia de la revolución rusa y la Internacional
Comunista (Tercera Internacional) que, en sus primeros años, plan-
teaba la revolución mundial y el internacionalismo proletario.
Aunque en casi todos los casos de movimientos de liberación
nacional participó o se hizo sentir el grueso de la población, siem-
DERECHAS 89
pre hubo sectores sociales, grupos o dirigentes que en nombre
de todos o de las mayorías terminaron por dominar al resto, en
ocasiones con más brutalidad que las fuerzas colonialistas. En otras
palabras, el nacionalismo no promovió necesariamente políticas de
tendencia igualitaria ni necesariamente democráticas en el sentido
occidental del término. A lo más, con algunas excepciones, se abrie-
ron posibilidades para que, en teoría, toda la población tuviera la
oportunidad de determinar su destino y no continuar sometida a
un destino determinado por el dominio extranjero. En general, se
cambió una dominación metropolitana y extranjera, por otra na-
cional, con frecuencia igualmente irrespetuosa de las identidades
étnicas, lingüísticas o religiosas, además de autoritaria o, en otro
sentido, se agudizaron las diferencias entre identidades por la hege-
monía de unas sobre otras y en función del papel que han querido
jugar en la lógica capitalista en que han estado insertas.
El común denominador de los movimientos nacionalistas fue,
sobre todo en la segunda mitad del siglo xx, la lucha contra la
dominación europea. ¿Fue esta lucha de derecha o de izquierda?
Difícil decirlo como generalización, pues en algunos casos los com-
bates contra esta dominación giraron en torno del conflicto entre
el llamado modernismo y la defensa de las tradiciones, en otros se
trató de mayor democracia y mejores condiciones de vida bajo el
colonialismo, como fue el caso del sur y el occidente de África, o
de la liberación nacional sobre todo después de la segunda guerra
mundial. Esta lucha de liberación nacional fue la más extendida
en el continente africano, y en ella jugaron papeles sobresalientes
varios partidos nacionalistas (algunos incluso socialistas) dirigidos
en general por miembros de las elites formados en universidades
de países desarrollados. Sin embargo, como bien escribió Ziégler, la
mayoría de los regímenes africanos evolucionaron hacia la tiranía
del clan “cuyas etapas sucesivas [fueron]: estado de emergencia,
supresión de las libertades fundamentales, partido único, dictadura
presidencial y, finalmente, tiranía de un hombre o de un grupo de
lucha por su supervivencia política y física, contra un pueblo cada
vez más descontento.”121 Lamentablemente así fue en muchos casos
y, en términos sociales, las grandes desigualdades entre la población

121
Jean Ziégler, Sociología de la nueva África, México, Ediciones Era, 1964, p. 11. Véase
también Immanuel Wallerstein, “The decline of the party in single-party African
states”, en Joseph LaPalombara y Myron Weiner (editors), Political Parties and Political
Development, Princeton, Princeton University Press, 1966, pp. 203 y ss.
90 DERECHAS

general y los grupos con privilegios, no cambiaron gran cosa salvo


en unos pocos países.
En algunos países africanos y asiáticos hubo luchas de libera-
ción nacional con orientación socialista tanto de partidos o dirigen-
tes como en discursos, pero en la realidad esas luchas concluyeron
siendo nacionalistas y modernizadoras, y en muy pocos países se
mantuvo la que he denominado orientación socialista de los nuevos
regímenes. En 1964 la Universidad de Stanford (Estados Unidos)
publicó un libro titulado African Socialism,122 en el que sus compila-
dores señalaron que “no todos los líderes de África se consideran a
sí mismos ‘socialistas’. Aunque el Socialismo Africano es ahora po-
pular entre la mayor parte de los políticos, muchos de ellos detestan
y evitan esa palabra. Así como Nkrumah, Senghor, Touré y Nyerere
son socialistas africanos por convicción, Houphouët-Boigny, de la
Costa de Marfil, Tumban, de Liberia, y M’ba, del Gabón, ignoran
ese concepto.123 Análogamente, mientras Su Majestad Imperial el
Emperador Haile Selassie, de Etiopía, no es lo que podría llamarse
un socialista activo, es interesante señalar que su país estuvo repre-
sentado en el coloquio de Dakar sobre Socialismo Africano”.124 ¿Y
qué es, entonces, el socialismo para los africanos? Morse escribía
que el socialismo en África estaba más dirigido a la promoción del
desarrollo económico y al nacionalismo que a ir sentando bases
para un socialismo propiamente dicho. “Ideológicamente, los paí-
ses socialistas africanos aquí estudiados (es decir, Ghana, Guinea,
Senegal y Tangañica125) han elegido un camino intermedio, que
está entre los que ellos consideran los extremos de la organización
capitalista, representada principalmente por los Estados Unidos,
y la organización comunista, representada principalmente por la

122
Este libro fue traducido al español: W. H. Friedland y C. G. Rosberg (compilado-
res), África Socialista, México, Fondo de Cultura Económica, 1967.
123
Y vaya que lo ignoraron. Si bien Houphouët-Boigny y su partido Unión Democrá-
tica Africana fueron de los primeros en la lucha anticolonialista de ese continente,
el hecho fue que el líder de Costa de Marfil se quedó 33 años en el poder y ejerció
éste de manera autoritaria y represiva. León M’ba, una vez presidente (1961) de
Gabón, se convirtió en un dictador y sus opositores fueron encarcelados. En 1964
fue depuesto, y con apoyo de las grandes empresas francesas y del gobierno de De
Gaulle, regresó al poder para morir poco después. Para mayor extensión, véase Tres
continentes, op. cit.
124
W. H. Friedland y C. G. Rosberg (compiladores), op. cit., p. 16.
125
También escrito Tanganyika y Tanganika. La mayor parte de su territorio es ahora
Tanzania, República Unida de Tanzania, que incluye a Zanzíbar.
DERECHAS 91
URSS.”126 Nkrumah, el líder de Ghana, decía en su autobiografía que
“sólo bajo el pleno autogobierno [un gobierno nacional e indepen-
diente] estaríamos en posición para desarrollar al país y que nuestro
pueblo pudiera gozar de las comodidades y placeres de la civilización
moderna.”127 Es decir, nacionalismo, gobierno propio, moderniza-
ción, que no son ni eran metas características del socialismo.
Pero esta era la izquierda africana entonces, contraria a la de-
recha que, obviamente, se oponía al proyecto defendido por Nkru-
mah y que, finalmente, auspiciada por el gobierno de Washington,
llevó a cabo un golpe de Estado en 1966 suspendiendo garantías y
declarando ilegales a los partidos políticos, comenzando con el Par-
tido Popular de la Convención (cpp) del presidente depuesto. Los
ultraizquierdistas del presente, habrían cuestionado al líder ghanés,
lo habrían llamado reformista, de la misma manera que lo hicieron
en el Foro Social Mundial de Porto Alegre (2003) al calificar al nue-
vo presidente de Brasil (Luiz Inácio Lula da Silva) y a los dirigentes
del Partido de los Trabajadores de este país. Empero, en los países
africanos, como en otros, los líderes que se decían socialistas repri-
mieron —a veces con brutalidad— a sus opositores y terminaron
por hacer de sus gobiernos, por la vía de partidos únicos, aparatos
de nuevas camarillas no precisamente democráticos aunque pro-
movieron y lograron avances muy importantes en materia de salud,
educación, empleo y vivienda, más en una lógica de “moderniza-
ción occidental” que de igualitarismo.128
El esquema de interpretación, como he querido demostrar, no
es ni puede ser el mismo que en Europa, América y los dos grandes
países de Oceanía. Con muy pocas excepciones, los gobiernos de
África, Medio Oriente y Asia en su conjunto, son o han sido en
años recientes autoritarios en diversos grados y muy poco inclina-
dos a combatir las desigualdades sociales y económicas, entre otras

126
Chandler Morse, “Economía del socialismo africano”, en W. H. Friedland y C. G.
Rosberg (compiladores), op. cit., p. 64.
127
Véase K. Nkrumah, Kwame Nkrumah: un líder y un pueblo, [autobiografía], México,
Fondo de Cultura Económica, (2ª edición), 1962, p. 126.
128
Sobre la situación social y económica de los países del Tercer Mundo en los años
50 y 60 del siglo xx, véase Tres continentes, op. cit.. Contra lo que a menudo se ha queri-
do hacer creer, los regímenes con partido único, incluso en África, no necesariamen-
te han sido sinónimos de dictaduras o de totalitarismos. Un régimen autoritario de
partido único puede derivar en una dictadura o en pluralismo, como lo han señalado
Joseph LaPalombara y Myron Weiner, “The origin and development of Political Par-
ties” en Joseph LaPalombara y Myron Weiner (editors), op. cit., pp. 37-41.
92 DERECHAS

razones porque las relaciones capitalistas, impuestas o asumidas,


persisten, aunque con ciertos elementos peculiares que hacen la
diferencia. Y entre estos elementos peculiares ha destacado la utili-
zación, con frecuencia metamorfoseada, de las estructuras sociales
preexistentes convertidas en “instrumentos ideológicos” por las
clases dominantes y sus gobiernos. Se ha transformado su carácter
básico, señala Chandra, y se conservan sus formas, pero sólo y en la
medida en que los grupos capitalistas se han apropiado de ellas; es
decir, despojándolas de su realidad intrínseca y correspondiente a
los sectores étnicos, lingüísticos o religiosos tradicionales.129 Pero
estos elementos distintivos no existen, ni metamorfoseados, en los
países occidentales, aun en aquellos donde en los últimos años ha
habido levantamientos indígenas por su derecho a ser tomados en
cuenta como tales (México y Ecuador, señaladamente).
Antes de la ola de movimientos de liberación nacional triunfan-
tes e inmediatamente después de la segunda guerra mundial, algu-
nos países africanos y asiáticos devinieron o ratificaron monarquías
de tipo tradicional que, además de no haber sido democráticas,
nada hicieron por mejorar las condiciones del pueblo. Este fue el
caso de Libia, Egipto (cuya monarquía era anterior a la guerra) y
Etiopía en África, y de Jordania, Arabia Saudita, el antiguo territorio
de Yemen,130 Irak, Irán, Afganistán, Nepal y Bhután en Medio Orien-
te y Asia. A finales de los años 40 y a principios de la década siguiente,
surgieron cerca de 15 naciones más o menos independientes en
esta enorme área. Con la excepción de Mongolia, China y Corea
del Norte, no puede decirse que los partidos de tendencias igualita-
rias (sólo formalmente hablando) hubieran ganado gobiernos en
ese entonces. Hubo, desde luego, nuevos países independientes
gobernados democráticamente por partidos nacionalistas y otros
igualmente nacionalistas pero no democráticos, pero sólo por com-
paración podría decirse que algunos de ellos pudieran identificarse
como de izquierda, pese a que Nasser en Egipto, más nacionalista y
modernizador que socialista, hizo considerables reformas en favor
de la población.131 En estos casos es frecuente que tanto las derechas

129
Para mayor extensión, véase Pratyush Chandra, “Linguistic-communal politics and
class conflict in India”, en Leo Panitch y Colin Leys, op. cit., especialmente la p. 115.
130
A partir de 1967 Yemen absorbió a Aden y, desde 1990, con diferentes regímenes en
el periodo y dos guerras entre el Yemen del norte y el del sur, es el Yemen de ahora.
131
El gobierno de Nasser tuvo un periodo con influencia relativa de marxismo, más
retórico que real. Véase a Leonrad Binder, “Political Recruitment and Participation
in Egypt”, en LaPalombara y Weiner, op. cit., especialmente p. 229.
DERECHAS 93
como las izquierdas sólo se diferencien en que las primeras aceptan
la dominación, venga de donde venga, mientras que las izquierdas
busquen la que más convenga a sus intereses, sin cuestionar, ambas,
la existencia de la dominación, como ocurre en el mundo occiden-
tal entre los partidos de centro izquierda y de centro derecha de la
llamada posmodernidad.
A principios de los años 70 del siglo pasado, con alrededor de
cinco países todavía coloniales en África y Asia (Península de Indo-
china), las nuevas naciones independientes estaban gobernadas por
dictadores, monarquías absolutas y tradicionales, juntas militares o
regímenes autoritarios con libertades muy limitadas para el pueblo.
Algunos gobernantes fueron progresistas, es decir que rompieron
con las tradiciones e intentaron modernizar a sus países, y otros fue-
ron tradicionalistas o, si se quiere usar el término, conservadores.
Pero en estos casos no puede establecerse correlación indiscutible
entre conservadurismo y derecha o progresismo e izquierda. El sha
de Irán, por ejemplo, fue un modernizador de derecha, y entre sus
opositores, que habrían de unirse en torno al ayatolá Jomeini, ha-
bía izquierdistas (incluso comunistas) que, ante el nuevo régimen
teocrático, pasaron a la oposición y luego fueron reprimidos. La
derecha modernizadora fue sustituida por la derecha conservadora
(y quizá reaccionaria), aunque en algún momento alguien pensó
(quizá por usar esquemas interpretativos occidentales), que se trata-
ba de una izquierda islámica. ¿Habrá izquierdas islámicas? Sí las hay,
de acuerdo a nuestras categorías occidentales. Por lo menos existen
en países islámicos abiertos a posiciones no fundamentalistas a pe-
sar de no ser democráticos. Irak sería un ejemplo. Es un país donde
el 97 por ciento de su población es de religión musulmana. Si bien
de 1974 a 1982, aproximadamente, el gobierno llevó cabo políticas
de distribución de la renta petrolera y encaminadas a disminuir la
pobreza y la desigualdad, con el tiempo, ya con Saddam Hussein en
el gobierno, con el Baath como partido único y, sobre todo después
de los estragos de la guerra contra Irán entre 1980 y1988 (con el
apoyo de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, URSS, Arabia Sau-
dita y Egipto132), la inversión en hospitales, escuelas y otros servicios
públicos fue disminuida. Hussein optó por aliarse a los sectores más
tradicionales y por la imposición de un régimen muy cercano al
despotismo y de privilegios para sus allegados. El gobierno perdió

132
Esa guerra, como es sabido, fue con la intención de derrotar al régimen de Jomei-
ni para evitar que la revolución religiosa se generalizara en el mundo islámico.
94 DERECHAS

base social y apoyos, y se desarrolló una oposición interna que, al


mismo tiempo que estaba en contra de la invasión de Estados Uni-
dos y sus aliados, pugnaba por la conversión del régimen en uno
democrático. La lucha por la democracia y opuesta a la dominación
de potencias extranjeras como Estados Unidos y Gran Bretaña, era
la izquierda antes del 20 de marzo de 2003. Y esta izquierda, en
opinión de Raid Fahmi, de la revista opositora Iraquí Al Thakafa Al
Jadida (La nueva cultura), era nacionalista progresista, socializante e
incluso marxista.133
Como ya lo dije antes, y en mi perspectiva occidental, si un gru-
po, partido o gobierno defiende o promueve el mantenimiento o
la ampliación de las desigualdades y la pobreza, es, en principio, de
derecha; si, además, es contrario al multiculturalismo, no respeta
la coexistencia de varias religiones, razas y etnias,134 ni el derecho a
abrazar ideologías distintas a la dominante, se trata entonces de un
grupo, un partido o un gobierno de ultraderecha, por añadidura
totalitario.
En el mundo de hoy, particularmente a partir de la revolución
de 1979 en Irán, el fundamentalismo islámico ha cobrado mayor
importancia. Y esta importancia obedece al hecho de que es la
única de las grandes religiones que ha tratado de unir (cada vez me-
nos, por cierto) a la autoridad política con la religiosa, subordinado
la primera a la segunda. “El fundamentalismo islámico —señala
Choueiri— es una ideología que busca reestablecer la religión del
Islam como un sistema político en el mundo moderno.”135
Una de las características del fundamentalismo religioso, y no
sólo islámico, es el rechazo a la modernización. No se trata sólo de
misoneísmo (que es conservadurismo), sino por lo común de regre-
sar a condiciones previas tanto en lo económico como en lo político
y cultural, que es una característica de los reaccionarios (en len-
guaje occidental, una forma de ultraderechismo). Lo importante,

133
“La oposición de izquierdas a Saddam Hussein”, entrevista a Raid Fahmi, en Rebe-
lión Internacional (internet), 5/02/03. Existían otras fuerzas opositoras de izquierda,
como el Partido Comunista Iraquí, que expresamente se oponían al gobierno de
Husein y a su régimen de “agresión y de terror” al mismo tiempo que a las potencias
imperialistas que quieren dominar a su país.
134
Hay, por supuesto, diferencia entre razas y etnias: las primeras son consideradas
extranjeras, las segundas nativas, sobre todo en el continente africano.
135
Youssef Choueiri, “Islam and Fundamentalism”, en Roger Eatwell y Anthony
Wright (editors), Contemporary political ideologies, London/New York, Continuum,
(2a. ed.) 2001, p. 255.
DERECHAS 95
para nuestra reflexión, no es la defensa de costumbres y tradiciones
de siglos o milenios, sino la intolerancia a otras costumbres, tradi-
ciones y religiones. Esta intolerancia, que en los tiempos actuales
se ha reavivado incluso en los países más desarrollados, es la que
hace del fundamentalismo de cualquier religión una posición, más
que de derecha, de ultraderecha. Esta intolerancia, basada en una
religión que es también política (el islamismo), puede conducir a
regímenes intolerantes, es decir totalitarios. Y el totalitarismo no
permite la existencia de izquierdas ni derechas, es, a lo más, de una
orientación o de otra.136
Otras religiones, también intolerantes en diversos grados y as-
pectos, suelen estar menos ligadas a lo político, entre otras cosas
porque han querido modernizarse, actualizarse, adecuarse, para lo
cual se han visto precisadas a separar la política de la esfera religio-
sa, convirtiendo ambas en complementarias y paralelas; es decir,
separadas aunque una influya en la otra. El islamismo, por cierto,
también se ha modernizado, sobre todo el sunnita (menos extre-
mista que el chiíta) y hoy en día hay países predominantemente
musulmanes que han separado al reino de Dios del reino de César
y donde sus guías religiosos se han vuelto más flexibles, menos orto-
doxos, más liberales o, para el caso, menos influyentes. De aquí que
pueda decirse que también en las religiones hay izquierdas y dere-
chas, no necesariamente relacionadas con el modernismo aunque
sí influidas por éste y sobre todo por grupos y personas radicalizados
y marxistas, como sería, para citar un ejemplo muy conocido en
occidente, la teología de la liberación frente a las interpretaciones
conservadoras de la jerarquía católica ligada a los intereses —em-

136
Señalaba Revelli, citado por Bobbio, que “…un sujeto que ocupara todo el espa-
cio político cancelaría toda distinción entre derecha e izquierda: lo que en realidad
ocurre en un régimen totalitario, en cuyo interior no es posible ninguna división.
Puede ser, como mucho, considerado de derecha o de izquierda cuando se lo com-
pare con otro régimen totalitario.” Bobbio, Derecha e izquierda, op. cit., p. 128. En
términos menos generales se debe entender que no hay totalitarismos puros y que,
aun clandestinamente, se generan oposiciones, como ha ocurrido en regímenes tota-
litarios de orientación socialista. Para Hannah Arendt el hecho de que hubiera, por
ejemplo, literatura, aunque fuera clandestina, refiere a un régimen que ya no puede
ser denominado totalitario “en el sentido estricto del término”. Ella aludía a la Unión
Soviética en tiempos de Jruschov, por comparación al régimen en tiempos de Stalin.
No estoy de acuerdo: si la disidencia o la oposición tiene que manifestarse clandes-
tinamente, estamos hablando de un régimen totalitario, que puede ser menos que
otro pero que finalmente es. Véase Hannah Arendt, Los orígenes del totalitarismo, 3
tomos, Madrid, Alianza Editorial, 1999, t. 3, Totalitarismo, p. 473.
96 DERECHAS

presariales y financieros— del Vaticano.137 Y, de la misma manera,


también se podría hablar de derechas y de ultraderechas, incluso en
el islamismo: no son iguales las prácticas religiosas en Arabia Saudi-
ta, conservadoras, que el régimen de los Talibán en Afganistán antes
de ser bombardeado por el gobierno de Washington. El segundo se
caracterizaba por su intolerancia absoluta. El ejemplo de la mujer
en ambos países es elocuente: en Afganistán no tenía derecho a la
educación ni a trabajar, en Arabia Saudita, aunque segregada de los
hombres, puede estudiar y trabajar. Hay otros países islámicos en los
que esta segregación no existe, como es el caso de Marruecos o de
los Emiratos Árabes.
Como ha podido verse, los criterios de oposición entre derechas
e izquierdas en el llamado mundo occidental, no son fácilmente
utilizables en muchos de los países africanos y asiáticos y de Oriente
Medio. Pero sí es posible percibir sus diferencias, particularmente
en estudios de casos. En el mundo no occidental, y desde el pensa-
miento occidental, las dimensiones son otras y contradictorias en
muchos sentidos. Piénsese en el caso de Afganistán. Mientras fue
invadido y dominado por la Unión Soviética (1979-1989), se gestó,
desde el interior y el exterior, un movimiento contrario a los inva-
sores formado por guerrilleros llamados mujaidines (varios de los
cuales se transformaron en talibán posteriormente). Los mujaidines
fueron apoyados por Estados Unidos y por Pakistán. En este últi-
mo país los apoyó el general Pervez Musharraf y fueron llamados
combatientes por la libertad. Pasado un tiempo, en 1999, el general
paquistaní se convirtió en dictador en su país y, después del famoso
11/09/01, en facilitador de su territorio para que las tropas de Es-
tados Unidos y Gran Bretaña asesinaran a miles de afganos civiles
y derrotaran a los talibán que, de antiguos aliados de Washington y
combatientes por la libertad, se convirtieron en enemigos irreconci-
liables, protectores de terroristas (Al Qaeda) y fundamentalistas re-
ligiosos defensores de las interpretaciones del Corán más reacciona-
rias, rígidas e inhumanas. ¿Quiénes eran de izquierda y quiénes de
derecha en este proceso? Decir que todos eran de derecha podría
ser una respuesta aceptable, pero quizá también una simplificación.

137
Sobre el origen y las influencias que determinaron la teología de la liberación,
véase Michael Löwy, El cristianismo de los pobres. Marxismo y teología de la liberación,
México, Colegio Nacional de Ciencias Políticas y Administración Pública, 1988. Del
mismo autor, en un texto más amplio, The War of Gods. Religion and Politics in Latina
America, London/New York, Verso, 1996.
DERECHAS 97
Más propio sería decir que eran de derecha y de ultraderecha según
el momento. La izquierda no tuvo nada que ver en esta historia.
Hay, sobre todo en Oriente próximo y en algunos países del
Magreb, una suerte de modernización y, si se quiere, de occidentali-
zación a partir de la emergencia y significación económica y política
de empresarios y hombres de negocios. Alain Chenal, especialista
en el estudio del mundo musulmán, ha señalado que estos indicios
de un nuevo sistema no deben interpretarse en el sentido de que
esta modernización y apertura al mundo occidental signifique una
tendencia a la igualdad social y económica o a la justicia social ni,
necesariamente, a una mayor democratización pese a que existen ya
ciertos antecedentes.138
En la India, por otro lado, donde los partidos son tan antiguos
como en Europa occidental,139 los esquemas de interpretación del
capitalismo actual tienen que incluir las identidades tradicionales,
sus conflictos y la hegemonía de unas sobre otras, como parte de su
sistema político y económico. “La casta, la raza y la religión de años
pasados se han vuelto realidades ideológicas, esenciales para repro-
ducir y legitimar el proceso fundamental a través del cual ocurre la
acumulación”,140 pero lo dominante es el juego de intereses econó-
micos y la política social y económica del gobierno. De aquí que la
derecha en la India, representada por el primer ministro Atal Bihari
Vajpayee, no sea muy diferente de la que se ha generalizado en Eu-
ropa de unos años al presente. En la India la derecha también ha
adquirido fuerza, Vajpayee es apoyado, entre otros, por el partido
regional fascista Shiv Sena, y su política social se corresponde con la
que siguen gobiernos neoliberales en otras partes del mundo.141
Es interesante hacer notar que en varios de los países de Asia
(incluso en la India bajo el gobierno de Nehru) y del sureste asiá-
tico se reprodujeron las formas del dominio colonial después de

138
Alain Chenal, “La démocratie dans le monde arabe: un horizon lointain?”, en
Relations internationales et stratégiques, Paris, trimestral, verano, número 14, 1994, pp.
78-87.
139
El Partido del Congreso se fundó en 1885.
140
Pratyush Chandra, op. cit., p. 116
141
Ídem, pp. 127-129. De hecho el Partido del Congreso tuvo la intención, desde hace
mucho tiempo, de construir un país nuevo, moderno y “deshinduizado” (de-Hin-
duized, en inglés), es decir restarle peso a la religión hindú al mismo tiempo que se
aspiraba, en la época del dominio inglés, a indianizar los servicios del gobierno. Véase
Lucian W. Pye, “Party Systems and National Development in Asia”, en LaPalombara
y Weiner, op. cit., p. 384.
98 DERECHAS

su independencia, por cuanto al reforzamiento de las tendencias


políticas monopolistas y la estructura de clases sociales.142 Estas ten-
dencias, en algunos casos, se transformaron en francas y brutales
dictaduras, como en Birmania (ahora Myanmar) bajo los gobiernos
de Ne Win, Saw Maung y de Than Shwe, y en otros países de la
antigua Indochina a pesar de sus diferencias en formas de Estado
y de orientación socioeconómica. Indonesia, bajo los gobiernos de
Sukarno, Suharto y de la hija del primero (Megawati Sukarnoputri)
en la actualidad, tampoco ha sido una excepción. Podría decirse
que en los países ex coloniales de esta región, los intereses capitalis-
tas desarrollados durante el dominio europeo simplemente pasaron
de manos: a grupos nacionalistas que nada hicieron por disminuir
las desigualdades en sus respectivas naciones. En estos países la iz-
quierda está ausente incluso en donde se presenta como tal, como
es el caso de Camboya donde el primer ministro, supuestamente de
izquierda, es nombrado por el monarca. Con la excepción relativa
de los países supuestamente de orientación socialista en esta exten-
sa región (regímenes totalitarios), la derecha gobierna y domina,
en algunos casos con partidos permitidos o tolerados (sin posibili-
dad de alternancia en el poder), en otros donde sólo puede existir
un partido, y en otros más donde los partidos no existen, como el ya
mencionado Myanmar, además del Reino de Bhután.
Varios líderes de estos países, señalaba Pye, estaban y están con-
vencidos de que sus países no pueden darse el lujo de la democra-
cia hasta que ellos hayan desarrollado sus economías.143 Malaysia,
Singapur y Corea del Sur (e incluso China en la actualidad) serían
buenos ejemplos de lo que decía Pye. El gran crecimiento de Co-
rea, por ejemplo, se dio precisamente durante el periodo dictato-
rial, principalmente bajo el gobierno del general Park Chung Hee,
a costa de la sobreexplotación de los trabajadores y del ejercicio
de las libertades por parte de la población. La democratización se
inició muy lenta y relativamente en 1980 (después del asesinato de
Park), pero se consolidaría en 1993 con Kim Yong Sam y su progra-
ma “Nueva Economía”.144 Para entonces Corea del Sur ya sería un

142
Véase al respecto a Hamza Alavi, “The State in Post-Colonial Societies: Pakistan and
Bangladesh”, en New Left Review, London, número 74, julio-agosto 1972, p. 59 y ss. Este
autor discute el uso de categorías marxistas para los países poscoloniales, en especial la
formación del Estado y el dominio de las oligarquías burocrático-militares.
143
Lucian W. Pye, op. cit., p. 390.
144
Véanse Isabelle Cordonnier, “La democratization en Corée du Sud”, en Relations
DERECHAS 99
país industrial en pleno desarrollo, que seguiría en crecimiento y
transformación.145 En China, como veremos más adelante, no hay
indicios de algún tipo de transición a la democracia, pese a que se
han adoptado formas de liberalismo económico, especialmente a
raíz del ingreso de este país en la Organización Mundial del Comer-
cio (omc). Esto es, sin democracia, se está intentado el desarrollo
del país, un poco en la lógica de Corea del Sur, pero sin llamarle
abiertamente capitalismo al sistema económico prevaleciente.
La derecha, independientemente de la óptica de análisis, ha
dominado y domina en la mayor parte de los países no occidentales
del planeta, pues a pesar de su peculiaridades a veces étnicas y otras
religiosas y culturales, son países inmersos en una lógica capitalista
en la que los grupos o clases gobernantes no han demostrado nin-
gún interés por disminuir la pobreza y las desigualdades sociales. La
democracia, que no es precisamente el común denominador de
estos países, tampoco ha servido para mejorar las condiciones de
vida de sus pueblos, tanto si han seguido patrones conservadores
(y en algunos casos reaccionarios), como en los que han intentado (y
en ocasiones logrado) ciertos grados de modernización, que en el
contexto ha significado occidentalización y adopción del liberalis-
mo y, más recientemente, del neoliberalismo.

en los países “socialistas”

En Europa central y oriental, así como en la que fue Unión Soviéti-


ca, la caracterización de las derechas en relación con las izquierdas
es más compleja, más antes de 1989-1991 que después. El problema

internationales et stratégiques, op. cit., p. 145-149 y T. W. Kang, ¿Será Corea el próximo Ja-
pón?, Bogotá, Editorial Norma, 1989.
145
De haber sido un país agrícola en los años 50 del siglo pasado, en la actualidad
sólo el 10% de la población activa trabaja en ese sector. Su pib per cápita es superior
a 19 mil dólares y para 1993 el índice de Gini fue calculado en 0.32, inferior al de
China e incluso al de Taiwán (es decir con menos desigualdades sociales que en estos
dos países). Véanse los datos de los países mencionados en <http://www.cia.gov/
cia/publications/factbook/geos/>. No se está diciendo que este crecimiento de
Corea no haya generado serios problemas, como el de la contaminación: “En Seúl,
el 67% de las lluvias tienen el nivel de dióxido sulfúrico más alto del mundo”, señala
François Houtart, “Los NICs: ‘modelos’ para (des)armar”, Revista Temas (cultura,
ideología, sociedad), Cuba, núm. 29, abril-junio de 2002.
100 DERECHAS

viene de muy atrás y tiene que ver con la tergiversación (a veces


deliberada y otras de buena fe) de la realidad de estos países, reali-
dad que también se ocultaba mediante una sola “verdad”, la verdad
oficial que invariablemente se manejaba contra sus críticos para
acusarlos de contrarrevolucionarios, enemigos del proletariado,
agentes del imperialismo o del fascismo, anticomunistas y demás
calificativos, independientemente de si lo eran o no.
No deja de ser sorprendente el hecho de que el debate en los
países de orientación socialista no haya tenido cabida, sin riesgos, y
que cuando se ha planteado en el exterior, incluso en ámbitos aca-
démicos y científicos, casi siempre ha dado lugar, hasta la fecha, a
polémicas con fuerte carga ideológica e incluso a descalificaciones
fáciles. Aún así, me arriesgaré, pues son tiempos —pienso— en que
los dogmas y el pensamiento maniqueo deben ser superados, se
están superando.146
Lo que a mí me interesa, en la lógica de esta investigación y
concretamente en este apartado, es esclarecer, en la medida de mis
posibilidades y en los límites que me he propuesto, si el régimen po-
lítico de los países llamados socialistas era de izquierda o no, y por
cuánto tiempo; si estas caracterizaciones se pueden hacer con las
mismas categorías usadas para los países capitalistas; y si su conver-
sión o tendencia al capitalismo implicaba la existencia de derechas,
ultraderechas e izquierdas en el gobierno o en oposición a éste.
He querido establecer que la izquierda es un concepto relativo
a la derecha; que tanto izquierda como derecha, además de no
designar contenidos fijos, son conceptos determinados por circuns-
tancias y momentos específicos; que la identificación de la derecha
con el conservadurismo y de la izquierda con el progresismo, no
nos explica nada, salvo en algunas circunstancias concretas y espe-
cíficas. Asimismo, he considerado que una característica de la iz-
quierda es su tendencia al igualitarismo (no a la igualdad de todos,
como ya se ha aclarado) y, por lo mismo, contraria a la dominación
de una clase o grupo social sobre otras clases o grupos sociales, en
tanto que la derecha tiende a reforzar las diferencias y a mantener
los sistemas de dominación que le son propios y necesarios. Aunque
he mencionado que la democracia no es definitoria de izquierdas o
derechas, ha habido y hay corrientes significativas de la izquierda

146
El historiador Juan Brom, op. cit., p. 123, señala, con justa razón, que el problema
es difícil “y la discusión seguramente continuará durante mucho tiempo” y, añadiría
yo, cada vez con menos prejuicios.
DERECHAS 101
(la socialdemocracia, por ejemplo) que defienden la democracia
incluso liberal contra las formas autoritarias de cualquier grado,
con el ánimo de ampliar, desde el poder, este tipo de democracia a
los ámbitos social y económico, aunque no siempre lo hayan hecho
y a veces ni siquiera intentado.
Por lo tanto, analizaré a grandes rasgos si en los países del llama-
do socialismo (particularmente en la URSS) ha habido tendencias
al igualitarismo, si ha habido dominación y por lo mismo jerarquías
y desigualdades y, aunque no sea una categoría definitoria, si ha ha-
bido democracia o no, que en este caso ha sido motivo importante
de oposición en estos países.147 Como se supuso que no había clases
sociales, y la verdad oficial así lo decía, recuperaré también una par-
te significativa del debate sobre la naturaleza de la burocracia en los
países “socialistas”, puesto que tiene que ver tanto con las tendencias
igualitarias como con la dominación. A partir de este análisis quizá
sea más fácil entender la conversión de un supuesto socialismo en
capitalismo y la existencia de las derechas y las izquierdas antes y en
la actualidad y en qué consisten o cómo se manifiestan.
Donde hay izquierda hay derecha y donde no existe una de
estas dos categorías es porque no se permite su existencia; y a un
régimen que no permite la oposición se le denomina totalitarismo.
En el caso de la URSS, hubo por lo menos dos momentos en que
claramente había izquierda: a] en el periodo revolucionario, y b] en
la que debió ser, en el esquema marxista asumido por los dirigentes,
la formación de la dictadura del proletariado.
En el periodo revolucionario era obvia y necesaria la lucha de
una corriente que quería implantar el socialismo (tendencia al igua-
litarismo): los bolcheviques, contra los defensores del régimen an-
terior y de quienes aceptaban el gobierno provisional de Kerensky y
mantener la esencia del Estado y parte del viejo aparato de domina-
ción en una lógica capitalista. El segundo momento se caracterizó
por la pugna en torno de la concepción de dictadura del proleta-
riado como periodo transitorio entre el capitalismo y el socialismo.
En ese segundo momento había izquierda, así autodenominada;
ergo, había, por lo menos para esa izquierda, una derecha, en ese

147
Un interesante y documentado artículo sobre las desigualdades sociales en
el “socialismo” a partir de las determinaciones de clase, de la estructura de puestos
de trabajo, de diferencias entre campo y ciudad y de las posiciones de poder, es el de
Boris Vuškovi, “Social Inequality in Yugoslavia”, en New Left Review, London, número
95, enero-febrero 1976, pp. 26-44.
102 DERECHAS

momento representada en el gobierno. Y luego hubo una llamada


derecha, representada al final de los años 20 por Bujarin y sus po-
siciones gradualistas semejantes a las de la socialdemocracia de la
época, también opuesta al gobierno y a su política de colectivización
de la tierra e industrialización a toda costa. Posteriormente, dejó de
haber oposición por decisión del poder. Se trataría, entonces, de
un régimen totalitario que supuestamente conduciría al país hacia
el socialismo.
Poco tiempo después del triunfo de la revolución rusa y de la
muerte de Lenin en 1924, surgió, contra la troika Stalin, Zinoviev,
Kamenev, la Oposición de Izquierda, también conocida como la
fracción bolchevique leninista. Esta fracción combatía por tres cues-
tiones principales: la política de la dirección en la Unión Soviética,
el Comité anglo-ruso (1926) y la segunda revolución china (1925-
1927).148 La primera cuestión, que es la que interesa directamente
en este apartado, estuvo referida a la burocratización del Estado y
del partido, problema ya contemplado por Lenin en sus dos últimas
cartas al Comité Central conocidas como su testamento y en el que
sugería quitar a Stalin de la dirección del pc. Estas cartas fueron
ocultadas por Stalin y dadas a conocer después del xx Congreso del
pcus.149 En este caso la burocratización o no del Estado no significa-
ba por sí misma un argumento para calificar de izquierda o de dere-
cha al nuevo régimen, sino por sus implicaciones sociales en la lógi-
ca del proyecto revolucionario hacia su objetivo más importante: la
construcción del socialismo, es decir la tendencia al igualitarismo en
ese país, bajo el supuesto de que los trabajadores tendrían el poder.
Al no ser ésta la situación y al descansar el poder de decisión sobre
el futuro de la URSS en una persona, era lógico que hubiera críti-
cas, pero no que éstas fueran silenciadas por métodos más propios
de una dictadura que, si bien transformó sustancialmente al país
heredado del zarismo, se fincó en la dominación de una elite sobre
el resto de la sociedad en la que no debía haber oposición. Vale
recordar que Stalin acusaba en 1939 a Trotski, a Bujarin y a otros
opositores de ser “espías de los servicios extranjeros”,150 y que con
esos argumentos llevó a cabo las grandes “purgas” y los “procesos de
Moscú” que significaron cientos de miles de muertos y muchos más

148
Véase Pierre Frank, La quatrième internationale, Paris, Maspero, 1969, p. 13,
149
Para mayor extensión, véase Octavio Rodríguez Araujo, Izquierdas e izquierdismo,
op. cit., pp. 117 y ss.
150
J. Stalin, Cuestiones del leninismo, México, Ediciones Sociales, 1941, p. 710.
DERECHAS 103
prisioneros en campos de trabajos forzados.151 Era el totalitarismo y,
por cierto, las prisiones en campos de trabajo, aunque disminuye-
ron en número después de la muerte de Stalin, continuaron exis-
tiendo después por varios lustros más.152
Ahora que se conocen muchos de los crímenes de Stalin y de
cómo liquidó a sus opositores, es probable que se acepte que Trotski
y sus compañeros representaban a la izquierda y, por contraparte,
que el primero mencionado representaba a la derecha pese a haber
desarrollado considerablemente a su país. Me anticipo a decir que
esta diferenciación no tiene bases maniqueas, pues modernizar un
país, hacerlo progresar, por ejemplo en términos de industrializa-
ción, no ha sido ni es un atributo de la izquierda: Bismarck convirtió
a Alemania, agrícola y todavía con características feudales, en un
poderoso país industrial en muy pocos años y esto no significó que
su gobierno fuera de izquierda. Hitler levantó también a Alema-
nia de una crisis sin precedentes hasta convertirla otra vez en una
potencia, por añadidura imperialista, y tampoco era de izquierda.
Aún así, muchos pensaron (y quizá todavía piensan) que, por esas
razones, el llamado régimen soviético bajo Stalin fue de izquierda
y socialista.
Se suponía que en ese entonces la Unión Soviética transitaba
del capitalismo al socialismo mediante la dictadura del proleta-
riado, aunque Stalin ya hablaba de socialismo. Todos los estudios
serios sobre la URSS demuestran que el proletariado no tenía el
poder, sino el Partido Comunista. En realidad el poder lo tenía la
burocracia del partido que era también la burocracia del Estado
y, obviamente, no era esa la idea de la dictadura del proletariado.
Como he indicado antes, siguiendo a Marx y Engels, la dictadura
del proletariado debía ser el poder social de una clase mayoritaria
sobre una minoritaria que antes ejercía el poder o, en términos de
Miliband en su interpretación de Marx al respecto, la dictadura del
proletariado “debe entenderse como todo menos un gobierno sin la
mediación popular.”153 En los países de Europa central y oriental la

151
Stalin justificaba sus acciones de la siguiente manera: “La parte más influyente y
calificada de los antiguos intelectuales, ya en los primeros días de la Revolución de
Octubre, se separó de la masa restante de la intelectualidad, declaró la guerra al Poder
Soviético y abrazó el camino del sabotaje. Sufrió por ello el castigo merecido, fue deshecha y
dispersa por los órganos del Poder Soviético.” Ídem, p. 717. (Las cursivas son mías.)
152
Véase Tamara Deutscher, “Soviet Oppositions”, New Left Review, London, número
60, marzo-abril 1970, pp. 52-58.
153
Ralph Miliband, “Reflexiones sobre la crisis de los regímenes comunistas”, en
104 DERECHAS

situación era todavía más acentuada, pues incluso la burocracia do-


minante estaba sujeta, en muchos sentidos, a la de la URSS —sobre
todo después de la condena de ésta a Tito en Yugoslavia (1948) y a
quienes quisieron emularlo en el resto de las llamadas “democracias
populares”.154
Ya dije antes, en el capítulo “Dominción, desigualdad y demo-
cracia”, que me interesa, más que el problema de los diversos plantea-
mientos sobre la caracterización de las clases sociales y sobre la lucha
de clases, el enfoque en términos de interés de clase y dominación, pues
me parece que es el más apropiado para discutir el caso de los países
de orientación socialista y el ejercicio del poder en estos.
Engels, en una carta a Konrad Schmidt,155 señalaba que “la so-
ciedad da origen a ciertas funciones comunes de las cuales no pue-
de prescindir. Las personas elegidas para realizar estas funciones
constituyen una nueva rama de la división del trabajo dentro de la
sociedad. De esta manera adquieren intereses particulares, distintos
también de los intereses de quienes los emplearon; se independizan
de estos últimos, y he aquí el Estado.” Para mi es muy elocuente el
párrafo anterior ya que, obviamente, se refiere a los representantes
de la sociedad en la esfera estatal y a la burocracia que de ellos
resulta para llevar a cabo sus funciones. La expresión “adquieren
intereses particulares” distintos a los de la sociedad que los eligió
(“emplearon”, decía Engels), quiere decir, en mi interpretación,
que se crea una nueva capa social, con intereses comunes y a la vez
contradictorios derivados de la posición que ocupa. ¿Pero esta bu-
rocracia y estos representantes de la sociedad en el Estado forman
una clase social? Para autores no marxistas sobre las clases sociales,
como Halbwachs, la burocracia, incluso los “funcionarios modes-
tos” al servicio del Estado, forman si no una clase social sí parte de
la que él llamaba clase media.156 Pero siguiendo a Engels, quien no

Robin Blackburn (compilador), Después de la caída (el fracaso del comunismo y el futuro
del socialismo), México, Editorial Cambio XXI/Colegio Nacional de Ciencias Polí-
ticas y Administración Pública/Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (unam),
1994, p. 33.
154
Véase al respecto el análisis de Chris Harman, Bureaucracy and Revolution in Eastern
Europe, London, Pluto Press, 1974, en especial los tres primeros capítulos.
155
Londres, 27 de octubre de 1890, en C. Marx y F. Engels, Correspondencia, Buenos
Aires, Editorial Cartago, 1973, p. 383. (Las cursivas en el original).
156
Véase Maurice Halbwachs, Las clases sociales, México, Fondo de Cultura Económi-
ca (Colección Breviarios número 32), (2ª ed.), 1954, particularmente el capítulo v
sobre la clase media.
DERECHAS 105
precisara ni sugiriera que se tratara de una nueva clase social, resalta
el hecho de que adquieren intereses particulares que, de suyo, se-
rán diferentes a los de la sociedad que los eligió. En esta lógica, si a
partir de sus cargos y puestos en la esfera estatal se hacen de medios
de producción (fenómeno que en los países capitalistas es común
que ocurra), tendrán un doble papel y al final dominará, al menos
en su actitud, uno de estos dos papeles. Si por tratarse de un Estado
no capitalista no pueden adquirir para sí medios de producción, sí
podrán gozar, en cambio, de privilegios, atesorar ganancias (nor-
malmente en el extranjero) y, eventualmente, hacer negocios fuera
de su país, pero no podrán ser considerados como una clase en el
sentido marxista del término; si acaso, una clase localizada fuera de
la relación principal de explotación en el sistema, para usar la idea de
Wright157 que me parece muy sugerente, y que discutiré más adelan-
te al analizar las consecuencias de las decisiones de la burocracia en
la sociedad de los países supuestamente socialistas. Otro enfoque
también sugerente, y a mi juicio no contrapuesto al anterior, es el
de Therborn,158 que me permito adaptar a mi interpretación, excul-
pando al autor de toda responsabilidad. Cuando los revolucionarios
en Rusia destruyeron el aparato de Estado burgués, no fueron los
trabajadores los que se hicieron de él, como tampoco la burguesía
nacional ni la pequeña burguesía. Fue un sector más capacitado que
el común de los obreros, en teoría su vanguardia y los especialistas,
los que por razones técnicas y culturales, explicaría Lenin,159 tenían
que hacerse cargo del aparato de Estado supuestamente proletario.
De aquí surgió la burocracia en el poder, como una capa social que
no era proletaria en sentido estricto, ni burguesa. Esta capa terminó
por ser dominante y por reproducirse a sí misma en función de sus
propios intereses, intereses que se explicarán más adelante. Erik
Olin Wright, en otro de sus libros,160 intervino en este debate y men-
cionaba las condiciones que hicieron posible la reproducción y el
fortalecimiento de la burocracia al mismo tiempo que se socavó “la
capacidad política de la clase obrera.” Y en su análisis comparativo
de Weber con Lenin, en este mismo libro, llevó a cabo una notable

157
Erik Olin Wright, op. cit., pp. 89-90.
158
Göran Therborn, op. cit., p. 181, principalmente.
159
Véase “Informe sobre el programa del partido” presentado por Lenin al VIII Con-
greso del pc (b) de Rusia, marzo de 1919, en V. I. Lenin, Obras escogidas en tres tomos,
Moscú, Editorial Progreso, 1966, t. 3, particularmente pp. 181 y ss.
160
Erik Olin Wright, Clase, crisis y Estado, Madrid, Siglo XXI de España, 1983, pp. 214 y ss.
106 DERECHAS

síntesis de ambos autores sobre el tema: “el poder burocrático se nutre


de la incapacidad política de los no burócratas y la refuerza”. Para Weber
“la categoría central de los no burócratas era la elite parlamentaria,
y, por consiguiente, le preocupaba el problema de cómo desarrollar
su capacidad política. En la teoría marxista, la categoría central de
los no burócratas es la clase obrera.”161
Se ha escrito, sí, sobre las clases sociales en estos países, incluso
sobre clases sociales en la dictadura del proletariado cuando apenas
era sólo una propuesta, es decir mucho antes de que existiera la
Unión Soviética. Bakunin, por ejemplo, objetaba la dictadura del
proletariado planteada por Marx en la Primera Internacional, sugi-
riendo que en aquélla habría gobernantes y gobernados, explotado-
res y explotados y una clase social formada por los dirigentes.162
Después del triunfo de la revolución y ya en la supuesta dictadu-
ra del proletariado, Lenin mismo aceptaba que en ésta “han quedado
y quedarán” las clases, aunque cada una de ellas y las relaciones entre
ellas se modificarían. “La lucha de clases —añadía Lenin— no des-
aparece bajo la dictadura del proletariado, lo que hace es adoptar
nuevas formas”. Vale decir que en esa época (1919), Lenin pensaba
que el proletariado, “al derrocar a la burguesía y conquistar el po-
der político, se ha convertido en la clase dominante: tiene en sus
manos el poder del Estado, dispone de los medios de producción ya
socializados, dirige a los elementos y las clases vacilantes, interme-
dios, aplasta la resistencia de los explotadores, que se manifiesta con
energía creciente”.163 ¿Qué nuevas formas adoptaría la lucha de cla-
ses en la dictadura del proletariado? Si bien el proletariado derrocó
a la burguesía, ¿se convirtió en la clase dominante? ¿Tuvo realmente
en sus manos el poder del Estado? ¿Dispuso en verdad de los medios
de producción socializados? ¿Los medios de producción fueron so-
cializados o estatizados?164 Estas son las preguntas que debieron ha-

161
Ídem, p. 219. (Las cursivas son mías).
162
Véase M. Bakunin, “Socialismo sin Estado: anarquismo”, en Anarchist Archives;
Marxists Internet Archive (MIA), 1999. En español, MIA, 2001.
163
V. I. Lenin, “Economía y política en la época de la dictadura del proletariado”, en
V. I. Lenin, Obras escogidas en doce tomos, Moscú, Editorial Progreso, 1977, t. x (junio
de 1919-abril de 1920), p. 185. (Las cursivas en el original.)
164
El artículo 5 de la Constitución de la Unión Soviética, 40 años después del triun-
fo de la revolución, establecía que “la propiedad socialista reviste en la URSS ya la
forma de propiedad del Estado […], ya la forma de propiedad cooperativo-koljosiana
[en referencia al campo]. Ver Constitución de la URSS, Moscú, Ediciones en Lenguas
Extranjeras, 1960.
DERECHAS 107
cerse muchos observadores y analistas críticos de lo que ocurría en
la Unión Soviética, pues era claro que fue más bien la burocracia la
que tuvo en sus manos el aparato del Estado (y también el poder del
Estado) y que la propiedad de los medios de producción terminó
siendo, como propiedad estatal, administrada por esa burocracia
partidaria y estatal (siempre en nombre, por supuesto, del proleta-
riado).165 Quizá, sin proponérselo, pues no tuvo vida suficiente para
ver lo que ocurriría después en la URSS, Lenin tuvo razón al decir
que la lucha de clases adoptaría nuevas formas.
Más adelante habría críticas, incluso debates sobre el papel de
la burocracia en la Unión Soviética y si la burocracia era o no una
clase social. Este debate, sólo en apariencia ajeno al tema que estoy
desarrollando, ha sido muy importante y servirá para interpretar el
fracaso del proyecto de construcción del socialismo que terminaría
por conducir, de “regreso”, al capitalismo. La responsabilidad de
este proceso la tuvo la dirección del Estado soviético, es decir el
poder, y no puede adjudicársele al resto de la sociedad, ni mucho
menos a los trabajadores —que fueron expropiados políticamente
al suplantarse la “dictadura del proletariado” por la dictadura del
partido, o más bien por la dictadura de la burocracia. Este fenó-
meno no fue exclusivo de la Unión Soviética. El checoslovaco Jiri ˇ
Pelikan decía que en toda Europa del este y no sólo en su país el
partido se hizo cargo del Estado, del parlamento y de los sindicatos,
en tanto que los trabajadores no tenían nada que hacer salvo seguir
las instrucciones del partido.166 Y añadió algo que a mi juicio es muy
importante para el tema: “Yo pienso que esta fue la fuente de la cri-
sis que apareció después. La clase obrera, que había sido muy activa
antes de la guerra, durante la guerra y después de la guerra, fue
sistemáticamente despolitizada por los dirigentes del partido. Los
slogans del partido decían que desde que la clase trabajadora tenía
el poder, el papel de los trabajadores era trabajar para incrementar
la productividad […] y que ésta sería la mejor contribución que
podían hacer para la construcción del socialismo.”167 La idea de los

165
El mismo Lenin, en su “Informe sobre el programa del partido”, op. cit., señalaba
que “hasta hoy no hemos podido lograr que las masas trabajadoras puedan participar
en la administración”. Y las masas trabajadoras no lo lograron, entre otras razones
porque la burocracia adoptó una propia dinámica en función de sus intereses.
166
Este mismo diagnóstico lo hizo Boris Vuškovi, op. cit., para el caso de Yugoslavia.
167
Jii Pelikan, “The Struggle for Socialism in Czechoslovakia” (Interview by Quintin
Hoare & Robin Blackburn), en New Lwft Review, London, número 71, Enero-Febrero
1972, p. 11.
108 DERECHAS

soviets (consejos) de obreros y campesinos quedaron en el olvido;


el poder de los trabajadores fue una ficción.
Interesa indagar si los dirigentes y gobernantes en los países
llamados socialistas eran de izquierda o de derecha, esto es, si de
verdad impulsaban políticas tendentes al igualitarismo social, eco-
nómico y político en sus respectivos países al tiempo que hablaban
de socialismo e incluso de “sociedad socialista desarrollada” y de
“la primera fase de la formación comunista”.168 Sabemos que había
dirigentes y dirigidos, gobernantes y gobernados, y que unos tenían
privilegios y otros no. Pero ¿había clases sociales? ¿La burocracia del
Estado soviético y de los demás países del centro y este europeo era
una clase social? ¿El Estado era en realidad soviético (es decir com-
puesto por consejos de trabajadores) o simplemente se aceptó el
nombre como también, para poner otro ejemplo, el de la República
Democrática Alemana que nunca fue democrática?
La burocracia en estos países, no era, obviamente, la propietaria
de los medios de producción, pero sí la poseedora del control exclusivo
de esos medios, que debieron ser de la sociedad bajo el dominio de
la dictadura del proletariado si ésta se hubiera materializado y no
hubiera sido tergiversada por esa burocracia que sustituyó a los
trabajadores, dominándolos. Por otro lado, los grupos dirigentes
en los países llamados socialistas tampoco eran homogéneos en los
últimos años, es decir en los años anteriores a la conversión de esos
países en capitalistas y después de que Stalin impuso por la fuerza
la uniformidad, que no igualdad.169 Y esa heterogeneidad llevaría,
sobre todo en el periodo llamado reformista, no sólo a divisiones
dentro de la burocracia dirigente sino al surgimiento de una nueva
capa social o, si se prefiere, a un nuevo grupo elitista competitivo,
formado por expertos, tecnócratas, intelectuales que en varios de
los países de Europa oriental, como hemos visto en el capítulo “En

168
Al respecto puede verse el libro de E. Chejarin, El sistema político soviético en la
etapa del socialismo desarrollado, Moscú, Editorial Progreso, 1975, cuyo título mismo,
alrededor de nueve años antes de la perestroika de Gorbachov, nos revela qué tan lejos
estaban los publicistas soviéticos de su propia realidad.
169
Sobre estos grupos y sus diferencias, puede consultarse a Georg Brunner y Hannes
Kaschkat, “Party, State and Groups in Eastern Europe”, en Jack Hayward y R. N. Berki
(Editors), State and Society in Contemporary Europe, England, Martin Robertson, 1979,
especialmente pp. 108 y ss. Véase también, sobre la liquidación de la oposición en
los países del este europeo —por instrucciones de Stalin—, a Chris Harman, op. cit.
Y sobre la uniformidad impuesta por la URSS, véase la cita de Kural Kaplan en Nova
Mysl (1968) que hace Harman en la p. 60.
DERECHAS 109
Europa”, formarían parte de la disidencia y luego del nuevo poder a
partir de 1989, constituyendo “la primera politocracia poscomunis-
ta”, para usar el término de Eyal, Szelényi y Townsley.170 En la URSS,
este proceso sería diferente: habría un traslape de grupos elitistas,
no sin serios conflictos, que terminaría por definirse por los sectores
más inclinados al capitalismo, es decir por la derecha de la derecha,
que en este caso y por comparación entre las corrientes internas
sería la ultraderecha (quiero recordar que estamos refiriéndonos a
conceptos relativos).
Con conclusiones semejantes, Wright171 nos ofrece otro enfo-
que: “Alvin Gouldner y otros —escribía— han argumentado que los
beneficiarios de las revoluciones sociales en la historia no han sido
las clases oprimidas del anterior modo de producción, sino ‘terceras
clases’. Muy notablemente, no fue el campesinado el que devino cla-
se dirigente (ruling class) con la desaparición del feudalismo, sino
la burguesía, una clase que estaba localizada fuera de la relación
principal de explotación del feudalismo. Un argumento similar
puede extenderse a los directivos-burócratas (manager-bureaucrats)
con respecto al capitalismo y a los expertos con respecto al socialis-
mo burocrático de Estado (state bureaucratic socialism): en cada caso
estos constituyen rivales potenciales a la clase dirigente existente.”
Estas “terceras clases”, originalmente fuera de la relación principal de
explotación en el sistema, fueron las que después de las reformas
desestalinizadoras, se fueron conformando no sólo en la URSS sino
en otros países “socialistas”, y son las que le dieron ese carácter de
heterogeneidad a las burocracias dirigentes y a las oposiciones que
surgieron, que se desarrollaron y que disputaron el poder en los
últimos años antes de la caída del llamado comunismo.
No cabe duda que la lucha de clases, como decía Lenin, adop-
taría nuevas formas.

Todo mundo ha aceptado, desde Lenin hasta Gorbachov, que los


logros y fracasos de la Unión Soviética se han debido al papel del
Estado, pero el Estado es una abstracción (real, añadiría Pierre Sala-

170
Gil Eyal, Iván Szelényi y Eleanor Townsley, “La teoría del gerencialismo poscomu-
nista”, New Left Review (en español), Madrid, Akal, número 9, julio-agosto de 2001,
p. 53.
171
Erik Olin Wright, Classes, op. cit., pp. 89-90.
110 DERECHAS

ma172) cuya materialización última se dio con la burocracia dirigen-


te, en el gobierno y en el partido. El debate sobre la caracterización
de esa burocracia ha sido también importante por los argumentos
esgrimidos, por las apreciaciones que se han tenido sobre la Unión So-
viética y sobre el papel de los dirigentes en relación con los dirigidos.
En la “nota editorial” de los ensayos y cartas de Trotski recogi-
dos bajo el título En defensa del marxismo173 se menciona que Boris
Souvarine, en 1925, llamó a la burocracia clase explotadora,174 que
el obrero francés Yvon, en 1937 escribió: “hay clases en la URSS:
clases privilegiadas y clases explotadas, clases dominantes y clases
dominadas”,175 que en 1938 se publicó la obra del yugoslavo Anton
Ciliga, quien dijera que en la URSS, donde vivió varios años, había
una nueva clase dominante y explotadora, formada por el funciona-
riado, los técnicos y los militares.176 En este mismo libro de Trotski,
en los anexos, hay dos artículos críticos a Craipeau y a las posiciones
de James Burnham y Joseph Carter, quienes, como Yvon, conside-
raban a la burocracia soviética como una clase social. El artículo
de Burnham y Carter fue publicado aproximadamente en 1937,
al parecer con el título “The Managerial Class”, que no he podido
localizar salvo por menciones indirectas en Internet. El artículo de
Craipeau también fue publicado en 1937. Más adelante, en 1939,
apareció el libro La bureaucratisation du monde de Bruno Rizzi,177 a
quien le dedicó Trotski el mayor de los ensayos recogidos en su libro
mencionado. Diez años después de Rizzi, George Orwell escribió su
libro de ficción 1984, en el que hablaba de tres capas sociales: el par-
tido interior, es decir el aparato del partido que ha devenido la clase
dominante; el partido exterior, es decir los intelectuales subordina-
dos al partido interior (que tiene semejanza con la clase externa de
Wright); y, en fin, los trabajadores, la clase más baja de la sociedad.
Esta descripción sobre las capas sociales, obviamente en alusión a
la URSS, ha sido demostrada por otros autores muy alejados de la

172
Véase el desarrollo de este concepto en Gilberto Mathias y Pierre Salama, El Esta-
do sobredesarrollado, México, Ediciones Era, 1986.
173
León Trotsky, En defensa del marxismo, Barcelona, Editorial Fontamara, 1977.
174
Ídem, p. 14.
175
Ídem, p. 15.
176
Algunas de las observaciones más importantes de Ciliga sobre la URSS y el surgi-
miento de la burocracia como poder, en Claude Lefort, ¿Qué es la burocracia?, Fran-
cia, Ruedo Ibérico, 1970, capítulo v “El testimonio de Anton Ciliga”, pp. 90-97.
177
Traducido al español como Bruno Rizzi, La burocratización del mundo, Badalona,
Ediciones Península, 1980.
DERECHAS 111
ficción, como el filósofo alemán, Boris Meissner, especialista en el
tema, quien dividiera a la sociedad soviética en cinco capas sociales,
de las cuales la clase superior estaba constituida por los burócratas
de alto nivel y por las elites muy especializadas.
En 1956, sorprendentemente, apareció un estudio de Nemchi-
nov, académico soviético, intitulado “Cambios en la estructura
clasista de la población de la Unión Soviética” que citó y criticó
Ralf Dahrendorf en su famoso estudio sobre las clases sociales en
la sociedad industrial.178 Para Nemchinov, en la URSS no podía
hablarse de clases sociales pues “la propiedad socializada hace im-
posible que los ingresos privados se conviertan en fuente de poder”
(a lo cual podría agregarse que, sin embargo, no fue imposible que
a partir del poder la burocracia pudiera tener ingresos privados). Y
si bien aceptaba que “los criterios objetivos para la determinación
de las clases sociales lo constituyen la situación de miembro de la
sociedad por razón de profesión y tipo de ingresos”, añadía que su
determinación principal estaría dada por “la forma de propiedad
dominante y el tipo de las relaciones de producción, en la que se
hallan unos miembros individuales, respecto de otros miembros en
un sistema determinado de trabajo dentro de la sociedad”. Por lo
mismo, a diferencia de otros autores, para Nemchinov la intelligent-
sia, los altos empleados técnicos y administrativos, los ministros,
los funcionarios del partido y los directores de las empresas de
producción, formaban un grupo social intermedio, y no una clase
social.179 Y Dahrendorf, en su crítica al autor soviético, decía: “si
[…] los titulares de los puestos burocráticos superiores constituyen
una clase en las sociedades occidentales, no se explica por qué en la
Unión Soviética sólo constituyen un mero ‘sector’, una especie de
representación de la clase obrera.”180
En 1959 otro yugoslavo, Milovan Djilas, publicó La nueva clase,
libro que ha servido de reflexión a otros autores.181 En 1960 apa-
reció en polaco un libro de Stawar, publicado en español 17 años
después, titulado Libres ensayos marxistas.182 En su capítulo sobre la

178
Ralf Dahrendorf, Las clases sociales y su conflicto en la sociedad industrial, Madrid,
Ediciones RIALP, 1962 (originalmente publicado en alemán en 1957).
179
Ídem, pp. 116 a 119.
180
Ídem.
181
Milovan Djilas, La nueva clase, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1961. En
este libro Djilas se refería al nacimiento de “una clase nueva hasta entonces descono-
cida en la historia”, identificada con la burocracia política, pp. 44-45.
182
Andrezej Stawar, Libres ensayos marxistas, México, Editorial Era, 1977.
112 DERECHAS

burocracia soviética el autor escribía que “el aparato del Estado


defiende […] sus intereses contra esa masa y ocupa el lugar de las
antiguas clases explotadoras.” Y añadía que “las oposiciones sociales
se reproducen sobre una nueva base: los mandarines que reciben
ventajas económicas suplementarias, gracias a su ejercicio del po-
der y de la vigilancia, se oponen a la masa de la población que está
subordinada a ellos”.183
Voslensky citaba al checoslovaco Ota Šik, antiguo ministro de
economía con Dubcek, ˇ quien decía que el análisis de Djilas era jus-
to, y concluía que “la burocracia del partido ha devenido la única
clase social dominante en los países donde reina el monopolio de
Estado”. También citados por Voslensky, Andrei Amalrik184 mencio-
naba la existencia de una clase privilegiada de burócratas, al igual
que el filósofo ruso, ahora emigrado, Nicolai Berdiaiev. Para Jacoby,
en su libro de igual título que el de Rizzi, La burocratización del mundo
(publicado originalmente en alemán en 1969), la burocracia estatal
dominaba a toda la sociedad soviética, y el partido “se convirtió en
aparato esencial del dominio burocrático. El poder político —aña-
dió— se concentró en manos del secretario general del Partido.”185
Para Jacoby la burocracia soviética era una clase social.186
Unos años después, en 1977, Rudolf Bahro, de Alemania orien-
tal, publicó en Alemania Occidental, La Alternativa (libro editado
en español en 1979). En este libro, y a diferencia de la opinión de
Jacoby, explicaba el dominio de la burocracia tanto en el Estado
como en el partido, especialmente en éste, cuya burocracia logró
sobreponerse a la del Estado.187 Esta burocracia, nos explicaba
Bahro, hablaba en nombre de la clase obrera no sólo sin represen-
tarla sino evitando que ésta tuviera representación (“los sindicatos
no son ya sus asociaciones [de los trabajadores], sino asociaciones
para ellos”, y lo mismo podría decirse del partido y del Estado). El

183
Ídem, p. 51.
184
Disidente soviético que previó la caída de la URSS para 1984 en un libro preci-
samente titulado Will the USSR Survive Until 1984?, citado por Tamara Deutscher, op.
cit., p. 55.
185
Henry Jacoby, La burocratización del mundo, México, Siglo XXI Editores, 1972, p.
199.
186
Ídem, p. 202.
187
Rudolf Bahro, La alternativa, Barcelona, Materiales, 1979, p. 280. Castoriadis ob-
servaba que en la URSS el partido debía “existir para la burocracia y no la burocracia
para el partido.” Cornelius Castoriadis, La societé bureaucratique, T. 2 (la révolution
contre la bureaucratie), Paris, Union Générale d’Éditions 10/18, 1973, p. 170.
DERECHAS 113
burocratismo, escribía Bahro, “hace tiempo que ha dejado de ser
una mera forma externa, sobrepuesta. Se ha convertido en la forma
de existencia política en alguna medida natural de un gran grupo
de personas con intereses particulares muy determinados y que ha
cristalizado en torno a las raíces, el tronco y las ramas del aparato
de poder. […] Este grupo social comprende en lo esencial la ocupa-
ción de las instancias oficiales principales en toda la pirámide política,
estatal y ‘social’ de dirección, incluyendo las ramas militares, poli-
cial e ideológica, o sea, precisamente el extenso funcionariado del
partido, el Estado y la economía en el sentido más amplio”.188
Voslensky, tres años después del libro de Bahro, denominaría
a ese funcionariado, a esa “politburocracia”, nomenclatura. Tituló
su libro La nomenclatura. Los privilegiados en la URSS,189 y explicaba
que “en la lengua burocrática soviética corriente, ‘nomenclatura’
significa: 1] Lista de puestos de dirección de la jurisdicción de las
autoridades superiores. 2] Lista de personas que ocupan esos pues-
tos o que están en reserva para esos puestos.190 Para Voslensky la
nomenclatura era una clase.191 “El grupo de los ‘dirigentes’ —escri-
bía— constituye en la URSS una clase, una clase de la sociedad so-
viética que se disimula. En la medida en que el lugar de esta clase en
el sistema de producción social es preponderante, en que ella dispone
de los medios de producción, en que su papel en la organización so-
cial del trabajo es director, se trata de la clase dominante de la sociedad
soviética, cosa que se le oculta al mundo.”192 Jean Elleinstein, en su
prólogo al libro de Voslensky, decía que “la nomenclatura no es una
clase banal. Ella dispone de un poder sin precedente en la historia,
puesto que ella es el Estado mismo”.193
Djilas decía, refiriéndose a los países llamados comunistas, que
“es la burocracia la que usa, administra y controla oficialmente tan-
to la propiedad nacionalizada y socializada como la vida entera de la
sociedad. El papel de la burocracia en la sociedad, es decir la admi-
nistración monopolista y el control de la renta y los bienes naciona-
les, le da una posición especial privilegiada. Las relaciones sociales

188
Ídem, p. 277 (las cursivas son del original).
189
Michael Voslensky, La nomenklatura. Les privilégiés en U.R.S.S., Paris, Pierre
Belfond, 1980.
190
Ídem, p. 76.
191
Se calcula que para 1980 la nomenclatura estaba formada por un cuarto de millón
de personas.
192
Ídem, p. 40 (las cursivas en el original).
193
Ídem, p. 24.
114 DERECHAS

se parecen a las del capitalismo de Estado, tanto más por cuanto la


industrialización se realiza no con la ayuda de capitalistas, sino con
la ayuda de la maquinaria estatal. En realidad esa clase privilegiada
realiza esa función utilizando la maquinaria del Estado como una
cubierta y un instrumento”.194 Rizzi, en esta misma lógica, decía
que, “para nosotros, de la Revolución de Octubre y de su reflujo,
ha salido una nueva clase dirigente: la burocracia […] Poseer el
Estado le da a la burocracia la propiedad de los medios de produc-
ción, que es colectiva y no ya privada, que pertenece in toto a la clase
dirigente”.195 Y más adelante escribía: “¿Quién dirige la economía?
¿Quién prepara los planes quinquenales? ¿Quién señala los precios
de venta? ¿Quién decreta las obras públicas, las construcciones
industriales, etc., sino la burocracia soviética? Y si la propiedad no
estuviera a disposición de ésta, ¿a disposición de quién iba a estar?
¿Quién está encargado de la distribución de la plusvalía? ¿Acaso la
burguesía zarista, muerta y enterrada? ¿El imperialismo mundial?
¿El proletariado ruso?”196 Y se contestaría afirmando: la burocracia,
“no ya como clase capitalista, sino como clase burocrática”. “En
la sociedad soviética —escribía Elleinstein— los explotadores no
se apropian el plusvalor directamente como lo hace el capitalista
cuando se embolsa los dividendos de su empresa. Ellos lo hacen
indirectamente por medio del Estado que ingresa el monto global
del plusvalor nacional y lo distribuye entre sus funcionarios.”197 Pero
aun así, diría Trotski, esa burocracia no era propietaria del Estado
ni de los medios de producción, supuestamente de la sociedad,
pero realmente estatales. Lo que él decía en La revolución traicionada
era que “todos los medios de producción pertenecen al Estado y el
Estado, en cierta medida, a la burocracia”, y para Trotski la clave de su
expresión era “en cierta medida”. En su crítica a Craipeau, Trotski
advertía de una diferencia importante entre la burocracia nazi en
Alemania y la burocracia en la Unión Soviética. Y añadía: “Podemos
decir, por la vía de la argumentación lógica: si la burocracia fascista
consiguiera imponer cada vez más al capitalismo su disciplina y las
restricciones que de ella se desprenden sin encontrar resistencia
real, se transformaría gradualmente en una nueva ‘clase’ dominan-

194
Milovan Djilas, op. cit., p. 42. La noción de capitalismo de Estado, como ya se
señaló antes la utilizó también Charles Bettelheim, op. cit.
195
Bruno Rizzi, op. cit., p. 55.
196
Ídem, p. 79.
197
Jean Elleinstein, “Prólogo” a Voslensky, op. cit., p. 20.
DERECHAS 115
te, absolutamente análoga a la burocracia soviética. Pero el Estado
fascista no pertenece a la burocracia más que ‘en cierta medida’…
Si Hitler intenta convertirse en propietario del Estado y, con ello,
convertirse en propietario de la propiedad privada, completamente
y no ya sólo ‘en cierta medida’, se topará con la oposición violenta
de los capitalistas…”.198 Pero en la URSS no había capitalistas, por
lo que tampoco podía darse una “oposición violenta” de estos si la
burocracia intentara, cosa que logró, convertirse en propietaria del
Estado, “en cierta medida” —concedamos.
En síntesis, del análisis anterior pareciera que no ha habido
acuerdo sobre si la burocracia soviética era una clase social o no; sin
embargo, con éste u otro nombre se insinuaba su caracterización
como clase, al aceptarse que esa burocracia se apropiaba una parte
de la renta nacional, que sería un poco la concepción weberiana de
clase social definida, no por los modos de posesión (Besitzklassen,
en alemán), sino por los modos de adquisición (Ewerbsklassen).199
Atrás del debate sobre la caracterización de la burocracia dirigente
estaba el punto esencial: no se estaba construyendo el socialismo, es
decir las condiciones para un cierto igualitarismo o, para decirlo en
términos marxistas ortodoxos, la desaparición de las clases sociales.
Mi conclusión, a partir de Löwy, pero reinterpretándolo, es que
sí había clases sociales en los países llamados socialistas; nuevas cla-
ses, pues se ubicaban tanto en el proceso de producción, puesto que
lo dirigían y se beneficiaban de él, como en relación con instancias
extraeconómicas de la estructura social, es decir en lo político.200

Elleinstein señalaba algo que a mi juicio era muy importante, parti-


cularmente por el momento en que escribía su prólogo al libro de
Voslensky: “Se puede afirmar que la existencia de esta clase domi-
nante y explotadora constituye un obstáculo, un freno al desarro-

198
León Trotsky, En defensa…, op. cit., p. 234.
199
Véase al respecto a Georges Gurvitch, Teoría de las clases sociales, Madrid, Editorial
Cuadernos para el diálogo, 1971, p. 141.
200
Löwy decía, en relación con los intelectuales, que éstos “no son una clase sino una
categoría social; no se definen por su lugar en el proceso de producción sino por su rela-
ción con instancias extraeconómicas de la estructura social; igual que los burócratas y
los militares se definen por su relación con lo político, así los intelectuales se sitúan por
su relación con la superestructura ideológica.” Véase Michael Löwy, Para una sociología
de los intelectuales revolucionarios, México, Siglo XXI Editores, 1978, p. 17.
116 DERECHAS

llo de las fuerzas productivas.”201 Si es correcta esta afirmación de


Elleinstein, entonces no podemos decir que la burocracia soviética
fuera precisamente de izquierda, pues en una economía no capita-
lista, supuestamente socialista, no debería existir la explotación del
trabajo ni freno al desarrollo de las fuerzas productivas, freno que,
junto con la explotación del trabajo, atentó contra el bienestar de la
sociedad y añadió serios cuestionamientos a la supuesta tendencia
hacia el igualitarismo social del régimen.202
(Según el historiador Mourin203 las promesas de mejoramiento
de la condición material del pueblo, expresadas desde la cúpula del
poder en 1929, no fueron cumplidas y el resultado fue un mayor en-
durecimiento de las políticas gubernamentales, como por ejemplo
la prohibición a los obreros para desplazarse de una región a otra o
la prisión a los trabajadores del transporte que se indisciplinaran (y
pena de muerte si la indisciplina era premeditada). En 1931, conti-
nuaba Mourin, se instituyó el carnet de trabajo, el establecimiento
fijo y por oficio de la residencia de los trabajadores, el retiro del car-
net de compra en las cooperativas por un día de ausencia no justifi-
cada en el trabajo y, a partir de 1932, la exigencia de un pasaporte
interior que establecía una visa para cualquier ausencia del lugar
de residencia por más de 24 horas. El Estado policíaco, confirmado
con la Constitución de 1936,204 habría de ser la constante, así como
las depuraciones incluso en el Partido Comunista, situación que se
endurecería todavía más a partir del asesinato de Kirov, lugartenien-
te de Stalin en Leningrado, en 1934, y particularmente en 1937 y

201
En Voslensky, op. cit., p. 22.
202
La situación descrita por Elleinstein tiene antecedentes en los años finales de los
20. Con el Primer Plan Quinquenal (1928-1932) se llevó a cabo la colectivización de
la agricultura; sin embargo, la producción no aumentó de acuerdo con las metas
del Plan. Ciertamente la industria pesada rebasó las previsiones, pero a costa de la
industria ligera, de otros sectores económicos y del consumo de la población. Esta
situación se mantuvo hasta la muerte de Stalin e incluso después, salvo en el periodo
de la guerra durante el cual el énfasis se puso en la producción de armamentos, que
era lo lógico.
203
Maxime Mourin, op. cit., pp. 382 y ss.
204
Constitución que, si bien establecía formalmente las libertades de conciencia, de
palabra, de prensa, de reunión y de manifestación, declaraba como enemigo del pue-
blo a cualquiera que atacara la propiedad socialista o fuera negligente en su vigilan-
cia. Véase, además de Mourin, p. 387, Comisión del Comité Central del P. C. (b) de
la URSS, Historia del Partido Comunista (bolshevique) de la U. R. S. S. (compendio), Moscú,
Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1939, p. 405. (“bolshevique” en el original).
DERECHAS 117
1938.205 En la economía, por otro lado, la situación no mejoró: la
industrialización a toda costa, exitosa en muchos sentidos, llevó no
sólo a la desincentivación de la producción en el campo, sino al
hambre generalizada, sobre todo entre la población rural.)
Los señalamientos de Elleinstein habrían de dar pie, aunque
no se lo propusiera, a uno de los puntos centrales de las reformas
de Gorbachov. Abel G. Aganbeguian, el primero de los consejeros
económicos de Gorbachov, señalaba que “en este momento [1987]
el sistema administrativo de dirección y de gestión de la economía
[en manos de la vieja burocracia] se ha transformado plenamente
en un mecanismo de freno de nuestro desarrollo” y “el nivel de vida
ha dejado de aumentar”.206
De lo mencionado anteriormente se puede llegar a una con-
clusión irrefutable: independientemente de si la burocracia era
una clase sui generis o una “categoría social”, como la llamó Löwy,
lo cierto es que había una burocracia política que, desde el aparato
del Estado y del partido, no sólo dirigía a la sociedad entera (y el
proceso de producción) sino que la dominaba, sin permitir o sin
importarle cubrir las necesidades crecientes de la población —para
no hablar del socialismo. Esa burocracia, sobre todo en el largo pe-
riodo de Brézhnev, habría de convertirse en la nueva derecha de la
Unión Soviética y también de los otros países llamados socialistas de
Europa dominados por aquélla. Fue una burocracia que ciertamen-
te, como decía Nemchinov, no obtuvo su poder de los ingresos pri-
vados de una economía socializada (que más bien fue estatizada),
pero que sí obtuvo beneficios y privilegios al ejercer el poder. Fue
una burocracia que, impedida para vender las empresas estatales,
usufructuaba los beneficios de éstas y de su administración y gestión
que, muy probablemente, dado el ambiente de corrupción existen-
te e innegable, capitalizaba para su provecho personal (cuando se
confiere a un burócrata el poder de repartir, decía en alguna parte
Trotski, nunca se olvida de sí mismo). Las mafias rusas, por ejemplo,
y que ahora son famosas por su fuerza económica, no surgieron
ni podían surgir por generación espontánea a los pocos meses del

205
Además de Mourin, véase Elizabeth Wiskemann, La Europa de los dictadores, 1919-
1945 (5ª edición), México, Siglo XXI Editores [1966 en inglés], 1983, pp. 148 y ss.,
donde la historiadora dice: “La muerte de Kirov convirtió a Stalin en el monstruo de
las grandes purgas.”
206
Abel G. Aganbeguian, Perestroïka, le double defi sovietique, Paris, Economica, 1987,
p. 31.
118 DERECHAS

vuelco al capitalismo de la URSS. De alguna manera tenían que ha-


berse gestado anteriormente, en el mercado negro, en los circuitos
cerrados de bienes de consumo, en el control de la prostitución y la
droga, etcétera. Putin (quien por su paso por la kgb, y posteriormen-
te como director del Servicio Federal de Seguridad —durante el go-
bierno de Yeltsin— debió saber mucho de lo que ocurría en las altas
esferas de la Unión Soviética y de Rusia después), declaró en alguna
ocasión, en ese estilo coloquial que a veces lo caracteriza: “¿Acaso
creían que la población rusa era indiferente al comportamiento de
esos oligarcas que, tras repartirse los bienes del Estado, dirigían sus avio-
netas cargadas de “fulanas” (blyad) hacia la Costa Azul?”207
Aganbeguian explicaba los cambios propuestos por la llamada
refundación o reestructuración de Gorbachov, conocida como peres-
troika. Estos cambios, es decir la perestroika, debían ser acompañados
por otras dos políticas muy importantes: la ouskorenie (aceleración)
y la glasnost (transparencia y apertura, pero no libertad absoluta de
expresión). En su libro, este autor hace un balance de la economía,
de la industrialización, de la producción en el campo, de los niveles
de vida del pueblo soviético. En todos estos rubros se detectó una
fuerte caída en los anteriores 15 años o más, un gran desperdicio de
recursos, irracionalidad administrativa y una dirección altamente
centralizada que dictaba medidas económicas y políticas sin co-
nexión con la realidad de cada empresa, koljós, sovjós208 o con la
población semi rural o urbana. Indirectamente Aganbeguian situó
la responsabilidad del fracaso económico, de la baja productividad,
de los altos costos para el país y de la disminución de la calidad de
vida del pueblo, en la burocracia de más alto rango y en el hecho
de que esta burocracia llevaba a cabo una gestión meramente ad-
ministrativa sin tomar en cuenta a la economía. Asimismo, criticaba
que las decisiones se tomaran de manera centralizada y que fueran
impuestas. “Los métodos administrativos de gestión —decía—, se
han fundado sobre las directivas del plan de Estado que, cada año,
es impuesto a la base desde lo alto. Este ha sido el fundamento del

207
Citado por Pilar Bonet, “Putin, el nuevo amigo de occidente”, El País Sema-
nal, Madrid, 9 de diciembre de 2001. (Las cursivas son mías.) Puede consultarse
en <http://www.iespana.es/rusiaonline/Nivel2/4Lecturas/Lecturas_archivos/
amigo_Occidente.htm>. La biografía de Putin puede consultarse en <http://
www.cidob.org/bios/castellano/lideres/p-017.htm>.
208
Koljós, propiedad agrícola colectiva. Sovjós, gran explotación agrícola administra-
da por el Estado. Para mayor extensión, Maxime Mourin, op. cit., pp. 380-382.
DERECHAS 119
sistema de dirección económica por mandato y órdenes. Se tiene
la intención de desembarazarse de este sistema y de renunciar a las
directivas de un plan impuesto imperativamente.”209 La perestroika
sugería cambiar las cosas, y sustituir la gestión administrativa por la
económica, bajo criterios de desconcentración y descentralización.
Se hacía énfasis en el desarrollo de la democracia económica, la pla-
nificación y el centralismo realmente democrático, con transparen-
cia, con libertad de prensa y de expresión, con sindicatos libres,
etcétera. ¿En qué consistía la reforma radical de gestión? Aganbeguian
contestaba de la siguiente manera: “Ella no consiste en renunciar
a tal o cual conquista del socialismo. […] Se trata, ante todo, de
respetar principios tales como la supremacía de la propiedad socia-
lista del pueblo entero, el desarrollo planificado y proporcional, la
división del trabajo, el principio del centralismo democrático en la
organización de la gestión, la intensificación de la producción mer-
cantil y de las relaciones de negocios y monetarias, etcétera.”210 En
otras palabras, modernización científica, tecnológica, de gestión, y
democracia y autogestión como condiciones indispensables para la
refundación.211
Al margen de los eufemismos propios de quien fuera un fun-
cionario importante en el Estado soviético, queda claro que las
reformas de Gorbachov afectarían enormes intereses de la alta bu-
rocracia de ese país. Quienes se sintieron amenazados, sobre todo
por la perestroika y por la glasnost, habrían de conformar la principal
oposición al gobierno.212 Ésta y otras oposiciones habrían de mani-
festarse gracias a la demokratizatsiya (una suerte de democratización)
que abría las posibilidades de elegir, entre varios candidatos, a quie-
nes debieran ocupar cargos locales en el partido, en el gobierno
y en las legislaturas también locales. Estas reformas no permitían,
al principio, la formación de partidos, pero poco a poco se fueron
conformando grupos políticos tolerados que se irían convirtiendo,
algunos de ellos, en nuevos partidos políticos, particularmente a
partir de 1988. Los reformistas tendrían mayores oportunidades de
expresión, y entre éstos los liberales pero también la oposición en

209
Abel G. Aganbeguian, op. cit., p. 124.
210
Ídem, p. 123.
211
Ídem, p. 68.
212
Al descentralizar las decisiones económicas y al racionalizar la administración de
la economía y concretamente de la producción, Gorbachov afectó intereses de la
burocracia central y de las principales empresas.
120 DERECHAS

las repúblicas de la URSS. Para 1987 hubo movimientos indepen-


dentistas en las repúblicas del Báltico: Estonia, Lituania, Letonia, no
sin respuestas enérgicas del gobierno central. Lo mismo ocurrió en
el sur, en las repúblicas transcaucásicas.
Las reformas de Gorbachov, al menos formalmente, tenían
varias intenciones, unas implícitas y otras explícitas: marginar o
neutralizar a la vieja burocracia (lo cual significaba quitarle privile-
gios)213 y darle el poder a los tecnócratas (más jóvenes en general),
reimpulsar las fuerzas productivas y racionalizar la economía,214
incentivar la participación de los trabajadores en las decisiones
económicas y transparentar, en un ambiente democrático hasta
entonces inexistente, la gestión pública. En los hechos, la perestroika
conducía a la privatización de la propiedad, a estimular el espíritu
empresarial y, desde luego, a terminar con el monopolio estatal de
la economía, como explícitamente declarara el mismo Gorbachov a
los soldados de Odessa el 18 de agosto de 1990. 215
Blackburn, desde mediados de 1991 (meses antes de la desapa-
rición de la URSS), hacía referencia a las reformas económicas en
los países “socialistas” que comenzaron a introducir empresas con
intereses propiamente mercantiles que, para su desgracia, no sólo
funcionaron deficientemente, tanto en productividad como en
beneficios para los consumidores, sino que generaron desigualdad
y desempleo. Y advertía que “con el […] ‘socialismo de mercado’
existe el riesgo de que la noción de propiedad social se torne de-
masiado débil y difusa, conduciendo ya sea a la ineficiencia y negli-
gencia o a la explotación egoísta de una posición privilegiada o del
acceso a recursos privilegiados”. Y añadía, pienso que con acierto,
que “la privatización a gran escala, que lleva de nuevo al capitalis-
mo, puede reducir la ineficiencia, pero agravaría el problema de la
desigualdad y la injusticia”.216 De aquí que la Nueva Izquierda soviéti-
ca se opusiera a la privatización sin oponerse de manera general al
“mercado”, indicaba Blackburn, y citaba el caso de una declaración

213
Entre los cambios llevados a cabo por Gorbachov, se puede citar el ejemplo de la
sustitución total del equipo de Relaciones Exteriores anterior a su gobierno.
214
Esta racionalización implicó una reducción drástica del gasto militar. Véase al
respecto Anne de Tinguy, “[Union soviétique] Politique étrangère: un nouveau
départ après le retrait d’Afghanistan”, en Thomas Schreiber y Françoise Barry (dir.),
op. cit., p. 77.
215
Diario La Jornada, México, 19 de agosto de 1990.
216
Robin Blackburn, “Fin de siècle: el socialismo después de la caída”, en R. Blackburn
(compilador), op. cit., p. 201. (Las cursivas son mías.)
DERECHAS 121
del Partido Socialista Soviético en la que se decía que “las relaciones
de mercado son necesarias, pero no deben convertirse en el prin-
cipal regulador de la economía y la vida social. El mercado debe
representar el papel de un mecanismo regulador, facilitando la
capacidad de respuesta de la economía, pero sus acciones no deben
extenderse a la esfera extraeconómica y no deben determinar las
prioridades de desarrollo”.217
Propuestas como la anterior fueron ignoradas, salvo por el Par-
tido Comunista de la Federación Rusa (fundado en junio de 1990
y dirigido por Ziuganov 218), entre otras razones porque las “nuevas
clases políticas” de expertos, especialistas, ex yuppies comunistas y
democratizadores más liberales que socialistas, por un lado, fueron
proclives al capitalismo, sin pensar o discutir otra opción, y porque
los sobrevivientes de las burocracias civiles y militares, por otro lado,
quisieron mantener el poder: unos en contra de posiciones pro oc-
cidentales, y otros a favor.
Desde 1987 se había abierto la economía a las empresas conjun-
tas (joint ventures) con capitales extranjeros, primero minoritarios y
luego mayoritarios y bajo control y dirección de éstos, lo que con
el tiempo, para 1990, llevaría a la pérdida gubernamental del con-
trol de buena parte de las condiciones económicas de la URSS. La
consecuencia fue una disminución sensible del pib y un aumento
considerable de la inflación para mediados de 1991.219 El consumo
de la población habría de disminuir todavía más de lo que tradicio-
nalmente había sido, pues nunca fue una de las prioridades de los
gobiernos soviéticos. La inflación habría de aumentar a 2 500 por
ciento en 1992, 847 por ciento al año siguiente y 250 en 1994. El
resultado fue que, para 1997, 21 por ciento de la población vivía
por debajo de la línea de pobreza, cifra que aumentó a cerca de 40
por ciento en 1999, mientras un número muy reducido de “nue-
vos rusos” (entre 1 y 2 por ciento de la población total) vivía con
grandes comodidades e incluso en la opulencia. Más de la mitad de

217
Ídem, pp. 212 y 233n.
218
Véase <http://www.nns.ru/e-elects/e-persons/zyugan.html. Véase también el
programa mínimo del Partido Comunista de la Federación Rusa en “Las diez tesis de
Guennadi Ziuganov”, Pravda rossii, traducido al español en rebelión.org, 17 de agosto
de 2003>.
219
Para J.Denis Derbyshire y Ian Derbyshire, una de las consecuencias de la transi-
ción al capitalismo en los países de Europa central y oriental fue “una severa contrac-
ción del pib regional y nacional de por lo menos 20%, entre 1989 y 1994”, además de
un gran incremento de la inflación y del desempleo. Op. cit., p. 247.
122 DERECHAS

estos multimillonarios fueron anteriormente miembros de la nomen-


clatura de la antigua Unión Soviética o funcionarios y técnicos de
alto nivel de las empresas, razón por la cual tuvieron información
privilegiada en el proceso de privatización. En 1997, 82 por ciento
de las empresas rusas habían pasado a manos privadas. La economía
se concentraba y se concentra en Moscú.220
Las desigualdades sociales y económicas que generó el vuelco
brutal al capitalismo poco tienen que ver con las existentes en la
antigua URSS. Aunque ineficiente en muchos sentidos, la seguridad
social estaba garantizada en la Unión Soviética. Por varias décadas
los rusos no tuvieron que preocuparse del empleo, de la salud, del
precio de la vivienda, de la comida, del vestido, del transporte, de
la educación. Había diferencias, un relativo estado generalizado de
pobreza, y al mismo tiempo un sector minoritario de la población
con privilegios que sin duda ejercía diversas formas de dominio
sobre el resto; pero esa situación, en teoría, no guarda proporción
alguna con las desigualdades actuales. Muchas de las prestaciones
que tenía la población soviética han sido canceladas o disminuidas.
Ahora hay libertades, cierta democracia (todavía limitada por com-
paración con los países de Europa occidental221), pero la tendencia
al igualitarismo, que comenzaba a disminuir a partir de los años
70 del siglo pasado, fue sustituida de golpe por su contrario. La
dominación existente hasta 1991 fue reemplazada por otra sin la
seguridad social anterior que, por cierto, en los últimos años de la
Unión Soviética ya estaba en crisis.
Una vez más se puede afirmar que la democracia, por sí misma,
no disminuye las desigualdades sociales de una población. La eco-
nomía de mercado, sin intervención reguladora del Estado, menos.
Pero, por otro lado, no se puede afirmar que políticas tendentes
al igualitarismo (de un supuesto socialismo), por ejemplo basadas
en prestaciones sociales, signifiquen que no existan formas de do-
minación y que éstas, más los privilegios inherentes al control del
Estado y de las empresas estatales, hayan dejado de existir. Y si hay
dominación (democrática o no), hay desigualdad (y más si la domi-

220
Mark R. Beissinger, “Russia”, en Joel Krieger (Editor in Chief), The Oxford Com-
panion to Politics of the World, (2nd. Edition), New York, Oxford University Press, 2001,
pp. 745-746. Véase también con datos más actualizados, “Russia”, The World Factbook
2002, CIA, Internet.
221
Para mayor extensión, con información de 2002, véase Myriam Désert, “Rusia”, El
estado del mundo, 2003, op. cit., pp. 522-529.
DERECHAS 123
nación es antidemocrática), y si unos tienen privilegios y otros no,
también hay desigualdad, aunque se trate de un país en donde las
necesidades básicas de la población hayan estado o estén garantiza-
das mediante políticas estatales. La opresión (o la dominación) es
incompatible con el marxismo y con el socialismo, aunque se pueda
aceptar, como diría Mandel, que se trata de un régimen opresor
“históricamente progresista comparado con el régimen que ha re-
emplazado”.222
Reformas semejantes a las de la URSS también se llevaron a
cabo en la mayoría de los otros países “socialistas” de Europa. Sze-
lényi, en referencia a estos países, señalaba que la vieja burocracia
“se había venido abajo” y que, ante la ausencia de una burguesía
nacional, los únicos contrincantes serios para sustituirla, como tam-
bién señalara Wright, serían los miembros de la intelligentsia y los
yuppies comunistas, una “nueva clase política” que, a principios de
1990 (es decir como países ex comunistas), presentaba ya luchas de
poder y por el poder entre sus facciones.223 Pareciera que tal como
lo ha dicho Szelényi la expresión no fuera del todo exacta, pues en
algunos países la sustitución de altos y medios funcionarios fue mí-
nima, como ocurrió en el caso de la misma URSS-Rusia, Eslovaquia,
Moldavia, Lituania y de alguna manera Letonia en sus primeros
años de independencia (ya que el entonces influyente partido Ca-
mino Letón-Latvijas Cels estuvo formado por un buen número de ex
comunistas224), sin embargo la descomunización propiamente dicha
sólo se llevó a cabo en la República Checa, en Alemania del este y
en Estonia. En los otros países las nuevas elites dirigentes fueron ex
comunistas o miembros de la tecnocracia de afiliación comunista
(los yuppies).
En los primeros años del vuelco al capitalismo debió parecer
sorprendente la gran cantidad de partidarios de este sistema eco-
nómico y de las libertades que en general se les negaban en nom-
bre del socialismo-comunismo. Y más sorprendente debió parecer
puesto que tenían que haber pasado desapercibidos incluso para

222
Ernest Mandel, “On the Nature of the Soviet State”, New Left Review, London,
número 108, marzo-abril 1978, p. 29.
223
Iván Szelényi, “¿Los intelectuales en el poder?, en Robin Blackburn (compilador),
op. cit., p. 253.
224
J. Denis Derbyshire y Ian Derbyshire, op. cit., p. 293. Posteriormente el Latvijas Cels
fue disminuyendo su votación hasta pasar de 18.4% en 1998 a 4.9% en 2002. Véase
<http://www.parties-and-elections.de/latvia.html>.
124 DERECHAS

cuerpos de espionaje tan rigurosos como la policía secreta de la


antigua Checoslovaquia, la StB (Statni Bezpecnost), o la temida Stasi o
Ministerio de Seguridad del Estado (Ministerium für Staatassicherheit)
de Alemania oriental. Pero esos opositores existían, y se expresaron
de diversas maneras, quizá por primera vez (con contadas excep-
ciones), cuando las condiciones políticas se flexibilizaron según la
circunstancia de cada país y cuando la Unión Soviética no sólo ini-
ció su democratización sino que explícitamente dejó de intervenir
militar y políticamente en otros países, en especial a raíz de su retiro
de Afganistán.
Los nuevos gobernantes de los países “ex comunistas” siguieron
distintas estrategias económicas, pero todas ellas dirigidas a la im-
plantación de la economía de mercado, en algunos casos como con-
tinuidad de un proceso previo en este sentido, como fue el caso de
Hungría, más gradual que en otros países, y en otros casos mediante
cambios bruscos (terapia de shock, se le llamó), como Polonia. El
llamado socialismo pasó a formar parte de los registros históricos, y
la nueva derecha, que se venía incubando a pesar de las restriccio-
nes impuestas desde el poder, habría de dominar el escenario de es-
tos países hasta la fecha. Quizá podría sugerirse la hipótesis teórica
de que si los cambios políticos demandados contra la dominación
de la burocracia se hubieran realizado a tiempo, es decir cuando
fueron planteados por Trotski en la URSS en los años 30, por Nagy
en Hungría en 1955-1956, por Dubcek ˇ desde 1966 en Checoslova-
quia, la construcción del socialismo seguiría siendo una tendencia
avalada por amplios sectores de la población de esos países. En 1972
lo señalaba Jiri
ˇ Pelikan: “yo podría decir que el ‘nuevo curso’ en la
primavera de 1968 fue, de hecho, dirigido más a la democratización
que a la liberalización. La oposición estaba unificada en la lucha
contra Novotny […] Parte de esta oposición, por supuesto, sólo que-
ría cambios en el personal y mejorías en los métodos de trabajo del
partido […] Pero había una minoría, que incluiría a Smrkovsky, Krie-
gel, Šik, Špacek, etc., que pronto supo que el reemplazo de Novotny
por cualquier otro no sería suficiente, y que eran necesarios cambios
estructurales reales para regresar a los orígenes, para renovar el so-
cialismo como poder del pueblo…”.225 La invasión soviética rompió
con esos anhelos y quizá también con esa tendencia de la oposición,
todavía inscrita en la lógica de la construcción del socialismo.

225
ˇ Pelikan, op. cit., p. 18.
Jiri
DERECHAS 125
Si la política y el poder fueron determinantes del modelo eco-
nómico impuesto en los países “socialistas”, y ese poder se usó para
dominar a la población que, por cierto, no fue conducida a ningún
paraíso, no debería sorprender que la rebeldía de esa población se
orientara contra ese poder y contra el modelo económico agrietado
desde dentro y desde fuera. Cuando esa oposición soterrada tuvo
oportunidad de manifestarse, se lanzó contra las formas del poder
y contra el modelo económico que, en efecto, atravesaba una crisis
muy severa.
Pero así como hubo una derecha en la URSS y luego en la Fede-
ración Rusa, también se fue gestando una ultraderecha. El ejemplo
más evidente de este tipo de organizaciones es Pamyat (en español,
algo así como memoria), que se presenta como Frente Nacional Pa-
triótico Pamyat. El escudo de esta organización, como puede verse
en su sitio oficial en Internet, está compuesto por un águila de dos
cabezas, con una espada en una pata y una corona con una cruz en
la otra pata. En el centro contiene una imagen típica del cristianis-
mo ortodoxo, rodeada por los cuatro brazos de una cruz gamada o
svástica.226 Su líder es Dimitry Vasyliev. Dice ser una organización or-
todoxa, monárquica y la unión nacional de los ciudadanos leales del
poder ruso. Es partidaria, además de la monarquía y del nacionalis-
mo extremo, de la reinstauración de una autocracia como forma
de gobierno y es furiosamente antisemita. Según Cox y Shearman
tuvo sus defensores en los más altos niveles de la vida soviética. “Por
ejemplo —dicen los autores citados—, en 1987, Vadin Kozhinov,
un prominente crítico literario, si bien criticaba lo que él calificó
de infantilismo e ignorancia de la organización, urgió a que los as-
pectos positivos de sus actividades no debieran ser pasados por alto.
En 1988 —contiúan Cox y Shearman—, Valentin Rasputin, quien
posteriormente se uniría al Consejo presidencial de Gorbachov, no
sólo denunció lo que él llamaba la desviación de ‘izquierda’ de la
prensa por etiquetar a todos los patriotas rusos tipo Pamyat como
Black Hundreds (¿centurias negras?), sino que atacó a aquellos que
indiscriminadamente calumniaban a sus seguidores.”227 Pamyat no
es una organización de masas, pero sí es influyente por sus ideas y
sus acciones.

226
Véase <http://abbc.com/pamyat/>. Tiene traducción al inglés.
227
Michael Cox y Peter Shearman, “Alter the fall: nationalist extremism in post-com-
munist Russia”, en Paul Hainsworth (editor), The politics of the Extreme Right, London/
New York, Pinter, 2000, p. 230.
126 DERECHAS

Otra organización de ultraderecha, pero ésta sí con influencia


electoral, ahora disminuida, es el Partido Liberal Democrático de
Rusia, antes de la URSS (ldpr-Liberalno-Demokraticheskaya Partiya Ros-
sii), fundado en 1990 y cuyo dirigente es Vladimir Zhirinovsky.228 La
importancia de este partido, ultranacionalista y xenófobo, es que
en las elecciones legislativas de 1993 obtuvo la mayor votación de
todos los partidos: 22.9 por ciento, seguido por la Unión de Fuer-
zas de Derecha de Rusia (15.5 por ciento) mientras que el Partido
Comunista de la Federación Rusa obtenía el 12.5 por ciento. En las
siguientes elecciones (1995) la correlación de fuerzas en la Duma
cambió: los dos primeros partidos mencionados disminuyeron
considerablemente su votación y la del Partido Comunista aumen-
tó a 22.3 por ciento. En 1999 el pc alcanzó otra vez la votación más
alta (24.3 %), seguido de cerca por Unión (ahora llamado Rusia
Unida).229
Interesa hacer notar que entre las demandas del ldpr destaca-
ban, por un lado, como énfasis nacionalista y demagógico, la exi-
gencia de que Estados Unidos le regresara Alaska a Rusia, y por otro
lado una serie de medidas que, en el contexto, serían calificadas de
populistas, tales como mayores pensiones para los viejos, garantía
de pleno empleo para los trabajadores, mayores oportunidades
para los jóvenes y la más importante: pleno respeto para la pobla-
ción rusa, por encima de otras nacionalidades. Al igual que otras
corrientes de ultraderecha en el continente europeo, este partido
considera enemigos del pueblo ruso a las otras nacionalidades, al
Fondo Monetario Internacional y, desde luego, a los musulmanes
en general. No extraña, por lo mismo, que al principio de su carrera
electoral tuviera tantos simpatizantes, sobre todo entre la población
rusa depauperada, como ha ocurrido también con otros partidos
de ultraderecha en el resto de Europa. De hecho, Zhirinovsky así lo
reconoció en una entrevista: “en una nación rica mi programa no
pasaría muy bien. Pero en un país de amarga pobreza, como Rusia,
ésta es mi hora dorada.”230 Conviene recordar que Rusia estaba atra-
vesando, en los momentos de ascenso electoral de la ultraderecha,

228
Ídem, p. 231 y J. Denis Derbyshire y Ian Derbyshire, op. cit., p. 312. Es pertinente
señalar que una de las razones del éxito inicial de Zhirinovsky fue que nunca per-
teneció al Partido Comunista de la Unión Soviética ni a las altas esferas de la alta
burocracia de su país.
229
Véase <http://www.parties-and-elections.de/russia2.html>.
230
Boston Globe, 21 de octubre de 1993, citado por Cox y Shearman, op. cit., p. 238.
DERECHAS 127

por una crisis brutal, provocada por Yeltsin con la desestatización


de la economía y sus consecuencias, además de grandes manifesta-
ciones en contra del gobernante y sus políticas. La ultraderecha ha
encontrado en las crisis un medio propicio para su desarrollo.

Convendría detenerse en el punto relativo a la economía de merca-


do que he mencionado para el caso de la Unión Soviética-Rusia y de
los países centrales y orientales de Europa, con o sin intervención
reguladora del Estado, y sus repercusiones en la tendencia o no al
igualitarismo. Si de verdad se quiso controlar-regular la economía
en los últimos años de la Unión Soviética, es evidente que no fue
posible, como tampoco en los países “socialistas” de Europa. En la
actualidad, China, Vietnam y Cuba han introducido también for-
mas capitalistas en ciertas esferas de su economía. Tres preguntas:
¿se mantendrá su control-regulación? ¿No estarán creándose dos
economías paralelas y, por lo mismo, dos sociedades desiguales,
además de los posibles privilegios de quienes forman parte de la
nomenclatura? ¿Son regímenes de derecha o de izquierda?
Después de la muerte de Mao Tsé-Tung y de ser derrotada la
Banda de los Cuatro, con Deng Xiaoping subieron al poder nuevos
funcionarios, muchos de ellos tecnócratas y administradores pro-
fesionales, que no habían pertenecido propiamente al maoísmo y
que incluso habían estado en peligro durante la tristemente céle-
bre Revolución Cultural. Estos tecnócratas eran más liberales en lo
económico que en lo político, como se demostró en la represión a
los lamaístas en el Tibet y a los estudiantes en Tiananmen, ambas
matanzas en 1989. A esta generación de tecnócratas (de diferentes
edades) pertenecían, hasta hace poco tiempo: Jiang Zemín, ex pre-
sidente de la República; Zhu Rongji, ex primer ministro (crítico de
Mao desde 1958 y cercano a Lieu Shao-Shi y a Deng);231 Li Peng,
ex presidente de la Asamblea Nacional Popular y Hu Jintao, ex vice-
presidente de la República (Hu era el delfín de Deng Xiaoping).232

231
La biografía de Zhu Rongji puede verse en <http://www.cidob.org/bios/
castellano/lideres/z-009.htm>. Zhu, durante la Revolución Cultural, fue acusado de
reaccionario y confinado a uno de los campos de trabajos forzados eufemísticamente
llamados campos de reeducación política.
232
Véase la biografía de Hu Jintao en <http://www.cidob.org/bios/castellano/
lideres/h-001.htm>.
128 DERECHAS

Todos ellos, particularmente Hu, han sido partidarios de las reformas


económicas (que no políticas) hacia la apertura de mercados, pero sin
perder el “carácter socialista” del país, como sugiriera repetidas veces
Deng Xiaoping al hablar de la economía socialista de mercado (¿?).
En el XVI Congreso del Partido Comunista Chino (noviembre
de 2002), el presidente Jiang abrió las puertas a la denominada
“Cuarta Generación” de dirigentes, al frente de la cual estaba Hu. A
partir de este Congreso no sólo se terminó la economía planificada
en China, sino que se dieron cambios importantes en el poder del
país y en la constitución del partido (los capitalistas también forman
parte de éste, además de los campesinos, los obreros y los intelectua-
les). A partir de marzo de 2003, quedó en la presidencia de la Re-
pública Hu Jintao, como primer ministro Wen Jiabao (protegido de
Zhu Rongji) y Wu Bangguo en lugar de Li Peng. El único del grupo
de Jiang que quedó en el ámbito reducido del poder chino fue Zeng
Qinghong, quien ocupa la vicepresidencia que dejó Hu Jintao.233
En China hay apertura económica al capitalismo, o más que
esto, sobre todo en las ciudades costeras, se ha instaurado el capi-
talismo.234 Las empresas privadas, a partir de las reformas constitu-
cionales de marzo de 1999, son consideradas como un componente
importante de la economía china, de la economía socialista de mercado.
Lo que está ausente es la democracia. Ésta no existe. El Estado es
dominado por un pequeño grupo que negocia entre sí cuotas de
poder, en la administración pública y en el partido. Y no hay indicio
alguno de que se flexibilice el poder en un sentido democrático.
Las ambiciosas metas económicas que se ha propuesto la Cuarta Ge-
neración no parecen compatibles con la democracia. La experien-
cia democrática en la URSS de Gorbachov parece confirmar, para la
nomenclatura china, que la democracia es un artículo secundario en
los planes al futuro. El gobierno chino parece ser de los que, como
señalara Pye, están convencidos de que la democracia vendrá, si aca-
so, después de que se haya desarrollado la economía,235 posición no
muy diferente, como ya se ha visto, de la que tuvieron los gobiernos
de Park Chung Hee236 y de Chun Du Hwan en Corea del Sur, dicta-
toriales y en ningún sentido proclives al socialismo.

233
<http://www.electionworld.org/china.htm>.
234
Sobre el proceso de incorporación de China al capitalismo, véase Françoise
Lemoine, La nouvelle économie chinoise, Paris, Éditions La Découverte, 1994.
235
Lucian W. Pye, op. cit., p. 390.
236
Con Park Chung Hee, Corea pasó de ser agrícola a industrial a partir del gobierno
DERECHAS 129
Por otro lado, el impresionante crecimiento económico de Chi-
na (calculado entre 8 y 9 por ciento anual) no se ha traducido en
mejoras para el grueso de la población, al contrario. En este país “la
clase obrera no tiene derecho a sindicatos ni a negociaciones labo-
rales”.237 Por las privatizaciones238 y el cierre de empresas obsoletas e
improductivas, se han dado millones de despidos. Por la corrupción
en la administración pública local, donde tradicionalmente había
repartos de poder, los nuevos gobiernos han apretado pinzas de
control (incluso con condenas a muerte), que también han deri-
vado, directa e indirectamente, en despidos masivos.239 Como con-
secuencia de los impuestos (se cobran impuestos al consumo) y de
la pobreza en las zonas menos desarrolladas del país, más de cien
millones de campesinos han emigrado a las ciudades industriales
en búsqueda de trabajo que no obtendrán fácilmente.240 Las des-
igualdades sociales y económicas son visibles, pese a que el produc-
to interno bruto por habitante ha aumentado considerablemente
en los últimos diez años, pero sigue siendo todavía inferior al de
un país subdesarrollado y capitalista latinoamericano, por ejemplo
Perú. El índice de Gini, en 2001, fue calculado en 0.40, semejante
al de Estados Unidos (0.41),241 es decir al de un país capitalista de
reconocidas desigualdades sociales, pero esto sí, China es ahora
miembro de la Organización Mundial del Comercio, con todo lo
que esto implica. El trato a los campesinos y la ausencia de derechos
de los trabajadores, permiten una mano de obra barata, controlada
y dependiente, que es, como señala Qin, la clave del “milagro de
competitividad” de China en el mercado mundial. El Estado y su
legitimidad, añade este autor, no están basados en ningún principio
de contrato social. “El poder del Estado de ninguna manera corres-
ponde a las responsabilidades del Estado” con su población.242

central en una combinación de capitalismo de Estado y libre empresa (con grandes


conglomerados, los llamados chaebol equivalentes a los zaibatsu japoneses).
237
Qin Hui, op. cit.
238
“El sector estatal de la economía ha pasado de representar el 73% de la pro-
ducción industrial en 1988 al 35% en 1992”, y continuó disminuyendo. G. Buster,
“El PCCh y la transición al capitalismo”, Revista Viento Sur, reproducido en Rebelión,
Internet, 24/06/2003.
239
Régine Serra, “China”, El estado del mundo, op. cit., 2003.
240
La renta media de los campesinos, de 1978 a 2002, descendió a la mitad. Ídem.
241
<http://www.cia.gov/cia/publications/factbook/geos/>. Búster, op. cit., calcula
que el ig en China pasó de 0.20 a 0.46, es decir que aumentaron considerablemente
las desigualdades sociales.
242
Qin Hui, op. cit.
130 DERECHAS

Insistir en que China es un país socialista parece no tener fun-


damento alguno. Tampoco podría decirse que se trata de un país de
orientación socialista o que esté construyendo el socialismo. Se trata
más bien de un país gobernado por la dictadura de un pequeño gru-
po que domina no sólo el aparato estatal sino el partido único, y que
más que el socialismo lo que está construyendo es una gran potencia
capitalista, si se quiere, sui generis para estos tiempos.243 En mi opinión,
el régimen chino cabría en la categoría que he caracterizado como
régimen de derecha, además de dictatorial y totalitario. Un régimen que
sacrifica a más de una generación de trabajadores para el desarrollo
industrial, especialmente a trabajadores agrícolas y a campesinos, no
puede ser calificado de izquierda; que hubiera en China economía
planificada (que se ha eliminado recientemente), tampoco: Corea
del Sur, que no es ni ha pretendido ser socialista, a partir del gobier-
no de Park llevó a cabo planes quinquenales centralizados que en
general se cumplieron rigurosamente, sacrificó económicamente a
los campesinos mediante la política de precios a los productos agrí-
colas y a los trabajadores mineros e industriales por medio de salarios
reducidos, que en la actualidad, debe decirse, son altos mientras en
China continúan muy deprimidos. En ninguno de estos dos países,
vale añadir, el desarrollo industrial se ha llevado a cabo en un marco
democrático ni con criterios de igualitarismo.244

He mencionado anteriormente que, al compararse uno con otro,


puede haber regímenes totalitarios de izquierda o de derecha, y
que aquellos de orientación socialista serían de izquierda. Asimis-
mo, que un régimen de izquierda, a diferencia de uno de derecha,
lleva a cabo políticas tendentes al igualitarismo. Igualmente diría
que si un régimen es totalitario (es decir en el que no se permite
legalmente la oposición ni la disidencia), pero cuenta con apoyo

243
En 1994, cuando el crecimiento del pib en China era un poco mayor que en la ac-
tualidad (alrededor de 9.5%), The Economist (1de octubre de 1994) estimaba que, de
continuar a este ritmo, en 2020 este país sería la economía más grande del mundo,
incluso mayor que Estados Unidos.
244
Sobre la expropiación de la renta del campo para el desarrollo industrial y sobre
las desigualdades sociales que se crearon gracias a los incentivos materiales en el medio
rural, durante la época de Mao (y no sólo después de su muerte), véase Livio Maitan,
Party, Army and Masses in China: a Marxist Interpretation of the Cultural Revolution and its
Aftermath, London, New Left Books, 1976, p. 55.
DERECHAS 131
de la población (crecientemente igualitaria), la democracia en el
sentido liberal del término podría resultar irrelevante, y más si la
dominación de unos sobre otros es difusa o, al menos en apariencia,
mínima. Este podría ser el caso de Cuba, si acaso la gran mayoría de
la población no simula su apoyo al régimen político, como parece
haber ocurrido en la Europa “socialista”.
Para los fines de este estudio no nos importan aquí los grados de
democracia en la patria de Martí (que son tema de otra dimensión
—y discusión—, como ya he señalado), sino las desigualdades que
puedan darse a partir de la doble economía peso/dólar que se ha
instaurado en la isla en los últimos años. El escritor cubano y de iz-
quierda, Fernando Martínez Heredia, nos alerta sobre esta cuestión
en un magnífico escrito reciente:

El crecimiento de las desigualdades sociales ha sido una consecuencia de la situación y las


medidas adoptadas, lo cual es grave porque afecta la esencia igualitaria del sistema de
transición socialista cubano en cuanto a redistribución de riqueza y oportunidades.
La desigualdad principal está en el ingreso y el acceso a consumos. Es más irritante porque se
presenta asociada a la doble moneda; no se dispone de dólares por realizar trabajos
más complejos o tener actitudes individuales acreedoras al mayor reconocimiento
de la sociedad. Esa divisa se obtiene sobre todo de actividades relacionadas con la
economía mixta, con el turismo, con algo aleatorio como es recibir remesas de fami-
liares, y con una amplia gama de actos que van desde los ofrecimientos privados de
servicios y productos hasta el enriquecimiento de intermediarios y negocios ilegales,
en las dos monedas. Los precios informales en moneda cubana son demasiados altos
para los ingresos personales y familiares de la mayoría. La corrupción -ese demonio
de la falsa moral pública actual del capitalismo- debía ser analizada en sus funciones
sociales en cada caso concreto. En la Cuba actual desempeña un sordo papel.
Alrededor de la nueva situación se integran grupos privilegiados, y en su entorno
se van formando constelaciones sociales. Lo cierto es que todavía son de proceden-
cia realmente variada, y carecen de toda legitimidad que acompañe a su capacidad
adquisitiva, pero la cultura política nacional es suficientemente alta para que muchos
infieran que esos grupos podrían llegar a ser más exclusivos, integrarse más y desarrollar
auto identificaciones y proyectos. Un efecto sumamente nocivo de esta realidad so-
cial es que erosiona seriamente las motivaciones y los valores socialistas, generando
un desarme ideológico desde la vida cotidiana, sutil, ajeno a la virulencia y las defini-
ciones de los enfrentamientos políticos, pero a la larga más peligroso que éstos para
la vigencia del socialismo.245

245
Fernando Martínez Heredia, “El socialismo: problemas conceptuales y de estrategia”,
Revista América Libre, Buenos Aires, número 20, en Internet. (Las cursivas son mías.)
132 DERECHAS

No tendría nada que añadir a esta larga y elocuente cita. El peligro


de que surja una derecha interna en el poder (tecnócratas liberales
o yuppies comunistas), en el sentido de que impulse políticas econó-
micas de vuelta al capitalismo (como en Europa del este y Rusia) o
de economía socialista de mercado, como ha ocurrido en otros países
de pretendida transición socialista (China, señaladamente), es un
riesgo que no debe pasarse por alto, y menos cuando Estados Uni-
dos, con la ley Helms-Burton y otras arbitrariedades imperiales, está
haciendo todo lo posible para que este giro se dé.246
Considero pertinente añadir que la apertura de Cuba al capital
trasnacional no fue un capricho del grupo gobernante o del Partido
Comunista. Como casi todo, este fenómeno también tiene una ex-
plicación, en este caso —además del bloqueo económico impuesto
por Estados Unidos—, por los cambios en la política exterior de la
entonces Unión Soviética.
La política exterior de Gorbachov fue muy importante, espe-
cialmente por sus efectos. A pesar de no pocas reticencias, en 1989
habría de establecerse una nueva doctrina para Europa del este: el
derecho soberano de cada pueblo a escoger su propio sistema so-
cial. Fue la “doctrina Sinatra”, llamada así porque se aceptaba que
los antiguos satélites de la URSS pudieran desarrollarse in their “own
way” (a su manera).247 Hungría y Polonia iniciaron reformas de in-
mediato. Los alemanes de la República Democrática comenzaron
a cruzar hacia Berlín occidental, el Muro de esta ciudad sería des-
truido. El caem (Consejo de Asistencia Económica Mutua), y lo que
éste implicaba para la economía de los países del este europeo, fue
replanteado en 1990, para ser disuelto a finales de junio de 1991.
El primero de julio fue disuelto también el Pacto de Varsovia.248 Las
tropas soviéticas comenzaron el éxodo de Europa central y oriental.
Los subsidios a los países de orientación socialista fueron suspendi-
dos: en Cuba se iniciaría el llamado “periodo especial”, es decir de
crisis, que habría de ser medianamente remontada con enormes
sacrificios del pueblo, ya que, de 1989 a 1992, este país perdió siete
mil millones de dólares de ayuda soviética, lo que la llevó a abrirse al
capital extranjero.249 En tanto que en Cuba el “desentendimiento”

246
Para mayor extensión sobre el presente y la perspectiva de Cuba, véase Octavio
Rodríguez Araujo, “Cuba 2003 en la encrucijada”, Revista Memoria, México, núm.
172, junio de 2003.
247
J. Denis Derbyshire y Ian Derbyshire, op. cit., p. 249.
248
Véase L’etat du Monde, op. cit., 1993.
249
Daniel van Eeuwen, “Cuba”, L’etat du monde, ídem, 1993.
DERECHAS 133
de la URSS de Gorbachov con los países “socialistas” motivó una
crisis muy severa, sin que se arriaran las banderas de la transición
al socialismo, en Europa central y oriental fue motivo, como hemos
visto, de un viraje de 180 grados y de liberación de la tutela soviética.
Los resultados son distintos, pero persiste el peligro de que termi-
nen siendo semejantes. Lo que sí quedó claro, también a diferencia
de Cuba, fue que en la mayor parte de los países de Europa central
y oriental, en cuanto se aflojaron los controles soviéticos (políticos,
económicos y militares), se intentaron formas democráticas de ejer-
cicio del poder y diversos grados de liberalismo económico. Por lo
que se refiere a las repúblicas que se independizaron de la URSS,
ocurrió algo semejante, salvo en algunos pocos países. Pero éste
sería tema de otro análisis.
3. ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

Finalmente me referiré a la ultraderecha también llamada extrema


derecha. Al igual que la derecha y las izquierdas, la ultraderecha no es
igual en todo lugar ni en todo momento, pese a que guarda ciertas si-
militudes o, mejor, constantes. Es, igualmente, un concepto relativo a
la derecha, sin ser necesariamente su contrario, como sí es el caso de
las izquierdas en relación con las derechas y viceversa. Me adelanto
a decir que no intento una definición ni establecer una taxonomía
sobre la ultraderecha (como no he estado interesado en estable-
cerla sobre la derecha ni su opuesto). Las definiciones limitan y las
clasificaciones casi siempre son incompletas, particularmente en
disciplinas como las ciencias sociales.
Del texto de los apartados anteriores, referidos a las derechas,
se obtienen algunas características de las ultraderechas que algunos
autores llaman derecha extrema y otros derecha radical.1 Yo omito
el uso del vocablo “radical” para la derecha porque, si bien una de
sus acepciones es “extremista”, considero que los cambios radicales
(de raíz) son más comunes en las propuestas de las izquierdas que
de las derechas. Pero esto no es importante. Geométricamente to-
dos entendemos de qué hablamos cuando nos referimos a la dere-
cha extrema o ultraderecha.
La ultraderecha existe desde tiempos inmemoriales. Aunque la
inquisición, por ejemplo, existió desde finales del siglo xii, fue en
España, con los reyes Católicos (siglo xv), cuando se usó más clara-
mente en oposición a quienes, a juicio de los tribunales, atentaban
contra el orden social determinado por Dios —según decían.2 Cu-
riosamente la inquisición española incrementó su fuerza al perse-
guir a los judíos (y también a los llamados falsos judíos conversos) y

1
Un enfoque en favor de este concepto puede verse en Roger Griffin, “¿Interregno
o final de partida? El pensamiento de la derecha radical en la era posfascista”, en
Roger Griffin et al., La extrema derecha en Europa, Barcelona, Temas Clave/Historia y
Vida, [2002].
2
El orden social determinado por Dios es todavía, a principios del siglo xxi, argu-
mento de no pocas organizaciones de ultraderecha religiosa en el mundo, incluso
en Estados Unidos.

[134]
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 135
luego contra los protestantes tanto en la misma España como en
Francia, donde fueron asesinados alrededor de tres mil “hugono-
tes” (protestantes calvinistas) en la famosa Noche de San Bartolomé
(1572). La censura, la intolerancia, la imposición de un pensamien-
to único y el rechazo a cualquier manifestación científica fueron
temas de esa ultraderecha ligada a la Iglesia católica durante la larga
noche de la Edad Media, y mucho tiempo después, hasta la fecha.
Pero también fueron argumento para confiscarles sus bienes a per-
sonas adineradas que no se sometían a quien en un momento dado
tuviera el poder, como ocurrió 500 años después, en la Alemania de
Hitler, también con los judíos. El fanatismo religioso (y no sólo cris-
tiano) fue, y sigue siendo, una constante y a veces un pretexto de la
ultraderecha para hacer más atractivo su discurso, un discurso basa-
do en el dogma y no en el discernimiento, en la razón.
La ciencia y la libertad de pensamiento y de expresión (incluso
en las artes) han sido elementos peligrosos para los representantes
y defensores más o menos fanáticos de las religiones, y más cuando
éstas se han usado como medio de control sobre determinados
sectores de la población. Sirva un ejemplo: los religiosos cristianos
han rechazado, desde finales del siglo xix, al darwinismo (teoría
considerada científica durante muchos años, sobre la evolución de
las especies). Argumentaban (y todavía argumentan) que en la Bi-
blia se explica con absoluta claridad no sólo la creación del mundo
sino del ser humano.3 Los racistas, en cambio, apoyan de alguna
manera (y a veces explícitamente) el darwinismo, dado que en la
trayectoria biológica del ser humano —dicen— los blancos son los
más evolucionados y los más fuertes (las razas superiores), que son
los que merecen sobrevivir (selección natural).4 El fascismo, en

3
Una extraordinaria película, protagonizada por George C. Scott y Jack Lemmon
(Inherit the Wind-Heredarás el viento) y dirigida por Daniel Petrie en 1999, plantea esta
pugna (Biblia-darwinismo), con base en sucesos reales ocurridos en 1925, en un
juicio legal contra el profesor John T. Scopes que enseñaba la teoría de la evolución
de Darwin en una ciudad del sur de Estados Unidos.
4
En mi opinión Darwin no fue intencionalmente racista, pero definitivamente lo
era, sobre todo en su The Descent of man (1871) y particularmente en el capítulo 6
(este libro se puede leer completo en <http://www.literature.org/authors/darwin-
charles/the-descent-of-man/index.html>). Cuando él se refería a razas civilizadas y
razas salvajes, siendo las primeras las europeas, no era original. En el siglo xix incluso
pensadores como Marx y Engels escribían (1850) sobre arrastrar a los “reacios pueblos
bárbaros al comercio mundial, a la civilización.” Ver Karl Marx y Friedrich Engels, Mate-
riales para la historia de América Latina, México, Cuadernos de Pasado y Presente-Siglo
XXI Editores, 1972, p. 192. (Las cursivas son mías.)
136 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

su versión alemana (Hitler),5 hizo uso del darwinismo social para


justificar su racismo a partir de la idea de que la vida es una lucha
de la que sobreviven sólo los mejor dotados físicamente. Y una de
sus fuentes filosóficas de inspiración, en el presente de moda en el
ámbito del pensamiento llamado posmoderno, fue Nietzsche. “Nie-
tzsche —escribía Simone de Beauvoir— tomó de Maquiavelo y de
Gobineau la jerarquía que distingue entre amos y esclavos, y funda
esa oposición, como ellos, en una cuestión de raza. Sólo la existen-
cia de los grandes […] tiene una significación. Los otros hombres
constituyen la masa: ‘La arena de la humanidad: todos muy iguales,
muy pequeños, muy redonditos’. Nietzsche declara: ‘No creo que la
masa merezca atención sino desde tres puntos de vista… como co-
pia difusa de los hombres grandes… como resistencia que encuen-
tran los grandes… como instrumento de los grandes. Por lo demás,
que el diablo y las estadísticas se los lleven’.”6 Aquí radican muchos
de los fundamentos del fascismo y, sobre todo, del nacionalsocialis-
mo alemán que veremos más adelante.

en el pasado

dictaduras y fascismo “histórico” de entreguerras

Al término de la primera guerra mundial (pgm) el mapa de Europa


se modificó considerablemente, particularmente por la desapari-
ción de algunos imperios, señaladamente el austro-húngaro, el ruso
y el alemán. Surgieron nuevas repúblicas, pero también gobiernos
autoritarios en diferentes grados, dictaduras en la mayoría de los
casos, lo que quizá motivó a la historiadora británica, Elizabeth Wis-
kemann, a escribir su libro La Europa de los dictadores (1919-1945).7

5
Para los fascistas italianos el racismo no formaba parte de su marco ideológico.
6
Simone de Beauvoir, op. cit., pp. 51-52. La teoría racista más elaborada se le atribuye
al aristócrata francés Joseph-Arthur, conde de Gobineau (1816-82), autor de Essai sur
l’inégalité des races humaines, usado por los nazis como prueba de su supremacía racial
y de que los pueblos latinos y semitas habían degenerado en el curso de la historia
como consecuencia de su mestizaje.
7
Elizabeth Wiskemann, op. cit. Una fuente de consulta de gran utilidad sobre la his-
toria política sintetizada de los países mencionados en el siguiente párrafo, y que he
complementado con otras fuentes, es J. Denis Derbyshire y Ian Derbyshire, op. cit.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 137
Para 1920 había gobiernos autoritarios en Hungría, Albania8 y
Bulgaria.9 En 1922 se agregaron Grecia e Italia, y al año siguiente
España. En 1926 se sumaron Polonia, Lituania10 y Portugal. Por
un breve periodo, caracterizado por pugnas políticas, Grecia tuvo
una relativa democracia que volvió a perderse a partir de 1927.11
Yugoslavia vivió un régimen autoritario a partir de 1929, que para
1935 adoptó formas fascistas de organización corporativa después
de haber instituido un sistema monopartidista (1932).12 En España

8
Al término de la pgm Albania fue presa de Grecia, Yugoslavia e Italia. Su economía
y el poder institucional estaban en manos de terratenientes muy atrasados. Los
primeros partidos, personalistas en su mayoría, surgieron después de la guerra.
Paradójicamente el partido más conservador era el Progresista, opuesto a cualquier
tipo de reforma agraria (el principal terrateniente del país era el líder de este par-
tido). La democracia y el liberalismo eran bienes desconocidos en Albania antes
de 1924 cuando Fan Noli, por muy poco tiempo, asumió el gobierno como primer
ministro y tomó medidas antifeudales y estableció un gobierno de tipo occidental.
A partir del golpe de Estado de Ahmed Zogú, una brutal dictadura dominó a ese
país hasta 1939 que fue invadido de nuevo por Italia. Un libro con referencias
a Albania en ese periodo es el de Joseph Rothschild, East Central Europe Between
the Two World Wars, Seattle, University of Washington Press, 1974, y más concre-
tamente Richard J. Crampton, Eastern Europe in the Twentieth Century, New York,
Routledge, 1994.
9
Durante el gobierno de Stamboliiski, bajo el zarismo de Boris III, Bulgaria tuvo
un régimen autoritario y, desde luego, represivo; pero a partir de su asesinato en
1923, y especialmente durante los gobiernos de Tsankov y de Georgiev, el poder se
endureció todavía más, fue el reino del terror hasta 1926 inclusive. Tsankov, ya sin
el gobierno, formaría en 1932 el primer partido fascista en Bulgaria, el Movimiento
Nacional Socialista por imitación del partido de Hitler. Puede consultarse Richard
J. Crampton, A Short History of Modern Bulgaria, Cambridge, Cambridge University
Press, 1987, y del mismo autor Eastern Europe…, op. cit.
10
La república de Lituania, lograda después de su independencia en 1920, fue de
breve duración. Terminó con ella un golpe de Estado en 1926; y bajo el gobierno
de Antanas Smetona se prohibieron los partidos, salvo el del gobierno, y la libertad de
prensa. Véase John Hiden y Patrick Salmon, The Baltic Nations and Europe: Estonia,
Latvia and Lithuania in the Twentieth Century, New York, Longman, 1991 y R. J.
Crampton, Eastern Europe…, op. cit.
11
Con el restablecimiento de la monarquía (1935), el rey Jorge II nombró a Ioannis Me-
taxas primer ministro. En agosto de 1936 éste instauró una dictadura de imitación fascis-
ta, que fue continuada después, con mayor brutalidad, al ser Grecia ocupada por Italia,
Alemania y Bulgaria en 1940-1941. Apud Richard Clogg, Parties and elections in Greece,
London, Hurst & Co., 1987. De 1967 a 1974 Grecia volvió a ser dominada por militares.
Un análisis de esta última dictadura, en Nicos Mouzelis, “Capitalism and Dictatorship in
Post-war Greece”, New Left Review, London, número 96, marzo-abril de 1976.
12
Para mayor información puede consultarse Vladimir Dedijer et al, History of Yugos-
lavia, New York, McGraw-Hill, 1974. Véase también E. Wiskemann, op. cit.
138 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

la monarquía fue sustituida por la república, un régimen inestable


que terminó, después de una sangrienta derrota (1939), en la im-
posición de una dictadura. En 1933, Alemania y Austria adoptaron
formas autoritarias de gobierno (dictaduras). Para 1937 quince
países de Europa eran dominados por gobiernos no democráticos:
Estonia,13 Letonia,14 Lituania, Polonia, Rumania,15 Bulgaria, Grecia,
Albania, Yugoslavia, Hungría, Austria, Italia y Alemania y en el oeste
Portugal y España (parcialmente, según Franco iba ganando territo-
rios), además de Turquía y la URSS. Con la Segunda Guerra el auto-
ritarismo se extendió a casi toda Europa y el norte de África, por la
expansión del nazi-fascismo.16 En 1940-1944, durante la ocupación
alemana, Francia adoptó también un régimen dictatorial que, aun-
que similar a otros, no tuvo las mismas causas.
El autoritarismo europeo posterior a la pgm suele explicarse por
la crisis económica consecuencia de aquélla, por la enorme eferves-
cencia social en algunos países (debida a la misma crisis y a la in-
fluencia de la revolución rusa), por la incapacidad de los gobiernos
democráticos para mantener la estabilidad y controlar o rehacer
la economía y por los temores de las burguesías a la inestabilidad
reinante y al ascenso de la lucha de los trabajadores. Las libertades
políticas y de asociación se interpretaban como amenazas para las
clases dominantes y para los conservadores religiosos y laicos. El li-
beralismo, en general, entró en crisis no sólo en Europa sino en casi

13
Estonia ganó su independencia en 1918, reconocida en 1921 después de que
fuera derrocada la autoridad soviética. Estableció una república democrática hasta
el golpe de Estado de Konstantin Päts. Su gobierno fue dictatorial. Ver John Hiden y
Patrick Salmon, op. cit. y R. J. Crampton, Eastern Europe…,op. cit.
14
Letonia, como los otros países bálticos, conquistó su independencia en 1920.
Durante 14 años, a pesar de una gran inestabilidad política, hubo democracia. La
amenaza de golpe de Estado en 1934 llevó a las fuerzas políticas a proponerle a
Ulmanis (héroe de la independencia y varias veces primer ministro) que se hiciera
cargo del gobierno. Ulmanis, populista de mano dura, prohibió los partidos políticos
y algunos periódicos, pero intentó mantenerse distante tanto de la URSS como de la
Alemania nazi. Véase John Hiden y Patrick Salmon, op. cit. y R. J. Crampton, Eastern
Europe…, op. cit.
15
En este país al inicio de los años 20 Corneliu Zelia Codreanu fundó en Moldavia
(entonces territorio rumano) la Guardia de Hierro, organización antisemita y anti-
comunista que sembraba el terror a su paso. No tuvo el poder, pero fue tolerada por
el gobierno. Puede consultarse Z. Barbu, “Rumania”, en S. J. Woolf et al, El fascismo
europeo, México, Editorial Grijalbo, 1970.
16
Sobre la evolución del autoritarismo en Europa durante el siglo xx, véase Matthew
White, <http://users.erols.com/mwhite28/govt1920.htm>, diferentes años.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 139
todo el mundo capitalista llamado también occidental. De hecho
—señalaba Crouzet—, para 1933 no existía un sólo régimen liberal
en el mundo, con la excepción de Estados Unidos, Gran Bretaña
y sus dominios, los países escandinavos, Bélgica y Holanda, Suiza y
Checoslovaquia.17 Y aun en este grupo de países el peso del poder
central y del Ejecutivo aumentó, incluso donde el parlamentaris-
mo era una tradición. El liberalismo económico fue suplantado
por diversos grados de intervencionismo estatal, con frecuencia
acompañado de formas autoritarias de ejercicio del poder. En los
pocos países democráticos de esos años surgieron grupos fascistas,
algunos con fuerte influencia política e ideológica. Pero de aquí no
debe desprenderse que las dictaduras de la Europa entreguerras
fueran todas y necesariamente fascistas, ni tampoco que todas fue-
ran producto de una reacción antiliberal. El fenómeno fue mucho
más complejo, entre otras razones porque el liberalismo en algunos
países, sobre todo en el sureste europeo, fue secundario ante la
preocupación nacionalista (incluso de definición de fronteras) y de
desarrollo económico o ante los intereses oligárquicos que estaban
en peligro en algunos de estos países.
Fuera de Europa y de sus colonias en África y Asia, también
había dictaduras o gobiernos autoritarios, pero difícilmente podría
decirse que tuvieran relación directa con los motivos del autorita-
rismo europeo posteriores a la pgm. En América Latina durante los
años 20 del siglo pasado las dictaduras de Venezuela, Guatemala
o El Salvador, por ejemplo, eran anteriores a la pgm, y aun las que
siguieron hasta la segunda guerra mundial (sgm), que no fueron
pocas, nunca se generalizaron tanto como en los años 70.18 La dic-
tadura de Juan Vicente Gómez en Venezuela no tuvo nada que ver
con la crisis del liberalismo o con el ascenso de la lucha de clases.
Los autócratas anteriores a la dictadura de Ubico, y esta misma en
Guatemala, tampoco correspondieron a este esquema. Las familias
oligarcas de El Salvador y Honduras, menos. En Ecuador podría de-
cirse que el liberalismo fue derrotado en la llamada revolución de
julio de 1925, pero en realidad fue derrotada la plutocracia supues-
tamente liberal que dominaba en el país. El autoritarismo caracte-
rizó a la política ecuatoriana sobre todo a partir del golpe militar

17
Maurice Crouzet, La época contemporánea, Volumen vii de Historia general de las civili-
zaciones, 7 volúmenes, Barcelona, Ediciones Destino, 1961, pp. 197-198.
18
En América del Sur, en 1977, sólo Colombia, Venezuela y las Guyanas eran países
no gobernados por militares.
140 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

de 1931. En Chile la dictadura castrense de Ibáñez en la segunda


mitad de los años 20 (hasta 1931), tampoco tuvo relación con la
crisis del liberalismo, aun aceptando que el gobierno constitucional
de Arturo Alessandri hubiera sido liberal. Bolivia es otro caso del
dominio de una oligarquía minera (estaño) y terrateniente, cuyos
gobiernos serían militares después de la Guerra del Chaco (1932-
1935) hasta el inicio de los años 50.19 Machado y sus sucesores en
Cuba, los Somoza en Nicaragua, Moríñigo y Stroessner en Paraguay,
Trujillo en República Dominicana, tampoco fueron una respuesta
a la crisis del liberalismo o al ascenso de la lucha de clases en estos
países. El efecto Europa posterior a la pgm no parece haber influido
en estos dictadores.
Quizá el caso latinoamericano más cercano a las dictaduras
europeas (incluso fascistas) posteriores a la pgm, fue el gobierno de
Getulio Vargas en Brasil. Dueño de un poder centralizado, de tipo
bonapartista, estableció el Estado Novo (1937-1945) semejante al de
Salazar en Portugal, pero sin ser propiamente fascista a pesar de ha-
berse inspirado también en la Carta del Trabajo del fascismo italia-
no. Populista de derecha, se le ha calificado, y también dictadura.20
El gobierno de Cárdenas en México fue bonapartista y en muchos
sentidos corporativo, fue autoritario, pero no una dictadura ni
mucho menos fascista. Ha sido caracterizado como populista de
izquierda, a diferencia del varguismo brasileño o del peronismo en
Argentina posteriormente. Ciertamente el fascismo tuvo influencia
más allá de las fronteras europeas, pero no en la misma magnitud.
No fueron pocos los países latinoamericanos que vieron surgir or-
ganizaciones fascistas en esos años: México, Brasil, Argentina, Perú,
Chile, Colombia, Panamá (citados por Crouzet, lamentablemente
con algunas imprecisiones21). Pero en ninguno de estos casos las
organizaciones fascistas tuvieron el poder, ni siquiera el Movimiento
Nacionalista Revolucionario (mnr) que fue asociado, por una de sus
corrientes internas, al nacional socialismo alemán.

19
El gobierno de Villarroel (1943-1946) fue, formalmente, civil aunque su origen era
una coalición del ejército y el Movimiento Nacionalista Revolucionario. Véase James
Cockcroft, op. cit., p. 563.
20
Véase al respecto a Helena Hirata, “El populismo como impulsor de Estado ca-
pitalista ‘semi-industrial’: el caso de Brasil”, en Críticas de la economía política (Edición
latinoamericana), México, Ediciones El Caballito, número 20/21, julio-diciembre de
1981, pp. 177-195.
21
M. Crouzet, op. cit., p. 225.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 141
Se ha abusado del término fascismo, como también del de dicta-
dura. No en todos los países donde se incubaron organizaciones fas-
cistas éstas tuvieron el poder o el poder fue fascista con todo lo que
esto implica. El fascismo es una organización que aspira al poder o
a influir en él, o es una forma de Estado. Como forma de Estado,
es decir con el fascismo en el poder y la sustitución de una forma
estatal por otra —como decía Dimitrov22—, se trata en principio
de una dictadura, pero no todas las dictaduras son o han sido fas-
cistas. Deben cumplirse, de acuerdo con el modelo clásico, ciertas
condiciones, pues una forma estatal que sea una “dictadura terro-
rista abierta”, no es condición suficiente para que sea fascista. Para
Dimitrov no sólo Italia y Alemania serían fascistas, también Austria,
España, Polonia, Bulgaria y Finlandia.23 Interesaría analizar estos
casos, y también los de Portugal, Rumania y Hungría. Bastaría, sin
embargo, la revisión de algunos de estos países para luego terminar
con los ejemplos indiscutibles y clásicos de fascismo.

Austria

Al final de la guerra el Imperio fue desmantelado y el país reducido


en superficie. La doble monarquía austro-húngara fue sustituida, en
la parte correspondiente, por un gobierno provisional de la prime-
ra República de Austria.24 La escena política estaba dominada, en
primer lugar, por los dos principales partidos: el Social Cristiano
(Christlichsoziale Partei--csp) católico y el Socialdemocrático de los
Trabajadores (Sozialdemokratische Arbeiterpartei--sdap) de inspiración
marxista-reformista. Había un tercer partido que aglutinaba a cerca
de veinte grupos nacionalistas: el Partido Popular de la Gran Ale-
mania (Grossdeutsche Volkspartei), que era antisemita y anticheco,
nacionalista (razón por la cual se le conocía como los “nacionales”

22
Jorge Dimitrov, Obras escogidas, La Habana, Editora Política, 1965, p. 129 (“El ca-
rácter de clase del fascismo”). Este autor escribía en agosto de 1935: “la subida del
fascismo al poder no es un simple cambio de un gobierno burgués por otro, sino la
sustitución de una forma estatal de la dominación de clase de la burguesía —la demo-
cracia burguesa— por otra, por la dictadura terrorista abierta.”
23
Ídem, pp. 136-140.
24
Es pertinente señalar que la unidad de la nueva República no fue fácil ya que una
cosa fue el territorio del Imperio y otra el que habría de constituir el nuevo país. Las
nuevas provincias sólo tenían en común la lengua y sus ataduras a la dinastía de los
Habsburgo. Véase Barbara Jelavich, Modern Austria: Empire and Republic, 1815-1986,
Cambridge, Cambridge University Press, 1987.
142 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

y también como Partido Pangermánico), anticlerical, partidario de


la unificación (Anschluss) con Alemania, contrario a la restauración
de la monarquía. Su dirigente principal fue Georg von Schönerer,
originario de los Sudetes austroalemanes de Bohemia. Parece que
Hitler perteneció a este partido antes de emigrar a Alemania. El csp
era también antisemita aunque moderado,25 contrario al liberalis-
mo y al socialismo, en cierto modo favorable a la restauración de la
monarquía y defendía los intereses de los grandes terratenientes. Su
apoyo a la unificación con Alemania era menos decidido que el de
los nacionales e incluso que el de la corriente Social Demócrata que
pertenecía al sdap.26
A pesar de que el sdap no era precisamente el partido mayori-
tario, la efervescencia social provocada por la crisis económica y el
hecho de haber perdido la guerra favoreció a los socialdemócratas,
quizá porque se pensó que serían capaces, como en Alemania con
Ebert, de controlar la situación. Karl Renner sería el primer canci-
ller de la nueva república, en coalición con los socialcristianos. A pe-
sar de que la Asamblea Constituyente había votado por ser parte de
Alemania, los aliados la obligaron a ser una república separada.27
La derecha austriaca tenía desacuerdos y posiciones ideológicas
un tanto difusas en todos los casos. A diferencia de la izquierda que
desarrolló el conocido austromarxismo de gran influencia incluso
fuera de Europa, la derecha apenas tuvo algunos ideólogos.
Además de los tres partidos mencionados, existía una organi-
zación que, en principio, no fue partidaria: la Heimwehr (Guardia
Patriótica) de orientación fascista, pero no, en general, pro nazi.
Esta organización tuvo su origen en las provincias como milicias
patrióticas y una ideología simplemente antisocialista, en algunas
regiones se acercó al fascismo italiano y en otras, concretamente
en Estiria, al nazismo alemán. Su dirigente era Ernst Rüdiger von
Starhemberg. Sin embargo, la Heimwehr fue la organización con ma-
yor “respetabilidad ideológica”, según escribiera Stadler, gracias al
profesor católico Othmar Spann quien desarrolló las teorías de la

25
El antisemitismo del csp era más por la identificación de los judíos con el liberalis-
mo y el socialismo, sus principales adversarios, que por razones raciales.
26
La inclinación de la corriente Social Demócrata por la unificación con Alemania
no fue sostenida después de que Hitler llegó al poder en 1933.
27
En noviembre de 1918 la Asamblea Nacional, por unanimidad, declaró que
“la Austria alemana es parte constituyente de la República Alemana”. Véase K. R.
Stadler, “Austria”, S. J. Woolf, op. cit., p. 107.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 143
Ständestaat (Estado corporativo o estamental), en oposición tanto a
la economía clásica y al liberalismo como al socialismo. Su plantea-
miento era la sustitución de la democracia formal (Formaldemokra-
tie) por la democracia corporativa (Ständische) a la que el individuo
debía someterse.28 Las milicias de la Guardia Patriótica, por inicia-
tiva de su líder, habrían de formar en 1930 su ala política llamada
Heimatbloc (Bloque Patriótico), que participaría en las elecciones
parlamentarias de ese año, aunque con resultados mucho menores
que los dos grandes partidos.
Las diferencias entre los partidos impidieron que éstos se com-
prometieran con la nueva Constitución. El gobierno socialdemó-
crata no contó con aliados importantes y en 1922 perdió en favor
del partido socialcristiano (csp), cuyo dirigente, Seipel, ocuparía la
Cancillería. Con el nuevo gobierno se recortaron los gastos sociales
que había iniciado el gobierno de Renner. La economía seguía en
crisis. En la elección de 1930 los socialdemócratas recuperaron vo-
tos, lo cual llevó al csp a buscar una nueva alianza con los Nacionales
pangermánicos, la Heimwehr y la Liga Campesina ya que el sdap re-
husó a aliarse con los socialcristianos (por segunda vez).29 En 1929
Seipel fue sustituido por el antiguo director de la policía en 1927,
Schober, quien curiosamente no simpatizaba con la paramilitar
Heimwehr ni con la idea de reformar la Constitución por medios no
constitucionales como querían las fuerzas más reaccionarias. Fue
depuesto y le sucedió un fuerte simpatizante de esta organización
paramilitar, Karl Vaugoin. A la muerte de Seipel, en 1932, Dollfuss,
del csp, hizo alianza con el Bloque Patriótico (brazo político de la
Heimwehr) para formar gobierno. Los socialdemócratas y el nuevo
partido nazi, rama austriaca del alemán, se opusieron al resultado
de las elecciones pues la mayoría era cuestionada.
Dollfuss endureció su política, mucho más que sus antecesores,
incluso que Seipel. Declaró ilegales al pequeño Partido Comunista
y al Partido Nazi y anunció la formación de un Estado corporati-

28
K. R. Stadler, ídem, p. 98.
29
La posición de Otto Bauer, líder del sdap, era la de no colaborar con un gobierno
burgués, ya que nada bueno había resultado de la primera coalición con los social-
cristianos del csp y menos después de la matanza de trabajadores en 1927. Seipel era
contrario a la democracia y enemigo de los socialistas. Su apoyo principal, además
de la Iglesia católica (él era sacerdote católico), era la Heimwehr. Véase G. D. H. Cole,
Historia del pensamiento socialista, 7 tomos, México, Fondo de Cultura Económica,
1963, tomo vii, Socialismo y fascismo (1931-1939), pp. 145-146.
144 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

vo-católico con el apoyo, obviamente, de la Heimwehr.30 En febrero


de 1934 los socialdemócratas intentaron un levantamiento y una
huelga general. Fueron derrotados y la propuesta constitucional de
Dollfuss fue impuesta, prohibiéndose todos los partidos menos el
del gobierno, el Vaterländische Front (Frente Patriótico). Se iniciaría
así una dictadura propiamente dicha.
El gobernante austriaco era bien visto por Mussolini, quien lo
consideraba su aliado, pero no por Hitler, quien quería la anexión
de Austria. Hubo un intento de levantamiento armado de los nazis
austriacos para hacerse del poder (el putsch de 1934), pero fueron
rechazados tanto por el ejército como por la Guardia Patriótica
(Heimwehr) aliada de Dollfuss. Éste fue asesinado.31 El sucesor, tam-
bién del csp, fue Kurt von Schuschnigg, un hombre moderado por
comparación con sus antecesores, pero no necesariamente contra-
rio a las formas dictatoriales de ejercicio del poder. El nuevo canci-
ller, quien tratara de preservar la independencia de Austria, se vio
obligado a establecer un acuerdo con Hitler en 1936, que implicaba
la aceptación de nazis en su gobierno (von Seiss-Inquardt como
Secretario del Interior) y en el Frente Patriótico (partido único en
ese momento). Schuschnigg, a pesar de que se resistía a la pérdida
de soberanía de su país, no encontró apoyos suficientes que contra-
rrestaran las presiones alemanas y al nazismo austriaco, y al plantear
un plebiscito sobre la cuestión, los nazis presionaron para que fuera
aplazado. Schuschnigg renunció y Seiss-Inquardt, representante del
nazismo, ocuparía la Cancillería.32 Hitler precipitó la invasión nazi-
alemana del 11-12 de marzo de 1938.
En síntesis, aunque la derecha dominó el escenario político,
siempre estuvo muy dividida, vacilante y presionada tanto por las
fuerzas aliadas de la posguerra como por Mussolini y Hitler en ese en-
tonces con diferencias importantes respecto a Austria. Esta debilidad
de las derechas, pese a haber sido dictadura en los últimos años antes
de la anexión, dejó a Austria a merced de los más fuertes: los nazis ale-
manes. “El fascismo austriaco —escribía Stadler— había preparado el
camino al fascismo nazi.”33 Y ciertamente éste se instaló.

30
En este caso coincidieron la influencia del corporativismo italiano y la del corpo-
rativismo católico de la Heimwehr, pero en realidad dicho corporativismo no se puso
en práctica de manera definitiva.
31
G. D. H. Cole, op. cit., pp. 76 y 152-158.
32
Enciclopedia Universal Ilustrada, Madrid, Espasa-Calpe, 1926, Suplemento Anual 1936-
1939, primera parte, editado en 1966, capítulo sobre Austria, p. 1104.
33
K. R. Stadler, op. cit., p. 92.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 145
Hungría

En este país, bajo la regencia de Horthy (1919-1944), hubo dife-


rencias entre sus Primeros Ministros. Unos, como Gömbös o Szála-
si, eran francamente fascistas y colaboradores del nazismo alemán,
otros como Bethlen y Teleki, a pesar de su conservadurismo, eran
relativamente moderados. Todos eran anticomunistas. Horthy fue
precisamente quien derrotara, con lujo de fuerza, a la república de
los consejos obreros, producto de la revolución de 1918-1919, en
agosto de 1919.34 Con esta derrota se inició la contrarrevolución,
que fue conocida como “el terror blanco”35 hasta que, en 1922,
bajo el gobierno de Bethlen como primer ministro de Horthy, se
iniciara el periodo de institucionalización,36 no sin problemas de
oposición interna, sobre todo del lado de las llamadas “escuadras
especiales” del ejército que representaban a la extrema derecha:
al fascismo. Estas oposiciones internas llevaron a Hungría a vivir
un gobierno inestable y crecientemente derechista, fascista en
muchos sentidos.
En 1932 Gömbös fue primer ministro. Antes de 1928 había sido
racista, pero por influencia de Mussolini, a quien admiraba, dejó de
expresarlo por un tiempo, para retomarlo a partir de su colabora-
ción con el nazismo alemán. La intención de Gyula Gömbös, con el
beneplácito alemán, era eliminar los demás partidos y convertirse
en un Duce húngaro,37 pero no pasó de ser una intención (ni siquie-
ra pudo ser un líder, mucho menos carismático). A su muerte, en
octubre de 1936, Horthy desconoció algunos de los acuerdos que
su primer ministro había realizado con los nazis, pero la economía
siguió dependiendo de las relaciones con estos. El apoyo nazi a la

34
Ver Miclós Molnár, De Béla Kun a János Kádár, Paris, Presses de la Fondation
Nationale de Sciences Politiques/Institut Universitaire de Hautes Études
Internationales, 1987, pp. 21, 32 y 52. Véase también Jerzy W. Borejsza, La escalada del
odio. Movimientos y sistemas autoritarios y fascistas en Europa, 1919-1945, Madrid, Siglo
Veintiuno de España Editores, 2002, pp. 152-157.
35
Más de cinco mil personas fueron ejecutadas y alrededor de 75 mil fueron encarce-
ladas. El “terror blanco” obligó a más de cien mil húngaros a emigrar, en su mayoría
socialistas, comunistas, intelectuales y judíos de clase media. Puede consultarse al
respecto Jorg K. Hoensch, A History of Modern Hungary, 1867-1986, London, Long-
man, 1988.
36
Miclós Molnár, op. cit., p. 54. También puede verse el ensayo de J. Erös, “Hungría”,
en Woolf et al, op. cit., pp. 120-122.
37
J. Erös, ídem, p. 127.
146 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

economía húngara tuvo un precio: que Horthy apoyara las políticas


de Alemania, incluido el antisemitismo.38 El sucesor de Gömbös,
Kalman Daranyi, a pesar de sus diferencias políticas con el gobier-
no anterior, mantuvo la política antisemita, tratando de regularla
con una ley que, a la vez, apaciguara a los fascistas locales y a los
alemanes. No quedó bien con nadie y Horthy lo sustituyó con Bela
Imredy quien, a pesar de haber presentado un borrador más severo
de la llamada Ley Judía (antijudía de hecho) de Daranyi, habría
de renunciar también porque sus oponentes demostraron que su
abuelo había sido judío. A partir de esta renuncia, a principios de
1939, el moderado Teleki ocupó la jefatura del gobierno. Pal Teleki,
sin embargo, no cambió las políticas de sus predecesores aunque
combatió a algunos de los grupos fascistas.
Esta inestabilidad bajo la dictadura de Horthy llevó al fortale-
cimiento del Partido de la Cruz Flechada que, bajo la dirección de
Szálasi, se convirtió en un movimiento de masas que en las elecciones
parlamentarias de 1939 obtuvo una votación muy significativa.39
Teleki recibió fuertes presiones de Alemania para pasar por
territorio húngaro hacia Yugoslavia y para que su gobierno propor-
cionara armas y soldados. Como resultado, se suicidó. Su lugar fue
ocupado por un hombre de la ultraderecha (Bardossy). Con este
gobernante se iniciaron las deportaciones y matanzas de judíos,
política que no coincidía con las posiciones de Horthy. Quizá los
extremos fascistas de sus gobiernos, y las presiones alemanas en au-
mento, llevaron al dictador a nombrar a un miembro del grupo de
Bethlen, conservador tradicional, en sustitución de Bardossy. Kallay,
el nuevo gobernante, mantuvo una política doble con los nazis y
con los países aliados contra el nazi-fascismo. Fracasó y finalmente
Alemania invadió Hungría. A partir de este momento la “solución
final” que había querido evitar Kallay, sin que esto quiera decir
que se dejara de perseguir a los judíos, alcanzó a cerca de medio
millón. Sin embargo Horthy, con apoyo de las fuerzas militares que
no pertenecían a las asociaciones secretas de orientación fascista
ni al grupo de los germanófilos que colaboraban con el nazismo,
intentó detener las deportaciones racistas y las expropiaciones e ini-
ció “secretas negociaciones de armisticio con los rusos”. Las tropas

38
Un alto porcentaje de la industria, probablemente cerca del 80 %, así como los
principales bancos, eran propiedad de judíos en Hungría.
39
Jerzy W. Borejsza, op. cit., pp. 154-155.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 147
alemanas en Budapest lo arrestaron,40 e impusieron al dirigente de
Cruz Flechada, Szálasi, como primer ministro.
Los grupos fascistas nunca lograron unidad y tampoco lograron
un poder suficiente, por sí solos, para llevar a Hungría al fascismo.
El fascismo húngaro, escribía Erös, comenzó como “una conspi-
ración militar, terminó como un movimiento militar”,41 con serias
divisiones y sin capacidad para hacerse del poder. Aunque en esos
años (1919-1944) el anticomunismo fue común denominador y el
chauvinismo tuvo expresiones significativas (teñido de racismo a
partir de la segunda mitad de los años 30), no puede decirse que el
régimen haya sido totalitario (aunque sí dictatorial) ni que el fascis-
mo haya tenido el poder propiamente dicho, pese a su fuerza nada
despreciable. Tampoco hubo un cuerpo ideológico o un programa
fascista de sustentación, ni apoyo significativo de masas, quizá por la
división de las agrupaciones fascistas y de las que estaban cerca de
estas posiciones. La dictadura de Horthy fue el poder de las clases
sociales tradicionales, no de los fascistas.42 Pero éstos lograron que
muchas medidas de corte fascista, más alemán que italiano, se im-
pusieran. No pienso que a las víctimas de ese fascismo incompleto o
inacabado de Hungría les hayan importado estas sutilezas.

Polonia

Durante más de un siglo este país había sido un territorio repar-


tido entre Rusia, Austria y Prusia. En 1918 conquistó su indepen-
dencia, proclamándose república parlamentaria con un gobierno
provisional. El jefe de Estado sería Piłsudski. El gobierno sería de
derecha y no tuvo reparos en reprimir brutalmente las huelgas en
las fábricas y en las grandes propiedades rurales. En las elecciones
de la Dieta y del Senado, así como en la votación de la Constitu-
ción, la derecha logró mayoría de votos. Pero había una derecha
a la derecha de Piłsudski: el Partido Nacional (originalmente

40
Ídem, p. 131. Véase también a Elizabeth Wiskemann, op. cit., p. 268.
41
Ídem, p. 139.
42
Mihaly Vajda, Fascism as a mass movement, London, Allison & Busby, 1976, p. 12.
Vajda fue discípulo de Agnes Heller, seguidor de Lukács y miembro del Partido Co-
munista húngaro, de donde fue expulsado en 1973. En este libro Vajda plantea una
interesante discusión sobre el concepto de bonapartismo para el caso del fascismo.
Véase también Andrzej Stawar, op. cit., en especial el apartado titulado “Bonapartis-
mo y Fascismo, pp. 19 y ss., donde el autor critica a aquellos que llaman fascismo a
todo “régimen reaccionario que actúe con medios arbitrarios y dictatoriales”.
148 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

Partido Nacional-Demócrata), dirigido por Dmowski, que, más


adelante, en 1933, sufrió una escisión de orientación fascista. Esta
extrema derecha (Obóz Narodowo-Radycalny-Falanga, Bando Nacio-
nal-Radical-Falanga)43 tuvo claros rasgos fascistas, aunque un tanto
peculiares pues era antialemana, pese a ser antisemita, xenófoba
y ultranacionalista. Este partido era defensor de una economía de
pequeños propietarios que nos recuerda el poujadismo francés y,
aunque fuera por prohibiciones de la policía, sus huestes no esta-
ban armadas.
Los gobiernos de Witos y de Grabski no pudieron resolver las
difíciles relaciones internacionales de Polonia con Alemania, ni los
grandes problemas económicos y de desempleo. Piłsudski, quien
se había alejado del poder, regresó mediante un golpe de Estado,
presumiblemente apoyado por la izquierda y otras fuerzas. El Par-
tido Nacional pasó a la oposición, la Dieta y el Senado perdieron
fuerza, las elecciones fueron fraudulentas, varios de los opositores
fueron encarcelados o exiliados, las leyes se aplicaron de manera
muy arbitraria. La crisis mundial, cuyas manifestaciones habrían
de ser particularmente evidentes en 1930, impuso un retroceso
considerable a los logros alcanzados en los años precedentes. La
nueva Constitución de 1935 le dio al presidente del Estado poderes
extraordinarios. La oposición de izquierda aumentó, y en la lógica
de los frentes populares como nueva directriz de la Tercera Inter-
nacional, tanto comunistas como socialistas llamaron a un frente en
contra del fascismo y, de manera particular, contra el Tercer Reich
que sin duda era una amenaza para Polonia.
Andreski señalaba que el régimen de Pisudski no fue fascista,
pese a haber sido una dictadura militar.44 Borejsza opinaba lo mis-
mo, aunque a la dictadura la llamó “Estado autoritario”.45 Fue, sin
duda, una dictadura; pero una dictadura en la que hubo oposición
y relativa libertad de prensa, partidos políticos, sindicatos, huelgas
(no pocas de éstas fuertemente reprimidas). No fue un gobierno
simpatizante del fascismo, ni del italiano ni del alemán, mucho
menos antisemita pues, aunque no fue instrumento directo de la

43
Jerzy W. Borejsza, op. cit., p. 165; y Andrzej Ajnenkiel, “Aprés le coup d’État de
Piłsudski”, Pologne (Manuel), Varsovie, Éditions Interpress, 1978, pp. 98 y ss.
44
S. Andreski, “Polonia”, en S. J. Woolf, op. cit., p. 163. El autor señalaba que Piłsudski
“se abstuvo de ocupar el puesto de presidente o el de jefe del gobierno, y, hasta su
muerte, siguió siendo ministro de la Guerra”. Pero tenía el poder (p. 164).
45
Jerzy W. Borejsza, op. cit., p. 162.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 149
burguesía, tuvo buenas relaciones con la nobleza terrateniente y
con la gran burguesía urbana formada principalmente por judíos.
De hecho el gobierno puso fuera de la ley a los fascistas de la ONR-
Falanga, así como al Partido Comunista, pues la dictadura también
era anticomunista, como las otras dictaduras europeas.
En mayo de 1935 murió Pilsudski, y como consecuencia Polonia
entraría en una crisis política. El poder sería disputado por las dis-
tintas fuerzas en esos momentos. Varias de éstas eran fascistas. “La
lucha por el poder —escribía Andreski— se efectuaba entre una
burocracia pseudofascista y militarizada, y un partido semifascista
de chauvinistas antisemitas y ultracatólicos.”46 El nuevo gobierno lle-
vó a cabo una política de intimidación, arbitrariedad y persecución
tanto de opositores como de movimientos sociales de protesta, pero
aun así no podría ser considerado fascista, aunque sí militarista y
autoritario, semejante al franquismo español, pero más tolerante
que éste.
El contraste entre los gobiernos dictatoriales polacos con lo
que significó la invasión nazi, es fácil de establecer. Después de
la invasión alemana, sin previa declaración de guerra, se prohibió
todo tipo de actividad política, cultural y social. Semanas después del
1 de septiembre de 1939, fecha de entrada de las tropas alemanas,
comenzaron las matanzas y las deportaciones de polacos tanto a
campos de concentración como a campos de exterminio. Sólo en
Auschwitz perdieron la vida, en las cámaras de gas, alrededor de
3.5 millones de personas.47 (Al parecer la Unión Soviética, en 1940,
tampoco fue ajena a la matanza de polacos, por ejemplo en el bos-
que de Katyn a manos de la nkvd [Narodny Kommisariat Vnutrennikh
Del] dirigida entonces por Beria.48)
En Polonia los fascistas no tomaron el poder. La dictadura po-
laca, a diferencia de la española y la portuguesa, no aprovechó a los
grupos declaradamente fascistas para fortalecer su dominio. Ante
la agresión alemana, el pueblo se unió contra el nazismo, con muy
pocas excepciones. La lucha del ejército polaco y de la resistencia
civil y clandestina contra los nazis fue verdaderamente heroica, tan-

46
S. Andreski, op. cit., p. 178.
47
A. Ajnenkiel, op. cit., p. 102.
48
El bosque de Katyn está cerca de Smolensk, Rusia, al oeste de Moscú. Ahí fueron
asesinados cuatro mil polacos que habían sido tomados prisioneros cuando la URSS
invadió a Polonia en 1939. Véase <http://www.geocities.com/Athens/Troy/1791/>,
y también en <http://www.katyn.org.au/map.html>.
150 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

to dentro de Polonia como en el extranjero.49 No todos los países de


Europa pueden presumir estas medallas.

Portugal50

En los años 20 del siglo pasado no había estabilidad política en


este país: los militares y los políticos se enfrentaron en repetidas
ocasiones. La Primera República estaba en crisis, sobre todo entre
1919 y 1926. El 28 de mayo de 1926 hubo una insurrección armada
contra Lisboa (en realidad un golpe de Estado), dirigida por el ge-
neral Gomes da Costa. El gobierno dimitió y las cámaras legislativas
fueron disueltas. Se formó un triunvirato, compuesto por Gomes
da Costa, el comandante Cabeçadas y el general Carmona. Éste se
quedaría con el gobierno a principios de julio. Se iniciaría así una
dictadura como régimen político, sin embargo la oposición no dejó
de manifestarse, incluso con intentos insurreccionales. Algunos de
éstos fueron organizados por portugueses exiliados en Francia y
en España, otros por comunistas dentro y fuera del país. Carmona
nombró a Oliveira Salazar ministro de Hacienda, con amplios po-
deres. Desde ese cargo saneó las finanzas públicas, pero —como me
señalara Urbano Rodrigues— no hubo recuperación económica.
Como presidente del Consejo de ministros, Salazar tendría pode-
res absolutos, dictatoriales de hecho. Proclamó una Constitución
corporativista (1933) del Estado Novo, de inspiración católica y los
militares pasaron a segundo término, de hecho le entregaron el
poder, un poder que Salazar no conquistó. Parafraseando a Soares,
en Portugal la dictadura precedió al dictador.51
En el Nuevo Estado se mantuvo la prohibición de los partidos,
salvo el oficial: União Nacional (Unión Nacional), que nunca funcio-
nó como tal ni tuvo, ya no digamos el papel del partido fascista ita-
liano o del nacionalsocialista alemán, sino siquiera el de un partido
único típico. Pero, obviamente, la idea no era que funcionara como
partido, sino más bien de que existiera algo parecido a un partido,
un apoyo al gobierno y al régimen. De este modo, la Asamblea

49
Véase Elizabeth Wiskemann, op. cit., capítulo xvi.
50
Muchas de las reflexiones sobre Portugal se las debo a mi amigo, el escritor y ana-
lista portugués, Miguel Urbano Rodrigues. Sin embargo, él no es responsable de los
posibles errores de este texto.
51
Mário Soares, Portugal: la lucha por la liberación, Caracas, Monte Ávila Editores,
1973, p. 31.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 151
Nacional contaba sólo con miembros de Unión Nacional, y así era
imposible que hubiera oposición al gobierno.52 Se podría establecer
una analogía, como partido, entre União Nacional y el Bloque Extra-
partidos de Colaboración con el Gobierno de Piłsudski o quizá con
el Bando de la Unidad Nacional que le sucedió a la muerte del dic-
tador polaco. Algunos autores han señalado que en los regímenes
fascistas fue determinante la existencia de un partido único como
elemento hegemónico de la coalición gobernante, pues parten del
principio de que los gobiernos fascistas no son de una sola persona,
sino de un grupo de intereses (“alianza informal en el poder”).53
Esta apreciación, interesante, es discutible. Como demostraré en
los apartados correspondientes, en Italia el Partido estaba subor-
dinado al Estado, y éste estaba representado por il Duce, indepen-
dientemente de que existiera el rey como jefe formal del Estado. En
Alemania tanto el Estado como el Partido estaban subordinados al
führerprinzip, es decir a Hitler.
Bajo la dictadura de Salazar, nos recuerda Borejsza, “se pro-
hibieron por decreto las huelgas y se disolvieron los sindicatos de
clase para poner en su lugar los sindicatos compuestos de patronos
y obreros según las distintas ramas profesionales54 […] Se garantizó
de manera formal la libertad individual, aunque en realidad reinó
el terror; internamientos y encarcelamientos estuvieron a la orden
del día. La tristemente célebre pide, la policía política, tomó como
modelo a la Gestapo”.55 Pero, según este autor, no podría afirmarse
que fuera un régimen fascista, ni del tipo italiano ni del tipo alemán.
Lo que no nos dice el historiador polaco es por qué el fascismo por-
tugués no podía ser precisamente eso: fascismo portugués, ni por

52
A partir de 1945, en las llamadas medidas democráticas de Salazar, surgieron nue-
vos partidos, como el Movimento de Unidade Democrática—mud, que tuvo un cierto
peso en aquellos años.
53
Véase, por ejemplo, a Ismael Saz, “Escila y Caribdis: el franquismo, un régimen
paradigmático”, en Joan Antón Mellón (coordinador), Orden, jerarquía y comunidad.
Fascismos , dictaduras y postfascismos en la Europa contemporánea, Madrid, Tecnós, 2002,
pp. 163 y 167.
54
Se formó la Cámara corporativa, que fue un órgano cuya atribución principal era
examinar las propuestas de ley presentadas a la Asamblea nacional y emitir dictá-
menes. Véase Enciclopedia Universal Ilustrada, Madrid, Espasa-Calpe, Suplemento anual
1935, 1938, “Portugal”, p. 751.
55
Jerzy W. Borejsza, op. cit., pp. 229-230; véase también H. Martins, “Portugal”, en
S. J. Woolf, op. cit., pp. 314-315, donde se proporcionan datos de la represión tanto
policíaca como de los grupos paramilitares.
152 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

qué para ser fascista tenía que haber seguido el modelo italiano o el
alemán que, entre sí, tuvieron importantes diferencias.
El salazarismo fue una dictadura muy ligada a la alta jerarquía
de la Iglesia católica y, desde luego, a los terratenientes. Y aunque
no fue racista ni partidario de un Estado totalitario en nombre del
pueblo, de la raza o de una ideología, no dejó de ser totalitario al
no permitir oposición.56 Por lo mismo fue un régimen antidemo-
crático, anticomunista, contrario al individualismo, corporativo y
orgánico, según Gil Robles, un político conservador de tiempos de
Salazar y de Franco.57 El corporativismo portugués estaba basado en
el artículo V de la Constitución del Estado Novo que establecía “la
base unitaria y corporativa de la nación”, una característica fascista
que, como otras, habría de profundizarse al paso del tiempo.58 El
régimen era tan unitario y tan personalista, que cuando en 1934 Ro-
lão Preto (y sus “camisas azules”) intentara dar un golpe de Estado,
fue desterrado a pesar de haberse creído amigo de Salazar (Salazar
no tenía amigos, usaba a la gente como muchos políticos).
A partir del inicio de la guerra civil en España, el régimen sala-
zarista se endureció más y reforzó su carácter fascista al crear, por
ejemplo la organización paramilitar Legião Portuguesa y una orga-
nización juvenil, de afiliación obligatoria, que se llamó la Mocidade
Portuguesa (los camisas verdes) y que sería algo así como el semillero
de la Legión.59 “El nuevo Estado portugués —decía la Enciclopedia
Espasa-Calpe— quiere ser potente, autoritario y portador de valores
eternos, pero no ilimitado ni divino; no principio primero y fin últi-
mo de las personas, tanto individuales como colectivas que integran
la nación. ‘Cuanto más profundo sea este sentimiento de la realidad
nacional —decía Salazar, citado por la Enciclopedia—, tanto más se
impone el desconocimiento de las facciones, de los partidos, de los gru-

56
Véase a António de Figueiredo, Portugal: Fifty Years of Dictatorship, New York, Holm-
es and Meier, 1975. En el pensamiento de Salazar había un cierto racismo, sobre todo
dirigido a las colonias portuguesas de ultramar; él decía que había razas decadentes
y atrasadas que había que civilizar, pero no más.
57
Citado por Joseph Sánchez Cervelló, “El Estado Novo Salazarista: una dictadura
autoritaria y corporativa”, en Joan Antón Mellón (coordinador), op. cit., p. 198. José
María Gil Robles fue fundador de la ceda (Confederación Española de Derechas
Autónomas) en 1933.
58
Para mayor extensión sobre el corporativismo en este país, véase, Howard J.
Wiarda, Corporatism and Development: The Portuguese Experience, Amherst, University of
Massachusetts Press, 1977.
59
H. Martins, op. cit., pp. 308-309 y 311.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 153
pos en que accidentalmente pueden encuadrarse los individuos.’ ”60
Una forma muy alambicada de referirse a un régimen totalitario, al
menos en lo político, que es también otra característica del fascismo
y no necesariamente de cualquier dictadura.
Por lo que se refiere a la relación del gobierno con el capital,
el salazarismo no combatió a la propiedad privada de los medios
de producción ni de las escuelas, por ejemplo. Salazar decía que el
Estado debía apartarse tanto del “monopolio absorcionista como de
la intervención por medio de la concurrencia”. Así dicho, se trataba
de una política de intervencionismo de Estado, no muy diferente,
formalmente hablando, del estatismo de aquellos años en otros
países europeos. El fascismo portugués, como fue el caso de otros
fascismos, tampoco tuvo interés en disminuir las desigualdades
existentes, sino más bien lo contrario.61 Las políticas fiscal y econó-
mica del salazarismo, orientadas por una dinámica de austeridad,
recayeron principalmente sobre los hombros de los obreros y de
los trabajadores rurales y los campesinos pobres, impidiéndoles, de
este modo, que pudieran mejorar sus condiciones de vida. En este
sentido no sólo fue un régimen totalitario sino de derecha, al igual
que las otras dictaduras que hemos analizado hasta aquí.62
Si pensáramos en un país donde el conservadurismo ha sido
importante, tendríamos que destacar a Portugal. Antes de los años
60 del siglo pasado, es decir antes de que se iniciara un cierto cre-
cimiento económico acelerado, Portugal era un país donde no se
percibía la movilidad social ni interés particular por la industria-
lización. Algunos autores llegaron a sugerir que en este país sólo
había dos clases: la alta, obviamente minoritaria y elitista, ligada a la
política, al ejército, a la Iglesia católica, a la propiedad territorial y a

60
Enciclopedia Universal Ilustrada, Madrid, Espasa-Calpe, 1926, Suplemento Anual 1936-
1939, segunda parte, editado en 1966, p. 1976 (las cursivas son mías). Es pertinente
señalar que en esos años la Enciclopedia era, si acaso dejó de serlo, ostensiblemente de
derecha. En el tratamiento de España sus autores fueron franquistas.
61
Algunos datos estadísticos sobre Portugal, especialmente sobre las consecuencias
de las políticas económicas de Salazar en la población, pueden verse en Christian
Rudel, Le Portugal et Salazar, Paris, Éditions Économie et Humanismo/Les Éditions
Ouvrières, 1968, pp. 19 y ss. Véase también Alvaro Cunhal, A revolução portuguesa. O
passado e o futuro, Lisboa, Editorial Avante! (Documentos políticos do Partido Comu-
nista Portugués), 1976, pp. 32 y ss.
62
Hay autores que después de describir el totalitarismo durante la dictadura de Sala-
zar llegan a la conclusión de que ésta no fue totalitaria. Es el caso de Joseph Sánchez
Cervelló, ya citado, p. 242. Sin comentarios.
154 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

pocas industrias, y la baja, sin ninguna otra clase en medio.63 Como


que cada clase social tenía que permanecer, como si fueran esta-
mentos establecidos e intocables, como si las tradiciones del siglo
xix fueran una forma de vida. La idea de progreso no parecía ser
muy atractiva para los portugueses, salvo quizá para los emigrantes,
que no fueron pocos y, desde luego, para la izquierda opositora. La
muy relativa modernización de los años 60 y principios de la década
siguiente fue, más que todo, resultado de la nueva industrialización
y de nuevas inversiones, tanto nacionales como extranjeras.64
Si bien Salazar tenía simpatías por el fascismo italiano, incluso
por Mussolini, no las tuvo en igual medida por Hitler ni el nazismo.
Durante la Segunda Guerra se mantuvo neutral, aunque no rompió
la antigua alianza con la Gran Bretaña. El fascismo portugués, a
diferencia del italiano y del alemán, no fue progresista en ningún
concepto, ni siquiera con sus colonias de ultramar, en el sentido de
desarrollarlas. Tampoco fue un régimen que surgiera apoyado por
miembros de las clases medias (que en Portugal eran muy reducidas
en número), ni por las masas trabajadoras. El fascismo portugués
no fue de masas, ni de grandes símbolos.65 Fue altamente jerarqui-
zado, austero y conservador. Sólo en los años 50, con el primer plan
quinquenal, comenzó una cierta modernización; modernización
que muy poco favoreció al país en términos económicos. Ésta y
los movimientos de liberación nacional en sus colonias africanas,
acelerarían los cambios que condujeron al fin de la dictadura y al
principio de la transición democrática.

63
Una referencia al respecto es Harry M. Makler, “The Portuguese Industrial Elite”,
en Lawrence S. Graham y Harry M. Makler (editors), Contemporary Portugal: the revolu-
tion and its antecedents, Austin, University of Texas Press, 1979, pp. 147-165.
64
Christian Rudel, op. cit., p. 37. En 1934 el valor de los productos industriales ape-
nas representaba alrededor de 20 por ciento de los productos agrícolas; en 1960 los
primeros eran 50 por ciento superiores a los agrícolas más los forestales y pesqueros
juntos. Sobre la industria en manos extranjeras, véase en esta misma obra, las pp.
41-43.
65
Salazar no tenía familia ni amigos, “rehuía el fasto de las recepciones mundanas”,
era “de voz gangosa, sin ningún magnetismo para las masas […] era incapaz de ha-
blar en público sin la ayuda de un texto escrito […] Hoy resulta difícil comprender
cómo un hombre así pudo reinar en Portugal durante cuarenta años como amo
absoluto.” Este testimonio se puede leer en Mário Soares, op. cit., p. 27.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 155
España

En este país el franquismo ha sido caracterizado también como


fascismo. Para otros autores simplemente como una dictadura que
transitó por varias fases.66 Una caracterización sugerente es la del
profesor Saz de la Universidad de Valencia: régimen fascistizado. Saz
entiende por éste una dictadura reaccionaria en la que “los inte-
grantes de la alianza informal en el poder son sustancialmente los
mismos que en las [dictaduras] fascistas —medios de negocios, ejér-
cito, Iglesia [católica, en este caso], burocracia, partido—, pero en
las que el sector fascista aparece subordinado, sin capacidad, por tan-
to, de marcar la dirección del proceso.”67 Esta manera de plantear el
tema podría conducir a caracterizar al salazarismo portugués de ré-
gimen fascistizado, y no sólo al régimen de Franco en España, pues
ni Salazar ni el caudillo español formaron o dirigieron un partido
propiamente fascista para llegar al poder o para dirigir el proceso.68
En mi opinión y al margen del franquismo en particular, un gobier-
no que actúa como fascista, independientemente de los medios de
que se vale, es fascista. Todos los gobiernos fascistas contaron con
aliados, y no necesariamente sujetándose a estos. Favorecerlos no
significó subordinarse, sino contar con ellos y no enfrentarlos de
manera directa en el proceso de construcción de la hegemonía y la
dominación personal. Vale decir que entre el fascismo portugués y
el italiano o el alemán, destacaría una diferencia importante: el pri-
mero no tuvo ni contó con apoyo de masas, como tampoco Franco.
Y quisiera agregar una observación: hablar de “dictadura reacciona-
ria” es también discutible, pues sería aceptable para ubicar ciertos
aspectos, pero no todos, como por ejemplo el apoyo, tanto de Mus-
solini como de Hitler (y de Salazar y Caetano después de la Segunda
Guerra), a la industrialización, a las obras de infraestructura, a una
cierta modernización económica. Quizá podríamos decir lo mismo
de Franco en los años 60 y posteriores, aunque muchos piensan que

66
Entre estos autores destaca Stanley Payne, quien hablaba de los varios tiempos del
franquismo y de que toda caracterización del régimen tendría que ser válida para
todos ellos. Puede consultarse Stanley G. Payne, El régimen de Franco (1936-1975),
Madrid, Alianza Editorial, 1988, entre otras de sus obras.
67
Ismael Saz, op. cit., pp. 166-167 (las cursivas son mías).
68
El hecho de que Franco fusionara los partidos de derecha extrema en abril de
1937 no significó que se apoyara en ellos. Su apoyo principal, particularmente en
los momentos de la guerra civil, era el ejército; los partidos eran un complemento,
órganos auxiliares del Estado y del ejército.
156 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

la modernización de España comenzó después de la muerte del Cau-


dillo. Como quiera que sea, el relativo impulso a la economía toda-
vía en tiempos de Franco no podría considerarse reaccionario, sino
en cierto sentido, sobre todo en términos económicos, progresista.
El progresismo entonces se entendía, al margen de connotaciones
políticas, como industrialización, modernización de la economía y
tecnológica. Culturalmente, en el sentido amplio del término, el
franquismo estuvo dominado, hasta unos años antes de su fin, por el
oscurantismo reaccionario y clerical; y en política por la ausencia de
democracia y de libertades. Las dictaduras de esos años, fascistas o
no, fueron reaccionarias también por su posición ante los obreros:
disolvieron sus sindicatos y sus partidos, eliminaron sus conquistas y
terminaron por desarmarlos políticamente para ponerlos en situa-
ción subordinada ante la patronal y el Estado.
En 1936 España no gozaba de estabilidad. De hecho no conoció
estabilidad en los anteriores 60-70 años. Hubo diferentes regímenes
contrastantes en ese periodo. Monarquía-república efímera-monar-
quía-dictadura-república. Paralelamente, España perdería Filipinas,
Cuba y Puerto Rico al término del siglo xix, en el curso de la monar-
quía reaccionaria de Alfonso XII. La catástrofe colonial repercutió
seriamente en la economía y la lucha de clases se agudizó, sobre
todo en Cataluña y en el país Vasco. La intromisión en Marruecos
acentuó todavía más la situación de crisis, por los costos militares
en este país que quería su independencia. Los movimientos de
trabajadores opositores, y la represión que sufrieron, llevaron a la
formación de Confederación Nacional del Trabajo, de orientación
anarquista, y al fortalecimiento relativo del Partido Socialista Obre-
ro Español fundado en 1879 y constituido oficialmente en 1888.
La monarquía no supo, en la lógica del poder, enfrentar los mo-
vimientos campesinos y obreros. Esta situación llevó a pensar a cier-
tos jefes militares que debían intervenir en la esfera del gobierno.
El 13 de septiembre de 1923 Miguel Primo de Rivera encabezó un
golpe de Estado sin tocar a la monarquía. A pesar de la influencia
de Mussolini en el nuevo dictador de España, su gobierno no fue
fascista, escribía Andreu Nin en un artículo de 1930.69 Se trataba de
un gobierno fuerte semejante al de otros dictadores en el mundo.
En este mismo artículo Nin señalaba que los apoyos de Primo de
Rivera eran más bien “bases negativas”, es decir “la impotencia de

69
Andreu Nin, La revolución española, Barcelona, Editorial Fontamara, 1978, pp. 21
y ss.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 157
las organizaciones obreras, […] la ausencia de grupos políticos or-
ganizados con más o menos coherencia, […] la apatía y la pasividad
general del país.” Sin embargo, el dictador intentó, siguiendo a
Mussolini, dotarse de bases de apoyo mediante la Unión Patriótica
y, con ésta, organizar al país según el modelo corporativo italiano
y un Estado unitario. No tuvo éxito, y en enero de 1930 presentó a
Alfonso XIII su renuncia.
Después de un periodo incierto, en las elecciones de abril de
1931 los monárquicos perdieron las elecciones en las ciudades.
Georgel escribía que se llevó a cabo una segunda revolución pacífica
al tomar el poder en Madrid un comité revolucionario (14 de abril
de 1931) y al exigir la abdicación del rey. Éste se fue a Francia ese
mismo día, y comenzó la república con un presidente provisional:
Alcalá Zamora. Pero la república no fue estable ni tuvo una misma
orientación en su breve duración; en muchos sentidos fue contra-
dictoria, incluso con Manuel Azaña después de reemplazar a Zamo-
ra a los pocos meses de su gobierno. El nuevo gobernante adoptó
medidas que no satisficieron a nadie. La izquierda anarquista estaba
inconforme, los socialistas también. La derecha se reorganizó y for-
mó la Juntas Ofensivas Nacional Sindicalistas (jons), apoyadas tanto
por la Iglesia como por los militares. Se creó también la Falange
dirigida por José Antonio Primo de Rivera, hijo del anterior dic-
tador, con una posición originalmente fascista y nazi claramente
asumida pero que más adelante fue matizada con el argumento
de que, por encima de todo, la organización era española.70 Para-
lelamente se creó la Confederación Española de las Derechas Au-
tónomas (ceda) dirigida por José María Gil Robles.71 Esta derecha
reorganizada ganó las elecciones de 1933. La contrarrevolución
social se inició en esos momentos. Los militares se reorganizaron
también. La república se veía en peligro. Para 1936, “la república
llegó al mismo tiempo a su apogeo y a su agonía”, concluyó Geor-
gel en una síntesis notable.
El 16 de febrero de 1936, después de un lustro de inestabilidad
y enfrentamientos, la izquierda ganó la mayoría en las elecciones

70
El pensamiento político de José Antonio Primo de Rivera se puede consultar en
Obras completas de José Antonio Primo de Rivera (Recopilación de Agustín del Río Cis-
neros), Madrid, Sección Femenina de la fet y de las jons, 1959, en donde se cita un
discurso del fundador de la Falange en el que dice que ésta no es fascista (¡!).
71
Jacques Georgel, Le Franquisme, histoire et bilan (1939-1969), Paris, Éditions du Seuil,
1970, pp. 26-30.
158 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

de diputados, un poco más que las derechas y el llamado centro


en conjunto. El nuevo gobierno estuvo encabezado, una vez más,
por Manuel Azaña, quien el 10 de mayo sería electo presidente
de la República. Con él las izquierdas obtendrían satisfacción a
algunas de sus demandas, pero otros sectores de esta corriente in-
tentarían rebasar, con toda razón, al gobernante. Las pugnas entre
las izquierdas y entre éstas y las derechas, además de provocar una
considerable inestabilidad social, no hicieron fáciles las cosas para
el nuevo gobierno, y éste, en realidad, tampoco atendió las muchas
demandas de los más amplios sectores de la población. El hecho
importante, para el propósito de este apartado, es que el gobierno
republicano no pudo garantizar estabilidad; y cuando esto ha ocu-
rrido (antes en la misma España pero también en muchos otros paí-
ses), no han faltado los militares que pensaran que ellos sí podrían
lograr la estabilidad.
El asesinato del monárquico-fascista Calvo Sotelo, fundador del
Bloque Nacional, fue, al parecer, la gota que derramó el vaso. Cua-
tro días después, el 17-18 de julio de 1936, se inició el llamado Al-
zamiento Nacional, con Francisco Franco al frente. Este alzamiento
quedaría marcado desde antes de que Franco desembarcara, desde
Marruecos, en las costas españolas: el transporte fue facilitado por
Italia y Alemania.72 La guerra civil comenzaría. Cuando las fuerzas
de Franco y de Mola establecieron su gobierno en Burgos, de nuevo
la marca del fascismo de Italia y Alemania se haría presente: ambos
gobiernos reconocieron de inmediato a la junta militar.73 La Junta,
en septiembre de 1936, designaría a Franco “Jefe del Gobierno del
Estado; designación extraña —decía Gallego— que en seguida

72
El ejército de Franco estaba compuesto por fuerzas regulares estacionadas en
Marruecos, tropas marroquíes y batallones de la Legión Extranjera. Se le unieron
también los Carlistas, que habían resurgido en 1931, que contaban con milicias
clandestinas conocidas como los requetés. Mussolini puso su parte, enviando 50 mil
soldados en su apoyo. Alemania, además de bombardear Guernica, le facilitó a los
Nacionalistas una gran cantidad de armamento y aviones. Véase, entre otras muchas
fuentes, el libro ya citado de Elizabeth Wiskemann, pp. 155 y ss., y, desde luego,
Pierre Broué y Émile Témime, La revolución y la guerra de España, (2 tomos), México,
Fondo de Cultura Económica, 1962, T. 2, capítulo II, en donde se analizan no sólo
la brutalidad de “los moros” de Franco y las declaraciones de éste sobre fusilar, si
fuera necesario, a la mitad de España, sino también los diversos apoyos de Alemania
e Italia, por vía directa o por medio de la complicidad de Salazar.
73
La “Declaración-programa de la Junta de Defensa Nacional”, en la que se presen-
tan sus posiciones al país, en la franquista Enciclopedia Universal Ilustrada, Madrid,
Espasa-Calpe, Suplemento anual 1935, “España Nacional”, pp. 1401-1408.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 159
perdió las palabras ‘del Gobierno’ para quedar en jefe del Estado”,
el Caudillo (“por la gracia de Dios”) de un régimen de tentaciones
totalitarias y vocación dictatorial.74 El Caudillo, que sólo era respon-
sable ante Dios y ante la historia, como rezaban los estatutos de la
Falange, tenía en común con el fascismo italiano “la [aspiración a
la] unanimidad nacional en torno al jefe, así como el principio de
la unidad y de la totalidad del poder, concentrado en las manos
de este jefe.” El programa de la Falange devendría programa del
Estado.75
Personalmente Franco era conservador y antirrepublicano,
poco interesado en las ideologías por su formación de militar profe-
sional y, por lo mismo, pragmático. Se concebía a sí mismo como el
salvador de España, de su inestabilidad y del caos que reinaba y que
ponían en peligro, según él, la unidad del país. Fue enemigo de la
democracia parlamentaria y de los partidos políticos, especialmente
de los de izquierda. Con el poder en sus manos se apoyó por igual
en la derecha tradicional, en el ejército y en los fascistas. Los enemi-
gos a vencer por los Nacionalistas, eran lo republicanos y, con éstos,
los comunistas, los socialistas, los trotskistas, los anarquistas y la
masonería que, en su mayoría, tenían grandes diferencias entre sí.
La Guerra Civil terminó en 1939 con el triunfo de los Nacionalistas.
Varias centenas de miles murieron en combate, otros tantos emi-
graron. Fue una guerra fratricida entre las izquierdas y las derechas
sobre la que hay una enorme cantidad de estudios publicados.
El franquismo obligaba a los trabajadores a formar parte de sin-
dicatos verticales, y se les negó el derecho de huelga. Al igual que
en el salazarismo portugués, empleadores y trabajadores tenían que
buscar la armonía para el bien común, para el bien de la nación,
como sugería la Encíclica Rerum Novarum de León XIII (1892). Las
Cortes (parlamento español) no tuvieron funciones legislativas, que
eran atribución exclusiva del Caudillo. Por lo mismo no podían vo-
tar contra el gobierno. La legitimidad del nuevo gobierno provenía
del Movimiento Nacional (única organización política reconocida)
y de la Iglesia católica romana. Su apoyo principal era el ejército.
La membresía del Movimiento Nacional (mn) estaba compuesta
por falangistas, católicos conservadores, monárquicos, empresarios,
burócratas y demás, sin importar los traslapes existentes entre unos

74
José Andrés Gallego, España en el siglo XX (1900-1978), México, Rei/Biblioteca
Iberoamericana, 1991, p. 113.
75
Jacques Georgel, op. cit., pp. 100 y 107.
160 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

y otros. La idea de incluir a tan diversos sectores en el mn era su con-


trol, evitar que uno o más de éstos pudiera rivalizar por el poder. A
diferencia de los fascismos italiano y alemán, la educación se dejó
en manos de la Iglesia católica, la enseñanza religiosa fue obliga-
toria. En el caso de las autonomías, éstas se prohibieron así como
el uso de sus idiomas, particularmente en Cataluña y en el país
Vasco. La política y la administración pública fueron totalmente
centralizadas. La libertad de expresión y de prensa estaba limitada
y se consideraba traición a la patria criticar al régimen y sus institu-
ciones. El programa falangista del nacional-sindicalismo tuvo poca
influencia en el nuevo régimen, y los falangistas fueron obligados a
participar en el interior del mn, como ya mencioné antes. Si bien las
dos primeras décadas del franquismo tuvieron visibles ingredientes
de fascismo, en los años 60 y posteriores hubo una cierta flexibiliza-
ción. ¿Semifascismo? (Confieso que no me agradan estas categorías
ambiguas; dan idea de lo que se trata, pero no certidumbre.)
La brutal represión contra toda oposición y crítica, y especial-
mente contra los trabajadores desde los primeros años de franquis-
mo, la negativa a aceptar cualquier tipo de libertades y las ejecucio-
nes llevadas a cabo no permiten usar la expresión “semifascista”.
Era una dictadura totalitaria, sin duda, un Estado militar bajo leyes
marciales (1936-1948), primero en los territorios ganados y luego
en toda España. Pero una dictadura, incluso totalitaria, no es razón
suficiente para calificar a un régimen de fascista. Todo régimen
fascista es dictatorial, pero no toda dictadura es fascista. Podría
decirse, sin embargo, que hasta 1942 los fascistas de la Falange juga-
ron un papel importante en la construcción del franquismo, pero
siempre en apoyo al caudillo y no al revés. Para 1944 Franco ordenó la
desaparición de las milicias falangistas y más tarde se les marginó
del gobierno para volverlos a incorporar a mediados de los años
50. Comenzó la declinación de la Falange, a pesar de que, por la
grave situación económica de España, creciera como organización
y pareciera reconquistar influencia en Franco (que en realidad la
volvió a utilizar).76
El nuevo régimen regresó la tierra expropiada durante la Re-
pública a sus dueños originales, y favoreció a la industria y a los

76
Ídem, pp. 119 y ss. En estas páginas el autor menciona los cambios ideológico-políti-
cos sufridos en el interior de la misma Falange para esas fechas, cambios que califica
como las antípodas del pensamiento de su fundador.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 161
banqueros.77 Se intentó un crecimiento económico autárquico,
que fue un fracaso, por lo que después de la Segunda Guerra los
empresarios presionaron por abrir las fronteras. Se iniciaría una
liberalización económica, que no política. Esta apertura económica
enfrentó a los falangistas con los tecnócratas del Opus Dei de gran
influencia en esos años. La creciente industrialización de los años
60 produjo también el crecimiento del proletariado industrial. En-
tre éste se fue gestando un movimiento organizativo, clandestino
por supuesto, con apoyo de sectores izquierdistas y democráticos de
la Iglesia católica (los curas obreros, por ejemplo). Fueron los años
del Segundo Concilio Vaticano y el surgimiento de la teología de la
liberación. Pero la fuerza de la Iglesia en España no fue mermada
por sus corrientes progresistas.
El franquismo, en síntesis, no fue lineal ni uno solo. Tuvo varias
etapas y el común denominador en éstas fue la dictadura de un
hombre con dos apoyos constantes: la jerarquía católica y el ejér-
cito. ¿Fascista? En ciertos aspectos, no en todos. Podría decir que,
a semejanza del régimen portugués, el franquismo fue un fascismo
español, sobre todo en sus primeros 20-25 años. Como tal, no impul-
só la mejoría de los niveles de vida de la población. Para 1954, por
ejemplo, el ingreso per cápita era inferior al de 1935. Las desigualda-
des sociales y económicas eran inmensas para un país europeo de la
posguerra. Los grandes capitalistas fueron los únicos beneficiados.
Terratenientes, industriales y banqueros fueron el tercer apoyo de
Franco, no hay duda.
Muy esquemáticamente, en España y Portugal fueron los mili-
tares, originalmente, los que se hicieron del poder y aprovecharon
a los grupos fascistas existentes. En Italia y en Alemania los fascistas
fueron los que asumieron el poder y subordinaron al ejército. Es
en estos países donde el fascismo se desarrolló, aunque algunos
autores afirman que debería incluirse a Japón, como por ejemplo
Barrington Moore, pero otros, como Woolf, presentan dudas al
respecto.78 Pienso que las formas más acabadas del fascismo, a pe-
sar de sus diferencias, contradicciones y cierta ambigüedad en sus
planteamientos, fueron precisamente Italia y Alemania. De hecho,
para el neofascismo (como tal o como neonazismo), estos países,

77
Desde la formación de la Junta en Burgos hasta 1962, Franco prohibió la for-
mación de nuevos bancos con el objeto de proteger a los existentes que, sin duda,
habían aportado fondos para su alzamiento.
78
Barrington Moore, op. cit., capítulo v; y S. J. Woolf, op. cit., introducción.
162 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

cuando estuvieron bajo el dominio de Mussolini y de Hitler, son en


la actualidad referencias obligadas, sobre todo el segundo. España
y Portugal no figuran entre los paradigmas de los neofascistas euro-
peos y de otros países.

Francia

Francia fue un caso distinto a los anteriores. Después de la pgm buena


parte de los países europeos enfrentaron una fuerte crisis económica.
En Francia ésta fue menos agresiva, entre otras razones porque hubo
concesiones del capital a la clase obrera, como por ejemplo la sema-
na de 40 horas y aumentos en el ingreso real de los trabajadores en
general.79 Sin embargo, la crisis capitalista de 1929 alcanzó a este país,
como a todos, especialmente en sus exportaciones y en el valor del
franco por comparación con otras monedas fuertes. Su crecimiento
económico, que había sido alto, disminuyó e incluso fue negativo a
partir de la crisis.80 El desempleo, que sí hubo, fue menor que en
otros países europeos más industrializados.
Socialmente, Francia era un país con relativa estabilidad, pese
a que en la política la apariencia fuera otra. La democracia de la
inestable Tercera República81 en esos momentos, sólo criticada por
la extrema derecha y por sectores militares tradicionales, no motivó
ambiciones de poder entre las fuerzas más reaccionarias del país,
a diferencia de lo ocurrido en esa misma época en Italia, España,
Portugal, Alemania, Hungría, y otros países europeo-continentales.
Hubo, desde luego, movimientos de derecha extrema pero, aunque
beligerantes, no tuvieron apoyos suficientes para hacerse del poder.
Unos eran reaccionarios, es decir monárquicos, otros se declararon
particularmente enemigos de las izquierdas, y otros más fueron
abiertamente fascistas. Algunos intelectuales, tipo Maurras, tuvieron
influencia entre los monárquicos. Los fascistas propiamente dichos
no tuvieron apoyos intelectuales significativos en el interior del país.

79
En una gráfica comparativa de Francia con Italia, Alemania y el Reino Unido, Bers-
tein demuestra cómo, con la excepción de los años 1935 y 1936, los salarios mínimos
tuvieron un aumento muy superior al costo de la vida. Serge Berstein, 1936, anée
décisive en Europe, Paris, Armand Colin, 1969, p. 7.
80
R. A. C. Parker, El siglo XX. Europa, 1918-1945, (22ª ed.), México, Siglo XXI Editores,
2000, Colección Historia Universal Siglo Veintiuno, vol. 34, p. 192.
81
La Tercera República se estableció en 1870 y tuvo vigencia hasta 1940. En este
periodo tuvo más de cien diferentes administraciones. Véase J. Denis Derbyshire y
Ian Derbyshire, op. cit., p. 482.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 163
El historiador inglés Parker escribió dos observaciones a mi
juicio muy importantes y que merecen nuestra reflexión, incluso en
referencia al presente: “Si la derecha podía imponer sus puntos de
vista por los cauces parlamentarios no había necesidad de recurrir a
la violencia.” Y más adelante, otra observación no menos importan-
te y complementaria de la anterior, que me permito resumir en mis
propios términos: la amenaza del fascismo en Francia fue detenida
cuando la derecha tuvo un gobierno derechista después de que los
trabajadores habían tenido su gobierno de izquierda.82 Esto es, la
aparente inestabilidad política, expresada en cambios frecuentes
de gobierno, a veces de izquierda, otras de derecha, alentaba y
frenaba, consecutivamente, a las organizaciones fascistas. Warner
citaba un ejemplo: a principios de 1934 la ultraderecha organizó
un motín en París que tuvo como saldo varios muertos y centenas
de heridos. El resultado fue el reemplazo del gobierno de Daladier,
en ese momento considerado de izquierda, por el de Doumergue,
más conservador.83 Ciertamente parecería demostrarse que con los
cambios de gobierno de izquierda a derecha se lograba disminuir la
beligerancia de la ultraderecha, lo cual no deja de ser preocupante
incluso como perspectiva en la actualidad.84 Clemenceau, Poincaré,
Tardieu, Blum, Chautemps, Daladier y muchos otros, fueron gober-
nantes de izquierda y derecha, de poca duración en general: “Entre
las dos guerras se dieron en Francia cuarenta y dos gobiernos, o
treinta y tres si excluimos a los formados de nuevo bajo el mismo
primer ministro.”85
Como en otros países de Europa, en Francia el periodo com-
prendido entre 1933 y 1944 fue “aquél en que el fascismo era un
tema de gran importancia política…”.86 Desde antes de estos años
ya se habían fundado movimientos de ultraderecha, tales como: Ac-
tion Française, los Camelots du Roi, Jeunesses Patriotes,87 Faisceau, Croix
82
Ídem, pp. 194 y 205, respectivamente.
83
Véase G. Warner, “Francia” S. J. Woolf, op. cit., p. 253. Véase también Maxime
Mourin, op. cit., pp. 31-32, donde se mencionan como participantes en el motín a las
ultraderechistas Action Française, Jeunesses Patriotes, Croix de Feu y Solidarité Française y
por parte de la izquierda al Partido Comunista.
84
Las elecciones presidenciales de 2002 en Francia confirmarían en cierta medida la
hipótesis subyacente en el planteamiento de Parker: para detener a la ultraderecha
representada por el Frente Nacional de Le Pen, incluso la izquierda votó, en la se-
gunda vuelta del 5 de mayo, por la derecha encabezada por Chirac.
85
Parker, op. cit., p. 210.
86
G. Warner, ídem.
87
Fundadas en 1924 en contra de la izquierda.
164 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

de Feu88 y, en el mismo año 1933, la Solidarité Française,89 algunos de


estos declaradamente fascistas.
El 25 de junio de 1940 entraron en vigor los armisticios franco-
alemán y franco-italiano. El mariscal Pétain era el primer ministro
y luego jefe de Estado. Él y Laval tuvieron a su cargo el gobierno de
Vichy, en apoyo vergonzoso a los invasores.90 Durante este gobierno
se dictó una ley que creaba la milicia francesa (1943) cuyo objetivo
era defender al régimen. En realidad era una organización milita-
rizada coordinada con la Gestapo y que utilizaba sus mismos méto-
dos, incluida la tortura.91 El gobierno de Vichy revivió el viejo con-
servadurismo que parecía haber sido derrotado en años anteriores.
Los monárquicos, los derechistas nacionalistas y católicos, no pocos
veteranos de la guerra anterior, ex comunistas como Jacques Doriot
(fundador del Partido Popular en 1936), banqueros, comerciantes
e industriales, además de ex sindicalistas, todos ellos, fortalecieron
a las organizaciones fascistas existentes o de nueva formación como
los Cagoulards (“encapuchados” como se les llamaba a los fascistas
beligerantes y furiosamente anticomunistas que militaban en el
clandestino Comité Secret d’Action Révolutionnaire fundado en 1936)
y apoyaron al gobierno de Pétain-Laval. Este gobierno, sobre todo
en su segunda etapa (meses antes de la liberación de Francia), fue
fascista en muchos sentidos y copió tanto al fascismo italiano como
al alemán, incluido el antisemitismo de éste. Se instaló, en suma,
una dictadura que prohibió la existencia de partidos políticos y de
sindicatos, las elecciones incluso municipales, y la enseñanza laica,
además de la restauración de las formas ya antiguas de la sociedad
jerarquizada desde la familia hasta el Estado. ¿Hubiera sido posible
un régimen como el descrito sin la invasión alemana, sin el caos
social y político que ésta provocó a partir del verano de 1940?
Probablemente no, pero fue un hecho que las fuerzas, más que
conservadoras, reaccionarias, se unificaron sin mayores problemas
—y en muy corto plazo— para echar abajo la Tercera República y

88
Fundada en 1929 y posteriormente dirigida por De la Rocque. A partir de 1934,
señalaba Warner, simbolizaba “la amenaza fascista de Francia” aunque dudosamente
era fascista de acuerdo con su ideario. Warner, op. cit., pp. 255-257.
89
Era una organización fundada por el industrial François Coty y confusa en sus
planteamientos. Warner mencionaba que era una organización antisemita y que al
mismo tiempo reclutaba norafricanos desempleados.
90
Vichy estaba en el territorio francés ocupado por los nazis pero con administración
autónoma, a diferencia del resto de Francia administrado por los alemanes.
91
Maxime Mourin, op. cit., p. 70.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 165
las libertades que con dificultades se habían conquistado en ésta.
Esas libertades habían permitido tanto la existencia de fuerzas de
izquierda como de derecha y de ultraderecha, pero esta última no
había logrado el poder por sí misma, si acaso se lo propuso.
En el verano de 1944 terminaron la ocupación alemana y el
gobierno colaboracionista. Laval fue fusilado y Pétain fue primero
condenado a muerte y luego a cadena perpetua.
Es pertinente resaltar que las características más relevantes de
los movimientos de ultraderecha en Francia fueron, además de su
furioso anticomunismo, su nacionalismo a ultranza y su inclinación
hacia regímenes dictatoriales. La consigna “Francia para los france-
ses” de Solidarité Française,92 sería retomada varios años después de la
Segunda Guerra por la nueva ultraderecha.

Italia

Sería difícil entender el fascismo sin la importancia que se le dio


al nacionalismo en Italia y sin la primera guerra mundial y sus con-
secuencias. En Italia el nacionalismo era un bien recién adquirido
(no debe pasarse por alto que, como nación, fue fundada apenas
en 1861) y que a principios del siglo xx el gobierno había tenido
serias reservas respecto de la expansión del nuevo país, provocando
con ello un fuerte nacionalismo entre sus opositores.93 No parece
casual que en 1910 se fundara la Asociación Nacionalista Italiana,94
no sólo con el fin de fortalecer el nacionalismo de los italianos, sino
también para promover la idea de una Italia imperialista (las viejas

92
La expresión, escribía Warner, fue acuñada por la organización antisemita Solida-
rité Française, fundada en 1933. Véase G. Warner, op. cit., p. 255.
93
Los propietarios de la industria ligera en Italia, partidarios del liberalismo, eran
los que apoyaban a Giolliti. Los dueños de la industria pesada, en cambio, se reco-
nocían “mejor en el nacionalismo y en su ideología corporativista e imperialista”.
Véase Robert Paris, Los orígenes del fascismo, Barcelona, Ediciones Península, 1976,
pp. 35-36. Algo semejante ocurrió en Alemania, donde los dueños de la industria
pesada, más que los de la ligera, estaban interesados en el rearme de su país con fines
expansionistas. Añádase a lo anterior que desde 1914, en el seno de la II Internacio-
nal, la corriente mayoritaria de la socialdemocracia europea quiso ver en la guerra
la lucha entre naciones y no una lucha entre burguesías nacionales, lo cual implicó
la defensa de la patria contra otros países. Esta concepción de la Gran Guerra, como
también se le llamó, fortaleció a las tendencias nacionalistas, no sólo en Italia sino
en toda Europa.
94
La Asociación Nacionalista se sumaría al Partido Nacional Fascista en 1923. Véase
Martin Durham, Women and Fascism, London/New York, Routledge, 1998, p. 8.
166 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

glorias de la Roma imperial). El nacionalismo fascista, tanto en Ita-


lia como en Alemania, fue de raíz y pretensiones imperialistas. Se
trataba de un nacionalismo expansionista. En el caso de Italia, Mus-
solini aspiraba a dominar el Mediterráneo.95
A diferencia de la Segunda Guerra, la Primera dejó a Europa
en una gran crisis en todos los órdenes. Fue una guerra descon-
certante, no se sabía bien a bien hacia dónde iba y sí sus enormes
costos en vidas humanas y en la organización de la producción y
el comercio. Al final hubo pobreza, desestructuración económica
y una sensación de catástrofe, de nihilismo y de derrota apocalípti-
ca; hubo revoluciones, una triunfante (la rusa) y otras fracasadas o
reprimidas, viejos imperios se derrumbaron, grandes migraciones.
“Aquel mundo —decía Lukács96— se había trocado en un campo
de ruinas […] No había nada seguro, ningún punto de apoyo” y
la filosofía estaba preñada, como en los tiempos de Kierkegaard
después de las revoluciones de 1848, de la amargura “posterior a la
embriaguez”, de un ánimo depresivo que recuperarían, potencián-
dolo, pensadores como Heidegger y Karl Jaspers, existencialistas y
convencidos de la filosofía de la desesperación (contraria, desde
luego, al marxismo como filosofía de la emancipación). Jaspers,
citado por Simone de Beauvoir, escribía que “después de la primera
guerra mundial cayó el crepúsculo sobre todas las civilizaciones.
Presentíase el fin de la humanidad en esa encrucijada en que vuel-
ven a fundirse, para desaparecer o para nacer de nuevo, todos los
pueblos y todos los hombres.” Y más adelante Beauvoir añadía que
“la burguesía vislumbraba el fin de la humanidad, es decir, su propia
liquidación como clase, sólo como una ‘eventualidad’. Le quedaba
una esperanza: el fascismo”.97
De lo anterior no debe desprenderse que esa burguesía promovie-
ra el fascismo, aunque lo dejara ser y hacer, sino más bien que viera en
éste esa esperanza y una manera de preservar sus intereses. Varios
autores han dicho que el fascismo nació y se desarrolló como una
respuesta o reacción a una crisis política y económica, y hay mucho
de cierto en esto, pero no significa que así se haya planeado (sería
darle un crédito inmerecido a Mussolini). La burguesía aprovechó

95
Véase el reciente libro de G. Bruce Strang, On the Fiery March. Mussolini Prepares for
War, New York, Praeger Publishers, 2003.
96
Georg Lukács, El asalto a la razón, México, Fondo de Cultura Económica, 1959, p.
398.
97
Simone de Beauvoir, op. cit., pp. 12-13.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 167
el significado del fascismo, no lo hizo, no lo inventó, aunque ya
había, en el campo de la filosofía, un cierto germen. Aprovechó,
también, que el fascismo representaba un enemigo crecientemente
poderoso de los comunistas y de los socialistas, un enemigo que
usaba la violencia, que podía imponerse por medio de ésta y de
su organización paramilitar (es decir disciplinada y armada) a los
trabajadores, que podía sustituir a la policía y a la guardia nacional
sin comprometer constitucionalmente a los gobiernos. (Otra cosa
fue cuando el fascismo tomó el poder.) Sustitución de la policía y
de la guardia nacional no quiso decir que éstas no fueran cómplices
al dejar hacer, al desentenderse de lo que ocurría a su alrededor
contra los trabajadores, igual en la calle que en un mitin o en una
fábrica. Ni la policía ni el ejército intervinieron cuando los fasci di
combattimento, el 15 de abril de 1919, se lanzaron armados contra
los trabajadores en Milán y luego a destruir el periódico Avanti! del
Partido Socialista.98 Impunidad total. El fascismo, como proceso, ya
existía y creció, entre otras razones, porque los gobernantes lo per-
mitieron; y lo permitieron porque convenía así a los intereses que
representaban, que no eran otros que los de la burguesía preocu-
pada y molesta por el ascenso de las luchas de los trabajadores del
campo y de las ciudades influidos por las ideas socialistas.
Benito Mussolini interpretó, a partir de la guerra, que en su
país el sentimiento nacionalista era una fuerza política e ideológica
con más potencialidades que la implícita en la lucha de clases y en
las aspiraciones socialistas. No importa aquí la explicación de por
qué Mussolini cambió sus inclinaciones socialistas por las fascistas
(hay muchas interpretaciones sobre esto, entre éstas la influencia
de Georges Sorel y su libro Reflexiones sobre la violencia publicado en
1908), sino el hecho de que el fascismo nació como un movimiento
tan nacionalista como anticomunista, lo cual le valió apoyos en mu-
chos países, Gran Bretaña y Estados Unidos incluidos y, obviamente,
de los grandes capitalistas italianos (terratenientes e industriales).
Los principios de la lucha de clases —se interpretaba— promovían
la división de la sociedad, y esta división impedía la unidad de la
nación, su engrandecimiento, su prosperidad. Uno de los porta-
voces del fascismo y en ese tiempo su principal teórico, Alfredo
Rocco, logró una síntesis muy clara de su visión del ya entonces
poder fascista (1925). El fascismo, dijo Rocco, ha tenido una virtud

98
Para mayor extensión, véase Néstor Luján y Luis Bettonica, Y Mussolini creo el fascis-
mo, Barcelona, Plaza y Janes, 1972, pp. 49 y ss.
168 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

histórica: “restablecer el equilibrio entre las clases, interponerse en-


tre las clases en la situación de un árbitro y moderador, de manera
a impedir que una de ellas venza a la otra e impedir también el
debilitamiento del Estado, al mismo tiempo que la servidumbre y
miseria de los ciudadanos, causados por la lucha de una clase contra
otra… El marxismo puede hoy considerarse relegado al desván…
A la lucha de clases y la solidaridad internacional oponemos no-
sotros la solidaridad de las clases en la lucha internacional… Este
proyecto de ley [refiriéndose al disciplinamiento jurídico de las
relaciones colectivas del trabajo] cierra la era de la propia defensa
de las clases.”99 Esto es, cosa que también decía Mussolini, la miseria
y la servidumbre de los ciudadanos no eran producto de relaciones
de explotación y dominación propias del capitalismo, de una clase
sobre otra, sino de la lucha de clases. Y el Estado, el Estado fascista
—como fue llamado— se ubicaba por encima y al margen de ellas,
como un árbitro que sólo velaba por el interés de la nación. De aquí
la glorificación del Estado, pues el Estado era la representación del
pueblo unido, la unidad del pueblo bajo el Estado, éste como garan-
tía de unidad, de nación unida, de posibilidad de la nación frente
a otras naciones. El ideal del fascismo era la absoluta unidad, pero
bajo el Estado, es decir bajo su líder: el líder que garantizaría tanto
esa unidad —con el Estado—, como la dirección de éste —con el
gobierno—, para engrandecer a la nación. El líder, el jefe, el caudi-
llo (en italiano, il Duce, en alemán, der Führer) sería, fue, Mussolini,
como lo fue Hitler en Alemania y Franco en España, aunque il Duce
nunca fue, en opinión de Cole, “la única fuente de autoridad, ni
siquiera en teoría”.100 No era entonces, como puede verse, una
propuesta que asustara al mundo o que revolviera en su tumba a
filósofos como Hegel o a políticos como Bismarck. De hecho, hay
autores, como el húngaro Mihaly Vajda,101 que opinaron que sin el
éxito del fascismo en Alemania, el italiano, visto retrospectivamen-
te, no hubiera pasado de ser un episodio de poca importancia en
la historia europea —punto de vista que sólo compartiría por la
comparación de ambos regímenes en sus respectivos países y por
el antecedente y la amenaza que representó al mundo, y no sólo a
los trabajadores, el caso alemán. Ya mencioné antes, con apoyo en

99
Citado por Herbert L. Matthews, Los frutos del fascismo, México, Fondo de Cultura
Económica, 1944, p. 22.
100
G. D. H. Cole, op. cit., p. 20.
101
Mihaly Vajda, op. cit., p. 62.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 169
Revelli, que un régimen totalitario y que por lo mismo no permite
la existencia de izquierdas ni derechas en cuanto tal, es, a lo más, de
una orientación o de otra. Añadiría ahora que el fascismo italiano,
comparado con el alemán, fue menos extremista que éste, menos
ultradrechista si quiere decirse así,102 o, en términos de Borejsza, un
“totalitarismo incompleto”.103
Ciertamente, después de la Gran Guerra, había en Italia un
fuerte movimiento de masas. Como en otros países de Europa, e
incluso de América Latina, a finales del siglo xix se creo el Partido
Socialista (1892). Ya había fuerte resistencia obrera a los dueños de
las fábricas en el norte, y movimientos en el campo que presionaban
por tierras en el sur y en el centro. Las instituciones nacionales y el
primer gobierno de Giolliti se desprestigiaron. La nueva burguesía
no era suficientemente fuerte para imponerse, estaba en proceso
de consolidación. La industria metal-mecánica vio un rápido cre-
cimiento en los primeros años del nuevo siglo, junto con ella los
trabajadores asociados a esa industria y a otras no menos importan-
tes. La fuerza numérica de los trabajadores no era despreciable, y
tampoco la de los socialistas: en las elecciones de 1919 los fascistas
lograron un poco más de cuatro mil votos, los socialistas casi dos
millones. Hubo intentos revolucionarios por el poder económico.
Gramsci escribía, a propósito de la huelga general de abril de 1920
en Turín, que “por primera vez en la historia se dio efectivamente
el caso de un proletariado que se lanza a la lucha por el control de
la producción sin ser movido a esa acción por el hambre ni por el
paro”.104 Se movilizaron más de medio millón de trabajadores, fue
una huelga de masas, en la que no participaron el Partido Socialista
y ni la central obrera, y en la que fueron afectados, según Gramsci,
alrededor de cuatro millones de habitantes. Esos años fueron de
efervescencia obrera y de trabajadores rurales. Si en 1918 hubo 292
huelgas en la industria y diez en la agricultura, al año siguiente el
número de huelgas industriales subió a 1 626 con 1 078 869 huel-
guistas, y en el medio agrícola las huelgas fueron 208 con medio

102
En sus conclusiones al estudio del totalitarismo, Mario Stoppino sugiere que el
fascismo italiano no era totalitario. Véase Bobbio, Matteucci y Pasquino, Diccionario
de Política, México, Siglo XXI Editores, 12a. ed., 2000, p. 1587.
103
Jerzy W. Borejsza, op. cit., pp. xxv y 29.
104
Antonio Gramsci, Antología (Selección, traducción y notas de Manuel Sacristán),
México, Siglo Veintiuno Editores, (4a. ed.) 1978, p. 83. La huelga, nos explica Sa-
cristán, fue por la jornada de trabajo y como respuesta a la represión por parte de
la patronal.
170 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

millón de huelguistas. En 1920 el número de huelgas aumentó a


1 881 (1 267 953 huelguistas) en la industria y si bien disminuyeron
en el campo (a 189), el número de huelguistas aumentó considera-
blemente: al doble (1 045 732). Para 1922, el año en que Mussolini
se hizo cargo del gobierno, comenzó una fuerte declinación de
huelgas y huelguistas.105 El gobierno y la burguesía no encontraban
solución. Ésta fue proporcionada por las squadri d’azione de Mus-
solini, formadas por masas armadas de la pequeña burguesía que,
en la versión de Vajda, “hicieron responsables de su miseria a esos
trabajadores que habían obtenido algunos beneficios económicos
como resultado de su lucha”.106 Los fascistas se lanzaron contra las
organizaciones de trabajadores del norte italiano, y los terratenien-
tes y la burguesía, insuficientemente consolidados como clase en el
país, renunciaron al poder político y apoyaron la opción de un ca-
pitalismo nacional y de un gobierno fuerte que terminaría, después
de la marcha de los camisas negras a Roma, en manos de Mussolini,
llamado a gobernar por Víctor Manuel III (por sugerencia de los
políticos conservadores107). De inmediato se decretó la desaparición
de los partidos, salvo el Nacional Fascista (fundado en 1921), luego
se terminó con la libertad de prensa, prohibición que duró 20 años,
y, finalmente, en 1925 fue anunciada la dictadura, con la cual se
suspendieron los derechos sindicales, comenzando con la huelga,
y se usó como arma política la violencia con el apoyo de la policía,
los carabinieri y el ejército. El ministro de Justicia, Alfredo Rocco,
presentó a finales de 1926 un proyecto de ley que establecía la pena
de muerte para una serie de delitos políticos y, para el efecto, creó
el órgano judicial especial para instruirlos.108

105
“Italia”, en Enciclopedia Universal Ilustrada, Madrid, Espasa-Calpe, 1926.
106
Mihaly Vajda, op. cit., p. 65. En los años 1920-1922 el partido fascista contaba con
150 mil miembros, de los cuales 90 mil eran no obreros (propietarios de tierras, de
comercios e industrias, profesionales, empleados y estudiantes), y el resto estaba
formado por trabajadores agrícolas y de las ciudades, principalmente desempleados.
“En 1930 —decía Crouzet— la proporción no ha variado y de los 308 jefes fascistas
italianos 254 proceden de la pequeña burguesía”. Véase Maurice Crouzet, op. cit., p.
203.
107
Enciclopedia Espasa-Calpe, ya citada. Mussolini pidió plenos poderes a la Cámara
de diputados “manifestando que si no se le concedían, los tomaría él, y la Cámara
accedió por 275 votos contra 90”, ídem.
108
Paolo Spriano, Storia del Partito comunista italiano, t. ii, Gli anni della clandestinitá,
Torino, Einaudi, 1969, p. 62. En este tomo, y particularmente en el capítulo iv, se
mencionan con detalle los actos de represión del fascismo de Mussolini contra los
trabajadores, los comunistas y socialistas, y los opositores al régimen. Hannah Arendt
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 171
Surgió el Estado llamado corporativo. Mussolini —como tam-
bién Hitler después— concebía al Estado como un organismo y su
organización ideal como corporativista. Con base en la filosofía de
Giovanni Gentile, el individuo debía subordinarse a la nación, la
nación estaba representada por el Estado, y en éste, por lo mismo,
no tenía cabida el liberalismo basado en el individualismo. La socie-
dad, como el Estado, era un organismo y el destino del organismo
era el que importaba, no el individuo. Igualmente se rechazaba el
igualitarismo socialista y su punto de partida apoyado en la realidad
de la división en clases sociales y en la necesidad del conflicto de cla-
ses, que en la perspectiva del fascismo desunía a la sociedad, es decir
al organismo unitario que debía estar bajo el Estado. No es exage-
rado decir que el régimen fascista intentó eliminar, de la historia, la
lucha de clases mediante el nacionalismo y el Estado corporativo.
El Estado sería envolvente, y esto significaba que fuera de él
ningún valor, ninguna expresión cultural, ninguna disidencia po-
drían existir. Se trataba, en una palabra, de un Estado totalitario,
concepto acuñado precisamente en la Italia fascista como opuesto
al Estado liberal y asumido por Mussolini a pesar de que original-
mente había sido un calificativo crítico al fascismo.109 Y totalitarismo
quiso decir pensamiento único: en los medios de comunicación,
en la educación, en la producción filosófica y teórica, en cualquier
lugar en donde la propaganda del régimen pudiera ser rebatida o

minimizó estos hechos, y apuntaba que la “prueba de la naturaleza no totalitaria de


la dictadura fascista [en Italia] es el número sorprendentemente pequeño y las sen-
tencias relativamente suaves impuestas a los acusados de delitos políticos.” Y narra
que de 1926 a 1932 sólo se impusieron penas de muerte a siete ¡por delitos políticos!
Parecería que para Arendt el totalitarismo fuera un problema de números. Y así
escribía, en referencia a las masas y el totalitarismo, que “los regímenes totalitarios
parecían imposibles […] en países con poblaciones pequeñas”. Esto es —deberá
interpretarse—, en los países pequeños no hay masas, sólo en los grandes. ¿De qué
tamaño debe ser una población para conformar una masa? Si lo que Arendt quiso
decir es que ha habido totalitarismos más brutales que otros, entonces estaríamos de
acuerdo. Es un problema de grados, pero ¿será válido hablar de semitotalitarismo
como de semicapitalismo o de mujer semiebarazada? Véase Hannah Arendt, op. cit.,
pp. 485 y 486 nota 11.
109
Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino, op. cit., sobre “Totali-
tarismo”. En mi opinión sería más propio decir forma totalitaria de Estado y forma liberal
de Estado, pero sería otra discusión. Como calificativo para el fascismo, véase Enric
Ucelay-Da Cal, “Introducción histórica a una categoría imprecisa”, en Joan Antón
Mellón (coordinador), op. cit., pp. 61-62. Y una definición de “totalitarismo” a partir
de la experiencia histórica del fascismo, en Emilio Gentile, “El fascismo italiano”, en
Joan Antón Mellón, ídem, p. 81.
172 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

contrarrestada, pues la propaganda (así como la retórica emocional


y cargada de simbolismos), fue uno de los pilares del fascismo, tan-
to en Italia como en Alemania. De este totalitarismo no se escapó
siquiera la religión católica, a pesar del Pacto de Letrán de Mus-
solini con el Vaticano (1929). Matthews decía: “El fascismo era la
religión de Estado, no el catolicismo.” El Estado, añadía citando a
Mussolini, “es católico, pero fascista; sí, sobre todo, exclusivamente,
esencialmente, fascista. El catolicismo forma parte integrante de él,
y lo declaramos abiertamente; pero que nadie piense en cambiar las
cartas que están sobre la mesa, sirviéndose de algún disfraz filosófi-
co o metafísico”.110
Ha habido una vieja discusión sobre la caracterización del régi-
men fascista y, en función de las diversas caracterizaciones, sobre el
papel de la burguesía en la instauración de ese régimen. Sabemos,
por muchos autores consultados, que la burguesía apoyó o toleró,
según el momento y el lugar, al fascismo en sus inicios y luego como
poder establecido, aunque sólo fuera para detener el ascenso de los
movimientos de trabajadores y del socialismo, que no eran modestos
en la Italia de 1919-1920. Y sabemos también que la gran burguesía
en los países donde dominó el fascismo no sólo no fue disuelta
sino que aumentó sus riquezas. “…Lo que es esencial determinar
—escribía Mandel— es si la dictadura de Hitler [o la de Mussolini,
para el caso] tendió a mantener o a destruir, a consolidar o a minar,
las instituciones sociales de la propiedad privada de los medios de
producción y la subordinación de los obreros que se ven obligados
a vender su fuerza de trabajo bajo la dominación del capital.”111 Y
más adelante Mandel ofrecía estadísticas sobre las ganancias de las
empresas industriales y comerciales en la Alemania nazi, con lo
que demostraba que resultaron altamente beneficiadas. Matthews
ofrece también datos sobre la prosperidad industrial durante el
gobierno de Mussolini,112 gracias a que, por iniciativa del gobierno,
110
Herbert L. Matthews, op. cit., pp. 249-250. Ya antes, en 1925, Mussolini había di-
cho: “El fascismo no es sólo un partido, es un régimen; no sólo es un régimen, sino
también una fe; no es sólo una fe, sino una religión.” Ídem, p. 249.
111
Ernest Mandel, “Ensayo sobre los escritos de Trotsky sobre el fascismo”, en León
Trotsky Obras, t. 16, Alemania, la revolución y el fascismo, volumen 1, México, Juan Pa-
blos Editor, 1973, p. 255.
112
Herbert L. Matthews, op. cit., por ejemplo en la p. 256. Esta prosperidad fue
impulsada a partir de 1925 por Alfredo Rocco, partidario de la formación de mo-
nopolios y cartels para aumentar la productividad. Después de 1938 la economía
italiana comenzó a declinar. Véase al respecto http://www.ihr.org/jhr/v04/v04p--
5_Whisker.html.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 173
tanto los industriales organizados como los fascistas aprobaran por
unanimidad que los sindicatos de trabajadores no se opondrían al
capital para no entorpecerlo.113 El resultado fue un considerable
crecimiento del gran capital. “La proporción en el producto nacio-
nal de la industria —escribía Poulantzas— pasó de 25.3%, en 1921,
a 31.8%, en 1929, y a 34.1% en 1940, mientras que la de la agricul-
tura bajó, en los mismos periodos, de 46.3% a 38.4% y a 29.4%.114
Aunque no dispongo de suficientes datos precisos sobre Italia en la
época del fascismo, sabemos que las clases medias eran relativamente
más numerosas que, por ejemplo, en los Estados Unidos115 y que,
durante la crisis de 1929-33, muy probablemente, como ocurrió en
Alemania, debieron haber aumentado en número. Y quizá también,
como en Alemania, las grandes empresas industriales pudieron ha-
ber disminuido sensiblemente;116 pero si este fue el caso, entonces
tendríamos que suponer que la productividad industrial fue muy
alta, a costa, obviamente, de la sobreexplotación de los trabajado-
res, que en esos momentos ya eran dominados por la dictadura gra-
cias a la eliminación de sus organizaciones de defensa y de lucha.117

113
Véase <http://www.econlib.org/library/Enc/Fascism.html>. Véase también “Fas-
cismo” en la Enciclopedia Espasa-Calpe ya citada.
114
Nicos Poulantzas, Fascismo y dictadura, México, Siglo Veintiuno Editores, 1971, p.
133.
115
Wladimir Woytinsky, Les conséquences sociales de la crise, Genéve, Bureau
International du Travail, 1936, p. 245. En la página 241 se presenta una clasificación
de las capas sociales que entonces eran consideradas como parte de las clases medias.
Se incluyen, obvio, a los pequeños productores y comerciantes independientes,
además de empleados públicos y privados de un cierto nivel.
116
Ídem, pp. 248 y ss. En el cuadro 31 de de esta obra se proporcionan los datos de
las empresas industriales alemanas entre 1925 y 1933, según el número de personas
ocupadas por empresa. Las empresas con uno a tres trabajadores (más de millón y
medio de establecimientos), aumentaron en el periodo 105 por ciento. Las empresas
con 4 a 10 trabajadores, disminuyeron en alrededor de 87 por ciento. Las grandes
empresas, es decir con más de 200 trabajadores por establecimiento disminuyeron
de 7 298 en 1925 a 4 508 en 1933 (61.8%). Puede decirse que la crisis afectó más a
Alemania que a Italia, lo cual sería correcto, pero la primera era mucho más indus-
trializada que la segunda, considerada todavía entonces un país agrícola en las tres
cuartas partes de su economía.
117
Con base en la Organization of European Economic Cooperation, Industrial statis-
tics, 1900-1955, Paris, 1956, de la industria manufacturera, la metalurgia, ingeniería y
químicos, especialmente las dos últimas, revelaron índices muy altos, así como tam-
bién electricidad, gas y agua. Construcción y textiles, en cambio, aumentaron muy
poco. Con base en el istat, Sommario di statistiche storiche italiane 1861-1955, Rome,
1958, de 1923 a 1938, la producción de hierro en bruto pasó de 236 mil toneladas
a 864 mil, la de acero de 1 142 000 a 2 323 000 y la de automóviles de 22 820 a 70 777
174 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

Mandel señalaba que el fascismo y la guerra mundial tuvieron,


como una de sus “principales funciones objetivas […], permitir que
todas las fuentes de un incremento de la tasa de plusvalía fluyeran
simultáneamente, por decirlo así, para combinar cuando menos
principalmente un aumento en la productividad y la intensidad del
trabajo, con un descenso de los salarios reales”.118
En resumen, el fascismo fue un movimiento nacionalista y an-
ticomunista (también antisocialista),119 además de contrario al libe-
ralismo. Se concebía a sí mismo como un punto intermedio entre
el liberalismo y el socialismo, trascendiendo a ambos, según decían
sus ideólogos. Hizo del Estado un culto, una entidad a la cual de-
bían subordinarse todos: los individuos, las corporaciones e incluso
el Partido Nacional Fascista.120 El Estado, formalmente en manos de la
monarquía constitucional hereditaria, era el símbolo de la unidad y
la garantía de la nación —como tal y en relación con otras naciones.
El gobierno debía estar en manos de un líder, el mejor de acuerdo
con la interpretación fascista del darwinismo social,121 y Mussolini
hizo las reformas legales suficientes para garantizarse la reelección
hasta 1943 cuando fue depuesto por miembros de su propio par-
tido acusados de traidores. Contó con el apoyo de las masas, espe-
cialmente con las clases medias, primero por el deterioro de sus
formas de vida como consecuencia de la primera guerra mundial, y
luego por la estabilidad que les garantizara el régimen así como la
oportunidad de desahogar su resentimiento social, especialmente
contra los obreros. Los grandes empresarios y los terratenientes,

unidades (la Fiat produjo 15 162 autos en 1923 y 56 053 en 1938). En todos los casos
la producción disminuyó considerablemente para 1943, más o menos a los niveles
de 1923.
118
Ernest Mandel, El capitalismo tardío, México, Ediciones Era, (2a. ed.), 1979, pp.
146-147.
119
En aquel entonces y por mucho tiempo después, se entendía, por una distinción
establecida por Lenin, que los comunistas eran revolucionarios y los socialistas o
socialdemócratas eran reformistas.
120
“En Italia, el partido está ‘incorporado al Estado’; el partido es un órgano del
Estado, un ‘partido de Estado’.” Franz Neumann, Behemoth. Pensamiento y acción en
el nacional socialismo, México, Fondo de Cultura Económica, [1943] 1983, p. 88. En
“Doctrina fascista”, artículo publicado en la Enciclopedia Italiana en 1932, se lee: “Para
el fascista, todo radica en el Estado, y nada de valor, ni humano ni espiritual, existe
fuera del Estado. En este sentido, el fascismo es totalitario, y el Estado fascista, como
síntesis y unidad de todos los valores, interpreta, desarrolla y domina toda la vida de
los pueblos”. Véase también Borejsza, op. cit., p. 15.
121
Para mayor extensión, véase, en G. Bruce Strang, op. cit., el capítulo “Mussolini’s
Mentalite”.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 175
además de los grupos conservadores dentro del gobierno, apoyaron
a Mussolini como alternativa para terminar con los movimientos so-
ciales considerados subversivos y contrarios al fortalecimiento de la
nación (es decir, contrarios a la acumulación capitalista). Las liber-
tades fueron canceladas y se impuso no sólo un régimen dictatorial
sino totalitario, basado en las fuerzas del orden, en la propaganda
y la demagogia, en los símbolos y rituales, en el partido único (de
tipo totalitario), en la intolerancia y en el pensamiento uniforme.
A diferencia del fascismo alemán, el italiano no estuvo preocupado
por el racismo ni el antisemitismo a pesar de que durante la segun-
da guerra mundial hubo, sin identificación con el régimen ni con
las creencias de Mussolini, literatura contraria a los judíos y fuertes
presiones por parte de Alemania para que estos fueran persegui-
dos.122 Por cuanto a la mujer, el régimen fascista la quiso convertir,
mediante diversos tipos de apoyos (incluso fiscales) y prohibiciones
(del aborto, por ejemplo), en un elemento necesario e indispensa-
ble para aumentar la población (lo que, por cierto, no logró). Y en
relación con el trabajo, se le dieron a la mujer oportunidades para
empleos “no masculinos” “ni necesarios de la fuerza viril” (mecanó-
grafas, telefonistas, etcétera), pero definitivamente, antes de la gue-
rra, se inhibió su contratación en las fábricas y en la administración
pública bajo el argumento de que, de ser contratada, aumentaría el
desempleo.123
Es claro que el fascismo italiano fue un recurso contra los so-
cialistas y comunistas, con apoyo de los capitalistas —amenazados
por aquellos— y de las clases medias empobrecidas o en proceso de
proletarización por la secuela de la guerra. Parece ser una regla que
cuando las clases medias temen por su seguridad y su estabilidad
tienden a abrazar propuestas políticas que les garanticen orden y
progreso, aun a costa de sus libertades individuales y de sus niveles
de ingreso. “El punto de partida del fascismo —decía Mandel—, es
una pequeña burguesía desesperada y empobrecida.”124 Temerosa
y resentida, añadiría yo. Sin duda tenía razón Simone de Beauvoir
cuando dijo: “situarse a la derecha es temer por lo que existe”. Pa-
rafraseando a Gilbert Badia,125 los fascistas han logrado convertir los

122
Aun los asesinatos en masa cometidos bajo la dominación italiana de Etiopía, no
demuestran que obedecieran a motivos racistas.
123
Martin Durham, op. cit., capítulo 1.
124
Ernest Mandel, op. cit., p. 293.
125
Gilbert Badia, “Fascisme”, en Georges Labica y Gérard Bensussan, op. cit.
176 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

resentimientos y temores de origen económico, sobre todo entre


las víctimas de la acumulación capitalista y de sus crisis, hacia la
esfera extraeconómica: anticomunismo, racismo, antisemitismo,
xenofobia que, en el caso del fascismo alemán (nazismo), fueron
sus características más patológicas.

Alemania

Después de la derrota de la revolución en Alemania, que culminó


con el asesinato de Rosa Luxemburgo y de Karl Liebknecht en
enero de 1919, se llevaron a cabo las elecciones para la Asamblea
Nacional que habría de redactar la famosa Constitución de Weimar
de la nueva República. Los socialdemócratas habían derrotado a los
comunistas, “pero el otro enemigo del régimen parlamentario y de-
mocrático —la aristocracia, la camarilla imperial, los banqueros, los
Junkers, la oficialidad prusiana— se acomodaba en el nuevo régimen
para dominarlo y dirigirlo” .126 Lo que logró sobre todo a partir de
1925 con el triunfo de Hindenburg en las elecciones presidenciales
ese año.127
El ambiente era muy frágil, la estabilidad política, social y econó-
mica era más bien precaria. Alemania había perdido la guerra y en
ella a casi dos millones de hombres entre 15 y 50 años. Y con el Tra-
tado de Versalles perdió también una parte de su economía, es decir
la posibilidad de reconstituirse como nación en corto plazo, pues
no había dinero suficiente siquiera para pagar las indemnizaciones
fijadas por los países vencedores. El caos monetario, la inflación, la
disminución de la producción, la ausencia de materias primas, de
alimentos y vestidos fueron las características de ese país vencido. El

126
Antonio Ramos-Oliveira, Historia social y política de Alemania, 2 tomos, México, Fon-
do de Cultura Económica (Colección Breviarios, número 71), 2a. ed., 1964, t. i, p. 330.
Quiero señalar que la expresión “régimen democrático” del autor en referencia al
gobierno de Ebert no la comparto. Sobre la contrarrevolución de Ebert y compañía
véase Franz Neumann, op. cit., pp. 37 y ss.
127
El mariscal Hindenburg obtuvo en esas elecciones más de 14 millones de votos,
a pesar de haber sido partidario de la monarquía y un representante de los militares
más conservadores. Fue, en realidad, un instrumento de la derecha alemana, entre
la cual los industriales tenían un peso considerable. Posteriormente sería reelecto en
marzo de 1932 con el apoyo de quienes siete años antes lo habían combatido: cató-
licos y socialdemócratas. Al parecer esta táctica fue para impedir que Hitler pudiera
ganar el poder (Hitler ya había conseguido la nacionalidad alemana, precisamente
el 26 de febrero de 1932).
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 177
marco cayó vertiginosamente, los precios cambiaban por hora. No
es una metáfora decir que los marcos en billetes se cargaban en cos-
tales, pues no valían nada en 1923. ¿Quién invertiría su fortuna en
esas condiciones? El desempleo, a partir de 1923, comenzó a aumen-
tar, como en otros países europeos. En 1924 fue de 14.7 por ciento
y en 1926 de 18.3 por ciento, es decir de alrededor de dos millones
de desempleados para comenzar a disminuir poco a poco. Aun así,
en pleno periodo de prosperidad, en 1929, había 13.6 por ciento de
parados.128 Esta prosperidad, sin embargo, no duró mucho tiempo
pues la crisis económica del capitalismo mundial pronto alcanzó a
Alemania. Para 1933, del total de la población económicamente ac-
tiva (32 296 000), el 18 por ciento estaba sin trabajo y los salarios se
redujeron a la mitad. El mayor desempleo se dio en la industria: 32
por ciento (en los servicios era de 13 por ciento y en la agricultura
y pesca de 3.3 por ciento).129 El hecho de que las microempresas de
uno a tres trabajadores, así como la nueva clase media formada por
empleados y funcionarios aumentaran, al tiempo que las pequeñas,
medianas y grandes, especialmente estas últimas, disminuyeran en
número de 1925 a 1933, nos habla del crecimiento de una clase me-
dia no muy próspera (más bien pobre, en general) y que en muchos
casos tuviera ingresos inferiores a los de la clase obrera propiamen-
te dicha.130 La crisis afectó principalmente a los bancos (muchos de
estos quebraron), luego a las grandes empresas industriales, y muy
cerca de éstas a las medianas. Pero esta dinámica cambiaría a partir
de 1933-1934, ya que la crisis y la política intervencionista del nazismo
permitió la concentración del capital y, por lo mismo, de empresas
que disminuyeron considerablemente en número a pesar del gran
aumento de las inversiones y de trabajadores empleados. “En 1939
—señalaba Crouzet—, 195 firmas, o sea el 3.6 % de las sociedades,
disponen del 58 % del capital-acción; en 1938 la industria química
cuenta con 258 empresas con un capital-acción de 1 924 millones de

128
Maurice Crouzet, op. cit., p. 72.
129
Wladimir Woytinsky, op. cit., anexo 21-b, p. 367. En el sector servicios se incluyen
a los empleados de la administración pública, servicio doméstico, transportes y
comunicaciones, profesiones liberales, comercio y otros. Crouzet, op. cit., p. 132,
señalaba que “Alemania, en 1932, contaba con el 43.7 % de parados absolutos entre
los obreros sindicados, un 22.6 % que trabajaban según un horario reducido y sólo el
33.7 % estaban ocupados regularmente durante la jornada completa.” El dato sobre
los salarios, en la página 161.
130
Véanse Woytinsky, op. cit., p. 248 y Nicos Poulantzas, op. cit., p. 302.
178 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

reichsmark frente a las 464 empresas de 1932 con un capital de igual


valor.”131 La industria del automóvil, por ejemplo, crecía, mientras
en el mundo disminuía (en 1938, mundialmente, decayó casi en 50
por ciento en relación con el año anterior). Vale decir que esas em-
presas se ampliaron, incluso a la producción de armamentos, como
fue, por ejemplo, el caso de Siemens, y que en este proceso de con-
centración absorbieron a muchas otras firmas de menor capacidad.
La producción también aumentó un tercio más por comparación
con 1929, que fue un año de auge de la economía alemana. Median-
te obras públicas fueron absorbidos los desempleados, al punto de
que para 1938 prácticamente no existían. Al igual que en Italia, a las
mujeres se les estimuló para que se casasen y tuviesen hijos en lugar
de presionar por empleos. Sin embargo, a diferencia de Italia, el
nazismo vigilaba que los matrimonios y la procreación fueran para
conservar la raza aria, no las otras consideradas inferiores. El parti-
do, señala Durham, vio a la mujer más como madre que otra cosa,
aunque no se descuidó su organización en apoyo del nazismo.132
En medio de la crisis los nazis fueron ganando apoyos y simpa-
tías. Electoralmente, podría estimarse este ascenso con el siguiente
cuadro:

alemania: elecciones legislativas (en miles)

Partido Partido Partido


Comunista Socialdemócrata Nacional
Socialista
Mayo de 1928 1 260 9 150 800
Septiembre de 1930 4 500 8 570 6 400
Julio de 1932 5 300 8 000 13 700
Noviembre de 1932 5 900 7 200 11 700

Fuente: Jean Marie Vincent, “Sobre el ascenso y la victoria del nazismo”, en María
Antonieta Macciocchi (coordinadora), Elementos para un análisis del fascismo, 2 tomos,
España, Madrágora-El Viejo Topo, 1978, t. i, p. 43.

131
Crouzet, op. cit., p. 149.
132
Martin Durham, op. cit., pp. 18-19. En Mi lucha Hitler ya se refería a la necesidad
de aumentar la población, razón por la cual Alemania iba a necesitar más territo-
rios, de preferencia hacia el Este, como puede leerse en A. Ramos-Oliveira, op. cit.,
t. ii, p. 14.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 179
Y no menos elocuente es este otro cuadro de las:

elecciones presidenciales en 1932

Primera vuelta Segunda vuelta


(13 marzo) (10 abril)
Hindenburg 18 661 736 * 19 359 653 (52.1%)
Hitler 11 328 571 13 417 460 (36.8%)
Thaelmannn (comunista) 4 971 079 3 606 388 (9.7%)

* Le faltaron alrededor de 166 000 votos para obtener mayoría absoluta.


Fuente: Enciclopedia Universal Ilustrada, Madrid, Espasa-Calpe, 1926, Suplemento 1934,
p. 405. No se señalan las razones de la diferencia de votos para el 100 %.

Crouzet, para los años 1924-1932, elaboró una gráfica a mi juicio


muy reveladora, en la que se establece un gran paralelismo entre el
auge electoral del Partido Nacional Socialista y el incremento de la
crisis expresado por el desempleo (parados), y explicaba que inme-
diatamente después de la terrible experiencia inflacionista (mayo
de 1924) los nazis obtuvieron cerca de dos millones de votos, y que
superada la crisis la votación a su favor disminuyó a un poco menos
de la mitad, para volver a descender durante la prosperidad de
1928. A partir de la crisis mundial de 1929, como puede observarse
en el primero de los cuadros anteriores (que básicamente coincide
con los datos de Crouzet), su votación comenzó a aumentar. Y este
autor añadía que los votos procedieron de los partidos burgueses no
católicos al tiempo que los votos de los partidos católicos, comunis-
tas y socialistas se mantuvieron más o menos estables.133 Esto es, la
burguesía y las clases medias votaron por los nazis, particularmente
cuando la crisis las afectaba, lo cual nos enseña muchas cosas sobre
las tendencias de estas clases sociales cuando perciben que su segu-
ridad y sus aspiraciones se ven amenazadas tanto por la economía
como por el ascenso de la lucha de clases protagonizada por la clase
obrera. Al igual que en Italia, en Alemania la burguesía no inventó
el fascismo, pero sí lo aprovechó y lo financió. “La gran industria se
mostró generosa con los nazis —escribía Ramos-Oliveira—. Hitler,
que hasta entonces sólo contó con la subvención de Thyssen,134 ha-

133
Maurice Crouzet, op. cit., pp. 204-205.
134
Fritz Thyssen fue uno de los más importantes y acaudalados productores de acero
180 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

bía comenzado a recibir en la etapa de gobierno socialdemócrata


considerables sumas de toda la industria pesada. El Führer apoyaba,
a su vez, a los capitalistas en los conflictos sociales.”135 Y mientras
tanto, los trabajadores eran traicionados por la socialdemocracia en
donde ésta tuvo influencia (gobernaba Prusia), y golpeados por la
política de von Papen y su política antisocialista.
Los nazis habían derrotado a la izquierda en las elecciones de
1932. Y con ese triunfo lanzaron sus fuerzas paramilitares contra
comunistas y socialistas y, al mismo tiempo, intrigaban contra el
gobierno. La sa (Sturm Abteilung – Sección de Choque o de Asalto)
aterrorizaba las calles. Había ambiente de guerra civil y von Papen
no tenía control en el Reichstag, mismo que disolvió para convocar a
nuevas elecciones para el 6 de noviembre de 1932. Los nazis vieron
descender su votación y von Papen, al no contar con el Reichstag,
dimitió para ser sucedido por el general von Schleicher, un militar
sin batallas, contrario a Hitler y que enfrentaría a terratenientes e
industriales con sus intenciones de establecer políticas de pleno
empleo y seguridad social apoyándose en los sindicatos (católicos y
socialistas) en vez de en los partidos. La burguesía y la aristocracia
agraria, obviamente, no estaban de acuerdo. Hindenburg, enton-
ces, le quiso regresar el gobierno a von Papen ofreciéndole a Hitler
la vicecancillería. Éste no aceptó. Se argumentó, sin pruebas, un
posible golpe de Estado de Schleicher, y con ello una crisis política
aún mayor. La “solución” sería Hitler. Éste sería el canciller por vía
pacífica, nombrado por el presidente, igual que en Italia donde,
como se recordará, el rey nombrara a Mussolini.136 La razón, la
misma: darle el poder a quien pudiera apaciguar las cosas. Von Pa-
pen sería el vicecanciller. Había que salvar al país de su prolongada
crisis política, magnificada por los efectos de la crisis económica.
El fin justificaría los medios. El primer gabinete de Hitler no fue
nacionalsocialista, pero sí una coalición de derecha y ultraderecha
que debería convocar a elecciones en marzo, tal y como las había

en Alemania y apoyó económicamente a Hitler con varios millones de dólares. Kru-


pp también subvencionó al nazismo. Véase Fritz Thyssen, I Paid Hitler, 1941, citado
en Webster G. Tarpley & Anton Chaitkin, George Bush: the Unauthorized Biografphy, en
<http://www.tarpley.net/bushb.htm> (texto completo).
135
A. Ramos-Oliveira, ídem, p. 42.
136
Según la Constitución de Weimar el Reich alemán era una República. Ésta tenía
un Presidente y su gobierno estaba compuesto de un “canciller y los ministros, nom-
brados y revocados por el presidente”. Véase Enciclopedia Espasa-Calpe, ya citada,
Apéndice de 1931. “Constitución de Weimar”.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 181
programado Schleicher antes de perder la confianza del presidente
Hindenburg. Vale decir que Hitler no contaba con la mayoría en el
Reichstag. El 27 de febrero fue incendiado el Reichstag, hecho que
provocó indignación nacional, y fue culpado el comunista holandés
Van der Lubbe con la clara intención de mover a los electores hacia
la ultraderecha, es decir hacia el nazismo. En las elecciones del 5 de
marzo los nazis obtuvieron 17 millones de votos y, con la extrema
derecha en su conjunto, lograron la mayoría absoluta (52%), lo que
les permitió gobernar con el Reichstag. La unidad del Reich, que
nadie había logrado antes, ni siquiera Bismarck, se logró en ese mo-
mento. En 1934, a la muerte de Hindenburg a sus 87 años de edad,
Hitler se convertiría en el presidente del Reich, sería el Reichsführer
con todos los poderes en su investidura, es decir en su persona.
La humillación de la derrota y del Tratado de Versalles137
—firmado por los representantes de la república de Weimar, en
ese momento socialdemócratas—, más las condiciones económicas
(además del caos político) que afectaban profundamente a millo-
nes de personas, acentuaron los antiguos sentimientos nacionalistas,
antisocialistas y anticomunistas, patrióticos y antidemocráticos, anti-
semitas y antiliberales, que Hitler supo interpretar y explotar, entre
otras razones porque se identificaba con ellos.
Sesenta años antes de que Hitler iniciara su gobierno, la moder-
nización alemana, más en el terreno industrial que en el agrícola,
se llevó a cabo sin identificación alguna con el liberalismo, incluso
en su contra. Fue el Estado del Segundo Imperio (con Guillermo I
y su canciller Bismarck) el que promovió la formación de la burgue-
sía industrial, el que separó a los obreros de la pequeña burguesía
liberal agrupada en el llamado partido del progreso (valiéndose del
sectarismo y oportunismo de Lassalle138), el que dictó, por un lado,
leyes antisocialistas y, por otro, la política social (Sozialpolitik) con la
que los obreros industriales lograron mejoras sensibles en su forma
de vida. La unidad alemana, en favor de Prusia (1871), acentuó
también el sentimiento nacional, de alguna manera exagerado por
Bismarck al inventar peligros extranjeros por motivos interiores,
como bien señala Moore.139 Con la dimisión de Bismarck, a partir
137
Todavía en 1935 el gobierno alemán insistía en ubicar el Tratado de Versalles
como la causa de la inflación de 1923-1924 y de la caída impresionante del marco.
Los culpables habían sido, obviamente, los socialistas, a los que ya no se les tendría
consideración alguna.
138
Véase Octavio Rodríguez Araujo, Izquierdas e izquierdismo, op. cit., pp. 54 y ss.
139
Barrington Moore, op. cit., p. 357.
182 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

de la sucesión del emperador por Guillermo II (1890), fueron abro-


gadas las leyes de excepción contra los socialistas, pero aún así tanto
la democracia como el parlamento siguieron limitados, por com-
paración, digamos, con la Gran Bretaña y otros países ya entonces
industrializados.

El antisemitismo es también antiguo, muy anterior a Hitler, así


como el racismo, pero en general no habían sido parte de una po-
lítica de gobierno salvo en su participación imperialista-colonialista
en Namibia a principios del siglo xx, donde el genetista Eugene
Fischer, posteriormente premiado por Hitler con el rectorado de la
Universidad de Berlín, se dedicó a hacer experimentos con los He-
reros en los campos de concentración para “demostrar” que ellos y
los mulatos eran inferiores, física y mentalmente, a los alemanes.140
Podría decirse que el cristianismo, al aceptar que todos son
hijos de Dios y por lo tanto iguales, no fue racista, pero esto no fue
así.141 Las cruzadas y la evangelización que acompañó al colonia-
lismo fueron racistas y la creencia de que los judíos instigaron la
muerte de Cristo creó, entre muchos cristianos, el antisemitismo,
que estrictamente hablando se debería llamar antijudaísmo, pues
los judíos no fueron los únicos semitas.
El racismo, con frecuencia asociado al antijudaísmo (que en
adelante llamaré antisemitismo por ser el término más generalizado
desde hace un siglo142), tuvo sus defensores “científicos” con las nue-

140
Mahmood Mamdani, “Making sense of political violence in post-colonial Africa”,
en Leo Panitch y Colin Leys, op. cit., pp. 134-135. El autor nos recuerda que uno de
los discípulos de Fischer fue Joseph Mengele, el encargado de las cámaras de gas en
Auschwitz.
141
Un estudioso del antisemitismo, Jacques Gabayet, menciona que “la persecución
de los miembros de la cultura hebrea, en el tiempo que transcurre, desde los oríge-
nes de la Europa cristiana hasta la consolidación de las naciones, cuenta con muchos
siglos de existencia.” Véase Jacques Gabayet Jacqueton, “El antisemitismo, corazón
de la derecha”, Rino, México, número 34, otoño de 2002, p. 20.
142
El vocablo “antisemitismo”, según Moshe Zimmermann, tuvo su origen en tér-
minos políticos y raciales, y no sólo contrarios a los judíos, en Wilhelm Marr (1819-
1904), un demócrata más o menos de izquierda que devino derechista y creador de
la primera Liga Antisemita. Véase http://www.oup-usa.org/isbn/0195040058.html.
El historiador Heinrich von Treitschke (1834-1896) apoyó los puntos de vista de
Marr, y entre sus frases famosas destacaron: “Ninguna cultura ha sobrevivido sin
sirvientes”, “Los judíos son nuestra desgracia”. Von Treitschke fue un defensor del
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 183

vas teorías antropológicas del siglo xix.143 La antropología física fue


de las primeras ciencias que puso énfasis en las diferencias raciales
(étnicas) a partir de los huesos y de la forma de la cabeza, y de ahí
se extendió a la sociedad. El antropólogo francés Georges Cuvier
(1773-1832) intentó demostrar una consistente correlación entre
lo físico y lo mental, en la que las características raciales determi-
naban la inteligencia y la cultura. Robert Knox, escocés y discípulo
de Cuvier, insistía en 1850, aproximadamente, que la desigualdad
de razas, además de ser vital para las civilizaciones, demostraba que
cada quien debería vivir en su lugar de origen y quedarse ahí, por
lo que estaba en contra del colonialismo.144 La teoría racista más
elaborada en aquellos años se le ha atribuido al aristócrata francés
Joseph-Arthur, conde de Gobineau (1816-1882). Este personaje,
además de haber sido contrario a la democracia, estaba convenci-
do de que los nórdicos eran superiores, y estableció una jerarquía
entre las razas. Los arios ocupaban la cúspide de su clasificación,
mientras que los semitas y los latinos eran razas degeneradas por los
mestizajes a lo largo de su historia. No es casual que los nazis usaran
como referencia y apoyo de su racismo y antisemitismo la principal
obra de Gobineau (Essai sur l’inégalité des races humaines), dado a
conocer en 1855.145 El músico Richard Wagner fue un defensor de
Gobineau, y su yerno, Houston Stuart Chamberlain (1855-1927),
fue todavía más antisemita que el mismo conde de Gobineau. Para
ciertas interpretaciones, incluidas las de Hitler, la teoría de la evo-
lución daba justificación científica al racismo, a la superioridad de
unos sobre otros, a la supuesta pureza de la sangre (de la que no
habló Darwin), al patológico derecho de suprimir a las razas porta-
doras del “bacilo mortal”, para usar la expresión de Carl Amery en
su análisis de quien se convirtiera, de vago (tachinierer) en Viena, en
der Führer de Alemania.146
El programa original del Partido Obrero Alemán Nacionalso-
cialista, al cual ya pertenecía Hitler desde que era una pequeña or-

nacionalismo y de la guerra, además de la subordinación de los individuos al Estado.


Véanse: <http://www.cooper.edu/humanities/core/hss3/h_vontreitschke.html> y
<http://www.geschichte.hu-berlin.de/ifg/galerie/texte/treitsc2e.htm>.
143
Un estudio amplio y erudito sobre el antisemitismo, orígenes e influencia, es el de
Enzo Traverso, La violencia nazi, op. cit.
144
Véase <http://www.rcsed.ac.uk/journal/vol45_6/4560011.htm>.
145
Véase <http://motlc.wiesenthal.com/pages/t026/t02612.html>.
146
Véase a Carl Amery, Auschwitz, ¿comienza el siglo XXI? (Hitler como precursor), España,
Turner/Fondo de Cultura Económica, 2002.
184 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

ganización llamada Partido Obrero Alemán (dirigido por Drexler),


fue redactado en 1920 “principalmente por el mecánico Gottfried
Feder”, señalaba Cole. Era un programa, además de ultranaciona-
lista y pangermánico, racista y antijudío. “En el punto 4 establecía
que sólo personas de sangre alemana podían ser ciudadanos del
Estado alemán o podían ser considerados como compatriotas y
establecía como corolario explícito que ‘ningún judío puede ser
considerado como un compatriota’. Así —continuaba Cole—, se
proclamaba el antisemitismo, desde un principio, como parte
esencial de la doctrina nazi, sin mencionar ningún otro caso parti-
cular de no alemanes.”147
Todas estas doctrinas y corrientes de pensamiento fueron
aprovechadas por Hitler, además de que coincidía con ellas. En su
ensalada mental, la democracia relativa y característica de la Repú-
blica de Weimar y de Occidente en esos años, “es precursora del
marxismo, que sería impensable sin ella. Constituye el sustrato de
esta peste mundial”, cita Amery. Y añade una cita más de Mi Lucha
que, al mismo tiempo que delata las confusiones de Hitler, revela
el conjunto de sus enemigos y fantasmas acumulados durante su
estancia en la prisión de Landsberg, en 1924:

La doctrina judía del marxismo rechaza el principio aristocrático de la naturaleza


y sustituye el eterno privilegio de la fuerza y el poder por la masa del número y su
peso muerto. Al hacerlo le hurta a la humanidad la premisa de su existencia y de
su cultura. Esta doctrina, si se adoptase como base del universo, conduciría al fin
de cualquier orden humano concebible. Si el judío vence sobre los pueblos de este
mundo con ayuda de su confesión de fe marxista, su corona se convertirá en coro-
na mortuoria de la humanidad, entonces este planeta volverá a girar, como hace
millones de años, vacío por el éter […]. La eterna naturaleza venga inmisericorde
cualquier infracción de sus normas. Y así, hoy creo actuar en el sentido del Creador
todopoderoso: defendiéndome del judío, lucho por la obra del Señor.148

Una de las principales diferencias entre el fascismo italiano y el


alemán fue el racismo del segundo. Fue tan importante para Hitler
el tema de la pureza racial que incluso el Estado debía subordinarse
a la raza, vigilar su pureza y garantizarla por un futuro de “mil años”.
La concepción del Estado para el nazismo no fue muy diferente de

147
G. D. H. Cole, op. cit., p. 47. Véase también a Antonio Ramos-Oliveira, op. cit.,
tomo ii, pp. 12-14.
148
Carl Amery, op. cit., pp. 70-71.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 185
la que se adoptó en Italia con el fascismo, por lo que sería ocioso
desplegarla, pero sí es pertinente recordar que para éste, incluso
el Partido Nacional Fascista debía subordinarse al Estado y que en
Alemania “las dificultades derivadas de la relación extremadamente
equívoca entre el partido y el Estado están resueltas jurídicamente
por el principio del liderazgo”, como bien señalara Neumann,149 el
führerprinzip.150 Su oposición al liberalismo también es semejante,
aunque en el caso alemán Hitler contó con un teórico más sólido
que Gentile: Carl Schmitt. (No deja de ser curioso que algunos
ideólogos del posmodernismo y de la democracia radical de finales
del siglo xx y principios del xxi, usen como apoyos tanto a Nietzsche
como a Schmitt.151)
Hitler era austriaco, y el primer país que anexó a Alemania fue
Austria (marzo de 1938). Era católico, y la primera religión perse-
guida y obstaculizada en sus funciones docentes, en sus publicacio-
nes y en su organización, fue la católica. En 1936 prohibió que los
jóvenes mestizos “con sangre judía” pudieran ascender en el servicio
militar, que era obligatorio, y a los judíos “genuinos” se les prohibía
cualquier servicio activo en las fuerzas armadas. Con Italia y Japón
se firmaron acuerdos de lucha conjunta en contra de la Internacio-
nal Comunista (1937), es decir en oposición a los comunistas en sus
respectivos países y a la política de los frentes populares que propo-
nían, desde 1935, una alianza de clases en los países llamados de-
mocráticos para enfrentar el avance del fascismo. Católicos, judíos
y comunistas fueron perseguidos. En los primeros campos de con-
centración fueron encarcelados “los comunistas alemanes, socialistas,
socialdemócratas, romas (gitanos), testigos de Jehová, homosexuales,
clérigos cristianos, y personas acusadas de comportamiento ‘asocial’
o anormal”.152 Después de la anexión de Austria “los nazis arrestaron

149
Franz Neumann, op. cit., p. 94.
150
El Führerprinzip quiere decir no sólo liderazgo, sino también el derecho de las
“mentes superiores” a la obediencia incuestionable y a un trato especial por parte
de los seguidores.
151
Véase por ejemplo el artículo de Chantal Mouffe, “Radical democracy or liberal
democracy?”, en David Trend (editor), Radical Democracy, New York, Routledge, 1996.
En la página 21 Chantal Mouffe escribió que Carl Schmitt fue “quizá el más brillante
crítico de la democracia liberal”, y más adelante cita a Schmitt, quien decía que “el
bolchevismo y el fascismo […], como todas las dictaduras, son ciertamente antilibe-
rales, pero no necesariamente antidemocráticas” (sic).
152
Véase Enciclopedia del Holocausto, <http://www.ushmm.org/wlc/sp/index.php?M
oduleId=10005754>. No deja de ser paradójico que el primer grupo de Hitler, “el
grupo de sus íntimos”, escribía Ramos-Oliveira, estuviera formado, entre otros, por
186 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

judíos alemanes y austriacos y los encarcelaron en los campos de


Dachau, Buchenwald y Sachsenhausen, en Alemania”.153 Luego se
llevaron a cabo arrestos masivos y finalmente se crearon campos de
exterminio a partir de diciembre de 1941, siendo el primero de estos
el de Chelmno en Polonia. Esta terrible historia, más o menos cono-
cida, sólo terminaría con la derrota de Hitler.
Nadie en su sano juicio querría que esa historia se repitiera. Es
por esta razón que preocupa en el actualidad el ascenso y la mul-
tiplicación de las organizaciones y partidos de ultraderecha, del
resurgimiento del nazismo (el neonazismo) y de las tendencias ul-
tranacionalistas acompañadas de racismo y de antisemitismo (en la
actualidad convenientemente suplantado por posiciones contrarias
a los inmigrantes), es decir el resurgimiento de la intolerancia en
su máxima expresión. Y preocupa más cuando estas organizaciones
o partidos cuentan con apoyo de masas y cuando dichos apoyos se
traducen en votos y en posibilidades competitivas con partidos de-
mocráticos (aunque sean de derecha, como ocurrió en Francia en
2002). No debe pasarse por alto que el fascismo, tanto en su expre-
sión italiana como en la alemana, si bien no exactamente surgió de
un movimiento de masas como señalaba Vajda,154 recurre a y se apoya
en éstas para crecer, para ganar el poder y para mantenerse en él.
Fue en situaciones de crisis (cuando las clases medias tuvieron te-
mor de su futuro, cuando el gran capital corrió serios riesgos y cuan-
do los trabajadores fueron derrotados y sus organizaciones aplasta-
das o puestas en la ilegalidad) que el fascismo, en cualquiera de sus
expresiones, se presentó como una opción. Se hizo uso del naciona-
lismo, entonces revanchista y expansionista (es decir imperialista),
y que ahora es fundamentalmente defensivo ante los estragos de la
globalización económica y neoliberal. Y ese nacionalismo, junto con
ideologías supremacistas (sobre todo racistas), fue un recurso para
ganarse a la gente pobre o depauperada y con pocas esperanzas que
necesitaba, como ahora, tener enemigos para afirmarse. El nazismo

tres “homosexuales notorios”: Röhm, Christian Weber y Julio Streicher; que “Emi-
le Maurice, el chofer de Hitler, [fuera] un sádico”; que “Göring, [fuera] un sujeto
brutal, degenerado, gran consumidor de drogas estupefactivas”. A. Ramos-Oliveira,
op. cit., t. ii, p. 18.
153
Enciclopedia del Holocausto, ídem.
154
Mihaly Vajda, op. cit., p. 13. “El carácter definitivo de la dictadura fascista —escri-
bía— es que ella surgió de un movimiento de masas y, como una forma capitalista de
dominio, dependió del apoyo de ese movimiento.” (Cursivas en el original).
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 187
—como el fascismo— no tendió al igualitarismo, fue demagógico al
hablar de éste, como lo demostrara la concentración de capital y la
depauperación de la población mayoritaria. Por añadidura, fue más
que antidemocrático: su propuesta fue una dictadura, totalitaria y
basada en el terror, que no permitió oposición y, mucho menos, la
posibilidad de una oposición que pudiera derrotarlo, aunque en-
frentaba un problema que no sabemos cómo se hubiera resuelto:
la existencia misma de la burguesía y su colosal poder económico
(ya que en el caso de Italia la monarquía hacía tiempo que había
aceptado su sustitución de facto por el jefe del gobierno). ¿Si no
hubieran perdido la guerra Italia, Alemania y Japón, aliados todos,
qué hubiera ocurrido? ¿No hubieran surgido contradicciones entre
los grandes capitalistas y los fascistas, sobre todo en Alemania? No
lo sabemos, ni lo sabremos, pero sí que los neofascistas, y sobre todo
los neonazis, existen y que, especialmente en Europa, han avanzado
electoralmente. Hitler decía que la democracia y el liberalismo per-
mitieron que el marxismo pudiera desarrollarse, pero no dijo que
también permitieron el ascenso y el desarrollo del fascismo, como
ocurrió en Italia y en Alemania hace más de 80 años, pues en ambos
casos, como hemos visto, tomó el poder por vía legal aprovechando
las vías abiertas por la democracia en condiciones de crisis econó-
mica y política. De aquí podría desprenderse que el mejor antídoto
contra el fascismo no es sólo la existencia de democracia formal
sino, más que todo, una política tendente al igualitarismo, es decir
desarrollo económico con distribución de la riqueza, pleno empleo
e inclusión y tolerancia, independientemente de razas, religión,
cultura y formas de vida.

en el presente

En Estados Unidos de América

En este país es necesario distinguir entre dos tipos de ultraderecha:


la que ha ocupado el gobierno o ha estado cerca de los gobiernos
de ese país, y la grupuscular. La primera ha estado compuesta
principalmente por grandes y poderosos empresarios; la segunda
ha sido y es de tres tipos: abiertamente religiosa o racista o las dos
orientaciones unidas, frecuentemente en peculiares organizaciones
sin poder económico o con un poder local en nada comparable con
188 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

el de la primera. La ultraderecha rica y poderosa no sólo ha aspirado


al poder en su país sino en el mundo; la pobre, en general, no ha
aspirado ni aspira al poder, sino, a lo más, a influir en él. Esta últi-
ma no es nueva, pero ha crecido en influencia en los últimos años,
como también ha ocurrido en Europa. Con el gobierno de Bush Jr.,
la ultraderecha cristiana se ha fortalecido, sobre todo en los estados
con mayor tradición ultraderechista de tipo religioso y racista como
es el caso de Alabama.155
El periodo en que esta ultraderecha tuvo mayor peso en los
círculos de poder fue después de la segunda guerra mundial, con el
llamado macartismo (o maccarthismo). Pero pasada esta experiencia,
esa ultraderecha, que ha crecido geográficamente, no había logra-
do desarrollarse como fuerza política de importancia nacional, ni
siquiera en 1964 con Barry Goldwater como candidato republicano
a la presidencia de su país.156 En cambio, la ultraderecha favorable
a la segregación racial y a la guerra en Vietnam, cuyo representante
más notorio fue George Wallace, sí tuvo relativo éxito, particular-
mente en 1968 cuando se lanzó a la presidencia de Estados Unidos
con el Partido Independiente Americano. En esta elección, la se-
gunda de las cuatro en las que quiso competir, obtuvo 13 por ciento
del total de votos. En su última campaña a la presidencia (1976) su
discurso tradicional no podía tener eco: la guerra en Vietnam ya
había terminado, la integración racial era un hecho, aunque incom-
pleta, su salud era precaria (atado a una silla de ruedas por el balazo
que recibió en 1972) y su influencia política se redujo a su estado,
Alabama, donde fue cuatro veces gobernador.157
Los matices para distinguir a un gobierno estadunidense como
ultraderechista son difíciles. ¿Cómo calificar de ultraderechista a
John F. Kennedy, por ejemplo, por la sola invasión de Bahía de Co-
chinos (Cuba) al mismo tiempo que fue el presidente que aceptó
la ampliación de los derechos civiles a las minorías llamadas en ese
país “de color”? Sin embargo, no es difícil, sino al contrario, calificar
a George W. Bush de ultraderechista. En este caso no hay matices
que valgan ni acciones positivas que lo salven de ser considerado
dentro de esta categoría.
155
Véase la nota sobre el juez Roy Moore de Alabama, en Andrew Gumbel del perió-
dico The Independent reproducida en La Jornada, México, 27 de agosto de 2003.
156
Mike Tharp, en U.S. News & World Report del 8 de junio de 1998, llamó a Goldwa-
ter “Mr. Right” (señor derecha).
157
Una semblanza sobre G. Wallace puede verse en <http://www.washingtonpost.com/
wp-srv/politics/daily/sept98/wallace.htm>, con motivo de su muerte en 1998.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 189
Este gobierno, hasta donde sé, es el primero que resulta, en
la historia de Estados Unidos, de un golpe de Estado técnico, es
decir de un golpe de Estado que no derivó de la fuerza y la acción
militares, sino del mismo aparato del Estado, previa división entre
sus miembros. En un golpe de Estado de este tipo una parte de los
políticos (militares o civiles) logra el poder sobre el resto mediante
mecanismos fraudulentos e impuestos por cómplices del mismo Es-
tado. En el caso de la elección de Bush II, se trató de la complicidad
de su hermano Jeb, gobernador de Florida, de la secretaria de estado
de éste (Katherine Harris), del ex alcalde de Miami (Xavier Suarez)
experto en fraudes electorales,158 y del Tribunal Supremo (Suprema
Corte) y la voluntad de su presidente William Rehnquist.
Los antecedentes de ultraderecha de Bush II se remontan al
abuelo, Prescott Bush (y hay quienes dicen que al bisabuelo Samuel
Bush), al suegro de éste George Herbert Walker159 y a la Union
Banking Corporation asociada a Thyssen, uno de los principales
apoyos financieros de Hitler desde los años 20.160 Según Tarpley
y Chaitkin el abuelo de Bush II participó en el equipamiento del
ejército nazi que invadió a Polonia. De entonces a la fecha la familia
Bush ha estado ligada, aunque no siempre con comprobaciones
incontrovertibles, a actividades e intrigas políticas, militares y de
negocios de muy dudosa moralidad pública pero de enorme poder
económico. El hijo de Prescott Bush, George H. W., fue director de
la cia impulsado por Cheney,161 entre otros; luego fue vicepresiden-
te de Estados Unidos y posteriormente presidente de esta nación.
Bush Jr. o Bush II (en la presidencia de EUA), como todo mundo
sabe, es un magnate petrolero, al igual que su padre y buena parte
de sus colaboradores. Su vicepresidente Cheney fue presidente de
Halliburton, la compañía petrolera más importante del mundo con
filiales en 120 países.162 Donald Rumsfeld, otro de los promotores
de Bush padre y de Bush hijo, y actual secretario de Defensa, ocupó
el mismo cargo en el gobierno de Gerald Ford, y luego se ligó a
empresas farmacéuticas, aeroespaciales y de prensa. Condoleezza
Rice (consejera de seguridad nacional de Bush II) fue directora
de Chevron-Texaco (también petróleo). Collin Powell, secretario
158
Véase <http://www.campaignwatch.org/>.
159
Con este nombre fue bautizado el hijo de Prescott Bush, posteriormente presi-
dente de Estados Unidos (1989-1993) y padre de George W. Bush (2001-…).
160
Webster G. Tarpley & Anton Chaitkin, op. cit., capítulo ii.
161
Ídem, capítulo xv.
162
Véase <http://www.halliburton.com/about/index.jsp>.
190 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

de Estado, ha estado ligado a America Online (aol), Time Warner,


Gulfstream Aerospace y General Dynamics. La secretaria del interi-
or, Gale Norton, también ha estado asociada a empresas petroleras
como Delta Petroleum, bp Amoco, y a la Ford Motor Company. Y así
otros miembros del gabinete de Bush II.
En una palabra, el actual gobernante de Estados Unidos llegó a
ese puesto con el apoyo de antiguos cuadros de la cia facilitados por
su padre, de las empresas petroleras y otras asociadas a la industria
bélica y a las comunicaciones, de la mafia cubana-americana de Mi-
ami y por un golpe de Estado técnico. No tengo evidencias de que
el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York haya sido equivalente
al incendio del Reichstag en Alemania ni de que Bin Laden fuera
un Van der Lubbe inventado por Bush, pero sí es posible afirmar
que ese ataque fue aprovechado para desplegar y ampliar la política
bélica y de negocios de las grandes corporaciones estadunidenses y
la restricción a las libertades civiles internas en ese país a partir de
la Ley Patriótica de 2001.163
El periodista uruguayo Fasano Mertens, en un extenso artículo,
quiso establecer analogías entre Hitler y Bush. No coincido con los
intentos de explicación, y menos en la historia, a partir de analo-
gías, pero hay un párrafo en el artículo mencionado que a mi juicio
sintetiza muy bien un ejemplo que bien vale la pena de ser citado,
no por la analogía que hace, que está bien lograda, sino por la sín-
tesis de las intenciones del poder estadunidense en el caso de Irak,
de todos conocido.

Bush proclama urbi et orbe la guerra preventiva. Dwight Eisenhower en 1953 no dudó
al respecto: “La guerra preventiva es un invento de Adolfo Hitler, francamente yo no
me tomaría en serio a nadie que me viniera a proponer una cosa semejante”.
Pero ¿guerra preventiva contra quién? Bien es sabido que la primera víctima de
una guerra es la verdad. Y Bush lo primero que hace para fabricar su guerra preven-
tiva, tras el ‘incendio del Reichstag’, es mentir a lo Goebbels a un grado tan primitivo
que nadie terminó creyéndole algo. Primero dijo que Irak apoyaba a Al Qaeda. Cu-
ando se comprobó el odio irreconciliable entre Saddam Hussein y el ex empleado
de eeuu, Osama Bin Laden, Bush apeló a incluir a Irak en la corriente fundamen-
talista musulmana. Difícil de creer en el país más laico del mundo árabe. Apelaron
entonces a la existencia de armas de destrucción masiva. Afirmaron que Irak no iba a

163
USA Patriot Act, que puede verse en <http://thomas.loc.gov/cgi-bin/query/
z?c107:H.R.3162>, especialmente las secciones 201 a 225.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 191
permitir las inspecciones y cuando las permitió, aseveraron que no iba a dejar entrar
a la onu en los Palacios y otros lugares preservados. Cuando también se reveló que
tal negativa era falsa, dijeron que las armas estaban bien ocultas. Finalmente no en-
contraron ni una sola. Cuando todos los argumentos fueron sepultados pidieron la
renuncia o el exilio de Saddam Hussein y admitieron la única verdad real: queremos
ocupar el territorio Iraquí pese a quien pese y decidir quién lo va a gobernar.164

Ha sido evidente, salvo para quien no quiera verlo, que la pri-


mera invasión a Irak (1991), la de Bush I, fue para recuperar Kuwait
y su petróleo, previamente anexado por Hussein, y que la segunda
de Bush II fue para adueñarse del petróleo de Irak, la segunda re-
serva mundial del hidrocarburo. La intención ha sido muy clara, y el
desenlace de esta última invasión la demuestra fuera de toda duda.
La ultraderecha gran empresaria se ha apoderado del gobierno de
Estados Unidos sin ningún velo, descarnadamente, y según toda evi-
dencia va por más, razón por la cual el mundo está profundamente
preocupado, pues no se vislumbra un poder equivalente que frene
esa ambición; y las leyes internacionales, así como la Organización
de Naciones Unidas, no tienen ninguna validez para Bush II y sus
socios (que, como conviene recordarlo, tampoco las tuvieron para
Hitler con la entonces Sociedad de Naciones).

El macartismo fue una cruzada nacional en contra del comunismo


encabezada por el senador republicano Joseph McCarthy a finales
de los años 40 del siglo xx y durante la década siguiente. Sus ante-
cedentes se localizan en las distintas olas de anticomunismo que se
han dado en Estados Unidos desde finales del siglo xix en contra,
sobre todo, de los inmigrantes (hombres y mujeres) no calificados,
no blancos y rechazados o discriminados por la American Federation of
Labor (afl). Estos trabajadores, inmigrantes en mayoría, fundarían
en 1905 la Industrial Workers of the World (iww) de influencia marxista
y anarco-sindicalista.165 El anticomunismo se nutrió de la xenofobia
tradicional de quienes han querido ver en los “extranjeros” a los
promotores de actividades antinorteamericanas y subversivas por

164
Federico Fasano Mertens, “De Hitler a Bush”, La República, Uruguay, 30 de marzo
de 2003.
165
Véase Mari Jo Buhle, Paul Buhle and Dan Georgakas (editors), Encyclopedia of the
American Left, Urbana & Chicago, University of Illinois Press, 1992, pp. 354 y ss.
192 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

el simple expediente de no ser wasps (white anglo-saxon protestants


—blancos anglosajones protestantes). Con el triunfo de la revolu-
ción rusa y la formación del Partido Comunista de Estados Unidos,
ese anticomunismo habría de aumentar entre la ultraderecha polí-
tica de este país; derecha que se expresó también en contra de la
política de Franklin D. Roosevelt, su New Deal y sus negociaciones en
Yalta con la Unión Soviética.
El macartismo recogió esos antecedentes, pero los llevó a ex-
trems tales que incluso fueron violadas la Primera y la Quinta en-
miendas constitucionales de Estados Unidos.166 El macartismo y la
guerra fría convirtieron al comunismo, de un asunto de opiniones
políticas, en otro de seguridad nacional, por lo que no sólo persi-
guió a quienes habían militado o militaban en organizaciones de
izquierda sino a todo aquel que a juicio del fbi, dirigido por Edgar
Hoover, o de la Comisión de Investigaciones del Congreso, ponía
en riesgo la seguridad nacional.167 Fue también un pretexto de los
republicanos para vulnerar a la administración Demócrata de Ha-
rry Truman por haber tolerado supuestos actos de subversión y de
espionaje comunistas como el de Alger Hiss, acusado de ser espía y
comunista y de perjurio.168 Sirvió igualmente para acosar, enjuiciar,
encarcelar, desacreditar o dejar sin trabajo a miles de ciudadanos in-
cómodos para los empresarios, para los sindicatos afines al sistema o
para asociaciones ciudadanas o religiosas. Las delaciones, con o sin
fundamento o por razones estrictamente personales de antipatías,
se multiplicaron y, aunque no todas tuvieron éxito, perjudicaron a
muchos estadunidenses o extranjeros con documentos migratorios
dudosos o en proceso. Se calcula que más de diez mil personas per-
dieron su empleo por el macartismo.169
Poco después del macartismo, y probablemente derivada de
éste,170 surgió en Estados Unidos la John Birch Society (1958). Su

166
La Primera enmienda se refiere a la libertad de palabra y la Quinta a que nadie
puede testificar en contra de sí mismo o auto incriminarse.
167
Ellen Schrecker, The Age of McCarthyism: A Brief History with Documents, Bos-
ton, St. Martin’s Press, 1994, capítulo 3, que puede consultarse en <http://www.
english.uiuc.edu/maps/mccarthy/schreker1.htm>.
168
Otro de los casos de repercusión mundial fue el de Julius y Ethel Rosenberg eje-
cutados en junio de 1953 por supuestas actividades de espionaje.
169
Mari Jo Buhle, Paul Buhle and Dan Georgakas (editors), op. cit., el capítulo “Mc-
Carthism”, pp. 457 y ss.
170
Roy Cohn, asesor del senador McCarthy, fue miembro de esta organización. Véase
<http://watch.pair.com/jbs-cnp.html>. Cohn era judío y persiguió por igual a los ju-
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 193
fundador, Robert Welch, quiso rescatar la memoria de John Birch,
quien había sido misionero cristiano en China a partir de 1940
y luego militar, además de anticomunista. Welch fue opositor a
Franklin D. Roosevelt, ultranacionalista, republicano y anticomunis-
ta, defensor del liberalismo y, por lo mismo contrario al welfare state.171
La John Birch Society (jbs), en teoría, no podría ser muy diferente del
pensamiento de Welch. Sin embargo, a pesar de que sus plantea-
mientos difícilmente podrían ser considerados neonazis, ya que la
organización se presenta como ultraliberal e individualista, partidaria
de un gobierno mínimo (less government), contraria a cualquier forma
de totalitarismo, defensora de las libertades, religiosa, patriota (en
el sentido del nacionalismo extremo no pragmático y chauvinista) y
xenófoba (anti-inmigrantes), hay opiniones que difieren de lo que la
jbs aparenta ser.172 Su actual dirigente es John F. McManus.
Un año después del surgimiento de la jbs, George Lincoln Ro-
ckwell fundó el Partido Nazi de Estados Unidos (American Nazi Par-
ty—anp). Rockwell se inició como un macartista anticomunista, pero
luego se convirtió en un antijudío igualmente anticomunista. Fue
asesinado en 1967. Como otras organizaciones de la ultraderecha
estadunidense, ésta planteaba que los negros deberían ser deporta-
dos a África y los judíos esterilizados y despojados de sus pertenen-
cias. Entre sus principios destacaban (¿destacan?) el evolucionismo
progresista, el funcionamiento de la sociedad como un organismo
y la subordinación de los individuos a éste. Adolfo Hitler fue un
regalo de la providencia para detener la catástrofe judeo-bolchevi-
que y una fuente de inspiración para un nuevo orden mundial.173
Algunos estudiosos de este partido han opinado que no tiene más
de 200 miembros, pero es difícil corroborarlo ya que se necesita una
contraseña para consultar su página en Internet.

díos que a los comunistas. Era homosexual y también persiguió a los homosexuales.
En 1992, bajo la dirección Frank Pierson, se estrenó la película Citizen Cohn (USA)
protagonizada por James Woods (Roy Cohn) y Joe Don Baker (como senador Joseph
McCarthy). Hay varias biografías de Cohn en Internet.
171
Su anticomunismo lo llevó a acusar a Eisenhower de ser simpatizante de los co-
munistas y de la URSS. Véase la página de The John Birch Society en internet: <http://
www.jbs.org/visitor/about/aboutrwelch.htm>.
172
Véanse, por ejemplo, http://watch.pair.com/jbs-cnp.html y <http://watch. pair.
com/JBS.html>. También puede consultarse Benjamin R. Epstein y Arnold Forster,
The Radical Right: Report on the John Birch Society and Its Allies, New York, Vintage Books,
1967.
173
Véanse los principios del nacional socialismo según Lincoln Rockwell en <http://
www.theneworder.org/principles.htm>.
194 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

Siguieron otras organizaciones de ultraderecha, unas de alto


contenido religioso, que en Estados Unidos parece ser una cons-
tante para justificar su racismo y su anticomunismo, y otras basadas
más bien en el darwinismo social que, por definición, es contrario a
los dogmas religiosos.
Un ejemplo significativo de ultraderecha de inspiración da-
rwinista en la actualidad es The National Alliance (La Alianza Nacio-
nal-an), organización neonazi fundada en Estados Unidos en 1974,
que defiende el principio de que los seres humanos están sujetos a
las leyes de la naturaleza y a la ley de la desigualdad en un mundo
basado en la jerarquización. Su fuente filosófica de inspiración es,
obviamente, Nietzsche y su líder actual, una vez muerto William L.
Pierce, es Robert DeMarais.174 Alianza Nacional es también contra-
ria a la globalización neoliberal, porque ve en los gigantes económi-
cos (muchos de ellos “en manos de judíos”, dice) un peligro para
los pequeños y medianos empresarios; razón por la cual ha hecho
acto de presencia en la gran manifestación de Seattle en noviembre
de 1999, como agan (Anti-Globalism Action Network-Red de Acción
Anti-globalización).
Los que son a la vez racistas y religiosos, además de los ya men-
cionados, rechazan la teoría de la evolución argumentando que si
Dios hubiera querido que en Europa o en Estados Unidos hubiera
negros, y no sólo blancos, los hubiera puesto ahí y no sólo en África.
Entre los grupos que son racistas y religiosos a la vez, además del
Ku Klux Klan (kkk), la jbs y el anp, destaca, también en Estados Uni-
dos, la organización Church of Jesus Christ Christian: Aryan Nations/
Tabernacle of the Phineas Priesthood, fundada por Richard Butler, de
la cual Aryan Nations es su brazo político. La organización original
fue Church of Jesus Christ Christian, fundada por el furioso antisemita
Wesley Swift en 1961. Para esta organización era requisito de ingre-
so la identidad cristiana, para la de Butler no necesariamente. Los
arios, para esta organización, son los que tienen origen germano,
nórdico, vasco, lombardo, celta y eslavo (sic). Además de que se han
planteado luchar contra todos los judíos, pretenden acabar con
negros, mexicanos, asiáticos y mestizos. Ambas organizaciones son
tradicionalistas, dicen vivir bajo los postulados de la Biblia, están en
contra de la globalización y los grandes capitalistas, del comunismo y
de los gobiernos que llaman permisivos (es decir liberales), además
de pronunciarse contra el aborto y los homosexuales. Son naciona-

174
Véase <http://www.natall.com/>.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 195
listas, obviamente antisemitas, xenófobos, racistas, neonazis y tienen
antecedentes en el fundamentalismo cristiano.175 Para Butler, Jesu-
cristo ha sido el más grande personaje de la historia, y Adolfo Hitler
el segundo.176 La organización de Butler, después de designar como
su sucesor a Harold Ray Redfeairn (con antecedentes criminales),
se dividió recientemente conformándose tres nuevas organizacio-
nes. Una de éstas, dirigida por Redfeairn, es la Church of the Sons of
Yahweh (Iglesia de los hijos de Yahvé), una de las organizaciones de
ultraderecha más violenta y extremista en el presente.
La más antigua de las organizaciones de ultraderecha en Esta-
dos Unidas, fundada después de la Guerra de Secesión (diciembre
de 1865), y que ahora se presenta como un partido político, The
Knights Party (Partido de los Caballeros), es el Ku Klux Klan. Esta or-
ganización no comparte necesariamente los implícitos en la teoría
de la evolución de las especies (el darwinismo social). Expresamen-
te dicen “A nosotros no nos importa quién es superior y quién no
lo es. Dios nos hizo a todos. Nosotros simplemente creemos que los
Estados Unidos de América fue fundada como una nación blanca
y cristiana”.177 Aceptan que hay grupos que odian, literalmente, a
personas de otras razas, pero que probablemente —dicen— ello
se deba a que perdieron su trabajo gracias a las políticas de acción
afirmativa (ver más adelante sobre este tema), o a la influencia de
películas y noticias que enfatizan el odio de los blancos y cristianos
a los no blancos y no cristianos. Vale decir que en el pasado, acep-
tando sin conceder que en la actualidad el odio racista no sea una
característica del Knights Party, la principal oposición a la liberación
de los esclavos negros y luego a la integración racial, ha sido una
política extendida entre los miembros del kkk, especialmente cuan-
do su organización estaba basada en hermandades con frecuencia
secretas (el “imperio invisible”) que, al menos formalmente, no es
el caso de su partido. El Partido de los Caballeros del Ku Klux Klan
es en realidad una organización más o menos reciente, ya que fue
fundada en 1956 en Louisiana. Su primer dirigente fue David Duke,
quien transformó al kkk de pequeños grupos regionales en una or-

175
Véase <http://www.aryan-nations.org/>. Hay otra organización llamada también
Aryan Nations que, aunque tiene más o menos los mismos postulados, especifica que
no está afiliada a Church of Jesus Christ Christian. Al respecto puede consultarse su sitio
en la Web: http://www.twelvearyannations.com/ourposition.html.
176
Véase la biografía de Butler en <http://www.adl.org/learn/Ext_US/butler.asp?x
picked=2&item=2>.
177
Véase <http://www.kukluxklan.org/>.
196 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

ganización nacional con la intención de lograr un gobierno exclu-


sivamente de blancos cristianos para blancos cristianos. Aunque la
población negra de Estados Unidos (y los blancos que han tomado
partido por ella) ha sido el blanco principal de los ataques del kkk,
también se manifiestan en contra de los judíos, de los inmigrantes,
de los homosexuales y, más recientemente, de los católicos. Quizá
su momento de mayor éxito fue en los años 20 del siglo pasado,
cuando se calculaban unos cinco millones de miembros del Klan
distribuidos en varios estados y con poder casi absoluto en algunos
de ellos. Para los años 60 habían disminuido considerablemente en
número, influencia y beligerancia, pero a partir del movimiento por
los derechos civiles de esos años, volvieron a crecer como organiza-
ción y en su beligerancia. En la actualidad se estima que no rebasan
el 0.012 por ciento de lo que fueron, a pesar de que se les puede
ubicar en más de 100 pequeños grupos en 28 estados de la Unión
(principalmente del sureste), unos como integrantes del Knights
Party, otros en diversas organizaciones como Imperial Klans of Ameri-
ca, la juventud de los National Knights of KKK, etcétera.178
Puede decirse, en síntesis, que la ultraderecha hasta aquí descri-
ta, y al margen del gobierno, se basa en: a] el viejo fundamentalismo
religioso-cristiano (intolerante) o b] en el racismo con base en una
“conveniente” interpretación del darwinismo social mezclado con
Gobineau, o c] en la combinación de ambas matrices ideológicas.
De estas y anteriores organizaciones, con frecuencia ligadas al
kkk, a la antigobiernista Posse Comitatus,179 The Order (también llama-
da The Silent Brotherhood-La Hermandad Silenciosa)180 y otras más de
este tipo (como antecedente de algunos de sus miembros), se han

178
Véase <http://www.tolerance.org/maps/hate/index.html#criteria>.
179
Posse Comitatus (Poder del condado, de la comunidad) fue fundada a finales de los
60 del siglo xx por William Potter Gale, coronel retirado y ex ayudante del general
Douglas MacArthur en el Pacífico sur. Gale fue también líder del grupo paramilitar
llamado California Rangers. Posse Comitatus se basa en la idea de que el poder debe des-
cansar en los condados ya que el sistema social dominante llevará a la destrucción de
la nación. Es una organización ligada a Christian Identity de ultraderecha en Estados
Unidos. Véanse: <http://www.dojgov.net/posse_comitatus_act.htm>, y, sobre todo,
con muy precisa información: <http://www.nizkor.org/hweb/orgs/american/adl/
paranoia-as-patriotism/posse-comitatus.html>. También puede consultarse <http://
www.adl.org/learn/Ext_US/butler.asp?xpicked=2&item=2>, ya citada.
180
The Order es una organización formada por ex seguidores de Butler, ex miembros
del kkk y de Alianza Nacional. Es partidaria de la violencia, del asesinato, del terroris-
mo y de robos armados. Su fundador fue Robert Mathews, asesinado en 1984. Véase
la biografía de Butler ya citada.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 197
organizado grupos paramilitares (llamados militias-milicias181), que
armados y entrenados por ex militares, se plantean la defensa del
país a partir de las comunidades donde viven, pues consideran que
la esencia de Estados Unidos está en esas comunidades (blancas,
por supuesto), y no en los ámbitos federales y el poder nacional
dominados por los políticos, los dos mayores partidos y las grandes
empresas industriales, comerciales y de comunicación, además de
los bancos, “controlados por judíos”. En estas milicias, que acostum-
bran autodenominarse patriotas, y cuyos miembros suelen pensar
que existe una conspiración de las elites para controlar a la pobla-
ción común, participan neonazis, skinheads, y toda suerte de per-
sonas, por lo general incultas y provincianas, de ideología cristiana,
racista, xenófoba y ultra nacionalista, además de partidaria de las
armas para toda la población.182
Vale decir que hay una organización judía, considerada de
ultraderecha, que es también partidaria de las armas para toda la
población y que opina que el control de armas en Estados Unidos es
una medida racista. Me refiero a la organización Jews for the Preserva-
tion of Firearms Ownership (Judíos por la preservación de la posesión
de armas de fuego), cuyo argumento es que la policía no protege
a los ciudadanos comunes ni los indemniza en sentido alguno por
los crímenes que se llevan a cabo por esa falsa protección.183 Por
otro lado, también hay organizaciones ultraderechistas entre la
población de origen africano en Estados Unidos. Una de las expli-
caciones del racismo entre la población negra podría ser el hecho
de haber sido discriminados por la población blanca durante tan-
tos años (y todavía en ciertos casos y lugares). Los racistas negros,
al igual que los racistas blancos, son contrarios a los matrimonios

181
Sobre las milicias en Estados Unidos, el origen del vocablo, la justificación de
su existencia, los lugares en los que radican y tienen influencia, etcétera, puede
consultarse <http://www.constitution.org/mil/cs_milit.htm> y las páginas que de
ahí se derivan.
182
En 2001 se calculaban 43 grupos de skinheads, 209 de neonazis y 109 del kkk en
Estados Unidos. Listas impresionantes de las organizaciones llamadas de “odio”
(ultraderechistas), incluso por estado y con mapas, en www.tolerance.org. Aunque
no ha sido la mejor película de Costa-Gavras, Betrayed (1988), con Debra Winger y
Tom Berenger, muestra cómo se organizan los granjeros blancos de ultraderecha en
Estados Unidos, sus campos de entrenamiento militar y de adoctrinamiento de niños
y jóvenes. Por la trama de la película podría pensarse que se trata de organizaciones
como The Silent Brotherhood (The Order).
183
Véase la página oficial de esta organización en <http://www.jpfo.org/>. Su diri-
gente es Aaron Zelman, de Hartford, Wisconsin, EUA.
198 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

interraciales y partidarios de instituciones separadas, cuando antes


demandaban compartir en igualdad de circunstancias las que, pre-
sentándose como las instituciones del país, eran en realidad para
blancos. Hay grupos que se plantean incluso una nación negra al
margen de la nación blanca: son contrarios a la integración. Los ra-
cistas negros no sólo son antiblancos, sino también antijudíos. Estos
últimos suelen ser sobre todo cristianos, pero también musulmanes.
La principal organización de la ultraderecha negra es musulmana:
Nation of Islam, con grupos en más de 20 estados de la Unión Ame-
ricana, seguida por el Nuevo Partido de las Panteras Negras y por la
Casa de David, menos influyentes.184

Una reflexión aparte, y que tiene que ver con la ultraderecha, sería
el problema de las acciones afirmativas en uso desde hace unos 30
años, sobre todo en Estados Unidos, y que en el último lustro han
disminuido. La idea de las políticas de acción afirmativa, asumida
por la Organización de Naciones Unidas para todos los países
miembros, aunque reconoce que aquéllas no están suficientemente
definidas, se ha extendido con la intención de evitar discriminación
por razones de raza, de género y otras distinciones que han sido
motivo de exclusión. La propuesta de la acción afirmativa surgió en
la lógica de igualdad de oportunidades para las llamadas minorías
en Estados Unidos, que tiene su origen en la Ley de Derechos Civi-
les de 1964 que ya contemplaba la prohibición de la discriminación
por razones de raza, religión, sexo o antecedentes nacionales de
origen. Al principio fue pensada para el empleo, luego también
para el sistema educativo, con el objeto de que ni minorías ni mu-
jeres estuvieran en desventaja. Estas políticas han dependido en
buena medida de la orientación de los gobiernos en ese país.185 Sin
embargo —y por eso usé la palabra “problema”—, para unos las
políticas de acción afirmativa no siempre han propiciado la equidad
en términos de méritos, porque —dicen— han resultado muy con-

184
Véase <http://www.tolerance.org/maps/hate/group.jsp?map_data_type_id=1>.
185
George W. Bush, actual presidente de Estados Unidos, ha manifestado pública-
mente desacuerdos con las políticas de acción afirmativa aunque haya dicho que
está de acuerdo en la diversidad racial. Véase el comentario de María Elena Salinas
de Univisión, 29 de enero de 2003, en <http://www.vidaenelvalle.com/opinion/
spanish/story/6018377p-6975110c.html>.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 199
trovertidas en aquellos ámbitos en los que ciertas capacidades son
necesarias para la realización de un trabajo, sea en una empresa, en
la administración pública o en los centros de educación e investiga-
ción. Para otros son demagógicas pues en realidad se trata de “cuo-
tas” que sólo han sido aceptadas en ciertos niveles de empleo o en
ciertos centros educativos que no son de primera importancia (es
decir las universidades que no son de la Ivy League186). Quienes así
piensan han argumentado que los afroamericanos o los de origen
latino o asiático, que han logrado escalar altas posiciones de empleo
o espacios en las principales universidades de ese país, lo han hecho
con independencia absoluta de las políticas de acción afirmativa.
Dicen, también, que una política de auténtica igualdad de oportu-
nidades tendría que partir de una igualación previa de los factores
que permiten el desarrollo de capacidades, talento, aptitudes; es
decir, ingresos familiares, ambientes de vida, cultura, salud, etcé-
tera. Finalmente, los sectores cercanos a la derecha extrema o de
esta posición, y sobre todo los que son expresamente racistas y
xenófobos, no están de acuerdo con estas políticas y consideran
que han sido prácticas demagógicas de partidos y candidatos para
ganarse el voto de las minorías provocando nuevos problemas, en
especial para la población blanca. La ultraderecha que no ha que-
rido ser señalada como racista (aunque lo sea), suele argumentar
que la evaluación de la gente para empleos o acceso a los centros
educativos debe ser por méritos y no por su origen étnico, hacien-
do abstracción de que las minorías suelen ubicarse en los estratos
socio-económicos más bajos y que para romper el círculo vicioso
se requieren esfuerzos extraordinarios que no necesariamente
realizan quienes han vivido en condiciones ventajosas económica
y culturalmente.
Toda medida que tienda a evitar la discriminación de un ser hu-
mano es, por lo mismo, una tendencia al igualitarismo. Si la llamada
acción afirmativa sirve para esto, y no como artificio demagógico,
podría ser considerada una política de izquierda en el exclusivo ámbi-
to de la discriminación/no discriminación de raza, género, religión,
preferencias sexuales, o antecedentes nacionales de origen. Más
allá de este ámbito se trataría, en realidad, de disminuir diferencias
sociales y económicas que, en el capitalismo, tienen como límite
las razones estructurales y propias de este sistema económico. La
tendencia a disminuir las diferencias sociales y económicas es, a mi

186
Brown, Columbia, Cornell, Dartmouth, Harvard, Penn, Princeton y Yale.
200 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

juicio, la principal razón de las izquierdas. Si estas diferencias fue-


ran mínimas, es muy probable que la acción afirmativa no fuera una
demanda de las minorías de algún tipo, ni de las mujeres.

en europa

Aunque en Estados Unidos, como se ha señalado, hay organizacio-


nes derivadas del nazismo, que pudiéramos llamar neonazis, como
las ya mencionadas Church of Jesus Christ Christian, además de Stor-
mfront White Pride/ White Nationalism Resource Page y National Alliance
o el American Nazi Party, es en Europa occidental donde han tenido
y tienen un antecedente más directo en el nazismo (alemán). Pero,
además y a diferencia de este tipo de organizaciones en Estados
Unidos, en Europa revelan un cierto grado de aspiraciones al po-
der, en algunos casos nacional, en otros sólo en órganos de repre-
sentación popular o en municipalidades como esquema estratégico
que ya han seguido no sólo organizaciones de ultraderecha sino
también de derecha que en el pasado estuvieron en desventaja. Es
por esta vocación de poder que las organizaciones de ultraderecha
han formado partidos que intervienen en elecciones, algunos con
resultados nada desdeñables, como se puede ver en el siguiente
cuadro:

resultados electorales
de partidos de ultraderecha en europa occidental
(elecciones parlamentarias)

Nombre del partido Fecha de Porcentaje Asientos Orientación


(país) elecciones de votos ganados fundamental
Freiheitliche Partei 24-11-02 10 18 Neonazi
Osterreichs
(Austria)

Vlaams Blok 13-06-99 9.9 15 Racista


Bélgica antiinmigrantes
Dansk Folkeparti 20-11-01 12 22 Racista
(Dinamarca) antiinmigrantes
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 201

Front National 16-06-02 11.3 [a] Racista


(Francia) antiinmigrantes
Die Republikaner 22-09-02 [b] Racista
(Alemania) antiinmigrantes
Alleanza Nazionale 13-05-01 12 62 (con Más liberal
(Italia) Forza que racista
Italia)
Lega Nord (Italia) 13-05-01 3.9 [c] Racista
antiinmigrantes
Lijst Pim Fortuyn 22-01-03 5.7 8 Antiinmigrantes
(Holanda)
Fremskrittspartiet 10-09-01 14.7 26 Racista
(Noruega) antiinmigrantes
Schweizer 24-10-99 1.8 1 Racista
Demokraten (Suiza) antiinmigrantes
British National Party 7-06-01 0.2 Neonazi
(Gran Bretaña)*

Fuentes: Datos elaborados a partir de <http://www.electionworld.org>, página de la


bbc News en Internet, Anti-Defamation League (Internet) y algunas de las páginas de
los partidos, también en Internet.
[a] El mayor éxito del fn ha sido en elecciones presidenciales.
[b] Die Republikaner y Deutsche Volksunion (ambos de ultraderecha) sólo han tenido
relativos éxitos en elecciones locales.
[c] Tanto Alleanza Nazionale como Lega Nord participaron en la coalición con fi de
Berlusconi, en Casa delle Libertà.
(*) El bnp, en las elecciones del 1de mayo de 2003, ha ganado siete concejales y quedó
como segunda fuerza en Burnley. Véase <http://www.rebelion.org/internacional/
030505bigio.htm>.
(**) El vb, en las elecciones del 18 de mayo de 2003, obtuvo 11.7 % y 18 asientos en
la Cámara de Representantes.

En Suiza el partido Schweizer Demokraten (Demócratas Suizos-


sd) ha sido, desde antes de 1967, una organización ultraderechista.
Sin embargo, en 1971 surgió un nuevo partido (producto de alian-
zas de viejos partidos campesinos y de artesanos) que con el tiempo
dejaría al margen al sd. Este nuevo partido, ahora de clase media,
ha adoptado un perfil ultraderechista en los últimos años y en las
recientes elecciones del 19 de octubre de 2003 obtuvo la mayor
votación para el Consejo Nacional (equivalente a la Cámara de
diputados) con más de 27 por ciento de los sufragios emitidos. Este
partido tiene dos nombres, uno en alemán Schweizerischen Volkspartei
(svp-Partido Popular Suizo), y otro en francés l’Union démocratique
202 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

du centre (udc-Unión Democrática del Centro). El svp-udc rechaza la


adhesión de Suiza a la Unión Europea, lucha por una mayor seguri-
dad frente a la criminalidad y contra el abuso en el derecho de asilo.
También está por la reducción de la carga fiscal (baja de impues-
tos), y en contra de la extensión del presupuesto del Estado.
El svp-udc le ha quitado al sd la bandera antiinmigrantes. A los
inmigrantes, particularmente del este europeo y africanos, los hace
responsables del aumento de la criminalidad y del tráfico de drogas.
En su campaña de 2003 propuso la reducción de extranjeros en
Suiza, que calcula en uno de cada cinco habitantes (20%), y poner
freno a los “matrimonios ficticios” como medio para adquirir dere-
chos ciudadanos.
El discurso de su dirigente, Christoph Blocher (multimillonario
y principal accionista de la empresa química ems), ha sido claramen-
te racista, xenófobo y ultranacionalista, y directamente ha asociado
inmigrantes con inseguridad, violencia y abuso de los sistemas de
seguridad social. Estas posiciones, en un país amenazado por la
crisis económica, han convertido al svp-udc en la primera fuerza
electoral de Suiza, por encima del Partido Social Demócrata y del
Partido Popular Demócrata Cristiano. Gracias a su fuero como par-
lamentario Blocher no ha podido ser enjuiciado penalmente por
discriminación racial.187
En Italia, como en Austria, la ultraderecha participa en coali-
ción con la derecha en el gobierno. En Francia disputó seriamente
la presidencia de la república. En los demás países europeos esta co-
rriente es minoritaria, aunque se percibe una creciente influencia
en algunos de ellos.
En Italia, Alianza Nacional (an) y la Liga del Norte, ambos par-
tidos de ultraderecha, formaron parte de Casa delle Libertà (Casa
de las Libertades), la coalición encabezada por Silvio Berlusconi.
Alianza Nacional surgió a partir de una escisión del Movimiento
Social Italiano (msi), el primer partido abiertamente fascista de la
Europa de la segunda posguerra mundial, fundado en diciembre
de 1946.188 Este partido decía ser anticapitalista y antiburgués y sus

187
Véase el reporte de asuntos jurídicos del 27 de agosto de 2001 sobre la inmu-
nidad parlamentaria de Blocher en relación a sus posiciones racistas, en <http:
//www.parlament.ch/afs/data/f/bericht/2001/f_bericht_n_k12_0_20010045_
01.htm>. El ideario político y la historia del svp-udc puede consultarse su página
oficial <http://www.svp.ch/index.html?page_id=675&1=3>.
188
Véase <http://foros.hispavista.com/politica_espana/1005/>.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 203
primeros dirigentes, entre los que destacaba Giorgio Almirante,
habían sido militantes fascistas. Participó en elecciones desde 1948
y en varios de los comicios obtuvo más del cinco por ciento de los
sufragios.189 Diferencias entre su dirigente, Pino Rauti, y Gianfranco
Fini, líder ahora de Alianza Nacional, condujeron a la división, lle-
vándose el nuevo partido a la mayor parte del viejo. Las diferencias
fueron muy evidentes. El msi es partidario del estatismo, de la eco-
nomía corporativista,190 del bienestar social y los altos impuestos, de
la familia unida (es decir contrario al divorcio y al aborto) y, como
otros partidos de ultraderecha, defensor de la “ley y el orden”.
Alianza Nacional, en cambio, se considera a sí misma como un
partido de “derecha social” subordinado totalmente a Berlusconi y,
por lo mismo, se ubica (o quiere ubicarse) como un partido liberal
que no quiere ser identificado con el fascismo (postfascista, le llama
Martinotti191). El msi casi no existe en la actualidad.
La Liga del Norte (ln), por otro lado, es una organización
partidaria de la independencia del norte de Italia (República de
Padania, la denominan), es contraria a la globalización neoliberal y
a los inmigrantes; anticomunista de origen, es en muchos sentidos
más fascista que an, a la derecha de ésta y del msiantes de que dejara
su lugar a an. El discurso de su dirigente, Umberto Bossi, es incen-
diario, y tan violento como carente de contenido. Lo único en que
más o menos coinciden la ln y el msi es en su oposición al neolibera-
lismo, a la economía globalizada y en su discurso también populista,
populista de derecha.
Un común denominador de los partidos de ultraderecha alia-
dos a Forza Italia de Berlusconi, fue la promesa de éste de combatir
la inmigración ilegal, sobre todo venida de los países del este euro-
peo y de África. Para entonces la inmigración legal representaba

189
Donald Sassoon, Contemporary Italy, politics, economy and society since 1945, London
& New York, Longman, 1986, Cuadro 8.1, p.167; y también puede consultarse <http:
//www.parties-and-elections.de/italy3.html>, con los datos de cada elección.
190
Cuando los fascistas se refieren al corporativismo, en la economía o en la política,
implican una posición contraria al liberalismo, es decir basado aquél en la supuesta
armonía interclasista y un cierto monolitismo ideológico, ambos subordinados al
Estado bajo esquemas de control y disciplina. Esto es, intenta evitar el conflicto entre
clases sociales, competencia empresarial y en el plano ideológico-político; si es posi-
ble, neutralizar el conflicto aun en forma antidemocrática (muy común a todas las
expresiones del fascismo).
191
Giampiero Martinotti, “Italia”, en El estado del mundo, op. cit., 2002. Véase tam-
bién la página web oficial de an, <http://www.alleanza-nazionale.it/presidente/
profilo.html>.
204 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

alrededor del dos por ciento de la población (más de un millón de


personas).
El caso del Partido de la Libertad en Austria (Freiheitliche Partei
Österreichs-FPÖ, fundado en 1956) es significativo pues uno de sus
primeros dirigentes fue Antón Reinthaller, un antiguo oficial de la
policía militarizada del nazismo encargada del control de los terri-
torios ocupados a partir de 1939 (la Schutz Staffel conocida como la
ss). Otro de sus dirigentes fue Friedrich Peter, también ex oficial de
la ss, quien patrocinaría la carrera política de Haider.192 Su líder más
importante, Joerg Haider (hijo de padre y madre nazis), ha sido de-
fensor del papel jugado por la ss en Europa, del nazismo alemán, de
la persecución a los judíos y a los eslavos y de todos los no blancos,
etcétera. Es un típico partido neonazi derivado directamente del
nazismo austriaco-alemán.193
Austria es en realidad el único país de Europa occidental en el
que un partido neonazi forma parte de un gabinete de gobierno de
derecha. Se trata de una coalición de los denominados conservado-
res, encabezados por el presidente Klestil, con el neonazi Partido de
la Libertad de Joerg Haider.194 Por esta razón es el único caso que
los demás gobiernos de la Unión Europea (ue), y el de Clinton en
Estados Unidos, veían como peligroso por las implicaciones racistas,
xenófobas, antisemitas y ultranacionalistas de este partido, pese a
que Haider dejó su dirección a favor de la vice-cancillera de Austria,
Susanne Riess-Passer. De hecho, los gobiernos de la ue estimaban
que, a pesar de la renuncia de Haider a la dirección del Partido de
la Libertad (finales de febrero de 2000), no era motivo para aban-
donar el aislamiento político al que se había acordado someter al
gobierno de Viena desde el 4 de febrero de ese mismo año. El pri-
mer ministro de Portugal (país que tenía la presidencia de la Unión
Europea en ese momento), declaró que “el tema esencial no es la
personalidad de Haider, sino la naturaleza de un partido político
que se halla en el poder”.195

192
Véase <http://www.cidob.org/bios/castellano/lideres/h-034.htm>.
193
Para mayor extensión véase: <http://www.adl.org/backgrounders/joerg_haider.
asp>. Véase también la página ya citada <http://www.cidob.org/bios/castellano/
lideres/h-034.htm>.
194
La Coalición entre el Partido de la Libertad y el Partido Popular para formar
gobierno se formalizó el 1 de febrero de 2000, poniendo fin a la coalición de largo
tiempo del Partido Popular con la socialdemocracia. Véase la página en internet de
la Anti-Defamation League (<<http://www.adl.org/adl.asp>)sobre Joerg Haider.
195
Véase La Jornada, México, 1 de marzo de 2000.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 205
En Alemania occidental los nazis no desaparecieron con la de-
rrota de Hitler (tampoco, dicho sea de paso, en Alemania oriental
pese a la orientación socialista que tuvo el régimen). Aunque no se
permiten partidos expresamente nazis o neonazis,196 no ha habido
obstáculo alguno para que se formen partidos abiertamente nacio-
nalistas de ultraderecha, en el que participaron personas y grupos
de clara afiliación nazi o que habían pertenecido al partido de Hitler,
como el general Otto Ernst Remer.197 Este general nazi fue uno de
los líderes del srp (Sozialistische Reichspartei-Partido Socialista del
Reich) que fue el primer partido importante de la ultraderecha en
la nueva República Federal Alemana, que no el único. Este partido,
además de expresarse en contra del sistema democrático se refería
al “socialismo alemán” como una manera de evadir la mención del
“nacional-socialismo”. Más adelante, a finales de 1964, se formó el
ndp (Nationaldemocratische Partei-Partido Nacional Democrático), a
partir de una amalgama de varios otros partidos y grupos nacionalis-
tas también de ultraderecha. El ndp fue un partido nacionalista neo-
nazi con relativos éxitos electorales, expresamente al canalizar lo
que se conoce como el voto de protesta.198 Al igual que en el srp, en
el ndp varios de sus fundadores fueron miembros de Partido Obrero
Alemán Nacional Socialista (el nsdap, por sus siglas en alemán).199
Años después, en 1971, se fundó el neonazi Deutsche Volksunion-DVU
(Unión del Pueblo Alemán), bajo la presidencia de Gerhard Frey,
cuya membresía era de alrededor de 17 mil afiliados en 1999.200 Pos-
teriormente, en noviembre de 1983, se fundó el partido Die Repu-
blikaner (Los Republicanos), también de ultraderecha y que existe
hasta la fecha.201 Este partido, como casi todos los de ultraderecha

196
Para mayor información puede consultarse, en internet, el Informe 1998 de la
oficina Federal para la Protección de la Constitución (Bundesamt für Verfassungsschu-
tz). Vale decir que una buena cantidad de la propaganda neo-nazi en Alemania, de
acuerdo con las autoridades de este país, proviene de los grupos equivalentes de
Estados Unidos, donde no están prohibidas las organizaciones nazis.
197
Gerard Braunthal, Parties and politics in modern Germany, USA, Westview Press,
1996, p. 104.
198
Véase mayor detalle en Stephen Padgett y Tony Burkett, Political Parties and Elec-
tions in West Germany, London, Hurst & Co., 1986, pp. 145-146.
199
nsdap: Nationalsozialistische Deutsche Arbeitpartei.
200
Véase <http://www.idgr.de/lexikon/stich/d/dvu/dvu.html, y su página oficial
http://www.dvu.de/>.
201
Su fundador fue el ex oficial de la ss (Schutz Staffel) Franz Schönhuber. Véase J.
Denis Derbyshire y Ian Derbyshire, op. cit., p. 490.
206 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

en Europa occidental, es producto de los cambios estructurales de


los años 70 del siglo pasado. Ninguno de estos dos últimos partidos
ha logrado votación suficiente como para tener asientos en la Cá-
mara Federal de diputados (Bundestag). Estos partidos apoyaron al
derechista Edmund Stoiber en las pasadas elecciones de septiembre
de 2002, de las que salió triunfante el socialdemócrata de centro
Schroeder, gracias a la alianza que estableció con los Verdes.202
Ambos partidos ultraderechistas, que no pueden presentarse como
nazis, son xenófobos, racistas y nacionalistas.
La crisis y las nuevas tecnologías en la industria y en algunas
ramas de los servicios hicieron obsoletos a muchos trabajadores que
se vieron precisados a engrosar la ya perceptible masa de desem-
pleados. La acelerada absorción de medianas y pequeñas empresas
por las más grandes y la desaparición de otras, produjo también
mayor desempleo o proletarización de ciertos sectores de las clases
medias. Los jóvenes de clase baja, hijos de trabajadores o de desem-
pleados, dejaron de tener expectativas de ascenso social. Los inmi-
grantes fueron vistos como competidores en el campo laboral. De
toda esta gente se nutrió, en buena medida, el Republikaner, razón
por la cual es considerado un partido populista de ultraderecha,
además de reunir varios de los otros indicadores de esta corriente
que ya se han mencionado.203
A partir de la unificación de las dos Alemanias surgieron nuevos
problemas: la migración de la ex RDA a la ex RFA, más los alemanes
radicados en otros países de Europa oriental. Por otro lado, en la
RDA, como reacción y protesta al régimen opresivo y totalitario en
manos de una de las burocracias más rígidas de los llamados países
socialistas de Europa,204 se extendió el movimiento punk que había
surgido en Inglaterra y en Estados Unidos (principalmente en Nueva

202
El Partido Socialdemócrata de Alemania (spd) obtuvo el mismo porcentaje de
votos que la coalición Unión Demócrata Cristiana/Unión Social Cristiana (cdu-csu):
38.5%. Los Verdes lograron 8.6% de los votos y 55 escaños. “Sumados a los 251 del
spd, significan 306 escaños en un Parlamento de 603 plazas. Los conservadores, con
248 escaños, no alcanzan mayoría ni con un hipotético pacto con los liberales del fdp,
cuyo 7.4% les valió sólo 47 diputados”. Véase <http://es.news.yahoo.com/020923/
159/27r46.html>.
203
Véase Susann Backer, “Right-wing extremism in unified Germany”, en Paul Hain-
sworth, op. cit., p. 100
204
Erich Honecker fue tan poco flexible que, al final de su mandato, todavía en
1989, llegó a prohibir los periódicos soviéticos en la RDA, por considerarlos no sólo
revisionistas sino liberales.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 207
York). La influencia punk en la RDA y otros países de Europa oriental
era principalmente de Inglaterra, de los jóvenes que después de estu-
diar no tenían trabajo ni expectativa alguna. Una década más tarde,
también en la RDA y como rechazo al régimen que no resolvía los
problemas de la juventud trabajadora y estudiantil (poco preparada y
de baja cultura), aparecieron tardíamente205 los skinheads, que adop-
taron varias de las posiciones del nazismo y, desde luego, la creencia
de la superioridad de la raza aria (etnocentrismo). Conviene recor-
dar que en la RDA, a diferencia de la RFA y del resto de los países más
desarrollados de Europa occidental, la inmigración “no blanca” fue
muy reducida, apenas perceptible. Cuando se unieron las dos Alema-
nias, los trabajadores “orientales” que anhelaban mejorar sus ingre-
sos, entre otras razones para compensar la pérdida de prestaciones
sociales al convertirse su país al capitalismo, vieron en los inmigrantes
no alemanes serios competidores para los puestos de trabajo. De ahí
a ser racistas, aunque fuera inconscientemente, sólo había un pequeño
paso. No debe pasarse por alto que los alemanes orientales devinieron
de facto, a partir de la unificación política de octubre de 1990, ciudada-
nos de segunda clase incluso por su capacitación laboral, insuficiente
para la alta tecnología de occidente. El desempleo también aumentó
pues el aparato productivo de la ex RDA, obsoleto en muchos sentidos,
fue dejado a su suerte, cuando no desmontado. Agréguese a lo ante-
rior, como ya fue señalado, que el desempleo ya estaba extendido, y en
aumento, como en el resto de Europa occidental.
Fue este fenómeno una de las principales razones para el creci-
miento de las organizaciones y partidos de ultraderecha en Europa
(y, por cierto, no sólo en el occidente de ésta). La diferencia de los
últimos años con la ultraderecha anterior a la crisis y a los cambios
estructurales es que el antisemitismo que la caracterizaba y carac-
teriza, ahora suele ocultarse dada la importancia que se le ha dado
a los inmigrantes y más si éstos no son cristianos. En Alemania, el
pequeño partido Die Christliche Mitte (Partido Cristiano del Centro)
exigió una “Alemania para los cristianos” en clara alusión al porcen-

205
Los skinheads ingleses surgieron en Inglaterra a finales de los años 60 del siglo
pasado (los rude boys) y, en principio, no eran racistas. Fueron las organizaciones de
ultraderecha, como el Britsh National Party, las que cooptaron a algunos en los años 80
e influyeron en ellos. En Estados Unidos el racismo fue parte de su origen, al igual que
el odio y la violencia contra los no blancos, pero también hay grupos antirracistas como
sharp (Skinheads Against Racial Prejudices). Más en extenso, con explicaciones detalla-
das, en <http://www.geocities.com/Athens/Crete/7892/skin/skinhead.htm>.
208 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

taje de musulmanes en ese país.206 Ser antiinmigrante y defender el


cristianismo moviliza a más gente y tiene más simpatías que el anti-
semitismo, que en la actualidad no le dice nada a muchas personas,
especialmente en los países escandinavos, donde la ultraderecha es
relativamente más reciente que en el resto de Europa y surgió, en
principio, en contra de los aumentos en los impuestos.
En Bélgica el principal partido de ultraderecha es el Vlaams Blok
(vb-Bloque Flamenco), fundado en 1977207 con la fusión del Vlaams
Nationale Partij (Partido Nacional Flamenco, de Karel Dillen) y el
Vlaamse Volkspartij (Partido Popular Flamenco, de Lode Claes). En
su página de Internet oficial dice que se fundó como respuesta al
abandono del nacionalismo radical flamenco por parte del Volk-
sunie (Unión Popular). El vb tuvo su origen en la ciudad flamenca
de Amberes, precisamente en los tiempos de crisis en los que los
problemas de vivienda y de desempleo tenían muy inconformes a
la población local y de los alrededores.208 Su primera participación
electoral fue 1978, según la versión oficial, o en 1981 de acuerdo
con otras fuentes,209 lo cual no es relevante. Lo que sí es importante
es que su votación ha aumentado desde su primera participación
electoral a la fecha (últimas elecciones en 2003), de 1.1 por ciento
con un asiento en el Parlamento a 11.7 por ciento y 18 asientos. El
otro dato importante es que si bien comenzó en una ciudad, ahora
tiene simpatizantes en otros lugares de la región flamenca del país.
El nacionalismo del vb no sólo es extremo sino separatista y xenófo-
bo. Como otros partidos de ultraderecha en Europa occidental está
en contra de los inmigrantes, a los cuales culpa del aumento de la
criminalidad y la drogadicción.
En Dinamarca, al inicio de los años 70 del siglo pasado, se fundó
el Partido del Progreso (Fremskridtspartiet). Con el mismo nombre
en Noruega (pero con tt en lugar de dt). En Dinamarca fue decli-
nando su votación que en sus mejores momentos fue de alrededor

206
Véase Marta Durán de Huerta, “La inundación que salvó a Schroeder”, La Jorna-
da, 29 de septiembre de 2002 (Suplemento Masiosare).
207
Algunos autores como el profesor de la Universidad católica de Bruselas, Marc
Swyngedouw, ubican el nacimiento del vb en 1978. Véase su artículo “Belgium: ex-
plaining the relationship between Vlaams Blok and the city of Antwerp”, en Paul Hain-
sworth (editor), op. cit., p. 127. Pienso que la página oficial de este partido puede ser
más exacta en este dato. Véase <http://www.vlaamsblok.be/> (tiene traducción al
inglés y al francés).
208
Marc Swyngedouw, ídem, pp. 123 y ss.
209
<http://www.parties-and-elections.de/belgium2.html>.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 209
de 15 por ciento, hasta ser desplazado por el Partido Popular (Dansk
Folkeparti).210 En Noruega, en cambio, el Partido del Progreso es
más influyente ahora que en sus primeros años. En Suecia, no fue
sino a partir de 1990 que se fundara un partido de ultraderecha, el
Nueva Democracia (muy pequeño), además del Partido Liberal del
Pueblo (Folkpartiet Liberalerna) que no podría clasificarse como de
ultraderecha. En realidad la ultraderecha en los países escandinavos
es, por comparación con la de otros países, moderada, pues, al igual
que en Holanda (Lijst Pim Fortuym), no es precisamente fascista.211
Su oposición a los inmigrantes (en estos países) no es tanto porque
les quiten puestos de trabajo, sino porque consideran que ha aumen-
tado la inseguridad (atribuida a aquellos) y por razones culturales
y religiosas: no aceptan el multiculturalismo y consideran que las
religiones de muchos de los inmigrantes, especialmente musulma-
nes, alteran las formas de vida de su población, tradicionalmente
cristiana (una manera de esconder su racismo). En la presentación
del Partido Popular Danés se expresa con absoluta claridad este
ideario. Dinamarca es una nación cristiana y con una cultura propia
que habrá que preservar para seguir siendo una nación civilizada
[sic]. “Dinamarca no es un país de inmigración y nunca lo ha sido.
En consecuencia, no aceptaremos que el país adquiera un carácter
multiétnico.”212 En Suecia, el Partido Liberal del Pueblo y Nueva
Democracia usaron el problema de los inmigrantes como bandera
electoral y el primero se vio beneficiado con un aumento considera-
ble en el número de representantes en el Parlamento. En Noruega
el Partido del Progreso usó más o menos los mismos argumentos.
En Gran Bretaña el British National Party (Partido Nacional Britá-
nico), cuyo discurso es contrario a los inmigrantes y asilados no
blancos, para quienes pide la expulsión del país, había obtenido 0.2
por ciento de las votaciones parlamentarias de 2001, y en la elección
de concejales del 1 de mayo de 2003 obtuvo un promedio de 13.75
por ciento en los lugares en que se presentó, a pesar de que su líder,
Nick Griffin, no fue electo.213 También en Gran Bretaña, pero como

210
<http://www.danskfolkeparti.dk/>, con traducción al español.
211
El Pim Fotuym se opone a la inmigración y al Islam, al mismo tiempo que es libe-
ral. Véase la página “Fascist Faces” en Internet <http://www.angelfire.com/home/
government/FascistFigures.html>.
212
<http://www.danskfolkeparti.dk/>, citada.
213
Véase Isaac Bigio, “Elecciones británicas: revés para Blair”, en http://www. rebe-
lion. org/internacional/030505bigio.htm>. Véase también <http://www. bnp. org.
uk/news/2003_may/news_may02a.htm>.
210 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

grupo político, existe el ultraderechista National Front fundado en


Londres en 1961. Este grupo ha sido no sólo contrario a los inmi-
grantes sino partidario de expulsar a los judíos de Inglaterra. Lady
Jane Birdwood fue su dirigente, y actualmente es Ian Anderson.
Tiene convenios con el Nationalist Movement de Estados Unidos fun-
dado en 1987 y dirigido por Richard Barrett.214
Cristianismo, defensa de una cultura nacional y de una raza,
son características de la ultraderecha de no pocos países europeos,
de una ultraderecha que no quiere caer en extremos semejantes
del neonazismo austriaco y alemán, que tiene implicaciones más
amplias y más antiguas. Ergo, se puede afirmar que la ultraderecha,
incluso la menos extremista, es contraria al multiculturalismo, xe-
nófoba y chauvinista.
En Francia el Frente Nacional (fn), dirigido por Le Pen, ha
recurrido a postulados muy semejantes a los citados, con lo que
ha logrado atraer a muchos desempleados franceses, lumpenprole-
tariat, pequeños artesanos y comerciantes independientes, además
de los racistas, neonazis, colonialistas, fundamentalistas cristianos
(católicos) y otros más que han acompañado al partido desde su
fundación. El discurso de Le Pen es nacionalista (“Francia para los
franceses”), recurre al patriotismo estridente y desliza sin titubeos
un discurso francamente racista teñido de populismo, con la indu-
dable intención de atraer a los trabajadores blancos que han sido
afectados por la concentración de capital, por la modernización
de la industria y por el desempleo. El discurso frentista contra la
globalización neoliberal ha resultado atractivo no sólo para los
trabajadores fabriles sino también para amplios sectores de la clase
media que, como en casi todo el mundo, no le ven ventajas al nuevo
orden económico mundial y han terminado por desilusionarse, por
lo mismo, de los grandes partidos que hicieron suyo o promovieron
este modelo.215 Ante este modelo, los dirigentes del fn ponderan no

214
Véase www.nationalist.org. Barrett fue fundador también, en 1968, de Youth for
Wallace (posteriormente llamada National Youth Alliance) en apoyo de la campaña
presidencial del ultraconservador George Wallace.
215
Me parece interesante destacar que características análogas fueron las fortalecie-
ron el fascismo en Italia y España en los años 30 y posteriores del siglo pasado. Véase
al respecto a Gino Germani, “Political Socialization of Youth in Fascist Regimes:
Italy and Spain”, en Samuel P. Huntington y Clement H. Moore (eds.), Authoritar-
ian Politics in Modern Society (The Dynamics of Established One-Party Systems), New York,
Basic Books, 1970, pp. 339-340. Un aspecto que quisiera resaltar de este artículo de
Germani es la explicación de por qué las clases medias apoyaron al fascismo: la “crisis
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 211
sólo la pertinencia de regresar al proteccionismo económico, sino
también el peligro de la hegemonía de Estados Unidos en la econo-
mía mundial y en Francia en particular, además de la amenaza que
representa para los usos y costumbres de los franceses al introducir
valores que no consideran propios. Debe recordarse el enorme peso
que los franceses le han dado siempre a lo que ellos consideran su
influencia civilizadora: sus cursos de idioma, para citar un ejemplo
elocuente, son referidos a la langue et la civilisation française.
El aumento de popularidad del Frente Nacional en la primera
vuelta de las elecciones presidenciales de Francia (el 21 de abril
de 2002) provocó una gran preocupación en diversos círculos
intelectuales y políticos en el mundo. Nunca antes, en la historia
de la Quinta República francesa, un partido de ultraderecha había
conquistado el segundo lugar en la primera vuelta electoral para
la presidencia de la República, por encima de la socialdemocracia
(Partido Socialista) y muy cerca de los votos obtenidos por el presi-
dente saliente (tres puntos porcentuales de diferencia).216
El hecho fue significativo, tanto que incluso partidos de extre-
ma izquierda (en la segunda vuelta del 5 de mayo, como ya se men-
cionó), se sumaron a la candidatura de Jacques Chirac, de derecha,
para evitar que el neofascismo pudiera, eventualmente, disputar en
serio la jefatura del Estado en el país galo. Chirac supo capitalizar
esa situación, y llamó a los franceses a “unirse en defensa de los de-
rechos humanos para garantizar la cohesión del país, para afirmar
la unidad de la República y restaurar la autoridad del Estado”.217
Su partido, el rpr (Rassemblement pour la République), que había
obtenido la más baja votación para un presidente saliente, logró
en la segunda vuelta el 82 por ciento de la votación total. Un gran
triunfo de la unión de las izquierdas y las derechas en contra de la
ultraderecha, lo cual no dejó de ser una paradoja.
El fn se constituyó con antiguos poujadistas (dirigidos por Pierre
Poujade en los años 50 del siglo pasado) y con quienes fueron parti-
darios de una Argelia francesa (también en esa época) que formaron

de las clases medias”, víctimas de la concentración del capital, amenazadas por el


ascenso de las clases bajas e inconformes por la disminución de su status material o
psicológico. Como se observa, no muy diferente a la situación de las clases medias de
la actual Europa, en donde han apoyado a los partidos de ultraderecha.
216
En la primera vuelta Chirac obtuvo 19.9 % de la votación, Le Pen 16.9 % y Jospin
16.2 %. En la segunda vuelta Chirac alcanzó 82.2 % mientras que Le Pen, aunque
aumentaron sus votos, logró sólo 17.8 %.
217
Véase La Jornada, México, 22 de abril de 2002.
212 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

Orden Nuevo (disuelto por el gobierno en 1973). El movimiento


poujadista fue de extrema derecha y surgió gracias a la capitalización
del descontento de capas sociales como los pequeños comerciantes y
artesanos amenazados por la llamada modernización económica de
Francia. Los defensores de una Argelia francesa, como su nombre lo
indica, estuvieron a favor de que ese país del norte de África siguiera
siendo colonia gala. Eran, obviamente, racistas, además de colonialis-
tas. Vale decir que los poujadistas obtuvieron el 11.6 por ciento de las
votaciones en 1956 a pesar de ser prácticamente desconocidos unas
semanas antes de las elecciones.218
La primera expresión electoral del fn (fundado en 1972) fue en
los comicios municipales de 1983. Su crecimiento fue muy rápido,
ya que en las legislativas de 1986 (¡tres años después!) obtuvo casi
la misma votación que el viejo Partido Comunista Francés (9.65
por ciento contra 9.78, respectivamente). Le Pen supo capitalizar
a los franceses desempleados, argumentando que los extranjeros,
principalmente del norte de África, los estaban desplazando de
sus puestos de trabajo además de incrementar la inseguridad espe-
cialmente en los barrios pobres y marginados de Francia. Muchos
jóvenes blancos desclasados (lumpenproletariat) y sin perspectivas de
empleo se sumaron al fn. Este fenómeno, por cierto, no ha sido
exclusivo de Francia.
Contra los pronósticos de Duverger, quien decía que el fn desapa-
recería,219 la votación a su favor siguió en aumento. En la primera
vuelta de la elección de 1988 Le Pen obtuvo un alarmante 14.4
por ciento de la votación total, y en 1995 alcanzó el 15 por ciento
mientras que el candidato del Partido Comunista bajaba a 8.6 por
ciento. Siete años después los comunistas apenas lograron el 3.5
por ciento y los neofascistas del fn quedaron en segundo lugar con
17 por ciento. Si bien era dudoso, según las encuestas de opinión,
que en la segunda vuelta Le Pen le ganara a Chirac, el hecho es que
la ultraderecha estaba ahí y ha crecido electoralmente más que la
izquierda y, en cierta medida, que los partidos de centro. Esto es lo
preocupante, y más porque se empata con una tendencia que pare-
ce afirmarse en varios países de Europa, como ya hemos visto.
El neoliberalismo y la Unión Europea no han demostrado
bondad alguna con los pobres de Europa, ni con los pequeños

218
Para mayor desarrollo, véase Octavio Rodríguez Araujo, “Elecciones en Francia”,
Perfil de La Jornada, México, abril de 1988.
219
Cf. Maurice Duverger, La cohabitation des français, Paris, puf, 1987.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 213
empresarios. El desempleo persiste y la concentración de capital,
como en el resto del mundo, es innegable. Lo que ha planteado Le
Pen, además de su oposición a las políticas migratorias, es un fuerte
rechazo a la globalización, una suerte de nacionalismo a ultranza,
libre de capitales extranjeros dominantes y de mano de obra no
francesa (léase no blanca). Este discurso se presenta en un país
donde la sindicación ha disminuido considerablemente, en el que
el desempleo (datos de 2002) era de 9.1 por ciento de la población
económicamente activa (pea) y donde tanto los trabajadores agríco-
las como los industriales mantienen una tendencia a la baja (4 y 24
por ciento de la pea, aproximadamente).
La izquierda, por otro lado, ha mostrado una tendencia descen-
dente desde hace muchos años, además de que está muy dividida. Los
comunistas, desde que se socialdemocratizaron (el llamado euroco-
munismo en su momento), aceleraron su caída electoral y, con ésta,
su influencia en el ámbito de los trabajadores. La izquierda radical
no ha logrado sumar esfuerzos.220 La socialdemocracia, representada
en Francia por el Partido Socialista, tiene el estigma, para los ultra-
nacionalistas, de haber apoyado la idea de una Europa unida que,
al final, sólo ha favorecido a los grandes capitales, tanto franceses
como extranjeros o a ambos asociados. Y todas las corrientes de la
izquierda se vieron ante la disyuntiva de apoyar a la derecha o, por
omisión, permitir que pudieran ganar los neofascistas. Otra para-
doja: la derecha, representada por Chirac (con Jean-Pierre Raffarin
como primer ministro) ganó gracias a la amenaza de la ultraderecha
y a la unión de partidos de derecha (supuestamente moderados) y
de centro en la ump (Union pour la Majorité Présidentielle)221 dirigida
por Alain Juppé, pero también ganó la mayoría absoluta en las elec-
ciones legislativas obteniendo 289 asientos (de 577) en la Asamblea
Nacional.222
220
Algunos autores han querido presentar los votos de la extrema izquierda francesa
como un avance de esta corriente, avance que ciertamente fue real y sin precedente
en Francia u otro país europeo, pero omiten la mención de que los diversos partidos
de izquierda radical, como también la llaman, se presentaron por separado y no,
justamente, sumando esfuerzos.
221
La ump reunió a los partidos rpr, dl (Démocratie libérale) y udf (l’Union pour la
démocratie française). Raffarin era, desde 1997, vice presidente de dl. La biografía de
Raffarin puede consultarse en la página de internet del primer ministro del gobierno
francés (<http://www.premier-ministre.gouv.fr/fr/p.cfm?ref=411>) y <http:// news.
bbc.co.uk/1/hi/world/europe/1970512.stm>.
222
Véase la página de la Union pour la Majorité Présidentielle <http://www.u-m-p.org/
index.php> del 31 de agosto de 2002.
214 ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE

En otros términos, el ascenso de la ultraderecha llevó al “voto


útil” en Francia para la segunda vuelta electoral de 2002, es decir
a la elección de las corrientes que tenían mayores posibilidades de
ganar el gobierno —en este caso la derecha y el centro-derecha— y,
al mismo tiempo, poder frenar el avance de la ultraderecha.
Interesa subrayar que las ultraderechas que han ganado te-
rreno en Europa no se diferencian mucho de la ultraderecha
estadunidense de signo populista-nacionalista, como la que dirige
Pat Buchanan223 (aunque ésta tiene características muy propias
de Estados Unidos), y que claramente se ha expresado en contra
de lo que consideran el dominio de una elite de políticos ligados
a los grandes capitales trasnacionales. Asimismo, interesa relevar
que tanto George W. Bush como Tony Blair han hecho suyas las
políticas antiinmigrantes al manifestarse expresamente en favor de
detener la inmigración ilegal, que ha sido un planteamiento de la
ultraderecha sobre todo a partir del aumento del desempleo en los
países desarrollados.
El éxito de los partidos de extrema derecha (varios de ellos
populistas, como ya se ha señalado) puede atribuirse al fracaso de
los gobiernos de orientación de izquierda (en realidad de centro-iz-
quierda), particularmente en su conducción de la economía, y por
su incapacidad para abatir el desempleo y para impulsar la producti-
vidad y el crecimiento de los estándares de vida que desde mediados
de los 90 han crecido muy poco.224
En conclusión, la ultraderecha europea no es homogénea
(como tampoco la estadunidense), tiene distintas raíces aunque
algunas compartidas, pero un aspecto de sus posiciones es el que
principalmente le ha beneficiado en el ámbito electoral: el re-
chazo a los inmigrantes, en unos casos por racismo, en otros por
razones religiosas y de cultura, en otros más por el desempleo y,
en todos, porque se asocia el aumento de la criminalidad (que en
algunos países se ha exagerado) con el crecimiento de exiliados y
de buscadores de empleo de otros países menos ricos. Intoleran-
cia, en una palabra.

223
American Cause, fundada en 1993, es dirigida por Patrick J. Buchanan y Angela
“Bay” Buchanan. Véase www.theamericancause.org.
224
Bobbio añadiría que este éxito de la extrema derecha se debe más bien al fracaso
de los moderados, de izquierda o de derecha, ante los problemas señalados. Véase
Norberto Bobbio, Derecha e izquierda, op. cit., capítulo ii “Extremistas y moderados”.
ULTRADERECHAS: PASADO Y PRESENTE 215
Esta falta de homogeneidad de la ultraderecha permite ciertas
analogías con el fascismo histórico u original (el italiano y el ale-
mán), en realidad con algunos de sus elementos característicos,
pero no con todos, como por ejemplo en referencia a las institu-
ciones y las libertades democráticas en varias de las organizaciones
de esta corriente en la actualidad.225 Y esta circunstancia hace a la
ultraderecha una realidad de conjunto indeterminado, difícil de en-
marcar en un todo sistémico, entre otras razones porque sus partes
(partidos, asociaciones y movimientos), a veces contradictorias, no
constituyen una unidad conceptual de contenidos definidos y más o
menos permanentes, que en buena medida sí tuvo el llamado fascis-
mo histórico a pesar de sus diferencias. Pero aún así, la ultraderecha
es una realidad en ascenso, lo que no debe desdeñarse y menos si el
desempleo no es solucionado en corto plazo.

225
Véase el análisis comparativo de José Luis Rodríguez, “La nueva extrema derecha
europea: las claves del éxito”, en Roger Griffin et al, op. cit., pp. 89 y ss.
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ÍNDICE DE NOMBRES Y LUGARES

Abascal, Carlos, 78n Amberes, 208


Abascal, Salvador, 78 América, 88, 91
Abendroth, Wolfgang, 45n América del Sur, 139
Aden, 92n América Latina, 11, 19, 40, 41, 43n, 46,
Adenauer, Konrad, 50 56, 69, 70, 71, 72, 73, 75, 76, 79, 87,
Afganistán, 9, 10, 22, 92, 96, 124 139, 169
África, 41, 72, 88, 89, 90, 91, 92, 93, 139, Amery, Carl, 183, 184
193, 194, 203, 212 Anderson, Ian, 210
África del Sur, 88 Andreff, Wladimir, 39n
África del Norte, 41 Andreotti, 57
Aganbeguian, Abel G., 117, 118, 119 Andreski, S., 148, 149
Ajnenkiel, Andrzej, 148 Arabia Saudita, 28, 92, 93, 96
Alabama, 188 Arafat, Yasser, 68
Alaska, 126 Arbenz, Jacobo, 69
Alavi, Hamza, 98n Arendt, Hannah, 39n, 95n, 170-171n
Albania, 64, 65, 137, 138 Argaña, 85
Alcalá Zamora, 154 Argelia, 43, 211, 212
Alemán Lacayo, José A., 83, 84 Argentina, 26, 39, 69, 70, 71, 74, 79, 80n,
Alemania, 11, 22, 30n, 39, 40, 42, 44, 45, 140
48, 48, 50, 51, 58, 60, 66, 80n, 103, Aristide, Jean-Bertrand, 71, 82, 83
112, 114, 123, 124, 135, 137n, 138, Aron, Raymond, 38n
141, 142, 146, 148, 151, 158, 161, Asia, 41, 72, 88, 91, 92, 93, 97, 139
162, 165n, 166, 168, 172, 173n, 174- Atal Bihari; véase Vajpayee, Atal B.
185, 186, 187, 190, 201, 205, 207; Auschwitz, 149, 182, 183
RDA, 60, 61, 108, 132, 206, 207; RFA Australia, 88
61, 112, 206, 207 Austria, 15n, 42, 48, 49, 52, 138, 141-144,
Alesina, Alberto, 29n 185, 200, 202, 204
Alessandri, Arturo, 140 Azaña, Manuel, 157, 158
Alfonsín, Raúl, 28, 80 Aznar, José María, 56
Alfonso XII, 156
Alfonso XIII, 157 Backer, Susann, 206n
Alia, Ramis, 64 Badia, Gilbert, 175
Allende, Salvador, 33, 80 Bahro, Rudolf, 60, 112, 113
Almeyra, Guillerma, 80 Bakunin, 106
Almirante, Giorgio, 203 Báltico, 120, 123, 138
Alvarado, Jesús, 84 Bangguo, Wu, 128
Amalrik, Andrei, 112 Bardossy, 146

[237]
238 ÍNDICE DE NOMBRES Y LUGARES

Barre, Raymond, 54 Bohemia, 142


Barrett, Richard, 210 Boigny, 90
Barrios de Chamorro, Violeta, 83 Bolaños, Enrique, 84
Barry, François, 61n, 120n Bolivia, 70, 140
Bartošek, Karel, 63n Bonet, Pilar, 118n
Batlle Ibáñez, 85 Bordaberry, 70, 85
Bauer, Otto, 143n Borejsza, Jerzy W., 145n, 146, 148, 151,
Bavaria, 51 169, 174n
Beissinger, Mark R., 122n Boris III, 137n
Belaunde Terry, Fernando, 84, 85n Borrego, Salvador, 78n
Belfond, Pierre, 113n Bossi, Umberto, 203
Bélgica, 43, 48, 52, 53, 139, 200, 208 Boyer, Robert, 44n
Benjamin, Walter, 17 Brasil, 19, 21, 28, 40-41, 69, 70, 71, 74,
Bensussan, Gérard, 23n 79, 91, 140
Benz, Wolfgang, 58n Braunthal, Gerard, 205
Berdiaiev, Nicolai, 112 Brézhnev, 117
Berenger, Tom, 197n Brom, Juan, 39n, 100n
Beria, 149 Broué Pierre, 158
Berisha, Sali, 65 Brunner, Georg, 108n
Berki, R.N., 108n Bruselas, 52
Berlín, 26, 132, 182; occidental, 132; Bryson, Phillip J., 60
oriental, 60 Buchanan, Angela B., 214n
Berlusconi, Silvio, 57, 202, 203 Buchanan, Patrick, 214
Berstein, 162 Buchenwald, 40, 186
Bethlen, 145, 146 Budapest, 147
Bettelheim, Charles, 36n, 114 Buendía, Manuel, 76n
Bettonica, 167 Buhle, Mari Jo, 191
Bhután, 92, 98 Bujarin, 102
Bigio, Isaac, 209 Bulhle, Paul, 191
Bin Laden, O., 190 Bulgaria, 65, 137, 138, 141
Binder, Leonard, 92n Burgos, 158, 161n
Birch, John, 193 Burkett, Tony, 205
Birdwood, Jean, 210 Burnham, James, 110
Birmania, 98 Burundi, 41
Bismarck, 103, 168, 181 Bush, G.H.W., 189, 191
Blackburn, Robin, 104n, 107n, 120 Bush, George W., 18n, 43, 188, 189, 190,
Blair, Tony, 49, 214 191, 198n, 214
Blocher, Christoph, 202 Bush, Prescott, 189
Blum, 163 Bush, Samuel, 189
Bobbio, Norberto, 10, 13, 15, 24, 27n, Butler, Richard, 194, 195, 196n
33n, 95n, 169, 171, 214
ÍNDICE DE NOMBRES Y LUGARES 239
Cabeçadas, 150 Clinton, 204
Caetano, 155 Clogg, Richard, 137n
Caldera, Rafael, 86 Cockcroft, James D., 73, 86n, 140n
Calderón, 82 Codreanu, Corneliu Z., 138n
Calvo Sotelo, 55, 158 Cohn, Roy, 192
Camboya, 98 Cole, G.D.H., 143, 144n, 154, 184
Campbell, Hugh G., 72, 77n, 78n Collor de Mello, 28
Cárdenas, Lázaro, 74, 140 Colombia, 69, 81, 193, 140
Carintia (provincia), 52 Copeaux, Étienne, 67n
Carmona, Pedro, 87 Cordonnier, Isabelle, 98n
Carmona, 150 Corea del Norte, 92
Carr, E.H., 18n Corea del Sur, 98, 99, 128
Carter, Joseph, 110 Correa de Oliveira, Plinio, 79
Castoriadis, Cornelius, 112n Costa de Marfil, 90
Castro, Fidel, 86 Costa Rica, 71n
Cataluña, 156, 160 Costa-Gavras, 197n
Cédras, Raoul, 71n, 82 Cotugno (arzobispo), 85
Chaguaceda Noriega, Armando, 34n Coty, François, 164
Chaitkin, Anton, 180n, 189 Cox, Michael, 125, 126n
Chandra, Pratyush, 92, 97n Craipeau, 110, 114
Chautemps, 163 Crampton, R.J., 138n
Chávez, Hugo, 71, 86, 87 Craxi, Bettino, 57
Checoslovaquia, 124, 139 Cristiani, 82
Chejarin, E., 108n Cristo, 76
Chelmno, 186 Crouzet, Maurice, 139, 140, 170n, 177,
Chenal, Alain, 97 179
Cheney, 189 Csurka, István, 63
Chile, 21, 33, 56, 69, 70, 80, 140, 193 Cuba, 26, 36n, 69, 71, 127, 131, 132, 133,
China, 41, 64, 92, 98, 99, 127, 128, 129, 140, 156, 188
132, 193 Cunhal, Alvaro A., 153
Chirac, Jacques, 9, 49, 54, 163, 211, 212, Cuvier, Georges, 183
213
Chossudovsky, Michel, 28 D’Abuisson, Roberto, 82
Choueiri, Youssef, 94 D’Estaing, Giscard, 54
Chung Hee; véase Park, Chung Hee Dachau, 186
Ciampi, 57 Dahrendorf, Ralf, 111
Ciliga, Anton, 110 Dakar, 90
Claes, Lode, 208 Daladier, 163
Clark, Robert P., 55n Daranyi, Kalman, 146
Clavijo López, Pablo, 17n Darwin, 135n, 183
Clemenceau, 163 De Beauvoir, Simone, 15, 136, 166, 175
240 ÍNDICE DE NOMBRES Y LUGARES

De Figueiredo, António, 152n Ecevit, Bülent, 66


De Gaulle, Charles, 49, 54, 90 Ecuador, 70, 71, 80, 92, 139
De la Rocque, 164 Egipto, 92, 93
De la Rúa, Fernando, 80 Eisenhower, Dwight, 190
De Marais, Robert, 194 El Bajío, 78
De Sajonia-Coburgo-Gotha, Siméon, 65 El Salvador, 82, 139
De Tinguy, Anne, 120n Elleinstein, Jean, 113, 114, 115, 116
Dedijer, Vladimir, 137n Emiratos Árabes, 96
Deleuze, Gilles, 17n Engels, Friedrich, 27, 103, 104, 135n
Delgado, Álvaro, 76, 77 Epstein, Benjamín R., 193
Demyk, Moëlle, 82n Erdogan, Recep, 67
Deng, 127 Erhard, Ludwig, 51
Derbyshire (Ian y Denis), 50n, 121n, Erös, J., 145n
ˇ123n, 126n, 132n, 136n, 162n, 205 Eslovaquia, 65, 123
Désert, Myriam, 122n Eslovenia, 49
Deutscher, Tamara, 103n, 112n España, 11, 43, 47, 48, 49, 54, 58, 134,
Dillen, Karel, 208 135, 137, 138, 141, 150, 152, 153-
Dimitrov, Jorge, 141 160, 161, 162, 168, 210
Dinamarca, 42, 48, 53, 184, 209 Estados Unidos, 9, 11, 12, 18, 19, 21, 22,
Dini, Lamberto, 57 28, 29n, 30n, 39, 41, 44, 45, 50, 56,
Djilas, Milovan, 111, 112 69, 70, 71, 73, 75, 76, 78, 79, 83, 86,
Dmowski, 148 87, 90, 93, 94, 96, 126, 129, 130 132,
Dollfuss, 143, 144 134n, 135n, 139, 167, 173, 185-196,
Doriot, Jacques, 164 197, 198, 200, 204, 208, 209n, 212,
Doumergue, 163 213, 216
Dreifuss, René A., 74n Estiria, 142
Drexler, Feder, 184 Estonia, 120, 123, 138
Du Hwan, Chun, 128 Etiopía, 90, 92, 175
Duarte, 71, 85 Europa, 11, 12, 13, 14, 16n, 30, 42, 44,
Dubˇcek, 112, 124 54, 55, 67, 68, 69, 75, 79, 87, 88, 91,
Duhalde, Eduardo, 80 117, 123, 126, 127, 131, 133, 136,
Duke, David, 195 138, 163, 165n, 166, 169, 182n, 187,
Durán de Huerta, Marta, 208n 188, 194, 198-213, 214
Durham, Martín, 165, 175n, 178 Europa central, 61, 99, 103
Duvalier (François y Jean-Claude), 82 Europa occidental, 18, 29n, 40, 42, 43, 47,
Duverger, 212 48, 49, 58, 66, 97, 122, 200, 206,
207, 208
Easter, Gerald M., 66n Europa oriental, 10, 30n, 59, 61 ,64, 103,
Easton, David, 13 107, 108, 206, 207
Eatwell, Roger, 94n Eyal, Gil, 109
Ebert, 142, 176
ÍNDICE DE NOMBRES Y LUGARES 241
Fahmi, Raid, 94 Glaeser, Eward, 29n
Fasano Mertens, Federico, 190, 191 Gobineau, Joseph A., 136, 183, 196
Ferreira, Enéas, 79 Godesberg, Bad, 51n
Filipinas, 156 Goldwater, Barry, 188
Fini, Gianfranco, 203 Gömbös, Gyula, 145, 146
Finlandia, 42, 48, 53, 141 Gomes da Costa, 150
Fischer, Eugene, 166 Gómez, Juan Vicente, 139
Flandes, 52 González, Felipe, 49, 55, 56
Flores Olea, Víctor, 17, 31n, 32n, González Casanova, Pablo, 29n
Flores Pérez, Francisco G., 82 Gorbachov, Mijail, 16n, 64, 66n, 108n,
Ford, Gerald, 189 109, 117, 118, 119, 120, 125, 128,
Forster, Arnold, 193 132, 135
Fox, Vicente, 76, 77, 78 Göring, 186
Francia, 9, 15n, 30n, 33, 37, 39, 43, 44, Gottfried, Feder, 184
47, 48, 49, 50, 54, 58, 61, 82, 93, Goulart, Joao, 70, 74
135, 138, 150, 157, 160-163, 165, Gouldner, Alvin, 109
186, 196, 201, 202, 210, 211, 212 Grabski, 148
Franco, 54, 138, 152, 155, 156, 158, 159, Graham, Lawrence, 154n
160, 161, 168 Graml, Hermann, 58n
Frank, Pierre, 102n Gramsci, Antonio, 169
Frey, Gerhard, 205 Granada, 22, 70
Friedland, W.H., 90n, 91n Gran Bretaña, 15n, 39, 42, 44, 48, 49,
Fujimori, Alberto, 84 50, 83, 94, 96, 139, 154, 167, 182,
Fukuyama, Francis, 16 201, 209
Grecia, 42, 48, 137, 138
Gabayet Jacqueton, Jacques, 182 Griffin, Nick, 209
Gabón, 90 Griffin, Roger, 134n
Gallego, 158, 159 Guatemala, 69, 70, 80, 139
Garavito, Hugo, 84 Guattari, Felix, 17n
Gentile, Giovanni, 171, 185 Guernica, 158
Gentile, E., 171 Guevara, Ernesto, 9
Georgakas, 191 Guillermo I, 181
Georgel, Jacques 157, 159n Guillermo II, 182
Georgiev, 137n Guinea, 90
Germani, Gino, 210 Gül, Abdullah, 67
Getty, J.A., 28n Gulag, 40
Ghana, 90, 91 Gunder Frank, André, 69
Gil Robles, 157 Gurvitch, Georges, 115n
Gill, Mario, 77n Gutiérrez, 71
Giolliti, 165n, 169 Guyanas, 139
Giscard, Valéry, 49 Guzmán, Jaime, 80
242 ÍNDICE DE NOMBRES Y LUGARES

Habsburgo (dinastía), 141 Ibáñez, 140


Haider, Joerg, 52, 53, 204 Iliescu, 61
Haile Selassie, 90 Imredy, Bela, 146
Hainsworth, Paul, 125n, 208n India, 92n, 97
Haití, 70, 82, 83, 84 Indochina (península de), 98
Halbwachs, Maurice, 104 Indonesia, 41, 93, 98
Harman, Chris, 104n, 108n Inglaterra, 35, 206, 207, 210
Harris, Katherine, 189 Irak, 9, 18n, 22, 43, 56, 92, 93, 190, 191
Hatzel, Michael H., 55n Irán, 14, 92, 93, 94
Havel, Václav, 62 Irlanda, 43, 48
Hayward, Jack, 108n Islam, 11, 94, 198
Hegel, 168 Israel, 67, 68
Heidegger, 166 Italia, 11, 22, 34, 39, 42, 47, 48, 56, 65, 137,
Held, David, 30n 138, 151, 158, 161, 162, 163-174, 178,
Heller, Agnes, 147 179, 185, 187, 201, 202, 210n
Heuss, 50
Hiden, John, 137n, 138n Jacoby, Henry, 112
Hindenburg, 176, 179, 180, 181 Jalisco, 78
Hirata, Helena, 140n Japón, 30n, 161, 185, 187
Hirst, Paul, 31n Jaspers, Karl, 166
Hiss, Alger, 192 Jelavich, Barbara, 141
Hitler, Adolf, 16, 35, 78, 103, 115, 135, Jesucristo, 195
136, 137n, 142, 144, 151, 154, 155, Jiabao, Wen, 128
162, 168, 171, 172, 176n, 178n, 179, Jintao, Hu, 127-128
180, 181, 182, 183, 184, 185, 186, Jomeini (ayatolá), 14, 93
187, 189, 190, 191, 193, 195, 205 Jonassaint, 82
Hoare, Quintin, 107n Jordania, 41
Hoensch, Jorg K., 145n Jorge II, 137n
Holanda, 42, 48, 49, 53, 159, 201 Jospin, 9, 211n
Honduras, 21, 70, 139, 201 Jruschov, 64
Honecker, Erich, 58 Juan Carlos (rey España), 54
Hoover, Edagr, 192 Juppé, Alain, 213
Horthy, 45n, 145, 146
Houtart, François, 99n Kallay, 146
Hoxha, Enver, 64 Kamenev, 102
Hui, Qin, 14, 129 Kang, T.W., 99n
Hungría, 40, 45n, 60, 61, 64, 124, 132, Kapeliouk, Ammon, 68
137, 138, 141, 145-147, 162 Kaplan, Kural, 108n
Huntington, Samuel P., 25n, 210n Kaschkat, Hannes, 108n
Hussein, Sadam, 22, 93, 94, 190, 191 Kautsky, Karl, 25, 34
Kennedy, John F., 188
ÍNDICE DE NOMBRES Y LUGARES 243
Kerensky, 101 Liberia, 90
Kierkegaard, 166 Libia, 92
King, Desmond S., 44-45, Liebknecht, Karl, 176
Kirchner, Néstor, 71, 80 Limoeiro Cardoso, Miriam, 19
Kirov, 117 Lisboa, 150
Klaus, 52 Lituania, 120, 123, 138
Klaus, Václav, 62 Londres, 210
Klestil, 204 López Rega, 79
Kliksberg, Bernardo, 26n, 28n, 31, 32 Löwy, Michael, 12, 17, 40, 96n, 115, 117
Knox, Robert, 183 Luján, Nestor, 167
Kolimá, 40 Lukács, Georg, 147, 166
Kozhinov, Vadin, 125 Lula da Silva, L.I., 71, 79, 91
Kreisky, 52 Luxemburgo, 43, 49
Kriegel, 124 Luxemburgo, R., 176
Krieger, Joel, 122
Krupp, 180n M’ba, León, 90
Kubitschek, Juscelino, 19 MacArthur, Douglas, 196
Kuwait, 191 Macciocchi, Ma. Antonieta, 178
Machado, 140
Labica, Georges, 23n Madrid, 157
Lainé, Valérie, 61 Magreb, 97
Landsberg, 184 Maitan, Livio, 130n
Langue, Fréderique, 87n Major, 49
Lanusse, 80n Makler, Harry M., 154n
Laos, 41 Malaysia, 98
LaPalombara, Joseph, 89, 91n, 92n, 97n Malavé Mata, Héctor, 69
Lassalle, 181 Mamdani, Mahmood, 182
Laval, 164, 165 Mandel, Ernest, 123, 172, 174, 175
Le Pen, 163, 210, 211n, 212, 213 Maquiavelo, 136
Lefort, Claude, 110 Marcuse, Herbert, 45n
Leibovici, Martine, 40 Mariña Flores, Abelardo, 17n
Lemoine, Françoise, 128n Marr, Wilhelm, 182
Lenain, Patrick, 30n Marruecos, 43, 96, 156, 158
Lenin, 102, 105, 106, 107, 109 Martí, Farabundo, 82, 131
Leningrado, 116 Martínez de Perón, Ma. Estela, 79, 80n
León XIII, 158 Martínez Estrada, Esequiel, 72
Letonia, 120, 123, 138 Martínez Heredia, Fernando, 131
Levingston, 80n Martinotti, Giampiero, 57n, 203
Leys, Colin, 20n, 92n, 182n Martins, 151n, 152n
Lhomel, Edith, 65n Marx, Karl, 13, 15, 23, 24, 27n, 35, 38n,
Libera, Anna, 57n 103, 106, 135n
244 ÍNDICE DE NOMBRES Y LUGARES

Mathews, Robert, 196n Mouriaux, René, 43n


Mathias, Gilberto, 110n Mourin, Maxime, 50n, 116, 117n, 118n,
Matteucci, Nicola, 15, 27n, 33n, 169, 171 163
Matthews, Herbert, 172 Mouzelis, Nicos, 137n
Maung, Saw, 98 Musharraf, Pervez, 96
Maurice, Emile, 186 Mussolini, Benito, 16, 144, 145, 154, 155,
Maurras, 162 156, 157, 158n, 162, 166, 167, 168,
McCarthy, Joseph, 191, 192 170, 171, 172, 174, 175, 180
McManus, John F., 193 Myanmar, 98
Medellín, 81
Medgyessy, Péter, 64 Nagy, 124
Medio Oriente, 91, 92 Namibia, 182
Mediterráneo, 166 Nano, Fatos, 64
Meissner, Boris, 111 Nasser, 92
Mellón, Joan A., 151n, 171n Nastase, 61
Méndez Montenegro, 70 Naumov, Oleg V., 28n
Menem, Carlos Saúl, 80 Navarro Arias, 55
Mengele, Joseph, 182n Nehru, 97
Merkel, Angela, 38n Nemchinov, 111, 117
Metaxas, Ioannis, 137n Nepal, 92
México, 9, 21, 34, 39, 41, 69, 75, 76, 77, Neumann, 174, 176, 185
78, 79, 92, 140 Nicaragua, 83, 84, 140
Meyer, Jean, 77n Nietzsche, 136, 185
Michoacán, 78 Nin, 156
Milán, 167 Nkrumah, K., 90, 91
Miliband, Ralp, 103 Noli, Fan, 137n
Mink, Georges, 62 Nordsieck, Wolfram, 50n
Mitterrand, Danielle, 33, 49 Norton, Gale, 190
Mola, 158 Noruega, 42, 48, 49, 53, 201, 208, 209
Moldavia, 41, 123, 138n Novotny, 124
Molnár, Miclós, 145n Nudelman, Ricardo, 74n, 80n, 81n, 86n
Monge, 71n Nueva York, 206-207
Mongolia, 92 Nueva Zelanda, 88
Monteforte Toledo, Mario, 72 Nyerere, 90
Moore, Barrington, 34, 161, 181
Moore, Clement, 210n O’Donnell, Guillermo, 25n
Moore, Roy, 188 Oceanía, 88, 91
Moríñigo, 140 Ojeda Avilés, Antonio, 44n
Morse, Chandler, 90, 91 Omán, 28
Moscú, 102, 122, 149n Onganía, 80n
Mouffe, Chantal, 185n Orbán, Viktort, 63
ÍNDICE DE NOMBRES Y LUGARES 245
Oriente Medio, 41, 72, 96 Popper, Karl, 18
Orwell, George, 110 Portillo Cabrera, Alfonso, 81
Porto Alegre, 21
Padgett, Stephen, 205 Portugal, 11, 42, 43, 48, 49, 137, 138,
Panamá, 22, 70, 140 141, 148-152, 153, 154, 161, 162,
Paniagua, 84 204
Panitch, Leo, 20n, 92n, 182n Potter, Gale W., 196
Pakistán, 96 Poujade, Pierre, 211
Paraguay, 70, 71, 85, 140 Poulantzas, 173
Pareto, 29n Powell, Collin, 189
París, 163 Preto, Rolao, 152
Paris, Roberto, 165n Preval, René, 83
Park, Chung Hee, 98, 128, 130 Primo de Rivera, M., 156
Parker, 163 Primo de Rivera, J.A., 157
Parvanov, Georgi, 65 Prodi, 58
Pasquino, Gianfranco, 15, 27n, 33n, Prusia, 15n, 147, 180, 181
169, 171 Puebla, 77
Päts, Konstantin, 138n Puerto Rico, 156
Patula, Jan, 60 Putin, Vladimir, 118
Payne, Stanley, 155 Pye, Lucian, 97n, 128
Pazos, Luis, 78n
Pelikan, Jiri, 107, 124 Qinghong, Zeng, 128
Peng, Li, 127, 128
Pereira, Claude, 87n Radice (Giles y Lisanne), 42n, 51n
Pérez, Carlos Andrés, 71n, 86 Raffarin, 213
Pérez Jiménez, Marcos, 86 Ragaru, Nadege, 65n
Perón, Juan. D., 74, 80n Ramos-Oliveira, 176, 178, 179, 180, 184,
Perú, 70, 84, 85, 129, 140 185, 186
Pétain, 164, 165 Rasputin, Valentin, 125
Peter, Friedrich, 204 Raulff, Heiner, 58n
Petrie, Daniel, 135n Rauti, Pino, 203
Picó, Josep, 56n Reagan, Ronald, 44, 45
Pierce, William L., 194 Redfeairn, Harold R., 195
Pierson, Frank, 193 Rehnquist, William, 189
Pilsudski, 147, 148, 151 Reinhard, 40
Pinochet, Augusto, 80 Reino Unido, 30n, 162
Pla, Alberto J., 74n Reinthaller, Antón, 204
Platt, Tony, 29n Remer, Otto E., 205
Poincaré, 163 Renner, Karl, 52, 142, 143
Polonia, 60, 62, 63, 65, 66n, 124, 132, 137, República Checa, 49, 62, 63, 123
138, 141, 147-150, 186, 188 República de Padania, 203
246 ÍNDICE DE NOMBRES Y LUGARES

República Democrática Alemana (RDA); Sacristán, Manuel, 169n


véase Alemania Sahagún, Martha, 76n
República Dominicana, 70, 140 Sahara, 41, 72, 88
República Federal Alemana (RFA); véase Salama, Pierre, 109-110
Alemania Salas, Enrique, 86
República Unida de Tanzania, Salazar, 140, 150, 151, 152, 153, 154,
Repúblicas del Báltico; véase Estonia; Li- 155, 158n
tuania; Letonia Salinas, María E., 198
Revelli, 15, 95n, 169 Salmerón, Celerino, 78n
Rice, Condoleezza, 189 Salmon, Patrick, 137n, 138n
Riess-Passer, Susana, 204 Sánchez Cervelló, 152, 153
Rio Cisneros Agustín del, 157 Sanguinetti, 85
Ríos Montt, Efraín, 81 Sartori, Giovanni, 70n
Rizzi, Bruno, 110, 114 Sassoon, Donald, 203n
Robelo, 83 Saxe-Fernández, 29n
Robert, Elisabeth, 63n, 64n Saz, 151, 155
Robertson, Martin, 108n Schleicher, 181
Robles, Gil, 152 Schmidt, Konrad, 104
Rocco, Alfredo, 167, 170, 172 Schmitt, 185
Rockwell, Lincoln R., 193, Schmitter, Phillipe, 25n
Rodrigues, 150 Schober, 143
Rodríguez, 215n Schönhuber, Franz, 205
Rodríguez Araujo , Octavio, 16n, 27n, Schrecker, Ellen, 192n
78n, 102n, 132n, 181n, 212n Schreiber, Thomas, 61n, 120n
Rodríguez Saá, 80 Schroeder, 43, 51, 206
Röhm, 186 Scopes, John T., 135n
Roma, 166, 170 Seipel, 143
Rongji, Zhu, 127, 128 Sen, Amartya, 47
Roosevelt, Fanklin D., 192, 193 Sena, Shiv, 97
Rosberg, C.G., 90n, 91n Senegal, 90
Rosenberg (Julius y Ethel), 192 Senghor, 90
Rothschild, Joseph, 137n Serra, Régine, 129n
Rudel, 153n, 154n Serrano, Pascual, 9
Rumania, 61, 138, 141 Seúl, 99n
Rumsfeld, Donald, 189 Sha, 14
Rusia, 15n, 105, 118, 123, 126, 127, 132, Shao-Shi, Lieu, 127
147, 149n Sharon, Ariel, 67, 68
Shearman, Peter, 125, 126n
Saboya (príncipe de), 20 Shwe, Than, 98
Sacerdote, Bruce, 29n Siberia, 40
Sachsenhausen, 186 Sierra Leona, 41
ÍNDICE DE NOMBRES Y LUGARES 247
Šik, Ota, 112, 124 Tardieu, 163
Singapur, 98 Tarpley, Webster, 180n, 189
Smetona, Antanas, 137n Teleki, 145, 146
Smolensk, 149n Témime, Emile, 158
Smrkovsky, 124 Thaelmann, 179
Soares, 150, 154 Tharp, Mike, 188n
Somoza, 83, 140 Thatcher, Margaret, 16, 44, 45, 49
Sorel, 167 Therborn, Göran, 105
Soulé, Véronique, 64n Thompson, Grahame, 31n
Souvarine, Boris, 110 Thyssen, 179, 180n, 189
Špacek, 124 Tiananmen, 127
Spann, Othmar, 142 Tibet, 127
Spriano, Paolo, 170n Tito, 104
Stadler, K.R., 142, 144, 145n Tocqueville, 38n
Stalin, 10, 16, 64, 95n, 102, 103, 116, Toledo, Alejandro, 84, 85
117n Torres Robles, Alfonso, 76n
Stamboliiski, 137n Touré, 90
Stawar, Andrezej, 111, 147 Toussaint, Eric, 30n, 45
Stiglitz, Joseph E., 43n Townsley, Eleanor, 109
Stoiber, Edmund, 206 Traverso, Enzo, 35n, 39, 183
Stolipin, Piotr, 14, Treblinka, 40
Stoppino, 169n Trotski, 102, 103, 110, 114, 115, 117, 124
Strang, Bruce G., 166, 174 Trujillo, 140
Streicher, Julio, 186 Truman, Harry, 192
Stroessner, 85, 140 Tsankov, 137n
Stuart Chamberlain, H., 183 Tsé-Tung, Mao, 127, 130n
Suarez, Xavier, 189 Tumban, 90
Suárez, A., 12, 55 Turín, 169
Sudáfrica, 41 Turquía, 29n, 41, 48, 49, 66, 67, 68, 138
Suecia, 42, 48, 53, 209
Suharto, 98 Ubico, 139
Suiza, 39, 48, 49, 139, 201, 202 Ucelay-Da Cal, Enric, 171
Sukarno, 98 Ulmanis, 138n
Sukarnoputri, Megawati, 98 Unión Europea, 11, 42, 47, 49, 58, 62, 63,
Swift, Wesley, 194 64, 66, 67, 68, 202, 204, 212
Swyngedouw, Marc, 208 Unión Soviética, 18n, 27, 36n, 38, 65, 96,
Szálasi, 145, 146, 147 99, 102, 103, 106n, 107, 109, 110,
Szelényi, Iván, 109, 123 111, 114, 117, 118, 122, 124, 126n,
127, 132, 192
Taiwán, 99n Uribe, Álvaro, 81
Tangañica, 90 URSS, 10, 16n, 27-28, 39, 46, 48n, 50, 60,
248 ÍNDICE DE NOMBRES Y LUGARES

64, 66n, 91, 93, 101, 102, 103, 104, Walker, Georje H., 189
106n, 107, 108n, 109, 110, 111, 112, Wallace, George, 188, 210
113, 115, 116n, 118, 120, 121, 122, Wallerstein, Immanuel, 89, 150, 158
123, 124, 125, 128, 132, 133, 138, Warner, 163, 164n, 165n
149n, 193 Washington, 43, 70, 74, 75, 87, 91, 96
Uruguay, 21, 70, 85 Wasmosy, 85
Weber, 105, 106, 186
Vajda, Mihaly, 147, 168, 170, 171, 186 Weimar, 176, 180, 181
Vajpayee, Atal B., 97 Weiner, Myron, 89, 91n, 92n, 97n
Valonia, 52 Welch, Robert, 193
Van der Lubbe, 181, 190 White, Matthew, 70, 138n
Van Eeuwen, Daniel, 132n Wiarda, Howard J., 152
Vargas, Getulio, 74, 140 Win, Ne, 98
Vasyliev, Dimitri, 125 Winger, Debra, 97n
Vaticano, 161, 172 Wiskemann, Elizabeth, 117n, 136, 137n,
Vaugoin, Karl, 143 147
Venezuela, 69, 71, 86, 87, 139 Witos, 148
Verhofstadt, Guy, 53 Woolf, S.J., 138n, 142n 145n, 148n,
Vicent, Jean M., 178 151n, 161
Vichy, 164 Woytinsky, Wladimir, 173, 177
Víctor Manuel II, 20 Wright, Erik O., 23, 105, 109, 110, 123
Víctor Manuel III, 170 Wright, Anthony, 94n
Viena, 183
Vietnam, 41, 127, 188 Xiaoping, Deng, 127-128
Vilas, Carlos M., 73
Villagrán Kramer, Francisco, 72 Yates, Michael D., 24n, 29n
Villaroel, 140n Yeltsin, 118, 127
Vincent, 179 Yemen, 92
Von Papen, 180 Yong Sam, Kim, 98
Von Schönerer, 142 Yugoslavia, 22, 104, 107, 137, 138, 146
Von Schuschnigg, Kurt, 144 Yvon, 110
Von Seiss-Inquardt, 144
Von Starhemberg, Ernst R., 142 Zanzíbar, 90n
Von Treitschke, 182n Zelman, Aron, 197
Voslensky, Michael, 112, 113, 114n, 115, Zemín, Jiang, 127
116n Zhirinovsky, Vladimir, 126
Vranitzky, 52 Ziégler, 89
Vuškovi, Boris, 101n, 107n Zimmermann, Moshe, 182
Zinoviev, 102
Wagner, Richard, 183 Ziuganov, Guennadi, 121
Walesa, 62 Zogú, Ahmed, 137n
índice

introducción 00 9

propuestas conceptuales 0 13
¿Conservadores y reaccionarios?, 13; Dominación,
Desigualdad y democracia, 22; Falsas igualdades, 38

derechas 042
En Europa, 42; En América Latina, 69; En los países
“no occidentales”, 87; En los países socialistas, 99

ultraderechas: pasado y presente 134


En el pasado, 136; En el presente, 187

fuentes citadas 217

índice de nombres y lugares 237


formación: ivonne murillo
familia tipogrñafica: new baskerville 10/12

se terminó de imprimir el
3 de mayo de 2004

en los talleres de cargraphics, s.a. de c.v.


av. presidente juárez 2004
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