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una de la mañana y el sueño no se asoma por ningún lado.

En ocasiones, me gusta pensar


que el sueño es un pequeño niño fantasmal que busca acuñarse en alguna parte del cuerpo
causando los siguientes síntomas: 1) pesadez en los párpados o en cualquier parte del
cuerpo, ocasionando debilitamiento y lentitud en el arco reflejo, hasta para pestañear. 2)
sensación de frío que circula del cuello, pasando por la espina dorsal y desembocando en la
punta de los píes, generando así una postura semidemoniaca 3) función excesiva del
encéfalo para generar pensamientos graciosos al cerrar los ojos y tomar la posición
decúbito lateral. 4) efecto de estar haciendo algo mal, bien sea; colocando la almohada por
la zona en donde se concentran pequeñas y molestas bolitas de algodón que hace pensar
que algo se ha colado dentro de la almohada y posiblemente se entre por el oído para
terminar de fastidiar la noche. Dejando las dos piernas cubiertas con la cobija, lo cual
inhibe la disminuida pero fresca brisa que circunda en la habitación. Dejando una pierna
completa fuera de la cobija y la otra dentro de la misma; en relación con el punto número
tres, esto permite pensar que en la habitación existe una amplia posibilidad de que alguien o
algo llegue a tocarle la pierna, situación extraña en las personas que no se sienten dueñas de
su propia corporeidad 5) recordar que existe una amplia posibilidad de que ese pequeño
niño fantasmal se amañe en el cuerpo y al otro día no se puedan generar movimientos ni
abrir los ojos, es decir, morirse (esto a algunos no les da miedo, a mi tampoco) y 6) el
insoportable sonido que emiten las calles. En algunos casos, este sonido puede ser
interpretado como una sinfónica, los amantes de la urbanidad adoran ese sonido, quizá
debido a que logran ignorar el retumbante ruido de su mente y el sollozo grito de su vida
agonizante.

Dos de la mañana: el pequeño niño por fin se apareció en mi cuarto, genera los síntomas,
combato contra ellos, doy tumbos en mis aposentos, hasta que por fin caigo. En esa caída,
la levedad del sueño surge, suelo pensar que una especie de bambalinas blancas cubren
todas las imágenes emitidas por mi mente y me libran de la pesadez de pensar. Pero luego
de un rato, ¡oh sorpresa! peores imágenes toman posicionamiento en mi campo visual
interior, aquello que llaman pensadillas, yo le denomino ambigüedad. Ambigüedad porque
según los psicoanalistas, estas imágenes tienen diferentes interpretaciones y significados, es
algo así como un concepto muy abstracto y significativo del mundo que nos habita. A mi
eso no me genera ninguna zozobra porque estoy bien consciente de todas las fatalidades de
mi vida, esas ambigüedades a mi parecer, demarcan el camino a seguir, a continuar errando,
porque en el camino de cualquier loco, el errar, es algo muy similar a vivir.

Por fin me levanto. Error fatal ¿qué acabo de hacer? Sólo 4 horas de sueño interrumpido,
sólo una diminuta suma de revelaciones. Empiezo a chapalear sobre la cama porque el sol
ya me está tocando la pequeña porción del pie que había dejado por fuera de la cobija.
(aclaración: Para los que hemos asistido a las juntas infernales que se realizan a la salida de
las universidades de tierra caliente a la orilla de una nube que cubre una partecita del sol
para fumar unos cuantos Mustang`s, se asemeja a la sensación de dejar la punta del pie
descubierta por la nube y a la disposición del astro solar durante lo que dura en consumarse
la relación consumidor-consumido) me aburre y coloco los pies en el suelo. En la vida de
algún joven universitario habitando tierras desconocidas, las duchas suelen reducirse para
disminuir los cobros, al igual que el desayuno, el desodorante se transforma en gajos de
limón sobre el lava manos ¿para qué pagar gimnasios y nutricionistas cuando se puede ser
universitario en Colombia? A duras penas lavo mi rostros, me visto, salgo de casa y a paso
acelerado me precipito por los andenes de la ciudad en busca de un sábado con las
amistades.

Me asomo por la parte lateral de un edificio y un mercado, visualizo una cumbre de


personitas destinadas a morir nuevamente. Al llegar me reciben con extrañas miradas
perdidas en el acantilado de la supervivencia, ojeras que se apoderan de todo lo que debería
componer a un ser humano. No muy lejano a ellos, me siento entre risas y murmullos. Me
sirvo para desayunar unas cuantas líneas y el frenesí se apodera de mi.

Pasado un buen rato, me aburro de escucharlos. Me levanto, camino a su alrededor como si


de un tigre hambriento se tratara, mis manos tiemblan y la nube de calor que emana el suelo
me atrapa en sus garras. Mis glándulas sudoríparas están a punto de estallar; de mi frente se
desprenden miles de pequeñas gotas que están destinadas a chocarse contra el suelo y
estallar. Pienso que diferenciar entre una gota de sudor y una gota de llanto es una cuestión
compleja de desprender. Por obvias razones ambas parten de un motivo para generarse, sin
embargo, las gotas producidas por el llanto en ocasiones salen por si solas, ya sea recostado
en la cama pensando en lo que fue mi vida pasada; cuando las sonrisas afloraban sin
necesidad de forzarlas con buenos pensamientos o cuando me generaba miedo ver en la
primera plana del periódico la noticia de un joven que había sido asesinado en las calles de
la ciudad. Por otro lado, las gotas de sudor se generan en mí cuando experimento una
sensación muy fuerte, pero enserio fuerte, no esas sensaciones que se experimentan al
subirse a una montaña rusa o cruzar una avenida con los ojos cerrados. Hablo de hacer el
amor y mas que eso, fornicar; sentir sobre la piel hirviendo la piel suave de la mujer,
encontrar en sus olores la necesidad misma de existir y aferrarse a ellos sin importar nada,
Socavar y desorganizar todo, hacer rugir las paredes y el techo mientras ellos observan y
callan. A esto me refiero cuando hablo sobre las sensaciones fuertes. Pero curiosamente,
ambas pueden llegar a juntarse y llegado a este punto, es muy tarde para diferenciarlas,
puede ocurrir que en medio de la sensación fuerte germinen pequeñas gotas de lagrimas sin
ningún motivo y se entremezclen con las gotas de sudor, ahí es cuando se ocasiona la
confusión.

Me largo de ese lugar, camino las calles que dirigen mis pasos a diario, recuerdo las huellas
que he dejado por el camino, me hundo en ellas para recordar lo que hice la noche pasada o
la semana pasada. Por fin vislumbro la puerta de mi hogar, tomo por el cuello la manija, el
desespero se apropia, la giro como si estuviera ahorcando a alguien y entro. Al entrar siento
los gritos desesperados de la cama, me llama porque sabe que algo me ocurre, me tiro, me
revuelco y muero.
El momento de la verdad

Destruido, maldita sea, destruido por todo. Mal pedazo de carne construido por Dios
¡maldito Dios! Este pedazo de tierra llena de humanos no me pertenece, no te pertenece.
Anacrónico pensamiento sintetizado en dos piernas, dos brazos, un corazón y dos
pulmones. Maldito Deleuze, maldito Guattari destinados a gobernar su propio destino, a
romper los moldes que este “algo” nos puso de frente. Sólo te pido ayuda, sólo ruego por
estar bien, pero no escuchas. Cada día peor, cada día mejor, ni el ayer, ni el hoy ni el
mañana llenan, yo tengo hambre del nunca jamás. Del adiós, te veo luego si es que decides
aparecerte.

¿Me quieres hacer perder mas? No querido padre, ya no puedo perder nada, lo tengo todo,
eso lo sé, pero al mismo tiempo aquello me es irrelevante, puedes quedártelo todo y si en
medio de tu osadía y egocentrismo divino le quieres arrebatar la vida a este hombre ¡hazlo!
Nací para jugar con fuego, para volverme cenizas o arena, para incinerarme en las llamas
de este infierno llamado tierra, llamado mundo.

Ha llegado la hora de que te de la cara; acá me tienes, no de rodillas como tus lindos
borregos bien arregladitos y educados. Acá me tienes; enfermo y lleno de odio,
maldiciendo mi existencia ¿qué debo hacer? “ama la vida, Dios se lleva mas rápido a los
que aman la vida porque sólo quiere dejar en el mundo a los que sufren puesto que quiere
que superemos sus pruebas” – me dicta la cabeza- pero dios ¡apágame! ya no me interesan
tus pruebas, ya no sufro por ellas, sufro por mi mismo, por mi propia cuenta. Si eres tan
piadoso como dictan tus escrituras, entonces, mátame.

Breve introducción al infierno.

“mijito, mijito, despiértese que ya es hora. Quizás es una de las palabras que mas se
recuerdan de la infancia. Son de esas palabras que a las cinco de la mañana suenan como
vulgares.” Me contaba un compañero mientras estábamos sentados en la cafetería
intentando pasar la comida que nos servían en tan gustoso restaurante. En ese restaurante en
donde las comidas rondaban los suelos o los baberos de algunos de los pacientes como si
fuesen pedacitos de sueños y esperanzas mezcladas con babas y lágrimas que intentaban
escapar de los nauseabundos cuerpos que habitaban aquel psiquiátrico.

Me había hecho compañero de: CasimiroPorTuCulo, ArmandoCasasDeBareque y Antonia.


Así tal cual se presentaron el día que los conocí. Pero luego de haber inspeccionado un
poco mas, descubrí que parte de sus verdaderos nombres eran: Roberto Celis, Gian
Fernandez y Antonia Cuervo. Roberto y Gian estaban internos por intento de homicidio y
lo de Antonia aún no lo entendía, era una especie de inquisidora en su propio mundo;
callada, sus pasos eran tan leves y su piel tan pálida que parecía una especie de cobijita
rondando los pasillos del psiquiátrico de arriba hacia abajo totalmente drogada.

Como era costumbre mía, tenía que evaluar su personalidad, debía conocer un poco mas
para lograr definir si estas personas eran confiables, pero pasado un tiempo, me di cuenta
que no lo sabía y quizás nunca lo iba a saber. Todo el día los dos hombres se comportaban
como si no existiese un futuro, bailaban, gritaban, aplaudían cuando veían que el hombre de
la habitación 201B –el cual caminaba con dos prótesis en ambos miembros inferiores- daba
unos pacitos torpes por el corredor para ir a sentarse junto a la TV, se reían y mofaban a
cualquiera que intentaba hablarles, curiosamente hablaban con una realidad tremenda, veían
la muerte detrás de sus espaldas todos los días y jugaban a perseguirla. Llegué a la
conclusión de que no había que conocerlos, eran dos personas que como yo habían
aceptado sus destinos y no se irían de este mundo sin por lo menos unas cuantas fracturas,
puñetazos o por lo menos un cáncer de pulmón de tanto absorber el humo de los cigarrillos
que nos escondíamos dentro de las costuras mal hechas de las batas.

Con Antonia era una cuestión diferente, como dije, ella era silenciosa. Poco hablaba, a
duras penas su tenue voz se esparcía por nuestros oídos con una dificultad tremenda para
llegar a nuestro centro de atención. Sus peticiones siempre eran pocas, es decir; “me das un
poco de fuego” “me das un poco de pan” “me das un poco de agua” “me siento un poco
cansada” “el sol brilla muy poco”. Era entendible, antes de entrar –según contaban Gian y
Roberto- Antonia era una madre cabeza de familia, vivía en una pequeña habitación al sur
de la ciudad con sus dos hijos, escasamente comían todos los días, escasamente podían
bañarse, escasamente se vestían y escasamente sus hijos -ya mayores- la maltrataban. Se
supone que Antonia ingresó luego de que uno de sus hijos la amedrentara con cuchillo en
mano y ella le respondiera con un zarpazo de acero inoxidable en la cara. Pasado un mes de
la tragedia, a Antonia le llegó la fatídica noticia: su hijo había muerto y el segundo se había
suicidado. Desde entonces, un algo se había escapado de su cuerpo, quizás quien hablaba
realmente no era ella, sino, sus dos hijos. La muerte le había arrebatado parte de lo que todo
ser humano no puede prescindir; su habla. Quien sabe que mundo se ocultaba detrás del
silencio de aquella mujer de cincuenta años y quien sabe porque gustaba de la compañía de
aquellos dos sujetos.

La locura y yo

Un día me levante temprano en la madrugada. Con las lagañas que se empujaban una entre
otra para lograr ocupar un molesto espacio en mis ojos, me dirigí a una espacio que casi
nadie ocupaba. Su ubicación exacta: la mesa de lectura. Aquella mesa era un planchón frío
y largo de cemento con baldosas color ocre claro mal puestas, los pequeños espacios que
habían entre cada baldosa tenían dos fines: 1) era la ubicación adecuada para acomodar al
pequeño amigo cancerígeno y dejar la marca color negro-grisáceo-rojo con el fin de incitar
a los otros pacientes a seguir fumando 2) raspar finamente el cemento para lograr aspirar un
poco de polvo -en el caso de los drogodependientes- y así lograr engañar la mucosa de la
nariz.

Yo no tenía fines intelectuales al ir a aquella mesa, sólo quería escapar del molesto ruido
que hacía la señora del 101B al dormir, de los gritos iracundos del hombre del 301B y la
encarnizada mirada de las cámaras ubicadas en los corredores. Al sentarme en una de las
sillas estilo bar de mala muerte que el hospital nos brindaba para depositar nuestras
apoyaderas y colocar los brazos sobre la plancha fría, comencé a idear un mundo correcto.
Un mundo en donde los locos se entrelacen con aquellos que llamamos cuerdos –los cuales
están mas locos que nosotros, seguro- y formen una especie de bola de estambre en donde
sea Dios quien con sus sagradas patas sucias de caminar por Nazaret y pisotear las almas
perdidas de nuestros prójimos, le de vueltas y vueltas mientras ejercita un poco de aquella
danza de triunfo rusa.

En un momento de desvelo de aquel sueño, fijé mi mirada hacia el otro extremo de la


plancha, fue ahí en donde vi una especie de túmulo negro. Sin miedo me aproxime
lentamente pensando que quizás Gian o Roberto me querían hacer pasar un susto. Pero no
fue así. La mirada de un hombre medio méndigo envuelto en una sábana se poso sobre mis
ojos; eran unos ojos amplios. Por lo que pude ver, su cabello se posaba entre su frente y
molestaba su mirar y dijo:

- Que no lo asuste el diablo cuando lo vea a los ojos.


- No, no me asusté, sólo no me lo esperaba.
- Ya está, siéntese.

Me senté con la confianza común que me brinda una persona de este tipo.

- No estoy loco ¿sabía?


- Eso decimos todos, pero a la final terminamos solos en una madrugada hablando
con otra persona que piensa que no está loca.
- No, enserio, no estoy loco. La gente me tacha de loco, pero realmente soy el
Übermensch.
- ¿el qué? –pregunté-
- ¿enserio no conoce al Übermensch?
- Para nada –dije-
- Bueno –hubo un corto silencio- parece que si está loco.

Aquel hombre pintó sobre su cara lo que parecía ser una diminuta sonrisa, lo cual me
dejó muy sorprendido. Ninguna de las personas a las que había conocido hasta el
momento había dibujado una sonrisa sin necesidad de evocar una carcajada fuertísima.
- Hace falta estar loco para reconocer otro loco, o sino, mire para afuera de estas
paredes –afirmé-
- Deje de ser mariquita y no se queje de aquellos que gozan del sueño profundo de la
estupidez. Aquellas personas levitan sobre su propia ignorancia y por eso son
felices, por eso nos internan acá, porque somos capaces de aceptar la vida tal cual
como es, con sus sufrimientos y gajes, eso no lo puede ver un niño o una niña, luego
se le comienza a escapar a sus papitos para fumar bazuca o tomar una buena copita
de vino barato. Déjelos a ellos con sus padecimientos maricas, mejor ocúpese de
usted mismo, a la final, como decía mi abuela – agregó- cuando uno se muera no se
lleva a nadie a la tumba. La muerte es un encuentro entre usted y usted mismo, así
como la vida, la vida debe ser una muerte, un encuentro con usted y no con los
demás.

Me quedé un tanto sin palabras, hubo un breve silencio entre ambos, parecía ser que le
daría la razón, pero el sentido común volvió a mi.

- Pues si, pero estando acá ¿cómo me ocupo de mi mismo? No puedo cumplir mis
sueños ni nada de lo que tenía planeado para mi vida.
- Luego de que critica, ahora idolatra la moral que le enseñaron allá afuera. Vea niño,
no tenga sueños, sueñe cuando duerma, las aspiraciones que usted tenía en su vida
se agotaron desde el momento en que usted nació, ahí en medio de la arrechera su
mamá y su papá le anularon su voluntad ¿o acaso usted pidió nacer? Usted es el
vivo recuerdo de sus padres, la idea de la estupidez hecha carne y hueso.

Exacerbado y con la iniciativa de acomodar mis nudillos en su rostro le dije:

- Usted dice que no me queje, pero véase, se queja porque mi moral es ajena a la
suya. Usted también es lo que su papá y su mamá fueron ¿o acaso lo criaron las
ratas?
- Pues casi, pero no. Yo habito las calles desde que nací, nunca conocí eso a lo que
llaman control parental. Haga de cuenta que cristo saco el culito por una nube y me
cagó por ahí en un anden. A mi me recogió un tipo que iba pasando, me tuvo hasta
que cumplí como 6 años, ahí no aguantó mas y me volvió a dejar en mi cuna, la
calle. Pedía plata para comer pero como es lógico, me hacía nada mas lo de una
bolsa de agua. Luego conocí las drogas y ¿qué le puedo decir? Me gustaron.
Soplaba y soplaba todos los días con lo que me podía ganar del reciclaje. Pero vea,
un día dentro de la basura me encontré un librito, se llamaba: así habló Zaratustra
–hubo un largo silencio-
- ¿y qué? –le pregunté desconcertado-
- resulta que cuando leí ese librito, le puedo jurar, que mi vida empeoró. Pero luego,
pasado un buen tiempo, me di cuenta de una cosa – nuevamente un largo silencio-
- ¿de qué se dio cuenta? –pregunté-
- pensé que no iba a preguntar niño. Resulta que me di cuenta de que la vida a la final
resulta siendo un absurdo tremendo, pero dentro de esa absurdez que usted le da a
su vida, existe algo que vale la pena rescatar; usted mismo. Oiga, el sufrimiento es
algo que lo va a poner a usted en cuatro para azotarlo, pero acuérdese que a usted la
vida le da la opción de defenderse, a usted diosito no le dio esos dos brazos y esas
dos piernas sólo para caminar, trabajar y hacerse la paja.

Dicho esto, estuvimos arropados por el silencio por un buen rato, afortunadamente este
hombre también lo hizo. El sol comenzó a asomarse por una de las rendijas de la
habitación y apuntó directamente a una estantería que se posaba frente a nosotros.
Repentinamente este hombre, luego de haber fijado su mirada sobre ese rayo de sol, le
dio una patada a la silla y casi de un salto se subió al planchón para gritar a todo
pulmón:

- ¡Se les acabó el sueño locos hijueputas, es hora de que salgan de sus cavernas y
enfrenten este mundo. Ya es hora de que dejen de mirar lo que proyectan sus sueños
y se enfrenten de una vez por todas a sus propias vidas. Libertad para los que no
gozamos de la cordura de las demás gentes, libertad, libertad de una buena vez!
Era un nuevo día, luego de que al viejo Übermensch -como decidí llamarlo- lo agarraran
por la fuerza y lo obligaran a entrar a su habitación, yo me había acostado a dormir.

- ¿Que horas son? Preguntó un hombre envuelto en una sábana a unos cuantos metros
de mi.
- Son como las 11:00 am ya es hora de que se levante y comience a catalogar por
colores las pastas –respondí-
- ya se me hizo tarde, pero estoy que me meo. Es más, creo que se está saliendo,
estoy todo mojado –respondió entre risas burlonas-

Recostado sobre mi cama y envuelto en las sábanas miré el techo. Estuve aproximadamente
una hora así, lo supe porque sonó el timbre que comúnmente escandaliza a todos los
pacientes, ya que indica las 12:00 am, por tanto, es hora de almorzar. Extrañado me levanté
de la cama, miré hacia el lugar de donde provenía la voz del hombre que estaba que se
meaba, no vi que hiciera ningún movimiento. Me pareció un tanto raro, que este sujeto no
se hubiera levantado a hacer lo que hace todos los días: organizar, limpiar y volver a
organizar porque mientras limpiaba había movido milímetros la pantalla de luz que estaba
encima de la mesita de noche. Me aproximé a ver y noté que las sábanas estaban
pigmentadas discretamente de rojo, lo empuje un poco hacia mi lado y éste se desplomó –
por así decirlo- hacia un borde de la angosta cama sobre la cual descansaba. Fue ahí cuando
noté la cascada de sangre que se desbordaba de su estomago.

Quise mantener en secreto tal escena, me pareció algo fatídico de lo cual Gian, Roberto y
Antonia no podían perderse. Apuré el paso hasta el restaurante, repartí mi almuerzo a varios
de los presentes y astutamente los convencí. Realmente tuve que ser muy explicito en mi
explicación para lograr llamar la atención de esos dos, Antonia, como de costumbre nos
seguía a todos lados. Al llegar y encontrarnos con tan majestuosa obra, el deleite de mis dos
compañeros se expresaba en el brillo fulgurante de su mirada. Antonia estaba perpleja ante
tal situación, miraba la escena con una profundidad inaudita, suavemente exclamó entre sus
dientes amarillentos: Amen a todas las almas caídas que pagaron el precio de vivir. Nos
sentamos todos en semi circulo a observar la mirada de aquel hombre, había perdido ese
brillo característico, impactaba no verlo parpadear, Gian –que era un poco mas indiscreto-
decía que mirarlo fijamente brindaba el efecto de un parpadeo leve. Realmente yo no veía
mas que un saco de huesos, carne y heces.

Nota a pie de página

En mi vida he aprendido a perder, pero es necesario, casi indispensable, decir que también
he aprendido a ganar. He fallecido en muchos de esos intentos de querer ganar, pero lo
importante es mencionarlo; he ganado. En estas cuestiones del amor he sido un poco flojo,
supongo que mi mundo interior, eso que llaman subjetividad, la constitución de mi sujeto,
de mi yo mismo ha interpelado en este asunto y eso es lo que quiero explicar para poder
definir lo que he ganado. Pasa que la configuración del mundo, es decir, la inmensa esfera
en la cual nos encontramos atrapados tiene una X cantidad de componentes, componentes
que en ocasiones ignoramos por la complejidad de su carácter transitorio. Pienso –si es que
aún es válido pensar- que las relaciones que se pueden llegar a establecer con el sexo
opuesto o el mismo sexo es uno de esos fenómeno. Solemos atribuir significantes a esas
relaciones ya sea para bien, para mal o para una cuestión no conocida. Significar la relación
con nuestro pares es lo mismo que decir: yo te amo.

Resulta necesario preguntarnos; cuándo amo ¿qué o a quien estoy amando? La respuesta
suele ser sencilla porque no notamos el fenómeno detrás de este fenómeno (amor). Resulta
que cuando decimos amar a alguien, no es precisamente a ese alguien a quien amamos
dentro de sus peculiaridades, amamos a quien creemos que debemos amar. Configuramos al
sujeto que se nos presenta tal cual a nuestro acomodo, pero evadimos lo demás; ese saco de
carne, tripas, sangre, fluidos y olores fétidos expedidos de los diferentes orificios que
nuestra corporeidad emite, pero ¿por qué lo evadimos?
OTRO CUENTO
Ahí estaba yo, o mas bien él, yo, estaba contenido. Mi cuerpo transportado, trasladado de
un lugar a otro, mecanizado en un orden capital. Trasladado de la misma forma en que se
trasladan los barriles de leche, los autos de ultima generación, la comida, los
electrodomésticos, los otros animales, al fin y al cabo ¿qué nos diferencia de las otras cosas
y de los otros animales? No más que cuatro extremidades, varios órganos aparentemente
desarrollados y una capacidad de razonar catalogada como “impresionante” inventicos,
artilugios que nos acrecientan, un acto de sublevación natural. De paso mi cuerpo se
traslada con otros cuerpos y el peso de mi vida depende de un tercero; de un otro en cuanto
yo y un otro en cuanto a cuerpo ¿qué esperar? La perfección absoluta en cada jalón de la
palanca de cambios y en el juego de pedales; concentración, razón ¿qué mas esperar cuando
el existir de lo contenido depende de aquellos otros? ¿por qué simplemente no acabarme?

Es esta la posición; no soy pesimista, soy un optimista bien informado; leí hace unos años
en una imagen. Es por eso que los viajes me producen ese afán, esa ansiedad de querer ser
trasladado en un cerrar y abrir de ojos. La quietud de mis nalgas aferradas a un cojín y mis
piernas flexionadas formando un ángulo variante de noventa grados. Esa misma quietud es
la que afana. El peso se sobrepone a mis hombros, las rodillas duelen, las nalgas se
entumecen, el estomago se derrite y se evapora en forma de eructos. A fin de cuentas lo que
surja de lo real es doloroso, genera incomodidad. Escapar de ello presupone un esfuerzo
máximo, un esfuerzo que no todos están dispuestos a asumir y Nietzsche lo decía muy claro
al hablar sobre las transformaciones del espíritu. Puede que yo sea el camello.

IMPORTANTE
Jesús he insistido constantemente en la posibilidad del sujeto por lo que rescato 100% su
trabajo. Un día me encontré con Husserl y su fenomenología, y comprendí que para
descubrir el mundo había que verlo transverso, es decir, no había que mirarlo a los ojos ni
pararse de frente, si no por la espalda, esto por una cosa simple… nadie lo veía así por lo
tanto nadie lo entendía de verdad. Mirar el mundo por la espalda es un tanto extraño para
muchos, pero es una forma para mi más clara de entenderlo. Lo que buscaba entonces era
algo intangible pero verdadero, doloroso pero necesario, dispendioso pero adictivo, algo
que costo mucho y aún cuesta pero que en ultima me hizo sujeto. Mirar el mundo por la
espalda era buscar la subjetividad, entender que la realidad no es lo que se ve, se toca o se
siente con las manos, no es lo que se escucha; la realidad es lo que ud propone al mundo,
lo que ud le pone al mundo, o como diría el mismo Husserl, “ el sentido que se le da a la
vida cotidiana” o para ser más técnicos el lebenswelt, o mundo social que solo existe en
tanto yo como sujeto le de existencia. Así, desde esta premisa hablo Heidegger, así, se
entendió a Nietzsche y su Nihilismo, a Milán Kundera y hasta el mismo Foucault, solo por
nombrar algunos pues la lista es Larga. Algunos fueron nombrados existencialistas otros
tantos locos y unos pocos genios, pero el punto es que le dieron consistencia al mundo.

Lo que encuentro antes de iniciar la escritura de estos renglones es un tratado de


existencialismo, una reflexión fenomenológica profunda, un tratado temporal del
lebenswelt, que yo con todo gusto le publicaría. El problema es que quienes nos van a
evaluar son de esos animales que miran el mundo de frente y no nos van a entender, es aquí
donde duele, donde es intangible, dispendioso, donde cuesta mucho y hasta fastidia.

En los años 70 apareció un genio en los Estados Unidos, Theodore Kaczynski, realizo un
tratado “una obra magistral en realidad” sobre la sociedad moderna (la sociedad industrial y
su futuro) su libro es hoy un clásico, (ud ya debió leerlo) pero fue condenado a la cadena
perpetua, por poner bombas durante 15 años, presionando la publicación de su libro, es
tachado de terrorista y hasta de esquizofrénico Pero este vio el mundo por la espalda y lo
mas triste es que todo lo que expresado en el libro es cierto. Yo no creo en su locura, yo
creo en su desespero por ver un mundo diferente.

Es decir que el mundo y sus calificativos dependen de si son vistos como cosas del mundo
o cosas del sujeto, desde donde se vean o se entienden. Si el sexo es gratis son mujeres que
aman, si las mujeres piden dinero son putas, pero finalmente sexo es sexo. Kaczynski puso
bombas por cambiar el sistema y es esquizofrénico, matar Japoneses en Nagasaky, un
millón de Iraquíes muertos, o apoyar el conflicto en Siria en nombre de la libertad y con
todas las vidas que cuesten, es un acto heroico y por demás patriótico.

En ultimas Jesús, lo que le quiero decir es que todo lo aquí escrito esta bien, lastima no
poder abordar su trabajo así pues nos joderán la vida con su protocolo y su normalidad
metodológica y académica. Por ahora solo nos queda hacerlos creer que estamos en su
mundo, pues desafortunadamente yo aprendí a dejar de lado los ideales y vivir por vivir, y
con el sujeto ocupar espacios mas abiertos “como el encuentro de semilleros”, aprendí a
juntarme con los míos a ver cuándo cambiamos el mundo. El sujeto seguirá siendo mi
talanquera, pero en los espacios donde adquiere un don, el de la sabiduría.

Mientras tanto ADELANTE.

Mientras todos querían devorar el mundo, yo me preguntaba ¿para que me lo quiero tragar
entero?

Las relaciones, sea como sea que se lleven a cabo; ya sean monógamas o polígamas,
homosexual o heterosexual resultan llevando consigo personas –evidentemente- por tanto,
se crea una configuración, una formula que da un resultado, por tanto, es creadora.

Lo importante aquí, lo que debemos rescatar, es el carácter intrínseco de estas formulas, ese
carácter que se nos escapa; el otro. El otro no se presenta ante mi como ya fue descrito con
anterioridad. El otro se presenta camuflado entre los escombros psicológicos. Por tanto, el
otro es algo o alguien que, como bien lo menciona Dario Sztajnszrajber cuando se refiere a
Jean Luc Nancy, es algo o alguien que me excede, que está por encima de mi, no en el
sentido político, sino, en el sentido fenomenológico. Entonces, eso a lo que llamamos amor
es mas que un simple te amo, te quiero o te extraño. Amar es significar, es nombrar en el
otro lo que el Yo desea o anhela. Nótese como el te amo, te quiero o te extraño parten de un Commented [JF1]: Esto se encuentra palpable en mas de
una entrevista
yo y se dirigen a un tú, un tú que no percibimos concretamente, pero que excede, a tal
punto que las palabras son mínimas para describir a ese otro a quien va dirigido dichos
cumplidos. Entonces cuando amamos no amamos con exactitud, mas bien, buscamos en el
otro eso de lo cual carezco, eso que deseo o anhelo del otro y que yo no poseo.

Es casi imposible pensarte como algo mas acá o mas allá de la carne, tendrás por asegurado
que trasciendes esos límites. Por mas que te busque no te encuentro; el lenguaje falla, la
música falla, el cielo falla, el infierno falla. ¿dónde estás? pregunto a las paredes inmóviles,
impávidas, mientras finjo que ellas observan. La nulidad del sujeto, blanco puro y dueño de
los tomentos mas absurdos del hombre que busca, del hombre deseante ¿eres deseo o eres
tormento? ¿no será que el deseo es sinónimo de tormento y yo soy presa de él?
Inaccesibilidad por donde se te vea, la única apertura es discursiva, pero aún así ¿dónde
estás, qué buscas, donde te sitúas? ¿por qué corres y das pasitos torpes mientras yo me
arrastro? La fuerza del viento parece ser la culpable, admiro tu posibilidad de desprender,
de rasgar, de surcar. Yo, mas sutil, aún te espero mientras revuelco el agüita de este charco
sucio llamado recuerdo; donde navegan barcos con sueños, esperanzas y anhelos que
alguna vez me pertenecieron, pero ahora son tuyos, tómalos y emprende un viaje, navega
en mis recuerdos mientras yo me ahogo en tu mar sin barcos.

FOUCAULT SOBRE EL CUERPO

Luego de realizar una lectura a la obra de Michel Foucault, vigilar y castigar queda en
la mente una sola cosa que ya ha sido mencionada con anterioridad; el cuerpo. El
cuerpo en la obra de Foucault recibe mas de lo que da, desde la portada hasta el
contenido mismo forman un cuerpo. La silueta que se aprecia en la portada, es
indistinta, es decir, es complejo lograr una diferenciación entre hombre y mujer.
Levemente logra apreciarse un pene, pero éste no parece ser una extensión de sí mismo,
por el contrario, hace parte de un organismo entero que es lo mismo que decir que el
pene hace parte de un organismo que se integra al cuerpo, por tanto la extensión es
inexistente. Si se observa lo que parecen ser dos pectorales masculinos o senos
femeninos en la parte superior del tronco ocurre precisamente lo mismo, es complejo
lograr una diferenciación acertada sobre la procedencia de dichos componentes
corporales y situarlos en un imaginario del cuerpo orgánico. Del mismo modo, en la
parte trasera de la silueta están situados dos ojos que le observan, que le vigilan y que lo
entienden como una estructura completa. En este orden de ideas y en relación a lo dicho
por Deleuze y Guattari cuando se refieren al hombre máquina, es decir, un hombre
-y más aún, un cuerpo- que posee la capacidad de desintegrarse y situar sus partes u
órganos en distintos recipientes o lugares, se puede entender el cuerpo Foucaultiano
como un cuerpo subjetivo o, también, como un CsO.

Aparentemente Foucault le da forma al cuerpo partiendo de las distintas proezas que se


ejecutan desde el poder, pero éste cuerpo no es precisamente el cuerpo orgánico que se
conoce comúnmente y esto se conjuga precisamente con la portada del libro. Éste autor
sitúa al cuerpo en otra instancia y con otras finalidades. Ya no es un cuerpo que busca
placer, ya no un cuerpo que busca ser fuerte, ya no un cuerpo que busca ser débil, ya no
un cuerpo que busca. Mas bien se quería dar una definición distinta al cuerpo, una
definición subjetiva, por tanto, podríamos definir el cuerpo Foucaultiano como un
cuerpo ortopédico y que, en conjugación con la subjetividad define su grado de
peligrosidad o anormalidad y a partir de esto lo cataloga y toma medidas para
combatirlo. Y es que desde la ortopedia, vista desde un marco clínico y etimológico
corresponde a corregir o “enderezar” lo que se encuentra deformado o desalineado. Con
esto no quiero desmeritar el trabajo de los ortopedistas clínicos, quiero, en otro orden de
ideas, nombrar lo que corresponde al mecanismo que desde el poder se ejerce. Foucault
no entiende este concepto como un profesión en donde se corrigen deformidades óseas
ni musculares, entiende este concepto como una intensión para con el cuerpo y desde
ahí le da otra forma dentro de un aparato social. En otro orden de ideas, el cuerpo queda
situado entre dos instancias: una en donde el cuerpo es percibido por un tercero en un
registro subjetivo y otra en donde el cuerpo es percibido por si mismo en otro registro
subjetivo indistinto, quizá, al del tercero.

Desde el cuerpo que padece y es clasificado dentro de un sistema binario matemático,


pasando por los cuerpos de los condenados que de igual forma, según ciertos estatutos,
es padeciente, hasta los cuerpos ubicados dentro de la lógica del panoptismo los cuales
se encuentran día y noche bajo el control sensorial de los encargados de mantener el
orden y control de las instituciones. El cuerpo rodea toda la obra de Foucault, pero
genera ansiedad conocer el por qué. Por tanto, si se sitúa la biografía de éste autor que,
como es bien conocido era homosexual y creció en una familia ortodoxa, pregunto: ¿fue
el cuerpo subjetivo de Foucault el que optó por escribir dicha obra? ¿habrá querido
rehacer desde otra perspectiva, con otros elementos y temáticas lo que pudo haber
padecido su cuerpo en dicho tiempo? O simplificando: ¿habrá sido ésta obra una
cuestión personal, una confrontación que de alguna forma u otra establece una relación
entre su vida y el nacimiento de la prisión?
Si realizamos una precoz contextualización de este texto con los problemas que aquejan
al país, podemos encontrar que la lógica que se le da al cuerpo dentro de un contexto de Commented [JF2]: Desde el ultimo titulo hacia acá todo
esta bien yo le cambiaria el titulo a …Una breve reflexión del
guerra es precisamente ortopédica, es decir que, lo que trascienda los límites de lo cuerpo en el conflicto

prohibido debe ser enderezado o corregido puesto que esto representa una amenaza para
el sistema que esté establecido en una región. Pero dicha corrección se da desde otra
moral, una moral que ha sido establecida por las armas, la violencia y los mecanismos
de poder. Se genera entonces, una corrección en donde es el cuerpo de la victima el
vulnerado y el cuerpo del victimario el que ejecuta la acción en contra de y a favor de.
Sin embargo, esta obra no permite ver el fenómeno psicológico que genera la
desaparición, el desmembramiento o la muerte del cuerpo, pero si permite reafirmar la
postura que da existencia a un cuerpo subjetivo, un cuerpo que se forma a partir de las
percepciones, acciones y demás artilugios de los que se vale el poder para ser ejercido.

Ahí estaba yo, o mas bien él, yo, estaba contenido. Mi cuerpo transportado, trasladado de
un lugar a otro, mecanizado en un orden capital. Trasladado de la misma forma en que se
trasladan los barriles de leche, los autos de ultima generación, la comida, los
electrodomésticos, los otros animales, al fin y al cabo ¿qué nos diferencia de las otras cosas
y de los otros animales? No más que cuatro extremidades, varios órganos aparentemente
desarrollados y una capacidad de razonar catalogada como “impresionante” inventicos,
artilugios que nos acrecientan, un acto de sublevación natural. De paso mi cuerpo se
traslada con otros cuerpos y el peso de mi vida depende de un tercero; de un otro en cuanto
yo y un otro en cuanto a cuerpo ¿qué esperar? La perfección absoluta en cada jalón de la
palanca de cambios y en el juego de pedales; concentración, razón ¿qué mas esperar cuando
el existir de lo contenido depende de aquellos otros? ¿por qué simplemente no acabarme?

Es esta la posición; no soy pesimista, soy un optimista bien informado; leí hace unos años
en una imagen. Es por eso que los viajes me producen ese afán, esa ansiedad de querer ser
trasladado en un cerrar y abrir de ojos. La quietud de mis nalgas aferradas a un cojín y mis
piernas flexionadas formando un ángulo variante de noventa grados. Esa misma quietud es
la que afana. El peso se sobrepone a mis hombros, las rodillas duelen, las nalgas se
entumecen, el estomago se derrite y se evapora en forma de eructos. A fin de cuentas lo que
surja de lo real es doloroso, genera incomodidad. Escapar de ello presupone un esfuerzo
máximo, un esfuerzo que no todos están dispuestos a asumir y Nietzsche lo decía muy claro
al hablar sobre las transformaciones del espíritu. Puede que yo sea el camello.
En el juego de lo humano me he visto en la obligación de la exposición. Cuando uno se ve
suspendido en el vacío y que eso a lo que llamamos vida dependa de unas cuerdas metálicas
extendidas a lo largo de dos montañas, un sistema ingenioso compuesto por un motor de
carro y unas cuantas palancas oxidadas es algo bien terrible pero alegre por otro lado.
Resulta que en vida

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