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(Crujido Suave)
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Y esta es la sonda espacial Cassini haciendo piruetas entre los anillos de hielo de
Saturno.
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(Crujido)
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(Golpeteo)
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Por eso hoy les voy a contar un cuento de la historia del Universo que
escuchamos. Está signada por tres anécdotas breves qué muestran cómo unos
encuentros accidentales con sonidos extraños nos dieron una de las
informaciones más importantes que tenemos del espacio. Pero esta historia no
empieza con un gran telescopio o una nave futurista, sino con un medio más
humilde -- de hecho, "el" medio que propició la revolución en telecomunicaciones
de la que somos parte hoy: el teléfono.
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Es 1876, en Boston, y este es Alexander Graham Bell que estaba trabajando con
Thomas Watson en la invención del teléfono. Una parte clave en su despliegue
tecnológico fueron cientos de metros de cable tendidos por sobre los tejados de
varias casas de Boston. La línea transportaba la señal telefónica que más tarde
haría de Bell un nombre conocido. Pero como toda extensión de cable cargado, se
convirtió, sin darse cuenta, en antena. Thomas Watson pasó horas escuchando
los extraños crujidos, pitidos, chirridos y silbidos detectados por la antena
accidental. Ahora bien, tienen que recordar que esto es 10 años antes de que
Heinrich Hertz demostrara la existencia de las ondas de radio - 15 años antes de
los 4 circuitos sintonizados de Nikola Tesla; casi 20 años antes de la primera
transmisión de Marconi. Así que Thomas Watson no nos escuchaba. Todavía no
teníamos la tecnología para transmitir.
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La mayoría de los ruidos que investigó el ingeniero Karl Jansky eran de origen
bastante común. Resultaron ser rayos o fuentes de energía eléctrica. Pero hubo
un ruido persistente que Jansky no pudo identificar, y al parecer aparecía en los
auriculares de radio 4 minutos más temprano cada día. Ahora, cualquier
astrónomo les dirá que es la señal identificadora de algo que no se origina en la
Tierra. Jansky había hecho un descubrimiento histórico: que los cuerpos celestes
podían emitir ondas de radio, así como ondas de luz. 50 años después del
encuentro accidental de Watson con el Sol, Jansky escuchando atentamente
marcó el comienzo de una nueva era de la exploración espacial: la era de la
radioastronomía. En los años siguientes los astrónomos conectaron sus antenas a
los altavoces y aprendieron sobre nuestro cielo radial, sobre Júpiter y el Sol,
escuchando.
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Saltemos adelante otra vez. Es 1964, volvemos a los laboratorios Bell. Y, otra vez,
hay dos científicos que tuvieron problemas con el ruido. Arno Penzias y Robert
Wilson estaban usando la antena de bocina en el laboratorio Bell de Holmdel para
estudiar la Vía Láctea con una precisión extraordinaria. Realmente estaban
escuchando la galaxia en alta fidelidad. Hubo una falla técnica en su banda
sonora. Un ruido misterioso pero persistente estaba interrumpiendo su
investigación. Estaba en el rango de las microondas y parecía estar viniendo de
todas partes al mismo tiempo. Pero esto no tenía sentido. Y como cualquier
ingeniero o científico razonable, supusieron que el problema debía ser la
tecnología en sí misma; tenía que ser la parabólica. Había palomas posadas en la
parabólica. Entonces quizá una vez que limpiaran el excremento de paloma el
disco seguramente volvería a funcionar y retomarían las operaciones habituales.
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(Sonido)
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Gracias.
10:51
(Aplausos)