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En: Leech, G. (1983) Principles of Pragmatics, London: Longman, §3, §3.1, pp. 46-481.
Aparentemente, los dos enfoques son completamente opuestos. Sin embargo, cada uno de
ellos porta un grado considerable de verdad. Para tomar un punto de diferencia: sería tonto
negar que el lenguaje es un fenómeno psicológico e igualmente tonto negar que es un
fenómeno social. Cualquier explicación balanceada sobre el lenguaje tiene que prestar
atención a ambos aspectos: el aspecto “interno” y el aspecto “externo” del lenguaje. En
general, mi conclusión es que el enfoque correcto sobre el lenguaje es tanto formalista
como funcionalista.
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Extraído, traducido y adaptado por Lucía Bregant para el uso de los estudiantes de Lingüística y Gramática
Textual e Introducción a la Psicolingüística y la Sociolingüística, del ISFD N°29, Merlo, Buenos Aires.
formantes, es un componente esencial de esta compleja asociación (mapping). Se asumen,
por lo tanto, tres niveles de representación –semántico, sintáctico y fonológico- y la
justificación para la distinción de estos niveles es que hay muchas correlaciones (mappings)
entre ellos. Además de las reglas de correspondencias (mapping rules), existen reglas de
buena formación, que especifican qué es una representación bien formada o gramatical en
cada nivel.
Este modelo busca representar lo que los hablantes nativos saben implícitamente
sobre su lengua. Los hablantes nativos de español, por ejemplo, saben que *Esa niña se
lavó a sí mismo está semánticamente mal formada (i.e. sin sentido); que *El bolso fue
robado un ladrón está mal formada sintácticamente; que /dva/ y /xlep/ son secuencias no
fonológicas en español (pero no en polaco); que Es posible que no se hayan roto todos los
platos y Algunos de los platos pueden no haberse roto pueden tener el mismo sentido; que
La matanza de los cazadores puede ser ambigua entre dos lecturas: “Los cazadores mataron
(X)” o “Los cazadores fueron matados (por X)”2. Una teoría formal debe dar cuenta de
innumerables hechos como éstos, proveyendo una descripción de nuestro conocimiento
lingüístico en forma de un conjunto de reglas y categorías que determinan la forma de las
representaciones lingüísticas en los diferentes niveles. Las exigencias para esta teoría, como
para cualquier otra, son la consistencia, la fuerza predictiva, la simplicidad y la adecuación
a los datos. Explica el conocimiento lingüístico de un hablante en este sentido formal.
La explicación pragmática va más allá de esto y, sin embargo, es, en cierto sentido,
una forma de explicación más débil, porque los principios pragmáticos imponen
constricciones más débiles a la conducta lingüística que las reglas gramaticales: sólo
pueden ser predictivos en un sentido probabilístico. Por otro lado, la teoría pragmática
responde a la pregunta “¿Por qué?” de una manera que va más allá de las teorías
gramaticales formales. Explica que X ocurre en lugar de Y porque X es más adecuado a la
forma en que el lenguaje funciona como un sistema comunicativo. La explicación formal
siempre va a dejar algo sin explicar y, por lo tanto, si disponemos de una explicación
funcional, no debemos dudar en usarla. Por añadidura, el predominio hasta el presente del
paradigma formalista ha dado lugar a intentos inadecuados de adaptar fenómenos
pragmáticos a teorías gramaticales. Por consiguiente, puede introducirse el funcionalismo
para reparar un balance que, hasta ahora, se ha inclinado en favor del formalismo.
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El ejemplo original en inglés era We need more public schooles, y sus sentidos posibles: “Necesitamos más
escuelas públicas” (única lectura para el español) o “Necesitamos escuelas más públicas”. Dado que la
traducción no conservaba la ambigüedad, lo reemplacé por otro clásico ejemplo de ambigüedad estructural.