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LA FUERZA DE LA VOLUNTAD

Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica:
la voluntad.
(Albert Einstein)

La fuerza de voluntad es una capacidad que podemos aprender y desarrollar. Es como un


músculo, se puede entrenar. Así como para los atletas resulta imprescindible la preparación
física y mental, también para nosotros prepararnos para lograr nuestros objetivos será una
labor fundamental.

¿Cómo definir la voluntad?

Etimológicamente la palabra voluntad procede del latín voluntas-atis, que significa querer.
Pero este concepto implica otros muchos factores como la capacidad de tomar decisiones,
eligiendo una posibilidad entre varias, la tendencia o anhelo por algo que nos permite la
oportunidad de descubrir, la determinación que concreta y se relaciona con la capacidad
de evaluar y aclarar nuestras metas, y la acción, como factor definitivo para la puesta en
marcha de aquello que queremos.

Cuando la voluntad ha adquirido fuerza y vigor, nos ayuda en el empeño de conseguir


nuestros deseos e ideales, constituyendo esa fuerza motriz tan necesaria que nos empuja
a caminar hacia adelante a pesar de las dificultades, siendo sus dos ingredientes más
importantes como señala el psiquiatra Enrique Rojas, la motivación y la ilusión.

La voluntad nos determina

Todo comienza por un deseo, pero para realizarlo no basta con anhelarlo sino que ese deseo
tiene que transformarse en algo que queremos, es decir, algo guiado por nuestra voluntad
y motivación.

Voluntad en un primer momento es elegir, y cuando elegimos también renunciamos,


incluso cuando no lo hacemos estamos tomando una elección, como expresaba el filósofo
William James “Cuando debemos hacer una elección y no la hacemos, esto ya es una
elección”.

Elegir en el caso de la voluntad es apostar por algo que nos ilusiona que se encuentra en la
lejanía, y a lo que llegaremos con dosis de esfuerzo y paciencia. Siendo nuestra meta el
estímulo para la acción, sobre todo en los momentos más complicados. Pero realmente
aquello que nos va arrastrando es nuestra motivación. En ocasiones, podemos observar la
meta como positiva pero el proceso para llegar a este puerto, difícil y costoso, ¿Cómo
fomentar aquí nuestra fuerza de voluntad?
Lo primero es saber si es algo que deseamos realmente conseguir y cuando obtengamos
la respuesta, si esta es afirmativa tendremos que ir sabiendo hacer nuestra exigencia
atractiva no perdiendo de vista nuestro horizonte, ya que todo esfuerzo de una u otra
manera genera una recompensa pues solo quien sabe esperar tiene la capacidad de utilizar
la voluntad sin las prisas de recoger frutos inmediatos, entregándose con ardor a la
consecución de su objetivo.

Si lo pensamos el verdadero objetivo de la voluntad desembocará en conseguir la victoria


sobre nosotros mismos.

Educar la voluntad

Ya lo hemos mencionado anteriormente la voluntad es como un músculo que se puede


entrenar. Pero ¿Cómo podemos hacerlo? Para ello debemos tener algunas cuestiones
claras.

La voluntad se vale de un aprendizaje gradual y progresivo, a través de la repetición de


acciones en las que a veces nos encontramos vencidos, luchamos y caemos pero donde
tenemos la fuerza suficiente para volver a levantarnos. Es como si fuéramos adquiriendo
hábitos, requiriendo mucho esfuerzo en los primeros momentos.

Una de las cosas fundamentales es tener claro que los beneficios en la mayoría de las
ocasiones no se obtendrán de inmediato, sino que caminamos en un trayecto a largo plazo
en el que la libertad de tomar decisiones constituye una de los factores fundamentales del
núcleo de la voluntad, puesto que ésta inicia nuestro sendero hacia la realización de
nuestro proyecto personal, el cual se caracteriza por presentar varias luchas contra
obstáculos, que si vencemos, nos permitirán alcanzar la cima de nuestro desarrollo.

La motivación debe ser nuestro principal motor que generará la fuerza necesaria hacia los
contenidos que la mueven. Y para ello, tenemos que saber lo que queremos para preparar
la voluntad hacia la lucha, teniendo nuestros objetivos claros y bien delimitados,
renunciando a todo lo que nos distraiga. Hay que tener en mente que estamos cultivando
lo que en un futuro serán nuestros frutos, nuestra voluntad será esa semilla que hemos
plantado y que irá creciendo, si trabajamos para ello, dando sus frutos a medida que
nuestra lucha personal no cede, insistiendo una y otra vez en su cuidado y crecimiento. Así,
iremos gobernándonos más a nosotros mismos desarrollando nuestra capacidad de
voluntad, a través de la constancia.

Equilibrar los instrumentos en proporción con los objetivos propuestos también es una
tarea importante, buscando la armonía entre los fines y los medios, conociendo nuestros
puntos fuertes y débiles, elaborando estrategias para ello, consiguiendo una buena
proporción entre nuestras aptitudes y limitaciones.
Y no olvidemos, que el proceso de educación no tiene fin, pues la vida continuamente nos
sorprende con situaciones inesperadas que nos obligan a reorganizar el esqueleto de
nuestra trayectoria personal, por eso la voluntad, en concreto su educación es algo
continuo.

Por último, si en algún momento sentimos que no tenemos fuerza de voluntad, podemos
preguntarnos a qué creemos que se debe.

¿Estas realizando algo que realmente deseas?, ¿Consideras que vale la pena el esfuerzo?,
¿Crees que vas o no, a poder lograrlo?, ¿Por qué? ¡Cuestiónate!

Con estas preguntas podremos ir llegando al núcleo de nuestra falta de voluntad y descubrir
cuál es la causa real que se esconde detrás. Ya que con frecuencia, nuestro estilo de
pensamiento y creencias suelen limitarnos en la consecución de nuestros objetivos si no
permanecemos en alerta.

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