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El riocuartense de la desmesura

Por Candelaria de Olmos

Considerablemente voluminosa, la obra de Juan Filloy ha sido objeto de una


periodización en tres etapas. La primera va de 1931 a 1939 y abarca sus siete
libros iniciales, todos publicados con la imprenta porteña de los Hermanos
Ferrari: Periplo (1931), Estafen (1932), Balumba (1933), Op Oloop (1934),
Aquende (1935), Caterva (1937) y Finesse (1939).
A esta primera etapa le siguió un silencio editorial de casi cuarenta años
interrumpido en 1967 por la reedición de Op Oloop, hecha por Paidós, que
también reeditó Estafen (1968) y dio a conocer La Potra (1973). Filloy, sin
embargo, volvió a incursionar en las publicaciones privadas y en esta segunda
etapa este segundo momento editó además Ignitus (1971), Yo, yo y yo (1971),
Los Ochoa (1972), Usaland (1973) Vil & vil (1975), Urumpta (1977), Tal cual
(1980) y L’ambigú (1982), todos con la imprenta de los Hermanos Macció en
Río Cuarto.
La Su tercera etapa de producción publicación comienza al cabo de otros seis
años de silencio editorial, en 1988 y con la aparición de Karcino, el famoso
tratado de palindromía que fue editado por Blanco & Barchiesi, también una
imprenta riocuartense. En esta este tramo etapa final hay que incluir: Mujeres
(1991), Gentuza (1991), Esto fui. Memorias de infancia (1994), Sexamor (1995)
y Decio8A (1997), que es su último libro publicado.
El criterio para establecer esas etapas obedecería a las más o menos largas
pausas que el escritor impuso a sus ediciones y no a cambios estilísticos o de
otra naturaleza. De hecho, una hipótesis de lectura pretende que ya en la
década del 30, con sus siete primeros libros, Filloy hizo suyas ciertas opciones
discursivas y no discursivas que después fueron más o menos estables a lo
largo de su trayectoria. (Y acaso este sería un buen argumento para estimar
que de las tres, esa etapa es la más importante, afirmación que la crítica ha
hecho en reiteradas oportunidades sin nunca explicitar las razones de esa
valoración).
Por lo que atañe a las opciones no discursivas, destaca la de publicar en forma
privada para regalar a los amigos, un gesto que no ha dejado de señalarse y
que ha dado lugar a toda clase de elucubraciones sobre la relación de Filloy
con el mercado y a una suerte de historia contra-fáctica que aventura hipótesis
sobre la mayor visibilidad y el mayor éxito que hubiera tenido el escritor
(escritor pretendidamente escondido) si acaso hubiera accedido a los circuitos
comerciales y con ellos a la prensa, los agentes literarios, el gran público, etc.

En cuanto a las opciones discursivas que pueden leerse en esos primeros


libros de Filloy y, más tarde en toda su obra, hay que contar: la demostración
de experticia en casi todos los géneros literarios (novela, cuento, soneto, pero
también relato de viaje, novela del dictador, novela de tesis, ensayo sobre la
realidad nacional y hasta palindromía), la vacilación entre los recursos estéticos
del modernismo y de la vanguardia, la austeridad de la peripecia en los textos
de carácter narrativo y la construcción de narradores y personajes que
disponen de múltiples saberes generalmente aprendidos por cuenta propia y en
materias de lo más variadas (medicina, psicología, literatura, historia, idiomas,
política, filosofía, música, etc.).
Un rasgo recurrente en la literatura de Filloy es que esos mismos personajes
suelen ser grandes transgresores de las reglas impuestas por la moral en curso
(anarquistas, estafadores, ladrones, ninfómanas, artistas de vanguardia,
prostitutas, etc.). Como si intentara reponer el orden que ellos subvierten con
sus desmesuras, Filloy les reserva casi siempre la muerte o la desgracia
finales, en lo que puede advertirse su helenismo atávico.
En este sentido, un primer librito -que antes fue una conferencia titulada Teatro
griego y que el diario El Pueblo de Río Cuarto se encargó de publicar en 1925 y
Filloy, de distribuir como haría con los libros que publicó después– funciona
casi como una poética a partir de la cual leer, si no toda su literatura, acaso sí
toda su narrativa.
La obra literaria de Juan Filloy se completa con una veintena de libros más que
permanecen inéditos.

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