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PAZ Y LA G U E R R A

U n c i u d a d a n o ^'"«ncés, H e n r i
O g e r , quiere invertir Barce-
lona e n la Ciií^^d d e la Paz

El Palacio Nacional de la Exposición de Barcelona, que Henry Oger pretende convertir en la mansión representativa de la P a i
Este es Henry ideal la p a z Más de ochenta mil iirmas se han recogido en Barcelona en favor de la paz universal, sentimiento que Oger quiere con-
(Fotos Badosa)
Oger, ez ad- universal, y cretar en efectivas realidades
E^ste hombre que tengo ante mí, alto, ministrador de pretende q u e
soy un hombre que va a caballo. La si- formularios la acción de las inteligen- rís, como la de Madrid, han tenido que Comité ejecutivo de personalidades. Es- ja? ¿Nc sigue expansionándose el Ejér-
huesudo, con un poco de cabello lublo tuación de Europa es semejante a la de una provincia sea Barcelona
cias y de las multitudes, aprovechando ser creadas. La Ciudad de la Paz ya la to es una cosa a encadenar y reglamen- cito de Salvación? ¿No parten para Afri- ^
en el cráneo mondo, el rostro rasura- 1913-1914. Vamos hacia la guerra. ¿Po- todas las fuerzas, desde las Internacio- francesa de el l u g a r de
do, presidido por una nariz quevedesca, tenemos construida. La Ciudad de Todos tar. El Ayuntamiento cedería al Patro- ca y Asia los misioneros católicos? ;Ah! '
drá detenerla la Sociedad de las Nacio- nales al Vaticano. ¿Punto de apoyo? Indochina, que ya está alzada. nato de la Ciudad de la Paz el 1.300.000 "Monsieur" Aguilar, en el mundo hay'-
las manos asalmonadas y velludas y los nes? No. Ahí están China y Japón ba- donde irrtulie
Barcelona. ha tenido bajo —Bien, monsieur Oger. Usted pide que pesetas anuales que cuesta todavia la más espíritu de abnegación y más tem- :
ojos de iluminado, se llama Henri Oger, tiéndose Un Pacto, el de las nueve na- toda la propa-
pero podríamos denominarle Don Quijo- —¿Pero por qué precisamente Barce- su gobierno a le den la Exposición, ¿pero cómo la sos- Exposición. Se crearía además el sello pie de generosidad que lo que supone la
ciones, ha sido roto en China. ¿Quién lona? ganda parasa- tiene? de la Paz, equivalente al sello Antitu- avaricia espiritual. La cuestión es exal-
te de le Francia. Parece un templario, responde de que otros Pactos, el de Lo- un millón de
un viking, un almogávar o un soldado —Porque sólo ella dispone de unos pa- bolear la —Yo no pretendo, personalmente, la berculoso de Francia. Acudirían las sub- tar y canalizar ese espíritu de sacrificio
camo y el de Kellog, no serán rotos lle- lacios vacíos en el Montjuich, que vió ciudadano s. Exposición. El Ayuntamiento de Barce- venciones del mundo entero. Un Mece- y de altruismo.
castellano de las viejas épocas, y, sin em- gada una hora propicia y agresiva? ¿Qué
bargo, no sabe hablarnos máus que de reunidas por primera vez después de la Henry O g e r guerra lona la arrendaría por equis años a un nas, un Rockfelier que dió veinte millo- Es la Fe, que habla, la animadora de
hacer? Movilizar espiritualmente a los guerra a todas las banderas en acción
paz; no quiere hablarnos más que de
pueblos alzando frente a los discursos t i e n e como (Foto Badosa) Patronsto solvente, y la Ciudad de la nes para Versalles, ofrecería su magna- todas Isis cruzadas, desde Pedro el Er-
una movilización universal contra la (IP pH7.. T.a Ciudad Universitaria de Pa- Paz s<iía regida dlrectara^g^e por un nimidad a ia Paz. ¿No vive la Cruz g.<> mitaño a este Henri Oger, ciudadano del
guerra. Sus evocaciones tienen la preci- mundo. Le estoy oyendo, y todos mis
sión de un gran proyecto industrial lan- sentimentalismos democráticos van for-
zado por un Rockefeller pacifista. mando ante él, enardecidos. Diez meses
—Yo pido la Exposición Universal de hace que está en Barcelona, viviendo de
Barcelona para convertirla en la Ciudad arroz, de pan integral y cloruro de mag-
de la Paz, en la Chidad de Todos. nesio, con su madre y su mujer en Pa-
—¿Nada más? rís, pagado todo con sus honorarios de
funcionario jubilado. A nadie ha pedido
Y como sí hubiera oído a Ortega y un céntimo. En ninguna parte ha de-
Gasset, Henri Oger responde: mandado solidaridad, a no ser para su
—Nada menos. Yo propongo que Bar- cruzada contra la guerra. Es un fran-
celona albergue todas las grandes orga ciscano de la paz.
nizaciones internacionales pacifistas >
las que creen ambiente pacifista. Al la- —MI obra podria tener efectividad si
do, yo no quiero decir enfrente, de Gi !a prohijase un hombre preclaro. Maciá
nebra, cor su Sociedad de las Naciones me escuchó al principio, casi llorando;
Barcelona, con su Sociedad de los Pue- pero han pasado diez meses de esto. SI
blos. La guerra es inminente. Lo saber no es Maciá, será otro, y le juro que el
todos los jefes de Gobierno y todos lo^ que lo haga alcanzará fulminantemente
Estados Mayores, y es preciso sabotea: renombre universal. Si Barcelona me fal-
la guerra. La paz hemos de lanzarla co ta, iré a Madrid. Si los palacios vacíos
mo se lanza un jat>ón. Ks una cuestiór de Barcelona no acogen las formaciones
de publicidad, de reclamo, de produci: pacifistas, lo harán los palacios vacíos
la obsesión en los espíritus sirviéndono.- de la Exposición de Sevilla, a pesar de
de los periódicos, de grandes mítines, de su lejanía de los grandes centros euro-
desflles imponentes, mediante una orga- peos. España es un pueblo joven, y, la
nización internacional y dinámica. Hitler, República, al frente de su Constitución,
que ansia la guerra y que la prepara, ha decretado la paz. Pero la paz no se
condenado por un Tribunal Internacio- decreta, se organiza. España ha de or-
nal de' 24 madres tal vez se encogiera ganizar la paz. Tiene para ello la vo-
de hombros ante la sentencia platónica: luntad constitucional, los palacios de
pero aquella condena fijada en los pe- Montjuich, hoy solitarios, y la palabra,
riódicos, alzada en las esquinas, esparci- ya lanzada y esparcida. ¿Qué falta? Un
da por toda la radio, acogida por todos hombro con poder que proyecte sobre
los pulpitos católicos y las tribunas so- el mundo la decisión de que en España
cialistas, heriría a Hitler mortalmente, va a surgir la Roma de la Par.
con herida moral. Yo he estado a punto de saludarle co-
mo se saludó otra vez la llegada a Es-
Henri Oger, al notar que se va exal paña del quimérico Cyrano de Berge-
tando da un frenazo a su verbo agitado rac: "Bien venido seas. Quijote de la
— No vaya usted a creer que yo 30\ Francia, al solar del buen Alonso Qui-
un orate o un teorizador lírico. Yo soy jano..."; pero he recordado que Henri
un hombre de realidades. Yo soy un an- Oger no desea ser Quijote, sino un rea-
tiguo administrador de una provincia lista que quiere llenar, para bien de los
francesa de la Indochina, y he tenido cl La nuijer—la пшаге, la hermana, la esposa-
gobierno de su millón de habitantes. Yo cubrió muchos pliegos con su flrnui. en aras de una garantia de paz entre los pueblos n r ^ r «..i^re oue el anhelo mundial por la paz se imponga a las ambiciones de los pueblos y a los sueños de hegemonii^ hombres, los palacios vacíos de una Ex-
(Foto Badosa) W R e r q m v r r \^u^r с nacionalista posición solitaria. Mario AGUILAR

Biblioteca Nacional de Espaa

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