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Los científicos pueden calcular la edad del sol y cuando dejara de brillar, pero no podemos explicar
como es que un hombre puede vivir 80 años a diferencia de un ratón que solo vive 2. Conocemos
la secuencia completa del genoma de estas dos especies y de muchas otras, pero todavía no
podemos predecir cómo se comportará una célula si mutamos un gen que no ha sido estudiado.
Las estrellas pueden ser 1043 veces mas grandes, pero las células son mucho más complejas,
intrincadas (1) estructuralmente y productos mas asombros de las leyes de la física y la química.
Gracias a la herencia de la selección natural, que actúa desde el inicio de la vida en la Tierra hasta
nuestros días, las células vivas se han refinado (2) de forma progresiva y extendido su maquinaria
molecular y “recordado” los resultados de sus experimentos en las instrucciones genéticas que han
ido pasando a su progenie.
Mientras mas buceamos en el interior de las células, más descubrimos lo que queda por entender.
Ahora por ejemplo, apreciamos que cada proteína generalmente es una parte de un complejo
formado con muchas otras, las cuales trabajan juntas, forman un sistema que regula sus actividades
unas en relación a las otras a través de sistemas sutiles y se colocan en posiciones específicas
mediante la unión a proteínas de armazón que confieren a los factores químicos una estructura
espacial definida.
PARTE 1: Introducción a la Célula.
La superficie de nuestro planeta está poblada por seres vivos sorprendentes, factores químicos
altamente especializados que incorporan materia de su entorno y la utilizan para generar copias de
si mismos. Los organismos vivos son extraordinariamente diversos. ¿Qué puede ser más diferente
que un tigre y un alga marina, o una bacteria y un árbol? Nuestros ancestros, sin conocimiento
alguno sobre las células y el ADN, nos explicaron que todos estos seres o entes tenían algo en
común. Hablaron de algo “vivo”, se maravillaron de su existencia e intentaron definirlo, pero se
desesperaron intentando explicar que eran y como se relacionaban con la materia “no viva”.
Los descubrimientos del siglo pasado no han disminuido la admiración por lo vivo, sino
todo lo contrario. No obstante, han esclarecido (3) en gran parte algunos misterios como la
naturaleza de la vida. En la actualidad podemos decir que todos los seres vivos están formados por
células y que estas unidades de materia viva comparten una maquinaria común para sus funciones
más básicas. Los seres vivos, aunque infinitamente diversos por fuera, son muy similares por
dentro. La Biología en su conjunto es el punto de encuentro de dos ideas: la asombrosa variedad
individual y la constancia en los mecanismos fundamentales. En este primer capítulo
comenzaremos a delinear las características universales comunes a toda la vida de nuestro planeta.
Inspeccionaremos, brevemente, la diversidad celular y veremos cómo, gracias a un código común
en el que están escritas las especificaciones de todos los organismos, es posible leer, medir y
desentrañar estas para alcanzar un conocimiento coherente de todas las formas de vida, desde las
mas pequeñas a las más grandes.
Se han estimado que el número de especies qué en la actualidad pueblan la tierra es superior a 100
millones. Cada una de estas especies es diferente, y cada una se reproduce a sí misma con exactitud,
dando lugar a una progenie perteneciente a la misma especie, ya que el organismo progenitor
aporta una información que especifica con gran detalle las características que tendrá su progenie.
Este fenómeno de la herencia es fundamental en la definición de la vida, ya que distingue de otros
procesos como el crecimiento de cristales, la combustión de una vela o la formación de olas en el
agua, procesos en los que se generan estructuras organizadas, pero sin el mismo tipo de relación
que existe ente las peculiaridades de los progenitores y las de su progenie.
La mayoría de los seres vivos son células sencillas. Otros, como nosotros mismos, son
enormes ciudades pluricelulares en las que grupos de células realizan funciones específicas y se
relacionan mediante elaborados sistemas de comunicación. No obstante, en todos os casos -desde
una bacteria solitaria al agregado de más de 1013 células que forman el cuerpo humano- cada
organismo se ha originado por división celular a partir de una sola célula. Por lo tanto, la célula
es el vehículo a través del que se transmite la información hereditaria que define cada especie.
Además, y determinada por esta misma información la célula contiene la maquinaria necesaria
para obtener materiales del medio ambiente y para generar una nueva célula idéntica a sí misma,
que contendrá una nueva copia de información hereditaria. Solo las células disponen de esta
capacidad.
Las células vivas, igual que los ordenadores, contienen información; se estima que llevan
evolucionando y diversificándose desde hace más de 3 millones y medio de años. De esta
perspectiva, parecía poco probable que todas ellas guardasen la información de la misma manera
y que los archivos de una célula pusiesen ser leídos por el sistema de lectura de otros tipos
celulares. Sorprendentemente, esto es lo que ocurre. Todas las células vivas de la Tierra, sin
ninguna excepción conocida, guardan su información hereditaria en forma de moléculas de ADN
de doble cadena -dos largos polímeros (4) paralelos no ramificados formados por 4 tipos de
monómeros (5). Estos monómeros, que denominamos con apodos de un alfabeto de cuatro letras
-A, T, C, G- están unidos entre si formando una larga secuencia lineal que codifica la información
en un ordenador. Podemos tomar un fragmento de ADN (ácido desoxirribonucleico) de una célula
humana e inserirlo (6) en una bacteria, o un fragmento de ADN de una bacteria e inserirlo en una
célula humana, y esta información será leída, interpretada y copiada correctamente. En la
actualidad, gracias a diversos métodos químicos, los científicos pueden observar y leer la secuencia
de monómeros presente en cualquier molécula de ADN -compuesta por millones de nucleótidos-
y así descifrar la información hereditaria contenida en cada organismo.
Para llevar a cabo esta función de transporte de información, el ADN tiene que hacer algo mas que
solo duplicarse. También debe expresar la información que contiene dirigiendo la síntesis de otras
moléculas de la célula. El mecanismo responsable de este proceso es el mismo en todos los
organismos vivos y se inicia con la síntesis secuencial de dos tipos de moléculas: el ARN y las
proteínas. El proceso (que será analizado en el capitulo 6 y 7) comienza con la polimerización
sobre un patrón, denominada transcripción, proceso en el que diferentes segmentos de la
secuencia de ADN se utilizan como molde para la síntesis de moléculas cortas de un polímero muy
relacionado con el ADN: el ácido ribonucleico o ARN. Después, en un proceso mas complejo
denominado traducción, muchas de estas moléculas de ARN se utilizan para dirigir la síntesis de
polímeros de una clase química radicalmente diferente: las proteínas.
En el ARN, el esqueleto del polímero esta formado por azucares ligeramente diferentes
a los del ADN (ribosa en lugar de la desoxirribosa) y, además, una de las cuatro bases es diferente
-Uracilo (U) en lugar de Timina (T) -pero las otras tres bases -A, C y G- son las mismas y se
complementan como en el ADN. Durante la trascripción los monómeros de ARN se seleccionan
en la polimerización del ARN sobre una cadena molde de ADN, tal cual como ocurría en los
monómeros del ADN durante su replicación. El resultado de la transcripción