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La separación consumada
Toda la vida de las sociedades en las que dominan las condiciones modernas de producción se
presenta como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo que era vivido directamente se
aparta en una representación. El espectáculo constituye el modelo actual de la vida socialmente
dominante. El espectáculo se muestra a su vez como la sociedad misma, como una parte de la
sociedad y como instrumento de unificación. El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino
una relación social entre personas mediatizadas por imágenes. El espectáculo es a la vez el
resultado y el proyecto del modo de producción existente. Es el corazón del irrealismo de la
sociedad real. El lenguaje espectacular está constituido por signos de la producción reinante, que
son al mismo tiempo la finalidad última de esta producción. No se puede oponer abstractamente
el espectáculo y la actividad social efectiva. La realidad surge en el espectáculo y el espectáculo
es real. Esta alineación recíproca es la esencia y el sostén de la sociedad existente. El espectáculo
es la afirmación de la apariencia y la afirmación de toda vida humana, y por ende social, como
simple apariencia. Pero la crítica que alcanza la sociedad del espectáculo lo descubre como la
negación visible de la vida, negación que se ha hecho visible. En el espectáculo, el fin no existe, el
desarrollo lo es todo. El espectáculo es la principal producción de la sociedad actual. Allí donde hay
representación independiente el espectáculo se reconstituye. La separación es el alfa y el omega
del espectáculo. La institucionalización de la división social del trabajo, la formación de las clases.
El espectáculo moderno expresa lo que la sociedad puede hacer, pero en esta expresión lo
permitido se opone a lo posible. El origen del espectáculo es la pérdida de unidad del mundo, y la
expansión gigantesca del espectáculo moderno expresa la totalidad de esta pérdida. En el
espectáculo una parte del mundo se representa ante el mundo y le es superior. El espectáculo
no es más que el lenguaje común de esta separación. Lo que liga a los espectadores es un
vínculo irreversible con el mismo centro que sostiene su separación. El espectáculo reúne lo
separado, pero lo reúne en tanto que separado. El trabajador no se produce a sí mismo, produce
un poder independiente. El espectáculo es el capital en un grado tal de acumulación que se
transforma en imagen.
El tiempo es un bien disponible por igual para todos que puede ser utilizado para realizar diversas
actividades según cada persona y situación.
Durante el siglo XIX la revolución industrial provocó transformaciones trascendentales en varios
aspectos (trabajo, comercio, educación, relaciones personales, y vida familiar). Y éstas provocaron
cambios en el uso tradicional del tiempo. En el transporte la red de ferrocarriles y la navegación a
vapor generaron una nueva percepción de las distancias al reducir la duración de los trayectos. El
telégrafo, el teléfono y otras innovaciones tecnológicas también generaron una nueva percepción
de la transmisión y recepción de información, reduciendo el tiempo necesario para ello. Esto
siguió mejorando en el siglo XX, tanto en el transporte como en la comunicación (social y
personal). Durante los últimos dos siglos, avances tecnológicos y científicos en diversas áreas
(medicina, física, etc.) provocaron importantes mejoras en la calidad de vida, aumentando la
densidad/duración del tiempo vivido (se reduce el tiempo necesario para realizar tareas cotidianas
y es posible hacer más actividades en ese mismo lapso), además de prolongar la esperanza de
vida.
La vida transcurre siempre en presente, en un continuo deslizarse entre el pasado y el futuro, que
pertenecen al ámbito del pensamiento, no de la acción (como el presente).
Las actividades cotidianas pueden reagruparse (según G. Richeri) según el grado de autonomía
para elegir cuándo, cómo y cuánto tiempo dedicarle.
La definición de ocio implica la utilización del tiempo libre sin coacciones ni obligaciones de ningún
tipo. El ocio tradicionalmente era asociado a la riqueza y prosperidad, pero con el avance
tecnológico dejó de ser un privilegio. El ocio configura el estilo de vida de las sociedades
avanzadas. El tiempo libre o de ocio, controlado por las industrias de la diversión es tiempo
destinado al consumo, con valor mercantil (aumento continuo de beneficios económicos de las
empresas).
Durante el siglo XIX el ocio y el progreso social eran considerados contradictorios. Pensadores
como Marx y Saint Simon lo asociaban con la holgazanería. Otros como Paul Lafargue lo
consideraban un beneficio para el humano, y hasta una motivación para los trabajadores. Como
primer paso Lafargue plantea la necesidad de reducir la jornada laboral a un máximo de tres horas
diarias, considerándolo beneficioso para la productividad humana. Durante el siglo XX Bertrand
Rusell afirma que la educación debe ayudar al ser humano a usar con inteligencia su tiempo libre,
pues el deseo de reducir las jornadas de trabajo sigue vigente. Aumentar el tiempo libre para
mejorar al ser humano, no para alienarlo (condicionarlo).
Las empresas de medios y del sector de tecnologías de la comunicación buscan desde hace varios
años apoderarse también del tiempo obligatorio (trabajo, estudio), del tiempo vinculado (trámites)
y de tiempo residual (tiempo de viajes). Esto para que todo el día sea económicamente rentable,
no solo el ocio. Las computadoras y el teléfono celular son ejemplos de tecnologías informáticas
que están cambiando hábitos: el lugar de trabajo es invadido por actividades lúdicas y los espacio
tradicionales de descanso y ocio se convierten en extensiones de los espacio laborales (tiempo
libre invertido en consumir “entretenimiento”). En primeros años del siglo XXI se ha acentuado la
disolución de los principios de la era industrial, al unificar el Internet, el trabajo, el
entretenimiento, etc. Y las redes inalámbricas favorecen el nomadismo y la inmediatez. Cautivo de
la lógica mercantil, el “tiempo libre” deja de serlo, se convierte en prisionero, generando
compulsión por “estar activo”, según el mercado. Un verdadero tiempo libre es uno utilizable en
un ocio cultural y socialmente enriquecedor, en el que no haya que pagar para sentirse pleno, en
el que se pueda elegir no hacer nada sin sentirse en falta, un tiempo liberado.
El mundo sincronizado
El 1 de julio de 1913 se lanzó desde la Torre Eiffel la primera señal horaria mundial. Esta nueva
experiencia del tiempo y del espacio no ha de ser entendida únicamente como fenómeno social e
histórico, sino que también como un cambio en la vida cotidiana (trabajo-ocio, etc.). En este
contexto, aparece el cine en 1895, con películas icónicas como La villa solitaria, que es un ejemplo
sofisticado del montaje: líneas de acción que se desarrollan en dos espacios distintos, en un mismo
tiempo (simultáneo); intensificando la emoción de los espectadores. También presenta una puesta
en escena sumamente interesante, dando igualmente la idea de simultaneidad.
El cine es una creación de la técnica y de la vida modernas con las características típicas de los
aparatos de la revolución industrial. En 1659 se generalizó el uso de la linterna mágica, un
aparato proyector con lentes que utilizaba luz dirigida para ampliar imágenes pintadas en placas
de vidrio. Éste y otros aparatos ópticos convivieron en la 2º década del s. XIX con otros
espectáculos como los panoramas en donde el público se sumergía en un espacio abierto a todo
tipo de escenografías visuales. A partir de 1838 se popularizaron los daguerrotipos por Daguerre,
que posteriormente permitirían el desarrollo de la cámara fotográfica. Entre otros aparatos de
rápido desarrollo en el s. XIX, se fueron asentando las bases para lo que después conoceríamos
como cine.
Con el perfeccionamiento de la cámara fotográfica a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX se
abrió un nuevo mundo para la observación del movimiento de los cuerpos. Marey utilizaba el fusil
fotográfico para captar el movimiento de animales y personas. En 1888 George Eastman sacó la
cámara kodak, que imprimía las imágenes sobre rollos de papel sensible, que pasó a utilizar
celuloide transparente para 1889. E inmediatamente de este sistema, se pasó al kinetoscopio
(Edison), a través del cual se podían observar fotografías en movimiento a través de una mirilla. En
1895 Edison ya trabajaba en el kinetofono, combinando dos de sus inventos: kinetoscopio y
fonógrafo. Sin embargo, el aparato era individual, había una falta de proyección que más adelante
sería lograda por los hermanos Lumière con el cinematógrafo (28 diciembre de 1895).
La experiencia cultural del tiempo y el espacio sufrió transformaciones importantes en los avances
técnicos entre 1880 y la Primera Guerra Mundial. El cine tuvo tanto éxito porque, si bien era una
máquina más, logró reconocimiento como testigo de acontecimientos fundamentales del siglo, y
como productor de obras de arte. También caracterizado por constantes cambios de luz, o por las
descomposiciones espacio-temporales, iba evolucionando conjuntamente con los diversos campos
artísticos según su época. El cine es vinculado con la modernidad por: estar relacionado con las
nuevas formas de vida urbana de espectáculo, entretenimiento y ocio; tener como objetivo el
cuerpo humano; tener un público masificado, que busca consumir nuevas formas de diversión;
deja indefinidos los límites entre la realidad y la representación.
Ir al cine
Antiguamente, tenía telón ya que la pantalla blanca era un tabú, y su presencia habría hecho
patente lo artificioso. Desde los años diez el aparato (proyector) va familiarizándose pero las
imágenes muestran cada vez cosas nuevas. La energía que ponía en movimiento la mecánica del
proyector todavía provenía del brazo del operador, que podía alterar la velocidad de la proyección
dependiendo del paso de la manivela de la cámara, y de los momentos de la trama de la película.
La interacción del público con el maquinista era un fenómeno habitual.
Entre 1905 y 1908 se produce el boom de los nickelodeons en EEUU (salas exclusivas de cine).
Este se relaciona con la vida urbana, la administración de los tiempos de ocio, y la adquisición de
nuevas costumbres. Diez años después se vuelve una diversión habitual. Las grandes compañías
europeas abren delegaciones en EEUU, entre ellas la francesa Pathé Frères (la mayor), o la
pequeña George Meliès.
Pronto salieron máquinas similares a la Vitascope de Edison al servicio de otras compañías, que
provocaron juicios por plagio. Por eso Edison terminó creando la Motion Pictures Patent
Company en 1908, que restringía el uso de máquinas cinematográficas a una serie de compañías
que pagaban por ello: Pathé, Meliès. Construyéndose así un oligopolio, pronto surgieron
compañías que se rebelaron contra este dominio, las llamadas independientes.
La atracción de la imagen
Desaparece el telón, y tanto el operador como el proyectar pasan a estar ocultos, incluyendo una
mejora en la calidad de proyección. Las imágenes tenían un carácter mostrativo, mostrándose
momentos espectaculares, incluido el sexo y la violencia; denominado esto por Tom Gunning
como cine de atracciones. Esta idea persiste hasta 1906, para pasar a incluir el factor de ficción, y
más adelante, de narración. Sin embargo, la estética de atracciones dio lugar al destaque de
Meliès, impulsor de trucos y efectos fantásticos (apariciones, desapariciones o transformaciones
de personajes). En 1896 creó una compañía de producción que se extendió internacionalmente.
La película cuenta
El paso de los anuncios: “La película muestra”, a “La película cuenta”. Fenómeno histórico. Técnica
denominada “fermata”: cuando los personajes recorren espacios cuyos umbrales están
claramente definidos, facilitando la orientación al espectador. Dos elementos esenciales: adecuar
la máquina (cinematógrafo) a la narrativa, permitiría que el cine se convirtiera en un fenómeno de
primera magnitud social en el s. XX.
La narración fílmica aparece como proceso histórico en el que convergen diferentes tradiciones
que apoyan y conducen esa experimentación. El tipo de narración de difusión masiva (tradición
narrativa) pasó pronto al cine, con características de la literatura popular. Por los años 10 y hasta
los 20, estas características son más o menos determinantes en la narración fílmica, pero la
tradición literaria (realista o popular) no es más que una de las que convergen en este momento y,
probablemente la más importante. Por otro lado, está la tradición del melodrama (tradición
espectacular), género teatral moralista que comienza en la Revolución Francesa. Es como la
condensación de todos los géneros posibles. Entonces una parte de la narración fílmica se
desarrolló a partir de modelos teatrales o espectaculares no novelescos. También se agrega la
concepción visual del filme: la iluminación a partir de la luz eléctrica.
A finales XVIII, iniciaron las formas comerciales de entretenimiento popular. El circo fue uno de
los pilares del entretenimiento popular y comercial moderno. Estas formas eran concebidas para
estimular y atrapar al ojo, con actuaciones y efectos espectaculares: acrobacias, magia, escapismo,
acompañadas de trucos y efectos especiales. Ya que era lo espectacular y lo sensacional lo que
invariablemente llenaba los teatros.
En general las formas de representación tenían en común el rasgo de formas espectaculares, que
producían una fuerte estimulación visual. La fantasmagoría era un tipo de espectáculo de linterna
mágica. Presentaba una naturaleza de ilusiones y de trucos escénicos, conjurando espíritus y
fantasmas ante los atemorizados espectadores. El diorama desde comienzos del s. XIX, en
cambio, tenía éxito por el realismo, representando al mundo natural. Sus pioneros Daguerre y
Bouton. Al incorporarse la iluminación, unida a la pantalla traslúcida, provocó una nueva
dimensión en escenas realistas.
El espectáculo desplazado
Comunicar significa poner o tener alguna cosa en común, sin prejuzgar este “alguna cosa” ni las
vías utilizadas para su transmisión, ni los individuos, grupos u objetos que participan en este
intercambio. La condición primaria de la convivencia es la “creación” y uso de un lenguaje. En la
vida social abundan los mensajes (verbales y no verbales) de escaso valor informativo pero de gran
contenido relacional. Se está en comunidad porque se pone algo en común a través de la
comunicación. Comunicar representa el paso de lo individual a lo colectivo y es condición
fundamental para toda vida social.
La escritura
El lenguaje hablado es el principal medio natural que tenemos para comunicarnos con los demás.
La palabra escrita abrió la posibilidad de transmitir y conservar mensajes a través del tiempo y del
espacio. La escritura dio paso a una memoria fija y externa.
No fue hasta la creación por Gutemberg de la imprenta de tipos móviles de metal en Europa a
mediados del siglo XV cuando todo el potencial transformador de la escritura se puso de
manifiesto. La imprenta permitió su definitiva consolidación como técnica de fijación y transmisión
del conocimiento. El nuevo sistema de impresión se expandió velozmente y en menos de treinta
años la mayor parte de los países europeos contaban al menos con una imprenta. La imprenta
facilitó los intercambios comerciales. El libro impreso dio origen a una industria que hizo de sus
ganancias una fuerza impulsora de la cultura y favoreció la difusión del saber fuera del restringido
ámbito de la Iglesia. Hizo posible la difusión de nuevas ideas y fomentó la creación literaria.
A pesar de tales progresos de alfabetización propiciados por el libro, aún hoy se registran grandes
cifras de analfabetismo.
Las gacetas: la primera prensa periódica
Durante el siglo XVI la conquista de América y la apertura de nuevas vías marítimas hacia Oriente
impulsaron un importante incremento de los intercambios mercantiles y una transformación
radical en el comercio europeo. La dinamización de la actividad comercial generó un aumento en
las necesidades de información lo cual propició la publicación en Alemania, Holanda, Francia e
Inglaterra de las primeras gacetas periódicas de noticias. La industria de la información
comenzaba. En 1660 en la ciudad alemana de Leipzig nace el primer diario. Pero será durante el
s. XVIII, junto con el inicio de la revolución industrial, cuando la prensa empieza a crecer con
mayor impulso. Los diarios empiezan a ser una fuente importante de noticias rápidas y regulares
imprescindibles para el desarrollo de la actividad mercantil. Los periódicos comenzaron a incluir
comentarios e informaciones sobre política y cultura, ensayos y otros tipos de textos literarios. Los
diarios convirtieron a la prensa en un activo e influyente protagonista de la vida social. El gobierno
revolucionario francés instala en 1794 la primera línea de telégrafo óptico o aéreo, que consistía
en la transmisión de señales mecánicas repetidas entre puestos de observación situados a una
determinada distancia y captadas mediante el uso de binoculares. La idea predominante en las
autoridades revolucionarias era en realidad, exclusivamente militar. Durante las primeras décadas
del siglo XIX, el telégrafo óptico se extendió a través de diferentes países de Europa y por los
Estados Unidos. La telegrafía aérea trasciende al sistema técnico, como punto de partida de los
posteriores sistemas de telecomunicaciones. Por primera vez un mensaje podía ser transmitido de
una manera fiable en un lapso muy corto de tiempo a través de cientos de kilómetros. Durante la
primera mitad del siglo XIX hubo una aceleración radical en la transmisión de la palabra y en la
velocidad del transporte de mercancías y de personas que propiciaron el desarrollo de la sociedad
de masas.
El desarrollo del telégrafo eléctrico a partir de 1832 estableció por primera vez la posibilidad de
comunicarse a distancia de un modo instantáneo. El telégrafo inauguró un nuevo paradigma de la
comunicación a distancia basado en la transmisión de impulsos eléctricos. En sus poco más de
150 años de existencia, nacieron sucesivamente el telégrafo, el teléfono, la radiodifusión, la
televisión y las redes telemáticas. El telégrafo contribuyó al desarrollo de las grandes agencias de
noticias, surgidas alrededor de la prensa popular a partir de la década de 1830. Gracias a las
agencias, los diarios podían tener un acceso rápido y barato a informaciones provenientes de sitios
distantes. El contenido de las publicaciones adquirió un carácter menos local y más mundano;
hicieron que la prensa se acercara a lo lejano y se alejara de lo cercano. Las innovaciones
tecnológicas (siglo XIX) en el campo de la impresión, la fabricación de papel y los niveles de
alfabetización conseguidos a finales de siglo entre la población urbana, propiciaron un crecimiento
espectacular en la circulación de la prensa diaria. Era la hora de la prensa de masas.
La voz se separa del cuerpo
En 1887, Heinrich Hertz (1857-1894), construyó un aparato capaz de producir y detectar ondas
electromagnéticas capaces de propagarse en el aire, funcionando como un principio técnico para
después transmitir sonidos e imágenes de un continente al otro. El primer paso fue la telegrafía
sin hilos puesta a punto por el físico italiano Guglielmo Marconi (1874-1937) entre 1894 y 1897,
que permitía enviar y recibir a distancia mensajes en código morse a través de las ondas
hertzianas. La próxima etapa era la transmisión inalámbrica de la voz humana (finales de 1906).
Este objetivo empezó a lograrse gracias al éxito de experimentos de Lee de Forest (1873-1961),
personaje fundamental en la historia de la radiotransmisión, quien inventó el tubo de vacío (o
válvula), clave para la fabricación de receptores y emisoras de radio más potentes y fiables, y
punto de partida de la electrónica. En la Argentina la primera emisión radiofónica tuvo lugar el
27 de agosto de 1920. Se transmitió completa la ópera Parsifal de Wagner desde el teatro Coliseo
de Buenos Aires utilizando tecnología desarrollada por ellos mismos. La radiodifusión impulsó
cambios importantes en el uso del tiempo libre y representó un vehículo fundamental para la
integración social de amplias capas de la población en particular de los inmigrantes y de la
población plural. Uno de los mayores problemas fue la financiación de las emisiones. En Argentina
o en Estados Unidos, la solución fue la inclusión de la publicidad. En Europa, se concibe a la
radiodifusión como un servicio público. La publicidad se convirtió de este modo en uno de los ejes
centrales de la programación radiofónica.
El consumo es promovido y asumido como una forma de vida deseable, lo cual hace que la
publicidad adquiera una dimensión política directa. En el universo creado por la publicidad la vida
de las personas gira alrededor de la necesidad de satisfacer la necesidad de comprar bienes y
servicios diversos, aquellos vinculados con la comunicación y la cultura. La rápida implantación de
la televisión a partir de las décadas de 1950 y 1960, fue un elemento decisivo para la propagación
definitiva de los valores consumistas. La televisión, vehículo ideal de la publicidad y principal
medio de información y distracción para millones de personas de todo el mundo, elemento central
de la sociedad contemporánea de consumo masivo. La tecnología electrónica de la televisión se
desarrolló durante las décadas de 1920 y 1930 y las primeras emisiones regulares se iniciaron en
1936 en Inglaterra. Desde su aparición, la televisión comercial se insertó de un modo natural. El
televisor a partir de su aparición, reemplazó a la radio como referente técnico del hogar y se
convirtió en el centro del entretenimiento familiar. La televisión llevó al ámbito doméstico la
magia de la imagen en movimiento, hasta entonces reservada al cine, y así, en un abrir y cerrar de
ojos, cautivó al público. La invención del cine a finales del s. XIX, se dio tras una búsqueda de
realismo cuya primera gran expresión fue la perspectiva renacentista, y cuyo camino tiene
continuación en la fotografía (que fijó los trazos de la luz por medio de procedimientos químicos).
La primera proyección fue el 28 de diciembre de 1895, por los hermanos Lumière (Auguste y
Louis), en París. Gracias al aparato del cinematógrafo, que era cámara, proyector e impresora a la
vez. La fotografía fue uno de los mayores logros del siglo XIX; un puente en el tiempo y en el
espacio. Pero, el desarrollo de las técnicas de foto-impresión y de las cámaras portátiles de
película flexible, la popularizó en la década de 1880. El cine incrementó la ilusión realista de la
fotografía, a pesar de funcionar como un espectro que necesita de la luz para hacerse presente. A
finales del siglo XIX, a los espectadores les atraía especialmente ver el reflejo de su realidad
cotidiana. El cine, que nació mudo y en blanco y negro, como espectáculo comenzó a desarrollar
un lenguaje propio. En 1920 había alcanzado gran autonomía desde que George Melies inventó
el trucaje cinematográfico en 1896. Fue así el primer arte nacido en la era del capitalismo, y la
modalidad más extendida de diversión comercial. Pero donde el cine habla de pasado en presente
la televisión en directo impone el presente inmediato.
El cine, al restituir el movimiento natural de los seres y de las cosas, incrementó la ilusión realista
de la fotografía. Sin embargo, mientras en la foto la imagen se hace materia, la imagen proyectada
es impalpable y fugaz. Un espectro que necesita de la luz para hacerse presente. En el cine el
tiempo es un fluir ajeno al del tiempo originario de la toma. Donde la foto refleja un instante
capturado, el cine presenta un tiempo propio hecho de la suma de fracciones de tiempos
(pasados) diferentes. Una abstracción que siempre se manifiesta ante los ojos del espectador en
presente y que, paradójicamente, no afecta a la ilusión realista de las imágenes. El espectador,
testigo y copartícipe de lo que sucede en la pantalla, “comprende cerebralmente la irrealidad de lo
que ocurre, pero lo observa como si se tratara de un objeto real”. A los espectadores de las
primeras proyecciones cinematográficas de finales del siglo XIX les atraía especialmente ver en la
pantalla el reflejo de su realidad cotidiana. Pero fue un hechizo pasajero. Pasada la curiosidad
inicial, la nueva maravilla técnica encontró en el espectáculo su camino de éxito, que lo apartó de
otras aplicaciones prácticas, técnicas o científicas que entonces hubieran parecido naturales. El
cine, que nació mudo y en blanco y negro, como espectáculo comenzó a desarrollar un lenguaje
propio, continuación de la tradición escénica del teatro de variedades, del circo y del music-hall.
Un lenguaje que a comienzos de la década de 1920 había alcanzado ya un alto grado de
autonomía y de madurez expresiva gracias a la suma de diferentes innovaciones que se fueron
sucediendo desde que Georges Meliès (Francia 1861-1938) inventó el trucaje cinematográfico en
1896, pocos meses después de la primera proyección pública de los hnos. Lumière. Muchas de
estas aportaciones iniciales confluyeron en la obra de David W.Griffith (Estados Unidos 1875-
1948). Sus películas “El Nacimiento de una Nación” de 1915 e “Intolerancia” de 1916 marcan un
antes y un después en la historia del cine. Y posiblemente en la historia cultural de la humanidad,
pues del enriquecimiento formal del film no sólo nació un nuevo arte, “sino también un hombre
con una nueva sensibilidad, un nuevo talento y una nueva cultura”.