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Ética y Educación

Luisa Fernanda Gómez Mejía

A través de la historia de la humanidad el concepto del bien y el mal ha sido de gran interés,
en especial para guiar nuestras acciones. Esto se puede evidenciar cuando se analiza lo dicho por
grandes pensadores como Sócrates, Aristóteles, Epicuro, San Agustín de Hipona y Giovanni Pico
della Mirandola. A partir de esto se puede comenzar a pensar y entender el porqué de estos actos
buenos o incluso el estilo de vida que se menciona continuamente por estos importantes
filósofos.

Antes de dirigirnos al porqué del buen actuar mencionado anteriormente, es pertinente


entender ciertas ideas. En la gran mayoría de estos autores la divinidad es un tema en común, ya
que comprenden épocas como la antigüedad y la edad media. En esos tiempos e incluso hoy en
día este sigue siendo un motor para nuestra toma de decisiones, sin embargo sin importar cuales
sean las creencias, lo que realmente llamó mi atención es el papel que juega el alma en estas
reflexiones. Como menciona Aristóteles nuestras acciones tienen un fin y tal fin debe ser el bien
supremo (Aristóteles, s.f). ¿pero realmente cual es este bien y como se llega a él? Aunque es un
termino que no se debe generalizar, en definitiva el camino para alcanzarlo es el del bien del
alma (reconociendo que no es el único existente). No solo fue mencionado por Aristóteles, sino
que se hace evidente por ejemplo cuando Sócrates cuestiona a los atenienses por centrar sus
pensamientos en el afán de riquezas y honores, en vez de trabajar para hacer sus almas buenas
(PLATÓN, 1871), ya que como se muestra en Alcibíades I en primera instancia, debemos
conocer y cuidar nuestra alma, conocernos a nosotros mismos, para así poder llegar a los demás
(Cf. Alc. 129 b -131 c). Pico della Mirandola menciona la importancia de purificar el alma,
sacando mediante la ciencia moral, la fuerza de las pasiones, entendiendo a su vez, que como
seres humanos podemos perfeccionarnos, debido a que somos libres para construir nuestro
destino (Della Mirandola, 2003). Estos bienes del alma, como la prudencia y la sabiduría, nos
permiten llegar a la virtud.

Entendiendo esto se puede empezar a analizar el porqué del buen actuar. La virtud,
alcanzada mediante el actuar guiado por el alma debe ser lo más preferible entre los hombres.
Esto debido a que por medio de ella es posible alcanzar el bien supremo, la felicidad, muchas
veces confundida con los placeres (Aristóteles, s.f). De este modo se justifica un estilo de vida
caracterizado por las buenas acciones, ya que este actuar guiado por el alma, nos acerca a el tan
deseado fin. Como menciona Epicuro el objetivo de una vida feliz esta en distinguir entre los
placeres corporales y lo relacionado a la tranquilidad del alma; nuestros actos se deben guiar para
evitar la perturbación del alma, por esta razón los placeres son importantes, ya que evitan el
dolor, pero se debe saber elegir entre ellos e incluso saber renunciar a algunos. (Epicuro, 1999).
San Agustín también hace referencia a esto cuando menciona cómo en la juventud el placer es
encontrado en las acciones malas, porque dan una sensación de libertad, no obstante, estas
acciones nos alejan de Dios ya que corrompen el alma (San Agustín., s.f). Esto nos lleva a
contemplar la idea plasmada por Aristóteles de cómo para lograr el bien supremo se necesita
actuar, se necesita actividad, se necesita practica. Debido a que es mediante nuestras acciones
que se guía el camino para llegar a la felicidad (Aristóteles, s.f).

Otro tema de gran predominancia en estos textos es la muerte. Después de lo mencionado


previamente, este tema comienza a adquirir un gran sentido. Allí se refieren a este momento
como algo a lo que no se le debería temer, ya que no se puede conocer o afirmar si es un bien o
un mal. Cuando se pretende saberlo solo se entiende como una ignorancia vergonzante, porque
como muestra Sócrates, el más sabio es aquel que no cree o pretende conocer algo que realmente
no sabe (PLATÓN, 1871), es de aquí que surge la conocida frase, solo sé que nada sé. Traigo
este tema centrándome en la Apología de Sócrates. En este discurso se entienden las tres
acusaciones que lo condenaron a muerte, las cuales fueron: corromper a los jóvenes, enseñar
desde la mentira y su impiedad. Sin embargo, es en este momento en el que él argumenta la
falsedad de las mismas. Por un lado es conocido que si se corrompen a las persona que lo rodean,
se estará atrayendo mal a su propia vida porque estas personas comenzaran actuar por el mal y
nadie querría eso conscientemente, además él solo seguía ordenes de Dios, por lo cual no se le
puede considerar impío. A pesar de que Sócrates muestra y pone en evidencia la injusticia que se
esta cometiendo, es condenado, empero, el no siente ningún remordimiento (PLATÓN, 1871).
Esto debido a que lo que realmente es importante en la vida de un hombre de valor son sus
procederes, es ver si sus acciones fueron buenas o malas y como hombre sabio no pretende saber
si la muerte será algo bueno o malo (PLATÓN, 1871). Esto nos conduce a el tema de los bienes
externos y corpóreos, que aunque no son en vano, estos no serán los que nos lleven al bien
supremo. Lo que realmente importa es aquello que esta dentro de nosotros, es nuestro actuar. Es
por esto que si hacemos cuidado de nuestra alma, vendrá la virtud permitiéndonos llegar a el fin
que es bien en si mismo, la felicidad.

En conclusión, todo nuestro obrar tiene un fin y este debería ser el bien supremo. Es por esto
que se debe procurar actuar correctamente, de buena manera, ya que es así como podremos
alcanzar ese bien. Aunque los conceptos de que es lo bueno y que es lo malo surgen como una
concepción social, lo realmente importante es entender que lo más valioso es aquello que se
construye dentro de nosotros. Debemos cuidar de nosotros, no solo de nuestro cuerpo, si no de
nuestra alma porque la virtud debe ser nuestra aspiración. Logrando no solo el bien privado, sino
el bien publico, ya que si nos reconocemos, nos hacemos responsables de nosotros, de igual
manera podremos reconocer al otro, con empatía.

Referencias

Aristóteles., (s.f) . Ética a Nicómaco. recuperado de http://juango.es/files/Etica-a-


Nicomaco.pdf

PLATÓN (1871). Obras completas de Platón, tomo primero, Madrid, España: Medina y
Navarro editores.

Della Mirandola, G. P. (2003). Discurso sobre la dignidad del hombre. Recuperado de


http://editorialpi.net/ensayos/discursosobreladignidaddelhombre.pdf

Epicuro, O. P. (1999). carta a Meneceo. Onomazein, 4, 403-25.

PLATÓN (1992). Dialogos VII, dudosos, apócrifos, cartas. Traducciones, introducciones


y notas por juan zaragoza y pilar gómez cardó. Editorial Gredos, S. A.

San Agustín., (s.f). Confesiones de San Agustín. Recuperado de


http://www.diocesisdecanarias.es/pdf/confesionessanagustin.pdf

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