Sunteți pe pagina 1din 4

Citlalli

La poesía, escribió el poeta Luis Cardoza y Aragón, es la prueba concreta de la


existencia del hombre. Parto reivindicando incondicionalmente esta afirmación
porque nuestro tiempo, este paradójico tiempo de la dispersión en la aldea global,
ha otorgado al lenguaje —cuando de conocer o explicar al hombre mismo se
trata— carta de primacía en su carácter discursivo y racional por sobre su carácter
poético o creativo. No es extraño, es explicable, pero no deja de ser irónico. Hoy
se escribe, se publica y se transmite mucho más a través de los medios impresos
y electrónicos, Internet incluida, que lo que se es capaz de procesar, asimilar o
aprehender. Ello ha conducido, inevitablemente, a una suerte de torre de Babel en
la que, a pesar de hablar la misma lengua, se presta oídos sordos a lo que el otro,
nuestro semejante, trata de comunicarnos, de decirnos, de expresarnos. Estamos
en la posibilidad de una comunicación más intensa e íntima y sufrimos una
soledad cuyo malhadado don parece ser el de la ubicuidad.

Menciono esto porque la obra de los poetas no es ajena al tiempo en el cual


se desarrolla. Si hubiera que establecer los puntos cardinales de Geometría de la
incertidumbre, el libro por el cual nos ha convocado Citlalli Xochitiotzin esta tarde,
habría que empezar diciendo que la poeta nace al iniciarse la segunda mitad de
este nuestro vigesémico y agónico siglo. Cumple su niñez cuando el país se
ensombrece por ese 68 que no se olvida y acude puntual a participar de la
fundación de las utopías que se gestan a mediados de los años setenta, justo
cuando el país ha afirmado una vocación predominantemente urbana. Cito
someramente estos eventos porque la predominancia de la urbe y sus problemas
crea, al menos para nosotros, un nuevo tipo de sensibilidad, una manera diferente
de ver y sentir los eventos que nos rodean, de fundar nuestros sueños colectivos,
tanto su expresión como su desencanto.

1
Creo encontrar, en la obra poética de Citlalli, una continuidad en esa
intensidad —y subrayo la palabra intensidad porque la poesía es palabra en su
más alto punto de tensión— que se cumple en una suerte de dialéctica que va de
la utopía compartida a una reflexión intimista no exenta del desencanto para
expresarse en una propuesta ético-estética. Trataré de explicarme.

¿Cómo explicar esa tensión que parte en ¿Por qué mirarnos?; se detiene
en Geometría de la incertidumbre; busca signos en los Trazos de un día;
desemboca en Días de polvo; se afirma en Revelación para un camino incierto; y
concluye, provisoriamente, en Soles de fuego?

Si en ¿Por qué mirarnos?, su primer poemario, la poeta Xochitiotzin afirma


su voz a partir del otro o los otros (véanse "Él" y "Mienten al decir") en Geometría
de la incertidumbre su poesía se vuelve más intimista e inquisidora. Si en el
primero se comparte la utopía, cito: "Mienten al decir / que no podemos
parecernos a las estrellas / reflejando / una gran / revolución / de masas"; en el
segundo, el desencanto se funda: "Hay momentos en que la voz inasible / abre las
formas a otras concavidades / los cronómetros se lanzan al olvido / al igual la fe,
indolente / se derrite." Es, este segundo poemario —el que dará su nombre al
libro—, la ausencia de tierra firme; el momento en el cual las preguntas se hacen
más acuciantes; el doloroso momento de la fundación de la incertidumbre. La
búsqueda que se afirma en desencuentros pese al registro efímero del acto
amoroso que nos entrega la autora en el poema titulado Tropel. La poeta debe
entonces exorcizar sus demonios — que acaso son también los nuestros—, (la
soledad, el desamor, la imposibilidad de apresar lo fugaz del momento dichoso)
acude al astrolabio que es la poesía y busca el rumbo de su vida en lo que nos es
irrenunciable: la palabra vuelta imagen; los sentimientos tensando al verbo. En
Días la autora pregunta el porqué del estar aquí: "¿acaso para el dolor en cada
instante?" y, más adelante, declara: "Sé: / estoy aquí desde siempre / en hilos de
tiempo / sembrada en ceniza / pero sabes / no importa / la segunda vida me

2
sangró el vientre / para florecer en gladiolas / y vivir sin ficciones en la palabra
rota."

Inevitable recordar las palabras de José Emilio Pacheco: "Nada me ampara


sino la lealtad a mis incertidumbres". ¿Qué podrá ampararnos en este tiempo
donde nuestras certezas se han desvanecido?

En Trazos de un día Citlalli, dueña de una ya bien dibujada geometría de la


incertidumbre, vuelve la vista al exterior, se reencuentra con la ciudad, la mira e
inevitablemente reconoce en el "temor / la memoria de las conciencias perdidas".
Ingrato destino el de los citadinos cuando debemos aceptar que "las estrellas
olvidaron nuestros nombres". Qué otros días podríamos encontrar sino los Días de
polvo: "Ahí / Dios nos llama con su acento de viento perdido / ahí el tiempo es todo
/ y nosotros / quizás el instante.

Necesitamos, entonces, de La revelación para un camino incierto. Pese a


todo, pese a que: "Cuando la muerte llega / las llagas del cielo / florecen en las
manos" es posible la esperanza de saber que: "El maná toca los pies cansados".

Soles de fuego está armado a partir de dos poemas entre los cuales median
tres años. Necesario es reconocer que el tiempo de la poesía no es el tiempo
lineal que recorre nuestras vidas; es, quizá, un tiempo circular, recurrente; un
tiempo en el que las imágenes vuelven por sus fueros para encontrar el acento
que mejor las exprese. Así, si en Sol de Historia Citlalli nos dice: "Camino por este
valle de lágrimas / donde los cielos cóncavos de obsidianas / laceran de tintas
rojas / el tiempo de los perros / los cantos roncos del cuervo / y la idiotez lasciva
de la hiena", otorgando su visión poética de nuestro desgarrado tiempo; en Sol de
Historia II —a partir de la imagen del humilde diente de león— sostiene, con una fe
que sólo puede venir de la poesía, lo siguiente: "El camino desborda de sol / para
ofrendar el sueño. / Quizá la noche de los hombres nunca llegue".

3
No trato de convencer con esta mi lectura de que las razones antes
mencionadas sean únicas. No soy un lector desapasionado. La mía es una lectura
parcial que declara lo que cree haber encontrado. Estas palabras prosadas
apresuradamente quieren invitar a la lectura del libro Geometría de la
incertidumbre. La poesía nos es necesaria como el pan de cada día —
perdóneseme el plagio a Gabriel Celaya. Citlalli nos convoca a un diálogo, a un
encuentro de nuestras soledades, a un encuentro de nuestras sensibilidades: la
suya como poeta, la nuestra como lectores. Hagamos posible el milagro del
encuentro. No dejemos que la lealtad a nuestras incertidumbres sea mayor que
nuestra lealtad a la poesía. (JCB)

Muchas gracias.

S-ar putea să vă placă și