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Carola era bella. Como sólo la pasión puede embellecer a una mujer. Y la pasión que
le conocí era la literatura. Querría haber transgredido, con ella, otros límites. Pero ella
sabía del fuego y de cómo evitar que la pradera de nuestros años juveniles se
incendiara. En una frase de Zitarroza, podía enseñarnos a volar pero no a seguirnos
el vuelo.
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pérdida del asombro. El hombre vive para maravillarse, sin la maravilla, sin el
asombro, la vida se vuelve fútil. Comprendimos, en Borges, con Carola, las
posibilidades del lenguaje, nuestras limitaciones. Esa cadena de sonidos, de
fonemas, que apenas se pronuncian desaparecen para ser apenas un eco en la
memoria del otro, la nada; esa cadena de palabras lineal en el tiempo y que
ajustamos en la página, pretendiendo asir la realidad, de izquierda a derecha.
Cincuenta alumnos hicimos el ejercicio. Los trabajos, nos dijo Carola, habían
sido leídos por Juan García Ponce y éste, para estimular nuestras pretensiones
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literarias, había seleccionado diez y nos había obsequiado con otros tantos
ejemplares de su novela El Libro. Nos sentimos halagados y volvimos a la carga.
Carola devolvió los textos, salvo el mío. Vi, entonces, lo que quería ver.
Carola desapareció un día. No quería preguntar por ella por temor a que me
informaran que había dispuesto lo que algún día nos había anunciado: que volvería al
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D.F. Poco antes de irse, a propósito de una discusión sobre la realidad literaria y la
realidad realidad, me había prometido un encuentro fuera de las aulas. Faltó a la cita.
En su lugar me envió un ejemplar de la Revista Mexicana de Literatura. Entre sus
páginas había una nota escrita apresuradamente: “debes elegir para qué realidad vas
a vivir, si para la realidad realidad, tu momento histórico; o la realidad literaria, que es
más real que la realidad realidad”. La nota hacía referencia a un artículo de Juan
García Ponce sobre Lukacs. Nos informaron que Carola había pedido un permiso.
Otro profesor ocupó su puesto. La clase perdió tensión para sumirse en el dictado y
el recurso de los lugares comunes.