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Natalia Quissoboni

Reseña

La aceptabilidad del riesgo según las ciencias sociales, Mary Douglas

Este texto se refiere a las influencias de las ciencias sociales sobre la percepción del riesgo
como un fenómeno individual y no social. La percepción tal como se analiza en las diversas
ciencias sociales (1996, p.20). Habla de la sociología de la percepción, la cual se interesa
especialmente en las persistentes lagunas de información. Esas lagunas son entendidas como
una selectividad de percepción para proteger valores y las formas institucionales que los
acompañan. Pero la percepción del riesgo es un asunto privado. La autora explica que los
temas morales convierten la percepción del riesgo en una importante materia de interés para
los poderes públicos. Luego describe el surgimiento de una nueva subdisciplina dedicada a
la percepción del riesgo.

Mas adelante, aborda las aproximaciones de la psicología a la percepción del riesgo y su


tendencia a no tener en cuenta la dimensión social. Luego considera el lugar que ocupa el
riesgo en la teoría de la elección. A lo largo de su texto, Douglas busca explicar de qué manera
el juicio moral está involucrado en la percepción del riesgo, incluso en nuestra propia
sociedad. A partir de esto, analiza cómo está codificada en las instituciones sociales la
percepción de riesgos (1996, p. 22).

I CUESTIONES MORALES EN LA ACEPTABILIDAD DEL RIESGO

En este capítulo la autora habla de que la acogida pública de cualquier política sobre el riesgo
dependerá de ideas públicas estandarizadas acerca de la justicia. Se ha sostenido con
frecuencia que la percepción del riesgo está determinada por cuestiones de equidad. Así pues,
la conciencia de riesgos médicos se incrementa si la profesión médica es sospechosa de
cometer actos negligentes. Lo cual es muy diferente a si la sensibilidad es más aguda a los
riesgos ya que los individuos son muy prudentes a la hora de evitarlos (1996, p. 26).

Para abordar el término de equidad, Douglas se refirió a Selsnick quien decía que la equidad
significaba cosas diferentes para los obreros manuales y para los cuadros administrativos,
profesionales y ejecutivos. Para los obreros se trata de un tratamiento igual para todos, pero
para los profesionales es un reconocimiento de la habilidad individual. Ahora, la autora habla
de las estadísticas laborales y sanitarias de Estados Unidos. En ellas se demuestra que los
ingresos indican la exposición a riesgos de todo tipo. Douglas aborda entonces el supuesto
de que los pobres corren más riesgos (1996, p. 27).

A partir del diseño de una tabla de clasificación, la autora entiende que la distribución de
riesgos refleja la distribución de poder y posición social, la justicia y las cuestiones políticas
fundamentales. Surgen las preguntas de si habría que relacionar la compresión con el poder
adquisitivo. El principio del poder adquisitivo entra en contradicción flagrante con la
igualdad. Dar más riesgos a aquellos que soportan mayores riesgos es una injusticia
elemental. La autora señala que sin un modo intelectualmente respetable de discutir sobre la
justicia no hay manera de discutir la aceptabilidad del riesgo, ya que la mayoría de las
cuestiones políticas relacionadas con el riesgo suscitan graves problemas de justicia (1996,
p. 34).

Por otro lado, se tiende a mantener en dos lenguajes el diálogo sobre el riesgo y la justicia.
Estas son, la tradicional retórica inglesa en pro de una regulación, y el lenguaje matemático
en favor de los principios de libre elección. Douglas pone como ejemplo el caso de la praxis
médica, donde el médico habla en un lenguaje con los colegas y en otro con el paciente. Por
otra parte, los filósofos de la elección racional pretenden usar un esquema conceptual
objetivo y neutral, para resolver problemas mediante el poder de la razón (1996, p 36).

A partir de entender cómo la discusión de la aversión del riesgo incluye una valoración de
las probabilidades físicas del riesgo, en lugar de preguntar por un riesgo aceptable, se puede
preguntar por qué tipo de sociedad se desea. Cada tipo de sociedad tiene un sistema ético
hecho a medida, y esto es algo que se debe reconocer. Por otro lado, Douglas dice que los
estudiosos sobre la percepción del riesgo están aún buscando sus causas. Que una dimensión
cultural sistemática emergerá de la probabilización de actitudes y de la jerarquía de valores
morales adoptados por los diferentes agentes racionales de acuerdo con los diferentes
entornos sociales que ellos están tratando de construir (1996, p. 41).

II EL SURGIMIENTO DE UNA NUEVA SUBDISCIPLINA:


La autora explica que la percepción del riesgo está equipada con dispositivos que excluyen
métodos o información incompatibles con el conocimiento que ella ha procesado ya.

En cuanto a las definiciones de riesgo, las Naciones Unidas recomiendan:

a) centrada en propiedades de pura probabilidad, esto quiere decir que el riesgo es un


concepto estadístico y ha sido definido como la frecuencia esperada de efectos
indeseados que nacen de la exposición a un contaminante. Aquí no se define el grado de
daño.
b) centrada en propiedades de utilidad, es decir, que el riesgo es como una clase de producto
de la probabilidad del evento que regula la gravedad del daño.

La autora habla de que el desarrollo industrial nunca eliminaría del todo los peligros, pues
excluir una fuente de peligro induce a otra. Por ejemplo, es asbesto o el plomo. Es cuando
se empieza a hablar del conocimiento público del riesgo. Muchos investigadores dicen que
este es muy limitado, que muchos individuos sobreestiman unas categorías y subestiman
otras (1996 p. 46).

La nueva subdisciplina del riesgo surge como respuesta a estas preocupaciones anteriores y
la forman tres disciplinas:

1) la aproximación técnica que va del análisis del riesgo al análisis de la percepción. Esta
asume que el público se compone de individuos aislados independientes que se
comportan de forma natural como ingenieros.
2) La aproximación ecológica.
3) La aproximación de la ciencia cognitiva.

Más adelante, la autora habla del riesgo-beneficio y dice que era un método para interpretar
el consenso sobre valores sociales. Pretendía mostrar que lo que es tolerado puede ser
considerado como una distribución tolerable. Produjo conceptos interesantes: primero, el
concepto de límites de aceptabilidad, puesto que la aceptabilidad del riesgo aumenta con el
incremento de los beneficios dentro de cierta escala. Segundo, los niveles naturales del
riesgo, parece que el público ignora riesgos situados por debajo del nivel de los riesgos
naturales. Tercero, los riesgos corridos de forma voluntaria son tolerables muy por encima
del nivel natural de enfermedad, pero rara vez los corridos de forma involuntaria. Cuarto, la
distinción entre riesgos crónicos y catastróficos (1996 p. 48).

En lo que concierne a la percepción del riesgo, la base teórica de este planteamiento no está
muy desarrollada salvo para un modelo ecológico de respuesta al riesgo. Según esto, los
diferentes sectores del público atraviesan los estadios de un ciclo vital evolutivo
enfrentándose a los diversos peligros. Así pues, lo que propone es distinguir peligro de
riesgo.

Luego, la autora aborda la crítica al enfoque ecológico y dice que tal planteamiento se toma
el peligro como variable independiente, y la respuesta de la gente a él como la variable
dependiente. La gente cuya percepción es estudiada vive en un mundo construido a partir de
sus propios conceptos, dentro de los cuales se incluye el concepto de lo que es peligroso
(1996, p. 52).

La autora explica en este capítulo que cuando una disciplina establecida aborda un campo
nuevo, algo sucede de forma inevitable a sus métodos. A veces se transfiere una regla
empírica, a veces solo una metáfora.

III PERCEPCIÓN DEL RIESGO:

A lo largo de la investigación sobre el riesgo, se ha demostrado que los individuos tienen un


sentido fuerte, pero injustificado, de inmunidad subjetiva. Son riesgos que se consideran
controlados, cuando el individuo se encuentra con la familia o cuando piensa que eso nunca
pasa. Este sentido de inmunidad subjetivo es adaptativo (1996, p. 58).

Pero es que, si se someten a los individuos a pruebas, se ve que estos no piensan


racionalmente y tienen una memoria débil y critica. En la memoria, todo aquello que se
almacena depende de la atención y esta va ligada a la presión social. Y en cuanto a la
racionalidad, Cohen (1981) dice que las condiciones son flexibles. Se debe hacer un llamado
a los motivos y metas para poder exonerar acusaciones de irracionalidad. Lo que se espera
es que el pensamiento racional se ejerza mediante tipos de competencia: la competencia pan
humana universal en operaciones lógicas. Una competencia adquirida de forma cultural de
reconocer y clasificar elementos particulares. Luego de esto, el autor aclara que los
individuos no son irracionales, sino que carecen de pensamientos probabilista.
Aclara en este punto que no es posible realizar un estudio serio de la percepción que no
reconozca los intereses sociales que influyen en la atención selectiva. Esta es un tema central
y categoriza la configuración de los estímulos (1996, p. 71).

IV ELECCIÓN Y RIESGO

Sin abandonar aún el tema de comportamiento racional, la autora dice que este implica cierta
clasificación de alternativas en función de la conveniencia relativa. En la ciencia, las
probabilidades son evaluaciones de la fiabilidad de las expectativas acerca de los
acontecimientos. Y la variación de la probabilidad constituye el elemento de riesgo. De esta
manera se exponen argumentos sobre la relación entre las probabilidades y valores
calculados de forma objetiva, en comparación con las estimaciones subjetivas del agente
racional. También sobre la definición de racionalidad más útil para entender la lógica de la
elección; y sobre la adecuación de comparación entre esta definición y la conducta real.

V RIESGOS NATURALES

En este capítulo se entiende que el enfoque de la antropología insiste en que existe la


tendencia a institucionalizar las expectativas de peligro, de forma que suelen dar estabilidad
y apoyo al régimen local. Así pues, se vuelve muy importante preguntar qué tipo de
estructuras institucionales apoyan determinadamente dos tipos de percepción de un peligro.
Pero para desarrollar lo anterior es preciso, en primer lugar, suponer que la construcción y
el mantenimiento de la institución es un proceso racional en el que los individuos negocian
sus metas y elecciones complejas a fin de alcanzar algún grado de viabilidad institucional.
De esta manera algunos riesgos reconocidos son recogidos en la constitución junto con las
metas comunes.

En segundo lugar, hay que suponer que las instituciones tienden a solventar sus problemas
de organización mediante la inculpación pública. Y, por último, se activa el mecanismo para
renovar el compromiso de los miembros con los objetivos de la institución, mediante la
amenaza de catástrofe (1996, p. 93). Douglas explica que no se trata de qué peligros son más
alarmantes, sino de qué explicaciones de infortunio cuentan con la probabilidad de funcionar
de manera más eficaz en los diversos tipos de sociedad que se puedan identificar. El
individuo que corre un riesgo hace un trueque entre rebelarse contra las limitaciones sociales
y ser víctima de alguna catástrofe natural. De esa manera la inculpación de la víctima facilita
el control social interno. Pero tal vez la urgencia de desviar la responsabilidad y de detener
su expansión provoque una pesada carga de culpa. Por eso, la misma comunidad creará
mecanismos de expiación.

VI CREDIBILIDAD

En esta parte, Douglas habla de que la interacción social codifica los riesgos. Que los grupos
tienden a tomar decisiones arriesgadas. La cultura parece ser el principio codificador por el
cual se reconocen los peligros.

Por otro lado, la autora habla de los rumores y según algunas investigaciones, dice que
aumentan detalles confusos en el proceso de trasmisión. Entonces, se cuestiona la
credibilidad de los expertos por la sospecha de intereses creados.

VII BÚSQUEDA DEL RIESGO Y SEGURIDAD, ANTE TODO

Aquí la autora sigue el camino de un cuestionamiento que se le hizo a la suficiencia de la


teoría de la elección racional. Una es que se dice que la teoría espera un ejercicio analítico
sumamente complejo por parte del agente racional. La otra es el olvido del entorno del agente
racional, teniendo en cuenta que el individuo es también parte de su entorno (1996, p. 116).

Así pues, surge la duda de quién podría calcular el riesgo o tener claros los efectos en el
momento de tomar una decisión. Para eso se usan diversas heurísticas o reglas empíricas en
lugar de un cálculo total. Pueden ser también convenciones que al ser compartidas dentro de
una comunidad resuelven problemas de coordinación. Por otro lado, ayudan a valorar el
riesgo y a capacitar a cada miembro de la comunidad para predecir lo que los otros harán en
un contexto dado. Entonces, la cuestión de los niveles aceptables de riesgo forma parte de la
cuestión de los niveles aceptables de vida y de los niveles aceptables de moralidad y
decencia, no se puede hablar sobre el riesgo mientras se evita la tarea de analizar el sistema
cultural en el que se ha formado los otros niveles.

VIII LIMITACIONES INSTITUCIONALES

En este capítulo, se explica que todo el mundo está interesado en oír las excusas por el daño
ocurrido, pero no investigan más allá. Y es que los procesos de inculpación o de exoneración
de la culpa fortalecen la organización convirtiéndose en partes fundamentales. Al lo largo de
la investigación surge un interés por cómo la composición mental previa afecta a la
interpretación de los hechos. Según el argumento antropológico, al inicio el individuo se
decide por un tipo de organización y esto genera la toma de decisión y el sesgo perceptivo.

XI RIESGOS CODIFICADOS

Un enfoque antropológico combina el análisis de la conducta racional con la relación de los


constructos éticos que se utilizan para enfocar cuestiones sociales. Aun así, la antropología
no puede corregir un foco descentrado. El problema que hizo emerger a la nueva
subdisciplina de la percepción del riesgo estaba relacionado con fuentes de peligro (1996, p.
142).

A partir de esto, algunos autores creen que el ser forzado a asumir riesgos graves explicaría
la sensibilizada conciencia política del público en cuanto a los peligros que provienen de la
industria. Aquí es cuando se da la división entre catástrofes naturales y las causadas por el
hombre.

Finalizando, la autora aclara que la distinción entre probabilidad objetiva y subjetiva es de


suma importancia a la hora de analizar el riesgo. El hecho de que los individuos tengan
preferencias por unas probabilidades más que otras, puede ser debido a una irracionalidad
caprichosa. Creer que la vida está constituida por decisiones a corto plazo, forma parte del
equipamiento que el individuo lleva consigo. También se puede pensar que otros hábitos de
pensamiento están influidos por el entorno institucional (1996, p. 153).

Este escrito concluye diciendo que pensar acerca de las probabilidades del mundo que los
sujetos llevan consigo, conduce a las cuestiones básicas sobre los fundamentos de
probabilidad. El origen de las ideas sobre la conexión entre probabilidades y equilibrios
puede encontrarse en los compromisos son los tipos de organización social y los tipos de
experiencia.

BIBLIOGRAFÍA:

DOUGLAS, Mary. 1996. La aceptabilidad del riesgo según las ciencias sociales. Editorial
Paidós. Buenos Aires.

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