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El esclarecimiento sexual del niño

Nos hablaba que es sano mantener limpia la fantasía de los niños pero no se preserva
mediante la ignorancia. Entre más se les oculte algo a los niños tanto en el varón o la niña
maliciaran la verdad.

El niño al convivir con otros niños, cae en sus manos libros que lo hace meditar y a eso le
hace ansia de saber más. Y esta ansia excerba el corazón y corrompe la fantasía.

La pulsión sexual falta en los niños, y solo aparece en la pubertad, con la maduración de los
órganos genésicos. Esto se puede corregir mediante la observación que nos maravilla que
pudiera engendrarse, la pubertad procura el primado a los genitales entre todas las otras
zonas y fuentes dispensadoras de placer. Mucho antes de alcanzar la pubertad el infante es
capaz de tener la operación psíquica de la vida amorosa lo que viene siendo la ternura, la
entrega, los celos y eso hace que se abra un paso hasta las sensaciones corporales de la
excitación sexual.

El niño antes de la pubertad el niño es un ser completo en el orden del amor, exceptuada la
aptitud para la reproducción, el interés intelectual del niño por los enigmas de la vida genésica,
su curiosidad por el saber sexual, se exterioriza en una época de la vida insospechablemente
temprana.

Después nos hablaba de u caso de un niño que se llamaba Hans que tenía interés por su
parte del cuerpo que él lo denominaba como el (hace pipí). A los 3 años le preguntaba a su
madre que si ella también tenía un “hace pipí” a lo que su mamá le respondía naturalmente
¿Qué te habías creído? Lo mismo le preguntaba a su padre, el niño experimente al al ordeño
de una vaca y exclamaba queque a la vaca le salía leche de su hace “pipí”.

Un día vio cuando su hermanita la bañaban y a eso pregunto que donde estaba su hace pipí,
se preguntaba si todavía estaba chiquito o si cuando creciera se agrandaría, el niño no había
sido amedrendado, no solo lo aqueja la conciencia de culpa y por eso da a conocer sus
procesos de pensamiento.

Las respuestas usuales en la crianza de los niños menoscaban su honesta pulsión de


investigar, y casi siempre tienen como efecto conmover por primera vez su confianza en sus
progenitores; a partir de ese momento, en la mayoría de los casos empiezan a desconfiar de
los adultos y a mantenerles secretos sus intereses más íntimos.
Luego nos hablaba de una carta de una niña que le pedía a su tía que le explicara
detalladamente cómo es que la cigüeña trae a los niños a esta carta deja claro que el
esclarecimiento pide su apetito de saber.

La curiosidad del niño nunca alcanzará un alto grado si en cada estadio del aprendizaje halla
la satisfacción correspondiente. El esclarecimiento sobre las relaciones específicamente
humanas de la vida sexual y la indicación de su significado social debería darse al finalizar la
escuela elemental (y antes del ingreso en la escuela media); vale decir, no después de los
diez años.

Carácter y erotismo anal


Nos hablaba que de las personas que iba describir en el texto sobresalían 3 cualidades las
cuales eran las ordenadas, ahorrativas y pertinaces.

Ordenado: Incluye el aseo corporal como la escrupulosidad en el cumplimiento de pequeñas


obligaciones y la formalidad, que lo contrario sería lo desordenado y descuidado.

Ahorrativo: El carácter ahorrativo puede aparecer extremado hasta la avaricia; la pertinacia


acaba en desafío, al que fácilmente se anudan la inclinación a la ira y la manía de venganza.

El carácter ahorrativo y la pertinacia: se entraman con mayor firmeza entre sí que con la
primera, el carácter o sea el ordenado son también la pieza más constante de todo el
complejo, no obstante las tres se copertenecen.

De la historia de estas personas en su primera infancia, se averigua que les llevo un tiempo
largo gobernar la incontinencia fecal, se rehusaban a vaciar el intestino (por la ganancia
colateral de placer que extraían de la defecación). Inferimos en su constitución sexual
congénita, un resalto erógeno de la zona anal; y concluida la niñez no se descubre en ellos
nada de tales flaquezas y originalidades. La zona anal perdió su significado erógeno en el
curso del desarrollo. Entonces conjeturamos que aquella triada de cualidades de su carácter
puede lícitamente ser puesta en conexión con el consumo del erotismo anal.
Las zonas erógenas (ciertas partes privilegiadas del cuerpo como la boca, genitales, ano,
uretra) prestan las excitaciones periféricas a la excitación sexual. Ahora bien, las magnitudes
de excitación que llegan desde estos lugares no experimentan el mismo destino todas, ni en
todas las épocas de la vida. Solo una parte favorece a la vida sexual; otra es desviada de las
metas sexuales (sublimación). Hacia la época del periodo de latencia sexual (5 años) hasta
las primeras exteriorizaciones de la pubertad (12 años) se crean a expensas de estas
excitaciones brindadas por las zonas erógenas, unas formaciones reactivas, unos poderes
contrarios, (vergüenza, asco, moral) diques que se contraponen al posterior que hacer de las
pulsiones sexuales. Ahora bien, el erotismo anal es uno de esos componentes de la pulsión
que en el curso del desarrollo y en el sentido de nuestra educación cultural se vuelven
inaplicables para metas sexuales; esto sugiere discernir en estas cualidades de carácter (que
resaltan en quienes antes sobresalieron por su erotismo anal –orden, ahorratividad, pertinacia)
los resultados de la sublimación de éste.
Aseo, orden, y formalidad, causan la impresión de ser una formación reactiva contra el interés
por lo sucio, lo perturbador, lo que no debe pertenecer al cuerpo.
El vinculo entre la pertinacia (tenacidad) con el interés por la defecación se muestra ya en el
lactante con una conducta porfiada ante la deposición de las heces, y en la estimulación
dolorosa de la piel de las nalgas que se enlaza con la zona erógena anal (universalmente
empleada por la educación para quebrantar la pertinacia del niño, para volverlo obediente).
Los nexos más abundantes están entre el interés por el dinero y por la defecación. La
neurosis sigue el indicio del lenguaje usual que llama “roñosa”, “mugrienta” a una persona que
se aferra al dinero ansiosamente (aunque esto es muy superficial). Es fama que el dinero que
el diablo da a las mujeres con quienes tiene comercio se muda en caca después que se va
(relacionado con n. demoniaca del S XVII). En la antigua babilonia el oro es la caca del
infierno. Por tanto, si la neurosis obedece al uso lingüístico, toma las palabras en su sentido
originario, pleno de significación; y donde parece dar expresión figural a una palabra
restablece a esta su antiguo significado.
Es posible que la oposición entre lo más valioso que el hombre ha conocido y lo menos
valioso que él arroja de sí como desecho haya llevado a esta identificación condicionada entre
oro y caca.
Otra circunstancia es que el interés originariamente erótico por la defecación está destinado a
extinguirse en la madurez; en efecto, en esta época el interés por el dinero emerge como un
nuevo interés, lo que facilita que la anterior aspiración, en vías de perder su meta, sea
conducida a la nueva meta emergente.
Por lo demás, enuncio una formula respecto de la formación del carácter definitivo a partir de
las pulsiones constitutivas: los rasgos de carácter que permanecen son continuaciones
inalteradas de las pulsiones originarias, sublimaciones de ellas, o bien formaciones reactivas
contra ellas.
Sobre las teorías sexuales infantiles
Los lectores originarios de la presente obra se enfrentaron en ella, pues, casi sin aviso previo,
con ideas como la fertilización a través de la boca y el nacimiento a través del ano, el carácter
sádico del coito entre los padres, y la posesión de pene en los individuos de ambos sexos.
La importancia atribuida al pene por los niños de ambos sexos, las secuelas del
descubrimiento de que uno de los sexos carece de él la aparición en las niñas de la «envidia
del pene» y en los varones del concepto de «mujer sin pene», así como el influjo de todo esto
sobre una de las variedades de homosexualidad. Finalmente, aquí se menciona por primera
vez en forma explícita, y se examina, el «complejo de castración», que sólo había sido
antecedido por una única y oscura referencia a la «amenaza de castración» en La
interpretación de los sueños.
El material en que se basa este resumen proviene de varias fuentes. En primer lugar, de la
observación directa de las exteriorizaciones y del pulsional de los niños; en segundo, de las
comunicaciones de neuróticos adultos que en el curso de un tratamiento psicoanalítico
refieren lo que recuerdan conscientemente sobre su infancia, y, en tercero, de las inferencias,
construcciones y recuerdos inconscientes traducidos a lo consciente que son fruto de los
psicoanálisis con neuróticos.
El hecho de que la primera de esas tres fuentes no haya brindado por sí sola todo lo digno de
saberse tiene su fundamento en la conducta de los adultos hacia la vida sexual infantil. El
material del tercer origen es alcanzado» por todas las impugnaciones que suelen plantearse a
la confiabilidad del psicoanálisis y a la seguridad de las conclusiones de él extraídas; no cabe
examinar aquí la legitimidad de ese juicio; sólo aseveraré que todo el que conozca y practique
la técnica psicoanalítica obtendrá una amplia confianza en sus resultados. La presión
pedagógica y la diversa intensidad de la pulsión sexual posibilitarán sin duda grandes
variaciones individuales en la conducta sexual del niño, sobre todo en cuanto al momento en
que emerge el interés sexual infantil.
Los neuróticos son seres humanos como los demás, no hay una frontera tajante entre ellos y
los normales, y no siempre es fácil distinguirlos en su infancia de quienes luego serán sanos.
La diferencia sólo reside en que los sanos saben dominar esos complejos sin sufrir perjuicios
grandes, registrables en la práctica, mientras que los neuróticos consiguen sofocarlos, pero al
precio de unas costosas formaciones sustitutivas; vale decir que fracasan en la práctica. La
noticia acerca de las teorías sexuales de los niños, tal como ellas se configuran en el pensar
infantil, puede resultar interesante en diversos contextos; también cosa sorprende pare a
entender los mitos y cuentos tradicionales.
Entonces, bajo la incitación de esos sentimientos e inquietudes, el niño pasa a ocuparse del
primer, grandioso problema de la vida, y se pregunta «de dónde vienen los hijos»-;' claro que
a comienzo la pregunta reza: « ¿De dónde ha venido este hijo molesto?». Si el niño no está ya
demasiado amedrentado, tarde o temprano emprenderá el camino más próximo y demandará
una respuesta a sus padres o a las personas encargadas de su crianza, que para él significan
la fuente del saber. Pero ese camino fracasa. Recibe una respuesta evasiva, o una
reprimenda por su apetito de saber, o lo despachan con alguna información de cuño
mitológico que en los países de lengua alemana es: «La cigüeña trae a los hijos, y la saca del
agua”.
Los niños rehúsan creencia a la teoría de la cigüeña; a partir de este primer engaño y rechazo
alimentan desconfianza hacia los adultos, adquieren la vislumbre de algo prohibido que los
«grandes» desean mantenerles en reserva y por eso rodean de secreto sus ulteriores
investigaciones. Por tanto, la «fábula de la cigüeña» no se cuenta entre las teorías sexuales
infantiles; es, al contrario, la observación de los animales tan poco esconde dores de su vida
sexual y de quienes el niño se siente tan afín, la que refuerza su incredulidad. La primera de
estas teorías se anuda al descuido de las diferencias entre los sexos, que al comienzo de
estas consideraciones destacamos como característico del niño.
1-Ella consiste en atribuir a todos los seres humanos, aun a las mujeres, un pene, como el
que el varoncito conoce en su cuerpo propio. La representación de la mujer con pene retorna
aún más tarde en el soñar del adulto: en estado de excitación sexual nocturna derriba a una
mujer, la desnuda y se dispone al coito, pero de pronto la visión del miembro plenamente
formado en lugar de los genitales femeninos interrumpe el sueño y la excitación. Si esta
representación de la mujer con pene se ha «fijado> ¿_en el niño, si ella resiste todos los
influjos de la vida posterior y vuelve incapaz al varón de renunciar al pene en su objeto sexual,
entonces el individuo, aun siendo normal su vida sexual en los demás aspectos, se verá
precisado a convertirse en un homosexual, a buscar sus objetos sexuales entre hombres que
por otros caracteres somáticos y anímicos recuerden a la mujer. Impresión de la vida infantil,
acaso sienta horror hacia ella.
El niño gobernado en lo principal por la excitación del pene ha solido procurarse placer
estimulándolo con la mano; sus padres o las personas encargadas; de su guarda lo han
pillado, y lo aterrorizaron con la amenaza de que le sería cortado el miembro. El efecto de esta
de castración» es, en su típico nexo con la estima que se tiene por esta parte del cuerpo,
superlativa y extraordinariamente profundo y duradero.

2- preciso que el hijo sea evacuado como un excremento, una deposición. La teoría de la
cloaca, válida para tantos animales, era la más natural y la única que podía imponérsele al
niño como probable. El niño no concediera a la mujer el doloroso privilegio de parir. Si loa
hijos nacían por el ano, el varón podía parir igual que la mujer De ese modo, no hacía más
que activar su erotismo anal todavía vivaz. Si en años posteriores de la infancia la teoría de la
cloaca; relativa al nacimiento, se conserva en la conciencia —lo cual en ocasiones sucede—,
ella conlleva una solución, que no es más la originaria, para la pregunta por la génesis de los
hijos.
3-La tercera de las teorías sexuales típicas se ofrece a los niños cuando, por alguno de los
azares hogareños, son testigos del comercio sexual entre sus padres, la posición recíproca
de las dos personas, los ruidos que hacen o ciertas circunstancias secundarias, siempre
llegan a lo que podríamos llamar la misma concepción sádica del coito: ven en él algo que la
parte más fuerte le hace a la más débil con violencia, y lo comparan, sobre todo los
varoncitos, con una riña como las que conocen del trato entre niños, y que por cierto no dejan
de ir contaminadas por una excitación sexual. Pero esta concepción impresiona, a su vez,
como un retorno de aquel oscuro impulso al quehacer cruel que se anudó a la excitación del
pene a raíz de la primera reflexión acerca del enigma de la precedencia de los hijos. Las
opiniones infantiles sobre la naturaleza del matrimonio, no rara vez conservadas por el
recuerdo consciente, poseen un gran valor significativo para la sintomatología de una neurosis
luego contraída. Primero se procuran expresión en los juegos infantiles en que se hace con
otro lo que constituye el estar casado, y en algún momento posterior el deseo de estarlo
puede escoger la forma de expresión infantil para aflorar en una fobia al comienzo
irreconocible, o en un síntoma correspondiente. Respecto de su primera infancia tenemos
derecho a suponer una conducta enteramente uniforme y a creer que en ese tiempo se
afanaron con el máximo celo por averiguar qué hacían juntos los padres, y de dónde, pues,
salen los hijos.

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