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INTRODUCCIÓN
En primer lugar, queremos destacar las diferencias que vamos a establecer en este
trabajo entre estos tres conceptos, cerebro, mente y conciencia, aunque
habitualmente, y por desconocimiento o comodidad, se suelen emplear como
sinónimos.
El cerebro es el soporte físico a través del cual se objetivan las funciones de la mente, y
se expresan, según los casos, diferentes grados y profundidades de conciencia.
Los tres conceptos van unidos tanto como lo está la materia a la idea y al espíritu, o en
otras palabras, la materia a la energía y al alma, relacionándose en diferentes grados
de sutileza y amplitud de acción.
APROXIMACIÓN AL CEREBRO
El cerebro es el órgano más complejo del cuerpo humano. Tiene unos treinta billones
de células llamadas «neuronas», y cada neurona es como una computadora en
miniatura, aunque mucho más perfecta que cualquiera de las que conocemos en la
actualidad.
… ¡Gracias, Señor, por mi cerebro!… Entre todos los científicos del mundo no han
podido hacer ni siquiera uno de mis cabellos…
De este modo, el potencial intelectual se relaciona más con el alma que con el cerebro.
Cuando la mente se une a la voluntad, supera su apoyo físico cerebral, y se eleva hacia
mayores opciones en múltiples ámbitos.
En el cerebro están las bases, pero es la mente la que abre puertas hacia los
conocimientos, y un paso más adelante, haciendo uso de la inteligencia, convierte los
conocimientos en sabiduría, en experiencia vital.
APROXIMACIÓN A LA CONCIENCIA
Mucho más extensa que la mente, se dice que la conciencia es una propiedad del
espíritu humano.
Hay un sinfín de relaciones importantes a señalar porque estamos ante una tríada
inseparable.
Tal vez las más interesantes a nivel científico deban apoyarse en el cerebro, porque
este órgano tan específico de los humanos, aunque compartido en parte con el reino
animal, nos ofrece en la actualidad explicaciones que no se habrían soñado siquiera
hace un siglo.
Sistema límbico: es la memoria afectiva del alma. Busca la repetición del placer y evita
el dolor. A partir de este sistema surge la conciencia discursiva, con la capacidad de
distinción del bien y del mal, de lo correcto y lo erróneo.
a) Los lóbulos frontales del cerebro están relacionados con el sueño profundo.
Curiosamente, también se relacionan con la atención, que está a medias entre la
observación y la memoria.
La atención se basa en el vacío creado en el sueño profundo. De manera que en dicho
sentido, solo podemos memorizar y observar eventos que suceden en el rango que va
de los 2 a los 3 Hertz. El sueño y la atención están conectados.
b) El hemisferio derecho del cerebro está relacionado con los sueños, en los
cuales las ondas cerebrales tienen frecuencias que van de los 4 a los 7 Hertz.
Todo esto nos da una somera idea de la riqueza de posibilidades que ofrece el cerebro,
y de las sutiles pero altamente significativas diferencias que encierra el cerebro
humano en relación con el de los animales. Hay aspectos tan específicos que marcan la
diferencia, y aun marcan la antigüedad del ser humano y la información que arrastra
desde hace millones de años, aunque en continua transformación.
Konrad Lorenz, Premio Nobel en Fisiología y Medicina, afirma que el cerebro humano
(telencéfalo) se ha desarrollado gracias a la tradición acumulada de la cultura, y sin
ella, no tendría ninguna de las funciones que conocemos actualmente. ¿Qué factor
desempeña la cultura, el conocimiento propiamente humano, para modificar el
cerebro?
A su vez, estas señales pueden ser muy variables en cuanto a potencia, intensidad y
frecuencia, ya que dependen de la clase de receptores que las han captado.
El nivel de energía que las células sensitivas transmiten a las neuronas sensitivas a las
cuales están asociadas, también es variable. Pero, aunque la energía sea muy débil,
está comprobado que su percepción a nivel consciente se amplifica por medio de
distintos mecanismos.
Por ejemplo, el ojo humano es capaz de percibir hasta un solo fotón, el cual, al ser
amplificado, puede ser captado por la conciencia. En el caso contrario, si la intensidad
sobrepasa la capacidad de las células o de las neuronas sensitivas, sin dañarlas, estas la
transmiten al cerebro en el nivel máximo en el que pueden captar y transmitir. De
modo que la intensidad recibida no rebasa nunca los límites aceptables de las
neuronas cerebrales.
Estos y otros datos más indicarían la variabilidad de las percepciones, aunque los
cerebros físicos sean básicamente igual en todos los cuerpos. Pero varía la acción de
las neuronas, varía el campo de percepción, y muchas de estas variaciones son
producidas ya no por los órganos de los sentidos, sino por la mente y por la conciencia
Según Jean Piaget, que dedicó su vida al estudio de las estructuras cognoscitivas del
niño, existen formas innatas de conocimiento, sobre todo, en el campo de la
percepción. Por ejemplo, algunos circuitos interneuronales espinales que ya están
acabados en el momento del nacimiento, y que son imprescindibles en el campo de la
locomoción para andar o nadar, solo necesitan de un medio adecuado para
desarrollarse, pero no se forman con el ejercicio. De lo cual podríamos concluir que
nadie puede desarrollar con ejercicio aquello que no tiene.
Esto es algo que, filosóficamente, ya sabíamos desde la época de Sócrates, cuya madre
era partera, y afirmaba que, a pesar de sus habilidades en el oficio, nunca había podido
ayudar a dar a luz a una mujer que no estuviese embarazada.
Neuronas-espejo
En una región del cerebro, llamada Área de Broca, responsable del lenguaje, se
encuentran unas neuronas llamadas espejo, que son las causantes de que los humanos
tendamos a imitar lo que nos rodea. Imitando aprendemos.
Estas neuronas, además de reconocer e imitar las acciones de los demás, también las
interpretan. Así, nos permiten deducir o intuir las intenciones de los otros y explicarían
asimismo cosas tan extrañas como la risa y el llanto contagiosos.
Además, estas neuronas nos permiten leer la mente del otro e identificarnos con él,
emocionarnos con él, sentir la misma emoción que el otro. Una empatía psicológica
que tiene un asiento en el cerebro y una manifestación en el alma…
Expectativas e imaginación
El cerebro puede generar dos o dos mil expectativas o versiones de las cosas, y por eso
casi ningún hecho nos sorprendería.
“Cuando se observa una acción hecha por otra persona, se codifica en términos
visuales, y hay que hacerlo en términos motores. Antes no estaba claro cómo se
transfería la información visual en movimiento. Otra cuestión muy importante es la
comprensión. No solo se entiende a otra persona de forma superficial, sino que se
puede comprender hasta lo que piensa. El sistema de espejo hace precisamente eso, te
pone en el lugar del otro. La base de nuestro comportamiento social es que exista la
capacidad de tener empatía e imaginar lo que el otro está pensando.
Estas neuronas se activan incluso cuando no ves la acción, cuando hay una
representación mental. Su puesta en marcha corresponde con las ideas. La parte más
importante de las neuronas espejo es que es un sistema que resuena. El ser humano
está concebido para estar en contacto, para reaccionar ante los otros. Yo creo que
cuando la gente dice que no es feliz y que no sabe la razón es porque no tiene contacto
social”.
Los estudios demuestran que los procesos en la corteza motora son los mismos, tanto
si uno practica física como mentalmente.
LA CONCIENCIA
Además, la pirámide neuropsicológica permite una doble vía de movimiento. Por una
parte, hay una cascada ascendente por la cual los órdenes nerviosos inferiores influyen
en los superiores como un enriquecimiento funcional, y por otra parte, hay una
descenso desde los estratos superiores, creando entre ambas corrientes una síntesis
que desemboca en el sentir y el percatarse propios de la conciencia.
Para respaldar esta idea, se toma como ejemplo el sistema visual: una escena que
vemos conscientemente surge de la coordinación de unos 40 módulos del cerebro que,
por separado, operan de forma inconsciente. Una vez que surge esta función de alta
jerarquía, que suponemos correlacionada con la conciencia, esta podría ejercer una
causalidad descendente y modificar la operación de los órdenes más básicos, lo cual
explicaría, entre otras cosas, la conducta voluntaria.
Es sabido que los seres vivos emitimos luz, biofotones, constituyendo de este modo un
campo biofotónico que es holográfico, altamente coherente, es decir, armónico y
equilibrado, y que sirve de base de comunicación a todos los niveles.
Todas las partes del organismo están instantáneamente conectadas por relaciones de
fase de dicho campo.
La base física de la conciencia es, pues, como un estado cuántico altamente coherente,
donde todas las partes actúan al unísono. En el ser humano, comparado con otros
modelos mecánicos de materia-energía, se advierte un considerable aumento del nivel
energético cuando existe un estado coherente interno, y todo ello repercute en la
captación de información y en su desarrollo como ser evolutivo dentro del universo.
Onda-partícula, mente-cuerpo.
Con el mismo criterio, mente y cuerpo, o conciencia y materia, son el reflejo de esa
misma dualidad onda-partícula.
Conciencia y luz
Por su amplio espectro de acción, por sus características físicas similares a las de la luz,
por el hecho de que muchas teorías filosóficas y místicas han relacionado la conciencia
con el Fuego iluminador, no podemos menos que establecer la correlación entre la
conciencia y la luz.
Dice el Prof. Antonio Fernández de Molina que desde Aristóteles a Descartes, llegando
a los neurobiólogos modernos que se han ocupado del tema, se ha concebido una
conciencia primaria y una conciencia de orden superior, hasta plantear la reciente
teoría de la resonancia córtico-talámica para la conciencia del Prof. Llinás.
La luz solar ha sido el elemento rector de la vida y de las actividades humanas antes de
que se inventara la luz eléctrica, los relojes despertadores y otros artificios que
modifican nuestros ritmos de vida, sin mencionar las modificaciones que también se
han creado a nivel de cultivos vegetales y cría de animales para el consumo.
Sin embargo, los animales conservan la posibilidad de percibir por adelantado los
cambios estacionales nada más que por la variación en las horas diarias de luz. Las
migraciones, apareamientos, hibernación y las diversas conductas que preservan su
vida dependen de ello.
La luz determina nuestros ciclos de sueño y vigilia, influye en la duración del sueño, en
el umbral del dolor, el grado de atención, los hábitos alimentarios, el estado de ánimo
y otras actividades.
Los especialistas en fototerapia o terapia de la luz indican que esta mala iluminación
puede provocar fatiga, depresión, problemas en la piel, déficit en el sistema inmune y,
por supuesto, trastornos del sueño.
Para seguir una línea de desarrollo que vaya del hombre animal al hombre humano se
necesita un claro entendimiento y una transformación tanto del cerebro como de la
mente, un proceso conocido por diversas religiones y sistemas iniciáticos como
“renacimiento espiritual”.
Este renacimiento incluye la base material cerebral y aspira a la cúspide de la
conciencia, sin tener que abandonar ni una ni otra posibilidad de experiencia, sino
integrando ambas en un holograma coherente.
Es evidente que toda sensación, por elevada que sea, ha de tener un soporte somático
cerebral, y es también, en parte, el resultado de la activación de alguna zona especial
del cerebro.
Entiéndase que todas estas localizaciones son válidas para personas diestras; en las
zurdas es al revés.
Todo cuanto sea percepción o imaginación integral u holística del mundo se encuentra
en la conjunción del lóbulo parietal con el temporal, es decir, en la región parietal
inferior, la misma que ocuparía la que nos da la visión binaria en el hemisferio
dominante.
Las zonas cerebrales en las que se sustentan estas experiencias suelen estar
normalmente inhibidas, pero cuando se activan, otorgan la posibilidad de entrar en un
mundo espiritual profundo, de facilitar el encuentro con seres espirituales o de unirse
a la Divinidad.
Existen estructuras cerebrales que parecen estar inhibidas por otras filogenéticamente
más modernas. Pero cuando se utilizan determinadas técnicas de reflexión, meditación
y concentración, las más modernas fallan, activándose en cambio las más antiguas,
que son las que producen estos fenómenos intuitivos.
Véase, por otra parte, la relación que existe entre la oración y la meditación con la
fisiología cerebral, ya que se ha descubierto el gran efecto terapéutico que provocan.
Todas estas y más denominaciones se refieren a lo mismo: una actividad del cerebro,
en parte, genera esa sensación infinita de unión con la Naturaleza, con lo sagrado
y con la Energía Cósmica.
Aunque según las diferentes tradiciones, estos estados se pueden alcanzar por
diferentes vías, siempre van acompañados de un sentido elevado de liberación, de
alegría inefable y de paz. Se trata de una experiencia de unión entre el sujeto y el
Objeto Divino. Esta unión mística se considera el estado supremo de esta experiencia
cuya máxima aspiración es la superación de todo tipo de dualismo y de la cárcel del
tiempo.
En estos estados es característico observar la disolución del sentido egoísta del yo,
aunque sin pérdida de las facultades sensoriales ordinarias. Al contrario, se abre una
visión integral, de unidad de y con todas las cosas.
Un misterio, una presencia invisible pero omnipotente, una energía que está en todas
partes y en ninguna. Es el vacío cuántico del cual desconocemos mucho más de lo que
vemos y del cual todo procede.
Valga la impronta para concebir la majestad del sello. Que la materia sea el testigo del
espíritu, y el cerebro de la conciencia.
BIBLIOGRAFÍA
ALONSO, José Manuel. “El tálamo y la visión. Mente y cerebro”. INVESTIGACIÓN Y CIENCIA. Nº
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POPP, F.A. e tals: “BIOPHOTONICS and Coherent Systems”. MOSCOW UNIVERSITY PRESS. 2000
RIZZOLATTI G. Y HAUSER, M. “From monkey brain to human brain”. MIT PRESS, Cambridge,
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