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*
Diana Obregón
(Editora)
primera edición:
julio del 2000
ISBN-958-8051-959
Portada:
Hugo Ávila, sobre u n afiche de Nobara Hayakawa
Edición, diseño y armada electrónica:
Sánchez & Jursich
Impresión y encuademación:
Litocamargo
Impreso y hecho en Colombia
índice
7 Diana Obregón
PRESENTACIÓN
21 Parte I
SABERES INDÍGENAS, CIENCIA Y POLÍTICA EN LA COLONIA
161 Parte II
CIENCIA MODERNA: CENTROS Y PERIFERIAS
PRÓLOGO
pacientes de lepra a finales del siglo XKy comienzos del XX, explico
cómo se formó un saber científico "universal" en torno a la lepra y
cómo los pacientes argumentaron en contra de ese saber desde sus
propias perspectivas locales. Centrándose en el mismo período del
trabajo anterior, Alvaro Casas examina el problema del abastecimien-
to y evacuación de las aguas en la ciudad de Cartagena y el conflicto
entre los médicos higienistas, que monopolizaban el tema de la sa-
lubridad pública y ostentaban un fuerte poder local, y los ingenie-
ros sanitarios que podían argumentar la posesión de un conocimien-
to más novedoso, pero eran menos poderosos en el juego local de
intereses.
Finalmente, la cuestión de la hibridación entre las culturas cien-
tíficas y los saberes locales no es un problema del pasado, sino que se
presenta constantemente en las sociedades latinoamericanas. Por ello
se ha incluido en esta colección un artículo de Cristina Barajas que
describe cómo los conocimientos médicos locales se combinan con
los saberes médicos occidentales en una comunidad rural colombia-
na. En una forma constante y compleja, se establecen hibridaciones
de las denominaciones, los signos, los significados y las acciones en
un intento por buscar respuestas frente a los dilemas que plantean
las enfermedades.
Por último, es preciso reconocer a las instituciones y personas
que colaboraron tanto en la organización del coloquio como en la pu-
blicación de este libro. En primer lugar, a los miembros del comité
académico, José Antonio Amaya, Jorge Charum, José Granes, Olga
Restrepo y Clemencia Tejeiro, quienes en las reuniones del Semi-
nario Permanente sobre Ciencia, Tecnología y Cultura concibieron
la idea de llevar a cabo este tercer coloquio, después de un primer
encuentro general sobre el tema (Restrepo y Charum, 1996) y de una
segunda reunión sobre ciencia y representación (Amaya y Restrepo,
1999), libro publicado en esta misma colección. Deseo también agra-
decer en el antiguo CINDEC de la Universidad Nacional a Carmen
Alicia Cardozo de Martínez y a Afife Mrad de Osorio, quienes fue-
Prólogo I 17
Referencias
DEMONOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA
EN EL NUEVO REINO DE GRANADA (SIGLOS xvi-xvm)
Introducción
al visitarle le traían "mucho oro u joyas", las cuales -de acuerdo con
Juan Cueto y otros vecinos de Santa Marta, sus contradictores- "ama-
saba solo para sí", sin compartir con sus huestes y vecinos.
En 1530, el gobernador ordenó que las sepulturas taironas "po-
drían sólo abrirse con su permiso personal", para salvaguardar pre-
suntamente los derechos del rey (Reichel-Dolmatoff, 1997: 7). Pero
García de Lerma, según la Memoria redactada por Juan de Cueto y
otros vecinos en 1537, también promovía subrepticiamente el saqueo
de las tumbas de forma desaforada "y antes que nadie supiese el aviso
de las sepulturas, él sacó secretamente muchas y las mas rricas de
todas porque truxo dos canteros de Castilla que se las sacaban con
otros muchos criados suyos que el tenya y gente que él alquilaba, y
desta manera saco mas de quinze días que lo trayan a costales" (Cueta
/1537/, en Relaciones, 1916: 47).
Con este proceder, el gobernador profanó, en pocos años, casi
todas las sepulturas "a la redonda,... porque no las avya syno a medya
legua de aquí de Santa Marta, porque heran enterramientos anti-
guos, porque en toda la tierra no se ha hallado cosa semejante..."
(Cueta/1537/, enRelaciones, 1916: 47).
Unos pocos años después, al sur de Santa Marta, en los alrededo-
res de Cartagena, las huestes de Heredia asaltaron y destruyeron gran-
des pueblos nativos, apoderándose de sus mujeres y pertenencias. En
1534, cuando Pedro de Heredia recorrió por primera vez la región del
Sinú, hizo circular, de manera astuta, el rumor de que sus caballos
comían oro, obteniendo de esta manera que algunos caciques - t e m e -
rosos ante la presencia de este insaciable caníbal- le entregasen
"chagualas" - o figuras orfebres- para sus animales. En las tierras del
cacique Finzenú, Heredia y sus hombres encontraron grandes tem-
plos llenos de "ídolos" revestidos con oro, y descubrieron enormes
túmulos funerarios, claramente visibles en el paisaje.
un yndio que tenya cargo del oro del cacique, y pidiéndole que
nos diese oro mostrónos en el arcabuco dos habas de oro que
nosotros llamamos caxas, en las quelas hallamos mas de XX mil
de oro fino, sin mas de xv mil pesos que hallamos en un buhío
que ternya mas de cien pasos en largo, que eran de tres naves,
que llamaban los yndios el buhio del diablo, a donde estaba una
hamaca muy labrada, colgada de un palo que estaba atravesado,
el qual sostenía en los hombros quatro bultos de personas, dos
de hembras y dos de machos, y encima de la hamaca donde dezian
que se venya a echar el diablo, estaban las dichas havas, y en este
bohío avia sus guardas para que no entrara todos los yndios en el,
y verdaderamente hablan los yndios con el diablo, y por hay en
los pueblos buhíos para ello e yndios que se llaman piaches, para
hablar con ellos (Heredia/1533/, en Relaciones, 1916: 13-14).
1
En México y en Perú la situación no había sido tampoco muy distinta. Allá los peninsula-
res saquearon templos y tumbas, ídolos y momias, cuyas existencia era un buen motivo para
legitimar la conquista, así fuese a sangre y fuego, argumentando su naturaleza diabólica.
32 / Roberto Pineda Camacho
En México, por ejemplo, se registraron saqueos sistemáticos de las tumbas desde 1522 en
la isla Sacrificios y en el río Tonalá; en 1533 se le concedió al conde de Osorio, presidente del
Consejo de Indias, una licencia para excavar tumbas, con el requisito del pago del quinto real.
En 1587, el virrey de la Nueva España expidió una licencia con el mismo propósito: esta polí-
tica se mantuvo, según Alcina Franch, hasta 1774 (Alcina, 1995: 21).
Algo similar ocurrió en el Perú. La Huaca de Lamayahuana fue saqueada con la compli-
cidad del cacique local, quien la señaló a los españoles con la condición de que se le parti-
cipase en las ganancias "para aliviar la pobreza de su pueblo, encontrándose grandes canti-
dades de oro". Entre 1577 y 1578, el virrey Gutiérrez de Toledo desenterró por lo menos
ocho mil kilogramos de oro (Alcina, 1995: 22). Algunas huacas, como la excavada por
Gutiérrez de Toledo, produjeron oro durante más de 50 años, y se evaluó su producción "en
un millón de pesos".
Anorte, enlngapirca, en el Ecuador, Juan de Salazar Vills excavó, en 1560, diversas tum-
bas de pozo, encontrando piezas de oro, hachas, monedas de cobre, etc. (Salomón, 1987,
citado en .Alcina, 1995:22).
Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada I 33
Pero los objetos de los indios no sólo fueron objeto de saqueo y des-
trucción. Aunque fueron resignificados como ídolos, símbolos de la
presencia del diablo o de la existencia de una religión de idólatras,
sabemos que también fueron objeto de una relativa admiración. El
arte plumario, en particular, llamó poderosamente la atención de los
peninsulares, y algunos de sus mejores logros fueron a parar a ma-
nos de las cortes europeas.
Los grandes descubridores y conquistadores enviaron parte de
sus tesoros a los reyes y magnates. El mismo Colón remitió diver-
sos cemíes ("ídolos" de los tainos), bancos, guacamayos, etc., a Es-
paña. También envió indios "caribes", algunos de los cuales fueron
empleados (posiblemente no sin aprehensión) como esclavos o sir-
vientes. Cortés, por su parte, remitió diversos objetos plumarios,
máscaras, etc., de la corte de Moctezuma. El Tesoro de Moctezuma
"inventariado y recibido por los procuradores Montejo y Hernández
Portocarrero..." salió hacia España el 10 de julio de 1519. Fue exhi-
bido, ante el asombro de sus contemporáneos, en Sevilla, Toledo y
Valladolid. Cuando Carlos I se desplazó a Bruselas, en el año de 1520,
donde fue entronizado como Sacro Emperador Romano, el tesoro
fue expuesto en la gran plaza del Ayuntamiento de la ciudad. En 1522,
34 / Roberto Pineda Camacho
2
La idea de constituir un Gabinete de Curiosidades se remonta a Felipe V, el primero de
los monarcas españoles de la Casa de los Borbones. Probablemente, siguiendo el ejemplo
de los monarcas franceses, organizó —en 1712- la Biblioteca Pública, en la que se coleccio-
naron "libros y objetos raros y curiosos de la naturaleza".
En una real orden del 9 de enero de 1713, instruyó a los virreyes, gobernadores, corregi-
dores y otras autoridades, eclesiásticos o seculares, "pongan con muy particular cuidado
toda su aplicación, en recoger cuanto pudiesen de estas cosas singulares bien sean piedras,
minerales, animales o partes de animales, plantas, frutas o de cualquier otro género, que no
sea muy común, sino extraordinario o por su especie o por su tamaño o por sus propieda-
des..." (citado en Alcina, 1995: 74-75). En 1752, Antonio de Ulloa propuso a Fernando VI
conformar un Gabinete de Historia Natural, en el marco de un proyecto mayor de crear un
Estudio Universal de las Ciencias, el cual abarcaba un Gabinete de Historia Natural, de
Geografía y Antigüedades (Alcina, 1995: 75). Aunque Ulloa fue nombrado primer director
de este Gabinete de Historia Natural, el proyectó fracasó; en 1755, renunció de manera
categórica a su cargo.
Dos años más tarde, en 1757, Mutis propuso al rey la creación de un Gabinete de Histo-
ria Natural, pero al parecer la idea tampoco logró concretarse, entre otras razones porque
Mutis viajó a América como médico del nuevo virrey Mesía de la Zerda. Desde Santa Fe, el
sabio reiteró a Carlos III la conveniencia de la creación del Gabinete de Historia Natural y
de un Jardín Botánico (Alcina, 1995: 77).
Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada I 35
De todos modos, los regalos de las Indias, los botines de los sa-
queos, etc., conformaron, junto con plantas, piedras, animales, ar-
tefactos y toda clase de bizarrerías y curiosidades de la misma Eu-
ropa o del resto del mundo bárbaro, las "cámaras de maravillas",
localizadas con frecuencia en corredores y salones de los palacios y
castillos de la nobleza, para el goce de su sensibilidad, mientras que
el pueblo las admiraba en los muelles, las tabernas y quizás en sus
propias casas. Estos objetos no eran meras curiosidades, sino que
estaban revestidos de una áurea mágica. Y a no ser por la Sagrada
Inquisición y la Reforma, posiblemente la misma Europa se hubie-
ra inundado de lo que podríamos llamar hoy bienes chamánicos, cuya
difusión hubiese sido paralela a la del tabaco, el cacao, la papa y otros
productos que tanto bien hicieron por mejorar la calidad de vida
europea y transformaron sus sistemas agrícolas, sus dietas y sus cos-
tumbres.
En efecto, como se dijo, los habitantes de las principales ciuda-
des costeras españolas se agolpaban en los muelles para escuchar
las noticias de las Indias y admirar las curiosidades que de esta nueva
y maravillosa tierra llegaban en los barcos: piedras, animales, ban-
cos, plantas, "caribes", etc. Algunos de ellos decidieron su viaje a
América motivados por esas primeras exposiciones públicas que ex-
hibían los tesoros de las Indias. El ya mentado Pedro Cieza de León,
por ejemplo, probablemente encontró allí su primer acicate para des-
plazarse a América. Y en los años sucesivos los indianos no dejaron
de sorprender a sus familias y amigos con fantásticos regalos prove-
nientes de las tierras americanas.
Como reacción, se expidió una orden perentoria para que los ca-
ciques entregasen de manera compulsiva -so pena de azotes y casti-
gos- todas sus idolatrías. Cerca de Tunja, los misioneros registraron
minuciosamente las "idolatrías" de los indios. Ante el estupor de los
nativos, una multitud de tunjos, plumas y guacamayos disecados, "ído-
los" de madera y piedra, topos, tejuelos, tejidos y otros objetos cubier-
tos con hilo de algodón, etc., fueron quemados y destruidos.
En este caso -como ha sido señalado por Vicenta Cortés- los ob-
jetos fueron clasificados en dos clases: aquellos susceptibles de ser
echados al fuego y destruidos in situ y aquellos remitidos a la capital
para ser fundidos (como el oro) o para ser tasados, v.g., las esmeral-
das. El oro fue avaluado en 1.724 pesos y 4 tomines; se recogieron
250 piedrecitas de esmeraldas (Cortés, 1959: 399). Las piezas orfebres,
al parecer, fueron fundidas también.
Los objetos no sólo eran satanizados, sino que sobre ellos se "im-
ponía una práctica eucarística". Los "ídolos" hallados en Sogamoso,
por ejemplo, fueron quemados después de una "misa mayor" entre
los indios (Serna, 1996: 74).
A lo largo de la segunda mitad del siglo XVI, los españoles, enca-
bezados por los oidores, acusaron a los frailes de implementar una
perversa estrategia para apoderase de las "huacas" de los indios. En
realidad, lo que más les dolía era su reducida participación en el fruto
material de la extirpación; los oidores eran particularmente sensi-
bles, ya que la legislación colonial no les permitía tener negocios ni
otras granjerias, pero, de hecho, las obtenían por "otros medios".
Por la relación del padre jesuita Alonso de Medrano, escrita a fi-
nales del siglo XVI, sabemos que los muiscas tenían numerosos sacer-
dotes y santuarios, donde hablaban al "demonio" y en los cuales te-
nían tantos "ofrecimientos" en oro que "los hombres [tienen] mañas
para sacárselo aun al demonio de las uñas" (en Lloreda, 1992: 61).
Los jesuitas, que habían entrado tardíamente (1598) al Nuevo
Reino, durante el arzobispado de Bartolomé Lobo Guerrero, se vie-
ron pronto confrontados con las idolatrías. En alguna ocasión "su-
38 / Roberto Pineda Camacho
Quiero echarle agua bendita a este viejo para que tengan buen
corazón en darnos mucho oro [había pensado]; mojó las yerbas
en el agua bendita y rociándolo, cosa maravillosa, al punto cayó el
cuerpo del viejo en el suelo y comenzó a rodar cuesta bajo como
si fuese un madero seco. De que quedaron admirados los espa-
ñoles, y volviéndolo a mirar echaron de ver había muchos años
que era muerto, según estaba seco y que lo había poseído el de-
monio por instrumento en quien hablaba y hacía las demás ac-
ciones del hombre que vieron y también consideraron la burla que
les había hecho el demonio (Simón /1627/, 1981, t. III: 418).
Parece que este fue consejo del diablo por llevarse todos aque-
llos y quitarnos el oro, que aunque algunas personas han gastado
tiempo y dinero en buscarlo, no lo han hallado (Rodríguez Freile
/1636/, 1988: 147-148).
3
Una transcripción de la capitulación entre Antonio Sepúlveda y el rey, del año 1562, se
encuentra en el Boletín de Historia y Antigüedades, Academia Colombiana de Historia, 8:
235 y ss.
Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada I 43
4
En contraste con diabolización de los huesos y cuerpos de los difuntos indígenas, el
cuerpo de monseñor Almanza, arzobispo del Nuevo Reino, fue venerado, por algunos años,
como una verdadera reliquia. El ilustre arzobispo murió el 27 de septiembre de 1633, en
Villa de Leiva, víctima de una "calentura". A pesar de que se preveía una descomposición
rápida de su cadáver, éste no sólo se preservó sino que "olía a pina", a "perfume de pina".
Después de diversas exhumaciones fue trasladado a Bogotá y objeto de honras fúnebres en
la catedral. En el oratorio, los frailes lo trataban como si fuese un ser vivo, y luego sus des-
pojos mortales se tuvieron en la capilla de Pedro de Valenzuela, donde también se conserva-
ron sus restos. Éstos fueron trasladados a un convento en Madrid de las hermanas de Jesús,
María y José, que reclamaban su cadáver (Groot, 1889: 290 y ss.).
48 / Roberto Pineda Camacho
La lluvia de venados-
De acuerdo con Bernard y Gruzinski (1992), durante el siglo XVIII
el discurso de las idolatrías en América cedió su paso a una visión
moderna de la religión y de los indios. Lo que antes se percibía como
un síntoma de la acción del diablo o del demonio, ahora era conce-
bido, sobre todo, como una consecuencia de la ignorancia y de la falta
de educación. Aquellos que eran definidos anteriormente como "idó-
latras" comenzaron, paulatinamente, a ser vistos como "pobres". El
ídolo cedió su campo al "fetiche".
No obstante, el rompimiento con la percepción de los siglos an-
teriores no fue tajante ni absoluto. Sobre todo en el territorio de lo
que es hoy Colombia, en el cual los libros circulaban con gran difi-
cultad y la imprenta no llegaría sino hasta 1737, casi dos siglos des-
pués de su instalación en México o el Perú.
En la Nueva Granada la convicción de la actividad del diablo
no sólo estaba, todavía a mediados del siglo XVIII, en la mente de
los teólogos, sino que el mismo padre Julián expone diversos ca-
Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada I 59
5
Las aficiones del virrey no nos deben sorprender. En primer lugar, porque Carlos III,
entonces rey de España, había sido el patrocinador de las primeras excavaciones propia-
mente arqueológicas, en Pompeyay Herculano, como anterior rey de Ñapóles; el mismo rey,
fundó el "llamado Gabinete de Antigüedades de Portici... 'el primer museo de sitio' que se
62 / Roberto Pineda Camacho
halla creado nunca, al tiempo que Pompeya y Herculano son las primeras grandes excava-
ciones de ciudades exhumadas enteramente" (Alcina, 1995: 68).
"El Museo, obra de Carlos vil, nunca fue considerado por éste como propiedad privada;
por eso y aunque con ciertas limitaciones se abrió al público y era posible visitarlo mediante
un billete del ministro, muy fácil de conseguir. Solamente quedaba reservado para visitas
más limitadas el grupo del sátiro y la cabra, considerado obsceno" (Represa, en Alcina, 1995:
68-69).
En realidad en la segunda mitad del siglo xvm, los museos o Gabinetes de Curiosidades
se habían puesto de moda en Europa. Un ciudadano guayaquileño, don Pedro Francisco
Dávila, hizo entre 1740 y 1771 un verdadero gabinete conformado por piedras, plantas y
objetos, como bronces, figuras de barro, medallas, miniaturas. En 1767 le propuso a Carlos
II su venta, acompañada de un catálogo. En 1771, Carlos III compró la colección y nombró al
mismo Dávila como su primer director. En 1776 el Real Gabinete abre sus puertas; ese mismo
año, el director redactó una Instrucción dirigida a las diversas autoridades españolas y co-
loniales, solicitándoles que provean de objetos y otras "curiosidades" al museo.
Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada I 63
Un almanaque sagrado
6
De acuerdo con Boussignault, en la Capuchina, un monasterio de Bogotá, los frailes
conservaban ciertas reliquias humanas. El científico francés visitó el monasterio, en los años
veinte del siglo pasado: los frailes habían sido expulsados, con excepción de uno que mon-
taba guardia.
"Por fuera, la Capuchina es un bonito monasterio y al golpear vino a abrir una pesada
puerta, como de fortaleza, un fraile bien encapuchado... Lo que me llamó especialmente la
atención fue una colección de reliquias artísticamente arregladas, con sus respectivas eti-
quetas, guardadas en armarios, vitrinas, cuyas llaves pedí. Mi cicerone, quien conocía muy
bien las preciosas reliquias, me explicó su origen y su poder: se veían dientes, maxilares,
tibias y omoplatos de una gran cantidad de santos y el cura me los presentaba, pidiéndome
que los mirara muy de cerca: me parecía estar en un museo paleontológico en presencia de
osamenta de fósiles...
"Al día siguiente recibí la visita del señor cura cicerone:
"—Y bien, qué piensa de las reliquias?
"-Nada, usted sabe muy bien, mi querido cura, que yo no creo en porquerías.
"-Porquerías, porquerías, de acuerdo, pero valen mucha plata: i no se ha dado usted cuen-
ta que esas santas osamentas tienen un aspecto muy diferentes de las que no son santifica-
das?"
Según Boussignault, el fraile le propuso falsificar las osamentas, por medio de procedi-
mientos químicos, con lo cual harían un pingüe negocio:
"Podríamos hacer dinero; yo le traería osamentas y Ud. la santificaría por medio de la
química. En cuanto a venderlos, no se preocupe, se venderían más de los que Ud. pudiera
santificar".
El científico francés, indignado, rechaza la supuesta oscura oferta del fraile, ya que la
asimila a una proposición de robo:
"-Así que no hay negocio?
"-No y salga de aquí" (Boussignault /1892/ 1994; 375-376).
Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada I 75
' En 1911 la empresa inglesa Contractors Ltd. de Londres desecó casi completamente la
laguna. La piezas se remataron por parte de la Casa Sotheby's. La Casa mencionada elabo-
ró un catálogo de las piezas, que contiene las primeras descripciones y fotografías de las
piezas halladas en la laguna. Se estima que de la laguna se extrajo multitud de piezas de oro
durante los diversos intentos de desagüe, con un jieso total de por lo menos 100 kg. Lleras
menciona, a manera de comparación, cómo 800 piezas actuales del Museo del Oro, en Bo-
gotá, pesan 9 kilogramos, de manera que de esta forma podemos presumir la gran diversi-
dad y variedad de piezas de allí extraídas y representadas en los 100 kg. (Lleras, 1998).
Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada I 77
Lámina I
Demonología y antropología en el Suevo Reino de Granada I 79
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80 / Robería Pineda Camacho
Lámina III
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Lámina TV
82 / Roberto Pineda Camacho
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Lámina V
Demonología y antropología en el Suevo Reino de Granada I 83
Bibliografía
1
Mauricio Nieto, "Políticas imperiales en la Ilustración europea: historia natural y la apro-
piación del Nuevo Mundo", en Historia Crítica, N° 11, 1995, pp. 39- 51.
Remedios para el Imperio I 91
2
Francés María del Carmen Causape, "Estudio de la especialidad farmacéutica en Espa-
ña", enBoletín de la Sociedad Española de Parmacia, 94 (1973), p. 49.
Remedios para el Imperio I 93
3
Bernardo Cobo, Inca Religión and Customs, trad. Ronald Hamilton, Austin: University
of Texas Press, 1979, pp. 220-222.
94 / Mauricio Sieto Olarte
Parece obvio suponer que las civilizaciones del Nuevo Mundo depen-
dieron en buena medida del conocimiento, cultivo y recolección de
plantas útiles, y como lo podemos corroborar en múltiples casos, las
prácticas de los nativos se convirtieron en la principal fuente del co-
nocimiento médico y botánico de los europeos ilustrados. Sin embar-
go, los diarios de los viajeros europeos dejan ver una pobre opinión
de las culturas y creencias de los nativos americanos. Es común en-
contrar referencias sobre los nativos americanos como gente "pere-
zosa", "malvada", "rateros", "belicosos", "supersticiosos" y "decla-
rados enemigos de los europeos".
Debemos tener claro que los exploradores científicos no pudie-
ron haber descubierto una nueva droga en las selvas americanas. Las
tareas de los expedicionarios son parte de un proceso de traducción
y apropiación de las prácticas locales a una ciencia ilustrada. Su fun-
4
Casimiro Gómez Ortega, Instrucción sobre el método más seguro y económico de trans-
portar plantas vivas, Biblioteca de Clásicos de la Farmacia Española, pp. 1-12.
Remedios para el Imperio I 95
Calaguala
5
Ver por ejemplo Jaime Jaramillo Arango, "A Critical Review of The Basic Facts in The
History of Cinchona", en: Journal ofthe Linnaean Society, N° 53, 1949, pp. 272-311.
96 / Mauricio Sieto Otarte
Los indios y demás naturales del Perú creen que las virtudes
descoagulante, anti-reumática, sudorífica, antivenérea y febrífuga
de esta raíz son reales y verdaderas, y disputárselo parecería te-
meridad cuando la experiencia de tantos años se las tiene com-
probados'.
6
Hipólito Ruiz, Disertaciones sobre la raíz de la ratánhia, de la calaguala y de la china y
acerca de la yerba llamada cachalagua, Biblioteca de Clásicos de la Farmacia Española,
pp. 20-21.
' Hipólito Ruiz, Ibid., p. 31.
Remedios para el Imperio I 97
Ratánhia
Yallhoy
Conclusiones
9
Michael Callón, "Some Eleraents of a Sociology of Translation: Domestication of The
Scallops and Fishermen of St. Brieuc Bay", en Johon Law (ed.), Power Action and Belief,
London: Routledge and Kegan Paul, 1986, pp. 196-233.
102 / Mauricio Síeto Otarte
1
Este artículo forma parte de un trabajo en preparación que podría titularse Mutis, su
expedición y la historia natural española (1749-1816). Las dos primeras entregas del mis-
mo aparecieron en Amaya (1992a y 1994), y tratan de los períodos 1749-1760 y 1760-1765;
el estudio correspondiente a los años 1766-1790 se halla inédito. Lo que ahora se presen-
ta es un avance relativo al lapso 1791-1808, de carácter preliminar, en razón del espacio
que se le ha ofrecido generosamente al autor, y de que la investigación se halla en proceso
de realización.
2
La solicitud de Mutis fue fechada en Santafé el 27 de octubre de 1791; las respuestas
del virrey Ezpeleta, en la misma ciudad, el 27 de octubre y el 11 de noviembre del mismo
año. Todos estos documentos se hallan publicados en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo
2: 65-70 y tomo 3: 266-269.
3
Al respecto J. C. Mutis le comentaba en carta a A. J. Cavanilles, director del Jardín Bo-
tánico del Prado: "No podrán ocultarse los perjuicios irreparables que se me han seguido.
104 / José Antonio Amaya
Mutis todos los auxilios necesarios para dar impulso a sus obras,
según real orden de 27 de enero de 1790 reiterada en 25 de enero de
1791 4 .
Mutis había justificado su petición aduciendo varias razones. In-
vocó en primer lugar la necesidad de depositar sus conocimientos en
jóvenes capaces de sucederlo. Frisaba los sesenta años y sus acha-
ques de salud, que habían hecho temer lo peor en 17875, tendían a
complicarse. La vinculación de nuevos auxiliares no prometía resul-
tados inmediatos en lo referente a montaje de herbarios, clasifica-
ción de plantas o preparación de memorias. Había que comenzar por
impartirles la enseñanza del abecé de la botánica. Esta formación
únicamente podía ofrecerla el propio Mutis, habida cuenta de que
en los centros universitarios neogranadinos de entonces, como se
sabe, todavía no se ofrecían cátedras de Historia Natural.
Instalado en la capital desde 1791, Mutis no veía la hora de re-
cogerse en su gabinete y entregarse al aprontamiento de la edición
de la Flora de Bogotá. Los materiales de esta obra consistían, para
entonces, en un herbario, el primero que había sido formado en el
[Casimiro Gómez Ortega] cometió la maldad de extender a su arbitrio la real orden [del Io-
XI-1783] en que se aprobó esta Expedición dejándome sin los tres adjuntos de que ahora
me hace cargo [ca. 1792], y con la precisa condición de no entrar ya al goce del miserable
sueldo hasta que hubiese remitido todos mis manuscritos y dibujos... (Santafé, 19-VII-1802,
en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo 2: 184-185). Mutis se refiere, sin duda, a los ad-
juntos que había propuesto para su Expedición en 1783, es decir, a los botánicos discípulos
suyos, Bruno Landete y Eloy Valenzuela, así como al geógrafo José Camblor. Únicamente se
le aprobó el nombramiento de Valenzuela. Ver oficio del virrey A. Caballero y Góngora a J.
de Gálvez, Santafé, 31-111-1783, en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo 1: 120.
4
Oficio del virrey J. de Ezpeleta aj. C. Mutis, Santafé, 1 l-XI-1791, en Hernández de Alba,
1968 & 1975, tomo 3: 268.
5
Fue en 1787 cuando el virrey Caballero y Góngora, en razón del "estado deplorable" de
la salud de Mutis, le ordenó "abstenerse absolutamente de todo género de trabajo" y "reti-
rarse por seis meses o más al lugar que acomode mejor a sus pensamientos, y tenga todas
las proporciones para el restablecimiento de [...] su salud [...] por lo mucho que la necesi-
tan el Rey y el Estado" (Cartagena, -IV- 1787, en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo 3:
71-72).
Una flora para el Suevo Reino /IOS
6
Se refiere quizá a las anatomías de flores y frutos que se dibujaban en tiras de papel
separadas para ser incluidas luego en el dibujo de la planta (oficio de Mutis al virrey J. de
Ezpeleta, Mariquita, 2S-VHI-1790, en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo 2: 48).
7
Todos estos materiales se hallan catalogados en Amaya, 1992, Apéndice N° 1: Catalogue
des descriptions et observations pour la "Flore de Bogotá" [...] conservées au Jardin
Botanique de Madrid, pp. 378-477.
106 / José Antonio Amaya
8
Amaya (1992: 232-238) describe ia biblioteca botánica de Mutis para el período 1760-
1783.
Una flora para el Suevo Reino I 107
9
Ver índice General de los Libros que tiene esta Real Biblioteca Pública de la Ciudad de
Santafé, establecida en el año 1776 (sic)..., Biblioteca Nacional de Colombia, Sala de Li-
bros Raros y Curiosos, manuscrito 308.
111
Ver nuestro trabajo en preparación La colección de libros de Historia Sutural de J. C.
Mutis.
11
Oficio fechado en Mariquita el 2S-VIIM 790, en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo
110/ José Antonio Amaya
15
Carta de J. C. Mutis a Ignacia Consuegra, Santafé de Bogotá, 6-X-1793, en Hernández
de Aba, 1968 & 1975, tomo 2: 94.
111
Carta de J. C. Mutis a I. Consuegra, Santafé, 12-1-1793, en Hernández de Alba, 1968 &
1975, tomo II: 81.
Una flora para el Suevo Reino I 107
9
Ver índice General de los Libros que tiene esta Real Biblioteca Pública de la Ciudad de
Santafé, establecida en el año 1776 (sic)..., Biblioteca Nacional de Colombia, Sala de Li-
bros Raros y Curiosos, manuscrito 308.
10
Ver nuestro trabajo en preparación La colección de libros de Historia Natural de J. C
Mutis.
1
' Oficio fechado en Mariquita el 2S-VIII-1790, en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo
2:47.
108/ José Antonio Amaya
12
Oficio del virrey A Caballero y Góngora a J. de Gálvez, Santafé, 31-III-l 783, en Hernández
de Alba, 1968 & 1975, tomo 1: 119 y 120.
Una flora para el Nuevo Reino / 109
Los adjuntos
13
Oficio del virrey A. Caballeroy Góngora a Mutis, Cartagena, 3-III-1787, en Hernández
de Alba, 1968 & 1975, tomo 3: 70.
14
Oficio de J. C. Mutis al virrey A Caballero y Góngora, Santafé, 27-111-1783, en Hernández
de Alba, 1968 & 1975, tomo 1: 114.
110/ José Antonio Amaya
15
Carta de J. C. Mutis a Ignacia Consuegra, Santafé de Bogotá, 6-X-1793, en Hernández
de Aba, 1968 & 1975, tomo 2: 94.
!6
Carta dej. C. Mutis a I. Consuegra, Santafé, 12-1-1793, en Hernández de Alba, 1968 &
1975, tomo n: 81.
Una flora para el Nuevo Reino / 111
17
Oficio de J. C. Mutis al virrey A. Caballero y Góngora, Santafé, 3-1-1789, en Hernández
de Aba, 1968 & 1975, tomo 1: 438.
18
Esta permanencia de Mutis en la capital se prolongó al menos desde el 15 de junio hasta
el 27 de agosto de 1789 (ver Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo l:487y495).
Una flora para el Nuevo Reino I 113
19
En 1789 Sebastián José López Ruiz (n. 1741) se había trasladado de Santafé a Madrid
con el fin de insistir en sus litigios a los pies de la Corona sobre su envejecida pretensión de
ser el descubridor de las quinas de Santafé. En esta ocasión no halló mejor arbitrio que alertar
al Consejo de Indias acerca de la dilación de Mutis en el envío de avances de la Flora de
Bogotá. El Consejo previno al virrey Ezpeleta para que le tomara cuentas a Mutis. Aquél
cometió un abuso de poder conminando al director de la Botánica a que se trasladase a la
capital con todo su equipo a título definitivo, con el fin de poder controlar mejor el avance
de la Flora. Aunque hizo creer lo contrario, a don José le produjo no poco alborozo la mu-
danza de la infeliz Mariquita: "Estoy ciertamente complacido con mi resolución (sic) de
haber salido finalmente de aquellos países cálidos, que tanto han desmedrado mi anterior
robusta salud. No son aquellas tierras al propósito para entregarse a la escritura y a los li-
bros [...] Aquí [en Santafé] lo paso mejor, pero siempre achacoso, y sujeto a una severísima
vida, con el disgusto de no poder atarearme cuanto quisiera y cuanto podía prometerme de
mi antigua robustez y buen régimen" (carta de Mutis a I. Consuegra, Santafé, 14-X-1791,
en Hernández de Aba, 1968 & 1975, tomo III: 63).
114/ José Antonio Amaya
20
Oficio de J. C. Mutis al virrey J. de Ezpeleta, Santafé, 27-X-1791, en Hernández de Alba,
1968 & 1975, tomo 2: 66,
21
Ibidem, tomo cit., p. cit.
22
Nótese que de una generación a otra hubo un cambio en la grafía del apellido Hortega,
que con Casimiro pierde la H. En relación con el uso dado por Casimiro Gómez al apellido
Ortega, ver Puerto, 1992: 29.
Una flora para el Suevo Reino I 115
23
"[Sinforoso] sabe tanto de matemáticas como su hermano [¿José?] porque ambos no
hicieron más que perder el tiempo y pensar en divertirse". Carta de J. C. Mutis a I. Consuegra,
Santafé, 6-X-1793, en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo 2: 93.
116/ José Antonio Amaya
24
"Don Félix de Restrepo, mi maestro de Filosofía, que la había aprendido de un discípu-
lo de Mutis, tiene el mérito de haber ido a propagarla en Popayán y es el primero que en
aquellas partes atrajo la juventud al estudio de la Naturaleza. Mutis lo consideraba digno de
una estatua [...], habiendo sido este estudio el que más promovió, aunque no logró le per-
mitiesen introducir en la física sino lo concerniente a vegetación, nutrición, etc." (Carta de
F. A. Zea a A. J. Cavanilles, Cádiz, 26 de abril de 1799. Original en el Real Jardín Botánico de
Madrid (RJBM), Archivo del Iltmo. Sr. Dn. Antonio Joseph Cavanilles (AAJC), Correspon-
dencia Científica, Cartas de F. A. Zea, Legajo 24, Carpeta N a 4.
Una flora para el Suevo Reino I 117
25
A partir de su nombramiento como director de la Expedición Botánica (1783), Mutis
abandonó el latín y adoptó el español en la redacción de sus descripciones botánicas; sus
colaboradores, E. Valenzuela, J. B. Aguiar, S. Mutis yj. T Lozano, utilizaron sistemáticamente
el castellano en sus descripciones y en sus trabajos para la Expedición.
118/ José Antonio Amaya
26
Es seguro que Mutis se hallaba de nuevo establecido en Santafé en mayo de 1791, como
lo demuestra la primera descripción conocida de J, B. Aguiar para la Expedición Botánica,
fechada en Santafé el 10 de mayo de 1791 (Amaya, 1992: 443).
27
Carta de F. A. Zea a A. J. Cavanilles, Cádiz 20-VI-1798. Original en RJBM, A\JC, Co-
rrespondencia Científica, Cartas de F A. Zea, Legajo 24, Carpeta N2 4.
120 / José Antonio Amaya
2!í
Carta de J. B. Aguiar a J. C. Mutis [¿Fusagasugá, 1792-1793?], en Hernández de Alba,
1968 & 1975, tomo 3: 3.
29
Carta de J. B. Aguiar a J. C. Mutis, [¿Fusagasugá?], 22-1-1793. Original en RJBM, Fondo
Documental de José Celestino Mutis (FDJCM), Correspondencia aj. C. Mutis, III, 1, 1, 2.
M. P. De San Pío (1995) coordinó la preparación del FDJCM.
Una flora para el Suevo Reino / 121
30
Los originales de las descripciones botánicas de J. B. Aguiar se conservan en el RJBM,
FJCM, 4. Botánica, 4. 11. Escritos, III, 4, 11, 73. La descripción de estos materiales con re-
lación a nombre científico, vernáculo, localidad y fecha puede consultarse en Amaya, 1992:
443-445 y 459.
1
' Biblioteca del Instituto de Francia, Fondo Joseph Decaisne. Aparece publicada en Amaya,
1992.
32
AI respecto, Caldas le informaba a José Ramón de Leyva, secretario del virreinato y juez
comisionado para los asuntos de la Expedición Botánica de Santafé: "Ahora he penetrado las
lagunas y los vacíos que encierra la Plora de Bogotá, ahora he visto que no existen dos o tres
122 / José Antonio Amaya
palmas, que la criptogamia casi está en blanco enteramente [...]; que los manuscritos se ha-
llan en la mayor confusión; que no son otra cosa que borrones; que cuarenta y ocho cuaderni-
llos hacen el fondo de la Flora de Bogotá; que las demás obrillas que [Mutis] ha emprendido
durante su vida no son sino apuntamientos; que el tratado de la quina no está concluido sino
en la parte médica; que las descripciones de estas plantas importantes se hallan en borrado-
res miserables..." (Santafé de Bogotá, 30-IX-l 808, en Lniversidad Nacional de Colombia (ed.),
1966: 353). La reacción de S. Mutis puede consultarse en Amaya, 1992: 35-36.
33
RJBM, FJCM, Correspondencia a Salvador Rizo, III, 1, 3, 2-6.
34
Carta de J. C. Mutis a I. Consuegra, Santafé, 12-1-1793, en Hernández de Alba, 1968 &
1975, tomo 3: 81.
Una flora para el Suevo Reino / 123
35
Carta de J. C. Mutis a I. Consuegra, Santafé, 12-1-1793, en Hernández de Alba, 1968 <
1975, tomo 2: 81.
124 / José Antonio Amaya
36
Carta de J. C. Mutis a I. Consuegra, Santafé, 6-X-1793, en Hernández de Alba, 1968 &
1975, tomo 2: 93.
37
Carta de F. A. Zea a A. J. Cavanilles, Cádiz, 20 de junio de 1798. Original en RJBM, AAJC,
Correspondencia Científica, Cartas de F. A. Zea, Legajo 24, Carpeta N" 4.
126 / José Antonio Amaya
38
Sobre el trabajo de Zea en Fusagasugá, puede consultarse la biografía de Enrique Umaña
Barragán que actualmente prepara el autor de este trabajo para la obra de Mauricio Umaña
Blanche, intitulada Los Umaña.
39
Carta de J. C. Mutis a I. Consuegra, Santafé, 21-IV-1794, en Hernández de Alba, 1968 &
1975, tomo 2: 100.
40
También se conserva en el Archivo del RJBM una descripción de Sinforoso Mutis ela-
borada en La Habana, seguramente entre 1803 y 1808. Otras catorce descripciones suyas
corresponden al período durante el cual tuvo bajo su dirección la Parte Botánica de la Expe-
dición (1808-1816); las fechas límite de estas últimas son 13-111-1809 y 28-VI-1815 y se re-
fieren a plantas de tierra fría y de tierra caliente en la Nueva Granada. Ciento tres descrip-
ciones suplementarias carecen de fecha y no siempre presentan determinación de localidad
(ver Amaya, 1992: 432-443 y 459).
Una flora para el Nuevo Reino I Vil
E l exilio en Cádiz
41
En sus cartas a Cavanilles, las alusiones de Zea a su correspondencia con Mutis son fre-
cuentes, y ello a través de toda la relación epistolar Zea-Cavanilles, que se prolongó desde
el 20 de junio de 1798 al menos hasta el 14 de junio de 1802.
128 / José Antonio Amaya
42
Carta de J. C. Mutis a A. J. Cavanilles, Santafé, 19 de enero de 1795, en Hernández de
Alba, 1968& 1975, tomo 2: 112-113.
Una flora para el Nuevo Reino I 129
43
Carta de F. A, Zea a A. J. Cavanilles, Cádiz, 30-VII-1798. Original en RJBM, AAJC, Co-
rrespondencia Científica, Cartas de F. A. Zea, Legajo 24, Carpeta N° 4.
130/ José Antonio Amaya
44
Cavanilles (1797, tomo 4: 57, plancha 383) celebró a don Francisco de Paula consagrán-
dole el género Arjona que apareció publicado con la dedicatoria: "In honorem Domini
Francisci Arjona, qui Gadibus Botanicem summa cum laude publice docet". ["En honor de
Don Francisco Arjona quien regenta en Cádiz la Cátedra Pública de Botánica de la manera
más laudable"],
45
Ver Galán, 1988: 244, 328, 330, 399, 400, 401, 403, 405.
46
Al respecto Zea le comentaba por carta a Cavanilles, a cuya protección aspiraba: "Cuan-
do he asistido, como discípulo, al curso que acaba de darse en el Hospital y estudiado los
principios más triviales, como si no tuviera algún conocimiento botánico, juzgue vuestra
merced del anhelo que tendré por las lecciones de un Sabio, que miro como el único que en
España puede dirigirme en esta carrera, en que veo extraviados y perdidos a todos los de-
más" (Original en RJBM, AAJC, Correspondencia Científica, Cartas de F. A. Zea, Legajo
24, Carpeta No 4).
47
Catálogo de las Plantas que existen en el Herbario de Don Sinforoso Mutis Consuegra-
Año de 1801. Pinto (1989) publicó un artículo en el que figura un estudio de las Gramíneas
incluidas en este Catálogo.
Una flora para el Nuevo Reino / 131
48
A solicitud del autor, Félix Muñoz Garmendia, investigador del Jardín Botánico de Ma-
drid, se pronunció en estos términos sobre el Herbario de S. Mutis (comunicación perso-
nal, 1989).
49
Sobre la historia del Colegio de Cirugía de Cádiz, ver los documentados trabajos de Ferrer,
1963 y Galán, 1988.
132 / José Antonio Amaya
50
La formación botánica de Mutis se halla documentada en Amaya, 1992: "Mutis amateur
de botanique, son approche de Linné á Cadix puis á Madrid", pp. 170-186.
51
Para un estudio bibliográfico de A. J. Cavanilles, ver López & López, 1983: 51-80.
Una flora para el Nuevo Reino / 133
52
Carta de A. J. Cavanilles a Mutis, París, P-V-1786, en Hernández de Alba, 1968 & 1975,
tomo 3: 200.
33
La totalidad de estas cartas puede consultarse en Hernández de Alba, 1968 & 1975, to-
mos 2 y 3.
54
Carta de F. A. Zea a A. J. Cavanilles, Cádiz, 30 -vil- 1798. Original en el RJBM, AAJC,
Correspondencia Científica, Legajo 24, Carpeta N" 4.
134/ José Antonio Amaya
55
Puerto (1992) es autor del mejor estudio biográfico que existe en la actualidad sobre C.
Gómez Ortega.
56
Carta de F. A. Zea a A. J. Cavanilles, Ibiza, -vil- 1801. Original en RJBM, AAJC, Corres-
pondencia Científica, Cartas de F. A Zea, Legajo 24, Carpeta N° 4.
Una flora para el Nuevo Reino / 135
57
Carta de F. A. Zea a A. J. Cavanilles, Cádiz, [i?] -vm- 1799, Original en RJBM, AAJC,
Correspondencia Científica, Cartas de F. A. Zea, Legajo 24, Carpeta N° 4.
136/ José Antonio Amaya
ción por su natal Provincia de Antioquia, una idea que había sido con-
cebida en realidad por Mutis, por los días en que Zea fue encarcela-
do; en los planes originales se entreveía incluso la posibilidad de asig-
narle un par de pintores a Zea.
Mutis, quien desde 1794 se había mantenido fiel a sus discípu-
los, no estuvo de acuerdo con el regreso inmediato de éstos. Movido
por el afán de contar con colaboradores idóneos para editar los cen-
tenares de láminas y plantas secas que seguían acumulándose sin
cesar en su gabinete, les sugirió permanecer dos años en Madrid
perfeccionando su formación botánica al lado de Cavanilles. Se
mostró incluso dispuesto a asumir los costos de la estada, con la
condición, claro está, de que Sinforoso fuese aceptado por Cavanilles.
Como se sabe, el compromiso adquirido por Mutis con la Coro-
na en 1783 consistía en preparar el manuscrito de la Flora de Bogo-
tá en Santafé y, una vez editado, enviarlo para su publicación en
Madrid. Ahora, en las postrimerías del siglo, parecía determinado a
realizar las dos operaciones en América. Con el fin de asumir el reto
de la publicación habría negociado una imprenta en 179858, y se ha-
llaba empeñado en la conversión de algunos dibujantes suyos en gra-
badores (Humboldt, 1846). La envergadura del desafío no era de
poca monta y ello en cualquier país de América. En el Nuevo Reyno
este reto resultaba inédito por completo. Zea y Sinforoso eran pie-
zas claves en esta estrategia. El tiempo empezaba a mostrar que el
destierro de los adjuntos había terminado por beneficiar a la Expedi-
ción. Podía esperarse que en un futuro cercano este centro contaría
con colaboradores de excelencia. La cooperación de Zea y Sinforoso
era lo único que podía sacarlo de la situación bochornosa en que se
hallaba al seguir dando largas a la entrega de su obra. Mutis había
18
Al respecto F. A. Zea le comentaba A. J. Cavanilles: "Dentro de un año comenzará a
publicarse la Plora de Bogotá. Ya estaba la imprenta cerca de Santafé" (carta fechada en
Cádiz el 4-XII-1798. Original en RJBM, AAJC, Correspondencia Científica, Cartas de F. A.
Zea, Legajo 24, Carpeta N° 4).
Una flora para el Nuevo Reino / 137
•l9 Para un estudio de la iconografía mutisiana, ver Amaya (1986), y el trabajo en prepara-
ción de J. A. Amaya y de Beatriz González, "Diccionario de pintores, aprendices y alumnos
de la Expedición Botánica", con un capítulo introductorio titulado "Los pintores de la Ex-
pedición Botánica bajo el poder del número".
138/ José Antonio Amaya
60
Carta de A. J. Cavanilles a J. C. Mutis, Madrid, 18 -VIII- 1801, en Hernández de Alba,
1968 & 1975, tomo 3: 210.
Una flora para el Nuevo Reino / 139
61
Carta de F. A. Zea a A. J. Cavanilles, París, -XII- 1800. Original en RJBM, AAJC, Corres-
pondencia Científica, Cartas de F. A. Zea, Legajo 24, Carpeta N° 4.
Una flora para el Nuevo Reino / 139
61
Carta de F. A. Zea a A. J. Cavanilles, París, -XII- 1800. Original en RJBM, AAJC, Corres-
pondencia Científica, Cartas de F. A. Zea, Legajo 24, Carpeta N° 4.
140 / José Antonio Amaya
62
" [...] había suspendido dar a vuestra merced el parabién de su nuevo destino [de direc-
tor del madrileño Jardín del Prado] y participar la satisfacción que ha causado a los amigos.
Aun los que no son, se han alegrado por amor de la ciencia y del bien público. Yo no sé cómo
habían acertado los ex profesores a dar en toda Europa tan malas ideas de su manejo como
de su enseñanza. Aquí hay millares de extranjeros y hasta los rusos tienen el mismo con-
cepto, se alegran de la reforma y se prometen mil felicidades. Considero a vuestra merced
muy ocupado no sólo en la enseñanza, sino tirando ya sus líneas para engrandecer nuestro
ridículo Jardín y hacerlo como debe ser, el primero de la Europa. Ahora se puede con gusto
concurrir a su adelantamiento y la ciencia se propagar entre la gente civilizada" (la carta fue
fechada en Ibiza. Original en RJBM, AAJC, Correspondencia Científica, Cartas de F. A. Zea,
Legajo 24, Carpeta N° 4).
Una flora para el Suevo Reino / 141
63
Oficio de Pedro Cevallos a J. C. Mutis remitido por intermedio de A. J. Cavanilles, jefe y
único profesor del Real Establecimiento de Botánica de Madrid, Madrid, 17 de junio de 1801.
La carta de Cavanilles tiene por fecha el 18 de agosto de 1801. Uno y otra fueron publicados
por Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo 3: 209.
64
Sobre las expectativas que generó la Plora de Bogotá en Europa, ver Amaya, 1992: 16-25.
142 / José Antonio Amaya
Diré a vuestra merced todo lo que sé de las obras del señor Mu-
tis. De hFlora de Bogotá, que está para publicarse, hay sobre 3.000
láminas en colores y otras tantas en negro [...] A la descripción de
las plantas acreditadas en el Nuevo Reyno precede la historia de su
descubrimiento y aplicaciones, despreciando unas, adaptando otras,
que Mutis ha comprobado e indicando algunas nuevas que pudie-
ran hacerse. Muchas maderas preciosas, muchísimas resinas y
anices, varios tintes, la manteca y cera de palmas, cortezas aromá-
ticas, multitud de plantas medicinales, una especie de cacao en cuya
lámina apuró Rizo todos los primores del arte, una especie de Clusia
que da incienso comparable al de Arabia, otras muchas drogas, unas
nuevas y otras conocidas, pero cuyas plantas están mal determina-
das o se ignoran, harán esta flora útilísima a nuestras artes y co-
mercio así como preciosa y singular en la botánica. Tiene también
multitud de flores hermosísimas que encantarán a los aficionados.
Los botánicos encontrarán en ellas fructificaciones singulares y aún
partes desconocidas en las plantas a que ha sido preciso dar nue-
vos nombres. Sus prolijas observaciones sobre el sueño y poliga-
mia de las plantas, sobre sus fructificaciones y otras partes, sobre
las fecundaciones recíprocas y las especies híbridas o mestizas, le
darán a la ciencia luces inesperadas. Me olvidaba de advertir que
la obra en mi tiempo pasaba de 30 volúmenes de a 100 láminas; pero
hoy en día creo llegue a 40, porque se han añadido muchas lámi-
nas, cuyo total no bajar de 4.000. Es de notar que con todos los co-
lores con que están dibujadas son tomados de las mismas plantas.
El negro que parece tinta de china es el jugo de las bayas de la
Ubilla, especie de Cestrum, que acaso debe reducirse a Lisium.
Esta misma planta da otros dos o tres colores descubiertos por Rizo
sobre las ideas del señor Mutis [...]6S.
65
Carta de F. A. Zea a A. J. Cavanilles, Cádiz, 27-XII-1798. Original en RJBM, AAJC, Co-
rrespondencia Científica, Cartas de F. A. Zea, Legajo 24, Carpeta N° 4. Cavanilles utilizó
estas informaciones en su trabajo publicado en 1800.
Una flora para el Suevo Reino I 143
66
Los trabajos en los que Cavanilles utiliza o menciona la recolecciones de Neé aparecen
descritos por Muñoz, 1989: 64-68.
144 / José Antonio Amaya
67
Carta de A.J. Cavanilles aj. C. Mutis, Madrid, 28-IV-1795, en Hernández de Alba, 1968
& 1975, tomo 3: 204.
68
Carta de J. C. Mutis a E. Valenzuela, Santafé, 31-XII-1783, en Hernández de Alba, 1968
& 1975, tomo 1: 150.
146 I José Antonio Amaya
documentado que los expedicionarios del Perú y Chile, junto con los
de México, contribuyeron activamente con semillas americanas a las
siembras en el Jardín del Prado. En este sentido la Expedición de
Nueva Granada brilló por su ausencia, a pesar del título de asociado
correspondiente del Real Jardín Botánico que se le extendiera a Mu-
tis en 1784, condición que obligaba al gaditano a mantener correspon-
dencia e intercambio de plantas y semillas con Madrid.
Ha de saberse que la Expedición neogranadina cerró sus puer-
tas sin que ninguno de sus miembros publicara una sola planta en Ma-
drid. La oferta de Cavanilles incluía, claro está, la edición del trabajo,
como lo habían hecho en sus días Linneo y sus discípulos con las co-
lecciones remitidas por Mutis69. Todas estas realizaciones nos indi-
can que la crisis española de finales del siglo XVIII y principios del
siglo XK era de carácter político y económico, pero no científico, al
menos en el campo de la botánica.
Todo indicaba que una vez finalizada la estadía de Zea en París,
éste regresaría sin tardanza a ocupar la subdirección de la Expedi-
ción neogranadina. La suposición se mantuvo hasta que el criollo,
camino de Santafé, fue notificado de su nombramiento, el 13 de
enero de 1803, como segundo profesor, pero del Jardín Botánico del
Prado, y de segundo redactor de los periódicos madrileños la Gace-
ta y él Mercurio. El gobierno le asignó una renta anual de veinticua-
tro mil reales por el ejercicio de estos cargos (Arias, 1973). La mo-
narquía se mantenía inconmovible en la decisión de impedir el
retorno de Zea al Nuevo Reyno.
La nominación revestía un inocultable carácter político, pues a
pesar de sus merecimientos Zea se hallaba lejos de ser reconocido
como figura descollante en el campo de la botánica. Se trataba de
un arma de doble filo para el elegido; éste no despertaba las simpa-
tías de los discípulos de Cavanilles, quienes le declararon una oposi-
69
El conjunto de las colecciones de Historia Natural que J. C. Mutis envió a Suecia fue
catalogado por Amaya, 1992, Apéndice N° 2, pp. 478-683.
Una flora para el Nuevo Reino / 147
70
J. I. de Pombo le comunicaba a J. C. Mutis la noticia del nombramiento de Zea como
subdirector del Prado en los siguientes términos: "Me han asegurado que a Zea lo han des-
tinado con un sueldo regular en el Jardín Botánico de Madrid [...], y por consiguiente ya no
vendrá a este reino. Lo siento, pues además de la falta que hará a vuesamerced actualmen-
te, ésta ser mayor después de sus días" (Cartagena, 10-VI-1810, en Hernández de Aba, 1968
& 1975, tomo 4: 108-109).
148 / José Antonio Amaya
Conclusiones
71
Sobre las circunstancias del viaje de S. Mutis a Cuba véase el oficio de S. Rizo fechado
en Santafé, 16-111-1810, en Hernández de Alba, 1986: 157-160.
Una flora para el Nuevo Reino / 149
Mutis logró colocar a dos de sus sobrinos, aunque sólo uno perduró
en la Expedición, lo que puso en evidencia el fracaso relativo de su
estrategia enderezada a ubicar a sus tres sobrinos en los puestos
científicos más importantes del Nuevo Reyno. Se optó por no soli-
citar asistencia científica de Madrid, a pesar de que todos los agre-
gados necesitaban aprender el abecé de la botánica. El costo del nue-
vo equipo se reducía a quinientos pesos anuales, cuando una plantilla
de cuatro naturalistas importados de la Península hubiera costado
no menos de cuatro mil pesos anuales.
Zea, el adjunto más cualificado, era el líder de los estudiantes.
En un artículo suyo aparecido en el periódico del virreinato evocó
las obligaciones de la monarquía con la educación de la nobleza
americana, y definió el compromiso de la intelectualidad criolla fren-
te a la educación popular. Postulaba que la formación en la Nueva
Filosofía era la condición básica del novísimo concepto de ciudada-
nía, además de ser un factor de incremento de la productividad en
la explotación de la naturaleza americana y en la producción de ri-
queza para la patria neogranadina. ¿No fue acaso el nombramiento
de Zea un intento de desagravio frente al silenciamiento de que éste
fue víctima por sus opiniones políticas ? No hay que olvidar que el
criollo figuraba entre los fundadores del Arcano de la Filantropía
(1789) ni que, hacia 1791, era, con Sinforoso Mutis, uno de los ha-
bituales de aquel círculo. Uno y otro encarnaban los ideales de la
Independencia de los Estados Unidos y los principios de la Revolu-
ción Francesa.
La vida del equipo en Santafé fue breve, intermitente y obsta-
culizada por motivos políticos y personales. Los logros botánicos al-
canzados durante los años 1791-1794 fueron más bien modestos. No
podía ser de otra manera teniendo en cuenta la condición de ama-
teur éclairé de su mentor. Los agregados trabajaron cada uno por
su cuenta y no se implicaron orgánicamente los unos con los otros,
ni con la preparación de la Flora de Bogotá, cuyos manuscritos pre-
paratorios no les fue dado conocer en toda la vida de Mutis. El equi-
Una flora para el Nuevo Reino / 151
Referencias
Archivos y colecciones
Referencias
Archivos y colecciones
Bibliografía
1
Ver Whitley (1972).
2
Latour (1989) muestra a la ciencia "hecha" como contraparte de la ciencia "haciéndo-
se": ambas son las dos caras de Jano, anciana la primera, joven la segunda.
1
Es necesario remarcar, para evitar posibles malos entendidos, que me refiero a la lectu-
ra de la obra de Kuhn y no necesariamente a sus formulaciones stricto sensu. En efecto, el
concepto de paradigma fundamenta parte de su riqueza en su polisemia, lo cual ha permi-
tido que diversos grupos de lectores encuentren allí las justificaciones que mejor se adecúan
a sus propósitos cognitivos.
166 / Pablo R. Kreimer
5
Como punto de referencia se pueden tomar algunos textos "fundacionales": King (1971)
y Whitley (1972), quienes avanzan en la superación del paradigma mertoniano imperante y
sobre todo en la apertura de la "caja negra" del conocimiento científico. Por otro lado, un
artículo de Bloor de 1973 y, particularmente su libro de 1976, sientan las bases de un nuevo
programa de investigación.
¿Una modernidad periférica? / 169
6
Diversos estudios se han publicado en los últimos años para el mundo hispanoamerica-
no. Para una exposición de la "nueva sociología del conocimiento", se pueden consultar
Vessuri (1994), Prego (1992) y el completo trabajo de Lamo de Espinosa y Cristóbal Torres
(1995). Un análisis en profundidad de las críticas a los nuevos modelos interpretativos se
puede leer en Kreimer (1997a).
¿Una modernidad periférica? / 171
La dimensión periférica
9
Kreimer (1997a), en particular, capítulos V al VIII.
10
Entre los cuales cabe mencionar a Merton mismo (1973) o aBenDavid (1969) entre los
más representativos de las corrientes sociológicas, y a un autor como Polanyi (1966) desde
el punto de vista epistemológico. Naturalmente, otro autor que comparte este enfoque,
aunque con matices muy particulares, ha sido Kuhn (1970, 1977).
11
El siempre controvertido Mario Bunge (1993) hace un análisis simplista del problema,
resumiendo sus componentes centrales según se postule un relativismo moderado (que
acepta que existe cierta influencia de los factores sociocontextuales en la producción de
178/ Pablo R. Kreimer
conocimiento) y un relativismo radical, que supone que dicho contexto resulta fundamen-
tal para la determinación del contenido del conocimiento producido.
12
Ver, en especial, Bloor (1973 y, sobre todo, 1976).
13
Ver, por ejemplo, el conocido "enfoque de los intereses" desarrollado por Barry Barnes
(1974).
14
Se trata de un concepto propuesto, para su uso en la sociología de la ciencia, original-
mente por Richard Whitley (1972), y que ha sido luego utilizado por la mayor parte de las
corrientes "postkuhnianas" en esta disciplina. Alude, en líneas generales, al carácter "os-
curo" o "misterioso" del contenido mismo de la producción del conocimiento científico o,
en otras palabras, a las especificidades técnicas propias del conocimiento científico que es-
capaban, hasta entonces, a la comprensión del sociólogo.
¿Una modernidad periférica? / 179
15
Sólo como ejemplo, se puede mencionar que los estudios de Latour (1979), Lynch (1985)
y Karin Knorr-Cetina (1982), han sido elaborados a partir de la observación en sendos la-
boratorios "de excelencia" situados en California.
16
M. Cueto (1989), p.28.
17
Ibid.,p.29.
180/ Pablo R. Kreimer
18
Entre las sociedades que exhiben esta característica, podemos citar los casos típicos de
India y Brasil, en donde el desarrollo de ciertas disciplinas ha alcanzado un grado conside-
rable, y la dinámica y la complejidad de sus comunidades científicas los distinguen clara-
mente de otros países periféricos. Ver, para el caso de India, Raj (1988), pp. 317-339, y Krishna
(1992). Para el caso de Brasil, ver Botelho, A. J. (1990), pp. 473-502, y Botelho, A. J. (1992),
182 / Pablo R. Kreimer
19
He intentado mostrar en otra parte cómo las migraciones científicas constituyen un
aspecto fundamental para la introducción de nuevos temas y de nuevas líneas de trabajo en
contextos periféricos. Ver Kreimer (1997b).
188 / Pablo R. Kreimer
20
Ver la excelente historia escrita por Francois Gros (1986), así como el libro de Morange
(1994).
¿Una modernidad periférica? / 189
es así porque, para los otros grupos, dicha especificación resulta fun-
damental para ir completando el "tablero de a bordo" del conjunto
del problema teórico involucrado, y para hacer avanzar sus propias
investigaciones. De hecho, un equipo italiano desempeña, respecto
del laboratorio de Oxford, un papel parecido al del equipo argentino.
Otra consecuencia se hace visible para el estudio de la ciencia
periférica. Así como la relación del equipo argentino con sus pares
ingleses podría ser pensada en términos de una "integración subor-
dinada", al mismo tiempo debemos resaltar el fenómeno mismo de
la integración, puesto que, gracias a él, el científico argentino cuen-
ta con un alto grado de información y discute permanentemente
acerca de la marcha del conjunto de las investigaciones en dicha
temática. Lo cual nos señala, al mismo tiempo, una línea de dife-
renciación respecto de otros grupos (la mayor parte) en el país que,
al no contar con esos mecanismos de integración, se encuentran
aislados o, en el mejor de los casos, reproducen las relaciones de in-
tegración subordinada, pero esta vez en el interior del país.
Así, como consecuencia del último aspecto que señalamos, pue-
de argumentarse con razón que una marca particular de la ciencia en
la periferia resulta ser el hecho de que sus comunidades científicas
se encuentran, por lo general, profundamente segmentadas entre
aquellos grupos que tienen la capacidad de integrarse al core-set de
un campo disciplinario particular (aunque las más de las veces esta
integración se produzca de un modo subordinado) y aquellos más
reconcentrados en la comunidad científica local. Es por lo menos fre-
cuente que la comunicación entre ambos tipos de grupos sea menos
fluida que aquella que los grupos más integrados suelen establecer
con sus partenaires de la comunidad científica internacional.
Debemos agregar que el tipo de estrategia a la cual hemos de-
nominado "integración subordinada" posibilita, sin embargo, que
grupos como el estudiado tengan la posibilidad de acceder a finan-
ciamientos de origen internacional a los cuales de otro modo difí-
cilmente podrían acceder. Desde el punto de vista de los investiga-
¿Una modernidad periférica? / 191
Bibliografía
Debo comenzar por hacer una aclaración que acaso sirva para des-
ilusionar a unos y congraciarme con otros. Por supuesto, en un evento
de estos no puedo dejar de hacerle unos cuantos guiños a mis ami-
gos y colegas más cercanos, si bien quiero igualmente establecer una
comunicación más amplia. Los primeros deben saber que el título
de mi ponencia no anuncia una suerte de receta o pócima mágica
que apropiadamente preparada y suministrada produzca un cambio
en los modos de vida, las prácticas, las creencias y las acciones de
los científicos colombianos y la política de ciencia y tecnología que
se hace en nuestro país. Ellos, mis amigos y colegas, saben que le-
jos de mí, pobre y singular socióloga, intentar tamaña empresa. Creo
que más allá de su amistad, los ha reunido aquí la expectativa de
escuchar un comentario crítico sobre una manera de afrontar el
estudio social de la ciencia en Colombia, una mirada ampliamente
extendida también en los enfoques tradicionales sobre la ciencia en
muchos otros países de América Latina. A estas alturas debería, pues,
para evitar equívocos, cambiar el subtítulo de este texto y acompa-
ñarlo de signos de interrogación. Así nadie tendría razón para sen-
tirse defraudado. Sin embargo, poco se adelantaría con ello, porque
la pregunta misma entonces presupondría una respuesta. En fin,
baste por el momento con aclarar que más que recetas vamos a tra-
tar aquí de explorar de manera mínimamente reflexiva ciertos inte-
rrogantes y problemas que seguramente nos inquietan a muchos de
quienes hacemos sociología de la ciencia en Colombia.
198 / Olga Restrepo Forero
1
Al respecto, en su clásico ensayo "Paradigma para una sociología del conocimiento", apun-
taba Merton que ya se estaba "disipando todo vestigio de la tendencia a considerar el desarro-
llo de la ciencia y la tecnología como totalmente autónomo y como progresando indejiendien-
temente de la estructura social". Lo cual no era en verdad, a la altura de 1945, adelantar mucho.
Y añadía que el caso alemán era una "virtual prueba experimental de la estrecha dependencia
de la dirección y el alcance de la labor científica con respecto a la estructura de poder preva-
leciente y a la visión cultural asociada con ella". (Merton, 1977: 85).
La sociología del conocimiento científico I 203
1
Al respecto, en su clásico ensayo "Paradigma para una sociología del conocimiento", apun-
taba Merton que ya se estaba "disipando todo vestigio de la tendencia a considerar el desarro-
llo de la ciencia y la tecnología como totalmente autónomo y como progresando independien-
temente de la estructura social". Lo cual no era en verdad, a la altura de 1945, adelantar mucho.
Y añadía que el caso alemán era una "virtual prueba experimental de la estrecha dependencia
de la dirección y el alcance de la labor científica con respecto a la estructura de poder preva-
leciente y a la visión cultural asociada con ella". (Merton, 1977: 85).
La sociología del conocimiento científico I 207
2
Bruno Latour -que en reciente entrevista expresa esta línea divisoria entre ciencia e in-
vestigación, una cuestión que ya había expuesto claramente en La ciencia en acción- plan-
tea que no hay ninguna conexión entre una y otra actividad, que la ciencia es una "cosa to-
talmente política", pero una política que es la de "deshacerse de la consulta política".
(Boczkowski, 1997: 147).
3
La situación se asemeja a la relación social maestro-alumno y al proceso de transmisión
de ideas y reglas que se supone le es propio, según el análisis de Wittgenstein. Cuando el
alumno hace lo que el profesor espera de él se dice que entendió y siguió "la regla". Cada
vez que se aparta de la respuesta esperada la situación es descrita como de "no compren-
La sociología del conocimiento científico I 213
sión". Así, el papel activo resulta ser el del maestro, y el alumno es un simple recipiente que
capta o no, acepta o no unas fórmulas atemporales, "las reglas" que parecen estar situadas
por encimay aparte de la situación social, de los "modos de vida", de las prácticas. (Wittgenstein,
1988: § 185).
4
De un modo análogo al caso del investigador que procura resolver los enigmas ordina-
rios de la ciencia "normal", al que alude en su obra Kuhn (1971).
214 / Olga Restrepo Forero
5
Asimetrías asociadas al modelo difusionista han sido examinadas por Latour (1992: 128-
139) y por Chambers (1993: 610-611).
216/ Olga Restrepo Forero
6
Al respecto véanse, por ejemplo, como parte de la interesante polémica que se compiló
en un número monográfico de la revista arriba mencionada, Ashmore, 1996: Collins, 1996:
Pels, 1996.
La sociología del conocimiento científico I 217
7
En mi criterio éste es el programa propuesto y efectivamente seguido, por ejemplo, en
Saldaña (1992).
218/ Olga Restrepo Forero
8
Éste es otro tema que resuena aquí y allá. ¿Cuáles cuentan como buenas lecturas y cuáles
como malas? ¿Una lectura obediente es una buena lectura? Quienes se autodefinieron como
darwmistas en América Latina, por ejemplo, ¿leyeron bien o mal a Darwin? El historiador o,
para el caso, la historiadora, ¿debería hoy medir con un mejor rasero, el de la "correcta lectu-
ra" (¿pero, cuál escoger, para citar sólo un ejemplo, entre la de los biólogos de hoy o la de los
biólogos del siglo XIX?), a los actores del pasado para definir retrospectivamente cuáles, en
efecto, califican para el cielo reservado a los darwinistas y cuáles caen en el abismo de los malos
lectores, los defensores del creacionismo, los que confundieron a Darwin con Lamarck o a
Darwin con Haeckel o a Darwin con Spencer? ¿Quién tiene el poder para cerrar las múltiples
interpretaciones? ¿En nombre de qué o de quién se ejerce ese poder?
La sociología del conocimiento científico I 219
Bibliografía
E l lugar de Peirce
1
Acerca de las contribuciones de Peirce en estos diversos campos, véanse, respectivamente,
las siguientes introducciones: Demetra Sfendoni-Mentzou, "The Role of Potentiality in
Peirce's Tychism and in Contemporary Discussions in Quantum Mechanics and Micro-
physics". En: E. C. Moore (ed.), Charles S. Peirce and the Philosophy ofScience, Tuscaloosa,
The University of Alabama Press, 1993, pp. 246-261; Victor F. Lenzen, "Charles S. Peirce as
Mathematical Geodesist", Transactions ofthe Charles S. Peirce Society VIII (1972), pp. 90-
105; Carolyn Bisele, "Econometrics". En: C. S. Peirce, The Seta Elements of Mathematics
(ed. Eisele), The Hague, Mouton, 1976, vol. III/1, pp. xxra-xxvil; Carolyn Eisele, Studies in
the Scientific and Mathematical Philosophy of Charles S. Peirce, The Hague, Mouton, 1979;
Joseph Dauben: "Peirce and History of Science". En: K L. Ketner (ed.), Peirce and
Contemporary Thought, New York, Fordham University Press, 1995; Clyde Hendrick, "The
Relevance of Peirce for Psychology". En: E. C. Moore (ed.), Charles S. Peirce and the
Philosophy of Science, Tuscaloosa, The University of Alabama Press, 1993, pp. 333-349;
Nathan Houser (ed.), Studies in the Logic of Charles S. Peirce, Bloomington, Indiana
University Press, 1997; Christopher Hookway, Peirce, London, Routledge, 1985; James Jakób
Liszka, A General Introduction to the Semeiotic of Charles Sanders Peirce, Bloomington,
Indiana University Press, 1996.
222 / Fernando Zalamea
2
C. S. Peirce, The Charles S. Peirce Papers, microfilm edition, Cambridge, Harvard
University Library, Photographic Service, 1966 (edición microfilmada de las 100.000 pági-
nas, aproximadamente, de manuscritos peirceanos; la edición fue acompañada de un catá-
logo razonado: Richard S. Robin, Annotated Catalogue ofthe Papers of Charles S. Peirce,
Amherst, The University of Massachusetts Press, 1967; la identificación cronológica de los
manuscritos, comenzada por Max Fisch, ha sido ya terminada en el Peirce Edition Project,
que se realiza desde los años setenta en la Universidad de Indiana).
1
C. S. Peirce, The Puhlished Works of Charles Sanders Peirce, microfiche edition, Bowling
Green, Philosophy Documentation Center, 1986 (edición microfilmada de las 12.000 pági-
nas, aproximadamente, publicadas por Peirce en vida; la edición va acompañada de un catá-
logo razonado: K L. Ketner,/! Comprehensive Bibliography ofthe Published Works of Charles
Sanders Peirce with a Bibliography ofSecondary Studies, Bowling Green, Philosophy Docu-
mentation Center, 1986, second edition revised).
4
Max Fisch, Peirce, Semeiotic and Pragmatism, Bloomington, Indiana University Press,
1986; Joseph Brent, Charles S. Peirce: A Life, Bloomington, Indiana University Press, 1993.
El caso Peirce: modalidades de resistencia / 223
5
Murray G. Murphey, The Development of Peirce's Philosophy, Cambridge: Harvard
University Press, 1961, p. 407.
6
C. S. Peirce, Collected Papers, 8 vols. (Eds. Hartshorne, Weiss, Burks), Cambridge:
Harvard University Press, 1931-1958. Edición electrónica en CD-ROM, Intelex Corporation,
1992.
' C. S. Peirce, Writings (A ChronologicalEdition), 5 volúmenes hasta la fecha, Bloomington,
Indiana University Press, 1982-1993. El sitio de la edición (PEP: Peirce Edition Project) puede
visitarse vía Internet: http://www.iupui.edu/~peirce.
8
Otros dos útiles instrumentarios para los estudiosos de Peirce son las Transactions of
the Charles S. Peirce Society, revista que se publica trimestralmente desde 1964, y el sitio
"Arisbe", sede central de conexiones sobre Peirce en Internet, sitio coordinado por Joseph
Ransdell, en Texas Tech University (http://www.door.net/arisbe/). También en Texas Tech
se encuentra el Institute for Studies in Pragmaticism, que dirige K L. Ketner, y que provee
amplias facilidades de trabajo para los estudios peirceanos.
224 / Fernando Zalamea
9
Véanse los textos de Brent y Fisch ya citados, en los que se estudian en detalle el am-
biente puritano de la época y los odios personales a los que Peirce dio lugar.
10
El volumen Studies in Logic by the Members of the Johns Hopkins University (1883),
que incluye contribuciones de Peirce y sus alumnos, fue reeditado un siglo después
(Amsterdam, John Benjamins, 1983) como primer volumen de la prestigiosa colección
"Foundations of Semiotics" (Benjamins). Los Studies se constituyen en el primer texto
moderno de lógica editado en el continente americano.
11
El caso más patético es el de Simón Newcomb, científico de estatus en la época -hoy
olvidado-, a quien Peirce acudió constantemente, solicitándole cartas de apoyo para sus gran-
des proyectos en lógica. Peirce confió equivocadamente en la supuesta amistad de Newcomb.
Los detallados estudios de archivo de Fisch y Brent han demostrado posteriormente que
Newcomb detestaba a Peirce; sus influyentes opiniones cerraron el camino de Peirce en Johns
Hopkins y en la Carnegie Institution. Es un hecho documentado que el rencor y la envidia
de engranajes menores en el establishment académico impidieron el adecuado reconocimien-
to del más incisivo genio que ha surgido en los Estados Unidos.
E l caso Peirce: modalidades de resistencia I 225
12
Las vicisitudes de los manuscritos peirceanos han sido recordadas en varios artículos:
Víctor F. Lenzen, "Reminiscences of a Mission to Milford, Pennsylvania", Transactions of
the Charles S. Peirce Society I (1965), pp. 3-11; W. F. Kernan, "The Peirce Manuscripts and
Josiah Royce -A Memoir: Harvard 1915-1916", Transactions ofthe Charles S. Peirce Society
I (1965), pp. 90-95; E. C. Moore, A. Burks, "Three Notes on the Editing of the Works of
Charles S. Peirce", Transactions ofthe Charles S. Peirce Society, xxvill (1992), pp. 83-106.
226 / Fernando Zalamea
13
Ha llegado a pensarse seriamente que existieron intereses personales en el Departamento
de Filosofía de Harvard, entre 1920 y 1940, para que la obra de Peirce se olvidara o resultara
oscura y secundaria. Sencillamente, algunos profesores de filosofía habrían "recuperado"
ideas de los manuscritos peirceanos (los manuscritos son fuente inagotable de ideas origi-
nales) y hubieran preferido que éstos no se hicieran públicos. El debate, muy subterráneo,
está aún por darse y demostrarse. Se pueden encontrar indicaciones en los archivos elec-
trónicos de la lista de discusión "peirce-1" coordinada por Ransdell en Texas Tech University
(http://www.door.net/arisbe/).
14
Acerca de los orígenes del pragmatismo, véanse los artículos de Max Fisch, reunidos en
M. Fisch, Peirce, Semeiotic andPragmatism, Bloomington, Indiana University Press, 1986.
El caso Peirce: modalidades de , stencia I 227
Representación
Contexto i
Contexto j
Dimensión
pragmática
15
Acerca de la incomprensión de Peirce por Rorty, y acerca de lo que podría llamarse su
"mala fe" en la interpretación peirceana, véanse los archivos electrónicos en la lista de dis-
cusión "peirce-1".
El caso Peirce: modalidades de resistencia I 229
1. MATEMÁTICAS
2. FILOSOFÍA
2.1 FENOMENOLOGÍA
2.2 CIENCIAS NORMATIVAS
2.2.1 ESTÉTICA
2.2.2 ÉTICA
2.2.3 LÓGICA
2.3 METAFÍSICA
3. CIENCIAS ESPECIALES
16
Para un detallado estudio de las clasificaciones de las ciencias según Peirce, véase Beverley
Kent, Logic and the Classification of Sciences, Montreal: McGill-Queen's University Press,
1987.
El caso Peirce: modalidades de resistencia / 231
Intérprete (3)
(1) Signo
A Objeto (2)
1
' En realidad, en el diagrama mencionado, la noción fundamental es la de "interpretante"
(signo dentro del intérprete). La semiótica peirceana es mucho más sofisticada de lo que,
vagamente, se indica aquí. Para una buena introducción a la semiótica de Peirce, véase James
Jakób Liszka,^4 General Introduction to the Semeiotic of Charles Sanders Peirce, Bloomington:
Indiana University Press, 1996. Para un estudio a fondo, véase Robert Marty, L'algébre des
signes, Amsterdam, Benjamins, 1990. Vale la pena resaltar que fueron algunos semiólogos
(Jakobson, Eco, etc.) quienes, entre los años cuarenta y sesenta, insistieron primero en la
extraordinaria originalidad de la obra peirceana.
232 / Fernando Zalamea
18
La modelización matemática fundamental detrás de estas ideas consiste en la teoría ma-
temática de categorías (no confundir con las tres categorías peirceanas). A partir de con-
ceptos sintéticos y relaciónales (versus analíticos y descriptivos), la teoría permite redescribir,
en cada ámbito local de la experiencia matemática, construcciones aparentemente muy di-
versas que, en realidad, obedecen a un mismo patrón universal. Aún no se han establecido
conexiones explícitas y cuidadosas entre los conceptos globales que subyacen tras la máxi-
ma pragmática peirceana y tras la teoría matemática de categorías, aunque algunos de mis
trabajos apuntan a esa dirección. Por otra parte, el trabajo de Robert Marty ya citado utiliza
la teoría matemática de categorías para presentar sistemáticamente la semiótica de Peirce.
19
C. S. Peirce, Collected Papers, 5.265.
El caso Peirce: modalidades de resistencia I 235
20
Así, por ejemplo, la comprensión de una pintura española del siglo XVII no sólo debería
apoyarse en una lectura de sus características internas, sino que debería rastrear los mode-
los (a menudo flamencos) que la originaron, e involucrar también sus posteriores deforma-
ciones realizadas en la colonia hispánica. La obra no sería tanto una colección de trazos y
colores en sí, sino más bien un índice dentro de un proceso de deformaciones artísticas. La
ruptura con las valoraciones usuales de original y copia es aquí evidente y corresponde tam-
bién a rupturas importantes del arte contemporáneo.
236 / Fernando Zalamea
(I)
/ \
1.1 1.21.3 2.12.2 2.3 3.13.2 3.3
21
Por supuesto, en general, el retículo es desequilibrado, pues los procesos efectivos de
transmisión distan mucho de ser circulares [o han distado mucho hasta el momento; posi-
blemente, el rápido acceso isotrópico a la información en que se encuentra embarcado este
final de siglo -vía redes como Internet- nos acercará en el futuro a un retículo del tipo (II) ].
La historia de la ciencia estudia en buena medida la formación de esos desequilibrados.
El caso Peirce: modalidades de resistencia I 237
(II)
22
En un estudio posterior, que refine estas indicaciones someras, habría que incorporar
el instrumentario de los gráficos existenciales de Peirce, que consiste, explícitamente, en
un cálculo de marcas, resistencias y traslados sobre una hoja de aserción. Los gráficos
existenciales de Peirce incorporan, con todo rigor técnico, axiomatizaciones alternativas
(completas) del cálculo proposicional clásico, de la lógica clásica de primer orden (pura-
mente relacional, con igualdad) y de algunos cálculos modales. Los gráficos existenciales
deben verse como un instrumentario analítico, local, reflejo de las preocupaciones sintéti-
cas, globales, presentes en la máxima pragmática. Acerca de los gráficos existenciales de
Peirce pueden consultarse Don Roberts, The Existential Graphs of Charles S. Peirce, The
Hague, Mouton, 1973, Pierre Thibaud, La lógica de Charles Sanders Peirce, Madrid, Para-
ninfo, 1982, o Fernando Zalamea, Lógica topológica: una introducción a los gráficos
existenciales de Peirce, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1997.
238 / Fernando Zalamea
23
Un extenso estudio acerca del interés de estos autores por cauces estructurales de la cultura
puede encontrarse en Fernando Zalamea, Estructura y dinámica: una lectura interdisciplinaria
de aspectos del pensamiento europeo de entreguerras (Cassirer, Panofsky, Pagel; Braudel,
Francastel, Lautman; Bajtin), Bogotá, Mención de Honor, Concurso Nacional de Ensayo,
Colcultura, 1992 [aceptado para publicación (1995) en Editorial Anthropos, Barcelona, España].
24
Véase, a este propósito, la reciente recopilación Historia social de las ciencias en Améri-
ca Latina (Juan José Saldaña, coordinador), México, UNAM / Porrúa, 1996.
25
Como una obra aislada que trató de afianzar el pragmatismo, vale la pena mencionar la
cátedra del uruguayo Carlos Vaz Ferrei ra, ahora recopilada en Lógica viva, Moral para intelec-
tuales, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1979. Vaz fue maestro del extraordinario cuentista
Felisberto Hernández. La asombrosa originalidad y frescura de Felisberto ganan mucho al
ser situadas en la primeridad peirceana.
26
El término, en otro contexto, se debe a Pierre Francastel.
El caso Peirce: modalidades de resistencia I 239
27
Fernando Ortiz, Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, Caracas, Biblioteca
Ayacucho, 1978, p. 86. Citado en Ángel Rama, Transculturación narrativa en América La-
tina, México, Siglo XXI Editores, 1982, pp. 32-33. La obra de Ángel Rama estudia meticulo-
samente las problemáticas de la transculturación, ejemplificándolas con discusiones de
sociología del conocimiento e impecables análisis de crítica literaria.
240 / Fernando Zalamea
28
En efecto, dentro del retículo peirceano, se observa inmediatamente que la obra de Rulfo
se colorea de muy diversas maneras en diversos contextos interpretativos e involucra, siem-
pre, una gran multiplicidad de lecturas. En contraste con el dinamismo semiótico de la obra
de Rulfo (obra plenamente simbólica -en el sentido peirceano, tercero, de símbolo-), los
iconos estáticos de Guayasamín son intraducibies más allá de su rígida connotación fácil-
mente protestataria y folclórica.
29
Peirce distinguía terceridades "genuinas" (relaciones ternarias irreducibles a combi-
naciones de predicados y relaciones binarias) de terceridades "degeneradas" (relaciones
ternarias reconstruibles a partir de primeridades y secundidades). Por ejemplo, "1 está entre
Oy 2" es una terceridad degenerada (se reduce a la conjunción de "1 es mayor que 0" y "1
es menor que 2"), mientras que "1 + 2 = 3" es una terceridad genuina (la suma es una
relación ternaria irreducible).
El caso Peirce: modalidades de resistencia I 241
30
Acerca de Veracruz pueden consultarse el excelente resumen de Mauricio Beuchot,
Historia de la filosofía en el México colonial, Barcelona, Herder, 1996, pp. 124-135, o las
contribuciones detalladas de Beuchot, Walter Redmond y Bernabé Navarro, en M. Beuchot,
B. Navarro (compiladores), Dos homenajes: Alonso de la Veracruz y Francisco Xavier
Clavígero, México, UNAM, 1993, pp. 13-68. Sobre los datos extraídos de estos autores
propongo mi análisis interpretativo, pues la consulta directa de la obra de Veracruz es bas-
tante más difícil.
31
Véanse, por ejemplo, Ernest A Moody, Studies in Medieval Philosophy, Science and Logic,
Berkeley, University of California Press, 1975, Simón Knuuttila, Modalities in Medieval
Philosophy, London, Routledge, 1993, o Mauricio Beuchot, Signo y lenguaje en la filosofía
medieval, México, UNAM, 1993. Vale la pena observar que Peirce, a fines de! siglo pasado,
realizó extensos estudios de los lógicos medievales. Dos siglos antes, la influencia de los
lógicos medievales sobre Leibniz había sido también considerable. Dado que la explosión
de la lógica en el siglo XX puede verse como la realización parcial de los sueños de Leibniz
(característica universal) y de Peirce (teoría general de las representaciones), puede intuirse
cómo muy ricos filones lógicos medievales se encuentran incrustados en muchos de los
haceres de la lógica contemporánea.
242 / Fernando Zalamea
32
W. Redmond, "Lógica y existencia en Alonso de la Veracruz" en M. Beuchot, B. Navarro
(compiladores), Dos homenajes: Alonso de la Veracruz y Francisco Xavier Clavígero, México,
UNAM, 1993, p. 42.
El caso Peirce: modalidades de resistencia I 243
1
Se hace referencia a la ponencia: "Debate sobre la lepra: Médicos y pacientes interpre-
tan lo universal y lo local", presentada por la profesora Diana Obregón y publicado en este
mismo libro.
248 / Jorge Arias de Greiff
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3. Se acerca más a "
la locomotora: nota
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2
Para detalles sobre estos diseños de material rodante adecuado a la necesidades de la
realidad concreta local, véase J. Arias-de Greiff, 1989, "Un momento estelar de la ingenie-
ría mecánica en Colombia: los diseños de locomotoras de R C. Dewhuist". En Boletín Cul-
tural y Bibliográfico N° 21 (Bogotá).
272 / Diana Obregón
33
Sobre el tema del cultivo del bacilo de Hansen, véase McKinleyy Verder, 1933.
31
Véase el análisis de Bruno Latour (1987: 215-257) sobre los centros de cálculo, donde se
concentra y se acumula el conocimiento para luego volver a las llamadas periferias.
35
Juan de Dios Carrasquilla, "Memoria sobre la Lepra Griega en Colombia", en.Mittheilungen
und Verhandlungen der internationalen toissenschaftlichen Lepra-Conferenz zu Berlin im
October 1897, vol. 1 (Berlin, Verlag von August Hirschwald, 1897), pp. 81-124.
Saberes locales diversos globalizados por una necesidad local / 251
2
Para detalles sobre estos diseños de material rodante adecuado a la necesidades de la
realidad concreta local, véase J. Arias-de Greiff, 1989, "Un momento estelar de la ingenie-
ría mecánica en Colombia: los diseños de locomotoras de E C. Dewhuist". En Boletín Cul-
tural y Bibliográfico N° 21 (Bogotá).
252 / Jo?ge Arias de Greiff
10. La locomotora
estándar colombiana:
una doce ruedas clase
norte, fabricada por
BMG, de Berlín.
11. La locomoto-
ra estándar colombia-
na: una doce ruedas
de la clase Tolima, fa-
bricada por Skoda, de
Pisen, Checoslovaquia.
14. La locomoto-
ra estándar colombia-
na: una doce ruedas
del tipo Tolima, fabri-
cada por Baldwin de
wíM3i mw - •
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Filadelfia.
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tt^^™^!' iN ®
¿»H 'a"i« r-y- 1 "-T" 1 - 1 '" ———
3
Las especificaciones técnicas de las locomotoras de vapor utilizadas en Colombia, que desde
luego incluyen las que diseñó P. C. Dewhurst, se encuentran en Gustavo Arias-de Greiff,
1986, La muía de hierro. Bogotá.
256 / Jorge Arias de Greiff
4
Diseño preparado por American Locomotive Company para Southern Pacific. Véase D.
Binns, 1981. Kitson Meyer ArticulatedLocomotives, Blackpool, p. 127.
Saberes locales diversos globalizados por una necesidad local I 257
V ai ai «•»
5
Diseño presentado en 1981 por A. E. Durrand para los ferrocarriles sudafricanos durante
la crisis del petróleo. D. Binns, op. cit., p. 128.
D i a n a Obregón
1
Existe una abundante literatura latinoamericana de crítica a la idea de la difusión del
conocimiento científico desde el centro hacia la periferia. Quizás algunos de los trabajos
más significativos son: Stepan, 1981 y 1992; Vessuri, 1987y 1993;LafuenteySala, 1989;Cueto,
1989 y 1994; Saldaña, 1992 y Chambers, 1993.
2
Ésta es, por ejemplo, la posición de Saldaña (1992).
Debates sobre la lepra I 259
3
Importantes excepciones son: Vessuri, 1987 y 1993; Stepan, 1992; Chambers, 1993 y
Cueto, 1994.
260 / Diana Obregón
4
José María Ruiz, "De la elefantiasis de los griegos", Tesis para la revalidación del grado,
1867, Biblioteca Nacional, Fondo Pineda, Nfl 399.
262 / Diana Obregón
diversos autores, sino porque su deber como médico era curar los
padecimientos humanos.
Ruiz se ubicaba en el horizonte de la teoría miasmática sobre
las enfermedades y establecía un complejo cuadro de causas predis-
ponentes y determinantes de la lepra. Entre las predisponentes dis-
tinguía cósmicas como el clima, los alimentos, la atmósfera y la cons-
titución del suelo, e individuales como la herencia, la constitución,
el sexo y la edad. Las causas determinantes se dividían en propia-
mente dichas y ocasionales, entre las cuales estaban las emociones
vivas, las vigilias prolongadas y la ingestión excesiva de alimentos; a
su vez, las propiamente dichas se dividían en comunes y específi-
cas, entre las cuales estaba el contagio. Entre las comunes estaban
la ingestión de bebidas frías estando el cuerpo en transpiración y la
transición brusca de temperatura. Como se ve, las causas de la le-
pra podían ser de muy diversos tipos, casi cualquier actividad, pa-
sión o alimento podía producir la enfermedad.
En cuanto al contagio, Ruiz indicaba que médicos antiguos como
Areteo y Galeno, y médicos posteriores como Darwin y Pinel creían
en el contagio de la lepra. En cambio, según él, los modernos creían
que la lepra no era contagiosa, o bien, que había dejado de serlo
después del siglo XVI. Al examinar el caso colombiano, concluía que
"la elefantiasis ha sido y es una enfermedad contagiosa, pero que no
se transmite de esa manera sino mediante ciertas condiciones de
naturaleza no conocida" 5 . Su trabajo incluye referencias a Danielssen
y a Boeck, autores de la primera descripción anatomopatológica de
la lepra y considerados por el patólogo alemán Rudolf Virchowcomo
los iniciadores del conocimiento científico de esta enfermedad 6 .
5
Ibidem.
6
Daniel C. Danielssen and Cari W Boeck, Traite de la Spedalsked ou Eléphantiasis des
Grecs, Monograph (Paris, J. B. Balliére, 1848); también:/irte de la LépreparD. C Danielssen
et C W. Boeck, Bergen en Sorvéege, ¡847, Edition commemorative du centenaire. Ed. by
Héraclídes-Cesar de Souza-Araujo (Rio de Janeiro, 1946).
Debates sobre la lepra / 263
' Ricardo de la Parra, Ensayo sobre el Zaarah de Moisés o espécimen de una obra seria
sobre la elefantiasis de los griegos (París, Imprenta de Bonaventure I Ducessois, 1864) y del
mismo autor, La elefantiasis de los griegos (Bogotá, Imprenta de Gaitán, 1868); Ignacio
Pereira, Elefantiasis de los griegos (Bogotá, Imprenta de Poción Mantilla, 1866).
8
"Elefantiasis de los griegos", tesis para el doctorado en medicina y cirugía, presentada a
la Universidad de los Estados Unidos de Colombia por Samuel Duran, enAnales de la Uni-
versidad, 1874, 8 (67-72), 455-501, p. 478.
264 / Diana Obregón
10
Ibid., p. 468. El subrayado es mío.
11
Ibid.,pA60.
12
/te/., p. 470-1.
13
Ibid., p. 472.
266 / Diana Obregón
14
Sobre este tema ver DeLacy, 1993.
15
Gerhard Armauer Hansen, "Undersogelser angaaende Spedalskhedens Aarsager", en
Sorsk Magazín for Laegevidenskaben, 1874, 9:1-88, reimpreso en 1955 como "Causes of
Leprosy", en International Journal ofLeprosy 23 (3): 307-309.
16
Sobre este tema véase el estudio clásico de Bulloch, 1938/1979; véase también Cunningham
y Williams, 1992.
17
Ignacio Pereira, Elefantiasis de los griegos: carta dirigida al señor Ricardo de la Parra
(Bogotá: Imprenta de Foción Mantilla, 1866).
18
Sobre la medicina homeopática y sus conflictos con la medicina alopática, que ya se per-
filaba como la medicina oficial, véase Guzmán Urrea, 1995.
Debates sobre la lepra / 267
19
Gabriel J. Castañeda, Causa y tratamiento racional de la lepra de los giiegos hallados
por inducción. (Bogotá, Imprenta de Echeverría Hnos., 1882), especialmente pp. 38-41.
20
Juan de Dios Carrasquilla, "Disertación sobre la etiología y el contagio de la lepra", en
Revista Médica, 1889, 13 (137) pp. 441-484.
21
Ibid, p . m .
268 / Diana Obregón
22
/te/., p. 448.
3
Sobre las teorías evolucionistas en Colombia, véase: Restrepo Forero y Becerra Ardila,
1995a y 1995b.
24
Carrasquilla, "Disertación", p. 451.
Debates sobre la lepra I 269
25
/te/., p. 457.
26
Ibid.,p. 458 (nota).
27
En otro trabajo (Obregón, 1998) me he referido ampliamente a la seroterapia Carrasquilla,
que él concibió como una terapia específica para la lepra, aplicando los principios de lo que
entonces se llamaba la "inmunidad".
28
'Actas de las sesiones de los días 24y 31 de agosto de 1886"',Revista Médica, 1886,10 (107):
241-243; y Gabriel J. Castañeda, en "La lepra en el estado de Antioquia", Ibid., 258-259.
270 / Diana Obregón
29
Véanse las cartas de Páez en Antonio Gutiérrez Pérez, Apuntamientos para la historia
de Agua de Dios (Bogotá, Imprenta Nacional, 1925), pp. 161-165.
30
Adriano Páez, "Viaje al país del dolor" (fragmentos) en Gutiérrez, Ibid., pp. 270-295,
pp.293-295.
Debates sobre la lepra I 271
31
Montoya, Contribución, pp. 86-88.
32
Donald H. Currie, "Resolutions Adopted by the Berlin Conference of 1897", en Public
Health Reports, 1909, 24 (38): 1361.
272 / Diana Obregón
33
Sobre el tema del cultivo del bacilo de Hansen, véase McKinley y Verder, 1933.
34
Véase el análisis de Bruno Latour (1987: 215-257) sobre los centros de cálculo, donde se
concentra y se acumula el conocimiento para luego volver a las llamadas periferias.
35
Juan de Dios Carrasquilla, "Memoria sobre la Lepra Griega en Colombia", enMittheilungen
und Verhandlungen der internationalen wissenschaftlichen Lepra-Conferenz zu Berlin im
October 1897, vol. 1 (Berlin, Verlag von August Hirschwald, 1897), pp. 81-124.
Debates sobre la lepra I 273
36
Donald H. Currie, "Resolutions Adopted by the Berlin Conference of 1897", en Public
Health Reports, 1909, 24 (38); 1361.
37
Sobre este tema, véase Crawford, 1992 especialmente, pp. 14 y 38-43.
274 / Diana Obregón
38
Juan de Dios Carrasquilla, "Disertación sobre la etiología y el contagio de la lepra", en
Revista Médica, 1889, 13 (137): 441-484, en p. 465.
39
Juan de Dios Carrasquilla, "Los sanatorios y la lepra", en Revista Médica, 1905,26 (306):
65-71.
Debates sobre la lepra I 275
40
Sobre los sanatorios para la tuberculosis, ver el estudio clásico de Dubos, 1952. Véase
también: Bryder, 1988, y Rothman, 1994.
41
Montoya, Contribución, pp. 356-357.
42
Pablo García Medina, "Profilaxia de la lepra en Colombia", Repertorio de Medicina y
Cirugía, 1909, 1-1 (1): 52-59, pp. 55-56.
276 / Diana Obregón
43
Juan Bautista Montoya y Flórez, "Profilaxis de la lepra en Colombia (Segundo Congreso
Médico Nacional)" en Revista Médica, 1913, 31 (375): 321-331, p. 327.
44
Montoya, Contribución, pp. 336-337.
Debates sobre la lepra I 277
45
José F. Correal, "Carta al Ministro de Gobierno", Mayo 15, 1909, en Gutiérrez, Apun-
tamientos, pp. 325-326, p. 326.
278 / Diana Obregón
luego, los ignoró46. Correal no era sino un "leproso". Como una prue-
ba de que los leprosos habían perdido no sólo sus derechos civiles,
sino también su libertad de sentir y de pensar, el paciente Antonio
Gutiérrez observó con cierta ironía:
Conclusión
Bibliografía
Introducción
Antecedentes
1
Ramón B. Jimeno había establecido en 1886 una compañía privada de abastecimiento
de agua para la ciudad de Bogotá y Chapinero, reemplazando el sistema de acequias por el
de tubería de hierro. (Vargas, J. y Zambrano, F. 1988: 11-94). No se tiene evidencias de la
participación del señor Jimeno en alguna propuesta para la construcción del acueducto en
Cartagena, pero sí sabemos, por las memorias de Eusebio Grau, que este empresario natu-
ral de Ciénaga (Magdalena) había iniciado el primer acueducto moderno establecido en la
ciudad de Barranquilla, aproximadamente en 1875 (Grau, 1896: 47); una pequeña nota bio-
gráfica sobre Jimeno, en Conde (1995: 92-93).
Los circuitos del agua y la higiene u r b a n a en Cartagena I 285
2
AHC, Registro de Bolívar, Cartagena, 12 de marzo de 1888, p. 78.
3
El texto completo del contrato con el señor Russell había sido aprobado en el Concejo
por el acuerdo número 8 de 12 de agosto de 1892, y se publicó en una compilación de Con-
tratos, Ordenanzas y Resoluciones Expedidos por la Asamblea de Bolívar ¡892-1894,
Cartagena, Tipografía Araújo, 1894, p. 78.
286 / A l v a r o León C a s a s Orrego
4
En estos contratos, se ve aparecer una transformación del concepto tradicional de ciu-
dad en la administración oficial: dado el crecimiento de finales del siglo XK, la ciudad de
Cartagena ya comprende también sus barrios extramuros y los nuevos espacios urbanos lla-
mados por los cronistas de la época "cercanías". Sobre la expansión de la ciudad de
Cartagena, ver Casas, 1994: 39-68.
5
Contratos, Ordenanzas y Resoluciones expedidos por la Asamblea de Bolívar 1892-1894.
Cartagena, Tipografía de Antonio Araújo, 1894, p. 288-296.
Los circuitos del a g u a y la higiene u r b a n a en C a r t a g e n a I 287
6
El sistema se utilizaba en Inglaterra en su forma combinada (aguas lluvias y aguas su-
cias) desde 1838, y en los Estados Unidos, en la ciudad de Memphis, se había propuesto,
por primera vez, desde 1880, un sistema de evacuación que separaba las aguas lluvias de las
cloacas, haciéndolas correr por otros conductos o por las cunetas de las calles (Chivas, 1905);
(Vigarelo, 1991: 225).
7
Según el sistema de aguas inglés de comienzos del siglo XTX, éstas riegan las casas antes
de volver a los circuitos subterráneos.
288 / A l v a r o León C a s a s Orrego
8
Sobre diferentes aspectos del desarrollo económico y empresarial de Cartagena, ver
Bossa, 1967, y Restrepo y Rodríguez, 1986.
Los circuitos del a g u a y la higiene u r b a n a en Cartagena I 289
Otros acueductos
9
James T. Ford (1864-1907) llegó a Cartagena como ingeniero y empresario para encar-
garse de la construcción del acueducto, en la que sería su última actividad empresarial. Este
ingeniero caribeño, nacido en Jamaica, tenía a sus 43 años de edad una reconocida expe-
riencia empresarial y profesional en varios países del Caribe: había participado en las obras
de irrigación de Guantánamo en Cuba, fue ingeniero consultor del gobierno de Colombia
en lo relacionado con la empresa del canal de Panamá, tuvo a su cargo las empresas de fe-
rrocarriles de Cartagena, Girardot y Antioquia y fue socio de la empresa de vapores Carta-
gena-Magdalena Steamboat Company. El Porvenir, Cartagena, mayo 10 de 1907, citado en
el inédito de Ripoll, M. T. (1992: 5).
10
Los propietarios de tierras en Turbaco: Toribio Marrugo, Juan Carrillo, Eliodoro Chico,
Eloy Castellón y Antonio Araújo, beneficiarios de la fuente de Coloncito, promovieron un
pleito ante el fiscal del Tribunal para obligar a la empresa del acueducto de Cartagena a
proveer de agua a sus predios, el cual se resolvió favorablemente para los propietarios en
1912, gracias a la intervención de la gobernación, que contrató con el ingeniero Dickin la
construcción de albercas en dichos predios. Memoria que presenta el Secretario de Gobier-
no al Señor Gobernador de Bolívar (1913: 101).
290 / A l v a r o León C a s a s Orrego
11
Mensajes e Informes del Gobierno Departamental de Bolívar, 1916 (1916:28-38).
12
AHC, El Porvenir, Cartagena, abril 18 de 1916, p. 2.
Los circuitos del agua y la higiene urbana en Cartagena / 291
13
AHC, El Porvenir, Cartagena, 31 de julio de 1916, p. 2.
Los circuitos del agua y la higiene urbana en Cartagena I 293
14
Manuel Pájaro (1855-1943). Médico de la ciudad de Cartagena, además de muy activo
en política, fue miembro de las directivas locales del Partido Nacional, y concejal y diputado
en varias5i oportunidades (Restrepo, 1989: 25-39).
294 / A l v a r o León Casas Orrego
15
En 1915, el obstáculo más grave para mejorar las condiciones de salubridad de Cartagena
seguía siendo la falta de agua potable. En este sentido, el 7 de junio de 1915, el Dr. Pablo García
Medina, presidente de la junta central de Higiene, dirigió una comunicación a la dirección
departamental de Higiene de Bolívar, en la que ofrecía su gestión ante el gobierno nacional
para lograr la aprobación de un nuevo contrato de construcción de acueducto. AHC. El Por-
venir, 9 de junio de 1915.
16
El Informe presentado por la Pearson & Son para la ciudad de Cartagena fue publicado
en Memorias del ministro de Obras Públicas al Congreso de 1916, Bogotá, Imprenta Nacio-
nal, 1916. Sobre la Pearson & Son véase también \&Memoria del ministro de Obras Públicas
al Congreso de 1915, Bogotá, Imprenta Nacional, 1915, p. 23.
17
Antes de ser contratada para Cartagena por el Ministerio de Obras Públicas, la casa
Pearson & Son realizó estudios de saneamiento urbano para Bogotá en 1907 (Puyo, 1992:
214).
Los circuitos del agua y la higiene urbana en Cartagena I 295
ción social nueva dentro de una institución que era el "cuerpo mé-
dico de la ciudad" (Obregón, 1992: 63 18 ). Es la higiene pública, como
rama de la medicina, el lugar en el que los médicos colombianos de
finales del siglo XIX y comienzos del XX van a reclamar su compe-
tencia científica como autoridades reguladoras del orden urbano, y
lo harán ya con fuerte convencimiento y optimismo inéditos, pues
consideran que a partir de los descubrimientos pasterianos la me-
dicina ha dejado de ser ciega y ha comenzado por primera vez a curar
y prevenir las enfermedades colectivas.
Este auge del higienismo médico en las dos últimas décadas del
siglo XK, contemporáneo del primer intento de organización de una
política sanitaria nacional 19 , no llegó a ser en esa época una solución
a los problemas de insalubridad que afectaron a las poblaciones co-
lombianas y, por supuesto, tampoco a los que padecieron las ciuda-
des de la costa atlántica. Todavía en 1913, en el marco de los traba-
jos del Segundo Congreso Médico de Colombia, el ingeniero civil
Lucio Zuleta (1917: 7-22) señalaba que en materia de saneamiento
urbano "Colombia está apenas en sus principios" 20 .
La mala calidad de las aguas, y su denuncia como causa de en-
fermedades frecuentes en la época del verano, era tema común en
los discursos de los médicos higienistas y de la prensa comercial de
18
También fueron tareas de estas sociedades científico-médicas la reglamentación legal
del ejercicio profesional de la medicina, la vigilancia de la conducta de los médicos y su
unificación en un gremio que defendiera sus intereses.
19
Ley 30 de 1886 (20 de octubre) que crea las juntas de higiene en la capital de la Repúbli-
ca y en las de los departamentos o ciudades principales, Repertorio oficial, Medellín, Año I,
N°47, 10 Ene., 1887, p. 371.
20
"En Bogotá, con una Oficina de Higiene bien establecida, algunas alcantarillas, bastan-
tes calles pavimentadas con asfalto y un servicio bastante bueno de aseo en las calles" el
acueducto constituía un verdadero "foco de infección". "Cali hasta ahora se ha venido a
preocupar por el asunto y actualmente hay ingenieros elaborando un proyecto de saneamiento
de la población, que piensan llevar a efecto antes de la llegada del ferrocarril. En Cartagena,
con ocasión del centenario, se hicieron algunas obras, y de resto en las demás ciudades nada
se ha hecho".
L o s circuitos del a g u a y la higiene u r b a n a en C a r t a g e n a I 297
21
El Dr. Rafael Pérez, miembro de la Academia de Medicina de Medellín, realizó estudios
de medicina en la Universidad Nacional de Bogotá, para luego completarlos en París, don-
de obtuvo el título de doctor en medicina y cirugía. Allí conoció al Dr. Lascario Barboza,
miembro activo de la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales de Bolívar, con quien sos-
tuvo una corta pero fecunda amistad hasta el día en que murió Pérez. De esta relación cien-
tífica quedaron varios escritos, de los cuales dos fueron publicados en la revista de la misma
Sociedad (Barboza, 1897: 298-299).
22
Vieja noción de las fiebres palúdicas como condición climatérica de los lugares, Cartagena
era considerada como lugar palúdico o malario (de malos aires).
298 / Alvaro León Casas Orrego
23
Sólo en 1918 aparece una tímida alusión al asunto en el Tercer Congreso Médico Nacio-
nal, que se reunió en Cartagena y consignó en sus Resoluciones y votos la necesidad de or-
ganizar el estudio de las aguas minerales en Colombia, pedir al gobierno nacional el cum-
plimiento de las leyes referentes al saneamiento de los puertos marítimos y fluviales,
especialmente la ejecución de las obras de sanidad en los puertos de Cartagena, Barranquilla
y Buenaventura, como por ejemplo la construcción de una estación sanitaria en Cartagena,
la pavimentación de calles, el establecimiento de alcantarillas y la fundación de laboratorios
para los tres puertos; se solicitaba también hacer las gestiones diplomáticas necesarias para
obtener la supresión de la cuarentena a que estaban sometidos los buques que atracaban en
los puertos colombianos del Atlántico y del Pacífico (Buenaventura y Tumaco). (Tercer Con-
greso Médico Nacional de Colombia. 1918, pp. 42-43).
24
Un ejemplo de esta concepción sobre la higiene urbana se contiene en la reseña biblio-
gráfica de Santero (1886: 67-73).
300 I Alvaro León Casas Orrego
25
El informe del ingeniero Ricardo M. Arango, presentado en cumplimiento de un decre-
to gubernamental expedido por el jefe civil y militar del departamento de Panamá, com-
prende tres amplios capítulos: el primero, dedicado a los abastecimientos municipales de
agua; el segundo, destinado a tratar el problema de la colección y disposición de los desper-
dicios, y el tercero, al tema de la protección de la salud (1903: 189).
26
Gobernación del departamento de Bolívar, Decreto N° 523 del 24 de julio de 1903, Re-
gistro de Bolívar, N° 2161, Cartagena, 30 de julio, 1903, p. 257.
302 / A l v a r o León C a s a s Orrego
nales del siglo XKy comienzos del siglo XX, pues había que comprarla
y los aljibes públicos, por su mal estado, constituían un verdadero pe-
ligro para la salud. La salud era, pues, otro privilegio de las gentes pu-
dientes. Nada diferente de la situación del puerto colombiano en el
Pacífico, donde el dinamismo comercial y las obras de construcción
del canal interoceánico hacían aún más grave la falta de agua.
Otro rasgo común entre las ciudades de Cartagena y Panamá era
la carencia de los elementos más necesarios y sobre todo del con-
trol de los mismos para garantizar la salud de la comunidad. "Agua
abundante y de buena calidad, factor indispensable para mejorar la
salubridad pública" constituía la divisa del ingeniero civil Ricardo
M. Arango (1903:189).
También llama la atención en Arango la clasificación de las aguas
aptas para consumo humano (aguas lluvias, aguas subterráneas, po-
zos y fuentes) y los medios pasterianos de purificación, considerados
por el autor como el más importante objetivo de todo sistema de lim-
pieza del agua, debido al peligro que las bacterias representan en la
transmisión de enfermedades infecciosas. Hay aquí un cambio res-
pecto a la higiene del siglo XK que atacaba los depósitos de aguas
estancadas, sin tener en cuenta este nuevo peligro de lo invisible,
puesto en evidencia por el químico Louis Pasteur y sus seguidores
médicos.
Con Arango, estamos ante el caso de un ingeniero pasteriano por
la doctrina y por la técnica: entre los sistemas de filtros domésticos
que recomienda, se cuenta el inventado por Chamberland 27 , el exi-
toso alumno de Pasteur que ideó filtros para el agua y para el labora-
torio y aparatos de esterilización como el autoclave.
La importancia del informe del ingeniero Arango consiste en que
va más allá de las preocupaciones, que en cierto modo compartía con
27
Entre los diferentes filtros destinados al uso doméstico, Arango recomienda el conocido
con el nombre de "Pasteur Chamberland y Berkefeld" para contribuir a la purificación de
las aguas (Arango, 1903:190).
Los circuitos del agua y la higiene urbana en Cartagena I 303
2S
El doctor Manuel H. Pájaro (1855-1943) fue un afamado médico cartagenero. Cuando
inició los estudios profesionales de medicina en 1875 tuvo como sus profesores a los médi-
cos Rafael Calvo, José Manuel Vega y Manuel D. Montenegro. Luego de recibir su diploma
en Medicina y Cirugía, es nombrado como profesor en ia Escuela de Medicina de Cartagena.
Fue miembro fundador de la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales de Bolívar y de la
Academia de Historia. Ocupó una curul en el Concejo de Cartagena y presidió el mismo
desde 1888 hasta 1891. También fue diputado a la Asamblea del estado soberano de Bolívar
desde 1884, y le correspondió presidir la misma corporación cuando ésta tenía carácter
departamental en 1903. En 1904 fue elegido representante primer suplente del Congreso
de la República. En 1910 el ejecutivo nacional lo nombró director general de Instrucción
Pública del departamento de Bolívar, desde donde, entre otras iniciativas, ideó la de dar el
nombre permanente de Universidad de Cartagena al antiguo Colegio del Estado. Ocupó la
presidencia honoraria del Tercer Congreso Médico Nacional celebrado en Cartagena en 1918,
evento en el que se destacó por su intervención en la defensa de las condiciones sanitarias
del puerto, evidenciando una postura más política que científica. El Porvenir, N° 6.063,
Cartagena, agosto 14 de 1918, p. 2.
Los circuitos del agua y la higiene urbana en Cartagena I 303
E l médico, el político
28
El doctor Manuel H. Pájaro (1855-1943) fue un afamado médico cartagenero. Cuando
inició los estudios profesionales de medicina en 1875 tuvo como sus profesores a los médi-
cos Rafael Calvo, José Manuel Vega y Manuel D. Montenegro. Luego de recibir su diploma
en Medicina y Cirugía, es nombrado como profesor en la Escuela de Medicina de Cartagena.
Fue miembro fundador de la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales de Bolívar y de la
Academia de Historia. Ocupó una curul en el Concejo de Cartagena y presidió el mismo
desde 1888 hasta 1891. También fue diputado a la Asamblea del estado soberano de Bolívar
desde 1884, y le correspondió presidir la misma corporación cuando ésta tenía carácter
departamental en 1903. En 1904 fue elegido representante primer suplente del Congreso
de la República. En 1910 el ejecutivo nacional lo nombró director general de Instrucción
Pública del departamento de Bolívar, desde donde, entre otras iniciativas, ideó la de dar el
nombre permanente de Universidad de Cartagena al antiguo Colegio del Estado. Ocupó la
presidencia honoraria del Tercer Congreso Médico Nacional celebrado en Cartagena en 1918,
evento en el que se destacó por su intervención en la defensa de las condiciones sanitarias
del puerto, evidenciando una postura más política que científica. El Porvenir, N° 6.063,
Cartagena, agosto 14 de 1918, p. 2.
Los circuitos del agua y la higiene u r b a n a en C a r t a g e n a I 307
31
"... los techos de las casas que forman el área de recolección de las aguas que van a es-
tanques y aljibes... recogen gran cantidad de polvo que el viento levanta de las calles, y es
bien sabido que el polvo es uno de los mejores conductores de infinidades de bacterias
patogénicas; además... nuestros techos son rendez vous de los gallinazos, que el alimento
principal de estos animales constituyen cuerpos en putrefacción; que los instintos glotones
de estas aves los llevan a repletarse de modo tal que les provocan contracciones de
regurgitación y entonces riegan los techos con ese alimento que no pueden contener en el
estómago;... las aguas arrastran luego estas inmundicias lo mismo que los excrementos de
Los circuitos del agua y la higiene u r b a n a en Cartagena / 311
aquellas aves y de otros animales, para depositarlos en los estanques donde el agua impro-
piamente aireada se convierte en caldo de cultivo para el microbio de un sinnúmero de en-
fermedades como la tifoidea, la malaria, etc.".
312 ¡Alvaro León Casas Orrego
32
AHC El Porvenir, N° 3.893, Cartagena 9 de marzo de 1911. Sobre la Escuela de Medici-
na Tropical, A. Casas y J. Márquez, "Medicina regional, medicina nacional y medicina tro-
pical en Cartagena en el cambio de siglo". XCongreso de Historia de Colombia, Medellín,
agosto de 1997.
33
Sobre médicos colombianos que se especializaron en Europa en patología tropical, cf.
Abel, 1996: 39-40.
L o s circuitos del a g u a y la higiene u r b a n a en C a r t a g e n a / 313
34
En 1908, en El Porvenir se ventilaba que uno de los problemas más sentidos de la ciu-
dad de Cartagena era la extirpación de los mosquitos, que se identificaban como el medio
con que la ciencia reconocía la transmisión de algunas enfermedades como "la malaria, la
fiebre amarilla y quién sabe cuántas más". En el mismo año, un columnista de ese mismo
periódico se pronuncia sobre la Compañía del Acueducto: " i Por qué se permite a la compa-
ñía [...] que encharque las calles? [...] ¿Qué ha hecho la policía a este respecto? [...] ¿Por
qué no cumplen estas compañías los reglamentos de sanidad?", AHC, El Porvenir, Cartagena,
junio 4, 1908.
314 I Alvaro León Casas Orrego
37
AHC, El Porvenir, Cartagena, septiembre 11, 1909.
38
AHC, Acuerdos, Acuerdo 20 de 28 de marzo, 1919.
316 I Alvaro León Casas Orrego
40
AHC, El Porvenir, Cartagena, enero 10, 1921.
41
Muy apegado a lo tradicional, el doctor Pájaro señala las desventajas del agua de Matute
para resaltar las buenas cualidades del agua de cisterna: "Ua filtración de estas aguas [de
Matute] se impone pues de un modo imperioso, si han de emplearse esas aguas para bebi-
da, como la usa la clase pobre, pues la acomodada sigue usando sin inconveniente, antes
320 ¡Alvaro León Casas Orrego
bien con placer, el agua de cisternas, por ser delgada y agradable y reunir muchas de las
condiciones del agua verdaderamente potable" (Pájaro, 1919: 172)".
Los circuitos del a g u a y la higiene u r b a n a en Cartagena I 321
Bibliografía
Libros
Artículos
HIBRIDACIÓN CONSTANTE:
manejo de la enfermedad en una comunidad rural colombiana
1
El acercamiento etnográfico permite buscar la estructura de las relaciones detrás del
hecho observable. Es un acercamiento en el que las estructuras no son cosas del mundo
Hibridación constante I T>7A
físico, sino productos sociales, cuyo conocimiento es el fruto de interacciones, del diálogo
entre el conocedor y el objeto conocido.
330 / Cristina B a r a j a s
2
Los análisis de Taussig, si bien se inscriben dentro de los estudios sobre chamanismo,
permiten una visión mas amplia del fenómeno de la mezcla y la permanencia de formas
médicas, bajo la óptica de! colonialismo y la resistencia que éste puede producir en los gru-
pos colonizados y oprimidos (Taussig, 1987).
Hibridación constante / 331
porque exista un orden oculto dentro del sistema, que contiene es-
tructuras profundamente codificadas. Éstas se caracterizan por com-
binar azar y orden; se constituyen en tendencias organizadoras en
el interior del sistema.
Aquí denominaremos rasgos estructurantes a esas tendencias
organizadoras en el interior de un sistema y hablaremos de estruc-
tura profundamente codificada sólo cuando esos rasgos son tan fuer-
tes y tan arraigados que persisten a lo largo del tiempo con modifica-
ciones pequeñas, hasta el punto de constituir una forma generalizada
de pensamiento.
Cuadro 1
Denominaciones locales: generalmente describen síntomas
Algunas enfermedades y disfunciones percibidas por los
campesinos de la vereda El Carreño, Sotaquirá.
Significados
Denominación Signos (Síntomas) Acciones (Acción preventiva)
(Interpretaciones)
Dolor de estómago,
• Masaje en el vientre.
Embuche (en niños) vómito, diarrea, desaliento, Por comer en exceso.
• Agua de hierbabuena.
inapetencia.
• Ir a comadrona.
Le entró frío de difunto por ir
Enteco o tocado Palidez, • Baños con suero de leche.
a un funeral o por estar en el
de difunto (en niños) inapetencia, raquitismo. • Meterlo desnudo en vientre
sitio donde estuvo un muerto.
de vaca recién muerta
Desaliento y dolor de Por hacer oficio cuando se " Ir a sobandera, que soba y
Matriz caída estómago, suspensión de levantó del parto. Por alzar al suministra un compuesto
menstruación. bebe después del parlo. de hierbas y vitaminas.
336 / Cristina Barajas
Cuadro 2
Denominaciones locales que aluden al órgano enfermo
Algunas enfermedades y disfunciones percibidas por los
campesinos de la vereda El Carreño, Sotaquirá.
Significados
Denominación Signos (síntomas) Acciones (acción preventiva)
(interpretaciones)
Cuadro 3
Denominaciones tomadas de la medicina institucional
Algunas enfermedades y disfunciones percibidas por los
campesinos de la vereda El Carreño, Sotaquirá.
Significados Acciones
Denominación Signos (síntomas)
(interpretaciones) (acción preventiva)
• Poner cuajada.
• Delimitar la zona
Inflamación en la pierna Pensaron que era
Gangrena amarrando lana roja.
después del golpe. materia (pus) acumulada.
" Fue al hospital,
murió por ampicilina.
• Ir a hospital,
Por sacarse una muela
Cáncer de boca Infección en la boca. le pusieron sonda.
con alicates oxidados.
Murió.
Cuadro 4
Transformación de. algunas denominaciones locales
Algunas enfermedades y disfunciones percibidas por los
campesinos de la vereda El Carreño, Sotaquirá.
Significados Acciones
Denominación Signos (síntomas)
(interpretaciones) (acción preventiva)
• Alka-Seltzer, Sal de
Rebote de bilis Por tomar tres sorbos
Vómito amarillo y agrieras. frutas, y si no sirven, aguas
(niños y adultos). de guarapo.
de hierbas amargas.
Rebote, mareos, ojos
Por consumir grasas • Tomar aguas
Mal de hígado. amarillos, palmas de las
en exceso. de hierbas amargas.
manos quebradas, ajadas.
Por "aguantar hambre" o por • Ir al hospital
Hepatitis Ojos amarillos.
comer muchos huevos. o a la droguería.
•Bañarse con barro de los
Dolor en articulaciones, Por tomar mucho licor, pozos termales de Paipa.
Romatís
Gordura. por comer mucho. Agua de bretónica. Ir al
médico.
• Bañarse con barro de los
Dolor en articulaciones, Por tomar mucho licor, pozos termales de Paipa.
Artritis
Gordura. por comer mucho. Agua de bretónica. Ir al
médico.
Los doctores dicen que hay que operarla, que abrirle la cabe-
za, pero aquí la gente me dice que eso no la deje porque me la ma-
tan o me la dejan loca; yo prefiero dejarla así, después de todo ahí
anda... lo malo es la plata que hay que pagar para los controles [...].
No sólo se habla mal del hospital, también se dice que las en-
fermeras regañan e incluso "golpean" a los enfermos. Esther cuen-
ta, con respecto al único parto que le han atendido en el hospital:
[...] si son buenos para el animalito, ¿por qué no para los hu-
manos? (Pablo).
3.7 La brujería
[...] es que hay brujas, dicen que no, pero que las hay las hay...
por la noche se convierten y vuelan y chillan. Son como quien ve
un pisco, así saraviadas; vuelan, y si uno las ve y les echa pepas de
mostaza, ahí las encuentra al día siguiente estiradas por comerse
las pepas, las muy sinvergüenzas... Hacen fiestas las tres o cuatro...
si uno las ve, no le hacen nada, pero uno no puede ni decir palabra
porque el miedo lo deja mudo, con la lengua paralizada [...].
[...] que tiene más de un muerto a su cargo, entre otros los hi-
jastros, a los que trataba como perros, los ponía a comer en platones
en el suelo... por eso está tan enfermo el esposo, por alcagüete [...].
4. E l orden oculto
3
Consideramos aquí lo institucional como lo aceptado socialmente y sometido a control
social. Será formal si tiene la aceptación y control de manera explícita mediante un título
legal, por ejemplo, médicos, enfermeros. Será informal cuando es aceptado socialmente,
sin que necesariamente sea aprobado oficialmente por instancias diferentes de las de la co-
munidad inmediata.
Hibridación constante I 349
4
Aquí nos referimos a estructura como un modelo cognitivo. Este acercamiento teórico
se hace con base en los estudios de Faust, quien ha demostrado que tanto la polaridad frío-
cálido, como la presencia de entidades no corpóreas en el pensamiento nativo americano,
son elementos bien estructurados y profundamente codificados, hasta el punto de persistir
arraigados colectivamente mucho tiempo (Faust, 1990a).
Hibridación constante I 351
7. A manera de conclusión
Bibliografía
7 Diana Obregón
PRESENTACIÓN
21 Parte I
SABERES INDÍGENAS, CIENCIA Y POLÍTICA EN LA COLONIA
161 Parte II
CIENCIA MODERNA: CENTROS Y PERIFERIAS
Este libro,
que recoge algunas de las ponencias del coloquio
CULTURAS CIENTÍFICAS Y SABERES LOCALES,
realizado en Santafé de Bogotá,
se terminó de imprimir
en el mes de julio del 2000,
compuesto en caracteres Dutch 766.