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El espejo en el que nos miramos.

Por Leandro Gamallo y Florencia Ubertalli1

La aversión de nuestro siglo por el realismo


es la rabia de Calibán al verse la cara en el espejo.

La aversión de nuestro siglo por el romanticismo


es la rabia de Calibán al no verse la cara en un espejo.

Oscar Wilde

La Revolución Cubana ha representado uno de los grandes hitos en la Historia


del Siglo XX; un punto de inflexión en este siglo corto “de las revoluciones”, así como
un desafío abierto a nivel mundial en el camino hacia un orden social distinto y mejor al
imperante hasta nuestros días.
Su cumpleaños número 50 llegó acompañado de un sinnúmero de debates sobre
los alcances y limitaciones del socialismo cubano. Infinitas perspectivas político-
académicas se hicieron oír, haciendo hincapié en los inmensos logros de la revolución
algunas, enrostrando lo incompleto de la misma otras. Se ha largado, en suma, un
merecido balance -aún abierto- en función de reflexionar sobre lo hecho y de pensar lo
que viene, cuyas consecuencias serán trascendentales e influirán en la forma en que
Cuba caracterice los últimos años de gestión y encare los próximos.
Sucede que, precisamente, estas discusiones no se presentan por la costumbre
erudita de reflexionar en las fechas de aniversarios decimales, sino que coinciden con
una etapa significativa en la historia de la isla, un momento histórico particular que sin
duda definirá el futuro de las próximas décadas.
En la actualidad, y en el marco de los procesos que se vienen desenvolviendo en
nuestro continente, consideramos imprescindible pensar la Revolución Cubana
(entendiendo a la misma como el proceso de transformación iniciado en el año 1959 que
tiene lugar hasta el día de hoy), dejando de lado no sólo la mistificación que la petrifica,
neutraliza cualquier crítica constructiva dentro de la propia izquierda y obtura la
posibilidad de extraer nuevas conclusiones en torno a la praxis revolucionaria, sino
también a las perspectivas infantiles que idealizan los procesos revolucionarios como
exentos de toda contradicción, como si fuera posible que de un día para el otro surja un
orden nuevo e incorruptible que barra de una vez y para siempre los resabios de
“hombre viejo” que la humanidad mastica hace rato largo.
En ese sentido, hoy el debate se plantea en muchos ámbitos como un escenario
dicotómico: las posiciones que desconocen la realidad concreta de la isla y las
contradicciones que hoy sufre la sociedad cubana como la doble moneda, el atraso
industrial y agrario, la creciente desigualdad y otros problemas que aquejan a la
economía; o aquellas que sólo ven en Cuba un retroceso de la revolución hacia la
apertura al mercado y el capitalismo y predican la necesidad de frenar estas políticas
“aperturistas”, sin tener en cuenta el contexto hostil y de permanente resistencia del
socialismo cubano.

1
Está permitida cualquier difusión, utilización de la obra siempre y cuando se mencione la fuente y no se
utilice con fines comerciales. Forma de citación: Gamallo, L y Ubertalli, F (2009): “El espejo en el que
nos miramos”, en Bisagra. Para construir el movimiento estudiantil. Buenos Aires.
Lejos de estas posiciones, nuestra propuesta es ambiciosa. De ningún modo
pretendemos abarcar íntegramente los dilemas de la Revolución Cubana con la
profundidad que los mismos merecen, no sólo por la extensión que ello implicaría, sino
también por la complejidad de los mismos. Por eso, y como una modesta introducción a
su compleja situación, elegimos arrancar haciendo un recorrido histórico en torno a la
economía y la política internacional cubanas, poniendo el eje en la posición de Cuba en
relación a EEUU y la URSS y la forma en que la denominada Guerra Fría determinó el
rumbo a seguir de la Revolución, desembocando finalmente en el actual compendio de
reformas, polémicas por demás, que el Comandante Raúl Castro viene llevando
adelante, en parcial continuidad con las medidas propias de la década del ’90, conocida
como “Período Especial”. Todo esto, teniendo en cuenta no solamente la complejidad
de dicha trayectoria, sino también la escasa literatura sistemática que profundice sobre
dicho recorrido histórico, por lo menos accesible en nuestro país.

Para nosotros – pertenecientes a países capitalistas latinoamericanos,


dependientes, periféricos, subdesarrollados, etc.- el debate sobre Cuba es el debate sobre
lo que querríamos ser, sobre aquello que pudimos haber sido y no fuimos y, también,
sobre aquello que ya no podemos (y, tal vez, no querríamos) ser. Cuba ha sido (y será
por algún tiempo más) el espejo en el que nos miramos, el sueño de liberación hecho
carne: la derrota contundente del imperio en nuestro continente.
Pero Cuba también es un ejemplo de modelo de sociedad opuesta. Las
experiencias de destrucción de las bases de la sociedad vieja y el proceso de
construcción de una nueva -y las enormes dificultades encontradas en dicho proceso-
deben proporcionarnos una toma de conciencia de lo dificultoso y complejo del proceso.
Por ello y por razones teórico-prácticas que nos plantea la praxis cotidiana, el
debate sobre el funcionamiento del sistema cubano y sus alternativas de desarrollo en el
futuro inmediato está más presente que nunca en los movimientos populares de
Latinoamérica.
Nuestra intención, entonces, no es rescatar la Revolución Cubana como un
artículo de museo, tal cual se ha querido hacer y se hace con la figura del Che -fetiche
insistente del “progresismo” y las “almas bellas” que lo despojan de su carácter político
más profundo-; sino más bien aportar a una reflexión crítica, marxista, no dogmática y
revolucionaria acerca del proceso que, aún hoy, echa luz sobre inquietantes cuestiones
no resultas en torno al qué hacer cubano.

De la liberación Nacional a la liberación Social

Las primeras medidas contra la isla

En los momentos inmediatamente posteriores a la toma del poder por parte del
Directorio Revolucionario, el gobierno de los Estado Unidos no vio con especial
antipatía al gobierno revolucionario. Batista comenzaba a representar una molestia
incluso para los propios intereses norteamericanos, debido a la construcción ya
demasiado obscena de un gobierno manejado únicamente por su séquito familiar,
extremadamente corrupto, con poca capacidad de reacción ante la pauperización
extrema de la población y el descontento social creciente. El gobierno revolucionario,
aparecía ante los ojos de los norteamericanos como un potencial gobierno dócil y
fácilmente manejable, que inclusive les había ahorrado el trabajo de deponer ellos
mismos al dictador Batista para colocar un gobierno más de su gusto.
La tranquilidad de los yanquis era bastante entendible, en tanto y en cuanto al
momento de la Revolución los Estados Unidos recibían el 85% de las exportaciones
Cubanas y el 64% de las importaciones Cubanas provenían de ese mismos país 2. “En
Oriente, que es la provincia más ancha del país, las tierras de la ‘United Fruit’ y la
‘West Indian’ unen la costa norte con la costa sur”3 señalaba Fidel. Claramente, la
economía cubana dependía a un nivel tan elevado de los Estado Unidos que, cualquier
modificación, por más módica que fuera, hubiera implicado tocar algún interés de
capitales norteamericanos, repercutiendo directa y trágicamente en las unilaterales
relaciones comerciales de la empobrecida isla. Por eso mismo, el imperialismo yanqui
planeaba poder mantener en vereda fácilmente a los revolucionarios, encarrilando el
proceso de manera similar al de la Revolución Boliviana de 1952, con algunas mínimas
concesiones de tipo subvencional. Las declaraciones de tipo independentistas de Fidel
para ese entonces, eran interpretadas como de carácter estratégico con el fin de
garantizarse el apoyo de las masas, construir un perfil nacionalista y de confrontación
con los Estado Unidos, para luego poder negociar tras bambalinas con ellos los términos
de forma “amigable” y “razonable”.
Afortunadamente para el pueblo cubano, eso no ocurrió. La primera señal de
alarma para la administración de Eisenhower se materializó en la Reforma Agraria
firmada el 17 de mayo de 1959, que abolió el latifundio, creó el Instituo Nacional de
Reforma Agraria (INRA) y limitó la propiedad de tierras a 400 hectáreas por individuo,
permitiendo que las propiedades rurales destinadas a las plantaciones de azúcar, arroz y
cría de ganado poseyeran hasta 1.335 hectáreas pero en calidad de cooperativas en
control del Estado. Aún así, la Ley establecía el pago de indemnización a las tierras que
resultase expropiadas, de forma similar a la Ley de Reforma Agraria aplicada por el
gobierno de Paz Estensoro en Bolivia4.
La Reforma Agraria expresa el punto de inflexión de las relaciones Cuba-
Estados Unidos, en tanto es la primera medida que afectará intereses económicos del
imperio en la región, (United Fruit Sugar Company, Guantánamo Sugar Company, etc,
etc). Al mismo tiempo, y de forma inseparable, determinará el rumbo que tomará la
Revolución en los años subsiguientes. Inclusive, dentro del propio gabinete cubano, los
elementos mas “reformistas” y proclives a llevar adelante una revolución “a lo
boliviano” que cambiase poco y nada la estructura económica del país, comenzaron a
desertar, como el hasta entonces Ministro de Relaciones Exteriores, Roberto
Agramante.
A partir de entonces, el gobierno norteamericano pondrá en marcha
sucesivas medidas de tipo restrictivas en lo comercial con el fin de hacer retroceder a
Cuba en el peligroso camino que, para su sorpresa, comenzaba a recorrer. En paralelo,
los vínculos comerciales con la Unión soviética comenzaron lentamente a tomar
protagonismo. Para abril de 1960, Cuba iniciaba las importaciones de petróleo
soviético. Inmediatamente las principales empresas norteamericanas (Texaco, Shell,
Essso) anunciaban el cese de envíos de petróleo a la isla y se negaban a procesar el
crudo soviético en sus refinerías, lo que llevó a la intervención de las mismas por parte
del gobierno cubano luego de varias advertencias. El 6 de julio de ese mismo año,
Eisenhower ordena rebajar la cuota azucarera cubana, y rechazar la compra de 70.000

2
Ubertalli, Jorge Luis, Afuera está el vecino, Pág. 15
3
Castro, Fidel, “La historia me absolverá”
4
Moniz Bandeira, Luiz Alberto, De Martí a Fidel. La Revolución Cubana y América Latina, Ed. Norma,
Buenos Aires, 2008, pág 184
toneladas de azúcar ya producidas, con la aprobación del Senado norteamericano en su
totalidad (demócratas y republicanos). 5 En octubre se prohibía la exportación de
mercancías a Cuba, a excepción de medicinas y alimentos.
Debido a que el Directorio Revolucionario estaba compuesto por diversos
grupos, con objetivos muchas veces antagónicos en relación al país, la posición
dominante durante los primeros tiempos por parte del gobierno de Estado Unidos, fue la
de esperar que las propias contradicciones dentro del gobierno, sumado a las trabas
económicas que se iban imponiendo, decantaran en la consolidación y aglutinamiento
de los sectores mas “moderados” y anticomunistas, poniendo freno al ala mas
izquierdista del entramado gubernamental. Sin embargo, y en paralelo, importantes
sectores ya comenzaban a pergeñar la idea de instruir a la CIA para que suministrase
armas, municiones y entrenamiento a los adversarios de Castro exiliados en EEUU y
otros países, con el fin de tirar abajo el gobierno castrista cuanto antes. Entre ellos se
encontraba el entonces vicepresidente Richard Nixon6.
El 3 de enero de 1961, Estados Unidos rompe oficialmente relaciones
diplomáticas y consulares con Cuba e inmediatamente prohíbe los viajes de ciudadanos
norteamericanos a la isla.
Para febrero de 1962, el flamante presidente John Fizgerald Kennedy prohibía la
importación a los Estado Unidos de todos los productos cubanos. La suerte hace rato
que ya estaba echada.

El fiasco de Playa Girón y la declaración del socialismo en Cuba

Al asumir Kennedy la presidencia en junio de 1961, los planes de derribo del


gobierno revolucionario, ya estaban en marcha subrepticiamente. Los EEUU apelaron a
diversas estrategias que o bien legitimaran la intervención norteamericana en la isla, o
bien derribaran a Castro sin quedar vinculados directamente con el suceso. En este
sentido, se llevó a cabo la denominada “Guerra Sucia” que instaló “grupos irregulares
armados practicando una especie de guerrilla”7, instalados por la CIA, con el fin de
llevar adelante un levantamiento que derrocase al gobierno de Castro, pero que a los
ojos del mundo simulase ser un fenómeno interno, producto de la disconformidad del
propio pueblo cubano.
Kennedy consideraba prioritario el mantenimiento de la imagen construida por
EEUU como una nación democrática, libre y respetuosa de las soberanías de otros
países, como táctica en lo ideológico en la confrontación con la Unión Soviética8. En
vistas de la poca efectividad del método “guerrillero” en el Escambray, los sectores
demócratas del gobierno de Kennedy, buscaron construir legitimidad entre los
gobiernos latinoamericanos en el marco de la OEA, para derribar el gobierno de Castro
mas “legalmente”. Las tratativas fracasaron. Para entonces, el gobierno de Fidel Castro
contaba con un amplio apoyo no solo del pueblo cubano, protagonista indiscutido de la

5
Conato, Nicanor León, Sitiada la Esperanza, Ed. Polítia, La Habana, 1992, pág 46- 47
6
Moniz Bandeira op. Cit. Pag. 189
7
Ramonet, Ignacio, Cien horas con Fidel Castro, Colección de Tabloides, 3ª edición, Capítulo 12, pág 3
8
Luego de la Segunda Guerra Mundial, los norteamericanos no sólo se consolidan como potencia
mundial indiscutible, sino que también se esfuerza por evitar cualquier tipo de expansión del cuco
comunista, mas allá de la esfera de influencia soviética en Europa del Este. Esta batalla constante con el
peligro comunista se expresó no solo en el terreno bélico y financiero (apoyando sectores anticomunistas
en guerras civiles como en Grecia y a través del famoso Plan Marshall de ayuda financiera a Europa
Occidental) sino también en el terreno ideológico, a través de la difusión del cine, la literatura, la música
rock and roll, etc que caracterizaron esos años. De ahí, la importancia que en esos años se le daba a la
imagen del país y a la democracia burguesa en el orden capitalista como la panacea.
resistencia a los ataques imperialistas, sino de los pueblos latinoamericanos en general.
Apoyar públicamente una intervención en Cuba, comprometía los diversos gobiernos de
la región en cuanto a su imagen a nivel nacional. Además, EEUU aún no ofrecía una
retribución financiera considerable como para “venderse” tan fácilmente.
Aún así, el 17 de abril de 1962, tropas entrenadas por la CIA desembarcan en
Bahía de Cochinos con la anuencia del gobierno del propio Kennedy con el objetivo de
derrocar definitivamente al gobierno de Fidel Castro. La invasión debía contar con el
factor sorpresa y dependía enteramente de un levantamiento general en Cuba,
garantizado por los contrarrevolucionarios introducidos, entrenados y financiados por la
misma Agencia de Inteligencia. El asesinato de Fidel estaba entre las primeras medidas
a tomar una vez avanzado el proceso de desestabilización. Sin embargo, y a pesar de no
saber el día ni el lugar de desembarco exacto de la invasión, los cubanos sospechaban
fuertemente la inminencia de una intervención norteamericana. Varios de los principales
dirigentes de la contrarrevolución habían sido encarcelados y muchos fusilados los días
previos al intento de invasión, y habían sido planificadas las tareas de defensa que las
milicias y el Ejército Rebelde ejecutarían. La intentona contrarrevolucionaria fracasó
estrepitosamente. El gobierno de Kennedy quedó indefectiblemente vinculado al suceso
bochornoso, teniendo el mismo que salir a asumir públicamente la participación de su
país en la operación (contraria a cualquier principio internacional que hacia el mundo
afirmaban defender). Pero además, la derrota yanqui puso de manifiesto la férrea
voluntad del pueblo cubano de defender el proceso abierto por el nuevo gobierno que no
solo había beneficiado a más de 100.000 familias campesinas con la tan atacada
Reforma Agraria, sino también reducido los alquileres urbanos a la mitad y posibilitado
el acceso a la propiedad inmobiliaria; emprendido la construcción para miles de familias
sin techo; erradicado en tiempo record gran parte del analfabetismo; vuelto públicas
todas las playas de Cuba antes destinadas solo a los magnates gringos; redistribuido la
renta de forma progresiva hacia un mayor igualitarismo favoreciendo especialmente las
empobrecidas zonas rurales; y avanzado en la cobertura de los servicios de salud a la
población en general. Amplios sectores del propio país del norte, opinaban que de haber
triunfado la invasión, el gobierno pro-yanqui instalado en cuba hubiera tenido que lidiar
con una fuerte oposición popular, comprometiendo por largo rato a EEUU en una
política represiva sostenida en el tiempo, costosa y desprestigiante.
Para entonces, el gobierno revolucionario había estatizado a los largo de 18
meses “mas del 75% de la industria del país, incluidos la producción y el comercio del
azúcar, los recursos minerales, el sistema bancario, el comercio interno y el comercio
exterior, los medios de transporte y de comunicación, así como los servicios públicos”9
Aún así, recién el día siguiente del suceso en Bahía de Cochinos, Fidel Castro
proclamaba el carácter socialista de la Revolución y comprometía a la Unión Soviética
en su defensa, quien para entonces estaba mas que embarcada en su doctrina del
“Socialismo en un solo país” y la política de “coexistencia pacífica” con los Estados
Unidos.

Cuba, Latinoamérica y la Unión Soviética


“nuestra Revolución no es
comunista, (…)nuestros ideales se
apartan de la doctrina comunista, la
Revolución Cubana no es capitalista ni

9
Moniz bandeira, Op. Cit. pag 265
comunista, es una revolución propia,
tiene una ideología propia, tiene
razones cubanas, es enteramente
cubana y enteramente americana”10

La ideología de la revolución cubana: internacionalista y permanente

La revolución cubana en su especificidad, constituyó un importante desafío para


los dogmas stalinistas detrás de los cuales se encolumnaba el grueso de los Partidos
Comunistas de América Latina. En primer lugar, se trataba de un país atrasado
industrialmente, con un alto porcentaje de campesinos pobres y uno bajísimo de obreros
industriales. En segundo lugar, se trató de una revolución a través de las armas y sin la
dirección clara de un partido Desde la óptica soviética del momento, Cuba no tenía
condiciones más que para una revolución democrático-burguesa, que instalase un
gobierno en alianza con las burguesías “nacionales” y “progresistas” fomentando la
industrialización del país y una mayor independencia económica. Sin embargo, la
forma inmediata que adquirió el proceso, en conjunto con la declaración del carácter
socialista de la revolución, revitalizó la desterrada y demonizada Teoría de la
Revolución Permanente, que Trotsky había defendido a capa y espada antes de marchar
al exilio y a la muerte11, bajo las directivas de Stalin.
Justamente el nivel de atraso económico de la mano con su naturaleza
dependencia del monocultivo de caña de azúcar (y algunas otras como el arroz), volvía
al fomento de la industrialización una de las prioridades de la revolución. El Che
Guevara, para entonces ya abocado a los asuntos económicos de la isla, era partidario
de construir, en una primera etapa, industrias sustitutivas de importaciones y una
industria siderúrgica que hiciese posible la emancipación económica, permitiendo en el
mediano plazo desarrollar otras industrias de mayor valor agregado, y mas allá de la
producción de caña de azúcar; como el níquel, la construcción naval, la automotriz y la
textil. El quid de la cuestión versaba en torno al cómo impulsar esa diversificación
productiva e industrial, en un escenario tan desprovisto de recursos. Como
consecuencia de esta situación, Cuba se encontró obligada a recurrir desde el primer
momento a los países del Bloque Socialista y a la Unión Soviética en particular, en
busca del financiamiento necesario. La indefectible y creciente dependencia económica
de la Unión Soviética, fue interpretada tanto por el Che como por Fidel Castro como un
factor que a la larga podía resultar contradictorio y hasta antagónico con los propios
objetivos de la revolución cubana: independencia y socialismo.
En el marco de este dilema, el Che propuso sintéticamente cual era el camino a
seguir desde su perspectiva: la revolución socialista no podría llevarse a cabo
completamente dentro los límites del estado nacional cubano, sino que solo triunfaría
en tanto y en cuanto, se expandiese por América Latina. De lo contrario, la dependencia
económica se trasladaría a la Unión Soviética e impediría el desarrollo sustentable de
una economía socialista de características propias y latinoamericanas. Esta opinión era
compartida por grandes sectores de la dirigencia cubana, inclusive por Fidel Castro. El
rumbo que tomó Cuba en lo sucesivo, no se debió a la victoria en lo discursivo de una

10
Castro, Fidel, Diario El Mundo, La Habana, 9/5/1959
11
“El Proletariado, al comenzar la revolución burguesa, se vería inevitablemente empujado, en el curso
del mismo proceso, a comenzar la revolución socialista. Esta era la doctrina a la que Trotski dio el
nombre, tomado de Marx, de ‘la revolución permanente’” (Carr E. H, Historia de la Rusia Soviética. El
socialismo en un solo país (1924-1926), volumen 2, Alianza Universidad, Madrid, 1975
“línea política” por sobre otra hacia adentro del núcleo dirigente, sino de
contradicciones que no pudieron ser superadas, en parte, por los límites que la historia
misma interpuso.
En consonancia con esta búsqueda de desarrollo económico autónomo, la
política exterior cubana en los primeros años fue sumamente compleja. Guevara debió
jugar varias cartas con el objetivo de evitar la total sumisión bajo la égida soviética. En
el plano diplomático, intento conservar buenas relaciones con numerosos gobiernos de
la región que le abriesen la posibilidad de nuevos intercambios comerciales. Por otro
lado, la búsqueda de diálogo con Estados Unidos, también tuvo como objetivo evitar la
total ruptura comercial. De ahí que, concluida la Conferencia de Punta del Este en
agosto de 1961 en la que el che Guevara alertó acerca del carácter insuficiente del
Programa de
Ayuda Económica norteamericana lanzado con el objetivo de ganar adhesión en
el territorio y evitar “nuevas Cubas” (Alianza para el Progreso); participó de un
encuentro con el Asesor especial del presidente Kennedy, Richard Goodwin, para dejar
en claro su voluntad de no convertirse en una satélite de la URSS ni participar de modo
alguno en la contienda Este-Oeste. Obviamente, y lejos de conseguir algún tipo de
entendimiento, el imperialismo yanqui intensificará en lo sucesivo su política agresiva
y terrorista hacia la isla.
Por fuera del plano diplomático, Cuba no dejó de alentar, fomentar y colaborar
activamente con los movimientos de liberación nacional y antiimperialistas desatados
en el continente, e inclusive participar en la creación de nuevos focos insurgentes en la
región. Este elemento novedoso de carácter internacionalista y antiimperialista, en
completa disensión con los preceptos stalinistas, son puestos de manifiesto en varios
textos del Che Guevara del momento, como el “Mensaje a los Pueblos del Mundo a
través de la Tricontinental”, que incluía no sólo a los pueblos latinoamericanos, sino de
todo el Tercer Mundo.
En este sentido, no sólo brindó apoyó a distintos procesos revolucionarios en el
continente (Nicaragua, El Salvador, Bolivia, etc), sino también a países africanos como
Angola o el Congo, en dónde la participación cubana en aras de evitar la toma del poder
por fuerzas reaccionarias, racistas y pro-imperialistas fue mas que relevante. 2.289 fue
el número de cubanos caídos cumpliendo tareas tanto militares como civiles de
solidaridad internacionalista.

Entre la espada y la pared: el hostigamiento de los yanquis y la creciente


dependencia de la Unión soviética

“El pueblo que compra manda.


El pueblo que vende sirve. Hay que
equilibrar el comercio para asegurar la
libertad: El pueblo que quiere morir
vende a un solo pueblo. Y el que quiere
salvarse vende a mas de uno (...) El
pueblo que quiere ser libre, sea libre en
negocios”12

12
Guevara, Ernesto, Discurso en la Conferencia del Consejo Interamericano Económico y Social de la
OEA, 8 de agosto de 1961, en Guevara, Ernesto, Obras Escogidas (1957-1967), Ed. de Cs. Sociales, La
Habana, Ed. de Cs. Sociales, 1991
la Segunda Declaración de la Habana, publicada en respuesta a la Reunión en
Punta del Este, constituye otro documento de singular importancia. A través de este
documento, los revolucionarios cubanos no sólo caracterizan la situación de atraso,
pobreza y dependencia económica de los pueblos latinoamericanos sino que también
los llaman a la insurrección por la liberación nacional y (inseparablemente) social:
“Frente a la acusación de que Cuba quiere exportar su revolución,
respondemos: Las revoluciones no se exportan, las hacen los pueblos. Lo que Cuba
puede dar a los pueblos y ha dado ya es su ejemplo. Y ¿qué enseña la Revolución
Cubana? Que la revolución es posible, que los pueblos pueden hacerla, que en el
mundo contemporáneo no hay fuerzas capaces de impedir el movimiento de liberación
de los pueblos”13.
Este documento, no solo rescataba el protagonismo de diversos sectores como
el campesinado y los pueblos originarios en la lucha por la liberación, en claro disenso
con el dogma soviético, sino que también caracterizaba que “ en las condiciones
históricas de América Latina, la burguesía nacional no puede encabezar la lucha
antifeudal y antiimperialista(…) aún cuando sus intereses son contradictorios con los
del imperialismo yanqui, han sido incapaz de enfrentarse a éste, paralizada por el miedo
de la revolución social y asustada por el clamor de las masas”14. Por si fuera poco,
ponderaba la insurrección armada como vía de llegada al socialismo lo cual “dejó a los
dirigentes de los viejos partidos comunistas perplejos, al contrariar el principal
fundamento de la coexistencia pacífica, la conclusión del XX Congreso del PCUS
(1956)(…) según la cual ‘en las condiciones actuales apareció la posibilidad de que
diferentes países se pasen al socialismo sin insurrección armada o guerra civil”15. De
estas graves osadías, se desprende que Unión Soviética y sus adictos Partidos
Comunistas latinoamericanos, no sintieran especial simpatía por el rumbo de la
Revolución Cubana ni por la línea política que su máximo dirigente, Fidel Castro,
parecía querer llevar adelante. Incluso, dentro de la propia isla de Cuba, el PSP Cubano
(Partido Comunista de carácter pro- Soviético), no descansó durante los primeros
tiempos para desplazar a los sectores castristas del poder y adueñarse del aparato
estatal. La creciente ayuda financiera y militar soviética, acentuó distintos mecanismos
de condicionamiento y sirvió de apoyo a diferentes figuras vinculadas con la potencia
socialista en sus planes de eclipsar a Castro y construir un gobierno encolumnado detrás
de los dictámenes de la URSS.
Más allá de las resistencias por parte de Fidel, el Che y demás dirigentes afines,
la dependencia en el plano financiero y militar se volvía cada vez más apremiante. Los
Estado Unidos, lejos de temer un alineamiento del gobierno cubano atrás de la Unión
Soviética, consideraban esta posibilidad mucho menos peligrosa que la consolidación de
un gobierno socialista y latinoamericano, ejemplificador a nivel regional y partidario de
la liberación social vía lucha armada. Por otro lado, eran conscientes de las dificultades
económicas que por entonces atravesaba todo el Bloque Socialista, caracterizando que,
de algún modo, su obligación de ayudar a Cuba contribuiría al debilitamiento soviético
en esa dimensión. De ahí que, si bien sus operaciones en la isla tuvieron como objetivo
principal generar un clima apto para el derribo lizo y llano del gobierno castrista,
también buscaron empujarla mas y mas al resguardo de los soviéticos, apostando a que,
en el mediano plazo, Cuba terminaría resultando una carga económica demasiado
pesada para la URSS y serían mayores las posibilidades de negociar con ellos su
neutralización. Los norteamericanos eran concientes de la importancia que entrañaba el

13
Segunda Declaración de la Habana, 4/02/1962
14
Ibid
15
Moniz Bandira,Op. Cit. pag 326
apoyo desde las bases al gobierno de Castro, a la hora de planear su caída. Un gobierno
de perfil soviético con algún viejo comunista, en cambio, contaría con mucho menor
apoyo popular, y facilitaría su remoción.
En este marco el gobierno de Estado Unidos lanza hacia fines de 1961 la
Operation Mongoose, confeccionada por los servicios de inteligencia de la CIA a partir
de la premisa de que Castro contaba no solo con suficiente apoyo popular, sino también
capacidad de represión a los elementos contrarrevolucionarios hacia dentro de la isla. La
Operación Mongoose se pone en práctica con el principal objetivo de evitar la mejora
económica cubana, incrementando la disconformidad y el miedo de la población, a
partir de la conjugación de elementos de guerra económica con guerra psicológica; en la
que “toda la cúpula del gobierno Norteameicano- y no solo la CIA- recurrió a lo
expedientes mas sucios e ignominiosos, sin dudar frente a cualquier crimen, inclusive el
homicidio, con el objetivo de establecer el caos en Cuba, generar una revuelta interna y
posibilitar la intervención armada de los Estado Unidos para derrocar el gobierno de
Castro”16 Los ataques norteamericanos hacia Cuba, en una guerra no declarada,
asimétrica y brutal, amerita la redacción un trabajo específico, por eso no nos
detendremos detalladamente en esa temática. Creemos que es suficiente con recordar
que en el trayecto comprendido entre 1959 y la caída de la Unión Soviética se
produjeron mas de 600 intentos de asesinar a Fidel, se puso en práctica reiteradas
guerras bacteriológica a partir de la introducción de las actualmente célebres gripe
porcina y dengue (Nixon, 1971), atentados diversos con costos altísimos en vidas
humanas y, por supuesto, el boicot sostenido a la economía cubana en todos los planos
posibles17.
Es entendible, entonces, que en el marco de la puesta en práctica de la Operation
Mangoose, Cuba necesitara cada vez más de la protección soviética. Por otro lado, la
posición estratégica de Cuba (“patio trasero de los Estados Unidos”) resultaba de gran
valor para la URSS en pleno auge del despliegue militar que con fluctuaciones
caracterizó todo el período de Guerra Fría.

La crisis de los Misiles


En el marco de este despliegue y de la creciente agresión imperialista hacia la
isla, la Unión Soviética propone la instalación en Cuba de misiles balísticos con ojivas
nucleares. Esta acción favorecía su correlación de fuerzas estratégicas mientras que,
paralelamente, garantizaba la seguridad de Cuba ante el enemigo yanqui que, como años
mas tarde se comprobó, planeaba por esos tiempos un nuevo ataque militar sobre la isla.
Sin embargo, los norteamericanos detectan las instalaciones de misiles entre el
14 y 15 de octubre del ’62 y se decide “el bloqueo naval de la isla con 183 buques de
guerra entre los cuales había ocho portaviones, y 40 mil infantes de marina a bordo de
los transportes”18. Finalmente, el 22 de del mismo mes, la opinión pública se entera a
través de palabras de Kennedy acerca de la crisis. Al parecer, “El mundo está al borde
de una guerra termonuclear”19 De todos modos, ni Kennedy ni Kruschev estaban
dispuestos a desencadenar una guerra de tal magnitud.
El desenlace del conflicto, no vino mas que a demostrar nuevamente, el carácter
concedido a Cuba por parte de los soviéticos: una pieza mas de su propio juego, muy
acorde con su propia concepción de la política a nivel internacional. De esta manera, el
presidente Kruschev negocia con Kennedy el retiro de los misiles a cambio del retiro de

16
Ibid, pag 341
17
La Operación Mongoose en sí concluyó oficialmente el 3 de enero de 1963.
18
Ramonet, Op. Cit. capitulo 13 pag 7
19
Ibid
los cohetes norteamericanos de Turquía, sin consultar con los cubanos ni incluir dentro
del acuerdo cuestiones fundamentales para la supervivencia de la isla como la no
permanencia de la base naval de Guantánamo o los vuelos espías a gran altura sobre la
isla. Ni hablar de los cinco puntos que en ese entonces, Fidel Castro levantó como
reivindicaciones inclaudicables en la negociación20 y fueron drásticamente desoídos.

Recuperación de las relaciones con la Unión Soviética

A pesas de que la Crisis de la Misiles indujo a los cubanos a sacar negativas


conclusiones respecto de los soviéticos, hacia principios de 1963 las relaciones entre
ambos países retomaron intensidad. Las presiones norteamericanas no dejaban otra
opción al gobierno cubano. En abril de 1963 Fidel viaja a la URSS, donde fue
reconocido con diversas condecoraciones y suscribió un comunicado conjunto con
Kruschev, en dónde se retrocedía con respecto a muchos de los principios presentes en
la mencionada Declaración de la Habana: se ponderaba la doctrina de la coexistencia
pacífica, el abandono de la lucha armada en Latinoamérica y se hacía menciones,
aunque no explícitamente, al papel de China y Albania como divisionista del
movimiento comunista. Esta claro, de todos modos, que Fidel intentó mantenerse
neutral ante la contienda Chino-Soviética por hegemonizar el movimiento y no cambió
de opinión con respecto a las afirmaciones realizadas en la mencionada Declaración.
Mientras que en América Latina, los Partidos Comunistas se desgañitaban criticando a
los Chinos y los Albaneses, e incluso se escindían de sus filas sectores pro-Chinos,
Fidel afirmaba “Cuba desea mantener relaciones fraternas con todo el mundo socialista,
y no se separará de ningún país que le preste apoyo y solidaridad”21
Sin embargo, la “sovietización” cubana tuvo resultados mucho más
significativos en la esfera económica. Para mantener las conquistas sociales de la
población, Castro se vio obligado a aceptar las “sugerencias” soviéticas acerca de poner
énfasis en la agricultura (en especial en la producción de caña de azúcar) y dejar de
lado, las ambiciones industrializadoras añoradas por el Che Guevara. A cambio de este
reordenamiento económico, la Unión Soviética ofreció aumentar el precio del azúcar y
autorizó a Fidel a transferir parte de la cuota comprendida con ellos para la vente en el
mercado mundial, a cambio de divisas. Estas medidas configuraron una enorme ayuda
de emergencia que permitiría salir a Cuba del estancamiento, pero al mismo tiempo,
echaban por tierra definitivamente sus posibilidades de desarrollo industrial y la
convertían, nuevamente, en un país monoproductor de azúcar y dependiente de una
nueva potencia.
Mientras tanto, el presidente Kennedy aprobaba el 19 de junio un nuevo
programa de sabotajes a la economía cubana (hacia centrales eléctricas, refinerías y
depósitos de petróleo, ferrovías y transporte carretero, fábricas y otros centros de
producción)22. La “carta americana” era completamente imposible de jugar a esta altura.
Los norteamericanos serían inflexibles en su hostilidad hacia la isla.

20
Los 5 puntos eran:
1) Supresión del bloqueo económico y demás medidas de presión comercial que EEUU ejercía en
todas partes del mundo contra Cuba.
2) Suspensión de todas las actividades subversivas contra Cuba.
3) Cesación de los “ataques piratas” realizados desde bases en EEUU y Puerto Rico.
4) Suspensión del espacio aéreo y marítimo cubano por parte de los Estados Unidos
5) Retirada de la Base Naval de Guantánamo y devolución del territorio ocupado por los EEUU
21
Misión diplomática en Tirana, en noviembre de 1963 en Stefan, Glejdura, “La política Exterior de la
U.R.S.S.”
22
Moniz Bandeira, Op.Cit. pag 432
En este contexto, la única vía posible para evitar la vuelta a la economía satélite
era la propagación de la revolución por el continente. Hacia 1962, el apoyo cubano a los
movimientos insurrecciónales en América Latina había ascendido al 13,3% del
presupuesto, una proporción muy elevada teniendo en cuenta la delicada situación. En
medio de esta encrucijada, no es posible olvidar la importancia vital del “factor
interno”, o sea, la necesidad de seguir manteniendo el apoyo popular, acelerando y
consolidado las conquistas sociales por las que tanta sangre había sido derramada,
siendo esto mismo el blanco principal del hostigamiento yanqui. La complejidad del
escenario saltaba a la vista.

El Che Guevara

“Si; cooperamos con el


Che, compartíamos sus puntos
de vista. Che tenía razón en
quel momento. Entones se
habría podido extender la
lucha, lo creo con franqueza”23

El Che Guevara consideraba completamente desacertada la política de


encolumnamiento detrás de la URSS en lo que refería a materia económica (y por
supuesto, también en materia ideológica). Si bien reconocía la importancia (al principio
descuidada) que la agricultura entrañaba en la economía cubana, no estaba de acuerdo
con resignar el proceso industrializador en pos de la inversión en la producción
azucarera y mucho menos en resignar la construcción del complejo siderúrgico que
consideraba imprescindible para despegarse de la monoproducción. Además, Guevara
nunca tuvo una idea positiva de la forma en que se desarrollaba el modelo soviético.
Muchas de sus críticas (al igual que las de Trotsky, con el que muchos comunistas con
vestigios stalinistas lo compararon en su momento) apuntaban no sólo a la creciente
burocratización de su sistema, sino a los rasgos propios de su modelo económico que
ponderaba el crecimiento económico a cualquier costo, y descuidaba otras dimensiones
vinculadas con la construcción del socialismo. En este contexto, de creciente disgusto
por el rumbo sovietófilo que tomaba la revolución, tendrá lugar el famoso “Gran
Debate” (1963-1965) en el que algunos dirigentes mas proclives al modelo soviético
polemizaron con las ideas del Che (ver cuadro “El Gran Debate: Apuntes para la
militancia de ayer y de hoy”).
Fidel Castro, compartía gran parte de las apreciaciones del Che, pero su rol
dirigente al frente del país lo obligó siempre a mantener posturas más diplomática y
cautelosas en materia de cuestiones tan delicadas como la relación con los soviéticos.
Aún así, y lejos de lo que muchos anticastristas han sostenido basados en versiones
construidas por la propia CIA y sus medios de difusión, la dirigencia cubana no le
“bajó el pulgar” ni se “sacó de encima a Guevara mandándolo a Bolivia”. El Che no era
cubano, al menos no de nacimiento, él mismo se definía como un internacionalista. En
vistas del panorama desolador que ofrecía la inexorable pérdida de dependencia del
proyecto cubano en aras de mantener las conquistas sociales, hostigada por un lado,
subordinada por otro, decidió jugar la carta que, desde el comienzo, la revolución

23
Ramonet, Op. Cit. Capitulo 14, pag 14
cubana ponderó como uno de sus principios: la expansión de la ola revolucionaria por
toda la Patria Grande y la liberación de todos los pueblos oprimidos del Tercer Mundo.
Si bien fue el Che quien tomó la decisión de abandonar completamente sus
funciones de estado dentro de Cuba y volcarse nuevamente a las tareas militares en
Bolivia, no se trató de un “aventurerismo” individual.
La operación frustrada en el hermano país en 1967, también amerita un análisis
pormenorizado, así que no nos detendremos en el mismo. Aún así es preciso destacar
que la derrota del Che en Bolivia marca cierto punto de inflexión hacia dentro de la
dirigencia cubana. Las posibilidades de una oleada de levantamientos continental en el
mediano plazo que le brindaran Cuba un respaldo diferente, parecían eclipsarse.
Los Partidos Comunistas regionales, empezando por el PC boliviano cuyo
dirigente Monje no apoyó a los guerrilleros cubanos siguiendo al pie de la letras las
instrucciones soviéticas; criticaron la política externa cubana vinculada con el estímulo
a los movimientos insurrecciónales latinoamericanos puesta en evidencia con la caída
del Che en Bolivia.
Por su parte, la Unión Soviética, si bien no expresó públicamente su
descontento, redujo en 1967 el 3% del suministro de petróleo y en 1970, ante los
pedidos de un aumento del 8% solicitado por el gobierno cubano solo concedió un 2%.
Para entonces, Cuba dependía en cerca del 98% de los suplementos soviéticos para el
funcionamiento de su economía, cifras que ilustran claramente la dificultad creciente a
la hora de tomar determinaciones contrarias a los deseos de la potencia.
Por otro lado, y ante la asunción del gobierno norteamericano por parte de
Ronald Reagan en 1981, Fidel se entrevista con el máximo dirigente soviético Leonid
Ilich Breshnev, solicitando la declaración por parte de esa potencia de que ante una
agresión yanqui hacia Cuba, los mismos responderían en su defensa. Los soviéticos
sinceraron su posición: en caso de una agresión militar a Cuba, ellos no brindarían su
apoyo en el combate. La postura sovietica se vinculaba, evidentemente, con su delicada
situación interna.
Esta revelación llevó a la elaboración por parte de la dirigencia cubana de la
doctrina militar de Guerra de Todo el Pueblo, con impresionantes despliegues de
infraestructura y formación para llevar adelante una resistencia civil armada en caso de
un potencial ataque militar yanqui. Esta negativa soviética, sin embargo, se mantuvo en
secreto para evitar el envalentonamiento del gobierno de Reagan, uno de los más
hostiles hacia la isla. De todos modos, no deja de ser más que ilustrativa sobre la
situación de total desamparo por parte de Cuba ante su gigante vecino. “Defendemos a
Cuba con nuestra propia piel…” diría Fidel Castro en un discurso de la época. Nada
más cierto que eso.

La adopción de un modelo y sus consecuencias

Paralelamente, y en lo que respeta a política económica interna, poco después de


la partida del Che, el Ministerio de Industrias que hasta entonces estaba a su cargo, se
dividió en varios ministerios ramales y el debate acerca del modelo de gestión se
terminó. Durante algunos años coexistieron los dos sistemas de dirección económica
que se encontraban en debate: el de financiamiento presupuestario abarcaba la mayor
parte de la industria y el de Cálculo Económico (autogestión) la agricultura, el
comercio exterior y también un importante sector de la industria24. Para entonces, Cuba
contaba con una carestía importantísima de recursos y una creciente dependencia de las
24
Tablada, Carlos, El pensamiento Económico del Che, Premio Casa de las Américas, 1987, La Habana,
pag 26
importaciones soviética, con lo cual la balanza de pagos se encontraba gravemente
desequilibrada. Por eso mismo, el período comprendido entre 1966-1970, se caracterizó
por la fuerte inversión en el sector azucarero con la esperanza de convertirla en la fuente
básica de acumulación que permitiese diversificar sus relaciones económicas con otros
mercados por fuera de la URSS y evitara su caída en la dependencia total. En el marco
de esta apuesta, se pone en marcha la campaña para alcanzar en 1970 una cosecha de
10 millones de toneladas en la zafra azucarera. Sin embargo, y a pesar de la intensa
participación y el entusiasmo popular por alcanzar la meta, la zafra trepó solo a los 8,5
millones de toneladas (aún así, la producción mas alta de toda la historia de Cuba). Este
suceso va a representar un punto de inflexión importantísimo en la historia no solo
económica sino también político-social cubana: en lo social, por el indiscutible apoyo
popular que se manifestó en el apoyo a Fidel Castro y a la iniciativa, tomando los
objetivos como propios de todo el pueblo. En lo económico, iba a determinar la
inevitable intensificación de los lazos comerciales con la URSS y, por ende, la
consolidación inevitable de la dependencia de su ayuda.
En 1972 Cuba se integra al CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica), más
conocido como COMECOM, unión económica creada en 1949 por la URSS que incluía
a todos los países del bloque socialista y en 1975, el I Congreso del Partido Comunista
Cubano aprueba el establecimiento del Sistema de Dirección y Planificación de la
Economía (SDPE) basado en el modelo de gestión empleado en los países del bloque
socialista. Este modelo consistía, a grandes rasgos, en el otorgamiento de un enorme
grado de autonomía empresaria, en donde cada empresa debía cumplir ciertas metas
calculadas en valores25, con el objetivo de estimular el crecimiento de la productividad
empresarial.
Naturalmente, la aplicación de este modelo traerá aparejada la aparición de
numerosas desviaciones de naturaleza similar a las que tuvieron lugar, con mayor
envergadura e intensidad, en la desaparecida Unión Soviética. Estos fenómenos con
origen en el modelo económico entrañaron diversas consecuencias en todas las
dimensiones de la vida social y política. Principalmente se empezaron a extender
diversas prácticas entre los directores de empresas que tenían como objeto asegurarse el
éxito de la empresa y por ende su crecimiento personal, a costa de la economía global.
Algunas de estas prácticas negativas consistieron en el cumplimiento del plan en valores
pero no en surtido (producían solo lo que daba mas valor y dejaban de hacer las que le
daban menos ganancias), la manipulación de las asignaciones mensuales para
sobrecumplir los planes, la utilización incorrecta de las primas para premiar la mayor
productividad de los obreros despilfarrando recursos, etc. La burocratización y la
primacía de ciertas lógicas lucrativas propias del sistema capitalista, se expandieron al
punto tal que en 1987 Fidel denunciaría la existencia de “un conjunto de empresas,
plagadas de capitalistas de pacotilla(…), que se ponen a jugar con el capitalismo, que
empiezan a razonar y actuar como capitalistas, olvidándose de la calidad, porque la
calidad no importaba nada, sino el montón de dinero que ganara con aquella
vinculación”26: Las ideas defendidas por el Che Guevara, cobraron entonces un nuevo
impulso, en tanto en cuanto, muchas de sus predicciones en relación a la aplicación del
modelo soviético, comenzaron a tener lugar en Cuba.

25
Para mayor información sobre el modelo Soviético: Bahro, Rudolf “La Alternativa”, Alianza Editorial,
Madrid, 1977
26
Castro, Fidel, Discurso en ACRO Central por el Vigésimo Aniversario de la Muerte de Ernesto
Guevara, 8 de octubre de 1987, en A.A.V.V. El Gran Debate sobre la economía en Cuba, Ocean Press,
La Habana, 2006 pag 357
En los comienzos de la década de los 80 Cuba experimentó un gran crecimiento
económico, expresado en avances de la productividad, el empleo y el nivel de los
salarios de la población. En el período 1981-85 el crecimiento anual promedio del PBI
había sido superior al 8%; pero durante el quinquenio siguiente esos indicadores
cayeron: bajó el PBI y la productividad del trabajo, aunque siguieron subiendo
(modestamente) los salarios (ver Cuadro).

De este modo, luego de un lustro de un gran crecimiento y estabilización


económica, Cuba sufrió un período de estancamiento caracterizado por una baja
productividad y una enorme escasez de divisas, entre otras razones por la baja en el
mercado del precio del azúcar (Cuba vendía entre el 10% y el 40% en el mercado) y el
creciente endeudamiento de la isla con los organismos internacionales de crédito (en el
marco del proceso de endeudamiento general por subida de las tasas de interés que
afectó a toda la región, incluyendo a Argentina). Este contexto volvía necesarios
diversos cambios orientados al mejor aprovechamiento de recursos, a través de una
mayor disciplina del trabajo y austeridad, que supo conocerse como el proceso de
“Rectificación de los errores y las tendencias negativas”.
Paralelamente, en la Unión Soviética se llevaba adelante el proceso conocido
como “perestroika” que buscaba rescatar su economía recurriendo a una mayor apertura
al capitalismo, acompañada también con diversas transformaciones en el plano político
conocidas como la “glasnot”. Aún así, el deterioro de la economía soviética, en conjunto
con la burocratización desmesurada producto de décadas de modelos económicos
determinados, represión en el ámbito político, cultural y social; separación de la
dirigencia de las bases sociales y consecuencias varias de la política sostenida de
destrucción por parte de los Estados Unidos; conllevó a su total desmantelamiento entre
1989 y 1991.

El derrumbe soviético y el Período Especial.

Como bien mencionábamos, luego de un lustro de un gran crecimiento y


estabilización económica, Cuba sufrió un período de estancamiento que intentó revertir
mediante la mencionada “Rectificación”, pero que finalmente culminó con una recesión
profunda ante el estrepitoso derrumbe soviético.
En verdad, los problemas en la economía cubana no eran nuevos. Cuando a
comienzos de los ´90 Estados Unidos decidió intensificar el bloqueo no lo hizo sólo
porque la URSS había perecido, sino también porque la economía cubana había entrado
en estancamiento varios años antes, luego de un largo período de expansión
ininterrumpida. Los motivos respondían, por supuesto, a la terrible dependencia cubana
de los precios internacionales, del crédito internacional y de la Unión Soviética, ya para
entonces duramente debilitada y mucho menos proclive a la ayuda. Pero también, al mal
aprovechamiento de recursos y la baja productividad que resultaban del propio modelo
económico y su aplicación.
A pesar del desolador escenario que se erguía ante la pequeña isla a principios
de los noventa, Cuba afrontó la caída del bloque socialista con una única consigna: el
desplome del comunismo no iba a afectar a las conquistas de la Revolución cubana
logradas desde 1959.
Semejante tarea no resultaría sencilla: hacia fines de los 80, cerca del 85% del
comercio exterior de la isla se realizaba con los países socialistas y el escaso grado de
autonomía de la economía cubana se reveló inmediatamente. Durante el periodo 1989-
93 el PBI y la productividad del trabajo cayeron a un ritmo anual real promedio del 12%
y los indicadores sociales se deterioraron con una velocidad extraordinaria: el consumo
per capita de carne cayó de 39 kg. en 1989 a 21 en 1994; el de pescados de 18 a 8 kg.; el
de productos lácteos de 144 a 53 kg.; el de hortalizas de 59 a 27 kg.27 A esta situación se
agregó el desastre energético producto de la supresión de los suministros del petróleo
soviético, a la vez que desaparecieron de la noche a la mañana cuantiosas inversiones
productivas, materias primas, divisas para importaciones y el apoyo militar decisivo,
aunque fuera solo potencial, ante la amenaza norteamericana.
Sin el apoyo soviético, Cuba debía valerse de sus propios medios. Pero la
realidad económica cubana era desesperante. Con un aparato productivo obsoleto e
improductivo, con niveles de oferta muy por debajo de los de consumo, prácticamente
desabastecida de energía, sin divisas para importar y con escaso poder de exportación,
la isla sucumbía rápidamente y el aparato estatal se desmoronaba.
Ante esta situación, EEUU intensificó su política de agresión, en búsqueda de
“terminar de noquear” al régimen. Como parte de su política de “guerra secreta”, el
congreso norteamericano sancionó en 1992 la ley Torriceli que, además de continuar
con el bloqueo directo a la isla, proponía sancionar a los países que abastecieran de
combustible a los aviones comerciales de Cuba, impedía a las empresas estadounidenses
y sus filiales en el exterior hacer negocios con Cuba y autorizaba al gobierno de Estados
Unidos a incautar barcos y cargas que hayan pasado por puertos cubanos hasta seis
meses antes. Incluso se previó que George Bush (padre) “ordenaría la invasión a la isla
por las Fuerzas Armadas norteamericanas, tal vez con el pretexto de prevenir un
accidente, como había ocurrido en Chernobyl”.28
Esta situación internacional e interna obligó a Fidel a implantar el “Período
Especial en Tiempo de Paz”, un riguroso plan de racionamiento y control que había sido
pensado como una táctica de defensa ante un eventual embargo total de EEUU y se
mantuvo como un símbolo de la situación de la isla durante toda la década. Las historias
familiares sobre este período abundan en Cuba (cocciones con grasa de pelo, cenas de
sopa de neumático, entre otras), todas ellas con un denominador común: la miseria.
Dicho plan se enmarcó dentro de una estrategia consistente en defender a toda
costa las conquistas sociales en materia de salud, educación, seguridad social y cultura.
En una muestra más del heroísmo extraordinario e histórico que lo caracteriza (e
impensable para muchísimas sociedades), el pueblo cubano en su totalidad soportó
durante una década la supervivencia social en condiciones de vida pauperizadas: los
apagones de luz llegaron a durar 14 horas por día, no había papel ni para imprimir el

27
Jorge Beinstein: “El contramodelo cubano. Un muerto que goza de buena salud” Le Monde
Diplomatique. Nº 15, Septiembre de 2000.
28
Moniz Bandeira, op. cit. p. 509.
periódico oficial Granma, y la falta de combustible hizo que el transporte automotor
prácticamente desapareciera de la isla. El ajuste ante la crisis fue distribuido entre la
mayoría de la sociedad mediante el “impuesto inflacionario”: durante toda la década los
salarios nominales se mantuvieron congelados, pero la inflación produjo una caída del
salario real de más de 80%. La inflación constituyó una vía indirecta de transferencia de
recursos financieros desde los asalariados estatales hacia el presupuesto del Estado que
mantuvo los servicios sociales universales. Fueron en última instancia los empleados
del Estado, y también los pensionados estatales, quienes financiaron el déficit fiscal y
evitaron el desempleo y la contracción de gastos en educación y salud.
A eso debe sumarse el desabastecimiento de productos básicos, como insumos
para la higiene personal, que hicieron que la expansión del mercado negro -y con él la
concentración de ingresos en manos de los comerciantes clandestinos- sea inevitable:
entre 1989 y 1993 los precios en el mercado negro subieron casi cuarenta veces.
Sin embargo, Cuba sostuvo férreamente sus indicadores sociales que lo ubicaban
entre los países con mejor índice de Desarrollo Humano de la región; la salud y la
educación continuaron siendo gratuitas y universales y la pobreza e indigencia se
mantuvieron en niveles muy bajos, aunque crecieron.
En el ámbito externo, Cuba tampoco encontraba amigos en el resto del
continente. El avance neoliberal, dentro de un contexto de consolidación generalizada
de las democracias republicanas, era el espejo más cruel en el que Cuba se miraba en
Latinoamérica: el reflejo eran la liberalización de capitales, la financierización de las
economías y las privatizaciones salvajes, así como la sumisión total a las políticas
estadounidenses.

Entre la espada y la pared. Cuba encuentra su salida.

Ante tan desfavorable correlación de fuerzas, la isla no tuvo muchas alternativas.


La dinámica económica cubana no garantizaba la simple reproducción de su base
material y en el ámbito externo las agresiones se multiplicaban. Virtualmente aislada,
económicamente desmantelada y profundamente endeudada, Cuba optó por una
“estrategia de supervivencia muy flexible, pragmática, tendiente a lograr un repliegue
económico relativamente ordenado que preservara la cohesión social”29.
La Asamblea Nacional de 1992 se reunió para reestructurar las bases
preexistentes y comenzar una nueva etapa modificando la Constitución: desaparecía el
“carácter irreversible” de los bienes de la “propiedad estatal socialista”. La nueva
Constitución permitió la transferencia de propiedades estatales a particulares y
reconoció la existencia de las empresas mixtas, nuevo modelo de propiedad en la cual se
basaba el nuevo desarrollo cubano: la industria del turismo.
Además, fueron adoptadas nuevas medidas de emergencia como la autorización
de recibir remesas de divisas desde el exterior despenalizando su tenencia; la apertura
de comercios para la venta de bienes de consumo en divisas; la ampliación y
legalización de las actividades por cuenta propia y la puesta en marcha de la
cooperativización agraria, que imponía la desestatalización de la tierra30.
29
Beinstein, op. Cit.
30 En los ´90 se llevó a cabo una profunda transformación operada en la agricultura cubana, centrada en
la gestión cooperativa de las tierras públicas. El abandono de la administración estatal significó el
desarrollo de la autogestión a gran escala, cuya forma principal es la UBPC (Unidad Básica de
Producción Cooperativa), que recibe la tierra en usufructo por tiempo indefinido y ejerce la propiedad
sobre la producción, vendiéndola al Estado o al mercado. Se trata, según diversos autores cubanos, de una
"modalidad colectivista de desestatización" que no cambia la naturaleza "socialista" del sistema
(Beinstein 2000). En 1992 el Estado administraba directamente el 75% de las tierras agrícolas; en 1998
La penetración de las lógicas de mercado y el avance de la dinámica capitalista
en la isla aparecieron como irreversibles. Fueron la respuesta rápida de la estructura
dirigente cubana ante la debacle en curso. No es sencillo (ni del todo pertinente) juzgar
esta decisión desde nuestra situación actual y especulativa; lo cierto es que Cuba resistió
a la peor crisis desde que la Revolución derrotó al imperialismo, sin ceder en las
conquistas fundamentales de su pueblo como la salud, la educación, la vivienda, ni
perder el carácter estratégicamente socialista de su revolución. Difícilmente lo hubiera
logrado de otro modo en un escenario tan adverso.
Sin embargo, la apertura comercial y la dinámica de mercado han impreso otra
fisonomía a la sociedad cubana. Poco a poco, aquellos sectores expuestos a la lógica del
libre mercado han transformado esencialmente la estructura social que los contenía. Los
fundamentos de la planificación, el cooperativismo y la economía social comenzaron a
convivir con la lógica de la rentabilidad, la competencia y el consumo capitalista
conduciendo a tensiones irreversibles, que profundizaremos más adelante.
Hacia 1993, cuando el consumo de la población era casi un 30% menor que en
1989, la economía dio signos de crecimiento y en 1994 la economía cubana dejó
"sorpresivamente" de caer, creciendo un modestísimo 0,7% en términos reales.
Así, pues, el vuelco que significaron dichas medidas dio rápidamente resultado y
la inversión extranjera (sobre todo de la Unión Europea y Latinoamérica) se acrecentó
exponencialmente, sobre todo en el sector turismo. En pocos años, se crearon más de
200 empresas mixtas o joint ventures, no sólo en la rama turística, sino también en
industrias extractivas como el níquel y el petróleo y en servicios como la telefonía.
Como resultado, el PBI cubano mostró signos de recuperación y no volvió a depreciarse
en toda la década (Ver Cuadro).

sólo lo hacia con el 33% y el resto correspondía a las diversas formas no estatales entre las que se
destacaban las UBPC con el 42% de las tierras. Visto de otra manera, el sector "socialista" de la
agricultura ocupaba un 85% de las tierras, aunque en su mayor parte era administrado por cooperativas,
mientras que los propietarios privados representaban un 15% de la superficie.
Las reformas económicas habían surtido efecto, la economía cubana abandonaba
su estancamiento crónico y comenzaba un lento despegue que la sacaba del pozo. Los
costos de ello eran muchos y muy graves: la apertura al mercado hizo sucumbir los
principios básicos de lo que hasta hoy se ha denominado un tanto dogmática y
tendenciosamente como “socialismo real”. La dirigencia y el pueblo cubano eran
concientes de esto, pero el objetivo había sido otro y había sido cumplido con creces:
suavizar el golpe de la transición31 y preservar las históricas conquistas del pueblo.

Cuba, la Unión Europea y las agresiones yanquis.

Esta estrategia no fue contemplada pasivamente por EEUU, quien, al ver el gran
flujo de inversiones a la isla, en 1996 sancionó la ley Helms-Burton, que amplió la
competencia de la justicia estadounidense para sancionar a empresas nacionalizadas en
Cuba; establecía sanciones contra los empresarios estadounidenses y de otros países,
que hicieran inversiones en Cuba, amenazando prohibirles la entrada EEUU y hasta
llevarlos a juicio; impuso fuertes sanciones a estadounidenses que viajasen a Cuba,
entre otras medidas coercitivas. El detonante, claramente, era la aparición de un nuevo
aliado comercial para Cuba: la Unión Europea, los principales responsables de la
recuperación económica cubana. Los norteamericanos, advertidos, quisieron frenar
dicha alianza, mediante la ley mencionada, aunque fracasaron rotundamente. Poco a
poco, sin embargo, la apertura económica cubana terminó por acercar un poco más a
ambos países, en tanto la lógica del capital comenzó a presionar por concluir el bloqueo
a Cuba: muchos empresarios yanquis entendían que se estaban perdiendo una buena
oportunidad de invertir y hacer negocios seguros en la isla.
Así, pues, sobrepasada la etapa más aguda de la crisis, Fidel Castro comenzó a
frenar la reforma económica32. A pesar de ello, algunas cuestiones parecían
irreversibles. A mediados de la década, el turismo superó al azúcar como la actividad
productiva que más divisas aportaba a las arcas cubanas (divisas con las que Cuba
importaba desde petróleo hasta alimentos), con lo cual el gobierno orientó todas las
inversiones hacia la instalación de construcciones turísticas. La renta bruta del turismo
aumentó de 168 en 1989 a 1900 millones de dólares en 2000 (en 1990 proporcionaba
ingresos equivalentes a sólo el 2% del total de exportaciones de bienes y servicios y en
1998 había llegado al 50%, es decir igual a todas las demás ventas externas de
mercancías).
Como se ve, las relaciones de Cuba con el resto del mundo jugaron un papel
clave para la recuperación económica. Los acuerdos comerciales con la Unión Europea
y con algunos países de Latinoamérica permitieron el desarrollo de industrias y el
crecimiento de las reservas, y expandieron la producción de algunas ramas de la
economía.
A fines del Siglo XX, Cuba comenzaba a recuperarse de la crisis. Sin embargo,
una economía más abierta quedó más expuesta a los vaivenes del mercado mundial,
hecho que quedó reflejado con el estallido de la crisis capitalista del 2000-2001. La
recesión mundial produjo una contracción del turismo del 5%, la caída en los precios
del níquel y el azúcar y la brusca disminución de las remesas enviadas a Cuba hicieron
que en 2001 el PBI cubano cayese 3%, luego de 8 años de crecimiento ininterrumpido y

31
El ejemplo de la transición de Europa Oriental a economías totalmente abiertas, de corte neoliberal, era
nefasto y los cubanos habían tomado nota de ello
32
Moniz Bandeira (2008) asemeja esta política de Cuba a la NEP de Lenin, quien luego de triunfar en la
guerra civil permitió un “capitalismo bajo la dictadura del proletariado” hasta desarrollar a un nivel
avanzado las fuerzas productivas.
por primera vez desde el inicio del “Período Especial”. De ahora en más se hizo
evidente que la suerte de la isla estaría atada a los vaivenes del capitalismo y el mercado
mundial.
Mientras tanto, George W. Bush asumía el gobierno norteamericano e iniciaba
una radicalización de las hostilidades norteamericanas, apoyando abiertamente los
movimientos políticos de la comunidad anticastrista de La Florida, quienes realizaron
acciones terroristas en 2003, año en el cual EEUU inició su invasión a Irak mientras
continuaba su guerra en Afganistán. En marzo de ese año, “en apenas dos semanas
ocurrió el secuestro de dos aviones, en pleno vuelo, con pasajeros, y de una
embarcación con 40 personas; y un soldado fue atacado por un individuo, con el
objetivo de tomar su fusil automático y secuestrar otro avión que estaba por aterrizar en
otro aeropuerto”.33 Luego de estos ataques la justicia estadounidense dejó
sistemáticamente en libertad a los responsables, mientras que el gobierno cubano
intensificó los controles sobre la oposición y condenó a muerte a los tres secuestradores
de una lancha de frontera, ante la indignación hipócrita de la mayor parte del mundo,
que no decía nada de las más de 150 ejecuciones del Estado de Texas. Las condenas,
por su parte, “tenían como fundamento el hecho de que los reos recibían apoyo y
mantenían un estrecho contacto y entendimientos con James Cason, jefe de la Sección
de Intereses de América del Norte, un país con el cual Cuba estaba virtualmente en
estado de guerra, dado que todavía continuaba enfrentando el embargo comercial,
financiero y turístico y otros actos de hostilidad”34
Con todo, desde 2001 Cuba volvió a tener problemas serios en su economía. La
guerra de Irak provocó una suba del petróleo que la dejó otra vez con desabastecimiento
energético, y el déficit comercial se acrecentó hasta llegar a los 4000 millones de
dólares.
En el ámbito interno, la sociedad cubana experimentaba un proceso de creciente
desigualdad social. Poco a poco, se fue dividiendo entre aquellos que tenían acceso a las
divisas y los que no, creando enormes disparidades y quebrando la pirámide de
calificaciones laborales que presenta hoy: un mozo de hotel llega a ganar hasta 10 veces
más que un cirujano cardíaco.
Las restricciones económicas norteamericanas y la alianza comercial con Europa
hicieron que se dispusiera la salida de circulación del dólar norteamericano como
moneda de divisa, quedando como tal el Peso Cubano Convertible (CUC)35. Desde
noviembre de 2004, los portadores de dólares deben comprar el CUC con un gravamen
del 10%, que los poseedores no debían pagar. De esta manera el Banco Central de Cuba
pasó a tener el control del cambio y el monopolio de las reservas en moneda extranjera,
facilitando las importaciones y el pago de deuda externa (que llegaba a los 12.500
millones de dólares en 2004). Así, pues, el Euro sustituyó al dólar como moneda de

33
Moniz Bandeira, op.cit. p. 536.
34
Moniz Bandeira, op.cit. p. 538.

35 Esta medida, que reemplazó el dólar por el peso convertible para todas las transacciones realizadas por
la población y los extranjeros en el territorio nacional, fue una respuesta a las acciones adoptadas por
EEUU encaminadas a impedir que Cuba pudiera utilizar los recursos en dólares en efectivo. El país corría
el peligro de no poder depositar en bancos extranjeros los dólares en efectivo que la población y los
turistas gastaban en los mercados locales en esa moneda. Esta disposición se anunció pocos meses
después de que la Unión de Bancos Suizos recibiera una multa de 100 millones de dólares del
Departamento del Tesoro de EEUU por aceptar depósitos de billetes en dólares provenientes de Cuba y
“otros países enemigos”.
reserva internacional, en virtud de la asociación comercial con Europa, que absorbía
cerca del 40-45% de las exportaciones, proveía el 53 % de los turistas y contaba con la
gran mayoría de las “joint ventures” (sólo España posee el 26% de las asociaciones
comerciales con el Estado cubano).
Ya entrada en el Siglo XXI, la Revolución Cubana podía afirmar que salía de la
peor crisis de su historia. El papel de las alianzas internacionales en ese proceso fue
fundamental. Así lo entendieron los dirigentes cubanos, que lejos de conformarse con lo
logrado, salieron a la búsqueda de acuerdos que trascendieran lo comercial e integraran
políticamente a Cuba en un contexto regional totalmente inédito.

Las nuevas alianzas de Cuba.

Como decíamos, en estos últimos años Cuba profundizó sus políticas de


acuerdos internacionales que le permitieron reforzar el crecimiento económico. Las
inversiones extranjeras mantuvieron su nivel y Cuba fue acercándose políticamente a
gobiernos de todas las regiones del mundo. En particular, un nuevo contexto
latinoamericano permitió que se produjera un hecho clave: la alianza estratégica con los
nuevos gobiernos progresistas de la región.
En ese sentido, la alianza con Venezuela es un punto clave para entender este
proceso. Desde que el Comandante Hugo Chávez asumió la presidencia de Venezuela,
dicho país se ha transformado en el principal socio comercial de Cuba: mantiene todo
tipo de acuerdos en diversos sectores de la economía, provee a Cuba de petróleo a
precios subvencionados (a cambio Cuba le exporta servicios de Salud a través de la
instalación de más de 30.000 médicos cubanos que atienden en Venezuela) y suministra
el financiamiento que Cuba necesita para importar bienes de consumo básicos y realizar
obras para cuales Cuba carecería de capital. Desde nuestra perspectiva, esta alianza ha
trascendido lo económico y tiene claros ribetes políticos y de largo plazo, como expresa
la conformación del polo antiimperialista ALBA, proceso dirigido por ambas naciones,
que ya cuenta con casi 10 países integrantes. La construcción de la Alternativa
Bolivariana para las Américas es la propuesta estratégica de integración de Cuba y
Venezuela para el continente. La misma tiene fundamentos comerciales, pero también
un sustrato de solidaridad e integración de Latinoamérica, como oposición al Área de
Libre Comercio de las Américas (ALCA), impulsada por EEUU y duramente derrotada
en 2005 en Mar Del Plata.
Además del ALBA, Cuba impulsó un acercamiento general a nivel regional sólo
posible en un novedoso contexto. En ese marco, estrechó sus lazos con las naciones del
Cono Sur, mediante la firma de un acuerdo de Complementación Comercial, llevado a
cabo en julio de 2006 en la ciudad de Córdoba, encuentro que terminó por ser una de las
últimas apariciones públicas de Fidel Castro como Comandante en Jefe de Cuba. Este
acuerdo otorgó preferencias arancelarias mutuas entre Cuba y el MERCOSUR, al
tiempo que fue un mensaje político claro de las nuevas políticas de integración de la
región, dando un revés más al bloqueo yanqui sobre la isla.
Lo que resulta fundamental, es que Cuba reforzó en gran medida sus lazos con
los Estados latinoamericanos en general. Por primera vez, La Habana tiene allí
relaciones “amistosas” con gobiernos de todo el continente, principalmente con
Venezuela, pero también con Brasil, Argentina, Uruguay, Nicaragua, Honduras,
Panamá, El Salvador, Haití, Ecuador y Bolivia, entre muchos otros, hecho que se
confirmó en enero último, cuando fue invitada a ser parte de la cumbre de Río. En dicha
ocasión, más de 30 países del continente condenaron el bloqueo genocida de EEUU y
repudiaron la suspensión de Cuba en la OEA, hecho histórico que terminó de
consumarse en la última reunión del organismo el pasado 17 y 18 de abril.
Así, pues, lo que primero al principio podría haber parecido solamente un
acercamiento bilateral y aislado entre Venezuela y Cuba (acercamiento que, entre otras
cosas, EEUU quiso sabotear produciendo un golpe de Estado fallido en 2002 a Hugo
Chávez) se convirtió en una fuerte sociedad de gobiernos no alineados con EEUU, una
verdadera estrategia regional de integración en pos de lograr la unidad real de los
pueblos de Latinoamérica y debilitar la hegemonía del imperio.
Por otro lado, Cuba se volcó ávidamente en la búsqueda de alianzas con otros
actores internacionales. Desde la asunción de Raúl Castro en el poder en julio de 2006,
Cuba ha apostado a diversificar las relaciones internacionales de la isla, temiendo que
una dependencia exclusiva de la hermana de Venezuela tenga consecuencias negativas
de largo plazo, como lo enseñó la experiencia de las relaciones con la URSS durante la
guerra fría. En el entorno de Raúl Castro, consideran que una relación económica de
este tipo con otro país, cualquiera sea, puede impedir un desarrollo económico genuino
en la isla. Hoy por hoy, Venezuela es el principal acreedor externo de Cuba (Cuba le
debe 11 mil millones de dólares de los 32 mil millones totales de deuda cubana con el
mundo) y el garante de las divisas internacionales que permiten las importaciones claves
de la isla. Con la idea de “despegarse” un poco de Chávez, Raúl habría impulsado una
política de alianzas integral que consiga atraer inversiones y mercados de productos
cubanos para construir la tan mentada “modernización”, produciendo acuerdos con
China, segundo socio comercial y Brasil, sobre todo en el sector petrolífero.
Las recientes remociones del ex canciller Pérez Roque y el ex vicepresidente
Carlos Lage parecen responder a dicha táctica. En un artículo de 200836, se mencionaba
a dichos dirigentes como referentes de la facción “ultrachavista”, dentro del PC Cubano,
en contraposición a la facción dominante, aquella que “reúne a la mayoría de las figuras
históricas que aún quedan, y que tiene a las Fuerzas Armadas como principal soporte
institucional. (Dicha facción) es partidaria de una apertura económica con total control
político, pero es previsible que pueda aceptar cierto grado de pragmatismo”37.
Con esta política internacional, en los últimos años países como China han
cobrado una gran importancia para Cuba. El gigante asiático se transformó en el
segundo socio comercial de Cuba, gracias a las cuantiosas inversiones en la extracción
de níquel, nuevo protagonista de las inversiones cubanas. Así, pues, las inversiones
conjuntas de China y Venezuela traccionaron al PBI cubano en los últimos años, que
trepó hasta el 11,5% en 2007 y el 9,2% en 2008.
La relación con EEUU, por su parte, muestra algunos signos de cambio, aunque
aun no sabemos en qué medida se desarrollarán en el plano efectivo. La llegada de
Obama al poder ha generado ciertas expectativas, sobre todo como resultado de ciertos
gestos del nuevo presidente como la eliminación de las restricciones para viajar y enviar
dinero a Cuba y el otorgamiento de mayor libertad a las compañías de
telecomunicaciones de EE.UU. para invertir y operar sus servicios en la isla, algo

36
Alfonso, Haroldo Dilla, “La dirección y los límites de los cambios” en Nueva Sociedad Nº 216, julio-
agosto de 2008.
37
Las especulaciones sobre las renuncias de Lage y Pérez Roque son tan disparatadas como el misterio
oficial sobre el asunto. La versión oficial apunta a errores autoadmitidos por los funcionarios; pero parece
poco probable que hayan removido a los cuadros jóvenes más importantes del partido por “errores” y su
“ambición de poder”. Más bien todo parece indicar que Raúl y el sector militar que gobierna Cuba
discrepaban de la política internacional nada menos que del Canciller de Cuba, lo que llevó a su lógica
remoción.
inédito en la historia de las relaciones de ambos países38. Sin embargo, Obama tuvo
que volver rápidamente atrás en sus anuncios vinculados con el retiro de la base militar
en Guantánamo y no da signos de retroceder en las medidas más agresivas del imperio
hacia la isla como el embargo y las leyes como la Ley de Ajuste Cubano, que otorga
asilo a los cubanos que logren entrar en EEUU.
Actualmente, el escenario de crisis capitalista mundial augura un panorama
sombrío para la isla. Como demuestra el 2001, Cuba ya no es indemne a los
movimientos del mercado mundial y las recesiones en los países desarrollados golpean
duramente la economía isleña por múltiples factores: hay menos turismo, menos
ingresos por remesas y el descenso del precio del petróleo, del níquel y del azúcar ha
reducido los ingresos por exportaciones, mientras Cuba debe seguir importando cerca
del 80% de todo lo que se consume.
Tal vez una adecuada política regional, que avance en acuerdos de
complementación mutuos, haga avanzar a las sociedades latinoamericanas en vías de
una unidad que logre reponerse de la mejor manera de esta nueva crisis cíclica del
capitalismo. Hasta ahora, dicha política de integración, sumada a los acuerdos
comerciales con la Unión Europea y China, han garantizado la supervivencia cubana y
permitido consolidar el régimen político, aun cuando continúan impulsándose reformas
de importancia al interior de la isla, producto de las profundas limitaciones que
subyacen a su dinámica interna.
Con todo, el siglo XXI ha traído vientos de unidad para la isla. Vientos que más
que nunca le demuestran al imperio que Cuba no está sola y que su suerte está
indisolublemente atada a la del resto de los pueblos latinoamericanos

La actualidad cubana y la tendencia de los cambios.

A partir de todo lo expuesto con anterioridad, queda claro que la realidad de la


isla exhibe en la actualidad un escenario profundamente complejo.
La economía cubana muestra el mismo deterioro desde hace décadas. Al analizar
la estructura del PBI salta a la vista la tendencia a la reducción del peso relativo de la
agricultura, la construcción y el transporte, y se destaca un incremento importante de los
servicios, que en 2007 (ver gráfico 2) representaban 76% del PIB total.

38
Al cierre de este número, circulaba la noticia de que los Estados Unidos apagaron de forma definitiva el
cartel luminoso gigante que había sido instalado en el último piso de su Oficina de Intereses en La
Habana (SINA). El objetivo de esta pantalla electrónica era emitir mensajes contra el régimen.
Estos indicadores señalan la escasa presencia de la producción manufacturera y
agrícola, que obliga a Cuba a importar desde bienes de consumo durable como
autobuses, hasta alimentos básicos que podría producir ella misma. Los problemas
organizativos e institucionales, además de la falta de recursos, han impactado en la
evolución de todas estas áreas. Las empresas estatales, que habían iniciado un nuevo
proceso de descentralización con el fin de obtener mayores incentivos para los
trabajadores, no han logrado concluir con éxito las reformas y el perfeccionamiento
empresarial ha ido lentificándose y burocratizándose.
El resultado es que aunque Cuba ya superó la crisis de la primera mitad de los
90, mantiene un déficit en la disponibilidad de alimentos para el consumo. En los
últimos años, la agricultura ha continuado su declive. Su participación en el PBI fue de
menos de 4,7%. Esta escasa producción de bienes se compensa con importaciones desde
distintas regiones; obligando a Cuba a capturar divisas o a intercambiar productos por
exportaciones, generalmente ligadas a los servicios intensivos en conocimiento, sobre
todo servicios médicos a Venezuela.
El otro sector que, además del agropecuario, ha perdido peso dentro de la
estructura del PBI es la construcción. Se trata de un tema especialmente importante por
la escasa disponibilidad de viviendas, que ya en 1989, antes del inicio de la crisis,
constituía un problema por resolver. Esta sea, tal vez, la principal falencia en materia
social: las unidades edificadas por 1.000 habitantes cayeron de 6 a 1,4 entre 1989 y
2003-200439.
Respecto del transporte, hubo significativas mejoras a partir de 2008, gracias a
los convenios de importación con China, que permitieron el arribo de modernos buses y
dieron un nuevo aspecto a las “guaguas” habaneras.
En síntesis, el PBI mantiene un elevado ritmo de crecimiento, “pero este resulta
insuficiente para alcanzar los niveles de bienestar anteriores al comienzo de la crisis.
Esto se explica por la propia estructura de crecimiento, centrado en el sector servicios y

39
Mesa Lago, Carmelo: “La economía cubana en la encrucijada: el legado de Fidel, el debate sobre el
cambio y las opciones de Raúl”. Documento de trabajo Nº 19/2007. Abril de 2008.
con pobres desempeños en áreas claves como la agricultura, la construcción y el
transporte”40. Se requieren, por lo tanto, nuevas acciones de política económica
encaminadas a estimular las fuerzas productivas internas y alcanzar un mayor
dinamismo productivo, otorgando a Cuba una autonomía económica que fortalezca su
socialismo y avance en conquistas sociales de la población.
Además, desde el punto de vista económico, Cuba presenta una sociedad partida
en dos, según el acceso que sus individuos tengan a una de las dos monedas que
circulan legalmente por la isla. Dicha dualidad monetaria, caracterizada por la enorme
disparidad cambiaria (24 pesos cubanos por cada peso convertible), expresa, en verdad,
la abismal distancia entre la productividad de las dos economías que conviven
simultáneamente. Las ramas de más baja productividad y los salarios se han mantenido
desde los 90 en pesos cubanos, mientras que se desarrollaron segmentos dolarizados
vinculados a las actividades de mayor dinamismo, como el turismo y todas aquellas
vinculadas a la inversión extranjera. Se fue creando entonces una diferenciación entre
los trabajadores del Estado con bajos salarios –que financiaron indirectamente el
empleo y los gastos sociales durante la crisis a través del “impuesto inflacionario”– y
las familias que pudieron acceder a otros ingresos fuera de los márgenes del sector
estatal tradicional, provenientes de las remesas y contratos en el exterior de artistas,
deportistas y, más recientemente, médicos y otros profesionales, entre otros. Otra fuente
de ingresos alternativa al salario –también en dólares y luego en pesos convertibles– han
sido las vinculadas con el sector de la informalidad, que ha venido creciendo y hoy
abarca gran parte de la economía. Como los salarios que paga el Estado se cotizan en
pesos cubanos y un conjunto importantes de áreas de necesidades básicas –al menos
50% de los requerimientos alimentarios, de vestuario, de aseo personal, materiales para
reparación y equipamiento de la vivienda- se satisfacen en el mercado legal en pesos
convertibles (CUC) o en el mercado negro, toda una serie de actividades ilegales ha
surgido por debajo de las apariencias que intenta sostener el Estado. Esto que los
cubanos llaman “arreglar”, se extiende ya a más del 70% de la población y casi se ha
institucionalizado y legitimado en todos los sectores de la sociedad. Estas
“microestrategias de supervivencia”41 van desde la migración interna y externa
(definitiva o temporal, para el envío de remesas y la generación de una cadena de
migraciones familiares sucesivas), el matrimonio como mecanismo de ascenso social y
la sobreocupación; hasta las actividades en el sector no estatal, legales o ilegales, como
la creación de pequeños negocios familiares; la venta en el mercado negro de productos
de orígenes y calidades variadas; el trabajo doméstico; la subcontratación ilegal en
actividades estatales ventajosas, especialmente del turismo y la gastronomía; la oferta
ilegal de servicios a turistas y extranjeros; el alquiler de casas y habitaciones en el
propio hogar; la prestación de servicios de transporte; o el simple “robo” al Estado
mediante la explotación para fines privados de bienes e instalaciones estatales.
De esta manera, por debajo de la asignación estatal, funciona un complejo
mecanismo de producción, circulación y redistribución de mercancías “en negro”, es
decir, sin los controles y regulaciones estatales. Esta nueva lógica de asignación de
recursos convive actualmente con la lógica estatal característica de las sociedades
socialistas. Las fuerzas desestructurantes del mercado conviven y avanzan sobre las
relaciones “socialistas” de producción, provocando una creciente diferenciación y
transformación de la estructura social cubana.

40
Everleny, Omar y Villanueva Pérez, “La economía en Cuba, un balance necesario y algunas propuestas
de cambio” en Nueva Sociedad Nº 216, julio-agosto de 2008.
41
Espina, Mayra, “Viejas y nuevas desigualdades en Cuba. Ambivalencias y perspectivas de la
estratificación social” en Nueva Sociedad Nº 216, julio-agosto de 2008.
Además, la dualidad monetaria ha permitido el traspaso de recursos de los
sectores más productivos al Estado, el cual tiene como objetivo central mantener el
grado y la calidad de las políticas sociales universales. Hay que recordar que el modelo
cubano ha buscado siempre la extensión de las políticas sociales. Para lograr este
objetivo, los ingresos monetarios percibidos por la población –salarios, pensiones, etc. –
han ocupado un lugar relativamente menor. En cambio, se ha otorgado una máxima
prioridad al acceso gratuito a los servicios sociales, para lo cual su universalidad es
esencial. El eje de esta política es la universalización de los derechos sociales de
ciudadanía para garantizar una cobertura total en alimentación básica (a través de la
libreta de racionamiento que garantiza una suerte de “canasta básica” alimenticia),
educación, salud, seguridad y asistencia social, empleo y acceso a bienes culturales.
Estos derechos son provistos, en un nivel básico, a toda la población, sin distinción de
ingreso, a través de mecanismos no mercantiles (mediante asignaciones gratuitas y
subvenciones). Esta política ha sido exitosa en términos de integración social y equidad;
pero, como fue dicho, actualmente convive con la asignación mercantil de recursos,
merced al avance de la economía de mercado. En este marco, los gastos en educación se
han incrementado sostenidamente a lo largo del tiempo, en sintonía con las necesidades
derivadas del crecimiento demográfico y las mejoras en la indiscutible calidad42,
inclusive a nivel mundial. En el caso de la salud, los gastos también han aumentado, con
el objetivo de mejorar los niveles generales y disminuir los efectos de la pérdida de la
calidad de servicios derivados de la crisis, para lo cual se ha procurado rehabilitar
instalaciones deterioradas como policlínicos, hospitales y farmacias. Esto se suma a la
importancia en materia de investigaciones medicinales y tecnología médica que
caracterizan a Cuba, y que en los últimos años han tenido un vital crecimiento.

La estructura social

De la mano con estas diversas mutaciones en la economía cubana, la sociedad


también viene experimentando cambios estructurales difíciles de revertir y en una
tendencia bastante clara hacia la estratificación social. Dicha estratificación se observa
en diversos ámbitos de la misma, como por ejemplo, la aparición de una pequeña
burguesía urbana, fundamentalmente en el sector informal. Propietarios de pequeños
negocios, restaurantes y cafeterías, talleres de reparación de automóviles, pequeños
productores de calzado, entre otros, constituyen figuras emblemáticas de esta
reconfiguración e imprimen una lógica de producción bastante distinta a la estatal,
sector que ha disminuido considerablemente su capacidad de emplear mano de obra,
como se ve en la tabla siguiente:

Cuba, estructura de ocupación por sectores de propiedad (en porcentaje)


Concepto 1988 2006

42
La matrícula en la educación a nivel medio aumentó notablemente y hubo una explosión a nivel
superior. La matrícula universitaria creció un 172% en 1989-2007,concentrada en humanidades y
ciencias sociales.
Total de 100,0 100,0
ocupados

Entidades 94,0 78,5


estatales

Sociedades - 3,7
mercantiles
cubanas

No estatal 6,0 21,5

Empresas mixtas - 07

Cooperativas 1,8 6,2

Privado nacional 4,2 14,7

Por cuenta propia 1,1 3,51

Campesino 3,1 0,8


privado

Sucursales e - 0,3
sociedades
mercantiles y
fundaciones

Fuente: ONE: Anuario estadístico de Cuba, varios años

El avance del mercado como mecanismo de asignación de recursos, en suma,


acrecentó las desigualdades en el seno de la sociedad cubana. A fines de los 90 el
coeficiente de Gini43 se elevó a 0,38 y superó así el 0,24 de los 80, lo que revela una
tendencia a la concentración de ingresos de un sector de la población: se produjo en los
últimos años en Cuba, una reemergencia de situaciones de pobreza, vulnerabilidad
social y marginalidad. La población urbana en situación de pobreza de ingresos y con
necesidades básicas insatisfechas (problemas de alimentación y vivienda, entre otros)
aumentó de 6,3% en 1988 a 20% en 2000.
Ante esto, el gobierno afirmó que la tendencia sería revaluar el peso cubano,
aunque hasta ahora no hay signos de que ello vaya a hacerse. En verdad, dicha medida
sería de carácter progresivo, ya que aumentaría el poder adquisitivo de la gran masa de
la población que sólo maneja pesos cubanos. Estos bajos salarios, a su vez, están
determinados por la baja productividad de las empresas estatales en determinadas ramas

43
Coeficiente que mide la desigualdad y va de 0 a 1, siendo 0 la sociedad más equitativa y 1 la sociedad
más desigual
y, en general, el sistema estatal centralizado que no logró tecnificarse y optimizarse. A
su vez, la baja productividad se explica, en parte, por la creciente indisciplina y
desmoralización de la fuerza de trabajo en Cuba44, producto de un proceso complejo,
por el cual el trabajo no es percibido como una vía de satisfacción de las necesidades45.

Tendencias.

Desde que Raúl Castro asumió el poder en julio de 2006, se han producido
algunas transformaciones en la política del Estado cubano que prefiguran cierta
tendencia hacia el futuro. En base a las dificultades económicas mencionadas
recientemente, la sociedad cubana parece transitar hacia una modernización y
tecnificación que la catapulte hacia una economía más sólida y “competitiva”. Según
este diagnóstico, habría que reforzar las actividades productivas de la isla mediante
estímulos que provoquen incrementos de productividad, la llegada de nuevos capitales y
un dinamismo económico.
En ese sentido, en el último año, además de los desplazamientos en el gobierno
mencionados anteriormente, se dispuso la “liberalización” de la disponibilidad de
celulares y computadoras, la autorización de utilizar los hoteles antes de uso exclusivo
de extranjeros y la promulgación del Decreto-Ley 259 sobre la entrega de tierras
ociosas en usufructo. Esta última medida ha permitido entregar más de un millón de
hectáreas a productores privados a la espera de mejorar los niveles de productividad
pobrísimos, y se ha complementado con programas para mejorar la accesibilidad a la
compra de equipos de labranza para los nuevos agricultores. Estas acciones apuntan a
lograr una mayor eficiencia de la economía cubana y a reducir su necesidad de importar
materias primas de otros países, pero no logran solucionar el problema de la producción
industrial, básicamente huérfano de capitales productivos. Como el nivel de ahorro
cubano es insignificante, la idea de los dirigentes es atraer capitales en actividades que
requieren una fuerte capitalización como la extracción de minerales y de petróleo, entre
otras. Sin embargo, la crisis capitalista “secó” el mercado de capitales, produciendo un
contexto internacional poco propicio para las grandes inversiones. Ante esta situación,
Cuba parece obligada a reducir los proyectos de cambios estructurales y a adoptar
posturas más defensivas y de corte social.
Sin embargo, hay indicios de que desde la dirigencia cubana hay un consenso en
que es necesario realizar cambios económicos que faciliten la reproducción ampliada de
la base material del sistema sin depender de la suerte de otros países. En este contexto
se dan las condiciones para abrir un mayor espacio al mercado y a la actividad privada,
profundizando las reformas en la estructura social que comentamos arriba. Según varias
interpretaciones, Raúl Castro y los nuevos asesores con los que ha ido reemplazando a
los de la vieja guardia tienen la mirada puesta en el modelo chino o, en otros términos,
en lograr una “perestroika” (apertura económica) sin “glasnot” (apertura política), es
decir, pasar a una economía mixta dirigida por el Estado, con un perfil más
productivista, teniendo bajo un control más o menos restricto la economía que
podríamos llamar “doméstica”, vinculada a bienes de consumo y servicios; pero
manteniendo intacto el esquema de partido único y la estructura política que algunos

44
El problema de los incentivos al trabajo forma parte de una discusión mucho más larga. Basta decir que
dicho problema es un constante en las economías socialistas, quienes se han encontrado sistemáticamente
con el desafío de incrementar la productividad de su economía sin aplicar una lógica de producción y
distribución capitalista.
45
Espina, Mayra, op. Cit.
advierten cada vez más burocratizada, pero que sin embargo, ha mantenido con éxito
amplios niveles de apoyo popular genuino.
Si esto es efectivamente cierto, habrá que ver hasta dónde el pueblo cubano es
capaz de soportar dicha liberalización económica (con sus consecuencias sociales) sin
forzar una apertura política.
Es la historia quien tiene la palabra.

Inconclusiones

La historia de Cuba a partir de la revolución es, en gran parte, la historia de sus


relaciones con el mundo que la rodea. Este hecho es el resultado inevitable de combinar
dos elementos que a primera vista ya resultan contradictorios entre sí: la monumental
puesta en práctica de una verdadera revolución en lo político, social y económico como
nunca ha tenido lugar en la historia de nuestro continente; llevada adelante, sin
embargo, en una pequeña isla de escasos recursos, poca extensión territorial y bajo
desarrollo productivo. Semejante proeza, no hace más que recordarnos el
importantísimo grado de compromiso y dedicación de todo un pueblo cubano con su
revolución, así como también la de muchos hombres y mujeres que han ocupado lugares
de liderazgo en el proceso de transformación, con Fidel a la cabeza, afrontando
situaciones sumamente complejas y tomando decisiones en extremo difíciles, sobre todo
por la terrible presión de saber lo determinantes que resultarían en la vida de millones
de personas.
La pregunta sobre Cuba es la pregunta por el hombre, por lo contradictorio de sí
mismo, por sus capacidades de construir y deconstruir su propia realidad, ilimitadas y
limitadas a la vez. Seguimos pensando que Cuba es un ejemplo. Y cuando decimos que
es un ejemplo, consideramos que lo es en todos los sentidos: es un ejemplo de las
maravillas que la voluntad humana puede llevar adelante, a pesar de las adversidades y
del escepticismo en el que se han sumido gran parte de nuestros congéneres y es un
ejemplo, también, de lo contradictorio y lo complejo que son los resultados de esa
voluntad. Por eso pensamos a Cuba como un espejo. Un espejo conmovedor y
estimulante, casi siempre, aunque también cruel y aleccionador, a veces. Es una
demostración de que el socialismo, en tanto garantía de derechos básicos como la
educación, la salud, la alimentación, es posible de lograr incluso en la más pobre de las
islas, si hay voluntad de hacerlo y un pueblo valiente y dispuesto a luchar por eso. Pero
al mismo tiempo, también es una demostración de que el socialismo no es únicamente
eso. O mejor dicho, que aún hoy, lejos estamos de saber con exactitud qué es el
socialismo. Ni tampoco lo sabremos del todo hasta que hayamos ganado la primera
batalla y empecemos a lidiar con su construcción. Cuba ha dado ya mucho más que esa
primera batalla y eso es algo que llena de alegría y de esperanza, pero sobre todo de
expectativas.
Las políticas que se han llevado a cabo en la isla, con todas las consecuencias
positivas y negativas que han podido entrañar cada una de ellas, también son expresión
de esta complejidad a la hora de pensar en la construcción del socialismo. No
casualmente, el aporte extraordinario del Che Guevara se ha dado en el contexto del
proceso cubano: el pensamiento del Che, como el de muchos otros hombres y mujeres
protagonistas de la historia de Cuba, sintetiza lo novedoso del fenómeno cubano, y los
desafíos que se abrieron y se abren desde aquel glorioso 1959 hasta esta parte.
La existencia de la Cuba actual, con sus defectos y virtudes, es un hecho
asombroso si se tiene en cuenta el desamparo y la hostilidad a la que fue sometida
durante años, sobre todo la última década del siglo XX. Por eso, y como hemos
enfatizado a lo largo del texto, sostenemos que el porvenir de Cuba es el porvenir de
Latinoamérica. La vetusta idea del socialismo en un solo país ha quedado taxativamente
refutada por la Historia. Pedirle a Cuba que encabece, solitaria, el camino hacia el
socialismo es inviable e insostenible materialmente en un largo plazo; pero al mismo
tiempo, pensar el fracaso del proceso cubano implicaría un enorme retroceso en el
proyecto de construcción socialista en el continente. De ahí que pensar la Cuba actual
implica, de algún modo, pensar el futuro de todos nuestros pueblos latinoamericanos en
un momento particular de la historia en que parecen empezar a tomar más conciencia
que nunca de que el futuro es nuestro. Siempre y cuando nuestro presente sea de lucha.
Y hasta la victoria.

CUADRO APARTE

Los primero años de la Revolución: El gran debate

Uno de los primeros grandes debates acerca del cómo construir el socialismo en
Cuba se desarrolla entre los años 1963-1965. El debate entonces librado se desarrolla en
un contexto esecífico: por un lado, la aplicación en ese momento en la Unión soviética
de un determinado modelo de gestión empresarial y de planificación (“Sistema de
Cálculo Económico”), único antecendente en materia económica de intento de
aplicación del marxismo en la construcción de una sociedad; y por otro, la necesidad
apremiante de resolver que carácter se le daba al modelo económico de transición en
Cuba. Como el propio Che señalaba en varios de sus escritos del momento46 la teoría
vinculada con este “período de transición” resultaba y resulta muy escasa, inclusive
dentro de la propia Unión Soviética, El debate, entonces versará sobre un eje principal
mas evidente ( el modelo económico ha seguir en Cuba) pero implicará el tratamiento
de temas de gran profundidad e importancia teórico-práctica vinculados con ambos

46
sistemas, como el de la supervivencia o no de la Ley del Valor en la etapa transitoria o
el dilema sobre que tipo de estímulos aplicar en la esfera del trabajo.
Este debate y su desenlace (truncado por la partida del Che) dejará su huella en
la política económica cubana hasta hoy y entraña grandes interrogantes de fundamental
importancia acerca de cómo construir el socialismo, o inclusive acerca de qué es el
socialismo en el sentido mas filosófico del término. Preguntas que, por supuesto, aún
hoy no encuentran una respuesta única (ni la encontrarán exclusivamente en la esfera de
lo teórico).
Si bien el socialismo, o su tránsito hacia él, implica necesariamente la
planificación de la economía por parte del Estado Central (es decir, no dejarla “libre” a
las leyes del mercado, como pregona el capitalismo)47 , existían dos posturas
divergentes principales en relación a como entender la planificación y su relación con
las empresas y el Estado: por una lado, la propuesta del Che Guevara, Luis Alvarez
Rom48, e incluso Fidel Castro, y por otro la de algunos dirigentes de distintas instancias
de gobierno en Cuba como Alberto Mora junto importantes pensadores marxistas como
Charles Bettelheim.

El Che defendía un modelo de gestión económica conocido como “Sistema


Presupuestario de Financiamiento” que consistía, básicamente, en la centralización del
control financiero por parte del Estado. ¿Qué significa esto? Significa que las empresas
recibirían los fondos directamente del Estado (o sea, los organismos estatales diseñados
para eso) y entregarían al presupuesto nacional todos sus ingresos (no decidirían como
reinvertirlos, ni distribuirlos, ni nada). En este sentido, todo el sector socialista sería
visto como una gran empresa, y las relaciones establecidas dentro del mismo se
asemejarían a las que se establecen dentro de un monopolio (con distintos
establecimientos fabriles y empresas pero pertenecientes todos a una misma firma
monopólica central, que administra su funcionamiento)49. En este modelo, las empresas
estatales no venden y compran entre sí los productos o insumos necesarios, o sea, no se
establecen relaciones monetario-mercantiles entre las mismas, así como tampoco
reciben créditos ni fondos por parte del Banco Central para auto-administrarse, sino que
su presupuesto ya está establecido por el Plan. El otro modelo propuesto (el Soviético)
es el del Cálculo Económico, también conocido como “de Autogestión”, en tanto y en
cuanto cada empresa estatal es vista como una unidad de producción con una
personalidad jurídica propia50 que, como tal, cuenta con fondos propios los cuales
administra según sus criterios de conveniencia (o sea, puede pedir crédito, así como
también, establecer precios para vender a otras empresas estatales y viceversa).
La diferencia central radicaba en el nivel de centralización de la toma de
decisiones, en vinculación directa con el carácter que cada modelo le otorgaba a las
empresas (en el primero eran simplemente unidades productivas mientras que en el
segundo llegaban inclusive a competir entre sí y gestionar fondos propios como en el
sistema capitalista)
El Che Guevara argumentaba la viabilidad de su modelo de gestión a partir de la
existencia de una serie de condiciones objetivas de la economía isleña, ausentes en la
Rusia previa a la Revolución de 1917. La característica principal en la que se basaba era

47
Siempre contemplando que el Estado Burgués, entendido como herramienta de dominación de clase,
participa e interviene de manera compleja en el juego de supuesto “libre mercado” para garantizar la
reproducción del capital.
48
Combatiente del Ejército Rebelde y, en el momento del debato, Ministro de Hacienda
49
Marxismo y Revolución, pág 163
50
Gran Debate, pág 76
la radicación de monopolios imperialistas con alto desarrollo en técnicas de
administración y control centralizado en la isla (por ejemplo en el campo de las
refinerías, unificación de las Esso, Texaco y Shell en la Empresa Consolidada del
Petróleo que operaba en Cuba). Desde el punto de vista del Che, este fenómeno
aportaba un piso de experiencia de control centralizado plausible de ponerse en práctica
en pos de fortalecer la construcción del socialismo.
Sin embargo, detrás de este debate “de forma”, subyacían cuestiones de fondo
mucho mas complejas, que trascendían la dimensión más pragmática del asunto. Una
primera cuestión de orden mas teórico pero de vital importancia para pensar el período,
fue el problema de la Ley del Valor en la economía de transición. El Sistema
Presupuestario de Financiamiento que proponía el Che, implicaba necesariamente la
puesta en discusión acerca de la concepción que de la Ley del Valor tenían quienes
defendían el Sistema de Cálculo Económico, al mismo tiempo que limitaba la utilidad
de su aplicación en la economía de transición. El Che Guevara consideraba necesario
darse una política de reemplazo paulatino de conceptos inherentes al sistema mercantil,
principalmente la Ley de Valor, por nuevos conceptos correspondientes a una economía
de transición con control estatal. Por esta razón, proponía un modelo económico en
donde las empresas estatales intercambian productos entre sí pero no mercancías ya que
no las venden ni compran, eliminando paulatinamente la Ley del Valor dentro del sector
socialista. Esta lectura se contraponía con los defensores del Sistema de Cálculo
Económico. Uno de ellos fue el economista francés Charles Bettelheim, quien sostenía
que la naturaleza de las relaciones de producción es determinada por el grado de
desarrollo de las fuerzas productivas, por ende, no es posible hablar de una economía
con un sector estatal completamente desarrollado (donde no actuase la Ley del Valor
sino la planificación central de estado) debido a que, según su perspectiva, la propiedad
socialista encuentra diversos grados de desarrollo y, en muchos casos es necesario
valerse de la Ley del Valor para organizar la producción, en tanto y en cuento aún no se
ha alcanzado suficiente desarrollo de la economía planificada como para controlarla en
su totalidad.
Por otro lado, el debate también abarcaba cuestiones que trascendían la
dimensión más estrictamente económica. Como toda revolución que se proclama por el
socialismo, el desafío principal que enfrentaba el gobierno revolucionario cubano era
construir el medio material para el mismo (desarrollo de la fuerzas productivas) pero
también, el “hombre y la mujer socialistas”, o sea, una conciencia diferente, con valores
distintos a los propios del sujeto capitalista. Y en este punto radicará uno de los aportes
fundamentales del Che Guevara al marxismo como filosofía de la praxis ¿Qué hacer con
el ser humano? ¿Cómo avanzar en las cuestiones referidas al desarrollo económico sin
terminar reproduciendo un modelo de alienación respecto al trabajo y al género humano
semejante al del capitalismo? Para el che, “el éxito en la gestión administrativa en el
socialismo no podía medirse por el monto de valores creados, sino por la medida en que
las estructuras de funcionamiento económico se aproximaran a la sociedad nueva,
mediante la transformación de los hombres, ahora condicionados socialmente en un
sentido comunista a dichas estructuras”51 De ahí, la crítica profunda que el Che realiza
al modelo soviético, cuya aplicación de la Nueva Política Económica, priorizó el
desarrollo de la base material y técnica para luego si, empezar la construcción del
socialismo propiamente dicho, pero que finalmente nunca giró en este sentido,
tergiversando el objetivo inicial y consolidando tendencias que debían ser temporales52 .

51
El Pensamiento Político del Che (Pág.145)
52
Entendemos que la cuestión de la NEP y el ascenso del stalinismo al poder en la Unión soviético es de
suma complejidad y no es posible abordarlo en un solo párrafo pero, aún así, aspiramos a pensar el
Pensar la construcción de un “socialismo económico” sin la moral comunista, implicaba
para el Che una contradicción con la propia tradición marxista, en lucha contra la
miseria y la desigualdad social, pero también contra la alienación53. Esta necesidad de
ir configurando prefigurativamente una conciencia socialista en paralelo al desarrollo de
las fuerzas productivas, se plasmará en propuestas como el reemplazo paulatino de los
estímulos materiales a los trabajadores por los estímulos de orden moral, así como
también la necesidad de, tendencialmente, eliminar la Ley de Valor como indicador
económico en la economía de transición.

Agosto de 2009

problema cubano como parte de una experiencia que se inaugura en 1917 con la Revolución Rusa, y no es
posible entender la evolución de la misma sin hacer referencia a la historia del campo socialsita como
totalidad.
53
Tablada Pérez, pag 38

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