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Piglia. Sarmiento escritor.

Texto nº 6, unidad nº 1.

Piglia plantea que hablar de Sarmiento escritor, es hablar de la imposibilidad de ser un escritor en la
Argentina del siglo XIX. El primer problema que plantea es: que hay que ver en esa imposibilidad el estado
de una literatura que no tiene autonomía; la política invade todo, las prácticas están mezcladas, no se puede
ser solamente escritor.
Si el político triunfa donde fracasa el artista podemos decir que en la Argentina del siglo XIX la literatura
solo logra existir donde fracasa la política. De hecho el eclipse político y la derrota están en el origen de las
escrituras fundadoras de la literatura nacional.
El tema central en la obra de Sarmiento es ¿dónde está el presente? O ¿Cómo estar en el presente?
Por un lado, en el siglo XIX, la literatura se define por su relación con la política, la literatura nacional es
una fuerza autonomizadora; tiende a disociar el poder político de otro que lo trasciende (el de la
inteligencia); ahí se define la función específica de la escritura.
Por otro lado se trata de crear una literatura emancipada y la autonomía se define como una relación con la
literatura extranjera. La literatura nacional es autónoma porque busca cortar con la tradición española y
realizar en su campo la misma revolución contra España que realizó en la política y en la economía. Pero esa
literatura emancipadora se construye en alianza con la literatura extranjera (ya autónoma); la literatura
francesa como literatura mundial.
Esa doble relación (con la práctica política y con las literaturas extranjeras) define de un modo propio la
autonomización de la literatura y su función.
La historia de la literatura Argentina está marcada por una doble temporalidad
En el uso de la ficción se cifra de un modo específico la tensión entre política y literatura en la Argentina del
siglo XIX. Uno podría decir que la dificultad de la autonomía en la literatura Argentina se manifiesta bajo la
forma de una resistencia a la ficción. Desde el comienzo mismo de la literatura nacional se dice que la
ficción es antagónica con el uso político del lenguaje.La eficacia de la palabra está ligada a la verdad, con
todas sus marca; responsabilidad, necesidad, seriedad, la moral de los hechos, el peso de lo real.
La ficción se asocia con el ocio, la gratitud, el derroche de sentido. El ejemplo más nítido de esta literatura
de época es el destino del “Matadero” de Echeverría. El texto de ficción de la literatura argentina permaneció
inédito más de treinta años. Ese texto no fue publicado justamente porque era una ficción y la ficción no
tenía lugar salvo como escritura privada. En las páginas de El matadero, escrito en 1838 que vio la luz en
1871, se oculta una metáfora del lugar desplazado de la ficción en la literatura argentina.
Tratar de hacer la historia de ese lugar de la ficción es rastrear la historia de su doble autonomía: por un lado
sus relaciones con la palabra política y por otro lado sus relaciones con las formas y los géneros extranjeros
de la ficción ya automatizados (en especial la novela). En ese doble vínculo se define la escritura de
Sarmiento.
Por esta razón, Piglia sostiene que la historia de la ficción argentina empieza dos veces. Primero en la
primera página de Facundo y al mismo tiempo (pero de un modo desplazado) en El Matadero de Esteban
Echeverría. La anécdota que abre Facundo, constituye un momento decisivo de la vida de Sarmiento “A
fines de 1840 salía yo de mi patria, desterrado por lastima, estropeado, lleno de cardenales, puntazos y
golpes recibidos el día anterior en una de esas bacanales sangrientas de soldadescas y mazorqueros. Al
pasar por los baños del zonda bajo las armas de la patria que en día más alegres había pintado en una
sola, escribí con carbón estas palabras:
El gobierno, a quién se comunicó el hecho mandó una comisión encargada de descifrar el jeroglífico que
se decía tener desahogos, innobles, insultos y amenazas. Oída la traducción “Y bien, dijeron ¿Qué
significa esto?” (Significaba que iría a Chili, donde la libertad era segura y que se proponía utilizar la prensa
como medio de expresión para hacer trascender sus ideales).
Ese hombre que se exilia, lleva el cuerpo marcado por la violencia de la barbarie, pero también deja su
marca porque Sarmiento se distancia de la barbarie de la que se destierra recurriendo a la cultura.
En esa anécdota se condensa una situación que la literatura argentina repetirá a lo largo de su historia: el
choque frontal entre el letrado y los bárbaros (choque del que habla Giorgi: Hombre/ hombre, Hombre/
animal, letrado bárbaro).
El matadero es la contracara atroz de la misma situación. En el relato de Echeverría, el hombre culto se
interna en el mundo del otro, en las zonas bajas del matadero y en las orillas. En lugar del exilio y la fuga, la
ficción se construye a partir de la entrada en territorio enemigo. Piglia plantea pensar que Facundo comienza
dónde termina El matadero y esa continuidad entre violencia, tortura y exilio, es lo que se mantuvo con
múltiples signos a lo largo de la historia.
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Por un lado, si para Sarmiento la violencia ha quedado atrás y el poder del letrado se afirme en el uso de otra
lengua que marca la diferencia, en Echeverría la violencia toma el primer plano y el lenguaje queda atrapado
por el enfrentamiento. Lo más importante en El matadero es como el lenguaje popular se hace evidente.
Pero hay una diferencia clave en estos dos textos iniciales: mientras el comienzo de Facundo es propuesto
como un relato verdadero y tiene forma autobiográfica. El matadero es una ficción y porque es una ficción
puede hacer entrar el mundo de los bárbaros, darles un lugar y hacerlos hablar. La literatura no excluye al
bárbaro, lo ficcionaliza, es decir, lo construye según su imaginario.
En Facundo, la forma de la barbarie se representa de modo distinto, a través de la experiencia vivida que se
reproduce, se hace hablar al bárbaro. Facundo no se lee como una novela, porque no lo es, debe ser leído en
clave política. Se podría decir que Facundo es el germen de la novela futura y es en ese sentido que inaugura
una tradición. Facundo no es ni verdadero ni falso; propone una experiencia de la realidad y está fundado en
la creencia. Pero al mismo tiempo se postula como la verdad misma, como una fiel reconstrucción de la
lucha entre civilización y barbarie.
Piglia sostiene que los procesos que utiliza Sarmiento se tratan de un manejo de la verdad, ligado a la vez al
error, a la traducción, al plagio, a la apropiación, a la libertad ficcional, nada más ni nada menos que a las
necesidades políticas.
Sarmiento funda la literatura nacional porque encuentra una solución que atiende al mismo tiempo a la
libertad de la escritura y a las necesidades de la eficacia política. El atraso y la falta de autonomía de la
literatura argentina del siglo XIX, dificulta la construcción institucionalizada de los géneros. Sarmiento ha
sabido explotar esa inmadurez de las formas. La característica básica de Facundo es la yuxtaposición y la
mezcla de géneros fragmentados: a la vez ensayos, el periodismo, correspondencia privada, crónica histórica
y autobiografía. La construcción ficcional, es la forma interna que unifica y mantiene ligada esa
constelación. El uso de la ficción es lo que impide que un género predomine sobre el otro y hace posible la
expansión y la proliferación de la escritura de Sarmiento.
Por otra parte en Facundo, la sombra terrible es el aspecto del muerto que encierra todos los enigmas del
pasado. El motor secreto de esa lucha imaginaria y personal con la figura del otro, es Rosas. Sarmiento es un
gran escritor porque ese dialogo con Rosas está desplazado y ficcionalizado, y es indirecto. Vale decir que
Sarmiento nunca escribe un libro sobre Rosas y sin embargo no hace otra cosa que escribir sobre él. La gran
decisión literaria (y política) de Sarmiento fue elegir a Quiroga como tema de un libro sobre Rosas.
Alberdi y Sarmiento discuten sobre la autonomía y la función de los letrados: ese es el marco de las
objeciones de Alberdi. Y el eje es la crítica al tipo de uso del lenguaje de Sarmiento. Alberdi lo acusa de
hacer ficción (finge a un Rosas aparente) de poner la política al servicio personal de su escritura. Piglia cree
que en ese sentido, Alberdi tiene razón ya que considera que Sarmiento esconde bajo la forma de un uso
político del lenguaje su explotación personal de la lengua argentina.

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