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PRÁCTICA 47: PRÁCTICA DE GEOGRAFÍA DE LA OPOSICIÓN DE

EXTREMADURA DE 2002.

[Nota: los conceptos teóricos correspondientes a esta práctica, y las fórmulas aplicadas y su
procedimiento, han sido explicadas en la correspondiente práctica de nuestro temario]

La pirámide que se nos ofrece corresponde a un régimen demográfico regresivo equivalente


a la cuarta fase de la evolución demográfica según el esquema propuesto por Stolipnitz,
aunque con la particularidad de una población todavía con una no excesivamente alta
esperanza de vida, y, como veremos, una natalidad no demasiado baja. Vemos cómo los dos
últimos escalones, población de 0 a 10 años, son netamente inferiores a los escalones de 10
a 15 años, o de 15 a 20, por lo que podemos hablar de un perfil siquiera transitoriamente
regresivo (luego explicaremos el por qué de ese “siquiera transitoriamente”)
Tenemos, pues, que resolver dicha contradicción entre las características propias del
régimen demográfico regresivo (alcanzado en la pirámide que comentamos a partir de 1972
(por poner un ejemplo comparativo, la población española entra en fase regresiva con el
cambio de régimen político, hacia 1976, antes en las regiones más industriales que en
Andalucía, Extremadura, Galicia o Castilla León, por ejemplo...) y esa cúspide de la
pirámide que muestra todavía una cierta escasez de la población envejecida.
Este es el hilo argumental que va a guiar nuestro comentario.
1- Forma de la pirámide

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Las características generales de la pirámide regresiva, o de “tulipa” o “hucha” son: baja
mortalidad, muy baja natalidad, elevada esperanza de vida, débil crecimiento vegetativo
(inferior al 0,5%), con tendencia al crecimiento cero a la crecimiento negativo, producto de
una baja tasa de hijos por mujer (generalmente, inferior a 2,1, cifra que garantiza el
reemplazo generacional: en 2001, la población española tenía la cifra de hijos por mujer
fértil menor del mundo, próxima a 1,61, si bien algunos sociólogos y demógrafos
pronostican un moderado crecimiento de dichos valores para los próximos 5 años, y aunque
a medio plazo, la pirámide española seguirá “pagando” un recorte del crecimiento
vegetativo porque algunas generaciones, las nacidas en los años 90 hasta el 2000, son
irremediablemente escasas, a no ser por los efectos positivos que al respecto tiene la
recepción de inmigrantes jóvenes y potencialmente procreadores).
Vamos en primer lugar a calcular la tasa de natalidad y el número de hijos por mujer, para
justificar nuestro análisis:
En el último escalón de la pirámide, expresada en %, encontramos 4,8 y 4,5% de niños y
niñas (dato éste sorprendente, que no responde exclusivamente a factores biológicos –nacen
algunos niños más que niñas, pero la mortalidad infantil es mayor en niños que en niñas, y
éstas son más longevas-, sino que tiene que ver con prácticas culturales: infanticidio de
niñas, siquiera en un mínimo porcentaje). Con esos valores, la TBN sería:
4,9+4,5=9,4
Como corresponde al tramo 0-5 años, los nacidos en un año son:
9,4/5= 1,88%
Aplicando la fórmula:
TBN = (1,88 x 1000)/98,12= 19,16 por mil.
Es una tasa por tanto baja, aunque no comparable con las aún más exiguas tasas de
natalidad de países desarrollados, como España, Noruega, Suecia, Francia, etc.

Vamos a calcular ahora el número de hijos por mujer:

Porcentaje de mujeres fértiles (15-44 años)= 6,1+3,5+4,5+3,5+2,5+2,2= 22,3% (hemos


sumado los correspondientes tramos de la pirámide de población, en el lado derecho,
correspondiente a mujeres)
Aplicamos la fórmula de la Tasa de Fecundidad General:
TFG= (1,88 x 100)/22,3 = 8,43%.
Para calcular el número de hijos por mujer, hacemos una regla de tres:

35 --------------100%
X --------------- 8,43%

X= 2,95 hijos.

Se trata, por tanto, de una cifra de hijos todavía muy por encima de la tasa de reemplazo
generacional, por lo que se puede decir que de momento presenta una tendencia a un débil
incremento de población, pese a esa reciente entrada en una fase regresiva.
2- Análisis de la estructura por edad.
Calculamos en primer lugar el % de ancianos (mayores de 65 años)= 1+0,5+0,3+0,2
(hombres) + 1,1+0,8+0,5+0,3 (mujeres)=2+2,7= 4,7%.

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Se trata por tanto de una población anciana muy escasa. Por eso inferimos que la esperanza
de vida de las personas nacidas con anterioridad a la fecha de la pirámide era escasa.
Por poner un ejemplo comparativo, se considera una población envejecida cuando el % de
ancianos supera el 12%.
El porcentaje de jóvenes (0-15 años) es en total el 33,7%, cifra muy elevada, en tanto que
los adultos constituyen un total de 61,6% (100-4,7-33,7=61,6%)
De hecho, el cálculo de la tasa de dependencia según el índice de Veyret sería el siguiente:

T.D.= (33,7+4,7) x 100/ 61,6= 62,33%.


Esto implica que adulto potencialmente activo soporta a 0,62 no potencialmente activos. Es
una cifra muy baja, si lo comparamos con los países con poblaciones muy envejecidas o
con los países subdesarrollados con enorme población de jóvenes (menores de 15 años, en
términos demográficos)
3- Estructura por sexo.
Llama la atención que en los primeros escalones de la pirámide, y específicamente hasta los
25 años de edad, predominan en todos ellos los hombres frente a las mujeres, con tasas
acusadas de masculinidad:

En el primer escalón, de 0-5 años, la relación de masculinidad sería:

T.M..= (4,9/4,5) x 100= 108%.


Esto implica que hay un 8% más de niños que niñas.

En cambio, dada la desigual incidencia de los sucesos históricos vividos, y la mayor


contribución del hombre al trabajo en las generaciones más viejas, entre los adultos la tasa
de masculinidad es la siguiente:
T.M.=(2/2,7) x 100= 74,07%
Esto implica que hay casi un 36% menos de varones que de hembras en la población
anciana.
4º- Entrantes y su explicación.
Llama poderosamente la atención la existencia de al menos dos entrantes o escalones
disminuidos: uno, comprendido entre los 20 y 25 años, con igual afectación a hombres y
mujeres; otro, entre los 35 y 40 años, no tan acusado como el anterior.
El primer escalón corresponde, teniendo en cuenta que la pirámide es de 1982, a los
nacidos entre 1962 y 1957. Se trata de una generación afectada por una profunda crisis
demográfica, no producida por ninguna postguerra, sino por motivos estrictamente
políticos. Tenemos indicios suficientes para saber que se trata de una población con
caracteres demográficos muy contradictorios: y sin ninguna duda habremos intuido ya que
corresponde a CHINA. El descenso en la fertilidad registrado entre las décadas de 1950 y
1980 se vio muy favorecido por los esfuerzos gubernamentales para promocionar el
matrimonio tardío y más recientemente para inducir a las familias chinas a tener un único
hijo. Este programa se ha complementado con la expansión continua de los servicios de
salud públicos que proporcionan información sobre el control de la natalidad y métodos
anticonceptivos con un costo muy pequeño o incluso nulo. El primer censo nacional desde
la llegada al poder de los comunistas se realizó en 1953, en un esfuerzo para evaluar los
recursos humanos disponibles para el primer plan quinquenal.

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El segundo entrante, de menor cuantía, tiene lugar entre la población de 35 a 40 años,
nacida por tanto entre 1937 y 1942, afectada tanto por la cruenta guerra civil china como
por la Segunda Guerra Mundial (en forma de población NO NACIDA a causa de la misma:
los combatientes de la guerra civil china corresponden en esta pirámide a la población a los
que tiene por encima de 65 años; mientras que los combatientes en la SGM corresponden
en esta pirámide a los que tienen aproximadamente 63 o más años) Al ser el escalón de 35 a
40 años (e incluso el inmediatamente superior) escaso, lógicamente los comprendidos entre
20-25 años, que es la generación de “sus hijos”, también se encuentra muy mermada, a
diferencia de los escalones superior e inferior a éste.
Las constantes demográficas chinas (tal como analizamos en el tema 12 del temario
específico) han experimentado un gran cambio. Entre 1953 y 1989 la tasa de mortalidad
cayó desde un 22,5‰ hasta un 7‰ la tasa de natalidad ha descendido desde un 45‰ en
1953 al 23‰ en 1989. Este hecho lo vemos inequívocamente reflejado en la pirámide que
comentamos, que muestra un desigual comportamiento de la natalidad, motivado por las
continuas variaciones de una política demográfica que pasó por fases pronatalistas a
campañas de un solo hijo con distintos grados de coacción entre la población.
Como resultado de ello, el crecimiento vegetativo descendió desde el 22,5‰ en 1953, hasta
el 16‰ en 1989. A pesar de todo, a ese ritmo China todavía mostrará un aumento anual de
población de casi 18 millones de personas.
La población china, antes de la revolución comunista, sufría una situación similar a la
de otros países tercermundistas. Lo vemos, por ejemplo, si ignorásemos los dos últimos
escalones de la población, teniendo la misma entonces un perfil claramente progresivo, con
tasas de natalidad superiores al 30 por mil. Antes de la revolución comunista, China tenía un
comportamiento demográfico pronatalista, con una natalidad de aproximadamente el 37 por
mil y una mortalidad elevada, del 18 por mil: la población crecía a un 1,9% anual. Era una
sociedad organizada alrededor de la familia patriarcal, con tres generaciones bajo el mismo
techo, en la que los hijos representaban la fuerza de trabajo y el seguro para la vejez, razón
por la que se había extendido (ante la presión sobre el suelo) el infanticidio femenino (las
hijas son consideradas un gasto inútil, pues al casarse van a trabajar para la familia del
marido, y viceversa).
La política demográfica sufrió cambios radicales durante los primeros 20 años del
socialismo, hasta quedar plenamente definida en sus términos actuales a partir de 1969,
momento en el que se inicia un drástico control de natalidad, potenciado a partir de 1979, año
de la campaña coercitiva del hijo único. El primer ministro Tan Chenlin indicaba en 1964 que
en el futuro próximo podrían cultivarse 133 millones de hectáreas, capaces de satisfacer las
necesidades de 2.000 millones de personas, cifra que se esperaba alcanzar en breve plazo.
Pero los dirigentes chinos afirmaban poco después que el problema demográfico no era sólo
una cuestión numérica, sino que estribaba en el excesivamente rápido rito de incremento de la
población, al que no se podía oponer un ritmo paralelo en la explotación de nuevos recursos:
el objetivo ya no estaba en obtener más recursos de forma acelerada, sino en llegar a un
crecimiento negativo de la población en el año 2010.
Inicialmente, a partir de la revolución de 1949, se había favorecido una política
pronatalista, propia del marxismo ortodoxo. Por su deseo de recuperar la población perdida
durante la guerra civil anterior, la política expansionista en natalidad va a mantenerse hasta
1954. En ese año, conocidos los alarmantes resultados del censo de población de 1953, que
cifraba en 582 millones la población de China continental, se inicia una campaña a favor de
la contracepción, muy tímida inicialmente, hasta 1956, y firme desde entonces hasta el

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comienzo del Gran Salto Adelante de 1958. El lapso transcurrido entre el Gran Salto y 1962
supone un retroceso en la política favorable a la contracepción, pues la euforia política e
ideológica ahoga los intentos de un serio control de nacimientos. Pero desde 1962 un
gobierno más acorde con la realidad, y escarmentado con las utópicas políticas precedentes,
abogará de forma coactiva por el control de natalidad, hasta 1966, en que sucede la
Revolución Cultural: este acontecimiento, con gran carga ideológica, reintroduce una
relajación social, que también afecta al control de natalidad, liberalizado: en 1968 China
crece un 2,9%, cifra absolutamente alarmante, y que de nuevo sitúa al control de natalidad
entre las prioridades del gobierno.
La medida más eficaz al respecto fue el retraso de la edad del matrimonio, que en la
China tradicional era de 15-16 años para las mujeres, por lo que se llevó una campaña intensa
en favor del matrimonio tardío, recomendándose los 23 y 26 años para mujeres y hombres
respectivamente. El propio Mao recomendó esta idea, que se impondrá incluso en el
tradicionalista medio rural. En los años 70 más del 90% de los matrimonios de las ciudades
eran de celebración tardía, y la medida fue especialmente acatada en las regiones más
populosas.
También existió una recomendación en favor de un número de hijos bajo: dos o, a lo
sumo, tres, y espaciados en el tiempo. Entre otras razones se argumentaba la salud y el interés
profesional de la madre, la mejor educación de los hijos, etc. Pero a partir de 1979 se desató
la campaña del hijo único, que produjo una caída notable de la natalidad dadas las presiones
ejercidas sobre las familias (imposibilidad de acceder al funcionariado, de obtener sanidad y
educación gratuitas, raciones alimenticias más abundantes para las familias de un solo hijo,
parcelas privadas más grandes y mejores, etc. Pero a finales de la década de los 80 ya existía
un relajamiento generalizado en cuanto a la búsqueda de un segundo hijo, y fenómenos muy
generalizados de ocultación de los hijos haciéndoles pasar por vástagos de matrimonios
infértiles, etc. La Administración, en los años 90, ha dedicado más atención a la persecución
del tercer y cuarto hijo. En la actualidad, los premios a los matrimonios de un solo hijo son:
atención hospitalaria durante el parto; atención médica y educación gratuita para el hijo; trato
preferente en el colegio; prioridad en la concesión de viviendas; paga mensual extra al año;
trato preferente en la obtención de empleo.
Con todo, la administración china ha reconocido que en 1990 la tasa de fecundidad
fue de 2,3 hijos por mujer, muy próxima a los 2,8 que hemos calculado nosotros para esta
pirámide de 1982. El descenso en la fertilidad registrado en los años 1950 a 1980 se vio
muy favorecido por los esfuerzos del gobierno por procurar el matrimonio tardío y luego
para inducir a las familias chinas a tener un único hijo, penalizándolas económica y
laboralmente en caso contrario. Este programa se ha complementado con la intervención
sanitaria sobre el control de la natalidad y métodos anticonceptivos con un costo muy bajo.
En 1984 el 70% de todas las parejas casadas en edad fértil utilizaban métodos
anticonceptivos y que 24 millones de parejas habían prometido formalmente no tener más
que un hijo. El aborto es desde hace tiempo legal y hay presiones sociales para que las
mujeres que tienen ya un hijo o más y se quedan embarazadas aborten. En cambio, las
minorías nacionales, generalmente, han sido excluidas del programa gubernamental de
control de la natalidad, por respeto hacia las culturas y creencias de otras etnias.
La natalidad ha caído a comienzos del 2000 hasta valores que van del 18 al 15 por mil
(según fuentes), y la mortalidad hasta un 6 por mil (teniendo en cuenta que se trata de una
población joven), con lo que el crecimiento demográfico se sitúa en valores sólo ligeramente
por encima del 1 por mil, aunque esta tasa amenaza un repunte en los últimos años. Todavía

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se observa, no obstante gran diferencia entre la ciudad y el campo en comportamientos
demográficos. El crecimiento de población es debido en parte a factores provenientes del
pasado, al tratarse de una población joven y que ha reducido la mortalidad infantil del 250-
300 por mil de antes de la revolución comunista a un 44 por mil actual. Paralelamente a estos
cambios demográficos, o tal vez en la base de ellos, se ha producido una incorporación
sorprendente en su ritmo de la mujer al mundo del trabajo, estableciéndose ya en 1950 la
plena igualdad jurídica entre cónyuges, y estando presente casi al 50% en enseñanza
secundaria y universitaria, en tanto antes de 1949 su presencia era residual.
Entre 1953 y 1989 la tasa de mortalidad cayó desde un 22,5‰ hasta un 7‰ la tasa
de natalidad ha descendido desde un 45‰ en 1953 al 23‰ en 1989. Como resultado de
ello, el crecimiento vegetativo descendió desde el 22,5‰ en 1953, hasta el 16‰ en 1989. A
pesar de todo, a ese ritmo China todavía mostrará un aumento anual de población de casi 18
millones de personas.

4º. Conclusión.
La población de China va a seguir creciendo, dada su estructura por edades y el
predominio de jóvenes. Cada año se incrementará en unos 11 a 17 millones de personas: lo
que, evidentemente, hipoteca en buena medida cualquier expectativa de desarrollo del país.
Con el primer censo de población, se descubrió que la población de China ascendía
a 582.600.000 habitantes. Un segundo censo realizado en 1964 mostró un crecimiento de
hasta 694.580.000 habitantes; el tercero, en 1982, revelaba una población (excluyendo a
Hong Kong, Macao y Taiwan) de 1.008.180.000 habitantes, haciendo de China el primer
país del mundo que sobrepasó los mil millones.
En 1980 el gobierno informó que el 65% de la población era menor de 30 años; por
lo tanto una gran parte de la población china estará en una edad fértil durante al menos
algunas décadas más. En septiembre de 1982 la cúpula del Partido Comunista Chino
declaró que la nación debía limitar su población a 1.200 millones hacia finales de siglo, una
meta que requería la intensificación de los esfuerzos de control de la población.
Junto al problema intrínsecamente demográfico, existe otro, derivado del desigual
reparto de población. En 1993, la densidad de población era de unos 124 hab/km2, aunque
la distribución geográfica es muy desigual. La gran mayoría de la población se encuentra en
las diecinueve provincias del este, que históricamente han formado el corazón de China;
esto refleja el distinto uso del suelo que se ha hecho históricamente, así como modelos de
asentamiento diferenciados entre los chinos han (en el este) y las demás etnias (en el oeste).
Desde la década de 1960 el gobierno chino ha promocionado el asentamiento en las tierras
de las provincias occidentales y las regiones autónomas.
A pesar de la industrialización, China sigue siendo un país predominantemente rural
y agrícola. Aunque ya existían grandes concentraciones urbanas, incluso antes de la época
del Imperio romano, el país en su conjunto se ha ido urbanizando poco a poco. Sin
embargo, alrededor del 72% de la población se puede clasificar como rural.
Desde la década de 1960 el gobierno chino ha promocionado el asentamiento en las
tierras de las provincias occidentales y las regiones autónomas.
A pesar de la industrialización, China sigue siendo un país predominantemente rural
y agrícola. Aunque ya existían grandes concentraciones urbanas, incluso antes de la época
del Imperio romano, el país en su conjunto se ha ido urbanizando poco a poco. Sin

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embargo, alrededor del 72% de la población se puede clasificar como rural, si aplicamos los
mismos criterios que en mundo occidental.
La conclusión final no puede ser otra: esta pirámide nos confronta con un modelo
demográfico que ha vivido profundas alteraciones, que ha experimentado una transición
súbita, producto de la represión política, al considerarse el exceso de población el principal
problema del régimen. Los resultados de dicha política antinatalista han sido notables: si bien
la herencia de una población joven todavía en 1982 (e incluso en el presente momento, año
2002) se dejan notar de forma acusada, por lo que China seguirá creciendo, aunque muy
moderadamente, y posiblemente por debajo de su crecimiento económico actual. Por tanto, es
una pirámide que no ofrece parangón, ni con las de países desarrollados ni entre las de países
subdesarrollados, hasta el punto de que debiéramos decir que se trata de una pirámide de
“modelo chino”, peculiar e incomparable.

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