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Admitida la distinción real entre la sustancia y las formas secundarias que la

modifican, no se halla ya dificultad en admitir la realidad de los accidentes absolutos,


como la cantidad y la cualidad, ni tampoco los que atañen al movimiento, como la
acción y pasión, etc. Mas entre todos hay uno de tan tenue realidad, que parece
esquivar todo análisis, y se define sólo por la preposición hacia, o a (ad aliquid). Es
el accidente llamada relación.

Quien se atiene a los datos del sentido común ve muy claro que no es posible
la armonía del universo sin relaciones reales. La belleza y fuerza de un ejército
depende de la mejor unión de los soldados entre sí y con su jefe; la armonía y orden
del mundo resulta del concierto de las criaturas con sus semejantes y con Dios.
“Hay, sin duda, en la creación relaciones reales; ellas son las que establecen el
orden del mundo”.

Fácilmente se ve que las relaciones en general no pertenecen a una especial


categoría, pues representan las exigencias de todos y cada uno de los seres
creados en conformidad con las imperiosas condiciones de su existencia. Por eso
se llaman trascendentes. Varios elementos debemos notar aquí: La realidad puesta
en relación, el término a donde la relación se dirige, la relación o lazo entre l sujeto
y el término, y, por fin, la causa determinante de la influencia del sujeto en el término.

La realidad puesta en relación es el sujeto; aquella a donde se dirige es el


término; la razón o causa de tal relación es el fundamento; mas el tránsito y lazo
entre el sujeto y el término es propiamente lo que entendemos por relación. Si es
verdad que ella está en un sujeto, no es propiamente relación hasta encaminarse
hacia un término. Por esto indica la tesis que la relación no se refiere a cosa alguna
inherente al sujeto. “No es estar en un sujeto, dice Santo Tomás, lo que constituye
la relación; es como el acto de dirigirse hacia otro ser”.

Para establecer esta realidad de la relación, basta notar que en los seres de
la naturaleza observamos tres cosas reales. Primeramente, un sujeto real que
establece o determina el orden; luego un término real capaz y digno de responder
o recibir el orden iniciado por el sujeto. En la paternidad tenemos el sujeto real, el
hijo. De aquí se sigue una reciprocidad tal, que afirmado o negado uno de los dos
extremos, se afirma o se niega el otro; no hay padre sin hijo, no hay hijo sin padre.
Por último, además del sujeto y del término, hace falta un fundamento real para
llegar a la relación real. Así vemos que la generación es el fundamento eficaz de la
paternidad y de la filiación.

Comprendida así la relación, vemos que es una realidad distinta de la


sustancia, pues la realidad del fundamento es distinta de la realidad del sujeto y del
término, como es claro que la generación es distinta del padre, causa, y del hijo,
efecto. Existe realmente, pues, la relación predicamental “como consecuencia de la
existencia del fundamento, que es el que existe propia y directamente, aunque
añade a este fundamento algo real no comprendido en sus caracteres esenciales.
Es, por consiguiente, algo realmente distinto”.
En el ejemplo anterior, como en otros innumerables es mutua la relación real;
mas no sucede esto siempre. “Podemos también formar una relación que sea en
parte real y en parte de sola razón, cuando se trata de dos extremos en que uno
depende del otro, mas no al revés, o en nada se modifica por la acción o relación
que quiera establecer o establezca.

Las relaciones de la criatura con Dios son reales, pues toda criatura depende
esencialmente de Dios, mas por parte de Dios son únicamente de razón, puesto
que Dios en nada puede depender de la criatura.

“La criatura espiritual es plenamente simple en su esencia. Pero queda en ella una doble
composición, la de la esencia con la existencia y la de la sustancia con los accidentes”.

La potencia y el acto son los primeros principios intrínsecos, constitutivos de


todos los seres fuera de Dios. Luego en las alturas del Universo hallamos la criatura
espiritual. ¿Cómo se verifica en ésta la composición de la potencia y el acto? Está
como desprendida y libre en toda materia, de todo cuerpo y elemento corpóreo.
Puede seguramente mover la materia y asumir un cuerpo, pero esto únicamente
como agente o principio motor de tal vehículo material, sin informar tal cuerpo ni
estar limitada y condicionada por él. Por esta parte, como no es recibida, posee una
especie de infinidad hacia abajo que constituye la perfecta espiritualidad de la
sustancia angélica.

Toda su limitación es por alto, de donde le viene la existencia, estando por


este lado sujeta a la ley fundamental de todas las cosas creadas, esencialmente
constituidas de esencia y existencia, como principios realmente distintos.

Tenemos, pues, en la criatura espiritual composición de la sustancia con sus


facultades y operaciones, que son accidentes. Ni el mismo Dios puede libertar a la
criatura de tal composición, como no puede libertarla de su condición creada.

Bien puede el Todopoderoso se parar la sustancia del accidente y sostenerlo


así por sola su virtud divina, que supla el efecto de la cusa segunda desaparecida;
más sería imposible producir una sustancia desprovista de todo accidente, pues, sin
poder de operación, fuera entonces árbol estéril, incapaz de todo fruto, ser mutilado,
sin destino ni fin, sobre todo, porque jamás puede la criatura perder el accidente re
relación o absoluta dependencia de Dios, inseparable de todo ser creado.

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