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Desarrollo Económico.

Lic. Magdalena Galindo Ledesma

Opinión sobre el “¿El neoliberalismo está en su ocaso?

Rosiles Gómez Víctor Manuel

El ocaso del Neoliberalismo.

A través una visión materialista de la historia cada modo de producción -sustentado

en la separación de clase- necesita de un Estado que se ajuste a las características

particulares de las distintas dinámicas sociales, y viceversa, o que al menos se

adapte a buena parte de ellas. Asumiendo la relación de ambos factores como

codependientes y necesarios uno del otro, aparece entonces, la llamada “falsa

dicotomía público/privado” (Bobbio, 2014); donde, bajo una perspectiva de

confrontación de intereses surge una lucha por una nueva primicia discursiva del

interés privado por encima del interés colectivo.

La verdadera dicotomía reconoce al Estado como un instrumento de regulación de

la confrontación de clase, es entonces la lucha que parte del esfuerzo colectivo de

los oprimidos contra los opresores, siendo esta la lucha de lo “público” frente a lo

“privado”.

El Estado es entonces en cuanto tal, una de las categorías esenciales para la

preservación y perpetuación del capitalismo, reafirma su importancia analítica en

cuanto a la pretensión de estudiar al Neoliberalismo de un modo transversal,

distinguiendo la forma que adquiere como categoría de praxis de política económica

-derivada conformación de una clase capitalista trasnacional- y la reconfiguración

del Estado a estos nuevos intereses.


La conformación del Estado moderno (nación) es entonces una reconfiguración en

orden de la clase hegemónica o dominante, siendo la burguesía quien desplaza a

la aristocracia y que atiende a nuevas necesidades materiales y de reconocimiento

legal. El Estado es entonces en cuanto sí “un órgano de dominación de clase,

opresión y creación del orden y es la prueba de que existe una lucha de clases por

que surge cuando las contradicciones de clase no pueden conciliarse.” (Lenin, 2009,

pág. 30).

Una vez definido al Estado -de manera bastante superficial- podemos comenzar a

dar un panorama del desarrollo del Estado en una lógica capitalista. Con la

reconfiguración del capital hacia un capitalismo global entre la década de 1960-

1970, derivado de la profunda crisis estructural. Podemos deducir las implicaciones

en las dinámicas de acumulación y su relación con Estado.

La forma que adquiere el Estado Moderno se ve rebasado por las nuevas

necesidades de acumulación, pasando de una forma de capital monopolista de

Estado (Lenin, 2009), a la forma del capital globalizado como fase superior

(Monteverde, 2002), requiriendo en cuanto tal una recategorización hacía un

“Estado transnacional” como condición necesaria de la “clase capitalista

trasnacional” (Robinson, 2013). Donde las formas y ejercicios jurídico-políticos se

complejizan a la vez que se mundializan modificándose en función del capital.

Desembocando en un despliegue de instituciones supranacionales específicas para

la atención de necesidades concretas y en constante lucha de los dos antagónicos

de clase, ahora en una lógica de globalización. La articulación discursiva del patrón


de acumulación Neoliberal realiza apologías a las relaciones comerciales,

posicionándose como el eje central de toda relación social hacía la creación de un

sujeto social global.

Entre las características más notables de la crisis estructurales capitalistas situadas

alrededor de la década de 1970, hay que mencionar desde luego la llamada

estanflación, esto es la combinación del estancamiento −o la abierta recesión− con

altas tasas de inflación, la disminución de la participación del Estado en la

economía, el desorden monetario y la hipertrofia del sector financiero, así como la

expulsión masiva de trabajadores con el correspondiente aumento del desempleo y

el crecimiento desmedido del ejército industrial de reserva.

“Diríamos que, en el sentido más amplio, la estrategia del gran capital transnacional

en el terreno económico para enfrentar la crisis, fue abatir los costos de producción

para aumentar las ganancias a través de desintegrar el proceso productivo, de

manera que los segmentos intensivos en capital y tecnología permanecieran en los

países altamente industrializados, mientras que los segmentos intensivos en fuerza

de trabajo se llevaran a los países subdesarrollados a fin de aprovechar su

baratura.[…] obligar a estas naciones a adoptar las políticas neoliberales que

garantizan la libre movilidad del capital y que conducirán al amplio proceso de

globalización que no se reduce a los terrenos económicos, sino abarca y afecta

todas las esferas de la sociedad: la política, la jurídica, la social, la ideológica, la

cultural.” (Galindo, México y la Nación, 2015, pág. 75)


Precisamente este carácter estructural, es que exige una transformación de la forma

del patrón de acumulación de capital; el modo de producción entra en una época

propiamente global y no internacional o multinacional, dando entrada a un esquema

de reproducción ampliada de capital en escala mundial.

Una vez asumido al Neoliberalismo como un mecanismo de práctica político-

económica en función de una modificación de las necesidades del capital

trasnacional, ¿podemos hablar de su fin?

La discusión que se lleva en la agenda pública nacional, si bien hace alegoría a su

fin, esto solo puede verse como parte de un discurso demagógico que retoma el

sentir de una población azotada por la reconfiguración del capital de los últimos

años. Siendo en la praxis, una extensión de una política pública que busca

beneficiar los intereses del capital transnacional. Aun sosteniendo un discurso

nacionalista, en los hechos, ya le es imposible al Estado mexicano escapar de la

dependencia de la dinámica económica global.

Este fraccionamiento de clases ha provocado que las fracciones de la burguesía, la

nacional y la transnacional, desarrollen intereses distintos. Los intereses de las

burguesías nacionales “…radican en la acumulación nacional, con mecanismos

nacionales de regulación y proteccionismo, mientras que los de la burguesía

transnacional están ligados a una economía global en expansión basada en la

liberalización del mercado mundial.” (Robinson, 2013, pág. 75)

Ante el panorama de crisis obvia, por las devastadoras dinámicas del capitalismo,

el fascismo surge como una propuesta política capaz de gestionar la situación. Las
desigualdades globales sin precedentes solo pueden ser sostenidas por sistemas

cada vez más represivos y de mayor control social. Existe una convergencia en

torno a la necesidad política del sistema de control social y su necesidad económica

de perpetuar la acumulación.

Es como podemos observar la política pública implementada por la administración

de Andrés Manuel, aun cuando en el discurso sostiene una postura nacionalista y

con una tendencia a la protección de la burguesía nacional -observamos a Alfonso

Romo como representante de la burguesía financiera nacional al ser jefe de

gabinete- no ha existido un cambio sustancial en cuanto al seguimiento de los

megaproyectos, ni una modificación a la lógica extractivista, ni un cambio en el

paradigma de acumulación primario exportador a las que se ha sometido la nación

en las últimas décadas.

La verdadera discusión no radica en definir si el capital puede o debe retomar una

forma de Estado que atienda a los intereses de una clase capitalista nacional, pues

conocemos bastante bien los estragos que ha perpetuado el capital en sus diversas

formas. Los últimos años de capitalismo en su fase de globalización no han

arrastrado al borde del precipicio, dejando en puerta la amenaza de una crisis

civilizatoria, por lo que la discusión atiende imperativamente a la necesidad de abolir

el modo de producción capitalista o sucumbir.


Bibliografía.

Galindo, M. (2015). México y la Nación. Mundo Siglo XXI., X(35), 73-84.

Lenin, V. I. (2009). El Estado y la revolución: la doctrina marxista del estado y la tareas de


proletariado en la revolución. Madrid: Fundación Federico Engels.

Marx, K. (2016). Crítica a la Económia Política: El capital III (Vol. Tomo III). (W. Roces, Trad.)
México, México: Fondo de Cultura Ecónomica.

Monteverde, A. A. (2002). Globalización y capitalismo. México: Plaza y Janés México.

Robinson, W. (2013). Una teoría sobre el capitalismo global. Producción, clases y Estado en un
mundo transnacional. Ciudad de México: Editorial Siglo XXI.

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