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Mi nombre es Yulian Fernando Barbosa Amaya, licenciado en ciencias sociales y estudiante de maestría

en educación en la universidad minutos de Dios.

En el presente video realizaré un breve análisis sobre el libro “Frankenstein educador” del escritor
Francés Philippe Meirieu en donde se reevalúa la concepción de la educación como una poiesis y se nos
exhorta a asumir la empresa educativa como praxis, una educación centrada en la relación sujeto
entorno.

¿Qué aspectos replantea de los supuestos teóricos que conocía sobre educación y pedagogía?

Una de las primeras ideas sobre educación y pedagogía que perduraron por muchos años fue la idea de
que el estudiante era un ser pasivo al cual se le transmitían los saberes mediante el proceso de
transferencia, proceso que no daba lugar a la indagación y a generar debate alguno en el marco de la
construcción de saberes, el estudiante sería el producto de lo que su maestro deseaba que fuera, el
docente moldeaba a su alumno según le pareciera. Estas ideas propias de la escuela tradicional
encabezada por pedagogos como Ignacio de Loyola, Juan Amós Comenio se acomodan perfectamente a
las comparaciones que el texto presenta al mostrar el mito de Frankenstein , pinocho o el pigmalión de
Ovidio; en teoría, cada educador es un Pigmalión que en el fondo pretende dar vida a aquello que
moldeó a su gusto, en ese sentido cada educador tiene algo de fabricante, y pretende traspasar muchos
de sus sueños, anhelos e ideales a sus alumnos.

Esta es la primera premisa sobre la empresa educativa que se ha de replantear, el estudiante no debe
ser un receptor de saberes cual colcha de retazos similar a Frankenstein, dentro del proceso educativo
no ha de existir un dueño del saber y otro ente vacío como ha sucedido, la escuela debe convertirse en
un lugar de encuentro entre el alumno y el maestro, un espacio de construcción conjunta del saber en
donde cada parte asume un rol importante, así el maestro, según el principio rousseniano, debe hacerlo
todo sin hacer nada, esto es Ejercer plenamente el papel de educador sin actuar directamente sobre la
voluntad del niño, sino utilizando mediaciones: situaciones en que se pone a quien educamos y que le
permiten convertirse progresivamente en «alguien que se educa» según esta idea, a mayor estimulación
del estudiante tanto sensorial como intelectualmente, mayor probabilidad de generar aprendizajes.

Pero esta premisa de Rousseau se transforma en un dilema para cada educador, podría confundirse esta
expresión y convertirse en un proceso de permisividad escolar, en donde cada estudiante sin control
alguno da rienda suelta a sus gustos e intereses, lo que en definitiva no favorece la construcción de
saberes sino más bien una especie de desorden académico carente de metas y objetivos claros.

En definitiva el llamado que nos hace Meirieu es a dejar de concebir la empresa educativa como un
proceso pasivo de transferencia y asumirla como una construcción de saberes aplicables en un contexto
determinado con el fin de dar respuesta a los interrogantes que el mismo contexto presente a la vez que
produzca soluciones a las problemáticas. Educar es en sí mismo un producto, pero un producto que
nunca termina, un producto que tiene en cuenta los intereses del estudiante pero sin dejar de lado su
entorno; es asumir la persona como un ser que se proyecta más allá de su fabricación, algo más que un
montón de carne que aprende a su antojo como sucede en el mito de Frankenstein, en esto consiste
educar en ir más allá de la idea de la escuela como poiesis, es decir una fábrica que se detiene al
alcanzar su objetivo; y asumirla como praxis, asumida de este modo como un acto que nunca termina,
un acto que se vive tanto en la escuela como la cotidianidad y se refuerza a través de lo que descartes
denominó la duda, asumiendo ésta como la base fundamental del conocimiento.

Al respecto, Meirieu presenta en su libro lo que denomina una verdadera revolución copernicana en
pedagogía basada en siete exigencias:

1. Acoger al estudiante como un sujeto que está inmerso en una historia y que representa la
promesa de la superación de esa misma historia, el estudiante ha de obtener las herramientas
necesarias para entender e interpretar su entorno a la vez que utiliza estas herramientas en la
búsqueda del cambio de su propia historia.
2. Educar es entender que el educando es un ser que no puedo moldear a mi propio gusto, es
inevitable y a la vez saludable que haya cierto tipo de resistencia a aquel que le pretende
fabricar.
3. Es importante aceptar que trasmitir saberes no ha de ser un proceso mecánico de transferencia,
sino que conlleva que el sujeto construya y reconstruya sus propios saberes, haciendo suyos
aquellos elementos que fortalecen sus intereses y le ayudan a enriquecer su proyecto personal.
4. Aprender es una decisión personal del sujeto que aprende, no se aprende lo que no genera
interés.
5. El rol del docente es crear «espacios de seguridad» en los que un sujeto pueda atreverse a
«hacer algo que no sabe hacer para aprender a hacerlo». El docente ha de ser un mediador
entre el objeto de estudio y el estudiante.
6. Se ha de desarrollar en los estudiantes autonomía para empoderarse de su propio proceso
formativo, esto encaminado a generar en ellos procesos de autorregulación del aprendizaje.
7. El proceso educativo no se concibe como un producto terminado capaz de impactar a todas las
personas de la misma manera, es decir no es una ciencia que genere prácticas estandarizadas
que alcancen un mismo objetivo en todas las personas, esto dado que los procesos educativos
son únicos y sin par en cada caso.

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