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Autor: Facundo Gionto. Período: Primer Cuatrimestre de 2017. Universidad de Buenos Aires.

Carrera: Ciencias de la Comunicación. Historia Social General. Cátedra: Jorge Saborido. Docente de práctico: Sol Porta.
“El totalitarismo: usos y abusos del concepto” – Enzo Traverso.

La idea de totalitarismo ha conocido, a lo largo del siglo XX, un curso sinuoso en el cual se han alterado épocas distintas.
En algunas, este concepto dominó el debate político y cultural, en otras conoció un eclipse prolongado. Hemos asistido,
durante los últimos años, a un renacimiento espectacular de este concepto, sobre todo después de 1989, el año de la
caída del Muro de Berlín, seguida a poca distancia por el fracaso de la Unión Soviética.

Dos elementos esenciales se encuentran en el origen del resurgimiento, ambos vinculados con la conciencia histórica de
Occidente:

 Primero. Es la memoria del genocidio de los judíos, que, después de décadas de haber sido ocultada y reprimida,
es ahora puesta en el centro de nuestras representaciones de la historia del siglo XX, convirtiéndose en objeto de
una verdadera –política de la memoria- hecha en museos, conmemoraciones públicas, literatura, films, etc. El
siglo XX se transformó en el siglo de Auschwitz, con el efecto de focalizar la mirada sobre las violencias del
pasado y sus víctimas.
 Segundo. Es el fin del comunismo como fenómeno histórico y como régimen político. Atraviesa todo el siglo XX.
Típica de este contexto es la tendencia a focalizar la atención en la historia del comunismo bajo su dimensión
criminal (las deportaciones, el gulag, las ejecuciones en masa) ocultando por completo su dimensión
emancipadora. El comunismo ya no es visto como un prisma de muchas caras –revolución, movimiento, régimen,
liberación nacional, campos de concentración, estado represivo- sino solamente como el producto criminal de
una ideología mortífera. En resumen, el comunismo es reducido al stalinismo que aparece como su –verdadero-
rostro.

En este contexto, el concepto de totalitarismo parece particularmente adecuado para recoger el sentido profundo de
un siglo dominado por la violencia y por el exterminio de masas (Auschwitz y Gulag son los símbolos). Ahí se encuentra
la raíz de su éxito y de su difusión, pero también eso explica el uso demasiado ideológico y conformista que se hace de
esta noción: el totalitarismo esta estigmatizado como antítesis del liberalismo, la ideología y el sistema político
dominante. Al final de una era de tiranía, encarnada por algunas figuras siniestras como Stalin y Hitler, el mundo ha
logrado su equilibrio y la historia retoma su camino por las sendas del liberalismo. El totalitarismo ha sido vencido por el
mejor de los mundos, el Occidente liberal. Más recientemente, después del atentado terrorista del 11 de septiembre de
2001 en Nueva York, el totalitarismo reaparece como una nueva amenaza para Occidente, esta vez encarnada en el
islamismo político.

Este uso conformista y desenvuelto del concepto de totalitarismo ha sido también una consecuencia de su historia. Pocos
vocablos de la cultura política son tan maleables, polimorfos, elásticos y en el fondo ambiguo. –Totalitarismo- es una
palabra que pertenece a todas las corrientes del pensamiento político contemporáneo. Nacido en la década de los veinte
como adjetivo –totalitario- forjado por los antifascistas italianos en el intento de aprehender la novedad de la dictadura
de Mussolini. En 1932, Mussolini y Gentile reivindicaban abiertamente la naturaleza totalitaria del régimen fascista. La
caracterización del fascismo tomo totalitarismo devendrá posteriormente un lugar común de la propaganda del régimen.
Al nazismo, por su lado, no le gustaba este concepto. A la definición del nazismo como Estado –totalitario-, Hitler y
Goebbels preferían la de Estado racial. En 1938, ambas partes se acercaron cuando en Italia se sancionaron leyes
antisemitas. Durante los años treinta, el concepto de totalitarismo se difunde ampliamente en el seno de la cultura
política del exilio antifascista, italiano o alemán, y comienza a ser usado para denunciar rasgos comunes (autoritarios,
antiliberales y antidemocráticos) del fascismo europeo y del comunismo ruso.

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Autor: Facundo Gionto. Período: Primer Cuatrimestre de 2017. Universidad de Buenos Aires.
Carrera: Ciencias de la Comunicación. Historia Social General. Cátedra: Jorge Saborido. Docente de práctico: Sol Porta.

De manera general, la historia de la idea de totalitarismo puede ser dividida en dos grandes fases:

 Primera: Desde 1920 hasta fines de la Segunda Guerra Mundial. Durante la primera fase, el concepto aporta un
papel crítico frente a los sistemas de dominio político en Alemania, Italia y la Unión Soviética.
 Segunda: Desde 1947 –Guerra Fría- hasta la caída de la Unión Soviética. Funciona como una defensa del orden
Occidental. El totalitarismo se convierte en sinónimo de comunismo. Es usado como slogan en defensa de un
“mundo libre”.

En nombre de la lucha contra el totalitarismo, en la cual Alemania Federal ocupa una posición de vanguardia, se pone un
velo de olvido y se guarda silencio sobre los crímenes nazis. La visión monolítica del totalitarismo como sistema de
opresión transforma a toda la población nazi en una masa de víctimas, evacuando el problema de su actitud frente al
régimen nazi y sus crímenes (complicidad, participación y aceptación en diferentes estamentos de la sociedad). Sin
embargo, este mismo esquema puede replicarse fuera de alemania. La invasión de Estados Unidos en Asia (Guerra de
Corea- Indonesia y Vietnam), el apoyo estadounidense a las dictaduras militares en América Latina. Sólo algunos
pensadores políticos de izquierda utilizaron la noción –crítica- del totalitarismo.

El siglo XX asistió al nacimiento de regímenes políticos basados –según la definición de Hannah Arendt- sobre una fusión
inédita de ideología y terror, los cuales aspiran a remodelar globalmente la sociedad a través de la violencia. Estos
regímenes nuevos no aplican en ninguna de las categorías políticas conocidas hasta ese momento –democracia,
despotismo, dictadura y tiranía-.

Inversamente, en el ámbito de la historiografía y de la sociología política, la idea de totalitarismo está lejos de ser unánime.
Las principales teorías del totalitarismo subrayan una seria de analogías incontestables entre nazismo, fascismo y
comunismo entendidos como:

 La supresión de la democracia representativa y del Estado de derecho a través de la eliminación de libertades


individuales y la superación de la división de poderes, estableciendo la censura y el monopolio de los medios.
 Un partido único dirigido por un líder carismático.
 Una fuerte intervención estatal que se traduce en planificación autoritaria y centralizada de la economía.
 El monopolio estatal y la difusión endémica de la violencia como forma de gobierno.

Los totalitarismos se dirigen no solamente a excluir, sino a eliminar a los adversarios políticos y los grupos o individuos
considerados como cuerpos extraños a la comunidad. A pesar de que todas estas características sean fáciles de encontrar
tanto en el fascismo como en el comunismo soviético, el régimen que nace de la suma de todos estos elementos resulta
un tanto elástico, formal y superficial. En su forma ideal-típica se reduce a un modelo abstracto.

Sin embargo, una mirada sobre el origen, la evolución y el contenido social de estos regímenes revela diferencias muy
profundas. Por ejemplo: la duración. El nazismo tuvo lugar de 1933 a 1945 con una rápida radicalización. En cambio, la
Unión Soviética, un régimen que duró más de setenta años, que nació de una revolución y que se perpetuó después de la
muerte de Stalin, durante una larga etapa postotalitaria. Un régimen que acabo por contradicciones internas –de régimen
y dentro del partido- y no por un ataque externo. Su ideología. Por un lado, una visión del mundo racista –una mezcla de
mitología alemana con nacionalismo biologizado-. Por el otro, una versión dogmática del marxismo que fue proclamado y
reivindicado como heredero de la Ilustración. Su formación: El nazismo, en 1933, llega al poder por vías legales. Por el
otro lado, el régimen nace en 1917 producto de una revolución política. Su contenido social: El nazismo incorpora viejas
elites dominantes –económicas, agrícolas, militares y administrativas-. El régimen surgido de una revolución que expropió
a las clases dominantes y que transformó radicalmente las bases socioeconómicas del país, estatizando, planificando la
economía y creando una nueva clase dirigente.
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Autor: Facundo Gionto. Período: Primer Cuatrimestre de 2017. Universidad de Buenos Aires.
Carrera: Ciencias de la Comunicación. Historia Social General. Cátedra: Jorge Saborido. Docente de práctico: Sol Porta.
El Stalinismo y el Nazismo difieren también en el tipo de violencia que producen:

La violencia del comunismo soviético es esencialmente interna a la sociedad que ella intenta someter, normalizar,
disciplinar pero también modernizar y transformar a través de medios autoritarios, coercitivos y criminales. Las victimas
del stalinismo son casi todos ciudadanos soviéticos, y en su gran mayoría rusos. Esto incluye víctimas de los procesos
políticos como de los kulaks. Los grupos nacionales, si se considera la represión en su conjunto, son minoría.

La violencia del nazismo es ejercida y dirigida hacia el exterior. Después de una primera fase de normalización represiva
de la sociedad alemana. La violencia nazi se desencadena en el curso de la guerra, a partir de 1939, como una ola de terror,
ni ciega ni indiscriminada, sino rigurosamente codificada y racionalizada. Se vuelve en contra de los que están excluidos
del Volk alemán (judíos, gitanos, discapacitados, eslavos, prisioneros de guerra, deportados antifascistas y homosexuales).

Raymond Aron ha analizado la diferencia entre comunismo y nazismo subrayando los objetivos de cada uno:

Comunismo: El campo de trabajo, o sea la violencia ligada a un proyecto de transformación coercitiva y autoritaria de la
sociedad.

Nazismo: la cámara de gas, el exterminio como finalidad en sí misma, en búsqueda de una purificación racial.

A estos objetivos distintos corresponden dos tipos de racionalidad diferentes:

El proyecto social del comunismo no estaba privado de racionalidad, ya que su objetivo central era la modernización de
la economía y de la sociedad soviética, perseguida a través de una intensa industrialización y colectivización de la
agricultura. Sin embargo, los medios usados para lograr este fin no sólo eran autoritarios e inhumanos sino que también
profundamente irracionales: trabajo forzado –casi esclavo-, explotación de los campesinos, eliminación de la elite
administrativa y militar y finalmente la deportación en masa de grupos y pueblos.

En el nazismo: La contradicción era grande entre la racionalidad de los medios utilizados y la profunda irracionalidad del
objetivo buscado: el dominio de la raza aria, el remodelaje de Europa sobre la base de una jerarquía de tipo racial. Los
campos de exterminio nazi son un ejemplo de esta contradicción. Los medios de producción, la administración burocrática
y los avances científicos (gas Zyklon B) eran utilizados con el objetivo de eliminar un pueblo incompatible con el orden ario
e indigno de vivir en este planeta. También, el régimen nazi fue irracional en lo económico y en lo militar ya que la guerra
fue bancada por recursos humanos y medios provenientes de los campos.

En la Unión Soviética, los deportados eran usados y consumidos para cortar bosques, extraer minerales, construir
ferrocarriles y líneas eléctricas. Las victimas del stalinismo eran la consecuencia de procedimientos barbaros y coercitivos
que habían sido adoptados para modernizar e introducir la civilización industrial en un país atrasado. Serguei Evstignev se
declaraba orgulloso de su obra. Su misión consistía en la –reeducación- de los detenidos y ante todo, en la construcción
de una vía férrea. Para lograr este objetivo, él disponía libremente de la fuerza de trabajo de los detenidos,
economizándolos o consumiéndolos de acuerdo a sus exigencias. La muerte era la consecuencia del agotamiento o del
intenso clima. La muerte se naturalizaba producto del contexto. En la Alemania nazi, por el contrario, los métodos más
avanzados de la ciencia, de la técnica y la industria eran utilizados para destruir vidas humanas. Rudolph Hess, comandante
de Auschwitz, un campo de exterminio industrial. Aproximadamente allí fueron asesinados en cámaras de gas y luego
cremados alrededor de un millón de judíos. El criterio de medición no eran kilómetros de vías férreas, sino cantidad de
muertos. La muerte no era producto de un contexto sino que era la finalidad de un sistema. La dialéctica del proceso era:
por un lado, se mata para desarrollar la civilización; por el otro, se usa la civilización para matar. En conclusión, los dos
sistemas –campos de exterminio y gulag- eran inhumanos, criminales y totalitarios y ambos deben ser condenados.
Sería absurdo establecer una distinción entre las víctimas. Dicho esto, es válido remarcar que la lógica de cada uno de
los sistemas era completamente diferente. Esta es una diferencia que no es marginal.

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Autor: Facundo Gionto. Período: Primer Cuatrimestre de 2017. Universidad de Buenos Aires.
Carrera: Ciencias de la Comunicación. Historia Social General. Cátedra: Jorge Saborido. Docente de práctico: Sol Porta.
Es verdad que la tendencia dominante entre los teóricos del totalitarismo a interpretar nazismo y comunismo como dos
fenómenos paralelos e indisociables, permite comprender un aspecto importante del proceso histórico, pero al mismo
tiempo olvida otros aspectos del cuadro global. Para Ernst Nolte, el nazismo se explica sobre todo como fenómeno
reactivo frente al bolchevismo. Para François Furet, esos dos regímenes fueron esencialmente reacciones paralelas
contra el Occidente liberal, opuestos aunque profundamente interdependientes.

La violencia del stalinismo era, ante todo, la consecuencia de un proyecto de modernización autoritaria y brutal que se
inscribía en la continuidad de la historia rusa. Las mismas consideraciones valen para la Alemania de Hitler. Reducir el
nazismo a una reacción –violenta y defensiva- frente al bolchevismo ruso, significa olvidar sus premisas históricas, ya
sean materiales o culturales, en el imperialismo y el racismo europeo de siglo XIX. El antisemitismo alemán nació mucho
antes que la Revolución de Octubre de 1917 junto con la idea del pangermanismo, la humillación de Versalles, el intento
de expansión alemán por Europa del Este, la guerra contra la Unión Soviética entre otros hechos.

Me gustaría terminar acercando una última cuestión más filosófica y sociológica que historiográfica: la relación del
totalitarismo con la sociedad occidental. Auschwitz aparece, por múltiples razones, como un laboratorio privilegiado para
estudiar la violencia de la modernidad. Su organización industrial de la muerte fusionó el antisemitismo y el racismo con
la prisión, la industria y la administración burocrática. En este sentido, el genocidio de los judíos constituye un paradigma
en la modernidad. En efecto, la –Solución Final- implicaba el monopolio central de la violencia (Estado), la racionalidad
productiva y administrativa (el sistema de campos), el autocontrol de las pulsiones (violencia a sangre fría y planificada) y
la desresponsabilización de los agentes sociales. La Shoah revela de este modo una dialéctica negativa: la transformación
del progreso técnico y material re la regresión humana y social. Siendo esta una característica del totalitarismo moderno
y debe ser vista como una de las manifestaciones patológicas de la civilización.

Estas reflexiones críticas no tienen por objetivo rechazar el concepto de totalitarismo. Tratan más bien de poner en guardia
contra los malentendidos que esta noción ha suscitado frecuentemente y los abusos que han marcado su historia. No se
trata de un concepto inútil, pero su pertinencia es limitad y su uso requiere ciertas precauciones. Ya he subrayado el
carácter imprescindible de esta noción para la teoría y la ciencia política. Creo que no podemos olvidarla, incluso desde el
punto de vista del uso público de la historia. El concepto de totalitarismo es necesario para conservar la memoria sobre
un siglo que ha conocido los campos de concentración nazi y los gulag. El concepto de totalitarismo inscribe esta
experiencia del siglo XX en nuestra conciencia histórica y en nuestra memoria colectiva. Y por esta razón no podemos
rechazarlo.

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