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ACERCA DEL "EFECTO" DE COSA JUZGADA DE LAS ACTAS DE CONCILIACIÓN

Publicado por Martín Pinedo Aubián (15.11.16)

1. Introducción

Cuando existe una controversia entre dos o más partes y se recurre al órgano
jurisdiccional para que sea éste a través del juez quien decida mediante la expedición
de una sentencia al finalizar un proceso, vemos que con ella se cumple con la obligación
de brindar tutela jurídica a los justiciables mediante la declaración de un derecho
contenido en dicho pronunciamiento jurisdiccional. Pero si bien es cierto que se opta de
manera recurrente por el proceso judicial como forma de resolver un conflicto entre dos
esferas contrapuestas de intereses, también cabe que se solvente por obra de los
propios litigantes; así el empleo de la autocomposición, que pertenece a la esfera de las
decisiones individuales, pretende evitar el inicio del juicio o buscar apartarse de la vía
jurisdiccional para ponerle término por otros medios distintos a los de la sentencia
(Alcalá-Zamora, 1947: 13, 28-29).

En este sentido, los objetos acerca de los que normalmente se trata en el proceso civil
no exigen la vigencia en él de los principios de legalidad, necesidad e inmutabilidad, y
ello permite, y aun aconseja muchas veces, que se prescinda del instituto del proceso,
haciéndolo innecesario si las partes logran una avenencia o lo sustituyen por otro medio
que puede ser más conveniente para el logro de la armonía y la paz jurídica. Así, el
proceso civil se puede hacer innecesario por un resultado favorable en un intento previo
de conciliación, siendo que el carácter fundamentalmente disponible de los derechos
privados subjetivos no aconseja imponer como único medio de resolver las
discrepancias entre particulares la vía del proceso civil. En cuanto a la eficacia procesal
del convenio logrado en conciliación, existe una equiparación a una sentencia, en tanto
que se puede ejecutar el convenio con arreglo a las normas sobre ejecución de
sentencias (Prieto-Castro, 1989: 418-422).

Debemos precisar que el acuerdo conciliatorio no solo se limita a contener de manera


indubitable la función componedora de las partes, sino que este acuerdo debe contener
ciertos elementos que lo tornen ejecutable debido a que goza de los efectos de una
sentencia con la calidad de cosa juzgada, es decir, el acuerdo se vuelve seguro para las
partes, así como ejecutable, puesconcluido un proceso, por medio de la conciliación,
éste se torna inamovible e inalterable, gozando de los efectos de una sentencia con la
autoridad de cosa juzgada (Zegarra, 1999: 128).

En este sentido, el artículo 328° del Código Procesal Civil prescribe que La
conciliación –refiriéndose a la conciliación procesal- surte el mismo efecto que la
sentencia que tiene la autoridad de la cosa juzgada.
Pero hay que hacer el distingo en el sentido que las sentencias que ponen fin de manera
definitiva al proceso poseen autoridad de cosa juzgada, mientras que el acto
conciliatorio por el cual se evita el inicio de un proceso o se permite la conclusión de
manera especial de un proceso tiene efecto de cosa juzgada. Por esta razón es
totalmente válido analizar la institución de la cosa juzgada para determinar su grado de
influencia en el acuerdo conciliatorio ya sea como forma especial de conclusión del
proceso civil –refiriéndonos a la conciliación procesal o intra proceso- o como una forma
de evitar el inicio de un juicio –para los casos en que se llegue a acuerdos vía
conciliación extrajudicial, que hacen innecesario del inicio del mismo-.

2. La Cosa Juzgada.

En palabras de Monroy, si el fin abstracto del proceso es la paz social en justicia, tal
encargo solo va a poder ser cumplido cuando las decisiones judiciales no admitan
ningún cuestionamiento, y la decisión final que se obtenga en el proceso sea de
exigencia inexorable. Ésta calidad de indiscutibilidad y de certeza en su contenido es
una autoridad intrínseca que acompaña a las resoluciones judiciales y recibe el nombre
de cosa juzgada. Se precisa, además, que para que la autoridad de cosa juzgada
acompañe a una resolución se deben haber agotado todos los medios impugnatorios
pasibles de ser deducidos contra ella, sea que se trate de una resolución inimpugnable
o que haya transcurrido el plazo legal correspondiente sin haberse interpuesto
impugnación alguna contra ésta (Monroy, 1999: 86-87).

El aforismo “res judicata pro veritate habetur” -que puede ser traducido como la cosa
juzgada se tiene por verdad-, nos lleva a señalar que la cosa juzgada es lo resuelto en
juicio contradictorio, ante un juez o tribunal, por sentencia firme, contra la cual no se
admite la interposición de recurso alguno, no cabiendo posibilidad de contradecirla
judicialmente –salvo la acción nulidad de cosa juzgada fraudulenta-, poniendo fin a la
polémica entre las partes y dando estabilidad jurídica a las resoluciones, de manera que
la cuestión controvertida no pueda ser discutida de nuevo en ese proceso ni en otro y la
parte cuyo derecho ha sido reconocido en la sentencia, pueda obrar en justicia, sin que
ningún juez pueda desconocer su derecho reconocido. Se llega a afirmar que bien
puede calificarse a la tesis de la inmutabilidad y santidad de la sentencia pasada en
autoridad de cosa juzgada, cualesquiera que fueran los vicios de que su dictado
adoleciera, como mito propio de una ideología exacerbadamente individualista, siendo
que en la eterna opción entre el valor seguridad y el valor justicia, debe prevalecer, a
todo trance, el primero (Peyrano, 1978: 171-247).

En definitiva, se suele afirmar que lo decidido en un proceso judicial por el magistrado a


través de la expedición de una sentencia firme contra la cual no procede la interposición
de recurso impugnatorio alguno posee la calidad de cosa juzgada y, por lo mismo, no
puede pretenderse cuestionar dicha decisión jurisdiccional ni en ese proceso ni en
ningún otro, no quedando otra alternativa que respetar y hacer cumplir la voluntad del
juzgador expresada en la sentencia.

3. Características de la cosa juzgada.

Eduardo Couture señalaba que la cosa juzgada es la autoridad y eficacia de una


sentencia judicial cuando no existen contra ella medios de impugnación que permitan
modificarla. Así, la cosa juzgada comoautoridad es el atributo propio del fallo que emana
de un órgano jurisdiccional cuando ha adquirido carácter definitivo. La cosa juzgada
como eficacia implica que la sentencia adquiere los caracteres de inimpugnabilidad,
inmutabilidad y coercibilidad (Zegarra, 1999: 128).

Entonces, podemos afirmar que “la cosa juzgada se asienta en dos principios: a) La
extinción de la acción con su ejercicio, lo que impide su renovación en otro proceso,
salvo disposición legal expresa; y b) La seguridad jurídica, a fin de dar estabilidad a las
relaciones de Derecho. Por eso los efectos de la cosa juzgada obligan a toda autoridad
y el artículo 139 de la Carta Política, en sus incisos 2 y 13, prohíbe dejar sin efecto
resoluciones que han pasado en autoridad de cosa juzgada y revivir procesos fenecidos.
De aquí sigue que son caracteres de la Cosa Juzgada, la inmutabilidad y la coercibilidad”
(Cas. N° 724-2006, Lambayeque). Por otro lado, “no debe confundirse la cosa juzgada
con el principio de preclusión, por cuanto la primera está referida a la existencia de una
sentencia definitiva o un auto que produzca estos efectos, en cambio la preclusión
implica que transcurrido (sic) una etapa del proceso no se puede regresar a otra etapa,
lo cual no impide que se pueda declarar de oficio la nulidad de los actos procesales
cuando se advierte la existencia de nulidades insubsanables” (Cas. N° 1195-2004, Ica).

3.1. Autoridad de cosa juzgada.

La autoridad de cosa juzgada es la fuerza definitiva que la ley atribuye a la sentencia


firme, bien por haberse dado el último recurso o por no haberse apelado dentro del
término o por vicios de forma en la apelación, siendo que tal eficacia se revela entre las
partes litigantes. Así, la sentencia judicial crea un estado de verdad judicial y de
intangibilidad impugnatoria, y el fallo constituye título ejecutivo para los que litigaron y
se traduce en la imposibilidad de reproducir la misma cuestión, porque el demandado
podría oponer la excepción de cosa juzgada contra las pretensiones de mala fe
(Cabanellas, 2001: 425). Se debe precisar que no todas las decisiones últimas de un
proceso están investidas de la autoridad de la cosa juzgada, pues esta solo se presenta
en aquellas resoluciones en las que haya un pronunciamiento sobre el fondo, es decir,
sobre el conflicto que subyace en el proceso (Monroy, 1999: 86).
3.2. Eficacia de la cosa juzgada.

La cosa juzgada como eficacia implica que la sentencia adquiere los caracteres
de inimpugnabilidad (cuando no procede ningún medio impugnatorio contra ella),
inmutabilidad (cuando el juez de la causa o cualquier otro juez se encuentran impedidos
de modificar sus términos) y coercibilidad (que pueda ser sometida a ejecución forzada).

Los caracteres de inimpugnabilidad e inmutabilidad de la cosa juzgada, se encuentran


consagrados en el artículo 123º del Código Procesal Civil.

Así, respecto de la inimpugnabilidad, el artículo mencionado señala que una resolución


adquiere la autoridad de cosa juzgada cuando: i) no proceden contra ella otros medios
impugnatorios que los ya resueltos; o, ii) las partes renuncian expresamente a
interponer medios impugnatorios o dejan transcurrir los plazos sin formularlos;
agregando en su parte final que la resolución que adquiere la autoridad de cosa juzgada
es inmutable salvo lo dispuesto en los artículos 178º (nulidad de cosa juzgada
fraudulenta) y 407º(corrección de errores numéricos y ortográficos durante la ejecución
de la resolución).

La coercibilidad la tenemos precisada en el numeral 1 del artículo 688° del Código


adjetivo, que señala que se puede promover ejecución de las resoluciones judiciales
firmes. Así, parafraseando a Monroy, cuando una decisión jurisdiccional se vuelve
inmutable y se constituye en cosa juzgada, debe asegurarse no solo que el conflicto se
haya resuelto a nivel jurisdiccional sino que la sentencia despliegue sus efectos en la
realidad pues el reconocimiento de lo imperativo del mandato no es necesariamente lo
mismo que el cumplimiento de este en el plano de la realidad, porque si existe
desobediencia del obligado entonces la jurisdicción se convertiría en una actividad inútil
y absurda, y el prestigio social de la jurisdicción se debe, en considerable medida, al
hecho de que sus decisiones deben ser obedecidas por el ciudadano vinculado a ellas,
no tratándose de un mandato moral sino que vinculado a él se encuentra la fuerza
material del Estado, su imperio expresado en la posibilidad de utilizar algunas de sus
instituciones como instrumentos coercitivos a fin de hacer cumplir el mandato judicial
que ha alcanzado la calidad de definitivo o de todo aquel que requiera ejecución
(Monroy, 1999: 220-221).

En otras palabras, nos encontraríamos frente a una función jurisdiccional que, en su


aspecto decisorio se encargará de decidir el fondo de la controversia, y que en su
aspecto ejecutivo se encargará de ejecutar lo decidido de manera coercitiva en caso de
la renuencia del vencido a cumplir con lo ordenado en una sentencia firme y consentida
sobre la cual ha recaído la autoridad de cosa juzgada.
4. Clases de cosa juzgada.

De otro lado, doctrinariamente se hace la distinción entre cosa juzgada formal y cosa
juzgada sustancial o material.

4.1. Cosa juzgada formal.

Hay cosa juzgada formal cuando la sentencia o resolución judicial es inimpugnable pero
no es inmutable; es decir, no puede ser impugnada dentro del mismo proceso –al
haberse rechazado el recurso impugnatorio o por vencimiento del plazo para su
formulación- pero sí puede ser modificada en un proceso posterior, como ocurre cuando
se interpone la nulidad de cosa juzgada fraudulenta dentro del plazo de ley.

4.2. Cosa juzgada material.

Existe cosa juzgada sustancial o material cuando la sentencia o resolución judicial es


inimpugnable dentro del mismo proceso e inmutable en un proceso posterior.

En palabras de Ernesto Perla Velaochaga, la cosa juzgada material es la que produce


la inmutabilidad definitiva de la sentencia y se funda en la necesidad de que los conflictos
tengan un fin impuesto por la autoridad del Estado, en garantía del orden jurídico, siendo
que ello impide que el conflicto se reabra, de tal manera que ni las partes ni de los que
de ellas derivan su derecho, pueden volver a plantearlo, ni los jueces pueden admitir
una nueva discusión, ni menos nueva decisión, sobre lo que ha sido resuelto, ya que
ella constituye una resolución de tal clase que no solamente es una ejecutoria, algo que
debe cumplirse, sino que es una resolución que además de ser cumplida se tiene en
forma decisiva como la expresión de la voluntad legal sobre el particular, sin que haya
poder que pueda desconocerla, sin excepción dentro del campo del derecho civil (Perla,
1987: 413).

En este orden de ideas, la plena eficacia de la cosa juzgada sólo se alcanza cuando la
sentencia o resolución judicial adquiere las características de inimpugnabilidad e
inmutabilidad, y una vez adquirida esas características obtendrá recién la coercibilidad.

5. Los efectos de cosa juzgada.

De ordinario se suele afirmar que las actas de conciliación con acuerdo son iguales a
una sentencia judicial, razonamiento que carece de sustento tanto fáctico como legal,
pues en realidad existen diferencias que nos llevarían a desvirtuar esta afirmación que
se encuentra muy arraigada entre las personas ajenas al campo jurídico.

Como se ha visto, la autoridad y eficacia de cosa juzgada es una característica única y


exclusiva de las resoluciones judiciales que ponen fin de manera definitiva a la
controversia mediante el acto de decisión del juez respecto del fondo de la controversia,
el mismo que resulta inimpugnable, inmutable y coercitivo. Pero también es posible que
el proceso concluya de manera distinta al acto de decisión del magistrado –ya sea por
conciliación extrajudicial o judicial-, generando una serie de efectos similares a los de
una sentencia firme, pero contenidos en un documento que no posee el mismo valor
que una sentencia –y por tanto carece del valor de cosa juzgada- pero sí comparte
efectos de cosa juzgada.

Una sentencia contiene el acto de decisión de una controversia que es expedida por un
magistrado al finalizar un proceso de naturaleza pública y que es susceptible de
cuestionarse mediante los respectivos recursos impugnatorios que prevé la ley procesal
hasta que adquiera el carácter de inmutabilidad que le otorga
la autoridad y efectos de cosa juzgada. Un acta de conciliación es un instrumento que
contiene la manifestación de voluntad de las partes tendiente a resolver su controversia
y, en consecuencia, evita el inicio del juicio o concluye el proceso ya iniciado, y el
acuerdo conciliatorio no genera efectos de cosa juzgada de manera inmediata pues, en
el caso de la conciliación procesal, será necesario que previamente sea aprobado por
el juez de la causa, conforme lo exige el artículo 327° del Código Procesal Civil.

Pero sí existe un elemento que las actas de conciliación comparten con las sentencias
y que se da en cuanto a los efectos puesto tanto las actas de conciliación como las
sentencias: 1) establecen la resolución del fondo de la controversia; 2)generan la
imposibilidad de revisión judicial de los hechos controvertidos y 3) en caso de
incumplimiento se puede recurrir a la ejecución forzosa de los decidido o acordado y
esto último se materializa en la posibilidad de recurrir a la misma vía procesal de
ejecución para garantizar el cumplimiento de las obligaciones contenidas en dichos
instrumentos.

En este sentido, existen una serie de efectos que produce el acto conciliatorio a nivel
procesal (Ledesma, 1996: 92-93) podrían detallarse de la siguiente manera:

5.1. Con la relación procesal:

Efectivamente, producido el acuerdo conciliatorio a nivel procesal y aprobado


judicialmente, se tiene como principal efecto la resolución definitiva del conflicto pre
existente, de manera distinta a la sentencia, con lo cual se concluye el proceso con
declaración sobre el fondo, de acuerdo a lo señalado en el artículo 322° del Código
Procesal Civil. Es de precisar que esta extinción de la relación procesal no es inmediata
pues se requerirá la aprobación de la conciliación judicial por parte del juez, además de
que el proceso puede continuar hasta dilucidar lo concerniente a las costas, según el
artículo 415° del Código Procesal Civil.
En el caso de la conciliación extrajudicial, en tanto el hecho de llegar a un acuerdo de
manera consensuada y voluntaria significa la resolución del tema de fondo, tenemos
que habría ausencia de litis y, en consecuencia, ya no sería factible interponer una
demanda con lo cual sería imposible establecer una relación procesal válida.

5.2. Con la defensa:

La conciliación procesal tiene efecto extintivo sobre la cuestión controvertida,


volviéndola inmutable e irrevisable, impidiendo que las partes procesales puedan volver
a formular algún reclamo sobre ella; siendo que al existir imposibilidad de que cualquiera
de las partes pretenda una nueva revisión judicial de los hechos controvertidos, en caso
este hecho suceda, se puede oponer como excepción al igual que la transacción o el
desistimiento de la pretensión, para lo cual debe acompañarse el protocolo de la
conciliación o designarse el expediente en que se hubiera celebrado, acreditando su pre
existencia y solicitando su remisión. De manera análoga, en el caso de la conciliación
extrajudicial, el efecto inmediato de arribar a un acuerdo sobre el tema de fondo será la
resolución de la controversia y la consecuente imposibilidad de intentar judicializar un
conflicto inexistente que ha sido resuelto de manera previa.

5.3. Con el valor del acta

Con la suscripción de un acta de conciliación extrajudicial o la aprobación judicial de la


conciliación procesal se crea un título ejecutivo y el acuerdo conciliatorio deviene en
inmodificable. De ordinario, los acuerdos libremente suscritos son cumplidos de manera
voluntaria por las partes, debido a la mayor vocación de cumplimiento que existe.
Empero, si la persona obligada no cumple, entonces la parte perjudicada por el
incumplimiento puede recurrir al órgano jurisdiccional el cual empieza a actuar en una
nueva etapa llamada ejecutiva, en la que se recurre a la ejecución forzosa a través del
Estado y su fuerza coactiva a efectos de hacer cumplir el acuerdo contenido en el acta.

Este aspecto es el que de ordinario se emplea para sostener equivocadamente de


manera coloquial que las actas de conciliación son iguales a una sentencia, aunque lo
correcto sería decir que ambos instrumentos son títulos ejecutivos
(unos extrajudiciales y los otros judiciales conforme a lo prescrito en los numerales 1 y
3 del artículo 688° del Código Procesal Civil) y por ello mismo comparten la misma vía
procedimental contenida en el proceso de ejecución de resoluciones judiciales, pero
reiteramos que un acta de conciliación no es igual a una sentencia, salvo las similitudes
que presentan en cuanto a su valor como título ejecutivo (y consiguiente carácter
ejecutable de las obligaciones que contiene) así como a sus efectos de solución de la
controversia, imposibilidad de una nueva judicialización.
6. La aplicación del artículo 339° del CPC no afecta la calidad de cosa juzgada
de una sentencia.

El artículo 339° del Código Procesal Civil establece que, aunque hubiera sentencia
consentida o ejecutoriada, las partes pueden acordar condonar la obligación que ésta
contiene, novarla, prorrogar el plazo para su cumplimiento, convenir una dación en pago
y, en general, celebrar cualquier acto jurídico destinado a regular o modificar el
cumplimiento de la sentencia. Sin embargo –se precisa- dicho acto jurídico no tiene la
calidad de transacción ni produce los efectos de ésta.

Es decir, al encontrarnos frente a una sentencia firme y consentida las partes se


encuentran obligadas al cumplimiento de lo ordenado por el magistrado, pero no existe
ningún inconveniente para que ambas partes, de mutuo acuerdo, puedan regular o
variar el mandato judicial, requiriéndose de manera obligatoria la coincidencia de
voluntad de las partes contenida en un acto jurídico para acordar la forma de
cumplimiento de la sentencia con autoridad de cosa juzgada, pero este posible acuerdo
no afectará el valor de dicha decisión judicial.

En este sentido vale precisar que el convenio que realicen las partes, en momento
posterior al pronunciamiento de una sentencia que queda firme, regulando o
modificando el cumplimiento del fallo definitivo no configura una transacción; por lo que
no se altera lo resuelto, conservando la calidad de cosa juzgada, incidiendo tan sólo en
su consumación material o ejecución, es decir, lo que las partes convengan podrá
modificar el mandato judicial, pero la sentencia como acto permanecerá
inalterable (Cas. N° 2154-2003, Lima).

Este dispositivo abre la posibilidad de modificar un acuerdo conciliatorio a través de una


nueva conciliación, aunque no únicamente en cuanto al cumplimiento de los acuerdos
sino también respecto a la posibilidad de variación de las obligaciones contenidas en el
acta. Si partimos de la premisa que el acuerdo conciliatorio es un acto jurídico, en tanto
es manifestación de voluntad de las partes destinada a crear, regular, modificar o
extinguir relaciones jurídicas, entonces no habría ningún inconveniente para que las
partes pudieran –al amparo del artículo 339° del Código adjetivo- acordar vía una nueva
conciliación variar o modificar la forma de cumplimiento de los acuerdos contenidos en
un acta. Pero el tema nos lleva también a verificar que sería posible sustituir una
obligación primigenia por otra mediante el empleo de la novación –conforme lo habilita
el artículo 1277° del Código Civil-, pero el requisito para que pueda proceder será que
las partes estén de acuerdo en la sustitución de obligaciones, caso contrario se
mantendrá el mérito ejecutivo del acta y la exigibilidad de los acuerdos.
7. El principio de revisión de derechos como oposición a la cosa juzgada.

En el derecho de familia encontramos al principio de revisión de derechos, el mismo que


podríamos definirlo como la posibilidad de que los términos de un acuerdo conciliatorio
o de una decisión judicial que establecen obligaciones para las partes puedan ser
modificados posteriormente por las partes, ya sea de manera consensuada o a través
del inicio de la acción correspondiente, si es que han variado las circunstancias de hecho
o la situación de las partes que dieron origen y justificaron el reconocimiento de
determinado derecho. Recalcamos que este derecho lo apreciamos exclusivamente en
el derecho de familia y que se materializa en temas como los de pensión de alimentos,
régimen de visita y tenencia, los que pueden ser variados posteriormente a su
determinación. (Pinedo, 2016: 235-250).

Así, no podríamos hablar de ni de valor ni de efectos de cosa juzgada en las sentencias


y actas de conciliación que versen sobre temas derivados de la relación familiar como
pensión de alimentos, establecimiento de régimen de visitas y tenencia de menor, pues
independientemente de que dichos instrumentos sean ejecutables, las obligaciones que
contienen son susceptibles de variación ya sea de mutuo acuerdo o a través de un nuevo
acto de decisión del fondo de la controversia por parte del juez.

8. Conclusiones.

Tenemos que desterrar entre los operadores jurídicos la creencia que las actas de
conciliación son iguales que las sentencias, y que se encuentra muy arraigada sobre
todo a raíz de la implementación de la conciliación extrajudicial; dicho discurso resulta
válido para explicar a las partes intervinientes tanto en una conciliación procesal como
extrajudicial que los acuerdos producto de la conciliación son totalmente válidos, de
obligatorio cumplimiento y sobre todo exigibles en sede judicial, pero no resulta válido
para un análisis teórico desde una perspectiva procesal.

Lo correcto es afirmar que las sentencias y las actas de conciliación son instrumentos
que presentan particularidades muy propias y distintivas; aunque sin perjuicio de ello no
podemos negar la existencia de algunos elementos que las actas de conciliación
comparten con las sentencias, básicamente a nivel de los efectos de cosa juzgada, y
que son tres: solución del fondo de la controversia, imposibilidad de revisión judicial de
esa controversia resuelta de manera previa y la obligatoriedad del cumplimiento de los
acuerdos plasmada en la posibilidad de acudir a la vía de ejecución de resoluciones
judiciales en caso de incumplimiento. Allí radica el quid del asunto para ir terminando
con esta situación de aparente confusión.

Estamos seguros que en el futuro inmediato surgirán nuevos estudios que profundicen
un mejor análisis de una institución tan poco estudiada y apreciada como la conciliación,
así como las implicancias que conlleva darle una mayor seguridad a las partes respecto
de su empleo, revalorando su capacidad de resolver por sí mismas su controversia,
entendiendo que el proceso debe iniciarse cuando se han agotado todos los
mecanismos de diálogo previo. En palabras de Marcel Proust: “el verdadero viaje de
descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes sino en tener nuevos ojos”.

9. Bibliografía citada.

Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, 1947: Proceso, Autocomposición y Autodefensa,


México: Imprenta Universitaria.

Cabanellas, Guillermo, 2001: Diccionario Enciclopédico de Derecho Usual. Tomo


I. 26ta. Edición. Buenos Aires: Editorial Heliasta.

Monroy Gálvez, Juan, 1996: Introducción al Proceso Civil, Bogotá: Temis.

Ledesma Narváez, Marianella, 1996: La Conciliación. Lima: Legrima editorial.

Perla Velaochaga, Ernesto, 1987: Juicio Ordinario. 7ma. Edición. Lima: Editorial y
Distribuidora de Libros S.A. EDDILI.

Peyrano, Jorge W., 1978: El Proceso Civil: Principios y Fundamentos, 1ra. Edición,
Buenos Aires: Ed. Astrea.

Pinedo Aubián, F: Martín, ¡Papá: cumples el acta o vas dentro!: La omisión de asistencia
familiar por incumplimiento de acuerdos conciliatorios sobre alimentos. En: Gaceta Civil
& Procesal Civil, N° 36. Junio 2016. Pp. 235-250.

Prieto-Castro, Leonardo, 1989: Derecho Procesal Civil. 5ta. Edición. Madrid: Tecnos.

Zegarra Escalante, Hilmer, 1999: Formas Alternativas de concluir un Proceso Civil, 2da.
Edición actualizada, Trujillo: Marzol Perú Editores.

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