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1. Introducción
Cuando existe una controversia entre dos o más partes y se recurre al órgano
jurisdiccional para que sea éste a través del juez quien decida mediante la expedición
de una sentencia al finalizar un proceso, vemos que con ella se cumple con la obligación
de brindar tutela jurídica a los justiciables mediante la declaración de un derecho
contenido en dicho pronunciamiento jurisdiccional. Pero si bien es cierto que se opta de
manera recurrente por el proceso judicial como forma de resolver un conflicto entre dos
esferas contrapuestas de intereses, también cabe que se solvente por obra de los
propios litigantes; así el empleo de la autocomposición, que pertenece a la esfera de las
decisiones individuales, pretende evitar el inicio del juicio o buscar apartarse de la vía
jurisdiccional para ponerle término por otros medios distintos a los de la sentencia
(Alcalá-Zamora, 1947: 13, 28-29).
En este sentido, los objetos acerca de los que normalmente se trata en el proceso civil
no exigen la vigencia en él de los principios de legalidad, necesidad e inmutabilidad, y
ello permite, y aun aconseja muchas veces, que se prescinda del instituto del proceso,
haciéndolo innecesario si las partes logran una avenencia o lo sustituyen por otro medio
que puede ser más conveniente para el logro de la armonía y la paz jurídica. Así, el
proceso civil se puede hacer innecesario por un resultado favorable en un intento previo
de conciliación, siendo que el carácter fundamentalmente disponible de los derechos
privados subjetivos no aconseja imponer como único medio de resolver las
discrepancias entre particulares la vía del proceso civil. En cuanto a la eficacia procesal
del convenio logrado en conciliación, existe una equiparación a una sentencia, en tanto
que se puede ejecutar el convenio con arreglo a las normas sobre ejecución de
sentencias (Prieto-Castro, 1989: 418-422).
En este sentido, el artículo 328° del Código Procesal Civil prescribe que La
conciliación –refiriéndose a la conciliación procesal- surte el mismo efecto que la
sentencia que tiene la autoridad de la cosa juzgada.
Pero hay que hacer el distingo en el sentido que las sentencias que ponen fin de manera
definitiva al proceso poseen autoridad de cosa juzgada, mientras que el acto
conciliatorio por el cual se evita el inicio de un proceso o se permite la conclusión de
manera especial de un proceso tiene efecto de cosa juzgada. Por esta razón es
totalmente válido analizar la institución de la cosa juzgada para determinar su grado de
influencia en el acuerdo conciliatorio ya sea como forma especial de conclusión del
proceso civil –refiriéndonos a la conciliación procesal o intra proceso- o como una forma
de evitar el inicio de un juicio –para los casos en que se llegue a acuerdos vía
conciliación extrajudicial, que hacen innecesario del inicio del mismo-.
2. La Cosa Juzgada.
En palabras de Monroy, si el fin abstracto del proceso es la paz social en justicia, tal
encargo solo va a poder ser cumplido cuando las decisiones judiciales no admitan
ningún cuestionamiento, y la decisión final que se obtenga en el proceso sea de
exigencia inexorable. Ésta calidad de indiscutibilidad y de certeza en su contenido es
una autoridad intrínseca que acompaña a las resoluciones judiciales y recibe el nombre
de cosa juzgada. Se precisa, además, que para que la autoridad de cosa juzgada
acompañe a una resolución se deben haber agotado todos los medios impugnatorios
pasibles de ser deducidos contra ella, sea que se trate de una resolución inimpugnable
o que haya transcurrido el plazo legal correspondiente sin haberse interpuesto
impugnación alguna contra ésta (Monroy, 1999: 86-87).
El aforismo “res judicata pro veritate habetur” -que puede ser traducido como la cosa
juzgada se tiene por verdad-, nos lleva a señalar que la cosa juzgada es lo resuelto en
juicio contradictorio, ante un juez o tribunal, por sentencia firme, contra la cual no se
admite la interposición de recurso alguno, no cabiendo posibilidad de contradecirla
judicialmente –salvo la acción nulidad de cosa juzgada fraudulenta-, poniendo fin a la
polémica entre las partes y dando estabilidad jurídica a las resoluciones, de manera que
la cuestión controvertida no pueda ser discutida de nuevo en ese proceso ni en otro y la
parte cuyo derecho ha sido reconocido en la sentencia, pueda obrar en justicia, sin que
ningún juez pueda desconocer su derecho reconocido. Se llega a afirmar que bien
puede calificarse a la tesis de la inmutabilidad y santidad de la sentencia pasada en
autoridad de cosa juzgada, cualesquiera que fueran los vicios de que su dictado
adoleciera, como mito propio de una ideología exacerbadamente individualista, siendo
que en la eterna opción entre el valor seguridad y el valor justicia, debe prevalecer, a
todo trance, el primero (Peyrano, 1978: 171-247).
Entonces, podemos afirmar que “la cosa juzgada se asienta en dos principios: a) La
extinción de la acción con su ejercicio, lo que impide su renovación en otro proceso,
salvo disposición legal expresa; y b) La seguridad jurídica, a fin de dar estabilidad a las
relaciones de Derecho. Por eso los efectos de la cosa juzgada obligan a toda autoridad
y el artículo 139 de la Carta Política, en sus incisos 2 y 13, prohíbe dejar sin efecto
resoluciones que han pasado en autoridad de cosa juzgada y revivir procesos fenecidos.
De aquí sigue que son caracteres de la Cosa Juzgada, la inmutabilidad y la coercibilidad”
(Cas. N° 724-2006, Lambayeque). Por otro lado, “no debe confundirse la cosa juzgada
con el principio de preclusión, por cuanto la primera está referida a la existencia de una
sentencia definitiva o un auto que produzca estos efectos, en cambio la preclusión
implica que transcurrido (sic) una etapa del proceso no se puede regresar a otra etapa,
lo cual no impide que se pueda declarar de oficio la nulidad de los actos procesales
cuando se advierte la existencia de nulidades insubsanables” (Cas. N° 1195-2004, Ica).
La cosa juzgada como eficacia implica que la sentencia adquiere los caracteres
de inimpugnabilidad (cuando no procede ningún medio impugnatorio contra ella),
inmutabilidad (cuando el juez de la causa o cualquier otro juez se encuentran impedidos
de modificar sus términos) y coercibilidad (que pueda ser sometida a ejecución forzada).
De otro lado, doctrinariamente se hace la distinción entre cosa juzgada formal y cosa
juzgada sustancial o material.
Hay cosa juzgada formal cuando la sentencia o resolución judicial es inimpugnable pero
no es inmutable; es decir, no puede ser impugnada dentro del mismo proceso –al
haberse rechazado el recurso impugnatorio o por vencimiento del plazo para su
formulación- pero sí puede ser modificada en un proceso posterior, como ocurre cuando
se interpone la nulidad de cosa juzgada fraudulenta dentro del plazo de ley.
En este orden de ideas, la plena eficacia de la cosa juzgada sólo se alcanza cuando la
sentencia o resolución judicial adquiere las características de inimpugnabilidad e
inmutabilidad, y una vez adquirida esas características obtendrá recién la coercibilidad.
De ordinario se suele afirmar que las actas de conciliación con acuerdo son iguales a
una sentencia judicial, razonamiento que carece de sustento tanto fáctico como legal,
pues en realidad existen diferencias que nos llevarían a desvirtuar esta afirmación que
se encuentra muy arraigada entre las personas ajenas al campo jurídico.
Una sentencia contiene el acto de decisión de una controversia que es expedida por un
magistrado al finalizar un proceso de naturaleza pública y que es susceptible de
cuestionarse mediante los respectivos recursos impugnatorios que prevé la ley procesal
hasta que adquiera el carácter de inmutabilidad que le otorga
la autoridad y efectos de cosa juzgada. Un acta de conciliación es un instrumento que
contiene la manifestación de voluntad de las partes tendiente a resolver su controversia
y, en consecuencia, evita el inicio del juicio o concluye el proceso ya iniciado, y el
acuerdo conciliatorio no genera efectos de cosa juzgada de manera inmediata pues, en
el caso de la conciliación procesal, será necesario que previamente sea aprobado por
el juez de la causa, conforme lo exige el artículo 327° del Código Procesal Civil.
Pero sí existe un elemento que las actas de conciliación comparten con las sentencias
y que se da en cuanto a los efectos puesto tanto las actas de conciliación como las
sentencias: 1) establecen la resolución del fondo de la controversia; 2)generan la
imposibilidad de revisión judicial de los hechos controvertidos y 3) en caso de
incumplimiento se puede recurrir a la ejecución forzosa de los decidido o acordado y
esto último se materializa en la posibilidad de recurrir a la misma vía procesal de
ejecución para garantizar el cumplimiento de las obligaciones contenidas en dichos
instrumentos.
En este sentido, existen una serie de efectos que produce el acto conciliatorio a nivel
procesal (Ledesma, 1996: 92-93) podrían detallarse de la siguiente manera:
El artículo 339° del Código Procesal Civil establece que, aunque hubiera sentencia
consentida o ejecutoriada, las partes pueden acordar condonar la obligación que ésta
contiene, novarla, prorrogar el plazo para su cumplimiento, convenir una dación en pago
y, en general, celebrar cualquier acto jurídico destinado a regular o modificar el
cumplimiento de la sentencia. Sin embargo –se precisa- dicho acto jurídico no tiene la
calidad de transacción ni produce los efectos de ésta.
En este sentido vale precisar que el convenio que realicen las partes, en momento
posterior al pronunciamiento de una sentencia que queda firme, regulando o
modificando el cumplimiento del fallo definitivo no configura una transacción; por lo que
no se altera lo resuelto, conservando la calidad de cosa juzgada, incidiendo tan sólo en
su consumación material o ejecución, es decir, lo que las partes convengan podrá
modificar el mandato judicial, pero la sentencia como acto permanecerá
inalterable (Cas. N° 2154-2003, Lima).
8. Conclusiones.
Tenemos que desterrar entre los operadores jurídicos la creencia que las actas de
conciliación son iguales que las sentencias, y que se encuentra muy arraigada sobre
todo a raíz de la implementación de la conciliación extrajudicial; dicho discurso resulta
válido para explicar a las partes intervinientes tanto en una conciliación procesal como
extrajudicial que los acuerdos producto de la conciliación son totalmente válidos, de
obligatorio cumplimiento y sobre todo exigibles en sede judicial, pero no resulta válido
para un análisis teórico desde una perspectiva procesal.
Lo correcto es afirmar que las sentencias y las actas de conciliación son instrumentos
que presentan particularidades muy propias y distintivas; aunque sin perjuicio de ello no
podemos negar la existencia de algunos elementos que las actas de conciliación
comparten con las sentencias, básicamente a nivel de los efectos de cosa juzgada, y
que son tres: solución del fondo de la controversia, imposibilidad de revisión judicial de
esa controversia resuelta de manera previa y la obligatoriedad del cumplimiento de los
acuerdos plasmada en la posibilidad de acudir a la vía de ejecución de resoluciones
judiciales en caso de incumplimiento. Allí radica el quid del asunto para ir terminando
con esta situación de aparente confusión.
Estamos seguros que en el futuro inmediato surgirán nuevos estudios que profundicen
un mejor análisis de una institución tan poco estudiada y apreciada como la conciliación,
así como las implicancias que conlleva darle una mayor seguridad a las partes respecto
de su empleo, revalorando su capacidad de resolver por sí mismas su controversia,
entendiendo que el proceso debe iniciarse cuando se han agotado todos los
mecanismos de diálogo previo. En palabras de Marcel Proust: “el verdadero viaje de
descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes sino en tener nuevos ojos”.
9. Bibliografía citada.
Perla Velaochaga, Ernesto, 1987: Juicio Ordinario. 7ma. Edición. Lima: Editorial y
Distribuidora de Libros S.A. EDDILI.
Peyrano, Jorge W., 1978: El Proceso Civil: Principios y Fundamentos, 1ra. Edición,
Buenos Aires: Ed. Astrea.
Pinedo Aubián, F: Martín, ¡Papá: cumples el acta o vas dentro!: La omisión de asistencia
familiar por incumplimiento de acuerdos conciliatorios sobre alimentos. En: Gaceta Civil
& Procesal Civil, N° 36. Junio 2016. Pp. 235-250.
Prieto-Castro, Leonardo, 1989: Derecho Procesal Civil. 5ta. Edición. Madrid: Tecnos.
Zegarra Escalante, Hilmer, 1999: Formas Alternativas de concluir un Proceso Civil, 2da.
Edición actualizada, Trujillo: Marzol Perú Editores.